logored - marzo 2015
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Edición correspondiente al mes de Marzo 2015TRANSCRIPT
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EDITORIAL: Volver a empezar, por Claudio César García Pintos
APELACIÓN Y CURA. Su significación en Psicoterapia,
por José Martínez-Romero Gandós (pp-3 a 6)
ENTRENAMIENTO Y REHABILITACIÓN ¿Y las dimensiones del
hombre, luego del trauma? , por Dides Iliana Hernández Silvera
(pp. 7 a 8)
LA EXISTENCIA FUGITIVA, por Claudio César García Pintos
(pp.9 a 11)
LA PÁGINA DE CAVEF, por Claudio César García Pintos (pp.12 a
16)
LA PÁGINA DE LOGOFORO, por Tere Vanek (pág. 17)
NO TE AMENAZO, TE ADVIERTO, por Patricia María Nigro
(pp.18-19)
LA LÓGICA DEL COMPARTIR, HASTA EL SENTIDO,
por Analía Boyadjián (pp-20-21)
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APELACIÓN Y CURA .
Su significación en psicoterapia
Por Dr.José Martínez–Romero Gandós
Mail de contacto: [email protected]
Blog: logoterapiagalicia.blogspot.com.ar
R etomamos la publicación de re-
flexiones sobre la “apelación” y “la cura” en Psicoterapia. Este tema
ya lo hemos tratado en nuestro blog, en forma específica, relacionándolo
con la asistencia a enfermos de cáncer.
Ver:
(logoterapiagalicia.blogspot.com.es/
2011_02_01_archive.html)
En nuestras relaciones sociales establece-mos una comunicación que se establece
en diferentes niveles de compromiso. Nos dirigimos a una persona cercana mediante
un “tú”. En nuestro idioma, si es menor el compromiso, el tratamiento es de “usted”. En el primer nivel mencionado llamamos a
la persona por su nombre “de pila”. En el
segundo caso, por el apellido.
Pero ¿cuál es el origen de esta palabra “apellido”? En el Medioevo el reconoci-miento de los señores era, precisamente,
vinculado a sus posesiones o títulos: un ejemplo el Señor de Hita y Buitrago (que
correspondía a Pedro González de Mendo-za, Mayordomo Mayor de Juan I de Casti-lla) o por sus títulos el Duque de Medina-
celi, con profusa descendencia, por poner
ejemplos.
En un ámbito más plebeyo se llamaba a los hijos de Martín, los Martínez, a los hijos de Gonzalo, los González y a los hijos
de Pedro o Pero, los Pérez. Se los agrupaba
por familias, denominándolos por su as-
cendencia o por profesiones: los Ferreiro, los Silversmith (plateros) o los Goldsman
(los orfebres). Se los “llamaba” de esta for-ma, es decir, se “apelaba a ellos”. Al hacer-se común, este nombre, a varios indivi-
duos diferentes, surgió la solución de acompañarlo con un añadido complemen-tario, ya indicando un lugar de proceden-
cia o una característica personal. Había
nacido el APELLIDO.
La historia del origen es muy larga pero valga este ejemplo para dar cuenta de la
importancia, en la historia de la humani-dad, de ser llamado, ser “apelado”. Y en-
contrarse con el otro.
La relación de encuentro que se produce en la asistencia psicoterapéutica siempre
crece y se desarrolla por la acción que ejercen ambos protagonistas: el paciente y
el profesional asistente.
Es una relación que no puede ser descrip-ta más que en términos literarios lo que
nos permite decir que es “una relación in-efable”. No se puede hablar de ella. Hay
que vivirla en un nosotros único y muy es-
pecial.
No es una realidad que podamos delimitar ni tampoco programar más allá de la apli-cación del “arte” que cada uno de nosotros
aplica desde su profesión. Existe necesi-dad recíproca de preguntas y respuestas. El profesional pregunta y el paciente res-
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ponde. No siempre en forma oral. Puede
hacerlo corporalmente.
El paciente también interroga. Quiere sa-
ber acerca de su asistencia y de su exis-tencia. Se vincula como él sabe, como él quiere o como él puede. El profesional no
siempre “sabe” que decir al paciente, no siempre “quiere” decir o muchas veces “no
puede decir”.
Esto puede generar resistencias en ambos
márgenes de la relación de encuentro. La resistencia “cierra” la posibilidad de aper-tura en la relación. Si la relación es oca-
sional, tal vez ambos protagonistas deseen “olvidar” el encuentro. Pero esta resisten-
cia originará conflicto. Seguramente.
Para vencerla es necesario establecer una relación “original” que vincule a ambos de
manera tal que permita la aparición del “diálogo” . Esta puesta en común, esta
“comunión”, es la raíz original de lo que, habitualmente, llamamos “comunicación
profesional-paciente”.
Cuando encaramos un tema de la comple-jidad que nos ocupa tenemos que aceptar
que de esta forma de comunicación surgen una ilimitada cantidad de técnicas que se
distinguen por el diferente grado de flexibi-lidad o rigidez en la realidad circunstan-cial del encuentro con el que solicita ayu-
da.
Nosotros afirmamos, desde la Analítica
Existencial y la práctica de la Logoterapia, que esta situación existencial del paciente es “única e irrepetible” y coincidimos con
la generalidad de nuestros colegas en que es respuesta inmediata al desarrollo de
numerosos dinamismos psíquicos que han establecido una personalidad a lo largo del tiempo y que se presenta en la realidad del
“aquí y ahora” como una realidad diferen-
te.
La realidad del ser humano que sufre, pa-dece y teme. Una realidad que, sea cual sea el pronóstico, le coarta su libertad de
desarrollar un proyecto y le amenaza el
sentido de vida pleno. Pero el Análisis Existencia y la Logoterapia no son asisten-
cialismo o sentimentalismo.
Es un accionar teórico y técnico que pro-cura ayudar al enfermo a asumir la exis-
tencia como real, a pesar del sufrimiento, contribuyendo al desarrollo de todas sus
potencialidades y capacidades para que actúen en función de ellas y encuentre el sentido “a pesar de todo y aún en las peo-
res circunstancias”.
Decía Viktor E. Frankl: “Me atrevo a decir
que no hay nada en el mundo que ayude más efectivamente a una persona a sobre-
vivir, aún en las peores condiciones, que
conocer el sentido de su vida”.
Conocer y accionar en procura de su man-
tenimiento en la situación límite. El pa-ciente tiene derecho a ser ayudado en esta
empresa vital.
Médicos y psicólogos incrementan sus es-
tudios, investigaciones y comunicaciones científicas para esclarecer ideas que les permitan dar respuesta a los interrogantes
y angustias que los pacientes les presen-tan en la consulta, desde el conocimiento
de sus síntomas, de sus crisis o de una
enfermedad concreta.
Cuando la respuesta a estos interrogantes
es acuciante por variadas razones y el pla-zo de desenlace es incierto muchos profe-
sionales se sienten desvalidos para actuar y poco preparados para afrontar esta si-
tuación.
Técnica versus comprensión. Preparación técnica eficiente versus la toma de con-
ciencia de los límites de su ciencia y arte. Persona doliente que pide comprensión
versus un entorno limitado en sus res-
puestas.
No hay reglas para enfrentarse a esta difí-
cil situación pero sí hay formas particula-res y únicas de acercarse a ese ser que su-
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fre y padece. En estas circunstancias la
comunicación entre el profesional y el pa-ciente no está limitada a la expresión ver-
bal del discurso. Acceder desde el nivel profesional al conocimiento de la situación y poder comunicarlo es uno de los mo-
mentos más difíciles que debemos enfren-
tar en nuestra diaria actividad asistencial.
Es necesario compartir nuestro estar dis-puestos a ayudar al otro como Persona. Darle la libertad de elegir la manera de ser
ayudado, de acuerdo a su peculiar modo de personalidad y modo de relación con
los otros.
Es apelar al otro. La apelación es un lla-
mado. Un llamado a la Esperanza. Este llamado, esta apelación, nos coloca en in-terlocutores de privilegio en un tema de la
mayor importancia para el paciente. Al respetar su proyecto de vida, al ayudarlo a aceptar las modificaciones que la realidad
le impone le estamos ofreciendo la posibili-dad de elegir una nueva forma de vivir o
de permanecer en la inautenticidad.
El profesional conoce la situación actual,
el aquí y ahora de la relación de encuen-tro. Estará dispuesto a continuar apoyan-do la busqueda de sentido del paciente,
compartiendo y aliviando. La comunica-ción se torna, en estos casos, en el princi-pal instrumento de la “pastoral médi-
ca” (V.E.Frankl). No es una sustitución del papel de la familia, del amigo o incluso de
los religiosos que acerquen su compromi-so. Es contribuir a una mayor plenitud de vida a través del intercambio de actitudes
y gestos de acompañamiento que revitali-zarán los momentos mas importantes de
su biografía haciéndola valiosa de haber
sido vivida.
Si el paciente ha dado a entender su real
deseo de saber y sobrellevar la situación es inútil o perjudicial escapar a esa res-
ponsabilidad profesional de la comunica-ción. Establecer una comunicación defi-
ciente es coartarle la posibilidad de elec-
ción y responsabilidad sobre su existencia
real.
La Logoterapia, Tercera Escuela de Viena que fundara Viktor E. Frankl, considera que el psicoterapeuta puede ayudar al pa-
ciente apelando a la posibilidad de traspa-sar sus propios límites, pasar por encima
de su facticidad y la posición fatalista que casi siempre la acompaña logrando, una dimensión completamente nueva: vida con
sentido, a pesar de todo, respeto de la au-totrascendencia, apertura al amor y per-
misividad para la libertad individual. Transformar las tensiones de un “yo” en crisis para que se produzca un
“nosotros” (familia, amigos, terapeutas)
La actividad profesional implicará juegos
de dramáticos silencios convocantes, acti-tudes de espera, continencia de la angus-tia, desarrollo de caminos de libertad sin
imposiciones, creando el lugar apropiado para la confianza y desarrollando una
creatividad técnica basada en la imposi-ción de “palabras límites”: fe, camaradería, sufrimiento, sentido, esperanza, amor, so-
lidaridad, cuidado del otro, que forman parte de lo que en algunas Conferencias
nosotros denominamos “el almacén logote-rapéutico”, un establecimiento cuya mer-cadería principal en existencia son los
“valores”.
Estar, sinceramente, a disposición del
otro. Amarlo como ser humano que sufre. Evitar que dé pasos peligrosos. Permitirle elegir su camino sin condicionamientos.
Ayudarle a superar la paradoja entre la in-manencia y la trascendencia. Este es el
juego de roles que permite el ejercicio de la Logoterapia para los psicoterapeutas for-mados. El Logoterapeuta renuncia antes
de empezar el tratamiento. Renuncia a promoverse. Renuncia a la posibilidad de dominar al otro. Renuncia a muchas re-
compensas.
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¿Es posible esta posición completamente
desinteresada en un profesional que tra-baja y debe contar con medios para tam-
bién realizar su sentido de vida? Sí, es perfectamente posible porque es una rela-ción de encuentro amoroso. Y lo menos
que el verdadero amor quiere es el benefi-cio del otro. Esta es la “apelación”, el lla-mado. Y en esto consiste la “cura”, el cui-
dado.
Paradojalmente, el sufrimiento nos ha ilu-
minado el camino que nos lleva a la puerta de la trascendencia. Pese a la dependencia
de la enfermedad o la crisis, llena de rispi-deces y obstáculos, la libertad interior act-úa como un ariete que rompe ese cerco de
dolor o sentimientos de pérdida que lo cer-ca y activa la capacidad de sobreponerse para seguir adelante “a pesar de todo”. El
sufrimiento actúa como un filósofo interior que cada uno posee y que revela el valor
de la vida, iluminando, haciendo transpa-rente lo que parecía tan impenetrable, abriendo regiones hasta entonces veladas
y enriqueciendo, verdaderamente, la exis-
tencia.
Por supuesto que por “sufrimiento” nos referimos a aquel que no es fácil o posible
superar. Debemos acudir a la superación del sufrimiento innecesario. Solamente an-te el sufrimiento impuesto por las circuns-
tancias de la enfermedad, aquello de lo que no podemos escapar, debemos poner en marcha los valores actitudinales. So-
portar aquello que es evitable es, simple-
mente, masoquismo o estupidez.
Algunos psicoterapeutas aíslan esta posi-bilidad de superación del sufrimiento por
el sentido acentuando la realización par-cial de algunos aspectos del hombre per-diendo de vista su personalidad pluritemá-
tica y multidimensional. “Curan” su cuer-po. “Curan” su psique. “Curan” su relación interpersonal social. Pero olvidan la “cura”
de la dimensión especial que nos diferen-
cia como personas: el espíritu.
Esta es la “cura”. “Cura” es una voz latina
que designa “cuidado, preocupación”. Nuestra “preocupación” principal es esta-
blecer hasta que punto es posible “la cu-
ra”.
Esta es el alfa de nuestra tarea profesional
como psicólogos y como logoterapeutas. Ninguna circunstancia debe imponer lími-
tes a la vida. Ni enfermedades de cualquier tipo, ni circunstancias personales, ni so-ciales, ni pseudouniversales ni pseudo-
científicas. Cualquier Psicología que pres-cinda del amor, del encuentro y de la co-
municación separa al ser humano de sus referentes originales e intencionales. La cualidad trascendente de la realidad
humana se potencia en el encuentro auténtico profesional-paciente. Para lograr éxitos en el campo de la psicoterapia debe
combinarse las técnicas (estimulantes y bienvenidas) con la incorporación de un
elemento de arte que supere las limitacio-nes de la Ciencia en la consideración de su genuina dimensión que es la dimensión
espiritual (Frankl).
Oportunidad trascendental. El otro puede
optar por la posibilidad de rechazo de la “apelación”. Posibilidad de caída en el
egoísmo o el sinsentido. Imposibilidad de encuentro con el otro. O puede aceptar el “encuentro” y proyectarse en la realización
de valores superando todas las barreras.
Bibliografía:
1.- Frankl, V. E. “El hombre doliente”,
Barcelona, Ed. Herder, 1987.
2.- Frankl, V. E. “El hombre en busca de
sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 7ª. Ed.,
1986.
3.- Frankl, V. E. “La voluntad de senti-
do”, Barcelona, Ed. Herder, 1988.
4.- Yalom, I. D. “Psicoterapia Existencial”,
Ed. Herder, Buenos Aires, 1985.
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E n el consultorio muchas veces nos
encontramos con una realidad di-ferente a la que se presenta cuan-do nos derivan un paciente. Si-
guiendo la línea de anteriores presentacio-nes, paciente real-dolencia- estrategias, les presento la siguiente vivencia de consulto-
rio. Solicita turno la esposa de un paciente de-
rivado por médico neurólogo, manifiesta que J tuvo un ACV y necesita estimula-ción. Entonces pregunté:
-Hace cuánto tiempo tuvo el ACV? -año y medio
-Qué peculiaridades tuvo el ACV? -no ve bien. Alguna otra secuela?
No, nada más -Qué otros tratamientos está efectuando? -Ninguno, estuvo con una terapeuta pero
no podíamos pagarlo más y era lejos. Al entrevistar al paciente, de 78 años, con-
tador en ejercicio, con depresión por no poder seguir su trabajo. Concurre a su es-tudio todos los días, aunque no logra leer,
ni resolver cálculos por escrito. Así tam-bién, detecto fallas visuales en focaliza-ción, y reconocimiento (gnosias-praxias),
fallas en comprensión, apraxia, alexia, agrafía; depresión moderada en progre-
sión. (1) Entonces, el paciente J ingresaría a esti-mulación desde la fase 2, pasado el año
del ACV. Con lo cual, la estimulación en
esta fase, debería ser de dos sesiones se-manales, le agrego aquagym y un día de
Terapia ocupacional. Las secuelas cognitivas derivadas del ACV son ignoradas constantemente, o poco
consideradas tanto en los estudios como en el ámbito clínico. Por la afectación detectada, la arteria vul-
nerada en este caso, es la arteria cerebral media derecha, nos encontramos con una
heminegligencia (del lado contralateral a la lesión), alexia, agrafia y acalculia espacia-les, apraxias y alteraciones visoespaciales
y visoperceptivas. Kauhanen, (1999)(2), en sus estudios so-
bre Stroke, demostró que había una aso-ciación significativa entre las categorías de la enfermedad depresiva y el grado de défi-
cit cognitivo. Sus resultados también mos-traron que la depresión estaba relacionada con el grado de déficit neurológico y fun-
cional y el nivel de discapacidad de los pa-cientes con ictus.
En el caso de J, era importante evaluar la gravedad de los déficits neurológicos, pero también interpolar el déficit cognitivo y ac-
tivar sobre la depresión; en sí, el ánimo como el motor del declive o la búsqueda de recuperación.
El objetivo vendrá entonces en mejorar el estado de ánimo, generando una actitud
de esfuerzo hacia la curación, que es la motivación o motor de este paciente. Así la propuesta tenderá a generar accio-
ENTRENAMIENTO Y
REHABILITACIÓN
¿Y las dimensiones del hombre, luego del trauma?
Por Dra. Dides I. HERNÁNDEZ SILVERA Mail de contacto: [email protected]
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trascendencia: salir de sí mismo, abrirse
afectivamente al mundo, ampliar posibili-dades.
- Conectarse Afectiva-Existencialmente con la vida en el “Aquí y Ahora, con las fortalezas y debilidades.
- Asumir una actitud pro-activa y favo-rable frente al futuro inmediato.
Pero también era necesario organizar en la familia una disposición diferente y de
acompañamiento, ya que el entrenamiento debía seguirse durante toda la semana en casa del paciente. Una serie de ejercicios
fueron explicados a la esposa, iban desde prácticas visuales a partir de movimientos
oculares y de entrenamiento con PC con ejercicios creados para el paciente. Los mismos, sirvieron de entrenamiento en
orientación espacial, comprensión y reco-nocimiento (sobre todo gnosias y atención fundamentalmente)
Luego de dos meses, el paciente continúa como en la primera sesión, con un día de
rehabilitación, sin aquagym, ni contacto con terapista ocupacional por dificultades varias que le fueron ocurriendo a la fami-
lia. Con ese panorama, el proceso se extender-ía y a fin de sostener en esta realidad im-
plemento sesiones de entrenamiento a la esposa y a nieta, incluyendo a la familia de
a poco, para contener su salud mental y puedan en su domicilio ayudar a su acti-vación cerebral, a la vez, de sostén emocio-
nal. Para ello, la nieta fue de gran ayuda más que nada cuando comprensión que
en realidad el motor de J era el afán que ella imponía por curarlo. Era una verdade-ra red intergeneracional de sentido, abuelo
78 años, nieta de 9 años e hijos en con-junto con esposa. Hoy, luego de tres meses, sonriente ingre-
sa al consultorio “ya veo y reconozco me-jor”, realmente era así. Su estado anímico
también se había modificado. Concurría a su estudio todos los días y realmente mo-
tivado. Todavía su visión, reconocimiento
no estaba estable, pero todos colaboraban en su mejoría; él incluido
Al hablar con la esposa y sugerir nuevos ejercicios, ella misma comenta que todos los días efectuaban el entrenamiento vi-
sual sugerido. Así, explicado desde Frankl; “el sentido no se puede dar. El dar un sentido escaparía
a lo moralizador. Y la moral, en el sentido que se le daba antiguamente a esta pala-
bra, pronto habrá acabado su papel” (3). Si se favorecen los medios para actualizar
roles perdidos, para encontrar el valor de las acciones, para brindar desde un espa-cio una misión única a cumplir; tan única
como la misma persona que la da y la que recibe. No dejemos de imaginar, crear, re pensar y
orientar… Hasta la próxima…
REFERENCIAS
(1) Nota: Dentro de la Escala de Depresión existen
tres diagnósticos: Normal, Depresiòn Moderada y Depresión Severa.
(2) M.-L. Kauhanen,y otros (1999;30:1875-1880)
Poststroke Depression Correlates With Cogniti-
ve Impairment and Neurological Deficits, Ameri-can Heart Association, Greenville Avenue, Dallas.
(3) Frankl, V. E. (1995:9) “La psicoterapia al alcan-
ce de todos”, Herder: Barcelona
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LA EXISTENCIA FUGITIVA
Por Dr Claudio César GARCIA PINTOS
Mail de contacto: [email protected]
C uando nos sentimos atrapados por
una circunstancia de vida, surgen en nosotros casi espontáneamen-
te, pensamientos o intentos de evasión. Nos resulta inadmisible estar atrapados en este intríngulis existencial,
nos parece inconcebible haber llegado a este estado o definimos como injusto asu-
mirlo como real y tener que vivirlo.
¿Qué hacer?¿Cómo salir de este estrecho lugar en el que la existencia nos ha ubica-
do?¿Quién o qué podrá rescatarnos?
Como si fuera una cárcel insólitamente
construida en torno de uno mismo, senti-mos la inmediata y urgente necesidad de
huir, de escapar, de alejarnos de esos ba-rrotes que nos abruman. A veces, incluso, podemos sentirnos humillados por estar
en esa situación, como si la dignidad se viera afectada por aquello que nos está
haciendo sufrir.
Y la evasión resulta. Porque hay muchas formas para evadirse de estas prisiones
que la vida nos presenta. A veces es la imaginación o la fantasía, para algunos
puede ser la razón y sus productos intelec-tualizados, la química puede ser opción (especialmente a través de psicofármacos,
drogas de todo tipo, alcohol, etc) o cual-quier recurso que permita una cuota con-siderable de virtualidad que nos aleje de la
insoportable realidad. Evadirse significa etimológicamente la acción y efecto de
alejarse de una dificultad (del lt. evasio, que resulta de ex –hacia-, vadere –andar-, sión –acción y efecto-), vocablo derivado
del verbo evadere (“e” afuera, “vadere” an-
dar)
Todos podemos tener la experiencia de habernos evadido, alguna vez, de algo.
Buscando alivio y tranquilidad, alejarse de la dificultad actual, puede resultar una tentación fuerte. Corrernos, alejarnos,
huir, quitarla de la vista, termina siendo algo similar al “juego de la sabanita” que
disfrutan los niños pequeños. Ocultando escasamente el rostro, creen no ser vistos, y descorriendo la sabanita, pretenden sor-
prender con su presencia al espectador. Pero el juego tiene sentido y es disfrute pa-ra el niño, porque el espectador acepta ju-
garlo. La fingida sorpresa del otro, termina armando la dinámica del juego y le permi-
te al niño vivenciar ese disfrute. ¿Qué su-cedería si el otro no fingiera o expresara sorpresa? El juego dejaría de tener senti-
do, y la sonrisa franca del niño se trans-formaría en una mueca de decepción o
desilusión.
Lo mismo acontece en la vida, cuando la
respuesta a sus dificultades, es la evasión. Porque la vida no juega al “juego de la sa-banita”. No. La vida no finge sorpresa ante
nuestros intentos de evasión, de modo tal que, al no verse armado el juego, el resul-tado nunca podrá ser el disfrute. La eva-
sión no es recurso válido para sentir paz,
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alegría, confort o bienestar; solo genera
anonadamiento. Utilizo este término por-que creo que define precisamente lo que
quiero decir. Anonadar significa dejar re-ducido a un estado de estupor. Viene de “a” y “nonada” que refiere insignificancia.
Es decir, llevarnos a la nada misma. De modo tal que decir que cuando nos evadi-
mos en la vida, quedamos anonadados, es decir que huimos hacia la nada. Llegados (o “llevados”) hacia la nada, ésta puede
convertirse en una nueva prisión de la que intentaremos evadirnos, llevándonos a
una nueva nada, que, constituida en nue-va prisión, nos tentará a evadirnos y así sucesivamente. Este estatus existencial es
lo que denomino la “existencia fugitiva”, una especie de nomadismo existencial ba-sado en intentos infructuosos y sostenidos
de evasión. Podría decir que es una exis-
tencia de raza gitana.
¿Por qué la evasión no es respuesta útil ante las circunstancias de la vida? Senci-
llamente porque lo que nos cuestiona es nuestra propia humanidad, de la cual nunca podremos huir. Evadirse es como
saltar de local en local, pero siempre de-ntro de la misma prisión. Es quedarse
atrapado en una nada autogenerada.
¿Cuál sería, entonces, una respuesta váli-da ante aquellas circunstancias de dolor o
sufrimiento que presenta la vida?
En primer lugar asumirlas y aceptarlas co-
mo siendo parte de la vida misma. Nadie iría por un camino de montaña y se sor-
prendería o se sentiría víctima de la mala fortuna, solo por toparse con una roca; nadie iría cruzando un desierto, y al sentir
calor, se victimizaría ante la mala suerte de sentirlo; nadie cruzaría los picos neva-dos, maldiciendo la nieve en el camino.
Porque la roca, el calor y la nieve, son pro-pias del camino. Pues, las circunstancias
de la vida son propias de ella misma.
En segundo lugar, reconociendo que no
hay huida posible de la propia humani-
dad. Y nuestra condición es el mundo real,
no el virtual.
En tercer lugar, no olvidando que, a pesar de esas circunstancias, nuestro destino inexorable es la plenitud personal, y nun-
ca estará en riesgo de ser lograda por inci-dencia de circunstancia alguna, por adver-
sa y compleja que sea.
En este sentido, para comprenderlo, puede
sernos de utilidad un concepto de la filo-sofía griega. Obviamente lo vamos a sim-plificar. Se trata de la “eudaimonia”.
Según Aristóteles, los hombres buscan la felicidad y suelen pretenderla a través de
tres caminos frecuentes: la riqueza mate-rial, la fama y el placer. Afirma que son caminos inválidos para el logro de la plena
felicidad pretendida, paliativos efímeros que pueden confundir o marear al hombre en una felicidad falsa o ficticia. Esto no
significa que la pretensión de riqueza, fa-ma y placer sea despreciada o equivocada.
De ninguna manera. El tema es compren-der que, más allá de todo esto, existe un modo de conquista de la felicidad, más
allá de estos medios instrumentales.
De tal modo los griegos hablaban de los
“beatus” que son aquellos colmados de ri-quezas materiales y bienes; hablaban de
los “fortunus”, que refieren a aquellos col-mados por la suerte (sortis, el destino) y la
fortuna (fors-forte, lo inesperado); pero los más apreciados eran los “felix”, que son los beneficiados con la “fecundidad”.
Concluyendo que la eudaimonia (“eu”, her-moso / “daimon”, espíritu, genio / “ia”,
cualidad) o “la vida buena”, no depende tanto de la riqueza, la suerte o la fortuna, sino más bien, de la virtud de la fecundi-
dad, que consiste en vivir lo que tenemos o se nos presenta, de modo tal de hacerlas
fecundas. Y allí se esconde la felicidad.
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La cultura fugitiva
La cultura actual (entendiendo por cultura el espíritu de la época), es una cultura de
la evasión, una cultura fugitiva. Propone un estilo de vida que escapa de la interio-
ridad y se refugia en una virtualidad colec-tiva, perdiendo de vista que sin interiori-dad se encuentra bloqueado el camino fe-
cundo hacia la felicidad. Al mismo tiempo hay una especie de trivialización de la feli-
cidad, transformada en placeres más o menos fugaces, que, la mayoría de las ve-ces, son manifestaciones de excesos. Con-
fundiendo excitación con alegría, altera-ción con dicha, y exceso con plenitud, del mismo modo que podría confundirse el
pan rallado con el aserrín: solo se parecen,
por fuera y de lejos.
Esta cultura ha logrado (o terminará lo-
grando), des-esencializar a la felicidad,
transformada en un “felicismo” que no ad-mite frustración, decepción, límite o adver-
sidad posible, por mínima que ésta sea. Y si aparece, hay que evadirse. Así, el hom-bre actual puede ser víctima de una exis-
tencia fugitiva, un melancólico paseo de celda en celda. El escritor argentino Leo-poldo Marechal, nos daba hace ya mucho
tiempo una pista para lograr la verdadera liberación, cuando afirmaba que el mejor
modo de salir de un laberinto es, sencilla-mente, por arriba. La fecundidad se culti-va si comprendemos que evadirnos de la
propia humanidad, es quedarnos atrapa-dos en la inviolable finitud; pero si levan-
tamos la vista encontraremos en el hori-zonte autotrascendente, la cosecha que le
sigue al trabajo de la siembra.
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En este primer número de 2015, CAVEF
desea compartir con los lectores un frag-mento de un muy interesante libro de Pa-
blo R. Etchebehere, que ofrece una mira-da filosófica del concepto “espíritu” en Vik-tor Frankl. En ocasiones he oído plantear
que en la obra de Frankl, no queda claro qué es el espíritu, consideración que no comparto, y el fragmento que publicamos
a continuación puede ser de utilidad para
aclararlo.
ETCHEBEHERE, Pablo R. “El espíritu des-de Viktor Frankl: Una lectura en perspecti-va filosófica”, Ediciones AGAPE, Buenos
Aires, 2009
Fragmento:
Si el acceso a lo espiritual no es desde la
caracterización de éste como objeto, ¿cómo podemos llegar a tener cierta noticia de él?
¿Cómo podríamos hablar de conocer algo, si de entrada decimos que no es un obje-to? ¿No nos estamos, acaso, contradicien-
do?
Viktor Frankl, empero, no nos dice que no podemos conocer lo espiritual, solamente
dice que no lo podemos conocer al modo de las ciencias ónticas. Y como hemos di-cho al tratar de ontología dimensional, vi-
mos que el método no es de “o lo uno… o lo otro” sino de ver la diversidad en la uni-
dad y viceversa, la unidad en la diversi-
dad.
Con otras palabras: dado que el hombre
tiene la peculiaridad óntica de ser ontoló-gico, en él se dan las dimensiones en la
unidad, diversidad óntica y unidad ontoló-gica. Por eso el texto que citamos a conti-
nuación:
“El análisis existencial ha de poner de re-lieve la multiplicidad dentro de esta uni-dad, ha de desarticular dimensionalmente
la unidad en la multiplicidad de existencia y facticidad, de persona y organismo, de espiritual y psicofísico.” Utilizaremos este
texto como hilo conductor no solamente para responder a las preguntas anteriores
sino también para desocultar todo lo espi-ritual considerado como constitutivo. Por lo tanto, y siguiendo la cita, el hombre de-
be ser “explicado”, “desarticulado” en di-
versas dimensiones a saber:
Existencia y facticidad.
Persona y organismo. Lo espiritual y lo psicofísico. De acuerdo a esta desarticulación pode-
mos notar que hay dos “sinónimos” de espíritu, existencia ypersona; como
t am b i én h ay t r e s an t ó n i -mos: facticidad, organismo y
lo psicofísico. Pasemos ahora a tratar en conjunto dichas oposiciones para alcanzar un entendimiento más cabal
de lo espiritual. Lo psicofísico.
Lo corporal es asumido por nuestro autor como un hecho, un “factum”, que junto con lo psíquico, “son modalidades de un
mismo ser.” Esto lleva a pensar que entre
LA PÁGINA DE CAVEF
Director: Dr.Claudio García Pintos
Por Dr Claudio César GARCIA PINTOS Mail de contacto: [email protected]
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lo somático y lo psíquico existe un parale-
lismo, de modo que forman una cierta uni-
dad al menos en el plano óntico.
Esta quasi-unidad es una de las causas,
creemos, por las que la psicología ha olvi-dado lo espiritual. Lejos de seguir investi-
gando se queda con lo “palpable”, lo que se puede medir y pesar, sirviendo así de modelo para determinar lo que el hombre
debe ser. Sin embargo, para Frankl existe una dimensión más profunda, la cual, además, gobierna a las inferiores. Es por
eso que “las capas exteriores cobran un valor de expresión.” Tocamos aquí uno de
los puntos centrales de la antropología frankliana: “el organismo somático guarda una relación instrumental, el espíritu ins-
trumentaliza lo psicofísico […] lo hace su-yo haciéndolo herramienta, órganon, ins-
trumento.”
¿Cómo debemos entender esta instrumen-talización? Debemos descartar el modelo común, según el cual, lo psicofísico y lo
espiritual son dos cosas diferentes, dos partes independientes -en cuanto al ser-
una de la otra y que sólo entrarían en con-tacto ya sea por algún accidente o por
simple armonía preestablecida.
Si esto fuera así, la unidad del hombre re-sultaría un simple equívoco, un mero nombre. En tanto que usamos una pala-
bra para nombrar dos cosas que están juntas pero no tienen ninguna relación re-
al. Como si nombráramos a un espejo con el nombre de la persona reflejada. Entre el espejo y la persona que se refleja en él no
hay ninguna unidad.
También consideramos que se debe des-cartar una instrumentalización de tipo
despótico por parte del espíritu, o un es-clavo servilismo por parte de lo psicofísico. Si bien “no podemos pasar por alto el ele-
mento espiritual, tampoco debemos supra-valorar lo espiritual.” Es por eso que no
podemos negar ninguna dignidad a todo lo
somático, puesto que es “la condición para el despliegue de lo espiritual, aunque no lo
originen ni lo produzcan.”
Nuestro autor critica también a aquellos que en el campo clínico ven en el espíritu
la causa de toda enfermedad. Si bien exis-ten enfermedades noógenas, también exis-ten las que son psicógenas o somatógenas.
Es por eso que lo psicofísico se presenta como campo para la tarea espiritual, es decir, como algo que lo espiritual debe
conducir, debe manejar para poder desple-garse de tal modo que lo psicofísico sea un
espejo más fiel de lo espiritual. Como los caballos del símil del carro de Platón, al hombre le es impuesto “domesticar” todo
lo que lo condiciona. Lejos de recluirse en las moradas de lo puro, lo espiritual debe enfrentarse con lo dado por la herencia, y
volverlo su aliado.”
Dentro de esta dimensión psicofísica, jue-gan un papel relevante los llamados ins-
tintos. Para el análisis existencial “propiamente hablando los instintos no
existen en el hombre””, es decir, “a partir de esta espiritualidad los instintos del hombre, contrariamente a los del animal,
desde siempre han sido dominados y con-trolados, la instintividad del hombre desde
siempre ha estado envuelta en esta espiri-tualidad de modo que no sólo cuando los instintos son reprimidos, sino también
cuando están sueltos, desde siempre el espíritu ha estado en acción, desde siem-
pre ha intervenido o se ha abstenido.”
Podríamos decir que este texto ejemplifica la distinción de óntico y ontológico. Las formas ónticas del aparecer del hombre
que comparte por ejemplo, con los anima-les, no existen, propiamente hablando, en
el hombre. Ellas se encuentran ontológica-mente presentes en el hombre, en tanto que lo espiritual las anima. Pero creo que
debemos hacer una aclaración. La presen-
14
cia de lo espiritual en lo instintivo del
hombre es al modo de la inconsciencia, no está presente como una conciencia omnis-
ciente sino, como todo lo ontológico, con una presencia ignorada por la conciencia: oculto y en silencio ordena, da sentido a la
vida del hombre. Así entonces, lo espiri-tual tiene que hacerse cargo de lo psicofí-sico, manteniendo frente a él una distan-
cia, de modo que sin perderse en él tampo-co se olvide de él. “Poder del espíritu y po-
der de la naturaleza forman parte del hombre y se complementan el uno al otro mutuamente. Al fin y al cabo el hombre es
ciudadano de varios reinos y su vida dis-curre esencialmente en una tensión, en un
campo de fuerzas bipolares.” Este distan-ciamiento, como veremos luego, no tiene que ser de oposición, de guerra entre uno
y otro, sino que muestra la diversidad que hay en la unidad constitutiva del hombre. Al ser ciudadano de varios reinos, al tener
el hombre varias nacionalidades, le cabe al hombre una tarea, una misión frente a la
diversidad y a la unidad. En otras pala-bras, al hombre no le es dada como ya hecha ni la diversidad ni la unidad. El
hombre es facultativo de ambas dimensio-nes. El poder de la naturaleza se expresa a través de los instintos, a los cuales el
hombre debe tenerle confianza. Frankl habla de una “seguridad de los instintos”,
una especie de confianza en que los im-pulsos vitales más bajos son fieles conduc-tores, y evitan al hombre la tarea de tener
que comprobar a cada momento lo que hace. En este sentido podríamos decir que
los instintos le evitan al hombre el exceso de espiritualidad” que se llama hiperre-flexión. Desde luego que una antropología
pseudo-espiritualista considerará esta confianza en los instintos como una locu-ra, dado que estamos poniendo el desarro-
llo de nuestra vida en algo que no le pare-ce -a esa antropología- digno de tal desti-
no. Pero más allá de esta visión degradada de la vida instintiva debemos tener en
cuenta que la confianza significa, etimoló-
gicamente, una fe compartida, una fe en que el mundo es un cosmos y no un ab-
surdo. La confianza, esa fe compartida, ese sentir común, rompe con todos los ex-cesos de la racionalización, la pone en ja-
que, en tanto que muestra otra forma, no racional, no reflexiva, de estar en el mun-do, de vivir la verdad. Pero no debemos
pensar aquí que esta confianza en el mun-do, en los instintos y, en suma, en los
otros implica cerrar los ojos ante lo grave, lo serio de la vida, como si la confianza siempre fuera inegnua. A lo que apunta-
mos es a una tranquilidad, a un abandono en lo vital, a un optimismo natural al que,
sin embargo, Frankl no duda en llamar “optimismo trágico.” Volviendo a la cate-goría óntica de lo psicofísico debemos
aclarar que, aunque lo hemos definído co-mo el campo de expresión de lo espiritual, esto no significa que esta expresión sea
siempre posible. Lo corporal nunca es “«espejo fiel del espíritu», en realidad es un
«espejo roto que desfigura».” Por lo tanto, si bien lo espiritual se conoce “en la unión personal con lo psicofísico”, no debemos
pasar rápidamente de lo corporal a lo espi-ritual, sino que debemos acercarnos a él “per analogiam”, por semejanzas. En
cuanto al papel de lo psicofísico, creemos que esta distinción es muy importante a la
hora de juicios serios sobre la dignidad de la persona. A pesar de que el cuerpo ya no sea “órgano de expresión” adecuado, no
podemos negar la existencia de la persona. Aunque lo psicofísico haya perdido “su
plasticidad, no por eso lo espirtual ha per-dido sus facultades: su valor. Todas estas expresiones llevan entonces a una deter-
minada postura frente a ternas eugenési-cos o que tienen que ver con la eutanasia, temas que deben ser abordados desde una
perspectiva de bioética. “Una vez que lo espiritual entra de algún modo
en lo corpóreo anímico, queda velado: se oculta en silencio. Calla y aguarda a que
15
pueda comunicarse, a que pueda romper
su silencio, irrumpiendo a través de los «velos» que lo rodean, de los estratos en-
volventes de lo psicofísico…Aguarda hasta el día en que pueda hacer «suyo» al orga-nismo hasta apoderarse de él como su
campo expresivo.” Encontramos en este texto la idea final en cuanto a la relación de lo espiritual con lo psicofísico. El espíri-
tu será verdadero cuando se desoculte, cuando se manifieste. Pero su manifesta-
ción no puede ser saltando por sobre lo psicofísico, sino siendo señor. De este mo-do, el espíritu será verdadero cuando sea
libre, cuando gobierne lo que tiene: el len-guaje de lo espiritual es, entonces, el de la
libertad. b. La facticidad Dentro de los “antagonistas” del espíritu queda por acla-rar qué se entiende por facticidad. En pri-
mer lugar podemos decir que la facticidad es “un destino interior o exterior.” La facti-cidad implica tanto al destino psicológico,
como al destino biológico -ambos interio-res-, y también al destino sociológico -
destino exterior-. Como destino que es, el hombre debe superarla, superación que “caracteriza a la vida del hombre…esa
eterna lucha entre su libertad espiritual y su destino interior y exterior.”En segundo lugar podemos decir que la facticidad
constituye el campo del tener, en oposi-ción a la espiritualidad que constituye el
campo o dimensión del ser. Estas categor-ías de tener y ser, muy en boga en la pri-mera mitad del siglo pasado, tienen dife-
rentes matices, que hay que tenerlos en cuenta a la hora de juicios valorativos. Si
entendemos el tener en su sentido vulgar, evidentemente romperíamos la unidad que el hombre es; puesto que lo tenido sería
una cosa independiente de él. Creemos que en Frankl el tener se debe entender
como “no fundante”, es decir, como aque-llo segundo que exige algo más profundo que lo sustente. De este modo, si bien lo
fáctico -por pertenecer al campo del tener- puede ser objetivado, tratado como una
cosa; no así el espíritu y todo lo que perte-
nece al campo del ser, quienes solamente pueden ser considerados como sujetos.En
este sentido, entonces, “lo tenido” ejerce su condicionamiento, el cual debe ser asu-mido y liberado el “ser”: el “ser” debe co-
municar su libertad al “tener”, tarea esta que bien podríamos llamar humaniza-ción. c. La persona. Pasaremos ahora a
tratar acerca de un sinónimo de espiritual: la persona. Frankl define a la persona co-
mo “algo cerrado en sí, subsistente por sí, no susceptible de suma ni de división.” Como lo espiritual que es goza o padece el
“escapar a toda captación cosificante.” De-bemos aquí presentar algunas aclaracio-
nes. En primer lugar la persona es algo cerrado en sí en cuanto que no necesita de otro para ser, ella misma es. De lo contra-
rio caeríamos en la concepción de la per-sona como “mónada”, idea que es criticada por Frankl no sólo desde la esfera del co-
nocimiento sino también desde la antropo-logía. En lo antropológico afirma que “el
hombre no es una mónada cerrada, y la psicología degenera en alguna clase de monadología a no ser que reconozca la
apertura del hombre al mundo.” En rela-ción a la esfera del conocimiento, Frankl muestra que esta apertura de la existencia
es reflejada por la autotranscendencia del ser humano. Esta cualidad autotranscen-
dente de la realidad humana se refleja, a su vez, en la cualidad “intencional de los fenómenos humanos.” Por lo tanto, cuan-
do se afirma que la persona es “cerrada”, se quiere decir que ella que no puede ser
dividida, sumada a otra persona o cosa co-mo parte de ella. En este sentido, enton-ces, la persona no puede ser masificada,
no puede perder su rostro adquiriendo la máscara difusa del impersonal “se”. Pero así como no puede ser masificada tampoco
puede ser dividida en sí misma. Cuando se dice que la persona no es “susceptible de
división” significa que, pese a la diversidad de dimensiones que vemos en el hombre,
16
lo personal escapa a toda desmembración.
La persona es un todo que no tiene partes, las partes de una persona ya no se pueden
llamar persona más que por equívoco, co-mo decía Aristóteles que la mano no es hombre sino equívoca-mente. La persona,
en tanto que es, tiene una dignidad que no se le puede arrebatar ni sumándola a un género, a un grupo o a un partido, ni tam-
poco se la puede considerar parcialmente ni aún en los actos más espirituales como
son la intelección (nous) o el amor. Cuan-do la persona ama no ama una parte de ella, sea esta física o psíquica: la que ama
es la persona. En segundo lugar, la perso-na es entendida como “portadora o sopor-
te, pero también como centro de actos es-pirituales.”” La persona, entonces, por una parte es una substancia, “lo que está por
debajo” como pensaban los griegos, lo que sostiene a todo el hombre; pero, por otra, es la fuente de todos sus actos, allí de
donde brota toda la actividad humana. Es-to nos muestra como la persona, para
Frankl, tiene algo de fijo, en cuanto es so-porte, y tiene algo de fluido, de dinámico, en cuanto desde ella brota el obrar. Esta
forma de entender a la persona permite evitar un riesgo común: el de hacer de la persona algo quieto, algo fijo, algo que no
tiene nada que ver con la praxis. Aquí en cambio vemos todo lo contrario. En tercer
lugar “ser persona significa ser espiritual individualizado e individualizante, en cuanto que la persona individualiza al or-
ganismo psicofísico. En este texto vemos que la persona es, ante todo, espiritual y
que es lo que es por sí misma, como hab-íamos dicho anteriormente. Pero aquí agrega o explicita lo que habíamos tratado
con respecto a lo psicofísico: la persona hace individual, esto es intransferible, la dimensión psicofísica, con lo cual podría-
mos pensar que sin la dimensión personal, lo psicofísico no existe, se diluye en el
mundo de las cosas. Por otra parte, cuan-do dijimos que la persona es centro de los
actos espirituales, podríamos pensar que
la persona se desentiende del resto de los actos que realiza el hombre, o que todos
los actos del hombre son espirituales. Pero como la persona individualiza a lo psicofí-sico podemos entonces afirmar que, utili-
zando como instrumento a lo psicofísico, la persona es también centro de los otros actos del hombre.Debemos tener en cuen-
ta aquí, para evitar interpretaciones inco-rrectas, que estas expresiones deben ser
entendidas siempre teniendo en cuenta la unidad del hombre. Frankl generalmente utiliza, como pudimos ver, el término
de persona como parte, entendida ésta co-mo dimensión. Hacemos esta aclaración
porque en filosofía, generalmente el térmi-no persona no se entiende como parte sino como todo. Por eso, si no reparamos en la
variación de sentido que se encuentra en el texto frankliano, quedaría sumamente
comprometida la unidad del hombre, su totalidad como realidad. Para concluir con este breve acercamiento a la persona en
Frankl retomaremos algunas ideas. Cuan-do hablamos de la facticidad hicimos refe-rencia a la distinción entre ser y tener. Re-
cién dijimos que la persona es centro de los actos espirituales. Así entonces, la per-
sona en cuanto es debe dialogar con lo que tiene. En este diálogo tiene que adop-
tar una posición. La persona frente al te-ner “lo configura y se configura ella cons-tantemente y <<llega a ser>> una persona-
lidad. Encontramos aquí una distinción importante en lo que incumbe a nuestro tema. La personalidad sólo aparece cuan-
do la persona se ha hecho cargo de la fac-ticidad. En este sentido la personalidad no
sería algo dado sino algo por hacer, sería lo hecho por la persona en dialogo con lo psicofísico. La personalidad es, entonces,
la biografía de la persona, su identidad lo-grada o malograda. Biografía que será, co-
mo la etimología lo dice, escritura de vida, y que se termina de escribir en el momen-
to de la muerte.
17
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18
E n la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, todas las mañanas, si uno
toma el subte de la línea D, desde
donde comienza el recorrido, la es-
tación Congreso de Tucumán, un joven
contratado por el Grupo Clarín te regala el
diario La Razón. Cuando termina el reco-
rrido y la gente se baja en la estación Ca-
tedral, otro joven, este contratado por el
Gobierno, te regala el diario El Argentino.
O sea que uno entra en el subte con un
diario del Grupo Clarín y allí lee todo lo te-
rrible que sucede en la Argentina y luego
sale del subte y, como si fuera el viejo jue-
go de la rayuela, lo espera el cielo o el pa-
raíso, porque eso cuenta El Argentino: que
vivimos en un paraíso. ¿Es acaso el reco-
rrido del subte una metáfora del camino
del Dante del infierno al cielo? No. Pero es-
to ocurre todos los días.
Como muchos sabemos, los dos diarios
están en las antípodas de la visión de la
realidad. Son dos extremos, como la entra-
da y la salida del subterráneo. Por eso, le
propuse a una colega investigar cómo es-
tos dos diarios introducen las palabras de
los políticos. La curiosidad científica de
confirmar la hipótesis de sentido común
que tenía se está viendo plasmada en la
investigación que realizamos.
Cada vez que un político se expresa, ya
sea en forma oral o en forma escrita, reali-
za un acto de habla que será interpretado
por el periodismo, desde un doble punto
de vista: desde el medio en el que trabaja,
y desde su propia evaluación de la decla-
ración o de la respuesta a una pregunta.
Citar es siempre atribuir intencionalmen-
te, decía Graciela Reyes en un libro de los
años 90. Y es verdad. Cuando el político
habla, su palabra queda sujeta a la mani-
pulación del periodista, aunque no nece-
sariamente ha de ser mal intencionada.
Nuestra Presidenta nos brindó incontables
cadenas nacionales. No acepta conferen-
cias de prensa pero les habla bastante a
los argentinos. En un país políticamente
cada vez más polarizado, donde los K de-
testan a los antiK y los antiK detestan a
los K, no quedan muchas alternativas, si
uno propone entender cada mensaje desde
una cierta objetividad. Estoy de acuerdo
NO TE AMENZO, TE ADVIERTO
Por Dra. Patricia María Nigro
Mail de contacto: [email protected]
La Dra.Patricia María NIGRO es Doctora en Comunicación Social (Universidad Austral) y Licenciada en Oganización y Gestión Esco-
lar, entre otros títulos. Docente universitaria de amplia trayectoria e investigadora en temáticas vinculadas con la palabra y el discurso.
Entre varios títulos publicados, destacamos –y recomendamos– su último libro de gran actualidad, “Desnudando el discurso político.
Falacias, políticos y periodistas” (Editorial Biblos, BsAs, 2014) en colaboración con Agustina Blaquier. LOGORED le da la bienvenida
a la Dra.Nigro quien se hará cargo de una columna de reflexión a partir de este número.
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con esto, no estoy de acuerdo con aquello.
Pero decir algo semejante implica que uno
pasa rápidamente a la categoría de los in-
deseables, mal mirado por los K, mal mi-
rado por los antiK.
Los periodistas y los medios a los que res-
ponden ya no pueden pretender la objetivi-
dad. O son de unos o son de otros. Ellos
también están metidos por la fuerza en ese
juego, en el que perdemos todos. Como
ciudadana, como lingüista, me rebela esta
situación. Tomaría el subte con una reme-
ra de “Clarín miente” y saldría de él con
una que dijera “Gobierno miente”. ¿Por
qué? Porque en los dos polos estamos to-
dos. Y porque, como muchos argentinos
no queremos esa división, estudiamos el
lenguaje. Para entender por qué nos dicen
lo que nos dicen, y cómo y en qué situa-
ción las palabras fueron dichas.
Política y periodismo poseen vínculos es-
trechos. El político requiere del periodista
para hacer llegar su palabra y el periodista
necesita al político, fuente de la que parte
gran cantidad de los textos que luego pro-
duce. Y nosotros, el pueblo, estamos allí,
expectantes, esperando que alguien expli-
que cómo es la realidad. Y sospechamos
de todos: de los políticos y de los periodis-
tas.
Para citar la palabra del político, el perio-
dista, a veces sin intención y a veces con
toda intención, elige un verbo de entre los
muchos que existen para repetir lo dicho y
para evaluarlo. En ese pequeño acto de
elegir entre: amenazó, rechazó, advirtió,
ratificó, pidió, anunció y un largo etcétera,
el mensaje del político se verá modificado
mucho o poco. La interpretación y la
transcripción de sus palabras será irreme-
diablemente cambiada.
Entonces, es necesario prestar atención a
lo que los romanos llamaban “verba dicen-
di” y que nosotros, los lingüistas, llama-
mos “verbos de decir o verbos introducto-
res”. En todo contexto comunicativo, hay
siempre un contexto ausente, en el que se
dijeron esas palabras. Los verbos de decir
se refieren generalmente al cómo se dijo
algo antes de al qué dijo alguien.
¿Qué pretendemos con este artículo? Polí-
ticos y periodistas deben estar atentos a
este detalle no menor. ¿Cómo serán cita-
das mis palabras? ¿Cuál era mi intención
real al decirlas? A las palabras no se las
lleva el viento. Como decía Roberto Mara-
fioti, siempre alguien las recupera. Y ese
alguien hace con ellas su propia versión. Y
puede empezar, simplemente, por elegir el
verbo de decir que calificará al discurso
ajeno: admitir, ordenar, rebatir, argumen-
tar, negar, alabar, afirmar. Un buen dic-
cionario de sinónimos puede ayudarnos a
tomar conciencia de cómo el matiz argu-
mentativo e ideológico del que nos cita al-
tera el sentido de nuestras palabras.
Si el lector lo desea, puede realizar ciertos
ejercicios de lectura crítica:
1) revise diarios de ideologías opuestas y
fíjese atentamente cómo en cada uno de
ellos se cita el discurso de ese día de la
Presidenta;
2) piense unos minutos cómo hablan los
distintos periodistas de la Ley de medios;
3) y lo más importante, tome
la Constitución Nacional, relea el capítulo
“Declaraciones, derechos y garantías”. Si
nunca lo leyó, este es el momento adecua-
do. Y hágaselo leer a sus hijos, porque en
las escuelas no se lo estudia.
Después de todo esto, no volverá a creer
ciegamente en lo que le dicen. Juzgue y
compare. Compruebe cómo todos llevan
“agua para su molino”. Y elija libre y
honestamente la mejor versión. Para en-
tender estos temas, el buen Señor nos dio
el intelecto.
LA LÓGICA DEL COMPARTIR
HASTA EL SENTIDO
Por Lic. Analía Boyadjián
Mail de contacto: [email protected]
20
LA LÓGICA DEL COMPARTIR
HASTA EL SENTIDO
Por Lic. Analía Boyadjián
Mail de contacto: [email protected]
20
L a familia suele ser ese espacio y
ese tiempo en el cual, desde muy
pequeños, corroboramos que no
estamos solos, y que no somos los
únicos que tenemos necesidades, deman-
das, inquietudes, y deseos.
Cada vez que el bebe llora, la respuesta no
es la misma: la madre puede estar cerca y
brindar satisfacción inmediata, o fuera de
la casa, y entonces su ausencia (hasta que
regrese) marca un límite real que quien
esté a su cuidado (otro adulto responsable)
se las ingeniará para que la frustración
sea lo más tolerable posible.
Cuando el niño está en el Jardín de Infan-
tes y extraña a sus padres, la maestra
también lo reconfortará con cariño y pala-
bras tranquilizadoras para que logre pos-
poner su necesidad de cercanía hasta el
momento de volver a casa con sus seres
queridos. Y, poco a poco, el niño compren-
derá que puede enfrentarse a un tiempo
sin su familia y que, transcurrido ese lap-
so, retorna a su hogar.
Ya con los adolescentes…¿qué sucede?
Esos límites que fuimos estableciendo
desde siempre (desde bebés) tienen sus
buenos resultados…Cuando son ellos
quienes, frente a los estímulos de una rea-
lidad que los atropella, logran hacer uso
de esas estrategias saludables ya aprendi-
das. Se trata de que hayan aprendido a
cuidarse y a no correr riesgos innecesa-
rios. Y a cuidar del amigo, de la amiga, del
grupo. Es hora de demostrar que lo apren-
dido en casa sirve para salir al mundo con
fortaleza, para tolerar los ventarrones que
aparezcan.
Y el joven adulto, que se lanza a la aventu-
ra del compromiso, que se enamora y logra
un vínculo estable, reconoce en su haber
todo aquello que lo nutrió para, llegado es-
te momento, poder dar de sí lo mejor y po-
der cuidar a quien ama. Lo mismo sucede
con el trabajo profesional, desde la voca-
ción personal, se trata de comprometerse
una vez más con el mundo y brindar lo
que uno cree que hace bien. Encontrar el
sentido en el trabajo cotidiano para poder
crecer humanamente y autorrealizarse en
ese quehacer que abarca la mayor canti-
dad de horas diarias en su desarrollo.
Somos con otros desde siempre, desde el
instante cero en que fuimos concebidos. El
proceso de humanización requiere de los
otros para concretarse: sus miradas, sus
voces, sus afectos y efectos, sus impron-
tas…todos y cada uno de ellos forman par-
te de nuestro ser, con diferentes texturas y
recuerdos, con sabores y olores especiales,
21
o más cerca o lejos de nuestro modo de
ser. Hoy forman parte de nosotros. Nos
constituyen. Nuestro ser único e irrepeti-
ble se debe al cóctel singular que diseña-
mos. Así como en un recién nacido, la
búsqueda del “¿a quién se parece?” remite
a “los ojos de la abuela paterna”, “la nariz
de la madre”….etc., así también nuestra
risa, nuestro estilo de enojarnos, de mo-
vernos, de amar inclusive, se remite a las
figuras que fueron tan significativas en
nuestra vida como para dejar su huella.
Entonces se corrobora que uno comparte
con los otros mucho más de lo que con-
cientemente pretende. Y que el compartir
en familia implica no solamente el apren-
dizaje de ser generoso y solidario con el
hermano, con el amigo, con los padres,
con los abuelos, sino también el compartir
estilos, visiones, valores. Y cuando se trata
de los valores, de los faros que guian el ac-
cionar humano, la idea del bien y del mal,
de lo funcional o no, entonces es legítimo
presumir que estamos compartiendo signi-
ficaciones y sentidos.
22