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MANIFESTACIONES PSIQUIATRICAS Y PSICOLOGICAS
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MANIFESTACIONES PSIQUIATRICAS Y PSICOLOGICAS
INDICE
Epidemiología
Abordaje clínico del paciente VIH en cuanto a salud mental
Depresión
Suicidio
Ansiedad
Manía
Delirium
Psicosis
Alteraciones del sueño
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Cualquier clínico que trabaje en el campo del VIH sabe que las alteraciones
psiquiátricas son frecuentes, pero sin embargo la prevalencia reseñada en la
literatura varía notablemente según la fase de la enfermedad y las poblaciones en
estudio. Además de esto, existen múltiples factores que modulan la comorbilidad
VIH/enfermedad mental: abuso de sustancias, pobreza, estigma social, rechazo,
dificultades de acceso al sistema sanitario. Otros elementos a considerar ante un
enfermo VIH con síntomas “mentales” son el efecto directo del VIH sobre el sistema
nervioso central, la posible afectación de éste por infecciones oportunistas y los
efectos neuropsiquiátricos de los fármacos antirretrovirales. Todo lo anterior hace
que abordar a un paciente VIH con, por ejemplo, alteraciones del ánimo o del
humor sea una tarea compleja.
Es preciso tener en cuenta, al mismo nivel que los síntomas orgánicos y los
parámetros biológicos usuales, la valoración de los aspectos de salud mental y
emocional al iniciar el estudio, tratamiento y seguimiento de estos enfermos. Se ha
planteado que tratar exclusivamente los problemas orgánicos del enfermo VIH, sin
considerar los aspectos sociales y de salud mental, no cumple los adecuados
estándares de calidad de la atención que estos enfermos precisan.
Epidemiología
La morbilidad psiquiátrica se detectó tan precozmente como el año 19841. Uno de
los estudios más amplios al respecto, el HIV cost and Services Uttilization Study
(HCSUS)2, encontró que más de la mitad de una muestra de 2864 enfermos VIH
tenían o habían tenido algún tipo de trastorno mental, más del 60% sufrían o
habían sufrido en los últimos 12 meses problemas de depresión (depresión mayor
o distimia), y 25% padecían de ansiedad. En otro estudio3 que valoraba la
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presencia de trastornos mentales con ocasión del ingreso hospitalario por causas
orgánicas se detectó depresión mayor en el 31% de los casos, abuso de sustancias
en el 19% y trastorno bipolar en el 16%. Más útil que seguir enumerando cifras
aisladas puede ser comparar las prevalencias de trastornos en el HCSUS y en un
estudio de población general (NCS-R)4
Tabla 1. Prevalencia de trastornos mentales en población VIH (HCSUS) y
población general (NCS-R)
HCSUS
(N:2864)
NCS-R
(N:9282)
Depresión mayor 36 % 16,6 %
Trastorno distímico 26,5 % 2,5 %
Trastorno de ansiedad 15,8 % 5,7 %
Pánico 10,5 % 4,7 %
Abuso de sustancias 50,1 % 27,8 %
Existen diferentes motivos que pueden explicar la elevada prevalencia de
trastornos mentales en la población VIH+. Por un lado, los pacientes con trastornos
psiquiátricos son más vulnerables a infectarse y el consumo de drogas también
predispone al contagio5,6,7,8. Por otro lado, el virus, algunas enfermedades
asociadas y algunos de los tratamientos utilizados para combatir estos procesos,
también pueden producir alteraciones neuropsiquiátricas. El VIH invade el sistema
nervioso central (SNC) en las etapas iniciales de la infección y, por tanto, provocar
alteraciones neuropsiquiátricas. Algunos de los síntomas debidos a la infección y a
otras enfermedades asociadas al VIH pueden ser semejantes a los de
enfermedades psiquiátricas. Finalmente, algunos tratamientos antiretrovirales, pero
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también de fármacos destinados a combatir las enfermedades asociadas al virus,
pueden conllevar a una toxicidad del SNC.
Sin embargo, a pesar de la elevada frecuencia de esta comorbilidad, los síntomas
psiquiátricos en pacientes VIH a menudo están infradiagnosticados y, por lo tanto,
infratratados.
Para realizar el diagnóstico diferencial nos ayudarán la anamnesis completa (que
incluya antecedentes personales o familiares de patologías psiquiátricas, el
tratamiento farmacológico actual y la historia de abusos de tóxicos), la exploración
física y diferentes exploraciones complementarias (analítica completa, screening de
tóxicos, neuroimagen y neuropsicología).
El tercer aspecto epidemiológico a resaltar es el mayor riesgo de muerte de los
enfermos VIH con comorbilidad psiquiátrica. Existen datos de una mayor tasa de
suicidios (intentos y consumación), en especial en mujeres9, y un estudio
longitudinal de 1716 mujeres seropositivas10 encontró que las muertes por causas
asociadas al sida fueron más frecuentes en mujeres con depresión, mientras que,
en cambio, una mayor utilización de servicios de salud mental se asoció con menor
mortalidad.
Abordaje clínico del paciente VIH en cuanto a salud mental
La detección de alteraciones en el campo de la salud mental, que eventualmente
requerirán derivar al enfermo al nivel de atención especializada
(psicólogo/psiquiatra), es tarea del médico que le atiende habitualmente
(generalista, infectólogo). Para ello, en la primera visita deberá incluir en la historia
clínica datos relativos a antecedentes familiares y personales de enfermedad
mental y a consumo de drogas – incluyendo alcohol- en el pasado o en el presente,
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así como a la red de apoyo familiar y social de la que dispone. Tanto en esta
primera visita como en las sucesivas conviene realizar una valoración mental más o
menos detallada según la historia y problemas referidos por el enfermo. Esta
valoración se hará combinando datos de observación y preguntas específicas de
las siguientes esferas:
- Apariencia y comportamiento general del enfermo
- Estado de ánimo y ansiedad
- Pensamiento y lenguaje
- Sensopercepción
- Juicio crítico
- Funciones cognitivas: atención, memoria, funciones ejecutivas
Para realizar una exploración psicopatológica es útil seguir la entrevista MINI MINI
International Neuropsychiatric Interview11. Versión en Español 5.0.0. La MINI es
una breve entrevista estructurada de diagnóstico de trastornos psiquiátricos,
desarrollada conjuntamente por psiquiatras y médicos en Estados Unidos y Europa,
utilizando criterios DSM-IV y la CIE-10. El tiempo de realización de la entrevista son
aproximadamente 15 minutos y es útil para realizar una primera orientación
diagnóstica en la práctica clínica. No es una entrevista específica para la población
VIH+.
Para las funciones cognitivas, en particular, se han propuesto muchos tests para
cada una de los ámbitos a explorar. Existen algunas pruebas de cribaje o screening
específicos para la población VIH+, como la International Dementia scale (IHDS)12.
La IHDS es una prueba de detección útil para identificar a los individuos en riesgo
de demencia por VIH, tanto en el mundo industrializado y el mundo en desarrollo.
Sin embargo, para confirmar el diagnóstico de la demencia o el nivel de deterioro
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cognitivo se requerirá la realización de pruebas neuropsicológicas más
exhaustivas. En la diapositiva 1 se muestra el algoritmo de diagnóstico de los
principales trastornos neurocognitivos que podemos encontrar.
Finalmente, la Asociación Americana de Psiquiatría estableció unas directrices
generales para la asistencia psiquiátrica de los pacientes VIH+ (Diapositiva 2).
Como se verá, solo uno de los 13 puntos se refiere a tratamiento psiquiátrico en
sentido estricto; quiere esto decir que en la atención a estos enfermos es tanto o
más importante cuidar otros aspectos como el tratamiento específico, en particular
el farmacológico.
Depresión
La prevalencia de los trastornos del estado de ánimo en los pacientes VIH + es
más elevada que la observada en la población general y similar a la observada en
otras enfermedades crónicas. Los datos indican una prevalencia de depresión muy
variables entre el 30-61%13. La depresión complica el tratamiento de la infección
por el VIH ya que incrementa el riesgo de no cumplir el tratamiento antiretroviral14.
Por otro lado, un estudio de una cohorte de mujeres encontró que la cronicidad y la
gravedad de la depresión predecía un descenso de la cifra de linfocitos CD4 y de la
supervivencia13, mientras que en cambio en otro estudio15, también con mujeres, la
introducción del TARGA reducía los parámetros de medida de la depresión a
medida que aumentaba la cifra de linfocitos CD4. Dada la prevalencia de la
depresión y su impacto negativo en la adherencia, impacto reversible con el
tratamiento de la depresión16, es crítico el diagnóstico precoz y su tratamiento. El
síndrome depresivo puede incluir tristeza, dificultades de concentración, dificultad o
incapacidad de disfrutar (anhedonia), falta de energía, falta de motivación (apatía),
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ideas de inutilidad, de culpa, de desesperanza y de muerte, disminución del
hambre (hiporexia), con la consiguiente pérdida de peso, insomnio, ansiedad,
inhibición o inquietud psicomotora (Diapositiva 3), (Clasificación Internacional de
las Enfermedades v. 10, Organización Mundial de la Salud, 199217). Algunos de
estos síntomas, como la hiporexia (disminución del apetito), la pérdida de peso y la
falta de energía, también se dan en la infección por el VIH o en las enfermedades
intercurrentes, lo que dificulta el diagnóstico diferencial (Diapositiva 4). Orienta
hacia un síndrome depresivo síntomas depresivo cognitivos como la tristeza, la
anhedonia, las ideas de desesperanza, inutilidad o muerte. Puede ser útil usar
instrumentos validados como la Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión -
HADS (Hospital Anxiety and Depression Scale18) o el Cuestionario de Salud del
Paciente - PHQ-9 (Patient Health Questionnaire 919).
En cuanto al tratamiento, hay que señalar que se han publicado relativamente
pocos ensayos aleatorizados y doble ciego para estudiar la eficacia de los
antidepresivos en los enfermos VIH; además con algunas limitaciones
metodológicas:
- Los criterios de inclusión y de valoración son muy variables
- La duración de los estudios es muy variable, con periodos de seguimiento
tan cortos como 4 semanas, y raramente superior al año
- Existe una infrarepresentación de las mujeres y una excesiva presencia de
homosexuales
- Las tasas de respuesta difieren mucho, posiblemente por la transitoriedad de
los síntomas depresivos
- Pocos estudios valoran las posibles interacciones con antirretrovirales
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Fármacos y tratamientos antidepresivos
En cuanto a los antidepresivos tricíclicos, si bien la imipramina es el único que ha
demostrado su eficacia en pacientes VIH, sus frecuentes efectos secundarios, que
causaron un 30% de abandonos del tratamiento20, hacen que muchos clínicos
prefieran usar la desipramina o la nortriptilina, o bien fármacos del siguiente grupo.
Diverso estudios21,22,23 ha demostrado la eficacia de los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (ISRS)– fluoxetina, paroxetina y sertralina- en pacientes
VIH, con tasas de respuesta entre 70 y 90% y escasos efectos secundarios.
Se han publicado también datos favorables acerca del uso de bupropion,
mirtazapina, venlafaxina y nefazodona (esta última, es inhibidora del citocromo P-
450, por lo que puede aumentar los niveles de antirretrovirales), pero en estudios
abiertos y con escaso número de pacientes24, 25, 26, 27. Asimismo existen
publicaciones que avalan la eficacia de los andrógenos.
Existen también varios estudios28, 29, 30 que demuestran la eficacia de los
psicoestimulantes en pacientes VIH. No obstante, el escaso número de pacientes
incluidos y las dudas acerca de la pertinencia del uso de estos fármacos en
pacientes con historia de abuso de sustancias hacen que su utilidad práctica sea
muy limitada.
El valor de las técnicas psicoterapéuticas en el tratamiento de la depresión es de
difícil demostración, por la importancia de la habilidad personal del terapeuta, al
margen de la técnica usada. No obstante, existen publicaciones que muestran la
eficacia de la terapia interpersonal31 y la terapia de grupo cognitivo conductual32, 33
Cabe citar también que algunos pacientes VIH consumen productos de
herboristería, siendo frecuente en los casos de depresión el uso de la hierba de
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San Juan; con independencia de su posible eficacia, es preciso saber que esta
hierba es inductora del citocromo P-450, por lo que puede reducir los niveles de
muchos antirretrovirales, y su uso debe ser pues desaconsejado.
En resumen, podemos decir que la depresión es la alteración psiquiátrica más
frecuente en los pacientes VIH, que si bien no existen estudios concluyentes el
TARGA parece mejorarla globalmente al cambiar las expectativas vitales de los
enfermos, y que el tratamiento con antidepresivos – preferentemente ISRS- y
psicoterapia es efectivo, si bien para ello es preciso en primer lugar un adecuado
diagnóstico.
Suicidio
En estudios realizados antes de la introducción de los tratamientos antirretrovirales,
los porcentajes de suicidio en pacientes VIH+ eran hasta 66 veces superiores que
los de la población general. Pero datos recientes señalan tasas de suicidio sólo
moderadamente altas, y similares a las de otras enfermedades crónicas34.
Los principales factores de riesgo para el suicidio en los pacientes VIH+ son las
fases avanzadas de la enfermedad, la presencia de un trastorno depresivo mayor,
el consumo de sustancias de abuso, los antecedentes personales o psiquiátricos
de consumo de sustancias de abuso, los antecedentes de intentos de suicidio y los
factores sociodemográficos (sexo masculino, edad avanzada y falta de apoyo
social adecuado)35. Estos factores no parecen específicos de la infección por el
VIH, sino que son también los factores de riesgo de la población general.
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Ansiedad
Existe una gran variabilidad de la prevalencia observada en diferentes estudios y
que oscila entre 4-40%36. Sin embargo, si se utilizan criterios estrictos, los
trastornos de ansiedad diagnosticables como tales (fobia social, agorafobia,
trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de pánico), no tienen una
prevalencia más elevada que en la población general (10 a 15%)36.
La ansiedad es una reacción de tensión desproporcionada a su causa o
aparentemente sin ella, que se manifiesta mediante síntomas cognitivos
(preocupación, inseguridad, temor, anticipación del peligro, dificultades de
concentración y para la toma de decisiones...), motores (hiperactividad,
movimientos desorganizados, tartamudeo...) y fisiológicos (palpitaciones, accesos
de calor, sensación de ahogo, náuseas, temblores, hormigueos, cefalea tensional,
sequedad en la boca, sudoración excesiva, micciones frecuentes...). En muchas
ocasiones se asocia con depresión.
Lo que es indudable es que durante la evolución de la infección y su tratamiento se
van sucediendo situaciones generadoras de estrés y por lo tanto, potencialmente,
de ansiedad, que, en muchas ocasiones, pueden ser abordadas con medidas no
farmacológicas (Diapositivas 5 y 6; modificadas de Forstein M. Psychological
issues in antirretroviral treatment. In: Cournos F, Forstein M,eds. What mental
health practitioners need to know about HIV and AIDS. San Francisco: Jossey-
Bass; 2000; 17-24)
Son muy escasos los estudios el tratamiento específico para pacientes VIH+ con
ansiedad, por lo que debería utilizarse el tratamiento estándar, pero con
precaución.
El tratamiento de los trastornos de ansiedad debe intentar evitar los riesgos
adictivos de las benzodiacepinas, siguiendo para ello un abordaje escalonado,
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comenzando con medidas no farmacológicas (técnicas de relajación, evitar
excitantes –alcohol, cafeína-, ejercicio), siguiendo por el apoyo de pares y la
psicoterapia, reservando los fármacos como último recurso. La indudable eficacia y
la rapidez del alivio de los síntomas que proporcionan constituyen un reto para el
médico y su relación con el paciente, que busca una mejoría rápida de síntomas
que pueden ser invalidantes y que, una vez ha usado las benzodiacepinas, puede
caer en una verdadera adicción.
Cuando se considere necesario tratamiento farmacológico, los ISRS son los
adecuados para la mayoría de los casos (ansiedad generalizada, fobia social,
trastornos obsesivo-compulsivos y trastorno de estrés postraumático). Todos los
ISRS tienen la misma eficacia y se dan a dosis más altas que para los trastornos
depresivos. Es aconsejable un seguimiento médico cada 2 semanas. El tratamiento
farmacológico con ISRS debe mantenerse durante 12 semanas para ver la
efectividad terapéutica y, si es satisfactoria, mantenerlo al menos 6 meses más37.
Las benzodiacepinas son de elección en cuadros agudos, para ansiedad grave y
por periodos recortados de tiempo (2 a 6 semanas). Son efectivos tanto en la
ansiedad leve como en los trastornos de ansiedad grave. Las benzodiacepinas
más utilizadas son las de alta potencia y vida media corta o media: loracepam (0,5-
2 mg), alprazolam (0,5-1 mg) y clonacepam (0,25-2 mg). Deben utilizarse con
precaución y en algunos pacientes evitarse por los siguientes motivos:
- Interacción con los inhibidores de la proteasa: pueden elevar sus niveles.
- Los pacientes con infección por el VIH son especialmente sensibles a sus efectos
secundarios como la amnesia anterógrada y las reacciones paradójicas
(desinhibición, confusión, etc) por lo que hay que tener especial cuidado si
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presentan deterioro cognitivo o delirium. Es mejor utilizar las benzodiacepinas de
vida media corta y media y sin metabolitos activos.
- Riesgo de habituación, de tolerancia y abuso, motivo por el que sólo se deberían
utilizar en cortos periodos de tiempo para evitar el síndrome de abstinencia en la
discontinuación del tratamiento.
- Potencian los efectos depresores del SNC provocados por el alcohol o los
opiáceos.
Otros fármacos de segunda línea incluyen:
- La buspirona es un agonista parcial de la serotonina y se ha mostrado eficaz en el
tratamiento de los trastornos de ansiedad graves. Presenta poco riesgo de abuso,
la sedación es mínima y no induce síndrome de abstinencia. El inconveniente es su
acción tardía, comenzando a notarse los efectos tras 4 semanas de tratamiento. La
dosis habitual es de 5-10 mg tres veces al día hasta 45-90 mg/día, incrementado la
dosis poco a poco en 2 semanas
- Los neurolépticos sedativos como la quetiapina a dosis baja en ansiedad psicótica
y si hay contraindicación de benzodiacepinas
- El propranolol y antidepresivos sedativos
Podemos resumir diciendo que los síntomas ansiosos son frecuentes a lo largo de
la evolución de la infección VIH, siendo importante diferenciar si se trata de una
reacción transitoria o se incardinan con episodios y traumas previos en la biografía
del paciente. Su tratamiento requiere la combinación juiciosa de distintas medidas,
siguiendo un abordaje jerárquico basado en la cronicidad de los síntomas,
seguridad de las actuaciones y riesgos de abuso/adicción a fármacos. Estas
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actuaciones incluyen apoyo familiar y social, psicoterapia y fármacos, intentando
evitar lo más posible las benzodiacepinas.
Manía
Los síntomas maniacos en pacientes VIH pueden darse en el contexto de un
trastorno bipolar o como parte de una encefalopatía VIH, siendo distinto el abordaje
y el tratamiento. El comienzo tardío, la asociación de alteraciones afectivas previas
o concomitantes y la falta de historia personal o familiar hacen más probable el
segundo diagnóstico. La manía asociada al VIH, además, se acompaña de mayor
irritabilidad, menor hiperactividad, y mayor alteración cognitiva que la del trastorno
bipolar.
Dado que la infección del sistema nervioso por el VIH es causa de manía, los
antirretrovirales que pasan la barrera hematoencefálica pueden ser protectores
para este problema38. Apoya esta hipótesis el hecho de la incidencia de manía
asociada al VIH ha descendido en la era TARGA.
El tratamiento del síndrome maníaco incluye el uso de un antipsicótico, si se
sospecha de una manía secundaria, y de un eutimizante y un antipsicótico, si se
trata de una manía primaria (se describen ampliamente en el apartado sobre
antipsicóticos y eutimizantes ).
En cuanto al tratamiento eutimizante para pacientes con trastorno bipolar y que
estan en tratamiento antiretrovial, se aconseja el uso de litio o ácido valproico y
evitar otros fármacos como la carbamacepina, dado su riesgo de inducción
enzimática. No obstante, a la hora de usar estos fármacos en pacientes VIH hay
que tener en cuenta lo siguiente:
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- El litio tiene un bajo índice terapéutico y tiene alto riesgo de neurotoxicidad,
debiéndose vigilar las concentraciones plasmáticas sobre todo en caso de
diarrea, pérdida de líquidos y con el uso de diuréticos.
- El ácido valproico puede estimular la replicación del VIH in vitro39, 40,41, si
bien la significación clínica de este hecho es controvertida y no se ha
confirmado in vivo42. Deben realizarse ajustes de dosis midiendo sus niveles
en sangre. Su administración conjunta con zidovudina puede potenciar la
toxicidad hematológica de esta última y hay que tener en cuenta que es
hepatotóxico.
Existen pocos datos publicados sobre el tratamiento con estos fármacos en
pacientes con manía ligada al VIH, siendo prácticamente nula la experiencia con el
litio. La información es mayor con el ácido valproico, existiendo varios estudios que
demuestran su eficacia 43, 44. Existe otro fármaco – lamotrigina - que ha demostrado
su utilidad como terapia de mantenimiento del trastorno bipolar en población no VIH
y, por otra parte, su seguridad en los pacientes VIH al usarlo para tratamiento de la
neuropatía periférica; no obstante, los datos para el tratamiento de la manía
asociada al VIH son escasos. Otro tanto cabe decir de la gabapentina.
Las limitaciones señaladas para el uso de los fármacos anteriores en pacientes VIH
ha suscitado interés en el uso de antipsicóticos atípicos, existiendo datos limitados
con muy escaso número de pacientes45. También hay datos limitados con
clonazepam46.
En resumen, cabe decir que existen pocos datos acerca del tratamiento de la
manía en los pacientes VIH, siendo hasta hace poco el ácido valproico el fármaco
de elección. Los nuevos anticomiciales gabapentina y lamotrigina abren nuevas
perspectivas, al igual que risperidona.
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Delirium o síndrome confusional
El delirium, definido como síndrome cerebral orgánico caracterizado por la
presencia simultánea de alteraciones que pueden ser fluctuantes en el tiempo,
alteraciones del nivel de conciencia, de la atención, de la percepción, del
pensamiento, de la memoria, de la psicomotricidad, de las emociones y del ciclo
sueño-vigilia, es también frecuente en la infección VIH, sobre todo en pacientes con
proceso médicos agudos. No obstante, muchos de los datos epidemiológicos datan
de la era pre-TARGA, indicando prevalencias del 12 al 29%47, 48. Además, hasta
65% de los enfermos pueden tener algún tipo de trastorno mental orgánico cuyos
síntomas se solapan con los del delirium, y los pacientes con demencia tienen
también un mayor riesgo de delirium. Su causa suele ser multifactorial; así en un
estudio, también de la era pre-TARGA, se encontró una media de 12,6
complicaciones médicas en los pacientes con delirium49. Entre las más frecuentes
se encuentran las infecciones oportunistas, los efectos adversos del tratamiento (en
particular, efavirenz e interferón), insuficiencia hepática o renal, hipoxemia y
alteraciones endocrino-metabólicas. La presentación es similar a la de la población
general: deterioro cognitivo, disforia, agitación, alucinaciones, apatía…
La evaluación del paciente VIH con delirium incluirá los siguientes pasos50:
1-Historia clínica: Prestando especial atención a:
• Antecedentes médicos generales
• Cambios bruscos en conducta y estado mental
• Medicaciones
• Drogas
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2-Examen físico, incluyendo exploración neurológica
• ECG
• EEG
• Punción Lumbar
• 3-Examen mental: entrevista
• Evaluación cognitiva
4-Laboratorio:
• Hemograma
• Bioquímica con electrolitos, glucosa, urea, creatinina, función hepática,
tiroidea, B12, fólico. Gases, saturación de O2
• Orina, con determinación de tóxicos, porfirinas. Cultivos
• Serologías (lúes, hepatitis). Anticuerpos (lupus, ANA)
• Metales pesados
• Niveles plasmáticos de fármacos
5-TAC / RMN
El tratamiento del delirium se basa en primer lugar en la corrección, si es posible,
de las posibles causas médicas. En cuanto a las medidas generales incluyen la
información/educación de los familiares, la atenuación de estímulos ambientales
(sonoros, visuales), la orientación frecuente del enfermo y situarle en un entorno
conocido. La actuación farmacológica es similar a la de la psicosis (ver más
adelante). Cabe señalar que muchos clínicos tratan el delirium con antipsicóticos
atípicos, a pesar de que el único estudio aleatorizado y doble ciego al respecto
comparó haloperidol, clorpromacina y lorazepam, siendo sus conclusiones que
haloperidol y clorpromacina son igualmente eficaces, mientras que loracepam
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empeoró los síntomas del delirium. Esto nos indica que las benzodiacepinas deben
ser usadas con extrema precaución en este contexto.
Psicosis
La relación entre psicosis e infección por VIH/sida es bidireccional. La asociación
entre los trastornos psicóticos y la infección por VIH/sida es compleja y ha recibido
poca atención científica, por lo que el conocimiento acerca de la incidencia,
prevalencia, curso, clínica y tratamiento todavía es limitado. Se estima que la
prevalencia de las psicosis de nueva aparición en personas seropositivas varía
entre el 0.23% y el 15.2%51.
Ante un síndrome psicótico pueden plantearse diversas etiologías52 (en la Tabla 2
se describen las causas más frecuentes de síndrome psicótico en pacientes VIH+).
Tabla 2. Causas de síndrome psicótico en pacientes VIH+.
Trastornos psiquiátricos primarios (esquizofrenia, trastorno bipolar, trastorno ־
esquizoafectivo y psicosis reactiva breve)
Abuso de sustancias (cocaína, ketamina, cannabis, MDMA...) ־
Psicosis relacionadas con la infección (complejo demencia-SIDA, patología ־
focal del SNC –neoplasias o infecciones oportunistas- y cuadros
confusionales en un contexto de patología orgánica)
,Psicosis iatrogénica (isoniacida, rifampicina, etambutol, corticoides ־
interferón, nevirapina, efavirenz y, en un contexto de síndrome maniforme,
didanosina y zidovudina)
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En la diapositiva 7 se indica el algoritmo diagnóstico a seguir ante la aparición de
un cuadro de alucinaciones, ideas delirantes o desorganización del lenguaje,
sugerente de psicosis, en un paciente VIH.
En cuanto al tratamiento, debe considerarse la susceptibilidad de muchos enfermos
VIH a los efectos secundarios extrapiramidales de los neurolépticos, debido a
lesiones clínicas (Leucoencefalopatía multifocal) o subclínicas, por efecto del propio
VIH, en los ganglios basales. Existen varios estudios53, 54, 55, 56, 57, 58 sobre uso de
antipsicóticos en pacientes VIH, demostrando la eficacia de haloperidol, tioridazina,
molindona, clozapina (contraindicada con ritonavir) y risperidona. La aparición de
efectos extrapiramidales es menor con los fármacos atípicos, por lo que
actualmente son los preferidos por la mayor parte de expertos, recomendándose
asimismo usarlos a la menor dosis y el menor tiempo posible.
Trastornos por consumo de substancias
Existe una alta prevalencia de abuso de sustancias en la población VIH+. La
prevalencia de consumo activo, incluyendo el abuso de alcohol, oscila entre el 20-
73%36. A pesar de que anteriormente se había asociado el riesgo de contagio al
consumo de opiáceos por vía endovenosa, actualmente se observa que la
prevalencia de infección por VIH entre los consumidores de drogas no inyectadas
como el alcohol, la cocaína, el crack o la metanfetamina es similar a la de los
usuarios de drogas inyectables59.
Diversos estudios han demostrado que el consumo de sustancias conlleva un peor
pronóstico de la enfermedad, dado que reduce el cumplimiento60 y se asocia a un
aumento de la carga viral y una reducción del recuento de CD461. Además, el
consumo de determinadas sustancias también se ha vinculado a una mayor
afectación del rendimiento cognitivo62.
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La sustancias de abuso también pueden interaccionar con el tratamiento
antiretroviral. El alcohol puede interferir la metabolización hepática y dar lugar a un
aumento o a una reducción de los niveles plasmáticos de los antirretrovirales según
el caso. Por otro lado, el efecto inhibidor enzimático de los inhibidores de la
proteasa puede provocar un aumento de los niveles plasmáticos de las sustancias
de abuso y provocar casos de intoxicaciones graves.
Alteraciones del sueño
Si bien no se trata de una entidad psiquiátrica como tal, conviene incluir en este
capítulo los trastornos del sueño, ya que afectan a un número importante de
pacientes VIH, sobre todo en forma de insomnio. En un metaanálisis de 29
estudios63 la frecuencia de insomnio varió entre 24 y 96%. El sueño no reparador y
el insomnio se correlacionan de forma bidireccional con depresión, ansiedad,
astenia, deterioro cognitivo, diversos síntomas físicos y deterioro socio-familiar.
El abordaje del insomnio en el paciente VIH pasa por la identificación de posibles
causas: ansiedad, depresión, abuso de sustancias y fármacos. De éstos, el más
incriminado ha sido el efavirenz; si bien los trastornos del sueño que produce – en
forma de sueños vividos, pesadillas, e incluso alucinaciones- suelen limitarse a los
primeros días/semanas del tratamiento, cediendo posteriormente, en raras
ocasiones pueden persistir y obligar a la suspensión del fármaco. Se ha sugerido
que estos síntomas se correlacionan con niveles elevados del fármaco, pero los
datos no son concluyentes64. Si no se llega a identificar una posible causa, el
tratamiento seguirá un esquema jerárquico similar al de la ansiedad.
Bibliografía
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