bases conceptuales de la psicología social
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Bases Conceptuales de La Psicología Social
Martín Vargas Estrada
Universidad Seminario Evangélico de Lima (USEL)
Bases Conceptuales de la Psicología Social 2
Contenido Abstract .................................................................................................................................................................... 3 Introducción ............................................................................................................................................................. 4 Teorías de Base de la Psicología ................................................................................................................................ 8
Supuestos Fundamentales de la Psicología ........................................................................................................... 8 Teorías de base de la Psicología: Concepto ......................................................................................................... 10 Definición de Psicología Social ............................................................................................................................ 11 Criterios para Determinar qué es una teoría de base para la Psicología Social .................................................... 12
Una teoría de “mal ejemplo” .......................................................................................................................... 13 Presentando las Tres Grandes Teorías de Base de la Psicología Social ................................................................. 15
El Constructivismo .................................................................................................................................................. 17 La Psicología Evolucionista...................................................................................................................................... 24
Psicología Evolucionista: Dos Ideas Fundamentales y un Supuesto ..................................................................... 24 El Incómodo Evolucionismo ................................................................................................................................ 27 Llevando el Evolucionismo de la Biología a la Psicología y más allá ..................................................................... 28
Ideologías: Un Breve Apartado........................................................................................................................ 28 Ideologías “Impresentables”: Los Hijos Negados del Evolucionismo ................................................................ 30
Algunos Conceptos Básicos de la Psicología Evolucionista................................................................................... 32 Inversión Parental ........................................................................................................................................... 32 Agenda Reproductiva ...................................................................................................................................... 33
El Enfoque Cognitivo............................................................................................................................................... 37 Metáforas ........................................................................................................................................................... 37 La Mente como Computadora ............................................................................................................................ 39 Conceptos del Enfoque Cognitivo Aplicados a la Psicología Social ....................................................................... 41
Teorías Base de la Psicología Social: Balance Final .................................................................................................. 45 Referencias ............................................................................................................................................................. 47
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Abstract Se define y detalla algunas de las ideas fundamentales que están en la base de
Psicología Social, a un nivel introductorio. El artículo empieza por tratar de definir
algunos supuestos básicos de la psicología social y los criterios para establecer una
teoría científica como una “teoría de base” para la Psicología Social. Basándose en tales
pautas, se define tres teorías como fundamentales para la Psicología Social: el
constructivismo, la psicología evolucionista, y el enfoque cognitivo, resumiéndose los
aspectos fundamentales de cada una de ellas y mencionando algunos de los principales
conceptos derivados de cada una que se investigan dentro de la Psicología Social.
Finalmente, se discute las posibles interacciones o integraciones entre las tres teorías
mencionadas.
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Introducción Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos;
no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la
existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si
Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos
de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o
dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera.
Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe.
(Jorge Luis Borges, El Hacedor)
Uno de los grandes momentos en la vida de un estudiante universitario es, o debería
ser, el descubrimiento de la Filosofía. Conocer los hermosos edificios intelectuales de Platón,
Aristóteles, Hume, Kant, y tantos otros, es una de las experiencias más fascinantes y
arrobadoras para quien recién se familiariza con la inmensa, pero siempre incompleta, empresa
del conocimiento humano universal.
Así como quien escucha un concierto de Mozart y no sonríe en algún momento para sí
mismo, o quien ve un partido de fútbol y no se emociona al ver ganar a su equipo favorito,
quien lee a los grandes filósofos y no termina completamente sorprendido y desconcertado es
porque, muy probablemente, no los ha entendido.
Veamos un ejemplo. Hablemos de Berkeley.
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George Berkeley fue un sacerdote que vivió entre finales del siglo XVII y la primera parte
del XVIII. Nació en Irlanda, pero murió en Inglaterra, en Oxford. A la época en que Berkeley vivió
se le llama “Ilustración”, o “Siglo de las Luces”. Se le denomina así porque fue un lapso en que
el racionalismo tomó fuerza en Europa, y se empezó a privilegiar el conocimiento que venía del
análisis intelectual por encima del conocimiento proveniente del pensamiento religioso. En ese
sentido, la era de la Ilustración pavimentó el camino que luego la Ciencia recorrería.
Para entender las ideas de Berkeley es necesario empezar con un cuestionamiento.
(Todos los filósofos cuestionan al menos algunas de nuestras creencias más básicas; es algo que
tienen en común la Ciencia y la Filosofía, aunque cómo solucionan ese cuestionamiento es algo
que marca la diferencia entre ambas.) ¿Confías en tu sentido de la vista? ¿Puedes afirmar, con
total certeza, que lo que estás viendo en estos momentos es un reflejo exacto de la realidad?
Nuestro primer impulso es responder: “¡Pero por supuesto!”. Este papel (o la pantalla)
en que estás leyéndome, definitivamente, existe. No te lo estás imaginando. Pero ¿acaso nunca
te ha pasado que has creído ver algo que en realidad no estaba allí? Tal vez recuerdes, por
ejemplo, haber visto de lejos a una persona a quien creías conocer, para luego percatarte de
que no era quien pensabas; o has creído escuchar que alguien te llamaba por tu nombre
cuando no era así; o has confundido una superficie extremadamente fría con una superficie
extremadamente caliente.
¿Has ido alguna vez al cine? Pues todo lo que has visto en cualquier pantalla que hayas
observado en tu vida es una ilusión: todo lo que se proyecta son fotogramas de imágenes
inmóviles, que parecen cobrar movimiento solo porque el proyector las expone lo
suficientemente rápido.
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A estas alturas creo que ya te habrás percatado de que nuestros sentidos nos engañan.
Nuestro sistema nervioso no es un instrumento de precisión que registra de manera exacta,
minuciosa y fiel todo lo que ocurre “allá fuera”. Por el contrario: entre las sensaciones de
nuestro sistema nervioso y el momento en que nuestro cerebro reconoce algo (o a alguien), hay
un proceso intermedio: la percepción.
Muchos estudiantes de Psicología suelen escuchar, en cierto momento de su formación,
acerca de Hellen Keller. Keller fue una mujer desafortunada que nació ciega y a la vez
sordomuda. La única manera en que pudo (y eventualmente aprendió) a comunicarse con el
mundo exterior fue a través del lenguaje de señas, que le fueron enseñadas mediante el tacto
directo en la palma de sus manos. Aunque te parezca increíble, tú, yo y todos los demás seres
humanos no somos muy diferentes de Hellen Keller, pues dependemos de nuestros sentidos
para poder no solo comunicarnos con los demás, sino incluso empezar a entender y a captar la
existencia de una realidad externa, más allá de nuestro propio cuerpo y nuestras percepciones.
Si te pones a pensar, te darás cuenta de que la única manera en que podemos
enterarnos de que existe un mundo externo, más allá de nuestro propio cuerpo (y, más
estrictamente hablando, más allá de nuestra mente) es a través de nuestras percepciones:
sabemos que existe un sol porque sentimos su calor en nuestra piel y podemos deslumbrarnos
con su brillo, y si por alguna razón no tuviéramos tacto ni visión, el sol desaparecería para
nosotros; sabemos que existe el mar porque lo vemos, lo olemos, y, si ingresamos en él,
podremos sentirlo en nuestra piel. Y así para todo el resto del universo físico.
Pues bien, hasta aquí hemos establecido que:
A. La única forma en que podemos saber acerca de la existencia del universo externo es
a través de nuestros sentidos;
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B. No podemos confiar totalmente en nuestros sentidos, porque a menudo nuestros
sentidos nos engañan.
Avancemos ahora y hagamos la pregunta sorprendente de Berkeley: ¿Cómo sabemos
que existe el universo externo? Si la única manera en que puedo saber que la silla de mi sala
existe es a través de mis sentidos, ¿acaso la silla deja de existir cuando paso a otra habitación y
nadie más la ve?
Este orden de ideas se resume en la famosa frase de Berkeley: “ser es ser percibido”, o
puesto en otras palabras, “la única manera en que podemos asegurar que algo existe es
percibiéndolo”.
Ahora bien, existe una serie de consecuencias lógicas de esta idea que tendríamos que
resolver si decidiéramos abrazar esta teoría, y eso Berkeley lo entendió muy bien. Por ejemplo,
si todo existe solo a través de mis percepciones, ¿entonces el sol que veo por las mañanas en el
cielo es tan real como el sol que recuerdo de cuando era niño? ¿Qué pasa con el sol que vi en
uno de mis sueños anoche? Si decido no percibir el sol, ¿dejará este de existir?
La respuesta de Berkeley (Berkeley, n.d.) es: Dios genera las ideas que nosotros, los
seres humanos, percibimos. Todas las personas ven el mismo sol por las mañanas,
independientemente de nuestra voluntad, no porque exista un sol exterior “allá afuera”, sino
porque Dios se asegura de que todos tengamos una percepción de la idea de “sol”.
Como Dios es imparcial, todos recibimos la misma percepción. Y como Dios es
constante, inmutable y eterno, el sol que vio mi abuelo de niño es el mismo sol que hoy vi por
la mañana y el mismo que verán mis nietos.
A esto aludía, en forma velada, Jorge Luis Borges al escribir “Argumentum
Ornithologicum” (Borges, 1960), la pequeña prosa literaria con la que abrimos este artículo.
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Antes de pasar al siguiente acápite, te voy a pedir que vuelvas a leer “Argumentum
Ornithologicum”. Verás que ahora tiene otro sentido.
Teorías de Base de la Psicología
Supuestos Fundamentales de la Psicología
Tal vez te hayas hecho la pregunta: ¿a qué viene hablar de Berkeley y Borges en una
lectura acerca de Psicología Social?
Sucede que todas las ciencias parten de determinados supuestos. Los supuestos son
creencias que damos por sentado, que no discutimos, y que casi siempre terminamos por
olvidar, aunque el hecho de olvidarlas no significa que dejen de actuar en todo lo que hacemos.
Como ya notamos, podríamos ingresar a un inacabable debate acerca de la teoría de
Berkeley (la cual es parte de una posición filosófica llamada “idealismo”), pero no lo haremos,
ya que nuestro asunto es la Psicología y no la Filosofía. Sin embargo, será necesario definir
nuestra posición al respecto, y lo haremos estableciendo el primero de los supuestos que
creemos es cierto y que hace posible darle sentido al estudio de Psicología, los xuales se
desprenden de su carácter científico (Darity Jr., 2008; Musante, 2009):
1. Existe una realidad objetiva, “allá afuera”, independientemente de nuestra
voluntad.
Con esto, podemos dar por superada la duda metafísica de Berkeley, aunque no la
podamos resolver de modo incontrovertible. Y ya que estamos en eso, vamos a lanzar un
segundo supuesto, importantísimo:
2. El intelecto humano y el método científico son herramientas capaces de entender la
realidad objetiva.
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Ninguna de estas creencias es obligatoria o indiscutible. Si una persona cree que no
existe algo así como una realidad externa, o si está segura de que el intelecto humano es
totalmente incapaz de hallar explicaciones al mundo objetivo, pues poco interés le encontrará a
la ciencia en general y a la Psicología Social en particular. De hecho, para quien cuestiona esos
dos supuestos la ciencia nunca será otra cosa que un catálogo de conceptos vacíos e inútiles, y
el estudio de la Psicología una gran pérdida de tiempo.
Felizmente, no muchas personas, en pleno siglo XXI, cuestionarían la capacidad de la
Ciencia para explicar el mundo objetivo, o pondrían en tela de juicio la capacidad de
manipulación de la realidad que la tecnología —que no es otra cosa que la aplicación de la
Ciencia a los aspectos prácticos de la vida— les ha permitido a las personas.
Pero estos no son los únicos supuestos de la Psicología. Aquí hay otros (Santamaria &
Mulligan Technology, and Ethics, 2005):
3. Las personas varían en cuanto a sus características individuales
4. Es posible describir y medir esas variaciones
5. Es posible explicar la conducta de las personas
6. Es posible predecir la conducta humana
Esta breve lista no es en absoluto exhaustiva, es decir, estos no son los únicos
supuestos, pero sí son algunos de los principales. Según mi experiencia, es poco probable que
como estudiante tengas mayor objeción a ninguna de ellas. ¿Qué tal si lanzamos otro supuesto
más?
7. Aunque la conducta de las personas es influenciada por factores específicos (el sexo,
la etapa de la vida, el país, la religión, el idioma, la época histórica, y un casi infinito etcétera),
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existen características generales universales, aplicables a todos los seres humanos, en todo
tiempo y en todo lugar.
En efecto, si no existiesen principios generales para la conducta humana, la ciencia
psicológica en sí no tendría mayor sentido, y se atomizaría en una inacabable descripción de
particularidades y diferencias colectivas o individuales. Es decir, entender la conducta de los
estadounidenses no me serviría en nada para entender la conducta de los peruanos; y aun si
llegara a entender la conducta de los peruanos, tal entendimiento no me sería útil para analizar
la conducta de los peruanos de la antigüedad.
Vemos que por este camino llegaríamos rápidamente al absurdo. Por lo tanto, debería
existir algo así como unos principios psicológicos universales. (Lo cual, como dejo establecido
en el supuesto número 7, no implica que podamos ignorar el importante impacto de las
condiciones específicas en que se desenvuelve una persona.)
Si me has seguido hasta aquí, podrás entender que estos supuestos no son muy
discutibles; no solo son creencias que se condicen perfectamente con el sentido común, sino
que si alguien no acepta alguno de ellos, pues simplemente no tendría mucho que hacer
leyendo un texto sobre Psicología. Son supuestos que hacen posible la ciencia psicológica; no
verás a muchos psicólogos cuestionándolos porque estarían negándole el sentido a su misma
profesión.
Teorías de base de la Psicología: Concepto
Pero hay supuestos y supuestos. Hay otro conjunto de creencias que podemos
cuestionar sin que hacerlo necesariamente le niegue el sentido a la Psicología en cuanto
actividad científica.
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Esta segunda categoría de supuestos son lo que yo llamo “teorías de base”. Las teorías
de base guían a los psicólogos es cuanto a las preguntas que se plantean a sí mismos y los
fenómenos que tratan de investigar. Las “teorías de base” le dan un sentido a la actividad
psicológica; puedes pensar en ellas como si fueran una especie de mapa que señala qué temas
son muy importantes, cuáles de importancia intermedia, y cuáles son de baja importancia, así
como la manera en que todos ellos se relacionan.
Empezaré a enumerar y a describir muy brevemente cada una de ellas, apenas lo
suficiente como para entender de qué se trata cada una en particular, y para que te puedas
hacer una idea de a qué me refiero cuando hablo de “teoría de base”.
Definición de Psicología Social
Para poder entender con mayor claridad cuál es el aporte de cada una de las teorías de
base a la Psicología Social será necesario establecer una definición de esta última.
Podemos ir definiendo la Psicología Social de la manera siguiente: “Psicología Social es
el estudio de la influencia que tienen otras personas sobre el comportamiento de un individuo”.
A lo cual habrá que añadir una idea complementaria muy importante: “esas ‘otras personas’
pueden no estar físicamente presentes; basta que el individuo las recuerde, las deduzca o las
anticipe.” Por ejemplo, yo puedo sentir mucha ansiedad frente a una audiencia al momento de
hablar en público, y ese será un fenómeno que puede ser objeto de estudio de la Psicología
Social; pero también puedo sentirme ansioso el día anterior, mientras preparo mi conferencia,
solo por el hecho de imaginarme a la audiencia, y eso también será un fenómeno que puede ser
estudiado desde esa perspectiva (Baron & Byrne, 2005; Kaplan, 2001).
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Criterios para Determinar qué es una teoría de base para la Psicología Social
Armados de esta definición de Psicología Social, podemos pasar a discutir qué criterios
podemos usar para decidir qué teorías forman la base de nuestra disciplina.
Para empezar, la Psicología Social es una ciencia, o mejor dicho, una rama científica. Por
lo tanto, toda teoría que aspiremos a clasificar como base de la Psicología Social debe ser una
teoría científica; es decir debe tratarse de teorías:
A. Falseables (Gorton, 2006)
B. Aplicables a fenómenos de la sociedad humana;
C. Que expliquen la mayor cantidad posible de fenómenos sociales a partir de los
principios más sencillos posible (también llamado “principio de parsimonia” o “Navaja de
Occam”)(Hernández Sampieri, Fernández Collado, & Baptista Lucio, 2004; Kuhn, 1987).
El último criterio es especialmente necesario en la Psicología Social, pues se trata de una
disciplina en donde es frecuente encontrar teorías “adhoc” e interpretaciones más bien
atomizadas.
Pero, ¿qué es eso de “falseable”? Una de las características del método científico es
que, para poder llegar a ser parte de la ciencia, toda teoría debe ser verificable. Esto quiere
decir que cualquier persona con el suficiente entrenamiento y formación —es decir, cualquier
científico— debería tener la capacidad de generar hipótesis a partir de la teoría, para luego
comprobar si la teoría en cuestión genera predicciones que coinciden o al menos se acercan a la
realidad. (Gorton, 2006)
Por ejemplo, si yo afirmara que los hijos únicos tienden a aprender a hablar más
rápidamente que los niños que nacen en hogares con varios hermanos, estaría haciendo una
afirmación verificable, pues yo (o cualquier otro psicólogo) podría realizar una investigación al
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respecto, al final de la cual se podría concluir si, en efecto, los hijos únicos empiezan a hablar a
una edad más temprana que los hijos con hermanos. Es más: cualquier otro psicólogo podría
replicar, es decir, hacer la misma investigación con otros sujetos, y determinar si lo que yo
descubrí vuelve a producirse en una muestra de participantes diferente. Por ejemplo, si yo hago
mi investigación en Lima, un psicólogo cajamarquino podría replicar el mismo estudio en niños
andinos, un psicólogo cuzqueño podría replicar el estudio en niños quechuahablantes, etc.
De la misma manera, así como yo puedo hacer una afirmación verificable, puedo
formular una teoría verificable. Por ejemplo, podría yo generar una teoría según la cual el
lenguaje es adquirido más rápidamente en la medida en que el ser humano cuenta con
modelos de conducta más sofisticados verbalmente. Usando esa teoría, yo podría predecir que
un niño que es hijo único (cuyos únicos modelos para aprender la conducta del lenguaje serían
sus padres) debería aprender a hablar más temprano (y, de hecho, mejor, es decir, con menos
errores y más vocabulario) que un niño que viene al mundo en un hogar con hermanos (en cuyo
caso los otros niños, quienes serían sus modelos de lenguaje, serían unos modelos más pobres
y menos sofisticados que los padres, los cuales supuestamente deberían tener un mejor
vocabulario, mejor pronunciación, etc.)
Una teoría de “mal ejemplo”
Una teoría psicológica que podría servirnos de “mal ejemplo” es el Psicoanálisis (Grau
Pérez, 2017). El Psicoanálisis es la teoría que originalmente concibió un médico austríaco
llamado Sigmund Freud, a principios del siglo XX, acerca de las causas de la conducta humana.
Freud se hallaba ante un enigma: algunas de sus pacientes sufrían padecimientos físicos y
emocionales que la Medicina era incapaz de explicar y menos aún de curar, y era bastante
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obvio que se trataba de problemas físicos. Eventualmente, Freud llegó a la conclusión de que
debería existir todo un conjunto de fenómenos psíquicos que no eran evidentes (o siquiera
perceptibles) para las mismas personas que los experimentaban. Llamó a este conjunto de
fenómenos psíquicos “inconsciente”. Gran parte del problema de estas pacientes, afirmaba
Freud, era que sufrían las consecuencias de emociones que son inconscientes, pero de una
manera muy tangible.
Posteriormente, Freud generalizó la idea, aplicándola no solo a un sector de la patología
mental, sino a todo el género humano, creando así uno de los modelos de la mente humana
más difundidos en la historia de la Psicología.
(Por supuesto, esta teoría es muchísimo más compleja y extensa que lo mencionado
aquí; no pretendo en absoluto agotar, o siquiera empezar a definir, la esencia del psicoanálisis
en este texto.)
Esta teoría fue muy popular en el mundo de la psicología (y especialmente en Europa y
los países anglosajones del primer mundo) hasta bien entrada la década de los años cincuenta
del siglo pasado. Fue tal su predominio que aún hoy muchas de las representaciones sociales de
la Psicología que vemos en los medios de comunicación (como periódicos, televisión e internet)
retratan a los psicólogos como si fueran todos psicoanalistas, y quienes escuchan la frase
“terapia psicológica” a menudo se imaginan a un psicoanalista apuntando observaciones acerca
de su cliente, quien hace asociaciones libres tumbado en un diván.
Sin embargo, en la Psicología Social actual el Psicoanálisis ya ha dejado de tener el
impacto que alguna vez tuvo. (Aunque queden algunos remanentes dentro de la “teoría del
self”, hoy por hoy puede considerarse un residuo del pasado.) Una de las razones decisivas para
el declive del Psicoanálisis es su escasa falseabilidad (Gorton, 2006). Por ejemplo, si una
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psicoanalista halla que su paciente padece las secuelas emocionales de un Complejo de Edipo, y
así se lo comunica a su paciente, este puede aceptar tal diagnóstico (lo cual se consideraría un
paso positivo hacia la resolución de sus problemas), o bien puede no aceptarlo (en este
escenario, la psicoanalista, típicamente, concluiría que su cliente está usando la negación como
mecanismo de defensa, en vez de simplemente asumir que, como terapeuta, estaba
equivocada desde el inicio). En ninguno de los dos casos se podría falsear la afirmación “esta
persona padece por un Complejo de Edipo no resuelto”.
El ejemplo anterior es un caso concreto, pero en general puede decirse con razonable
fundamento que el Psicoanálisis históricamente privilegió la consistencia interna de sus propios
conceptos antes que la contrastación de estos con la realidad; es decir, se preocupó más de que
sus ideas “tuvieran sentido”, antes que verificarlas mediante investigación científica. No estoy
diciendo aquí que la teoría psicoanalítica sea absurda o que no haya sido importante; nociones
como la del inconsciente han sido “reencontradas” por la neuropsicología (Ruiz-Martín del
Campo, 2018) y la terapia racional emotiva, pero ya en gran parte desprovista de toda la
armazón teórica freudiana original.
Presentando las Tres Grandes Teorías de Base de la Psicología Social
Ahora bien, hemos establecido cuáles son los criterios para definir a una teoría como
“base de la Psicología Social”. Pero ¿cuáles son estas, específicamente?
La Psicología Social actual peca de cierto grado de “dispersión teórica”; con esto quiero
decir que típicamente encontramos fenómenos y procesos que los investigadores han
encontrado relevantes, pero cada uno de esos procesos tiene su propia teoría; hay una relativa
falta de grandes teorías integrativas, que sean capaces de conectar a muchos descubrimientos
individuales y específicos para formar un gran sistema coherente (Baron & Byrne, 2005). Aun
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así, luego de haber sido docente de esta rama de la Psicología por varios años, y dando un par
de pasos hacia atrás para contemplar con cierta distancia los hallazgos concretos, puedo
arriesgarme con relativa confianza a decir que sí existen al menos tres grandes teorías que
cumplen con los criterios ya establecidos y son buenos candidatos a volverse, eventualmente,
grandes teorías globales dentro de la Psicología Social; estas son (enumeradas sin ningún orden
en particular):
1. El Constructivismo
2. La Psicología Evolucionista
3. El Enfoque Cognitivo
Por lo tanto dedicaremos el resto de este ensayo a analizar brevemente en qué consiste
cada una de tales grandes teorías o enfoques, y qué impacto concreto han tenido en la
Psicología Social.
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El Constructivismo Empezaremos por analizar en qué consiste el constructivismo.
El constructivismo es una interesante criatura de diversos padres, que no solo es
aplicada a la Psicología sino también a una amplia variedad de campos, desde la Historia hasta
la crítica de arte, pasando por ciencias sociales tales como la sociología y la antropología,
extendiéndose incluso a la ciencia política y las relaciones internacionales.
Desde el punto de vista psicológico, el constructivismo es una propuesta teórica que se
desprende originalmente del trabajo de algunos de los más grandes psicólogos del desarrollo,
sobre todo Jean Piaget y Lev Vygotsky (aunque la lista, obviamente, no se agota con esos
nombres).
La idea central del constructivismo es que las personas no somos simples receptores
pasivos de la realidad externa, sino que construimos (Cantor, 2003) esa realidad. ¿Suena
extrañamente parecido a las ideas de Berkeley y el idealismo, verdad?
En parte lo es. Pero el constructivismo, aunque menos ambicioso, va más allá. Es menos
ambicioso porque no es un enfoque filosófico aplicable a todo el espectro del conocimiento
humano, sino solo a aspectos restringidos y concretos; en ese sentido, genera preguntas de
investigación falseables, como luego veremos, que nos permiten usar el constructivismo para
resolver cuestiones científicas. Por ejemplo, Piaget (Sánchez Mendioroz, 2016) afirmaba que el
niño (y para el caso, cualquier persona) no aprende a pensar de manera sofisticada por mera
observación, sino que le es necesario manipular objetos, físicos primero y mentales luego, de
modo tal que construye las nociones en su mente.
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Quisiera tratar de explicar con algo más de detalle en qué consiste el constructivismo
mediante una anécdota personal.
Cuando tenía cuatro años, mi madre me matriculó en un nido, con la intención de iniciar
mi educación inicial. Se me han borrado casi todas las vivencias de ese lapso, pero una de ellas
ha quedado fija en mi mente: el primer castigo que recibí de parte de una profesora. La “miss”,
sin duda como resultado de alguna travesura que ya no tengo esperanza de recordar, me
castigó ordenándome que me arrodillase sobre “chapitas” de gaseosa.
Para entender mi recuerdo del dolor que sentí habrá que aclarar dos datos acerca de
esa época —hablamos de los años setenta del siglo pasado—: primero, los niños varones
acudíamos a clase con pantalones cortos; segundo, en aquellos tiempos, anteriores a los
envases desechables y las tapas de plástico, todas las gaseosas llevaban “chapitas” metálicas
indentadas. (No sobra añadir que la profesora se encargó de que las “chapitas” estuvieran boca
arriba.) Cuando me levanté, luego de unos minutos eternos de tortura, los bordes metálicos se
me habían incrustado en las rodillas, y me las tuve que arrancar yo mismo para poder andar
(felizmente la cosa fue superficial, y no sangré.)
Cuando le mencioné el asunto a mi madre, ella se limitó a decir: “qué habrás hecho,
pues”. Para ser justo, debo admitir que su reacción no fue especialmente dura o
despreocupada; esos castigos, por esos años, eran rutina en todas las escuelas. De hecho, solo
una pequeña minoría de padres de familia hubiera reaccionado diferente ante la misma
situación. Frases como “la letra con sangre entra”, y poemas como el famoso “A Cocachos
Aprendí”, de Nicomedes Santa Cruz, reflejaban el espíritu de los tiempos.
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Si hoy sucediera lo mismo con algún niño, es muy probable que la madre hubiera
levantado una queja, la profesora habría sido sancionada y probablemente despedida, e incluso
se habría generado cierta cobertura mediática en los noticieros de televisión.
Pero, ¿qué ha sucedido? ¿por qué la situación es tan distinta hoy? ¿Será que las madres
actuales sí aman verdaderamente a sus pequeños, mientras que las de los años setenta no? Eso
es poco probable. Una explicación mucho más plausible es que en la actualidad el castigo físico
a los niños ha entrado a formar parte de lo moralmente incorrecto. Lo que antes era
simplemente una técnica de control de conducta, usada con propósitos educativos (“A
Cocachos Aprendí”), hoy es algo moralmente malo.
Piensen esto bien. La conducta en sí (el castigo corporal) no es lo que cambia; tampoco
el amor de las madres hacia sus hijos o las necesidades educativas de los profesores respecto
de sus alumnos. Lo que ha cambiado es la manera en que la sociedad peruana de hoy
contempla o concibe el castigo físico en las escuelas, sobre todo en el caso de los niños
pequeños. Algo que hace décadas era trivial y no se veía “con mirada moral”, hoy ha pasado a
ser algo “moral”, una conducta que se evalúa o bien como “buena” o bien como “mala” (Pinker,
2008).
Los castigos físicos se han moralizado. La sociedad peruana, de alguna manera y en
virtud de ciertos mecanismos (que serían muy dignos de estudio desde el punto de vista de la
Psicología Social), ha “construido” la noción de que ahora el castigo físico a los niños es
moralmente inaceptable.
Si lo analizas, no se trata de un fenómeno inusual o único. En los años setenta, a nadie
se le ocurría ver a los fumadores bajo una luz moral. Sencillamente, había quienes gustaban de
fumar y había quienes no lo hacían, y de hecho, la gran mayoría de adultos tendía a fumar,
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aunque solo fuera de vez en cuando. Recuerdo haber ido, de adolescente, a ver muchas
películas al cine entre volutas de humo de tabaco expelidas por terceras personas, humaredas a
veces tan espesas que había que despejarlas agitando las manos para poder apreciar lo que
sucedía en la pantalla; nadie se indignaba. Hoy, en el 2019, los fumadores no solo son una
especie en extinción, y la publicidad de tabaco está prohibida, sino que fumar en público,
especialmente en espacios cerrados, se considera moralmente incorrecto, una
desconsideración, una transgresión a las normas de convivencia social. En otras palabras, una
falta hacia los demás, más allá de la mayor o menor preocupación por la salud del fumador
mismo. ¡Esto es tan generalizado que inclusive existe una ley al respecto!
Pero así como existen conductas que antes no eran “morales” y hoy sí lo son, también
existen casos inversos, en los que conductas que antes eran “morales” hoy han dejado de serlo.
Por ejemplo, la condición de madre soltera. Hubo un tiempo en que engendrar un hijo fuera del
matrimonio era una ignominia, tan grande que era materia de melodrama. Hoy las familias
donde el niño es criado por la madre, la abuela y otros parientes cercanos, es una realidad tan
común que ya es trivial. A pocos —en todo caso, no la mayoría— se les ocurre mirar con
desaprobación moral a una mujer solo por el hecho de haber tenido un hijo sin haberse casado
previamente, quizás porque todos tienen casos similares en sus propias familias, directas o
indirectas. Algo similar sucede con los niños que nacen fuera del matrimonio; antiguamente
estigmatizados —términos como “bastardo” eran un insulto frecuente—, hoy están legalmente
protegidos por la máxima entidad legal peruana: la Constitución. Estos dos ejemplos revelan
que también existen conductas antaño “morales”, que actualmente se han “amoralizado”, es
decir han recorrido el camino inverso a las conductas de fumar tabaco o castigar a los niños.
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Un libro relativamente reciente al momento de escribir estas líneas es “Sapiens”, del
historiador israelí Yuval Harari. Este autor plantea (Harari, 2015) que toda la Historia humana
puede ser vista como el despliegue de una habilidad específica: la capacidad para actuar de
manera coordinada a escalas masivas, bajo el influjo de ficciones socialmente construidas. ¿Qué
se quiere decir con esto? Que, a diferencia de otros animales sociales, Homo Sapiens (nuestra
especie) es capaz de usar ideas para coordinar la acción de cientos de miles y hasta millones de
individuos. “Gran cosa”, podrían decir algunos. “Hasta las hormigas y las abejas pueden vivir en
sociedades de muchos miles de individuos”. Eso es cierto, pero la palabra clave aquí es, en este
caso, “ideas”. Las abejas, las termitas, etc., pueden trabajar y vivir en comunidades inmensas,
ciertamente, pero la base de su acción colectiva es instintiva. Los insectos sociales solo se
comunican para transmitir variables muy específicas de su ambiente (por ejemplo, las abejas
realizan una especie de “danza” que les sirve para comunicar la ubicación y distancia de fuentes
de polen). El resto de su conducta está predeterminada por respuestas preprogramadas, que se
gatillan ante estímulos muy concretos; es decir, se mueven por instinto. Tal tipo de conducta
puede ser muy poderosa; por ejemplo, puede hacer que los integrantes de una comunidad de
insectos reaccionen de manera muy precisa de forma virtualmente instantánea, ya que no se
requiere coordinación ni comunicación: todo está prefijado de antemano. Sin embargo, en el
caso de H. Sapiens, lo que moviliza la conducta de millones de individuos no son los instintos;
son las ideas que los integrantes de una comunidad comparten.
Una de esas ideas, por ejemplo, es el dinero. El dinero —el papel moneda— no existe
realmente, al menos no en el sentido en que una piedra o un árbol existen. Lo que llamamos
dinero, aquello por lo cual tantos miles de millones de seres humanos dan literalmente su vida,
su libertad y su tiempo, no es más que un símbolo socialmente compartido. No existe fuera del
Bases Conceptuales de la Psicología Social 22
pensamiento de los humanos que lo usan. A diferencia de los objetos de la esfera natural (un
río, una nube, la arena, un pájaro), el dinero requiere de una comunidad social que le asigna su
valor. Un millonario ruso moriría de hambre en Lima si solo dispusiera de rublos para comprar
alimentos: su moneda no es reconocida por la comunidad peruana. Es en este sentido que
Harari llama a tales ideas “ficciones”: no porque sean mentiras, sino porque se trata de
realidades de un nuevo orden; entidades sin existencia material propiamente dicha. Es por eso
que los billetes y las monedas pueden cambiar, porque lo importante no es su apariencia física,
sino el hecho de que sean reconocidos por una comunidad humana concreta. (Casos como los
de las criptomonedas de hecho suprimen completamente la dimensión física del dinero,
reduciéndose a entidades íntegramente mentales.)
Otras de estas ideas o “ficciones” son las leyes, los sistemas políticos, las ideologías de
todo tipo. Las pirámides de la época faraónica fueron posibles no tanto por la invención de las
matemáticas y el descubrimiento de nuevas formas de transportar materiales, sino sobre todo
porque existía algo así como la idea de un “faraón”, un símbolo que unía a la población de la
época y promovía la acción coordinada de muchísimos egipcios (escala masiva). Ese tipo de idea
—política, en este caso— se caracteriza por ser flexible: los descendientes de los trabajadores
egipcios que erigieron las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino trabajaron luego para los
Ptolomeos, los árabes, y los invasores franceses, generando igual trabajo bajo la influencia de
ficciones políticas diferentes. Regresando al Perú, no es demasiado arriesgado lanzar la
hipótesis de que, luego del periodo incaico, una población alarmantemente grande de los indios
siguió existiendo bajo durísimas condiciones de supervivencia, y que si bien el Virreinato y la
etapa inicial de la República usaron ficciones distintas (la gloria del Imperio Español, en el
Bases Conceptuales de la Psicología Social 23
primer caso, y una cosa llamada Perú, en el segundo), la miseria y el dolor de muchos de ellos
permanecieron virtualmente idénticos.
Para no extendernos demasiado en esta breve exposición, hagamos aquí un alto para
reflexionar. Tal vez tengas algunas preguntas. Te comparto una que a mí me surgió: si es verdad
que todo lo que hace específicamente humano a H. Sapiens es intrínsecamente ficcional,
¿significa eso que todo lo humano es relativo? Al fin y al cabo, las “ficciones” son producidas al
interior de una comunidad, y su forma específica solo adquiere pleno valor al interior de esa
comunidad, como bien saben y proponen antropólogos y sociólogos. Sin embargo, no
necesariamente la diversidad lo explica todo. Debido a que estamos hablando de la misma
criatura, el ser humano muestra regularidades en todas las comunidades que forma; por
ejemplo, no existen comunidades sin liderazgo, sin lenguaje, o sin un código moral. Estas
“regularidades” pueden ser interpretadas de formas diversas, pero son innegables. Por
ejemplo, el psicólogo Jonathan Haidt (Haidt, 2012) ha hallado una serie de cinco “principios
morales” que parecen estar presentes, en mayor o menor medida, en muchas comunidades
humanas: a) justicia; b) lealtad; c) no hacer daño a otros; d) respeto a la autoridad y las
tradiciones; y e) pureza. Habrá comunidades y épocas que hagan especial énfasis en ciertos
principios en detrimento de otros (por ejemplo, la comunidad judía antigua enfatizaba el
principio de pureza, en la Europa medieval primaba el respeto a la autoridad, y en los EEUU y la
Europa contemporáneos evitar dañar a otros ha generado el concepto de lo “políticamente
correcto”, y ha sido elevado a niveles que algunos conservadores consideran opresivos).
Bases Conceptuales de la Psicología Social 24
La Psicología Evolucionista Consideremos ahora otro de los grandes enfoques de la Psicología Social: la Psicología
Evolucionista.
Es probable que dentro de la Psicología Social no exista una teoría con mayor potencial
explicativo que la Psicología Evolucionista.
Para decirlo en términos sencillos, la Psicología Evolucionista nace de una pregunta muy
sencilla: si la forma en que fueron apareciendo las especies e inclusive el modo en que
funcionan nuestros cuerpos puede ser en buena parte descrito y explicado desde la Teoría de la
Evolución, ¿no es acaso lógico que nuestra psicología también pueda ser explicada usando los
mismos conceptos?(Angell & Argie, 2016)
Aunque ya el mismo Darwin escribió una obra específicamente relacionada al tema (“La
expresión de las Emociones en el Hombre y los Animales”), es de sorprender que recién hacia la
década de 1980 los científicos sociales empezaran a invertir sus carreras en el minado de los
principios darwinistas como guía para la comprensión de la Psicología humana. Ya hablaremos
algo acerca de las razones por las que los científicos evitaron llevar el darwinismo hasta sus
últimas implicancias psicológicas, sociales e incluso políticas, pero primero debemos dedicar
algunas líneas a describir las bases mismas de esta teoría.
Psicología Evolucionista: Dos Ideas Fundamentales y un Supuesto
Las dos ideas fundamentales de la teoría de la evolución son (Darwin, 2003):
1. Todos los individuos que componen una especie muestran múltiples y pequeñas
diferencias aleatorias entre sí;
Bases Conceptuales de la Psicología Social 25
2. Aunque muchas de estas diferencias son indiferentes para efectos de reproducción,
algunas son casualmente ventajosas, mientras otras son en realidad perjudiciales.
Detrás de estas dos ideas, radica un supuesto fundamental: todo individuo vivo busca
pasar una copia de sus genes a la generación siguiente.
Con esta doble idea y este supuesto fundamental podemos recrear todo el sólido
edificio de la teoría de la evolución, incluyendo sus ramificaciones psicológicas.
Por ejemplo, asumamos que estamos en una época extremadamente antigua, anterior
incluso a la prehistoria; vemos una especie primate que pasa la mayor parte de su tiempo en las
copas de los árboles de las sabanas africanas. Algunos de esos primates serán ligeramente más
robustos y más agresivos; otros serán ligeramente menos belicosos y comparativamente
débiles. Con el tiempo, los descendientes de los primates robustos —quienes, naturalmente,
tienden a heredar la fortaleza física de sus ancestros— irán desplazando a los descendientes de
los primates más débiles. Favorecidos por sus características físicas y su agresividad, los
primates robustos vivirán más tiempo, resistirán mejor a las enfermedades, tendrán más
oportunidad si los ataca un depredador, serán preferidos por las hembras más sanas, y tendrán
más hijos, quienes llegarán al mundo con más probabilidades de sobrevivir. Cuando llegue el
momento de competir por los frutos del árbol, ¿quién crees que predominará? Exactamente.
Los descendientes de los primates débiles se enfrentan a una difícil disyuntiva: o intentan
competir en los mismos términos contra sus congéneres robustos, o se arriesgan a descender
de los árboles y probar suerte en los extensos y abiertos panoramas de la sabana.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 26
Esto es lo que Darwin llamaba “selección natural”: algunas características de ciertos
individuos resultan ventajosas en determinado ambiente, mientras que otras terminan siendo
un “handicap”, una desventaja.
Hasta donde sabemos, es posible que esta haya sido la historia de nuestros ancestros.
Forzados a salir de su paraíso arbóreo, tuvieron que desarrollar extraordinarias capacidades de
comunicación, coordinación, y análisis para compensar el hecho de que llegaban a la
competencia por la vida a nivel del suelo sin garras, sin potencia muscular, sin colmillos, sin
sentidos finamente sintonizados a los peligros, y sin velocidad.
Pero demos un paso atrás por un momento, y volvamos al escenario donde nuestros
hipotéticos familiares fortachones imperan invictos. Ya dominantes y sin competencia en su
hábitat en la copa de los árboles, siguen su andadura por la existencia biológica, y sus
características siguen cambiando. Llegan a ser tan diferentes a sus primos andariegos, que los
miembros de los dos grupos ya no pueden reproducirse entre sí, o si lo hacen, sus
descendientes son estériles. Han surgido dos especies distintas de primate: los primates bien
adaptados a su medio ambiente original, y los primates que ahora erran por la planicie tratando
de sobrevivir. Este proceso es llamado “especiación”. Es el proceso que Darwin describe en su
voluminoso “Del Origen de las Especies”.
Desde el principio mismo de su teoría, Darwin encontró gran resistencia a sus ideas. Tal
oposición es ciertamente explicable. Hasta antes de publicar “Del Origen de las Especies” en la
segunda mitad del siglo XIX, la creencia predominante era que todas las especies animales
habían sido creadas en su forma actual por un Diseñador, quien las había generado de la nada
(“ex nihilo”), completas, perfectas, y por ende estáticas desde su aparición misma. Esta teoría
es llamada “Creacionismo”, y generaba el apoyo armonioso de las autoridades religiosas, la fe
Bases Conceptuales de la Psicología Social 27
popular, e inclusive el racismo y el clasismo (al menos hasta que estas dos últimas encontraran
un modo de perpetuarse tergiversando justamente las ideas darwinistas, que al principio tanto
habían combatido, como luego veremos).
El Incómodo Evolucionismo
Aun hoy, muchos siguen tratando de negar que la explicación evolucionista sea válida,
pero lo hacen desde la incomodidad emocional y filosófica que las implicancias del darwinismo
les generan, más que desde la Ciencia misma. Esto es muy importante entenderlo: la teoría de
la evolución no es un dogma de fe ni una creencia metafísica. Su origen no es una epifanía, sino
la simple observación. Es una teoría científica, una herramienta transitoria sujeta a las
exigencias que su estatus científico implica: la primera de las cuales es que no solo debe ser
lógicamente coherente, sino además debe generar explicaciones a la realidad y predicciones
verificables acerca de cómo funciona esta. En ese terreno, aunque dista mucho de ser perfecta
y haya generado tanto ideas como experimentos erróneos (y un par de ideologías
impresentables, de las que al final de este acápite hablaremos), el balance es tremendamente
positivo. En lo que sobresale en especial el evolucionismo es en generar explicaciones
coherentes de la realidad; de hecho, es tan exitosa en este aspecto que a veces hay que
recordar que debemos corroborar experimentalmente todas sus derivaciones, y no darlas por
ciertas solo porque “suenen lógicas” (Gould, 1985).
Es muy probable que eventualmente surja una teoría que sea superior al evolucionismo,
que explique una mayor porción de la realidad o genere mejores predicciones (ciertamente la
teoría de la evolución, con todo lo exitosa que es, tiene quienes la objetan o cuestionan desde
las trincheras mismas de la Ciencia) (Sampedro, 2007), pero ciertamente muy pocos científicos
la echarán al olvido debido a ataques extra científicos.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 28
Llevando el Evolucionismo de la Biología a la Psicología y más allá
Ahora bien, ¿cómo aplicamos la teoría de la evolución a la psicología humana? Pues hay
abundancia de aplicaciones, y es casi inevitable hacerlas, hasta el punto en que uno no puede
sino preguntarse ¿por qué tardaron tanto los científicos sociales en hacerlo?
Parte de la respuesta figura ya líneas arriba: lidiar con las consecuencias del darwinismo
restringido a lo biológico ya era suficientemente arduo (aún hoy es muy fácil googlear
caricaturas de la época, donde Darwin es retratado con cuerpo de simio) como para echar más
leña al fuego tratando de generalizar el modelo a ámbitos en ese entonces intocables, como las
emociones y los pensamientos humanos, acaparados por las explicaciones religiosas y
filosóficas.
De hecho, incluso mucho tiempo después, tratar de “dar el salto” cognitivo de lo
biológico a lo psicológico/social estuvo rodeado de grandes riesgos para los científicos
evolucionistas. En parte, debido a las ideologías “impresentables” de las que hablé más arriba.
Ideologías: Un Breve Apartado En este punto tal vez será útil tratar de dar una definición de trabajo de lo que es una
ideología, en los términos más sencillos que sea posible (Anderson & Herr, 2007; Trepanier,
2013).
Una ideología es un conjunto de ideas con consistencia y lógica internas, que trata de
explicar la realidad.
Hasta ahí, suena bastante parecido a lo que es la Ciencia. Las diferencias entre Ciecnia e
ideología son, sin embargo, importantísimas.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 29
La primera diferencia tiene que ver con el alcance: la extensión de la realidad que cada
una quiere y puede analizar; la segunda diferencia está relacionada con la forma en que cada
una analiza la realidad.
En cuanto al alcance: la Ciencia solo intenta explicar áreas de la realidad que es posible
analizar de manera verificable y objetiva; así, lo filosófico, lo religioso, lo político, lo metafísico,
etc. quedan fuera del ámbito de la Ciencia. (Puede revisarse la primera sección de este texto,
por si no quedan claros algunos de los supuestos básicos de la Ciencia en general.)
Una ideología no tiene esas limitaciones. Aspira a darle sentido a prácticamente toda la
realidad; generalmente inicia su camino desde algún sector específico: por ejemplo, lo
económico (liberalismo vs. marxismo); o lo político (progresismo vs conservadurismo), pero
rápidamente se extiende a otras áreas. Por ejemplo, Carlos Marx empezó analizando
estructuras económicas, pero la transición a lo político fue obvia e inmediata; el
conservadurismo político tiende a hacer buenas migas con el liberalismo económico, etc.
En cuanto al método: la Ciencia tiene la obligación de comprobar empíricamente la
veracidad de sus proposiciones y teorías; la ideología no. Esto no necesariamente significa que
los ideólogos —las personas que proponen ideologías— estén tratando de confundir o engañar
a la gente; lo que pasa es que a menudo las ideologías son la respuesta a cuestiones que
sencillamente son imposibles de comprobar de manera empírica. Por ejemplo, la gran mayoría
de ideologías religiosas proponen la existencia de un Dios, cuyas características —por ejemplo,
omnipotencia, ubicuidad, omnisciencia, trascendencia, etc.— hacen, por definición, imposible
su comprobación.
Otro ejemplo: la ideología política liberal propone que la máxima prosperidad de una
sociedad humana solo se logra a través del gobierno mediante democracia representativa,
Bases Conceptuales de la Psicología Social 30
donde cada individuo manifiesta su. Pero todos conocemos sociedades que han sido potencias
mundiales sin practicar ideales democráticos (ejemplo son prácticamente todas las sociedades
humanas hasta antes del siglo XVIII, incluyendo las póleis griegas, las cuales, si bien originaron
la noción de democracia, estaban bastante lejos de practicarla realmente; así como una amplia
gama de potencias mundiales actuales, como China, Rusia y Gran Bretaña); por otro lado,
muchas naciones practican hoy la democracia sin que les vaya particularmente bien (¿alguien
mencionó al Perú?) (Cotler, 2008).
Estos son solo dos ejemplos de lo que en realidad es un amplio abanico de discusiones
que sencillamente son irresolubles usando el limitado aparato metodológico de la Ciencia, pero
que a la vez son suficientemente importantes como para generar amplia discusión social y ser
imposibles de ignorar.
Ideologías “Impresentables”: Los Hijos Negados del Evolucionismo Ahora bien, existen ideologías ciertamente negativas que se han derivado del
evolucionismo. Por ejemplo, la ideología nazi. ¿Cómo una ideología política como el nazismo
usó al darwinismo? Los nazis tenían la idea de un superhombre, una raza superior de seres
humanos que debía luchar por la supervivencia y el “espacio vital”.
Del mismo modo, mucho antes ya los científicos europeos creían con tanta convicción
en la superioridad intrínseca del “hombre blanco” —en contraposición a los “salvajes”— que
sus científicos cayeron en la trampa de creer en fósiles fraudulentos, como el famoso Eslabón
Perdido de Piltdown (Gould, 1985), un cráneo de humano moderno unido a una mandíbula de
simio, que sin embargo fue tomado como auténtico durante casi medio siglo, solo porque
ratificaba los prejuicios según los cuales el ser humano se había originado en Europa (o por lo
Bases Conceptuales de la Psicología Social 31
menos que los europeos y los africanos tenían orígenes tranquilizadoramente dispares y muy
distantes).
En los años setenta del siglo pasado E. O. Wilson escribió “Sociobiología”, un texto que
probó ser incendiario (Wilson, 2004). En la obra, Wilson trató de pagar la deuda pendiente
desde hacía casi exactamente un siglo antes: la aplicación de principios evolucionistas al estudio
del comportamiento humano, en especial al comportamiento social. Wilson era un experto en
el comportamiento de los insectos, pero comprendió que los mismos principios podían ser
aplicados de modo fructífero a los seres humanos.
Según el enfoque de Wilson, los seres humanos pueden sentir la sensación subjetiva de
libertad de elección y de acción —el libre albedrío—, pero en realidad su conducta efectiva es
fruto de a) factores biológicos hereditarios; b) “gatillos” o estímulos más o menos específicos
presentes en el medio ambiente; y c) la experiencia previa. La libertad individual era, según él,
¡una ilusión!
La reacción no se hizo esperar: desde los estudiantes hasta los biólogos más
prominentes atacaron sus propuestas. Las razones son diversas, pero tal vez la más poderosa es
que el establishment científico trataba de defender a toda costa tres de los supuestos
fundamentales de la cultura occidental: la igualdad de oportunidades, la equipotencialidad de
los seres humanos (cualquiera puede llegar a ser cualquier cosa, al menos en principio); y la
libertad de elección. Esta última en especial era amenazada, por implicación, por el argumento
central de Wilson. Si en realidad estamos determinados por elementos ajenos a nuestra
voluntad, entonces no hay libre albedrío efectivo, y uno de los fundamentos del orden social
entra en cuestión: la responsabilidad moral de cada individuo. En otras palabras: ¿por qué
Bases Conceptuales de la Psicología Social 32
deben castigarme cuando cometo un crimen, si en el fondo mi conducta ya estaba
predeterminada, pues no es fruto de una elección libre?
Algunos Conceptos Básicos de la Psicología Evolucionista
Inversión Parental Aun así, poco a poco el uso efectivo de los supuestos evolucionistas como hipótesis de
trabajo científico empezó a rendir fruto. Por ejemplo, la noción de inversión parental, es decir el
grado en que los progenitores cuidan de su prole. Se trata de un concepto derivado del trabajo
de Robert Trivers (Badcock, 2006).
¿En qué consiste la inversión parental?
Si en realidad los seres humanos son como las demás criaturas vivas, deben estar
sujetos al supuesto fundamental del evolucionismo, según el cual toda conducta está orientada,
en último término, a transmitir los propios genes a la generación siguiente. Hay muchas
estrategias posibles para lograr esa meta, pero hay dos “estilos” generales muy distintos: alta y
baja inversión parental.
Las criaturas con baja inversión parental apuestan por los grandes números, y tratan de
generar la mayor cantidad posible de descendientes aunque con muy poco o nulo cuidado por
parte de los progenitores, confiando en que, por pura estadística, siempre sobrevivirá la
cantidad suficiente de crías para poder pasar los propios genes a la siguiente generación. Un
pez payaso pone cientos de huevecillos, y aunque luego se desentienda de ellos, al momento
de que estos eclosionen, por más indefensos que estén ante los depredadores, son tantos, que
casi siempre sobrevivirán los suficientes ejemplares como para empezar una nueva generación.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 33
H. Sapiens, sin embargo, seguiría la estrategia opuesta: tenemos pocos descendientes,
pero cuidamos muchísimo de ellos. Es decir, como especie hemos optado por la alta inversión
parental. De hecho, entre los seres humanos los alumbramientos múltiples son raros, y cuando
se llegan a dar implican siempre un alto riesgo de mortalidad, lo cual nos da un sustento
adicional para la idea. En esta estrategia, invertimos muchísimo tiempo y otros recursos para
asegurarnos de que nuestros hijos tengan la mejor probabilidad posible de éxito en su carrera
reproductiva: no sería otro el sentido biológico de frases tales como “quiero que mis hijos sean
felices, que les vaya bien en la vida”, etc.
Agenda Reproductiva Otro de los aspectos en los que la Psicología Evolucionista se ha convertido en
prácticamente la teoría estándar es en el área de la sexualidad humana, en especial en lo
relacionado a lo que los psicólogos evolucionistas llaman agenda reproductiva (Pinker, 1997).
Así como cada especie tiene una estrategia para tratar de pasar sus genes a la generación
siguiente, también los individuos al interior de cada especie, mejor dicho cada sexo, tiene una
táctica más o menos definida. Para entender esto debemos tener en cuenta que nuestro modo
de sentir, pensar y actuar es, según la psicología evolucionista, una adaptación al medio
ambiente en que evolucionamos en el pasado, no a nuestro hábitat actual.
En efecto, para la hembra humana prehistórica, la actividad sexual era siempre
sinónimo de un embarazo potencial; y en el largo periodo evolutivo en el que no existieron
médicos y hospitales, un parto tenía una alta tasa de mortalidad para ambas partes, neonato y
madre. Por lo tanto, para ella tener sexo era una actividad de alto riesgo. Ello puede explicar,
por ejemplo, la popularidad histórica de ideologías que proclamaban la castidad, la abstinencia
y la renuncia al placer, en especial el sexual. Esas ideas posiblemente fueron acogidas en
Bases Conceptuales de la Psicología Social 34
entusiasmo porque le daban un sentido y un significado deseable y elevado a la abstinencia, en
un contexto en donde desbocarse sexualmente tenía graves implicancias, al menos para las
mujeres.
La historia era totalmente distinta para el macho humano, quien tenía el privilegio de
poder copular con cuantas hembras le fuera posible, sin tener que afrontar ninguna
consecuencia en su propia salud o su cuerpo. Para él, el sexo era 100% placer, y quizás el único
problema que tenía era que cada episodio durara muy poco y que el acceso a las hembras se
volviera gradualmente más y más dificultoso.
Esta diferencia radical en cuanto a la vivencia del sexo ha hecho, según la Psicología
Evolucionista, que cada sexo tenga una agenda reproductiva diferente, es decir, prioridades y
preferencias totalmente opuestas. Mientras que los hombres buscan parejas sexuales jóvenes y
físicamente atractivas (porque tanto la juventud de la mujer como su belleza son indicios de
buena salud, es decir nos dicen que son probables los embarazos que resulten en criaturas
sanas y viables), y tienen poca inclinación natural por el compromiso a largo plazo (¿qué
sentido podría tener para un macho humano prehistórico ligarse permanentemente a una sola
hembra?), las mujeres buscan machos que puedan ser buenos proveedores de recursos y
seguridad para sus crías, y tienden a generar con ellos relaciones de largo plazo para las cuales
el compromiso es un prerrequisito. Esto marcaría y explicaría las marcadas diferencias entre
ambos sexos en lo que atañe a la conducta sexual, incluso hoy en día.
Muchos pensarán que esta manera de explicar la conducta humana es reduccionista,
mecánica, y animalística (Ryan, 2010). Pero los conceptos científicos tienen como meta
descubrir (o acercarse a) la verdad, no halagar el ego humano, preservar una ideología
Bases Conceptuales de la Psicología Social 35
preeexistente, o proteger la autoestima de las personas con conceptos innecesariamente
complejos. Aun así. en la arena científica existe una forma alternativa de afrontar la
incomodidad que sintamos ante cualquier teoría: sencillamente tratar de encontrar una teoría
alternativa a la teoría que nos genera disonancia (Kuhn, 1987).
Esta última opción, según creo, es quizá la manera más productiva de enfrentarse a una
teoría científica incómoda, y a menudo ha habido en la historia de la Ciencia personajes muy
valiosos que se han inclinado por ella, si bien con motivaciones diferentes y resultados
variopintos. Por ejemplo, a finales del siglo XIX el físico escocés James Clerk-Maxwell se sentía
inconforme simplemente con el aspecto estético de las fórmulas que en su época trataban de
explicar la electricidad y el magnetismo; esta incomodidad lo llevó a reformular las ecuaciones
que los explicaban. Aunque su objetivo inicial era tan solo expresar tales fenómenos de una
manera más sencilla, simétrica y elegante, en el proceso descubrió que la radiación eléctrica, la
luz y el magnetismo podían en realidad ser vistas como manifestaciones distintas del mismo
fenómeno, llevando así a la Física a uno de sus avances más espectaculares: la formulación del
electromagnetismo como una de las fuerzas fundamentales del universo. ¡Y todo porque no le
gustaba la teoría que le enseñaron!
Otro ejemplo. Albert Einstein tampoco era un “fan” de la mecánica cuántica (Greene,
2004); se sentía incómodo con el carácter aleatorio y estadístico de tal enfoque; famosamente,
llegó a decir: “¡Dios no juega a los dados!” Se pasó los últimos años de su vida tratando de
encontrar un modo de unificar su propia teoría de la relatividad con la mecánica cuántica, pero
en un marco armonioso y determinístico (curiosamente, los seres humanos nos sentimos muy
cómodos con teorías determinísticas cuando se trata de la materia inanimada, pero la historia
Bases Conceptuales de la Psicología Social 36
es muy distinta si se trata de nosotros mismos). A diferencia de Clerk-Maxwell, sin embargo,
nunca pasó de conjeturas irresolubles y ecuaciones que no llegaron a ninguna parte.
Por lo tanto, querida lectora: si te disuena. Incomoda o sencillamente disgusta la
Psicología Evolucionista como teoría, el camino es sencillo: genera tu propia teoría y demuestra
que es mejor para explicar la realidad.
¡En eso consiste, entre otras cosas, ser un psicólogo!
Pero hasta aquí con la Psicología Evolucionista. Pasemos ahora a analizar los aspectos
principales de la última de las teorías básicas de la Psicología Social: la psicología cognitiva.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 37
El Enfoque Cognitivo
Metáforas
La historia de la Ciencia es a menudo la historia de algunas metáforas clave. La
Psicología no es excepción a esta regularidad.
Empecemos por tratar de entender qué es una metáfora. Técnicamente, una metáfora
es un recurso verbal, lingüístico. Consiste en el uso de un concepto conocido para describir
otro. Por ejemplo, muchos aún usan una frase del poeta Rubén Darío, quien describió a la
juventud como “un divino tesoro”. En este caso, se usa el concepto de “tesoro” para describir la
juventud como una especie de época dorada en la vida de todas las personas.
Veamos un segundo ejemplo. Un poeta puede decir
“Yo soy un río,
voy bajando por
las piedras anchas,
voy bajando por
las rocas duras,
por el sendero
dibujado por el
viento.”
(Javier Heraud, “El Río”, 1960)(Heraud Pérez, 2013)
Hay varias formas de entender este poema. Una forma es literal: el poeta está
describiendo un río. En esta primera manera de ver el texto, percibimos inocencia, sencillez,
Bases Conceptuales de la Psicología Social 38
pero sobre todo cierto punto de vista concreto y directo: se habla de piedras, rocas, viento. Casi
no hay conceptos abstractos. Un niño entendería de qué se está hablando.
Pero existe una segunda forma de leer el texto: el poeta no inicia sus versos declarando
“hay un río”, o “este es un río que…, etc.”. Esa sería una forma trivial de hablar de un río;
cualquiera podría hacerlo, no es necesario ser literato. Pero Heraud es un gran poeta, y por eso
empieza diciendo: “Yo soy un río…”. En este sentido, el río, sin dejar de ser lo que es, es también
una metáfora del autor mismo: al momento de escribir, Heraud era un hombre joven e
idealista, que había viajado a la Selva peruana para luchar contra lo que él percibía como un
gobierno tiránico. El poema usa el concepto de “río” para describir a un hombre joven que se ve
en medio de la naturaleza agreste (“las piedras duras”), impulsado por una ideología política
(“el viento”).
Como decía al principio de esta sección, en la Psicología en general se usa mucho las
metáforas: Freud en especial usó con frecuencia las metáforas para ayudarse a entender y a
generar su propia teoría de la mente humana. Por ejemplo:
* La imagen de la psique humana como una especie de masa de agua, una fuerza
hidráulica que debía ser canalizada, bajo riesgo de generar represión;
* El inconsciente como una zona oscura que la razón consciente no podía analizar de
modo directo, pues sería como “tratar de entender qué es la oscuridad iluminándola con una
lámpara”;
* La personalidad como un edificio o terreno de tres niveles, con el ello al nivel del
sótano o subsuelo, el ego a nivel intermedio, y el superyo en la parte superior.
Las metáforas, sin embargo, no son solamente un inocente truco verbal, un mero
artificio retórico. Cuando yo uso un concepto para describir otro (cuando hablo del
Bases Conceptuales de la Psicología Social 39
inconsciente pero uso el concepto de oscuridad, o describo la personalidad, pero usando el
concepto de niveles) en realidad estoy modelando el concepto, estoy prestándome la
estructura de un primer fenómeno para armar o construir el segundo. Una metáfora no es un
simple adorno; es una forma de generar ideas.
Ya veremos que esta forma de introducirnos al enfoque cognitivo no es gratuita, ni una
mera divagación.
La Mente como Computadora
La metáfora central del enfoque cognitivo es la mente es una computadora (Longe,
2016). Esta metáfora probablemente surgió de dos contrastes: el primero fue el contraste entre
la Psicología y la Ingeniería.
La actual revolución informática, con computadores personales en todos lados, internet,
redes sociales, etc., comenzó a finales de la primera mitad del siglo XX, con los primeros
computadores de gran escala. Las grandes universidades del mundo occidental albergaron a
algunos de los más brillantes ingenieros implicados en el desarrollo de esas enormes máquinas,
y la interacción académica acabó por mantenerlos en contacto con los departamentos de
Psicología. Los psicólogos empezaron a hacer comparaciones entre las computadoras y los
cerebros.
El segundo contraste tuvo lugar con el estancamiento y esterilidad del conductismo
puro. Este último es una teoría cuya afirmación central es que la única manera científicamente
válida de estudiar a la Psicología humana es limitándose al análisis y medición de la conducta
real, concreta, visible y tangible. Para el conductismo, conceptos como “consciencia”,
“personalidad”, “creencia”, “idea”, etc. quedaban excluidos de una Psicología científica.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 40
Quisiera dejar claro que el conductismo fue una gran fuerza dentro de la Psicología
(Angell & Argie, 2016); en sí mismo un gran contrapunto ante las ramificaciones del
Psicoanálisis, algunas de las cuales llegaron a ser cuasi místicas (por ejemplo, la psicología de
Jung). Watson primero, y Skinner después, usaron mecanismos como el del condicionamiento y
sus diversos tipos y variedades para hacer avanzar la Psicología en saludable contraste con la
Psicología freudiana, y contribuyó en mucho a establecer la separación definitiva e irreversible
de la Psicología con respecto a la Filosofía. Sin embargo, pese a sus grandes esfuerzos, el
conductismo se vio impotente para seguir explicando otras esferas más sofisticadas de la
psicología humana, como los sistemas de creencias, cómo distintas personas sometidas a los
mismos estímulos reaccionan de modo diferente, incluso cuando comparten experiencias
previas muy similares, o cómo se forma la identidad de cada individuo dentro de un grupo.
Para un conductista, la psicología se reducía al estudio de qué estímulos gatillaban qué
respuestas del sujeto (“respuesta” es otra palabra para “conducta”). El enfoque se puede
resumir como:
E [estímulo] —> R [respuesta o conducta]
Pero como sucede con toda teoría científica, eventualmente el conductismo se vio
superado y/o integrado dentro de otros enfoques más ambiciosos y de mayor poder
explicativo. En este caso, ya pasada la primera parte del siglo XX empezó a hacerse evidente
que, si se deseaba comprender la Psicología humana en toda su complejidad, era necesario ir
más allá de lo estrictamente conductual.
Y aquí interviene el enfoque cognitivo.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 41
A diferencia de otras teorías psicológicas, el enfoque cognitivo se enfoca en cómo
funciona la mente, más que en el qué contenido tiene esta (Darity Jr., 2008). Es el estudio de los
procesos que generan nuestro conocimiento del mundo; en ese contexto, el psicólogo cognitivo
concibe la psique humana como un procesador de información, que recibe un “input” o
“estímulo”, lo procesa, y emite una respuesta o “output”. En este contexto, tanto “input” como
“output” son conceptos ingenieriles.
Este sería el esquema de la conducta desde la óptica de la psicología cognitiva:
E [input o estímulo] —> O [organismo que procesa] —> R [output, respuesta o
conducta]
Evidentemente, todo el “encanto” de la Psicología, desde el punto de vista cognitivo, es
lo que sucede en “O”. ¿Cómo llega un ser humano a percibir, aprender, recordar, analizar, etc.?
Por lo tanto, procesos como percepción, memoria, deducción, inteligencia, etc. se vuelven muy
importantes desde la mirada cognitiva.
Conceptos del Enfoque Cognitivo Aplicados a la Psicología Social
¿Cómo es aplicado el enfoque cognitivo dentro de la Psicología Social? Hay diversos
aspectos que han sido tradicionalmente tratados desde la óptica cognitiva:
* Percepción social (Kang & Bodenhausen, 2015): cómo los seres humanos ponemos en
marcha mecanismos específicos para percibir personas. Se ha comprobado que incluso hay
zonas especializadas del cerebro para procesar los estímulos según estos provengan de otros
seres humanos o bien de objetivos inanimados.
Bases Conceptuales de la Psicología Social 42
* Cognición Social (Fiske, 1993): cómo sesgamos nuestra forma de entender a los
demás, dependiendo de diversas características de las personas mismas, de nosotros, y del
contexto en que se producen las interacciones. La cognición objetiva, es decir, el conocimiento
perfecto sin desviación de ningún tipo, no existe. Las personas pensaremos acerca de otros de
modo sesgado según diversos mecanismos bien identificados. Por ejemplo, tendemos a
dejarnos llevar por las primeras impresiones al momento de juzgar a otros (efecto de recencia),
o por alguna característica sobresaliente (efecto de halo: un postulante a un puesto de trabajo
verá muy limitada la probabilidad de ser aceptado si revela que ha pasado una temporada de su
vida en la cárcel).
* Procesos atribucionales (Todorov, Olivola, Dotsch, & Mende-Siedlecki, 2015): cómo
explicamos la conducta de los demás; es decir, a qué razón atribuimos las acciones de otros. Al
momento de definir por qué alguien actúa así hay dos grandes grupos de explicación: la
persona actúa así debido a que hay alguna circunstancia externa (un estímulo esencialmente
transitorio) o debido a que su personalidad lo lleva a actuar como lo hace (es decir, una
disposición personal, esencialmente invariable).
Por ejemplo, si una señora nos pisa el pie en el microbús podemos atribuir tal conducta
a que tiene especial urgencia en bajar (una circunstancia pasajera, es decir, un estímulo), o a
que es una persona agresiva y desconsiderada (un rasgo de personalidad estable).
Dependiendo de cuál tipo de atribución hagamos, nuestra reacción tenderá ser distinta:
si pensamos que la persona nos pisó por razones circunstanciales, seremos mucho más
indulgentes; si atribuimos el pisotón a una personalidad desconsiderada y egoísta,
probablemente seremos mucho más drásticos.
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* Actitudes (Howe & Krosnick, 2017): cómo tendemos a evaluar a las personas y
objetivos y conceptos sociales. Las actitudes son tal vez uno de los conceptos más antiguos y
estudiados de toda la Psicología Social; se definen como la tendencia a evaluar a algo o a
alguien de manera positiva o negativa. Muchos peruanos tienen una actitud muy negativa hacia
los congresistas, mientras que los representantes de la Iglesia Católica (la agrupación religiosa
demográficamente mayoritaria en el país) suelen suscitar una evaluación positiva en la opinión
pública.
Tradicionalmente, se ha dado gran importancia al estudio de las actitudes, porque se las
consideraba como un antecesor más o menos directo de la conducta, es decir, una manera más
o menos directa y fácil de predecir cómo se podría comportar alguien. Así, si tenemos una
actitud negativa hacia algún político lo más probable es que no votemos por él; si tenemos una
actitud positiva hacia un producto de tocador, lo elegiremos al momento de ir de compras.
Desafortunadamente, las más recientes teorías y hallazgos al respecto señalan que entre las
actitudes y la conducta suele haber muchos pasos o procesos intermedios; por lo tanto, ya
ningún especialista piensa que saber la actitud de alguien, así sin más, sea suficiente para
anticipar cómo se comportará. Aun así, se sigue usando mucho ese concepto para aplicaciones
en contextos organizacionales (el clima organizacional, por ejemplo, no es en realidad más que
la actitud de los empleados hacia las características relevantes de la empresa en que trabajan),
así como de opinión pública.
En todos estos procesos lo importante es cómo se procesa la información. Por ejemplo,
las personas tendemos a atribuir motivaciones más benévolas, mayor inteligencia y más
desenvoltura social a quienes son físicamente atractivos; formamos esquemas cognitivos, que
son como guiones mentales o estructuras que nos permiten darle sentido a lo que vemos en
Bases Conceptuales de la Psicología Social 44
nuestra vida diaria (por ejemplo, si vemos a un grupo de personas jóvenes escuchando a una
persona de mayor edad, y además sabemos que estamos en salón universitario, usaremos
nuestro esquema cognitivo para concluir que se trata de un docente y sus alumnos). Por último
ejemplo, hay personas que ayudan a otros en las calles, pero tal ayuda depende de lo que
perciban (Baron & Byrne, 2005); si el “buen samaritano” interpreta que una persona está
desmayada en la calle porque consumió demasiado alcohol su reacción será menos favorable
que si piensa que la persona se halla en esas condiciones a causa de un robo u otros motivos
ajenos a su propio control.
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Teorías Base de la Psicología Social: Balance Final
La investigación científica es un proceso continuo, y como tal es poco probable que se
pueda alcanzar conclusiones definitivas en un momento determinado, sobre todo en cuanto a
si alguna de estas teorías predominará sobre las demás.
Por lo demás, la fusión o integración de estas teorías no es un escenario absolutamente
improbable; es posible, al menos en principio, integrar el enfoque cognitivo dentro de la
Psicología Evolucionista (Dennett, 2006). Por ejemplo, se asume generalmente que los seres
humanos somos especialmente buenos para detectar ciertos tipos específicos de engaño social
(cuando al interior de un grupo alguien no está haciendo su parte del trabajo, o la información
personal de hasta un máximo aproximado de 150 personas), mientras que otros tipos de
procesamiento mental, como el razonamiento estadístico o el razonamiento lógico, pueden ser
bastante difíciles para la mayoría de la gente y nunca son espontáneos. Estos hallazgos, si bien
son netamente cognitivos (estamos describiendo cómo funciona el procesamiento de
información en las personas) tienen un sentido dentro de la mirada evolucionista: H. Sapiens
desarrolló habilidades para detectar el engaño al interior de grupos sociales o identificar un
número limitado de personas pues se trata de habilidades cruciales para poder llevar una vida
social fructífera.
Por otro lado, ¿cuál podría ser la posible integración entre el constructivismo y la
Psicología Evolucionista? Para la primera de las teorías mencionadas, el hecho de que exista
una idea –una “ficción” en términos de Harari— capaz de movilizar la conducta de los seres
humanos a escalas masivas, con una potencia y una persistencia mucho mayores que cualquier
imperativo biológico, constituiría un fenómeno aparentemente difícil de explicar para la
Bases Conceptuales de la Psicología Social 46
segunda. Sin embargo, ya Dawkins (Ridley, 2016) mencionó hace mucho que la mecánica detrás
de la evolución darwiniana no tiene, en principio, por qué limitarse a las entidades biológicas,
es decir, a los seres vivos. La misma lógica explica la proliferación de algunas ideas: los famosos
“memes”; el mismo “meme” puede en un momento volverse “viral”, creándose muchísimas
copias de sí mismo, muchas de las cuales introducirán diversos cambios. Todos conocemos
cómo un mismo “meme” cambia a medida que se vuelve “viral”, y algunas de tales variaciones
llega a predominar por sobre las demás (Oring, 2014). Es probable que los sistemas ideológicos
funcionen de manera similar.
Por lo demás, es importante recordar que todas estas grandes teorías (y sus
contrapartes específicas que tratan de explicar fenómenos psicosociales más concretos) están
sometidas, desde hace unos pocos años, a un escrutinio aún más severo que de costumbre. En
efecto, la detección, hace algún tiempo, de una alarmante cantidad de casos en los que
hallazgos de investigación no se replican (es decir, las conclusiones halladas en una
investigación no se repiten cuando otros científicos replican tal investigación en otro contexto,
lo cual prácticamente invalida los hallazgos originales). ¡Esta crisis de replicabilidad ha llegado a
afectar a casi la tercera parte de todos los estudios hechos dentro de la Psicología Social!
Iniciativas como las de Open Science (donde se registra las hipótesis de cada investigación antes
de que estas se realicen, para evitar la tentación de “cocinar” o modificar las hipótesis para
hacerlas “encajar” con los resultados reales a posteriori) están contribuyendo a remontar esta
crisis, y es poco probable que teorías tan consolidadas como las que hemos reseñado aquí se
vean afectadas, pero de todos modos estas nuevas y más estrictas reglas servirán como una
criba o filtro que ayudará a determinar de manera más fina, válida y confiable los contenidos de
cada enfoque.
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