barnes, los presocráticos (cap. 1)

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Colecci6n Teorema Serie mayor JONATHAN BARNES Los presocraticos SEGUNDA EDICION CATEDRA TEOREMA

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ideología de tales y contradicciones de Aristoteles, doxografía

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Page 1: Barnes, Los Presocráticos (Cap. 1)

Colecci6n Teorema Serie mayor

JONATHAN BARNES

Los presocraticos

SEGUNDA EDICION

CATEDRA

TEOREMA

Page 2: Barnes, Los Presocráticos (Cap. 1)

Las fuentes de la raz6n

EL ARTE DE l'ENSAR

La 16gica es un descuhrimiento griego. u1s leye.s del pensamiento fueron obscrvadas por primera ve% en Ia antigua Greda, y fueron cx­pn.:sacbs y coclificadas por primera vez en los Analiticos de Arist<>tc­les. Los modernos 16gico.s supcran a Ari..o.;t6teles en el alcance de sus preguntas y Ia vinuosidad tecnica de Sll estilo, pero el los iguala en Ia clegancia de Ja concepcion y cl rigor del pensamicnro, y en todo lo demas es su padre intelectual.

Arist6teles ruvo conciencia de su proeza: admirablemente falto de modestia , pregon6 a los cuatro vientos sus logros y pidi(J Ia gra t itud de Ia posteridacl. Pero Dios, como causticamente observa John Locke, .. no fue tan a varo con el hombre comu para hacerlo una simple cria­Lura con dos picrnas, y encarg6 a Arist(Jteles que lo hiciera racional". Aunque los predecesores de Arist(>teles no estudiaran el ane dd ra­ciocinio, fucron expettos en su practica; aunquc no fucran 16gicos, fueron pensadores profundos y poderosos. Nac.lie lo sabia mejor qu~ el propio Arist6teles: el hombre aristotelico es fundamenralmente un razonaclor; y las obras de Arist6tdcs dcscriben y alaban Ius logros de aquellos hombres que clescubrieron y surcaron los grancles oceanos por los que habria de navcgar eJ majestuoso barco de su fllosofia.

De entre toc.los aquellos viajeros sobresalen Plat6n y Socrates, pero tambien ellos tuvieron a su c.lisposici6n un util equipo de ayudas para Ia navegaci6n, ayudas que prepar6 un variopinto gmpo de me­dicos y poetas, de cientificos y charlatanes, cuyo nombre habitual les impone una falsa unidad. Son los filosofos presocraticos, y su obra es el objcto de estc libro. El termino "presocratico" esta alga exagerado:

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algunos de los pensadores de los que me ocupare fueron conrempo­rancos de Socrates, no antecesores. Y el termino "fil6sofo" cs ehistico por su propia naturaleza: mis presocraticos son hombres con gran c!i­versidad de interescs y profesiones. Las tormentas del ticmpo no fue­ron benignas para ellos: sus barcos naufragaron y solo quedan unas cuantas tablas destrozadas. Pero las pocas pruebas que tenemos nos hablan de los hombres: nos rcvelan (por cambiar de metafora) que bu~caron las fuentes de Ia raz(m y bcbieron de ellas; y aunque en ocasiones aquclla original y emhriagadora libaci6n provocara el deli­rio de su cerebra, seguimos teniendo con ellos una clcucla inrnensa por su maravillosa embriaguez. Su paso tambalcantc nos enseii6 a ca­minar con mas firmcza: si ellos no se huhieran emborrachado, a(m estariamos arrastrando los pies.

Los fil6sofos prcsocn!ticos tenian en comun una caracteristica de gran importancia: eran racionales. Y es su racionalidad lo que este li­bra aspira a presentar y a cclcbrar. Pero con frecuencia no se com­prende la racionaliaad presocratica, y en ocasiones se Ia rechaza cquivocadamente. Voy a aclarar hrcvemente mi afirmaci6n de que los prcsocraticos eran hombres racionalcs.

i En primer Iugar, esta afirmaci6n no implica que los griegos, como

I. pueblo, fueran especialmente proclives a Ia raz6n ni que carecieran . especialmcnte de supersticiones. La moderna erudici6n ha ilustrado I

en ahundancia hasta que punto el desatino, la inscnsatez y las cade-nas de Ia superstici6n cran tan opresivas en la Grecia clasica como en cualquier otra epoca o pais. El griego nom1al era sin duda tan necio como el ingles normal, y los hombres cultos de los siglos vr y v antes de Cristo eran tan b{trbaros y tan fam!ticos como los homhres cultos

l de hoy. Los fil osofos presocraticos no eran iguales a los demas: se elevaban por encima del vulgo .

Tambien es un error pensar que la rdcionalidad es un distintivo o una prerrogativa de las ciencias natumles. Los presocnlticos fueron ciertamentc los primeros cientlficos empiricos, y en los libros de his­toria es el empcno cient!fico de los primeros pensadores lo que ocu­pa el Iugar de honor. Pero la ra7.6n es omnivora: no sc nutre exclusi­vamente del ambito cientffico, y los presocraticos no redujcron su ca­pacidad razonadora a una mon6tona dieta cientifica. Son los aspectos no cient.ificos del pensamicnto presocratico lo que me intercsa funda­mentalmente: me ocupare de su metaflsica, no de su metcorologla.

En tercer lugar, no ha de suponerse que los hombres racionalcs deban recha7.ar resueltamentc lo sobrenatural. Con frecuencia y con raz6n, los estudiosos comparan Ia cosmogonia naturalista de los fil6-sofos milesios con historias mitol6gi<..-as como las que encontramos en Ia Teogonia de Herodoto. Pero a veces no se comprende Ia esencia

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de esa comparaci6n: lo significativo no es que la teologia se convierta en ciencia ni los c!ioses en fuerzas naturales, sino que unas fabulas no razonaclas fueran sustituidas por una teoria razonacla, que el dogma diera paso a Ia razon. La teologfa y lo sobrenatural pueden tratarse clogmatica y racionalmente: aunque los presocraticos rechacen las vacuas aflrmaciones de Ia pieclad y de Ia poesfa, esc rechazo no su­pone en modo alguno que descatten todo lo divino y todo lo sobre­humano.

En cuarto Iugar, los hombres racionales no est{m obligados a crear para sl rnismos, apartados, inclependientes, impcrmeables a la in­fluencia. La emdici6n clasica ha estudiado, con escaso cxito, los on ­genes y antecedentes de las opiniones presocniticas. Muchos estudio­sos que han localizado, o han creido encontrar, Ia fuente de una opi­nion, llegan a afirmar que todo argumcnto que se ofrezca para clicha opinion cs una mera racionalizaci6n: las ideas adoptadas, suponcn , carecen necesariamente de razonamiento. Es obvio que se trata de una afirmaci6n absurda: evidentemente podemos tomar ideas de otros hombres y presentarlas clespues como propias. Los presocrati-~ cos, como todo hombre raciona l, tomaron muchas ideas ya expresa­das por otros. 1

Por ultimo, lo racional no siempre es vercladero: las ideas razona- ' das frecuentemente son falsas, y el rdzonamiento -incluso un razo­namiento bueno y admirable- no es invari.ablemente clara y solido. Pocas opiniones presocraticas son verdaderas, y mcnos aun tiencn un buen funclamento. Pero a pesar de todo son, en un sentido vago aun- :. que significativo, racionales: se caracterizan por cstar apoyadas en el i argumento, reforzadas por Ia raz6n y basadas en pruebas. i

Por tanto, a] decir que los presocraticos cran hombres racionales, . s6lo quiero decir csro: que las graodes y audaces teor!as que expresa- ~1 ron fueron presentadas no como declaraciones ex catedra para que las creyeran los fieles y las clesatendieran los implos, sino como con­clusiones de unos argumentos, como proposicioncs razonadas para 1

que unos hombres razonables las estudiaran y las discutieran. Y al l afirmar que los presocniticos fueron los padres del pensamiento ra-

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donal tan s6lo afirmo que fu~ro.Q .los prirneros hombres que cons- l

cien!_~_91ente suborclin~rol! )as afirm<.~_ciones gratuitas. al a rgumcnto y! ~_<jgg.tp(l ~ .. l.a l6gica. Tal vez algunos kctores se pregunten si una 1

fom1a tan debil de racionaJidad no es una propiedad demasiado co­m(m como para merecer admiraci6n: a estos les recuerclo el aforismo del obispo Berkeley: t:odos los hombres tienen opiniones, pero pocos hombres piensan.

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T ALES, LOS !MANES Y f..L AGlJA

El creador de Ia filosofia natural fue, segun Arist6teles, Tales de Mile to (Met 983b20 = 11 A 12). El nombre de Tales va ligado al eclip­se de sol del afio 585 a . .J.C.; el y su ciudad natal de Milcto fiorccicron en los inicios del siglo \o1. Las dos tesis en las que ha de descansar Ia rcputaci6n de Tales no son, a primera vista, destacables por su so­briedad: "el iman tiene alma" y "todo es agua". Sin embargo, tal y como demostrare, el primer juicio revela una aguda vision fi losofica, y el segundo marca el inicio de Ia ciencia occidental, y ambos se ba­san en consideraciones simples aunquc racionales. Empezarc por los imane.s:

Arist6telcs c Hipias d icen que [Tales] afirmaba que tambicn las co­sas inanirnadas (/a ap.~ycha) poseen alma (p.~yche), y que lo de­dujo de la ohservaci6n del iman y del ambar (1 : Di6genes Laercio, 1.24 0 A 1; cfr. Escolios a Plat6•1, A 3).

Nos han llcgado las palabras de Arist6tclcs:

AI parecer y segCm dicen, taml>ien Tales pensaba qu<.: la psyche era algo que mucve, si realmente dijo que el iman tiene psyche por­que puede hacer que el hierro se rnueva (2: f)ef alma 405al 9-21 =

A 22).

Arist6teles no desvela quien le informo, pero es posiblc que este alu­diendo a Hipias de .Elis, Ia segunda aut01idad mencionada por Di6-genes. Hipias, sofista del siglo v de cierta notorieclad, recibe en ocasio­nes el titulo de inventor de la historia de las ideas; pero, seg(tn su pro­pia relato, no compil6 una bistoria, sino una crestomatia, una colecci6n de dichos juiciosos o ingeniosos, entresacaclos de clistintas fucntes, y transformados en "un nuevo y m(iltiplc argumcnto" (86 B 6)1. Lo.s ima-

(Las notas induyen cicnas referencias sdeccionadJs a Ia bibliogralla sccundaria. referencias que consisten en el nombre del autor; un n(um:ro entre co rchetes, que es Ia cla, ·e de Ia obm en Ia hibliografia; y, nom1almente, d numero de Ia pagina o del capi­tulo.) En los tmhajos eruditos se acostumbra a d ividir b s rel't:rencias en r iadosas y r o­lcmicas, y a los autorcs en los que accptan y rechazan una imcrprctad6n dctcrminada. F$ta cosmmhre es una pedanteria de escaso valor para el lt:ctor; y, apa1te de las citas directas, s6lo ind uyo las referenda.~ que pucdan ser 1111 complemento (!I ii a mis pm­pias ohservaciones. El lector que desec una ayuda bihlogrMica Ia t:ncontrarii, espero, en Ia bibliografia. [N. del A.l

1 Sobrc Ilipias como fuentc p:mt Arist6teles. ver Snell [131; Stokes [561. 50-6o. De­m6crito tambit'n t:~cribi6 ~obre Tal e~: Di6genes L:1ercio, 1.11 = 68 B l15a.

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nes y e\ ambar de que habla Tale s obviamente llamaron Ia atcnci6n al inquieto Hipias, pero no poclemos saber d6nde cstuvieron en el siglo y medio que separa a Tales de Hipias.

El argumento que Hipias conserv6 posee una agradable simplici­dad. Tales ofrece dos premisas:

(1) Todo lo que tiene motor, tiene psyche; (2) Los imanes y el ambar tiencn motor;

y de ello deduce: (3) Los imanes y cl ambar tienen psyche.

Los escepticos indicaran que solo Ia conclusion, (3), puede atribuirse de forma inequivoca a Tales segun las fuentes de que disponemos: Arist6teles presenta Ia premisa (1) con un pmdente "al parecer", y Ia premi.sa (2) con la conjunci6n "si". Quizas Arist6tele.s o Hipias crearan\ Ia totalidad del argumento, que fue falsamente atribuido a Tales. 1

Creo que no es posible refutar esta penosa suposici6n , aunque no Ia considero plausible. Muy probablcmente, e l "si" (eiper) de Aris­t6teles significa "pur cuanto", de modo que atribuye (2) claramente a Tales. En cualquicr caso , es clitlcil no pensar que Tales apoyara su pa­rad6jica afirmaci6n en (2) o en alguna otra prcmisa similar. Y si con­cedemos (2) a Tales, csti clara que debemos concederle (1) para completar Ia deduccion.

iQue sentido y que coherencia tiene el argumento de Tales? La palabra p~yche suele traducirsc por "alma", traducci6n aceptablc en Ia mayor parte de los contexto.s. Sin embargo, en el que nos ocupa la traducci6n habitual enmascara el encanto del argumento, lo cual ju.s­tifica una version heterodoxa.

Tener p,~ychiJ es ser empsychos. Emp~ychos significa "animado" o "vivo": ta empsycha y ta apsycha abarcan Ia totalidad del mundo na­tural, y rep resenlan rcspectivamente las partes animadas e inani­madas de la creaci6n. Asi pues, psyche es sencillamente, como dice . Arist6teles, "lo que nos hace vivir" (Del alma 414a12): es la fuente, el ! principia de la vida de los seres animados, aque lla parte o caracteris- i tica de los seres (sea cual fuere ) en virtud de Ia cual est{m vivos2 En ' pocas palabras, un empsychon es una cosa animada, y su psyche es su animador. Por lo tanto, propongo el termino "animador" en lugar de "alma" como traducci6n de psyche, y prefiero Ia nota c6mica de "ani­mador" al Lrasfondo teol6gico de "alma".

;,Cuales son los criterios para Ia vida? Scg(Jn ArL':ltoteles, "se dice que las cosas estan vivas por diversas causas, y s i alguna de elias per­tenece a una cosa que decimos esta viva: entendimicnto, percepcion,

2 Epicarmo, 23 B 4.5; An6nimo Jamhlico, 89 A 4.3.

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camhio y pennanencia, y tambien cl cambio que producen d alirnen­ro, la decadencia y el desarrollo" (Del alma 413a22-5). En terminos mas generale.s, "lo animado parece difcrenciarse de lo inanimado por dos aspectos en especial: el movimiento y Ia percepci6n" (Del alma 403b25-7). Arisr6teles no esta planreando una tesis fi los6fica: esta consignando, y aceptando, un lugar comun. Todo lo que tcnga facul­tacl cognitiva, de Ia que la percepci6n es el ejemplo mas com(m y evi­dente, esta vivo; y todo lo que tcnga faculrad para modificarse a si mi.smo o modificar su emorno, de lo cual el movimiento aut6nomo es el ejemplo mas evidente, esta igualmente vivo. Si los grandes distinti­vos de Ia animaci6n son Ia facultacl de percibir y Ia capacidad para moverse o para provocar movimiento, la psyche o el animador seran esencialmente una fucnte de percepci6n, o pcn.:cptor, y una fuente de movimiento, o motor.

Asi el argumento de Tales adquiere una plausibilidad superficial. Su primera premisa. es una perogrullacla: los motorcs --es decir, los motores aut6nomos- son, seg(m las palabras de Arist6telcs y seg(m Ia idea comun, animadores o p!)ychai; y en consecuencia se demucs­tra que cualquier cosa capaz de tener movimiento aut6nomo es ani­mada. Su segunda premisa es una cuesti6n de observaci6n habitual: puede verse que los imanes y el ambar poseen Ia faculrad de provo­car el movimiento en otras cosas y de moverse a si mismos . Y se si­gue Ia conclusion: los imanes y el ambar son seres animados; tal vez carezcan de Ia t~tcultad de percibir, pero a pesar de todo estan vivos.

Los sucesores de Tales desatendieron su argumento. Los cientffi­cos posteriores experimenr::~ ron la fuer7.a de Ia atracci6n magnetica y ofrecieron unas descarnadas hip6tesis mednicas para cxplicarla; pcro, ppr lo que sabemos, no se pararon a meditar la curiosa conclu­sion de Tales.~ . Ni siquiera Arist6teles, que comprendi6 el argumento de Ta!es y que debi6 de descubrir su fuerza, dice nada directamente en col)tra; sin embargo, Alist6teles no podia creer que los imanes es­tuviera'n vivos.

La psicologia de Arist6teles, no obstante, responde implicita­mente a Tales, y un breve boceto de esa respuesta tal vez explique el interes filos6fico del iman.

El iman, podria haber dicho Arbt6tcles, no da inicio al movimien­to de la fotma en que lo hacen los seres vercladerdmente animados. El movimiento animaclo esta necesariamenlc provocado por el "de­seo" u orexis de lo que se mueve; va precedido , como se dira poste-

3 Ver .J\Jcjandro, Qua est nat 11.23, un texto que incluye a Empeclocles, .11 A 89; Ana­xagoras, 59 A 98a; Di6genes, 64 A 33; Dem6crito , 68 A 165.

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riormentc, por una "volici6n" o acto de Ia voluntad. Pero los imanes no tienen deseos ni rcalizan actos de voluntacl. Por lo tanto, los ima­nes pueden moverse, pero no se mueven de Ia misma forma que las. cosas vivas. Tales tiene una replica: puede que los imanes c.arezcan . de deseos primitivos; puedc que su pasi6n por los cuchillos y por las . agujas, y su indiferencia hacia los vasos de plata sean ret1cjo de dis­cernimienlo y de voluntad. Y si Arist6teles aii.ade que el deseo su­ponc percepci6n y enjuiciamiento, Tales dira sencillamente que Ia fa ­cultad de discernir que manifiestan los imanes, como los ordenadores 0 las maquinas pam seleccionar patata..<>, es una perce)Xi6n prin1itiva, y algunos psic6logos modcrnos le daran Ia raz6n.

Arist6teles distingue entre capacidades "racionales" e "irraciona­les'': si a tiene capacidad racional para ~. a puedc ~ y clejar de ~ ; si Ia capacidad de a para ~ es irracional, a puede <(l , pero no puedc dejar de <P . Las cosas animadas que se mueven tienen capaciclades raciona­les: pueden resistirse a Ia tcntaci6n y tener mala idea. Pero los imanes tienen una voluntad dehil y no tienen moclcraci6n: si se coloca un trozo de hierro a la distancia adecuada, se inicia el movimiento, y d iman no tiene opcion. Los imanes no son librc.s: por eso no est<'in vivos.

No quiero dccir que esta sea Ia refutaci6n correcta del argumento de Tales; obviamentc, cl debate pucde continuar. Pcro espero haber hecho lo suficiente para senalar que el argumento de Tales no es una aberraci6n inoccntc ni un sofisma pueril: plantea problemas tk natu­raleza claramente filos(Jfica. El iman de Tales es un antiguo cquiva­lente de los aut6matas del siglo XVlll y de nuestros modernos ordena­clores para jugar a] ajedrez: sabemos que los juguetes mecanicos no est<J.n vivos, y sospechamos que hasta a los m{is ingeniosos ordenado­rcs lcs falta algo que si tienen los conejos. Pero si intentamos justificar esas convicciones o esas sospech<lS, enscguida nos perdemos en Ia espesura de Ia filosofia de Ia mente. Vaucanson y Turing gozan de merecida fama por el reto que lanzaron a los arnames de Ia mente: yo afi rmo que Tales merece un pequei'lo gesto de reconocimiento.

Segun Hipias, Tales no se confonn6 con (3): dijo, en terminos mas generales, que las cosas inanimadas tienen p,\:ychai. Es l6gico re­lacionar esta conclusion con el apotegma "todas las cosas estan llenas de espiritus", frase que, bajo cliversas fonnas, se ha atribuido a Tales (Arist6teles, Del alma 411a7 = A 22; Aecio, A 23; etc.: estas mismas autoridades seflalan que Tales pensaba que el mundo, como con­junto, tiene alma, y Arist6teles crcc que este puede ser el origcn del apotegma; aunque es mas probable que Ia derivaci6n sea Ia contra­ria). No esta claro el fin de esta generalizaci6n de (3): iqueria Tales \ solameme indicar que (3) debia prepararnos para nuevas sorprcsas, !

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· que cl rnundo no se divide en animado e inanimado ran simplemenre como creemos? ;.Deberiamos adjudicarle Ia afirmaci6n de que todas las cosas son animaclas, que la com(m distinci6n entre o bjetos anima­clos e inanimados es ilusoria? Y si asi Jo hacemos, idebemos tacharlo

. de entusiasrno inesponsable? 1.0 po<.lriamos atribuirle Ia ret1exi6n filo­s6fica de que si el crilerio habitual para distinguir entre lo vivo y lo no vivo produce resultados como (3), es q ue esos criterios son crea­ciones vanas de Ia mente humana, creaciones que no suponcn nin-

, guna diferencia en Ia realiclad externa? Semejantes preguntas no tienen respuesta : i.nduso plantcarlas

puede considerarse indicio de k)(.:ura especulativa; y me acerco apre­suradamente a Ia scgunda y mas notable contribuci6n de Tales al pensamiento racional:

Tales ... dice que [el principia material] es el agu<t, y por esta ra­z6n afirma que el mundo esti sobre el agua (3: Arislbteles, Nlet 9H3h20-2 = l' 12).

Tenemos, por r.anto, dos aseveraciones acuosas : (4) F.l agua es el principio material de todas las cosas. (5) L'1 tierra csra sobre d agua.

Me ocupare primero de (5}' . Dos capitulos de iJel cielo de Arist6teles, tratan de Ia posici(m y Ia forma de Ia tierra, y en su esrudio hist6rico Aristotcks st.: rdiere nuevamente a Tales:

Algunos dicen que lla tierra] dcsc<~nsa sobre agua. Es esta la teoria mas antigua que conocemos, y d icen <JlK' ht p ropuso el milc:sio Tales, que supone que Ia tierra pcrmancce porque pucde tlowr. como un ler'i.o o algun;t otra cosa s imilar (4: 294a2H-31 =A 14: pro­bablemente t<lmhien en est<: caso sea Hipias Ia fu ente de AristC>­tdcs).

En cstc caso, (5) aparece i.ndependientcmente de (4) y con un argu­mento propio.

Algunos estudiosos han descubie tto una chispa de genio en cslt: argumcnto: d r{tpido espiritu de Tales aborcl() Ia tremcnda y remota cuesti6n del sosten de Ia tierra mediante Ja familiar analogia de un tronco que tlota. Igual que Nev..1:on inveot6 la gravedad scntado bajo

·i Las p roposidones (4) y <5) se encuentran tambicn en Di6genes LHercio, !.27 ~A 1; escoliaMa a Plat6n, A 3: Simplicio, Scrvio, A 13: (v<·r Classen IH9J. 939). Amb<t~ tesis po­siblemt'nte formawn pa1tc de una cosmogonia y una cosmolugia cornpletas (Ia tcsis (5) sc emple6 en Ia explicaci6n de los terrernmo.~: Sene<:a, A 15): vcr West 187), 172-6; [591, 208-13.

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un manzano, Tales se seotaba a Ia orilla de un rio soii.ando con la as­tronomia. Pero Ia chispa ck: Tales cs debil: si se hubiera cntretenido tirando picdrecillas a su rio, tal vez habr!a deducido que la tierra no tlota sobre el agua. La analogia no suve5. En cualquier caso, Ja res­puesta de Tales rccucrda al fil6sof(> indio de Locke, que afirmaba que Ia tierra se apoya en la cspalda de un defante, el elefante en una tor­ruga, y Ia tortuga e n "algo, no sabia c:n que". Arist6telcs lo dice s in ro­deos : "como si no pudiera argumentarse acerca del agua que sostiene a Ia tierra lo mismo q ue sc: d ice de est:1" (Del cielo 29'ia32-3 =A 14). Y me parccc: que en este caso Ia afirmaci6n anula toda aspi raci()n de Tales a Ia gcnialidad.

A pcsar de todo, cJ argumento de Tales Liene una impottancia ex­tr!nseca . En primer Iugar, la analogia proporciona eJ primcr ejcmp lo con una marcada caractcristica dcl pcnsamiento pn.:socratico: a part ir de Tak:s, es frecucnte Ia utilizaci6n de analoglas en ejemplos y argu­mentos; las aoalogias suelen cstar lomadas de campos humikles y nada cicnlificos, y a veccs se expn:san coo una cicrta ingcnuidad. Tratare esta n lcsli{m de modo m{•s amplio posreriormentl'.

En segundo Iugar, T:rlcs dio Ia prim era respucsla no mitol{>gica a un problema constanle en la cicncia griega. Arist6teles cxpl ica esll' problema con inusit;.Jda daridad: "Supongo quc seria occesaria una mente hastante torp<.: para no prcgu ntarsc c{m1o es posil>k qut' un pcqueno pedazo de tierra, s i se le deja e n eJ csp acio (metdiristben), se llll ll'Va y no pennanczca dondc esta (y cu:mto m{ts g rande, mas depr isa se muevcJ, m ienlTas que si pu~ieramos toda la tierra en el es­pado y la dcj{tramos ir, no sc moverla; de hecho, a pt>sar de ser tan pesada, es estable. Peru si cogier<tlllos un trozo m{wil de tierra y qui­t:'tramos de dchajo cl suclo ames de que csc trozo caycra, seguiria ha­janclo mientras no lo ohstmyera n<tda . l'or cso esr.c mislcrio sc ha convcrt:ido naturalnl<:nte t:n un problema fi los<'>lko para todo d mundo" (Del cielo 2Y'b 12-20). EstL' 111istcrio gt:nera dos vcrdadcs ap::t­rentcmentc obvias: primcra, Ia tierra est::i dararncnle parada: sc­gunda , !a tierra est(! daramcntc en d espacio. La conjuncic'>n de am­has rcsulta pmad6jica, dado e1 cornportamiento que sL~ ohscrva en los trozos dt: tierra.

Tales rcspondi6 a csta paradoja neganclo que !a tierra estuviera en medio del espacio; sus sucesores, conscientcs de Jo poco afoJtu­nado de esta propuesta, intentaron dar o tras soluciones. Sus intcntos

'Stokes 156]. 28;5. sugicn; que Ia ;malogia con 1:1 madera s<'>lo prctcndia dcnJostrar Ia posibilidad de yue b ticrr:l florara sohrl' d agua; Kirk-Rav<:n L'UJ. 1;;8, creen que csta analogia puede dchcrse a Aristotcles y d udan que Tales llegar;l a plantearsc el pro­blcrna de Ia estabilidad d<:: Ia tierra. Ninguna de las dos opinionc.~ es phwsible.

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son sofisticados y tiencn un de1to interes, y tambien nos ocuparemos de ellos mas adelanr.e.

La otra teoria acuosa de Tales, (4), plantea intrincados proble ­mas de intcrpretaci6n. Los cruditos estan de acuerdo en que no es posible que formulara (4) como aqui Ia hemos presentado , pues­to que recurre a Ia terminologia de una e poca posterior. No obs­tante, ( 4) incita a atribuir a Tales alguna cxpresi6n similar a Ia si­guie nte:

(6) Todo procede del agua (panta ex hydatos esti_r;). Es facil imaginar que Arist6tcle.s interpretara ( -1) en Iugar de (6). Por otra parte podemos encontrar paralelismos de (6) en los mas antiguos vestigios del pensamiento presocratico.

cEra correcta Ia int.e rpretaci6n que Aristoteles hizo de (6)? ,:Era Ta­les un "monista material"? Si Arist6tclcs esta equivocaclo, cque es lo que Tales quiere decir? Por ahora preguntare, clejando d scntido de (G) parcialmente indeterrninado, por que Tales expreso una hip6tesis tan extrana. y por que afirm6:

(7) Hay una l'mica materia de la que todo procede , que se cleriva directamente de (6).

Los texr.os de que d isponemos no proporcionan respuesta a es­tas preguntas; aunque no cs dificil imaginar una. (7) ofrece lo que, en un sentido muy ohvio, cs Ia mas simple de las hipotesis que explican Ia constituci6n del munclo: Ia unidad es mas simple que Ia pluraliclad ; postular Ia unidad es m{ts fundamental que postular Ia pluralidad. La cicncia busca sicmpre Ia economia y Ia simplicidacl en sus explicaciones, y al adoptar (7) Tales demostraba sencilla­mente que era un cicotifico en embri6n: e l vio que (7) era eminen­temente simple y a causa de su simpliciclad lo adopt6 como hip6-tcsis.

Puesto que Tales suscribi6 (7), iPOr que e ligio el agua como ma-teria basica y por que opt6 por (6)? Arist6teles y Teofrasto proporcio­nan una serie de argumentos, que vicnen a decir que el agua es esen­cial en varios sentidos para Ja existencia de los seres vivos (Met 9H3h22-7 = A 12; Simplicia, A 13; cfr. Aecio, I.3.1 ). Los comcntarios de Arist6teles son claramente conjeturas; y Tcofrasto relaciona a Tales con Hip6n de Regia, un pensador del siglo v de poca monta que mas tarde adoptaria (6) como propio (cfr. Hipolito, 38 A 3; Alejandro, A6; Fil6pono , A 10): Ia mayor!a de los emditos suponen que estos argu­mentos se expusieron en una obra de Hip6n y que los peripateticos los atribuyeron a Tales. Tal vez tengan raz6o: pueden darse otras ex­plicaciones (se observa que el agua es el (mico de los componentcs del mundo que sucle encontrarse en est.aclo solido , liquido y gas~o­so); o podemos preferir pensar que Tales eligio el agua por capri-

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cho6 . Pero no es difkil descubrir los motivos de Hip6n, y rampoco son motivos incomprensib les, dadas las opiniones psicol6gicas de Ta­les: los sercs vivos son mucho mas corrientes de lo que normalmente crecmos; el agua resulta cvic.lentemente necesaria para su existencia; el agua no se genera a partir de ninguna otra sustancia; por lo tanto, el agua ha de ser un componente basico del mumlo. Y puesto que, se­g(m (7), solo hay un componcntc b{tsico en el munclo, la tesis (6) se presenta como vacilante conclusion. No hace falta ser un genio para socavar este razonamiento , pero al menos hay un razonamiento que atacar, y no un mero prcjuicio.

Las clos tcorias que acabo de cxaminar demuestran que Tales no era un pensac.lor mezquino. El ofrece opiniones razonadas sobre re­mas abstractos y filos6ficos, y sc merece el Iugar de honor que tradi­cionalmente ha ocupado en la ciencia y Ia filosofia occidentales: fue "cl creador de esta clase de fi losofla" (Arist6teles, Met 983h20 = A 12; cfr. Del cielo 294a29 =A 14) . Vixerunt aHi a ·nte Agamemnona: Tco­frasto imagin6 cautamentc que Tales tuvo unos predecesores que quedaron eclipsados por su genio y ocultos para Ia historia (Simpli­cia, B 1). Ciertamente, Tales no fue el primer hombre que medit<> so­bre Ia cosmogonia; pero lo poco que sabemos de sus predecesores no incluyc muchas cosas con esp!ritu racional o filos6fico. Hay mitos y bay teogonia gencal6gica. Apartc de esto, unas cuantas fi-ases tenta­doramentc abstractas de Aleman, poeta espartano del siglo Vll, sc aso­man coquetamenle levantando el velo del tiempo y encienden Ia ima­ginaci6n sin satisfacer el deseo7 Tambien esta Ia estrafalaria figura de Fereciclcs de Siros: Arist6tcles dijo de cl que era un teologo "mez­clado" GVJet 109lb8 = 7 A 7), cuyos trabajos eran mitol6gicos s61o en parte; y su cosmogonia, de Ia que nos han llcgado importantes [rag­memos, parece, en cierto sentido , intermedia entre el miro de Hesio­do y Ia ciencia j6nica. Pero f erccidcs pe1tenecio, casi con absoluta ce1t eza, a una generaci6n anterior a Ia de Tales y, en cualqui"er casu, los fragmentos que cscribi6 no conticnen nada con intcrcs filos6fico: es, como mucho, una "curiosidad literaria"t~.

r, Algunos eruditos acepran Ia cxp licaci6n de que Tale~ seguia algun m.ito cgipcio: ver cspecialmentc Holscher [91], 40-8 Cia explicaci(m aparece ya en Plutarco, A ·11, y Simp lic io , A 14). Se ducta de que ~ea bist6rico ci viaje de Tales a Egipto (l'rodo, A 11. etcetera).

7 Sobre Aleman, ver West [87) y [1081; sabre Ia cn~mogonia poctico·mitol6gica, ver Stokes l1091; Kirk-Haven 1331. 24-72; Hi.ibchcr [91], 49-R2; Schwab! [107), 1137-74.

11 West 1591, 75. Sobre Ferecides ver esp ccialmcntc WeM [591, capitulos 1-2: Kirk-Ra­ven 13:~1, 48-72. Alguno:; eruditos han pensado que cl objetivo de Ferecidcs era inter­pretar las antiguas cosmogonias mitol6gic-as aplicando el nuevo <:spiii tu milcsio (ver Jaeger [ItS), 67-72; en contra, Vlastos [1 611, 106·10).

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En su especulaci6n c6smica, por tanto, Tales ruvo algunos predc­cesores carentes de interes. Y por lo que sabemos, nadic le precedi6 en el tcrreno de Ia psicologla.

Obviamente serl<'! un error deducir que Tales fue un revolucio­nario solitario que se complacia en raciocinios abstractos ajenos a las preocupaciones practicas del mundo. Muy al contrario, Ia tradi­ci6n dice de el que era uno de los Siete Sabios: las historias mas an­tiguas lo p resentan como asesor de ingenieria del ejercito lidio (He­rodoto, 1.170 '"" A 6) y como hombre de estado defensor de Ia fede­raci6n panj6nica frente a los persas (Hcrodoto, T.75 = A 4); y las primeras noticias fueron adornadas por una multitud de narradores posteriores menos dignos de confianza. Lo mas conocido de Tales es que al parecer predijo un eclipse de sol que interrumpi6 una ba­talla e ntre los lidios y los persas. Es Herodoto quien cuenta esta his­toria (1.74 =A 5), aunque ya Ia conoclan]en6fanes (21 B 19) y Hera­clito (22 B 38). No esta clara que hay detras de esta anecdota: no es posible que Tales basara su predicci6n en alguna teoria astron6mica abstracta, que no bubiera tenido ninguna probabilidad de ser exacta; probablementc recogiera alguna tradici6n de Oriente?. Sea como fuerc, seguramente tuvo un cierto interes por las cuestiones astron6micas, y Eudemo de Rodas, que se dedic6 a escribir Ia histo­ria peripatetica de las ciencias exactas, dijo de Tales, con todo mcre­cimiento, que fue el primer astr6nomo (fr. 144W = Di6genes Lacr­cio, I.23 = A 1) . Tales aparece ademas a la cabeza de Ia historia de la geometr1a segun Eudemo, y e n ella se le atribuye la clemostraci6n de varios teoremas abstractos1o. No forma parte de mi intenci6n enumerar ni valorar estas adjudicaciones, aparte de que Ia encen­dida controversia que han suscitado impide a cualquiera, menos a los mas temerarios, expresar una opinion de aficionado. No obs­tante, hay un relato que me servini mucho para presentar el tema de Ia siguiente secci6n.

9 As!, Guthrie (251. 1.46-9; el csccptidsmo de Dicks 142], 298, etc., es cxccsivo. 10 Referencias en Classen [88], 941-3 (matematicas), 943.5 (astronumia). Escepticismu

extremo en Dicks (86]; credulidad extrema en van der Waerden [58], 86-90; visi6n equi­librada en Burkert [1731, 415-17. (Observese que Her6doto no aceptaba las historias so­bre las hazaiias de ingenieria de Tales: son "hiMoria comun entre Ius griegos"). Para h istorias puoteriores sobre Tales, ver Classen [88], 931-5. Tales cs el arquetipo de ge6· metra para Arist6fanes: Pajaros, 995, 1009; Nuhes, 215. Tres de lo.5 libros atribuidoo a Tales tratan de astronomia (B 1, B 2, 13 4); pero rodas ]as atribucioncs son falsas casi con total seguridad.

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TRAD!Cl6N J-: lNTI::RPilETAC!()N

s.e dice que Tales clescubri6 el teorema que aparece como I.26 en Ius Elementos de Euclides: los triangulos ABC y abc son identicos si AB = ab, angulo A = ingulo a y angulo B = angulo b.

Euderno, en su Histon:a de Ia ,geometrfa, atribuye a Tal<.:s este teo­re m a, pu<..:s dice q ue es nccesario aplicarlo a] met<x lo mediante el cual, s<..:g(m cueman, probaba Ia distancia de las naves <:n alta mar (5: Prodo, A 20) 11.

Euclemo, evidentcmcnle. no pudo encontrar ninguna afirrnaci6n, y mucho menos una prueba, de lo que recoge Euclides en I.26 en nin­guna de las obras de Tales; probablemente cncontrara que se atribufa a Tales un metodo para calcular desde tierra Ia distancia basta un barco: pens6 que este mcrodo necesitaba Ia aplicaci6n de 1.26, su­puso que Tales l6gicamente aplic6 1.26 y dedujo que Ta les habia des­cubierto 1.26, c incluso que lo habia demostrado. Es obvia Ia pobreza de Ia dcducci6n de Eudemo; y si Ia reputaci6n de Tales como ge6me­tra se ~xtsa exclusivamentc en scmcjantes especulaciones peripateti­cas, mas ~at~ que anclemos con cuidado: los p{tjaros no son ingcnic­ros aeronauttcos.

Eudemo trabajaba en total oscuridad. Arist6tcles, que se bas6 en lo contado por Hipias, no logr6 encontrar ninguno de los cscritos de Tales (al men<'>s ninguno que tratara los temas <.JUC Je inter<:'saban), y es muy poco probable que Euclcmo tuviera mas suert e que Arist6tc­lesu. De hccho, en Ia ant:igtiedad habia una gran incertidumbrc sobrc k~~ cscritos ~~ Tales, y una firme tradici6n supone que Tales no escri-bto nada (D1ogcnes Laercio, T.23 = A 1). ·

Estas retlexiones son bastante descorazonadoras por s.i solas; si las genera!Jzamos, crean un trcmendo csccpticismo sobre lo que sa­bemos . del ~ensamien~o. presocr~hico en su conjunto. Ningl'tn escrito de Ia f!losoha presocratJGl se ha conscrvado en su totalidadl \ en 1a

11 Sohre e~ta informaci(>n ver espccialmcnte Gladiuow [H9]. 12 Se~(m Proclo. de Tales '·sc d ice que llam6 'simihtres' a los angulos igualcs a! cstilo

anuguu . (A 20: esto puedc proccder de Eudemo, y Ia fucnte de Euclcmo pudo scr Hi· p1as, (86 B 12 • Eudcmo, fr. B5 W) . Pero no pooemos dcducir que alguno de d los po· seyera una obra escrita porTales.

B Pcro (a) Ia parte central del poema de Parmenides ha solm:vivido entera· (b) e1 He· lfma_dc Gorgias_ est{l complcto, y lo considcrare trahajo filos6fico; y (c) alg~na.~ obras del s1glo v que s1gucn los c<inunes hipocraticos tienen una fuene ind inaci6n filos6fica.

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mayor pane de los casos solo contamos con unos cuantos disjecta membra; y muchas veccs conocemos cstos fragment.os --{)raciones, frases mutiladas 0 palabras aisladas- solo a traves de las citas de fuentes posteriores, que las utilizan para demostrar su emdicion o para apoyar alg(tn punto polemico. Es decir, nos fiamos de Ia "doxo­grafla", de los rclatos que autorcs posteriores hacen de las opiniones y argumentos de sus remoras anteccsores. En cuanto a Tales, no tene­mos ning(tn fragmento. Con muchos pensadores postcriores hemos tenido mas suerte, e incluso en los casos en que disponemos de una o dos paginas del original, la doxografia sigue siendo importante, como fuentc de una doctrina que no recogcn los fragmentos y como medio para hacer que esas joyas luzcan debidamente.

Pero, ~hasta que punto es fiable Ia doxografla? Es algo inmenso y abigarrado: en el tiempo abarca desde el siglo v a . ].C. hasta el siglo XlV, y han contribuiclo casi todos los autores de la antigi.iedad de los que tenemos notici.a. Esta corriemc tumultuosa y de cauces multiples brot6 del Licea y alii naci6 casi todo su caudal. Parecc ser que la fuentc principal es el gran estudio de Teofrasto, De las opiniones de los medicos, aunque solo han sobrevivido algunos fragmentos de esta obra 14, y normalmcnte hcmos de beber de las partes mas bajas de Ia corricnte, doncle las aguas estan estancadas y llenas de lodo. Aclemas, es una corriente contaminada. En primer Iugar, muchos de los Lllti­mos dox6grafos no eran eruditos, sino escritorzuelos que, accidental o intencionaclamente, mutilaron y distorsionaron una y otra vez las palabras de Teofrasro, y nunca tuvieron las obras originales, sino a)­gun triste epitome o una version. En segundo Iugar, el propio Teo­fi·asto no era un purista hist6rico: i.mitanclo a Arist6teles, su maestro, cuyos tratados suelen tener como prefacio unas esquem{tticas doxo­graflas, presenta las primeras teorias en funci6n de su propia filosofia y a los primeros tc6ricos como peripateticos balhuceantests. En resu-

14 Fragmentos en Dids 141, 173-527. El largo fragmento sobre Ia percepd6n ha sido editaclo por Stratton [141 que ofrcce (51-64) una tllil apreciaci6n de las faltas y los mcri­tos de Teofrasto. L1 mayor pane de los eruditus, siguiendo a Dieb, defienden que los Physikun Doxai eran una historia completa de los primcros momcntos tid pensa­nuento griego ; y deducen que el rmtterial presocratico tomaclo tie esa ohra son mh im­portantcs que lo que leemos en los rratados d e Arist6teles. Steinmetz 151 afirma que el titulo Pbysikun Doxai corrcspondia a una colecci6 n de estudios sobre cada uno de los presocraticos q ue enumera Di6genes Laercio (V.42-7); que Teofrasto utiliz6 estos estu· dios para su Fisica; y que esta obra sirvi6 de fuente principal a Sirnplicio. Si Steinmetz e~mi en lo cieJto, cl material de Tcofra~1o e~ compar.1ble a Ia~ informaciones doxogr:ifi­cas que enconrramos en lo~ trataclos aristotelk:os.

1> Contra Arist6teles, vcr Cherniss [6); McDiarmid [71 complcta su estuclio de Teofrasto afirmandu que "es un testigo completamcnte sesgado y menos fiable incluso que A.ris· t6teles' 033). L;,, mejor clcfcnsa de A.rist6telcs sigue sicndo Ia de Guthtie [8] (ver tam-

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men , Ia doxografia fluye de fuentes corrompiclas por cauces corrom­piclos: si quecla algo de agua clara, es por pura casualidad.

La doxografia es poco fiable. Nuestro conocimiento de los prcso­craticos debe basarse en las ipsissima verba. Pocas verba han sobrevi­viclo. De ahi lo exiguo de nuestro conocimiento de los prcsocraticos.

Creo que lo que conocemos del pcnsamiento de Ia Grecia anti­gua cs ciertamcnte exiguo: a pesar del trabajo erudito y de Ja imagi­naci6n, tenemos pocas pruebas concluyentes. Toclo era increible­mcnte distin t<?, y hace tanto tiempo. Aun asi, no nos hace falta llegar basta las profundidades de Ia clesesperaci6n esceptica: aunque igno­rantes de casi todo, algo sabemos. Primero, que Tales no cs una fi- : gura tipica: de la mayor!a de las grandes figuras del pensamiento pre-. som-1tico tenemos una modesta colecci6n de fragmcntos gcnuinos, y; podemos pensar que esros fragmcntos han consetvado to mas impor- i tante e intercsantc de las doctrinas filos6ficas. Abundan Ia oscuridad y la incertidumbre; los fragmentos esconclen tanto como descubren; y Ia doxogr..tfia es casi siempre indispensable. A pesar de ello (tal y como dcscubriran los lectores de este libro) los fragmentos forman un archipiclago de pequenas islas en el oceano oscuro de nuestra ig­norancia.

En segundo Iugar, Ja doxografia no es del todo desdefl.able . Los grandes estucliosos de Ia fllologia han establecido las complejas inte­rre)aciones de los textos que conservamost6, y muchas veces pocle­rnos reconstruir con cie1ta seguridad las opiniones, e incluso las pa­labras, del propio Teofrasto: Ia ciencia es capaz de dcpurar las im­purezas que recogiera Ia corricntc doxografica en su largo camino. Tampoco estoy convencido de que los pe1ipateticos fueran malos historiadores, y mucho menos deshonestos. Escribieron cnn sus pro­I?ias palabras y para sus propios fines, como hacemos todos; a veces fueron desct.tidados y ~ veces incoherentes. Pero siempre se pueden dctcctar las mcoherenctas, y con frecuencia pueden corregirse; y no hay muchas pruebas de que el descuido fuera generalizaclo. Tales, de hecho, nos brinda un exquisito ejemplo de la erudici6n de los peripa­tcticos: el propio Arist6teles dice con toda claridad que trabaja .sobre relatos indirectos, y no con los clocumentos orlginales . En mas de una ocasion sei'iala que sus opiniones son especulativas y dice con fran­queza que los razonamientos que atribuyc a Tales son una conjetura. Par otra parte, Ia terminologia aristotelica de la reconstrucci6n solo

bien Stevenson 19]); Ia mcjor ddcnsa de Teofrasto esta en Mondolfo-Tan'in [1.31], CX­Clll-CXCVIII.

'I(• El estudio c:h{sico es el magistral Doxograpbi Graaci de Diels. Hay un (Jtil resumen de Diel.s en Burnet [31], y una cxplicaci<'in der.allada en Stokes [561, C"ap. 3.

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puec.k engaiiar a los mas rorpcs: los peripateticos no dicen, ni noso­tros lo crccmos, que Tales ernpleara Ia frase "principia material"; mas bien pretenclcn exp resar Ia antigua tcsis de Tales con su nueva tem1i­nologla.

"Pero - se quejaran algunos- semejante remodelaci6n de un ar­! gurnento es en si misma un anacronismo nada hist6rico, y es mas que ~ suf1ciente para rechazar Ia interpretacion". Si aceptaramos esta queja,

conclenariamos al fracaso rodos los intentos de comprender a los pre­socraticos, porque comprendcr ex igc una remodelaci6n o una tra­ducci6n. Pero cs una queja absurda. Tomemos, a titulo de ejcmplo basico, la rclaci6n entre las frases anteriores marcadas (1)-(3) y las pa­labras originales de Tales. Mi idea es que las frases (1)-(3) expresan exactamentc el rnismo argumento que Tales expresara en detenni­nada ocasi(m. Las diferencias entre mi argumento y el de Tales son difcrencias de fonna , no de fondo; concretamente rcsiden en que yo utilizo tres recursos de notaci6n que Tales no utiliz6. Primera, ClH3) expresan el argumento de forma deductiva, en tanto Tales Jo pre­sent6 informalmente. Este recurso, en el peor de los casos, sera una pedantcria inofensiva, y en el mejor de los casos aiiadirft daridad a Ia mticulaci6n del argumento. Segunda, mi argumento ha sido !eve­mente formalizado : las proposiciones que lo componen esl~in nume­radas (los argumentos posteriorcs llevar.1n el adomo, algo mas atre­vido, de los simbolos l6gicos). Tambien este rccurso e.s puramente clasificador. Tercera, (1 )-(3) estan escritos en espanol, no en gricgo: este recurso es, con cliferencia, el mas peligroso de los tres; sin em­bargo, supongo que .ser.ln pocos los que insistan en dcjar a los pn:so­craticos envudtos en su idioma original.

El enfoque peripatetico de los presocraticos no cs, te6ricamcnte, mas censurable L[UC el empleado en (1)-(3) y es conocido por la ma­yorla de los interprctes modernos del pensamiento antiguo. Si quen:­mos hac:er algo mas que repetir las palabras fragmentadas del pasado, debemos tTaducirlas a un idioma actual. La traducci6n, por supuesto, puede dar Iugar a una desfiguraci6n, pero cs por dcficiencia del tra­ductor: la traducci6n en si cs intrlnsecamente inofensiva y filos6fica­mentc indispensable.

Pero aunque deficndo a Ia doxogrdfta de las graves acusaciones que sc lc han hecho, no quiero dar dcmasiados animos. Sahcmos ex­tremadamente poco de los presocr.1ticos. El contcnido de sus textos es con frccuencia oscuro y su extension es minima por lo general. Un historiador de Ia filosofia que haya cstudiado el siglo XVI! tendra bas­tames dificultades, pero cucnta con una enonne cantidad de material moderaclamente inteligible, y no debemos desespcrar de conscguir un relato detallado y acabado del pensamicnto de aqucl perlodo. Con

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los presocraticos no ocurre nada pan:cido. Hay grandes parcelas de lu z y unas cuantas sombrias sugcrencias de desarrollo mucho mcnos detallado: esto es todo lo que cabe espcrar. Y no pucdo evitar hacer el frivolo coment.a rio de que csta situaci6n no es del todo ncgativa: en el mar de Ia ignorancia, Ia husqucda de Ia verdad es mas ardua y la oscuridad aumenta Ia e moci6n de Ia aventura.

Y basta ya de generalidacles. En los pr6ximos capitulos tendre­mos ocasi6n de estudiar casos concretos de errores de doxografia y de plantcar con mas detalle problemas de anacronismo en las imer­pretacioncs. El objctivo de cstos parrafos ha sido el de abogar por un escepticismo moderadamenle alegrc. Los testimonios del pensa­miento presocratico son minimos y ti-agmcntarios, p<.:ro no del toclo indignos de nuestra confianza. Tcnernos Ia golosina de algunos cono­cimientos, y el paladar del lector habra de decidir si sirvcn como ali­mento y como sahroso plato filos6fico. Las te.sis de Tales ser{m una cspecie de hors d 'oeuvre: confio en que abra cl apctito para los platos que vienen a continu:.~ ci6n .

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