tema 10 profeta ezequiel

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1 D. Señal del pelo y la navaja (5:1–4) Este es el símbolo de la destrucción de los habitantes de Jerusalén. Se le dice a Ezequiel que tome una navaja de barbero , se afeite la cabeza , se corte la barba, y divida entonces los cabellos en tres partes, cada una de las cuales representaría a los habitantes de Jerusalén (v. 5), muertos de maneras distintas: por el fuego, por la espada y esparcidos por el viento. Cuando haya terminado de representar el sitio, él ha de quemar una tercera parte de su cabello dentro de la ciudad. Otro tercio será golpeado por la espada alrededor de toda la ciudad. El tercio restante será esparcido al viento. Unos pocos cabellos serán guardados en su manto; otros pocos serán quemados. Los cabellos de la cabeza y la barba afeitados de Ezequiel, divididos en tres partes, simbolizan el destino de los habitantes de Jerusalén : 1. La tercera parte que fue quemada representa a los que morirían de pestilencia o de hambre. 2. La otra tercera parte caería a espada. 3. La última tercera parte sería esparcida en el exilio. Rasurarse la cabeza era una señal de duelo , humillación y arrepentimiento . Una pequeña porción del pelo que Ezequiel colocó en su ropa simbolizaba el pequeño remanente de fieles que Dios preservaría, se dejarían como símbolo del remanente. Pero incluso algunas personas de este remanente también perecería por el fuego, serían juzgadas y destruidas debido a que su fe no era genuina. Lo que Ezequiel hace para expresar un simbolismo profético, lo pone de manifiesto Isaías a través de una metáfora (Is. 7:20). Junto con las profecías verbales, Dios pidió a Ezequiel que utilizara imágenes visuales para llamar la atención del pueblo y grabar en su mente una impresión indeleble. Explicación de las señales (5:5–17)

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profetas mayoes se refiere al primer tema de la ultima y cuarta unidad del estudio del libro de ezequiel en el serminario de teologia

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Page 1: Tema 10 Profeta Ezequiel

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D. Señal del pelo y la navaja (5:1–4)

Este es el símbolo de la destrucción de los habitantes de Jerusalén.

Se le dice a Ezequiel que tome una navaja de barbero, se afeite la cabeza, se corte la barba, y divida entonces los cabellos en tres partes, cada una de las cuales representaría a los habitantes de Jerusalén (v. 5), muertos de maneras distintas: por el fuego, por la espada y esparcidos por el viento. Cuando haya terminado de representar el sitio, él ha de quemar una tercera parte de su cabello dentro de la ciudad. Otro tercio será golpeado por la espada alrededor de toda la ciudad. El tercio restante será esparcido al viento. Unos pocos cabellos serán guardados en su manto; otros pocos serán quemados.

Los cabellos de la cabeza y la barba afeitados de Ezequiel, divididos en tres partes, simbolizan el destino de los habitantes de Jerusalén:

1. La tercera parte que fue quemada representa a los que morirían de pestilencia o de hambre.

2. La otra tercera parte caería a espada.

3. La última tercera parte sería esparcida en el exilio.

Rasurarse la cabeza era una señal de duelo , humillación y arrepentimiento .

Una pequeña porción del pelo que Ezequiel colocó en su ropa simbolizaba el pequeño remanente de fieles que Dios preservaría, se dejarían como símbolo del remanente. Pero incluso algunas personas de este remanente también perecería por el fuego, serían juzgadas y destruidas debido a que su fe no era genuina.

Lo que Ezequiel hace para expresar un simbolismo profético, lo pone de manifiesto Isaías a través de una metáfora (Is. 7:20).

Junto con las profecías verbales, Dios pidió a Ezequiel que utilizara imágenes visuales para llamar la atención del pueblo y grabar en su mente una impresión indeleble.

Explicación de las señales (5:5–17)

En medio de las naciones: Dios ha colocado a Israel en una posición privilegiada, por lo que su castigo será más severo.

La maldad del pueblo era tan grande que ni siquiera podían guardar las leyes de las naciones paganas a su alrededor, ni mencionar las de Dios.

“Yo estoy contra ti; sí, yo”: Es una frase usada frecuentemente por Ezequiel para referirse al juicio de Dios. Ver 13:8 (profetas); 21:3 (la tierra de Israel); 26:3 (Tiro), 28:22 (Sidón); 29:3, 10; 30:22 (Faraón rey de Egipto); 34:10 (pastores); 35:3 (el monte Seir); 38:3; 39:1 (Gog).

Los padres comerán: Indica que durante el sitio ocurrirán casos de canibalismo. Ello se predice en Deut. 28:53 y Jer. 19:9 y se dan un caso similar en 2 Re. 6:28-29.

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V.11 “ Vivo yo ”: Una exclamación que aparece varias veces en Ezequiel (14:16, 18, 20; 16:48; 17:16, 19; 18:3; 20:3, 31, 33; 33:11, 27; 34:8; 35:6, 11) y en Isaías 49:18; Jeremías 22:24; y Sofonías 2:9.

Una de las principales razones de que la ira de Dios estuviera dirigida contra Jerusalén era su profanación del templo mediante la adoración de ídolos.

V.12 El triple juicio de pestilencia, hambre y espada aparece una y otra vez en Ezequiel (6:11, 12; 7:15; 12:16). En 5:17 y 14:21 se añade un cuarto juicio representado por fieras salvajes. Los cuatro azotes mencionados aquí aparecen varias veces por todo el libro.

V.15 Oprobio y escarnio y escarmiento y espanto: De nuevo se usan cuatro palabras para calificar a Israel.

“Yo Jehová he hablado”. Esta frase aparece unas 60 veces en el libro de Ezequiel, son declaraciones sobre la determinación de Dios de ejecutar su juicio contra Judá.

II. Dos mensajes sobre el juicio venidero (6:1 – 7:27)

A. La idolatría causa destrucción (6:1–14)

Esta es una profecía contra los montes de Israel; es decir, una profecía contra la idolatría en Israel. Este es el principio de un mensaje que consta de dos partes. Recuerde que Ezequiel solo podía hablar cuando daba mensajes de Dios. El mensaje del capítulo 6 es que la idolatría de Judá con seguridad acarrearía el castigo de Dios. El mensaje en el capítulo 7 describe la naturaleza de ese castigo: destrucción total de la nación. No obstante, Dios en su misericordia salvó a un remanente. Ezequiel profetizó contra las montañas de Israel donde estaban ubicados los “lugares altos” usados en la adoración de ídolos.

Aunque esta profecía está dirigida contra los montes de Israel, el blanco verdadero para la condenación son los santuarios o “lugares altos” que se encontraban en los montes.

Los lugares altos eran santuarios o sitios de adoración edificados a la intemperie o al aire libre sobre las cimas de los montes, bajo el follaje de frondosos árboles y en otros sitios escogidos (v. 13; Jer. 2:20). Algunos del pueblo usaban estos sitios para adorar al Señor; Salomón adoró en el lugar alto de Gabaón (1 Re. 3.4; 2 Cro. 1.3) porque el templo aún no había sido edificado en Jerusalén. Muchos otros rendían legítimo culto a Dios en estos sitios. El problema con los lugares altos es que fácilmente se convertían en lugares de culto de los dioses cananeos; ya que esta práctica era de origen cananeo; pero muchas de las prácticas idólatras paganas eran retenidas.

La adoración de ídolos en los lugares altos fue un problema perenne para Israel (1 Re. 12:28–33; 2 Re. 17:9–11). Aunque Ezequiel atacaría más tarde los pecados “más nuevos” adquiridos por Israel de sus vecinos, algunos de los mensajes tratan de estos problemas más antiguos. Prácticas erróneas, aun si institucionalizadas por siglos de tradición en una sociedad, todavía continúan siendo erróneas.

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El Señor proclama a los montes de Israel, en otras palabras: “Estoy por traer espada contra vosotros. Vuestros lugares altos y otros lugares de adoración serán destruidos. Vuestros habitantes serán muertos delante de sus ídolos. Vosotros sabréis entonces que yo soy Jehová”.

No obstante, los eventos que se avecinaban no eran sólo una forma de castigo. La expresión y sabrán que yo soy Jehová se repite por todo el capítulo (v. 7, 10, 13, 14). Los adoradores en los lugares altos vendrían a saber cuáles dioses eran falsos y cuál era real.

V.11 Los profetas utilizaban con frecuencia esta descripción tripartita de castigo sobre Jerusalén: “espada, hambre y enfermedad”, como una forma de decir que la destrucción sería completa. La espada significaba muerte en batalla, el hambre vendría cuando los enemigos sitiaran la ciudad, y la enfermedad siempre era un peligro durante la hambruna.

Un rayo de luz aparece en esta profecía de oscuridad: Dios salvaría a un remanente de su pueblo, pero únicamente después de que hubieran aprendido algunas lecciones difíciles. El pueblo necesitaba nuevas actitudes, pero no cambiarían hasta que Dios quebrantara sus corazones con la humillación, el dolor, el sufrimiento y la derrota.

V.14 La frase “y conocerán que yo soy Jehová” (o variaciones de esta frase) aparece 65 veces en el libro de Ezequiel. El propósito de todo castigo de Dios no es la venganza, sino imprimir en la gente la verdad de que el Señor es el único Dios vivo y verdadero. La gente en los días de Ezequiel adoraba ídolos hechos por el hombre y los llamaba dioses. En la actualidad el dinero, el sexo y el poder se han convertido en ídolos para muchos. El castigo vendrá sobre todos aquellos que coloquen otras cosas antes que Dios. Nos resulta fácil en nuestro mundo secular olvidarnos que solo el Señor es Dios, la autoridad suprema y la única fuente de amor y vida eternos. Recordemos que Dios puede estar utilizando las dificultades que hay en nuestra vida para recordarnos que Él únicamente es Dios.

B. Descripción de la conquista babilónica (7:1–27)

En el capítulo 7, Ezequiel predice la destrucción de Judá, y se marca la culminación de los capítulos 4 al 6. Advierte el desastre inminente para Israel. Proclama a la tierra de Israel, con las palabras: “¡Ahora viene el fin sobre ti! No habrá compasión. La calamidad que está pronosticada para Israel está por suceder. Ya no hay tiempo alguno para cambiar de pensamiento. La guerra es inminente; Jerusalén será sitiada y su tierra desolada.

7:1- 9 “Cuando hayáis recibido el pago de vuestras prácticas, entonces sabréis que yo soy Jehová.” Pronto iba a llegar el día de la ira y la destrucción para los israelitas. Su rebeldía contra Dios terminaría abruptamente cuando Él los castigue por sus abominaciones; y pocos quedarán con vida. Los que sobrevivan estarán llenos de vergüenza y desesperación. De nada le servirán sus riquezas, serán saqueadas.

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7: 12-15 La nación de Judá confiaba en su propia prosperidad y posesiones en vez de confiar en Dios. Por lo tanto, Dios planeó destruir las bases de su prosperidad. El juicio es severo y abarcador. Nadie escapa de él, porque la espada espera en los campos y la pestilencia y el hambre consumirán a quien se halle dentro de la ciudad.

7:19-24 Plata y oro carece de valor en tiempos de sitio; ya que no hay nada que se pueda comprar. Esto es especialmente así en el día del furor de Jehová, ya que las riquezas no salvarán a nadie; al intensificarse el sitio, el dinero no ayudará para obtener alimentos. Por el contrario, ella ha sido tropiezo para su maldad. El pueblo de Dios permitió que su amor al dinero lo llevara al pecado y por esto Dios lo destruiría. El dinero tiene el extraño poder de conducir a la gente hacia el pecado.

Dios dio al pueblo oro para decorar el templo, pero lo utilizaron para hacer ídolos.

El pueblo de Jerusalén se vanaglorió en sus construcciones. El templo mismo fue una fuente de vanagloria. Esta soberbia sería aplastada cuando los malvados e impíos babilonios destruyeran las casas y lugares santos de Jerusalén.

III. Visión, en cuatro partes, del juicio venidero(8:1—11:25)

La idolatría de Jerusalén y su castigo

Ezequiel estaba sentado junto a los ancianos cuando fue transportado en espíritu a Jerusalén. En una visión se da cuenta de la idolatría y las abominaciones que tenían lugar en el templo, pronuncia un duro juicio contra Jerusalén y los sacerdotes, y describe el trono de Dios y la partida de la gloria divina del templo.

En esta gran visión, Ezequiel se encuentra transportado en espíritu al templo de Jerusalén. Allí se le muestra la deplorable condición de la religión israelita. Las tierras mismas del templo se utilizan para prácticas paganas. Sigue la tribulación y Ezequiel entonces percibe el trono majestuoso y las asombrosas criaturas que había visto en su visión inicial: la gloria de Dios.

Habrá retribución para los que traman injusticia social en la ciudad. No obstante, la profecía concluye con una promesa que los exiliados regresarán a su tierra.

El sincretismo, la mezcla de elementos de varias religiones, es una de las sendas más fáciles de seguir. Pero el Dios de Israel es un Dios celoso. No puede haber otro competidor para la adoración y devoción de una persona.

A. Visión de la gloria de Dios (8:1–4)

Esta profecía está fechada en 592 a.C. (17 de septiembre del año 592 a.C.)

El mensaje de los capítulos 8 al 11 está dirigido específicamente a Jerusalén y a sus líderes. En el capítulo 8 se registra que Ezequiel es llevado en visiones desde Babilonia

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al templo de Jerusalén para ver la gran maldad que ahí se practicaba. Tanto el pueblo como sus líderes religiosos eran totalmente corruptos.

Si bien la primera visión (capítulos 1–3) de Ezequiel mostraba que el castigo provenía de Dios, esta visión demostró que la razón de este castigo era el pecado de Israel.

Ezequiel experimentó una impotente visitación de la presencia y del poder de Dios cuando fue llevado “en visiones de Dios a Jerusalén”. Ezequiel tiene una visión en la que es transportado al templo en Jerusalén. Allí ve la gloria de Dios, tal como lo había hecho en el valle. Luego se le muestran varios ejemplos de la idolatría que se practicaba.

8:2 “…que parecía de hombre”: En éste y siguientes versículos, Ezequiel es notablemente impreciso en sus descripciones del ser parecido a hombre que vio. El tiene cuidado en recalcar que lo que vio era como le parecía a él, y no lo que realmente eran atributos físicos del mensaje divino.

Esta persona pudo haber sido un ángel o una manifestación de Dios mismo. En la visión previa de Ezequiel, dicho hombre estaba descrito como Dios en su trono.

8:3 - 4 Y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén: En su visión Ezequiel es transportado al templo en Jerusalén. Ezequiel había pronunciado un severo juicio contra Jerusalén en los caps. 1–7. Ahora ofrece razones adicionales sobre la necesidad de este juicio.

Esta imagen “que provoca a celos” puede referirse a Asera, la diosa cananea de la fertilidad cuyo carácter alentaba la inmoralidad sexual y la gratificación personal, que puede ser identificada con Astoret y la “imagen del celo”. El rey Manasés había colocado un ídolo de estos en el templo (2 Re. 21:7). El rey Josías lo quemó (2 Re. 23:6), pero ciertamente había muchos otros ídolos alrededor.

A diferencia de los ídolos mencionados antes en este capítulo, esta imagen estaba a la vista del público. Era una provocación; estaba allí para hacer que los que pasaban siguieran sus caminos; incitaría al resentimiento entre los israelitas fieles; pero principalmente invocaría el desagrado celoso de Dios.

8:4 “La Gloria del Dios de Israel”: estaba aún allí a pesar de lo que sucedía en el templo.

B. Visión de las abominaciones en el templo (8:5–18)

Ezequiel ve un ídolo levantado a una entrada del altar (8:5-6). Escena tras escena, Dios revela a Ezequiel el grado en el que el pueblo había abrazado la idolatría y la maldad.

8:7-13 Pintados en la pared por todo alrededor: Quizás el tipo de representaciones murales que se ven en las paredes de los templos egipcios. Los setenta varones representaban a judíos que habían sido escogidos por Dios para guiar a Israel en el enfrentamiento contra abominaciones tales como la idolatría (Éx 24:9-10; Num. 11:16). Estos setenta ancianos de Israel estaban adorando figuras de animales grabadas en las paredes.

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8:14-15 Tamuz: (también llamado Damuzi). Dentro del culto pagano era un dios babilónico, un pastor sumero que se casó con la diosa Istar. Al morir, la tierra perdió su fertilidad. Como deidad de la naturaleza vegetal, las mujeres de Judá lloraban por él (probablemente en la primavera), a fin de restaurar la fertilidad haciéndole regresar de la muerte.

Los seguidores de este culto creían que la vegetación verde se marchitaba y moría en el ardiente verano debido a que Tamuz había muerto y descendido al otro mundo. Por lo tanto los adoradores lloraban y guardaban luto por su muerte. En la primavera, cuando aparecía la nueva vegetación se alegraban creyendo que había vuelto a la vida. Dios le estaba mostrando a Ezequiel que muchas personas ya no estaban adorando al verdadero Dios de la vida y la vegetación . Dicha adoración incluía lamentos por su descenso al abismo.

8:16–18 El insulto adicional aquí es que la adoración al sol tenía lugar frente al altar del templo. El templo de Jerusalén estaba orientado hacia el este; para adorar al sol había que darle la espalda al templo. Había 24 hombres adorando el sol. El ramo: era una alusión al culto de Tamuz, debido a que las ramas de cedro eran un símbolo de inmortalidad asociado al culto de Tamuz. Aplicar el ramo a sus narices equivalía a aspirar los supuestos poderes vivificadores de un Tamuz que había regresado de la muerte. Posiblemente otro gesto ceremonial relacionado con la adoración al sol. Podría referirse tanto a la práctica de adoración idólatra o al hecho de que los pecados de Judá se habían vuelto un hedor para Dios.

C. Visión de las matanzas en Jerusalén (9:1–11)

Este pasaje recuerda fuertemente otros pasajes apocalípticos del juicio final. Este capítulo presenta una descripción del castigo venidero. La gloria del Señor comienza a dejar el templo. El mensaje es claro. La paciencia de Dios para con su pueblo es duradera, pero no es para siempre.

9:2 El tintero del escribano era un objeto común en los días de Ezequiel. Incluía un tablero largo y angosto con una ranura que contenía el pincel de carrizo utilizado para escribir sobre pergamino, papiro o arcilla seca. El tablero tenía huecos que contenían capas de tinta negra y roja que debía ser humedecida antes de usarse.

9:3 ¿Qué es la gloria de Dios? Es la manifestación del carácter de Dios: su poder máximo, trascendencia y perfección moral.

Él está totalmente por encima del hombre y de sus limitaciones. Y aun así se revela así mismo a la gente para que pueda adorarlo y seguirlo.

9:3 “Querubines” son una orden de seres angelicales poderosos creados para glorificar a Dios. Se asocian con la absoluta santidad y perfección moral de Dios. Eran un símbolo de la misma presencia de Dios. Los querubines vistos por Ezequiel abandonaron el templo junto con la gloria de Dios (capítulo 10). Entonces Ezequiel los reconoció como los seres divinos que había visto en su primera visión.

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9:4- 5 Después que Ezequiel había visto lo corrupto que se había vuelto Jerusalén, Dios llamó a un hombre para salvar a la pequeña minoría que había sido fiel.

Dios le dijo al hombre, con el tintero de escribano, que tenía que poner una señal en aquellos que fueron fieles a Dios. Su fidelidad fue determinada por su sensibilidad y dolor por el pecado de la nación. Aquellos que tuvieran la marca serían salvos cuando los seis hombres comenzaran a destruir a los malvados.

En los días finales, Dios marcará la frente de aquellos destinados a la salvación (Ap. 7:3) y Satanás marcará a sus seguidores (Ap. 13:16-17), quienes como él será destinado a la destrucción. La promesa de Dios de salvar a su pueblo no queda olvidada en medio del castigo.

La palabra hebrea para “señal” es “tav”, la última letra del alfabeto hebreo, que en la escritura antigua tenía la apariencia de una “X” o una cruz. Esta señal, colocada por un séptimo ángel-guerrero “vestido de lino” (v. 3), constituía una señal de protección (como en Ap 7:3) y simbolizaba que Dios guardaría al remanente fiel. La señal servía para distinguir a los que habían sido fieles de los que no lo habían sido. Los seis hombres comienzan con los ancianos en el templo.

El hombre comienza a ejecutar el mandato. Se dice entonces a otros seis hombres que maten a todo aquel en Jerusalén que no tenga la señal. Estos seis hombres, probablemente sean ángeles guerreros que llevaban a cabo el juicio de Dios . Simbolizaban a los caldeos que asolarían a Jerusalén cinco años más tarde.

Estos ángeles estaban asignados para masacrar a los malvados de la ciudad. Este castigo había sido ordenado por Dios mismo. Los ruegos de Ezequiel por clemencia son rechazados debido a la gran violencia e injusticia en Israel y Judá.

Los líderes espirituales, “varones ancianos” de Israel promovieron en forma flagrante sus creencias idólatras, y el pueblo abandonó a Dios y los siguió.

Los líderes espirituales son especialmente responsables ante Dios porque se les ha encomendado la tarea de enseñar la verdad. Cuando pervierten la misma, pueden apartar a un sinnúmero de personas de Dios e incluso originar la caída de una nación. Por lo tanto, no es de sorprenderse, que cuando Dios comenzó a juzgar a la nación, comenzara en el templo y siguió hacia fuera.

9:8 ¡Ah, Señor Jehová!: Ezequiel se pregunta si Dios ha ido muy lejos, pero su intento por interceder no tiene validez porque el pecado es muy grande. El mismo tema se halla en Jer. 7:16; 11:14; 14:11; 15:1.

El pueblo dijo que el Señor se había marchado y no podría ver su pecado. Qué triste que en el templo, el único lugar en donde no se debía dejar de enseñar la verdad, se enseñaba la mentira. D. Salida de la gloria de Dios hacia el umbral (10:1–8)

Los capítulos 8 al 11, presentan gráficamente la gloria de Dios saliendo del templo. En 8:3-4, la gloria de Dios estaba sobre la puerta del norte. Luego se trasladó a la entrada “umbral” (9:3), luego a la mano derecha de la casa o parte sur del templo; (10:3), a la

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puerta oriental (10:18, 19; 11:1), y finalmente al monte al oriente de la ciudad (11:23), probablemente al monte de los Olivos. Debido a los pecados de la nación, la gloria de Dios se había ido.

La gloria de Jehová abandonó el templo por etapas: Primero pasó al umbral (v. 4), luego sobre el querubín (v. 18), a la puerta del este (v. 19), y finalmente al Monte de los Olivos (11.23), al este de la ciudad.

Se le instruye entonces a tomar carbones encendidos de entre los querubines y esparcirlos sobre Jerusalén. Uno de los querubines le alcanza los carbones encendidos.

10:14 Querubín: una de las cuatro caras es descrita como la de un querubín y no como de toro como en 1:10. La diferencia puede deberse al desliz de un escriba (10:22).

Las brasas encendidas esparcidas sobre la ciudad de Jerusalén, significaba la destrucción de todo el pueblo que pecó flagrantemente y se negó a arrepentirse. Muy poco tiempo después de esta profecía los babilonios destruyeron Jerusalén con fuego.

E. Visión de las ruedas y los querubines (10:9–22)

Ezequiel tiene aquí otra visión del trono de Dios. Véanse las notas al cap. 1. Una figura adicional es “el hombre vestido de lino” del cap. 9, cuyo papel ha cambiado al de agente del juicio (v. 2). La visión intenta evidenciar que Dios abandonará el templo antes que Jerusalén sea quemada.

Los cuatro querubines son acompañados cada uno por algo semejante a ruedas. Estos querubines y ruedas son los mismos que Ezequiel había visto antes.

La gloria de Dios se apartó del templo y nunca más estuvo completamente presente otra vez hasta que Cristo mismo lo visitó en los tiempos del Nuevo Testamento. La santidad de Dios requirió que Él abandonara el templo porque el pueblo lo había profanado tanto. Dios tuvo que destruir completamente aquello que el pueblo había pervertido a fin de que la verdadera adoración fuera renovada.

10:14 Cuatro caras : Por razones que no están claras, la cara de buey del cap. 1 se reemplaza aquí con el rostro de querubín.

F. Visión de los 25 gobernantes malvados (11:1–13)

El Espíritu lleva a Ezequiel a la puerta oriental del templo. El Señor le muestra un grupo de 25 hombres que están tramando el mal y dando consejos impíos. Se ordena a Ezequiel profetizarles. Los veinticinco hombres eran los consejeros de la ciudad, los cuales trazaban la política oficial.

Dios abandonaba su altar y el templo (capítulos 9–11). Su castigo se completó cuando abandonó Jerusalén. La puerta de la ciudad era el lugar en donde los mercaderes y los políticos realizaban sus negocios, por lo tanto, los veinticinco hombres pudieron haber representado los gobernantes de la nación. Debido a sus puestos de liderazgo, eran

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responsables por descarriar al pueblo. Habían dicho que Jerusalén estaba segura ante otro ataque de los babilonios.

11:3 Esta será la olla, y nosotros la carne: Como estos veinticinco hombres no habían partido al exilio, asumían una posición privilegiada. Su orgullo se evidencia cuando se vanaglorian de ser la carne de la olla; así como ésta protege su contenido del fuego, así Jerusalén los protegerá del ataque babilonio. Significa que creían que eran lo más selecto, los de influencia, los que serían protegidos de todo peligro.

11:7 Vuestros muertos: Aquí el Señor cambia la situación: Los que ellos habían matado eran la carne, y los pecadores todavía vivos serían sacados de Jerusalén.

11:12 Desde el momento en el que entraron en la tierra prometida, los israelitas fueron advertidos de que no copiaran las costumbres y las prácticas religiosas de otras naciones. Desobedecer este mandamiento y seguir las costumbres paganas en vez de las leyes de Dios siempre les acarreó problemas.

11:13 Mientras yo profetizaba, es decir, durante la visión. Ezequiel profetizó en medio de la visión. En el transcurso de la profecía en la visión, uno del grupo muere, Pelatías hijo de Benías. Pelatías significa “Remanente de Jehová”. Ezequiel temió que su muerte significara la muerte del remanente de los justos, al igual que la de los impíos. Alarmado, Ezequiel pregunta al Señor si el remanente de Israel va a ser exterminado por completo.

G. Promesa de la restauración del remanente (11:13–21)

Dios prometió a los cautivos en Babilonia que continuaría estando con ellos aun cuando habían abandonado Jerusalén. Esta era una gran preocupación para los judíos porque creían que Dios estaba presente principalmente en el templo. Pero Dios les aseguró que continuaría siendo su Dios a pesar del lugar en el que estuvieran. En medio del mensaje ardiente de castigo de Ezequiel se levantaba un fresco oasis: la promesa que hizo Dios de restaurar a los pocos fieles en su tierra natal.

Se le dice que aquellos que ahora viven en Jerusalén piensan que los exiliados ya no son aptos para heredar la tierra de Israel. Se le ordena decirles, en otras palabras: “Aunque estáis exiliados, yo todavía he estado con vosotros. Yo os recogeré de nuevo a la tierra de Israel. Los que regresan quitarán sus ídolos. Tendrán un corazón nuevo y guardarán mis leyes. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Los devotos de los ídolos recibirán su recompensa” (11:18–21).

Estos versículos proféticos pueden ser interpretados de dos maneras. De forma limitada se refieren al período post-exílico, cuando los judíos regresarían a su tierra. Sin embargo, en sentido amplio su intención es mesiánica y profetizan la herencia que recibiría el futuro pueblo de Dios (2 Co 3.3).. La interpretación dispensacional ve también aquí una restauración histórica de la nación israelita al final de los tiempos.

Les daré un corazón: Una próxima transformación espiritual y moral permitirá al pueblo seguir a Dios de todo corazón.

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“Un corazón” indica unanimidad de propósito. El pueblo de Dios ya no buscará a muchos dioses, se contentarán con Dios. El corazón de piedra, duro, sordo, inamovible será trasplantado radicalmente por uno de carne, tierno, receptivo y sensible (Jer. 32.39; Ez. 18:31; 36:26).

Los mensajes de Dios por medio de Ezequiel están llenos de ironía. Aquí Él dice que los judíos en cautiverio son los fieles y aquellos que están en Jerusalén son los pecadores y los malvados. Esto era lo contrario de lo que el pueblo percibía.

Dios era el santuario para el remanente justo. Aquellos idólatras, aun cuando adoraban en el templo de Jerusalén (11:15) no encontrarían un verdadero santuario, pero los cautivos fieles aun cuando estuvieran lejos de casa, serían protegidos por Dios.

H. Salida de la gloria de Dios al Monte de los Olivos (11:22-25)

La gloria de Dios se mueve a un monte al este de Jerusalén. El Espíritu transporta a Ezequiel entonces en su visión de vuelta a los exiliados en Babilonia. Les cuenta todo lo que ha visto.

La gloria de Dios abandonó Jerusalén y permaneció por encima de un monte en el lado este de Jerusalén, casi con certeza en el monte de los Olivos. Ez. 43:1–4 señala que Dios regresará de la misma forma en la que se fue, cuando regrese a la tierra para establecer su reino milenial.

IV. Señales, parábolas, y mensajes de juicio(12:1—24:27)

A. Señal del cautiverio de Judá (12:1–16)

Un mensaje dramatizado: el exilio pronosticado

En este pasaje y en el que sigue, Ezequiel ha de dramatizar parte del mensaje que tiene que transmitir. Aunque su profecía concierne a la caída venidera de Jerusalén, tiene en mente principalmente a sus compañeros de exilio en Babilonia.

El mensaje tiene dos elementos:

1. El pueblo de Jerusalén sufriría exilio.

2. El gobernante (Sedequías) intentaría huir de la ciudad pero sería prendido (2 Re. 25:4; Jer. 39:4).

El pasaje también insinúa cuál será la suerte de Sedequías: Ezequiel ha de cubrirse sus ojos (12:6, 12, 13). Sedequías sería apresado y cegado (2 Re. 25:7).

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12:5 “abrir paso de entre la pared” aquí significa la pared de una casa, no el muro de la ciudad. Las paredes de ladrillo de barro de la casa podrían ser horadadas. Esta acción indicaría la naturaleza desesperada de la huida al exilio. Ezequiel tuvo que representar el horrendo mensaje de esta profecía y de la próxima. Era un medio de transmitir información a algunos que de otra manera no escucharían.

Ezequiel representó el papel de cautivo llevado al exilio, ilustrando lo que iba a pasar al rey Sedequías y al pueblo que permanecía en Jerusalén. Los cautivos sabían exactamente lo que Ezequiel estaba haciendo debido a que solo seis años antes habían hecho preparativos similares cuando salieron de Jerusalén hacia Babilonia.

Esto era para mostrar al pueblo que no debían confiar ni en su rey ni en su ciudad capital para que los salvara del ejército babilónico: solo Dios podía hacerlo. Y los cautivos que tenían la esperanza de regresar pronto del exilio serían desilusionados. La demostración gráfica de Ezequiel probó ser correcta hasta el último detalle. Pero en el momento de la advertencia muchos la desestimaron.

12.9 ¿Qué haces? Esta es la primera indicación de que la gente a quien Ezequiel ministró no había reaccionado aún ante su mensaje o su acción.

Ezequiel hace lo que se le ordena. Al día siguiente él recibe la segunda parte del mensaje, que ha de entregar a Israel cuando le pregunten qué está haciendo (7–10). El ha de explicar que es una señal para ellos (11). Ha de proclamar al pueblo que estas acciones conciernen al príncipe o gobernante de Jerusalén y a todo el pueblo de Israel. Irán al exilio y cautividad. El príncipe o gobernante, en este caso Sedequías, llevará su equipaje al hombro en la penumbra y saldrá a través de un agujero en la pared. Será prendido y llevado a Babilonia, donde morirá (11–13). Sus seguidores serán dispersados a tierras extranjeras. Este es un acto simbólico de Ezequiel para demostrar la suerte corrida por el rey Sedequías y otros exiliados en Jerusalén.

Sedequías, el último rey de Judá (597–586 a.C.), estaba reinando en Jerusalén cuando Ezequiel dio estas profecías. Ezequiel mostró al pueblo lo que le sucedería a Sedequías cuando Jerusalén fuera atacada otra vez, y cómo este se uniría a los cautivos que ya estaban en Babilonia. Sedequías no podría ver porque Nabucodonosor haría que le sacaran los ojos (2 Re. 25:3–7; Jer. 52:10-11).

Ezequiel nunca llama a Sedequías “rey”, porque consideraba a Joaquín (quien ya estaba exiliado) como el verdadero monarca de Judá. Algunos de los detalles que contienen estos tres versículos los confirma 2 Re. 25.

B. Señal de temblores (12:17–28)

Un mensaje dramatizado: Israel temblará

Este pasaje es una dramatización de la suerte corrida por el pueblo. El temblor y el estremecimiento indican el terror del pueblo ante la proximidad del ejército babilonio.

Estos dos mensajes cortos eran advertencias de que las palabras de Dios se cumplirían... ¡pronto! Menos de seis años después, destruyeron Jerusalén. Todavía el

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pueblo era escéptico. La falta de fe y la falsa seguridad les hizo suponer que esto nunca sucedería. El trauma del ataque que se avecina sobre Jerusalén y el territorio circundante ha de ser representado por el temblor de Ezequiel. Se le pide que tiemble al tomar su alimento y bebida.

El ha de proclamar que los que viven en Jerusalén y en Israel comerán en angustia y temor debido a la violencia general. La ciudad y el país serán desolados. Entonces sabrán que Jehová es su Dios.

12:21–28 Muchas de las predicciones de infortunio de profetas como Isaías, Miqueas y Jeremías no se habían cumplido aún. El pueblo creía que estas predicciones no sólo habían sido aplazadas o pospuestas, sino anuladas. Se le informa ahora a Ezequiel que se han acercado aquellos días (v. 23), cuando la Palabra de Dios se cumplirá (v. 25) y no se tardará más ninguna de sus palabras (v. 28). Ezequiel comenzó su ministerio en el 593 a.C., y hacia el 586 a.C. el juicio había llegado.

Ezequiel no es el único que pretendía ofrecer mensajes de Dios. El pueblo podía, con cierta justificación, llegar a la conclusión de que todas estas profecías nunca se cumplirían. Muchas antes se habían demostrado que eran falsas. Ezequiel advierte que esta vez sería diferente.

La palabra del Señor a Ezequiel es, en otras palabras: “Israel piensa que tus profecías tienen que ver con el futuro distante” (27). Pero él ha de proclamar: “No habrá más dilación para ninguna de mis palabras. Lo que declaro se cumplirá” (28).

C. Mensaje contra los profetas falsos(13:1–23)

Esta advertencia iba dirigida a los falsos profetas cuyos mensajes no provenían de Dios. Si no que eran mentiras que intentaban ganar la simpatía de la gente al decir cualquier cosa que los hiciera feliz. A los falsos profetas no les importaba la verdad como a Ezequiel. Adormecieron a la gente con un falso sentido de seguridad, haciendo que el trabajo de Ezequiel fuera mucho más difícil.

Esta profecía condena a dos clases de falsos profetas:

El primer grupo sería los pretendidos profetas que pensaban que realmente podían adivinar el futuro. Esperaban que sus pronunciamientos se cumplieran. Sus mensajes eran de la clase que a la gente le gustaba oír (v.10). No obstante, a pesar de su sinceridad y sus mensajes consoladores, estaban equivocados. La falsedad de sus palabras sería expuesta.

El segundo grupo de los falsos profetas tenía elementos más oscuros. Para empezar, las profetizas de este tipo trabajaban por ganancia (v.19). Además, condimentaban su acto con alguna magia, posiblemente usando un control de brujería sobre la gente (v. 18, 20, 21). Las acciones de ellas habían llevado a la injusticia, aun a la muerte (19). Sorprendentemente, la condenación de estas brujas es menos severa que la del primer tipo de profeta. Perderían su poder sobre la gente y no practicarían más sus falsas profecías. Tal vez la profesión de ellas era el resultado de la necesidad económica más bien que de un deseo malicioso.

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13:17 Existen registros en la Biblia que indican que el don de la profecía se otorgaba tanto a mujeres como hombres. María (Éx. 15:20), Débora (Jue. 4:4) y Hulda (2 Re. 22:14) eran profetisas. Pero las mujeres mencionadas en este versículo se parecen más a la bruja de 1 Sam. 28:7, y son condenadas por descorazonar a los justos (13:22).

Un triple castigo se anuncia para los profetas que adivinan mentira: Perderán el lugar de honor que ocupan en la congregación; sus nombres serán borrados del libro de la casa de Israel; no retornarán a la tierra de Israel desde el exilio.

D. Mensaje contra los ancianos (14:1–23)

Condenación de la idolatría

Ezequiel había sido consultado como profeta por los exiliados por un mensaje de Dios. Al parecer su posición era tal que hasta los ancianos de Israel venían a él para “inquirir” del Señor, es decir, para oír un mensaje (20:1–3).

En esta oportunidad le fue revelado a Ezequiel que los ancianos tenían lealtades divididas. Ellos adoraban a otros dioses además del Señor. Probablemente los mismos

que los “ancianos de Judá” de 8:1. Dios condenó a los ancianos por adorar ídolos en sus corazones y luego atreverse a venir al profeta de Dios en busca de consejo. En lo externo parecía que adoraban a Dios. Hacían visitas regulares al templo en donde ofrecían sacrificios, pero no eran sinceros.

El mensaje que Ezequiel entregó fue directo: debían arrepentirse y volverse de su idolatría. Cualquiera que intentara adorar ídolos y a la vez consultar a un profeta de Dios, sería castigado. Si un profeta cediera a sus pedidos, él también sería castigado (ver 20:1–44).

No hay indicación de que los ancianos no creyeran en el Dios de Israel. Su problema era que también tenían otros dioses.

El mensaje presenta los “cuatro espantosos juicios” que afligirán la tierra; hambre (13, 14), fieras dañinas (15, 16), espada (17, 18) y peste (19, 20). Tales desastres estaban relacionados. Una guerra debilitante traería con ella hambre, enfermedad y devoradores. Cuatro juicios: los mismos cuatro son usados en Ap. 6:8.

E. Parábola de la vid (15:1–8)

Jerusalén, la vid inútil

En las figuras del AT la vid se ve generalmente como una planta productiva y valiosa, y como una figura de Israel, el pueblo elegido de Dios (Is. 5).

En esta parábola se señala que la madera de la vid es prácticamente de ningún valor. Es aun de menor valor después de que el fuego la ha abrasado. El pueblo de Jerusalén

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había sido como esa vid. Muy poco de bueno había venido de él antes del sitio (en 597), y no hubo mejoría después.

15:1–8 Dios le pregunta a Ezequiel, en otras palabras: “¿Para qué sirve la madera de una vid? Y cuando se quema, ¿para qué sirven los restos chamuscados? (2–5). La palabra del Señor es que el pueblo en Jerusalén será tratado como esa vid. Ya han pasado por fuego, pero pasarán a través de él nuevamente (6, 7). Ellos sabrán que yo soy Jehová que desolará la tierra por causa de su infidelidad (8).”

Los mensajes dados a Ezequiel en los capítulos 15–17 proporcionaron evidencia posterior de que Dios iba a destruir Jerusalén. El primer mensaje era acerca de una vid, inútil al principio y luego aun más inservible después de ser quemada. Jerusalén era inútil para Dios debido a su idolatría, y por lo tanto sería destruido y sus ciudades serían quemadas.

F. Parábola del matrimonio de Israel (16:1–63)

Jerusalén, la esposa infiel y promiscua

Una alegoría de Jerusalén que primero ve en la ciudad a una niña recién nacida y abandonada, después a una reina (v.1–14), y por último a una prostituta (v.15–34).

Este mensaje recuerda a Jerusalén acerca de su anterior condición de menosprecio entre las naciones cananeas. Utilizando el lenguaje figurado de una niña pequeña que crece hasta convertirse en una mujer madura, Dios le recuerda que la levantó desde un nivel muy bajo a una gran gloria como su esposa. Sin embargo, traicionó la confianza que Dios había puesto en ella y se prostituyó entre las naciones paganas adoptando sus costumbres.

El amor de Dios hacia su pueblo es a menudo comparado al amor de un marido por su esposa, pero aunque un marido mortal pueda despreciar, rechazar, aun odiar a una esposa promiscua e infiel, Dios es paciente y justo y recordará sus promesas a su pueblo aun cuando éste se extravía.

Israel se presenta como una esposa desatinada y adúltera, entregada a la prostitución con los egipcios, asirios y babilonios. Su retribución vendría a manos de los amantes mismos que ella ha perseguido.

En sus tratos internacionales Israel había absorbido con prontitud otras religiones, creencias y prácticas. Su intercambio social la había expuesto a muchas ideas paganas. Algunas de éstas incluyeron sacrificios de niños y adoración de ídolos (20, 21), pero otra hebra importante incluyó prácticas sexuales de culto.

La actividad sexual no estaba incluida en los ritos de adoración puramente para la gratificación de los participantes, sino que estaba ligada a la fertilidad; y la fertilidad, cuando era aplicada a la tierra, significaba alimento y supervivencia. No obstante, la concupiscencia y la promiscuidad deben todavía haber estado presentes en las actividades del culto.

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16:3 Amorreo … hetea: Jerusalén había existido mucho antes de llegar a ser una ciudad israelita. Canaán era el nombre antiguo del territorio tomado por los hijos de Israel. La Biblia a menudo utiliza este nombre para referirse a todas las naciones paganas y corruptas de la región. Los heteos y los amorreos, dos naciones cananeas, eran conocidas por su maldad. Pero ahora Dios dice a su pueblo que no es mejor que los cananeos. Jerusalén: Simbólicamente designa al reino del sur (o a todo Israel).

16:4 Frotada con sal: una práctica que probablemente tenía un efecto antiséptico. El punto del versículo es que el bebé recién nacido fue ignorado al nacer. 16:9 Limpié la sangre: estos versículos presentan el cambio total en la condición de Jerusalén. Cuando nació no fue querida, lavada, vestida y yacía en sangre.

Ahora ha sido pedida en matrimonio, ha sido lavada del agua y la sangre; y está vestida con los vestidos más finos.

16:10 Te vestí de bordado: Tipo de vestimenta utilizada por la realeza. Te calcé de tejón: Con el mismo material que cubría el tabernáculo (Éx. 25:5; 26:14).

16:15 Dios se preocupó y amó a Judá, solo para verlo irse en pos de otras naciones y sus dioses falsos. La nación había crecido a la madurez y se había vuelto famosa, pero se olvidó de quién le había dado la vida (16:22). Esta es una ilustración de adulterio espiritual (llamado apostasía: apartarse del único Dios verdadero).

16:20-21 Los cananeos practicaron el sacrificio de niños antes de que Israel invadiera su tierra. Sin embargo, estaba estrictamente prohibido por Dios (Lev. 20:1–3). En tiempos de Ezequiel, no obstante, el pueblo estaba sacrificando abiertamente a sus propios hijos (2 Re. 16:3; 21:6).

Jeremías confirmó que esta era una práctica usual (Jer. 7:31; 32:35). Debido a tales actos perversos entre el pueblo y el sacerdocio, el templo ya no era un lugar en el que Dios pudiera habitar. Cuando Dios abandonó el templo, dejó de ser el guía y el protector de Judá.

16:26 Fornicaste con los hijos de Egipto: Alusión a las relaciones internacionales. A menudo Israel imploraba ayuda a los países circundantes en lugar de confiar en Dios.

Las prácticas condenadas en este capítulo incluyen:

Actos sexuales con ídolos (17) Culto de prostitución (16, 24, 25, 31) Parece que estos cultos de prostitución que habían sido parte del rito “en los lugares

altos”, es decir, los santuarios en los montes (16)

Vinieron a practicarse abiertamente en las calles de Jerusalén misma (24, 25).

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16:46-47 Un rasgo interesante del tema sexual del capítulo es que Sodoma y Samaria son citadas como hermanas de Jerusalén en el pecado. Hijas: Alude aquí a los suburbios o pequeños poblados satélites de las ciudades principales.

La ciudad de Sodoma, un símbolo de corrupción total, fue completamente destruida por Dios debido a su maldad (Gn. 19:24, 25). Samaria, la capital de lo que había sido el reino del norte (Israel), fue despreciada y rechazada por los judíos de Judá.

Que la llamaran hermana de Samaria y Sodoma ya era lo bastante malo, pero que la llamaran más corrupta que Samaria significaba que los pecados de Judá eran una abominación indecible y que su condenación era inevitable.

16:49-50 Sin embargo, el pecado de Sodoma que se recalca es su arrogancia y falta de preocupación social por el pobre y el necesitado. Es muy fácil señalar con el dedo a Sodoma, especialmente por sus terribles pecados sexuales.

Ezequiel recordó a Judá, sin embargo, que a Sodoma la destruyeron por su soberbia, ociosidad, glotonería y por olvidar al necesitado que estaba a su alcance.

16:53–55 Se cita a Jerusalén como estando más dedicada a la iniquidad que sus hermanas. Además, Sodoma y Samaria serían restauradas, intensificando la vergüenza de Jerusalén

16:59–62 Sin embargo, hay esperanza. Después de la caída y castigo de Jerusalén, el mismo pretendiente que la rescató al nacer (4–7), la tomó en matrimonio (8) y la vistió lujosamente, se acordaría aún de su promesa a ella.

A pesar de que el pueblo había roto sus promesas y no merecían más que castigo, Dios no quebrantaría las suyas. Si el pueblo regresaba a Él, una vez más los perdonaría y renovaría su pacto. Esta promesa se cumplió cuando Jesús pagó por los pecados de la humanidad con su muerte en la cruz (Heb. 10:8–10). 60–63 Hay todavía la promesa del pacto eterno, aunque Jerusalén aún se avergonzará de su pasado. Mi pacto: El pacto a que el Señor hace referencia es el pacto nupcial, aquel que Jerusalén ha violado. Pero Dios establecerá un pacto sempiterno.

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La visión de Ezequiel de Dios. Profeta Ezequiel capítulo 1 y 10.trono.español.Querubines.cielo