los sofistas y sócrates. el giro antropológico de la filosofía

13
Fragmento de un “ostracón” o piedra de cerámica con el que la Asamblea de los ciudadanos atenienses condenaban al ostracismo (destierro) a las personas que consideraban peligrosas para la ciudad. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía 1. ATENAS EN EL SIGLO V a. C. Hablar de la Atenas del siglo V y VI a. C. es sin duda hablar de la democracia y de la convivencia política de los griegos. Para el ateniense la política es el único modo lícito de vivir el ciudadano. ¿Cómo era esa vida, esa convivencia? En esta época Atenas contaba con unos trescientos mil habitantes, pero el número de ciudadanos era mucho menor ya que los esclavos y los metecos (extranjeros) carecían de derechos políticos. Los ciudadanos libres disfrutaban de mucho tiempo ocioso – ya se encargaban los esclavos de la intendencia – y lo solían gastar en una de sus ocupaciones favoritas: visitar el ágora (la plaza pública). Allí era donde se hacía la política, donde nació la democracia y donde Sócrates invito a hacer filosofía. Era la democracia ateniense – prototipo de la democracia griega – un sistema ciertamente inestable. Había surgido como fruto de un largo periodo de maduración que arranca en el siglo VII a. C. cuando, ante los conflictos surgidos entre las diferentes familias de nobles y entre éstas y el pueblo, se llegó a recurrir al arbitraje de un nomotheto (legislador). Ese árbitro fue Dracón, el primer legislador de Atenas, con quien se inaugura un régimen de derecho en el que los nobles siguen teniendo el poder pero – esto sí que es radicalmente nuevo – no ya como simple ejercicio de la fuerza, no gracias al poder de sus armas, sino en virtud de una ley. Más tarde, Solón creará la asamblea de los ciudadanos y le dará poderes legislativos. Pericles divide la ciudad en demos, circunscripciones territoriales (o barrios), cuyos representantes forman la ecclesia o asamblea, que debe reunirse preceptivamente al menos diez veces al año. El ciudadano consigue entonces no ya la isonomía o igualdad de todos ante la ley, sino también la isogoría, el derecho a la palabra, a dirigirse a sus conciudadanos y hacer valer sus argumentos en la polis. La asamblea de los ciudadanos no fue realmente ejecutiva: la democracia, entendida como autogobierno directo del pueblo, no se ejerció totalmente nunca (¿acaso se ha dado plenamente alguna vez?); pero se instauró el reinado de la ley y el principio de la responsabilidad de todos los gobernantes ante la asamblea. Se dice que el propio Pericles, en cierta ocasión en que no pudo justificar el uso de un dinero público, fue obligado a reponerlo de sus propias arcas (con gestos así de nuestros políticos nos conformaríamos muchos en la actualidad). Incluso el Prytano Epistato (representante oficial de la polis) se elegía diariamente por sorteo y sólo podía permanecer, por tanto, un día en el cargo. No había ciudadano ateniense que, al menos una vez en su vida, no ocupara algún puesto político importante. Pero el sistema democrático tenía también sus lados oscuros, sus corruptelas, su demagogia y sus oportunistas. Las multitudes liberadas por la democracia no se limitaron a controlar el poder, sino que lo utilizaron como arma para lograr sus intereses, legítimos o no. Quizá sea un buen exponente de ello la práctica del llamado “ostracismo”, un extraño procedimiento para deshacerse de los “famosos”: cuando un ateniense se convencía de que un conciudadano podía dañar de algún modo a la polis (quizás acaparando demasiada popularidad), sólo tenía que ir hasta el ágora y escribir el nombre del que le fastidiaba en una piedra cerámica (el ostracón) dispuesta para tal caso. Cuando la persona señalada totalizaba seismil denuncias en forma de graffitis, tenía diez días de tiempo para saludar a los amigos y parientes, después de lo cual era obligado a exiliarse. El exilio podía durar de cinco a diez años dependiendo del número de los que habían firmado. Los denunciantes no tenían que presentar ninguna justificación. Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida 17

Upload: francisco-espadas-sotes

Post on 13-Mar-2016

234 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

Historia de la filosofía para bachillerato: alfonso ortiz / francisco espadas

TRANSCRIPT

Fragmento de un “ostracón” o piedra de cerámica con el que la Asamblea de los ciudadanos atenienses

condenaban al ostracismo (destierro) a las personas que consideraban peligrosas para la ciudad.

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

1. ATENAS EN EL SIGLO V a. C.

Hablar de la Atenas del siglo V y VI a. C. es sin duda hablar de la democracia y de la convivencia política de los griegos. Para el ateniense la política es el único modo lícito de vivir el ciudadano. ¿Cómo era esa vida, esa convivencia?

En esta época Atenas contaba con unos trescientos mil habitantes, pero el número de ciudadanos era mucho menor ya que los esclavos y los metecos (extranjeros) carecían de derechos políticos. Los ciudadanos libres disfrutaban de mucho tiempo ocioso – ya se encargaban los esclavos de la intendencia – y lo solían gastar en una de sus ocupaciones favoritas: visitar el ágora (la plaza pública). Allí era donde se hacía la política, donde nació la democracia y donde Sócrates invito a hacer filosofía.

Era la democracia ateniense – prototipo de la democracia griega – un sistema ciertamente

inestable. Había surgido como fruto de un largo periodo de maduración que arranca en el siglo VII a. C. cuando, ante los conflictos surgidos entre las diferentes familias de nobles y entre éstas y el pueblo, se llegó a recurrir al arbitraje de un nomotheto (legislador). Ese árbitro fue Dracón, el primer legislador de Atenas, con quien se inaugura un régimen de derecho en el que los nobles siguen teniendo el poder pero – esto sí que es radicalmente nuevo – no ya como simple ejercicio de la fuerza, no gracias al poder de sus armas, sino en virtud de una ley. Más tarde, Solón creará la asamblea de los ciudadanos y le dará poderes legislativos. Pericles divide la ciudad en demos, circunscripciones territoriales (o barrios), cuyos representantes forman la ecclesia o asamblea, que debe reunirse preceptivamente al menos diez veces al año. El ciudadano consigue entonces no ya la isonomía o igualdad de todos ante la ley, sino también la isogoría, el derecho a la palabra, a dirigirse a sus conciudadanos y hacer valer sus argumentos en la polis.

La asamblea de los ciudadanos no fue realmente ejecutiva: la democracia, entendida como autogobierno directo del pueblo, no se ejerció totalmente nunca (¿acaso se ha dado plenamente alguna vez?); pero se instauró el reinado de la ley y el principio de la responsabilidad de todos los gobernantes ante la asamblea. Se dice que el propio Pericles, en cierta ocasión en que no pudo justificar el uso de un dinero público, fue obligado a reponerlo de sus propias arcas (con gestos así de nuestros políticos nos conformaríamos muchos en la actualidad). Incluso el Prytano Epistato (representante oficial de la polis) se elegía diariamente por sorteo y sólo podía permanecer, por tanto, un día en el cargo. No había ciudadano ateniense que, al menos una vez en su vida, no ocupara algún puesto político importante.

Pero el sistema democrático tenía también sus lados oscuros, sus corruptelas, su demagogia y sus oportunistas. Las multitudes liberadas por la democracia no se limitaron a controlar el poder, sino que lo utilizaron como arma para lograr sus intereses, legítimos o no. Quizá sea un buen exponente de ello la práctica del llamado “ostracismo”, un extraño procedimiento para deshacerse de los “famosos”: cuando un ateniense se convencía de que un conciudadano podía dañar de algún modo a la polis (quizás acaparando demasiada popularidad), sólo tenía que ir hasta el ágora y escribir el nombre del que le fastidiaba en una piedra cerámica (el ostracón) dispuesta para tal caso. Cuando la persona señalada totalizaba seismil denuncias en forma de graffitis, tenía diez días de tiempo para saludar a los amigos y parientes, después de lo cual era obligado a exiliarse. El exilio podía durar de cinco a diez años dependiendo del número de los que habían firmado. Los denunciantes no tenían que presentar ninguna justificación.

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

17

¿Qué es una ciudad sin su plaza mayor? El ágora era el corazón de la polis griega

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

Otras curiosidades

Existían algunos tribunales especiales como el Freattó que se reunían para juzgar a los atenienses ya condenados al exilio. El imputado, no pudiendo contaminar con su cuerpo el suelo de su patria, se veía obligado a defenderse desde un barco anclado a unos metros de la costa, mientras sus jueces se instalaban en la playa.

La justicia, en tiempos de Pericles, estaba organizada del siguiente modo: al principio de cada año se sorteaban seis mil atenienses de edad superior a treinta años y constituían la Heliea, es decir, el depósito del que cada vez se extraían los quinientos jueces que necesitaba un proceso. El segundo sorteo, el definitivo, tenía lugar durante la mañana misma de la causa para evitar que los imputados pudieran corromper a los jueces. Por su actuación, los jueces recibían una “dieta económica”: tres óbolos al día, más o menos el sesenta por ciento de la paga de un obrero.

En los tribunales de Atenas no existía la figura del fiscal del estado. La acusación podía ser llevada a cabo por un ciudadano cualquiera que lo hacía por su cuenta y riesgo: si el culpable resultaba condenado se llevaba la décima parte de su patrimonio; si era absuelto con menos de la quinta parte de los votos de tribunal en su contra, el acusador pagaba una multa de mil dracmas.

Tampoco existían los abogados defensores. Los imputados – cultos o analfabetos, lo mismo daba – , debían defenderse solos y, cuando no se sentían en condiciones de hacerlo, tenían la posibilidad antes del proceso de contratar a un logógrafo, es decir, un letrado de confianza capaz de escribir un texto de defensa que se aprendía de memoria.

Existía una vieja tradición entre los atenienses que consistía en enviar cada año una nave a Delfos con una embajada en honor al dios Apolo. Se cuenta que esta fue la promesa que hicieron los atenienses cuando Teseo partió hacia Creta con las siete parejas de vírgenes y niños para ofrecer al monstruoso Minotauro. Prometieron a Apolo que si Teseo mataba al Minotauro y salvaba la vida de los rehenes, la ciudad honraría al Dios enviando dicha embajada. Durante el tiempo que duraba el viaje (unos veinte días) no se podían ejecutar a los reos condenados a la pena capital.

En una comunidad tan pequeña y con este modo de convivencia, los rencores y los odios fueron feroces. La ciudad tenía fama de envidiosa, el ambiente era chismoso y la profesión de sicofante (delator) estaba bien remunerada. En Atenas mandaba, o creía mandar, la mayoría. A veces esta mayoría era supersticiosa, tenía caprichos, reaccionaba contra lo que no entendía, practicaba la difamación, creía en la calumnia y era fácilmente manipulable por los más ilustrados y con menos escrúpulos.

Fue en este ambiente vital, lleno de chismes, de conversación, ruido y luz, donde se discutió hasta sus últimas consecuencias el problema de la convivencia política, donde se empezó a usar el término “filosofía”, donde hablaron los sofistas y donde vivió, enseñó y murió Sócrates. Un siglo grande y excitante a pesar de sus contradicciones y defectos.

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

18

La democracia se consolidó en Atenas con Pericles. Entre el 480 y el 430 a.C. la ciudad vivió su etapa más

esplendorosa. En la foto, la Acrópolis de Atenas, símbolo y orgullo de la ciudad.

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

2. EL giro ANTROPOLÓGICO DE LA FILOSOFÍA.

El espectáculo del universo natural, armónico, organizado, eternamente recurrente, motivó el asombro de los primeros filósofos griegos. Desde entonces, todo fueron intentos por descubrir las claves que regían el comportamiento de la realidad. Comprender esas claves para prever los acontecimientos futuros y proveer al hombre de los recursos necesarios para afrontarlos, tal fue el camino que alumbró la ciencia jónica, empedrado por una perfecta combinación de teoría (contemplación) y praxis (conocimiento destinado a la acción).

En la Atenas el siglo V a. C. el centro de la preocupación filosófica de los griegos se traslada desde la Naturaleza al Hombre, produciéndose el primer gran giro antropológico de la historia del pensamiento occidental. Este cambio de objetivo en el pensar filosófico supone el planteamiento de una serie de interrogantes en torno a la conducta moral humana, la política, la sociedad y la educación que no sólo marcaron la época sino el

pensamiento occidental a partir de entonces. Como referencia nos puede servir tener presentes los siguientes:

Etica.

¿Existen normas de conducta universalmente válidas o todas son relativas? ¿Hay algo “bueno”, “justo” u “honrado” sin paliativos o lo bueno, lo justo y lo honrado dependen de “las circunstancias”?

¿Se puede conocer el bien? ¿Y enseñarlo? ¿Se hace el mal a sabiendas o simplemente por ignorancia?

¿Las normas morales son fruto de la convención o producto de “la conciencia” o “el sentido moral” que es igual para todas las personas?

¿Tiene sentido ser un “santo moral”, incluso un “mártir moral”, si se comprueba que no hay recompensa social en ello? ¿Acaso no haríamos todos el mal si con eso consiguiéramos algún provecho personal y tuviésemos la seguridad de que nadie nos descubriría y, por tanto, de que nadie nos podría castigar nuestra conducta?

Política.

¿Cuál es la mejor forma de organización política?

¿En política, si el fin es bueno, valen todos los medios?

¿Se puede imponer a la mayoría la justicia y el mejor orden?

¿Nunca se equivoca el pueblo? ¿Es preferible que se equivoquen muchos a que uno sólo (el que manda) lo haga? ¿Se puede equivocar el gobernante si es el mejor, el más preparado?

Sociedad.

¿Cuál es el origen de la sociedad y sus leyes? ¿Es un bien o un mal necesario para el ser humano?

¿Se puede realizar el individuo al margen de la sociedad?

¿Es la sociedad la que corrompe al individuo o los individuos los que corrompen la sociedad?

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

19

Pizarra de un escolar de hace más de 2.500 años. Los sofistas fueron maestros y educadores ambulantes

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

¿Es el bien común superior al bien del individuo? ¿Se respeta esto por convencimiento o por coacción?

¿Se puede vivir sin gobernantes, sin leyes?

Educación.

¿Se debe educar para triunfar o para ser mejores al margen del éxito?

¿Cuál es la mejor forma de educar, instruir o ayudar a descubrir?

¿Puede dejarse la educación de los ciudadanos en manos privadas o debe ser responsabilidad del Estado?

En la construcción de estos y otros interrogantes, así como en sus correspondientes preguntas, colaboraron decisivamente unos personajes de crucial importancia para la configuración de nuestro pensamiento actual. Nos referimos a Sócrates y a sus eternos rivales los sofistas. A su filosofía están dedicadas las siguientes páginas.

3. LOS SOFISTAS: EL PODER DE LA PALABRA.

¿Quiénes fueron los sofistas?

Los sofistas son probablemente los pensadores con peor fama de la historia. Se ha dicho hasta la saciedad que, en realidad, no hacían filosofía ya que nunca se propusieron distinguir lo verdadero de lo falso. También se les ha reprochado que se llamaran a sí mismos “maestros de la sabiduría” y cobraran por sus lecciones, que su única afición verdadera fuese el dinero y el poder, incluso se les ha acusado de pragmáticos y amorales. Más allá de estos prejuicios, más o menos justificados, la sofística resulta interesante como movimiento cultural, siendo muchos de sus representantes pensadores originales y profundos.

Los sofistas no constituyen una escuela de filosofía. Más bien son una serie de pensadores mal conocidos (sabemos de ellos sobre todo a través de sus adversarios) que tienen entre sí ciertas semejanzas. Representan, como tantas veces se ha dicho, la “Ilustración” de la Grecia clásica y, por tanto, la desmitifiacón de la vida griega, la crítica atrevida de las costumbres y de las creencias, y la secularización del pensamiento (no en vano fueron los primeros en defender ideas tan revolucionarias para su época como la inexistencia de los dioses, la igualdad de sexos o la abolición de la esclavitud). Son la manifestación (también una de sus causas) de una situación espiritual inédita en la que los atenienses habían dejado de creer en sus tradiciones, en sus dioses y en su pasado.

En la obra de los sofistas es el ser humano quien va a ocupar el centro de todas las cosas. No hay ninguna verdad, ningún principio superior, por encima del ser humano; ninguna medida a la que deba ajustarse, nada ante lo que esté obligado a inclinarse.

Estos maestros del arte de hablar en público enseñaban a una juventud deseosa de éxitos políticos a desenvolverse ante las asambleas y los tribunales. Para ellos el pensamiento se daba en la polémica, en la discusión y en el enfrentamiento verbal, con el público como juez a quien correspondía la última palabra. La vida intelectual parecía tomar para ellos el cariz de una competición deportiva para la que, deseosos de vencer siempre, no repararon en los medios empleados.

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

20

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

Sea como fuere estamos obligados a reconocer que la deuda que la filosofía tiene con los sofistas es muy grande: en primer lugar, hay que admitir que actuaron como un poderoso revulsivo intelectual, obligando a plantear los problemas humanos desde una perspectiva racional, liberada de dogmas religiosos y tradiciones inservibles. Con ellos, el ciudadano se atreve a pensar desde sí mismo, a poner en cuestión cuanto había creído siempre como inamovible y sagrado. Los sofistas hicieron triunfar la razón sobre las supersticiones y las viejas creencias, aun cuando pueda acusárseles, a algunos justificadamente, de haber sido superficiales e incluso frívolos.

El problema del relativismo.

El más famoso de los sofistas es sin duda Protágoras de Abdera (480-415 a. C.). Se dice que fue el fundador de la gramática. Amigo de Pericles, fue enviado como legislador a la recién fundada Thuri, donde estableció una especie de democracia moderada en la que la enseñanza era obligatoria y gratuita. Acusado y condenado al final de su vida por impiedad, sus escritos fueron quemados y él mismo debió huir a Sicilia, pereciendo en un naufragio.

Del conjunto de su obra hay algún elemento que la historia ha colocado en dura pugna con las ideas de Sócrates y sus discípulos platónica. Nos referimos a la archiconocida frase de Protágoras según la cual “el hombre es la medida de todas las cosas”.

Tratando de no forzar demasiado sus palabras, la frase de Protágoras es la afirmación de un relativista. En efecto, si el ser humano es la medida de todas las cosas, parece que éstas han de carecer de medida, de ser propio, de realidad independiente del sujeto que las conoce, valora o determina. Sin el juicio humano, las cosas quedarían indeterminadas y carentes de identidad propia. Así, no estamos autorizados a decir que “tal cosa es bella o buena” sino sólo “esto me gusta o lo deseo. De aquí se deriva que todo aquello que consideramos bueno o malo, justo o injusto, deseable o repudiable, loable o reprensible, no es absoluto, universalmente válido, sino que está totalmente condicionado por “cada uno y sus circunstancias”. La frase de Protágoras da pie a múltiples interpretaciones sobre el alcance del término “hombre”:

Una primera interpretación haría de Protágoras un relativista sociológico. En tal caso, “hombre” significaría, una sociedad. Las cosas sólo reciben sus determinaciones de un grupo de hombres, de una sociedad. Nada habría bueno o justo en sí mismo, sino en referencia, por ejemplo, a los atenienses actuales, lo que está en función de la idiosincrasia de este pueblo, de su historia, costumbres, etc.

Según una segunda interpretación, “hombre” podría tener otro sentido: que las cosas son lo que son tan sólo para el género humano y que en ello se agota su ser. Es decir, que todas las caracterizaciones de la realidad están hechas por los hombres y sólo para ellos. Fuera de su sentido para el hombre, entendido como “género humano”, las cosas, simplemente, no son o no significan nada.

Hay aún una tercera interpretación posible: quizá en la intención de Protágoras estaba el defender un relativismo individual y radical: no una sociedad concreta, ni tampoco el género humano en su conjunto, sino que cada hombre singular es la medida de las cosas. No habría así nada objetivo, ninguna verdad universal. Las cosas son sólo lo que a cada uno de nosotros nos perece que son, tienen el valor que cada uno les quiere conceder. Cada uno de nosotros tiene derecho a su propia concepción de las cosas y ninguna vale más que las otras.

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

21

Para el sofista Protágoras, “El ser humano es la medida de todas las

cosas”

La cineasta italiana Liliana Cavani nos da su peculiar visión de la tragedia de Antígona en la

película “Los caníbales” (1970)

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

Physis vs nomos: el problema del fundamento de las leyes

En su acepción más general, el término griego nomos significa la ley, el conjunto de normas (políticas, morales) e instituciones establecidas por las cuales se rige una comunidad humana. Toda comunidad humana posee unas leyes, unas instituciones, y es perfectamente comprensible que los humanos nos preguntemos por su origen y naturaleza.

La primera respuesta a esta cuestión la había proporcionado el pensamiento mítico-religioso al afirmar que las leyes proceden de los dioses. El testimonio clásico y más antiguo al respecto es, sin duda, la Antígona de Sófocles, la tragedia en la que se plantea el conflicto entre un deber impuesto por la ley de los hombres y la ciudad y otro dictado a la conciencia por la ley superior de los dioses. Antígona, hija de Edipo, rey de Tebas, y de la reina

Yocasta, acompañó a su padre en el exilio pero volvió a Tebas después de su muerte. En una discusión sobre el trono, sus hermanos Eteocles y Polinices perdieron la vida uno a manos del otro. El nuevo rey,

Creonte, dio honrosa sepultura a Eteocles pero ordenó que el cuerpo de Polinices, a quien consideraba un traidor, permaneciera donde había caído. Antígona, creyendo que la ley divina debía ser anterior a los decretos terrenales, enterró a su hermano. Creonte la condenó a ser enterrada viva.

Cuando Antígona es acusada de desobedecer la norma del gobernante, contesta a Creonte:

CREONTE.- Y, así, ¿te atreviste a desobedecer las leyes?

ANTIGONA.- Como no era Zeus quien me las había promulgado, ni tampoco Justicia, la compañera de los dioses infernales, ha impuesto esas leyes a los hombres, ni creí yo que tus decretos tuvieran fuerza para borrar e invalidar las leyes divinas de manera que un mortal pudiese quebrantarlas. Pues no son de hoy ni de ayer, sino que siempre han estado en vigor y nadie sabe cuándo aparecieron”.

En consonancia con su función racionalizadora, la filosofía abandonó pronto esta explicación sobre el origen y fundamento del nomos. Así, Heráclito ya no vincula el nomos a la intervención particular de alguna divinidad que fundara la ciudad en un pasado remoto, sino que lo vincula al orden natural del Universo: el orden del estado es parte de un orden más amplio – el orden del Universo – y tanto aquél como éste se rigen en última instancia por una misma ley o logos.

El tercer gran momento del pensamiento político-moral en Grecia (tras el mito, tras la racionalización de Heráclito) lo constituye la sofística. Para los sofistas las leyes políticas son tan solo una convención humana, una creación de los hombres, hecha para posibilitar la vida en común. En es medida son arbitrarias y artificiales, relativas y contingentes.

La cosa no quedó ahí, sino que algunos sofistas (p.e. Antifonte) llegaron a admitir que las leyes políticas son incluso contrarias a la propia naturaleza humana (que orienta a los hombres en una dirección amoral, hedonista, egoísta y antisocial) e intenta frenarla para que la vida en común se pueda dar. En consecuencia, según los sofistas, es conveniente practicar la ley cuando estamos ante testigos – simplemente para evitar los castigos que se derivarían de su incumplimiento – y seguir los impulsos de nuestra naturaleza cuando nadie nos observe (porque la represión de los instintos siempre conlleva frustración, dolor e infelicidad).

En definitiva, por primera vez en la historia del pensamiento irrumpe una teoría moral que aporta un descarnado concepto de lo que es la virtud: la virtud no es un don natural (no hay seres humanos “buenos

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

22

“¿No crees , Critón, que en la vida no debemos cometer injusticia por ninguna razón?”

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

por naturaleza”, es decir, moderados, generosos, abnegados…) sino una conducta aprendida que consiste en adaptarse a las leyes vigentes en cada Estado. Es evidente que, así entendida, la virtud es perfectamente enseñable; también es comprensible que los sofistas se presentasen ante el pueblo con el título de “maestros de la virtud”.

El escepticismo.

El relativismo defendido por los sofistas desemboca en una postura claramente escéptica en cuanto a las posibilidades cognoscitivas del ser humano: si el hombre (género, grupo o individuo) es quien determina lo que es verdadero, bueno o valioso, la verdad o el valor en sí mismos no existen o, en todo caso, si existen nos resulta inaccesible su conocimiento. Este es el sentido de una conocida frase del sofista Gorgias de Lentini: “Nada existe; si algo existe, no puede ser conocido por los hombres; si se puede conocer, no se puede comunicar y explicar a los demás”.

El escepticismo, como el relativismo, se puede entender de un modo radical o aceptarlo sólo para ciertos aspectos de la realidad. Así, se puede ser escéptico en temas religiosos (agnosticismo) pero creer en la posibilidad de un conocimiento objetivo y fiable del mundo físico. El escepticismo de Gorgias parece, sin embargo, negar la posibilidad de un conocimiento objetivo en todos los terrenos. Es por eso que acaba concediendo a las palabras, al lenguaje, un poder exclusivamente persuasivo: ciertas palabras (las del discurso moral) excitan nuestros sentimientos, despiertan nuestras emociones, motivan nuestras acciones en uno u otro sentido…pero carecen de referente alguno en la realidad, al menos conocido por nosotros.

4. Sócrates: el compromiso con la virtud y la ley.

¿Quién fue Sócrates?

Si hay algún personaje en la historia del pensamiento occidental que haya dejado un legado profundo – no sin controversia – y sin haber escrito ni una sola línea, ese personaje es Sócrates. En Sócrates su propia actitud vital, su peculiar personalidad, es su mejor libro de filosofía.

A Sócrates lo conocemos fundamentalmente por la obra de sus discípulos Platón, Jenofonte y Antístenes. Pero es Platón quien hace de Sócrates la figura histórica que todos conocemos en la actualidad. El gran filósofo ateniense hace de su maestro el personaje fundamental de sus diálogos filosóficos, el eje central de las discusiones que en ellos se desarrollan, aunque, si no faltamos a la verdad, el Sócrates de Platón es cada vez más Platón y menos Sócrates a medida que se suceden los diálogos.

De todos modos, podemos hablar de un auténtico “movimiento socrático” que cobra vida en forma de literatura filosófica tras la muerte del maestro. Es precisamente este suceso y sus especiales circunstancias – el que magnifica la figura del filósofo y crea en sus discípulos “el propósito de perpetuar en su imperecedera peculiaridad al hombre al que la justicia terrenal había matado para que su figura y su palabra se borrasen de

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

23

Sócrates fue el gran maestro de Atenas. Su pasión por la verdad sólo era comparable a la que sentía por la docencia,

aunque él nunca se considerara mestro de nadie

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

la memoria del pueblo ateniense, de tal modo que el eco de su voz exhortadora no se extinga jamás en los oídos de los hombres ni en el presente ni en el porvenir” (W. Jaeger. Paideia.)

Sócrates nació en el barrio ateniense de Alopece en el año 470 a. C., coincidiendo con el esplendor del gobierno de Pericles. Hijo de un escultor de poca monta (Sofronisco) y de una comadrona (Fenarete), siempre le estuvo agradecido a la fortuna por haberle concedido tres favores: ser hombre y no animal, haber

nacido varón y no mujer y ser griego y no bárbaro. Evidentemente, la fortuna le concedió a Sócrates más gracias pero entre ellas no se encontraba la belleza. Era proverbial la fealdad de Sócrates: su nariz chata, su andar encorvado y renqueante, sus ojos saltones y su “torpe aliño indumentario”, eran conocidos en toda Atenas. Alcibíades, en uno de los diálogos de Platón (El Banquete) lo compara con un “sileno burlesco” en cuyo interior se oculta la imagen de un dios.

A pesar de ese aspecto, Sócrates siempre gozó del favor de los jóvenes. Sin ir más lejos, el bello Alcibíades era uno de sus enamorados más fervientes, amor que canta a los cuatro vientos en un febril y etílico discurso que se contiene en El Banquete.

Sócrates estuvo casado con Jántipa, una mujer vulgar y de carácter violento, con la que tuvo un hijo: Lamprocles. Parece ser que con otra mujer, Mirtó – con quien llegó a convivir al tiempo que con Jántipa – tuvo dos hijos más: Sofronisco y Menexeno.

Sócrates era un hombre de ciudad. Jamás salió de Atenas excepto para cumplir como

soldado. En efecto, el maestro de Platón intervino en todas las batallas de la Guerra del Peloponeso donde, al parecer, demostró un enorme valor. En su diálogo Laques Platón pone en boca de este general ateniense palabras elogiosas sobre este comportamiento: según Laques, si todos los soldados atenienses hubieran mostrado en combate la misma actitud que Sócrates, jamás Atenas habría salido derrotada en su guerra con Esparta.

De joven Sócrates fue discípulo de Diógenes de Apolonia y de Arquelao, de quienes se dice que aprendió la filosofía natural de su tiempo: Sin embargo, pronto se dio cuenta de la imposibilidad de avanzar en los temas referentes al Universo. En el diálogo Fedón, Platón nos relata el desengaño que Sócrates se llevó con la lectura de la obra de Anaxágoras: ninguno de los filósofos de la naturaleza hablaba de fines, de que el Universo tendía a una meta de perfeccionamiento. Desalentado por el mecanicismo de las explicaciones de los filósofos, Sócrates destinó toda su vida al estudio del Hombre con el fin de descubrir el camino de una conducta recta y virtuosa, antesala de una vida plena y feliz.

En ese empeño por hacer mejores a los demás reconocemos la figura del Sócrates más clásico: incansable conversador cuyas argumentaciones tienen un fino toque de ironía; polemizador impenitente con las cabezas biempensantes de su Atenas natal; maestro de un nutrido grupo de jóvenes, alguno de los cuales tuvo un relevante papel en la política y en la cultura de su tiempo; figura popular y querida, raro era quien no se disputase la presencia de Sócrates en banquetes, reuniones y todo tipo de celebraciones; “tábano de la polis”, siempre espoleando las conciencias a pesar de su “escasa talla”; “docto ignorante”, incapaz de considerarse a sí mismo sabio sino eterno aprendiz de la virtud, y virtud para Sócrates era sinónimo de sabiduría.

Pero Sócrates no sólo atrajo hacia sí simpatía y admiración, sino también envidias y recelos. Ese es el destino de los espíritus independientes. Entre los aristócratas no se veía bien que rechazase regalos y honores ni que se prodigase en contactos con gente de baja extracción social. Entre los demócratas nunca se le perdonó que tuviese amigos aristócratas. Fue precisamente esta última circunstancia la que le llevó a ser juzgado y condenado a muerte:

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

24

A Sócrates le encantaba vagar por las calles de Atenas. “Yo soy un hombre de calle, no de

camino”. Así indicaba que prefería la vida urbana a la campestre

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

En el año 399 a. C. el partido demócrata gobernaba en Atenas tras la dictadura de los treinta tiranos (gobierno impuesto por Esparta a Atenas tras su victoria en las Guerras del Peloponeso). Sócrates es en aquellos momentos víctima de una caza de brujas: el rencor acumulado tras más de veinte años de guerras continuadas, coronadas por el régimen de terror de los treinta tiranos, lleva al nuevo gobierno a perseguir a los colaboradores del antiguo régimen. Sócrates es declarado sospechoso de “educar traidores”, aunque no se le lleva a los tribunales por eso sino por una acusación ridícula: no adorar a los dioses oficiales de la polis y corromper a la juventud.

A pesar de que se le ofrece la posibilidad de huir, Sócrates prefiere permanecer en Atenas y arrostrar su defensa. Así, niega ante el tribunal todos los cargos y se permite – con una ácida ironía – pedir públicamente un cargo de senador vitalicio por haber ejercido durante tantos años una gran labor educativa sin cobrar un solo dracma. Los jueces lo condenaron a muerte, aunque esa fue, sin duda, la mejor manera de despejar cualquier sombra de sospecha sobre su recta conducta y firme lealtad a las leyes de Atenas.

Ya en prisión. Sócrates volvió a rechazar un nuevo ofrecimiento de fuga e hizo gala de un excelente estado de ánimo reconfortando a aquellos discípulos que lloraban amargamente su pérdida. Llegado el momento, se despidió de su familia y de sus amigos, preparó su cuerpo para el funeral y apuró sin rechistar el contenido de la copa de cicuta que le trajeron sus verdugos. En tan desagradable trance, aún le quedaron ganas de bromear preguntando si se podía brindar con aquella copa de veneno en honor de algún dios. Momentos antes de morir levantó su vista y con el último hilo de voz…recordó que le debía un gallo a Asclepio (el dios de la medicina) y que, por favor, alguno de los discípulos lo ofrendara por él. Fueron sus últimas palabras.

La actitud filosófica de Sócrates: la « docta ignorancia » .

Lo primero que destaca del carácter socrático es la humildad: frente a los orgullosos sofistas, que se autoproclaman “sabios”, poseedores de un saber que están dispuestos a vender al mejor postor, Sócrates considera que él es “estéril en cuanto a la sabiduría”.

De Sócrates se ha popularizado una frase: “Yo sólo sé que no sé nada”. La frase, en contra de lo que pudiera parecer, encierra una crítica directa contra los sofistas al tiempo que las claves de una nueva forma de entender la filosofía: Tanta es vuestra ignorancia que sois incapaces de reconocerla; al menos yo – parece decir Sócrates – reconozco mi falta de saber, con lo cual estoy dispuesto a mejorar; en cambio, vosotros jamás podréis salir de la oscuridad de la ignorancia porque, creyéndoos sabios, no estáis dispuestos a abandonarla.

Esta concepción de la sabiduría como eterna aspiración del ser humano y del filósofo como incansable aspirante al conocimiento de la verdad (amante perfecto que nunca se siente poseedor del objeto amado), dejará profunda huella en el más grande de sus discípulos, Platón, y constituirá el eje de su filosofía.

Con Sócrates la filosofía se convierte en un estilo de vida y el filósofo en alguien comprometido con la enorme tarea de mejorar al ser humano. Frente a la postura intelectual de su época, que transmitía a la juventud la necesidad del éxito y el valor de la eficacia, la moral del relativismo y la virtud como adaptación al medio social, Sócrates “predicaba” una nueva fe: nuestra vida está arraigada en algo superior a nosotros, el Bien absoluto y universal, la Verdad, que no depende de la opinión de la gente sino que es uno aunque todos lo desconozcan o lo ignoren. Es el Bien quien en el terreno moral debe convertirse en la norma de nuestros actos en vez de la consecución de bienes particulares que las modas, las ambiciones, los prejuicios o los caprichos nos hacen, erróneamente, considerar como valiosos. Para Sócrates el verdadero Bien no puede

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

25

Para Sócrates quien sabe lo que es el Bien y la Justicia no puede obrar mal. De esta curiosa teoría

se desprende que no hay malvados sino ignorantes. En la imagen, miembros de la banda

terrorista ETA

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

estar condicionado por el agrado, por la utilidad, por los preceptos del grupo, ni siquiera por el capricho de los dioses. Es algo superior y anterior a todo eso.

Pero, ¿cómo encontrar esa norma universal de nuestro comportamiento? ¿Acaso la experiencia no nos demuestra que cada cual determina lo que es su bien y en dónde reside su felicidad? Parafraseando a Heidegger, ese Bien del que habla Sócrates “se encuentra en nosotros y quiere permanecer en nosotros”; se aloja en nuestra alma, allá donde reside lo más noble de nosotros. Las ataduras corporales (deseos, pasiones, caprichos, necesidades) impiden en muchas ocasiones que el ojo de la inteligencia descubra lo que más nos conviene (nuestro verdadero Bien) y nos embaucan con falsas metas. Por eso, el anhelo del filósofo por la muerte (la liberación definitiva) y la consideración de la filosofía como ensayo del gran momento.

En definitiva, para Sócrates una vida que merezca la pena ser vivida no es aquella en la que nuestro cuerpo se convierte en tirano de nuestras acciones sino esa otra que nos hace crecer espiritualmente. La virtud no es, por tanto, el logro del dinero, del poder o del placer, sino la perfección del espíritu. Para alcanzarla hay que ayudar a descubrirla, nunca se puede “enseñar”.

El bien y la sabiduría. teoría del intelectualismo moral.

Ha quedado dicho en líneas anteriores que la obsesión filosófica de Sócrates es la búsqueda del Bien, entendido ahora no como lo meramente deseado sino como lo verdaderamente deseable, aquello que es bueno en sí y por sí de una manera absoluta, a pesar de que nadie lo conozca.

Hoy resulta difícil percibir el sentido y alcance de esta búsqueda socrática. En efecto, el bien parece ser una noción connatural al entendimiento humano y se suele decir que todo el mundo lo siente con evidencia en su conciencia. Sin embargo, la historia demuestra que la noción de bien se ha desarrollado con bastante

esfuerzo a lo largo del tiempo: originariamente el Bien debió confundirse en la conciencia del hombre antiguo con lo que resultaba agradable, con lo que siempre se había dicho y creído que hicieron los antepasados, con lo que el grupo valoraba positivamente o beneficiaba a la familia, con lo que cumplía con la norma establecida; también con lo que se creía que agradaba a los dioses, con la buena suerte… Sócrates sobrepasa esta especie de “prehistoria del Bien”: el Bien no está en función de ninguna de las anteriores determinaciones sino que es algo universal, absoluto, intemporal, igual para todos.

Es en este terreno donde se enmarca el llamado intelectualismo moral socrático, uno de los ingredientes esenciales de su filosofía. Para Sócrates el bien y la virtud, la moral y la sabiduría, están íntimamente relacionados entre sí.

Hemos dicho anteriormente que Sócrates buscaba la verdad; pues bien, esta búsqueda tenía una orientación moral y se refería exclusivamente al ámbito de la virtud y la vida honesta; en otros términos, su preocupación filosófica era una preocupación ética, centrada en la definición de los valores.

Para Sócrates el Bien se identifica con el saber del Bien. La virtud primordial es la sabiduría y no el cumplimiento de los preceptos y normas sociales (sofistas): sólo el que conoce el Bien y la Justicia puede obrar honesta y justamente, conducta que, como más adelante veremos, es la única que coincide con los verdaderos intereses del ser humano y, por tanto, la única generadora de felicidad. En otras palabras, para Sócrates los asuntos morales y políticos tienen que ser cosa de expertos. De ambos existe un saber objetivo, científico, tanto como lo puede ser la medicina de la salud o la arquitectura de la construcción: así como el médico sabe cuidar el cuerpo y el arquitecto sabe cómo construir un palacio, la buena persona sabe qué es lo que debe hacer.

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

26

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

Se plantea, no obstante, el problema de cuáles son las características de este tipo de saber. El siguiente cuadro establece las diferencias entre la categoría de los saberes que se pueden considerar auténticamente científicos y la de los saberes vulgares. Es en la primera donde Sócrates incluye, por primera vez en la historia del pensamiento, a la moral:

De todo lo anterior se desprende que sólo la ignorancia del bien o la virtud puede ser la causa de las malas acciones (como sólo la ignorancia puede hacer que un presunto zapatero fabrique un mal par de zapatos): nadie es malo voluntariamente. Cabe afirmar, según Sócrates que del mismo modo que el entendimiento no es libre de aceptar o no la verdad de una demostración geométrica, sino que se ve obligado a inclinarse ante su poder persuasivo, la voluntad se somete al Bien tan pronto como lo conoce. ¿Por qué? Porque hacer el Bien es actuar de acuerdo con nuestros propios intereses y nadie, conscientemente, es capaz de ir en contra de sus intereses, de su propia felicidad.

Si esta interpretación del socratismo es cierta, Sócrates fue un determinista. Al hacer del ser humano un ser racional y al estar determina la voluntad por la razón y no por los apetitos, los deseos o los sentimientos, se entiende que cuanto más razonable sea una persona, más virtuosa, y, en consecuencia, más feliz será. Aunque en principio pueda parecer posible que alguien conozca el Bien y haga el mal, para Sócrates tal cosa sólo demuestra que esa actitud es propia de un ignorante al cuadrado: ni siquiera es consciente de su ignorancia.

De todos modos no debería exagerarse el alcance de todas estas interpretaciones: Sócrates, como sabemos, no nos ha dejado ninguna doctrina escrita, y tal vez nunca se expresó con absoluta claridad. En los escritos platónicos no siempre aparece una postura completamente coherente. Además, muy probablemente él mismo no tuvo nunca una nítida concepción del bien que, por otra parte, buscó a lo largo de toda su vida.

En cualquier caso, el socratismo es el mayor esfuerzo griego en la búsqueda de una ley moral que esté por encima de los individuos y sea independiente de ellos. Así como los presocráticos habían descubierto una ley de la naturaleza que imperaba continuamente en el cosmos y nada tenía que ver con las ocurrencias de los dioses, Sócrates descubrió la existencia en el alma de una ley moral universal independiente de “las circunstancias” de la existencia humana. Aquel que es fiel a ese “logos” es el verdaderamente virtuoso. Quien tiene una recta inteligencia actuará rectamente, y la felicidad es la consecuencia natural de la vida virtuosa. El hombre realmente bueno es realmente feliz.

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

SABER CIENTÍFICO (THEORÍA) SABER VULGAR (TECHNÉ)

DEFINICIÓN

Saber en qué consiste algo Saber hacer algo

CARACTERÍSTICAS

Saber con fundamento. Consciente y explícito.

Anterior a la práctica y fundamento de ella.

Saber rutinario y casual.

Sin fundamento explícito. Inconsciente.

Derivado de la práctica, del aprendizaje por ensayo y error.

EJEMPLOS

El zapatero que sabe hacer zapatos (materiales adecuados, proceso de fabricación, fundamentos teóricos…)

El que sabe lo que es la Justicia.

El que hace zapatos – incluso algunos le salen bien – pero no sabe hacer zapatos.

El que realiza acciones justa pero no sabe lo que es la justicia.

27

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

Sócrates: una partera intelectual. El método socrático y la búsqueda de la verdad.

Sócrates se consideraba una “partera intelectual”: estéril en cuanto a la sabiduría pero capaz de ayudar a otros a “dar a luz” el saber, la verdad. La mayéutica (arte de las comadronas) es, por tanto, el método filosófico de investigación y enseñanza propuesto por Sócrates.

La mayéutica consiste esencialmente en emplear el diálogo para llegar al conocimiento y, en concreto, a la mejor clase de conocimiento: la sabiduría moral. Aquí se aprecian las primeras diferencias con los métodos de enseñanza de los sofistas:

ENSEÑANZA SOFISTA ENSEÑANZA SOCRÁTICA

Maestro Discípulo Maestro Discípulo

Es activo.

Ofrece su saber en forma de discursos

Es pasivo.

Escucha, memoriza y repite

Es activo.

Pregunta, interroga, responde.

Es activo.

Pregunta, interroga, responde.

FINALIDAD

Triunfar en la vida pública.

Alcanzar el éxito, no la verdad.

Aprender a hablar en público. Convencer a las masas, a los tribunales.

Descubrir la necesidad de la virtud.

Alcanzar la verdad (y respetarla) por encima del éxito.

Aprender a pensar.

Sócrates nunca sistematizó su método, sin embargo, por la manera de actuar que muestra en los diálogos de Platón podemos deducir las siguientes fases en su proceder:

Primera fase. Planteamiento de una cuestión sobre grandes temas morales (¿Qué es la virtud? ¿Qué es el valor? ¿Qué es la Justicia?).

Segunda fase. Respuesta del interlocutor de Sócrates (toma de postura) y discusión por parte del maestro (saca a la luz, por medio de nuevos interrogantes, inconsistencia y contradicciones de la posición inicial de su oponente)

Tercera fase. Confusión del interlocutor. Pierde seguridad, se siente ignorante. Se encuentra en una situación incómoda de la que necesita salir (Sócrates la identifica con los dolores del pre-parto)

Cuarta fase. Sócrates formula nuevas preguntas y recibe nuevas respuestas. Con ellas se acaba por precisar la cuestión que se investiga.

Quinta fase. La discusión concluye cuando el alumno consigue alcanzar por sí mismo el conocimiento preciso de la realidad que se investiga. En muchos casos este ideal no se consigue y la discusión queda abierta en inconclusa

El arte de la mayéutica implica, como es obvio, una suposición: considerar al discípulo competente para encontrar racionalmente la verdad a pesar de que, en apariencia, se muestre ignorante al respecto (como casi siempre, para Sócrates encontrar la verdad es descubrir, sin dudas ni contradicciones, cuál es la norma de conducta más adecuada a nuestros genuinos intereses humanos). Esta idea tendrá hondas repercusiones en una de las más afamadas teorías platónicas, la de la anámnesis (anamnesia) o reminiscencia, según la

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

28

interactúan

Sócrates solía decir que había heredado el oficio de partera de su madre, pues lo que

hacía al dialogar con sus conciudadanos era ayudar a salir a la luz lo que ya estaba

implícito en sus ideas. En la imagen, friso en el que se representa un parto

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO II. Los sofistas y Sócrates. El giro antropológico de la filosofía

cual el alma humana inmortal tuvo acceso a la sabiduría absoluta mucho antes de unirse al cuerpo, momento en el cuál se volvió amnésica y olvidó todo lo que sabía. En su transcurrir por esta vida, y si se dan las circunstancias adecuadas, los hombres pueden recuperar parte de este añorado saber.

Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida

29