cap 1 anatomia de la protesta-alejandro lópez
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PARTE I LA PROTESTA ESTUDIANTIL
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Captulo 1
Anatoma de la protesta: dinmica, espacio, memoria y representacin
Alejandro Lpez Gallegos1
Introduccin
De qu manera justificar el tomar como objeto de estudio el anlisis de una actividad
concreta de protesta, a saber, la marcha?
Tomemos como punto de partida un hecho llamativo dentro del estudio de la
accin colectiva en Mxico. Apuntamos a una especie de desplazamiento conceptual. En
efecto, pensamos que es plausible sealar que el concepto de movimiento social haba
dominado en los estudios sobre la accin colectiva en Mxico durante la dcada de 1980
y la dcada de 1990. Esto, por otro lado, ha ido modificndose, particularmente desde
finales de la dcada de 1990 hasta nuestros das, para dar cabida a una preocupacin
complementaria guiada por los conceptos de sociedad civil, asociacionismo voluntario,
y participacin ciudadana. Este cambio conceptual en el estudio de la accin colectiva
ha estado imbricado con una preocupacin ms amplia que refiere a los procesos de
consolidacin democrtica.2
As, por ejemplo, Cecilia Bobes (2002) seala que en Amrica Latina, los
movimientos sociales de los aos noventa, inciden en cuatro mbitos relacionados con los
procesos de democratizacin y consolidacin democrtica: la ampliacin de lo poltico, la
redefinicin de las relaciones entre Estado y sociedad, la ampliacin y transformacin del
espacio pblico, y una nueva comprensin de la ciudadana democrtica (Bobes, 2002:
377). Lo que hace que los movimientos sociales se conecten con estos mbitos es que, a
travs de sus formas de organizacin y de accin, potencialmente, mantienen las
fronteras de una sociedad civil autnoma y creativa, en una coyuntura en que las
relaciones econmicas adquieren una posicin preponderante como ordenadoras de la 1 Doctor en Estudios Sociales, lnea de Procesos Polticos, por la UAM Iztapalapa. Profesor-investigador visitante del Grupo de Anlisis Poltico, Departamento de Sociologa, Universidad Autnoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco; [email protected]. 2 Linz y Stepan (1996: 7-15) han sealado que existen cinco condiciones que deben establecerse para sealar que un pas tiene una democracia consolidada: a) el desarrollo de una sociedad civil libre y vigorosa; b) la existencia de una sociedad poltica relativamente autnoma y apreciada; c) un estado de derecho que garantice las garantas legales de los derechos y la vida asociativa de los ciudadanos; d) la existencia de una burocracia estatal que pueda ser utilizada por el nuevo gobierno democrtico; e) una sociedad econmica institucionalizada.
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estructura social, y en un momento en que las estructuras polticas estn siendo puestas
en cuestin por los procesos paralelos de globalizacin y localizacin (vase tambin
Castells, 1998). Olvera (2003a), por su parte, seala que los movimientos sociales en
Mxico juegan un papel de primer orden en la posible configuracin de una
gobernabilidad democrtica, y en el desarrollo de la ciudadana democrtica. Para este
autor, los procesos de asociacionismo que se generan durante las acciones colectivas,
constituyen mbitos en los cuales se practican y se refuerzan los valores relacionados con
la ciudadana, y, de hecho, no sera posible construir una ciudadana activa al nivel
individual, si no existe la posibilidad de que se desarrollen formas de asociacin colectiva
duraderas y autnomas, llmense ONGs, organizaciones de productores, organizaciones
defensoras de derechos humanos, movimientos sociales, etctera.
Estas aproximaciones, de alguna manera, sealan dos dimensiones en las cuales
los movimientos sociales y la accin colectiva contribuyen a la consolidacin democrtica:
por un lado, una dimensin pblica en la cual se realizan algunas de las contribuciones
que Bobes seala: la ampliacin y transformacin del espacio pblico, y la redefinicin de
la ciudadana; por otro lado, una dimensin oculta en la cual, a travs de sus formas de
socialidad, los movimientos sociales cumplen el papel de difundir entre sus participantes
individuales, valores y habilidades prcticas para la construccin y ejercicio de la
ciudadana.
Pero, qu pasa cuando conectamos estas preocupaciones empricas y estas
aspiraciones normativas con la actividad misma de movimientos sociales y otros tipos de
actores colectivos? De hecho, lo que encontramos, y esto es particularmente el caso de
Mxico, es una especie de olvido de esas formar concretas de actuar y, en especial, de
esa que se denomina protesta. Lo que nos gustara destacar es que en Mxico el
estudio de la protesta en s, no se ha convertido en una empresa de investigacin todava.
Con fines puramente ilustrativos vamos a tomar como referencia los trabajos de Sergio
Zermeo (1996) y de Alberto Olvera (2003b). Lo que caracteriza a ambos trabajos es que
representan esfuerzos por dar una visin general y sistemtica acerca del estado de los
movimientos sociales y de la accin colectiva dentro del contexto del proceso de cambio
poltico en Mxico durante la dcada de 1990.
La preocupacin central de Zermeo (1996) es la investigacin de la dinmica
social que permite (o impide) la formacin de actores sociales que puedan conformar un
movimiento social. El centro de inters de Zermeo no es la actividad de protesta misma,
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sino los procesos socioculturales globales, que animan la constitucin de determinadas
formas de actores sociales. Dentro de este esquema, la actividad de protesta en s
misma, aparece como un sntoma, como un resultado de dichos procesos socioculturales
globales (matrices socioculturales, segn la expresin del propio Zermeo). Ms que
aparecer como un recurso de influencia poltica o como un repertorio estratgico de
accin, aparece como el sntoma de la composicin o descomposicin de los movimientos
sociales en Mxico. Por ejemplo, refirindose a la decisin zapatista, en diciembre de
1994, de establecerse en una amplia zona declarando la independencia de esos
municipios y la autonoma indgena de esas regiones (una forma de protesta en s misma)
Zermeo dice: al ampliar su radio de influencia hasta ocupar militarmente casi la mitad
de los municipios del estado, el zapatismo nos empujaba a preguntarnos si coincidan
estas nuevas fronteras con su identidad sustentable [...] si del lado del zapatismo armado
no ha habido tambin un regreso a la referida ley de hierro de la mexicanidad, la ley del
suicida y del asesino: por parte de los movilizados la urgencia por acumular fuerzas para
derrotar el Estado nacional, la lgica suicida de destruirlo todo y ocupar ese espacio, o
estrellarse contra el muro del autoritarismo; por parte del Estado, el no poder convivir con
ningn promontorio, por pequeo que sea, fuera de la pirmide de Aztln. (Zermeo
2002: 31). Dentro de esta perspectiva, la protesta no se convierte en un objeto de
investigacin porque ms que ser un instrumento de modificacin del proceso poltico (un
recurso) es el resultado de procesos socioculturales ms globales (la matriz sociocultural
de la mexicanidad).
Alberto Olvera aborda su anlisis panormico sobre los movimientos sociales y la
accin colectiva, desde una perspectiva diferente. Su preocupacin fundamental es la
gobernabilidad democrtica y la participacin ciudadana, es decir, la capacidad de los
ciudadanos para incidir en las decisiones pblicas, promoviendo as una mayor eficacia y
eficiencia en el ejercicio del poder (Olvera, 2003a: 22-23). En este sentido, la
preocupacin fundamental es la construccin de ciudadana en Mxico como una
precondicin para cualquier tipo de consolidacin democrtica en Mxico. Para Olvera,
los movimientos sociales y la accin colectiva, se convierten en elementos centrales para
la construccin de ciudadana, en la medida en que es a travs de ellos que se pueden
aprender valores ciudadanos (participacin, tolerancia, dilogo). As, el problema de
investigacin, dentro de este contexto es conocer [...] la naturaleza de los procesos
socio-culturales que pueden facilitar tanto la formacin de actores sociales como el
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aprendizaje colectivo de la participacin (Olvera, 2003a: 23). Desde esta perspectiva,
nuevamente, la protesta no se constituye en s misma en un objeto de investigacin. Por
un lado, es el resultado de las dinmicas internas de los actores colectivos, del tipo de
asociacionismo que caracteriza a dichos actores colectivos. Por el otro, es el resultado de
cambios en el contexto poltico. Pero nuevamente, la protesta no aparece como un
recurso poltico en s mismo.
Aunque no se trata de una revisin exhaustiva, los dos trabajos antes
mencionados, representan intentos recientes, sistemticos y generales, para evaluar el
estado de los movimientos sociales, la accin colectiva y la actividad de protesta, durante
el proceso de cambio poltico en Mxico. En ellos, como se ve, la protesta no aparece
como objeto de estudio propiamente dicho. Es esto lo que impone realizar un anlisis de
la anatoma de la actividad de protesta. Ello enriquecera nuestro conocimiento de la
accin colectiva y de los movimientos sociales, pero tambin de la sociedad civil y de la
participacin poltica en Mxico. Pero a qu nos referimos con protesta
concretamente? En el resto de este captulo realizaremos una breve revisin conceptual
de algunos elementos que nos ayudan a entender qu es la protesta, y de qu manera
esa actividad se conecta con la naturaleza de los actores colectivos y con los procesos
polticos de participacin.
Dinmica de la protesta
Iniciemos con una definicin estndar de lo que podra ser la actividad de protesta:
...un impulso no institucionalizado dirigido a provocar una accin poltica por parte de instituciones que poseen poderes y responsabilidades formales. A travs del uso de la protesta, diferentes actores buscan colocar determinados asuntos en la agenda poltica con el fin de modificar el status quo [...] En su mayor parte, la protesta no es una cuestin de individuos, sino ms bien de grupos y organizaciones [...] es tpicamente el dominio de grupos particulares que, una vez que lleguen a coordinarse y a estabilizarse en el tiempo podran convertirse en un movimiento social (Rucht, Koopmans y Neidhart, 1999: 8) Considerada de esta manera, la actividad de protesta constituye una dimensin del
fenmeno ms amplio de la participacin poltica. Para nosotros, esto plantea un primer
problema interesante. En efecto, en la ltima dcada la cuestin de la participacin
poltica ha sido abordada, fundamentalmente, desde la categora de participacin
ciudadana.
Una cierta concepcin institucional de la participacin ciudadana sostiene que sta
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se entiende como las distintas posibilidades de la ciudadana para inmiscuirse en los
asuntos pblicos, a travs de formas preestablecidas, como son votar por representantes,
participar en organizaciones voluntarias de servicio a la comunidad, escribir a legisladores
en el Congreso, firmar peticiones, asistir a manifestaciones, y contribuir con donaciones
para alguna actividad de servicio comunitario (Galston, 2002). Estas formas estn muy
presentes en los Estados Unidos y Europa Occidental, y comienzan a extenderse en otras
regiones. Desde esta perspectiva institucional, la participacin ciudadana es, sobre todo:
aceptacin de los ideales democrticos; tener confianza institucional; aceptar las reglas
del juego; consolidar instituciones arraigadas en la cultura cvica, capaces de resistir a las
amenazas de desestabilizacin y a los cuestionamientos populistas.
Pero esta perspectiva institucional encierra una paradoja, al menos si observamos
las formas de participacin poltica realmente existentes en nuestro pas. Por un lado, se
reconoce la importancia estratgica de la participacin ciudadana para la estabilidad de la
democracia; es ms se reconoce que uno de los problemas centrales de la
democratizacin latinoamericana es el bajo nivel de participacin ciudadana. Al mismo
tiempo, existe una desconfianza sistemtica al activismo poltico, sobre todo si este se
expresa como acciones colectivas de protesta, porque se considera que dicho activismo
contribuye al socavamiento de la democracia.
Para superar esta paradoja podramos apoyarnos en la idea de Jenny Pearce
(2004) segn la cual la participacin poltica en Amrica Latina parece configurarse, por
razones histricas, en torno a un modelo de poltica contenciosa, cuyas formas
principales son las del movimiento social, la accin guerrillera, las iniciativas informales de
autoorganizacin local, etctera. Dado el carcter no institucionalizado de dicha
participacin poltica, sta se convierte en una fuente, no predecible, de demandas hacia
el sistema poltico, que incrementan la debilidad de las instituciones polticas. Por alguna
razn, esta forma de participacin poltica, no evoluciona hacia una forma ms
institucionalizada y previsible de participacin ciudadana, que se expresara en la forma
del cabildeo, la opinin pblica, el voto, etctera.
Lo primero que conviene sealar es que resultan insuficientes las visiones
evolutivas sobre la participacin poltica. Segn esta visin evolutiva, en Mxico
deberamos estar experimentando el paso transicional de una forma pre-moderna de
participacin poltica (caracterizada precisamente por su carcter contencioso y no
institucionalizado) a una forma moderna cuyo eje sera el comportamiento ciudadano
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informado y responsable. Frente a esta visin evolutiva, cabe sostener la idea de que
la poltica contenciosa no es una fase en el desarrollo de la participacin poltica, como
lo demuestra, simplemente, la persistencia de formas de accin colectiva contenciosa en
los pases democrticos ms estables y desarrollados, sino, simplemente, una forma de
la participacin poltica dentro de las sociedades democrticas, una forma de participacin
poltica abierta precisamente por la emergencia de la revolucin democrtica en los
pases occidentales:
La accin colectiva, como la desobediencia civil, las marchas y protestas, pueden ser vistas positivamente como mecanismos que resaltan los problemas dentro de cualquier democracia, por ejemplo, la falta de consenso en torno a la distribucin de recursos existente. Estas acciones resaltan problemas particulares de corrupcin y abuso en el sistema poltico. Ofrecen canales para la formulacin de una opinin pblica que, potencialmente, puede poner en cuestin las apelaciones populistas directas a la masa. Generan un amplio reservorio futuro de lderes y representantes (Pearce, 2004:502)
As pues, si existe un inters genuino por la participacin poltica habra que tomar
en serio las diferentes versiones que asume eso que se llama poltica contenciosa
(contentious politics). Segn McAdam, Tarrow y Tilly (2001:5) este trmino hace
referencia a todas aquellas
interacciones colectivas, pblicas y episdicas entre formuladores de demandas y de sus objetos, y cuando a) al menos un gobierno es formulador de reivindicaciones, es el objeto de una reivindicacin o es partidario de alguna reivindicacin y b) las reivindicaciones, si se llegaran a satisfacer, afectaran los intereses de al menos unos de los participantes. Dentro de esta amplia definicin, la actividad de protesta puede ser definida como
una forma de accin contenciosa que se caracterizara por un carcter tendencialmente
transgresivo, en el sentido de que son acciones colectivas que implican alguna forma de
renovacin o innovacin de actores polticos o alguna forma de renovacin o innovacin
de los medios para alcanzar metas polticas (McAdam, Tarrow y Tilly, 2001:8). La
dinmica de esta actividad podra analizarse a cualquiera de tres niveles.
En primer lugar, podra analizarse la dinmica de la protesta en relacin con las
condiciones socio-estructurales que la facilitan o que la impiden. Desde esta perspectiva,
la aparicin de acciones colectivas estara en funcin, al menos en parte, de dos grandes
variables polticas contextuales. Por un lado, el grado de exclusin poltica existente en un
sistema poltico, y por el otro, el tipo de estructura de oportunidades polticas que
caracteriza al sistema poltico. La primera variable es explicada por Tilly (1978) como una
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funcin del hecho de que los sistemas polticos son organizados como regmenes. Un
rgimen est formado por las reglas institucionalizadas que definen quin pude reivindicar
qu, cundo y cmo (Jenkins y Schock, 1992: 170). Desde este punto de vista, la accin
colectiva es el resultado, por un lado, de las actividades realizadas por los miembros
rutinarios que buscan mantener su propia posicin y mantener la exclusin de los no
miembros, a travs de la defensa de las reglas del rgimen, y por el otro lado, las
actividades que emprenden los contestatarios para modificar las reglas del rgimen y as
obtener acceso al proceso de toma de decisiones. Dado que los actores contestatarios no
tienen acceso regular y rutinario al proceso de toma de decisiones, la nica forma de
tener alguna oportunidad de introducir sus demandas es recurrir a actividades
extrainstitucionales, principalmente a la protesta.
Ahora bien, la exclusin poltica es una condicin para la aparicin de la actividad
de protesta, pero por s misma no explica la aparicin de sta. Los grupos excluidos no se
movilizarn a menos que tengan a su disposicin oportunidades crebles de que pueden
ejercer una influencia sobre el sistema poltico a travs de su movilizacin. Tarrow (1988)
identifica cinco tipos de elementos que forman la estructura de oportunidades que
caracteriza a los sistemas polticos nacionales: las oportunidades institucionales, la
estabilidad de las coaliciones y los alineamientos polticos, las divisiones en las lites y/o
la tolerancia a la protesta, la presencia de grupos de apoyo y aliados, y la capacidad de
los estados para llevar a cabo sus polticas. Todos estos elementos producen
oportunidades (o, al contrario, cierran oportunidades) para la actividad de protesta,
mediante una combinacin compleja. Por ejemplo, las oportunidades institucionales
pueden permitir amplios canales de participacin a los actores que no participan
regularmente en el proceso de toma de decisiones, desincentivando as la actividad de
protesta; pero si el estado carece de capacidad para llevar sus polticas (por ejemplo, por
falta de recursos fiscales) entonces los actores pueden percibir que su participacin en
realidad no produce efectos, y pueden optar por acciones de protesta para tratar de ganar
mayor influencia. Finalmente, habra que tomar en cuenta que las oportunidades polticas
no se determinan objetivamente, sino que estn en funcin de procesos de construccin
social: las oportunidades polticas existirn en la medida en que los actores colectivos las
definan como tales.
En un segundo nivel, la dinmica de la protesta puede analizarse desde el punto
de vista de las razones por las que existe cierta preferencia por determinadas actividades
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de protesta Qu tipos de acciones contenciosas son posibles, factibles para un conjunto
de actores en un momento determinado? Segn Charles Tilly, las personas no practican
la poltica contenciosa al azar, sino en formas determinadas histricamente, aunque
adaptndolas a situaciones concretas. Tal es la idea que se refleja en su concepto de
repertorios contenciosos como un conjunto limitado de rutinas que son aprendidas,
compartidas y puestas en prctica a travs de procesos relativamente deliberados de
eleccin (Tilly, 2002:31). Estas rutinas son creaciones culturales que producen los
propios agentes a travs de su experiencia en la lucha poltica. Pero, a su vez, esa lucha
poltica est enmarcada en contextos histricos socio-estructurales. Lo interesante del
concepto de repertorio de contencin es, por un lado, que dicho repertorio est
relacionado con ciertas condiciones estructurales y, por otro, que cada repertorio est
compuesto por un conjunto, que puede ser muy amplio, pero discreto de acciones
contenciosas concretas. As, Tilly propone la idea de que, con la emergencia de los
procesos de modernizacin econmica (capitalismo) y poltica (establecimiento de los
estados nacionales) se produjo una mutacin en el repertorio de protesta de los pases
occidentales, establecindose lo que llam un repertorio modular de protesta. Este
repertorio estara compuesto por tipos de acciones que compartiran tres caractersticas:
seran nacionales o incluso cosmopolitas (en el sentido de que abarcaran espacios
geogrficos y simblicos amplios, y no estaran vinculadas nicamente a localidades
especficas); seran autnomas (en el sentido, de que estaban desvinculadas de
situaciones sociales inmediatas, locales, y apuntaban hacia las fuentes de poder
nacionales); y seran modulares (en el sentido de que unas pocas formas de accin
servan para mltiples tipos de actores colectivos y para reivindicar demandas muy
diferentes).
Finalmente, la dinmica de la protesta puede ser abordada considerando la idea
de que la actividad de protesta es una accin compleja que contiene un curso de vida
compuesto de dos grandes fases: por un lado, los procesos de ensamblamiento de las
reuniones que producen la actividad de protesta, y por otro, los procesos de dispersin de
las reuniones, que marcan el final de la actividad de protesta (McPhail y Schweingruber,
1999: 164-165). Analizar la dinmica de la protesta, desde este ltimo punto de vista,
implica observar y clasificar las mltiples acciones que permiten dar sustento y
continuidad a un evento de protesta particular, a travs de la formacin de identidad
colectivas.
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Espacio y protesta
Un aspecto fundamental de la dinmica interna de la actividad de protesta, y en especial
de esta especfica que se llama marcha, es su relacin con el entorno urbano. Por tanto,
comprender la actividad de protesta remite a conceptualizar las relaciones de la accin de
protesta con el espacio urbano, fsico y simblico.
Podramos partir de la idea de Tilly respecto a lo que caracteriza al repertorio
modular de protesta. Los rasgos de este repertorio, sugieren que en las condiciones
modernas existe una separacin entre la actividad de protesta respecto a la inmediatez
del lugar, abriendo la posibilidad de que la poltica contenciosa se expanda en el espacio
fsico y simblico. El repertorio moderno de la protesta est vinculado, as, tanto con las
caractersticas especficas del espacio urbano (en especial la calle y las avenidas que
permiten la reunin de multitudes provenientes de puntos geogrficos heterogneos),
como con las caractersticas de ese espacio virtual constituido por el nuevo mbito de la
poltica nacional.
Observemos, por ejemplo, dos formas de accin contenciosa que reflejan el uso
de distintas modalidades del espacio urbano. En primer lugar, el uso de las barricadas
(Traugott, 2002). Segn Traugott el uso de las barricadas como parte de los repertorios
populares-urbanos de contestacin dentro de Francia, se remonta hasta el siglo XVI y
est asociada estrechamente con la estabilidad de los vecindarios y barrios populares.
Las barricadas estaban diseadas como formas de defensa de los barrios, sea frente a
extraos y forasteros, sea frente a agitaciones provenientes de otras partes de la ciudad
y, en fin, sea frente a los movimientos de los ejrcitos monrquicos. La produccin de
barricadas como forma de contencin aprovechaba la disposicin del espacio urbano
parisino, consistente en una intricada red de callejuelas, lo cual permitira bloquear el
trfico circulatorio de una manera ms o menos econmica y, al mismo tiempo, responda
a las necesidades de los propios habitantes urbanos que se definan a s mismos en
funcin de su pertenencia a barrios o vecindarios especficos. El auge de las barricadas
como repertorio de accin contenciosa popular se alcanz entre 1830 y 1848, cuando se
extendi ms all de las fronteras de Francia y se convirti en un repertorio continental de
insurreccin popular urbana. Pero despus de la derrota de las insurrecciones populares
de 1848, aunque las barricadas no desaparecieron completamente del repertorio popular
de contencin, perdieron su posicin preeminente y fueron sustituidas progresivamente
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por otras formas de contestacin.
Por otro lado, como seala Olivier Fillieule (2001) la instauracin de la
manifestacin-desfile-procesin-marcha como repertorio de accin, al menos a partir del
ejemplo francs, coincidi con la revolucin del espacio urbano llevada a cabo durante el
imperio de Napolen III y el prefecto de Pars George Eugene Haussmann. El centro de
esta revolucin urbana fue la destruccin de la abigarrada ciudad medieval parisina, y la
construccin de amplios y rectilneos bulevares. El proyecto estaba concebido en funcin
de la modernizacin capitalista de la ciudad francesa, donde sta deba estar armada de
un amplio sistema de circulacin mercantil por el centro de la ciudad. No obstante, el
proyecto tambin contena una dimensin de contencin poltica, precisamente destinada
a evitar el uso generalizado de las barricadas entre los sectores populares insurrectos. En
efecto, los amplios bulevares facilitaran el desplazamiento de las tropas y haran difcil
reunir los elementos que permitiran la construccin y vigilancia de las barricadas.
Esta reconfiguracin del espacio urbano, contribuy a la reconfiguracin de la
accin popular contenciosa. Orientada en un sentido de modernizacin capitalista y con
una intencionalidad poltica de contencin de la insurreccin popular armada, la revolucin
urbana haussmanniana impuls una reconfiguracin espacial al nivel imaginario con
consecuencias polticas concretas. Como dice Marshall Berman:
La nueva construccin ech abajo cientos de edificios, desplaz a miles de personas, destruy barrios enteros que existan desde hace siglos. Pero abri la totalidad de la ciudad, por primera vez en su historia, a todos los habitantes. Ahora, finalmente, era posible desplazarse no slo dentro de los barrios, sino a travs de ellos. Ahora, despus de siglos de vivir como una yuxtaposicin de clulas aisladas, Pars se estaba convirtiendo en un espacio fsico y humano unificado (Berman, 1992: 150). Precisamente por esta nueva capacidad de reunir multitudes, de romper las
barreras geogrficas que separaban a distintas clases sociales, y que separaban a los
ciudadanos de los asientos del poder poltico, la nueva ciudad haussmanniana auspici la
politizacin de las calles. Si bien los bulevares alentaron la formacin de multitudes
atomizadas, orientadas en funcin de las posibilidades de entretenimiento ofrecidas por
las amplias panormicas creadas por los bulevares y sus amplia aceras, tambin
fomentaron la formacin de actores colectivos, que podan sentir su propia fuerza en la
forma de la ocupacin multitudinaria de los bulevares (su capacidad para llenar esos
amplios bulevares), y que podan llegar hasta los asientos del poder para hacer or su voz:
... los lugares del poder se convierten, de ms en ms en el blanco de reuniones y
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en el punto de llegada de los cortejos multitudinarios [...] bosquejando as una geografa simblica del poder y sugiriendo que la ocupacin de la calle es menos un fin en s [...] que un medio de tomar o interpelar directamente al poder (Fillieule, 2001: 14). As pues, el espacio geogrfico no es un absoluto naturalizado, sino el resultado
de prcticas sociales y construcciones simblicas. La actividad de protesta en relacin
con el espacio se juega en una relacin de restriccin pero tambin de habilitacin. Por un
lado, el espacio fsico y simblico delimita las formas de actividad de protesta, por
ejemplo, imponiendo ciertas rutas a las manifestaciones (sea por la disposicin de las
calles mismas, sea por los significados simblicos atados a determinados recorridos, sea
porque determinados puntos de llegada posean una fuerte carga estratgica o de
significado). Pero por otro lado, la actividad de protesta estructura y da forma al espacio
urbano, fsico y simblico. As, la calle puede ser resignificada como espacio de
solidaridad entre individuos extraos, cuando normalmente es nicamente la sede de la
multiplicidad de choques entre trayectorias individuales atomizadas. La toma de edificios
pblicos ofrece una ilustracin novedosa y radical de la premisa democrtica segn la
cual, el titular del poder es el pueblo. En ltima instancia, a travs de la ocupacin no
convencional del espacio urbano, aquello que en la vida normal aparece como invisible y
desapercibido, se vuelve urgente y claramente visible: los excluidos y marginados pueden
llegar a ocupar temporalmente el centro (de la atencin y de la ciudad).
Memoria y protesta
Pero as como la actividad de protesta se sita en el espacio, tambin se relaciona con la
dimensin temporal. La protesta tiene una ntima relacin con la forma en que las
comunidades humanas modernas recrean y recomponen su pasado, en particular en
relacin con eventos crticos. Si en relacin con el espacio, la actividad de protesta quiere
enfatizar que ste no es un marco rgido y absolutamente delimitado, en relacin con el
tiempo, la actividad de protesta quiere enfatizar que el pasado no est muerto ni es slo
un lastre que nos impide avanzar al futuro.
Los agentes sociales, como individuos pero tambin colectivamente, requieren de
algn tipo de relacin con el pasado a fin de mantener la continuidad en sus identidades;
dicha relacin constituye una dimensin ontolgica en la vida social. De hecho, en un
sentido muy amplio, el trmino memoria refiere a una capacidad de todo sistema, sea
biolgico o artificial, de responder frente a eventos externos, recurriendo a un depsito de
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informaciones, a travs de lo cual modifica su estructura para adaptarse a dichos eventos
externos. En este sentido amplio, la memoria, es esencial para la conservacin y
persistencia de cualquier sistema. En un sentido ms restringido, la memoria hace
referencia a la capacidad, propiamente humana, de preservar ciertos rastros de
experiencias pasadas y de recuperarlos en funcin de exigencias de sus experiencias
presentes (Jedlowski, 2001:29).
No obstante, la conceptualizacin de la memoria ha ido abandonando
progresivamente esta concepcin de la memoria como mero reservorio o almacn, para
producir una visin ms dinmica de la memoria como proceso. Algunos autores, por
ejemplo, prefieren el trmino de trabajo memorstico al de simplemente memoria para
hacer referencia al conjunto de procesos a travs de los cuales los agentes sociales (sea
individual o colectivamente) se relacionan con experiencias y eventos pasados (Jansen,
2007). En funcin de estas nuevas conceptualizaciones, la memoria se concibe como un
conjunto de procesos a travs de los cuales las experiencias y eventos pasados son,
constantemente, seleccionados, filtrados y reestructurados en trminos de las cuestiones
y las necesidades del presente.
En trminos sociolgicos podemos distinguir dos grandes aproximaciones al
estudio de la memoria. Por un lado, se encuentran los estudios que hacen referencias a
las condiciones sociales de los procesos individuales de la memoria. Por el otro, se
encuentran los estudios que refieren a los procesos de la memoria colectiva.
Los estudios del primer tipo, hacen nfasis en la idea de que el recordar y el
olvidar no son una mera funcin de estructuras cerebrales individuales, sino que son
procesos influidos por las redes de relaciones sociales en las cuales el individuo se
encuentra inserto. El estudio clsico de Maurice Halbwachs (2004), estipul que las
memorias de cada individuo se inscriben dentro de ciertos marcos sociales. Estos
marcos tienen propiedades cognitivas y emocionales, y consisten en las categoras a
travs de las cuales el pasado es seleccionado, ordenando y comprendido. El origen de
estos marcos son las relaciones sociales. Si las relaciones sociales se repiten una y otra
vez, se estabilizan e institucionalizan, y as lo harn tambin las categoras sociales a
travs de las cuales clasificamos las experiencias presentes y pasadas.
Los marcos sociales de la memoria se expresan y reproducen a travs del
lenguaje y el discurso. Por esta razn, desde el punto de vista sociolgico, el punto de
entrada para comprender el carcter social de las memorias individuales es el estudio de
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las prcticas narrativas de los agentes sociales (por ejemplo, a travs de entrevistas
biogrficas o de diarios autobiogrficos).
Los aspectos sociales de la memoria se pueden ubicar en dos formas. En primer
lugar, porque el trayecto de la vida individual suele ser establecido a travs del uso de
demarcaciones temporales sociales, por ejemplo, desde lo ms simple (fechas de
bautizos, de bodas, de graduacin, de la llegada del primer hijo, de las muertes de seres
queridos), hasta acontecimientos sociales claves (guerras, revoluciones, catstrofes,
eventos polticos crticos, eventos deportivos, etctera). En segundo lugar, el hecho
mismo de que los agentes sociales individuales describan sus trayectorias a travs de la
forma narrativa, revela hasta qu punto la reconstruccin del pasado est delimitada por
categoras sociales: la reconstruccin individual de un evento o experiencia pasada, suele
recurrir a un nmero limitado de formas narrativas, que son modelos de categoras
sociales. Podemos reconstruir un evento o experiencia pasada como un drama o como
una comedia. Ms an, el hecho de narrar es ya una relacin social, y la narrativa puede
verse influida por las condiciones de la situacin social de la narracin.
Esto ltimo muestra hasta qu punto la interpretacin y reinterpretacin de eventos
y experiencias pasadas puede estar influido por nuestras situaciones sociales: la
pertenencia social puede influir en la forma en que recordamos eventos y experiencias
pasadas. Aqu podramos situar una de las dimensiones de la relacin entre actividad de
protesta y memoria. En efecto, participar en un evento de protesta es ya una situacin
social y estar contenido dentro de ella puede afectar la forma en que los participantes
recuperan los eventos y experiencias del pasado. Este efecto ser mucho mayor si los
participantes no son slo participantes ocasionales, sino miembros de colectividades
establecidas (organizaciones, actores colectivos de un movimiento social).
Por otro lado, la nocin de memoria colectiva parte del supuesto de que las
sociedades son totalidades sistmicas que, como cualquier sistema, persisten mediante
un sentido de continuidad, de una relacin con los eventos y experiencias de su pasado
como totalidad, lo que podramos llamar su herencia cultural.
La literatura sobre la memoria colectiva podra distinguirse, a grandes rasgos, en
dos dimensiones. En su dimensin esttica, la memoria colectiva es considerada desde
el punto de vista de los procesos de transmisin y conservacin de una herencia cultural
que permite que la sociedad, como totalidad sistmica, persista en su identidad. Estos
procesos de transmisin y conservacin se realizan a travs de instituciones, tcnicas y
-
herramientas especializadas. Dentro de esta perspectiva, la memoria colectiva ha sido
definida como un conjunto de representaciones sociales referentes al pasado, el cual es
producido, institucionalizado, conservado y transmitido, por cada grupo social, a travs de
la interaccin de sus miembros (Jedlowski, 2001:33). Las investigaciones realizadas
dentro de esta perspectiva se han concentrado fundamentalmente en las prcticas
conmemorativas, es decir, las prcticas a travs de las cuales se producen
representaciones colectivas del pasado social, diseadas para legitimar los proyectos y
creencias de las lites portadoras de dichos proyectos y creencias. Estas prcticas
conmemorativas han sido analizadas, en particular, con referencia a la construccin de
identidades nacionales, y su foco emprico han sido las festividades y ceremonias, as
como los monumentos, las exhibiciones y los museos (Schwartz, 1982, 1996).
No obstante, algunos de los trabajos realizados dentro de esta vertiente ms
esttica, han revelado que el proceso de la memoria colectiva, es decir, el proceso de
produccin, conservacin y transmisin de representaciones sociales sobre el pasado, es
fundamentalmente un proceso conflictivo, que implica relaciones de poder entre diferentes
agentes sociales. En otras palabras, que la memoria colectiva es un proceso poltico
cuyos resultados son inciertos y puede ser puesta en cuestin una y otra vez por la
interaccin de los agentes sociales. Es de esta manera en que varios investigadores han
llegado a hablar de una poltica de la memoria (Olick y Levy, 1997).
La poltica de la memoria hara referencia, en una primera aproximacin, a las
diferentes formas en que diversos grupos sociales utilizan la memoria para alcanzar fines
especficos. Desde este punto de vista, todo evento histrico puede convertirse,
potencialmente, en la arena de una batalla mnemnica sobre cmo interpretar el pasado
entre diferentes agentes memorsticos en funcin de diferentes proyectos memorsticos.
La literatura sobre la poltica de la memoria ha sido criticada porque, tal y como se
formula, parece producir una visin exageradamente instrumentalista del proceso de la
memoria, y exagera asimismo la capacidad de los agentes sociales para manipular los
eventos y las experiencias del pasado. Un correctivo a esta visin instrumentalista es
proponer que las reconstrucciones del pasado realizadas por el trabajo memorstico en
alguna coyuntura particular, estn condicionadas por las reconstrucciones del pasado
realizadas en alguna coyuntura anterior. A esto se le puede llamar una concepcin
histrico-procesual de la poltica de la memoria: la trayectoria de la memoria de un evento
o experiencia particular puede ser vista como una serie de presentes, en cada uno de
-
los cuales suceden cambios en la interpretacin simblica de ese evento o experiencia,
los cuales establecen el terreno sobre el cual se producirn los siguientes episodios de
reinterpretacin (Jansen, 2007; Allier Montao, 2009).
Uno de los aspectos ms importantes de la poltica de la memoria es la relacin
entre los agentes memorsticos y los eventos y experiencias del pasado. Esta relacin
puede conceptualizarse muchas veces como una relacin de apropiacin. En otras
palabras, en la poltica de la memoria, los diferentes agentes enfrentados tratan de
asociar al evento o experiencia, con su propio sistema de smbolos interpretativos, como
la nica forma legtima de interpretar el pasado.
La literatura sobre las prcticas conmemorativas y sobre la poltica de la memoria,
tiende a concentrarse en algunos objetos histricos tales como figuras histricas
emblemticas, o bien hechos de la historia lejana de la comunidad nacional que se
consideran fundacionales de la identidad nacional. No obstante, recientemente se ha
resaltado el papel de otros eventos y experiencias pasadas en la poltica de la memoria,
sobre todo en relacin con cuestiones de los procesos de cambio poltico hacia la
democracia. Esto se relaciona en particular con la nocin de memoria traumtica, es
decir con eventos del pasado relacionados con sucesos colectivos criminales producidos
en el interior de las comunidades nacionales. Con respecto a esta cuestin, la literatura
sostiene que la poltica de la memoria se juega en torno a la necesidad de recordar (y
cmo recordar) ese pasado traumtico, y la necesidad de encontrar modos especficos de
olvidar ese pasado traumtico. Recordar y olvidar se ponen en juego en funcin de la
voluntad de crear un sistema poltico democrtico estable. (Misztal, 2005)
Dentro de esta perspectiva, los agentes sociales se sitan polarmente en la
contienda poltica por la memoria. Para algunos agentes, el recuerdo de los eventos
traumticos es fundamental para que exista una sociedad democrtica justa. La justicia
sera el resultado de que, a travs del recuerdo de las patologas y los crmenes
cometidos en el pasado, stos no se repetirn, y se recordara y compensara a las
vctimas, sacando a stas, precisamente, de su condicin de vctimas, siendo
rehabilitadas como miembros plenos de la comunidad poltica democrtica. Ms an, una
comunidad poltica democrtica requiere expulsar a aquellos agentes que, por sus actos
pasados, han mostrado su inclinacin a violar las normas mismas del orden democrtico.
Por eso, la triloga de los agentes que hacen del recuerdo una condicin de la justicia
democrtica incluye, adems del recuerdo y la compensacin, el castigo a los
-
responsables por los crmenes del pasado.
Por su parte, otros agentes sociales pueden sostener que, por el contrario, la
justicia democrtica requiere de una forma especfica de olvidar los eventos traumticos
del pasado. Segn estos agentes, el recuerdo continuo de eventos traumticos y la
incapacidad de olvidar puede permitir la conservacin de resentimientos dentro de la
comunidad poltica democrtica que derivarn, en el futuro, en nuevos conflictos
intratables que pondrn en riesgo la existencia misma de la comunidad.
Como se ve la nocin de poltica de la memoria abarca una enorme cantidad de
temas y asuntos de investigacin y puede observarse cmo la actividad de protesta puede
quedar incluida dentro de estos temas. Tanto como forma especfica de conmemoracin,
o como expresin pblica de un especfico proyecto memorstico de un actor colectivo, la
actividad de protesta es uno de los componentes fundamentales en el trabajo de la
memoria colectiva.
Representacin de la protesta
La actividad de protesta est ntimamente vinculada con la nocin de lo pblico,
entendiendo esta ltima nocin en funcin de lo que podemos llamar visibilidad
(Thompson, 1995; Ku, 1998). Recordemos lo que Tilly nos dice respecto a los repertorios
de protesta, en particular con respecto a la emergencia de los repertorios de protesta que
emergieron con la modernidad. Debido a sus caractersticas, Tilly identifica estos mltiples
repertorios con el trmino englobador de reuniones contenciosas (contentious
gatherings). En otras palabras, es la dimensin de lo pblico lo que caracteriza a los
repertorios de protesta modernos, sea que estos se desarrollen en la calle o en el espacio
pblico virtual.
Si atendemos a esta formulacin podemos decir que la representacin pblica es
constitutiva de la actividad de protesta. Por un lado, porque la actividad de protesta est
constituida por una multitud de acciones cuya caracterstica central es la apelacin a una
audiencia que se presenta como espectadora de la protesta, es decir, la actividad de
protesta no slo se orienta hacia los participantes sino, fundamentalmente, a los no
participantes. Por el otro lado, la actividad de protesta no se agota, ni es vlido pensar
que slo se agota, en su realizacin misma, sino que se extiende hasta su representacin
en los diversos canales comunicativos de la sociedad, sea la comunicacin cara a cara, o
los medios masivos de comunicacin.
-
Que la protesta pueda ser concebida como una accin bsicamente comunicativa,
donde la representacin de la misma es fundamental para que la protesta tenga algn
efecto poltico, es una perspectiva que se encuentra contenida dentro de los primeros
intentos de conceptualizacin de la misma. As, por ejemplo, en su artculo seminal,
Michael Lipsky (1968) sealaba que la protesta era una accin poltica propia de grupos
desprovistos de poder, en el sentido de que carecen de recursos polticos convencionales
para influir sobre el proceso poltico. Segn Lipsky, los actores provistos de poder (es
decir, de recursos polticos) pueden entrar en relaciones de intercambio directo con las
autoridades polticas, para negociar sus demandas. En cambio, los actores que carecen
de recursos polticos, utilizan la protesta como un recurso indirecto de influencia. De ah
que se considere a la protesta como un recurso poltico no convencional. Segn Lipsky, la
protesta tiene un carcter comunicacional. Mediante su espectacularidad (la interrupcin
de la vida cotidiana, la atencin de los medios de comunicacin), la protesta trata de
llamar la atencin sobre un problema. Sin embargo, la atencin que se busca no es, en
principio, la de las autoridades polticas, sino la de los pblicos de referencia. Con este
trmino, Lipsky identifica a pblicos cuyo apoyo resulta indispensable para las autoridades
polticas. Mediante la protesta, los grupos que la llevan a cabo, tratan de lograr que estos
pblicos de referencia adopten una actitud positiva hacia sus demandas, de tal manera
que se genere una corriente de opinin de tal magnitud que las autoridades polticas se
vean obligadas a responder a la demanda; de otra manera, las autoridades polticas
correran el riesgo de perder el apoyo de esos pblicos de referencia. (Lipsky,
1968:1145-1146)
Lipsky desarroll un modelo de tres fases: (1) la protesta misma. A travs de ella,
de su espectacularidad, los grupos que protestan llaman la atencin de los medios de
comunicacin y diseminan informacin acerca de sus metas; (2) los pblicos de referencia
recogen la informacin y adoptan una actitud frente a ella; (3) la reaccin de dichos
pblicos es anticipada por las autoridades polticas y para contrarrestar la probabilidad de
reacciones negativas, la autoridad responde de alguna manera a las demandas de los
grupos que protestan. (Lipsky, 1968:1147).
En general, el modelo propuesto por Lipsky sigue estando vigente entre los
analistas de los movimientos sociales y la accin colectiva. Por ejemplo, Della Porta y
Diani (1999) sostienen que la protesta es un mtodo no convencional para intervenir en el
proceso de toma de decisiones polticas. Mediante la protesta se pone en movimiento un
-
proceso de persuasin indirecta, mediado por los medios de comunicacin, dirigido a
obtener el apoyo de grupos ms poderosos con el fin de conseguir decisiones polticas
favorables a los sectores sociales que protestan. Desarrollan as un modelo del proceso
de comunicacin de protesta que, a grandes rasgos es idntico al propuesto por Lipsky:
(1) El sector social directamente interesado en una decisin poltica se puede denominar
como ncleo de la protesta; (2) de este ncleo surge un liderazgo que trata de dirigir la
accin de protesta y mantener las relaciones externas del ncleo de protesta; (3) los
medios de comunicacin difunden el mensaje de la protesta; (4) para que la protesta
tenga xito debe producir estmulos positivos que influyan en la decisin de los
funcionarios pblicos: ganar simpatas entre aquellos sectores que poseen ms recursos
para influir en la toma de decisiones. Los sectores menos poderosos siempre tienen que
involucrar a aquellos sectores que pueden influir ms fcilmente a los funcionarios
pblicos.
As pues, la protesta puede considerarse como una actividad comunicacional y
por ello es necesario comprender su relacin con los diferentes canales comunicaciones
existentes en la sociedad y, en particular, con los medios de comunicacin. El principal
punto de esta relacin es la forma de la cobertura meditica de la protesta.
La literatura sobre el tema ha sostenido, en general, dos argumentos. Por un lado,
se hace referencia a una aproximacin organizacional o institucional: la comprensin de
las relaciones entre medios y protesta se establece al nivel de los imperativos que, sobre
los medios y las organizaciones o grupos que protestan, impone tanto su lgica interna,
como el campo dentro del cual se mueven. As por ejemplo, Gamson y Wolfsfeld (1993)
sostienen que entre los medios de comunicacin y las organizaciones y grupos que
protestan se establece una relacin simbitica en funcin de los imperativos diversos
que enfrentan dentro de sus respectivos campos organizacionales. As, la lgica de
competencia comercial que caracteriza a los medios de comunicacin impone la
bsqueda de lo espectacular o lo inusual, que los llevara a cubrir las actividades de
protesta que presenten esas caractersticas; y, por otro lado, la necesidad de movilizar a
grandes cantidades de personas y de influir en los pblicos de referencia mediante la
fuerza de los nmeros, induce a los activistas a querer magnificar el alcance de sus
mensajes, obligndolos a recurrir a los medios de comunicacin para ello. De manera
similar, pero desde una perspectiva terica completamente diferente, Champagne (1984)
concluye que las manifestaciones pblicas son acontecimientos polticos en cuya
-
construccin operan los imperativos propios de la lgica conjunta del campo de los
medios de comunicacin y el campo poltico. Para Champagne, de hecho, la
manifestacin pblica es, de hecho, un tipo de accin hecha para y por los medios de
comunicacin, y en consecuencia para poder acceder al campo poltico.
La segunda aproximacin, a la cual podramos denominar como cultural-poltica,
se desarrolla en torno a una pregunta bsica: en qu medida los significados que
pretenden transmitir las organizaciones y grupos que protestan pueden llegar a adquirir
una influencia social? En las sociedades que se pretenden democrticas, esta pregunta
apunta a la forma en que la protesta, y los mensajes que trata de transmitir, adquieren un
lugar en la esfera pblica. Una primera vertiente de esta aproximacin refiere a la
capacidad de las organizaciones y grupos de protesta para quedar incluidos en la agenda
de los medios de comunicacin, ms an, la capacidad para influir en la forma en que los
medios definen determinados temas o cuestiones de poltica. Una segunda vertiente,
refiere a la capacidad de los medios para marginalizar la protesta pblica, mediante su
trivializacin y su ocultamiento; algunos autores hablan incluso de la existencia de un
paradigma de la protesta, un conjunto de principios que regiran rutinariamente la
cobertura periodstica de los eventos de protesta y cuyo efecto sera siempre
marginalizador y trivializador (Gitlin, 1980).
Consideraciones finales
Nuestro planteamiento en este captulo ha estado dirigido a mostrar la potencial
productividad de tomar como objeto de estudio a la protesta en s. Ms concretamente, la
posibilidad de analizar en profundidad instancias especficas de actividad de protesta,
como una marcha, un plantn, una toma de un edificio, etctera. Debemos decir, para
concluir, que esto no ha sido el foco central de los estudios sobre la protesta. Quisiramos
hacer algunas consideraciones finales sobre este asunto, a fin de resaltar la peculiaridad
del planteamiento que recorre este captulo, pero tambin a esta obra en su conjunto.
En efecto, la preocupacin por la actividad de protesta, en buena medida se
origin como una preocupacin de orden macrosocial. As, por ejemplo, Rucht, Koopmans
y Neidhardt (1999), sugieren que el estudio de la protesta est impulsado por dos
intereses. Por un lado, los determinantes sobre el crecimiento de la protesta en los pases
capitalistas avanzados (y quiz en las sociedades transicionales de Europa del Este). A
este respecto enuncian la existencia de tres hiptesis en competencia, todas de orden
-
macrosocial:
En las sociedades occidentales avanzadas han surgido y se han multiplicado las
razones que impulsan la actividad de protesta: los riesgos que se derivan del uso
de nuevas tecnologas (sobre todo la tecnologa nuclear), y sus impactos sobre el
medio ambiente natural.
Los niveles de aspiracin y de sensibilidad se han incrementado en los pblicos
occidentales, de manera que ciertos principios o valores son utilizados como
criterios para evaluar los desempeos de diversas instituciones sociales, elevando
as las posibilidades de crtica y las demandas de cambio (p.ejem., la extensin del
principio democrtico hacia instituciones organizadas jerrquicamente). En
resumen, pblicos mejor educados, mejor informados, tendrn ms oportunidades
de detectar las causas de los problemas sociales, y tendrn asimismo mayores
oportunidades de mejorar sus capacidades y de obtener ms recursos para
articular su insatisfaccin.
El largo perodo del estado intervencionista, que caracteriz a la etapa de
postguerra, y hasta la dcada de 1970, permiti que el estado se convirtiera
fcilmente en un objetivo de crtica de fcil identificacin, permitiendo convertir as,
difusos sentimientos de insatisfaccin, en demandas articuladas de cambio social.
El otro inters, que tambin revela una orientacin macro social se refiere al
impacto poltico de la protesta en sociedades democrticas: las sociedades democrticas
se caracterizan por poseer instituciones intermediarias entre la sociedad civil y el sistema
poltico (p.ejem., partidos polticos y grupos de presin) a travs de las cuales se registran
los sentimientos y las demandas de los ciudadanos, permitiendo as un acceso indirecto
de stos hacia la toma de decisiones polticas. Dentro de este contexto, la protesta resulta
un indicador de las zonas problemticas en que esta funcin de intermediacin no est
siendo cumplida, es decir, un indicador de la existencia de problemas dentro de la
sociedad que no estn siendo registrados ni canalizados de la manera adecuada. Dentro
de esta zona problemtica no slo se tratan de elaborar hiptesis causales acerca de la
influencia de la protesta social sobre el proceso poltico, sino que tambin se intentan
elaborar hiptesis acerca de los factores que pueden determinar el xito o el fracaso de la
protesta en su intento por ejercer influencia sobre el proceso poltico.
Del mismo modo, los instrumentos conceptuales y metodolgicos que han sido
elaborados para estudiar la protesta, revelan esta influencia de los intereses
-
macrosociales. Consideremos, por ejemplo, la revisin conceptual que realiza Sidney
Tarrow (1999). En ese trabajo Tarrow sostiene que una perspectiva de larga duracin
puede ayudarnos a identificar las pautas regulares de la accin colectiva contenciosa.
Tarrow fundamenta esta posicin analizando, en primer lugar, las aportaciones de una
perspectiva singularista sobre episodios concretos de accin colectiva. Toma como
ejemplo, la perspectiva del historiador William H. Sewell sobre los eventos histricos.
Sewell sostiene que determinadas instancias de accin colectiva (como la toma de la
Bastilla en 1789, en Pars, Francia) se convierten en eventos histricos, es decir, en
rupturas impredecibles de la causalidad normal, momentos de fluidez en los que causas
pequeas y momentneas pueden tener consecuencias gigantescas y duraderas
(Tarrow, 1999: 37). Aunque Tarrow valora intensamente la aportacin de Sewell para
recuperar la importancia de eventos particulares en la explicacin histrica de los
procesos polticos, considera que esta visin singularista de la accin colectiva, es de
poca ayuda para comprender la protesta en la sociedad contempornea. Se presentara
un sesgo, tanto con respecto a la interpretacin histrica de la accin colectiva
contenciosa, como a la interpretacin misma del cambio social. Por un lado, la nocin de
evento tendera a privilegiar como relevantes nicamente aquellas acciones colectivas
ms dramticas como las nicas capaces de generar cambio social. Y,
concomitantemente, se apoyara la idea de que el cambio social slo ocurre a travs de
eventos histricos, ignorando la importancia de los cambios incrementales e
infinitesimales que producen mltiples acciones colectivas para terminar logrando el
cambio social. As pues, no toda accin colectiva contenciosa puede ser un evento, en el
sentido en que Sewell utiliza este trmino, pero no por ello dejan de tener su importancia
en la explicacin histrica de los procesos polticos.
Por estas razones es que una visin singularista no podra ser de mucha ayuda
para dar cuenta de la accin colectiva contenciosa en su relacin con los procesos
polticos. Resultara ms productiva una visin agregada de esas unidades de accin
colectiva para observar sus consecuencias sociales. Tarrow revisa, en este sentido, dos
posibilidades terico-metodolgicas: por un lado, el event analysis de Susan Olzak, y por
el otro la nocin de repertorios de accin colectiva de Charles Tilly. El event analysis es
un procedimiento para agregar eventos singulares de protesta en grandes series
temporales. El objetivo es descubrir rasgos estructurales de esos agregados de eventos y
vincular esa estructura con otras estructuras provenientes del contexto social y poltico
-
(por ejemplo, inmigracin, violencia racial, etc.). Por su parte, el concepto de repertorios
de accin colectiva trata de sealar que incluso las regularidades macro en la accin
colectiva, estn sometidas a cambios histricos. Para Tilly, las acciones colectivas no
deben ser comprendidas en su singularidad, sino en funcin de ciertas regularidades.
Esta es la funcin de la nocin de repertorio, para sealar la recurrencia de un nmero
limitado de modos de accin. Pero a su vez, esos repertorios pueden cambiar
histricamente y hay que especificar las razones del cambio, las cuales son variables
macrosociales: industrializacin, urbanizacin, politizacin, etctera.
Tarrow concluye sealando que su propio concepto de ciclos de accin colectiva
estara conectado con la ambicin de vincular, por un lado, las caractersticas regulares
de las acciones colectivas, con contextos polticos ms coyunturales que estructurales:
...el concepto de ciclos, que se estudian a travs de la recoleccin sistemtica de datos sobre eventos durante ritmos cortos de diez o veinte aos, es una forma delimitada de estudiar las conexiones entre los propios eventos, entre ellos y procesos no eventuales y a la luz de cambios polticos mayores, lo cual ayuda a interpretar la historia como una progresin interactiva entre estructura y accin (Tarrow, 1999: 55). Event analysis, repertorios de accin, ciclos de protesta, son todos
instrumentos que contemplan la actividad de protesta desde una perspectiva agregada, y
en funcin de intereses macrosociales Sera posible una aproximacin ms singularista,
en la direccin indicada por Sewell, de estudiar las instancias especficas de accin
colectiva como eventos, si bien no como eventos histricos?
Nuestro planteamiento en este captulo ha sido tratar de justificar la productividad
de analizar a la actividad de protesta en s como una puerta de entrada para comprender
los procesos de constitucin de actores colectivos, y los procesos mismos de participacin
poltica, temas absolutamente relevantes en el contexto de los amplios procesos de
cambio poltico en nuestro pas. Nuestra propuesta es que ese anlisis puede realizarse a
partir de identificar algunos elementos analticos, lo que llamamos anatoma de la
protesta, que permiten abordar distintas dimensiones significativas de la actividad de
protesta. As, proponemos que la actividad de protesta posee una dinmica propia, que
est en funcin de los factores polticos contextuales, pero tambin en funcin de la
naturaleza del propio actor colectivo. Tambin proponemos que una dimensin
fundamental de esa dinmica refiere a una concreta ocupacin y utilizacin del espacio, y
en especial del espacio urbano, al cual parece estar inextricablemente unida esa actividad
concreta de protesta que es la marcha.
-
Ocupar el espacio urbano para expresar agravios y exigir demandas, a travs de
una dinmica de interaccin peculiar y extremadamente compleja, parecen ser los
elementos fundamentales de la protesta y que la definen como una forma de participacin
poltica. Pero, particularmente en sociedades que experimentan procesos de cambio
poltico, y en especial si ese cambio conduce tendencialmente a la democratizacin, los
agravios y las demandas que configuran la protesta como forma de participacin poltica,
estn estrechamente relacionadas con los sucesos del pasado autoritario. La protesta,
desde este punto de vista, no puede ser comprendida si no nos remitimos a ella tambin
como un instrumento para recordar, como un medio a travs del cual se construye y se
reconstruye la memoria social de una comunidad poltica. Esa memoria social es
fundamental para configurar los agravios sentidos y articular las demandas que se exigen.
Finalmente, agravios, demandas y formas de recordar se producen en un espacio pblico,
y desde este punto de vista, la actividad de protesta es, en un sentido fundamental, una
actividad comunicativa. As, las luchas por la representacin de la protesta dentro de la
esfera pblica forman una parte central de nuestra comprensin analtica de la protesta;
se trata de una verdadera poltica de la significacin, donde los propios actores colectivos,
las autoridades y los medios de comunicacin interactan para producir imgenes
concretas de la actividad de protesta, de su desarrollo, de sus consecuencias y de su
importancia.
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