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Alexis de Tocqueville LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA

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  • 1. Alexis de TocquevilleLA DEMOCRACIA EN AMRICA

2. INTRODUCCINEntre las cosas nuevas que durante mi permanencia en los Estados Unidos,han llamado mi atencin, ninguna me sorprendi ms que la igualdad decondiciones. Descubr sin dificultad la influencia prodigiosa que ejerce esteprimer hecho sobre la marcha de la sociedad. Da al espritu pblico ciertadireccin, determinado giro a las leyes; a los gobernantes mximas nuevas, ycostumbres particulares a los gobernados.Pronto reconoc que ese mismo hecho lleva su influencia mucho ms all delas costumbres polticas y de las leyes, y que no predomina menos sobre lasociedad civil que sobre el gobierno: crea opiniones, hace nacer sentimientos,sugiere usos y modifica todo lo que no es productivo.As, pues, a medida que estudiaba la sociedad norteamericana, vea cada vezms, en la igualdad de condiciones, el hecho generador del que cada hechoparticular pareca derivarse, y lo volva a hallar constantemente ante m comoun punto de atraccin hacia donde todas mis observaciones convergan.Entonces, transport mi pensamiento hacia nuestro hemisferio, y me parecipercibir algo anlogo al espectculo que me ofreca el Nuevo Mundo. Vi laigualdad de condiciones que, sin haber alcanzado como en los EstadosUnidos sus lmites extremos, se acercaba a ellos cada da ms de prisa; y lamisma democracia, que gobernaba las sociedades norteamericanas, mepareci avanzar rpidamente hacia el poder en Europa.Desde ese momento conceb la idea de este libro.Una gran revolucin democrtica se palpa entre nosotros. Todos la ven; perono todos la juzgan de la misma manera. Unos la consideran como una cosanueva y, tomndola por un accidente, creen poder detenerla todava; mientrasotros la juzgan indestructible, porque les parece el hecho ms continuo, elms antiguo y el ms permanente que se conoce en la historia.Me remonto por un momento a lo que era Francia hace setecientos aos. Laveo repartida entre un pequeo nmero de familias que poseen la tierra ygobiernan a los habitantes. El derecho de mandar pasa de generacin engeneracin con la herencia. Los hombres no tienen ms que un solo medio dedominar unos a los otros: la fuerza. No se reconoce otro origen del poder quela propiedad inmobiliaria. Pero he aqu el poder poltico del clero que acaba defundarse y que muy pronto va a extenderse. El clero abre sus filas a todos, alpobre y al rico, al labriego y al seor; la igualdad comienza a penetrar por laIglesia en el seno del gobierno, y aquel que hubiera vegetado como un siervoen eterna esclavitud, se acomoda como sacerdote entre los nobles, y amenudo se sita por encima, de los reyes.Al volverse con el tiempo ms civilizada y ms estable la sociedad, lasdiferentes relaciones entre los hombres se hacen ms complicadas ynumerosas. La necesidad de las leyes civiles se hace sentir vivamente.Entonces nacen los legislas. Salen del oscuro recinto de los tribunales y delreducto polvoriento de los archivos, y van a sentarse a la corte del prncipe, allado de los barones feudales cubiertos de armio y de hierro. 3. Los reyes se arruinan en las grandes empresas. Los nobles se agotan en lasguerras privadas. Los labriegos se enriquecen con el comercio. La influenciadel dinero comienza a sentirse en los asuntos del Estado. El negocio es unafuente nueva que se abre a los poderosos, y los financieros se convierten enun poder poltico que se desprecia y adula al propio tiempo.Poco a poco, las luces se difunden. Se despierta la aficin a la literatura y a lasartes. Las cosas del espritu llegan a ser elementos de xito. La ciencia es unmtodo de gobierno. La inteligencia una fuerza social y los letrados tienenacceso a los negocios.Sin embargo, a medida que se descubren nuevos caminos para llegar al poder,oscila el valor del nacimiento. En el siglo XI, la nobleza era de un valorinestimable; se compra en el siglo XIII; el primer ennoblecimiento tiene lugaren 1270, y la igualdad llega por fin al gobierno por medio de la aristocraciamisma.Durante los setecientos aos que acaban de transcurrir, a veces, para lucharcontra la autoridad regia o para arrebatar el poder a sus rivales, los noblesdieron preponderancia poltica al pueblo.Ms a menudo an, se vio cmo los reyes daban participacin en el gobierno alas clases inferiores del Estado, a fin de rebajar a la aristocracia.En Francia, los reyes se mostraron los ms activos y constantes niveladores.Cuando se sintieron ambiciosos y fuertes, trabajaron para elevar al pueblo alnivel de los nobles; y cuando fueron moderados y dbiles, tuvieron quepermitir que el pueblo se colocase por encima de ellos mismos. Unosayudaron a la democracia con su talento, otros con sus vicios. Luis XI y LuisXIV tuvieron buen cuidado de igualarlo todo por debajo del trono, y Luis XVdescendi l mismo con su corte hasta el ltimo peldao.Desde que los ciudadanos comenzaron a poseer la tierra por medios distintosal sistema feudal y en cuanto fue conocida la riqueza mobiliaria, que pudierona su vez crear la influencia y dar el poder, no se hicieron descubrimientos enlas artes, ni hubo adelantos en el comercio y en la industria que no crearanotros tantos elementos nuevos de igualdad entre los hombres. A partir de esemomento, todos los procedimientos que se descubren, todas las necesidadesque nacen y todos los deseos que se satisfacen, son otros tantos avanceshacia la nivelacin universal. El afn de lujo, el amor a la guerra, el imperio dela moda, todas las pasiones superficiales del corazn humano, as como lasms profundas, parecen actuar de consuno en empobrecer a los ricos yenriquecer a los pobres.En cuanto los trabajos de la inteligencia llegaron a ser fuentes de fuerza y deriqueza, se consider cada desarrollo de la ciencia, cada conocimiento nuevoy cada idea nueva, como un germen de poder puesto al alcance del pueblo. Lapoesa, la elocuencia, la memoria, los destellos de ingenio, las luces de laimaginacin, la profundidad del pensamiento, todos esos dones que el Cieloconcede al azar, beneficiaron a la democracia y, aun cuando se encontraran enpoder de sus adversarios, sirvieron a la causa poniendo de relieve la grandezanatural del hombre. Sus conquistas se agrandaron con las de la civilizacin ylas de las luces, y la literatura fue un arsenal abierto a todos, a donde losdbiles y los pobres acudan cada da en busca de armas.Cuando se recorren las pginas de nuestra historia, no se encuentran, pordecirlo as, grandes acontecimientos que desde hace setecientos aos no sehayan orientado en provecho de la igualdad. 4. Las cruzadas y las guerras de los ingleses diezman a los nobles y dividen sustierras; la institucin de las comunas introduce la libertad democrtica en elseno de la monarqua feudal; el descubrimiento de las armas de fuego iguala alvillano con el noble en el campo de batalla; la imprenta ofrece iguales recursosa su inteligencia; el correo lleva la luz, tanto al umbral de la cabaa del pobre,como a la puerta de los palacios; el protestantismo sostiene que todos loshombres gozan de las mismas prerrogativas para encontrar el camino delcielo. La Amrica, descubierta, tiene mil nuevos caminos abiertos para lafortuna, y entrega al oscuro aventurero las riquezas y el poder.Si, a partir del siglo XI, examinamos lo que pasa en Francia de cincuenta encincuenta aos, al cabo de cada uno de esos periodos, no dejaremos depercibir que una doble revolucin se ha operado en el estado de la sociedad.El noble habr bajado en la escala social y el labriego ascendido. Unodesciende y el otro sube. Casi medio siglo los acerca, y pronto van a tocarse.Y esto no slo sucede en Francia. En cualquier parte hacia donde dirijamos lamirada, notaremos la misma revolucin que contina a travs de todo eluniverso cristiano. Por doquiera se ha visto que los ms diversos incidentesde la vida de los pueblos se inclinan en favor de la democracia. Todos loshombres la han ayudado con su esfuerzo: los que tenan el proyecto decolaborar para su advenimiento y los que no pensaban servirla; los quecombatan por ella, y aun aquellos que se declaraban sus enemigos; todosfueron empujados confusamente hacia la misma va, y todos trabajaron encomn, algunos a pesar suyo y otros sin advertirlo, como ciegos instrumentosen las manos de Dios.El desarrollo gradual de la igualdad de condiciones es, pues, un hechoprovidencial, y tiene las siguientes caractersticas: es universal, durable,escapa a la potestad humana y todos los acontecimientos, como todos loshombres, sirven para su desarrollo.Es sensato creer que un movimiento social que viene de tan lejos, puede serdetenido por los esfuerzos de una generacin? Puede pensarse que despusde haber destruido el feudalismo y vencido a los reyes, la democraciaretroceder ante los burgueses y los ricos? Se detendr ahora que se havuelto tan fuerte y sus adversarios tan dbiles?A dnde vamos? Nadie podra decirlo; los trminos de comparacin nosfaltan; las condiciones son ms iguales en nuestros das entre los cristianos,de lo que han sido nunca en ningn tiempo ni en ningn pas del mundo; as,la grandeza de lo que ya est hecho impide prever lo que se puede hacertodava.El libro que estamos por leer ha sido escrito bajo la impresin de una especiede terror religioso producido en el alma del autor al vislumbrar esta revolucinirresistible que camina desde hace tantos siglos, a travs de todos losobstculos, y que se ve an hoy avanzar en medio de las ruinas que hacausado.No es necesario que Dios nos hable para que descubramos los signos ciertosde su voluntad. Basta examinar cul es la marcha habitual de la naturaleza y latendencia continua de los acontecimientos. Yo s, sin que el Creador eleve lavoz, que los astros siguen en el espacio las curvas que su dedo ha trazado.Si largas observaciones y meditaciones sinceras conducen a los hombres denuestros das a reconocer que el desarrollo gradual y progresivo de laigualdad es, a la vez, el pasado y el porvenir de su historia, el solodescubrimiento dar a su desarrollo el carcter sagrado de la voluntad del 5. supremo Maestro. Querer detener la democracia parecer entonces lucharcontra Dios mismo. Entonces no queda a las naciones ms solucin queacomodarse al estado social que les impone la Providencia.Los pueblos cristianos me parecen presentar en nuestros das un espectculoaterrador. El movimiento que los arrastra es ya bastante fuerte para podersuspenderlo, y no es an lo suficiente rpido para perder la esperanza dedirigirlo: su suerte est en sus manos; pero bien pronto se les escapa.Instruir a la democracia, reanimar si se puede sus creencias, purificar suscostumbres, reglamentar sus movimientos, sustituir poco a poco con laciencia de los negocios pblicos su inexperiencia y por el conocimiento desus verdaderos intereses a los ciegos instintos; adaptar su gobierno a lostiempos y lugares; modificado segn las circunstancias y los hombres: tal esel primero de los deberes impuestos en nuestros das a aquellos que dirigen lasociedad.Es necesaria una ciencia poltica nueva a un mundo enteramente nuevo.Pero en esto no pensamos casi: colocados en medio de un ro rpido, fijamosobstinadamente la mirada en algunos restos que se perciben todava en laorilla, en tanto que la corriente nos arrastra y nos empuja retrocediendo haciael abismo.No hay pueblos en Europa, entre los cuales la gran revolucin social queacabo de describir haya hecho ms rpidos progresos que el nuestro. Peroaqu siempre ha caminado al azar.Los jefes de Estado jams le han hecho ningn preparativo de antemano; apesar de ellos mismos, ha surgido a sus espaldas. Las clases ms poderosas,ms inteligentes y ms morales de la nacin no han intentado apoderarse deella, a fin de dirigirla. La democracia ha estado, pues, abandonada a susinstintos salvajes; ha crecido como esos nios privados de los cuidadospaternales, que se cran por s mismos en las calles de las ciudades y que noconocen de la sociedad ms que sus vicios y miserias. Todava se pretendiignorar su presencia, cuando se apoder de improviso del poder. Cada uno sesometi con servilismo a sus menores deseos; se la ha adorado como a laimagen de la fuerza; cuando en seguida se debilit por sus propios excesos,los legisladores concibieron el proyecto de instruida y corregirla y, sin quererensearla a gobernar, no pensaron ms que en rechazarla del gobierno.As result que la revolucin democrtica se hizo en el cuerpo de la sociedad,sin que se consiguiese en las leyes, en las ideas, las costumbres y los hbitos,que era el cambio necesario para hacer esa revolucin til. Por tanto tenemosla democracia, sin aquello que atena sus vicios y hace resaltar sus ventajasnaturales; y vemos ya los males que acarrea, cuando todava ignoramos losbienes que puede darnos.Cuando el poder regio, apoyado sobre la aristocracia, gobernabaapaciblemente a los pueblos de Europa, la sociedad, en medio de susmiserias, gozaba de varias formas de dicha, que difcilmente se puedenconcebir y apreciar en nuestros das.El poder de algunos sbditos opona barreras insuperables a la tirana delprncipe; y los reyes, sintindose revestidos a los ojos de la multitud de uncarcter casi divino, tomaban, del respeto mismo que inspiraban, la resolucinde no abusar de su poder.Colocados a gran distancia del pueblo, los nobles tomaban parte en la suertedel pueblo con el mismo inters benvolo y tranquilo que el pastor tiene por su 6. rebao; y, sin acertar a ver en el pobre a su igual, velaban por sU suerte, comosi la Providencia lo hubiera confiado en sus manos.No habiendo concebido ms idea del estado social que el suyo, no imaginandoque pudiera jams igualarse a sus jefes, el pueblo reciba sus beneficios, y nodiscuta sUs derechos. Los quera cuando eran clementes y justos, y sesometa sin trabajo y sin bajeza a sus rigores, como males inevitablesenviados por el brazo de Dios. El uso y las costumbres establecieron loslmites de la tirana, fundando una clase de derecho entre la misma fuerza.Si el noble no tenia la sospecha de que quisieran arrancarle privilegios queestimaba legtimos, y el siervo miraba su inferioridad como un efecto del ordeninmutable de la naturaleza, se concibe el establecimiento de una benevolenciarecproca entre las dos clases tan diferentemente dotadas por la suerte. Sevean en la sociedad, miserias y desigualdad, pero las almas no estabandegradadas.No es el uso del poder o el hbito de la obediencia lo que deprava a loshombres, sino el desempeo de un poder que se considera ilegtimo, y laobediencia al mismo si se estima usurpado u opresor.A un lado estaban los bienes, la fuerza, el ocio y con ellos las pretensiones dellujo, los refinamientos del gusto, los placeres del espritu y el culto de lasartes. Al otro el trabajo, la grosera y la ignorancia.Pero en el seno de esa muchedumbre ignorante y grosera, se encontrabantambin pasiones enrgicas, sentimientos generosos, creencias arraigadas ysalvajes virtudes.El cuerpo social, as organizado, poda tener estabilidad, podero y sobre todo,gloria.Pero he aqu que las clases se confunden; las barreras levantadas entre loshombres se abaten; se divide el dominio, el poder es compartido, las luces seesparcen y las inteligencias se igualan. El estado social entonces vulvesedemocrtico, y el imperio de la democracia se afirma en fin pacficamente tantoen las instituciones como en las conciencias.Concibo una sociedad en la que todos, contemplando la ley como obra suya,la amen y se sometan a ella sin esfuerzo; en la que la autoridad del gobierno,sea respetada como necesaria y no como divina; mientras el respeto que setributa al jefe del Estado no es hijo de la pasin, sino de un sentimientorazonado y tranquilo. Gozando cada uno de sus derechos, y estando segurode conservarlos, as es como se establece entre todas las clases sociales unaviril confianza y un sentimiento de condescendencia recproca, tan distante delorgullo como de la bajeza.Conocedor de sus verdaderos intereses, el pueblo comprender que, paraaprovechar los bienes de la sociedad, es necesario someterse a sus cargas. Laasociacin libre de los ciudadanos podra reemplazar entonces al poderindividual de los nobles, y el Estado se hallara a cubierto contra la tirana ycontra el libertinaje.Entiendo que en un Estado democrtico, constituido de esta manera, lasociedad no permanecer inmvil; pero los movimientos del cuerpo socialpodrn ser reglamentados y progresivos. Si tiene menos brillo que en el senode una aristocracia, tendr tambin menos miserias. Los goces sern menosextremados, y el bienestar ms general. La ciencia menos profunda, si cabe;pero la ignorancia ms rara. Los sentimientos menos enrgicos, y lascostumbres ms morigeradas. En fin, se observarn ms vicios y menoscrmenes. 7. A falta del entusiasmo y del ardor de las creencias, las luces y la experienciaconseguirn alguna vez de los ciudadanos grandes sacrificios. Cada hombresiendo anlogamente dbil sentir igual necesidad de sus semejantes; ysabiendo que no puede obtener su apoyo sino a condicin de prestar suconcurso, comprender sin esfuerzo que para l el inters particular seconfunde con el inters general.La nacin en s ser menos brillante si cabe, o menos gloriosa, y menos fuertetal vez; pero la mayora de los ciudadanos gozar de ms prosperidad, y elpueblo se sentir apacible, no porque desespere de hallarse mejor, sinoporque sabe que est bien.Si todo no fuera bueno y til en semejante estado de cosas, la sociedad almenos se habra apropiado de todo lo que puede resultar til y bueno, y loshombres, al abandonar para siempre las ventajas sociales que puedeproporcionar la aristocracia, habran tomado de la democracia todos los donesque sta puede ofrecerles.Pero nosotros, al abandonar el estado social de nuestros abuelos, dejando enconfusin, a nuestras espaldas sus instituciones, sus ideas y costumbres,qu hemos colocado en su lugar?El prestigio del poder regio se ha desvanecido, sin haber sido reemplazado porla majestad de las leyes. En nuestros das, el pueblo menosprecia la autoridad;pero la teme, y el miedo logra de l ms de lo que proporcionaban antao elrespeto y el amor.Me doy cuenta de que hemos destruido las existencias individuales quepudieran luchar separadamente contra la tirana; pero veo el gobierno que lsolo hereda todas las prerrogativas arrancadas a familias, a corporaciones o ahombres. La fuerza, a veces opresora, pero ms frecuentemente conservadora,de un pequeo nmero de ciudadanos ha sido relevada por la debilidad detodos.La divisin de las fortunas ha disminuido la distancia que separaba al pobredel rico; pero, al acercarse, parecen haber encontrado razones nuevas paraodiarse, y lanzando uno sobre otro miradas llenas de terror y envidia, serepelen mutuamente en el poder. Para el uno y para el otro, la idea de losderechos no existe, y la fuerza les parece, a ambos, la nica razn del presentey la nica garanta para el porvenir.El pobre ha conservado la mayor parte de los prejuicios de sus padres, sin suscreencias; su ignorancia, sin sus virtudes; admiti como regla de sus actos, ladoctrina del inters, sin conocer sus secretos y su egosmo se halla tandesprovisto de luces como lo estaba antes su abnegacin.La sociedad est tranquila, no porque tenga conciencia de su fuerza y de subienestar, sino, al contrario, porque se considera dbil e invlida; teme a lamuerte, ante el menor esfuerzo; todos sienten el mal, pero nadie tiene el valory la energa necesarios para buscar la mejora; se tienen deseos, pesares,penas y alegras que no producen nada visible, ni durable, como las pasionesde senectud que no conducen ms que a la impotencia.As abandonamos lo que el Estado antiguo poda tener de bueno, sincomprender lo que el Estado actual nos puede ofrecer de til. Hemosdestruido una sociedad aristocrtica y, detenindonos complacientementeante los restos del antiguo edificio, parecemos quedar extasiados frente aellos para siempre.Lo que acontece en el mundo intelectual no es menos deplorable. 8. Estorbada en su marcha o abandonada sin apoyo a sus pasionesdesordenadas, la democracia de Francia derrib todo lo que se encontraba asu paso, sacudiendo aquello que no destrua. No se la ha visto captando pocoa poco a la sociedad, a fin de establecer sobre ella apaciblemente su imperio;no ha dejado de marchar en medio de desrdenes y de la agitacin delcombate. Animado por el calor de la lucha, empujado ms all de los limitesnaturales de su propia opinin, en vista de las opiniones y de los excesos desus adversarios, cada ciudadano pierde de vista el objetivo mismo de sustendencias, y mantiene un lenguaje que no concuerda con sus verdaderossentimientos ni con sus secretas aficiones.As nace la extraa confusin de la que somos testigos.Busco en vano en mis recuerdos y no encuentro nada que merezca provocarms dolor y compasin que lo que pasa ante mis ojos. Al parecer se ha roto ennuestros das el lazo natural que une las opiniones a los gustos y los actos alas creencias. La simpata que se observaba entre los sentimientos y las ideasde los hombres ha sido destruida, y se podra decir que todas las leyes deanaloga moral estn abolidas.Se encuentran an entre nosotros cristianos llenos de celo, cuya almareligiosa quiere alimentarse de las verdades de la otra vida. Son los quelucharn sin duda en favor de la libertad humana, fuente de toda grandezamoral. El cristianismo que reconoce a todos los hombres iguales delante deDios, no se opondr a ver a todos los hombres iguales ante la ley. Pero, por elconcurso de extraos acontecimientos, la religin se encuentramomentneamente comprometida en medio de poderes que la democraciaderriba, y le sucede a menudo que rechaza la igualdad que tanto ama, ymaldice la libertad como si se tratara de un adversario, mientras que, si se lasabe llevar de la mano, podr llegar a santificar sus esfuerzos.Al lado de esos hombres religiosos, descubro otros cuyas miradas estndirigidas hacia la tierra ms bien que hacia el cielo; partidarios de la libertad,no solamente porque ven en ella el origen de las ms nobles virtudes, sinosobre todo porque la consideran como la fuente de los mayores bienes,desean sinceramente asegurar su imperio y hacer disfrutar a los hombres desus beneficios. Comprendo que sos van a apresurarse a llamar a la religinen su ayuda, porque deben saber que no se puede establecer el imperio de lalibertad sin el de las costumbres, ni consolidar las costumbres sin lascreencias; pero han visto la religin en las filas de sus adversarios, y eso habastado para ello; unos la atacan y los otros no se atreven a defenderla.Los pasados siglos han contemplado cmo las almas bajas y venalespreconizaban la esclavitud, mientras los espritus independientes y loscorazones generosos luchaban sin esperanza por salvar la libertad humana.Pera se encuentran a menudo en nuestros das hombres naturalmente noblesy altivos, cuyas opiniones estn en oposicin con sus gustos, que elogian elservilismo y la ramplonera que nunca conocieron por s mismos. Hay otros, alcontrario, que hablan de la libertad como si sintiesen lo que hay de noble ygrande en ella, que reclaman ruidosamente en favor de la humanidad derechosque ellos siempre despreciaron.Descubro tambin a unos hombres virtuosos y apacibles, a los que suscostumbres puras, sus hbitos tranquilos, su bienestar econmico y sus lucesintelectuales colocan naturalmente a la cabeza de las masas que los rodean.Llenos de amor sincero por la patria, estn prontos a hacer por ella grandessacrificios: sin embargo, la civilizacin encuentra a menudo en ellos 9. adversarios decididos; confunden sus abusos con sus beneficios, y en suespritu la idea del mal est indisolublemente unida a la de cualquier novedad.Muy cerca veo a otros que, en nombre del progreso y esforzndose enmaterializar al hombre, quieren encontrar lo til sin preocuparse de lo justo, laciencia lejos de las creencias, y el bienestar separado de la virtud. Se llaman as mismos los campeones de la civilizacin moderna, y se poneninsolentemente a la cabeza, usurpando un lugar que se les presta y del que losrechaza su indignidad.En dnde nos encontramos?Los hombres religiosos combaten la libertad, y los amigos de la libertadatacan a las religiones. Espritus nobles y generosos elogian la esclavitud, yalmas torpes y serviles preconizan la independencia. Ciudadanos decentes eilustrados son enemigos de todos los progresos, en tanto que hombres sinpatriotismo y sin convicciones se proclaman apstoles de la civilizacin y delas luces.Es que todos los siglos se han parecido al nuestro? El hombre ha tenidosiempre ante los ojos como en nuestros das, un mundo donde nada se enlaza,donde la virtud carece de genio, y el genio no tiene honor; donde el amor alorden se confunde con la devocin a los tiranos y el culto sagrado de lalibertad con el desprecio a las leyes; en que la conciencia no presta ms queuna luz dudosa sobre las acciones humanas; en que nada parece ya prohibido,ni permitido, ni honrado, ni vergonzoso, ni verdadero, ni falso?Pensar acaso que el Creador hizo al hombre para dejarlo debatirseconstantemente en medio de las miserias intelectuales que nos rodean? Nopodra creerlo: Dios dispone para las sociedades europeas un porvenir msfirme y ms tranquilo; ignoro sus designios, pero no dejar de creer en ellosporque no puedo penetrarlos, y ms preferira dudar de mis propias luces quede su justicia.Hay un pas en el mundo donde la gran revolucin social de que hablo parecehaber alcanzado casi sus lmites naturales. Se realiz all de una manerasencilla y fcil o, mejor, se puede decir que ese pas alcanza los resultados dela revolucin democrtica que se produce entre nosotros, sin haber conocidola revolucin misma.Los emigrantes que vinieron a establecerse en Amrica a principios del sigloXVII, trajeron de alguna manera el principio de la democracia contra el que seluchaba en el seno de las viejas sociedades de Europa, trasplantndolo alNuevo Mundo. All, pudo crecer la libertad y, adentrndose en las costumbres,desarrollarse apaciblemente en las leyes.Me parece fuera de duda que, tarde o temprano, llegaremos, como losnorteamericanos, a la igualdad casi completa de condiciones. No deduzco deeso que estemos llamados un da a obtener necesariamente, de semejanteestado social, las consecuencias polticas que los norteamericanos hanobtenido. Estoy muy lejos de creer que ellos hayan encontrado la nica formade gobierno que puede darse la democracia; pero basta que en ambos pasesla causa generadora de las leyes y de las costumbres sea la misma, para quetengamos gran inters en conocer lo que ha producido en cada uno de ellos.No solamente para satisfacer una curiosidad, por otra parte muy legtima, heexaminado la Amrica; quise encontrar en ella enseanzas que pudisemosaprovechar. Se engaarn quienes piensen que pretend escribir unpanegrico; quienquiera que lea este libro quedar convencido de que no fuese mi propsito. Mi propsito no ha sido tampoco preconizar tal forma de 10. gobierno en general, porque pertenezco al grupo de los que creen que no haycasi nunca bondad absoluta en las leyes. No pretend siquiera juzgar si larevolucin social, cuya marcha me parece inevitable, era ventajosa o funestapara la humanidad. Admito esa revolucin como un hecho realizado o a puntode realizarse y, entre los pueblos que la han visto desenvolverse en su seno,busqu aqul donde alcanz el desarrollo ms completo y pacfico, a fin deobtener las consecuencias naturales y conocer, si se puede, los medios dehacerla aprovechable para todos los hombres. Confieso que en Norteamricahe visto algo ms que Norteamrica; busqu en ella una imagen de lademocracia misma, de sus tendencias, de su carcter, de sus prejuicios y desus pasiones; he querido conocerla, aunque no fuera ms que para saber almenos lo que debamos esperar o temer de ella.En la primera parte de esta obra, intent mostrar la direccin que lademocracia, entregada en Amrica a sus tendencias y abandonada casi sinfreno a sus instintos, daba naturalmente a las leyes, la marcha que imprima algobierno y en general el poder que adquira sobre los negocios de Estado. Hequerido saber cules eran los bienes y los males producidos por ella. Heinvestigado qu precauciones utilizaron los norteamericanos para dirigirla,qu otras haban omitido, y emprend la tarea de conocer las causas que lespermiten gobernar a la sociedad.Mi objetivo era dibujar en la segunda parte la influencia que ejercen enAmrica la igualdad de condiciones y el gobierno democrtico, sobre lasociedad civil, sobre los hbitos, las ideas y las costumbres; pero comienzo asentirme con menos ardor para la realizacin de tal designio. Antes de que yopueda acabar la tarea que me haba propuesto, mi trabajo se habr vuelto casiintil. Algn otro deber mostrar pronto a los lectores los principales rasgosdel carcter norteamericano y, ocultando bajo un ligero velo la gravedad de loscuadros, prestar a la verdad encantos con los que yo no habra podidoadornarla (1).No s si logr dar a conocer lo que he visto en los Estados Unidos de Amrica,pero estoy seguro de haber tenido un sincero deseo de hacerlo, y de no habercedido ms que sin darme cuenta a la necesidad de adaptar los hechos a lasideas, en lugar de someter las ideas a los hechos.Cuando un punto poda ser restablecido con ayuda de documentos escritos,tuve cuidado de recurrir a los textos originales y a las obras ms autnticas yms estimadas (2). He indicado mis fuentes en notas, y cada uno podrverificarlas. Cuando se ha tratado de opiniones, de usos polticos, deobservaciones de costumbres, he buscado el consultar a los hombres msilustrados. Si aconteca que la cosa fuera importante o dudosa, no mecontentaba con un testigo, sino que no me determinaba ms que sobre elconjunto de los testimonios.Aqu es preciso pedir al lector que me crea bajo mi palabra. Yo he podido amenudo citar en apoyo de lo que afirmo la autoridad de muchos nombres quele son conocidos, o que al menos son dignos de ello; pero me guard dehacerlo. El extranjero conoce a menudo dentro del hogar de su huspedimportantes verdades, que ste confa tal vez a la amistad. Se siente aliviadocon l por un silencio obligado. No se teme su indiscrecin, porque est depaso. Cada una de esas confidencias era registrada por m apenas la reciba,pero no saldrn jams de mi cartera. Prefiero perjudicar el xito de mis relatos,antes que aadir mi nombre a la lista de viajeros que devuelven penas ymolestias en pago a la generosa hospitalidad que recibieron. 11. S que, a pesar de mi cuidado, nada ser ms fcil que criticar mi libro, sialguien piensa alguna vez criticarlo.Los que quieran mirarlo de cerca encontrarn, me figuro, en la obra entera, unpensamiento fundamental que enlaza, por decirlo as, todas sus partes. Pero ladiversidad de asuntos que he tenido que tratar es muy grande, y quienpretenda oponer un hecho aislado al conjunto de los hechos que cito, una ideaseparada al compendio de estas ideas, lo podr lograr sin esfuerzo. Quisieratan slo que se me haga el favor de leerme con el mismo espritu que hapresidido mi trabajo, y que se juzgue el libro por la impresin general que deje,como me he decidido yo tambin, no por tal o cual razn, sino por la mayorade las razones.No hay que olvidar tampoco que el autor que quiere hacerse comprender estobligado a llevar cada una de sus ideas a todas sus consecuencias tericas, ya menudo hasta los lmites de lo falso y de lo impracticable; puesto que, si es aveces necesario apartarse de las reglas de la lgica en las acciones, no podrahacerse lo mismo en los relatos, y el hombre encuentra casi las mismasdificultades para ser inconsecuente en sus palabras, como las encuentra deordinario para ser consecuente en sus actos.Concluyo sealando yo mismo lo que un gran nmero de lectores considerarcomo el defecto capital de la obra. Este libro no se pone al servicio de nadie.Al escribirlo, no pretend servir ni combatir a ningn partido. No quise ver,desde un ngulo distinto del de los partidos sino ms all de lo que ellos ven;y mientras ellos se ocupan del maana, yo he querido pensar en el porvenir. Alexis de Tocqueville Notas(1) En la poca en que publiqu la primera edicin de esta obra, M. Gustave de Beaumont, micompaero de viaje por Norteamrica, trabajaba an en su libro intitulado Mara, o laesclavitud en los Estados Unidos, que apareci despus. El fin principal de M. de Beaumont hasido poner de relieve y dar a conocer la situacin de los negros en medio de la sociedadangloamericana. Su obra arrojar una viva y nueva luz sobre el problema de la esclavitud, devital importancia para las Repblicas. No s si me engao; pero me parece que el libro de M.de Beaumont, despus de haber interesado vivamente a quienes deseen buscar en lemociones y cuadros, debe obtener un xito ms slido y durable entre los lectores que, antetodo, desean encontrar puntos de vista sinceros y verdades profundas.(2) Los documentos legislativos y administrativos me han sido proporcionados conbenevolencia cuyo recuerdo provocar siempre mi gratitud. Entre los funcionariosnorteamericanos que favorecieron as mis investigaciones, citar, sobre todo, a Mr. EdwardLivingston, entonces Secretario de Estado y ahora ministro plenipotenciario en Pars. Durantemi permanencia en el seno del Congreso, Mr. Livingston quiso lograr que me fueranentregados la mayor parte de los documentos que poseo en relacin con el gobierno federal.Mr. Livingston es uno de los pocos hombres a quienes se quiere al leer sus escritos y seadmira y honra aun antes de conocerlos y por los que se siente uno afortunado del deber delreconocimiento al contar con su amistad. 12. ADVERTENCIA DE LA DUODCIMAEDICINPor grandes y sbitos que sean los acontecimientos que acaban de tener lugaren un momento ante nuestros ojos, el autor de esta obra tiene el derecho dedecir que no le han sorprendido. Este libro fue escrito hace quince aos, bajouna preocupacin constante y un solo pensamiento: el advenimientoirresistible y universal de la Democracia en el mundo. Quien lo lea encontraren l, en cada pgina, una advertencia solemne que recuerde a los hombresque la sociedad cambia de formas, la humanidad de condicin, y que seacercan grandes destinos.En su portada estaban trazadas estas palabras:El desarrollo gradual de la igualdad es un hecho providencial. Tienecaractersticas principales: es universal, es durable, escapa cada da al poderhumano y todos los acontecimientos como todos los hombres han servido asu desarrollo. Sera sensato creer que un movimiento social que viene de tanlejos pueda ser suspendido por una generacin? Se piensa acaso quedespus de haber destruido el feudalismo y vencido a los reyes, la Democraciaretroceder delante de los burgueses y los ricos? Se detendr ahora que seha vuelto tan fuerte y sus adversarios tan dbiles?El hombre que en presencia de una monarqua, afirmada ms bien quequebrantada por la revolucin de julio, ha trazado estas lneas, que los eventosvolvieron profticas, puede ahora sin temor llamar de nuevo la atencin delpblico sobre su obra.Debe permitrsele igualmente aadir que las circunstancias actuales dan a sulibro el inters del momento y una utilidad prctica que no tenan cuandoapareci por primera vez.La realeza exista entonces. Hoy da est destruida. Las instituciones deNorteamrica, que no eran sino un tema de curiosidad para la Franciamonrquica, deben ser un tema de estudio para la Francia republicana.No es solamente la fuerza la que afianza un gobierno nuevo; son sus leyesbuenas. Despus del combatiente, el legislador: a cada uno su obra. No setrata ya, es verdad, de saber si tendremos en Francia la realeza o la Repblica;pero nos queda por saber si tendremos una Repblica agitada o una Repblicatranquila, una Repblica regular o una Repblica irregular, una Repblicapacfica o una Repblica belicosa, una Repblica liberal o una Repblicaopresiva, una Repblica que amenace los derechos sagrados de la propiedady de la familia o una Repblica que los reconozca y los consagre. Terribleproblema, cuya solucin no importa solamente a Francia, sino a todo eluniverso civilizado. Si nosotros nos salvamos a nosotros mismos, salvamos almismo tiempo a todos los pueblos que nos rodean. Si nos perdemos, losperdemos a todos con nosotros. Segn que tengamos la libertad democrticao la tirana democrtica, el destino del mundo ser diferente, y puede decirse 13. que depende actualmente de nosotros el que la Repblica acabe por serestablecida en todas partes o abolida en todas partes.Ahora bien, este problema que apenas acabamos de plantear, Norteamrica loresolvi hace ms de sesenta aos. Desde hace sesenta aos el principio de lasoberana del pueblo que hemos introducido entre nosotros ayer, reina all sindisputa. Psose en prctica de la manera ms directa, ms ilimitada y msabsoluta. Desde hace sesenta aos, el pueblo que hizo de ella la fuente comnde todas sus leyes, crece sin cesar en poblacin, en territorio y en riqueza; y,observadlo bien, ha seguido siendo durante este periodo no solamente el msprspero, sino el ms estable de todos los pueblos de la tierra. En tanto quetodas las naciones de Europa eran destrozadas por la guerra o desgarradaspor las discordias civiles, el pueblo norteamericano permaneca pacfico. Casitoda Europa estaba desquiciada por las revoluciones; Norteamrica no tena nisiquiera revueltas: la Repblica no era all perturbadora, sino conservadora detodos los derechos; la propiedad individual tena all ms garantas que enningn pas del mundo; la anarqua era all tan desconocida como eldespotismo.Dnde fuera de all podramos encontrar mayores esperanzas y ms grandeslecciones? Volvamos, pues, nuestras miradas hacia Norteamrica, no paracopiar servilmente las instituciones que ella se ha dado, sino para comprendermejor las que nos convienen; menos para beber en ellas ejemplos queenseanzas y para tomar los principios ms bien que los detalles de sus leyes.Las leyes de la Repblica francesa pueden y deben, en muchos casos, serdiferentes de las que rigen a los Estados Unidos; pero los principios sobre loscuales las constituciones norteamericanas descansan, esos principios deorden, ponderacin de los poderes, libertad verdadera, de respeto sincero yprofundo del derecho, son indispensables a todas las Repblicas; deben sercomunes a todas, y se puede decir de antemano que donde no se encuentren,la Repblica dejar bien pronto de existir.Alexis de Tocqueville LIBRO PRIMERO Primera parte 14. Captulo primeroConfiguracin exterior de la Amrica del NorteLa Amrica del Norte dividida en dos vastas regiones, una que desciende haciael polo, otra hacia el ecuador - Valle del Misisipi - Huellas que en l seencuentran de las revoluciones del globo - Orillas del Ocano Atlntico, en quese fundaron las colonias inglesas - Diferente aspecto que presentaban laAmrica del Sur y la Amrica del Norte en la poca del descubrimiento -Selvas de la Amrica del Norte - Praderas - Tribus errantes de indgenas. Suexterior, sus costumbres, sus lenguas - Huellas de un pueblo desconocido.La Amrica del Norte presenta, en su configuracin exterior, rasgos generalesque es fcil discernir al primer golpe de vista.Una especie de ordenacin metdica presidi all la separacin de las tierras yde las aguas, de las montaas y de los valles. Un arreglo tcito y majestuosose nos revela entre la confusin de los objetos que nos van a servir de estudioy la extremada variedad de cuadros.Dos vastas regiones la dividen de una manera casi igual.Una tiene por lmite, al Septentrin, el polo rtico; al Este y al Oeste, los dosgrandes ocanos. Se adelanta en seguida hacia el Sur, y forma un tringulocuyos lados irregularmente trazados se encuentran ms abajo de los grandeslagos del Canad.La segunda comienza donde acaba la primera, y se extiende por todo el restodel continente.Una est ligeramente inclinada hacia el polo, la otra hacia el ecuador.Las tierras comprendidas en la primera regin descienden al Norte por unapendiente tan insensible, que se podra casi decir que forman una planicie. Enel interior de este inmenso terrapln, no se encuentran ni altas montaas niprofundos valles.Las aguas serpentean all como al azar; los ros se entremezclan, se juntan, seseparan, se vuelven a reunir de nuevo, se pierden en mil pantanos, seextravan a cada instante en medio del laberinto hmedo que formaron, y noganan en fin, los mares polares sino despus de innumerables circuitos. Losgrandes lagos que lamen esta primera regin no estn encauzados, como lamayor parte de los del antiguo mundo, entre colinas y rocas; sus riberas sonplanas y no se elevan ms que unos pies sobre el nivel del agua. Cada uno deellos forma como una enorme vasija llena hasta los bordes y los ms ligeros 15. cambios en la estructura del globo precipitaran sus ondas hacia el lado delpolo o hacia el mar de los trpicos.La segunda regin es ms accidentada y mejor preparada para llegar a sermorada permanente del hombre. Dos largas cadenas de montaas la dividenen toda su longitud: una, bajo el nombre de Alleghanys, sigue la orilla delocano Atlntico; la otra corre paralelamente al mar del Sur.El espacio encerrado entre las dos cadenas de montaas comprende 228843leguas cuadradas (1). Su superficie es, pues, aproximadamente seis vecesmayor que la de Francia (2).Este vasto territorio no forma, sin embargo, ms que un solo valle que,descendiendo de la cima redondeada de los Alleghanys, vuelve a subir, sinhallar obstculos, hasta las cumbres de las montaas Rocallosas.En el fondo del valle, corre un ro inmenso. Hacia l acuden por todas parteslas aguas que bajan de las montaas.Antao, los franceses lo llamaron el ro San Luis, en recuerdo de la patriaausente; y los indios, en su lenguaje, lo denominaron el Padre de las Aguas oMisisipi.El Misisip tiene su origen en los lmites de las dos grandes regiones de quehabl antes, en la parte ms alta de la planicie que las separa.Cerca de l nace otro ro (3) que va a depositar sus aguas en los marespolares. El propio Misisip parece durante algn tiempo seguro del camino quedebe tomar: varias veces vuelve sobre sus pasos y, despus de disminuir sumarcha en el seno de los lagos y de los pantanos, se decide por fin y trazalentamente su cauce hacia el sur.Unas veces tranquilo en el fondo del lecho arcilloso que le ha excavado lanaturaleza, otras inflado por las tormentas, el Misisipi riega ms de mil leguasen su curso (4).Seiscientas leguas atrs de su desembocadura, el ro tiene ya una profundidadmedia de 15 pies, y barcos de 300 toneladas lo remontan durante un trayectode cerca de doscientas leguas.Cincuenta y siete grandes arroyos navegables van a tributarle sus aguas. Secuenta, entre ellos, un ro de 1300 leguas de curso ( 5), otro de 900 (6), uno de600 (7), otro ms de 500 (8) y cuatro de 200 (9), sin hablar de innumerablesriachuelos que acuden de todas partes a perderse en su seno.El valle que el Misisip riega parece haber sido creado para l solo; prodiga avoluntad el bien y el mal, y es como su dios. En los alrededores del ro, lanaturaleza desarrolla una inagotable fecundidad; a medida que se aleja de susorillas, las fuerzas vegetales se agostan, los terrenos se debilitan, todolanguidece y muere. En ninguna parte las grandes convulsiones del mundohan dejado huellas ms evidentes que en el valle del Misisip. El aspecto 16. entero de la regin atestigua el trabajo de las aguas. Su esterilidad como suabundancia es su obra. Las olas del ocano acumularon en el fondo del valleenormes capas de tierra que han tenido tiempo de nivelarlo. Se encuentran enla orilla derecha del ro llanuras inmensas, lisas como la superficie de uncampo sobre el que el labrador hubiera hecho pasar su rodillo.A medida que se aproxima uno a las montaas, el terreno, al contrario, sevuelve cada vez ms desigual y estril; el suelo est por decirlo as,agujereado en mil parajes, y rocas primitivas aparecen aqu y all, como loshuesos de un esqueleto despus de que el tiempo consumi los msculos y lacarne. Una arena grantica y piedras irregularmente talladas, cubren lasuperficie de la tierra; algunas plantas impulsan con gran esfuerzo a susretoos a travs de esos obstculos; se dira un campo frtil cubierto por losrestos de un vasto edificio. Al analizar esas piedras y esa arena, es fcilobservar una analoga perfecta entre sus elementos y las que componen lascimas ridas y resquebrajadas de las montaas Rocosas. Despus de haberprecipitado la tierra hasta el fondo del valle, las aguas acabaron sin dudaarrastrando consigo una parte de las rocas mismas. Las arrastraron sobre laspendientes ms cercanas y, despus de haberlas triturado unas contra otras,sembraron la base de las montaas con los despojos arrancados a sus cimas(A).El valle del Misisip es, probablemente, lo mejor que Dios ha creado para lavida y descanso del hombre y, sin embargo, se puede decir que no formatodava ms que un vasto desierto.Sobre la vertiente oriental de los Alleghanys, entre el pie de sus montaas y elocano Atlntico, se extiende un largo conjunto de rocas y de arena que el marparece haber olvidado al retirarse. Ese territorio no tiene ms que 48 leguas deanchura media, pero cuenta 300 leguas de largo. El suelo, en esta parte delterritorio norteamericano, no se presta ms que con esfuerzo a los trabajos delcultivador. La vegetacin es aqu pobre y uniforme.Sobre esta costa inhospitalaria fue donde se concentraron al principio losesfuerzos de la industria humana. En esa lengua de tierra rida nacieron ycrecieron las colonias inglesas, que deban llegar a convertirse un da en losEstados Unidos de Amrica. Es en ella todava donde se sita an hoy el mejorantecedente de su poder, en tanto que en stos se unen casi en secreto losverdaderos elementos del gran pueblo al que pertenece sin duda el porvenirdel continente.Cuando los europeos abordaron las orillas de las Antillas, y ms tarde lascostas de la Amrica del Sur, se creyeron transportados a las regionesfabulosas que haban celebrado los poetas. El mar resplandeca con las lucesdel trpico; la transparencia extraordinaria de sus aguas descubra porprimera vez a los ojos del navegante, la profundidad de los abismos ( 10). Aquy all se mostraban islas perfumadas que parecan flotar como canastillas deflores sobre la superficie tranquila del ocano. Todo lo que, en esos lugaresencantados, se ofreca a la vista, pareca preparado para las necesidades delhombre, o calculado para sus placeres. La mayor parte de los rboles estabancargados de frutos nutritivos, y los menos tiles al hombre deleitaban su 17. mirada por el brillo y la variedad de sus colores. En una selva de limonerosolorosos, de higueras silvestres, de mirtos de hojas redondas, de acadas y delaureles, entrelazados por lianas floridas, una multitud de pjarosdesconocidos por Europa dejaban resplandecer sus alas prpura y azul, ymezclaban el concierto de sus voces a las armonas de una naturaleza llena demovimiento y de vida (B).La muerte estaba oculta bajo manto tan brillante; pero no se le haca casotodava, entonces, y reinaba por lo dems en el aire de esos climas no s quinfluencia enervante que ataba al hombre al momento que viva y lo tornabainconsciente del porvenir.La Amrica del Norte apareci bajo otro aspecto. Todo en ella era grave, serioy solemne. Se hubiera dicho que haba sido creada para llegar a ser losdominios de la inteligencia, como la otra la morada para los sentidos.Un ocano turbulento y brumoso envolva sus orillas. Rocas granticas leservan de proteccin. Los bosques que cubran sus orillas mostraban unfollaje sombro y melanclico; no se vea crecer en ellos sino el pino, el alerce,la encina verde, el olivo silvestre y el laurel.Despus de penetrar a travs de ese primer recinto, se encaminaba uno bajolas sombras de la floresta central. All se encontraban confundidos los msgrandes rboles que crecen en los dos hemisferios: el pltano, el catalpa, elarce de azcar y el lamo de Virginia enlazaban sus ramas con las del roble,del haya y del tilo.Como en las selvas sometidas al dominio del hombre, la muerte hera aqu sindar cuartel; pero nadie se encargaba de levantar los restos. Se acumulaban,pues, unos sobre otros. El tiempo no era bastante para reducirlos rpidamentea polvo y preparar nuevos lugares. Pero entre estos mismos restos, el trabajoy la produccin proseguan sin cesar. Plantas trepadoras y hierbas de todaespecie se abran paso a travs de los obstculos. Se arrastraban a lo largo delos rboles abatidos, se encontraban entre el polvo, levantaban y quebraban lacorteza herida que los cubra abriendo camino para sus tiernos retoos. Asera como vena en cierto modo a ayudar a la vida. Una y otra estaban frente afrente y parecan haber querido mezclar y confundir sus obras.Esas selvas encerraban una oscuridad profunda. Mil arroyuelos, cuyo cursono haba podido an dirigir el trabajo del hombre, mantenan en ellas unaeterna humedad. Apenas se vean algunas flores, algunas frutas silvestres yalgunas aves. La cada de un rbol derribado por la edad, la catarata de un ro,el mugido de los bfalos y el silbido del viento eran los nicos que turbaban elsilencio de la naturaleza.Al este del gran ro, los bosques desaparecan en parte y en su lugar seextendan praderas sin lmites. La naturaleza, en su infinita variedad, habanegado tal vez la simiente de los rboles a esas frtiles campias o, ms bien,la selva que las cubra haba sido destruida antao por la mano del hombre? Nilas tradiciones ni la investigacin han podido descubrirlo. 18. Esos inmensos desiertos no estaban, sin embargo, enteramente privados de lapresencia del hombre. Algunos pueblos caminaban errantes desde hacasiglos bajo las sombras de la selva o entre los pastos de las praderas. A partirde la desembocadura del San Lorenzo hasta el delta del Misisip, desde elOcano Atlntico hasta el mar del Sur, esos salvajes tenan entre s puntos desemejanza que atestiguaban su origen comn. Pero, por lo dems, diferan detodas las razas conocidas (11); no eran ni blancos, como europeos, niamarillos como la mayor parte de los asiticos, ni negros como los africanos;su piel era rojiza, sus cabellos largos y relucientes, sus labios delgados y lospmulos de sus mejillas muy salientes. Las lenguas que hablaban los pueblossalvajes de Norteamrica, diferan entre s por las palabras, pero todas estabansometidas a las mismas reglas gramaticales. Esas reglas se apartaban envarios puntos de aquellas que hasta entonces haban parecido presidir laformacin del lenguaje entre los hombres.El idioma de los norteamericanos pareca el producto de combinacionesnuevas; denotaba por parte de sus inventores un esfuerzo de inteligencia deque los indios de nuestros das parecen poco capaces ( C).El estado social de esos pueblos difera tambin en varios aspectos de lo quese vea en el viejo mundo: se hubiera dicho que se haban multiplicadolibremente en el seno de sus desiertos, sin contacto con razas ms civilizadasque la suya. No se encontraba en ellos esas nociones dudosas e incoherentesdel bien y del mal, esa corrupcin profunda que se mezcla de ordinario a laignorancia y la rudeza de costumbres, de las naciones civilizadas que se hanvuelto de nuevo brbaras. El indio no se deba ms que a s mismo; susvirtudes, sus vicios, sus prejuicios, eran su propia obra: haba crecido en laindependencia salvaje de su naturaleza.La grosera de los hombres del pueblo, en los pases civilizados, no procedesolamente de que son ignorantes y pobres, sino de que siendo tales seencuentran diariamente en contraste con los hombres ilustrados y ricos.La conviccin de su infortunio y de su debilidad, que da a da se enfrenta ladicha y el poder de algunos de sus semejantes, excita en su corazn la cleray el temor y el complejo de su inferioridad y de su dependencia los irrita yhumilla. Este estado interior del alma se manifiesta en sus costumbres, ascomo en su lenguaje; son a la vez insolentes y zafios.Esta verdad se prueba fcilmente por medio de la observacin. El pueblo esms grosero en los pases aristocrticos que en cualquiera otra parte; en lasciudades opulentas que en los campos.En esos lugares, donde hay hombres poderosos y ricos, los dbiles y lospobres se sienten como agobiados por su bajeza. No contando con ningnmedio para volver a obtener la igualdad, desconfan enteramente de ellosmismos y caen por debajo de la dignidad humana.Cuando llegaron los europeos, el indgena de la Amrica del Norte ignorabatodava el valor de la riqueza y se senta indiferente ante el bienestar que elhombre civilizado adquiere con ella. Sin embargo, no se notaba en l nada 19. grosero; imperaba por el contrario en su manera de obrar su reserva habitual ycierta clase de cortesa aristocrtica.Dulce y hospitalario en la paz, implacable en la guerra, ms all de los lmitesconocidos de la ferocidad humana, el indio se expona a morir de hambre porsocorrer al extranjero que llamaba en la noche a la puerta de su cabaa, ydestrozaba con sus propias manos los miembros palpitantes de su prisionero.Las ms famosas Repblicas antiguas no haban admirado jams valor msfirme, ni almas ms orgullosas, ni ms elocuente amor por la independencia,que los que se ocultaban entonces en los bosques ignorados del NuevoMundo (12). Los europeos produjeron poca impresin al abordar las orillas dela Amrica del Norte y su presencia no hizo nacer ni envidia ni miedo. Quimperio podan tener sobre hombres semejantes? El indio saba vivir sinnecesidades, sufrir sin quejarse y morir cantando ( 13). Como todos los demsmiembros de la gran familia humana, aquellos salvajes crean en la existenciade un mundo mejor, y adoraban bajo diferentes nombres al Dios creador deluniverso. Sus nociones sobre las grandes verdades intelectuales eran engeneral simples y filosficas (D).Por primitivo que parezca el pueblo cuyo carcter trazamos aqu, no se podradudar, sin embargo, de que otro pueblo ms civilizado, ms adelantado que l,lo hubiese precedido en las mismas regiones.Una tradicin oscura, pero difundida entre la mayor parte de las tribus indiasde las orillas del Atlntico, nos ensea que antao la morada de esas mismastribus haba estado establecida al oeste del Misisip. A lo largo de las riberasdel Ohio y en todo el valle central, se encuentran an cada da montculoslevantados por la mano del hombre. Cuando se excava hasta el centro dedichos monumentos, se encuentran, segn dicen, osamentas humanas,instrumentos extraos, armas y utensilios de todas clases hechos dediferentes metales, que hacen pensar en usos ignorados por las razasactuales.Los indios en nuestros das no pueden dar ninguna informacin sobre lahistoria de ese pueblo desconocido. Los que vivan hace trescientos aos, araz del descubrimiento de Amrica, nada dijeron tampoco para deducirsiquiera una hiptesis. Las tradiciones, monumentos perecederos del mundoprimitivo, renacientes sin cesar, no proporcionan ninguna luz. All, sinembargo, vivieron millares de semejantes nuestros; no puede dudarse.Cundo llegaron, cul fue su origen, su destino y su historia? Cundo ycmo perecieron? Nadie podra decirlo.Cosa extraa, hay pueblos que han desaparecido tan completamente de latierra, que el recuerdo mismo de su nombre se ha borrado; sus lenguas se hanperdido, su gloria se desvaneci como un sonido sin eco; pero no s si hayuno solo que no haya dejado al menos una tumba en recuerdo de su paso. As,de todas las obras del hombre, la que ms dura es la que se refiere a susdespojos y sus miserias.Aunque el vasto territorio que se acaba de describir estuviese habitado pornumerosas tribus indgenas, se puede decir con justicia que en la poca de su 20. descubrimiento no era ms que un desierto. Los indios lo ocupaban, pero nolo posean. Por medio de la agricultura es como el hombre se apropia delsuelo, y los primeros habitantes de la Amrica del Norte vivan del producto dela caza. Sus implacables prejuicios, sus pasiones indmitas, sus vicios y talvez ms sus salvajes virtudes, los conducan a una destruccin inevitable. Laruina de esos pueblos comenz el da en que los europeos abordaron a susorillas, continu despus y en nuestros das acaba de consumarse. LaProvidencia, al colocarlos entre las riquezas del Nuevo Mundo, parece nohaberles concedido sobre ellas ms que un corto usufructo. Estaban all, encierto modo, como esperando. Esas costas, tan bien preparadas para elcomercio y la industria, esos ros tan profundos, el inagotable valle delMisisip, el continente entero, fueron entonces como la cuna an vaca de unagran nacin.All fue donde los hombres deban tratar de construir la sociedad sobrecimientos nuevos, y donde, ensayando por primera vez teoras hasta entoncesdesconocidas o reputadas inaplicables, se iba a dar al mundo un espectculopara el cual la historia del pasado no lo haba preparado. Notas(1) 3474870 kilmetros cuadrados. Vase Darbys View of the United-States, pg. 499.(2) Francia tiene 35 181 leguas cuadradas (500986 km.2).(3) El ro Colorado.(4) 4000 kilmetros. La legua de posta tiene 3898 metros. Vase Description des Etats-Unis,por Warden, t. 1, pg. 166.(5) El Missouri. Vase ibid., t. 1, pg. 132.(6) El Arkansas. Vase ibid., t. 1, pg. 188.(7) El ro Colorado. Vase ibid., t. 1, pg. 190.(8) El Ohio. Vase ibid., t. 1, pg. 192.(9) El Illinois, el San Pedro, el San Francisco, el Moingona.(A) Vase sobre todos los pases del Oeste donde los europeos no han penetrado todava, losdos viajes emprendidos por el mayor Long, a expensas del Congreso.Mr. Long dice especialmente, a propsito del gran desierto norteamericano, que es precisotrazar una casi lnea paralela al grado 20 de longitud (meridiano de Washington) -el grado 20 delongitud, siguiendo el meridiano de Washington, se equipara casi al grado 99 siguiendo elmeridiano de Pars-, partiendo del ro Colorado y terminando en el ro Plano. De esa lnea 21. imaginaria hasta las montaas Rocallosas, que limitan el valle del Misisip al Oeste, seextienden inmensas llanuras, cubiertas en general de arena rebelde al cultivo o salpicadas depiedras granticas. Estn privadas de agua en esto. No se ven all sino grandes rebaos debfalos y de caballos salvajes. Se encuentran tambin algunas hordas de indios, pero enpequeo nmero.El mayor Long ha odo decir, al remontar el ro Plano en la misma direccin, que el mismodesierto se encontraba siempre a su izquierda; pero no pudo verificar por s mismo laexactitud del informe. Lonfts expedition, vol. II, pg. 361.Cualquiera que sea la confianza que merece la relacin del mayor Long, no hay que olvidarque no hizo ms que atravesar la regin de que habla, sin trazar grandes zigzags fuera de lalnea que segua.(10) Las aguas son tan transparentes en el mar de las Antillas -dice Malte-Brun, vol. III, pg.726- que se distinguen los corales y los peces a 60 brazas de profundidad. El barco parecedeslizarse en el aire; una especie de vrtigo se apodera del viajero, cuya mirada se sumerge atravs del fluido cristalino, en medio de jardines submarinos donde moluscos y peces doradosbrillan entre espesuras de fucos y bosques de algas marinas.(B) La Amrica del Sur, en sus regiones intertropicales, produce con una increble profusinesas plantas trepadoras conocidas bajo el nombre genrico de lianas. La flora de las Antillaspresenta ms de cuarenta especies diferentes de ellas. Entre los ms graciosos de estosarbustos se encuentra la granadilla. Esta bonita planta, dice Descourtiz en su descripcin delreino vegetal de las Antillas, por medio de los zarcillos de que est provista, se adhiere a losrboles y forma arcadas movibles, coluronatas ricas y elegantes por la belleza de las floresprpura moteadas de azul que las adornan, y que halagan el olfato por el perfume que exhalan.Vol. I, pg. 265.La acacia de grandes vainas es una liana muy gruesa que se desarrolla rpidamente y,corriendo de rbol en rbol, cubre a veces ms de media legua. Vol. III, pg. 227.(11) Se han descubierto despus algunas semejanzas entre la conformacin fsica, la lengua ylos hbitos de los indios de la Amrica del Norte y los de los tunguses, de los manches, delos mongoles, de los trtaros y de otras tribus nmadas del Asia. Estos ltimos ocupan unaposicin cercana al Estrecho de Behring, lo que permite suponer que en una poca antiguapudieron venir a poblar el continente desierto de Amrica. Pero la ciencia no ha logradotodava esclarecer este punto. Vase sobre esta cuestin a Malte-Brun, vol. V; las obras delbarn de Humboldt; Fischer, Conjeturas sobre el origen de los norteamericanos; Adair, Historyof the American Indians.(C) SOBRE LAS LENGUAS AMERICANAS. Las lenguas que hablan los indios de Amrica,desde el Polo rtico hasta el Cabo de Hornos, estn todas formadas, se dice, sobre el mismomodelo y sometidas a las mismas reglas gramaticales; de donde se puede concluir, con granverosimilitud, que todas las naciones indias han salido de la misma familia.Cada poblado del Continente americano habla un dialecto diferente; pero las lenguaspropiamente dichas existen en muy pequeo nmero, lo que tiende a probar que las nacionesdel Nuevo Mundo no tienen un origen muy antiguo.En fin, las lenguas de Amrica son de una extremada regularidad. Es, pues, probable que lospueblos que se sirven de ellas no han estado todava sometidos a grandes revoluciones y nose han mezclado forzada o voluntariamente con naciones extranjeras, porque en general es launin de varias lenguas en una sola la que produce las irregularidades de la gramtica.No hace mucho tiempo que las lenguas americanas, y en particular las lenguas de la Amricadel Norte, han atrado la atencin seria de los fillogos. Se descubri entonces, por primeravez, que ese idioma de un pueblo brbaro era el producto de un sistema de ideas muy 22. complicadas y de combinaciones muy sabias. Se dieron cuenta de que esas lenguas eran muyricas y que al formarlas se haba tenido mucho cuidado de atender a la delicadeza del odo.El sistema gramatical de los americanos difiere de todos los dems en varios puntos, peroprincipalmente en esto: Algunos pueblos de Europa, entre otros los alemanes, tienen lafacultad de combinar, si es necesario, diferentes expresiones, y de dar as un sentido complejoa ciertas palabras.Los indios extendieron de la manera ms sorprendente esta misma facultad, y han llegado afijar, por decirlo as, en un solo punto un gran nmero de ideas. Esto se comprender sindificultad con ayuda de un ejemplo citado por M. Duponceau, Sociedad Filosfica de Amrica.Cuando una mujer delaware juega con un gato o con un perrito -dice- se la oye algunas vecespronunciar la palabra kuligatschis. Esta palabra est compuesta as: k es el signo de lasegunda persona, y significa tu; uli es un fragmento de la palabra wulit, que significa hermoso,bonito; gat es otro fragmento de la palabra wichgat, que significa pata, en fin, schis, es unaterminacin diminutiva que trae consigo la idea de pequeez. As, en una sola palabra, lamujer india dijo: Tu bonita patita.He aqu otro ejemplo que muestra con qu fortuna los salvajes de Amrica saben componersus palabras.Un joven en lengua delaware se dice Pilap. Esta palabra est formada de pilsit, casto,inocente, y de lenap, hombre; es decir, el hombre en su pureza e inocencia.Esta facultad de combinar entre s las palabras se hace notar sobre todo de manera muyextraa en la formacin de los verbos. La accin ms complicada se expresa a menudo por unsolo verbo, y casi todos los matices de la idea obran sobre el verbo y lo modifican.Los que quisieran examinar ms en detalle este asunto, que no he hecho aqu sino tocar muysuperficialmente, debern leer:1 La correspondencia de M. Duponceau con el reverendo Hecwelder, relativa a las lenguasindias. Esta correspondencia se encuentra en el primer volumen de las Memorias de laSociedad Filosfica de Amrica, publicadas en Filadelfia, en 1819, por Abraham Small, pgs.356-464.2 La Gramtica de la lengua delaware o lenape, por Geiberger, y el prefacio de M. Duponceau,adjunto. Se encuentra en las mismas colecciones, vol. III.3 Un resumen muy bien hecho de esos trabajos, contenido al fin del volumen VI de laEnciclopedia Americana.(12) Se ha visto entre los iroqueses atacados por fuerzas superiores, dice el presidenteJefferson (Notas sobre Virginia, p. 148), a los ancianos desdear el recurrir a la fuga osobrevivir a la destruccin de su comarca y desafiar a la muerte, como los antiguos romanosen el saqueo de Roma por los galos.Ms adelante, pgina 150: No hay ejemplo, dice, de un indio cado en poder de sus enemigosque haya pedido la vida. Se ve por el contrario al prisionero buscar, por decirlo as, la muerteen manos de sus vencedores, insultndolos y provocndolos de todas las maneras.(13) Vase la Historia de la Louisiana, por Lepage-Dupratz; Charlevoix, Historia de la Nueva-Francia; Cartas del Rev. Hecwelder, Transactions of the American Phylosophical Society, vol.1; Jefferson, Notas sobre Virginia, pgs. 135-190. Lo que dice Jefferson es sobre todo de granvalor, a causa del mrito personal del escritor, de su posicin particular y del siglo positivo yexacto en el cual escriba. 23. (D) Se encuentra en Charlevoix, tomo I, pg. 235, la historia de la primera guerra que losfranceses del Canad sostuvieron, en el ao de 1610, contra los iroqueses. Estos ltimos,aunque armados de flechas y arcos, opusieron una resistencia desesperada a los franceses ya sus aliados. Charlevoix, que no es, sin embargo, un gran pintor, deja ver muy bien en estefragmento el contraste que ofrecan las costumbres de los europeos y las de los salvajes, ascomo las diferentes maneras en que esas dos razas entendan el honor.Los franceses -dice- se apoderaron de las pieles de castor con las que los iroqueses que veantendidos en el campo estaban cubiertos. Los hurones, sus aliados, quedaron escandalizadosde este espectculo. Estos, por su parte, comenzaron a llevar a cabo sus crueldadesordinarias con los prisioneros y devoraron a uno de los que haban sido muertos, lo que caushorror a los franceses. As -aade Charlevoix- esos brbaros se jactaban de un desinters queestaban sorprendidos de no encontrar en nuestra nacin, y no comprendan que haba menosmal en el despojo de los muertos que en saciarse con sus carnes como bestias feroces. Elmismo Charlevoix, en otro pasaje, vol. I, pg. 230, pinta de esta manera el primer suplicio deque Champlain fue testigo y el regreso de los hurones a su aldea:Despus de haber andado ocho leguas -dice- nuestros aliados se detuvieron, y tomando a unode los cautivos le reprocharon todas las crueldades que haba ejecutado con los guerreros desu nacin cados en sus manos, y le declararon que deba atenerse a ser tratado de la mismamanera, aadiendo que, si tenia corazn, lo atestiguara cantando; l enton entonces sucancin guerrera y todas las que sabia, pero con un tono muy triste -dice Champlain-, que nohabla tenido tiempo todava de darse cuenta de que toda la msica de los salvajes tiene algolgubre. Su suplicio, acompaado de todos los horrores de que hablaremos ms tarde, aterra los franceses, que hicieron en vano todos los esfuerzos por ponerle fin. La noche siguiente,habiendo soado un hurn que era perseguido, la retirada se cambi en una verdadera huida ylos salvajes no se detuvieron ya en ningn paraje hasta que estuvieron fuera de todo peligro.Desde el momento en que hubieron divisado las cabaas de su aldea, cortaron largosbastones, a los que ataron las cabelleras que haban obtenido en la distribucin y las llevaroncomo en triunfo. Al ver esto las mujeres acudieron, se arrojaron a nado y, habiendo juntadolas canoas, tomaron esas cabelleras an sangrantes de manos de sus maridos y se las ataronal cuello.Los guerreros ofrecieron uno de esos horribles trofeos a Champlain, y le obsequiaron ademscon algunos arcos y flechas, nicos despojos de los que los iroqueses quisieron apoderarse,rogndole los mostrara al rey de Francia. Champlain vivi solo todo un invierno en medio deesos brbaros, sin que ni su persona ni sus propiedades hubiesen estado comprometidas. 24. Captulo segundo Punto de partida y su importancia para el porvenir de los angloamericanosUtilidad de conocer el punto de partida de los pueblos para comprender suestado social y sus leyes - Norteamrica es el nico pas en el que se ha podidopercibir claramente el punto de partida de un gran pueblo - En qu separecan todos los hombres que fueron a poblar la Amrica inglesa - En qudiferan - Observacin aplicable a todos los europeos que fueron a establecerseen las playas del Nuevo Mundo - Colonizacin de la Virginia - Colonizacin dela Nueva Inglaterra - Carcter general de los primeros habitantes de la NuevaInglaterra - Su llegada - Sus primeras leyes - Contrato social - Cdigo penaltomado de la legislacin de Moiss - Ardor religioso - Espritu republicano -Unin ntima del espritu de religin y del espritu de libertad.Un hombre acaba de nacer. Sus primeros aos transcurren oscuramente entrelos juegos o los trabajos de la infancia. Crece, la virilidad comienza, laspuertas del mundo se abren en fin para recibirle y entra en contacto con sussemejantes. Se le estudia entonces por primera vez, y cree uno ver formarseen l el germen de los vicios y de las virtudes de la edad madura.Es esto, si no me engao, un gran error.Volvamos hacia atrs; examinemos al nio en los brazos de su madre; veamosel mundo exterior reflejarse por primera vez en el espejo an oscuro de suinteligencia; contemplemos los ejemplos que hieren su mirada; escuchemoslas primeras palabras que despiertan en l las potencias dormidas delpensamiento; asistamos en fin a las primeras luchas que tiene que sostener; ysolamente entonces comprenderemos de dnde vienen los prejuicios, loshbitos y las pasiones que van a dominar su vida. El hombre se encuentra, pordecirlo as, entero en los paales de su cuna. 25. Sucede algo anlogo entre las naciones. Los pueblos se resienten siempre desu origen. Las circunstancias que acompaaron a su nacimiento y sirvieron asu desarrollo influyen sobre todo el resto de su vida.Si nos fuese posible remontarnos hasta los elementos de las sociedades, yexaminar los primeros monumentos de su historia, no dudo que podramosdescubrir en ellos la causa primera de los prejuicios, de los hbitos, de laspasiones dominantes, de todo lo que compone en fin lo que se llama elcarcter nacional. Encontraramos en ellos la explicacin de usos que,actualmente, parecen contrarios a las costumbres imperantes; leyes queparecen en oposicin con los principios reconocidos; opiniones incoherentesque se encuentran aqu y all, en la sociedad, como esos fragmentos decadenas rotas que se ven colgar an a veces de las bvedas de un viejoedificio, y que no sostienen nada ya. As se explica el destino de ciertospueblos que una fuerza desconocida parece arrastrar hacia una meta que ellosmismos ignoran. Pero hasta aqu faltaron los hechos para un estudiosemejante; el espritu de anlisis no se ha conocido en las naciones sino amedida que envejecen, y cuando por fin pensaron en contemplar su cuna, eltiempo la haba envuelto en una nube y la ignorancia y el orgullo la rodearonde fbulas, tras de las cuales se oculta la verdad.Norteamrica es el nico pas en donde se puede asistir al desenvolvimientonatural y tranquilo de una sociedad, en que es posible precisar la influenciaejercida por el punto de partida sobre el porvenir de los Estados.En la poca en que los pueblos europeos arribaron a las orillas del NuevoMundo, los rasgos de su carcter nacional estaban ya bien definidos; cada unode ellos tena una fisonoma distinta; y como haban llegado ya a ese grado decivilizacin que lleva a los hombres al estudio de s mismos, nos hantransmitido el cuadro fiel de sus opiniones, de sus costumbres y de sus leyes.Los hombres del siglo XV nos son casi tan conocidos como los del nuestro.Norteamrica nos muestra, pues, a plena luz lo que la ignorancia o la barbariede las primeras edades sustrajeron a nuestras miradas.Bastante cerca de la poca en que las sociedades norteamericanas fueronfundadas para conocer en detalle sus elementos y bastante lejos de estetiempo para poder juzgar ya lo que esos grmenes produjeron, los hombres denuestros das parecen estar destinados a ver ms all que sus antecesores losacontecimientos humanos. La Providencia nos ha puesto al alcance unaantorcha que faltaba a nuestros padres, permitindonos discernir, en eldestino de las naciones, las causas primeras que la oscuridad del pasado lesocultaba.Cuando, despus de haber estudiado atentamente la historia de Norteamrica,se examina con cuidado su estado poltico y social, se siente unoprofundamente convencido de esta verdad: que no hay opinin, hbito, ley yhasta podra decir acontecimiento, cuyo punto de partida no se explique sindificultad. Los que lean este libro encontrarn en el presente captulo elgermen de lo que va a seguir y la clave de casi toda la obra. 26. Los emigrantes que vinieron, en diferentes periodos, a ocupar el territorio quecubren hoy da los Estados Unidos de Amrica, diferan unos de otros enmuchos puntos; su objetivo no era el mismo, y se gobernaban segnprincipios diversos.Esos hombres tenan sin embargo entre s rasgos comunes, y se encontrabantodos en situacin anloga.El lazo del lenguaje es tal vez el ms fuerte y ms durable que pueda unir a loshombres. Todos los emigrantes hablaban la misma lengua; eran todos hijos deun mismo pueblo. Nacidos en un pas agitado desde siglos por la lucha de lospartidos, donde las facciones haban sido obligadas, alternativamente, acolocarse bajo la proteccin de las leyes, su educacin poltica se habarealizado en esa ruda escuela, y se vean en ellos difundidas ms nociones delos derechos y ms principios de verdadera libertad que en la mayor parte delos pueblos de Europa. En la poca de las primeras emigraciones, el gobiernocomunal, ese germen fecundo de las instituciones libres, haba entrado yaprofundamente en las costumbres inglesas, y con l el dogma de la soberanadel pueblo se haba introducido en el seno mismo de la monarqua de losTudor.Se estaba entonces en medio de las querellas religiosas que agitaron al mundocristiano. Inglaterra se haba lanzado con una especie de furor por esa nuevava. El carcter de los habitantes, que haba sido siempre grave y reflexivo, sehizo austero y razonador. La instruccin se acrecent mucho con esas luchasintelectuales y el espritu recibi en ellas una cultura ms profunda. Mientrasse estaba ocupado en hablar de religin, las costumbres se haban vuelto mspuras. Todos esos rasgos generales de la nacin se volvan a encontrarreproducidos poco ms o menos en la fisonoma de aquellos de sus hijos quehaban ido a buscar un nuevo porvenir en las orillas opuestas del Ocano.Una observacin, por otra parte, a la que tendremos ocasin de volver mstarde, es aplicable no solamente a los ingleses, sino aun a los franceses, a losespaoles y a todos los europeos que fueron sucesivamente a establecerse alas riberas del Nuevo Mundo. Todas las colonias europeas contenan, si no eldesarrollo, por lo menos el germen de una completa democracia. Dos causasllevaban a ese resultado: se puede decir que, en general, a su partida de lamadre patria, los emigrantes no tenan ninguna idea de superioridad decualquier gnero, unos sobre otros. No son por cierto los ms felices ypoderosos quienes se destierran, y la pobreza, as como la desgracia, son lasmejores garantas de igualdad que se conocen entre los hombres. Sucedi, sinembargo, que en varias ocasiones grandes seores pasaron a Norteamrica aconsecuencia de querellas polticas o religiosas. Se hicieron all leyes paraestablecer en la nueva patria la jerarqua de los rangos, pero pronto se dieroncuenta de que el suelo norteamericano rechazaba absolutamente laaristocracia territorial. Se vio que, para cultivar esa tierra rebelde, eranprecisos todos los esfuerzos constantes e interesados del propietario mismo.Cultivado el predio, se cay en la cuenta de que sus productos no eranbastantes para enriquecer a la vez a un patrn y a un campesino. El terreno sefraccion, pues, naturalmente en pequeas parcelas que slo el propietariocultivaba. Ahora bien, en la tierra es donde se hace la aristocracia, es en el 27. suelo donde se arraiga y apoya; no son slo los privilegios quienes laestablecen, no es el nacimiento quien la constituye, sino la propiedad rsticahereditariamente transmitida. Una nacin puede tener inmensas fortunas ygrandes miserias; pero si esas fortunas no son territoriales, se ven en su senopobres y ricos y no hay, a decir verdad, aristocracia.Todas las colonias inglesas tenan entre s, en la poca de su nacimiento, ungran aire de familia. Todas, desde un principio, parecan destinadas acontribuir al desarrollo de la libertad, no ya de la libertad aristocrtica de sumadre patria, sino de la libertad burguesa de la que la historia del mundo nopresentaba todava un modelo exacto.En medio de este tinte general se perciban, sin embargo, muy fuertes maticesque es necesario sealar.Se pueden distinguir en la gran familia angloamericana dos brotes principalesque, hasta el presente, han crecido sin confundirse enteramente, uno al Sur yotro al Norte.Virginia recibi la primera colonia inglesa. Los inmigrantes llegaron en 1607.Europa, en esa poca; estaba an convencida de que las minas de oro y platahacen las riqueza de los pueblos, idea funesta que ha empobrecido ms a lasnaciones que se dedicaron a mantenerla y acab con ms hombres enNorteamrica, que la guerra y todas las malas leyes juntas. Fueron, pues,buscadores de oro los que se enviaron a Virginia (1), gente sin recursos y sinconducta, cuyo espritu inquieto y turbulento trastorn la infancia de la colonia(2), e hizo inseguros sus progresos. En seguida llegaron los industriales y loscultivadores ms morales y tranquilos, que no se elevaban casi del nivel de lasclases inferiores de Inglaterra (3). Ningn noble pensamiento, ningunacombinacin inmaterial presidi la fundacin de los nuevos establecimientos.Apenas la colonia haba sido creada, se introdujo all la esclavitud ( 4). se fueel hecho capital que deba ejercer una inmensa influencia sobre el carcter, lasleyes y el porvenir del Sur.La esclavitud, como lo explicaremos ms tarde, deshonra el trabajo; introducela ociosidad en la sociedad, y con ella la ignorancia y el orgullo, la pobreza y ellujo. Enerva las fuerzas de la inteligencia y adormece la actividad humana. Lainfluencia de la esclavitud, combinada con el carcter ingls, explica lascostumbres y el estado social del Sur.Sobre este mismo fondo ingls se dibujaban, al Norte, matices muy contrarios.Aqu se me permitir dar algunos detalles.Fue en las colonias inglesas del Norte, ms conocidas con el nombre deEstados de la Nueva Inglaterra (5), donde se llegaron a combinar las dos o tresideas principales que hoy da forman las bases de la teora social de losEstados Unidos.Los principios de la Nueva Inglaterra se extendieron primero por los Estadosvecinos. En seguida ganaron, poco a poco, hasta los ms lejanos, yconcluyeron, si puedo expresarme as, penetrando en la confederacin entera. 28. Ejercen ahora su influencia ms all de sus lmites sobre todo el mundonorteamericano. La civilizacin de la Nueva Inglaterra ha sido como esasgrandes hogueras encendidas en las alturas que, despus de haber expandidosu calor en torno a ellas, tien an con sus claridades los ltimos confines delhorizonte.La fundacin de la Nueva Inglaterra present un espectculo nuevo: todo eraall singular y original.Casi todas las colonias tuvieron como primeros habitantes hombres sineducacin y sin recursos, a quienes la miseria o la mala conducta empujabanfuera del pas que los haba visto nacer, o especuladores vidos y empresariosde industria. Hay colonias que no pueden ni siquiera reclamar parecido origen;Santo Domingo fue fundado por piratas y, en nuestros das, las Cortes dejusticia de Inglaterra se encargan de poblar Australia.Los emigrantes que fueron a establecerse en las orillas de la Nueva Inglaterrapertenecan todos a las clases acomodadas de la madre patria. Su reunin ensuelo norteamericano present, desde el origen, el singular fenmeno de unasociedad en donde no se encontraban ni grandes seores ni pueblo y, pordecirlo as, ni pobres ni ricos. Haba, guardada la proporcin, una mayor masade luces esparcida entre esos hombres que en el seno de ninguna nacineuropea de nuestros das. Todos, sin exceptuar tal vez a nadie, haban recibidouna educacin bastante avanzada, y varios de ellos se haban dado a conocerpor su talento y por su ciencia. Las otras colonias haban sido fundadas poraventureros sin familia; los emigrantes de la Nueva Inglaterra llevaban consigoadmirables recursos de orden y de moralidad; se encaminaban al desiertoacompaados de sus mujeres y de sus hijos. Pero lo que los distingua sobretodo de los dems, era el objeto mismo de su empresa. No era la necesidad laque los obligaba a abandonar su pas; dejaban en l una posicin socialenvidiable y medios de vida asegurados; no pasaban tampoco al Nuevo Mundoa fin de mejorar su situacin o de acrecentar sus riquezas; se arrancaban delas dulzuras de la patria para obedecer a una necesidad puramente intelectual:al exponerse a los rigores inevitables del exilio, queran hacer triunfar unaidea.Los emigrantes o, como ellos se llamaban a s mismos, los peregrinos(pilgrims), pertenecan a esa secta de Inglaterra a la cual la austeridad de susprincipios haba dado el nombre de puritana. El puritanismo no era solamenteuna doctrina religiosa; se confunda en varios puntos con las teorasdemocrticas y republicanas ms absolutas. De eso les haban venido sus mspeligrosos adversarios. Perseguidos por el gobierno de la madre patria,heridos en sus principios por la marcha cotidiana de la sociedad en cuyo senovivan, los puritanos buscaron una tierra tan brbara y abandonada del mundo,que les permitiese vivir en ella a su manera y orar a Dios en libertad.Algunas citas harn comprender mejor el espritu de esos piadososaventureros que todo lo que pudiramos aadir nosotros.Nathaniel Morton, el historiador de los primeros aos de la Nueva Inglaterra,entra as en materia (6): He credo siempre -dice-, que era un deber sagrado 29. para nosotros, cuyos padres recibieron prendas tan numerosas y memorablesde la bondad divina en el establecimiento de esa colonia, perpetuar por escritosu recuerdo. Lo que hemos visto y lo que nos ha sido contado por nuestrospadres, debemos darlo a conocer a nuestros hijos, a fin de que lasgeneraciones venideras aprendan a alabar al Seor; a fin de que la estirpe deAbraham, su siervo, y los hijos de Jacob, su elegido, guarden siempre lamemoria de las milagrosas obras de Dios (Salmo CV, 5, 6). Es preciso quesepan cmo el Seor ha llevado su via al desierto; cmo le prepar un lugar,enterrando profundamente sus races, y la dej en seguida extenderse y cubrira lo lejos la tierra (Salmo LXXX, 15, 13); y no solamente esto, sino tambincmo gui a su pueblo hacia su santo tabernculo, y lo estableci sobre lamontaa de su heredad (xodo, XV, 13). Estos hechos deben ser conocidos, afin de que Dios obtenga el honor que le es debido, y que algunos rayos de sugloria puedan caer sobre los nombres venerables de los santos que lesirvieron de instrumentos.Es imposible leer este principio sin sentirse dominado a pesar nuestro por unaimpresin religiosa y solemne. Parece que se respira en l un aire deantigedad y una especie de perfume bblico.La conviccin que anima al escritor realza su lenguaje. No es ya a nuestrosojos, como a los suyos, una pequea tropa de aventureros que va a buscarfortuna allende los mares; es la simiente de un gran pueblo que Dios va adepositar con sus manos en una tierra predestinada.El autor contina y pinta de esta manera la partida de los primeros emigrantes(7): As fue -dice- como ellos dejaron esta ciudad (Delf-Haleft) que haba sidopara ellos un lugar de reposo; sin embargo, estaban tranquilos; saban queeran peregrinos y extranjeros aqu abajo. No se engrean con las cosas de latierra, sino que elevaban los ojos hacia el cielo, su cara patria, donde Dioshaba preparado para ellos su ciudad santa. Llegaron al fin al puerto donde elbarco les esperaba. Un gran nmero de amigos, que no podan partir con ellos,haban por lo menos querido seguirles hasta all. La noche transcurri sinsueo; se pas en desbordamientos de amistad, en piadosos discursos, enexpresiones llenas de una verdadera ternura cristiana. Al da siguiente, ellosse dirigieron a bordo; sus amigos quisieron todava acompaarles; fueentonces cuando se oyeron profundos suspiros, se vieron lgrimas correr detodos los ojos, se escucharon largos sculos y ardientes plegarias queconmovieron hasta a los extraos. Habiendo sonado la seal de partida,cayeron de rodillas, y su pastor, alzando al cielo sus ojos llenos de lgrimas,los encomend a la misericordia del Seor. Se despidieron finalmente unos deotros, y pronunciaron ese adis que para muchos de ellos deba ser elpostrero.Los emigrantes eran un nmero de ciento cincuenta poco ms o menos, tantohombres como mujeres y nios. Su objeto era fundar una colonia a las orillasdel Hudson; pero, despus de haber andado errantes largo tiempo en elOcano, se vieron al fin forzados a abordar en las costas ridas de la NuevaInglaterra, en el lugar donde se alza hoy da la ciudad de Plymouth. Se muestraan la roca donde descendieron los peregrinos (8). 30. Pero antes de ir ms lejos -dice el historiador que cito-, consideremos uninstante la condicin presente de ese pobre pueblo, y admiremos la bondad deDios que lo ha salvado (9).Haban pasado ahora el vasto Ocano, llegaban al trmino de su viaje, pero novean amigos para recibirlos, ni habitacin que les ofreciese abrigo; se estabaen medio del invierno, y los que conocen nuestro clima saben cun rudos sonlos inviernos, y qu furiosos huracanes asuelan entonces nuestras costas. Enesa estacin, es difcil atravesar lugares conocidos, con mayor raznestablecerse en orillas nuevas. En torno de ellos no apareca sino un desiertohrrido y desolado, lleno de animales y de hombres salvajes, cuyo grado deferocidad y cuyo nmero ignoraban. La tierra estaba helada; el suelo cubiertode selvas y zarzales. Todo tena un aspecto brbaro. Tras de ellos, noperciban sino el inmenso Ocano que los separaba del mundo civilizado. Parahallar un poco de paz y de esperanza, no podan dirigir sus miradas sino haciaarriba.No hay que creer que la piedad de los puritanos fuera solamente especulativa,ni que se mostrara extraa a la marcha de las cosas humanas. El puritanismo,como lo dije antes, era casi tanto una teora poltica como una doctrinareligiosa. Apenas desembarcados en esa orilla inhospitalaria, que NathanielMorton acaba de describir, el primer cuidado de los emigrantes es organizarseen sociedad. Realizan inmediatamente un acto trascendente ( 10): Nosotros,cuyos nombres siguen, que, por la gloria de Dios, el desarrollo de la fecristiana y el honor de nuestra patria, hemos emprendido el establecimiento dela primera colonia en estas remotas orillas, convenimos en estas presentes,por consentimiento mutuo y solemne, y delante de Dios, formarnos en cuerpode sociedad poltica, con el fin de gobernarnos, y de trabajar por la realizacinde nuestros designios; y en virtud de este contrato, convenimos en promulgarleyes, actas, ordenanzas y en instituir segn las necesidades magistrados alos que prometemos sumisin y obediencia.Esto pasaba en 1620. A partir de esa poca la emigracin no se detuvo ya. Laspasiones religiosas y polticas, que desgarraron el imperio britnico durantetodo el reinado de Carlos I, empujaron cada ao, a las costas de Amrica,nuevos enjambres de sectarios. En Inglaterra, el hogar del puritanismocontinuaba colocado entre las clases medias y del seno de las clases mediasera de donde procedan la mayor parte de los emigrantes. La poblacin de laNueva Inglaterra creca rpidamente y, en tanto que la jerarqua de los rangosclasificaba aun despticamente a los hombres en la madre patria, la coloniapresentaba cada vez ms el espectculo nuevo de una sociedad homogneaen todas sus partes. La democracia, tal como no se haba atrevido a soarla laantigedad, se escapaba muy fuerte y bien armada del medio de la viejasociedad feudal.Contento de arrojar de s grmenes de perturbacin y elementos derevoluciones nuevas, el gobierno ingls vea sin pena esa emigracinnumerosa. Llegaba hasta a favorecerla con todo su poder, y pareca noocuparse apenas del destino de los que iban a suelo norteamericano a buscarun asilo contra la dureza de sus leyes. Se hubiera dicho que miraba a la Nueva 31. Inglaterra como una regin entregada a los sueos de la imaginacin, que sedeba abandonar a los libres ensayos de los novadores.Las colonias inglesas, y sta fue una de las principales causas de suprosperidad, han gozado siempre de ms libertad interior y de msindependencia poltica que las colonias de los dems pueblos; pero enninguna parte ese principio de libertad fue ms rgidamente aplicado que enlos Estados de la Nueva Inglaterra.Era generalmente admitido entonces que las tierras del Nuevo Mundopertenecan a la nacin europea que, primero, las haba descubierto.Casi todo el litoral de la Amrica del Norte volvise de esta manera unaposesin inglesa hacia fines del siglo XVI. Los medios empleados por elgobierno britnico para poblar esos nuevos dominios fueron de naturalezadiferente: en ciertos casos, el rey someta una parte del Nuevo Mundo a ungobierno de su eleccin, encargado de administrar el pas en su nombre y bajosus rdenes inmediatas (11), que es el sistema colonial adoptado en el resto deEuropa. Otras veces, conceda a un hombre o a una compaa la propiedad deciertas porciones del pas (12). Todos los poderes civiles y polticos seencontraban entonces concentrados en manos de uno o de varios individuosque, bajo la inspeccin y el control de la corona, vendan las tierras ygobernaban a los habitantes. Un tercer sistema consista, en fin, en dar a ciertonmero de emigrantes el derecho de formarse en sociedad poltica, bajo elpatronato de la madre patria, y de gobernarse a s mismos en todo lo que noera contrario a sus leyes.Este modo de colonizacin, tan favorable a la libertad, no fue puesto enprctica sino en la Nueva Inglaterra (13).Desde 1628 (14), una constitucin de esta naturaleza fue concedida por Carlos Ia unos emigrantes que fueron a fundar la colonia de Massachusetts.Pero, en general, no se otorgaron constituciones a las colonias de la NuevaInglaterra sino largo tiempo despus de que su existencia hbose consideradoun hecho consumado. Plymouth, Providencia, New Haven, el Estado deConecticut y el de Rhode-Island (15) fueron fundados sin el concurso y encierto modo sin conocimiento de la madre patria. Los nuevos habitantes, sinnegar la supremaca de la metrpoli, no