ste08 - curtis garland - angeles, llorad sangre

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BRUGUERA: SELECCION TERROR "EXTRA"

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  • Curtis Garland

    ANGELES, LLORAD SANGRE

    Coleccin

    SELECCION TERROR EXTRA n. 8

    Publicacin quincenal

    EDITORIAL BRUGUERA, S. A. BARCELONA BOGOTA BUENOS AIRES CARACAS MEXICO

    ULTIMAS OBRAS PUBLICADAS EN ESTA COLECCION

    3 Paraso infernal - Clark Carrados. 4 Fantasmagrico - Lou Carrigan. 5 Jubileo macabro - Curtis Garland. 6 Los muertos que no moran - Clark Carrados. 7 Los amantes sin corazn - Burton Har.

  • ISBN 84-02 08799-X Depsito legal: B. 36.073-1982

    Impreso en Espaa Printed n Spain

    1. a edicin: diciembre, 1982

    2. a edicin en Amrica: junio, 1983

    Curtis Garland - 1982 texto

    Bernal - 1982 cubierta

    Concedidos derechos exclusivos a favor de EDITORIAL BRUGUERA, S. A. Camps y Fabrs, 5. Barcelona (Espaa)

    Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, as como las situaciones de la misma, son fruto exclu-sivamente de la imaginacin del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, ser simple coincidencia.

    Impreso en los Talleres Grficos de Editorial Bruguera, S. A. Parets del Valls (N-152, Km 21,650) Barcelona 1982

  • P R O L O G O

    El hacha cay con violencia. Las dos cabezas saltaron bruscamente de los cuellos de sus respectivos dueos, segadas

    de forma brutal por la afilada hoja del instrumento. Un caudal espeluznante de sangre brot de las cartidas cercenadas.

    La muchacha pelirroja profiri un agudo grito de terror, con sus dilatados ojos fijos en la espantosa escena, y retrocedi, angustiada, mientras el asesino se volva lentamente hacia ella, con mirada desorbitada y expresin demonaca en su feo, horrendo rostro mutilado por el cido.

    Aquella faz de grgola medieval, crispada y deforme, reflejaba toda la maldad del mundo. La mano engarfiada que sujetaba el hacha tinta de sangre pareca la garra de una fiera demonaca.

    No, no, por favor, no! clam con voz estremecida la muchacha, retrocediendo lentamente ante el agresor que se aproximaba, implacable, a ella. A m, no, por el amor de Dios!

    La fiera humana emiti un gruido ronco, inarticulado, entre sus labios informes, y sigui avanzando paso a paso. Alz su mano armada. El hacha brill siniestramente a los reflejos de unas luces que daban a la escena un aire dantesco, alucinante.

    El retroceso de la joven se hizo imposible. Un pesado mueble y un muro le cerraban todo el paso hacia atrs. Y delante de ella estaba el asesino del hacha. Ms all, dos cuerpos humanos, descabezados, se desplomaban, en medio de atroces convulsiones.

    Agazapada, acorralada irremisiblemente, la pelirroja tembl, alzando sus manos estremecidas, como si bastara simplemente con eso para mantener a raya a su adversario. Este se limit a exhalar otro sonido ronco, y alz el hacha todava ms, por encima de su cabeza, para descargarla sobre su vctima.

    De sbito, algo alter radicalmente la trgica escena. La muchacha lanz un nuevo grito, esta vez cuajado del ms profundo y vivo horror, al tiempo que clamaba con voz quebrada, sollozante:

    No puedo..., no puedo ms! No puedo soportarlo! No, no...! E inesperadamente, se lanz contra la pared slida que haba tras de ella, la desgarr,

    abriendo un boquete, y desapareciendo por la abertura, ante el pasmo del monstruo del hacha, que se qued quieto, como alelado, el arma sangrante en vilo y la mirada estpidamente fija en el enorme boquete practicado en la piedra del muro.

    Un clamor de protesta, silbidos y pateos, llegaron de la platea en ese momento, acogiendo el inesperado mutis de la herona con muy escasas simpatas, pese a que, hasta ese momento, los espectadores haban asistido, mudos y acongojados, a las macabras peripecias que tenan lugar en el escenario.

    El teln, pronto, el teln! bram un hombre, congestionado de ira, movindose espasmdico entre bastidores. Echad el teln, maldita sea! Y que alguien salga a decir algo a esa gente, o nos quemarn el teatro, y con toda la razn del mundo...

    Se le obedeci, aunque no demasiado prestamente, y el monstruo del hacha tuvo

  • que abandonar el escenario, dando saltos y arrojando el hacha, que golpe el suelo con ruido de hojalata y madera hueca. Los decapitados difuntos se pusieron en pie sin perder tiempo, y salieron a la carrera en pos de su asesino, mientras el escenario se llenaba de objetos como vasos de papel encerado, latas vacas de cerveza e incluso pie-dras, momentos antes de caer el teln.

    Esa chica... Esa chica puede arruinarme! bramaba iracundo el hombre de la faz congestionada, buscando en vano, en medio de la barahnda organizada en el escenario a la directa responsable del desaguisado.

    Pero de la bonita y joven pelirroja no se adverta el menor rastro en estos momentos. Era como si se la hubiese tragado la tierra, tras romper con su grcil cuerpo el papel del decorado, en una fuga incomprensible.

    Fuera, en la platea, prosegua el escndalo, y numerosos objetos golpearon el teln, en seal evidente de protesta. Un actor, plido y vacilante, se acerc al hombre que mostraba tales seales de ira.

    Seor Carson, lo siento manifest con voz dbil. No hay quien pueda salir a escena y parar a esos energmenos. Quieren que prosiga la representacin o les devuelvan su dinero...

    Est bien, est bien trat de apaciguarse en vano el llamado Carson, aunque era evidente que ello le costaba mucho. Utiliza el micrfono y que lo escuchen por los altavoces de la sala. Diles que devolveremos el dinero de la entrada a quien as lo solicite, y que quienes quieran, pueden quedarse a ver otra funcin en vez de la que hemos suspendido.

    Pero, seor Carson, si la chica no aparece... dud el actor. Ella tena el papel principal en el ltimo acto...

    Maldita sea, crees que no lo s? tron Carson. Yo mismo he escrito la obra, de modo que s lo que ocurre! Representaremos otra obra. El vampiro ciego, por ejemplo. Creo que Helen se sabr el papel, porque es muy corto. Que alguien la avise para que se vista, cambiad el decorado, y t ve anunciando eso al pblico. Con un poco de suerte, quizs salvemos la mitad de la entrada...

    El actor corri a informar a travs del micrfono, sin exponer su fsico a las iras del respetable, de las intenciones de la empresa para compensar al pblico por lo sucedido.

    Carson, mientras tanto, segua buscando a la pelirroja. Un empleado del teatro le inform escuetamente:

    La he visto salir corriendo del barracn, seor Carson. Se perdi en medio de la feria...

    El empresario torci el gesto y corri a la salida del escenario. Ciertamente, era difcil, por no decir imposible, localizar ya a la muchacha que haba

    estropeado la representacin en su momento culminante. Alrededor del barracn del grand guignol de Benedict Carson, el espectculo ms sangriento, terrorfico y excitante del mundo, segn los carteles anunciadores de la fachada del teatrillo ambulante, la feria herva en actividad, luz y color. Msica, voces, risas, anuncios de las atracciones por altavoces, el estampido de las armas de tiro al blanco, riadas de gente de toda condicin y edad, formaban un conglomerado multicolor y bullicioso, entre las luces parpadeantes de las casetas de feria, montaas rusas, norias y carruseles, donde encontrar a una deter-

  • minada persona resultaba una autntica utopa. El diablo la lleve... rezong malhumorado Carson, enjugndose el sudor de la

    frente con un gran pauelo. Buena la ha hecho esa idiota... Oh, cielos, qu estpido llego a ser! Por qu tuve yo que apiadarme de ella, de su aspecto de ingenua en apuros para admitirla aqu, en mi negocio? Y al primer papel importante que representa... zas! Va y me deja colgado, haciendo adems el ridculo y enfureciendo al pblico...

    Se calm ligeramente al advertir que slo ocho o diez personas abandonaban el teatro por la puerta principal, con gesto airado, y el resto de espectadores se quedaba en la platea. Regres al escenario, apremiando a sus empleados para que cambiasen el decorado lo ms de prisa, y los actores se vistieran adecuadamente para la otra obra a representar.

    Parece que, en medio de todo, hemos tenido suerte coment uno de los actores, apareciendo ataviado a la moda de la poca victoriana para su papel en la nueva obra. La gente ha acogido de buen grado el cambio en su inmensa mayora.

    Menos mal rezong Carson. Pero esa chica pudo habernos echado por tierra el negocio... y precisamente en un sbado por la noche, por todos los diablos! Qu pudo ocurrira a esa estpida para reaccionar as? Saba que todo era una farsa, lo haba ensayado varias veces sin problemas...

    No s el actor se encogi de hombros. La vi hoy muy nerviosa toda la tarde. Desde que ensay con luz y vestuario, creo yo. Tal vez la impresion la caracterizacin de Smithy, o tal vez el truco del hacha y la sangre... Como no llegamos a ensayar eso con ella esta tarde... Cierto Carson arrug el ceo. Pues si que es mojigata la chica... En ese momento, una voz pregunt gravemente a sus espaldas: Seor Benedict Carson? Si se volvi, sorprendido. Yo mismo. Se encontr ante dos agentes de polica, uniformados, y un hombre con gabardina color marrn, que le mostraba una credencial con gesto rpido. Polica de la ciudad dijo. Soy el teniente Carpenter. Es usted el empresario de este local? En efecto, seor afirm Carson, sorprendido. Ocurre algo? Si se trata de lo sucedido con una actriz de mi compaa, ya he anunciado que devolveremos el dinero a todos los que lo... No, no se trata de nada relacionado con su negocio como tal neg rpidamente el oficial de polica. Yo pertenezco al Departamento de Homicidios de Los Angeles, seor Carson. Homicidios? el asombro del empresario fue en aumento. Me temo que aqu no tengamos relacin con homicidio alguno, salvo los que se fingen en escena... Eso ya lo veremos. Dgame si conoce a esta joven. Extrajo de su gabardina una fotografa en color y la mostr a Carson. Este se irgui, ceudo, al ver el rostro atractivo y dulce, bajo el cabello rojizo. Que si la conozco? Cielos, teniente, dara algo por echrmela ahora a la cara! Yo tambin afirm, severo, el polica. De qu la conoce? Es... es la actriz que ha causado el escndalo hoy en la representacin, hace apenas

  • unos minutos. Escap de escena, rompiendo el decorado, en la escena ms dramtica... Quiere decir con eso que no est ahora en este local? No, claro que no. Se ha marchado apenas hizo mutis. Se mezcl con la gente de la

    feria. Debe andar por ah... El teniente frunci el ceo, y dio una rpida orden a sus hombres de uniforme, tras

    dirigir una ojeada pesimista a la muchedumbre que invada la feria. Traten de dar con ella habl, tajante. Avisen a todas las unidades. Que vengan

    ms coches patrulla y bloqueen todo el recinto ferial. Tal vez no sea an demasiado tarde...

    Los agentes asintieron, echando a correr. Carson, pasmado, pregunt al oficial de Homicidios:

    Pero..., pero qu pudo hacer esa chica, teniente? Se present a m hace das, solicitando trabajo, y la admit. Dijo haber sido actriz aficionada en el colegio y en la Universidad y la cre... Realmente, representaba muy bien, pero de repente no s lo que le pas.

    Ya me contar eso ms tarde. Sabe cmo se llama ella? Claro. Me dio su nombre al presentarse: Brenda Marsthon... Le minti. No se llama as, aunque conserv las mismas iniciales de su verdadero

    nombre en esta ocasin. Su nombre es Belinda Marsh. Y est reclamada por doble asesinato.

    Qu? Mat a dos personas a hachazos en Illinois hace un mes...

    * * *

    Selwyn Pearson afirm con un movimiento de cabeza. S, lo s asinti. Doble asesinato. Dos personas decapitadas con un hacha. La

    historia es lo bastante conocida. Entonces, qu es lo que desea saber, exactamente? indag el camarero del

    establecimiento de hamburguesas, mirando receloso a su cliente. Este sonri, depositando sobre el mostrador un billete flamante, de veinte dlares, que

    deposit bajo un salero. Los ojos del empleado se fijaron en el papel con ansiedad. Pearson tabale sobre la madera lustrosa del mostrador, junto a su plato de hamburguesas y su jarra de cerveza, recitando lentamente:

    Usted tiene que haber odo cosas sobre ese suceso. Cosas que no aparecieron en los peridicos, sin duda. Ocurre siempre en la vecindad del escenario de un crimen tan apasionante. Cunto hace que trabaja aqu?

    Dos aos y algo ms. Por qu lo pregunta? Porque en ese caso, es como si fuese vecino de los protagonistas del suceso. Habr

    odo cosas sobre Belinda Marsh, sobre las vctimas, sobre muchas cosas... Y por qu se interesa usted tanto por ello? recel el camarero. Digamos que soy un periodista algo ms curioso que los dems, y que no me

    conformo con las versiones oficiales de los hechos. Creo que la propina por una pequea charla de mostrador, bien vale la pena, no le parece?

  • Y alarg hacia l los veinte dlares empujndolos suavemente con la yema de los dedos. Rpido, el hombre de las hamburguesas recogi el billete y lo guard sin prdida de tiempo.

    Bueno, qu quiere saber, exactamente? indag. Ya se lo dije. Lo que los peridicos no cuentan. Chismorreos, cosas que se dicen, que

    corren de boca en boca, cosas off the record. Bueno, se dicen muchas cosas encogi sus hombros el camarero, al tiempo que se

    volva hacia otro cliente que acababa de sentarse en el lado opuesto y anotaba su pedido, pasndolo a la cocina. Luego regres ante Pearson y aadi cautelosamente: Si se refie-re a Belinda Marsh, en concreto, muchos dicen que es la chica ms bonita y dulce que han visto jams.

    Pero se la acusa de doble asesinato. Oh, eso es diferente. Si la pobre est..., bueno, ya me entiende. Si est... as... pues...

    y se haba llevado significativamente un dedo a la sien, barrenando en ella. Eso explicara muchas cosas, no?

    Evidentemente acept Selwyn Pearson, tomando un sorbo de cerveza. Mir crticamente a su interlocutor. Pero... usted dira que ella est, realmente... loca?

    El camarero se rasc la nuca bajo su gorro blanco y mene la cabeza con aire dubitativo.

    No s... No soy mdico. Los psiquiatras dijeron eso. Y la encerraron. Personalmente, la haba tratado poco. Ella regres de la Universidad el ao pasado, y no sala mucho de casa. Pero las veces que vino por aqu, me pareci una chica normal, algo retrada, eso s, pero nada ms. Tampoco pareca propicia a que la galantearan. Delante mo ech con cajas destempladas a los jvenes ms conquistadores del barrio.

    Entiendo. Advirti en ella alguna tendencia... digamos agresiva? Me refiero en su enfrentamiento con esos jvenes, pongamos por caso.

    Pues..., no. La verdad es que no me pareci nada agresiva, aunque s firme y decidida a la hora de pegar un corte a cualquiera. Cuando supe que haba cortado la cabeza a hachazos a dos personas, me qued de una pieza.

    La vio salir hacia el psiquitrico? Por supuesto. Hubo mucho revuelo aqu esos das. Policas, prensa, radio, televisin y

    todo eso. Luego, un da, lleg una ambulancia escoltada por dos automviles oficiales de la polica. Un par de mdicos y dos enfermeros subieron a la casa de los Marsh. Se la llevaron. Pareca dcil, resignada, como sometida. No opona resistencia, no lloraba. Tal vez la drogaron para eso, no s. Los mdicos siempre andan drogando a la gente para todo. Incluso cuando te duele la cabeza o una muela, te largan una droga para que te calme, y te cobran una fortuna. Son un hatajo de rufianes de guante blanco, como digo yo.

    Bueno, supongo que no todos sern as sonri, divertido, Pearson. No s, no s... Qu ms quiere saber? Tendr que esperarme un momento. Ese

    cliente espera su consumicin... Y parti a recoger el encargo del otro hombre sentado al mostrador, depositando ante

    l unas hamburguesas y una taza de caf. Regres de inmediato. Pearson, tras anotar algo en un bloc, le interpel de nuevo curiosamente:

  • Qu me dice de las vctimas y de los dems parientes de Belinda Marsh? Oh, sos... el camarero hizo un expresivo gesto de manos y encogi sus hombros

    dos veces. Los Marsh... Buena pandilla estn hechos. Por qu dice eso? sonri Pearson, apoyando sus codos en el mostrador sin desviar

    su mirada del otro. Son un hatajo de bribones. Dios me libre por lo que voy a decir, pero siempre

    sostuve que la vieja seora Marsh y su amante merecan la suerte que tuvieron aquella noche.

    Quiere decir que merecieron ser decapitados con un hacha? pareci escandalizarse el joven Pearson, enarcando las cejas.

    No dira yo tanto, pero que se merecan algo gordo, eso s. Eran dos seres muy desagradables. La vieja seora Marsh era una anciana dictatorial y antiptica, agria como un frasco de pepinillos. Pero se crea atractiva an, y dilapidaba su dinero con aquel vividor sin decoro... No me extra que alguien les enviara al otro mundo, aunque nunca esper que fuese la seorita Marsh, la verdad.

    Quin, si no, segn usted, hubiera sido capaz de tal cosa, de no llevarla a cabo Belinda Marsh? insisti vivamente Pearson. Quin hubiera podido llegar a eliminar fsicamente a Vivien Marsh y a su amante, Lou Garfield?

    No s... No me gustara decir nada acusatorio contra nadie, comprenda. No tema. No voy a publicar su nombre en absoluto, si usted no lo desea. Slo har

    un reportaje exponiendo posibilidades, historia de la familia, circunstancias internas y todo eso. Nada que le comprometa, tiene mi palabra.

    Bueno, eso es distinto. No me gustara tener por enemigo a Norman Marsh, la verdad.

    Se refiere al sobrino de la seora Marsh? Claro. A quin, si no? Norman Marsh y su mujer... Nunca me gustaron ninguno de

    los dos. Ahora supongo que sern muy felices con lo sucedido. Por qu eso? Le parece poco para un par de jvenes herederos, verse despojados de un solo

    golpe de la persona que les deja su herencia, del amante que podra dejarles sin ella, y por si ello fuera poco, de la heredera ms directa de dicha fortuna, como era la joven Belinda, sobrina camal de la seora Marsh, y no como el otro sobrino, que lo es en segundo grado?

    Entiendo. Ahora, muerta la seora Marsh sin testar, todo pasa a sus sobrinos, nica familia que posea en el mundo. Pero de haber llegado a hacer testamento, pudo haber dejado todo su dinero a su amante, Lou Garfield.

    As es. Y, por otro lado, Belinda Marsh era su heredera ms directa y, por tanto, legtima

    duea de todo al morir su ta. Claro. Pero al matarla ella, todo pasa a su primo Norman. Por eso dije que no les han

    podido ir mejor las cosas, por mucha cara de dolor que pusieran en el funeral en el momento de ser recluida la seorita Marsh.

    Ahora, son ellos los nicos que ocupan la casa? Ellos y el abogado y administrador legal de la seora, un tal McGavin que no me

  • gusta nada tampoco. Por lo poco que pude ver durante el tiempo que la seorita Marsh estuvo por aqu, no se trataba siquiera con l, a pesar de lo servil que es el tipo.

    Es ese abogado quien representa ahora los derechos legales de los Marsh? Supongo, porque convive con ellos desde que muri la seora... Adems, cuando se

    llevaron a la seorita Marsh al psiquitrico, para su internamiento, l era el que pareca dirigirlo todo.

    Es mucha la fortuna que pudo haber dejado la seora Marsh? Uf, mucha. Esas cosas nunca se saben, pero los vecinos dicen que sobrepasar los

    diez millones de dlares, sin duda, entre el efectivo, las acciones y sus negocios. Una buena suma silb Pearson entre dientes. Justificara fcilmente dos

    asesinatos a sangre fra, verdad? Supongo que s. Pero si la seorita Marsh mat a su ta y al amiguito de sta, no pudo

    hacerlo por ambicin, sino por desequilibrio mental, estoy seguro. Es cierto que van a procesarla y que el fiscal pide para ella la pena de muerte?

    Muy cierto suspir Pearson. Pero de momento, ese proceso parece difcil iniciarlo. Loca o cuerda, Belinda Marsh no est a disposicin de los tribunales hoy en da. No saba que ha escapado del sanatorio psiquitrico hace varios das?

    Y sonriendo, apur la cerveza, marchndose del establecimiento sin probar su hamburguesa, ante el pasmo repentino del empleado.

  • CAPITULO PRIMERO

    Examin el anuncio con inters, trazando un crculo con lpiz rojo en tomo del mismo. Era el primero que realmente le pareca ofrecer un cierto atractivo, despus de das y

    das de incesante bsqueda en las pginas de todos los diarios locales. Volvi a leer el texto recuadrado, insertado en la ltima pgina del rotativo, entre

    docenas y docenas de otros reclamos semejantes:

    SE PRECISA

    Persona responsable, joven y culta, a ser posible con ttulo universitario e idiomas. Independiente, capaz de vivir donde su trabajo se lo exija, con entera dedicacin a su labor, de tipo docente y formativo.

    Indispensable le gusten los nios y sea persona sensible y discreta, preferiblemente sexo femenino.

    Sueldo a convenir, excelentes condiciones de trabajo y trato, manutencin y vivienda en inmejorable lugar para residir confortablemente.

    Establezcan contacto telefnico con HO-9 6151, de Los Angeles, de 8 a 11 y de 3 a 5.

    Era tentador aquel anuncio. Pareca hecho para ella, pens. Le gustaban los nios. Y

    posea todo cuanto exiga aquel anuncio. Pero no poda mostrar sus documentos acreditativos de su ttulo universitario. No poda correr el riesgo de presentarse como Belinda Marsh ante cualquiera, buscando un empleo. Era como entregarse atada de pies y manos.

    Pero el anuncio mencionaba la frase a ser posible, lo cual no implicaba necesariamente la obligatoriedad de ese ttulo. Si poda demostrar que su nivel cultural corresponda a un ttulo semejante, eso poda bastar.

    Mir el telfono, pensativa, sintiendo que palpitaba su corazn con fuerza. Era una posibilidad de salir de la ciudad, de alejarse del riesgo de ser encontrada por las patrullas policiales que la buscaban incesantemente por doquier desde su oportuna huida del teatrillo de grand guignol de la feria de Japanese Park.

    Se acerc al aparato. Lo descolg, insegura an. Luego, marc un nmero. El que estaba impreso en el peridico. Esper.

    Agencia Sunset dijo una voz monocorde cuando atendieron la llamada. Es con motivo de ese anuncio en los diarios... Entiendo. Cree que rene las cualidades solicitadas? S. Estoy segura de ello. Bien. Dme su nombre y direccin, por favor. Mi... mi nombre es... Betsy Miller. Prospect Avenue 2318. Es un edificio de

    apartamentos. He llegado hace poco a la ciudad y... Bien, bien la interrumpieron. Edad? Veintids aos. Soltera o casada?

  • Soltera. Raza? Blanca. Familia? No... dud un instante. Ninguna. No le importara un trabajo fuera de la ciudad, alejada de quienes pueda conocer usted? En absoluto respir profundamente, pensando: Qu ms quisiera yo! Tiene ttulo universitario? No. Pero poseo estudios libres a parecido nivel. Puedo demostrarlo. Y domino ingls, francs y espaol... Excelente, seorita Miller. Cundo est dispuesta a iniciar su trabajo, si es elegida? De inmediato. Cuando sea preciso hacerlo. Muy bien. Tiene el nmero 122. Recuerde: el 122. Presntese maana aqu, entre ocho y nueve de la maana. Es Sunset Boulevard, 3200, plantas quinta y sexta. Eso ser suficiente. Suerte, seorita Miller. Gracias colg, con un suspiro. Mir su reloj. Eran casi las cinco. Haba llegado oportunamente a su llamada. Pero eso no significaba nada. El nmero quera decir que, sin duda, eran ciento veintids candidatos hasta el momento. Demasiados, para esperar un resultado favorable. Aun as, esto era mejor que nada. Salir de Los Angeles era lo mejor que poda desear en estos momentos. Y ms an si era un trabajo como aqul, en un lugar alejado de todo lo que ella conoca. Se haba teido el cabello de color oscuro y llevaba unas gafas de sol de montura de carey, muy amplias, para ocultar mejor su rostro, pero aun as corra grave riesgo en la ciudad, estando la polica tras de su pista. Acababa de leer en algunos de aquellos mismos diarios donde apareca el anuncio, la noticia relativa a ella, aunque lo cierto es que no en primera plana, sino perdida entre otros locales de mayor impacto, en las pgi-nas de sucesos:

    ENFERMA MENTAL HOMICIDA LOCALIZADA EN UNA FERIA DE LA CIUDAD POR LA POLICIA. UN BELLA JOVEN, CULPABLE DE DOS ASESINATOS BRUTALES EN LA CIUDAD DE SPRINGFIELD, ILLINOIS, ACTUABA COMO ACTRIZ EN UN ESPECTA CULO AMBULANTE DE GRAND GUIGNOL.

    Eso era todo, pero estaba tambin una reproduccin de su fotografa, aunque por fortuna no demasiado limpia. Se hablaba all de la horrible masacre de Springfield, con una mujer de avanzada edad y su amante, muertos a hachazos, con las cabezas casi separadas del tronco, doble crimen del que era acusada Belinda Marsh, sobrina carnal de la vctima femenina.

    Dios mo... haba suspirado al leerlo. Vaya adonde vaya, no hay escapatoria posible...

    Y despus haba encontrado el anuncio, tras buscar desesperadamente algo que pudiera facilitarle algn dinero para seguir sobreviviendo... y tambin para continuar su

  • fuga, naturalmente. Cualquier cosa sera mejor que volver a aquel horrible centro psiquitrico, a esperar si la recluan de por vida en l, o la enviaban a la cmara de ejecuciones, segn fuese el dictamen definitivo de los jueces y jurados sobre su estado de salud mental.

    Confiaba en que los empleados de la agencia Sunset no viesen la fotografa o que, cuando menos, no la relacionaran con ella en absoluto. Tambin poda ser un grave problema su documentacin, ya que no poda presentar nada a nombre de Betsy Miller, su nueva identidad. Ni tan siquiera la tarjeta de la seguridad social.

    Poda alegar extravo o robo de documentos para justificar momentneamente su ausencia, pero a la larga tendra que mostrar alguno a quien la contratase, si es que se daba el mejor de los casos y consegua ese empleo.

    Resolvi no pensar en ello momentneamente, para no preocuparse ms. Ya vera cmo resolverlo si todo sala bien. Se puso en pie y fue hasta la ventana, para mirar al exterior.

    Era algo que haca con mucha frecuencia ltimamente, desde que escapara del establecimiento psiquitrico. Y existan motivos sobrados para ello.

    En esta ocasin, la medida precautoria estuvo muy atinada. Su cuerpo se puso rgido. Sinti que el corazn palpitaba con fuerza dentro de su pecho.

    Oh, no... susurr, perdiendo el color sbitamente. Baj con rapidez la cortina y se apart de la ventana, agitada. Su gesto era de angustia

    y de crispacin profunda. Estaba realmente asustada. Abajo, el automvil que haba despertado su temor, permaneca aparcado en la

    esquina, junto a una pequea pizzera. Dos hombres ocupaban su asiento delantero. El que se sentaba al volante, mostraba un rostro carcomido por alguna enfermedad que dej su piel rugosa y cribada, dndole un aspecto francamente desagradable, que l procuraba disimular un poco con unas gafas oscuras de montura metlica y el cuello de un suter negro, muy subido para tapar el cuello cubierto de aquellas feas seales que carcoman su epidermis. El cabello, ralo y negro, tambin caa en un amplio mechn para cubrir las mismas huellas en la frente. Era como si un cido hubiera sido derramado sobre l alguna vez, dndole aquel aspecto de monstruo de pelcula barata. Aparte de eso, su aspecto era de todos modos inquietante.

    Junto a l, otro individuo, flaco y nervioso, mascaba chicle sin cesar, y mova sus redondos ojos en las rbitas constantemente, evocando al viejo astro del cine mudo Eddie Cantor. Su pelo, muy rizoso y rubio, le hacan asemejar ms bien, sin embargo, al hermano mudo de los Marx, el inefable Harpo. Pero una vaga apariencia de crueldad y sangre fra en su gesto, diluan toda posible semejanza con alguno de esos cmicos de la pantalla, para hacerle sentir a cualquiera la impresin de que la astucia y la perversidad del reptil anidaban en aquel individuo.

    Ya la hemos encontrado dijo roncamente el de la piel llena de grumos. Y ahora, qu?

    Ahora, slo nos queda esperar. No sera preferible avisar a la polica y que ellos arreglaran las cosas? sugiri el

    que hablara primero. No neg el hombrecillo de los ojos saltones, meneando negativamente la cabeza

  • rizosa. No es eso lo que se nos orden, Dusty, bien lo sabes. Slo tenamos que dar con ella y avisar a los que nos pagan. El aviso ya est enviado, no? Pues ahora, esperemos.

    Es que tienen que venir a Los Angeles tal vez? No lo s. Se han limitado a decir que esperemos aqu, sin perderla de vista por nada

    del mundo. Y eso es lo que vamos a hacer, maldita sea. No quiero perder un buen trabajo por precipitarnos.

    Bueno, como quieras rezong el llamado Dusty. Pero habr que tener mucho cuidado con esa fulana. Es escurridiza como una anguila. Recuerda cmo se escap del sanatorio psiquitrico y tambin de la feria, pese a rodearla toda la polica.

    A nosotros no se nos escapar ri el otro. Somos expertos en estas cosas, no? Se supone que s d grabado torci el gesto. Pero valdr ms que mantengamos

    los ojos abiertos, creme. No me gustara verme sorprendido por esa zorrita asesina. No te preocupes. Nos mantendremos en todo momento cerca de ella. Esta espera no

    puede durar ms all de maana por la maana. Si esa gente ha de venir aqu, lo har a toda prisa, en el primer avin que pueda tomar. Les interesa demasiado que esa bella fu-lana est de nuevo en el garlito lo antes posible, Dusty.

    Bien. En ese caso, esperemos. Pero tengo hambre, maldita sea. Ir a buscar una pizza y un par de cervezas a ese local indic el otro. No dejes de

    vigilar la puerta de la casa, mientras tanto. Est a punto de oscurecer, y es posible que la gatita sienta ganas de salir a ronronear un poco por los tejados, aprovechando que duran-te la noche no es tan fcil identificar a una persona buscada por la polica; Estar de vuelta en seguida.

    No tarde, Hank. Estoy ms tranquilo cuando vigilamos los dos. Sigo sin fiarme demasiado de ella.

    No te preocupes. Podr burlar a toda la polica del estado de California, pero no a nosotros ri el hombre flaco y de ojos redondos, saliendo del coche y encaminndose a la pizzera a recoger lo anunciado.

    Al quedarse solo, el hombre de la cara carcomida se acomod en el asiento y encendi un cigarrillo, con la mirada fija en cierta ventana de la planta nmero seis del edificio.

    Sin embargo, la cortina ni se mova. Dentro del apartamento, una mujer asustada se senta acorralada y sometida a la vigilancia de alguien que no conoca y que, sin duda alguna, distaba mucho de ser polica.

    Eso, precisamente, era lo que ms terror le causaba.

    * * *

    El coche continuaba all parado. En el mismo sitio. Eran ya las ocho menos veinte de la maana. La luz matinal era tibia y soleada, pero la

    temperatura aquel da resultaba algo fra y hmeda, para un clima tan suave como el de la costa californiana.

    Belinda Marsh pis el umbral de la puerta de salida del edificio. Mir a todos lados de

  • la calle, recelosa. Pero evit cuidadosamente dirigir una sola ojeada al automvil aparcado en la esquina opuesta. Ech a andar con firmeza, cruzando la calzada.

    Eh, t despierta seal Dusty, con un bostezo, sacudiendo a su compaero. El pjaro ha salido de la jaula.

    Diablo, tan pronto? rezong el otro, incorporndose con presteza. Espera a salir tras ella. Es mejor que no se d cuenta de nada.

    Es que crees que soy idiota? gru Dusty. Estoy entumecido de dormir toda la noche en este maldito coche, pero eso es todo. Tengo la mente bien despierta, no te preocupes.

    La joven haba alcanzado la otra acera. Por un momento, pareci dispuesta a tomar un taxi de una parada donde se alineaban cinco o seis, pero renunci y sigui su camino a pie, taconeando grcilmente por la acera.

    El coche, lentamente, comenz a rodar cuando ella se encontraba aproximadamente a dos manzanas de distancia. Ahora conduca el hombre flaco y de ojos redondos, y vigilaba atento los movimientos de la muchacha su compaero de cara cubierta de crteres. Dur poco esa forma de seguimiento, porque ella se detuvo finalmente en una parada de autobs, y esper en la reducida cola la llegada del vehculo de servicio pblico.

    Ellos aparcaron su automvil cerca de la parada. Dusty indag a su compaero: Adnde va ese autobs, exactamente? No lo s. Ser mejor que mires en esa gua urbana que hay en el salpicadero, para

    estar seguros rezong Hank, sin quitar sus manos del volante. El otro asinti, haciendo lo que le decan. Poco despus, cerr el libro, meneando la

    cabeza con disgusto. Es una lnea muy larga coment. Pasa por Pico Boulevard, Beverly Hills, Sunset y

    Belvedere. Tal vez quiera dar un largo paseo. Tal vez. Pero lo dudo. No creo que le guste la idea de que vea su cara demasiada

    gente en esta ciudad. La fotografa de los peridicos no era buena, pero siempre hay quien pueda identificarla.

    Bueno, seguiremos la ruta del autobs cuando lo tome. No podemos hacer otra cosa. As lo hicieron. Cuando el bus urbano se detuvo en la parada, subieron todos los que

    esperaban, incluida Belinda Marsh. El coche se puso en marcha. Tambin el automvil seguidor, a prudencial distancia.

    Belinda Marsh se baj en Pico Boulevard. Entr en una tienda de ropas femeninas y los vigilantes individuos pararon su coche frente a la puerta. Esperaron largo tiempo, sin que ella reapareciese.

    Tarda demasiado gru Hank, Aunque las mujeres son insoportables cuando van de compras, no parece haber demasiada gente en esa tienda a esta hora.

    Dusty arrug el ceo, afirmando. Ser mejor que vaya a ver dijo, receloso. Sali del coche, cruz la calle y asom a la vidriera de la tienda. Su compaero observ

    que pareca repentinamente excitado. Le vio agitar un brazo y entrar luego en el establecimiento. Antes de que Hank se reuniera con l, el de la cara desfigurada sali como un proyectil, jurando rabiosamente entre dientes.

  • La muy...! comenz, iracundo, sujetando por el brazo con rabia a su compaero. Nos ha burlado!

    Qu dices? Esa chica se las sabe todas. Debi advertir que la seguamos, aunque no lo

    aparentaba. Esa tienda tiene dos salidas, maldita sea. Se larg apenas hubo preguntado por un camisn...

    Ahora fue el hombre flaco quien solt una retahla de obscenas imprecaciones, corriendo estrilmente al automvil, porque ni siquiera tenan idea de adnde dirigirse. La muchacha teida ahora de morena, les haba hecho la jugada en toda la extensin de la palabra.

    Por mucho que recorrieron los alrededores con el coche, result intil. Ya no hallaron el menor rastro de su vigilada. La haban perdido definitivamente.

    * * *

    El hombre era fofo, gordo y sudoroso. Pero tena un gesto amable. Seorita Miller manifest, enjugndose el sudor del rostro redondo y mofletudo,

    ha sido usted puntual. Eso me gusta. Las mujeres no acostumbran a serlo ni siquiera cuando buscan empleo.

    Es que necesito mucho ese trabajo asegur Belinda Marsh suavemente, cruzndose de piernas ante el encargado de la agencia de colocaciones.

    S, lo imagino, siempre ocurre as admiti el hombre, echando una ojeada a las bien formadas pantorrillas de su visitantes. Estamos en una mala poca y escasean los buenos trabajos. Este lo es, pero tiene sus inconvenientes. Varias jvenes aspirantes han declinado aceptarlo por determinadas circunstancias que luego le explicar. Aun as, existen ya quince preselecciones que renen las condiciones apetecidas por mi cliente. De usted depende ahora que sean diecisis. Es la ltima que ha sido aceptada para la prueba.

    Diecisis... repiti ella con un suspiro. Luego sonri tristemente. Somos demasiadas candidatas para tener esperanza, no cree?

    Eso nunca se sabe. Una de ustedes ser la elegida. Por qu no habra de ser usted? S, por qu no? manifest Belinda, bastante escptica. Ante todo, le dir las condiciones, por si le interesan. En caso contrario, no

    perderamos el tiempo ni usted ni yo el encargado de la agencia tom unos folios mecanografiados de encima de su mesa, y ley con tono rutinario, tras ponerse unos lentes gruesos: Su trabajo la exigir no abandonar el lugar adonde va a trabajar, durante un largo perodo de tiempo. No hay das libres, y si los hubiese, no tendra dnde disfrutarlos, porque se trata de un lugar muy aislado, cuyo contacto con el exterior es un helicptero que viaja dos veces al mes entre una cercana poblacin y el lugar de trabajo, para llevar el correo, provisiones y cosas as. El perodo inicial de trabajo mnimo exigido a la aspirante, ser de dos meses, pudiendo luego renovar a voluntad por un perodo a decidir entre el contratante y la persona contratada. Su salario inicial ser de mil dlares

  • mensuales, ms alojamiento, manutencin y toda clase de gastos imprescindibles, pagados por el contratante. Qu le parece hasta ahora?

    Perfectamente bien acept Belinda, serena. De veras? pestae el hombre. Es usted joven, atractiva... Cree que se

    amoldar a un lugar solitario, aislado y sin diversiones propias de su edad? Por completo, no tema. Es lo que estoy buscando. Me siento un poco cansada de la

    vida normal, puede creerme. Deseo algo de paz, de tranquilidad. Bueno, pues se era el punto ms conflictivo para que aceptasen el trabajo nuestros

    aspirantes anot algo con bolgrafo rojo en los papeles. Me alegra que no haya problemas en ese sentido, seorita Miller. Ahora, pasemos a la prueba en s. Deber demostrarme, con unos pequeos ejercicios, sus conocimientos en las especialidades requeridas por el anuncio, as como una serie de pruebas psicotcnicas para ver si, real-mente, se adapta usted a lo que mi cliente desea. Ser poco tiempo, se lo aseguro. Si quiere pasar a esa salita inmediata, tendr media hora para rellenar los cuestionarios.

    Ella asinti, pero aadiendo de inmediato con tono algo tmido: Debo advertirle que toda mi documentacin ha desaparecido. Me robaron el bolso, y

    aunque he denunciado el hecho, momentneamente an no han aparecido ni mi tarjeta de la seguridad social ni otros documentos identificativos que llevaba...

    Bien, no se preocupe por eso sonri el agente. Bastar con sus datos. Cuando recupere sus documentos podr exhibirlos. Mi cliente no exige demasiado en ese sentido y se fa de la palabra de las aspirantes, seorita Miller.

    Le sorprendi ligeramente esa ligereza en la contratacin de una persona para una tarea aparentemente tan compleja como la requerida, pero no hizo comentario alguno, ya que eso la beneficiaba y hasta le abra un cierto resquicio de esperanzas, de cara a la posibilidad de alcanzar el ansiado puesto de trabajo.

    La siguiente media hora la pas rellenando una serie de formularios estpidos, as como ciertas preguntas de cultura a nivel universitario, cuestiones idiomticas y otras cosas. Cuando hubo terminado, el sudoroso agente de colocaciones revis de una ojeada los impresos y asinti con gesto aparentemente complacido.

    Muy bien, seorita Miller. Todo parece estar perfecto, pero es mi cliente quien debe decidir en ese sentido. La llamar con lo que haya. No creo que tarde ms de dos o tres das en hacerlo. Mi cliente est en la ciudad y revisar de modo personal todos los expe-dientes.

    Le agradecer que aguarde a que yo le llame para darle un nuevo nmero de telfono al cual llamar seal ella bruscamente. El apartamento que ocupaba no era del todo de mi gusto, y hoy me cambio de alojamiento.

    Bien, no importa. En todo caso, ser mejor que llame usted misma pasado maana, a medioda, y tal vez pueda decirle algo. Belinda Marsh abandon la oficina con una vaga esperanza, aunque en las horas siguientes fue perdiendo confianza en s misma y en el xito de la prueba. De entre ciento veintids aspirantes, no era mala cosa estar entre los diecisis preseleccionados. Pero sus posibilidades eran escasas, deba admitirlo. De poco ms de un seis por ciento, en trminos matemticos.

    Busc un hotel donde alojarse, en una zona radicalmente opuesta de la ciudad, y se

  • aloj con el nombre de Betsy Miller. Era un hotel con un pequeo restaurante italiano al lado, y eso le facilitaba el no desplazarse por la ciudad durante aquellas cuarenta y ocho horas decisivas para su futuro.

    Por fortuna, no vislumbr en ningn momento el menor rastro de persona o automvil alguno en las inmediaciones que despertara sus recelos, y se sinti relativamente tranquila durante aquellos dos das, en los que solamente abandon su habitacin del hotel para hacer sus comidas en el restaurante vecino.

    Llam a los dos das a la agencia, pero le informaron que el seor McNeil no estaba y no podan informarle de nada. Defraudada, insisti de nuevo por la tarde, con igual resultado negativo. La empleada que la atendi le pidi que dejase su telfono para ser llamada en caso de necesidad, y as lo hizo ella.

    Luego baj a cenar, y regres a su habitacin bastante desmoralizada, poco despus de las ocho de la noche. Tal vez a estas horas, ya haba alguien elegido para aquel trabajo, pens, empezando a desnudarse.

    El timbre del telfono la arranc de sus pensamientos, provocndole un brusco sobresalto. Lo tom, tras dejarlo sonar tres veces o cuatro, y pregunt con tono cauteloso:

    Quin es? No se retire, seorita Miller dijo el telefonista de abajo. Es para usted. Esper unos instantes. La voz meliflua y nerviosa del hombre de la agencia de Sunset

    lleg hasta ella, provocndole un leve estremecimiento de emocin: Es usted, seorita Miller? S, yo misma. Y usted, es el seor McNeil? Exacto resopl el otro. Le ruego me perdone, pero tuve que salir hoy

    urgentemente por una serie de cuestiones y no me fue posible atenderla. Espero disculpe que la llame en estos momentos, a hora tan intempestiva...

    Est disculpado, no se preocupe dijo ella, impaciente, tratando de dominar lo mejor posible su inquietud.

    Es muy amable de su parte, seorita Miller suspir el hombre. Bien, tengo buenas noticias para usted. Ha sido aceptada por mi cliente.

    De..., de veras? le tembl la voz y sinti vacilar sus rodillas. As es. Psese maana a primera hora por aqu, a ser posible. Recibir un anticipo de

    un sueldo y se le informar de cmo debe establecer contacto con su nuevo jefe, para iniciar el viaje adonde tiene que cumplir sus labores. Permtame decirle que sus pruebas han complacido extraordinariamente a... a mi cliente, y creo que todo va a ir muy bien en lo sucesivo.

    Gracias, seor McNeil susurr ella, emocionada. No faltar maana mismo. Colg, permaneciendo quieta unos momentos, con la mirada fija en las luces de un

    cercano night-club, que parpadeaban a travs de la ventana de su habitacin del hotel. Luego, sin poderlo evitar, se dej caer en el lecho, estallando en sollozos.

  • CAPITULO II

    El teniente Carpenter, de la oficina de Homicidios de la ciudad de Los Angeles, examin con gesto contrariado los informes reunidos en su mesa de trabajo. Despus, volvi a repasar una serie de fotografas recibidas desde Springfield, Illinois, donde se poda encontrar cualquier cosa menos algo agradable.

    Eran las imgenes de dos cuerpos humanos, el de un hombre y una mujer, ella de avanzada edad y l muy joven, demasiado para ella sin duda alguna, reposando en posicin forzada sobre un enorme charco de sangre, con sus respectivas cabezas colgando casi separadas del tronco. Un hacha con la hoja totalmente empapada en sangre, yaca no lejos de las vctimas de aquella atroz carnicera.

    Incluso un hombre como l, curtido en tales lides, no poda evitar su repugnancia ante aquella escena. Dominando un escalofro, mir a sus interlocutores gravemente.

    Entiendo muy bien lo que sienten manifest con voz ronca. Todos estamos horrorizados en esta oficina. No es demasiado frecuente que una bella y frgil muchacha decapite a hachazos a dos personas, especialmente cuando una de esas personas es su propia ta carnal.

    Pues as fueron las cosas, teniente manifest el joven de aspecto pulcro y atildado que se sentaba frente a l, en compaa de una dama tan hermosa como fra y elegante. Nuestra prima Belinda es un peligro pblico en estos momentos, aunque la pobre muchacha no sea responsable de sus actos. Estamos realmente asustados ante la idea de que siga en libertad.

    Cosa que, desgraciadamente, es cierta gru el polica, irritado. Hoy en da, seor Marsh, la cooperacin de los ciudadanos no es siempre eficaz. Muchos no quieren verse metidos en los, otros evitan complicarse la vida teniendo que acudir a prestar declaracin, y la inmensa mayora opta por lo cmodo: hacer que no ve ni sabe nada, aunque tenga por vecino a un tipo cuya fotografa aparece diariamente en la televisin y en la prensa.

    Ese es otro punto de la cuestin, teniente. No podemos decir que la fotografa publicada por los medios de comunicacin sea un prodigio de fidelidad al original se quej Norman Marsh. Por eso hemos trado mi esposa y yo estas fotografas de Springfield. Es posible que ayuden algo ms a localizar a mi desventurada prima.

    El oficial de Homicidios tom las fotografas, y tuvo que admitir, moviendo enrgicamente su cabeza, que as era. Las puso a un lado, complacido.

    Con estas fotografas, seor Marsh, es mucho ms factible que ella pueda ser identificada, est donde est, pero valdr ms no hacernos ilusiones al respecto. Dgame, ella siempre fue tan agresiva, tan violentamente peligrosa como en la ocasin en que asesin a su ta y al amante de sta?

    No, no siempre, teniente. Siempre fue una muchacha muy especial, bastante rara. Pero a su regreso de la Universidad se mostr ms excitable que antes, y sus disputas con mi ta eran frecuentes, reprochndole que a su edad tuviera un amante tan joven como Lou Garfield, de quien ella deca que se trataba simplemente de un vividor sin escrpulos, dispuesto a sacarle hasta el ltimo dlar.

  • Y eso... era cierto? Desgraciadamente, s. Pero a fin de cuentas, era su dinero y ella haca con l lo que le

    vena en gana. Sospecho que el miedo a perder su herencia, desequilibr a mi prima lo suficiente como para convertir en peligrosamente violento su desequilibrio mental.

    Hubo antecedentes en la familia de locura o cosa parecida? S, la hubo afirm Norman. To Spencer, su difunto marido, muri internado, a

    causa de una dolencia mental ocasionada por el exceso de alcohol. Pero esa clase de trastornos no son hereditarios, si la familiar no bebe... Tal vez tuviera ya algo anormal en su mente to Spencer cuando comenz a beber, no

    puedo saberlo con exactitud, teniente. Lo cierto es que los psiquiatras que internaron a mi prima despus del horrible crimen, crean que el origen de todo poda estar ah.

    Comprendo suspir el polica. Ha debido ser una prueba terrible para ustedes dos...

    Imagine murmur la esposa de Norman Marsh, moviendo su rubia cabeza de un lado a otro, con resignacin. Nos seala todo el mundo con el dedo, somos la comidilla de toda la ciudad... Es muy triste que en una familia ocurra algo as. Y ahora, con la evasin de Belinda, todo ha vuelto a reavivarse. No se habla de otra cosa en Springfield, lgicamente.

    S, comprendo. Aqu no deben temer nada parecido. Los Angeles es una ciudad muy grande, seores. Pueden moverse por ella sin el menor temor a que nadie les relacione con Belinda Marsh en parte alguna. Piensan permanecer muchos das entre nosotros?

    No sabemos an dijo Norman. Es posible que podamos prolongar durante unos das la estancia, acaso una semana como mximo. Pero tenemos cosas que hacer en casa, comprndalo. Los negocios de ta Vivien estn abandonados desde su muerte, y yo debo cuidarlos. Mi esposa, Claire, se ocupa de la casa, de la administracin de los bienes, ayudada por nuestro abogado y administrador, el seor McGavin.

    Confo en que antes de ese perodo de tiempo, puedan tranquilizarse respecto a su prima, y ella est ya en manos de los mdicos, a la espera del proceso que debe iniciarse para dictaminar si est en pleno uso de sus facultades mentales o no.

    Dios quiera que, en medio de esta desgracia que nos aflige, Belinda est loca y no cuerda suspir con aire de tristeza Claire Marsh. Sera espantoso ver a un ser querido en la celda de los condenados, esperando morir ejecutado...

    S, est en lo cierto, seora murmur el polica, comprensivo. Ahora entiendo cmo reaccion en aquel teatrillo de feria cuando se enfrent a un fingido suceso muy similar al que ella llev a cabo en Springfield... Eso determin su escapatoria inmediata. Ahora, ni siquiera sabemos dnde buscarla... Pero evidentemente, tiene que estar en la ciudad. Hemos bloqueado estaciones de autocares, trenes, aeropuertos... Ella no tiene aqu a nadie que pueda ayudarla a evadirse de ese cerco. Por eso les dije que confiaran en nosotros. No puede escapar. Tarde o temprano, su prima caer en nuestras manos.

    As lo esperamos, teniente, por el bien de todos murmur con pattica desolacin la muy bella seora Marsh.

    Pero en sus heladas pupilas azules, no haba la menor seal de emocin autntica cuando dijo esas palabras, tomando tiernamente la mano de su esposo entre las suyas.

  • * * *

    Selwyn Pearson se puso en pie, tras presenciar la representacin de aquella abominable obrita de Grand guignol, llena de sangre, violencia y mal gusto. Sali del barracn de feria sintiendo un mal sabor de boca, a pesar de que saba que todo lo presenciado en el escenario era fingido. Ahora se daba exacta cuenta de lo que debi experimentar una muchacha acusada de doble asesinato con un hacha, al enfrentarse a semejante experiencia.

    Ya haba hablado antes con un tal Carson, empresario del abominable espectculo. Por l supo los detalles de lo ocurrido anteriormente. Le sorprendi que Belinda Marsh llevase todava su cabello rojo cuando escap del teatro.

    Seguramente se habr teido ya murmur para s, paseando ante las barracas de feria, entre guios de luz y riadas de gente. No puede ser tan tonta, para andar por ah de ese modo...

    Se detuvo a adquirir un peridico de la noche en un puesto de revistas situado cerca de la montaa rusa, y encontr la fotografa de Belinda Marsh en primera pgina. Era una imagen mucho ms ntida que las anteriormente publicadas, y en ella se adverta la rara y juvenil belleza de la joven asesina.

    HA VISTO USTED A ESA BELLA MUJER?, preguntaba el titular del peridico, aadiendo a continuacin: SI ES ASI, AVISE A LA POLICIA. ES UNA PELIGROSA CRIMINAL QUE SUFRE UNA DEMENCIA HOMICIDA.

    Mene la cabeza, doblando el peridico y dirigindose a la salida de la feria de Japanese Park.

    La familia se mueve deprisa coment entre dientes, Han proporcionado nuevas fotografas para asegurarse de que su primita est pronto a buen recaudo...

    Pero pens que tal vez tambin pudiera beneficiarle a l y a su tarea el hecho de que un mayor nmero de personas en Los Angeles, pudieran identificar a una muchacha, a la que tal vez haban visto ya, con la homicida de Illinois. Cuando menos, iba a probar en ese sentido sin prdida de tiempo.

    Claro que Los Angeles no era Springfield, y sera como buscar la clsica aguja en el no menos inevitable pajar, pero esa era su especialidad, e iba a intentarlo por todos los medios.

    Era vital para muchas cosas que l encontrase a Belinda Marsh antes que la polica... y antes que sus primos, Norman y Claire Marsh.

    * * *

    El helicptero sobrevol la ciudad como un enorme insecto irritado, emitiendo un persistente zumbido que ensordeca a sus ocupantes.

  • Belinda mir abajo, a la ciudad de Los Angeles, que iba quedando atrs, desparramada por el litoral californiano en una amplia extensin. Y respir con alivio, mirando ante s, hacia los montes de Santa Ana y San Bernardino.

    Todo haba sido rpido. Mucho ms rpido de lo que imaginara, por fortuna para ella. Aquella misma maana, a las ocho, estaba camino de las oficinas de Sunset, para entrevistarse con el seor McNeil y con su cliente. Y ahora, slo dos horas despus, mientras el sol matinal se extenda radiante por todo el condado de Orange, remontaba el vuelo, en compaa de un piloto poco hablador, rumbo a su nuevo destino.

    Detrs quedaba la gran ciudad, con sus policas, sus hombres misteriosos siguindola, sus miedos y sus peligros. Se pregunt si tambin estaran en algn lugar de esa gran urbe sus primos, Norman y Claire. Y al pensar en ellos, no pudo evitar un escalofro de terror.

    Pero ahora, todo se perda a sus espaldas, en las brumas matinales de la costa del Pacfico. Y se iniciaba una nueva etapa en su vida.

    El helicptero haba partido de un pequeo aerdromo civil privado, un club aeronutico deportivo situado en Whitter, no lejos de Turnball Can. Ahora volaban en direccin nordeste, hacia Sierra Nevada.

    No haba visto a su nuevo jefe. El propio McNeil se haba excusado en su nombre, explicndole que no le era posible atenderla personalmente, pero que se encontraran en La Cumbre, como llamaban a su propiedad. El hombre de la agencia de empleos la haba llevado en su coche hasta el aeronutico, y puesto en manos del piloto del helicptero, encargado de conducirla a su nuevo alojamiento en las montaas.

    Por ahora, slo saba que su patrn se llamaba Saint Cyr, un apellido de resonancias europeas, francesas ms concretamente, y nada ms. Llevaba en su bolsillo quinientos dlares recibidos a cuenta de su salario, y un contrato firmado por el propio Saint Cyr, con letra enrgica e ilegible, garantizndole un mnimo de dos meses a su servicio, en perodo de pruebas, prorrogable a voluntad de ambas partes, caso de mutua complacencia. Eso era todo.

    Para Belinda era mucho ms de cuanto haba esperado. Abandonar Los Angeles, con todos los riesgos que significaba sentirse cercada poco a poco, tanto por la ley como por sus familiares y por la gente que stos contrataban para dar con ella, era una autntica liberacin. Ya confiaba en que no tendra que volver jams al siniestro centro psiquitrico del que providencialmente haba logrado escapar. Mentalmente, rogaba que todo fuera bien en su nuevo empleo, y su patrn no tuviera quejas de ella en el futuro. Era su ltima y gran esperanza, el asidero definitivo para sus posibilidades de supervivencia, para intentar olvidar el pasado, con toda su carga de horrores.

    Mir de soslayo al piloto del helicptero. Mantena sus ojos fijos en el panorama areo, siempre de perfil, inescrutable, como si ella no existiera y viajase solo a bordo. Era un hombre de edad mediana, fornido y de facciones enrgicas. Pareca manejar el aparato como quien conduce una bicicleta.

    Aventur una pregunta algo tonta: Conoce usted La Cumbre? El piloto ni se volvi. Se limit a mover afirmativamente la cabeza, sin expresar inters

    alguno. S dijo.

  • Es un buen lugar? indag ella. No est nada mal. Belinda mordi el labio inferior, pensativa. Aquel hombre no era un prodigio de

    locuacidad, ciertamente. Aun as, decidi insistir: Y al seor Saint Cyr? El seor Saint Cyr... qu? la rplica tena mucho de agria. Bueno, si le conoce. Claro que le conozco. Otro silencio. Slo se escuchaba el ronroneo del motor y el zumbido de las hlices sobre sus cabezas. Abajo, la campia se extenda multicolor con sus zonas residenciales, sus redes viales, como una gigantesca telaraa gris, y el sol espejeaba en arroyos y lagos, para difuminarse luego en los azules de las lejanas montaas. Es..., es un hombre amable? se interes Belinda. S, casi siempre lo es. No era una respuesta muy concreta. Cualquier otra se hubiese sentido descorazonada ante la frialdad hermtica de su compaero de viaje, pero Belinda posea una gran obstinacin en todas sus cosas. Es joven o de edad madura? Eso ya lo ver usted misma cuando le conozca cort bruscamente el piloto, desviando la ruta del helicptero ms hacia el norte, con una maniobra amplia y acentuada. Esa era ya toda una invitacin a cortar la conversacin. Belinda, no obstante, no quiso darse an por vencida. Tiene familia? insisti, con una tenacidad admirable. S. Tiene familia. Mucha? Me refiero, es una familia muy numerosa? No, no es numerosa.

    Y vive ms gente en La Cumbre, aparte de esa familia? S. Hubiera querido preguntarle quines, pero el piloto frunci el ceo en ese momento, y

    aadi un comentario brusco y significativo: Empieza a soplar un viento molesto. Tendr que vigilar ms atentamente el vuelo,

    seorita. Y se sumi en un hermtico mutismo, con el gesto adusto, dndole a entender

    claramente que ah terminaba todo conato de conversacin. Belinda comprendi perfectamente, acurrucndose en su asiento y dirigiendo una mirada pensativa al panorama que desfilaba bajo sus pies en constante variacin, mientras suban hacia el norte de California, dejando atrs los bosques 'y parques nacionales de Ventura y Santa Brbara, para sobrevolar los llanos con sus dos grandes autopistas nacionales, la cinco y la noventa y nueve, que se perdan en la distancia como dos interminables cintas de asfalto, flanqueando el Valle de San Joaqun. Bakersfield, Visalia y Fresno fueron desfilando en las siguientes horas bajo el helicptero, a medida que se iban aproximando a las boscosas prominencias de Sierra Nevada, con sus inmensas arboledas y sus profundos valles y gargantas entre altas montaas cubiertas de espesa vegetacin.

  • A medida que se aproximaban a su destino, Belinda Marsh iba sintiendo en su interior una creciente excitacin que no saba a qu atribuir. Era como si su instinto le advirtiera de que no todo iba a ser placentero y amable en su nuevo trabajo, all en el lugar llamado La Cumbre, lejos de todo lugar habitado.

    Pero aun as, Belinda Marsh no poda ni remotamente imaginar en esos momentos que la aventura que iniciaba iba a distar mucho de proporcionarle la tranquilidad que tanto deseaba.

    Y que de nuevo su vida se iba a ver inmersa en un mundo de horrores, de angustia y de sangre, en el que su razn y su mente iban a peligrar ms de lo que nunca pudiera preveer.

    Pero todo eso, en aquella maana soleada y apacible, sobrevolando regiones risueas y frtiles, le hubiera resultado a la muchacha imposible de admitir, aunque alguien hubiera podido advertirle de cuanto le esperaba.

    Crea dejar atrs las sombras del miedo y de la desesperacin, sin saber que estaba caminando derecha hacia un nuevo abismo tenebroso, de horrores sin lmite, de oscuridad y de muerte...

  • CAPITULO III

    La Cumbre. Realmente, tena bien merecido el nombre. Belinda jams se haba hallado en un lugar

    semejante. En pleno corazn de Sierra Nevada, en el norte de California, rodeada por una densa

    selva de frondosos bosques impenetrables, que tean de verde intenso las cumbres y los valles, se alzaba una de las montaas ms altas y abruptas de toda la sierra, circundada por una carretera secundaria en bastante buen estado, pero que al pie de la falda de la montaa, se bifurcaba en un sendero vecinal, abrupto y difcil, que iba serpenteando en tomo a la ladera, por ambos lados, en forma de sacacorchos, hasta alcanzar una profunda garganta o hendidura en la roca boscosa, que separaba radicalmente el tendido de la senda del lugar donde se alzaba la propiedad conocida como La Cumbre.

    Esa garganta era salvada por un angosto puente de madera, tendido sobre una profundidad sombra, de ms de doscientas yardas de sima, entre arboledas y peascos cubiertos de musgo. Al otro lado del puente, se hallaba La Cumbre.

    No ocupaba realmente la cima de la montaa, pero casi, casi. Solamente un alto risco pedregoso, salpicado de densos matorrales, se alzaba por detrs del terreno acotado, formando la verdadera cumbre final de la elevacin. A los pies de ese macizo promontorio, una edificacin central, otra anexa y una serie de bien cuidados jardines, un bosque y unos prados, aparecan rodeados por una alta valla de piedra y hierro, con ver-jas rematadas por agudos pinchos de metal, como una fortaleza. En su entrada apareca el nombre de La Cumbre, grabado en una piedra blanca, junto al sistema electrnico de apertura y cierre de la puerta de acceso. Un sendero de grava serpenteaba entre setos y arboledas, camino de la casa.

    Belinda no tuvo que recorrer todo eso, limitndose a contemplarlo desde las alturas en toda su majestuosidad. El helicptero sobrevol suavemente la finca, para ir a detenerse finalmente en el prado cubierto de verde csped, a una distancia prudencial del edificio central, y de sus circundantes jardines, magnficamente cuidados. Por encima de ellos, un palio de nubarrones blancos flotaban en el cielo, velando la luz solar. Una brisa fuerte, agitaba los arbustos, recordando al viajero que all llegaba la altitud del lugar.

    Belinda baj a tierra, todava impresionada por el vuelo sobre la montaa, preguntndose por qu utilizaban aquel sistema de transporte y no el automvil, dado que era accesible el lugar a travs del sendero serpenteante en tomo a la montaa. Aunque por supuesto, ese viaje hubiera resultado infinitamente ms largo, fatigoso e incluso mareante para ella.

    Vio venir una especie de pequeo jeep color rojo, como los vehculos que se utilizan en los campos de golf para recorrerlos de extremo a extremo, procedente sin duda de la casa. El piloto no pareci extraado por su presencia. Ayud a Belinda a bajar su maleta, nico equipaje que llevaba ella consigo, y esper al pie del inmovilizado helicptero la llegada del coche rojo que rodaba sin muchas prisas por el amplio prado rodeado de arboledas, utilizado como helipuerto habitualmente, sin la menor duda.

    El jeep rojo lo conduca un hombre de edad avanzada, cabellos largos y muy blancos, que agitaba blandamente la brisa, como si fuesen guedejas de algodn en tomo al rostro

  • curtido y bronceado. Cuando el vehculo se qued parado ante ellos, el hombre descendi del vehculo y salud cortsmente al piloto y a su joven viajera.

    Buenas tardes dijo con voz seca pero amable. Deben estar hambrientos, despus de haber salido de Los Angeles tan de maana...

    Yo desayun en la ciudad, pero de eso hace ya demasiadas horas suspir ella, dndose cuenta por primera vez de que, efectivamente, su estmago estaba desoladoramente vaco.

    Eso se arreglar en seguida, seorita sonri el hombre de edad madura, fijando en ella sus ojos claros, algo cansados y tristes. Vengan conmigo a la casa. Su almuerzo est preparado desde hace tiempo. El seor nos avis desde la ciudad de su llegada.

    A Belinda le sorprendi ese punto, porque no vea por parte alguna postes telefnicos que dieran a entender una comunicacin por esa va con la ciudad, ni con parte alguna. Pero se limit a subir al vehculo, que result ser de carrocera plstica, muy liviana, y un pequeo motor casi de motocicleta. Se acomod atrs, y el piloto se sent junto al conductor, iniciando el regreso hacia la casa.

    Mi nombre es Silas Hoggart dijo el hombre, espontneamente, volvindose a medias hacia la joven, mientras conduca el pequeo vehculo por el prado. Soy el jardinero y guarda de la finca, todo en una pieza. Cuido tanto de los bosques como de los jardines y prados, as como de algunas otras cosas necesarias en la propiedad, tales como cuidado de la casa, arreglos de averas y cosas as. Puede decirse que soy una espe-cie de comodn para las tareas de mantenimiento de La Cumbre, seorita...

    Miller se apresur a decir Belinda. Betsy Miller. Bueno, seorita Miller, espero que su estancia aqu sea de su entero agrado.

    Inicialmente, esto no produce una impresin demasiado optimista, pero a la larga ver cmo no es tan malo... Un poco aburrido, lo admito, en especial para una mujer joven y bonita, como usted. Pero encontrar muchas cosas en que ocupar su tiempo, ya lo ir comprobando. Aunque somos pocos los habitantes de La Cumbre, el ambiente aqu no es demasiado triste a fin de cuentas.

    Eso espero. De todos modos, no he venido a divertirme, sino a trabajar le record Belinda suavemente.

    Muy cierto asinti con su canosa cabeza enrgicamente. Aqu, todo estamos para trabajar. Incluso el patrn... a pesar de todo.

    Y no aclar ni remotamente qu poda significar aquel a pesar de todo. Por el contrario, se puso a canturrear una vieja balada irlandesa, sin hacer demasiado caso a su compaero de asiento, que tampoco pareca preocuparse por ello.

    Por fin llegaron a la edificacin central de La Cumbre. Belinda la contempl con vivo inters, realmente sorprendida y, sin saber la causa, algo inquieta, como si se hubiera encontrado ante algo que no esperaba y que no era totalmente de su agrado.

    Era un edificio singular. Rstico, de puro estilo campestre, con profusin de troncos en su estructura, mezclados con una base slida de piedra, tejado de pizarra gris y varias chimeneas, evocando un poco el estilo ingls, aunque el largo porche y los inmediatos establos ms bien encajaban en una tpica edificacin del Oeste de los Estados Unidos. Algo ms all, un anexo de ladrillo rojo oscuro, con las amplias puertas cerradas, pareca estar destinado a garaje y alguna otra utilidad por el momento desconocida para ella.

  • Pero posea una planta alta, con ventanas enrejadas, que daba la impresin de corresponder a otra vivienda.

    Apenas se detuvo el ligero vehculo rojo en el claro que se extenda ante la casa, cuando la puerta se abri, apareciendo en ella una mujer alta y morena, vestida sobriamente con un pantaln gris de franela y un suter de cuello alto del mismo color. Era lisa como una tabla, sumamente delgada y algo varonil. Con las manos hundidas en los bolsillos del pantaln, situados a la altura de su cintura, contempl la llegada de los tres, desde el porche. Su rostro, moreno y enjuto, no revel la menor emocin.

    Es la seorita Caldwell explic el jardinero. Sabrina Caldwell, mitad enfermera, mitad secretaria.

    Secretaria del seor Saint Cyr? se interes Belinda. Eso es. Y enfermera... de quin? El jardinero carraspe, como si el tema no fuese de su agrado, pero respondi con

    indiferencia: Del seorito Christian, naturalmente. Quin es Christian? Christian Saint Cyr, naturalmente. El hijo del seor.

    Oh, entiendo. Supongo que me han contratado para cuidar de l. Se mencionaba algo sobre los nios en el anuncio... No slo de l, sino tambin de la seorita Allyson rectific Hoggart. La seorita Allyson? Quin es? La hermana del seorito Christian. El seor tiene dos hijos. No lo saba. Tampoco saba que estuviese casado. Lo estuvo. Ahora es viudo. Perdi a su esposa y a otro hijo, seorita Miller. De los trillizos, slo le viven dos. Trillizos? se sorprendi Belinda. As que los que viven son gemelos? En efecto. Los tres nacieron a la vez. Pero no le pregunte por el tercero. No es un tema de su gusto, comprndalo. Esposa e hijo murieron juntos. Algn accidente? S. Un desdichado accidente suspir el jardinero. Por eso no debe hablar de ello en presencia del seor Saint Cyr. Lo tendr en cuenta asinti Belinda, bajando del coche. Los dos hombres tambin descendieron. Hoggart les gui hacia la casa. Habl en voz alta a la mujer vestida de gris. Ya ha llegado la nueva institutriz, seorita Caldwell explic. Ella es la seorita Miller, de Los Angeles. Bien venida la mujer morena le tendi la mano con cierta indolencia. Pasen. Tienen a punto su almuerzo, aunque sea ya algo tarde... Belinda estrech la mano de la mujer, mientras el piloto se limitaba a saludarla con un movimiento de cabeza, comentando con aire distrado:

    Tomar algo y me marchar en seguida. Debo estar de regreso en Los Angeles esta misma tarde, a ltima hora.

    Entraron en la casa. Su interior result confortable y acogedor. En un amplio living,

  • arda un buen fuego en la chimenea. Evidentemente, el clima en aquellas alturas deba de ser poco amable llegada la noche. Belinda se encontr a gusto en aquella atmsfera clida y hogarea. En algn lugar, un receptor de radio emita msica suave.

    Pasen a la cocina, por favor pidi la mujer de gris. La seora Dawson, la cocinera, ha dispuesto all su almuerzo. A estas horas no se acostumbra a servir la comida en el living ni en el comedor. Espero sepan disculparnos, ya que son las normas de la casa, y el seor Saint Cyr es muy minucioso en ese sentido.

    No me importar comer en la cocina suspir Belinda. Lo importante es tomar algn refrigerio, cuando se llevan seis horas con solamente un poco de caf y una tostada en el estmago.

    Mi pobre amiga, debe estar muerta de hambre habl con aparente cordialidad la mujer de ropa gris, tomndola por el hombro para guiarla hacia la cocina. Venga conmigo. Lloyd conoce ya el camino.

    Y dej atrs al piloto, que era evidentemente el Lloyd a quien se refera. En la cocina, una mesa de madera de pino aguardaba con dos servicios dispuestos para

    el tardo almuerzo. Una mujer rolliza, de rubicundo rostro y ojillos risueos, se incorpor al verlas entrar.

    Ya puedes servir la mesa, Viveca dijo la mujer de gris. Nuestra nueva compaera viene con mucho apetito. Seorita Miller, sta es Viveca Dawson, nuestra cocinera, le gustarn sus guisos, estoy segura de ello.

    Bien venida a La Cumbre, hija habl cordialmente la mujer, besando a Belinda en las mejillas. Sintese. La servir de inmediato. Tengo preparado algo de carne al homo con pur de patata y zanahorias. Qu prefiere beber? Caf, leche o cerveza?

    Caf, por favor pidi Belinda. Es ms reconfortante. Se sent a la mesa, e igual hizo poco despus el piloto del helicptero. La seora

    Dawson sirvi una buena racin de carne en rodajas, al homo, con guarnicin, cuyo apetitoso olor despert an ms el apetito de ambos viajeros. Sabrina Caldwell se excus, abandonando la cocina tras comprobar que los recin llegados estaban bien atendidos por la amable cocinera de La Cumbre.

    La buena mujer se sec las manos, sentndose con ellos tras servirse una taza de caf solo. Mir curiosamente a Belinda mientras sta coma.

    Espero que est a gusto entre nosotros dijo. Este no es un lugar divertido, pero el seor es muy bueno y se sentir bien aqu, estoy segura. Ha llegado a conocerle en la ciudad?

    No neg Belinda, Estaba muy ocupado, al parecer. Dijo que nos veramos una vez aqu...

    Entonces, ya ver que es todo un caballero y una gran persona. Una se siente feliz de trabajar para l, a pesar de todo. Quiero decir, a pesar de vivir en un sitio tan aislado como ste, naturalmente.

    Esta ltima frase le pareci a Belinda algo precipitada, como si la seora Dawson quisiera poner bien claro que se refera a eso, y solamente a eso, cuando haba mencionado aquel ambiguo a pesar de todo. La joven asinti, sin dejar de comer la bien cocinada carne.

    Estoy convencida tambin de que as ser manifest moviendo afirmativamente la

  • cabeza. La soledad del lugar no me preocupa. Estoy un poco cansada de grandes ciudades, de gentes, de ruido, de todo lo que forma parte de la vida de hoy, seora Dawson. La paz de un sitio como ste me har un gran bien, estoy segura.

    Paz... repiti la seora Dawson. Y por un momento, Belinda estuvo segura de que la cocinera daba una rara, especial entonacin a esa palabra, para aadir acto seguido: Oh, s, eso a veces es importante, hija ma. Muy importante...

    En ese momento, algo contradijo las palabras de la mujer y las esperanzas de Belinda. Un repentino grito, agudo y desgarrador, all fuera, rompi la sosegada calma del

    momento. El piloto dio un respingo, sobresaltado, y los cubiertos cayeron de las manos de Belinda, golpeando el plato de comida con fuerza.

    Qu..., qu ha sido eso? pregunt la joven, alterada, mientras la cocinera se pona en pie de un salto y se diriga rpidamente a la puerta de la cocina, como intentando evitar algo.

    Si lo que pretenda era impedir que entrase la persona que lo hizo de inmediato, no lo consigui. Porque la puerta de servicio de la cocina, que pareca asomar a la parte trasera de los jardines de la propiedad, donde se alzaba el anexo, se abri con repentina violencia, empujada por alguien. Alguien que entr en la cocina, como una exhalacin, sosteniendo algo en su mano y gritando con voz rota por los sollozos:

    Oh, no, no! No, Viveca! No han podido hacer esto a la pobre Bessie! No hay nadie que pueda ser tan malvado! No puede ser, no puede ser, mi pobre Bessie...!

    Belinda se puso en pie, tambaleante y repentinamente lvida, contemplando con ojos dilatados por el horror la escena que tena lugar ante ella.

    La persona que haba entrado en la cocina con mtodos tan bruscos era un nio angelical, de dorados cabellos, lisos y suaves como oro hilado, ojos verdes oscuros y rostro contrado por el dolor y la angustia.

    Haba motivos para ello, sin duda. En su mano derecha, como un horrendo trofeo, llevaba un pequeo gato negro, cuyo cuerpecillo chorreaba sangre seca, con el cuello roto y la garganta desgarrada bajo la cabecita de boca convulsa y ojos vidriosos.

    * * *

    Se encuentra mejor, hijita? Belinda asinti, todava demudada y sintiendo temblores en sus manos y piernas. La

    seora Dawson retir de su nariz el frasco de sales y se encamin a la cocina, mientras el desconocido caballero de pelo oscuro, salpicado de canas prematuras, cejas pobladas y rostro anguloso, tomaba el pulso de la joven, antes de incorporarse, con cierto alivio.

    No es nada manifest. Slo la natural emocin del suceso. Seorita Miller, va a tomarse ahora una tila que le prepara la seora Dawson, con unas gotas de este calmante. Dentro de poco se encontrar perfectamente, no tema

    Y puso ante ella un pequeo frasco con cuentagotas, que extrajo de su maletn profesional. Luego, mientras lo cerraba, aadi con un suspiro:

  • Soy el doctor Quintn. Howard Quintn, amigo del seor Saint Cyr. Resido temporalmente aqu, para ocuparme de..., de su hija Allyson. Ya sabe, la invlida...

    Invlida? No, no lo saba. Ni siquiera supe que tena hijos hasta llegar aqu, aunque mencionase nios en el anuncio respondi apagadamente Belinda. La gente no ha sido demasiado locuaz conmigo, doctor.

    Comprendo. Ahora ya lo sabe. Una hija del seor Saint Cyr tiene una salud muy delicada... aparte de su invalidez actual, y yo trato de atenderla en ambos sentidos, con la eficaz ayuda de la seorita Caldwell, que adems de secretaria personal del seor Saint Cyr, es una eficiente enfermera diplomada. Lamento que haya tenido que conocerme en estas circunstancias, seorita Miller.

    Ms lo siento yo, doctor gimi la joven. Fue horrible, ver a ese pobre animal... S, es cierto. Christian es un muchacho muy impulsivo. Pero quera a su gato. Es

    natural que reaccionara as. Se llev un gran disgusto. Supongo que el pobre gato... estar muerto. Por supuesto. Le rompieron el cuello y le desangraron. Dios mo, quin pudo hacerlo? Quin? el mdico la mir con cierto sobresalto, enarcando las cejas. Luego sonri,

    encogindose de hombros. Lo dice usted como si alguna persona hubiera sido capaz de algo as...

    El nio lo dijo tambin de ese modo, como sospechando de alguien... Ya le dije que Christian es un muchacho de impulso sbito se apresur a explicar el

    doctor Quintn. Ver, seorita Miller: en estas regiones montaosas hay gran cantidad de alimaas feroces. Animales que no se atreveran a atacar a un ser humano, pero s a un pobre gatito indefenso. Eso es lo que sucedi, simplemente. No es nada nuevo por aqu.

    S, claro. He sido una tonta, pero..., pero la impresin result muy fuerte. Ya he regaado a Christian por ello, como pudiera haberlo hecho su padre, de estar

    presente. Se ha ido arriba, a su habitacin. Est inconsolable, pobre cro. Se excus con un gesto corts, y abandon la cocina. La seora Dawson puso ante ella

    la infusin, echndole dentro diez gotas del frasco de sedante. Tmese esto, hijita aconsej tiernamente, apoyando una mano en su hombro Le

    ir bien. Belinda asinti dbilmente, con la mirada fija en el vaco. Naturalmente, ya haba

    perdido todo vestigio de apetito, aunque no lleg a terminar su almuerzo. La imagen del pequeo gato desnucado y degollado, no se apartaba de su mente.

    Deba de llevar tiempo muerto murmur. Tena la sangre seca... Bessie? S, pobrecillo la cocinera mene la cabeza. El seorito Christian lo

    encontr en la maleza, cerca del jardn, pero deba estar muerto desde esta madrugada. Tan feroces son los animales salvajes que merodean por estos sitios? Animales feroces? la buena mujer vacil, arrug el ceo, pareci que iba a decir

    algo, pero se mordi el labio y admiti, con un encogimiento de hombros: S, claro... Ahora tmese eso, querida. Lo necesita.

    La hizo ingerir la tila con el sedante. Belinda se pregunt qu haba querido decir la cocinera, arrepintindose luego de ello antes de despegar los labios. Pero pens que no era prudente hacerle preguntas al respecto. Despus de todo, ella era solamente una

  • recin llegada, una advenediza en aquella casa. Sus nervios, ciertamente, se relajaron bastante con la infusin y la medicina. La seora

    Dawson se ausent un momento, regresando en compaa de Sabrina Caldwell, que pareca ligeramente ms plida que antes, a su llegada a La Cumbre. Pero su tez seca y ce-trina disimulaba en parte esa circunstancia.

    Venga, querida invit. La conducir a su dormitorio para que descanse un poco hasta la hora de la cena. Es posible que el seor llegue a tiempo de cenar esta misma noche, si toma otro helicptero una vez hechas sus gestiones en la ciudad. Lloyd ya se march de regreso a Los Angeles. Espero que no le haya dejado demasiado mala impresin el desgraciado incidente de hoy. Estas tierras son malas para los animales do-msticos. No es el primer gato que muere a manos de alguna alimaa en esta casa. Tranquilcese, evitaremos que vuelva a suceder, impidiendo que Christian vuelva a tener nuevas mascotas de ese estilo. Venga, por favor.

    La gui a la planta alta, donde la acomod en una amplia, confortable habitacin con ventana a los bosques frondosos que rodeaban la casa por el ala oeste. Belinda se tendi en el lecho, intentando conciliar el sueo para no pensar.

    El sedante hizo su efecto y se durmi en breve, pero sus sueos distaron mucho de ser agradables.

    So con hachas ensangrentadas, con cuerpos humanos decapitados y baados en sangre. Y tambin con un gato degollado brutalmente, que se agitaba convulso entre los cadveres de una mujer de edad avanzada y de un hombre joven. Todo ello suceda en una caseta de feria, bajo la mirada risuea del seor Carson, que rea y rea, complacido, aplaudiendo como nico ocupante de una desolada platea...

    Se despert sobresaltada, empapada de sudor, llena de terror por aquellas espantosas pesadillas que alteraban su sueo.

    Ya haba oscurecido y la habitacin estaba en sombras. Alarg vacilante la mano, buscando el interruptor de la luz. Cuando lo encontr, lo accion. Una lmpara, en la mesilla, se ilumin, derramando claridad rosada sobre el lecho y una parte de la habitacin.

    Belinda emiti un chillido terrible, largo y desgarrado. Ante ella, una mujer de cabellos canosos, desgreados, lvido rostro, ropas negras y

    ojos enrojecidos, se ergua, contemplndola con malevolencia. En una de sus manos, de largas y engarfiadas uas, sostena el cuerpo sangrante y rgido de aquel mismo gatito negro, desnucado y con la garganta reventada. Al orla chillar y verla despierta, la mano de la extraa mujer solt el cuerpo del animal sobre la cama.

    Cay en el pecho de Belinda. Ella grit de nuevo, aterrada... y se desplom inconsciente.

  • CAPITULO IV

    Es la segunda vez que la atiendo en tan pocas horas. Cmo est en estos momentos, seorita Miller?

    Ella pestae, mirando aturdida hacia el rostro grave del doctor Quintn, inclinado sobre el lecho. Tras de l, descubri la presencia de Sabrina Caldwell y un hombre a quien no conoca, de cabeza calva, rostro impasible y ropas de sirviente de casa seorial. Sin du-da deba de tratarse del mayordomo de la sorprendente finca perdida en las montaas.

    No s... jade. Dios mo, qu ha ocurrido? Eso tendr que decrselo usted sonri el mdico. La omos gritar repetidas veces,

    acudimos a su alcoba, y la hallamos sin conocimiento. En ese momento record. Una convulsin agit su cuerpo. Su mirada reflej un vivo

    terror al aferrar la mano del mdico y murmurar con voz rota: Fue horrible, doctor, ahora me acuerdo bien de todo... Dgame lo que pas, por favor. Pero mantngase tranquila, no le ocurre nada. Est

    entre amigos. Dorm toda la tarde... Despert a oscuras, di la luz... le tembl la barbilla y cerr los

    ojos, sobrecogida. Dios mo, qu espantoso fue todo... Ella..., ella estaba ah, de pie, ante m... Ella? Sabrina Caldwell repiti la palabra con tono incrdulo. Avanz unos pasos

    hacia Belinda. A quin se refiere, seorita Miller? A la mujer... Aquella horrible mujer despeinada, enlutada, plida como una muerta...

    jade la joven, estremecida. Llevaba en su mano el gato muerto... Bessie... Y lo dej caer sobre m, mirndome de un modo maligno, como si me odiara...

    Solloz, dejndose caer en el lecho. El mdico arrug el ceo, cambiando una rpida mirada con Sabrina. Esta movi la cabeza de un lado a otro, y se sent en el borde del lecho, tomando una mano de Belinda entre las suyas. Estaba helada por completo.

    Clmese, querida pidi suavemente. Debi sufrir una pesadilla, eso es todo. No, no rechaz vivamente Belinda. Tuve pesadillas, es cierto. Pero sa no fue

    una de ellas. Me haba despertado ya. Recuerdo que di la luz... y la vi. Pero, amiga ma, cuando subimos a ver qu suceda, la luz estaba apagada, y no

    haba nadie salvo usted. Adems, esa mujer que ha descrito... no existe. Yo s que existe. La vi tan claramente como ahora la veo a usted, seorita Caldwell... Mire, querida, seamos sensatos y razonemos se expres Sabrina con dulzura.

    Aqu estamos ahora el doctor Quintn, un ntimo de la casa, nuestro mayordomo, Gordon Randall, y yo misma. Los tres podemos jurarle que no existe ninguna otra mujer en La Cumbre, salvo la seora Dawson y yo misma, aparte de usted. Porque a la pequea Allyson no podemos considerarla an una mujer, ya que tiene slo diez aos, igual que su hermano Christian a quien ya conoce.

    Eso es cierto corrobor el mdico. La seorita Caldwell le dice la verdad. As es confirm a su vez el criado gravemente. No hay ninguna otra mujer en la

    propiedad, seorita. Adems, el gatito que apareci muerto est enterrado ya hace tiempo, mucho antes

  • de que usted se durmiera aadi Sabrina. Silas se ocup de ello en el bosque. Crame, querida, lo sucedido esta tarde la impresion demasiado, y sus pesadillas hicieron el resto. Convnzase, eso que imagin no ha sucedido nunca. Puede estar bien tranquila.

    Mir alternativamente a uno y otro. Empez a dudar. Era posible que lo hubiera soado? Estaba realmente tan desquiciada como para eso? Record Springfield, los cuerpos de ta Vivien y de Lou Garfield, la sangre, el hacha, las cabezas casi separadas del tronco...

    Tembl de pies a cabeza, sinti fro y cerr los ojos, estremecida de miedo y de angustia.

    Perdonen susurr. Creo que tiene razn, seorita Caldwell. Me he dejado llevar por mis nervios, mi imaginacin...

    Algo perfectamente normal cuando se ha sufrido una impresin desagradable la tranquiliz el doctor Quintn, palmeando suavemente su pierna. Hgame caso, seorita Miller. Aleje esas ideas de su mente. Prefiere quedarse aqu, descansando un poco ms, o bajar a reunirse con nosotros y cenar?

    No tengo apetito, pero prefiero bajar aunque sea slo para tomar algn lquido. Siento lo ocurrido. Deben estar sacando una penosa impresin de m, para ser una recin llegada...

    Nada de eso replic suavemente Sabrina. Todo ha sido por culpa nuestra. No se puede decir que la bienvenida que le dio Christian fuese la ms adecuada para que se sintiera a gusto entre nosotros... Venga, la ayudar a bajar. La seora Dawson le preparar algo ligero y reconfortante, no se preocupe de nada.

    En aquel momento, un ronroneo profundo son all fuera, por encima de la casa. El mdico, la secretaria y el criado alzaron la cabeza. Rpido, este ltimo se dirigi a la salida.

    Perdonen dijo. Creo que el seor est aqu ya... Vamos abajo invit el mdico con un suspiro. As conocer al fin a su nuevo jefe,

    el seor Saint Cyr... S, voy en seguida afirm Belinda con voz insegura an. No necesita ayudarme,

    gracias, seorita Caldwell. Ir yo sola, no tema. Quiero ponerme otro vestido para esta noche.

    Como quiera. Seguro que se siente lo bastante bien para quedarse sola? dud Sabrina.

    S, seguro, gracias. Salieron los dos de la estancia, y Belinda se qued sola. Mir aprensivamente en torno

    suyo, abri el armario empotrado y sac su maleta, eligiendo un vestido oscuro y discreto. Se pein y ase un poco ante el espejo del anexo cuarto de bao, para estar un poco presentable ante su nuevo patrn. Retoc levemente sus plidas mejillas con algo de carmn.

    Luego se dispuso a salir del dormitorio para bajar a la planta inferior. Son la puerta de entrada, voces intercambiando palabras en tono vivaz, y luego unas pisadas enrgicas hacia el living. Saint Cyr haba llegado. Se pregunt cmo sera realmente aquel hombre de quien tan poco saba.

  • Pero antes, se detuvo un momento ante su lecho. Se inclin sobre el cobertor color azul oscuro. Pas una mano sobre l, cautelosamente. Alz la misma, mirndola a la luz.

    Se estremeci, dominando su inquietud con dificultad. Estaba segura susurr. Totalmente segura... No fue un sueo. No fue producto

    de una pesadilla ni de una alucinacin... En sus dedos, aparecan algunos pelos negros. Pelos de gato... Algunos de ellos, con

    huellas de sangre seca.

    * * *

    Osmond Saint Cyr era, realmente, un hombre que produca una tremenda impresin la primera vez que se le conoca.

    Al menos, eso pens de inmediato Belinda Marsh, cuando se encontr cara a cara con l en el living de la residencia montaera.

    Su personalidad resultaba arrolladora, magntica. Alto, fuerte sin ser recio, acaso porque su cuerpo era enjuto, con la excepcin de su anchura de hombros y su fuerte torso. Facciones viriles, enrgicas, realmente atractivas para cualquier mujer, desde la amplia frente, bajo los cabellos oscuros, que la barran con un rebelde mechn, y sienes ligeramente canosas, que tambin tean de leve plata sus patillas. Ojos verde oscuros, penetrantes, cejas arqueadas, nariz recta y boca carnosa y sensual sobre el rectngulo firme de su mentn.

    Todo ello, en una tez levemente oscura, bronceada por la larga exposicin a la luz y al aire limpio de las montaas. Vesta ropas preferentemente oscuras, de tonos grises y negros, y llevaba las manos enguantadas con delgados guantes de cuero negro. Se despojaba de una amplia chaqueta de napa, en el momento de bajar Belinda, pero no asi de sus guantes, que permanecieron enfundando sus manos.

    El gesto de Saint Cyr era ms bien hosco, algo hurao, aunque no desagradable por ello. Gir la cabeza al or las nuevas pisadas de Belinda. Se qued mirndola unos segundos. Luego, hizo una leve inclinacin corts.

    La seorita Miller dijo con voz profunda, de graves inflexiones, Todo bien en su nuevo hogar?

    No del todo, Osmond se apresur a terciar el doctor Quintn. Qu quieres decir? demand l, sin desviar an su oscura mirada de Belinda. Vers, la seorita Miller ha sufrido algn trastorno psquico, por culpa de tu hijo

    explic el mdico. Y refiri con brevedad lo sucedido, desde la aparicin de Christian con el gato muerto,

    hasta la aparicin en el dormitorio de Belinda, atribuyendo sta a una pesadilla de la joven.

    Saint Cyr escuch, ceudo. Belinda crey captar un relampagueo de ira y de sobresalto en sus pupilas cuando fue mencionada la extraa mujer con el gato sangrante, pero no estuvo segura de ello totalmente, ya que el rostro del hombre permaneci inexpresivo.

  • Lamento profundamente todo esto manifest al terminar Quintn su relato. Est muy plida, seorita Miller. Sintese, por favor. La servir un oporto. Le parece bien?

    S, gracias ella se dej caer en un asiento. Crame que siento haberme comportado como una chiquilla, seor Saint Cyr.

    No tiene que excusarse usted, sino yo se apresur a rechazar l con nfasis, acercndose a un mueble y abrindolo, para extraer una botella de fino cristal tallado, de la que escanci una copa tambin tallada, sirvindola a la joven en su mano. Tome esto. Se sentir mejor. Creo que deber tratar de comprender a mi hijo y no sentir rencor hacia l por esa torpeza suya. Es un muchacho muy impulsivo, pero se dar cuenta de que no lo hace por maldad, sino porque realmente tiene sensibilidad. Quera mucho a Bessie... y le ha dolido perderlo, comprndalo.

    Al decir estas ltimas palabras, el tono de Saint Cyr se haba vuelto sombro, grave, como si hablar de la extraa muerte del animal le causara cierta ira y zozobra. Belinda asinti, tomando un sorbo de oporto.

    No tiene que decirme nada, seor manifest. Creo que s lo que senta el muchacho. No puedo reprochar nada por eso. Al contrario, supongo que ahora necesitar ms afecto que nunca...

    Bueno, eso nunca se sabe objet con cierta brusquedad Saint Cyr. Christian es un nio muy raro. Ya ir dndose cuenta de ello...

    No aclar para nada ese punto, dedicndose a partir de entonces a cambiar impresiones personales con Quintn y con su secretaria, Sabrina, que le explic cmo iban las cosas en La Cumbre. Saint Cyr escuch a todos, asintiendo de vez en cuando, y con un relativo aire distrado. Belinda tuvo la impresin de que su mente andaba bastante lejos de all en esos momentos.

    Y Allyson? pregu