los males de la globalización

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CAJAMARCA FACULTAS DE CIENCIAS ECONOMICAS, CONTABLES Y ADMINISTRATIVAS ESCUELA PROFESIONAL DE ECONOMIA ALUMNA: VERONICA TAICA GUEVARA AREA: METODOS Y TECNICAS DE ESTUDIO DOCENTE: MG. ALEX HERNANDEZ TORRES SICLO: I GRUPO: A Cajamarca, julio del 2011 Los males de la globalización

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Page 1: Los males de la globalización

UNIVERSIDAD NACIONAL DE

CAJAMARCA

FACULTAS DE CIENCIAS ECONOMICAS, CONTABLES Y

ADMINISTRATIVAS

ESCUELA PROFESIONAL DE ECONOMIA

ALUMNA: VERONICA TAICA GUEVARA

AREA: METODOS Y TECNICAS DE ESTUDIO

DOCENTE: MG. ALEX HERNANDEZ TORRES

SICLO: I

GRUPO: A

Cajamarca, julio del 2011

Los males de la globalización

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La globalización nunca se vio sometida a tantas tensiones, su estrés se siente en todas partes. La mayar parte de África, América del sur, el medio oriente y Asia central están atascadas en el estancamiento o la decadencia económica. América del norte, Europa occide4ntal y Japón se empentaron en crecimiento muy lento y están en un nuevo peligro de recesión. Ahora, la guerra llama en Irak.

Esta experiencia plantea muchos cuestionamientos importantes a los partidarios de los mercados abiertos. ¿Por qué peligra tanto la globalización?, por qué sus beneficios parecen centrarse en unos pocos lugares?, podemos lograr una globalización más equilibrada? No hay respuestas fáciles a estas interrogantes. Los mercados abiertos son necesarios para el crecimiento económico, pero no bastan. Algunas regiones han prosperado muchísimo con la globalización, en especial Asia occidental y china en estos últimos años. Sin embargo, a otras, específicamente al África subsahariana, les ha ido muy mal.

El gobierno de los Estados Unidos pretende responsabilizar de la mayoría de los problemas de los países pobres a las fallas locales. Los dirigentes locales atribuyen el lento crecimiento de áfrica a los malos gobiernos africanos. Pero la vida es más compleja de lo que la casa blanca cree. Tomemos por ejemplo los países africanos que han sido los mejores gobernados: Ghana, Tanzania, Malawi y Gambia. Todos vieron caer sus niveles de vida en los últimos años, mientras que muchas naciones asiáticas situados por debajo de ellos en las comparaciones de eficiencia administrativa (Paquistán, Bangladesh, Myanmar, Sri Lanka) experimentaron un mejor crecimiento económico.

Lo cierto es que las pautas de gobierno no constituyen la única circunstancia determinante del desempeño económico: también influyen la geopolítica, la geografía y la estructura económica. Los países muy poblados y, por ende, con grandes mercados internos tienden a crecer más rápido que los poco poblados. (Como en todos estos tipos de tendencias económicas, también hay ejemplos de lo contrario.) Los países ribereños tienden a desempeñarse mejor que los Estados sin salida al mar. Los que presentan altos niveles de malaria tienden a crecer más despacio que aquellos con niveles más bajos. Las naciones en desarrollo contiguas a mercados ricos, como México, tienden a desempeñarse mejor que aquellas distantes de los grandes mercados.

Estas diferencias importan. Si los países ricos no prestan atención a estas cuestiones estructurales, advertiremos que las brechas entre vencedores y vencidos siguen ensanchándose. Si los países ricos culpan a las naciones desafortunadas alegando que, por alguna razón, son cultural o políticamente incapaces de beneficiarse con la globalización, no sólo crearemos bolsones de pobreza más profundos sino que además ahondaremos el desasosiego. A su vez, esto incrementará la violencia, las reacciones no menos violentas y, sí, el terrorismo.

Ya es hora, pues, de encarar la globalización con más seriedad de lo que proponen los países ricos, en especial Estados Unidos. Habría que empezar por lo

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más urgente: satisfacer las necesidades básicas de los pueblos más pobres. En algunos casos, podemos aliviar sus padecimientos aplicando, como remedio principal, el mejoramiento de sus gobiernos. Pero en otros, una observación justa y sincera de lo evidente revelará que las causas básicas son las enfermedades, la inestabilidad del clima, la aridez del suelo, la lejanía de los mercados, etcétera.

Se acabó el talle universal Una evaluación honesta demostraría, además, que las naciones pobres no pueden recaudar fondos suficientes para resolver esos problemas por sí solas. En vez de dictar más conferencias sobre el mal gobierno, los países ricos deben prestar una ayuda financiera que permita superar las barreras más arraigadas. Sólo así se obtendrán soluciones reales.

Veamos un ejemplo patente. El control de las enfermedades requiere un sistema de salud capaz de suministrar medicamentos que salven vidas y servicios preventivos básicos, tales como mosquiteros para combatir la malaria y vitaminas para combatir la mala nutrición. Este tipo de sistema cuesta, como mínimo, unos 40 dólares anuales por persona. Es poco dinero para las naciones ricas, habituadas a gastar más de 2000 dólares anuales por persona. Pero es un monto inaccesible para los países pobres, como Malawi, con sus 200 dólares anuales de ingreso per cápita. ¡El costo operativo de un sistema de salud excedería sus rentas públicas totales! Pese a su buen gobierno, si Malawi no recibe la ayuda adecuada, las enfermedades harán estragos en su población.

Una globalización exitosa requiere que pensemos más como médicos y menos como predicadores. En vez de fustigar a los pobres por sus "pecados", deberíamos hacer diagnósticos meticulosos para cada país y región, como lo haría un buen médico, a fin de comprender los factores fundamentales que retardan su crecimiento y desarrollo económicos.

En algunas regiones, digamos la andina y Asia Central, el problema primordial es el aislamiento geográfico. La tarea es tender caminos, líneas aéreas y conexiones de Internet para ayudar a estas regiones remotas a establecer vínculos productivos con el mundo. Los países ricos deben ayudar a financiar estos proyectos. En el África subsahariana, los desafíos básicos son controlar las enfermedades, fertilizar la tierra y expandir las oportunidades educacionales. Una vez más, hará falta una mayor asistencia extranjera. En otras regiones, será la escasez de agua, la discriminación de la mujer o de otros grupos, o algún otro problema específico.

Ya es hora de tomar en serio las complejidades de la globalización; en verdad, deberíamos haberlo hecho antes. Se acabó la ideología del "talle universal", propuesta por el Consenso de Washington. En la situación actual -estamos al borde de una guerra-, urge iniciar la ardua tarea de hacer que la globalización funcione y sirva para todos. Podemos lograrlo si quitamos a los ricos sus anteojeras ideológicas y convocamos a la unión de ricos y pobres.

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