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Page 1: Jesus Teran 8
Page 2: Jesus Teran 8

JESÚSTERÁN2

AURORA TERÁN FUENTES

Doctora en Historia / Profesor-investigador UPN, Unidad 011

Y precisamente uno de los signos de identidad para el mexicano es una

calavera que surgió la mente creativa de Posada y que después Diego Rivera le

pinto un lindo cuerpo, me refiero a la famosa Catrina que para el grabador

hidrocálido era una simple Garbancera. La Catrina, a pesar de ser una “calavera

del montón”, se consolidó en el imaginario como una compañera, Rivera en su

mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda, la convirtió en acompañante,

primero de Posada y luego de cada uno de nosotros los mexicanos, porque

simboliza una relación íntima que tenemos con ella, porque con ella será nuestra

última cita.

Sin embargo, no solamente Posada y Rivera, sino otros artistas mexica-

nos también han plasmado a través de sus obras la concepción que tiene el mexi-

cano sobre la muerte, por ejemplo Carlos Fuentes, en la historia de Aura, retrata

la atracción que irremediablemente se siente por la muerte y la seducción que

provoca, al contar la historia de un amor que va más allá de la muerte en el mundo

de los vivos, en pleno corazón de la Ciudad de México.

No obstante, la contradicción la explica de una forma muy elocuente

Octavio Paz en El laberinto de la soledad, “es revelador que nuestra intimidad

jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la fiesta, el alcohol o la muerte”1

y, precisamente fiesta, alcohol y muerte son una triada presente en los funerales o

entierros en varios lugares y rincones de la extensa geografía mexicana, velar al

difunto con un café con piquete, enterrarlo acompañado del mariachi es parte de

la idiosincrasia del mexicano. “Entre nosotros la Fiesta es una explosión, es un

estallido. Muerte y vida, júbilo y lamento, canto y aullido se alían en nuestros

festejos… La noche de fiesta es también una noche de duelo”2.

La muerteUna contradicción para los mexicanos

La concepción de la muerte y los rituales que se derivan son parte del patrimonio

cultural intangible de cada pueblo, son portadores de identidad; en este sentido,

un rasgo cultural indiscutible del pueblo mexicano es su posición con respecto a

la muerte, porque se burla de ella, coquetea con ella, baila con ella, se emborra-

cha con ella, llora con ella.

La idea que el mexicano tiene de la muerte refleja su ser tragicómico y,

por ende, contradictorio, y de ahí se desvela una parte del gran tesoro que es el

espíritu mexicano, que se ha concretado en una serie de rituales y tradiciones que

se traducen en la fiesta, que es otro elemento indispensable para entender la

cultura mexicana.

José Guadalupe Posada, que en 2013 cumple cien años de ser una “cala-

vera del montón”, supo plasmar con maestría a la muerte en sus grabados, y le

abonó a la concepción burlesca que se tiene de la misma, al representarla en

imágenes de la vida cotidiana, en circunstancias varias como el romance, la

fiesta, el baile; por otro lado, también le sirvieron las calacas y calaveras para

expresar posiciones de crítica política.

No obstante, Octavio Paz, escarba en lo más íntimo del ser mexicano para expli-

carnos que finalmente la muerte no le importa, porque tampoco le importa la

vida, a pesar de calaveritas de dulce, catrinas, pan de muerto, jolgorio, altares,

desfiles y fritangas.

Posada, Paz, Fuentes, Rivera nos muestran desde la pluma, el grabado y

el pincel; lo importante que es para nosotros la muerte, aunque no nos importe.

Mientras tanto, ELLA, aunque se divierta, se ría, se burle y se emperifolle, le

importa y no deja de tener el ojo puesto sobre todos nosotros.

, 2ª. reimpresión, 1995, p. 78.

1 Paz, Octavio, El laberinto de la solecad, México, Fondo de Cultura Económica, 2ª. reimpresión, 1995, p. 78.

2 Ibid, p. 57

J

Diego Rivera, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, 1946-47, Museo Mural Diego Rivera, Cd. de

México.

José Guadalupe Posada, Calavera Garbancera o Catrina, 1913, Museo José Guadalupe Posada, Aguascalientes.

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Direcciones electrónicas de contacto:

Aurora Terán [email protected]

Soren Héctor de Velasco Galvá[email protected]

Este texto aborda en general el tema de la muerte en los habitantes de la Nueva

España y, de manera muy particular, en momentos de mucha angustia y desa-

sosiego. Casi es seguro que en tales momentos los buenos y humildes pobladores

del México colonial no vieron a la muerte en forma de “calaverita” de barro o

azúcar como las que se ponen a la venta en las ferias montadas hoy en día por

toda la república.

En realidad, las sucesivas mortandades aparecidas en territorio novohis-

pano se presentaron como figuras fantasmagóricas que asolaban las empobreci-

das poblaciones que sufrían en carne propia los embates de estos males. Así,

HELIO DE JESÚS VELASCO

Licenciado en Sociología/ Departamento Historia UAAProfesor- Investigador Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 011

JESÚSTERÁN3

epidemias de matlazáhuatl (muchos estudiosos la identifican con tifo

exantemático), alfombrilla (una especie de mutación de la peste bubónica de

infaustos recuerdos para la población europea de los siglos XIV y XVI específi-

camente), sarampión, tosferina y viruela fueron una constante que apareció en

períodos espaciados de unos diez años. Si a lo anterior sumamos la presencia de

prolongadas hambrunas producidas por la sequía o las abundantes precipita-

ciones pluviales que anegaban los campos, el escenario resultante verdadera-

mente aterrador.

En un trabajo más amplio enfocado al estudio del crecimiento demográ-

fico en la antigua Parroquia de Nuestra Señora de La Asunción de las Aguas

Calientes para la etapa comprendida entre 1616 y 1820, encontramos que nues-

tro territorio sufrió las consecuencias de seis epidemias que cegaron la vida de

cerca de 20 mil habitantes en conjunto. Estas enfermedades masivas presencia-

das por los aguascalentenses fueron: 1738 (matlazáhuatl); 1760-1763

(combinación de tifo con viruela); 1780 (viruela); 1785-1786 (enfermedades

combinadas que denominaron como “La Bola de enfermedades aparecidas al

mismo tiempo” y hambrunas producidas por sequía y lluvias abundantes y

tardías); 1797-1798 (viruela) y la mortandad de 1814 (denominada “fiebres

misteriosas”). Pero ¿Cómo y en dónde aparecieron estas enfermedades “pesti-

lentes”? ¿Qué medidas sanitarias y médicas fueron utilizadas? ¿Hubo otras alter-

nativas de solución en contra de estos flagelos? Para los españoles la figura de la

“epidemia” no era nada nuevo, pues al territorio ibérico se le consideró histórica-

mente como una especie de “depósito general de viruela” de toda Europa.

La muerte en formade epidemia y hambruna

Sin embargo, para las poblaciones aborígenes de América estos males

fueron enormes azotes, pues sus pobladores no tenían las defensas y anticuer-

pos necesarios para soportar sus embates.

Si a esto le agregamos la insuficiencia de medidas sanitarias y médicas

sociales y gubernamentales para prevenirlos y curarlos, podemos imaginarnos

los múltiples cuadros de dolor y muerte que presenciaban los familiares y

vecinos de los enfermos.

Sólo quedaba una cosa por hacer, y esto era, volver los ojos al cielo para

implorar la intercesión del Creador o de otras figuras celestiales. De esta forma

las rogativas, cadenas de rosarios, rezo de jaculatorias y alabanzas fueron dirigi-

dos a imágenes como la Virgen de Guadalupe, Cristo Crucificado o San Ignacio

de Loyola (venerado en Europa como protector de la Peste). La muerte en

forma de epidemia y hambruna fue una constante para estas humildes gentes en

el suelo novohispano.

Grabado metal/papel, la Virgen de Guadalupe intercede por la epidemia de Matlazáhuatl de 1737,

José de Ibarra y Baltazar Troncoso, siglo XVIII.

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La vida en otra forma de conciencia o el viaje a casa.

La experiencia de la vida es fuente de conocimientos y de apertura a otras formas de estar y ser en el aquí y ahora. Enfrentar el momento del “viaje”

con plena conciencia, es paradójicamente, estar vivo. La transmutación es parte de la experiencia de vida. No hay muerte. La transición de esta forma de vida que conocemos en Occidente a experimentar la muerte física del cuerpo, es para los Sufíes un cambio de estado de conciencia, para lo cual sirven todas las enseñan-zas del Sufismo que se centra en el amor como forma de conocimiento de Dios al cual llaman El Amado. Nasrudín es un personaje creado para representar la manera en que el ser humano usa su mente, en ocasiones es un personaje agudo, con sentido del humor, otras representa el absurdo con el que nos movemos en la vida ordinaria, otras es perfectamente representada la estupidez humana. Pero siempre será motivo de reflexión. Un maestro Sufí preguntado sobre lo que era un cuento de Nasrudín dijo: “Un cuento de Nasrudín es como un durazno, tiene olor, color, textura, tamaño. Pero si te atreves a morderlo y probarlo, entonces te podrás beneficiar de su sabor. Al terminar de comerlo descubrirás un hueso que si lo rompes para ver lo que hay dentro de él podrás disfrutar de una rica médula, la esencia del cuento. Si no lograras llegar a descubrir la médula, con las partes del hueso podrás alimentar un fuego en tu corazón.” Las historias de enseñanza han sido usadas desde tiempos inmemoriales, pero cada historia, cada cuento y cada Haddit

2, son verdaderas proezas de sabiduría. Tesoros para cultivar el corazón y despertar a la conciencia superior, el ser interior que todos poseemos y que pocos logran conocer (¿O será mejor decir amar para sintonizarnos con la tradición Sufí?). Rabia, la Santa sufí de Basora, ciudad situada en Iraq entre los márgenes del Tigris y el Éufrates, dedicada a orar porque su vocación solamente fue amar al amado. Ora: “Dios, si te amo por temor al infierno, mátame y envíame a él;Si te amo por la codicia del cielo, entonces mátame y prívame de él, pero si te amo a ti por lo que eres, mátame, pero entonces sé tú mismo mi propia recom-pensa”. El sufismo se extiende desde Arabia, hasta la India en el lejano Oriente con algunos países del sudeste asiático de influencia musulmana y en el norte algunas de las repúblicas ex-soviéticas. En Occidente, prácticamente en todos los países de Europa, América del Norte y del Sur; África musulmana. Las Escuelas Sufíes Naqshbandi, Rojaniath, Mevhvlevi, entre otras muchas. Así que la muerte como tal la conocemos en Occidente no existe para el Sufismo que es una experiencia de vida que ofrece a la persona una manera difer-ente de vivir y pensar. Recordar es volver al vínculo por el cual todos somos UNO. Quizás Usted recuerde quién es en realidad.

El Camino del Sufí

La Religión del Sufí es el grito del corazón; El Ideal del Sufí es la conciencia espiritual; El Objetivo del Sufí es la autorrealización; El Dios del Sufí es la Divina presencia interior; El Sendero del Sufí es la hermandad; El Modo del Sufí es la nobleza interior; El Arte del Sufí es la personalidad; El Encanto del Sufí es la humildad; La Moral del Sufí es la beneficencia; La Acti-

tud del Sufí es el perdón; El Amado del Sufí es el amor mismo.

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SERGIO VELASCO YÁÑEZ

Maestro en Educación /Profesor- Investigador , Unidad 011, UPN.

Un día Nasrudín hablaba en voz alta: “¿Cómo saber si una persona está muerta o está viva?” y su mujer atenta a lo que decía su marido le responde desde la cocina: “Nasrudín, a las personas muertas se les ponen frías las manos y los pies”. “¡Ahhh!” murmuró él. A la mañana siguiente Nasrudín salió de casa para ir a cortar leña al bosque cercano y se fue con su burro. Caía una fuerte nevada y luego de haber cortado un poco de leña empezó a sentir frías las manos y los pies: “Tengo las manos frías y los pies también, seguramente debo estar muerto entonces, pero en lugar de cortar leña debería estar yaciendo dignamente junto a mi burro”; a lo lejos se oyó el aullido de una manada de lobos hambrientos y con la nevada arreciando. Se fueron acercando cada vez más y más cerca, hasta que llegaron junto al burro de Nasrudín, lo atacaron y se lo comieron. Nasrudín dijo para sí: “Malvados lobos, si yo hubiera estado vivo ya les habría yo enseñado a respetar a mi burro”. Hay personas que parecen estar vivas y sin embargo están muertas en vida. Pero hay otras que han muerto y sin embargo siguen vivas por muchos años y trascienden a la historia gracias a su legado. Cuando una persona abandona su vestidura emprende un viaje para cambiar de estado de conciencia y reunirse con los suyos, descansa, juega, se divierte y se prepara para una nueva encarnación. La vida desde la experiencia Sufí es una espiral ascendente, un viaje de regreso al corazón del amado, la verdadera casa de todos. “Todo lo que de Dios proviene a Él Regresa” diría un sabio Sufí para expresar el origen del Alma, del espíritu inmortal que todo ser humano posee. Nasrudín viajaba constantemente entre Grecia y Turquía, su amigo Jalal le preguntó: “Nasrudín ¿qué lugar es más interesante y bello, Grecia o Turquía?”; “Tan aburrido Grecia como Turquía, lo interesante está en el viaje”.

Una visión Sufí de la muerte

1 Es una concesión demasiado atrevida para los y las sufíes hablar de la muerte. No existe, a menos que sea tan deplorable la forma de vivir que se merezca el adjetivo de muerto(a) en vida.

2 Haddit en árabe son los dichos del Profeta Mahoma, “Cuando amo a Dios, soy el oído por el que Él oye, el pie con el que Él anda, la lengua con la que Él habla”, dice el Haddit del Profeta.

Bibliografía y fuentes de consulta:Shah, Idries. (2006). Los Sufíes. Orientalia, Paidós. Buenos Aires.__________. (2004). Las hazañas del increíble Mulláh Nasrudín. Madrid: Paidós.Internet: http://www.sufimovement.net/spanish/path.htm (consultado el 01/11/2013).

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