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Hacia un milenio sin hambre: retos y acciones ORGANIZACION DE LAS NACIONES UNIDAS • • • • • PARA LA AGRICULTURA Y LA ALIMENTACION' • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • PoNER FIN AL HAMBRE: LA PROMESA DEL MILENIO E n un mundo que produce alimentos suficientes para todos, según la estimación más reciente de la FAO, 792 millones de personas padecen hambre crónica en los países en desarro- llo: 515 millones en Asia y el Pacífico, 186 millones en África, 55 millones en América Latina y el Caribe y 36 millones en el Cer- cano Oriente. En cuanto al porcentaje de personas afectadas por el hambre, la situación más grave se registra en África: en Somalia 75% de la población no dispone de alimentos suficientes, mien- tras que en Eritrea la cifra es de 65% y en Burundi y Mozambi- que de 68 y 58 por ciento, respectivamente. También se señalan porcentajes elevados en otras regiones; por ejemplo, enAfganistán 70% y en Haití 62 %. El hambre de todos ellos es persistente, per- niciosa y en ocasiones letal. Esta falta de seguridad alimentaria debilita las economías nacionales y arruina la vida de todos los afectados. Cuando el hambre está muy extendida, amplios sectores de la población no pueden esperar un progreso económico o social. La yuxtaposición de abundancia y hambre es tristemente ob- via en un mundo que tiene a su servicio sistemas de comunicación y medios de información de alcance mundial. A las personas sen- sibles les resulta difícil comprender cómo es posible que el hambre y la pobreza sigan afligiendo a casi 20% de la población de los *Un milenio sin hambre, tema del Día Mundial de la Alimentación de 2000, constituye un llamado a la comunidad mundial para que cum- pla sus promesas de acabar con el hambre a principios del tercer milenio. Para garantizar que todas las personas dispongan de alimen- tos suficientes para llevar una vida activa y sana se hace necesario actuar en varios frentes. En este opúsculo, algunos de los mejores expertos de la FAO expresan sus opiniones acerca de las complejas cuestiones para erradicar el hambre del orbe. países en desarrollo en medio de la riqueza del mundo actual; al mismo tiempo, los gobiernos están cada vez más atentos a los problemas de inseguridad que amenazan la estabilidad de las re- laciones nacionales e internacionales. Esta coincidencia de las preocupaciones de la opinión públi- ca y de los gobiernos con respecto a los estragos del hambre hace esperar que este nuevo milenio sea testigo del final de la sub- nutrición crónica y del temor a la inanición. La comunidad mun- dial aceptó el desafío de luchar contra el hambre en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996; ahora debe afrontarlo. Ésta es la razón por la que se eligió "Un milenio sin hambre" como tema para el Día Mundial de la Alimentación (DMA) de 2000. OPTIMISMO y HAMBRE L a experiencia indica que el hambre crónica podría vencer- se en este siglo. La población mundial está ya mejor alimen- tada que hace 30 años. Desde 1970, el número de personas subnutridas en los países en desarrollo ha descendido en unos 130 millones, de 920 millones a los 790 millones actuales, que corres- ponden a un 36 y 18 por ciento de la población en los países en desarrollo, respectivamente. Durante este mismo período, lapo- blación mundial ha aumentado en 2 000 millones de personas. En- tre 1960 y mediados del decenio de 1990, la disponibilidad de alimentos porcápita aumentó 30 %, llegando a 2 800 calorías dia- rias. Mientras tanto, la tasa de crecimiento demográfico ha dis- minuido y se prevé que se estabilizará para el año 2050. Esta reducción del número de personas hambrientas resulta encomiable, pero el ritmo actual de progreso no es suficiente para alcanzar el objetivo fijado en la Cumbre Mundial sobre laAlimen-

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Hacia un milenio sin hambre: retos y acciones

ORGANIZACION DE LAS NACIONES UNIDAS

• • • • • • • • • • PARA LA AGRICULTURA Y LA ALIMENTACION'

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • PoNER FIN AL HAMBRE: LA PROMESA DEL MILENIO

En un mundo que produce alimentos suficientes para todos, según la estimación más reciente de la FAO, 792 millones de personas padecen hambre crónica en los países en desarro­

llo: 515 millones en Asia y el Pacífico, 186 millones en África, 55 millones en América Latina y el Caribe y 36 millones en el Cer­cano Oriente. En cuanto al porcentaje de personas afectadas por el hambre, la situación más grave se registra en África: en Somalia 75% de la población no dispone de alimentos suficientes, mien­tras que en Eritrea la cifra es de 65% y en Burundi y Mozambi­que de 68 y 58 por ciento, respectivamente. También se señalan porcentajes elevados en otras regiones; por ejemplo, enAfganistán 70% y en Haití 62%. El hambre de todos ellos es persistente, per­niciosa y en ocasiones letal. Esta falta de seguridad alimentaria debilita las economías nacionales y arruina la vida de todos los afectados. Cuando el hambre está muy extendida, amplios sectores de la población no pueden esperar un progreso económico o social.

La yuxtaposición de abundancia y hambre es tristemente ob­via en un mundo que tiene a su servicio sistemas de comunicación y medios de información de alcance mundial. A las personas sen­sibles les resulta difícil comprender cómo es posible que el hambre y la pobreza sigan afligiendo a casi 20% de la población de los

*Un milenio sin hambre, tema del Día Mundial de la Alimentación de 2000, constituye un llamado a la comunidad mundial para que cum­pla sus promesas de acabar con el hambre a principios del tercer milenio. Para garantizar que todas las personas dispongan de alimen­tos suficientes para llevar una vida activa y sana se hace necesario actuar en varios frentes. En este opúsculo, algunos de los mejores expertos de la FAO expresan sus opiniones acerca de las complejas cuestiones para erradicar el hambre del orbe.

países en desarrollo en medio de la riqueza del mundo actual; al mismo tiempo, los gobiernos están cada vez más atentos a los problemas de inseguridad que amenazan la estabilidad de las re­laciones nacionales e internacionales.

Esta coincidencia de las preocupaciones de la opinión públi­ca y de los gobiernos con respecto a los estragos del hambre hace esperar que este nuevo milenio sea testigo del final de la sub­nutrición crónica y del temor a la inanición. La comunidad mun­dial aceptó el desafío de luchar contra el hambre en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996; ahora debe afrontarlo. Ésta es la razón por la que se eligió "Un milenio sin hambre" como tema para el Día Mundial de la Alimentación (DMA) de 2000.

OPTIMISMO y HAMBRE

La experiencia indica que el hambre crónica podría vencer­se en este siglo. La población mundial está ya mejor alimen­tada que hace 30 años. Desde 1970, el número de personas

subnutridas en los países en desarrollo ha descendido en unos 130 millones, de 920 millones a los 790 millones actuales, que corres­ponden a un 36 y 18 por ciento de la población en los países en desarrollo, respectivamente. Durante este mismo período, lapo­blación mundial ha aumentado en 2 000 millones de personas. En­tre 1960 y mediados del decenio de 1990, la disponibilidad de alimentos porcápita aumentó 30%, llegando a 2 800 calorías dia­rias. Mientras tanto, la tasa de crecimiento demográfico ha dis­minuido y se prevé que se estabilizará para el año 2050.

Esta reducción del número de personas hambrientas resulta encomiable, pero el ritmo actual de progreso no es suficiente para alcanzar el objetivo fijado en la Cumbre Mundial sobre laAlimen-

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tación de di sminuir a la mitad como mínimo el número de perso­nas hambrientas para el año 2015 . Además, el progreso es des­igual: Jos niveles de subnutrición han disminuido en Asia, pero han aumentado en África.

Las personas hambrientas suelen pertenecer a los sectores pobres y desfavorecidos de la población. No será posible reali­zar progresos importantes o sostenibles en la eliminación del hambre sin reducir también la pobreza. El Banco Mundial esti­ma que unos 1 500 millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día, y su número está aumentando. Más de 70 % de esas personas vi ve en zonas rurales donde los medios de subsis­tencia dependen a menudo de sistemas de producción agrícola, pesquera y forestal frágiles o inestables.

CoNOCIMIENTos, PARTICIPACióN v CREACióN

DE CONDICIONES PARA EL PLENO EJERCICIO DE LOS DERECHOS

S i se quiere que las personas que sufren de hambre y malnu­trición estén mejor alimentadas, se deberán aumentar los ingresos rurales, así como mejorar el acceso a los alimentos .

Esta cantinela no es nueva; ha sido el fundamento de la asisten­cia para el desarrollo durante decenios . Lo que ha cambiado es el método que se preconiza para conseguir ese objetivo. Ahora se hace más hincapié en un desarrollo descentralizado y basado en las necesidades del beneficiario que fomenta la participación de la población a la que está destinado.

El desarrollo participativo consiste sobre todo en proporcio­nar apoyo financiero, técnico y logístico a las comunidades ru­rales para ayudarles a conseguir los objetivos económicos y so­ciales que hayan determinado ellas mismas. De esta forma, las comunidades adquieren un sentido de propiedad de las activida­des realizadas y por consiguiente muestran interés personal para que tengan éxito y sean sostenibles.

El desarrollo participativo es la estrategia básica para aumentar la productividad agrícola y mejorar las oportunidades y opciones que tienen las comunidades rurales. Lamentablemente, el sistema no es perfecto. En particular, los hombres suelen ser los princi­pales beneficiarios de la asistencia para el desarrollo, aunque las mujeres producen de 60 a 80 por ciento de los alimentos que se consumen en los países en desarrollo. La mujer desempeña cada vez más las funciones de jefe de familia, tendencia que ha pasa­do a conocerse como la "feminización de la agricultura". Estudios realizados revelan que, en más de la mitad de los casos, la re­ducción de la subnutrición desde 1970 se debe a mejoras en la condición social y en la educación de la mujer.

El rápido crecimiento de la sociedad basado en el conocimiento es otro factor que influye considerablemente en la creación de condiciones para el pleno ejercicio de los derechos y el desarro­llo. El conocimiento está aumentando la velocidad a la que se produce el cambio y mejorando la base para la adopción de deci­siones en materia de políticas y actuación. Los sistemas de infor­mación con buenas comunicaciones pueden ayudar a las comu­nidades pobres a mejorar su seguridad alimentaria al hacer que la población esté más al corriente de las tecnologías disponibles

un m!lemo sm namore

para la producción de alimentos y facilitar el intercambio mutuo de conocimientos entre la población rural y otros sectores de la sociedad. Por ejemplo, los sistemas de información y cartografía sobre la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad ayudan a vi­gilar el estado nutricional de determinados grupos de la población e identificar las causas específicas de su inseguridad alimentaria. De este modo se hace patente que es posible tener una visión cada vez más precisa de la escala y la naturaleza del hambre.

EvoLucióN DE LA AGRICULTURA

La necesidad fundamental de aumentar la producción local de alimentos y fortalecer las economías rurales por fin está comenzando a recibir la atención que merece. Sin embargo,

muchos agricultores, especialmente mujeres , no tienen todavía acceso a la tierra, el agua y otros recursos productivos . La agri­cultura comercial y el sector agroindustrial también pueden con­tribuir a la consecución de la seguridad alimentaria. Los países que dependen de la exportación de productos agrícolas para ob­tener ingresos, deben tratar de seguir ampliando este sector, pero no a expensas de la asistencia a la población rural y, dentro de ésta, tampoco de los grupos pobres y vulnerables.

Un obstáculo a la intensificación de la producción agrícola y al aumento del rendimiento que se encuentra con frecuencia en los países en desarrollo es el costo elevado de los insumos. Por ejemplo, la revolución verde de los años sesenta y setenta, basa­da en el uso apropiado de sustancias químicas y variedades de alto rendimiento de cereales y otras plantas, produjo un incremento considerable del rendimiento agrícola, especialmente en Asia. Sin embargo, al mismo tiempo provocó una ulterior marginación de muchos agricultores pobres que no podían costearse los in­sumos. Además, estas tecnologías no eran adecuadas para todas las zonas, por lo que un número aún mayor de agricultores pobres de varias regiones no se beneficiaban de ellas. Y donde la revo­lución verde tuvo efectos reales, la posterior difusión de nuevas variedades de cultivos desplazó las combinaciones tradicionales de parcelas de los pequeños agricultores a favor de los mono­cultivos. Esta tendencia, unida a una mayor utilización de sustan­cias químicas agrícolas, debilitó la capacidad de reacción de los sistemas agrícolas tradicionales y redujo la diversidad bioló­gica.

Sin embargo, están surgiendo nuevas formas de revolución verde. Una de ellas es la agricultura basada en la conservación, que renuncia a la preparación del terreno mediante la arada, prin­cipal causa de degradación de la tierra, a favor de la plantación directa. Los restos de la cosecha anterior se dejan sobre la super­ficie de la tierra, que actúa como capa protectora, contribuyen­do a retener la humedad del suelo y los nutrientes y reduciendo la escorrentía y la erosión del suelo. La agricultura basada en la conservación se practica actual mente en 45 millones de hectáreas, especialmente en América del Norte y del Sur donde la nueva tecnología está siendo adoptada por grandes y pequeños agricul­tores. También se está introduciendo entre los agricultores de África central, oriental y austral.

comercw exterwr, octubre de LUU J

El manejo integrado de plagas, que se sirve de los enemigos naturales de los patógenos y las plagas de los cultivos para redu­cir la necesidad de medios químicos de lucha, es ya popular y está relativamente extendido. Entre sus ventajas cabe citar el aumento del rendimiento y la mejora de la calidad de los alimentos con un costo inferior. Introducido por la FAO en los arrozales de Asia, el manejo integrado de plagas se ha difundido a otras regiones y a otros cultivos.

U na nueva modalidad de revolución agrícola es la revolución biotecnológica, que permite aumentar la productividad, ayudando así a los agricultores a cubrir las necesidades de alimentos de una población en aumento y cada vez más urbanizada. La Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura de la FAO, foro intergubernamental permanente, está elaborando un código de conducta sobre biotecnología, con objeto de aprovechar al máximo los beneficios de la biotecnología y reducir al mínimo sus riesgos para la población, los animales y el medio ambiente .

UN ENTORNO FAVORABLE

La consecución de alimentos para todos dependerá de la ca­pacidad de los gobiernos para crear unas condiciones que favorezcan la agricultura y reduzcan la preferencia que se

concede en muchas partes a las economías urbanas en la asigna­ción de los recursos.

Durante los próximos 1 O años , la agricultura de los países en desarrollo requerirá una inversión estimada en 166 000 millo­nes de dólares al año. Tres cuartas partes de esta cantidad pro­vendrán de los propios agricultores y sus países, pero la comu­nidad internacional tendrá que aportar el resto . Las perspectivas no son alentadoras. La asistencia oficial para el desarrollo (AOD)

destinada a la agricultura, en precios constantes, ha seguido dis­minuyendo desde finales del decenio de los años ochenta. La inversión extranjera directa en el mundo en desarrollo, que ha aumentado de manera considerable, se ha orientado principal­mente a sectores distintos de la agricultura. El resultado gene­ral ha sido un descenso del volumen de los recursos que afluyen al desarrollo agrícola y rural.

La situación no es más favorable en lo que respecta al comer­cio internacional. En muchos países en desarrollo, la agricultura sigue resintiendo la discriminación de las políticas nacionales e internacionales a favor de otros sectores de la economía, especial-

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mente el de la industria manufacturera. Al mismo tiempo, el pro­teccionismo sigue alterando los mercados agrícolas internacio­nales, limitando y desvirtuando de ese modo los beneficios de la liberalización del comercio.

Por fortuna, las reformas e intervenciones dentro de los pro­pios países en desarrollo son alentadoras. Los gobiernos están estudiando modos innovadores de reducir el déficit de inversio­nes derivado del descenso de la AOD. Una posibilidad es ofrecer a los agricultores una compensación internacional por conservar los recursos genéticos. Otra consiste en aprovechar las emisio­nes más bajas de gases con efecto de invernadero para atraer in­versiones industriales. Los países en desarrollo están buscando nuevas formas de asociación con inversores extranjeros en los sec­tores de la agroindustria y el ecoturismo. Están introduciendo reformas fiscales que contribuirán a aumentar la afluencia de re­cursos internos a las zonas rurales. Al mismo tiempo, están ela­borando políticas y legislaciones que tienen por objeto eliminar los principales obstáculos al aumento de la producción de alimen­tos y al desarrollo rural. Esas medidas comprenden el acceso al crédito, la seguridad en la tenencia de la tierra, el fortalecimien­to de la infraestructura rural y un aumento del apoyo prestado, en especial a las mujeres y a otros grupos desfavorecidos.

Los gobiernos y organismos internacionales están aprovechan­do cada vez más la tendencia a la colaboración entre los sectores público y privado y las organizaciones de la sociedad civil para promover el desarrollo agrícola y rural. De hecho, puede darse el caso de que el sector privado y las organizaciones de la socie­dad civil tengan ventajas comparativas para facilitar el desarro­llo participativo, dada su relación más estrecha con las comuni­dades locales.

LA VOLUNTAD DE LOGRO

El nuevo milenio ha comenzado y la posibilidad de eliminar el hambre al inicio de este primer siglo está a la vista. En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, 186 países

aprobaron las medidas oportunas, que se describen en el Plan de Acción. Ahora los gobiernos, individual y colectivamente, deben afrontar los compromisos que han asumido en los últimos años y demostrar su voluntad de logro. Los ciudadanos que padecen hambre en el mundo esperan esfuerzos tangibles para librarse de la subnutrición y la inseguridad alimentaria.

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • CÓMO PONER FIN AL HAMBRE:

LOS DESAFÍOS PARA LA AGRICULTURA

LOUISE O . FRESCO*

La presencia de la población ha sido durante mucho tiempo el factor dominante que ha configurado el aprovechamiento de la tierra y el ambiente . Es probable que ni siquiera las

enormes extensiones de bosques primarios de la Amazonia ha-

yan escapado a la influencia de los pueblos indígenas que habi­tan en ellos. La vasta sabana de África es el resultado de una interacción entre la fauna silvestre, los incendios y los seres humanos. Los prados alpinos se mantienen mediante el pasto­reo en torno a los bosques restantes. De hecho, son pocos los entornos "naturales" que no han sufrido en alguna medida la

* Subdirectora General del Departamento de Agricultura, FAO.

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influencia de las comunidades que obtienen de ellos sus medios de subsistencia o que no se han visto indirectamente afectados por la urbanización.

La agricultura es a la vez un factor y un producto del cambio. Lejos de resistirse a este cambio, aquélla responde a él y queda configurada por las oportunidades y desafíos de cada época, in­cluidas las variaciones en la demanda de los consumidores. To­memos por ejemplo la situación del arroz, el trigo y el maíz, que son los principales cultivos alimentarios. Como muchos otros productos, entre ellos el tomate, en la actualidad se cultivan muy lejos de sus lugares de origen y han pasado a ser alimentos bá­sicos para más de 4 000 millones de personas. Lo mismo ocu­rre con la producción de animales domésticos.

Los DESAFíos

E 1 desafío primordial para la agricultura en este siglo es eli­minar el hambre crónica. Si la solución consistiera simple­mente en cultivar más alimentos, se podría afirmar que se

está cerca de alcanzarla. En teoría, el mundo produce ya alimen­tos suficientes para satisfacer las necesidades de su población. Lamentablemente, en la práctica el acceso a los alimentos no se distribuye equitativamente entre los países ni dentro de ellos. En muchos países pobres la disponibilidad diaria de alimentos es inferior a 2 100 calorías por persona en promedio, mientras que en los países más ricos excede las 3 200 calorías. Aunque el volumen de la producción agrícola se ha duplicado en los últi­mos 30 años, muchos países y personas han quedado al margen de este proceso: en el África subsahariana, por ejemplo, los ni­veles nutricionales de hecho han disminuido.

Es evidente que la agricultura puede desempeñar una función importante en la reducción del hambre y la malnutrición, pero se necesita algo más que un simple aumento de la producción alimentaria. Para conseguir que la población tenga no sólo ener­gía suficiente, sino también los nutrientes necesarios para lle­var una vida plena y productiva, es importante de igual manera una mayor diversidad de alimentos inocuos y de mejor calidad. La variedad de los países y sus condiciones disipa cualquier esperanza de encontrar una solución única y sencilla. La agri­cultura debe pues diversificar la producción y alcanzar niveles más altos pero sostenibles; también debe proteger el medio ambiente y conservar los recursos naturales, adaptarse a los cambios climáticos y tener en cuenta las tendencias demográ­ficas.

El desafío de las dos agriculturas

No existen agricultores o explotaciones agrícolas típicos. En muchas partes del mundo en desarrollo parece haber una dico­tomía creciente en el sector agrícola, con una agricultura tradi­cional de subsistencia que se practica a menudo junto con una agricultura comercial moderna. En Kenia, los agricultores po­bres -a menudo mujeres y niños-, que obtienen una escasa

un muemo sm namore

cosecha de maíz y frijoles, se yuxtaponen a las explotaciones agrícolas comerciales que producen carne y leche para los mer­cados urbanos o incluso flores para la exportación. Los dos ti­pos de agricultores viven en mundos claramente diferenciados: puede darse el caso de que un agricultor comercial tenga acceso a internet, mientras que un agricultor pobre ni siquiera tenga acceso a los servicios de extensión.

La diferencia de productividad entre la agricultura de subsis­tencia y la comercial es igualmente notable. En África, el ren­dimiento medio de la yuca es de tan sólo 10 000 kg por hectá­rea, mientras que en Brasil puede alcanzarse un rendimiento de 23 000 kg por hectárea. En Brasil, la yuca es un cultivo comer­cial del que se extrae almidón para alimentos de refrigerio y que se utiliza como materia prima para biocombustible; en África, donde predomina la agricultura de subsistencia, sigue siendo sobre todo un alimento de pobres, con perspectivas comercia­les que apenas se empiezan a delinear, por ejemplo, en Ghana y Nigeria.

En Asia, la agricultura comercial está creciendo con veloci­dad en muchos países donde la demanda de productos de origen animal ha superado la capacidad de las prácticas agrícolas tra­dicionales por sí solas. En esa región y en muchas otras partes del mundo, la ganadería está dejando de ser una actividad con múltiples funciones, en la que los animales suministran fuerza de tracción y estiércol que se utiliza como fertilizante y combus­tible, además de leche y carne, para convertirse en un sector de la producción comercial intensiva.

Si se adoptara en África una agricultura muy mecanizada, sin realizar ningún otro cambio fundamental en la economía, casi 60% de la población quedaría sin trabajo. Por otra parte, si un país sigue dependiendo de la agricultura de subsistencia, su población continuará expuesta a los caprichos del clima y las fluctuaciones en el rendimiento de los cultivos. La agricultura tradicional puede proporcionar estabilidad y seguridad duran­te la transformación económica de un país, pero para que las comunidades rurales prosperen esa agricultura deberá adaptarse con el tiempo a un modelo comercial. Es evidente que será ne­cesario alcanzar un equilibrio si se quiere evitar un desempleo generalizado y una alteración de la estructura social tradicional vigente.

El desafío demográfico

Se prevé que dentro de 25 años casi 60% de la población mun­dial vivirá en zonas urbanas. Los jóvenes, en especial los hom­bres, están migrando del campo a la ciudad en busca de empleo y de una vida mejor. Como resultado de ello, la población rural está envejeciendo en un momento en que la producción ali­mentaria debería aumentar para cubrir las necesidades de una población urbana en aumento, y la proporción de mujeres an­cianas está creciendo en las zonas rurales de varios países en desarrollo.

La mejor forma de desincentivar este éxodo rural y conseguir que la población urbana tenga un suministro suficiente de ali-

mentos es hacer que la vida rural sea más atractiva y que la agri­cultura exija un menor esfuerzo físico y resulte más rentable. El trabajo agrícola manual requiere mucha mano de obra y es a menudo agotador. La escarda, labor fundamental en la agricul­tura, es la causa principal de la insuficiencia de peones agríco­las. Por eso la introducción de pequeñas escardadoras mecáni­cas sería un adelanto eficaz y de fácil viabilidad para muchos agricultores tradicionales. Análogamente, un mayor uso de la sembradora de arroz accionada por motor se necesita con urgen­cia para aliviar una tarea monótona y fatigosa y aumentar la efi­ciencia del cultivo de arroz, teniendo en cuenta que para plan­tar manualmente una hectárea de este producto es necesario agacharse más de 25 000 veces.

La urbanización agrava la complejidad del problema del ham­bre en el mundo. Además de competir por la tierra y otros recur­sos, los centros urbanos en expansión imponen cambios impor­tantes en los hábitos alimentarios y en las modalidades de la demanda de alimentos. En muchos países tropicales, por ejem­plo, se está generalizando el consumo de pan, ya que las perso­nas que emplean varias horas en desplazarse entre su domicilio y el lugar donde trabajan no están en condiciones de dedicar el tiempo necesario a cocinar arroz, yuca o maíz.

Sin embargo, la vida en la ciudad ofrece nuevas oportunida­des, en especial a los agricultores o pequeños productores de zo­nas peri urbanas o con un acceso fácil a los centros urbanos , para añadir valor a los alimentos. Hay una demanda creciente de ali­mentos para refrigerio o de alimentos fáciles de transportar. Los vendedores callejeros, los restaurantes y las cadenas de comida rápida son actualmente importantes para la economía de casi to­dos los países. En la isla de Penang, en Malasia, la venta de ali­mentos en la vía pública sólo es superada por la fabricación de componentes electrónicos como fuente de ingresos.

El desafío ambiental

La diversificación de la agricultura tradicional y el crecimien­to de la agricultura comercial han dado origen a otro desafío importante: cómo aumentar la producción sin poner en peligro la base de recursos naturales.

Aunque nadie niega los beneficios de un aumento de la pro­ductividad y los ingresos que pueden derivarse de la agricultu­ra comercial, la intensificación y otros aspectos de las actividades comerciales ,no dejan de representar un peligro para el medio ambiente y para la salud de los seres humanos y los animales. Por ejemplo, cuando se practica la cría intensiva de cerdos o aves de corral en zonas urbanas y periurbanas densamente pobladas, aumenta el riesgo de enfermedades en seres humanos y anima­les.

Es necesario que los agricultores en todo el mundo adquie­ran una conciencia ambiental mayor. Esto es aplicable en es­pecial a la utilización de plaguicidas, que tiende a ser más in­tensa entre los nuevos agricultores comerciales de los países en desarrollo. En épocas anteriores, el aumento de la produc­ción agrícola causó perjuicios considerables al medio ambiente,

como la contaminación del abastecimiento de agua, la degra­dación del suelo, la pérdida de biodi versidad y de hábitat de la fauna silvestre e incluso el desplazamiento de poblaciones rurales. Para evitar este tipo de daños, es necesario que se bus­quen formas de intensificar la producción agrícola más inocuas para el medio ambiente y más beneficiosas para los agriculto­res. La biotecnología desempeñará una función destacada en esta búsqueda, al igual que los nuevos alimentos derivados de especies de plantas y animales ya existentes , pero todavía no explotadas.

La biotecnología puede proporcionar variedades de cultivos con muchas características deseables, como la resistencia a los insectos y la sequía, cualidades nutricionales mejoradas, mayor capacidad de almacenamiento y períodos de maduración más breves, como lo demuestra la reciente obtención de una varie­dad de arroz con alto contenido de vitamina A. La manipulación genética puede servir para aumentar la duración de los cultivos después de la cosecha y para obtener vacunas más eficaces contra enfermedades del ganado. La biotecnología también puede ser un valioso instrumento para conservar la diversidad genética. Pero la inocuidad de la biotecnología depende del tipo de genes y del entorno en que se manipulan. No existen todavía pruebas suficientes para evaluar en su totalidad los efectos que algunos adelantos, como los cultivos resistentes a los herbicidas, podrían tener sobre el ambiente y la fauna y flora silvestres. Además, la mayor parte de las investigaciones se efectúan en países indus­trializados y tal vez sean pertinentes o fáciles de transferir a zonas tropicales y subtropicales.

La velocidad del cambio climático mundial y sus efectos son un factor imponderable en lo que respecta al desafío ambiental. La historia del clima de la tierra, evidenciada en los núcleos de hielo polar, muestra fluctuaciones notables, pero pocos exper­tos dudan que la tendencia actual esté asociada con el aumento de los denominados gases con efecto de invernadero. La lenta elevación del nivel de los mares, que podrían inundar con el tiem­po las llanuras costeras fértiles y densamente pobladas, los cam­bios en la frecuencia, la distribución y la intensidad de las pre­cipitaciones y la variación en las actuales zonas agrícolas son algunos de los peligros posibles.

La deforestación y otras prácticas de aprovechamiento de la tierra, como la quema de pastizales, causan aproximadamente 25 % de las emisiones de anhídrido carbónico -que es el prin­cipal gas con efecto de invernadero-, mientras que el cultivo de arroz acuático y el sistema digestivo de los rumiantes son la causa de aproximadamente 40% de las ern!siones de metano, o 60% si se incluye la quema de biomasa. La agricultura, inclui­da la utilización de fertilizantes nitrogenados, puede originar hasta 90% del óxido nitroso liberado en la atmósfera. Es posi­ble reducir los niveles de metano y de óxido nitroso modifican­do las técnicas de cultivo y las prácticas de alimentación del ganado. Pero la mayor contribución, por mucho, que la agricul­tura podría hacer, y por la cual el sector agrícola podría recibir una recompensa, consistiría en reducir el nivel de las emisiones de anhídrido carbónico capturando el carbono en los bosques, las gramíneas y el suelo.

El desafío de los consumidores

El más importante de todos los desafíos es cómo proporcionar a los consumidores los alimentos que necesitan y desean . En general, cuando los países y las personas mejoran su posición económica, sus preferencias alimentarias se modifican para in­cluir más carne y productos lácteos y una mayor variedad de alimentos. En la actualidad, el creciente interés por las cuestio­nes relacionadas con la alimentación, que con anterioridad se consideraban prerrogativas de los ricos, representa un nuevo aspecto de la demanda de un suministro apropiado de alimen­tos . Gracias a la mejora de la educación y las comunicaciones, así como al aumento de los ingresos y por consiguiente del po­der adquisitivo, la población de todas las regiones está cada vez mejor informada sobre los factores que influyen en su salud y bienestar general. Por ejemplo, los consumidores son más cons­cientes de la importancia de la fruta, las hortalizas y los micro­nutrientes. Lo que hoy se considera una alimentación sana y equilibrada es muy diferente a lo que se consideraba así hace 50 años.

Además, al alargarse la cadena de distribución desde la ex­plotación hasta el consumidor urbano, la elaboración y conser­vación de los alimentos e incluso la mejora artificial de su com-

posición de nutrientes desempeñan una función más importan­te. El control de la calidad de los alimentos y las normas sobre su inocuidad están adquiriendo también una importancia crecien­te, en especial cuando está en juego el comercio alimentario in­ternacional.

Innovación: el desafío para el futuro

No existe una fórmula única para poner fin al hambre crónica. Con el transcurso del tiempo, una variedad de factores influi­rán en la producción agrícola, en los métodos de cultivo y en la disponibilidad de alimentos . Cambios sistemáticos en el régi­men meteorológico y otros factores ambientales de importan­cia crucial podrían ocasionar variaciones significantes en la producción. También es probable que los gustos de los consu­midores sigan cambiando y diversificándose, con profundas consecuencias para todos los aspectos de la agricultura.

Por consiguiente, la seguridad alimentaria en el futuro no se conseguirá recurriendo sólo a conceptos del pasado. La erradi­cación del hambre exige una ordenación innovadora de los re­cursos de la tierra y del agua así como métodos creativos de cul­tivo, conservación y distribución de alimentos más sanos.

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INCREMENTO DEL POTENCIAL HUMANO MEDIANTE UNA NUTRICIÓN MEJORADA

KRAISID TONTISIRIN*

U na nutrición adecuada es indispensable para poner a la gente en el justo camino de una vida larga y saludable. Todas las personas deben contar con cantidades suficientes de ali­

mentos inocuos y ricos en nutrientes a fin de hacer frente a sus necesidades de energía y nutrientes. Sin una nutrición adecua­da, los niños comienzan la vida con el riesgo de toda una serie de problemas de salud y los adultos no pueden actuar plenamente en sociedad. Pero la nutrición no es sólo un insumo que deter­mina el bienestar humano, es también un reflejo de la situación social y económica de un país. Con una salud y nutrición ade­cuadas, la calidad de vida mejora y aumenta el potencial huma­no, lo que da lugar a un aumento de la productividad y a un for­talecimiento económico (véase el recuadro).

Por estas razones, es indispensable que todos consideramos la nutrición como un problema crucial, una preocupación coti­diana. Las iniciativas que comenzaron en la Conferencia Inter­nacional sobre Nutrición de 1992 y en la Cumbre Mundial so­bre la Alimentación de 1996 tienen como finalidad eliminar muchos de los obstáculos que impiden mejorar la nutrición en todo el mundo. Más de 120 países están desarrollando planes de acción nacionales para hacer frente a los problemas de nutrición.

*Director de Alimentación y Nutrición , FAO.

En comunidad, se están haciendo esfuerzos por mejorar la se­guridad alimentaria y el bienestar nutricional.

EVALUAR LOS COSTOS DEL HAMBRE

Un número desconocido de personas no tiene acceso a can­tidades suficientes de alimentos inocuos de buena calidad. La cantidad de personas en todo el mundo que sufre de ham­

bre crónica es mayor que las poblaciones combinadas de Euro­pa y América del Norte. Pero el porcentaje de las personas que padecen hambre ha ido disminuyendo paulatinamente.

La malnutrición cobra un precio demasiado alto a los países en lo relativo al crecimiento, la salud, la productividad y la ca­lidad de vida de sus habitantes. Sus efectos sobre la salud comien­zan pronto en la vida. Millones de niños menores de cinco años de edad sufren ya de síntomas agudos o crónicos de mal nutrición proteinoenergética. Una cifra estima que 150 millones sufren de deficiencia de peso, 15 millones de debilitación y 180 millones de raquitismo (para la definición de estos términos, véase el re­cuadro). Cada año, cerca de 11 millones de niños menores de cinco años mueren, directa o indirectamente, por causa del ham­bre y la mal nutrición.

La mal nutrición es también una de las causas fundamenta­les del bajo peso de los recién nacidos en los países en desarro­llo. Los que sobreviven a pesar de su bajo peso al nacer tienen dificultad para recuperarse. En su mayoría siguen careciendo de peso suficiente y son enfermizos durante la infancia y la adoles-

comercio exterior, octubre de 2001

TER\IINOS IJE ~UlRIUÓ'

•••••••••••••••••••••••••••••••• La malnutrición es un término amplio que abarca una serie de condiciones que obstaculizan la consecución de una buena salud, y es causada por comer muy poco, demasiado o por comer un alimento no adecuado. La subnutrición es resultado de la inseguridad alimentaria crónica, en la cual la gente no tiene alimentos suficientes para sati sfacer sus necesidades bás icas de energía. La malnutrición proteinoenergética se produce cuando el cuerpo no recibe sufic ientes proteínas y calorías. Los efectos de esta desnutrición son , entre otros, peso insuficiente (baja estatura para la edad) , atrofia (bajo peso para la edad) y debilitación (bajo peso para la estatura). En la defici encia de micronutrientes, el régimen alimenticio carece de algunas vitaminas y minerales esenciales, lo que da lugar a un crecimiento defectuoso y a una mala salud . La nutrición excesiva , que es una amenaza cada vez mayor conforme se observa una expansión de las economías y los estilos de vida se hacen más sedentarios , da lugar a problemas de salud que van desde la diabetes hasta las enfermedades del corazón.

••••••••••••••••••••••••••••••••

cencia, y el ciclo se repite puesto que a su vez las mujeres des­nutridas dan a luz niños con bajo peso. También se están haciendo patentes los vínculos entre la mal nutrición a comienzo de la vida -incluido el período de crecimiento fetal- y el desarrollo posterior de condiciones de salud crónicas tales como enferme­dades a las coronarias, diabetes y presión arterial alta.

La deficiencia de micronutrientes es también una forma muy extendida del hambre encubierta que se puede producir inclu­so entre personas que no parecen subalimentadas. Más de 1500 millones de personas sufren de deficiencia de hierro. Las mu­jeres y los niños son los más afectados por esta condición, que puede retardar el crecimiento, disminuir la resistencia a las en­fermedades y causar un perjuicio a largo plazo en el desarrollo mental y motor. La deficiencia de hierro está también vincula­da con un aproximado de 20% de las enfermedades relaciona­das con el embarazo. La deficiencia de yodo, que afecta a 2 000 millones de personas, va asociada al daño cerebral, el retardo mental, la incapacidad de reproducción, la muerte infantil y la gota. Es muy probable que una mujer embarazada que carece de yodo dé a luz a un niño con diversos grados de retardo mental. La deficiencia de vitamina A puede dar lugar a la ceguera o la muerte entre los niños; también impide el crecimiento físico y disminuye la resistencia a las infecciones. Más de 200 millones de niños menores de cinco años de edad se encuentran en una situación de riesgo por una deficiencia de vitamina A.

Los problemas de salud relacionados con la nutrición exce­siva están aumentando y no sólo en los países desarrollados. Cada vez más las naciones en desarrollo tienen que hacer frente a la doble carga de la desnutrición y la nutrición excesiva dentro de la misma población. La obesidad en la infancia y en la adoles­cencia da lugar a mayores riesgos de desarrollo de la diabetes y otras condiciones relacionadas con el régimen alimentario, y su persistencia hasta la edad adulta representa una nueva carga sobre la salud.

Por último, la contaminación de los alimentos es un grave obstáculo para una mejor nutrición. Los niños son vulnerables

925

en especial a las enfermedades transmitidas por alimentos, que los despojan de nutrientes esenciales como consecuencia de la diarrea. Las toxinas ambientales y los venenos industriales son también comunes en el mundo desarrollado, y por lo gene­ral son los pobres quienes se ven obligados a instalar sus hoga­res en zonas contaminadas.

UNA MEJOR NUTRICIÓN TRAE CONSIGO TODA UNA SERIE

DE BENEFICIOS

Las investigaciones recientes ofrecen pruebas evidentes de los beneficios potenciales cuando los gobiernos asignan in­cluso pequeñas cantidades a la lucha contra la malnutrición.

La India, que ha hecho grandes adelantos en la reducción de la mortalidad infantil, sufre todavía de altos niveles de desnutri­ción infantil. Si la desnutrición infantil fuera eliminada de la India, el PIB del país podría aumentar hasta 28 000 millones de dólares de conformidad con un informe de 1998 del Banco Mundial. Esta cifra es superior a los actuales gastos combina­dos de la India en materia de nutrición, salud y educación.

Las deficiencias de micronutrientes constituyen también una pesada carga para los sistemas nacionales de salud y de desarrollo social. Las estimaciones indican que en Pakistán, por ejemplo, la eliminación de las deficiencias de hierro y yodo, y de la malnu­trición proteinoenergética, podría aumentar el PIB anual en un 5%, y por su parte Bangladesh podría incrementar su PIB anual en un 2% eliminando la deficiencia de hierro.

La lucha contra la malnutrición tiene también influencia di­recta en el potencial intelectual de un país. Los niños enfermos y hambrientos no pueden concentrarse en el aprendizaje de los oficios que necesitan para crearse un futuro productivo. En Pakistán , la reducción del raquitismo inducido por la malnu­trición, incluso en pequeña escala, dio como resultado un au­mento de la matrícula escolar de 2% para los niños y de 10% para las niñas. Cuando, además, se redujeron a la mitad lasta­sas de diarrea, la matrícula aumentó aún más a 5% y 16%, res­pectivamente.

MEJORA DE LA NUTRICIÓN:

LA COMUNIDAD SABE MÁS A ESTE RESPECTO

Los gobiernos deben cumplir la parte que les corresponde pro­porcionando los instrumentos, la capacitación y los in­centivos para ayudar a mejorar la nutrición, pero la mejor

manera de garantizar el desarrollo de acciones efectivas y sos­tenibles es haciendo participar a la comunidad. Es necesario tra­tar cinco sectores principales en todo esfuerzo de nutrición ba­sado en la comunidad:

Comer correctamente según la edad y el sexo. Algunos gru­pos, incluidos los niños pequeños , las mujeres encintas y en pe­ríodo de lactancia, y los ancianos, tienen demandas nutricionales específicas. Pueden necesitar una ingestión mayor de calorías o un mayor nivel de determinados nutrientes .

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Mejorar la producción de alimentos. Para contar con suficien­tes alimentos nutritivos en la variedad adecuada, será necesa­rio reforzar la producción de alimentos basada en la comunidad. Los proyectos de desarrollo agrícola pueden ayudar, mediante la utilización de semillas de alta calidad, mejores aperos y una mejor capacitación, a lograr una producción agrícola superior. El ganado pequeño desempeña también una función impor­tante.

Elaboración y conservación del alimento. En muchos paí­ses en desarrollo los aliméntos se estropean antes de que pue­dan consumirse. Los alimentos mal almacenados pueden tener microbios que causan enfermedades. Incluso los alimentos no perecederos pierden sus nutrientes a lo largo del tiempo. Si se da a las comunidades una formación adecuada y los materia­les necesarios para elaborar y conservar los alimentos, éstas podrán aprovechar al máximo los suministros alimentarios disponibles.

Promoción de la producción de alimentos locales. Con fre­cuencia se dejan de lado los alimentos locales a favor de produc­tos importados más costosos y a veces de menor calidad nutri­tiva. Se deben dar incentivos a las comunidades para que mejoren la producción local de alimentos, en particular la adopción de medidas para aumentar la disponibilidad, aceptabilidad y utili­zación de alimentos locales.

Educación sobre nutrición. La gente tiene que aprender algo acerca de la propia nutrición para poder escoger de manera ade­cuada los alimentos que necesita. Al mismo tiempo, la vigilancia y seguimiento de la situación de la nutrición de los individuos,

un milenio sin hambre

la familia y la comunidad ayudan a los funcionarios -desde agentes de extensión agrícola hasta agentes de salud y encargados de elaborar políticas- a responder de manera rápida y eficaz a los problemas potenciales.

Conforme una comunidad cobra conciencia del carácter y las causas de sus problemas alimentarios y nutricionales, podrá hacer un uso más eficiente de los recursos disponibles para mejorar el estado de la nutrición. Sin embargo, las comunida­des no deben trabajar de forma aislada. Los órganos políticos, financieros y de organización deben esforzarse por reducir la pobreza, apoyar la producción de alimentos y proporcionar ser­vicios de salud y de educación. Los esfuerzos deben dirigirse a aumentar la confianza propia de manera que los individuos, la familia y las comunidades puedan satisfacer sus necesidades básicas, de conformidad con sus prioridades alimentarias y nutricionales.

Al comenzar este nuevo milenio, es fundamental imaginar un mundo sin hambre ni desnutrición, porque si no somos capaces de imaginarlo, no trabajaremos para hacerlo realidad. Todos se beneficiarían. Los gobiernos sufrirían menos pér­didas en la productividad de adultos debilitados por deficien­cias de nutrición; las escuelas gastarían menos recursos en los estudiantes obligados a repetir por causa de enfermedad o incapacidad; los sistemas de salud gastarían menos dinero en la atención de quienes sufren de enfermedades relacio­nadas con la nutrición. Pero, sobre todo, se haría realidad el derecho fundamental a la alimentación para toda la humani­dad.

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • CÓMO ACTUAR HOY A FIN DE PRODUCIR

MÁS ALIMENTOS PARA EL MAÑANA

GUSTAVO GORDILLO DE ANDA*

S igo estando convencido de que una preocupación común por el destino del mundo une a la humanidad. Durante el dece­nio final del último milenio, una serie de conferencias in­

ternacionales se ocuparon de los principales problemas con que se enfrenta la comunidad mundial: el medio ambiente y el de­sarrollo sostenible, el comercio mundial, la población y el desa­rrollo, el desarrollo social, los asentamientos humanos, la fun­ción de la mujer, y la nutrición y la salud. La consecución de la seguridad alimentaria mundial, es decir la eliminación del ham­bre y la malnutrición, forma parte de los objetivos de desarro­llo social, económico, ambiental y humano fijados por todas esas reuniones, que culminaron en la Cumbre Mundial sobre la Ali­mentación, celebrada en Roma en noviembre de 1996. Dispo­nemos ahora de una guía para llegar a un mundo más justo y equi­tativo, elaborada con la participación de la comunidad interna­cional.

*Representante Regional para América Latina y El Caribe, FAO.

CoNSTRuccióN DE UN MUNDO MÁS HUMANO

Es bien conocida la escala de la tragedia en cuanto a los mi­llones de personas que padecen hambre. La subnutrición no se debe a que los suministros mundiales de alimentos sean

de por sí insuficientes. El problema real es que demasiadas per­sonas no tienen los recursos necesarios para producir o comprar alimentos. En América Latina, el20% más pobre de la población recibe tan sólo 3.6% de los ingresos nacionales, sin esperanzas de mejora en un futuro próximo. La mayoría de las personas pobres del mundo viven en zonas rurales, y de forma paradóji­ca se cuentan entre los productores de alimentos. Son peque­ños agricultores o campesinos sin tierras. Muchos de ellos son mujeres, que producen más de 60% de los alimentos que se con­sumen en los países en desarrollo.

La pobreza va acompañada de manera invariable de otros problemas que la agravan: degradación del medio ambiente, falta de conocimientos especializados y de tecnología, el hecho de que los gobiernos no conceden prioridad a la mitigación de la pobre­za, dificultades económicas, guerras, y conflictos sociales y religiosos.

En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, 186 países­en su mayoría representados por jefes de Estado- se compro-

f

comercio exterior, octubre de 2001

metieron a tratar de conseguir la seguridad alimentaria mundial. A pesar de esta solidaridad entre países, hay indicios de que la meta, considerada el mínimo ético al que la humanidad debería aspirar, no se alcanzará. Las proyecciones actuales indican que, a pesar de la mejora, en el año 2015 seguirá habiendo 576 mi­llones de personas subnutridas en los países en desarrollo.

En algunas naciones, la cuestión de la seguridad alimentaria está relacionada con la calidad de vida, pero en la mayoría de los países se refiere a la vida en sí. La persistencia del hambre y la malnutrición es un desafío diario para la supuesta capacidad de administrar la economía mundial. A menos que se avance hacia una sociedad verdaderamente mundial, se corre el riesgo de ins­talarse firmemente en un mundo dividido, en el que el enfren­tamiento y el conflicto sean los factores determinantes y en el que el hambre pueda cobrarse un precio aún más alto. Mientras haya despilfarro y consumo excesivo en los países industria­lizados, habrá pobreza en el resto del mundo. Es necesario que se acelere el avance hacia una sociedad equilibrada y más hu­mana. No es una cuestión de consumir menos, sino de consumir de modo inteligente.

LuCHAR CONTRA LA POBREZA PARA PREVENIR EL HAMBRE

La alimentación fue sin duda la prioridad absoluta para el pri­mer ser humano que hubo en el mundo, y seguirá siendo la prioridad absoluta para la humanidad mientras alguien su­

fra de hambre crónica. Los alimentos no pueden considerarse un producto más. El derecho a los alimentos es un derecho hu­mano básico que es necesario hacer realidad para todos. Sin em­bargo, los derechos sólo pueden ejercerse cuando se eliminan los obstáculos a su realización. En el caso de los alimentos, el ma­yor obstáculo es con mucho la pobreza, que acompaña de mane­ra constante a la subnutrición en todo el mundo, ya se trate de paí­ses desarrollados o en desarrollo. De ahí la importancia de em­prender una acción de base amplia contra la pobreza, interviniendo diferentes niveles estratégicos dentro de cada país.

A nivel local, el hogar debe ser el grupo beneficiario de las políticas de mitigación de la pobreza. Las políticas a este respecto han de ser territoriales, y no sólo sectoriales, y estar orientadas a mejorar la capacidad de las comunidades y las personas. Quie­nes afirman que la agricultura en pequeña escala no es viable desde el punto de vista económico han de darse cuenta de que esta acti­tud simplemente no es ética. Deben encontrarse formas para au­mentar el empleo rural no agrícola en beneficio de los campesi­nos pobres , mejorar su acceso a recursos productivos como la tierra y el agua y facilitar su acceso a una capacitación de mejor calidad. Hay que reflexionar sobre el modo de reforzar las insti­tuciones locales y de establecer nuevas reglas a nivel institucional para beneficiar a los sectores pobres de la población.

A nivel intermedio, que corresponde al nivel regional den­tro de los países, se ha de aceptar que la movilización social puede contribuir a fomentar la innovación y la experimentación nece­sarias para crear el marco institucional más apropiado para el cambio rural. Es necesario que los pobres tengan todos los de-

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rechos del ciudadano, es decir, derechos que no sólo abarquen las cuestiones estrictamente políticas y electorales, sino también les permitan participar plenamente en la vida nacional. Sólo entonces la ciudadanía será una realidad política universal. La sociedad civil, las mujeres, los jóvenes, los campesinos pobres y quienes viven en la periferia de la sociedad urbana deben te­ner mayores oportunidades de participar.

A nivel nacional, es necesario que la situación macroeco­nómica sea boyante, que la inflación esté contenida y que el dé­ficit fiscal esté sometido a un control razonable. Al mismo tiem­po, una política social activa debe asegurar que los recursos públicos no sólo se utilicen para obtener efectos económicos a corto plazo. Lo que se pide es un nuevo contrato social que pre­vea un compromiso directo entre los contribuyentes y los gobier­nos para que los recursos se asignen de manera que favorezcan la consecución de los objetivos sociales convenidos. Las políti­cas económicas y sociales han de fomentar la participación del sector privado en la construcción de una sociedad más equitativa.

La búsqueda del crecimiento económico nacional por sí mis­mo, en un intento de conseguir una mejora equitativa de la so­ciedad, ha demostrado tener tan sólo efectos marginales sobre la pobreza. En el desarrollo ha de participar toda la población, y en especial las personas muy pobres. Es necesario darles los instrumentos para que adquieran seguridad en sí mismas y fa­cilitarles el acceso a la tierra y a los recursos productivos, a la capacitación y a prácticas mejoradas de cultivo. Es necesario tratarlas como seres humanos, como ciudadanos con derechos efectivos y no sólo nominales. La actuación necesaria a nivel macroeconómico entraña también una reforma del Estado que incluya una descentralización que suponga una redistribución auténtica del poder.

CuATRO PILARES PARA LA ACCióN

La búsqueda de una solución realista al hambre en el mundo ha de tender un puente entre la acción contra la pobreza y la acción para reforzar la capacidad humana. Cuatro pila­

res centrales constituyen la base para el éxito de esta labor. Incremento de las reservas alimentarias mundiales y de la

cuantía de la ayuda alimentaria a los países más necesitados. Los países más desfavorecidos deben tener acceso a los alimen­tos que requieren en épocas de dificultad, y para ello debe ha­ber unos sistemas eficientes de distribución que aseguren que esos alimentos lleguen a todos los necesitados y no sólo a quie­nes tienen mayor influencia política. Las personas pobres y pri­vadas de derechos son las primeras que sufren en las crisis ali­mentarias, y también con frecuencia son a quienes es más difícil llegar.

Aumento de la producción alimentaria, especialmente en los países con bajos ingresos y déficit de alimentos. La primera medida para eliminar el hambre debe ser aumentar la produc­ción de alimentos en los países donde la inseguridad alimentaria es más prevalen te o está aumentando. Es necesario fortalecer el capital humano de las zonas rurales, que constituyen a la vez un

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centro de producción de alimentos y un foco de pobreza. La in­vestigación científica y técnica debe dejar de dar preferencia a la agricultura comercial y al sector agroindustrial para encon­trar formas prácticas de mejorar la agricultura de subsistencia.

Mayor acceso de la población rural a todos los recursos . Favorecer la industrialización en detrimento de la agricultura ha resultado una política desastrosa para muchos países en de­sarrollo. Es necesario restablecer el equilibrio. La agricultura es fundamental para la salud de un país, y este hecho debe reco­nocerse esforzándose por asegurar que la población rural ten­ga un acceso suficiente y equitativo a todos los recursos.

Fomento,facilitación y desarrollo del comercio. Es necesa­rio acabar con el dominio permanente y la alteración del comer­cio por los países industrializados mediante negociaciones nue-

un milenio sin hambre

vas y más amplias en el marco de la Organización Mundial del Comercio, con la plena participación de los países en desaJTollo.

Algunos dirán que detrás de estos pilares hay mucho idealis­mo, pero no debemos renunciar a él; el idealismo ha sido y se­guirá siendo un faro espiritual. La eliminación del hambre en el mundo depende de todos. Se haría bien en tener presente lasa­bia recomendación del filósofo británico Karl Popper: "N o de­bemos olvidar jamás que los seres humanos no son dioses, pero hemos de recordar siempre que hay una chispa divina en cada uno de nosotros". No es cuestión de prometer un futuro a los hambrientos, porque esto no significa nada para ellos. Hay que ofrecerles un nuevo trato; ayudarles a convertirse en individuos con identidades y perspectivas propias y bien definidas, libres para siempre del temor al hambre.

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • UNA MIRADA DESDE EL FUTURO:

CUANDO LOS ALIMENTOS PARA TODOS SE HICIERON REALIDAD

HARTWJG DE HAEN *

A finales de 1999 tuvo lugar un acontecimiento que, viendo las cosas retrospectivamente, representó un punto de infle­xión no sólo en el comercio internacional, sino también en

las relaciones entre los países: la reunión ministerial de Seattle de la OMC, convocada en un principio para iniciar una nueva ron­da de negociaciones comerciales multilaterales. La reunión ter­minó de manera infructuosa, en un clima de protestas callejeras sin precedente para esa ciudad, debido a la frustración existente en muchas partes del mundo ante los efectos de la mundialización y el sistema de gobierno mundial del comercio. En particular, los manifestantes opinaban que no se había permitido una participa­ción auténtica de los países en desarrollo y que muchos de los países ricos seguían siendo injustamente proteccionistas.

La "batalla de Seattle" fue una campanada que sacó de su pro­fu ndo sueño a los principales interlocutores comerciales de los países industrializados. Se dieron cuenta de que, si se quería que la OMC sobreviviera, debían integrarse plenamente en el proce­so de mundialización. Quedó claro que la participación de los paí­ses en desarrollo en pie de igualdad era fundamental para esta­blecer un marco normativo eficaz y estable en un régimen de comercio internacional en verdad justo. A partir de entonces, em­pezó a surgir lentamente un consenso.

REDUCCIÓN DE LAS PERTURBACIONES

EN EL COMERCIO INTERNACIONAL

En los acuerdos de la Ronda de Uruguay que se habían fir­mado en abril de 1994, y en especial en el Acuerdo sobre la Agricultura, los países industrializados se habían compro-

*Subdirector General del Departamento Económico y Social, FAO.

metido a poner en marcha un proceso de reforma para reducir de manera considerable la protección y la ayuda prestadas a los productores internos. Sin embargo, a pesar de las reducciones acordadas y a falta de medidas más drásticas, sus niveles de ayuda se habían mantenido altos. Los países ricos continuaban alteran­do los mercados internacionales, Jo que fomentaba la creación de excedentes y contribuía a bajar los precios de los productos básicos.

Las conversaciones sobre el comercio mundial continuaron durante muchos años. Las evaluaciones de las formas económi­cas realizadas entre cada ronda mostraban de manera invaria­ble que las ganancias económicas en una región del mundo no se traducían necesariamente en pérdidas económicas en otras. Y, cuando sí se traducían así, esas pérdidas eran por lo general temporales o la solidaridad internacional facilitaba el proceso de reajuste. Estas conclusiones, ampliamente difundidas, con­tribuyeron a reducir la resistencia política interna a la mundia­lización económica y dieron un nuevo impulso a la reforma del comercio.

Estas nuevas rondas de negociaciones comerciales de la OMC

tuvieron más éxito porque todos los países participaron en ellas en pie de la igualdad y sus preocupaciones se tuvieron en cuen­ta en las inevitables transacciones.

Para entonces, los países en desarrollo, en los que vivía la gran mayoría de las personas hambrientas del mundo, seguí­an constituyendo también la mayoría de los miembros de la OMC.

Los países en desarrollo supieron aprovechar las conver­saciones sobre comercio para crear una mayor conciencia del hecho de que un comercio más libre y más equitativo era fun­damental para erradicar el hambre. Esto contribuyó a movili­zar el apoyo público y político a favor de reformas comercia­les que aceleraron el proceso de liberalización del comercio internacional. Como resultado de ello, empezaron a cambiar las políticas y el comercio agrícola y se adoptaron medidas más apropiadas para atender las necesidades de los países en desa­rrollo.

e

comercio exterior, octubre de 2001

Á YUDA A LA COMPETITIVIDAD DE LOS AGRICULTORES

A 1 beneficiarse de nuevas e importantes reducciones de la ayuda interna y de la eliminación completa de las subven­ciones a la exportación en los países más ricos, los países

en desarrollo pudieron mejorar su seguridad alimentaría de dos modos. En primer lugar, los agricultores de esos países estuvie­ron en mejores condiciones de competir con las importaciones de alimentos, lo que estimuló la producción agrícola y generó mayores beneficios. En segundo lugar, al permitir que la agri­cultura de los países en desarrollo incrementara su capacidad po­tencial, todos los sectores de la economía de esos países resul­taron beneficiados. También se reconoció cada vez más que no sólo las subvenciones a la exportación sino también las restric­ciones a la exportación eran perjudiciales para la seguridad alimentaría internacional. Esas restricciones habían reducido las exportaciones cuando más se necesitaban las importaciones y habían acentuado el aumento de los precios en los mercados in­ternacionales. Su impresión contribuyó a reducir el monto to­tal de los impuestos de los importadores de alimentos.

Al ser la agricultura la espina dorsal de la economía de casi todos los países en desarrollo, el crecimiento agrícola sacó de la pobreza a muchos habitantes de las zonas rurales. El aumen­to de la demanda generó también inversiones y empleo en otros sectores. El resultado fue que la demanda de alimentos creció a menudo más deprisa incluso que el suministro interno de alimen­tos. El déficit cada vez mayor se cubrió con importaciones de alimentos, que no revestían ya la forma de ayuda, sino de im­portaciones comerciales a cambio de exportaciones de otros bienes y servicios.

Otra práctica con consecuencias perturbadoras para el comer­cio que los países industrializados utilizaban todavía a comienzos del siglo XXI era la protección de sus industrias de elaboración de alimentos y productos agrícolas. Aunque se había autoriza­do que productos primarios no elaborados, como frutas tropi­cales, café y cacao, entraran en los mercados de los países indus­trializados, a los productos elaborados a partir de esas materias primas se les aplicaban aranceles relativamente altos. Los paí­ses convinieron en eliminar de manera gradual esa denomina­da progresividad arancelaria. En consecuencia, muchos países en desarrollo pudieron ampliar su industria alimentaria de ex­portación y obtener así un considerable valor añadido.

OBSTÁCULOS ARANCELARIOS LEGÍTIMOS

El acuerdo de la OMC sobre la Aplicación de Medidas Sani­tarias y Fitosanitarias, que se había aprobado ya a raíz de la Ronda de Uruguay, siguió siendo una medida muy eficaz:

limitaba estrictamente los obstáculos a las importaciones a aque­llos casos en que los productos no se ajustaban a unas normas sobre inocuidad basadas en principios científicos. Al comienzo, para muchos países en desarrollo fue difícil y costoso cumplir las nor­mas internacionales sobre inocuidad de los-alimentos, pero poco a poco estuvieron en condiciones de hacerlo. La asistencia téc-

929

ni ca fue muy útil en este proceso, lo que benefició de forma con­siderable a los consumidores de todos los países.

Durante la Ronda de Uruguay, algunos países industrializados se habían comprometido a ofrecer una compensación a los paí­ses que resultaran perjudicados al principio. Sin embargo, estos compromisos apenas se aplicaron, lo que fue una de las razones por las que las conversaciones de Seattle acabaron de manera tan desastrosa. En las negociaciones comerciales posteriores, que tuvieron lugar al comienzo del nuevo siglo, los países en desarrollo lograron obtener mejores garantías de asistencia para adaptarse a las nuevas condiciones del mercado. Por ejemplo, se estable­cieron organismos para estabi !izar los ingresos de exportación y ofrecer un seguro de riesgo para los países en desarrollo, y se efec­tuaron pagos a título de compensación temporal a los países po­bres que se enfrentaban con aumentos extraordinarios de sus fac­turas de importación de alimentos.

Cuando los países en desarrollo alcanzaron una etapa en laque pudieron satisfacer en su mayoría sus necesidades de alimentos mediante un aumento de la producción interna y de las importa­ciones comerciales, desapareció de forma paulatina la dependen­cia con respecto a la ayuda alimentaria directa y permanente. Además, los donantes y los gobiernos de los países tuvieron más cuidado de orientar la ayuda alimentaria restante de manera que llegara a las poblaciones más vulnerables. Por ejemplo, se refor­zó la educación en los países en desarrollo gracias a políticas encaminadas a asegurar que los alumnos recibieran una alimen­tación saludable y que dispusieran de alimentos suficientes, ya que nadie puede aprender cuando tiene el estómago vado,.

Pero ni siquiera la aceleración del crecimiento económico pudo poner fin a las catástrofes naturales. Algunos países siguen sien­do vulnerables a la escasez de alimentos causada por esas catás­trofes, pero la humanidad ha adquirido la capacidad para prede­cir y prevenir de manera mucho más eficaz una amplia variedad de crisis que afectan al suministro de alimentos, así como para entregar alimentos suficientes en situaciones de urgencia inevi­table. Al mismo tiempo, muchos países en desarrollo situados en zonas de alto riesgo -como por ejemplo las que están expues­tas a un clima extremo, a inundaciones y a terremotos- han creado una infraestructura eficaz, incluidos almacenes de alimentos, para hacer frente a las crisis y proteger a su población contra el ham­bre mucho mejor que antes.

CoMERCIO EQUITATIVO Y ALIVIO DE LA CARGA DE LA DEUDA

La liberalización del comercio contribuyó a aliviar la crisis de la deuda en muchos países en desarrollo. Esto ocurrió en especial en los países capaces de exportar alimentos o de apro­

vechar el crecimiento de los mercados de productos agrícolas ela­borados. Pero para muchos de los países pobres más endeudados, a los que no cabría la esperanza de reembolsar su deuda a los ban­cos extranjeros, los sufrimientos causados por la pobreza y el hambre siguieron siendo intensos durante un período considera­ble. Sin embargo, mediante una medida trascendental y espera­da desde hacía tiempo, que supuso un viraje decisivo en los in-

930 un milenio sin hambre

E l desarrollo participativo consiste sobre todo en proporcionar apoyo

financiero, técnico y logístico a las comunidades rurales para

ayudarles a conseguir los objetivos económicos y sociales que hayan

determinado ellas mismas

ten tos de acabar con el hambre, estas deudas fueron canceladas, aunque a condición de que los fondos destinados con anteriori­dad a atender el servicio de la deuda se canalizaran hacia progra­mas para el fomento de la seguridad alimentaria de las personas más pobres a través del desarrollo agrícola.

La producción agrícola y las ventas de los países industria­lizados han seguido aumentando en términos absolutos. Esto se debe en parte al crecimiento demográfico mundial que ha proseguido, aunque a un ritmo más lento, y más población sig­nifica mayor demanda de alimentos . Pero, lo que es más impor­tante, el aumento obedece también al mayor poder adquisitivo de los países menos adelantados. A pesar del crecimiento de su prod · ón agrícola interna, su demanda de importaciones no se ha reducido, sino que de hecho ha aumentado. Esta expe­riencia ha acabado por convencer tanto a las autoridades de los países en desarrollo como a las organizaciones donantes de que un sector agrícola fuerte activa el crecimiento de toda la economía. Además, el progreso económico de los países en desarrollo ha constituido, en forma inexplicable, el fundamen­to de la prosperidad permanente de los países desarrollados. En efecto, la distinción anterior entre los denominados países "en desarrollo" y "desarrollados" ha perdido gradualmente su significado.

UN DIVIDENDO DE LA DEMOCRACIA

N o fueron sólo consideraciones de orden económico las que impulsaron a los gobiernos a modificar sus políticas agrí­colas nacionales; las presiones políticas internas constitu­

yeron también un factor importante. La generalización de de­mocracias estables fue una condición esencial para poner fin al hambre en el mundo en desarrollo. Cuando las personas pobres y hambrientas tuvieron la oportunidad de participar en la elección de sus gobiernos, sus dirigentes tuvieron que escuchar su opinión. Las políticas económicas, que hasta entonces habían tratado de complacer a los votantes urbanos, empezaron a tener en cuenta las necesidades de la población rural.

La aceptación de la equidad social y de los derechos huma­nos también ayudó a superar la discriminación de las niñas y las

mujeres . A causa de esta discriminación muchas de ellas no dis­frutaban de las mismas oportunidades que los hombres y esto a menudo era causa de pobreza, sobre todo en las zonas rurales, incluso a finales del siglo XX. La igualdad entre mujeres y hom­bres en todas las esferas de la sociedad constituye, sin lugar a dudas, una de las razones principales por las que en la actuali­dad toda la población disfruta regularmente de alimentos sufi­cientes y nutritivos.

Por último, la generalización de la democracia entrañó un descenso del número de conflictos civiles violentos, así como del hambre y la alteración de la producción que causaban. Al ha­cerse las sociedades cada vez más pacíficas y pluralistas, em­pezaron a atraer más inversiones tanto internas como externas que se tradujeron en un aumento de prosperidad. De este modo la democracia y la paz contribuyeron a impulsar el crecimiento económico, que a su vez reforzó las instituciones democráticas. El resultado fue una espiral ascendente de mitigación de lapo­breza y desarrollo social, que en última instancia culminó en la erradicación del hambre crónica

ENSEÑANZAS ADQUIRIDAS

N o habría sido posible erradicar el hambre crónica si los go­biernos de los países en desarrollo no hubieran reconoci­do que la agricultura desempeña una función decisiva en

el desarrollo económico y social. Muy pocos países han alcan­zado un alto grado de desarrollo industrial sin haber establecido antes una economía agrícola sólida.

Este apoyo al sector agrícola en los países pobres contrastó con las políticas económicas internas aplicadas por muchos de ellos durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Los controles de los precios y las subvenciones a las importaciones habían he­cho que los alimentos fueran más asequibles en las ciudades, y las inversiones se habían desviado de la agricultura hacia otros sectores, en particular el de la industria manufacturera. Esto ha­bía beneficiado a las poblaciones urbanas , que tenían acceso a alimentos asequibles y a mayores oportunidades de empleo, pero había empobrecido a los agricultores, había sofocado el desarrollo agrícola y debilitado la economía rural. La experiencia también

comercio exterior, octubre de 2001

demostró con claridad que las inversiones en infraestructura ru­ral y en servicios sociales para la población rural reportaban divi­dendos ingentes. N o sólo la producción de alimentos aumentaba

931

y los medios rurales de subsistencia mejoraban, sino que se pro­ducía también un descenso de la migración de las zonas rurales a las ciudades abarrotadas y de los países pobres a los países ricos.

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

TRABAJANDO JUNTOS PARA ERRADICAR EL HAMBRE

JACQUES DIOUF*

¿QuÉ ES LA SEGURIDAD ALIMENTARIA?

S e logra la seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a su­ficientes alimentos inocuos y nutritivos para llevar una vida

activa y sana. Esto supone que se cumplan cuatro condiciones: que el suministro o la disponibilidad de alimentos sean suficien­tes; que sean estables y no registren fluctuaciones ni escaseces de una temporada a otra, o de un año a otro; que los alimentos sean accesibles o asequibles, y que aseguren la calidad e ino­cuidad adecuadas. El mundo ya produce alimentos suficientes para todas las personas; el problema reside en garantizar su dis­ponibilidad de manera continua. Esto no significa que para su­primir el hambre sea suficiente una mejor distribución. Si bien es cierto que no todas las personas disponen de acceso equitati­vo a los alimentos, una causa importante de la inseguridad ali­mentaria es que no se desarrolla ni incrementa la producción local de alimentos. Las comunidades pobres necesitan recursos apro­piados para poder producir alimentos o poder ganar lo suficiente para comprarlos.

DE LAS PROMESAS A LAS POLÍTICAS

E 1 hambre no constituye un problema inevitable. Los cono­cimi~n.tos y la te~nología de que hoy se dispone deberían perm1t1r que se ahmentara a toda la población en todo mo­

mento. El problema crucial es cómo garantizar que las personas pobres y desnutridas tengan acceso a este potencial global del mundo y a las técnicas y conocimientos que se requieren para explotarlo.

Para que la seguridad alimentaria se haga realidad se deben perseguir con firmeza los objetivos de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. En esa oportunidad se plasmó, con nobles pa­labras y promesas, un marco de referencia constituido por siete compromisos que ahora se deben poner en práctica. Será nece­sario que los gobiernos , trabajando codo acodo con el sector pri­vado y la sociedad civil, actúen con determinación para crear políticas que ayuden a alcanzar estos objetivos. Los procesos que regulen esta acción deben ser democráticos y buscarán sobre todo potenciar el papel de las poblaciones que hoy padecen inseguri-

* Director General de la FAO.

dad alimentaria, principalmente la población rural pobre. Es pre­ciso desplegar esfuerzos a nivel local, puesto que muchas de las limitaciones que impiden potenciar la capacidad de acción de la población -acceso insuficiente a la enseñanza, la información, la atención médica, el empleo, los adelantos tecnológicos, el cré­dito, y los recursos de tierras y aguas- son por su propia índole específicos de cada país. Los gobiernos deben adoptar medidas para corregir la distribución desigual de estos bienes y servicios, que por lo general favorece a las zonas urbanas.

La agricultura es el motor del crecimiento económico de muchos países en desarrollo. En algunos de los más pobres lle­ga a generar de 30 a 50 por ciento del PIB, emplea de 70 a 80 por ciento de la fuerza de trabajo y contribuye de 40 a 70 por ciento en los ingresos de exportación. Por consiguiente, la inversión en la agricultura y la innovación tecnológica son los factores esen­ciales para mejorar la difícil situación de los países en desarro­llo. Un acceso más equitativo a la tierra, al agua y al capital per­mitirá reducir las tensiones. Los programas de reducción de la pobreza, orientados a la población rural pobre, permitirán que los grupos más indigentes se incorporen a la corriente central de la economía. A efectos de mejorar la nutrición, aumentar la pro­ducción e impulsar el crecimiento de los ingresos familiares es necesario potenciar el papel de la mujer rural, ya que 60% de los trabajadores agrícolas del mundo son mujeres. Por este motivo es esencial el acceso de las mujeres a la tierra, la tecnología, los insumos y el crédito.

En los países pobres aquejados por la inseguridad alimentaria, los recursos potenciales más importantes para hacer frente a los problemas del hambre y la mal nutrición son la población local y la productividad de la tierra y el agua; para lograr mejoras sostenibles se necesitarán inversiones en ambos. Las destina­das a la población asumirán la forma de servicios educativos ' agua pura y saneamiento, servicios sanitarios y sociales y cuando ello sea necesario, un apoyo directo a la alimentación y la nu­trición. Por otra parte, el apoyo a las comunidades rurales tam­bién proporciona beneficios indirectos. Una comunidad que cuenta con caminos adecuados, con un suministro fiable de agua y electricidad, y cuyos miembros tienen instrucción y disponen de acceso a la atención médica tendrá posibilidades mucho mayores de atraer la inversión privada.

Incluso las iniciativas nacionales más bien intencionadas y mejor planeadas necesitan el apoyo de la comunidad interna­cional. Lamentablemente la AOD destinada a la agricultura se ha reducido de 25 a 30 por ciento del total de los años ochenta, a menos del 15 % en la actualidad. Si los países donantes de­sean aliviar la carga de la pobreza y el hambre, deberán incre­mentar sus inversiones en el sector agrícola, fuerza motriz de las economías rurales. Además, los acuerdos mundiales en vigor

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tienden a fomentar políticas que perjudican a la población ru­ral. Un ejemplo de ello son los recientes acuerdos mundiales en materia de comercio agrícola. Los países desarrollados si­guen protegiendo algunos de sus productos agrícolas , pero al mismo tiempo se pide a los países en desarrollo que reduzcan su apoyo tradicional a la agricultura de conformidad con los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio.

Los marcos normativos mundiales pueden ayudar a mitigar los efectos de las tendencias y fenómenos negativos que afectan el futuro de la seguridad alimentaria, como la presión demográ­fica creciente, los cambios en la distribución de la población, los períodos de inestabilidad financiera y recesión a nivel mundial, las catástrofes naturales, los conflictos armados, factores am­bientales como el cambio climático y el estado de los recursos naturales.

Sin embargo, para que tales marcos normativos resulten efi­caces deben ser por completo transparentes, participativos y, sobre todo, capaces de adaptarse a los cambios.

MIRANDO HACIA EL FUTURO

En la lucha contra el hambre se han logrado progresos enor­mes, pero según las proyecciones las mejoras variarán de una región a otra. Por ejemplo, para el año 2015 el núme­

ro de personas desnutridas en Asia meridional y oriental se re­ducirá a menos de 10% de la población gracias al aumento de los niveles de producción y a un crecimiento demográfico más lento. A estos niveles bajos resulta mucho más fácil desarro­llar políticas eficaces para eliminar los restantes problemas de hambre. Considerando que de los 800 millones de personas que sufren hambre en el mundo la mayoría reside en Asia, este resultado marcará un avance importante de los esfuerzos mun­diales.

Lamentablemente no se registrarán adelantos similares en muchos países del África subsahariana, donde de un 20 a un 40 por ciento de la población seguirá careciendo de alimentos sufi­cientes. Algunos países muy pobres de Asia oriental, el Caribe y el Cercano Oriente compartirán la misma suerte. En esas zonas será necesario desplegar un esfuerzo concertado con el objetivo específico de liberarlas de la trampa del hambre y la pobreza. Las proyecciones relativas a América Latina se sitúan en un punto intermedio, si se considera que la desnutrición seguirá condicio­nando la vida de un lO a 20 por ciento de la población.

HACIA LA AUTOSUFICIENCIA

La mayoría de las personas que sufren hambre en el mundo vi ve en países en desarrollo con una población rural nume­rosa. Por Jo general estos países no disponen de los recur­

sos necesarios para producir alimentos suficientes para supo­blación, ni tampoco de divisas para financiar importaciones de alimentos. Muchos de ellos se encuentran fuertemente endeu­dados y tienen una dependencia crónica de la ayuda alimentaria,

un milenio sin hambre

que evita la inanición pero no ataca las causas subyacentes de la inseguridad alimentaria. El programa especial para la segu­ridad alimentaria de la FAO, destinado a los países de bajos in­gresos con déficit de alimentos, constituye un ejemplo de la manera en que los gobiernos pueden ayudar a la población ru­ral a encontrar soluciones más duraderas para el problema de la inseguridad alimentaria aumentando la producción agrícola en pequeña escala.

El programa especial fue refrendado en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, cuando Jos que habían de ser sus paí­ses beneficiarios y donantes se comprometieron a hacer de la seguridad alimentaria una prioridad de desarrollo. Muchos de ellos han traducido estas palabras en hechos concretos: el programa especial, financiado por donantes bilaterales y mul­tilaterales, funciona hoy en 60 de Jos 80 países de bajos ingre­sos con déficit de alimentos del mundo, como parte de sus po­líticas nacionales de seguridad alimentaria y desarrollo.

La finalidad del programa especial consiste en mejorar la au­tonomia y la seguridad alimentaria dentro del marco económico y de desarrollo del país receptor. Los objetivos fundamentales del programa son impulsar la producción local de alimentos, reducir la variabilidad anual de la producción a fin de estabili­zar el suministro de alimentos e incrementar el empleo y los in­gresos rurales para que la población pueda tener mayor acceso a los alimentos.

UN MILENIO SIN HAMBRE: UNA OBLIGACIÓN MUNDIAL

Liberar a la humanidad del hambre y la malnutrición no es una elección posible, sino una obligación moral. En la ac­tualidad se cuenta con los medios para producir alimentos

suficientes para la población mundial; lo que impide acabar con el hambre es sobre todo la falta de una firme voluntad colecti­va. Esa inercia política constituye una violación del derecho básico de los seres humanos a los alimentos; toca a los gobier­nos y a la comunidad mundial en su conjunto aunar esfuerzos para corregir esta inaceptable realidad.

Ha llegado el momento de ir más allá del mero estableci­miento de objetivos con el propósito de reducir a un cierto ni­vel, cada año, el número de personas desnutridas. Aunque es­tas metas puedan parecer ambiciosas en cifras absolutas, no significan mucho para los 800 millones de personas a las que aún se niega el derecho a los alimentos. Hablar de objetivos futuros puede resultar consolador para los gobiernos al darles la sensación de que tienen mucho tiempo para actuar. Pero el momento de actuar es ahora mismo. Todos los gobiernos -tanto los de los países de bajos ingresos con déficit de alimen­tos como los de los que tienen ingresos elevados y una pobla­ción bien alimentada- deben poner en práctica de inmediato las medidas necesarias para cumplir las promesas formuladas en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Debe pues, crear un entorno propicio para la seguridad alimentaria sostenible en escala mundial, a fin de que en el curso de nuestra vida se haga realidad el objetivo de un milenio sin hambre. (J

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Día Mundial de la Alimentación 2001: combatir el hambre

para reducir la pobreza

• • • • • • • • • • AUGUSTO SIMOES LOPES NETO•

E 1 Día Mundial de la Alimentación se celebra cada año en todo el mundo y coincide en fecha con el aniversario de la funda­ción de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricul­

tura y la Alimentación (FAO), ell6 de octubre de 1945. El lema de este año encierra la idea de que el hambre es la manifestación más crítica de la pobreza, de modo que eliminarla es el primer paso para reducir la pobreza.

La lucha contra la pobreza no puede ganarse sin eliminare! ham­bre, porque es ella laque impide una vida sana y productiva. En mu­chos casos, la desnutrición y la pobreza se transfieren de una gene­ración a otra. La FAO considera la inseguridad alimentaria como una violación de los derechos humanos. En algunos países, el derecho a la alimentación está consignado en la Constitución, lo que refleja la importancia que se le atribuye.

Es lamentable que la mayor parte de las estrategias encaminadas a reducir la pobreza no combate directamente el problema del ham­bre. Los responsables de elaborar las políticas suponen que con el au­mento de los ingresos y el crecimiento de la economía, los beneficios han de llegar hasta los que padecen hambre. Pero esta teoría no se ha comprobado en la práctica y en los países en desarrollo las desigual­dades en la distribución de la riqueza, cultura, derechos humanos y acceso a la alimentación siguen creciendo.

La población es el motor del crecimiento de los países y los alimentos son su combustible. Como afirma el director general de la FAO, Dr. Jacques Diouf: " Ya no puede suponerse que el hambre desaparecerá a consecuencia de la eliminación de la pobreza . Es necesario concentrar más la atención en el hambre y el desarro-

* Representante de la FAO en México <[email protected]>.

llo agrícola en el objetivo más general de reducción de la pobre­za".

Las personas que pasan hambre están atrapadas en una pobreza interminable y en la impotencia. Los daños cerebrales producidos por la desnutrición crónica comienzan en la infancia y pueden permanecer el resto de la vida. El cuerpo humano, al carecer de calorías y nutrientes suficientes, reduce su actividad física. Las mujeres encintas quepa­san hambre tienen niños con bajo peso al nacer, los cuales afronta­rán la vida con una atrofia del crecimiento y enfermedades frecuentes.

Más de 800 millones de personas en el mundo, entre las cuales 200 millones son niños, padecen desnutrición crónica en la actualidad.

Para avanzar en la lucha contra el hambre, los gobiernos, el sector privado y la comunidad internacional tendrán que concentrarse en las zonas rurales, donde vive 70% de la población pobre y con hambre. Habrá, asimismo, que invertir más en los países en desarrollo, donde la población se incrementará drásticamente hasta el año 2050, cuan­do se supone que se estabilizará en alrededor de 9 000 millones de personas.

Las actividades del DMA se proponen informar al público sobre la problemática del hambre y reforzar la solidaridad en esta lucha, a fin de asegurar que todos tengan suficientes alimentos. Es decir, la FAO

busca la seguridad alimentaria, definida como el acceso de toda la población en todo momento a los alimentos necesarios para llevar una vida activa y saludable.

Desde sus inicios, la ONU ha establecido el acceso a una alimenta­ción adecuada como derecho individual y responsabilidad colectiva. La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 proclamó: "Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le ase­gure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la ali-

mentación ... ". Casi 20 años después, el Pacto Internacional de Dere­chos Económicos, Sociales y Culturales ( 1996) elaboró estos conceptos más plenamente, haciendo hincapié en "el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso la alimenta­ción ... ", y especificando "el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre".

Así pues ¿qué diferencia hay entre el derecho a estar protegidos contra el hambre y el derecho a tener una alimentación adecuada? El primero de estos derechos es fundamental. Significa que el Estado tiene la obligación de asegurar, por lo menos, que las personas no mueran de hambre. Como tal, está intrínsecamente asociado al derecho a la vida. Además, no obstante, los estados deberían hacer todo lo posible por promover un disfrute pleno del derecho de todos a tener alimentos adecuados en su territorio; en otras palabras, las personas deberían tener acceso físico y económico en todo momento a los alimentos en canti­dad y de calidad adecuadas para llevar una vida saludable y activa.

De hecho, la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, celebrada en Roma en noviembre de 1996, fue un encuentro histórico en el que 112jefes de Estado y de gobierno y otros dirigentes de 186 países ex­presaron su voluntad política y el compromiso de asumir como una obli­gación moral y política la tarea impostergable de disminuir a la mitad, parae12015, la dramática cifra de 840 millones de personas que en el mundo sufren hambre, y para los cuales el derecho a la alimentación no es más que una utopía. En la Cumbre, los países firmantes aproba­ron un Plan de Acción que contiene siete compromisos que abarcan todos los campos: desde el comercio internacional hasta la participa­ción equitativa de hombres y mujeres en el logro de una seguridad alimentaria.

Para dar seguimiento al plan acordado y con el objetivo de evaluar los resultados obtenidos, se llevará a cabo la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: Cinco Años Después, a celebrarse en Roma, del 5 al 9 de noviembre, a la cual se está convocando a los jefes de Estado y de gobierno de todo el mundo.

Con el objetivo de hacer realidad el Plan de Acción hasta el año 2015 y considerando la urgencia de contar con recursos financieros para solucionar el problema del hambre, la FAO decidió hacer un llamado a los países, a las empresas y a las personas, pidiendo su contribución financiera. Así nació la campaña TeleFood, una gran cadena solida­ria que mediante transmisiones televisivas en los países miembro de la FAO, trata de aumentar la conciencia mundial sobre la realidad del hambre y de movilizar recursos para acelerar la aplicación de sol ucione·s concretas. El espíritu de esta demostración de solidaridad mundial se recoge en su lema universal y único: "Alimentos para todos". La TeleFood se realiza cada año en coincidencia con el DMA.

Los satélites lntelsat y Panamsat son patrocinadores de Telefood para permitir la retransmisión de los programas televisados en todo el planeta, lo que posibilita la difusión para alrededor de 500 millones de espectadores.

En México, la Representación de la FAO ha comenzado los prepa­rativos para la celebración del DMA 200 l . El Comité Organizador del DMA lo preside la Secretaría de Relaciones Exteriores y participan ins­tituciones como la Secretaría de Desarrollo Social, a la que este año corresponde encabezar el acto central de las a e ti vidades en el marco del DMA. Asimismo, participan otras dependencias y organismos ta­les como el Consejo Nacional de Población, el Instituto Nacional de

Estadística, Geografía e Informática, la Secretaría de Salud, la de Edu­cación Pública, la de la Reforma Agraria, la de Agricultura, Ganade­ría, Pesca y Alimentación, la de Medio Ambiente y Recursos Natura­les, el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, la Comisión Nacional de la Mujer, la Procuraduría Federal del Consumidor, el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, el Instituto Nacional Indigenista, así como las representa­ciones de cada uno de estos organismos en los estados.

También el sector privado está presente, con organismos no guber­namentales y de la sociedad civil, que además patrocinan algunas de las actividades.

En del Comité Organizador se establecen los actos para la celebra­ción del DMA. Este año, cada secretaría y organización ha presentado planteamientos como la emisión de un timbre postal y un billete de lotería alusivos al DMA, pláticas de orientación nutricional, ciclos de conferencias sobre la buena alimentación, muestras gastronómicas, elaboración de artículos relativos a la importancia del DMA, progra­mas de radio, anuncios en televisión, difusión de información acerca del DMA en diferentes escuelas, exposiciones gráficas, desfiles, pu­blicidad impresa, etcétera.

La Representación de la FAO recibe con gran entusiasmo esta se­rie de actividades propuestas por los miembros del Comité que pro­mueven el DMA y Telefood en México.

Asimismo, la FAO en México trabaja en proyectos en torno al DMA.

En este sentido, ha buscado la participación de grandes empresas de alimentos en las actividades propuestas por el Comité o que incluso generen nuevas ideas. La Fundación Herdez, la Me Donald' s y el Grupo Bimbo han sido las primeras empresas en mostrar interés por colabo­rar con la FAO en el marco del DMA.

Otra iniciativa de la FAO relacionada con Telefood que ha tenido gran éxito en años anteriores han sido los llamamientos de celebrida­des que, con su talento e influencia, se han unido a esta campaña mundial para poner fin al hambre en los países. Algunas de ellas, al convertir­se en embajadoras de la FAO, se han comprometido personal y profe­sionalmente con los objetivos humanitarios que fundamentan la mi­sión de la Organización: construir un mundo con seguridad alimentaria para las generaciones presentes y futuras.

Cientos de destacadas personalidades del cine, el teatro, la músi­ca, la ciencia, el deporte, la política, el mundo académico y las artes plásticas han manifestado su apoyo a la campaña para poner fin al ham­bre, contribuyendo a llamar la atención sobre este problema que aqueja a más de 800 millones de personas en el mundo hoy en día.

Para la Representación de la FAO en México, así como para la FAO

en general, es esencial sensibilizar a la población sobre Jos problemas del hambre, la inseguridad alimentaria y también informar al público sobre esta problemática tan grave, pero sobre todo, reforzar la solida­ridad.

México, como país miembro fundador de la FAO, participa hoy, como siempre, de manera decidida y activa en las iniciativas de apo­yo a las poblaciones rurales, vinculadas a actividades pesqueras, agrí­colas y forestales.

La FAO redobla sus esfuerzos para que el país sea beneficiario de los objetivos y programas que dan sentido a la Organización, en los cuales México tiene un compromiso firme: erradicar el hambre en el mundo y luchar contra la pobreza.