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Universidad de Aconcagua Sede Puerto Montt ENSAYO “LA FELICIDAD Y LA ALEGRIA: Conceptualización y descripción como Proceso Psicológico”

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Paper donde se define los elementos que estan presentes en la alegria como contructo de la emocion

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Page 1: Emocion - Alegria

Universidad de Aconcagua

Sede Puerto Montt

ENSAYO

“LA FELICIDAD Y LA ALEGRIA:

Conceptualización y descripción

como Proceso Psicológico”

Alumno:

PATRICIO RODRÍGUEZ PÉREZ

Docente:

MARCOS RUIZ

Asignatura:

PROCESOS PSICOLOGICOS II

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EMOCION: LA ALEGRIA

La palabra “alegría”, proviene del latín “alicer-alecrín”, que literalmente

significa vivo o algo animado. Junto con el miedo, el asco, la ira, la tristeza y la

sorpresa, configuran las emociones básicas con la cual el hombre se

desenvuelve. En este aspecto, la alegría se podría definir como un estado de

bienestar general en donde confluyen niveles elevados de energía y disposición.

Entonces, la alegría entendida como emoción, expone en la acción del sujeto a

percepción que se tiene de ella expresándola en apariencia, decisiones, lenguaje y

actos.

Desde la filosofía, quien evidencio la existencia de este proceso interno fue

Aristóteles, quien lo describió como el ejercicio virtuoso de lo específicamente

humano. En el uso trivial del concepto, la alegría hace referencia a un estado de la

mente y el alma relacionado con el placer. Según Aristóteles, el ser humano tiene

como fin último la búsqueda de la felicidad, entendida como la plenitud del ser.

Pero la felicidad no es específicamente alegría y así lo concibió el mismo filosofo

quien en la obra Ética de Nicómaco, menciona 4 tipos de vida y los caminos que

los conducen a la felicidad, que van desde la búsqueda del honor, la fama, el

placer o la acumulación de las riquezas pero también sostiene que ninguno de

estos caminos conduce efectivamente a la felicidad sino más bien lo que

realmente nos lleva a ella es la práctica de la virtud.

El concepto de alegría señalada como emoción básica ha variado en

función desde la perspectiva holística y teórica desde la cual emergen las

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explicaciones a esta, una de ellas hace mención al estado de ánimo definiéndolo

como aquello confortable a través del cual se puede transitar, dándole

importancia también al concepto opuesto, la tristeza, ya que sin esta no se podría

sentir alegría.

Desde la perspectiva de la psicología, el concepto de alegría es definido

como una de las emociones fundamentales. En consideración a esto último en la

Edad Media y posteriormente en la filosofía racionalista, la alegría en cuanto a

concepto es definida como una de las pasiones del hombre, específicamente

como una afección interna que surge por la presencia de un determinado objeto

conveniente para la persona, en este sentido Rene Descartes al igual que Santo

Tomas de Aquino, realizan la siguiente definición: “La alegría es una pasión

suscitada por la presencia de un bien presente”.

Dentro de las raíces del concepto de alegría también se puede mencionar la

“manía” o también llamada “locura divina” (Fedro, Platón), la que es entendida

como el entusiasmo por la transformadora presencia de lo divino en el alma,

concepto eliminado en forma posterior por la construcción conceptual de los

estoicos (aquí podemos mencionar por ejemplo a Cicerón) los cuales señalan que

la alegría es un estado de ánimo ante la posesión de un bien que produce la

mantención de la “serenidad y el señorío” al alma.

La primera señal de abandono o superación de esta concepción de la

alegría lo podemos encontrar con el racionalista Spinoza, quien en su postura

ética, dice que la alegría es “la transición de la persona de una menor a una mayor

perfección” (Ética demostrada según el orden geométrico, Vidal Peña, Madrid:

Alianza Editorial, 1987). Leibniz por su parte reconstruye esta definición

incorporando el concepto de la Laetitia como placer del alma ante la posesión de

un bien, y el Gaudium como sereno gozo incondicionado. Sin embargo esta

perspectiva queda de lado con la aparición de los existencialistas y personalistas

como Kierkegaard, quien en su obra “El Lirio y el Pájaro”, expreso que la alegría

existencial frente a lo que se mantiene es incondicional, y al contrario de los

autores anteriormente citados dice que no depende de la posesión de ningún bien,

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sino de un concepción global que resulta en una existencia plena, por lo tanto esta

nueva percepción del concepto de alegría da pie para el surgimiento de nuevos

enfoques que intentan dar respuesta a la pregunta sobre que es la alegría, entre

ellas la perspectiva personalista.

Para entender esta nueva etapa, el primer muro con el que nos

encontramos es el modo indiferenciado en que cotidianamente se utilizan los

términos contento, alegría y felicidad, los que a menudo son utilizados de manera

similar y en contextos parecidos, siendo que pareciera que la felicidad es más un

estado de plenitud o de quietud posterior a un proceso de construcción interna, tal

como lo señalan algunos autores quienes ven a este fenómeno como un imposible

necesario, porque en lo general todos dicen buscar la felicidad pero son pocas las

personas quienes efectivamente expresan que lo son, de esta manera se

construye la concepción del hombre como un ser ontológicamente insatisfecho,

creado para la realización de su existencia y desarrollarse en plenitud, por lo tanto

es más certero decir que la alegría es el estado anímico de quien avanza hacia

esa plenitud, pero no definida como la alegría por si misma o condicionada por la

obtención de bienes sino más bien con una actitud … el ser alegre. Esta pequeña

diferencia produce la confusión entre estar contento con la alegría y más aún, con

la felicidad.

Desde la perspectiva personalista y existencialista, la alegría es una tarea

propia, se centra en la elección de quien quiero ser en realidad, y la vivencia de la

plenitud de su realización seria propiamente la felicidad, y en relación a esto, la

alegría seria metafóricamente hablando el estrechamiento del ser en función de la

búsqueda de la plenitud, por lo tanto la alegría se definiría como bajo una

concepción ontológica y no psicológica.

La plenitud y la búsqueda de esta, es una experiencia personal, relacionada

con un otro significativo de manera que acogiendo a este, confluye una

comunicación fecundante es decir, “el yo surge como elemento singular de la

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descomposición de la experiencia primaria, de las vitales palabras primarias”

(Buber, M, Qué es el hombre?, México, 1973.)

Volviendo un poco hacia atrás en el concepto de alegría, vemos que para

Platón, el impulso fundamental que movilizaba a un sujeto es la contemplación de

la idea luego de que lo sensible haya sido purificado, esto en el entendido que la

“substancia humana tiende a la perfección por imitación” (Aristóteles), y esta

aspiración a lo bello, lo absoluto o lo justo, es parte fundamental de la construcción

inalienable del ser humano.

Jean Paul Sartre desde su postura atea indica que el hombre desea ser

dios; el alegrarse es un proceso en el cual se construye la personalización de lo

emocional, la colmacion ontológica, no la biológica (solo estar contento), entendido

esto podemos decir que la alegría no sería un estado de ánimo sino un estado de

la persona en específico.

Pero pudiera, quizás, parecer ingenuo hablar de que el hombre es alegría

cuando el discurrir de la historia y de la propia biografía está tejida de sufrimiento.

Sin embargo, como señalaba Mounier en su Revolución personalista y

comunitaria, “no hay camino que no pase por la encrucijada de la Cruz. La alegría

no le es negada (a la persona): constituye el sonido mismo de su vida (...). Esta

doble condición, donde la alegría existencial está mezclada con la tensión trágica,

hace de nosotros seres de respuesta, responsables” (Révolution personnaliste et

communautaire, 1935)

Pero la alegría, digámoslo claro, es incondicional. No depende directamente

de los esfuerzos personales. La alegría es un don. Los otros, antes de verterse el

yo a ellos, se entregaron, se ofrecieron como don. ¿Y qué se nos regala en este

ofrecimiento? El horizonte y el suelo donde desarrollar la personalidad, las

posibilidades para hacerlo y la ayuda y el impulso para hacerlo.

Por último, que el encuentro nunca es anónimo. Todo encuentro es anhelo

de un encuentro originario de carácter inicial. Y esto es lo que podíamos llamar, el

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sentido religioso de la persona, sólo hay alegría en el encuentro fecundante con

rostros concretos, porque en el detalle de cada rostro se construye el rostro.

La alegría de la que estamos hablando es incondicional. Pero que no tenga

condiciones, que no dependa de conseguir esto o lo otro, no supone que no tenga

exigencias. En primer lugar, sólo es posible un encuentro fecundante cuando se

mantiene una actitud de apertura y acogida al otro que se hace presente a mí. El

tú dice Buber- me sale al encuentro por gracia, no se le encuentra buscando.

Pero, en cualquier caso, es a cada persona a quien le corresponde mantener esta

actitud de salir al encuentro del Otro. Quien no espera lo inesperado nunca lo

encontrará.

Claro que, en la medida en que saliendo de mí me hago cargo de él, me

responsabilizo del otro (como precisa Lévinas), el otro me compromete. Pero si no

hay compromiso, la inquietud que acompaña la vida de la persona en su

realización, se torna insipida tranquilidad. Es el caso de quien, ante los demás,

prefiere o cerrarse a ellos tratándoles como instrumentos, intentar dominarlos, o

fusionarse con ellos. Etiquetar al otro, reducirlo a objeto, imposibilita todo

encuentro y, por ende, la alegría. Esta actitud se da acompañada de lo que

Kierkegaard conceptuaba como diversión, o Heidegger como vida inauténtica: la

de vivir distraído de uno mismo, de lo esencial a uno, para perderse, dispersarse,

en la absolutización de alguna dimensión parcial de la propia biografía: trabajo,

diversión, éxito (medido casi siempre en clave económica o material). Esta actitud

es la que acompaña a la clausura ante otros rostros porque ponen en peligro, con

su sola presencia, este estado de anestesia ontológica. Por eso, la idolatría o la

fetichización (como absolutización de lo relativo), el estado de dispersión-

diversión, el narcisismo anestesiante, el ruido externo e interno, llevan aparejados

el tomar al otro como objeto para dominar o fusionarse a él.

Dicho esto, se entiende que todo encuentro, en el sentido preciso que aquí

le hemos dado, exige respeto a la identidad personal del otro. El otro no amenaza

el propio desarrollo, no es límite o infierno (como pretendía Sartre), sino realidad

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posibilitante e impelente. Pero esto sólo tiene lugar cuando se respeta al otro, se

toma en consideración y se produce una activa apertura, sin resentimiento, a su

riqueza. Y esto exige tiempo y gratuidad por ambas partes.

La alegría, en fin, exige una vida en tensión (no excitada o estresada) en el

sentido del eros ('amor) platónico, una vida atenta, consciente, que

responsablemente decide “esculpir su propia imagen”. Y esto sólo es posible con

el Otro. Sólo la vida arriesgada, que no se aferra dócilmente a las inmediateces, a

las seguridades tranquilizantes, al dictado de la mentalidad dominante, está en

disposición de confrontación con el “rostro”. Y sólo el rostro es el que en definitiva

alegra al ser humano.

Los psicólogos en definitiva subyacen en su actuar bajo el manto de estos

conceptos tratando de que la confrontación con el rostro sea el encuentro con

quien nos necesita, para de esta manera, entender el contexto en el que emergen

las problemáticas de los consultantes.-

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BIBLIOGRAFIA

Spinoza, Baruch (2011). Luciano Espinosa. Ed. Obra Completa. Biblioteca De Grandes Pensadores. Madrid: Editorial Gredos. (PDF)

Ética Demostrada Según El Orden Geométrico, Introducción, Traducción Y Notas De Vidal Peña, Madrid: Alianza Editorial, 1987.(PDF)

Deleuze, Gilles: Spinoza: Filosofía Práctica. Cuadernos Íntimos 122. Barcelona: Tusquets, 1984. (PDF)

Bubber, M: Qué Es El Hombre?, Fondo De Cultura Económica, México, 1973. (PDF)

Mounier, Emmanuel: Révolution Personnaliste Et Communautaire, 1935, (PDF)

Lévinas, Emmanuel (2006). De La Existencia Al Existente. Arena Libros. (PDF)