guafo. la isla de los colmillos

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Carolina Lema Compilador Guafo La isla de los colmillos

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Mediante este libro queremos acercar a los lectores imágenes de isla Guafo, mostrando parte de la abundante vida que habita sus costas y sus bosques, su historia, las marcas que el paso de las personas han dejado en ella, dando cuenta de que han estado ahí, que allí han vivido y sufrido, como firmes anclajes de las memorias, evidencia de culturas y formas de vida que Guafo supo sostener en el tiempo. Con nuestro esfuerzo sólo alcanzamos a captar algunos trazos de un retrato imponente. No obstante, creímos importante dejar un registro de aquellos mensajes que Guafo contiene entre la bruma que invade el bosque:

vidas, actos, historias, memorias.

El carácter patrimonial de Guafo es el mensaje.

Carolina LemaCompilador

Gu

afo -

La

isla

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a

GuafoLa isla de los colmillos

TÍTULOS DE NUESTRA EDITORIAL

Faunantástica. Cuentos inspirados en diez animalitos de la Selva Valdiviana / P. Sayago & J. Hernández / 2015

Queule, una historia al sur de Arauco. / Y. Jaramillo & I. Basso / 2015

Antonio Oyarzún, retrospectiva 25 años pintando el sur / A. Oyarzún / 2014

Participación ciudadana. Entre la pasividad y la efervescencia. /

M. Morales & J. Molinet comp. / UFRO / 2014

Carpintería de ribera del río Cutipay / J. Hernández / 2014

Versos a la vida, a los sueños y al amor / R. Quiroz / 2014

Guía turística Geoparque Kütralkura / SERNAGEOMIN / 2013

Máfil. Retratos de la memoria. / Mª Inés Gutiérrez / 2013

Versos a mi tierra y a mi gente / R. Quiroz / 2013

Ando recopilando relatos antiguos / Ñimituyuwün kuifike nütxam lof Koliñir wapi Teja / B. Aucapan / 2013

Waterscapes / Paisajes de Agua / J. Hernández & E. Cofré / 2013

Queule, entre mar y tierra. / Y. Jaramillo & I. Basso / 2013

1960. Memorias de un desastre / J. Hernández / 2011

La música mapuche-williche del lago Maihue / The Mapuche-Williche Music of the Maihue Lake / J. Hernández / 2010

Gran incendio, Valdivia, 1909. / B. Borneck & J. M. Izquierdo / 2009

Bosques Australes / Southern Temperate Rainforest / J. Hernández & E. Cofré / 2009

Historia de las bandas instrumentales de Valdivia (1880-1959) / J. Hernández / 2008

Arte Sonoro AustralEdiciones

Avda. Simpson #421, Barrio Estación, Valdivia, Chile.Tel. (56) 63 220 4857 Móvil: (+56) 9 8283 4656

www.artesonoroaustral.com

Carolina LemaCompilador

Antropóloga, con orientación en Arqueología (Universidad Nacional de Rosario, Argentina) y Doctora en Ciencias Humanas, mención Estudios Sociales y Culturales (Universidad Nacional de Catamarca, Argentina). Actualmente es miembro del Centro de Estudios en Arqueología Histórica de la Universidad Nacional de Rosario (CEAH-UNR), del Instituto de Investigación de Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa-CONICET-UNRN, Bariloche), e Investigadora por la Universidad

Austral de Chile, Valdivia.

Proyecto financiado por el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes Regional, convocatoria 2015, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

GuafoLa isla de los colmillos

Carolina LemaCompilador

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Dirección Editorial: Jaime Hernández OjedaCoordinación y 1ª edición de obra: Carolina LemaDiseño Editorial: Daniela Díaz GallardoFotografías: Carlos Johnson Veillon, Iñaki Moulian JaraTextos: Carolina Lema, Iñaki Moulian Jara, Héctor Pavés Hernández y Francisco J. Muñoz Sanhueza. Editado por: www.artesonoroaustral.com1ª edición 2016Impreso en Chile / Printed in Chile

ISBN:

RPI:

Proyecto FONDART Nº 90396

Financiado por:Proyecto financiado por el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes Regional, convocatoria 2015, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

CRÉDITOS

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Presentación

Los autores

De mares a bosques, patrimonio natural de isla GuafoHéctor Pavés Hernández / Francisco J. Muñoz Sanhueza/ Carolina Lema

Historias y paisajes de isla GuafoCarolina Lema

Saberes y memorias localesIñaki Moulian Jara

El devenir de GuafoCarolina Lema

Bibliografía

Agradecimientos

Descripción del contenido del DVD

ÍNDICE

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PRESENTACIÓN

En noviembre de 2013 se puso en contacto con nosotros Héctor Pavés Hernández, estaba preocupado… Nuevamente se escuchaban rumores sobre la puesta en marcha de una explotación minera carbonífera en isla Guafo.

Héctor es un biólogo marino que hace más de una década dedica su tiempo y esfuerzos a estudiar y proteger a los lobos marinos, en especial al lobo fino austral que habita isla Guafo. Durante todo este tiempo recorrió la isla, conoció sus especies animales y vegetales, colaboró con múltiples investigaciones, por lo que poco a poco fue apreciando el complejo ecosistema de bosque y mar que hace de Guafo un lugar único y especial. De allí su fundada y honda preocupación ante la perspectiva de las consecuencias que una explotación minera podía causar en la isla; tala, deforestación, contaminación de ríos y costas. El ecosistema en conjunto sufriría el impacto: ¿qué pasaría entonces con los lobos, nutrias, fardelas y pingüinos que durante tanto tiempo los biólogos habían estudiado? ¿qué pasaría con esos bosques profundos que aún resistían el paso de los siglos? ¿con los pescadores y buzos que año tras año encontraban en isla Guafo los recursos para su

economía familiar? ¡Algo debía hacerse! No en contra de un proyecto en particular, sino a favor de isla Guafo. Hacer algo por su belleza, por su constancia, por su gente y sus memorias. Así fue como Héctor nos invitó a acompañarlo en sus viajes. Así surgió este trabajo, resultado de las estancias que a partir de entonces realizamos anualmente, y que ahora compartimos con ustedes.

En este libro presentamos información sucinta acerca del patrimonio natural y cultural de isla Guafo, ilustrada por el trabajo fotográfico realizado por Iñaki Moulian Jara y Carlos Johnson Veillon. Además, a la contratapa se adjunta un DVD con la serie de micro-documentales “Waufün colmillos”, realizado gracias al financiamiento de la Dirección de Extensión y Vinculación con el Medio de la Universidad Austral de Chile.

Decidimos llamar a este libro “Guafo, la isla de los colmillos” para no dejar fuera de esta historia la memoria de aquellos de los que hoy menos sabemos, su historia pre-hispánica ¿De dónde proviene pues el nombre Guafo? Esta es una pregunta que tal vez no alcance nunca una respuesta

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“Huayun o Wafun,que referiría a colmillo”

certera dado que el conocimiento e interpretación de los significados de los topónimos está fuertemente ligado a la comprensión de las lenguas indígenas. En el caso particular de Guafo, los investigadores se encuentran frente a un problema complejo que ha sido abundantemente discutido: la posibilidad de reconocer un idioma/dialecto “Chono”. Actualmente el origen más aceptado del término, indicaría que proviene de una variación del mapudungun williche: huayun o wafun, que referiría a colmillos. Latorre (1998), filólogo de la Universidad Austral de Chile, lo consideró como un claro ejemplo de imposición de voces nativas, en este caso una castellanización del complejo sustrato lingüístico mapuche-williche regional. De acuerdo con él, podríamos considerar que la designación de la isla como Guafo responde a un conocimiento local del espacio, que se construye y difunde entre exploradores coloniales y actividades misionales a partir de sus guías o informantes indígenas, prevaleciendo en este caso el conocimiento local sobre el proyecto colonial español que intentó inicialmente renombrar la isla de acuerdo al calendario católico español. Wafun, ese nombre ancestral que sobrevivió a la conquista y pervive hoy castellanizado, vincula este trabajo con sus

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historia más profunda y menos conocida, pero que no quisimos quedara ausente; la profunda existencia histórica de sus habitantes originarios.

Iñaki Moulian Jara

Valdivia, septiembre de 2015.

Carolina Lema

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Carolina Lema. Antropóloga con formación en arqueología, Dra. en Ciencias Humanas.

Mi interés, a diferencia de otros arqueólogos, no ha estado puesto en descubrir el pasado más remoto de las poblaciones americanas, sino más bien en aquellos momentos más cercanos. El pasado que se mezcla con nuestras historias; del país, de las ciudades y los pueblos que habitamos cada día y que hace a las historias compartidas, que aún perviven en las memorias, familiares y cercanas.

Iñaki Moulian Jara. Historiador y documentalista, Ma. en Historia y Dr. (c) en Antropología. Trabajo en la oficina de Educación Patrimonial de la Dirección Museológica, Universidad Austral de Chile.

Me interesa poder escuchar las historias y registrar las prácticas sociales porque entiendo son parte del patrimonio cultural. Estoy seguro que las memorias individuales y colectivas nos entregan datos muy interesantes para comprender la historia y los imaginarios sociales contemporáneos. Creo que los procesos históricos no son simplemente una construcción hecha por líderes sino más bien la suma de movimientos colectivos, de fuerzas y emociones socializadas. Así, mientras eso pasa, yo observo con la cámara, en este contexto, un ojo atento que ve movimientos, escucha las palabras y captura las emociones que construyen la historia.

Héctor Pavés Hernández.Biólogo marino, Dr. en Ciencias mención Sistemática y Ecología, observador científico internacional y especialista en estudios sobre biología y conservación de mamíferos marinos.

Trabajo en el Departamento de Ciencias Básicas de la Universidad Santo Tomás, sede Osorno. Me he dedicado a estudiar los mamíferos marinos, su ecología, problemas y amenazas. En este camino he visto que no sólo estas especies están bajo riesgo sino también otros animales y plantas, otros ambientes y ecosistemas. Es por eso que he tenido la necesidad de transmitir mi deseo de conservación entre colegas y amigos, para que uniendo múltiples esfuerzos podamos acercar lo desconocido, lo poco valorado, lo poco amado a la comunidad, a fin de fomentar un cambio valórico que ayude a mejorar la relación que tiene nuestra sociedad con su entorno, su naturaleza, su cultura… en síntesis, con su vida.

Francisco J. Muñoz Sanhueza. Médico Veterinario de la Universidad Austral de Chile.

Me he dedicado al trabajo con fauna silvestre desarrollando proyectos de investigación de mamíferos marinos. Para mí, observar los animales en su entorno natural es algo increíble;

SOBRE LOS AUTORES

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y poder fotografiarlos, un privilegio.

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MAPA

Isla Guafo se ubica sobre la costa pacífica de la Patagonia Septentrional. Exactamente a los 43º61’ S; 74º75’ W, a 120 km del continente y 40 km de Chiloé. Tiene una superficie total estimada de 213.7 km2 con 71.6 km de línea costera. Actualmente se integra jurisdiccionalmente a la comuna de Quellón, Provincia de Chiloé, sobre el límite sur de la Región de Los Lagos.

Chile

Argentina

Puerto Montt

Ancud

Castro

Isla Guafo

1 24

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Punta Weather

Caleta Rica

Punta Norte

Caleta Arrayán

Caleta Samuel

Punta Caleta

Punta Sur

Caleta D

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N

Isla GuafoQuellón

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Isla Guafo se ubica sobre la costa pacífica de la Patagonia Septentrional. Exactamente a los 43o61’ S; 74o75’ W, a 120 km del continente y 40 km de Chiloé. Tiene una superficie total estimada de 213.7 km2 con 71.6 km de línea costera.

Actualmente se integra jurisdiccionalmente a la comuna de Quellón, Provincia de Chiloé, sobre el límite sur de la Región de Los Lagos.

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DE MARES A BOSQUES, PATRIMONIO NATURAL

DE ISLA GUAFO

Héctor Pavés Hernández /Francisco J. Muñoz Sanhueza /

Carolina Lema

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DE MARES A BOSQUES, PATRIMONIO NATURAL DE ISLA GUAFO

Isla Guafo puede considerarse como un segmento emergido de la plataforma continental, y al igual que la Isla Grande de Chiloé, forma parte del sistema Cordillera de la Costa (Melnik y otros, 2009). Por ello, presenta una serie de cordones montañosos que llegan a alcanzar, en su breve espacio, alturas de hasta 306 msnm (metros sobre el nivel del mar).

Esas montañas, que descienden abruptamente hacia el Océano Pacífico, han sido históricamente azotadas por temporales y marejadas, las que a lo largo de las eras han configurado una impresionante y sobrecogedora topografía de abruptos acantilados, largas plataformas, gigantescas cuevas e islotes semi sumergidos.

El origen sedimentario de la isla, constituida por una masa de arcilla o fango endurecido, es claramente observable en los sectores expuestos por las mareas. En estas plataformas costeras, un estudio paleontológico reconoció un total de 34 especies de fósiles, identificando incluso 11 especies nuevas, la mayoría de las cuales todavía se conocen solamente en esta isla (Frassinetti, 1997). Entre los fósiles observables destacan restos de ballenas y otros vertebrados marinos.

Se estima que su antigüedad ronda los 5 millones de años (Melnik y otros, 2009).

Los estudios paleontológicos indican también que esta isla no fue afectada por el Último Máximo Glacial, lo cual representa un hecho muy importante desde la perspectiva histórica de los bosques templados, pues al no quedar cubierta por el manto helado, podría haber actuado como

Vértebra fosilizada de ballena, isla Guafo.

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un refugio ecológico para plantas y animales de reducida capacidad de desplazamiento.

Un dato poco conocido de isla Guafo, es que fue visitada por Charles Darwin. Cuando en 1834 el HMS Beagle recorrió explorando las costas de Chile, sus tripulantes hicieron una breve escala en Guafo. Darwin descendió a observar sus fósiles costeros e incluso recolectó muestras de éstos, realizando luego una serie de dibujos y anotaciones que dio a conocer en su obra “Geological Observations on South America” publicada en 1846.

Allí destacó, la gran cantidad de Turritella chilensis que observó en Guafo bosquejándolas con gran precisión. Estos apuntes darwinianos nos permiten sugerir hoy que su exploración refiere particularmente a caleta Samuel, donde

Turritella chilensis - Dibujos de las muestras recolectadas en isla Guafo que acompañan el texto de Darwin.

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los fósiles mencionados en su libro son muy abundantes y visibles en las rocas del litoral costero.

Sobre la formación sedimentaria que constituye el núcleo de la isla, se asienta una capa de tierra fértil que alcanza hasta 1,5 m de espesor en algunas zonas, la cual permitió el crecimiento de una densa cobertura vegetal, cuyas abigarradas copas enfrentadas a los vientos oceánicos conforman desde la distancia un alfombrado parche de verdes matices.

Con temperaturas que varían entre una mínima y máxima promedio de 6 a 12 Cº y precipitaciones de 1.670 mm anuales, Guafo se caracteriza por sus exuberantes bosques del tipo Selva Valdiviana. Entre las especies de árboles observados se distinguen1:

Arrayán (Luma apiculata).Arrayán Macho (Rhaphithamnus spinosus).Coigüe (Nothofagus dombeyi).Luma (Amomyrtus luma).Notro (Embothrium coccineum).Olivillo (Aextoxicom punctatum).Pitra (Myrceugenia exsucca).Tepa (Laureliopsis philippiana).Tineo (Weinmannia trichosperma).

1 - Nomenclatura según (Hoffmann, 1998).

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Debajo de ese manto protector se resguarda una serie de especies arbustivas cuyas flores llenan de color el bosque, entre los que destacan bellos coicopihues y gigantescos chilcos con flores rosadas y blancas. Más abajo aún, se despliega un mundo de enormes nalcas y exuberantes helechos, así como una vasta variedad de hongos y líquenes de diversos tamaños y colores. Importantes en la isla son los musgos que, gracias a sus características morfológicas, permiten retener importantes cantidades de agua de lluvia y evitan la degradación del suelo.

Este intrincado sistema vegetal crea el refugio necesario para un mundo interior de hongos, insectos, pequeñas aves y anfibios.

Típicas habitantes del suelo boscoso son las diversas ranitas que pueden encontrarse entre la hojarasca húmeda, entre las ramas o bien bajo troncos en descomposición. La rana de hojarasca austral (Eupsophus calcaratus) es una de las más comunes y se distribuye desde la Región de Los Ríos a Aysén. Es de tamaño medio (31–36 mm de longitud), de coloración variable, que habitualmente presenta un fondo claro con manchas oscuras irregulares y sobre la cabeza una mancha característica en forma de reloj de arena. En tanto

Rana de hojarasca austral (Eupsophus calcaratus).

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Esa misma combinación de bosque y mar sirve de hogar y refugio a una gran cantidad de aves, tanto marinas como terrestres. Hasta el momento los biólogos han podido registrar 33 especies de aves marinas oceánicas y costeras, 9 especies de aves litorales y 39 de ambientes ribereños y boscosos.

Rayadito (Aphrastura spinicauda) Bulliciosa ave del bosque, que se caracteriza por su cola que aparenta terminar en ‘espinas’.

Colilarga (Sylviorthorhynchus desmursii) Puede observarse entre los densos matorrales, se caracteriza por su larga cola, conformada sólo por 6 plumas finas.

Una de las especies migratorias más abundantes en la isla lo constituye la fardela negra - Ardenna griseus -, pues en Guafo está presente una de las colonias reproductivas más grandes del mundo. Construye sus nidos bajo los árboles, formando cuevas bien protegidas en las laderas y cerros elevados cercanos al mar. Al atardecer puede observarse las inmensas bandadas que sobrevuelan las costas buscando alimento para las crías que aguardan en sus nidos.

Rayadito (Aphrastura spinicauda).

Colilarga (Sylviorthorhynchus desmursii).

22Fardela negra (Ardenna griseus).

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Golondrina chilena o patagónica (Tachycineta meyeni). Adulto alimentando a su polluelo con larvas de las marismas de caleta Rica.

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Gaviota austral (Leucophaeus scoresbii) Es una gaviota poco común, observada únicamente en el extremo sur de Chile. Generalmente se congrega junto a colonias de mamíferos marinos, en este caso vinculada a las loberías de punta Weather. Se alimenta de moluscos en las costas fangosas o arenosas, o de carroña en las loberías.

Pilpilén negro (Haematopus ater) Característico de las costas rocosas, pues se alimenta principalmente de moluscos como choritos, caracoles y lapas, además de equinodermos como los erizos de mar. En este caso se encuentra a la vera del río de caleta Rica. Se registra desde la costa del Perú hasta el Cabo de Hornos.

Quetru no-volador (Tachyeres pteneres) Es el más grande y pesado de los patos chilenos y, como su nombre lo indica, no puede volar. Característico de las costas e islotes del sur, se alimenta de moluscos, crustáceos y peces. En la imagen observamos una hembra con uno de sus polluelos en el sector de muelle del faro, en punta Weather.

Pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus) Es una de las dos especies de pingüinos que vive en las costas de Chile. La especie se distribuye desde Aconcagua a Magallanes. Se caracteriza porque en la zona pectoral se observan dos bandas de color negro, mientras el resto del

Gaviota austral (Leucophaeus scoresbii).

Pilpilén negro (Haematopus ater).

26Quetru no-volador (Tachyeres pteneres).

27Pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus).

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vientre es blanco. En Guafo es posible identificar varias colonias: punta Sur, caleta Toro, caleta Rica y punta Norte.

Cormorán de las rocas (Phalacrocorax magellanicus) Forma colonias de cría en las rocas de los acantilados rocosos en Punta Norte, donde arma sus nidos con algas y guano, dándole forma de taza. Se alimenta de pequeños peces, crustáceos, y en menor medida, de cefalópodos (pulpos).

Cormorán de las rocas (Phalacrocorax magellanicus).

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El mar circundante a Guafo, sus costas rocosas y sus praderas marinas, están pobladas de una rica vida propia: erizos, caracoles, lapas, chitones, locos, estrellas de mar, anémonas, corales de aguas frías, jaibas, pulpos y multiplicidad de pequeños peces que son visibles durante la baja marea. Todos ellos hacen que el área en su conjunto se presente como hábitat de importancia para predadores marinos como la estrella común clara rayada (Stichaster striatus) y la gran estrella espinosa (Meyenaster gelatinosus), ambas fácilmente visibles en las costas de punta Weather y punta Norte. Así se evidencia que no solo el bosque templado presenta una rica diversidad que mantiene un intrincado ecosistema sino también las costas rocosas de isla Guafo, que albergan una variedad de especies de algas marinas, la que a su vez mantiene a los herbívoros (caracoles, chitones), carnívoros (locos, estrellas de mar, peces y pulpos) y descomponedores marinos (crustáceos).

los ojos son de color negro, con la porción superior del iris dorado y la pupila horizontal.

Esta diversidad y riqueza de recursos marinos fue también históricamente explotada a lo largo de los siglos por las poblaciones locales a través del marisqueo, la pesca y el buceo. Estrella común clara rayada

(Stichaster striatus).

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Por otro lado, la presencia de éstas y otras especies, como el langostino de los canales, permite a su vez que una serie de especies marinas migratorias y residentes ocupen estas áreas para alimentarse y aprovechar así los recursos del sector. Esto convierte a la isla Guafo en un sitio de importancia para la biodiversidad de la zona costera, destacándose el sector por ser una importante área de observación de: ballena azul (Balaenoptera musculus); ballena jorobada (Megaptera novaeangliae); ballena franca austral (Eubalaena australis); ballena de aleta (Balaenoptera physalus) y para otros mamíferos marinos que la visitan ocasionalmente como el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus); delfín austral (Lagenorhynchus australis) y orca (Orcinus orca). La presencia de éstas últimas se está produciendo de manera más habitual al inicio de las temporadas estivales. Es así como su observación ha ido aumentando en los últimos años, desde 3 ejemplares vistos en 2012; a 7, vistos en 2014. Según las observaciones preliminares, las orcas estarían aquí alimentándose de lobos finos australes.

Isla Guafo es hogar de múltiples colonias de mamíferos marinos costeros, principalmente concentradas sobre la mitad oriental de la isla, donde la actividad humana es más restringida: lobo marino común (Otaria flavescens); lobo fino austral (Arctocephalus australis) y chungungo o nutria de mar (Lontra felina) son las especies que aprovechan esta

relativa tranquilidad. Algunos ejemplares de esta última especie también han sido observados en el sector de caleta Arrayán, al norte de la isla. Este es un hecho destacable, ya que el chungungo está categorizado actualmente como una especie ‘vulnerable’, tanto a nivel nacional como internacional, lo que motiva fuertes medidas de protección para la especie en sí y el lugar donde habita.

Lobo marino común o león marino sudamericano (Otaria flavescens). Es la especie de mamífero marino más común en las costas de Chile, observándoseles cerca de muelles y puertos. Se le llama león marino debido a que los machos presentan una melena muy marcada y de color amarillento, semejante a la de un león africano. Su hocico es corto y ancho. Su pelaje tiene coloración variada desde pardo oscuro a amarillo pálido en adultos, pero los cachorros, hasta el tercer mes de vida, tienen pelaje negro. Poseen una sola capa de pelo y una importante capa de grasa subcutánea. Las hembras pueden medir hasta 2 m; y los machos, 3 m. Se alimenta de peces, pulpos, calamares y ocasionalmente aves (pingüinos y otras), además de crustáceos. Se distribuye en las costas de América del Sur hasta las islas Malvinas. Las hembras tienen una cría anual, siendo amamantadas durante 8 a 12 meses. En isla Guafo existen cuatro apostaderos de descanso, más conocidos como “paraderos”, ubicados en Punta Weather, caleta Toro, puerto Laguna y punta Norte.

31Lobo fino austral o lobo fino sudamericano (Arctocephalus australis).

32Lobo fino austral o lobo fino sudamericano (Arctocephalus australis).

Elefante marino del sur (Mirounga leonina).

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La principal área reproductiva o “paridero” se encuentra en Punta Sur, donde se congregan más de 5.000 ejemplares. Por lo general, tanto al paridero como a los paraderos de lobos marinos, se les denomina típicamente “loberías” o “loberas”.

El Lobo fino austral o lobo fino sudamericano (Arctocephalus australis). Su nombre se debe a la forma de su hocico, que es similar a la de un lobo. Tiene pelaje suave, conformado por dos tipos de pelos: una capa interior, constituida por pelos finos y cortos distribuidos en forma compacta y suaves al tacto; y otra capa externa, de pelos gruesos, cerdosos, largos y bicolores. La coloración varía desde gris, pardo oscuro a amarillo pálido en adultos, aunque al nacer y hasta el tercer mes de vida, los cachorros tienen pelaje negro. Las hembras pueden medir hasta 1.4 m y los amchos 2 m. Se alimenta de peces, pulpos, calamares y langostinos de los canales. Es la segunda especie de mamífero marino más común en las costas de Chile, aunque sólo se le observa en el extremo sur del país, siendo la colonia de Guafo una de las más importantes de Chile. Sus agrupaciones reproductivas se encuentran en el litoral rocoso, en roqueríos abruptos, plataformas y sectores de difícil acceso para el ser humano. Se reproducen en verano, cuando las hembras se congregan en torno a un macho adulto territorial. Las hembras paren una cría anual entre

noviembre y diciembre de cada año. Un macho puede congregar entre 4 a 10 hembras.

Elefante marino del sur (Mirounga leonina). Es la especie de mamífero marino cuadrúpedo más grande de Chile. Los machos llegan a medir hasta casi 6 m de largo. A esta foca se le llama “elefante” debido a que en los machos adultos se observa una prominente nariz en forma de trompa. Presentan una piel gruesa y de tonalidad rojiza, de apariencia rugosa en los lados y en la parte inferior del cuello. Su hocico es corto y romo. Su pelaje es corto, de color marrón, negro, gris o plata, dependiendo de la edad del animal y época del año. Se alimenta de peces y calamares. Se reproducen una vez al año, teniendo una sola cría. En Chile, las agrupaciones reproductivas se encuentran en la Antártica y Tierra del Fuego, pero es posible observar ejemplares juveniles en periodo de muda de piel, como en la foto, en distintas partes de Chile, incluyendo isla Guafo. Éstos no pueden doblar sus patas traseras bajo su cuerpo y sus patas delanteras son cortas, lo que impide que puedan trotar o correr, por lo que para desplazarse, realizan movimientos ondulatorios del cuerpo, es decir, reptan.

Toda la rica biodiversidad que alberga isla Guafo está siendo sometida constantemente a algún tipo de amenaza que puede afectar su permanencia, y con ello, la estabilidad

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de sus ecosistemas. Por ello, son múltiples los peligros que enfrenta la conservación del patrimonio natural de isla Guafo. En el plano de su biodiversidad, la introducción de especies asociadas a los asentamientos humanos, es decir, introducción de especies exóticas a estos ecosistemas, es considerada la principal causa de problemas. Las ratas, ratones, guarenes, gatos y ganado originan daños y grandes riesgos para las demás poblaciones insulares debido a que transmiten enfermedades, depredan a las especies nativas, o bien, compiten por el alimento y refugio que ofrece la isla. En los sitios de reproducción de aves y lobos marinos que existen en Guafo, se registra una población variable de especies invasoras (ratas, ratones) que atacan a nidos, huevos, polluelos, crías y adultos en busca de alimento. Sin embargo, las heces, orina y mordeduras de estos invasores, también fomentan la transmisión de enfermedades para las cuales las especies locales no están adaptadas, y por tanto, pueden ser causantes de disminución de sus poblaciones o la aparición de una epidemia.

Otras amenazas que se ciernen sobre el patrimonio natural de la isla están vinculadas a la sobreexplotación de sus recursos. Algunas especies, antaño desprotegidas, fueron fuertemente afectadas por esto: ejemplo de ello lo constituyen la explotación ballenera y lobera que existió en la zona a inicios del siglo XX. Sin embargo, las acciones de

protección aplicadas luego por las autoridades nacionales en el marco de los convenios internacionales, han permitido limitar, controlar y eliminar la captura de estas especies, promoviendo actualmente una protección total. Esta situación ha sido fomentada gracias a la creciente preocupación de la sociedad por la naturaleza, buscando velar por su protección y conservación.

Pese a que la consciencia y el cuidado ambiental van en crecimiento, existen algunas especies que aún siguen desprotegidas, ya sea porque no son suficientemente carismáticas para nuestra sociedad, o bien, porque no se regula su captura al no tener importancia comercial. Todo ello las afecta negativamente ya que su existencia no es debidamente apreciada, y por tanto, su situación poblacional va en desmedro. Estas especies “sin importancia para la sociedad”, se transforman en organismos invisibles, y por lo tanto desechables cuando se requiere intervenir el territorio y sus recursos en nombre del crecimiento, progreso o desarrollo. Sin embargo, cada una de estas especies de plantas y animales que habitan la isla tiene un rol que no logramos observar a simple vista y en toda su magnitud, pero que sin duda es de gran importancia, y permite mantener el funcionamiento de este ecosistema insular único.

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En la actualidad, la mayor amenaza al ecosistema de Guafo en su conjunto proviene directamente de proyectos de explotación minera y forestal que podrían borrar de un plumazo el complejo ecosistema forjado durante millones de años, y junto con él, la rica diversidad biológica y cultural que sostiene. Por ello, isla Guafo y sus aguas adyacentes debieran ser protegidas para mantener su rica biodiversidad y con ello los servicios ecosistémicos que nos entrega y que probablemente entregará a la futuras generaciones si tomamos en el presente, las medidas de protección y conservación necesarias.

Quetru no-volador (Tachyeres pteneres).

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HISTORIAS Y PAISAJES DE ISLA GUAFO

Carolina Lema

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HISTORIAS Y PAISAJES DE ISLA GUAFO

No sabemos exactamente cuándo ni cómo las poblaciones humanas comenzaron a hacer uso de la isla Guafo y sus recursos. Sin embargo, sí disponemos de información actualizada acerca de la posible antigüedad de las ocupaciones humanas en islas cercanas. En el caso de Chiloé y las Guaitecas, los estudios indican que fueron ocupadas por poblaciones de cazadores-recolectores costeras desde hace un poco más de 5.000 años AP2 (Lira y Legoupil, 2014).

En isla Guafo, el registro más antiguo de posible ocupación humana proviene de un hallazgo ocasional realizado por un grupo de geólogos que dieron con un potencial conchal en caleta Rica. Un conchal es una acumulación de restos de conchas de especies comestibles resultado del uso intensivo y repetido de un área de descarte. Ante la identificación de un posible sitio arqueológico, los geólogos tomaron muestras que posteriormente dataron por el método de Carbono 14 (C14), con un fechado estimado de 3.300 años AP (Melnik y otros, 2009). Sería este el dato más temprano de ocupación en Guafo, aunque debieran realizarse estudios arqueológicos específicos para confirmarlo. Si posteriores investigaciones lo confirmaran, tendríamos evidencias

2 - Antes del Presente.

también en isla Guafo de presencia humana desde el período de cazadores-recolectores.

El registro histórico

Los viajes de exploración iniciados en los albores de la colonización española de América, tales como el de Francisco de Ulloa (1553-1554) y el de Juan Ladrillero (1557-1558), dieron cuenta y registro de la abundancia de islas y archipiélagos del extremo sur, entre ellas Guafo. Si bien existen algunas dudas entre los especialistas, nos inclinamos a pensar que la siguiente descripción, podría ser la primera referencia escrita acerca de la isla, que con afán conquistador, nombran como ‘San Martín’.

“El miércoles 21 de setiembre [de 1558] salimos de las bayas de Jhus é fuimos la buelta del nornordeste é surgimos en una Isla en la cual hallamos un bohio é chacarras viejas de papas é de aqui salimos por entre islas grandes en cuyo paraje cesa asi toda la costa é fuimos asurgir entre ellos en un puerto que está en 44 grados que está al nornorueste de la isla de San Martin é pusimosle nombre Puerto de San Mateo que está la isla de San Martin en 43 grados.

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Desde el puerto de San Mateo á la punta de Sta. Clara [Quilan] va la rota al Norte é hay trece leguas, hacese en medio un golfo de 5 leguas de boca el cual entra la vuelta del leste 15 leguas hasta que llega á un balcon agudo pusímosle nombre golfo de San Martin porque es esta hoeste con la Isla de San Martin cinco leguas” (Cortés de Hojeda 1879: 513).

Los posteriores planes colonizadores de la región se concretaron a partir de 1567 con la fundación de San Antonio de Castro en la isla de Chiloé, concentrándose luego en explorar y reconocer desde allí la multitud de islas y canales interiores de los archipiélagos cercanos. En tanto que las

Detalle del mapa de Alonso de Ovalle "Carta de la Costa de Chili del 41º a 46" de 1644 (Guarda y Moreno 2008:56).

costas del mar del sur quedaron en un segundo plano, dada su peligrosidad para la navegación.

El primer mapa del tiempo de la colonia que identifica Guafo por su nombre es el de Ovalle (1644), donde se dibuja la isla y se la llama ‘Huaf’.

A partir de ese momento, Guafo y Guamblin (ubicada más al sur), comienzan a ser representadas de forma casi constante en los mapas coloniales (Lema y Moulian, 2015), pues en las largas travesías oceánicas, fueron puntos de referencia para la navegación y posibles refugios, con alimento, madera y agua dulce siempre disponibles.

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Una vez descubiertos los pasos australes del Cabo de Hornos y el Estrecho de Le Maire a fines del s. XVI y comienzos del s. XVII, comienzan a llegar a estas regiones, uno tras otro, corsarios ingleses y holandeses en busca de las riquezas de la Corona Española. Defender sus territorios de ellos se convirtió a partir de entonces en una preocupación constante para la administración colonial, sobre todo después de las noticias de que los holandeses trataran de formar un asentamiento permanente en Valdivia hacia 1643. Sin embargo, la protección de las rutas australes, resultó particularmente difícil, como lo ejemplifica la tragedia de La Galizabra.

La Galizabra era una nave a vela que envió la Armada Real para reforzar las fortificaciones de Chiloé. Zarpó de Concepción el 14 de Junio de 1602. Por lo avanzado del invierno las condiciones de navegación eran muy malas, especialmente para una nave a vela, por lo que un temporal de viento norte la arrastró hacia el sur, hasta hacerla chocar y embarrancar sobre la costa norte de la isla Guafo la noche del 22 de junio. El barco se destruyó por completo, perdiéndose casi toda su carga, que incluía armas y cañones, pereciendo en el acto 36 de los 56 viajeros. Los que lograron sobrevivir, lo hicieron gracias a la ayuda prestada por indígenas de la zona, que dieron aviso de lo ocurrido a las autoridades en Castro, quienes desde allí organizaron su rescate.

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Ese naufragio, doloroso para la Armada Real, fue el primero que ha entrado en los registros, aunque otros pueden haber ocurrido sin supervivientes que pudieran narrar los hechos. Bascuñan, Eicholz y Hartwig en su libro “Naufragios en el Océano Pacífico Sur” dan cuenta de otros naufragios posteriores en la zona de isla Guafo, no menos trágicos:

1853 La barca Marie Jusrie de Liverpool naufraga el 23 de junio. Se sospecha que puede haber sucedido en las cercanías de Guafo. Sin sobrevivientes.

1891 La barca Teresa Garnham colisiona el 20 de febrero con los roqueríos al norte de isla Guafo. Los sobrevivientes logran llegar a Quellón.

1895 La barca Ociola naufraga el 18 de julio tras colisionar con los roqueríos al norte de isla Guafo. De acuerdo a restos encontrados, 2 de los náufragos sobrevivieron un par de meses en Guafo, pero fallecieron antes de ser rescatados.

1905 La goleta Castheton naufraga el 24 de marzo en las costas de Guafo. Sin sobrevivientes, sólo se recuperan restos.

1923 La goleta a motor Eleonora se va a pique en algún momento del año, con pérdidas totales.

1938 El vapor Magallanes, que había zarpado de Quellón, emite señales de auxilio el 1 de mayo, tres días más tarde fueron encontrados vivos, en los botes salvavidas, las 66 personas que iban a bordo. El barco se había hundido al sur de Guafo, tras chocar con los roquedales de punta Caleta.

1942 El vapor Tal-Tal se comunica por radio la noche del 11 de julio e informa que avanza con fuerte de viento norte. Sin posteriores noticias, dos días más tarde se informa del hallazgo de sus restos sobre la costa norte de punta Weather. No hubo sobrevivientes.

Recordatorio permanente de los peligros de Guafo, el mar oculta y expone, al ritmo de las mareas, las anclas perdidas cerca de punta Norte.

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El Faro de isla Guafo

El aumento del tráfico marítimo en la zona, debido al intercambio comercial y la creciente instalación de industrias (balleneras, forestales, etc.), sumado a la serie de tragedias ocurridas a fines del 1800 y comienzos del 1900, influyó en la decisión de Estado chileno de instalar un faro permanente en Guafo, el cual comienza a construirse en 1903 y es habilitado en 1907.

El faro de Guafo fue instalado sobre las estribaciones del cordón montañoso que desciende hacia punta Weather. Desde allí pueden observarse, adentrándose en el mar, los peligrosos islotes y afloramientos rocosos que fueran tan temidos en la navegación de la zona. De acuerdo a la Armada de Chile ‘es uno de los faros de más difícil acceso’. De hecho, para poder llevar los materiales para su construcción, debió abrirse un camino ladera arriba, y ya que las laderas de la cara norte de punta Weather eran demasiado empinadas, se construyó sobre la cara sur, que daba acceso a la proyectada como caleta de desembarco: ‘caleta D’. El camino se planificó con el ancho suficiente para un carro tirado por una yunta de bueyes. Con el paso de los años y cumplida su misión inicial, este camino fue abandonado, porque la costa sur y la caleta son demasiado riesgosas. Sobre la cara norte de punta Weather se construyó

Casa original del faro que se destruyó hacia 1982.

un embarcadero que, conectado a un andarivel, servía mejor al propósito de carga y descarga de insumos y personas. Se instaló además una empinada escalera de madera unida al acantilado, de la cual hoy perviven algunos tramos.

46 Vista de caleta D.

47Torre del faro Guafo

Ese primer andarivel se perdió por el colapso de parte del acantilado y fue reemplazado por otro, que se proyectaba hacia un nuevo embarcadero con un galpón de aduana. Este muelle es el que aún sigue en uso, no así el andarivel, que fue abandonado tras su última rotura. Actualmente el aprovisionamiento se realiza por medio de helicópteros. En tanto que la vieja escalera de madera fue reemplazada por una senda escalonada que desafía el acantilado hasta alcanzar los 144 m de altura y quita el resuello hasta a los más entrenados.

La casa inicial del faro, que fue planificada para la ocupación del farero con su familia, era de dos plantas y perduró hasta 1982. Ese invierno un fuerte temporal derrumbó el piso superior obligando a la construcción de una nueva, de una sola planta, que es la que puede verse aún hoy en día. La torre del faro, una torreta circular íntegramente de hierro, de unos 3 m de diámetro y que se eleva sobre los 8,33 m de altura, no fue afectada. La que observamos es la construida hace más de un siglo para funcionar con aceite, hoy adaptada a las tecnologías solares y despertar automatizado.

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3 - Ubicado en la Región de Los Ríos, a cientos de km al norte de Guafo.

Planta ballenera de isla Guafo, fotografía de F. Oettinguer (Quiroz 2014:99)

La ballenera de caleta Samuel

El faro no fue la única construcción moderna de isla Guafo. Como la isla se encuentra cercana al área de alimentación más importante de ballena azul en Chile (Hucke-Gaete, 2004), a comienzos del siglo XX se instaló en Guafo, más precisamente en caleta Samuel, una pequeña planta ballenera.

Poco queda en la actualidad que delate a la distancia la existencia de la ballenera. Sin embargo, una mirada más cercana permite observar los restos de las viejas estructuras. Ganados hoy por el bosque implacable, sobreviven restos de caídas chimeneas, los ladrillos especiales para las calderas, traídos desde Máfil3, dispersos aquí y allá, así como los cimientos de muros hoy fantasmales, que delatan la posición de los invisibles edificios. E inmutables quedan las tallas realizadas en las plataformas rocosas, para construir sobre ellas muelles y amarraderos.

Su historia fue recientemente reconstruida por el investigador Daniel Quiroz (2014), gracias a lo cual podemos saber que la misma comenzó a operar a fines de 1922 y fue propiedad de distintas sociedades comerciales, que unían, desunían y renegociaban constantemente la relación y forma de partición de diversos capitales chilenos y noruegos. En 1924 se venden las instalaciones a la ‘Sociedad Ballenera de

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Planta ballenera de isla Guafo, fotografía de F. Oettinguer (Quiroz 2014:100)

Corral’ que, gerenciada desde Valdivia por Carlos Anwandter, mantuvo activas las plantas de San Carlos y Guafo hasta 1936, cuando la vende a su vez a la ‘Compañía Industrial de Valparaíso’ (luego INDUS S.A.). El proyecto de esta última era desarrollar la caza en mar abierto con buques factoría, por lo que luego de un corto plazo cierra y desmantela la planta de isla Guafo.

Las memorias locales, por su lado, han transformado la historia de la ballenera en un saber que narra las malas costumbres y las consecuencias que éstas acarrean. Don Jorge G. Ruedlinger Vera escribió, a partir de las memorias de su abuelo marino, ballenero y habitante de Guafo: don Aureliano Vera Subiabre, el relato del “Ratón de Isla Guafo”, del cual compartimos un fragmento.

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El ratón de Guafo4

“Por el año 1910 y en un lugar costero cercano al actual del muelle, faro y estación meteorológica de la armada, la sociedad Ballenera AS Pacific, liderada por dos hermanos noruegos, August y Soren Christensen, instaló una planta faenadora, una filial de la que ya tenían en la isla de San Pedro, al nororiente. Era gente dura en un clima hostil, en donde la mano de obra se recibía sin hacer demasiadas preguntas. La actividad depredadora no sólo alcanzó a las ballenas, sino también a las loberías, en donde la presa favorita eran los lobeznos, por su piel. Eran ultimados a golpes. Los viejos marinos chilotes contaban que las lobas gemían igual que una mujer a la que le masacraban sus hijos.

Había pocas diversiones allí, y en las largas noches y domingos de lluvia y frío sólo el vino, el aguardiente y los naipes amenizaban el ocio. En los barcos habían llegado ratones, y los capturaban en aquellas antiguas jaulas de compuerta donde el animal quedaba atrapado por conseguir una carnada, le envolvían en la cola una tela impregnada en combustible, la prendían y los soltaban. Si luego se

salvaba de los puntapiés, el pobre animal iba a morir lejos. Tal fue el destino de un ratón en una noche de verano de 1912. Luego del jolgorio, la gente se fue a acostar. Ese fue el último ratón.

Se presume que fue a morir bajo la leña adosada a la cocina. Cuando alguien alertó del incendio, apenas pudieron salvar con vida. Las grandes construcciones eran de madera, unas junto a otras o unidas por pasadizos de madera para capear el clima. El devastador incendio acabó con todo, y la empresa decidió no reconstruir.

¿A cuántos cientos o miles de ballenas y lobos salvó ese incendio?

Ciertamente, si algún día esos animales forman un sindicato, lo primero que deberían hacer es levantarle un monumento a ese ratón.”

4- Extracto de https://revistaliterar1.wordpress.com/2013/01/31/el-raton-de-guafo/

51fotografía, año,autor fotografía, año,autor

Caleta Samuel

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SABERES Y MEMORIAS LOCALES

Iñaki Moulian Jara

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SABERES Y MEMORIAS LOCALES

La vida en el faro

El faro de isla Guafo es una instalación dependiente de la Armada de Chile y es de las primeras construcciones de este tipo establecidas en nuestro país. Ellas han tenido, y tienen aún como misión principal, ayudar en la navegación y establecer control sobre las aguas territoriales chilenas.

En la actualidad el faro cuenta con una dotación rotativa de cuatro a seis personas, la que se renueva cada cuatro meses por medio de barcos y helicópteros que aprovechan la ocasión para dejar pertrechos para la estadía. Los senderos abiertos en el área y utilizados por los fareros son escasos. La isla tiene, al menos en su parte costera, una serie de acantilados que hacen que su recorrido sea complejo y peligroso. No existen caminos que se internen al centro de la isla, prefiriendo los fareros habitualmente permanecer resguardados al interior de las instalaciones.

La vida en el faro en la actualidad no dista mucho de la que pudiera existir en cualquier ciudad. En el contexto de la isla, ingresar al faro es ingresar a la modernidad: Tv cable, Internet, teléfono, sistemas completamente automatizados,

calefacción y amplias dependencias que permiten un estado de confort que contrasta con la naturaleza que lo rodea. El faro es una isla en una isla.

El espacio del faro es un enclave del Estado que vigila el recorrido de las embarcaciones y reporta información sobre condiciones climáticas. Su rol garante de las costas, y el imaginario asociado a ello, hace que la comunicación entre las embarcaciones artesanales (que viven allí parte del año) y las autoridades locales, sea esquiva y contradictoria. La inestable situación legal de algunas lanchas resulta en una constante desconfianza hacia la autoridad de parte de sus tripulantes, lo que hace que la condición de aislamiento se acreciente al evitar la comunicación con el faro. Sin embargo, el rol más importante del personal y del cual más se enorgullecen ha sido su colaboración en el salvataje de algunos naufragios y urgencias que se han producido en la isla, para lo cual han actuado como ente coordinador en el traslado de los elementos técnicos necesarios: helicópteros, buzos especializados y barcazas de la armada.

Cada vez más escasos, los fareros de carrera han ido perdiendo espacios ante el uso masivo de la tecnología de

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automatización, siendo muchas de sus antiguas actividades reemplazadas por aparatos. El uso de Internet, los avances respecto de las cartografías satelitales, el fácil acceso a los sistemas de posicionamiento global (GPS) y las actuales plataformas de proyección del clima, hacen cada día más fácil la navegación y, al mismo tiempo, que las tareas propias de un farero sean cada vez menores.

Es difícil hablar de una memoria histórica de los fareros de Guafo dado el alto grado de rotación que tienen en la isla. Aun así, las historias trasmitidas de los más antiguos a los más jóvenes relatan viejas aventuras y algunas experiencias traumáticas que forman parte del imaginario del habitar el faro de isla Guafo.

Importante para el imaginario local es la existencia de un extraño elemento que evidencia un hecho desconcertante. Luego de un trayecto de 1 km por medio de senderos que atraviesan la espesura del bosque se llega a uno de los hitos importantes para los fareros: una tina de loza blanca dispuesta en una planicie al borde de un arroyo. Según la tradición oral esta tina habría llegado allí producto de la gran tormenta que destruyo las antiguas instalaciones del faro, aunque entre los fareros también existen dudas sobre la autenticidad de este relato. Lo concreto es que en la actualidad la tina forma parte de una ruta habitualmente

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visitada, transitada y ocupada como un punto de relajo y distención.

La peligrosidad de la isla se evidencia también por medio de la memoria trasmitida oralmente. Han habido varias muertes por accidentes en este espacio cuando algunos marinos han querido traspasar los límites, cruzando el umbral del enclave. Algunos se han desbarrancado, otros ahogado o incluso desaparecido, lo que se señala por la existencia de algunas animitas e hitos conmemorativos dispersos en el lugar. Entre ellas, destaca la historia de la traumática muerte de dos marinos en las cercanías del río de caleta Rica, un lugar habitualmente visitado para mariscar, ubicado a 7 km del faro y donde en la actualidad puede verse el recordatorio de los que allí perdieron la vida. Estas muertes traumáticas marcan el paisaje material e inmaterial de este espacio en la isla.

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Los lugueros

Isla Guafo ha sido ocupada tradicionalmente por pescadores y buzos mariscadores del sur de Chile como un lugar de extracción de múltiples recursos marinos. En las últimas décadas esta actividad se ha concentrado principalmente en la extracción de erizos y alga luga roja, siendo esta última su principal explotación en la actualidad.

La mayor parte de las embarcaciones que hoy operan en Guafo son pequeñas lanchas de madera, de entre 8 y 12 m de eslora, que provienen de la ciudad de Quellón. Desde allí los patrones de lancha organizan las campañas que los llevan a estar en la isla entre noviembre y marzo de cada año.

Desde Quellón parten las frágiles embarcaciones enfrentado una difícil ruta que irá bordeando la costa sur de Chiloé con sus múltiples islotes, hasta alcanzar la isla Guapiquilán, frente al extremo sur de Chiloé. A partir de allí inician el cruce de la ‘Boca del Guafo’, punto noroeste e inicio del Golfo de Corcovado. En total, y variando de acuerdo a las condiciones del clima y la potencia de las lanchas, arribar a la isla Guafo les demanda entre 8 y 12 horas de navegación. Es así como todos los días llegan decenas de embarcaciones a caleta Arrayán, el fondeadero

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más seguro de la isla y donde se concentra la mayoría de las faenas. Caleta Samuel es el otro surgidero importante para las embarcaciones lugueras, no obstante es menos protegido de los vientos del norte y noreste.

Todas las tardes en caleta Arrayán se agrupan las lanchas que vuelven de sus labores, formando verdaderos poblados

flotantes que han llegado a superar algunos años las 120 embarcaciones. Estos poblados se ordenan a su vez en alineaciones que responden a diversos factores: amistad, agrupaciones de trabajo, orden de llegada y tamaño, reuniéndose las de mayor calado –generalmente pesqueras o de acarreo- un poco más lejos de la línea de costa.

Los lazos de los quelloninos con Guafo tienen una gran profundidad histórica, heredada de las tradiciones de los pueblos canoeros que habitaron el área, la tradición colonial española y al sistema de explotación moderno (Moulian y Lema, 2013). Un punto central en ello es, sin duda, la instalación de la ballenera en caleta Samuel. Luego, el cierre definitivo de ésta, conllevó una baja en la actividad hasta la década de 1950 cuando comienzan a masificarse los motores fuera de borda, el sistema de buceo de escafandra y luego el de rana, lo que ayuda a mejorar la comunicación y generar mayor rentabilidad extractiva. Pero no será hasta los años ‘80 cuando la isla cobre una sustancial importancia de la mano de la “fiebre del loco”.

Actualmente en Guafo se vive la etapa descendente de lo que fue una nueva “fiebre”, esta vez por el alga luga roja. Esta se encuentra en abundancia en las costas de la Isla, y sus extractos son altamente valorados por las industrias química y farmacéutica (Altamirano, 2009).

Alga luga roja

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El uso de recursos locales estuvo tradicionalmente presente entre los quelloninos y habitantes de sectores cercanos. Nos cuenta Aladino Águila que él arribó por primera vez a Guafo en los años ‘80 para trabajar en la extracción de locos en la lancha ‘Queen Elizabeth’, pero recuerda que ya existía gente trabajando en la isla “Don Juan Chiguay, de los Chiguay que hay en Quellón, venía con un chalupón a buscar loco, de ahí que conversaban del loco y un tal Juan Rana que le decían. Venían por la temporada del loco”. También venían desde otras islas, fundamentalmente a la caza: “Desde Laytec dicen que igual venían a la vela, venían la caza de lobos”. Así también es como pervive el recuerdo de ver gente de las Guaitecas que venía a la isla a cazar el “gato guillín” -o chungungo- por su piel, prácticas que han sido prohibidas para resguardar las especies. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de productos asociados a la isla, la imagen que existía de ella era más bien negativa, pues “todos le tenían miedo, diciendo que Guafo era malo, que el tiempo era muy malo acá”.

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apodera de la caleta y los primeros rayos del sol pintan las laderas. Las puertas de las cabinas se abren y desde el interior los tripulantes salen a mirar el cielo. Los vientos son los que rigen este pueblo flotante y determinarán cuál será el destino de la jornada laboral que se avecina.

Todo buen patrón de lancha tiene sus propias formas de interpretar los vientos y las mareas, pero en general, con predominio viento norte o noroeste se prefiere buscar suerte en el sector sur y sureste de la isla; mientras que cuando hay predominio de viento sur muchos eligen el sector norte. Es normal en la isla el cambio brusco del clima y, por ende, de las condiciones de navegación, lo que hace que la experiencia del navegante sea muy valorada a la hora de formar los equipos de trabajo. Entre las lanchas vecinas se conversa sobre las condiciones climáticas y se comparten los planes para el día, antes de que cada embarcación tome rumbo a sus labores. Basta que el primer bote se desate de esa urbe flotante para que, cual ruptura en cadena, todos los demás comiencen a desarmar el poblado. En minutos todos parten, cada uno dibujando sus estelas.

Para la extracción de luga roja es necesario internarse en las profundidades del mar entre 10 y 18 m. Cada lancha cuenta por lo general con 2 ó 3 buzos, más 1 ó 2 asistentes. Estos últimos tienen la fundamental tarea de velar por el

En Guafo cada lancha funciona como un núcleo productivo y de convivencia. Son herramientas de trabajo y hogar para todos los tripulantes durante el tiempo de la travesía. Generalmente concentran el espacio doméstico en un sector cubierto adosado a la cabina de proa y que, dependiendo del tamaño de la embarcación, puede variar entre 6 y 8 m2. Al interior de este pequeño espacio existen camarotes, cocinas a leña y todos los implementos necesarios para vivir cómodamente: radios, televisión, vajilla y utensilios de cocina, despensas con provisiones e incluso muchas veces una pequeña mesa. Es el sector de la comida, la socialización y descanso. El lugar siempre cálido, donde el fuego se expresa y donde se reponen los cuerpos cansados luego de las extenuantes jornadas de trabajo.

Este espacio protegido es central en las dinámicas de grupo, pues las condiciones climáticas habitualmente imposibilitan salir de las embarcaciones. Todas las tardes vemos cómo allí también reciben a los colegas, amigos y vecinos de ocasión, para bromear, jugar a las cartas y tomar aquel mate amargo de costumbre.

Todos los días se inicia la jornada de trabajo entre las 7 y las 8 de la mañana. De las chimeneas de las embarcaciones lentamente comienzan a salir hilillos de humo que evidencian que las cocinas a leña ya están prendidas. La bruma se

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traspasa a bolsas más grandes llamadas “perras”, las que por lo general contienen 4 quiñes, unos 90 a 100 kilos, que luego serán entregados a las embarcaciones de acarreo.

El sistema de trabajo existente se basa en grupos de lanchas vinculadas a una embarcación de acarreo sostenida por una empresa. Cada una establece un pacto de venta con ésta a cambio de un préstamo inicial que sirve como inversión en la adquisición de diversos materiales. Las lanchas de acarreo sirven también para proveer a las tripulaciones de diversos tipos de alimentos que hacen más llevadera la estancia. Pollo, harina, yerba mate, azúcar y refrescos son altamente apreciados en la isla. Las empresas acarreadoras depositan la luga en las bodegas y vuelven a Quellón donde revenderán el producto a otras empresas dedicadas al secado y enfardado para la venta final a las plantas faenadoras.

Existen también las lanchas independientes, que no establecen compromisos de ventas y que ofrecen su mercadería al mejor postor. Ellos, sin embargo, deben costear toda la inversión necesaria para operar.

Todas las tardes las pequeñas embarcaciones emprenden el regreso a caleta Arrayán para hacer la respectiva entrega del alga, cruzando lentamente la bahía, decenas de ellas se disponen a un costado de la embarcación de acarreo. Este es

buen funcionamiento de los compresores que alimentan de aire a los buzos, además de maniobrar la lancha. Se preocupan de resguardar la disposición de las mangueras, mantenerlas desenredadas y lejos de los motores, además de preparar el almuerzo, generalmente una rica cazuela.

Trabajar bajo el mar es habitar otro espacio, estar en otro paisaje. En las profundidades los buzos están atentos a códigos diferentes, se rigen por normas y lógicas propias. Se dejan caer desde los botes con sus mangueras amarillas, que les entregan aire y los sujetan a la embarcación. Los asistentes se comunicaran con ellos a través de una serie de “toques” de manguera, con los cuales les dan información, órdenes y advertencias. Los buzos trabajan largas jornadas diarias bajo el mar, aunque algunos prefieren hacer en medio una pausa para almorzar, dividiendo así el día en dos etapas.

En las profundidades las aguas turquesas generalmente permiten tener buena visibilidad de las amplias praderas de luga. Entre ellas, se distinguen pequeños pulpos, distintos tipos de peces y erizos dispersos. Las manos rascan las rocas sacando la cosecha que depositan en su “quiñe”, una malla con boca anillada, que los buzos siempre llevan enganchada al cinturón. Una vez llena, esta malla se amarra a la manguera y se sube a la embarcación. Cada quiñe cargado pesa fuera del agua entre 20 y 25 kilos. En la lancha la luga extraída se

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un momento muy importante dentro de la dinámica diaria del trabajo. Todo el personal inicia una danza cientos de veces repetida, manos y ganchos que cruzan las mallas, poleas que hacen subir las perras, brazos que dirigen las bolsas para ser pesadas antes de vaciarlas, llenando las bodegas. Se anotan los kilos, se sacan los cálculos, se negocian mercancías, se descuentan préstamos y adelantos, y recién entonces se hacen cuentas sobre lo ganado. Los mejores días las sonrisas se dibujan en las caras de los tripulantes; los malos, el desgano e impaciencia se apoderan de las lanchas.

Ya la tarde cae sobre la caleta y los cuerpos de los buzos muestran el cansancio de la jornada. Las lanchas prenden nuevamente los motores para ir a ocupar su atracadero, sueltan las amarras y fondean como de costumbre. Pero todavía no es tiempo de descanso. Distintas tareas son fundamentales para el funcionamiento del grupo, entre ellas; revisar y reparar los motores, hacer pan, acarrear agua y leña desde la costa a la lancha. Es normal ver una danza de botes y remos, yendo y viniendo a la playa para sacar agua del arroyo y llenar los grandes estanques. Otros partiendo leña con hachas y ruidosas sierras eléctricas. Una vez concluidas las tares comunes, comienzan unos a lavar sus ropas, otros a tomar la once.

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En la ciudad flotante las personas caminan entre las cubiertas de las embarcaciones, conversan con el vecino sobre la jornada, juegan a las cartas, escuchan música y toman un rico mate mientras encienden el DVD para ver la película prometida. Otros se ocupan de sacar de la lancha un largo cable blanco que conectan a la antena que espera en la orilla. Es normal ver todas las tardes a tres o cuatro personas luchando por dirigir en forma correcta esa antena parabólica dispuesta sobre la tarima de palos. La noche ya ha caído, adentro de la lancha algunos pocos miran tv cable, mientras la mayoría ya duerme bajo un inmenso cielo de estrellas.

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La animita

En isla Guafo existe un espacio que es muy respetado y querido por pescadores y lugueros que excede el ámbito de la vida diaria. Un lugar de recogimiento, memoria y oración emplazado al interior de una gran gruta ubicada en la margen este de caleta Samuel. Allí se encuentra una animita que conecta la vida de los vivos y de los muertos.

El concepto de ‘animita’ designa una tradición funeraria chilena que se asocia a espacios populares de veneración y petición a almas penitentes de aquellos que han sufrido una muerte violenta o dolorosa. El espacio es marcado por la construcción de un pequeño altar-casa donde habitará la animita y se producirá la interacción con ella (Benavente, 2011). Es también un lugar de materialización de la memoria colectiva.

La animita de caleta Samuel forma parte de esa tradición, reconociéndose como componente trascendental de los paisajes culturales de isla Guafo e hito importante dentro de la memoria colectiva de buzos y pescadores. Está emplazada en una gran gruta natural de unos 25 m de altura y 6 m de ancho que tiene tres túneles, uno frontal de unos 50 m de profundidad y dos laterales más pequeños. La animita ocupa gran parte del frontis de la gruta, con diversos objetos

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entregados como ofrendas, extendiéndose por una de las cavidades laterales más pequeñas, donde se disponen un ataúd pintado de celeste y blanco y una pequeña casita de fierro llena de vírgenes y rosarios. Sobre el ataúd destacan cientos de cajas de fósforos, distintas miniaturas de barcos, muñecas, diversos objetos tallados y muchos cuadernos que funcionan como bitácoras. En estos cuadernos se registran los diversos visitantes y sus tripulaciones, pidiendo cada uno distintos favores a la animita, principalmente protección en las labores desarrolladas en la isla y el buen regreso a sus casas. Cientos de poleras se disponen en las paredes de la gruta escritas con el nombre de las lanchas y su tripulación. Dibujos coloreados sobre madera, cartas de los hijos pidiendo el pronto regreso de los padres, cigarrillos ya enmohecidos por el paso del tiempo, pequeñas fotos carnet incrustadas en las paredes, distintos crucifijos. También en el lugar vemos restos de antiguas embarcaciones naufragadas, trozos de trajes de buzos, remos dispuestos como barandas de acceso.

Según cuenta la tradición oral esta animita data de los años de la ballenera siendo reconstruida fruto de un hallazgo ocurrido en la década de los ‘80, cuando se encuentran allí los restos óseos de lo que sería una mujer y su pequeña guagüita.

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Según nos cuenta don Juan Torrealbo, cuando ellos llegaron a isla Guafo en la Queen Elizabeth ya sabían de la existencia de la animita gracias al abuelo de uno de los tripulantes que había trabajado allí… “por eso nosotros supimos que había una animita y un día fuimos a ver en qué estado estaba, cómo estaba, así que un día nos decidimos, porque estaban desparramados los huesitos (…) Así que entre todos empezamos a deducir, uno primero, los más grandes sobre todo, a ver cómo lo podíamos armar y lo empezamos a armar. Supuestamente, por lo que contaba el abuelo del amigo decía que era una señora con su hijito. Nosotros cuando encontramos el cráneo tenía pelo largo, y bastante todavía. Así que de ahí, cuando lo empezamos a armar, lo armamos completito, lo dejamos juntito todo ahí donde estaba, pero más bien arregladito. Y de ahí

empezamos a armar, supuestamente era una guagüita por el tamaño del cráneo, pero ya tendría varios meses porque era harto grandecita. Igual lo reconstruimos completo, encontramos todas sus partecitas, huesitos, todo, todo, todo, no nos quedó nada fuera. Y de ahí (...) decidimos hacer como un ataúd poh, un cajoncito ahí algo bien bonito. Así que después de ese viaje ya trajimos un ataudcito y ahí lo colocamos bien ordenadito, bien bonito lo pintamos. Y al siguiente viaje ya trajimos, para prender velitas hicimos unos cositos de fierro, para prender velitas. Y de ahí quedo eso bien ordenadito. Y de ahí nosotros mismos le traíamos coronas, le traíamos flores y lo cuidamos harto. Luego los mismos pescadores empezaron a cuidarlo.”

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Cuenta la tradición oral que esa madre a quien se refiere don Juan era una trabajadora de la ballenera de caleta Samuel que tuvo problemas en el parto, y que dado el aislamiento, no recibió atención médica por lo que muere en la isla. Basándose en esta tradicional historia es que los

buzos se acercan al área para observar en qué condiciones estaban los restos y plantean protegerlos. Es a partir de este momento cuando la animita de caleta Samuel se hace conocida y comienza a ampliarse la peregrinación a este espacio de culto. Los mismos buzos deciden poner libros de bitácoras y una alcancía para que depositen dinero para su mantención. Todos los años, antes de comenzar la rutina extractiva, pasan por la animita los pescadores que vienen a trabajar en el área. También es paso obligado para los buques bacaladeros que llegan a la isla para resguardarse de los temporales, muchos de ellos procedentes del centro y norte de Chile. Según cuentan los mismos buzos, son ellos los que han integrado a la animita la tradición de dejar poleras y otro tipo de vestimentas como ofrenda. Al interior de la gruta habita el silencio, fugazmente roto por el canto de algunos colibríes y del mar a los lejos; la gente ingresa en silencio y con respeto hacen sus peticiones antes de seguir su navegación.

Esta animita tiene sentido dentro del espacio de memoria ocupado por la antigua ballenera dispuesta en la caleta Samuel. Para muchos de los buzos la historia de la ballenera es quizás el hito más significativo de la isla. La mayoría ha escuchado de su existencia producto de la transmisión oral hecha por los antiguos trabajadores de la planta. Otros saben por los restos que quedan dispersos por la caleta. Según

Bitácora de puerto con las solicitudes de las tripulaciones a la animita de caleta Samuel.

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Aladino Águila “Se sabía que había una ballenera aquí, pero nadie venía. Nosotros cuando llegamos aquí todavía estaba toda la huesería, estaban los rieles…”.

En general existe un gran respeto de parte de buzos y pescadores por la isla. Basta una mínima posibilidad de mal tiempo para que las embarcaciones se queden en caleta Arrayán donde encuentran un mejor anclaje. Cuando se ve el cielo marcando señales de tormenta todos prefieren alejarse cruzando la Boca del Guafo hasta Guapiquilán para guarecerse. Allí capearán los vientos del noreste, que son los más peligrosos pues llegan en forma directa contra las caletas de las bahías. Caleta Samuel no es un buen fondeadero, las anclas en este lugar no tienen buen agarre y, con viento o algún temporal, quedarse en ese lugar puede ser fatal. Allí abundan los trozos de embarcaciones dispersos en las orillas, mangueras amarillas entre las piedras, trozos de tasas, fierros retorcidos y oxidados. Entre un bosque nativo abundante y prístino surgen cada cierto tiempo nuevas animitas. Compañeros, amigos, familiares, juntan los trozos de la embarcación, las pertenencias dispersas, las herramientas de trabajo y las colocan allí, recordando a los compañeros desaparecidos que no serán olvidados, y a sí mismos, los rigores que conlleva el trabajo en isla Guafo.

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EL DEVENIR DE GUAFO

Carolina Lema

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EL DEVENIR DE GUAFO

Mediante este libro hemos querido acercar a los lectores imágenes de isla Guafo, mostrando parte de la abundante vida que habita sus costas y sus boques, su historia, las marcas que el paso de las personas han dejado en ella,

dando cuenta de que han estado ahí, que allí han vivido y sufrido, como firmes anclajes de las memorias, evidencia de culturas y formas de vida que Guafo supo sostener en el tiempo. Con nuestro esfuerzo sólo alcanzamos a captar algunos trazos de un retrato imponente. No obstante, creímos importante dejar un registro de aquellos mensajes que Guafo contiene entre la bruma que invade el bosque: vidas, actos, historias, memorias.

El carácter patrimonial de Guafo es el mensaje.

El del océano encontrándose con el bosque en los acantilados rocosos que incluyen, como evidencia de su propia vejez, los restos petrificados de seres extintos.

El del ‘Huaf’ inscrito en los mapas coloniales, que casi inaudible nos hace llegar las voces que antes inundaban el aire.

El del haz de un faro que alumbra ya por más de un siglo a aquellos navegantes que se arriesgan a la travesía; y el recordatorio disperso en las costas, de aquellos que no lo lograron.

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Los mensajes del recuerdo de quienes aún los piensan, guardados en las animitas en las que nunca falta una vela.

Los mensajes que se ofrecen a la animita de Guafo para que interceda en la protección de aquellos que bucean las profundidades para sustento de sus familias.

Ese es el patrimonio de Guafo en todas sus formas. La exuberancia de la isla a veces nos confunde, y la imaginamos como un territorio invicto, de naturaleza incontaminada, y nuestro lente, la mirada primera. Pero están allí sus mensajes para narrarnos otra historia. La selva, que aún no termina de devorar los restos de la antigua ballenera, delata que hasta una industria feroz se aposentó en ella por un tiempo. Pero las calderas que se alimentaron de la selva, hoy son devoradas por ella.

Guafo no es prístina, allí vivieron y murieron inasibles cantidades de personas a lo largo de los siglos y la marcaron. Y esas marcas son mensajes que la isla mantiene para recordarle a todos que, como hoy, antes hubo otros: otros seres, otras vidas, otras lenguas, otros trabajos, otras historias. No hizo falta devorarla, perforarla ni destruirla, la riqueza de Guafo dio cuanto pudo y aún comparte sus riquezas y sus refugios a todos aquellos que buscan cada verano sustento en sus costas. ¿No es acaso suficiente?

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AGRADECIMIENTOS

Este libro pudo realizarse gracias al financiamiento del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Región de Los Lagos, a través del Proyecto FONDART Nº 90396, Fondart Regional, línea de Conservación y Difusión de Patrimonio Cultural 2015.

También se expresan aquí algunos resultados de 3 años de viajes a isla Guafo, que no hubieran sido posibles sin el apoyo financiero de la Universidad Austral de Chile a través del proyecto de la Dirección de Extensión 2013 “Breves visuales del patrimonio en isla Guafo” y el proyecto de la Dirección de Investigación y Desarrollo 2014 “Historia y memoria de los paisajes culturales de isla Guafo”.

Agradecemos también a Daniel Quiroz, quien nos facilitó las fotografías históricas de la planta ballenera de isla Guafo.

Debemos agradecer también la ayuda del personal del faro de isla Guafo que, a través del convenio que mantiene la Armada de Chile, Distrito Naval Chiloé con la Universidad Austral de Chile, colaboró de múltiples maneras con nuestras estadías y recorridos de la isla en los veranos 2013, 2014

y 2015. Su apoyo, que sin duda excedió por mucho sus obligaciones, fue de suma importancia.

Por último, y el más importante, un agradecimiento muy especial a los lugueros, pescadores, buzos y quelloninos que colaboraron con nosotros en los traslados hacia la isla y en Guafo mismo; que compartieron con nosotros tanto su alimento y saberes, cuanto su tiempo de trabajo y de descanso, siempre cordiales y con una sonrisa. Incluso aun cuando seguramente molestábamos. Por ello, a todos, ¡muchas gracias!

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Este libro integra a continuación el trabajo audiovisual “Wuafün colmillos” de 35 minutos compuesto por 5 capítulos sobre isla Guafo. Cada uno es una “vista” que se introduce a una temática tratando de mostrar cómo la isla contiene un riquísimo y complejo patrimonio natural y cultural. El medio metraje comienza con “Isla”, primera parte que nos lleva al territorio y nos muestra, desde la perspectiva de los científicos, cuales son las riquezas y las actuales amenazas que existen en este espacio. A continuación veremos “Alga Luga”, centrado en la vida y trabajo de los buzos que extraen luga roja, que se enlaza con “Animita de caleta Samuel”, el tercer capítulo dedicado a la animita más importante de la isla. Luego podrán ver “El faro y los habitantes” dedicado a la vida de los fareros que habitan punta Weather, para finalizar con “Aves” donde apreciamos parte del patrimonio natural existente. Este conjunto pretende entregar una perspectiva compleja, multidimensional y sincrónica de los paisajes culturales de isla Guafo. Así pues, los invitamos a adentrarse nuevamente en los paisajes de esta isla.

DESCRIPCIÓN DEL CONTENIDO DEL DVD