(2014): “el «dulce morir» de covarrubias: de su libro de emblemas a su tesoro”, en festina...
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EL «DULCE MORIR» EN COVARRUBIAS: DE SU LIBRO DE EMBLEMAS A SU
TESORO
Ana María Romera Manzanares1
1. Introducción
Las obras de Sebastián de Covarrubias que se van a examinar en este trabajo se prestan
a multitud de análisis: ver las relaciones entre su libro de Emblemas morales y su
diccionario, el Tesoro de la lengua castellana o española va a ser el motivo principal de
este estudio. Como este aspecto ya ha sido estudiado, ya que fue el mismo autor quien
empezó a establecer dichas relaciones entre ambas obras desde el mismo proceso de
escritura, se pretende ahora intentar dar un paso más e indagar en estas relaciones a
través del concepto del «dulce morir», motivo principal en la obra y vida de nuestro
autor.
Así pues, vamos a relacionar a través de la obra de Covarrubias la literatura, en su
vertiente emblemática, y la lexicografía para, después, proceder a identificar en ambas
obras las referencias al largo proceso de redacción, de corrección y de reflexión,
denominado por el autor como «dulce morir»
Primeramente hemos revisado los preliminares del libro de los Emblemas morales.
Después se ha examinado empresa por empresa esta obra, anotando de esta manera
todas las referencias al Tesoro por un lado, y, por otro, todas las referencias al concepto
ya mencionado, el «dulce morir», que luego se tratará y se ejemplificará. A
continuación, se ha revisado el prólogo del Tesoro, así como sus preliminares y, con la
edición digital de Arellano y Zafra (2006) hemos buscado las referencias a los términos
“de la emblemática”.
Seguidamente, en el lemario del Tesoro, se han identificado las definiciones que hacían
referencias a sus Emblemas ya publicados y con todos ellos, se ofrece un pequeño
lemario de “definiciones emblemáticas”.
Por último, para ilustrar el concepto clave de este trabajo, al que ya hemos hecho
alusión, el del «dulce morir», se han seleccionado los emblemas y definiciones que
mejor lo ejemplifican.
Así que, sin más, remitimos a las palabras de Covarrubias en el prólogo Al letor de su
diccionario:
“Yo pido con toda humildad y reconocimiento de mi poco saber, que todo aquello que
yo errare se me enmiende con caridad y se me advierta para otra impresión.”
2. Sebastián de Covarrubias: emblemista y lexicógrafo
El que se ha denominado como el “primer gran tesorero del idioma2” nació en Toledo,
en 1539. Solía llevar el apellido de su madre por hacer alarde de su ilustre rama aunque
1 Grado en Filología Hispánica: cuarto curso.
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la de su padre no fuera peor, ya que fue un jurisconsulto apreciado, poeta, dramaturgo,
historiador y además famoso por su cancionero y su refranero: Teatro universal de
proverbios. En la elección de apellido, quizá influyó el aprecio y admiración que sintió
por su tío y protector: Diego de Covarrubias, al que dedica en su muerte uno de sus
emblemas:
Emblema 1, tercera centuria: Spirat Adhuc.
Según las informaciones de la edición del Tesoro de Ignacio Arellano y Rafael Zafra,
Covarrubias fue un hombre de Dios: se ordenó sacerdote a los 28 años y se licenció en
Teología en la universidad de Salamanca; también fue un hombre del rey: fue capellán
de Felipe II en 1570; y por supuesto, un hombre de letras y libros: de gran cultura,
humanista, políglota (en su diccionario y en los Emblemas maneja con soltura el latín, el
griego, el hebreo, el árabe, el francés y el italiano), además de desempeñar cargos
importantes de la época, tales como patrono de las memorias del Deán de Cuenca,
encargado de las llaves del Archivo, guarda-mayor de las dehesas y casas y posesiones
del cabildo, director del coro de la Catedral y corrector de los libros del mismo. Se le
encomendó también la tarea de ordenar e inventariar los libros de la misma Catedral,
teniendo que abandonar la tarea en 1590, cuando se trasladó a Valencia. Allí se le
encomendó la misión de evangelizar ciertos territorios moriscos, empresa en la que
fracasó. Ya de vuelta a Cuenca (1602), retomó su amor por los libros haciéndose cargo
de nuevo de la biblioteca de la Catedral, una de las más insignes de su tiempo. Se dice
que es ahora cuando empieza a escribir su obra: los Emblemas, el Tesoro, el
Suplemento, un Tratado de cifras hoy perdido y una traducción de Horacio.
Ante las características de las obras que vamos a tratar (tamaño, secuencialidad, fechas
de los preliminares, impresión, etc.) hemos de pensar que el autor trabajó en ellas de
2 Dominique Reyre: Prólogo segundo: Las llaves del Tesoro de Covarrubias en Covarrubias y Horozco, Sebastián (1611): Tesoro de la lengua castellana o española. Edición integral e ilustrada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra. Universidad de Navarra: Iberoamericana Vervuert (2006) [DVD-ROM].
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forma simultánea3, aunque hay indicios que nos dejan pensar que los Emblemas estaban
acabados antes, tales como la dedicatoria de la obra, que hace referencia a su etapa de
Valencia:
Dedicatoria de los Emblemas morales:
“Estando vuestra excelencia por virrey en el reyno de Valencia me mandó le sirviesse
con algun poema que fuesse de entretenimiento y gusto: halleme con solo un quaderno
de las niñerias de mi mocedad (…).”
“Estas son las primicias de mis trabajos que van saliendo a luz: y tras ellas (siendo Dios
servido) publicaré luego el Tesoro de la Lengua Castellana, con que sirvo a su
Majestad.”
Y, siguiendo a Bouzy (2000: 144), decimos que en uno de sus emblemas, se refiere a él
como «obra de mi vida», y en el Tesoro se hacen continuas alusiones a los Emblemas ya
publicados. Además, Covarrubias da mucha importancia al hecho de que no encontró
ilustradores para sus emblemas, motivo que pudo retrasar la publicación del libro:
“Y pareciome serian a proposito unas emblemas morales, hallando entonces quien
dibuxasse mis pensamientos, pero no quien supiesse abrir en estampa sus figuras, hasta
agora que unos oficiales estangeros me las abrieron en madera.”
Pero, al ser estas obras todas secuenciales, es casi imposible determinar con exactitud la
correlación temporal de anterioridad/posterioridad existente en ciertos casos entre tal
emblema y tal definición y viceversa.
En cuanto al Suplemento, del que se ha hablado como un diccionario onomástico, por
contener en su mayoría nombres (Bouzy, 2000: 152), hemos de decir que absorbió las
últimas horas de trabajo de Covarrubias. Formó parte del proyecto lexicográfico incial,
y esto lo sabemos porque desde las primeras letras del Tesoro se remite a él como
fuente de ampliación de definiciones, como, por ejemplo en:
ASBESTO. Vide in appendice.
ARGOS. Rey de los argivos. Vide Apend.
ARGO. La nave con que navegó Iasón, y sus compañeros a Colchos. Vide Apend.
Pero finalmente quedó incompleto, justo en la entrada MOISÉS. Remitimos de nuevo a
las palabras de Reyre (2006): «¿moriría Covarrubias como él sin entrar en la tierra
prometida, sin poder concluir su marcha a través de la aridez lexicográfica y
contemplando el deseado fruto de su labor tan solo de lejos como Moisés en el monte
Nebo?».
3 Este proceso ha sido denominado como: reescritura (Bouzy: 1992), auto-reescritura (Vitse: 1988) y reescritura interna (Cayuela: 2000).
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Se piensa que el autor no quería publicar el Suplemento, o al menos no parece esta su
intención primera: lo tomó como un instrumento de relectura y complementación de su
Tesoro , como se puede ver en las entradas de ESCOBA, ESCUCHAR, FABIANO, LLORAR,
LEÓN, LONGINOS, MEDINA, y muchas otras:
Ejemplo de reescritura:
ESCOBA.(Tesoro) Del nombre latino scopa, ae, seu scopae, scoparum, instrumentum
quo punimenta verruntur, dictae scopae quasi scobae, quod his purgamenta veluti
scobem educimus. El valenciano la llama granela y el italiano granata. Escobilla, cierta
hierba conocida y común. Escobilla, diminutivo de escoba; es la limpiadera con que se
limpian los vestidos, comúnmente de cerdas de jabalí. Los antiguos y algunos hoy día
usaron y usan de la cola del buey. (…)
ESCOBA. (Suplemento). Adonde dice «punimenta verruntur», has de leer «pavimenta
verruntur». Los antiguos acostumbraban a azotar a los delincuentes con unos manojos
de ciertas varillas delgadas que por estar atados en la forma de las escobas para barrer se
llamaron escobas. Y ansí en algunas pinturas hallamos que los que azotaban a Cristo
Nuestro Señor tenían unos manojos de varillas en esta forma.
Ejemplo de complementación:
FABIANO. (Tesoro). San Fabiano, mártir papa, que padeció en tiempo de Decio y fue
sepultado en el cimenterio de Calixto. Reza la Iglesia deste santo y de San Sebastián a
los veinte de enero. Hay otro San Fabiano, mártir de Catana; reza dél la Iglesia Santa en
31 de diciembre.
FABIANO. (Suplemento). Fue el papa San Fabián veintiuno en orden. Romano, hijo de
Fabio. Creado pontífice a dos de enero año de docientos y treinta y siete. Tuvo la silla
catorce años y once días imperando Maximino, Balbino, Pupieno, Gordiano, Julio,
Filipo y Decio.
Sin embargo, sí quería terminarlo: dentro del Suplemento habla de la entrada de PÉLOPE
en HIPODAMÍA y de ORIÓN en HIREO:
HIPODAMÍA. (Suplemento) Hippodamia. Hija de Oenómao, rey de Élide, el cual
habiendo sido advertido del oráculo que un yerno suyo le había de matar, siendo
recuestada y pedida de muchos por su gran hermosura y gentileza, los admitió a todos,
con tal que en los certámines curules le venciesen. Tenía unos caballos velocísimos,
engendrados según se decía del viento Céfiro y el que fuese vencido por él había de
morir. Eran ya quince los que había rendido y muerto, cuando Pélope, hijo de Tántalo,
viendo la doncella fue preso de su amor, y sobornando a Mirtilo, auriga de Oenómao, le
puso las ejes de suerte que faltando en medio de la carrera se salieron las ruedas y
Oenómao, cayendo, se mató, y estándose muriendo de pura rabia maldijo la cabeza de
Mirtilo, tomando la palabra a Pélope que vengaría tan gran traición. Lo cual él hizo,
porque pidiéndole lo que le había prometido, le mandó echar en la mar con que vengó a
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su suegro y quedó señor de su hija y del reino. Lo demás de Pélope se dirá en su lugar4.
Vale Hipodamía domadora de caballos, †ppoj [hippos], equus, dom£w [domaô], domo.
HIREO. (Suplemento) Hyreo. Rústico labrador de Boetia. Fue padre de Orión. Vide
verbo Orión.
¿Será que no conocemos el resto de la obra? Hasta el momento se cuenta solo con un
manuscrito, el ms. 6159 de la Biblioteca Nacional de España, que consta de 318 folios.
Ya se aprecia en la obra la edad y quejas del autor. Recordemos los preliminares del
Tesoro:
“(…) y el no tener ni edad, ni salud para andar caminos, me impidieron el no aver ido en
persona a presentarlos a v. m. y consultar de camino los demas hombres doctos de essa
Universidad, que son aficionados a buenas letras, y muy vistos en ellas, (…).”
Así, acabó dictando a los copistas, de cuya impericia no dejó de quejarse: como se ve en
la entrada de HIEDRA:
HIEDRA. (Suplemento). Iedra. Latine hedera. Esta dicción se le quedó entre renglones al
que iba copiando en limpio mis papeles, y con ella otras muchas a causa de estar yo tan
doliente, que no pude escrebirlo de mi mano ni recorrer lo que estaba de la ajena. Digo
pues que la palabra hiedra, latine hedera, se dijo ab haciendo porque se ase a las paredes
y a cualquiera cosa que se arrima (…).
Definición que conecta directamente con el siguiente emblema:
Emblema 76, segunda centuria: Non nisi percussus.
4 La negrita es mía, también en el resto de citas del trabajo.
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Así pues, Covarrubias murió envuelto en la tarea de redacción de las páginas de su
segundo diccionario en Cuenca, en octubre de 1613.
3. Emblemas y definiciones: la ocultación-revelación del significado.
La emblemática ha sido una ciencia que siempre ha atraído a estudiosos y aficionados,
por lo atractivo de desenmarañar las enseñanzas encriptadas que ofrecen estas obras,
que desde sus principios era inaccesibles para un amplio espectro de la población que,
aunque era capaz de interpretar sus imágenes gracias al amplio bagaje visual del siglo
áureo, no llegaba a adivinar todas las explicaciones históricas, literarias, alegóricas o
mitológicas que relacionaban la imagen con su significación. Así, podemos decir que
las obras de la emblemática encierran buena parte del saber de su época, así como el de
la tradición precedente, al igual que servirán como camino a las obras que se publicarían
después, sea cual sea la época a la que nos refiramos.
Covarrubias se adscribe a esta ciencia de gran tradición con la publicación de su libro
Emblemas morales en 1610. Ya su hermano, Juan de Horozco y Covarrubias, había
escrito un libro de emblemas en 1589, y él lo imita hasta en el título: es innegable la
influencia directa de su hermano, al igual que de otros grandes emblemistas
mencionados anteriormente. Pero la obra de nuestro autor presenta más citas que la de
su hermano, más imágenes, tomó motes de otras lenguas (francés e italiano) e incluso
utilizará la lengua romance. Según Hernández Miñano (1988: 97): «en todos los
estudios que traten sobre literatura didáctico-moral o filológicos se ha de contar con
ellos». En estos años, los estudios sobre estos autores ha resurgido considerablemente.
La importancia de los Emblemas morales reside en que la visión que nos ofrecen es la
de un mundo en crisis, donde las imágenes se repiten hasta convertirse en tópicos,
donde las normas de moralidad, consejos, sentencias y conclusiones son advertencias
que nos dicen dónde están el bien y el mal. Este aspecto del mundo depravado se ve en
el constante sentir de Covarrubias, quien excusa siempre su obra y la defiende ante las
malas y envidiosas lenguas, en los prólogos de ambas obras y hasta en algunos
emblemas5, tal como vemos aquí:
5 Hay artículos que se dedican exclusivamente a examinar los emblemas de esta temática, como, por ejemplo: Pedraza y Martínez, María del Pilar (1994): “Los emblemas de la envidia”, Actas de I simposio internacional de emblemática, Teruel, 1 y 2 de octubre de 1991 (305-322). Teruel: Instituto de Estudios Turolenses.
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Emblema 35, tercera centuria: Timidi est optare necem.
Por otra parte, siempre se ha dicho que el autor acaba de una forma u otra reflejándose
en su obra, así los emblemas transmiten un compromiso social, una manifestación de
sinceridad, un rechazo de la hipocresía y vicios, detalles que nos dicen mucho de la
personalidad del autor. Ya se ha señalado por autores como Hernández Miñano el
manifiesto de sinceridad que hace el autor en los Emblemas siendo estos así una pieza
clave para descubrir aspectos de su vida, de la que hasta ahora poco se conoce.
Por otra parte, Covarrubias, en su Tesoro, ofrece una verdadera suma epistemológica
que de no estar organizada conforme a un orden alfabético, podría ser considerada como
la obra de un «simbolótogo emblemista, epistemólogo de las artes y las ciencias,
lexicógrafo, etimologista, enciclopedista» (Bouzy, 1992: 127). En definitiva, es el
resultado del trabajo de un erudito eclesiástico empeñado en recopilar todas las
preocupaciones y saberes de la época en que le tocó vivir. Va más allá de las
etimologías y definiciones lexicográficas: ilustra sus definiciones con ejemplos de la
Biblia, de autores clásicos y coetáneos y emblemistas, tales como Andrea Alciato,
Pierio Valeriano, Claudio Paradino, Simeoni Giovio y muchos más, entre ellos los
suyos propios, de los que no se olvida nunca. Todo esto da cuenta del vasto
conocimiento del autor en la materia. La recurrencia a los términos de la emblemática
también es destacable: las voces símbolo, emblema, empresa, divisa, insignia,
jeroglífico, etc., se utilizan de forma permanente en la obra. Estos rasgos del Tesoro se
explotan aún más en el Suplemento, donde la proporción de referencias a emblemas e
imágenes cuenta con un mayor porcentaje de aparición.
Además, el Tesoro de la lengua castellana se ha tratado como el primer diccionario
monolingüe del español, aunque sobrepase con creces este papel. Su afán lexicográfico
se ve complementado por su afán etimológico, enciclopédico, histórico, mitológico,
literario… todo con el fin de igualar a España con otras naciones que sí tenían este tipo
de obras:
“Todo lo dare por bien empleado, con que V. M. reciba este mi pequeño servicio con
grato animo, dandome licencia le ponga nombre de Tesoro, por conformame con las
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demas naciones que han hecho Diccionarios copiosos de sus lenguas: y de este no solo
gozara la Española, pero tambien todas las demas, que con tanta codicia procuran
deprender nuestra lengua, pudiendola agora saber de rayz, desengañados de que no se
debe contar entre las barbaras, sino ygualarla con la Latina, y la Griega, y confessar ser
muy parecida a la Hebrea en sus frasis, y modos de hablar.”
En cuanto al punto de unión de estas obras, el binomio ocultación-revelación del
significado, vemos que está planteado siempre desde el didactismo y el
adoctrinamiento. No ofrece Covarrubias unos emblemas herméticos que sean casi
inaccesibles, sino unos emblemas cuyos significados y enseñanzas se ofrecen como
pruebas lúdicas para el ingenio de sus lectores. Ya sabemos que entre las
preocupaciones de Covarrubias estaba siempre el facilitar la transmisión y la
divulgación del conocimiento, a pesar de que esto supusiera para él un dulce morir…
Algo parecido pasa con la finalidad del diccionario, cuyas definiciones contienen
grandes enseñanzas morales y donde la voluntad de adoctrinamiento es evidente,
siempre combinada con la enseñanza dada en los Emblemas. Se trata de un proceso
gradual, que depende de las definiciones y de los ejemplos empleados en ellas, pero, a
veces, parece que debe el lector consultar una obra con la otra al lado, ya que los
contenidos parecen ampliarse y completarse tras la consulta del emblema y la definición
o viceversa: como es de suponer por ilustrar el significado de las voces, las mayoría de
las veces el lexicógrafo remite al emblemista, tanto en el Tesoro como en el Suplemento
aunque más en este último. Así, se puede ofrecer una lista de definiciones procedentes
de ambas obras lexicográficas que remiten a los Emblemas morales de las que
recogemos aquí solo las que los mencionan de forma explícita, donde la cifra en
números romanos representa el número de la centuria, y la cifra en números arábigos, el
número del emblema:
Alcancía: I, 20
Anón: I, 71
Ciprés: II, 67
Cocodrilo: I, 21
Conejo: III, 12
Envidia: I, 12
Fuego: III, 29
Hiedra: I, 37
León: I, 84
Midas: II, 60
Milón: I, 56
Ofiógenos: II, 52
Virgen: I, 5
Zurriaga: III, 11
De esto es deducible el interés que puede suscitar la obra de Covarrubias en diversos
ámbitos: lexicografía, emblemática, referentes al Siglo de Oro (teatro, poesía, novela,
etc.)… Muestra de ello es la inmensa bibliografía que trata sobre el autor. , sin perder
nunca de vista la orientación moral que como hombre de Dios plasmó siempre en sus
obras.
4. El «dulce morir»
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Como antes se dijo, en la obra de un autor siempre se acaban reflejando sus más hondas
preocupaciones existenciales. En la obra de Sebastián de Covarrubias vemos su
preocupación por la enseñanza, la represión de los vicios y malas costumbres, la
misoginia, la preocupación por la honra, la fama póstuma…
Pero con algo más de insistencia, quiere decirnos el autor que algunos hombres dedican
su vida al estudio (de la religión), para facilitar a otros su conocimiento. Trata de
resaltar su esfuerzo, trabajo y dedicación en una obra que tanto había de enseñar a la
sociedad en crisis que le rodeaba.
Esta insistencia en trasmitimos lo duro que resulta el estudio al intentar digerir la
doctrina cristiana y devolverla adaptada, para que así resulte más fácil su comprensión,
no es otra cosa que el deseo de hacernos partícipes del mucho trabajo que le están
llevando sus Emblemas morales y su Tesoro, aunque espera, dice, sirva a la gente
sencilla para comprender mejor nuestra religión.
Esta idea la define ya desde los preliminares de las dos obras: ha pasado muchos años
componiéndolas:
Privilegio de Jorge de Tobar a los Emblemas:
“Nos fue fecha relacion, que vos aviades compuesto un libro intitulado Emblemas
morales, en el que aviades puesto mucho estudio y trabajo: y nos pedistes y suplicastes
os mandassemos dar licencia y facultad para le poder imprimir (…).”
Privilegio, también de Jorge Tobar, al Tesoro:
“Nos fue fecha relacion, que aviades compuesto un libro intitulado Tesodo de la lengua
española, en que os aviades ocupado mucho tuempo, y era muy util y provechoso para
todos los nuestros Reynos, y nos pedisteis y suplicasteis os mandassemos dar licencia
(…).”
Carta al Señor, del Tesoro:
“Los que lo han intentado, vencidos de un trabajo inmenso, han desistido della, por la
mezcla de tantas lenguas, de las que consta la nuestra. Yo con el desseo que he tenido y
tengo de servir a V. M. he porfiado en este intento, hasta que Dios ha sido servido
llegasse a verle el fin al cabo de muchos trabajos, de los quales la obra dara testimonio,
a costa de mi salud y sosiego.”
Como es de suponer, este mismo pensamiento se reflejará en sus empresas,
concretamente en las que se recogen a continuación y de las que añadiremos aquí,
además de una forma más extensa que los emblemas vistos anteriormente, solo las
destacadas en negrita6. De esta forma, podremos ver todos los motivos que nos llevan a
6 Se adjunta el resto a este trabajo en formato digital.
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relacionar el emblema con el concepto y, por otra parte, centrarnos en los más
representativos:
Centuria I: 6, 7, 9, 33, 40, 42, 59, 67, 72, 78.
Centuria II, 5, 8, 9, 24, 25, 31, 45, 54, 57, 61, 68, 80.
Centuria III: 14, 25, 37, 47, 59.
Centuria II, emblema 45: Nil magnum longo nissi tempore.
Este emblema, además de ejemplificar perfectamente el concepto del que venimos
hablando, menciona directamente al Tesoro de la Lengua, que puede decirse que es el
“mayor parto del entendimiento de Covarrubias”.
Emblema 45, segunda centuria: Nil magnum longo nisi tempore.
Adjuntamos aquí un extracto de la definición que ofrece el Tesoro de „elefante‟:
ELEFANTE.(Tesoro)(…)Casi todo lo que se ha dicho hasta aquí es de Plinio; agora
aplicaremos los jeroglíficos, empresas y emblemas que se han formado del elefante y la
dotrina moral fundada en su natural historia. (…)Para sinificar una cosa que ha tomado
principio, pero que tiene necesidad de mucho tiempo para perficionarse, pintaban un
elefante pollo, que aún no le habían nacido los colmillos, aludiendo al tiempo que tarda
en nacer y criarse; porque, como está dicho, algunos afirman que de la concepción al
parto pasan diez o doce años y otros que menos. Como quiera que sea, está recebido en
proverbio, cuando una cosa tarda en acabarse y perficionarse: «Citius elephantes
pariunt».
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Centuria II, emblema 68: Todos quatro matadores.
Aquí hace alusión de nuevo el autor al concepto del «dulce morir», con la variante dulce
muerte. Hace hincapié en la soledad y en la melancolía que experimentan los autores
mediante el proceso de composición de sus obras durante la noche y el día.
Emblema 68, segunda centuria: Todos quatro matadores.
A este emblema añadimos la definición de „candela‟, que aunque no de forma tan
explícita como en el ejemplo anterior, sí que guarda relaciones con este emblema, si no,
¿cómo relacionaríamos una vela con acabar un trabajo?:
CANDELA. La vela de sebo o cera; lat. candela, ae. Candela, en los hornos, es cuando le
encienden y hace llama y hasta que esta se apaga no entran el pan. Acabarse la candela,
por consumirse la vida, gastando el calor natural, el húmido radical, como gasta el fuego
del pabilo la cera o el sebo. (…). Al que damos priesa que concluya en efetuar algún
negocio, decimos que se acaba la candela.
Por último, recogemos de la centuria III, el emblema 59: Fin che io finisca.
Viene a ser este emblema el colofón de este cuerpo de ejemplos. No hay emblema en
toda la obra que ejemplifique mejor el concepto que venimos investigando, al que
además se refiere de forma explícita. Los gusanos de seda entregan la vida con sus
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obras, dan la seda “digerida” y mueren para que esta pueda aprovecharse. Eso es lo que
hace Covarrubias, digiere la teoría, las enseñanzas y toda la sabiduría de la época para
plasmarla después, no sin fatiga y desvelo, en las obras que hemos visto aquí, todo para
ayudar a los lectores, al prójimo, que se iban a beneficiar de todas las doctrinas y leyes
morales que él ofrecía.
Emblema 59, tercera centuria: Fin che io finisca.
Aquí sí, en estrecha relación con esta empresa, está la definición de „gusano‟, donde se
remite de forma implícita y sutil al emblema, que el “curioso lector” sabrá identificar
sin problemas:
GUSANO. Quasi cusano, de kj [kis], quis, vermis, qui in ligno aut frumento nascitur o, lo
más cierto, del nombre caldeo JUD [gws] [gush], gus, vermis, y en hebreo vale polvillo
de tierra, que es la materia y el principio de do se forma el gusanito. (…) Hay muchas
diferencias de gusanos, y en la consideración dellos, siendo tan tristes animalejos, hay
mucho que considerar en su naturaleza, pues los que crían la seda, dichos en latín
bombyces, nos dan tanta riqueza y gala, sacando de sus entrañas el capullo de seda,
labrando su sepulcro, pues al cabo se quedan encerrados en él y mueren; el volver a
nacer del gusano muerto una palomita o mariposa, que con su simiente vuelve a renovar
el gusano, que sale o se cría della, de cuya especulación se sacan altísimos conceptos; el
gusano de la madera, dicho en latín teredo, que viene a cortar una grande viga y dar con
ella en tierra con roerla, y el todo no es mayor que la cabeza de un alfilel; cierto gusano
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que nace a la mañana, y a la noche muere, dicho hemerobius, vel ephemeris. Y otros
gusanos tan pintados y esmaltados, que dellos tomó el nombre la labor estimada que
llamamos de gusanillo. (…).
5. Bibliografía
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Covarrubias en el laberinto emblemático de la definición. Criticón, 54, 1992, pp. 127-
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Bouzy, C. (2000). “De los Emblemas morales al Tesoro de la Lengua y al Suplemento:
Sebastián de Covarrubias reescrito por sí mismo, Criticón, 79, pp. 143-165.
Covarrubias y Horozco, S. (1610). Emblemas morales. Edición digitalizada, disponible
online: < https://archive.org/details/emblemasmoralesd00covar > [Última consulta
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Covarrubias y Horozco, S. (1611). Tesoro de la lengua castellana o española. Edición
integral e ilustrada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra. Universidad de Navarra:
Iberoamericana Vervuert (2006) [DVD-ROM].
Galán Rodríguez, C. y Rodríguez Ponce, M. I. (2013). “Emblemas y arte de memoria en
el Tesoro de Covarrubias: perspectivas semióticas”. Revista Signa 22, pp. 291-316.
Hernández Miñano, J. de D. (1988). “Los Emblemas morales de Juan de Horozco”,
Norba-arte , 8, pp. 97-114.
Hernández Miñano, J. de D. (1996). Sebastián de Covarrubias en sus Emblemas
morales. En: Literatura emblemática hispánica: actas del I Simposio Internacional /
Sagrario López Poza (ed. lit.) pp. 515-532.
Hernández Miñano, J. de D. (1999). “Los fundamentos litearios imaginativos y
culturales de un emblema de Sebastián de Covarrubias”, Norba-arte, 18-19, pp. 67-82.