codicia financiera capitulo 1

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D. Eduardo Olier, Director de la Cátedra de Geoeconomía y Estrategia Internacional de la Universidad CEU San Pablo y Presidente del Instituto Choiseul España, tiene el honor de invitarle a la presentación de su último libro Codicia Financiera Como los abusos financieros han destrozado la economía real editado por la Editorial Pearson Contará con la participación, entre otras personalidades, de: Dª Ana Palacio, Ex Ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación, y D. Jordi Sevilla, Ex Ministro de Administraciones Públicas Fecha: 18 de Junio de 2013 a las 19 h Lugar: Aula Magna - Universidad CEU San Pablo Julián Romea, 23 S.R.C. Alberto Martín de la Torre / Laurie LeBlanc Tel.:+34 630 878 537 / +34 656 403 031 E-mail: [email protected]

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Capitulo I Resumido del Libro Codicia Financiera.

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  • D. Eduardo Olier, Director de la Ctedra de Geoeconoma y Estrategia Internacional de la Universidad CEU San Pablo y Presidente del Instituto Choiseul Espaa, tiene el honor de invitarle a

    la presentacin de su ltimo libro

    Codicia Financiera Como los abusos financieros han destrozado la economa real

    editado por la Editorial Pearson

    Contar con la participacin, entre otras personalidades, de: D Ana Palacio, Ex Ministra de Asuntos Exteriores y Cooperacin, y

    D. Jordi Sevilla, Ex Ministro de Administraciones Pblicas Fecha: 18 de Junio de 2013 a las 19 h Lugar: Aula Magna - Universidad CEU San Pablo Julin Romea, 23 S.R.C. Alberto Martn de la Torre / Laurie LeBlanc Tel.:+34 630 878 537 / +34 656 403 031 E-mail: [email protected]

  • wCodicia financiera

    Eduardo Olier

    Eduardo Olier es Doctor Ingeniero de Telecomunicacin por la Universidad Politcnica de Madrid donde fue profesor de matemticas y llev a cabo programas de investigacin en el campo de la ciberntica y la teora de control. Ha sido miembro del staff de la Agencia Espacial Europea, y ha ocupado puestos ejecutivos en Repsol y en el grupo industrial del banco BBVA. Fue socio de Deloitte Consulting y presidente para Espaa y Portugal. Ha sido vicepresidente ejecutivo de la compaa japonesa NEC para el sur de Europa y Latinoamrica; presidente de la consultora Bearing Point para el sur de Europa; y presidente de la consultora de recursos humanos Korn Ferry para los mismos pases.

    Actualmente, es presidente del think tank Instituto Choiseul Espaa, especializado en geoeconoma e inteligencia econmica, siendo tambin vicepresidente del Institut Choiseul en Pars (Francia). Es presidente del Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra, y dirige la Ctedra de Geoeconoma y Estrategia Internacional de la Universidad San Pablo CEU. Es miembro de varios consejos de compaas naconales e internacionales.

    Ha sido profesor visitante en varias universidades espaolas y extranjeras. Ha publicado numerosos artculos sobre tecnologa, poltica y economa en diferentes medios espaoles y extranjeros, y es autor de los libros Corporate Governance Intelligence y Geoeconoma, las claves de la economa global, publicados en esta misma coleccin.

    Blog: www.geoeconomia.es

    @geoeconomiaBlog

    Las prcticas codiciosas de la economa financiera actual nacidas de una visin utilitarista de la economa no seran posibles sin el concurso de los reguladores, es decir, de los responsables polticos. Hoy es la poltica la que condiciona los mercados. Y son las clases polticas dominantes las que facilitan que los mercados financieros ahoguen a la economa real. Nada del destrozo econmico que hemos visto, y an sufrimos, habra sido posible si los reguladores no hubieran permitido la expansin de productos financieros txicos, ni hubieran facilitado unas condiciones en los mercados que fueron el inicio de otros abusos. Tampoco habran sido posible los problemas habidos en numerosas entidades financieras sin la cohabitacin de la poltica con sus gestores econmicos. Entidades que han tenido que ser rescatadas a base de impuestos a los ciudadanos, mientras sus responsables se otorgaron, en muchos casos, enormes sumas dinerarias por su gestin al frente de empresas quebradas.

    Imagen de cubierta:Los siete pecados capitales: AvariciaPieter Bruegel el Viejo. The Trustees of the British Museum

    www.pearson.es

    Cmo los abusos financieros han destrozado la economa real

    ISBN: 978-84-9035-307-3

    9 7 8 8 4 9 0 3 5 3 0 7 3

    Este libro pone de manifiesto cmo la codicia ha provocado que la economa financiera sin control y las inestabilidades que ella ha producido en la economa real hayan sido las causas primeras de la crisis actual, de los serios problemas que atraviesa la clase media y de las crecientes desigualdades econmicas que existen, donde el 2% de los ms ricos concentran el 50% de la riqueza mundial.

    Y por supuesto, cmo esta codicia financiera se ha apoyado en la ineptitud y corrupcin poltica para fortalecer la crisis.

    Eduardo Olier analiza de la mano de los grandes economistas el sistema financiero capitalista y cmo este ha provocado la crisis actual.

    Conversaciones sobre el libro: #Codiciafinanciera E C O N O M A

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  • Contenido

    Introduccin Ix

    CAPTULO 1 El apetito inmobiliario 1

    The Crown Estate 1

    Especulacin inmobiliaria en Florida 3

    La poltica del New Deal 4

    Las hipotecas se convierten en productos financieros 6

    La cada de Fannie Mae y Freddie Mac 8

    Explota la burbuja inmobiliaria 10

    CAPTULO 2 Los mercados financieros 13

    El capitalismo de Adam Smith 13

    La financiacin del ferrocarril al Oeste 16

    Las agencias de rating 18

    Wall Street 20

    Especular con commodities 23

    Mecanismos financieros islandeses 27

    Matemticas financieras 30

    Burbujas financieras: derivados y estructurados 33

    CAPTULO 3 El dinero 37

    El dlar entra en escena 37

    Los mercados de Forex 39

    Dinero y financiacin del Estado 42

    La cantidad de dinero 44

    La crisis de deuda 45

    El corralito argentino 47

    De la Unin Monetaria Latina al euro 49

    La trastienda del euro 52

    El galimatas del Quantitative Easing 55

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  • VI Contenido

    El dinero del FMI 57

    La estructura del capitalismo financiero 59

    CAPTULO 4 El capital 61

    El marxismo de Carlos Marx 61

    El otro marxismo: Reinhard Marx 65

    Banca comercial y banca de inversin 67

    The Glass-Steagall Act 70

    La debacle de las cajas de ahorro espaolas 73

    El juego del interbancario 75

    Greenspan y los tipos de inters 76

    Financiacin del Estado y prima de riesgo 80

    CAPTULO 5 Vas de agua en el Titanic europeo 85

    Ciclos y crisis econmicas 85

    De los tulipanes a Bernard Madoff 88

    Irlanda y el ciclo inmobiliario 94

    Se hunde el Partenn econmico griego 97

    Las cuentas pblicas: la deuda 99

    La crisis de crdito: comienzan los rescates 103

    Los PIIGS: el hundimiento europeo 105

    CAPTULO 6 El Estado de bienestar 109

    Thomas Maltus y la Poor Law Act 109

    La economa del bienestar de Bismark 113

    El caso espaol: la Ley de Beneficencia 116

    El coste social y el Estado de bienestar 118

    Modelos de pensiones 121

    Crisis econmica y desempleo 122

    Obama y la Seguridad Social 126

    El problema demogrfico 128

    La cada del Estado de bienestar 131

    CAPTULO 7 Casino financiero 133

    Hacerse rico con los Ninja 133

    George Soros y la explosin de los hedge fund 136

    Estructurados y derivados financieros 141

    De bonos y preferentes 145

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  • Contenido VII

    La deuda pblica y la prima de riesgo 148

    CDS: armas financieras de destruccin masiva 151

    Casino en el BCE? 154

    La globalizacin financiera 156

    CAPTULO 8 La prosperidad del vicio 159

    Keynes versus Friedman 159

    La Escuela de Viena 164

    Naciones pobres 167

    Economa social de mercado 170

    La nueva economa 172

    La destruccin del medioambiente 174

    La brecha entre ricos y pobres 177

    Hedonismo y consumismo 180

    CAPTULO 9 La destruccin de la clase media 183

    Aristocracia, burguesa, clases medias 183

    Consumismo: del 600 al BMW 186

    Economa low cost 188

    Incentivar la compra de vivienda 191

    Los impuestos directos y los indirectos 193

    El desempleo: una juventud sin futuro 196

    Los sistemas educativos 198

    La prdida del bien comn 200

    CAPTULO 10 La economa real 203

    El mundo poscrisis 203

    Cibereconoma y ciberdelincuencia 207

    El fraude corporativo 209

    De la economa del carbn a la economa virtual 212

    La sociedad economicista 215

    Poltica y economa 218

    Schumacher: lo pequeo es hermoso 222

    Postscriptum 227

    Referencias 229

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  • IX

    Introduccin

    En principio, este libro estaba pensado con otro ttulo. Parecido, aunque dis-tinto. El cambio nada tuvo que ver con motivos comerciales, sino con una sugerencia recibida por una de las ejecutivos de la editorial Pearson que pen-s que era ms apropiado. Y al autor y al editor les pareci bien: refleja lo que est detrs de las crisis econmicas, de la que todava sufrimos, y de las muchas que sucedieron antes. Esto se ir viendo a lo largo de las pginas que siguen.

    En lengua inglesa existen varias obras con ttulos similares, algunas referen-cias se dan aqu; si embargo, en todos los casos, sus autores ponen el nfasis en los desmanes econmicos realizados por las personas que estuvieron o siguen al mando de varias empresas. No es nuestro objetivo. Lo que aqu pretende-mos es, primero, hacer el recorrido sobre la economa financiera y los porqus de sus desviaciones y, luego, dar la voz de alarma sobre la economa poltica que subyace detrs del afn de enriquecimiento y que, siguiendo tales teoras, se viene realizando desde hace dcadas. Teoras econmicas de grandes eco-nomistas que pensaron que la codicia era una potente arma de creacin de ri-queza, sin darse cuenta de que la creacin de riqueza no es tal si solo se apro-vechan unos pocos de ella.

    No codiciars los bienes ajenos, es el ltimo de los mandamientos de las Ta-blas de la Ley. Sin embargo, en este como en otros, el paso de los siglos y las adaptaciones culturales los ha desvirtuado. Por lo que hoy, la codicia el afn excesivo de riquezas, como se define en espaol no es algo que, en el fondo, est mal visto. Tampoco lo es en su acepcin inglesa. Greed, ese deseo de adqui-rir o poseer, en lo material, ms de lo que uno necesita o merece, no es en ab-soluto negativo. Con frecuencia, es todo lo contrario: muchos apelan a l como remedio de la pobreza. Pues segn dicen: quin no busca su propio beneficio? Y es que la codicia, al igual que la avaricia que viene a ser lo mismo pero con el deseo de atesorar, son trminos que estn en desuso. Y cuando una pala-bra sale del circuito natural de la comunicacin humana, se transforma tambin el concepto que la acompaa. Y en caso de mantenerse su original acepcin, se buscan caminos para desvirtuar los significados. De ah que se hagan esfuer-zos por cambiar los trminos con el objetivo de modificar lo que significan. Este sera el ejemplo de transmutar terrorismo por lucha armada o aborto por inte-rrupcin del embarazo. Con las palabras se van los conceptos. Con ello, unos tranquilizan sus conciencias y otros tratan de adaptar la realidad a sus intereses.

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  • X Introduccin

    Otro tema es la corrupcin, que, en una de sus acepciones, nos traslada al uso de la funcin pblica en provecho de sus administradores. Una palabra de amplio espectro que tiene mltiples significados, como son: echar a perder, de-pravar, daar o pudrir. Y tambin, pervertir o seducir a alguien. E incluso, alte-rar y trastocar la forma de algo.

    La corrupcin est hoy muy en boga: se ha hecho popular; lo que habla de la degradacin moral de los comportamientos pblicos y, tambin, de los pri-vados. En lo pblico, cualquier peridico de cualquier lugar mostrar ejemplos todos los das. La corrupcin est perfectamente encastrada en el cuerpo so-cial de cualquier pas. Y de tanto vivir con ella, aunque se rechace, se asume con naturalidad.

    Por ello, en la prctica, en las llamadas democracias avanzadas, con los com-portamientos corruptos a la vera del poder casi nunca pasa nada. Quedan exo-nerados con lo que se entiende como castigo poltico. Un castigo que se redu-ce, normalmente, a perder el poder, para volver a alcanzarlo cuando las aguas se hayan calmado. Y si se mantienen los cargos despus de unas elecciones, la consecuencia es que lo que se hizo, aunque fuera una fechora, se considerar positivo, ya que el pueblo as lo dictamina. De manera que la moral pblica se asimila a la opinin de la mayora. As, lo que est bien o mal acaba reducido a la relatividad democrtica. Hecho que explica, de alguna manera, los porqus de la sociedad relativista actual. Son las mayoras por lo general mayoras mi-noritarias las que dictaminan lo que es bueno y lo que no lo es.

    Pero la corrupcin, en su esencia, nace de la codicia. Ya que la codicia se da siempre en relacin con los dems. El codicioso no lo es nunca de sus pro-pios bienes, necesita los de los dems. Es decir, lo que, en justicia, pertenece a otros. De ah que el mandamiento de la Ley se dirija a la codicia de los bienes ajenos. Sin embargo, aparte del orden moral que encierra, la codicia tiene otras consecuencias: genera pobreza. La pobreza moral que nace de ella siempre va unida a la material. Algo extensible tambin a la avaricia. El avaricioso, antes de serlo, fue codicioso. Ya lo dice Aristteles en el Libro IV de su Moral a Nicma-co al referirse al amor desenfrenado de lucro:

    Debe colocarse tambin entre los avaros al jugador, al salteador de caminos, al bandido; solo van en busca de ganancias vergonzosas y llevados de un amor desenfrenado del lucro; unos y otros obran y desprecian la infamia; estos, arros-trando los ms horribles peligros para arrancar el botn que codician, y aque-llos enriquecindose bajamente a expensas de sus amigos, a quienes ms bien deberan hacer donativos. Estas dos clases de gentes, haciendo con conocimien-to ganancias donde no deberan hacerlas, tienen un corazn srdido; y todas estas maneras de procurarse dinero no son ms que formas de la avaricia.

    El libro que el lector tiene ahora en sus manos no es, sin embargo, un estu-dio sobre la tica de los comportamientos. El autor no tiene esa capacidad, ni

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  • Introduccin XI

    esos conocimientos. Aqu se habla de economa. De los porqus de la situacin actual y de las malas prcticas que nos introdujeron en esta larga crisis econ-mica. Malas prcticas amparadas en un deseo excesivo de poseer por cualquier medio, que muchos achacan a la prdida de valores. As lo expresaba, por ejem-plo, el World Economic Forum en un informe de 2010 realizado en colabora-cin con la Georgetown University: Faith and the Global Agenda: Values for the Post-Crisis Economy, en cuyo prlogo se dice:

    A medida que se ha ido desarrollando la crisis actual, se ha hecho eviden-te que la arquitectura de la comunidad financiera est necesitada de refor-mas. Y tambin queda claro que el sistema internacional ha demostrado su poca capacidad en relacin con muchos objetivos que debieran ser funda-mentales, como el crecimiento econmico sostenible, la erradicacin de la pobreza, la seguridad humana, la promocin de los valores de todos, evitar los conflictos, y muchos ms.

    Pero conviene ser concretos. Para conocer las causas y proponer soluciones, no basta tratar con ideas generalistas. Apelar a la prdida de valores sin ms, nos parece demasiado general. Cualquiera se perdera tratando de definir cules son los valores perdidos. Cuando se habla de valores, al final, no se sabe de lo que se est hablando. Por ello, a fin de concretar, nos hemos centrado en las causas de los problemas, que vienen de la promocin sistemtica de un neoliberalismo sin control basado en el dejar hacer como fundamento de la creacin de rique-za. Unas ideas que perviven con fuerza desde el siglo xviii, cuando Adam Smith aseguraba que la bsqueda del inters propio acabara trayendo el bienestar a todos. Segn l, una mano invisible, acabara ajustando los desajustes. Un pen-samiento que se ha convertido en la regla de oro de los ltimos cuarenta aos. Con reconocidos economistas apelando a la codicia sin nombrarla, y con una clase poltica en connivencia con ellos. Y de ah, la cohorte de renombrados fi-nancieros que pusieron en prctica toda su creatividad al amparo de los res-ponsables polticos que, querindolo o no, han permitido prcticas rechazables.

    Y esto es lo que queremos poner de manifiesto aqu: que la economa fi-nanciera sin control y las inestabilidades que ella ha producido en la economa real, han sido las causas primeras de la crisis actual y de las crecientes desigual-dades que se ven entre pobres y ricos. Desigualdades que, en pases tan avan-zados como Austria, llevan a que el 5 % de la poblacin acumule el 50 % de la riqueza, mientras que el 50 % de los ciudadanos no llega siquiera al 4 %. Y que, en Alemania, en el perodo 1998-2008, el 10 % de los ms ricos hayan pasado de tener el 45 % de los bienes a incrementarlo hasta el 53 %; con la circunstan-cia de que el 50 % de los ms pobres ostentaban en 2008 el 1 % de la riqueza, cuando diez aos antes llegaban al 4 %. O que, en Espaa, uno de cada cinco ciudadanos, el 21 % de la poblacin, se encontrara en 2012 por debajo del um-bral de la pobreza.

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  • XII Introduccin

    Pero las prcticas de la economa financiera actual, como ya hemos apun-tado, no seran posibles sin el concurso de los reguladores, es decir, de los res-ponsables polticos. Hoy es la poltica la que condiciona los mercados. Y son las clases polticas dominantes las que facilitan que los mercados financieros ahoguen a la economa real. Nada del destrozo econmico que hemos visto, y an sufrimos, habra sido posible si los reguladores no hubieran permitido la expansin de productos financieros txicos, ni hubieran facilitado unas condi-ciones en los mercados que fueron el inicio de otros abusos. Tampoco habran sido posible los problemas habidos en numerosas entidades financieras sin la cohabitacin de polticos y gestores empresariales. Entidades que han tenido que ser rescatadas a base de impuestos a los ciudadanos, mientras los respon-sables se otorgaron, en muchos casos, enormes sumas por su gestin al frente de empresas quebradas.

    Y este es el contexto del libro que el lector tiene en sus manos. Si bien nues-tro objetivo no es, nicamente, resaltar los defectos, sino poner en perspectiva los contextos y proponer un urgente cambio de rumbo. Cambio de rumbo que no debiera basarse como nica solucin en llevar a cabo polticas econmicas restrictivas y ajustes excesivos que, al final, sufren los que menos tienen. Esto solo llevar a un retroceso de muchos de los derechos hasta ahora adquiridos. Con ello, el Estado de bienestar ir poco a poco desapareciendo. Y cul es ese nuevo rumbo? Simplemente, estructuras polticas ms democrticas, clases po-lticas ms honradas, ms separacin de poderes y una justicia efectiva e inde-pendiente. Todo ello con el esfuerzo de trasladar a los mercados globalizados los mismos mecanismos. Lo irn viendo en lo que sigue.

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  • 1CAPTULO 1

    El apetito inmobiliario

    Regent Street es la calle ms comercial de Londres, transcurre entre Picadi-lly Circus y Oxford Circus. Son unos dos kilmetros de longitud con una pro-nunciada curva en el arranque con Picadilly. Recibe cerca de ocho millones de turistas todos los aos y sus tiendas emplean a unas 10.000 personas. Fue la primera calle construida en la ciudad con carcter comercial. La dise el arquitecto John Nash y se termin en 1825. Conectaba la residencia del rey Jorge IV en Carlton House con Saint James y Regents Park. Las fachadas de los edificios representan lo ms caracterstico de la arquitectura londinense. Los precios del metro cuadrado son exorbitantes, de acuerdo con el valor de los edificios, que se estimaba en unos 2.500 millones de euros en 2011. Y encima de los comercios, en los edificios, aparecen lujosas oficinas y no menos exclu-sivos apartamentos. Los precios de los alquileres estn por las nubes, acordes con la exclusividad de la zona: por un local de unos dos mil metros cuadra-dos se puede llegar a pagar por encima de los tres millones de euros mensuales.

    The Crown Estate

    Regent Street pertenece a The Crown Estate, una sociedad propiedad de la co-rona britnica. Es una de las mayores inmobiliarias del Reino Unido, con unos activos que llegaban en 2011 a unos 9.000 millones de euros, superando los 300 millones de euros de beneficios anuales. The Crown Estate tiene propiedades por toda Inglaterra, incluidos bosques y tierras de labor. Cuenta tambin con el hipdromo de Ascot y el Parque Windsor. No se puede decir que la corona in-glesa tenga dificultades econmicas: la revista Forbes estimaba sus ingresos en 2010 alrededor de los 450 millones de dlares; aun as, el Estado ingls le pro-porciona ms de 50 millones de euros adicionales todos los aos.

    La gran cantidad de propiedades inmobiliarias de la corona inglesa proviene de siglos atrs, cuando los nobles eran los dueos de la tierra y de sus numerosos cas-

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  • 2 Codicia financiera

    tillos. Una reminiscencia que arranca en la Edad Media e incluso en tiempos ms lejanos an. Era la aristocracia de los propietarios, muy comn en algunos pases de Europa donde todava se conservan privilegios que vienen de pocas feudales. En el Reino Unido esto, en cierta medida, no ha cambiado, ya que, actualmente, en un pas con ms de 60 millones de habitantes, dos tercios de su suelo pertene-cen a unas 190.000 familias. La democracia moderna, por su lado, ha continuado un esquema parecido en todas partes, y existe lo que se podra llamar aristocracia de la clase poltica. Dedicarse a la cosa pblica y alcanzar puestos relevantes all suele, en muchos pases democrticos, reportar pinges beneficios econmicos, in-dependientemente del color del partido poltico al que se pertenezca.

    A principios del siglo xix, en la Inglaterra rural, nicamente los titulares de derechos de propiedad podan votar en las elecciones. Por aquella poca el 20% de los diputados del Parlamento eran hijos de algn par ingls, y ms del 70% de ellos se elegan por tan solo 180 seores feudales. Poco a poco, sin embargo, las reformas que se hicieron con el transcurso del tiempo acabaron con las prerrogativas de los nobles. As, a finales del siglo xix no era preciso ser propietario, bastaba con pagar 10 libras de alquiler al ao para poder votar. Lo que daba unos cinco millones y medio de electores, siendo hombres adultos un 40% de los votantes. Esta norma qued abolida en 1928 cuando se dio el de-recho de voto a todos los hombres y mujeres mayores de edad. Lo que no que-ra decir que el derecho de propiedad fuera universal: en 1938 menos del 30% de las viviendas tenan propietario. Una situacin que fue, quizs, el origen del famoso proverbio ingls: Para un ingls su hogar es su castillo. Todos queran tener su casa en propiedad al igual que los nobles. Lo mismo que ha sucedi-do en mltiples lugares: tener una vivienda propia es signo de estatus social, y tambin de seguridad personal. Ser propietario asegura, de alguna manera, el futuro propio y de los descendientes. Casi nadie en un pas desarrollado quie-re vivir alquilado de por vida. Y este es el caldo de cultivo de la especulacin inmobiliaria y la financiera asociada a ella.

    Al otro lado del Atlntico, en Estados Unidos, el fenmeno, sin embargo, se comport de manera distinta; quizs porque la Guerra Civil americana la per-dieron los aristcratas y los terratenientes. Es cierto que, antes de la Gran De-presin de 1929, a no ser que se fuera granjero, o se tuvieran propiedades in-mobiliarias, los crditos hipotecarios no eran accesibles. De ah que, menos del 40% de los americanos tuvieran una vivienda en propiedad: lo normal eran los alquileres. Adems, los prstamos hipotecarios eran de muy corta duracin, en-tre tres y cinco aos; y no eran amortizables, es decir, se iban pagando los in-tereses y se devolva el capital al final del perodo.

    La Gran Depresin, sin embargo, trajo un enorme drama tambin en el sec-tor inmobiliario. Entre 1932 y 1933 se produjeron medio milln de embargos, y a principios de 1934 se contabilizaban ya ms de mil diarios. Las cadas de los precios de las viviendas fueron igualmente dramticas. En ese perodo los pre-cios se depreciaron ms del 20%, y por encima del 50% en las zonas rurales.

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  • El apetito inmobiliario 3

    En 1933, Franklin Delano Roosevelt fue elegido trigsimo segundo presi-dente de Estados Unidos. Gan las elecciones a Herbert Hoover al hilo de la cancin entonces de moda: Happy Days Are Here Again, que populariz Leo Reisman con su orquesta. Su mandato se extendi hasta abril de 1945. Roose-velt fue un presidente carismtico. Y su mujer, Eleanor, no lo fue menos: gran defensora de los derechos civiles, lleg a ser la representante de Estados Uni-dos ante la Asamblea General de la ONU, y en esa funcin presidi el Comit que elabor y aprob la Declaracin Universal de los Derechos Humanos en diciembre de 1948.

    Cuando Roosevelt lleg al poder, los Estados Unidos estaban inmersos en lo ms crudo de la depresin econmica. De ah que, en los primeros cien das de gobierno, se lanzara con entusiasmo a promover el programa del New Deal, tratando as de estimular la economa con una serie de acciones dirigidas a crear empleo con contrataciones desde el sector pblico. Adicionalmente, se introdu-jeron reformas en la regulacin financiera y otros sectores como el transporte.

    El New Deal trajo consigo un nuevo programa social que atenda en sus ob-jetivos a democratizar las propiedades. Un concepto revolucionario sin duda. Ya no solo los ricos, sino las clases ms desfavorecidas, podran optar a una vivienda en propiedad. Se trataba de terminar con las chabolas, que entonces como hoy en muchos lugares se construan con cualquier cosa que sirviera para poner unas paredes y un techo. Fue el signo de la incipiente clase media esta-dounidense, que al correr de los aos se hara universal: tener una vivienda en propiedad era el sueo de la mayora de la gente.

    Especulacin inmobiliaria en Florida

    Durante los aos veinte, antes de la llegada de Roosevelt y su poltica del New Deal, se produjo una enorme especulacin financiera e inmobiliaria en Estados Unidos. El estado de Florida representa en ese sentido el paradigma de la bur-buja inmobiliaria, con un pico en 1925. Muchos paralelismos se podran hacer entre lo que pas entonces en Florida y lo que ha sucedido en algunos pases occidentales en los ltimos veinte aos, donde Irlanda y Espaa son los casos ms emblemticos, sin dejar de lado la enorme especulacin inmobiliaria en Es-tados Unidos y otros lugares en este tiempo.

    En Florida se crearon nuevas zonas habitables en la regin de los Evergla-des, una zona pantanosa entonces. En realidad, la prosperidad econmica de los aos veinte, despus de terminar la Primera Guerra Mundial, sent las con-diciones de esa burbuja inmobiliaria. Pareca que el cambio de ciclo econmi-co por venir hiciera buenas las palabras de Clement Juglar, uno de los tericos de esta disciplina:

    La nica causa de la depresin es la prosperidad.

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  • 4 Codicia financiera

    Una buena respuesta a los mensajes del presidente americano Coolidge, cuando en 1928 aseguraba en el Congreso que:

    Nunca hasta ahora el pas ha tenido una situacin tan satisfactoria: tran-quilidad interior, y un rcord en los aos de prosperidad.

    Es la falta de oportunidad de esos polticos que viven alejados de la reali-dad. Algo ciertamente comn en todas las pocas.

    Muchas parcelas en la zona interior de Miami se vendan por tres y cuatro veces su valor. Incluso especuladores conocidos, como Charles Ponzi, inventa-ban lugares edificables en zonas inhabitables. Cualquier terreno en cualquier lugar era susceptible de ser recalificado como urbano. Lo mismo que hace tan solo unos pocos aos en tantos sitios.

    Durante 1925 en palabras de John Kenneth Galbraith el deseo de ha-cerse rico sin esfuerzo qu pensamiento tan actual! llev hasta Florida a un nmero de personas cada vez mayor. Se parcelaban terrenos, y se sa-caban playas donde no existan.

    Son bastantes los que consideran el fenmeno especulador de Florida como la causa de la Gran Depresin. No fue as realmente, pero tuvo mucho que ver. Aunque, a decir verdad, no solo fueron los especuladores los que participaban activamente, tambin entr en el juego la Reserva Federal americana ayudando a engordar la burbuja con su poltica de altos tipos de inters, a lo que se unieron las masivas compras de valores en Wall Street al hilo de inconsecuentes prsta-mos bancarios. Prstamos que se daban con enorme facilidad: bastaba aportar un 10% de capital para obtener crditos por el 90% restante; algo muy comn tambin hace pocos aos, tanto en Europa como en Estados Unidos. Prstamos que se dedicaban a la especulacin inmobiliaria y a la compra de acciones en Wall Street, donde los valores suban como la espuma al igual que los activos in-mobiliarios. La historia como se puede ver, se repite.

    Al dinero fcil se unieron, por un lado, la explosiva industria del autom-vil que incit a un consumo sin medida y, por otro, las autorizaciones adminis-trativas que permitan la construccin de viviendas muy alejadas de los ncleos urbanos. Todo muy actual: la confluencia entre los errores (y tambin corrup-ciones) del poder poltico en connivencia con intereses econmicos particula-res que buscaban un enriquecimiento rpido y sin esfuerzo.

    La poltica del New Deal

    La Gran Depresin se llev por delante todo el espejismo de riqueza que se haba generado durante los aos veinte. La pujante industria del automvil de entonces, al igual que sucedi en 2008, se encontr con una crisis inesperada.

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    Las ventas bajaron de tal manera que los despidos masivos no se hicieron es-perar. En Detroit, cuna de esta industria, no quedaban en 1933 ni la mitad de los obreros que se ocupaban en la fabricacin de automviles cuatro aos an-tes. La miseria se vea por todas partes y era imposible encontrar trabajo. Em-pezaron las manifestaciones por todos los lugares de Estados Unidos, con ex-plosiones de rabia popular que a veces acabaron en tragedia, como la sucedida en Detroit en marzo de 1932, que termin con disparos de la polica y varios obreros muertos en las calles. A los pocos das, decenas de miles salieron nue-vamente a la calle cantando La Internacional.

    El primer Gobierno de Roosevelt trat de impulsar polticas sociales con-centrndose en proporcionar viviendas a aquellos que no disponan de bienes y vivan malamente en chabolas. Era el antdoto contra una revolucin socialis-ta en ciernes. El Ministerio de Obras Pblicas fue el primero en reaccionar de-dicando un 15% de su presupuesto a viviendas baratas. En paralelo, se abri un mercado hipotecario con condiciones muy asumibles para facilitar el ac-ceso al crdito. De ello se ocup en primera instancia un nuevo banco fede-ral, la Home Owners Loan Corporation, que daba prstamos hipotecarios a pa-gar en 15 aos. Adems, en 1932, se cre un Consejo Federal (el Federal Home Loan Bank Board) para estimular que las cajas locales de emprstito (Savings & Loans) dieran prstamos para la compra de viviendas. Estas cajas reciban de-psitos de particulares que eran prestados a los compradores de casas. Ade-ms, a fin de evitar que los impositores perdieran su dinero en caso de quie-bra, el Gobierno habilit una garanta federal para tales depsitos. La pelcula de 1946, Qu bello es vivir, dirigida por Frank Capra, cuenta bien cmo opera-ban las cajas locales de entonces.

    Otra novedad de la Administracin Roosevelt vino de la mano del Ministe-rio de la Vivienda (la Federal Housing Administration) que, para estimular los prstamos en el largo plazo (hasta veinte aos), ofreca garantas por el 80% del valor de la vivienda. Un hecho que ayud a la creacin en 1938 de un merca-do secundario de hipotecas. Su nombre es bien conocido tambin en nuestros das: Fannie Mae, la Federal National Mortgage Association. Una organizacin que emita obligaciones hipotecarias, es decir, ttulos de renta fija que se utiliza-ban para la recompra de prstamos otorgados por las cajas locales. De ah na-cieron tantos suburbios de tantas ciudades americanas.

    En 1968 Fannie Mae se separ en dos entidades. Eran los tiempos del pre-sidente Lyndon B. Johnson, del movimiento hippie, del Ku Klux Klan y de la cuerra de Vietnam. Pero tambin, un nuevo tiempo de la lucha contra la po-breza emprendida por este presidente, que haca el nmero cuarenta y cin-co de la historia de Estados Unidos, y que haba sucedido a John Fitzgerald Kennedy, brutalmente asesinado en Dallas a finales de 1963. Por el impul-so de Johnson se cre la Government National Mortgage Association, Ginnie Mae, una entidad destinada a dar prstamos a las clases ms pobres, entre las que se encontraban antiguos combatientes de la guerra de Vietnam. En

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    paralelo Fannie Mae se transform en una empresa privada con garantas del Estado. Adems, dos aos despus, en 1970, ya en poca del presidente Ni-xon, se cre otra nueva entidad pblica: Freddie Mac, la Federal Home Loan Mortgage Corporation, que entraba a competir en el mercado secundario de las hipotecas. Su primer objetivo: bajar los intereses de estas. Con tales de-cisiones, la poltica del New Deal de facilitar casas a los pobres se mantena con los aos, y el mercado secundario de hipotecas continuaba boyante con el paso del tiempo.

    Las hipotecas se convierten en productos financieros

    Los problemas actuales y la crisis financiera que an persiste no empezaron con las hipotecas subprime. Mucho antes, como hemos visto, el Gobierno america-no haba promovido ya un mercado secundario de hipotecas para gentes con menos recursos econmicos que, adems, ofreca garantas sobre los prstamos en ciertas condiciones. En concreto, se garantizaban hasta 40.000 dlares pagan-do una prima del 0,12%. En contrapartida, las cajas locales podan hacer prs-tamos para la compra de viviendas siempre que se encontraran en un radio de 25 kilmetros de su zona de influencia. Eso s, desde 1966, no podan remune-rar sino un 0,25% por encima de los intereses ofrecidos por la banca comercial. Tambin podan invertir en otro tipo de productos, incluidos los bonos basura. Una historia conocida en otros lugares, donde, con el paso del tiempo, las ins-tituciones financieras pensadas como instrumentos sociales entraron a especu-lar en productos financieros de alto riesgo. Inversiones especulativas que al fi-nal explotaban sin remedio.

    Como es casi recurrente, la fiebre inmobiliaria en Estados Unidos se de-sat de nuevo hacia finales de los aos setenta. Nadie se acordaba ya de las penurias pasadas en los aos treinta. Y de la misma forma que entonces, terrenos que se compraban por pocos millones de dlares se vendan das despus por decenas de millones. Estados como Texas cambiaron su faz de manera abrupta y sin control. Hechos que, casi al mismo tiempo e inclu-so antes, haban aparecido tambin en Europa. Espaa, por ejemplo, llen de inmuebles zonas costeras de Levante y Andaluca al hilo de la especu-lacin desbocada del suelo en los aos sesenta. Algo que volvi a repetir-se en un ciclo absurdo cuarenta aos despus. Adems de Espaa, en otros pases como Irlanda e incluso los Emiratos, surgi el mismo apetito inmobi-liario, en el ltimo caso con la construccin de rascacielos por doquier. Du-bai es un claro ejemplo.

    A mitad de los aos ochenta, cientos de cajas locales de Estados Unidos en-traron en bancarrota y cerraron. Miles de personas fueron perseguidas por di-versos delitos econmicos, y el coste de la crisis inmobiliaria de entonces se lle-v all un 3% del PIB, unos 150.000 millones de dlares de la poca. Una crisis

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    poco conocida pero, sin duda, la mayor despus de la Gran Depresin antes de que llegara la actual. Y es aqu donde aparece por primera vez la malsana com-binacin entre los productos financieros y las hipotecas.

    Con la debacle de las cajas americanas, y la cada definitiva de la poltica del New Deal, un banco de inversiones de Nueva York, Salomon Brothers, en-tr en accin a principios de los aos ochenta saliendo a comprar paquetes de hipotecas de aquellas cajas que pretendan refinanciar sus prstamos para me-jorar sus baremos de solvencia. El mecanismo fue el anticipo de las conocidas hipotecas subprime. Se procedi a reagrupar un nmero de ttulos hipotecarios y aportarlos como garanta de nuevas hipotecas que se soportaban con garan-tas del Estado. De esta manera, los crditos hipotecarios se convertan en una suerte de obligaciones cuyos intereses se dividan en niveles de acuerdo con los vencimientos y riesgos de las hipotecas originales. El primero de esos produc-tos vea la luz en 1983, y con ello naca una nueva era: la ingeniera financie-ra basada en la titulizacin de crditos. Adems, desapareca la cercana entre inversores y emisores de productos financieros, y los riesgos se hacan opacos detrs de intereses muy atractivos. Unos crditos que, en este caso, siempre te-nan los mayores ratings de las agencias de calificacin, pues seguan existien-do las garantas del Estado mediante sus conocidos instrumentos: Fannie Mae, Ginnie Mae y Freddie Mac.

    Entre 1980 y 2007 el volumen de dichos ttulos pas de los 200 millones de dlares a los 4 billones1. Y si en 1980 solo el 10% del mercado inmobi-liario estaba titulizado, en 2007 llegaba al 60%. Titulizacin conocida tam-bin como securitizacin, un trmino que encerraba tras de s un arcano financiero incomprensible para muchos inversores que caan en sus redes al hilo del pago de unos intereses muy atractivos. Una explosiva combinacin de codicia, avaricia y usura, al igual que ha ido sucediendo despus con tan-tos otros inventos financieros de sugerentes nombres como las ya hoy famo-sas preferentes.

    De esta manera, se abra un inmenso campo para hacerse rico: promo-ver la construccin de viviendas y usar los prstamos hipotecarios como pro-ductos financieros de altas remuneraciones, con respaldo de las garantas del Estado. Solo un dato: aquellas personas que hubieran invertido en el mer-cado inmobiliario americano a finales de los aos ochenta, habran triplica-do el valor de la inversin veinte aos despus, descontado el efecto de la inflacin, con unos dividendos pagados en el perodo que habran supuesto ms de siete veces esa inversin. Todo un negocio. Algo mucho ms atracti-vo en Inglaterra, donde el valor inmobiliario se haba multiplicado por cua-tro, y el valor de la inversin en Bolsa de los productos financieros se multi-plicaba casi por diez.

    1 En lo que sigue, billones expresa millones de millones, segn la acepcin espaola.

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    La cada de Fannie Mae y Freddie Mac

    Segn se dice, el hombre es el nico animal que tropieza dos veces en la mis-ma piedra, y la piedra en este caso fue el movimiento cclico del sector inmo-biliario y de la economa. En diciembre de 2005, nuevamente en Detroit, el va-lor de las viviendas haba cado el 10%. Algo estaba sucediendo. Es verdad que en los diez aos anteriores el precio de los apartamentos haba aumentado un 50%, eso s, mucho menos que el valor medio que, en Estados Unidos, lo haba hecho un 180%. Situacin muy trasladable a otros lugares de Europa.

    Qu haba sucedido? Lo mismo que antes del crac del 29: la locura inmobi-liaria haba dado lugar a una nueva fiebre de construccin, y en paralelo, prs-tamos hipotecarios por doquier. Sin olvidar que en ese tiempo la sofisticacin de productos financieros nada tena que ver con lo que exista antes de los aos ochenta. Ingeniera financiera que se haba ido sofisticando an ms como ire-mos viendo a lo largo de estas pginas, especialmente con la venida del pre-sente siglo.

    Al inicio del siglo xxi, ya no se trataba nicamente de prstamos hipotecarios garantizados por las agencias estatales: haban surgido otro tipo de prstamos, por ejemplo, las hipotecas jumbo. Prstamos demasiado arriesgados como para ser garantizados por las agencias Fannie Mae o Freddie Mac. Riesgos que, en s mismos, eran lo que les aportaba el atractivo financiero de grandes ganancias, ya que los jumbo requeran el pago de altos intereses a aquellos que los solici-taban; gente que, evidentemente, tenan ms dificultades econmicas para salir adelante. Nuevamente codicia y usura en perfecta combinacin: unos querien-do obtener el mximo inters por sus inversiones, otros siguindoles el juego haciendo opacos los riesgos, y detrs los solicitantes de las hipotecas pagando enormes intereses por ellas. Y todo con una cierta proteccin del Estado ameri-cano, que incluso en tiempos de George Bush hijo, en 2008, aument los lmi-tes de este tipo de hipotecas mediante una ley, la Housing and Economic Reco-very Act de 2008 que, como consecuencia, aliment an ms la especulacin.

    Los prstamos jumbo se indexaban a los intereses variables de los crditos hi-potecarios a corto plazo y, adems, no eran amortizables: se trataba de prstamos in fine, en los que se pagaba el capital despus de haber abonado los intereses. Estos prstamos, podan tener, por ejemplo, intereses cercanos al 10% durante los dos primeros aos, a los que se les poda sumar otros nueve puntos adicionales sobre el inters del interbancario. Todo un ejercicio de avaricia unido al enorme riesgo de impago, ya que los solicitantes de estos crditos eran muy vulnerables econmicamente. Y es aqu donde surge el mundo de las hipotecas subprime. Un ejemplo evidente de un malsano juego del Monopoly llevado a la vida real.

    Fannie Mae y Freddie Mac por su parte establecan los trminos segn los cuales una hipoteca cumpla los criterios de garantas estatales. En 2006, por ejemplo, el lmite para entrar en este baremo eran 417.000 dlares. As, si la vi-vienda a comprar tena una valoracin de, digamos, 500.000 dlares, la manera

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    de escapar de la limitacin era dividir el prstamo en dos, dejando los 83.000 dlares que no entraban en el esquema (diferencia de los 500.000 y los 417.000 dlares) como una hipoteca jumbo, o en este caso, superjumbo, dado que la vivienda en cuestin era, obviamente, de lujo. De ah el nombre de hipotecas subprime: aquellas que no entraban en las garantas de Freddie Mac o de Fan-nie Mae. Hipotecas que, a su vez, haban sido titulizadas segn lo explicado anteriormente; es decir, empaquetadas en productos financieros de alta renta-bilidad y, por supuesto, alto riesgo, unidos a la caracterstica de sortear los cri-terios de Fannie Mae y Freddie Mac en una suerte de connivencia entre espe-culadores y reguladores.

    Con estos criterios, entre 2002 y 2007, gracias a las hipotecas subprime, el nmero de tenedores de hipotecas en Estados Unidos haba aumentado en ms de tres millones de personas, casi todas con pocas posibilidades econmicas de atender los pagos en el largo plazo. La democracia de los propietarios haba lle-gado al culmen de lo posible. Y detrs, el poder poltico. George Bush, como si quisiera estimular la especulacin, aseguraba en 2002:

    Queremos que todos los americanos tengan sus casas en propiedad.

    Para lo cual, en 2003, haba promulgado otra ley: la American Dream Downpayment Act, que facilitaba la adquisicin de vivienda a los ms pobres, siempre con las agencias Freddie y Fannie dando cobertura al mercado de las hipotecas subprime. Todo un desatino.

    A principios de 2007, el Centre for Responsible Lending, una organizacin americana sin nimo de lucro, que persigue educar al pblico sobre los peli-gros de instrumentos financieros de alto riesgo, avisaba que ms de tres millo-nes de hipotecas no seran atendidas por sus prestatarios. Y en 2008 se hablaba del 11% de todas las hipotecas subprime, con ms de nueve millones de hoga-res que no podan responder normalmente a los pagos. Y detrs de todo ello los productos financieros opacos, especialmente los CDO (Collateralized Debt Obligations). Unas obligaciones de deuda garantizadas que, en un volumen de unos 250.000 millones de dlares, haban sido comercializadas en 2006 con hi-potecas subprime escondidas en su interior. Unos productos financieros estruc-turados de los que hablaremos en prximas pginas. Baste decir ahora que son unos mecanismos financieros que pagan a los inversores unos dividendos de acuerdo con los beneficios que consiguen de un conjunto de bonos o de otros activos. Los inversores se acogen a diferentes niveles de riesgo, con la circuns-tancia de que si hay prdidas, aquellos que han asumido los menores riesgos son los que las sufrirn en primer lugar.

    En este estado de cosas, a principios de septiembre de 2008, el director de la Agencia Inmobiliaria Federal (Federal Housing Finance Agency), James Lockhart, expresaba su decisin de poner a Fannie Mae y Freddie Mac bajo con-trol directo del Estado, es decir nacionalizarlas. Una decisin que pblicamen-

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    te apoyaron el mismo da los responsables de la poltica econmica americana, Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, y Henry Paulson, secretario del Tesoro. Ambas empresas estaban inmersas en el negocio de las subprime: en 2008 tenan en sus balances el 80% de todas las nuevas hipotecas que se haban otorgado en los ltimos aos en Estados Unidos. Se haban metido en el negocio de la compra de hipotecas a los prestamistas originales para des-pus titulizarlas y revenderlas a otros inversores. En junio de 2008 eran propie-tarias de 1,5 billones de dlares de hipotecas (aproximadamente, vez y media el PIB espaol). La cada del mercado inmobiliario y la crisis financiera haban hecho el resto: las agencias estatales estaban en quiebra. En diciembre de 2008, los nmeros eran descomunales: Fannie y Freddie tenan ms de cinco billones de dlares en hipotecas, a lo que haba que aadir otros dos billones al menos en productos titulizados, de ah que la Administracin Obama resolviera inter-venir para evitar un colapso financiero de enormes proporciones. Varios millo-nes de personas perdieron sus viviendas, y como consecuencia la clase media americana sufri un enorme embate del que tardar aos en reponerse. El Es-tado americano tuvo que acudir con 800.000 millones de dlares para tratar de salvar a las dos empresas.

    Explota la burbuja inmobiliaria

    Qu haba sucedido? Qu eran realmente los ttulos respaldados por hipote-cas? La respuesta es simple: a la especulacin tradicional del negocio inmobi-liario, es decir, a la especulacin con el suelo y las viviendas, se haba unido la especulacin financiera. El simple mecanismo de pedir un prstamo hipoteca-rio para adquirir una vivienda se haba transformado con los aos en un atracti-vo sector de instrumentos financieros de alto riesgo: los ttulos respaldados por hipotecas (Mortgage-Backed Securities, en ingls). Como siempre correran con las prdidas los menos avisados. El mecanismo fue la titulizacin arriba aludi-da: trocear las hipotecas y empaquetarlas en ttulos de inversin que se ven-dan por separado de acuerdo con los diferentes apetitos de riesgo de los po-sibles inversores. Un mecanismo similar al de los hedge funds que trataremos pginas ms adelante y que, por otra parte, entraron tambin a jugar con entu-siasmo en este lucrativo negocio.

    Adems, estos ttulos respaldados por hipotecas se emitan en ocasiones des-de sociedades residentes en parasos fiscales, lo que aumentaba las ganancias. Un proceso que ofreca enormes beneficios a los que comerciaban con ellas. Por un lado, los que otorgaban las hipotecas reciban comisiones sin exponer-se a ningn tipo de riesgo, ya que las revendan a otros inversores que las em-paquetaban de la manera ms atractiva. Y, por otro, los bancos o las agencias de inversin que las empaquetaban y las emitan como atractivos productos fi-nancieros de alta rentabilidad que, aparte de limitar el riesgo con la diversifi-

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    cacin, obtenan jugosos beneficios de los inversores finales, sobre todo en un mercado donde exista el respaldo del Estado por medio de las agencias estata-les Fannie Mae y Freddie Mac tal como se ha indicado. Todo un negocio, para algunos. Negocio en el que entraron con alegra los ms importantes bancos de Wall Street: Lehman Brothers, J. P. Morgan, Goldman Sachs, Bank of America y Bear Stearns, as como grandes prestamistas que jugaban con las hipotecas de alto riesgo: Indymac o Countrywide, por ejemplo. Un mercado financiero opa-co que estall al comprobarse que la crisis haba roto el circuito: las hipotecas originales dejaban de pagarse por los adjudicatarios y, en consecuencia, todo el entramado se caa por los suelos. De esta manera, el FMI (Fondo Monetario In-ternacional) estimaba que, a mediados de 2009, las prdidas producidas por la dispersin de este tipo de productos financieros txicos habra producido pr-didas por todo el mundo por valor de unos cuatro billones de dlares, casi cua-tro veces el PIB espaol.

    Europa, Japn e incluso China sentan el impacto. Baste el ejemplo del Ro-yal Bank of Scotland que anunciaba, en agosto de 2008, unas prdidas por va-lor de 1.300 millones de dlares, pues haba tenido que hacer frente a un dete-rioro del valor de sus inversiones en ttulos subprime de casi 11.500 millones de dlares. Barclays, casi al mismo tiempo, hablaba de 5.400 millones de prdidas. Una situacin que colapsara el sistema financiero global y cerrara el negocio interbancario, vital en pases como Espaa o Irlanda, as como la propia Ingla-terra, que sufriran para encontrar financiacin fuera de sus fronteras.

    El colapso del mercado inmobiliario traa as una cascada de problemas a todo el sistema financiero: los productos de inversin perdan rpidamente su valor, los bancos y las agencias tenedoras de tales productos entraban en mu-chos casos en bancarrota, otras entidades financieras quedaban sin capacidad de financiarse y se hunda el mercado de crdito. Ya nadie se fiaba de nadie, y los que todava podan dar prstamos cerraban la puerta, lo que afectaba a todo el sistema, incluidos los pases que necesitaban financiarse para seguir funcio-nando. nicamente los especuladores hacan su agosto.

    De esta manera, la burbuja inmobiliaria y los productos financieros txicos que iban de su mano destrozaban el sistema financiero mundial y, en algunos pases, demasiado expuestos a este sector, se llevaba sus economas por delan-te. Este ha sido el caso especialmente de Espaa o Irlanda; pases que sin estar excesivamente expuestos a los productos financieros txicos relacionados con las hipotecas subprime, dejaron crecer sin ningn rigor su sector inmobiliario que, al cortarse el flujo de la financiacin, acab por destrozar todo el sistema.

    Espaa, a inicios de 2011, tena casi un billn y medio de euros de deudas provenientes del ladrillo que estaban atrapados en su sistema bancario: casi el 50% del total del balance de cajas y bancos. Cifra que se distribua, ms o me-nos, de la siguiente forma: un 40% en deudas de promotores inmobiliarios, 45% en prstamos hipotecarios a familias y empresas, y el resto, un 15%, a empre-sas constructoras. Entre 1996 y 2006 el sector inmobiliario en Espaa duplica-

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    ba su peso respecto del PIB, pasando del 5% al 10%, siendo el perodo 2003-2006 el ms intenso en construccin de casas: 650.000 viviendas construidas en 2003 y unas 900.000 en 2006. Todo ello bajo el manto de una financiacin bara-ta y muy accesible, y unos criterios de recalificacin de suelo muy permisibles, al hilo, muchas veces, de la corrupcin poltica. Una circunstancia que puso de relieve las carencias del sistema econmico espaol de forma abrupta y que ha obligado a los enormes ajustes ya conocidos.

    De manera similar, Irlanda se embarc en la enfermedad de la construccin. O por decirlo en palabras Morgan Kelly, profesor de economa del University Co-llege de Dubln, primero en levantar la voz para alertar de lo que se avecinaba:

    La causa primera del boom y la cada de Irlanda desde el ao 2000 es bien conocida: la construccin.

    Irlanda pas de dedicar el 5% de su PIB a la construccin de viviendas en los aos noventa, al 15% en el pico de la burbuja, es decir durante el perodo 2006-2007. Lgicamente, la actividad del sector de la construccin trajo en aque-llas tierras un enorme aumento del empleo y de la inmigracin, lo que dej ol-vidados otros sectores, a la vez que los importantes ingresos derivados de los impuestos de la construccin desbocaban el gasto pblico. Todo bajo un es-quema de enorme endeudamiento privado, y tambin pblico. La foto exacta de lo sucedido en Espaa.

    Y por qu este aumento sin control en un sector de tan poco valor aadido? Simplemente, por la existencia de crditos bancarios casi universales con tipos de inters muy bajos, unidos a una relajacin poltica desmedida en la conce-sin de licencias para construir cualquier cosa en cualquier lugar. Y en la tras-tienda, el apetito de todos por tener una casa en propiedad y, en muchos casos, una segunda para disfrutar las vacaciones en zonas costeras o para especular con ella. Lo que fue un perfecto caldo de cultivo para la aparicin de unos so-fisticados productos financieros opacos que, al hilo del apetito inmobiliario, en-fermaron todo el sistema, incluida la debilidad estructural econmica y poltica de la moneda nica europea, el euro. La conclusin de todo ello fue que eco-nomas como la espaola o la irlandesa quedaron destrozadas, el entramado fi-nanciero de estos pases en grave crisis, surgieron enormes deudas pblicas y la necesidad de ajustar gastos e ingresos en unos momentos de serias dificulta-des econmicas a nivel global. Todo un drama de dolorosa salida donde la co-dicia tuvo un importante papel. Quizs el ms relevante.

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