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EZEQUIEL ANDER-EGG

Acción municipal,desarrollo local

y trabajo comunitario

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UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA

ACCIÓN MUNICIPAL, DESARROLLO LOCAL Y TRABAJO COMUNITARIO1ra Edición, 2007

© Ezequiel Ander-Egg, 2007© UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA, 2007

Depósito Legal: lf86120073003264ISBN: 978-980-6664-61-6

COORDINACIÓN DE EDICIONES Y PUBLICACIONES / IMPRENTA UBV:

Impreso en la República Bolivariana de Venezuela / Printed in República Bolivariana de Venezuela

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PREfAcIo DEL AUtoR

Desde el año 1963 en que escribí la primera edición de Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad, he llevado a cabo dos grandes re-formulaciones de este libro: una en 1980 y otra en 1997. Da la coinciden-cia que se hicieron con 17 años de intervalo cada una. La última versión se publicó en 3 volúmenes. El texto que ahora presento y que publica el Ayuntamiento Guía de Isora, corresponde a la temática del primer volu-men, adaptado y con algunos agregados para esta edición. Desde la pers-pectiva del desarrollo de la comunidad, considerado tanto como metodo-logía de intervención social, como movimiento, como programa de acción y como filosofía de la participación social, tratamos de ofrecer algunas reflexiones y sugerencias que permitan articular el trabajo comunitario con la acción municipal y del desarrollo local.

Esta posibilidad se visualiza hoy más claramente, como consecuencia de dos cambios producidos en los últimos años: por una parte, el fortale-cimiento de la acción municipal como consecuencia de políticas de des-centralización administrativa y la emergencia de nuevos actores sociales; por otro lado, el cambio profundo y radical producido en torno al papel del desarrollo de la comunidad. Ya no se dice —creo que nadie lo sostiene hoy— que el desarrollo de la comunidad debe integrarse en desarrollo nacional. Idea que se sostuvo desde organismos internacionales como las Naciones Unidas y la oEA de manera particular y que muchos compar-timos como un aspecto sustantivo de los programas de acción comunita-ria. Hoy, las pretensiones son más modestas, pero al mismo tiempo más realistas y realizables: de lo que se trata (en las actuales circunstancias) es de integrar/ articular los programas de desarrollo de la comunidad en el desarrollo local y la acción municipal.

En otras palabras: desde hace algo más de una década, el desarrollo de la comunidad aparece unido al desarrollo local y de su articulación o inte-gración operativa en los municipios. Por otro lado, el trabajo comunitario llevado a cabo desde el ámbito municipal, permite implicar a las oNGs, al movimiento asociativo y a los movimientos sociales, en la realización de acciones y actividades que son significativas para los ciudadanos, pues-to que la cercanía vital permite poner en marcha diferentes formas de ac-tuación que reflejan las particularidades de cada barrio, pueblo o ciudad.

Se suele decir que nada escapa ni en lo político, ni en lo económico, ni en lo cultural, al dominio de la globalización en el sistema-mundo que

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se ha configurado conforme al modelo neoliberal…“¿Qué hacer?, ¿cuáles son las estrategias de salida?”, se preguntan muchos, nos preguntamos. Sin desconocer las líneas de acción que propone el foro Social de Porto Alegre y Attac, entre otros, no hay que olvidar aquella especie de consig-na difundida en los últimos años de: Actuar localmente y pensar global-mente. No en lo que puede frenar la globalización neoliberal, pero es una salida parcial y efectiva de actuar. Es una rendija, un intersticio que se puede aprovechar, dentro del entramado dominante de la globalización. En este punto, acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario, convergen como forma de actuación.

Quisiera hacer referencia en este Prefacio a una cuestión no tratada en el libro, pero que tiene que ver con la temática del mismo. Se trata de la significación y alcance práctico que tiene una idea-fuerza que ha adquiri-do importancia en los últimos años en todo lo referente a la temática de este libro: se trata del concepto de capital social.

No hay que confundir la idea de capital social, con el concepto ya cono-cido de capital humano que alude a la necesidad de asegurar un estándar de educación para la mayor parte posible de la población, con el fin de con-tar con recursos humanos para el desarrollo económico, social y cultural de un país. con la expresión capital social se hacen referencia al sentido y vivencia de pertenencia al pueblo, ciudad o comarca en que vivimos. Esta vivencia hace sentir que nuestro “lugar en el mundo” o si se quiere, el “lugar en que vivimos”, es algo propio, algo que nos concierne personalmente, de tal modo que la realización y promoción personal a los que nos impulsa el darwinismo social neoliberal, no se imponga sobre la preocupación comu-nitaria. De esta forma, el capital social se transforma en un activo intan-gible que produce y genera diferentes consecuencias en la vida ciudadana desde el cuidado del entorno hasta la honestidad de los comerciantes.

El capital social al hacer sentir al pueblo, a nuestra comunidad como algo propio, nos crea una conciencia y necesidad se sentirnos responsa-bles (y de traducir ese sentimiento a la práctica) para implicarnos en la resolución de ciertos problemas de la vida colectiva o necesidades comu-nitarias que podemos satisfacer con nuestra acción personal.

La idea fuerza de capital social está estrechamente ligada a la de ciu-dadanía. Una y otra hacen referencia a los valores básicos para la vida y la convivencia dentro de una sociedad democrática y pluralista.

¿De qué depende el que en un pueblo o ciudad se potencie el capital social? No lo sabemos muy bien. conocemos mucho mejor aquellos he-

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chos, factores y circunstancias que destruyen el capital social: la inseguri-dad ciudadana, la patología de la vida urbana, el esperar que el estado o el mercado (o bien ganado el prode o la lotería) puedan solucionar nuestros problemas y satisfacer nuestras necesidades. En el fondo, buscar salva-ción en lo personal, sin importarnos mucho la suerte de los otros.

Sin embargo, la combinación de la acción municipal, la preocupación por el desarrollo local y el trabajo comunitario, pueden crear las condicio-nes para potenciar el capital social de cada comunidad, afirmar la iden-tidad comunitaria y movilizar a la gente para asumir un protagonismo activo en la solución de los problemas comunes. ¿Es esto una utopía?, ¿una ilusión?, ¿una fantasía?...

Esta utopía —para ser más precisos en esta micro-utopía— comienza a realizarse en el momento y en la medida que hacemos vivir la solida-ridad. Que esta utopía se vivencie en programas y actividades de acción municipal y trabajo comunitario es importante (ojalá que este libro sea una pequeña ayuda para ello), pero es mucho más importante que se vi-vencie en nuestro modo de vivir y esta es una responsabilidad personal e intransferible en cada uno de nosotros.

Guía de Isora, 2002 EzEquiEl AndEr-Egg

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El poder popular es alma, nervio, hueso, carne y esencia de la democracia bolivariana,

de la democracia revolucionaria, de la democracia verdadera.

Hugo CHávEz FríAs Enero, 2007

PRÓLoGo

Es un honor escribir en este momento histórico que viven los pueblos de Nuestra América, la presentación del libro Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario del Doctor Ezequiel Ander-Egg, quien ha sido ejemplo de la constancia y la lucha revolucionaria por un mundo mejor.

Son diversos los espacios donde se generan procesos de discusión en relación al trabajo comunitario y a la labor que durante muchos años han llevado a cabo las organizaciones y los actores sociales de Nuestra América.

En la cuna del Libertador Simón Bolívar, se ha iniciado un proceso de emancipación de todos los venezolanos y las venezolanas. Gracias al gran impulso que nos ha brindado nuestro comandante en Jefe Hugo chávez frías, hoy podemos hablar del trabajo y la acción comunitaria que requie-ren nuestros pueblos frente al proceso de transferencia y consolidación del ejercicio real del poder popular.

Este extraordinario texto presenta varias temáticas que profundizan el estudio del desarrollo de las comunidades, desde una concepción po-pular, participativa e integracionista. En este sentido, se abordan áreas que aproximan la conceptualización de comunidad y desarrollo desde varias aristas. Aspectos que son esenciales para comprender los procesos de transformación que se están desarrollando en los municipios y pa-rroquias de los pueblos afrodescendientes e indoamericanos. Desde este escenario, el autor hace especial énfasis en la conceptualización integral de comunidad, refiriéndose a ella no sólo como la localidad o área geo-gráfica, sino también como la estructura social que se articula a partir de las experiencias cotidianas que generan un sentido de pertenencia en los y las habitantes. Por tanto, debemos concebir el espacio comunitario

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con el colectivo que habita e intercambia vivencias desde las realidades sociales que se presentan.

otro elemento esencial es la visión que lúcidamente realiza el autor en cuanto a la forma de organización como método de trabajo social, herramienta que combina la relación recursos-necesidades. La comuni-dad debe convertirse en el motor que fortalezca los sistemas de preven-ción y resolución de los problemas, eso es posible, si se acciona a partir del fortalecimiento de los medios para la movilización de recursos que conlleven al cumplimiento de las responsabilidades comunitarias; el in-cremento de las relaciones entre los ciudadanos, profesionales, institucio-nes y la comunidad política; y por último, el aporte de las herramientas necesarias para el desarrollo de los planes y proyectos que contribuyan al bienestar social.

Asimismo, en esta edición, se realiza una revisión socio-histórica so-bre el trabajo comunitario como una vía para el desarrollo social en Lati-noamérica generando un proceso de acción comunitaria de apoyo mutuo con el fin de lograr una mejor calidad de vida. Es ahí donde adquiere mayor relevancia la organización y desarrollo de la comunidad. Para ello, es imprescindible el diseño y aplicación de técnicas de planificación que permitan identificar y solucionar las necesidades comunes para promover el desarrollo integral de la comunidad.

En Venezuela se ha iniciado un proceso de organización comunitaria desde las bases más populares, tal es el caso de los consejos Locales de Planificación Pública, las cooperativas, las Mesas técnicas, las Unida-des de Batalla Endógenas y los consejos comunales. Esta última forma de organización conforma la herramienta de mayor expresión del Poder Popular constituyente Venezolano, es la “instancia de participación, ar-ticulación e integración entre las diversas organizaciones comunitarias, grupos sociales” . En los barrios venezolanos, los consejos comunales están desarrollando diversas actividades que contribuyen a la organiza-ción comunitaria, han realizado diagnósticos participativos profundos de sus áreas, a partir de esa realidad diseñan el plan y el presupuesto participativo para ejecutar los proyectos que privilegien la solución de las necesidades más inmediatas.

Desde esta perspectiva real y práctica, el texto Acción municipal, de-sarrollo local y trabajo comunitario, permite profundizar la discusión teórico-práctica en función de las acciones necesarias para fortalecer el desarrollo local de nuestras parroquias.

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otro punto esencial que se presenta, corresponde al desarrollo de la comunidad en función de aportar y consolidar la metodología de trabajo que sensibilice y motive a los ciudadanos y las ciudadanas de los pueblos de Nuestra América, al trabajo colectivo desde sus experiencias cotidianas.

Al respecto, el Estado venezolano, en los últimos ocho años ha hecho un esfuerzo por darle más poder al pueblo, a través de la constitución de los consejos comunales, definidos como las instancias más próximas de participación y acción comunitaria, que promueven la toma de decisiones por parte del pueblo en cuanto a la formulación, ejecución, control y eva-luación de las políticas públicas, acciones que generan el fortalecimiento de la autodeterminación de las comunidades.

A partir de este contexto, el autor nos convida a realizar una revisión crítica en relación a la concepción del desarrollo comunitario como un medio bidireccional de planificación y desarrollo nacional. Lo que impli-ca la profundización desde lo local, lo regional y lo nacional de la organi-zación comunitaria como la vía democrática de participación popular. Es vital concebir las expresiones comunitarias como realidades heterogéneas a partir de la acción de todos los actores sociales donde están presentes un conjunto de elementos que constituyen la arteria del desarrollo, vale decir, el conflicto, la cooperación, la solidaridad y la esperanza de mejorar la dignidad de un pueblo que a partir de su trabajo digno y constante contribuya al desarrollo comunitario como esencia de la transformación social que requieren nuestros pueblos.

finalmente, este material bibliográfico se convierte en un ingredien-te para profundizar en la misión que tenemos en la lucha histórica por lograr un mundo mejor, a partir del fortalecimiento del desarrollo co-munitario, local y la acción municipal. Lo que significa, la unión de los esfuerzos del pueblo con las bondades del gobierno, desde una perspec-tiva socialista que contribuya al mejoramiento de las condiciones de vida, donde el desarrollo local sea una de las principales fuentes para lograr el avance en el sector municipal. Lo fundamental es atender las necesidades reales de las personas, estableciendo formas de tener puestos los cinco sentidos y resolver los problemas y las necesidades concretas, especial-mente en los sectores populares más desposeídos. Esto es posible con el trabajo articulado y colectivo entre las organizaciones no gubernamenta-les, los movimientos sociales, las instituciones estadales y las redes socia-les, permitiendo la acción más directa sobre las realidades y potenciando las acciones que se realizan en el escenario local, tal y como lo señala el autor “…creando un capital social en la medida que la gente asume un

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protagonismo efectivo (y afectivo) para resolver los problemas colectivos de su cercanía vital”.

En este sentido, cabe destacar la importancia que esta edición tiene en cuanto al aporte que ofrece para todas aquellas personas comprometidas con la profundización de la acción socio comunitaria que se está desarro-llando desde nuestras universidades revolucionarias, específicamente la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). casa de estudios que es punta de lanza en la generación de procesos educativos emancipadores. Desde este contexto, la producción que aquí se presenta, es una fuen-te de apoyo teórico-metodológico para la consolidación de los espacios de participación en los diversos sectores populares venezolanos. Lo que significa, profundizar el fortalecimiento de los procesos de organización de nuestras comunidades que varían de acuerdo a sus particularidades y problemas más relevantes.

En este contexto, actualmente en Venezuela estamos impulsando los cinco Motores de la Revolución Bolivariana, fundamentados en las gran-des líneas transformadoras del Proyecto Nacional Simón Bolívar, como eje transversal y base filosófica, ético político y social del Socialismo del Siglo XXI. En este sentido, el presidente Hugo chávez frías ha propues-to cinco motores: Primer Motor: La Nueva Ley Habilitante, este motor tiene por objetivo facilitar la transformación de los procedimientos de la administración pública, en lo político, económico, social, seguridad y defensa. Segundo Motor: La Reforma constitucional, que garantizará la revisión y modificación de algunas normas contempladas en nuestra carta Magna, donde prevalezcan los principios socialistas. tercer motor: Moral y Luces, enmarcado dentro de una ética revolucionaria, que pro-mueve el impulso de la educación popular y emancipadora, con el fin de exterminar los valores antihumanistas del capitalismo, que se ven incor-poradas en los patrones de dominación que aún nos atrapan. “El Poder Moral, hoy más que nunca requiere Venezuela un verdadero, auténtico y sólido Poder Moral que nazca desde aquí, desde la conciencia de cada uno de nosotros y que se haga feliz existencia, feliz concreción nacional. El Poder Moral para luchar contra la corrupción, contra los vicios, con-tra los caracteres y las costumbres que tantos años nos han sado (…) Se pudiera transformar todo, pero si no se transforman los valores y la cul-tura habríamos perdido todo, todo se vendría abajo (…)”. Hugo chávez frías, 2007. cuarto Motor: La Nueva Geometría del Poder, como una alternativa para el reordenamiento socialista de la geometría de la nación, se trata de fortalecer la distribución del poder político, económico, social y militar del espacio territorial.

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El Quinto Motor, que es el que deseamos destacar en esta presen-tación, por la importancia socio-política que tiene, es la Explosión del Poder comunal, como vía para la constitución del Poder Popular. Par-tiendo del hecho que es necesario crear una estructura organizacional, donde desde las bases se construyan los procesos de participación, se eli-jan democráticamente los responsables, voceros(as), comités provisiona-les, que generen los procesos de participación, articulación e integración entre los diversos grupos sociales. Este motor va mas allá de las elecciones de voceros y voceras, se trata de consolidar los espacios de participación y compromiso revolucionario para el trabajo voluntario y la consolidación del Proyecto Bolivariano, de Nuestra Revolución Bolivariana, del Socia-lismo del Siglo XXI.

Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario, aporta algunas líneas estratégicas para consolidar la práctica profesional de los y las estudiantes de los programas de formación de grado de la UBV y la Misión Sucre, ya que permite articular el conocimiento teórico-prác-tico que contribuye a mejorar las condiciones de vida de la población. también es una herramienta para los y las docentes de nuestra univer-sidad, específicamente en la unidad básica integradora Proyecto, ya que siendo el eje transversal en el perfil de los y las estudiantes, vincula el trabajo práctico e investigativo para promover la transformación de la realidad social.

Lic. AndrEínA A. BErmúdEz di lorEnzoProfesora del PfG Gestión Social del Desarrollo Local e

Integrante de la cátedra Bolívar-MartíUniversidad Bolivariana de Venezuela

Julio, 2007

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ADVERtENcIA PARA EStA EDIcIÓN

¿Por qué este libro es publicado por un ayuntamiento, concretamente por el de Guía de Isora? No es extraño que el lector se formule esta pregunta. A comienzos del año 2002, tuve una corta experiencia de trabajo en este ayuntamiento. Bastaron dos días de convivencia, para constatar la sensibilidad e interés por promover la participación ciudadana, de parte del alcalde, la concejala de Servicios Sociales y del personal técnico, con quienes tuve la oportunidad de conversar. tratándose de un pequeño ayuntamiento, fue para mí una sorpresa —muy grata, por cierto— que hubiesen técnicos pertenecientes a cuatro países diferentes de América del Sur. No se trataba de un hecho casual. Revelaba también una apertura y una preocupación por aquellos que llegaban de más allá del Atlántico. Pensé para mis adentros: “los guanches son diferentes y más cercanos a nosotros”.

En los intercambios y diálogos que sostuvimos en esos días con las autoridades municipales, mencionamos, entre otras cosas, la importancia de aplicar criterios de racionalidad económica a los programas de servi-cios sociales y humanos (esto es lo más importante), también tenemos la responsabilidad de optimizar los recursos disponibles. Para ello, nada mejor que contar con un personal responsable, comprometido y capacita-do… En ese contexto surgió la idea de publicar algún material de apoyo, que pueda ser útil a funcionarios, técnicos y responsables de organizacio-nes y movimientos sociales… Esto explica, en parte, la publicación de este libro por el Ayuntamiento Guía de Isora.

E.A.

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Niños del Barrio El Calvario, Parroquia El Valle, Caracas-Venezuela. Tomada por estudiantes del Segundo Año del PFG Gestión Social para el Desarrollo Local de la Universidad Bolivariana de Venezuela, 2006.

Comunidad El Calvario. Escalera principal. Sr. Alfonzo Guerrero, miembro del Consejo Comunal “El Calvario Revolucionario”, parroquia El Valle. Foto tomada por estudiantes del 2do. año del PFG Gestión Social para el desarrollo local de la UBV, 2007.

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CAPÍTULO 1

AcERcA DEL coNcEPto DE coMUNIDAD

1. Los diferentes alcances con que se utiliza el concepto de comunidad. 2. Los elementos comunes en las diferentes utilizaciones de este concepto. 3. ¿Qué entendemos por comunidad? 4. La noción del desarrollo.

— centralidad de la problemática del desarrollo. — conceptos similares utilizados en diferentes momentos históri-

cos.

ANEXo

¿Qué entendemos por comunidad?

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El ámbito operativo del desarrollo de la comunidad —como lo indica la misma expresión— es la comunidad. No cualquier comunidad, sino aquella o aquellas sobre las cuales y con las cuales se quiere llevar a cabo un programa con el fin de atender a sus necesidades y problemas, lograr su desarrollo y mejorar su calidad de vida. consecuentemente, la pri-mera tarea que tenemos que realizar en este libro es precisar el alcance y significado de este concepto. comenzaremos por el de la comunidad, para detenernos luego en el desarrollo, lo que nos servirá de base —en otro capítulo— para establecer una ligazón entre ambos dentro del marco de esta metodología de intervención social que es el desarrollo de la comunidad.

1. Los diferentes alcances con que se utiliza el concepto de comunidad El término “comunidad” es uno de los conceptos más utilizados en las ciencias sociales. Pero como ocurre con otras palabras que tienen amplio uso dentro de estas disciplinas, se trata de un vocablo dotado de extensa polisemia, es decir, hace referencia a realidades muy diversas. Esta multi-plicidad de significados, no se da sólo en el lenguaje científico, sino tam-bién en el lenguaje corriente.

En su acepción originaria, el término “comunidad” hacía referencia a un ámbito espacial de dimensiones relativamente reducidas, en el que existía una compenetración y relación particular entre territorio y colecti-vidad. En su sentido lato, la palabra denota la cualidad de “común”, o bien, la posesión de alguna cosa en común. Alude, pues, a lo que no es privativo de uno solo, sino que pertenece o se extiende a varios. Se trata de algo “compartido”. Ahora bien, según sea lo que se comparte, habrá diferentes alcances del vocablo. Esta multiplicidad es lo que comúnmente lleva a una gran equivocidad. Veámoslo.

A veces, el término se utiliza para designar un pequeño grupo de personas que viven juntas con algún propósito común; también se puede hablar de comunidad aludiendo a un barrio, pueblo, aldea o municipio, En otras ocasiones se aplica a un área más amplia: comarca, provincia, región, nación, continente…, hasta llegar al conjunto de la humanidad. La palabra sirve para designar algún aspecto de esas realidades, que son muy diferentes en cuanto a la amplitud espacial de “aquello” que designan. Sin embargo, hay que suponer que en todas esas realidades deben existir algunos rasgos o características por las que se las puede denominar con este vocablo.

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Si examinamos los diferentes usos de este concepto en el ámbito de las ciencias sociales, puede constatarse que, según los casos, se enfatiza alguno o algunos de los aspectos que se comparten, con lo que el término tiene alcances diferentes. Podemos constatar esa diversidad a través de una revisión de los diferentes aspectos que suelen destacarse. • A veces, cuando se habla de comunidad, se designa “algo” que se ins-

cribe en un espacio o territorio delimitado. Se trata de la utilización del término para designar a las personas y relaciones que se establecen entre los que viven en un determinado espacio o territorio: barrio, pueblo, aldea, etc., que constituye una entidad identificable e indivi-dualizable por límites geográficos precisos.

• también se habla de comunidad para designar el conjunto de per-sonas que comparten una herencia social común: tradiciones, cos-tumbres, lengua o pertenencia a una misma etnia. Esto connota, en la misma noción de comunidad, un reconocimiento de una historia, una identidad y un destino comunes.

• otras conceptualizaciones destacan la dimensión psicológica de la comunidad, considerando como aspectos sustanciales de la misma el sentimiento o conciencia de similitud y pertenencia. Es lo que hace que la gente se perciba y sea percibida como parte de una red de re-laciones y lazos comunes que la identifican psicológicamente con la comunidad de la que forma parte.

• En ciertos casos, con el concepto se alude a las relaciones sociales que existen en un conjunto de personas que comparten intereses afines y están ligados por aspiraciones, valores y objetivos igualmente comunes.

• Existe otra utilización de la palabra; es cuando se la emplea para hacer referencia a una entidad funcional autónoma, aunque inserta en otras unidades funcionales más amplias. Esta funcionalidad social de una comunidad se expresa en:— las actividades económicas de producción, distribución y consumo;— la disponibilidad de determinados recursos, bienes y servicios;— las instituciones, roles, status y clases sociales que se dan en su in-

terior. De cuanto se lleva dicho, se explica de algún modo la equivocidad a

la que lleva el término. Por otra parte, surge con bastante claridad que es un concepto que se utiliza de manera analógica y con una gran elastici-

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dad. De ahí, la variada gama de significados. Será menester delimitar el alcance que se le da en el campo de los métodos de intervención social, aunque éste sea tributario de los que se da en los campos de la sociología, la antropología y la psicología social.

2. Los elementos comunes en las diferentes utilizaciones de este concepto Si hacemos un balance/síntesis de los diferentes significados con que se utiliza el término de comunidad, nos encontramos con algunos elemen-tos comunes o áreas de coincidencia. • Supone, como elemento más importante, un conjunto de personas que

interaccionan entre sí, tiene relaciones y lazos comunes, comparten de-terminados intereses y participan de algún objetivo o función común. Por alguno o algunos de estos elementos, ese conjunto de personas se hace identificable, de modo que en relación con ellas se puede hablar o designar como “la comunidad de…” (y en estos puntos suspensivos, pueden utilizarse muchas y variadas adjetivaciones, según cada caso).

• Implica, también, un espacio o ámbito en donde se da la existencia de la comunidad; si seleccionamos lo que a nosotros nos interesa en el vocablo, en función del desarrollo de la comunidad en cuanto método de intervención, tenemos como elemento base el territorio.

• Además del conjunto de personas y del territorio, existe un sentido de pertenencia a “algo” de lo que todos forman parte. No siempre, pero muy frecuentemente, ese conjunto de personas que forma una comu-nidad tiene una herencia social compartida: costumbres, valores…; en fin, un modo de ser.

• otro rasgo coincidente en los diferentes alcances con que se utiliza el tér-mino, es el de la funcionalidad por la que esas personas están juntas, se relacionan, interaccionan más intensamente que en otro contexto. Esta funcionalidad exige la disponibilidad de recursos, bienes y servicios, y la realización de actividades en el marco de organizaciones e instituciones de roles, y en la que existen distintas posiciones y clases sociales. De todo ello, y seleccionando aquellos aspectos o factores que inte-

resan para un método de acción social con el significado y alcance del desarrollo de la comunidad, diremos que los elementos estructurales más importantes, son: — el territorio (localización geográfica)

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− la población (que habita ese territorio) − los recursos/servicios (perfil de la actividad productiva y de servicios

disponibles), y − las formas de interacción, relación y lazos comunes que ofrecer una

identificación colectiva (sentido o conciencia de pertenencia).

3. ¿Qué entendemos por comunidad? Sin pretender estructurar una definición acabada, vamos a aproximar-nos a la noción comunidad, tal como nosotros la entendemos. Para ello vamos a comenzar describiendo sus principales elementos o dimensio-nes. Si bien de algún modo ya fueron apareciendo sus diferentes com-ponentes, ahora los describiremos con el propósito de lograr una mayor precisión del término, teniendo en cuenta que la conceptualización que hagamos debe servirnos en los aspectos operativos.

Agrupación o conjunto de personas. ciertamente, la existencia de personas vinculadas entre sí constituye el componente fundamental del vocablo. Sin embargo, no toda agrupación o conjunto de personas cons-tituye una comunidad; tienen que darse otras circunstancias.

Que habitan un espacio geográfico delimitado y delimitable. Se trata del componente territorial. Para que haya comunidad, el conjunto de personas debe compartir un espacio de asentamiento y hábitat común. toda comunidad ocupa siempre un determinado territorio, aun cuando esa ocupación sea transitoria, como en el caso de de una tribu nómada o un grupo de gitanos. cuando decimos “delimitado y delimitable”, que-remos decir que no se puede definir un ámbito comunitario mediante “tiralíneas y escuadra, sino que debe ser un espacio delimitable por parte de las personas que lo integran; ya sea por la coincidencia con límites po-líticos-administrativos, o bien históricos y culturales. En algunos casos, son demarcaciones municipales o barriales, y en otros coinciden con los límites de territorios y hábitat que son fácilmente reconocibles y que se perciben como una unidad social. Esta dimensión o aspecto es muy elás-tica, ya que se puede aludir a un grupo de colonos, o a los habitantes de un barrio, aldea o pueblo. En otras circunstancias, se designan unidades sociales más amplias, como la comunidad nacional, latinoamericana, eu-ropea, o internacional. obviamente el concepto utilizado con ese alcance no tiene que ver —sino analógicamente− con el más delimitado en el

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espacio que hemos de utilizar al plantear los problemas del desarrollo de la comunidad1.

Sin embargo, las relaciones sociales de los miembros de una comuni-dad (y de ésta como colectividad), no están confinadas a un espacio físico delimitado y delimitable. Los lazos e interacciones de los miembros de una comunidad trascienden los límites geográficos. De ahí que, al res-ponder a la cuestión qué es una comunidad, debamos incluir la perspec-tiva del análisis de redes.

Que operan en redes relativamente estables dentro de la comuni-dad y su contexto. Desde hace algunas décadas, la noción de comunidad ha sido reconceptualizada desde la antropología y la sociología, al dar más importancia y significación al hecho de que las comunidades cons-tituyen sistemas de redes sociales o, si se quiere, un entramado de redes sociales. Desde esta perspectiva, las comunidades son consideradas no tanto por su dimensión territorial (tal como se ha venido haciendo, sino como un conjunto de relaciones en las que el individuo interacciona con otras personas en su vida cotidiana. Estas relaciones se configuran en torno a cada individuo, siendo las mismas de muy diversas caracterís-ticas, contenidos y formas operativas. En unos casos tienen un carácter utilitario o pragmático (tareas o actividades productivas) y, en otros, un carácter emocional (grupos de ayuda mutua o apoyo social).

En el seno de cada comunidad pueden existir interconexiones entre diferentes redes o, de manera más restringida, entre personas pertene-cientes a diferentes redes. también puede darse que entre algunas redes no exista ninguna relación, y operen y actúen de manera paralela al in-terior de la misma. cuando hay relaciones entre redes, éstas pueden ser de cooperación, conflictos o neutras. Además, en una comunidad pueden existir personas o redes vinculadas a otras que transcienden el ámbito territorial comunitario.

Hemos de tener en cuenta que la mayoría de las personas estamos inmersas en varias redes simultáneamente, aunque con variado grado de pertenencia cada una de ellas2.

1 Este parágrafo ha sido elaborado con la colaboración de María José Aguilar Idáñez, pero lo que aquí escribo es de mi exclusiva responsabilidad. Quienes deseen profundizar en el pensamiento de la autora, pueden leer su libro La participación comunitaria en salud: ¿mito o realidad?, editado por Díaz de Santos, Madrid, 2001. En el anexo de este capítulo, se presenta el análisis crítico que la Dra. Aguilar Idáñez hace de las principales definiciones propuestas acercas del concepto de comunidad.

2 El concepto de “red social” (Social Nettwork) es un aporte de la escuela manchesteriana de de antropología, cuyos principales exponentes han sido clyde Mitchell y P. Meyer.

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cuyos miembros tiene conciencia de pertenencia o identificación con algún símbolo local. Para formar parte de una comunidad, hay que tener conciencia de pertenecer a ella, o bien sentirse identificado con al-gún símbolo local que —al menos— ha de ser el nombre de esa comuni-dad, denominada como un pueblo, barrio o vecindario.

Este sentimiento de pertenencia a la comunidad (barrio, pueblo, ciu-dad, etc.) en que se vive, es una forma de riqueza social (algunos hablan de capital social). Esto crea un caldo de cultivo muy favorable para que la gente asuma “su comunidad” como algo propio y para que tenga una ma-yor disposición de cara a resolver los problemas colectivos. Es una riqueza intangible que produce consecuencias prácticas altamente positivas para atacar ciertos problemas que afectan al barrio o la ciudad.

E interaccionan entre sí más intensamente que en otro contexto. Los miembros de una comunidad —cualquiera que sea la amplitud con que se utilice el término— tienen una mayor ligazón entre sí y, conse-cuentemente, una mayor interacción. Los miembros de un barrio interac-cionan más intensamente entre sí con respecto a la gente de otro barrio, pero los miembros de uno y otro lo hacen más intensamente por pertene-cer a la misma ciudad o pueblo, que los que viven en otra ciudad.

con el propósito de alcanzar determinados objetivos, satisfacer nece-sidades, resolver problemas o desempeñar funciones sociales relevantes a nivel local. Estos propósitos pueden concretarse y realizarse en el ámbito de las actividades económicas (producción, distribución y consumo); en la utilización de equipamientos y servicios comunes que comparten —o pueden compartir— sus miembros; en la participación social en diferen-tes organizaciones, y en el apoyo mutuo, ya sea a través de mecanismos institucionales (gubernamentales y no gubernamentales) o bien a través de los grupos primarios (familia, amigos, vecinos…).

Si bien hemos considerado por separado cada uno de estos aspectos o rasgos distintivos de una comunidad, ésta sólo puede entenderse desde una perspectiva global e interrelacionada de estructuras, grupos, redes sociales, comportamientos individuales, relaciones sociales etc., que se dan en el ámbito territorial en que se encuentra la comunidad que —para lo que interesa en este libro— constituye la unidad funcional y operativa de un programa de acción comunitaria.

teniendo en cuenta todas las observaciones y consideraciones prece-dentes, podemos intentar hacer una definición de comunidad o, para ser

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más precisos, procuraremos explicitar la noción de comunidad que nos ha de servir como referencia a lo largo de todo este trabajo.

Una comunidad es una agrupación o conjunto de personas que habitan un espacio geográfico delimitado y delimitable, cuyos miembros tienen conciencia de pertenencia o de identi-ficación con algún símbolo local que interaccionan entre sí más intensamente que en otro contexto, operando en redes de comu-nicación, intereses y apoyo mutuo, con el propósito de alcanzar determinados objetivos, satisfacer necesidades, resolver proble-mas o desempeñar funciones sociales relevantes a nivel local.

Esta definición —y prácticamente todas las que se han propuesto— pone de manifiesto que se trata de una noción amplísima. Sólo así puede aplicarse igualmente a unidades (llamadas comunidades) tan distintas en características y extensión, como a un grupo de monjes que vive recluido en un convento, barrio, municipio, provincia, región, nación, o la comuni-dad internacional. A todos estos niveles es aplicado de ordinario el térmi-no. En todas estas unidades hay un conjunto de personas que reúnen las características sustanciales de esta definición. Esa amplitud y flexibidad del concepto conlleva un fuerte margen de imprecisión. consecuente-mente, en cada caso en que se utilice el vocablo —si el contexto no lo denota— hay que precisar a qué comunidad se está haciendo referencia. Este tipo de acotación y delimitación reviste gran importancia en todo programa de desarrollo comunitario. Si esto no se hace, no identificamos ni el sujeto ni el objeto del desarrollo de la comunidad, con lo que, desde el punto de vista metodológico, se hace muy difusa la unidad operativa que pretendidamente se ha escogido.

Utilizada en el campo del desarrollo de la comunidad, en cuanto me-todología de intervención social, el concepto de comunidad —como ex-plica Murria Ross—, se aplica en dos sentidos o alcances diferentes, pero no son contrapuestos entre sí: • “Puede ser toda la gente de una zona geográfica determinada, por

ejemplo, de un pueblo, ciudad, vecindario o distrito de ciudad. De la misma forma podrá referirse a toda la gente de una provincia o estado”.

• “La palabra comunidad incluye también grupos de gente que com-parten en común algún interés o función, tal como el bienestar, la agricultura, la educación, la religión… Estos intereses no incluyen a

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todos los individuos de la comunidad geográfica, sino solamente a aquellos que tienen un interés o fin compartido en común3”.

Desde el punto de vista operativo, en el primer caso, con la palabra se alude a un área de actuación (desarrollo de comunidades rurales, urba-nas, etc.); en el otro, se hace referencia a un sector de intervención (orga-nización de una cooperativa, proyecto de vivienda de ayuda mutua, etc.).

En las prácticas concretas pueden “cruzarse” ambos alcances del térmi-no con la realización dentro de un área de actividades de alcance territo-rial o con otras de tipo sectorial.

Una perspectiva diferente para definir el concepto de comunidad

Un antropólogo social español, Joseph canals, conocedor a su vez del trabajo social, ha sugerido una nueva perspectiva para definir el concepto de comunidad, a partir del concepto de red social. Para este autor, se trata de un concepto capaz de extenderse “más allá de los grupos, permitiendo describir interacciones sociales complejas que incluyen en su entramado a grupos y otros conjuntos”. Para canals, las redes sociales o personales “pueden tener múltiples interconexiones o no tener ninguna. En el primer caso dibujan una red que puede desbordar, y con seguridad lo hará los límites territoriales de aquello que podríamos denominar comunidad”. De este autor, retengo cuatro consideraciones que me parecen importantes y que constituyen un desafío para repensar el concepto de comunidad, tal como lo habíamos entendido en el campo de la sociología, la antropología, la psicología social y en la misma metodología del desarrollo comunitario: • Las redes desbordan los límites de lo que se había venido denomina-

do comunidad. • Las interacciones más densas y con mayor contenido emocional, no

necesariamente corresponden con los límites de la comunidad. • Expresando lo que acabamos de decir con otros términos, pero con

un alcance más general, puede afirmarse que redes sociales y comuni-dades muy raramente se corresponden.

• Individuos muy próximos en el espacio, puede que no tengan ningún punto de concepto entre sus redes personales.

3 RoSS, Murray. organización comunitaria. Euramérica, Madrid, 1967.

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Para canals, esta necesidad de reformular el concepto de comunidad (cuyo valor como metáfora reconoce), no es una cuestión formal, sino un requisito de organización del pensamiento. “El concepto de red resulta una alternativa ventajosa ante la imprecisión y connotaciones de la co-munidad”4.

4. La noción del desarrollo5

Si bien puede afirmarse que el problema del desarrollo es, en cuanto a la necesidad de mejorar las propias condiciones de vida, tan viejo como la historia de la humanidad (siempre ha habido seres humanos que han su-frido hambre y pobreza; siempre ha habido países con diferentes niveles económicos y, mientras unos han sido dominadores, otros han estado do-minados), es después de la segunda guerra mundial cuando el problema se plantea en términos actuales.

En sentido estricto, desarrollo y subdesarrollo (con el alcance que aquí les damos a estas expresiones), son fenómenos que se inician hacia 1750, cuando la revolución industrial y el capitalismo se conjugan formando parte de un mismo proceso. Pero la formulación científica del problema, y con esta terminología, recién se da a fines de la década de los cuarenta, en el siglo XX, si bien se utilizaron (como luego explicamos) concep-tos similares desde el nacimiento mismo de la ciencia económica. Puede considerarse que el origen del “interés” por el desarrollo en los países ca-pitalistas se asocia directamente a las ideas de John M. Keynes, relativas a la regulación de algunos acontecimientos económicos”, para “evitar, o al menos reducir, el efecto perturbador de las crisis recurrentes del sistema de producción capitalista”6.

Si hacemos un balance de esta preocupación, el resultado más pal-pable ha sido “la acumulación verdaderamente cancerosa de la literatura sobre el desarrollo”, especialmente en los países ricos: “Se necesitarían va-rios volúmenes para enumerar solamente la bibliografía de libros y artí-culos escritos sobre el tema”7. Pero, además de la proliferación de escritos,

4 cANALS, Joseph. comunidad y redes sociales: de la metáfora a los conceptos operativos, en Revista de Servicios Sociales y Política Social, núm.23, Madrid, 1991. consejo General de colegios oficiales de Diplomados en trabajo Social.

5 En las versiones anteriores de este libro, este tema tenía un desarrollo mucho más amplio. Quienes deseen profundizar pueden hacerlo en nuestro libro Introducción a la problemática del subdesarrollo, Instituto de Estudios Políticos para América Latina, Montevideo, Uruguay.

6 DE LA PEÑA, Sergio. El antidesarrollo de América Latina. Siglo XXI, México, 1971.7 BIRoU, Alain. Le défi du sous- développement, en Développement et civilisation, Nº 15, París, 1962.

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desde que el “desarrollo comenzó a pasar al primer plano de actualidad”, hace de esto casi cincuenta años, ha servido para proveer de “exquisito tema a las organizaciones internacionales, coloquios científicos y confe-rencias culturales. Llevada de un encomiable deseo de información, la burguesía de los negocios, por su parte, se preocupó incluso de organizar (¡oh, paradoja!) almuerzos con debates sobre el hambre en el mundo… El subdesarrollo ha permitido también a algunas personalidades más o menos brillantes y con fuertes apoyos políticos, descubrir su vocación de expertos; expertos de lo que se dice en los medios internacionales que son las criaturas más caras que Dios ha puesto sobre la tierra”8. Esta larga cita de René Gendarme expresa uno de los resultados más importantes de la preocupación por el desarrollo: que los expertos en desarrollo logren su desarrollo, aunque los países y grandes sectores de población sigan sumidos en su pobreza y subdesarrollo. Los problemas del subdesarrollo han sido asumidos retóricamente por muchas organizaciones y reunio-nes internacionales, intelectualmente por algunos, existencialmente por muy pocos… traemos estas ideas a colación, porque el desarrollo de la comunidad, en muchos de sus programas y acciones concretas, asumió desde el primer momento lo que después fue una de las ideas centrales de la investigación- acción participativa: no basta estudiar los problemas y necesidades que tiene la gente; hay que comprometerse en acciones y actividades concretas que conduzcan a la solución de esos problemas y a la satisfacción de esas necesidades.

centralidad de la problemática del desarrollo A poco que estudiemos la historia de la humanidad, podemos cons-

tatar que cada época afronta problemas que adquieren una centralidad indiscutible y cuya superación resulta indispensable para acceder a un estadio más elevado. En los años sesenta, la problemática del desarrollo y del subdesarrollo —según donde queramos poner el acento— consti-tuye una de las máximas preocupaciones de los países, al mismo tiempo que adquiere una importancia incuestionable en el campo de las ciencias sociales. Henrique cardoso (cuando era el gran teórico de la dependen-cia, no cuando fue el presidente de Brasil) decía que “el desarrollo como práctica y como ideología constituye el desafío por excelencia del hom-bre latinoamericano; su teoría como ciencia constituye el mayor desafío

8 GENDARME, René: La pobreza de las naciones. BoE, Madrid, 1967.

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intelectual de América Latina”9. Ni antes, ni ahora —cuando reinan las ideas neoliberales— creemos que sea así. Más honda y más profunda que la misma problemática del desarrollo, es la lucha por la liberación que abarca y polariza el verdadero desafío latinoamericano, aunque hoy es-tas ideas estén como silenciadas, olvidadas u ocultas. El desarrollo es un aspecto particular de ese proceso. Y no cualquier modelo de desarrollo, sino aquel que sirve, efectivamente, para la realización de las personas, “el desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres”, como gustaba decir francois Perroux.

conceptos similares utilizados en diferentes momentos históricos “Es notable —nos dice de la Peña— la íntima relación que existe en-

tre los acontecimientos principales de una época y el contenido de los conceptos relacionados con la idea de desarrollo”10. Así, antes de que esta problemática se formulase en los términos actuales, fue planteada baja diversas formas que pueden ser consideradas como equivalentes: rique-za, evolución, progreso, crecimiento, desarrollo económico, desarrollo. Al llegar a este concepto, se han introducido una serie de precisiones: desa-rrollo integral y armónico, el desarrollo unificado, el otro desarrollo, para llegar a la idea actual de desarrollo sostenible. Las cuatro últimas expre-siones, utilizadas por la Escuela de Economía y Humanismo, el Ilpes, la propuesta del informe Hammarskjold y la última que es puesta en circu-lación por la comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, ponen el énfasis en una concepción del desarrollo orientado según las necesida-des, ecológicamente solvente, que tienda a una distribución más equitati-va de los recursos, personas más saludables, instruidas y capacitadas, go-biernos descentralizados orientados a promover la participación…Éstas son algunas ideas centrales de la nueva concepción del desarrollo que ha superado la cortedad de miras de los especialistas, “aprisionados por una teoría de poseer y la extensión de la posesión, cuando en realidad habría que subordinarlo todo al ‘más- ser` y elaborar una teoría y una praxis del `más- ser´ que comprendiese la utilización civilizadora del poseer”11.

cuando se fue perfilando la idea del desarrollo de la comunidad, el concepto de desarrollo vigente tenía un significado y alcance mucho

9 cARDoSo, Henrique. Desarrollo y dependencia: perspectivas teóricas en el análisis sociológico del desarrollo. Solar/Hachette, Buenos Aires, 1970.

10 DE LA PEÑA, Sergio: op. cit.11 LEBREt, Luis. Economie Humaine, politique et civilisation, en Economie et civilisation, Les editions

ouvrirès, París, 1956.

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más estrecho, y una fuerte tonalidad economicista. Aunque hoy se ha-ble mucho menos de desarrollo, la concepción actual está más cercana al estilo y al espíritu que siempre ha predominado en el desarrollo de la comunidad.

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ANEXo

¿Qué entendemos por comunidad? Habida cuenta de la centralidad indiscutible que tiene el concep-to de comunidad dentro de esta obra, insertamos un texto de la tesis doctoral de María José Aguilar, en el que hace un exhausti-vo análisis del significado y alcance de este término.

Etimológicamente, el término “comunidad” proviene del latín comuni-tas y expresa la calidad de común, de lo que —no siendo privativo de uno solo— pertenece o se extiende a varios. Así pues, dependiendo de lo que se considere “común” o “compartido”, podrán identificarse diversos tipos de comunidades.

Si examinamos algunas definiciones del concepto “comunidad” apareci-das en diccionarios de lengua española, nos encontramos, entre otras, con:

“condición de común. Propiedad (de algo) en común. co-lectividad, o conjunto de personas unidas por un interés o unas circunstancias comunes”. (M. sECo, o. Andrés y g. rAmos. Diccionario del español actual, 1999).

“común de algún pueblo, provincia o territorio. Junta o con-gregación de de personas que viven unidas bajo ciertas constitu-ciones y reglas, como los colegios, conventos, etc. El concepto de comunidad define en sociología dos realidades distintas: a) un tipo de agrupación social fundamentada en una base territorial específica (unidad de vecindad, aldea, ciudad) y se habla entonces de ‘comunidades rurales`, ‘comunidad urbana`, etc.; b) una forma de sociabilidad, es decir, un tipo particular de concreción de la experiencia social en general…”. (Diccionario Salvat, 1973).

Estas definiciones aportan gran cantidad de elementos acerca de las características básicas del concepto “comunidad”, tal como suele emplear-se en el ámbito de las ciencias sociales. En estas disciplinas, se suelen describir las comunidades como “entidades sociales intermedias”, aunque la multiplicidad y usos de término constituyen u serio obstáculo para la definición. Se explica de esta manera tanto la equivocidad como la elasti-cidad con que se utiliza la expresión.

Veamos a continuación algunas definiciones más precisas, aparecidas en diccionarios especializados:

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“Inicialmente, el término “comunidad” aludía a un conjunto de personas que ocupaban un área geográfica; unas personas que estaban todas ellas comprometidas en actividades políticas y eco-nómicas conjuntas, y que constituían, en su esencia, una unidad social que se autogobernaba, y que contaba con algunos valores comunes y con vivencias de pertenencia recíprocas. Ejemplo de ello son una ciudad, una urbe, un pueblo o parroquia. Siempre, empero, ha destacado la idea de comunidad como un objetivo que las personas pueden conseguir. Deriva de la mayor movilidad de las personas en las modernas sociedades industriales y tam-bién del predominio de los medios de comunicación de masas. Hoy en día, las empresas industriales se extienden por muchas zonas y países. Las mercancías no se limitan al consumo de zonas locales, y existe, además, un importante incremento de la comu-nicación. El término ‘comunidad‘, si bien abarca menos y tiene una connotación algo más específica, puede considerarse que denota una comunidad de intereses. En la sociología moderna se usa aún el término ‘comunidad‘, en ciertos casos, de modo general y deli-beradamente vago”. (g. dunCAn mitCHEll, ed. Diccionario de Sociología, 1983).

Por lo que se refiere al campo de la sociología y la psicología social, varios autores han abordado el concepto de comunidad como nivel de agregación social intermedia. Así, por ejemplo, Gurtvich distingue en-tre masa, comunidad y comunión como formas de sociabilidad en que el grado de fusión de los individuos se manifiesta como poco intenso, relati-vamente intenso y muy intenso, respectivamente. Seidman y Rappaport (1974) establecen la siguiente escala: individual, grupal, organizacional, institucional, comunitaria y social. también fisher (1982), reconoce lo comunitario como una entidad funcional autónoma con propiedades específicas. Este autor distingue los siguientes niveles: individual, inter-personal, grupal, intergrupal, organizacional, comunitario, social e inter-nacional. Para fisher, el nivel comunitario es muy complejo, tanto si se entiende en términos geográficos, como sociales o culturales.

Ambos esquemas sitúan lo comunitario entre lo grupal y lo organiza-cional, por un lado, y lo social por otro. Sin embargo, la escala de Seid-man y Rappaport, establece una importante diferencia entre lo comuni-tario y lo institucional, cuestión que nos parece importante para nuestro estudio. Esta distinción, precisamente, entronca con la diferenciación ya clásica que hiciera ferdinand tönnies en (1887), entre comunidad (Ge-meinschaft) y sociedad (Gesellschaft). Para tönnies (1947), la comuni-

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dad se caracteriza porque las relaciones sociales que se establecen en ella obedecen a una voluntad “natural”, son producto de vínculos naturales que abarcan la familia, las tradiciones e incluso la vida religiosa. Este tipo de relaciones son un bien en sí mismas, a diferencia de la asociación, que es una agrupación que surge por una voluntad deliberada y racional a través del consenso tácito o expreso de sus miembros, y que persigue fi-nes utilitarios. Ampliando y profundizando esta caracterización, Munné (1979) hace notar la diferencia entre agregación comunitaria y asociativa, en la finalidad afectiva, de base espontánea en la comunidad e interesada y según criterios de utilidad en la asociación. De acuerdo con la tipolo-gía de tönnies, las comunidades tenderían a seguir pautas organizativas microsociales, siendo relativamente tradicionales, con escasa movilidad geográfica, de estratificación simple, con predomino de los grupos pri-marios y relaciones directas y duraderas, con un número reducido y, en general, poco especializado de roles. La asociación tendería, en cambio, a estructurarse según patrones opuestos: pautas y tradicionales estables que en relaciones contractuales, movilidad geográfica y social mucho mayor, estratificación menos rígida y más flexible, y número de roles y pautas de comportamiento mayores y más especializado. Las relaciones sociales serían más indirectas, temporales y superficiales, con predomino de los grupos secundarios, en tanto que los grupos primarios verían muy limitadas sus funciones, tendiendo en parte a compensar las disfunciones inducidas por la excesiva preponderancia de los grupos secundarios so-cialmente instrumentales (Sánchez Vidal, 1991). Desde que apareció la obra de f. tönnies, el término de comunidad es considerado casi siempre (sobre todo en la sociología anglosajona) como una de las partes de la di-cotomía en contraposición a sociedad. De la voluntad común y de la acep-tación mutua, tönnies quería deducir la “llamada vida social en sentido restringido y estricto”. La comunidad es la auténtica “vida común”, ade-cuada al hombre. Según tönnies, objeto de la vida social son únicamente las relaciones positivas de los hombres y de las asociaciones humanas (al darse a conocer por primera vez, el trato, la amistad). Sin la memoria y el lenguaje no habría solidaridad. Para él, las relaciones sociales ente dos personas son “aquellas en las que cada una se siente obligada a prestar a la otra diversos servicios concretos e igualmente es consciente de su dere-cho a otros servicios determinados. Por tanto, la relación misma es con-siderada por cada una de las personas participantes como un medio para realizar estos servicios mutuos”. cada una de las relaciones comunitarias puede cambiar individualmente (las relaciones del individuo se pueden convertir en relaciones sociales), pero la comunidad y las sociedad se si-guen siempre la una a la otra. No son simplemente dos posibilidades de

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la vida común, sino dos etapas de la realidad social. La comunidad única-mente se puede convertir en sociedad. La sociedad procede siempre de la comunidad, según el pensamiento de tönnies (Schoeck, 1973).

Lo que tönnies hizo fue conceptualizar dos tipos ideales, dos mode-los de análisis, pero no la definición de modelos reales y concretos (de ahí las críticas que recibió cuando describió con estas categorías períodos históricos). Esta clase de modelos dicotómicos ha seguido teniendo vi-gencia entre otros grandes sociólogos, tales como Durkheim —cuando habla de solidaridad mecánica y orgánica—, o Simmel.

Los estudios posteriores de Robert Redfield retoman esta línea de pensamiento al establecer, a partir de sus trabajos de campo en comu-nidades mexicanas, los conceptos de “sociedad folk” y “sociedad urbana”, en su célebre artículo the folk society. La caracterización aquí realizada denomina como “sociedad folk” a aquellas comunidades pequeñas, homo-géneas, religiosas, familiares, etc. Sociedades en las que se dan relaciones personalizadas, lo sagrado prevalece sobre lo secular y la economía es de posición y no de mercado. Por el contrario, “la sociedad urbana” es descri-ta con los rasgos antitéticos de la “comunidad folk”, es decir, heterogénea, secular, individualizada y despersonalizada. (Malagón, 1989). Los traba-jos posteriores que en esas mismas comunidades realizó oscar Lewis, le hicieron concluir que la tipología de Redfield también es ideal. El des-cubrimiento de Lewis fue la existencia de conflictos y desarmonías en el seno de pequeñas comunidades. Es esa misma línea de críticas, también Smith (1971) señala de “idealización” que se ha hecho de la comunidad tradicional como fuente de enriquecimiento de la vida individual, a lo que el autor pone serios reparos. De acuerdo con todo ello, otros autores han planteado la existencia real de este tipo de comunidades sólo en las sociedades preestatales, de banda o tribales (Krader, 1982).

otro tipo de conceptualización de la comunidad en el campo de la sociología muy ligado con las anteriores, es la que la define como una “so-ciedad en pequeño”, o “sociedad a escala reducida”. Baste como ilustración de esta corriente la definición de fairchaild (1949): “Subgrupo que tiene muchas características de la sociedad, pero en pequeña escala y con inte-reses comunes menos amplios y coordinados. Implícitas en el concepto de “comunidad” encontramos un área territorial, un grado considerable de conocimiento y contacto interpersonal y cierta base especial de cohe-sión que la separa de los grupos vecinos. La comunidad disfruta de una autosuficiencia más limitada que la sociedad, pero dentro de dichos lími-tes existe una asociación más íntima y una simpatía más profunda. En

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ella puede darse cierto nexo especial de unidad tal como la raza, el origen nacional o la afiliación religiosa”.

Es bueno hacer notar que, hoy en día, definiciones como las anteriores no encajarían en las agrupaciones sociales intermedias que denominamos “comu-nidades”. En la sociedad actual, la interdependencia económica, política, social y cultural tienen un carácter global del que muy pocas comunidades están exen-tas de influencia, incluyendo las comunidades rurales (Kroeber, 1946).

Ahora bien, para poder comprender la conceptualización de comuni-dad que realiza tönnies (al igual que otras similares que han tenido vigen-cia, conviene tener en cuenta la transformación desde las sociedades rurales tradicionales o preindustriales (de base comunitaria), a las modernas, pre-dominantemente asociativa y urbanas. A poco que se ahonde en este pro-ceso, se constata en lo que se ha dado en llamar “el declive de comunidad” que es, a su vez, efectos de los procesos de diferenciación y complicación ligados con el desarrollo de la industrialización, el crecimiento urbano, la decadencia de la vecindad geográfica y el asilamiento autosuficiente, carac-terístico de la comunidad rural tradicional. Estos procesos de “declive” de lo comunitario (desorganización social, pérdida de solidaridad, auge del individualismo, alienación y desarraigo psicológico) han sido bastante estu-diados en el campo de las ciencias sociales. Así, Nisbet (1953) en el ámbito de la sociología y Sarason (1976) en el de la psicología, han analizado las determinaciones y consecuencias negativas de este proceso, reivindicando, aunque desde perspectivas diferentes, la necesidad de reconstrucción y búsqueda de la comunidad. Esta búsqueda de la comunidad (Nisbet, 1953, y Giner, 1983) representaría un entorno “homeostático” hacia formas de agrupación social más humanas, psicológicamente más significativas y so-cialmente más estabilizadoras. (Sánchez Vidal, 1991).

Desde otra perspectiva, podemos examinar el concepto de comunidad atendiendo a las diversas circunstancias en las que se utiliza el término. De acuerdo con este criterio de definición, podemos constatar que, según los casos, se enfatiza uno u otro aspecto. “A veces, cuando se habla de comunidad, el término designa una localidad o área geográfica: se trata de todas las definiciones que tiene primordialmente en cuenta los límites geográficos o la influencia de los factores físicos sobre las relaciones so-ciales. también se habla de comunidad para designar la estructura social de un grupo, estudiándose las instituciones del mismo y los problemas de los roles, status y clases sociales que se dan en su interior; en este caso, la comunidad es considerada, fundamentalmente, como un conjunto de relaciones sociales. otras conceptualizaciones destacan el aspecto psico-

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lógico, considerando la comunidad como sentimiento o conciencia de pertenencia. Por último —y éste el uso más frecuente— se emplea el tér-mino como equivalente o sinónimo de sociedad” (Ander-Egg, 1990).

A continuación vamos a centrarnos en definiciones más significativas y recientes provenientes de la sociología, aplicada a programas de inter-vención y desarrollo social, con el fin de intentar una conceptualización útil y específica para nuestro trabajo. Antes, sin embargo, debemos recor-dar que Hillery examinó (en 1954) un total de 94 definiciones del térmi-no, hallando en 69 de ellas tres elementos comunes: • una localidad geográfica, • relaciones y lazos comunes, • interacción social.

Si consideramos que estos tres elementos siguen apareciendo en la li-teratura mas recientes en la mayoría de las definiciones, conviene tenerlos en cuenta como parte significativa del concepto de comunidad. Examina-remos las definiciones de autores que han sido considerados expertos a nivel internacional en materia de organización y desarrollo de la comu-nidad. Sin duda, uno de los pioneros en la materia y cuyos aportes han tenido más trascendencia ha sido Murray Ross. Este autor canadiense, a mediados de la década de los cincuenta, identificaba dos sentidos del tér-mino “comunidad”, correspondientes a dos grupos principales de perso-nas: “1) Puede ser toda la gente de una zona geográfica determinada; por ejemplo, de un pueblo, ciudad o vecindario, o de un distrito de ciudad. De la misma forma podría referirse también a toda la gente de una pro-vincia o Estado (…) 2) La palabra “comunidad” incluye también grupos de gente que comparten en común algún interés o función, tales como el bienestar, la agricultura, la educación, la religión. Estos intereses no in-cluyen a todos los individuos de la comunidad geográfica, sino solamente a aquellos individuos o grupos que tienen un interés o función particular en común (Ross, 1967)”. Vemos en estas definiciones una primera clasi-ficación o tipos de comunidad: la territorial y la funcional, distinción a la que haremos referencia más adelante, ya que puede resultar útil desde el punto de vista aplicado a la salud.

Posteriormente, en 1963, aparecen otras definiciones ligadas con progra-mas iniciados en América Latina. En este continente, uno de los autores de mayor significación y trascendencia, Ezequiel Ander-Egg, definía la comu-nidad como “una agrupación organizada de personas que se perciben como unidad social, cuyos miembros participan de algún rasgo, interés, elemento,

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objetivo o función común, con conciencia de pertenencia, situados en una de-terminada área geográfica en la cual la pluralidad de personas interaccionan más intensamente entre sí que en otro contexto. (Ander-Egg, 1963). obser-vamos en esta definición, además de los tres elementos comunes menciona-dos por Hillery, el elemento psicológico de sentimiento de pertenencia y otro de tipo sociológico- político relativo a la organización social.

Entre los autores europeos que iniciaron actuaciones en programas comunitarios, destaca el italiano Marco Marchioni. Este autor, tomando como referencia la definición de Ángela Zucconi, define la comunidad como un conjunto de personas que habitan en un mismo territorio, con ciertos lazos y ciertos intereses en común. Analizando los factores estruc-turales de la comunidad, desde el punto de vista de la intervención social, Marchioni establece cuatro elementos básicos del concepto operativo de comunidad: el territorio, la población, la demanda (los problemas que la población expresa) y los recursos de los que puede disponer (Marchioni, 1988). también entre los autores europeos que conceptualizan el término comunidad desde el punto de vista operativo de la intervención, podemos mencionar al belga Rudolf Rezsohazy, que caracteriza la comunidad con tres elementos principales: el espacio o territorio, el conjunto de personas que viven en él manteniendo relaciones múltiples e intereses en común, y el sentimiento de pertenencia a la misma. Para este autor, la comunidad se diferencia de la asociación “no sólo por su enraizamiento territorial, sino también por la multiplicidad y la globalidad de las relaciones que allí se mantienen” (Rezsohazy, 1985).

Por último y referido al ámbito de la salud comunitaria, la oMS, en el Manual de educación sanitaria en atención primaria, define una co-munidad como: “las personas que comparten intereses comunes y que se sienten unidas. En una comunidad, la gente suele compartir valores comunes, y aceptan ciertas formas de conducta como normales para to-dos sus miembros. también podría decirse que la gente que pertenece a una cierta religión o que tiene las mismas creencias políticas forman una comunidad. Una comunidad, por tanto, no es lo mismo que una zona geográfica. La comunidad está formada por gente, no por tierras, aunque sus miembros suelen saber dónde se encuentran los límites de las tierras que pertenecen a la comunidad” (oMS, 1989). Esta definición implica que para delimitar una comunidad no basta el componente territorial: el conjunto de personas que tienen vivencia o sentimiento de pertenencia es clave. Una definición de este tipo permite, además, la existencia de varias comunidades en un mismo espacio geográfico.

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La mayor parte de las definiciones examinadas hasta ahora, parecen con-siderar la comunidad como algo bastante homogéneo. En relación con este aspecto,”algunos investigadores han señalado la ingenua falacia de asumir que una “comunidad” rural es una entidad homogénea donde las personas com-parten intereses comunes y orientados hacia la cooperación mutua (Madan, 1987; foster, 1982; Stone, 1989). En algunos casos en que se han realizado esfuerzos para estructurar la implicación y la participación comunitaria en programas de salud (a través de comités locales de salud, agentes de salud comunitaria, etc.) se han enredado en la política local y en las luchas de poder entre facciones y grupos de interés competitivos” (Stone, 1992).

Sin embargo, y si es bien cierto que —como escribe canals (1991)— la comunidad es una forma abstracta construida sobre la oposición den-tro/ fuera (categoría de exclusión de carácter discontinuo y artificial) que tiende a homogeneizar relaciones sociales y estructuras, excluyendo el conflicto (es una visión un tanto “romántica” e “idílica”), o que se utiliza como representación de intereses profesionales (cuando se imagina una comunidad articulada alrededor de un conjunto de servicios), y que por ello sólo tendría un valor simbólico, el hecho es que sigue siendo el con-cepto empleado para designar —en el ámbito de los programas de inter-vención social y de salud— el objeto de atención, el nivel de intervención o la estrategia de acción. Es más, hoy día se vuelve a hablar de comunidad y lo comunitario, no sólo desde disciplinas profesionales donde ello fue clásico (la antropología, la sociología o el trabajo social), sino en la edu-cación, la salud y el desarrollo sanitario, la psicología y la psiquiatría, la pedagogía, etc. Ante este hecho, tratar de buscar nuevas denominaciones o algo previamente existente y previamente conceptualizado —aún con poca precisión o especificad y univocidad—, puede llevar a generar más confusión allí donde ésta no es precisamente escasa.

A esta altura de la revisión y comentario bibliográfico, podemos cons-tatar la complejidad del concepto, y sus múltiples usos y acepciones; si bien las provenientes del campo de la sociología aplicada o de la interven-ción social, tienen elementos en común: • el territorio geográfico, • la población que en él habita, • interacción social y relaciones, • sentimiento o conciencia de pertenencia, • cierta problemática común y recursos/ servicios.

La definición de la oMS pone de manifiesto que no necesariamente han de darse todos y cada uno de estos elementos para hablar de una

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comunidad, y que no todos tienen la misma importancia operativa como aspectos delimitadores e identificadores de una comunidad.

teniendo en cuenta todas las consideraciones, observaciones y apor-taciones precedentes, intentaremos elaborar una definición operativa de comunidad que, al menos, sea de mayor utilidad que las examinadas para encuadrar nuestra investigación.

Una comunidad es una agregación social o conjunto de per-sonas que, en tanto que habitan en un espacio geográfico deli-mitado y delimitable, operan en redes estables de comunicación dentro de la misma, pueden compartir equipamientos y servi-cios comunes, y desarrollan un sentimiento de pertenencia o identificación con algún símbolo local; y, como consecuencia de ello, pueden desempeñar funciones sociales a nivel local, de tipo económico (producción, distribución y/ o consumo de bienes y servicios), de socialización, de control social, de participación social y de apoyo mutuo.

A propósito de un primer intento de analizar la sociedad la sociedad haciendo uso del concepto, véase R.M. MacIver, community: A Sociologi-cal Study, 1917; R.A. Nisbet, the Quest of community, 1953; R. Köning, the community, 1968; y c. Bell y H. Newby, community Studies, 1971.

En la primera edición en español, aparecida en Buenos Aires en 1947, se mantiene la traducción literal de la obra en los términos de comunidad y sociedad. Sin embargo, en la edición de Península aparecida en Barcelona en 1979, el título de la obra de tönnies aparece traducido como comunidad y asociación. A pesar de que la traducción y significado más fiel del térmi-no Gesellschaft sería “sociedad”, en adelante emplearé el término “asociación”, por ser el que con más frecuencia se utiliza actualmente en la sociología española (cfr., f. tönnies, Gemeinschaft und Gesellschaft, Leipzig, 1987).

En un artículo reciente, A. Gurrutxaga plantea la confusión existente entre la necesidad del encuentro social con la persistencia de la comuni-dad. Para este autor, ni la escisión público-privado, ni la esfera privada, ni los enclaves de la vida, ni la sociedad íntima o el narcisismo colectivo parecen motivo suficiente para refundar valores comunitarios. Sólo el mantenimiento de algún tipo de tradición es elemento significativo para crear comunidad, por lo que sólo aquellos grupos sociales que aseguran su marco de referencia desde la memoria histórica son poseedores del discurso comunitario (Vid. A. Gurrutxaga, El redescubrimiento de la comunidad, en REIS (56), 1991.

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Barrio El Calvario, Vuelta El Beso. Parroquia El Valle - Caracas, Venezuela. Tomada por estudiantes del 2do. año del PFG Gestión Social para el Desarrollo Local, 2006.

Pescador integrante de la Red de Innovación Productiva de Ostras. Estado Falcón, 2006. Oficina de Comunicación del Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología.

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CAPÍTULO 2

BREVE REfERENcIA HIStÓRIcA SoBRE EL tRABAJo coMUNItARIo coMo MÉtoDo Y PRoGRAMA DE IN-

tERVENcIÓN SocIAL

1. Planteamiento del problema. 2. organización y desarrollo de la comunidad: procedimientos metodo-

lógicos similares que evolucionaron separadamente. 3. organización de la comunidad:

a) de la acción intergrupal de los consejos de planeamiento de la co-munidad.

b) El informe Lane.c) La inclusión de la organización de la comunidad como método de

trabajo social.d) Los principios de la organización de la comunidad.e) La “maduración” de la organización de la comunidad.

4. El desarrollo de la comunidad:a) El pecado original del desarrollo de la comunidad.b) Los primeros programas nacionales de desarrollo de la comunidad. c) El desarrollo de la comunidad como instrumento de progreso social.d) La carta magna del desarrollo de la comunidad.e) La consolidación de los programas de acción comunal.f ) La propuesta de que el desarrollo de la comunidad forme parte de

los planes de desarrollo nacional.

5. Gestación y evolución del desarrollo de la comunidad en la realidad latinoamericana.

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1. Planteamiento del problema En todas las etapas de la historia hallamos —en mayor o menor propor-ción— formas de ayuda mutua entre personas, de cooperación y acciones conjuntas para realizar intereses u objetivos comunes, semejantes o com-plementarios. Esta búsqueda de satisfacción de necesidades individuales, grupales y colectivas, por medio de acciones conjuntas es —en ciertos aspectos— tan vieja como la humanidad. A lo largo de la historia exis-tieron formas muy variadas de apoyo mutuo que, por vías y modalidades diferentes, llevaron a cabo actividades de ayuda y mutua cooperación. Desde la familia, la tribu, el clan, la aldea, las comunidades religiosas, los gremios, las mutuales…, hasta llegar al Estado Asistencial y al Estado de Bienestar, se han sucedido diversas formas de acción comunitaria.

Hay, pues, una larga tradición de ayuda mutua y de acción comunita-ria. Lamentablemente no es lo que lo marcó la tónica de nuestra sociedad a través de los siglos (conflictos, la competencia, los antagonismos y la lucha predominaron sobre la cooperación y la ayuda mutua). En esa his-toria de las acciones en las que los individuos se ayudan mutuamente, se da un momento determinado —hace más o menos cincuenta años— en que se comienzan a realizar acciones y actividades promovidas por los gobiernos con el nombre de desarrollo de la comunidad. Se trata de ac-ciones inducidas, que dan un ropaje científico-tecnológico a formas muy antiguas de colaboración. Pero, además, tiene otra razón de ser: los pro-gramas de desarrollo comunitario aparecen y se hacen necesarios —pro-movidos por el Estado y otras organizaciones— cuando las solidaridades naturales van desapareciendo, en una sociedad que se hace más extensa y más compleja, y consecuentemente más impersonal.

Durante siglos, la familia ampliada (uno de cuyos modelos ha sido la familia patriarcal), fue el núcleo principal de la ayuda mutua. Luego, se fueron dado otros ámbitos más amplios de solidaridad; el clan, la tribu, la aldea… y, a medida que las sociedades se fueron haciendo más urbanas, las comunidades religiosas y los gremios se transformaron en ámbitos de solidaridad dentro del mismo tejido societario. cuando se inició el pro-ceso de industrialización, las mutuales y los sindicatos crearon redes de solidaridad para ayudar a las familias de los trabajadores, muchos de ellos provenientes de zonas rurales, que no sólo vivían en situaciones precarias (a veces infrahumanas), sino también de desarraigo, careciendo de los apoyos y ayudas que encontraban en el ámbito rural.

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Al ir desdibujándose y despareciendo las solidaridades naturales, ayudar se fue transformando en una profesión; se institucionalizan las formas de ayuda y se va montando una maquinaria administrativa y bu-rocrática para la solidaridad social, aunque, frecuentemente, el propósito principal era atenuar las tensiones sociales o llevar a cabo una captación del clientelismo político.

Desaparecida la solidaridad de los grupos primarios, se hace necesario emprender formas de “acción común”. con la aparición de programas y métodos de intervención social comunitarios, no se ha hecho otra cosa que darles un ropaje —la vestimenta-técnico científica— a acciones muy antiguas de mutua colaboración que los hombres han realizado a lo largo de la historia. La práctica y el ideal del desarrollo de la propia comunidad mediante la ayuda mutua y la acción conjunta son, en algunos aspectos, casi tan viejos como la misma humanidad. A través del tiempo han exis-tido continuos intentos que, por vías y formas diferentes, han provocado lograr el bien común por el esfuerzo comunitario y el apoyo mutuo, con el fin de prestar atención y ayuda a los problemas y necesidades ajenas. “La inclinación de los hombres a la ayuda mutua —nos dice Kropot-kin— tiene un origen tan remoto y está tan profundamente entrelazada con todo el desarrollo pasado de la humanidad, que los hombres la han conservado hasta la época presente, a pesar de todas las vicisitudes de la historia”12. Puede afirmarse, consiguientemente, que antes que el desarro-llo de la comunidad se formulase como programa y método de interven-ción social, existían ya ideas y prácticas de acción comunitaria.

Estas pruebas de solidaridad, altruismo y de espíritu comunitario se encuentran prácticamente en todos los pueblos. En el caso de Améri-ca Latina, en las comunidades indígenas, aún hoy se mantiene una clara tradición de cooperación y ayuda mutua, a las que se recurre cuando se necesita mucha mano de obra en un corto tiempo, especialmente en épo-cas de cosecha. consiste en convocar a la gente para una tarea común y que se realiza gratuitamente. Las mingas, el convite, la cayapa, la faena, la fagina, la ronda, la mano prestada, etc., son los nombres con que se designan esas prácticas ya existentes en la época preincaica, que fueron perfeccionadas durante el Imperio de los Incas y que continúan entre los indígenas a fines del siglo XX. todas ellas, en mayor o menor medida, son expresión cultural de unidad y hermandad. Estas conductas y ac-ciones solidarias se apoyan en la creencia de quienes contribuyen al bien

12 KRoPotKIN. El apoyo mutuo. Ediciones Madre tierra, Móstoles, 1970.

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común participando en acciones colectivas serán premiados por la Pacha-mama (la Madre tierra).

En los países subdesarrollados, y de manera especial en determinados sectores de población que viven en situaciones precarias, existen muchos y diversos ejemplos de acción conjunta, mientras no hayan ido asumien-do formas de relaciones interhumanas de tipo competitivo. también en sociedades industrializadas y consumistas existen acciones de tipo co-munitario que buscan alcanzar metas que trascienden los intereses indi-viduales.

Sin embargo, la historia tal como ha sido escrita registra más las gue-rras, las batallas y el nombre de militares victoriosos, que el papel que ha jugado la solidaridad, la cooperación y el apoyo mutuo, en el desarrollo de la comunidad… En cada sociedad, en cada colectivo, en cada ser humano, junto al lado oscuro, egoísta y a veces violento, existe —coexisten— sen-timientos de solidaridad y de generosidad, pruebas de altruismo y de espíritu de cooperación. Esto ha ocurrido a lo largo de la historia. La-mentablemente, no siempre se muestran y resaltan las dimensiones más valiosas de los seres humanos.

Aquí nos vamos a referir a dos de estos métodos de intervención social comunitaria: la organización de la comunidad y el desarrollo de la comuni-dad haciendo una breve referencia histórica a su aparición y evolución, para centrarnos luego, a lo largo de este trabajo, en el desarrollo comunitario.

2. organización y desarrollo de la comunidad: procedimientos meto-dológicos similares que evolucionaron separadamente Digamos, ante todo —aunque esto sea la conclusión de los datos y aná-lisis de este capítulo—, que el desarrollo de la comunidad como forma de intervención social es el resultado de dos desarrollos metodológicos separados que, por otra parte, pretendieron en su momento se respues-tas a problemáticas diferentes, pero con métodos que, en lo esencial, son semejantes: • Se produjo un desarrollo de lo que se llamó la organización de

la comunidad, que surgió dentro de una profesión en particular (el social work) y que tuvo su principal evolución en los Estados Unidos (community organization as a process is a part of generic social work).

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• Posterirmente, aparece lo que propiamente se llamó desarrollo de la comunidad, que nace y se desarrolla en un primer momento en los países de África y Asia, y más tarde en América Latina y Europa.

Haciendo referencia a esta distinción, Murray Ross señala que “el tér-mino ‘desarrollo comunitario´ ha sido empleado para describir los esfuer-zos para ayudar a las comunidades de los países menos desarrollados; el término ‘organización comunitaria` para marcar los intentos de planificar los servicios de bienestar de las comunidades norteamericanas“13. Podría-mos decir que se trata de ámbitos de aplicación diferentes y enfoques similares: uno aplicado a los que se llamaron países del tercer mundo, otro utilizado en un país industrializado. Sin embargo, como el mismo Ross lo advierte, no es el ámbito (o sea la India o Estados Unidos), ni el contenido (problema de desarrollo rural o de bienestar urbano), lo que determina la naturaleza de la organización o el desarrollo de la comuni-dad. Existen elementos peculiares de trabajo que pueden aplicarse a una gran variedad de ámbitos de actuación y para el tratamiento de diferentes problemas particulares. De ahí que podamos hablar de dos desarrollos separados con procedimientos metodológicos similares.

3. organización de la comunidad La “organización de la comunidad”, como método propio de trabajo so-cial, nace en Estados Unidos. Para comprender su gestación, si bien se pueden reconocer antecedentes en determinadas actividades de la coS (charity organization Societies), hay que tener en cuenta la problemá-tica específica que da lugar a su nacimiento, y su posterior desarrollo, estrechamente ligado por muchos años a la evolución del social work nor-teamericano.

a. De la acción inter-grupal a los consejos de planeamiento de la comunidad Importa destacar que este método surge a partir de una doble pro-

blemática: la cooperación y coordinación de las diferentes agencias de ayuda, y como método de trabajo social intergrupal, según lo planteaba Wilbur Newstetler, para hacer referencia a un tipo de acción social que

13 RoSS, Murray. community organization: theory, Principles and Practice. New cork. Harper and Brother, 1967.

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trascendía la acción con los individuos, las familias y los grupos, adqui-riendo un cierto perfil colectivo o comunitario.

Parece ser que Edward Lindeman fue uno de los primeros en utilizar —a comienzos de la década de los veinte— la expresión “organización de la comunidad”, para designar aquella “fase de la organización social que constituye un esfuerzo consciente de parte de la comunidad para contro-lar sus problemas y lograr mejores servicios de especialistas, organizacio-nes e instituciones”.

Pocos años después, Walter Pettit, en el trabajo presentado en la Na-cional conference of Social Work, en 1925, hace referencia a los distintos sentidos con que la gente usa técnica organización de la comunidad, pero que el fondo significa una “forma de ayudar a un grupo de personas a reconocer y resolver sus necesidades comunes”. Años después (1928), el mismo Pettit publica un libro en el que se recogen y estudian las expe-riencias en este campo: case Studies in community organization.

Durante el decenio de 1920, la problemática de la organización de la comunidad es, sobre todo, una cuestión de trabajo de coordinación inter-grupal, como antes se dijo. Pero, a partir de la crisis de 1929, las organi-zaciones gubernamentales, inspirada en los principios de new deal, am-plían sus funciones también en el campo de la acción social. Se produce, por una parte, la creación de servicios públicos y, por otra, se introducen técnicas de planificación para solucionar los problemas sociales a nivel comunitario. En ese contexto, la organización de la comunidad adquiere una mayor significación y los trabajadores sociales tienen cada vez mayor importancia en los consejos locales.

Hemos señalado algunos aportes teóricos respecto al desarrollo de este método de intervención social. Importa destacar ahora algunos de los rápidos y profundos cambios sociales que se producen en la sociedad norteamericana en las dos primeras décadas de este siglo. Ellos inciden en la metodología de la organización de la comunidad, en cuanto ella pretende dar respuesta a problemas sociales que afronta la sociedad nor-teamericana. La emigración europea de principios de siglo no sólo fue un elemento dinamizador del proceso socioeconómico, sino que también trajo consigo nuevos problemas: falta de integración cultural, desorgani-zación social, discriminaciones de minorías nacionales, racismo, carencias de trabajo y todos aquellos problemas que se derivan del rápido proceso de urbanización e industrialización. En los años veinte —en los “felices” años veinte—, para atender esta nueva problemática social, surgen en Es-tados Unidos los “consejos de planeamiento de la comunidad”, llamados

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también “consejos locales para el bienestar de la comunidad”, cuyo obje-tivo era coordinar las actividades de los diferentes grupos o instituciones que funcionaban a nivel local y la cooperación de las agencias sociales (públicas y privadas) que actuaban en ese ámbito.

En el transcurso de la década de los treinta, pueden señalarse como los principales hitos en el desarrollo del método de organización de la comunidad: el libro de Steiner, la creación de la sección organización de la comunidad dentro de la NASW (conferencia Nacional de trabajo Social) y el Informe Lane, que tuvo una incidencia decisiva en la configu-ración del nuevo método. Jesse f. Steiner atribuye al método de organiza-ción de la comunidad el objetivo de atender los “problemas de adaptación y ajuste social” (objetivo que se atribuía, por otra parte, al social work en general), mientras que en el plano operativo considera que este método es “un modo organizado de trabajar que tiende a resolver conflictos y crear posibilidades de un progreso consistente, ayudando al ajuste social de la comunidad conforme cambian las condiciones existentes. No cabe duda de que esta definición refleja bastante bien la concepción que se tenía, antes de los años treinta, del social work.

otro hecho a destacar, que revela importancia que se le va concedien-do a este método dentro de la profesión, es la creación de la sección or-ganización de la comunidad dentro de la NASW, a través de lo que se auspicia la realización de estudios e informes sobre este campo de activi-dad profesional. Se recoge información sobre concepciones, definiciones, prácticas, etc. todo ello culmina en el Lane Report (1939).

Para Dwight Sanderson y Robert Polsen (Rural community organi-zation, 1939) el objeto de la organización de la comunidad es “desarrollar relaciones entre grupos e individuos que permitan a éstos actuar conjunta-mente a los fines de crear y sostener servicios y agencias mediante las que alcanzan sus más altos valores para el bienestar general de la comunidad”.

b. El informe Lane Por lo que se refiere al informe que Robert P. Lane presentó a la

NASW en 1939 —the field of community organization—, no cabe duda de que fue uno de los aportes más decisivos para configurar este método de trabajo social. En él el trabajo de discusión que se había lleva-do en seis ciudades, al mismo tiempo que señala —a modo de síntesis de los diferentes informes— las características principales de este método, a saber:

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• el término “organización de la comunidad” se refiere tanto a un pro-ceso como a un campo de actuación;

• el proceso de organización de una comunidad o de una parte de ella es realizado tanto en la esfera del social work como fuera de ella;

• en el campo del social work el proceso de organización de la comuni-dad es realizado por algunas organizaciones como función primaria y por otras como una función secundaria;

• El proceso puede darse a nivel local, federal y nacional, y también entre estos niveles;

• las instituciones cuya función principal es la organización de la co-munidad, de ordinario no ofrecen servicios directos a los usuarios14.

c. La inclusión de la organización de la comunidad como método de trabajo social. En los años treinta, dentro de los programas de bienestar social, se

hablaba de manera generalizada de la organización de la comunidad. Sin embargo, hasta el año 1943, la conferencia Nacional de trabajo Social y la ya creada sección de organización de la comunidad, no abordan un tratamiento más sistemático de este método y programa de bienestar social, con el fin de hacer precisiones conceptuales y me-todológicas acerca del mismo. Después de varias reuniones de estudio en Boston, Buffalo, Detroit, Nueva cork, Pittsburg y chicago, se in-tentaron algunas definiciones que ponen de manifiesto la concepción existente de las diferentes experiencias acumuladas hasta comienzos de los años cuarenta. Se hicieron tres propuestas de definición: la primera de ellas expresa aspectos operativos/metodológicos, la segunda trata de precisar qué tipo de servicio social es la organización de la comunidad y cúal es la amplitud de sus tareas. Por último, la definición que fue aceptada por la NASW.

En cuanto a los aspectos operativos y metodológicos, describen la or-ganización de la comunidad “como el arte de descubrir necesidades socia-les y de crear, coordinar y sistematizar los agentes instrumentales a través de los cuales los talentos y recursos de los grupos pueden ser dirigidos hacia la realización de los ideales del mismo grupo y hacia el desarrollo de las potencialidades de sus miembros. Investigación, interpretación de los

14 LANE, Robert. the fiel of community organization, NASW, Nueva York, 1962.

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datos, conferencias, educación, organización de grupos y acción social, son los principales elementos de este proceso”.

Una segunda definición propuesta, aludía a la organización de la co-munidad como “un tipo de social work que se refiere a todos aquellos es-fuerzos que tienden a dirigir de una manera efectiva los recursos sociales hacia las necesidades específicas o totales de un área determinada. Sus tareas pueden envolver actividades tales como búsqueda de datos, desa-rrollo de programas de bienestar social, cambio de sistemas o pautas de trabajo social y promoción de legislación social”.

Por último, se propuso y aceptó como concepción de la NASW que establecía el significado y alcance del método la siguiente definición: “or-ganización de la comunidad es el proceso de tratar con individuos o gru-pos que están interesados o pueden interesarse en los servicios u objeti-vos del bienestar social, con el propósito de aumentar el volumen de tales servicios, mejorar su calidad y distribución, a participar en las gestiones para alcanzar tales objetivos”15.

En la conferencia de la NASW (1947), se presentaron algunos docu-mentos —especialmente el paper de Newstetter—en el que se distinguía en la organización de la comunidad lo que era propio del trabajo social y lo que se estimaron procesos ajenos al trabajo social, como lo son la ac-tividad educativa y de promoción, y el proceso administrativo que exige este tipo de programas.

Esta opinión no era unánime; en ese mismo año de 1947 se publica el libro de Mac Millan —community organization for Social Qelfare—, en el que se sostiene que se trata de un método ligado exclusivamente al social work, como procedimiento “de ayuda a la gente a encontrar medios efectivos de trabajo de cooperación con otros para mejorar los recursos de la comunidad”.

d. Los principios de la organización de la comunidad Dentro del proceso de maduración de este método profesional, en

los años cincuenta la obra de c.f. McNeil16 es pionera en cuanto a la formulación de principios de actuación que, según el autor, tienen una aplicación universal. McNeil formula siete principios. El primero de ellos

15 NASW: Defining community organization Practice, Nueva York, 1962.16 Mc NEIL, c.f.: community organization for Social Welfare. Social Wok Year Book, NASW, New

cork, 1954.

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expresa que la organización de la comunidad para el bienestar social es algo que concierne a la gente y a sus necesidades, explicitando (sin llamar-lo así) el paradigma que subyace en este método de intervención social y que no es otro que el binomio recurso-necesidades que tendrá vigencia en el trabajo social hasta nuestros días en los países industrializados. El resto de los principios puede resumirse en lo siguiente: • La comunidad es el primer cliente de la organización comunitaria en

cuanto a método de actuación. • La comunidad debe ser comprendida y aceptada tal como es y en el

lugar en donde está. • Un objetivo esencial de la organización de la comunidad es que en ella

estén representados todos los intereses y elementos de la población, y que la gente tenga la más amplia y significativa participación posible.

• El hecho de las necesidades cambiantes de la sociedad y de las relacio-nes de la gente entre sí y los grupos es el factor dinámico del proceso de organización de la comunidad. En este punto aplica un concepto básico de la filosofía de John Dewey acerca de la necesidad de un permanente proceso de perfeccionamiento y maduración, y que debe aplicarse también al método de organización de la comunidad.

• La interdependencia de todos los aspectos de la organización del bienestar. Ninguna agencia puede actuar por ella misma (live unto itself alone) sino en constante relación con las otras.

En el último de los principios, ratifica que la organización de la comu-nidad es parte del proceso genérico del trabajo social y de los servicios que ofrece a la comunidad.

e. La “maduración” de la organización de la comunidad A partir de los años cincuenta, se produce la “maduración” del método

de organización de la comunidad, y de manera especial en la década de los sesenta, como consecuencia del gran desarrollo de programas sociales que se produce en los Estados Unidos. El más importante de ellos era el Programa de Acción comunitaria, que formaba parte del plan de War on Poverty.

Durante ese período, en el plano de los aportes teórico-metodológicos, se produce un nuevo nivel de elaboración del método de organización de la comunidad. Queremos destacar dos aportes principales:

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• la definición del método que hace la NASW; • el libro de Murray Ross.

La Nacional Association of Social Work sintetizó los objetivos del método de organización de la comunidad en tres grandes cuestiones; a saber:

1. Proporcionar a la comunidad, o a sectores de la misma, la opor-tunidad de movilizar sus recursos para resolver o prevenir proble-mas sociales: a) ofreciendo a los ciudadanos medios para movilizarse, expresarse

y hacer frente a sus responsabilidades por el bienestar social; b) proporcionando medios a las agencias sociales para cumplir

efizcamente con sus responsabilidades respecto de la comu-nidad.

c) dotando de medio a los profesionales del trabajo social para cumplir con sus responsabilidades comunitarias.

2. Proporcionar a medios de interacción entre diferentes sectores de la comunidad a. entre diversos ciudadanos y grupos a quienes les concierne el

bienestar de la comunidad; b. entre especialistas dentro de la profesión y profesionales, y el

liderazgo de la comunidad; c. entre especialistas e instituciones (sistema escolar, cuerpo mé-

dico, abogados, etc; d. entre la comunidad política y la del bienestar social. 3. Dotar a la comunidad de un servicio de planificación del bien-estar, mediante: a) el desarrollo de planes de bienestar social; b) la realización de dichos planes; c) influjo en las políticas de bienestar social y otras políticas públi-

cas relacionadas directas o indirectamente con el bienestar de la gente;

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d) ayudar a la movilización para lograr una financiación adecuada, gubernamental o voluntaria17.

Dentro de una línea de desarrollo metodológico de la organización de la comunidad, este documento resume una de las formulaciones más elaboradas y que expresaría el estado actual de evolución de este método a comienzos de los años sesenta.

otro aporte significativo de esa época, es la obra de Murray G. Ross —community organización. theory, Principles and Practice—, en la que establece algunos puntos básicos que serían referentes a este método por más de una década. He aquí algunos de ellos: • Las comunidades pueden desarrollar su capacidad para resolver sus

propios problemas. • Las personas quieren y pueden cambiar. • La gente debe participar en los cambios que se realizan en sus comunidades. • El autodesarrollo de una comunidad tiene un significado que no tie-

nen los cambios impuestos. • Para un buen trabajo comunitario hay que hacer un “abordaje holístico”

de los problemas; los “abordajes fragmentarios” son pocos eficaces. • La democracia requiere participación y acciones de cooperación en

los asuntos de la comunidad; las personas tienen que prepararse para hacer esto posible.

• Las comunidades y los individuos necesitan ayuda externa para afrontar la solución de sus problemas y necesidades18.

4. El desarrollo de la comunidad El desarrollo de la comunidad como método y programa específico nace en un contexto y circunstancia muy diferente a la de la organización de la comu-nidad. Por una parte, es distinto el escenario o ámbito de actuación (zonas rurales en países subdesarrollados) y, por otro, aparece como una forma de actuación que no corresponde a ningún campo profesional en particular.

¿En qué medida el desarrollo metodológico y conceptual del méto-do de organización de la comunidad ha influido en la teoría y práctica del desarrollo de la comunidad? Difícilmente se puede responder a esta pregunta sin hacer una investigación que bien puede ser innecesaria si

17 NASW.: op. cit18 RoSS, Murray. community organization: theory, principles and Practice, Nueva York, Harper and

Brother, 1967.

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aplicamos el principio de costo-benéfico. La intervención de sociólogos, antropólogos, economistas, agrónomos etc., hace pensar que la impron-ta de “método propio de trabajo social” no ha estado presente en el de-sarrollo comunitario. Si tenemos en cuenta la importante presencia de Estados Unidos en las Naciones Unidas (organización que tuvo un gran protagonismo en estos programas), no sería extraño que haya habido al-gún trasvase conceptual/ metodológico del método de organización de la comunidad al desarrollo de la comunidad… No importa mucho saberlo; lo que está claro es que existen algunas convergencias en cuanto a princi-pios operativos y métodos de actuación, como pondremos de relieve.

a) El pecado original del desarrollo de la comunidad La expresión “desarrollo de la comunidad” fue puesta en circulación

por la oficina de colonias Británicas, para designar el programa de ac-ción social que desarrollaba en sus colonias. Según el colonial office, se trataba de un movimiento de promoción que debía iniciarse para prepa-rar su emancipación (esto lo decía la oficina de colonias, pero el lector comprenderá fácilmente que tal afirmación no puede tomarse en serio, para comprender los propósitos y el carácter manipulador/ domestica-dor con que se utilizó). Las acciones programadas tenían, fundamental-mente, objetivos educativo: organización de la comunidad: alfabetiza-ción, capacitación laboral etc., destinados a preparar la fuerza de trabajo que requerían las industrias allí instaladas. como telón de fondo, estos proyectos eran acciones encaminadas a introyectar en los colonizados los valores del sistema imperial para que la gente funcionara de acuerdo con esas pautas y valores.

No es de extrañar la resistencia de algunas personas, especialmente profesionales del pensamiento progresista y comprometidos con los sec-tores populares, han tenido respecto del desarrollo comunitario, aunque la práctica de este método no haya llevado el “sello” de lo que proponía la oficina de colonias.

b) Los primeros programas nacionales de desarrollo de la comunidad En los años cincuenta, particularmente en Asia y África, el desarrollo

de la comunidad adquiere una gran importancia como método de acción social que promueve la participación activa de la población y como pro-grama específico para satisfacer las necesidades fundamentales de las co-

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munidades. Para ese entonces, siete países ponen en marcha programas de desarrollo comunal, y en dos de ellos (India y Pakistán), los progra-mas son de alcance nacional. La India “ha sido el país en el que ha sido mayor el empeño sistemático para promover el proceso de desarrollo de la comunidad a escala nacional y como parte integral del programa de desarrollo del todo el país19. Iniciado en 1952 en 55 zonas de proyectos experimentales que abarcaban 25.264 aldeas y alrededor de 16.400.000 habitantes, se formuló de tal manera que para 1963 abarcara todo el país. como índice de su expansión señalamos el hecho de que al terminar el Primer Plan Quinquenal ya había llegado a 122.957 aldeas y a casi ochen-ta millones de habitantes. India fue, también, el primer país que tuvo un Ministerio de Desarrollo de la comunidad. La forma de operacionalizar el programa a nivel de aldeas, era a través de tres instituciones: el pancha-yat (especie de junta comunal) que funcionaba como organismo cívico, la cooperativa que actuaba en la esfera económica y la escuela de la aldea cuya esfera de intervención abarcaba lo educativo y lo cultural. En un primer momento, la promoción del desarrollo de la comunidad se hacía a través de organismos especiales; ello dio poco resultado. Se cambió la orientación: el esfuerzo se concentró en crear y mejorar gobiernos locales y estimular la participación de las mismas comunidades.

Para otra ejemplificación del desarrollo de la comunidad, queremos hacer referencia a la experiencia de ceilán. Se inició en 1948 como un pro-grama de desarrollo rural, con el propósito de estimular los esfuerzos de la población rural y promover las organizaciones de aldea. En su aspecto operativo se canalizó a través de “sociedades de desarrollo rural”, quienes asumían la realización de las obras de desarrollo, al mismo tiempo que el gobierno le proporcionaba los servicios de funcionarios que contribuían con sus conocimientos especializados. Los sectores de actividad se cen-traron en tres aspectos: económico, sanitario y cultural- educativo.

El caso de Pakistán interesa mencionarlo, pues ha sido uno de los pri-meros, quizás el primer programa de desarrollo de la comunidad aplicado al ámbito urbano. fue iniciado en 1954 con un proyecto experimental en Lyari, barrio de viviendas insalubres en Karachi y proseguido en ambas partes del país. Según los funcionarios responsables de la promoción de este programa, el desarrollo de la comunidad permite “que los proyectos que se inician no sean costosos y que los servicios prestados beneficien a muchas personas”.

19 NAcIoNES UNIDAS. Los servicios sociales en el desarrollo de la comunidad, en Rev. Internacional del Servicio Social, núm. 6, Nueva York, marzo 1960.

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c. El desarrollo de la comunidad como instrumento del progreso social Durante estos primeros años de iniciación y auge de los programas de

desarrollo de la comunidad, se efectivizaron a través de los denominados centros comunales y mediante la realización de proyectos específicos de: • mejoras materiales (construcción de viviendas, carreteras, obras de

riego…); • organización de servicios (educativos, recreativos, sanitarios…); • acción comunal (organización de grupos, análisis colectivos de nece-

sidades locales, creación de comisiones, obtención de asistencia téc-nica, formación de personal…).

como expresión del modo en que en ese momento se concebía el de-sarrollo de la comunidad, tenemos un informe de Naciones Unidas bien significativo, aun en su mismo título: El progreso social mediante el de-sarrollo de la comunidad. Este documento “versa sobre la política con-sistente en promover el desarrollo sano y equilibrado mediante la acción local”. Éste es definido como “un proceso destinado a crear condiciones de progreso económico y social para toda la comunidad, como la participa-ción de ésta, y la mayor confianza posible en su iniciativa”.

En este documento se hace un balance de los programas existentes, distinguiendo seis tipos de programas: 1. El desarrollo de la comunidad mediante la realización de obras. El

caso de Grecia, a través del Programa de Bienestar Social mediante el empleo.

2. El desarrollo de las comunidades en función de las grandes obras de riego, la reforma agraria y los planes de reasentamiento.

3. creación de redes de centros: el caso de Egipto a través de los centros de bienestar rural.

4. La acción comunitaria a través de sociedades y consejos rurales: los casos de ceilán (Sociedades de fomento Rural) y Jamaica (comisión de Bienestar Social)

5. Educación relativa a la acción de la comunidad, como se hizo en Puer-to Rico (Educación de la comunidad) y Birmania (consejo de Edu-cación de las Masas).

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6. El desarrollo de la comunidad mediante la creación de servicios de di-vulgación, como se hizo en Pakistán a través del Programa de Ayuda a las Aldeas, y la India, con la Administración de Proyectos para la comunidad y el Servicio Nacional de Divulgación20. A mediados de la década de los cincuenta, los organismos especializa-

dos de Naciones Unidas promueven programas de desarrollo comunal, cada uno de ellos impulsando proyectos específicos acordes con los obje-tivos de la propia organización. • UNESco: educación de adultos, educación fundamental. • oIt: Promoción de cooperativas y de pequeñas industrias rurales

familiares. • fAo: Extensión agrícola y labores de economía doméstica y demos-

tración del hogar. • oMS: proyectos demostrativos de saneamiento rural.

Estos datos hablan por sí mismos: bajo la denominación de desarrollo de la comunidad, se promueven y realizan una gran variedad de proyec-tos específicos. Lo que no estuvo claro en los organismos internacionales es que estos proyectos no constituyen en sí mismos formas de acción co-munitaria, como lo explicamos en otra parte del libro: la esencia del desa-rrollo de la comunidad no consiste tanto en lo que se hace sino en cómo se hace, y su aspecto sustancial consiste en la participación de la gente.

d) La carta magna del desarrollo de la comunidad Para 1956, un grupo de expertos de Naciones Unidas sistematiza las

diferentes experiencias y produce un documento básico: Desarrollo de la comunidad y servicios conexos, consagrados totalmente a ex-plicar el significado y aplicación de esta técnica social. Algunos han considerado este documento como la “carta magna del desarrollo de la comunidad”. En el documento se propuso una definición que por muchos años llegó a ser clásica y que dice así: “La expresión ‘desarrollo de la comunidad` se ha incorporado al uso internacional para desig-nar aquellos procesos en cuya virtud los esfuerzos de una población se suman a las de su gobierno para mejorar las condiciones económi-cas, sociales y culturales de las comunidades, integrar éstas a la vida del país y permitirles contribuir plenamente al progreso nacional”21.

20 NAcIoNES UNIDAS: op. cit.21 NAcIoNES UNIDAS: Desarrollo de la comunidad y servicios conexos, Nueva York, 1956.

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Ésta fue la primera definición oficial del desarrollo de la comunidad propuesta por las Naciones Unidas, repetida en otros documentos internacionales, y ampliamente difundida y utilizada entre los espe-cialistas de este campo. Esta definición concibe los programas de de-sarrollo de la comunidad como una acción exclusiva de los gobiernos. La historia de estos programas marchará luego por nuevas direccio-nes: las oNG adquirirán una gran importancia, hasta el punto de que la mayoría de los programas que se han realizado en los últimos treinta años han sido promovidos por estas instituciones.

En este documento se mencionan los principales servicios técnicos que se prestan dentro de estos programas: • Servicios de agricultura, particularmente a través de la divulgación

agrícola y de la economía doméstica; se trata de un modo de educa-ción informal de las familias rurales.

• Servicios de nutrición orientados a mejorar la alimentación del pue-blo e indirectamente su salud, consiguientemente su capacidad pro-ductiva y su bienestar.

• Servicios de educación, ya sea haciendo de la escuela un instrumento del desarrollo comunal o bien a través de la educación fundamental encaminada a resolver el problema del analfabetismo de los adultos.

• Servicios de orientación y formación profesional, particularmente a través de las escuelas rurales, formación de maestros y de dirigentes rurales y producción de material didáctico.

• Promoción de cooperativas, que sirven para crear las condiciones so-ciales y psicológicas indispensables para:

— el desarrollo de tu comunidad, — incrementar la producción y los ingresos, — mejorar la agricultura, — fomentar las artesanías y las industrias rurales, — realizar programas de electrificación rural, — mejorar los transportes, — proporcionar mejores viviendas, — favorecer la sanidad, la educación y las actividades creativas.

• Promoción de las artesanías y pequeñas industrias, como modo de generar empleo y facilitar el aprovechamiento de los recursos mate-riales de las comunidades.

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• Servicios sociales que comprenden una gama amplia de actividades: — asistencia prestada a familias para resolver los problemas socioeco-

nómicos, — fortalecimiento de las relaciones familiares, fomento del bienestar

infantil, — ayuda a personas que necesitan atención especial (ancianos, niños, etc.).

• Servicios de planificación y construcción de viviendas: — elaboración de diseños, técnicas y materiales de construcción ade-

cuados; — establecimiento de normas y programas generales de vivienda y de

los medios financieros y administrativos para su ejecución; — promoción de programas utilizando métodos de esfuerzo propio,

ayuda mutua y cooperación para el mejoramiento de las vivien-das, infraestructuras y equipamiento para la comunidad, servicios públicos, construcción de caminos, pequeñas fábricas de construc-ción que aprovechen la materia prima local.

• Servicios de sanidad organizados a través de una serie de medidas básicas consistentes en:

— creación de servicios para proteger y mejorar el estado de salud de madres y niños;

— prevención de enfermedades contagiosas, saneamiento del medio ambiente, tratamiento y reeducación de enfermos e incapacitados y educación higiénica del pueblo.

Estos servicios sanitarios se conciben organizados con la participación de la comunidad y los equipos técnicos del campo de la salud.

La visión de conjunto que le hemos proporcionado acerca de los pro-yectos y actividades que se pueden realizar dentro de los programas de desarrollo de la comunidad, expresados en este documento de las Nacio-nes Unidas, nos pone de relieve el carácter multifacético de los mismos. Situación que se acentuará en los años posteriores, al punto de que la diversidad de concepciones y la variedad de actividades que se realizan hace muy difícil delimitar lo específico del desarrollo comunitario.

e. La consolidación de los programas de acción comunal A comienzos de los años sesenta, los programas de desarrollo de la

comunidad parecen estar consolidados y en expansión; existen experien-

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cias y resultados tangibles. treinta y cinco países están llevando a cabo programas de desarrollo de la comunidad y otros treinta han iniciado programas de esta índole. En 1960, las Naciones Unidas proporcionaban 22 expertos para programas de esa índole en 13 países; en 1966 serán 71 expertos en 31 países. cuando, en diciembre de 1961, la Asamblea General de las Naciones Unidas, designa el decenio como “El decenio de las Naciones Unidas para el desarrollo” —Resolución 1710 (XVI)—, la Secretaría General de la oNU redacta una serie de propuestas para un programa de acción. En lo referente al desarrollo de la comunidad, se sugieren tres propuestas: 1. Robustecimiento de estos programas y su implementación en otros

países. 2. Mayor atención a los aspectos económicos del desarrollo de la comu-

nidad. 3. Identificación más íntima del desarrollo de la comunidad con los ór-

ganos de administración local. con anterioridad a estas recomendaciones del Secretario General de

la oNU, en un documento publicado inicialmente en Bangkok (1960) —community Development and Economic Development—, cuyo pro-pósito es hacer un balance de la contribución de los programas rurales de desarrollo de la comunidad al desarrollo nacional de Asia y Lejano oriente, se comienza a considerar los aportes del desarrollo de la comu-nidad al desarrollo económico (aumento de producción de bienes y servi-cios en la agricultura y la industria, y el ofrecimiento de la formación de capital). Aquí se pone de manifiesto un cambio de énfasis: la perspectiva económica oculta la dimensión social de estos programas, aun cuando se hable de intensificar las actividades de autoayuda.

f. La propuesta de que el desarrollo de la comunidad forme parte de los planes de desarrollo nacional toda esta etapa de promoción e impulso que, desde los organismos

internacionales del sistema de Naciones Unidas, se da al desarrollo de la comunidad, culmina —a mi entender— con un documento publicado por la oNU —Desarrollo de la comunidad y Desarrollo Nacional, 1963—. fue la gran propuesta, dentro del ámbito que estamos analizando, de los años sesenta. Nunca antes, ni después, se le otorgó tanta importancia al desarrollo de la comunidad. A partir de una idea de desarrollo, concebido no sólo como crecimiento económico sino también como evolución, se

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plantea la necesidad de que el desarrollo de la comunidad adquiera un real protagonismo en el desarrollo nacional. Esta propuesta, se transfor-mó en una temática recurrente en los años sesenta, con gran incidencia en América Latina, como examinaremos más adelante:

Según se desprende de este documento22, habría cuatro grandes con-tribuciones del desarrollo comunitario al desarrollo nacional: 1. Genera crecimiento económico y social en el plano local, sobre todo en

zonas rurales que viven a nivel de subsistencia, a las que saca de su aisla-miento, se mejoran las comunicaciones y se ayuda a su organización.

2. Es un conducto adecuado para la mutua comunicación entre el go-bierno y la población, de modo que las comunidades del país pueden influir en los planes de desarrollo y éstos puedan influir en las comu-nidades.

3. contribuye a la formación de capital social y a la expansión de la infra-estructura rural, con la que coadyuva a liberar recursos gubernamen-tales que pueden destinarse a inversiones nacionales.

4. crea las condiciones previas necesarias para la evolución de los ór-ganos del gobierno local o para el robustecimiento de instituciones rurales que han quedado rezagadas o mal adaptadas a las nuevas cir-cunstancias. Se señalan dos requisitos especiales para poder vincular el desarrollo

de la comunidad con la planificación nacional: a) La reforma agraria como condición previa para el éxito de las activi-

dades de desarrollo de la comunidad, puesto que, sin modificar la base económica subyacente, no hay esperanza ni estímulo para los campe-sinos. El desarrollo de la comunidad puede contribuir de manera sus-tancial período que precede a la reforma agraria y desempeñar luego un papel importante en los programas de colonización.

b) La creación de cooperativas y los programas de desarrollo de la comu-nidad entrañan un estímulo a la formación de dirigentes locales y una contribución al desarrollo económico. Si bien se parte de la definición clásica propuesta por Naciones Unidas

que supone la convergencia de la acción gubernamental y de la misma gen-te, se trata de manera expresa el papel de las organizaciones de voluntarios, de las cooperativas y de organizaciones locales. Esto implica una apertura

22 NAcIoNES UNIDAS: Desarrollo de la comunidad y desarrollo nacional. Nueva York, 1963.

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a la participación de organizaciones no gubernamentales que, con el correr de los años, adquirirían gran importancia en este tipo de programas. otros aspectos tratados y que constituyen una insistencia de algunas propuestas o sugerencias puntuales son: el fomento de la participación de las mujeres en este tipo de programas, y la formación de dirigentes locales. Lo que adquiera un papel más definido es lo referente a la utilización de mano de obra subocupada y la promoción del empleo. Y lo que resulta más inédito es lo concerniente al voluntariado. Estas tres últimas cuestiones, serán de gran importancia a partir de los años ochenta.

Ya en los años setenta, hemos de señalarlo para cerrar esta síntesis histórica, no sólo la asistencia técnica a programas de desarrollo de la comunidad fue desapareciendo de las Naciones Unidas y de los organis-mos internacionales, sino que hasta la expresión quedó en desuso. Desde aquella propuesta del Secretario General de la oNU, Dag Hammars-kjold, afirmando que el “desarrollo de la comunidad debería ser el pilar central de la política social de las Naciones Unidas”. Hasta hoy (2002), se ha ido produciendo un enfriamiento progresivo del entusiasmo por el desarrollo comunitario.

Durante la última década, apenas ha encontrado en colombia, Méxi-co e Italia algún interés expreso por esta metodología de intervención social. Algunas oNG llevan a cabo programas que se podrían llamar de acción comunitaria, pero casi nunca lo hacen con la “denominación de origen”. En algunos casos, hablan de animación comunitaria, en otros, lla-man investigación-acción participativa a ciertas acciones que en nada se diferencian de los programas de desarrollo comunitario… En el capítulo cuarto ampliaremos estas ideas al hacer una revisión de medio siglo de desarrollo de la comunidad.

5. Gestación y evolución del desarrollo de la comunidad en la realidad latinoamericana Es interesante señalar que en el año 1950, cuando en América Latina todavía no se conocían los programas de acción comunitaria, ni los mé-todos pertinentes. En un Seminario realizado por la oEA en la Repú-blica de El Salvador, se propuso una definición sobre ese método en los siguientes términos: “técnica o proceso que emplea el trabajo social para suscitar la racional participación de los integrantes de una determinada zona o población, en una empresa de mejoramiento individual y de pro-greso colectivo, sobre la base de los propios recursos”.

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En general, puede afirmarse que, en América Latina, los programas de desarrollo comunal no se aplican hasta finales de la década de los cin-cuenta y, desde las primeras experiencias, revelan la confluencia tanto del enfoque de la organización de la comunidad como del propio método. Lo primero sucede como consecuencia de la presencia de expertos nor-teamericanos en la realización de los proyectos iniciales que traen el en-foque de community organization, y lo segundo se deriva de la índole de los problemas que afrontan.

Desde 1949, la División de trabajo y Asuntos Sociales de la Unión Panamericana promueve tres seminarios regionales de asuntos sociales que, de algún modo, constituyen el “lanzamiento” del desarrollo de la co-munidad en América Latina, aunque la expresión no tuviese un uso muy generalizado. En esos seminarios se tratan cuatro grandes cuestiones: coo-perativismo, servicio social, vivienda y planificación, y educación obrera.

Los libros de la trabajadora social norteamericana carolina Ware y su presencia personal son lo más significativo en el desarrollo de este mé-todo en América Latina. La Unión Panamericana publicó las dos obras principales de esta autora: Estudio de la comunidad (1952, edición revi-sada de la ya se había publicado en Puerto Rico), y organización de la comunidad para el bienestar social (1954).

Quizás sea oportuno recordar aquí la definición propuesta por ca-rolina Ware sobre organización de la comunidad, que considera como “un proceso para suscitar grupos funcionales de ciudadanos capaces de ser agentes activos y responsables de su propio progreso, usando para ello los siguientes medios: la investigación en común de los problemas locales, el planeamiento y la ejecución por sí mismos de las soluciones que antes convinieron y la coordinación voluntaria con los demás grupos y las autoridades oficiales, de modo que se obtenga el bienestar social de la comunidad”23.

En la década de los sesenta aparecen las primeras versiones latinoa-mericanas del desarrollo de la comunidad. El mexicano Ricardo Pozas Arciniegas elabora una mitología para su estudio; el costarricense carlos María Jiménez desarrolla fundamentalmente los aspectos administrati-vos de estos programas, y Rubén Darío Utría —colombiano— focaliza la acción comunitaria como un aspecto del desarrollo comunal. Por mi parte, intenté en esos años un enfoque global, en el que integraba una perspectiva desarrollista con ciertos aspectos metodológicos de la Es-23 WARE, caroline. organización de la comunidad para el bienestar social. Unión Panamericana,

Washington, 1954.

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cuela francesa de Economía y Humanismo. En versiones posteriores he reelaborado esas propuestas. con Herman Kruse, de nacionalidad uruguaya, se da la primera versión realizada por un trabajador social la-tinoamericano. Luego, carola Ravel —economista venezolana—, siste-matiza parte de las primeras experiencias gubernamentales de ese país, mientras que carlos Acedo Mendoza lo hace desde una organización no gubernamental venezolana, cuyo objetivo fundamental fue la promoción de programas de desarrollo comunal24.

En los últimos treinta años se publicaron en América Latina nume-rosas obras sobre desarrollo de la comunidad, pero casi todos los autores son ajenos al trabajo social. Quisiera señalar algunos en particular, en primer lugar, el panameño Guillermo Medina, que desde 1966 hasta ya la entrada la década de los ochenta fue reelaborando su obra Desarrollo de la comunidad, cuya temática y enfoque expresan también el pensamiento de la cREfAL, en donde el autor trabajó muchos años como experto. Dentro de esta institución se publica también el libro de Leonard olen, Evaluando el desarrollo de la comunidad (1968). El antropólogo boli-viano Hugo torres Goitía —en 1971— procura introducir las técnicas de programación dentro de estos proyectos; su libro se titula conside-raciones en torno a la programación del desarrollo de la comunidad. otra obra —proveniente también del campo de la antropología— que tuvo “su presencia” en los años sesenta fue el libro de t.R. Batten, Las comunidades y su desarrollo. Ligando la acción comunitaria con la edu-cación, debemos señalar la obra de Rosendo Escalante y Max Miñano, Investigación, organización y desarrollo de la comunidad. Una obra más reciente que pretende apoyarse también en la experiencia latinoa-mericana, El desarrollo comunitario, de Rudolf Rezosohasy (1986), al margen de los aspectos rescatables de la obra (con errores básicos en la terminología utilizada), revela el ombliguismo eurocéntrico de este belga, que desconoce las obras de autores latinoamericanos y de los organismos internacionales y nacionales que, dentro de la región, escribieron sobre el tema. como obra publicada en los años ochenta, señalamos el Manual de organización y desarrollo para la comunidad marginada de las ciudades (1985), de Grissol Ponce de León García, que expresa lo que es una larga

24 cAMPoS JIMÉNEZ, carlos. organización y desarrollo de la comunidad para el bienestar social, Guatemala, 1956 (mimeo); DARÍo UtRÍA, Rubén. La acción comunal como programa de gobierno, Bogotá, Universidad de América, 1960; ANDER-GG, Ezequiel: Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad, Buenos Aires. Humanitas, 1964; PoZAS ARcINIEGAS, Ricardo: El desarrollo de la comunidad, México, Universidad Autónoma de México, 1964; KRUSE, Herman: Desarrollo de la comunidad, Montevideo, 1967 (mimeo); AcEDo MENDoZA, carlos: El desarrollo de la comunidad en Venezuela, caracas, IVAc, 1967; RAVEL, carola y IZAGUIRRE, Maritza: Nuevo enfoque en el desarrollo de la comunidad, Buenos Aires, Humanitas, 1968.

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tradición en México: ligar el desarrollo de la comunidad con los progra-mas de educación. No es extraño que esto haya ocurrido en este país. En 1951 se creó en Patzcuaro (Michoacán) el cREfAL, un centro latinoame-ricano para la educación de base en América Latina que, a lo largo de 50 años, pasó por cinco etapas25 en cuanto a los programas desarrollados. Su segunda etapa, entre 1961-1968, reorienta su acción. En el documento de Naciones Unidas (Desarrollo de la comunidad y servicios anexos) se señaló que “la educación fundamental debería actuar en un contexto más am-plio, frente a la necesidad de organizar cooperativas, estimular el crédito y otras actividades sociales y económicas”. En ese contexto, y teniendo en cuenta las pautas establecidas por Naciones Unidas, la educación funda-mental se consideró “como el servicio educativo del movimiento de desa-rrollo de la comunidad”. En 1960, reunidos en París, representantes de Naciones Unidas y los organismos especializados que estaban implica-dos en el funcionamiento de la cREfAL (UNESco, fAo, oMS, oIt) decidieron cambiar la orientación, nombre y estructura que, a partir de entonces, se denominó “centro Regional de Educación fundamental para el Desarrollo de la comunidad en la América Latina”. Durante esa etapa, se formaron 767 especialistas en Desarrollo de la comunidad, de los cuales 186 fueron mexicanos.

25 cREfAL son: 1º Educación fundamental (1951-1960). 2º Desarrollo de la comunidad (1961-1968). 3º Alfabetización funcional (1969- 1974). 4º Educación de adultos en el marco de la educación permanente. 5º Educación de adultos y alfabetización funcional en el marco de la educación permanente y del

desarrollo rural integrado (a partir de 1979).

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Red de Innovación Productiva de Cacao. Estado Miranda, 2005. Oficina de Comunicación del Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología.

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CAPÍTULO 3

SIGNIfIcADo Y ALcANcE DEL coNcEPto Y PRÁctIcA DEL DESARRoLLo DE LA coMUNIDAD

1. ¿Qué es el desarrollo de la comunidad? 2. El desarrollo de la comunidad en cuanto a método de intervención

social 3. El desarrollo de la comunidad en cuanto programa constituido por

proyectos y actividades específicas integradas — El enfoque sistémico en la acción comunitaria

4. El desarrollo de la comunidad en cuanto proceso capaz de desatar una acción de tipo sinérgico Es difícil enunciar con brevedad, ni siquiera adecuadamente, lo que es el

desarrollo de la comunidad. No hay una definición precisa y generalmente aceptada.

t.r. BAttEn

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1. ¿Qué es el desarrollo de la comunidad? Ya hicimos un breve recorrido histórico acerca de la aparición y de la evo-lución de un método de intervención social y de programas y actividades que se han denominado desarrollo de la comunidad. Ahora nos pregun-tamos acerca de la naturaleza misma de este método y de estos progra-mas: ¿Qué es el desarrollo de la comunidad? La pregunta es obvia; se trata del tema central de este libro. Sin embargo, la respuesta —como ve-remos— ya no lo es tanto. Si queremos afinar el alcance de la pregunta y nos interrogamos acerca de las características exclusivas y definitorias del término, la respuesta se hace mucho más complicada. Nos encontramos en situación parecida a la de San Agustín hace unos 1600 años, cuando se preguntaba: “¿qué es el tiempo?” “Si nadie me lo pregunta —decía—, sé lo que es el tiempo, pero si lo quiero explicar a quien lo pregunta, enton-ces no lo sé”. Las razones por las que nos encontramos con esta dificultad son diferentes a las de San Agustín, respecto a la pregunta sobre qué es el tiempo. Por otra parte, explicar qué es el desarrollo de la comunidad no es una cuestión que revista la misma importancia que explicar qué es el tiempo. tampoco tiene las mismas implicaciones filosóficas y científicas. Es una tarea mucho más modesta, pero con implicaciones prácticas en un ámbito circunscrito de las formas de acción social.

Para responder a la cuestión planteada— qué es el desarrollo de la comunidad—, comenzamos haciendo una constatación. cuando todavía no había transcurrido un cuarto de siglo desde el comienzo y desarrollo de este método de intervención social, en un documento de Naciones Unidas publicado en 1964 se daba cuenta de esta dificultad. “En el corto tiempo —se decía— en el que esta expresión ha sido utilizada con cierta amplitud, ha tenido diversos significados en diferentes países y para los diferentes estudiosos que han tratado de identificar sus elementos esen-ciales. A veces, la moda en el uso de los términos parece haber cambiado sin modificación evidente de contenido, desconcertando a no pocos inte-resados en el tema26. Si dijésemos que hay tantas versiones del desarrollo de la comunidad como programas llevados a cabo o libros escritos, sería una exageración. Pero si afirmásemos que hay tantas versiones como paí-ses, nos quedaríamos cortos. Un variado entramado de proyectos espe-cíficos y actividades concretas, son las expresiones múltiples y diversas del llamado desarrollo de la comunidad. frente a esta gran variedad de significados y realizaciones concretas cabe preguntar: ¿es posible caracte-

26 cEPAL: La participación popular y los principios de desarrollo de la comunidad en la aceleración del desarrollo económico y social, en Boletín Económico de América Latina, vol. IX, núm. 2, nov.1964).

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rizarlo con algunas notas esenciales?... Vamos a intentarlo a través de una serie de aproximaciones sucesivas.

Aunque la configuración de todo aquello que constituyen los aspectos procedimentales y las actividades específicas de los programas de desa-rrollo de la comunidad es algo mucho más complejo que lo que puede resumirse en un esquema, sin embargo, hacer este tipo de síntesis no deja de tener su utilidad. Por una parte, suelen apuntar al meollo de las cues-tiones sustantivas; por otra, nos pone de relieve los perfiles más relevan-tes… Al intentar esta síntesis, quisiera destacar dos cuestiones básicas: 1. Si rastreamos aquello que ha sido lo constante o permanente en la

gran variedad de procedimientos, proyectos y actividades realizadas con esta denominación, nos encontramos con algo sustantivo y cen-tral: la participación de la misma gente. De ahí que podamos concluir con Milhaud que el desarrollo de la comunidad “se caracteriza por una actitud más que por la sustancia de un programa. Lo que cuenta es la forma de emprender el trabajo, más que la naturaleza del trabajo mismo”27.

2. Hemos hablado a lo largo del primer capítulo de desarrollos separa-dos con procedimientos metodológicos convergentes. Los principios, los métodos y la práctica del desarrollo de la comunidad, son un punto de encuentro y convergencia. “Nace, como lo indica Irwin Sanders, de corrientes afines de las que toma su nombre: el lado “paterno” puede ser referido al desarrollo económico, del que deriva el sustantivo; del lado “materno” se relaciona con la organización de la comunidad, de la que deriva la adjetivación28. tanto del lado “paterno” como del lado “materno” existen otros an-

tepasados. continuando con la metáfora de Sanders, y adaptándola a nuestra perspectiva, podemos decir que del lado “paterno” los parientes colaterales son la planificación, el urbanismo y la reforma agraria, y del lado “materno” se presenta como un impetuoso manantial de su inmedia-ta predecesora, la organización de la comunidad, y reconoce como sus antecesores el trabajo social y la educación de adultos. El trabajo social, a su vez, “desciende” de las organizaciones de de caridad y de organiza-ciones juveniles, canaliza actividades de recreación y colateralmente ha influido en la legislación social y la organización del bienestar social. La

27 MILHAUD, Maurice. Príncipes de le méthode du Développment comunautaire, en rev. community Développment, núm. 6, 1960.

28 SANDERS, Irwin: teorie dello svilúppo comunitans››, en rev. community Développment, núm. 5, 1960.

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educación de adultos que, a su vez, contribuye a las actividades de educa-ción para la salud, tiene su pariente colateral en la educación fundamental que, por algo más de una década, estuvo entrecruzada con el desarrollo de la comunidad.

todo ello podríamos resumirlo en el siguiente esquema:

Del análisis de cuanto se ha realizado y escrito durante medio siglo, podemos hacer esta primera constatación: la expresión “desarrollo de la comunidad” se ha utilizado con cuatro alcances diferentes: • como método de intervención social, • como programa, • como proceso inducido, • como movimiento.

Sin embargo, la expresión se ha utilizado casi siempre con los dos primeros alcances: el desarrollo de la comunidad considerado como mé-todo y como programa. A ello nos vamos a referir más decididamente, sin negar por ello, ni restar importancia, al hecho de que se le considere también como proceso y como movimiento.

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2. El desarrollo de la comunidad en cuanto método de interven-ción social considerando como método de actuación sobre la realidad, el desarrollo de la comunidad es una forma de intervención social. No es una ciencia, ni una filosofía: está en el plano de la práctica social. consecuentemente, es una tecnología social. Se trata de un conjunto de reglas prácticas y pro-cedimientos específicos que, mediante la aplicación de conocimientos teó-ricos y provenientes de las ciencias sociales y de la psicología, y aplicando procedimientos sistematizados a objetivos prácticos, se traduce en una se-rie de acciones y actividades. A través de ellas se pretende mantener, modi-ficar o transformar algún aspecto de la realidad social buscando resultados específicos que se expresan en objetivos y metas preestablecidas”29.

En cuanto a la intencionalidad última del desarrollo de la comuni-dad, ya sea como método o como programa, al igual que todas las formas de intervención social, viene dada por la cosmovisión y/o ideología no sólo proporciona una comprensión y significación de la realidad, sino que también expresa un horizonte utópico que concierne al modelo de socie-dad que se considera necesario construir.

Se diferencia de otras tecnologías sociales por el objetivo que persigue, su modalidad operativa y el nivel en que funciona. • El desarrollo de la comunidad tiene como objetivo principal la pro-

moción y movilización de recursos humanos e institucionales me-diante la participación activa y democrática de la población, en el estudio, programación, ejecución y evaluación de programas que se desarrollan a nivel de comunidades de base, destinados a mejorar el nivel y la calidad de vida.

• En lo que hace a sus modalidades operativas, el desarrollo de la co-munidad no es tanto una acción sobre la comunidad, cuando una acción de la comunidad. Se trata de esfuerzos y de acciones de base organizadas con la iniciativa y dirección de la misma gente involucra-da en el programa, aunque para su “despegue” hayan necesitado de la acción de agentes externos y durante su desarrollo requieran diferen-tes formas de asistencia técnica.

• Respecto del nivel en que funciona, se trata de una metodología des-de la base. Actúan fundamentalmente a nivel psicosocial mediante un proceso de sensibilización y motivación que desenvuelve virtualida-

29 Sobre este tema hemos realizado un desarrollo más amplio en los libros Introducción al trabajo (1996) y Metodologías de acción social (1997).

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des latentes y desarrolla potencialidades en individuos, grupos y co-munidades, para mejorar sus condiciones de vida en el ámbito donde realizan su vida cotidiana, en cuanto residentes de un determinado ámbito geográfico.

como todas las tecnologías sociales, en su aspecto operativo está con-figurada por la integración y fusión de cuatro componentes: • estudio y diagnóstico de la realidad: problemas, necesidades, conflic-

tos, centros de interés, recursos, etcétera; • programación de proyectos y actividades a realizar; • realización de lo programado que —a su vez— ha estado apoyado en

un diagnóstico de situación; • evaluación de lo que se está realizando, o de lo realizado, según los casos.

La articulación de todas estas fases la realizan las mismas personas involucradas en el programa, tanto cuanto ello sea posible en cada una de las circunstancias.

considerado el desarrollo de la comunidad en cuanto método de mo-vimiento de los recursos humanos, las actividades sustantivas en sí mismas tienen relativamente menos importancia que la forma de llevarlas a cabo. En otras palabras: la actitud con que se llevan a cabo los proyectos y la for-ma emprender el trabajo son más importantes que el contenido material de los mismos. frente a una gran variedad de sectores de intervención, de proyectos y actividades específicas que se pueden llevar a cabo dentro de un programa de desarrollo de la comunidad, este criterio de identificación permite establecer cuándo una actividad (servicio o proyecto) promueve efectivamente el desarrollo de una comunidad. Un mismo proyecto —ya se trate de construcción de viviendas, crédito agrícola supervisado, promoción de huertas familiares o escolares, construcción de caminos, educación de adultos, creación de unidades de producción, o lo que fuere— puede ser o no un programa de desarrollo de la comunidad. Para decirlo en breve: no es lo que se hace sino cómo se hace, lo que constituye la sustancia del desarrollo de la comunidad. todo depende de la forma y actitud de llevar a cabo las actividades. Nos explicamos: hay desarrollo de la comunidad (en cuanto metodología de actuación) cuando se promueven y movilizan re-cursos humanos, mediante un proceso educativo/ concientizador que des-envuelve potencialidades latentes en los individuos, grupos y comunidades para tender el logro de su autodesarrollo.

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De este modo, la idea y la práctica de la participación de la gente (que se perfila desde las primeras definiciones y los primeros programas) ter-mina por el ser concepto central de la teoría y practica de su desarrollo.

3. El desarrollo de la comunidad en cuanto programa constituido por proyectos y actividades específicas integradas Si bien se puede hacer una acción comunitaria o aplicar su metodología a la realización de proyectos y actividades puntuales, en la intencionalidad de muchos programas se ha pretendido llevarlos a cabo con un enfoque globalizador. Lo que se ha querido es que el desarrollo de la comunidad sea un conjunto de actividades (y en algunos casos de proyectos) total-mente articulados y coordinados dentro de un programa. Pocas veces se ha logrado ese propósito. con mucha frecuencia, el trabajo comunitario ha tenido un contenido puntual (resolver un problema o atender algunas necesidades) o sectorial, llevado a cabo mediante la realización de un pro-yecto específico (vivienda, microemprendimientos, etc.). Pero, desde las primeras experiencias del desarrollo comunitario, se habló del “desarrollo integral de la comunidad”. En algunos casos se entendió como una forma de superar las acciones inconexas, por una forma de “desarrollo total y equilibrado que requiera una acción concertada y la elaboración de pla-nes múltiples”30. En otros se hace referencia a la necesidad de que los “co-nocimientos y las técnicas de que disponen todos los servicios nacionales pertinentes, sean utilizados en forma coordinada y no de una manera aislada y fragmentaria”31. también se ha entendido como la forma de in-tegrar la acción comunitaria con los planes nacionales32.

El enfoque sistémico en la acción comunitaria Desde hace más de una década, existe en algunos la preocupación por

aplicar un enfoque sistémico en la concepción y práctica de desarrollo de la comunidad, particularmente en lo que hace al diseño en la elabo-ración de programas y estrategias de acción. El enfoque sistémico (que aquí lo entendemos como aplicación de la teoría general de sistemas), se ha ido aplicando a diferentes campos —entre ellos a las metodologías de acción social—, como forma de superar los enfoques analíticos-mecáni-

30 NAcIoNES UNIDAS: Desarrollo de la comunidad y desarrollo económico; Nueva York, 1964.31 NAcIoNES UNIDAS: El progreso social mediante el desarrollo de la comunidad, Nueva York, 1955.32 coNSEJo INtERAMERIcANo EcoNÓMIco Y SocIAL, Washington, 1962.

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cos que habían tenido vigencia hasta época reciente, cuya característica fundamental era la de fragmentar la realidad que se estudia, dividiendo los fenómenos en partes, tanto como fuera posible, para analizarlas sepa-radamente. Esto fue útil en la historia de la ciencia, para profundizar en el análisis de cuestiones puntuales, pero insuficiente para comprender y explicar la totalidad en la que se dan los componentes que se analizan. Esto último podemos aplicarlo tanto para el estudio de las comunidades, como para las diferentes formas de acción social que se pueden llevar a cabo en el ámbito de una comunidad. De lo que se trata es de formular cada proyecto y el conjunto de actividades, de tal manera que cada uno sirva de apoyo a los otros, integrando y complementando diferentes lí-neas o frentes de acción.

Este enfoque, que implica tanto una manera holística de abordar la realidad, como forma de pensar, y una metodología de diseño, apenas está en ciernes, pero es un aspecto sustancial de lo que hoy quiere ser el desarrollo de la comunidad, si es que puede llegar a ser, en un futuro cer-cano, algo más o menos significativo. En otras palabras, la aplicación de un enfoque sistémico en la realización de programas de desarrollo de la comunidad es todavía una asignatura pendiente33. Se trata de un desafío cuya realización (o no) condicionará lo que el desarrollo de la comunidad pueda ser en los próximos años.

4. El desarrollo de la comunidad en cuanto proceso capaz de desatar una acción de tipo sinérgico Esta afirmación necesita de algunas precisiones conceptuales para enten-der su significado teórico y sus implicaciones prácticas. Digamos, en pri-mer lugar, que el concepto de sinergia actualmente comienza a ser consi-derado en términos sistémicos34, postura que compartimos plenamente. Enfoque sistémico y sistema sinérgico son dos aspectos que la concepción y la práctica de desarrollo de la comunidad debería integrar, ya sea para analizar la realidad de una comunidad, ya sea para actuar sobre ella.

Si la realidad es sistémica y el modo de abordarla para una mejor com-prensión de la misma debe ser sistémico, consecuentemente las acciones concretas sobre la realidad también deben ser sistémicas. Aquí propone-mos integrar dos conceptos: el de sinergia y el de enfoque sistémico. El

33 Dentro del trabajo social, sólo en el ámbito de la familia se ha producido, de manera generalizada, una amplia aplicación del enfoque sistémico.

34 HAKEN, H. the Science of Structures. Synergetics, Nueva York, Van Nostrand Reinhold, 1984.

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concepto de sinergia supone que cada acción social, particularmente en un ámbito comunitario, debe ser multidimensional, en un doble sentido. • que atienda todos los aspectos de la realidad sobre la que actúa, • que procura la participación activa de todos los sujetos implicados o

interesados en las acciones que se están llevando a cabo. En otras palabras, un sistema sinérgico es un sistema de acción que ar-

ticula y coordina cada una de las actividades y tareas puntuales, de modo tal que produce un efecto de retroalimentación y de potencialización de cada una de ellas. Este efecto sinérgico, considerado en un ámbito de acción colectiva, permite alcanzar un resultado superior (en cantidad y calidad), al que se podría obtener sumando los resultados logrados en cada uno de los sectores de intervención considerados individualmente y de los aportes de cada uno de los sujetos o agentes que intervienen. De ahí la expresión —sinergética— propuesta por Haken, para designar la propiedad dinámica de un sistema que opera movilizando los propios recursos materiales y humanos. • La sinergética viene a ser el proceso natural que gesta y administra un

organismo social mediante su autoorganización; en ese proceso hay algo más que la suma de acciones y de sus respectivos productos o resultados; se produce un incremento de energía llamado sinergia.

• La sinergia es el elemento catalizador de tal proceso que, en el caso de las acciones sociales, procura alcanzar determinados objetivos, satis-facer necesidades y/o resolver problemas, produciendo un efecto de reforzamiento y colaboración de las diversas acciones con una poten-cialidad que aisladamente no tendrán.

El efecto sinérgico sólo puede lograrse a escala microsocial (de ahí la relevancia de lo local para la acción comunitaria y viceversa). A este res-pecto conviene recordar que una de las premisas que subyacen en la me-todología del desarrollo comunitario desde sus primeras formulaciones, ha sido la idea de movilización de los recursos provenientes de fuentes locales, particularmente el recurso humano. En estos últimos años, con la importancia que ha adquirido el desarrollo local, el énfasis puesto en la movilización de los recursos locales adquiere un significado más concreto y más operativo para la acción comunitaria, como método de interven-ción social capaz de producir un efecto catalizador.

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Núcleo de Desarrollo Endógeno. Anzoátegui, marzo 2006. Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología.

Núcleo de Desarrollo Endógeno del estado Barinas. Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología.

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CAPÍTULO 4

REVISIÓN cRÍtIcA DE MEDIo SIGLo DE REALIZAcIÓN DE PRoGRAMAS DE DESARRoLLo DE LA

coMUNIDAD (1947-1997)

1. El gran espejismo: que el desarrollo de la comunidad fuese parte esen-cial de los planes globales de desarrollo.

2. Los falsos supuestos en que se apoyaron muchos programas de acción comunitaria. a. considerar a las comunidades como si fueran realidades homogé-

neas con intereses compartidos. b. Una concepción ingenua acerca del comportamiento y conductas

de las personas cuando se les propone acciones de bien público. 3. Logros que se pensaban alcanzar, pero que no tuvieron en cuenta los

factores exógenos y las situaciones contextuales que los condiciona-ban. a. El desarrollo de la comunidad como programa integrador de pro-

yectos sectoriales y de servicios sociales. b. contribución al fortalecimiento de los gobiernos locales. c. El desarrollo de la comunidad como mecanismo o instrumento del

cambio social. d. La formación de líderes locales como factor potenciador de la par-

ticipación popular. 4. Las ideas claves del desarrollo de la comunidad que han permanecido

a lo largo de medio siglo.

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Hacer un balance de lo que han sido los programas de desarrollo de la co-munidad en los últimos 50 años, es una tarea poco menos que imposible, por la variedad y diversidad de los que efectivamente se llevaron a cabo.

Sin embargo, es posible señalar algunos aspectos más relevantes de lo que aconteció en este campo de intervención social durante medio si-glo. conforme con aquello de que todos debemos aprender de nuestras experiencias, en especial de nuestros errores, conviene hacer un balance. No sólo hay que hacer balance de errores, también tenemos que señalar lo positivo, lo rescatable, con la advertencia de lo que pudo ser útil en un momento puede no serlo en otro. teniendo en cuenta que no hay apli-caciones metodológicas a-históricas y a-temporales, vamos a estructurar nuestra revisión crítica, en torno a cuatro grandes cuestiones: 1. El gran espejismo: que el desarrollo de la comunidad fuese parte esen-

cial de los planes globales de desarrollo. 2. Los falsos supuestos en que se apoyaron muchos programas de acción

comunitaria. 3. Logros que se pensaban alcanzar, pero que no tuvieron en cuenta los

factores exógenos y las situaciones contextuales que los condiciona-ban.

4. Las ideas claves del desarrollo de la comunidad que han permanecido a lo largo de medio siglo.

1. El gran espejismo: que el desarrollo de la comunidad fuese parte esencial de los planes globales de desarrollo Se vivieron varios espejismos acerca de lo que debería ser el desarrollo de la comunidad. Aquí nos vamos a referir a una gran fantasía expresada en una propuesta, frecuentemente reiterada aún en documentos internacio-nales. Podemos condensarla en las siguientes ideas: • Que el desarrollo de la comunidad sea instrumento de la planifica-

ción y del desarrollo nacional, haciendo posibles ambas funciones en un proceso bidireccional (de arriba a abajo y de abajo a arriba).

• Que lo anterior —en cuanto a su contribución al proceso de desa-rrollo— se lograría implementando a nivel local las mesas macroeco-nómicas.

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• Que ayude a la formulación de los planes nacionales, haciendo llegar a la oficina central de planificación, los proyectos de nivel local.

cuando en los años cincuenta en África y Asia se promovieron pro-gramas de desarrollo de la comunidad llevados a cabo para mejorar el ni-vel de los campesinos a través de los denominados centros comunales, la propuesta tenía encarnación en la vida cotidiana de quienes vivían en las comunidades rurales. Pero cuando desde los años sesenta se los comenzó a considerar como un modo para el logro del crecimiento económico, es-tas formulaciones tuvieron escasa o nula repercusión en las comunidades territoriales. Más ilusa aun fue la formulación que se presentó para Amé-rica Latina cuando se propuso que el desarrollo de la comunidad fuese un instrumento de la planificación y del desarrollo nacional. Nunca se indicó cómo lograr una progresiva participación popular en la formación de los planes y programas nacionales de desarrollo, ni cómo incorporar los pro-blemas y necesidades estrictamente locales en los planes nacionales.

Se dijo, además, que el desarrollo de la comunidad debía servir como medio para articular la planificación social con la planificación regional y nacional y para implementar a nivel local las metas macroeconómicas. Este pretendido carácter nacional y alcance global del desarrollo comu-nitario fue un espejismo35. El funcionamiento de la economía se realiza a escala macro, y lo local (el nivel propio de la acción comunitaria) es un es-pacio o ámbito territorial en donde los procesos globales hacen sentir sus efectos, pero difícilmente podrá ocurrir lo contrario: que las decisiones a nivel local tengan incidencia en las decisiones de la macroeconomía. En ese proceso, las prácticas locales que pueden llevar a cabo las personas en sus comunidades territoriales están excluidas; o, si se quiere, no se consi-deran como algo significativo. Dicho en otras palabras: a nivel local o co-munitario, los procesos globales tienen su influencia. toda aldea, pueblo o ciudad está condicionada en su funcionamiento por los procesos de de-sarrollo nacional; pero, en sentido contrario, no puede decirse con funda-mento que la acción local tenga una influencia significativa en el resto del territorio nacional. Por otra parte, en ningún país se pudieron articular los mecanismos y formas institucionales, por los que el desarrollo de la comunidad implementase a nivel local las metas macroeconómicas.

35 Hemos de reconocer que la idea del desglose de los planes globales integrando lo nacional, lo regional y lo local, es válida. Sin embargo, la propuesta de que el desarrollo de la comunidad exprese la dimensión local de una estrategia nacional de desarrollo fue poco realista, simplemente porque no era realizable. Al señalar esta circunstancia, no afirmo que en otro contexto no hubiese podido implementarse, aunque sólo fuera parcialmente.

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Grandes formulaciones, con objetivos y propósitos dignos de ser compartidos y apoyados, si lo consideramos como el horizonte utópico a donde se quiere llegar. Pero todo esto era un espejismo. ¿Por qué? Sim-plemente, porque los municipios y las comunidades de baso sólo podrían aportar efectivamente a los planes de desarrollo si existiese un elevado grado de democratización de la vida política y un importante desarro-llo de las organizaciones de base, del voluntariado y del asociacionismo. tendría que haberse producido, también, un proceso de reforma y de recualificación de la política social, que tendiese a un sistema más parti-cipativo y eficiente. Por otra parte, quienes tienen poder de decisión para formular los planes globales de desarrollo no han tenido —y menos aún tienen ahora, en un mundo dominado por las multinacionales— ningún interés por integrar a sus formulaciones lo que se decide a nivel de comu-nidades de base.

Además, no sólo por el hecho de estar en una realidad, formando par-te de ella, se tiene un conocimiento de ella en cuanto al significado y apor-te que, desde ese ámbito, se podría hacer al proceso global del desarrollo del país, y menos aún (como también se dijo) para que los individuos y los grupos descubran el papel que les corresponde en la transformación nacional. No podemos hablar como si la inserción e inmediatez en una realidad fuese garantía de conocimiento y comprensión de la misma.

otros dos hechos nos revelan el puro declaracionismo de estas pro-puestas. Por un lado, tenemos que una parte de los programas de desa-rrollo de la comunidad se orientaron a poblaciones de menores ingresos y, en ciertas ocasiones, el trabajo se realizó con poblaciones marginales. En ambos casos, la preocupación central era la de desarrollar estrategias de supervivencia; difícilmente podrían plantearse el modo de contribuir al desarrollo nacional. Y la otra cuestión que sirvió para que se distor-sionase la concepción misma del desarrollo de la comunidad fue que en la misma formulación de la propuesta, se enfatizase la contribución del desarrollo de la comunidad al desarrollo económico, sin otorgar igual o parecido significado al desarrollo humano.

2. Los falsos supuestos en que se apoyaron muchos programas de ac-ción comunitaria cuando realizamos cualquier tipo de acción social, nuestro quehacer se apoya en una serie de supuestos, que muy raramente explicamos. A ve-ces, ni siquiera somos conscientes de que aquellos están subyacentes en

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nuestras prácticas. como es obvio, también la metodología y práctica de desarrollo de la comunidad se estructura sobre unos supuestos o elemen-tos subyacentes.

En esta revisión crítica que hacemos de medio siglo de desarrollo de la comunidad, constatamos que hemos cometido algunos errores derivados de supuestos erróneos o parcialmente ciertos. A ellos nos queremos refe-rir, encontrando dos que nos parecen los más significativos: • considerar a las comunidades como si fueran realidades homogéneas

con intereses compartidos por todos sus miembros. • Actuar con las personas a partir de una concepción ingenua acerca de

sus conductas y comportamientos.

a. considerar a las comunidades como si fueran realidades homo-géneas con intereses compartidos Aunque no se haya dicho expresamente, con frecuencia se organiza-

ban actividades de acción comunitaria, partiendo de dos supuestos implí-citos totalmente irreales: • El carácter relativamente homogéneo de toda comunidad. Las co-

munidades no son realidades homogéneas que actúan como un todo (esto sólo ocurre de manera excepcional).

• La idealización de las relaciones sociales en el ámbito comunitario; esta simplificación de la realidad impedía ver los intereses contra-puestos que existen en el interior de toda comunidad asentada en un ámbito territorial y de las implicaciones que podían tener en un programa de esta naturaleza.

Si bien en el concepto mismo de comunidad una de las notas dis-tintivas es la conciencia de pertenencia, en la vida dentro de las mismas existen variadas formas de diferenciación: edades, sexo, niveles de in-greso, tipo de actividades, pautas culturales, diferentes opciones reli-giosas, políticas e ideológicas, etc. Por otra parte, existen diversidad de individuos, grupos, organizaciones y redes que se manifiestan en una gran variedad de modos de actuar y, a veces, con intereses contrapues-tos —ya sean individuales, grupales, institucionales o cooperativos— y, en el trasfondo de todo ello, la diferenciación de clases sociales. Por estas razones, es fundamental desechar esa concepción de la comuni-dad como “un todo único”; es una idea romántica e irreal. Además, es

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infecunda para llevar a cabo cualquier programa de acción capaz de asegurar un mínimo de resultados.

El desarrollo de la comunidad supone acciones conjuntas y procesos de cooperación. Esto está fuera de discusión. Lo que con alguna frecuen-cia no se tuvo suficientemente en cuenta, cuando se emprendieron ac-ciones de tipo comunitario, es que esa realidad llamada comunidad, no es homogénea, es decir, contiene en su seno intereses de individuos, gru-pos u organizaciones que pueden ser contrapuestos. ¿Qué ocurre en la práctica? Se promueve un proceso cooperativo, pero irrumpe la acción de actores sociales que tienen otros intereses y, de hecho, impulsan procesos disociativos con relación a los propósitos del programa comunitario.

El promover acciones conjuntas en busca de propósitos comunes y en-contrarse con dificultades y obstáculos es normal. Por eso no es correcto partir del supuesto de la homogeneidad de intereses. De ahí la necesidad de considerar en la elaboración del diagnóstico, el conjunto de factores y acto-res sociales que están presentes y actuantes en la realidad comunitaria.

Ha habido en todo esto una especie de fantasía romántica o visiones doradas acerca de lo que son las comunidades. consenso y conflicto, co-operación y disociación se dan indefectiblemente a lo largo de los proce-sos de acción comunitaria. Partiendo de supuestos más realistas, se po-drían establecer estrategias de acción, objetivos y metas más alcanzables, y actividades con mayor fuerza de movilización.

b. Una concepción ingenua acerca del comportamiento y conductas de las personas cuando se les propone acciones de bien público otro supuesto equivocado —a partir del que se hicieron formula-

ciones y propuestas de acción— ha sido la expectativa que se tenía del comportamiento esperado de los actores sociales (protagonistas en todo programa de desarrollo comunitario), cuando se le proponían acciones o estrategias que pretendían alcanzar un objetivo de carácter comunitario. Se esperó, por una parte, que el espíritu de cooperación siempre estaría presente cuando se ofrecía la posibilidad de realizar acciones solidarias. Por otro lado, se creyó que las personas iban a actuar racionalmente, fren-te a propuestas consideradas “sensatas y razonables” y ante la necesidad de resolver ciertos problemas que afectan a la gente.

Buena parte de las formulaciones metodológicas del desarrollo de la comunidad se basaron en el supuesto de que las personas con intereses

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comunes o en situaciones problemáticas semejantes tratarían de realizar acciones conjuntas, ya sea para atender a sus centros de interés o para resolver los problemas comunes… En muchas ocasiones, la práctica des-mintió tales supuestos: las necesidades, problemas o intereses comunes no bastan por sí mismos para transformarse en factores movilizadores.

Estimamos oportuno completar estas constataciones de la práctica del trabajo comunitario con la reflexión teórica ofrecida por Mancur ol-sen en su libro the Logic of collective Action. Este libro constituye una crítica profunda a ciertas explicaciones que se venían dando acerca de las acciones colectivas. Si bien se publicó en 1965, a principios de los años ochenta se transformó en un texto de cierta relevancia de las ciencias sociales. Sin embargo, hasta el momento ha tenido escasa repercusión en el campo del desarrollo de la comunidad. No he leído un solo autor que tuviese en cuenta sus observaciones críticas, aplicándola a este campo de intervención social o en otros que se apoyan en el supuesto de la partici-pación de la misma gente en la realización de los programas. Ponemos a consideración algunas de sus ideas, que han tenido aplicación en el ámbi-to de lo político. Aunque su teoría se refiere básicamente al campo de la ciencia económica, quizás pueda tenerla en el campo de la intervención social. Para olsen, los individuos no participan en acciones colectivas para obtener un bien público a menos que se les coaccione o estimule con un bien privado. Según este autor, la teoría de los juegos desentraña la lógica de la acción colectiva y de la cooperación, poniendo en evidencia que los intereses de los individuos influyen a la hora de decidir si se toma parte o no en acciones colectivas. Esto es parte de la verdad —y lo que tie-ne de cierto puede ayudarnos a ser más realistas a la hora de emprender nuestro trabajo—, pero olsen, desde la lógica del capitalismo, en cuanto al modo de las relaciones interpersonales que de ella se deriven, excluye las acciones altruistas y generosas que siempre han existido.

Durante décadas, las formulaciones del desarrollo de la comunidad, en sus supuestos teóricos y acciones prácticas, no han expresado adecua-damente la relación existente entre intereses individuales y acción colecti-va. Ésta es una cuestión fundamental para toda metodología de interven-ción social que se precie de promover la participación de la gente, cuando se parte del supuesto de que, de una manera generalizada, han de ser solidarios y cooperativos. Hay que confiar en las potencialidades del ser humano, pero no hay que organizar, sin más, programas de acción social, considerando que la disposición de la gente para las acciones comunita-rias es un hecho con el que se puede contar en toda circunstancia.

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Pensábamos —y actuábamos en consecuencia— que era posible mo-vilizar a las comunidades o, para ser más precisos, a los individuos que forman parte de las mismas, para fines altruistas de carácter colectivo o común. La acción colectiva aparece como un aspecto sustancial a la natu-raleza misma de la acción comunitaria. La aproximación e interpretación económica de la conducta humana que hace olsen ponen en duda la for-mulación que acabamos de hacer. La gente no actúa colectivamente, dice, a menos que se le ofrezcan bienes privados. Si bien hemos hecho referen-cia a este autor, de ningún modo suscribimos su tesis central. Solamente nos ha parecido oportuno traer a colación sus observaciones críticas, que pueden ayudarnos, como ya indicamos, a ser más realistas cuando em-prendemos programas de este tipo. olsen parece ignorar o soslayar el hecho de que las acciones solidarias y altruistas que han existido a todo lo largo de la historia de la humanidad, ya sean colectivas o individuales, en las que miles de personas trabajaron y lucharon, aun con sacrificio de sus intereses individuales.

A la luz de las consideraciones precedentes y de las constataciones a las que hemos aludido, podríamos intentar la formulación de un principio operativo que exprese las condiciones que hay que tener en cuenta para que la cooperación resulte “atractiva” para los miembros de la comunidad, considerados individual, grupal y colectivamente. Podríamos resumirlo en la siguiente proposición: hay mayores posibilidades de movilización para una acción comunitaria, en la medida en que seamos capaces de arti-cular y complementar los intereses individuales y colectivos, la identidad individual y los procesos sociales en donde se está inserto. Sin embargo, no hemos de excluir toda la potencialidad que existe en los seres huma-nos para expresar su generosidad emprendiendo acciones de cooperación y apoyo mutuo y en la realización de proyectos en común.

otra ingenuidad subyacente, no sólo en el desarrollo de la comunidad sino también en otros programas de intervención social, ha sido la de promover actividades a partir del supuesto de que los seres humanos son, ante todo, entes de razón. Nada hay, pues, de sorprendente, en que en algunos programas se haya querido movilizar e implicar a la gente sólo a través de formas de convicción racional. con esto no queremos decir que no se tengan que utilizar argumentos; hay que hacerlo. Sobre lo que que-remos llamar la atención es acerca del comportamiento real de los seres humanos, en quienes el sentimiento es el verdadero móvil, más fuerte aun si coincide con sus centros de interés. Esto explica, digamos al pasar, la infecundidad de ciertos académicos metidos a promotores de programas de acción comunitaria o de animación sociocultural: se creen que pueden

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movilizar a la gente con sólo valerse de “teorías revolucionarias” o de argu-mentación lógicas acordes con la racionalidad tecnocrática.

3. Logros que se pensaban alcanzar, pero que no tuvieron en cuenta los factores exógenos y las situaciones contextuales que los condicio-naban con esto hacemos referencia a logros operativos que se pensaban alcan-zar mediante la realización de los programas de desarrollo de la comuni-dad, pero que resultaron fallidos en la práctica. Dos de estas propuestas eran coherentes con la metodología, el espíritu y los objetivos de estos programas. El problema no fue de formulación incorrecta, sino de no haberse tenido en cuenta suficientemente circunstancias exógenas que condicionan la aplicación de esta metodología. Me refiero a la propuesta de que la implantación de programas de desarrollo de la comunidad sir-viesen como formas de integrar los proyectos y servicios sociales llevados a cabo de una manera desarticulada o yuxtapuesta. La otra propuesta fue la de contribuir al fortalecimiento de los gobiernos municipales aprove-chando la dinámica de participación popular que promueve el desarrollo comunitario y la potenciación de las organizaciones de base que suele producirse con la realización de estos programas.

a. El desarrollo de la comunidad como programa integrador de proyectos sectoriales y de servicios sociales En los programas, proyectos y servicios de carácter social, suele existir

una gran yuxtaposición de actividades sobre un mismo sector de pobla-ción o dentro de un área de actuación. Ante esta fragmentación, sectori-zación y duplicación de programas de acción social, nada podía tener de extraño que se pensase que el desarrollo de la comunidad (habida cuenta de su naturaleza) pudiese tener ese carácter integrador.

Esta propuesta y planteamiento era —y lo sigue siendo— razonable y aceptable desde el punto de vista técnico, operativo, administrativo, y aun como forma de lograr un significativo ahorro del gasto público: se evitan las duplicaciones en la prestación de servicios y se hace una utilización más racional de los recursos.

¿Dónde estuvo el problema? No fue porque los programas de desarro-llo de la comunidad, en general, no fuesen aptos o idóneos para tal fin. El que no haya sido posible llevar a la práctica este enfoque integrador fue

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a causa del feudalismo, mental y práctico, imperante en diferentes áreas y sectores de la Administración Pública. Para muchos responsables de proyectos sectoriales, los programas de desarrollo de la comunidad apa-recían como absorbentes, con pretensiones de una cierta omnipresencia en todos los sectores de intervención social dentro del ámbito territorial. Esto, como es obvio, producía resistencias y rechazos a todo intento de integración de actividades, proyectos o servicios.

Sin embargo, hay que reconocer que ha habido experiencias en las que, gracias a los programas de desarrollo de la comunidad, fue posible poner en contacto y relacionar diferentes direcciones o departamentos de la Administración Pública, instituciones, grupos y personas que habían estado actuando aisladamente dentro de una misma área territorial. En relación con este punto y a modo de síntesis, podemos decir: aunque se hayan alcanzado algunos logros puntuales favoreciendo la coordinación y cooperación, el desarrollo de la comunidad no llegó a ser un programa integrador de proyectos sectoriales y de servicios sociales.

b. contribución al fortalecimiento de los gobiernos locales Esta esperanza cifrada en los programas de desarrollo comunal no fue

un espejismo. Se pensó —y ello tenía un fundamento— que, tratándose de programas que promovían la participación de la gente, ello incidiría en la misma vida política, procurando que ésta no quedase recluida a la actividad de votar. Por otra parte, se consideró que, en torno a los pro-blemas relacionados con la cercanía vital de la gente y con sus problemas cotidianos, era posible alentar y crear canales de participación a nivel mu-nicipal. Era algo factible, pero no llegó a ser una realidad generalizada. Las circunstancias contextuales no lo permitían, pues no se daban las condiciones fundamentales para conseguirlo, y que podemos resumir en cuatro factores principales: • No existió una descentralización político-administrativa que otorga-

se mayor poder de decisión a los municipios; de hecho estaban limi-tados por otra autoridad nacional o provincial.

• Se carecía, a nivel municipal, de procedimientos administrativos eficien-tes y con capacidad para gestionar y ordenar, bajo su propia responsabili-dad, una parte importante de los asuntos públicos de alcance local.

• No había un enfoque integrador en la mentalidad de la administra-ción local.

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• No existía una voluntad política para crear canales y ámbitos de par-ticipación ciudadana.

Las circunstancias han cambiado. Hoy, el proceso de descentralización político-administrativa y el fortalecimiento de los municipios —iniciado en los años ochenta en América Latina— pueden considerarse consoli-dados en la mayoría de los países en el año 2002. Por otra parte, en la terminología que ahora suele utilizarse —‹‹desarrollo local››, ‹‹desarro-llo descentralizado››, ‹‹desarrollo a escala humana››, ‹‹desarrollo susten-table››, etc.—, se percibe una fuerte valoración de lo local / municipal.

Sin embargo, el fortalecimiento de los municipios en cuanto forma de crear poder local al servicio de la gente no se logra sólo por una decisión política de descentralización, sino también generando procesos de de-mocratización a través de la participación ciudadana. Esto conlleva una mayor implicación en la solución de los problemas locales y, como es ob-vio, un mayor fortalecimiento del gobierno local. Dentro de ese contexto y en ese sentido, los programas de desarrollo comunal podrían tener un papel significativo.

c. El desarrollo de la comunidad como mecanismo o instrumento de cambio socialA poco que conozcamos las diferentes experiencias de desarrollo de

la comunidad que fueron realizándose en diversos países del mundo, no cabe duda de que hubo programas que produjeron verdaderos cambios sociales a escala local.

Sin embargo, el desarrollo de la comunidad no siempre fue instru-mento de cambio. El error o confusión producido en este punto proviene de la concepción tecnocrática de las mitologías de intervención social, al considerar que ellas tienen significación en sí mismas prescindiendo de quienes las aplican. Es decir, creer que un método de acción social pro-duce cambios, al margen de las intencionalidades y propósitos de quienes los ponen en práctica.

Se han promovido programas de desarrollo de la comunidad clara-mente domesticadores; otros han sido sutilmente manipuladores/gato-pardistas (hacer que cambie algo para que no cambie nada). Los hay, también, más o menos inocuos por su escasa trascendencia. No hay programas neutros en su intencionalidad. Algunos pretenden canalizar inquietudes de los sectores populares, atenuar tensiones sociales o amor-

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tiguar determinadas situaciones conflictivas. En estos casos, el desarrollo de la comunidad no sólo es instrumento de cambio, sino que es un modo de reproducir y consolidar lo existente.

Hay programas que podríamos llamar modernizadores. Introducen cambios en determinados niveles; por ejemplo, lograr una mejora en los cultivos, mejor organización de una cooperativa, mejor utilización de re-cursos humanos a través de la educación no formal, o bien una mejora en las posibilidades de la comercialización de productos agrícolas gracias a la construcción de un camino vecinal.

No se puede ignorar que algunos programas produjeron procesos de movilización de la gente, ayudaron a la organización popular y a con-cientizar a las personas respecto de su situación. Y éstos, no cabe duda, fueron factores de cambio social.

Sin embargo, frente a la afirmación de que el desarrollo de la comuni-dad es un mecanismo o instrumento de cambio social, dicho de manera tajante y sin condicionamientos, proponemos introducir algunas mati-zaciones para ser más precisos y realistas. Decimos: puede serlo, pero no porque el desarrollo de la comunidad en sí mismo lo logre, sino porque los principios, la filosofía o ideología que fundamentan a un programa en concreto y por las intencionalidades expresas de quienes lo promue-ven buscan efectivamente realizar un cambio social. Y, además, porque la naturaleza misma de la metodología del desarrollo comunitario, al pro-mover la participación de la gente, lleva implícito un potencial de cambio significativo.

d. La formación de líderes locales como factor potenciador de la participación popular casi desde los inicios de los programas de desarrollo de la comunidad,

se le otorgó gran importancia a la formación de líderes, considerando el papel que pueden jugar por la influencia que tienen en la población. En muchas comunidades la gente no decide su actuación, si antes no lo hace el líder. Esto, en términos generales, es cierto (de ello hablaremos más adelante). El error se cometió cuando se organizaron cursos de capaci-tación y formación de líderes, descuidando la formación del resto de la gente a la que se pretende involucrar en este tipo de actividades.

como ya hemos indicado reiteradamente, el desarrollo de la comu-nidad tiene como uno de sus propósitos centrales, generar procesos de

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participación o, como algunos dicen, promover una cultura de la partici-pación. Pero he aquí que muchos líderes comunitarios son poco partici-pativos, y algunos son autoritarios y manipuladores. Si a ellos les ofrece-mos mayor capacitación, les proporcionamos mayores instrumentos para la dominación y el control de la gente. Es decir, frenamos o retrasamos una auténtica participación popular o, al menos, una mayor extensión de la participación de la gente.

formar líderes, de acuerdo; pero la capacitación para tareas de con-ducción —y a veces gestión— hay que hacerla más extensiva.

4. Las ideas claves del desarrollo de la comunidad que han permane-cido a lo largo de medio siglo Ya desde su nacimiento, una de las ideas centrales del desarrollo de la comunidad fue la de lograr la movilización de los recursos humanos e institucionales. Quizás no estuvo claro en un primer momento el para qué de esa movilización. En el documento más importante publicado por Naciones Unidas responde a esa cuestión. Después de hacer referencia a que los elementos esenciales son la participación y el suministro de servi-cios técnicos, se señala que esta participación tiene el propósito de “mejo-rar las condiciones económicas, sociales y culturales de las comunidades, integrar éstas en la vida del país y permitirles contribuir plenamente al progreso nacional”. Esta definición supone, entre otras cosas: • que la acción comunitaria debe integrarse con la acción gubernamental, • que esta acción se realiza fundamentalmente en comunidades no in-

tegradas en la vida del país, • que hay que “permitirles” contribuir al progreso nacional, • que los gobiernos estén interesados en el progreso económico, social

y cultural de las comunidades. Pensar que esta definición se repitió durante años, como si fuera “la

definición” por excelencia que entraña todo el significado del desarrollo comunitario, como programa, método y proceso. típica definición elabo-rada por los burócratas internacionales sin contacto con los programas y actividades concretas, sin confrontar lo que dicen con la realidad.

Años después, cuando se asumió —por parte de los promotores co-munitarios— una actitud más crítica, se hicieron objeciones a estos pro-pósitos, habida cuenta de que no siempre los gobiernos están realmente

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interesados por los problemas sociales que afectan a los sectores más desfavorecidos. Y, en algunos casos, movilizan a la gente para que ellos resuelvan sus problemas, y de este modo desatenderse de sus responsabi-lidades en el ámbito de la política social. Se dieron circunstancias en que el desarrollo de la comunidad se utilizó como desactivador de tensiones sociales, manteniendo situaciones de clara injusticia social, ya que la pre-tendida incorporación de la población no era otra cosa que pseudos-par-ticipaciones, o sea, “entretenimientos” para que la gente moleste lo menos posible con sus reivindicaciones y reclamos.

La idea inicial de movilización de recursos humanos culmina con una propuesta más avanzada y progresista: la necesidad de generar procesos de participación popular. De lo que se trata es de formar sujetos sociales, activos, responsables y solidarios. Esto, como ya lo indicamos, hace a la quintaesencia del desarrollo de la comunidad y, también, de otras meto-dologías de intervención social.

Desde el nuevo enfoque o perspectiva (desarrollo de la comunidad ligada al desarrollo local), la participación es también “participación ciu-dadana en la gestión local”. Decimos “también” porque la participación que se propugna en los programas de acción comunitaria es mucho más amplia en cuanto ésta significa asumir algún tipo de responsabilidades en la gestión de los servicios públicos y en todo aquello que concierne a los que viven en un ámbito local. No se trata sólo de participar en proyectos y actividades para resolver problemas y satisfacer necesidades comunitarias, sino también una participación ciudadana en la vida de-mocrática del país. Esto implica potenciar a la gente para que tenga un rol protagónico en la solución de sus problemas y potenciarlos, asimis-mo, como sujetos sociales democráticos, o sea, con una actitud pluralista capaz de respetar las diferencias y disensos, tener capacidad de diálogo y de argumentar con fundamentos y razones. De lo que se trata es de que mujeres y hombres realicemos juntos proyectos, actividades, accio-nes, encuentros, etc., que sirvan para mejorar la calidad de la vida. Esto es posible si en las diferentes formas de acción comunitaria existe un sentido humanista que considere a los individuos algo más que produc-tores y consumidores. o sea, que su principal finalidad sea la de crear las condiciones para el pleno desarrollo de los seres humanos, mediante la actuación y participación de los mismos, en todo aquello que le concier-ne de manera directa o indirecta. Su sentido humanista se ha de reflejar, también, en cuanto promueve la capacidad de cooperación y apoyo mu-tuo, con pleno respeto a la diversidad y a la pluralidad que existe en todo grupo, organización y sociedad.

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Podemos decir, a modo de síntesis, que la idea central de desarrollo de la comunidad, ya sea que la consideremos como método o como progra-ma, ha sido la idea de la participación y la movilización de los recursos humanos, es decir, que las personas se sitúen y pongan en estado de deli-beración para movilizarse y actuar por algo que concierne a sus intereses y a un bien común.

La participación comunitaria, como toda participación, siempre es para “algo” (no tiene sentido “participar por participar”, sin propósito defi-nido). El desarrollo de la comunidad, en cuanto promueve una forma de compromiso de la voluntad individual y colectiva, implica y supone: • la intervención en los procesos de toma de decisiones; • la participación de los programas, proyectos o actividades propios de

la acción comunitaria; • el disfrute de los beneficios de la tarea que se realiza en común.

Hemos de señalar, asimismo, para no caer en los espejismos a los que hicimos referencia, que los procesos de participación comunitaria, en la práctica no son participación del conjunto de la comunidad (salvo raras excepciones o en forma coyuntural), sino de grupos concretos y específicos de población caracterizados por tener algo en común (ne-cesidades, problemas o, simplemente, centro de interés compartidos). A través de estos grupos —y a partir de las redes que se pueden cons-tituir— es posible que el proceso de participación se extienda a otros sujetos de la comunidad.

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Estado Portuguesa. Jóvenes estudiantes de bachillerato recolectando café. Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología, 2005.

Dr. Adbel Hechavarría. Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología.

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CAPÍTULO 5

DESARRoLLo DE LA coMUNIDAD,DESARRoLLo LocAL Y AccIÓN MUNIcIPAL

1. Los cambios producidos en el enfoque del desarrollo de la comunidad — A fines del siglo XX, el ámbito de “lo local” se considera como el

ámbito más adecuado para la acción comunitaria. 2. La importancia de “lo local” en el campo de las políticas sociales.

— Las potencialidades del desarrollo local. — Las limitaciones del desarrollo local.

3. El proceso de descentralización, las nuevas posibilidades de la acción municipal y el desarrollo de la comunidad.

4. Las organizaciones no gubernamentales, los movimientos sociales y la acción municipal. — La articulación/coordinación de la administración local y las orga-

nizaciones no gubernamentales. — cómo forjar y articular la asociación, entre el gobierno local y sus

ciudadanos a través de sus organizaciones de base. — Desde dónde articular la acción municipal y desarrollo comunita-

rio. — Los grupos y pequeñas organizaciones de la economía popular. — Acerca de los movimientos sociales y el trabajo comunitario.

5. Desarrollo de la comunidad, acción municipal y participación ciuda-dana.

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Anexo 1 Desarrollo local y acción municipal. La experiencia de Porto Alegre

(Brasil). Anexo 2

El programa “Decidamos juntos” del Ayuntamiento de Santa catalina (México).

Anexo 3 Actividades y tareas que puede comportar un programa de trabajo

comunitario para barrios o pueblos pequeños.

1. Los cambios producidos en el enfoque del desarrollo de la comu-nidad Desde comienzos de los años sesenta, y de una manera cada vez más acentuada por más de una década, fue tomando cuerpo —en sus formu-laciones teóricas— la idea de que el desarrollo de la comunidad debía contribuir al desarrollo nacional. El documento de las Naciones Unidas —Desarrollo de la comunidad y desarrollo nacional (1963)— planteó de manera expresa el papel del desarrollo de la comunidad en el desarrollo global y las formas en que puede contribuir al desarrollo nacional. Al año siguiente, en la reunión de expertos realizada en Santiago de chile, convocada por la cEPAL, comienza a vislumbrarse el desarrollo comuni-tario como un instrumento clave para lograr la participación popular en los planes de desarrollo. Se habla también del papel del desarrollo de la comunidad en la aceleración del desarrollo económico y social.

conviene señalar, también, que en 1962, en pleno auge de la recién nacida Alianza para el Progreso, el consejo Interamericano Económico y Social (cIES), en una de sus resoluciones, recomienda a los Estados miembros promover el desarrollo de la comunidad, para lograr la parti-cipación activa y consciente de la población en la ejecución de los progra-mas incluidos en la planificación del desarrollo económico y social de cada uno de los países. Al año siguiente, en otras resoluciones, se continúa en esta línea de propósitos: que “el desarrollo de la comunidad esté en íntima relación con los planes de desarrollo”…, “que los programas funcionen en estrecha vinculación con los organismos nacionales de planificación”.

A juzgar por estas decisiones y propuestas que se hacían en el más alto nivel de algunas organizaciones internacionales, el papel del desarrollo

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de la comunidad estaba estrecha e inseparablemente ligado al desarrollo nacional. Ésta era una idea central respecto de lo que se esperaba de la acción comunitaria. Pero, a semejanza con otras formulaciones surgidas en las oficinas de la burocracia internacional, tales propuestas carecieron de verdadera significación en la práctica del desarrollo de la comunidad.

A comienzos del siglo XXI, el espacio territorial de “lo local” se con-sidera como el ámbito más adecuado para la acción comunitaria casi nadie, hoy por hoy, se atrevería a sostener que el desarrollo de

la comunidad promueve la participación de la población del desarrollo nacional, ni nadie hace una propuesta de esta naturaleza, no porque no fuese deseable, sino porque no hay forma de volverla operativa. Y, antes de eso, es necesario realizar una verdadera democratización de la vida política de la vida política y un proceso de “ciudadanización” capaz de producir una integración afectiva y efectiva en la vida social, que haga sentir el barrio, el pueblo o ciudad como cosa propia.

Éste era un principio básico en los años sesenta; actualmente, las pre-misas y axiomas que subyacen en la metodología del desarrollo de la co-munidad han cambiado. En los años noventa ya no se habla del papel del desarrollo de la comunidad en la planificación y ejecución del desa-rrollo nacional (y en esto expreso también mi autocrítica y rectificación de algunas de mis propuestas anteriores). Las pretensiones son mucho más modestas, y al mismo tiempo más realistas: no se trata de plantear las contribuciones del desarrollo de la comunidad al desarrollo nacional, sino en qué forma, cómo y con qué proyectos específicos se puede arti-cular esta metodología en la acción local. El desarrollo de la comunidad se visualiza hoy como una forma de sensibilizar y motivar a la gente para que participe en la solución de sus propios problemas (especialmente los que están a su alcance resolver), y como forma de “devolver” parcelas de la gestión pública al ámbito de la sociedad civil. Esto sólo es posible en el nivel local, es decir, en el ámbito municipal.

El desarrollo nacional y la planificación del desarrollo global son ámbi-tos de actuación demasiado amplios y lejanos para que los “ciudadanos de a pie” (que es la mayoría de la población) puedan participar efectivamente. La gente tiene la sensación de que dentro de las grandes organizaciones no puede hacer nada y, en consecuencia, si se le propone algo a este nivel, se cruza de brazos, pues sabe que no puede tener ninguna incidencia. En cambio, es posible participar —de manera efectiva— en el ámbito local,

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en las organizaciones de base, en los movimientos sociales, en las unidades de producción o microorganizaciones económicas, es decir, en los ámbitos en donde pueden darse interrelaciones a escala humana. Desde el punto de vista de los principios operativos del desarrollo de la comunidad, de lo que se trata es de aplicar el principio metódico/pedagógico de la cer-canía vital conforme con el cual las acciones deben realizarse en el lugar más cercano a donde está la gente o, lo que es lo mismo, en espacios a escala humana en donde el individuo puede participar en la definición de la situación- problema mediante una investigación participativa, y luego intervenir activamente en la programación de actividades, en la aplicación de las decisiones adoptadas y en la evaluación de los resultados.

La componente que siempre ha existido en casi todas las propuestas de desarrollo comunitario ha sido el de la superación de todas las formas de autoritarismo y paternalismo, de manipulación y de mediatización. Hoy, esta preocupación por el desarrollo de los procesos de participación culmina en la tendencia a la creación de redes horizontales y verticales de interacción humana, no en el ámbito de la sociedad global (que escapa a lo que puede hacerse desde estos programas), sino a nivel local y a nivel de organizaciones.

otra reformulación significativa es la que se ha dado al respecto a los que son las relaciones de los programas de desarrollo de la comunidad con la acción gubernamental. De una manera especial a partir de 1956, en el documento más importante elaborado por Naciones Unidas sobre el desarrollo de la comunidad, y al que ya hemos hecho referencia, se pro-pone una definición que por muchos años ha sido clásica y que habla de integrar o sumar los esfuerzos de la población a los de su gobierno.

El cambio que se ha producido es en relación con la idea de que “los esfuerzos de una población se suman a los de su gobierno”. Hoy, la ac-ción comunitaria se desarrolla también, y de manera muy significativa, a través de organizaciones no gubernamentales que actúan en el ámbi-to de la sociedad civil. En otras palabras, no siempre el desarrollo de la comunidad (en cuanto programa que se realiza) es un hacer que se suma a los esfuerzos del gobierno. Existen programas impulsados por la Administración Pública, pero hay otros muchos que se realizan en el ámbito de la sociedad civil, impulsados, patrocinados y realizados por organizaciones no gubernamentales que no necesariamente están concertados con el sector público. Más aún, en determinadas circuns-tancias, se trata de actividades que se realizan “a pesar del gobierno” y aun “en contra de los propósitos que tiene el gobierno”. también puede

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darse el caso de que se articulen las acciones que surgen de la sociedad civil con las responsabilidades del Estado o, al revés, el sector público promueve acciones que concierta con asociaciones y grupos que actúan en el ámbito de la sociedad civil.

Lo sustancial que aquí queremos destacar es que no se trata sólo de acciones articuladas con los gobiernos, como se deduce de la definición y concepción clásica a la que hicimos referencia: los programas de acción comunitaria han ido ganando espacio en el ámbito de la sociedad civil, con el fin de participar desde abajo en la misma sociedad política y desa-rrollar nuevos modos de vivir.

2. La importancia de “lo local” en el campo de las políticas sociales Si bien en América Latina la problemática del desarrollo local —tal como hoy se formula— es relativamente reciente, la preocupación por el tema es de muy vieja data. Sin embargo, el desarrollo local, como hoy se entien-de36 supone algunos elementos e ingredientes que no se habían tenido en cuenta en la política social y no se había pensado en una combinación de todos ellos: la idea de mejorar las condiciones de vida de una pobla-ción mediante la participación activa de la misma gente (idea central del desarrollo comunitario), la importancia de las diferentes organizaciones que irrumpen en el ámbito de la sociedad civil y la aparición del llama-do tercer sector. Por último, una tendencia política que toma cuerpo en América Latina a partir de los años ochenta, expresada en el proceso de descentralización que se acelera en los últimos años, crea las condiciones para que el desarrollo local adquiera una importancia central. Ello coin-cide, dentro de un proceso inseparable, con el progresivo desarrollo del sector municipal y el consiguiente fortalecimiento de la institución local. también confluyen en este proceso la irrupción de las organizaciones no gubernamentales, la configuración de redes sociales, la irrupción de los movimientos sociales. todo ello contribuye a una creciente importancia de “lo local” en el campo de las propuestas de las políticas sociales, dentro de un contexto en el que se ha producido un repliegue de las políticas públicas de los gobiernos.

36 “La definición de lo ́ local´ es siempre contingente y depende de la mirada o el posicionamiento del autor… En un sentido abstracto, el espacio local aparece como un campo de intersección de flujos económicos, culturales y políticos, endógenos y exógenos. Pero el espacio local se construye desde cada matriz cultural específica de cotidianidad y formación de identidades. Más estrictamente puede ser concebido como un sistema territorial complejo de relaciones sociales, agentes económicos, agentes políticos o demarcaciones institucionales, agentes sociales, identidades socioculturales y cualidades intrínsecamente espaciales o ambientales”. Eduardo de León y María de la Luz osmani.

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Para algunos analistas el desarrollo local en América Latina surge como superación o, para ser más precisos, como reemplazo de los planteamientos de desarrollo nacional y desarrollo regional, que estaban muy lejos de los ámbitos y posibilidades de incidencia de la misma gente. como el desarro-llo nacional se visualizó como formas tecnocráticas- burocráticas lejanas a las necesidades reales de la gente, en las formulaciones del desarrollo local se encontraba una forma de atender y resolver problemas y necesidades concretas, especialmente de los sectores populares más carenciados.

Si vinculamos el desarrollo local a los programas de acción social, como ya lo hemos indicado, se trata de una aplicación del principio me-tódico pedagógico de la cercanía vital, conforme con el cual las acciones sociales deben programarse y los servicios sociales deben ofrecerse en el lugar más cercano adonde está la gente, es decir, a nivel local-municipal… Hemos de advertir que la importancia que hoy se le otorga a “lo local” no es algo totalmente nuevo en el desarrollo comunitario. Si bien el énfasis se puso (particularmente en documentos internacionales) en la contribu-ción del desarrollo de la comunidad al desarrollo nacional, cabe señalar que desde las primeras experiencias en las que se aplicó esta metodología de intervención social se dio un papel relevante a los actores sociales en el proceso de desarrollo y a las iniciativas de nivel local.

Decíamos que la propuesta de articular el desarrollo de la comunidad al desarrollo local aparece como una forma alternativa a lo que se sostuvo durante muchos años, de que el desarrollo de la comunidad debía con-tribuir a los planes de desarrollo nacional. Y lo es, como una forma más realista, más posibilista, e incluso más efectiva, de resolver los problemas que afronta la gente en su cotidianidad. Bien conocido es el fracaso, la inocuidad de los planes globales de desarrollo, y el fracaso también de lo que fue esa ingenuidad, más o menos patética, de querer articular el desarrollo de la comunidad en los planes globales de desarrollo.

Hoy, la idea dominante es la de considerar la dimensión local como el ámbito de articulación de la acción municipal y los programas de desarrollo de la comunidad como forma de hacer frente a los problemas y necesidades de los ciudadanos. Pero, además, como se explica en este capítulo, la articu-lación/ coordinación se amplía con las organizaciones no gubernamentales y los movimientos y redes sociales. todo esto permite actuar en el lugar más cercano donde transcurre la vida cotidiana de la gente y potenciar las actividades que se realizan en el ámbito local, creando un capital social en la medida que la gente asume un protagonismo efectivo (y afectivo) para resolver los problemas colectivos de su cercanía vital.

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Pero el impulso para el desarrollo local vienen también —y esto he-mos de tenerlo en cuenta— de organismos internacionales y de ideólogos del neoliberalismo, que no tienen mayores preocupaciones por llevar a cabo una política social que atienda a las necesidades y problemas de los sectores populares… Hay, pues, argumentos para hablar de las potencia-lidades del desarrollo local y de su lado oscuro y sus limitaciones. En este punto, un debate abierto, sereno y reflexivo es un desafío que tenemos, también en el ámbito del desarrollo comunitario.

Las potencialidades del desarrollo local Durante muchos años se habló de desarrollo económico, no sólo para

lograr el crecimiento económico nacional, sino también para resolver los problemas sociales, aun a nivel de base. Esto no se alcanzó (no viene al caso explicarlo aquí) : los modelos macroeconómicos de desarrollo estu-vieron muy lejos de alcanzarlo: no había —ni hay actualmente— ninguna interacción o relación que permita articular las formulaciones generales del desarrollo y las preocupaciones, problemas y necesidades de mejo-ramiento de la situación de la gente en el ámbito territorial en donde se desarrollan sus vidas. En otras palabras: las decisiones a escala macroeco-nómica no están influidas (salvo en el caso de las grandes metrópolis) por los poderes responsables de la gestión a nivel local.

Un nuevo marco referencial, apoyado en otras premisas, da lugar al desarrollo local como ámbito privilegiado o prioritario de actuación, con el fin de mejorar las condiciones de vida de la gente, especialmente de los sectores populares. como se trata de acciones a escala microsocial, el desarrollo local contribuye también al fortalecimiento de los gobiernos municipales, constituyendo un modo de consolidar la democracia desde la base de la sociedad. Por su misma naturaleza y por su ámbito de ac-tuación, fortalece las organizaciones comunitarias de alcance territorial y las redes sociales que ellas configuran. Esto consolida el tejido social a través de movimientos y redes sociales, organizaciones no gubernamen-tales, etc., y hace posible una forma de presión social más efectiva. No se trata de reclamar en torno a grandes problemas (lo que también hay que hacer), sino procurar determinadas reivindicaciones sobre cuestio-nes o problemas puntuales que preocupan y afectan de manera directa a la gente. Manuel castells lo ha señalado muy bien: la acción local sirve como base de “un nuevo instrumento de gestión política, un mecanismo institucional que relacione estrechamente el Estado y la sociedad civil, a través de gobiernos locales autónomos, descentralización administrati-

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va y participación ciudadana”37. De este modo, se crean las condiciones para que las comunidades locales se asuman como sujetos de su propia transformación y para que la gente tenga un protagonismo efectivo en la solución de los propios problemas que es posible asumir a nivel local.

considerando el desarrollo local dentro del interés o tema central de este libro, hemos de destacar que “lo local” es el ámbito más adecuado (podríamos decir óptimo) para llevar a cabo programas de desarrollo de la comunidad… Ya no se hablará de la contribución del desarrollo de la comunidad al desarrollo nacional, sino al desarrollo local. Es una pro-puesta conceptual y operativa, con implicaciones prácticas totalmente diferentes, que permite que se liberen y canalicen la energía y potenciali-dades de las organizaciones de base, y de la misma gente, y se fortalezcan los vínculos en las comunidades y en los gobiernos locales. En este con-texto es posible crear capital social, es decir, conciencia y confianza de las propias fuerzas y posibilidades por parte de los diferentes actores sociales que actúan en el ámbito del municipio.

Las limitaciones del desarrollo local No hay que dejar de tener en cuenta que el auge de las propuestas de

desarrollo local se produce en un contexto internacional que ha sufrido cambios muy profundos. Estos cambios han supuesto una profunda re-composición de fuerzas que, dentro del proceso de internacionalización de la economía, la política y la cultura que vivimos hace más de dos déca-das, lleva a una mayor y progresiva concentración del poder.

Lo que queremos señalar con esto es la conveniencia y necesidad de considerar y valorar el desarrollo local en el contexto del proceso de glo-balización que por una parte es homogeneizante y por otra asimétrica: unos globalizan y otros son globalizados. Es en esta situación donde se expresan las limitaciones del desarrollo local. Ya hemos hablado de sus potencialidades y de su importancia, sin embargo, tiene también su lado oscuro: pueden despreocuparse de los problemas globales (simplemente porque no se visualizan). De ellos sí se ocupan las multinacionales, los centros de poder mundial y los organismos internacionales que influyen de manera más o menos decisiva (BM, fMI) y otros, como las Naciones Unidas y sus organismos especializados, que tienen una influencia mu-cho menor.

37 cAStELLS, Manuel. Hipótesis para la gestión de nuevas relaciones históricas entre economía, sociedad y territorialidad, en rev. Municipal cEUMt, Nº 56, Barcelona, 1982.

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Importante —muy importante— es trabajar en los programas de de-sarrollo local, ya hemos hablado de sus potencialidades, pero no debemos quedar atrapados en una perspectiva de acción a escala micro. “Actuar lo-calmente, pensar globalmente” es la fórmula acuñada en los últimos años y que sugiere un modo de actuar en el que no se pierda una perspectiva global. Si sólo actuamos, analizamos y pensamos localmente y prescin-dimos de los planteamientos más generales, perdemos toda perspectiva y no tenemos conciencia de la necesidad de los cambios globales que se necesitan en el mundo en que vivimos.

José Luis coraggio, uno de los científicos sociales que más profun-damente ha estudiado la problemática del desarrollo local, nos llama la atención sobre la siguiente circunstancia. El movimiento sobre el desa-rrollo local “es sorpresivamente asumido por el neoliberalismo que lo en-cuentra funcional como marco ideológico específico para su proyecto de privatización del Estado y sus funciones”38. De promoverlo se preocupan también organismos internacionales que sirven a los intereses de los ver-daderos amos del mundo. ¿Por algo y para algo será? ¿Qué intenciones hay en todo ello?... Éstas son algunas de las interrogantes que se formulan los que ven en la descentralización y en el desarrollo local nuevas formas de manipulación y domesticación política e ideológica.

como bien lo explican León y osmani, existen dos visiones o perspec-tivas del proceso de descentralización:

la visión progresista que tiende a concebirla como un proceso de aper-tura de canales del Estado, al control y participación ciudadana, y • las propuestas neoconservadoras, que tienden a percibirla como un

medio para la reducción del tamaño del Estado y el traslado de sus responsabilidades a la sociedad o al juego del mercado39.

3. El proceso de descentralización, las nuevas posibilidades de la acción municipal y el desarrollo de la comunidad Libres de los impedimentos derivados de la concentración administrativa y de la centralización del poder, los municipios han ido adquiriendo un mayor protagonismo en la vida política, social, cultural y económica…

38 coRAGGIo, José L. Poder local, poder popular, ponencia. Seminario Europeo- Latinoamericano sobre Desarrollo Local. Montevideo, 1987.

39 LEÓN, Eduardo y oSMANI, María. El poder local como espacio de la educación de las personas adultas, en rev. La Piragua, ceal, Santiago, 1996.

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Queda un camino para recorrer; todavía falta avanzar en las formas de incorporar a los vecinos como protagonistas en la toma de decisiones40.

A medida que en los países latinoamericanos se ha ido produciendo un proceso de descentralización, se ha ido ampliando el ámbito de la ac-ción municipal, hasta el punto que, ahora (año 2002), podemos afirmar que los municipios en América Latina han ido adquiriendo una relevan-cia y protagonismo sin precedentes en toda su historia. Ya no son sim-ples componentes del Estado central. El proceso de descentralización ha redimensionado su rol. Sin embargo, la mayoría de los municipios no cuentan con todos los recursos necesarios para asumir todas las respon-sabilidades traspasadas a sus ámbitos, aunque podemos afirmar que el modelo de descentralización político-administrativa que se inició desde los años ochenta, tanto en España como en América Latina, puede consi-derarse que hoy, en 2002, está completamente consolidado en la mayoría de los países.

El modelo de descentralización alcanza sus objetivos sociopolíticos en la medida que crea canales y ámbitos de de participación institucionaliza-dos. La experiencia de Montevideo de los años noventa, es una referencia importante que puede ser significativa para llevar a cabo otras realizacio-nes: se expresa en una doble dimensión. • La descentralización política, concretada a través de las juntas loca-

les, constituyen el soporte técnico-administrativo que permite la des-concentración de los servicios municipales.

• La descentralización social, expresada en los concejos locales, a través de los cuales se facilita la articulación de los movimientos sociales y de otros actores sociales de la sociedad civil.

Descentralizar supone también democratizar, y democratizar implica una mayor participación de los ciudadanos en los asuntos locales. La idea de la participación ciudadana es, por otra parte, inseparable de la teoría y práctica del desarrollo de la comunidad; ya sea que se le considere como programa, proceso, movimiento o metodología de intervención social. Y, en cuanto que el municipio es la esfera del poder público más próximo al ciudadano y en donde transcurre su vida cotidiana, a esa escala es posible llevar a cabo programas de desarrollo de la comunidad más efectivos y realistas, tanto por los proyectos y actividades que se pueden realizar, como por el grado de participación de la gente que se puede alcanzar.

40 Ver el anexo 1 de este capítulo.

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cabe recordar que, el primer documento oficial de la oNU sobre ac-ción comunitaria —El programa social mediante el desarrollo de la comuni-dad, 1952— el desarrollo de la comunidad estaba estrechamente ligado a los programas y proyectos locales, a la revitalización del gobierno local, a producir una transición hacia una administración local más eficaz, a utilizar los recursos locales y a aprovechar los aportes del voluntariado… No decimos que se trate de la misma formulación de los años noventa, queremos destacar un antecedente importante. No podemos ignorar esas realizaciones y las propuestas metodológicas que se derivan de ellas. La acción municipal ligada al desarrollo de la comunidad es —a comienzos del Siglo XXI— algo más complejo que los programas emprendidos en los años cincuenta, en los que el desarrollo local era básicamente el desa-rrollo de las aldeas.

Dentro de la situación actual, el nivel municipal de la estructura admi-nistrativa y el ámbito territorial más adecuado para promover procesos de desarrollo desde los microespacios locales, institucionales y territoria-les que, según las circunstancias, puede articularse en redes o en procesos de escala macrosocial (comarcal, regional, provincial o nacional). Ningu-na acción a nivel local puede desconocer las acciones emprendidas a nivel provincial, regional o nacional que tienen incidencia en lo local/comunal y que —en algunos casos— es necesario articular. En otras palabras: no todo lo que se hace a nivel local es realizado a través de la acción muni-cipal. tampoco hay que considerar los problemas locales/comunales de manera autónoma; están condicionados por lo que acontece en contextos más amplios y extensos que el ámbito municipal.

La descentralización de la descentralización Hay un aspecto complementario del proceso de descentralización que

es preciso subrayar. Ya hemos hecho referencia a que la descentralización político-administrativa que se produjo en los últimos años ha contribui-do al fortalecimiento de los municipios y que a éstos asumiesen nuevos roles en diferentes campos de actuación. Sin embargo, ello no basta: hay que avanzar hacia la “descentralización de la descentralización” para ir superando la herencia de una cultura política político/institucional hi-percentralista. ¿Qué queremos decir con ello? cuando los municipios son desbordados por el crecimiento demográfico producido dentro del conglomerado urbano, ya sea por el aumento de la población originado por una alta tasa de natalidad, o por las migraciones internas o externas, se sobrepasa el número de habitantes que pueden ser atendidos direc-

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tamente por el municipio, no se puede atender adecuadamente la pro-visión de los servicios que son propios del municipio. Lo mismo ocurre cuando en un conglomerado urbano la población está muy dispersa. Esta situación, que se presenta prácticamente en todas las grandes ciudades, exige desconcentrar los órganos, equipamientos, servicios y actividades municipales. Esto, a su vez, permite una desconcentración que beneficia a los ciudadanos-vecinos-usuarios-contribuyentes, que ya no tendrán que hacer todas sus gestiones, y cumplir con las obligaciones con la comuna, yendo a la municipalidad.

Esta descentralización- desconcentración, crea las condiciones para una mayor participación ciudadana. En esto, el trabajo comunitario tiene mucho que aportar. Desde esta perspectiva, también, se pone de relieve la importancia y la necesidad de articular los programas o proyectos de desarrollo de la comunidad, como parte de la acción municipal. No hay que olvidar —como de una u otra forma insistimos en este libro— que la cercanía vital y la convivencialidad son necesarias para que la participa-ción y el protagonismo de la gente sean posibles.

¿La descentralización es parte de la estrategia neoliberal para el desmantelamiento del Estado de Bienestar? No podemos —no debemos— cerrar estas consideraciones sobre

el proceso de descentralización sin tener en cuenta algunas llamadas de atención que hace José Luis coraggio sobre este proceso. Después de ha-cer una enumeración de algunos organismos internacionales preocupados por promover los procesos de descentralización, y considerados como una propuesta para “administrar la crisis”, se hace esta pregunta: “¿Qué significa la propuesta de descentralización cuando éstos son sus voceros?”. Se trata —nos dice— de una “careta del desmantelamiento de los aparatos que el Estado benefactor desarrolla en los sesenta, mediante el democrático ar-bitrio de descentralizar las funciones”. Y más adelante añade: “Este sentido de la descentralización no implica un desarrollo del poder popular, ni una participación de otra calidad. Por lo demás, no plantea la desconcentra-ción del poder en general, sino sólo el de ciertas atribuciones del Estado”41. Nosotros añadimos: éstas son circunstancias que dificultan alcanzar los niveles deseables de participación y de creación de poder popular, pero son también una nueva posibilidad: hay que aprovecharla y… ensancharla para realizar acciones comunitarias más profundas y efectivas. Desaprove-char oportunidades es siempre un desatino. 41 coRAGGIo, José L., op. cit.

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Útiles y saludables son las advertencias de coraggio, para no caer en ingenuidades, para que no fantaseemos con las posibilidades del desa-rrollo local y para que no mistifiquemos lo que hacemos a este nivel de actuación como si fuera el único ámbito pertinente de una acción social efectiva. ¿Qué posición tomar?... Ni todo es tan blanco, ni todo es tan ne-gro; la realidad tiene diversas tonalidades de gris. Para no evadirnos en el “declaracionismo” de los grandes propósitos, debemos aprovechar los más pequeños intersticios que se nos ofrecen, para actuar de manera transfor-madora. Aquí también podemos decir, usando una contraposición que Umberto Eco hizo ampliamente conocida, que la posición no ha de ser ni la de los apocalípticos ni la de los integrados. Los apocalípticos serían aquellos analistas que, según José Arocena, consideran necesario poner en evidencia las ambigüedades, los peligros, las intenciones no confesadas que subyacen en estos planteamientos. Subrayan el carácter sospechoso de una cierta euforia “localista” en actores que no se han caracterizado en el pasado por la búsqueda de soluciones más justas a los problemas del desarrollo.

Señalan los riesgos que significa aceptar un cierto camino con orga-nismos internacionales, gobiernos neocolonialistas y otros actores “cuyos objetivos son presuntamente contrarios a los de los pueblos”. Los integra-dos serían, según Arocena, quienes afirman que no hay salvación sin “lo local”. Se trata aquí de descalificar todo enfoque que caiga en el pecado de la abstracción totalizadora. Para estos entusiastas de la acción local, el cambio social no es posible sin un gran esfuerzo por movilizar las socie-dades locales. Rechazan los análisis “macro” como inoperantes e incapa-ces de percibir toda la riqueza cualitativa que se encuentra únicamente —según ellos— en la dimensión local”…

Ante estas dos posiciones opuestas, Arocena formula una pregunta que consideramos muy pertinente: “¿Será posible salir de esta polariza-ción, por momentos esterilizante, e intentar una aproximación al tema que dé cuenta de la complejidad de esta problemática sin perder la luci-dez de la crítica ni la riqueza de la audacia creadora?”42. Para ello debemos procurar una mezcla de posibilismo (operar en los espacios que han sido abiertos) y de horizonte utópico que ofrezca una direccionalidad en don-de toda “audacia creadora” sea posible. Mientras tendemos hacia lo desea-ble, procuramos que cada ciudadano tenga una mayor y mejor provisión de servicios y una mayor participación en la formulación de proyectos y en la toma de decisiones.

42 ARocENA, José. Discutiendo la dimensión local, en Rev. Del cLAEH, Montevideo, 1987.

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4. Las organizaciones no gubernamentales, los movimientos sociales y la acción municipal

Surgen y se refuerzan, cada día, las acciones no “estatales” de innumerables asociaciones de la sociedad en contraposición con la ausencia o presencia mínima del Estado en la atención de los principales problemas que enfrenta cotidianamente la población.

tHEotonio dos sAntos E isABEl dE olivEirA

En la acción municipal y en el desarrollo de la comunidad, hay que consi-derar también, la presencia, los programas y las acciones que llevan a cabo la oNG (organizaciones no gubernamentales) y la influencia de los mo-vimientos sociales, principalmente las asociaciones de vecinos que tienen tanta significación, como forma de integrar las iniciativas de la población, tanto en la acción municipal, como en el desarrollo de la comunidad. El asociacionismo concebido hoy como una estructura de red, da una nueva dimensión a la acción comunitaria e implica algunas reformulaciones en la estrategia y práctica de esta metodología de intervención social.

Durante la década de los sesenta (cuando la expresión de la oNG toda-vía no se utilizaba) se hablaba de sociedades intermedias, particularmente en Venezuela. fueron definidas por Arístides calvani (uno de los inspira-dores del programa de promoción popular), como “un conjunto de personas que, con una misma vocación y unos mismos intereses, unen sus esfuerzos, en forma legítima y durable, con miras a la consecución de objetivos que superan la capacidad y los medios que pueden disfrutar los individuos y los grupos aisladamente”. A estas asociaciones se les llamó “intermedias”, pues se le atribuía un carácter de intermediación para negociar con las institu-ciones en nombre de la comunidad en donde estaban insertas.

En Perú —y durante esa misma década— se hablaba de entidades de interés social, denominación genérica con que se designaban a las coo-perativas, comunidades laborales, comunales campesinas, ligas agrarias, comités vecinales, núcleos educativos comunales y sindicatos.

Desde finales de la década de los setenta, innumerables organizacio-nes del ámbito de la sociedad civil emprenden proyectos y prestan servi-

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cios para resolver problemas y satisfacer necesidades de la gente. De esta circunstancia surge una consecuencia, tanto para las diferentes formas de acción municipal como para los programas de desarrollo de la comu-nidad: ni el trabajo desde el municipio ni la acción comunitaria pueden llevarse a cabo sin tener algún vínculo con los movimientos sociales, espe-cialmente con aquellos que tienen una acción a nivel local, una autonomía afianzada y una inserción significativa en el tejido social.

La emergencia de estos nuevos actores sociales, ya se trate de movi-mientos, asociaciones o redes sociales, constituyen también un desafío a las formas operativas de la administración local, que debe incorporar como parte esencial de los aspectos organizacionales y funcionales del municipio todo lo concerniente a la participación ciudadana.

La articulación / coordinación de la administración local y las or-ganizaciones no gubernamentales Las iniciativas de organizaciones no gubernamentales de tipo popular

expresan, de manera práctica, que la participación ciudadana es un dere-cho, no una obligación. consecuentemente, es indudable que la adminis-tración local y los programas de acción comunitaria deben tener algún tipo de relaciones, coordinación, articulación, apoyo recíproco, etc., con todas estas organizaciones. Estas relaciones deben realizarse en un plazo de recíproca autonomía. Ni las oNG deben ser subordinadas, manipula-das o subsumidas por la administración local, ni la administración local debe estar a merced de estas organizaciones. Se trata de buscar e instau-rar un proceso de articulación, llevado a cabo mediante la concertación con las instituciones y movimientos sociales.

Para una adecuada articulación, deberían darse dos condiciones pre-vias que, no por obvias, son menos importantes. cuando ello no existe, se trabaja con mayores limitaciones, hasta el punto de que —en algunos casos— estas articulaciones no serían posibles. Nada hay, pues, de sor-prendente en que, cuando esta coordinación mínima no se logra, se pro-duzca una proliferación de acciones puntuales y sectoriales, promovidas desde diferentes “feudos” de lo público y lo privado.

La primera condición previa y necesaria para que esta articulación/coordinación sea posible es la existencia de una voluntad política de parte de las autoridades locales, para que ello sea factible. Esta voluntad políti-ca debe traducirse es la creación de ámbitos y canales de participación. Y, cuando sea necesario, realizar los aportes pertinentes, ya sea para apoyar

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o ampliar proyectos sociales que llevan a cabo algunas oNG, o bien in-corporando a determinadas asociaciones u organizaciones a programas elaborados por la administración pública (provincial o local).

Una segunda condición previa tiene que darse en las organizaciones, movimientos y grupos que se relacionan con el municipio de cara a la rea-lización de acciones comunitarias, y esta condición es que se hayan coor-dinado entre sí. Esto no siempre es posible. Una mesa de concertación de política sociales como existe en la ciudad de córdoba (Argentina) llevada a cabo por la Unión de organizaciones de Base por los derechos sociales es, lamentablemente, algo poco corriente. La experiencia ha puesto de relieve que cuando existe un ente coordinador de las oNG, no sólo se facilita la articulación entre el sector público y las organizaciones de base, sino que el trabajo se enriquece con el encuentro, diálogo e intercambio de experiencia entre las mismas oNG que trabajan orientadas hacia la promoción y el desarrollo local.

con frecuencia aparecen organizaciones que quieren ocupar espacios de poder y, en otros casos, predominan intereses sectoriales que oscurecen la comprensión de los problemas comunes que afectan a una colectividad. En esas circunstancias, las posibilidades de acciones integradas resultan muy dificultosas. De todos modos hay que emprender esta búsqueda de coordinación, aunque sea a través de actividades y proyectos puntuales, cuya fragmentación dificulta acciones con una perspectiva sistémica y los efectos sinérgicos que con ello se logra. cuando hay crispaciones, ten-siones y enfrentamientos entre el municipio, las organizaciones sociales y la comunidad, esa articulación y coordinación de actividades con un carácter medianamente permanente, resulta imposible.

Articular y coordinar la administración local con el movimiento ciu-dadano, las asociaciones, el voluntariado, o si se quiere designar con un término más amplio, el “tercer sector”, es una necesidad que aparece como insoslayable y beneficiosa para todos. Sin embargo, hemos de advertir que en esto hay que evitar que el sector público recurra a la estrategia de la “hoja de parra”. con esta expresión designamos la acción gubernamen-tal (que puede darse en todos los niveles: nacional, provincial y local) que consiste en captar mano de obra barata proveniente del voluntariado (in-dividual u organizado) y utilizar las asociaciones y movimientos sociales para encubrir el desentendimiento de la Administración Pública respecto a ciertos servicios sociales cuando el Estado de Bienestar entra en crisis o cuando se producen recortes presupuestarios como consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales.

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cómo forjar y articular la asociación entre el gobierno local y sus ciudadanos a través de sus organizaciones de base

Sobre este tema hemos de destacar que es una cuestión de singular importancia para los programas de desarrollo de la comunidad que se organizan desde el municipio o bien son promovidos desde el ámbito de la sociedad civil, con el fin de producir un trasvase de recursos de lo público a lo privado y viceversa. Lo sustancial de esta articulación no es lo formal/administrativo/ burocrático en cuanto a la forma de coordinar lo público y lo privado. Lo que importa —y ésta es su finalidad— es me-jorar la participación de las organizaciones, asociaciones y movimientos sociales, con el fin de dinamizar y profundizar la participación de la gen-te, para que asuma su protagonismo en la solución de los problemas que le conciernen en un determinado ámbito territorial y para que puedan tener su voz —y en algunos casos posibilidades de intervenir— en las decisiones que se toman desde el municipio.

En el aspecto administrativo- organizativo, considerada esta cuestión desde una perspectiva más amplia, lo que hay que lograr es una articu-lación entre el ámbito de la sociedad política (expresada particularmente en el municipio) y el ámbito de la sociedad civil (expresada en las or-ganizaciones, asociaciones y en los movimientos sociales). Esto hay que hacerlo combinando “el arte de asociarse” y la “igualdad de condiciones”, como enseñaba tocqueville. Visto desde una perspectiva general, podría-mos resumirlo en el siguiente esquema:

Ámbito de la sociedad política:

Administración públicaformular políticas públicas y desarrollar una legislación que promueva el desarro-llo local, potencie los municipios y aliente la participación ciudadana.

Municipalcrear canales, ámbitos y mecanismos de participación ciudadana, articulados con la acción municipal.

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Ámbito de la sociedad civil:

• Papel de las oNG para el desarrollo

• Movimientos sociales• Redes sociales• organizaciones populares

crear e implementar formas de coordinación entre las organizacio-nes y movimientos sociales entre sí y formas de de participar en el desa-rrollo local, articulados con el mu-nicipio, sin perder su propia identi-dad o quedando subsumidos en la administración local.

A partir de estos dos ámbitos —y en “igualdad de condiciones”— hay que promover relaciones de diálogo y cooperación. Las oNG deben mantener su autonomía de decisión y de acción; no dejarse absorber, ni transformarse en mendigos institucionales cuyo mayor esfuerzo de diálo-go se limita a la solicitud de subsidios y ayudas. Por su parte, el Estado no debe obstaculizar las iniciativas de la sociedad civil. Se trata de realidades diferentes, que no tienen por qué estar en competencia, ni subsumida una en la otra. Esto no excluye los cuestionamientos que desde las orga-nizaciones y desde el movimiento ciudadano puede hacerse a la acción gubernamental. cada una en su ámbito, pero articuladas, tienen mayores posibilidades de ofrecer soluciones a los problemas y necesidades de la población.

Desde dónde articular la acción municipal y el desarrollo comunitario Se trata de un problema de organización que puede revestir formas

muy diferentes según sean las circunstancias. “Las instituciones ya exis-tentes se deben tener en cuenta, pues ellas pueden desempeñar las nuevas funciones; en otros casos se pueden revitalizar e incluso reorganizarse… Si hay que establecer nuevas instituciones, conviene relacionarlas estre-chamente con las ya existentes”43… Lo que importa es la institucionaliza-ción de los mecanismos de participación; luego habrá que decidir desde dónde se hace la coordinación.

Si tenemos en cuenta la forma de organización municipal estableci-da en los últimos años, en términos generales puede sugerirse que dicha articulación debe realizarse desde el Departamento de Bienestar Social

43 NAcIoNES UNIDAS. Desarrollo de la comunidad y desarrollo nacional, E-cN 5-3-79. Rev. 1. Nueva York, 1963.

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o Servicios Sociales. o bien, desde las Secretarías de Bienestar Social, Asuntos Sociales o de Participación ciudadana. Esto depende de la or-ganización y estructuración que establecen las leyes de régimen local que —como es obvio— varían en los diferentes países y aun dentro de ellos, en cada provincia o estado. No se pueden proponer formas organizativas de validez general, ni criterios rígidos de la estimulación de la acción mu-nicipal y el desarrollo de la comunidad.

cualquiera que sea la forma adoptada, ésta debe procurar —como se dice en el documento de Naciones Unidas antes citado— que la acción del gobierno local y el desarrollo comunal complementen sus actividades. A ello —añadimos nosotros—, hay que añadir los movimientos sociales, las oNG, las redes sociales existentes y las organizaciones de base. Unos de los problemas prácticos que se afronta, es el de encontrar formas de coor-dinar actividades a través de un comité que sea ágil y operativo o, en otros términos, que no esté ni burocratizado, ni sea demasiado complejo.

Los grupos y pequeñas organizaciones de la economía popular como consecuencia de la situación de pobreza que vive una parte de la

población latinoamericana, “muchas personas y grupos sociales enfrentan un agudo problema de subsistencia. Marginados de la economía oficial, se ven en la necesidad de desplegar verdaderas estrategias de superviven-cia, realizando cualquier tipo de actividades económicas informales y por cuenta propia para obtener los ingresos que les aseguren la satisfacción de sus necesidades básicas”.

La incorporación de las actividades propias de la economía popular expresa diferentes estrategias de supervivencia que, a su vez, constituyen prácticas sociales que se realizan en el ámbito local. Son, además, nuevas formas de proyectos específicos dentro del amplio espectro de activida-des desde las que se pueden llevar a cabo programas de desarrollo de la comunidad.

Estas estrategias de supervivencia (nuevas formas de lucha contra la pobreza) se manifiestan en una gran variedad de actividades: microem-presas (llamadas también pequeñas unidades de producción o microe-mprendimientos), comedores populares, ollas populares y otras formas de autosubsistencia alimentaria, servicios comunitarios de promoción de salud, huertas familiares, escolares y comunitarias, programas de vivien-da por el sistema de ayuda mutua o autoconstrucción, cooperativas de consumo, mutuales, etc.

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Desde los años ochenta, la economía informal —en cuanto estrategia de supervivencia— es una importante forma de movilización de recursos humanos y sociales. A través de ella se han procurado superar algunas de las consecuencias de los “mecanismos de ajuste”, propios de la política neoliberal, en la que la “variable de ajuste” siempre recae sobre los secto-res populares. como éstos —que son seres humanos (aunque algunos tecnócratas los llamen “pobres irrecuperables”)— tienen que seguir vi-viendo o, al menos, sobreviviendo, para ello se han ideado una variedad de estrategias, al menos entre aquellos que tienen mayor un mayor nivel de iniciativa y de reacción frente a la adversidad.

A poco que consideremos con atención el fenómeno de la economía informal, nos topamos con un hecho muy significativo y de gran inci-dencia en la política social: la creciente importancia de estas actividades y la magnitud que han adquirido estas prácticas sociales, en cuanto al número de personas implicadas. Ahora bien, frente a esta circunstancia y en lo que concierne al tema central de este libro, debemos preguntarnos: ¿qué puede hacer el desarrollo de la comunidad en relación con las perso-nas (de ordinario viviendo y actuando en un ámbito territorial) que son quienes integran el sector de la economía informal?... Y, visto desde una perspectiva más amplia: ¿en qué forma se han de integrar las actividades de la economía informal en los programas de desarrollo local y en la ac-ción municipal?...

No cabe duda de que esta gran variedad de actividades ha de ser mo-tivo de proyectos específicos del desarrollo comunal. Pensamos, además, que se podría dar un salto cualitativo en las estrategias de supervivencia, mediante la inserción de las mismas en proyectos de desarrollo local y, en la medida de lo posible, articulando en la acción municipal… Éstos son algunos de los desafíos y temas pendientes a los que la práctica del desarrollo comunal debe responder con realizaciones concretas, si es que se quiere tener algún significado práctico dentro de las metodologías de intervención social en los últimos años de la década de los noventa, y al traspasar el umbral del siglo XXI.

Las estrategias de supervivencia, además de proporcionar medios (a veces insuficientes) para “ir tirando”, como se dice entre los sectores popu-lares, producen un resultado que, aunque intangible, es de fundamental importancia para la realización de las personas… El desempleo, la falta de trabajo, no sólo tiene consecuencias económicas, con incidencias ne-gativas en el campo de la salud, la educación, la nutrición, etc. también produce efectos psicológicos que deterioran a quien está sin trabajo: la

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persona se siente mal, se angustia, a veces está en tensión, con frecuencia está decepcionada y, sobre todo, pierde parte de su propia estima. La ca-rencia de trabajo es una forma de deterioro de las personas, “hacer algo” ayuda a vivir.

todas estas pequeñas experiencias que trabajosamente pretenden consolidarse son senderos abiertos muy artesanalmente y avanzando a tientas.

Acerca de los movimientos sociales y el trabajo comunitario Pretende llevar a cabo programas de desarrollo de la comunidad igno-

rando la existencia y la importancia de los movimientos sociales, puede quedar en un simple intento de acción comunitaria, sin inserción real en la vida comunitaria.

Se trata de grupos de personas que se movilizan y organizan para dar respuestas a ciertos problemas, necesidades o intereses que afectan a una parte de la población, a través de acciones colectivas. Actúan al margen de las organizaciones tradicionales como los partidos políticos y los sindicatos, y fuera de los cauces políticos institucionalmente establecidos. Si bien son expresiones colectivas que actúan con independencia del Estado y de los par-tidos políticos, no por ello dejan de participar cuando se trata de problemas que tienen una dimensión pública/ política que inciden en el conjunto de la sociedad, en el ámbito regional y local o en un sector de la población.

Los movimientos sociales en la segunda mitad del siglo XX, surgen como reacción frente a algunos problemas que afectan a la vida cotidiana de una manera generalizada, como son las consecuencias del deterioro del medio ambiente a causa de la forma en que se lleva a cabo el proceso de industrialización, o que afecta a un determinado sector de la pobla-ción como son las discriminaciones en razón de sexo, raza, cultura, etc.

Si un colectivo de personas está organizado de manera estable, habría que hablar de avocaciones u organizaciones de base pero, a veces, éstas for-man parte de de determinados movimientos sociales. En otras circunstan-cias, las asociaciones se constituyen como resultado de un movimiento so-cial. En la práctica pueden existir asociaciones sin que exista un movimien-to social y movimientos sociales sin relación alguna con las asociaciones.

Una de las características de los movimientos sociales es que suelen ser reacios a las acciones institucionalizadas, de ahí que, con frecuencia, pongan el énfasis en lo “movimentalista” y den escasa importancia a “lo

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organizacional”. con esto aseguran la no burocratización de los mismos, pero en algunos casos pierden efectividad cuando se trata de acciones cuyos frutos sólo pueden verse a mediano o largo plazo.

Algunos de los movimientos sociales están más interesados por la ca-lidad de vida que por la cantidad e ingresos o, dicho con otras palabras, dan prioridad al “saber vivir” sobre el “bien estar”. Estos movimientos tie-nen mayor relevancia en los países desarrollados. Sus reivindicaciones más profundas expresan la voluntad de participación social, cultural y política, con el fin de asumir un protagonismo activo en la solución de los propios problemas. Al no ser de carácter económico, sus principales reivindicaciones no pueden ser satisfechas por los medios de producción y/o distribución.

En el caso de los países de América Latina, muchos de estos movimien-tos expresan nuevas formas de movilización de los sectores populares, que se orienta hacia la realización de prácticas sociales vinculadas con las estra-tegias de supervivencia, para dar solución a carencias o necesidades comu-nes en el campo de la alimentación, salud, educación, vivienda y empleo.

Dentro del contexto del mundo actual, en donde las utopías parecen haber muerto, o al menos haberse derrumbado, los movimientos sociales —ecologistas, pacifistas, objetores de conciencia, feministas, defensores de derechos humanos— son quienes relanzan la utopía e impulsan los cambios en la sociedad en que les toca vivir… Si el desarrollo de la comu-nidad ha de contribuir a la formación de una nueva ciudadanía, y si a su vez, por opción personal o institucional, se quiere contribuir al cambio social en búsqueda de una sociedad más justa y fraternal, no puede tener un accionar ajeno a la importancia y significación de los movimientos sociales que hemos mencionado.

5. Desarrollo de la comunidad, acción municipal y participación ciu-dadana Para mejor comprender el alcance y significado de lo que planteamos en este parágrafo, debemos recordar tres ideas que ya hemos expuesto y que dan su verdadera relevancia a lo que vamos a exponer. • La participación de la gente en un aspecto sustancial del desarrollo

de la comunidad. • La concepción actual liga el desarrollo de la comunidad al desarrollo

local y no al desarrollo nacional, como se hizo durante muchos años.

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• Los programas y actividades propios del desarrollo de la comunidad deben integrarse —como sea posible— a la acción municipal.

De ello resulta evidente que el desarrollo de la comunidad y la dina-mización de la participación ciudadana son dos conceptos inseparables. Sin embargo, es necesario hacer una precisión acerca de lo que en la prác-tica significa la participación ciudadana. cuando hablamos de este tipo de participación, el concepto es utilizado con dos alcances: • La participación espontánea, de carácter coyuntural y puntual; sue-

le ser una reacción popular que surge y desaparece como respuesta a un problema o situación en particular.

• La participación organizada, que tiene una mayor continuidad y objetivos a mediano y largo plazo; esta participación ciudadana tiene un propósito de transformación social.

Esta última es la que debe tenerse en cuenta en los programas de de-sarrollo de la comunidad, sin menospreciar las incidencias que tiene para las actividades concretas, las diferentes formas de participación espontá-nea. A este respecto, conviene tener en cuenta la distinción que hace to-más Rodríguez Villasante, entre movilizaciones y movimientos. “Los mo-vimientos son como el mar, se pueden mover en olas de diverso tamaño (ondas cortas o movilizaciones), se mueven también en mareas más cícli-cas (ondas medias o movimientos populares), y a veces acababan cons-tituyendo auténticas corrientes marinas que generan transformaciones sociales (ondas largas o movimientos históricos). Distinguir entre ondas cortas, medias y largas, es importante para no confundir movilizaciones con movimientos. Las movilizaciones son síntomas más coyunturales…, pueden ser de muy distintos tipos y sólo algunas cuajan en movimien-tos populares…”44. Sin embargo, las movilizaciones por sí mismas son, al menos, una forma de poner a la gente en estado de “preocupación” por determinados problemas. En algunos casos, puede darse un paso más: entrar en estado de deliberación, comenzar a reflexionar sobre los pro-pios problemas y la forma de encontrarles solución. con esto ya estamos en el punto de partida de movilización de los recursos humanos, idea central de la teoría y práctica del desarrollo de la comunidad.

Si hablamos de participación ciudadana (que hemos relacionado con la acción municipal y el desarrollo de la comunidad), no podemos elu-dir el tema de la política. Aunque la participación ciudadana no se agota en lo político y en la política, ésta incide en el grado y forma en que se

44 VILLASANtE, tomás. Las democracias participativas, HoAc, Madrid, 1995.

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simula o desalienta la participación. toda persona, por el solo hecho de vivir en una sociedad (en una polis) y de ser ciudadano, está inserta en el tejido político de la sociedad en que le toca vivir. Esta circunstancia hace que ninguna sea a- política, aunque pretenda ser neutra en su intención política. como nos recuerda Bertolt Brech, cuando el ciudadano se des-entiende de la política, puede llegar un momento en que sea tarde para rectificar. El ser humano, como hace veinticinco siglos lo señaló Aristóte-les, en un zoon politikon (animal político).

Sin embargo, en nuestras sociedades de fines del siglo XX el despres-tigio de la política y de los políticos es tan generalizado que el desencanto de los ciudadanos por preocuparse y ocuparse por la cosa pública, aparece como una consecuencia inevitable. La democracia convertida en el forma-lismo de las elecciones y la acción política circunscrita al único objetivo de alcanzar y mantener espacios de poder, ha llevado al abstencionismo electoral y, lo que es peor, ha producido la deserción de la acción ciudada-na, canalizada hoy en sectores cada vez más amplios de población por los cauces de la sociedad civil, tal como lo explicamos en este capítulo.

La combinación de acción municipal y acción comunitaria, al pro-mover procesos de participación, despierta y alienta, de hecho, el interés ciudadano por la política, en cuanto hacer tomar conciencia de las res-ponsabilidades que implica vivir en sociedad, con los derechos y deberes que ello supone.

Difícilmente los ciudadanos de nuestra época acepten lo que decía Aristóteles acerca de la política hace veinticinco siglos, definiéndola como “la más noble de las artes”. Personalmente, creo que es así y, al mismo tiempo constato —como lo señala Morin— que la “política trata de lo más complejo y lo más precioso que existe: la vida, el destino, la libertad de los individuos, las colectividades y, de ahora en adelante, de la humani-dad. Y, sin embargo, es en la política donde reinan las ideas más simplis-tas, las menos fundadas, las más brutales, las más asesinas… En la esfera política es donde reina el pensamiento cerrado, el pensamiento dogmáti-co, el pensamiento fanático, el tabú, lo sagrado… La política requiere vi-talmente un pensamiento que pueda alzarse al nivel de la complejidad del problema político en sí mismo y pueda responder a la voluntad de vivir de la especie humana”45... Es en ese contexto en donde debemos conside-rar la acción municipal, el desarrollo de la comunidad y la participación ciudadana, con todas sus potencialidades y debilidades.

45 MoRIN, Edgar. Para salir del siglo XX, Kairós, Barcelona, 1982.

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Las asociaciones ciudadanas, el municipio y la acción comunitaria Dentro de la categoría de las asociaciones ciudadanas, consideramos

de manera particular aquellas asociaciones que se preocupan de los inte-reses generales o sectoriales de los vecinos. En algunos países se les de-nomina preferentemente con el nombre de “asociaciones de vecinos”, en otros se utiliza la expresión “vecinalismo”, también se habla de las “aso-ciaciones de barrios”. cabe señalar que las asociaciones de vecinos, en las ciudades de más de 20 mil habitantes, se articulan bajo la forma de fede-ración de asociaciones.

Esas formas de acción colectiva para mejorar la calidad de vida de la población, casi siempre tienen en el barrio su campo principal de acción. Dentro de los programas de desarrollo de la comunidad, esta forma aso-ciativa está emparentada con los centros sociales (settlement). Las aso-ciaciones de vecinos y el movimiento vecinalista puede encontrar en la larga experiencia de los centros sociales algunos elementos de referencia e inspiración para sus actividades, aunque se trate de experiencias llevadas a cabo especialmente en países desarrollados.

Las asociaciones ciudadanas constituyen un ámbito, un mecanismo y un cauce para que los ciudadanos-vecinos- usuarios- contribuyentes de un municipio puedan tener incidencia en la gestión municipal respecto a sus problemas, necesidades e intereses. Es una especie de “vida rápida” para llegar a los responsables políticos y administrativos del municipio, al mismo tiempo que facilita que los vecinos conozcan mejor la gestión municipal y los proyectos que éste propone llevar adelante.

Estas asociaciones, además de realizar actividades que les son propias, son de hecho escuelas de formación ciudadana y, consiguientemente, de preparación para la participación democrática. En algunos municipios en los que se reconoce la iniciativa ciudadana, pueden solicitar la realización de determinadas actividades de interés público dentro del ámbito comu-nal. En algunos casos, la gente hace algunos aportes económicos y en casi todas las circunstancias realiza trabajos voluntarios, es decir, aportes per-sonales. En estas circunstancias en las que es necesaria la movilización de recursos humanos e institucionales, la metodología del desarrollo de la comunidad es óptima para llevar a cabo estas actividades.

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Núcleo de Desarollo Endógeno Fabricio Ojeda. Taller de Corte y Costura. Catia-Caracas, Venezuela.

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ANEXOS

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ANEXo 1

DESARRoLLo LocAL Y AccIÓN MUNIcIPAL:LA EXPERIENcIA DE PoRto ALEGRE (BRASIL)

Porto Alegre es una ciudad situada en la parte sur de Brasil, de aproxima-damente 1.300.000 habitantes, que implementó a partir de 1989 el sistema innovador de elaborar el presupuesto con la participación de los vecinos en diferentes estamentos y sucesivas etapas. El proceso de presupuestar de manera participativa exige una estructura acorde con esa necesidad. Así es como se dividió la ciudad en 16 circunscripciones, que están compuestas por grupos de barrios con nexos geográficos y culturales. todo empieza con las discusiones en asambleas barriales sobre cuáles serán las priorida-des, necesidades y urgencias de cada uno de los barrios. Además se eligen los delegados que van a formar parte del foro de Delegados Regionales.

Los foros de delegados regionales —que corresponden a cada una de las 16 circunscripciones— inician las discusiones en función del manda-to de cada una de las asambleas barriales, y eligen cuáles son las cuatro urgencias de la región dentro de las siguientes opciones: a) Saneamiento básico b) Política habitacional c) Pavimentación integrada d) Educacióne) Asistencia social f ) transporte y circulación g) organización de la ciudad.

El foro de Delegados Regionales elige dos consejeros por región; si tenemos en cuenta que son 16 las regiones, son 32 los consejeros regiona-les que van a formar parte del consejo de Presupuesto Participativo.

Paralelamente a las asambleas regionales funciona como órganos in-dependientes las asambleas temáticas que no representan intereses ba-rriales, sino a los diferentes sectores de la ciudad (consejos profesionales asociaciones empresariales, entidades deportivas, etc.), reunidos en fun-ción de temas específicos. Los temas que tratan son los siguientes: 1) organización y desarrollo

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2) transporte y circulación 3) Asistencia sanitaria y social 4) Educación cultural y actividades recreativas 5) Desarrollo financiero y previsión social.

Las asambleas temáticas eligen dos consejeros por temas, es decir, 10 consejeros temáticos que van a formar parte del consejo de Presupuesto Participativo, a los que vienen a sumarse los 32 consejeros regionales.

El consejo de Presupuesto Participativo queda totalmente integrado con un representante de los empleados municipales, un representante de los centros vecinales, 32 consejeros regionales y 10 consejeros temáticos; ello totaliza una mesa de 44 miembros con voz y voto, a los que hay que sumarle los 2 representantes del gobierno, que tienen voz pero no voto en el consejo de Presupuesto Participativo.

El órgano que se encarga de coordinar todo el proceso presupues-tario, el plan de inversiones y el control de la ejecución presupuestaria es el consejo de Presupuesto Participativo que, además, se encarga de mantener relaciones fluidas con las diferentes reparticiones del gobier-no comunal. En el proceso presupuestario también se incluye un diálogo permanente entre las diferentes estructuras del consejo y los funcionarios y asesores del gobierno. Estos últimos son los responsables de explicar en las asambleas barriales y regionales, cuáles son las propuestas del gobier-no y las razones de implementar ciertos programas o la no ejecución de determinada propuesta del consejo de Presupuesto Participativo.

Esta forma de presupuestar no elimina la intervención del consejo de-liberante (cámara de miembros municipales), sino que una vez aprobado por el consejo del Presupuesto Participativo es puesto a consideración del órgano legislativo de la ciudad. Que el presupuesto haya sido arma-do de esta manera —con un alto consenso— no elimina la posibilidad de que puedan realizarse modificaciones, pero la realidad señala que son muy pocas las diferencias planteadas por el consejo deliberante.

El sistema de Presupuesto Participativo tiene un calendario de acti-vidades que debe cumplirse estrictamente a lo largo de todo el año, para que pueda realizarse de manera efectiva. El éxito de este procedimien-to queda demostrado por el incremento de participantes. Al comienzo (1989) sólo participaron unas pocas personas, luego fue aumentando año tras año y en 1995 fueron unos 100.000 vecinos.

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ANEXo 2 EL PRoGRAMA “DEcIDAMoS JUNtoS” DEL AYUNtA-

MIENto DE SANtA cAtALINA (MÉXIco)

En la misma línea de la experiencia de Porto Alegre, pero en este caso tomando como referencia inmediata lo realizado en tijuana (Baja cali-fornia, Norte), se llevó a cabo un Programa de Presupuesto Participativo, a través de los consejos sectoriales, durante el año 2000, en el Ayunta-miento de Santa catalina (Nuevo León) México. A él nos vamos a referir en este anexo, resumiendo lo sustancial de la experiencia en las siguientes características.

filosofía del programa en sus lineamientos generales A partir de dos principios fundamentales propuestos por Alejandro

Páez Aragón, que a la sazón era presidente municipal, se orientó la reali-zación del programa: • Ninguna obra material, por grande e importante que parezca, tiene

sentido si no se antepone a ella la promoción del hombre y la mujer como protagonistas de su destino, habida cuenta de que la energía social emana de los grupos organizados en la principal palanca de cambio.

• La acción gubernamental, no es solamente la provisión de servicios, sino propiciar a los ciudadanos oportunidades de crecimiento y desa-rrollo, a través de su participación activa, reflexiva, directa, solidaria y justa en la solución de las propias necesidades.

objetivos principales con el fin de ganar en sinergia y operatividad colectiva, a través de este

programa se propuso: • Modificar la actitud paternalista, autoritaria y vertical por una acti-

tud participativa, democrática, transparente y estratégica. • Vincular a los ciudadanos con la administración municipal, para el

logro de una corresponsabilidad en la toma de decisiones.

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Modo de volver operativos estos objetivos Se hizo a través de organizaciones vecinales y consejos escolares de

participación social, que ya estaban conformados. En el primer año par-ticiparon el 95 por ciento de las organizaciones y el 99 por ciento de los consejos escolares. Después de realizarse un autodiagnóstico y evaluación de la realidad, se propuso a los ciudadanos del Ayuntamiento de Santa catalina, tener la posibilidad de decidir sobre el destino de recursos mu-nicipales. Aceptada la propuesta se dieron los siguientes pasos: • capacitación de la población organizada. • Autodiagnóstico comunitario y organización de 5 consejos sectoria-

les para la toma de decisiones. • Elección de los consejos sectoriales. • Elaboración y presentación de proyectos. • Análisis y selección de proyectos.

Se presentaron 195 proyectos escolares y se aprobaron 87; de los 93 proyectos de las organizaciones se aprobaron 39. Las decisiones se toma-ron en base a criterios consensuados con la misma gente. De este modo se modificó la forma de tomar decisiones; ya no se hizo desde la autoridad municipal, sino de manera co-gestionada con el conjunto de la población a través de sus organizaciones. El último paso fue la firma de convenios entre el municipio y las organizaciones en las que se habían escogido los proyectos. con esto se iniciaron las obras, que fueron supervisadas por los comités de seguimiento comunitario.

Lo que esta experiencia puede ayudar para la realización de progra-mas semejantes

Un aspecto interesante a destacar, muy importante para quienes ini-cian programas de desarrollo de la comunidad que son ofertas serias y responsables en cuanto a lo que se comprometen a realizar, es lo siguien-te: en un primer momento, la gente estaba un tanto incrédula frente a la propuesta del ayuntamiento. A poco andar, la falta de credibilidad en los programas institucionales y en la participación junto con la administra-ción, se fue diluyendo. Los mismos participantes testimoniaron que nun-ca se les había tomado en cuenta para una práctica similar. Este cambio se produjo cuando vieron en la práctica que el programa propuesto se realizaba efectivamente.

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Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario

Por otro lado, los responsables del programa, reconocen que faltó cla-ridad en los procedimientos utilizados para la implementación y segui-miento del programa, habida cuenta de que se trataba de una moviliza-ción de la totalidad del municipio.

Estas dos circunstancias o problemas, son un hecho generalizado. En el primero de los casos, todo trabajador comunitario debe saber que cuan-do va a realizar un programa, proyecto o simplemente una actividad de acción comunitaria, con grupos o comunidades donde se hicieron ofertas más o menos demagógicas o populistas, sin cumplimiento alguno con posterioridad al acto electoral o la visita del político de turno, es natural que la gente esté decepcionada e incrédula ante cualquier ofrecimiento que se le haga. con esto deben contar quienes trabajan en desarrollo de la comunidad. En cuanto a la segunda cuestión (la falta de claridad de procedimientos), hemos de considerar que en el inicio de toda nueva ex-periencia acontece algo similar. El camino se hace al andar, también en el campo de los métodos de intervención social y en los programas en los que se promueve la participación de la gente, los métodos, técnicas y procedimientos, en última instancia, se configuran haciéndose.

Principales logros alcanzados Después de realizada la experiencia y el balance final de la misma, se

han destacado una docena de logros más significativos: • El elevado grado de participación ciudadana. • La posibilidad de “dar vida” a los proyectos de ley. • fue un taller de educación cívica y de construcción de la ciudadanía. • La comunidad contribuyó con el 30 por ciento de los costes de las obras. • comparativamente con otras experiencias anteriores, se superó la

cantidad de obras realizadas y se redujo el tiempo de ejecución de las mismas.

• Los ciudadanos asumieron el papel de promotores sociales en sus propias comunidades.

• Para el estado de Nuevo León fue un programa innovador que tuvo, además, un impacto de la misma administración Pública: se mejoró la integración entre los diferentes departamentos del municipio y se logró un mayor acercamiento a la comunidad por parte de la admi-nistración local.

• Se mejoró el nivel de vida, mediante la realización de los proyectos llevados a cabo.

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• Se expresó un cambio y apertura de los funcionarios públicos, logra-dos gracias a la realización de esta práctica.

• Aumentó la autoestima y la responsabilidad ciudadana. • Ya puesta en marcha la experiencia, se logró adaptar la metodología

y hacer un programa exitoso. • Se pudo documentar todo el programa, lo que permitió elaborar un “Plan

maestro” que puede servir de experiencias posteriores y para la transferi-bilidad de un programa de esta naturaleza a otras realidades parecidas.

ANEXo 3

ActIVIDADES Y tAREAS QUE PUEDE coMPoRtAR UN tRABAJo coMUNItARIo PARA BARRIoS o PUEBLoS

PEQUEÑoS

cuando se va a realizar alguna forma de intervención social en un barrio o en un pueblo pequeño las actividades posibles son muchas y diversas, según cada experiencia concreta. Sólo se pueden dar respuestas efectivas una vez que se tiene cierto conocimiento de la realidad sobre la que se va a actuar y se haya formulado un diagnóstico de la situación que se quie-re cambiar… El listado de actividades posibles que presentamos en esta guía operativa no pretende ser exhaustivo, sino ofrecer una cierta visión global de las actividades que se pueden realizar en un barrio dentro de un programa de desarrollo de la comunidad.

¿Qué hacer?, ¿qué se puede hacer?, ¿qué proyectos o actividades espe-cíficas se pueden encarar? Sólo hay respuestas para situaciones concretas. Estas puede ser muy variadas, así como las estrategias de trabajo comuni-tario que pueden emplearse. como primera referencia, queremos señalar tres situaciones generales diferentes: • Barrios situados en áreas con peligro de desastre, ya sea por inun-

daciones, deslizamientos, inestabilidad geológica o bien porque se encuentran en zonas insalubres. En estos casos, por razones de segu-ridad, la tarea principal será erradicar los núcleos de habitantes, aun-que no a cualquier precio. Habrá que encontrar la forma de que se instalen en otro lugar. La relocalización de las familias debe hacerse

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de acuerdo con ellas, teniendo en cuenta, además, los lugares donde trabaja la mayoría de la gente del barrio y las vinculaciones existentes. Quizás la realización de un programa de construcción de viviendas de ayuda mutua sea lo más adecuado, aunque esto suponga otra serie de tareas previas que permitirán a la postre la realización cabal del plan. cuando el área de riesgo es desocupada, inmediatamente debe ser transformada en zona verde (plaza, paseo, zona deportiva, etc.).

• otra circunstancia es la que se da cuando se trata de barrios pobres en áreas marginales. Producidos con frecuencia como consecuencia de un crecimiento espontáneo, una de las primeras tareas es promo-ver en los asentamientos prácticas de organización y participación de la población, acompañadas por acciones que sirvan para equipar el barrio con una infraestructura y unos equipamientos mínimos.

• Por último, existen barrios consolidados en los cuales las necesidades mínimas de vivienda, infraestructura y equipamiento han sido cubier-tas. En estas circunstancias las actividades se han de orientar a mejorar la calidad de vida y el fortalecimiento del tejido asociativo con el pro-pósito de que se canalice la participación ciudadana en beneficio de los intereses comunitarios. En estos últimos casos, la guía operativa que ofrecemos puede brindar al trabajador social comunitario una visión de conjunto de las posibles actividades que se pueden llevar a cabo. Esa es la finalidad de esta guía operativa. En ningún caso se trata de tareas concretas, sólo se procura proporcionar una visión de conjunto.

Guía operativa para orientar actividades y tareas posibles en un tra-bajo de barrio.46

En esta guía, en lo referente a los frentes de acción, hemos mantenido la clasificación inicial propuesta por coRDIPLAN, aun cuando sea posible mejorarla. Distinguimos tres frentes de acción: el de organización para el desarrollo, otro que aborda todo lo referente al desarrollo económico y, por último, el de desarrollo sociocultural. Pueden adoptarse otras clasificacio-nes sobre los frentes de trabajo; lo importante es que ayuden a visualizar las actividades y tareas posibles que se pueden realizar en un barrio o aldea, como parte de un programa de desarrollo de la comunidad.

46 Esta guía —en su primera versión— fue elaborada a partir de las tareas realizadas en el barrio 23 de febrero en caracas, a finales de los años sesenta y dentro del programa de la comunidad de coRDIPLAN. Posteriormente fue reelaborada y ampliada a partir de experiencias llevadas a cabo en Argentina, y retocada después de realizar un seminario sobre este tema en Barcelona.

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A. organización para el desarrollo1. Individualización, contacto y conocimiento de las organizacio-

nes y grupos pertenecientes al ámbito de la sociedad civil que actúan en el barrio

a. organizaciones no gubernamentales que tienen algún tipo de in-tervención en relación con la política social, los servicios sociales y la acción comunitaria.

b. otras organizaciones no gubernamentales.c. Asociaciones de vecinos, clubes, organizaciones juveniles, etc.d. Grupos de incidencia y minorías activas.

2. Individualización, contacto y conocimiento de las intervenciones y actuaciones que realiza la Administración Pública en el ámbito de los barrios a través de organismos pertenecientes a:

a. La administración pública nacional. b. La administración regional. c. La administración provincial. d. La administración local (ayuntamientos, municipios, etc.). Se prestará atención a aquellas intervenciones que tienen un carác-

ter social, cultural o educativo, puesto que ofrecen bienes y servicios, así como a proyectos productivos que generen bienes y servicios.

3. Llevar a cabo reuniones y/o talleres con organizaciones de la socie-dad civil que hayan manifestado algún interés por el trabajo de pro-grama comunitario

a. Reuniones para facilitar el mutuo conocimiento y el intercambio de experiencia.

b. Reuniones y/o talleres para estudiar algunas formas de coordina-ción, articulación de algunas actividades y para establecer estrate-gias colectivas.

4. contactos formales con las instituciones públicas y con profesiona-les y técnicos de la administración pública que trabajan en el barrio

a. Reuniones de mutuo conocimiento e intercambio de información sobre lo que se está haciendo o se pretende realizar.

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Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario

b. Estudio y análisis de posibles formas de coordinación y para evitar yuxtaposición de actividades.

5. Difusión del programa entre las diferentes instituciones y la po-blación en general

a. Reuniones técnicas con integrantes de otras instituciones que tra-bajan en el barrio.

b. Utilización de diferentes procedimientos para dar a conocer el pro-grama (prensa, radio, carteles, televisión, cine-foro, teatro, etc., que deben considerarse como acciones de información y captación).

6. Análisis y estudio acerca de las posibilidades de compartir respon-sabilidades en el diseño, ejecución, evaluación y control de los proyec-tos, actividades y tareas de acción comunitaria

a. con organizaciones e instituciones de la sociedad civil b. con organizaciones gubernamentales, especialmente en el mu-

nicipio

7. organización del trabajo comunal cuando el procedimiento utilizado es el de integrar en un equipo de

acción comunal otras instituciones, organizaciones, grupos y personas a título individual, una de las alternativas es la de crear comisiones o gru-pos de trabajo para atender problemas sectoriales. Posibles comisiones de promoción y funcionamiento que se pueden integrar en el espacio de la comunidad o del barrio:

• De vivienda • De educación • De saneamiento • De deportes • De folclore • De teatro • De madres • Juvenil…

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8. constitución de la comisión para el análisis y establecimiento de los criterios de elegibilidad de los proyectos de acción comunitaria

En esta actividad pueden darse diferentes circunstancias que reduci-mos a tres principales, si bien se admiten múltiples combinaciones.

a. Que un grupo constituido por el equipo técnico y por trabajadores comunitarios responsables del programa —con gente del barrio (a título personal e institucional)— asuma la tarea.

b. Que el equipo de desarrollo de la comunidad coordine y articule sus actividades con determinadas organizaciones no gubernamen-tales y algún o algunos sectores de la Administración Pública.

c. Que el equipo de desarrollo de la comunidad esté constituido como se indica en el punto a) y realice la coordinación/ articulación con las otras organizaciones que forman la comisión de elegibilidad de los proyectos.

9. coordinación del organismo o institución responsable del progra-ma, llevada a cabo, mediante:

a. Reuniones del equipo técnico b. Reuniones ordinarias con reparticiones e instituciones relaciona-

das con el programac. Asesoramiento técnico permanente d. Reuniones de intercambio de experiencias con otros equipos técnicos.

10. Difusión del programa de acción comunal Esta discusión tiene que realizarse: a. como una propuesta abierta que se diseñará y llevará a la práctica

como una creación y acción colectiva. b. como forma de sensibilización/ motivación para que la gente asu-

ma una participación activa en la solución de sus problemas.

11. capacitación para el trabajo comunitario a. capacitación de líderes o responsables de proyectos y actividades • Locales

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• institucionales • polivalentes • auxiliares (especializados en determinados campos) • técnicos o profesionales (capacitados para realizar tareas de desa-

rrollo o trabajo social) b. capacitación que se ofrece a la gente en general, estén o no formando

parte de asociaciones u organizaciones de base. Se trata de proporcionar el conocimiento teórico/práctico de todas las

técnicas operativas necesarias para trabajar de manera directa con la gen-te: técnicas grupales, técnicas de comunicación con apoyaturas visuales, técnicas de comunicación oral, técnicas de organización, programación y administración, técnicas para el conocimiento de la realidad.

12. Integración comunal

a. creación del sentido de comunidad a través de actividades que promueven la convivencia y la solidaridad.

b. creación del sentido de ayuda intra e intercomunal, realizando ac-ciones que expresen formas de apoyo mutuo o ayuda social.

13. Integración intercomunal a. Relaciones intercomunales e interbarriales b. Relaciones entre juntas o consejos de zonas con problemas similares c. Reuniones provinciales entre juntas y consejos d. Relaciones entre los organismos responsables de los programas de

acción social e. Relaciones entre asociaciones comunitarias y otras organizaciones

de base.

B. Desarrollo económico

14. capacitación para el fomento productivo y el mejoramiento de la calidad de vida

a. centro de educación familiar. cursos de: • corte y confección • cocina

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• Economía doméstica • Repostería • floristería • Higiene para la familia y el hogar • Primeros auxilios • Psicología infantil, de educación prenatal. • Peluquería • tejido a mano y a máquina • Manualidades para el aprovechamiento de productos • Preparación matrimonial b. centro de capacitación profesional. cursos de: • Albañilería • carpintería • Encuadernación • Manualidades y artesanía regional • Extensión agrícola • creación de huertos familiares • Herrería • Mecánica • Peluquería • Electricidad • Jardinería

15. Generación de empleos a. Promoción de microemprendimientos: • organización de grupos para promover la creación de fuentes de

trabajo • charlas en relación con las tareas de la organización y puesta en

funcionamiento de microemprendimientos. • organización y funcionamiento de pequeñas unidades de produc-

ción o microemprendimientos. b. Promoción y organización de cooperativas: • Producción • comercialización y distribución • Servicios • consumo • Ahorro y crédito

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c. creación de artesanías y pequeñas industrias d. organización de ferias y exposiciones. (Se trata de presentar pro-

ductos de las pequeñas empresas artesanales, unidades de produc-ción, cooperativas, etc.).

e. Asesoría y asistencia técnica a las unidades productivas. capacita-ción de su personal.

Ya se trate de microemprendimientos, cooperativas, artesanías o pe-queñas industrias, la capacitación atenderá los aspectos productivos, co-mercialización, organización, gestión y manejos de los recursos.

16. Aumento de producción de bienes y servicios agrícolas Esta actividad se realizará especialmente en zonas suburbanas o en

pequeños núcleos rurales. a. factores de insumo: • Abono • semilla mejorada • protección de las plantas (insecticidas, fungicidas) • implementos mejorados. b. Ampliación de áreas productivas: c. Utilización y manejo racional del suelo: • rotación de cultivos • cultivos asociados (frutales, pastos) • métodos de conservación del suelo (curvas de nivel, terrazas, corti-

nas, rompevientos, forestación, etc.). c. Desarrollo sociocultural

Educación y cultura

17. Educación de adultos a. cursos para personas que no han superado el analfabetismo. b. cursos para adultos que necesitan lograr certificados de estudios

para acceder a otro nivel de formación.c. cursos para mejorar las capacidades y cualidades laborales.

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d. creación de círculos de cultura para personas que desean ampliar su formación para desarrollar expresiones de capacidad artística.

e. cursos para emigrantes, refugiados y minorías étnicas. f. Programas de educación de adultos parea el fortalecimiento de la

ciudadanía (es decir, que posibiliten que los individuos se convier-tan en ciudadanos).

18. Educación cooperativa a. cursos y charlas para grupos precooperativos b. cursos y charlas para cooperativistas c. Asistencia técnica y asesoramiento a cooperativistas. En los cursos, charlas, asistencia técnica y asesoramiento, se procurará

mejorar las competencias: • técnicas (vinculadas a una actividad determinada) • Administrativas, que incluye conocimientos básicos de adminis-

tración financiera, mercadeo, administración de personal, etc. • Empresariales, para adoptar capacidades operativas y combinar di-

ferentes factores en el funcionamiento de una cooperativa. • Sociales, conforme al principio conocido como la “Regla de oro del

cooperativismo”: lo sustancial de la educación cooperativa es adqui-rir el hábito de ver, pensar y juzgar de acuerdo con el ideal coopera-tivista.

19. Educación familiar a. Educación prematrimonial b. Educación sexual c. Educación matrimonial d. Educación familiar (escuela para padres) todo lo referente a la educación familiar prestará una particular aten-

ción a la problemática de género, a fin de que la mujer adquiera igualdad en el ámbito de la vida doméstica y de la vida pública

20. Escuela primaria a. Motivación para la escolaridad b. Reforestación (semana del árbol)

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Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario

c. fomento de las cooperativas escolares d. fomento de asociaciones de ex - alumnos e. fomento de periódicos escolares f. fomento de teatro infantil g. fomento de títeres h. fomento de clubes de niños pintores i. campaña pro huertos escolares

21. Enseñanza técnica profesional a. Para aprender una profesión b. Para ponerse al día o perfeccionarse en el ejercicio de una profesión

22. Actividades culturales De formación:

• conferencias • Mesas redondas, debates

De difusión para el acceso a bienes culturales: • Museos • Momentos históricos • Galerías de arte

De difusión artística (no profesionales): • Artesanías o arte popular: cerámicas, tejidos, cestería, etc. • Artes visuales: pintura, dibujo, etc. • Artes escénicas: teatro, mimos, títeres, etc. • Danza: bailes, danzas, etc. • Música y canto: bandas de música, rondallas, música folclórica,

etc. • Periódico popular, periódico mural • Audiovisuales, fotografía, etc. Alimentación y nutrición

23. Educación para la alimentación y nutrición a. organización de clubes escolares de nutriciónb. Educación alimentaria escolar

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c. Semana de alimentaciónd. Semana de salud

24. creación de huertos orgánicos (familiares, escolares y comunales) para el mejoramiento nutricional y la sensibilización ecológica

Se trata de actividades productivas destinadas a cubrir las necesidades alimentarias del grupo familiar. La capacitación de las personas compor-ta los siguientes aspectos: • nociones básicas de agricultura orgánica • aprender a preparar la tierra (acondicionamiento del terreno)• aprender a hacer almácigos, sembrar, trasplantar, tiempo de siem-

bra, rotación de cultivos, etc. • Utilizar los residuos orgánicos como abono; preparar el compues-

to que se utilizará como fertilizante • Seleccionar los productos que se han de sembrar• control de la maleza, defensa contra las plagas.

25. Servicio de alimentación a. Programa de suplementación alimentaria b. Programa de alimentación c. comedor escolar d. Programa de copa de leche o merienda escolar e. Promover la instalación de comedores para obreros en fábricas y

lugares de trabajo f. comedores populares Recreación y deportes

26. Recreación dirigida a. centros juveniles b. teatros de títeres c. teatros infantiles y juveniles d. Juegos pedagógicos e. coros (infantiles, juveniles y de adultos)f. curso de educación física para niños, jóvenes y adultosg. Pintura infantil h. centro folclórico

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27. Deportes a. organización de equipos (para diferentes deportes) b. Entretenimientoc. competencias deportivas (locales, zonales y provinciales) d. construcción de campos e instalaciones deportivas

28. clubes sociales y deportivos a. organización de campamentos para jóvenes b organización de paseos, viajes y excursiones

29. Mejoramiento físico de la vivienda a. construcción de nuevas viviendas (esfuerzo propio, ayuda mutua,

créditos personales, formas combinadas) b. Mejoramiento de viviendas c. Ampliación de viviendas

30. Mejoramiento del entorno a. Plazas y jardines públicos • Mejoramiento, mantenimiento y construcción b. calles y veredas • Mejoramiento, mantenimiento y construcción c. Iluminación • Instalación de alumbrado público • cuidado y mantenimiento del alumbrado público d. comunicaciones • correo • teléfono Existen varias modalidades a través de las cuales se puede participar

comunitariamente en su instalación y mantenimiento, especialmente de cabinas públicas.

e. Redes de agua potable • construcción • Mantenimiento

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f. transportes • Posible organización cooperativa de los transportes o gestiones

para mejorar los servicios de los que dispone el barrio. • funcionamiento • Servicio y mantenimiento g. construcción de caminos vecinales (cuando el trabajo comunita-

rio se realiza en pequeños pueblos o aldeas.) Salud Estos programas se asientan sobre tres pilares: sanidad y saneamien-

to ambiental, medicina preventiva y protección del medio ambiente y su modalidad operativa se estructura mediante un diálogo entre comunidad y agentes de salud. Esto explica la razón y necesidad del trabajo comuni-tario, en un campo como la salud que requiere de una capacitación espe-cífica, aparentemente muy ajena al trabajo social.

32. Sanidad y saneamiento ambiental Mientras la sanidad trata de la detección de riesgos ambientales, el

saneamiento se encarga de la aplicación de las medidas correctoras que minimizan o anulan dichos riesgos.

a. Abastecimiento de agua potable b. Vigilancia de la calidad y salu-bridad de los alimentos

b. Vigilancia de la calidad y salubridad de los alimentos c. Aseo urbano: condiciones de recogida, transporte y vertido de

basurasd. Vigilancia de mercados y mataderos e. Vigilancia de fábricas y comercios de alimentos f. Alcantarillados y drenaje g. Vigilancias y control de pozos sépticos, evacuación de aguas negras

y residuales h. control de insectos y roedores i. control del ruido, radiaciones y riesgos

33. campañas de educación sanitaria Dar prioridad a la prevención y promoción de la salud sobre la curación a. fomento de conductas positivas de salud y cambios de estilo de vida

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Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario

b. campañas de orientación hacia el uso de los servicios médicos c. campañas de medicina preventiva y vacunación d. Nociones básicas de nutrición y su importancia para la salud e. Lucha contra enfermedades infecto contagiosa f. campañas para enfrentar situaciones de emergencia

34. Servicios de salud materno infantil a. organización y funcionamiento de los centros b. Planificación familiar c. Lucha contra enfermedades contagiosas todas estas actividades son competencia de las corporaciones loca-

les y de los organismos responsables de la salud pública. Sin embargo, como está expresado en la Declaración de Alma Atta, en lo referente a la atención primaria en salud, la participación de la gente es necesaria para atender a los problemas de salud, puesto que ésta no depende exclusiva-mente de las disponibilidades y calidad de los recursos de tipo sanitario. Para esta participación, el trabajo comunitario e esencial.

35. Mejoramiento del hogar a. Nociones básicas de economía doméstica b. Nociones básicas de puericultura c. Uso y mantenimiento de la vivienda y de los artefactos del hogar d. organización e integración familiar

Servicios comunales o sociales En este punto la acción comunitaria se ha de centrar en la tarea de

promover la creación de los servicios inexistentes y mejorar los que son insuficientes. 36. centros sociales y comerciales

a. construcciónb. organización y funcionamiento para canalizar la participación

ciudadana

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37. Edificios escolares a. Mantenimientob. Remodelación y mejoramiento c. construcción de escuelas por acción comunal

38. Guarderías infantiles a. construcciónb. organización y funcionamiento

39. Parques infantiles a. construcción b. organización y funcionamiento

40. centros de atención primaria a. Remodelación local b. organización y funcionamiento

(cuando estos centros no existen, en un primer momento hay que crear una sala de primeros auxilios)

41. Educación física y deporte a. Promoción de la educación física y el deporte b. organización de pruebas deportivas c. construcción de equipamientos deportivos d. organización y funcionamiento de los mismos e. Lugares de recreo y esparcimiento

42. Servicios para la tercera edad a. fomento de actividades y ocupación del tiempo libre • fiestas, bailes, verbenas • Excursiones y turismo • Yoga • t´ai chi chuan

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Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario

b. Actividades para un envejecimiento saludable • Adquirir conocimientos sobre la alimentación adecuada a cada

edad. • Encuentros de solidaridad e intercambios intergeneracional

(convivencia y diálogo entre jóvenes y viejos) c. Actividades deportivas • Gimnasia • Juegos cooperativos • Natación • campeonatos d. Actividades culturales • Promoción de la lectura • Visitas culturales • charlas- coloquio • cine forum • teatro e. Equipamientos • club de jubilados • centros de ocio • Aulas para la tercera edad • Hogares de ancianos

43. Servicios para discapacitados físicos, psíquicos y sensoriales a. Asistencia a discapacitados, atendiendo especialmente a la rehabi-

litación y reinserción social b. centros ocupacionales c. centros de rehabilitación d. talleres cabe advertir que una parte de los servicios y actividades que se

mencionan en esta guía operativa son responsabilidad de la administra-ción pública en sus diversas jerarquías… Lo que en un programa de de-sarrollo de la comunidad puede aportar a los mismos es la dinamización con el fin de mejorar la prestación de los servicios, la creación de asocia-ciones, el fortalecimiento de las redes sociales, etc.

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Ezequiel Ander-Egg

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En la medida en que los pobladores de un barrio o un pueblo parti-cipan de cara a la solución de sus problemas y para la satisfacción de sus necesidades, adquieren confianza en sí mismos, desarrollan sus habili-dades y capacidades para actuar en la vida social, al mismo tiempo que hacen un mejor aprovechamiento de los bienes y servicios que les brinda el estado y la sociedad.

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ÍNDIcE

cAPÍtULo 1

1 | Acerca del concepto de comunidad2 | 1. Los diferentes alcances con que se utiliza el concepto de co-

munidad4 | 2. Los elementos comunes en las diferentes utilizaciones de este

concepto5 | 3. ¿Qué entendemos por comunidad?10 | 4. La noción del desarrollo11 | — centralidad de la problemática del desarrollo12 | — conceptos similares utilizados en diferentes momentos his-

tóricos

ANEXo

14 | ¿Qué entendemos por comunidad?

cAPÍtULo 2

25 | Breve referencia histórica sobre el trabajo comunitario, como método y programa de intervención social

26 | 1. Planteamiento del problema28 | 2. organización y desarrollo de la comunidad: procedimientos

metodológicos similares que evolucionaron separadamente29 | 3. organización de la comunidad29 | a. De la acción intergrupal a los consejos de planeamiento de la

comunidad31 | b. El informe Lane32 | c. La inclusión de la organización de la comunidad como mé-

todo de trabajo social33 | d. Los principios de loa organización de la comunidad34 | e. La “maduración” de la organización de la comunidad

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36 | 4. El desarrollo de la comunidad37 | a. El pecado original del desarrollo de la comunidad37 | b. Los primeros programas nacionales de desarrollo de la co-

munidad39 | c. El desarrollo de la comunidad como instrumento del pro-

greso social40 | d. La carta magna del desarrollo de la comunidad42 | e. La consolidación de los programas de acción comunal43 | f. La propuesta de que el desarrollo de la comunidad forme

parte de los planes del desarrollo nacional

45 | 5. Gestación y evolución del desarrollo de la comunidad en la realidad latinoamericana

cAPÍtULo 3

51 | Significado y alcance del concepto y práctica del desarrollo de la comunidad

52 | 1. ¿Qué es el desarrollo de la comunidad?55 | 2. El desarrollo de la comunidad en cuanto método de interven-

ción social57 | 3. El desarrollo de la comunidad en cuanto programa constitui-

do por proyectos y actividades específicas integradas 57 | — El enfoque sistémico en la acción comunitaria58 | 4. El desarrollo de la comunidad en cuanto proceso capaz de

desatar una acción de tipo sinérgico 74 cAPÍtULo 4

63 | Revisión crítica de medio siglo de realización de programas de desarrollo de la comunidad (1947-1997)

64 | 1. El gran espejismo: que el desarrollo de la comunidad fuese parte esencial de los planes globales de desarrollo

66 | 2. Los falsos supuestos en que se apoyaron muchos programas de acción comunitaria

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67 | a. considerar a las comunidades como si fueran realidades ho-mogéneas con intereses compartidos

68 | b. Una concepción ingenua acerca del comportamiento y con-ductas de las personas cuando se les propone acciones de bien público

71 | 3. Logros que se pensaban alcanzar, pero que no tuvieron en cuenta los factores exógenos y las situaciones contextuales que los condicionaban

71 | a. El desarrollo de la comunidad como programa integrador de proyectos sectoriales y de servicios sociales

72 | b. contribución al fortalecimiento de los gobiernos locales73 | c. El desarrollo de la comunidad como mecanismo o instru-

mento del cambio social74 | d. La formación de líderes locales como factor potenciador de

la participación popular75 | 4. Las ideas claves del desarrollo de la comunidad que han per-

manecido a lo largo de medio siglo

cAPÍtULo 5

81 | Desarrollo de la comunidad, desarrollo local y acción municipal 82 | 1. Los cambios producidos en el enfoque del desarrollo de la co-

munidad83 | — A comienzos del siglo XXI, el espacio territorial de “lo local”

se considera como el ámbito más adecuado para la acción co-munitaria

85 | 2. La importancia de “lo local” en el campo de las políticas sociales87 | — Las potenciales del desarrollo local88 | — Las limitaciones del desarrollo local89 | 3. El proceso de descentralización, las nuevas posibilidades de la

acción municipal y el desarrollo de la comunidad94 | 4. Las organizaciones no gubernamentales, los movimientos so-

ciales y la acción municipal95 | — La articulación/coordinación de la administración local y las

organizaciones no gubernamentales

Acción municipal, desarrollo local y trabajo comunitario

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97 | — cómo forjar y articular la acción la asociación, entre el gobierno local y sus ciudadanos a través de sus organizaciones de base

98 | — Desde dónde articular la acción municipal y el desarrollo co-munitario

99 | — Los grupos y pequeñas organizaciones de la economía popular101 | — Acerca de los movimientos sociales y el trabajo comunitario102 | 5. Desarrollo de la comunidad, acción municipal y participación

ciudadana

Anexo 1 109 | Desarrollo local y acción municipal. La experiencia de Porto Ale-

gre (Brasil)Anexo 2 111 | El programa “Decidamos juntos”, del Ayuntamiento de Santa

catalina (México)Anexo 3 114 | Actividades y tareas que puede comportar un programa de tra-

bajo comunitario para barrios o pueblos pequeños

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Estudiantes del segundo año del PFG Gestión Social para el Desarrollo Local - UBV. El Calvario - Parroquia El Valle, Caracas - Venezuela 2006.

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cooRDINAcIÓN DE EDIcIoNES Y PUBLIcAcIoNES / IMPRENtA UBV2000 ejemplares

octubre 2007