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2. LA PEDAGOGA CATLICA: AMOR O HIPOCRESA?

DON MARTN RESTREPO MEJA: PEDAGOGO CATLICO Y MAESTRO AMOROSO1

1. Memoria y olvido en la historia de la pedagoga colombiana De Don Martn Restrepo Meja podramos decir que ha llegado a ser un hombre infame, en el sentido en que Michel Foucault ha usado esta expresin : no tanto un maldito, como un hombre sin fama, un desconocido: en todo caso, un condenado al olvido.2 Y esto no porque durante su vida no haya sido reconocido -que lo fue en alto grado, como veremos-, sino porque ha sido prcticamente borrado de la memoria histrica de la pedagoga colombiana. Ello, por efecto de varios procedimientos de exclusin que han caracterizado el saber pedaggico en Colombia desde hace ms de ochenta aos: el primero de ellos, fue efecto de la desaparicin de un estilo de formacin del magisterio, pues a partir de los aos cincuenta de este siglo, se abandon la enseanza de la historia de la pedagoga. Bueno, era un estilo de historia que contaba sus progresos a partir de las hazaas intelectuales de ciertas individualidades esclarecidas, y que propona a los maestros memorizar -para imitar- una galera de personajes que se presentaban como los forjadores de la gesta educativa nacional. El libro clsico en este gnero literario ha sido La evolucin educativa en Colombia, de Luis Antonio Bohrquez Casallas,3 publicado en 1956, el cual es, posiblemente, el nico trabajo donde se halla una especie de biografa de don Martn, la cual se cierra, por cierto, con estas inquietantes palabras:No hay otro pedagogo como Martn Restrepo Meja que haya influido tanto en la cultura del pas en los ltimos aos, pues parece que con l se apag el apostolado en la docencia.4

Pues bien, la cada en desuso de estas historias nacionales de la educacin, coincide con el proceso de dispersin que sufri el saber pedaggico en el pas desde la mencionada dcada, uno de cuyos efectos fue la sustitucin de la figura del pedagogo ilustrado por la del funcionario de la planeacin educativa y el diseo curricular, funcionario ese s infame, es decir, ejecutor annimo de un oficio tcnico. De todo este proceso, se salv para la actualidad la figura de otro don, don Agustn Nieto Caballero, quien no slo fue mitificado como modelo del pedagogo liberal modernizador, sino que, por el juego de propaganda poltica que condujo al liberalismo a apropiarse de todas las innovaciones pedaggicas que se hicieron en el pas, borrando la historia de los perodos conservadores; el nombre de Nieto Caballero prcticamente desplaz los nombres de casi todos los pedagogos anteriores, y en especial el del pedagogoemblema conservador, Restrepo Meja. Lo que no era liberal no era moderno: ste sera elPrimera versin publicada en: Maestros Pedagogos II. Un dilogo con el presente. Medelln: Corporacin Regin/Penca de Sbila/Colegio Colombo-Francs/Fundacin Confiar; Octubre 1999. p. 115-139. Coleccin Maestros Gestores de nuevos caminos. 2 FOUCAULT, Michel. La vida de los hombres infames. Madrid : Las Ediciones de la Piqueta, 1990. pp. 175-202 3 BOHRQUEZ CASALLAS, Luis Antonio. La evolucin educativa en Colombia. Bogot : Publicaciones Cultural Colombiana, 1956. 554 p. 4 Ibid. p. 4311

51 segundo tipo de procedimiento de exclusin, que ya no es del orden del saber, como el primero, sino del orden de lo poltico. Pero la memoria de Restrepo Meja ha sufrido an un tercer tipo de exclusin, que yo llamara de orden cultural; y que tiene que ver en concreto con el accidentado proceso de secularizacin de la sociedad colombiana. En la medida en que el sistema educativo mismo fue cada vez ms uno de los instrumentos estatales de formacin de una conciencia secular, laica, civil; la lucha contra el cuasi monopolio que la Iglesia catlica ejerci sobre aquel desde la Constitucin de 1886 y el Concordato de 1887, ha pasado por una compleja pero inexorable deslegitimacin del catolicismo, tanto en el mbito de la institucin eclesial, como de los intelectuales laicos que representan una visin catlica del mundo. La Iglesia catlica cosech la semilla de intolerancia que ella misma sembr cuando, soberbiamente, quiso gobernar almas y cuerpos; pero la intolerancia liberal tambin us las armas del olvido y el anticlericalismo para fundar su propia hegemona. Quien pag el precio de este combate de titanes fue, como de costumbre, el sistema educativo. Los historiadores de la pedagoga colombiana, al declarar que el perodo de la Regeneracin y la Hegemona conservadora eran nuestro perodo de oscurantismo, recortaron la posibilidad de que los maestros de hoy tengamos una relacin creativa con la Tradicin, es decir, una conciencia crtica de lo que en la actualidad nos une y nos diferencia con aquellos pretritos universos de sentido.5 En la construccin de un blanco de ataque, se condensaron en una imagen estereotipada que se denomin pedagoga tradicional, todos los defectos voluntarios e involuntarios (castigo, encierro, memorismo, verbalismo), achacados a la escuela heredada del siglo XIX y de la hegemona conservadora, y don Martn, el representante laico ms conspicuo de esta pedagoga confesional, se hizo acreedor de otro estigma ms, el de catlico, y el expediente de su condena a la infamia se consum sin apelacin. La hiptesis que quiero, pues, defender en este trabajo, es que lo que nos sobrevive de una figura como la de Martn Restrepo Meja, no es tanto su pertenencia al universo catlico de comienzos de siglo, sino su pertenencia a una tradicin pedaggica que pens el oficio de maestro como un trabajo de artista, un artista que trabaja sobre el alma de los alumnos utilizando un instrumento que nunca ha cesado de rondar la vida de los maestros: la fuerza del amor, una especie particular de amor que llamar el amor pedaggico.

2. La fama de un hombre infame Disponemos realmente de muy pocas noticias sobre la vida de don Martn: slo un par de ancdotas personales, algunas escuetas noticias sobre su carrera acadmica y una lista aproximada de sus publicaciones, de las cuales un buen nmero es prcticamente inhallable. Restrepo est an a la espera de un bigrafo que rastree archivos, recoja noticias minsculas de prensa, escarbe en libreras de viejo... Pero todo ello para qu? Para descubrir una vida que, salvo algunos honores acadmicos, transcurri en esa semipenumbra tan compaera del oficio de maestro.Uso aqu el trmino Tradicin, no en el sentido histrico-poltico que la opone a Progreso o a Revolucin sino en sentido hermenutico, al modo de Gadamer, quien la piensa en el horizonte de la mediacin interpretativa que toda sociedad efecta entre pasado y presente. Ver : GADAMER, HANS-Georg. Verdad y Mtodo, v. I. Barcelona : Sgueme, 1977. pp. 15-215

52

Sabemos por ejemplo -si el dato de Bohrquez Casallas es confiable-, que Don Martn naci en Medelln el 2 de noviembre de 1861, del hogar patriarcal de don Silverio Restrepo Fernndez y doa Julia Meja Latorre, 6 pero no se nos informa siquiera del ao de su muerte, el que, por otras conjeturas, puede situarse hacia mediados de la dcada de 1930, tal vez pasados sus ochenta aos. Bohrquez cuenta que don Silverio se vio obligado por reveses de fortuna a dirigir una escuela particular en La Estrella, pero cuando bien pudo, dej el oficio y emigr con su familia a buscar mejor destino en Buga, cuando ya Martn tena 12 aos. All el joven continu estudios en el Colegio Acadmico, pero el estallido de la guerra de 1876, conocida justamente como la guerra de las escuelas -pues fue levantada por el partido conservador de Miguel Antonio Caro contra el proyecto de escuelas pblicas laicas que impulsaban los liberales radicales, apoyando la primera misin pedaggica alemana que trajo el mtodo pestalozziano-; el estallido de esta guerra, digo, interrumpi los estudios de Restrepo, pero paradjicamente, lo lanz a la docencia, pues decidi abrir una escuela de prvulos, y desde entonces nunca abandon la labor educativa.De 1891 a 1893 lo encontramos de Rector en la Universidad del Cauca, y luego en los campos de combate, funcin propia de los colombianos en el siglo pasado, dice Bohrquez. Por el ao de 1912, en lo que fue la casa del General Santander en Bogot, y en donde tuvo colegio su seora, Sixta Pontn, calle 16 entre carreras 6y 7, funcion durante 10 aos el Colegio Restrepo Meja (...). Tuvo algunos intervalos de apogeo econmico y esto slo cuando su inteligente esposa, doa Elisa Arboleda, se encarg personalmente de la administracin del establecimiento, pues a don Martn lo persegua siempre la mala estrella en los negocios. Resolvi, no sabemos por qu, vender su establecimiento al doctor Manuel Antonio Botero, quien lo sigui regentando [desde 1918, nota de O.S.] con el nombre de Colegio Universitario, y pas a dirigir el Colegio de Boyac en Tunja. Ocho aos ms tarde (1920?, 1930?) fue llamado a la rectora del Colegio oficial de Santa Librada en Cali, y durante dos aos ejerci su apostolado, siendo el ltimo puesto desempeado en la docencia. 7

En azarosas pesquisas, han venido a mis manos algunos otros datos, cuya ausencia en la resea de Bohrquez es, como mnimo, inexcusable. Don Martn Restrepo fue, en realidad entre 1892 y 1898, el reorganizador, rector y catedrtico de filosofa de filosofa neotomista- de la Universidad del Cauca en Popayn, centro intelectual ms importante de todo el sur de Colombia a fines del siglo XIX, como lo haba sido ya a fines del siglo XVIII alrededor del catedrtico Don Jos Flix de Restrepo y sus discpulos. El ms alto honor que alcanz en su vida fue el de ser admitido, en 1915, para ocupar, por los exclusivos mritos de sus escritos pedaggicos, el silln dejado vacante por Enrique Alvarez Bonilla en la Academia Colombiana de la Lengua. Y en 1916, fue nombrado dignatario del Centro Colombiano de la Unin Intelectual Latinoamericana con el fin de dictar conferencias sobre Colombia en los pases latinoamericanos, al lado de prestantes intelectuales conservadores del momento, como Antonio Gmez Restrepo, Emilio Cuervo Mrquez y Eduardo Posada, pero ignoramos si lleg a salir del pas ni cul fue la suerte de este singular proyecto.8 Poco despus, en 1917, hallamos a Restrepo Meja como promotor e invitado especial del Primer Congreso Pedaggico Nacional, reunido en Bogot bajo el auspicio del ministro Antonio Jos Uribe, con el fin de conjurar la crisis de las escuelas normales, enfrentar el problema de la formacin del magisterio y lanzar una nueva ofensiva de modernizacin del sistema escolar rural y urbano. Para ese entonces, el grupo de liberales fundadores del Gimnasio Moderno encabezados por Agustn Nieto, ya haba lanzado en suBOHRQUEZ, L.A. op. cit. p. 428 Ibid. p. 430 8 Ver : Revista Horizontes, (dirigida por los PP. Jesuitas). Bucaramanga, No. 67, abr. 15 de 1916, p. 236 7

53 revista Cultura duras crticas contra la Escuela Normal Central a cargo de los Hermanos Cristianos. Don Martn sale en su defensa, y justo en este congreso el gobierno decide poner en manos de los lasallistas la formacin de los maestros oficiales. Voy a dejar, sin embargo, para el final, el relato del desenlace de esta relacin entre el pedagogo catlico nacional y los pedagogos religiosos franceses, por razones que luego comprendern. Hacia fines del ao 1933 encontramos un par de extensos artculos de don Martn, titulados Etapas de la civilizacin, publicados en la Revista Colombiana, la famosa revista fundada por el entonces joven poltico conservador Laureano Gmez.9 Los artculos sostenan que slo en el cristianismo poda alcanzarse la ms alta cima de la cultura humana, pero esto tampoco nos dice mucho sobre la relacin que uni al viejo maestro quien tendra para ese entonces 72 aos- con el pujante lder de las derechas colombianas, y mi impresin es que ni entonces ni antes busc Don Martn la figuracin poltica ni el xito econmico, aunque nunca se abstuvo de participar activamente en las campaas de su momento: fue sostenedor de Miguel Antonio Caro y su lnea dura del ala nacionalista del partido conservador a fines del siglo XIX, pero no parece haber apoyado la dictadura del general Reyes: en 1910 lo encontramos firmando un manifiesto del Directorio Conservador en el peridico El Nuevo Tiempo, en apoyo del recin electo presidente, Carlos E. Restrepo, el ms conspicuo representante del conservatismo antioqueo republicano, de corte moderado, conciliador y modernizador. Por otra parte, nos han llegado de l un par de noticias personales: la primera es un relato oral de una vieja maestra antioquea, que an vive, quien cuenta que en los inicios de su carrera alcanz a conocer a Don Martn en funciones de inspector escolar, y guarda an memoria del susto que su figura severa produca entre las noveles institutoras rurales. Esto tampoco nos dice mucho de don Martn, pero es un testimonio de la seriedad con que el gobierno conservador emprendi la reorganizacin de las escuelas pblicas desde la dcada de 1920. La segunda noticia, la nica que nos habla de su carcter, es un bello rasgo que parecera de leyenda si los textos no estuvieran all para probarla: hacia 1888, es decir, a sus 27 aos, public en Popayn la primera edicin de la que sera su obra cumbre, el manual titulado Elementos de Pedagoga, obra que fue recomendada por el obispo de Popayn y Bogot, y poco despus fue adoptada como texto para las escuelas normales de Colombia y recomendada por el Consejo General de Instruccin Pblica del Ecuador. Pues bien, esa primera edicin haba sido escrita entre l y su hermano Luis, hasta el punto en que el libro aparece firmado por ambos. Al ao siguiente, no se sabe con certeza, Luis debi salir a hacer una visita escolar al campo, y sali slo, cabalgando una mula. El joven nunca regres, y Martn sali desesperado en su busca, hasta que al cabo de varios das de recorrer montes y pramos, hall el cuerpo despeado de su hermano. Don Martn continu el libro, corrigindolo y aumentndolo, de modo que ya hacia la tercera edicin, en 1905, el tratado ocupaba dos gruesos tomos y haba sido tan reelaborado que bien fue considerado como un trabajo diferente al original. Sin embargo, ni en esta ni en las sucesivas ediciones que alcanzaron los Elementos de Pedagoga, quiso aceptar don Martn la sugerencia de que se borrase el nombre de Luis, y para la posteridad, esta obra cumbre de la pedagoga catlica colombiana ha quedado registrada bajo la autora de los hermanos Luis y Martn Restrepo Meja. Herosmo annimo de los hombres infames. En lo que nunca fue infame don Martn fue en su capacidad de escritura. Aparte del denso tratado ya mencionado, hacia 1913 la lista de sus obras no es despreciable: en su juventud, como todo colombiano letrado, cometi versos que la crtica laure conRESTREPO MEJA, Martn. Etapas de la civilizacin. I y II. En : Revista Colombiana. Bogot. Nos. 15 y 16; noviembre de 1933. pp. 65-70 y 106-1119

54 algunos eptetos moderados. En 1888, en Popayn, tradujo y edit un texto fundamental en la formacin de la generacin de intelectuales fillogos que gobern el pas hasta 1930: La ciencia del lenguaje de Max Mller.10 Luego de la guerra civil conocida como la de los Mil Das, empez a escribir y publicar textos escolares a discrecin: una Gramtica de la Lengua Castellana y el Compendio elemental de sta, una Geografa Universal y su respectivo Compendio, una Historia Sagrada y Catecismo de Astete; un Compendio de Historia Universal; tres volmenes de Aritmtica; una serie graduada de cuatro Libros de Lectura que fueron reeditados y mejorados muchas veces; una Cartilla Antialcohlica para uso de las escuelas; y en este mismo ao de 1913, saca una segunda edicin revisada de otro de sus textos ms importantes, la Pedagoga Domstica; destinada a llevar conocimientos pedaggicos e higinicos a las madres de familia del pueblo y en la que introduca el uso de mtodos innovadores para la enseanza de la lectura y la escritura desde el hogar. Este texto fue clave en el cambio cultural que se oper desde comienzos de siglo en la mirada sobre el amor materno, sobre la infancia y la familia colombiana; introduciendo en el seno de las costumbres campesinas, prcticas de cuidado nutricional, lactancia, desfajamiento, control del peso del beb, atencin a las etapas de desarrollo infantil, en el marco de prcticas de ahorro familiar, aseo, esttica y moralidad que pretendan modernizar la familia a partir de una ciencia y un arte conocidos desde entonces como economa domstica. En enero 31 de 1914, fund un peridico titulado La Niez, que no hemos podido consultar; pero que fue saludado por los jesuitas como:un proyecto destinado a llevar a los hogares un elemento de educacin cristiana, literaria y cientfica, despertar el amor a las buenas lecturas, y establecer entre los [hogares] de Colombia las relaciones, la unidad de pensamiento y el vigor de aspiraciones que se necesitan para engrandecer la patria. 11

Bohrquez dice que en este peridico, Don Martn escriba cuentos, ancdotas, adivinanzas, normas de didctica para los maestros, y en fin, todos los frutos de su larga y fecunda experiencia iba entregndolos uno a uno sin asomo de egosmo [...] tena incluso una seccin destinada a hacer conocer en forma breve la vida de los ms destacados colegas 12, idea gracias a la cual podramos tener hoy acceso a las vidas de algunos de los infames de aquel entonces. A partir del ao 1913, los datos que hemos podido conseguir son ms fragmentarios, pero en la Revista del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario, dirigida por monseor Rafael Mara Carrasquilla, hallamos varias reseas elogiosas de otras publicaciones, todas de 1915: el programa de Lgica y Antropologa para su colegio, que era en verdad un buen texto de enseanza de la filosofa neotomista;13 un nuevo libro para la enseanza de la lecto-escritura llamado La Citolegia Colombiana; 14 un artculo crtico sobre el Manual de Metafsica de monseor Carrasquilla, 15 y finalmente, el texto de su discurso de posesin en la Academia de la Lengua, titulado La Palabra, que fue respondido personalmente por el director de esa institucin, el mismsimo monseor

MLLER, Friedrich Max (1823-1900) [trad. por Martn Restrepo Meja]. La ciencia del Lenguaje. Resumen formado por M. R. M. sobre la tercera edicin francesa de 1876. Popayn. I. del Departamento. 1888. 128 p. 11 GMEZ, JOAQUN, Emilio; S.J. Informacin Nacional. En : Horizontes. Bucaramanga. No. 13, nov. 1o. de 1913. p. 205 12 BOHRQUEZ; Op. cit. p. 43 13 RESTREPO MEJA, Martn. Programa de Lgica y Antropologa. En: Revista del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario.(RCMNSR) Bogot. No. 101; enero 1915. pp. 61-64. El libro resuma de modo hbil los trabajos del filsofo neotomista colombiano ms serio de la poca, Don Julin Restrepo Hernndez, profesor del Colegio del Rosario. 14 Citolegia de Restrepo Meja. RCMNSR. No. 101, enero de 1915. pp. 36-41 15 RESTREPO M., M. La Metafsica del Dr. Carrasquilla. RCMNSR. No. 103, abril de 1915. pp 147-15110

55 Carrasquilla.16 Del ao 1916, data un artculo titulado Un reportaje, entrevista imaginaria a Cervantes;17 y de all en adelante, desaparece su rastro, al menos de esta revista que representaba a la elite intelectual de la capital. Recordemos que del ao 1917 data su participacin en el I Congreso Pedaggico Nacional, y para, adelantarles un dato ms, all los Hermanos Cristianos se lanzaron con todos sus manuales, respaldados por su tradicin pedaggica y una poderosa industria editorial internacional, a hacerle la competencia al manual oficial del gobierno, que era, por supuesto, el de Don Martn. A partir de los aos 1918 o 1920, Restrepo desaparece de la escena capitalina, y pareciera que hubiera optado, hasta su muerte, por una oscura carrera como director de Colegio en provincias, ya sabemos que primero en Tunja y finalmente en Cali. Conociendo un poco el ambiente intelectual y poltico en la Colombia de esta primera mitad de siglo, podemos decir que Don Martn fue un letrado de provincia, de familia annima, -su apellido no tena nada que ver con la estirpe de los Restrepos jesuitas, intelectuales y presidentes-. Y fue reconocido un poco a regaadientes por la elite intelectual y social de Bogot. Cuando recin sali la edicin de 1905 de su tratado de pedagoga, donde, como veremos, se haca una impecable aplicacin de la psicologa filosfica neotomista, el gran patriarca de la restauracin de la filosofa neoescolstica en Colombia, Monseor Carrasquilla, al felicitarlo, no dej de reprimir un dejo de asombro cachaco al tener que reconocer que haba que alabar la exactitud con que estn expuestas las enseanzas del Doctor de Aquino, por dos jvenes laicos, ajenos a las disciplinas teolgicas, y que deba honrarse la calidad de los Colegios del Cauca, que forman tales discpulos. No es imposible que las dificultades econmicas, los ataques de los poderosos Hermanos cristianos a su Tratado, la politiquera capitalina que nunca pudo convenir a su sentido tico, y nunca sabremos qu causas ms, lo hayan conducido a elegir ese destino silencioso. Sin embargo, oh sorpresa!, hacia el final de su vida, reaparece nuestro pedagogo con un hermoso e importante texto, cuya fecha exacta no hemos podido ubicar pero que puede situarse cerca del ao 1930. El libro se llama Pedagoga de Prvulos, y lleva el sorprendente subttulo de Exposicin de la enseanza activa, en una bella edicin de la reconocida Editorial Cromos de Bogot.18 Aqu, muestra Don Martn su capacidad de renovacin intelectual y de comprensin de los nuevos mtodos de enseanza (que se haban presentado como enemigos declarados de su Manual), sin que a su vez, no deje de hacerles unas certeras crticas, nacidas no del resentimiento de un viejo pedagogo relegado por la historia, sino de las limitaciones y peligros que l, con su larga experiencia de maestro amoroso, vea en el exceso de cientifizacin, cuantitativismo y psicologizacin que comenzaban a hegemonizar en el saber pedaggico autoproclamado moderno.

3. Elementos de Pedagoga: la Summa Pedagogica del primer cuarto del siglo XX en Colombia. En efecto, el tratado Elementos de Pedagoga de Luis y Martn Restrepo Meja fue el texto oficial adoptado para la formacin de maestros desde el final de la Regeneracin yRESTREPO M., M. La Palabra. RCMNSR. No. 106, julio de 1915. pp. 449-464 RESTREPO M., M. Un reportaje. RCMNSR. No. 113, abril de 1916, pp. 145-160 18 RESTREPO MEJA, MARTN. Pedagoga de Prvulos: Exposicin de la Enseanza Activa. Bogot: Editorial de Cromos, s.f.16 17

56 sobre todo, durante la Hegemona conservadora (1903-1930), pues como ya se mencion, tuvo sucesivas ediciones hacia 1885, 1893 y 1905 en Popayn, y en 1911 y 1915 en Bogot. No podra hacer aqu el anlisis detallado de este Tratado. Hacerlo significa meterse en las honduras de lo que se ha llamado de modo peyorativo y excluyente, la pedagoga tradicional, y que yo prefiero llamar pedagoga clsica, y mejor an, Pedagoga Racional.. Quien se interese en mayores detalles sobre el tema, queda invitado a leer las 50 pginas que dedicamos a Las fisuras de la pedagoga de las facultades del alma en nuestro libro Mirar la Infancia.19 Pero para efectos de este captulo, voy a proponer algunas problematizaciones esquemticas que me parecen fecundas. Lo primero que hay que decir, es que el tratado de los Restrepo es un erudito compendio que apropia, combinando y seleccionando, los mejores aportes de la tradicin pestalozziana tanto norteamericana como francesa, pero tambin retoma elementos de otras tradiciones pedaggicas, tanto nacionales, -alemanas y espaolas- como religiosas protestantes, catlicas y laicas-: es, por as decirlo, una Enciclopedia de Pedagoga Racional. Aparecen pues citados en su texto nombres como Pestalozzi, Fichte, Spencer, Herbart, Frobel, Lasalle, al lado de muchos otros que tambin han llegado a ser annimos para nosotros: Baldwin, Compayr, Ruiz Amado, Lavaissire, Buisson, Daguet, etc. En particular, sabemos que Restrepo, como una buena parte de los maestros colombianos de fin del siglo XIX, haba tomado contacto con una serie de manuales norteamericanos de tradicin pestalozziana (y protestante), que haban sido traducidos para Amrica Latina por la casa editorial Appleton de Nueva York, y distribuidos desde Bogot por la muy catlica Librera Americana de Miguel Antonio Caro. Eran textos en donde se enseaba a los maestros las tcnicas de montaje, organizacin y direccin de escuelas, los mtodos de enseanza objetiva y los principios de la Instruccin. De alguna manera, Elementos de Pedagoga es una respuesta, o una apropiacin bastante enriquecida y tambin sesgada- de esos manuales. Podramos decir por lo tanto que es un texto con ideas cosmopolitas, refinadas y tamizadas por la ortodoxia filosfica catlica, la cual era por entonces la neoescolstica o neotomismo, que haba sido proclamada como la filosofa oficial de las escuelas catlicas por Len XIII en su encclica Aeterni Patris de 1879, y que perdur en la educacin secundaria de nuestro pas hasta los aos setenta de este siglo, en manuales que muchos bachilleres an recuerdan con cierto escalofro, como los de los sacerdotes Jaime Balmes, Rafael Fara, Francisco Ginebra, Jess Senz, y Jaime Vlez Correa. Elementos de Pedagoga se estructura en dos tomos, el primero dedicado a la teora, a la Ciencia de la educacin, y el segundo a la prctica, al Arte de la Educacin. As, a partir unos principios, que hoy llamaramos conceptos fundamentadores o estructurales, descenda a unos conceptos derivados que hoy llamaramos operatorios o aplicados. Los fundamentadores se referan a la naturaleza del hombre y sus fines, conformando una especie de antropologa filosfica; y los operatorios, proponan los diversos mtodos o modelos pedaggicos que sirven a su realizacin. Esta distincin, en Elementos, implica definir primero la naturaleza, estado actual y fin del hombre y de nuestras facultades cognoscitivas, a los cuales se subordinan las leyes del desarrollo humano y todos los trabajos del educador.20 Desde aqu es donde este sistema se define como especficamente cristiano. Pero hay que decir al punto, que se trata, siendo precisos, de catolicismo, y que no hay que confundir cristianismo y catolicismo. El catolicismo no es una forma universal eSENZ, J.; SALDARRIAGA, O.; OSPINA, A. Mirar la infancia: pedagoga, moral y modernidad en Colombia, 19031946. Medelln: Colciencias/Foro Nacional por Colombia/Uniandes/ U. de Antioquia, 1997. pp. 134-188 20 RESTREPO MEJA, Luis y Martn. Elementos de Pedagoga. Obra adoptada como texto para las escuelas normales de Colombia y recomendada para la enseanza de la materia en el Ecuador. (Con aprobacin eclesistica). [4ed.] Bogot: Imprenta Moderna, 1911. Tomo I. p. 21.19

57 invariable, sino una formacin cultural histricamente situada e histricamente cambiante; y corresponde a esa formacin religiosa institucional organizada en funcin de la defensa frente al protestantismo y contra los Estados laicos, y cuya vigencia puede situarse entre el Concilio de Trento (1526) y el Concilio Vaticano II (1963), a partir del cual se transform el tipo de relaciones entre la Iglesia, la sociedad, la cultura y el Estado modernos que haban dominado en Occidente entre los siglos XVI y XIX.21 As delimitada, esta Pedagoga catlica adopta como principio fundador de su antropologa filosfica, el dogma del pecado original, interpretado en el lenguaje aristotlico-tomista:el hombre nace imperfecto e inclinado al mal por el pecado original, su fin primero es el perfeccionamiento de sus facultades o recto desarrollo de sus facultades y su fin ltimo natural es conocer, amar y servir a Dios, [] y su fin ltimo sobrenatural es la posesin de Dios en una vida futura. [] el hombre es libre y est dotado de razn, conoce el fin y los medios a l proporcionados, y puede apartarse de aquel no usando de stos: el hombre se dirige a su fin, como dice santo Toms, conociendo y amando. [] Podemos pues definir la educacin diciendo que es la conduccin de un ser libre a los fines para que ha sido creado; esto es a su completo desarrollo, al cumplimiento de todos sus deberes y ltima y principalmente a Dios, [ ] educar al hombre es sacar de l el sometimiento voluntario a las leyes de su perfeccionamiento y el empleo de medios que l conoce y acepta o elige libremente. 22

Quiero, por ahora, resaltar dos consecuencias de este modo de ver: la primera es el efecto sobre la concepcin del oficio de maestro, pensado como artista y como apstol: el maestro es tanto artista de un ser inmortal y libre, como artista de la civilizacin 23. Por ello su profesin nunca deber reducirse a un mero oficio de asalariado o de funcionario, sino vivirse como una misin, un apostolado. sta es una de las caractersticas de lo que he llamado amor pedaggico: el amor, constituyente ontolgico del hombre, es asimismo esencial para su perfeccionamiento, y por tanto para toda relacin pedaggica. Es cierto que esa exigencia de sacrificio al maestro, ha sido justamente combatida por el magisterio desde el punto de vista gremial y de su estatuto como hombre pblico, en tanto la concepcin de apostolado ha servido no slo a su explotacin econmica, sino que ha sido incluso hasta hoy, bajo formas laicas y cientficas- el instrumento de su sujetamiento poltico, y el sustento del mecanismo que lo convierte en chivo expiatorio de las impotencias sociales. Pero ac, lo que est en juego, desde el punto de vista del acto pedaggico, es la disponibilidad incondicional de un ser, exigida por una relacin que pretende tocar el ser entero del educando, y que es un elemento central de la identidad del oficio de maestro, experiencia comunicativa que las pedagogas de pretensin ms industrializante que artesanal siempre han tratado de minimizar, e incluso eliminar. Pues, sostengo que el hecho de que ese amor pedaggico, al insertarse o encarnarse en un determinado modelo educativo deba tomar la forma de conceptos operativos y tcnicas disciplinarias concretas, y que en tal proceso salga inevitablemente transformado, deformado e incluso traicionado; ese hechoEl socilogo mile Poulat ha sealado que: En cuanto a eso que se ha denominado el catolicismo, (entre comillas, incluyendo el artculo), trmino aparecido slo en el siglo XVII []; si se entiende por l el sistema artificial forjado por la Contra-Reforma, endurecido por la represin estricta del modernismo; bien podra morir, hay inclusive fuertes indicios de que est ya muerto, aunque nosotros no lo percibimos an. POULAT, . Le catholicisme sous observation. Paris : Le Centurion, 1983 p. 94. Para el perodo que se abre desde el Vaticano II, Poulat propone hablar de era poscristiana . 22 RESTREPO MEJA, Luis y Martn. Elementos. Tomo I. pp. 4, 7 23 En el captulo cuarto se desarrollan otras implicaciones, con respecto al mtodo de enseanza, de esta concepcin del oficio de maestro.21

58 no ha sido impedimento tan definitivo como para que ese amor pedaggico no siga siendo una fuente permanente del sentido personal y social que alimenta la vida de muchos maestros, en medio de sus tensiones y dilemas, a travs de sus dramticas travesas entre prcticas y teoras. La segunda consecuencia de esta visin, es su definicin del hombre a formar como una totalidad de materia y espritu. Todas las otras nociones de hombre que Restrepo denomina materialistas o naturalistas, racionalistas o incluso las espiritualistas no catlicas, eran consideradas como incompletas y perniciosas para la moral; por no incluir la unidad entre sensibilidad, entendimiento y voluntad, ni el destino trascendente del ser que asigna un papel central a la idea de amor. No era una oposicin al progreso tcnico, sino a la nocin laica y liberal de libertad: se oponan enfticamente a la nocin positivista del hombre, que propone una perfectibilidad infinita de la especie, circunscrita a los fines temporales de ste, en particular a los aspectos prcticos del conocimiento racional. Por supuesto, los positivistas consideraban acientfica y nociva para la libertad aquella visin catlica del hombre. Pues bien, como el tiempo presente nos exige a los historiadores referirnos a aquellos elementos de las propuestas pedaggicas que tienen pertinencia con la poca actual, que son vigentes y posibles de rescatar propositivamente; frente al delicado y fundamental problema de qu hacer con nuestro pesado pasado confesional, y dado que en la actualidad, habiendo triunfado el paradigma liberal, lo religioso ha pasado a ser un asunto de la vida privada, qu actitud asumir? Vamos a eludir el tema, vamos a descalificar el catolicismo como causante de nuestros males, o vamos a adoptar una postura relativista diciendo que esa poca era as y hay que comprender a aquellos hombres? Las tres son soluciones fciles y peligrosas, y en todo caso nos ensearan muy poco para nuestro presente. El problema que quiero plantear aqu es este: qu podemos aprender de aquella discusin sobre los fundamentos antropolgicos de la pedagoga? Propongo dos puntos. Primero, que esos conceptos existen, y lo digo as, porque hoy corremos el riesgo de reducir la pedagoga a sus aspectos operativos, o de convertir los conceptos fundamentadores en frases huecas o lugares comunes sobre la formacin integral, o el libre desarrollo de la personalidad: no creo que tales conceptos de base se hayan perdido, y predique entonces una cierta nostalgia; antes bien, me parece que temas actuales como el de la formacin de sujetos crticos y participativos proceden de un fondo filosfico igualmente denso y arraigado en cierta tradicin de pensamiento: pero el exceso de activismo las ha hecho invisibles o inocuos del modo ms perverso: con la rutina y la banalizacin, saturacin que con seguridad esta pedagoga confesional catlica tambin lleg a experimentar hasta el hasto. Segundo, entender que al nivel de sus conceptos fundadores, toda pedagoga debe acudir a unos postulados que son a-priori, y que son en s mismos indemostrables, y estos son precisamente aquellos que tienen que ver con el hombre, con la naturaleza del mundo y con Dios: sabemos, desde la Crtica de la razn pura de Kant, que creer que el hombre sea libre o que sea pecador por naturaleza, que Dios exista o que no exista, que el alma sea mortal o inmortal, que el psiquismo sea material o espiritual, son ideas que no pueden ser demostradas, pero tampoco pueden ser refutadas taxativamente. Esto tiene dos consecuencias: una, que habr siempre en toda antropologa y, por tanto, en toda pedagoga, una zona indeterminable, incgnita o que resiste a toda sistematizacin; y coincide bastante con el lugar ocupado por ciertos principios o puntos de partida a los que se les otorga credibilidad por razones culturales, polticas, morales, filosficas o cientficas,

59 o todas juntas. Sabemos asimismo que las discusiones sobre principios son tan insolubles como inevitables, porque a fin de cuentas se remiten a la creencia o la credibilidad. Pero podemos pensar, a diferencia de los catlicos y los positivistas de la poca de Restrepo, que hoy, la discusin tiene un sentido, no precisamente el de refutar fundamentos y condenar a los equivocados. Ahora se trata ms bien de analizar los implcitos, las potencialidades y los lmites de esos fundamentos inefables de cada sistema pedaggico. Pues toda pedagoga pretende a la vez dar cuenta de la totalidad del ser humano y llegar a ser hegemnica, denunciando a sus competidoras como incompletas, tradicionales, o ineficaces, a nombre de esa verdad. No podemos pasar por alto que esta pedagoga catlica de la cual nos ocupamos ahora, pretendi no slo poseer toda la verdad revelada sobre el hombre, sino que, adems, se preciaba de ser la civilizadora del mundo. A su turno, las pedagogas liberales, pretendieron tambin tener la verdad cientfica sobre el hombre, y se preciaban de ser las liberadoras del mundo. De todos es conocida la herencia de intolerancia que tal lucha de principios nos ha dejado. Pero, y tal vez por rechazo a ello, y por otras serie de complejos factores; la tendencia hasta hace muy poco en pedagoga ha sido tratar sta como un asunto tcnico o cientfico, y una de las lecciones que nos deja esta pedagoga catlica puede ser la de recuperar la reflexin sobre la compleja articulacin entre principios fundamentadores y conceptos operativos. Una vez sentado esto, quiero describir de modo somero la forma de la fundamentacin de la pedagoga catlica de Restrepo Meja: yo dira que funciona al modo de lo que hoy llamamos pensamiento estructural, es decir, que su inters es definir los componentes estructurales de la naturaleza de cada ser, y en particular del ser humano, concibiendo su desarrollo no en un sentido evolutivo, sino como el perfeccionamiento o realizacin de sus potencialidades y finalidades. Se trata de la nocin aristotlica de naturaleza; una nocin que ha recobrado actualidad en las recientes discusiones sobre la tica: naturaleza para Aristteles es al mismo tiempo constitucin (estructura) y teleologa (finalidad), tendencia a lograr unos fines intrnsecos y, por tanto, la naturaleza no se alcanza sino al trmino final de su realizacin, a diferencia de nuestra idea contempornea, que significa ms bien, estado anterior e inmodificable. Como les dije antes, no tiene ningn sentido discutir si ese postulado es correcto o incorrecto, sino ver en qu puede ayudarnos hoy a poner en cuestin los supuestos de nuestras pedagogas, qu hemos perdido o ganado al darle credibilidad a fundamentaciones evolucionistas, cuantitativas y cognitivas. La segunda consecuencia de la distincin entre fundamentos y aplicaciones, es considerar de un nuevo modo la relacin entre los principios y los modelos prcticos: no se trata de ver si la teora es bien aplicada en la prctica, sino por el contrario, de ver que en el paso de los principios a los conceptos prcticos atencin, aqu no se alude an a los procedimientos tcnicos-, en ese paso ocurren procesos muy complejos, modificaciones, filtros, o mezclas: los conceptos operativos no son nunca una aplicacin directa sino una rejilla de apropiacin, de adecuacin y empleo, mediada por saberes, instituciones y estrategias. Si pensamos en las modificaciones o restricciones que sufren la nocin catlica de amor, o la nocin laica de libertad al interior de las prcticas escolares, podemos darnos cuenta que all se introducen, con ms o menos conciencia, criterios, reglas de uso, sistemas de clasificacin y de diferenciacin que enrarecen bastante la supuesta aplicacin pura de los principios. Y que para hacerlo visible, ya no basta el anlisis filosfico, sino que hay que introducir anlisis histricos, polticos, sociolgicos y ticos, pues all se hace ms evidente que la capacidad de ver -y de verse- que toda pedagoga pretende, est determinada por los saberes que se apropia, y sobre todo los que excluye, en cada coyuntura histrica.

60 Enraizadas en la pedagoga clsica, las nociones de hombre y nio que pone en juego Elementos de pedagoga provienen de la disciplina llamada psicologa racional, que sostiene que en la naturaleza humana se pueden distinguir tres partes; el alma, como esencia, forma substancial o principio vital; las potencias o facultades del alma, y sus operaciones o actos. Procede enseguida a identificar las operaciones cognitivas (segn la lgica aristotlica) y deducir de all la existencia de ciertas facultades (slo es posible conocer las potencias por sus operaciones, y las operaciones por sus objetos, afirman). As, la antropologa neotomista ha clasificado los actos en seis tipos diferenciables, a los cuales ha de corresponder la potencia respectiva. En la enumeracin de las seis facultades no se halla diferencia de fondo con otras clasificaciones no escolsticas que tambin circularon en esta poca (como la del racionalista protestante Gabriel Compayr, o las del positivista Spencer, o incluso otros pedagogos catlicos no escolsticos, como los lasallistas), pues todas coincidan en establecer una distincin tripartita de base: sensibilidad, inteligencia y voluntad. En este punto, el lector que desee ahorrarse ciertos detalles tcnicos de esta teora clsica del psiquismo humano, puede saltar hasta la prxima cita, donde hallar un extracto del lenguaje de la poca. Sin embargo, hay ac ciertos elementos de Pedagoga Racional que an viven en nuestra actualidad. Pues bien, segn esta psicologa, las facultades humanas son: 1: la potencia vegetativa; que comprende la esfera de la vida fisiolgica en su nivel no volitivo, orgnico, donde no hay conciencia de la finalidad. Restrepo la llama apetito natural, que no es un verdadero deseo, sino inclinacin natural del ser a actuar cuando est en presencia de un objeto. En el hombre esta facultad reside en los sistemas digestivo, respiratorio, circulatorio, linftico y glandular, en los humores, los tejidos y las clulas. 2: la sensibilidad cognoscitiva, o facultad de conocer los objetos y cualidades materiales por medio de rganos, que comprende nueve sentidos, cinco externos y cuatro internos-; y que proporciona al hombre slo el conocimiento exterior de las cosas, pero no el de sus esencias o de ideas abstractas, que es propio de la facultad del entendimiento. Alma y cuerpo trabajan aqu unidos, asentados en el sistema nervioso. Los sentidos internos son tres: el sensorio comn, que rene los datos de los cinco sentidos externos, la estimativa o cogitativa, sentido que nos permite saber si un cuerpo es til o daino, favorable o desfavorable, y la fantasa que es el sentido que permite retener y reproducir las imgenes de las cosas (sus tres funciones son la fantasa, la memoria, y la imaginacin). Esta psicologa explica estos procesos cognitivos a partir de las categoras aristotlicas (causalidad, relacin, tiempo, espacio, etc.) operando segn las hiptesis de la asociacin de ideas desarrollada por la psicologa empirista (Hume, Thomas Reid) desde fines del siglo XVIII. La sensibilidad cognoscitiva es compartida por el hombre y los animales, aunque en el hombre tiende a realizarse en la facultad superior que es el entendimiento. 3: la sensibilidad afectiva o apetito sensible: segn la psicologa racional, luego del acto de conocer un objeto se sigue el acto de desearlo o aborrecerlo, y en el hombre esto quiere decir que apetecemos o aborrecemos el bien o el mal que hemos conocido por los sentidos. Aqu se agrupan todas las pasiones o sentimientos de amor, deseo, odio, fuga, aversin, pesar y tristeza, englobados bajo el nombre genrico de apetito concupiscible; o bien las de audacia, temor, esperanza, ira, venganza, valor o desesperacin, bajo el nombre comn de apetito irascible. Hay que decir, siendo justos, que en este sistema las pasiones no son malas en s mismas, pues concibe que sin ellas ningn ser vivo se movera, pero pueden llegar a serlo por su objeto, que en el hombre implica el ejercicio del libre albedro, es decir, de la razn y la voluntad, como veremos enseguida.

61 La 4 facultad enumerada por Restrepo es la potencia motriz; y sorprende que sta sea colocada en este lugar, cuando se trata de un orden ascendente y jerarquizado de lo sensible a lo espiritual. Pero es que lo que est en juego aqu es la concepcin de actividad, acto o movimiento que caracteriza la pedagoga clsica. Las facultades consideradas hasta el momento, son las tenidas como principalmente pasivas, pues no son totalmente gobernadas por la razn y la voluntad, que son las facultades activas. Pero he aqu el punto problemtico, pues si el movimiento est sometido de un lado, a las pasiones del apetito sensible, que es una facultad cognoscitiva incapaz de deliberar, y de otro, obedece al apetito racional, que elige incluso en contra del sensible, cmo abordar las relaciones entre instinto, deseo, razn y voluntad? A fines del siglo XIX, el saber pedaggico ya ha comenzado a ser impactado por los saberes biolgicos, en particular por la fisiologa, la cual ha puesto sobre el tapete el problema de los instintos, de los actos involuntarios y la complejidad de los procesos de percepcin; y aunque an no ha aparecido la nocin de inconsciente, se puede decir la ciencia experimental haba puesto en cuestin, no slo las fronteras entre el alma y el cuerpo, sino la propia nocin de alma, preguntndose si la conciencia era una substancia objetiva o una funcin orgnica? Restrepo Meja opta por una clasificacin que integra las nociones de los fisiologistas sin abandonar la psicologa racional: propone dividir los movimientos en tres clases: los vegetativos, donde no interviene ningn conocimiento sino el apetito natural; los instintivos, que se ejecutan sin intervencin de la voluntad, en los animales, pero que en el hombre pueden ser deseados por sta; estos movimientos, repetidos con frecuencia pueden llegar a convertirse en hbitos, casi vegetativos, como cuando el artista toca el piano, por ejemplo. Y los voluntarios, libres y racionales, que tambin pueden llegar a ser hbitos. As, la potencia motriz es la facultad que est en la frontera entre los tres, pero es una frontera problemtica, pues toca justo la zona incgnita de toda pedagoga: la explicacin de la naturaleza, causa y sentido de los actos humanos. En este caso, la tensin entre la determinacin fisiolgica y la libertad humana, se resuelve con la idea de hbito, proponiendo la formacin de hbitos como el desideratum y el criterio para juzgar si se ha logrado el gobierno de las facultades inferiores por las superiores, es decir, si se ha logrado formar un carcter, una voluntad y un alma. Pero este es el punto preciso donde podemos situar los lmites histricos de este sistema pedaggico, que desarrollar en la parte final de este captulo. Baste decir, por ahora, que Restrepo se ocupa de establecer la correlacin entre el escalonamiento de estas facultades y las edades del nio, lo que hoy llamaramos etapas de desarrollo: el recin nacido se halla en la etapa vegetativa, a los tres aos entre en el estado de percepcin intelectual, a los siete aos empieza a sujetar sus actos al orden moral, ya no por temor al castigo sino que la razn comienza a aconsejarle lo que debe hacer, (en eso consiste el estado llamado uso de razn) y en la pubertad est ya en pleno uso de todas sus facultades. He aqu una cita que compendia el saber psico-pedaggico que form los maestros colombianos entre 1886 y 1930:Han ido apareciendo [en el nio] primero la simple percepcin, luego el juicio, ms tarde el raciocinio, manifestndose antes el inductivo que el deductivo, y versando primero sobre las cosas del orden material, que sobre las del orden psicolgico y moral; se desarroll luego el entendimiento [antes] como especulativo que como prctico, funcion como conciencia, como memoria, como razn inferior... luego [debe llegar a]...que sea capaz de a) apreciar sus actos tanto en lo moral como en lo utilitario, previendo sus consecuencias; b) pensar con acierto sobre las cosas eternas y los fines ltimos del

62hombre y c) de la abstraccin de toda materia, esto es, de meditar y juzgar sobre aquellos problemas que no versan sobre ninguna de las notas sensibles de los seres materiales sino sobre sus causas supremas y sobre todo aquello en que la imaginacin no puede ni debe prestarnos auxilio alguno: esto sucede si es que las fuerzas intelectuales del nio lo permiten y han sido hasta aqu bien dirigidas, de los catorce a los quince aos en adelante. 24

Sobre las dos ltimas facultades entendimiento y voluntad-, no me detendr, aunque habra mucho que decir. De la 5, el entendimiento: slo he de sealar que tanto la teora del conocimiento como los actos cognitivos son analizados por Restrepo usando las categoras de la lgica aristotlico-tomista, la induccin, la deduccin, el silogismo, la percepcin el juicio y el raciocinio. No aparecen aqu las nociones propias de la psicologa experimental, como coeficiente de inteligencia, capacidad mental o aptitud. Para esta pedagoga, es en cambio muy importante la nocin de sentido comn, una supuesta capacidad innata de todo hombre para aprehender ciertas verdades evidentes por s mismas, como el principio de no-contradiccin, el de causa y efecto, o de nociones como la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. Este sentido comn no fue nunca tan espontneo como se ha credo: fue un consciente producto escolar en el que fueron formadas incontables generaciones de colombianos. Sobre la 6 facultad, la voluntad o apetito racional: slo retendr su bella definicin: la voluntad es la facultad por la cual apetecemos lo que conoce el entendimiento, su acto es el amor y su modo de ser, la libertad. Una serie de proposiciones se derivaban de ello: el hombre vegeta para sentir, siente para conocer y conoce para amar, pues su fin es el bien, que es la perfeccin de su naturaleza. Pero se trata del bien conocido por la razn, no por los sentidos. Siendo la voluntad la facultad superior, la clave de bveda de este modelo de formacin del hombre es la formacin de virtudes (prudencia, justicia, fortaleza, y templanza) y la erradicacin de los vicios (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza). El gobierno de s, se logra ac con este imperio de la voluntad sometida a la razn: vicios y virtudes se definen como hbitos buenos o malos de la voluntad. Hasta el punto en que se considera que la educacin es el arte y la ciencia de formar buenos hbitos: fsicos, intelectuales, del sentimiento y de la voluntad. Y el hbito es concebido como una repeticin de actos, que puede ser forzada o impuesta (en los animales o en las facultades sensibles) y libre en el hombre (en sus potencias de entendimiento y voluntad). El hbito llega a ser o crear una segunda naturaleza, que asegura la libertad y la responsabilidad con eficiencia: mientras ms arraigado est el hbito, es menor el esfuerzo del alma, y da libertad al espritu para contraer la atencin a una cosa distinta de la que estamos ejecutando sin que sta sufre perjuicio. 25 Esto hasta el punto de hacer del amor tambin un hbito, de modo que a alguien le sea imposible encontrarse un sufrimiento sin compartirlo, tropezar con una miseria moral o fsica sin querer aliviarla o hallar una ocasin de sacrificarse por el bien ajeno sin aprovecharla con toda presteza.26 Este ser un tema lgido frente a la pedagoga de la Escuela Activa, la cual, partiendo de una nocin ms biologicista, sostendr que la libertad o la autonoma comienzan precisamente donde terminan los hbitos. Dejo abierta esta discusin para sus meditaciones particulares a la luz de sus propias experiencias como formadores.

RESTREPO; M. Op. cit. Vol I. p. 66 RESTREPO, M. Op. cit. Vol I. p. 49 26 Idea que tambin aplican los Hermanos Cristianos. Ver: El hbito es segunda naturaleza. Revista Pedaggica. Escuela Normal Central. Bogot. (Nov. 1920) p. 14424 25

63 Y hasta aqu, apenas llevamos medio analizadas las primeras setenta pginas del primer tomo de los Elementos. Pero habiendo desentraado ya un poco sus principios y su estructura, podemos, haciendo un esfuerzo drstico, describir el plan de desarrollo subsiguiente y sacar por fin, algunas conclusiones. Podemos resumir diciendo que la tensin que estructura este sistema pedaggico es cmo aplicar una nocin universal de naturaleza humana a la existencia de naturalezas humanas particulares, es decir, cmo y hasta dnde reconocer, respetar y desarrollar las diferencias individuales; teniendo en cuenta que se trata de un universo jerarquizado, en el nivel csmico, en orden descendente de perfeccin, desde el Ser Supremo Creador, pasando por los ngeles, los hombres, los animales hasta las plantas y los minerales, y en el nivel de la existencia, a la inversa, en un orden ascendente que determina que la finalidad ltima de los seres inferiores sea el servir a la perfeccin de los superiores; los minerales para las plantas, stas para los animales, los animales para el hombre y ste para Dios. No se necesita tener mucha imaginacin (o s?) para averiguar qu visin del orden social, de la autoridad y de las relaciones entre las clases sociales y entre las personas puede derivarse de all. En todo caso, los siguientes captulos de Elementos, se ocupan, digamos, de establecer lo que el mismo Restrepo denomina modificadores de la naturaleza humana27; una verdadera rejilla de conceptos operativos para que el maestro pudiera clasificar y tratar las diferencias individuales: la naturaleza humana aparece afectada por lo que Restrepo llama diversos estados, que van, desde el estado natural de criatura y su estado sobrenatural de gracia o de pecado; y luego por otros estados ms terrenales: condiciones innatas segn la edad, el organismo (la raza, el temperamento, la salud, el sexo), condiciones del alma (aptitudes fsicas, intelectuales y morales), o influencias exteriores (el estadio de progreso de la sociedad segn etapas de desarrollo tcnico y moral -estadios de salvajismo, barbarie y civilizacin-; o el nivel de progreso individual dentro de la sociedad riqueza o pobreza). As se conforma una pirmide en donde se escalonan los hombres y las sociedades que ms perfectamente hayan realizado el ideal moral de naturaleza humana, y estn ms cerca de ella el individuo (o grupo) adulto, masculino, blanco, rico, letrado, inteligente, de carcter firme, responsable, laborioso, caritativo y devoto. Los otros, (mujeres, indios, negros, viciosos, tarados o incrdulos), que se alejan en mayor o menor grado de este orden, sern difcilmente educables; pues se considera que la educacin es relativamente dbil para transformar esos estados de la naturaleza humana. Tal es el umbral de educabilidad de este sistema. Sobra decir que esta pirmide tambin legitima la jerarqua de autoridades y de clases sociales, la dependencia de los inferiores respecto de los superiores y la responsabilidad moral-paternal de stos frente a los primeros. En trminos de la conformacin del sistema educativo nacional y de sus relaciones de poder, se puede decir que se trataba de la aplicacin de las tecnologas del poder moral (catlico) a las instituciones del poder poltico (el estado): las relaciones pedaggicas estn organizadas en el sistema educativo oficial utilizando los mtodos, objetivos y tcnicas del pastorado religioso, aunque con saberes y finalidades civiles: la religin al servicio de la formacin de hombres tiles, esto es, productores, consumidores y ciudadanos. Y en trminos pedaggicos, el mtodo para disciplinar las pasiones y formar hbitos, es, de un lado un minucioso sistema de premios yEl estudio que hemos hecho antes nos da a conocer al hombre en abstracto; pero esto slo no basta para que el educador sepa dirigirlo, es preciso adems, que tenga en cuenta los diversos estados en que la naturaleza humana puede encontrarse. Los estudiaremos en este orden: 1, Los diversos estados del hombre con respecto a su fin ltimo; 2, diversos estados del hombre segn la edad; 3, diversos estados del hombre segn la condicin del organismo; 4, diversos estados del hombre segn las condiciones del alma; y 5, diversos estados del hombre segn el medio final segn el medio social en que viva. RESTREPO, M. Op. cit. Vol I. p. 5227

64 castigos, y de otro lado, como tecnologa tica, un mtodo de emulacin y competencia individual que busca estimular el deseo de obrar tan bien o mejor que nuestros compaeros, de imitar, igualar o exceder a otros, y que segn estos pedagogos clsicos, nace del instinto de imitacin, del legtimo deseo de merecer el aplauso, ya de las personas que amamos, ya de todos en general, o del deseo de nuestro propio perfeccionamiento. 28 Si esta prctica genera envidia, egosmo o adulacin, ser ante todo culpa del estado social, orgnico y mental de cada nio, de sus inclinaciones individuales y de su libre albedro, pues el esfuerzo del maestro-apstol se orientar siempre a que los motivos sean nobles, caritativos y amorosos.29 Ahora s, si pensamos en lo que pasa con esta idea de amor, en su recorrido desde el principio fundamentador, pasando por los conceptos operatorios (ac no tocamos las tcnicas prcticas), creo que estamos en capacidad de ver que el asunto en pedagoga es ms complicado que un paso simple de la teora a la prctica: iguales anlisis podramos hacer en otra ocasin, sobre los recorridos (las rejillas de conceptos operativos) que deben atravesar conceptos como los de libertad o de autonoma en la pedagoga de la Escuela Activa, o el de desarrollo moral en las pedagogas constructivistas, por mencionar dos ejemplos al azar. He aqu porqu he anunciado repetidas veces que en vez de continuar culpabilizando a los maestros, o satanizar a uno u otro modelo pedaggico, lo que tiene sentido es pensar, o mejor hacer visibles los lmites generados por las tensiones internas y externas de cada sistema pedaggico, y todo ello bien situado en su contexto histrico. Las tensiones que llamo internas, sern aquellas provenientes de la propia estructura epistemolgica o conceptual de cada sistema, cuya amplitud implica todo el campo del saber pedaggico occidental, mientras que las tensiones externas sern las procedentes de las prcticas polticas y sociales situadas en cada formacin social particular. Podemos aplicar esta matriz tensional al caso presente, el de la pedagoga catlica de fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en Colombia: hemos visto que este concepto de naturaleza humana como compuesto de facultades escalonadas de lo sensible a lo racional, estaba tensionado en su lmite inferior, el de las facultades sensibles, por el impacto progresivo de los saberes biolgicos y experimentales, que empezaban a considerar los fenmenos de percepcin y sensacin como fenmenos fisiolgicos, y ya no slo desde el punto de vista de la lgica formal. Y se hallaba tambin tensionado en su lmite superior, el de las facultades de conocimiento y voluntad, pues estos mismos saberes comenzaban a estudiarlas desde la psicologa experimental y la antropometra, mostrando que en las acciones humanas sobre la voluntad, la inteligencia y la intencionalidad, podan intervenir factores como patologas orgnicas, mentales, ambientales o incluso raciales. Estos saberes seran el fundamento del sistema pedaggico que rivaliz con la pedagoga catlica, la famosa Escuela Activa. Examinar las permanencias y las rupturas entre uno y otro escapa ahora al objetivo de este captulo. En cuanto a los lmites o tensiones externas, las que provienen de las prcticas polticas y sociales, ya hemos mencionado de modo rpido el enfrentamiento partidista entre liberales y conservadores en el proceso de construccin de un sistema de instruccin publica, laico o confesional, centralizado y controlado desde el Estado, y en el curso del cual, el partido liberal termin por apropiarse polticamente de la Escuela Activa como arma para desplazar a la Iglesia y al partido conservador de sus posiciones hegemnicas en el aparato poltico y en la sociedad. Este fue pues, el lmite por la izquierda. Y aunque no lo crean, exista un lmite por la derecha, y para resumirlo, voy a contar una ltima ancdota28 29

RESTREPO, M. Op. cit. Vol I. pp. 185, 188. El anlisis detallado de estas tecnologas ticas puede verse en el siguiente captulo.

65 de don Martn, quien lo vivi en carne propia: en el famoso Primer Congreso Pedaggico Nacional de 1917, cuando los Hermanos Cristianos tomaron la hegemona en la formacin de maestros oficiales, defendindose de los ataques de Nieto Caballero y su grupo, proclamando el retorno a la pureza de la tradicin pedaggica catlica, representada por su fundador, Juan Bautista de Lasalle. Los lasallistas arremetieron, lanza en ristre, contra los manuales pestalozzianos de origen norteamericano, acusndolos de protestantes; y denunciaron a los pedagogos catlicos que,mostraban aficin a los autores heterodoxos, protestantes en su mayor parte. Se dijera que cifran la redencin de la enseanza pblica en teoras nacidas en medio de la hereja, y as nos presentan como maestros a Rousseau, Pestalozzi, Spencer, en lo relativo a los fundamentos de la moderna educacin; y a Compayr, Baldwin y un sinnmero de autores norteamericanos, ingleses, y suizos, como guas en el terreno prctico.30

De nuevo a nombre de la discusin de principios fundadores y operativos, sta era una claro ataque contra la Ley Uribe, el Plan Zerda y toda la pedagoga confesional catlica difundida por el gobierno conservador desde la Regeneracin, que haban acogido de modo cosmopolita pero ortodoxo todas estas tradiciones pedaggicas, y era un flechazo mortal contra su pedagogo tutelar, Don Martn Restrepo. A falta de documentos, a nosotros, como bigrafos aficionados, no nos queda sino imaginar la sorpresa, la angustia de conciencia y la decepcin que debieron embargar el corazn de nuestro buen hombre, al verse acusado casi de hereje, racionalista y protestante, y lo peor, de corruptor del magisterio. Como la fecha de estas declaraciones coincide con el ao en que vendi su bien afamado Colegio en Bogot, y pas a Tunja y a Cali, no nos es prohibido el conjeturar que este episodio de intransigencia pudo haber sido la causa de su oscuro final como hombre infame, esta vez s en el sentido inquisitorial del trmino.

4. Del amor pedaggico y otras prcticas Ya sabemos que Don Martn no fue borrado de la historia de la pedagoga colombiana por sus supuestos enemigos declarados, los pedagogos activos, ni tampoco porque hubiese sido relegado por falta de comprensin del nuevo paradigma victorioso, pues su ltimo libro, Pedagoga de Prvulos, fue no slo una muestra de su apertura a las nuevas corrientes, sino que era la afirmacin de su ms profundo proyecto pedaggico: el amor a la infancia y en especial a la que consideraba la edad ms desprotegida y maltratada, los nios de brazos y los de los primeros aos de vida. Su creencia en una tradicin que valora el oficio de maestro como artista de almas, ms all de las limitaciones de ese amor pedaggico encarnado en modelos jerarquizados y dogmticos, le dio a mi modo de ver, no slo la capacidad para apreciar lo valioso y liberador que tena el movimiento de la Escuela Activa, sino que le permiti hacerle una crtica que los telogos de la liberacin hoy llamaran proftica, y para esta afirmacin s tengo pruebas documentales: al exponer en su Pedagoga de Prvulos, los beneficios que podan sacarse de las nuevas tcnicas de examen antropomtrico, los tests mentales y las estadsticas escolares, aceptaba que ellos daran mucha luz al pedagogo. Un futuro muy particular vea Restrepo para esa pedagogaE. B. Ensayo sobre las escuelas normales. El ideal de una escuela normal catlica. Revista Pedaggica. N . 2. May1918. p. 61. Ver tambin: El Primer Congreso Pedaggico Nacional [1917]. Su historia y sus principales trabajos. Publicados bajo la direccin del Doctor Antonio Jos Uribe, Ministro de Educacin y Presidente del Congreso. Bogot: Imprenta Nacional, 1919. p. 19230

66 cientfica nacida en los laboratorios del sabio: ella podra ayudar, deca, pero nunca podra reemplazar al maestro:En sus experimentos se apoyarn en los mtodos y procedimientos que a ste le sugieran su entendimiento, su conciencia y su corazn, pero no hay que soar con que ellos basten para formar los maestros del porvenir. La educacin es obra humana, obra de amor, y la ciencia desgraciadamente no ama. Los procedimientos de antropometra miden, pero no educan, [] no el nio, sino ellos al nio deben sujetarse. 31

Con este libro y con esta postura, Don Martn mostr, de forma admirable, cmo, sin renunciar a sus creencias religiosas, stas no lo ataban a un paradigma pedaggico nico, y que su capacidad de comprender y abrirse de modo crtico, eso s- a los nuevos vientos metodolgicos, provena de mucho ms hondo que de su dogmatismo catlico. Venan, creo, de su ejercicio como maestro-artista, pues no hay otro modo de explicar su acogida a unas ideas que sus pastores religiosos consideraban ms que peligrosas. Podra objetarse que Don Martn estaba simplemente ayudando al catolicismo a adaptarse, como siempre, a las nuevas situaciones. Y si a la luz de un balance histrico, esto pueda ser cierto, queda siempre la cuestin subjetiva, es decir, de por qu fue l y no otro quien percibi las nuevas posibilidades y se arriesg a pensarlas... Visto as, no puedo impedirme el sentir que Don Martn nos dio una ltima y gran leccin, la de cmo se poda tener el coraje para cambiar en lo cambiable y a la vez permanecer en lo permanente y percibir la diferencia-, al ritmo de las preguntas y tensiones histricas bajo las que en ese momento se experimentaba el oficio de maestro. Esto es un final con moraleja incluida, pero antes de cerrar, quiero retomar el tema de la santsima dualidad Teora/Prctica, que ha sido iluminada esta vez desde otra perspectiva, o de la cual, una nueva dimensin ha salido a la luz. Aqu hemos observado cmo ocurre que un concepto, un concepto fundador, -para el caso el concepto cristiano de amor-caritas-, al ser encarnado, implementado diran hoy, a travs de una serie de conceptos operativos dentro del mismo sistema pedaggico, se deforma, se va cargando de otros contenidos y sobre todo de usos distintos e incluso contrarios, como ocurre con el amor pedaggico al encarnarse en un sistema de jerarquizaciones y clasificaciones destinadas a tratar a los individuos, a la vez con la dignidad de hijos de Dios y como elementos de un orden social seorial y excluyente. O pensemos en otra nocin ms general, el concepto de hombre que subtiende toda pedagoga. En este caso, el de la pedagoga catlica, se utiliza el concepto de naturaleza humana. Partiendo de esa nocin humanista-espiritual de Hombre, vimos cmo se introduce sta en una rejilla cada vez ms apretada y selectiva de modificadores, con la justificacin o bajo la necesidad de adaptar lo general a lo particular, la teora a la prctica: as, la nocin de base, universal, positiva e incluyente, termina convertida en una mquina de seleccin, jerarquizacin y exclusin, que parece natural, coherente y fiel a su espritu amplio de origen. Mostrar esto en detalle en el captulo sobre las Matrices ticas, desde un punto de observacin bastante estratgico: la evolucin de los tipos de disciplina escolar en todos estos modelos pedaggicos. Pero, como lo he sealado, este fenmeno no es exclusivo de la pedagoga catlica, pues pueden hallarse en todas las pedagogas, racionales o experimentales, una serie de mecanismos anlogos de deformacin y correccin- tomando al azar nociones tanRESTREPO MEJA, Martn. Pedagoga de Prvulos: Exposicin de la Enseanza Activa. Bogot: Editorial de Cromos, s.f. p. 6-731

67 intocables como autonoma, libertad, solidaridad, civilidad. Pues aunque se me objete, y con razn, que en las pedagogas experimentales no se parte de lo terico para deducir de l lo prctico, sino que se hace lo contrario, es decir, que se parte de las realidades concretas para inducir las reglas generales, yo respondera que en este segundo caso, tambin hay conceptos fundadores implicados o implcitos, la diferencia es que se hallan abajo, en lugar de arriba. Pero, sea como fuere, ningn juego de conceptos, sea a priori o a posteriori puede evitar pasar por el proceso propio de todo acto pedaggico: ser reducidos en este caso aceptara decir ampliados, pero el efecto es anlogo-, a travs de una rejilla de apropiacin y aplicacin que, enrarece y modifica los principios en el proceso de asentarlos en conceptos prcticos u operativizables. Parafraseando a Mafalda, dira que as como en la pedagoga catlica hay unos hombres ms dignos que otros, en las pedagogas liberales hay unos individuos ms iguales que otros. De aqu nace uno de los puntos ciegos ms complicados de desatar para el maestro, pues a causa de este mecanismo, la relacin teora/prctica toma una forma de aparente coherencia ante s misma, dando lugar en verdad a una incoherencia muy difcil de detectar desde dentro del sistema: se cree estar cumpliendo fielmente el sentido original de una ideamadre -que en toda pedagoga es siempre, de algn modo, una idea positiva y generosa-, y no se ve la contradiccin, o en el mejor de los casos, las tensiones, entre sta y sus modificadores, pues esos conceptos operativos se presentan con el aire inocuo y evidente del Sentido Comn, o con el peso de una autoridad intelectual sostenida por el rigor de la Ciencia. Sin embargo, -y Don Martn Restrepo sera una prueba de ello-, creo que se puede pensar que, justo a causa del carcter fundador que se le imprime a ese principio-madre, su fuerza inercial, su intuicin de fondo busca imponerse y recuperar algo de la direccin originaria: hay que reconocerle a cada sistema pedaggico una cierta capacidad de rectificacin y autocrtica, que slo se hace visible cuando se ve empujado por sus tensiones hacia sus propios lmites: all los nacimientos no ocurren sin desgarramientos, como corresponde al humano modo de crear vida.