sexta semana tiempo ordinario, fr. julio césar gonzález carretti ocd

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SEXTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (Año Impar. Ciclo B) DOMINGO Lecturas bíblicas a.- Lev. 13, 1-2. 45-46: El leproso vivirá solo y fuera de la ciudad. Esta lectura está tomada del Código de Pureza Ritual (cfr. Lv.11-15), donde se busca el bien del prójimo, la salud, evitando el contagio de la lepra y otras enfermedades en los miembros de la comunidad. El sacerdote debe diagnosticar sobre lo puro y lo impuro, y por lo tanto, asumir las consecuencias con respecto al culto: el alejamiento del templo, de la familia, de la sociedad. Si ben lo higiénico era importante estas prescripciones iban orientadas a evitar el contagio, pero lo más importante era el culto, porque estas enfermedades afectaban la integridad del hombre, por lo que no podía participar del culto tributado a Dios. Los declarados impuros, era alejados de la comunidad,

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Page 1: Sexta Semana Tiempo Ordinario, Fr. Julio César González Carretti OCD

SEXTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año Impar. Ciclo B)

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Lev. 13, 1-2. 45-46: El leproso vivirá solo y fuera de la ciudad.

Esta lectura está tomada del Código de Pureza Ritual (cfr. Lv.11-15), donde se busca el bien del prójimo, la salud, evitando el contagio de la lepra y otras enfermedades en los miembros de la comunidad. El sacerdote debe diagnosticar sobre lo puro y lo impuro, y por lo tanto, asumir las consecuencias con respecto al culto: el alejamiento del templo, de la familia, de la sociedad. Si ben lo higiénico era importante estas prescripciones iban orientadas a evitar el contagio, pero lo más importante era el culto, porque estas enfermedades afectaban la integridad del hombre, por lo que no podía participar del culto tributado a Dios. Los declarados impuros, era alejados de la comunidad, porque el pueblo era propiedad de Dios, es santo, por lo tanto, su impureza, repugnaba dicha santidad. Al grito de impuro, impuro, la gente evitaba encontrarse con él, vivirá aislado, hasta que sea declarado puro por el sacerdote (v.45; cfr. Lv. 11,44; Ez. 24,17-22). Transcurrido el tiempo, los profetas insistirán en la pureza del corazón por sobe la pureza ritual, porque a Yahvé le importaba más la justicia y la misericordia, que tantos sacrificios y holocaustos que le ofrecían (cfr. Am.5, 21-24; Is.1,11-20; Jer. 7,21-23). Jesús, sabiduría del Padre, declarará que lo que contamina al hombre, no es lo que viene de fuera, sino lo que nace del corazón del hombre (cfr. Mt.15, 10-20).

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Criticará la exagerada preocupación por la pureza ritual (cfr. Mt.91-8; 12,9-14; 23; Lc.15, 11-32, Mc.1,40-45), olvidando la misericordia con el prójimo.

b.- 1Cor. 10, 31- 11,1: Seguid mi ejemplo como yo sigo el de Cristo.

El texto del apóstol Pablo, es la conclusión sobre el tema de la participación en los banquetes sagrados de los cultos paganos y la participación en la Eucaristía. Invita a sus fieles a seguir su ejemplo y entrega, a la obra de la evangelización de judíos y griegos, dando a conocer el misterio de Cristo a todos para que se salven. Lo que pretende el apóstol, es que una vez que han ingresado a la comunidad eclesial, dejen atrás las costumbres paganas, en concreto, la idolatría y participación en los sacrificios que crean comunión con las divinidades. Sólo a Dios se le rinde culto, sólo ÉL es digno de adoración, y la Eucaristía, es el momento oportuno para ello y no perderse en costumbres ya caducas.

c.- Mc. 1, 40-45: Le desapareció la lepra y quedó limpio.

El evangelio nos narra la curación de un leproso. Luego de recorrer toda la Galilea, Jesús va cerca del desierto, predicando y realizando verdaderos prodigios en bien de los necesitados. Viene hacia Él un leproso, lugar habitado por estos enfermos, se pone de rodillas y expone su situación. Su actitud refleja veneración y respeto por Jesús, su oración de petición habla de una delicada sensibilidad: Si quieres, dejando todo a la libertad soberana del Maestro (v.40). La actitud de Jesús es la de compasión y de ira; de compasión por el sufrimiento de esa gente y de ira, no con el enfermo, sino por la marginalidad en que vivía, impuesta por la Ley. Compadecido, Jesús toca al leproso, cosa prohibida, y al contemplarlo en este estado no tolera el sufrimiento, al saber cómo lo ama Dios (v.41; cfr. Lev.13-14). El leproso era considerado un primogénito de la muerte (cfr. Jb.18, 13). Su impureza abarcaba no sólo su cuerpo y espíritu, sino que también en lo

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religioso, social y familiar. La Ley lo que hacía era prevenir el contagio, aislando al afectado, para preservar la vida de la comunidad, lo que significa, prácticamente la muerte para el enfermo. La actitud de Jesús, si bien contraía las normas vigentes, habla de su gran compasión, identificarse con el dolor del otro en una actitud casi materna, amor profundo (cfr. Is. 49,15). “Quiero queda limpio” (v.41), viene a derribar con su fuerza poderosa los muros de la exclusión, prejuicios, colocando los cimientos de una nueva relación entre los hombres. Jesús que es la Vida, le comunica vida y lo extrae del dominio de la muerte y el hombre quedó limpio de su lepra (vv.42-43). Si la sinagoga lo rechazaba, era porque el pueblo de Israel era propiedad del Dios Santo, su impureza repugnaba a la santidad de Dios, por eso era excluido, ahora es regresado a la vida, al culto. Jesús, una vez sano lo manda al sacerdote para que certifique que está sano (cfr. Lv.13, 49), y volver a ser hombre normal. El silencio que le pide Jesús es para evitar que acudan a ÉL sólo para pedir milagros, cuando lo que el Maestro quiere es el encuentro personal que salve, no sólo que cure, que prolongue en un seguimiento. El hombre sale del desierto, de la marginalidad, y se puso a predicar por toda aquella región, con lo que ya Jesús no podía ir públicamente a ninguna ciudad debido a que todos traían sus enfermos para ser sanados. El silencio, es el mejor espacio para madurar grandes opciones, decisiones, interiorización de la palabra del Maestro, oración y acción directa sobre los enfermos, para que Jesús con su mano poderosa les devuelva la salud física y espiritual con el don de su Espíritu sanador.

Santa Teresa en su Castillo Interior, explica que el alma sin oración es como un tullido que no puede caminar. Necesita que lo toque Jesús, que le devuelva la salud espiritual. “Decíame, poco ha, un gran letrado que son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido que, aunque tiene pies y manos, no los puede mandar, que así son… Porque, cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal; que, como sea oración, ha de ser con consideración; porque la

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que no advierte con quien habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios” (1M 1, 6-7. 9).

LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 4,1-15.25: Caín mató a Abel.

b.- Mc. 8,11-13: Los fariseos piden un signo del cielo.

Este pasaje nos presenta un diálogo polémico, posiciones diferentes, pero alejado de una sincera búsqueda de la verdad o siquiera la escucha del otro. Lo que genera la sospecha y las relaciones se dañan irremediablemente, cuando Marco, señalas las verdaderas intenciones de los fariseos: pedirle a Jesús un signo para ponerlo a prueba (v.11). Un signo del cielo, una manifestación mayor de las que acaba de hacer, para ser acreditado ante sus ojos. Ha multiplicado los panes en forma asombrosa por segunda vez, ante una multitud de hombres y mujeres, sanó a un sordo tartamudo (cfr. Mc.7, 31-8,1-10), así y todo no creen. A la falta de fe, se une una ceguera caprichosa de parte de los fariseos. ¿Qué tipo de señal querían? Por signo del cielo, se entiende una manifestación cósmica, más grande que sus milagros, que nadie pueda dudar, que se encuentran ante un mesías poderoso. Marcos reserva esta expresión, para cuando habla de la escatología y el fin del mundo (cfr. Mc. 13, 4. 22). También esos signos se pueden relacionar con los realizados por Moisés en la corte del faraón o los realizados por Josué (cfr. Js. 10, 12-15). Esta petición resulta insensata, y sólo se entiende como un pretexto capcioso de hacer daño. El gemido de Jesús, al negarse a darles un signo, expresa una profunda ira y tristeza, por su falta de fe, por su cerrazón, suspiro doloroso por tanta incredulidad (cfr. Mc. 3, 5). Esa generación ya tiene sus representantes: los fariseos y su incredulidad, los mismos que más tarde rechazarán sus signos (cfr. Mc.11, 27). Jesús se pregunta: “¿Por qué pide esta generación un signo?” (v.12). Esta generación ha visto

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los signos que ha hecho, sin embargo, no les convence, porque falta la disposición interior, fe, para acogerlos. El alejarse Jesús de los fariseos, es un signo de querer alejarse de quienes actúan malvadamente, mientras ellos son incapaces de abrirse a la evidencia, a la verdad. El testimonio de Cristo, nos debe bastar para creer en ÉL y en su evangelio. Así lo creyeron los Santos de todos los tiempos, testigos y amigos íntimos de Jesús, también debemos considerarnos en camino de perfección, porque tenemos fe.

Santa Teresa de Jesús, vivió la reforma de Lutero y la contrarreforma católica. Ella emprende su propia Reforma. “En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos, y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese,… y que todas ocupadas en oración por los que son defensores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar ahora a la cruz estos traidores y que no tuviese adonde reclinar la cabeza.” (CV 1,2).

MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 6, 5-8; 7,1-5.10: Dios se arrepiente de haber creado al hombre.

b.- Mc. 8, 13-21: La levadura de los fariseos y de Herodes.

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En este evangelio se encuentran dos temas: los discípulos preocupados que no llevan suficientemente pan para la travesía (vv.14.16-20), y la advertencia de Jesús acerca de la levadura de Herodes y los fariseos (v.15). Jesús está preocupado de que ellos entiendan sus palabras y signos. De ahí que les haga siete preguntas, para hacerlos pasar de una visión material de la vida, a elevar la mirada a los valores morales, es decir, de lo pasajero de las necesidades, a aquellas que sólo Dios puede saciar. La referencia de Jesús, a la levadura de Herodes y de los fariseos, asociados, pone en guardia a los apóstoles acerca del rechazo que manifiestan en contra de Jesús, su enemigo (v.15). Ambos grupos tienen motivos diferentes pero un solo objetivo: rechazar a Jesús, como Mesías, no era ese el mesías que esperaban. La levadura representaba para judíos y cristianos, una fuente de corrupción (cfr. Gál. 5,9; 1 Cor. 5, 7ss), es decir, la mala disposición interior del rey y de los fariseos. En este contexto, vendría a significar, Jesús les previene a los apóstoles, de no tener una falsa convicción de estar frente a un mesías político, triunfante y dominador: ese es el Jesús, que ellos querían. Jesús advierte a los apóstoles de esa idea, para no crear falsa expectativas. Un segundo tema, se refiere al pan con lo que había comenzado este evangelio. Él ha multiplicado por dos veces el pan y en ambas ocasiones, Jesús les ha dado de comer y evitando ser proclamado rey o jefe de un movimiento nacionalista. La mención de las sobras de la multiplicación de los panes, busca sacar a los apóstoles de su afán por el alimento. Deben dejar toda preocupación por el alimento, si no reaccionan, es porque tienen el corazón endurecido, incapaces del asombro. Se trata de acoger a Jesús, lo inesperado, o quedarse bloqueados frente a la revelación. La incapacidad para acoger lo inédito, se convierte en un obstáculo para reconocer a Jesús. “Aún no entendéis” (v. 21), viene a significar el proceso de superación de esta incomprensión elevando hacia Dios la mirada para entrar en sintonía con Dios que obra en Jesús de Nazaret. De esta contemplación vendrá una mayor comprensión de los acontecimientos, de lo que

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nace el asombro renovado. Pensemos que lo extraordinario para el hombre, es lo ordinario para Dios, no hay espacio para el temor, sino para gozar de la presencia divina que transforma la vida nuestra.

Santa Teresa de Jesús, comenta el Padre Nuestro, y exhorta a los cristianos a pedir al Padre el Pana bajado del cielo, su amado Hijo: “Pedid vosotras, hijas, con este Señor al Padre que os deje hoy a vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo sin Él; que baste para templar tan gran contento que quede tan disfrazado en estos accidentes de pan y vino, que es harto tormento para quien no tiene otra cosa que amar ni otro consuelo; mas suplicadle que no os falte y que os dé aparejo para recibirle dignamente. De otro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os habéis dejado en la voluntad de Dios (digo en estos tiempos de oración que tratáis cosas más importantes, que tiempos hay otros para que trabajéis y ganéis de comer), mas con el cuidado, no curéis gastar en eso el pensamiento en ningún tiempo; sino trabaje el cuerpo, que es bien procuréis sustentaros, y descanse el alma. Dejad ese cuidado como largamente queda dicho a vuestro Esposo, que Él le tendrá siempre.” (CV 34,2-4).

MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 7, 6-7; 8,6-13. 20-22: Miró Noé y vio que la superficie estaba seca.

b.- Mc. 8, 22-26: El ciego quedó curado y veía con toda claridad.

Este evangelio es propio de Marcos. Una curación en dos tiempos en que la metodología seguida por Jesús tiene por trasfondo simbólico que los apóstoles puedan alcanzar la plenitud de la fe, de forma progresiva. Están en Betsaida, tierra de Pedro y Andrés. Llama la atención, que le pidan que Jesús toque al ciego (v.22), cuando han

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experimentado que es la Palabra de Jesús, la que efectúa la sanación. Se trata de la mentalidad arcaica, que daba mucha importancia al contacto físico, recordemos a la hemorroísa (cfr. Mc. 5, 28). Luego, Jesús toma de la mano al ciego (v.23), lo saca del pueblo para curarlo, dándole a la curación un aire de misterio, pero también, para evitar la espectacularidad. Le pone saliva en los ojos y le impone las manos; a la pregunta de Jesús, el ciego dice que ve a los hombres, como árboles, que andan. (v. 24). La pregunta parece extraña, el milagro parece que se ha producido lentamente, ha recuperado la vista, pero no de forma completa. El ciego parece haber quedado ciego, de mayor, porque conoce los árboles. Jesús nuevamente le impone las manos y obtiene la curación perfecta, tanto que el hombre sano veía las cosas de lejos (v. 25). El ciego representa a los apóstoles, a quien Jesús acaba de reprochar su ceguera (cfr. Mc. 8,18), en particular a Pedro, que proclama a Jesús como Mesías (cfr. Mc. 8, 29), paradojalmente, no acepta su mesianismo de sufrimiento y cruz, por lo cual, se enfrentará con Jesús (cfr. Mc. 8, 32-33). Se trata de la lentitud de los apóstoles en conocer la persona y obra de Jesús por ello se necesitan muchas intervenciones directa para profundizar en su misterio. Este episodio del ciego prepara la profesión de fe de Pedro. La imposición de manos de Jesús, es lo que necesitamos para nuestra vida, muchas veces, hasta ver a los hombres, como hermanos y prójimos, y las cosas claras como la luz radiante de mediodía. Se trata de ver para comprenderlo a ÉL, pidamos luz pascual en esta caminar en la fe.

Santa Teresa en Moradas, nos invita a poner los ojos en Cristo para comprender lo que significa ser de verdad sus discípulos. “Mirad que importa esto mucho más que yo os sabré encarecer: poned los ojos en el crucificado y se os hará todo poco; si Su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?: hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda

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vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue, que no les hace ningún agravio ni pequeña merced; y si a esto no se determinan, no haya miedo que aprovechen mucho, porque todo este edificio, como he dicho, es su cimiento de humildad, y si no hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo.” (7 Moradas 4,8).

JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 9,1-13: Pondré mi arco en el cielo.

b.- Mc. 8, 27-33: Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.

En el evangelio, encontramos dos secciones: la confesión de fe de Pedro (vv. 27- 30), el primer anuncio de su pasión y resurrección (vv. 31-33). En la primera parte, el evangelista nos presenta la última etapa de la estadía de Jesús en Galilea, antes de subir a Jerusalén. Por ello, la pregunta que hace a los suyos, es para asegurarse que sus discípulos suban a Jerusalén, como discípulos más que como peregrinos; hay que confirmar, la opción hecha anteriormente (v. 27). La gente tiene una alta estima de Jesús, lo considera entre los grandes profetas, los que han estado más cercanos a Dios. En este ambiente tranquilo, les pregunta directamente a ellos, ¿qué piensan sobre ÉL? (v.29). Se pasa, de la opinión de los otros, a la de ellos, tomar posición frente a Jesús. Ante la pregunta de Jesús, sobre qué piensa la gente acerca de Él, la respuesta de Pedro, es toda una confesión de fe: «Tú eres el Cristo.» (v.29). Esta confesión es sobre la verdadera identidad de Jesús, la misma que más tarde, confesará en la Pasión; aunque falta la luz pascual, confesión envuelta de incomprensión, identifica a Jesús como el Enviado definitivo de Dios, el Mesías, cumplimiento de las profecías y de esperanzas de Israel. En los últimos tiempos, se pensaba en un libertador político, el Mesías, pero Jesús no quiere alimentar falsas expectativas, por ello, manda

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inmediatamente callar acerca de su identidad (v.30). En un segundo momento Jesús anuncia su pasión y resurrección, alejando de su rol de Mesías, toda idea de mesianismo político, que traducen el nacionalismo judío, que sostenían los apóstoles. Más bien, Jesús de Nazaret, calza con el Siervo sufriente de Isaías. El Nazareno, indica con toda claridad, lo que entiende por Mesías: ofrecer la vida, subir a Jerusalén, morir y al tercer día resucitar. La protesta de Pedro, es por querer ahorrarle la pasión y muerte a Jesús, el sufrimiento; sin darse cuenta, Pedro se pone en la línea de Satanás, que quería un mesianismo triunfalista, lleno de gloria y éxito. Jesús reprende a Pedro, con palabras muy duras: sus pensamientos son lo de los hombres, no los de Dios. Le ordena ponerse detrás de ÉL: Sígueme (v.33). Se trata de la centralidad de Jesucristo en la vida del discípulo, un vínculo fuerte y totalizador con su Persona y su Evangelio, para conocerle y encontrarle. La totalidad nos habla de una dimensión de amor, uno e indiviso. Jesús vale tanto, que hay que estar dispuestos a entregar la vida, a fin de mantenerse, en el “unum necessarium”, lo único necesario.

Santa Teresa de Jesús, “Estaba una vez recogida con esta compañía que traigo siempre en el alma y parecióme estar Dios de manera en ella, que me acordé de cuando San Pedro dijo: «Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo»; porque así estaba Dios vivo en mi alma. Esto no es como otras visiones, porque lleve fuerza con la fe; de manera que no se puede dudar que está la Trinidad por presencia y por potencia y esencia en nuestras almas. Es cosa de grandísimo provecho entender esta verdad. Y como estaba espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como mi alma, entendí: «No es baja, hija, pues está hecha a mi imagen». También entendí algunas cosas de la causa por qué Dios se deleita con las almas más que con otras criaturas, tan delicadas que, aunque el entendimiento las entendió, de presto no las sabré decir” (Cc 41,1-3; O bien: Rel. 54,1)

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VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 11,1-9: Voy a bajar y confundir su lengua.

b.- Mc. 8, 34-39; 9,1: El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.

El evangelista presenta ahora las condiciones para seguir a Jesús, a sus discípulos, como a la gente en general. La primera condición, es la negación de sí mismo (v.34), es decir, orientar la vida por los criterios del evangelio, palabras y actitudes de Jesús. Se trata de no pensar como los hombres, no hacer del yo, el centro de la persona, sino Dios, no seguir los criterios del mundo (cfr. Mc. 8, 33). El seguimiento es muy comprometedor: la exigencia de un vacío completo de nosotros mismos a favor de ÉL. Se hace difícil o nos lo parece, porque hay un orgullo instintivo, que nos lleva a afirmarnos a nosotros mismos. Ese es un camino que no conduce a nada; para ir con ÉL, es necesario, renunciar a nosotros mismos. Entregar la vida por la causa del Evangelio (v.34), nos habla de exigencia y sentido, para construir la comunidad mesiánica. Se comienza por los gustos y proyectos personales, a los que se renuncia, para asumir los de Cristo. Él lo hizo por nosotros en Getsemaní, cuando renuncia a su voluntad por hacer la del Padre (cfr. Lc. 22, 41). Llevar la cruz, siempre indicará sufrimiento, parte fundamental del seguimiento, como la negación. Salvar la vida, significa, recuperar lo esencial de la existencia de todo ser humano. No renunciar a sí mismo, significa que esa dimensión queda reducida a dimensiones muy subjetivas y temporales, no hay apertura al prójimo, en cambio, quien se abre a los hermanos y al evangelio concretamente, se realiza humanamente, en una dimensión más amplia con horizontes de trascendencia. Buscar la propia satisfacción personal, como única meta en la vida, es camino al fracaso; en cambio, abrirse a los demás es, perder la vida, es crecer en lo humano y cristiano. Jesús quiere un sí dado a su persona y a su

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Evangelio, vínculo fuerte y decidido para conocerle y encontrarle mejor. En el trasfondo, está la dimensión irrenunciable del amor, uno e indiviso, si no quiere experimentar lo que no es amor verdadero. La vergüenza que se pueda sentir por Jesús, es no hacer de ÉL un proyecto personal de vida. Pero la vergüenza que ÉL sentirá el día del Juicio, significará que no se reconocerá en esos discípulos. Estas palabras de Jesús (v.38), ayudan a comprender la importancia de hacer la opción por ÉL hasta el final; lo contrario, produce un desconocimiento de parte suya en el momento final de la historia personal. La verdadera vida está en Cristo, por lo tanto, la vida del cristiano gira en torno a ÉL; ese es el programa a seguir. Finalmente, Jesús se compromete hacer participar de su Reino antes de conocer la muerte a los suyos, a los que le siguen, es decir, a vivir una fuerte experiencia de Dios en esta vida.

El alma de la Santa de Ávila, Teresa de Jesús, también poseía su vena poética y por eso la deja explayar en estos versos dedicados a la Cruz de Jesús: “En la cruz esta la vida/ Y el consuelo,/ Y ella sola es el camino/ Para el cielo./ En la cruz está el Señor/ De cielo y tierra,/ Y el gozar de mucha paz,/ Aunque haya guerra./ Todos los males destierra/ En este suelo,/ Y ella sola es el camino/ Para el cielo./ De la cruz dice la Esposa/ A su Querido/ Que es una palma preciosa/ Donde ha subido,/ Y su fruto le ha sabido/ A Dios del cielo,/ Y ella sola es el camino/ Para el cielo./ Es una oliva preciosa/ La santa cruz,/ Que con su aceite nos unta/ Y nos da luz./ Alma mía, toma la cruz/ Con gran consuelo,/ Que ella sola es el camino/ Para el cielo.” (Poema “En la Cruz está la vida”)

SABADO

a.- Heb.11,1-7: Por la fe sabemos que la palabra de Dios configuró el universo.

b.- Mc. 9, 2-13: Se transfiguró delante de ellos.

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Este relato de la Trasfiguración quiere demostrar que las exigencias del Reino de Dios, llenan al hombre de gozo y plenitud. La Transfiguración se encuentra entre el primer y el segundo anuncio de la pasión y resurrección de Jesús. Es la voz del Padre, quien da sentido a todo el texto (v.7). El grupo de los discípulos se reduce a tres: Pedro, Santiago y Juan, que serán testigos de este acontecimiento glorioso, los mismos serán testigos de la versión dolorosa de este misterio. En la montaña, lejos de las gentes, lugar del encuentro de Dios y del hombre, como Moisés que ahí recibe los diez mandamientos (cfr. Ex. 19,20). En el hecho de la Transfiguración está el germen de la Pascua. Con ellos, Jesús quiere hacerles comprender el misterio de la Cruz que les acaba de anunciar, confirmar su autoridad por la voz del Padre, que les manda escuchar a su Hijo. Sólo a ÉL hay que escuchar, porque es constituido en único Maestro para ellos. La Transfiguración a sus ojos, es el esplendor del misterio de la cruz. Seguirlo a la gloria, pasa necesariamente por la cruz, de ahí la importancia que da el evangelista a los signos de la trascendencia: la luz, la blancura de sus vestiduras, la nube, la voz del Padre. Al anuncio de la humillación y el anonadamiento, la resurrección querida por el Padre, convierte la Transfiguración en gozoso anuncio de su glorioso triunfo sobre la muerte. La presencia de Elías y Moisés, dotados de gran autoridad ante Dios y como la ley judía, exigía que se comprobara un hecho mediante el testimonio de dos testigos, esta es la primera razón que justifica su presencia en este hecho (cfr. Dt. 19,15). Son los máximos representantes del AT., la ley y los profetas, precursores y testigos de la Antigua Alianza. Se esperaba el retorno de ambos en el ambiente judío (cfr. Dt.18,15; Mal.3,23). Testifican que han llegado los tiempos del Mesías. Ambos hablan con Jesús, como Moisés que hablaba con Yahvé, y Elías que se consumía de celo por el Dios de los ejércitos. Ahora Yahvé se manifiesta en Jesús, por eso que mientras los tres conversan, el Padre se dirige a los discípulos, con lo que se quiere dar a entender, que desde ahora el AT., ya no les hablará sino a través de Jesús. Las palabras de Pedro, pretenden

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detener el tiempo, olvida el sentido de la cruz, el esfuerzo personal por la transformación del mundo. La transfiguración es un hecho divino y sólo el Padre da la clave para leerlo: escuchar al Hijo. Sólo después de escucharle, se puede dar una respuesta a Dios. Envueltos en la nube entran en la manifestación de su gloria y de su presencia, toda una disposición para escuchar la voz divina, que como en el bautismo, proclama a Jesús su Hijo amado, pero que ahora añade: Escuchadle (v.7; Mc.1,11). Jesús es el profeta a quien todos deben ahora escuchar (cfr. Dt.18, 15). El mandato del Padre revela que la ley y las profecías hablaban de su Hijo, el AT, llevaba en sus entrañas al Hijo, que es su Palabra, hacia la que están orientadas, todas las palabras dichas antes por Yahvé y los profetas. El Padre se complace en su Hijo, lo que habla de su estrecha relación, como Hijo único, el Amado por excelencia (cfr. Sal. 2, 7; Is. 42,1). Finalmente, todo desaparece y queda Jesús sólo, lo único importante, lo que cuenta, entra en la vía del dolor y del sacrificio. Sólo de Él viene la salvación para sus discípulos y todos los hombres, como proclamará más tarde Pedro ante el Sanedrín (cfr. Hch. 4,12). La experiencia de la montaña les habló a ellos y a nosotros a las claras de quien es Jesús, como camino para alcanzar la gloria, pasando por el Calvario, y de cómo la transfiguración es germen de resurrección. Sólo después de las apariciones pascuales, y que sean enviados, los discípulos hablarán de la transfiguración del Señor Jesús.

Santa Teresa de Jesús, gozó de privilegiadas muestras del amor divino en las visiones que recibió donde al ver a Cristo glorioso en su Humanidad. “Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios. No como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado. Y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar, sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe. Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma; se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío, quién pudiese dar a

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entender la majestad con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de los cielos, y de otros mil mundos, y sin cuento mundos y cielos que Vos criaseis, entiende el alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada, para ser Vos Señor de ello.” (Vida 28, 7-8).

P. Julio González Carretti