perez villaamil y los inicios del orientalismo en la pintur a espaÑola

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  • PEREZ VILLAAMIL Y LOS INICIOS DEL ORIENTALISMO EN LA PINTURA ESPAOLA

    POR

    ENRIQUE ARIAS ANGLES Departamento de Historia de Arte del CSIC

    According to the romantic european thought, the Spanish historicism will be outlined on an archeological re-covering seeking a national identity. In this context where the romantic travellers played an important role too the seed of our pictoric-orientalism developed herself.

    El orientalismo artstico es un producto tpico del romanticismo y, por consiguiente (por ro-mntico y por europeo, por constituir, en definitiva, una visin desde nuestros propios presu-puestos y prejuicios) un gnero falso en cualquiera de sus acepciones, pictrica, literaria, mu-sical... Pero eso s, terriblemente atractivo, como expresin sublimizada de uno de los mitos consoladores aorados por la crecientemente aburguesada civilizacin europea del siglo xix, que encontr su vehculo idneo de expresin precisamente en el romanticismo, curiosamente coin-cidente con el momento en que el expansionismo colonialista se encargaba de forzar las puertas de Oriente.

    El proceso de descubrimiento e inters por el Oriente tuvo sus precedentes ms inmediatos en el siglo xvn, tanto en el pensamiento de la Ilustracin como en el inters cientfico, plasmado

    , en los viajes de exploracin y descubrimiento de aqul siglo. Pero la realidad es que este proceso cultural estuvo ntimamente ligado a una poltica de expansionismo militarista de las potencias europeas, en progresivo aumento desde mediados del siglo xvm, y del que las expediciones cien-tficas citadas de ese siglo no fueron ms que una avanzadilla. As, al hilo de una poltica ex-pansionista y colonial, se abri, en gran medida, el Oriente a los ojos de los europeos y progre-sivamente despert su inters en ellos K

    En este proceso del descubrimiento de Oriente no hay que olvidar el caso de Espaa, a la que los prejuicios romnticos europeos llevaron forzadamente a jugar cierto papel en ello, papel determinado sin duda ms por una falsa visin exterior que por un autntico sentimiento incu-bado histricamente en su interior. Y no hay que olvidar, como decimos, el caso de Espaa, por-

    ^ Arias Angles, E.: La pintura orientalista espaola. Imagen de un tpico, en La imagen romntica del legado an-dalus, Barcelona-Madrid, 1995, pp. 47-48.

    ARCHIVO ESPAOL DE ARTE, LXIX, 281 ENERO-MARZO 1998

    ISSN: 0004-0428

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  • ENRIQUE ARIAS ANGLES AEA, 281,1998

    que recien redescubierta al resto de Europa por medio de la guerra de la Independencia contra la invasin napolenica, y sin ser tierra oriental, fue considerada a menudo, a pesar de ello, al igual que Venecia, como puerta de Oriente, pues guardaba los desvencijados y melanclicos recuer-dos de una civilizacin oriental esplendorosa, ya casi olvidada, en cuya evocacin se deleitaban los romnticos por lo fascinante y novelesco de sus leyendas y por el triste destino de su des-truccin, por su compendio de categoras de lo sublime, pues este melanclico recrearse en la re-membranza de las civilizaciones perdidas era muy del gusto romntico; ya que el sujetivismo es-ttico y emocionalismo romnticos crea encontrar aqu, entre nosotros, un orientalismo espaol, ms concretamente andaluz, convertido por los romnticos en smbolo de una pretendida snte-sis cultural entre lo europeo y lo islmico ; conceptos que, sustentados tambin por una especial iconografa, van a constituir una imagen de lo espaol y de lo andaluz, por dems falseada, en relacin con el mundo musulmn.

    Lo espaol y lo andaluz en particular se erige as en norma de la nueva simbologa, de la nueva figuracin histrica propiciada por las tendencias emocionalistas y arqueolgicas, por el pensamiento historicista romntico, encamando los nuevos valores que llenaran de sig-nificado sus pretensiones. Lo espaol, lo andaluz, auna de este modo el pintoresquismo a la po-tica de lo sublime, convirtindose as para la nueva mentalidad romntica en paradigma de pa-raso perdido, en aoranza de un antiguo mundo armnico, que an conservaba las cualidades misteriosas e iniciticas de lo incgnito, que realizaba en plenitud las espectativas y aspiraciones del sujetivismo romntico sobre lo mgico y extraordinario, originando as un itinerario alter-nativo (el Spanish Tour) al tradicional Grand Tour britnico de los clasicistas del siglo xvm que, discurriendo por Francia y Suiza, culminaba en Italia, pues, como nos dice Gonzlez Tro-yano, Bien se quisiese evocar un determinado pasado, bien se quisiera recuperar un paraso perdido, el entorno andaluz (...) posibilitaba un escenario con las huellas y referencias sufi-cientes para dar pie a las ensoaciones buscadas. Vestigios romanos, ruinas de castillos y mo-numentos rabes permitan recrear, segn lo demandase la sujetividad del viajero, la antige-dad, el mundo del medievo, y sobre todo un Oriente artstico y literario (...) bien sustentado todo l con visibles y llamativos componentes exteriores y sin los inconvenientes, por otra parte, del largo desplazamiento exigido por el geogrficamente verdadero./Esto ltimo no dejaba de ser un recurso compesatorio que pudo estar en la base de esa afinidad electiva entre tantos viaje-ros y Andaluca. Los muchos ingredientes que componan su singularidad estaban relativamente prximos y una vez traspasados los Pirineos, y, an ms, Despeaperros, era posible conven-cerse y transfigurar el mesurado exotismo que se contemplaba en otro ms oriental, africano y salvaje (...).'^.

    Se instaura as el mito de lo espaol, el mito de Al-Andalus, como elemento esencial del his-toricismo europeo, y del que, sin duda, fueron creadores en gran medida los viajeros ilustrados bri-tnicos que, como precursores, iniciaron este periplo hispano, convertido en inicitico por creer los romnticos hallar en el mismo el prototipo de los nuevos ideales^.

    Ni que decir tiene que el mito funcion como superestructura cultural de la mentalidad, del ideario, historicista romntico, pero que fallaba por su propia base en cuanto que el contraste con la realidad espaola y andaluza del momento lo haca insostenible al nivel de la praxis, pues, como igualmente precisa Gonzlez Troyano, Aunque un cierto inmovilismo predominase de

    ^ Henares Cullar, L: Viaje inicitico y utopa: esttica e historia en el romanticismo, en La imagen romntica del legado andalus, Barcelona-Madrid, 1995, pp. 20 a 24.

    ^ Ibidem. ^ Gonzlez Troyano, A.: Los viajeros romnticos y la literatura costumbrista, en La imagen romntica del legado

    andalus, Barcelona-Madrid, 1995, p. 37. ^ Op. cit., nota 2, p. 22.

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  • AEA, 281, 1998 PREZ VILLAMIL Y LOS INICIOS DEL ORIENTALISMO 3

    forma ms palpable en Andaluca que en esas otras partes de Europa que haban llevado a cabo sus revoluciones e incrementaban por aquellos aos su industrializacin, de todos modos era necesaria, por parte del viajero, una mirada, consciente o inconsciente, selectiva para eliminar lo que poda recordar la uniforme vida urbana europea y quedarse slo con aquellas cosas fac-tibles de dar cauce a lo que motivaba su nostalgia o su melancola . De ah que la mayora de los viajeros romnticos vieran, en este sentido, lo que queran, lo que venan predispuestos a ver, tal es la fuerza de los preconceptos, como acertadamente nos aclara tambin al respecto Gon-zlez Troyano al decimos que Se realiza, pues, un fenmeno de proyeccin idealizada, de re-creacin de un ''otro'' a la medida de las necesidades previas requeridas. De ah que en el tes-timonio que se lleva a cabo cuente a veces ms la propia invencin de la subjetividad del viajero que el prstamo que posibilita el entorno visitado^.

    Este proceso cultural jugar importantsimo papel en la gestacin de la pintura orientalista espaola, que no surge como respuesta a determinados imperativos de nuestro subconsciente his-trico, como se ha pretendido , sino que tiene su origen en una moda europea de carcter in-ternacional consustancial al movimiento romntico, comn a toda la cultura de Europa en el pa-sado siglo, respondiendo, por tanto, a los presupuestos bsicos determinados por dicho movimiento, aunque tamizada por las interpretaciones de la propia idiosincracia nacional. Pues, bsicamente, la burguesa culta espaola, sustentadora y consumidora de dicho producto, se si-tu ante el Oriente con los mismos o similares presupuestos que eran dictados por el romanti-cismo europeo, buscando la evasin extica en el espacio y en el tiempo, en pos de la consola-dora quimera, de la falaz ensoacin romntica, que pareca intuirse tras el exotismo y pintoresquismo de una civilizacin extraa.

    El que los europeos viniesen a considerar en esta poca a Espaa casi como un pas oriental y africano (tal sera el caso de Vctor Hugo), o como preludio de su soado Oriente^, no quiere decir, ni muchisimo menos, que los espaoles del romanticismo asumiesen, hiciesen suya, esta vertiente del mito, ya que este concepto (ms diramos prejuicio) no obedeca a un hecho real, sino que se haba generado siguiendo los dictados de una preconcepcin errnea, motivada por el propio romanticismo, que miraba a nuestra nacin a travs de los ensueos literarios que le proporcionaban una historia de enfrentamiento romntico con el Oriente, establecido durante si-glos en nuestro propio suelo, y el extico pintoresquismo de unos destacadsimos restos arqui-tectnicos que, en simbiosis con lo occidental, permanecan an como testigos, como atractivas remembranzas, de ello, deviniendo en autnticos motores y promotores de dichos ensueos.

    Sin embargo, y a pesar de lo dicho, los espaoles aprendimos en determinadas ocasiones y aspectos, durante la poca romntica, a vemos, en cierto modo y manera, con los mismos ojos con que nos vean, o queran vemos, los extranjeros, como ya hemos dicho en otra ocasin ^ , aunque sto es ms aplicable a nuestro pintoresquismo costumbrista, como apunta Gonzlez Troyano ^ que a una visin, desde luego no compartida, de un hipottico orientalismo nacional. La asuncin por los propios espaoles, aunque slo fuese parcialmente, de la visin que los ro-mnticos europeos tenan de su pas, elaborada fundamentalmente en funcin de una concepcin

    ^ Op. cit., nota 4, p. 37. ^ Ibidem. ^ Sullivan, E. J.: Mariano Fortuny y Marsal and orientalism in nineteenth-century Spain, Arts Magazine, abril de

    1981, p. 96. Para mayor aclaracin sobre este tema vase Arias Angles, E.: La pintura orientalista, en Pintura orienta-lista espaola (1830-1930), Fundacin Banco Exterior, Madrid, 1988, pp. 32 a 34. Igualmente vase tambin op. cit., nota 1, pp. 49 y 50.

    ^ Victor Hugo en el prlogo de Les Orientales considera a Espaa africana y oriental. '" Arias Angles, E.: Influencia de los pintores ingleses en Espaa, en Imagen romntica de Espaa, Ministerio de

    Cultura, Madrid, 1981, p. 88. '' Op. cit., nota 4, pp. 43 a 45.

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  • ENRIQUE ARIAS ANGLES AEA, 281, 1998

    visionaria y ensoadora, es prueba de la incipiente fuerza cultural adquirida por el tpico, por el prejuicio.

    La definicin de un historicismo nacional, reflejo algo retrasado y ms conservador con res-pecto al europeo, se va a producir entre nosotros, fundamentalmente, teniendo como base una reivindicacin arqueolgica en aras de la bsqueda de una identidad nacional, bajo los auspicios del moderantismo institucional reinante. De aqu, tambin, que la imagen romntica de Espaa que se forman (y a su vez configuran) los intelectuales y artistas espaoles, aunque en cierta me-dida dependa de la que nos proporcionan los extranjeros, sea, sin duda, bastante ms moderada y costumbrista -teniendo su enmarque ms paradigmtico en lo andaluz-, adecuando el histori-cismo europeo al nacionalismo, a la tradicin, de aqu el destacado papel que va a jugar entre no-sotros el pintoresquismo. Este arqueologismo historicista y nacional se ver reflejado en la pu-blicacin de una serie de obras de carcter cientfico y pintoresco a la vez, planteadas desde diferentes actitudes culturales y que tienen su ms inmediato precedente en la Espaa Artstica y Monumental, con dibujos de Prez Villaamil y texto de Escosura; continundose en obras como Recuerdos y Bellezas de Espaa, con litografas de Parcerisa y textos de Piferrer y Pi y Margall entre otros; Espaa. Sus Monumentos y Artes. Su Naturaleza Historia, de Pedro de Madrazo y Francisco Pi y Margall; o El Museo Espaol de Antigedades, de Rada y Delgado ^ . Son publicaciones en las que se pretende dar diferentes respuestas al problema de la recupera-cin nacional a travs de los planteamientos arqueolgicos e historicistas, donde, si bien se co-mienza a valorar y reivindicar el arte oriental de Al-Andalus, no se llega, a pesar de los plante-amientos eclecticistas, a proporcionarle una total identidad nacional ^ .

    As, es dentro de este proceso de carcter internacional que, como vemos, tuvo su inciden-cia en la dinmica cultural interna de nuestro pas, donde hay que situar la gestacin y origen de nuestra pintura orientalista, tanto a nivel general como ms particular, mediante el influjo directo de algunos de los viajeros romnticos que a Espaa por entonces vinieron, buscando un tipo de orientalismo que sus preconceptos les llevaban a querer aqu encontrar. Tal seria el caso para-digmtico y determinante de la fecunda relacin establecida entre el pintor viajero escocs David Roberts venido a nuestras tierras con el bagaje cultural del tpico aludido y nuestro Jenaro Prez Villaamil, como luego veremos.

    De este modo, como decimos, ya desde sus inicios romnticos, la pintura orientalista espa-ola inserta su cordn umbilical en su homnima europea, tanto por medio de la via estilstica como por la subordinacin al tpico de la temtica, ya sea referente a la visin generalizada del mundo oriental como a la del perdido Al-Andalus, con claras alusiones en los asuntos de los cua-dros, o por medio de la insercin en ellos de elementos arquitectnicos arbigo-espaoles, ya con nimo de fidelidad ya con una utilizacin meramente caprichosa, en orden a crear un ele-mento de fantasa.

    ^ Para una ms amplia informacin sobre estos planteamientos vase op. cit., nota 2, pp. 25 a 27. ' Testimonio de ello tenemos en Francisco Pi y Margall: Granada, Jan, Mlaga y Almera, en Espaa, Sus Monu-

    mentos y Artes - Su Naturaleza e Historia, Barcelona, 1885, donde, an reivindicando al arte rabe andalus, el progresista autor no se siente, sin embargo, identificado ni con el mismo ni con el pueblo que lo produjo, como lo prueban los nu-merosos comentarios que el escritor hace al respecto a lo largo de todo el texto del volumen y del que es buen ejemplo su afirmacin comentando la caida de Granada de que La gloria de los poderosos no lograr interesarme nunca como el llanto de los dbiles por ms que en aquellos vea mis deudos y en stos mis enemigos (p. 422), refirindose a los cristianos-europeos como a sus deudos y a los andalusies-musulmanes como a sus enemigos, por supuesto. Es decir, que el autor, ain partiendo de la idea herderiana de la igualdad entre las culturas (de ah la reivindicacin del arte andalus), sin embargo su visin de la historia medieval de Espaa sige siendo antinmica, como confrontacin de dos culturas, ante lo que inevitablemente tiene que tomar partido. De hecho, como decimos, en ms de una ocasin, Pi y Margall, refirindose al pasado de alguna de las ciudades andaluzas recogidas en ese tomo, califica a los rabes como sus dominadores, lo cual es de lo ms significativo en esta cuestin de identidades.

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  • AEA, 281,1998 PEREZ VILLAMIL Y LOS INICIOS DEL ORIENTALISMO 5

    Por tanto, de acuerdo con lo dicho, la pintura orientalista espaola arranca del romanticismo, donde tuvo su origen el orientalismo en general, como una moda europea de corte internacional, profundamente vinculada al movimiento romntico. Es decir, que el orientalismo espaol obe-dece a las mismas o muy semejantes causas que el resto de los orientalismos europeos.

    As, aparte los precedentes de carcter oriental que pudieran darse en el siglo xvm, nada de extrao tiene que las primeras manifestaciones de pintura claramente orientalista aparezcan en los mismos inicios de nuestro romanticismo pictrico. Ya en 1833, cuando Jenaro Prez Villa-amil (1807-1854) ^ abre, prcticamente, la puerta de nuestra pintura romntica, este artista realiza un dibujo con Dos vistas fantaseadas de la Alhambra , de inmediato, en 1834, pinta un leo representado un Interior de la mezquita de Crdoba ^ , luego, en 1835, otros dos titulados Recuerdos de Granada '', y en 1836 otros con los temas de Puerta de ciudad rabe , Ruinas y molinos en Alcal de Guadaira ^ , Aspecto actual caracterstico de las ciudades rabes en Es-paa^^ y Un fragmento de Granada^\ obras que se enmarcan en la revalorizacin romntica de nuestro patrimonio cultural, especialmente el rabe, en consonancia con el pensamiento histo-ricista y eclctico europeo o sea, una reivindicacin arqueolgica en aras de la bsqueda de una identidad nacional, y que responden tambin a esa visin oriental de Espaa (especial-mente de Andaluca) que se inventaron los viajeros romnticos europeos; obras, por lo tanto, sig-nificativas en cuanto al inters por el tema oriental. De hecho, de inmediato a estas producciones, en 1837, aparece ya una obra del pintor que entra plenamente dentro de lo que tradicionalmen-te entendemos como concepcin ms puramente orientalista (es decir, por lo que afecta al asunto en s, a la temtica general de la obra), nos referimos a la titulada Mercado rabe ^ (Fig. 1), primer cuadro que le conocemos de semejante temtica, lo que no quiere decir que sea el ini-cial que realizase de este tipo, pues bien pudo pintar algn otro anterior que hoy desconozcamos.

    De hecho, y movindonos dentro de los lmites que nos ofrecen las obras fechadas o fecha-bles que le conocemos en esta temtica, Prez Villaamil produjo cuadros de asuntos orientalis-tas a lo largo de toda su produccin romntica, desde 1833 en que se inicia, como antes dijimos, hasta 1850, cuatro aos antes de su fallecimiento. Pero, como otras obras que le conocemos no se encuentran fechadas y otras ms las sabemos slo por referencias literarias, bien algunas de ellas pudieron ser coetneas a la primera de las fechas referidas o posteriores a la segunda.

    Sea como fuere, el hecho es que la produccin hasta el presente conocida de pintura de tipo orientalista de Prez Villaamil (bien se trate de asuntos tales en s, bien referida a algn monu-mento de carcter oriental) es de unas cincuenta obras entre leos, acuarelas y dibujos, compu-tndose las ms estrictamente orientalistas (o sea, las de tema puramente oriental) en tomo a las

    ^^ Para mayor informacin sobre este pintor vase Arias Angles, E.: El paisajista romntico Jenaro Prez Villaamil, CSIC, Madrid, 1986.

    ' Dibujo a lpiz. Papel. 0,18 x 0,27 m. Inscripciones autgrafas: En Granada/1833, sobre la vista de la izquierda; Granada/Julio 1833, sobre la de la derecha. Museo de Pontevedra.

    ' leo. Firmado y fechado en 1834 (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 208, num. 14). ' leos. Exhibidos en 1835 en la exposicin pblica de pinturas de la Academia de San Femando (Arias Angles, E.:

    op. cit., nota 14, p. 210, nms. 22 y 23). ' leo. Tabla. 0,65 x 0,50 m. Firmado y fechado en 1836. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p.

    211, num. 25). ' leo. Exhibido en 1836 en la exposicin de la Academia de San Femando (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p.

    212, num. 28). ^ leo. Exhibido en 1836 en la exposicin de la Academia de San Femando (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p.

    212,nm. 32). ' leo. Exhibido en 1836 en la exposicin de la Academia de San Femando (Arias Angles, E.: op. cit. nota 14, p. 213,

    num. 36). ^ leo. Lienzo. 0,53 x 0,53 m. Firmado y fechado en 1837. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. c//.,nota 14, p.

    215, num. 43).

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    veintiuna obras. Produccin sta, pues, de temtica orientalista que sin alcanzar en nmero a la de Fortuny, pintor si no el ms prolfico s el ms destacado de nuestro orientalismo, no deja de manifestar una impronta orientalista de cierta importancia en la produccin del romntico ga-llego. Es por ello que Prez Villaamil adems de ser el ms importante paisajista romntico espaol, y el introductor de este gnero en la pintura espaola decimonnica, que es por lo que ha sido siempre conocido y afamado, ha de ser igualmente considerado como pintor orienta-lista y, con seguridad, como el introductor tambin de este tipo de pintura entre nosotros.

    Una vez sentado sto, pasemos ahora a analizar de qu tipo fue el orientalismo practicado por Prez Villaamil. Desde luego, se hace inevitable (al igual que al estudiar su tipo de paisa-jismo) la referencia al pintor romntico escocs David Roberts, a quien Prez Villaamil conoci en 1833 ^ con motivo de su viaje artstico por Espaa y Marruecos y de quien tom el gallego su tipo de pintura. No hay duda de que Roberts fue un paisajista, pero tampoco se puede poner en duda que, dentro de los parmetros de su paisajismo, una parte destacada de su produccin es-tuvo dedicada al tema oriental, como paradigma del pintor viajero que fue inquiriendo en las ci-viUzaciones del mundo mediterrneo los exticos parasos perdidos anhelados por la sociedad de su poca. As, los asuntos orientalistas de Roberts fueron concebidos dentro de una visin pai-sajista, con especial incidencia en el monumento, adobada con ancdotas orientales, la mayora de ellos basados en una realidad ms o menos fantaseada o inmersos, por la forma de tratarlos, en una cierta atmsfera de ensueo. Esto es igualmente vlido para el orientalismo de Prez Vi-llaamil, quien lo aprendi de Roberts y de los grabados de otros pintores y dibujantes britnicos del momento bastante similares, con la nica diferencia de que mientras Roberts viaj al Orien-te, Prez Villaamil, que sepamos, nunca lo hizo, ni siquiera a Marruecos. Pero ya fuese recu-rriendo a su fantasa o buscando inspiracin en los grabados de los viajeros romnticos de la poca o en los restos arqueolgicos orientalistas de la propia Espaa, el orientalismo de Prez Villaamil no difiere esencialmente del britnico del momento, especialmente del de Roberts, al que ms se asemeja.

    De aqu que el primer orientalismo practicado en la Espaa romntica sea de tinte britnico y no francs, como pudiera parecer en principio ms lgico. Sin embargo, la prctica de este tipo de pintura no podr sustraerse por mucho tiempo al influjo galo, debido al fuerte contacto de la pintura espaola con la del pas vecino y, posteriormente, el otro polo o eje sobre el que pivotar el orientalismo romntico espaol ser el francs.

    En lneas generales, como decimos, los cuadros orientaHstas de Prez Villaamil se enmarcan, al igual que los de Roberts, dentro de una concepcin eminentemente paisajista. Es decir, la ancdota ms o menos narrativa se halla inmersa en un mbito bien sea puramente paisajista o concebido como tal, aunque se trate de un interior, o sea, privando en la composicin el sentido general del mbito sobre la ancdota que se diluye en el mismo.

    Esta concepcin tiene su ms pura expresin en las obras que pueden ser consideradas casi estrictamente como paisajes, tales como Paisaje costero oriental (o Puerto oriental) , Paisaje de Africa , Paisaje oriental con puente fortificado ^ (Fig. 2) o Paisaje con personaje oriental ^, composiciones todas ellas eminentemente paisajistas en las que, junto a la ancdota concebida

    ^ Arias Angles, E.: Relaciones entre David Roberts, Villaamil y Esquivel, Goya, num. 158, 1980, pp. 66 a 69; Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, pp. 45 a 47.

    2" leo. Lienzo. Firmado y fechado en 1843 (?). Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 241, num. 124 bis).

    ^ leo (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 266, num. 196). 2 leo (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 267, num. 202). ^ leo. Madera (?). 0,16 x 0,21 m. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 269, num. 209).

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    con personajillos orientales, suele destacar, normalmente hacia los primeros trminos, la mole de alguna construccin fantstica de tipo oriental, subrayando as claramente el tipo de ambiente is-lmico que pretende representar.

    Es, pues, ste el ms claro ejemplo de esa concepcin paisajstica que, como decimos, campea en las composiciones orientalistas de Prez Villaamil, y que es extensible a las dems te-mticas que a continuacin veremos, pero tambin es, a la vez, un asunto caracterstico de la ico-nografa de la pintura orientalista: el paisaje oriental. Porque, hay que destacar tambin que ya en la pintura de Prez Villaamil aparecen muchos de los temas que tipificaron a la iconografa de la pintura orientalista en general durante todo su desarrollo, ya que no hay que olvidar que el orientalismo fue un gnero con personalidad propia, poseyendo una peculiar iconografa y un sentido espectacular y brillante del colorido, caractersticas ambas asumidas por el orientalismo de Prez Villaamil.

    As, junto al paisaje oriental ya referido, y en bastante proximidad a l, se encuentra otro de los temas tpicos de la pintura orientalista: el desierto. Estas grandes soledades llamaron la aten-cin de los viajeros y artistas europeos, sin duda por el contraste con la fertihdad de Europa, a la vez que ofrecan el romntico contrapunto a las ricas ciudades orientales y a los frondosos oasis. De este modo, esas llanuras desoladas, dominios del silencio, constituyeron para las romnticas mentalidades una especie de imperio de la muerte . Estas representaciones que tienen como motivo al desierto poseen dos vertientes. Una es la que, teniendo a estos grandes espacios de-solados como teln de fondo, concede preeminencia a la representacin de las ruinas del mun-do de la Antigedad, en tomo a las cuales pululan personajes orientales, clara alusin a la nostalgia por las perdidas civilizaciones del pasado, tan del gusto romntico. Estas representa-ciones, heredadas de las ilustraciones de los libros de viajes del siglo xvm ^ , constituyen una constante iconogrfica de la pintura orientalista, en que el romntico contraste de las minas de una civilizacin que fue esplendorosa por las que pululan y acampan los nmadas del desierto, tiene cierto sentido pesimista y nostlgico, algo as como un finis gloriae mundi del roman-ticismo. A esta tipologa con preeminencia de las minas de la antigedad clsica y egipcia, tan del gusto de los orientalistas britnicos, responden tambin claramente una serie de obras de P-rez Villaamil, como Paisaje oriental con ruinas clsicas^^ (Fig. 3), Ruinas en las inmediaciones de Jerusalem ^ Paisaje de Egipto con esfinge y pirmide ^ o Caravana a la vista de Tiro , to-das ellas composiciones fantsticas con inspiracin en algn grabado. En la primera y en la l-tima de estas obras se unen las dos vertientes indicadas anteriormente de esta iconografa del de-sierto tan caractersticas del orientalismo pictrico, la de las minas del pasado enmarcadas por el desierto y la de la caravana, asunto este ltimo tambin tipico de la pintura orientalista y que pa-samos igualmente a ejemlificar, en su forma ms pura, en Prez Villaamil a continuacin.

    Los beduinos nmadas que habitan estas soledades desrticas vinieron a representar para las romnticas mentalidades europeas los ltimos hombres libres ' . As, el desierto suele aparecer

    ^ JuUian Ph.: Les orientalistes. La vision de VOrient par les peintres europens au XX sicle, Fribourg (Suisse), 1977, p. 94.

    29 Ibidem, pp. 103 y 104. leo. Lienzo. 0,78 x 0,96 m. Firmado y fechado en 1842. Museo Romntico. Madrid (Arias Angles, E.: op. cit., nota

    14, p. 229, num. 79). ' leo. Tabla. 0,52 x 0,71 m. Firmado y fechado en 1845. Patrimonio Nacional. Madrid (Arias Angles, E.: op. cit.,

    nota 14, p. 246, num. 143). 2 leo. Hojalata. 0,25 x 0,33 m. (Catlogo Sala Retiro de Caja de Madrid, marzo de 1997, p. 41, num. 151 (repro-

    ducido con el ttulo de Vista de esfinge y pirmide). ^ leo. Lienzo. 0,97 x 1,26 m. Firmado y fechado en 1846. Fundacin Santamarca. Madrid (Arias Angles, E.: Op. cit.,

    nota 14, p. 247, num. 145). 3 Op. d.,nota28, p. 96.

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  • AEA, 281, 1998 PEREZ VILLAMIL Y LOS INICIOS DEL ORIENTALISMO 9

    unido a las figuras de estos nmadas que, para preservar su libertad, se vieron obligados a seguir los caminos de la desolacin . No son, sin embargo, muy abundantes los temas dedicados al de-sierto en la pintura orientalista espaola, que prefiri otros asuntos en esta temtica, siendo P-rez Villaamil uno de los que ms atencin prest a los espacios desolados y a las caravanas, como acabamos de ver, pudiendo lo ejemplificado ampliarse con dos obras ms dedicadas ex-clusivamente al mundo de los beduinos nmadas y las caravanas, nos referimos a las tituladas Una caravana en el desierto ^ (Fig. 7) y Caravana '', de las que nos es conocida la primera, donde se nos representa una hermosa vista del desierto por el que transita una caravana digna de la imaginacin evocada por la lectura de Las mil y una noches.

    Otro asunto tpico de la iconografa orientalista fue el del mercado o zoco, cuyas variopin-tas concurrencia y actividad llamaron tambin profundamente la atencin de los viajeros occi-dentales; lugares donde caba la representacin de la riqueza y el lujo al lado de la mayor de las miserias, tanto en los tipos como en las mercancas. Esta temtica fue igualmente abordada por Prez Villaamil, al menos en dos cuadros dedicados a tal asunto que le conocemos, uno de ellos titulado Mercado rabe ^ y el otro Un zoco ^ (Fig. 6). El primero de ellos es una composicin de pura fantasa, tanto en las arquitecturas medievales del fondo (ms de tipo gtico que isl-mico), al pi de las cuales se desarrolla el mercado, como en los personajes que por su carcter turco no se acuerdan con aquellas, estando sacados ambos elementos, sin duda, de diferentes grabados; mientras que el segundo, an obedeciendo ms a la realidad, ya que nos representa las galeras de un zoco o bazar turco, sigue denotanto, sin embargo tambin, su fuente de inspiracin en un grabado.

    La violencia constituy otra de las temticas predilectas del orientalismo. La crueldad ar-bitraria en el castigo o la venganza, unidas muchas veces a la sensualidad, depertaron senti-mientos morbosos en la visin que los occidentales tenan del Oriente. Entre las diferentes manifestaciones de dicha violencia, ocup lugar destacado la de las ejecuciones, concebidas en el mundo oriental de forma solemne, a modo de fiestas pblicas ^. Si bien Prez Villaamil eludi la representacin de la violencia en relacin con la sensualidad (lo que, por otra parte era muy difcil de expresar con su tipo de pintura), no soslay, sin embargo, este elemento iconogrfico del orientalismo, dejndonos prueba de ello en un cuadro titulado Una ejecucin en la Tierra Santa ^ que, aunque hoy dia ignoramos su paradero, el carcter eminentemente descriptivo de su ttulo es suficientemente representativo para adscribirlo a la citada icono-grafa.

    El tema histrico de carcter oriental, tanto de la actualidad como del medievo o la anti-gedad, fue otra de las temticas abordadas por el orientalismo pictrico y literario. No se sustrae tampoco Prez Villaamil a pesar de su adscripcin tradicional al paisajismo a los asuntos histricos, que fueron preludio, en el romanticismo espaol, a la gran eclosin de la pin-tura de historia de la segunda mitad del siglo xix, aunque, si bien es verdad los aborda con la concepcin general paisajstica que domin en su tipo de pintura. Pero, lo curioso es que, por las obras que le conocemos, lo trat esencialmente dentro de la iconografa orientalista y con temas tanto de la historia nacional como de carcter internacional.

    ^ Ibidem. ^^ leo. Lienzo. 0,97 x 1,29 m. Fundacin Santamarca. Madrid (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 270, nm. 217). " leo. Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 265, nm. 191. 3 Vid. nota 22. ^ leo. Lienzo. 0,515 x 0,715 m. Firmado. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 288, nm. 289). 4 0/7. d t , nota 28, p. 80. "*' leo. Exhibido en 1849 en la exposicin de la Academia de San Femando (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p.

    254, nm. 159).

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  • 10 ENRIQUE ARIAS ANGLES AEA, 281, 1998

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  • AEA, 281, 1998 PEREZ VILLAMIL Y LOS INICIOS DEL ORIENTALISMO 11

    Dentro de la temtica nacional pint El juramento de Alvar Fez de Minaya (o Alvar Fa-nez de Minaya despus de la conquista de Cuenca) "^^^ cuadro de una desbordada fantasa mo-risca, en el que la imaginacin del pintor nos representa un interior de un palacio rabe en el que se mezclan los elementos arquitectnicos de estirpe marroqu con los de estilo nazarita, desta-cando, de la vista exterior que se nos muestra a travs de un amplio prtico, un minarete de tipo mameluco egipcio, estando todo el mbito poblado por multitud de personajes musulmanes y cristianos.

    Los otros dos cuadros que le conocemos de esta temtica de historia orientaUsta representan asuntos de las Cruzadas, con los ttulos de Los cruzados descubriendo la ciudad de Jerusalem^^ y La toma de Jerusalem por Godofredo de Bouillon , obras que nos son hoy da conocidas slo por referencias literarias, pero cuyos descriptivos ttulos son los suficientemente significativos para poder incluirlos en esta vertiente iconogrfica orientalista. Resulta un poco extraa la eleccin de estos dos ltimos asuntos de la historia de las Cruzadas cuando, salvo raras excep-ciones (caso de Gisbert con sus Puritanos, por ejemplo, y haba para ello una razn poltica), los asuntos de los cuadros de historia solan estar sacados de la historia nacional. La nica razn que se nos ocurre entre otras muchas que pudieron ser es la coincidencia de temtica (Godo-fredo de Bouillon) con el cuadro que Federico de Madrazo pint en 1838 por encargo del rey Luis-Felipe para Versalles, representando a Godofredo de Bouillon proclamado rey de Jerusa-lem"^^, cuadro que pudo haber conocido Prez Villaamil entre 1840 y 1844, cuando march a Francia y Blgica. De hecho, Prez Villaamil y Federico de Madrazo mantuvieron una cierta re-lacin de amistad "^ a pesar del desprecio del clan de los Madrazo hacia el romanticismo que representaron los artistas del crculo del Liceo Artstico y Literario' ^, entre cuyos creadores es-taba Prez Villaamil y quiz ello le anim a emprender tambin algn cuadro sobre el tema de las Cruzadas, si bien bajo el enfoque y tratamiento bien distintos que exiga su tipo de pintura.

    An se plegara ms Prez Villaamil a la incipiente iconografa orientalista, realizando cuadros alusivos a un orientalismo de carcter espaol que el sujetivismo esttico y emociona-lismo romntico, como dijimos, crea encontrar entre nosotros y que devino para los romnticos europeos en smbolo de una pretendida sntesis cultural, concepto que, apoyado en una deter-minada iconografa, iba a proporcionar una imagen falseada de lo espaol, entrando as en el jue-go en que lo espaol se eriga en norma de la nueva simbologa, de la nueva figuracin histri-ca propiciada por las tendencias emocionalistas y arqueolgicas, por el pensamiento historicista romntico. Prez Villaamil, siguiendo la pauta del espaol culto del romanticismo, se sita ante los restos arqueolgicos islmicos de nuestro pas con semejante nimo al de cualquier otro eu-ropeo del momento, contemplndolos como unos vestigios arqueolgicos profundamente im-bricados en la mitologa orientalista de carcter internacional, con el talante elegiaco de la po-tica de las minas. Contribuye as nuestro artista, con esta, en cierto modo, aceptacin de la visin que de nosotros tenan los romnticos europeos, a incorporar al acervo cultural hispano ese mito de lo espaol, a que nos hemos referido, creado por el historicismo europeo, aunando el pinto-resquismo a la potica de lo sublime. Y sto no es slo aplicable a nuestro pintoresquismo ar-

    ^'^ leo. Lienzo. 1,46 x 2,23 m. Firmado y fechado en 1847. Patrimonio Nacional. Madrid (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 248, num. 148).

    ^'^ leo. Perteneci a la coleccin de los duques de Montpensier (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 277, nm. 244). ^ leo. Exhibido en 1850 en la exposicin de la Academia de San Femando (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p.

    256, nm. 165). "^ leo. Lienzo. 1,96 x 1,36 m. Firmado y fechado en 1838. Muse National du Chteau de Versailles. Versalles (ca-

    tlogo exposicin Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), Museo del Prado. Madrid, 1995, p. 152, num. 10). '^^ Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 82. ^' Ibidem, pp. 152 y 153.

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  • 12 ENRIQUE ARIAS ANGLES AEA, 281, 1998

    quitectnico, sino que tambin es extensible al perodo histrico de dominio musulmn sobre Al-Andalus. La burguesa espaola, profundamente influida por la europea, y a la moda de los pro-ductos culturales que sta produca, miraba, por tanto, los restos de la cultura islmica de la pe-nnsula Ibrica con ojos similares a los de Europa. En sto Prez Villaamil va a contribuir a la definicin de ese historicismo nacional a que antes aludimos, teniendo como plataforma una rei-vindicacin arqueolgica en aras de la bsqueda de una identidad nacional, pero, como dijimos, configurando una visin de Espaa de carcter ms moderado y costumbrista, ms pintoresca, producto de la adecuacin del historicismo europeo al nacionalismo.

    As, como decimos, Prez Villaamil se pliega, matizadamente, a esta modalidad iconogrfica del orientalismo europeo, entrando, en cierto modo, en su juego con representaciomes como las anteriormente citadas de Dos vistas fantaseadas de la Alhambra, Interior de la mezquita de Cr-doba (Fig. 5), Recuerdos de Granada, Puerta de ciudad rabe, Ruinas y molinos en Alcal de Guadaira, Aspecto actual caracterstico de las ciudades rabes en Espaa y Un fragmento de Granada^^, a las que aadiramos otras como Vista de la Giralda de Sevilla desde la calle de la Borceguinera^'^ (Fig. 8), Un interior de la catedral de Crdoba ^, Fragmento de fortificacin rabe ^ (Fig. 12), Un interior rabe , El castillo de Alcal de Guadaira , La puerta rabe "^, El castillo de Gaucn , otra Puerta de ciudad rabe , Fantasa de la Alhambra , Antigua for-taleza hispano-musulmana , otro Interior de la catedral de Crdoba , Interior hispano-mu-sulmn (Fig. 13)^, otro Interior rabe^\ Vista de la catedral de Crdoba^^, Portada toledana mudejar con dos personajes ^ , Restos de construccin mudejar en Humanejos (Madrid) ^^ (Fig. 4), Interior de Santa Mara la Blanca de Toledo ^ (Fig. 10),Taller del Moro, en Toledo ^

    ^^ Vid notas 15 a 21. '^^ Existen dos versiones de este asunto: 1.) Oleo. Lienzo. 0,82 x 0,61 m. Firmado y fechado en 1833. Coleccin par-

    ticular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 207, nm. 12); 2.) leo. Lienzo. 0,760 x 0,605 m. Firmado y fechado en 1838. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 221, nm. 57).

    ^ leo. Lienzo. 1,13 x 0,88 m. Perteneci a la coleccin del rey Luis-Felipe de Francia (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 221, nm. 56).

    ^ leo. Lienzo. 1,46 x 1,10 m. Exhibido en 1838 en la exposicin de la Academia de San Femando. Museo Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 226, nm. 72).

    ^ leo (?). Pintado en Lovaina (Blgica) en 1843 (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 233, nm. 90). ^ leo. Lienzo. 1,10 x 1,445 m. Firmado y fechado en 1843. Museo Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires (Arias

    Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 239, nm. 115). El artista pint otras dos versiones de este asunto (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 239, nms. 114 y 116).

    ^ leo. Pintado en 1843 (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 240, nm. 119). ^ Existen tres versiones de este asunto: 1. ) leo. Lienzo. 1,47 x 2,25 m. Firmado y fechado en 1849. Museo del Pra-

    do. Madrid (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 253, nm. 158); 2. ) leo. Lienzo. 1,05 x 0,735 m. Firmado. Museo Na-cional de Bellas Artes. Buenos Aires (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 266, nm. 194); 3. ) Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 242, nm. 126.

    5 leo. Lienzo. 0,76 x 0,60 m. Firmado (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 271, nm. 220). ^ leo. Tabla. 0,21 x 0,285 m. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 274, nm. 230). ^ leo. Arias Angles, E.: Op. cit. nota 14, p. 274, nm. 231. ^ leo. Tabla. 0,13 x 0,16 m (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 279, nm. 249). leo. Lienzo. 0,27 x 0,22 m. Museo Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p.

    282, nm. 262). ' leo. Miniatura (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 282, nm. 263).

    62 leo (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 291, nm. 297). 6 Acuarela con dibujo. Papel. 0,26 x 0,19 m. Firmada y fechada en 1840. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op.

    cit., nota 14, p. 296, nm. 316). ^^ Acuarela con dibujo. Papel. 0,20 x 0,26 m. Firmada y fechada en 1840. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op.

    cit., nota 14, p. 297, nm. 319). 6 Aguada (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 337, nm. 452). 66 Aguada con dibujo. Papel. 0,29 x 0,38 m. Fimiada. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 339,

    nm. 458).

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  • AEA, 281, 1998 FEREZ VILLAMIL Y LOS INICIOS DEL ORIENTALISMO 13

    Fig. 8. Vista de la Giralda. Coleccin particular. Fig. 9. Vista del patio de Gomares de la Alhambra. Coleccin particular. Fig. 10. Interior de Santa Mara la Blanca. Litografa de la Espaa Artstica y Monumental. Fig. 11. Interior de la sinagoga del Trnsito. Litografa de la Espaa Artstica y Monumental.

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  • 14 ENRIQUE ARIAS ANGLES AEA, 281, 1998

    y^. Mr,

  • AEA, 281, 1998 PEREZ VILLAMIL Y LOS INICIOS DEL ORIENTALISMO 15

    (Fig. 14), Interior de la sinagoga del Trnsito de Toledo ^ (Fig. 11), La puerta de Serranos de Valencia ^ , o Capitel musulmn (Toledo) ^ , entre otras ms que haran prolija esta relacin; obras en las que el orientalismo est representado, en general, por el monumento en s adobado con el pintoresquismo costumbrista de la Espaa del momento, y que, como decimos, se en-marcan en la revalorizacin romntica de nuestro patrimonio cultural en bsqueda de la defini-cin de un historicismo nacional, respondiendo, por tanto, a la visin oriental de Espaa que tu-vieron los romnticos europeos. Junto a stas y con un sentido ms estrictamente orientalista (por lo que respecta al asunto en sO, pero obedeciendo a los mismos postulados expuestos, te-nemos obras como Sevilla en tiempo de los rabes''^. Vista del patio de Gomares de la Alham-bra de Granada '^^ (Fig. 9) y otra ms sobre La puerta de Serranos de Valencia , donde el orien-talismo, adems de centrarse en la arquitectura, se ambienta en la poca medieval musulmana de Al-Andalus, con personajes orientales, camellos y otros elementos que, ms o menos fantasedos todos, pretenden recreamos el ambiente oriental de aquella poca.

    Y an tendramos que citar un par de obras orientalistas ms de Prez Villaamil que, al semos slo conocidas por referencias y debido adems a la ambigedad de sus ttulos, no podemos ubi-car en ninguna de las vertientes iconogrficas de este tipo de pintura; nos referimos a las tituladas Jerusalem''^ y Personajes rabes^"^, de las que nos limitamos a dejar constancia de ellas como ta-les obras orientalistas a sumar al catlogo de las de este tipo realizadas por el romntico gallego.

    Vemos, pues, que Prez Villaamil, adems de su principal y conocidsima dedicacin pai-sajstica, rene las condiciones necesarias para ser considerado tambin un orientalista, tanto por el volumen de su obra dedicada a este tipo de pintura como por los diferentes resortes icono-grficos que toca de la misma. Si bien es verdad que no los presiona todos, ya que iconografas tan caractersticas del orientalismo como la religiosidad, los sultanes, los tesoros, los esclavos, las odaliscas y los harenes, la sensualidad en general, no aparecen en su obra, quiz porque es-capaban al tipo de pintura por el artista practicado o tenan difcil imbricacin en ella, y sto a pesar del testimonio que de su dedicacin orientalista pretende damos su amigo el poeta Zorri-lla en los versos que al pintor le dedica, en los que nos dice: T tienes dentro la mente/.,./todo el lujo del oriente/.../pintars...os alczares morunos/.../Pintars los gabinetes/cincelados de la Alhambra/y el humo de los pebetes/y las bellas del harn , versos que, aparte de ofrecemos un irrefutable testimonio literario de la dedicacin orientalista de Prez Villaamil y que por tal pintor orientalista tambin se le tena, creo se exceden tambin literariamente un poco en cuan-to al abanico iconogrfico ofrecido por la pintura de este tipo practicada por nuestro pintor, ya que, en la produccin que le conocemos, ni hemos visto el humo de los pebetes y ni mucho menos las bellas del harn, quiz, como decimos, porque la sensualidad escapaba al tipo de pintura en que verti su orientalismo Prez Villaamil. Tommoslo pues, entre tanto no aparez-can testimonios grficos, como una licencia literaria.

    ^'^ Dibujo a pluma. Papel. Fechado en 1840. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 349, nm. 490). ^ Dibujo (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 385, nm. 651). ^ Dibujo a lpiz. Papel. 0,17 x 0,255 m. Museo de Pontevedra (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 404, nm. 714). ^ leo. Lienzo. 0,95 x 1,25 m. Firmado y fechado en 1848. Patrimonio Nacional. Madrid (Arias Angles, E.: op. cit.,

    nota 14, p. 251, nm. 153). ' leo. Lienzo. 0,57 x 0,505 m. Firmado. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 287, nm. 284).

    ^ leo. Lienzo. 0,75 x 0,65 m. Firmado. Exhibido en 1838 en la exposicin del Liceo Artstico y Literario Espaol de Madrid. Museo Romntico. Madrid (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 227, nm. 74.

    '^^ leo. Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 263, nm. 183. " leo. Hojalata. 0,18 x 0,13 m. Coleccin particular (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 290, nm. 296). ^ Poesa autgrafa de Jos Zorrilla, titulada La noche de invierno, dedicada a Jenaro Prez Villaamil, firmada y fe-

    chada el 28 de septiembre de 1837. Seis pginas y media de papel de carta. Pertenece a los descendientes del pintor (Arias Angles, E.: op. cit., nota 14, p. 440, nm. 18).

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