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LAS 7 BIENAVENTURANZAS La Iglesia de Dios de la Fé de Jesús Tomo: IV, No. 160 El carácter evangélico del Apocalipsis se revela por todas sus páginas, pero son los siervos del Señor, los únicos que pueden verlo. Los demás solamente ven en el Apocalipsis, las calamidades, las plagas y los desastres y ayes de que habla, suponiéndolos pendientes de una pronta y futura realización. Ellos no saben, no advierten, que todo lo calamitoso ha sido cumplido y que lo que actualmente pasa en el mundo son los efectos del cumplimiento, que en algunos casos, sigue consumándose todavía hoy. En cambio, sus revelaciones evangélicas tienen hoy plena vigencia y realidad. Las bienaventuranzas del evangelio son 9. Las del Apocalipsis son 7, pero si ambas se suman y se reducen a un solo dígito, nos da el 7 como resultado 9+7=16, 1+6=7. Ud. sabe cómo estudiante de la Biblia, que el número 7, tiene en la Biblia el significado de plenitud y perfección. Consideramos entonces el mensaje de dicha y felicidad que hay en las 7 Bienaventuranzas Apocalípticas. Decimos dicha y felicidad porque eso significa precisamente “La Buena Ventura”. La primera cosa venturosa que se oferta en la Revelación, es para quienes no han venido todavía a la grata presencia (parusía) del Señor Jesucristo, pero que están siendo llamados. (1) “Bienaventurados (Dichosos) los que SON LLAMADOS a la cena del Cordero. Y ME DIJO: Estas palabras de Dios son verdaderas” (Apocalipsis 19:9). Esta invitación se sigue haciendo mediante la predicación, mientras que dentro de la Casa del Padre hay fiesta y alegría nupciales y se dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han venido las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19: 7). La razón de este regocijo es la salvación y la resurrección del Hijo pródigo que todos hemos sido. “Traed el becerro grueso y matémosle, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Mas era menester hacer fiesta y holgarnos, porque este tu hermano muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y fue hallado” (Lucas 15:23, 24, 32). Este es el gran banquete donde la fiesta nunca termina “así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura, ni en la

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LAS 7 BIENAVENTURANZAS

La Iglesia de Dios de la Fé de Jesús Tomo: IV, No. 160 El carácter evangélico del Apocalipsis se revela por todas sus páginas, pero son los siervos del Señor, los únicos que pueden verlo. Los demás solamente ven en el Apocalipsis, las calamidades, las plagas y los desastres y ayes de que habla, suponiéndolos pendientes de una pronta y futura realización. Ellos no saben, no advierten, que todo lo calamitoso ha sido cumplido y que lo que actualmente pasa en el mundo son los efectos del cumplimiento, que en algunos casos, sigue consumándose todavía hoy. En cambio, sus revelaciones evangélicas tienen hoy plena vigencia y realidad. Las bienaventuranzas del evangelio son 9. Las del Apocalipsis son 7, pero si ambas se suman y se reducen a un solo dígito, nos da el 7 como resultado 9+7=16, 1+6=7. Ud. sabe cómo estudiante de la Biblia, que el número 7, tiene en la Biblia el significado de plenitud y perfección. Consideramos entonces el mensaje de dicha y felicidad que hay en las 7 Bienaventuranzas Apocalípticas. Decimos dicha y felicidad porque eso significa precisamente “La Buena Ventura”. La primera cosa venturosa que se oferta en la Revelación, es para quienes no han venido todavía a la grata presencia (parusía) del Señor Jesucristo, pero que están siendo llamados.

(1) “Bienaventurados (Dichosos) los que SON LLAMADOS a la cena

del Cordero. Y ME DIJO: Estas palabras de Dios son verdaderas” (Apocalipsis 19:9). Esta invitación se sigue haciendo mediante la predicación, mientras que dentro de la Casa del Padre hay fiesta y alegría nupciales y se dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han venido las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19: 7). La razón de este regocijo es la salvación y la resurrección del Hijo pródigo que todos hemos sido. “Traed el becerro grueso y matémosle, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Mas era menester hacer fiesta y holgarnos, porque este tu hermano muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y fue hallado” (Lucas 15:23, 24, 32). Este es el gran banquete donde la fiesta nunca termina “así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura, ni en la

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levadura de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8). Jesús dijo de su gran cena: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob, en el reino de los cielos” (Mateo 8:11). Estas son las bendiciones causales de la Bienaventuranza de ser llamados a la Cena del Cordero, donde se puede llegar a ser de los escogidos. No hay que olvidar, sin embargo, que: “Muchos son llamados, pero pocos los escogidos” (Mateo 22:10-14).

(2) “Bienaventurado y Santo el que tiene parte en la primera resurrección;

la segunda muerte no tiene potestad en éstos, antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años (20:6).

Sí; dichoso “el que pasó de muerte a vida”. Feliz el que estaba “muerto y ha revivido”. “Bendito el que cree en Jesucristo, porque si oye, aunque esté muerto VIVIRA”. Privilegiado quien habiendo resucitado “juntamente con EL”, no recibirá daño al morir, porque para quien “el vivir es Cristo, el morir es ganancia”. Gloriosos quienes se han “presentado a Dios como vivos de los muertos” y “han sido hechos reyes y sacerdotes para Dios, el Padre”. Llenos de beatitud quienes se han sentado con él para reinar y ahora son participantes del reino sobre la Tierra y hasta el mismo cielo (Juan 5:24; Colosenses 2:13; Efesios 2:5; Juan 11:25; Apocalipsis 2:11; Filipenses 1:21; Romanos 6:13; Apocalipsis 1:6; Efesios 2:6, Apocalipsis 3:21 y 1:9; Efesios 3:15).

(3) “Bienaventurado (Feliz) el que lee, y los que oyen las palabras de la

profecía y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3). Cuando la iglesia perseguida por la bestia que simbolizaba el poder imperial, recibió la revelación, leían aún los libros de los profetas, y la lectura la hacía el anciano de la Congregación, porque entonces ni se tenía la facilidad de tener cada uno su Biblia, como ahora, ni la mayoría sabía leer como ahora. Por eso el texto griego original dice: “Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca”. Ellos guardaban el tiempo del cumplimiento profético y la revelación les consuela y alienta, declarándoles que pronto llegaría el tiempo predicho y, por tal motivo, debían guardar lo que oían leer. La cercanía o inmediatidad del cumplimiento de todas las cosas, es algo en que con énfasis insiste el Apocalipsis. “Las cosas que deben suceder presto” (Apocalipsis 1:1). “El tiempo está cerca” (1:3). “Vendré presto a ti” (2:5). “Vendré a ti presto” (2:16). “He aquí, vengo presto” (3:11). “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo...” (3:20). “La hora de su juicio ha llegado” (14:7). “Y díjome: HECHO ES” (21:6). “He aquí, vengo presto” (22:7). “Porque el tiempo está cerca” (22:10). “Ciertamente vengo en breve” (22:20).

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Así que ellos tendrían la dicha o buenaventura de ver el cumplimiento de las palabras de Dios que conformaban la profecía. Ellos tenían la realización a la vista; y ellos lo vieron y lo vivieron.

(4) “Felices (MAKARIOS) los que lavan sus ropas, porque su autoridad

(poder, potencia) está en el árbol de la vida y entren por las puertas en la ciudad” (Apocalipsis 22:14).

Sí, benditos en verdad, porque también se ha dicho de ellos: “Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero. POR ESO ESTAN DELANTE DE DIOS y le sirven de día y de noche en su templo” (Apocalipsis 7:13-15). Esto ha sido un requerimiento divino desde los días de los profetas; Isaías dijo: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de ante mis ojos; dejad de hacer lo malo” (Isaías 1:16). Pero nada pudo limpiar, ni lavar, hasta que la sangre del Cordero se derramó para limpiar nuestros pecados (Hebreos 9:14; Apocalipsis 1:5 y 1 Juan 1:7). Esta bienaventuranza concuerda con la que hay en el (Salmo 32:1) que dice: “Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas y borrados sus pecados”.

El árbol de la vida es Cristo, y sobre él descansa el poder de los cristianos, tal y como Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Él nos ha dado el poder de su espíritu (Efesios 1:19; Colosenses 1:29; Efesios 3:20 y 6:10; 2 Pedro 1:3). La Ciudad es la nueva Jerusalén donde no pueden entrar los incrédulos e impíos. La profecía dice así: “En aquel día cantarán este cantar en tierra de Judá: Fuerte Ciudad tenemos: Salvación puso Dios por muro y antemuro. Abrid las puertas y entrará la gente justa guardadora de verdades” (Isaías 26:1 y 2; Salmos 118: 19, 20). Esto se hizo realidad en nuestro Señor y Salvador “Yo soy la puerta: El que por mi entrare, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pastos” (Juan 10:9)

(5) “Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, para que no

ande desnudo y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16:15). No es suficiente haber lavado nuestras vestiduras, sino mantenerlas limpias y blancas. Esto nos habla claramente de la necesidad de una vida limpia, en la que no permitamos que el pecado nos vuelva a salpicar manchando nuestra personalidad cristiana.

Esta parece ser la bienaventuranza más difícil de ganar, “pero si Cristo está en nosotros” su poder nos mantendrá fieles a la justicia y a la santidad. Vea esto: (Apocalipsis 3:18 y 3:4 y 19:7, 8; 2 Corintios 5:3; Efesios 5:25-27).

(6) “Bienaventurados los muertos, que de aquí en adelante mueren en

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el Señor. Sí, dice el espíritu, que descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).

Se señala claramente una diferencia entre los que ahora mueren en el Señor y los que no se mencionan, pero se implican, que son los que murieron antes de Cristo, y los que mueren sin él.

Los suyos “DESCANSAN” y siguen existiendo, puesto que sus obras siguen con ellos. Estos no están o quedan en el sepulcro, porque ahí no hay obra alguna (Eclesiastés 9:10). En ninguna parte de la escritura dice que los que mueren en Cristo vayan o estén en el sepulcro. Pablo dijo: “No queremos, hermanos, que ignoréis la suerte de los que ya murieron, para que no estéis tristes como los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera, Dios por medio de Jesús, llevará con él a los que ya murieron” (1 Tesalonicenses 4:13,14 versión Ecuménica). Así que los que mueren en el Señor, son llevados a Dios mediante Cristo y en esto consiste la bienaventuranza. Estos pues, no van al sepulcro, ni al purgatorio, ni serán llevados a juicio, ni están muertos.

(7) “Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este

libro” (Apocalipsis 22:7) “Guardar” es conservar y acatar. El Apocalipsis es la revelación de los grandes misterios que están ocultos para los cobardes incrédulos (los que temen creer). Es la llave que abre la puerta a las gloriosas verdades de la vida y de la muerte; de la novedad del Evangelio; de la realidad del reino de Dios; del tiempo preciso del retorno de Cristo; de la certeza del ministerio del Espíritu; de la actualidad del juicio divino y del regio dominio de aquel a quien HOY están sujetos los ángeles y potestades y virtudes (1 Pedro 3:22)

Guardarlo es poseer la clave de todas las cosas y poseer las cosas mismas (Apocalipsis 21:7) ¿Cómo no hemos de amarlo, creerlo y apreciarlo en todo

su grandioso valor?