la llave del abismo

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    LA LLAVE DEL ABISMO

    JOS CARLOS SOMOZA

    Novela, 2007

    (Fragmento)

    [Sabemos que la Biblia pretende ser la palabra de Dios, mientras queLas mil y una noches son unarecopilacin de cuentos fantsticos. Eso es la solapa: lo que sabemos, o creemos saber, sobre estos

    libros. Ahora imagine que la Biblia y Las mil y una noches hubieran trastocado sus solapas hace milenios:a estas alturas, las andanzas de Yahv constituiran un deleite para nios pequeos, mientras quemuchos devotos... habran sido torturados por negar a Sherezade.

    Fragmento de un texto prebblico de origen desconocido]

    [Luego vi a un ngel que bajaba del cielo y tena en su mano la llave del Abismo.

    Fragmento de un texto prebblico de origen desconocido]

    [Si ese Abismo y lo que alberga es real, no hay esperanza.Sagrada Biblia, Undcimo Captulo, 8, 28]

    PRIMERA PARTE:

    ALEMANIA

    [Muros desnudos y ventanas llevan pronto a la locura al hombre que suea y lee demasiado.Sagrada Biblia, Primer Captulo, 2]

    _____ 1 _____

    Klaus

    * * 1.1* *

    Una fea madrugada de otoo un joven llamado Klaus Siegel sali de su casa en unapequea calle del oeste de Dortmund y se dirigi a pie a la estacin de tren. Caa unallovizna incesante que espolvoreaba de oro las aceras bajo las luces de las farolas, y el

    largo pelo rubio del joven se aplastaba, hmedo, en su cabeza y sobre los tirantes de

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    la holgada pieza roja que vesta. Balanceaba la mano izquierda al caminar, la derechadesapareca bajo la prenda. Al llegar a la estacin, aguard turno en una mquinaexpendedora de billetes y adquiri uno para el Gran Tren de las 7.45 con destino a

    Hamburgo. Pag con la mano izquierda, brillante de lluvia, y se aferr con la mismamano al barrote cromado de las puertas automticas al subir al tren. Ocup un asientode un grupo de cuatro en el nivel superior de la seccin central, y el tren se puso enmarcha.

    Era el nico pasajero en aquella hilera. Nadie se fij en l, su aspecto no tena nada departicular; su expresin era neutra y en esto no se diferenciaba del resto de viajeros.

    El borde inferior de su largo vestido goteaba, formando una pequea mancha bajo susbotas. Poco a poco, conforme el tren adquira velocidad, la mancha se hizo mayor yms oscura, y se aadieron pequeas gotas rojas.

    * * 1.2* *

    Fue el subalterno segundo de la seccin cuarta, Daniel Kean, el primero en advertir lasangre.

    Daniel Kean tena veintinueve aos, era alto, esbelto y de rasgos delicados, congrandes ojos azules y pelo rubio dorado hasta la mitad de la espalda. Su nico detallellamativo era un mechn oscuro en la coronilla. Por lo dems, a esas horas pareca loque todos: alguien que se haba levantado demasiado pronto y se acostara demasiado

    tarde. Las ojeras marcaban su rostro terso, y los prpados le abultaban cargados desueo. Trabajaba sin descanso desde los veinte aos haciendo turnos extra, siemprepara la misma empresa, primero en Hamburgo, luego en Hannover y por ltimo enDortmund. Los dueos del Gran Tren lo hacan mudarse con frecuencia para ocupar lospuestos que otros dejaban vacantes por tener que mudarse con frecuencia. Encualquier caso, a Daniel le daba lo mismo, ya que una ciudad es siempre igual a otra,tanto en Alemania como en el resto del Norte.

    Aquella madrugada, dos horas antes de incorporarse a su turno en el Gran Tren,Daniel despert y comprob que Bijou ya estaba vistindose. Se besaron, y l le contel sueo que acababa de tener, en el cual no la conoca y se encontraban de repente.

    --Y qu era lo bonito? --pregunt Bijou peinndose el largo cabello castao frente alespejo--. Que no me conocas o que nos encontrbamos de repente?

    --La alegra de conocerte de nuevo. --Respondi l, y aadi:-- Eh, me ha salido unafrase estupenda.

    --Ya me haba dado cuenta.

    Bijou tena un ao menos que Daniel, pero pareca todava ms joven. Al mirarla,Daniel pensaba en la nia que ella haba sido alguna vez, de grandes ojos oscuros quesemejaban ventanas abiertas hacia su interior. Y otro detalle que amaba de ella: casinunca sonrea, pero siempre estaba alegre. Daniel supona que solo la gente tristenecesitaba sonrer.

    --Pero es Yun quien necesita frases estupendas --aadi Bijou terminando de

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    vestirse--. Ha tenido un sueo tambin, aunque no tan agradable como el tuyo.

    La pequea Yun era la hija que ambos haban querido tener, y, pese a todos los

    problemas que les ocasionaba, seguan pensando que era la mejor decisin de susvidas. La nia mir a su padre muy seria, con sus grandes ojos rasgados, cuando esteentr en su habitacin. Se hallaba leyendo: ltimamente a Yun le haba dado por leerde todo. Era la evolucin normal en un nio de seis aos, pero a Daniel le apenaba unpoco que su carcter infantil fuese quedando atrs. Cuanto ms lea, ms seria semostraba.

    --Hoy he soado algo malo, pap --le dijo Yun.

    --Cuntamelo.

    La nia guard silencio un instante.

    --Que te ibas en un tren muy oscuro y no volvas nunca. Queras volver pero no

    podas. Y ya no regresabas a casa jams.--Yo he tenido otro sueo --dijo Daniel agachndose frente a ella y sonriendo--. Soque volva a conocer a mam y la quera tanto como ahora.

    --Y yo no estaba?

    --T an no habas venido, pero en mi sueo me haca feliz pensar que ibas a venir,porque de alguna forma te recordaba. Y me deca: Ya he conocido a mam, y ahoravendr Yun.

    --Y eso qu significa?

    Daniel acarici la mejilla de Yun.

    --Nada. Simplemente, me sent muy feliz. Y t te has sentido triste. Los sueospueden ser buenos o malos, pero no significan nada, Yun.

    --Mam dice que soamos porque vivimos en grandes ciudades y necesitamos soar.

    Daniel asinti, aunque no estaba del todo de acuerdo. Le ocurra lo mismo con otrasenseanzas bblicas que Bijou transmita a Yun. Bijou era creyente y l no, pero habandecidido que Yun recibira una educacin equilibrada para que pudiera elegir por smisma cuando se hiciera mayor. Por otra parte, Bijou nunca le enseaba cosas muyextraas, tan solo las creencias comunes de la gente.

    --Es igual que comer --dijo Daniel sonriendo--: las comidas son buenas o malas, perohay que comer algo todos los das. Y hablando de comer, tengo hambre...

    Se puso en pie, pero la mirada de Yun se elev hacia l desde su carita inmvil.

    --Hoy vas a ir en tren?

    --Es mi trabajo, pero no es un tren oscuro como el de tu sueo: es el Gran Tren,recuerdas? Ya has viajado en l. Tiene vagones brillantes y techo de cristal. Y teprometo que volver antes de que te duermas esta noche. Luego nosintercambiaremos los sueos: te tocar a ti soar que nos conoces otra vez y a m conel tren oscuro.

    Daniel invit a su hija a rer, pero Yun movi la cabeza, muy seria.

    --No quiero que suees con el tren oscuro, pap. Lo pasaras mal.

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    --Pues nadie volver a soar con eso. --La bes en la frente.

    Al volverse descubri a Bijou asomada a la puerta y mirando a Yun.

    --Se supone, seorita, que deberas vestirte. Hoy entro en la academia y tengo quellevarte ms temprano.

    Bijou haba conseguido un trabajo de subalterna de archivos en la misma academiadonde Yun reciba sus clases, lo cual consideraban afortunado tanto ella como Daniel.Aunque el sueldo era escaso, Yun poda as disfrutar, al menos, de la compaa de unode sus padres.

    Se quedaron a contemplar cmo Yun se vesta minuciosamente con una pieza azuloscura bordada de pequeas estrellas. Luego se retiraron a su habitacin y Danielacab de ponerse su propia ropa. Mientras coman unas cuantas galletas paradesayunar, Bijou y l hablaban en voz baja.

    --Suea mucho --deca Bijou--. Y lee demasiado.--A todos los nios, llegada cierta edad, les pasa igual.

    --S, pero ha empezado a tener miedo.

    --Eso significa que ya es mayor --repuso Daniel.

    --Quiz deberamos sacarla un poco de la ciudad... Llevarla al parque... --Bijou setocaba los labios con un dedo.

    Daniel bes al mismo tiempo su boca y aquel dedo.

    --Podemos hacerlo. Dentro de dos das tengo un turno de descanso. Si consigues unpermiso en la academia...

    Lo decidieron as. Luego Daniel le dijo a Bijou que lo despidiera de Yun: no quera quela nia lo viera marcharse. Era cierto que ltimamente Yun pareca distinta, peroDaniel lo atribua al desarrollo normal de todo nio y se figuraba que Bijou queraconservar a la misma pequeita de antes, cuya sonrisa achicaba sus ojos rasgados yresultaba tan contagiosa. Por supuesto que tambin l echaba de menos la infancia deYun, pero supona que esa nostalgia era, igualmente, el desarrollo normal de todopadre. Adems, nada les impeda tener ms hijos y disfrutar otra vez del carcterinfantil. Todo dependa de que a l lo ascendieran. Con dinero suficiente, podranpermitrselo. Pensando eso, se march.

    Sali de su casa ms o menos a la misma hora a la que Klaus Siegel lo haca de la suya.

    Recorrieron calles paralelas bajo idnticas torres humeantes y cielo color violeta,llegaron a la vez a la estacin y subieron al mismo tren.

    * * 1.3* *

    El Gran Tren. Poderoso, inmenso, hecho de cristal y acero. Dos niveles por seccin--superior e inferior--, catorce grandes secciones, ms de cincuenta pasajeros en cadauna. Los engranajes de las ruedas soltando bufidos bajo el peso descomunal,

    azotando con chorros de centellas los costados de la va. Olor a vidrio y metal

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    calientes. Hermoso y pavoroso. Caminar por su interior, con su techo alto, suslmparas de araa y sus molduras, los gruesos y ornamentados marcos de los espejosy las paredes forradas de piel o cristal pintado, era pensar que el mundo an guardaba

    ciertos tesoros, espectculos colosales realizados por la mano del hombre. Perotambin, de algn modo extrao que Daniel Kean no acertaba a comprender, uno sesenta en sus manos cuando recorra sus pasillos. Esa vibracin en el centro del pechoy ese golpe de mazo bajo los pies hacan saber que a partir de ese momento seperteneca a l. No se poda evitar, se fuera pasajero o empleado, aquella sensacin depequeez, de percibirse como un simple tomo de carne y sangre en el vientre de lasuprema tecnologa.

    A Daniel le gustaba sentirse as, y sospechaba que al resto de sus compaerostambin. Si se trabajaba en el Gran Tren, el Gran Tren protega, y eso era bueno.

    Su tarea consista en ayudar al subalterno primero de la seccin cuarta. Por

    comodidad, se haban repartido el trabajo y a Daniel solo le corresponda el nivelsuperior. Pero el vestuario con los uniformes se hallaba en la ltima seccin, la nmerocatorce, de modo que Daniel se dirigi all nada ms entrar, se desnud, se puso ladoble pieza gris fruncida en los bordes y estampada con el smbolo de la compaa(una flor oscura), calz las altas sandalias reglamentarias, conect a su odo izquierdoel auricular por donde recibira las rdenes de su jefa de seccin y volvi a peinarse demanera que su largo cabello cayera por ambos hombros, tanto para cubrir el auricularcomo para parecer elegante segn los cnones de la compaa. Cuando el tren salide la estacin, Daniel, ya vestido con el traje de subalterno, empez a avanzar por losniveles superiores en direccin a la seccin cuarta, saludando a los compaeros yaincorporados y sonriendo a los pasajeros que lo miraban.

    Entonces, al llegar a la seccin sptima, se fij en Klaus Siegel.Haba unos treinta pasajeros en el nivel superior de aquella seccin; el asiento deKlaus quedaba a la derecha de Daniel, junto a la puerta, de modo que fue el primeroque Daniel vio al entrar. Pero Daniel nunca se hubiese fijado en Klaus de no haber sidopor las seas que este haca al subalterno de la seccin. En vez de pulsar el botn deaviso de su asiento o llamarlo en voz alta, Klaus se limitaba a alzar la mano; al hallarsede espaldas, el subalterno no se haba percatado.

    Daniel hubiese podido optar por llamar l mismo a su compaero (o compaera, nopoda estar seguro: ni los uniformes ni, por supuesto, los cuerpos diferenciaban a laspersonas por detrs), pero decidi que no perdera el tiempo en saber lo que deseabaaquel pasajero. Siempre era posible pasar el encargo a otro en cualquier momento.

    Mostr su mejor sonrisa de subalterno y se inclin con delicadeza.

    --Buenos das, me llamo Daniel Kean y pertenezco a la seccin cuarta. Puedoayudarle en algo?

    El joven lo mir. Se hallaba junto al cristal de la ventana. Tras l, el remolino de lluviase retorca sobre el cristal cada vez que el tren pasaba junto a las luces de la va. En elinterior todo era calma y silencio; afuera, todo estallaba entre el vrtigo y el clamor.

    --S, t mismo servirs --dijo el joven asintiendo lentamente.

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    * * 1.4* *

    Era casi un nio. Eso fue lo primero que not Daniel. Por supuesto que poda tenercualquier edad, pero algo en su expresin haca pensar en pura juventud. Llevaba elcabello lacio y hmedo dividido por una raya central zigzagueante, formando en lafrente los lados de un tringulo cuya base la constituan las finsimas cejas. Enormesojos marrones y una boca pequea y gruesa de color rosado le otorgabanpersonalidad, que acentuaba consiguiendo no parpadear. Vesta una larga pieza rojacon arabescos brillantes en el pecho. Gesticulaba solo con la mano izquierda yconservaba la derecha en el interior de la pieza.

    --Me llamo Klaus Siegel --dijo; hablaba como si estuviese a punto de despertar de unsueo profundo o de entrar en l--. Sintate, por favor. --Seal el asiento frente alsuyo.

    Su tono y sus gestos inquietaron a Daniel. No mucho, solo ligeramente. Llevaba aostratando con pasajeros de muy diversa ndole, creyentes o no, y poda reconocercundo alguien era especial. Aquella mirada fija y la voz lnguida le sugirieron queKlaus Siegel y la realidad no ocupaban el mismo sitio. Sin embargo, procur no perdersu sonrisa corts al responder.

    --Lo lamento, seor Siegel, no podemos sentarnos con los pasajeros. Mi compaero,sin duda, podr...

    Se interrumpi de repente al advertir la mancha oscura en el suelo.

    La pared detrs de Klaus Siegel era de fuerte color rojo, igual que sus ropas, el asientoy el suelo, de modo que la mancha era simplemente eso: una oscuridad bajo las botasrojas de Klaus. Daniel no pens al pronto en nada concreto. Ni siquiera se alarm. Sinembargo, durante un instante pas por su cabeza la imagen de su hija Yun mirndolocon la seriedad con que lo haba hecho aquella maana. El joven lo miraba de formaparecida.

    --Espere --dijo Klaus Siegel con calma--. No llame a su compaero. Espere y fjese enesto.

    Klaus solo us su mano izquierda. Tena las uas muy cuidadas y pintadas de colorvioleta, como tantos otros jvenes. Con esa mano se abri la brillante y larga prendahasta el torso. Una rfaga de exticos perfumes escap de su cuerpo cuando semostr ante Daniel. Al sonrer, frunci los gruesos labios en un gesto de burla.

    Las gotas rojas seguan derramndose por sus piernas.

    Daniel retrocedi un paso.

    En las filas prximas se haban alzado varias miradas interrogantes, aunque solo lasms cercanas mostraron alarma. Se oyeron comentarios preocupados y alguienseal la evidencia en el cuerpo del joven.

    Todo transcurra con extraa lentitud para Daniel. Advirti de reojo que su compaerose haba percatado por fin de que suceda algo y se acercaba. Daniel vio la curva deunos senos moldeando la pieza superior del uniforme y dedujo que era una mujer. Noconoca su nombre. No importaba, de todas formas. Lo que realmente importabaahora era calmarse y dejar que otros se encargaran de aquello. Regla nmero uno:

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    qu debe hacerse cuando...? Informar a tu superior. Se apart el pelo con la manoizquierda para conectar el auricular que llevaba acoplado al odo. Su torpeza le hizocreer que el joven se haba dado cuenta, pero Klaus sigui mirndolo en silencio.

    --Debo consultar con mis superiores, seor Siegel --le advirti Daniel.

    --No lo has entendido. Quiero hablar solo contigo. Por favor, sintate.

    Daniel titubeaba. Vio que su compaera haca una mueca de pnico contemplando aKlaus.

    --Aljese --dijo Klaus hacia ella, siempre con calma pero en un tono que no admitarplica--. Que nadie se acerque. Solo l.

    Los pasajeros ms cercanos estaban de pie, y hacan preguntas o las respondan.Daniel y la subalterna cambiaron una mirada, y de pronto parecieron tomar la mismadecisin. La subalterna se volvi hacia los pasajeros y empez a hablarles con esa

    dulzura caracterstica de los empleados del Gran Tren al tiempo que Daniel se sentabafrente a Klaus. Traspas su odo izquierdo una suave meloda de arpas y la voz tensade Merla Shank, su jefa de seccin. Daniel supuso que las cmaras de vigilanciadisimuladas en las lmparas se haban puesto en marcha y enfocaban al joven. Merla,su jefa, tena que estar viendo en aquel momento lo mismo que l.

    --Oh, por favor --dijo Merla Shank--. Qu es eso?

    Fuera lo que fuese, a Daniel le produca mucho ms pavor que a ella.

    * * 1.5* *

    La muchacha avanzaba con la rectitud con que un cuchillo se hunde en la carne.

    De seccin en seccin, de nivel en nivel, a partir del nivel inferior de la primeraseccin. Al llegar al fondo suba las escaleras, recorra el nivel superior, bajaba alinferior, y de all pasaba a la seccin siguiente. Llevaba haciendo lo mismo desde quehaba subido al tren.

    Buscaba.

    Su certeza sobre lo que iba a encontrar era tan absoluta que pareca manifestarse en

    cada movimiento.Estaba alcanzando el final de la seccin sexta cuando se detuvo, alz la cabeza y dilatlas fosas nasales, como si olfateara algo. Tras una breve pausa continu su camino,pero ms despacio. Unos metros antes de llegar al pie de la escalera que conduca alnivel superior de la seccin sptima volvi a detenerse.

    El Gran Tren discurra en ese momento junto a edificios muy prximos repletos deventanas con rostros asomados a ellas, facciones velocsimas como lanzas arrojadasen direccin opuesta, mscaras mudas que miraban hacia el tren. De improviso, untnel hizo desaparecer la luz en los cristales como un teln. El vestbulo de la seccinse oscureci, pero nada indic que a la muchacha le importase aquel cambio.

    El tren an segua dentro del tnel cuando empezaron a llegar empleados del mismo

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    nivel donde se encontraba la muchacha. Hablaban, reciban o daban rdenes, mirabancon expresin preocupada hacia el nivel superior. Bloquearon el paso hacia lasescaleras, pero ninguno de ellos subi.

    En cambio, otros bajaron. Primero una subalterna segunda. Detrs, una hilera derostros inquietos, ordenados, silenciosos.

    Cerca de la escalera haba varios asientos en forma de cubos luminosos. La muchachaocup uno y palp el transmisor que penda del doble collar negro ceido a sugarganta. Al instante una voz respondi en su odo. La conversacin fue breve y entono bajo, luego la muchacha apag el transmisor.

    Y aguard.

    * * 1.6* *

    Klaus haba establecido las condiciones: el tren deba seguir en marcha, sin detenerseen ninguna estacin; ellos dos se quedaran all y nadie se acercara ni losinterrumpira; tena que decirle algo a Daniel y solo poda escucharlo Daniel. Noobstante, haba aceptado al menos que los pasajeros abandonaran el nivel y losdejaran solos.

    Y eso haban hecho, en fila, dirigidos por la subalterna, sin desmayos ni gritos, nisiquiera muestras de intenso pnico. Los hombros cados, la cabeza gacha, todosaceptaban lo que sucediese. Daniel comprendi que la costumbre los resignaba. Era elmundo, no ellos. Lo lgico de los locos, razonaban, era hacer cosas como matar a otrossin explicacin. Quin poda sorprenderse? Pasaba hoy o maana, a unos o a otros, ysin duda aquella clase de muerte no era el peor de los destinos. El verdadero, nicosentido de la vida era el miedo. El mundo estaba hecho de miedo: a morir, aenloquecer, a ser atacado o a verse impelido a atacar, incluso a cosas muchsimopeores que todo eso. El gobierno era gobierno porque protega a los ciudadanos todolo posible, pero en aquel todo lo posible se incluan algunas variables y quedabanfuera otras. Tal era la vida normal, de modo que, por qu no aceptarla?

    Por lo dems, Daniel no guardaba rencor alguno al loco Klaus Siegel. Y al contemplarde cerca su cuerpo desnudo y maltratado de aquella forma, casi sinti pena por l.Qu edad deba de tener? Era un chaval, sin duda. Se la pregunt. Result que Klausera mayor de lo que esperaba.

    --Veinte aos --dijo, y pareci ofenderse--. Pero tengo mucha experiencia. Trabajocomo ayudante segundo de qumica en una fbrica de explosivos en las afueras: sellama Siegel, como mi apellido, pero no tiene nada que ver con mi familia. Llevoplaneando esto durante meses. Robaba pequeas cantidades de material cadasemana para que nadie lo notara. Lo prepar todo en casa. S de lo que hablo, y sialgn experto me est viendo, me creer. Mralo bien.

    --Ya te creo --asegur Daniel.

    --No importa. Mralo.

    Daniel Kean se oblig a hacerlo. Crey que se haba acostumbrado a ver aquello, pero

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    se equivocaba. La habilidad con que se haba cortado la suave piel del torso y habaintroducido cada lmina en cada hendidura dejando a la vista un cable que se una auna placa horizontal, como las cuerdas de un instrumento, resultaba escalofriante.

    Aunque al principio Daniel haba pensado que los cables eran rojos debido a la sangreque an manaba de los cortes, al fijarse mejor descubri que era pintura. Los cablesestaban pintados de rojo excepto el tercero de la izquierda de Daniel, de la derecha deKlaus, que era blanco y se curvaba ligeramente hacia arriba terminando en un lazoatado al dedo pulgar de su mano derecha. Klaus mantena aquella mano inmvil sobreel pecho, en la postura de un msico taendo un lad.

    --Sabes lo que pasar si dejo caer el dedo y tenso el cable? --pregunt Klaus.

    Daniel poda imaginarlo. Se pregunt si Merla y su equipo lo haban analizado, y seaferr a la posibilidad (muy remota) de que fuera un truco. Pero en aquel momento elauricular le sopl la vocecilla tensa de Merla.

    --Estamos metidos en un buen lo, muchachito. Por lo que podemos ver desde aqu, lacosa va en serio. Es un aparato muy extico, de todas formas, solo un loco hara algoas... Procurar explicrtelo, pero me interrumpir cuando l te hable para que nosospeche que ests en contacto con nosotros, de acuerdo? Mueve la cabeza si me hasodo bien...

    --Lo he hecho para que no podis detenerme --dijo Klaus, interpretando la sacudidade la cabeza de Daniel como un gesto de comprensin--. Es un plan muy elaborado,as que no pienses ni por un momento en hacer algo raro.

    Daniel intent mostrarle, con gestos de asentimiento y obediencia, que no habapensado en hacer nada. Simultneamente, se esforzaba en escuchar la complicada

    explicacin de Merla Shank, pero se perda la mitad de las frases.--Son catorce cables. Los trece de color rojo... impulso del detonador a cada una de laspastillas orgnicas de... --Aqu dijo un nombre tcnico que Daniel no entendi--. Fuemuy astuto, porque ni la vigilancia visual ni la... detectan explosivos orgnicosbidimensionales si estn bajo la piel... El nico cable de activacin es el que estpintado de blanco y cuelga... dedo pulgar... Se activa tensndolo. El cable tiene doscentmetros... l permite que quede flcido... Si lo eliminamos a distancia, nollegaremos a tiempo de impedir la explosin... Pero es que, si el muy imbcil seduerme o se desmaya, estallar igualmente... Me oyes bien, Daniel? No hagas queese chico sospeche que seguimos en contacto, finge que lo escuchas...

    Daniel no tena que fingir: realmente lo escuchaba, tanto o ms que a Merla.

    --Siento todo esto... --deca Klaus, que pareca ligeramente mareado--. Ya s queestoy organizando un lo espantoso, pero... tena que hacerlo... creme...

    La nueva voz que restall en su auricular era rpida, firme, imperativa.

    --Daniel, soy Elsevier Olsen, superior de Seguridad Civil. --A Daniel le impresion sucargo. Un superior de Seguridad no era alguien con quien se hablaba todos los das:tenan el poder de hacer cualquier cosa con uno sin que se pudiera protestar. Sesupona que protegan ms que nadie, y por tanto deba obedecrseles ms que anadie--. A partir de ahora soy el responsable de esta operacin. Estoy fuera del trencon mi ayudante, pero os seguimos de cerca en un vehculo oficial... Lo importante esque mantengas despierto a ese loco... Hazle preguntas!

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    Daniel improvis una cuando Olsen call.

    --No entiendo... Por qu tienes que hacer esto, Klaus?

    El joven lo miraba con la fijeza de un pez.--Ya te lo he dicho: quiero revelarte algo en privado. No poda hacerlo de otra forma,creme. Tena que ser hoy, aqu, ahora y as. T y yo. No haba otro remedio.

    --Daniel --regres Olsen--,intenta hacerle creer que no puedes seguir hablando, quete sientes mal. Quiero que te d un respiro. --Daniel vacilaba. Olsen insisti, y al finDaniel se encorv, tembl, lanz un sollozo. Pens que exageraba los gestos, peroKlaus le permiti una pausa. Durante ella, el superior prosigui--. Lo ests haciendomuy bien. Ahora clmate y escucha. Este chico est completamente loco, pero no hamentido: trabaja en Siegel, ha robado el explosivo y ha fabricado la bomba en su casa.Hemos obtenido alguna informacin sobre l. Es creyente del Primer Captulo, un tipo

    de esos que suean y leen demasiado y viven entre muros desnudos y ventanas, comodice la Biblia. Quiz te hable de ninfas, delfines o torbellinos de fuego, espratecualquier cosa... Lo que importa es que lo distraigas... No debe dormirse ni relajarse...

    Daniel escuchaba a Olsen tan concentrado que haba olvidado mantener su actitud deangustia. Klaus lo mir frunciendo el ceo: una simple arruga en un rostro como unpapel blanco, pero tuvo la virtud de sumir a Daniel en el pnico.

    --Qu te pasa? --pregunt Klaus en tono de sospecha--. Qu piensas?

    --No debe averiguar que ests hablando con nosotros --aconsej Olsen en su odo.

    --Tengo miedo --dijo Daniel, y pens que aquella declaracin serva para replicar aambos interlocutores.

    De pronto fue consciente de su situacin y baj la vista hacia el pulgar atado al cable.

    El dedo. El cable.

    --Yo tambin --admiti Klaus--, pero has sido elegido, igual que yo.

    --Elegido?

    --Para saber lo que voy a decirte. Es un secreto.

    --Por qu yo? --gimote Daniel--. Por qu tengo que ser yo?

    --Quin sabe por qu somos elegidos los elegidos? --se pregunt Klausfilosficamente--. Naces, creces, crees que vives en un mundo normal: y un da

    descubres que eres distinto, o que el mundo no era tan normal como creas, y ese date sientes elegido. Yo iba a llamar a tu compaera, pero acudiste t. Es el destino. --Depronto se volvi hacia la ventana--. Mira nuestras ciudades --indic con un gesto.

    Daniel, a quien le costaba apartar la vista del pulgar de Klaus atado al cable, se esforzen obedecer. Contempl, invocados por la velocidad del Gran Tren y apretujados entres, edificios de ladrillo y cemento, torres altas con melenas de humo, muros quedesalentaban la curiosidad y finas hebras de cielo en los angostos intervalos entre lostejados.

    --En un mundo como este, acaso no es mucho mejor sentirnos elegidos para algo?--pregunt Klaus.

    --No s qu decirte... --dijo Daniel.

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    Admita que no era un espectculo sublime, pero deseaba vivir all, no importabadnde, pero vivir. El solo hecho de pensar en no volver a ver a Yun ni a Bijou leocasionaba un hondo dolor.

    --Cuando el mundo se sumi en la vejez y la maravilla rehuy la mente de loshombres... --recit Klaus--... hubo un hombre que emple su vida en la bsqueda delos espacios hacia los que haban huido los sueos... Supongo que recuerdas elPrimer Captulo... Crees en la Biblia?

    Qu deba contestar? Olsen tambin pareca dubitativo, pero cuando Daniel oy queel superior le aconsejaba responder que s, ya era demasiado tarde: se haba vistoobligado a ser sincero.

    --No --dijo--. No soy creyente.

    Klaus lo mir con una serenidad que no se corresponda con su cuerpo sangrante ni

    con el estrepitoso fondo rojo de la pared tras l. Hinch el pecho cambiando de posturay otra gota roja brot de uno de los bolsillos de carne y se desliz por su vientre comouna gema. Pero su dedo pulgar segua inmvil.

    --No tiene importancia --repuso, y aadi lenta y gravemente:-- Qu es la creencia?Buscar en un agujero, no hallar nada y no darnos por vencidos. Decirnos: Hay algo,y volver a buscar, sabiendo que encontraremos lo que buscamos...

    --Tengo una hija, Klaus... --lo interrumpi Daniel--. Una nia de seis aos. Por favor...djame que la vea de nuevo.

    --Eso es --aprob Olsen--: cambia de tema, intenta mantenerlo despierto. Ha perdidomucha sangre y bajado un poco la mano. Apenas queda un centmetro para que elcable se tense. Ante todo, no debe dormirse...

    --La vers --dijo Klaus simultneamente. En su voz no haba emociones. Miraba aDaniel sin pestaear, pero sus prpados estaban entornados--. Nadie va a salirdaado, te lo aseguro... Solo tienes que escuchar lo que voy a decirte y recordarlopara siempre. Y no revelrselo a nadie. Debes jurar que nunca lo revelars. Solopuede orlo el elegido. Y cuando te lo diga... --llev la mano izquierda al interior de laprenda y sac el puo cerrado--... T mismo cortars el cable blanco. --Mostr lapalma: unas finas tenacillas de acero con la punta afilada yacan en el centro de lapequea mano--. Eso ser todo. Entendido, Daniel Kean?

    Nada tena de asombroso que supiera su nombre, pensaba Daniel, ya que l mismo selo haba dicho al presentarse, pero en aquel momento se le ocurri algo absurdo: que

    el joven lo conoca.Que Klaus estaba all por l.

    * * 1.7* *

    --No --dijo Klaus Siegel--. Ests muy lejos. Sintate aqu, a mi lado... O mejor,agchate junto a m. Quiero decrtelo al odo.

    --Calma --deca Olsen--. Todo saldr bien. Obedcelo.

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    Temblando, Daniel se levant del asiento y se acuclill junto a Klaus, mostrando lasrodillas bajo el borde de la pieza inferior de su uniforme.

    --Ahora escucha atentamente lo que te diga... --lo instruy Olsen--. Por absurdo quesea lo que oigas, no te muestres asombrado... Solo yelo. Luego...

    El espacio, de repente, pareci hacerse inmenso.

    En el estado en que Daniel se encontraba lleg a pensar que esa era la forma de morirdesintegrado por una bomba: tu espacio se haca infinito. Pero solo se haba abierto lapuerta de acceso junto a Klaus, la que llevaba al nivel superior de la seccin octava. Alpronto, el primer individuo que entr hizo pensar a Daniel en una mujer, pero alvolverse tras cerrar la puerta mostr atributos de hombre. Vesta la pieza blanca brevedel grupo de Intervencin del tren y su anatoma estaba diseada para la lucha. El otroera mujer y llevaba dos piezas negras bordadas y la gargantilla roja del personalclnico. Irrumpieron de forma tal que Daniel se vio obligado a ponerse en pie de un

    salto.--Seor Siegel, un placer conocerle --dijo la mujer hablando con rapidez--, soy ladoctora Brunswick, mdico de emergencia del Gran Tren. Me gustara quecharlramos.

    Klaus y Olsen hablaban a la vez. A ellos se agreg el agente de Intervencin. En losodos de Daniel Kean hubo, por un instante, un empate de sonidos. Pero el nico al quequera prestar atencin, el nico que le importaba --el roce del dedo pulgar derecho deKlaus sobre su piel--, resultaba inaudible.

    --Estoy segura de que podemos ayudarle, seor Siegel. --La doctora aparentabaextrema juventud, aunque su edad real fuese indetectable. En cambio, su ansiedad

    era ms obvia: hablaba en tono profesional, pero sus finales de frases contenanjadeos. Se situaba a cierta distancia, sin acercarse, las manos en la cintura y uno delos pies descalzos apoyado en un cubo luminoso. Supona Daniel que la gargantillaroja ocultaba una cmara que revisaba infatigablemente el estado de salud de Klaus.

    --No lo repetir --advirti Klaus--. Solo l y yo...

    El dedo. El cable.

    --Hagan lo que dice, por favor --pidi Daniel.

    --Va a desmayarse --coment la doctora sonriendo, como si felicitara a Daniel poralgo--. Es mi deber advertirlo. Nuestros anlisis a distancia determinan que haperdido... --lanz cifras, aunque ni Daniel ni Klaus le prestaron atencin--... de sangretotal. La inconsciencia sobrevendr en cuestin de segundos. Un minuto, todo loms...

    --Creo que es mejor que nos deje solos --insisti Daniel.

    --Usted es un simple subalterno, Daniel, no puede tomar decisiones. --La doctora seapoy en una de las columnas blancas y dej la otra mano en la cadera. Tena unafigura como la de cualquier otro hombre o mujer: estilizada y pulcra. El uniformeceido y bordado en negro se ataba a sus pechos e ingles--. El tren no es suyo, y es eltren lo que importa. Y los pasajeros, naturalmente. Cuando el seor Siegel sedesmaye...

    --Escuche --cort Klaus--. Si bajo ahora el dedo, dar igual que me desmaye o no.

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    Daniel pens que Klaus, al menos, tena el don de resumir con contundencia unasituacin. Lo que Klaus quera decir estaba bien claro: iban a morir todos, ahora oluego, en ese mismo instante o cuando l decidiera. Y ni siquiera l, su dedo pulgar. O

    tampoco este, sino las fuerzas que le quedaran, la ltima llama de su voluntad. Nadaiba a poder impedirlo. Nada evitara la catstrofe. La cosa ya no tena remedio.

    De repente, por el odo izquierdo de Daniel, atron algo. Casi lleg a creer que el gritode Olsen tambin se haba escuchado en el exterior, ya que la doctora enmudeci deinmediato: luego comprendi que deba de portar un auricular como el suyo. Olsen,sin duda, haba abierto un nuevo canal para dirigirse a ella. La doctora asinti a un serinvisible, dio media vuelta y se march por donde haba venido, junto con el agente.

    --Estpida, estpida... --mascullaba Olsen. Solo se control para agregar:-- Daniel,intenta que te diga ya lo que sea...

    --No tenemos mucho tiempo ms. --Klaus hablaba simultneamente, sin necesidad de

    que Daniel lo apremiara, su rostro convertido en una mscara de sudor--. Agchatejunto a m. Jura no revelar a nadie lo que voy a decirte. --Daniel obedeci, pero Klausno qued satisfecho hasta hacrselo repetir en voz alta. Luego aadi, en tonosolemne:-- Te hago entrega de un legado terrible, Daniel Kean. Lo siento por ti.

    Daniel vio aproximarse el rostro de Klaus como un planeta en rbita de colisin.Aunque Olsen intentaba animarlo, Daniel tena la absoluta certeza de que, en cuantole dijera lo que quera decirle, Klaus hara estallar la bomba. Record fugazmente queel Primer Captulo de la Biblia hablaba de un hombre encerrado en una ciudad comocualquier otra que miraba las estrellas desde la ventana aorando soar, hasta queuna noche los cielos se volcaban sobre l como el mar y lo llevaban flotando hacia unaribera verde sembrada de... Se esforz en recordar... Capullos de loto y rojos

    camalotes... Se crea que el Primer Captulo simbolizaba el destino de ciertosespritus tras la muerte: la llegada a una ribera verde y fragante. l no era creyentepero qu problema haba en confiar en eso en el momento final? Tal vez la creenciafuera cierta, y esa ribera existiera. All podra esperar a Yun y a Bijou, a sus padres ya su hermana Lania, y reunirse de nuevo con ellos cuando llegaran.

    Muy hermoso, pero, por el momento, nada perda siguindole la corriente a Klaus. Asganara tiempo, como aconsejaba el superior Olsen.

    Acerc el odo libre, el que no estaba cubierto con el auricular, a los labios del joven yse prepar para escuchar cualquier locura.

    Los labios de Klaus Siegel se movieron durante unos cuantos segundos, luego se

    retiraron.--Gurdalo dentro de ti y nunca lo reveles --advirti de nuevo. Su expresin era la dequien siente alivio al liberarse de una pesada carga.

    Daniel se dispona a replicar cuando de repente el Gran Tren, en su enloquecedor viajehacia ninguna parte, pas entre dos grandes edificios separados a cierta distancia. Poraquel espacio se introdujo la forma sangrante de un sol que se elevaba. Fue undestello rojizo, violento, casi furioso.

    En coincidencia, Klaus alz la mano izquierda y se hundi las tenacillas en el cuello.

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    * * 1.8* *

    Klaus Siegel muri con tanta rapidez que pareci como si su muerte se le hubiesepasado inadvertida a l mismo. Por un instante frunci el ceo y mir a Daniel Kean.Incluso hizo una pregunta que no son, porque las palabras brotaron rojas y mudasdesde el cuello.

    El dedo.

    De igual manera que Klaus haba muerto y an no lo saba, las manos de Daniel Keanse movieron sin que su dueo fuera consciente de ello y albergaron el brazo derechode Klaus como una reliquia valiosa.

    As. Bien sujeto.

    La mano izquierda se encarg de mantener el antebrazo a la misma altura; la derecha,de elevar la mano y sostener el dedo pulgar.

    El dedo.

    Quiz el espritu de Klaus, soador o no, haba sido trasladado a la ribera verde yfragante del Primer Captulo, pero, ahora que dispona de otra oportunidad, DanielKean pens que no deseaba seguir sus pasos. Se esforz en impedir que aquel dedohiciese algo ms que seguir existiendo, como l o como el cadver de Klaus apoyadosobre l, tres cosas inermes y carnales balanceadas por el movimiento del tren.

    Solo haba un problema: Klaus, ya consciente de su muerte, se desmoronaba condocilidad. El torso se inclin hacia Daniel en una lenta reverencia y la mano izquierdase desplom en el asiento dejando las tenacillas clavadas en el cuello. Daniel permitique la cabeza de Klaus se apoyara en su hombro y continu inmvil sosteniendo (porfavor) aquel nico, maravilloso, esperanzador dedo.

    --Daniel, escuche, Daniel, escuche, Daniel, escuche... --repeta el auricular como unaespecie de maldicin, pero era justo lo nico que no poda hacer en aquel momento.

    Por el horizonte discurran grandes y fesimos edificios. Daniel pens que tenan queser laboratorios genticos: solo los centros militares eran ms feos y solo losmanicomios eran ms grandes. Instantes despus, fueron sustituidos por enormesruinas. De pronto las ruinas quedaron paralizadas.

    El tren se haba detenido. Daniel no recordaba --ni le importaba-- en qu parte deltrayecto se encontraban. Tampoco prestaba atencin a la voz chillona de... No, ya noera Olsen sino Merla Shank. Nada le interesaba salvo una sola cosa, en la que tenapuestas todas sus ilusiones, sus deseos por abrazar a Yun y a Bijou hasta hacerlas rerdel apretn.

    El dedo.

    No sueltes su dedo.

    --Aguanta un momento. Djame.

    La voz surgi de atrs. Cuando su propietario invadi su reducido campo visual, Danieladvirti una melena espesa, ondulada y negra y un largo uniforme, en cierto modosimilar a la melena; tambin una boca notablemente roja y unos rasgos notablemente

    hermosos. Quiz se trataba de Olsen? Pero el desconocido se apresur a presentarse.

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    --Soy Moon, agente de Seguridad Civil. Colaboro con el superior Olsen y acabo desubir al tren... Clmate, ya ha acabado todo. Ahora necesito que te eches un pocohacia atrs, Daniel. Deja que me encargue yo...

    --No puedo --gimi Daniel--. Estoy sosteniendo su dedo.

    --Yo te ayudar.

    El agente Moon apart unos milmetros el cuerpo de Klaus. Sus ademanes eransilenciosos y calculados como el curso de una estrella.

    --Es un cable resistente --dijo Moon inclinndose para contemplar el espacio entreDaniel y Klaus--. No creo que pueda partirlo sin ayuda de algo.

    --Las tenazas clavadas en su cuello... --susurr Daniel sin soltar la mano de Klaus,aferrado a ella, fundido a ella--. Podemos cortarlo con eso.

    --Cierto. No te muevas.

    Pero no hubiese podido desobedecer esa orden ni queriendo: se hallaba unido a Klauspara la eternidad, engastado a aquel dedo mediante sus propios dedos.

    --Rpido, por favor --suplic.

    --Falta poco.

    Intent no prestar atencin a los grotescos ruidos que producan las rebeldestenacillas mientras el agente Moon las extraa con delicadeza del cuello de Klaus. Lepareca terrible sentirse a un paso de volver a rer, respirar, besar a Yun o tenerorgasmos con Bijou, y que ese paso dependiera de unos cuantos movimientos quehasta su hija poda realizar. Al menos, el auricular haba enmudecido, aunque ahora

    escuchaba un alboroto de rdenes y pasos en las secciones prximas.--Ya est --dijo Moon--. Tienes sujeta su mano? chate hacia atrs.

    --No... Espera, no tires de l, no, no...

    --Si no me dejas meter las tenazas, no podr hacerlo.

    Daniel no se atreva a apartarse ms. En cambio, descubri que poda cortar l mismoel cable con la mano izquierda mientras sostena el dedo de Klaus con la derecha. Erafcil, o deba de serlo. Lo nico que necesitaba era que el agente Moon inmovilizara aKlaus. Se lo explic con un ligero tartamudeo.

    --De veras te crees capaz? --pregunt Moon, pero por alguna razn no aguard la

    respuesta--. De acuerdo. Cgelas.Daniel tom la herramienta y llev sus afilados bordes hacia el objetivo tratando de nomover ni un solo msculo que no perteneciese a su brazo izquierdo.

    El dedo. El cable.

    Lo ms difcil ya estaba hecho: Klaus haba muerto y l haba logrado atrapar su dedoantes de que descendiera. Ahora quedaba algo muy sencillo, lo ms sencillo de todo.Intent concentrarse en ese pensamiento, aislarse de los crecientes ruidos que lorodeaban...

    El dedo. El cable.

    Lo ms sencillo de todo.

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    Introdujo la boca del tembloroso instrumento en el centro del delgado cuerpo delcable. Ya estaba. Mientras cerraba las tenazas pens que, en contra de todopronstico y por increble que pareciera, se haba salva...

    En ese instante la puerta junto a Moon se abri, Moon recibi un golpe y golpe aDaniel, que lade las tenazas tirando del cable y tensndolo del todo.

    Clic.