la cuna de mi enemigo

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Novela romántica ambientada en la Segunda Guerra Mundial.

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  • ArgumentoUnoDosTresCuatroCincoSeisSieteOchoNueveDiezOnceDoceTreceCatorce

  • DiecisisDiecisieteDieciochoDiecinueveVeinteVeintiunoVeintidsVeintitrsVeinticuatroVeinticincoVeintisisVeintisieteVeintiochoVeintinueveTreinta

  • Treinta y unoTreinta y dosTreinta y tresTreinta y cuatroTreinta y cincoTreinta y seisTreinta y sieteTreinta y ochoTreinta y nueveCuarentaCuarenta y unoCuarenta y dosCuarenta y tresCuarenta y cuatroCuarenta y cinco

  • Cuarenta y seisCuarenta y sieteCuarenta y ochoCuarenta y nueveCincuentaCincuenta y unoCincuenta y dosCincuenta y tresCincuenta y cuatroCincuenta y cincoCincuenta y seisCincuenta y sieteCincuenta y ochoCincuenta y nueveSesenta

  • Sesenta y unoSesenta y dosLA ORGANIZACINLEBENSBORN

  • Argumento

    Cyrla, una adolescente juda, hatenido que huir de su Polonia natal yrefugiarse en Holanda en casa de sustos, donde se enamorar de un jovende su misma raza.

    A medida que la guerra avanza,siente que se estrecha el cerco de losnazis. Para empeorar las cosas, lamuchacha se queda embarazada. Untrgico suceso ser la inesperadapuerta de salida a su desesperadasituacin: Cyrla se tendr que hacer

  • pasar por una joven de pura raza ariapara dar a luz en Lebensborn, lasiniestra institucin creada por losnazis para acoger a las muchachasembarazadas de los soldados delReich.

  • Uno

    Septiembre, 1941

    Aqu tambin, no, Nee!En la entrada vi cmo del

    cucharn que sostena mi ta sederramaba sopa en el mantel. Enaquellos das no haba grasa en elcaldo que pudiera dejar mancha; aunas, el corazn me dio un vuelco alver que ella no haca ademn desecar el vertido. Desde la llegada delos alemanes estaba ms encerrada

  • en s misma; languideca pormomentos y a veces era como volvera perder a mi madre.

    Por supuesto que aqutambin, Mies se mof mi to. Lablanca piel de la cara se le sonroscon ese rubor fcil que tienen loshombres pelirrojos. Se ech haciaatrs y se quit las gafas paralimpiarlas con la servilleta .Creas que los alemanes nosanexionaran para que sirviramos derefugio a los judos? La cuestin espor qu han tardado tanto.

    Llev el pan a la mesa y me

  • sent en mi sitio. Qu ha pasado? Hoy han anunciado una serie

    de restricciones para los judos contest mi to . Apenas podrnsalir de casa. Examin las gafas,volvi a ponrselas y luego me mirdirectamente.

    Me qued paralizada, blancaslas yemas de los dedos con los quesujetaba la cuchara, al recordar derepente algo que haba presenciadoen mi niez.

    Regresbamos a casa delcolegio cuando nos encontramos con

  • un hombre que estaba golpeando a superro. Todos le pedimos a gritos queparase el hecho de que furamosvarios nos haca valientes eincluso algunos de los chicosmayores trataron de separarle delanimal. Me llam la atencin elmuchacho que tena a mi lado; sabaque a menudo los mayores lepegaban. l, como los dems,tambin gritaba; Basta! Bastaya!. Pero algo en su expresin medej helada: satisfaccin. Cuando mito se dirigi a m, volv a ver elgesto de aquel chico.

  • A partir de ahora todo serdiferente, Cyrla.

    Baj la vista al plato, pero elcorazn empez a latirme con fuerza.Estaba sopesando los riesgos detenerme en su casa?

    S u casa. Clav los ojos en elmantel blanco. Debajo haba unasfaldillas ribeteadas con flecos deseda dorada. Al principio me pareciextraa esa forma de cubrir lasmesas, pero ahora me saba dememoria los colores y el estampadode aquel modelo. Pase la miradapor aquella habitacin que haba

  • llegado a amar: las altas ventanaspintadas de un blanco luminoso quedaban a nuestro pequeo patio; lastres acuarelas del Rijksmuseum quecolgaban en columna de un cordntrenzado; el saln vislumbrado alotro lado de las cortinas deterciopelo color Burdeos, con elpiano en un rincn rodeado defotografas enmarcadas de nuestrafamilia. El corazn empez a latirmean ms deprisa Si yo no formabaparte de aquel lugar, de culentonces?

    Mir a mi prima. Anneke era mi

  • salvoconducto para moverme por elpeligroso mundo de mi to. Perollevaba todo el da distrada ydivagaba cada vez que trataba dehablar con ella, como si guardara unsecreto. Ni siquiera haba odo laamenaza de su padre.

    Qu? pregunt en vozbaja . Qu ser diferente?

    Mi to estaba cortando el pan.No se detuvo, pero vi la mirada deadvertencia de mi ta.

    Todo cort tres rebanadasy dej el cuchillo en la mesa concuidado . Todo ser diferente.

  • Me acerqu la barra de pan,cog el cuchillo con la mismadeterminacin que si fuera una piezade ajedrez y cort una cuartarebanada. Volv a dejar el cuchilloen la tabla y puse las manos en elregazo para que l no viera cmo metemblaban. Alc la barbilla hastamirarle de frente.

    Has contado mal dije. lapart la vista, pero se le demud laexpresin.

    Por fin termin la comida. Mito volvi a su tienda a ocuparse dela contabilidad, y mi ta, Anneke y yo

  • recogimos la mesa y fuimos a lacocina a fregar los platos.Trabajamos en silencio; yo, con mitemor; mi ta, con su tristeza; Annekeenfrascada en su secreto.

    De repente mi prima dio ungrito. El cuchillo del pan cay alsuelo de manera estrepitosa y Annekelevant una mano; la sangre sederramaba en el fregadero lleno deagua jabonosa, tiendo las burbujasde rosa. Cog un pao de cocina conel que le apret la mano, luego lallev hasta el asiento de la ventana.Se dej caer en l, contemplando la

  • sangre que empapaba el pao comosi fuera algo curioso. Entonces measust ms. Anneke se pasaba la vidacuidndose las manos; a veces eracapaz de no tomar su racin de lechepara remojrselas en ella, y an selas arreglaba para encontrar esmaltede uas cuando al parecer nadie enHolanda gozaba de semejante lujo. Sino montaba una escena por un corteque era lo bastante profundo paradejar cicatriz, eso quera decir quesu secreto era inmenso.

    Mi ta se arrodill paraexaminarle la herida, reprendindola

  • por no haber tenido cuidado. Annekecerr los ojos, ech la cabeza haciaatrs y con la mano que tena libre setoc el hoyuelo de la garganta conuna sonrisa de satisfaccin. Era lamisma expresin que tena cada vezque regresaba sigilosamente anuestra habitacin en mitad de lanoche, enrojecida, sofocada,recompuesta.

    No me gustaba Karl.Y entonces lo supe. Qu has hecho? le

    susurr cuando mi ta fue a por gasasy antisptico.

  • Luego susurr a su vez . Cuando estn todos dormidos.

    Tambin haba que planchar yque zurcir; pareca que no bamos aterminar nunca. Mientras hacamosesas tareas, escuchamos msica deHugo Wolf en el fongrafo; yodeseaba estar en silencio porque porprimera vez me di cuenta de cmo latrgica vida de Wolf se reflejaba ensus composiciones. Su misma bellezaresultaba fatdica. Cuando mi ta nosdese buenas noches, Anneke y yocruzamos la mirada y subimos anuestro dormitorio.

  • Nos lavamos rpidamente y nospusimos el camisn. Ya no podaesperar ms.

    Cuntamelo de una vez.Mi prima se dio la vuelta y me

    mir; nunca le haba visto unasonrisa tan bonita.

    Algo maravilloso, Cyrla dijo, acaricindose el vientre conuna mano.

    El dedo haba empezado asangrarle otra vez; la venda estabatotalmente empapada. Mientraspermaneca ante m sonriendo y sindejar de acariciarse el vientre,

  • apareci una mancha de sangre en elalgodn azul claro de su camisn.

  • Dos

    Me voy. Me voy de aqu. Ahora Anneke apenas poda dejarde hablar . Supongo que noscasaremos en el Ayuntamiento. Lafamilia de Karl vive en las afuerasde Hamburgo, a lo mejor buscamosall una casa cuando termine laguerra, con un jardn para los nios,cerca de un parque, a lo mejorHamburgo, Cyrla!

    Shhh! Trat de acallarla . Nos va a or. No era mi ta la

  • que me preocupaba, sino la seoraBakker, que viva en la casa de allado y con quien compartamospared. Ya era mayor y no tena nadamejor que hacer que espiar a la gentey cotillear sobre lo que averiguaba.Se sentaba en la sala de estar durantetoda la maana y observaba lo queocurra en Tielman Oemstraat atravs de los dos espejos que habafijado a las ventanas. Sabamos porsus toses que su dormitorio eracontiguo al nuestro, y la creamosmuy capaz de pegar un vaso a lapared. Pero en realidad la seora

  • Bakker no me importaba en absoluto.Lo que yo quera era detener laspalabras de Anneke.

    Le quit la venda del dedo y selo lav con agua del aguamanil.

    Ponte otro camisn. Yo voyabajo a por ms vendas. Ya en elpasillo, hice un esfuerzo pararespirar con calma. Cog tiras degasa y tambin una taza de leche y unplato de spekulaas. Anneke apenashaba cenado, pero le encantaban lasgalletitas especiadas que se traa aescondidas de la pastelera. Si ladistraa, no tendra que or sus

  • planes. Y si vea lo mucho que menecesitaba, quiz comprendiera quemarcharse era un error. Marcharsesiempre era un error.

    Nos sentamos en su cama y levend el dedo; no poda mirarla a lacara, aunque notaba que ellaobservaba la ma.

    Ests segura? Y cmo?No tomaste precauciones?

    Anneke mir para otro lado. Estas cosas pasan.

    Entonces esboz su luminosasonrisa, la que siempre medesarmaba . Un nio Te

  • imaginas?La rode con los brazos y apoy

    la cabeza en su pecho, aspirando elaroma que a diario nos traa a casade la panadera: azcar horneado,dulce y clido, que a ella le iba a laperfeccin. A qu olera yo, mepreguntaba. A vinagre de losencurtidos que haba estado haciendotoda la semana? A leja de la tiendade tejidos?

    Anneke me enjuag las lgrimasde las mejillas.

    Lo siento, Cyrla dijo .Te echar mucho de menos. A ti ms

  • que a nadie.As era mi prima. Algunas

    veces pareca que no le importaranmis sentimientos; pero no lo hacacon crueldad, sino con esa inocenciaque a menudo tienen las muchachashermosas, como si ser consideradascon los dems fuera una destreza quenunca hubieran necesitado aprender.Sin embargo, cuando lo era conmigo,su afecto incondicional me llenabade vergenza.

    Pero soy tan feliz! exclam, como si no fuera yaevidente por la expresin de su cara

  • . Y es tan atractivo! Seech hacia atrs en la cama,llevndose las manos al corazn .Es clavado a Rhett Butler, no crees?

    Yo suspir fingiendoexasperacin.

    Por el amor de Dios, no separece en nada a Rhett Butler.Aunque slo sea porque Karl esrubio.

    Anneke agit la mano vendadacomo restando importancia a esedetalle.

    Y tiene los ojos azules. Y nolleva bigote. Me levant y le llev

  • a la mesilla el vaso de leche quehaba dejado en la cmoda . Vale,es guapo. Pero francamente, querida,me importa un rbano.

    Anneke se ech a rer y sesent.

    Vas a ser ta! Y la guerraterminar pronto y podrs venir avisitarnos.

    Era obvio que ella crea que ibaa resultar as de fcil. Todo en lavida de Anneke era fcil; su mismonombre significaba gracia, y a vecesdaba la impresin de que la gracia lellova del cielo con tanta abundancia

  • que poda recogerla con suspreciosas manos y dejarla escurrirentre los dedos.

    Nunca se dio cuenta de que misituacin era diferente. Cuandollegu, se comportaba como si,sencillamente, hubiera olvidado mimitad juda en Polonia, como si mehubiera dejado all la infancia. Ah,s, podra haber pensando, en caso deplanterselo: Cyrla vivi de pequeaen Polonia, y era juda, pero ya noes una nia! En Holanda viva comolos que me rodeaban, y dado que nosparecamos lo bastante para que nos

  • tomaran por hermanas, as era comome vea ella.

    En Polonia viva con mi padre,su segunda esposa y mis doshermanastros pequeos. Al volver acasarse, mi padre se hizo mspracticante y empezamos a observarlas tradiciones judas. Al pocotiempo, era como si lo nico que mequedara de mi madre holandesa fuerasu pelo rubio.

    En realidad, el punto de vista deAnneke se corresponda con elargumento que mi padre habaesgrimido cuando yo expres la idea

  • de que huir a Holanda me parecauna traicin.

    No niegas una parte de timisma al aceptar la otra. Lo quehaces es rectificar algo que estabadesequilibrado. Vete al mundo de tumadre. Trata de encajar en su formade vida y averiguars cmo encajaella en la tuya.

    En el atardecer del primerviernes despus de llegar a Holandame senta perdida en medio delsaln, pues mi madrastra no estabaall para encender las velas quemarcaban el inicio del sabbat. Mi ta

  • se dio cuenta; mene la cabeza, seacerc a m y me estrech con fuerza.

    No me susurr. Cincoaos despus, la tarde de los viernesslo era una tarde ms. Seguamentalmente las festividades judas,pero aprend a no sentirme culpablepor no celebrarlas. Cualquier da, medeca a m misma, podr regresar acasa sin peligro. Para volver a serquien era.

    Polonia quedaba ya muy lejos.Pero Anneke debera haber

    sabido que su decisin de casarsecon Karl acarreara graves

  • consecuencias para m. Sin embargose haba desentendido de esa partedel asunto con la misma ligereza conque se haba desentendido de miparte juda.

    Es constructor de barcos alegaba al principio, cuando mita y yo tratamos de persuadirla deque no viera a Karl . No es nazi.Le reclutaron a la fuerza. No tuvoalternativa.

    Nadie ms sostena esa opininsobre los soldados alemanes. Losamigos de Anneke se jactaban de quesalan con ellos para emborracharlos

  • y arrojarlos al canal, pero yo nuncahaba odo de ninguno que hubieramuerto as. Todos nos contbamoschistes sobre los soldados:ridiculizarles nos ayudaba a soportarla ocupacin. Y todos hacan loposible por desbaratarles los planes:cambiar las seales de trfico, hacercomo que no entendan alemncuando les preguntaban algunadireccin o pintar OZO (El naranjavencer) siempre que fuera posibleen nuestro prohibido color nacionalAnneke era diferente. Tendra quehaberme dado cuenta enseguida de

  • cmo se comportaba con l. Tendraque haberlo impedido.

    Porque Karl no me habra cadomejor aunque hubiese sido soldadodel ejrcito holands. Slo noshabamos visto una vez, haca unasemana. Anneke lo haba preparadode forma que, cuando l fuera arecogerla, nos encontrramos en lapastelera como por casualidad, paraque pudiera hacerme una idea de loguapo que era. Y lo era. Aunque param slo eran atractivos los hombrescomo Isaak: morenos, con ojos seriosy bondadosos. Karl era rubio y alto y

  • se le vea en la cara que ocultabaalgo. Cuando Anneke nos present,mir por encima de m. Si hubieraestado deseando encontrarse con miprima, lo habra entendido, inclusome habra gustado, pero le recuerdoexaminando la tienda como sibuscara una forma de escapar. Esono se lo coment a Anneke.

    Vale, sus ojos le dije, encambio , el color azul claro de susojos en contraste con el blanco merecuerda a los jacintos en flordespus de una nevada. Eso legust y en realidad era cierto, pero

  • en aquel momento dese poderdecirle lo que realmente habapercibido: la clase de hombre queera.

    Cuntas equivocaciones; sinembargo, aquella noche slo podapensar en que Anneke me dejaba. Medola tanto la garganta por todo loque quera decir que me resultabaimposible hacerlo. Apagu la luz yme di la vuelta para mirar hacia otrolado, pero no poda dormir.

    Ms o menos a medianoche melevant para ir al bao. Sal alpasillo sin hacer ruido, pues no

  • quera despertar a nadie, y al pasardelante de la habitacin de mis tosles o hablar.

    si eso supone poner enpeligro a nuestra familia decami to.

    Ella e s familia nuestra,Pieter replic mi ta, enfadadacon l.

    Es familia t u y a lecorrigi mi to . No nuestra, tuya.

    Por la maana, observ aAnneke mientras se preparaba para ira trabajar. Imagin, por el cuidadocon que se visti, que despus iba a

  • ver a Karl. Cundo vas a decrselo a

    tus padres? le pregunt desde lacama.

    Creo que a mam esta noche. Escogi una barra de labios delcolor de las cerezas maduras y sepint . Primero quiero decrselo aKarl.

    Me incorpor. Anneke!Ella se ech a rer y movi los

    dedos mirndome desde el espejocomo haca siempre, del mismomodo que si las preocupaciones

  • fueran pequeos mosquitos quetuviera que espantar.

    Se pondr muy contento; legustara tener una gran familia.Acaba de tener una sobrina a la queadora.

    Pero y todos los planes? Eres demasiado seria, katje.

    Haca mucho tiempo que no mellamaba gatita. Era el apodo que mepuso cuando vine a vivir con ellos;entonces yo slo tena catorce aos yella diecisis. Se acerc y se sent ami lado en la cama.

    Dame una mano. Voy a

  • echarte la buenaventura.Alargu la mano y ella me la

    bes, dejndome en la palma unamancha de pintalabios en forma decorazn.

    Mira dijo . Eso es unabuena seal; significa que vas aenamorarte pronto. Y tambin tecasars, y vivirs feliz para siemprey ambas tendremos diez hijos, ytodos ellos tendrn diez hijos y t yyo envejeceremos juntas y siempreseremos felices.

    Cerr los dedos sobre la marcade la mano.

  • Ests segura, Anneke? Leamas de verdad?

    Anneke volvi a la cmoda, sequit las horquillas del pelo y sedesenred las ondas antes decontestar.

    Estoy enamorada de l.Quiero casarme y no hay muchoshombres disponibles, y menos ahora,que andan todos alistados. Te hasfijado? Suspir . l me ama.Yo quiero salir de aqu. Y estoypreada. Creo que es suficiente. Volvi a acercarse y se sent enla cama . Ven, que te cepillo el

  • pelo. Tienes que dejar que te lo corteantes de que me vaya. Ya no se llevaas, y estaras mucho ms guapa.

    Yo nunca sera guapa. Anneke yyo tenamos rasgos parecidos losrasgos de nuestras madres , perotanto el pan fino como el ms bastose hacen con los mismosingredientes. Y yo nunca me cortarael pelo; lo llevaba trenzado yrecogido, como mi madre. Le dejque me lo cepillara, y, cuando semarch, no baj inmediatamente.Dobl su camisn, lo puse debajo desu almohada y tap la barra de

  • labios. Cog las fotos que Annekehaba recortado de las revistas y lasencaj en el marco del espejo: laprincesa Isabel y la princesaMargarita, Gary Cooper, CaroleLombard. Qu iba a ser de aquellahabitacin sin sus cosas? Sin ella?

    Cuando muri mi madre, mipadre, con gesto adusto, fue por todala casa recogiendo sus pertenenciassin mirarlas. Todo lo que ella habatocado lo guard en cajas. Le dolademasiado verlo, pero a m me dolams no hacerlo. Me sent en la camade Anneke, anegada de repente en

  • lgrimas.Poco despus, cuando

    preparaba los cepillos y el cubo parafregar los peldaos de la entrada, laseora Bakker me llam desde lapuerta de su casa.

    Has odo las noticias? Lasleyes de Nuremberg van aimplantarse aqu.

    J a asent con cautela,echando agua en los escalones. Losaba, aunque crea que no era esoexactamente lo que mi to habadicho. Me inclin sobre las baldosasy empec a trabajar.

  • Mala cosa para los judos,me parece a m continu, y algoen su voz me alert . Paracualquiera con sangre juda.

    Me obligu a seguirrestregando, pero de pronto me faltel aire y los ruidos de la calle sefundieron en un quejido. Continucon la cabeza baja, mirandofijamente el dibujo azul y gris de lasbaldosas que bordeaban el umbral,de forma que no viese mi reaccin.Desde mi llegada, nadie me habapreguntado nunca sobre mi padre omi vida en Polonia. Nunca, hasta

  • donde yo saba, ni mi to ni mi tahaban dado ninguna explicacin depor qu haba venido, salvo parareferirse vagamente a la muerte de mimadre. Era un tema del que no sehablaba ni siquiera entre nosotros.

    Bueno dijo la seoraBakker , ten mucho cuidado, Cyrla.

    Y cerr la puerta.Termin de fregar las escaleras

    todo lo deprisa que pude. Dentro, mita estaba pelando peras: llevabasemanas cociendo y envasando fruta.

    Voy a hacer la compra ledije, cogiendo del estante los

  • cupones de racionamiento. No espera que me respondiera; me sub en labici y me march.

    Pero no a la plaza del mercado.

  • Tres

    Tom el carril para ciclistas alo largo de BurgemeesterKnappertlaan. Normalmente loevitaba porque prefera ir por callesms pequeas que no bordearan elcanal. A pesar de los aos quellevaba en Holanda, segua sinsentirme cmoda con tanta agua,oscura y profunda, siempre al acechotras las encorvadas espaldas de losdiques. Haca ao y medio delbombardeo de Rotterdam y an me

  • pareca oler el humo en los canales;de hecho, todava se vean en susaguas cenizas y cascotes que bajabandel puerto. No poda evitarpreguntarme cuntos trozos de carnehumana calcinada o huesos flotarantambin en aquella agria salmuera;casi mil personas murieron aquel daabrasadas en el candente horno denuestra ciudad destruida y por esoprocuraba no acercarme. En aquelmomento la niebla se elevaba delagua como un glido aliento, perotena que ver a Isaak y el camino quediscurra junto al canal era el ms

  • corto para llegar al Consejo Judo.Me llam la atencin un cartel

    clavado en el tronco de un sauce yme acerqu a leer lo que pona:Parque. Se prohbe la entrada a losjudos. Haba otro a la entrada delpaseo. Mir hacia delante; alparecer, cualquier sitio en quehubiera unos cuantos rboles habasido declarado parque: Se prohbe laentrada a los judos. Me puse apedalear otra vez y procur fijarmeslo en los encendidos colores,escarlata y dorado, de loscrisantemos que crecan en las

  • orillas.El Consejo estaba situado en el

    primer piso de un viejo edificio deladrillo, donde antes hubo una lonjade pescado y una heladera quecerraron cuando apareci pintada unaJ amarilla en las ventanas. Yo habavenido muchas veces con Isaakcuando l pasaba a recoger papeles ose detena para hablar con alguien.Cruzar aquellas puertas nunca habasupuesto ningn problema, pero esteda era diferente. Dos oficiales de laGestapo con sus largos abrigosverdes y sus bolas negras, fumando

  • con gesto aburrido, estaban apoyadosen la entrada.

    Haba un tercero clavando unaviso en la puerta. Las nuevasrestricciones. Me acerqu a susespaldas para leerlas.

    El oficial se dio la vuelta. Esto no es asunto tuyo.Me dispuse a entrar en el

    edificio, pero me lo impidi. Aqu no hay nada que sea de

    tu incumbencia. Estoy buscando a un amigo. Pues no deberas tener

    amigos aqu. Por la forma en que

  • me mir, adivin que le diverta laidea de que una chica holandesaquisiera entrar en aquel lugar.

    Tengo que entrar insist . Necesito ver a alguien.

    Esta vez no fue tan amable. Deberas elegir a tus amigos

    con ms cuidado.Uno de los otros oficiales apag

    el cigarrillo y levant la vista hacianosotros.

    Volv a montarme en la bici yme dirig a la sinagoga. El rabGeron se encontraba en su oficina; s,haban avisado a Isaak la noche

  • anterior para que asistiera a unareunin en Delft, dijo, aunque no, nosaba cundo volvera. Le ped queme llevara a la habitacin de Isaak.Si le sorprendi, no dio muestras deello, y de alguna manera meestremeci, como si me hubieraapropiado de la intimidad de alguien.Me descubr sonriendo mientrascruzbamos el patio de piedra queseparaba la sinagoga del pequeoedificio en el que viva Isaak.

    Antes de la ocupacin, elinmueble albergaba oficinas ytrasteros. Ahora, cualquiera que

  • necesitara cobijo poda refugiarseall. Isaak me habl de un abogado yde otro hombre que haba perdido supuesto de profesor y viva solo desdeque enviara a su mujer y a su hija conunos familiares a Estados Unidos. Elanciano que cuidaba de los jardinestambin dorma all, y un muchachode quince aos que acababa dequedarse hurfano.

    Formis una familia? lepregunt a Isaak una vez . Es elmuchacho como un hermano para ti?El profesor como un padre?

    l simplemente me mir,

  • perplejo.Desde que conoca a Isaak

    nunca haba entrado all. Como contodo lo dems, era muy celoso de suvida privada. Pero cuando el rabGeron abri la puerta de su cuarto,supe que la habra reconocido entreun millar.

    En un rincn tena un catrecuidadosamente hecho con unamanta. A rayas grises y azules. Lalmpara de cuello de cisne que habaal lado de la cama era lo nicotorcido de la habitacin. Habalibros por todas partes, pero en pilas

  • ordenadas. En las paredes colgabandos reproducciones de dibujos de DaVinci y media docena de mapas,todos perfectamente alineados.

    En una agrietada taza deporcelana sobre el escritorio habaun trozo de carboncillo y treslpices. Los cog uno a uno por elplacer de tocar algo que hubieratocado Isaak. Junto a la taza, doscuadernos de dibujo. Yo saba que elms pequeo estaba lleno deilustraciones de pjaros; le encantabadibujar pjaros, aunque ltimamenteapenas encontraba tiempo para

  • hacerlo. Cog el cuaderno grande y loabr por donde haba un boceto delas ruinas del castillo de las afuerasde la ciudad. Recordaba haberpaseado por all con l y habermesentado a cierta distancia paraescribir un poema mientras Isaakdibujaba. Me doli que despus nome enseara su dibujo ni mepreguntara si poda ver lo que yohaba escrito.

    Isaak haba captado lasensacin de fortaleza de la viejaconstruccin, su solidez a pesar de laderrota. Pero no haba gente en la

  • escena; ni los excursionistas ni losamantes que se lean el uno al otrosobre sus mantas y a quienes yomiraba con envidia, ni los nios quecorreteaban con sus perros. Encambio s haba dibujado las ramasdel castao que se elevaba sin hojassobre las ruinas, como huesosennegrecidos. Sent un pequeoescalofro: Isaak haba plasmado esepaisaje slo unas semanas antes deque los alemanes llegaran con susbombas.

    Por unos momentos me quedall, respirando el aire de Isaak. Al

  • da siguiente volvera con una macetade geranios para ponerla en elalfizar de la ventana. Y con uncestillo de manzanas, y cogera lascortinas de mi propia habitacin ylas pondra en la suya. Contenta, mequit los zapatos y me deslic en sucama. All tumbada, con su olor enlas sbanas, era fcil imaginar aIsaak a mi lado. Introduje una de mismanos por el vestido y me acarici elpecho con suavidad, y not que sehinchaba.

  • * * *

    Cuando me despert, Isaak

    estaba sentado junto a m. Por la luzimagin que era media tarde.

    As que te has enterado dijo.

    Me qued perpleja; cmo sabal lo de Anneke?

    Pero no deberas habervenido aqu.

    Anneke se va dije,alargando la mano hacia l . Estembarazada.

  • Isaak se levant y me mir. Nohabra sabido decir si erapreocupacin o rabia lo que haba ensus ojos, pero, como siempre, meentusiasmaba tenerlos clavadosnicamente en m.

    No deberas haber venido repiti . Cmo se te haocurrido? dijo, lanzndome unamirada al cuello.

    Los nuevos decretos. Saqu mitarjeta de identificacin, que llevabacolgada de un cordn fino.

    La he trado, Isaak. He sidoprecavida. Pero me has odo?

  • Anneke va a casarse. Y yo nosoportar que se vaya.

    Si est embarazada es porestpida.

    Isaak nunca se mostraba muycompasivo cuando se trataba deAnneke.

    Es una consentida deca amenudo . No le queda msremedio que llevar medias de hilo enlugar de seda, el caf es demasiadocaro para tomarlo todos los das y nopuede ver las ltimas pelculas. Quse le va a hacer! En toda Europa lagente est perdiendo su casa, la

  • libertad la vida! Ja, lo s. No poda sino

    estar de acuerdo. Lo que nuncareconoca, sin embargo, era cuntome gustaba eso de Anneke. Justo unasemana antes de la invasin vimosjuntas Ninotchka. Estando con ellaera imposible no creer que cualquierda de sos podramos ir a ver laltima pelcula de Greta Garbo, odisfrutar del tacto de la seda en laspiernas, o tomar caf a medioda yhablar sobre moda. Podramosplantearnos volver a la universidad.E Isaak se permitira enamorarse. Un

  • lujo para l. Verdamt! maldijo Isaak

    en voz baja. Se pas los dedos entrelos rizos de aquella forma que a msiempre me produca deseos dealargar la mano y hacerlo yo tambin , Ese soldado alemn? Malacosa. Se lo ha dicho?

    Me qued mirndole, sinentender.

    Cyrla, se va a saber quineres en realidad.

    Anneke nunca hara eso. No puedes cerrar los ojos

    para no ver lo que no quieres ver.

  • Anneke no tendr cuidado. Har loque ms le convenga.

    Por qu eres siempre tanduro con ella?

    Porque le da todo igual!Isaak lo dijo como si conociera

    a Anneke, pero no la conoca. Nocomo yo. Ya estbamos con ladiscusin de siempre.

    Se sent de nuevo a mi lado.Trat de rodearle con los brazos,pero me mantuvo apartada.

    Ya no ests segura. Hallegado el momento de que te vayas.Me encargar de los preparativos.

  • No. No ha cambiado nada. Todo va a cambiar Ya oste

    ayer que va a haber restricciones. A m no me afectan. Y

    Anneke no Isaak, cuntas vecesme has dicho a lo largo de estos aosque, como mi madre no lo era, nisiquiera soy juda? Ahora hasdecidido de repente que s lo soy?

    Para los alemanes lo eres. Tengo documentacin. No

    me pasar nada. Y no puedomarcharme, es aqu donde mi padrequiere que est.

    Isaak mir hacia otro lado.

  • No te quedes. Ya sabesadonde conduce eso.

    Lo saba. Llevaba casi cincomeses sin saber nada de mi padre. Ensu ltima carta, deca que iban acerrar el gueto de Lodz. Unos mesesantes, contaba, a unas chicas de miedad las haban forzado a limpiarletrinas con sus blusas. Cuandoterminaron, los supervisoresalemanes les pusieron las blusassucias en la cabeza. Yo haba ido alcolegio con algunas de esas chicas.Me alegro de que no ests aqu,escribi mi padre.

  • Si mi familia an estaba enLodz cuando cerraron el gueto, dijoIsaak, despus no habran podidosalir. A menos que hubieran sidotrasladados. Trasladadosignificaba algo demasiadoespantoso para que fuera posible. Sulgica era cruel. Me ley variospasajes de sus informaciones.

    Mi familia no le recordyo . Trabajan en una fbrica. Mipadre me dijo que eso les mantendraa salvo.

    Isaak mene la cabeza. No por mucho tiempo.

  • Creemos que estn vaciando el gueto.Que estn llevando a la gente a loscampos.

    No se detuvo ni siquiera cuandome ech a llorar. Tena queaceptarlo, saber que mi familiapodra estar en paraderodesconocido; tena que serconsciente del peligro. Y sobre todotena que aprender a ser fuerte.

    Detestaba que Isaak hiciera eso,pero le perdonaba porque, pornaturaleza, tenda siempre a ver lopeor, a ver demonios donde noexistan. Confiaba demasiado en la

  • lgica, pero yo saba que la lgica nosiempre era la lente ms precisa. ldebera haberlo comprendido;despus de todo, me deca a menudoque los dibujos contaban msverdades que las fotografas; hacafalta un ser humano para dar con laesencia de las cosas. Pero l erahurfano de nacimiento, no tenafamilia. No poda saber lo que yosenta.

    Yo saba que mi padre estaballeno de vida. Saba de su pasin porla msica y lo mucho que quera asus hijos; le haba visto bailar con mi

  • madre. La gente con semejantevitalidad no poda desaparecer. Elespritu de mi familia era fuerte. Notener noticias de mi padre slosignificaba que era peligrosoescribir. Su silencio mantena a mishermanos a salvo. Haca meses queIsaak y yo habamos dejado dediscutir sobre eso.

    La semana pasada sacamos ados familias en un barco de pescadesde Noordwijk. Han conseguidollegar a Inglaterra. An puedehacerse. Tienes documentacin; noser muy difcil.

  • No pienso marcharme contest con calma.

    Tienes que hacerlo. Elmatrimonio de Anneke te expone a ungran riesgo.

    Me alegr de no haberlemencionado las palabras de laseora Hakker, o lo que haba ododecir a mi to. Me levant de la camay me puse los zapatos sin mirar aIsaak. Si lo haca, vera la forma enque el pelo se le rizaba detrs de lasorejas, o las motas doradas de susojos castaos, o el pliegue de susmejillas donde se le dibujaba su

  • poco frecuente sonrisa, y entonces nosera capaz de salir de su habitacin.Si no sala, saba lo que dira acontinuacin: que no podamarcharme porque le amaba, yporque ya me haba marchadobastante y a l ya le habanabandonado bastante tambin. Y nopodra soportar or su respuesta.Cruc la habitacin en direccin a lasalida.

    Isaak me sigui y puso la manoen la puerta para evitar que laabriera. Su repentina proximidad medej sin respiracin.

  • No puedes irte ahora. Esperaa que se haga de noche. Telefonea atu ta si es necesario. Abri lapuerta . Hay un telfono en elpasillo. Te acompao.

    Puedo encontrarlo yo sola le dije framente. Cmo se leocurra siquiera decirme que mefuera? Si alejas a la gente de ti,podras perderla para siempre. Perono importaba. Tena diecinueve anos;nadie poda obligarme a hacer nadaque no quisiera hacer.

    Llam a mi ta; de repentedeseaba or su voz. Por su tono, supe

  • que Anneke an no le haba contadonada; de otro modo no habra podidoocultrmelo. Le dije que querahablar con mi prima.

    No est en casa respondiTante Mies . Pens que estaracontigo. Tena que trabajar hasta lastres, as que imagin que os habaisencontrado. Supongo que andar conese hombre. Y t dnde ests,Cyrla? No estars con; tu to diceque ahora, con las nuevasrestricciones

    Ir a casa enseguida. Colgu el telfono y volv a la

  • habitacin de Isaak. Dentro, elespacio entre nosotros parecaenorme y silencioso. Isaak cogi ungrueso libro de la estantera, Pjarosde Europa, y lo puso encima de suescritorio.

    Del marco de la ventana sac uncable muy fino en el que no habareparado antes. A sus espaldas,observ cmo abra el libro. En suinterior, encajada en un huecorectangular, haba una radio. LosPjaros de Europa eran pjaroscantores.

    Uni los cables, hizo algunos

  • ajustes y al momento o loscaractersticos sonidos de la radio.La emisin era de la BBC, y como miingls era bastante pobre y habamuchas interferencias, slo pudeentender algunas palabras.

    Hoy hay malas noticias dijo Isaak, despus de desmontarla radio . Han asesinado adieciocho mil judos en Ucrania, enBerdichev. A cerca de veinticincomil en Kamenets-Podolski la semanapasada. All Hitler estintensificando las cosas. PeroChurchill no ha aludido a esta

  • situacin. Se ha referido a losEinsatzgruppen

    [ 1 ] en Rusia como si esasmatanzas fueran defensa militar y noasesinatos.

    Quiz no sea verdad prob adecir.

    Claro que es verdad. Yocreo que no puede decirlopblicamente porque entonces losnazis sabran que tiene informacin.Espero que as sea. Pero est altanto. Y Roosevelt tambin est altanto. Lo que hemos sabido sobre

  • Berdichev nos lo ha confirmado laresistencia clandestina de Londres. Ytambin que el nmero de vctimas esmuy elevado en Lituania. Las cosasse estn poniendo muy mal en el este,en especial en los pases blticos.

    Pero no en Lodz. No en Lodz. Ni aqu.Me arrepent inmediatamente. Y qu ms da? Dieciocho

    mil, veinticinco mil! Isaak frunciel ceo y se frot la frente . No,aqu todava no. Pero es slocuestin de tiempo. Despus de las

  • restricciones nos obligarn a llevarla estrella. Despus de la estrellavendrn los guetos; y despus de losguetos, las deportaciones. Es elmismo patrn en todos los pases.Hay ciento cuarenta mil judos enHolanda. Quiz no los suficientespara que ahora mismo seamos unaprioridad. Pero creo que pronto loseremos. Si Anneke se casa con unsoldado alemn, tendrs quemarcharte.

    Anneke me quiere. No tendr cuidado. Es

    incapaz de entender el peligro, no

  • necesita hacerlo. T s, pero noquieres entenderlo. Eso es peor. Aveces, Cyrla

    No eres t quien debe tomaresa decisin dije en voz baja, yrecog mis cosas para marcharme acasa.

  • Cuatro

    Mi ta estaba sentada junto a laventana de la cocina. A su lado tenaun ejemplar de Libelle y una taza det sin tocar. Dej en su sitio loscupones de racionamiento. No se diocuenta.

    Ya sabes cmo es dije,desabrochndome la chaqueta . Nisiquiera son las ocho. Me acerqua coger la taza de mi ta para servirlet recin hecho . Seguro que estbien aad, enfadada con Anneke.

  • Era muy propio de ella olvidarse detodos los dems cuando estaba agusto.

    Mi ta me cogi de la mueca. Hoy haba soldados por

    todas partes, ms controlesDej su taza y me apart

    bruscamente. Qu iban a querer de

    Anneke? Y qu pasa conmigo?,quise peguntar. Es de m de quiendeberas preocuparte con esoscontroles.

    Entonces me qued inmvil.El olor a azcar horneado.

  • Espera un momento. Subcorriendo las escaleras hasta eldesvn y abr de golpe la puerta deldormitorio de arriba, que no se usabadesde la muerte de la abuela deAnneke. Estaba echada de lado en lacama, mirando hacia la pared. La luzdel pasillo dibujaba el perfil de sucadera. Se la vea pequea yvulnerable. Me arrodill a su lado,rodendole los hombros con unbrazo.

    Cuntame.Anneke volvi la cara. Es idiota susurr. Le

  • apart de la mandbula un pequeopendiente de feldespato; la joyadorada le haba dejado marcado enla piel hmeda un dibujo como deencaje. Llevaba horas llorando .No te merece. De pronto me sentculpable, como si el que yo noquisiera que se marchara hubieseprovocado aquello. Lamentaba todolo que haba querido arrebatarle a miprima . No tienes por qu tener albeb. O s, y yo te ayudar.

    Anneke busc mi mano.Volvieron a llenrsele los ojos delgrimas, pero segua sin hablar.

  • Tu madre est preocupada.Tienes que decrselo. Puedes? Noimporta. Le di un beso en lamejilla . Ahora mismo vuelvo.

    A mi ta se le descompuso elrostro cuando le dije que Annekeestaba embarazada. Se apret lasmanos contra la boca y me mircomo si estuviera abofetendola.Nunca se me haba ocurrido pensarque tuviera sueos para su hija, peroen aquel momento se le revelaron enlos ojos y fue terrible ver cmo se lehacan aicos. No pronunci ni unapalabra de reproche contra Anneke,

  • ni siquiera contra Karl, pero eraevidente que estaba mordindose lalengua.

    Llevamos a Anneke a su cama ydurante una hora estuvimossencillamente consolndola. Lecepillamos el pelo y le pusimos uncamisn limpio. Le cambi la vendadel dedo: la herida no cicatrizababien. Anneke dej que le hiciramostodas estas cosas, pero miraba haciala ventana como si pudiera ver atravs del papel que la tapaba. Leprepar un chocolate con tostadascon lo ltimo que quedaba de la

  • mermelada de uva espina, sufavorita, y despus sub el jarrn deporcelana de Delft azul y blanco conlas rosas de t amarillas del alfizarde la ventana de la cocina. Mi ta nopreguntaba nada, slo murmuraba:Lieveling, lieveling. Me preguntabacunto le costara tragarse todos los Cmo has podido?, y losOjal. La encadenada naturalezade consecuencias resultaba muy fcilde ver cuando ya era demasiadotarde.

    Finalmente, Anneke se sent yempez a hablar. No era que Karl no

  • la amara. Tena que marcharse. Leenviaban a Alemania. Y lo que erapeor: en Hamburgo le esperaba suprometida; iban a casarse en cuantol llegara. Anneke volvi aderrumbarse.

    Ella no significa nada para l dijo como pudo . Pero no tieneeleccin. Se lo ha prometido.

    Yo estaba indignada; conAnneke, por defender a aquelhombre, y tambin con Karl: qulocura, casarse con alguien a quienno amaba y dejar a Anneke sola conla criatura. Ira a verle por la maana

  • y le hara entrar en razn.De pronto, Anneke se acord de

    su padre. Est en Amsterdam le

    dijo Tante Mies. Anneke sedesplom aliviada . Pero volvermaana en el tren de la tarde leadvirti . Y sabes que no podemosocultarle algo as.

    Anneke rog con la mirada quele concediera un poco ms detiempo.

    No pasar nada leasegur mi ta, acaricindole lafrente . Yo se lo dir y no pasar

  • nada.Despus le dio a Anneke un

    somnfero y me pidi que me quedaraa leerle algo hasta que le hicieraefecto. Junto a mi cama tena lanueva coleccin de Verwey.Tambin El libro de horas, de Rilke,con las pginas desgastadas de tantopasarlas. Me encantaba Rilke. Suspoemas me parecan flechasdirigidas directamente al corazn.Pero en aquellos momentos esospoemas haran dao a Anneke.

    Ped a mi ta que me subiera elnmero de Libelle que haba visto en

  • la cocina. Era una revista femenina,llena de artculos tontos. Anneke y yonos sentamos muy por encima deella, pero la devorbamos todos losmeses. Fue una buena eleccin: miprima se qued dormida enseguida.

    Sin embargo, yo no pude. Volva la habitacin del desvn y empujla cama hasta ponerla debajo deltragaluz, me sub encima y lo abrpara ver el exterior. Antes de que losalemanes atacaran, a Anneke y a mnos encantaba hacer aquello; desdeese lugar estratgico se veaRotterdam en el horizonte y el puerto

  • en la desembocadura del ro Maas. Acualquier hora, la ciudad estabasiempre rebosante de vida. La nochedel 14 de mayo, toda la familiacontempl incrdula el perfilcarbonizado de nuestra ciudadperdida, negra con el fondo rojo delas llamas, hasta que ya nos fueimposible seguir respirando elholln. Durante das una ventisca deceniza lo cubri todo mientrasRotterdam arda. Los alemanesdisparaban contra todo aquel quetratara de apagar el incendio a modode advertencia para los dems. No

  • habamos vuelto a mirar despus deaquella noche.

    Necesitaba volver a hacerlo. Laluz procedente del cuarto de lunamenguante desde que empezaronlas restricciones para oscurecer laciudad para que no fuera visibledesde los aviones enemigos, noshabamos convertido en expertos enlas fases de la luna se derramabasobre la negra ciudad, que seguadestruida y carbonizada despus deao y medio. Se vean algunas lucestenues en el este, donde seencontraban los muelles; seguramente

  • eran los alemanes reparando susrelucientes embarcaciones grises.Pens en lo que le dira a Karl por lamaana. Costara lo que costase, se lodira.

    Cerr el tragaluz y me sent enla cama. Tambin tena cosas quedecirle a Isaak. Record laconversacin que habamosmantenido ese da. Quera que memarchase porque me amaba, aunquejams me lo dira; l nunca hablabade sus sentimientos. Era yo quientena que deducir el dulce significadode sus duras palabras.

  • Me encontraba a salvo. Ya nohabra ningn marido alemn al queAnneke pudiera hablar de m, ymientras nadie supiese que yo eramedio juda, los nuevos decretos nome ataan. Adems, no eran ms quedecretos. Ofensivos e inoportunos,pero no amenazadores. Isaak sepreocupaba demasiado por cosas quepodran no suceder nunca. Si llegadoel caso l estuviera en peligro,entonces nos marcharamos. Nosmarcharamos juntos. Conseguirahacrselo entender.

  • * * *

    Me despert al amanecer, dej

    una nota y cog la bicicleta para ir ala ciudad.

    Mi ta tena razn: haba mssoldados. En cada entrada al parquedel otro lado de la calle se vea unapareja; otros estaban clavandoanuncios. Y haba ms en las paradasdel tranva, pidiendo los carns deidentidad. Uno de ellos se me quedmirando cuando pas en mi bicicleta,y aunque se toc el casco y me

  • sonri, el corazn me dio un vuelco.La compaa de Karl se alojaba envarias casas de Ruyterstraat; lasemana anterior Anneke me habamostrado la suya. Al llegar dud deque me sostuvieran las piernas, peroconoca un truco para obligarme aactuar cuando estaba asustada: medije a m misma que lo nico quetena que hacer era dar el primerpaso.

    En aquel caso simplementedeba llamar a una puerta. Despusde eso podra marcharme.

    Una mujer con aspecto de

  • abuela, baja y gorda, con unanticuado gorro blanco y un delantallargo, me abri.

    Goedemorgen! Me sonriy yo a mi vez le dese buenos das, yeso fue todo. Al momento ya le habadicho que quera ver a un soldadoalemn de nombre Karl, y al instanteme encontr en su cocina, que estabapintada de color rosa y ola a clavo,a leja y a normalidad, donde lamujer me ofreci un caf.

    Ersatz, phhht! Hizo unamueca y alz la mirada comodiciendo: Qu le vamos a hacer?

  • Me guio hasta la puerta de atrs. Ah estn; hacen ejercicio en

    el jardn. La semana pasada mepisotearon todos los jazmines.Adelante.

    Dos soldados. Estaban deespaldas, pero supe que ninguno deellos era Karl. De nuevo empec asentir una opresin en el pecho, peroya no tena eleccin. Se dieron lavuelta al or el sonido de mis pisadasy me sorprendi ver lo jvenes queeran.

    Pregunt por Karl Getz. Se ha ido dijo el ms alto.

  • Tena el pelo castao y la cararedonda, y daba la impresin de quean no se afeitaba.

    Cundo volver?Durante unos instantes el

    soldado entrecerr los ojos, tras locual pareci decidir que yo nosupona ninguna amenaza.

    No, se ha marchado. AMunich. Si hubieras venido una horaantes le habras pillado.

    Mi alemn era bueno, pero noestaba segura de haber entendidobien.

    Munich? No le haban

  • enviado a Hamburgo?No, me aseguraron los dos, Karl

    no iba a Hamburgo. Ambosintercambiaron miradas y luego elotro muchacho, el ms callado, quetena el pelo ms claro y rizado, dioun paso hacia m y me pregunt si yoera la amiga de Karl.

    Hice caso omiso de la pregunta. Y qu pasa con su

    prometida? An piensan casarse?Los soldados se miraron el uno

    al otro y se sonrieron. Vaya, qu guardadito se lo

    tena!

  • Y entonces comprend. No importa. Espera dijo el ms bajo

    . Cmo te llamas?Me di cuenta de que estaba tan

    solo, con tantas ganas de hablar unpoco, que me dio lstima.

    No, yo, siento haberosmolestado. Me gir paramarcharme, pero l volvi aintentarlo.

    Me preguntaba si hizouna pausa y mir para otro lado,luego se pas una mano por el pelocomo si le hubiera cado en la frente.

  • Le o respirar hondo y me mir denuevo , me preguntaba si tegustara hacer algo esta noche, ir aun caf. Es que te pareces mucho ami hermana, y hace tiempo que no laveo.

    Farfull una excusa sobre quetena que trabajar y me march.

    Pedale por las empedradascalles todo lo deprisa que pude. Elmundo se parta en dos. En uno habanios soldados que echaban demenos a sus hermanas y suspirabanpor sentarse en un caf con una chicaY en el otro, hombres que envolvan

  • la cabeza a las muchachas conporquera de las letrinas, y que meapartaban de mi familia, y que no medejaran entrar en un parque o subir aun tranva si supieran quin era.

    El mundo se parta en dos y yoestaba cayendo al vaco.

  • Cinco

    El da en que esperbamos a mito lo pasamos aguardando a que sedesatara una tormenta. Hasta laatmsfera se notaba cargada.Telefone a la pastelera para decirque Anneke se haba torcido untobillo. Procuramos mantenernosocupadas: limpiamos ventanas,preparamos manzanas al horno ysopa de guisantes. Vaciamos lachimenea y sacamos las mantas delos cajones para airearlas ante la

  • llegada del invierno. Ni una sola vezmencionamos el estado de Anneke nicomentamos cmo reaccionara mito, pero siempre que miraba a mi ta,vea la preocupacin dibujada en surostro. Mi prima tena una expresinvaga, y eso era peor. Me daban ganasde romper algo o de gritar.

    Finalmente no pude resistirloms.

    Anneke y yo nos vamos dije a medioda. Habamospensando salir por la tarde, antes deque llegara el tren de mi to, paracenar en un caf mientras mi ta

  • coma con l en casa. Le habacomprado su embutido de jamnfavorito y le hablara despus de lacena. Yo lo habra hecho de otraforma. Sencillamente le habra dicho:Esto es lo que ha sucedido. Ahoralo que tienes que hacer es aceptarlo yapoyar a tu hija. No le habrapreparado ninguna comida especialpara hacerle las noticias msllevaderas.

    A Anneke le pareci bien laidea. Cogimos el tren hastaScheveningen. Haca una tardeagradable, as que nos quitamos los

  • zapatos y las medias y dimos unpaseo por la playa y despuscaminamos hasta el otro extremo delmuelle, detenindonos en los pilotespara ver cmo descargaban losbarcos pesqueros al atardecer. Nohabamos visto ni a un solo soldadoalemn desde que nos bajamos deltren y milagrosamente no haba nadaque nos recordara la ocupacinexcepto algunos bnkeresconstruidos en las dunas de los quesiempre nos hacan rer, pintadoscomo si fueran casas holandesas conridculas ventanas y geranios. De

  • verdad crean los alemanes queengaaran a alguien?

    Encontramos un restaurantedonde bebimos cerveza y comimospescado frito, y de postre, tarta concerezas. No hablamos de nadaperturbador, como si hubisemosdejado a un lado cual paquetes losproblemas: Anneke me habl deKees, el hijo del pastelero, a quienacababan de comprar su primerabicicleta, y yo le habl de laspequeas gallinas rojas y blancas dela seora Schaap, que se negaban aponer. Despus de cenar nos

  • entretuvimos un buen rato con elcaf. Creo que las dos sabamos quequiz aquella noche podra ser laltima que hiciramos ese tipo decosas.

    Finalmente Anneke empez ahablar de Karl. Era ms apasionadoy ms maduro que ninguno de loschicos con los que haba salidoantes. Un hombre. Si no le hubieranenviado fuera, dijo, podran haberlosolucionado todo. Porque l laamaba. Pero tena que mantener mipromesa.

    Me daba tanta pena por ella,

  • sabiendo lo que saba, que tem quela verdad saliera a la luz.

    Tengo que contarte algo dije . Esta maana fui a hablarcon Karl Anneke se qued de unapieza, perpleja.

    No estaba continurpidamente . Pero habl con dosamigos suyos. l ya se haba ido. Laorden de partir le lleg antes de loque esperaba. Estaba muydisgustado; no quera dejarte. Eso fuelo que les cont. Le habra dichocualquier cosa con tal de aliviarle eldolor.

  • Me mir con una expresinimpenetrable y se volvi hacia laventana.

    Bueno.Y llego el momento de volver a

    casa, las dos lo sabamos. Al salirdel restaurante, un soldado nos parcon el pretexto de preguntarnos sitenamos fuego. Ni que decir tieneque se senta atrado por Anneke. Lespasaba a todos los hombres. Ella nole hizo caso, la mirada puesta en lacalle, pero l se mostr reacio adejarnos marchar. Era austriaco,dijo. Haba sido profesor y tocaba el

  • piano. Sabes dnde hay msica

    aqu por la noche? quera saber.Vendras conmigo a escucharmsica?, se le vea en la mirada queestaba deseando preguntarle aAnneke.

    Mi prima volvi la cabeza ypas por delante de l con laintencin de marcharse, pero vi quele brillaban los ojos.

    Fue callada en el tren deregreso, aunque yo saba que noestaba asustada. Lo peor ya habapasado. La reaccin de mi to no era

  • nada comparada con lo que habatenido que afrontar.

    Nos aguardaba en el pasillo.Yo esperaba que estuviera

    furioso; tena muy mal genio. Sinembargo, pareca sereno, y cuandovio a Anneke los ojos se le llenaronde algo peor que la ira.

    Anneke dio un paso hacia l. Vader? dijo con un hilo

    de voz.Se llev las manos a la cabeza

    para rechazar el abrazo de su hija yapart la mirada.

    Maldita puta! le escupi

  • . T no eres mi hija.Mi to pronunci cada palabra

    como si fuera un golpe, y cada unoalcanz su objetivo. Anneke seabraz el vientre; con qu rapidezaprende el cuerpo dnde es msvulnerable.

    T no eres mi hija! repiti. Luego cogi su abrigo yse fue hecho una furia.

    Mi ta se apart y le dej salir.Luego abraz a Anneke.

    No pasa nada. Ya se le ir elenfado.

    S pasaba. Abr la puerta y le

  • llam desde el peldao de la entrada,indignada.

    Qu clase de padre llamaputa a su hija? Qu clase de padrela abandona?

    Incluso a la plida luz de laluna, vi que torca el gesto de rabia.

    Y t tampoco eres mi hija.No lo olvides.

    Y me alegro le grit .Eres peor que no tener padre!

    Cyrla, no! Mi ta meoblig a entrar en casa.

    Odi a mi to por la mirada quehaba visto en el rostro de Anneke.

  • La segu hasta nuestra habitacin y laobserv detenidamente, deseandoque se me ocurriera algo paraborrarla. Algo que la hiciera sentirseorgullosa de nuevo. Sacamos elcamisn de debajo de las almohadasy nos desvestimos sin decir unapalabra.

    Finalmente, cuando estbamosya en la cama, romp el silencio.

    Dime qu se siente. Dimecmo se hace.

    Qu se siente con qu? Ah! Se ech a rer . No necesitarsinstrucciones, katje. Tu cuerpo sabr

  • qu hacer, y tu corazn. S lo que hay que hacer,

    Anneke. Lo que quiero que me digases cmo hacerlo.

    En serio, lo sabrs. Anneke hizo una pausa y se toclos rizos de la frente. Supe al instanteque Karl le haba hecho eso mismo . Sentirs como si tu cuerpohubiera sabido siempre cmo hacerel amor, como si estuviera hechopara hacerlo pero no se diera cuentahasta que llega el momento.

    Frunc el ceo. Vale suspir . Pero, de

  • veras, es natural, y lo nico quetienes que hacer es lo que el cuerpote pida. Lo has sentido alguna vez,ese deseo?

    Si contest, haba sentidoel deseo de hacer el amor.

    No. Me refiero a si os habistocado el uno al otro, acariciado ybesado hasta notarlo en tu cuerpo,entre las piernas, como si fueraelectricidad. El deseo de empujarledentro de ti; ese ardor.

    No reconoc , an no. Bueno, eso es lo primero.

    Una vez que lo sientes, puedes

  • dejarte llevar.Enarqu las cejas, esperando

    que siguiera. Cyrla, de verdad no lo

    sabes? Hizo otra pausa,recordando, supongo, que hacatiempo que yo no iba al colegio.Desde la poca de Napolen, entodas las ciudades de Holanda seregistraban los nacimientos, bodas ydefunciones, con duplicados en LaHaya. Aunque tena documentacin,yo no figuraba en esos registrosciviles, as que mi ta decidi quehasta que los alemanes se marcharan

  • no deba arriesgarme a ir al colegio.Por la misma razn, slo trabajabaen la tienda de mi to. Mi mejoramiga se haba ido de Schiedamdespus de los bombardeos y casi nome relacionaba con otras chicasdesde haca ao y medio.

    De acuerdo dijo . Allva. Le besas. La lengua es su alma.Mtetela en la boca, entrgate.Respira su aliento. Abrzale, tcale.Acarciale la cara, el pecho, elvientre y ms abajo. Hazlo consuavidad y desear entrar en ti. Y esoes todo. De verdad. Lo dems surgir

  • con naturalidad, como si no fueraposible hacer otra cosa. Sentirs,sentirs como si con cadamovimiento os estuvierais diciendoel uno al otro: Te conozco! Teconozco!. Y despus, despus elmundo te cantar al odo.

    Gracias, Anneke. Esto eralo que Isaak nunca vea en mi prima ylo que yo olvidaba a menudo: sugenerosidad. Una vez le confi misueo de querer ser poeta.

    Pero ya lo eres respondiella . En la manera en que eligeslas palabras en tu forma de ver las

  • cosas y en cmo me las muestras am.

    Hasta aquel momento, slohaba ledo poesa, nunca la habaescrito. A veces se me ocurranalgunos versos a menudo sinsentido y me descubra a mmisma anotndolos, pero jams habatratado de darles forma y significado.Aquella noche me arm de valor yescrib mi primer poema: cuatroversos sobre la gracia.

    Y o era la egosta, contentaporque ya no iba a dejarme.

    Y bien? Es que no vas a

  • decirme de quin se trata?Perdname, he estado tanembelesada con Karl que no te hepreguntado.

    Se trata de Isaak, porsupuesto.

    Isaak? Ah. Ah, qu? Nada. Que no lo saba. Es

    maravilloso. Para los dos. Apagla lmpara que haba entre nuestrascamas . Espera un momento dijo en la oscuridad . Hay algopara lo que debes prepararte. De otromodo, podra ser complicado y

  • doloroso y no disfrutars la primeravez.

    Esper a que se explicara. El himen. Puedes romperlo

    t misma; no es duro. A m me lodijo Gera; su ta se lo explic, y ellasabe de estas cosas. Utiliza algosuave y redondeado, no demasiadogrande. La ta de Gera dice que enalgunas culturas tallan pequeasdiosas de piedra o de madera parahacerlo, y que es un ritual sagrado.Pero cualquier cosa servir; unacuchara vale. Limpia.

    T qu utilizaste?

  • pregunt.Anneke se ri e incluso en la

    oscuridad percib el gesto deimpaciencia que puso; durante unosinstantes volvi a ser ella misma, lade siempre.

    A Jan Wegerif!Me sent en la cama. Jan Wegerif? No saba que

    hubieras salido con l. Y no lo hice. Sencillamente,

    una vez nos colamos en la casaflotante de su abuelo. Fue terrible.Por eso te digo que utilices algoprimero. Y, Cyrla, una cosa ms.

  • S? No te quedes embarazada.

  • Seis

    Mi to no se abland. Durantelos siguientes dos das no dej defulminar a Anneke con la mirada, yconmigo se portaba como si yo noexistiera. Aunque apenas paraba encasa: o estaba demasiado enfadadopara almorzar all o se encontrabamuy ocupado. La remesa de lana quehaba recibido era para el pedido deseiscientas mantas que le haba hechoel ejrcito alemn.

    Aquello me inquiet. A mi to le

  • disgustaba la ocupacin y lasincomodidades que sta causabatanto como a cualquier otra persona,y lo que ms le indignaba era or elestruendo constante de los trenes quese dirigan al este, cargados conproductos holandeses obtenidosmediante el saqueo. Loscontenedores llevaban impresa unainsultante mentira: Regalo del puebloholands a sus hermanos alemanes.Siempre pens que su posturaantialemana era una cuestin deprincipios; desde luego, tena muchosamigos entre los comerciantes judos

  • que le vendan artculos enBreedstraat de Amsterdam. Pero,aunque nunca le haba odo expresarninguna simpata por los nazis, habaempezado a preguntarme si deverdad era totalmente desafecto aellos.

    ltimamente haba trabajadomucho remendando los uniformes delos alemanes que se alojaban ennuestra ciudad. Al principio, TanteMies le rog que no aceptara esetrabajo.

    Cierra la tienda le habasuplicado ms de una vez . No

  • participes en esto.Mi to siempre contestaba que

    tema por nuestro bienestar si nohaca el trabajo. Si cerraba la tienda,tendra que alistarse para realizartareas obligatorias. Cmo nos lasarreglaramos entonces? No habarazn para no creerle; todos loshombres de la ciudad estabanllevando a cabo esos acuerdos. Perocuando yo le ayudaba en la tiendacortando tela en el cuarto de atrs, leoa hablar con los alemanes y mehorrorizaba el tono tan amistoso queutilizaba. Tan complaciente.

  • Haca algunos meses que mi tase haba dado por vencida. Lasnoticias sobre la guerra le haban idoextinguiendo el espritu hastaconvertirse en una sombra a laderiva, dejando que mi to influyeracada da ms en la familia. En sufuero interno pareca abrigar unrencor que rezumaba por todo lo quehaca o deca y que penda sobrenosotros, sombro como el humo. Deno ser por el carcter alegre de miprima, la casa habra sidoinsoportable. Pero de repente, con laausencia de su marido, mi ta

  • reaccion.Anneke y yo nos despertamos un

    da con el ruido de un martilleo.Encontramos a mi ta en el stano,clavando unas tablas entre dos postespara ocultar una estantera.

    Traed todos los alimentos noperecederos nos orden .Escondedlos aqu.

    Y lo hicimos: pasas, cajas dealubias y guisantes secos, la fruta quemi ta haba envasado en el verano,las sobras de las porcionessemanales de azcar y harina,pastillas de caldo e incluso una triste

  • taza de fideos en el fondo de un tarro.Despus, mientras echbamos

    una ojeada al peridico paraenterarnos de las rdenes deracionamiento de la semana, noscont sus planes.

    Cada semana, parte denuestras raciones de lcteos serleche enlatada. Y empezaremos ahacer intercambios. No necesitamoscigarrillos ni dulces, loscambiaremos por ms harina o leche.Y los cupones textiles sern paracosas que podamos usar despus conel nio.

  • Anneke y yo nos miramos.Estaba segura de que ni siquierapoda imaginarse en qu fechatendra a la criatura; era difcilincluso hacerse a la idea de queestaba embarazada.

    Mi ta nos tena atareadas todoel da. Anneke y yo estbamos tanasombradas con su repentino resurgirque hacamos lo que nos peda sinpreguntar. Nos sentaba biendistraernos con ese trabajo; era unalivio hacer cosas en lugar de que lashicieran a nosotras. Pero haba ciertoasomo de desesperacin en el frenes

  • de mi ta y se me ocurri que entodas aquellas preparacionesbuscaba una suerte de expiacin. Mepreguntaba en qu crea haberfallado. Pensaba acaso que podrahaber evitado la situacin de Annekesi hubiera estado ms preparada, msalerta?

    Siempre imagin que el vnculomadre-hijo es como un ro continuode apoyo y amor, y haba estado tanocupada lamentando su ausencia quenunca consider la posibilidad deque ese ro pudiera volver a sufuente, de que los hijos tambin

  • podan sostener a su madre. Mepropuse observar a mi taatentamente, y a Anneke, cuandonaciera el nio.

    En cuanto oy que llegaba sumarido, mi ta nos mir a Anneke y am y seal con un gesto la puertatrasera. Mientras le reciba en lasala, nos pusimos el jersey a todaprisa y salimos fuera. Nos sentamosen los peldaos de ladrillo, comimosel ltimo tomate que quedaba en lasplantas amarillentas y contemplamoscmo sala una menguada luna. Selevant una brisa que hizo susurrar

  • las hojas secas del nogal en lo alto,por lo que slo podamos ormurmullos inconexos provenientesdel comedor. Pero ramos capacesde distinguir que la conversacin eraescasa y desalentadora.

    Anneke sac un paquete decigarrillos y un encendedor delbolsillo del pantaln. Se encendiuno y me pas el paquete.

    Mene la cabeza. Tu padre Anneke haba

    empezado a fumar cuando conoci aKarl, pero mi to odiaba ver a unamujer fumando en pblico, por eso

  • nunca lo haca en casa. Algunastardes bamos a pasear hasta el grandepsito donde descargaban lasbarcazas y nos sentbamos en elmuelle, oyendo los hombres hablarmientras se pasaban cajas de clavosy tabaco y arenques salados. Annekecomparta sus cigarrillos conmigo, yel humo se mezclaba con el fuerteolor de las especias y el alquitrn.

    Se encogi de hombros yesboz una sonrisa irnica. Eracomprensible. Alargu la mano ycog un cigarrillo, y las dos nosquedamos all sentadas fumando, con

  • la espalda encorvada contra el frode la noche, hasta que omos que mito se iba otra vez a la tienda. Mepregunt cuanto tiempo podramosseguir viviendo todos en aquellacasa.

    * * *

    Al da siguiente cay una glida

    lluvia durante toda la maana.Anneke tampoco fue a trabajar

  • y, con un par de manos extra, hicimoslas tareas de casa rpidamente.Pusimos un disco y sacamos el back-gammon. Mi ta pas por la sala conla ropa de cama que le acababan detraer de la lavandera.

    Puede que tengamos quecambiarlas por comida cuando nazcael nio dijo, sealando las piezasde marfil del juego . Envolvedlasy escondedlas, no vaya a ser quevuelvan los alemanes a requisarcosas. No van a llevarse nada ms deesta casa. Ah, y las piezas deajedrez, tambin. Ponedlas detrs del

  • cubo del carbn. Y esas figurillas ylas tenazas de la chimenea Dirigi la mirada al gramfono yfrunci el ceo, pensando. Sent unramalazo de preocupacin ante laconducta de mi ta, y creo queAnneke tambin.

    Para qu iban a querer eso? le dijo a su madre . Adems esmuy grande para esconderlo.

    Claro. Mi ta sonri. Perola ligera sensacin de angustia que serespiraba en la casa no se disip, ypara cuando dej de llover a primerahora de la tarde, tanto Anneke como

  • yo estbamos deseando irnos a lacalle.

    Cogimos las bicicletas y fuimosal parque que hay junto al canal.Haca fresco, pero cuando dej dellover sali el sol y a m mepreocupaba que el cielo, de un azulintenso en contraste con las nubesblancas, le recordara a Anneke losojos de Karl. Quera que al menospasara una tarde sin pensar en suproblema, pero, claro est, eso noera posible. Vimos a una parejasentada en un banco, apoyado el unoen el otro, y supe que ella pensaba:

  • Karl me ha abandonado. Comohaca buen tiempo, los niosdemasiado pequeos para ir alcolegio estaban en la calle con susmadres, jugando a las canicas y a larayuela, corriendo y tropezndosedelante de nosotras, y le asalt elpensamiento: Estoy embarazada yme ha abandonado. Las cosas msinsignificantes nos resultabanestimulantes: dos palomaspelendose por un trozo de pan, unaanciana tratando de evitar que elviento le volara la falda, unabandada de gansos volando como una

  • flecha entre los rayos del sol. Todonos haca sonrer, pero enseguidaAnneke se refrenaba y yo saba queestaba pensando: Un momento. No,no soy feliz.

    Vi cmo se le ensombreca elrostro y el labio inferior empezaba atemblarle por ensima vez.

    Quieres tener ese nio?Habamos llegado a un puente.

    Anneke baj la mirada hacia elcanal, reluciente y tranquilo, que lerecordaba su propia verdad. Nopoda escapar de s misma durantemucho tiempo, con tantos espejos

  • serpenteando por todos lados.Holanda era cruel en ese sentido.Cog una piedra y la arroj al aguapara romper la superficie, y Annekese gir.

    Ojal no estuvieraembarazada. Pero ya que lo estoy, megustara que Karl se hubiera quedadoconmigo. No puedo pensar en nadams. S que pronto tendr que tomaralguna decisin. S que no tengo quetener el beb; la ta de Gera dice quehay formas Pero cuando lopienso, no puedo. Se llev lasmanos al vientre en un gesto que se

  • haba convertido ya en algo familiar. Qu te parece si nos vamos

    de aqu, si buscamos algn lugar paralas dos? Lijsje y Frannie se fueron aAmsterdam el ao pasado, teacuerdas? Las dos encontrarontrabajo en un banco. Diet de Jonge sefue a Utrecht ella sola. Podramosempezar de nuevo. De todos modos,yo tendr que marcharme pronto, tupadre no me quiere aqu.

    Anneke agit los dedos comosola hacerlo, como si los problemasno fueran ms que palabras quepudiera borrar con la mano.

  • Ojal no estuvieraembarazada, pero lo estoy. Quinsabe cunto tiempo podr seguirtrabajando? Y si tengo al nio,qu?, podrs mantener a trespersonas? Apoy la cabeza en mihombro . Qu sola voy a estar sinti, katje.

    Me apart un poco y la agarrde los codos, con cuidado, pues tuveel repentino deseo de agitarla confuerza.

    Estars sola si no vienesconmigo le dije , porque nocreo que tu padre vaya a dejar que

  • me quede. Acaso no ves cmo estla situacin?

    Tendras que hablar con l.sta tambin es tu casa.

    No, no lo es. Ahora me doycuenta. Cuando vine aqu, l mepermiti entrar en vuestra casa. Esoes todo. No en vuestro hogar, ni envuestra familia. Y de ninguna manerapas a formar parte de tu cmodaexistencia, en la que slo tienes quefruncir los labios para que al instanteaparezca alguien a contentarte.

    Mi cmoda existencia? Anneke retrocedi, dolida. Pero

  • yo no retir mis palabras . Micmoda existencia? Se puso lasmanos en el vientre y se me quedmirando . Te gustara estar en mipellejo, Cyrla?

    Me mord la lengua y apart lamirada. Porque la respuesta era S.

    Por el este nos lleg un zumbidofamiliar y aparecieron tres avionespor encima de los rboles. Hubo unsilencio, y todos los que estbamosen el parque levantamos la cabeza.Siempre hacamos lo mismo, aunqueque ya no corramos como ratoneshuyendo de un halcn al acecho. La

  • sombra del avin ms cercano sereflej en el canal, oscureci lahierba y nos pas por encima. Yo meestremec y Anneke se enderez yasinti para s.

    Bueno dijo . Se esthaciendo tarde. No podemosescondernos de padre eternamente.

    Pero deberamos haberlo hecho.

  • Siete

    l ya estaba en casa cuandollegamos nosotras, instalando unaestufa nueva en el saln. No nos miral pasar a su lado de camino a lacocina para ayudar a mi ta con lacena.

    Nuevas restricciones decombustible explic frunciendo elceo . Hay que ocuparse de esacosa cada hora. Y la polvareda queproduce! Me alcanz cuatropatatas y un delantal.

  • Saqu del cajn un cuchillo demondar, me sent a la mesa y mepuse a pelar. A los pocos minutos, mito entr en la cocina con unperidico debajo del brazo.

    Hoy estars aqu a la hora decenar le dijo a Anneke. Su rostroera totalmente inexpresivo, lo mismoque el de ella.

    Se dirigi a la mesa, dej elperidico delante de m y cogi unpao de cocina para limpiarse lasmanos. Luego sali de la habitacin.

    En la pgina que tena ante mhaba un enorme anuncio: un breve

  • resumen de los lugares en los queno se permita la entrada a los judos.El cuchillo de mondar se me cay delas manos. Joden Verboden . Todoslos restaurantes, todas las tiendas,todos los cines. Los colegios. Losparques. Las playas pblicas, eltransporte pblico. Habra sido mscorto, pens yo, enumerar los sitiosen los que s se les permita entrar.

    Los lugares en los que yo podaentrar. No haba dudas respecto almensaje de mi to: haba llegadoantes de lo que esperaba.

    Dobl el peridico y trat de

  • esconderlo bajo las peladuras depatata, pero Anneke lo vio. Lo cogiy lo ley sin comprender. Y luegocomprendiendo.

    Le pas el anuncio a mi ta. stase me acerc y me puso un brazo enlos hombros.

    Oom Pieter, son tiemposdifciles. No pretende

    Mentira. Me levant ycerr la puerta de la cocina . Ospreocupa esto? pregunt en vozbaja para que mi to no lo oyera,mirando a mi ta y a mi primaalternativamente. Os preocupis por

  • m? No respondi Anneke .

    Nunca lo hago. Quieres que mepreocupe?

    No lo s.Era una buena pregunta. En

    primavera, cuando aparecieron losprimeros carteles en algunosrestaurantes y tiendas, las palabrasno prohiban exactamente la entradaa los judos. JODEN NIETGEWENST, LOS JUDOS NO SONBIENVENIDOS, decan, en blanco ynegro. Yo estaba con mi ta en laverdulera la primera vez que vimos

  • uno.Ella, indignada, no daba

    crdito. Qu significa esto?

    pregunt al seor Kuyper, a quienconoca de toda la vida . Tienesclientes que son judos. Amigos!

    Yo apretaba con fuerza lasmanzanas que tena en las manos. Porun lado quera que dijera: sta esmi sobrina, y es mitad juda. Ya noes bienvenida aqu?. Pero si lohaca, qu sucedera? En aquelinstante vi que mi vida estabaconstruida sobre arena y que una

  • simple ola podra llevrsela pordelante.

    La seora Abraham? Laseora Levie? pregunt mi ta .De repente despus de todos estosaos, ya no quieres que comprenaqu?

    Yo me sent de lo ms aliviadaal ver que mi ta no se ofenda por mante esos carteles. Y me avergonzabade mi alivio. Estaba enfadadatambin; indignada por mi padre ymis hermanos, por Isaak. Pero sobretodo tranquila despus de ver cmose haban desarrollado las cosas; con

  • aquel intercambio de palabras mi tame haba dicho claramente lo que yohaba percibido desde mi llegada:que all, en Holanda, yo no era juda.Ella saba lo que era mejor.

    No lo s repet. Empec acortar las patatas en pedazos delmismo tamao . Nunca quieropensar en ello. Pero Isaak dice Hice una pausa, imaginando loque Isaak dira sobre lo que mi toacababa de hacer, pero enseguidatrat de apartarle de mispensamientos . Mientras no lo sepanadie, no importa.

  • Me volv hacia mi ta. Alguna vez le has dicho algo

    a la seora Bakker? Le cont loque haba sucedido la otra maana.

    Claro que no. Es su manerade ser, pero es inofensiva. Nunca selo hemos dicho a nadie; es lo que nospidi tu padre cuando te envi aqu.

    Yo no lo saba. Tena slocatorce aos cuando llegu y no seme ocurri preguntar nada. O quizme asustaba demasiado.

    Bien. Bueno. Nadie lo sabe ytal vez tengas razn, tal vez OomPieter slo esta disgustado. Y tal

  • vez no tendra que contarle nada deaquello a Isaak.

    Me acerqu al fogn y ech lostrozos de patata en la sartn caliente.Anneke dej la cuchara con la queestaba removiendo la salsa de carney me toc el brazo.

    Cyrla dijo . Karl losabe.

    Anneke! grit mi ta.Me qued estupefacta. No pasa nada replic

    Anneke rpidamente . l odia a losnazis. Te gustara Karl; confiaras enl.

  • T confiaste en l y mira loque ha pasado! Quera gritar.Todava pensaba que le conoca?Pero me di cuenta de que ella yaestaba preguntndoselo.

    No importa dije . Se haido, as que ya no importa.

    Pero claro que importaba. Ahestaba la ola que haba temido, yvena de la direccin que Isaak mehaba advertido que vigilara. Todose vendra abajo pronto, ya habaempezado a desmoronarse. Lo saba,pero no poda asimilarlo en aquelmomento. Y menos con Anneke y

  • Tante Mies mirndome. Y menos conOom Pieter esperando a Anneke a lamesa. Me obligu a tranquilizarmemientras terminbamos de prepararla comida y la llevbamos alcomedor. Haba carne; no unossimples trocitos dando gusto a lasopa sino una pieza entera de vaca equivalente a la de toda unasemana asada con cebollas en unafuente tapada. Mi ta intentaba denuevo ablandar a su marido.

    Nos sentamos en nuestros sitioshabituales, pero habamos faltadodos noches, todo pareca extrao.

  • Mi to bendijo los alimentos yempez a comer. Levant la vista.

    Comed.Cogimos los tenedores e

    intentamos tragar.Mi to habl del tiempo, del

    invierno que se acercaba, de la nuevaforma en que calentaramos la casa.

    Mitad antracita y mitadcoque dijo pensativo . Eso eslo mejor que podemos esperar,supongo. Como si a alguno de losque estbamos a la mesa nosinteresara el carbn.

    Nos dijo que una de sus

  • mquinas se haba estropeado y quenecesitaba una pieza. En qu malmomento, con el enorme pedido demantas. Y necesitaba contratar a doscostureras; eso no debera ser difcil,con tanta gente sin trabajo.

    A Anneke se le haba marcadouna vena de la sien. Tena la pieltirante y quebradiza como el cristal,y pens que se le hara aicos elmenor estremecimiento. Ojal se meocurriera algo que decir que incitaraa mi to sin enfadarle. La comidadur horas. Horas. Finalmente dejel tenedor en la mesa y nos mir una

  • a una para ver si le estbamosprestando atencin.

    He encontrado la solucin dijo . Una casa de maternidad.

    Anneke no necesita una casade maternidad dijo mi ta, contoda la razn . Se quedar aqu,con nosotros.

    No, de ninguna manera. Nolo permitir. Cort un trozo decarne y se lo comi, bebi un pocode cerveza y ni nos mir. Nosotrasesperamos.

    Es muy decente lo que estnhaciendo. Muy progresista. La

  • tratarn bien. No todos sonmalvados, sabes?

    Quines no son todosmalvados? pregunt mi ta.

    Los alemanes. Han abiertoestas casas en todos los lugares endonde estn sus soldados. Son muymodernas. Con las mejoresinstalaciones. Se estn ocupando deeste problema en todas partes.

    Nos quedamos mirndole. Slomi ta poda formular preguntas.

    Qu problema? Qu tienenque ver los alemanes con nosotros?

    Anneke no es la nica. Se

  • estn ocupando de las chicas que sehan metido en este tipo deproblemas. Estn asumiendo laresponsabilidad, incluso aunque sussoldados no tomen parte en el asunto.

    Como te has enterado? pregunt. Vi cmo se le contraala mandbula, pero tena que seguir . Quin te lo ha dicho? A quinhas hablado de Anneke?

    No respondi. Pero no hacafalta que lo hiciera.

    Se lo has dicho? susurrAnneke . Se lo has dicho a losalemanes que van por la tienda?

  • Me has avergonzado. Mito elev la voz . He encontradouna solucin.

    Pieter, qu has hecho? La mirada de mi ta era feroz.

    Anneke tiene cita maana.Una entrevista y unos tests. Yo lallevar. De todos modos, no puedotrabajar hasta que no consiga lapieza.

    Qu clase de tests? pregunt.

    Mi to me mir durante unosinstantes, aguzando la mirada tras susgafas con montura de acero. No

  • habra sabido decir si estabapensando en la respuesta odecidiendo si deba hablarme o no.

    Una formalidad respondifinalmente . Informes mdicos,documentacin.

    Nee. No lo permitir dijomi ta.

    Nunca haba desafiado a sumarido directamente. Todos los queestbamos a la mesa supimos quealgn eje se haba movido, y que enadelante habra que buscar un nuevopunto de equilibrio.

    Mi to se puso colorado y el

  • cuero cabelludo se le vea rojooscuro a travs de su cabello claro.

    Nuestra hija nos haavergonzado. He encontrado unamanera de hallar un poco de honor enesta vergenza.

    Qu honor, Pieter? gritmi ta . Qu honor?

    Me levant y me puse detrs deAnneke, con las manos sobre sushombros.

    Qu vergenza? pregunt . Amaba a un hombre. El amor eslo contrario de la vergenza. No lamandes fuera.

  • Mi to ech la silla hacia atrs yse levant.

    Anneke, preprate para salirde viaje por la maana. Volveremosel domingo.

    Mi ta tambin se levant. Nee repiti . No lo

    permitir.Senta a Anneke sin fuerzas bajo

    mis manos. Dejadlo ya dijo . Por

    favor, dejadlo. Ir.Luego no quiso hablar de su

    decisin. Mientras nos preparbamospara acostarnos lo nico que dijo

  • fue: Te has parado a pensar

    cmo seran las cosas si me quedaraaqu?

    No, no lo haba hecho. Cuandolo hice, comprend que sera difcil.Todo el mundo le echara en cara queKarl era un soldado alemn.

    Se equivocaran. Pens enIsaak. Su ciudadana no tena nadaque ver con la forma en que se meencoga el corazn cada vez que lovea, como si quedara tan anonadadoque no pudiera seguir latiendo. Susideas polticas nada tenan que ver

  • con la manera en que me arda elmuslo si se rozaba con el suyo. Noimportaba que Karl fuera alemn.Goethe era alemn, y Schiller, quienescribi sobre la libertad. Rilke,Beethoven, Bach, Brahms. Panaderosy profesores y pintores y enfermeras;hombres y mujeres que amaban a susfamilias y llevaban una vida honrada.Era a los nazis a quienes odibamos,y yo crea a Anneke cuando decaque Karl no era nazi. Que le amara apesar del ejrcito que le habareclutado demostraba qu grancorazn tena. Haba malinterpretado

  • la personalidad de l, pero no habaviolado ningn modelo de conductapor el hecho de amarle; era ellaquien estaba muy por encima.

    Y esperaba poder convencer deello a toda una ciudad. Anneke tenarazn. No poda quedarse aqu. Asque nos marcharamos.

  • Ocho

    Esa noche so con mis padres,con la misma imagen que a menudohaba visto mientras dorma. Estabanechados en la cama; mi padre, bocaarriba; mi madre, de lado, apretadacontra l con la cabeza en su pecho,acurrucada bajo su brazo izquierdo.Mi madre tena el pelo suelto y lecaa como una cascada en un arco dembar ondulado sobre el hombro demi padre, mezclndosele entre labarba y el pelo, donde lanzaba

  • destellos dorados que contrastabancon el negro. Mi padre tena el otrobrazo cruzado sobre el pecho justopor debajo de las costillas, y susdedos descansaban entrelazados conlos de mi madre sobre su estrechacintura. Una composicin de pazcompleta. El arco de peloentreverado y el arco de brazosenlazados formaban un crculo,hermoso en su conclusin, terrible ensu exclusin.

    Porque el sueo era ste: yo meacerco a mis padres, desesperadapor entrar en el crculo, pero ellos no

  • lo abren para m. No pueden, tienenlas manos fundidas. Me las enseanlevantando los brazos en un gesto deimpotencia, y tienen el pelo trenzadoen un lazo. Lo sentimos. Lo sentimos.

    Me despierto con el sueo anfresco en la mente, doloroso comouna contusin, y me encuentro conque Anneke se ha marchado.

    Slo iba a estar fuera un da, merecuerdo a m misma. Una entrevistay volvera a casa al da siguiente.Entonces le contara el nuevo plan, elque haba preparado antes dequedarme dormida.

  • En el desayuno, mi ta no quisohablar sobre lo que haba sucedido lanoche anterior. En cambio hablamossobre lo que bamos a hacer esamaana, y como no era mucho,estuvimos un buen rato sentadas a lamesa de la cocina mientrasentrbamos en calor con el caf y losrayos del sol.

    Arranqu una hoja marchita deun geranio.

    Tante Mies dije ,hblame de mis padres.

    Mi ta levant la vistabruscamente. No sola preguntar por

  • ellos. Qu quieres saber? Pues cmo eran antes de

    conocerse. Cmo eran antes de queyo los recuerde.

    Mi ta se acerc a m y me pasun mechn de pelo por detrs de laoreja.

    Cmo los recuerdas t,Cyrla?

    Muy juntos. No saba quedira eso . Los recuerdo de pie osentados siempre cerca el uno delotro, rozndose. Cuando pienso enellos, los imagino siempre juntos.

  • Apoy la barbilla en los puos yme qued pensativa . Exceptocuando recuerdo a mi madre conmigoen la cocina. En aquellos momentoshablaba en holands. Yo crea que lagente hablaba holands cuandococinaba. Por unos instantes me vitransportada a aquella cocina, mimadre cubierta de harina hasta loscodos, radiante al verse reflejada enm.

    Ja, desde el principio fuecomo si siempre hubieran estadojuntos. Y como si fueran las dosmitades de un todo. Aunque eran muy

  • diferentes. T te pareces mucho a tumadre, lo sabas? A veces me larecuerdas tanto Has heredado sucarcter. Quera mucho a tu padre. Ytienes razn, siempre estaban muyjuntos, siempre rozndose.

    Me di cuenta de que mi ta y mito nunca se tocaban. Jams le habavisto a l tocando a nadie. Por laexpresin de mi ta, supe que estabapensando lo mismo.

    Tu to nos quiere dijo .A su manera. Le gustan las normas. Ylo que ha hecho Anneke, bueno

    Qu haba hecho Anneke?, me

  • pregunt. Cules eran las normasdel amor? Estaba segura de que sialguna vez tena la suerte de formarparte de un todo con alguien me darapor satisfecha. Nunca le pedira alamor que siguiera unas normas.

    Y lo del peridico deanoche era slo porque estpreocupado.

    Hice un gesto con las manospara hacerle ver que ya noimportaba. Pero ella queraexplicarse.

    Es complicado. l nosimpatiza con los nazis, t lo sabes.

  • Cyrla, escchame. Trata deentenderlo. La familia de tu to erarica. Pero invirtieron en bonoszaristas; muchos holandeses lohicieron. Cuando los bolcheviquescancelaron todas las deudasextranjeras, perdieron gran parte desu riqueza. Tu to tuvo que dejar launiversidad y aprender un oficio.Creo que nunca lo ha superado.

    Pens en mi to, que ponacortinas nuevas en el saln todas lasprimaveras. Slo en el saln, lanica habitacin que daba a la calle.La primera primavera que pas all,

  • recuerdo a mi ta regandole porforrarlas con el mismo satn bermejode las propias cortinas.

    Para quin es esto, Pieter? le pregunt . Para nosotros?,O para la gente que pasa por lacalle?

    Es bueno para el negocio respondi l.

    Pero me di cuenta, por la caraque puso, de que las palabras de mita haban abierto una vieja herida. Ycuando ella aprovech la tela de lascortinas que haban quitado parahacer otras cosas colchas para

  • nuestra cama del damasco a rayasgrises; capas para Anneke y para mdel terciopelo verde , l frunci elceo.

    As que, al principio deca mi ta , antes de que tllegaras, le atraa el antibolchevismode Hitler. Pero ya no.

    Entonces, qu est tratandode decirme? Cruc los brazos yme prepar.

    Mi ta apart su caf y se llevlas manos a la boca.

    Los judos deben inscribirse.Es una ley terrible. Nosotros no

  • queremos las leyes alemanas. Pero al le preocupa sta en particular. Lepreocupa quebrantarla. Y ahora, conlas nuevas restricciones Peropuedo hablar con l.

    No, no lo hagas dije.En cuanto terminamos las tareas

    de casa, telefone a Isaak al trabajo. Tenemos que vernos; debo

    hablar contigo. No puedo, Cyrla. Dnde

    podramos quedar? En el parque de

    Burgemeester Knappertlaan suger. El da estaba precioso;

  • daramos un paseo.O suspirar a Isaak y entonces

    me acord: no haba un solo lugar alque Isaak pudiera ir sin violar lasnuevas restricciones, aparte delbarrio judo. Y l no quera que yofuera all. Pero no podra evitarlo.

    Ir al consejo, entonces ledije.

    No, no es una buena idea, ylo sabes. Podemos hablar portelfono.

    Isaak, espera un momento. Latienda de mi to est cerrada hoy.Nos vemos all dentro de una hora.

  • Cyrla, no. Si me cogen, lavida de muchas personas estar enpeligro.

    Por la puerta de atrs dije . Slo por esta vez.

    Al dejar el auricular en susoporte, ca en la cuenta de algo:siempre necesitaba una razn paraver a Isaak, un problema para que loresolviera. Le presentaba misproblemas como si fueran monedascon las que pagar mis encuentros conl.

  • * * *

    Isaak estaba enfadado; lo supe

    en cuanto abr la puerta. Entr en latienda, y cuando lo hizo me di cuentade lo que vera: mostradores repletosde rollos de lana marrn. Sin duda,preguntara para quin era semejantepedido.

    El tejado. Es ms seguro. Le cog de la mano y le condujehacia las escaleras, y por unosinstantes le sent tenso. Isaak noentenda el contacto fsico. Cunto

  • le haba costado no tener familia! Lehaban criado buenos hombres, mecont; pas los primeros aos de suvida en un orfanato, pero luego losmayores de la sinagoga de su ciudadse ocuparon de l. Sin embargo,nadie le haba abrazado nunca por lanoche para que comprendiera atravs de la piel cmo se le quera.Isaak no se apartaba cuando yo letocaba. Pero nunca devolva lacaricia.

    En el tejado se tranquiliz. Nosacercamos hasta el borde y nosasomamos. Las casas de ladrillo con

  • sus tejados escalonados tenan unbrillo ocre con el sol de la tarde, elcanal era de un fro verde hiedra ylos rboles estaban adquiriendo untono dorado hasta donde alcanzaba lavista. All arriba, por encima de lossonidos de la calle, todo era silencioy quietud, y cuando mir a Isaak supeque estaba pensando que ojal sehubiera trado su cuaderno de dibujo.

    Cyrla, escucha eso dijoIsaak. Cruz al otro lado del tejado . Una oropndola. Me parece queest en esos perales. Pero se es elcanto del perodo de celo. Nunca lo

  • haba odo en poca tan tarda. An no tiene pareja?

    Pens en el poema de Rilke sobrela llegada del otoo que a m tantome obsesionaba. Recit unos versosa Isaak.

    El que ahora no tiene casa nola tendr nunca;

    El que ahora est solo loestar siempre.

    Como tu oropndola dije . Como nosotros.

    Bueno, no exactamente. Es

  • ms probable que haya tenido parejay que haya muerto. Y si ella hamuerto lo ms seguro es que lospolluelos no hayan sobrevivido. Sies que tuvo la oportunidad de ponerhuevos.

    Mir a Isaak de cerca y supeque habamos terminado de hablar depjaros. Nos acomodamos en unazona de gravilla caldeada por el sol,apoyados de espaldas contra unmurete.

    Le habl de la amenaza de mito y de lo que haba dicho la seoraBakker. Y que Anneke le haba

  • contado a Karl que yo era mediojuda. No tena sentido seguirocultndolo.

    Tienes razn admit .Ha llegado el momento de que memarche Le mir de reojo, para versi le dola la idea de que tuviera queirme. Pero, cmo no, se cuid muchode ocultar sus sentimientos.

    Empezar con lospreparativos. Los maquis son buenosen esto. Confo en ellos.

    No. Me ir a otro lugar, perono muy lejos. No saldr de Holanda.No hace falta.

  • Le cont que pensaba irme aAmsterdam o a Rotterdam con unaidentidad falsa. l podra ayudarme.Isaak escuch y asinti con lacabeza. Hasta que mencion queAnneke se vena conmigo. Arqueuna ceja. Le dije dnde se encontrabaen aquellos momentos y lo que habahecho mi to.

    He odo hablar de esoslugares dijo, cogiendo un puadode gravilla y agitndolo en la palma . Lebensborns. Sabes lo que son,verdad?

    Centros para que las chicas

  • tengan a sus nios y no se lascondene al ostracismo.

    No exactamente. Isaakdej escapar la gravilla entre losdedos . No se trata de un serviciohumanitario. Sabes por qu lohacen?

    Anneke espera un hijo dealemn. Y ellos asumen laresponsabilidad; quieren que ellaest cuidada y a salvo.

    S, pero por qu? Piensa enlo que significa lebensborn.Manantial de vida. Fuente devida.

  • Not que Isaak me observaba,como a la espera. Siempre deca quedeba ponerlo todo en duda. Enaquellos momentos queracomplacerle, as que pens en ellocon su mentalidad. Y la respuestaera: No.

    S, insisti Isaak . Soncunas negras. Ten un hijo para elFhrer el lema. De todas las mujeresalemanas, tanto si estn casadascomo si no, se espera que tenganhijos. Les gustara poblar con lossuyos todos los lugares a los quellegan. Sabes qu es lo que me

  • asusta de ellos? La anticipacin conla que piensan. Los nios no sonnios para los nazis, Cyrla. Sonrecursos. Y ahora los estn tomandode las naciones ocupadas.

    Me imagin al beb que Annekellevaba en sus entraas. Un niito ouna niita. Los alemanes queranllevarse a nios holandeses de lamisma forma en que se llevabannuestro combustible, nuestra comida,nuestros tejidos. Se me vino a lacabeza la bendicin que se ley en elbautizo de mi hermano pequeo,Benjamn: Que tengas una vida

  • plena, que conozcas otros mundos yconfes en las generaciones pasadasas como en las futuras.

    Casi poda oler el cuelloenjabonado de Benjamn, casi notabala clida humedad de su peso en micadera, dormido con los dedosentrelazados con un mechn de mipelo, de manera que a cada paso quedaba senta un ligersimo tirn.

    Se lo explicar le dije aIsaak . Vendr conmigo.

    Har lo que le d la gana replic Isaak. Con resentimiento,me pareci . Pero espera a ver. Lo

  • ms seguro es que no la acepten. A lamayora de las chicas les pasa.Sabes lo de los tests?

    Asent, luego negu con lacabeza.

    Tienen que comprobar sugenealoga. Tienen que tener un colordeterminado de pelo y de ojos.Arios, como ellos dicen. Es lodeseable.

    En algn lugar no sabadnde aquello era lo que leestaban haciendo a mi prima en esosmomentos. Podran medir suencanto? Sera aceptable para ellos

  • la luz que derramaba sobre nuestrafamilia? No haba nada ms quedecir. De repente me sent exhausta,como si llevara das entumecida.Apoy la cabeza en el hombro deIsaak y le not tenso.

    Anneke haba dicho que encuanto dos personas e