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INDICE Los Estados Unidos más allá de Trump: La cultura política y el proyecto de nación en transición histórica / Jorge Hernández Martínez Donald Trump en el atolladero: la insostenibilidad estratégica de su retórica anticubana / Hassan Pérez Casabona Intereses económicos y de la seguridad nacional: desafíos y contradicciones en la política de Trump hacia Cuba/ Luis René Fernández Tabío La política de la administración Trump hacia Cuba: un balance necesario / Elier Ramírez Cañedo Convergencias y divergencias del ejecutivo Trump y la UE respecto a Cuba/ Raynier Pellón Azopardo ¿Se desbloquea el Congreso?: Un análisis de los proyectos de ley sobre Cuba en el 115 Congreso de Estados Unidos / Dalia González Delgado

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INDICE

Los Estados Unidos más allá de Trump: La cultura política y el proyecto de nación en transición

histórica / Jorge Hernández Martínez

Donald Trump en el atolladero: la insostenibilidad estratégica de su retórica anticubana / Hassan

Pérez Casabona

Intereses económicos y de la seguridad nacional: desafíos y contradicciones en la política de Trump

hacia Cuba/ Luis René Fernández Tabío

La política de la administración Trump hacia Cuba: un balance necesario / Elier Ramírez Cañedo

Convergencias y divergencias del ejecutivo Trump y la UE respecto a Cuba/ Raynier Pellón

Azopardo

¿Se desbloquea el Congreso?: Un análisis de los proyectos de ley sobre Cuba en el 115 Congreso

de Estados Unidos / Dalia González Delgado

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Los Estados Unidos más allá de Trump:

La cultura política y el proyecto de nación en transición histórica

Jorge Hernández Martínez

Con el triunfo electoral de Donald Trump en las elecciones realizadas en los Estados Unidos el

pasado 8 de noviembre y su toma de posesión como Presidente de ese país el 20 de enero de

2017, se registra un auge ideológico del movimiento conservador, del populismo, del nativismo, la

xenofobia, las corrientes de extrema derecha, como reacciones de desencanto, rechazo y ajuste

de cuentas con la política de la doble Administración Obama. Esa ofensiva ideológica cuestiona

desde los finales de los años cde 1970 e inicios de los de 1980, al inaugurarse la “era de Reagan”,

al liberalismo tradicional y a las prácticas de gobiernos demócratas (Wilentz, 2008).

A mediados del segundo decenio del siglo XXI a ello se agrega el disgusto de sectores de la

clase media blanca, protestante --afectada desde el punto de vista socioeconómico con Obama--,

cuyos resentimientos se enfocaron no sólo contra el gobierno demócrata que terminaba su

mandato, sino de modo específico contra la figura presidencial en el plano personal --un hombre

de piel negra, de origen africano--, con beligerantes expresiones de racismo y xenofobia que había

anticipado el Tea Party y que Trump retoma ahora con fuerza, añadiendo una estridente nota de

intolerancia étnica, misoginia, machismo, homofobia y sentimientos antiinmigrantes, con un

discurso patriotero que decía defender a los “olvidados”.

Las posiciones del nuevo Presidente apelan a una conjugación de miedo y rechazo a todo lo

que supuestamente amenaza la supremacía blanca en esa sociedad, incluyendo a los cuantiosos

latinoamericanos indocumentados, a los que promete una deportación masiva, y a los árabes,

declarando una especie de cruzada contra el mundo musulmán Trump ha dejado claro quiénes

son las personas de segunda categoría o non gratas en esa sociedad, atendiendo a su pertenencia

étnica, condición racial, idioma que hablan, procedencia geográfica, afiliación religiosa, ideología

política, identidad cultural. Sobre todo, por el hecho de que rivalizan con quienes son considerados

Versión modificada del texto sirvió de base a la ponencia presentada en el Panel “América Latina-Cuba-Estados Unidos en la

política de Trump: desafíos socioeconómicos, políticos, ideológicos y para la seguridad”, en el Encuentro Anual de la Asociación

de Sociología Humanista, La Habana, 1 al 5 de noviembre de 2017. Presidente de la Cátedra “Nuestra América y Estados Unidos”, de la Universidad de La Habana. Sociólogo y politólogo. Profesor

Titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).

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como los auténticos norteamericanos (blancos, anglosajones, trabajadores, disciplinados,

individualistas, protestantes) ante áreas como el empleo, a los que les están robando el país y su

cultura. La victoria de Trump, que movilizó el voto nacionalista, de clase media y obrero blanco,

refuerza a los grupos sociales y clasistas que “alertan” del presunto, manipulado, declive de la raza

blanca en el país y combaten la inmigración. Así, el Ku Klux Klan, la Asociación Nacional del Rifle

y la Sociedad John Birch, se sienten reconocidos y confían en poder influir en la Casa Blanca.

Entre los enfoques que prevalecen aún en las sociales, se encuentran las narrativas sociológicas,

historiográficas, politológicas y económicas que subestiman y hasta pretenden desconocer la

significación del imperialismo contemporáneo, ganando presencia las miradas que retoman el

concepto de imperio, considerando que éste se convierte en una especie de espacio abierto, donde

los Estados-naciones se hallan en proceso de desaparición, y en el que el imperialismo pierde su

razón de ser1. La realidad internacional de hoy, sin embargo, nada tiene que ver con la visión de

los teóricos del “posmarxismo” y con la imagen que proyectan los exponentes teóricos de la

globalización comprometidos con el llamado pensamiento único. El imperialismo, si bien con

nuevos rasgos, sigue siendo la fase superior del capitalismo, y tiene un centro, hasta ahora

irreemplazable, en los Estados Unidos.

El presente trabajo analiza, tomando como punto de referencia la victoria de Trump y su

significado histórico --más allá de dicha coyuntura electoral y en el marco de la prolongada crisis

cultural norteamericana--, el agotamiento del proyecto nacional, apuntalado en el liberalismo

tradicional, y la espiral conservadora que coloca en su centro al autoritarismo y a concepciones que

expresan ciertos vasos comunicantes con la ideología fascista, bajo condiciones histórico-concretas

específicas, en el centro de la dinámica política en los Estados Unidos2.

La crisis, el agotamiento liberal y la reacción conservadora

Con el triunfo electoral de Donald Trump en las elecciones realizadas en los Estados Unidos el

pasado 8 de noviembre y su toma de posesión como Presidente de ese país el 20 de enero de

2017, mucho se ha hablado y escrito acerca de que ello expresa el auge del movimiento

conservador, del populismo, del nativismo, la xenofobia, las corrientes de extrema derecha, como

reacciones de desencanto, rechazo y ajuste de cuentas con la política de la doble Administración

1 El autor retoma y actualiza puntos de vista e interpretaciones que ha expuesto en trabajos anteriores, en el marco de su labor

investigativa sobre la cultura política en Estados Unidos. Véase, por ejemplo, Jorge Hernández Martínez, “Obama y el ciclo de la

política norteamericana: ¿hacia un nuevo proyecto nacional?”, en Cuadernos de Nuestra América, No. 45, CIPI, Enero/Junio, La

Habana, 2010; “Los árboles y el bosque: Estados Unidos, la crisis y las elecciones de 2012”, en Huellas de Estados Unidos. Estudios,

perspectivas y debates desde América Latina, No. 4, Cátedra de Historia de Estados Unidos UBA, Marzo, 2013; “Los Estados

Unidos: perspectivas y opciones de los procesos político-ideológicos internos”, en Cuadernos de Nuestra América, Vol. XXV /

No.47, CIPI, Julio/ Diciembre, La Habana, 2013; “Estados Unidos en el siglo XXI: una sociedad en transición”, en Jorge Hernández

Martínez (Coordinador), Estados Unidos: procesos internos, geopolítica mundial y relaciones con América Latina, Editorial

Universitaria, La Habana, 2014;“Estados Unidos: Ideología y política en tiempo de transición”, en Temas, No. 81-82, ICAIC,

Enero/Junio, La Habana, 2015; “Estados Unidos ante la contienda electoral de 2016: crisis cultural, contradicciones ideológicas y

dilemas políticos”, en Huellas de Estados Unidos. Estudios, perspectivas y debates desde América Latina, No. 11, Cátedra de

Historia de Estados Unidos UBA, Sept.-Oct., 2016.

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Obama. Esa ofensiva ideológica cuestiona desde los finales de los años de 1970 e inicios de los

de 1980, al inaugurarse la “era de Reagan”, al liberalismo tradicional y a las prácticas de gobiernos

demócratas (Wilentz, 2008). A mediados del segundo decenio del siglo XXI a ello se agrega el

disgusto de sectores de la clase media blanca, protestante --afectada desde el punto de vista

socioeconómico con Obama--, cuyos resentimientos se enfocaron no sólo contra el gobierno

demócrata que terminaba su mandato, sino de modo específico contra la figura presidencial en el

plano personal --un hombre de piel negra, de origen africano--, con beligerantes expresiones de

racismo y xenofobia que había anticipado el Tea Party y que Trump retoma ahora con fuerza,

añadiendo una estridente nota de intolerancia étnica, misoginia, machismo, homofobia y

sentimientos antiinmigrantes, con un discurso patriotero que decía defender a los “olvidados”.

Las posiciones del nuevo Presidente apelan a una conjugación de miedo y rechazo a todo lo

que supuestamente amenaza la supremacía blanca en esa sociedad, incluyendo a los cuantiosos

latinoamericanos indocumentados, a los que promete una deportación masiva, y a los árabes,

declarando una especie de cruzada contra el mundo musulmán Trump ha dejado claro quiénes

son las personas de segunda categoría o non gratas en esa sociedad, atendiendo a su pertenencia

étnica, condición racial, idioma que hablan, procedencia geográfica, afiliación religiosa, ideología

política, identidad cultural. Sobre todo, por el hecho de que rivalizan con quienes son considerados

como los auténticos norteamericanos (blancos, anglosajones, trabajadores, disciplinados,

individualistas, protestantes) ante áreas como el empleo, a los que les están robando el país y su

cultura. La victoria de Trump, que movilizó el voto nacionalista, de clase media y obrero blanco,

refuerza a los grupos sociales y clasistas que “alertan” del presunto, manipulado, declive de la raza

blanca en el país y combaten la inmigración. Así, el Ku Klux Klan, la Asociación Nacional del Rifle

y la Sociedad John Birch, se sienten reconocidos y confían en poder influir en la Casa Blanca.

La sociedad norteamericana, como marco dentro del cual sucede todo eso, bajo la influencia de

la llamada Era de Reagan, vive una crisis de la cultura política, palpable en el auge de la orientación

ideológica conservadora. El “trumpismo” --como se le está denominando a la línea de pensamiento

y acción que promueve el actual Presidente-- es una expresión de ello, que recibe legítimamente

tanto las etiquetas de conservadurismo como las de extremismo derechista y de populismo. Los

tiempos, están cambiando. Los Estados Unidos se encuentran inmersos en un proceso de

transición, en el que se mezclan elementos objetivos y subjetivos, económicos, políticos,

ideológicos, que se expresan tanto a nivel interno como internacional. El proyecto de nación en

torno al cual se ha troquelado el sistema desde los años de 1980 está exhausto. La importancia de

comprender ese proceso la dejó indicada Luis Maira, al percatarse de la gravedad y significación

del asunto. “Uno de los problemas más serios que puede afrontar un sistema político --señalaría--

es el del agotamiento del proyecto nacional que le sirve de fundamento sin que exista

oportunamente uno alternativo para reemplazarlo. Cuando esta posibilidad ocurre, tanto el Estado

y sus aparatos como la sociedad en que aquellos se insertan comienza a funcionar a la deriva, en

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un cuadro dominado por la simple administración de la crisis; semejante situación produce, como

primer efecto, un completo desajuste entre las tendencias de corto y largo plazo del proceso

político” (Maira, 1983: 96).

Esa es la situación que define hoy a la sociedad estadounidense, y que se ha venido expresando

desde comienzos del siglo. Hasta entonces, estuvo vigente el proyecto que nació con Ronald

Reagan, en el decenio de 1980, como sucesor del que había estructurado la nación desde los años

de 1930, establecido por Franklin D. Roosevelt. Los gobiernos de doble período, de George W.

Bush y de Barack Obama, fueron incapaces de formular un nuevo proyecto nacional. Sobre esas

bases, la hipótesis que sostiene estas notas es que la nueva Administración de Donald Trump se

establece en un contexto de desajustes, signado por una larga crisis y por una inconclusa transición

en la esfera cultural, sociopolítica, ideológica, pudiendo significar el comienzo de un nuevo ciclo

histórico (Chomsky, 2016). ¿Cómo se expresan esa crisis y esa transición? En la involución

democrática de la sociedad norteamericana, el fin del mito de los Estados Unidos como paradigma

del liberalismo, la crisis de los partidos y de los políticos tradicionales, la revitalización del populismo

el nativismo, la xenofobia, el conservadurismo tradicional y la derecha radical. La silueta de las

tendencias que ello lleva consigo, se proyecta más allá de la coyuntura de las elecciones

presidenciales de 2016, hacia 2020.

La transición que se despliega en los Estados Unidos comprende, por tanto, una prolongada

crisis y hondas transformaciones en la estructura de su sociedad y economía, llevando consigo

importantes mutaciones tecnológicas, socioclasistas, demográficas, con implicaciones también

sensibles para las infraestructuras industriales y urbanas, los programas y servicios sociales

gubernamentales, la educación, la salud, la composición étnica y el papel de la nación en el mundo.

Se trata de cambios graduales y acumulados, que durante cerca de cuarenta años han venido

modificando la fisonomía integral de la sociedad norteamericana. Sin embargo, a pesar de que en

buena medida ha dejado de ser monocromática --el país del white-anglosaxon-protestant (wasp)--

, y se puede calificar de multicultural multirracial y multiétnica, ello no significa que se haya diluido

o mucho menos, perdido, esa naturaleza wasp, cuya representación esencial es la de la clase

media. Sin ignorar la heterogénea estructura clasista estadounidense, en la cual coexisten la

gravitación de la gran burguesía monopolista, de la oligarquía financiera, la clase obrera, los

trabajadores de servicios, un amplio sector asociado al desempleo, subempleo y la marginalidad,

es esa la imagen que presentan buena parte de los textos de historia, la literatura, el cine y los

medios de comunicación.

El proyecto nacional y la transición

Con el sentido que se le comprende del modo más generalizado y compartido, el término

transición se utiliza para definir el cambio, traspaso o evolución progresiva de un estado a otro. La

palabra puede ser usada para designar un estado de ánimo (por ejemplo, la transición entre la

alegría y el llanto) así como también para cuestiones físicas, como cuando se habla de la transición

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de la materia de un estado al otro, o cuando en una reacción química un elemento, como el agua,

pasa del estado líquido al gaseoso o sólido, ante los cambios de temperatura. La idea de transición

también se aplica a aquellos procesos históricos que se prolongan en el tiempo, como la sucesión

de las formaciones económico-sociales. En todos los casos, cuando se habla de transición, se

hace referencia a algo que cambia o que se altera en su esencia, de manera gradual y progresiva.

Desde el punto de vista ya no tanto terminológico, sino conceptual, en el campo de las ciencias

sociales, transición política remite a un proceso de radical transformación de las reglas y de los

mecanismos de la participación y de la competencia política, ya sea desde un régimen democrático

hacia el autoritarismo, o desde éste hacia la democracia. En sentido estricto el concepto se aplica

al análisis del paso desde un régimen autoritario hacia uno poliárquico, al proceso de cambio

mediante el cual un régimen preexistente, político y/o económico, es reemplazado por otro, lo que

conlleva la sustitución de los valores, normas, reglas de juego e instituciones asociadas a éste por

otros(as) diferentes (Dahl, 1989). Los estudios al respecto de mayor relevancia en las ciencias

sociales se ubican primero en la década de 1960, al focalizar en las experiencias de la Unión

Soviética y los países de Europa del Este lo que se denominó como transición del capitalismo al

socialismo, y luego en las de 1970 y 1980, al colocar la atención en los procesos de América Latina,

donde de la democracia se transitó a dictaduras militares. Ante el fin de éstas y el comienzo de la

democratización, dichos estudios adquieren nuevo vigor en los años de 1990, en la que, además,

el retorno al capitalismo que implica el desplome del socialismo europeo añade nuevos estímulos

para el análisis de las transiciones políticas (O´Donnell, Schmitter y Whitehead, 1994).

A los efectos del presente trabajo, referido a la sociedad estadounidense, sin embargo, no se

utiliza esa perspectiva teórica, sino que se acude a la acepción de transición aludida al inicio,

aceptada convencionalmente en el lenguaje común, y en todo caso, a mitad del camino hacia una

definición conceptual, en la medida que se trata de designar, con ella, el proceso gradual que está

teniendo lugar en los Estados Unidos desde la crisis múltiple de los años de 1970 y la llamada

Revolución Conservadora de 1980, que se expresa a nivel sociopolítico, ideológico, cultural, mucho

más allá de los cambios en las estructuras económicas, tecnológicas.

Ahora bien, cuando se habla de proyecto nacional, ¿de qué se trata?. En la actualidad es común

el concepto de proyecto de vida, sobre todo en la literatura sociológica y psicosocial, pero no sucede

lo mismo con el que nos ocupa. El proyecto nacional se refiere a la autoconciencia de un país, al

consenso que sostiene la mirada de una nación sobre su misión junto a su visión de futuro, de

modo que incluye tanto las tareas de construcción nacional como las proyecciones, metas a

alcanzar, acordes con un sentido de destino histórico, en cuya base radica un acuerdo en cuanto

al modo en que se articula la relación individuo-sociedad-Estado-política pública-sistema mundial.

En el caso de los Estados Unidos, ello se articula dentro de las coordenadas impuestas por el

federalismo, el bipartidismo, la división de poderes y el esquema de pesos y contrapesos, de costos

y beneficios, donde encuentran razón de ser los elementos antes mencionados. Incluye la adhesión

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de la mayor parte de su población y de los sectores que la componen a determinados acuerdos

básicos, establecidos sobre la base de los valores del capitalismo como modo de producción,

formación social y patrón de organización económica, y de la democracia liberal, como forma

acompañante de organización política. Algunos autores incorporan otros elementos a los que

identifican como constitutivos del “credo norteamericano”, tales como el liberalismo, el

individualismo, la democracia, el igualitarismo y una cierta actitud de independencia ante el

gobierno y la centralización. Desde ese punto de vista, se asume que el consenso se da sobre las

particularidades que la democracia liberal adquirió en los Estados Unidos desde la formación de la

nación, cuyos rasgos formales han persistido. Y, asimismo, se considera que en la sociedad

norteamericana no ha existido ninguna crisis de consenso, en la medida en que nunca se han

puesto en tela de juicio esos atributos del consenso estadounidense o del citado “credo”. Por eso

es que se afirma que se trata de una sociedad predominantemente consensual, con un alto índice

de conflicto, pero donde el debate político tiene lugar dentro de márgenes ideológicos muy

estrechos.

Así, se suele hablar de que el proyecto nacional con el que surgen los Estados Unidos desde

su fundación --asociado al proceso de negociación y creación del sistema político norteamericano

y a la pugna entre federalistas y antifederalistas--, se termina de establecer a finales de la década

de 1780 y se extiende hasta comienzos del decenio de 1860, cuando surgen las convenciones

partidistas, teniendo como actores principales al Partido Whig y al Partido Demócrata, y donde la

industrialización se convertía en una meta común, que trastocaba tanto la mentalidad como las

relaciones laborales, el tejido social, la red urbana y las relaciones campo-ciudad, junto a la manera

en que se encaraban los derechos y deberes ciudadanos, incluyendo los concernientes al género.

Ese proyecto nacional se reajusta de modo significativo en el marco de la Guerra Civil y de sus

secuelas, entre 1860 y 1893 aproximadamente, ante el agotamiento del Partido Whig y la creación

del Partido Republicano, bajo la influencia del abolicionismo en ascenso, las tensiones raciales no

resueltas, la revolución industrial, el crecimiento de la inmigración, el aumento de la densidad

demográfica, el nacimiento de los monopolios y del capital financiero. Con posterioridad, luego de

la Primera Guerra Mundial, ese proyecto es objeto de otros reajustes, si bien no modifican

esencialmente el existente, De ahí que sea el New Deal, en rigor, el proceso que fija un nuevo

marco de organización a la sociedad norteamericana desde los años de 1930, al restructurarse el

proyecto nacional a partir de la Administración demócrata de Roosevelt, que saca al país de la gran

depresión. Con ello se definen las bases del gran proyecto nacional que consolidará a los Estados

Unidos como la primera potencia del mundo en el período de entre guerras mundiales, y que le

convertirá luego en la potencia hegemónica del sistema capitalista internacional, en la segunda

postguerra, asegurándole niveles de prosperidad y expansión que ningún otro país había conocido

antes.

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Dicho modelo de nación, cuyo contenido sería complementado por la Administración Truman a

finales del decenio de 1940, incluyó una reconfiguración de la organización política, la

restructuración económica y la redefinición del papel del Estado en su funcionamiento, así como

del papel de los Estados Unidos en la vida mundial. Es decir, la fisonomía de la sociedad

norteamericana se vería transformada en ese entramado de nexos individuo-sociedad-Estado-

política pública-sistema internacional. El proyecto así articulado permanecería durante cuarenta

años, exhibiendo un modelo que sentaría las bases para la creación de un nuevo marco de

relaciones para el desarrollo de la sociedad estadounidense. Ese sería un trascendental y hondo

reajuste, considerado por no pocos historiadores como el más importante en el transcurso del siglo

XX. Ese proyecto sería suscrito incluso por los presidentes republicanos posteriores a la Segunda

Guerra Mundial.

El prolongado período de ascenso y prosperidad que los Estados Unidos vivieran después de la

esa guerra halló precisamente su explicación en los vigorosos fundamentos del proyecto

rooseveltiano. Este se basaba en un consistente esfuerzo por asegurar la hegemonía internacional

del país, convirtiéndolo en una potencia global y en el líder indiscutido del sistema capitalista, en

un creciente ensanchamiento del quehacer económico del Estado, que a partir del New Deal

encaminó a la sociedad norteamericana hacia el llamado estado de bienenestar y en una

vigorización de la presidencia, para garantizarle una efectiva conducción política a la nación. Este

modelo funcionó eficazmente mientras sus supuestos se conservaron vigentes. La crisis capitalista

registrada a mediados del decenio de 1970 sería el marco de un proceso complejo, que actuaría

como causa, consecuencia y factor de conciencia del agotamiento de dicho modelo. Los problemas

acumulados al calor de dicha crisis se entrelazarían con otros factores, derivados de las crisis de

legitimidad, credibilidad y confianza que significaron el escándalo Watergate, la derrota en Vietnam

y los reveses internacionales que enfrentaron los Estados Unidos, todo lo cual cristaliza con el

florecimiento de la Revolución Conservadora (Burnham, 1982).

Con ese fenómeno se inauguraba otro período de cambio profundo en la sociedad

norteamericana, que revelaba, en este caso, el ocaso (para muchos, definitivo) del proyecto liberal

que había servido de patrón al quehacer estadounidense por cuatro décadas. La crisis del proyecto

nacional rooseveltiano no era sólo producto de su incapacidad para lidiar con los agudos problemas

de la crisis económica, política y moral de finales de los años de 1970 y el decenio de 1980, o para

adaptarse a las realidades de un mundo cambiante. En medida importante, esto se debía a que las

condiciones objetivas en que el proyecto del New Deal había surgido, variaron. Organización

productiva, distribución regional, sistema urbano, papel de las minorías étnicas y raciales, auge de

los movimientos sociales y de sindicalismo: eran todos factores originales del proyecto liberal que

en 1980 no se hacían presentes del mismo modo que en 1930. A diferencia de la coalición del New

Deal (conformada por el partido demócrata, el movimiento negro, los hispanos, las mujeres, el

movimiento obrero), surgía otra distinta, compuesta por empresarios pequeños y medianos, una

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clase media afluente, agricultores, grupos religiosos fundamentalistas, confluía, que se orientaba

hacia un nuevo modelo, fundado en la ideología conservadora, en expresiones de nativismo y

populismo, aunque se tratase de una colación aún incompleta, contradictoria y difusa. Con ello se

transformaron las bases del debate político norteamericano, definiéndose un nuevo consenso en

torno a temas generales, pero trascendentes (menos gobierno, reconstrucción del poderío militar)

y proyectándose una visión renovadora de la nación norteamericana. Aunque al principio parecía

que se trataría de un movimiento efímero, que a lo sumo duraría lo que la popularidad de Reagan,

la Revolución Conservadora redefinió el proyecto nacional fijado por el New Deal, aportando una

nueva y sustitutiva edición --tan relevante como lo había sido la de Roossevelt--, y dejando una

cosecha cuya huella en la sociedad norteamericana permanece durante el gobierno de George H.

Bush, se mantiene con perfiles menores, en ocasiones, latentes, pero sin desaparecer, bajo la doble

Administración de William Clinton (1993-2000), y reaparece con mayor organicidad, fuerza y

coherencia en la primera etapa de George W. Bush (2000-2004), ya que hacia finales de la segunda

(2005-2008), se desestructura y agota.

La victoria demócrata en las elecciones presidenciales de 2008 en los Estados Unidos replanteó

con nuevo vigor un importante debate que durante años ha atravesado a las ciencias sociales y al

pensamiento político contemporáneo. Se trata de la vieja polémica acerca de la validez de las

denominadas teorías cíclicas o de la rotación social --que pretendían dar cuenta de los grandes

virajes en la historia mundial--, la cual adquiere una renovada vigencia a partir del triunfo electoral

de Barack Obama. De alguna manera, resurgía el contrapunteo entre opciones que codificaban con

énfasis diferentes la relación capitalismo/democracia. Entre un modelo que afirma un Estado de

bienestar que invade el ámbito de la economía, establece regulaciones y un mercado social, y un

paradigma que propugna la contracción estatal, junto a un mercado libre y desregulado.

La culminación de los dos períodos de gobierno de George W. Bush no significó, como se

considera por diversos estudiosos, el fracaso, sino el agotamiento del proyecto nacional

estructurado con Reagan a inicios de la década de 1980, como alternativa ante la crisis del modelo

que se estableció desde el decenio de 1930, con Roosevelt. Con propuestas coherentes que

redefinían la manera en que el diseño rooseveltiano encaró desde entonces la conocida relación

identificada con la antinomia Estado-sociedad, el proyecto de nación que nació bajo las condiciones

de las diversas crisis que confluyeron entre fines de los años de 1970 y comienzos de los de 1980,

se articulaba en torno a la reducción del papel del Estado en la vida social y económica del país, al

estímulo del libre mercado, la aplicación de economía enfocada hacia la oferta y el monetarismo,

la crítica a las prácticas demócratas de orientación política liberal, la apelación a la fuerza militar, al

anticomunismo, el nacionalismo chauvinista. Ese proyecto proponía una agenda de rescate de los

valores ensamblados en la base del consenso nacional tradicional o del conocido “credo”

norteamericano.

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Con Obama, si bien pareció --desde el comienzo de su primer período de gobierno, resultante

de las elecciones de 2008, y durante buena parte del segundo, al ser reelecto en los comicios

presidenciales de 2012--, que estaban creadas las condiciones objetivas necesarias y que estaban

dándose los elementos subjetivos que reconducirían a una rearticulación del proyecto nacional que

trascendería la coyuntura de su doble Administración al reemplazar el viejo por uno nuevo, ello no

ocurrió.

Los ciclos de la historia estadounidense

Cuando en los Estados Unidos tienen lugar procesos electorales como el de noviembre de 2016,

cuyos resultados parecen simbolizar una ruptura con las tendencias que se afirmaban hasta

entonces, adquieren vigor las miradas que sostienen un cambio en el ciclo de la historia de ese

país. Durante los meses que han transcurrido desde la toma de posesión de Trump como

Presidente, mucho se ha escrito ya sobre ello, al señalarse que termina una etapa y comienza otra.

Esta distinción se apoya en una visión cíclica sobre el proceso histórico, que lleva consigo una

concepción lineal evolutiva sobre el progreso, según la cual la sociedad y la política atraviesan

siempre por determinados períodos, que se repiten una y otra vez, como una regularidad. Se le

conoce como teoría de los ciclos históricos, o de la rotación social, en la medida en que se

argumenta una alternancia entre etapas.

Más allá de que ahora, ciertamente, con la victoria republicana, concluye una doble

Administración demócrata y de que en comparación con el gobierno republicano que le precedió,

también de dos períodos, Obama significó un giro en las políticas de W. Bush, sería precipitado

asegurar que la estridencia con que Trump se proyecta con su lenguaje y desempeño --al

implementar acciones que se orientan al desmontaje de propuestas y medidas de su antecesor--,

constituye un nuevo ciclo histórico. ¿Se trata de cambios profundos, sostenidos, perdurables, con

consecuencias de mediano o largo plazo, o de movimientos espectaculares, con escaso fijador y

alcances efímeros, que no trascenderán el corto plazo? ¿Se conforma finalmente un nuevo

proyecto de nación, luego de los tropiezos y frustraciones que han diferido o pospuesto su

articulación en los últimos años?.

En sentido general, existen teorías sobre los significados de las elecciones presidenciales,

asumiéndose que en su trayecto, como procesos cuatrienales, expresan dinámicas de continuidad

y de cambios, que se registran en ciclos de más o menos treinta años, explicables a partir de

movimientos sustanciales de los grupos sociales que alinean su simpatía hacia uno u otro de los

dos partidos fundamentales --demócrata y republicano-- que conforman el sistema político

norteamericano. Se considera que tales procesos no responden a decisiones conscientes o previas

de los liderazgos partidistas, sino que son resultado de transformaciones sociales, del impacto de

acontecimientos que impactan en las estructuras socioeconómicas, en la realidad histórica de la

nación, y que con frecuencia, no son percibidos o visualizados, hasta que los resultados de unos

comicios presidenciales o congresionales, los llevan del nivel latente o sumergido al manifiesto o

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a la superficie, y los hace visibles. En este sentido, adquiere pertinencia la concepción sobre los

ciclos históricos, aplicable tanto a la comprensión de procesos electorales como de relevo de

proyectos de nación.

Según es conocido, la teoría de los ciclos más difundida es la de Arthur M. Schlesinger, Jr.,

perteneciente a la escuela de los intelectuales liberales progresistas, quién en 1980 expuso una

interesante reflexión sobre el desarrollo de la historia norteamericana, considerando que existía

una oscilación política entre períodos de preocupación por los intereses de la minoría y períodos

de preocupación por los derechos de las mayorías, entre eras de quietud y de rápido movimiento;

entre el énfasis por el bienestar social y el de la propiedad, entre el liberalismo y el conservadurismo.

Con frecuencia, se ha apelado a esa concepción, a la hora de interpretar los cambios en la

historia norteamericana, como está sucediendo hoy, tanto en la prensa como en el análisis político

(Schlesinger Jr., 1966).

Schlesinger definía los ciclos como un constante cambio en el compromiso nacional, entre los

propósitos de interés público y el interés privado. Cada ciclo --decía-- tenía su explicación y su

lógica en los elementos de carácter interno que conforman a todo país, y es muy difícil que fuesen

determinados por causas externas. Afirmaba que existe un patrón cíclico que engendra sus propias

contradicciones y que está en constante cambio. Por ejemplo, las acciones de interés público en

sus esfuerzos por mejorar las condiciones de los ciudadanos, producen el descontento de los

sectores que se ven afectados por estas actividades, además de que toda forma de innovación

comienza por chocar con la estructura política que no puede asimilar el cambio de forma inmediata.

La búsqueda del interés privado, entonces, es visto como el medio de salvación social. Es

entonces cuando se dan épocas de privatización, de materialismo, de hedonismo y de una

supeditación a la persecución de gratificaciones personales. En ellos, de acuerdo con Schlesinger,

las clases y los intereses políticos decaen, y formas político-culturales como etnicidad, religión,

estatus social, moralidad, sobresalen.

Para dicho autor, se trata de tiempos de preparación, porque las épocas de interés privado

engendran sus propias contradicciones. Tales períodos son caracterizados por tendencias ocultas

de descontento, criticismo, fermentación y protesta por parte de los grandes sectores de la

población, que son rezagados por la dinámica de la actividad político-social. Los ciclos son

concebidos como fluctuaciones o ritmos en el curso de las políticas de un país que van de un

período de intensa actividad y participación política, de cambios y reformas en las que predomina

una orientación hacia el interés público con tendencias democratizadoras, después de lo cual

vienen épocas de relajamiento o estancamiento de estas actividades, para dar paso a una creciente

privatización del ámbito sociopolítico. Estas tendencias pueden ser prefiguradas; pero no se pueden

controlar y dar forma a las cosas por venir, porque los ciclos no son el resultado de la oscilación de

un péndulo entre puntos fijos fuera de una espiral. Según Schlesinger, ambas tendencias --la del

interés público y la del interés privado--, no representan una amenaza para el sistema capitalista.

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Su lucha está determinada siempre en los marcos del sistema y por ello, su acción aporta

legitimidad a una fórmula tan contradictoria como la que une democracia y capitalismo.

Desde que la escena europea se vio sacudida por las revoluciones burguesas hacia finales del

siglo XVIII, pero sobre todo en el marco de la transición histórica del capitalismo hacia la fase

imperialista, fraguada en el entorno norteamericano en las postrimerías del XIX, las búsquedas

ideológicas que reclamaban interpretaciones de los cambios internacionales conducen a las teorías

sociales por diferentes derroteros, tanto en el terreno de la filosofía de la historia como en el de la

sociología, la ciencia política, la antropología cultural y la historiografía. En ese contexto, el

dinamismo que acompañaba la consolidación de la sociedad capitalista llevaría consigo la

interacción entre disímiles propuestas, que procuraban justificar tanto los procesos de cambio como

la legitimidad del mantenimiento del orden establecido. La alternancia de paradigmas como el

positivista, el comprensivista o hermenéutico y el marxista refleja mucho más que una confrontación

de ideas científicas, empeñadas en explicar el desarrollo social, constituyendo un espacio de la

lucha de clases, donde se enfrentan esfuerzos por preservar o por subvertir un sistema. Entre ellos,

junto a las argumentaciones evolucionistas del positivismo de Augusto Comte y de Emile Durkheim,

las tipologías ideales de Max Weber y las interpretaciones dialéctico-materialistas de Kart Marx

sobre el progreso social, se distinguían también las concepciones sobre los ciclos históricos, que

desde Nikolai Danilevski hasta Oswald Spengler y Arnold Toynbee arriban al siglo XX,

estableciendo patrones que trataban de dar cuenta de las conmociones de alcance universal que -

-como la primera guerra mundial y la revolución rusa--, simbolizan el cambio de época histórica que

tendría lugar entonces, con el conocido paso de la modernidad a la contemporaneidad (Lara

Velado, 1963, y Kennedy, 1987).

Schlesinger considera que los cambios de ciclo se producen, aproximadamente, cada treinta

años. Así, divide la historia norteamericana del siglo XX en tres ciclos. Los dos primeros ciclos

siguen el mismo patrón, cada uno de los cuales comienza con dos agitadas décadas: el primero de

ellos inicia con la llamada Progressive Era, en 1901, con Theodor Roosevelt y culmina durante la

Administración de Woodrow Wilson. Y el segundo, en 1933, con Franklin D. Roosevelt, y se

extiende hasta principios de los años de 1960, terminando con el de Dwight Eisenhower. Fueron

épocas de acción pública, pasión, idealismo y reformas, sucedidas por décadas de gobiernos

republicanos conservadores en 1920 y 1950, y se caracterizaron por su materialismo y hedonismo,

que antepuso la búsqueda de la autorrealización. El tercer ciclo comenzó, en su opinión, con un

período liberal empecinado en la realización de grandes propósitos; y se extendía dese la llegada

de John F. Kennedy al poder, en 1961, hasta principios de los años de 1970, con Richard Nixon,

quien, tal vez a su pesar, contribuyó a medidas de interés público. Le siguió la era de la restauración

conservadora, que floreció en la década de 1980 con Reagan, en la que el péndulo osciló

nuevamente hacia el interés privado.

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Siguiendo la lógica de los ciclos, Schlesinger esperaba que para finales del decenio de 1990 y

comienzos del siglo XXI cambiaría la dirección del sentir nacional hacia la realización de propósitos

públicos y llegarían reformas como las ocurridas en los mandatos de Roosevelt o Kennedy. Sin

embargo, el irregular proceso electoral de 2000, como se sabe, no condujo a una Administración

demócrata ni a un nuevo ciclo. La decisión de la Corte Suprema, primero, de designar a W. Bush

como Presidente, y después, el impacto de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001,

confluyeron en tal desajuste de tendencias que la eventualidad de un cambio de ciclo quedó

clausurada o pospuesta.

El enfoque de Schlesinger resulta forzado en no pocos momentos, y está limitado, como todas

las concepciones cíclicas, por el principio del mecanicismo evolucionista, la concepción idealista y

el sentido de linealidad histórica, si bien es un referente útil, al llamar la atención sobre la necesidad

de profundizar en la comprensión de las contradicciones, del cambio, de lo nuevo y lo viejo, y buscar

regularidades.

El movimiento de la sociedad norteamericana ha sido y sigue siendo un estimulante proceso

para el análisis. Sobre todo en circunstancias como las de las elecciones de 2016, que parecen

apuntar más allá de simples relevos de la figura y el partido que ocupan la Casa Blanca. ¿Se

inaugurará, con Trump, un nuevo ciclo histórico en los Estados Unidos, es decir, una tendencia de

largo plazo o se tratará de un giro coyuntural de menor alcance, asociado solamente, una vez más,

al cambio de guardia que lleva consigo el resultado de un proceso electoral? Es muy prematuro

pretender respuestas. Lo que sí parece seguro es que en ese país, el liberalismo no ha fracasado

como propuesta ideológica que ha sostenido al proyecto nacional, sino que se ha agotado, y esta

diferencia es sustancial. Lo que fracasa, puede tener éxito bajo condiciones diferentes, lo que se

agota, no. Desde esta perspectiva, los ajustes que conduzcan al nuevo proyecto de nación serán

los de un enfoque conservador, de modo que Trump podría propiciar su redefinición y quizás

culminar la larga transición que está teniendo desde hace cerca de cuarenta años. De proseguir y

consolidarse las tendencias que se han venido afirmando y acumulando, como las mencionadas al

inicio --la involución democrática, el fin del mito de los Estados Unidos como paradigma del

liberalismo, la crisis de los partidos y de los partidos tradicionales, la revitalización del populismo el

nativismo, la xenofobia y la derecha radical-- se estaría comprobando la hipótesis de trabajo que

originó estas notas. Los tiempos, están cambiando. ¿Estará configurándose en ese eventual caso,

un nuevo ciclo histórico?. ¿Se estará gestando un nuevo proyecto de nación? Responder a estas

interrogantes sería aún prematuro. Para ello deberá haber transcurrido, cuando menos, el período

de gobierno (o el primero) de Trump.

La coyuntura electoral de 2016: ¿nuevo ciclo o nuevo proyecto de nación?

El desarrollo del proceso electoral de 2016 en los Estados Unidos y sus resultados pusieron de

manifiesto con perfiles más acentuados la crisis que vive el país desde la década de 1980 y que se

ha hecho visible de modo sostenido, con ciertas pausas, más allá de las coyunturas electorales. La

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pugna política entre demócratas y republicanos, así como las divisiones ideológicas internas dentro

de ambos partidos, junto a la búsqueda de un nuevo rumbo o proyecto de nación, definió la

campaña presidencial, profundizando la transición inconclusa en los patrones tradicionales que

hasta la Revolución Conservadora caracterizaban el imaginario, la cultura y el mainstream político-

ideológico de la sociedad norteamericana (Nye, 2002, Micklethwait y Wooldridge, 2007, Kagan,

2008, Fukuyama, 2006, Frank, 2008).

En el marco de la citada Revolución Conservadora se resquebrajó la imagen mundial que

ofrecían los Estados Unidos como sociedad en la que el liberalismo se expresaba de manera

ejemplar, emblemática, al ganar creciente presencia el movimiento conservador que se articuló

como reacción ante las diversas crisis que se manifestaron desde mediados de la década

precedente, y que respaldó la campaña presidencial de Ronald Reagan, como candidato

republicano victorioso. Con ello, como ya se señaló, se evidenciaba el agotamiento del proyecto

nacional que en la sociedad norteamericana se había establecido desde los tiempos del New Deal,

y concluía el predominio del liberalismo.

Así, el conservadurismo aparecería como una opción que, para no pocos autores, constituía

una especie de sorpresa, al considerarle como una ruptura del mainstream cultural, signado por el

pensamiento y la tradición política liberal. En la medida en que el país era concebido en términos

de los mitos fundacionales que acompañaron la formación de la nación, y percibido como la cuna

y como modelo del liberalismo, el hecho de que se registrara su quiebra era un hecho sin

precedentes en la historia norteamericana. La acumulación de frustraciones que desde los años de

1960 estremecieron al país, con la conjugación del auge del movimiento por los derechos civiles,

el nacionalismo negro, la contracultura, el fenómeno hippie, las drogas, la canción protesta y el

sentimiento antibelicista, junto al cuestionamiento de la eficiencia de los gobiernos demócratas y

de las políticas liberales para proteger la fortaleza económica, política y moral del imperio, conducen

a finales de la década de 1970 a la búsqueda de alternativas que pudiesen superar las sensaciones

de desencanto o decepción asociadas a las debilidades atribuidas a la Administración Carter, y

devolverle tanto a la opinión pública, a la sociedad civil y a los círculos gubernamentales, la habitual

autoestima nacional.

Las expectativas que se crearon desde los comicios de 2008 y de 2012, cuando Obama se

proyectaba como candidato demócrata, esgrimiendo primero la consigna del cambio (change) y

luego la de seguir adelante (go forward), formulando las promesas que en su mayoría no cumplió,

son expresión de lo anterior, a partir de la frustración que provocara la falta de correspondencia

entre su retórica y su real desempeño en su doble período de gobierno, junto a otros

acontecimientos traumáticos que conllevaron afectaciones en la credibilidad y confianza popular,

como las impactantes filtraciones de más de 250 mil documentos del Departamento de Estado a

través de Wikileaks. Ese contrapunto reflejaba tanto las esperanzas como las desilusiones de una

sociedad que, desde el punto de vista objetivo se ha venido alejando cada vez más del legado de

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la Revolución de Independencia y de ideario de los “padres fundadores”, en la medida en que

valores como la democracia, la libertad, el anhelo de paz y la igualdad de oportunidades se

desdibujan de manera casi constante y creciente; pero que en el orden subjetivo es moldeable,

influenciable por las coyunturas políticas, como las electorales, y sus manipulaciones.

De hecho, si bien las proyecciones político-ideológicas de Obama desde sus campañas

presidenciales en 2008 y 2012 sugerían un retorno liberal, en la práctica su desempeño nunca

cristalizó en un renacimiento del proyecto liberal tradicional, el cual también parece estar agotado

o haber perdido funcionalidad cultural (McQueen, 2016 y Fukuyama, 2016). Con Obama se abrieron

espacio concepciones de un conservadurismo pragmático, donde se ponían de manifiesto enfoques

neoconservadores junto a otros, de la derecha moderada tradicional.

La cartografía electoral de 2016 en los Estados Unidos fue el fruto de un cambio significativo

producido por el ascenso de una confluencia ideológica de conservadurismo, extremismo de

derecha radical y de populismo. Ese proceso ideológico impactó el sentido y contenido de la

campaña electoral. Lo que se conoce como la videopolítica, o la tecnopolítica, se enfocaron en las

emociones, subyugando así la mercadotecnia electoral, que tradicionalmente se orientaba por el

rational y el public choice. Trump marcó esta tendencia, en buena medida, a partir del empleo de

una campaña de contraste, que atrajo y polarizó la agenda de su adversaria --Clinton-- hacia el

discurso de Trump, aúnque él contó con relativamente menores recursos financieros publicitarios.

Así, los resultados electorales produjeron un complejo mapa cuyo trasfondo no dependió de las

tradicionales variables socioeconómicas referentes a tendencias generales del salario, del empleo,

de la educación, de la salud. La sociología electoral, tan funcional en los estudios sobre procesos

eleccionarios en los Estados Unidos, no es capaz de registrar el impacto incierto y volátil de la crisis

global y sistémica en torno al debate sobre la desigualdad social: ¿cómo medir el fanatismo, el

enojo de las personas que perdieron su casa y su empleo, el empobrecimiento y deterioro de la

clase media transformados en desconfianza o desapego del sistema político?. Junto con la

desafección política expresada en el tradicional abstencionismo y el desencanto frente a ambos

candidatos presidenciales, de electores que no creyeron en el voto útil por “el menos peor”, habría

que buscar la explicación en la incapacidad del sistema político para procesar el desacuerdo, en la

creación de una cultura política sobre el populismo de origen puritano, “nativista”, que hizo creer en

Trump como portador de soluciones para un electorado focalizado estratégicamente desde una

matriz interna de la colonialidad del poder. Racismo, machismo patriarcal, caudillismo de corte

mesiánico. La salvación de unos frente a la discriminación y exclusión de otros (Preciado Coronado,

2016).

Los Estados Unidos han dejado de ser hace tiempo el país que los norteamericanos creen que

es, o dicen que es. Las contradicciones en que ha vivido y vive hoy, en términos ideológicos y

partidistas no pueden ya ser sostenidas ni expresadas por la simple retórica. Escapan a la

manipulación discursiva tradicional --mediática, gubernamental, política--, y colocan al sistema ante

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dilemas que los partidos, con sus rivalidades, no están en capacidad de enfrentar, y que no llegan

a cristalizar en un nuevo consenso nacional, en un nuevo proyecto de nación, ni parecieran conducir

a la apertura o nacimiento de un nuevo ciclo histórico. Sobre estas bases, se dispone de hipótesis

de trabajo que requieren de comprobación por parte de la ciencia política y la sociología. Aquí

radican tareas pendientes para la investigación sobre los retos que en el plano ideológico y

sociopolítico debe enfrentar Donald Trump.

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Donald Trump en el atolladero: la insostenibilidad estratégica de su retórica anticubana.

Hassan Pérez Casabona

Breves antecedentes y premisas

La historia no es un amasijo inerte de acontecimientos. Tampoco la sumatoria de hechos ordenados

con precisión cronológica. Es, ante todo, la posibilidad de establecer una conexión en el tiempo

entre lo que sucedió, lo que tiene lugar ahora y lo que podría ocurrir más adelante. Apreciar con

organicidad el sustrato proteico de la trinidad pasado-presente futuro (no desde el maniqueísmo de

lo blanco y negro, sino captando toda su policromía) es una de las grandes tareas que le

corresponde a cada generación.

El éxito no está en la repetición mimética de cada pesaje o personalidad. La declaración

memorística de lo que aconteció también conduce al cadalso, casi tanto como el olvido de las raíces

que sustentan el alma de una nación. La clave estriba en el análisis dialéctico y multifacético que

conduce a aportar nuevas luces. Hay que reinterpretar, desde la apoyatura de las nuevas

herramientas que pone al alcance de la mano la ciencia, pero nunca se puede desconocer los

“dramas” y “dilemas” que debieron encarar quienes nos precedieron. Solo mirando hacia atrás con

pulcritud y compromiso es posible otear el horizonte.

Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba desde sus orígenes han estado marcadas por

influencias recíprocas derivadas de la propia vecindad geográfica. Tal cercanía impulsó nexos

significativos en todos los campos (economía, política, ideología, cultura y deporte, entre otros) a

lo largo de distintas etapas. Esas intensas interacciones no pueden examinarse desconociendo las

asimetrías existentes entre ambas partes.

De un lado, un país de más de 300 millones de habitantes y casi nueve millones de kilómetros

cuadrados (poseedor de armas nucleares, con un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones

Unidas y la principal potencia económica y militar a nivel mundial) mientras del otro, un pequeño

archipiélago de poco más de 11 millones de habitantes y 112 000 kilómetros cuadrados de

extensión territorial, sin cuantiosos recursos naturales y que ha sufrido durante seis décadas (jamás

pueblo alguno sintió en carne propia a lo largo de tiempo tan prolongado los embates de una política

de esa naturaleza) los efectos de un criminal bloqueo económico, comercial y financiero.

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De igual manera, muchos de los rasgos incorporados en la identidad nacional cubana, las

condiciones y características de su pueblo, sus preferencias y motivaciones, no pueden

considerarse como parte del problema, en el contexto de los vínculos bilaterales, sino como

reservas de oportunidades para expandir los beneficios recíprocos.

La comunicación entre los pueblos de Estados Unidos y Cuba, ha sido relativamente fácil a pesar

de las diferencias de idioma, origen colonial, tradición, valores, e identidad. Las pretensiones

estadounidenses sobre los destinos de esta porción territorial, sin embargo, están en las raíces del

problema y se sustentan, en lo principal, en las diferencias de poder y las percepciones en el

imaginario generado por la clase política de Estados Unidos, sobre la supuesta inferioridad del

pueblo cubano. La región latinoamericana y caribeña, en general, se identificó desde los albores

de aquella nación como un conglomerado de pueblos menores sobre los cuales debía ejercerse el

dominio por una u otra vía.

No es posible en el presente trabajo detenernos en cada una de las etapas históricas en que ese

desprecio se manifestó. Bastaría recordar que, aún antes de la proclamación del acta de

independencia el 4 de julio de 1776, hombres como Benjamin Franklin dejaron claro su interés por

la isla; lo mismo que el presidente Thomas Jefferson, quien llegó a señalar en 1805 que Cuba y

Canadá eran las adiciones más importantes que podrían agenciarse. Esa percepción se mantuvo

durante todo el siglo XIX, expresándose por diferentes vías: intentando comprarle el territorio

antillano a España; no reconociendo el estado de beligerancia cuando estalló la gesta libertaria en

1868, o a través de formulaciones como la Doctrina Monroe, en 1823, la cual propugnaba la idea

de no aceptar la intromisión de otras potencias europeas en este lado del mundo.

Esa posición -que tuvo como bujía a John Quincy Adams, a la sazón secretario de Estado y poco

después convertido en el sexto inquilino de la Casa Blanca- significó, al mismo tiempo, la

conveniencia para los sectores dominantes en dicho país de que Cuba y otros territorios

permanecieran bajo el control de actores relativamente débiles, como la metrópolis española, hasta

que llegara el momento -en la medida en que se fortalecían en su proceso de expansión- de dar un

zarpazo y controlar los destinos regionales. La oportunidad se concretó en 1898, utilizando como

pretexto la voladura del acorazado Maine, el 15 de febrero de aquel año.

No en balde Lenin calificó a la guerra hispano-cubano-norteamericana como la primera de carácter

imperialista de la historia –con independencia de que su obra definiendo esta fase del desarrollo

capitalista fue escrita casi veinte años más tarde- pues los rasgos distintivos de la misma ya estaban

perfilados con nitidez en la nación norteña. La intromisión yanqui (luego de la Resolución Conjunta

emitida por ambas cámaras y suscrita por el presidente McKinley el 20 de abril) persiguió también

el propósito de sentar en la palestra pública la idea de que emergía un nuevo imperio, el cual

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asumiría la preponderancia a escala internacional que antaño ocuparon Inglaterra, Francia,

Holanda o la propia España. 3

Con posterioridad al ignominioso Tratado de París del 10 de diciembre, en el que se ignoró a la

parte cubana que batalló con las armas por su independencia por treinta años, Estados Unidos

encontró hasta finales de la década del 50 (primero con la ocupación militar, después bajo el

engendro constitucional que representó la Enmienda Platt, y luego mediante otros instrumentos) un

camino expedito para interferir en nuestros asuntos internos. Ese comportamiento trataron de

validarlo invocando la incapacidad de los cubanos para gobernarse. 4

Esas apreciaciones, en las que los otros y diferentes somos menores –que entroncan con los

preceptos fundamentales estadounidense, los cuales se remontan a la llegada del Mayflower-

trasciende hasta nuestros días y sirvieron como baza, en buena medida, para que el discurso

chovinista de Trump sonará como música en los oídos de numerosos sectores que, pese a los

cambios de toda clase experimentados en ese país, continúan aferrados a la idea mesiánica de

que son un pueblo elegido, cuyo ordenamiento social debe ser imitado.

Es decir, el conflicto entre los dos países surge de los intereses y objetivos establecidos desde los

Padres Fundadores y sus tempranas expresiones imperialistas hasta nuestros días. La élite

dominante consideró siempre necesario, para el bienestar y seguridad de Estados Unidos, poseer

o al menos controlar y subordinar los destinos de Cuba a sus pretensiones. Desde la perspectiva

antillana, aunque se transitó por distintas etapas y tendencias imposibles de explicar con

detenimiento en pocas cuartillas, la identidad fraguó con el sentimiento de que Cuba debía ser libre

e independiente de España y Estados Unidos. No es obra del azar que prevaleciera la posición

revolucionaria -que encontró en José Martí y Fidel Castro el pináculo- sobre las corrientes

autonomistas y anexionistas, inviables desde cualquier consideración para garantizar la existencia

misma de la nación cubana.

La esencia del conflicto bilateral -y es algo que jamás podrá dejarse de contemplar- emerge de la

pretensión de los gobiernos estadounidenses de maniatar a Cuba, determinando el sistema

económico, político y social, como soportes que faciliten la subordinación de nuestro archipiélago.

De éste lado se consolidó el propósito de oponerse a ese objetivo imperialista, y lograr una patria

independiente, soberana y con justicia social para todo su pueblo. Dicho ideario y valores se forjaron

3 Uno de los más prestigiosos historiadores cubanos apunta; “Hasta 1898, la política mundial había sido política europea

principalmente. Los Estados Unidos habían ganado en población y riqueza durante un siglo, en proporciones nunca vistas, y se

habían anexado en ese tiempo territorios en mayor extensión que cualquier potencia del Viejo Mundo, sin exceptuar a Inglaterra.

(…) Los Estados Unidos, por su parte, se hallaban en un momento crítico de su historia, en una hora de exaltación y plenitud, en la

cual las tendencias a la expansión exterior volvían a reanudar su actividad con poderosa fuerza”. Guerra Díaz, Ramiro: La expansión

territorial de Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales, Tercera edición, La Habana, 2008, pp. 292-293. 4Louis A. Pérez Jr. analiza con detenimiento estos procederes, desde el uso de la metáfora y la capacidad del lenguaje y la imagen

para “conformar la lógica moral del poder como fenómeno normativo”. Ver, entre varias de sus obras, Pérez Jr., Louis A.: Cuba en

el imaginario de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, p. 7.

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a través de una larga y costosa lucha, que logró finalmente romper el patrón de dominación con el

triunfo de la Revolución en 1959. Desde ese momento, la política de Estados Unidos empleó todos

los instrumentos y recursos para restablecer su dominación sobre la Mayor de las Antillas.

La voluntad de la dirección revolucionaria, en apego a la verdad histórica, fue establecer nexos

normales con Estados Unidos. De qué otra manera podría interpretarse la visita de Fidel a ese país

entre el 15 y el 27 de abril de 1959, apenas la segunda nación a la que viajó luego de la entrada

triunfal a La Habana. En ese periplo, que lo llevó a reunirse con importantes sectores de la prensa,

los negocios, estudiantes y representantes de diferentes comunidades, el líder rebelde tuvo dos

ideas como centro de sus intervenciones: venimos a explicar los objetivos fundamentales de las

transformaciones que desarrollaremos en nuestro país y solo necesitamos respeto hacia las

decisiones que surjan del seno del pueblo.5 El presidente Dwight Eisenhower no quiso reunirse con

él -prefirió jugar golf- asignándole esa tarea al vicepresidente Richard Nixon.

Lo cierto es que Washington procedió en el sentido contrario: arremetió por todas las vías

(incluyendo el diseño, financiamiento y preparación de la brigada mercenaria derrotada en Playa

Girón) con el objetivo de exterminar al naciente proyecto que despertaba ilusiones en todas las

latitudes. La clase dominante de aquel país no comprendió que ese recorrido de Fidel, y otras

muestras dadas, creaban condiciones para sostener otro tipo de relaciones con el archipiélago

caribeño basadas en el respeto mutuo. La arrogancia de dicha élite los llevó a continuar ejecutado

el guión tradicional, donde solo encontraba cabida la sumisión de la isla a sus designios. Dos

“pecados” cometió la Revolución que surgía: quebrar el sistema de dominación hemisférica

cimentado por EE.UU. con la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y

convertirse en un ejemplo que irradiaba luz propia hacia uno y otro confín planetario. Esa cúpula

acostumbrada a concebir a los territorios latinoamericanos como traspatio no podía tolerar tamaña

osadía.

Desde entonces, los hechos son conocidos, se acentuó el carácter profundo de la contradicción

entre ambos países, en tanto incorporada a las respectivas identidades nacionales. Bajo esos

presupuestos la única alternativa favorable para el bienestar de los dos pueblos, que tienen tanto

en común, es lograr una coexistencia civilizada, que respete las diferencias y haga avanzar las

relaciones bilaterales con beneficios recíprocos. Ese espíritu fue el que prevaleció en el proceso

5La visita de Fidel a Estados Unidos resultó la primera de una dirigente latinoamericano a ese país cuyo propósito no fue pedir

empréstito alguno, sino explicar las concepciones revolucionarias sobre disímiles temas y establecer un puente de entendimiento

entre las dos naciones. En el discurso que pronunció durante el almuerzo ofrecido por la Asociación de Editores de Periódicos, en

el Hotel Statler, el 17 de abril, dejó claro que: “Hay muchos intereses en las distintas naciones y muchas veces esos intereses están

en conflicto, pero nuestras necesidades la única manera que podemos resolverlas sin discusión alguna, es defendiendo el derecho

de los cubanos a mejorar su país y su propia situación. Eso es lo que queremos que el pueblo norteamericano comprenda. (…)

Cuando alguien me preguntó si no veníamos a buscar dinero, de qué manera podía Estados Unidos ayudarnos, contesté: únicamente

con un trato justo en materias económicas. En segundo lugar, con una comprensión justa y cabal, porque una comprensión cabal es

lo único que necesitamos”. Ver: Fidel Castro Ruz y los Estados Unidos. 90 discursos, intervenciones y reflexiones, (Compilador:

Abel Enrique González Santamaría), Ocean Sur, 2016, p. 14.

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que condujo a los anuncios del 17 de diciembre del 2014, momento en el que por primera vez

Estados Unidos aceptó que solo reconociendo al gobierno cubano como interlocutor (es decir,

sentados en la mesa de negociaciones en calidad de iguales) se podían dar pasos en la dirección

correcta.

Entuertos por doquier: la propensión a errar en múltiples campos

Desde antes de asumir como el cuadragésimo quinto presidente estadounidense, Trump recibió

innumerables críticas de los sectores más diversos, a partir de las posiciones intolerantes que, sin

pudor alguno, utilizó a lo largo de los mítines electorales y en comparecencias ante la prensa. No

quedó ninguna esfera que no arremetiera contra esos pronunciamientos discriminatorios. Por la

fecha en que escribimos estas líneas un nuevo escándalo tiene al mandatario en el epicentro, esta

vez recibiendo el rechazo de grandes personalidades del mundo atlético (y de las entidades

responsabilizadas con varios de los deportes emblemáticos de ese país) las cuales poseen

extraordinaria ascendencia sobre numerosos segmentos poblacionales, de manera especial los

jóvenes.

De un lado el basquetbolista Stephen Curry, estrella de los Golden State Warriors, monarcas de la

última temporada de la NBA, se negó a visitar la Casa Blanca, como parte del tradicional homenaje

que le rinden los mandatarios a los campeones de las principales ligas profesionales. A esa posición

se sumaron de inmediato, entre muchas celebridades, Kevin Durant, compañero de Curry en el

conjunto californiano y Lebron James, ícono de los Cleveland Cavaliers, además de ejecutivos de

varios de los equipos de una de las disciplinas más populares en Norteamérica. Trump retiró

entonces esa invitación. Curry indicó que: “No sé por qué él siente la necesidad de señalar a ciertos

individuos más que a otros”, a lo que añadió: “tengo una idea de por qué, pero lo que puedo decir

en este momento es que eso no es lo que hacen los líderes”. James, quien llamó a Trump

“holgazán”, expresó: “Ir a la Casa Blanca era un gran honor, hasta que usted apareció”.

Todavía más, 29 de los 30 conjuntos del “más dinámico y creativo de los deportes de equipo” se

negaron a alojarse en las instalaciones hoteleras pertenecientes al conglomerado de Trump, en

manifestación nítida del alcance que posee el rechazo al mandatario en estos sectores, donde el

respeto al esfuerzo y talento ajeno es piedra angular, a partir de las historias de vida

sustancialmente diferentes de quienes se enrolan en la competición.

Al unísono –con el tono bravucón del que no puede desprenderse- el presidente la emprendió

contra varios jugadores de fútbol americano los cuales, para protestar contra la creciente

discriminación y otros males, se quedaban de rodillas en el momento de entonar el himno nacional

antes de cada partido. La National Futbol League (NFL) respaldó la libertad de sus miembros de

expresar sus opiniones y, lo más llamativo, cientos de jugadores comenzaron a arrodillarse como

expresión contundente de rechazo a las posturas de Trump. A esta práctica se sumaron además

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miembros de los conjuntos de béisbol, en un hecho sin precedentes dentro de esa disciplina. Otras

figuras relevantes del mundo del espectáculo, como el cantante Marc Anthony también pusieron

énfasis en su rechazo a Trump: “Señor presidente, cállese la boca acerca de la NFL. Haga algo por

nuestra gente necesitada en Puerto Rico”. 6

En esta línea, sin respeto alguno por lo diferente (la cual entronca con los postulados fundacionales

de la clase dominante en Estados Unidos, conceptualizados como el predominio del blanco,

anglosajón y protestante, WASP, por sus siglas en inglés) se inscribe la intervención de Trump en

la 72 Asamblea General de Naciones Unidas, el pasado 19 de septiembre. Ese discurso reflejó –

con independencia de las expresiones patrioteristas pronunciadas en el mismo estilo de la

campaña, las cuales lo condujeron al Salón Oval- que esa mirada de subvaloración hacia nuestros

pueblos es visceral. 7

Más allá del examen en cuanto al papel específico de Trump dentro del entramado de poder en los

Estados Unidos, para determinar si este es una anomalía, un episodio coyuntural, o expresión de

las mutaciones del sistema para mantenerse en la cima (días atrás, en la 42 Conferencia de la

Asociación de Sociólogos Humanistas, celebrada en La Habana con el coauspicio del Programa

Cuba de FLACSO, y que agrupó a 300 delegados de 15 países, la mayor parte de ellos

estadounidenses, una destacada profesora preguntaba medio en broma y muy en serio en qué

medida el multimillonario neoyorquino era el perro o la cola, en relación a quien movía en verdad

los hilos) lo cierto es que la élite gobernante ha configurado un modelo de país donde solo tienen

cabida quienes se avienen a la idiosincrasia de esos grupos históricos dominantes, marcada por

un profundo irrespeto e intolerancia a lo diferente.

Es un proyecto donde lo alternativo (entendido como aquello que no se ajusta al patrón dominante)

no solo continúa siendo rechazado por la cúpula que detenta el poderío, sino que se conciben y

ejecutan innumerables acciones que configuran un ordenamiento represivo, que desmonta los

avances, por pálidos que fueran, en materia de cuestiones civiles y del pensamiento liberal. La

victoria de Trump es también expresión inequívoca de la crisis del estado-nación, la cual posee

manifestaciones en diversos ámbitos, entre ellos el sistema político. Representa, asimismo,

6 Ver: “Curry responde a Trump”, en: http://espndeportes.espn.com/basquetbol/nota/_/id/3566553/curry-responde-a-trump-no-es-

lo-que-hacen-los-lideres y “Marc Anthony exige a Trump callar en controversia con NFL”,

http://www.elnuevoherald.com/entretenimiento/article175381301.html#storylink=cpy.

7 Con relación a Venezuela -con cinismo digno de un galardón y desconociendo el quehacer permanente de su gobierno y de la

embajada yanqui en Caracas para que la Revolución Bolivariana se arrodillara por cualquier vía- expresó: “La dictadura socialista

de Nicolás Maduro ha infligido un terrible dolor y sufrimiento al buen pueblo de ese país. Este régimen corrupto destruyó una nación

próspera al imponer una ideología fallida que ha traído consigo pobreza y miseria en todas partes donde se ha probado. Para

empeorar aún más la situación, Maduro ha desafiado a su propio pueblo, al robar el poder a sus representantes elegidos para preservar

su desastroso mandato. El pueblo venezolano está muriendo de hambre, y su país está colapsando. Sus instituciones democráticas

están siendo destruidas. Esta situación es completamente inaceptable, y no podemos permanecer pasivos y observar”. Intervención

del Presidente Trump ante el 72º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en:

http://www.granma.cu/mundo/2017-09-20/intervencion-del-presidente-trump-ante-el-72o-periodo-de-sesiones-de-la-asamblea-

general-de-las-naciones-unidas-20-09-2017-01-09-04.

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evidencia de la carencia de herramientas políticas y culturales en las grandes masas para

desentrañar el calado de fenómenos complejos. Desde esa óptica la ciencia política tradicional se

dio de bruces, pues concentrada más en cuántos fueron a votar en el pasado se olvidó de examinar

en su carácter integral –y desde enfoques trans y multidisciplinarios- la profundidad de lo que

acontecía y de las ideas que iban emergiendo en la sociedad, desbordando los espacios formales.

8

El desfase del Memorándum Trump hacia Cuba

El viernes 16 de junio Donald Trump mostró su verdadero rostro sobre el tema de las relaciones

con Cuba. Si bien a lo largo de la campaña, y a través de diferentes twitters una vez instalado en

el Despacho Oval, brindó señales de hacia dónde podría inclinarse fue en el podio del teatro Manuel

Artimes de Miami donde sacó a relucir sus entrañas sobre el tema.

Esa tarde echó por la borda cualquier “beneficio de la duda” que muchos le otorgaron, al tiempo

que reveló su incapacidad para comprender las esencias de un asunto sobre el que existe cada

vez mayor consenso, a nivel global, acerca de la pertinencia de los pasos dados desde el 17 de

diciembre del 2014, entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.

Trump, sin pudor alguno, se explayó contra el gobierno cubano. Estuvo flanqueado por lo más

retrógrado de los sectores anticubanos asentados en el sur de la Florida, una parte de ellos

connotados terroristas vinculados a la CIA y a otras entidades de inteligencia, y por políticos que

representan las mezquindades de esos grupúsculos cada vez más desprestigiados, como el

senador Marco Rubio y el congresista Mario Díaz-Balart.

La reversión de la Directiva Presidencial adoptada por Barack Obama el 14 de octubre del 2016 y

algunas de las decisiones ejecutivas impulsadas por este desentonó con los reclamos de la

inmensa mayoría de la población cubanoamericana y estadounidense, quienes aprecian las

medidas adoptadas por su predecesor como el sendero más efectivo y beneficioso para ambas

naciones, en pos de un convivencia respetuosa. En un mundo signado por el uso constante de

datos y estadísticas para los más diversos fines, Trump ignoró olímpicamente hechos concretos

que beneficiaron a los dos países.

Con odio en la mirada fustigó el sistema político antillano, intentado establecer una fractura entre

los ciudadanos y sus instituciones. El presidente del poderoso vecino olvidó que desde el triunfo de

enero de 1959 no hay fisura entre pueblo y gobierno, porque precisamente el primero es quien hace

8 Ver: Pérez Casabona, Hassan: “El capitalismo entró en colapso” y “El capitalismo contemporáneo: un lobo que no se disfraza”, a

propósito de los Congresos Internacionales: “El Capitalismo Global en las Américas”, e “Imaginando posibilidades: humanistas

conectados con una mejor lucha contra la opresión”, celebrados en La Habana entre el 1ero y el 4 de noviembre del 2017.

http://www.trabajadores.cu/20171101/capitalismo-entro-colapso/ y http://www.trabajadores.cu/20171103/el-capitalismo-

contemporaneo-un-lobo-que-no-se-disfraza/

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realidad al segundo, en tanto este se compone de las aspiraciones más genuinas de los habitantes

de uno a otro extremo del archipiélago. Dicha verborrea, por tanto, sirvió apenas para hacer aflorar

otra vez la bilis de quienes se quedaron detenidos en el tiempo y no aceptan que los cambios –con

sentido opuesto a sus pretensiones anexionistas- marchan con dinámica propia.

Esos energúmenos —quienes quemaron banderas y pidieron que cayera el avión en que viajaba

el pequeño Elián González y su padre, rabiosos ante la decisión de las autoridades de que este

regresara a su tierra— saben que la aplastante mayoría de las personas, y de la opinión pública,

respaldan el acercamiento entre los dos países y abogan por que se intensifiquen esos nexos,

acorde a las grandes potencialidades que existen en múltiples esferas.

Trump y dicha fauna comprenden que es imposible tirar al fondo del océano lo alcanzado en más

de veinte acuerdos, arreglos y memorandos de entendimiento, especialmente porque cada uno de

ellos beneficia a las dos partes y no son una dádiva a Cuba, como en vano presentan determinados

medios. Ello implica que los intereses de seguridad nacional de EE.UU. también se fortalecieron

mediante tales instrumentos y eso es algo muy complejo de desmontar, sobre todo porque dicha

percepción está clara para muchos sectores, incluyendo ex altos oficiales y expertos en la materia.

Numerosas evidencias apuntan a que el presidente Trump retribuyó en Miami los favores de figuras

como Marcos Rubio y Díaz- Balart. El primero con un papel activo dentro del Comité de Inteligencia

del Senado en el examen del escándalo por el despido del ex director del FBI James Comey (a

partir de la reticencia del mismo a abandonar la investigación por las supuestas relaciones de Rusia

con la campaña de Trump), mientras el segundo adquirió protagonismo con su voto para intentar

desbancar el Obamacare, uno de los tantos frentes donde el multimillonario neoyorquino pretende

borrar cualquier vestigio del legado de su antecesor.

Solo por esta tenebrosa relación (en la que colocó como pieza de intercambio lo que se reconstruyó

con una contraparte con la cual no existieron relaciones diplomáticas durante casi 55 años) el

presidente haría “méritos” para ser sometido a un proceso de enjuiciamiento. Dicho desempeño

es inadmisible en un jefe de estado, el cual no puede comprometer aspiraciones de su pueblo, por

el cabildeo en función de votos en el andamiaje legislativo u otros beneficios personales.

Ahora bien, resultaríamos ingenuos si creyésemos que el performance de Trump responde

exclusivamente a su alianza táctica de las semanas recientes con los personajillos del redil

miamense, o al hecho de estar mal asesorado. No es infundado percibir que se trata de algo peor,

en dirección proporcional a los métodos, estilo de actuación y naturaleza misma de un hombre que

se vanagloria con ser un negociador potente, que obtiene los mejores acuerdos y que se siente

envalentonado con la forma en que irrumpió al escenario político.

En realidad Donald Trump, más allá de una u otra medida sobre diversas cuestiones, es una figura

totalmente desfasada de este momento histórico. Se trata de alguien que pertenece al pasado y se

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encuentra lejos de la altura que las circunstancias exigen, en muchísimos temas y por supuesto en

lo concerniente a nuestro país. La manera en que se instaló en las inmediaciones del Potomac,

producto de reglas vetustas que se remontan a principios del siglo XIX, se erige en sí misma

valladar difícil de sobrepasar, desde el prisma de los imaginarios contemporáneos.

¿En política, economía o track and field alguien puede levantar la diestra como vencedor sin superar

a su oponente? Daniel Ortega, y Enmanuel Macron ganaron porque obtuvieron más votos que sus

contrincantes, como los Golden State Warriors (por mucho que uno simpatice con ese jugador

fenomenal que es Lebron James) se llevaron el anillo de campeones de la NBA, al anotar más

encestes que los Cleveland Cavaliers. Otro tanto ocurrió en la Major League Baseball, donde los

Astros de Houston alzaron su primera corona en 55 años de creados (solo incursionaron de manera

previa en las llamadas Series Mundiales en la temporada del 2005) derrotando de manera

espectacular a los Dogders de Los Ángeles en siete desafíos. Por cierto, el conjunto que tiene su

casa en el Minute Maid Park es el primero en la historia en vencer en los play off, en una misma

campaña a los Medias Rojas de Boston y los Yanquis de Nueva York. Así de simple.

En el caso específico de Cuba para Trump era más fácil, sin muchos esfuerzos intelectuales, dar

continuidad a lo emprendido, cuyos resultados tangibles reciben la aprobación de Seattle a Tampa.

Estaba lejos lo acordado de manera previa de rendir los frutos que se esperan (mucho más con la

permanencia del bloqueo) pero se transpiraba entusiasmo —hablo con énfasis desde la óptica de

las empresas estadounidenses ya que siempre se trata de presentar a Cuba como quien único se

agencia dividendos positivos— con la posibilidad abierta a los vuelos directos de aerolíneas

norteamericanas o el incremento de las visitas de ciudadanos de ese país, tantos hasta mayo del

presente año como a lo largo del 2016. Optó, sin embargo, por la peor variante: la del fanfarrón que

cree se le teme en el barrio.

Ese guión —repetitivo y fracasado— no conduce a ningún sendero con nuestro país, el cual posee

el raro privilegio de la firmeza y la ternura. Más de una vez lo señaló el gran poeta Cintio Vitier:

“Cuba creó un parlamento desde la trinchera”. Esa voluntad, la de perfeccionar la sociedad sin

realizar la más mínima concesión a la soberanía, es algo consustancial a nosotros desde que

aprendimos con Martí y Fidel que sin cultura no hay libertad posible. La capacidad de pensar y

razonar —convertidas en armas fundamentales— acrecienta nuestra convicción de que ante

pronunciamientos de esa calaña tenemos que cerrar filas para impedir que caiga sobre este suelo

el gigante de siete leguas. Es un deber que asumimos también con Nuestra América.

Asimismo —porque un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército—

tendemos por enésima ocasión una rama de olivo para propiciar el diálogo y el entendimiento, con

la sola condición de actuar en calidad de iguales. Esa vía fue la clave para los éxitos desde las

postrimerías del 2014.

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El presidente Trump tiene la oportunidad de retomar ese camino y no edificar una torre (la

especialidad de la casa en términos constructivos) que retrotraiga el espectro a las épocas funestas

en que su país renunció a la mesa de conversaciones. El balón está en sus manos. Veremos si

anota una canasta de tres puntos (una buena metáfora si quiere “superar” a Barack Obama, amante

y excelente jugador de básquetbol) o si el reloj sobre el tabloncillo decreta que consumió su tiempo

y en vez de ir en busca del aro, solo se dedicó a “atrasar” la bola algo que, por cierto, está

penalizado en cualquier ámbito.

La inviabilidad de una política

Desde una perspectiva histórica el discurso de Donald Trump sobre Cuba constituye un retroceso

para el mejoramiento de las relaciones entre los dos países, el cual se inició por la administración

demócrata de Barack Obama, en la etapa final de su segundo período en el gobierno.

En lo esencial el “Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la

Política de los Estados Unidos hacia Cuba” se propuso recrudecer las sanciones del bloqueo,

eliminar los viajes individuales educacionales “pueblo a pueblo” y prohibir transacciones con

empresas vinculadas con las fuerzas armadas y los órganos de seguridad. No se establecieron

restricciones sobre viajes o remesas de los cubanos, lo que ha sido uno de los componentes claves

del incremento de las visitas a Cuba desde Estados Unidos en los meses recientes. Sobre las

condiciones de los viajes a Cuba, se mantienen las licencias para viajar en grupos en las 12

categorías fijadas por la ley de Estados Unidos, y se elimina la opción individual de los llamados

“viajes educacionales pueblo a pueblo”.

En concreto, y hasta este momento, prohibió los contratos con empresas administradas por las

entidades militares y órganos de seguridad cubana, lo que está pendiente de precisión por las

instituciones reguladoras de Estados Unidos. No obstante, los contratos en ejercicio al parecer

continuarían, así como aquellos en los que se encuentran involucrados los puertos, aeropuertos y

empresas de telecomunicación. Es decir, los que operan empresas aéreas de cruceros y

constituyen negocios en ejercicio y de posible expansión en los próximos años.9

Más allá de la retórica agresiva de Trump para tratar de satisfacer a lo más reaccionario de la

derecha conservadora y extremista de Miami, las sanciones concretas anunciadas fueron limitadas,

especialmente si consideramos la amplitud de lo deseado por esos grupos minoritarios. Aunque

en la práctica el presidente republicano tiene la autoridad para modificar la política de Obama con

este documento, no cabe dudas que la directiva presidencial publicada por su predecesor

demócrata, en octubre del 2016, no solo representa un enfoque distinto, centrado en el

acercamiento respetuoso y la llamada involucración (engagement), sino que además cuenta con

9LeoGrande, William M.: “Reversing Obama´s Cuba Policy?”,AULABLOG, Center for Latin America and Latino Studies,

American University, Washington, DC. https://www.linktank.com/publication/perspectives-on-u-s-cuba-relations-under-trump

(Consultado: 18/09/2017)

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una extensión mayor y nivel de elaboración superior, lo que le confiere trascendencia para el futuro

de las relaciones, cuando transcurran los años que ocupe a la actual etapa oscura de la política de

Estados Unidos.

Las bases objetivas de ese camino de acercamiento en las relaciones, partió de los logros del

proceso de actualización de la sociedad socialista cubana, su demostraba estabilidad y

reconocimiento internacional, incluyendo las percepciones sobre estos temas en Estados Unidos.

Procesos internos en aquella sociedad contribuyeron también en ese ajuste político, como el

creciente apoyo al levantamiento de las sanciones económicas a Cuba y el deseo de avanzar en la

normalización de las relaciones bilaterales, tanto de la población de origen cubano residente en ese

país como de los propios estadounidenses.

El presidente Barack Obama además de llamar al Congreso a eliminar el bloqueo, reconoció el

fracaso de la política de sanciones y aislamiento que dominó la proyección hacia Cuba y que fue

reforzada a partir de la primera mitad de la década de 1990, con la aprobación de leyes como la

Torricelli, en 1992, y la Helms Burton, en 1996. Dichos instrumentos legales pretendieron asfixiar

al pueblo cubano, inmerso en una aguda crisis económica debido al impacto que representó la

desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista europeo.

Asimismo, la declinación relativa de Estados Unidos y el ascenso de otras potencias, así como la

modificación de la correlación de fuerzas regionales contribuyeron a crear un contexto regional e

internacional favorable a la modificación de algunos aspectos de la política de Estados Unidos hacia

Cuba.

No solo por la llegada al gobierno de líderes y movimientos de izquierda en diversos países, sino

por el incremento de los grados de independencia relativa de todos los gobiernos de la región,

incluyendo los principales aliados de Estados Unidos. La creación de la Comunidad de Estados

Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona

de Paz constituyen la mejor expresión de ese proceso, que aunque con limitaciones y retrocesos

por cambios en los puestos fundamentales de algunos países de la región, no se considera una

modificación de la tendencia progresiva, sino un retroceso coyuntural.

La situación en Cuba, América Latina y el mundo, así como en Estados Unidos no experimentó

cambios de magnitud y profundidad que aliente el actual retroceso representado en el

Memorándum emitido por Trump. Ello se debe a que la cuestión decisiva en estas relaciones es el

curso del proceso político económico y social cubano, y el mismo, aunque enfrente dificultades de

distinta índole, no retrocedió ni modificó su programa político consensuado de perfeccionamiento

de su sistema socialista.

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Factores a favor del retroceso en la política hacia Cuba y su contenido.

El análisis de los factores que han favorecido el retroceso de Estados Unidos se coloca

principalmente en el terreno de los problemas y dificultades que confronta el gobierno de Donald

Trump en el campo de su política interna. Entre estos la repercusión de la última gran crisis

económica financiera, polarización de la riqueza y tensiones con el empleo y la calidad de su

remuneración y división dentro de las corrientes de la clase dominante, las cuales fueron reflejadas

en el resultado de las pasadas elecciones. A ello se suma la poca credibilidad de los electores en

los miembros del establishment, fracturas al interior tanto de demócratas como de republicanos y

los sucesivos escándalos de un Presidente sin una estrategia e ideología establecida.

Todo ello se expresa en la falta de popularidad y respaldo al Presidente y las dificultades de su

gobierno en el completamiento de la burocracia del Ejecutivo, el trabajo con el Congreso y las

Cortes en ese país, con propuestas presentadas por el nuevo Presidente alejadas del consenso

globalista y de libre comercio que le precedió.

Por ello, el ajuste regresivo de la política hacia Cuba se debió además a la influencia de figuras

como el senador Marco Rubio y el congresista Mario Díaz-Balart. El primero con poder dentro del

Congreso en el importante Comité de Inteligencia y en el Comité de Asuntos Hemisféricos. Rubio

fue apoyado por la dirección del Partido republicano en las primarias de esa agrupación contra el

propio Trump. En buena medida, sin que se ignoren otros factores, Trump subordinó los intereses

nacionales (el camino recorrido en la última etapa de Obama demostró que es factible avanzar en

múltiples áreas) al pago de favores políticos a representantes de un sector cada vez con menos

asidero, y que literalmente se quedó anclado en el pasado.

La regresión en cuanto al tratamiento a Cuba a partir de interpretaciones ideológicas e

intervencionistas, que acrecientan las sanciones económicas y las acusaciones infundadas, es una

vuelta a las etapas opacas llevadas a cabo por la Casa Blanca. La resultante no puede ser otra que

el fracaso, en la medida en que esas decisiones no tienen sustento en la realidad objetiva, y los

procesos en curso en Cuba, Estados Unidos, la región y el mundo.

Es oportuno apuntar que los sectores retrógrados que se oponen al avance, de manera previsible

no escatimarán esfuerzos y pretextos (sobre ello alertó desde el propio 17 de diciembre el General

de Ejército Raúl Castro Ruz) para que la comunicación establecida entre ambos gobiernos

implosione. En esta línea debe interpretarse (parece una narración traída por los pelos, e inspirada

en un libreto hollywoodesco salido de las etapas más álgidas de la confrontación durante la guerra

fría) las supuestas afectaciones a un grupo de diplomáticos estadounidense y su familiares en La

Habana, caso en el que no se presentan pruebas y los especialistas coinciden en lo “rocambolesco”

del guión escogido. No en balde Marcos Rubio exigió de inmediato el cierre de la legación

diplomática en nuestra capital, el verdadero objetivo de esas agrupaciones y figuras minoritarias, el

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cual no pudieron obtener (con independencia de que también se lo exigieron al mandatario) en el

Memorándum del 16 de junio. 10

El anuncio del secretario de Estado Rex Tillerson el pasado 29 de septiembre, en el que informó

sobre la disminución del personal estadounidense acreditado en La Habana -apenas tres días más

tarde de sostener un encuentro con su homólogo cubano- representó no solo una “decisión

precipitada”, sino una concesión a esos sectores que desprecian el diálogo como única fórmula

viable para allanar el conflicto histórico entre ambas naciones.

Esa medida, unida a la idea de hacer desistir a los ciudadanos estadounidenses de visitar Cuba,

son extremadamente graves, no solo en el marco bilateral, sino que generan un clima de

incertidumbre en otras áreas, con independencia de que a nivel planetario existe un reconocimiento

al prestigio de esta pequeña nación caribeña, en cuanto a la transparencia de su ejecutoria en

diferentes ámbitos, incluyendo el cumplimiento de las obligaciones emanadas de los documentos

suscritos, como la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, la cual establece

lo relacionado con la protección de los funcionarios diplomáticos extranjeros y sus familiares que

laboran en las distintas capitales.

En realidad este proceder de la actual administración –empeñada hasta la saciedad por presentarse

como un ejecutivo original capaz de obtener los mejores dividendos en todas las esferas- no es en

modo alguno novedoso. La decisión adoptada, por el contrario, reproduce un patrón en el

comportamiento político estadounidense: el uso del pretexto en su doble condición de legitimar,

tanto en el plano interno como a escala foránea, la ulterior respuesta gubernamental,

independientemente de que el “detonante” escogido para llevar a vías de hecho sus pretensiones

carezca de veracidad.

A lo largo de la historia, sin hacer un recuento integral, abundan los ejemplos en que, necesitados

de acondicionar las reacciones de la opinión pública, fabricaron, tergiversaron y manipularon

acontecimientos, desde los que se escudaron para desencadenar ataques e intervenciones de toda

índole. Están ahí, desde el citado caso de la voladura del acorazado Maine (curiosamente los únicos

oficiales y tripulación a bordo esa jornada eran de piel negra, pues la jefatura blanca estaba de

pase por la ciudad) pasando por Pearl Harbor; el Golfo de Tonkín; el 11 de septiembre del 2001

10 Sobre el tema el canciller cubano expresó en Naciones Unidas, jornadas después de la desacertada intervención de Trump:

“Afirmamos categóricamente que el gobierno cubano cumple con todo rigor y seriedad sus obligaciones con la Convención de

Viena sobre Relaciones Diplomáticas en lo referido a la protección de la integridad de todos los diplomáticos sin excepción,

incluyendo los de Estados Unidos; y que Cuba jamás ha perpetrado ni perpetrará acciones de esta naturaleza; ni ha permitido ni

permitirá que su territorio sea utilizado por terceros con ese propósito. Las autoridades cubanas, de acuerdo con los resultados

preliminares de la investigación prioritaria y con alto componente técnico que están desarrollando por indicación del más alto nivel

de nuestro gobierno, y que h tomado en consideración datos aportados por las autoridades de los Estados Unidos, hasta el momento

no cuentan con evidencia alguna que confirme las causas ni el origen de las afecciones a la salud que han sido reportadas por los

diplomáticos estadounidense y sus familiares. La investigación para esclarecer este asunto sigue en curso y para llevarla a término

será esencial la cooperación efectiva de las autoridades estadounidenses. Sería lamentable que se politice un asunto de la naturaleza

descrita”. Bruno Rodríguez Parrilla: “Cuba jamás aceptará condicionamientos ni imposiciones”, discurso en el 72 Período de

Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Granma, 23 de septiembre del 2017, p. 6.

Page 31: INDICE - UNEAC · 2017-12-18 · político” (Maira, 1983: 96). Esa es la situación que define hoy a la sociedad estadounidense, y que se ha venido expresando desde comienzos del

(cada vez más se incrementan los materiales, procedentes de diversas fuentes de análisis, que

ponen al descubierto cómo las agencias estadounidense poseían innumerable información para

detener de manera previa a los terroristas que estrellaron los aviones en el World Trade Center y

el Pentágono) o la noticia de las armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein, las

cuales jamás nadie encontró en Bagdad, Mosul u otro pueblo o ciudad.

De igual manera acaba de ser revelado, como parte de varios de los documentos desclasificados

en torno al asesinato del presidente John F. Kennedy (más allá de que habrá que esperar varios

años para conocer en realidad la intríngulis de lo que sucedió durante el magnicidio en Dallas en

noviembre de 1963, incluyendo todo lo relacionado con la figura de Lee Harvey Oswald, y su

conexiones con diferentes sectores) que la CIA planificó bombazos en la Florida y el asesinato de

inocentes refugiados simplemente para hacer lucir mal a Fidel Castro, como parte de la conocida

Operación Mangosta, la cual contempló también otros aterradores planes, como el uso de armas

biológicas para arruinar los cultivos, y propiciar una rebelión para derrocar el gobierno

revolucionario. 11

No importa que no se pruebe la autenticidad de la tesis esgrimida, lo trascendente es que, una vez

lanzada a rodar las acusaciones –como bola de fuego in crescendo- el efecto de las mismas será

lo suficientemente potente como para confundir, garantizando así que las élites que diseñaron el

engendro, y lo propalaron hasta la saciedad, tengan manos libres para la actuación en diversos

terrenos. Lo pérfido de este comportamiento entronca tanto con la idea de Goebels, en la Alemania

nazi, de que una mentira repetida mil veces era más efectiva que la verdad, como con la apreciación

de Henry Kissinger de que lo importante no son los hechos en sí mismos, sino la manera en que

estos se perciben por las grandes masas.

Este proceder, sin embargo, revela la debilidad de Trump, compelido a “fabricar” incidentes que le

permitan validar sus decisiones. Dicho de otro modo, aunque quiera cerrar las embajadas y aplicar

otras sanciones, no tiene la fortaleza simplemente de anunciar esas medidas y recurre, como un

escolar, a “subterfugios” y “cantinfleos” que supuestamente lo hagan lucir bien ante los demás.

Lejos de la imagen que intenta proyectar, su actitud es evidencia nítida de la fragilidad que lo

acompaña, la cual no pasa inadvertida para expertos y público en general de los cuatro puntos

cardinales.

La escalada de los desaciertos de Trump (de manera absolutamente gratuita, pues ninguna de las

variables desde la parte cubana que propició la evolución de los vínculos durante la gestión de

11 Tim Elfrink : “CIA Considered Bombing Miami and Killing Refugees to Blame Castro”,

http://www.miaminewtimes.com/news/sham-marriages-for-immigrants-might-rise-under-trump-9790115 (Revisado el 31 de

octubre del 2017).

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Obama desapareció) despertó de inmediato el rechazo de numerosas figuras de ambos partidos y

de personalidades de todo el orbe. 12

El mandatario estadounidense debía aprender de las lecciones que le brinda el pasado, acerca de

cuál es la única manera en que resulta viable transitar este camino con el gobierno cubano. Desde

el triunfo revolucionario quedó claro, con suficiente elocuencia, que solo mediante la conversación

respetuosa, desprovista de condicionamientos y ultimatos, se crea el contexto adecuado en aras

de labrar otro modus vivendi. 13

Fuerzas y razones a favor de la continuidad de la política y la resistencia al ajuste regresivo.

Los factores principales a favor de la continuidad en el mejoramiento de las relaciones bilaterales

están asociados al curso de la realidad cubana y el proceso de perfeccionamiento de su sistema

en desarrollo. Es sumamente importante que el mismo no está definido ni depende de la política

de Estados Unidos hacia Cuba, si bien la actual postura de vuelta atrás con sanciones, denuncias

sin fundamento y agresiones verbales y calumnias están diseñadas para afectar las relaciones

diplomáticas y colateralmente pueden dañar los resultados en varios de los acuerdos, vinculantes

y no vinculantes, alcanzados entre los gobiernos de los dos países. Esta es una posición expresada

desde el primer momento por las autoridades cubanas. No se aceptará, bajo ninguna circunstancia,

condicionamientos de ninguna clase, al tiempo que es irrenunciable la voluntad de continuar

actualizando y perfeccionando el sistema económico, político y social, enfilado a satisfacer las

aspiraciones del pueblo.

Las restringidas oportunidades de negocio al capital estadounidense, en el marco de la aplicación

vigente del bloqueo, siguen abiertas, por lo cual debe mantenerse la presión de las empresas,

corporaciones y grupos de intereses que apoyan el levantamiento de las sanciones económicas.

Es válido resaltar que en el Senado se presentó una propuesta sobre la libertad de viajar a Cuba,

la que contó con 55 coauspiciadores, como evidencia del respaldo de una clara mayoría a que se

eche por la borda una prohibición absurda que pesa sobre los ciudadanos estadounidenses.

Entre las expresiones por no detener lo alcanzado se encuentran los resultados a las encuestas

realizadas, las cuales reflejan apoyo indiscutible a los pasos dados a partir del 17D. Esa tendencia

12La prensa cubana recogió varios de esos pronunciamientos. El representante demócrata Jim McGovern, por ejemplo, no vaciló en

afirmar que esas medidas eran la muestra reciente de una Casa Blanca: “…con una impresionante ignorancia en cuanto a la mejor

manera de conducir la política exterior. Los estadounidenses no pueden permitirse el retorno a las fallidas políticas aislacionistas de

la Guerra Fría que dividieron a las familias durante 50 años”. De igual manera: “La exjefa de la Sección de Intereses norteamericana

en La Habana Vicki Huddleston escribió en su cuenta de Twitter que las buenas relaciones entre los dos países van en interés

nacional de Estados Unidos, mientras las malas responden a la obsesión del senador Marcos Rubio con Cuba, ´El Congreso debe

presionar a la administración para detener la espiral descendente de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba´, añadió citada por

PL”. Rodríguez, Sergio Alejandro: “Cuba considera precipitada la decisión estadounidense de recortar personal diplomático en La

Habana”, Granma, sábado 30 de septiembre del 2017, p. 5. 13LeoGrande, William M. & Kornbluh, Peter: Back Channel to Cuba. The hidden history of negotiations between Washington and

Havana, The University of North Carolina Press, Chapel Hill, 2014, pp. 407-417.

Page 33: INDICE - UNEAC · 2017-12-18 · político” (Maira, 1983: 96). Esa es la situación que define hoy a la sociedad estadounidense, y que se ha venido expresando desde comienzos del

debe reforzarse en lo progresivo por las posibilidades económicas y migratorias en Cuba y el

aumento de los inmigrantes llegados a ese país después de 1980, inclinados junto a los más

jóvenes a tener vínculos normales y no determinados por el odio hacia el proceso revolucionario.

En la medida que la economía antillana avance, incremente el ritmo de crecimiento y aumenten los

negocios e inversiones extranjeras del resto del mundo, se estimulará la motivación económica de

las corporaciones de Estados Unidos por tener relaciones en esta esfera. En la actualidad esa

dinámica se expresa en los numerosos pronunciamientos de la Cámara de Comercio de Estados

Unidos, y sus semejantes a nivel estadual, sobre todo a partir de la labor de los comités que

representan a los productores agropecuarios, pero extensivo también a otros campos. Los lobbies

de negocios deben desempeñar un mayor quehacer en las relaciones con Cuba, la cual no es un

mercado enorme, pero puede llegar a ser significativo.

Asimismo no pueden desestimarse la función de los gobiernos en los estados y a nivel local, y sus

propias asociaciones proclives a abrir y ampliar sus relaciones. El interés no se distribuye de

manera homogénea, ya que determinadas industrias y regiones manifiestan mayor inclinación por

los beneficios que tendrían, dada la cercanía geográfica y la creciente demanda que despierta

Cuba.

Los progresos en asuntos de la seguridad nacional fueron de los más importantes avances en el

corto período de negociaciones bilaterales. Es relevante que 16 antiguos militares firmaron una

carta que advertía sobre los riesgos de afectar las relaciones en materia de seguridad con Cuba,

desde el prisma que ello podría dañar directamente la seguridad nacional de Estados Unidos.

Causas del previsible fracaso de la política de agresiones, sanciones y necesario reajuste

progresivo.

Postulamos el fracaso de la inclinación de la política de la administración Trump, porque no tiene

bases objetivas. Las provocaciones verbales del presidente estadounidense, sus acusaciones y

afirmaciones infundadas sobre la sociedad cubana y su sistema no tienen fundamento real. Su

discurso en el 72 período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas es otra muestra

de su incapacidad para comprender que los momentos actuales, a escala global y con Cuba,

demandan otro tipo de pronunciamientos, si en verdad se aspira a facilitar la comunicación entre

los pueblos.

El proceso cubano de actualización de su sistema económico, social y político posee bases que

han sido sólidamente establecidas, mediante la discusión interna y la búsqueda del consenso y

apoyo del pueblo a través de mecanismos profundamente democráticos.

Los avances en las relaciones bilaterales alcanzados durante los dos últimos años de la

administración Obama no están en contradicción con ninguno de los temas principales del gobierno

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de Trump. Es obvio que la eliminación gradual del bloqueo beneficiaría también en gran medida a

las empresas de Estados Unidos y contribuiría a crear empleos de la más variada gama, una de

sus obsesiones.

Los acuerdos realizados -dirigidos a temas que no son parte del conflicto histórico- ofrecen

importantes garantías y beneficios en temas de extraordinaria importancia para la esfera de la

seguridad nacional de los dos países. Echando una mirada a esas temáticas se comprende su

significación: narcotráfico, terrorismo, tráfico de personas, seguridad naval y aérea, enfrentamiento

a desastres naturales, colaboración de salud y medio ambiente, entre otras. Dada la proximidad

geográfica son asuntos imposibles de ignorar por ningún gobierno.

Cuba ha desempeñado y sigue contribuyendo de forma distinguida a un clima de paz en el mundo.

Si antes hubo ejemplos como el aporte al logro de la independencia en Namibia, la integridad de

Angola y el fin del Apartheid en Sudáfrica, hoy existen muchos en varias direcciones. El caso más

notable en nuestra región es el papel desempeñado en las negociaciones de paz en Colombia,

reconocido por las autoridades y figuras de los más diversos signos ideológicos.

Por otro lado, el pasado 1ero de noviembre del 2017 la Mayor de las Antillas alcanzó otra resonante

victoria en la arena internacional. En la votación que se realiza desde 1992, a partir de la resolución

presentada para condenar el bloqueo, 191 países se pronunciaron con energía sobre la necesidad

de poner fin a dicha política, implementada durante décadas para derrocar a la Revolución Cubana.

Únicamente Estados Unidos (que el año anterior se abstuvo) e Israel, acólito de la Casa Blanca en

innumerables cuestiones, se opusieron al clamor universal de echar abajo un proceder,

considerado además por diferentes convenciones como un crimen de lessa humanidad.

A esto hay que añadir las medidas anunciadas pocos días antes por el canciller Rodríguez Parrilla,

durante su intervención en el encuentro realizado el 28 de octubre en Washington, intercambio en

el que participaron casi doscientos cubanos que viven en 17 estados de la Unión. La posición de

Cuba (eliminando la “habilitación” del pasaporte; permitiendo la entrada de cubanos residentes en

el exterior en yates de recreo; suprimiendo el tiempo establecido para que quienes abandonaron

ilegalmente el país pudieran retornar, y propiciando que los hijos de cubanos adquieran la

ciudadanía sin necesidad de radicar o “avecindarse” en territorio nacional, todas ellas a aplicar a

partir de enero del 2018) contrasta de manera enorme con la postura del gobierno estadounidense

que, esgrimiendo el pretexto de los supuestos ataques sónicos, redujo al mínimo su personal en La

Habana, expulsó a 15 diplomáticos antillanos en Estados Unidos y, en definitiva, perjudicó los

intercambios en diversa áreas y daña de manera particular a los ciudadanos de ambos países.

De una a otro confín se toma nota que, mientras Cuba incrementa su apertura en todas las

direcciones (incluyendo una cada vez más ordenada y armónica relación con su comunidad en el

exterior) Estados Unidos se refocila en posiciones desfasadas, que reinterpretan en dimensiones

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todavía más dantescas el peor espíritu de la Guerra Fría, y se ancla en un pasado que no conduce

a nada. Es la antinomia entre la construcción de puentes, encarando los desafíos y complejidades

que ello supone, máxime en una relación de naturaleza asimétrica que no cambiará, y la retórica

encaminada a impedir que continúen abriéndose caminos.

En los últimos meses, por desgracia, el ejecutivo estadounidense persistió en la “enfermiza

obsesión” que condujo al precipicio a las administraciones precedentes, e ignoró aspectos de gran

significación que hacen viable la continuidad de los enfoques situados como ejes por el presidente

Obama. Hay que aclarar (pasar por alto dicha precisión resultaría funesto) que el primer mandatario

afrodescendiente en ocupar el Salón Oval, apenas estableció adecuaciones en los instrumentos

para lograr sus pretensiones, o lo que es igual dejó incólumes los objetivos estratégicos imperiales

de vieja data de dominar e influir, mediante una u otra vía, en los destinos de Cuba. 14

Conclusiones

La actual coyuntura regresiva representada por la política de Donald Trump hacia Cuba no debe

establecerse como tendencia a largo plazo. Ella no responde a los objetivos y motivaciones

generales de Estados Unidos, ni a sus intereses económicos ni a su seguridad nacional, que son

los factores principales en la formación de su política exterior. Ni siquiera encuentra respaldo en los

temas principales detrás del lema nacionalista de Trump “America First”.

El tema cubano, por el momento, resultó atrapado por la dinámica de política interna, las dificultades

y desafíos de la figura del Presidente para gobernar, dado las divisiones al interior de la clase

dominante, y la falta de consenso de la burocracia institucional sobre temas clave presentados

como parte de la agenda de Trump. Todo hace indicar que la cuestión cubana, otra vez, fue

colocada como moneda en la transacción para obtener cierto respaldo en el Congreso y sobre todo

en el Senado para evitar la agudización de la confrontación entre Ejecutivo y Legislativo y reducir

las probabilidades de una crisis que derive en que Trump termine antes de tiempo su gestión.

El apoyo de la mayoría de los estadounidenses y los cubanoamericanos lejos de reducirse, por

múltiples razones, se incrementará. Los intereses de negocios con Cuba tampoco deberán

menguar, y serán estimulados en la medida que se siga profundizando el perfeccionamiento de la

economía antillana y se alcance mayor dinamismo en un período sostenido. Ello confirmaría, una

vez más, el fracaso de la política de aislamiento y recrudecimiento de sanciones, que aunque limite

el ritmo del desarrollo de Cuba, no logrará rendirla ni subordinarla nunca.

La dirección cubana ha actuado con extraordinaria sabiduría. Desde el mensaje de felicitación que

le envió el presidente Raúl Castro Ruz, luego de su “peculiar” elección el 8 de noviembre, pasando

por las intervenciones del presidente antillano en la Cumbre de la CELAC en Punta Cana, en enero

14 Carlos Fazio: “Trump, el bloqueo a Cuba y la contra de la Florida”, en: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/10/31/trump-el-

bloqueo-a-cuba-y-la-contra-de-la-florida/#.Wfo-AjusNZo (Revisado el 1ero de noviembre del 2017).

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de este año, y en el IX Período Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea

Nacional, en julio último, siempre se dejó clara la disposición a avanzar sobre el respeto mutuo, en

la misma medida que no se permitirá la más mínima sombra a la soberanía nacional. 15

Es más, en una demostración de la estatura política de los dirigentes caribeños, se señaló más de

una vez que el mandatario estadounidense ha sido mal asesorado, lo que sin dudas establece una

puerta abierta para la comunicación directa, y coloca sobre el tapete la capacidad desde este lado

para ventilar cualquier asunto. Dicho de otra manera, algo de lo que se han hecho eco decenas de

expertos, Cuba ni perdió la compostura ni dejó de propiciar un ambiente para que la diplomacia

prosiga desempeñado el rol que asumió en la última etapa de Obama. Esa manera de proceder

demuestra potencia, capacidad de resolución y entereza en el sendero escogido, al tiempo que

reconoce la necesidad del diálogo como sendero para ascender a nuevos escalones, en la

construcción de la denominada “convivencia civilizada”.

Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU)

de la Universidad de La Habana.

Bibliografía.

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Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular”, en el Palacio de Convenciones, el

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- Fazio, Carlos: “Trump, el bloqueo a Cuba y la contra de la Florida”, en:

http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/10/31/trump-el-bloqueo-a-cuba-y-la-contra-de-la-

florida/#.Wfo-AjusNZo (Revisado el 1ero de noviembre del 2017).

15En sus palabras en el parlamento Raúl afirmó: “Cuba y Estados Unidos pueden cooperar y convivir, respetando las diferencias y

promoviendo todo aquello que beneficie a ambos países y pueblos, pero no debe esperarse que para ello Cuba realice concesiones

inherentes a su soberanía e independencia y que negocie sus principios o acepte condicionamientos de ningún tipo, como no lo

hemos hecho nunca en la historia de la Revolución”. Con independencia de lo que el gobierno de Estados Unidos decida hacer o

no, seguiremos avanzando en el camino escogido soberanamente por nuestro pueblo”. Castro Ruz, Raúl: “Discurso en la clausura

del IX Período Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular”, en el Palacio de

Convenciones, el 14 de julio de 2017, Granma, p. 4.

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- Pérez Casabona, Hassan: “El capitalismo entró en colapso” y “El capitalismo

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conectados con una mejor lucha contra la opresión”, celebrados en La Habana entre el 1ero

y el 4 de noviembre del 2017. http://www.trabajadores.cu/20171101/capitalismo-entro-

colapso/ y http://www.trabajadores.cu/20171103/el-capitalismo-contemporaneo-un-lobo-

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- Pérez Jr., Louis A.: Cuba en el imaginario de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias

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- Zinn, Howard: La otra historia de Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,

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Intereses económicos y de la seguridad nacional: desafíos y contradicciones en la política

de Trump hacia Cuba

LUIS RENÉ FERNÁNDEZ TABÍO

Introducción

La defensa del interés nacional de Estados Unidos se considera un aspecto principal en la formación de su

política exterior, pues representa una síntesis de sus objetivos fundamentales en cada etapa histórica.

Existen diversas interpretaciones para la determinación del interés nacional, así como para definir las

prioridadesen la atención de ese interés, y los instrumentos que deben ser seleccionados para el

cumplimiento de los objetivos de política exterior en cada lugar o situación concreta. En general es aceptado

que la política exterior de Estados Unidos en la defensa del interés nacional tiene que proteger los intereses

económicos y de la seguridad nacionaldel país.

El apoyo interno a lo que se considera el interés nacional de la política exterior de Estados Unidos ha sido

muy estable a lo largo de los años y está asociado a la situación socioeconómica interna y los riesgos que

se perciben por los ciudadanos. De modo muy directo el interés nacional se refleja en la percepción sobre

su situación socioeconómica que tienen las personas y los hogares. Por lo tanto el empleo, la calidad del

mismo, la retribución por el trabajo, el desempleo y los ingresos reales constituyen variables sensibles que

se conectan con la economía mundial si se considera al menos como parte de la causa de los problemas

internos. Del mismo modo, los riesgos por ataques terroristas --exacerbados después del 11 de septiembre

de 2001 en Estados Unidos--, proliferación de armas de destrucción masiva y tráfico internacional de drogas

constituyen desafíos que se pueden vincular con las relaciones internacionales y la política exterior.

En 2013 al preguntarse sobre el propósito de la política exterior estadounidenses el 81% afirmó que era

proteger el empleo de sus trabajadores. En el trasfondo de esta idea se planteaba la idea de que Estados

Unidos, estaba exportando los empleos hacia otros países como China o México. En 2014 la tarea de

proteger a Estados Unidos de ataques terroristas se colocó como el interés nacional que se debía priorizar

por el 83% de los encuestados. Además de proteger los empleos y resguardar a los estadounidenses de

ataques terroristas, en el año 2013 el 73% quería prevenir la proliferación de armas de destrucción masiva,

reducir la importación de energía (61%) –lo que podría explicarel rechazo a los acuerdos a favor de la

protección del medio ambiente--, combatir el tráfico internacional de drogas (57%) entre las prioridades de

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la política exterior. Objetivos de política exterior de carácter ideológico, como el supuesto apoyo de los

derechos humanos se consideraba como prioridad de política exterior para apenas el 33%.16

Es decir, la opinión pública estadounidense se inclina a identificar el interés nacional de Estados Unidos con

temas que afectan la situación socioeconómica interna como es el problema del empleo, así como asuntos

que se percibe amenazan la seguridad nacional, como el terrorismo y el narcotráfico.

Sin embargo, en el caso de Cuba se observa una contradicción, en tanto se han tomado decisiones que

contradicen tanto la mayoritaria opinión pública estadounidense, como los intereses del sector de negocio

en ese país. A finales de 2016 todavía se debatía sobre la tendencia que definiría la política de Trump hacia

Cuba entre el negociador y el de línea dura, decantándose en esta primera fase de su gobierno por la

segunda opción.17 En las decisiones anunciadas para retrotraer las direcciones de política iniciadas por

Obama, por duras y extremas que sean, y a pesar de que los intereses económicos y de seguridad han sido

afectados, hasta cierto punto han servido como cierto contrapeso al propósito de retroceder las relaciones a

la etapa precedente.

Cabe entonces asumir que la política de Trump hacia Cuba hasta el momento no solamente ha sido contraria

al interés nacional revelado por las encuestas de opinión publica en Estados Unidos, sino que además es

inconsistente con su propio discurso de favorecer al pueblo estadounidense, sus intereses económicos y de

seguridad. Tampoco puede favorecer al sector privado en Cuba como supone, porque el grueso de su

actividad se perjudica visiblemente con la reducción de los viajes de estadounidenses y debido a que las

nuevas regulaciones perjudican a toda la economía y sociedad. Como se ha demostrado en muchos años,

el bloqueo no se puede segmentar. Cuando se incrementan las medidas contra los viajes y las sanciones

contra empresas cubanas, también se afectan a todo el pueblo y todas las actividades.

Esto no es un fenómeno totalmente nuevo, pero se presenta en un contexto político distinto. Hay una fractura

al interior de la clase dominante más allá del bipartidismo y no existe consenso sobre la política hacia Cuba.

Durante la presidencia de George W. Bush, que tenía vínculos y compromisos sumamente importantes con

los cubanoamericanos en la política de ese país, ni se retiraron las entonces Oficinas de Intereses, ni se

rompieron los acuerdos migratorios. El agravamiento de las sanciones generó fuerzas contrarias incluso

entre los cubanoamericanos que se consideraban aliados de esas medidas.

Es notable que en los anuncios del Memorando del16 de junio de 2017 sobre Cuba,18si bien constituyen un

retroceso en el proceso de mejoramiento de las relaciones entre los dos países, introduce nuevas sanciones

y restablece el discurso de Guerra Fría, ha dejado abierto hasta ahora ciertos canales, que incluye los viajes

a Cuba de los cruceros y los vuelos comerciales. Probablemente estiman que son aquellos con mayor

16Glenn P. Hastedt. 2015. American Foreign Policy. Past, Present, and Future. Eleventh Edition, Rowman & Littlefield,

Lanham, Maryland, p. 7. ISBN: 9781442270053. 17 William M. LeoGrande. 2016. “Which Trump Will Cuba Have to counted With the Hard- Liner r the Dealmaker”, World Policy

Review, November 16.http://www.worldpoliticsreview.com/author/william-m-leogrande 18 The White House, Office of the Press Secretary, June 16, 2017. “National Security Presidential Memorandum on Strengthening

the Policy of the United States Toward Cuba”. https://www.whitehouse.gov/the-press-office/2017/06/16/national-security-

presidential-memorandum-strengthening-policy-united

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beneficio para las empresas estadounidenses involucradas y menor provecho para Cuba. De todos modos,

por extremas e irracionales que sean estas políticas hacia Cuba, nunca llegan a satisfacer a los grupos

minoritarios anti cubanos que viven del negocio del conflicto, con cierta influencia en el Congreso de Estados

Unidos. La diferencia fundamental en la actualidad es que el apoyo mayoritario al interior de la sociedad

estadounidense es a favor de la eliminación de sanciones y el mejoramiento de los vínculos con Cuba y

Trump encamina su política en sentido contrario.

Para justificar su política agresiva la Administración de Trump ha generado pretextos.Primero como

denominados como “incidentes” y luego “ataques sónicos” a su personal diplomático, se ha reducido en la

práctica las relaciones diplomáticas y lasya restringidas relaciones económicas. Tales decisiones

injustificadas incluso han puesto en riesgo los acuerdos migratorios de 1994 y 1995 –que establecieron la

concesión de no menos de 20 mil visas de inmigrantes cubanos al año--, y otros avances en materia de

relaciones económicas y de seguridad. El balance de los factores objetivos a favor y en contra de la nueva

orientación política y sus previsibles efectos, pone de manifiesto la contradicción entre sus decisiones y lo

que respondería al verdadero interés nacional de Estados Unidos, evaluado a partir de estudios y encuestas

de opinión existentes.

En la población estadounidense en general, e inclusoen los ciudadanos de origen cubano, se observa un

consistente apoyo a lo que sobre todo durante los dos últimos años de la presidencia de Barack Obama se

conoció como política de involucración, o proceso de normalización de las relaciones con Cuba. Las

proyecciones y estimaciones sobre el potencial económico de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos

y el impacto del bloqueo demuestran que las nuevas regulaciones establecidas, solamente puede reducir

los empleos asociados a esa actividad económica y los beneficios a sus empresas. No cabe duda que

estas medidas para el recrudecimiento del bloqueo afectarán a la economía cubana y todo el pueblo, pero

también en la debida proporción también perjudicarán los intereses nacionales de Estados Unidos.

Antecedentes: principales etapas y esencia del conflicto

Los medios occidentales de información en sus comentarios y análisis sobre el conflicto entre

Estados Unidos y Cuba con mucha frecuencia padecen de amnesia, y lo presentan como surgido

a partir del triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959.

Sin embargo, el análisis de la política de Estados Unidos hacia Cuba debe reconocer la esencia

del conflicto bilateral. Históricamente no puede dejarse de mencionar la primera intervención militar

de Estados Unidos en Cuba a finales del siglo XIX, pues sirve para entender el origen del objetivo

estratégico permanente con respecto a Cuba de la entonces emergente potencia imperialista:

garantizar la dominación sobre su más cercano entorno geográfico y en particular sobre el

archipiélago cubano.

El triunfo de la Revolución en 1959 significó la ruptura de esa opresión y la victoria del proyecto

independentista cubano, que había sido abortado por la propia intervención estadounidense en la

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guerra de independencia de los patriotas cubanos contra España en 1898. La ocupación militar

hasta 1902, la llamada Enmienda Platt como apéndice a la Constitución de la naciente república y

las distintas etapas de subordinación y sometimiento de aquella seudo república a los gobiernos de

Estados Unidos están en la raíz del conflicto.

Desde los inicios de 1960 del pasado siglo, y específicamente desde 1959, el objetivo medular de

la política estadounidense hacia Cuba ha sido retrotraer la historia a ese momento y hacer colapsar

su gobierno, debilitar y quebrar su sistema económico, político y social. Para ello han sido

empleados todos los medios y procedimientos a su alcance, desde la subversión interna en distintas

variantes, el terrorismo, los intentos de asesinato político y las agresiones militares, como la

invasión de Playa Girón, organizada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en

abril de 1961, así como la agresión económica y el bloqueo, un instrumento que se ha mantenido,

aunque con distinto énfasis y variantes según las circunstancias.

La década de 1990, debido a la desaparición de la Unión Soviética y el bloque socialista europeo,

marcó el fin de la existencia del bipolarismo en las relaciones internacionales, pero nunca estos

cambios se expresaron en una modificación de la política estadounidense, o el fin de la Guerra Fría

en lo que a Cuba respecta. A partir de esta etapa, el bloqueo --aunque siempre estuvo presente--

se convirtió en un instrumento principal de la política exterior estadounidense hacia Cuba, e incluso

retomaron la idea de sus posibilidades para agudizar la crisis económica, provocar un estallido

social y abrir las puertas a la llamada transición regresiva hacia el capitalismo dependiente y la

democracia liberal, o reinserción de Cuba en el sistema de dominación de Estados Unidos.

La nueva correlación de fuerzas en la esfera internacional se reflejó en la política de Estados

Unidos hacia Cuba en dos planos simultáneos, presentados muy claramente en la conocida como

Ley Torricelli de 1992 –denominada eufemísticamente por el Congreso de Estados Unidos como

Cuban DemocracyAct of 1992 (CDA; P.L. 102-484, Title XVII)--, como expresión de dos tendencias

de la política estadounidense para conseguir su propósito: aumentar el bloqueo económico y el

aislamiento político y diplomático del gobierno cubano y, al mismo tiempo, alentar la formación de

una sociedad civil alternativa, mediante la comunicación y ciertos intercambios, como base para

acelerar el desarrollo de la oposición interna destinada a conseguir la llamada transición a la

democracia, el cambio de régimen a un sistema social, económica y políticamente dócil ante la gran

superpotencia norteamericana. La Ley Helms Burton, en 1996, que de nuevo manipula desde su

nombre su descarnado propósito de intervenir la soberanía y la independencia de Cuba --Cuban

Liberty and DemocraticSolidarity (LIBERTAD) Act of 1996 (P.L. 104-114)--, continúa esa tendencia

de recrudecer el bloqueo, crea mecanismos para transformar la sociedad cubana mediante la

concesión de financiamiento para la llamada transición pacífica y establece condiciones muy

estrictas que limitan las posibilidades del poder ejecutivo de modificar su política hacia Cuba, en

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tanto codifica, convierte en ley, las sanciones que hasta ese momento fueron introducidas mediante

órdenes ejecutivas por los anteriores presidentes que transitaron por la Casa Blanca.

Los estrategas del gobierno estadounidense pensaron que era el momento oportuno para hacer

quebrar la Revolución y su sistema social y político. La fragilidad y vulnerabilidad del país se

encontraba en sus niveles más altos. Se enfrentaba una aguda crisis económica ocasionada

principalmente por el impacto económico derivado de la pérdida de sus principales

mercados. Paulatinamente, la crisis se fue superando a pesar de la intensificación del bloqueo,

debido a los graduales avances de la economía cubana impulsados por reformas y ajustes que

permitieron adaptar su sistema socialista a las nuevas circunstancias internacionales,

evidenciándose el fracaso del bloqueo económico. Una década de recuperación socioeconómica,

no exenta de contradicciones y sobresaltos, fue uno de los factores que estimuló la aparición o el

surgimiento, dentro del Congreso Estados Unidos de fuerzas favorables a la eliminación de las

sanciones económicas contra Cuba.

El ascenso al gobierno estadounidense de los sectores más reaccionarios del Partido Republicano,

liderados por George W. Bush a partir del año 2001, alentaron compromisos y coincidencias con

los sectores “históricos” de la comunidad cubana de la Florida en lo que respecta a la política de

Estados Unidos hacia Cuba. Los acontecimientos terroristas del 11 de septiembre de ese año

contribuyeron indirectamente a imprimir mayor hostilidad a la política de los Estados Unidos hacia

Cuba, debido a la influencia alcanzada por la corriente neoconservadora. Las nuevas definiciones

de seguridad nacional en el marco de la “guerra contra el terrorismo” y la presencia directa en el

gobierno de un número sin precedentes de cubano – americanos19 auspiciaron el reforzamiento del

apoyo a esfuerzos de subversión y el incremento a niveles sin precedentes del bloqueo, llevando

al límite de lo irracional el empleo de esta política al afectar sus propios intereses. Estos sectores

han estado siempre muy interesados en manipular todo lo posible el “caso cubano” para presentarlo

como gobierno desafiante, “terrorista”, “no democrático”, “amenaza a la seguridad nacional de los

Estados Unidos” y así desestabilizarlo, debilitarlo e impulsar el intervencionismo de los Estados

Unidos con el propósito de cambiar el sistema político cubano, pues en el fondo apreciaron que el

gobierno de G.W. Bush podría ser su última oportunidad de retornar a la función de intermediarios

y representantes del poder estadounidense en una futura Cuba dependiente y neocolonizada.

Todas estas condiciones determinaron la elaboración de un programa apoyado en los mismos

instrumentos anteriormente fracasados: el bloqueo, la propaganda y el apoyo moral y financiero a

la subversión (los llamados disidentes), el cambio de régimen, denominado eufemísticamente

transición hacia la democracia y la economía de mercado, que en esas condiciones querían

19Entre los más notables en aquel momento fueron el Sub secretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Otto Reich y el

Secretario de Planeación Urbana y Viviendas, Mel Martínez.

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acelerar. La manifestación más burda del intervencionismo estadounidense en Cuba, contentiva

de las expresiones más claras y extremas de los enfoques ideológico, doctrinales y reaccionarios

que se han presentado en toda la historia del conflicto bilateral después del triunfo revolucionario,

fueron destilados por la Comisión Ejecutiva creada por mandato del Presidente Bush, denominada

Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre, que en mayo del 2004 ofrecería sus

recomendaciones.20 Leer el contenido del referido informe permite comprender claramente su

carácter imperialista, que apenas logra ocultar tras sus enunciados de “asistencia para la libertad”

su verdadera esencia neo-anexionista.

Condiciones para el mejoramiento de las relaciones

La victoria electoral demócrata del 4 de noviembre del 2008, fue un acontecimiento histórico, tanto

por el origen del nuevo Presidente como por la agenda de cambio que proyectaba. Ello sugería la

posibilidad de un nuevo momento más optimista en relación con Cuba, aunque el mayor avance

tendría que esperar hasta la etapa final de su segundo período presidencial. Hasta ese momento

las acciones de Obama habían quedado muy por debajo de las expectativas más optimistas y sus

promesas de un “nuevo comienzo”.

La forma decisiva en que ocurrió la victoria demócrata, estableció un contexto político favorable al

ajuste de la política hacia Cuba, no solamente por la holgura con la que Obama llegó a la

presidencia, sino por la ampliación de los márgenes de la presencia de los demócratas en el

Congreso. El mito de justificar la política hacia Cuba aduciendo “factores de política interna” y, en

particular, atribuirlo al papel determinante de los cubano-americanos en la Florida, también quedó

finalmente al descubierto con la adjudicación de ese Estado a favor del candidato demócrata,

aunque al propio tiempo se reeligieron los tres representantes de la política más recalcitrante y

reaccionaria hacia Cuba en el Congreso de ese país, que han seguido actuando desde allí por

impedir cualquier cambio favorable al mejoramiento de las relaciones entre Estados Unidos y

Cuba.

El nuevo Presidente incorporó sus promesas de campaña al abrir los viajes de los cubanos

establecidos en Estados Unidos y quitar las restricciones a las remesas. Se desmontaba en parte

la anterior dinámica política, lo que favoreció la reapertura de procesos políticos que se venían

expresando durante los años de presidente de William Clinton, antes de la llegada de Bush hijo a

la presidencia de Estados Unidos.

Sin embargo, con independencia del grado de disposición y posibilidad real de Obama y del

Congreso de modificar la política estadounidense hacia Cuba, es justo reconocer que la prioridad

dada a Cuba en este contexto fue sumamente baja, dados los retos de la economía y otros temas

20Commission for Assistance to a Free Cuba. Report to the President. Washington DC, May, 2004.

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de política internacional de mayor relevancia como el regreso de las tropas empantanadas en Irak.

En tal sentido, la política de la nueva administración debía aliviar las consecuencias internas de la

mayor crisis financiera y económica de la posguerra, sobre todo para los sectores de las capas

medias que le dieron su apoyo en las elecciones. El año 2009 fue muy difícil para el Presidente,

pues no sólo el país sería testigo de un déficit fiscal record, dados todos los paquetes de asistencia

para salir de la situación.

El complejo escenario internacional para Estados Unidos destacaba de nuevo las limitaciones de

su hegemonía, pero también demostraba la necesidad de ensayar nuevas políticas para enfrentar

la situación. Estados Unidos, aun siendo la mayor potencia del orbe, evidenciaba límites objetivos

para encarar sus retos económicos, políticos y militares, agudizados por las políticas

conservadoras, intervencionistas y militaristas que le precedieron.

Dadas esas condiciones, se identificaron dos variables principales para dilucidar la política

estadounidense hacia Cuba: la evolución de la agenda global de los Estados Unidos y sus

percepciones sobre el impacto del renovado bloqueo y otras medidas agresivas para acelerar la

transición en Cuba. Como sustrato de las anteriores variables principales estaba la declinante

correlación de fuerzas para Estados Unidos con expresiones mundiales y hemisféricas, y la propia

evolución de la sociedad cubana y sus relaciones internacionales, que fueron modificando la

correlación de fuerzas a su favor.

Ciertos resultados económicos y políticos favorables a la administración de Barak Obama en los

años subsiguientes, permitieron elevar la prioridad dada a Cuba en la agenda. Entre ellos cabría

señalar el logro de una cierta estabilidad en la situación económica –dentro de lo que fue la peor

recuperación-; un avance del proceso de “pacificación” en Afganistán y sobre todo la importante

retirada de tropas de Irak. Por otra parte, una percepción de retroceso y debilitamiento de la

sociedad cubana por agudización de una crisis económica y resquebrajamiento de su cohesión

sociopolítica, o por incapacidad del gobierno de recuperarse y avanzar después de los desastres

naturales, contribuyeron a reducir el espacio a las opciones de negociación y relajamiento del

bloqueo. Por la misma razón, la evolución de estas mismas variables en sentido contrario, al quedar

demostrado el fracaso de las políticas en curso, favorecieron el proceso de negociación y la

búsqueda de solución a los principales escollos identificados por las partes, para poder iniciar un

acercamiento mediante la negociación para ajustar las relaciones bilaterales acorde a las nuevas

realidades, tanto de Estados Unidos, como de Cuba y del entorno regional e internacional.

Un acontecimiento inesperado como el relevo de poderes en la máxima dirección del gobierno

cubano, dada la enfermedad y convalecencia del ex presidente cubano Fidel Castro a mediados

del 2006, resultó en una demostración práctica de la debilidad de los supuestos que había

promovido la política estadounidense hacia Cuba y en particular, el tema de “evitar la sucesión”.

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21 La normalidad en el proceso de transición de poderes y la continuidad del funcionamiento de los

órganos del gobierno, el Estado y el Partido, permitieron borrar los mitos, que postulaban la caída

del gobierno revolucionario con la desaparición de su máximo líder histórico de la escena pública.

El comportamiento de Obama en la etapa precedente al inicio de las conversaciones con el gobierno cubano

y en sus acciones sobre Cuba en 2009 y 2011 no presagiaba un ajuste importante dirigido al mejoramiento

de relaciones con la Isla como se conoció después. El presidente Barack Obama había cumplido

estrictamente sus promesas de campaña en 2008 ante la Fundación Nacional Cubano Americana en Miami,

pero nada más. Consideraba que esa era la punta de lanza para los cambios que sucederían a partir del

incremento de esa medida y su impacto sobre la realidad cubana. Otros temas y prioridades ocuparon el

capital político del Presidente.

Pero la presidencia tiene la autoridad para reaccionar ante asuntos internacionales que considere como

amenazas potenciales a la seguridad nacional de Estados Unidos. Especialistas en la materia señalan: “En

un grado no apreciado por muchos, la presidencia es una institución cuya estructura y actividades han sido

configuradas por factores internacionales (…) La siempre presente amenaza a la seguridad nacional que

viene a simbolizar, provee una racionalidad inducida por la concentración de poder en la presidencia y

establece límites sobre la función que el Congreso podría esperar desempeñar en la formulación de la

política exterior de Estados Unidos”.22

La política de «dos carriles» trataba de conciliar el aislamiento y las sanciones con el aumento de la influencia

de los denominados instrumentos blandos, como los viajes y las remesas, pero no se lograban resultados

esperados. El inicio de las negociaciones secretas entre los gobiernos durante el verano de 2013 se debió

a la maduración simultánea e interrelacionada de tres escenarios: el relativo a los problemas y las dinámicas

del proceso de toma de decisiones en Estados Unidos y al papel de la presidencia en circunstancias

particulares de los últimos dos años de mandato; el perfeccionamiento gradual del sistema socioeconómico

cubano bajo sus principios; y la modificación favorable a Cuba de la correlación global y regional de fuerzas,

sobre todo desde finales de la década de 1990.

En un muy corto período de tiempo entre el 17 de diciembre de 2014 y el 20 de enero de 2017, a pesar de

mantenerse el marco de relaciones establecido por las leyes anti cubanas en ese país, se avanzó de manera

positiva en las relaciones bilaterales sin haberse eliminado el bloqueo comercial y financiero, ni que Obama

agotara sus prerrogativas al respecto. Tales avances no se referían a los aspectos centrales del conflicto,

pero se logró restablecer relaciones diplomáticas, otros pasos positivos como sacar a Cuba de la lista de

países patrocinadores del terrorismo, incrementar la confianza y alcanzar más de dos decenas de acuerdos.

Los éxitos relativos en las negociaciones favorecieron el aumento de los intercambios y los viajes, con

beneficios tanto para Cuba como para Estados Unidos en materia económica y de seguridad.

21Véase al respecto el análisis de Julia Sweig. “Fidel’s Final Victory”, Foreign Affairs, January/February, 2007 22Hastedt, Glenn P.; Anthony J. Eksterowicz. “Presidential Leadership and American Foreign Policy: Implication for a New Era”.

The Domestic Sources of American Foreign Policy. Inside and Evidence. Ed. Eugene R. WIttkop& Jones M. McCormic.

Rowman & Littlefield Publishers Inc. Maryland. ISBN 0- 08476-8749-X, 1998. p. 138.

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Se ampliaron los viajes y los intercambios en esferas de la cultura, el deporte, la ciencia y la educación, que

alcanzaron niveles relativamente importantes, dadas las restricciones todavía en vigor, pero con beneficios

recíprocos para las partes. Hasta las elecciones de 2016 se esperaba la continuidad de la política, que sería

encaminada por la candidata demócrata Hillary Clinton, quien había endosado la política de Obama hacia

Cuba en sentido general, pero el balance de esta contienda llevó al gobierno a una figura opuesta al

mejoramiento de las relaciones con Cuba en cualquier variante, sus compromisos y conflictos en política

interna contribuirían al curso ulterior de los acontecimientos.

Trump: entre el interés nacional y supolítica hacia Cuba

Contrario al retroceso en las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos que busca imponer el

Presidente Trump, se han presentado abrumadoras evidencias del apoyo mayoritario del pueblo de Estados

Unidos al mejoramiento de sus relaciones con Cuba y la eliminación del sistema de sanciones establecido

por el bloqueo. Los dos últimos años del gobierno de Barack Obama fortalecieron esa tendencia, haciendo

evidente lo que ya se venía expresando en la sociedad estadounidense, el pueblo en general, los intereses

económicos y de las agencias encargadas de los problemas de la seguridad nacional.

Las encuestas de opinión fueron reflejando esas percepciones positivas sobre el mejoramiento de las

relaciones con Cuba de manera consistente. En febrero del 2014 se conocía de una encuesta realizada por

el Atlantic Council que identificó apoyo mayoritario del pueblo estadounidense al cambio en la política hacia

Cuba;23 es decir, antes que se dieran a conocer las negociaciones que se habían realizado y la disposición

del Presidente Obama de cambiar el enfoque de la política de Estados Unidos hacia Cuba. En enero de

2015 una encuesta de PewResearch Center encontró que el 63% de los estadounidenses aprobaban la

nueva orientación en la política de Obama hacia Cuba.24 Las encuestas sobre las opiniones de los cubano

americanos en el sur de la Florida demuestra también una tendencia favorable, aunque reconociendo

diferencias al interior del grupo.25 La realizada por el Instituto de Investigaciones Cubanas (Cuban

ResearchInstitute) de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), constituye el esfuerzo que desde 1991

--por un tiempo más prolongado -- ha medido las visiones de los cubanoamericanos sobre la política de

Estados Unidos hacia Cuba.26 Una muy completa referencia de encuestas sobre relaciones Cuba – Estados

Unidos puede encontrarse en el archivo de documentos de opinión pública sobre Cuba en Estados Unidos.27

El discurso político del Presidente Donald Trump y sus decisiones sobre Cuba, desde su llegada a

la Casa Blanca han dañado las relaciones bilaterales. Aunque pareciera cumplir con el propósito

23Atlantic Council. 2014. US – Cuba: A New PublicSurveySupportPolicyChange. February 10.

http://www.atlanticcouncil.org/publications/reports/us-cuba-a-new-public-survey-supports-policy-change 24Pew Research Center. 2016. http://www.pewresearch.org/fact-tank/2016/12/13/americans-still-favor-ties-with-cuba-after-

castros-death-u-s-election/

26Cuban Research Institute, 2016. Cuba Poll 2016. Florida International University. https://cri.fiu.edu/events/2016/the-2016-fiu-

cuba-poll/ 27 American University. Cuba Document. Archive. PublicOpinion. http://www.american.edu/clals/cuba-archive_public-

opinion.cfm

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de revertir el “Legado de Obama” y el título de su memorando de política hacia Cuba pretenda

proteger “intereses nacionales” de Estados Unidos, sus pasos se han movido en sentido contrario.

El retroceso en las relaciones bilaterales no traerá beneficios tangibles a Estados Unidos, ni a su

pueblo, ni a sus empresas, y mucho menos a la imagen internacional del actual gobierno.

Asimismo, si esa política de sanciones y bloqueo no ha funcionado en tantos años, no habría

argumentos que hicieran pensar que puede ser exitosa ahora.Retrotraer la política de Estados

Unidos hacia Cuba a un enfoque históricamente obsoleto y fracasado de la llamada Guerra Fría,

genera inconsistencias y desafíos.

El objetivo general de su política, “AmericaFirst”, no se aplica como eje articulador de su política

hacia Cuba. Esta idea pretendía defender los intereses nacionales estadounidensespor encimadel

resto del mundo. Sin embargo, la política se articula por razones o determinantes internas ajenas

a lo que debería ser el interés nacional de Estados Unidos en relación con Cuba. La motivación

del Presidente de dañar las relaciones con Cuba se debe a compromisos con la oscura figura del

Senador Marco Rubio, que ha servido como su defensor en el órgano legislativo. Es decir, se trata

de un vulgar intercambio de favores totalmente ajeno al interés nacional de Estados Unidos.

Costos asociados a la política de Trump y posibles consecuencias

No existen dudas en la actualidad sobre el objetivo dela política de Trump hacia Cuba: retroceder los avances

parciales alcanzados durante los últimos dos años de la administración de Obama, desmontar su política

definida como involucración o “engagement”, aplastar el “Legado de Obama” en lo que respecta a Cuba,

dado que lo consideran un resultado de menor costo relativo, comparado con el Obamacare, los acuerdos

con Irán, de mucha mayor complejidad, dificultad e incluso peligrosidad en el último caso. Las evidencias

demuestran que la política de EEUU hacia Cuba en este caso no ha sido regida por los intereses económicos

ni de seguridad nacional. El mejoramiento de las relaciones con Cuba constituye una oportunidad

económica y en materia de seguridad para Estados Unidos, y no un reto.

Como se ha podido apreciar, la dinámica política actual del gobierno de Trump hacia Cuba está influida por

asuntos internos ajenos al interés nacional de Estados Unidos y que tampoco tienen relación directa real

con las relaciones bilaterales. Este proceso es un efecto indirecto, derivado de la ruptura al interior de los

partidos políticos y dentro del propio gobierno, incluso en el Ejecutivo. Ello expresa condiciones de debilidad

relativa del Presidente, que está sometido a fuertes presiones desde todas direcciones. Desde esta

perspectiva, la ruptura política al interior de la clase dominante estadounidense y la falta de consenso sobre

las direcciones políticas a seguir constituyen una crisis política.

Dado que la política exterior está en su mayor parte determinada por factores internos, no es extraño que

sesubordine o ajuste por acontecimientos que no tienen relaciones directa ni con los intereses económicos

ni con los intereses de seguridad de Estados Unidos en sus relaciones con Cuba.

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Es obvio que el incremento de las sanciones económicas, la disminución de los viajes debido a las decisiones

tomadas y los pretextos y declaraciones sobre los supuestos peligros para la salud de la estancia de

estadounidenses en Cuba, afectan los ingresos directos e indirectos no solamente de Cuba – su objetivo

principal—sino también en Estados Unidos. Puede afirmarse que esas políticas no tienen sustento en las

condiciones internas de Cuba, ni mucho menos cuentan con el apoyo internacional. Como se expresó

recientemente en la Asamblea General de las Naciones Unidas el informe de Cuba contra el bloqueo recibió

el apoyo de todos los representantes del mundo, con la excepción por supuesto de Israel y Estados Unidos.

Aunque se trata de propagar por los sectores anticubanos minoritarios una interpretación interesada sobre

la situación política y económica en Cuba, la realidad no acompaña esas falacias. La correlación de fuerzas

en la región aunque ha tenido retrocesos, ello no afecta las posiciones respecto a la posición de aislamiento

que tiene Estados Unidos respecto a su política hacia Cuba. Aunque el mercado cubano no es comparable

con el chino, en el contexto actual es un mercado significativo y la eliminación del bloqueo, solamente puede

traer crecientes oportunidades de empleo y negocios para empresas y personas en Estado Unidos y Cuba.

Estudios que aplican técnicas econométricasbasadas en ecuaciones de “gravitación”, prueban que los

beneficios anuales de las relaciones con Cuba ascenderían a varios miles de millones de dólares anuales.

Naturalmente, los efectos de las relaciones no serían distribuidos de modo homogéneo, sino que se

favorecerían sobre todo aquellos Estados y territorios con mayor cercanía y que sus industrias están en

condiciones de invertir y proveer productos y servicios.

En comercio e inversiones, cifras del mismo orden podrán aprovechar las ventajas considerables que tiene

Cuba respecto al resto de la región y otras partes del mundo en cuanto a la estabilidad, seguridad interna,

acceso a fuerza de trabajo calificada.

El turismo es un indicador muy bien conocido, no menos de dos millones de turistas podrían viajar a Cuba

desde Estados Unidos en el momento que se liberen los viajes y esas cifras pudieran crecer más,

incrementando las importaciones desde Estados Unidos para satisfacer una parte de la demanda de estos

mismos turistas.

En términos de seguridad nacional, uno de los logros principales resultados alcanzados en las negociaciones

ente los dos países, no cabe duda que tienen una importancia mayor para Estados Unidos. Los riesgos del

tráfico de drogas, las amenazas de ataques terroristas y otro tipode actos criminales transnacionales

encuentran una importante colaboración en Cuba, que se encuentra en un área de transito muy importante

para el acceso a Estado Unidos de la Cuenca del Caribe. Afectar las relaciones bilaterales entre los dos

gobiernos puede dañar la eficacia en el funcionamiento de los acuerdos existentes.

Las condiciones objetivas de Cuba y su proyecto de desarrollo, aunque con paso más lento debe seguir

avanzando, las relaciones internacionales y la función de Cuba como garante de la paz en conflictos

regionales y ofreciendo apoyo y colaboración en esferas tan importantes como la salud, colocan a la política

cubana como un agente internacional de mucho peso. Todos estos procesos que reportan el avance y

diversificación de las relaciones internacionales de Cuba en todos los campos actúan contra la actual política

de Estados Unidos y cabe esperar se sigan expresando.

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Los problemas internos de política, escándalos, determinan el intercambio de favores con derecha

anti cubana. Trump “paga una deuda”, supuestamente por el apoyo a su campaña (aunque los

datos de las elecciones no apoyan esa tesis) y probablemente más importante, por tener aliados

como Marco Rubio (Comité de Inteligencia del Senado, que investiga los problemas en la campaña

de Trump). Por su parte el Representante Mario Díaz Balart, apoyar la eliminación de Obamacare

en el Congreso.

Sin embargo, la tendencia general de la política exterior de Estados Unidos es como regla a la

continuidad, más que al cambio. Las decisiones de Trump olvidándonos de la retóricay a pesar

del indiscutible retroceso que representan las mismas, constituyen un ajuste más que un cambio

radical. Se mantienen los objetivos y el empleo de los mismos instrumentos, aunque se ajusta el

modo de aplicarlos. El enfoque de las medidas discriminatorias contra personas y entidades del

sector empresarial cubano intenta infructuosamente dividir al pueblo cubano. Pero las sanciones

contra Cuba afectan a todo el pueblo, y por tanto, no es posible cumplir su supuesto objetivo de

separar al pueblo de sus dirigentes, ni mucho menos del pueblo uniformado que garantiza su

seguridad y defensa. El listado de entidades y empresas prohibidas representa un ejemplo de la

irracionalidad en la aplicación del propio memorando previamente anunciado.

Parten de la mentira. Divulgan la información sobre el control de “los militares” u “órganos de la

seguridad” de la industria turística y sus beneficios, pero al prohibir las relaciones con estas

empresas y establecimientos vinculados al turismo, afectan a toda la economía y a todo el pueblo

debido a la propia naturaleza del sistema socialista cubano, que provee educación, salud, deporte

y seguridad social a partir de esos ingresos. Indirectamente también afecta al sector que pretende

favorecer del emergente sector privado, porque el mismo no puede actuar en de manera aislada

del sistema. El funcionamiento de ese sector privado está encadenado con las empresas que el

presidente Trump sanciona.

Crean un incidente o ataque sónico que constituye un nuevo pretexto para dañar la tendencia al

mejoramiento de la relaciones entre los dos países y también reduce directa e indirectamente los

viajes a Cuba, tanto desde Estados Unidos, como de otros países que pueden ser influidos por esa

información nociva.

A pesar de todos los obstáculos, Cuba ha sido un importante importador de alimentos. En 2008

importó desde Estados Unidos 701 millones de dólares, reduciéndose desde entonces por disponer

de otros mercados que ofrecen facilidades de pago. En el 2014 compró en efectivo $266 millones

de dólares y disminuyó a 148.5 en los mismos términos en 2015.28 Esta cifra podría ser mucho

mayor si se eliminara el bloqueo, que según cálculos de U.S. International TradeCommission

28 U.S. International Trade Commission. 2016. “Overview of Cuban Imports of Goods and Services and Effects of U.S.

Restrictions”.

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podrían venderse a Cuba alrededor de 1.8 mil millones en productos agrícolas e industriales a partir

del nivel de actividad cubano existente entre 2010 – 2013.29

Como resultado de las medidas anunciadas y los llamados incidentes que supuestamente afectaron

la salud de sus diplomáticos, acusación sobre la que no se han presentado pruebas de ningún tipo,

cabe esperar la reducción de los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba. El año 2015

visitaron a Cuba 161,233 estadounidense y en 2016 la cifra alcanzó 284,937. En 2017 los viajeros

desde Estados Unidos hasta el mes de mayo sumaron 284,565, nivel record. Sin embargo, el

número de visitantes desde Estados Unidos es relativamente pequeño si se compara con el monto

total. En 2016 arribaron a Cuba 4,035,577 turistas, por lo que los visitantes de Estados Unidos

representaron un 7%. Una caída en este flujo sin duda es una afectación, pero no constituye el

principal mercado. Ese propio año los canadienses que vinieron a Cuba fueron 1,2 millones.

El lobby a favor de las relaciones con Cuba calculó que eliminar totalmente los negocios en curso

y si los viajes se reducen significaría una pérdida de 3.5 mil millones de dólares para la economía

estadounidense y 10,000 empleos en 4 años. En realidad estos son cálculos muy conservadores

porque parten de niveles de afectados por el bloque y sus restricciones que traen daños según el

último informe a las Naciones Unidad por más de$4 mil millones de dólares durante el último año,

siendo las pérdidas acumuladas por más de $882 billones de dólares.30Si se eliminan los cruceros,

ello significaría una disminución de los beneficios de estos negocios por$227 millones al año.

Prescindir de los negocios en proceso significa una reducción de 1,359 empleos al año.31 Un

informe de Engage Cuba calculó que la eliminación de las condiciones establecidas durante la

última etapa por Obama, haría perder a la economía de Estados Unidos 12,295 empleos y $6,637

millones de dólares en los 4 años de Trump en la Casa Blanca.32

Considerando los datos anteriores, que representan estimaciones parciales y conservadoras a

partir de los limitados vínculos existentes, el ajuste de la política de Estados Unidos hacia Cuba es

contraria a los dos temas obsesivos del propio Trump, “AmericaFirst”; crear empleos a los

estadounidenses y aumentar los beneficios y negocios para las compañías de Estados Unidos.

29U.S. International Trade Commission. 2016. “Overview of Cuban Imports of Goods and Services and Effects of U.S.

Restrictions”, p. 22. 30 Informe de Cuba sobre la resolución 71/5 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, titulada: “Necesidad de poner fin al

bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba, La Habana, junio 20 de

2017, p. 2. 31Peter Kornbluh. 2017. “Rescind Obama´s Cuba Engagement – and Activists Fight Back”, The Nation, June 2,

https://www.thenation.com/keyword/cuba/ 32 Engage Cuba. 2017. “The Economic Impact of Tightening U.S. Regulations on Cuba”. May 31, Washington DC, 8 pp.

https://static1.squarespace.com/static/55806c54e4b0651373f7968a/t/592f36dbdb29d6c96a19e3ea/1496266459829/Economic+Im

pact+of+Tightening+U.S.+Regs+on+Cuba.pdf

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Estas políticas encuentran oposición dentro del Congreso. Un ejemplo en esta dirección es el

Senador republicano Jeff Flake, que al referirse a su propuesta de levantar restricciones a los viajes

a Cuba afirmó:

“Es tiempo de que el liderazgo del Senado finalmente permita un voto a mi proyecto de ley que

levantaría totalmente estas restricciones arcaicas, que no existen para ningún otro país del mundo”

Algunas propuestas de leyes favorables a la eliminación del bloqueo se presentaron en el 115

Congreso33:

- Ley libertad de viajar del 2017. H.R. 351 (Sanford).

- Freedom to Travel Act of 2017. Excluye la posibilidad de que el Presidente pueda prohibir o

regular viajes a Cuba de ciudadanos o residentes en Estados Unidos.

- Ley de Comercio con Cuba 2017. Propone la eliminación del “Embargo” (H.R. 442

(Emmer)/S. 472 (Moran). Cuba Trade Act of 2017.)

- Ley de Cuba digital y telecomunicación avanzada. Abriría las posibilidades de comercio y

servicios en ese sector, incluyendo equipamiento y tecnología. (H.R. 498 (Cramer). Cuba

Digital and Telecommunications Advancement Act of 2017, or the Cuba DATA Act.)

Entre los principales factores de política interna en los anuncios del Presidente Trump respecto a

Cuba, 16 de junio en Miami, está la negociación con Senador Marco Rubio para comprometer su

apoyo en los ataques que recibe (los más variados escándalos) y las investigaciones que podrían

propiciar el impeachment (si se lograra demostrar cargo de obstrucción de la justicia). La situación

actual se asemeja a la observada durante la administración de W. Bush. Como ha sucedido en

casos anteriores con George W. Bush, el Presidente no complació totalmente las aspiraciones de

la derecha anti cubana de romper las relaciones diplomáticas y rechazar todos los acuerdos

alcanzados por el gobierno de Obama, se podría decir que se ha aplicado un retroceso selectivo.

El Presidente estadounidense ha sido muy variable en sus políticas en otras situaciones, también

han sido desafiadas, tanto por la rama jurídica como legislativa, e incluso su burocracia, quizás ello

explique la demora en la introducción de las medidas contenidas en el Memorando de política hacia

Cuba de junio de 2017, que demoraron casi cinco meses en darse a conocer, hasta el 8 de

noviembre.34 Además de los constantes conflictos y problemas internos en el funcionamiento del

sistema político, se manifiestan complicados retos en sus relaciones internacionales en la región

de Asia con China, Corea del Norte, Rusia y la Unión Europea.

33Congressional Research Service. 2017. Cuba: U.S. Policy in 115th Congress, April 21. P. 47 34Bureau of Economic and Business Affairs. 2017. “List of Restricted Entities and Sub entities Associated with Cuba as of

November 9.

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Elecciones de medio término en 2018 en EE.UU. podría modificar el panorama político interno a

favor de fuerzas en contra de esa política o reforzar la tendencia actual de acuerdo a los resultados

que se alcancen. Todo depende de la correlación de las fuerzas políticas internas en lo que

respecta a las relaciones con Cuba. El escenario de la salida de Trump o la interrupción de su

gobierno por cualquier vía y el relevo por Mike Pence, actual Vicepresidente, no debe considerarse

necesariamente como un acontecimiento positivo para el mejoramiento de las relaciones con Cuba,

aunque se trata de un conservador mejor articulado con el sistema político estadounidense,

portador de un enfoque ideológico que dice tener un compromiso con el enfoque de Trump hacia

la región, según expresó el propio 16 de junio de 2017.

“Bienvenidos a un día histórico, un día en que Estados Unidos renueva su compromiso al ideal de

libertad en este hemisferio, un día cuando el mundo será testigo de que Estados Unidos se pone

de pie de nuevo en solidaridad con el pueblo cubano gracias a la fuerte y decidido liderazgo del

Presidente Donald Trump.”

En términos estructurales el retroceso en la política de Trump hacia Cuba tiene factores en contra:

El levantamiento del bloqueo y la libertad de viajar tendrían un efecto favorable para la economía

de Estados Unidos, generaría ganancias y empleo significativo a trabajadores estadounidenses.

Los acuerdos vinculantes en materia de seguridad, narcotráfico y enfrentamiento al terrorismo son

de interés común. La mayoría de la población, e incluso los cubanoamericanos, están a favor de

mejorar las relaciones con Cuba.

Existe un sector de negocios activo políticamente e interesado en avanzar en las relaciones con

Cuba como “Engage Cuba”, la Cámara de Comercio, así como gobiernos de estados con intereses

importantes en comercio de alimentos, como son los casos de Arkansas, Minnesota, Dakota del

Norte.

A pesar del retroceso en el mejoramiento de las relaciones con Cuba iniciado por la administración

Trump, dado la permanencia de los factores que le dieron origen al acercamiento entre los dos

países --como se ha señalado--, debe esperarse en el mediano plazo la continuidad del ajuste

iniciado por Obama. Ello se justifica porque los factores que alentaron esas modificaciones no han

desaparecido. Entre ellos se encuentran los intereses económicos y de la seguridad nacional, el

demostrado fracaso de la política de aislamiento, bloqueo y subversión, el apoyo mayoritario al

mejoramiento de las relaciones con Cuba en Estados Unidos y la continuidad de la política exitosa

de Cuba hacia el perfeccionamiento de su sistema socioeconómico y político (actualización),

conceptualización del modelo, estrategia hasta el 2030. Todo ello ampliamente debatido, expresión

del amplio carácter democrático del socialismo cubano.

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La Declaración gobierno cubano a raíz del Memorando de Trump sobre Cuba del 16 junio, 2017

define los principios que rigen la posición del gobierno cubano ante la política que está llevando a

cabo la Administración estadounidense:

“estas relaciones deberán cimentarse en el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía;

el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin

injerencia de ninguna forma; y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios

irrenunciables del Derecho Internacional”, tal como refrendó la Proclama de América Latina y el

Caribe como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno de la Comunidad de Estados

Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en su II Cumbre, en La Habana. Cuba no ha renunciado

a estos principios ni renunciará jamás.

El gobierno cubano ha reiterado la disposición de negociar todos los aspectos de la agenda

bilateral, pero con absoluto respeto a los principios de la Carta de las Naciones Unidas, la igualdad

de los Estados y el reconocimiento de la independencia y soberanía cubana, que hacen

inaceptables cualquier política diseñada para actuar sobre los asuntos internos, que solo son

concernientes al pueblo cubano.

La Habana, 9 de noviembre 2017

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LA POLÍTICA DE LA ADMINISTRACIÓN TRUMP HACIA CUBA: UN BALANCE NECESARIO

Elier Ramírez Cañedo

El 16 de junio de 2017, durante un discurso en Miami, más parecido a un show televisivo que a un

acto político, el nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, despejó la incógnita que existía

en cuanto al rumbo que tomaría su administración en relación con la Mayor de las Antillas. Sin

embargo, la relación bilateral entre ambos países se da en diferentes planos, en medio de múltiples

contradicciones y en un contexto cambiante, que en la actualidad no favorece las políticas fallidas

del pasado, diseñadas e implementadas por los distintos gobiernos de los Estados Unidos contra

Cuba, a pesar de todo el empeño de Trump por barrer con todo lo avanzado en los últimos años

en las relaciones bilaterales y los logros para nada despreciables que ha logrado en ese sentido.

No puede ignorarse que las variables que empujaron a la administración demócrata de Barack

Obama a negociar secretamente con Cuba durante 18 meses y luego realizar los históricos

anuncios se mantienen e incluso algunas de ellas se consolidan, lo cual dificulta el camino a Trump

para destruir el legado de su predecesor, lo que parece ser una de sus mayores obsesiones y no

solo en lo concerniente al tema Cuba.

Aunque existe una élite de poder de extrema derecha, encabezada por varios congresistas de

origen cubano, que respaldan a Trump en el regreso a la clásica política de confrontación, el

consenso dentro de la propia élite de poder de los Estados Unidos y su aparato burocrático se

inclina a continuar la apertura iniciada por Obama el 17 de diciembre del 2014. Por tanto, la política

que está adoptando la administración Trump hacia Cuba, tiene grandes posibilidades de convertirse

en el futuro en una anomalía coyuntural, que terminará siendo barrida por la lógica sistémica,

proclive a continuar el enfoque del acercamiento. Quizás Ben Rhodes, ex asesor de Obama, utilizó

la frase más exacta cuando expresó que el anuncio de Trump constituía el “último suspiro ilógico

de una política estadounidense con un historial de 50 años de fracaso”.35

Es cierto que el costo político que representa para Trump, darle marcha atrás a lo avanzado durante

los años de su predecesor en la Casa Blanca en la relación con Cuba, resulta menor en

comparación a otros temas de la agenda doméstica e internacional sobre los cuales pretende ganar

el apoyo de los congresistas de origen cubano, junto a su respaldo electoral; pero no deja de ser

35 “Exasesor de Obama pronostica fracaso de política de Trump hacia Cuba”, en: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=93780&SEO=exasesor-de-obama-pronostica-fracaso-de-politica-de-trump-hacia-cuba.

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alto, además de un negocio bastante inseguro. Pierde en primer lugar con Cuba, pues la Isla ha

sobrevivido a este tipo de política fracasada por décadas, además de granjearse el rechazo

prácticamente absoluto del pueblo cubano, incluyendo el sector privado, uno de los más afectados

con un retroceso de las relaciones; pierde en su proyección hacia de América Latina y el Caribe,

sobre todo teniendo en cuenta que el próximo año el presidente Trump verá las caras a los

presidentes de la región en la Cumbre de las Américas a celebrarse en Lima, Perú, en el mes de

abril; tampoco gana en el escenario internacional –incluyendo sus aliados-, donde existe un rechazo

generalizado a la política de aislamiento y bloqueo contra Cuba, así como frente a la opinión pública

de los Estados Unidos y de los propios cubanoamericanos quienes en su gran mayoría se inclinan

por la mejoría de las relaciones con la Isla. Volver a las políticas del pasado con relación a Cuba

va en contra los propios intereses económicos, diplomáticos, políticos y de seguridad de los Estados

Unidos. Un estudio de la organización Engage Cuba, concluye que dar marcha atrás a lo logrado

en tiempos de Obama impediría a mediano y corto plazo la creación de 12 295 puestos de trabajo

en los Estados Unidos y la pérdida para ese país de más de 6 600 millones de dólares.36

Por las informaciones filtradas a medios de prensa estadounidenses como The Hill, se conoce que

los congresistas Marco Rubio y Mario Díaz Balart habían logrado pactar con Trump antes de su

discurso del 16 de junio, una reversión total de todas las políticas de Obama en relación con Cuba

adoptadas a partir del 17 de diciembre de 2014, que incluía el cierre de las embajadas, el retorno

de Cuba a la espuria lista de países terroristas, y la suspensión de todos los acuerdos de

cooperación firmados, sin embargo, cuando el borrador del memorándum circuló por las estructuras

burocráticas hubo un rechazo casi unánime a estas políticas, por lo que finalmente Trump tuvo que

firmar un documento bastante diluido en comparación con la propuesta original, que dejaba en pie

los 22 acuerdos de cooperación firmados por ambos países durante el mandato de Obama, así

como las embajadas en ambas capitales. Asimismo, junto al anuncio del presidente se hizo la

aclaración, de que mientras el Departamento del Tesoro no publicara las nuevas regulaciones –

algo que podía tardar varios meses-, se mantenía el estatus quo e incluso, que cuando éstas fueran

publicadas serían prospectivas por lo que no se afectarían los contratos y las licencias ya

existentes.

Pasarían más de cinco meses – hasta el 8 de noviembre- para que estas nuevas regulaciones

fueran publicadas. No obstante, por lo que estaba ya formulado en el memorándum presidencial

firmado por el presidente Trump, se podía concluir que si bien las nuevas medidas anunciadas no

constituían un regreso al escenario existente antes del 17 de diciembre de 2014, sí representaban

un retroceso significativo en lo avanzado en las áreas del comercio y los viajes. Los pasos hacia

atrás en la política hacia Cuba anunciados por el presidente Trump fueron los siguientes:

36 “Dejar políticas con Cuba costaría 6 600 millones de dólares a EE.UU, dice estudio”, en :https://www.efe.com/efe/america/ame-

hispanos/dejar-politicas-con-cuba-costaria-6-600-millones-dolares-a-eeuu-dice-estudio/20000034-3284400

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Prohibición de las transacciones económicas, comerciales y financieras de compañías y

entidades estadounidenses con empresas y entidades cubanas vinculadas con las Fuerzas

Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior.

Ampliación de la lista de funcionarios del Gobierno y de ciudadanos cubanos que no podrán

recibir visas, remesas o involucrarse en transacciones con entidades estadounidenses.

Eliminación de los viajes individuales bajo la categoría de intercambios pueblo a pueblo.

Derogación de la Directiva Presidencial de Barack Obama sobre la Normalización de las

relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Oposición de los Estados Unidos a las acciones que promuevan el levantamiento del

bloqueo a Cuba en las Naciones Unidas y otros foros internacionales.

Aplicación estricta de la prohibición de viajar a Cuba fuera del marco de las 12 categorías

autorizadas por la ley de Estados Unidos, que excluyen los viajes de turismo.

A lo anterior se añade el enrarecimiento del ambiente para el diálogo y la negociación bilateral, que

provoca un discurso tan estridente y hostil como el del presidente Trump con relación a Cuba.

Pero más allá de ese discurso que desde posiciones de fuerza pretendió fijar condicionamientos a

Cuba, en la práctica, después del reality show en Miami, la administración Trump continuó dándole

cumplimiento a una buena parte de los acuerdos bilaterales firmados en época de Obama,

incluyendo los nuevos acuerdos migratorios, lo que implicó la devolución a la Isla de los cubanos

que habían entrado ilegalmente al territorio estadounidense. Del mismo modo, las ligeras brechas

al bloqueo en el plano comercial prosiguieron su curso, y algunos de los sectores de negocios

estadounidenses que habían apostado por el mercado cubano –en especial la industria de los

viajes, tanto compañías aéreas como de cruceros-, lejos de retroceder, continuaron ampliando las

relaciones con la Isla, incluso con viajes de delegaciones empresariales. Hubo también avances en

el área marítimo- portuaria, con la firma de varios convenios con autoridades locales de varias

importantes ciudades de los Estados Unidos.

Los canales de comunicación entre ambos países tampoco fueron cortados. El 19 de septiembre,

mientras el presidente Trump realizaba declaraciones ofensivas e injerencistas sobre Cuba en su

discurso en la ONU, tenía lugar en Washington la sexta reunión de la Comisión Bilateral Cuba-

Estados, otra evidencia de las profundas contradicciones en que se desenvuelve la política de esta

administración hacia Cuba. La Comisión Bilateral Cuba-Estados Unidos es un instrumento creado

durante el período de Obama para avanzar hacia la normalización de las relaciones entre ambos

países, proceso que Trump había anunciado el 16 de junio estaba “cancelando”.

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Lo que si se ha quedado muy claro en estos meses es que el presidente de los Estados Unidos ha

convertido a Cuba en una mera ficha de cambio para sus turbios manejos de política interna. Y en

esos manejos turbios está la mano del senador Marco Rubio, con el cual al parecer el presidente

ha llegado a algún acuerdo, a cambio de su apoyo en el Comité de Inteligencia del Senado donde

su responsabilidad está siendo cuestionada en la investigación por la presunta injerencia rusa en

la campaña electoral de 2016. Estos sectores de extrema derecha de origen cubano se encuentran

hoy a la ofensiva y el presidente no ha dejado de complacerlos. La construcción del nuevo pretexto

de los supuestos ataques sónicos contra el personal diplomático de la embajada de los Estados

Unidos en La Habana le ha venido como anillo al dedo a estos sectores, quienes son los únicos

que se benefician con este tipo de operaciones de bandera falsa, en las cuales Estados Unidos

tiene una larga experiencia. No hizo falta entonces esperar a que la burocracia jugara su papel y

se publicaran las nuevas regulaciones con las medidas anunciadas por el presidente el 16 de junio,

se utilizó el subterfugio de los “incidentes sónicos” para acelerar la implementación práctica del

retroceso de las relaciones bilaterales.

El senador Marco Rubio, al conocer sobre los supuestos incidentes en La Habana, envió una carta

al secretario de Estado, Rex Tillerson, en la cual pedía la expulsión de todos los diplomáticos

cubanos de Washington y el cierre de la embajada cubana en ese país. Rubio logró además la

firma de senadores republicanos como Tom Cotton, Richard Burr, John Cornyn y James Lankford.

A propuesta de la parte cubana, el canciller Bruno Rodríguez Parilla sostuvo una reunión con el

secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, en New York el 26 de septiembre, donde

trasmitió la seriedad y profesionalidad de la investigación realizada por las autoridades cubanas

desde que conocieron de los incidentes por los representantes del gobierno estadounidense y que

hasta ese momento no se había encontrado evidencia alguna que demostrara las causas y el origen

de las alegadas afecciones a la salud de los diplomáticos de los Estados Unidos, pero que no

obstante, se habían adoptado medidas adicionales de protección de los diplomáticos

estadounidenses y sus familiares. El Ministro cubano también solicitó al gobierno de los Estados

Unidos mayor cooperación en la investigación en curso y enfatizó que la Isla no ha perpetrado

nunca ni perpetrará ataques de ninguna naturaleza contra diplomáticos, como tampoco ha

permitido ni permitirá que su territorio sea utilizado por terceros para este propósito.

No obstante, el 29 de septiembre se conoció la decisión de Washington de reducir más de la mitad

de su personal diplomático en Cuba, cancelar por “tiempo indefinido” la tramitación de visas,

acompañado de una advertencia a los ciudadanos estadounidenses de los peligros que podían

correr en caso de visitar la Isla. La primera reacción del senador Marco Rubio no fue de beneplácito,

sino de inconformidad, consideró la medida como débil e inaceptable, en su criterio el gobierno de

los Estados Unidos debía expulsar a funcionarios cubanos de la embajada en Washington. “Es

vergonzoso que el Departamento de Estado retire a la mayoría de su personal de la embajada de

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EE UU en Cuba pero Castro puede quedarse con los que quiera en EE UU”, escribió en su cuenta

Twiter. Muy poco después, el 3 de octubre, la administración Trump siguiendo esta

“recomendación” ordenaba la reducción del personal diplomático cubano en Washington al mismo

nivel del existente en La Habana. El presidente llegó incluso a responsabilizar al gobierno cubano

por los presuntos daños a la salud del personal diplomático estadounidense en la Isla llevando la

relaciones entre ambos países a su nivel más bajo desde los anuncios del 17 de diciembre de 2014.

La saga acústica ha ido desinflándose hasta el nivel de lo ridículo. El gobierno de los Estados

Unidos no ha aportado prueba alguna que demuestra la veracidad de los presuntos ataques sónicos

y las afectaciones a la salud de su personal diplomático en La Habana. Como expresara el ministro

de Relaciones Exteriores de Cuba, en conferencia de prensa en el National Press Club,

Washington, el 2 de noviembre: “Si La Habana fuese un lugar realmente inseguro, no se habrían

solicitado entre enero y octubre de 2017, 212 visas para familiares y amigos de los diplomáticos –

se refiere a los diplomáticos estadounidenses- ni estos hubieran realizado más de 250 viajes de

recreo fuera de la capital”. 37

De cualquier manera, las decisiones de Washington han afectado el funcionamiento de la Embajada

de Cuba en Washington, en especial la Oficina Económica Comercial que fue completamente

desmantelada, con la marcada intención de afectar las relaciones con el sector empresarial

estadounidense, una de las fuerzas más importantes que están pujando actualmente en los

Estados Unidos por una relación normal con La Habana. El daño recae también directamente en

los ciudadanos cubanos y estadounidenses que ahora verán limitadas sus posibilidades de viajar

en ambas direcciones, sobre todo aquellos con vínculos familiares. Asimismo, el impacto será

nefasto para los intercambios académicos, culturales, científicos y deportivos, uno de los campos

en que más se había avanzado en los últimos años. Con estas insensatas decisiones, además, se

están perjudicando los 22 acuerdos de cooperación firmados entre ambos países a partir del 17 de

diciembre del 2014. Como explicó el Canciller cubano en la conferencia citada, ya se ha suspendido

un encuentro técnico sobre agricultura, se ha dilatado el desarrollo de acciones de cooperación en

materia de salud y se han cancelado eventos culturales, deportivos, estudiantiles y los viajes de

decenas de grupos de visitantes estadounidenses.

Finalmente fueron publicadas las nuevas regulaciones el 8 de noviembre, emitidas por el

Departamento de Estado, Tesoro y Comercio, estas confirmaron el serio daño que han sufrido las

relaciones bilaterales y auguran un escenario aun peor, en que serán sobre todo afectados los

propios ciudadanos estadounidenses y cubanos, que verán aun más limitados sus posibilidades de

viajes y de comercio en ambas direcciones. El sector empresarial de los Estados Unidos resulta

37 Las medidas adoptadas contra Cuba son injustificadas y políticamente motivadas. Conferencia de prensa ofrecida por el Ministro

de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parilla, en el National Press Club, Washington, el 2 de noviembre de 2017,

Granma, 7 de noviembre de 2017.

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una de las víctimas principales de estas nuevas regulaciones, en tanto seguirán perdiendo

interesantes oportunidades de negocio en Cuba, frente a la competencia. El Departamento de

Estado publicó una lista negra de 179 entidades cubanas con las que quedan prohibidas las

transacciones financieras directas de entidades y ciudadanos estadounidenses. Por su parte, la

OFAC amplió la lista de funcionarios del Gobierno y el Estado, los representantes de los órganos

judiciales, las organizaciones de masas y la prensa con los que está prohibido realizar

transacciones. Indudablemente se trata de un recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y

financiero contra Cuba. 38

Otros nuevos zarpazos pueden producirse en los próximos meses con el ánimo de llevar la relación

bilateral a un nivel mayor de deterioro. Recientemente se conoció la aprobación en la Cámara de

Representantes de un proyecto de ley para revisar los sistemas de seguridad de los aeropuertos

cubanos que tienen vuelos comerciales con aeropuertos estadounidenses, para buscar posibles

fallos. La eliminación del acuerdo de los vuelos comerciales ha sido una de las grandes obsesiones

de Marco Rubio y hará todo lo posible por lograr su objetivo.

Mientras esto ocurre, la posición de Cuba ha sido ecuánime, inteligente y a la vez muy firme,

respondiendo más a las acciones prácticas de los Estados Unidos que a una retórica vacía y

colérica, al tiempo que se ha dejado en todo momento una puerta abierta para continuar avanzando

hacia una relación más civilizada. Una vez más ha brillado el liderazgo cubano y su diplomacia,

encabezada por el General de Ejército Raúl Castro, ratificando la histórica y consecuente posición

de Cuba de estar dispuesta al diálogo y la negociación con los Estados Unidos, siempre que sea

sobre la base del respeto mutuo y sin la más mínima sombra que afecte la soberanía de la Isla,

tanto en política interna como en el plano internacional.

Sin embargo, siempre es posible encontrar alguna arista positiva dentro del escenario en que se

desenvuelven las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, pues al tiempo que la política la

poderosa nación del Norte hacia Cuba siembre ha sido un desafío, han existido también

determinadas aristas que pueden ser aprovechadas de acuerdo a los intereses nacionales de la

Isla. En ese sentido resulta necesario destacar que si bien la nueva administración estadounidense

representa en muchos sentidos una amenaza global (aumento de la carrera armamentista y del

arsenal nuclear, agresión abierta y desenfrenada al medio ambiente, discurso y prácticas

ultranacionalistas, antiinmigrantes, racistas, xenófobas, etc) también constituye una oportunidad no

solo para la resistencia, sino para una mayor ofensiva anticapitalista a nivel internacional. El llamado

“fenómeno Trump”, es otra muestra palpable de la crisis sistémica del capitalismo, del agotamiento

38 Dianet Doimeadios Guerrero y Leysi Rubio A.: “Medidas restringen derechos de los estadounidenses y dañarán la economía cubana: Josefina Vidal, Dianet Doimeadios Guerrero, Leysi Rubio A.,en: http://www.cubadebate.cu/noticias/2017/11/08/josefina-vidal-medidas-restringen-derechos-de-los-estadounidenses-y-danaran-la-economia-cubana/#.WgW_7rW22sw

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de un modelo que busca desesperadamente como mantener la acumulación ampliada del capital.

Ello se manifiesta en la agudización de las propias contradicciones inter capitalistas y el auge de

tendencias ultraderechistas en los Estados Unidos y Europa.

Para Cuba, significa una nueva oportunidad para el avance y fortalecimiento de los procesos de

transformaciones en curso hacia un socialismo próspero y sustentable, así como para afianzar las

alianzas con los gobiernos, movimientos y fuerzas políticas progresistas y de izquierda en la región,

y el relanzamiento de los procesos integracionistas y de unión en América Latina y el Caribe, en

especial la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). De la misma forma

para fortalecer los lazos con aquellos actores internacionales que a nivel global desafían la

hegemonía estadounidense.

El retiro de los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP),

debilita la opción derechista y neoliberal de los gobiernos latinoamericanos de la costa del pacífico,

pone en aprietos el futuro de la Alianza del Pacífico y ofrece una mayor oportunidad a China para

una mayor presencia e influencia en la región.

La construcción de un muro en la frontera con México, las posiciones antiinmigrantes, xenófobas y

discriminatorias de la nueva administración estadounidense, generan gran rechazo en la

comunidad internacional en detrimento de la imagen de los Estados Unidos. Todo esto, contribuye

a debilitar aún más la hegemonía hemisférica y global de la nación del norte y coloca a Cuba en

una mejor posición en la correlación de fuerzas a la hora de sentarse a negociar con el nuevo

gobierno estadounidense.

Igualmente, las políticas anunciadas por la administración Trump que atentan contra el medio

ambiente y contribuyen a acelerar los procesos asociados con el cambio climático, favorecen una

mayor articulación y unión entre los Estados Insulares del Caribe, los cuales resultan los más

amenazados de la región.

Julian Assange, fundador del sitio web Wikileaks, en una amplia entrevista que ofreciera a Página

12, daba su opinión sobre las nuevas oportunidades que se abrían para la resistencia y la lucha

antisistema a nivel global con Trump en la Casa Blanca:

“Bajo la conducción de un hombre negro educado y cosmopolita como Barack Obama

el gobierno de Estados Unidos no se parecía a lo que era. Bajo Barack Obama se

deportaron más inmigrantes que en cualquier otro gobierno y se pasó de dos guerras

a ocho. Supongamos que Argentina tiene un conflicto con el gobierno de Trump por su

apoyo a Gran Bretaña en el caso de las Malvinas. ¿Es más fácil o más difícil para

Argentina conseguir apoyo en la comunidad internacional que cuando era presidente

Obama? Es más fácil con Trump. ¿Y a nivel doméstico en Estados Unidos? Claro que

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será más fácil protestar contra las políticas de Trump. De hecho las protestas ya

empezaron. Los demócratas, cuando están en la oposición pueden convertirse en una

fuerza que restringe y controla al gobierno. Pero cuando llegan a la presidencia y al

gabinete se funden con las instituciones. El gobierno de Obama era un lobo con piel de

oveja. El gobierno de Trump es un lobo con piel de lobo. Es más fácil tratar con un lobo

que no se disfraza”.39

Ir arriba

39“Trump es un lobo con piel de lobo”. Entrevista a Julian Assange, fundador y director del sitio de filtraciones WikiLeaks. Véase en: https://www.pagina12.com.ar/18251-trump-es-un-lobo-con-piel-de-lobo

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CONVERGENCIAS Y DIVERGENCIAS DEL EJECUTIVO TRUMP Y LA UE RESPECTO A CUBA

RAYNIER PELLÓN AZOPARDO

Mientras que Donald Trump ha restaurado la vieja política de sanciones y condicionalidad contra

Cuba; la Unión Europea (UE) desarrolla una renovada cooperación con la Isla, basados en el mutuo

respeto, y con total apego a la no injerencia en los asuntos internos de las partes.

El propósito proclamado por Donald Trump de eclipsar la política de Obama hacia Cuba; sin dudas

vendrá acompañado de mayores presiones sobre sus aliados trasatlánticos (UE), y el consecuente

incremento de divergencias en sus respectivas estrategias hacia la Isla. La proyección de Trump

también ha suscitado incertidumbres sobre la posible reacción o rediseños de actores

internacionales en su proyección hacia la Isla.

Como respuesta se observa un consenso predominante en la UE y en la comunidad internacional,

cuya apuesta explícita es acompañar a Cuba - desde una posición constructiva y de futuro - en

momento trascendentales de su acontecer político, económico y social.

La actualización del modelo económico y social cubano ha constituido un catalizador de dicha

proyección; entre cuyas manifestaciones podemos citar la renegociación de la deuda cubana con

el Club de París, la propia firma del Acuerdo entre Cuba y la UE, la ratificación del (ADPC) - en julio

pasado - por parte de Parlamento Europeo, y a pesar del disonante discurso de Trump, no podría

dejar de mencionarse la vigencia de una veintena de acuerdos bilaterales que fueron firmados entre

Cuba y EEUU durante la gestión de Obama y que abarcaron diversas áreas.

Partiendo de este punto de análisis, en el contexto actual resulta loable identificar las convergencias

y divergencias de los aliados trasatlánticos respecto a Cuba; así como los cambios previsibles en

sus proyecciones a partir de la política proclamada por Donald Trump, y la divergente consolidación

de un giro estratégico en la proyección de la UE hacia la Isla, constatada en el Acuerdo de Diálogo

Político y Cooperación (ADPC) firmado entre Cuba, la UE y sus Estados miembros en diciembre

de 2016.

Ante tales premisas trasladamos una visión sobre los retos y oportunidades que afrontan las

relaciones entre Cuba y la UE. Igualmente se pretende avizorar los beneficios de una mayor

inclusión internacional de la Isla, bajo formas de aprendizaje mutuo, intercambio de experiencias y

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buenas prácticas en los ámbitos de la cooperación económica, política, cultural y de seguridad.

ESTADOS UNIDOS Y SU INFLUENCIA EN LA RELACIÓN CUBA-UE

Cuba y la UE formalizaron sus relaciones diplomáticas en septiembre de 1988. La negociación de

un Acuerdo Marco de Cooperación fue el punto principal de la agenda bilateral en ese entonces.

Sin embargo, no fue hasta diciembre de 2016 que se alcanzaron los consensos necesarios para

que Cuba, la UE y sus Estados miembros, acordaran firmar un Acuerdo de Cooperación y Diálogo

Político.

Después de la caída del muro de Berlín, los vínculos de la UE con Cuba nacieron perturbados por

exigencias políticas de una «transición» similar al Este europeo. El componente ideológico

desempeñó así un papel fundamental, y los condicionamientos políticos y económicos promovidos

desde el Consejo de la UE - unilaterales, ilegítimos, y determinados por un doble estándar -

terminaron constituyendo el principal obstáculo para normalizar las relaciones con Cuba.

Varios hechos evidenciaron la convergencia o vulnerabilidad de la UE ante las presiones

estadounidenses referidas a Cuba, y ante el propósito de socavar pilares del Sistema Político

Cubano. La Posición Común de la UE, basada en el «catálogo de medidas» presentado por el

enviado especial de los Estados Unidos, Stuart Eisenstadt, en septiembre de 1996; el

entendimiento de la Unión Europea con EE.UU. sobre la Ley Helms-Burton (LHB) en abril de 1997;

y las menciones específicas para cuestionar a la Isla en las declaraciones finales de las Cumbres

Trasatlánticas celebradas en 2007 y 2008; son algunos de los ejemplos que lo ilustran.

Las mayores divergencias - en el marco de la concertación trasatlántica referida a Cuba - se han

apreciado en sus políticas económicas. Mientras EEUU ha insistido - por más de cincuenta años -

en bloquear económica, comercial y financieramente a la Isla; la UE y sus Estados miembros, (en

clara oposición al carácter extraterritorial del Bloqueo), han mantenido los vínculos comerciales y

también ocupado un lugar significativo en el área de la cooperación. La similitud en las estructuras

económicas, patrones de producción, y desarrollo tecnológico, también convierten a EEUU y

miembros de la UE en competidores; particularmente ante mercados viables para reproducir sus

capitales y expandir sus mercancías.

Consecuentemente, la ininterrumpida aplicación del Bloqueo estadounidense contra Cuba también

constituye uno de los ejemplos más claro de divergencia y trato desleal por parte de EEUU hacia

su aliado trasatlántico. Genera suspicacia apreciar que durante la etapa en que mayor proximidad

existió entre la Casa Blanca y el Gobierno cubano, también se hayan aplicado el mayor número de

penalidades financieras contra bancos e instituciones en sus relaciones con Cuba.

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Durante el gobierno de Obama se impusieron 56 multas a entidades estadounidenses y extranjeras.

El valor acumulado de estas penalizaciones no tuvo precedentes en la historia de la aplicación del

bloqueo contra Cuba, con un marcado carácter extraterritorial y su correspondiente efecto

intimidatorio en el sector bancario y empresarial, teniendo como blanco principal a entidades

europeas y afectando el pleno desarrollo de los vínculos económicos, comerciales y de inversión

de esa región con Cuba.40

Desde Cuba, la apuesta por una mayor presencia del capital internacional y la apertura a una

competencia en igualdad de condiciones y sin privilegios preconcebidos constituyen procesos

irreversibles. Se continúa apostando por la diversificación de las relaciones, se ha otorgado un

régimen especial de tributación para las inversiones extranjeras y autorizado el establecimiento de

empresas con capital totalmente foráneo, lo cual constituye un atractivo adicional que encuentra

amparo en la Ley de Inversiones vigentes.

Con altos y bajos la Isla no ha dejado de avanzar en la recuperación de su prestigio financiero,

constituyéndose en variable clave el propósito de incrementar los ingresos en divisas y la reducción

del déficit financiero externo del país. La condonación del 70% de su deuda en el Club de París, el

90% de la deuda contraída con la antigua URSS, y el 70% con México, han resultado pasos loables

en esa dirección. Este también ha sido un proceso que facilita la obtención de créditos comerciales

a Cuba.

Medidas como la nueva ley migratoria, la ampliación de la propiedad y de negocios privados, el

incremento de los servicios de internet, el mega proyecto inversionista en el Puerto del Mariel, la

creación de cooperativas no agropecuarias, la autonomía otorgada a las empresas estatales en

busca de una mayor eficiencia y competitividad, entre otras, también han incrementado el interés

de actores internacionales hacia Cuba, independientemente del signo político de los mismos.

Posiciones de fuerza como la Ley Helms-Burton estadounidense de 1996, y el deseo proclamado

por Donald Trump de fortalecer el Bloqueo contra Cuba, carecen totalmente de respaldo

internacional. Esta tendencia, en momentos que el mercado cubano se torna más atractivo y la

presencia de actores como Rusia, China, Canadá y la propia UE se hace más visible, también se

ve acompañada por representantes del propio sector empresarial estadounidense, cuya influencia

debería conducir hacia un enfoque de mayor pragmatismo en la política actual del ejecutivo Trump.

40 INFORME DE CUBA. Sobre la resolución 70/5 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, titulada “Necesidad de poner

fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. La Habana, Junio de

2016. http://www.cubavsbloqueo.cu/sites/default/files/InformeBloqueo2016ES.pdf

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De lo contrario, la pretensión de limitar la presencia económica de EEUU en la Isla puede constituir

una oportunidad para la competencia, mientras que al propio tiempo el proclamado propósito de

aislar a Cuba, continúe siendo expresión de una política caduca y fracasada.

CRECIENTES VÍNCULOS CON LA UE: RETOS Y OPORTUNIDADES EN EL CONTEXTO DE

UNA RENOVADA COOPERACIÓN

La firma del Acuerdo entre Cuba y la UE ya constituye un hito en el contexto de la relación bilateral.

A este paso histórico se ha sumado - en julio del presente año - la ratificación del Parlamento

Europeo; lo cual permitió que el acuerdo entrara en vigor de manera provisional y parcial el primero

de noviembre (para las disposiciones que son competencia comunitaria), mientras se desarrolla un

proceso para su ratificación por los parlamentos de los Estados miembros del bloque.

Las reformas socioeconómicas aplicadas desde Cuba y un cambio de estrategia en la proyección

de la UE hacia la Isla constituyeron variables claves para que ambos actores emprendieran el

camino hacia una renovada cooperación. Existen potencialidades para desarrollar las relaciones

en áreas de mutuo interés, mientras que al propio tiempo se apueste por el diálogo en aquellas

esferas donde han predominado las divergencias.

El nuevo instrumento sustituye formalmente a la Posición Común (PC), quedando superada una

política de condicionamientos unilaterales que a todas luces resultó ineficiente para el desarrollo de

las relaciones y ante los propios intereses de la UE en Cuba. Como resultado, la política comunitaria

también alcanza una mejor correspondencia con el nivel de los vínculos que Cuba y los Estados

miembros venían desarrollando. Para diciembre de 2016, fecha en que se firma el ADPC, 22

miembros de la UE ya tenían acuerdos de cooperación bilateral oficial con la Isla, y se realizaban

consultas políticas inter - cancillerías con 24.

El nuevo marco regulatorio compendia las relaciones existentes en materia de cooperación y

diálogo político, dejando allanado el camino para avances en estas materias y en el campo de las

relaciones comerciales. Como resultado la UE se encuentra en una mejor posición para acompañar

a Cuba en la actualización de su modelo económico y social; proceso cuya evolución impacta

simultáneamente al conjunto de las relaciones sociales en Cuba.

Dentro del marco del diálogo político global, la cooperación práctica sobre los derechos humanos

se presume entre las áreas de mayor divergencia. Un trato no discriminatorio del tema, y el cuidado

de abordarlo equilibradamente, considerando tanto los derechos civiles y políticos, como los

económicos, sociales y culturales, podría ser la clave en la búsqueda de consensos; también ante

el propósito de cooperar, tanto en el ámbito bilateral, como en el contexto multilateral.

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La implementación provisional del acuerdo, también podría propiciar una mayor participación de la

UE en la estrategia de desarrollo cubana. Las relaciones existentes en el ámbito comercial, de

inversión y cooperación ya evidencian la importancia del bloque comunitario para Cuba y las

potencialidades existentes en el desarrollo de dichos rublos.

La UE hoy abarca el 89% del intercambio comercial de Cuba con Europa, las exportaciones al

bloque comunitario representan el 84,5% de las ventas a Europa y las importaciones provenientes

de la UE alcanzaron el 91% de los productos provenientes de esa región. Entre los 10 principales

países socios comerciales de Cuba en el Mundo se destacan 4 países comunitarios: España, Italia,

Alemania, y Holanda.41

En términos de inversiones existen 75 negocios con capital extranjero proveniente de Europa, de

ellos 73 negocios con los Estados miembros de la UE. Los sectores en los cuales se desarrollan

fundamentalmente son el turismo, la industria, el transporte, la energía, la industria alimentaria, y la

minería.

La Unión también figura entre los principales donantes de cooperación, aportando actualmente 50

millones de euros en virtud del Reglamento sobre el Instrumento de Cooperación al Desarrollo (ICD)

para el periodo 2014-2020. Para el acceso a estos fondos las autoridades europeas conformaron

el correspondiente Programa Indicativo Multianual (PIM), acorde con las prioridades planteadas por

Cuba.

En el mercado del turismo los países de la UE se mantienen creciendo aproximadamente un 35%.

El total de arribos procedentes de esta región, al cierre de diciembre de 2016 superó los 1.045 mil

visitantes. Los países emisores más importantes fueron: Alemania, Italia, Francia y España

respectivamente.

Cuba y la UE han reafirmado la voluntad de cooperar - de acuerdo con sus respectivas capacidades

- en el Programa de Desarrollo Sostenible 2030. Convergen en la necesidad de alcanzar un

desarrollo equilibrado, tanto en la esfera económica, como en la social y la ambiental. Entre los ejes

transversales y estratégicos de la cooperación aparecen el desarrollo sostenible, la dimensión de

género, la creación de capacidades nacionales, la buena gobernanza, los derechos humanos, y la

gestión del conocimiento.

Sin embargo, tales propósitos requieren de instrumentos específicos que tributen al incremento del

intercambio comercial y de la inversión. Si bien el Acuerdo tiene como componente fundamental el

diálogo político y la cooperación - sin contemplar preferencias arancelarias, ni otras facilidades

41 República de Cuba. Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera. Dirección de Política Comercial con Europa.

Informe Europa, 2016. La Habana.

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concretas de acceso a los respectivos mercados - resultará imperioso atender la profundización de

posibles asimetrías, contrarias a los objetivos estratégicos de desarrollo.

También se observan potencialidades en la descentralización de la cooperación y su gestión. El

Acuerdo contempla tanto la participación de instituciones gubernamentales, como de las

autoridades locales, las organizaciones internacionales, agencias de desarrollo de los Estados

miembros y de la propia sociedad civil.

En términos de políticas o presumibles negociaciones económicas - sobre todo en temas de

inversión y comercio - es de esperar que la UE promueva en su relación con Cuba una mayor

armonización del marco legal, y su sintonía con las normas y estándares internacionales, en

especial las OMC. Un camino sin dudas sensible, máxime ante el propósito de erigir al mercado

cubano como un espacio propicio para la reproducción del capital, y al propio tiempo, apostar por

un desarrollo equilibrado, tanto en la esfera económica, como en la social y la ambiental.

Por otra parte, los nexos bilaterales - con Estados miembros de la UE - seguirán constituyendo un

soporte imprescindible de los vínculos comerciales, de inversión y cooperación. En este orden

España no ha sido un actor secundario. Entre los Estados comunitarios continúa conjugando - como

ningún otro - el mayor entramado sociocultural, político y económico con Cuba y su sociedad.

El ADPC también permitirá impulsar la participación de Cuba en el contexto de las relaciones

CELAC - UE. Cuba ha mostrado capacidad como articulador de la integración regional, es fundador

de la Asociación de Estados del Caribe, el ALBA y la CELAC. También ha avanzado en sus

relaciones con bloques comerciales como el CARICOM y el MERCOSUR.

En términos de cooperación regional resultan notorios los aportes de Cuba, particularmente en el

ámbito de los servicios médicos y de la educación. El destacado papel del Gobierno cubano como

garante en el proceso de paz colombiano; así como la experiencia adquirida ante situaciones de

desastres naturales y el enfrentamiento eficaz de pandemias también resaltan el desempeño de

Cuba como proveedor de seguridad.

El potencial de oportunidades que permiten impulsar la participación de Cuba en el contexto de las

relaciones birregionales CELAC - UE; así como los beneficios de una mayor inclusión de la Isla no

es un camino agotado.

Fomentar el intercambio de información, con énfasis en la creación de vínculos duraderos entre las

comunidades científicas de las partes, también constituirá un paso indispensable; tanto en el marco

de la relación bilateral, como para un acompañamiento eficiente en la actualización del modelo

económico y social cubano.

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Como tendencia la relación entre Cuba y la UE seguirá condicionada por las propias asimetrías

existentes entre ambos actores y el relativo peso económico de la Isla frente al bloque comunitario,

las propias limitaciones que imponen los impactos de la crisis global, la distinta naturaleza de los

sistemas políticos y económicos, y los costes de la disonante política promovida por el presidente

estadounidense, Donald Trump.

El ADPC entre la República de Cuba y la Unión Europea sin dudas deja un terreno abonado ante

los que apuestan por el mejoramiento de las relaciones y el desarrollo de la cooperación en asuntos

de mutuo interés. En el contexto de una renovada cooperación, este será un camino plegado de

retos, pero también de oportunidades.

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¿Se desbloquea el Congreso?

Un análisis de los proyectos de ley sobre Cuba en el 115 Congreso de Estados Unidos

Dalia González Delgado*

Más allá del deseo expreso de Barack Obama de eliminarlo; más allá incluso de los actos de

Donald Trump para recrudecerlo; a pesar de tratarse de una política fracasada y condenada cada

año por una aplastante mayoría de países en Naciones Unidas; a pesar de que ha sido criticado

por líderes mundiales; aunque las encuestas indiquen una y otra vez que la mayoría de los

estadounidenses está a favor de un acercamiento con Cuba; más allá de todos esos hechos, el

bloqueo solo puede ser modificado por el Congreso. ¿Cuándo será eliminado? Es una pregunta

que desvela tanto a políticos como a académicos, porque la respuesta cambiaría no solo las

relaciones entre dos estados sino las vidas de millones de personas.

Los nuevos caminos abiertos después del 17 de diciembre de 2014 condujeron al

restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la reapertura de embajadas en Washington DC y

La Habana, a la eliminación de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo–lista elaborada

unilateralmente por Estados Unidos–, y al alivio de algunas restricciones. Pero el bloqueo continúa

vigente, y el hecho de que la decisión final dependa de una institución tan heterogénea y polarizada

como el Congreso estadounidense, convierte el asunto en un laberinto de votaciones. Por eso, es

imprescindible el estudio del órgano legislativo y todo lo que allí suceda con respecto a Cuba.

La decisión de Barack Obama de cambiar la política hacia Cuba contó con el respaldo de

congresistas tanto demócratas como republicanos, poderosos sectores económicos y la mayoría

de la opinión pública estadounidense. Pero también levantó críticas y mantiene intransigentes

detractores.

El 114th Congreso de Estados Unidos, que tomó asiento en el Capitolio el 3 de enero de 2015,

fue escenario del enfrentamiento entre esas dos visiones. Allí se presentaron, paralelamente,

proyectos de ley que intentaban allanar el camino de las relaciones bilaterales y otros que buscaban

dificultarlas.La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump ha reabierto un capítulo de hostilidad.

En ese contexto, el 115th Congreso, que comenzó a sesionar en enero pasado, ha vuelto a ser el

escenario donde se han presentado proyectos de ley referidos a Cuba. Hasta la fecha, se han

introducido varias iniciativas para aliviar o levantar las sanciones económicas, y para permitir que

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los estadounidenses hagan turismo en la Isla. Al mismo tiempo, se han presentado otras que, de

ser aprobadas, serían perjudiciales. El objetivo de este trabajo es analizar algunas de ellas, para

tratar de dilucidar los intereses que las mueven y las posibilidades que tienen de ser aprobadas.

Antecedentes: Cuba en el 114th Congreso (2015-2016)

El bloqueo está regulado por un entramado de leyes y órdenes ejecutivas. En el caso de las

legislaciones destacan tres: La Ley para la Democracia Cubana (conocida como Torricelli, o CDA

por sus siglas en inglés), de 1992; la Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana

(Helms-Burton), de 1996; y la Ley de Reforma de las Sanciones Comerciales y Ampliación de las

Exportaciones, de 2000 (TSRA). Además, el Congreso ha promulgado otras disposiciones legales

a lo largo de los años que imponen sanciones a Cuba, incluidas las restricciones al comercio, la

ayuda exterior y el apoyo de las instituciones financieras internacionales.42

Los esfuerzos de algunos legisladores para erosionar o eliminar del todo algunas de esas

medidas son anteriores al 17D, pero fue después de esa fecha cuando adquirieron mayor fuerza y

visibilidad. El Congreso se ha convertido en uno de los campos de batalla donde se ha producido

el forcejeo entre quienes apoyan la llamada “normalización” de las relaciones con Cuba y quienes

se oponen43.

Los temas priorizados por los legisladores interesados en el acercamiento han sido la posibilidad

de que los estadounidenses hagan turismo en Cuba, y las relaciones económicas bilaterales,

especialmente las exportaciones de productos estadounidenses —sobre todo agrícolas— a Cuba.

Así, por ejemplo, en febrero de 2015 la senadora AmyKlobuchar, demócrata por el estado de

Minnesota, presentó un proyecto legislativo bipartidista para eliminar las restricciones al bloqueo

referidas al comercio, los viajes y la transportación marítima (S. 491: FreedomtoExportto Cuba Act

of 2015). En ese caso no se proponía eliminar todo el entramado legal del bloqueo, que incluye su

carácter extraterritorial, sino apenas lo relacionado con las relaciones de negocios.Por su parte,

otra coalición bipartidista de ocho senadores introdujo un proyecto de ley para eliminar las

restricciones de viajes a la Isla (S.299: FreedomtoTravelto Cuba Act of 2015). Llegó a tener el apoyo

de 53 senadores, lo cual hubiera implicado una victoria en caso de haberse sometido a votación,

algo que nunca ocurrió.

En el bando opuesto al cambio también hubo iniciativas. En la Cámara algunos legisladores

intentaron utilizar la inclusión de cláusulas en las leyes del presupuesto federal para torpedear el

42 Más información sobre las sanciones de Estados Unidos contra Cuba en: Rennack, Dianne E. and Mark P. Sullivan: «Cuba

Sanctions: LegislativeRestrictionsLimitingtheNormalization of Relations», CongresionalResearch Center Report, February 3,

2017, en https://fas.org/sgp/crs/row/R43888.pdf(consultado el 3 de junio de 2017). 43 Información más detallada sobre los proyectos referidos a Cuba presentados en el 114th Congreso en: Sullivan, Mark P.:

«Cuba: Issues and Actions in the 114th Congress», CongressionalResearchServiceReport, January 18, 2017, en

https://fas.org/sgp/crs/row/R43926.pdf, (consultado el 3 de junio de 2017).

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acercamiento. Un ejemplo muy publicitado fue la aprobación de un proyecto de ley de asignación

de fondos a los departamentos de Transporte y de Vivienda, que contenía restricciones a la

expansión de los viajes.

En junio de 2015, por un apretado margen de 216 votos a favor y 210 en contra, la Cámara

aprobó la Ley de Asignación de Fondos a Transporte, Vivienda y Asuntos Urbanos para el año

fiscal 2016, que incluía una cláusula sobre Cuba. En ella se prohibía el establecimiento de nuevos

servicios de transporte aéreo y el otorgamiento de licencias a embarcaciones que pudieran

desembarcar en puertos ubicados en propiedades de empresas estadounidenses que fueron

nacionalizadas por el gobierno cubano después del triunfo de la Revolución en 1959. Mario Díaz-

Balart, representante de los sectores de extrema derecha de la comunidad cubanoamericana,

presidía justamente el subcomité de Transporte, Vivienda y Asuntos Urbanos en el Comité de

Apropiaciones, lugar por donde comenzó a correr aquel proyecto.

Dentro del Congreso es usual que se incluyan cláusulas especiales como parte de otras

iniciativas sobre temas generales, para de esa forma garantizar su aprobación. En aquel caso,

escogieron hábilmente un proyecto de ley presupuestaria, pues aunque el presidente quisiera

vetarlo no podría vetar solo la cláusula referida a Cuba sino que tendría que rechazar todo el

proyecto. Y en el caso de los presupuestos eventualmente tienen que ser ratificados. No obstante,

esa cláusula sobre Cuba no se aprobó en el texto final de la ley.

El recorrido de un proyecto de ley dentro del Congreso es largo. Las iniciativas deben recorrer

un camino complejo antes de llegar al Despacho Oval. Atraviesan diferentes niveles de aprobación,

tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Los subcomités, los comités y luego el

pleno de ambas cámaras deben dar el visto bueno44.

Cuando el proyecto de ley llega al comité propuesto, este puede reescribirlo de forma íntegra, o

incluso negarse a analizarlo. Solo si es aprobado por el Comité pasa a discusión en el pleno. Una

vez allí, los jefes del partido de la mayoría deciden las prioridades para ser analizadas por ambos

hemiciclos. El escenario es aún más complejo en la Cámara de Representantes, pues el partido

mayoritario elige al Speaker (Vocero), que preside las sesiones y tiene la potestad de decidir qué

proyectos de ley son discutidos.

Cada proyecto debe ser aprobado tanto por la Cámara como por el Senado, que siguen casi

los mismos pasos para su análisis, aunque no necesariamente lo hacen de forma simultánea, lo

cual puede demorar también el proceso. Si al final del camino las versiones de ambas cámaras no

44Másinformaciónsobre los procedimientosdentro del Congreso en Olezsek, Walter J., Mark Olezsek, Elizabeth Rybicki and Bill

Heniff Jr.: Congressional procedures and the policy process, Tenth Edition, age CQPress, Los Angeles, Londosn, New Delhi,

Singapore, Washington DC, 2016.

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coinciden, se convoca al Comité de Conferencias para que concilie las propuestas, y los resultados

son devueltos al Senado y a la Cámara de Representantes.

Finalmente, para que un proyecto sea enviado al Presidente para su firma y conversión en ley

es preciso que tanto la Cámara de Representantes como el Senado lo aprueben en el transcurso

de los dos años que dura el periodo de sesiones. Por eso, muchos de los proyectos referidos a

Cuba que no fueron aprobados durante el transcurso del 114th Congreso, están siendo

presentados nuevamente en el 115th.

2017: nuevo presidente y nuevo Congreso

Con la toma de posesión del nuevo congreso estadounidense en enero pasado, el tema Cuba

volvió a posicionarse dentro de los debates. Los temas priorizados continúan siendo los viajes y las

relaciones comerciales, con énfasis en la promoción de créditos para las exportaciones agrícolas.

El 6 de enero pasado se presentó en la Cámara la “Ley de libertad para viajar a Cuba de 2017”

(H.R. 351: FreedomtoTravelto Cuba Act of 2017), por Marshall “Mark”Sanford, republicano por el

estado de Carolina de Sur, y cuenta por el respaldo de 13 congresistas republicanos y 13

demócratas45.

Ese proyecto de ley, en términos exactamente iguales, fue presentado en 2015 tanto en la

Cámara como en el Senado. En aquel momento, a pesar de lograr el respaldo de 131

representantes y 53 senadores, no pasó del Subcomité para el Hemisferio Occidental, dentro del

Comité de Asuntos Exteriores, al cual había sido remitido luego de su presentación.

Siguiendo la estrategia de rescatar los proyectos que quedaron engavetados en el congreso

anterior, en mayo último se volvió a presentar en el Senado. Esta vez, la “Ley para la libertad de

viajes de los estadounidenses a Cuba”(S. 1287: FreedomforAmericanstoTravelto Cuba Act of 2017)

fue presentada por los senadores Jeff Flake, republicano por Arizona, y Patrick Leahy, demócrata

por Vermont. Cuenta con el respaldo de otros 53 senadores; de ellos 42 demócratas, 9 republicanos

y 2 independientes. La legislación bipartidista pondría fin a restricciones impuestas por las leyes

promulgadas en 1996 y 2000 que impiden que los ciudadanos estadounidenses y los residentes

legales viajen a Cuba. También eliminaría las prohibiciones sobre las transacciones relacionadas

con viajes, incluidas las bancarias.

El día en que presentó la medida, Flake dijo a la prensa que “son los estadounidenses quienes

son castigados por nuestra prohibición de viajar, no el gobierno cubano”46. Por su parte, Leahy

aseguró que “una mayoría bipartidista del Senado está de acuerdo en que el gobierno federal no

45 La cantidad de copatrocinadores que tiene una iniciativa legislativa varía en el tiempo, pues pueden irse sumando otros. Para este

trabajo utilicé la cifra que había el 11 de noviembre de 2017. 46«Flake, Leahy Reintroduce Bill Restoring Freedom to Travel to Cuba», Press Releases, Posted on May 25 2017, en

https://www.flake.senate.gov/public/index.cfm/press-releases?ID=1BD1A0FE-F753-4715-969B-9ACBEC2C0657 (consultado el

1 de junio de 2017).

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debe decirle a los estadounidenses dónde pueden o no pueden viajar, especialmente a un pequeño

país a solo 90 millas de Florida”, y que la prohibición de viajar no está justificada ni por seguridad

nacional ni por intereses económicos.47

Otro grupo de iniciativas están relacionadas con la posibilidad de derogar o modificar algunas

leyes vigentes que restringen las relaciones comerciales entre los dos países.Entre ellas destacan

la “Ley de comercio con Cuba de 2017” (H.R. 442: Cuba TradeAct of 2017 y S. 472: Cuba TradeAct

of 2017), presentada en la Cámara por Tom Emmer, republicano por Minnesota, y en el Senado

por Jerry Moran, republicano por Kansas.

Un informe reciente delCongressionalResearchService —institución que se dedica a elaborar

reportes sobre los temas de interés dentro del Congreso, para ayudar a los legisladores en la toma

de decisiones—, insiste en la importancia para Estados Unidos del acceso al mercado cubano48.

De acuerdo con el texto, entre 2001 y 2016 Cuba compró casi 5500 millones de dólares en

productos estadounidenses, en su mayoría agrícolas. Durante muchos de esos años, Estados

Unidos fue el mayor proveedor de productos agrícolas de Cuba. Pero las exportaciones

disminuyeron entre 2009 y 2011, aumentaron de nuevo en 2012 y cayeron cada año hasta 2015.

Para 2016 hubo un aumento de casi 37%. En el primer trimestre de 2017, las exportaciones

estadounidenses a Cuba fueron valoradas en casi 65 millones de dólares, un aumento del 22% con

respecto al mismo período de 2016.

Por su parte, el Departamento de Agricultura señaló en un informe de junio de 2015 la

disminución de la participación estadounidense en el mercado cubano, que pasó de un máximo de

42% en el año fiscal 2009 a solo 16% en 201449. El texto añade que esa caída “se debe en gran

parte a una disminución de las exportaciones de productos básicos a granel de Estados Unidos a

la luz de las condiciones de crédito favorables ofrecidas por los principales competidores”.

Existe entre los congresistas, y entre los intereses económicos que ellos representan, un deseo

de recuperar esas cuotas de mercado que han perdido. Por eso es la insistencia en promover

proyectos de ley que favorezcan las exportaciones. De ahí que muchas veces esas iniciativas

legislativas sean promovidas por representantes de estados vinculados a la exportación de

productos agrícolas.

En este sentido, en enero pasado el representante Eric “Rick” Crawford, republicano por

Arkansas, presentó la “Ley para las exportaciones agrícolas a Cuba” (H.R. 525: Cuba

AgriculturalExportsAct)que propone modificar la TRSA. En el Senado se presentó uno similar: la

47 Ibídem. 48 Sullivan, Mark P.: «Cuba: U.S. Policy in the115th Congress», Congressional Research Service Report, January 18, 2017, en

https://fas.org/sgp/crs/row/R43926.pdf, (consultado el 1 de junio de 2017) 49U.S. Department of Agriculture (USDA): «U.S. Agricultural Exports to Cuba Have Substantial Room for Growth», Foreign

Agricultural Service, International Agricultural Trade Report, June 22, 2015, en http://www.fas.usda.gov/data/us-agricultural-

exports-cuba-have-substantial-room-growth(consultado el 1 de junio de 2017).

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“Ley de expansión de las exportaciones agrícolas de 2017” (S. 275: AgriculturalExportExpansionAct

of 2017), por Heidi Heitkamp, demócrata por Dakota del Norte. La “Ley para la libertad de

exportaciones a Cuba” (S. 1286: FreedomtoExportto Cuba Act of 2017) es otra de las propuestas

presentadas en el Senado; en ese por AmyKlobuchar, demócrata por Minnesota.

Los casos vistos hasta aquí reflejan cómo la política hacia Cuba dentro del Congreso tiene un

enfoque bipartidista, algo difícil de encontrar en otros temas, en un escenario donde son visibles

elevados niveles de polarización. La lucha en el Capitolio, en lo que a Cuba se refiere, no es entre

Demócratas y Republicanos, puesto que se han generado después del 17D intereses políticos y

económicos que van más allá de filiaciones partidistas. Pero tampoco bastarían para el análisis

dividirlos entre “liberales” y “conservadores”, con los primeros más interesados en acercar a

Washington y a La Habana. Un caso que lo ilustra bien es el del Senador Jeff Flake, quien

regularmente mantiene posturas muy conservadoras, y sin embargo ha sido uno de los principales

promotores del restablecimiento de las relaciones bilaterales.

Además, es notablela relación entre los proyectos de ley referidos a Cuba dentro del Congreso

y los negocios agrícolas. La mayoría de los proyectos de ley presentados en este sentido han sido

promovidos y respaldados por republicanos, muchos de los cuales son beneficiarios de

financiamiento proveniente del sector de los agro-negocios para sus campañas. Igualmente, a la

cabeza de proyectos de esta índole marchan estados específicos, en algunos casos los que más

podrían beneficiarse de una normalización de las relaciones económicas.

Otro de los temas que interesa a los congresistas interesados en acercarse a Cuba es el de las

telecomunicaciones. Con ese fin se presentó la “Ley de Promoción Digital y de las

Telecomunicaciones de Cuba de 2017 o la Ley de Datos de Cuba” (H.R.498: Cuba DATA Act), que

permitiría a estadounidenses exportar dispositivos personales de comunicación y servicios de

telecomunicaciones a Cuba. Fue introducido por el representante Kevin Cramer, republicano por

Dakota del Norte.

Pero no todos los intentos de erosionar o eliminar el bloqueo nacieron después del 17 de

diciembre de 2014. El representante Jose Serrano, demócrata por el estado de Nueva York, ha

presentado en todos los Congresos desde 1997 un proyecto de ley para eliminar completamente el

bloqueo.

Entre tanto, a finales de junio se presentó un nuevo proyecto referido a Cuba en la Cámara de

Representantes, cuyo objetivo es el levantamiento total del bloqueo. Se trata de la “Ley de

normalización Estados Unidos-Cuba” (H.R.2966:UnitedStates-Cuba NormalizationAct of 2017), a

cargo de Bobby L. Rush, demócrata por Illinois. Asimismo, en agosto último se presentó en el

Senado la “Ley de Comercio Estados Unidos-Cuba de 2017”, que se propone eliminar las leyes

Page 75: INDICE - UNEAC · 2017-12-18 · político” (Maira, 1983: 96). Esa es la situación que define hoy a la sociedad estadounidense, y que se ha venido expresando desde comienzos del

Torricelli y Helms-Burton. La propuesta fue presentada por Ron Wyden, Demócrata por el estado

de Oregon.

Del otro lado, los legisladores opuestos al cambio en las relaciones bilaterales, o los

históricamente contrarios a cualquier medida que favorezca en algo a la Isla, no se han quedado

inmóviles, y han presentado proyectos de ley específicos para endurecer las sanciones. Así, por

ejemplo, en febrero lanzaron en el Senado un proyecto para modificar la prohibición de

reconocimiento por los tribunales de Estados Unidos de ciertos derechos relativos a determinadas

marcas o nombres comerciales (S.259: No StolenTrademarksHonored in America). Aunque el texto

del proyecto no menciona directamente a Cuba, una lectura permite entender que se refiere a la

marca de ron “Havana Club”. La iniciativa fue presentada por el demócrata Bill Nelson, de Florida,

con el respaldo de los senadores cubanoamericanos Marco Rubio, de Florida, y Robert “Bob”

Menéndez, de New Jersey.

El mismo proyecto fue presentado en la Cámara de Representantes (H.R.1450 - No

StolenTrademarksHonored in AmericaAct), por el republicano Darrell E. Issa, de California, con el

co-patrocinio de los congresistas cubanoamericanos de Florida Ileana Ross-Lethinen y Carlos

Curbelo.

Pero sin dudas el proyecto sobre Cuba que más ha logrado avanzar en el recorrido legislativo

es la “Ley de seguridad de los aeropuertos de Cuba” (H.R.3328: Cuban Airport Security Act of

2017), que fue aprobada por la Cámara de Representantes en octubre pasado. Lo que propone es

que se informe al Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, al Comité de

Comercio, Ciencia y Transporte del Senado y al Contralor General de los Estados Unidos sobre

aspectos de seguridad en cada uno de los aeropuertos internacionales de Cuba. Según el texto de

la ley, querrían saber, por ejemplo, detalles sobre el tipo de equipo utilizado en los puntos de control

de detección y un análisis de las capacidades y debilidades de dicho equipo, información sobre el

programa canino de cada aeropuerto, la frecuencia de entrenamiento para el personal de detección

y seguridad, y divulgación pública de ciertos acuerdos. Propone, además, que los nacionales

cubanos no deberán haber sido reclutados, contratados o capacitados por entidades que sean

propiedad, operadas o controladas, en todo o en parte, por el Consejo de Estado, el Consejo de

Ministros, el Partido Comunista, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio

de Relaciones Exteriores o el Ministerio del Interior. Quien presentó el proyecto fue el republicano

John Kakto, de Nueva York, con el apoyo de el también republicano Michael McCaul, de Texas, y

el demócrata de origen cubano Albio Sires, de New Jersey.

Conclusiones

Entre enero y noviembre de este año se presentaron dentro del 115th Congreso Federal

estadounidense varios proyectos de ley favorables a un acercamiento con Cuba, nacidos tanto en

Page 76: INDICE - UNEAC · 2017-12-18 · político” (Maira, 1983: 96). Esa es la situación que define hoy a la sociedad estadounidense, y que se ha venido expresando desde comienzos del

la Cámara de Representantes como en el Senado. Se trata de propuestas que en su mayoría no

lograron avanzar en el 114th Congreso. Aunque es difícil llegar a conclusiones acabadas sobre

cuál podría ser el futuro de esas propuestas, con lo que hemos visto hasta ahora podemos sintetizar

algunas ideas.

En primer lugar, se mantiene el interés por eliminar las restricciones de viajes para los

ciudadanos estadounidenses. Hasta el momento, un proyecto en el Senado con ese fin es el que

ha logrado mayores niveles de aceptación, pues desde el día de su presentación contaba con el

respaldo de 55 senadores.

Otro tema de interés para los legisladores que podemos identificar a partir de sus propuestas es

el del comercio, fundamentalmente la promoción de créditos para las exportaciones agrícolas a

Cuba. En menor medida, están presentes otros asuntos como los servicios de telecomunicaciones.

Un estudio de cada una de las iniciativas y de las agendas que priorizan permite dilucidar que

fundamentalmente están pensadas para favorecer los intereses de Estados Unidos en primer lugar,

y la mayoría no se propone el levantamiento integral del bloqueo sino de aspectos específicos en

cada caso. Sin embargo, de ser aprobadas significarían un alivio de las sanciones contra Cuba.

Pero tienen el camino difícil. Los congresistas cubanoamericanos, que fueron activos en la

legislatura anterior promoviendo proyectos para frenar el acercamiento, continúan en posiciones

clave, no solo torpedeando las propuestas favorables a un acercamiento sino presentando

proyectos específicos con ese fin.

Es importante destacar que casi todos los proyectos presentados sobre Cuba cuentan con un

consenso bipartidista, algo difícil de encontrar con respecto a otros temas en el Congreso actual,

donde son cada vez más visibles las señales de polarización y conflicto.

Los estudios sobre el Congreso estadounidense y las propuestas que allí se presenten con

relación a Cuba son imprescindibles para entender las relaciones entre ambos países, por lo cual

es necesario mantener un seguimiento continuo de su evolución.

*Dalia González Delgado (La Habana, 1989). Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana, 2011. Máster

en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales por la Universidad de La Habana, 2015. Profesora del Centro de

Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

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