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CAPITULO IX EDAD MEDIA Periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV. No obstante, las fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas: nunca ha existido una brusca ruptura en el desarrollo cultural del continente. Parece que el término lo empleó por vez primera el historiador Flavio Biondo de Forli, en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun imperii decades (Décadas de historia desde la decadencia del Imperio romano), publicada en 1438 aunque fue escrita treinta años antes. El término implicó en su origen una parálisis del progreso, considerando que la edad media fue un periodo de estancamiento cultural, ubicado cronológicamente entre la gloria de la antigüedad clásica y el renacimiento. La investigación actual tiende, no obstante, a reconocer este periodo como uno más de los que constituyen la evolución histórica europea, con sus propios procesos críticos y de desarrollo. Se divide generalmente la edad media en tres épocas. Inicios de la edad media 1

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CAPITULO IX EDAD MEDIA Periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV. No obstante, las fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas: nunca ha existido una brusca ruptura en el desarrollo cultural del continente. Parece que el término lo empleó por vez primera el historiador Flavio Biondo de Forli, en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun imperii decades (Décadas de historia desde

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CAPITULO IX

EDAD MEDIA

Periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de

Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV. No obstante, las fechas anteriores no han de ser

tomadas como referencias fijas: nunca ha existido una brusca ruptura en el desarrollo cultural

del continente. Parece que el término lo empleó por vez primera el historiador Flavio Biondo

de Forli, en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun imperii decades (Décadas de

historia desde la decadencia del Imperio romano), publicada en 1438 aunque fue escrita

treinta años antes. El término implicó en su origen una parálisis del progreso, considerando

que la edad media fue un periodo de estancamiento cultural, ubicado cronológicamente entre

la gloria de la antigüedad clásica y el renacimiento. La investigación actual tiende, no

obstante, a reconocer este periodo como uno más de los que constituyen la evolución

histórica europea, con sus propios procesos críticos y de desarrollo. Se divide generalmente la

edad media en tres épocas.

Inicios de la edad media

Ningún evento concreto determina el fin de la antigüedad y el inicio de la edad media: ni el

saqueo de Roma por los godos dirigidos por Alarico I en el 410, ni el derrocamiento de Rómulo

Augústulo (último emperador romano de Occidente) fueron sucesos que sus contemporáneos

consideraran iniciadores de una nueva época.

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La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la

grave dislocación económica y las invasiones y asentamiento de los pueblos germanos en el

Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 años Europa

occidental mantuvo una cultura primitiva aunque instalada sobre la compleja y elaborada

cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse u olvidarse por completo.

Fragmentación de la autoridad

Durante este periodo no existió realmente una maquinaria de gobierno unitaria en las

distintas entidades políticas, aunque la poco sólida confederación de tribus permitió la

formación de reinos. El desarrollo político y económico era fundamentalmente local y el

comercio regular desapareció casi por completo, aunque la economía monetaria nunca dejó

de existir de forma absoluta. En la culminación de un proceso iniciado durante el Imperio

romano, los campesinos comenzaron a ligarse a la tierra (siervo de la gleba) y a depender de

los grandes propietarios para obtener su protección y una rudimentaria administración de

justicia, en lo que constituyó el germen del régimen señorial. Los principales vínculos entre la

aristocracia guerrera fueron los lazos de parentesco aunque también empezaron a surgir las

relaciones feudales. Se ha considerado que estos vínculos (que relacionaron la tierra con

prestaciones militares y otros servicios) tienen su origen en la antigua relación romana entre

patrón y cliente o en la institución germánica denominada comitatus (grupo de compañeros

guerreros). Todos estos sistemas de relación impidieron que se produjera una consolidación

política efectiva.

El nuevo panorama político

El gobierno y los tribunales romanos desaparecieron junto con su cultura, conformando el

nuevo gobierno bandas de tribus guerreras. Así, un líder poderoso se rodeaba de guerreros

leales a los que pagaba con el botín de las invasiones. La ley tribal, fundamentada en el

combate o en el juramento, reemplazó a la ley romana. Surgieron gradualmente pequeños

reinos basados en pactos tribales. Pero gobernar no resultaba fácil debido a la carencia de

funcionarios letrados, a la pobreza de las comunicaciones, al estancamiento del comercio y a

la escasez de dinero en circulación. La gente sobrevivía gracias a una agricultura de

subsistencia. La vida era dura, breve y brutal. La media de esperanza de vida era de 30 años,

sesgada por una alta tasa de mortalidad en la población infantil y femenina, esta última

debida a las dificultades de los partos.

Al comienzo de la Edad Oscura, la lista de potencias europeas se distribuía del siguiente

modo:

Francos: ocupaban la mayor parte de la actual Francia y partes de Alemania a lo largo

del Rin

Ostrogodos: el norte de Italia, Suiza y los Balcanes

Visigodos: España y Portugal.

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Vándalos: noroeste de África, Sicilia y el sur de Italia

Distintas tribus germanas entre ellas los sajones y lombardos

Anglosajones: Inglaterra.

Celtas: Gales, Irlanda, Escocia, Britania y Galicia.

Magiares: Hungría.

Eslavos: Polonia y el oeste de Rusia.

Bizantinos: Turquía, Palestina, Egipto, Siria y gran parte de los Balcanes, incluida

Grecia

Durante los siglos posteriores, la lista sufrió las siguientes modificaciones:

Vándalos: derrotados y sustituidos por los bizantinos.

Visigodos: derrotados y sustituidos por los francos en Francia y por los musulmanes en

España y Portugal.

Ostrogodos: atacados y finalmente absorbidos por los lombardos (Italia) y bizantinos

(los Balcanes).

Se considera que los Años Oscuros cubren el periodo comprendido entre el 500 y el 1000.

Tres fueron las principales fuerzas que conformaron este periodo y que hicieron que la relativa

oscuridad diera a su fin: la expansión de nuevas religiones, el auge del Imperio Franco, y las

depredaciones de los vikingos.

La Iglesia

La única institución europea con carácter universal fue la Iglesia, pero incluso en ella se había

producido una fragmentación de la autoridad. Todo el poder en el seno de la jerarquía

eclesiástica estaba en las manos de los obispos de cada región. El papa tenía una cierta

preeminencia basada en el hecho de ser sucesor de san Pedro, primer obispo de Roma, a

quien Cristo le había otorgado la máxima autoridad eclesiástica. No obstante, la elaborada

maquinaria del gobierno eclesiástico y la idea de una Iglesia encabezada por el papa no se

desarrollarían hasta pasados 500 años. La Iglesia se veía a sí misma como una comunidad

espiritual de creyentes cristianos, exiliados del reino de Dios, que aguardaba en un mundo

hostil el día de la salvación. Los miembros más destacados de esta comunidad se hallaban en

los monasterios, diseminados por toda Europa y alejados de la jerarquía eclesiástica.

En el seno de la Iglesia hubo tendencias que aspiraban a unificar los rituales, el calendario y

las reglas monásticas, opuestas a la desintegración y al desarrollo local. Al lado de estas

medidas administrativas se conservaba la tradición cultural del Imperio romano. En el siglo IX,

la llegada al poder de la dinastía Carolingia supuso el inicio de una nueva unidad europea

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basada en el legado romano, puesto que el poder político del emperador Carlomagno

dependió de reformas administrativas en las que utilizó materiales, métodos y objetivos del

extinto mundo romano.

Vida cultural

La actividad cultural durante los inicios de la edad media consistió principalmente en la

conservación y sistematización del conocimiento del pasado y se copiaron y comentaron las

obras de autores clásicos. Se escribieron obras enciclopédicas, como las Etimologías (623) de

san Isidoro de Sevilla, en las que su autor pretendía compilar todo el conocimiento de la

humanidad. En el centro de cualquier actividad docta estaba la Biblia: todo aprendizaje

secular llegó a ser considerado como una mera preparación para la comprensión del Libro

Sagrado.

Esta primera etapa de la edad media se cierra en el siglo X con las segundas migraciones

germánicas e invasiones protagonizadas por los vikingos procedentes del norte y por los

magiares de las estepas asiáticas, y la debilidad de todas las fuerzas integradoras y de

expansión europeas al desintegrarse el Imperio Carolingio. La violencia y dislocamiento que

sufrió Europa motivaron que las tierras se quedaran sin cultivar, la población disminuyera y

los monasterios se convirtieran en los únicos baluartes de la civilización.

La alta edad media

Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un periodo de evolución desconocido

hasta ese momento. La época de las grandes invasiones había llegado a su fin y el continente

europeo experimentaba el crecimiento dinámico de una población ya asentada. Renacieron la

vida urbana y el comercio regular a gran escala y se desarrolló una sociedad y cultura que

fueron complejas, dinámicas e innovadoras. Este periodo se ha convertido en centro de

atención de la moderna investigación y se le ha dado en llamar el renacimiento del siglo XII.

El poder papal

Durante la alta edad media la Iglesia católica, organizada en torno a una estructurada

jerarquía con el Papa como indiscutida cúspide, constituyó la más sofisticada institución de

gobierno en Europa occidental. El Papado no sólo ejerció un control directo sobre el dominio

de las tierras del centro y norte de Italia sino que además lo tuvo sobre toda Europa gracias a

la diplomacia y a la administración de justicia (en este caso mediante el extenso sistema de

tribunales eclesiásticos). Además las órdenes monásticas crecieron y prosperaron

participando de lleno en la vida secular. Los antiguos monasterios benedictinos se imbricaron

en la red de alianzas feudales. Los miembros de las nuevas órdenes monásticas, como los

cistercienses, desecaron zonas pantanosas y limpiaron bosques; otras, como los franciscanos,

entregados voluntariamente a la pobreza, pronto empezaron a participar en la renacida vida

urbana. La Iglesia ya no se vería más como una ciudad espiritual en el exilio terrenal, sino

como el centro de la existencia. La espiritualidad alto medieval adoptó un carácter individual,

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centrada ritualmente en el sacramento de la eucaristía y en la identificación subjetiva y

emocional del creyente con el sufrimiento humano de Cristo. La creciente importancia del

culto a la Virgen María, actitud desconocida en la Iglesia hasta este momento, tenia el mismo

carácter emotivo.

La Iglesia ocupó un lugar destacado en las instituciones de la Edad Media. Fue la guía

espiritual de la época. A pesar de su importancia, no pudo mantenerse al margen del sistema

vigente: ella también se “feudalizó”, proceso que le originó diversos dificultades. Sus altas

jerarquías recibían feudos de manos de los señores nobles o del emperador. Esto implicaba

que debían rendir juramento de fidelidad y convertirse en vasallos de personas ajenas a la

Iglesia. Era corriente entonces que el emperador o los señores feudales nombraran obispos y

párrocos, y les otorgaran los bienes temporales tanto como los espirituales. Esto originó una

descentralización eclesiástica.

A estos problemas internos se sumó una serie de conflictos y controversias con el alto clero de

Bizancio. La Iglesia de Oriente tomó el nombre de Ortodoxa y desconoció fa autoridad del

Papa. Estos hechos sellaron la ruptura, es decir el Cisma de Oriente, la separación definitiva

de la Iglesia de Bizancio y la Iglesia romana.

Del seno de la Iglesia Católica surgió entonces un movimiento reformador que tuvo como

objetivos principales poner fin a la intromisión del poder laico en los asuntos religiosos y

mejorar el clima espiritual del momento. Las reformas fueron impulsadas por el Papado y por

el clero regular.

Aspectos intelectuales

Dentro del ámbito cultural, hubo un resurgimiento intelectual al prosperar nuevas

instituciones educativas como las escuelas catedralicias y monásticas. Se fundaron las

primeras universidades, se ofertaron graduaciones superiores en medicina, derecho y

teología, ámbitos en los que fue intensa la investigación: se recuperaron y tradujeron escritos

médicos de la antigüedad, muchos de los cuales habían sobrevivido gracias a los eruditos

árabes y se sistematizó, comentó e investigó la evolución tanto del Derecho canónico como

del civil, especialmente en la famosa Universidad de Bolonia. Esta labor tuvo gran influencia

en el desarrollo de nuevas metodologías que fructificarían en todos los campos de estudio. El

escolasticismo se popularizó, se estudiaron los escritos de la Iglesia, se analizaron las

doctrinas teológicas y las prácticas religiosas y se discutieron las cuestiones problemáticas de

la tradición cristiana. El siglo XII, por tanto, dio paso a una época dorada de la filosofía en

Occidente.

Innovaciones artísticas

También se produjeron innovaciones en el campo de las artes creativas. La escritura dejó de

ser una actividad exclusiva del clero y el resultado fue el florecimiento de una nueva

literatura, tanto en latín como, por primera vez, en lenguas vernáculas. Estos nuevos textos

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estaban destinadas a un público letrado que poseía educación y tiempo libre para leer. La

lírica amorosa, el romance cortesano y la nueva modalidad de textos históricos expresaban la

nueva complejidad de la vida y el compromiso con el mundo secular. En el campo de la

pintura se prestó una atención sin precedentes a la representación de emociones extremas, a

la vida cotidiana y al mundo de la naturaleza. En la arquitectura, el románico alcanzó su

perfección con la edificación de incontables catedrales a lo largo de rutas de peregrinación en

el sur de Francia y en España, especialmente el Camino de Santiago, incluso cuando ya

comenzaba a abrirse paso el estilo gótico que en los siguientes siglos se convertiría en el

estilo artístico predominante.

La nueva unidad europea

Durante el siglo XIII se sintetizaron los logros del siglo anterior. La Iglesia se convirtió en la

gran institución europea, las relaciones comerciales integraron a Europa gracias

especialmente a las actividades de los banqueros y comerciantes italianos, que extendieron

sus actividades por Francia, Inglaterra, Países Bajos y el norte de África, así como por las

tierras imperiales germanas. Los viajes, bien por razones de estudio o por motivo de una

peregrinación fueron más habituales y cómodos. También fue el siglo de las Cruzadas; estas

guerras, iniciadas a finales del siglo XI, fueron predicadas por el Papado para liberar los

Santos Lugares cristianos en el Oriente Próximo que estaban en manos de los musulmanes.

Concebidas según el Derecho canónico como peregrinaciones militares, los llamamientos no

establecían distinciones sociales ni profesionales. Estas expediciones internacionales fueron

un ejemplo más de la unidad europea centrada en la Iglesia, aunque también influyó el interés

de dominar las rutas comerciales de Oriente. La alta edad media culminó con los grandes

logros de la arquitectura gótica, los escritos filosóficos de santo Tomás de Aquino y la visión

imaginativa de la totalidad de la vida humana, recogida en la Divina comedia de Dante

Alighieri.

La baja edad media

Si la alta edad media estuvo caracterizada por la consecución de la unidad institucional y una

síntesis intelectual, la baja edad media estuvo marcada por los conflictos y la disolución de

dicha unidad. Fue entonces cuando empezó a surgir el Estado moderno —aún cuando éste en

ocasiones no era más que un incipiente sentimiento nacional— y la lucha por la hegemonía

entre la Iglesia y el Estado se convirtió en un rasgo permanente de la historia de Europa

durante algunos siglos posteriores. Pueblos y ciudades continuaron creciendo en tamaño y

prosperidad y comenzaron la lucha por la autonomía política. Este conflicto urbano se

convirtió además en una lucha interna en la que los diversos grupos sociales quisieron

imponer sus respectivos intereses.

Inicios de la ciencia política

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Una de las consecuencias de esta pugna, particularmente en las corporaciones señoriales de

las ciudades italianas, fue la intensificación del pensamiento político y social que se centró en

el Estado secular como tal, independiente de la Iglesia.

La independencia del análisis político es sólo uno de los aspectos de una gran corriente del

pensamiento bajo medieval y surgió como consecuencia del fracaso del gran proyecto de la

filosofía alto medieval que pretendía alcanzar una síntesis de todo el conocimiento y

experiencia tanto humano como divino.

La nueva espiritualidad

Aunque este desarrollo filosófico fue importante, la espiritualidad de la baja edad media fue el

auténtico indicador de la turbulencia social y cultural de la época. Esta espiritualidad estuvo

caracterizada por una intensa búsqueda de la experiencia directa con Dios, bien a través del

éxtasis personal de la iluminación mística, o bien mediante el examen personal de la palabra

de Dios en la Biblia. En ambos casos, la Iglesia orgánica —tanto en su tradicional función de

intérprete de la doctrina como en su papel institucional de guardián de los sacramentos— no

estuvo en disposición de combatir ni de prescindir de este fenómeno.

Toda la población, laicos o clérigos, hombres o mujeres, letrados o analfabetos, podían

disfrutar potencialmente una experiencia mística. Concebida ésta como un don divino de

carácter personal, resultaba totalmente independiente del rango social o del nivel de

educación pues era indescriptible, irracional y privada. Por otro lado, la lectura devocional de

la Biblia produjo una percepción de la Iglesia como institución marcadamente diferente a la de

anteriores épocas en las que se la consideraba como algo omnipresente y ligado a los asuntos

terrenales. Cristo y los apóstoles representaban una imagen de radical sencillez y al tomar la

vida de Cristo como modelo de imitación, hubo personas que comenzaron a organizarse en

comunidades apostólicas. En ocasiones se esforzaron por reformar la Iglesia desde su interior

para conducirla a la pureza y sencillez apostólica, mientras que en otras ocasiones se

desentendieron simplemente de todas las instituciones existentes.

En muchos casos estos movimientos adoptaron una postura apocalíptica o mesiánica, en

particular entre los sectores más desprotegidos de las ciudades bajomedievales, que vivían en

una situación muy difícil. Tras la aparición catastrófica de la peste negra, en la década de

1340, que acabó con la vida de una cuarta parte de la población europea, bandas de

penitentes, flagelantes y de seguidores de nuevos Mesías recorrieron toda Europa,

preparándose para la llegada de la nueva época apostólica.

Esta situación de agitación e innovación espiritual desembocaría en la Reforma protestante;

las nuevas identidades políticas conducirían al triunfo del Estado nacional moderno y la

continua expansión económica y mercantil puso las bases para la transformación

revolucionaria de la economía europea. De este modo las raíces de la edad moderna pueden

localizarse en medio de la disolución del mundo medieval, en medio de su crisis social y

cultural.

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En el siglo II d. de C. el imperio romano había llegado a su apogeo, tan poderoso y vasto como

era posible imaginarse, para conservar el dominio de sus territorios necesitaba mantener

grandes ejércitos distribuidos por todas sus fronteras. La ambición de poder por parte de los

generales de estos ejércitos provocó grandes y sangrientas luchas por el poder. Cada general

pretendía ser emperador. Además los soldados ya no eran fuertes, patriotas y disciplinados

como lo eran antes y sumado a esto nos encontramos con un pueblo pobre y totalmente

desmoralizado.

En el año 400 el imperio había disminuido drásticamente, no se conocen las causas. Pero

podría ser por plagas y por el consumo de agua que circulaba por conductos de plomo y que

podía producir intoxicaciones masivas.

El imperio debía recaudar lo impuestos para poder mantener sus ejércitos, cosa que cada día

se les hacía más difícil. La producción agrícola consecuentemente también decaía y Roma se

vio obligada a depender de otras provincias, como las del norte de África, para subsistir. El

ejército romano debió contratar hombres para sus ejércitos, casi todos ellos llamados:

Bárbaros, que significa extranjeros (que no hablan la misma lengua).Había una elevada

proporción de hombres extranjeros, sin arraigos patrióticos, en los ejércitos de Roma. Los

esclavos, que representaban un alto porcentaje de la población, también eran bárbaros, es

decir, el imperio estaba "barbarizado". Ya en el año 375, Teodosio, fue el último emperador de

todo el imperio, y que antes de morir lo dividió en el imperio de oriente y occidente.

La capital del imperio  de oriente fue la ciudad llamó Constantinopla (Bizancio), fundada por

Constantino, (actual Estambul), con la intención de asegurar la estabilidad del imperio. Roma

fue la capital de occidente. En el 375 los pueblos bárbaros comenzaron a invadir más

seguidamente a Roma, ya que la veían disminuida y su vez, ellos debían huir de otro pueblo

muy fuerte y guerrero que bajaba desde Asia y era comandado por su rey Atila: los hunos. 

En el 395 Teodosio dividió el imperio entre sus dos hijos y a Arcadio le asignó el de oriente,

con capital Constantinopla.

Además la antigua religión sufrió severos cambios y análisis. ya que hubo una amplia difusión

del Cristianismo, hasta el punto que Constantino, la declaró como religión oficial del imperio

en el 330.El imperio de occidente día a día se vio más débil y consecuentemente más

amenazada por los bárbaros. hasta que por último un jefe de los hérulos, llamado Odoacro,

en el año 476 pone fin al imperio, tomando todo el poder terminando con este hecho la

Historia Antigua.

Para su estudio se la divide en tres etapas:

Temprana Edad Media (s. V al VIII d. c.)

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Alta Edad Media (s. IX al XI d. c.)

Baja Edad Media (s. XI al XIV d. c.)

A partir de este último hecho, comienza una nueva etapa en la Historia, que se la conoce

como la Edad Media. Esta etapa que extiende por un período de diez siglos, y se caracteriza

por:

* Las invasiones y conquistas de los bárbaros, sobre las diversas provincias del imperio

romano.

* El establecimiento del Imperio de Carlomagno, guerrero franco que intentó reconstruir el

antiguo imperio de Roma.

* El nacimiento, en Arabia, de una nueva religión, llamada musulmana o islamismo, predicada

por Mahoma.

* La invasión a España de los musulmanes, los cuales fueron definitivamente expulsados por

los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragon.

* La implantación de un nuevo sistema de "gobierno". el feudalismo, sistema por el cual unos

pocos terratenientes se adueñaron de la tierras de casi todo Europa y de sus habitantes, a

quienes les permitían explotar sus tierras a cambio de un impuesto.

* Las Cruzadas, fueron expediciones religiosas y militares, para recuperar el sepulcro de

Cristo.

* La desigualdad social y el predominio de la Iglesia fueron otras de las características de esta

época.

Quebrada la unidad política, social y cultural del Imperio Romano, con el correr de los siglos

entre IV y VIII, el mapa del Mediterráneo se fue transformando, quedando tres grandes

civilizaciones: la romano-germánica en Occidente, la bizantina en Oriente y la

islámica en el norte de África y España.

La gran mayoría de los bárbaros hablaban lenguas germánicas, de ahí que se los conoce con

el nombre de germanos. Al llegar a las fronteras imperiales, algunos trataron de penetrar

violentamente, por lo que generaron permanente luchas contra los guardias romanos. Otros

se asentaron de manera pacífica y establecieron pactos con Roma inclusive muchísimos

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llegaron a formar parte de los ejércitos del imperio. En el siglo IV, esto pueblos germanos se

vieron atacados y perseguidos por los hunos, comandados por Atila, por lo tanto debieron

penetrar en el territorio romano. Las defensas de Roma fueron derribadas. Se pueden decir

que a través del tiempo, debido a convivencia entre diferentes culturas, los bárbaros fueron

romanizados y los romanos fueron barbarizados. Por lo tanto no puede verse como una

invasión de un día para otro, en donde los bárbaros remplazaron a los romanos y ocuparon

sus territorios. El proceso fue mucho más complejo.

Mientras tanto el imperio Bizantino quedó al margen de este proceso de cambios, ya que los

invasores germánicos fueron rechazados, conservando su unidad política hasta el siglo 8 las

antiguas provincias romanas se fueron poblando cada vez más con la llegada de los pueblos

germanos, que estaban formados por los francos que conquistaron las Galias, los anglos y

sajones que ocuparon Inglaterra, los lombardos que llegaron a Italia y los visigodos que

entraron en España, obligados por la presión de los francos en la Galia.

Todo esto dio lugar a la formación de nuevas unidades políticas (países) que se llamaron los

reinos germánicos, que fueron desplazando a las antiguas instituciones romanas para

constituir monarquías hereditarias. Los jefes germanos se apoderaron de las propiedades de

los terratenientes romanos, formándose una aristocracia germana de grandes propietarios.

Los campesinos pobres y hambrientos se unieron en aldeas y trataron de producir sólo para

su subsistencia. Los más pobres fueron despoblando las ciudades para retirarse al campo.

No todos los reinos germánicos tuvieron la misma importancia histórica, ni subsistieron el

mismo tiempo, algunos de ellos desaparecieron rápidamente, mientras que otros perduraron

durante siglos. Uno de ellos fue el imperio Carolingio ubicado entre los ríos Loira y Rin,

fundado por Clodoveo en el siglo V, y que se fue consolidando durante los siguientes 200 años

bajo la dinastía de los merovingios.

Este pueblo, pagano, se convirtió al catolicismo, primer paso rumbo a la civilización. Unos de

los principales emperadores de este pueblo fue: Carlomagno, que en la navidad del año 800,

León III lo corona. (de paso era defendido de quienes querían arrebatarle los estados

pontificios) Su reinado fue muy largo, estuvo 43 años (771 - 814) a cargo de este pueblo, y

llevó exitosas empresas, con intenciones de reconstruir el Imperio Romano de Occidente. Las

empresas de este emperador tuvieron dos fines principales:

• Conquistar territorios

• Difundir el cristianismo.

Después de organizar su país, emprendió campañas conquistadoras, consiguiendo el dominio

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de Italia, expulsó a los árabes al otro lado de los Pirineos, y tras una guerra de 30 años pudo

vencer a los sajones. La extensión de su imperio fue mayor a la del Imperio Romano de

Occidente.

No sólo fue un importante conquistador, sino también es considerado como un hábil político,

gran administrador, respetuoso de la libertad, de la justicia y del orden. Organizó la milicia y

la iglesia. Protegió las ciencias y la instrucción, fundando varias escuelas. Fundó ciudades

protegió la agricultura, la industria, el comercio, construyó obras de beneficio público, como

carreteras, puentes y canales. Con la finalidad de organizar sólidamente sus territorios, los

subdividió en marcas y condados, el emperador designaba condes y marqueses, como los

gobernadores de esas zonas y enviada funcionarios especiales para supervisar que se

cumplieran las órdenes. Esta división del poder hizo, que los marqueses y condes tomaran

poder, que inclusive llegó a superar al propio rey, porque poseían grandes territorios y tenían

el control sobre numerosos hombres, entonces comenzaron luchas por el poder mismo, que

consecuentemente produjo la desintegración del imperio.

A su muerte, le sucede su hijo Luis El Piadoso, con muy poca habilidad para gobernar, lo que

sumado a la invasión de los normandos (navegantes y piratas de Dinamarca, Suecia y

Noruega), provocó la caída del imperio de Carlomagno, el cual se repartió al poco tiempo

entre sus tres nietos, formándose los reinos de: Francia. Germania y Italia. Luego Germania

(actual Alemania), lucha contra Francia, por el dominio de Italia. Gana ese territorio incluido

los estados pontificios. Nace así el Sacro Imperio Romano

EL IMPERIO DE CARLOMAGNO

 

El reino de los francos fue el más estable y duradero de los fundados por los pueblos

germánicos en Europa. A partir del siglo VIII, una nueva dinastía de reyes, descendientes de la

familia de los Heristal, le dio su mayor esplendor, y extendió su poder a todos los países de

Occidente, en la misma época en que los árabes consolidaban su dominio en la península

ibérica. Carlos Martel que, como vimos, detuvo a los árabes en su avance sobre Europa en la

memorable batalla de Poitiers (732), tuvo dos hijos: Carlomán, que profesó como monje, y

Pipino, apodado el Breve por su baja estatura, que depuso a Childerico III y se apoderó del

trono en el año 751 y reinó hasta el 768, inaugurando la dinastía de los carolingios.   A su

muerte, sus dos hijos, Carlomán y Carlos, fueron elegidos reyes de los francos, pero, como era

de prever, no lograron coordinar sus acciones y se enfrentaron entre sí.

La solución de esta difícil situación se vio facilitada por el fallecimiento de Carlomán en el año

771, con lo que quedó Carlos en posesión total de los dominios de su familia, pues los hijos de

Carlomán lo eligieron como jefe.

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CARLOMAGNO

Carlos ya era conocido por sus condiciones personales como El Grande (Magno), por lo cual

fue llamado Carlomagno.  Una vez en ejercicio del poder, Carlomagno se dirigió a combatir a

los lombardos en Italia, para proteger al papa Adriano IV. En el año 774 venció a Desiderio,

rey de los lombardos, y dos años después deshizo por completo su reino. Desde entonces

Italia quedó repartida, entre tres soberanos: el papa, Carlomagno y el emperador bizantino.

Carlomagno se proclamó rey de los longobardos y ciñó la corona de hierro, así llamada porque

su aro interior había sido hecho con un clavo utilizado en la crucifixión de Jesucristo.

Poco tiempo más tarde, fue llamado a España (778) por un jefe árabe sublevado contra el

emir de Córdoba. En consecuencia, atravesó los Pirineos y venció a los moros, obligándolos a

retroceder en el territorio conquistado hasta la línea del río Ebro. A su regreso la retaguardia

de su ejército fue sorprendida por los vascos o gascones y derrotada en el paso de

Roncesvalles, donde murió su sobrino Rolando o Roldán, episodio que dio lugar a una famosa

composición en verso.

Con posterioridad, los francos organizaron seis expediciones, con resultado de las cuales

Carlomagno fundó dos marcas o provincias fronterizas, la de Barcelona y la de Gascuña.

Carlomagno culminó luego una larga guerra (772-785) contra los sajones, eficazmente

conducidos por Widukindo, los que, a pesar de una enconada resistencia, fueron finalmente

vencidos y sometidos, convirtiéndose al cristianismo.

Estos triunfos le permitieron extender sus dominios hasta el río Oder. Los bávaros fueron

también vencidos y la misma suerte corrieron los ávaros, descendiente de los hunos (788-

796), establecidos sobre las costas  del Danubio. Finalizada esta campaña, Carlomagno creó

la marca del Este (Ostereich), que más tarde constituyó el reino de Austria.

EL IMPERIO

Una vez Finalizadas estas campañas, las posesiones de Carlomagno comprendían la Galia,

Italia, Germania y una parte de España, con lo cual quedó restablecido el antiguo Imperio

romano de Occidente.

Fue en estas circunstancias que el 25 de diciembre del año 800, mientras Carlomagno oraba

en la basílica de los apóstoles San Pedro y San Pablo, en Roma, el papa León III ciñó su cabeza

con la corona imperial, a semejanza de lo que ocurría con los emperadores de Bizancio. De

esta manera se consolidó la unión de la Iglesia y el estado.

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Para mejorar la administración de su vasto imperio, Carlomagno acrecentó el número de

duques y condes, cuyos subalternos fueron los vicarios y los centenarios. La labor de éstos se

complementaba con la de otros funcionarios de confianza llamados missi dominici (enviados

del señor), que recorrían el territorio en cada estación, de dos en dos un conde y un obispo—,

para verificar el buen desempeño de sus súbditos.

Dos veces al año se celebraban las asambleas nacionales en las que participaban solamente

los obispos, los duques y los condes. Durante su transcurso Carlomagno publicaba sus

ordenanzas conocidas con el  nombre de capitulares, por estar enunciadas en capítulos, que

no siempre tenían el carácter de leyes. En ocasiones se trataba de normas o preceptos

morales.  Carlomagno prestó principal atención a la organización militar, a cuyo efecto las

provincias fronterizas, llamadas marcas, estuvieron a cargo de jefes que recibieron el nombre

de Margraves en Alemania y marqueses en los países latinos. El ejército se componía de

hombres libres, que debían aportar sus elementos de combate, cuya cantidad y calidad

variaba de acuerdo con el patrimonio de cada combatiente.  También tuvo especial

preocupación por la organización eclesiástica, de la cual se sentía responsable. Con tal objeto

creó nuevos obispados y obligó al pago del diezmo, que consistía en el aporte de la décima

parte de las cosechas, para el mantenimiento de la Iglesia. Durante el reinado de Carlomagno

se llevaron a cabo numerosas obras públicas, entre las que sobresalieron los puentes de

madera levantados sobre el Rin y el Danubio; el comienzo de la construcción de un canal

entre ambos ríos y la edificación de palacios.

El Renacimiento Carolingio

En materia cultural, Carlomagno procuro estimular el desarrollo de las letras y de las ciencias,

decaídas por efecto de las luchas, a través de su propio ejemplo. A tal efecto, aprendió el latín

y estudió la lengua germánica. Fundó escuelas y se rodeó de sabios, entre los cuales

sobresalieron el teólogo Alcuino, nacido en Inglaterra, el lombardo Diácono y el germano

Eginardo.

Carlomagno asistió a la escuela que funcionó en su propio palacio de Aquisgrán, que mas bien

tenía el carácter de una academia, donde se trataban y discutían temas de carácter científico

y literario, basados en el estudio de las denominadas artes liberales, que comprendían el

trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (geometría, aritmética, astrología y

música), según el método de lectura y comentario de textos. Paralelamente funcionaba una

escuela para niños, que visitaba con frecuencia.

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Page 14: Historia 9 (Edad Media). VISITE

Hasta entonces eran pocos los que tenían una cultura clásica. Entre ellos sobresalían los

monjes benedictinos, quienes fueron los más celosos custodios de esa valiosa herencia.  Este

resurgimiento cultural ha sido llamado el renacimiento carolingio.

División del imperio:

Rodeado del cariño de su pueblo y de la admiración de los extranjeros, Carlomagno falleció en

su palacio de Aquisgrán (Aix-la-Chapelle), el 28 de enero de 814. A su muerte, los pueblos

sometidos trataron de recobrar su independencia y la estructura del imperio se resquebrajó

hasta partirse.

Su hijo Luis el Benigno o Ludovico Pío, que le sucedió en el trono, dividió el imperio en el año

817 entre sus tres hijos: Lotario, Pipino y Luis. Disconforme con este reparto, su sobrino

Bernardo, que era el rey de Italia, se sublevó, pero fue vencido.

Posteriormente, Ludovico se casó en segundas nupcias con una hija del rey de Baviera (819)

con la que tuvo otro hijo, Carlos, a quien quiso hacer partícipe del reparto y entregarle un

reino, pero sus otros hijos se sublevaron y Ludovico fue depuesto, aunque más tarde fue

restablecido en el trono por la asamblea de Nimega (830).

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Page 15: Historia 9 (Edad Media). VISITE

Esta resolución dio lugar a que sus hijos se sublevaran nuevamente en el año 833.

Abandonado por su ejército, fue degradado públicamente, pero poco después fue restaurado

por segunda vez en el trono (834).

Tiempo más tarde, su hijo menor, Luis el Germánico, quitó sus dominios a los hijos de Pipino,

rey de Aquitania, que murió en el año 838 y además, convenció a su hermano Lotario que le

cediera sus posesiones; con lo cual unificó las fuerzas para luchar contra su padre, que falleció

en 840, cuando se dirigía a enfrentar al vástago rebelde.

Con la muerte de Ludovico Pío, sus dos hijos menores, Luis y Carlos, se unieron contra Lotario,

que reclamé la 3ucesión de su padre y el título de emperador. El entredicho derivé en un

enfrentamiento militar, que tuvo lugar en Fontenoy, el 25 de junio de 841. La batalla se

prolongó durante todo un día, hasta que el ejército de Lotario se retiro del campo, sin estar

definitivamente derrotado. En esas circunstancias, Luis y Carlos ratificaron su unión con el

famoso juramento de Estrasburgo, prestado en presencia de los dos ejércitos (842).

Tratado de Verdún

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Page 16: Historia 9 (Edad Media). VISITE

Al año siguiente (843), Lotario se avino a firmar un tratado en Verdún, por el cual se llevó a

cabo otro reparto, de tal manera que Carlos, apodado el Calvo, se quedó con la Galia, aunque

con una superficie más reducida, comprendida por los ríos Escalda, Mosa, Saona, los montes

Cévennes y la desembocadura del Ródano.

A este territorio se lo llamó Francia. Luis el Germánico obtuvo la extensión situada al Este del

Rin, que se llamó Germania (Alemania). Por último, Lotario recibió Italia y una franja de

territorio separada de la Galia. que comprendía parte de Suiza, la Borgoña, Provenza y

Austrasia (Alsacia y Lorena). Todo el conjunto recibió el nombre de Lotaringia.

Con esta división, desapareció el imperio de Carlomagno y surgieron tres incipientes estados

que, con algunas variantes en su integración territorial, perduraran hasta nuestros días.

No obstante, la desmembración no se contuvo con esta división, sino que cada una de las tres

partes continué fraccionándose en pequeños estados.

En Francia, Carlos el Calvo no pudo mantener su autoridad sobre los duques, marqueses y

condes, que fueron emancipándose gradualmente. Estas divisiones fueron favorecidas por el

famoso edicto de Mersen (847), del propio Carlos el Calvo, por el cual se establecía que los

hombres libres debían reunirse en tomo de un señor, y luego por el edicto de Krersy del Oise

(877), que admitió que el título de conde fuera hereditario.

EL SACRO IMPERIO ROMANO GERMANICO

A partir del imperio de Carlomagno, Alemania quedó anarquizada y dividida en numerosos

Estados independientes: entre ellos se destacaban los grandes Ducados de SAJONIA,

TURINGIA, FRANCONIA, SUAVIA, BAVIERA y LORENA, además de las importantes provincias

fronterizas o Marcas del Este (AUSTRIA), de BOHEMIA y del BRANDEBURGO.

Sabemos también cómo los Señores feudales, a la muerte de Luis EL Niño, último

descendiente de Carlomagno, se pusieron de acuerdo y en el año 910 eligieron como rey a

CONRADO, DUQUE DE FRANCONIA, comenzando así a gobernar el país reyes alemanes.

Y ya desde un comienzo, tanto este monarca como su sucesor, ENRIQUE, DUQUE de SAJONIA,

llamado el “Pajarero” por su afición a la caza de aves, estuvieron en perpetua lucha contra los

Señores. Sólo el siguiente monarca pudo cimentar verdaderamente la grandeza de Alemania.

El Sacro Imperio fue una institución única en la historia mundial y es por ello que la forma más

sencilla de entenderlo sea quizás mostrando sus diferencias respecto a otras entidades más

comunes:

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Nunca tuvo vocación de

convertirse en Estado nación, a pesar del carácter germánico de la mayor parte de sus

gobernantes y habitantes. Desde sus inicios, el Sacro Imperio estuvo constituido por

diversos pueblos, y una parte sustancial de su nobleza y cargos electos procedía de

fuera de la comunidad germano-hablante. En su apogeo, el Imperio englobaba la

mayor parte de las actuales Alemania, Austria, Suiza, Liechtenstein, Bélgica, Países

Bajos, Luxemburgo, República Checa y Eslovenia, así como el este de Francia, norte de

Italia y oeste de Polonia. Y con ellos sus idiomas, que comprendían multitud de

dialectos y variantes de lo que formarían el alemán, el italiano y el francés, además de

las lenguas eslavas. Por otro lado, su división en numerosos territorios gobernados por

príncipes seculares y eclesiásticos, obispos, condes, caballeros imperiales y ciudades

libres hacían de él, al menos en la época moderna, un territorio mucho menos

cohesionado que los emergentes Estados modernos que tenía a su alrededor.

A diferencia de las confederaciones, el concepto de Imperio no sólo implicaba el

gobierno de un territorio específico, sino que tenía fuertes connotaciones religiosas (de

ahí el prefijo sacro), y durante mucho tiempo mantuvo un fuerte ascendiente sobre

otros gobernantes del orbe cristiano. Hasta 1508, los reyes alemanes no eran

considerados como emperadores hasta que el Papa los hubiese coronado formalmente

como tales

Desde la Alta Edad Media, el Sacro Imperio se caracterizó por una peculiar coexistencia entre

emperador y poderes locales. A diferencia de los gobernantes de la Francia Occidentalis, que

más tarde se convertiría en Francia, el emperador nunca obtuvo el control directo sobre los

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Page 18: Historia 9 (Edad Media). VISITE

Estados que oficialmente regentaba. De hecho, desde sus inicios se vio obligado a ceder más

y más poderes a los duques y sus territorios. Dicho proceso empezaría en el siglo XII,

concluyendo en gran medida con la paz de Westfalia (1648).

Estructura e Instituciones:

Oficialmente, el Imperio o Reich se componía del rey, que había de ser coronado emperador

por el Papa (hasta 1508), y los Reichsstände (Estados imperiales).

Rey de los pueblos germánicos

Corona del Sacro Imperio (2ª mitad del siglo X), conservada actualmente en la Schatzkammer

de Viena.La coronación papal de Carlomagno como emperador de los romanos en 800

constituyó el ejemplo que siguieron los posteriores reyes, y fue la actuación de Carlomagno

defendiendo al Papa frente a la rebelión de los habitantes de Roma, lo que inició la noción del

emperador como protector de la iglesia.

Convertirse en emperador requería acceder previamente al título de rey de los alemanes

(Deutscher König). Desde tiempos inmemoriales, los reyes alemanes habían sido designados

por elección. En el siglo IX era elegido entre los líderes de las cinco tribus más importantes

(francos, sajones, bávaros, suabos y turingios), posteriormente entre los duques laicos y

religiosos del reino, reduciéndose finalmente a los llamados Kurfürsten (príncipes electores).

Finalmente, el colegio de electores quedó establecido mediante la Bula de Oro (1356).

Inicialmente había siete electores, pero su número fue variando ligeramente a través de los

siglos.

Hasta 1508, los recién elegidos reyes debían trasladarse a Roma para ser coronados

emperadores por el Papa. No obstante, el proceso solía demorarse hasta la resolución de

algunos conflictos "crónicos": imponerse en el inestable norte de Italia, resolver disputas

pendientes con el patriarca romano, etc.

Las tareas habituales de un soberano, como decretar normas o gobernar autónomamente el

territorio, fueron siempre, en el caso del emperador, sumamente complejas. Su poder estaba

fuertemente restringido por los diversos líderes locales. Desde finales del siglo XV, el

Reichstag (la Dieta) se estableció como órgano legislativo del Imperio: una complicada

asamblea que se reunía a petición del emperador, sin una periodicidad establecida y en cada

ocasión en una nueva sede. En 1663, el Reichstag se transformó en una asamblea

permanente.

Estados Imperiales:

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Los príncipes electores del Sacro Imperio. De Bildatlas der Deutschen Geschichte, por Dr

Paul Knötel (1895).Una entidad era considerada como un Reichsstand (Estado imperial) si,

conforme a las leyes feudales, no tenía más autoridad por encima que la del emperador del

Sacro Imperio. Entre dichos Estados se contaban:

Territorios gobernados por un príncipe o duque, y en algunos casos reyes. (A los gobernadores

del Sacro Imperio, con la excepción de la corona de Bohemia, no se les permitía ser reyes de

territorios dentro del Imperio, pero algunos gobernaron reinos fuera del mismo, como ocurrió

durante algún tiempo con el reino de la Gran Bretaña, cuyo rey era también Príncipe elector

de Hanóver.)

Territorios eclesiásticos dirigidos por un obispo o príncipe-obispo. En el primer caso, el

territorio era con frecuencia idéntico al de la diócesis, recayendo en el obispo tanto los

poderes mundanos como los eclesiásticos. Un ejemplo, entre muchos otros, podría ser el de

Osnabrück. Por su parte, un príncipe-obispo de notable importancia en el Sacro Imperio fue el

obispo de Maguncia, cuya sede episcopal se encontraba en la catedral de esa ciudad.

Ciudades imperiales libres: El número de territorios era increíblemente grande, llegando a

varios centenares en tiempos de la Paz de Westfalia, no sobrepasando la extensión de

muchos de ellos unos pocos kilómetros cuadrados. El Imperio en una definición afortunada era

descrito como una "alfombra hecha de retales" (Flickenteppich).

Reichstag: El Reichstag o Dieta era el órgano legislativo del Sacro Imperio Romano

Germánico. Se dividía a fines del s. XVIII (1777-1797) en tres tipos o clases:

El Consejo de los electores, que incluía a los 8 electores del Sacro Imperio Romano

Germánico.

El Consejo de los príncipes, que incluía tanto a laicos como a eclesiásticos.

El brazo laico o secular: 91 Príncipes (con título de Príncipe, Gran Duque, Duque, Conde

Palatino, Margrave o Landgrave) tenían derecho a voto; algunos tenían varios votos al poseer

el gobierno de más de un territorio con derecho a voto. Asimismo, el Consejo incluía cuatro

colegios que agrupaban a unos 100 Condes (Grafen) y Señores (Herren): Renania, Suabia,

Franconia y Westfalia. Cada colegio podía emitir un voto conjunto.

El brazo eclesiástico: Arzobispos, algunos abades y los dos grandes maestres de la orden

de los Caballeros Teutones y de los Caballeros Hospitalarios (Orden de San Juan) tenían cada

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uno de ellos un voto (33 a fines del s. XVIII). Varios abades y prelados más (unos 40) estaban

agrupados en dos colegios: Suabia y Renania. Cada colegio tenía un voto colectivo.

El Consejo de las 51 ciudades imperiales, que incluía representantes de las ciudades

imperiales agrupados en dos colegios: Suabia y Renania, teniendo cada uno un voto colectivo.

El Consejo de las ciudades imperiales, no obstante, no era totalmente igual al resto, ya que no

tenía derecho de voto en diversas materias, como el de la admisión de nuevos territorios.

Cortes imperiales: El Imperio también contaba con dos cortes: el Reichshofrat (también

conocido como Consejo Áulico) en la corte del rey/emperador (con posterioridad asentada en

Viena), y la Reichskammergericht, establecida mediante la Reforma imperial de 1495.

OTON EL GRANDE: Este príncipe, tan notable como Carlomagno, llegó al trono en el año

940, y resuelto a lograr la unidad del país, pasó los primeros años sometiendo a diversos

príncipes, logrando finalmente que todos reconocieran su dependencia al reino.

Luego hizo frente a varias amenazas exteriores: contuvo con gran energía varias incursiones

de los normandos y de los eslavos, e incluso salvó a Europa de los húngaros, destrozándolos

en la batalla de Lech.

Más tarde tuvo que intervenir en Italia. Este país, desde la muerte de Carlomagno se hallaba

en el mayor desorden, dividido en innumerables principados  enemistados entre sí, y, además,

devastado por los árabes, húngaros y normandos que lo saqueaban a su  gusto.

Otón llegó a la península en el año 960 llamado por ADELÁIDA, reina de la Lombardía, que

había sido destronada por varios príncipes sublevados: la repuso en el trono y luego se casó

con ella, convirtiéndose así en soberano del norte de Italia.

EL NUEVO IMPERIO: Poco después, Otón volvió nuevamente a Italia. Los príncipes feudales

se habían alzado contra el Papa JUAN XII y éste de inmediato solicitó su ayuda. El rey entró en

Roma en el 962, repuso al Pontífice en sus funciones y luego en una solemne ceremonia fue

coronado como Emperador de Occidente

Así, por segunda vez, la Iglesia restauraba el Imperio, con- el fin de conseguir la unidad del

Continente.

El Emperador y el Papa serían las dos columnas de la nueva Europa Cristiana y se apoyarían

mutuamente para imponer el orden en esos tiempos tan calamitosos. Ambos se juraban

fidelidad: el Emperador sería el protector de la Cristiandad, y el Papa, por su parte, sólo podía

ser elegido contando con su aprobación.

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Lamentablemente estas buenas intenciones no se cumplieron, por el contrario, comenzó

desde entonces una lucha que duró más de 200 años para dilucidar la superioridad del Papa o

del Emperador: finalmente concluyó con el aniquilamiento político de ambos.

Ya desde los primeros momentos hubo complicaciones: durante los cien primeros años

ocuparon el trono imperial varios excelentes monarcas, pero que tuvieron la constante

pretensión de intervenir en los asuntos internos de la Iglesia, creyéndose los dueños de la

Cristiandad, en vez de sus defensores.

LA REFORMA ECLESIÁSTICA

Nicolás II: Por ese mismo tiempo, la Sede Pontificia Romana se hallaba gravemente

comprometida. Hasta Carlomagno, los Papas habían sido elegidos por el pueblo de Roma;

luego, con el feudalismo, cayeron bajo la influencia de los señores; y ahora, bajo el Imperio,

debían contar con la aprobación de los Soberanos. De esta manera se originaron los graves

problemas, algunos tratados en este sitio.

Evidentemente so necesitaba una doble reforma: independizar la Iglesia de la influencia de los

emperadores, y renovar la disciplina interna. Ambas cosas se consiguieron en muy poco

tiempo.

En el año 1059 fue elegido Papa Nicolás II, quien de inmediato y sorpresivamente reglamentó

la elección de los futuros Pontífices: en adelante los elegirían los cardenales, sin necesidad de

la aprobación del Emperador. La medida fue muy alabada, pero parecía constituir un desafío

al poder Imperial.

De acuerdo al nuevo sistema aprobado, en el año 1073 fue elegido Papa el monje cluniacense

HILDEBRANDO, quien tomó el nombre de Gregorio VII: fue el personaje destinado a ser el gran

reformador y una de las figuras cumbres de la Iglesia.

Hombre culto y muy piadoso aunque sumamente enérgico, Gregorio desde el comienzo de su

gobierno se sintió llamado no sólo a purificar la Iglesia de todas sus fallas, sino además a

imponer la Supremacía Pontificia sobre todos los reyes y príncipes cristianos.

De inmediato Convocó un Concilio que aprobó sus famosas reformas: bajo pena de

excomunión se prohibió a los civiles entrometerse en los asuntos internos de la Iglesia y

Conceder cargos eclesiásticos. Igualmente se penaba a los clérigos que los aceptaban o que-

vivían casados.

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Page 22: Historia 9 (Edad Media). VISITE

Al mismo tiempo, numerosos Legados Pontificios se desplazaron por toda Europa controlando

el cumplimiento de estas directivas y deponiendo a los transgresores. Entonces fue cuando

intervino en la lucha el Emperador.

Ocupaba el trono imperial Enrique IV, príncipe prepotente y ambicioso, poco dispuesto a

perder sus privilegios. En un principio desconoció las órdenes pontificias y siguió confiriendo

dignidades eclesiásticas como si nada hubiera pasado. El Papa Gregorio le envió amistosos

avisos y luego protestas más enérgicas. Finalmente, se vio en la necesidad de excomulgarlo, y

—cosa nunca vista— lo destituyó de emperador. El resultado fue tremendo: los príncipes

alemanes se reunieron en Tribur y apoyaron al Papa desligándose del soberano.

Entonces Enrique, viéndose perdido, se dirigió a Canosa, en el norte de Italia, en donde se

encontraba el Papa, para pedirle el levantamiento del castigo. Gregorio, luego de tres días de

espera, le concedió el perdón y lo restituyó en el trono. 5u triunfo había sido completo. Con

todo, la lucha aun prosiguió unos años hasta que con el "Concordato de Worms” se llegó a un

acuerdo: el Papa y el Emperador reconocían su mutua independencia en sus respectivas

esferas.

Juicios de Dios en la Edad Media Europea:

Se llaman «ordalías» o «juicios de Dios» a aquellas pruebas que, especialmente en la Edad

Media occidental, se hacían a los acusados para probar su inocencia. El origen de las ordalías

se pierde en la noche de los tiempos, y era corriente en los pueblos primitivos, pero fue en la

Edad Media cuando tomó importancia en nuestra civilización.

En el lento camino de la sociedad hacia una justicia ideal la ordalía representa el balbuceo

jurídico de hombres que se esfuerzan por regular sus conflictos mediante otro camino que no

sea el recurso de la fuerza bruta, y en la historia del derecho es un importante paso hacia

adelante.

Hasta entonces lo que imperaba era la ley del más fuerte, y si bien con la ordalía la prueba de

la fuerza continúa, se coloca bajo el signo de potencias superiores a los hombres.

Varios eran los sistemas que se usaban en las ordalías. En Occidente se preferían las pruebas

a base del combate y del duelo, en los que cada parte elegía un campeón que, con la fuerza,

debía hacer triunfar su buen derecho. La ley germánica precisaba que esta forma de combate

era consentida si la disputa se refería a campos, viñas o dinero, estaba prohibido insultarse y

era necesario nombrar dos personas encargadas de decidir la causa con un duelo.

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La ordalía por medio del veneno era poco conocida en Europa, probablemente por la falta de

un buen tóxico adecuado a este tipo de justicia, pero se utilizaba a veces la curiosa prueba del

pan y el queso, que ya se practicaba en el siglo II en algunos lugares del Imperio romano. El

acusado, ante el altar, debía comer cierta cantidad de pan y de queso, y los jueces retenían

que, si el acusado era culpable, Dios enviaría a uno de sus ángeles para apretarle el gaznate

de modo que no pudiese tragar aquello que comía.

La prueba del hierro candente, en cambio, era muy practicada. El acusado debía coger con las

manos un hierro al rojo por cierto tiempo. En algunas ordalías se prescribía que se debía llevar

en la mano este hierro el tiempo necesario para cumplir siete pasos y luego se examinaban

las manos para descubrir si en ellas había signos de quemaduras que acusaban al culpable.

El hierro candente era muchas veces sustituido por agua o aceite hirviendo, o incluso por

plomo fundido. En el primer caso la ordalía consistía en coger con la mano un objeto pesado

que se encontraba en el fondo de una olla de agua hirviendo; en el caso de que la mano

quedara indemne, el acusado era considerado inocente.

En 1215, en Estrasburgo, numerosas personas sospechosas de herejía fueron condenadas a

ser quemadas después de una ordalía con hierro candente de la que habían resultado

culpables. Mientras iban siendo conducidas al lugar del suplicio, en compañía de un sacerdote

que les exhortaba a convertirse, la mano de un condenado curó de improviso, y como los

restos de la quemadura hubiesen desaparecido completamente en el momento en que el

cortejo llegaba al lugar del suplicio, el hombre curado fue liberado inmediatamente porque,

sin ninguna duda posible, Dios había hablado en su favor.

En algunos sitios se hacía pasar al acusado caminando con los pies descalzos sobre rejas de

arado generalmente en número impar. Fue el suplicio impuesto a la madre del rey de

Inglaterra Eduardo el Confesor, que superó la prueba.

La ordalía por el agua era muy practicada en Europa para absolver o condenar a los acusados.

El procedimiento era muy simple: bastaba con atar al imputado de modo que no pudiese

mover ni brazos ni piernas y después se le echaba al agua de un río, un estanque o el mar. Se

consideraba que si flotaba era culpable, y si, por el contrario, se hundía, era inocente, porque

se pensaba que el agua siempre estaba dispuesta a acoger en su seno a un inocente mientras

rechazaba al culpable. Claro que existía el peligro de que el inocente se ahogase, pero esto no

preocupaba a los jueces. Por ello, en el siglo IX Hincmaro de Reims, arzobispo de la ciudad,

recomendó mitigar la prueba atando con una cuerda a cada uno de los que fuesen sometidos

a esta ordalía para evitar, si se hundían, que «bebiesen durante demasiado tiempo». Esta

prueba se usó mucho en Europa con las personas acusadas de brujería.

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En todas las civilizaciones, las ordalías que tuvieron un origen mágico estaban encargadas a

los sacerdotes, como comunicadores escogidos entre el hombre y la divinidad, y cuando la

Iglesia asumió junto a su poder espiritual parcelas del poder temporal, tuvo que pechar con la

responsabilidad de una costumbre que era difícil de hacer desaparecer rápidamente, y no

pudiendo prohibiría bruscamente se esforzó en modificar progresivamente su uso para

hacerle perder el aspecto mágico que la Iglesia consideraba demasiado vecino a la brujería.

La ordalía fue, pues, practicada como una apelación a la divina providencia para que ésta

pesase sobre los combates o las pruebas en general, y los obispos se esforzaron en humanizar

todo lo que en ella había de cruel y arbitrario.

Durante la segunda mitad del siglo XII el papa Alejandro III prohibió los juicios del agua

hirviendo, del hierro candente e incluso los «duelos de Dios», y el cuarto concilio Luterano,

bajo el pontificado de Inocencio III, prohibió toda forma de ordalía a excepción de los

combates: "Nadie puede bendecir, consagrar una prueba con agua hirviente o fría o con el

hierro candente.» Pero, no obstante estas prohibiciones, la ordalía continuó practicándose

durante la Edad Media, por lo que doce años después, durante un concilio en Tréveris, tuvo

que renovarse la prohibición.

Los defensores de la ordalía basaban su actividad en ciertos versículos del Ahtiguo

Testamento, en los que algunos sospechosos de culpabilidad eran sometidos a una prueba

consistente en beber una pócima preparada por los sacerdotes y de cuyo resultado se

dictaminaba si el acusado era culpable o no.

Las ordalías a base de ingerir sustancias venenosas eran poco usadas en Europa debido a la

dificultad de encontrar pócimas adecuadas debido a la escasez de sustancias venenosas, pero

en pueblos de Asia o África, especialmente en este último continente, se usaron con profusión

hasta nuestros días. Muchas veces las autoridades coloniales tuvieron que intervenir

prohibiendo este tipo de actuaciones, pero sin gran resultado. Ignoro si hoy, con la

independencia de las antiguas colonias y la subsiguiente de los tribunales coloniales,

continúan practicándose ordalías con el veneno, tan frecuentes en otro tiempo.

En 1073 es elevado a la sede pontificia Gregorio VII. La primera medida que tomó ese mismo

año fue dirigida a la prescripción del celibato eclesiástico mediante la prohibición del

matrimonio de los sacerdotes (nicolaísmo).

Numerosísimos obispos, abades y eclesiásticos en general prestaban vasallaje a sus señores

civiles en razón de los feudos adquiridos de ellos. Aunque un clérigo podía ser receptor de un

reducto feudal en condiciones paritarias a las de cualquier laico, existían determinados feudos

eclesiásticos concebidos para ser regentados por un poseedor de las órdenes sagradas.

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Siendo territorios de dominio señorial que llevaban aparejados derechos y beneficios feudales,

su concesión era realizada por los soberanos seculares mediante el oportuno acto de

investidura. El conflicto surgía de la disociación de funciones y atributos que entrañaba tal

investidura. Por su propia naturaleza de feudo eclesiástico, el beneficiario debía ser un clérigo;

de no serlo, cosa que sucedía de ordinario, el aspirante quedaba investido eclesiásticamente

de modo automático por el acto formal de su concesión, de tal manera que el investido recibía

simultáneamente los derechos netamente feudales y la consagración religiosa. Según la

doctrina de la Iglesia un laico no podía consagrar clérigos, o lo que se tenía por equivalente;

no estaba capacitado para otorgar la investidura de un feudo eclesiástico, prerrogativa que se

atribuía en exclusiva para sí o para sus legados el sumo pontífice.

Para reyes y emperadores los feudos eclesiásticos antes que eclesiásticos eran feudos. Los

clérigos feudatarios, sin perjuicio de su condición clerical, eran tan vasallos como los demás,

obligados en la misma medida para con su señor, comprometidos a subvenirle económica y

militarmente en caso de necesidad. Los monarcas no podían permitir que la discrecionalidad

legislativa del papa, operativa en todo caso en asuntos puramente religiosos, les despojara de

la facultad de investir a los destinatarios de aquellos feudos y de obtener a cambio el

provecho inherente a la concesión feudal. Se daba además la circunstancia de que en los

dominios del emperador la clerecía feudal era muy numerosa y constituía un grupo ostentador

de cargos de confianza en la administración y fundamental para la buena marcha del gobierno

de la nación. Privar al emperador de su facultad de investir a los titulares de los feudos

eclesiásticos era tanto como hurtarle el derecho de nombrar a sus colaboradores y

funcionarios y sustraerle buena parte de sus vasallos, los más leales, sus valedores

financieros, los que le sustentaban militarmente. Además, los propios obispos, los abades y

los simples clérigos se opusieron al cambio de su situación por el riesgo de pérdida de las

condiciones y prerrogativas de que disfrutaban en sus posesiones feudales.

LA QUERELLA DE LAS INVESTIDURAS

La querella: Al decreto de 1073 sobre el celibato siguieron otros cuatro decretos dictados en

1074 sobre la simonía y las investiduras. Visiblemente las miras de Gregorio VII eran políticas

e iban encaminadas a minar la autoridad imperial, pues las disposiciones no se promulgaron

en Inglaterra, ni en Francia ni en España. La reacción por parte de las autoridades civiles y de

los mismos clérigos afectados fue virulenta, corriendo peligro en muchos casos la integridad

personal de los legados vaticanos enviados para publicar y hacer cumplir los edictos del papa.

Pero éste no suavizó sus métodos ni rebajó el tono de las amenazas. Muy al contrario, dictó

nuevos decretos en 1075 (veintisiete normas compendiadas en los Dictatus papae) que

repetían las prohibiciones de los decretos anteriores con mayor severidad en las penas, que

alcanzaban a la excomunión para quienes, siendo laicos, entregasen una iglesia o para

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quienes la recibiesen de aquéllos, aun no mediando pago. Los veintisiete axiomas de los

Dictatus papae se resumen en tres conceptos básicos:

El papa está por encima no sólo de los fieles, clérigos y obispos, sino de todas la Iglesias

locales, regionales y nacionales, y por encima también de todos los concilios.

Los príncipes, incluido el emperador están sometidos al papa.

La Iglesia romana no ha errado en el pasado ni errará en el futuro.

Estas pretensiones papales le llevarán a un enfrentamiento con el emperador alemán en la

llamada Disputa de las Investiduras, que en el fondo no es más que un enfrentamiento entre

el poder civil y el eclesiástico sobre la cuestión de a quién compete el dominio del clero.

En efecto, Enrique IV no parecía dispuesto a admitir la menor merma en su autoridad imperial

y se comportó con desdeñosa indiferencia hacia las prescripciones pontificias. Siguió

invistiendo a obispos para cubrir las sedes vacantes en Alemania y, lo que fue más hiriente

para la sensibilidad vaticana: nombró al arzobispo de Milán, cuya población había rechazado

al designado por el papa. Gregorio VII recriminó al emperador su insolente actitud, le dirigió

un nuevo llamamiento a la obediencia y le amenazó con la excomunión y la deposición. Por

respuesta, Enrique IV convocó en Worms, en el año 1076, un sínodo de prelados alemanes

que no se cohibieron en manifestaciones de vesánico odio hacia el pontífice de Roma y de

abierta oposición a sus planes reformadores.

Con el respaldo clerical expresado formalmente en el documento que recogía las conclusiones

de la asamblea, en el que se dejaba constancia de desobediencia declarada al papa y se le

negaba el reconocimiento como sumo pontífice, el emperador le conminó por escrito a que

abandonara su cargo y se dedicara a hacer penitencia por sus pecados, a la vez que le daba

traslado del acta del sínodo episcopal. La indignación en Roma superó cualquier límite. El

concilio que se estaba celebrando en esas mismas fechas en la ciudad santa dictó orden de

excomunión para Enrique IV y todos los intervinientes en el sínodo alemán, a lo que el papa

añadió una resolución de dispensa a los súbditos del emperador del juramento de fidelidad

prestado, lo declaraba depuesto de su trono imperial hasta que pidiese perdón, y prohibía a

cualquiera reconocerlo como rey.

La humillación de Canossa:

Con motivo de la publicación de la bula de excomunión contra el emperador, la nobleza

opositora logró convocar en Tribur la Dieta imperial con la manifiesta intención de deponer al

monarca, aprovechando además que los rebeldes sajones estaban de nuevo en pie de guerra.

Enrique IV se vio en situación comprometida. Ante el peligro de que el papa aprovechara esta

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reunión para imponer sus exigencias, y amenazado además de deposición por los príncipes si

no era absuelto de la excomunión, Enrique IV decide ir al encuentro del papa y obtener de él

la absolución.

A principios de 1077 fue advertido el papa de que el emperador estaba en camino hacia Italia.

No cuestionó las hostiles intenciones de éste y buscó refugio seguro en el inexpugnable

castillo de Canossa, cerca de Parma. Pero Enrique no venía encabezando ningún ejército, sino

como penitente arrepentido que imploraba el perdón del santo padre y que deseaba retornar

al seno de la iglesia mediante el levantamiento de la excomunión. Llegó a Canossa el 25 de

enero de aquel gélido invierno pidiendo ser recibido por su Santidad. Se cuenta que el papa

demoró la entrevista por término de tres días, durante los cuales permaneció el humilde

emperador descalzo y arropado con una simple capa a las puertas de la fortaleza. El papa,

sorprendido por la inesperada actitud de su enemigo, vacilaba sobre la mejor forma de actuar:

el sumo sacerdote no podía negar la absolución de sus faltas a un peregrino que se

presentaba de aquella guisa dando muestra de humildad y contrición; pero, de hacerlo,

Enrique IV se vería de nuevo reintegrado en la comunidad cristiana, confirmado en su trono

con pleno derecho de ceñir la triple corona, y exento de cualquier tara que sirviera de

argumento a sus enemigos para exigir su abdicación. No tuvo otra opción que perdonar y

absolver, ennoblecido moralmente y derrotado políticamente.

Reactivación de la querella:

Al regreso de Enrique a Alemania, los partidarios de su cuñado Rodolfo de Suabia, reunidos en

Forchheim, proclamaron nuevo emperador a Rodolfo. Enrique IV quiso poner a prueba al papa

y le exigió en tono altanero que excomulgara a Rodolfo de Suabia. Las relaciones se agriaron

y el emperador volvió a proceder como ya lo había hecho en ocasión anterior: convocó un

concilio de prelados alemanes en Brixen que declaró desposeído de su dignidad pontificia a

Gregorio VII y nombró en su lugar al arzobispo de Rávena, investido como Clemente III. La

reacción del papa no se hizo esperar, e inmediatamente, en ese año de 1080, por un concilio

celebrado en Roma depuso de su cargo imperial a Enrique IV, le fulminó con la excomunión y

reconoció como legítimo rey a su cuñado Rodolfo.

Enrique IV se puso al frente de un poderoso ejército y marchó sobre Roma. Instalado en la

ciudad santa, reunió en ella un concilio al que fue convocado Gregorio VII, mas éste no acudió,

sabedor de que iba a ser juzgado y condenado. Su inasistencia no evitó su excomunión y

destronamiento. En su lugar se colocó a Clemente III que se apresuró a coronar a Enrique IV y

a su esposa Berta el 31 de marzo de 1084. Gregorio solicitó la ayuda del normando siciliano

Roberto Guiscardo, quien puso en marcha sus huestes de aventureros, en su mayoría

musulmanes, y las lanzó contra Roma. Enrique abandonó cautamente la ciudad que quedó a

merced de aquellas hordas incontroladas. Se produjo un verdadero saqueo, intolerable para el

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Page 28: Historia 9 (Edad Media). VISITE

pueblo romano que se sublevó contra los valedores de la autoridad gregoriana. Fue la excusa

para una salvaje represión sangrienta en la que sucumbieron millares de ciudadanos y la urbe

quedó arruinada. Bajo la protección de semejante vasallo y escoltado por sus milicias

musulmanas, Gregorio VII huyó de la Roma devastada y aceptó el asilo que Guiscardo le

dispensó en Salerno, donde murió al año siguiente.

Tras un fugaz paso por la sede pontificia de Víctor III, fue designado papa en 1088 Urbano II.

En Roma, no obstante, seguía instalado el antipapa Clemente III con sus partidarios. Urbano

se propuso desalojar de la ciudad santa a su oponente, para lo que confió en sus vasallos

sicilianos. En efecto, con el apoyo del ejército normando pudo abrirse paso hasta Roma en

noviembre de 1088, donde hubieron de librarse cruentas batallas entre las tropas del

antipapa y las del papa para que éste pudiera por fin acceder a su legítimo trono. Instalado en

él buscó la manera de derribar al emperador aglutinando en la poderosa Liga Lombarda las

ciudades de Milán, Lodi, Piacenza y Cremona. Urbano II murió en 1099, sin haber podido

doblegar a su personal enemigo Enrique IV.

Su sucesor Pascual II (Rainero Raineri di Bleda (o Bieda)) ensayó sin resultado similares

procedimientos que los empleados por sus antecesores en su pugna con Enrique IV. Éste

moría en 1106 dejando en el trono imperial a su hijo Enrique V. La aparente dócil disposición

del nuevo emperador hizo creer por un momento Pascual II que tenía al alcance de su mano la

ansiada solución a los vetustos problemas que padecía la cristiandad. Pero la quimérica ilusión

se desvaneció bien pronto. Enrique V no tardó en clarificar su posición: en el mismo momento

en que se vio alzado al trono imperial envió emisarios a Roma para recordar al papa la

ancestral prerrogativa del rey germánico de confirmar la elección de los obispos, tomarles

juramento de fidelidad y entregarles las credenciales de su autoridad secular, o, dicho de otro

modo, su facultad de investir a los prelados en sus feudos eclesiásticos. La lucha volvía a

empezar y, como siempre, la excomunión del emperador fue la primera medida tomada en el

concilio de Guastalla ese mismo año de 1106.

Cambio de actitud

No obstante, Pascual II, en un acercamiento a la realidad, comenzó a percibir lo desorbitado

de las pretensiones de Gregorio VII y lo difícil de mantener aquellas exigencias, por lo que se

fue mostrando receptivo a determinadas iniciativas que proponían la renuncia de los clérigos

a la posesión de cualesquiera bienes materiales de concesión real, en el entendimiento de que

habría de bastarles para su sustento con los diezmos y las limosnas de los fieles. A Enrique V

no podía ofertársele una mejor solución, pues ella suponía la apropiación de todo el

patrimonio de la iglesia germánica, por cuyo precio estaba dispuesto a renunciar a su

privilegio de sancionar la elección de los cargos eclesiásticos que, en lo sucesivo, no

ostentarían ningún poder territorial. Con intención de acelerar un final satisfactorio para sus

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intereses, Enrique penetró en Italia en 1110 al frente de un ejército intimidador. Sus enviados

a parlamentar con el papa y sentar las bases de la coronación imperial, firmaron con éste el

concordato de Sutri, por el que se pactaba el abandono por parte del emperador de sus

supuestos derechos de investidura a cambio de la entrega por parte del clero de sus bienes

territoriales. Una vez en Roma, se dispuso todo para que Enrique V recibiese de manos del

pontífice la corona del Sacro Imperio el día 12 de febrero de 1111. Llegado el momento,

estando para iniciarse la solemne ceremonia en la basílica de San Pedro, se hizo público el

contenido del tratado suscrito entre el papa y el emperador. Cuando los prelados, abades y

demás dignatarios eclesiásticos conocieron que la paz se compraba con sus bienes se desató

la cólera de los afectados de forma tan tumultuosamente amenazadora que Pascual II no pudo

proseguir con la lectura del documento ni proceder a la coronación del emperador. Éste, por

su parte, estaba resuelto a forzar el cumplimiento de lo pactado y, a tal fin, hizo que las tropas

desalojasen el templo y redujo a prisión a los cardenales. Cautivo de Enrique, Pascual II no

tuvo otra opción que doblegarse a los imperativos de aquél y, cediendo a sus presiones, le

coronó pomposamente, no sin antes haber firmado un nuevo documento por el que se

reconocía al emperador el derecho de investidura «por el báculo y el anillo», esto es, en toda

su plenitud, con la sola limitación de que no mediara contraprestación simoniaca. Recobrada

la libertad, y ante los apremios, esta vez, de los burlados cardenales, el Papa denunció el

tratado suscrito bajo coacción y violencia y excomulgó al emperador. La querella de las

investiduras, que por un fugaz momento pareció llegar a su fin, se intensificó si cabe. Pascual

II murió en 1118 sin haber avanzado en el camino de la solución.

El fin de la querella:

En 1119 se sitúa al frente de la iglesia Calixto II, papa de origen francés a quien hay que

atribuir el éxito en la anhelada conclusión de la querella de las investiduras. El inicio de su

pontificado no presagiaba aquel buen final, pues una de sus primeras medidas consistió en

revocar la facultad de investidura arrancada coactivamente por Enrique V a Pascual II, lo que

dio lugar a renovadas tensiones. No obstante, porque cundiese en ambas partes la fatiga por

tan prolongada lucha, o porque finalmente se impusiera la razón, el 23 de septiembre de 1122

se firmó el Concordato de Worms, ratificado un año después por el concilio ecuménico de

Letrán. Por aquel protocolo se establecía un acuerdo entre la santa sede y el imperio, según el

cual correspondería al poder eclesiástico la investidura clerical mediante la entrega del anillo

y el báculo y la consagración con las órdenes religiosas, mientras que al estamento civil se le

reservaba la investidura feudal con otorgamiento de los derechos de regalía y demás

atributos temporales. Los así investidos se debían al papa en lo religioso y al soberano laico

en lo civil. Al emperador se le reconocía además la potestad de asistir a la elección de los

cargos eclesiásticos y de utilizar su voto de calidad cuando no hubiese acuerdo entre los

electores. Como las presiones que se ejercían sobre los capítulos de las catedrales y abadías

eran muy fuertes en orden a la elección de un determinado candidato, lo que dificultaba la

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Page 30: Historia 9 (Edad Media). VISITE

obtención del quórum necesario, al final acabó siendo con harta frecuencia el emperador

quien impuso su arbitraje.

LOS ARABES

Arabia es una gran península asiática de tres millones de kilómetros cuadrados, limitada por

el Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Las civilizaciones, que se desarrollaron en

Egipto y en Oriente, en su expansión chocaron siempre con el enorme desierto arábigo,

inmenso obstáculo natural. Sus costas rocosas dificultan la navegación. Arabia es: "Djesirat el

Arab", la isla de los árabes. El desierto se extiende por las nueve décimas partes del país. De

esta tierra reseca y recalentada levántanse nubes de polvo que llegan a oscurecer el Sol. No

existen corrientes de agua y sólo a temporadas algún que otro miserable riachuelo cruza el

país. Según una antigua tradición, los pobladores de Arabia son descendientes de Ismael, hijo

de Abraham y de su esclava Agar.

En el siglo VI se hallaban claramente diferenciadas dos clases de población: la nómada y la

sedentaria. A la primera pertenecían los árabes trashumantes -beduinos- que llevaban una

vida ruda y llena de peligros. Practicaban el robo, el pillaje y el asesinato sin remordimiento

alguno. Odiaban a los árabes sedentarios, a quienes, con frecuencia, hacían objeto de sus

depredaciones. La institución sagrada era la tribu; el matrimonio tenía por único fin conseguir

el aumento de la población.

El beduino que más hijos tenía era el más considerado. Las tribus vivían en un constante

estado de enemistad y de guerra, pues no concebían las ventajas de la unidad. Eran poco

religiosos, adoraban a numerosas divinidades y a bloques de piedra que transportaban en su

incesante deambular por el desierto. Algunas tribus se habían convertido al judaísmo y a la

religión cristiana, por lo que, durante el siglo VI existió un movimiento religioso que tendía al

monoteísmo.

Sin embargo, entre estas tribus existía un lazo de unión formidable: la lengua. El árabe se

enorgullecía de la riqueza de su vocabulario y procuraba sostener su pureza. Las faltas

cometidas al hablar eran castigadas a bastonazos y los poetas eran considerados como seres

privilegiados y mágicos. Los beduinos escuchaban embelesados sus narraciones.

La ciudad más famosa de Arabia era La Meca. Allí se hallaba la Kaaba, el santuario de los

árabes. De los puntos más lejanos acudían beduinos para besar la piedra negra y redimir sus

pecados. Todas las caravanas del desierto confluían en aquel lugar y la ciudad fue creciendo y

prosperando. Opulentos mercaderes organizaron en ella una especie de república. En sus

mercados se compraban y vendían mujeres, esclavos y camellos.

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Page 31: Historia 9 (Edad Media). VISITE

LA EXPANSION ARABE

A la muerte de Mahoma los árabes poseían una misma religión, se habían acostumbrado a

obedecer a un soberano y se hallaban en condiciones de iniciar la conquista de un imperio.

Ellos fueron los intermediarios entre el mundo asiático y la Europa occidental. Se lanzaban al

combate con empuje irresistible y, a pesar de carecer de bases militares, líneas de

comunicación, provisiones y equipos, sus victorias fueron tan rápidas y decisivas que a los

quince años de la muerte del Profeta, el estandarte de la Media Luna ondeaba en Damasco,

Antioquía, Jerusalén, Trípoli, Egipto y gran parte del Norte de África.

Conquistaron toda la Persia, el Turquestán y los territorios situados en las orillas de los mares

Negro y Caspio. En el año 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar, y tras derrotar a los visigodos

españoles en las márgenes del Guadalete, se desparramaron como un ciclón por toda la

Península Ibérica. Desde la frontera de Francia empezaron a planear la conquista de Europa y

la destrucción del Cristianismo; franquearon los Pirineos y amenazaron la Galia, pero fueron

detenidos en Poitiers por los francos. En aquella memorable batalla ocurrida el 732 murió el

emir Abderramán el-Gafekí, caudillo árabe, vencido por el famoso Carlos Martel.

En el año 750 tuvo lugar una profunda revolución en el mundo musulmán; la dinastía de los

Omeyas fue derrotada por Abul- Abbas, fundador de la dinastía de los Abbasidas, que

estableció su capital en Bagdad. Un solo omeya, Abderramán I o Abdal-Ratimán escapó de las

matanzas y, vagando de cabila en cabila y de aduar en aduar, llegó a España, erigiendo el

Emirato independiente de Córdoba. Harum-al-Raschid (786-809) fue el más conocido de los

soberanos de esta época; era piadoso y activo, y logró dar cohesión al gran imperio, aunque

concediendo cierta autonomía a las provincias. Era en verdad empresa difícil en aquellos

tiempos mantener en una sola mano pueblos tan distantes entre sí como la India y España;

por ello los distintos pueblos entraron en lucha muy pronto y el gran imperio se fue

desmembrando. Los califas de Bagdad, encerrados en suntuosos palacios, renunciaban con

facilidad a sus derechos sobre lejanas provincias.

España se separó en el año 755, y Egipto lo hizo en el 868. Los turcos, encargados de

defender al califa, constituían la base del Ejército y, poco a poco, su influencia fue en

aumento, hasta llegar al extremo de que si bien el califa era el titular del poder espiritual, los

turcos acabaron por ser los amos absolutos del Estado.

El califato de Bagdad llevó una vida muy floreciente desde finales del siglo VIII hasta los

comienzos del IX. El vasto imperio que se hallaba dividido en 28 provincias, abarcaba los

territorios comprendidos en el rectángulo formado por el Indo, el Sahara, el Atlántico y el

Cáucaso.

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Page 32: Historia 9 (Edad Media). VISITE

El califa era el representante del Profeta y ejercía un poder absoluto. Vivía en un magnífico

palacio rodeado de servidores, en el que se celebraban fiestas maravillosas. Los califas

delegaron las funciones propias del gobierno en funcionarios llamados "visires", mientras que

las cuestiones judiciales eran encomendadas a los "cadíes". El "walí" era el encargado de

aplicar el Derecho Penal. El inspector del comercio y del mercado recibía el nombre de

"almotacén".

El "berid" era el jefe del servicio de postas, que se hallaba muy bien organizado y para el cual

se utilizaban palomas mensajeras; tenía por misión informar al poder central de todo cuanto

ocurría. Los impuestos se pagaban en especie o en moneda y pasaban a engrosar el tesoro de

los califas.

El Ejército del califa de Bagdad llevó a contar con 50.000 hombres, que disfrutaban del

reparto del botín o de un sueldo fijo; pero como eran muy indisciplinados los califas se

decidieron a reclutar mercenarios turcos. En Córdoba no tardó en proclamarse el Califato

independiente, con lo cual el mundo árabe quedó escindido.

El Califato de Bagdad cayó en poder de los mongoles el año 1258. La influencia de Egipto fue

muy grande entonces, y mientras en España al esplendor del Califato de Córdoba siguió la

decadencia de los múltiples reinos de Taifas, en Oriente los turcos incrementaron su poder

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hasta que en el siglo XV lograron la conquista de Constantinopla, pero entonces el Imperio

Arabe había muerto para sucederle el Imperio Turco.

LA CIVILIZACION ARABE.

Durante 500 años se enfrentaron dos modos de pensar, dos religiones y dos concepciones de

la vida: Mahoma y Cristo. Desde el punto de vista moral y humano la civilización cristiana era

más perfecta en todos sentidos: por su especial consideración a la mujer y a los débiles, por

su exaltación de la virtud, por su sentido trascendente de justicia, etc. Sin embargo, es

preciso reconocer que los árabes desarrollaron una civilización en la que ocupaba lugar muy

preferente el cultivo de las Ciencias, y que su sentido de la belleza era extraordinario como lo

demuestran los monumentos que de su plenitud se han conservado hasta nuestros días.

Los árabes pudieron conocer gran parte del saber acumulado en Alejandría durante el período

llamado "helenístico". Gracias a ellos, y a través del camino de España nos llegaron obras

literarias como Calila y Dimna, el Sendebar y los relatos de Las Mil y una Noche, entre otras.

La Escuela de Traductores de Toledo, fundada por el obispo Raimundo, fue una de las que

más contribuyeron a salvar la cultura clásica y oriental que nos llegaba a través de los

musulmanes. Entre los nombres que destacan en ella merecen recordarse Domingo

Guinsalvo, Juan Hispalense y Gerardo de Cremona.

El cálculo algebraico y las cifras que usamos actualmente y que se llaman arábigas las

debemos a los musulmanes. La dedicación de este pueblo a las Matemáticas fue notable. Las

ecuaciones de segundo grado, e incluso las de grado superior, fueron bien conocidas por ellos,

así como la Trigonometría. Consecuencia de este perfeccionamiento del cálculo fueron los

notables progresos conseguidos en Astronomía, pues llegaron a determinar la inclinación del

eje de la Tierra sobre la eclíptica. Conocieron la brújula, seguramente importada de Asia

central o de China, y fueron extraordinariamente hábiles en el trabajo de los metales, en la

fabricación de telas, curtidos, armas y papel. En Fez existían 400 molinos para la fabricación

de pasta de papel, y Játiva fue la primera población de España donde se instalaron fábricas de

papel de arroz. Los molinos de viento son una realización árabe. Su dedicación a la Alquimia

les llevó a descubrir el alcohol, el alcanfor, el mercurio y el ruibarbo. Además, en Europa

fueron los primeros en utilizar la pólvora, conocida por los chinos.

La agricultura llegó a perfeccionarse con un sistema de riegos que en la huerta valenciana

viene aplicándose casi igual que en tiempo de la dominación árabe.

Los musulmanes sentían una especial fascinación por el agua, que utilizaban como adorno en

sus jardines. Por ejemplo, es de admirar el empleo del líquido elemento en los del Generalife

de Granada, en los del Alcázar de Sevilla y en tantas construcciones como nos quedan de

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Page 34: Historia 9 (Edad Media). VISITE

aquella época de España. Las palabras "acequia", "algibe", "noria" y tantas otras, son árabes y

demuestran claramente las innovaciones que este pueblo aportó en la agricultura de la

península. A ellos se debe también la aclimatación en Occidente de la palmera, el algodón, el

arroz, el naranjo, la caña de azúcar, el granado, la morera e innumerables plantas de jardín.

La cirugía árabe no fue muy importante porque sentían gran pudor y respeto por el cuerpo

humano desnudo, pero sí la Medicina. Abenmasawih escribió un tratado de Oftalmología;

Abubéquer fue un químico notable y un médico excelente, autor de una enciclopedia de

Medicina; Abenalcházar escribió un tratado sobre la viruela y el sarampión, y Abulcásim una

obra en la que trata temas de Obstetricia, Cirugía y lo que hoy llamamos Otorrinolaringología.

Entre los astrónomos famosos cabe recordar a Mohamet el Fazari, Mohamet Alfargani y, sobre

todos, Chábir Albattani, que vivió en el siglo X y fue considerado un precursor de las doctrinas

astronómicas que tuvieron su desarrollo durante el Renacimiento.

EL ARTE ARABE

En la expresión artística del pueblo árabe juegan dos factores importantes. Uno, la prohibición

por parte de su credo de representar la figura humana, y por otra su  temperamento amante

del color, de las formas exuberantes y de la vida en sus manifestaciones más cálidas. Por

estas razones el arte árabe se vuelca en la decoración y en los "arabescos", juegos de formas,

de color y de luz, utilizando incluso el agua como un elemento arquitectónico más. En todas

las construcciones abundan los adornos geométricos o inspirados en motivos vegetales para

suplir la limitación que implicaba la imposibilidad de pintar o esculpir formas humanas.

El templo musulmán era la mezquita, generalmente de planta cuadrada. Antes de entrar en

ella el creyente se encontraba con un patio rodeado de pórticos, en el centro del cual había

una fuente donde podía realizar las abluciones del ritual. Una torre o "alminar" permitía al

"muezín" llamar a los fieles a la hora de la oración. En el interior del templo se hallaba el

"mihrab", o lugar sagrado emplazado en dirección a Oriente, sin ninguna clase de imágenes

pero adornado con profusión de arabescos, tapices, etc. Ante él se hallaba la "maxura" olugar

que ocupaba el califa o el rey.

El arco de herradura fue usado con profusión, y en el siglo X se complicó originando el arco

lobulado, en el cual el primitivo dibujo de la arcada se subdivide en numerosos arcos

menores. El número de lóbulos fue siempre impar a fin de que uno correspondiera al centro o

clave del arco. Las columnas eran muy finas y se solían agrupar; los capiteles, sencillos, pero

trabajados en arabescos, así como las paredes, especialmente las de los palacios o alcázares.

Más tarde los arcos se entrecruzaron y se convirtieron en un auténtico tejido arquitectónico,

como puede admirarse en las obras maestras de la arquitectura musulmana en España. No

existe mezquita tan hermosa como la de Córdoba, iniciada en el siglo VIII y que no se terminó

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hasta el XI. En ella se pueden contar hasta un millar de columnas que sostienen arcos dobles,

el superior de medio punto y el inferior de herradura. El ladrillo rojo y la piedra blanca alternan

y contribuyen a aumentar la sensación de luz y color. Sus medidas -180 por 130 m- hacen de

ella la mayor del mundo islámico.

Fernando III, al conquistar Córdoba la transformó en catedral cristiana. La Alhambra de

Granada corresponde ya a un estilo posterior, que se inicia en el siglo XIII y cuyo máximo

esplendor se encuentra en el siglo XIV. Los arcos se convierten en un puro encaje de yesería,

así como las paredes. En esta joya del arte arábigo-español se ven preciosas muestras de

alicatado, o sea de mosaicos vidriados. Este palacio, construido para vivienda de los reyes

moros, consta de una serie de salas y estancias, algunas de ellas con ventanales orientados

hacia la Sierra Nevada; otras con surtidores o patios en los que el agua juega con motivos

arquitectónicos y decorativos.

Es notable el "Patio de los Leones", donde puede verse una rarísima muestra de la escultura

árabe, los leones que sostienen la fuente central. El Generalife es un palacete situado en una

colina próxima a la Alhambra, donde los jardineros árabes dieron una muestra de lo que

puede conseguirse combinando la vegetación y el agua. Son notables también otros alcázares

o palacios-fortaleza, como el de Sevilla, que posteriormente amplió el emperador Carlos I.

Todo el Mediterráneo español es rico en vestigios del arte árabe. También destacaron los

árabes en el trabajo del cuero, en la cerámica, los azulejos, la orfebrería, el cincelado de la

plata, la talla del marfil y, de un modo especial, en la técnica y el arte del tejido.

EL PENSAMIENTO Y LAS LETRAS

Los árabes eran muy aficionados a los estudios filosóficos y se dedicaron a la propia

especulación, pero también a la traducción de los pensadores griegos. Aristóteles les fue

familiar, de modo que existió un aristotelismo musulmán paralelo al aristotelismo cristiano

que informó la Escolástica. En el siglo XI vivió Avicena, que intentó una síntesis del

pensamiento griego con el mahometanismo. En España la cultura árabe alcanzó un gran

esplendor debido a la protección de los califas cordobeses. Se cuenta que Alhaquem II tenía

destacados en distintos lugares del mundo musulmán enviados suyos para que adquiriesen

los libros que aparecieran y resultaran de mayor interés con destino a su biblioteca de

Córdoba.

Ibn Masarra fue un filósofo cordobés del siglo X. También son dignos de citarse Abentofail,

autor de una novela filosófica, El Filósofo-autodidacta, y Averroes, que vivió en el siglo XIII.

Éste sostenía que la verdad filosófica puede ser distinta de la religiosa, defendiendo, por

tanto, la independencia y la libertad de especulación. El "averroísmo" tuvo gran importancia

en el pensamiento medieval. Entre los historiadores figura El Wagidi, que narró la vida de

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Mahoma y los primeros califas, Abucháfar al Tavarí y, en España, Ibn el Faradí. En literatura

los árabes sintieron gran predilección por la narrativa, como se demuestra en Las Mil y una

Noches, Ali Baba y los 40 ladrones, Simbad el Marino, La Lámpara de Aladino, etc. En muchos

casos acompañaban sus relatos con la música del "rabel", que fue invento suyo. La música

popular andaluza, incluso la jota española, tienen una raíz musulmana indiscutible que se

pone de manifiesto al comparar el canto moro actual con el cante jondo y el flamenco

andaluz.

Mahoma nació a fines del siglo VI en la ciudad de la Meca, en Arabia. Era hijo de una familia

pastores, muy humilde. Su primera ocupación, desde muy joven, fue como conductor de

caravanas. Durante sus viajes. Mahoma se relacionó con judíos y cristianos, y ese trato le

generó la idea de reformar la religión de su pueblo. Cuenta la tradición musulmana, que a

Mahoma se le apareció en arcángel San Gabriel, y le dijo: Predica y Mahoma, creyéndose

profeta empezó a predicar a los árabes la idea de un único Dios. y la condenación de los

ídolos que adoraban. La síntesis de su pensamiento puede concretarse en: No hay más Dios

que Alah, y Mahoma es su profeta. Así nació el islamismo. que quiere decir sometimiento, a

quines mueren por Alá, se le promete un paraíso de bienes materiales. Es una doctrina,

mezcla de cristianismo y judaísmo. A causa de su predicación, los árabes lo amenazaron de

muerte y debió huir a la ciudad de Medina en el año 622. acto que se conoce con el nombre

de La Hégira, y es el comienzo de la era musulmana. Vencidos sus opositores, Mahoma, puede

volvería a La Meca y desde entonces fue el profeta de toda Arabia. Era en extraordinario

orador, exponía su doctrina con un lenguaje hermoso y claro. De porte noble y varonil, los

árabes lo comparaban como un sol naciente. Los discípulos tomaban nota de todas las

prédicas y luego las condensaron, después de su muerte en un sólo libro llamado: El Corán,

que significa la lectura. Este libro contiene 114 capítulos, y todos comienzan con la misma

oración: En el nombre de Dios, clemente y misericordioso.

Los musulmanes de acuerdo con El Corán deben:

Orar cinco veces al día, y a determinadas horas.

Observar ciertos principios de higiene

Practicar abluciones (purificarse por medio del lavado con agua)

Ayunar durante un mes.

Brindar abundante limosna a los pobres.

Ordena llevar la guerra santa, a todo pueblo que no sea musulmán (infieles)

La doctrina religiosa del profeta es muy sencilla y se halla contenida en el Corán, libro sagrado

de los musulmanes. El Corán propugna el perdón de las injurias y ensalza la práctica de las

obras de misericordia, prohibe el adulterio, el homicidio y el robo, así como el consumo del

vino, la carne de cerdo y la práctica de los juegos de azar.

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Esta doctrina ha influido decisivamente en la vida de los árabes, a tal punto que el fanatismo

a hecho que cualquier problema en su vida cotidiana es porque estaba escrito, es porque Alá,

así lo quiere. Los sucesores de Mahoma, se llamaron Califas o Comendatos de los creyentes, y

cumplieron con la guerra santa, llevando sus ejércitos por todos los pueblos que no lo

profesaban. Esta guerra, no era más ni menos, que guerra de pillaje y exterminio,

conquistando pueblos de Asia Menor, Egipto, Persia, India, Túnez, Argelia, Marruecos. y casi

toda España. Con todos estos países se formó el imperio árabe, o imperio de los Califas. (que

cuando es conquistado por los turcos, los califas son reemplazados por los Sultanes)

ORIGENES Y EVOLUCION DEL FEUDALISMO

Fue un sistema contractual de relaciones políticas y militares entre los miembros de la

nobleza de Europa occidental durante la alta edad media. El feudalismo se caracterizó por la

concesión de feudos (casi siempre en forma de tierras y trabajo) a cambio de una prestación

política y militar, contrato sellado por un juramento de homenaje y fidelidad. Pero tanto el

señor como el vasallo eran hombres libres, por lo que no debe ser confundido con el régimen

señorial, sistema contemporáneo de aquél, que regulaba las relaciones entre los señores y sus

campesinos. El feudalismo unía la prestación política y militar a la posesión de tierras con el

propósito de preservar a la Europa medieval de su desintegración en innumerables señoríos

independientes tras el hundimiento del Imperio Carolingio.

ORÍGENES

Cuando los pueblos germanos conquistaron en el siglo V el Imperio romano de Occidente

pusieron también fin al ejército profesional romano y lo sustituyeron por los suyos propios,

formados con guerreros que servían a sus caudillos por razones de honor y obtención de un

botín. Vivían de la tierra y combatían a pie ya que, como luchaban cuerpo a cuerpo, no

necesitaban emplear la caballería. Pero cuando los musulmanes, vikingos y magiares

invadieron Europa en los siglos VIII, IX y X, los germanos se vieron incapaces de enfrentarse

con unos ejércitos que se desplazaban con suma rapidez. Primero Carlos Martel en la Galia,

después el rey Alfredo el Grande en Inglaterra y por último Enrique el Pajarero de Germania,

cedieron caballos a algunos de sus soldados para repeler las incursiones sobre sus tierras. No

parece que estas tropas combatieran a caballo; más bien tenían la posibilidad de perseguir a

sus enemigos con mayor rapidez que a pie. No obstante, es probable que se produjeran

acciones de caballería en este mismo periodo, al introducirse el uso de los estribos. Con total

seguridad esto ocurrió en el siglo XI. Véase Orden de caballería.

Origen del sistema:

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Los caballos de guerra eran costosos y su adiestramiento para emplearlos militarmente exigía

años de práctica. Carlos Martel, con el fin de ayudar a su tropa de caballería, le otorgó fincas

(explotadas por braceros) que tomó de las posesiones de la Iglesia. Estas tierras,

denominadas 'beneficios', eran cedidas mientras durara la prestación de los soldados. Éstos, a

su vez, fueron llamados 'vasallos' (término derivado de una palabra gaélica que significaba

sirviente).

Sin embargo, los vasallos, soldados selectos de los que los gobernantes Carolingios se

rodeaban, se convirtieron en modelos para aquellos nobles que seguían a la corte. Con la

desintegración del Imperio Carolingio en el siglo IX muchos personajes poderosos se

esforzaron por constituir sus propios grupos de vasallos dotados de montura, a los que

ofrecían beneficios a cambio de su servicio. Algunos de los hacendados más pobres se vieron

obligados a aceptar el vasallaje y ceder sus tierras al señorío de los más poderosos,

recibiendo a cambio los beneficios feudales. Se esperaba que los grandes señores protegieran

a los vasallos de la misma forma que se esperaba que los vasallos sirvieran a sus señores.

Feudalismo clásico

Esta relación de carácter militar que se estableció en los siglos VIII y IX a veces es

denominada feudalismo Carolingio, pero carecía aún de uno de los rasgos esenciales del

feudalismo clásico desarrollado plenamente desde el siglo X. Fue sólo hacia el año 1000

cuando el término 'feudo' comenzó a emplearse en sustitución de 'beneficio' este cambio de

términos refleja una evolución en la institución.

A partir de este momento se aceptaba de forma unánime que las tierras entregadas al vasallo

eran hereditarias, con tal de que el heredero que las recibiera fuera grato al señor y pagara

un impuesto de herencia llamado 'socorro'. El vasallo no sólo prestaba el obligado juramento

de fidelidad a su señor, sino también un juramento especial de homenaje al señor feudal, el

cual, a su vez, le investía con un feudo. De este modo, el feudalismo se convirtió en una

institución tanto política como militar, basada en una relación contractual entre dos personas

individuales, las cuales mantenían sus respectivos derechos sobre el feudo.

Causas de la aparición del sistema feudal

La guerra fue endémica durante toda la época feudal, pero el feudalismo no provocó esta

situación; al contrario, la guerra originó el feudalismo. Tampoco el feudalismo fue responsable

del colapso del Imperio Carolingio, más bien el fracaso de éste hizo necesaria la existencia del

régimen feudal.

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El Imperio Carolingio se hundió porque estaba basado en la autoridad de una sola persona y

no estaba dotado de instituciones lo suficientemente desarrolladas. La desaparición del

Imperio amenazó con sumir a Europa en una situación de anarquía: cientos de señores

individuales gobernaban a sus pueblos con completa independencia respecto de cualquier

autoridad soberana.

Los vínculos feudales devolvieron cierta unidad, dentro de la cual los señores renunciaban a

parte de su libertad, lo que era necesario para lograr una cooperación eficaz. Bajo la dirección

de sus señores feudales, los vasallos pudieron defenderse de sus enemigos, y más tarde crear

principados feudales de cierta importancia y complejidad. Una vez que el feudalismo

demostró su utilidad local reyes y emperadores lo adoptaron para fortalecer sus monarquías.

PLENITUD

El feudalismo alcanzó su madurez en el siglo XI y tuvo su máximo apogeo en los siglos XII y

XIII. Su cuna fue la región comprendida entre los ríos Rin y Loira, dominada por el ducado de

Normandía. Al conquistar sus soberanos, a fines del siglo XI, el sur de Italia, Sicilia e Inglaterra

y ocupar Tierra Santa en la primera Cruzada, establecieron en todas estas zonas las

instituciones feudales. España también adoptó un cierto tipo de feudalismo en el siglo XII, al

igual que el sur de Francia, el norte de Italia y los territorios alemanes. Incluso Europa central

y oriental conoció el sistema feudal durante un cierto tiempo y en grado limitado, sobre todo

cuando el Imperio bizantino se feudalizó tras la cuarta Cruzada. Los llamados feudalismos del

antiguo Egipto y de Persia, o de China y Japón, no guardan relación alguna con el feudalismo

europeo, y sólo son superficialmente similares. Quizá fueran los samurais japoneses los que

más se asemejaron a los caballeros medievales, en particular los sogunes de la familia

Ashikaga; pero las relaciones entre señores y vasallos en Japón eran diferentes a las del

feudalismo de Europa occidental.

Características: En su forma más clásica, el feudalismo occidental asumía que casi toda la

tierra pertenecía al príncipe soberano -bien el rey, el duque, el marqués o el conde- que la

recibía "de nadie sino de Dios". El príncipe cedía los feudos a sus barones, los cuales le

rendían el obligado juramento de homenaje y fidelidad por el que prestaban su ayuda política

y militar, según los términos de la cesión. Los nobles podían ceder parte de sus feudos a

caballeros que le rindieran, a su vez, homenaje y fidelidad y les sirvieran de acuerdo a la

extensión de las tierras concedidas. De este modo si un monarca otorgaba un feudo de doce

señoríos a un noble y a cambio exigía el servicio de diez caballeros, el noble podía ceder a su

vez diez de los señoríos recibidos a otros tantos caballeros, con lo que podía cumplir la

prestación requerida por el rey. Un noble podía conservar la totalidad de sus feudos bajo su

dominio personal y mantener a sus caballeros en su señorío, alimentados y armados, todo ello

a costa de sufragar las prestaciones debidas a su señor a partir de su propio patrimonio y sin

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Page 40: Historia 9 (Edad Media). VISITE

establecer relaciones feudales con inferiores, pero esto era raro que sucediera ya que los

caballeros deseaban tener sus propios señoríos. Los caballeros podían adquirir dos o más

feudos y eran proclives a ceder, a su vez, parte de esas posesiones en la medida necesaria

para obtener el servicio al que estaban obligados con su superior. Mediante este

subenfeudamiento se creó una pirámide feudal, con el monarca en la cúspide, unos señores

intermedios por debajo y un grupo de caballeros feudales para servir a la convocatoria real.

Los problemas surgían cuando un caballero aceptaba feudos de más de un señor, para lo cual

se creó la institución del homenaje feudatario, que permitía al caballero proclamar a uno de

sus señores como su señor feudal, al que serviría personalmente, en tanto que enviaría a sus

vasallos a servir a sus otros señores. Esto quedaba reflejado en la máxima francesa de que "el

señor de mi señor no es mi señor" de ahí que no se considerara rebelde al subvasallo que

combatía contra el señor de su señor. Sin embargo, en Inglaterra, Guillermo I el Conquistador

y sus sucesores exigieron a los vasallos de sus vasallos que les prestaran juramento de

fidelidad.

Obligaciones del vasallo: La prestación militar era fundamental en el feudalismo, pero

estaba lejos de ser la única obligación del vasallo para con su señor. Cuando el señor era

propietario de un castillo, podía exigir a sus vasallos que lo guarnecieran, en una prestación

denominada 'custodia del castillo'. El señor también esperaba de sus vasallos que le

atendieran en su corte, con objeto de aconsejarle y de participar en juicios que afectaban a

otros vasallos. Si el señor necesitaba dinero, podía esperar que sus vasallos le ofrecieran

ayuda financiera. A lo largo de los siglos XII y XIII estallaron muchos conflictos entre los

señores y sus vasallos por los servicios que estos últimos debían prestar. En Inglaterra, la

Carta Magna definió las obligaciones de los vasallos del rey; por ejemplo, no era obligatorio

procurar ayuda económica al monarca salvo en tres ocasiones: en el matrimonio de su hija

mayor, en el nombramiento como caballero de su primogénito y para el pago del rescate del

propio rey. En Francia fue frecuente un cuarto motivo para este tipo de ayuda extraordinaria:

la financiación de una Cruzada organizada por el monarca. El hecho de actuar como

consejeros condujo a los vasallos a exigir que se obtuviera su beneplácito en las decisiones

del señor que les afectaran en cuestiones militares, alianzas matrimoniales, creación de

impuestos o juicios legales.

Herencia y tutela: Otro aspecto del feudalismo que requirió una regulación fue la sucesión

de los feudos. Cuando éstos se hicieron hereditarios, el señor estableció un impuesto de

herencia llamado 'socorro'. Su cuantía fue en ocasiones motivo de conflictos. La Carta Magna

estableció el socorro en 100 libras por barón y 5 libras por caballero; en todo caso, la tasa

varió según el feudo. Los señores se reservaron el derecho de asegurarse que el propietario

del feudo fuese leal y cumplidor de sus obligaciones. Si un vasallo moría y dejaba a un

heredero mayor de edad y buen caballero, el señor no tenía por qué objetar su sucesión. Sin

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embargo, si el hijo era menor de edad o si el heredero era mujer, el señor podía asumir el

control del feudo hasta que el heredero alcanzara la mayoría de edad o la heredera se casara

con un hombre que tuviera su aprobación. De este modo surgió el derecho señorial de tutela

de los herederos menores de edad o de las herederas y el derecho de vigilar sobre el

matrimonio de éstas, lo que en ciertos casos supuso que el señor se eligiera a sí mismo como

marido. La viuda de un vasallo tenía derecho a una pensión de por vida sobre el feudo de su

marido (por lo general un tercio de su valor) lo que también llevaba a provocar el interés del

señor por que la viuda contrajera nuevas nupcias. En algunos feudos el señor tenía pleno

derecho para controlar estas segundas nupcias. En el caso de muerte de un vasallo sin

sucesores directos, la relación de los herederos con el señor variaban: los hermanos fueron

normalmente aceptados como herederos, no así los primos. Si los herederos no eran

aceptados por el señor, la propiedad del feudo revertía en éste, que así recuperaba el pleno

control sobre el feudo; entonces podía quedárselo para su dominio directo o cederlo a

cualquier caballero en un nuevo vasallaje.

Ruptura del contrato: Dado el carácter contractual de las relaciones feudales cualquier

acción irregular cometida por las partes podía originar la ruptura del contrato. Cuando el

vasallo no llevaba a cabo las prestaciones exigidas, el señor podía acusarle, en su corte, ante

sus otros vasallos y si éstos encontraban culpable a su par, entonces el señor tenía la facultad

de confiscar su feudo, que pasaba de nuevo a su control directo. Si el vasallo intentaba

defender su tierra, el señor podía declararle la guerra para recuperar el control del feudo

confiscado. El hecho de que los pares del vasallo le declararan culpable implicaba que moral y

legalmente estaban obligados a cumplir su juramento y pocos vasallos podían mantener una

guerra contra su señor y todos sus pares. En el caso contrario, si el vasallo consideraba que su

señor no cumplía con sus obligaciones, podía desafiarle -esto es, romper formalmente su

confianza- y declarar que no le consideraría por más tiempo como su señor, si bien podía

seguir conservando el feudo como dominio propio o convertirse en vasallo de otro señor.

Puesto que en ocasiones el señor consideraba el desafío como una rebelión, los vasallos

desafiantes debían contar con fuertes apoyos o estar preparados para una guerra que podían

perder.

Autoridad real: Los monarcas, durante toda la época feudal, tenían otras fuentes de

autoridad además de su señorío feudal. El renacimiento del saber clásico supuso el

resurgimiento del Derecho romano, con su tradición de poderosos gobernantes y de la

administración territorial. La Iglesia consideraba que los gobernantes lo eran por la gracia de

Dios y estaban revestidos de un derecho sagrado.

El florecimiento del comercio y de la industria dio lugar al desarrollo de las ciudades y a la

aparición de una incipiente burguesía, la cual exigió a los príncipes que mantuvieran la

libertad y el orden necesarios para el desarrollo de la actividad comercial. Esa población

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urbana también demandó un papel en el gobierno de las ciudades para mantener su riqueza.

En Italia se organizaron comunidades que arrebataron el control del país a la nobleza feudal

que incluso fue forzada a residir en algunas de las urbes. Las ciudades situadas al norte de los

Alpes enviaron representantes a los consejos reales y desarrollaron instituciones

parlamentarias para conseguir voz en las cuestiones de gobierno, al igual que la nobleza

feudal. Con los impuestos que obtuvieron de las ciudades, los príncipes pudieron contratar

sirvientes civiles y soldados profesionales. De este modo pudieron imponer su voluntad sobre

el feudo y hacerse más independientes del servicio de sus vasallos.

LAS PARTES DEL CONTRATO FEUDAL

Los Señores:

En la Edad Media existía una clase social muy alta, formada por un grupo privilegiado de

guerreros y religiosos, estos últimos, miembros destacados de la Iglesia. La nobleza guerrera

vivía en los castillos y sus principales ocupaciones eran la guerra y los torneos de combate

entre caballeros. Sus ingresos procedían de los tributos que les pagaban sus siervos por el

usufructo de sus tierras. Los caballeros eran de una clase social un poco menor que los

terratenientes militares y religiosos, y se podía llegar a ella, gracias a algún mérito durante

una guerra o combate. Los sacerdotes, abades y obispos pertenecían al mismo grupo social

que la nobleza guerrera, y eran los responsables de la dirección de una de las instituciones

más importantes de la Edad Media: la Iglesia.

La importancia de la Iglesia, se había consolidado tiempo atrás, cuando el imperio romano le

había donado grandes extensiones de territorios en diferentes lugares de Europa. Este poder

hizo que la vida de los obispos y abades se deformara alejándose de los principios básicos del

catolicismo: pobreza, obediencia y castidad. Llevaban una vida de riquezas, vasallos que le

rendían homenajes y tributos y siervos que le trabajaban la tierra.

Para justificar esta forma cómoda de vida, los teólogos afanaban que para mantener la

sociedad en armonía debían existir estar tres clase sociales, interdependintes: los que

guerreaban, los que oraban y los que trabajaban. Otras de las funciones importantes de la

iglesia, fue que muchos monasterios e iglesias se dedicaron a traducir, interpretar y archivar

todos los libros de la época, lo que hizo que se transformaran en verdaderos centros de

cultura. El idioma utilizado era el latín, considerado como lengua culta y universal. También

allí se formaban a los sacerdotes.

Los Campesinos:

Los campesinos eran la clase social más baja de esta época, y se dedicaban a la cría de

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Page 43: Historia 9 (Edad Media). VISITE

animales y a la agricultura. Estas actividades las venían desarrollando desde varios siglos

atrás, cuando comenzó la decadencia del imperio romano. Cada familia funcionaba como una

unidad de producción y producían lo necesarios para vivir. Con el tiempo éstos debieron

también producir para mantener a la nobleza guerrera y religiosa. Los campesinos también se

unieron formando aldeas, ubicadas en el medio de grandes extensiones de campos. Eran muy

pobres, formadas por casas de adobe y paja.

En estas comunidades había también otras personas que realizaban otro tipo de actividad

eran los artesanos, ellos trabajaban la madera, los metales, el barro, el cuero, etc. Sus

trabajos eran usados en la producción agrícola y en la vida cotidiana. Los campesino no eran

propietarios, en realidad los verdaderos dueños eran los de la nobleza antes mencionados.

 

El Contrato Feudal:

En el régimen feudal se emplean algunas palabras que requieren una explicación especial. El

feudo era el beneficio o tierra concedida por un señor en premio de servicios prestados y con

la obligación de prestar otros nuevos.

El vasallo podía enfeudar una parte de su feudo a vasallos de inferior categoría; así que un

mismo individuo podía ser señor y vasallo a la vez.

El Alodio era una propiedad completa. Los propietarios de alodios eran aquellos que habían

recibido de sus antepasados una herencia libre de toda obligación v de todo tributo. A

menudo estos propietarios se presentaban a algún jefe poderoso, y le recomendaban su

alodio, a fin de que lo defendiese.

Así se estableció, poco a poco, una jerarquía de propietarios, dependientes unos de otros.

Llamábase homenaje la ceremonia que se efectuaba cuando uno se hacía vasallo.

El que iba a recibir la tierra se presentaba ante el señor feudal con las dos manos juntas, en

señal de humildad, se arrodillaba, y poniendo sus manos en las del señor, le decía: «Señor,

vengo a vuestro homenaje, en vuestra fe. y me convierto en vuestro hombre de boca y de

manos prometiendo y jurándose fe y lealtad respecto de todos y contra todos, y guardar

vuestro derecho en mi poder.»

Luego venía la ceremonia de la fe o juramento, y en seguida el señor le concedía la

investidura, entregándole un terrón con yerba o una rama de árbol; cuando se trataba de un

gran feudo se entregaba una espada o un estandarte.

Las obligaciones del vasallo eran de dos clases: morales y materiales.

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Entre las morales figuraban la de guardar los secretos del señor, descubrirle las tramas de sus

enemigos, defenderle, de darle el caballo en las batallas si perdía el suyo, ocupar su puesto en

el cautiverio si caía prisionero, respetar y hacer respetar su honra.

Las obligaciones materiales eran:

1ro.) el servicio militar, con un numero de hombres y una duración variables; según la

importancia del feudo.

2do.) La fianza u obligación de ayudar al señor a administrar justicia y prestar su brazo para

hacer cumplir la sentencia pronunciada.

3ro.) los subsidios, que el vasallo debía principalmente cuando el señor tenía que pagar

rescate para salir de cautiverio o casaba su hija.

A estas obligaciones se añadían otras particulares, como la de servirse del molino, de la

prensa y del horno del señor, mediante el pago de una cantidad determinada; darle parte de

los frutos o prestarle un número dado de jornales.

CAMBIOS EN LA SOCIEDAD FEUDAL

Hacia mediados del siglo XI, en Europa Occidental comenzó un proceso de crecimiento y

expansión de la economía feudal, y consecuentemente un conjuntos de transformaciones

sociales. Esta etapa se la conoce como la Baja Edad Media, y se caracteriza por el

movimiento. Día a día mas personas debían viajar para comerciar, peregrinar o estudiar. Por

las rutas de Europa transitaban caballeros, estudiantes, vagabundos, comerciantes, clérigos.

Esta expansión fue debido a un crecimiento demográfico de alrededor de un 30%.Esto hizo

que " haya mas bocas para alimentar, mas cuerpos para vestir, mas familias para alojar y más

almas para salvar".

Los campesinos fueron los primeros en tratar de sembrar más cantidad, utilizando nuevas

técnicas y elementos agrícolas. Además buscaron nuevas tierras, que por ser menos fértiles

eran dejadas de lado. A su vez al retirarse a otras tierras desoladas y sin dueños conseguían

cierta libertad, que no tenían en los señoríos (zona de tierras privadas que poseían todos los

elementos y personas necesarios para su abastecimiento).

Esta expansión hizo que se reactivara el comercio y que se poblasen ciudades ex-romanas

abandonadas y que se abran nuevas vías de comunicación. Las cruzadas también colaboraron

en este sentido. Aparecieron las primeras ferias, que eran diversos grupos de comerciantes

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que se agrupaban en los puertos, ciudades, cruces de caminos y que se dedicaban al

intercambio de productos, y distintas transacciones comerciales. Aquí aparecen las letras de

cambio o simplemente los pagaré actuales. También se comenzaron a emitir monedas de oro

y de plata,

El crecimiento de la producción agrícola, el aumento de población, sobre todo la rural, hizo

que sea necesario centros de distribución de la producción artesanal de géneros, vestidos y

objetos de labranzas que los artesanos de los señoríos no ofrecían. Es decir se establecía una

relación entre la ciudad y el campo.

El campo proveía materia prima y alimentos Y la ciudad ofrecía al campo su producción

artesanal. A esta nuevas ciudades se las llamo burgos y consecuentemente a sus habitantes

burgueses, y eran casi todos comerciantes y artesanos. En estas ciudades los artesanos se

agruparon en gremios, y tenían como finalidad el control de la calidad de los productos

elaborados, como ser el tipo de material utilizado y las técnicas de elaboración. Los

comerciantes se reunieron en guildas y ellos verificaban los precios de los productos y

evitaban la competencia. Los maestros artesanos eran los dueños de los talleres,

herramientas y materia prima con que se elaboraban los productos. Los oficiales trabajaban

en relación de dependencia a cambio de un salario, en estos talleres y podían llegar a ser

maestros si conseguía juntar el dinero adecuado. También estaban los aprendices, que vivían

con los maestros y se le suministraba comida, techo y vestido a cambio de su trabajo.

Hasta el siglo XI la educación estaba a cargo de la Iglesia y se enseñaba Teología, pero los

burgueses comenzaron a reclamar estudios mas prácticos como medicina y leyes Así

surgieron las primeras Universidades donde acudían alumnos de diversos países. Esta

diversificación de culturas, generó un intercambio de ideas, lográndose una visión del mundo

mucho más abierta y práctica, muy en oposición a la difundida por la autoridad de la Iglesia.

Se comenzó a tratar de interpretar la naturaleza y sus secretos a través de la razón, la

observación y la experiencia, ya no era necesario invocar en todo lo desconocido al " poder de

Dios".

Decadencia de la sociedad feudal

Alrededor del 1300, comenzaron a manifestarse signo de agotamiento. La expansión de la

producción y el comercio se hizo cada vez mas lenta y finalmente se detuvo, la sociedad

feudal había llegado a su límite. Esto significaba que la agricultura, el comercio, las artesanía,

el conocimiento y la cultura, no producían nuevos resultados.

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Este estancamiento se debió a que la tierras se fueron desgastando debido a su continua

producción, además se sumo un desmejoramiento general en el clima en los primeros años

del siglo XIV, esto originando grandes pérdidas en las cosechas. Al no existir una gran

producción y gran demanda, hubo un alza en los precios que provocó carestía de alimentos Y

consecuentemente el hambre se hizo sentir en gran parte de Europa. Debido a las malas

condiciones higiénicas, que sumada a una mala alimentación, una enfermedad trasmitida por

la pulga de la ratas roedores, fomento a partir de 1357, la expansión de la "peste negra" o

"muerte negra" que azotó a toda Europa, llevose la tercera parte de su población, en pocos

años. Esta peste produjo la desorganización de los señoríos, es decir, los campesinos se

fugaban de sus puestos, tratando se escapar de la peste. Se fueron reuniendo en ciudades o

en el bosque, que juntos comenzaron a asaltar en los caminos, ya que no trabajaban.

Esta situación planteo un problema entre los señores, ya que no disponían de sus siervos para

su subsistencia, y se vieron obligados a reconocer que su vida dependía de la mano de obra

de otros en sus tierras, por lo tanto debieron comprar nueva mano de obra, contratando

trabajadores a cambio de un salario. También debieron arrendar sus tierra a un precio cada

vez más bajo. Esta transformación fue el primer gran debilitamiento de la sociedad feudal. El

hambre continuaba de todas maneras, las cosechas no alcanzaban para satisfacer

mínimamente a la población, los campesinos comenzaron a rebelarse generando graves

conflictos sociales durante los dos siglos siguientes. Los campesinos reunidos en grupos de

hasta 6000 personas armados con sus instrumentos de trabajo diario y con un gran odio

interior atacaban los castillos de los señores y destrozaban todo lo que se le cruzase por

delante, hasta colgar la familia completa. Las importantes y famosas revueltas de campesinos

en la Baja Edad Media fueron las de Inglaterra (1381) y Francia (1354).

Los castillos

Los castillos se empezaron a construir en el siglo X. Se construyeron para impresionar, era la

casa de un poderoso señor de la guerra y desde él se gobernaba la tierra circundante. Los

primeros castillos sustituyeron a fuertes de madera y evolucionaron haciéndose más sólidos a

medida que cambiaban los métodos de guerra.

Para su construcción era necesario el Permiso para Almenar. Este era un permiso de

concesión real y se llamaba así porque las almenas hacían del castillo un edificio diferente.

Los castillos adulterados (casas fortificadas ilegalmente) podían ser tomados por el rey. Era un

documento oficial cuando llevaba el sello del rey fijado (con una cinta al pergamino).

Los señores feudales vivían en estos castillos fortificados, que se levantaban a orillas de los

ríos o en las cumbres de las colinas, y dominaban todos los caminos importantes.

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Estaban admirablemente dispuestos para la defensa; en ellos se acumulaba cuanto era

necesario para la vida y la tierra. Para entrar en el castillo era preciso primero atravesar el

foso que lo rodeaba, por un puente movible y luego debía pasarse bajo la reja que protegía la

puerta y que levantaban en tiempos de paz.

Esta puerta se hallaba encajonada entre dos torres. A veces había murallas que encerraban

en el castillo campos cultivados; de modo que los señores tenían allí, y al mismo tiempo, su

palacio y su campamento, todo un dominio provisto de las cosas más necesarias. Inmensos

subterráneos servían de almacenes, prisión y asilo, según las circunstancias.

El auge de los caballeros

En tiempos de Carlomagno, los guerreros a caballo se habían convertido en la élite de las

unidades militares francas y esta novedad se extendió por Europa. Luchar desde un caballo

reportaba mayor gloria en la batalla porque los jinetes podían moverse velozmente y pisotear

al enemigo de menor rango que luchaba a pie. Cuando las caballerías de dos ejércitos se

enfrentaban entre sí, la velocidad de la carga y el violento choque que se producía resultaban

estimulantes. La caballería gozaba de mayor prestigio por el alto coste de los caballos, las

armas y las armaduras. Sólo los individuos adinerados o los siervos de los ricos podían

permitirse luchar como jinetes.

Los reyes de la Edad Oscura tenían poco dinero para poder pagar grandes contingentes de

costosa caballería. Los guerreros eran hechos vasallos a cambio de feudos de tierra. El

beneficio obtenido de esas tierras debía usarse para pagar caballos y equipamiento. En la

mayoría de los casos, los vasallos mantenían también a grupos de soldados profesionales. En

un tiempo en que la autoridad central era débil y las comunicaciones pobres, los vasallos,

ayudados por sus siervos, eran los responsables de la ley y el orden dentro de su feudo. A

cambio de este feudo, los vasallos accedían a proporcionar apoyo militar a su señor. De esta

manera, los nobles y los reyes podían disponer de un ejército cuando lo deseaban. Los

vasallos a caballo eran la élite de estos ejércitos.

Al avanzar la Edad Media, esta élite de guerreros a caballo de Europa Occidental empezó a ser

conocida como caballeros. Se desarrolló un código de conducta, llamado de caballería, que

detallaba cómo debían comportarse. Estaban obsesionados con el honor, tanto en tiempos de

paz como de guerra, aunque por lo general esto se limitase al trato con sus iguales, no con los

plebeyos y campesinos que constituían la mayor parte de la población. Los caballeros se

convirtieron en la clase dominante al controlar la tierra, de la que se derivaba toda la riqueza.

Al principio, los aristócratas eran nobles debido a su prestigio de guerreros superiores en un

mundo de violencia. Más tarde, su situación y prestigio se convirtieron principalmente en

hereditarios, en detrimento de su importancia como guerreros.

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La caballería

El término "caballería" empezó a utilizarse refiriéndose a la equitación. Los guerreros de élite

de la Edad Media se distinguían del campesinado y el clero, así como entre ellos, por su

habilidad para montar y su valor como guerreros. El símbolo de alto nivel de la época era

poseer caballos rápidos y fuertes, armas atractivas y eficaces, y una armadura bien

confeccionada.

Hacia el siglo XII, la caballería se había convertido en una forma de vida. Las reglas básicas

del código de caballería eran las siguientes:

La protección a las mujeres y a los débiles.

El triunfo de la justicia frente a la injusticia y el mal.

El amor a la tierra natal.

La defensa de la Iglesia, incluso a riesgo de perder la vida.

En la práctica, los caballeros y aristócratas ignoraban este código cuando les convenía. Las

disputas entre nobles y los enfrentamientos por la tierra tenían preferencia ante cualquier otro

código. La costumbre de las tribus germánicas que establecía que las tierras debían repartirse

entre los hijos de un señor, en vez de pasar en su totalidad al primogénito, a menudo daba

lugar a guerras entre hermanos por el botín. Un ejemplo de esto fue el conflicto entre los

nietos de Carlomagno. La Edad Media está plagada de este tipo de guerras civiles, en las

cuales los que más perdían solían ser los campesinos.

A finales de la Edad Media, los reyes crearon las órdenes de caballería. Eran organizaciones

exclusivas para caballeros de alto rango que juraban obediencia mutua y a su rey. Ser

miembro de una orden de caballería era extremadamente prestigioso y distinguía a un

hombre como uno de los más importantes del reino. En 1347, durante la Guerra de los Cien

Años, Eduardo III de Inglaterra fundó la Orden de Garter, que ha perdurado hasta nuestros

días. Esta orden estaba formada por los 25 caballeros de mayor rango de Inglaterra, y se

fundó para asegurar su lealtad al rey y su dedicación a lograr la victoria durante la guerra.

La Orden del Vellocino de Oro fue creada por Felipe el Bueno de Borgoña en 1430 y se

convirtió en la más rica y poderosa de toda Europa. Luis XI de Francia creó la Orden de San

Miguel para controlar a sus principales nobles. Las Órdenes de Calatrava, Santiago y Alcántara

se crearon para expulsar a los moros de España. Fueron unificadas bajo el reinado de

Fernando de Aragón, cuyo matrimonio con Isabel de Castilla sentó las bases de un solo reino

español. Se convertiría en gran maestre de las tres órdenes, que mantendrían sin embargo su

independencia.

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La ordenación de los caballeros

A la edad de siete u ocho años, los niños de la clase noble eran enviados para servir de pajes

en la casa de un gran señor. Las mujeres les enseñaban los conocimientos sociales básicos, y

empezaban un entrenamiento elemental del uso de las armas y la equitación. Alrededor de los

14 años, los jóvenes se convertían en escuderos, es decir en aprendices de caballero. Cada

escudero se asignaba a un caballero, que debía continuar la educación del joven. Los

escuderos eran compañeros habituales y sirvientes de los caballeros. Los deberes de los

escuderos incluían limpiar la armadura y las armas (propensas a oxidarse), ayudar al caballero

a vestirse y desvestirse, cuidar de sus pertenencias, e incluso dormir a su puerta como

guardián.

En los torneos y batallas, los escuderos asistían al caballero en todas sus necesidades. Traían

armas y caballos de reemplazo, curaban sus heridas, retiraban a los heridos del campo de

batalla y, llegado el caso, se encargaban de que recibiera un entierro digno. En muchas

ocasiones, los escuderos iban a la guerra con el caballero y luchaban a su lado. Los guerreros

evitaban combatir contra los escuderos del bando enemigo y preferían buscar un caballero de

su rango, o superior. Los escuderos, por su parte, deseaban enfrentarse a caballeros para

obtener prestigio matando o capturando a un enemigo noble.

Además del entrenamiento marcial, los escuderos se fortalecían mediante juegos, aprendían a

leer y, generalmente, también a escribir, y estudiaban música, baile y canto.

A la edad de 21 años, un escudero podía ser designado caballero. Los candidatos que lo

merecían, recibían ese honor de manos de un señor o de otro caballero de alto rango. En un

principio, la ceremonia de ordenación era simple; consistía normalmente en ser tocado con

una espada en el hombro y después ceñirse el cinto de un espada. Posteriormente la

ceremonia se complicó, sumándose al rito la Iglesia. Los candidatos se bañaban, se cortaban

el pelo y pasaban la noche en vela, orando. Por la mañana recibían su espada y las espuelas

de caballero.

Normalmente sólo podían llegar a ser caballeros aquellos que poseían tierras o ingresos

suficientes para hacer frente a las responsabilidades de su rango. Sin embargo, los señores y

obispos importantes podían mantener un contingente de tropas numeroso, y muchos fueron

elegidos por estas circunstancias. Los escuderos que se distinguían en la batalla durante la

guerra podían ganarse el reconocimiento de un gran señor y ser ordenados caballero en el

mismo campo de batalla

Los torneos

49

Page 50: Historia 9 (Edad Media). VISITE

Los torneos, batallas preparadas entre caballeros, surgieron en el siglo X y contaron desde su

comienzo con la condena del Papa, en el segundo Concilio de Letrán, bajo el papa Inocencio II,

y los reyes de Europa, que no aprobaban las heridas y las muertes producidas entre sus

caballeros por lo que ellos consideraban una actividad frívola. Sin embargo los torneos se

extendieron, convirtiéndose en parte importante de la vida de un caballero.

Los torneos empezaron a realizarse como encuentros individuales entre caballeros, y fueron

complicándose con el paso del tiempo. Se convirtieron en acontecimientos sociales

importantes, que atraían a patrocinadores y participantes desde lugares lejanos. Se

construyeron recintos especialmente destinados a los torneos, con pabellones para los

combatientes y gradas para los espectadores. Los caballeros seguían batiéndose

individualmente, pero ahora lo hacían también en equipos. Se retaban utilizando diversas

armas y llevaban a cabo simulacros de batalla con cuadrillas. Las justas o lizas, un

enfrentamiento de dos caballeros con lanza, se convirtieron en el acontecimiento más

celebrado. Los caballeros competían como los atletas de nuestros tiempos para obtener

premios, prestigio y la mirada de las damas que llenaban las gradas.

En el siglo XIII, murieron tantos hombres durante los torneos que los gobernantes de Europa,

incluyendo el Papa, comenzaron a alarmarse. En 1240, por ejemplo, murieron sesenta

caballeros en un torneo realizado en Colonia. El Papa quería disponer del mayor número

posible de caballeros para luchar en Tierra Santa, y no aprobaba que se mataran entre sí en

los torneos. Se despuntaron las armas y se dictaron reglas encaminadas a reducir la

incidencia de lesiones relevantes, pero seguían produciéndose heridas graves y fatales.

Enrique II de Francia, por ejemplo, fue herido de muerte en una justa que se llevó a cabo para

celebrar la boda de su hija.

Los retos normalmente se planteaban de forma amistosa, pero si existían rencores entre

combatientes, estos podían resolverse en un combate a muerte. Los perdedores eran

capturados y debían pagar un rescate en caballos, armas y armaduras, a los vencedores para

su liberación. Los heraldos llevaban un control de los resultados del torneo, como los

marcadores actuales en el béisbol. Un caballero de bajo rango podía amasar una fortuna

gracias a los premios obtenidos y atraer a alguna dama adinerada.

LAS CRUZADAS:

La expansión del Islam provocó numerosos conflictos en el Occidente cristiano. La principal

disputa surgió porque los árabes habían ocupado los Santos Lugares, en Palestina, el lugar

origen de la religión cristiana. A la guerra santa, que sirvió de argumento a los árabes para

sus conquistas, el occidente le opuso el deseo de recuperar sus terrenos sagrados. El Papa y

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Page 51: Historia 9 (Edad Media). VISITE

algunos nobles organizaron expediciones militares llamada cruzada. Y, por la cruz que era el

distintivo de los soldados. Desde 1099 se realizaron 8 cruzadas. La competencia entre los

señores feudales, las órdenes religiosas y las ricas ciudades italianas que financiaron gran

parte de las campañas contribuyeron al definitivo fracaso militar en el año 1291, y Palestina

quedó en poder de los musulmanes.

Además de interés religioso, debe tenerse en cuenta el sentido económico de estas cruzadas,

ya que el dominio de Mediterráneo por parte de los musulmanes dificultaba el comercio entre

Oriente y Occidente. Las campañas de las cruzadas permitieron recuperar parte de esas rutas

comerciales. Desde el punto de vista social estas campanas sirvieron para que muchos

caballeros deseosos de acumular u obtener riquezas, tomaran parte de ellas. Estas

expediciones debilitaron un poco el feudalismo, porque muchos nobles debieron vender

grandes territorios para subvencionar parte de las mismas.

Las Cruzadas Se designan con este nombre las expediciones que, bajo el patrocinio de la

Iglesia emprendieron los cristianos contra el Islam con el fin de rescatar el Santo Sepulcro y

para defender luego el reino cristiano de Jerusalén. La palabra "Cruzada" fue la "guerra a los

infieles o herejes, hecha con asentimiento o en defensa de la Iglesia". Aunque durante la Edad

Media las guerras de esta naturaleza fueron frecuentes y numerosas, sólo han conservado la

denominación de "Cruzada" las que se emprendieron desde 1095 a 1270. Según Molinier, las

Cruzadas fueron ocho.

Cuatro a Palestina, dos a Egipto, una a Constantinopla y otra a África del Norte. Las causas de

las Cruzadas deben buscarse, no sólo en el fervor religioso de la época, sino también en la

hostilidad creciente del Islamismo, en el deseo de los pontífices de extender la supremacía de

la Iglesia católica sobre los dominios del Imperio Bizantino, en las vejaciones que sufrían los

peregrinos que iban a Tierra Santa para visitar los Santos Lugares, y en el espíritu aventurero

de la sociedad feudal. Cuando los turcos selúcidas se establecieron en Asia Menor (1055)

destruyendo el Imperio Árabe de Bagdad, el acceso al Santo Sepulcro se hizo totalmente

imposible para los peregrinos cristianos.

Un gran clamor se levantó por toda Europa, y tanto los grandes señores como los siervos

acudieron al llamamiento del papa Urbano II. Los caballeros aspiraban a combatir para salvar

su alma y ganar algún principado, los menestrales soñaban hacer fortuna en el Oriente, país

de las riquezas, los siervos deseaban adquirir tierras y libertad. En el concilio de Clermont,

ciudad situada en el centro de Francia, el papa Urbano II predicó la Primera Cruzada,

prometiendo el perdón de los pecados y la eterna bienaventuranza a todos cuantos

participasen en la campaña. "Vosotros, los que habéis cometido fratricidio -decía el Santo

Padre-, vosotros, los que habéis tomado las armas contra vuestros propios padres, vosotros,

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Page 52: Historia 9 (Edad Media). VISITE

los que habéis matado por paga y habéis robado la propiedad ajena, vosotros, los que habéis

arruinado viudas y huérfanos, buscad ahora la salvación en Jerusalén.

Si es que queréis a vuestras propias almas, libraos de la culpa de vuestros pecados, que así lo

quiere Dios..." "¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!" -gritaron a una voz millares de hombres de

todas las clases sociales, reuniéndose en torno del Papa, para recibir cruces de paño rojo que

luego fijaban en su hombro izquierdo como señal de que tomaban parte en la campaña.

Pedro el Ermitaño recorrió los burgos y campos de Italia y Francia predicando la Cruzada a los

humildes. Era un hombre de pequeña talla, de faz enjuta, larga barba y ojos negros llenos de

pasión; su sencilla túnica de lana y las sandalias le daban un aspecto de auténtico asceta. Las

multitudes le veneraban como si fuera un santo y se consideraban felices si podían besar o

tocar sus vestidos. Reunió una abigarrada muchedumbre de 100.000 personas, entre

hombres, mujeres y niños.

La mayoría carecía de armas, otros se habían llevado las herramientas, enseres de la casa y

ganados, como si se tratara de un corto viaje. Atravesaron Alemania, Hungría y los Balcanes,

creyendo siempre que la ciudad próxima sería ya Jerusalén. Llegaron a Constantinopla, donde

el emperador griego Alejo les facilitó buques para el paso del Bósforo.

En Nicea fueron destrozados por los turcos selúcidas. Pedro el Ermitaño y un reducido número

de supervivientes regresaron a Constantinopla, donde esperaron la llegada de los caballeros

cruzados.

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Page 53: Historia 9 (Edad Media). VISITE

LA TOMA DE JERUSALÉN

A estas masas indisciplinadas sucedió después la marcha de los ejércitos. Calculaban los

historiadores que se movilizaron 100.000 caballeros y 600.000 infantes. Emprendieron la

marcha formando cuatro grupos o ejércitos, constituidos por los nobles de Europa entera,

acompañados de sus vasallos. Entre ellos descollaban el normando Bohemundo y su primo

Tancredo, el guerrero más brillante de aquella expedición; el conde Raimundo de Tolosa, los

condes de Flandes, Blois y Valois; el duque de Normandía y Godofredo de Bouillón, a quien

acompañaban sus hermanos Eustaquio de Bolonia y el intrépido conde Balduino. Al frente iba

el legado del Papa, Ademar de Monteril, obispo de Puy, que ostentaba la dirección espiritual

de la Cruzada.

Los cruzados se dieron cita frente a los muros de Constantinopla. Alejo I era en aquella época

el emperador de Bizancio y temeroso de aquellas bandas de "bárbaros" los transportó a la

ribera asiática, comprometiéndose a facilitarles provisiones a cambio del juramento de

fidelidad, es decir, que les investiría de las tierras que ganasen a los turcos. Éstos se hallaban

muy divididos, por lo que Nicea pronto sucumbió a los ataques de los cristianos.

Seguidamente conquistaron Dorylea y Antioquía, siendo luego sitiados en esta localidad por

200.000 turcos al mando de Kerboga, general del califa de Bagdad. La ruina del ejército

cruzado parecía inminente; Godofredo, impelido por el hambre, había sacrificado sus últimos

caballos. El descubrimiento de la Santa Lanza en la ciudad dio ánimos a los sitiados; las

huestes cristianas salieron al encuentro de Kerboga llevando al frente la lanza con la que

había sido herido el costado de Cristo y deshicieron aquel poderoso ejército.

Tras estas luchas sobrevino una epidemia que redujo el ejército cruzado a sólo 50.000

hombres. Avanzaron hacia Siria, continuaron por el Líbano y penetraron en Palestina. Al llegar

a las proximidades de Jerusalén, los cruzados se arrodillaron para besar la tierra mientras

exclamaban: "¡Jerusalén, Jerusalén!... ¡Dios lo quiere, Dios lo quiere!..." Los cruzados sitiaron

la ciudad, construyendo grandes torres con ruedas para acercarse a las murallas; a pesar de

la falta de agua prosiguieron las operaciones con entusiasmo; después de celebrar una

solemne procesión alrededor de la ciudad y por el monte de los Olivos, comenzó el asalto

dirigido por Tancredo y Godofredo de Bouillón, el día 15 de julio de 1099. La matanza de

musulmanes fue horrible y duró una semana entera.

Los Santos Lugares habían sido rescatados y se constituyó un Estado cristiano. La corona fue

ofrecida a Godofredo de Bouillón (1058-1100) quien adoptó solamente el título de "barón del

Santo Sepulcro", puesto que no era propio llevar corona de oro en el lugar donde Cristo fue

coronado de espinas. La caída de Jerusalén causó una alegría grande en Occidente por

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Page 54: Historia 9 (Edad Media). VISITE

considerar el hecho como la victoria definitiva sobre el Islam. Desde entonces, el reino de

Jerusalén fue el amparador de los peregrinos cristianos y las Cruzadas posteriores fueron

suscitadas para defenderlo de los ataques turcos. Eran feudatarios del reino de Jerusalén los

condados de Edesa y Trípoli, así como el principado de Antioquía. Para el mantenimiento de

este reino era preciso dominar las ciudades de la costa mediterránea y los puertos de Siria.

Las ciudades marítimas del Mediterráneo; Pisa, Génova, Marsella, Barcelona y Venecia,

facilitaron naves y mantuvieron un activo comercio gracias a las facilidades que recibieron por

parte de los cristianos de Tierra Santa, quienes concedieron acuartelamientos, almacenes en

los puertos, privilegios aduaneros y exenciones de impuestos.

De este modo, en las sucesivas Cruzadas, el interés comercial pesó tanto como el religioso.

Cuando en 1144 Edesa cayó en poder de los turcos y el sultán Nuredín amenazó el reino de

Jerusalén, una nueva oleada de emoción cundió por Europa. San Bernardo predicó la Segunda

Cruzada que fue dirigida por Conrado III, emperador de Alemania, y Luis VII rey de Francia. El

Ejército se componía de unos 150.000 hombres, pese a lo cual los resultados que obtuvieron

fueron mezquinos. Conrado III estuvo a punto de perecer con sus tropas en Asia Menor,

llegaron a Palestina diezmados y el emperador, enfermo, tuvo que regresar a Constantinopla.

Los franceses fracasaron en su intento de atacar Damasco y se disolvieron.

LAS ÓRDENES MILITARES.

La custodia y defensa de los territorios conquistados en Tierra Santa fueron confinados a

milicias especiales de carácter mitad religioso mitad militar, que recibieron el nombre de

Ordenes Militares. Todos sus componentes estaban sujetos al triple voto de obediencia,

castidad y pobreza. Al frente de la Orden se hallaba un Gran Maestre que residía en Tierra

Santa. Los fieles o miembros se dividían en tres grupos: caballeros, religiosos y hermanos.

Los primeros tenían por misión acompañar y proteger a los peregrinos que visitaban los

Santos Lugares, y luchar contra los infieles. El servicio divino de los castillos estaba

encomendado a los religiosos. Los hermanos atendían los quehaceres domésticos, cuidaban

de los pobres y de los enfermos.

De todas las órdenes militares, la más famosa fue la de los Templarios, creada en 1118 por

Hugo de Payens y nueve caballeros borgoñeses, con la misión de proteger a los peregrinos y

limpiar los caminos de salteadores infieles. Su Gran Maestre residía en el mismo lugar donde

se había levantado el templo de Salomón, de aquí el nombre de "templarios". La mayor parte

de ellos eran franceses y vestían un manto blanco con una cruz roja colocada sobre la

armadura. Su bandera era blanca y negra. Gracias a las herencias y donativos los caballeros

templarios llegaron a reunir gran número de castillos y territorios en Europa y Oriente, pero

esta prosperidad suscitó envidias y dio pie a toda clase de calumnias.

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Page 55: Historia 9 (Edad Media). VISITE

Felipe IV de Francia les acusó ante el papa Bonifacio VIII de herejía, impiedad, prácticas

idolátricas, etc., hasta conseguir el encarcelamiento de sus miembros, que fueron juzgados

por tribunales de la Inquisición. Las acusaciones se apoyaron en declaraciones obtenidas por

el tormento, la amenaza de la hoguera o la promesa del perdón, por lo que acabaron

confesando todo cuanto sus jueces quisieron.

El Papa suprimió la Orden, cuyos bienes fueron cedidos a otras órdenes o al poder civil, sobre

todo en provecho del rey de Francia. La tragedia de los Templarios fue debida a la falta de

escrúpulos de Felipe el Hermoso, quien de esta forma vio saldada a su favor la suma de

quinientas mil libras que adeudaba a los caballeros del Temple. En los reinos cristianos de

España que, a la sazón, se hallaba empeñada en la Cruzada contra los musulmanes, también

surgieron instituciones parecidas: las Órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara.

La Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, o Caballeros Hospitalarios, fue creada

por varios nobles franceses para atender a los peregrinos enfermos y necesitados que

visitaban el Santo sepulcro. Al poco tiempo se convirtió en una orden militar. Sus miembros

vestían una capa roja con una cruz blanca y también tomaban los votos benedictinos. Los

Hospitalarios se impusieron normas muy rígidas y no permitían la riqueza ni la indolencia

entre sus miembros. Tras la caída de su gran castillo, el Krak de los Caballeros, fueron

expulsados de Tierra Santa y se retiraron a la isla de Rodas, defendiéndola durante varios

años. Tras su expulsión de Rodas por parte de los turcos, se establecieron en Malta.

La tercera gran orden militar era la de los Caballeros de la Orden Teutónica, fundada en 1190

para proteger a los peregrinos alemanes que viajaban a Tierra Santa. Antes del final de las

Cruzadas, habían centrado sus esfuerzos en convertir a los paganos de Prusia y los estados

bálticos.

La heráldica

Para poder distinguir a los caballeros en el campo de batalla, se creó un sistema de insignias o

blasones llamado heráldica. Se diseñaba un blasón para que cada noble lo estampara en su

escudo, abrigo, banderas y sello. El vestido o capa decorado con la insignia de un caballero

recibió el nombre de abrigo de armas, y este término pasó a denominar a la insignia en sí.

Una organización independiente llamada Colegio de Heraldos diseñaba las insignias

individuales, asegurándose de que cada una de ellas fuese única en su especie. Los heraldos

grababan las insignias en libros especiales que quedaban bajo su cuidado.

Los abrigos de armas se pasaban de generación en generación, modificándose con los enlaces

matrimoniales. Algunos diseños se reservaban para la realeza de distintos países. A finales de

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la Edad Media, las ciudades, los gremios y los ciudadanos importantes, aunque no

pertenecieran a la nobleza, tenían sus propias insignias.

En el campo de batalla los combatientes utilizaban los abrigos de armas para distinguir a los

amigos de los enemigos y para elegir a contrincantes valiosos en una refriega. Los heraldos

realizaban listas de los caballeros que iban a entrar en batalla basándose en sus blasones. Los

heraldos eran considerados neutrales y actuaban como intermediarios entre dos ejércitos. De

ese modo, podían pasar mensajes entre los defensores de un castillo o de una ciudad y sus

sitiadores.

SALADINO

A partir del año 1174 nuevas amenazas se cernieron sobre los cristianos de Tierra Santa, ya

que Saladino (1137- 1193) un musulmán con talento y audacia reorganizó el ejército y

conquistó Egipto, Siria y Jerusalén.

El rey de esta última ciudad, Guy de Lusignan, fue hecho prisionero por los musulmanes tras

la batalla de Tiberíades. Saladino en persona arrancó la Cruz del Templo, mandó fundir las

campanas y destruir las iglesias cristianas y purificar las mezquitas. La Iglesia entonces

predicó con fervor la Tercera Cruzada, acudiendo al llamamiento tres soberanos famosos en la

Historia: Federico I Barbarroja, emperador alemán; Felipe II, de Francia, y el rey inglés,

Ricardo Corazón de León. Todos ellos eran monarcas valientes, poderosos y aguerridos; sin

embargo, cometieron el error de no aunar sus fuerzas y presentar combates por separado.

Barbarroja murió al vadear el río Salef; Felipe II y Ricardo Corazón de León, lucharon entre sí

con gran escándalo de la Cristiandad. El rey inglés, que era muy altivo, al ver un día la

bandera del Duque de Austria, Leopoldo, izada en un torreón de San Juan de Acre, la arrancó

echándola luego al foso de la fortaleza.

El duque reclamó satisfacciones y su mensajero fue despedido por el rey con un fuerte

puntapié. Si bien Ricardo conquistó Chipre y derrotó a Saladino en Arsuf, no pudo recuperar

Jerusalén, teniéndose que conformar con la estipulación de un tratado que permitía a los

cristianos visitar el Santo Sepulcro, siempre que fueran desarmados y en pequeños grupos.

Ricardo Corazón de León emprendió el regreso a Inglaterra disfrazado de peregrino, con sayal

y largas barbas.

Cuenta la leyenda que al atravesar el territorio del duque de Austria fue descubierto y

reducido a prisión en venganza del ultraje inferido a la bandera de Leopoldo, en los muros de

San Juan de Acre. Blondel, trovador de Arras, cumpliendo el juramento que había hecho de

encontrar a su señor, recorría los castillos de Europa cantando una canción conocida por el

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rey Ricardo. En una ocasión su canto fue coreado tras la ventana de un muro, descubriendo

así el paradero de Ricardo Corazón de León, que poco después era rescatado por sus vasallos.

La Cuarta Cruzada estuvo llena de intrigas, intereses políticos y mercantiles, escapando su

dirección de manos del Papa, que tuvo que excomulgar a los venecianos por haber desviado

la finalidad religiosa de la empresa. Éstos pusieron su Marina a disposición de los cruzados, a

condición de que ganaran Constantinopla y estableciesen allí un imperio latino, como así

sucedió.

ULTIMAS CRUZADAS.

La quinta, iniciada por el papa Inocencio III y continuada por Honorio III, fue secundada por

Juan de Brienne, rey de Jerusalén en el exilio, el duque Leopoldo VI, de Austria, y el rey de

Hungría, Andrés II. El único resultado práctico fue la conquista de Damieta, después de un

asedio memorable, sin que ello tuviese consecuencias para la Cristiandad. La importancia de

las Cruzadas va disminuyendo a medida que nos acercamos a las últimas. La sexta fue

dirigida por Federico II, de Alemania, a pesar de la oposición del papa Gregorio IX, que no

quería ver convertido en caudillo de los cruzados a un rey como Federico que se hallaba

excomulgado. Llegadas las fuerzas alemanas a Tierra Santa, su emperador siguió una política

complicada y realista, usando más de la diplomacia que de las armas, concertando en 1229

una tregua de diez años con el sultán de el Cairo, Malek-el-Kumel, durante la cual los cruzados

conservarían Jerusalén, Nazaret, Belén y otras localidades estratégicas. Jerusalén se declaraba

ciudad santa para los cristianos, aunque se permitió la continuación del culto musulmán en las

mezquitas.

La Séptima Cruzada fue propuesta en el Concilio de Lyon (1245) por el papa Inocencio IV, con

el fin de recobrar la ciudad de Jerusalén, que había sido conquistada por los turcos. El

llamamiento del pontífice tuvo un eco muy débil en Europa. Sólo fue escuchado por Luis IX,

rey de Francia, quien movilizó un gran ejército y marchó hacia Damieta que fue tomada.

Después de algunos fracasos y epidemias que descorazonaron a los cruzados, Luis IX cayó

prisionero y pudo recobrar su libertad mediante el pago de un millón de escudos y la

evacuación de Damieta. El fracaso había sido completo. Una vez en Francia, el rey francés

organizó la Octava Cruzada, esta vez dirigida contra Túnez.

A los pocos días de desembarcar, San Luis fue atacado por la peste y murió ante los muros de

la ciudad. Las Cruzadas, consideradas desde el punto de vista militar, fueron un verdadero

fracaso toda vez que los Santos Lugares que se querían conquistar para la Cristiandad,

continuaron en poder de los musulmanes.

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Sin embargo, las consecuencias indirectas de ellas fueron importantísimas en todos los

órdenes de la vida y contribuyeron a transformar la sociedad y el pensamiento europeos. En

el orden social y político ayudaron a la decadencia del Feudalismo; millares de señores

murieron en las expediciones y los que consiguieron regresar quedaron empobrecidos, en

incremento del poder real, que adquirió desde entonces una gran preponderancia sobre los

nobles.

En el orden religioso contribuyeron a atenuar al fanatismo propio de la época y a crear cierta

tolerancia, ya que los cruzados comprobaron que el infiel no era un hombre salvaje sino que

en muchos aspectos vivía mejor que los europeos.

En efecto, los orientales eran más civilizados en el orden científico y comercial que los

cristianos, y éstos llevaron a sus tierras muchos conocimientos que fueron altamente

beneficiosos: los damascos, telas brochadas, el terciopelo, los espejos, los vidrios artísticos, el

papel, el azúcar de caña, el alcohol, etc., que en Europa sólo se conocían a través de los

árabes españoles.

Las cruzadas dieron origen a distintas órdenes militares, una de ellas fue la Orden Teutónica,

que cuando terminaron su misión en Tierra Santa, el emperador Federico el Grande los mandó

a evangelizar Prusia y el Báltico, trabajo que se tomaron muy a pecho y fueron muy rudos.

Transformaciones de los Siglos XV y XVI:

La necesidad de solucionar estos problemas, originaron muchos de los cambios ocurridos

entre los siglos XV y XVI Los factores que tendieron a mejorar la calidad de vida de la gente y

fundamentalmente a generar verdaderos cambios sociales, políticos y económico fueron:

a) La creciente expansión comercial de la burguesía

b) El poder económico que la burguesía fue adquiriendo debido a su actividad comercial

c) La revuelta de los campesinos que se rebelaban contra una sociedad injusta y muy dura.

Del conflicto entre la nobleza, que no quería perder su privilegios feudales y de estás dos

clases sociales que deseaban cambiar esta sociedad, fue surgiendo el mundo moderno,

aunque modificar una estructura social tan rígida no fue una tarea fácil.

A lo largo del siglo XV surgieron las siguientes mejoras:

a) La Peste Negra desapareció casi totalmente.

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b) Los productos rurales fueron una novedad comercial para la burguesía, que vieron una

nueva manera de seguir enriqueciéndose.

c) Se comenzó a resembrar tierras que habían sido abandonas, en las época de la peste.

d) Se recuperaron tierras no cultivables (zona de bosques)

e) Se crearon nuevas técnicas de sembrado.

f) Se inventaron nuevos elementos de labranzas.

g) Hubo un aumento de los productos agropecuarios.

h) Se realizaron inversiones en nuevas zonas campestres.

Debido a que era necesario lograr cada día mayor productividad, la economía rural no se

orientó sólo a la subsistencia familiar, sino que comenzó a organizarse hacia una forma

comercial .De todas maneras, la clase social más baja, los campesinos, seguían ganando

poco, y su vida era tan triste como siempre. En cambio la burguesía y los señores continuaban

generando ganancias. Estas transformaciones comenzaron en los campos ingleses.

En las ciudades la mayor parte de la industria artesanal siguió controlada por los gremios, con

su rígida estructura de maestros, oficiales y aprendices. Los gremios fijaban la calidad y

precios de los productos elaborados.

La ciudades se vieron incrementadas de mano de obra, debido a que algunos campesino sin

trabajo rural, emigraban a ellas para dedicarse a otra actividad.

A través del crecimiento económico, que las diversas actividades comerciales le produjo a la

burguesía, floreció y se afianzó una nueva clase social: a burguesía comercial. Esta nueva

clase, comenzó a inducir una expansión ultramarina, en busca de nuevos mercados,

gestándose así una época de grandes viajes terrestres y marinos, que en poco tiempo daría el

descubrimiento de un nuevo continente: América.

La tecnología

A finales de la Edad Media, la ciencia en Europa no sólo había alcanzado el nivel de la

antigüedad, sino que lo había sobrepasado. Los hombres de esta época se interesaban por

una tecnología práctica, no teórica. Buscaban formas distintas de hacer las cosas para facilitar

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la vida y desarrollar los negocios. Se interesaban por el mundo natural e intentaban

entenderlo porque tenían cada vez más tiempo libre para dedicarse a su observación

Cuando los cristianos recuperaron las tierras de la Península Ibérica y Sicilia, adquirieron de

los musulmanes las bases de las matemáticas y las ciencias. Desde principios de la Edad

Media, los musulmanes habían estudiado activamente las ideas antiguas y nuevas

provenientes de Asia. Los musulmanes nos dejaron como herencia el sistema numérico

arábigo, utilizado hoy en día, y el concepto del cero, inventado en la India.

La investigación práctica empezó a retar a la lógica en una búsqueda para entender las leyes

de la naturaleza. Se reconoció el valor de la observación, la experimentación y la evidencia

empírica (contable) como bases y métodos de prueba de teorías. Esto dio lugar al método

científico que sería característico del Renacimiento y del que parte la investigación científica

moderna. Los griegos de la antigüedad ya habían sugerido el método científico, pero

finalmente éste había sido desechado y olvidado.

Algunos Datos Sobre la Edad Media:

Los monasterios representaban la forma superior de la vida religiosa. Vivían bajo estrictas

reglas. Se comía a ciertas horas, se oraba y se trabajaba, de acuerdo a normas muy claras.

Allí se estudiaba, se hacían traducciones de libros clásicos, se fabricaba cerveza y vinos,

comidas, y también se hacían remedios. Eran los centros culturales y espirituales por

excelencia de esa etapa. También a veces funcionaron como hospitales.

En algunas ciudades se fundaron las más importantes Universidades, como la de París,

Oxford, Cambridge, Padua y Praga. Se estudiaba las siete artes liberales: gramática, retórica y

lógica (conocidas como trivium) y aritmética, geometría, astronomía y música, llamada

cuatrivium.

Científicamente predominaban las teorías de Aristóteles, como por ejemplo la Tierra era

inmóvil y rodeada por otros planetas y el Sol que giraban en unas esferas cristalinas y

transparentes, que producían música. También se suponía que los cuerpos más pesados caían

antes que los mas livianos. El vacío no existía.

La Tierra se compone de cuatro elementos fundamentales: fuego, aire, agua y tierra.

El hombre está hecho de esos cuatro mismos elementos que se corresponden con los cuatro

humores corporales: bilis amarilla (colérico), bilis negra (melancólico), sangre (alegre) y flema

(flemático). Si existe equilibrio entre los cuatro humores el hombre mantiene un carácter

armonioso. Muchas veces predomina un humor sobre otro, marcando una personalidad.

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Cuando llega la peste bubónica, la Iglesia encontró culpable a las mujeres, porque practicaba

brujerías, y hacían el amor con el diablo. Tomaban pociones mágicas y se transformaban en

animales. Ellas habían provocado al Señor. Eran consideradas herejes y por lo tanto debían

ser combatidas hasta la muerte. Lo mismo para los judíos que había matado a Cristo al

negarlo frente a Poncio Pilatos. Ellos son usureros, matan a niños, niegan a Cristo, y hablan

con Satanás. Muchos monjes se encargan de perseguirlos y aniquilarlos (especie de Adolf

Hitler). En un solo pueblo murieron más de 16.000 judíos.

La peste se mantuvo durante 3 años llevándose la tercera parte de la población europea.

Durante los siguientes 50 años fueron apareciendo brotes de la misma en distintas partes de

Europa. Fue el comienzo de la primera crisis de la sociedad feudal.

Estaban los flagelantes que caminaban en grupos orando y se auto castigaban pidiendo

perdón por sus pecados, pues pensaban que eran los culpables de la ira de Dios.

No había leyes escritas, y cada pueblo tenía sus leyes propias que eran memorizadas por

expertos locales. El robo era castigado muy duramente, hasta llegar a la pena de muerte.

Robar miel, un animal o elemento de trabajo, era muy grave. La muerte por asesinato era más

suave y a veces con solo pagar una multa eran absueltos. Matar a una mujer embaraza era

más duro que matar a una mujer menopáusica. Se trataba de cuidar la natalidad. Si alguien

provocaba un aborto era muy castigado. Los hombres “costaban” más que las mujeres.

Si se robaba un perro, o animal doméstico, el ladrón debía abrazarlo por atrás en público. Si

un esclavo robaba algo (lo que sea) era castrado. Había castigos como latigazos, torturas,

golpes. La violación de una mujer libre era castigado con la muerte. Algunas leyes permitían

al marido de una mujer adultera matarla pero sólo de “un golpe”. Algunas permitían

estrangularla o arrojarlas a la ciénaga.

A los que provocaban un incendio eran castigados con la muerte. Un bosque era muy

importante para la gente, ya que allí cazaban, pescaban, se defendían de los intrusos, se

escondían, tenían leña para el fuego, etc.

La Iglesia ofrecía asilo, y si un culpable entraba allí, no podía ser castigado.

Para evitar penas de muerte, era muy común las ordalías o juicios de Dios, donde se ataba

una persona a una silla y se la tiraba al río, si salí era porque Dios lo había perdonado. A veces

se los hacía caminar sobre brazas ardientes o filos de arados al rojo vivo, si las heridas se le

curaban, estaban perdonados.

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Las casas eran de adobe, paja y piedras, de 2 ó 3 metros por 6, aproximadamente. El piso de

tierra y se dormía con algún animal adentro para protegerse del frío. Tenían una huerta al

lado para su subsistencia. Las comidas eran a base de verduras, como cebollas, ajos, nabos,

rábano, patatas. Se hacía una especie de sopa. Comían carne de cerdo o de animales que

cazaban. Como bebidas se usaba cerveza y vino. Eran muy calóricas y algunos monjes

llegaban a consumir entre 6000 y 8000 calorías diarias.

LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS

Se produjo a fines de la Edad Media, entre los años 1337 y 1453, exactamente, 116 años,

entre Francia e Inglaterra.

Los normandos que se habían establecido en Inglaterra, habían coronado a su descendencia

como monarcas ingleses, quienes poseían en Francia grandes extensiones de tierra.

Además Francia, pretendió adquirir bajo su dominio a la provincia de Flandes, por razones de

vasallaje.

Eduardo, como venganza, acogió en su Corte a un pariente de Felipe, Roberto de Artois, que

se había rebelado contra su autoridad. Ante esta situación Felipe invadió y se apoderó de

Gascuña, propiedad francesa.

El ejército francés estaba integrado por nobles, el inglés por todas las categorías sociales. En

la batalla naval de Sluys y en Crécy y Poitiers, los franceses sufrieron la derrota. Solamente

París resistió a los años de miseria y opresión. Al extinguirse en Francia la dinastía de los

Capetos, nombraron sucesor, al rey Felipe de Valois.

El rey Eduardo III de Inglaterra, pretendía el trono de Francia, alegando ser descendiente de

los Capeto por línea materna, ya que su madre, Isabel, sería hermana de Luis, Felipe y Carlos,

hijos de Felipe el Hermoso, y se sintió traicionado con la asunción de Felipe de Valois, quien

asumió como Felipe VI. Los franceses habían alegado la imposibilidad de coronar a Eduardo III,

fundados en la ley Sálica, que impedía la sucesión real por vía femenina.

El rey Juan de Francia fue hecho prisionero junto a su Corte, y esto obligó a negociar el

Tratado de Brétigny-Calais, firmado en el año 1360, por el cual Eduardo III recuperaba todas

sus posesiones originales, con excepción de Normandía. Los ingleses obtuvieron a

perpetuidad Guines, Marck y Calais.

Unos años de paz sobrevinieron al Tratado de Calais, y al reanudarse el conflicto, Francia

recuperó algunos territorios, gracias a la acción de Bertrand du Guesclin.

La batalla de Agincourt significó una nueva derrota para Francia, y expuso a ese estado a la

posibilidad de contar con un rey inglés: Enrique V.

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Destacada fue la actuación de Juana de Arco, otorgando a las fuerzas francesas gran valor

espiritual. Era una joven analfabeta, convencida de que una fuerza divina la impulsaría a

liberar a su país de los ingleses. Consiguió liberar a Orleáns en 1429, obteniendo luego

victorias en Troyes, Chálons y Reims, donde logró la coronación de Carlos VII.

Luego de varias derrotas fue capturada por el duque Felipe de Borgoña, en 1430, donde fue

acusada por hechicería ante los tribunales de la Inquisición y condenada a muerte en la

hoguera, en 1431.

En Francia, coexistían dos reyes: Carlos VII, que había sido coronado en Reims y Enrique VI,

impuesto por Inglaterra, y, particularmente, por Felipe de Borgoña. Por la Paz de Arrás,

firmada en 1435, un año más tarde Borgoña se reconcilió con Francia.

El triunfo definitivo de Francia se produjo en el año 1453, donde recuperaron todos sus

territorios, con excepción de la ciudad de Calais.

Luego de esta guerra, Inglaterra se vió sacudida por una guerra civil, La Guerra de las Dos

Rosas, por las disputas que se originaron en torno a la sucesión al trono que dividieron al

Estado en dos fracciones. Finalmente la dinastía Tudor representada por Enrique VII asumió al

trono

Último gran conflicto medieval y precedente de las grandes guerras modernas, el

enfrentamiento bélico de Francia e Inglaterra durante 138 años tuvo enormes consecuencias

para la evolución histórica de todo el Occidente europeo. Además de innumerables efectos

negativos -dispendios económicos, destrucción de recursos, sangría demográfica, etc.-, la

Guerra de los Cien Años actuó también como dinamizador de procesos históricos de gran

trascendencia. Francia e Inglaterra se constituyeron como Estados modernos al calor del

conflicto. La primera alcanzó unas dimensiones y una cohesión interna que nunca había

tenido. La segunda perdió su vocación continental esencialmente medieval para iniciar una

evolución histórica más puramente británica e insular. En ambos casos, la monarquía

aprovechó las reformas y procesos experimentados para imponerse como fuerza política

hegemónica y autoritaria frente a una nobleza caballeresca humillada en los campos de

batalla, unas burguesías desangradas en las luchas por el poder y un campesinado arruinado

y agotado por los desastres de la guerra.

El resto de Occidente experimentó procesos similares. La brillante Borgoña, emergida durante

las luchas anglo-francesas, alcanzó un efímero cénit histórico para acabar dividida entre

Francia y el Imperio. Castilla, dirigida por una nueva dinastía fruto en buena medida del

enfrentamiento entre ingleses y franceses, se alzó como potencia peninsular hegemónica y

gran fuerza marítima en el Atlántico hasta finales del siglo XVI. La Corona de Aragón, lastrada

por la crisis de su motor catalán y por problemas internos, no pudo recuperar su potencial

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político-económico de principios del siglo XIV, pero logró a duras penas proseguir su avance

en el Mediterráneo occidental. La pequeña Navarra sobrevivió a la Guerra de los Cien Años,

pero no lo haría ante las poderosas monarquías autoritarias del siglo XVI. Finalmente, Portugal

consolidó una personalidad política propia desde la entronización de la dinastía de Avis en

otro capitulo del gran conflicto anglo-francés.

El proceso de edificación estatal explica en buena medida el por qué del desenlace de la

Guerra de los Cien Años. "Para nosotros esta claro -afirma R.B. Strayer- que los reyes ingleses

jamás tuvieron los recursos necesarios para retener y gobernar zonas extensas de Francia,

pero ello no resultaba tan obvio para los contemporáneos. Durante un siglo y medio la

monarquía francesa se vio obligada a concentrar buena parte de su energía en la defensa de

tierras y derechos que ya había adquirido en 1300". Según este autor, "la complejidad del

sistema administrativo francés -especialmente perjudicial en una época de comunicaciones

lentas- se tradujo en la permanente impotencia del gobierno central para hacer un uso

efectivo de sus recursos materiales y humanos. Inglaterra, con menos de 1/5 de la población,

y probablemente mucho menos de un cuarto de la riqueza de Francia, solía equipararse a esta

última en periodos de conflicto". Desde el momento en que el fortalecimiento del aparato

estatal permitió a los reyes franceses disponer de unas energías en gran medida

desperdiciadas, Inglaterra tuvo muy pocas oportunidades de lograr la victoria final en la

guerra.

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