el festival de la pobreza

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  • 8/18/2019 El Festival de La Pobreza

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    Ponencia Congreso LASA 2009 – Rïo de Janeiro, 11 al 14 de junio

    Título:

    “"El festival de la pobreza". Los sectores populares y la política en la Argentina

    reciente: miradas desde los medios de prensa”

    Gabriel Vommaro (UNGS/EHESS)

    Resumen 

    En un contexto de pobreza y desempleo, la multiplicación de programas sociales

    estatales de “lucha contra la pobreza” impulsa a los sectores populares a la participación

    en espacios locales para obtener recursos para su supervivencia. Estos recursos están

    cargados de preceptos morales que definen los criterios de su atribución, las maneras de

    utilizarlos, etc. Su circulación se convirtió en tema de atención en el espacio de la

    comunicación política. Periodistas, políticos y expertos de diferente tipo participan del

    conflicto por la definición de los buenos y malos usos de los programas sociales. La

    relación de los pobres con la política aparece generalmente mencionada bajo la etiqueta

    de “clientelismo”.Analizamos una base de datos de artículos de prensa de los grandes

    medios nacionales en que esta palabra aparece (1996-2007). Esperamos contribuir al

    estudio de la construcción moral de la relación de los sectores populares con la política

    en la Argentina reciente.

    1. Presentación

    Desde los años noventa, el tratamiento académico y político-periodístico de la

    relación de los sectores populares con la política en Argentina se encuentra fuertementeimbricado con la cuestión de los intercambios materiales, es decir, de la intervención de

    los bienes vinculados a la subsistencia en las relaciones de lealtad, en la participación

     política local y en las decisiones electorales de esos sectores. En efecto, al trabajar sobre

    la participación política de las clases populares –tanto sobre sus modos de movilización

    como sobre el tratamiento que reciben del Estado y de los partidos– es posible percibir

    rápidamente que éstas siempre son sospechadas por los observadores académicos,

    expertos, periodísticos y políticos ya sea de instrumentalizar la política con el fin de

    1

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    obtener bienes de consumo privado, ya sea de ser “rehenes” de las redes de clientela

    estatales y partidarias que los hacen actuar según los deseos de los patrones.

     Nuestra hipótesis es que esta mirada dominante sobre la relación de “los pobres”

    con la política se relaciona principalmente con tres procesos. En primer lugar, con las

    transformaciones de la configuración social de los sectores populares desde los años

    1970, cuando la crisis del modelo de acumulación conocido como de sustitución de

    importaciones, así como el inicio de políticas de apertura y desregulación de los

    mercados llevadas a cabo por la última dictadura militar argentina, implicaron el inicio

    de una larga y profunda crisis del mundo popular asalariado: empobrecimiento,

    desalarización, precarización, desempleo (Acuña et al, 2002; Banco Mundial, 1986;

    Svampa, 2004). En segundo lugar, con el hecho de que a partir de la “desalarización” de

    la sociedad argentina, y de la desestabilización y el empobrecimiento de los sectores

     populares, el Estado aplicó una serie de políticas sociales específicas destinadas a cubrir

    las necesidades primarias de estos sectores, de modo que su supervivencia comenzó a

    verse estrechamente vinculada a la distribución pública de estos recursos. En efecto, la

    respuesta estatal a la crisis del mundo popular fue un abanico de ayudas focalizadas –las

     políticas de “lucha contra la pobreza”– cuya distribución descentralizada es realizada a

    través de los distintos componentes de la “sociedad civil” (Prévôt-Schapira, 1996)1, que

    se convierte en espacio de lucha entre actores territoriales y actores expertos de toda

    clase, interesados en imponer sus definiciones de las buenas formas de sociabilidad

    local y de las buenas formas de distribución de las políticas sociales. Las

    transformaciones del peronismo y su organización territorial (Levitsky, 2003); la

    constitución de las unidades básicas en nodos de “redes de resolución de problemas”

    (Auyero, 2001); la aparición de nuevos actores territoriales como los movimientos

     piqueteros (Delamata y Armesto, 2005; Quirós, 2006, Svampa y Pereyra, 2003) y

    manzaneras (Masson, 2004); la intervención religiosa en la gestión de políticas sociales(Semán, 2007; Zapata, 2004), completan este complejo entramado, en el que se

    combinan lógicas políticas con lógicas expertas (y la observación y evaluación atenta de

    1 Como es sabido, las políticas sociales focalizadas fueron concebidas e implementadas durante los años1990 con el apoyo y la intervención activa de los organismos multilaterales de crédito (en particular, elBM y el BID), que postulaban la necesidad de establecer políticas compensatorias de los efectos de los programas de ajuste económicos aplicados en la mayor parte de los países de la América latina (Acuña,Kessler y Repetto, 2002). En la “filosofía” de las políticas sociales promovidas por el BID y el BM, seencontraban como ejes centrales la focalización, la participación de la sociedad civil, la eficiencia y la

    transparencia (principios de la “buena gobernanza”). Estos principios permitieron la intervención deactores (de las ONG, de los expertos) y la introducción de problemas (la transparencia, la lucha contra elclientelismo) de una manera relativamente inédita en el mundo popular.

    2

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    Daremos a continuación algunas hipótesis4  sobre las razones de la evolución

    creciente del uso de la etiqueta, así como respecto de su gran aumento hacia 2002. En

     primer lugar, el primer aumento significativo, que se produce entre 1997 y 1999, está

    ligado al menos a dos cuestiones. Por un lado, las dificultades de las políticas sociales

    de “lucha contra la pobreza” por lograr sus objetivos; en tanto el consenso sobre su

     justeza y eficacia era más o menos extendido –las posiciones “universalistas” eran

    entonces minoritarias– , las causas del aumento de la pobreza comenzaron a buscarse no

    en su propia lógica sino en su “mala implementación”, asociada a los “viejos métodos”

    de la política, que como veremos estarían generalmente representados por el

    “clientelismo” . Por otro lado, la crisis fiscal de las provincias en los años de crisis del

    modelo de convertibilidad de la moneda –y de recesión económica– comenzó a ser

    tratada como un emergente no de la crisis de ese modelo, sino de los malos manejos de

    las finanzas públicas, y aquí nuevamente el “clientelismo” sería una clave explicativa de

    estas dificultades. Si la disciplina fiscal estaba en la base del programa económico de

    corte neoliberal llevado a cabo por los dos gobiernos de Carlos Menem (1989-1999),

    una vez que los problemas de financiamiento del Estado se hicieron crónicos, el uso de

    los recursos públicos para fines partidarios y electorales apareció como un principio de

    lectura de esa crisis que permitía criticar la política sin poner en cuestión los principios

    económicos que regían el país .

    En segundo lugar, el “salto cualitativo” que se produce en la frecuencia de uso

    de la etiqueta en 2002 está asociado a la crisis política y social que estalla en diciembre

    de 2001, y que a partir de 2002 comienza a ser tratada por políticas sociales de “lucha

    contra la pobreza” de carácter mucho más masivo que las de los años noventa. El

    emblema es la implementación del programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados

    realizada por el gobierno provisional de Eduardo Duhalde en marzo de 2002. El

     programa, administrado por el Ministerio de Trabajo, concentró todos los recursos presupuestarios disponibles en los distintos programas de empleo transitorio. Asignaba

    una subvención de 150 pesos y era financiado por las retenciones a las exportaciones de

    materias primas y, desde también por un crédito del Banco Mundial que alcanzaba a

    cubrir un 30% del programa (Vinocur y Halperin, 2004: p. 41). Aunque se mantuvieron

    características de los programas focalizados de los años 1990 –el Jefes y Jefas de Hogar

    4 El tratamiento cuantitativo de los modos de uso de la palabra, y en especial de los fenómenos a los que

    se hace referencia con su utilización se encuentra en proceso, por lo que aquí sólo podemos indicaralgunas hipótesis que deberán ser contrastadas con los datos finales de nuestro trabajo, pero que seencuentran sustentadas en la lectura y el análisis cualitativo del material relevado.

    6

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    definía una población “objeto” (Andrenacci et al, 2003: pp. 191-193)–, en este caso la

    novedad reside en la amplitud del alcance de este programa, que combina algunas

    características de las políticas universales –introduce el concepto de derecho, por

    ejemplo– con criterios previos, como la descentralización y el componente de la

    contrapartida, en especial el cumplir con el control del estado de salud de los hijos – 

    calendario de vacunas, etc.–, con las condiciones obligatorias de escolaridad de estos

    últimos y, para los adultos, realizar trabajos comunitarios organizados por los

    municipios y por organizaciones territoriales. Las características políticas del momento

    en que se estableció este programa –la crisis social y política de finales de 2001 y de

     principios de 2002– le dieron extensos apoyos, así como una legitimidad social masiva.

     No obstante, tanto su extensión rápida –en septiembre de 2002 había alrededor de 2

    millones de “beneficiarios”– como la intervención de las ONG, de la fundación de

    caridad católica Cáritas y otros componentes de la “sociedad civil” influyeron para que

    fuera puesto bajo la lupa de los distintos observadores de la política y la relación de las

    clases populares con esta última, de modo que la cuestión de la “transparencia” en la

    atribución de las asignaciones y de la “lucha contra el clientelismo” pasaron a ser objeto

    de preocupación política principales. Las ONG, la Iglesia Católica –en particular, su

    rama social, Cáritas– y otras instituciones religiosas velaron para el buen

    funcionamiento de la atribución de los planes y participaron en los consejos consultivos

    creados para tal fin, con el objeto de que fueran garantes de la “transparencia” de la

    gestión del programa. Del mismo modo, el Banco Mundial y el BID financiaron por

     primera vez en Argentina un estudio sobre los usos políticos del programa destinado a

    establecer la amplitud del “clientelismo” existen en su funcionamiento. Además, el

    hecho de que a finales de 2002 el registro de “beneficiarios” haya sido cerrado, dejando

    fuera del programa a miles de familias, reactualizaba los problemas de la focalización

     propios de las políticas sociales de los años noventa, así como las críticas hacia las políticas sociales no universales.

    El tratamiento de la politicidad popular en términos de “clientelismo” se

    mantiene en altas magnitudes luego de 2002, cuando el programa Jefes y Jefas de Hogar

    ya es parte de la realidad social del país, en virtud de que a partir de aquí se instala

    definitivamente la sospecha –y hasta la certeza– sobre los usos de los programas

    sociales como recursos clientelistas. Por otro lado, cuando en 2003 se inicia el gobierno

    de Néstor Kirchner este inicia una política de institucionalización de algunosmovimientos sociales llamados “piqueteros” y los hace participar de algunos programas

    7

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    contenido simplificado y reduccionista, que puede ser resumido en la fórmula

    fundamental de los intercambios coyunturales, sin historia y sin regulaciones morales,

    de “favores por votos”, lo cual profundiza la estigmatización de “los pobres” como no

    actores, “rehenes” de la voluntad de “los políticos” o del Estado.

    Debemos explicar ahora la gran diferencia entre la frecuencia de aparición de

    esta etiqueta en los dos diarios relevados6. El hecho de que sea en  La Nación, diario de

    orientación de centro-derecha y más claramente contrario al peronismo en su vertiente

    más nacional-popular (la que encarna, por ejemplo, el gobierno de Kirchner), donde se

    utiliza más la palabra “clientelismo” (ver gráfico II y la nota al pie correspondiente, que

    muestra que este diario duplica a Clarín en cantidad de notas) da cuenta de la mayor

     preocupación de estos sectores por la disciplina fiscal de los gobiernos provinciales (en

    especial entre 2000 y 2001), a los que se acusa de “desperdiciar dinero en clientelismo”

    como una de las causas principales de los déficit en las cuentas públicas; así como por

    los eventuales usos políticos, espurios, que los gobernantes peronistas –tanto a nivel

    nacional como a nivel provincial– hacían de los programas sociales. Por otro lado, la

    mayor cercanía de este diario a la iglesia católica y al mundo de las ONG ligadas al

    espectro político de centro-derecha, muy activas en la lucha por la “transparencia” y

    contra el “clientelismo”, influye también en la mayor sensibilización de  La Nación

    respecto de estas cuestiones. En general, Clarín comienza a hablar de “clientelismo”

    cuando estalla algún tipo de escándalo ligado a la manipulación de planes sociales, o

     bien cuando, en períodos electorales, registra acusaciones cruzadas entre candidatos

    respecto de estrategias clientelares de movilización de los votantes de sectores

     populares.

    Por último, en cuanto a la evolución de la serie de cada diario, como puede verse

    en el gráfico II no hay grandes diferencias entre los momentos de mayor utilización de

    la etiqueta en Clarín y La Nación, salvo la ya mencionada de 2003.

    6  Lo cual no se debe al tamaño de los diarios, ya que, en todo caso, Clarín tiene más páginas en el promedio de sus ediciones semanales que La Nación. Por otro lado, esto puede verse también en la mayor

    frecuencia de aparición de la palabra en artículos editoriales (ver más adelante), ya que ambos diariosmedios de prensa cuentan aproximadamente con el mismo número de notas de este tipo, de modo que sien uno de ellos encontramos más artículos que mencionan “clientelismo” no se debe a que el N es mayor.

    9

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    Gráfico II

    Cantidad de artículos que mencionan "clientelismo"

    (comparación entre Clarín y La Nación, 1997-2007)

    0

    50

    100

    150

    200

    250

    1997 (año

    electoral)

    1998 1999 (año

    electoral)

    2000 2001(año

    electoral)

    2002 2003 (año

    electoral)

    2004 2005 (año

    electoral)

    2006 2007 (año

    electoral)

     Año

       C  a  n   t   i   d  a   d   d  e  a  r   t   í  c  u   l  o

    Clarín

    La Nación

     

    Fuente: Elaboración propia en base a archivos de Internet de Clarín yLa Nación7.

    Hemos procedido a la clasificación de las diferentes secciones en las que aparece

    la palabra (gráficos III y IV), de modo de poder distinguir el uso que se le da en la voz

    de los periodistas autorizados a hablar en nombre del diario en editoriales y notas de

    análisis de coyunturas (categoría “Editoriales”), respecto del que movilizan los actores

     políticos y sociales, así como los cronistas de la vida política (categoría “Política

    nacional”); y, por último, de las apreciaciones sobre el “clientelismo” que aparecen en

    columnas de opinión de intelectuales y expertos que no pertenecen a los diarios

    relevados. La categoría “Otros”, en tanto, sirvió para reunir las menciones en noticias

    7 Los números que dieron lugar a este gráfico son:Clarín La Nación

    1997 6 261998 26 351999 47 582000 45 702001 49 1022002 98 1642003 87 2102004 75 1822005 100 2132006 54 147

    2007 72 155Total 659 1362

    10

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    internacionales, deportivas, culturales y de cartas de lectores (sensiblemente menores en

    cantidad que las del resto de las categorías), que no serán analizadas en este trabajo, y

    que por tanto excluimos de las tablas –construidas con porcentajes– que dieron lugar a

    la realización de los gráficos III y IV, para cuya confección se recalcularon los totales

    anuales excluyendo a “Otros”. En cuanto al diario Clarín, llama la atención el hecho de

    que, en los primeros años relevados, “clientelismo” era más una palabra utilizada por

    los editorialistas del diario que por los cronistas encargados de cubrir los

    acontecimientos políticos. Es decir que se trataba claramente de una categoría del juicio

    del diario sobre los acontecimientos políticos antes que una categoría descriptiva de las

    noticias. Con el tiempo, sin embargo, el diario irá adoptando la palabra en sus crónicas

     políticas, al tiempo que su uso se hará también más extendido entre los actores de la

    lucha política, lo que explica que, a partir de 1999, y con mayor claridad de 2002,

    “clientelismo” es mencionada mayoritariamente en las noticias de política nacional. Así,

    la etiqueta se volverá un sentido/descripción habitual en esta sección. Algo similar

    sucede con la categoría “Artículos de opinión”: si ésta ocupa una proporción importante

    del total de artículos en los primeros años de relevamiento, progresivamente el

     porcentaje disminuirá en relación al de las noticias de política. Esto puede explicarse no

     por el hecho de que intelectuales, empresarios, expertos, hombres de la iglesia católica,

    utilicen menos el término en sus opiniones publicadas en el diario, sino en virtud del

    crecimiento de su utilización en la sección de política nacional. Y si a esto sumamos el

    hecho de que, como puede verse en el gráfico III, a partir de 2002, momento en que la

    categoría “Política nacional” se estabiliza en una proporción mayor al 50% de las notas

    que mencionan la etiqueta, es en los años de elecciones (2003, 2005 y 2007) cuando,

    con la excepción hecha de 2002, es mayor el peso relativo de esta categoría respecto de

    las de opiniones del diario y exteriores al diario, podemos afirmar que este aumento se

    debe al hecho de que es en esos períodos cuando “clientelismo” es más utilizado por losactores políticos mismos, de modo que el diario lo que hace es citar declaraciones – 

    acusaciones– de los diferentes candidatos en esos términos. Este hecho, que sólo

    terminará de confirmarse con los avances del tratamiento estadístico de nuestros

    archivos, sustenta la hipótesis de que en Clarín aumenta el uso de la etiqueta cuando

    ésta es movilizada por otros actores, a diferencia de La Nación, que como veremos está

    más atenta a las relaciones de intercambio tratadas como clientelistas en sus crónicas

     políticas desde el principio del período relevado, es decir que en sus noticias sobre los

    11

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    acontecimientos en ese campo elige desde siempre colocar en primer plano este tipo de

    cuestiones.

    Gráfico III

    33,33

    50,00

    16,67

    14,29

    47,62

    38,10

    44,19

    23,26

    32,56

    46,15

    33,33

    20,51

    42,22

    33,33

    24,44

    70,21

    15,96

    13,83

    60,00

    14,67

    25,33

    56,52

    28,99

    14,49

    64,37

    13,79

    21,84

    52,17

    23,91

    23,91

    75,00

    10,29

    14,71

    0%

    10%

    20%

    30%

    40%

    50%

    60%

    70%

    80%

    90%

    100%

      a  r   t .

      p  o  r   t   i  p

    1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

    año

     Artículos que mencionan " clientelismo" , según tipo

    Clarín (1997-2007)

     Artículos de

    opinión

    Editoriales

    Política nacional

     

    Fuente: Elaboración propia en base a archivos de Internet de Clarín.

    En efecto, al observar la distribución de las noticias con la palabra

    “clientelismo” en  La Nación  (ver gráfico IV) es posible notar que los años en que la

    categoría “política nacional” ocupa una mayor proporción son los iniciales, aunque

    durante todo el período relevado los porcentajes se mantienen más o menos estables. Si

    nuestra hipótesis de trabajo es correcta, este hecho daría cuenta de que los cronistas del

    diario, por un lado, utilizan más la etiqueta que sus pares de Clarín, y, por otro lado, en

    la selección que realizan en sus crónicas de las declaraciones de los actores que participan de los acontecimientos allí tratados priorizan en mayor medida que los del

    otro diario aquellas que hablan en términos de “clientelismo”. Esta selección, entonces,

    daría más cuenta de las preocupaciones del diario que de un reflejo de la realidad

     política argentina, lo cual puede ser constatado también por el hecho de que  La Nación

    dobla en números absolutos la cantidad de notas que contienen el término respecto de su

    competidor periodístico. Este uso extendido de “clientelismo” en las crónicas políticas

    explicaría también el hecho de que, a pesar de que en números absolutos el diario de

    centro-derecha también supera a Clarín en cantidad de artículos editoriales (186 contra

    12

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    13/27

    127), esto no se ve reflejado en la distribución porcentual de notas al interior de cada

    medio de prensa. Un último rasgo a señalar respecto de la distribución porcentual de las

    notas en las categorías que construimos es el mayor peso relativo que, con algunas

    excepciones, tiene en  La Nación, a partir de 2002, “Artículos de opinión” respecto de

    Clarín. Tanto las preocupaciones político-morales del diario como su cercanía a

    intelectuales, expertos y dirigentes sociales y religiosos también preocupados por el

    “clientelismo” que caracterizaría a la política argentina de esos años explicarían este

    fenómeno.

    Gráfico IV

    66,7

    20,8

    12,5

    64,0

    20,0

    16,0

    57,7

    23,1

    19,2

    53,2

    16,1

    30,6

    50,0

    26,5

    23,5

    58,6

    18,4

    23,0

    52,5

    18,5

    29,0

    56,7

    16,5

    26,8

    61,0

    16,5

    22,5

    57,6

    24

    18,4

    55,6

    24,4

    20

    0%

    10%

    20%

    30%

    40%

    50%

    60%

    70%

    80%

    90%

    100%

       %   p

      o  r   t   i  p  o   d  e  a  r   t

    1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

     Año

     Artículos que mencionan "clientelismo", según tipoLa Nación (1997-2007)

     Artículos de opinión

    Editoriales

    Política y economía

    nacional

     

    Fuente: Elaboración propia en base a archivos de Internet de La Nación.

    3. Quiénes hablan de clientelismo, cómo lo hacen

    ¿Quiénes son los actores que utilizan la etiqueta en las notas relevadas? Se trata

    de ensayar, en una lista más o menos exhaustiva que aún no puede dar cuenta del mayor

    13

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     peso cuantitativo de unos y otros, una cierta clasificación de los actores que utilizan

    “clientelismo” en los medios de prensa que aquí trabajamos, así como ciertos rasgos

    fundamentales de esta utilización.

     A.  Los periodistas políticos

    El principio de sospecha rige la mira periodística de la política. Desde los años

    noventa, como hemos dicho más arriba, se impone entonces una moralización de la

    mirada sobre los comportamientos de “los políticos”, siempre bajo sospecha de

    “corrupción”. En la mirada sobre la gestión de las políticas sociales, sobre la atribución

    del empleo público, sobre el manejo de las cuentas del Estado o sobre las estrategias

    electorales, esta sospecha se expresa en términos de “clientelismo”. La etiqueta es

    movilizada así como forma de acusación a los políticos. La crítica periodística de la

     política partidaria aparece de este modo como impugnación del uso privado del dinero

     público, de la manipulación de los electores y de la ineficacia para solucionar los

     problemas de los pobres; al mismo tiempo, y en especial para el diario  La Nación, la

    etiqueta explica, como señalamos, los problemas fiscales que las principales provincias

    argentinas tuvieron en los años de crisis del régimen de convertibilidad monetaria en

    Argentina, cuando la recesión económica menguaba los recursos estatales y los

    organismos internacionales que otorgaban créditos al país exigían nuevos ajustes en el

    gasto público a cambio de nuevos préstamos. En la pluma de sus principales

    editorialistas políticos, Mariano Grondona y Joaquín Morales Solá, el “clientelismo”

    aparecía así para criticar los “viejos métodos” políticos utilizados en el interior del país.

    Respecto de la manipulación de los electores, también se hablaba de estos

    “viejos métodos”, que los políticos utilizaban para atraer votantes en períodos

    electorales: la presencia de ómnibus en la puerta de los lugares donde se organizaban

    actos partidarios servía en este sentido como indicador  de que los participantes habíansido “acarreados” y no habían concurrido por propia voluntad. El relato hecho por  La

     Nación  de un acto del candidato de centro-derecha Domingo Cavallo en la campaña

    electoral del presidenciales de 1999 es así iluminador:

    “"Cuando escuchamos a De la Rúa y a (Eduardo) Duhalde sentimos angustia",

    abundó. El, en cambio, se presentó como la esperanza de un futuro mejor. Dijo que

    su fuerza era diferente de los partidos tradicionales que "utilizan las dádivas y el

    clientelismo político" para sostener sus estructuras. Una larga hilera de colectivos

    14

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    estacionados alrededor del estadio era, sin embargo, la prueba de que Cavallo

    también apeló a los mecanismos ortodoxos de la política para tratar de colmar su

    acto” (21 de octubre de 1999).

     B. 

     Los intelectuales y académicos

    Cabe mencionar que casi la totalidad de usos registrados de la palabra

    “clientelismo” en el período relavado no corresponden a estudiosos del fenómeno. En

    cambio, se trata de una movilización de la etiqueta de forma más o menos afín a la que

    realizan los periodistas, es decir como crítica a los males de la política y de los partidos

    o como ejemplo de los “viejos métodos” que están en la raíz de los problemas fiscales

    de las provincias del país o de la manipulación de “los pobres”. Los intelectuales que

    aparecen en columnas de opinión en  La Nación  tienden a ocuparse más de los

     problemas que el clientelismo causa en las cuentas públicas de los Estados provinciales

    y en la “manipulación” de los pobres. Los que escriben en Clarín, en tanto, utilizan más

    la etiqueta para hacer referencia a la “crisis de representación” que estaría asociada a

    este tipo de prácticas espurias. Veamos algunos ejemplos.

    El historiador Natalio Botana, asiduo columnista de La Nación, afirmó en varias

    ocasiones, en consonancia con lo que sostenían los editorialistas del diario, que los

     problemas de “clientelismo” explicaban el “déficit crónico” de los Estados provinciales:

    “mientras en algunas provincias (muy pocas) la administración de esos recursos

    hace gala del debido rigor, en otras la irresponsabilidad de los gobiernos ha

    generado endeudamiento y un déficit crónico. El federalismo parece obedecer

    entonces a un régimen de por lo menos dos velocidades: mientras unas provincias

    administran sus recursos en medio de la crisis de las economías regionales, otras se

    desarticulan al influjo de malas leyes electorales y de un clientelismo que ha hecho

    estragos en los presupuestos” (17 de Junio de 1999).

    Esta práctica era asociada por el historiador a un partido: el peronismo, que no

    sólo es el partido con más raigambre en los sectores populares, sino el que gobierna,

    desde 1983, la mayor cantidad de provincias en el país:

    “El justicialismo gobierna, entonces, las provincias más modernas y los distritos

    más atrasados. Congrega así, bajo una misma divisa, sociedades dinámicas forjadasen distritos de enorme peso demográfico y poblaciones pequeñas de provincias

    15

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    nuevas y tradicionales que se desenvuelven bajo la férula caciquil y el clientelismo.

    Esta amalgama entre democracia y oligarquía imprime en el justicialismo una

    variedad de rostros y de contrastes: el nepotismo en algunos gobiernos de

     provincias chicas coexiste con el temple modernizante en otras; el patronazgo del

    empleo público, típico de provincias que controlan el electorado por ese medio,

    convive en otros distritos con una responsable disciplina fiscal” (21 de Enero de

    2001).

    La crítica al peronismo como partido “clientelista” reaparece en la pluma de la

    crítica literaria Beatriz Sarlo, quien más recientemente fue incorporada como intelectual

    de consulta habitual del diario:

    “Lo que critico del peronismo, y que no veo que la gestión actual procure

    eliminar, es su base populista. Desde el pan dulce y la sidra de la primera época de

    Perón hasta los planes Jefes y Jefas de Hogar y Trabajar del presente, la burocracia,

    el clientelismo, los ñoquis y los punteros han sido y siguen siendo sus hábitos

    corrientes” (23 de Mayo de 2004).

    Es en parte en virtud de sus críticas al gobierno de Néstor Kirchner que esta

    intelectual se acerca a las posiciones de  La Nación. Al analizar la personalidad política

    de Kirchner, Sarlo encuentra en el “clientelismo” el sustrato “material” de su pretensión

    de erigirse en “soberano”. Esta práctica aparece como una forma de utilización de

    recursos públicos, en especial de programas sociales, y de “reclutamiento” de

    desocupados a las filas de su fuerza política:

    “El soberano tiene el amor del pueblo. Kirchner es soberano porque un pueblo se

    lo confirma. En las localidades del Gran Buenos Aires o las capitales y los pueblosde provincia se renueva la legitimidad vital del soberano, en el contacto directo con

    su pueblo; no se trata simplemente del plebiscito periódico, sino de una cosecha

    diaria de poderes simbólicos, multiplicadamente simbólicos, ya que los transmiten

    la televisión y las fotos de los diarios.

    La articulación material de esta relación puede ser oscura: clientelismo, planes

    sociales, caudillos que reclutan manifestantes desocupados, transferencia de

    movilizaciones que fueron piqueteros” (22 de julio de 2006).

    16

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    Entre 2001 y 2003, otra cuestión atraería la atención de los intelectuales y

    universitarios consultados por  La Nación: la necesidad de implementar lo que se

    llamaba entonces “reforma política”, paquete de reformas que redujera el gasto que se

    realiza en las instituciones representativas –el parlamento nacional y los provinciales– y

    que contribuyese a superar la “crisis de representación”. La politóloga Carlota Jakish,

    quien utilizaba los rudimentos principales de la ciencia política cuantitativista inspirada

    en las teorías de la elección racional y en las filosofías individualistas, escribió varias

    columnas en este sentido. En ese contexto, además, y ya a la salida de la crisis, se

     preocupó por el “clientelismo” como forma de manipulación de los pobres. En un

    razonamiento al menos débil desde el punto de vista lógico y empírico, sostenía que el

    hecho de que los pobres percibieran dinero del Estado a través de los programas sociales

    de “lucha contra la pobreza” los volvía rehenes del clientelismo:

    “Como ya sostuviera Samuel Huntington, es innegable que a medida que crece el

     poder del Estado se debilita la autoridad política de la sociedad […] Es así como se

     produce la paradoja de que un Estado débil para cumplir con sus funciones

    esenciales -como son la defensa de los derechos individuales, el cumplimiento de

    los contratos y la preservación del orden y la seguridad en la sociedad- acumule un

     poder inmenso porque vastos sectores de la población dependen de los recursos delEstado.

    Actualmente, en la Argentina, un numeroso grupo de personas recibe un ingreso

    directamente del Estado […] se generan hábitos mentales perversos en amplias

    capas de la población argentina, que esperan las migajas del Estado para sobrevivir

    […]Si se tienen en cuenta estos datos, no debe sorprender el resultado de la

    recopilación efectuada por el Centro de Estudios Nueva Mayoría: "Sobre 19

    elecciones de distrito que ya se han realizado, el oficialismo local ha ganado en 17

    de ellas, confirmando el generalizado triunfo de los gobiernos provinciales, del partido que sean". Y, en particular, la referencia a las elecciones más recientes: "En

    el caso de Formosa, el gobernador obtiene su tercera elección consecutiva, cuando

    la provincia tiene el 78% de la población bajo el nivel de pobreza y el 93% de los

    niños en esta situación." Ello evidencia la decisiva importancia del clientelismo

     político en los sectores más pobres” (26 de octubre de 2003).

    En Clarín, en tanto, el problema del “clientelismo” aparecía sobre todo en

    relación a la “crisis de representación” de los partidos. El sociólogo Juan Carlos

    17

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    Portantiero, en Clarín, analizaba la crisis de los partidos políticos en el contexto de la

    crisis de 2001-2002, y atribuía al clientelismo y al patronazgo la incapacidad de

    mediación de las organizaciones políticas. Escribía, así:

    “Las tradicionales configuraciones políticas parecen sordas y permanecen

    inmóviles frente a los reclamos de la ciudadanía. Amuralladas tras una lógica

    autorreferente de comportamiento, viven más preocupadas por mantener sus

    mecanismos de reproducción interna que por mediar entre la ciudadanía y el

    Estado. En los casi veinte años de democracia llevaron al agotamiento sus estilos

    de patronazgo y clientelismo articulados alrededor de las figuras de los "punteros",

    empresarios de votos y de lealtades entre los partidos y las fuentes locales de poder.

    Así se transformaron en máquinas prebendalistas, con un financiamiento oscuroamañado en colusión con los gobiernos, sin educación para sus cuadros, sin perfiles

    ideológicos ni programáticos definidos y con escasa renovación de las figuras que

     presentaban ante el electorado” (18-12-2002.

    C.  Los dirigentes políticos

    Los dirigentes políticos, candidatos en una campaña electoral, dirigentes de la

    oposición en coyunturas de crisis, o funcionarios disgustados con la gestión en su área

    de incumbencia, utilizan el “clientelismo” como insulto político, principio de

    descalificación del adversario que sirve para ponerlo del lado de las prácticas ilegítimas,

    espurias, propias de quienes en vez de preocuparse por “solucionar los problemas de la

    gente” tratan de manipularla con bienes materiales, en especial a “los pobres”, para así

    obtener su lealtad. En ocasiones, además, si los dirigentes políticos no utilizaban la

     palabra “clientelismo” para referirse a la “compra de voluntades”, eran los periodistas

    quienes, en un trabajo de puesta en forma, colocaban la etiqueta como condensación de

    esas formas de “manipulación”. Esto sucedía en especial en  La Nación, lo que se

    relaciona también con la mayor cantidad de notas que relevamos en ese diario durante el

     período estudiado. Podemos citar el caso de una denuncia del gobernador de la

     provincia de Córdoba, el radical Ramón Mestre, quien sostenía que las protestas que

    tenían lugar en su provincia por entonces eran explicadas por la presencia de “personas

    [que] estuvieron entregando pizzas y vino para mantener los cortes de rutas”. Así, la

     bajada del título de la noticia afirmaba:

    18

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    “Clientelismo: el gobernador cordobés presentó una denuncia judicial en la que

    acusa a opositores de entregar pizza y vino a los piqueteros para mantener los

    cortes de las rutas” (LN, 2 de junio de 1997).

    Aquí, entonces, el mantenimiento de un corte de ruta como forma de protesta era

    explicado por la entrega de “pizzas y vino”.

    Las ocasiones principales de denuncias de “clientelismo” entre adversarios

     políticos son los períodos electorales. La descripción de una actividad proselitista de

    una fuerza política en la campaña de 1999 muestra cómo se acusaba de “clientelismo” a

    los adversarios en estos contextos: “La Alianza no pudo hacer campaña en un barrio

    duhaldista”, era el título de la nota, y allí se acusaba a esa corriente peronista de

    “condicionar a los pobres con una bolsa de comida”:

    “Los candidatos a diputado de la Alianza Graciela Fernández Meijide y Federico

    Storani no pudieron visitar ayer dos barrios humildes de la localidad de Wilde, en

    la provincia de Buenos Aires.

    Denunciaron presiones sobre los vecinos de los asentamientos Esperanza y

    Futuro, que habían sido advertidos de que las personas que salieran al encuentro de

    los dirigentes del Frepaso y de la UCR dejarían de recibir la habitual asistencia

    alimentaria.

    Un allegado a Storani indicó a La Nación que los candidatos aliancistas fueron

    avisados de que su presencia dejaría "sin la bolsa de comida" a quienes se les

    acercaran.

    Consultada Graciela Fernández Meijide, señaló que la gente del barrio les pidió

    "por favor" que no se acercaran a hacer campaña, porque ello interrumpiría el

    abastecimiento al comedor de niños.

    La senadora frepasista dijo que el suministro alimentario proviene de la

    municipalidad y de las manzaneras, de Hilda "Chiche" Duhalde. Sin embargo,

    aclaró" "No puedo decir que esto haya sido una orden del gobernador (Eduardo)

    Duhalde, ni del intendente de Avellaneda", Baldomero Alvarez de Olivera, uno de

    los caudillos del PJ bonaerense.

    Fernández Meijide se lamentó: "Este episodio reproduce el clientelismo, con el

    cual se condiciona a los pobres con la bolsa de comida".

    Respuesta del intendente

    Alvarez de Olivera rechazó la versión; dijo que desconocía el incidente einterpretó que "la gente de esos asentamientos se da cuenta de que estos políticos

    19

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    en campaña lo único que quieren es sacarse una foto para decir después que se

     preocupan por los pobres; seguramente sintieron indignación"” ( LN , 24 de agosto

    de 1997).

    Sin embargo, no sólo los dirigentes y candidatos peronistas eran el blanco de

    insultos y descalificaciones en términos de “clientelismo”. Así, un diputado provincial

    del partido de centro-izquierda Frepaso acusaba a los radicales que gobernaban la

     provincia de manipulación de los pobres:

    “"El radicalismo aprovecha su hegemonía para ejercer una política de amiguismo

    hacia arriba al contratar funcionarios afines y de clientelismo hacia los más

    humildes", despotrica Eduardo Chironi, el único legislador del Frepaso en esta provincia” (LN, 14 de diciembre de 1998).

    Ante las acusaciones y descalificaciones políticas en términos de “clientelismo”,

    definido en este caso como manipulación de los pobres, los dirigentes políticos suelen

    responder invirtiendo el sentido del intercambio denunciado como espurio, para

    convertirlo así en “ayuda” o en “obra pública”, es decir para evitar que la entrega de

     bienes de origen público sea vista como “compra de voluntades”. En Catamarca, el

    gobernador radical Oscar Castillo negaba las acusaciones respecto de que su fuerza

     política, el Frente Cívico y Social, utilizara el “clientelismo” con los pobres:

    “Oscar Castillo decía que prefería no contestar las agresiones de Saadi, rechazaba

    la intención de la oposición de calificar al gobierno como "nepótico" y negaba que

    el oficialismo apelara al clientelismo político para ganar en los comicios de

    mañana. Lo definió, sutilmente, como "ayuda para gente que lo necesita" » (LN, 20

    mars 1999).

    En este mismo sentido respondía el líder del peronismo de la provincia de

    Santiago del Estero, Carlos Juárez, a las preguntas de un periodista:

    “- Lo acusan de fomentar el clientelismo político.

    -¿Porque yo construyo viviendas y las entrego hay clientelismo político?

    Entonces no tengo que hacer caminos ni represas ni provisión de agua... no atender

    20

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    a la gente. Clientelismo es cuando usted compra con dinero el voto, no cuando

    fomenta la obra pública” (LN, 20 de agosto de 1999).

    Hay, por último, políticos que en ciertas coyunturas son etiquetados como

    representantes del clientelismo: ya no se trata de algo que hacen, sino de lo que son.

    Así, Cristina Fernández de Kirchner, actual presidenta y entonces diputada nacional, se

    opuso a la designación de su colega peronista Alberto Pierri como presidente de la

    Cámara de Diputados en base a que este dirigente de la provincia de Buenos Aires era:

    “el paradigma de lo que la gente no quiere para la política. Lo considero un

    símbolo del desplazamiento de la militancia política por el manejo discrecional y

    desprolijo de los fondos reservados, de cargos parlamentarios y de los viajes. Pierries el emblema del clientelismo político” (LN, 28 de noviembre de 1997)8.

     D.  Las autoridades de la iglesia católica, la sociedad civil como garantía moral

    Sin duda, la iglesia católica argentina ha sido en las últimas décadas una suerte

    de vigía moral de las prácticas y las instituciones políticas en Argentina. En especial, las

    declaraciones de la conferencia episcopal y de los obispos se refieren a la

    “manipulación” de los pobres, y contra ello, a partir de los años noventa, apoyaban la búsqueda de “transparencia” en la distribución de los programas sociales. En este

    sentido, la fundación de caridad católica Cáritas apareció en diversas coyunturas de

    denuncias de usos políticos de planes sociales como una posible garante  de la

    transparencia. Así, en 1999, la entonces candidata a gobernadora por la provincia de

    Buenos Aires por la Alianza y futura ministra de Desarrollo Social del gobierno de esa

    fuerza política, Graciela Fernández Meijide, propuso que las ONG y Cáritas se hicieran

    cargo de la distribución de las políticas sociales. Ante la propuesta, el presidente de la

    institución de caridad, Monseñor Rey, dio cuenta de la garantía de transparencia y

    eficiencia que la sociedad civil representada, de alguna manera, por ellos, podía brindar.

    Veamos cómo aparecían estas cuestiones en  La Nación, en general, como vimos,

    cercano a las posiciones de la iglesia católica:

    8 La figura de Pierre despertaba las mismas calificaciones de parte de muchos periodistas políticos. DiceJoaquín Morales Solá en La Nación, sobre Pierri: “Pierri (un empresario que confiesa una fortuna de 200millones de dólares hecha con tanta rapidez que nunca tuvo tiempo para explicarla) lleva pegados en la piel los métodos de toda la política bonaerense. La receta: un poco de clientelismo acá, otro poco de treta

    electoral allá y una inercia de alianzas fugaces y de realineamientos permanentes con amigos yadversarios” ( LN , 13 de diciembre de 1998).

    21

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    “¿Qué hacer con los pobres? La pregunta es central en el discurso proselitista de

    Graciela Fernández Meijide.

    La candidata presidencial del Frepaso quiere quitarle al Estado el manejo de los

    fondos públicos destinados a erradicar la pobreza y devolvérselo a la sociedad.

    Su propuesta, que podría formar parte de la plataforma electoral de la Alianza

     para 1999, es la de delegar la distribución del dinero para ayuda social en

    Organizaciones No Gubernamentales (ONG) como, por ejemplo, Caritas. El

     proyecto forma parte de la construcción de una nueva cultura política de la que

    habla el Frepaso: acabaría con el uso político del dinero público para ayuda social;

     pondría fin al "clientelismo" que ha sido el eje de una de las formas tradicionales

    de hacer política en el país.

    "Caritas no tendría inconveniente -aceptó el titular de ese organismo, el obispo

    Rafael Rey, en diálogo con La Nación -. Creo que es conveniente que el Gobierno

    descentralice ciertas actividades, sobre todo sociales, y las encomiende a las ONG,

    que podemos hacer la tarea de modo más efectivo, más económico y sin tanta

     burocracia."” ( LN , 23 de Agosto de 1998).

    5. Para concluir: los usos de “clientelismo” (1997-2007)

    En este trabajo intentamos recorrer, a partir de la presentación de los primeros

    resultados de un tratamiento estadístico u cualitativo de la totalidad de artículos

    aparecidos en los dos principales diarios argentinos entre 1997 y 2007 que contienen la

     palabra “clientelismo”, los usos no académicos de este concepto, es decir no como

    categoría del análisis científico, sino como etiqueta moral, movilizada en la práctica por

    los actores políticos y los observadores de la política, en especial de la política

    relacionada con “los pobres”, grupo social que, según nuestra hipótesis, era uno de los

    centros de las miradas moralizadoras de la actividad política. Nuestro interés no se

    dirigía entonces a discutir los usos correctos o incorrectos del concepto de acuerdo a los

    cánones académicos, lo cual ha sido realizado por otros autores (Torres, 2003). Si

    nuestro objetivo se relacionaba con el análisis de los usos no científicos de la palabra, es

    decir como etiqueta político-moral, no se trata entonces de ver en cada caso cuán

    distanciados se encuentran de las distintas definiciones que surgen de investigaciones

    sobre el fenómeno en las ciencias sociales, tampoco respecto de la definición que

    22

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    nosotros consideramos más apropiada, sino de ver cómo aparece, en la Argentina

    reciente, como principio de decodificación de la relación de los sectores populares con

    la política –y de la política institucional con estos sectores– en las escenas mediáticas, o

    hechas para ser mediatizadas, registradas por los medios de prensa relevados.

    Hemos constatado que la aparición de esta etiqueta en los medios de prensa ha

    aumentado significativamente entre 1997 y 2007. En Clarín, en 1997 había  seis

    artículos en los que se mencionaba la palabra “clientelismo”, 45 en 2000, 87 en 2003 y

    100 en 2005. En La Nación el crecimiento es igualmente notorio: 26 artículos en 1997,

    70 en 2000, 210 en 2003 y 213 en 2003. La astucia mediática, tal vez, hizo que un

    concepto que toda la tradición de estudios sobre el tema estaba asociado a la política

    territorial, cara a cara, etc., sea en parte objeto de apropiaciones simbólicas en los

    medios de comunicación.

    ¿Quiénes hablan de “clientelismo” en los medios? Los periodistas políticos, que

    usan la etiqueta para acusar a los dirigentes políticos por el uso privado del dinero

     público, la manipulación de los electores y la ineficacia para solucionar los problemas

    de los “pobres”. Los intelectuales preocupados por la calidad de la democracia de

     partidos y los problemas del federalismo fiscal argentino, al que asocian con los “viejos

    métodos” que adquiere la actividad política en el interior del país. Los dirigentes

     partidarios que, en campaña, lo movilizan como insulto político. Las autoridades

    eclesiales preocupadas por la moralidad de la política dirigida a los pobres. Los

    expertos, tanto los miembros de ONG ligadas a la “lucha contra la pobreza”, como los

    funcionarios que coordinan los programas sociales, como los economistas preocupados

     por el orden financiero del Estado. 

    La importancia de ciertos procesos políticos iniciados en los años 1990 se revela

    central para pensar este recorrido lego del concepto “clientelismo”. Es por entonces que

    las políticas focalizadas masivas comienzan a ser implementadas en Argentina y, conellas, todo un conjunto de preceptos acerca de las necesarias reformas morales del

    mundo popular en pos de construir el desarrollo humano, el capital social y el

    empowerment   de la sociedad civil. Es sin duda entonces cuando la atención pública

    respecto del clientelismo crece de manera significativa, por un lado, respecto de los

    modos de asignación de bienes de origen público dirigidos a los sectores populares y,

     por otro lado, en relación a la intervención estatal (es decir a la vez política, burocrática

    y técnica) sobre esos sectores.

    23

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    En todos los casos, así, el clientelismo como concepto y como etiqueta se asocia

    a la relación de los sectores populares con la política, tanto por sus propias formas de

     participación como por su carácter de “rehenes” de los dirigentes políticos que utilizan

    “viejos métodos”. De modo que el uso del concepto/etiqueta se extiende al mismo

    tiempo que se acota su ubicación en el espacio social, produciendo una suerte de

    estigmatización de la “politicidad” de esos sectores. Justamente se trata de pensar el

    clientelismo en la confluencia entre debates académicos, preocupaciones públicas,

     político-periodísticas y formas de intervención del Estado (que conllevan ciertas

    miradas técnicas) sobre los sectores populares.

    Al mismo tiempo, establecimos en este primer tratamiento de los usos políticos y

     periodísticos de la etiqueta “clientelismo” que la denuncia está dirigida casi siempre a

    “los políticos” y no directamente a “los pobres”, quienes son tratados desde una mirada

    miserabilista como “rehenes” de los “viejos métodos” de la política clientelar. Así, más

    que una crítica directa a los sectores populares, se trata de una crítica a la manera en que

    los dirigentes políticos y funcionarios tratan a estos sectores, así como al modo de

    manejo de las cuentas y fondos públicos. Los pobres son siempre el destinatario

    indirecto, una suerte de tercero en cuestión no siempre aludido, pero que permanece

    como trasfondo de la crítica. Se refuerza, así, su tratamiento como “no actores”, lo que

    está también presente en la empobrecida concepción del clientelismo como un simple

    intercambio de favores por votos del cual los pobres no podrían escapar, y ante el que

    no les queda más remedio que seguir la cadena de devolución de favores.

    Dejamos para el final una cuestión importante, que sobrevuela nuestro trabajo:

    ¿el “clientelismo” en los medios es pura invención o el reflejo de la realidad? ¿Los

    aumentos del uso de la etiqueta corresponden al crecimiento de la importancia de las

     prácticas clientelares en Argentina? Nuestro objetivo no es negar ni afirmar la existencia

    de relaciones de clientela en la política argentina, así como el hecho de que, con elempobrecimiento de las clases populares y el tipo de respuesta estatal a esta situación se

    reprodujeron las situaciones de intercambio de bienes públicos por algún tipo de lealtad

     política (muchas familias pobres tienen entre sus estrategias de supervivencia

     principales la participación en espacios políticos, sociales y eclesiales territoriales donde

    esperan obtener bienes para su subsistencia, como lo hemos estudiado en otra parte

    (Vommaro, 2007)). Sin embargo, en primer lugar, estas relaciones no pueden ser vistas

    como pura “manipulación”, puesto que conllevan siempre ciertos modos de regulaciónmoral, de exigencia de cuasi derechos, y de negociación de formas de atribución en las

    24

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    que los “clientes” participan activamente. En segundo lugar, hasta ahora ningún estudio

    empírico ha podido mostrar que estas relaciones de intercambio sean la causa principal

    de éxitos o derrotas electorales, ni de la eficacia o ineficacia de los programas sociales,

    ni de los problemas de déficit de las cuentas públicas. Es entonces tanto el tratamiento

    simplificado de las relaciones políticas de intercambio de las que participan los sectores

     populares como la sobrevaloración causal de este fenómeno respecto de problemas

    sociales y económicos lo que da cuenta de que, el énfasis y el uso extendido y

    generalizado de la etiqueta da cuenta más bien de la constitución de una cierta matriz de

    decodificación de la relación de los sectores populares con la política, lo que siempre es,

    después de todo, una forma de construcción significativa de la realidad política

    argentina. En la profundización de nuestro tratamiento de la base de datos que aquí

    trabajamos esperamos agregar más elementos para comprender los modos de existencia

    y de producción de esta producción colectiva de sentidos sobre la politicidad popular.

    25

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    26/27

    Bibliografía

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  • 8/18/2019 El Festival de La Pobreza

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