durkheim emile lecciones de sociologia 1912

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LECCIONES DE SOCIOLOGÍA  EMILE DURKHEIM Ediciones elaleph.com

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durkheim

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  • L E C C I O N E S D ES O C I O L O G A

    E M I L E D U R K H E I M

    Ediciones elaleph.com

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    PROLOGO DE LA PRIMERA EDICION

    La obra presente, publicada por la Facultad deDerecho de la Universidad de Estambul, renealgunos cursos inditos de Emile Durkheim.

    Los lectores se preguntarn sin duda cmo estaFacultad ha tenido el privilegio de llevar aconocimiento del mundo cientfico esta obra inditadel gran socilogo francs. Es una curiosidad biencomprensible. Me propongo satisfacerla aqu enpocas palabras.

    En 1934 yo haba iniciado en Pars lapreparacin de una tesis de doctorado en derechosobre La Idea del Estado en los precursores de laEscuela Sociolgica Francesa. Me pareci entoncesindispensable conocer primeramente el pensamientoexacto de Emile Durkheim, fundador de dichaescuela, sobre el problema de Estado.

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    Como este socilogo no haba hecho delproblema objeto de estudio especial y se habacontentado, en las obras suyas ya aparecidas, conevocar algunas cuestiones que se vinculan entre s,llegu a pensar que sera posible encontrarexplicaciones apropiadas y detalladas en las obrasinditas, si existan. En la esperanza de lograrlo medirig al clebre etngrafo Marcel Mauss, sobrino deEmile Durkheim. Tras recibirme de la manera mscordial y expresar su gran simpata por Turqua, pasque haba visitado en 1908, me mostr ciertonmero de manuscritos titulados Fsica de lascostumbres y del derecho. Eran, me dijo, los cursospronunciados por Emile Durkheim entre los aos1890-1900 en Burdeos, repetidos en la Sorbonaprimero en 1904 y luego en 1912, y retomados enconferencias algunos aos antes de su muerte.Marcel Mauss, que no vacil en confirmelos, cosaque recuerdo con placer, envi, por pedido mo, unacopia dactilografiada de una parte de los manuscritossusceptible de interesarme particularmente. Quierorendir homenaje en esta ocasin a la memoria dellamentado sabio, que me proporcion as una ayudainestimable.

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    Marcel Mauss, en el curso de mi visita, meinform su deseo de publicar los manuscritos en LesAnnales sociologiques, donde era miembro del comitde redaccin. Pero slo public, en 1937, en la Revuede Mtaphysique et de Morale la primera parte, quecomprenda tres lecciones sobre la moralprofesional. Lo haba hecho, escribe en su nota deintroduccin, conforme a las instrucciones dadaspocos meses antes de su muerte, en 1917, por EmileDurkheim, quien destin algunos de losmanuscrilos, en prueba de amistad, antes que a nadiea Xavier Len, fundador de la Revue de Mtaphysique etde Morale. Marcel Mauss anunciaba que publicarams adelante, con las tres lecciones, las lecciones demoral cvica que las seguan.

    En 1947 publiqu en la Revista de la Facultad deDerecho de Estambul una traduccin turca de seislecciones de moral cvica que posea. Aunque no lahaba encontrado en ninguna parte, quise antesenterarme con certeza si la publicacin proyectadapor Marcel Mauss haba tenido lugar. Le escribpues, pidindole que me informara. Como noobtuve respuesta me dirig, gracias a unainformacin obtenida por M. E. Bergeaud,consejero cultural de la embajada de Francia en

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    Turqua, a Mme. Jacques Halphen, hija de EmileDurkheim. Mme. Jacques Halphen tuvo a bieninformarme que Marcel Mauss, agotado por lossufrimientos que personalmente haba padecidodurante la ocupacin, no estaba en condiciones depoder darme el menor informe. Me deca luego quelos manuscritos en cuestin, que haba podidoidentificar con ayuda de la copia que yo le habaenviado, se encontraban en el Museo del Hombre,junto a todas las obras y documentos queconstituan la biblioteca de Marcel Mauss. Estosmanuscritos comprendan, precisaba ella, adems delas tres lecciones de moral profesional ya publicadas,quince lecciones de moral cvica que todava nohaban sido publicadas en Francia.

    Algunos meses ms tarde contempl laposibilidad de asegurar la publicacin del conjuntode lecciones por medio de la Facultad de Derechode Estambul. Consultada Mme. Jacques Halphen,estuvo de acuerdo con el proyecto, que la Facultadde Derecho aprob de buena gana.

    Tales han sido las circunstancias en las quefueron descubiertos los manuscritos queconstituyen, segn el testimonio de Marcel Mauss enla Revue de Mtaphysique et de Morale, el nico texto

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    escrito de manera definitiva entre noviembre de1898 a junio de 1900, que publicamos ahora. Taleshan sido las circunstancias gracias a las cuales fueasegurado el xito de la iniciativa que tanto meinteresaba. Debo, en primer lugar, expresar aqu aMme. Jacques Halphen la profunda gratitud de laFacultad de Derecho de Estambul, as como la mapersonal, por la bondadosa autorizacin que nosacord para. publicar la obra indita de su ilustrepadre. Luego quiero agradecer a mi distinguidocolega el seor decano Georges Davy, por haberseencargado de la difcil tarea de dar el ltimo toque alos manuscritos y haber preparado una presentacin.En tanto que amigo y discpulo de Emile Durkheim,nadie ms: autorizado que ese eminente socilogoque es Georges Davy para aportarnos su preciosoconcurso. Tambin, quiero agradecer muyparticularmente a Charles Crozat, profesor denuestra Facultad, y a Rabi Koral, docente de lamisma Facultad, por haber contribuido a lacorreccin de las pruebas y haber puesto toda suatencin para cuidar la impresin de la obra.

    La aparicin en Turqua de la. obra pstuma delgran sociloco francs no depende del azar.Podramos ms bien decir que es efecto de un

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    determinismo cultural. Porque en Turqua lasociologa de Emile Durkheim, junto a la de Le Play,Gabriel Tarde, d'Espinas y otros, es la nica que haadquirido carta de ciudadana, sobre todo despus delos trabajos de Ziya Gkalp, el conocido socilogoturco. Numerosos son en efecto, entre nosotros,aquellos que, como yo, llevan ms o menos la marcade la escuela durkhemiana. No es sorprendente queTurqua se considere, si se me permite decirlo, conderecho a la herencia de esa sociologa. Bajo estettulo saludar con legtima satisfaccin lapublicacin de esta obra y apreciar, sin duda, en sujusto valor el derecho, sin precedentes en nuestrahistoria, de ver aparecer en su suelo, bajo el cuidadode una de sus, instituciones cientficas, la obraindita de un sabio europeo de reputacin mundial.

    Por su parte la Facultad de Derecho de laUniversidad de Estambul est justamente orgullosapor haber contribuido al estrechamiento de losvnculos tradicionales de cultura y amistad queexisten entre Turqua y Francia. Tambin estorgullosa por haber contribuido, al asegurar lapublicacin de una obra de tal importancia, alenriquecimiento del patrimonio cientfico comn y

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    poder al fin rendir el homenaje debido a la memoriade Emile Durkheim.

    Por mi parte me siento sumamente dichoso porhaber sido el humilde iniciador de esta realizacin ypor haber servido as a mi pas y ala propagacin dela ciencia francesa, a la que tanto debo.

    HSEYIN NAIL KUBALIDecano de la Facultad

    de Derecho de Estambul.

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    INTRODUCCION

    Para facilitar la comprensin de este cursoindito de Durkheim, y para comprender lo que elautor entenda por fsica de las costumbres, porqueacordaba, en el estudio de la moral, prioridad a ladescripcin de las costumbres, y, ms generalmente,en la sociologa, a la definicin y a la observacin delos hechos, querramos precisar brevemente culesfueron los temas mayores de la doctrina y lospreceptos esenciales del mtodo del fundadorreconocido de la sociologa francesa.

    Dos temas aparecen en primer trmino como deigual importancia, y es necesario disociarlos parapercibir por dnde se oponen, y asociarlos de nuevopara comprender cmo se concilian y dan a lasociologa su punto de partida y la direccin de suprogreso: el tema de la ciencia y el tema de lo social.

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    El primero lleva a lo que es mecnico y cuantitativo;el segundo a lo que es especfico y cualitativo.

    Quien lea ese breviario del socilogo queconstituye el librito aparecido en 1895 bajo el ttuloLas reglas del mtodo sociolgico y caiga naturalmentesobre el primer captulo: "Qu es un hecho social?"y vea tambin naturalmente, sin sorpresa alguna,definir en primer lugar el objeto del nuevo estudio,esto es, el hecho social, afirmado como especfico eirreductible a algn elemento ms simple que locontenda en germen, no vacilar en presentar comoprimero el tema de lo social o de la socialidad. Elhecho, tomado desde el ngulo en que espropiamente social, no es, en efecto, lo queresponde al nombre mismo de la sociologa, y almismo tiempo le ofrece su objeto? Sin embargo, sindesconocer para nada la importancia de lo "social",hemos enunciado en primer lugar el tema de laciencia, porque el tema de la ciencia aclara laintencin primera de la doctrina y precisa el carcterdel mtodo.

    La intencin antes que nada: y digamos mscompletamente la intencin y la ocasin. Ni la unani la otra, para decir verdad, son nuevas. Una y otravinculan a nuestro autor a una lnea filosfica a la

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    vez cercana, la de Auguste Comte y Saint Simon, y auna lejana, la de Platn. Platn, cuya filosofa ya nose separaba de la poltica, como sta no se separa dela moral, Platn, para quien los dos ttulos de DelEstado y de la Justicia eran sinnimos, soaba conrescatar la ciudad del desorden y del exceso pormedio de la ms sabia constitucin; y slo concebaesta constitucin basada en la ciencia -no sobre lasimple opinin-. Sobre la ciencia que no era para lla ciencia de los hechos -como ocurre con lasociologa positivista del siglo XIX-, pero que,aunque tal como l la conceba para una ciencia deideas, no dejaba de ser ante sus ojos la ciencia, lanica verdadera ciencia y el nico medio de saludpara el hombre y para la ciudad. Ms prximo anosotros y en ocasin de la crisis poltica y moralabierta por la Revolucin Francesa y por lasreconstrucciones que se llamaron sus negaciones,Augusto Comte pidi a la ciencia -que l querafuera positiva-, el secreto de la reorganizacinmental y moral de la humanidad. Y es siempre lasalud por la ciencia lo que busca apasionadamenteDurkheim tras el sacudimiento de los espritus y delas instituciones que sigui en Francia a la derrota de1870; y tambin ante un sacudimiento de otro

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    gnero, pero acompaado de anloga necesidad dereorganizacin: el sacudimiento provocado por eldesarrollo industrial. La transformacin de las cosasexiga la reconstruccin de los hombres. Slo a laciencia pertenece inspirar, dirigir y ejecutar lasnecesarias reconstrucciones; y como la crisis es delas sociedades, la ciencia que la resuelva debe ser unaciencia de las sociedades: tal es la conviccin dedonde surge y que apoya la sociologa durkhemiana,hija de la misma fe absoluta en la ciencia que lapoltica de Platn y el positivismo deAugusteComte.

    Diremos cmo esta ciencia de las sociedades es,al mismo tiempo -y en qu medida- ciencia delhombre, y cmo el conocimiento del hombre, adecir verdad siempre punto de mira de la filosofadesde sus orgenes, ha querido elevarse, con lasciencias humanas, a un nivel de objetividad anlogoal de las ciencias propiamente dichas. Pero es laciencia de las sociedades, o sociologa stricto sensu, a laque ha sido conferida esa objetividad que Durkheim,quizs sin verdadero motivo y en primer trmino,rehus extender a todos los aspectos del hombre,reservndola para uno de ellos, el que proponemosdenominar dimensin social. Esta dimensin no es

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    ms que una parte de lo humano, aunque, para losojos de nuestro autor, sea la sola, con exclusin delo individual, que es susceptible de explicacincientfica.

    De ah la dominante prioridad del tema ciencia,tanto en la ejecucin como en la intencin primera.Pero aun es necesario, para que sea posible tratarcientficamente a la sociedad, que sta ofrezca a laciencia una realidad verdadera, una comarca que seael objeto propio de la ciencia social. Y aqu aparece,en su igual y solidaria importancia, el tema de lo"social" que define, para establecer la especificidadde este objeto, el primer captulo de las Reglas, quehemos mencionado ms arriba. Ese "social" seconoce en ciertos signos: por la exterioridad sobre laque aparece y por la presin que ejerce sobre losindividuos; pero su verdadera esencia est ms allde estos signos, en el hecho originario al punto deser necesario al agrupamiento como tal,especialmente al agrupamiento humano.

    Se han podido describir, en efecto, sociedadesanimales, pero sin encontrar en ellas, pese aanalogas incontestables, el secreto de las sociedadeshumanas. Hay por lo tanto slo comparacin y norazn que obtener de la biologa, que slo

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    proporciona a la sociologa una base. No existen -yDurkheim estaba convencido de ello-, sociedadespropiamente dichas que no sean sociedades dehombres, lo que a la vez confirma la especificidad delo social, a la que l tanto se aferraba, y hace de laciencia de las sociedades una ciencia humana antetodo: la sociedad es una aventura humana. Por lotanto es en el orden humano que debemos buscar elhecho fundamental del agrupamiento. Es ah dondeatrapamos el carcter inmediatamente unificante,estructurante y significante del fenmeno deagrupamiento, su .carcter primordial enconsecuencia, y que no permite vincularlo a nadams elemental u original que s mismo. Pero, si elhecho del agrupamiento no es posterior a laexistencia del individuo, tampoco es, para decirverdad, anterior, ya que los individuos no seran sinl, ni l sin los individuos. Una sociedad vaca es tanquimrica como un individuo estrictamente solitarioy extrao a toda sociedad. Los individuos debenconcebirse como los rganos en el organismo.Reciben igualmente de l toda su regulacin, suposicin, su ser en definitiva, que debe ser calificadoser-en-el-grupo. La humanidad del hombre slo es

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    concebible en la agregacin humana y, al menos enun sentido, por ella.

    La afirmacin de la realidad especfica de losocial solidariza as todo lo social con sus partes,pero no lo hipostasia en modo alguno fuera de ellas,como podran hacerlo creer las calificaciones deexterioridad y de presin en las que se ha queridover con frecuencia ms que simples signos. Yasabemos que Durkheim, en el prlogo a la segundaedicin de las Reglas, y en muchas otras ocasiones, seha defendido de haber traicionado su proyecto depositividad y entregado la realidad a una simpleficcin. Y cuando lo social adquiere figura deconciencia colectiva, no le da otro apoyo que lasconciencias asociadas y las estructuras segn lascuales se asocian las conciencias.

    No es necesario llegar al artculo clebre sobrelas representaciones individuales y lasrepresentaciones colectivas para percibir que,aunque el anlisis del hecho social fuerza a veces laexpresin para sealar la realidad especfica de losocial, no excluye todo componente psquico.

    La divisin del trabajo reconoca ya que loshechos sociales son producidos por una elaboracinsui generis de hechos psquicos, que no deja de tener

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    analoga con la que se produce en cada concienciaindividual y que "transforma progresivamente loselementos primarios (sensaciones, reflejos, instintos)por los que est originariamente constituida". Enotra parte del libro y a propsito de la concienciacolectiva que el crimen ofende como un ataque a supropio ser y que pide venganza, encontramos elanlisis psicolgico que sigue: "Esta representacin(de una fuerza que sentimos ms o menosconfusamente por encima y fuera de nosotros) esseguramente ilusoria. Es en nosotros y slo ennosotros que se encuentran los sentimientosofendidos. Pero esta ilusin es necesaria. Como aconsecuencia de su origen colectivo, de suuniversalidad, de su permanencia, de su intensidadintrnseca, estos sentimientos tienen una fuerzaexcepcional, se separan radicalmente del resto devuestra conciencia (somos nosotros quienessubrayamos), cuyos estados son mucho ms dbiles.Nos dominan. Tienen, por as decirlo, algosobrehumano; y, al mismo tiempo, nos unen aobjetos que estn fuera de nuestra vida temporal.Aparecen pues en nosotros como eco de una fuerzaque nos es extraa y que, adems, es superior a loque nosotros somos. Nos vemos as obligados a

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    proyectarlos fuera de nosotros, a vincular a algnobjeto exterior lo que les concierne". El autor llegaincluso a hablar en este sentido de alienacionesparciales de la personalidad, de espejismosinevitables. Tras lo cual la conclusin de su anlisisvuelve del aspecto psicolgico al aspectosociolgico: "Por otra parte -escribe- el error slo esparcial. Como estos sentimientos son colectivos noesa nosotros que representan en nosotros, sino a lasociedad". De la conciencia colectiva constituida enesa forma, dir an: "Sin duda no posee comosubstrato un rgano nico. Est, por definicin,difusa en toda la extensin de la sociedad. Pero nocarece por ello de caracteres especficos, que hacenuna realidad distinta. En efecto: es independiente delas condiciones particulares en las que los individuosse encuentran colocados: ellos pasan y ella queda..Es, por lo tanto, algo muy distinto a las concienciasparticulares, aunque se realice nicamente en losindividuos. Es el tipo psquico de la sociedad, tipoque tiene sus propiedades, sus condiciones deexistencia, su forma de desarrollo, al igual que lostipos individuales, aunque de otra manera". Estamoslejos, corno se ve, de la supuesta definicin delfenmeno social como cosa pura; vemos aqu, por el

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    contrario, que la definicin durkhemiana se abresobre una verdadera psicologa social queencontramos esbozada tanto en el importanteprlogo de una reedicin de las Reglas como en elartculo que hemos citado ms arriba sobre lasrepresentaciones colectivas.

    Tal es pues el tipo de realidad que convieneacordar a lo que se denomina hecho social oconciencia colectiva: hecho, totalitario de grupo, ecoen las conciencias, pero que slo se oye en lasconciencias agrupadas, inmanencia siempre del todoa cada una de las partes y que slo toma aire detrascendencia por proyeccin, y a consecuencia delsentimiento ms o menos consciente que tiene cadaparte de encontrarse, por su participacin misma enel todo, como arrancada a la pasividad que no puedems que repetirse indefinidamente, que es llamada,en el concierto comn, a desempear un rol propioy que recibe sentido de la unidad superior delconjunto.

    Pero, si lo social posee esta realidad propia queacabamos de definir, y que no puede serle arrancadadisolviendo su compleja unidad, ni por la biologa nipor la psicologa, si por lo tanto la sociologa nocarece de objeto, tampoco debe -si quiere ser

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    ciencia- carecer de objetividad. Y volvemos aqu altema de la ciencia, que ya hemos dicho esindisociable del tema de lo social, y que ha impuestoa la sociologa, justamente para que sea ciencia, esteprecepto: tratar los fenmenos sociales como cosas.Y de nuevo tropezamos con una ambigedad que esnecesario evitar a propsito de la palabra cosa. Nose trata de ver slo en el fenmeno social unacomarca material -Durkheirn se ha defendidosiempre de un materialismo semejante- sinosolamente de contemplarlo como un hecho dado,dado como una cosa que encontramos tal cual es, yno imaginado o construido segn se supone quepuede ser o se desea que sea. Tras esto, que sea dadocorno una cosa no prejuzga en nada que no sea unacosa material, de donde no se excluye que seatambin y al mismo tiempo una idea, creencia,sentimiento, costumbre, comportamiento que, aligual que la materia, son realidades existentes yeficaces, y, por lo tanto, objetivamente observables.

    Es precisamente esta observabilidad la que sequiere sealar cuando, a propsito de lo "social", sepone por delante la exterioridad que est dado comosigno. Y es tambin para no dejar escapar ocomprometer esta posibilidad de observacin

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    objetiva que Durkheim propone abordar lo social,por lo menos al comienzo, por su aspecto msexterior, smbolo quizs de un fuerte interior nodirectamente accesible: en todo caso, realidad queno surge de la observacin. Esta realidad consiste enun comportamiento, es colectiva y comportamanifestaciones repetidas y masivas -presasofrecidas por lo tanto a la comparacin y laestadstica-. La misma realidad, como institucin,aparece cristalizada en formas polticas o en cdigosy rituales, es decir, provista de cosas fcilmenteobservables. As procede Durkheim en su Divisindel trabajo social, cuando, por un mtodoenteramente anlogo al que ser el de la psicologadel comportamiento, procura apoderarse a travs delas manifestaciones observables -sanciones delderecho represivo o restitutivo-, y a travs de loscomportamientos que inspira -comunin ocooperacin- de la solidaridad social y sus diversasformas. As procede tambin en otra de sus obras,cuando quiere medir, gracias a los niveles variablesdel suicidio o del homicidio que revela la estadstica,la vinculacin a la vida, el respeto de la persona, o lanecesidad de integracin que reina en una poca, ental sociedad o tal clase.

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    Este punto de partida del mtodo es demasiadoimportante para que no demos la palabra al autormismo. "Para someter a la ciencia un orden dehechos -declara- no basta con observarlos concuidado, describirlos, clasificarlos, sino, lo que esan ms difcil, es necesario, siguiendo la palabra deDescartes, encontrar el extremo por el que soncientficos, es decir, descubrir en ellos algnelemento objetivo que comporte una determinacinexacta y, si es posible, la medida. Nos hemosesforzado en satisfacer esta condicin de todaciencia. Veremos notablemente cmo hemosestudiado la solidaridad social a travs del sistema dereglas jurdicos, cmo, en la bsqueda de las causas,hemos dejado de lado todo aquello que se prestademasiado a los juicios personales y a lasapreciaciones subjetivas, con el fin de alcanzaralgunos hechos de la estructura social bastanteprofundos como para que puedan ser objetos deentendimiento y, por lo tanto, de ciencia" (Divisindel trabajo, prlogo). Y ms explcitamente leemosunas pginas ms adelante: "La solidaridad social esun fenmeno totalmente moral que, por s mismo,no se presta a la observacin exacta ni, sobre todo, ala medida. Para proceder tanto a esta clasificacin

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    como a esta comparacin, hay que sustituir unhecho interno que nos escapa por un hecho exteriorque lo simboliza y estudiar el primero a travs delsegundo. Ese smbolo visible es el derecho. Enefecto: all donde existe la solidaridad social, pese asu carcter inmaterial, no queda en estado de purapotencia, sino que manifiesta su presencia porefectos sensibles.

    Cuanto ms solidarios son los miembros de unasociedad, ms relaciones diversas sostienen, ya sealos unos con los otros o el grupo tomadocolectivamente; porque, si los encuentros fueranraros, slo dependeran los unos de los otros demanera intermitente y dbil. Por otra parte, elnmero de estas relaciones es necesariamenteproporcional al de las reglas jurdicas que lasdeterminan. En efecto, la vida social, endondequiera que exista de manera durable, tiendeinevitablemente a tomar una forma definida y aorganizarse; y el derecho no es otra cosa que esaorganizacin misma, en lo que tiene de ms estable yms preciso. La vida general de la sociedad no puedeextenderse sobre un punto sin que la vida jurdica seextienda al mismo tiempo y en el mismo sentido.Podemos pues estar seguros de encontrar reflejados

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    en el derecho todas las variedades esenciales de lasolidaridad social" (Divisin del trabajo).

    Finalmente esta conclusin: "Nuestro mtodoest, por lo tanto, totalmente trazado. Como elderecho reproduce las formas principales de lasolidaridad social, no tenemos ms que clasificar lasdiversas especies de derecho para buscar cules sonlas diferentes especies de solidaridad social que lescorresponden. Es posible que exista en el presenteuna que simbolice esa solidaridad especial de la quees causa la divisin del trabajo. hecho esto, paramedir la parte de esta ltima, bastar comparar elnmero de reglas jurdicas que lo expresan en elvolumen total del derecho" (Ibd.).

    Se trata exactamente para alcanzar la objetividadde sustituir la idea que nos hacemos de las cosas enabstracto por la realidad que la experiencia y lahistoria obligan a reconocerles.

    Slo as la sociologa evitar construir en el aire yseguir escrupulosamente todas las vinculacionescon lo real que le revele el estudio de la fsica de lascostumbres: tales, en el presente curso, los vnculosentre la moral profesional y la evolucin econmica,entre la moral cvica y la estructura del Estado, entrela moral contractual y la estructura jurdico social en

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    su variabilidad. Tales por otra parte y en cursos quehan permanecido inditos, los vnculos que unen lossentimientos y los deberes familiares a las formasvariables de la familia, y sta a las diversasestructuras de las sociedades. En una palabra, lasolidaridad, el valor asignado a la persona, el estado,las clases, la propiedad, el contrato, el intercambio, lacorporacin, la familia, la responsabilidad, etc. -sonfenmenos dados, materiales o espirituales, pocoimporta, pero que se ofrecen con su naturalezapropia-, que debemos aceptar tal cual es, en suconmovedora complejidad, con demasiadafrecuencia revestida de una falsa apariencia desimplicidad.

    No menos que a las construcciones arbitrarias,renunciemos frente a ellas a las fciles y tentadorasasimilaciones que creen dar cuenta en conjunto -apriori, por el instinto o la necesidad- , de lasconstantes supuestas de la naturaleza humana. Lareferencia a la naturaleza que parece guardarnos delo arbitrario no basta para dar la verdaderaobjetividad. Porque, si la naturaleza forma, lahistoria transforma. La observacin slo vale desdeel ngulo de lo relativo, y cuando reemplaza el hechoobservado en estas condiciones de existencia. Estas

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    condiciones, como la naturaleza, comportancompatibilidades o incompatibilidades de las quedependen el equilibrio y el juego de la funcin. Peroeste equilibrio no es ms que una etapa del devenir yla adaptacin de la funcin no se adquiere en el actoni justifica la sola explicacin horizontal. Lapreparan secuencias verticales temporales. Larealidad social, es comarca que no hay que construir,sino observar como una cosa debe ser observada, ala vez en la experiencia y en la historia. Slo elfuncionamiento es observable en el presente puro.

    Pero funcionamiento no es funcin, ni menosfuncin na-tural. Estos tres elementos son distintos,y los tres pueden observarse como dados en eltiempo y, lo repetimos, sin que haya esta vezambigedad posible, deben ser "tratados comocosas".

    As lo quiere el tema de la ciencia del cual hemosdicho que comanda el mtodo de la sociologa. Peroel tema de lo social, que impone su existencia, tienetambin exigencias. Nos queda por saber cmopueden acordarse estas exigencias con las de laciencia.

    Las exigencias de la ciencia que prohibenfranquear el lmite de la inmanencia confieren por

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    esto mismo un privilegio a la nocin de lo "normal",distinguida de lo "patolgico", y la habilitan, por estadistincin misma, a servir de criterio para apreciar larealidad observada. Incluso vemos esta nocin delhecho o del tipo normal sustituir a la nocin de idealo de deber ser, y ofrecerse como apta para dirigirnuestra conducta en lugar de contentarse con aclararlos medios. Bajo tal perspectiva un fenmeno serpresentado como normal si aparece primero comosuficientemente general es una sociedad dada, dondeconstituye un tipo medio, pero, sobre todo y msprofundamente, si ofrece una correlacin exacta conla estructura de la sociedad en el seno de la cual hasurgido. Es ms que la generalidad, que es slosmbolo, esta correspondencia en que se basa lanormalidad. As definida esta normalidad constituyela salud, identificada con el bien de la sociedad y, porlo tanto, destinada a orientar su esfuerzo deadaptacin. Tras lo cual no podemos dejar desealar que la generalidad puede ser un signoengaoso, en el caso posible de que una conducta desobrevivencia, es decir, que sigue siendo la mismapese a una modificacin de la estructura a la queresponde normalmente, pueda, por algn tiempo,conservar la generalidad. Y tambin podemos

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    observar que la exacta correspondencia de unaconducta con la estructura correlativa es cosa biendifcil de apreciar, como surge por otra parte de losejemplos alegados por el autor en el captulo sobre ladistincin de lo normal y lo patolgico, dondealgunos parecen bastante arbitrarios. Esta dificultadse agrava aun por el hecho de que cada tipo normalno lo es ms que para una sociedad definida, y nopara la sociedad humana en general, e implica por lotanto, para ser establecido, una clasificacin de lassociedades de las cuales el esquema propuesto en lasReglas peca por un seguro exceso desistematizacin, y va, por su carcter a la vezsistemtico y a priori, al encuentro del punto de vistarelativo bajo el cual, sin embargo el principio decorrespondencia, cuya aplicacin debe permitir, leobliga a colocarse.

    Quin se atrever a afirmar, finalmente, que, sila estructura a la cual nos referimos para juzgar lanormalidad est bien, es como se debe, la de talsociedad bien definida, situada y fechada, el sistemade creencias y de comportamientos, la mentalidad ylas instituciones que deben surgir normalmente eimponerse, se encuentran, de hecho, necesariamentedeterminadas? Ante el llamado de la estructura, no

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    hay, pues, ms que una respuesta posible? Por qu laadaptacin -porque es exactamente de la adaptacinque se trata- no puede comportar modalidadesdiversas y segn, o al menos en parte, ser los deseoso la eleccin ms o menos conscientes de agenteshumanos, ya que siempre, colectiva oindividualmente operan sobre ella? Del mismomodo ocurre que, aunque a veces el lugar geogrficoimpone la ciudad al hombre, sucede tambin que elhombre impone la ciudad al lugar.

    La referencia a la sola normalidad definida,como acaba de ser dicho, nos retiene en todo casojunto a Durkheim en los estrictos lmites de laexperiencia, con exclusin de todo llamado a latrascendencia y el vnculo casual que quiereestablecer, por as decirlo mecnicamente, lacorrespondencia con cada estructura social, releva,en consecuencia, del tema imperativo de la cienciade la que nos hemos desprendido, y parece llevar asla sociologa, desarrollada bajo este signo, a un purocienticismo. No es as sin embargo. El mismoDurkheim no tardar en sobrepasar esta primeraactitud que asimila la distincin ideal-real a ladistincin normal-patolgica, y sta se acompaa, enlos tiempos de rigor ms severo, de la afirmacin

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    que hemos desarrollado ms arriba, y que limitasingularmente el cienticismo: es decir la afirmacinde la especificidad de lo social frente a lo psquico yespecialmente a lo biolgico. No basta con decirque, contrariamente al tipo de explicacin delmecanismo y el cienticismo, el tipo aqu propuestoexcluye la reduccin a elementos simples y lapretensin de partir de lo inferior para dar cuenta delo superior. La sociologa, cuyo objeto est en lanaturaleza y no fuera de ella, debe ser una cienciacomo la ciencia de la naturaleza, pero, a diferenciade sta, debe sin cesar y pese a ser ciencia, no dejarescapar nada de la calidad propia del objeto social,que es suyo, y que es, al mismo tiempo eirreductiblemente, objeto humano, ya que losfenmenos sociales que comprende son fenmenosde sociedades humanas y, segn nuestro autor, espor su carcter social que el hombre se humaniza. Yesto es tan cierto que la sociologa puede a voluntadpartir del hombre para reencontrar, en el anlisis desu naturaleza, la presencia de la sociedad, o de lasociedad cuyo estudio la encaminar necesariamenteal Hombre. "El hombre-en-la-sociedad" o "La-sociedad-en-el-hombre": las dos frmulas sonequivalentes y pueden servir la una y la otra para

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    definir la sociologa, si es verdad que el hombretiene necesariamente, una composicin humana.

    As se encuentra atemperado el rigor cientista deesta distincin de lo normal y lo patolgico querecibe del tema director de la ciencia esa especie demonopolio, para, a la vez, definir el conocimientoobjetivo, y dar a la accin sus fines al igual que susmedios. Y la servidumbre cienticista se volvermenos pesada en la proporcin en que el ideal seade inmediato distinguido por el autor de lo puro ysimplemente normal. Entonces la concienciacolectiva, ms y ms considerada en su naturaleza yen su accin como una conciencia, soltar amarrasfrente a las estructuras morfolgicas de las que nace:estrechamente vinculada alcanzar altura y uncarcter casi universal para asumir la funcin detrascendencia en su papel ms y ms definido dehogar del ideal.

    Por lo tanto no existe rigor de mtodo que sesostenga: lo humano no se deja diluir ni en elmecanismo ni en el materialismo. Pero lo humano sesalva gracias a su dimensin social y a beneficio de laconciencia, a costa de lo individual. Aqu reaparecela tirana metodolgica del tema ciencia y surge, bajosu presin, el monopolio acordado a la explicacin

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    por causas exclusivamente sociales, simtricas delmonopolio antes vinculado a la nocin de lo"normal".

    Es en efecto propio y, hay que decirlo,representa la estrechez de la sociologa durkhemiana,el hecho de qu, una vez reconocida la dimensinsocial del hombre, no se quiera ms que mantenerlapara definir la humanidad, por la supuesta razn deque la dimensin social nicamente puede serobjetivamente aprehendida. De ah surge que estaespecificidad de lo social, afirmada como temamayor junto al tema ciencia y que en un sentidolimita su privilegio, viene a reforzarlo en otro, ya quelo arma de un veto frente a todo lo que seraespontaneidad individual pura, cuya subjetividadesencial negara toda determinacin objetiva. As elautor cree un deber sacrificar lo individual ante losocial, para permitir a lo social salvar lo humanoante la ciencia.

    Sacrificio que, como el de Abraham, no se hacesin esfuerzo, vacilacin o concesin. Podemosjuzgarlo por el lugar que se ha otorgado y por elpapel asignado a la individualidad, donde vemos -junto a una voluntad de restriccin para no decir denegacin, incontestablemente la ms frecuente y

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    netamente afirmada- una tendencia, a veces yprogresivamente menos prohibitiva. De ah, quejunto a la invitacin cierta a encerrar eldurkhemismo en s mismo y en su exclusiva yestricta socialidad, exista tambin la posibilidad deabrirlo, sin duda un poco contra s mismo,prolongndolo en lugar de negarlo. Intentemos verde ms cerca.

    No podemos en primer trmino negar lascondenaciones que, como es natural en un plano demtodo objetivo, esto es, severamente cientfico,abundan en las Reglas del mtodo sociolgico. Quienacaba de proclamar que "todas las veces que unfenmeno social es directamente explicado por unfenmeno psquico podemos estar seguros que laexplicacin es falsa", se encuentra naturalmentellevado, aunque est de acuerdo en que no se puedehacer abstraccin del hombre y sus facultades, amantener al menos y a sealar que "el individuo nopuede ser ms que la materia indeterminada que elfactor social determina y transforma". Y la mismalgica nos conduce a afirmar que los sentimientos"son resultantes de la organizacin social, lejos deser la base". As hasta la sociabilidad que, segn elmismo punto de vista, ser, para nuestro riguroso

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    socilogo, rehusada inicialmente al instinto delindividuo para ser puesta, a ttulo de efecto, a cargode la influencia de la vida social.

    No refractaria sin duda, pero tampocoespontneamente predispuesta a la vida en sociedad,la individualidad humana no es ms que materiaindeterminada y plstica que, no ms que la materiaaristotlica, es incapaz de pasar por s misma al acto,ya que su pasividad aparece como privada de todoprincipio propio de determinacin: no existe aqucorrelativamente, como en Aristteles, ms queciencia en general, entendamos de tipo social, ocomo hemos expresado ms arriba, de la dimensinsocial del individuo. No es posible ningn equvocosobre el sentido de la palabra general. Porque, si setoma lo general en el sentido no de genrico, comoacabamos de hacer, por analoga con Aristteles,sino en el sentido de "indeterminado", lo general asentendido servir por lo contrario, por su sinonimiacon la indeterminacin, para calificar y relegar laindividualidad. Las Reglas precisan en efecto que, silos caracteres generales de la naturaleza humanaentran "en el trabajo de elaboracin del cual resultala vida social", su contribucin "consisteexclusivamente en estados muy generales, en

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    predisposiciones vagas y por consiguiente plsticasque, por s mismas, no pueden tomar las formasdefinidas y complejas que caracterizan losfenmenos sociales, si no intervienen otros agentes".

    Entendamos que estos otros agentes son losfactores sociales, ya que, como se repite, laexplicacin por el individuo no podra dejar escaparla especificidad de lo social. Si aqu lo que finalmentese nos invita a pensar de las llamadas inclinacionespsicolgicas individuales, que se invocan sin cesarpara explicarlo todo: es que "lejos de ser inherentes ala naturaleza humana, faltan totalmente en algunascircunstancias sociales, o bien de una a otra sociedadpresentan variaciones que el residuo que se obtieneeliminando todas estas diferencias y que nicamentepuede ser considerado como de origen psicolgico,se reduce a algo vago y esquemtico, que deja ainfinita distancia los hechos que se trata de explicar".

    Sin embargo, un efecto ms prximo y mspreciso puede ser acordado, segn nuestro autor, alos fenmenos psquicos de orden individualsusceptible de producir consecuencias socialescuando estn tan estrechamente unidos a losfenmenos sociales que la accin de unos y otros seconfunde necesariamente. Tal el caso del

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    funcionario cuyo prestigio y tambin su eficacidad,estn hechos de la fuerza social que encarna, o elcaso del Hombre de Estado o del hombre de genio alos que es acordado nicamente que "saquen de lossentimientos colectivos de los que son objeto unaautoridad que es tambin fuerza social y que puedenponer en cierta medida al servicio de ideaspersonales". Y, como si esta concesin mnima fueratodava excesiva, Durkheim se apresura a adir demanera un poco desconcertante: "Pero estos casosse deben a accidentes individuales y, enconsecuencia, no podran afectar los trazosconstitutivos de la especie social, que slo es objetode la ciencia" (Reglas). Y, para cortar de lleno todafalsa esperanza que hubiera podido suscitar del ladoindividualista, confirma esta frase ya tan pocoalentadora con una conclusin que lo es an menos:"La restriccin al principio enunciado ms arriba noes pues de gran importancia para el socilogo". Y ases como, por el veto de la siempre idntica censurametodolgica, encarnizada contra todo retorno de lallama subjetiva, se encuentra rechazada cualquierveleidad de temperar el rigor del monopolioacordado a la explicacin puramente social.

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    El individuo no puede romper la trama de estaexplicacin para injertar, aunque sea a ttulonominal, su propia causalidad. Sin duda su razn noser echada a un lado. Pero slo podr aportar suadhesin esclarecida, nunca su eficacia creadora, alesquema explicativo reconstituido con ayuda defactores sociales y exigencias de estructura. Tal es elrol limitado de nuestra autonoma que definir, en lamisma lnea estrechamente rigurosa, la EducacinMoral: registro lcido y deliberado, pero nolegislacin: "No se trata de considerar la raznhumana como la legislacin del universo fsico. Noes de nosotros que ha recibido sus leyes.. no somosnosotros quienes hemos trazado el plan de lanaturaleza: lo reencontramos por medio de laciencia, lo repensamos y comprendemos porque eslo que es. Desde luego, en la medida que nosaseguramos que es lo que debe ser, es decir, talcomo lo implica la naturaleza de las cosas, podemossometernos, no slo porque estamos materialmenteforzados a ello, sino porque juzgamos que esbueno". Y de esta analoga junto con la libre, por serracional, adhesin estoica al orden csmico, nuestroautor termina: "En el orden moral hay lugar para lamisma autonoma y no hay lugar para ninguna otra"

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    (Educacin Moral). Pero hay que ir hasta el fin delanlisis durkhemiano de la autonoma de la razn, talcomo la define, para comprender que no otorga alindividuo como tal ningn papel especfico. Es loque resulta de varias declaraciones fciles a recogeren la clebre comunicacin sobre la determinacindel hecho moral (reproducida en Sociologa yfilosofa): "En el reino moral, como en todos losreinos de la naturaleza -leemos-, la razn delindividuo no goza de privilegio en tanto que razndel individuo. La nica razn por la que podramoslegtimamente reivindicar, all o en otra parte, elderecho a intervenir y elevarse por encima de larealidad moral histrica con vista a reformarla, no espor mi razn ni la de ustedes, sino por la raznimpersonal que slo se realiza verdaderamente en laciencia.. Esta intervencin de la ciencia tiene porobjeto sustituir el ideal colectivo de hoy en da nopor un ideal individual, sino por un ideal igualmentecolectivo, y que no exprese una personalidadparticular, sino la colectividad mejor comprendida".

    La toma de posicin, vemos, no puede ser msneta y categrica. Y para no arriesgar equivocarse, elautor aade an, llegando realmente al extremo:"Puede decirse que a esta elevada conciencia de s

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    misma la sociedad no puede llegar realmente msque dentro y por el espritu individual? En modoalguno porque esta conciencia ms elevada de s dela sociedad slo se alcanza por la ciencia; y la cienciano es asunto de un individuo, es una cosa social,impersonal en primer trmino". Y finalmente: "Si seentiende que la razn posee en s misma en estadoinmanente un ideal moral que sera el verdaderoideal moral que ella podra y debera oponer al quepersigue la sociedad en cada momento de suhistoria, digo que este apriorismo es una afirmacinarbitraria que todos los hechos contradicen".

    Una condenacin como la que hemos dicho yque en efecto es tan neta y tan categrica contratoda iniciativa verdaderamente individual, y tallimitacin, mucho ms estoica que kantiana, de laautonoma de la razn, una vez reconocida yadmitida en su rol, estn acaso, en su precisin,exentas de ambigedad y de grave ambigedad? Nopodemos creerlo. En primer lugar est esaasimilacin, sin duda ms aparente que verdaderaentre lo que aqu llamamos "la razn humanaimpersonal que slo se realiza en la ciencia" y laciencia "cosa no de individuo sino cosa social,impersonal en primer trmino", asimilacin que

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    quiere hacernos comprender evidentemente que laciencia y la razn de la que sta es obra no sonimpersonales y objetivas en consecuencia, sino porser colectivas, cosas sociales. Essertier, en su libroFormes inferieures de L'explication no haba acasojustamente denunciado esta confusin de locolectivo y lo impersonal frente a la ciencia y larazn? "El pensamiento impersonal -escribe- es unay otra vez el pensamiento que no es de ningnindividuo en particular y el pensamiento objetivo overdadero que se opone al pensamiento subjetivo.De ah una triple ecuacin en la que puede apoyarsetodo el sistema: el pensamiento impersonal es elpensamiento verdadero, pero tambin es elpensamiento colectivo. El pensamiento colectivo hacreado por lo tanto el pensamiento verdadero. Dehecho, lo que viene a expresarse en laimpersonalidad del pensamiento verdadero, es lapersonalidad entera. Representa nada menos que lavictoria del individuo sobre su propia subjetividad. Ysta est precisamente compuesta, sobre todo, derepresentaciones colectivas. En resumen, laimpersonalidad implicada en la verdad supone enquien la ha descubierto o que la ha enunciado contodo conocimiento de causa, el ms elevado

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    desarrollo de la personalidad y la liberacin mscompleta ante las maneras colectivas de pensar..para dejar sitio a lo objetivo, esto es, a loimpersonal".

    Crtica justa. Porque si la impersonalidad que es,en efecto, marca y criterio de objetividad,desempea un papel en la ciencia, este papel no es elde descubrir la explicacin, sino el de sancionar laexactitud por la adhesin colectiva que se le haacordado o no por parte de la comunidad sabia. Eldescubrimiento de la explicacin pertenece, alcontrario, a tal o cual sabio -ya que las invencionessimultneas no son, de todos modos, el hechocorriente. No se puede pues, bajo el falaz pretextode la sancin colectiva de objetividad, dejar de ladoal sabio en beneficio de la sociedad. Por otra parte,si la ciencia es en efecto colectiva e impersonal, lo esms an por la adhesin colectiva que sirve desancin al descubrimiento individual, por laacumulacin de descubrimientos individualesofrecidos a la verificacin comn. La ciencia no esen efecto, Durkheim ha tenido razn en sealarlo,cosa de un individuo. Pero, el hecho de que sea cosade muchos no implica que no sea individual y, por lotanto, caso social a oponer al individuo. Finalmente

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    el ltimo argumento, segn el cual reivindicar elpapel de la razn puramente individual en laexplicacin vendra a hacer de esta razn una especiede monada que contendra en conjunto en s mismael todo de la explicacin o del ideal propuesto, vefcilmente volverse contra l el reproche dearbitrario que enarbola. Acaso Bachelard no hamostrado suficientemente que la ciencia no esthecha del todo en la razn y que la actividadracionalista slo es fecunda si vive cuerpo a cuerpo yen dilogo perpetuo con la experiencia? Dilogoinstituido por su iniciador individual, que est enespera. y no en oposicin ante la colectividad deaquellos que lo repetirn para verificarlo orectificarlo. Por que ah justamente, donde laverificacin es regla, se opondra el peligro de lasubjetividad a la razn individual y se dara privilegioa la razn colectiva, supuestamente la nicacientfica, como si esta razn colectiva estuviera alabrigo de las perversiones subjetivas y como si larazn individual, cuando en realidad en ella confrecuencia mayor que crea o inventa, fuera por elcontrario sospechosa de arbitraria subjetividad.

    Slo se demuestra que un rigor tiende aprovocar otro. Es as que el primer rigor

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    metodolgico, reforzado por nuestro primer temade la ciencia, ha parecido llevar, con condenacindel finalismo y del psiquismo, el monopolio delcriterio de la normalidad, y que inmediatamente unsegundo rigor, surgido del primero ha conferidomonopolio a la explicacin por las causas sociales,con exclusin de toda causa individual. Y hete aquque un tercer rigor, a su vez surgido del segundo, vaa lanzar o, por lo menos parece lanzar sobre laexplicacin histrica un descrdito anlogo al quecastiga la explicacin individual. Hay ah undeslizamiento tanto ms curioso de observar por elhecho de que no es sin vuelta y que, por otra parte,muestra el peligro de un exceso de lgica. Es lo quesurge del anlisis de este medio interno que siguesiendo el nico terreno donde la explicacin porhechos sociales puede buscarse, una vez descartadoel factor individual, como hemos visto que acaba dehacerse.

    Tal como ha sido en efecto definido, este mediointerno, no deber comprender, con exclusin detodo factor individual,. ms que factoresmorfolgicos de estructura, segn la manera con quese vinculan al suelo o se agrupan entre s las partesconstituyentes de la sociedad. En una palabra, lo que

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    aqu entra en juego para explicar el proceso social,es, para la sociedad considerada sus condicionespresentes de existencia y las fuerzas motricesrealmente actuantes, es decir, segn nuestro, autor,el volumen y la densidad demogrfica, a lo quedebemos aadir, siempre a cada momento, lainfluencia de las sociedades vecinas. Estascausalidades por otra parte pueden observarse enms de un nivel porque hay ms que un nico mediosocial a considerar; todos aquellos, familiares y delos otros, que existen en el interior de la sociedad encausa.

    Esta concepcin del medio social como factordeterminante de la evolucin colectiva es, declaranuestro autor, de la ms alta importancia. Porque, sise la rechaza, la sociologa est en la imposibilidadde establecer ningn vnculo con la causalidad. Enefecto: "descartado este orden de cosas, no haycondiciones concomitantes de las que puedandepender los fenmenos sociales". Y vemos como elacento puesto as en la concomitancia, a la quenicamente se encuentra vinculada la causalidad,excluye la sucesin y, por lo tanto, la explicacinhistrica, como el monopolio de lo que Durkheimllama las circunfasa llega, en las Reglas por lo menos, a

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    la descalificacin del praeterita. Pero, por qu estacondenacin, que el autor ser el primero, en suspropias investigaciones, en no tomar en cuenta?Hemos hablado de un rigor de lgica que encadenaun rigor al otro. Hay que aadir una especie deterror a la filosofa de la historia que, como ha vistoa tal filosofa perder a Auguste Comte, lo lleva aborrar, al mismo tiempo que a sta, a la historiapropiamente dicha. Habra que ignorar la obraentera de Durkheim para tomar al pie de la letra estadeclaracin (Reglas); que expresa lo que acabamos decomentar: "Comprendemos bien que los progresosrealizados en una poca determinada vuelvanposibles nuevos progresos. Pero, en qu lospredeterminan? Habra pues que admitir unatendencia interna que lleva sin cesar a la humanidada sobrepasar los resultados adquiridos... y el objetode la sociologa sera reencontrar el orden segn elcual se desarrolla esta tendencia. Pero, sin volversobre las dificultades que implica tal hiptesis, entodo caso la ley que expresa ese desarrollo notendra nada de causal". Que se encuentren aqucomprendidas las pseudo ley de la evolucin deSpencer o la ley de los tres estados de Compte, sea.Pero, por qu deslizamiento, tras haber exorcizado

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    en las lneas que siguen, la "facultad motriz queimaginamos bajo el movimiento", Durkheim hapodido enunciar sin reserva el principio de "Elestado precedente no produce el consecuente,aunque el vnculo entre ellos es exclusivamentecronolgico"? Qu pensar pues, entre mil otrosejemplos posibles, de la crisis econmica de 1929?Habra que creer que el abrir los ojos sobre lascondiciones concomitantes obliga a cerrarlos sobrelas condiciones antecedentes, como si la necesariasolidaridad horizontal de las condiciones deexistencia del momento presente debieradesvincularse de la solidaridad vertical que las une alequilibrio precedente, como si la funcin no debieranada a la gnesis.

    Tomado al pie de la letra todo el pasaje quevemos hara creer que se pueden buscar las causasde la historia sin admitir que todas estnencadenadas bajo el nico rigor de una sola ley quelas determinara a todas: "Si -leemos- las principalescausas de los acontecimientos sociales estuvierantodas (pero quien dice todas!) en el pasado, cadapueblo no sera ms que la prolongacin del que loha precedido, y las diferentes sociedades perderansu individualidad para convertirse en los momentos

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    diversos de un nico y mismo desarrollo". No espor el contrario de la variabilidad histrica de lascondiciones de existencia que depende laindividualidad en cuestin? Si la historia no lo estodo, no significa esto que sea nada.

    Por otra parte es al mismo Durkheim a quienpedimos en este punto que rectifique a Durkheim.Qu leemos en efecto en las primeras lneas delcurso indito aqu publicado? Esto: "La fsica de lascostumbres y del derecho tiene por objeto el estudiode los hechos morales y jurdicos. Estos hechosconsisten en reglas de conducta sancionadas. Elproblema que se presenta a la ciencia es buscar: 1Cmo estas reglas se han constituido histricamente,es decir, cules son las causas que las han suscitado ylos fines tiles que llenan. 2 La manera en quefuncionan en la sociedad, es decir, cundo sonaplicadas por los individuos. Pero, aunque seandistintas, dos tipos de interrogantes sonestrechamente solidarios. Las causas de las que haresultado el establecimiento de la regla y las causasque hacen que ella reine ms o menos sobre grannmero de conciencias, que, aunque no seanidnticamente las mismas, son sin embargo denaturaleza a controlarse y aclararse mutuamente.

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    Qu ha pasado para que parezca as posiblepedir al mismo Durkheim la manera de refutar o,por lo menos, de rectificar a Durkheim? Que sinduda l ha sido vctima del intransigente rigor de unrazonamiento que se ha preocupado ms de excluirlas doctrinas que rechazaba que de seguir loverdadero que quera explicar. De ah lo que hemosllamado ms arriba una cadena de rigores que seengendran y de la que debemos aadir que se doblacon una serie de asimilaciones y oposicionesdemasiado rpidamente polmicas: posicin de loobjetivo y de lo subjetivo, lo que no es ms que otraforma de oposicin del mecanismo al finalismo, oms an del cientificismo a lo mstico. De ah laexclusin de lo individual como si tuviera siempreque confundirse con lo subjetivo puro, rebelde atoda determinacin. De ah naturalmente sigueoposicin de tal individuo, como tal entendido yexcluido, a ese medio social privilegiado.Asimilacin luego del medio al ambiente, despusdel ambiente: a la concomitancia y de laconcomitancia al presente, para llegar al fin, poroposicin a ese presente, a dejar de lado, casi porpretericin, el pasado visto no bajo la forma de unasimple sucesin naturalmente complementaria de la

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    concomitancia, sino bajo la forma de una totalidadsupuestamente orientada por una ley nica. Y heteaqu como al fin de cuentas el recurrir a la historia,para contribuir a la explicacin, se encuentracondenado por razones que slo valen contra lafilosofa de la historia y, osaramos casi decir es unmovimiento de humor que exaspera la lgica,aunque no sea tal mientras no pueda, aun caliente,tener sus vueltas. No se acompaa en efecto de estadeclaracin de espritu contrario: "La causadeterminante de un hecho social debe buscarse entrelos hechos sociales antecedentes (somos nosotrosque subrayamos) y no entre los estados de laconciencia individual"? (Reglas).

    Bajo el beneficio de este principio, querestablece el necesario equilibrio entre la explicacinpor el medio y la funcin y la explicacin por lahistoria, nada impide admitir, aunque haya ademsun sobreentendido de finalidad que nuestro autorrehusara, pero que nos parece indispensable, esteprecepto del mtodo propiamente sociolgico: "Laconveniencia y la disconveniencia de lasinstituciones no pueden establecerse ms que enrelacin a un medio dado", y como los medios sondiversos "hay una diversidad de tipos

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    cualitativamente distintos los unos de los otros, queestn todos igualmente fundados en la naturaleza delos medios sociales" (Reglas).

    No disimulemos sin embargo que se hareprochado a Durkheim haberse separado bienpronto del anlisis metdico de los diversos tipos demedios y costumbres y, en consecuencia, de laconstitucin de una tipologa propiamenteexperimental de grupos y de la correspondencia delas instituciones a las estructuras particulares, parahacerse, en cierto modo, metafsico de la sociologa.Habra pasado -signo no equvoco- del plural de lassociedades y de las representaciones colectivas alsingular de la Sociedad y de la conciencia colectiva.En verdad no cabe duda, como lo he dicho en otraparte y como tendr ocasin de repetir ms adelante,que la conciencia colectiva se ha encontrado poco apoco aureolada y como personificada, que hatomado, por as decirlo, altura para asegurar el papelms y ms neto de verdadero hogar del ideal.Tampoco cabe duda de que Durkheim vio en lasociologa algo ms que una ciencia de lassociedades, que ha pensado que la sociologa seamparaba en la filosofa, de todos modos en unafilosofa positivamente fundada. Pero, si ha podido

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    esperar demasiado de la conciencia colectiva, si hamagnificado e incluso divinizado la sociedad, estasambiciones, quizs estas ilusiones que lo emparentan

    con el Compte doctrinario -que a veces le hanocultado demasiado y hecho desconocer al otro-,nunca le hicieron desestimar o desatender el estudiominucioso de las sociedades y de las instituciones enla pluralidad variable de sus formas y en las diversasmodalidades de su ser, su funcin y sufuncionamiento. No ces de proclamar que la Moralque quera slidamente establecer exiga muchasinvestigaciones sobre los grupos diversos y sobre lavida y el rol de esos grupos de todo tipo que puedenexistir en el seno de las sociedades y condicionan lamentalidad y la moralidad de los individuos.

    De esta diversidad propuesta por la naturaleza ydesarrollada por la historia, van a partir yestablecerse justamente las presentes lecciones defsica de las costumbres, para determinar lasconductas morales en funcin de los tipos mltiplesde sociedades o de instituciones a que corresponden.

    En el curso sobre la moral profesionalcomprobaremos que dicho curso es tan interesantedesde el punto de vista del mtodo como desde elpunto de vista de la doctrina. Desde el punto de

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    vista del mtodo vemos el anlisis de la funcin delgrupo profesional no excluir sino por el contrario,atraer, junto al estudio del medio considerado consus condiciones presentes de existencia (circunfusa), elde la gnesis demandada a la historia (praeterita) y a laetnografa. Vemos que la estadstica revela elfuncionamiento. Sentimos al fin -y puede serlo-, lapreocupacin del autor por extraer de la experienciade la historia lecciones para la organizacin delpresente. La moral profesional se encuentra asligada a la naturaleza misma del grupo social -lacorporacin- en el seno de la cual dirige elcomportamiento de los individuos.

    El problema es averiguar qu deben ser lascorporaciones para que estn en armona con lascondiciones actuales de existencia. "Est claro -responde nuestro autor- que no se trata derestaurarlas tal como fueron antes. Si estn muertases porque, tal como eran, no podan seguir vivas.Pero, qu formas se ven forzadas a tomar? Elproblema no es fcil. Para resolverlo de manerametdica y objetiva habra que determinar de qumanera el rgimen corporativo evolucion en elpasado, cules son las condiciones que determinaronesa evolucin. Podramos entonces prejuzgar con

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    alguna certeza en qu debe convertirse, dadas lascondiciones actuales en las que se encuentrannuestras sociedades".

    Por lo tanto deben distinguirse en lasinstituciones -corporaciones y dems- las constantesy las variables, correspondiendo las primeras a supapel permanente, para aquellas instituciones queaparecen como constitutivas de toda la estructurasocial, y los segundas para las formas de adaptacinque impone el cambio de tiempo y de medio. Es tilrecordar, para una apreciacin justa, que todo lo queDurkheim ha escrito sobre el tema es muy anterior alas diversas experiencias contemporneas decorporativismo y neocorporativismo. Por otra parte,tales experiencias, por aberrantes que hayan podidoser en su deseo de acaparar, y por lo tanto desubordinar y deformar el corporativismo, en modoalguno han probado que el rol propio de ste puedadesaparecer. La existencia de agrupamientos msestrechos y especializados aparece siempre comonormal y necesaria en toda sociedad poltica paraadministrar los intereses e imponer las reglasprofesionales y morales que el poder central nopuede presidir ms que desde muy arriba o sin todala competencia necesaria. No es significativo en

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    este sentido ver al derecho pblico dividirse entantas formas y delegar una parte de su poder,aunque deba conservar su rbitro soberano?

    Si del punto de vista del mtodo pasamos, comoya lo hemos hecho insensiblemente, al de ladoctrina, el curso en cuestin nos hace percibir estoen bloque. El inters se vincula a la vida econmicapor una doble razn: percibimos en todas partes elperfil de la divisin del trabajo donde el autor ve,mucho ms que un fenmeno econmico, unfenmeno propiamente social, resultado necesariode causas sociales (variaciones en el volumen y ladensidad de los agrupamientos). Se comprueba porotra parte que el progreso continuo de la divisin deltrabajo no va acompaado por su correlativo normalde integracin y reglamentacin. El agrupamientoprofesional aparece as como un indispensablefermento de solidaridad, aunque no haya logradodarse todo el volumen que le sera necesario parajugar su propio rol. Y aqu al fin encontramos unode los temas filosficos mayores del autor: lanecesidad para el individuo -que no es lo que es msque en y para la so-ciedad--, de no verse privado, siquiere escapar a una ruinosa anarqua, de ninguno delos encuadres, los soportes que pueden ofrecerle los

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    diversos grupos o subgrupos sociales. Al alcanzareste tema mayor, reencontramos, al mismo tiempo,la idea directora del libro sobre el suicidio ylecciones sobre el respeto a la persona. Organizad,organizad y, organizando, moralizareis. En estoDurkheim se une, aunque ms de una vez lo hayacriticado duramente, a ese Auguste Comte al cualhemos comenzado por vincularlo. Pero, paraDurkheim, el desarrollo de los organismosprofesionales comportaba tambin directasaplicaciones polticas en el terreno de la fe nacional einternacional. Estas a su vez daban lugar a singularesanticipaciones y tambin sin duda a ciertas ilusiones.Pero repetimos que el curso no sera hoy en da loque fue hace medio siglo. Por lo tanto, si bien eslegtimo retener las primeras, sera menos justoreprocharle las segundas.

    Sea como sea, en la segunda edicin de Divisindel trabajo social, donde est la importanteintroduccin consagrada a los agrupamientosprofesionales, es a las otras lecciones unidas en elpresente volumen que se conceder el ms vivointers. Sin tener la intil pretensin de resumirlas y,al hacerlo, querer dispensarnos de leerlas, sealamossu importancia; por otra parte son las ms

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    numerosas, estn consagradas a la moral cvica y,para establecerla, al anlisis de la naturaleza de lasociedad poltica y del Estado. Tocamos con ellas laparte ms sugestiva y la menos extensa del libro. Nosorprender ver al Estado vinculado primeramente ycomo por provisin a la nocin de poderconstituido y de manejo jurdico del grupo. Pero,como el grupo es rgano eminente de la sociedadpoltica, es a sta primeramente que se trata dedefinir. El autor, sin duda, no la definir a partir dela sociedad domstica, de la familia, donde rehusaver su origen. Tampoco la definir en funcin de sufijacin al suelo, ya que existen sociedades nmadas,ni siquiera por la importancia numrica, -que debesin embargo ser tomada en cuenta de la poblacin-.Lo hace por el hecho de que la sociedad polticaintegra en s grupos secundarios de naturalezadiferente, grupos que le son ms tiles que dainos,que la constituyen sin que ella pueda jamsconvertirse en grupo secundario. Es en el senonico del federalismo donde las sociedades polticaspueden presentar, junto con su aspecto primariofundamental, un aspecto secundario que refleja laparte federada de ellas mismas, es decir, despojadade soberana. Fuera de esto, si he comprendido bien,

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    la sociedad se dice poltica cuando se presenta -parahablar en lenguaje durkhemiano- bajo la figura de unenglobamiento soberano. Sin duda se evocar contraesta definicin -que refleja el pensamiento del autor,develando al mismo tiempo de contradiccin-, lafamosa sociedad segmentaria simple, el peligrosocaptulo de las Reglas que ya hemos visto -quepretende dar como fuente de toda composicinpoltica y base de clasificacin de diversas especiesde sociedades-. Pero es justo recordar que la cosaest presentada sobre todo como hiptesis; lo queparecera invitar a ver en la as llamada sociedadpoltica simple una especie de lmite en el sentido, enel que Bergson presenta su "percepcin pura", estoes un lmite jams alcanzado en el que se uniranconciencia y materialidad. Tambin de aqupartiramos para definir la esencia de la sociedadpoltica, el englobamiento que sera como ladiferencial del sinoocismo poltico. Pero lacomparacin est afectada por la reserva de que nohay surgimiento sucesivo sino simultneo de lospartidos polticos englobados en el englobamientopoltico.

    Es de tal grupo complejo que el Estado esrgano, aunque a su vez est provisto de rganos

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    secundarios de ejecucin, de modo que no es, comopodramos sentimos tentados de creer, lo ejecutivolo que hay que ver primero y esencialmente en l.En verdad no lo es, ni siquiera es rgano en elsentido estrictamente jurdico, sino ms bienrepresentante de un braintrust colectivo diramos hoy,cuya funcin propia, con psicologa y autonomavinculadas consiste, segn la frmula de nuestroautor en "elaborar ciertas representaciones que valenpara la colectividad", y bien entendido naturalmentea dirigir, en nombre y lugar de sta, sus interesescomunes. El Estado sera pues directamentedeliberativo e indirectamente solo, y porprocuracin dada a su administracin, ejecutivo.Surge de aqu una especie de dirigismo universal delpensamiento y del comportamiento donde alguno,muy poco numerosos, compondran la pequeacolectividad sui generis -porque es una- que tienecomo nombre Estado, que pensara y querra portodos? No, si es cierto, como cree el autor que losderechos innatos del individuo, que hay tentacin deoponer a este pequeo Leviatn, no son innatos,sino que han sido conferidos a dicho individuo pordicho Estado, en la exacta medida en que elprogreso natural de la vida social, que va de la

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    heteronoma a la autonoma, traza ms netamente,sobre el fondo social, el perfil distinto del individuo.Este extrae entonces de la costumbre de obedecer laaptitud para mandar y hacerse reconocer comoindividuo y soberano y convertirse en modelador dela sociedad que primeramente lo ha modelado.

    No creamos sin embargo que Durkheim llegarhasta el punto de autonoma individual al quequerramos llevarlo. Leemos en el presente cursoesta declaracin neta, que bastar para retenerlo: "Almismo tiempo que la sociedad alimenta y enriquecela naturaleza individual, tiende inevitablemente asometerla. Precisamente porque el grupo es unafuerza moral a tal punto superior a la de las partes, elprimero tiende necesariamente a subordinar a lassegundas". Aadimos de inmediato que nos hadicho por suerte y casi al mismo tiempo: que,cuando la sociedad se extiende, su presin se afloja.En ese momento la sociedad poltica se vuelvetutelar, porque su presin se ejerce menosdirectamente sobre los individuos que sobre losgrupos secundarios que debe equilibrar por unaparte y contra los cuales, por otra, es a la vez sudeber y su inters defender a los individuos. Si stos,amenazados por la presin ms prxima y por lo

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    tanto ms estrecha de los pequeos grupos, seencontraran sometidos por stos, los grupos,fortalecidos por el sometimiento, correran el peligrode volver contra el poder poltico del "Estadoenglobador" su feudalismo exasperado. Con losvasallos, convertidos as en amos, la sociedadpoltica se destruira a s misma. La movilidad ylibertad del individuo son fruto de su instinto deconservacin. Hay ah como una mecnica decontrapeso que recuerda a ese Montesquieu a quienDurkheim consagr su tesis latina.

    Es decir que no estamos ante un mstico delEstado, y que si ste, como lo prev el autor, se vellevado a extender siempre sus atribuciones, esporque la vida social no podra complicarse ydiversificarse sin desarrollar su reglamentacin, perouna reglamentacin que, por los mismos motivosque acabamos de analizar acerca de los vnculos delEstado con los subgrupos, protege ms que traba alindividuo. Nuestro autor lo repite ms de una vez: loque est en la base del derecho individual no es lanocin del individuo tal cual es, sino la forma en quela sociedad lo concibe, la estimacin que hace de l;juzgando esta estimacin ms elevada, est tan lejosde ver en el Estado una amenaza para el individuo,

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    que, por el contrario, le asigna el papel de "llamarprogresivamente al individuo a la existencia moral",y destacar, en medio de creencias religiosas omorales que le parecen debilitarse, el culto crecientede la persona humana.

    Esta elevacin de la persona, surgida de laindivisin de las comunidades primitivas parahacerse progresivamente reconocer y honrar, esigualmente la idea directora que es eje de laslecciones consagradas a la propiedad y al contrato.Ahora es fcil hacerse una rpida idea. En primertrmino, cmo nace la propiedad. La religiosidad,difusa en las cosas y que las substraaoriginariamente a toda apropiacin profana, fuellevada, por medio de ritos determinados, ya sea alumbral de la casa, ya sea a la periferia del campo, yse constituy como un cinturn de santidad queprotegi el espacio as limitado contra todo atropelloextrao. Slo podan penetrar aquellos a quienes losvnculos rituales habilitaban para establecer contactocon las potencias invisibles del suelo. Despus dereligin, tal pasar de las cosas tab a las personasmsticamente habilitadas, hizo que esas personas asu vez, se encontraran en situacin y con elmonopolio para conferir a las cosas, que declararon

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    suyas, esa religiosidad que las converta en propiedadprotegida. De ah el paso de la propiedad colectiva ala propiedad individual, que slo se encuentraverdaderamente asentada el da en que el individuoes capaz de imponer el prestigio de su persona,presentndola como encarnacin misma del grupo,de sus antepasados, de su religiosidad, de su poder.Modelo buscado en ese tiempo de derecho privadoen el derecho pblico, en tanto que hoy el derechopblico tendra por el contrario tanto modelos quetomar del derecho privado, y el comportamiento delas naciones del de las personas!

    A propsito del contrato, busca filiacionesanlogas para hacernos percibir a travs de quavatares y a costa de qu extraordinarias y costosascomplicaciones puede obtenerse un resultadoaparentemente tan simple como el libre compromisorecproco de dos individuos por simple declaracin yaceptacin de su voluntad declarada. Ni la intencinni la declaracin proclamadas bastan en primertrmino: hay que movilizar el ritual, remover, por asdecirlo, todo el derecho. Y no son siquiera personassingulares, sino grupos enteros que afrontancolectivamente esta operacin precontractual, tancomplicada y costosa como una operacin de guerra

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    o un laborioso tratado de paz. Para que sean losindividuos solos que intervienen, y segn sus propiasnecesidades, para que el objeto o la fe queintercambian los hagan en conjunto propietarios olos comprometa, ser necesaria toda una serie desimplificaciones, tan lentamente adquiridas como lasdel hbito convertido en instinto; sobre todo, paraaprovechar esas simplificaciones, deber intervenirel advenimiento individualista de la persona, idea-fuerza ya encontrada ms arriba y gracias a la cualfinalmente esa persona tendr capacidad, en elcontrato, para jurar espontnea y slidamente su fe.

    Qu conclusin sacar finalmente de estosrpidos diseos? Sea cual sea el terreno en el quehayamos seguido los desarrollos de la doctrinadurkhemiana, no la hemos visto siempre convergirhacia la exaltacin de la persona humana, objetofinal de un verdadero culto? Por el contrario,analizando el mtodo y los temas dominantes que loorientan, hemos comprobado que este mtodo,preocupado sin duda por no dejar escapar nada de laespecificidad de lo "social", ni tampoco de lo"humano" -lo social y lo humano son un total antesus ojos- aplica sin embargo su esfuerzo msconstante a evitar toda intrusin, ya sea como agente

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    de iniciativa, ya sea como factor explicativo, delindividuo en tanto que individuo. El peligro de unaentrada del individuo en el sistema no significa queintrodujera con l una imprevisible y caprichosasubjetividad, de oscuras tendencias inconscientes omsticas, sin hablar de la invencin pura que rompela cadena y desafa la explicacin -todas cosasmortales--, a la objetividad que debera, sin perderpor ello su objeto, ganar a toda costa la nuevaciencia.

    Cmo escapar a esa aparente contradiccin ysalir del punto muerto sin disolver ese humano, tanoportunamente determinable por su dimensinsocial, sino exorcizando lo individual,necesariamente sacrificado, segn se cree, a laciencia? Contentarse con retener slo la dimensinsocial, como propone el mtodo, era suficiente parapermitir a la doctrina exaltar, como acabamos deverlo, a la persona? S, pero con la sola y necesariacondicin que esta persona no sea ms que el reflejode la sociedad, su primer hijo, por as decirlo, aquien con todas sus complacencias ha colmado debastantes dones como para permitirle brillar yhacerse respetar en calidad de persona. En vista delo cual ha sido necesario, como ya lo hemos dejado

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    presentir, elevar esa sociedad tutelar muy por encimadel nivel medio del psiquismo, de la moral y lagenialidad de la masa de individuos.

    Ya sabemos lo que se lee en Suicidio: "Es unerror fundamental confundir, como se ha hechotantas veces, el tipo colectivo de una sociedad con eltipo medio de los individuos que la componen. Elhombre medio es de moralidad mediocre.

    Slo las mximas ms esenciales de la tica segraban en l con cierta fuerza; y todava estn lejosde tener la precisin y la autoridad que tienen en eltipo colectivo, es decir, en el conjunto de lasociedad. Esta confusin cometida precisamente porQutelet, hace de la gnesis de la moral un problemaincomprensible. Por que, si el individuo es de unamediocridad tal, cmo ha podido constituirse unamoral que lo sobrepase a ese punto, si sta noexpresa ms que el nivel medio de lostemperamentos individuales? Lo ms no puede salirde lo menos". Frente a esta insuficiencia media lomoral est presentado "como un sistema de estadoscolectivos". En Educacin moral encontramos lamisma nota, aunque todava ms acusada en elsentido idealista: "La sociedad que hemos hechoobjetivo de la conducta moral sobrepasa

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    infinitamente el nivel de los intereses individuales.Lo que sobre todo debemos amar en ella no es sucuerpo, sino su alma. Y lo que llamamos alma deuna sociedad no es otra cosa que un conjunto deideas que el individuo aislado nunca hubiera podidoconcebir, que desbordan su mentalidad, y que se hanformado y viven por el concurso de una pluralidadde individuos asociados". De obra en obra lasociedad va ganando ttulos de nobleza. Hela aqu talcomo nos la presenta la clebre comunicacin sobrelos juicios de valor: "La sociedad al mismo tiempoque legisladora a la que debemos respeto, escreadora y depositaria de todos esos bienes de lacivilizacin a lo que estamos vinculados con todaslas fuerzas de nuestra alma". Y al fin el puntoculminante del mismo texto: "Es la sociedad quienimpulsa (al individuo) o lo obliga a elevarse porencima de s mismo.. No puede constituirse sincrear el ideal".

    Si del punto culminante descendemos al puntode partida, podemos comprobar esta observacindifcilmente contestable: el hecho mismo de laagregacin de individuos en la sociedad con todaslas estructuraciones y en verdad todas lasinteracciones mentales y los comportamientos

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    recprocos que necesariamente implica, hace surgirtodo un sistema de representaciones, de smbolos,de cambios y de obligaciones extraas al aislamientoindividual. Rica de tales cosas, cmo la sociedad hatomado figura menor que la de una concienciacolectiva donde nuestro autor, siempre con cientficadesconfianza de toda subjetividad individual,encuentra naturalmente situada la fuente del ideal yel fundamento de toda regulacin? El carctercolectivo de esta conciencia no la mantiene acasoen el cuadro de lo objetivo, y su carcter sinttico nole asegura, con la especificidad necesaria, el podercreador buscado? Si es as, socializar es humanizar, yesto sin daar a la ciencia.

    Pero, y si todo lo humano no se alojaradecididamente en la conciencia colectiva? Y si unaparte de esto humano surgiera por el contrario deuna morada individual -tras el individuo diseadosobre el fondo social, donde quizs y nicamentepuede nacer-, pero donde nada le impide adquirir asu vez virtud de sntesis, de invencin, designificacin y de obligacin? Tal vez ese individuono se contentara ya, para la persona as promovidaen l, con un genio delegado, donde no es su propiaimagen la que puede contemplar. Tal vez estimara,

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    como reflejo transformado en luz, y una vezanudado en l el haz -tambin sntesis- de unaverdadera conciencia individual, que la concienciasuya debera ser llamada fuente, no ya fuente nica,sino una de las dos fuentes del devenir humano, ysolicitara entrar bajo el mismo ttulo que la sociedaden el sistema de explicacin sociolgica, si es ciertoque ante el individuo as presentado existe elderecho de decir que tambin de lo individual puedesurgir la ciencia.

    Ciencia comprensiva por ser explicativa y nocomprensiva por carencia de lo explicativo. Lacomprensin en efecto no podra oponersevictoriosamente a la explicacin ms que si sta seconfundiera pura y simplemente con la observacin.Pero la explicacin difiere por el contrario de laobservacin por la hiptesis que le propone y por lasignificacin que, comprensiva a su vez, le impone.Y, si al trmino de la reduccin inteligible, lacausalidad decididamente resiste a la identidad, y unresiduo, diverso irreductible o devenir irreversible, sedesprende quin pensar que ante tal residuoeventual una comprensin, aunque sea "clarividenciaptica", con la que se querra sustituir la explicacin,tiene algo mejor que decir que la explicacin misma,

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    o que, en todo caso, es la nica que tiene derecho ahablar? Es por el contrario la explicacin que, alhaber llevado el anlisis hasta sus lmites, podrverdaderamente hablar de originalidad individual y,sin miedo ni reproche, asignarla como causa. Laexplicacin y la comprensin no deben ser opuestasni colocadas espalda contra espalda. Por el contrarioson hermanas y necesariamente hermanas amigas.

    GEORGES DAVY

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    PRIMERA LECCINLA MORAL PROFESIONAL

    La fsica de las costumbres y del derecho tienepor objeto el estudio de los hechos morales yjurdicos. Estos hechos consisten en reglas deconducta sancionada. El problema que se presenta ala ciencia es buscar:

    1 Cmo estas reglas se han constituidohistricamente, es decir, cules son las causas que lashan suscitado y los fines tiles que llenan.

    2 La manera en que funcionan en la sociedad,es decir, cmo son aplicadas por los individuos.

    Otra cosa es, en efecto, preguntarse cmo se haformado nuestra nocin actual de la propiedad, dedonde proviene en consecuencia que el robo sea uncrimen en las condiciones fijadas por la ley; otra cosaes determinar cules son las condiciones que hacen

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    que la regla protectora del derecho de propiedad seams o menos bien observada, es decir, cmo es quelas sociedades cuentan ms o menos con ladrones.Aunque sean distintas, las dos cuestiones no puedensepararse en el estudio, porque son estrechamentesolidarias. Las causas de las cuales ha resultado elestablecimiento de la regla, y las causas que hanhecho que reine sobre un nmero de concienciasms o menos grande, sin ser exactamente lasmismas, son de naturaleza a controlarse yesclarecerse mutuamente. El problema de la gnesisy el problema del funcionamiento surgen pues de unorden de investigaciones. Es por esto que losinstrumentos del mtodo que emplea la fsica de lascostumbres y del derecho son de dos tipos: por unaparte estn la historia y la etnografa comparadas quehacen asistir al gnesis de la regla, muestran loselementos componentes disociados y luegoaadindose progresivamente los unos a los. otros;en segundo lugar, est la estadstica comparada, quepermite medir el grado de autoridad relativa de queest investida esta regla ante las concienciasindividuales y descubrir las causas en funcin de lascuales vara esta autoridad. Sin duda no estamosactualmente en estado de tratar cada problema

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    moral desde uno u otro punto de vista, ya que, confrecuencia, carecemos de datos estadsticos. Pero nocarece de importancia sealar que una cienciacompleta debe plantearse las dos cuestiones.

    Definido as el objeto de la investigacin, lasdivisiones de la ciencia quedan por lo mismodeterminadas. Los hechos morales y jurdicos -nosotros diremos ms brevemente los hechosmorales- consisten en reglas de conductasancionadas. La sancin es pues la caractersticageneral de todos los hechos de este gnero. Ningnotro hecho de orden humano presenta estaparticularidad. Porque la sancin, tal como la hemosdefinido, no es simplemente toda consecuenciaengendrada espontneamente por un acto que elhombre realiza, como cuando se dice, por un usoabusivo de la palabra, que la intemperancia tienecomo meta sancionar la enfermedad, o la pereza delcandidato el fracaso en el examen. La sancin es unaconsecuencia del acto, pero una consecuencia queresulta, no del acto tomado en s mismo, sino de loque es conforme o no a una regla de conductapreestablecida. El robo es castigado y esta pena esuna sancin. Pero no proviene de que el roboconsista en tal o cual operacin material; la reaccin

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    represiva que sanciona el derecho de propiedad sedebe enteramente a que el robo, es decir, el atentadocontra la propiedad de otro, est prohibido. El roboslo es castigado porque est prohibido.Supongamos una sociedad que tenga de la propiedaduna idea diferente a la que nosotros tenemos, ymuchos actos que son hoy en da consideradosrobos y castigados como tal perdern su carcter ycesarn de ser reprimidos. La sancin no dependepues de la naturaleza intrnseca del acto, ya quepuede desaparecer, y el acto seguir siendo lo que es.Depende enteramente del vnculo que apoya esteacto en una regla que lo permita o que lo prohiba. Yes por esto que se definen todas las reglas delderecho y de la moral.

    Establecido esto, la sancin, que es el elementoesencial de toda regla moral sea cual sea, debanaturalmente constituir el primer objetivo de nuestrainvestigacin. Por esto la primera parte de este cursoha estado consagrada a la teora de las sanciones.Hemos distinguido los diferentes tipos de sanciones:penales, morales, civiles buscando su fuente comny, a partir de esta fuente, fueron determinadas adiferenciarse. El estudio de las sanciones ha sidohecho independientemente de toda consideracin

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    relativa a las reglas mismas. Pero, tras haber aisladode este modo su caracterstica comn, faltaba llegara las reglas mismas. Es esto lo que constituye laparte esencial y central de la ciencia.

    Pasemos a las reglas: las hay de dos especies.Unas se aplican indistintamente a todos loshombres. Son las relativas al hombre en general,considerado ya sea como uno de nosotros o comootro. Todas aquellas que prescriben la manera enque debemos respetar o desarrollar a la humanidad,ya sea en nosotros o en nuestros semejantes, valenigualmente para todo lo que es hombre. Las reglasde moral universal se reparten en dos grupos: las queconciernen a los contactos de cada uno de nosotrosconsigo mismo, esto es las que constituyen la moralllamada individual, y las que conciernen a loscontactos que mantenemos con los otros hombres,abstraccin hecha de todo agrupamiento particular.Los deberes que nos prescriben las unas y las otrastienden nicamente a nuestra cualidad de hombre oa la cualidad de hombres de aquellos con quienesnos encontramos en relacin. No podran pues, anteuna misma conciencia moral, variar de un sujeto aotro. Hemos estudiado el primero de estos dosgrupos de reglas, y el estudio del segundo constituir

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    la ltima parte del curso. Por otra parte no hay quesorprenderse que estas dos partes de la moral que,por ciertos lados son estrechamente parientes, estnhasta este punto separadas y situadas en los dosextremos de la ciencia. Esta clasificacin no carecede razn. Las reglas de la moral individual tienen porfuncin fijar en la conciencia del individuo losasientos fundamentales y generales de toda moral: essobre estos asientos que descansa todo el resto. Porel contrario, las reglas que determinan los deberesque los hombres tienen los unos hacia los otros, porel hecho solo de ser hombres, son la parteculminante de la tica. Es el punto ms elevado. Esla sublimacin del resto. El orden de la investigacinno es pues artificial: corresponde al orden de lascosas.

    Pero, entre estos dos puntos extremos seintercalan deberes de otra naturaleza. Tienen que verno con nuestra cualidad general de hombres sinocon cualidades particulares que no todos loshombres presentan. Ya Aristteles haba hechonotar que en cierta medida la moral vara con losagentes que la practican. La moral del hombre,deca, no es la de la mujer; la moral del adulto no esla del nio; la del esclavo no es la del amo, etc. La

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    observacin es justa, y hoy en da de una generalidadmucho mayor que la que poda suponer Aristteles.En verdad la mayora de nuestros deberes tienen esecarcter. Ya era ste el caso de los que tuvimosocasin de estudiar el ao pasado, es decir, aquellosque en conjunto constituyen el derecho y la moraldomstica. All, en efecto, encontramos la diferenciade sexos, la de las edades, la que proviene del gradoms o menos prximo de parentesco y todas lasdiferencias que afectan a las relaciones morales. Lomismo ocurre con los deberes que prximamentetendremos ocasin de estudiar, es decir, los deberescvicos o deberes del hombre hacia el Estado.Porque todos los hombres no dependen del mismoEstado y, por este hecho, tienen deberes diferentes ya veces contrarios. Sin hablar de los antagonismosque as se producen, las obligaciones cvicas varansegn los Estados, y todos los Estados no son de lamisma naturaleza. Los deberes del ciudadano no sonlos mismos en una aristocracia o en una democracia,en una democracia o en una monarqua. Sinembargo, los deberes domsticos y los deberescvicos presentan todava un alto grado degeneralidad. Todo el mundo en principio pertenece