sobre la transición del sistema antiguo al feudal: una revisión arqueológica del altomedievo...

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  • 7/26/2019 Sobre la transicin del sistema antiguo al feudal: una revisin arqueolgica del Altomedievo hispano

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    Sobre la transicin del sistema antiguo

    al feudal: una revisin arqueolgica delAltomedievo hispano

    J A G G

    T, S P, N, [. -]

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    R:* El propsito de estas lneas es esbozar algunaslneas de investigaciones sobre las aportaciones de la arqueo-loga al debate sobre la transicin entre el sistema antiguoy el feudal en la pennsula ibrica. Ms que un completoestado de la cuestin y una exhaustiva resea de la biblio-grafa, pretendemos resaltar algunas preocupaciones e inte-rrogantes histricos actuales frente a tradicionales temas de

    investigacin. As, contrastamos las lneas de trabajos clsicos(enterramientos, iglesias, castillos, metalistera, cermicas,etctera, desde poca visigoda a medieval) con las recientesperspectivas historiogrficas y mtodos interdisciplinares enel estudio sobre la transicin y evolucin de las sociedadesantiguas a la formacin de las estructuras feudales: el estudio

    del poblamiento, la organizacin territorial y las estructurassocioeconmicas alcanzan as su pleno desarrollo en las in-vestigaciones arqueolgicas.

    P : arqueologa, historiografa, Antigedadtarda, Altomedievo, feudalismo, sociedad, poblamiento,territorio.

    * Este trabajo fue realizado en 2004 en el marco de los proyectos de inves-tigacin Naturaleza y evolucin de las estructuras de poder en la primeraEdad Media astur iana (DGI, Ref. MC-02-BHA-04170-C0503) y Formasde ocupacin rural en el cuadrante noroccidental de la Pennsula Ibrica.ransicin y desarrollo entre las pocas romana y med ieval (MEC, DGIHUM2004-04010-C02-02/HIS).

    A: Te aim of this paper is to revea l the current stateof knowledge of this subject in Spain, although recognisingthe complexity entailed in summarising such a broad periodand such a heterogeneous area. In addition, attempting togive an account of the different trends means running the riskof excluding many specific contributions in favour of moregeneral summaries. Terefore, rather than giving an exhaus-tive report of the background and initial research we aim toshow the current research lines, as well as to make a criticalbalance and some proposals for the future.First, we will review and briefly report the current situationregarding the subjects of traditional resea rch on the Late An-tiquity period in the Iberian peninsula, ma inly the Visigothicsettlement, that was theorised based on the funeral findingsfound in necropolis from the early 20th, as well as religious

    monuments, that were studied from an artistic rather than anarchaeological perspective at around the same time. Ten, wewill go on to focus on more pressing aspects for more recenthistoriography, such a s the t ransition between the Ancientand the Medieval world. In line with the renovation of thishistorical debate in the European context, the transforma-tion of the socio-economic structures is beginning, in thelast few decades, to also be studied from the archaeologicalregister, adding to the theoretical debate anticipated by the

    Antiquity historians -on the fal l of the Roman Empire- and

    of the Middle Ages -on the formation of feudalism. In thi ssense, studies on the transition between Late Antiquity (4thto 7th Centuries) and the Early Middle Ages (8th to 10thCenturies) have taken on great importance, with questionsbeing considered such as the continuity, breakdown or de-gree of transformation in the different social formations, andfor which the archaeological register can offer some answers.

    Added to the traditional subjects (cemeteries and churches),that were interpreted from a reductionist perspective to valuethe Germanic presence and superiority, are others such as thetransformation of urban areas, changes in the settlements andterritorial occupation, or the new forms of production organi-sation. In this way, the perspectives from which to analysethe population structures, agricultural or craft production,as well as products (pottery, metalwork, etc.) take on a new

    dimension, far removed from normativism and set within theframework of the current lines of the debate on the transition.In the same way, with this the importance of the Visigothicperiod has been clarified and its importance played downand, in particular, the date 711 as an impassable barrier be-tween the two periods, two worlds and even two different andindependent academic specialities.

    K: archaeology, historiography, Late Antiquity,Early Middle Age, feudalism, society, settlement, territory.

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    La inauguracin de una nueva publicacin peridicanos proporciona la oportunidad de mostrar el es-tado de conocimientos sobre esta cuestin, a modo deenunciado de algunos problemas e interrogantes en vasde estudio por los grupos de investigacin aqu repre-sentados, adems de por un nmero, cada vez mayor,de investigadores que desde distintos mbitos tratan deofrecer algunas respuestas a la evolucin de las socieda-des antiguas y la conformacin de las estructuras so-cioeconmicas feudales en la pennsula ibrica.

    Reconociendo la complejidad y la dificultad que su-pone dar cuenta de todos los aspectos que tienen cabidaen el debate histrico, pretendemos tan solo apuntar al-gunas ideas sobre las aportaciones desde la arqueologa.

    Adems, intentar dar cuenta de las diferentes tenden-cias supondra asumir el riesgo de excluir muchas apor-taciones particulares en favor de sntesis ms generales.1Por otra parte, ms que relatar extensamente los ante-cedentes y primeras investigaciones arqueolgicas alto-medievales ya expuestos en anteriores ocasiones,2

    1 Recientes trabajos, sntesis y revisiones generales sobre la transicin yorgenes del feudalismo, especialmente en lo referente a sus a spectos polticosy estructura social, pueden verse en obras colectivas como las reunidas porMalpica y Quesada (), Loring (), Estepa, Plcido y ras (), Hi-dalgo, Prez y Gervs (), Bournazel y Poly (), Il feudalesimo (),Les fodalits (), La Pennsula Ibrica().

    2 Vanse exposiciones como las de Palol ( y ), Alonso Snchez() u Olmo Enciso ( y ) para el estado de conocimientos sobrela poca visigoda ; Ru R u (, y ), Matesanz Vera (), Fran-covich (), Izquierdo Benito (), Bohigas Roldn (), VillanuevaZubizarreta () o Gutirrez () para la poca altomedieval. En ellas

    pretendemos mostrar las actuales lneas de trabajo, ascomo un balance crtico y algunas propuestas.

    En primer lugar revisaremos y expondremos somera-mente la situacin actual respecto a los temas que fueronobjeto de investigaciones tradicionales sobre la pocatardoantigua hispana, principalmente el asentamientovisigodo, que fue teorizado a partir de los hallazgos ennecrpolis desde comienzos del siglo , as como losmonumentos religiosos, que fueron estudiados con unaperspectiva ms artstica que arqueolgica por los mis-

    mos aos. Posteriormente nos centraremos en aspectosms acuciantes para la historiografa ms reciente, comoes la transicin entre el mundo antiguo y el medieval.En sintona con la revitalizacin de este tema en elcontexto europeo, la transformacin de las estructu-ras socioeconmicas est comenzando, en las ltimasdcadas, a ser estudiada tambin desde el registro ar-queolgico, con lo que se suma a la discusin tericaanticipada por historiadores de la Antigedad sobrela disolucin del Imperio romano y de la Edad Mediasobre la formacin del feudalismo. En este sentido,

    aun mantenindose las especialidades y especialistas enambas pocas, han cobrado gran vitalidad los estudios

    pueden encontrarse amplios estados de la cuestin y bibliografa, que nos ex-cusan de realiz ar una exhaustiva coleccin bibliogrfica. As, nos centraremosprincipalmente en las recientes aportaciones de la ltima dcada. En la l istabibliogrfica ofrecemos as algunos ttulos, entre los que damos prioridada los ms recientes y generales en detrimento de un gran nmero de otrasvaliosas contribuciones ms puntuales. Estas podrn encontrarse en las obrascolectivas que se incluyen de forma abreviada.

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    sobre la transicin, y se plantean interrogantes como lacontinuidad, ruptura o grado de transformacin en lasdistintas formaciones sociales, y a los cuales el registroarqueolgico puede ofrecer algunas respuestas. A los te-mas tradicionales (cementerios e iglesias), que eran in-terpretados desde una ptica reduccionista y positivistapara valorar la presencia y preponderancia germnica,han venido a sumarse otros como la transformacin delos espacios urbanos, los cambios en la red de pobla-miento y ocupacin del territorio o las nuevas formasde organizacin de la produccin. De esta forma, lasperspectivas con que se analizan las estructuras de po-blacin, la produccin agraria o artesanal, as como losproductos elaborados (cermicas, metalistera, etctera)

    cobran una nueva dimensin, alejada del normativismoy encajada en las lneas actuales sobre la transicin. Delmismo modo con ello ha ido matizndose y relativizn-dose el protagonismo visigodo y, sobre todo, la fecha del como barrera infranqueable entre dos pocas, dosmundos e incluso dos especialidades acadmicas ajenase independientes.

    LOS ESUDIOS SOBRE LA ARDOANIGEDAD

    D

    Si bien la arqueologa medieval hispana est todavaen una fase de desarrollo, la arqueologa de la pocavisigtica cuenta como en el resto de Europa conuna larga tradicin de estudio que condiciona an engran medida su presente. La atencin prestada desdela arqueologa clsica y posclsica a las migracionesgermnicas, acorde con una lnea de investigacin fi-logermanista, fue especialmente fecunda en el periodo

    de entreguerras europeo e hispano.3Esa tendencia hi-perdifusionista y pangermnica anim la excavacinde extensas necrpolis del interior hispano (Pia de Es-gueva, Herrera de Pisuerga, Duratn, Carpio del ajo,etctera, a cargo de C. de Mergelina, J. Martnez San-taolalla, entre otros), as como la metalistera (broches,

    3 Vase a este respecto Francovich () u Olmo Enciso ( y ).

    fbulas, jarritos...) y otros ajuares (cermica, cuentas decollar...) que frecuentemente las acompaan. El inte-rs por demostrar el predominio de un grupo tnicoy su extensin territorial con base en los hallazgosfunerarios encontraba su asiento en los crculos his-toriogrficos hiperdifusionistas de la poca (H. Zeiss,

    W. Reinhart...).Con todo, la distribucin y valoracin de la presencia

    germnica en sus diversos aspectos (necrpolis rurales,arquitectura urbana y religiosa, mobiliario cermico,metlico, escultrico, numismtico, etctera) fue yavalorada, recopilada y cartografiada por Palol ( y).

    Precisamente sera Palol quien realizara una impor-

    tante revisin historiogrfica a mediados del siglo , alreplantear los principios asentados sobre el predominiovisigodo en Hispania. Frente a la minoritaria presen-cia en algunas necrpolis del interior peninsular quehaban servido a Reinhart para magnificar el asenta-miento visigodo, Palol muestra y enfatiza el sustratodemogrfico y cultural hispanorromano en la arquitec-tura y otras manifestaciones plsticas de la poca; desdeentonces el concepto hispanovisigodo prevalece sobreel arraigado hasta entonces, visigodo, para definir la

    base social y material hispana tardoantigua.En las ltimas dcadas del siglo se ha ido, pues,desvaneciendo el anterior nfasis en el carcter ger-mnico de los enterramientos y los ajuares y adornosque los acompaan (Zeiss, Reinhart); as, Hubener yaen los aos setenta puso de manifiesto los problemascronolgicos y metodolgicos de las antiguas exhu-maciones de necrpolis, as como la no aceptacin deuna diferenciacin racial basada en los ajuares. En losochenta y noventa Ripoll Lpez ( y ), revisandolos materiales de necrpolis como la de El Carpio de

    ajo, mostraba las carencias metodolgicas (desapari-cin de los yacimientos excavados, ausencia de estudiosantropolgicos, dificultades para obtener referenciasestratigrficas y cronolgicas, etctera) que impedanresponder a interrogantes ms actuales, como la orga-nizacin espacial de los cementerios, su relacin conla estructura social, caracteres fsicos de la poblacin,dieta y patologas. Al mismo tiempo, sistematizaba la

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    tipologa y seriacin de la metalistera y torutica hispa-novisigoda, siguiendo la lnea emprendida por Palol ymostrando el influjo mediterrneo y bizantino en esosmateriales; adems, la mayor parte de ellos no son pri-vativos de los pueblos visigodos, ni siquiera germnicos;incluso un gran nmero de sepulturas carece de ajuareso adornos considerados germnicos o bien coexistencon los hispanorromanos.

    Igualmente es preciso destacar la revisin de las ne-crpolis tardorromanas (Fuentes, ), en la que sepone de manifiesto la cronologa, adscripcin y relacinde estas con las villaey asentamientos rurales tardorro-manos, al tiempo que las que venan denominndosenecrpolis del Duerose desvinculan de la influencia ger-

    mnica y de la supuesta asociacin a laetio ejrcitosprivados de los latifundios hispanorromanos.

    Por otro lado, algunos historiadores (Collins, GarcaMoreno, Domnguez Monedero) han ido desmitifican-do la teora del asentamiento visigodo en la submesetanorte, al desvincular las necrpolis de esa zona de lasregiones y ciudades donde se hacen presentes las litesy estructuras de poder del momento. Las necrpolisreflejaran ms bien las posesiones fundiarias de la no-bleza visigoda, la clase dirigente de un variado colectivo

    que bajo la denominacin depueblo visigodoagrupabadiversas procedencias tnicas (Rouche, ); as pues,la cuestin de las necrpolis visigodas es hoy valo-rada como un reflejo de las tensiones que provoca lainsercin de un grupo de poder, ms que como una evi-dencia de la ocupacin y preponderancia de una etnia.

    Por tanto, frente a la antigua teora del asentamien-to visigodo (popular y aristocrtico) diferenciado dela poblacin hispanorromana, la historiografa actua ltiende a relativizar su impacto. La nueva clase dirigen-te se habra ido insertando en la organizacin poltica

    y socioeconmica tardorromana, compitiendo por elpoder municipal, hacindose con la direccin de la ad-ministracin bajoimperial y accediendo a la propiedadde la tierra. Precisamente en el interior peninsular seencontraban importantes villae, incluso de la familiateodosiana, que sern ambicionadas por los nuevos di-rigentes. Estas tensiones por el control de la propiedad,de la produccin y la exaccin fiscal que refera ya

    en su crnica el obispo Hydacio han sido puestas derelieve por algunos historiadores (Garca Moreno, DazMartnez), si bien an hay pocos trabajos arqueolgicosque reparen en ello. La presencia de algunos objetostrados por esos nuevos grupos en el contexto funerariode los cementerios de la poblacin mayoritaria en laszonas de las villaelatifundistas se explica ms adecua-damente desde esta nueva dinmica de tensiones porel poder.

    En estas ltimas dcadas se han sucedido muchasotras excavaciones de necrpolis de poca tardorroma-na y visigoda, especialmente en las reas castellana,extremea y andaluza, con unos planteamientos msacordes con las ltimas premisas, y que, en conjunto,

    van dando respuesta a otros interrogantes planteadosdesde la arqueologa funeraria o de la muerte: distri-bucin y organizacin de los cementerios, tipologa detumbas, deposiciones e inhumaciones, rituales y acti-tudes funerarias (Cerrillo Martn de Cceres, ) y,sobre todo, su relacin con las poblaciones y con suestructura social (Ripoll y Arce, , etctera).

    Igualmente hay que destacar la intensa labor de equi-pos como los que vienen trabajando en importantes lu-gares tardoantiguos, verbigracia Mrida (Caballero Zo-

    reda y Mateos, ; Mateos ; Alba , , ;Mateos y Alba, , etctera), arragona (EDA,Aquilu, etctera), Valencia (Blasco et al., ; SorianoSnchez y Pascual Pacheco, ), Cartagena (MndezOrtiz y Ramallo Asensio, ; Ramallo Asensio y RuizValderas, ), Alcal de Henares (Mndez Madaria-ga y Rascn Marqus, ; Rascn Marqus, ) oGijn (Fernndez Ochoa, ), que muestran la ampliasecuencia de ocupacin de una ciudad y su entorno ruralen poca tardoantigua, fijando la atencin no solo enlos cementerios, sino en los poblados, reas urbanas y el

    territoriumen su conjunto.Finalmente, por su carcter novedoso y diferente,

    cabe sealar la relacin de algunas necrpolis tardoan-tiguas del rea vascona con regiones francas norpire-naicas (Azkrate, y ).

    Por lo que se refiere al noroeste peninsular, la Ga-llaecia, donde se haban atribuido a los suevos un grannmero de sepulturas y sarcfagos (Chamoso), ya se ha

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    puesto de manifiesto la diferente cronologa de los mis-mos, que llega hasta poca plenomedieval, en tanto quedurante el periodo tardoantiguo la continuidad de lasformas de enterramiento y de ocupacin del territoriosiguen con algunas transformaciones las pautasestablecidas en tiempos tardorromanos (Lpez Quirogay Rodrguez Lovelle, , y ).

    En suma, la diversidad social que caracteriza las dis-tintas regiones peninsulares en la Antigedad tardaimpide considerar a la antigua Hispania romana comoun ente homogneo y dominado exclusivamente porun grupo tnico.4

    L :

    Por otra parte, la tradicin historico-artstica fue otra l-nea de investigaciones emprendidas desde comienzos delsiglo en algunas de las ms antiguas iglesias hispanas(San Juan de Baos, San Pedro de la Nave, Quintanillade las Vias...). Los estudios de M. Gmez Moreno y E.Camps Cazorla, basados en criterios estilsticos y tipo-lgicos, sirvieron de base hasta tiempos recientes para la

    definicin de la arquitectura y la plstica visigoda y alto-medieval. A mediados de esa centuria P. de Palol, comohemos comentado para las necrpolis, matizara los con-ceptos sobre el arte y la arquitectura visigoda, marcandoel acento en el sustrato local tardorromano de las cons-trucciones tardoantiguas y sus elementos plsticos. Susexcavaciones en las iglesias de San Juan de Baos (Palol, y ), Baleares (Palol et al., ) o Bobalar (Palol,) contribuiran a dotar de un contexto arqueolgicoa los edificios; al mismo tiempo ira replanteando nosolo los aspectos estilsticos y constructivos, sino tam-

    bin su relacin con la liturgia, con los mbitos urbanosepiscopales o rurales monsticos, as como tambin conlos talleres ulicos cortesanos hispanovisigodos (Palol,; Palol y Ripoll, ). La excavacin y conocimiento

    4 Sobre la heterogeneidad de la pennsula ibrica en poca ta rdoantigua,vase Olmo Enciso (), donde se realiza una carac terizacin arqueolgicade tres reas fundamentales: el litoral mediterrneo levantino y btico, la zonacentral interior y el rea septentrional y noroccidental.

    de iglesias y conjuntos basilicales paleocristianos (desdeMrida, arragona, Barcelona, Segbriga, a Baleares,etctera) ira dejando ver el peso de la tradicin hispanapaleocristiana, las relaciones mediterrneas y la dilatadageografa y cronologa de unos procesos constructivoslitrgicos que no se reducen ni restringen al hecho vi-sigodo.

    Es preciso destacar asimismo las imprescindiblesobras de conjunto de investigadores del Instituto Ar-queolgico Alemn, que establecieron un corpusbsicoas como una revisin y agrupacin tipolgica de lasprimeras construcciones religiosas hispnicas (baslicas,martyria,mausoleos, baptisterios, escultura, etctera),en las que se han apoyado abundantes trabajos poste-

    riores. As, M. Schlunk y . Hauschild (), para lasiglesias paleocristianas e hispanovisigodas (siglos a

    ); Ulbert (), para las baslicas de bsides contra-puestos, a las que hay que sumar las de Noack-Haley(), S. Noack-Haley y Arbeiter () y Arbeiter yNoack-Haley (), para las iglesias asturianas y moz-rabes, continuadoras en buena parte de las tradicionesanteriores. La aplicacin de una minuciosa metodologade sistematizacin y anlisis detallado de las formasy tcnicas de construccin ha establecido las pautas,

    modelos, grupos y periodizacin de esos elementosconstructivos.En las ltimas Reuniones de Arqueologa Cristiana

    Hispnica, as como en diferentes simposios de arqueolo-ga tardoantigua, se da cumplida cuenta de otras muchasnovedades en todo el mbito hispnico, al tiempo quevan apareciendo tambin importantes aportaciones enarquitectura urbana, ulica, asentamientos rurales, pro-duccin cermica, etctera. Algunas otras monografasse han ido ocupando de nuevas iglesias paleocristianasy visigodas (como Santa Eulalia de Mrida: Caballero y

    Mateos, ; Mijangos: Lecanda, ) o mozrabes(Santa Luca del rampal: Caballero y Sez, ), o hanido revisando las conocidas (Nave: Corzo, , Barrosoy Morn, , Caballero y Arce, ; Baos: Caballeroy Feijoo, ; iglesias castellanas altomedievales: Ca-ballero et al., ; escultura de Mrida: Cruz Villaln,; arquitectura prerromnica asturiana: Arias Pra-mo , , Garca de Castro, ), o se han revisado

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    crticamente en su conjunto (Godoy, ) poniendo demanifiesto la precariedad de los datos obtenidos en lasexcavaciones antiguas de las iglesias paleohispnicas, in-suficientes por s solos para proporcionar certezas sobreesas cuestiones.

    En los ltimos tiempos juega un papel destacablela atencin prestada al anlisis arqueolgico de la ar-quitectura como una disciplina autnoma dentro delmtodo arqueolgico y de especial importancia paraedificios con una amplia secuencia de construccin yreconstrucciones.5Si en las dcadas anteriores habanpredominado los estudios basados en criterios artsticosy estilsticos, va a ir imponindose ahora la aplicacinde metodologa arqueolgica a los conjuntos arquitec-

    tnicos, tanto por lo que se refiere al subsuelo comoa los elementos emergentes. De esta forma, tanto lasnuevas prcticas metodolgicas como la renovacin deplanteamientos han provocado incertidumbres sobrelas premisas consolidadas en cuanto a la cronologa yadscripcin cultural de buena parte de esos edificios.

    En este sentido tiene un papel protagonista Luis Ca-ballero Zoreda quien, junto a otros investigadores, haido cuestionado tambin las adscripciones y cronologasde algunos monumentos considerados tradicionalmente

    hispanovisigodos, como San Juan de Baos, San Pedrode la Nave, Quintanilla de las Vias, o Santa Comba deBande, entre otros (Caballero, , , , ;Caballero y Arce, ; Caballero y Feijoo, , etcte-ra). Sealando las carencias metodolgicas y cronolgi-cas del mtodo estilstico y animado por las propuestasde investigadores portugueses (Fontes, Real, Ferreira,Barroca...) las vincul hace unos aos (Caballero, )a la expansin feudal altomedieval asturleonesa (eso s,dejndose llevar en demasa por las premisas y concep-tos albornocianos de reconquista y repoblacin); ms

    recientemente, a raz de las propuestas de Garen (,), matizara su planteamiento, al considerar de pro-cedencia andalus e influencia omeya algunos rasgos esti-lsticos de la primera arquitectura altomedieval cristiana(Caballero, , ; Caballero et al., , etctera).

    5 V. a este propsito y como mejores ejemplos la obra colectiva sobre Ar-queologa de la Arquitectura... () o los nmeros de la revistaArqueologade la Arquitectura.

    As, propone ahora una cronologa altomedieval (siglos a ) para los edificios de Baos, Nave, Bande, o losde Melque y rampal, que inicialmente haba propugna-do como visigodos. Para ello incide principalmente en lalectura arqueolgica de la arquitectura, si bien los crite-rios estilsticos (arcos sobre dintel, esquinas redondeadas,bvedas, temas, estilos y tcnicas escultricas...) siguensubyaciendo como fsiles-directores, y aunque ello su-ponga contradecir en ocasiones los datos obtenidos ensus excavaciones anteriores.

    Precisamente el apoyo de la nueva propuesta en losparalelos estilsticos omeyas (especialmente el pala-cio sirio-palestino omeya de Khirbat al-Mafgar), haproducido la contestacin de investigadores partida-

    rios de la interpretacin visigotista como Arbeiter(), Barroso o Morn (), sealando que elarte omeya sirio se nutre de las formas, estilos y ta-lleres sirio-bizantinos de la poca preislmica, cuyainfluencia haba irradiado ya hacia Occidente el Im-perio Bizantino en tiempos de Justiniano; as pues,los estilos supuestamente omeyas existan ya en lopaleobizantino (siglo ) y se constatan ya en el siglo

    en Hispania (escultura arquitectnica de Mrida,Quintanilla, Baos, Nave, etctera). Dudan, adems,

    de la capacidad de transmisin o imposicin de estasformas a la poblacin hispana por el emirato omeyaandalus en una poca de inestabilidad y dificultadespara su implantacin estatal, idea que refrendan consus respectivos estudios sobre las sociedades paleois-lmicas Acin o Gutirrez Lloret ().

    As pues, cabe destacar el mrito de sealar los pro-blemas metodolgicos (escasez de contextos arqueol-gicos estratificados y datados con certeza) y la adscrip-cin apriorstica a poca visigoda de motivos, tcnicas yelementos arquitectnicos, siguiendo el rgido esquema

    cronotipolgico y cultural tradicional. Sin embargo,la nueva va de interpretacin no deja de recurrir a losparalelos estilsticos como indicador cronolgico, incu-rriendo en excesos formalistas parecidos a los tradicio-nales6y corriendo el riesgo de construir nuevos modelos

    6 No solo el discutible papel del arte omeya como innovador y transmisor(frente a la teora tradicional que lo considera inspirado por la misma tendenciapaleobizantina que ya se conocera en Hispania antes de su llegada), sino las

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    de interpretacin apriorsticos. Pese a estos defectos, nocabe duda de que uno de los aspectos que ms entranahora a valorarse es el papel que estos conjuntos ar-quitectnicos desempean en procesos histricos mscomplejos, ms al l de su estudio arquitectnico, escul-trico o artstico de forma individual y aislada de loscontextos polticos, socioeconmicos y culturales quelos originan y por los cuales se explican adecuadamen-te.7En este sentido, la consideracin dinmica de lasobras, frente a una consideracin esttica e inmovilistade los edificios a travs de la historia, es ahora msvalorada.

    En realidad, aunque efectivamente una gran partede los elementos arquitectnicos emergentes se de-

    ban a las restauraciones altomedievales asturleonesasy castellanas, a l socaire de la expansin feudal, nocabe duda del origen tardoantiguo de algunas deesas construcciones;8la ocupacin y organizacin delespacio ya desde poca tardorromana es evidente enun buen nmero de casos, aunque no exista certezade iglesia o conjunto monstico hasta tiempos al-tomedievales. As pues, y como muestra la mismadificultad de adscripcin a uno u otro periodo, lacontinuidad y transformacin social y material entre

    una poca y otra es un tema abierto de la historiogra-fa actual. Si bien es preciso afinar y aquilatar bienlos componentes estructurales de ese proceso (tipo-loga, morfologa de la s construcciones, cronologa,etctera.) tambin es cierto que el valor de barrerafatdica y fatalista otorgada excesivamente al varelativizndose.

    contradicciones de atribuir a poca y obra emira l conjuntos arquitectnicoscomo los de Pla de Nadal o Villajoyosa, que no obstante tienen una claracronologa tardoantigua y una adscripcin cultural coherente con los procesoshistricos de poca tardorromana y visigoda (Gutirrez Lloret, ).

    7

    Destaca este nuevo enfoque la contextualizacin de los conjuntos mons-ticos de Melque y rampal en relacin con su entorno, su posible dominio,en el que se detectan obras hidrulicas (regados?), minero-metalrgicas yagrarias, en consonancia con la estructura econmica que caracterizara aeste tipo de monasterios altomedievales y que explica su modelo de implan-tacin en el territorio. Ms all de la polmica cronocultural (pre/post,poca visigoda o emiral) y de adscripcin artstica (visigotista-continuistao rupturista), presenta ms inters la insercin en un proceso histrico dems larga duracin y en el que la fecha del tienen ms valor poltico quesocioeconmico.

    8 Evidencias arqueolgicas y dataciones absolutas de poca tardoantiguaen Nave, Bande, Baos o Quintanilla.

    SOBRE LA RANSICIN ENRE LA

    ANIGEDAD Y LA EDAD MEDIA

    Como sealbamos al inicio, la atencin prestada a laarqueologa funeraria y religiosa de poca visigoda endcadas pasadas no solo adoleca de un enfoque hiper-difusionista germnico, sino tambin reduccionista, ydejando amplios vacos en el intento de reconstruccinhistrica de las sociedades que se enmarcan entre la di-solucin del Imperio romano y el origen de los reinosfeudales. Entre los objetivos y prioridades de aquellasinvestigaciones no se encontraba la bsqueda de los lazosentre las distintas formaciones sociales tardoantiguas ymedievales; la brusca cesura que se atribua a la conquista

    islmica del converta a esa fecha en el lmite final delas investigaciones arqueolgicas. Con ello se cercenabatambin el desarrollo de la arqueologa medieval hisp-nica, alejndola de la situacin del resto de Europa.9

    De esta manera se definan las lneas de trabajo enlas que la arqueologa posclsica se enmarcaba, dejan-do claras lagunas en el estudio global de la poblacinurbana y rural en la Antigedad tarda: evolucin delas ciudades y asentamientos rurales tardorromanos,as como su papel en la composicin y organizacin de

    los territorios tardoantiguos y altomedievales. Igual-mente, el estudio meramente objetual del mobiliario(cermica, metales, etctera) dejaba de lado los aspec-tos socioeconmicos que los relacionaran con la es-tructura de produccin y distribucin de los bienes deconsumo. La disociacin entre arqueologa y sociedad,al tiempo que entre arqueologa e historia, quedaba asinaugurada y establecida hasta la actualidad.10

    Adems, la quiebra en la tradicin universitaria quehaba supuesto la guerra civil espaola supuso la dis-continuidad entre los pioneros de la disciplina (M.

    Gmez Moreno, etctera) y las nuevas generacionesde posguerra. La arqueologa medieval quedara as engran parte diluida en la historia del arte y excluida delos mbitos acadmicos hasta tiempos bien recientes, enque se ha ido reconstituyendo y redefiniendo el alcance

    9 V. a este respecto las interesantes reflexiones de Francovich ().10 V. estas cuestiones en Malpica Cuello ().

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    y objeto de la disciplina. An en la actualidad puedeconstatarse en esos mbitos acadmicos la falta de con-currencia en pie de igualdad con otras especialidadesms asentadas.11

    Con ello, la reconstruccin histrica de la Alta EdadMedia hispana qued prcticamente en manos delos medievalistas que trabajaban exclusivamente condocumentos escritos; la relativa abundancia de textosaltomedievales legados por archivos monsticos y ca-tedralicios de algunos territorios peninsulares como

    Aragn, Catalua, Galicia, Asturias o Len propici laelaboracin de la teora histrica sin recurrir a la infor-macin procedentes de otras fuentes de conocimiento.De este modo, medievalistas como Claudio Snchez-

    Albornoz construyeron el modelo ms tradicional enlo relativo a los orgenes y formacin de la sociedadmedieval hispana: continuidad institucional entre elreino hispanovisigodo y el asturleons, ruptura pobla-cional en el siglo . El vaciamiento del interior (eldesierto estratgico del valle del Duero) y el replieguede poblacin al norte (Asturias) constituan la premisafundamental para defender la idea de la Reconquista yRepoblacin subsiguiente, realizada por reyes y mon-

    jes junto con campesinos libres, la base social de una

    nacin espaola formada por pequeos propietarios,que refrendaba as la ausencia de feudalismo en la pe-nnsula ibrica.

    De esta forma, se descartaba para la arqueologa todaposibilidad de investigacin en el interior y norte pe-ninsular, la zona que quedara fuera de dominio islmi-co en la Alta Edad Media, al dar por sentada la ausenciade poblacin local en el interior peninsular; bastabanlos documentos escritos para recomponer el proceso decrecimiento medieval. En este contexto pocos trabajosarqueolgicos se realizaron y entre ellos menos se han

    planteado, hasta fechas recientes, la posibilidad de lano despoblacin; incluso en los de ltima generacin esfrecuente el recurso a la repoblacin como explicacintautolgica del origen de los asentamientos medievalesy del ritmo del crecimiento agrario altomedieval.

    11 V. sobre esta cuestin Valds Fernndez () o Valor Piechotta().

    Con estos postulados, no es de extraar la falta depresupuestos propios y de capacidad para generar undiscurso histrico desde el propio registro arqueolgi-co. De este modo, la arqueologa tradicional apenas hacontribuido a elaborar la historia desde planteamientospropios de la disciplina, ms all de algunas contri-buciones ya clsicas ligadas a la historia del arte msque al discurso arqueolgico. Es el caso de la iglesiasmozrabes leonesas y castellanas o las prerromnicasasturianas. Otras aproximaciones eran debidas a la fas-cinacin metafsico-romntica por el objeto (castillos,palacios, iglesias y monasterios, etctera) como escena-rio de una idealizada sociedad medieval.12

    En las dcadas de los sesenta y los setenta algunas

    aportaciones, an subordinadas al discurso histrico al-bornociano, fueron abriendo vas de estudio en las quepodemos observar un mayor inters por la definicinde la materia de estudio, especficamente medieval,que intentaban realizar una caracterizacin objetual ocontextual del documento arqueolgico, principalmen-te necrpolis, iglesias, eremitorios y cermicas (A. delCastillo, M. Ru, M. . Garca Guinea...).

    A partir de los aos ochenta se ira modificando cua-litativa y cuantitativamente la prctica arqueolgica. La

    constitucin de la Asociacin Espaola de ArqueologaMedieval () y su consiguiente publicacin del Bole-tn de Arqueologa Medieval,as como la organizacinde cinco congresos de arqueologa medieval espaola,ha tenido un papel destacado en la convocatoria de unamplio colectivo de investigadores en una disciplinahasta entonces minoritaria y marginada en el panoramade la arqueologa peninsular. Desde entonces, y a travsdel boletn y los congresos aludidos, junto a algunasotras revistas de arqueologa medieval en las universi-dades de Barcelona, Jan y Cdiz, puede apreciarse el

    gran incremento y la diversidad temtica de actuacionesarqueolgicas en el mbito medieval.

    12 De este modo, es frecuente que la informacin extrada del registroarqueolgico sea subsidiaria de los planteamientos emanados del textua l, concategoras interpretativas acuadas por los medievalistas sin concurrenciadel registro arqueolgico. Estamos, pues, ante una arqueologa subsidiaria,dominada por la interpretacin apriorstica y acrtica, enmarcada ms enla arqueografa positivista que interesada por la explicacin de los procesoshistricos.

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    Con todo, en las dos ltimas dcadas la progresi-va renovacin metodolgica ya ha ido dando algunosfrutos en el campo de la arqueologa altomedieval, quees necesario afianzar e incorporar al discurso histricoy a la elaboracin de teoras que no tengan como basenica la informacin procedente del registro textual.

    Una de las principales y ms generales lneas ypreocupaciones historiogrficas actuales tiene como ob-

    jeto definir y caracterizar los nexos entre las estructuraspoblacionales, socioeconmicas y polticas entre la An-tigedad y la Alta Edad Media. Algunas contribucionesrecientes van abriendo nuevas vas en este campo, comoreseamos a continuacin.

    C :

    En los ltimos aos vienen realizndose trabajos arqueo-lgicos que tienen como objeto fundamental el estudiode la estructura social en su conjunto, an desde distintasespecialidades: transformaciones de las ciudades romanas,su relacin con las diversas formas de poblamiento rural(villas, poblados, castros, cuevas, monasterios, etctera),

    organizacin y estructuras de produccin.La desestructuracin de las ciudades romanas desdepoca bajoimperial cuenta ya con algunos trabajos desntesis (Barral, y ; Fuentes Domnguez, ;Giralt i Balaguer y uset, ; Gutirrez Lloret, ;Olmo Enciso, , etctera), adems de numerosas eimportantes aportaciones recientes para un buen n-mero de ciudades (Valencia, Barcelona, arragona, M-rida, Crdoba, Cartagena, Alcal de Henares, Len,

    Astorga, Gijn, etctera),13en las que la aplicacin delas recientes normativas en materia de patrimonio ha

    ido potenciando la prctica de una arqueologa urbanaan desigual e irregular en sus planteamientos, objeti-vos y resultados.

    As, va conocindose mejor la alteracin del modelourbano imperial desde el siglo , que afecta no tanto

    13 Vase en la bibliografa final y en los autores anteriores el amplio nmerode aportaciones recientes sobre la arqueologa de las ciudades hispanas.

    al nmero de ciudades (son pocas las que se abandonandespus del siglo ) como en la prdida de funcionesy servicios (Ampurias, arraco, Itlica...); en cambioexperimentan una mayor vitalidad en el conjunto pro-vincial hispano ciudades como Cartagena, Barcelonao Mrida, donde son conocidas importantes reformasen el teatro, circo y varias domusurbanas. El princi-pal cambio afecta, sin embargo, a la fisonoma de lasciudades, que reciben entonces potentes cinturones demurallas con torreones (Fernndez Ochoa y Morillo,), lo que proporciona una imagen precursora delaspecto de una ciudad medieval; las causas de este fen-meno, comn a otras partes del Imperio, se encuentrantanto en las nuevas funciones militares y necesidades

    defensivas ante la conflictividad social como en la mo-numentalizacin de las nuevas cabeceras de territorio.No puede, por tanto, seguir hablndose de declive ur-bano en el bajo Imperio, al menos en el siglo , aunques se advierte una importante prdida de servicios yfuncionalidad, principalmente el abandono y colapsode servicios pblicos como el hidrulico, las termas oalgunos edificios de espectculos.

    Por el contrario, extramuros de algunas ciudades sur-gen imponentes palacios como el de Cercadilla (Crdo-

    ba) o mansiones suburbanas (villaey domusen Alcalde Henares, cerca de Complutum, o en las cercanasde Mrida, Zaragoza, Len, etctera).

    En el siglo se producen pocos cambios en el equi-librio municipal hispano, registrndose una escasaincidencia de los fenmenos polticos y blicos delcomienzo de la centuria (migraciones germnicas,movimientos bagudicos, etctera). La fatalista pers-pectiva de esos acontecimientos, que era asumida has-ta tiempos recientes para la arqueologa peninsular, notiene una constatacin similar en las recientes y ms

    extensas excavaciones en mbitos urbanos. El procesode desestructuracin es ms dilatado en el tiempo ymenos convulsivo en el espacio y las formas de la ciu-dad; ms bien asistimos a una lenta transformacin,en la cual tiene un peso importante la desaparicinprogresiva del poder poltico imperial en las distintasregiones; as, la prdida de funciones administrativasgenera el fin de curias, baslicas, templos y foros (M-

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    rida, arragona, etctera), que mantendrn algunasde sus funciones comerciales (se registra an la l legadade cermicas y productos mediterrneos) en algunasciudades del Levante (Valencia, Cartagena, arrago-na, etctera). El debilitamiento de la autoridad muni-cipal se hace patente en la falta de atencin a los ser-vicios pblicos (colapso de conducciones hidrulicas ysanitarias), as como en el vaciamiento y amortizacinde zonas antes construidas;14privatizaciones de reaspblicas como calles o foros con precarias viviendasde madera, rsticas instalaciones artesanales (fraguas,hornos, prensas), reutilizaciones de materiales deconstruccin, intrusiones y rellenos de tierras paracultivos, etctera.

    Al t iempo, es patente la cristianizacin de la topo-grafa urbana (Garca Moreno, -; Barral i

    Altet, ; Arce, ; Gurt, R ipol l y Godoy, ),con la aparicin de iglesias, martyria,baptisterios,cementerios y edif icios varios (como elXenodochiumde Mrida) en el interior o suburbios de la mayorade las ciudades, as como la elevacin de ciertas deellas a la categora de sedes episcopales, lo que indi-ca una vez ms la reestructuracin de las funcionesrectoras en el conjunto provincial (Fuentes Domn-

    guez, ).Por lo que se refiere a las centuria s siguientes, algu-nos trabajos de sntesis intentan caracterizar el pano-rama urbano hispanovisigodo (Olmo Enciso, ).Durante el siglo L. Olmo sostiene cierto renaci-miento de las funciones politicoadministrativas y deactividades mercantiles y edilicias (ms en ciudadeslevantinas como Valencia, Barcelona, arragona oCartagena que en el interior y noroeste, como M-rida, Lugo, Len...); esta revitalizacin ira ligada alfortalecimiento de las estructuras estata les del reino

    hispanovisigodo de oledo, que se manifiesta asi-mismo en la fundacin de nuevas ciudades comoVictoriaco, Ologicus o Recopolis. Destacan las investi-gaciones arqueolgicas en esta ltima (Olmo Enciso, y ), donde se define un trazado urbansticoregular y una fuerte jerarquizacin espacial, con la

    14 Vase una rigurosa sntesis de estos rasgos en Rama llo ().

    ereccin de un conjunto palatino y una baslica; lavinculacin con el programa poltico de Leovigildose muestra aqu mejor que en otras sedes regias delmomento peor conocidas arqueolgicamente, comola propia capital del reino toledano. A lo largo del si-glo se ira produciendo, en cambio, una inversindel proceso, cuando se advierte una crisis construc-tiva, prdida de nmero, calidad y funcionalidad deedificios, que debe relacionarse con la crisis polticadel Estado hispanovisigodo, en beneficio de la aristo-cracia civil y eclesistica, que dar entonces muestrasde mayor vigor con la construccin de palacios (villade Pla de Nadal en Valencia: Juan y Pastor, ) yde iglesias y monasterios rurales en el interior y norte

    peninsular.Esta tendencia desestructuradora continuar en

    las centurias siguientes (siglos a ), en las quelas ciudades de los reinos cristianos norteos apenascuentan con rasgos de vitalidad. Incluso en las ciuda-des capitales o sobresalientes de los reinos y condadosfeudales (como Len, Astorga, Pamplona o Barcelo-na) las recientes aportaciones arqueolgicas (ValdsFernndez, ) muestran un panorama preurbano,en el que apenas destacan unos pocos edificios pala-

    ciegos y religiosos, entre restos de un precario caseroy amplios espacios antes construidos ocupadosahora por tierras negras destinadas a huertas, pa-tios y corrales (para el caso paradigmtico de Len:Gutirrez Gonzlez y Miguel Hernndez, ). Lasmurallas tardorromanas son en cambio revaloradase incluso restauradas, debido a la gran importancia,funcionalidad y prestigio de la ciudad, mientras quealgunos restos de edificios romanos (termas, foros,templos...) son expoliados o reutilizados con diversosfines: conversin en iglesias, monasterios, palacios,

    etctera. En cambio, las calles y la trama urbans-tica romana para entonces ha desaparecido casi to-talmente, soterrada bajo los rellenos, amortizacio-nes, huertas, reconstrucciones o intrusiones (hoyos,pozos, letrinas...), que indican una dedicacin de lapoblacin ciudadana con ciertos rasgos de actividadagraria. Esos precarios restos reflejan, adems, nouna ausencia de poblacin, sino un uso diferente del

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    espacio, ms agrarizado y desarticulador de la tra-ma urbana romana, con un crecimiento orgnico almargen de un control poltico fuerte capaz de dirigiry ordenar el uso de los espacios urbanos (GutirrezGonzlez y Miguel Hernndez, ). La imagen deeste modelo preurbano o embrionario de la ciudadfeudal altomedieval basada en el caso legionen-se no se renovar hasta la expansin y dinamismoplenomedieval, con la renovacin edilicia (palacios,casas, iglesias romnicas...) y la reordenacin urbans-tica que emprendern las ms poderosas autoridadesconcejiles de los siglos y .

    Por lo que se refiere al poblamiento rural, ya hemossealado que las primeras investigaciones sobre las

    necrpolis e iglesias tardoantiguas o altomedievalesbuscaban prioritariamente las huellas de la presenciay dominacin visigoda, o bien la justificacin de larepoblacin medieval. Sin embargo, en las dos l-timas dcadas se va invirtiendo la tendencia, aumen-tando el inters por comprender y explicar la estruc-tura de la poblacin, los cambios de asentamiento ylas caractersticas fsicas de los poblados, as como suarticulacin territorial con las ciudades y la diacronaentre los asentamientos y las poblaciones antiguas y

    las medievales.Aunque no abundan an los trabajos de sntesis,15van definindose algunas tendencias generales del po-blamiento en ese proceso de transicin. As podemossealar la creciente constatacin de la perduracin entiempos tardoantiguos de algunas importantes villaelatifundistas; si bien su poca de auge se registra en elsiglo , el impacto catastrfico de las penetracionesgermnicas es ahora ms matizado y minimizado.

    Aunque a lo largo del siglo se producen algunosabandonos, un alto porcentaje permanecen ocupadas

    si bien carentes del carcter ulico o residencialseorial ms all de las invasiones y la desintegra-cin del sistema poltico y mercantil imperial. Engeneral no van a mantener el ritmo de crecimiento

    15 Pueden mencionarse los de Garca Moreno (, o ), OlmoEnciso () o Ripoll Lpez y Velzquez () para poca visigoda; o los deBohigas Roldn (), Bols ( y ), Gutirrez Gonzlez (, y), Pastor Daz de Garayo () y otros (v.infra) para poca medieval.

    que reflejaba la expansin edilicia tardorromana, peroen cambio experimentan cierta revitalizacin con laconstruccin de algunos mausoleos e ig lesias priva-das, readaptando espacios construidos, sobre todo alo largo de los siglos y .16

    El proceso de transformacin de esos dominiosseoriales en pueblos, aldeas, ncleos agrcolas oconjuntos monsticos altomedievales, sealado porGarca Moreno ( y ), cuenta an con escasadocumentacin arqueolgica. En la poca de conso-lidacin del reino de oledo el aumento de dominiosaristocrt icos se reflejara tambin en la construccinde iglesias rurales y conjuntos monsticos vincula-dos a ambientes ulicos.17El caso ms destacable de

    creacin de una gran villa aristocrtica en el siglo lo constituye el edificio palaciego de Pla de Na-dal (Valencia) (Juan y Pastor, ), compuesto porun cuerpo con torres y prticos laterales, que reflejatanto la perduracin de la traza de villas tardorro-manas como de esquemas ulicos y simblicos deinfluencia bizantina, semejantes a los empleados enla escultura arquitectnica de las iglesias coetneas.

    As pues, la gran propiedad se habra mantenido enpoca tardoantigua, aunque desconocemos su alcan-

    ce; incluso debi aumentar su extensin y su poderen el ltimo periodo de crisis de la monarqua visi-goda (Garca Moreno, ). Ms difcil es valorar sidisminuy su capacidad coercitiva y fiscal sobre lapoblacin servil y campesina libre como indicarala retraccin edilicia y el equipamiento de lujo18osi, por el contrario, habra aumentado y concentrado

    16 Son bien conocidos los casos de las villaede la Dehesa de la Cocosa,orre de Palma, So Cucufate, El Saucedo o Casa Herrera, en la Lusitania;Santiliscal o Vega del Mar en la Btica; Fraga en la arraconense, o Veranesen la costa cantbrica, por citar solo algunos ejemplos que cuentan con mayor

    documentacin arqueolgica.17 Las iglesias de San Pedro de la Nave, San Juan de Baos, Quintanillade las Vias, etctera, de aceptarse su cronologa tardoantigua, podran haberformado parte de dominios seoriales, aunque no pasa de ser una hiptesis,ante la ausencia de constatacin arqueolgica. La misma adscripcin se pro-pone para otros conjuntos de la poca como El Germo, Guarra zar, San Pedrode Mrida, Valdecanales, etctera (Garca Moreno, ).

    18 El mobiliario domstico (cermicas, metales, etctera) muestra granretraimiento respecto a pocas anteriores, aunque no hay que olvidar la im-portante torutica y orfebrera asociada a esos dominios (por ejemplo lostesoros donados a las iglesias), que estara indicando la alta capacidad deenriquecimiento y exaccin fiscal de la aristocracia fundia ria.

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    la propiedad fundiaria aristocrtica, al disminuir elnmero de grandes explotaciones; las ltimas creacio-nes mencionadas apuntaran en este sentido, aunquees posible pensar en una gran heterogeneidad en elnmero y carcter de losfundiaristocrticos.

    Integrados en los dominios seoriales o dispersosen pequeas agrupaciones familiares independientes,hay noticias literarias19de abundantes granjas, case-ras, cabaas de madera y tierra, o aldeas campesinas,bajo diversas denominaciones (vici, villae, villulae,domus, casae, loca, tuguria...),que van conocindosetambin arqueolgicamente.20Su adscripcin a res-tos de poblacin servil vinculada a los latifundioscomo propone Bonnassie o, por el contrario, a

    familias campesinas independientes es un interrogan-te del mximo inters.

    El poblado de poca visigoda que cuenta con unamayor documentacin arqueolgica es El Bovalar(Lrida) (Palol, ), formado por varios conjuntosde viviendas en torno a espacios abiertos, dotadas delagares, establos, establecimientos de almacenamien-to y produccin agraria; el poblado est provisto ade-ms de una importante baslica de cabecera tripartita,contracoro y baptisterio cubierto por un esplndido

    baldaquino. Adems de la caracterizacin de un asen-tamiento rstico, destaca su marco cronolgico, quese interna en el siglo .

    Otro importante tipo de asentamiento rural loconstituyen los emplazamientos en altura, frecuente-mente fortif icados a modo de castra. Es un fenmenogeneralizado en la pennsula y otras reas europeasdesde poca tardorromana hasta la Alta Edad Me-dia, ampliamente constatado literaria y arqueolgi-camente. La proliferacin de este tipo de ocupacio-nes, a veces sobre antiguos castros, debe ponerse en

    relacin con las nuevas tendencias poblacionales ysocioeconmicas ms que con acontecimientos bli-

    19 Aparecen mencionados en escritos de los siglos al , como el Chro-niconde Hydacio, las obras de Isidoro de Sevilla, la Vita sancti Fructuosi,laRegula communis,etctera.

    20 Comienzan a encuadrarse en este contexto algunos hall azgos defondosde cabaaen la meseta (Vigil-Escalera, ), as como rsticas viviendas ycabaas en a ntiguos ambientes urbanos como Herrera de Pisuerga o poste-riores conjuntos monsticos como Melque.

    cos o de inseguridad en la poca de invasiones ger-mnicas, habida cuenta de la extensin espacial delfenmeno y de su perduracin ms al l de los episo-dios violentos iniciales. A los conocidos y excavadosde antiguo (Monte Cild, en Palencia; Yecla de Silos,en Burgos; Puig Rom, en Gerona; Las Merchanasy Yecla de Yeltes, en Salamanca; Navasangil y Die-go lvaro, en vila, etctera), van sumndose otrosmuchos por toda la geografa peninsular: Viladonga,en Lugo;21edeja, en Burgos;22Muelas del Pan, enZamora;23Pelayos, en Salamanca;24Bernardos, enSegovia;25El olmo de Minateda, en Albacete;26Vi-llaricos, en Almera,27etctera. En el norte y centropeninsular se encuentran especialmente en las zonas

    montaosas, donde las caractersticas naturales y al-gunos hallazgos como las pizarras visigodas en elSistema Central (vila, Salamanca) permiten pensaren una tendencia a la concentracin de la poblacinen cerros y antiguos castros prerromanos, con unadedicacin fundamentalmente ganadera e inclusotrashumante. No obstante, muchos de esos castrosmuestran rasgos como las murallas, viviendas,mobiliario cermico y metlico semejantes a losde las ciudades del momento, por lo que no parece

    apropiado asociarlos a grupos sociales diferentes,marginales, ni a perduraciones ni revitalizacionesindgenas prerromanas. Habr que indagar ms ensus relaciones espaciales con las ciudades, las villaeyotros asentamientos, en trminos de jerarquizacin osubordinacin, as como en el alcance de los contac-tos comerciales (percibibles en los grupos cermicoscomo las cermicas finas, estampadas, etctera: CE-VPP, ; Caballero, ) para valorar su posibleconexin bien con las clases de propietarios de la tie-rra, y quiz con una exaccin fiscal ya de tipo feudal,

    bien con grupos de campesinos independientes. Aeste respecto, conviene sealar la constatacin de un

    21 Aria s Vilas ().22 Bohigas Roldn ().23 Domnguez Bolaos y Nuo Gonzlez ().24 Fabin et al. (); Storch de Gracia ().25 Barrio Martn y Fuentes Domnguez ().26 Abad Ca sal, Gutirrez Llore t y Sanz Gamo ().27 Olmo Enciso ().

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    alto nmero de pequeos asentamientos de altura,castros, con ocupacin tardoantigua y a ltomedievalpero con un registro ms opaco, menos encuadrableen los rasgos materiales y sociales que los citados, loque parece apuntar hacia pequeas comunidades demontaa con una mayor tendencia a la produccinde subsistencia y a la autarqua, al margen de loscentros urbanos y dominiales.28

    De esta manera, cabe pensar que las reocupacio-nes de castros, cuevas emplazamientos en altura noresponden nicamente a la marginalidad e insegu-ridad de las poblaciones residuales, sino tambin oprincipalmente a las mismas tendencias que resultande la desarticulacin de los sistemas de produccin

    antiguos: abandono de las grandes explotacionesagrarias intensivas y cerealcolas, tendencias autr-quicas con una mayor dedicacin agraria no inten-siva, no excedentaria , donde los recursos del montey la ganadera extensiva propician o precisan de losemplazamientos de altura, ms cercanos a esos es-pacios de pasto y bosque. En este sentido cabra veren este proceso ciertas similitudes o recurrencias(ms que pervivencias) con los antiguos sistemasde produccin prerromanos, donde predomina un

    modelo de organizacin y ocupacin del espacio oterritorio castreo de forma autrquica, no jerarqui-zada y autnoma.29

    Los poblados y las estructuras de habitacin alto-medievales carecen de investigaciones profundas enla mayor parte del pas; tan solo en algunas regionescomo Catalua existe un mayor nmero de investiga-ciones para el conocimiento de los primeros ncleoscampesinos,30mientras que en el noroeste peninsular

    28 Gutirrez Gonzlez (, y ) para el rea leonesa o Martn

    Viso () para la vieja Castilla.29 Martn Viso () insiste en la perduracin de los sistemas castra-les, referencia territorial y poblacional, desde la Edad de Hierro a la AltaEdad Media, al menos para zonas perifricas. Sin embargo, las importantestransformaciones durante tan largo periodo de tiempo, especialmente lasdebidas a la implantacin del modelo romano y a su disolucin, aconsejanbuscar otras causas para la explicacin del proceso. Como subraya Garca deCortzar (: -), resulta difcil aceptar ta l grado de inmutabilidady arcasmo en una zona como la vieja Castilla.

    30 Desde las investigaciones de A. del Castillo y M. R u, a las ms recientesexcavaciones de mansos o pequeos ncleos dispersos de Bols ( y ),Bols y Serra ().

    apenas disponemos de ms datos que los procedentesde prospecciones y de estudios espaciales;31los datosvan mostrando algunas caractersticas generales dela distribucin de los asentamientos campesinos al-tomedievales: pequeos ncleos dispersos, frecuenteasociacin espacial ms que continuidad fsica alos asentamientos antiguos, progresiva concentraciny jerarquizacin regida por centros de ordenacinfeudal a partir del siglo ; sin embargo, son an insu-ficientes para conocer su estructura, morfologa, or-ganizacin interna, capacidad de produccin y otrosdetalles materiales y socioeconmicos. A pesar de es-tas limitaciones, estudios recientes32van mostrandouna imagen del poblamiento campesino diferente de

    la tradicional, en la que el crecimiento agrario alto-medieval parece remontarse a tiempos predocumen-tales (al menos siglos y ), protagonizado porun campesinado con gran autonoma, y anterior altiempo en que la direccin del proceso es absorbidapor los poderes feudales (desde el siglo ).33

    Para comprender este proceso, debemos tener encuenta la desarticulacin de las estructuras estatalesy de poder, as como la desestructuracin de los gran-des centros productores y redes comerciales desde los

    ltimos tiempos del reino visigodo de oledo; ello ha-

    31 Entre ellos podemos recordar los de I. Garca Camino para Vizcaya;R. Bohigas para Cantabria y norte de Castilla; . Maanes, M. Urteaga o P.Martnez Sopena para el rea central del valle del Duero; F. Reyes, J. Esca-lona, S. Escudero o J. A. Lecanda para el rea burgalesa; J. A. Gutirrez paraLen; H. Larrn para Zamora y vila, y J. Lpez Quiroga y M. Rodrquezpara Galicia.

    32 Los recientes trabajos sobre organizacin territorial y evolucin de laestructura de poblacin en el rea castellana por parte de E. Pastor Daz deGarayo (), Escalona Monge (, y ), J. A. Lecanda Esteban() o I. Martn Viso (, y ), J. Larrea () para Navarra,I. Garca Camino (), Gutirrez Gonzlez ( y ) para Len, Fer-nndez Mier () en Asturias, Lpez Quiroga y Rodrguez Lovelle (,

    y ) para Galicia, Bols () entre otros para Catalua, etctera,ahondan en esta lnea de investigacin integrando en mayor o menor me-dida los registros a rqueolgico y l iterario sobre la transicin y formacindel feudalismo en el norte peninsular de una forma ms crtica hacia lospostulados tradicionales, a travs de las etapa s y evolucin de los patrones deasentamiento. V. recientes sntesis y valoraciones de e stos estudios sobre elpoblamiento altomedieval en Garca de Cortzar () y Barrios y MartnViso (, ).

    33 Como sntesis de las propuestas y modelos de evolucin del poblamientoy la organizacin espacial entre la poca antigua y la feudal pueden consul-tarse los siempre sugerentes trabajos de Garca de Cortzar (, , ,, , , etctera).

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    bra propiciado la autonoma de grupos campesinos yuna mayor tendencia hacia sistemas de produccin nodestinados al mercado, a la produccin excedentaria-tributaria por presin fiscal, sino al autoabastecimien-to; as se generara una disminucin de las unidadesde explotacin, grupos familiares-comunales, reduc-cin de tamao de parcelas, agricultura, ganadera ysilvicultura extensivas ms que intensivas. Este tipode economa produce un registro arqueolgico quese resiste a la normalizacin: sencillas estructurasarquitectnicas de piedra, madera y barro, con sue-los, hogares y paredes de arcilla (Azkrate y Quirs,), reutilizacin en precario de espacios urbanosy rurales anteriores, cabaas de madera, espacios de

    almacenamiento familiares (pequeos silos subterr-neos o rupestres), mobiliario domstico (cermica,metal, madera...) de produccin local (Gutirrez yMiguel, ).

    Asmismo, y en la misma lnea interpretat iva, cabesealar la habitual recurrencia en la ocupacin deespacios antiguos en la Meseta bajo la forma de fon-dos de cabaa y silos similares a los prehistricos.

    Atribuidos, en origen, a las poblaciones de dedicacinpredominantemente ganadera y quiz estacionales

    o trashumantes entre el Neoltico y el Bronce Fi-nal, no cabe sino pensar que su similar uso en pocaaltomedieval responde a un patrn de produccin se-mejante, atribuibles a pequeos grupos campesinosautnomos anteriores a las modificaciones y reorga-nizaciones feudales de sus estructuras poblacionalesy productivas. No parece casual el abandono o laintencionada amortizacin de los abundantes silosexcavados en el suelo; la destruccin de estos sistemasde almacenamiento domstico debe estar en relacincon la accin seorial que estimula una produccin

    excedentaria, as como con la extraccin de los exce-dentes que son sustrados y almacenados en nuevossilos de mayor tamao y situados ya en poblados fis-calizados por la clase feudal, as como en graneros,celleros, bodegas o alfoles seoriales (FernndezUgalde, ; Gutirrez, ).

    Igualmente, algunas de las numerosas cuevas arti-ficiales de los valles del Duero y del Ebro excavadas

    en escarpes de difcil acceso pudieron ser destinadasa almacenar y proteger las cosechas de estos gruposcampesinos prefeudales. La datacin ms habitualpara este tipo de grutas (entre los siglos y ) ysu adscripcin cronocultural (poca visigoda, post-visigoda, paleoandalus, a ltomedieval...) es un claroreferente. Sin embargo, no est aclarada su funcin;frecuentemente, en el norte peninsular, se asocianquiz en exceso con eremitorios; en efecto, lasformas absidiadas y los grabados cruciformes sonhabituales en ellas. Sin excluir, por supuesto, esaatribucin, es preciso relacionar su similitud con laspaleoandaluses ms meridionales y revisar su con-textualizacin, pensando incluso en un mismo origen

    (paleoislmico o prefeudal) y funcin (viviendas, lu-gares de almacenamiento) para muchos de esos ha-bitculos durienses.

    Otras cuestiones de la caracterizacin del pobla-miento altomedieval (disperso, concentrado, inter-calar...), su organizacin socioeconmica interna, sucapacidad y autonoma organizativa de los espacios detrabajo y de la produccin (dedicacin y extensin delterrazgo, de autoabastecimiento o destinada al mer-cado o al pago de renta), son an poco conocidas.

    Igualmente, su correlacin con las unidades de or-ganizacin espacial perceptibles en el registro escrito(valle, tierra, aldea, solar, villa, corte, etctera, vase.Garca de Cortzar, ), su relacin o integracinen unidades seoriales de encuadramiento territorial,poltico y fiscal (territoria, commisos, mandationes, al-foces, condados, merindades, parroquias...), la capaci-dad de esta clase feudal para imponer sus estructurasde poder, centros de dominacin territorial, unidadesde explotacin, concentracin y control de la pobla-cin y de la produccin (castra, castella,palatia, ec-

    clesie, etc.), son aspectos aprehensibles y explicablesno slo desde la documentacin escrita sino desde elregistro arqueolgico; sin embargo, ha sido una cru-cial parcela histrica cuya construccin ha sido dejadatradicionalmente al medievalismo textual.

    Junto a las estructuras de habitacin tambin hansido objeto de sistematizaciones recientes otros tiposde manifestaciones del poblamiento como las necr-

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    polis, iglesias, eremitorios y habitaciones rupestres, eigualmente materiales con ellas asociados, como lascermicas;34todos ellos, y especialmente estas lti-mas, muestran una gran diversidad regional y perdu-racin temporal, lo que apunta hacia la no interrup-cin total de sistemas de ocupacin y de produccinentre los tiempos antiguos y los altomedievales.

    Las investigaciones en estos campos comenzaron enlas dcadas de los sesenta y los setenta, con algunosprecedentes anteriores; aunque inscritas en las ten-dencias historiogrficas tradicionales, podemos des-tacar su carcter pionero en la arqueologa medievalde los reinos feudales peninsulares, a l intentar defi-nir tipos de estructuras y materiales de la Alta Edad

    Media hasta entonces ignorados o confundidos conlos prehistricos y prerromanos, como ocurra con loshabitculos rupestres o las cermicas.

    En esa lnea se enmarcan los trabajos, ya clsicos,de Miguel ngel Garca Guinea y sus colaboradoresen el poblado de El Castellar (Villajimena, Palencia)o en Monte Cild (Olleros de Pisuerga, Palencia), enlos que se estableca una secuencia ocupacional entrela Antigedad tarda y la Alta Edad Media, al tiempoque se reconoca una cermica de repoblacin (es-

    triada y pintada con lneas rojas) propia de los siglos a . A pesar de los reparos que hoy se planteana la interpretacin de algunos elementos (posibleshiatus, dudosa cronologa de estructuras como lamuralla de Monte Cild o de materiales cermicos),la principal contribucin resida en la incorporacindel registro altomedieval en el discurso histrico.Esta incipiente labor de caracterizacin objetual deun necesario fsil-director altomedieval (la cermicaestriada y pintada) conllev, sin embargo, una exten-dida contextualizacin contradictoria, a la vez conti-

    nuista, pues se vean en ella precedentes antiguos, yrupturista (bajo la denominacin de repoblacin),para lo cua l se buscaron flujos norteos y reflujos me-

    34 Adems de la snte sis ms extensa de Gutirrez Gonz lez y Bohig asRoldn (), pueden verse sustanciales aportaciones posteriores en los Co-loquios sobre Cermica Medieval del Mediterrneo (), Congresos deArqueologa Medieva l Espaola (), Jornadas sobre Cermica de ondela(Mrida) y algunas otras monografas.

    ridionales, tan al gusto de las teoras albornocianasen boga entonces. La misma indefinicin cronolgicadel registro (siglos a ) se ha mantenido exce-sivamente hasta la actualidad sin intentar tampocomayores precisiones estratigrficas, cronolgicas ocontextuales, de modo que tanto la ergologa (cermi-ca) como la nomenclatura (repobladora) han seguidoutilizndose y extendindose de forma apriorsticacomo elemento de datacin y adscripcin a un mismoproceso histrico, tanto si se admite como si no lapremisa de la previa despoblacin.

    Algo similar ocurra tambin con las necrpol is,iglesias y eremitorios rupestres del alto val le del Ebroy nordeste meseteo. Las investigaciones pioneras de

    Alberto del Castillo en las necrpolis de Castilla fue-ron continuadas por J. Andrio, E. Loyola y M. A.Bielsa, y revisadas recientemente por C. de la Casae I. Padilla. El inters principal resida en la iden-tificacin de enterramientos tallados en la roca ha-bitualmente con cabecera antropomorfa (conocidasentonces como olerdolanas), datados en el siglo y atribuidos a poblaciones mozrabes de repobla-cin, dando por sentado siempre su posterioridada los siglos -, en consonancia con las teoras

    albornocianas sobre el avance de la reconquista yrepoblacin en el va lle del Duero; adems, la rela-cin estratigrfica estableca la anterioridad de esastumbas rupestres respecto a las construidas con lajas(siglo ) y sarcfagos monolticos con interior antro-pomorfo (atribuidos entonces a los siglos y ).La asociacin a algunos eremitorios e iglesias semi-rrupestres estableca una primera caracterizacin dela poblacin altomedieval. Investigadores posterioreshan ido sistematizando y profundizando en el estudiode estos registros, afinando tipologas y adscripcio-

    nes culturales y cronolgicas; as, las necrpolis ta-lladas en la roca y los habitculos rupestres hundensus orgenes en la poca tardoantigua (A. Azkrate),establecindose nexos con las poblaciones campesi-nas a ltomedievales. ambin los enterramientos delajas, sarcfagos y otras modalidades funerarias hanido viendo una mayor extensin temporal y espacial(Bohigas Roldn, ; Casa Martnez, ; Reyes

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    llez, , etctera), apoyando la continuidad po-blacional aun con transformaciones entre la Antige-dad y la Alta Edad Media.

    Las nuevas perspectivas que ofrecen las necrpolistambin ataen a las iglesias y eremitorios rupestres;los primeros estudios se remontan a las dcadas de loscincuenta con F. iguez Almech y de los sesenta con

    J. Gonzlez Echegaray, M. . Garca Guinea y otros,habiendo sido objeto de revisiones en los aos ochen-ta a cargo de R. Bohigas Roldn, G. Alcalde Crespo,R. Puertas ricas, A. Monreal Jimeno o A. AzkrateGarca-Olaun, entre otros. stas ponen de relieve asi-mismo sus antecedentes en la poca tardorromana ehispanovisigoda, as como su continuidad en tiempos

    altomedievales, ligados frecuentemente a estructurasde habitacin y enterramientos igualmente rupestres.

    En relacin con los lugares de culto, son destaca-bles los nuevos anlisis arquitectnicos realizados porL. Cabal lero Zoreda en iglesiasconsideradas visigo-das (San Pedro de la Nave, San Pedro el Viejo de

    Arlanza),35en las que las restauraciones altomedieva-les han tenido un papel decisivo en su conformacinestructural. Algunas otras intervenciones recientes eniglesias de la regin castellana (Santa Cruz de Valde-

    zate, La Sequera de Haza, monasterio de San Juan dela Hoz, en Cillaperlata, San Vicente del Valle, Mijan-gos o Ubierna, en Burgos; San Miguel de Escaladao Palat del Rey, en Len; Santa Mara de Wamba oSan Romn de Hornija, en Valladolid)36muestranalgunas evidencias ms del origen tardoantiguo deestos edificios renovados en la poca altomedieval(asturleonesa o condal castellana).

    Las fortificaciones, en cambio, cuentan con un ma-yor nmero de estudios e intervenciones arqueolgicas;es hoy una cuestin ampliamente admitida su funcin

    instrumental y coercitiva en la implantacin del feuda-lismo y su contextualizacin como centros de poder, deordenacin territorial y de jerarquizacin de los asen-tamientos campesinos de forma progresiva a partir delos siglos y , con races anteriores.

    35 V. estas aportaciones en Caballero Zoreda et al. (, ).36 V. en Reyes llez (), Andro et al. (), Lecanda Esteban (),

    Larrn Izquierdo (), Miguel Hernndez (), etctera.

    Adems de algunos trabajos arqueogrficos, anl i-sis arquitectnicos37o intervenciones puntuales mslimitadas, contamos con varios aunque desigua-les estudios de conjunto38y algunas excavacionesrecientes en castillos a ltomedievales.39A travs deestos podemos ir vislumbrando similitudes y di-ferencias con procesos de incastellamentode otrasreas mediterrneas. En lneas generales, las prime-ras fortif icaciones feudales de los reinos peninsularesson asentamientos de altura, en cerros y, a veces,superpuestos a antiguos castros tardoantiguos, en losque se erigen recintos amurallados de dimensionesmedias o reducidas, herederas de formas tardorro-manas; en ocasiones algunas torres indican cierta

    jerarquizacin morfolgica y social del espaciointerior. En conjunto, abren un interesante nexo en-tre la disolucin de las estructuras de poder romanoy visigodo con las primitivas aristocracias a ltome-dievales. Su ligazn con la reordenacin territoriales incuestionable, erigindose en centros rectoresy jerarquizadores del poblamiento campesino. Altiempo, los equipamientos militares (fundamen-talmente el armamento), el mobiliario domstico(cermico, ltico...) y los conjuntos bioarqueolgicos

    (fauna, plantas, etctera) sirven para caracterizar la scondiciones de vida de los primeros grupos seoria-les altomedievales y las relaciones sociales con losdependientes del entorno, que han debido realizarsus prestaciones en trabajo (construccin y siderur-gia destinada a la fabricacin de armamento e ins-trumental de hierro) y en especie (ganado, cereal,etctera) (Gutirrez, ).

    37 En su gran mayora ligados a trabajos de restauracin de castillos ymurallas de pocas posteriores. Algunos estudios de arqueologa de la arqui-

    tectura se han rea lizado en construcciones altomedievales como las torres deCovarrubias y Noviercas, las murallas urbanas de Len o Zamora o estudiosbasados en prospecciones que se citan en la nota siguiente.

    38 Como los de R. Bohigas para Cantabria y norte de Castilla; . Maanesy F. Valbuena, en el valle centra l del Duero; F. Reyes o J. A. Lecanda, para elrea burgalesa; J. L . Avello, en Asturias; J. A. Gutirrez, para el reino leons;M. Ru, F. Fit, J. Bols y otros, para Catalua, etctera. Otras muchas con-tribuciones recientes pueden hallar se en los congresos de arqueologa medie-val, revistas como Castillos de Espaa. Castellumy otras locales o regionales.

    39 Destacan los de Camargo, en Cantabria (Bohigas Roldn, GarcaAlonso y Sarabia Rogina, ), edeja , en Burgos (Bohiga s et al ), oPeaferruz, en A sturias (Gutirrez, ).

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    Como hemos venido sealando en los apartados an-teriores, la preocupacin historiogrfica por estable-cer las relaciones entre los objetos, los productos oel mobiliario de aparicin ms frecuente (cermica,metales, materiales de construccin, etctera) y lasestructuras socioeconmicas es reciente. radicio-nalmente componan los repertorios ergolgicos alservicio de la adscripcin cronolgica, cultural, tnicao religiosa. De forma paralela al mayor inters quevan cobrando los estudios sobre la transformacinde los espacios urbanos y los cambios en la red depoblamiento, tambin van siendo investigadas la s

    nuevas formas de organizacin de la produccin. Deesta forma, las perspectivas con que se analizan losproductos elaborados, as como los mecanismos dedistribucin o las transferencias tecnolgicas, cobranuna nueva dimensin, alejada del normativismo y en-cajada en las lneas actuales y formacin del sistemafeudal sobre la transicin.

    Los recientes estudios sobre la produccin y dis-tribucin de las cermicas son un claro ejemplode estas nuevas tendencias. Son ya numerosos los

    trabajos de la ltima dcada en esta lnea, espe-cialmente para las regiones mediterrneas40y enmenor medida para el interior y norte peninsular.41

    A grandes rasgos, podemos sea lar la importantecrisis que se produce en estas ltimas regiones a lolargo del siglo V en la produccin y distribucin agran escala de las vajillas ta rdorromanas (especial-mente de los ta lleres del val le del Ebro);42l acesura no es total, sino ms bien progresiva, acor-de con las transformaciones urbanas, artesanalesy comerciales de la poca; en cualquier caso, no

    alcanzan la centuria siguiente, en la que se hanimpuesto las importaciones de otros talleres medi-

    40 V. entre otros Jrrega () o la s contribuciones en los Coloquios deCermica Medieval del Mediterrneo, las Reuniones de Arqueologa Paleo-cristiana o los congresos y revista s de arqueologa medieval.

    41 CEVPP (), Caballero, (), para poca visigoda, o Gutirrez Gon-zlez y Bohigas Roldn () para poca medieval, adems de algunas apor-taciones ms recientes en las publicaciones mencionadas en la nota anterior.

    42 Lpez Rodrg uez ().

    terrneos (norteafricanos y orientales) y atlnticos(g licos). As, aunque en pequeas cantidades, enel siglo llegan de esas reas a la meseta y puertoscantbricos vajillas de mesa (, , , )y productos en contenedores orientales (nforas).43Por entonces subsisten tambin en ciudades y m-bitos rurales (villae,castros...) las vajillas finas demesa de produccin regional (SHip y estampadasno sigillatas: , ), en franco retroce so enlas centuria s siguientes, en las que solo subsisten lascermicas cu linarias (ollas globulares como formanica y polifuncional) de produccin local (cer-micas grises realizadas con torneado lento, cochurareductora y simples incisiones de lnea y ondas).

    Como en otras regiones continentales europeas a lolargo de la poca tardoantigua, las redes comercia-les han ido quebrndose y en su lugar surgen o semantienen los talleres regionales y los intercambiosde corto alcance, en consonancia con una economams fragmentaria y de tendencia autrquica.

    En las reas mediterrneas, en cambio, la perdu-racin de los ci rcuitos mercantiles tardorromanosperdura ms tiempo y con ms intensidad que enel interior peninsular; eso s, los circuitos no son los

    mismos, pues se registra la crisis de los productoresy negotiatoresbajoimperiales; en su lugar los nortea-fricanos y orientales los susituyen y se imponen en elcomercio martimo ya en el siglo con sus produc-tos (Late Roman C, nforas, ...). A mediados delsiglo la crisis de estas redes comerciales alcanzatambin a las regiones mediterrneas catalanas y valledel Ebro ( Jrrega, ; Paz Peralta, , GutirrezLloret, ),44en tanto que zonas como la levantina(Valencia, Benala) y el sureste (Cartagena, Villa-ricos...), bajo control bizantino, experimentan una

    mayor vitalidad urbana y comercial; aqu las impor-taciones y contactos con los centros mediterrneos se

    43 Fernndez Ochoa, Garca Daz y Uscatescu ().44 Jrrega () afirma que la crisis afec ta pr incipa lmente a la sigillata

    africana, en tanto que aumentan las importaciones de nforas y lucernasafricanas ha sta mediados del siglo , por lo que la causa de la recesin co-mercial en el nordeste no sera la rivalidad entre visigodos y bizantinos, sinoms bien el fin de los centros productores tunecinos, que pudo deberse ya ala conquista islmica del norte de frica.

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    mantienen e incluso se incrementan (Mndez Ortiz,, Gutirrez Lloret, ), hasta la conquista de laregin por el reino toledano. A partir de mediadosdel siglo la desestructuracin de los circuitos y,en general, del sistema poltico del reino visigodo deoledo produce una tendencia similar a la del interiorpeninsular.

    Una evolucin similar en los procesos productivosse observa a travs de otros registros como la metalis-tera. La importancia que cobr la torutica germni-ca para constatar la presencia y predominio visigodoen la pennsula impuls amplios estudios compara-tivos y difusionistas a lo largo del siglo . Algunostrabajos (Ripoll, , ) relativizan la impronta

    germnica de unas producciones con races tardo-rromanas, as como la asignacin a un determinadogrupo tnico, habida cuenta de la heterogeneidad desu composicin poblacional; al mismo tiempo, dancuenta de la notable influencia bizantina en la toruti-ca, orfebrera y metalurgia hispanovisigoda (broches,

    jarritos, cruces...).Por otra parte, la produccin de metal, especial-

    miente hierro, va constatndose en ms lugares tar-doantiguos y altomedievales. En ciudades y villas

    tardorromanas anteriores espacios pblicos o resi-denciales son reconvertidos en establecimientos si-derrgicos (fraguas, hornos, cubetas...) desde el siglo

    en adelante. La importancia que va a ir cobran-do el control de la produccin metlica por partede las lites locales se evidencia tambin en la pocaaltomedieval con estructuras de siderurgia primaria(reduccin del mineral) o secundaria (confeccin detiles y armamento) en centros de poder feudal, comocastillos y monasterios.45

    Otros aspectos de la produccin artesanal, como

    la fabricacin de objetos de vidrio o madera, o dela produccin agraria, a s como del conocimientotecnolgico son an pocos conocidos.46Respecto

    45 Sobre esta cuestin, v.Francovich (), Olmo Enciso ( y ),Gutirrez Gonzlez, Argello y Larrazbal Galazarka (), Caballero Zo-reda y Fernndez Mier () o las I Jornadas sobre Minera y ecnologa enla Edad Media Peninsular ().

    46 V., por ejemplo,Gamo Parras (), para el vidrio de poca visigoda;

    a la construccin, ya hemos sealado en apartadosanteriores las dificultades de estudio y adscripcincultura l y cronolgica de las iglesias hispanas; los cri-terios sobre las tcnicas de construccin, materiales,formas, aparejos, suelos, escultura, etctera son temasan en discusin. La reciente aplicacin de tcnicasarqueolgicas a los paramentos va imprimiendo uncarcter ms cientfico al estudio diacrnico de losedificios. Un aspecto an poco investigado es la sus-titucin de las formas edilicias romanas por otras msprecarias (con madera, barro y materiales romanosreutilizados) a lo largo de la poca tardoantigua yaltomedieval, que cada vez ms frecuentemente vaconstatndose en mbitos urbanos y rurales (Azk-

    rate y Quirs, ).A modo de conclusiones, podemos sealar, en pri-

    mer lugar, las desigualdades en el estado de conoci-mientos entre las diferentes pocas (tardoantigua yaltomedieval) y las diferentes regiones peninsulares.Las causas podemos encontrarlas tanto en la pro-pia heterogeneidad espacial e histrica como en lastendencias historiogrficas. Entre estas destaca laprincipal atencin, sobre todo en la primera mitaddel siglo , prestada a destacar la dominacin y

    huella visigoda, como sustitucin del Imperio ro-mano y creadora de un nuevo Estado. En la segun-da mitad de l a centuria, en cambio, la tendencia sedirigi a relativizar la predominancia germnica,resaltando la trad icin hispanorromana en la basesocial, poblacional y material de la poca tardoan-tigua. En la ltima dcada asistimos a una mayorinterdisciplinariedad en el estudio de la transicinentre el mundo antiguo y el medieval, con nuevasperspectivas y una renovacin de planteamientospara indagar en el origen de las sociedades feudales.

    Con ello comienzan a romperse los moldes clsicosy los compartimentos estancos entre disciplinas ymtodos de estudio.

    Mingote Caldern (), para la tecnologa agrcola, o las I Jornadas sobreMinera y ecnologa en la Edad Media Peninsular ().

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    I Congreso de Arqueologa Medieval Espaola (), Huesca , Zaragoza,.

    II Congreso de Arqueologa Medieval Espaola (), Madrid , Madrid,.

    III Congreso de Arqueologa Medieval Espaola (),Oviedo , Oviedo,-.

    IV Congreso de Arqueologa Medieval Espaola (),Alicante , Alicante,.

    V Congreso de Arqueologa Medieval Espaola (),Valladolid ,Valladolid, .

    I Congrs darqueologia medieval i moderna de Catalunya, . Actes,Barcelona, .

    I Curso de Cultura Medieval, Aguilar de Campoo, .I Jornadas sobre Minera y ecnologa en la Edad Media Peninsular, Len, .II Jornadas Burgalesas de Historia. Burgos en la alta Edad Media, Burgos, .II Reuni darqueologia paleocristiana hispnica. (Montserrat, ), Barcelona,

    .III Reuni darqueologia paleocristiana hispnica (Ma, ), Barcelona, .IV Reuni darqueologia paleocristiana hispnica (Lisboa, ), Barcelona,

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