revista "barco de papel"

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Revista realizada como cierre de una de las Unidades de Contenido de la cátedra Teoría Literaria IV del Profesorado en Educación Secundaria en Lengua y Literatura - Instituto Superior de Formación Docente y Técnica.

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Los textos destinados a esta sección no deben exceder los 1000 caracteres en proce-

sador con espacios. Es imprescindible que estén firmados y con número de docu-

mento. “Barco de papel” se reserva el derecho de publicar las cartas recibidas, como

así también de editarlas y/o resumirlas cuando lo considere conveniente.

Sra Directora:

¡Felicidades! Quiero a través de

esta carta hacer llegar mis salu-

dos.

Soy lector del Diario Info, al

enterarme de la novedad de esta

nueva revista quise escribirles

para desearles muchos éxitos y

agradecerles por este nuevo pro-

yecto. Se necesitan más revistas

culturales que lleguen a diferen-

tes públicos.

Desde ya, seré un coleccionista y

lector de “Barco de papel.”

Lorenzo Pereu

14.896.763

Sra Directora:

La razón por la que escribo es para

contarles lo alegre que estoy que en

nuestra ciudad se realice una revis-

ta cultural. Soy docente de nivel

secundario, desde hace tiempo

quería utilizar como recursos revis-

tas culturales, pero siempre me

encontraba con las mismas. Creo

que me servirá mucho “Barco de

papel para trabajar con mis alum-

nos y recomiendo a mis colegas a

incluir revistas en sus prácticas de

enseñanza.

Patricia Cotte

17.456.953

ivimos en una sociedad que a cada paso nos encuentra leyendo,

pero a la vez son muchas las personas que todavía no han descubierto

la importancia de leer y los beneficios que tiene un lector activo.

La lectura forma parte de educar en valores. Leer ayuda a fomentar la

imaginación, creatividad, fantasía e incrementa la capacidad crítica,

así como la mejora de procesos cognitivos como concentración y

atención, la comprensión de relaciones entre las cosas y la formación

de conceptos. Leer ayuda a soñar, a viajar, crear y pensar, incluso reír.

El fomento de la lectura es un trabajo que se inicia en la familia y en

la escuela, pero no debe quedar ahí, sino que debe ser una actividad

diaria que niños, jóvenes, adultos y ancianos realicen. La lectura es un

hábito y como todos los hábitos se educa. Cómo lograr que la socie-

dad actual lea, es la pregunta que todos nos hacemos.

Si queremos un futuro de personas que tengan un nivel cultural, que

sean capaces de crear, de tener ideas propias, de argumentar y persua-

dir, ser imaginativos y que tengan un pensamiento propio, fomente-

mos la lectura.

A todos nos hubiese gustado compartir una charla con el dramaturgo, poeta y actor inglés

William Shakespeare (1564-1616). En esta primera edición le rendiré homenaje, dándome el

gusto de imaginar cómo hubiese sido aquel encuentro.

Inglaterra, 23 de abril. Una mañana dife-

rente en Stratford-upon-Avon, y esto se

debe a que el dramaturgo William Sha-

kespeare celebra un año más de vida, sus

cincuenta años.

He sido invitada a compartir el festejo, él

se encuentra frente a mí y me ha dicho

que está dispuesto a contarme lo que

desee, no se cumplen todos los días cin-

cuenta años.

-¿Cómo le gusta que lo llamen: Wi-

lliam, el Bardo de Avon, Shakespeare?

Puedes llamarme como más lo desees.

- Haciendo un viaje en el tiempo, ¿qué

recuerdos tienes de su infancia?

El pasado es un prólogo, uno siempre

tiene recuerdos de su infancia. Al viajar

en el tiempo, veo un retrato, a mis pa-

dres, a mis siete hermanos y yo, el tercer

hijo. Vivimos tiempos buenos, eso me

contaba mi madre Mary, decía que John

–mi padre- había sido un próspero co-

merciante. La realidad es que a mis

cuatro años mi familia cayó en desgracia

y perdimos nuestra fortuna. Lo bueno y

lo malo todo permanece, en un minuto de

recuerdo, hay muchos días.

-Tengo entendido que su primer amor

fue Anne Hathaway.

El amor consuela como el resplandor del

sol después de la lluvia y eso fue ella

para mí, en tiempos en que el desdichado

no tiene otra medicina que la esperanza.

La verdad es que nunca hablé de ella, es

Más, pensaba que la única mención

que haría sería en mi testamento, pienso

dejarle la segunda mejor cama que ten-

go. A ella la conocí en Shottery, una

aldea compuesta de granjas, a una milla

de mi pueblo natal. Fue a mis dieciocho

años cuando entré en la capilla del brazo

Anne, me casaba con una mujer ocho

años mayor, que estaba embarazada, con

quien tuve tres hijos.

El amor de los jóvenes no está en el

corazón, sino en los ojos, después de

unos años abandoné todo y me fui a

Londres.

-¿Cuándo nace el Shakespeare que

todos conocemos y que será recordado

para siempre?

Nace con mi viaje a Londres, sabemos

que el destino es el que baraja las cartas,

pero nosotros somos los que jugamos.

Allí, comencé primero siendo un desco-

nocido actor de teatro, luego pasé a

escritor. La costumbre de la época era

que cada compañía teatral adaptara las

obras a su propio estilo y yo me interesé

en el tema, aprendí lentamente a modifi-

car y reescribir obras conocidas, asu-

miendo poco a poco el papel de adapta-

dor y dramaturgo de la compañía en la

que trabajaba. También empecé a escri-

bir mis propias obras, inspirándome en

temas e historias populares.

-¿Qué significa en la vida de Shakes-

peare la Compañía de los Hombres del

Rey?

La Compañía teatral Lord Chamberlain's

Men significó mucho para mí. Con la

muerte de Isabel I y la subida al trono

del nuevo monarca Jacobo I, pasó a

llamarse Compañía de los Hombres del

Rey. Jacobo la había tomado bajo su

protección. Esta compañía me dio presti-

gio y también el ingreso económico que

puede obtener al ser copropietario.

- ¿Y el Teatro El Globo?

De “El Globo” me hice accionista, pue-

de consolidar mi posición económica y

fue en ese teatro donde se representaron

casi exclusivamente mis obras. Hace ya

casi un año que se incendio el Globo.

- Si en este momento le pregunto cuán-

tas obras ha escrito, ¿podría respon-

derme con exactitud?

Puedo decir que es la pregunta más

difícil que me has hecho. Voy a intentar

ser lo más exacto posible. He escrito

numerosas obras de teatro, alrededor de

treinta y siete y también escribí sonetos y

poemas. Quizá algún día pueda serte

más preciso con la respuesta, o alguien

se ocupe de reunir mis obras en un libro,

agrupando las tragedias, las comedias y

las obras históricas. Pero hoy por ser mi

cumpleaños, permíteme ésta salvedad.

-¿Alguna vez ha pensado en que su

éxito puede traerle enemigos que tiren

por la borda su prestigio? No. No creo que no haya alguien que

pueda estar en mi contra a tal punto de

querer perjudicarme. Siempre he soste-

nido que no se debe temer a la grandeza;

algunos nacen grandes, algunos logran

grandeza, a algunos la grandeza les es

impuesta y a otros la grandeza les queda

grande.

Yo me encuentro tranquilo, hace unos

años he regresado a mi pueblo, me he

establecido en mi lugar de origen, más

allá que sigo estando en contacto con

Londres y el teatro. Si tengo que llegar a

ser grande lo seré y si no es así, nunca

habremos hablado de enemigos. Algo

que sí me ocurre muy seguido, es plante-

arme que si mis obras llegan a permane-

cer en el tiempo puede haber quienes

digan que yo no fui el autor de ellas, ese

sería una posible carátula de enemigos.

-¿Usted está diciendo que pueden du-

dar de la autoría de sus obras?

Así es. No sé por qué se me ocurren esas

ideas. En realidad lo sé. Analiza un se-

gundo… Mi origen rural, no soy una

persona con un nivel cultural elevado. Ya

he escuchado a muchos que dicen que

apenas sé leer y escribir, que sólo al-

guien instruido, de clase alta, refinado,

puede escribir de tal manera, y que yo no

poseo los rigurosos conocimientos lega-

les, históricos y matemáticos que en mis

creaciones pueden apreciarse.

No te vayas a reír con lo que voy a con-

tarte, pero hasta he llegado a pensar que

en algún momento queriendo sacarme

del medio, lleguen a decir que yo nunca

existí y que solamente soy alguien que

utiliza ese nombre para esconder su

identidad.

- Sus palabras dan a entender que está

pensando en el tiempo en que ya no

esté.

Puede ser. Sé que todavía me quedan

varios años de vida, eso creo, pero te

diré que sí, he pensado en el momento en

que deje esta tierra. Igual, me pasa que

con mi regreso a Stratford siento que no

falta mucho para que llegue mi día. Ten-

go el honor de que mis restos descansen

en el presbiterio, cerca del altar mayor

de la iglesia, porque he comprado un

diezmo por 440 libras. Quisiera que mi

monumento funerario me muestre como

con actitud de escribir, y que cada año,

en conmemoración de mi nacimiento, se

coloque en la mano una nueva pluma de

ave. También he estado meditando cómo

hacer para que no vacíen mi tumba,

porque aquí es una costumbre que cuan-

do hay necesidad de espacio para nuevas

sepulturas, se saquen las antiguas y

ubiquen las nuevas.

Por eso, es que ya he escrito mi epitafio

para la lápida. Dirá algo así como...

Buen amigo, abstente, de cavar el polvo

aquí encerrado. Bendito sea el hombre

que respete estas piedras, y maldito el

que remueva mis huesos. Seguramente

con esta inscripción nadie se atreverá a

tocar mi tumba.

-¿Cómo quisiera que se recuerde a

William Shakespeare?

No me preocupa pasar a la historia como

autor dramático, considero que no hay

nada tan común como el deseo de ser

elogiado. A la vez, me pongo a pensar

qué puede pasar el día de mañana si mis

obras siguen repercutiendo en los lecto-

res y espectadores. Y es ahí cuando pue-

do afirmar que un hombre que no se

alimenta de sus sueños envejece pronto.

La verdad, la pregunta que me has hecho

es un interrogante que tengo desde hace

un tiempo, y siempre me deja pensando

por unos minutos en el silencio de mi

habitación. Será que estoy viejo aunque

sigo soñando. (Risas).

El tiempo pasó muy rápido. Me quedé

con la emoción de haber encontrado una

persona que confío en mí, para contarme

aquello que quería que sepa de su vida.

Quizá podría haberle preguntado más,

pero William es reservado. Ya era mo-

mento de continuar con el festejo, fue por

eso que me olvidé por un momento de

mis deseos de conocer más sobre el dra-

maturgo y decidí disfrutar de su cum-

pleaños… quien mejor que él cuando me

dijo: Ven festejemos, si todo el año fuese

fiesta, divertirse sería más aburrido que

trabajar.

scasas disciplinas habrá de mayor interés que la etimología: ello

se debe a las imprevisibles transformaciones del sentido primitivo de

las palabras, a lo largo del tiempo. Dadas tales transformaciones, que

pueden lindar con lo paradójico, de nada o de muy poco nos servirá

para la aclaración de un concepto el origen de una palabra. Saber que

cálculo, en latín, quiere decir piedrecita y que los pitagóricos las usa-

ban antes de la invención de los números, no nos permite dominar los

arcanos del álgebra; saber que hipócrita es actor, y persona, máscara,

no es un instrumento valioso para el estudio de la ética. Parejamente,

para fijar lo que hoy entendemos por lo clásico, es inútil que este

adjetivo descienda del latín classis, flota, que luego tomaría el sentido

del orden. (Recordemos de paso la información análoga de ship-

shape.)

¿Qué es, ahora, un libro clásico? Tengo al alcance de la mano las

definiciones de Eliot, de Arnold y de Sainte-Beuve, sin duda razona-

bles y luminosas, y me sería grato estar de acuerdo con esos ilustres

autores, pero no los consultaré. He cumplido sesenta y tantos años: a

mi edad, las coincidencias o novedades importan menos que lo que

uno cree verdadero. Me limitaré, pues, a declarar lo que sobre este

punto he pensado.

Mi primer estímulo fue una Historia de la literatura china (1901) de

Herbert Allen Giles. En su capítulo segundo leí que uno de los cinco

textos canónicos que Confucio editó es el Libro de los Cambios o I

King, hecho de 64 hexagramas, que agotan las posibles combinaciones

de seis líneas partidas o enteras. Uno de los esquemas, por ejemplo,

consta de dos líneas enteras, de una partida y de tres enteras, vertical-

mente dispuestas. Un emperador prehistórico los habría descubierto en

la caparazón de una de las tortugas sagradas. Leibniz creyó ver en los

hexagramas un sistema binario de numeración; otros, una filosofía

enigmática; otros, como Wilhelm, un instrumento para la adivinación

del futuro, ya que las 64 figuras corresponden a las 64 fases de cual-

quier empresa o proceso; otros, un vocabulario de cierta tribu; otros,

un calendario. Recuerdo que Xul-Solar solía reconstruir ese texto con

palillos y fósforos. Para los extranjeros, el Libro de los Cambios corre

el albur de parecer una mera chinoiserie; pero generaciones milenarias

de hombres muy cultos lo han leído y referido con devoción y se-

guirán leyéndolo. Confucio declaró a sus discípulos que si el destino

le otorgara cien años más de vida, consagraría la mitad a su estudio y

al de los comentarios o alas.

Deliberadamente he elegido un ejemplo extremo, una lectura que

reclama un acto de fe. Llego, ahora, a mi tesis. Clásico es aquel libro

que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido

leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo

como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término. Previsible-

mente, esas decisiones varían. Para los alemanes y austríacos el Faus-

to es una obra genial; para otros, una de las más famosas formas del

tedio, como el segundo Paraíso de MIlton o la obra de Rabelais.

Libros como el de Job, la Divina Comedia, Macbeth (y, para mí,

algunas de las sagas del Norte) prometen una larga inmortalidad, pero

nada sabemos del porvenir, salvo que diferirá del presente. Una prefe-

rencia bien puede ser una superstición. No tengo vocación de iconoclasta. Hacia el año treinta creía, bajo el

influjo de Macedonio Fernández, que la belleza es privilegio de unos

pocos autores; ahora sé que es común y que está acechándonos en las

casuales páginas del mediocre o en un diálogo callejero. Así, mi des-

conocimiento de las letras malayas o húngaras es total, pero estoy

seguro de que si el tiempo me deparara la ocasión de su estudio, en-

contraría en ellas todos los alimentos que requiere el espíritu. Además

de las barreras lingüísticas intervienen las políticas o geográficas.

Burns es un clásico en Escocia; al sur del Tweed interesa menos que

Dunbar o Stevenson. La gloria de un poeta depende, en suma, de la

excitación o de la apatía de las generaciones de hombres anónimos

que la ponen a prueba, en la soledad de sus bibliotecas.

Las emociones que la literatura suscita son quizá eternas, pero los

medios deben constantemente variar, siquiera de un modo levísimo,

para no perder su virtud. Se gastan a medida que los reconoce el lec-

tor. De ahí el peligro de afirmar que existen obras clásicas y que lo

serán para siempre.

Cada cual descree de su arte y de sus artificios. Yo, que me he resig-

nado a poner en duda la indefinida perduración de Voltaire o de Sha-

kespeare, creo (esta tarde uno de los últimos días de 1965) en la de

Schopenhauer y en la de Berkeley.

Clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o

cuales méritos; es un libro que las generaciones de los

hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo

fervor y con una misteriosa lealtad.

Jorge Luis Borges

Otras inquisiciones (1952)

Según un estudio realizado por la Universidad británica de Liverpool, leer los grandes autores

clásicos activa más el cerebro humano.

Una reciente investigación efectuada por

un equipo de la Universidad británica de

Liverpool, expertos en ciencia, psicología

y literatura inglesa, reveló que leer la

prosa de grandes autores estimula al cere-

bro humano más que sus versiones simpli-

ficadas.

Por medio de scanners, se monitoreó la

actividad de treinta voluntarios mientras

leían literatura en lengua inglesa de Wi-

lliam Shakespeare, Wordsworth, T.S.

Eliot, Dickens, entre otros, en su versión

original y luego en traducción moderna.

autoayuda, ya que afecta al hemisferio

derecho del cerebro, donde se almacenan

los recuerdos autobiográficos, y ayuda a

reflexionar sobre ellos y entenderlos des-

de otra perspectiva.

El profesor encargado de presentar el

estudio explicó que la poesía no es sólo

una cuestión de estilo, sino que es la des-

cripción profunda de experiencias que

añade elementos emocionales y biográfi-

cos al conocimiento cognitivo que ya

poseemos de nuestros recuerdos.

Los resultados fueron que la prosa más

antigua generaba mayor actividad eléctri-

ca demostrando momentos de auto re-

flexión, dando destellos cuando los lecto-

res se topaban con palabras inusuales o

frases con estructuras semántica comple-

ja, pero no reaccionaban de la misma

forma cuando ese contenido se expresaba

con fórmulas de uso diario. Estas reaccio-

nes duraban más tiempo cada vez, fomen-

tando la continuación de la lectura.

También, los expertos descubrieron que la

poesía es más útil que los libros de

Shakespeare no habría muerto por

una borrachera, sino víctima de un

cáncer.

Científicos alemanes analizaron la

máscara fúnebre y una escultura de

William Shakespeare que se halla en el

club Garrick de Londres. De acuerdo

con las investigaciones, los expertos

aseguran que Shakespeare no murió a

consecuencia de una borrachera como

la tradición sostuvo por tantos años,

sino víctima del cáncer.

El día 23 de abril de 1616, a los 52

años, el dramaturgo falleció tenía un

prominente tumor en el ojo que le habr-

ía causado la muerte, tras un festín con

dos amigos, el famoso dramaturgo Ben

Johnson y el menos conocido Michael

Drayton. Shakespeare tuvo un ataque

de fiebre altísima pero lo que se ha

descubierto es que la razón de su muer-

te fue por la existencia de un tumor de

gran tamaño en el párpado izquierdo.

Dejando a un lado la maldición que

echó Shakespeare a quien tocara su

tumba, la misma fue restaurada.

A pesar de la leyenda: "Maldito sea

aquel que mueva mis huesos", la tumba

de Shakespeare será restaurada por

peligro de derrumbe.

Las tareas son delicadas porque la Igle-

sia de la Santa Trinidad en Stratford-

upon-Avon, ciudad natal del dramatur-

go, no sólo es un templo en funciones,

sino también un tesoro histórico nacio-

nal que recibe a visitantes de todo el

mundo. Pero las piedras sobre la tumba

han comenzado a quebrarse después de

cuatro siglos de pisadas de clérigos y

visitantes, es necesario realizar dicha

restauración.

Ian Stainburn, de la firma de arquitec-

tos Stainburn Taylor, aseguró que los

huesos de Shakespeare no serán moles-

tados para evitar la maldición.

“Barco de

Papel” te

presenta un

listado de todas

las obras del

Cisne de Avon.

Tragedias: Antonio y Cleopatra

Coriolano

El Rey Lear

Hamlet

Julio César

Macbeth

Otelo

Romeo y Julieta

Tito Andrónico

Troilo y Crésida

Comedias: A buen fin no hay mal tiempo

Cardenio (perdida)

Cimbelino

Como gustéis

El mercader de Venecia

El sueño de una noche de verano

La comedia de las equivocaciones

La fierecilla domada

Las alegres comadres de Windsor

La tempestad

Los dos hidalgos de Verona

Los dos nobles caballeros (atribuida)

Medida por medida

Mucho ruido y pocas nueces

Noche de reyes

Timón de Atenas

Trabajos de amor perdidos

Dramas históricos: King John Ricardo II

Enrique IV, parte 1

Enrique IV, parte 2

Enrique V

Henry V

Enrique VI, Parte 1 †

Enrique VI, Parte 2

Enrique VI, Parte 3

Ricardo III

Enrique VIII †

Shakespeare también fue poeta, aunque escribió poemas

narrativos y mitológicos, se le recuerda como un excep-

cional autor de sonetos puramente líricos. Los temas de

los sonetos son el amor y el tiempo.

El escritor argentino Jorge Luis Borges escribió “La

Poesía De... William Shakespeare” (1980). Allí expresó

que fue en 1609 cuando apareció el único libro íntimo

de Shakespeare dedicado al señor W.H., que constaba

de 154 sonetos y del poema “La queja de un amante”. Borges afirmo: “La obra es

intrincada y oscura, precisamente porque es íntima. Nos depara fragmentos cuyo

contexto no será revelado, nos deja oír respuestas a preguntas cuya respuesta siem-

pre será dudosa. (…) Los sonetos de Shakespeare son confidencias que nunca aca-

baremos de descifrar, pero que sentimos inmediatas y necesarias.”

Dos sonetos seleccionados:

Pintores son mis ojos Pintores son mis ojos: te fijaron

Sobre la tabla de mi corazón,

Y mi cuerpo es el marco que sostiene

La perspectiva de la obra insigne.

A través del pintor hay que mirar

Para encontrar tu imagen verdadera,

Colgada en el taller que hay en mi pecho

Al que brindan ventanas sus dos ojos.

Y observa de los ojos el servicio:

Los míos diseñaron tu figura,

Los tuyos son ventanas de mi pecho

Por las que atisba el sol, feliz de verte.

Mas algo falta al arte de los ojos:

Dibujan lo que ven y al alma ignoran.

Veo mejor si cierro más los ojos Veo mejor si cierro más los ojos

Que el día entero ven lo indiferente;

Pero al dormir, soñando te contemplan

Y brillantes se guían en lo oscuro.

Tú, cuya sombra lo sombrío aclara,

Si ante quienes no ven tu sombra brilla,

¡Qué luz diera la forma de tu sombra

Al claro día por tu luz más claro!

¡Ay, qué felicidad para mis ojos

Si te miraran en el día vivo,

Ya que en la noche muerta, miro, ciego,

De tu hermosura la imperfecta sombra!

Los días noches son, si no te veo.

Por Abigail Ruth Estenge

“No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí su propio camino”.

William Shakespeare.

William Shakespeare (1564-1616) ha dejado su huella en la literatura universal, siendo el dramaturgo, poeta y actor

inglés más grande de todos los tiempos.

La riqueza del Bardo de Avon es inagotable. En sus tragedias muestra el mundo y al ser humano a través de sus ojos, y

como si estos fueran un espejo, se reflejan en los nuestros para que también podamos experimentar las historias que

presenta. Como lectores, nos hallamos cerca de sus palabras, sin notar extrañamiento ante esas obras desconocidas.

Eso se debe a que en ellas encontramos la perfecta descripción de los sentimientos del alma humana que el dramatur-

go supo expresar de manera excelente, los cuales se adueñan de todos los tiempos: pasados, presentes y futuros.

Muchos se preguntan por qué sus obras siguen dando que hablar. Sin dudas, es porque retrató en sus páginas el alma

humana como nadie lo hizo. El reflejar la realidad a partir de las pasiones, hablándonos de forma directa y profunda

de la esencia y vida humana, llegando no sólo a revelar los problemas de su tiempo, sino descubriendo la forma de

expresarlos de manera tal que éstos lleguen a nosotros, ha sido y es la virtud de Shakespeare, motivo de su presencia

desde la época del teatro isabelino hasta nuestros días.

Shakespeare tuvo la capacidad de recorrer con sus tragedias cada espacio de la sociedad: reinados, familias, amores,

amistades, etc., para mostrarnos al ser que lucha con su propio destino, los conflictos que vive, vinculados a su condi-

ción humana y los oscuros deseos que esconde. Si reflexionamos en esto, nos damos cuenta que nos hallamos en un

eterno retorno, en el que la historia se repite cíclicamente, cambiando de protagonistas pero no de forma.

Cuando uno termina la lectura de los dramas shakesperianos, al cerrar el libro suspiramos profundamente por aquellas

historias que no son ajenas a las nuestras, porque podemos vernos a nosotros mismos en el lugar de los personajes,

viviendo esas u otras situaciones de la vida que nos hacen estar entre la espada y la pared, donde hay que elegir si se-

guir en el anonimato, hacer lo correcto, o dejarse llevar por lo que sentimos en el corazón aunque a veces no sea lo

mejor. Nos sentimos identificados con las palabras del dramaturgo porque entendemos que esas historias ya las cono-

cemos, porque son inevitables situaciones que se repiten en nosotros mismos.

En Shakespeare encontramos muy marcadas las pasiones humanas dominando a los protagonistas, él demuestra que

el ser humano vuelve a esas historias de amor, celos, odio, traición, ambición, poder, venganza, duda, locura, envidia,

manipulación, mentira, confabulación…, y más allá que tiene el poder para elegir, siempre cae en el mismo error. Así

mismo plantea en sus obras la brevedad del paso del tiempo, lo corta que es la vida y cuántas veces el hombre seducido

y perseguido por sus deseos la limita, encaminándose a la perdición, acabando en desgracia, tragedia y sufrimiento.

Según el escritor Eduardo Galeano: “El valor de un texto bien podría medirse por lo que desencadena en quien lo lee.”

(1989). Expresar la conmoción que suscitan las obras de William Shakespeare en la propia experiencia, es declarar

que como seres humanos siempre sentiremos que el dramaturgo nos habla, que podemos reflexionar con sus creacio-

nes y ver en ellas al hombre y a la mujer en su transitar por esta vida.

En conclusión, Shakespeare sigue teniendo una vigencia inmortal, sus historias trascendieron en el tiempo y la cultura

y aunque mucho se pueda decir al respecto, hay algo que no podemos negar: Todo está en Shakespeare.

“EL ESPACIO VACÍO”

(The ShiftingPoint) Peter Brook

1986

Península

192 págs.

Peter Brook siempre tiene algo nuevo que contar sobre

Shakespeare. El espacio vacío, constituye una de las prin-

cipales aportaciones modernas a la teoría dramatúrgica.

Brook se cuestiona la validez del teatro y muestra lo que

es y ha sido para el hombre en tanto que realización de sí

mismo. En esta edición un fragmento de su libro donde le

escribe una carta a Shakespeare.

todas- y debo disculparme ante ti por no ser capaz de disimu-

lar mejor sus muchos defectos. Afortunadamente, fui conscien-

te de mi error hallándome todavía en Stratford, y como tenía un

par de días disponibles antes de marcharme pensé que sería

bueno ir a ver alguna de tus obras maestras más celebradas.

Consulté la programación. Daban El Rey Juan, y cuando estaba

a punto de adquirir mi localidad recordé haber leído que esa

obra era «un desaguisado insalvable»; de manera que decidí no

perder mi tiempo con ella.

La noche siguiente estaba programada Julio César, pero de ésta

se había dicho que era una de tus obras «más espantosas», de

manera que esperé a que pusieran en cartel Cimbelino (confie-

so que siempre he sentido por la encantadora fantasía de este

cuento un amor incondicional). Sin embargo, para hacer tiem-

po, me puse a leer las críticas que exhibían en el teatro y des-

cubrí que casi todas ellas coincidían en que, pese a que la pues-

ta en escena la salvaba, era ésta «una acumulación tan vasta de

absurdo y tonterías como Titus Andronicus», y aunque suele

gustarme presenciar una puesta en escena brillante y unas bue-

nas actuaciones, comprenderás que esta vez lo que quería ver

era una buena obra.

Entonces me llamó la atención el anuncio de A vuestro gusto.

Y allí estaba, en letras de molde: matinée, 14.30 horas, A vues-

tro gusto, la única de tus obras de la que nunca había leído

o escuchado decir nada adverso; una obra libre de toda sospe-

cha. De manera que pagué mi entrada y entré en la sala. Y

ahora debo confesarte que no me gusta A vuestro gusto. Lo

lamento, pero me parece demasiado campechana, como si fuera

una especie de anuncio de cerveza; no la encuentro poética y,

francamente, tampoco me parece demasiado graciosa. Cuando

hay un villano que se arrepiente porque se ha salvado por poco

de que se lo comiera un león y otro villano, al frente de su

ejército, «se convierte ante el mundo» porque se topa con un

«anciano religioso» y mantiene con él «una cierta cuestión»,

realmente pierdo la paciencia.

De manera que ahora, mi querido autor, no sé qué decirte. Creo

que la gran mayoría de todas tus obras son milagrosas, salvo A

vuestro gusto. Los críticos piensan que la gran mayoría de

tus obras son malas, o aburridas, salvo A vuestro gusto. El

público las ama absolutamente todas, incluso A vuestro gusto.

¿Qué extraña contradicción es ésta? ¿Por qué se produce?

¿Cuál es el hilo conductor que une actitudes tan diferentes?

¿Influirá en mí el hecho de que tuve que hacer A vuestro gusto

en mi examen de graduación? ¿Acaso el hecho de que tenga el

deber profesional de ver cada una de las nuevas puestas en

escena de Shakespeare que, quiérase o no, todos los años suben

y bajan de cartel es suficiente como para que se vean salpica-

das por el estigma de un certificado de estudios de pesadilla?

Carta abierta a William Shakespeare o "A mi disgusto"

Querido William Shakespeare:

¿Qué te ha pasado? Siempre sentimos que podíamos confiar en

ti. Sabíamos que nuestro trabajo de puesta en escena a veces

gozaría de aprobación, a veces sería rechazado. Es lo normal.

Estábamos preparados para ello. Pero ahora el que siem-

pre recibe críticas adversas eres tú. Cuando aparecieron las críti-

cas de Titus Andronicus, ensalzándonos a todos nosotros por

haber salvado del desastre a tu horrenda obra, no pude evitar

sentir cierto resquemor de culpa. Porque, a decir verdad, a nin-

guno de nosotros se nos hubiera ocurrido pensar, mientras la

ensayábamos, que la obra podía ser tan mala.

Por supuesto, enseguida comprendimos lo equivocados que

estábamos. Y yo antes que nadie hubiera estado dispuesto a

admitir que ésa era tu peor obra de no haberme visto asaltado por

otras reflexiones. En ocasión de montar Trabajos de amor perdi-

dos, por ejemplo, ¿no hubo acaso un crítico que escribió que ésa

era tu pieza «más débil y tonta»? Y en el caso de Cuento de

invierno, no recuerdo qué crítico dijo que «es ésta la peor

obra de Shakespeare; un verdadero desecho pretencioso y pesa-

do». En ese momento yo había trabajado la obra con la convic-

ción de que, en su irrealidad, era una invención hermo-

sa, altamente emotiva, una maravilla; una fábula cuyo final feliz,

la estatua que cobra vida, no era otra cosa que el milagro verda-

dero generado por un Leonte lleno de una nueva sabiduría y de

una gran clemencia. Me temo que había perdido de vista el

hecho de que ya no importan ni siquiera los milagros, por im-

probable que esto parezca.

Supongo que, poco a poco, iba preparándome para aceptar que

La tempestad fue tu más grave error. Por supuesto equivocada-

mente, yo sostenía desde siempre que era tu obra mayor; la ve-

ía como una suerte de reverso del Fausto, la última pieza del

ciclo final de tus obras sobre la piedad y el perdón, una obra que

es, en toda su extensión, una tormenta desatada, en la cual la

calma llega sólo en las últimas páginas. Sentía que estabas en

pleno uso de tu talento cuando decidiste hacerla dura, abrupta,

dramática. Que no era casual que en las tres tramas marcases el

contraste de un Próspero solitario y ávido de verdad con los

señores asesinos y brutales, con bufones oscuramente perversos

y ambiciosos. Que no te habías olvidado de repente de las reglas

de la dramaturgia, como por ejemplo aquella que dice «hacer que

cada personaje sea semejante a cualquiera de los espectadores»,

cuando deliberadamente colocaste a la más grande de tus obras

maestras un poco más lejos de nosotros, en un nivel más alto.

Ahora, tras haber leído todas las críticas, descubro que La tem-

pestad es tu peor obra – absolutamente la más mala de

(Londres, 1925) director de

teatro, películas y ópera.

El escritor Jorge Luis Borges dedicó a Shakespeare cuentos, poemas y

ensayos, interesándose en distintos aspectos de su obra como así tam-

bién sobre la vida del dramaturgo inglés. En este especial: “Everything

and nothing” y “Shakespeare y las unidades”.

Everything and nothing

Nadie hubo en él; detrás de su rostro (que aun a través de las

malas de pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de

sus palabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas, no había

más que un poco de frío, un sueño no soñado por alguien. Al

principio creyó que todas las personas eran como él pero la

extrañeza de un compañero con el que había empezado a co-

mentar esa vacuidad, le reveló su error y le dejó sentir, para

siempre, que un individuo no debe diferir de la especie. Alguna

vez pensó que en los libros hallaría remedio para su mal y así

aprendió el poco latín y menos griego de que hablaría un con-

temporáneo; después consideró que en el ejercicio de un rito

elemental de la humanidad, bien podía estar lo que buscaba y

se dejó iniciar por Anne Hathaway, durante una larga siesta de

junio. A los veintitantos años fue a Londres. Instintivamente,

ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien,

para que no se descubriera su condición de nadie; en Londres

encontró la profesión a la que estaba predestinado, la del actor,

que en un escenario, juega a ser otro, ante un concurso de per-

sonas que juegan a tomarlo por aquel otro. Las tareas histrióni-

cas le enseñaron una felicidad singular, acaso la primera que

conoció; pero aclamado el último verso y retirado de la escena

el último muerto, el odiado sabor de la irrealidad recaía sobre

él. Dejaba de ser Ferrex o Tamerlán y volvía a ser nadie. Aco-

sado, dio en imaginar otros héroes y otras fábulas trágicas. Así,

mientras el cuerpo cumplía su destino de cuerpo, en lupanares

y tabernas de Londres, el alma que lo habitaba era César,

que desoye la admonición del augur, y Julieta, que aborrece

a la alondra, y Macbeth, que conversa en el páramo con las

brujas que también son las parcas. Nadie fue tantos hombres

como aquel hombre, que a semejanza del egipcio Proteo pudo

agotar todas las apariencias del ser. A veces, dejó en algún

recodo de la obra una confesión, seguro de que no la descifrar-

ían; Ricardo afirma que en su sola persona, hace el papel de

muchos, y Yago dice con curiosas palabras no soy lo que soy.

La identidad fundamental de existir, soñar y representar le

inspiró pasajes famosos.

Veinte años persistió en esa alucinación dirigida, pero una

mañana lo sobrecogieron el hastío y el horror de ser tantos

reyes que mueren por la espada y tantos desdichados amantes

que convergen, divergen y melodiosamente agonizan. Aquel

mismo día resolvió la venta de su teatro. Antes de una semana

había regresado al pueblo natal, donde recuperó los árboles y el

río de la niñez y no los vinculó a aquellos otros que había cele-

brado su musa, ilustres de alusión mitológica y de voces lati-

nas. Tenía que ser alguien; fue un empresario retirado que ha

hecho fortuna y a quien le interesan los préstamos, los litigios y

la pequeña usura. En ese carácter dictó el árido testamento que

conocemos, del que deliberadamente excluyó todo rasgo paté-

tico o literario. Solían visitar su retiro amigos de Londres, y él

retomaba para ellos el papel de poeta.

La historia agrega que, antes o después de morir, se supo

frente a Dios y le dijo: Yo, que tantos hombres he sido en

vano, quiero ser uno y yo. La voz de Dios le contestó desde un

torbellino: Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste

tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás

tú, que como yo eres mucho y nadie.

El hacedor, 1960.

(La nota continúa en la pág. siguiente).

Everything and nothing

Nadie hubo en él; detrás de su rostro (que aun a través de las

malas de pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de

sus palabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas, no había

más que un poco de frío, un sueño no soñado por alguien. Al

principio creyó que todas las personas eran como él pero la

extrañeza de un compañero con el que había empezado a co-

mentar esa vacuidad, le reveló su error y le dejó sentir, para

siempre, que un individuo no debe diferir de la especie. Alguna

vez pensó que en los libros hallaría remedio para su mal y así

aprendió el poco latín y menos griego de que hablaría un con-

temporáneo; después consideró que en el ejercicio de un rito

elemental de la humanidad, bien podía estar lo que buscaba y

se dejó iniciar por Anne Hathaway, durante una larga siesta de

junio. A los veintitantos años fue a Londres. Instintivamente,

ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien,

para que no se descubriera su condición de nadie; en Londres

encontró la profesión a la que estaba predestinado, la del actor,

que en un escenario, juega a ser otro, ante un concurso de per-

sonas que juegan a tomarlo por aquel otro. Las tareas histrióni-

cas le enseñaron una felicidad singular, acaso la primera que

conoció; pero aclamado el último verso y retirado de la escena

el último muerto, el odiado sabor de la irrealidad recaía sobre

él. Dejaba de ser Ferrex o Tamerlán y volvía a ser nadie. Aco-

sado, dio en imaginar otros héroes y otras fábulas trágicas. Así,

mientras el cuerpo cumplía su destino de cuerpo, en lupanares

y tabernas de Londres, el alma que lo habitaba era César,

que desoye la admonición del augur, y Julieta, que aborrece

a la alondra, y Macbeth, que conversa en el páramo con las

brujas que también son las parcas. Nadie fue tantos hombres

como aquel hombre, que a semejanza del egipcio Proteo pudo

agotar todas las apariencias del ser. A veces, dejó en algún

recodo de la obra una confesión, seguro de que no la descifrar-

ían; Ricardo afirma que en su sola persona, hace el papel de

muchos, y Yago dice con curiosas palabras no soy lo que soy.

La identidad fundamental de existir, soñar y representar le

inspiró pasajes famosos.

Veinte años persistió en esa alucinación dirigida, pero una

mañana lo sobrecogieron el hastío y el horror de ser tantos

reyes que mueren por la espada y tantos desdichados amantes

que convergen, divergen y melodiosamente agonizan. Aquel

mismo día resolvió la venta de su teatro. Antes de una semana

había regresado al pueblo natal, donde recuperó los árboles y el

río de la niñez y no los vinculó a aquellos otros que había cele-

Shakespeare y las unidades

Más allá de las virtudes intrínsecas de la obra, que son, o

nos parecen, indubitables, la gloria de Shakespeare cuyo

cuarto centenario celebran hoy el Oriente y el Occidente

se debe, en buena parte, a la vasta libertad de su espíritu

o, para decirlo con más rigor, a su venturosa y acaso no

deliberada infracción de las tres unidades aristotélicas.

En el continente, Voltaire y Lessing lo descubrieron; la

escuela romántica, que surgió en el siglo XVIII en Ingla-

terra y Alemania y luego en las naciones latinas, acabó

de canonizarlo. No es casual que Coleridge aplicara a su

examen y exaltación el vocabulario que Spinoza aplicó a

su infinita divinidad, ni que Hugo, desde la isla de su

destierro, le consagrara un libro casi idolátrico. Las

ulteriores diatribas de Bernard Shaw que, a favor de

Ibsen, se arrogaría luego el papel de abogado del diablo,

no han comprometido esa gloria, hoy aceptada y venera-

da de todos. Shaw, por lo demás, no dejó nunca de exal-

tar la word-music, la música verbal, de aquel hombre

cuyas ideas, muchas veces, juzgó triviales. Considere-

mos el debatido tema famoso de las unidades dramáti-

cas. Los tratadistas exigían una sola acción, un solo

lugar y, para mayor verosimilitud, el plazo máximo de

un día y su noche. Boileau, representante oficial del bon

sens français, había declarado lo absurdo de que el es-

pectador se creyera durante el primer acto en Atenas y

durante el segundo en Egipto; Johnson, con mejor buen

sentido, replicó que los espectadores no estaban locos y

no se creían en Atenas o en Egipto sino en el teatro. (En

Leipzig, Juan Cristóbal Gottsched pudo estampar que la

acción de una pieza no debe pasar de doce horas, y ésas

del día, "porque de noche hay que dormir".)

Ahondemos en el tema de la polémica. Coleridge, refi-

riéndose a nuestra fe en la verdad del drama o de la

novela, certeramente habló de una "voluntaria suspen-

sión de la duda"; Shakespeare parece haber intuido me-

jor que nadie la ambigüedad o ambivalencia de la fic-

ción del arte. De ahí que en su obra abunden los anacro-

nismos y anatropismos. Las brujas o parcas de Macbeth

están en Escocia, a mediados del siglo XI, pero también

en la Inglaterra de principios del siglo XVII, ya que una

de ellas hablaba del Tyger, velero que acababa de zarpar

del puerto de Londres; los sepultureros daneses de Ham-

let, que ocurre en tiempo de los Vikings, sacian su sed

en una taberna que se halla a la vuelta del teatro. Tales

ejemplos, que sería harto fácil multiplicar, prueban o

tienden a probar que Shakespeare sentía que el hecho

estético es momentáneo y no está en las letras de un

libro sino en el comercio del libro con el lector o del

espectador con la escena.

El empresario William Shakespeare sabía que el arte

dramático, y acaso cualquier arte, es un juego, una suerte

de make-believe, y no hubiera entendido las ansiedades

arqueológicas de Flaubert. Con inocencia y distracción

escribió las obras maestras; las escribió, o dejó que su

mano las escribiera, bajo el influjo de ese oscuro poder

que Schopenhauer llamó la voluntad, y las antiguas

mitologías la musa o el Espíritu Santo, y la de nuestros

días la subconciencia.

Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid agosto de 1964.

Por Abigail Estenge

¿Por qué nos importa tanto quién fue Shakespeare? El dramaturgo

inglés es uno de los grandes enigmas de la historia literaria. ¿Era o no

el Bardo de Avon? Lo han debatido expertos, se han escrito libros,

estudiosos han dedicado sus vidas a proteger o desacreditar las teorías

de la autoría de las obras más famosas de la literatura inglesa. La

polémica sobre la posibilidad de que Shakespeare no hubiera escrito

una sola palabra del canon data desde ciento cincuenta años después de

su muerte en 1616.

Una vida escasamente documentada alimenta la construcción de este

mito cultural. Quien cuestiona la autenticidad de Shakespeare no pare-

ce ser consciente de que, obviamente, lo que está disputando es un

constructo (el autor como individuo y "genio") elaborado estética y

políticamente por la sociedad moderna. Para que el mito se genere ha

de estar vinculado a una ausencia, que es doble en el caso del William:

una biografía escasa en documentos, y la falta de manuscritos origina-

les.

¿Cómo era posible que un escritor no dejara ningún libro o texto entre

sus posesiones? Por ejemplo, el escritor estadounidense Mark Twain

(1835-1910), miró con sospecha y desdén la notoria ausencia de libros

en el legado testamentario de Shakespeare, en el que el literato legaba a

su esposa su "segunda mejor cama con los muebles", pero no mencio-

naba obra o poema alguno.

Con el paso del tiempo, la crítica se ha dividido en "stratfordianos"

-partidarios de la tesis de que Shakespeare fue el verdadero autor de las

obras que se le atribuyen- y "anti-stratfordianos" –seguidores que sos-

tienen que William era la máscara de otro autor que deseaba permane-

cer en el anonimato. Numerosos fueron los candidatos propuestos a

ocupar el lugar de honor. Uno de ellos fue el filósofo Francis Bacon,

también el dramaturgo Christopher Marlowe, que según sus defenso-

res, en lugar de morir de una herida de puñal habría vivido en la clan-

destinidad imaginando el amor de Romeo y Julieta. Por otra lado se

habló del aristócrata Edward De Vere, Duque de Oxford, de sangre

aristocrática, conocido por su mala fama, quien se dice no gastaba su

tiempo en intrigas reales sino en imaginarias.

En “El hombre que inventó a Shakespeare” de Kurt Kreiler sobre el

Conde de Oxford, Kreiler dice que el único objetivo de los defensores

del hombre de Stratford-upon-Avon es prolongar un culto a la tradición

inglesa y a los antiguos bardos, alimentando así el mito del genio natu-

ral del poeta. Los que se oponen lo hacen justificando que las obras

revelan un conocimiento profundo de la monarquía y del lenguaje

legal, que no era posible concebir a un plebeyo criado en un hogar

analfabeto de Stratford-upon-Avon, que apenas sabía leer y escribir

como el autor de las geniales obras que llevan su nombre, poseyendo

rigurosos conocimientos legales, históricos y matemáticos que salpican

las tragedias, comedias y sonetos atribuidos a su pluma.

Shakespeare es un fantasma cultural que no queremos dejar marchar y

que, a su vez, se niega a abandonarnos. No se puede hacer caso a todo

lo que se dice. El lector y también espectador de sus obras es el que

debe decidir qué es lo que va a creer y no puede dar relevancia a las

dudas que se suscitan ya que son meras especulaciones. El que ha leído

al bardo puede sentir en su corazón que ese genio del teatro sí existió y

la forma de demostrar su existencia es expresar… Yo soy Shakespeare.

“(…) la crítica de ciertas plumas de ganso.” Hamlet, William Shakespeare.

Por Abigail Ruth Estenge

Son innumerables las páginas escritas sobre el mayor dramatur-

go de todos los tiempos que parece imposible añadir un nuevo

hallazgo. Se dice que si uno escribe sobre alguien atrayente de

antemano tiene garantizado el interés de los lectores y efectiva-

mente eso lo logra William Shakespeare (1564-1616). Su fama

tuvo sus inició cuando se hallaba reinando Isabel en Inglaterra,

siendo él la figura más representativa del teatro isabelino y hasta

la actualidad ha conservado su esplendor.

¿Por qué la mayoría de las personas pueden recordarlo e incluso

quienes no gustan del género dramático conocen el nombre de

Shakespeare y alguna de sus obras? Los que hemos leído sus

creaciones podemos coincidir que el Bardo de Avon ha marcado

una estela imborrable en la literatura universal. El mundo entero

es protagonista del éxito de sus piezas teatrales, siendo las que

más veces se han representado y llevado a la pantalla chica, reci-

biendo los aplausos de multitud de espectadores que celebran

una y otra vez la gloria del dramaturgo inglés.

Entre todas sus obras, no cabe duda que “Hamlet” (1599) y “Ro-

meo y Julieta” (1597) son dos de sus piezas (tragedias) más leí-

das y representadas que mayor fascinación han despertado en los

“lecto-espectadores”. Seguramente a muchos le sucede que al

pensar en “Hamlet” recuerdan su frase: “Ser o no ser: he aquí el

problema” o “Fragilidad, tienes nombre de mujer”, mientras que

al hablar de “Romeo y Julieta” inmortalizan a los amantes y

exaltan uno de los sentimientos más hermosos del ser humano:

el amor.

Según actores que trataron a Shakespeare, éste escribía con

suma facilidad y no borraba nunca una línea, lo que demuestra

que sabía muy bien qué era lo que desea contar. Para leerlo,

debemos entender que el reflejo de sus escritos es el alma del ser

humano. En las tragedias mencionadas hay un punto en común:

la infelicidad y muerte de los hijos del destino, herederos del

silencio eterno.

“Hamlet” cuenta los acontecimientos posteriores al asesinato del

rey de Dinamarca en manos de Claudio su hermano, quien sube

al trono y contrae nupcias con Gertrudis, esposa del rey. Un

espectro revela al joven Hamlet que su padre realmente había

sido asesinado por su tío y éste le encarga trazar un plan de ven-

ganza. Hamlet finge abandonarse a la locura, buscando desenre-

dar astutamente las intrigas cortesanas. El joven decide consu-

mar la venganza cuando su estrategia desenmascara al criminal.

Enfrentamientos, suicidios, duelos, oposiciones son los que pro-

ducen el final en el todos terminan muriendo siendo Hamlet el

último en caer.

Por otro lado, en “Romeo y Julieta” la historia que se cuenta es la

de un antiguo rencor entre familias de hidalgos de Verona: los

Montescos y Capuletos, con sus odios, sus peleas en las calles, su

honor siempre ofendido. En ese marco, nace la historia de amor

entre la hija de los Capuletos, Julieta, y el hijo de los Montescos,

Romeo. Ambos deciden correr el mayor riesgo con tal de

conservar aquel amor profundo, que es breve como un sueño. Su

final también es trágico, Romeo y Julieta se suicidan, como reac-

ción ante circunstancias irracionales adversas. Ellos son la flor de

lo nuevo que apenas puede resplandecer un día.

¿Por debemos elegir a Shakespeare? Porque él dejó en sus obras,

historias con un peso muy fuerte, que no son para quedar guar-

dadas en las bibliotecas, sino para que todo el tiempo estén pre-

sentes, porque muestran la vida del hombre en su transitar por

este mundo, y a través de ellas a cada uno de nosotros.

En las dos historias nos encontramos que son los hijos los que

están destinados a sufrir, sus vidas están limitadas por lo que los

otros hicieron, el pasado que los persigue y condena a que el

tiempo que vivan solo esté lleno de sufrimiento. Hamlet debe

cumplir con el pedido de su padre, sus dudas lo paralizan, el que-

rer saber la verdad lo lleva a olvidarse de él, pierde la alegría, es

un ser que carga con una gran mochila y que a su paso va dejando

lo que más quiere, su amor (Ofelia), sus sueños, viviendo la vida

de los demás. Él ama a su madre, más allá de todo lo que hizo y

no quiere que ella sufra, pero también tiene a su padre y su pedi-

do que se acuerde de él.

En Romeo y Julieta igualmente los protagonistas luchan, entre el

amor que sienten, que los lleva a hacer todo lo posible por estar

juntos, pero por el lado están sus progenitores, la obediencia que

les deben y los impedimentos que existen entre ellos.

Shakespeare nos muestra como la vida de las personas está mar-

cada por su pasado, las peleas que el ser humano tiene consigo

mismo y cómo su vida y entorno cambian al tomar decisiones. Si

hemos escuchado el dicho que la vida es corta, estas obras lo

reflejan. Hamlet duda en vengarse, podemos ver que hay una

demora para llevar adelante el acto, pero cuando su decisión fue

tomada el tiempo corrió fugazmente y de igual manera en la his-

toria de los enamorados, ellos no pudieron disfrutar del amor

secreto porque la brevedad de sus vidas los llevó a la tumba.

Hamlet muere victima de la indecisión, Romeo y Julieta del odio

de sus padres.

Las obras de Shakespeare son excelentes, en la lectura podemos

entender la importancia de la vida, los problemas que se atravie-

san, los caminos que el hombre puede elegir, las decisiones que

se toman y sus consecuencias, buenas y malas, que nos hacen no

ser los mismos sino que forman nuestro carácter, marcan nuestro

rumbo y muchas veces nos dirigen a lugares de los que no se

puede volver. Esto explica la razón de por qué Shakespeare escri-

bió sobre los hijos del destino.

Creo que Hamlet en uno de sus diálogos supo decirlo mejor que

nadie. Le dejo la palabra: “Dame un hombre que no sea esclavo

de sus pasiones, y yo le colocaré en el centro de mi corazón…”

No es posible hablar de Shakespeare y sus obras con independencia del teatro de la época.

Un informe sobre el teatro isabelino que en la Inglaterra del Cisne de Avon atraía a toda clase de gente.

El teatro isabelino (1558-1625) lleva la fama de Inglaterra más

allá de sus fronteras, es síntoma del Renacimiento inglés, siendo

representado por las obras dramáticas escritas e interpretadas

durante el reinado de Isabel I, continuando en el de Jacobo I y

Carlos I. Este teatro viene representado por la figura de Shakes-

peare –quien apasiona a la reina, a los nobles y al pueblo-,y

también por Marlowe y Ben Jonson.

En estos tiempos, los dramaturgos rompen con la tradición

académica. Rechazan las clásicas unidades, mezclan la prosa y

la poesía y no se preocupan por la división en actos o escenas.

De acuerdo con las exigencias de la época, recurren a la alegor-

ía, los hechos violentos, las observaciones de contenido filosó-

fico.

Acudir al teatro era una costumbre muy arraigada en la época.

En el Londres del siglo XVI, el público acudía en masa a las

representaciones. El teatro resultaba un gran contenedor que

fascinaba a todas las clases, tanto las clases bajas como las altas.

A las representaciones asistían príncipes y campesinos, hom-

bres, mujeres y niños. Los estratos más populares eran aficiona-

dos a formas rudimentarias de comedia, herederas de las repre-

sentaciones de los juglares de la Edad Media, y a obras burles-

cas donde no faltaban la crítica política y social. En el otro

extremo, la nobleza gustaba también de las comedias, y de

obras donde el argumento y la intriga, sumados a la destreza de

los actores, proporcionaban un buen momento de esparcimiento.

El teatro era un edificio de madera y ladrillo, de forma cilíndri-

ca, perfeccionamiento del primitivo patio en el cual se solían

dar las representaciones antes de que el teatro asumiera tanta

importancia. El escenario, aproximadamente de un metro y

medio del suelo, ocupaba un sector del círculo y tenía dos pisos.

En uno se desarrollaba la verdadera representación; el otro

estaba reservado a determinadas apariciones, a escenas de amor,

etc. La escenografía era reducida, casi no existía.

El actor fue quien asumió un papel muy destacado, dando lugar

a un auténtico profesionalismo, tenía gran peso en la represen-

tación. Richard Burbage, coetáneo y socio de Shakespeare, era

un maestro de la escena. La interpretación del actor isabelino

era muy cuidada, clara, y tenía un ritmo muy preciso. La pala-

bra fue la que asumió toda su fuerza dramática y poética crean-

do un auténtico cuerpo de actores de un nivel muy elevado.

Estos se organizaron en compañías, for- madas por una docena

de individuos y regidas por reglas precisas. Eran sólo varones,

porque las mujeres nunca fueron admitidas para actuar, por lo

que los más jóvenes interpretaban los papeles femeninos.

Las compañías tenían sus propios escritores, que solían tomar

historias conocidas, narraciones populares y obras de teatro

ajenas, para reescribirlas y adaptarlas del modo que considera-

ban más conveniente. El éxito dependía del sello personal que

los adaptadores imprimían a sus obras. Estas compañías conta-

ban con el patronazgo de un noble. Harold Bloom, en “Shakes-

peare, centro del canon” del libro “El canon occidental” dice

que como actor-dramaturgo, Shakespeare dependía necesaria-

mente del patronazgo y la protección de los aristócratas.

Isabel I apreciaba tanto el valor del teatro como los beneficios

que la concesión de licencias le reportaban al erario público, le

gustaba la comedia y reclamaba a las compañías para que repre-

sentasen en la corte. En 1583 intituyó los Queen´s Men.

Shakespeare, sin dudas, es el confiere madurez al teatro, llegan-

do en un momento en que el espectáculo tiene la popularidad

que puede perfectamente compararse con la que tiene en la

actualidad el cine.

Teatro Isabelino

Teatro El Globo, donde se representaban las obras de Shakespeare.

Un verdadero enigma es el rostro del dramaturgo.

Sólo se conservan unas pocas imágenes de William Shakespeare.

Imagen 1: William Shakespeare (Retrato Chandos)

John Taylor (pintor), hacia 1610

Óleo sobre lienzo • Barroco 55, 2 cm × 43,8 cm

Galería Nacional del Retrato.

El aspecto real de Shakespeare constituye uno de los grandes

enigmas de la historia de la literatura europea. A lo largo de

los siglos, numerosas pinturas que recreaban el aspecto físico

del escritor acabaron revelándose como falsas. Se desconoce

cuál entre todos los retratos que existen es el más fiel a la

imagen del mayor dramaturgo de todos los tiempos. Las in-

vestigaciones hechas con rayos X y otros instrumentos cientí-

ficos en los seis cuadros que se conocen, determinaron que el

auténtico es el que lo muestra con barba y un aro dorado, el

llamado “retrato Chandos”.

El retrato Chandos (Imagen 1) cuya autoría se atribuye a John

Taylor, muestra a un Shakespeare de unos cuarenta años, lo

que coincide con la fecha de la pintura, datada entre 1600 y

1610. Según los expertos, es considerado el retrato más ve-

rosímil del escritor. Esta obra fue propiedad de James Bryd-

ges, primer duque de Chandos, quien poseía el lienzo y desde

1856 la obra se encuentra en la Galería Nacional del Retrato

de Londres.

Actualmente, se ha presentado un retrato como el único ejecu-

tado en vida del escritor (Imagen 2), propiedad de una aris-

tocrática familia desde hace tres siglos. La obra habría sido

realizada cuando el autor tenía cuarenta y seis años por encar-

go de uno de sus mecenas, el conde de Southampton. La pieza

hoy depositada en una mansión de Surrey, suroeste de Inglate-

rra, que gestiona el Patrimonio Nacional supone ser la ima-

gen real de William Shakespeare.

El descubrimiento de este retrato, ¿podría cerrar la polémica

sobre el aspecto del escritor?

Imagen 2: William Shakespeare, el “nuevo” retrato.

La plasmación artística de escenas de obras literarias es un

fenómeno que con mayor o menor profusión se repite en el arte

de todas las épocas; los ejemplos podemos encontrarlos en

técnicas muy diversas, aunque es en la pintura donde tenemos

los ejemplos más claros. Los artistas seleccionan episodios

culminantes de los textos y concentran en ellos toda su fuerza

figurativa resaltando los aspectos más dramáticos y por tanto

susceptibles de mayor interpretación pudiendo llegar, en oca-

siones, incluso a completar lagunas del texto o a resaltar los

significados alegóricos o simbólicos. En general, el artista se

debate entre la fidelidad al texto y su propia interpretación;

utilizando en la realización de la obra sus propios métodos de

expresión. Aprovecha la especificidad de su propio arte y tradu-

ce a imagen el texto de una manera más comprensible.

Obras de Shakespeare:

Las pinturas sobre las obras de Shakespeare, recuperadas por el

movimiento romántico, manifiestan la capacidad de inspiración

que ha tenido.

“Hamlet” tiene gran difusión, en general olvidan a Hamlet y

eligen a Ofelia como elemento dramático más significativo,

víctima inocente que transforma en locura toda su inocencia,

sumisión y pureza.

En “Romeo y Julieta”, además de mostrar a la protagonista con

bastante profusión, son varias las elegidas para representar la

esencia de los dos amantes. Sin embargo, algunos seleccionan

la escena en la que Romeo contempla a Julieta, por última vez,

antes de beber el veneno, la del sepulcro y algunos la reconci-

liación de sus familias una vez muertos los enamorados.

La comedia “El mercader de Venecia” ha llevado a retratar la

imagen del judío y su hija Jésica.

Lo que atrae a los artistas en “Sueño de una noche de verano”

es la galería de personajes, principalmente los seres fantásticos

que animan la mágica floresta del reino de las hadas.

“Macbeth”, es fuente de inspiración sumergiendo al artista en

un mundo de angustia y violencia. En muchas ocasiones se

representa a Lady Macbeth, presa de la locura y el sonambulis-

mo.

Sin duda, las creaciones sobre las obras de Shakespeare llevan a

buen término el dicho: “una imagen vale más que mil palabras”.

La literatura ha sido siempre fuente de inspiración para los artistas plásticos y las obras de William Shakespeare no

quedan afuera. En esta edición, cinco obras del dramaturgo plasmadas en lienzos.

Izq.- Hamlet, William Morris Hunt, 1864.

Der.- Ofelia, Alexandre Cabanel, 1883.

“HAMLET”

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

ROMEO Y JULIETA

Izq.-Frank Dicksee, 1884.

Der.- Frederic Lord Leighton. "La

Reconciliación Montesco/ Capuleto

tras la muerte de Romeo y Julieta”.

MACBETH

EL MERCADER DE VENECIA

Izq.-Shylock y Jessica, Maurycy Gotlieb,

1876.

Der.- Ilustración de James Linton 1914

Estudio para la disputa entre Oberón y Titania,Joseph Noel Paton, 1849.

Izq.- Lady Macbeth sonámbula Johann Hein-

rich Füssli.

Der.- Macbeth y Banquo reuniéndose con las

brujas en el brezal, Théodore Chassériau.

Título:

“Anonymous”

Título original:

Anonymous

Dirección:

Roland Emmerich

País: Reino Unido, Alemania

Año: 2011

Fecha de estreno: 11/11/11

Duración: 130 min

Género: Drama

Reparto:

Rhys Ifans,

Vanessa Redgrave,

Sebastian Armesto,

Rafe Spall,

David Thewlis,

Edward Hogg,

Xavier Samuel,

Sam Reid,

Jamie Campbell Bower,

Joely Richardson

Distribuidora: Sony Pictures

Productora:

Columbia Pictures,

Centropolis Entertainment,

Relativity Media, Studio

Babelsberg Motion Pictures,

Anonymous Pictures.

Título:

“Shakespeare apasionado”

Título original:

Shakespeare in Love

Dirección: John Madden

País: Reino Unido, EE.UU.

Año: 1998

Fecha de estreno: 09/03/99

Duración: 123 min

Género: Drama, Romance.

Reparto:

Geoffrey Rush,

Tom Wilkinson,

Steven O'Donnell,

Tim McMullan,

Joseph Fiennes,

Steven Beard,

Antony Sher,

Patrick Barlow,

Martin Clunes,

Sandra Reinton

Distribuidora: Buena Vista

International.

Productora:

Universal Pictures, Miramax

Films, Bedford Falls Produc-

tions

William Shakespeare es el autor clásico más adaptado al cine.

La historia del dramaturgo en la pantalla es casi tan

larga como la del séptimo arte, el cine.

Shakespeare figura como el

autor más veces adaptado a la

pantalla, llevando sus argu-

mentos a todas las épocas y

ambientes, con versiones más

o menos fieles, modernizadas

e innumerables parodias y

también dibujos animados. En

la lista de historias que han

sido filmadas más veces figu-

ran: “Hamlet”, “Romeo y

Julieta” y “Macbeth”.

Entre las versiones de la bio-

grafía shakesperiana se desta-

ca “Shakespeare apasionado”

y “Anonymous”, presentadas

en este Especial.

“Shakespeare apasionado”

Film ganador de siete Óscar

(mejor película de 1998, guión

original, actriz principal,

actriz secundaria, banda sono-

ra de comedia, dirección artís-

tica y vestuario), de tres glo-

bos de oro y cuatro premios

BAFTA.

Shakespeare apasionado narra

la aventura amorosa entre

William y Viola de Lesseps

durante la época en la que el

dramaturgo escribía “Romeo y

Julieta”. Los personajes están

basados en personas reales,

pero la película es ficción,

aunque muestra mucho del

contexto en el que vivió el

dramaturgo, el teatro, su vida,

etc.

-Sinopsis: Londres, 1593.

Shakespeare, joven dramatur-

go de buen talento, necesita

poner fin a la mala racha por

la que está pasando su carrera.

Por mucho que lo intenta, a

pesar de la prisa de los pro-

ductores y dueños de salas de

teatro, no consigue concen-

trarse en: Romeo y Ethel, la

hija del pirata. Lo que Will

necesita es una musa y la

encontrará en la bella Lady

Viola.

Podría decirse que, más allá

de una puesta en escena que

integra a la perfección la re-

creación histórica y el home-

naje postmoderno, nos encon-

tramos ante una comedia que a

ratos se interna en el melo-

drama, ante una amalgama de

sentimentalismo y farsa que

destila un aroma tan fresco

como genuinamente shakes-

peariano. También nos permi-

te plantearnos cómo el cerrado

mundo de la sociedad esta-

mental podía impedir la unión

de dos enamorados; al tiempo

que dificultaba el acceso de la

mujer a la creación artística y

literaria, negándole su libertad

y su individualidad, convir-

tiéndola en una simple pieza

intercambiable en el juego de

intereses socioeconómicos de

su familia.

Shakespeare y Viola saben

que su romance está perdido.

La película cierra cuando

Shakespeare comienza a es-

cribir “Noche de Reyes”,

imaginando a su amor en una

tierra extraña después de un

naufragio y meditando:

"Porque ella será mi heroína

de todos los tiempos, y su

nombre será ... Viola ", un

joven náufrago fuerte que se

disfraza del hombre joven.

“Anonymous”

Ser (un fraude) o no ser(lo),

esa es la cuestión.

Un film pseudohistórico estre-

nado en el Festival Internacio-

nal de Cine de Toronto el 11

de septiembre de 2011. La

película es una versión ficticia

de la vida de Edward de Vere,

“Un libro donde vas a conocer “el

otro lado” de los siete reyes de la

monarquía romana. También tres

declaraciones de personas que han

marcado la historia y que jamás

hubieses imaginado. Testimonios

como estos, no te pueden dejar

indiferente.”

En estas páginas encontrarás los

detalles hasta ahora no revelados…

XVII Conde de Oxford, un

noble isabelino, dramaturgo,

poeta y mecenas de las Artes,

al que se muestra como autén-

tico autor de las obras de Sha-

kespeare.

“Alma de la época, aplauso,

deleite, maravilla de nuestro

escenario. Nuestro Shakespea-

re, álzate. Nuestro Shakespea-

re, porque es de todos noso-

tros. ¿No es así?

El dramaturgo más representa-

do de la época, autor de 37

obras teatrales, 154 sonetos y

varios poemas narrativos que

en su conjunto están conside-

rados como la máxima expre-

sión de la humanidad en len-

gua inglesa.

Y aún así, ni un solo manuscri-

to de ninguna clase ha sido

hallado jamás escrito de puño

y letra de William Shakespea-

re. En cuatrocientos años ni un

solo documento. (…) Nuestro

Shakespeare es un enigma. Un

espectro. Así que les ofreceré

una historia diferente, tétrica

historia de pluma y espada, de

poder y traición, de un escena-

rio conquistado y un trono

perdido.”

En un escenario teatral con-

temporáneo, así comienza la

película con con Derek Jacobi

(el inolvidable Claudio de la

serie 'Yo, Claudio') contando

la historia al público, una

eficaz manera de meternos en

la película de una manera

teatral y 'shakespeariana',

donde se plantea una posible

respuesta sobre la autoría de

las obras de Shakespeare,

remontándose a un momento

en el que escandalosas intrigas

políticas, romances ilícitos de

la Corte Real y estratagemas

de nobles ansiosos por poder

se esclarecían en el lugar más

insospechado: el teatro londi-

nense.

'Anonymous' vuelve a desper-

tar la curiosidad sobre la obra

del gran bardo inglés, no en

vano los mejores pasajes de la

película son las de las repre-

sentaciones en el Globe. Pero

uno de sus grandes fallos es su

revanchismo contra el William

Shakespeare de Strattford-

upon-Avon. No contenta con

quitarle la autoría de su obra

sino que carga las tintas contra

el escritor convirtiéndole en

un iletrado patán, incapaz casi

de leer y con un ánimo violen-

to y aprovechado. En ciertos

momentos el guión parece

más un ajuste de cuentas que

un relato histórico.

El film finaliza con aquel

hombre del inicio que re-

flexiona sobre la vida de Sha-

kespeare. Sus últimas palabras

ciertamente pueden dar con-

clusión a este artículo.

“Y así aunque nuestra historia

ha acabado, la de nuestro

poeta no. Pues su monumento

ha perdurado en el tiempo

hecho no de piedra, sino de

versos, y se le seguirá recor-

dando mientras las palabras

estén hechas de viento y el

aliento de vida.”

“1599, un año en la vida

de Shakesperare”

James Shapiro,

Editorial Siruela.(05/2007)

El ojo del tiempo, 14

464 páginas

Shapiro en este ensayo ilustra tanto los

asombrosos logros de Shakespeare como las

vivencias de los isabelinos en el transcurso

del año 1599, combinando los acontecimien-

tos políticos y las intrigas de la época con una

magnífica evocación de la forma de trabajar

de Shakespeare como actor, dramaturgo y

hombre de negocios.

“Shakespeare, nuestro

contemporáneo”

Jan Kott

ALBA EDITORIAL (2007)

464 páginas

Jan Kott muestra a un Shakespeare que -con

el trasfondo de las disputas monárquicas y sus

recursos al terror y el asesinato para asegurar

el poder-, revela el mecanismo sangriento de

la Historia, las violentas discrepancias ideoló-

gicas y la destrucción que ha configurado la

Europa del siglo XX. La caracterización

humana de sus personajes adquiere la inme-

diatez de la convulsión histórica.

“Shakespeare.

La invención de lo

humano”

Harold Bloom

Anagrama (2002)

864 páginas

Esta obra representa un ambicioso, apasiona-

do y convincente análisis de la obra literaria

más importante del autor teatral que inventó

la lengua inglesa y la naturaleza humana tal

como hoy la conocemos. Una minuciosa

lectura de las obras de Shakespeare para

seguir así los avances en la caracterización

humana de los personajes.

“El genio de

Shakespeare”

Jonathan Bate

Espasa Libros (2000)

448 páginas

¿En qué consiste el genio de Shakespeare?

¿Qué tuvo de singular este dramaturgo inglés

de fines del siglo XVI? Bate busca las res-

puesta, muestra la imagen que nos hemos

formado de él, donde se mezclan la realidad

con las anécdotas sin separar los hechos

documentados de las historias.. Un libro

inteligente y totalmente accesible, cuya lectu-

ra se disfruta y a la vez impresiona.

“Interpretar a

Shakespeare”

John Gielgud

Alba Editorial (2001)

296 páginas

John Gielgud, actor británico, describe el

mundo del teatro shakespeariano que él tan

bien conoció. El libro se completa con varios

interesantísimos apéndices que contienen

análisis de obras, cuadernos de notas de di-

rección, críticas, etc. Una obra fundamental

para todos los aficionados al teatro.

“Shakespeare,

la biografía”

Peter Acroyd

EDHASA (2008)

Ackroyd logra que el lector acompañe al

dramaturgo en el mundo del teatro isabelino,

mostrándole las convenciones teatrales de la

época, la consideración social de los actores,

la gestión económica de las compañías teatra-

les, los procesos de edición de los textos, los

plagios, las tertulias, los modos y métodos de

trabajo tanto de la creación dramatúrgica

como escénica.

Desde el año 2011 en la ciudad de

Buenos Aires se lleva adelante bajo

la dirección de Patricio Orozco el

Festival Shakespeare.

En el 2011, la ciudad de Buenos Aires

vio nacer un festival dedicado íntegra-

mente al dramaturgo inglés William

Shakespeare. Tomando como ejemplo

ciudades del mundo como Sydney, Bar-

celona y Cambridge, donde ya se hacían

esto ciclos, el actor y director Patricio

Orozco, creador del Festival Beckett

Argentina, realizador de numerosas pues-

tas y con formación artística en la Royal

Company de Londres decidió poner ma-

nos a la obra.

El evento se realiza cada año en El Ex-

tranjero, barrio de Abasto, reuniendo a

artistas argentinos y extranjeros apasio-

nados por la obra de Shakespeare, crean-

do así un espacio para intercambiar expe-

riencias y conocimientos.

Los objetivos son difundir la obra de

Shakespeare ubicando al país en el mapa

mundial de festivales relacionados con el

teatro y con este autor, colaborando con

la calidad y variedad de oferta artística

ofrecida en la Ciudad de Buenos Aires y

en el interior. También, poder promover

el trabajo de jóvenes actores y directores,

sumando disciplinas como la danza,

música, cine y fotografía, invitando a

compañías extranjeras para promover la

cooperación e intercambio y dando traba-

jo a estudiantes de las carreras de: Diseño

gráfico y web, producción teatral, esce-

nografía, vestuario, publicidad y marke-

ting, entre otros.

El Festival cuenta con la coproducción

del Ministerio de Cultura de la Ciudad de

Buenos Aires.

“Romeo y Julieta de

bolsillo”: Versión li-

bre del clásico de

Shakespeare. Un par

de catedráticos inten-

tan exponer la obra improvisando sus

escenas en un tono aporteñado y diverti-

do. Técnicas de clown, coreografías,

música y humor. Con dirección de Emi-

liano Dionisi. El Extranjero, V. Gómez

3378, de jueves a domingos, a las 17. $

60.

“Otello” de nuevo en el Colón: El 18

de julio a las 20:30 hs se presentará la

temporada Lírica 2013, Otello, del com-

positor Giuseppe Verdi .El José Cura

sumará sus dotes de director de escena y

escenógrafo, contando con la dirección

musical de Massimo Zanetti en las pri-

meras cuatro funciones, y luego Carlos

Vieu. Teatro

Colón, Loca-

lidades desde:

$50.

Info: www.festivalshakespeare.com.ar

La mayoría de las

obras shakespearia-

nas, tienen como títu-

lo el nombre de un

personaje masculino,

mientras que: "Anto-

nio y Cleopatra",

"Romeo y Julieta",

"Troilo y Crésida",

"La fierecilla doma-

da" y "Las alegres

comadres de Wind-

sor" aluden a los per-

sonajes femeninos.

Raymond Scott, un librero desem-

pleado, en 1988 habría robado de la

Universidad de Durham la valiosa

primera edición de "First folio", un

manuscrito de Shakespeare datado en

1623. En 2008, el hombre se pre-

sentó en la Folger Shakespeare Li-

brary, de Washington, para solicitar

que se verificase la autenticidad del

material; alegando que lo había en-

contrado en Cuba. Los bibliotecarios

sospecharon y lo denunciaron. Scott

fue condenado a ocho años de prisión

por “vandalismo cultural” (esto in-

cluye romper las tapas del manuscri-

to, ocultarlo, y haberlo sacado del

territorio británico).

Sólo existen seis firmas autentifica-

das del conocido dramaturgo realiza-

das entre 1612 y 1616.

Shakespeare sólo ha dejado su huella

en una serie de documentos de índole

mercantil y judicial; algo que los

grafólogos atribuyen a un hombre de

nivel académico insuficiente. Su

firma es considerada una de más

valiosas del mundo, teniendo un

valor entre 3 y 5 millones de dólares.

Shakespeare estuvo casado con Anne

hasta su muerte, y le sobrevivieron

dos hijas, Susannah y Judith. La

primera se casó con el doctor John

Hall. Ni los hijos de Susannah ni los

de Judith tuvieron descendencia, por

lo que no existe ningún descendiente

vivo del escritor.

Un pequeño paseo por Stratford, la ciudad natal de William Shakespeare.

Casa natal de William Shakespeare.

Iglesia de la Santa Trinidad donde Shakes-

peare fue bautizado y donde está enterrado. .

Stratford es mundialmente famosa por ser el

lugar de nacimiento del dramaturgo William

Shakepeare. Esta localidad del condado de

Warwickshire, construida sobre el río Avon,

cobró fama en el siglo XIII por sus merca-

dos.

Dulce hogar

Quien espere disfrutar de una experiencia

isabelina debe dirigirse a la céntrica Henley

Street, donde se encuentra la casa natal de

William Shakespeare.

Es una construcción típica del siglo XVI,

que ha sido muy bien restaurada, sencilla, -

aunque para la época era un lujo-, con dos

plantas y estructura de roble, mayor que la

medida de las viviendas de ese tiempo.

Existen varias casas alrededor de Stratford

relacionadas con el escritor: la casa donde

nació, la Nash´House (donde vivió su nieta),

Hall´s Croft (donde vivió su hija), Mary

Anden´s House (donde habitó la madre de

Shakespeare), el museo de campo del escri-

tor (aldea de Wilmcote), y la Anne Hat-

haway´s Cottage (hogar de la familia de la

esposa).

Santa Trinidad

A la orilla del río Avon está una de las

más bellas iglesias de Inglaterra, la Santí-

sima Trinidad. Allí reposan los restos del

autor. El sigilo que impone el recinto

sagrado mitiga el efecto de los turistas.

Al caminar por las calles de Stratford nos

cruzamos con negocios con nombres de

personajes de Shakespeare. También se

encuentran tres teatros importantes, entre

ellos el Teatro Real William Shakespeare. Hoy Stratford vive del turismo en torno a la

figura de su vecino más célebre, teniendo

mucho para ofrecer en torno a la vida y a la

obra del Bardo.

Más de 2000 palabras del idioma

inglés que se encuentran en el “Dic-

cionario Oxford English actual”

fueron registradas por primera vez

en las obras de William Shakes-

peare (aunque, no necesariamente

hayan sido creadas por él).

El suicidio era uno de sus temas más

comunes, ocurre trece veces en sus

obras.

En la época del cine

mudo se rodaron

más de cuatrocien-

tos títulos que re-

creaban con mayor

o menor grado de

fidelidad el universo

del dramaturgo isabelino. La mayoría

de estas películas se han perdido

irremisiblemente.

En París se encuen-

tra la librería Sha-

kespeare and Com-

pany, también bi-

blioteca especiali-

zada en literatura anglosajona. Su

propietaria fue Sylvia Beach. La

misma era visitada por autores de la

Generación Perdida», como

Hemingway, Pound, Fitzgerald,

Stein y Joyce.

N° 1: Romeo y Julieta 15/06 N°2: Julio César 22/06 N° 3: Hamlet 29/06 N° 4: Otelo 06/07 N° 5: Macbeth 13/07 N°6: La comedia de las equivocaciones 20/07 N°7: Trabajos de amor perdidos 27/07 N°8: Sueño de una noche de verano 03/08 N°9: El mercader de Venecia 10/08 N°10: Las alegres comadres de Windsor 17/08