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222 ESTUDIO VI LOS SIGNIFICADOS Y USOS DE LA CONTRA- TRANSFERENCIA * I. Introducción Los significados de la transferencia y contratransfe- rencia. Enfoques actuales. El psicoanálisis frente al problema de la contratransferencia. El mito de la situación analítica. Contratransferencia y ob- jetividad. Freud designa a la transferencia como el máximo peligro y, al mismo tiempo, como el mejor instru- mento para la labor analítica. Se refiere con esto a la labor de hacer consciente el pasado reprimido. Además confiere a la transferencia un tercer signi- ficado: el de ser el campo en el que el analizado puede revivir el pasado en condiciones mejores y así rectificar decisiones y destinos patológicos. En forma similar pueden diferenciarse tres significados de la contratransferencia. Puede ser el máximo peli- gro y al mismo tiempo, un importante instrumento para la comprensión, es decir, para la función de intérprete del analista. Además, interviene en la manera de ser y en la conducta del analista, o sea, en cuanto es el objeto en la revivencia, en el nuevo * Trabajo presentado en la Asociación Psicoánalitica Ar- gentina en mayo de 1953 y publicado en The Psychoanalytic Quarterly, Vol. XXVI, N» 3, 1957, con el título "The mean- ings and uses of Countertransference".

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Estudio sobre tecnica psicoanalitica

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ESTUDIO VI

LOS SIGNIFICADOS Y USOS DE LA CONTRA- TRANSFERENCIA *

I. Introducción

Los significados de la transferencia y contratransfe-

rencia. Enfoques actuales. El psicoanálisis frente

al problema de la contratransferencia. El mito de

la situación analítica. Contratransferencia y ob-

jetividad.

Freud designa a la transferencia como el máximo peligro y, al mismo tiempo, como el mejor instru-

mento para la labor analítica. Se refiere con esto a la labor de hacer consciente el pasado reprimido. Además confiere a la transferencia un tercer signi-ficado: el de ser el campo en el que el analizado puede revivir el pasado en condiciones mejores y así rectificar decisiones y destinos patológicos. En forma similar pueden diferenciarse tres significados

de la contratransferencia. Puede ser el máximo peli-

gro y al mismo tiempo, un importante instrumento

para la comprensión, es decir, para la función de intérprete del analista. Además, interviene en la manera de ser y en la conducta del analista, o sea, en cuanto es el objeto en la revivencia, en el nuevo

* Trabajo presentado en la Asociación Psicoánalitica Ar-gentina en mayo de 1953 y publicado en The Psychoanalytic

Quarterly, Vol. XXVI, N» 3, 1957, con el título "The mean- ings and uses of Countertransference".

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trozo de vida que es la situación analítica, y en la que el analizado debe encontrarse con una comprensión y objetividad mayores de las que encontró en su realidad o en su fantasía infantiles.

¿Cuáles son los enfoques actuales con respecto al problema de la contratransferencia? *.

S. Lorand60 se ocupa predominantemente de los peligros que provienen de la contratransferencia para la labor analítica. Al mismo tiempo señala la importancia de tener en cuenta las reacciones con-tratransferenciales en cuanto ellas pueden indicar un asunto importante a elaborar con el analizado. Recalca la necesidad de que el analista esté constantemente consciente de su contratrans-ferencia. Lorand trata además una serie de problemas específicos, como el deseo de curar del analista, la actividad de analizar como válvula de escape para los propios problemas del analista, la interferencia del narcisismo y de motivos personales en la labor, etc. Subraya también el hecho de que estos problemas contratransferenciales no sólo conciernen al candidato, sino que pueden presentarse también en el analista experimentado.

D. W. Winnicott81 trata predominantemente un aspecto específico, o sea, "el odio objetivo y justifica-do" en la contratransferencia. Sus consideraciones se refieren, ante todo, al tratamiento de psicóticos. Su interés principal se dirige al destino que el analista debe dar a este sentimiento, como, por ejemplo, si debe soportar silenciosamente su odio o

* Me limito en lo que sigue a los trabajos publicados

desde 1946. A la bibliografía anterior me he referido en el Estudio V.

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comunicárselo al analizado. En este sentido, Winnicott se ocupa de una determinada reacción contratransferencial en cuanto interviene en la

conducta del analista, quien es el objeto del analizado en su revivencia de la infancia.

P. Heimann42 enfoca la contratransferencia como instrumento para la comprensión del analizado. "La acepción básica consiste en que el inconsciente del analista comprende el inconsciente de su paciente. Este 'rapport' profundo llega a la superficie en la forma de sentimientos que el analista percibe en respuesta a su paciente, en su contratransferencia." Esta respuesta emocional del analista está frecuentemente más cerca de la realidad psicológica del analizado que el juicio consciente del analista sobre la misma situación.

M. Little58 se ocupa, por una parte, de la contra-transferencia como perturbación para la comprensión e interpretación, y por la otra, de la influencia de la contratransferencia en la conducta del analista, por tener un papel decisivo en la revivencia infantil del analizado. Little recalca la tendencia del analista a repetir ciertos aspectos de la conducta de los padres del paciente y a satisfacer ciertas necesidades propias (y no las del analizado). Considera que es necesario que el analista admita la contratransferencia al analizado y que la interprete, y eso no sólo con respecto a las reacciones contratransferenciales "objetivas" (Winnicott), sino también con respecto a las reacciones "subjetivas".

A. Reich75 dedica su interés principal a la contra-transferencia como fuente de perturbaciones en el análisis. Intenta, en primer lugar, una clarificación del concepto, y diferencia dos clases, o sea, la "con-tratransferencia propiamente dicha" y "el uso del

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análisis por parte del analista para fines del acting out, para luego investigar las causas de estos fenómenos. Finalmente busca una comprensión profunda de las condiciones personales que llevan a buenos resultados en la labor analítica o, por el otro lado, a perturbaciones en ésta.

M. Gitelson80 intenta similarmente llevar orden a la compleja fenomenología de la contratransferencia y establece la diferencia entre las "reacciones del analista frente al paciente como un todo" (las "transferencias" del analista) y "las reacciones del analista frente a aspectos parciales del paciente" (las "con-tratransferencias" del analista). Se ocupa además de los problemas referentes a la intrusión de la con-tratransferencias" del analista). Se ocupa, además, en tales casos la contratransferencia debe ser tratada, por lo general, por el analista junto con el analizado. En este sentido, Gitelson concuerda con los puntos de vista de M. Little.

E. Weigert82 no sólo se expresa en favor del análisis de la contratransferencia cuando ésta haya hecho intrusión en la situación analítica, sino que también aconseja, para etapas avanzadas del tratamiento, una menor reserva en la conducta del analista y una mayor espontaneidad en la manifestación de la contratrans-ferencia.

Quisiera también referirme aquí a dos trabajos míos sobre contratransferencia. El primero (1948)66

trata predominantemente de la contratransferencia como peligro para la labor. Después de analizar las resistencias que todavía existían con respecto a la investigación de la contratransferencia, traté de mos-trar, sin reticencias, cómo los conflictos edípicos y preedípicos, así como también los procesos patoló-gicos (paranoicos, depresivos, maníacos, masoquistas,

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etc.), continúan en la neurosis de contratransferen-

cia, y cómo interfieren en la comprensión, interpre-tación y conducta del analista. Esto se refería tanto a la contratransferencia "directa" como a la "in-directa" *.

En un segundo trabajo (1951)67 me he ocupado de la contratransferencia como instrumento para la com-prensión de las situaciones psicológicas, especialmente transferenciales, del analizado. Este trabajo, que co-incide en su enfoque principal con el de P. Hei- mann42, contiene, además, los siguientes puntos: 1) Incluye la investigación de las reacciones contra- transferenciales de gran intensidad y aun las patoló-gicas, y concluye que también éstas pueden y deben servir de instrumento. 2) Acentúa la posibilidad de usar también la contratransferencia en cuanto expre-sión de las identificaciones del analista con los objetos

(internos) del analizado (además de la identificación con su ello y su yo). 3) Se hace una tentativa de analizar las reacciones contratransferenciales percibi-das y de deducir de su carácter específico (contenidos, angustias, mecanismos específicos) el carácter espe-

cífico de los sucesos psicológicos en el analizado. En el trabajo presente deseo, por una parte, conti-

nuar y amplificar estos últimos puntos de vista, es decir, la contratransferencia como instrumento para la comprensión de lo que sucede en el analizado, tanto de sus contenidos y mecanismos específicos como de las intensidades de su situación psicológica, espe-

* Esta diferenciación concuerda en esencia con las dos clases de contratransferencia de A. Reich (véase pág. 224). Sólo que, a mi juicio, también en "el uso del análisis por parte del analista para fines del acting out" (lo que he lla-mado "contratransferencia indirecta"), el analizado repre-senta un objeto para el analista (un objeto "subtransferido") y no solamente un "instrumento".

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cialmente transferencial. En este sentido, la percep-ción de las reacciones contratransferenciales puede también ayudar a comprender qué debe ser interpre-tado y cuál es el momento indicado para hacerlo. Por otra parte, este trabajo tratará de la influencia de la contratransferencia sobre la posición y la conducta del analista frente al analizado, y por lo tanto sobre el analista como objeto de la revivencía de la in-fancia a rectificar, y de las posibles consecuencias de esta influencia para el proceso de transformación psi-cológica. Aunque ambos aspectos están íntimamente conectados, el último enfoque será el tema principal de los Capítulos III - V, mientras que la contratrans-ferencia como instrumento será el tema central del Capítulo VI.

Antes de entrar en el tema mismo quisiera refe-rirme a un aspecto de la historia del psicoanálisis re-ferente a su posición frente al problema de la contra-

transferencia. Se trata de un hecho un tanto extraño, de un contraste llamativo. El descubrimiento de la contratransferencia y de su gran importancia en la labor analítica, hecho por Freud 19, dio origen a la institución del análisis didáctico, que se convirtió en base y centro de la formación psicoanalítica. Pero, por otro lado, la elaboración científica de la contra-transferencia fue sumamente escasa en los 40 años que siguieron a aquel descubrimiento. Sólo en los últimos 3 ó 4 años cambió la situación —como de golpe—, convirtiéndose la contratransferencia en un tema tratado con frecuencia, amplitud y profundidad. ¿Cómo se explica aquel contraste?; además, ¿cómo se explica este último cambio? ¿No habrá que dudar —en vista de aquel contraste— del grado en que el análisis didáctico ha podido cumplir su función, si justamente el problema cuyo descubrimiento llevó a la

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creación de aquella institución didáctica ha encontrado tan poca elaboración científica?

La importancia de estas preguntas me parece evi-dente. Los que convivieron gran parte de la historia psicoanalítica de estos 40 años serán los más autori-zados para contestarlas *. De ahí que quiero limitarme a expresar una suposición al respecto.

La escasa elaboración científica de la contratrans-ferencia debe provenir, lógicamente, de la posición de los analistas frente a sus propias contratransfe-rencias, es decir, de un rechazo que representa a los restos sin resolver del viejo conflicto con la propia parte primitiva y con la propia neurosis. Este con-flicto está estrechamente vinculado con los ideales irreales infantiles, cuya supervivencia se debe a de-ficiencias del análisis (didáctico) de estos mismos aspectos en la transferencia. Estas deficiencias se deben a su vez, en parte, a problemas contratrans- ferenciales insuficientemente resueltos en el analista didáctico, como mostraré más adelante. Estaríamos así en un círculo vicioso, pero podemos ver dónde abrir la brecha que lo rompa. Hay que comenzar con la revisión de nuestra posición frente a la propia contratransferencia buscando una mejor superación de los ideales infantiles y aceptando en mayor grado ser niños y neuróticos aun siendo adultos y analistas; sólo así, venciendo mejor la represión de la contra-transferencia, se conseguirá el mismo resultado en el candidato.

* M. Balint4 trata de un problema similar, o sea, el nú-mero muy limitado de trabajos sobre el sistema de la forma-ción psicoanalítica. La investigación histórica-psicológica de este problema lleva a Balint a una serie de interesantes con-sideraciones sobre la relación entre analistas didácticos y candidatos.

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La insuficiente disolución de las idealizaciones y de las angustias y sentimientos de culpabilidad subya-centes, lleva a dificultades especiales al convertirse el niño en adulto o al convertirse el analizado en analis-ta, dada la exigencia dirigida a sí mismo de haber realizado ampliamente la identificación con aquellos ideales. Creo que de ahí proviene el hecho de haberse tratado mucho más, por ejemplo, el complejo edí- pico del niño con sus padres que el de los padres con sus hijos, y mucho más el complejo edípico del analizado con el analista que el del analista con el analizado. De ahí, pues, que se haya tratado mucho más la transferencia que la contratransferencia.

El que el grado de los conflictos contratransferen- ciales determine las deficiencias en el análisis de la transferencia, se hace evidente considerando que la transferencia es la expresión de las relaciones con los objetos internos; pues siendo así, la comprensión de la transferencia dependerá de la capacidad del ana-lista para identificarse tanto con las tendencias y de-fensas como con los objetos internos del analizado, y de ser consciente de estas identificaciones. Eso, a su vez, dependerá del grado en que acepta su contra-transferencia, ya que ésta se basa en las identificacio-nes con el ello y el yo del analizado, por un lado, y en las identificaciones con los objetos internos de éste, por el otro. Se podría decir también que la transferencia es la expresión de las relaciones con las contratransferencias fantaseadas (y reales) del ana-lista. Pues así como la contratransferencia es la res-puesta psicológica a las transferencias (reales e ima-ginarias) del analizado, así también la transferencia es la respuesta a las contratransferencias (imaginarias y reales) del analista. El análisis de las fantasías del analizado con respecto a las contratransferencias, las

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que constituyen las causas y consecuencias de las transferencias, son una parte integrante del análisis de estas últimas. La captación de las fantasías del ana-lizado referentes a la contratransferencia dependerá a su vez del grado en que el analista mismo perciba sus procesos contratransferenciales, o sea, del grado (la continuidad y profundidad) de su contacto consciente consigo mismo.

En resumen: la represión de la contratransferencia (y otros mecanismos de defensa referentes a ella) lleva necesariamente a deficiencias en el análisis de la transferencia, lo que a su vez lleva a la represión (etc.) contratransferencial en cuanto el candidato se convierte en analista. Es una herencia de generación en generación, similar a la de las idealizaciones y ne-gaciones con respecto a las imagos de los padres, que continúan obrando aun cuando el niño se convierte en padre o en madre. La mitología infantil continúa en la mitología de la situación analítica *, siendo el mismo analista parcialmente sometido a ella y colaborando inconscientemente en su mantenimiento en el candidato.

Expondré más adelante algunos ejemplos que deben ilustrar el contenido y el alcance de las afirmaciones precedentes. Aquí quisiera referirme aún, brevemen-te, a uno de aquellos ideales en su expresión especí-ficamente psicoanalítica: el ideal de la objetividad

del analista. Desde luego, nadie niega el factor sub-jetivo ni la contratransferencia en sí; pero sin embar-go, parece existir una diferencia importante entre lo que suele aceptarse prácticamente y la realidad. Si se quisiera contar el "mito de la situación analí-tica", podría comenzarse diciendo que el análisis es

* M. Little58 habla del "mito del analista impersonal".

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un asunto entre un enfermo y un sano. La realidad es que es un asunto entre dos personalidades cuyo yo está presionado por el ello, por el superyó y el mundo externo, cada uno con sus dependencias internas y ex-ternas, angustias y defensas patológicas, cada uno también un niño con sus padres internos, y respon-diendo toda esta personalidad tanto del analizado como del analista a cada uno de los acontecimientos de la situación analítica *. Junto con estas simili-tudes existen también diferencias, y a una de ellas, la "objetividad", quería referirme. La objetividad del analista consiste, principalmente, en una deter-minada posición tomada frente a la propia subjeti-vidad, la "contratransferencia". El ideal neurótico (obsesivo) de la objetividad lleva a la represión y al bloqueo de la subjetividad; sería la realización (apa-rente) del mito del "analista sin angustia y sin enojo". El otro extremo neurótico es el "hundirse" en la con-tratransferencia. La verdadera objetividad se basa en una forma de desdoblamiento interno que capacita al analista a tomarse a sí mismo (su propia subjeti-vidad o contratransferencia) como objeto de su ob-servación y análisis continuos. Esta posición lo capa-

* La acentuación de esta "igualdad" tiende a llamar la

atención al peligro de que determinados restos del "orden patriarcal" se infiltren en la situación analítica. La poca ela-boración científica de la contratransferencia es una expresión de una "desigualdad social" (que mentalmente aún parece subsistir) en la sociedad analista-analizado y señala la nece-sidad de una "reforma social"; ésta sólo puede provenir de una mayor conciencia de la contratransferencia. En efecto, mientras reprimimos, por ejemplo, el querer dominar neuró-ticamente a! analizado (¡ y lo queremos en una parte de nues-tra personalidad!), no lo podemos libérar de su dependencia neurótica, y mientras reprimimos el estar dependiendo de él neuróticamente (¡y lo estamos en parte!), no podemos libe-rarlo de su necesidad de dominarnos neuróticamente.

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cita también para ser relativamente "objetivo" frente al analizado. II. Conceptos básicos

Disquisición terminológica. La "contratransferencia

total". La serie complementaria en la contratrans-

ferencia. Lo transferido y lo neurótico en ella

("neurosis de contratransferencia"). Las identifi-

caciones concordantes y complementarias. Otra

analogía con la transferencia.

El término contratransferencia ha encontrado di-versas acepciones. De ahí que sea imprescindible que aclare, antes de continuar, a qué me refiero al hablar de contratransferencia. Las diferencias en las diver-sas acepciones del término pueden sintetizarse dicien-do que para unos la contratransferencia es todo lo que surge en el analista corno respuesta psicológica frente al analizado, mientras para otros no todo eso debe lla-marse contratransferencia. Así, por ejemplo, algunos quieren reservar este término para lo infantil en la relación del analista con su analizado, mientras que otros hacen otras delimitaciones (véase A. Reich, Gitelson). De esta manera los valiosos esfuerzos para diferenciar unos y otros aspectos en la compleja feno-menología de la contratransferencia, amenazan con causar confusiones o bien discusiones poco fértiles con respecto a la terminología. Freud estableció el término contratransferencia en evidente analogía con la transferencia. Ésta fue definida por Freud como "reimpresión" o "reedición" de vivencias infantiles, incluyendo mayores o menores cambios de la expe-riencia originaria. De ahí que se use con frecuencia el

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Término transferencia para la totalidad de la situa-ción psicológica del analizado frente al analista. Sa-bernos, por cierto, que factores actuales, reales, exter-nos, de la situación analítica en general y del ana-lista en especial, tienen una influencia importante en la relación del analizado con el analista, pero por otra parte también sabemos que todos estos factores presentes son vivenciados sobre la base y según el pasado y la fantasía, es decir, sobre la base de la predisposición transferencial. Estamos nuevamente ante una serie complementaria que determina la neu-rosis de transferencia y, en general, la situación psi-cológica del analizado frente al analista: por un lado está dada la disposición transferencial, por el otro, las vivencias actuales y, en especial, analíticas, siendo la transferencia en sus diversas expresiones la resul-tante de estos dos factores. Análogamente, existe en el analista una disposición contratransferencial por un lado, las vivencias actuales y, en especial, analíti-

cas por el otro, y la contratransferencia como resul-tante. Justamente esta fusión del presente y del pa-sado, el continuo enlazarse de realidad y fantasía, externo e interno, consciente e inconsciente, hace ne-cesario un concepto que abarque la totalidad de la respuesta psicológica del analista, y aconseja al mismo tiempo conservar con tal fin el ya acostumbrado término "contratransferencia". Donde sea necesario para la mayor claridad podría hablarse de la "contra-transferencia total", y diferenciar y separar dentro de ella uno u otro aspecto. Uno de ellos es justa-mente lo transferido en la contratransferencia, que es lo que proviene de antes y que es, en especial, la parte infantil o primitiva dentro de la contratransfe-rencia total. Otro de estos aspectos —íntimamente ligado con el anterior, pero desde luego no idéntico

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sino una parte de él—, es lo neurótico en la contra-

transferencia; su señal principal es la angustia irreal y las defensas patológicas. En ciertas circunstancias se puede hablar de una neurosis de contratrans-

ferencia 66. Para aclarar mejor el concepto de la contratrans-

ferencia, podría partirse de la pregunta ¿qué es lo que, en términos generales, acontece en el analista frente al analizado? La primera respuesta que puede darse es: todo lo que puede acontecer en una perso-nalidad frente a otra. Pero eso dice tanto, que no dice casi nada. Adelantamos un paso teniendo pre- septe que en el analista hay una tendencia que nor-malmente suele predominar en su relación con el analizado: es la tendencia que corresponde a su fun-ción de ser analista, o sea, la de comprender todo lo que sucede en el analizado. Junto a esta tendencia existen frente al analizado, virtualmente, todas las demás posibles tendencias, sentimientos, temores, etc. La intención de comprender crea determinada pre-disposición: la de identificarse con el analizado, que es la base de la comprensión. El analista puede reali-zar esta intención, en cuanto se identifica su yo con

el yo del analizado, o más claramente (aunque con cierta inexactitud terminológica), en cuanto se iden-tifica cada parte de su personalidad con la correspon-

diente parte psicológica del analizado: su ello con el ello, su yo con el yo, su superyó con el superyó del analizado, aceptando en la conciencia estas identifi-caciones. Pero eso no siempre acontece ni es todo lo que acontece. Aparte de estas identificaciones que podrían llamarse identificaciones concordantes u ho-mologas, la observación señala como sumamente im-portantes las identificaciones del yo del analista con los objetos internos (por ejemplo con el superyó)

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del analizado; siguiendo un término de H. Deutsch podrían llamarse identificaciones complementarias *.

Tanto las relaciones entre las dos clases de identifi-caciones como también el destino ulterior de éstas, serán aún estudiadas. Aquí sólo quisiera agregar las siguientes notas:

a) La identificación concordante se basa en la introyección y proyección o, en otros términos, en la resonancia de lo externo en lo interno, en el recono-

cimiento de lo ajeno como propio "esto [tú] soy yo" y en la equiparación de lo propio con lo ajeno ("esto [yo] eres tú"). Los procesos inherentes a las identificaciones complementarias son los mismos, sólo que se refieren a los objetos del analizado. Cuanto mayores sean los conflictos entre las propias partes de la personalidad del analista, tanto mayores serán las dificultades para realizar las identificaciones con-cordantes en su totalidad.

b) Las identificaciones complementarias se produ-cen ya por el hecho de que el analizado trata al ana-lista como a un objeto interno, razón por la cual éste se siente tratado como tal, es decir, se identifica con este objeto. Al mismo tiempo existe una estrecha co-nexión con el destino de las identificaciones concor-dantes: parece que en la medida, en que el analista

fracasa en éstas, y las rechaza, se intensifican deter-

minadas identificaciones complementarias. Se entien-de que ,el rechazo de una parte o tendencia propia del analista, por ejemplo, de su agresividad, lleva a un rechazo de la agresividad del analizado (con lo que fracasa esta identificación concordante) y que tal situación lleva a una mayor identificación (comple-

* H. Deutsch8, habla de posición complementaria al referirse a las identificaciones del analista con las imagos de los objetos.

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mentaría) con el objeto (rechazante) hacia el que está dirigido aquel impulso agresivo. El uso corriente refiere con frecuencia el término "contratransferencia" solamente a las identificaciones complementarias, es decir, a aquellos procesos psicológicos del analista en que éste, sintiéndose tratado como un objeto e identificado (parcialmente) con un objeto interno del analizado, vivencia a éste como a un objeto interno propio; al mismo tiempo son frecuentemente excluidas del concepto "contratransferencia" las identificaciones concordantes, es decir, aquellos contenidos psicológicos que surgen en el analista a causa de ¡a empatia lograda con el analizado y que "simplemente" reflejan y reproducen los contenidos psicológicos de éste. Tal vez sería lo mejor seguir este uso, pero existen algunas circunstancias que se oponen a ello. Ante todo, está el hecho de que algunos autores incluyen las identificaciones concordantes en el concepto de la contratransferencia. Tendríamos, pues, que entrar en una discusión terminológica o aceptar el término en este sentido más amplio. Creo, por varias razones, que lo último es preferible. Si consideramos que las identificaciones concordantes del analista (sus "com-prensiones") son una forma de reproducción de sus propios procesos pasados, especialmente de su propia infancia, y que esta reproducción o revivencia se realiza como respuesta a estímulos del paciente, estaremos más dispuestos a incluir las identificaciones concordantes en el concepto de la contratransferencia. A esto se agrega la estrecha conexión de las iden-tificaciones concordantes con las complementarias (es decir, con la contratransferencia en el sentido corrien-te), lo cual aconseja una diferenciación pero no una total separación de los términos. Finalmente debe tenerse en cuenta que la disposición a la empatia, es

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decir, a las identificaciones concordantes, se origina principalmente en la contratransferencia positiva su-blimada, lo que igualmente relaciona la empatia con la contratransferencia en el sentido corriente. Todo eso sugiere, pues, la aceptación del término contra-transferencia como la totalidad de la respuesta psi-cológica del analista frente al paciente. En este caso, la diferencia entre los dos aspectos mencionados debe aún ser concretada terminológicamente. Por un lado está el analista como sujeto y el analizado como objeto del conocimiento, el cual en cierto sentido anula la "relación de objeto" propiamente dicho, produciéndose en su lugar la unidad o identidad aproximada entre partes del sujeto y partes del objeto (experiencias, impulsos, defensas, etc.); el conjunto de los procesos pertenecientes podría denominarse —-donde sea necesario— contratransferencia concordante. Por otro lado existe una relación de objeto muy similar a muchas otras, una verdadera "transferencia" en que el analista "repite" vivencias anteriores, representando el

analizado objetos internos del analista; el conjunto de estas últimas vivencias (que igualmente existen siempre y continuamente) podría ser denominado

contratransferencia complementaria *. Un breve ejemplo no estará de más aquí. Tome-

mos el caso de un analizado que amenaza al analista con suicidio. En tales situaciones no raras veces sucede un rechazo de la identificación concordante por parte del analista y una intensificación de la iden-tificación con el objeto amenazado. La angustia que tal amenaza hace surgir en el analista puede llevar

* Dado el íntimo enlace entre los dos aspectos de la con-tratransferencia esta diferenciación es un tanto artificial. Su introducción sólo se justifica considerando las circunstancias arriba mencionadas.

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a diversas reacciones o mecanismos de defensa dentro de él, por ejemplo, el fastidio contra el analizado. Esto —la angustia y el fastidio— serían contenidos de la "contratransferencia complementaria". La percepción de su fastidio puede originar a su vez sentimientos de culpa en el analista y éstos llevar a deseos de reparación y a la intensificación de la identificación y contratransferencia concordantes.

Referente a estos dos aspectos de la "contratrans-ferencia total" existe también una analogía con la transferencia. La transferencia positiva sublimada es el móvil principal e imprescindible para el trabajo del analizado, sin constituir por sí un problema técnico. La transferencia se convierte en dificultad o "tema" (según las palabras de Freud), principalmente "cuando se convierte en resistencia", cuando por "resistencia" se ha vuelto sexual o negativa 20- 23. Análogamente, la contratransferencia positiva sublimada es el móvil principal e imprescindible del trabajo del analista (disponiéndolo a la continuada identificación concordante), y también la contra transferencia se convierte en dificultad o "tema" técnico, principalmente, cuando se convierte en sexual o negativo. Agrego que también eso se produce, en forma intensa, ante todo, por resistencia —en este caso, del analista—es decir por "contrarresistencia". Esto lleva al problema de la

dinámica de la contratransferencia. Puede ya vislumbrarse que los tres factores que Freud designó como determinantes en la dinámica de la transferencia (o sea: el impulso de repetir los clisés vivenciales infantiles, la necesidad libidinal y la resistencia) son también decisivos para la dinámica de la contratransferencia. Volveré sobre esta cuestión más adelante.

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III. Peligros y usos de la contratransferencia

Tesis principal de esta parte. Primer ejemplo. Análisis

estratográfico de una reacción contratransfe-

rencial. Fundamentos de la "contratransferencia

complementaria". Ilustración de las identificacio-

nes contratransferenciales. Otra ejemplificación de

la tesis principal.

La tesis principal que desarrollaré a continuación (Capítulos II-V), es, en síntesis, la siguiente:

Cada situación transferencial provoca una situación contratransferencial, que surge a raíz de la identifica-ción del analista con los objetos del analizado ("con-tratransferencia complementaria"). Estas situaciones contratransferenciales pueden, por cierto, ser reprimi-das o bloqueadas afectivamente, pero problablemente no evitadas; en todo caso, no deberían ser evitadas, a fines de una comprensión total. Las reacciones con-tratransferenciales son regidas por las leyes del incons-ciente general e individual. Entre éstas debe ser re-calcada la ley del talión. Así, por ejemplo, cada si-tuación transferencial positiva es contestada, en un

plano, por una contratransferencia positiva; a cada transferencia negativa responde una contratransfe-rencia negativa. Es de gran importancia que el ana-lista esté consciente de esta ley, porque la conciencia de ella es la base que le evitará "hundirse" en la contratransferencia. No estando consciente, no po-drá evitar entrar en el círculo vicioso de la neurosis del analizado, lo que le dificultaría o aun imposibili-taría su labor terapéutica. Un ejemplo simplificado: si la neurosis de un analizado se centra en un con-flicto con su padre introyectado, proyectará a éste

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sobre el analista, a quien tratará como a su padre, El analista se sentirá internamente —en una parte de su ser— en correspondencia con el trato recibido. Si escotomiza esta situación, será inevitable que su conducta está interferida por estas reacciones suyas, por lo que renovaría las situaciones que codetermi- naron, en mayor o menor grado, la neurosis del analizado. De ahí que sea de suma importancia que el analista desarrolle dentro de sí un yo observador de sus reacciones contratransferenciales que, natural-mente, son continuas. La percepción de estas reac-ciones contratransferenciales le ayudará a hacer cons-ciente las continuas situaciones transferenciales del analizado y a. interpretarlas, en lugar de actuar, regido inconscientemente por aquellas reacciones, como su-cede no raras veces. Cito como ejemplo muy cono-cido el "silencio vengativo" del analista. Mientras que el no estar consciente de estas reacciones crea el peligro de que el analizado tenga que repetir nueva-mente —ahora en su vivencia transferencial— el círcu-lo vicioso de "objetos malos" (en realidad, neuróti-cos) e impulsos y defensas patológicas, aquellas in-terpretaciones transferenciales (obtenidas gracias a la vivencia contratransferencial consciente) represen-tan justamente la posibilidad de abrir brechas impor-tantes en este círculo vicioso. Volviendo al ejemplo anterior: si el analista es consciente de lo que la pro-yección de la imago paterna sobre él provocó en su contratransferencia, puede más fácilmente hacer cons-cientes al analizado esta proyección y los mecanismos consecutivos. Justamente la interpretación de estos mecanismos le mostrará al analizado que la realidad actual no es idéntica a su realidad interior (pues si lo fuera, el analista no interpretaría, etc.); el ana-lizado introyecta en tal caso una realidad mejor que

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la de su mundo interno, mientras que tal rectifica-ción no sucede cuando el analista está y actúa bajo el dominio de su contratransferencia inconsciente.

Quisiera ilustrar lo que hasta aquí he resumido, con algunos ejemplos menos simplificados. Volvien-do a la pregunta, qué hace el analista durante la sesión y qué acontece dentro de él, se podría pensar, como primera respuesta: "el analista escucha". Pero ya aquí nos detenemos, pues no es completamente cierto. El analista escucha por lo general, o quiere escuchar, pero no siempre y sin excepción está escu-chando. Ferenczi11 se refiere a este hecho y opina que las distracciones del analista no importan mucho, pues seguramente, el analizado, en tales momentos, ha estado ofreciendo resistencia. Esta nota (que data del año 1918) parece como un resto de la época en que el analista estaba interesado principalmente en los impulsos reprimidos, pues para la época del "aná lisis de las resistencias" tal acontecimiento es tan sig-nificativo como cualquier tema que atendamos con interés. En todo caso, Ferenczi se refiere a una res-puesta contratransferencial y deduce de ésta una si-tuación psicológica del analizado. Dice: ".. .hemos reaccionado inconscientemente al vacío y a la futili-dad de las asociaciones dadas en este momento con la sustracción de la carga consciente". Se podría des-cribir la situación como alejamiento mutuo transfe- rencial-contratransferencial. El alejamiento del ana-lista sería una respuesta a un alejamiento del anali-zado, y este alejamiento, a su vez, una respuesta a una posición psicológica imaginada o real del ana-lista. Si nos hemos alejado (no escuchado, pensado en otra cosa), podemos, pues, utilizar analíticamente este acontecimiento tan bien como cualquier otro. También los sentimientos de culpabilidad que sinta-

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mos por tal alejamiento son analíticamente tan utili- zables como cualquier otra reacción contratransfe- rencial. Las palabras de Ferenczi "el peligro de que el médico se duerma... no debe considerarse como grave porque nos despertamos en la primera ocurrencia que de alguna manera importa para el tratamiento", tienen claramente por finalidad calmar tales sentimientos de culpabilidad. Pero creo que mejor que esta tranquilización racional de los sentimientos de culpa, sirve su utilización analítica, la que al mismo tiempo calmaría mejor (y con mayor adaptación a la realidad) los mismos sentimientos de culpa. En realidad, estamos ante un problema cardinal de la relación transferencial-contratransferencial, y con esto, del proceso terapéutico en general. Pues aquel "ale-jamiento" del analista solamente es un ejemplo de cómo un inconsciente contesta al inconsciente de otra persona, y viceversa. Esta respuesta parece ser regida, en cuanto nos identificamos con los objetos incons-cientes del analizado, por la ley del talión (aunque no solamente por ella), y en cuanto influye inconscien-temente en el analista surge el peligro de aquel círculo vicioso interpersonal, puesto que también el anali-zado responde nuevamente "taliónicamente", y así ad infinitum.

Examinándola más de cerca, se ve que la mencio-nada "respuesta taliónica" o aquella "identificación con el agresor" (es decir, con el analizado frustrador) es un proceso complejo. Tal proceso psicológico del analista suele empezar con un displacer o una angustia (mayor o menor) como reacción a esta agresión (frustración), y frente a esta sensación el analista se identifica con el agresor. Con el término "agresor" no debemos designar simplemente al analizado, sino a algún, objeto interno del analista (especialmente su

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propio superyó o algún perseguidor interno), proyectado ahora sobre el analizado. Esta identificación con el agresor (o perseguidor) tiene por consecuencia un sentimiento de culpabilidad —supongo que siempre—, aunque sea reprimido, pues lo que acontece es, en pequeña medida, un proceso melancólico, tal como lo vio Freud: el objeto nos abandonó (en cierto grado), nos identificamos con el objeto perdido * y acusamos luego al "objeto malo" introyectado, es decir, tenemos sentimientos de culpabilidad. Eso aun puede sentirse en las palabras citadas de Ferenczi, en las que se expresan mecanismos que deben defender al analista de estos sentimientos de culpa: negación de culpa ("el peligro no es grave") y acusación contra el analizado por el "vacío" y la "futilidad" de sus asociaciones **.

Quisiera ahora citar dos situaciones generales que ilustran tanto las identificaciones complementarias y concordantes como el círculo vicioso a que estas si-tuaciones pueden llevar.

a) Una de las situaciones transferenciales que apa-recen con regularidad, consiste en que el analizado ve en el analista a su superyó. El analista se identi-fica por un lado con el ello y el yo del analizado y con la dependencia de éste de su superyó, y, por otro lado, se identifica con este mismo superyó —si-tuación en la que lo coloca el analizado— y vivencia

* Es un abandono parcial y es una amenaza de abandono.

El objeto que amenaza abandonarnos y el perseguidor son, en última instancia, lo mismo. ** El proceso descripto por Ferenczi tiene aun un aspecto más profundo. El "vacío y la futilidad" de las asociaciones son la expresión de la parte vacía, fútil, muerta, del analizado; la expresión de una situación depresiva en que el analizado está solo y abandonado por sus objetos, tal como sucedió en la situación analítica.

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así el dominio del superyó sobre el yo del analizado. La situación del yo frente al superyó es, en el fondo, una situación depresiva y paranoide; la situación del superyó frente al yo, es, en este mismo plano, maníaca (en cuanto este término puede usarse para designar la actitud dominante, controladora y acusadora del superyó frente al yo). En este sentido puede decirse, grosso modo, que a una situación transferencial "depresiva-paranoide" del analizado, corresponde -—en el aspecto de la identificación complementaria— una situación contratransferencial "maníaca" del analista. Ésta, a su vez, puede tener por conse-cuencia diversos temores y sentimientos de culpa, a los que me referiré más adelante *.

b) Cuando el analizado, en defensa a esta situación, se identifica con el superyó, coloca al analista en la situación del yo dependiente y recriminado. El analista no sólo se identificará con esta posición del analizado, sino que también vivenciará la situación en el contenido que el analizado le da, es decir, se sentirá acusado y sometido, y reaccionará en algún grado con angustia y culpa. A una situación transferencial "maníaca" (aquí del tipo de la "manía recriminatoria") corresponde, pues —en el aspecto de la identificación complementaria—, una situación contratransferencial "depresiva-paranoide".

Estas vivencias del analista abarcarán normalmente sólo parte de su ser, dejando libre otra parte que toma nota de ellas en forma adecuada al tratamiento. La percepción de la situación contratransferencial por

* F. Cesio6 presentó un caso en el que muestra las

principales reacciones contratransferenciales que se origina-ron en el curso del tratamiento psicoanalítico, señalando en especial las identificaciones parciales del analista con objetos del superyó de la paciente.

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parte del analista y la comprensión de ella como res-puesta psicológica a determinada situación transfe-rencial, le hará posible captar esta última y eso en el momento preciso en que sea vivenciada. Justamente estas situaciones y la conducta del analista frente a ellas, y en especial las interpretaciones que da al res-pecto, son, como he dicho, de importancia decisiva para el proceso terapéutico, pues son los momentos en que el círculo dentro del cual el neurótico suele moverse —por proyectar su mundo interno hacia afuera y reintroyectar este mismo mundo—- es o no inte-rrumpido. Más aún, en estos puntos decisivos el círculo vicioso puede reforzarse por el analista, si éste es inconsciente de que ha entrado en tal círculo.

Un breve ejemplo. Un analizado repite con el analista su neurosis de fracaso, cerrándose frente a toda interpretación o reprimiéndola en seguida, re-prochando al analista la inutilidad del análisis, vati-cinando también la ineficacia de éste en el futuro, afirmando continuamente su total indiferencia frente a todo, etc. El analista interpreta la posición del analizado frente a él en los distintos aspectos que aparecen, como, por ejemplo, su defensa frente a la vuelta de ciertos peligros (caer en dependencia, aban-dono, engaño, contra-agresión por parte del analista, etc.), en caso de que el analizado abandone su en-cierro e indiferencia frente al analista; interpreta la proyección de los objetos "malos" internos y la sub-siguiente conducta sadomasoquista en la transferen-cia; la necesidad de castigo; el triunfo y la "ven-ganza masoquista" contra los padres transferidos; la defensa frente a la "posición depresiva" por medio de defensas esquizoides, paranoides y maníacas (M. Klein); el rechazo de un ligamen que en el incons-ciente tiene significado homosexual, etcétera. Pero

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puede acontecer que todas estas interpretaciones, a pesar de estar dirigidas a la resistencia central y enlazadas con la situación transferencial, sufran el mismo destino por los mismos motivos, es decir, que caigan en la "marcha en vacío" de la neurosis de fracaso. Es ahora cuando sobrevienen los momentos decisivos antes mencionados. El analista puede em-pezar a angustiarse frente al probable fracaso, ha-biéndolo sometido el analizado con sus resistencias y a sentir enojo contra éste. Guando aparece esta situación en el analista, el analizado suele presentir su posibilidad, ya que su propia "agresividad", etc. la había provocado; suele temer, pues, el enojo del analista. Si éste, amenazado por el fracaso, o mejor dicho, amenazado por su propio superyó o por sus propios objetos arcaicos que encontraron un agente provocador en el analizado, interpreta o actúa bajo la influencia de estos objetos internos, y de sus angus-tias paranoides y depresivas, el analizado está nueva-mente ante una realidad similar a la que tuvo en sus vivencias infantiles (reales o fantaseadas) y a la que tiene en su mundo interno, y el círculo vicioso conti-núa y posiblemente hasta se refuerza. Pero si el ana-lista capta la importancia de esta situación, si com-prende a través de su propia angustia o enojo lo que acontece en el analizado, y si vence, gracias a la nueva comprensión, sus sentimientos negativos e interpreta lo acontecido en el analizado, estando ya en esta nueva situación contratransferencial positiva, en-tonces habrá abierto una brecha —mayor o menor— en el círculo vicioso.

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IV. Continuación

Fenomenología de la contratransferencia. Las "ocu-

rrencias" y las "posiciones" contratransferenciales.

Ejemplos. La "simbiosis" psicológica" entre analista

y analizado. Notas sobre la dinámica de con-

tratransferencia.

He considerado hasta aquí, en términos predomi-nantemente generales la relación entre transferencia y contratransferencia y algunas de sus vinculaciones con el proceso analítico. Quisiera ahora, como próximo paso, mirar más de cerca la fenomenología de la

contratransferencia. Una determinada diferencia ob-servada en las vivencias contratransferenciales sugiere diferenciarlas en dos clases. Una de ellas podría ser denominada ocurrencias contratransferenciales; la otra, posiciones contratransferenciales. Si el analista está enojado con su analizado (como sucedió en el último ejemplo citado en el capítulo anterior) se encuentra en una determinada "posición contratrans-ferencial". Como ejemplo de las "ocurrencias contra-transferenciales" tendríamos el siguiente:

Al comienzo de una sesión un analizado quiere pa-gar sus honorarios. Le entrega al analista un billete y le indica lo que éste debe devolverle. El analista, casualmente, tiene ese día el dinero en otro cuarto y sale para buscarlo, dejando el billete sobre el es-critorio. En el lapso entre salir y volver, tiene la fantasía de que el analizado retomará el dinero y afirmará que el analista ya lo ha guardado. Cuando vuelve, encuentra el billete en el lugar en que lo había dejado. Arregladas las cuentas, el analizado se acuesta y comunica al analista que mientras es-

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taba solo había tenido la fantasía de guardarse el dinero, de darle un beso de despedida al billete, y otras más. Desde luego, la fantasía del analista se basó sobre lo que ya sabía del analizado, quien, en sesiones anteriores, había expresado su intenso rechazo a pagar los honorarios. La concordancia de la fantasía del analista y de la primera fantasía del analizado puede explicarse como proveniente de un enlace de los dos inconscientes, que podría considerarse como simbiosis

psicológica entre las dos personalidades. Al deseo del analizado de quitarle el dinero (manifiesto ya en las sesiones anteriores), reacciona el analista con la identificación tanto con este deseo como con el objeto hacia el cual está dirigido el deseo, y de ahí su fantasía de ser robado. Para que aquellas identificaciones puedan realizarse, debe existir, evidentemente, una virtual identidad, y en general se puede suponer que todas las posibles constelaciones psicológicas en el analizado existen también en el analista. Según sea la constelación en el analizado, vibra en el analista la constelación correspondiente, de lo que resulta aquella simbiosis por la cual surgen espontáneamente en el analista las ocurrencias que corresponden a la constelación psicológica del analizado. Tanto en las fantasías del tipo de la recién expuesta, como en el ejemplo del analista enojado, se trata de identificaciones con el ello, con el yo y con los objetos del analizado; en ambos casos, pues, se trata de reacciones contratransferenciales. Sin embargo, hay una diferencia importante entre una y otra situación y se obtiene la impresión de que esta diferencia no se limita a la intensidad emocional.

Antes de dilucidar esta diferencia, quisiera recal-car que también la reacción contratransferencial que

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aparece en el último ejemplo (la fantasía del bille-te), puede y debe ser utilizada como instrumento técnico. Más aún, es un ejemplo típico de aquellas ocurrencias libres a las que Freud y otros se re-fieren al aconsejar al analista la atención flotante y al subrayar la importancia de estas ocurrencias para la comprensión del analizado. Estas últimas re-acciones contratransferenciales se caracterizan tam-bién por el hecho de no representar, por lo general, ningún peligro para la posición objetiva y observa-dora del analista frente al analizado. Aquí el peligro reside, más bien, en que no se preste la suficiente atención a estas ocurrencias o en que no se haga uso de ellas para la comprensión y eventual interpreta-ción. No siempre las ideas correspondientes del ana-lizado son conscientes en éste y no siempre son comu-nicadas, como acontece en el ejemplo citado. Pero en las propias ocurrencias y sensaciones contratrans-ferenciales, el analista tiene un instrumento para adivinar lo reprimido o rechazado por el analizado. Importa recalcar una vez más el distinto uso del tér-mino "contratransferencia", ya que muchos, quizá la mayoría, no se refieren con él a estas ocurrencias del analista sino solamente a aquella otra clase de reacciones, las "posiciones contratransferenciales". Ya por eso resulta útil diferenciar estas clases.

Quisiera ahora tratar de hacerlo con más clari-dad. La diferencia sobresaliente consiste en el dife-rente grado en que el yo está implicado en las vivencias. En un caso las reacciones son vividas como ocurrencias, asociaciones libres o fantasías sin mayor intensidad emocional y un tanto ajenas al yo. En el otro caso, el yo del analista está envuelto en la experiencia contratransferencial; ésta es vivida por

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él con mayor intensidad y como realidad (el analizado es malo para el sentir del analista enojado), y existe el peligro de "hundirse" en esta vivencia. El factor que en primera línea parece originar estas diferencias, es una

situación análoga en el analizado, es decir, la disposición de éste para percibir y comunicar su si-tuación interna (lo que ocurre en el caso del billete), o bien para actuarla (como en el caso del analista enojado con una actuación frustradora del analizado). Por otro lado, existe en el analista mismo, indudablemente, un factor que determina esta diferencia. Parece que se trata de distintas disposi-ciones suyas para responder con la percepción de sus reacciones frente a ciertas situaciones, mientras que, frente a otras, tiende a actuar (alo o autoplástica- mente). En otras palabras, si lo uno o lo otro acontece, depende de la propia neurosis del analista, de sus disposiciones a la angustia, de sus mecanismos de defensa, y en especial de sus tendencias a repetir

(actuar) en lugar de hacer consciente. Nos hemos encontrado, así, con un factor que determina la di-námica de la contratransferencia. Es el mismo que Freud mostró como determinante para la especial intensidad de la transferencia en el análisis y que sería también responsable de la especial intensidad de la contratransferencia.

Quisiera detenerme un momento más en el pro-blema de la dinámica de la contratransferencia. La mayor intensidad de determinadas reacciones contra-transferenciales se explica por las defensas patológi-cas frente al incremento de angustias arcaicas, de conflictos internos del analista no resueltos. Con respecto a la dinámica de la transferencia en el aná-lisis, creo que la transferencia no sólo se intensifica

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porque sirve de resistencia frente al recuerdo (Freud), sino también porque sirve de defensa frente a peligros dentro de la vivencia transferencial misma; es decir, que la "resistencia de transferencia" es frecuentemente la repetición de defensas que son intensificadas para

que no se repita en la transferencia la catástrofe 68; lo mismo vale para la contratransferencia. Es evidente que estas catástrofes están relacionadas con el hacerse consciente de determinados aspectos de los propios instintos. Tomemos como ejemplo al analista que se angustia y enoja internamente ante el intenso masoquismo del analizado que actúa también masoquistamente dentro de la situación analítica. Tal situación suele evocar en el analista antiguas angustias paranoides y depresivas y antiguos sentimientos de culpabilidad, puesto que el analista, frente a los efectos de esta agresión, se encuentra en su inconsciente nuevamente con sus antiguos crímenes. Son frecuentemente los conflictos infantiles del analista con su agresión los que lo llevaron justamente a esta profesión, en que trata de reparar los objetos y de superar o negar su culpa. Frente al masoquismo del analizado fracasa esta reparación o defensa que consiste en la actuación terapéutica del analista y ésta está así ante el retorno de la catástrofe, el objeto destruido. De esta manera suele aumentar la intensidad de la "contratransferencia negativa" (el enojo con el analizado), dados el fracaso de la defensa contratransferencial (de la actuación terapéutica) y el siguiente incremento de la angustia ante una catástrofe en la vivencia contratransferencial (la destrucción del objeto).

Este ejemplo puede servir para ilustrar también otro aspecto de la dinámica de la contratransferen-

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cia. En un trabajo anterior88 he recalcado cómo la "abolición del rechazo" en el análisis determina la dinámica de la transferencia y en especial la inten-sidad de la transferencia de los objetos internos rechazantes, en primer lugar del superyó. La "abolición del rechazo" empieza con la comunicación de las ocurrencias "libres". El analista no hace tal comunicación, lo que determina una importante diferencia entre su situación y la del analizado y con eso una importante diferencia entre la dinámica de la transferencia y la de la contratransferencia. Sin embargo, esta diferencia no es tan grande como podría pensarse a primera vista, en primer lugar porque no es necesario que las asociaciones libres sean expresadas para que tengan lugar proyecciones y transferencias, y en segundo, porque también el analista comunica determinadas asociaciones de naturaleza personal aun cuando parezca no suceder. Estas comunicaciones empiezan ya —como quien dice—• con la chapa de la puerta: "Psicoanalista" o "Médico" ¿Qué motivo —en términos del inconsciente—• tendría el analista de querer curar si no hubiese sido él quien enfermó al enfermo? De esta manera el enfermo es ya, de por sí, el acreedor, el acusador, el "superyó" del analista, y éste su deudor.

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V. Ejemplos

1) La "ocurrencia libre" y la contratransferencia. 2)

La "ocurrencia contratransferencial" como instru-

mento técnico. Relación entre resistencia contra-

transferencial y resistencia transferencial. 3) La

contratransferencia antes y después de las

sesiones como guía. 4) Contratransferencia y

comprensión en un caso de W. Reich. 5) La

represión de la contratransferencia como

impedimento para la comprensión. La

contratransferencia como guía frente a las

defensas maníacas. 6) Transferencia total y

contratransferencia total. 7) Contratransferencia e

interpretación. 8) Contratransferencia, reacción

terapéutica negativa y la irrupción del círculo

vicioso neurótico (una sesión analítica). 9)

Contratransferencia y los términos de la inter-

pretación.

Los ejemplos que siguen ilustran las diferentes cla-ses de reacciones contratransferenciales. Primeramente son expuestas unas situaciones en las que la contra-transferencia tiene poca intensidad y no llega a arras-trar con ella al yo del analista; luego, algunas situa-ciones de intensas reacciones contratransferenciales, siendo el yo intensamente implicado en la vivencia; además, algunos ejemplos en que la represión de la contratransferencia imposibilitó la comprensión de la situación del analizado en el momento debido. Por otra parte, cada ejemplo ilustra uno u otro de los Aspectos

principales de la tesis (véase Gap. III). 1) Una analizada pregunta al analista si es cierto

que el analista N. se separó de su mujer y se casó

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con otra. En las asociaciones que siguen se ocupa detenidamente de la primera esposa. Al analista se le ocurre que a la analizada le interesa también saber quién es esa segunda esposa y que probablemente se está preguntando si no era una analizada de su actual marido. En su inconsciente, dada la situación trans-ferencial actual de la analizada, se está preguntando si su propio analista no podría separarse también de su mujer y casarse con ella. Siguiendo esta sospecha, pero cuidando de no sugerir nada, el analista pregunta si ha pensado algo sobre la segunda esposa de N. La analizada contesta riéndose: "Sí, pensé si no era una analizada de él". El análisis de la situación psicológica del analista mostró que la libre ocurrencia fue posible porque su identificación con la analizada en los deseos edípicos de ésta no estaba trabada por la represión, y también porque él mismo contratransfe- ría sus propios impulsos edípicos positivos, aceptados por su yo, sobre la analizada.

Este ejemplo ilustra que también en las ocurrencias libres del analista —las que le facilitan la comprensión profunda— interviene no sólo la contratransferencia positiva sublimada que le permite la identificación con el ello y el yo del analizado, sino además la "contratransferencia complementaria", es decir, la identificación con los objetos internos que el analizado transfiere, y la aceptación en la conciencia de sus propias relaciones de objeto infantiles con el analizado.

2) En los ejemplos siguientes, las ocurrencias libres ya manifiestamente dependientes de la situación contratransferencial constituyen la guía para la com-prensión.

Una candidata asocia sobre una reunión científica

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en el Instituto Psicoanalítico, la primera a la que ella asistía. Mientras ella asocia, al analista se le ocurre que él, al contrario de la mayoría de los demás analistas didácticos, no había intervenido en la discusión. Experimenta cierta molestia por tal hecho, piensa que esto le habrá llamado la atención a la analizada y percibe un ligero temor de que la analizada lo haya sentido inferior. Se da cuenta de que prefiría que ella no pensara eso y que no mencionara lo ocurrido; justamente por eso pregunta a la analizada qué había pensado con respecto a él en esa circunstancia. La reacción de la analizada muestra la importancia de la pregunta. Se sorprende y exclama: "Cierto, casi había olvidado referíselo." Luego trae un amplio material transferencial que antes había rechazado por motivos correspondientes al rechazo contratransferencial de este mismo material por parte del analista (temor a una situación transferencial "negativa"). El ejemplo muestra no sólo la importancia de la observación de las ocurren-cias contratransferenciales como instrumento técnico, sino también una relación entre una resistencia trans-ferencial y una resistencia contratransferencial.

3) Otro ejemplo: en el saludo del comienzo de la sesión, el analista percibe que el analizado está deprimido y siente un ligero sentimiento de culpa-bilidad; asocia en seguida la sesión pasada en que frustró al analizado e intuye así de dónde proviene la depresión, aun antes de que las asociaciones del analizado lo conduzcan a la misma conclusión. Tam-bién las observaciones de las propias ocurrencias, es-pecialmente contratransferenciales, antes y después

de las sesiones, pueden ser una importante guía en la comprensión de la situación analítica del anali-

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zado. Así, por ejemplo, un fastidio sentido antes de entrar en el cuarto de trabajo, como respuesta con-tratransferencial a una conducta agresiva o somete- dora del analizado, puede hacer comprender de ante-mano la angustia de éste, que será, en la capa más superficial, el temor al enojo del analista, o sea, a la venganza de él por su conducta. Puede constituir otro ejemplo el caso de un analista que antes de entrar en el cuarto de trabajo percibe un sentimiento de culpa por estar retrasado; repara en que con frecuencia hace esperar al mismo analizado y comprende que en especial es el gran sometimiento masoquista de éste lo que lleva al analista a esa conducta frus- tradora. En otras palabras, el analista responde a la gran represión de la agresión del analizado haciendo lo que se le antoja, abusando de la neurosis del analizado. Pero esta misma tentación que el analista siente y por la que se deja llevar en su conducta, y los sentimientos de culpa que por esta causa experimenta, le pueden servir de guía para comprender la situación transferencial del analizado.

4) Quisiera ahora presentar un ejemplo de la lite-ratura analítica que muestra igualmente la situación contratransferencial como base para comprender, de manera decisiva para todo el curso ulterior del tra-tamiento, la situación analítica del enfermo. Es al mismo tiempo interesante observar que el autor parece desconocer que la feliz comprensión se debe a una captación inconsciente de la situación contratrans-ferencial. Se trata del "caso con sentimientos mani-fiestos de inferioridad" publicado por W. Reich76. Después de mostrar cómo durante un largo período, ninguna interpretación tuvo éxito y no logró modi-ficar la situación analítica del enfermo, Reich escribe:

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"Le interpreté luego sus sentimientos de inferioridad frente a mí; primeramente eso no tenía éxito, pero después de mostrarle, consecuentemente y durante varios días, su conducta, trajo algunas comunicacio-nes sobre su enorme envidia, no frente a mí, sino frente a otros hombres, ante los que igualmente se sentía inferior. Y ahora emergió en mí, como un rayo,

la ocurrencia, de que sus continuas quejas no podrían significar otra cosa que esto: 'el análisis no tiene influencia sobre mí', es decir, no vale nada, el analista es inferior e impotente y no puede lograr nada frente a él. Las quejas debían ser comprendidas

en parte como triunfo y en parte como reproches

frente al analista" (las bastardillas son mías). Si nos preguntamos por el origen de aquella "ocurrencia relámpago" de Reich, la respuesta debe ser, teórica-mente, que provino de la identificación con aquellos impulsos del analizado o de la identificación con un objeto interno de él. La descripción de los aconteci-mientos, sin embargo, no deja mucho lugar a dudas de que fue esto último, o sea la "contratransferencia complementaria", la fuente de la intuición de Reich; es decir, que aquella comprensión relámpago surgió de la propia sensación de impotencia, derrota y cul-pabilidad por el fracaso del tratamiento.

5) Ahora un caso en que la represión de la con-tratransferencia pudo impedir la comprensión de la situación transferencial, mientras la percepción ulte-rior de esta misma situación contratransferencial jus-tamente posibilitó esa comprensión.

Durante varios días un analizado está con intensa angustia y dolores de estómago. La analista no com-prende la situación hasta que pregunta directamente al analizado desde cuándo data ese estado. El anali-

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zado contesta que es desde que él había criticado acerbamente a la analista por una determinada con-ducta; agrega que la había notado algo deprimida últimamente. Lo que el analizado dice, da en la tecla. La analista realmente se había deprimido un tanto a raíz de aquella crítica. Pero mientras ella había reprimido la agresión (dirigida contra el analizado) que estaba detrás de su depresión y había reprimido, además, que también el analizado pensaría, consciente o inconscientemente, en el efecto de su crítica, el analizado estaba consciente de eso y, por lo tanto, relacionó sus propias angustias y síntomas con la depresión de la analista. En otras palabras, la analista había escotomizado la relación entre la angustia y el dolor del analizado por un lado y la agresión (crítica) realizada contra ella por el otro. Esta escotomización de la situación transferencial se debía a una represión de la contratransferencia, pues la agresión que el analizado sospechaba de parte de la analista y frente a la cual respondía con angustia y con dolor gástrico, anticipándose y autoagrediéndose, existía, no sólo en su fantasía, sino también en el sentir contratransferencial de la analista.

El peligro de que la contratransferencia sea repri-mida es, naturalmente, tanto mayor cuanto más son rechazadas estas reacciones contratransferenciales por el ideal del yo o el superyó. Tomando, por ejem-plo, el caso de un analizado que se conduce con una ausencia casi total de "respeto", ocurrirá que el ana-lista estará herido en su narcisismo y reaccionará internamente con algún fastidio. Si reprime el fas-tidio porque éste está en discordia con las exigencias de su ideal del yo, se priva de una guía importante en la comprensión de la transferencia del analizado, el cual procura negar las distancias entre sus objetos

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internos idealizados y su yo mediante sus

mecanismos maníacos, tratando de compensar sus sentimientos de inferioridad a través de una conducta de "igual a igual", defendiéndose así de situaciones de conflicto sumamente importantes. De modo similar, la excitación sexual del analista puede señalar una conducta seductora encubierta y fantasías erotomaníacas inconscientes de la analizada, como también las situaciones subyacentes a éstas. La represión de tales reacciones contratransferenciales pueden cerrar el acceso a la técnica adecuada. Lo que está indicado, por ejemplo, en situaciones como las recién expuestas de tipo hipomaníaco, no es simplemente "tolerancia" (que puede ser intensificada por el sentimiento de culpabilidad por las reacciones contratransferenciales señaladas), sino el hacer consciente las reacciones contratransferenciales de

los objetos internos (superyó, etc.) del analizado

mismo. Pues así como el analista ha reaccionado con cierto fastidio frente a la "falta de respeto" y a la desconsideración por parte del analizado, así lo hacen también los objetos internos de éste, puesto que en su conducta hay agresividad contra estos objetos, experimentados por el analizado como superiores y al mismo tiempo como rechazantes. En términos más generales diría que los pacientes con determinadas defensas hipomaníacas tienden a ver su conducta como "natural" y "espontánea", al analista como tolerante y comprensivo, reprimiendo al mismo tiempo los objetos rechazantes e intolerantes latentemente proyectados sobre el ana-lista. Si éste no reprime su reacción profunda frente a las asociaciones y la conducta del analizado, tiene en ella una guía excelente para mostrarle al analizado justamente estos objetos reprimidos y la relación de él con ellos.

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6) Presentaré ahora un ejemplo que, al mismo tiempo que sigue la línea de los citados hasta ahora (clases de reacciones contratransferenciales, su utili-zación como instrumento técnico), muestra la impor-tancia de tener en cuenta la contratransferencia total,

así como también la transferencia total. Me refiero, en especial, a la importancia de prestar atención en la situación analítica no sólo a lo que fue y es repetido, sino también a lo que no fue (o sólo existía como esperanza), es decir, a los factores nuevos, es-pecíficamente analíticos, en las situaciones del anali-zado y del analista. Entre éstos se destacan las carac-terísticas reales nuevas de estos objetos (del analista o bien del analizado), la situación enfermo-médico, o sea, la intención de curarse o bien de curar (restituirse y restituir), y la situación creada por el pensamiento y sentimiento psicoanalítico. Como ejemplo de esto último puede servir la regla fundamental, ese permiso e invitación original, expresión básica de un ambiente específico de tolerancia y libertad.

Antes de exponer el ejemplo anunciado quisiera ilustrar brevemente a qué me refiero al hablar de la transferencia total. En una sesión, las asociaciones de un hombre, en tratamiento con una analista, giran alrededor de sus relaciones con mujeres. Relata las frustraciones y rechazos sufridos y habla de su incapacidad de relacionarse con mujeres cultas. Apa-recen sus tendencias sádicas y de rebajamiento hacia la mujer, etc. Era muy claro que el analizado trans-fería las imagos frustradoras y rechazantes a la ana-lista, de lo que resultó su desconfianza frente a ella. Lo que el analizado expresaba era al mismo tiempo su temor de ser rechazado por la analista a causa de su sadismo y, más profundamente, su temor de ser frustrado por ella, situación que antaño había des-

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encadenado su sadismo. Esta interpretación hubiera sido el fiel reflejo de su situación transferencial pro-piamente dicha. Pero en la situación analítica total había algo más. Evidentemente, el analizado necesi-taba, quería, buscaba algo con la sesión como tal. ¿Qué era eso, en qué consistía este factor actual o, si se quiere, el aspecto prospectivo de la situación transferencial? La respuesta está virtualmente con-tenida en la interpretación anteriormente expuesta: el analizado buscaba conectarse afectiva y libidinal- mente, habiendo despertado las sesiones anteriores sus sentimientos positivos y habiendo sacudido algo su coraza; indirectamente estaba preguntando a la ana-lista si a ella sí podría tenerle confianza; si podía entregarse sin correr el peligro de sufrir lo que ante-riormente había sufrido. La interpretación anterior se refería a la transferencia sólo como repetición de lo que ya había sido; esta última interpretación se ] efe ría a lo mismo y, además, a lo que no había sido ) era nuevamente esperado de la vivencia analítica.

Y ahora, el ejemplo que se refiere tanto a la situa- (ión transferencial como a la contratransferencial total. El material proviene otra vez del Análisis del

carácter, de W. Reich76. Se trata de aquel caso en que el análisis giraba durante mucho tiempo alrededor de la sonrisa del analizado, única expresión analizable, según Reich, que quedó al cesar todas las comunicaciones y actuaciones con que el analizado había comenzado el tratamiento. Entre estas actua-ciones del principio había algunas que Reich inter-pretó como provocaciones (por ejemplo, un movi-miento que el analizado hizo hacia la cabeza del analista). Es evidente que Reich se hizo guiar en esta interpretación por lo que había sentido contra- transferencialmente. Pero lo que Reich percibió así

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era sólo una parte de lo que había acontecido en él; pues aparte del susto y del fastidio (que aunque sea solamente en un grado mínimo, debió de haber sen-tido) hubo una reacción de su yo frente a estos sen-timientos, una reacción de control y de dominio im-puesta por su conciencia (superyó) analítica. Pues Reich le había sugerido al analizado que hay mucha libertad y tolerancia en la situación analítica, y este espíritu de tolerancia hizo que frente a aquellas "provocaciones" Reich sólo contestara con una inter-pretación. Lo que el analizado quería y buscaba era probar si realmente existía tal tolerancia en Reich, interpretación que más tarde Reich le dio y que tuvo un efecto mucho más positivo que la primera. La consideración de la situación contratransferencial to-

tal (sentirse provocado y conciencia analítica, la que determinó el destino de este sentimiento) hubiera po-dido ser, pues, desde el comienzo, una guía para la captación de la situación transferencial total que consistía en la agresividad (defensiva), en la des-confianza original y en el rayo de confianza, la nueva esperanza que la libertad de la regla fundamental había vuelto a despertar en él.

7) Me he referido más arriba a que la situación transferencial, en cuanto está determinada por la situación infantil y los objetos arcaicos del analizado, provoca en el inconsciente del analista situaciones infantiles y la intervención de sus objetos arcaicos. Quisiera ahora presentar otro ejemplo que muestra cómo el no estar consciente el analista de su res-puesta contratransferencial puede conducir a que el analizado se sienta nuevamente expuesto a un objeto arcaico (círculo vicioso) y cómo, a pesar de cierta comprensión de lo que acontece en el analizado, el

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analista se encuentra impedido de dar la interpreta-ción adecuada.

Se trata de una primera sesión. La analizada em-pieza a hablar del calor que hace y de otros asuntos que a la analista (una candidata) le parecen insignificantes. Por eso le dice a la analizada que posiblemente no se atreve a hablar de sí misma. Aunque en realidad la analizada está hablando de sí misma (aun cuando habla del calor que hacía), la interpretación es, en su esencia, cierta, por estar dirigida al conflicto central del momento. Pues el "usted no se atreve" es una crítica y proviene de la vivencia de la analista de estar frustrada en un deseo; este deseo debe de haber sido que la analizada venciera su resistencia. Si la analista no hubiera sentido esta molestia o si hubiera estado consciente de la naturaleza neurótica de su reacción interna (angustia y fastidio), habría tratado de comprender por qué la analizada "no se atrevía" y se lo hubiera dicho. En este caso la falta de valentía que la analista señala a la analizada hubiera mostrado ser una respuesta "lógica" a una relación de objeto peligrosa. Siguiendo el pensamiento de la analista y dejando de lado otras posibles interpretaciones, podemos suponer que en tal caso hubiera dicho a la analizada, por ejemplo, que algo, en la situación analítica (en la relación entre la enferma y la analista), le produjo el temor que hizo desviar a sus pensamientos de lo que le importaba mucho a lo que le importaba poco. Esta interpretación se hubiera diferenciado de la que le dio, en dos puntos: la interpretación dada no ex-presa, en primer lugar, la relación de objeto que lleva al "no atreverse", y en segundo lugar, coincide en su formulación con juicios superyoicos, lo que en

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lo posible debe evitarse *. No fue evitado en este caso porque la analista estaba contratransferencial- mente identificada con el superyó de la analizada, sin estar consciente de ello; estando consciente hubiera interpretado, por ejemplo, la agresión temida proveniente del superyó y no la hubiera realizado mediante la interpretación. Parece que la "interpre-tación de tendencias", sin considerar la relación de objeto, tiene por causa, entre otras, la represión por parte del analista de un aspecto de su contratrans- ferencia, o sea, la represión de la identificación con los objetos internos del analizado.

Continuemos con la sesión mencionada,. La ana-lizada, sintiéndose criticada, se censura a sí misma por su costumbre de hablar con poca coherencia. Dice que la madre suele observarla por eso, y luego critica a la madre porque suele no escuchar lo que ella dice. La analista comprende que este material tiene relación con la situación analítica, que la analizada repite en la transferencia, y le dice: "¿Por qué cree usted que no la escucho?" La analizada contesta que seguramente la analista sí la está escuchando.

¿Qué ha sucedido? La desconfianza de la anali-zada choca contra un deseo de la analista (por la confianza de la analizada), y así, en lugar de analizar la situación, la analista, ya que no puede decir "No, yo la voy a escuchar, téngame confianza", se lo sugiere con aquella pregunta. Es, pues, nuevamente la interferencia de la contratransferencia incontrolada (el deseo de que la analizada no tenga resistencia,

* Si las interpretaciones coinciden con juicios superyoicos

del analizado, el analista es confundido con el superyó y a veces con razón real. Hay que mostrarle al analizado los juicios superyoicos pero en lo posible no hacerlos.

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etcétera) lo que conduce a que una comprensión par-cialmente buena se convierta en una interpretación deficiente. La importancia de tales acontecimientos es grande, especialmente si son frecuentes. Y es probable que lo sean, ya que tales interpretaciones provienen de un determinado estado de la analista y por ser este estado en parte inconsciente. Ahora bien: ¿qué es lo que hace que tales acontecimientos tengan tanta importancia? La respuesta es ésta: es el hecho de que el inconsciente del analizado registra justamente este estado y se encuentra nuevamente frente a un objeto que (como en este caso) quiere obligarlo a seducirlo a que rechace su desconfianza, un objeto que inconscientemente busca más satisfacer los propios deseos o calmar las propias angustias que comprender y satisfacer las necesidades del analizado.

¿Cómo concluimos esto? Lo vemos en las reacciones de la analizada, que se somete a la sugerencia de la analista diciéndole, que le tiene confianza y negando así un aspecto de su realidad interna. Se somete a la crítica anterior de su cobardía y "vence" luego, aparentemente, las resistencias, mientras en realidad todo transcurre como en las viejas vías. No puede ser de otra manera, pues el analizado capta la situación neurótica del analista y su situación transferencial es determinada luego por ésta. En cierto grado el analizado se ve nuevamente ante su realidad infantil (interna o externa) y en este mismo grado repetirá sus antiguas defensas y no tendrá un motivo real para vencer de veras sus resistencias, por más que el analista quiera convencerlo de su tolerancia y comprensión. Sólo logrará eso mediante interpre-taciones mejores en las que su neurosis interfiera menos.

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8) Expondré ahora un ejemplo algo más detallado que muestra: 1°) la ley taliónica en la relación analizado-analista; 2') cómo la captación de la reacción contratransferencial indica lo que acontece en la transferencia y lo que tiene mayor actualidad en ella; 3") qué interpretación conviene dar para abrir brecha en el círculo vicioso neurótico y 4?) cómo las asociaciones ulteriores muestran que eso ha sido logrado, aunque sólo parcialmente, pues las mismas defensas vuelven y nuevamente la contratransferencia señala la interpretación que el analizado necesita.

Me limitaré a lo más importante de una sesión. El analizado, que sufre más que nada por su intenso bloqueo afectivo y por su "desconexión" en todas sus relaciones de objeto, empieza la sesión diciendo que se encuentra completamente desconectado del ana-lista. Habla con dificultad, como venciendo una gran resistencia y siempre con la misma voz, que aparece como desvinculada de los instintos y sentimientos. Sin embargo, la respuesta contratransferencial al contenido de sus asociaciones (o mejor dicho, de su relato, ya que ejerce un fuerte control sobre sus ocu-rrencias) no es siempre igual. En un momento dado el analista siente una ligera irritación: es cuando el analizado, médico, le cuenta una conversación que ha tenido con otro médico, en la que él criticó agu-damente a los analistas por su pasividad (dan poco y curan poco), por sus elevados honorarios y por su tendencia a ejercer un dominio sobre los analizados. Lo que el analizado expresaba y su conducta tenían múltiples significados. Era claro, en primer lugar, que estas acusaciones, aunque manifestadas en gran parte en forma general y con referencia a otros analistas, se dirigían hacia el propio analista; el ana-lizado se había convertido en el superyó del analista.

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Esta situación del analizado representa una defensa frente al propio superyó acusador, proyectado sobre el analista. Es una de las formas de la identificación con los perseguidores internos, que lleva a una inversión de la situación temida. Es, en otros términos, una pasajera manía recriminatoria en defensa frente a una situación paranoico-depresiva en que el superyó persigue a! analizado con recriminación y lo amenaza con el abandono. Junto con esta identificación con el superyó, se realiza una proyección de una parte del "yo malo" (y del ello) sobre el analista. En este caso la pasividad (la mera receptividad y la incapacidad de reparar), el aprovechamiento egoísta y la dominación que adjudica al analista son, en primera instancia, "tendencias" propias "malas" por las que teme ser recriminado y abandonado por el analista. En un estrato más profundo, este yo malo es un "objeto malo", con el que se había identificado en defensa frente a su persecución. Ya se entrevé que sería prematuro interpretar esta situación básica; antes tendrá el analizado que enfrentarse con su "yo malo", es decir, pasar en la transferencia por aquella situación paranoico-depresiva en la que se siente amenazado por el analista-superyó. Pero aun así quedan dudas con respecto a la interpretación a dar, pues lo que el analizado dijo o hizo tiene, aun en la superficie, varios significados más. La crítica que hizo a otro médico sobre los analistas tiene el signi-ficado de rebelión, venganza y provocación y, quizás al mismo tiempo, de búsqueda de castigo, como tam-bién de poner a prueba al analista con respecto a la libertad que le da y simultáneamente de someter y controlar a este objeto peligroso, etc. Su reacción contratransferencial señaló al analista cuál de todas éstas era la interpretación indicada, puesto que esa

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reacción era la respuesta viva a ¡a situación transfe-rencial de ese momento. El analista había sentido cierta angustia y agresión frente a la agresión sufrida (la ley taliónica), y era de suponer que el analizado había intuido (inconsciente o conscientemente) este fastidio del objeto interno hacia el cual estaba dirigida su protesta, y que había reaccionado a esto con angustia. La desconexión que recalca en su primera ocurrencia debía de estar en relación con esta angustia, ya que gracias a tal desconexión, el analizado no percibió el peligro ni sintió la angustia. A través de la proyección de aquel objeto interno, el analista es un tirano que pide sometimiento completo y prohibe la protesta. La transgresión de esta prohibición (la protesta del analizado expresada al médico-amigo), debe ser calificada por el analista —en la fantasía del analizado— de infidelidad, y respondida con enojo y abandono afectivo; lo deducimos de la vivencia contratransferencial. Para reconciliar y recuperar al analista, el analizado acepta su enojo o castigo y sufre nuevamente dolores de estómago —tal como menciona en sus asociaciones, pero sin vincular las dos vivencias—•. Su depresión de este día se explica por este sentimiento de culpa y, secundariamente, por la pérdida de objeto proveniente de su desconexión aumentada.

El analista le muestra en su interpretación lo que acabamos de exponer. El analizado responde dicien-do que el día anterior recordó la conversación con aquel médico y que, en efecto, le había producido angustia. Después de una pequeña pausa agrega: "Y ahora pensé: Y... ¿qué hago con eso?" El analista percibió que estas palabras provocaron nue-vamente en una parte de él un ligero fastidio. Se comprende por qué. La primera reacción del anali-

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zado a la interpretación (es decir, su recuerdo de la angustia a causa de su protesta) había acercado al analista la satisfacción de un deseo: su deseo de di-solver la desconexión del analizado. La angustia que el analizado recordó había sido por lo menos un paso adelante, puesto que el analizado admitió así una conexión que por lo general negaba o reprimía. Las palabras siguientes frustraron nuevamente al analista, pues significaron: "Con eso no hago nada, nada ha cambiado." Nuevamente fue la reacción contratrans-ferencial lo que señaló al analista la presencia de un momento vivo de la transferencia, y que ésta era la oportunidad de interpretar. También aquí, en la fantasía inconsciente del analizado, debe de haber habido una reacción de enojo del objeto interno —tal como realmente aconteció en el analista—, lo cual debió ser señalado en la interpretación: era la angustia que tal fantasía debe de haber provocado en el analizado. Esta angustia —y con ella la desconexión—- sólo pudo ser disminuida reemplazando aquel enojo fantaseado con una comprensión de la necesidad del analizado de defenderse a través de aquella negación ("Y... ¿qué hago con eso?"). En realidad, el analista, además de sentir un ligero fastidio, había comprendido que el analizado tenía que protestar y rebelarse, cerrarse y desligarse de nuevo, negar e impedir toda influencia, porque en el caso de que el analista sirviera, el analizado caería en una dependencia más intensa aún, justamente porque el analista le serviría de algo y porque el analizado le estaría debiendo algo. Este peligro había aumentado con la interpretación, puesto que el analizado la sintió como cierta. Dada la tiranía fantaseada del analista —su carácter sometedor, aprovechador, sádico, etc.—, esta dependencia debía ser impedida.

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Sobre la base de esta comprensión, extraída de la contratransferencia que señalaba la situación de an-gustia del analizado, fue dada la interpretación, que también las asociaciones siguientes mostraron acer-tada. Por un lado, el analizado dijo poco después que se le había pasado su depresión, y admitir eso significaba en este caso un progreso, porque admitía algo positivo en el analista. Por otro lado, las aso-ciaciones siguientes permitieron profundizar el aná-lisis de su neurosis de transferencia, ya que el analizado mostraba en ellas un estrato más profundo, o sea, su dependencia subyacente, mientras que hasta ahora la interpretación había debido centrarse en el sentimiento de culpa y angustia que acompañaron a la defensa (rebelión, negación, etc.) frente a esta misma dependencia. Las asociaciones inmediatas se referían a que hacía unos días un amigo común (del analizado y del analista) le había dicho que el analista se iba esa misma noche de vacaciones y por lo tanto esa sesión sería la última. De esta manera el analizado admite la

importancia afectiva que tiene el analista para él, lo que solía negar sistemáticamente. Trasluce también que su protesta contra los analistas estaba determinada ya por el inminente peligro de ser abandonado por su analista. Cuando poco antes del fin de la sesión el analista aclara que la noticia que aquel amigo le había dado era equivocada, el analizado expresa su enojo contra el amigo y recuerda cómo éste había querido despertarle celos transferenciales hacía poco. Con eso el analizado admite aun sus celos por el analista, aunque desplaza su enojo hacia el amigo que lo angustió en aquella y en esta oportunidad.

¿Qué ha acontecido en resumen, y cómo se ex-plica?

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El viaje del analista representaba, en el inconsciente, el ser abandonado por los objetos internos necesitados. Este peligro fue contestado con una identificación: la amenaza de la agresión (abandono), con agresión (protesta contra los analistas). Todo eso tuvo por consecuencia una nueva angustia del analizado frente a una posible contraagresión o abandono por parte del analista. Esta angustia había quedado inconsciente, pero el analista la pudo intuir por su contraagresividad contratransferencial. Si no hubiera interpretado esta situación transferencial del analizado, o si en su interpretación hubiera entrado alguna crítica por el insistente y continuo rechazo hacia el analista y por la "obstinada" negación de todo vínculo con él, el analizado hubiera permanecido en el círculo vicioso entre su angustia básica ante el abandono y su identificación defensiva con el agresor (con el objeto que abandona), es decir, en el círculo vicioso de su neurosis. La interpretación que le demostró la comprensión del analista por su conducta y por la angustia subyacente, cambió —por lo menos en este instante— la imagen perseguidora de aquél. De ahí que pudiera abandonar la identificación defensiva con esta imago y admitir su dependencia (el estrato subyacente), su necesidad del analista y sus celos.

También en esta nueva situación, ahora alcanzada, la contratransferencia muestra el contenido y el ori-gen de la angustia que impulsa al analizado a una rápida repetición y recuperación de los mecanismos de defensa anteriores (identificación con el perseguidor, bloqueo afectivo, etc.). Y también aquí es la interpretación de esta nueva situación de peligro, el único medio para interrumpir el círculo vicioso. Da-da la situación interpersonal que antecedía durante

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meses a la entrega afectiva que en cierto grado acon-teció hacia el final de esta sesión, dada la mutua situación paranoide transferencial-contratransferen- cial (la que se expresaba en el analizado por sus intensas resistencias caracterológicas, bloqueo afectivo, etc., y en el analista por los fastidios señalados), el analista vive tal entrega afectiva —en un plano—• como un triunfo maníaco, al que luego siguen las correspondientes angustias depresivas y paranoides, la compasión hacia el analizado, los deseos de reparación, etc. Justamente tales sentimientos de culpabilidad en el analista por su sentimiento maníaco pueden llevar a que esta situación no sea suficientemente interpretada. El peligro en que el analizado piensa encontrarse, consiste en convertirse en víctima indefensa del sadismo de su objeto (el analista), del mismo sadismo que el analista ha sentido en su satisfacción contratransferencial "maníaca" de haber dominado y vencido al "objeto malo" con el que el analizado estaba identificado defensivamente. La percepción de esta reacción contratransferencial puede indicar nuevamente cuál es la situación transferencial actual y qué es lo que debe ser interpretado.

Si en la situación psicológica del analista no exis-tiera nada más que tal reacción maníaca, el analizado no tendría otra posibilidad que hacer uso de los mismos viejos mecanismos de defensa que constituyen esencialmente su neurosis. En términos más generales habría que afirmar que la reacción terapéutica negativa es una reacción transferencial del analizado adecuada a una contratransferencia negativa, ima-ginada o real, del analista*. Pero aun donde tal contratransferencia negativa existe realmente, sólo

* Véase M. Little58

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representa un aspecto parcial de la respuesta psicológica del analista, pues aquella ley taliónica no es lo único que determina las respuestas del inconsciente, existiendo, además, el consciente, que a su vez está presente en las respuestas psicológicas del analista. En lo que se refiere al inconsciente, sólo mencionaré la tendencia a reparar, que crea hasta la disposición de "retribuir lo malo con lo bueno" y que es en realidad la disposición de remediar, aunque sea en un objeto desplazado, lo que se haya hecho o pensado de malo. En lo que se refiere al consciente, menciono en primer término la circunstancia de que el propio análisis hace al yo del analista más fuerte de lo que era, por lo que las intensidades de sus angustias y demás respuestas contratransferenciales suelen ser disminuidas; en segundo, la capacidad de enfrentarse con esta misma contratransferencia, de "salir" en cierto modo de ella, de ponerse fuera y mi-rarla objetivamente; y en tercero, el conocimiento

psicológico que también actúa en y sobre la res-puesta psicológica del analista. Así, por ejemplo, el conocimiento de lo que está detrás de la transferencia negativa y de las resistencias —lo que en última instancia no es otra cosa que el amor malogrado por una u otra causa, interna o externa—- le ayuda al analista a responder con amor a aquella posibilidad de amar, a aquel núcleo enterrado del enfermo, por más que en la superficie aparezcan el odio y el temor de éste.

9) Quisiera completar una consideración ya ini-ciada sobre determinada relación entre contratrans-

ferencia e interpretación. Me refiero a la importancia que tiene el hecho de que el analista evite, en lo posible, hacer interpretaciones en términos que coin-

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cidan con los términos del superyó moral*. Este peligro aumenta a causa de las identificaciones in-conscientes del analista con los objetos internos, y, en especial, con el superyó del analizado. En el úl-timo ejemplo en que el analizado criticaba frente a su amigo la conducta de los analistas, adoptando el papel del superyó frente a un objeto interno al que proyectaba sobre el analista, éste se identificó con aquel objeto proyectado y reaccionó con angustia y fastidio frente a la acusación. Recriminaba interna-mente al analizado su conducta y estaba cerca el peligro de que algo de esta recriminación (en la que el analista a su vez se identificó con la conducta superyoica del analizado) se infiltrara en su inter-pretación, lo que hubiera representado un refuerzo del círculo vicioso neurótico del analizado. Pero el problema es más amplio. En realidad, una parte no pequeña de la terminología psicoanalítica se presta a ser vivenciada por el analizado como términos su-peryoicos recriminatorios. Menciono, por ejemplo, "narcisismo", "pasividad", "soborno del superyó", términos cuyo uso (tal cual o circunscripto) en el tra-tamiento, merecen alguna reflexión, justamente por-que implican el peligro de que en el analizado se confundan la imago del analista con la de su superyó. Para mayor claridad se pueden diferenciar teóricamente dos situaciones: una consistiría en que sólo el analizado vivenciara estos términos u otros similares como crítica, dado su conflicto entre el yo y el superyó, estando libre el analista de tal sentimiento crítico; la otra, en que también el analista viera con intolerancia moral estas tendencias o rasgos de carác-

* Algo similar (aunque sin vincularlo con la contra trans-ferencia) recalca W. R. D. Fairbairn 9.

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ter, es decir, que, en efecto, sintiera superyoicamente. Algo de eso existe probablemente siempre, ya que el analista se identifica con los objetos que el analizado trata de la manera descripta (narcisistamente. sobornándolo, etc.). Pero aun en el extremo caso teórico en que el analista hubiera resuelto totalmente sus propios conflictos con tales "tendencias" (narcisismo, etc.) y por lo tanto no entrara en conflicto contratransferencial con las correspondientes tenden-cias del analizado, se preferirá mostrar al analizado los respectivos conflictos entre sus tendencias y su superyó y no correr el riesgo de dificultar al analizado la diferenciación entre el juicio de su propio superyó y la comprensión del analista de estas mismas tendencias, con el uso de una terminología que precisamente se presta a confundir estas dos posiciones.

Se podría objetar que la confusión entre el analista y el superyó ni puede ni debe ser evitada, ya que representa una parte esencial del análisis de la trans-ferencia (de la externalización de situaciones internas) y ya que no puede llegarse a la claridad sino a través de la confusión. Eso es cierto; esta confusión no puede ni debe ser evitada, pero debe pensarse también que habrá que disolverla y que eso será tanto más difícil cuanto más el analista esté realmente identificado en su vivencia con el superyó del analizado y cuanto más estas identificaciones hayan influido negativamente en sus interpretaciones y en su conducta. En una palabra, es difícil disolver confusiones que no lo son.

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VI. Correlaciones específicas entre transferencia

y contratransferencia

1) Significados de la angustia contratransferencial.

2) Significados de la agresión contratransferen-

cial. 3) Significados de los sentimientos de cul-

pabilidad en la contratransferencia. 4)

Significados de otras situaciones contratrans-

ferenciáles (somnolencia, sometimiento. 5). La

"objetividad" de la contratransferencia y el

problema, de la "comunicación de la contra-

transferencial'.

A continuación quiero ocuparme de un tema que es de gran importancia para la comprensión de la relación interpersonal en la situación analítica. En los ejemplos expuestos en los capítulos anteriores se veía cómo a determinadas situaciones transferenciales corresponden determinadas situaciones contratransfe- renciales, y viceversa. Un estudio sistemático del pro-blema de cuál es la situación transferencial a la que el

analista suele reaccionar con esta o aquella situación

contratransferencial, podrá facilitar, en la práctica, la deducción de las situaciones transferenciales a partir de las reacciones contratransferenciales. La cuestión siguiente será establecer a qué imago o conducta de objeto, es decir, a qué situación contratransferencial

imaginada o real responde el analizado con esta o

aquella situación transferencial. Desde luego, éstos son problemas generales de la psicología profunda que ya fueron investigados ampliamente, pero cuya aplicación al problema específico de la relación transferencial-contratransferencial en el análisis ha sido, hasta ahora, relativamente escasa.

La amplitud del tema exige una limitación en la

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exposición. Sólo puedo presentar una selección de situaciones y he de exponer, predominantemente, los resultados de mis observaciones. Estos resultados no pretenden ser más que aspectos parciales de las situa-ciones a que se refieren. Tendré que limitarme mucho en cuanto a la presentación del material sobre el que aquéllos se basan, pero creo que al analista le es fácil obtenerlo en su labor diaria. Para la exposición elijo, entre las situaciones contratransferencia- les, las que me parecen de mayor importancia, es decir, las que por un lado pueden perturbar más la labor del analista y que, por otro lado, hacen ver y comprender importantes puntos de la neurosis interpersonal —la névrose á

deux— que suele surgir en la situación analítica, aunque por lo general con muy distinta intensidad en uno y otro de los dos participantes. 1) Significados de la angustia contratransferencial.

a) La angustia contratransferencial puede ser, en términos generales, de carácter depresivo o de carácter paranoide*. En la angustia depresiva el peligro inherente consiste en haber destruido o enfermado al analizado. Estas angustias suelen surgir en grado mayor frente al peligro de suicidio del analizado, y, en menor grado, ante un empeoramiento o peligro de empeoramiento en el estado de salud de aquél. Pero simplemente el no mejorar, el sufrimiento y la de-

* Véase M. Klein47, 49. Los términos "depresivo", "paranoide" y "maníaco" son usados a continuación en su sentido descriptivo (fenomenológico). Así, por ejemplo, la "angustia paranoide" incluye todas las fantasías de ser perseguido, independientemente de la fase libidinal o de la "posición" (M. Klein). Las consideraciones siguientes se vinculan estrechamente con mis observaciones sobre la estratificación psicopatológica 69.

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presión del enfermo pueden provocar angustias depre-sivas en el analista. Estas angustias también aumen-tan, generalmente, los deseos de repararlo.

Al referirnos a las angustias paranoides, es de im-portancia diferenciar la contratransferencia "directa" y la "indirecta" 66. En el primer caso, las angustias surgen frente al peligro de la intensificación de la agresión del analizado mismo; en el segundo caso, frente al peligro de la agresión de terceras personas con quienes el analista ha hecho sus transferencias principales (por ejemplo, el grupo analítico), siendo los destinos de estas relaciones de objeto codeterminados por la actuación del analista como tal. La agresión temida puede ser de distinta naturaleza, tal como crítica, recriminación, odio, burla, desprecio, ataque físico, etc. En el inconsciente puede ser el peligro de ser matado, castrado u otra amenaza arcaica.

b) Las situaciones transferenciales del analizado, a las que se refieren las angustias depresivas del

analista, son, ante todo, aquellas en que el analizado, por un aumento de frustración (o por peligro de frustración) y de la siguiente agresión, vuelca esta agresión contra sí. Se trata, en un plano, de situaciones en que el analizado, frente a una angustia paranoide (de retaliación), se defiende adelantándose a este peligro, ejecutando él mismo y contra sí mismo, parte de la agresión temida proveniente del analista, y amenazando con ejecutarla más aún. En este sentido psicológico es" realmente el analista el que agrede o destruye al analizado, y la angustia depresiva de él corres-ponde, pues, a esta realidad psicológica. En otras palabras: la angustia depresiva contra-transferencial surge, ante todo, frente a la "defensa masoquista" del analizado —que simultánea-mente representa una venganza ("venganza maso-

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quista")— y frente al peligro de que ella continúe. En otro aspecto, este vuelco de la agresión contra sí es realizado por el analizado frente a angustias de-presivas, es decir, con el fin de protegerse frente a la revivencia de la destrucción de los objetos y de proteger a éstos de la propia agresividad.

La angustia paranoide "directa" en la contratrans-

ferencia es, como he dicho, la reacción ante el peligro proveniente de diversas posiciones agresivas del ana-lizado mismo. El análisis de estas posiciones muestra que, a su vez, son reacciones o defensas frente a de-terminadas imagos agresivas; nuevamente estas reac-ciones y defensas del analizado, están regidas por la ley taliónica o bien -—correspondiente a ésta— por la

identificación con el perseguidor. La recriminación, el desprecio, el abandono, el ataque físico, etc., todas estas posiciones del analizado de amenaza y agresión que hacen surgir las angustias paranoides contra transferenciales, son respuestas (o anticipaciones) a posiciones equivalentes del objeto transferido.

Las angustias paranoides "indirectas" en la contra-

transferencia son de naturaleza más compleja, ya que interviene un tercero, del que proviene el peligro para el analista. Las situaciones (transferenciales) del analizado que provocan la agresión de este "tercero" contra el analista, pueden ser de diversa naturaleza. Quiero limitarme a señalar que en la mayoría de los casos se trata de situaciones transferenciales similares (masoquistas o agresivas) como las que provocan las angustias contratransferenciales expuestas anterior-mente.

c) Buscando el denominador común de las diversas conductas de los analizados que provocan angustia en el analista, se lo encuentra, a mi parecer, en el mecanismo de la "identificación con el perseguí-

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dor"; la vivencia inherente de estar liberado del perseguidor y de haberlo vencido, sugiere designarlo como mecanismo maníaco. Este mecanismo puede existir también donde el cuadro manifiesto del ana-lizado muestra lo contrario, es decir, en determinados estados depresivos, pues la conducta maníaca puede estar dirigida tanto hacia un objeto proyectado como hacia un objeto introyectado, puede realizarse alo o autoplásticamente. La "identificación con el perseguidor", a la que me refiero como contenida en determinados estados depresivos, puede existir aun en el suicidio, en cuanto éste es un "burlar" a los perseguidores fantaseados o reales; tal burla sería un aspecto maníaco del suicidio. Este mecanismo maníaco del analizado es, pues, una defensa frente a un objeto vivido como sádico, que tiende a convertir al analizado en víctima de una fiesta maníaca, defensa que se realiza por medio de su introyección, sea en el yo, convirtiendo al analista en objeto de las "tendencias maníacas", sea en el superyó, tomando al yo como objeto de esas mismas "tendencias". El ejemplo siguiente lo ilustra.

Un analizado decide hacer un viaje de placer a Europa. Lo experimenta como una victoria sobre el analista, tanto por liberarse de éste por dos meses como porque él puede costear ese viaje y el analista no. Surgen entonces en él angustias ante la venganza del analista por su triunfo. El analizado se adelanta a tal agresión y se enferma ligeramente (fiebre, primeros síntomas de gripe). El analista siente un pocc de angustia a causa de esta enfermedad y teme —dadas ciertas experiencias anteriores— el empeoramiento del estado del analizado, que todavía continúa yendo a las sesiones. Vemos, pues, hasta ahora, la siguiente situación transferencial-contratransferencial: el anali-

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zado vive una especie de situación maníaca frente al analista, siendo ésta acompañada de angustias, preponderantemente paranoides. El analista no está ajeno al fastidio por el abandono y a la envidia por la gran fortuna del analizado (sentimiento que el analizado en sus angustias paranoides le adjudica al analista); pero al mismo tiempo existe en él la satisfacción por el real progreso del analizado que se expresa incluso en haber hecho posible el viaje y por haberlo decidido. El analista percibe, pues, que él, igual que la madre del analizado, también quiere (en una parte de su ser) ligarlo a su persona y usarlo para sus propias necesidades. Se siente realmente identificado con aquel objeto dominador y vengativo con el que el analizado lo identifica. De ahí que el haberse enfermado el analizado, sea, para el incons-ciente del analista, como si él, por esas tendencias, lo hubiera enfermado, lo que le provoca las angustias depresivas y paranoides.

Falta agregar cuál es la imago del objeto que lleva al analizado a esa situación maníaca. Es justamente la imago de una madre sometedora y sádica para la cual las frustraciones del analizado constituyen una fiesta maníaca. Frente a estas tendencias maníacas del objeto, el analizado se defiende a su vez, en pri-mer lugar, con la identificación (introyección del perseguidor en el yo, "vivencia maníaca" del viaje 69), y luego, para escapar a la venganza, por medio de la defensa masoquista.

Sintetizando: en el ejemplo expuesto, la angustia depresiva (y paranoide) del analista es la respuesta emocional a la enfermedad del analizado, la que a su vez es una defensa masoquista frente a la persecución vengativa del objeto. También esta defensa masoquista contiene una fantasía maníaca en cuanto

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burla, controla y domina la agresión del analista. En el estrato subyacente encontramos al analizado en una situación paranoide ante la persecución venga-tiva por parte del analista (véase el fastidio de éste). Bajo ésta (y su causante) hay una situación inversa: el analizado en una situación de triunfo maníaco (la liberación, el viaje del analizado), el analista en si-tuación paranoide (peligro de ser vencido y abando-nado). Y, finalmente, bajo éste, hay una situación en la que el analizado se encuentra sometido a un objeto que quiere hacer de él la víctima de sus "ten-dencias agresivas", pero esta vez no para vengarse de las intenciones y actitudes del analizado, sino simplemente para satisfacer su propio sadismo, imago que proviene directamente de las frustraciones originales sufridas por el sujeto.

De esta manera, el analista pudo deducir, de cada una de sus sensaciones contratransferenciales, una determinada situación transferencial: el temor del analista por un empeoramiento del estado del anali-zado pudo indicarle la necesidad de éste de satisfacer, por un lado, al vengador, y por el otro lado, de controlarlo y frenarlo, invirtiendo parcialmente (a través de la enfermedad) la situación victimario- víctima, aliviando así su sentimiento de culpa y colocando parte de éste en el analista. El fastidio del analista por el viaje del analizado pudo indicarle la necesidad de éste de liberarse del objeto dominador y sádico, y también los sentimientos de culpabilidad del analizado a causa de estas tendencias, y su temor ante la venganza del analista. Una sensación de triunfo del analista pudo señalarle la angustia y la depresión del analizado a causa de su dependencia de tal objeto frustrador y, sin embargo, im-prescindible. Por otra parte, cada una de estas si-

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tuaciones transferenciales pudo indicarle al analista las imagos de objeto del analizado, es decir, las situaciones contratransferenciales fantaseadas o reales que determinan aquellas situaciones transferenciales. 2) Significados de la agresión contratransferencial.

En las páginas precedentes, al dirigir la atención hacia la angustia contratransferencial, nos hemos en-contrado con una serie de situaciones en las que el analista siente también irritación, fastidio, enojo, rechazo, deseo de venganza, odio, etc. En cuanto al origen y significado de ellas, me limito a las condi-ciones siguientes:

a) La agresión contratransferencial surge frente a la frustración (o peligro de frustración) de deseos que superficialmente pueden ser diferenciados en "directos" e "indirectos"; ambos tienen como fin preponderante recibir libido y afecto, siendo, en el primer caso, el analizado mismo el objeto principal por el que el analista quiere ser aceptado, querido, etc., mientras que en el segundo caso el analizado es el medio para este mismo fin 66. Este fin tiene, en términos generales, dos orígenes: uno instintivo (la necesidad primitiva de unión con el objeto) y otro de naturaleza defensiva (la necesidad de neutralizar, superar o negar los rechazos y demás peligros provenientes de los objetos internos, en especial del superyó). Entre las frustraciones pueden diferenciarse, descriptivamente, las de índole activa y las de índole pasiva. Entre las primeras están la agresión directa por parte del analizado, su burla, el engaño, el rechazo activo. Esto significa para el analista estar expuesto a un objeto (parcialmente) "malo"; el enfermo se convierte, por ejemplo, en el superyó del analista, que le dice: "Tú eres malo." Ejemplo de las frustraciones de índole pasiva es el rechazo pasivo, el alejamiento, los abandonos parciales y otras defensas frente al ligamen y dependencia con el analista. Todas ellas significan frustraciones de la

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necesidad de unión del analista con el objeto. Resumiendo estos aspectos, puede decirse que la agresión contratransferencial suele surgir cuando son frustrados los deseos del analista provenientes de Eros, tanto los que surgen de sus necesidades instintivas y afectivas "originales" como los que surgen de su necesidad de conjurar o anular su propia agresión (Tánatos o la acción de sus objetos malos internos) dirigida contra el yo o contra el mundo externo. Debido a la propia neurosis del analista (pero también a ciertas características del análisis mismo), los deseos de Eros adquieren, frecuentemente, la finalidad inconsciente de llevar al analizado a un estado de

dependencia. De ahí que la agresión con-tratransferencial esté a menudo provocada por el rechazo de la dependencia por parte del analizado, por el rechazo del ligamen y de la entrega al analista, en forma de silencio, negación, ocultamiento, represión, bloqueo, burla, etcétera.

b) La próxima cuestión consiste en establecer qué es lo que induce al analizado a comportarse de esta manera, es decir, frustrando al analista, alejándose de él, agrediéndolo, etc. Con eso sabremos lo que debemos interpretar cuando surge en nosotros la agresión contratransferencial, pudiendo deducir, pues, de la contratransferencia la situación trans-ferencial y la causa de ésta. Esta causa es, a su vez, una situación contratransferencial (fantaseada), o más preci-samente, una conducta mala o temida del objeto proyectado. Ahora bien, la experiencia muestra que —en términos un tanto generales— la conducta mala o amenazante del objeto suele ser un equivalente

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de la conducta del analizado (a la que luego hemos reaccionado internamente con agresión). Compren-demos también por qué: la conducta del analizado proviene de una de las reacciones o defensas más primitivas, es decir, de la reacción taliónica o de la defensa por medio de la identificación con el perse-guidor o agresor. En algunos casos es muy simple: el analizado se aleja de nosotros, nos rechaza, nos abandona, o se burla cuando teme o sufre por nosotros la misma agresión u otra equivalente. En otros casos es más complejo, siendo la identificación inmediata con el agresor reemplazada por otra identificación que es menos directa. Para ejemplificar: una analizada, ante la noticia de que el analista sale de vacaciones, se calla prolongadamente, o sea, se aleja —con el silencio— como respuesta taliónica al alejamiento del analista. Esto, en el aspecto externo. Un análisis más profundo muestra que las vacaciones del analista equivalen para ella a la escena primaria; ésta equivale a una castración, y su respuesta inmediata sería un ataque similar contra el analista. Este impulso agresivo (castrador) es rechazado y el resultado, el silencio, es una transacción entre su hostilidad y el rechazo de ésta; es una identificación, transformada, con el perseguidor.

Resumiendo: a) Las reacciones contratransferenciales de agresión

(o de un equivalente) son la respuesta a una situación transferencia! en la que el analizado frustra determinados deseos del analista. Estas frustraciones equivalen a un abandono o a una agresión que el analizado realiza o con la que amenaza al analista, y colocan a éste, primeramente, en una situación de-presiva o paranoide. El analizado está en una sitúa-

Beto
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ción de defensa que en un aspecto equivale a una situación maníaca, es decir, de liberación de un per-seguidor*.

b) Esta situación transferencia! es la defensa frente a determinadas imagos de objeto. Puede ser un objeto que persigue al sujeto sádica, vengativa o moralmente, o un objeto al que se defiende frente a la propia destructividad mediante ataques ejecutados contra el propio yo; en éstos el sujeto ataca —como Freud y Abraham han mostrado en el análisis de la melancolía y del suicidio— al mismo tiempo al objeto interno y externo (analista).

c) El analista que, a causa del mecanismo maníaco (alo o autoplástico) del analizado es puesto en situación depresiva o paranoide, se defiende a veces frente a éstas por medio de la misma identificación con el agresor o perseguidor, de la que hizo uso el analizado. En tal caso, el analista se convierte, vir- tualmente, en perseguidor, a lo que el analizado (en cuanto presupone tal reacción de su objeto interno y proyectado) responderá con angustia. Siendo esta angustia y su origen lo más cercano a la conciencia, será lo primero a interpretarse.

3) Los sentimientos de culpabilidad

en la contratransferencia. Los sentimientos de culpabilidad contratransferen-

ciales pertenecen, en uno de sus aspectos principales, al capítulo de la angustia contratransferencial, puesto

* Esta "manía" puede ser de índole "superyoica", como por

ejemplo la manía recriminatoria (identificación con el superyó moral perseguidor). Puede ser también "prcsuper- yoica" (es decir, pertenecer a planos subyacentes al de culpabilidad moral), como por ejemplo en la burla erótica (identificación con el objeto que castra, frustrando ger.italmente)69.

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que también representan una forma específica de la misma: la angustia ante la "conciencia moral". De ahí que, en parte, se refieran a las mismas situaciones. Así, por ejemplo, un serio empeoramiento del estado del analizado puede provocar al mismo tiempo que temor ante su venganza (angustias paranoides) y an-gustia y preocupación por haberlo dañado (angustias depresivas), dolor y temor ante la recriminación mo-ral por parte del superyó.

En tales situaciones de sentimientos de culpabilidad, el superyó (del analista) suele ser proyectado sobre el analizado (o sobre una tercera persona), siendo el analista el yo culpable. El acusador es, al mismo tiempo, el atacado, la víctima del analista; éste es el acusado, es decir, el victimario, el que por lo tanto tiene que sufrir luego la angustia (tensión) ante su objeto y la dependencia con respecto a él.

Así como las otras situaciones contratransferencia- les, el sentimiento de culpa del analista puede referirse a factores reales o fantásticos o a una mezcla de ambos. Lo primero es el caso del analista que tenía efectivamente sentimientos negativos, neuróticos, que habían de tener de algún modo influencia sobre su conducta; por ejemplo, interpretando con agresividad o conduciéndose en forma sometida o seductora e innecesariamente ilustradora. Por otra parte, pueden surgir en el analista sentimientos de culpabilidad, por ejemplo, frente a un intenso some-timiento del analizado, sin que él haya contribuido con su proceder a tal conducta, o puede sentirse cul-pable por caer el analizado en una depresión o enfer-medad, aunque su proceder terapéutico sea adecuado ante su conciencia. En tales casos, los sentimientos de culpabilidad contratransferenciales se refieren a un proceder que no era el suyo pero que hubiera

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podido serlo, dada su disposición latente. En otras palabras, el analista se identifica en la fantasía con un objeto interno malo del analizado y se siente cul-pable de lo que ha provocado como tal: enfermedad, depresión, masoquismo, sufrimiento, fracaso. La imago del analizado se confunde, pues, con los objetos internos del analista, a los que en un pasado éste quería frustrar, hacer sufrir, dominar, destruir (o a los que realmente ha frustrado, etc.). Ahora los quiere reparar. Al fracasar esta reparación, vivencia la situación como si él los hubiera enfermado. El factor real interno a que se refieren los sentimientos de culpabilidad son las tendencias neuróticas (pre-dominantemente sadomasoquísticas) que reaparecen en la contratransferencia; sostiene así el analista, con razón, cierta duda e inseguridad con respecto a su capacidad de controlarlas enteramente y de tenerlas alejadas por completo de su actuación como analista.

La situación transferencial ante la que el analista suele reaccionar con sentimientos de culpabilidad, es, pues, en primer lugar, una situación masoquista de) analizado, que a su vez puede ser de naturaleza de-

fensiva ("secundaria") o básica ("primaria"). En el primer caso la conocemos como rechazo del sadismo por medio de su "vuelta contra el yo"; la imago de objeto, que principalmente impone la defensa maso-quista, es una imago retaliadora. En el segundo caso

(el del masoquismo primario), la imago del objeto es "simplemente" sádica, reflejo de los dolores ("frus- tradores") originalmente sufridos. Los sentimientos de culpa del analista se refieren a sus propias tendencias sádicas. Frente al masoquismo del analizado puede sentirse como si él lo hubiera provocado in-conscientemente. El analizado está sometido a un objeto malo, lo que aparece como si el analista hu-

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biera satisfecho su agresividad; ahora éste está a su vez expuesto a las acusaciones de su superyó. En resumen: la situación superficial consiste en que el analizado es ahora el superyó, el analista el yo, quien tiene que sufrir la acusación, etc. El analista está en una situación depresivo-paranoide, mientras que el analizado está, en un aspecto, en una situación maníaca (manía recriminatoria, etc.). En un plano más profundo, la situación es a la inversa: el analista está en una situación maníaca (imago vengativa, dominadora o "simplemente" sádica), y el analizado en una situación depresivo-paranoide. 4) Significados de otras reacciones contratransferen-

ciales (somnolencia, sometimiento). Además de la angustia, el odio y los sentimientos

de culpabilidad en la contratransferencia, que hasta ahora hemos venido considerando, hay una serie de otras situaciones contratransferenciales que pueden representar igualmente puntos decisivos en el curso de un tratamiento analítico, tanto por su posible influencia en la labor del analista, como porque el análisis de las situaciones transferenciales que provocan tales situaciones contratransferenciales, puede representar el problema central del tratamiento, cuyo esclarecimiento puede ser la

conditio sine qua non de cualquier influencia sobre el analizado. Sólo quiero considerar aún, brevemente, dos de estas situaciones. Una de ellas es el ya mencionado aburrimiento o la somnolencia

contratransferencial, que adquiere la importancia señalada, desde luego, solamente en los análisis en que surge con frecuencia y hasta con regularidad. Lo que hasta ahora he podido ver es lo siguiente: el aburrimiento y la somnolencia suelen ser (como ya he dicho) respuestas taliónicas inconscientes del

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analista frente a un alejamiento o abandono afectivo del analizado. Este alejamiento puede ser de distinto origen o naturaleza, pero tiene, por otra parte, características específicas, ya que no toda clase de alejamiento del analizado produce aburrimiento en el analista. Una de esas características parece ser el de un alejarse del analizado sin irse, un abandonar afectivamente al analista, pero quedándose con él; no suele existir el peligro de que el analizado haga una fuga. Este alejamiento o abandono parcial se expresa superficialmente en intelectualización (bloqueo afectivo), en control aumentado, a veces en mono-tonía en la forma de hablar, etc., teniendo el analista al mismo tiempo la sensación de ser

excluido, y de ser impotente con respecto al curso de las sesiones. Parece que el analizado trata de evitar así una dependencia latente y muy temida frente al analista. Esta dependencia es, en la superficie, su dependencia del superyó moral, y más profundamente, de otros objetos internos que son en parte perseguidores, en parte perseguidos. Estos objetos no deben ser proyectados sobre el analista; las relaciones latentes e internas con ellos no deben ser actualizadas y externalizadas. Este peligro es rechazado a través de diversos mecanismos, desde el control y la selección "consciente" de las comunicaciones hasta la despersonalización, y desde el bloqueo afectivo * hasta la total repre-sión de toda relación transferencial; es este re-chazo de aquellos peligros, y la conjuración y el dominio de la angustia mediante estos mecanismos

* Éste y, en especial, el bloqueo de la agresión, suele ser lo que crea la mencionada "ausencia de peligro" para el ana-lista (el analizado no se fuga, etc.), que parece ser una de las condiciones para que sobrevenga el aburrimiento contra-transferencial.

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lo que lleva, pues, al alejamiento, frente al que el analista puede reaccionar con aburrimiento o som-nolencia.

La angustia y los sentimientos de culpabilidad contratransferenciales llevan también, frecuentemente, a la disposición al sometimiento contratransferencial, que igualmente tiene importancia desde dos puntos de vista: tanto por su posible influencia sobre la comprensión, conducta y técnica del analista, como por lo que pueda enseñar sobre la situación transferencial del analizado. En cuanto a lo primero, existirá la tendencia de no frustrar al analizado y hasta de mimarlo. Naturalmente, esto podrá no sólo inhibir la agresión del analizado, sino también dificultar el desarrollo de todas las transferencias negativas (la transferencia del superyó y de otros objetos internos frustrantes). La tendencia del analista a evitar la frustración y la tensión se expresará en una búsqueda de una rápida pacificación de las situaciones transferenciales, como por ejemplo mediante una pronta "reducción" de la transferencia a situaciones infantiles o mediante una rápida reconstrucción de la imago "buena", "real" del analista *. El analista que se siente sometido por el analizado, sentirá enojo, y el analizado, intuyéndolo, sentirá temor a la venganza. La situación transferencial que lleva al analizado a dominar y someter al analista a través de una amenaza oculta o manifiesta, parece ser análoga a la que conocimos al considerar la situación transferen-cial que lleva al analista a sentir angustia y senti-mientos de culpa. Las diferentes maneras de reac-

* Fue W. Reich76 quien recalcó la frecuente tendencia del analista a evitar la transferencia negativa. La situación contratransferencial arriba expuesta es una de las situaciones subyacentes a aquella tendencia.

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cionar el analista frente a sus angustias, es decir, en un caso con una actitud de sometimiento, en otro caso con manía recriminatoria, etc., también están relacionadas con la actitud transferencia! del anali-zado. Las observaciones hechas hasta ahora me pa-recen indicar que el analista tiende tanto más al sometimiento cuanto mayor es la disposición a la actuación agresiva del analizado. 5) La "objetividad" de las contratransferencias, y el

problema de la comunicación de la contratrans-ferencia. Antes de terminar, consideraré brevemente dos

dudas que están relacionadas con los problemas tra-tados. Una de ellas se refiere a la confianza que puede tenerse en la contratransferencia como guía para la comprensión del analizado; la otra se refiere a la utilidad o al daño que puede significar el comu-nicar el analista al analizado una u otra de sus reac-ciones contratransferenciales. En cuanto a la primera duda, creo que sería realmente un error ver en las reacciones contratransferenciales un oráculo, esperando de ellas con fe ciega la verdad pura sobre las situaciones psicológicas del analizado. Es evidente que nuestro inconsciente es una "receptora" y "emisora" muy personal y que debemos contar con falsificaciones frecuentes de la realidad objetiva. Pero también con respecto al inconsciente es válida la afirmación que fue hecha en una oportunidad con respecto a la mujer, o sea que, a pesar de todo, es "lo mejor que de esta clase de cosas tenemos". El propio análisis y alguna experiencia analítica capacitan al analista, por lo general, para ser consciente de este factor personal y para conocer su "ecuación perso-nal". En lo que he podido ver hasta ahora, el peligro

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de una fe exagerada en los mensajes del propio in-consciente, es, aun cuando se trata de reacciones muy "personales", mucho menor que el peligro de reprimirlas y de no darles ningún valor "objetal". Cuando a veces comencé una hora de control preguntando al candidato cómo se había sentido frente al analizado en esa semana o qué había experimentado durante las sesiones, y el candidato me contestó, por ejemplo, que se angustió porque tuvo la impresión de que el analizado quería abandonar el análisis o que se aburrió, o bien cuando yo percibí directamente un fastidio, una angustia, etc., en el candidato frente al analizado, todas estas respuestas contratransferenciales solían ya indicarme el problema central del tratamiento en cuestión en esa etapa, verificándose esta suposición mediante el análisis detallado del material, realizado en la hora de control. Cuando estas reacciones contratransferenciales eran muy intensas, se trataba naturalmente de problemas no resueltos por el candidato y sus reacciones eran ecos desfigurados de la situación objetiva. Pero aun sin tal "intensidad", tenemos que contar siempre con ciertas desfi-guraciones. Así, por ejemplo, un candidato reaccio-naba durante cierto período con un ligero fastidio cuando sus analizados se ocupaban mucho de su infancia. El candidato tenía la idea de que sólo el análisis de la transferencia en sí puede adelantar el tratamiento. En realidad tenía también la necesidad de que los analizados se ocuparan de su persona. Pero analizando su situación, el candidato no sólo pudo recuperar pronto el interés por las situaciones infantiles de sus analizados, sino también ver que, a pesar del carácter neurótico de su fastidio, éste le señalaba el rechazo de ciertos analizados frente a de-terminadas situaciones transferenciales.

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Cualquiera que sea la vivencia del analista, sus reacciones siempre están en relación con los procesos del analizado. Aun las ideas contratransferenciales más neuróticas surgen solamente frente a determina-dos analizados y frente a determinadas situaciones de éstos, y pueden, por lo tanto, señalarle algo sobre ellos. Para citar un último ejemplo: un candidato, al comienzo de una sesión (y antes de que la analizada hable) tiene la ocurrencia de que ella sacará un revólver y disparará sobre él; siente el impulso de sentarse en su sillón en posición de defensa. Reco-noce, fácilmente, el carácter paranoico de esta idea, ya que la analizada está lejos de actuar de esa ma-nera. Sin embargo, pronto puede ver que su reacción era en cierto sentido adecuada; la analizada le comu-nica espontáneamente que tenía la intención de darle "un puntapié en el pene". En otras ocasiones en que el candidato había tenido la misma ocurrencia, la analizada estaba con fantasías en que ella era la víc-tima de una persecución; también en este caso la reacción del analista era, en cierto modo, adecuada, ya que la fantasía de la analizada de ser perseguida era la consecuencia (y la causa) de sus propios im-pulsos sádicos.

Por otra parte deben reflexionarse detenidamente las deducciones que se hacen de la percepción de la propia contratransferencia. Así, por ejemplo, el he-cho de que el analista se sienta con enojo no significa simplemente (como a veces se oye opinar) que el analizado lo quiere enojar. Más bien puede significar que el analizado está con un sentimiento de culpa-bilidad transferencial. Me limito aquí a señalar lo que antes he dicho sobre la agresión contratransfe-rencial.

Finalmente, algunas palabras sobre la segunda du-

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da, es decir, si el analista debe o no comunicar al analizado algo de su contratransferencia. La exten-sión que ya ha alcanzado este trabajo no me permite discutir en detalle los diversos argumentos en pro y en contra *. Naturalmente, mucho dependería tam-bién de qué, cuándo, cómo, a quién, para qué y en qué estado el analista hablaría de su propia contra- transferencia. Sin embargo, tengo la impresión de que, por lo general (aunque no sin excepción), la buena finalidad que persiguen los defensores del "co-municar la contratransferencia" puede ser alcanzada mejor con medios diferentes y puramente analíticos. Me refiero ante todo al análisis consecuente de las fantasías del analizado sobre la contratransferencia del analista (y de las transferencias correlacionadas), hasta que el analizado haya captado la verdad (la realidad de las contratransferencias de sus objetos internos y externos). Además me refiero al análisis consecuente de las dudas, negaciones, etc., que pue-den haber surgido como defensa frente a la verdad intuida, hasta que éstas hayan sido superadas. Sin embargo, hay también situaciones en que la comuni-cación de la contratransferencia tiene evidente valor para el curso ulterior del tratamiento. Sin duda, este aspecto del uso de la contratransferencia tiene mu-cha importancia. Pienso que lo que en primer lugar debe hacerse es un estudio amplio y detallado de los problemas inherentes. Las discusiones al respecto po-drán empezar a ser fructíferas si se basan en una experiencia y una investigación suficientes. Un tra-bajo que las ofreciera sería de gran interés

* En pro de la comunicación y del análisis siguiente de ciertas situaciones contratransferenciales habla A. Balint3, Winnicott8, M. Litttle 58 y otros; en contra de comunicarlas habla, por ejemplo, Paula Heimann42.