qué es la cura psicoanalítica?

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¿ Qué es la cura psicoanalítica? Psicoanalista, miembro de la Asociación de estudios psicoanalíticos Óscar Marott a, de Valencia Cuando a la consulta de un psi- quiatra o al gabinete de un psicólo- go acude un paciente aquejado de angustia, o de inhibición en alguna f unción , generalmente relacionada con la sexualidad, o bien suf riendo algún tipo de síntoma que él mismo ca lifi ca como absurdo, hemos de considerar que existe ya algo que es del orden de la transferencia, es de- cir, el paciente se ha dirigido a al- guien a quien le supone un saber re- lacionado con su dolencia. Es el mis- mo fenómeno que podemos encon- trar en muchos otros órdenes de la vida; en la consult a al médico de ca- becera , en el consejo pedido a un sacerdote , o en la confianza deposi- tada en un asesor financiero. Se crea, por tanto, una relación que en ningún caso es simétrica, y que pone en juego la suposición de un saber en el Otro (es crito así, con mayús - cula, para señalar que la posición que se le confiere -en nuestro caso por el paciente- no es la de un se- mejante cualquiera). Este senc illo hecho es de capital importancia en el campo de la clíni- ca , por cuanto la demanda que el pa- ciente hará no es sólo una demanda de cur ación; es, fundam entalment e, un pedido de saber ; ¿no es acaso un lugar común la pregunta «¿qué me pasa , doctor ?» No hemos de extr a- ñarnos por eso; saber y curación pueden ser situados, por lo que al síntoma neur ótico se re fiere , como un mismo orden de fenómenos, por - que el síntoma va a consistir en una falla del saber , es decir , un enigma que aparece en la vida de una per- sona, habitualmente como conse- cuencia de un acontecimiento ines- perado, casual: el fracaso en una re- lación amorosa, un cambio cualquie- ra en las coordenadas sociales en que se movía una persona, la irrup- ción de la muerte en una existencia que no la tenía en cuent a, o incluso un éxito que viene a desestabilizar el precario equilibrio en que alguien mantiene su posición. Por tanto, un hecho cualquiera, fortuito, a veces incluso de apariencia banal, viene a romper la «rutina»de la existencia de una persona produciendo un sufr i- miento que tiene todo el car ácter de un enigma. Un paciente se pregun- tará por qué no logra dormir, si no tie ne ninguna preocupac ión, y tal ot ro no podrá dar cuent a del por qué de sus continuas ideas de suicidio, pr ecisamente cuando los problemas que le afectaban han entrado en vías de solución. Es, por tanto, con la queja por su sufrimiento, y el pedido de saber, por el enigma que susc ita ese sufr ir, como acude el paciente a la consul- ta de alguien de quien espera una respuesta a sus interrogantes. ¿Qué ocurre cuando ese alguien, por to- mar una situación paradigmática, es un psiquiatra? Pues ocurre de entra- da que ese profesional se halla am- parado con la posesión de un saber -el saber académico propio de su profes ión- que excluye cualquier consideración acerc a de la subjetivi- dad que enc ierra una queja. Su inte- rés se centrar á en la constatación del mayor número posible de signos del padecimiento del paciente, utili- zando para ello no sólo la entrevista -por ci erto , cada vez menos impor- tante- sino también los datos apor- tados por familiares o allegados y, muy espec ialmen te , los resultados de las cons ideradas como pruebas objetivas, sean análisis de laborato- rio o bater ías de tests psicológicos . Obtiene así unos datos «objetivos» que le permitirán elaborar un diag- nóstico perfect amente codificable (es de subrayar la imparable exten- sión de los sistemas de codificación diagnóstica) y aplicar unas medidas ter ap éuticas st and ard acordes al diagnó st ico est ablecido. En resu - men, un proceder que es previsible -y sin duda ésa es la tendencia- pueda realizar pronto una nueva ge- neración de ordenadores. Sin duda que con ello se logra a veces supri- mir el síntoma, aunque en no poc as ocasiones sea por la vía marginal de la sugestión que sobre el paciente puede ejercer esa fascinante posi- ción de amo del saber en que se ubi- ca el terapeuta. Frente a esa clínica en donde el terapeuta tiende a excluirse en aras de una supuesta objetividad, ¿cómo se plantea la clinica psicoanalítica? La clínica psicoanalítica no puede si- tuarse sino en el contexto en que ella tiene lugar, es decir, la cura psi- coanalítica, donde el analista est á presente , y lo está de una forma que llamamos transferencia. La clínica psicoanalítica es, ante todo , una clí- nica bajo transferenc ia. Trataremos de ver qué quiere declr esto . Si decíamos que el paciente acu- de con una queja, que es al mismo ti empo una demanda, es evidente que esa queja tiene un aspecto que podemos considerar como de fija - ción al cuerpo : no podrá dormir, se sentirá paralizado ante determinada situación, no podrá tragar alimentos, sentirá repugnancia ante cualquier solicitación sexual, o precisará rea li- zar determinados rituales de manera periódica. Es el aspecto del síntoma que, como veíamos, es tomado en considerac ión por la clínica psiquiá- trica para establecer las categor ías diagnósticas, pero se trata de un as- pecto engañoso porque es absoluta- mente inespecífico: una sornatiza- ción no es necesariamente un sínto- ma histér ico, puede aparecer en una neurosis obsesiva ; como también puede ocurrir con algo aparente- mente tan perverso como el voyeu- rismo; o bien una alucinación, que en absoluto es específica de la psico- sis. Por otra parte es ciertamente 17

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Page 1: Qué es la cura psicoanalítica?

¿Qué es la curapsicoanalítica?

Psicoan alista, miembro de la Asociación de estud iospsicoan alíti cos Óscar Marotta, de Valencia

Cuando a la consulta de un psi­quiatra o al gabinete de un psicólo ­go acude un paciente aquejado deangustia , o de inhibic ión en algunafunción, generalmente relacionadacon la sexualidad , o bien sufriendoalgún tipo de síntoma que él mismoca lifi ca como absurdo, hemos deconsiderar que existe ya algo que esdel orden de la transf erencia, es de­cir, el pac iente se ha dirigido a al­guien a quien le supone un saber re ­lac ionado con su do lencia. Es el mis­mo fenómeno que podemos encon­trar en muchos otros órdenes de lavida; en la consulta al médico de ca­becera, en el consejo ped ido a unsacerdote , o en la confianza deposi­tada en un asesor financiero. Secrea, por tanto , una relación que enningún caso es simétrica, y que poneen juego la suposición de un saberen el Otro (escrito así, con mayús ­cula , para señalar que la posiciónque se le confiere -en nuestro casopor el pac iente- no es la de un se ­mejante cualquiera).

Este sencillo hecho es de cap italimporta ncia en el campo de la cl íni­ca , por cuanto la demanda que el pa­ciente hará no es sólo una demandade curación ; es, fundamentalment e,un ped ido de saber ; ¿no es acaso unlugar común la pregunta «¿qué mepasa, doctor?» No hemos de extr a­ñarnos por eso ; saber y curaciónpueden ser situados, por lo que alsíntoma neur ótico se refiere , comoun mismo orden de fenómenos, por­que el síntoma va a consist ir en unafalla del saber, es decir, un enigmaque aparece en la vida de una per ­sona , habitualmente como conse­cuencia de un acontecimiento ines­perado, casual : el fracaso en una re­lación amorosa, un cambio cualquie­ra en las coordenadas sociales enque se movía una persona, la irrup ­ción de la muerte en una existe nc iaque no la tenía en cuenta, o inc luso

un éxito que viene a desestabilizar elprecario equilibrio en que alguienmantiene su posición . Por tanto , unhecho cua lquiera, fortuito, a vecesincluso de apariencia banal, viene aromper la «rutina» de la existencia deuna persona produciendo un sufri­miento que tiene todo el carácter deun enigma. Un paciente se pregun­tará por qué no logra dormir, si notie ne ninguna preocupación , y talot ro no podrá dar cuenta de l por quéde sus continuas ideas de suicidio ,precisamente cuando los problemasque le afectaban han entrado en víasde solución.

Es, por tanto , con la queja por susufrimiento , y el pedido de saber,por el enigma que suscita ese sufrir ,como acude el paciente a la consul ­ta de alguien de quien espera unarespuesta a sus interrogantes. ¿Quéocurre cuando ese alguien, por to­mar una situación paradigmática , esun psiquiatra? Pues ocurre de entra­da que ese profesional se halla am­parado con la posesión de un saber-el saber académico propio de suprofesión- que excluye cualquierconsideración acerca de la subjetivi ­dad que enc ierra una queja. Su inte­rés se centrará en la constatacióndel mayor número posible de signosdel padecimiento de l paciente, ut ili­zando para ello no sólo la entrevista-por cierto , cada vez menos impor­tante- sino tambi én los datos apor­tados por familiares o allegados y,muy especialmen te , los resultadosde las consideradas como pruebasobjet ivas, sean análisis de laborato­rio o baterías de tests psicológicos.Obtiene así unos datos «objet ivos»que le permitirán elaborar un diag­nóstico perfectamente codificable(es de subrayar la imparable exten­sión de los sistemas de codificacióndiagnóstica) y aplicar unas medidasterapéuticas st and ard acordes aldiagnóst ico establecido. En resu -

men , un proceder que es previsible-y sin duda ésa es la tendencia­pueda realizar pronto una nueva ge­neración de ordenadores . Sin dud aque con ello se logra a veces supri­mir el síntoma, aunque en no pocasocasiones sea por la vía marginal dela sugestión que sobre el pacientepuede ejercer esa fascinante pos i­c ión de amo del saber en que se ubi­ca el terapeuta.

Frente a esa cl ínica en donde elte rapeuta t iende a excluirse en arasde una supuesta objet ividad , ¿cómose plantea la clinica psicoanalítica?La clín ica ps icoanalítica no puede si ­tuarse sino en el contexto en queella tiene lugar, es decir, la cura psi ­coanalítica, donde el analista estápresente , y lo está de una forma quellamamos transferencia. La clínicapsicoanalítica es, ante todo , una cl í­nica bajo transferencia. Trataremosde ver qué quiere declr esto .

Si decíamos que el paciente acu ­de con una queja, que es al mismotiempo una demanda, es evidenteque esa queja tiene un aspecto quepodemos considerar como de fija ­ción al cuerpo: no podrá dormir, sesen t irá paralizado ante determinadasituación , no podrá tragar alimentos,sentirá repugnanci a ante cua lquiersolicitación sexual, o precisará rea li­zar determinados ritua les de maneraperiódica. Es el aspecto del síntomaque , como veíamos , es tomado enconsideración por la cl ínica psiquiá­tr ica para establecer las categoríasdiagnósticas, pero se trata de un as­pecto engañoso porque es absoluta­mente inespecífico: una sornatiza­ción no es necesariamente un sínto­ma histérico, puede aparecer en unaneurosis obsesiva; como tambiénpuede ocurrir con algo aparente­mente tan perverso como el voyeu­rismo ; o bien una alucinación, que enabsoluto es específ ica de la psico­sis . Por ot ra parte es ciertamente

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frec uente encontrar en la cl ínica unaplasti cidad tal de los aspectos som á­t ico s de los síntomas que difícilmen­te puede sostenerse una construc­ció n sólid a basada en los mismos.

Es que el síntom a no es primaria­ment e una alteración somática; porel contrario, en tanto que fo rmacióndel inconsciente , el sínto ma es unhecho de leng uaje . De ahí que comocuest ión previa a cualquier posibl ecura analític a, el primer paso impres­cindible sea hacer hablar al s íntoma,permiti r que el pacient e despli eguesu queja, lo que no es sino pon er demanif iesto los det ermin antes simbó­licos . de lenguaje. que consti tuyenel sínto ma.

y para ello será impresci ndibleque el analista se destituya de cual­quier posible posic ión de saber es­tablecido que ahogue la que ja de l pa­cien te : que no se ident if ique a eselugar de suje to supuesto sabe r queéste le otorga , puesto que ello no essino un efecto de la estr uctura de lasituación analíti ca . De ahí que no seararo que el pacient e comience a de­cir a partir de est e momento que elanalista no lo sabe todo respecto alo que le pasa, o hasta que andaco mpletamente despistado. Es unefecto notorio . porque no de bemo solvidar que la psicosis paranoide

Fre u d y Su n ie l o Sleph en .

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consiste justamente. en su esencia,en la creencia de que el otro sabetodo lo que le concierne a uno . Puesbien, esta salida del analista de la po ­sición de saber co nsti tuirá lo que,con Lacan, llamamos el deseo delanalista , que func ionará como elmot or fundamental en la cura y que ,en su ese ncia, consisti rá en no te­ner en consideración la subjet ividaddel analista (lo que algunos llaman«contratransferencia», que no seríasino un obstácul o en el avance de lacura) sino en ese deseo muy singu­lar de no identi ficarse al otro , de res­petar la indiv idualidad del paciente ,de no ser un ideal , un mode lo, uneducador , en dejar libre la salida de ldeseo del pacie nte .

Es el tiempo de las llamadas en­trevistas preliminares . Un tiempodonde es frecuente que se produz­can cambios en la forma de presen­tación del síntoma. y aún que éstedes aparezca. no siendo ello sino . en

ocasiones , la señal de que el análi­sis puede empezar. Es un t iempodonde comi enza a estruc turarse lasi tuación analítica defin ida por laexisten cia de alguien que habla de símismo a un analista que está en po ­sición de oyen te del discurso que élmismo est imula con su silenc io ; si­lencio que no significa que el analis ­ta ha de permanecer mudo sino quequiere dar cue nta de l hec ho de queno trata de responder a las deman­das del pac ient e , las cua les. aunqueplant eadas en el terreno del saber ,no por ello dejan de ser de mandasde amor.

Pero el análisis no comenzará has­ta el momen to en que el analista esincluido en las asociaciones del pa-

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ciente, en sus formaciones del in­consciente, en su síntoma. Este he ­cho tiene una doble vertiente que esnecesario examinar . Por un lado enla medida en que el paciente , al ha­blar, podemos decir que despliegasu síntoma, éste se muestra siemprecomo un mensaje dirigido al Otropues bien, cuando al analista se leatribuye ese lugar es evidente que él-no su persona como tal , sino cual ­quier palabra que lo represente parael paciente- formará parte del sintoma, pero de un síntoma nuevo, deuna enfermedad nueva, artificial.creada por la situación analítica yque Freud llamó Neurosis de Trans­ferencia. Los síntomas del pacienteadquieren una dimensión nueva apartir de ese momento en que el ana­lista es el receptor esencial de losmismos, y será precisamente poreste hecho, por el lugar que el ana­lista ocupa en la transferencia, po rlo que podrá operar sobre el sínto­ma o, por usar la expresión de La­can . dirigir la cura

Tal es la vertiente que podemosconsiderar como estructural de latransferencia, referida a un saberque se le supone al analista, y queviene a articularse con la falta de sa­ber , el enigma, que el síntoma supo­nía para sujeto . Pero es evidenteque la transferencia tiene otra ver­ti ente directamente observable y ,por ello , la más conocida Me refie­ro obviamente a lo que Freud llamóel amor de transferencia, que paranada se distingue del verdaderoamor (incluso en su alternancia conel odio) , y que no es sino la posiciónimaginaria, narcisista , que el pacien­te tomará ante el saber que suponeal analista. Una vertiente que vendráa operar en oposición a la anterior ,es decir , como un obstáculo para elavance de la cura, y que a su vez sir­ve de soporte para las manifestacio­nes de la repetición en la transferen­cia , es decir , tomar al analista comouna reproducción de las figuras pa­rentales .

Hemo señalado así, con el esta­blecimiento de la transferencia , elcomienzo de la cura analítica . Es elmomento de hacernos una preguntanada ociosa: ¿Cuál es el objetivo deesa cura? ¿Qué se pretende en unpsicoanálisis? No podemos decir,como lo hace la medicina, que el ob­jetivo sea de entrada suprimir los sín­tomas, porque ello impl ica tener unparámetro de normalidad que en

Fr eud trabajando en s u estudio . 1937 .

nuestro campo no existe; en medici­na puede ser fácil saber que la cu­ración puede ser sinónimo de norma­lización de determinados datos fisi o­lógicos, que una hepatitis, por ejem ­plo , no se considera curada hast aque los niveles sanguíneos de cier­tos enzimas han vuelto a sus valor esstandar ; y aún así conocemos las se­rias dificultades que plantea una de­finición de concepto de salud. Ennuestro campo , por el contrario ,cualquier criterio de normalidad esnecesariamente arbitrario y, por tan­to, sujeto a una moral que no serásino la moral del amo . Tampoco po­demos decir que nuestro objetivo ,de entrada, sea la supresión del su­frimiento ; ¿cómo podemos deter mi­nar el grado de sufrimiento de un pa­ciente?, porque sabemos que haypacientes que hablan mucho de él ytal vez sufren poco o, al revés . di­cen pocas cosas cuando es posibleque sufran mucho. El psicoanálísis ,al hacerse la pregunta por sus obje­tivos se plantea una dimensión ne­cesariamente ética, es decir , fuerade toda norma preestablecida , entanto lo que va a pretender es lapuesta en marcha, el relanzamiento ,del deseo , y sabemos que este de-

se o es muy dif ícil de hacerl o co mpa­tibl e con normas , con reglas. Perohemos de señ alar aquí que en elcampo analít ico no siempre se hanentendido así las cosas, que hayorientaciones incluidas en el seno dela Aso ciac ión Psicoanálit ica Interna­cional que plantean como objetivode un análisis la obte nción de un re­forzam iento narc is ist a, de un yofuerte ¡mediante la ide nti f icación fi­nal del anal izante con el analista!, en­tendido ést e com o ref erencia ideal.Es evidente que ello va en contra dela puesta en cir culación del deseo ,por lo que pod emos deci r que esamanera de entender el análisis care­ce de ét ica.

Nos otros, siguiendo a Freud y La­can, plantearemos que al f inal de unanálisis el analista ha de haber caídopara el analizante de su posic iónco mo Otro , como ideal, para conver­tirse en algo así co mo un objeto de­sech able . Es una condic ión impres­cindible para que podam os hablar derelanzamiento del deseo.

¿Cómo log rar este objet ivo delanálisis? Es algo de lo que es impo ­sible dar cuenta de for ma adecuadaen el espacio de unas pocas pági­nas . Pero pod emos hace r una aíir-

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mació n que nos aproxime al tem a: unanálisis tiende hacia la construcc iónde una fantasía fundamental (un fan­tasma, tal como se le denomina enla term inología analít ica) , ente ndidaco mo una esce na o una fr ase axio­mát ica , en cualquier caso un residu oinmodificable, imposibl e de se r ha­blado por el analizante y que funciona como matriz de tod a signif icaciónde la existe nc ia del sujeto . Podemostene r una idea precisa de lo que aquíse plant ea recurriendo a dos textosfundamentales de Freud sobre eltema. En "Pegan a un niño» se ex­ponen las fases en que se prese ntala fantasía de que un niño es pega­do , mostrando la existencia de unafrase que Freud calif ica como de in­co nsciente , imposibl e de deci r porlos pac ientes . pero reconstruible enel análisis por el enc adenamiento ló­gico de las otras fases . En ..Historiade una neurosis Intantl l» (El hombr ede los lob os) se sigue paso a pasola construcción de una esce na pri­mordial en que el suje to observa uncoito entre sus padres y que se rvirác laramente com o ref erent e de todasignif icación ulter ior en la vida deese paciente .

Ese fantasma no es sino la «res­puesta» que el sujeto se da ante laexistencia de una incompletud , unvacío, una falt a en la madre, en el pa­dre. en el analista . en cualquieraque él sitúe en el lugar de l Otro .

El f inal de un análisis vendrá en­to nces det er minado por la con st ruc­c ión de ese fantasma y lo que Lacanllama su atravesamiento . es dec ir. laexperienc ia que realiza el sujeto deque el fantasma no es sino una pan­talla. que más allá de él no hay nada.só lo el vacío , la falta: una falta quepromoverá el deseo.

Si recapitulamos lo que hasta aquíhemos dich o , podernos constatarque al co mienzo del anális is lo quehay son síntomas; en cambio . al finaldel anális is lo que prevalece es elfantasma. Ahora bien, ¿cómo se ca­mina de un ext remo a otro?

Habíamos ya se ñalado que el ana­lista . desde el moment o que se haestablecido la transferencia analít i­ca , es decir . desde que es inc luidoen las formaciones de l inconscientede l analizante , se halla en situac iónde pod er dirig ir la cura Para ello seservirá del recu rso de la int er preta­ció n. Interpreta r no supone aport arun saber nuevo al analizante ; la in­terpretación no es del orden de la

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Freud leyend o su ma nuscr i to «Mo lscs y elMono teísmo" .

explicación al es tilo de «a usted loque le oc urr e es ... ». Para hacern osuna idea de lo que se trata en la in­te rpretación no podemos dejar delado el hecho de que el analista op e­ra desde el lugar de l Otro . puestoque se ha establec ido la t ransfer en­c ia. el analizante habla y habla paraun único oye nte , el analista , quese rá qu ien decida sobre el sentidode lo que el pac iente dice , y lo harámed iante un rec urso que no es sin ola puntuación, el corte . Qui ere estodec ir que en el punto donde el ana­lista hace una escansión en el decirde l pac iente , crea retroactivament euna signif icac ión. mostrando así algotan evidente como que el analizante,al hablar , d ice más de lo que cree de­c ir. Esa sig nificación te ndrá algo asícomo un efe cto sorpresa en el ana­lizante . que ni remotamente podr íaesp erar la emergencia de la misma;es lo que llamamos un efecto de su­jeto , algo que llama momentánea­mente la ate nc ión del que habla,pe ro que se desvanece tan prontocomo sigue hablando. Es importantetener lo en cuenta: es és te el suje toque inte resa al psicoanálisis , siem-

pre tan evanescente, que en últ imainst ancia vendría a cumplir la mismafunc ión qu e el sujeto gramat ica l,esto es . res ponde r al ¿quién? de laacción señalada por el verbo . Est esujeto. evidentemente, nada ti eneque ver con la pers ona, con el indi ­viduo ; es simplement e un efec to dellenguaje. Y, por ot ra parte , es el úni­ca sujeto que ope ra en el análisisporque, com o ya señalaba, no es si­métrica la posición del analizante yel analista; un anális is no es una re­lac ión int ersub jetiva. El analista, yalo hemos visto , no entra en la situa­c ión analít ica como sujeto; su subje ­tividad queda al margen, lo cual noquiere deci r que no exista, s ino queella no es un op erador en la dir ec­c ión de la cura . ¡Cuando ella apare­ce, cuando la subjet ividad del analis ­ta se po ne de manifi est o , el efectoes una de te nción en el avance deltrabajo analít ico, una resist encia. Deahí la importancia capi tal que tiene elanálisis pe rson al del analista.

Lo que en el tr abajo del análisis elanalizante irá construyendo co moco rrelato del efec to de sujeto que ensí mismo ha experimentado , se rá lacaíuda progresiva del analis ta co mosupues to sujeto de l sabe r, comoOt ro , como polo del amor , para que­dar redu cido a apar iencia, se mblan­te . de un desecho, de un vacío, unvac ío que actuará como causa deldeseo de ese sujeto . Es otra formade dar cuenta del atravesamiento delfantas ma al que antes aludía

Si el manejo de la tr ansf erencia enla dirección de la cura apunta a algo ,ese algo es . precisamente. hacersurg ir el lugar real que ocup a el ana­lista. Un lugar imposible de amar ,per o también imposibl e de soportar

S FHELJ D Observac ione s sobre el amor detrans fer encia . Bibl iot eca Nueva .

S FREUD La dinámica de la tran sfer encia I<J .S Fm-UfJ Pegan a un niño Id .S FnFUD Historia de una neurosis in fantJl

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Esc ri tos E<J Sig lo XXI..J. LAc AN Los cuatro concep tos

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