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Adviento y navidad 1 Adviento POR FAVOR Estad en vela Mt 24, 37-44 Estoy en Mugina (Rwanda). Cuando se publiquen estas líneas me encontraré en la región de Butare, cerca de Burundi, impartiendo un curso intensivo de teología a los misioneros de habla castellana de Rwanda. Allí viviremos juntos el adviento y, desde allí, trataré de enviar mis comentarios de los próximos domingos. Este primer domingo de adviento revivo la misma sensación que tuve el año pasado cuando visité estas tierras: no es lo mismo leer el evangelio desde el bienestar de Europa o desde la miseria y el sufrimiento de Africa. A pesar de todas las crisis y problemas, en Europa se piensa que el mundo siempre irá a mejor. Nadie espera ni quiere el fin de la historia. Nadie desea que cambien mucho las cosas. En el fondo, nos va bastante bien. Desde esta perspectiva, oír hablar de que un día todo esto puede desaparecer, «suena» a «visiones apocalípticas» nacidas del desvarío de mentes pesimistas. Todo cambia cuando el mismo evangelio es leído desde el sufrimiento del Tercer Mundo. Cuando la miseria es ya insoportable y el momento presente es vivido como un sufrimiento absolutamente destructor, es fácil percibir por dentro un sentimiento diferente: «Gracias a Dios, esto no durará para siempre.» Los que sufren así son quienes mejor pueden comprender el mensaje de Cristo: «Felices los que lloran porque de ellos es el Reino de Dios.» Estos hombres y mujeres cuya existencia es dolor están esperando algo nuevo y diferente que responda a sus anhelos más hondos de vida y de paz. Un día «el 50¡, la luna y las estrellas temblarán», es decir, todo aquello en que creíamos poder confiar para siempre se hundirá. Nuestras ideas de poder, seguridad y progreso se tambalearán. Todo aquello que no conduce al ser humano a la verdad, la justicia y la fraternidad se derrumbará y «en la tierra habrá angustia de las gentes». Pero el mensaje de Cristo no es de desesperanza para nadie: «Aun entonces, en el momento de la verdad última, no desesperéis, estad despiertos, manteneos en pie, poned vuestra confianza en Dios.» Estos días, viviendo de cerca el sufrimiento cruel de estas gentes, me he sorprendido a mí mismo pensando algo que puede parecer extraño en un cristiano. No es propiamente una oración a Dios. Es un deseo ardiente y una invocación ante el misterio del dolor humano. Es esto lo que me sale de dentro: «Por favor, que haya Dios.» 2 Adviento EN EL DESIERTO Una voz grita en el desierto Mt 3, 1-12

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  • Adviento y navidad

    1 Adviento

    POR FAVOR Estad en vela Mt 24, 37-44

    Estoy en Mugina (Rwanda). Cuando se publiquen estas lneas me encontrar en

    la regin de Butare, cerca de Burundi, impartiendo un curso intensivo de teologa

    a los misioneros de habla castellana de Rwanda. All viviremos juntos el adviento

    y, desde all, tratar de enviar mis comentarios de los prximos domingos.

    Este primer domingo de adviento revivo la misma sensacin que tuve el ao

    pasado cuando visit estas tierras: no es lo mismo leer el evangelio desde el

    bienestar de Europa o desde la miseria y el sufrimiento de Africa.

    A pesar de todas las crisis y problemas, en Europa se piensa que el mundo

    siempre ir a mejor. Nadie espera ni quiere el fin de la historia. Nadie desea que

    cambien mucho las cosas. En el fondo, nos va bastante bien. Desde esta

    perspectiva, or hablar de que un da todo esto puede desaparecer, suena a

    visiones apocalpticas nacidas del desvaro de mentes pesimistas.

    Todo cambia cuando el mismo evangelio es ledo desde el sufrimiento del Tercer

    Mundo. Cuando la miseria es ya insoportable y el momento presente es vivido

    como un sufrimiento absolutamente destructor, es fcil percibir por dentro un

    sentimiento diferente: Gracias a Dios, esto no durar para siempre.

    Los que sufren as son quienes mejor pueden comprender el mensaje de Cristo:

    Felices los que lloran porque de ellos es el Reino de Dios. Estos hombres y

    mujeres cuya existencia es dolor estn esperando algo nuevo y diferente que

    responda a sus anhelos ms hondos de vida y de paz.

    Un da el 50, la luna y las estrellas temblarn, es decir, todo aquello en que

    creamos poder confiar para siempre se hundir. Nuestras ideas de poder,

    seguridad y progreso se tambalearn. Todo aquello que no conduce al ser humano

    a la verdad, la justicia y la fraternidad se derrumbar y en la tierra habr

    angustia de las gentes.

    Pero el mensaje de Cristo no es de desesperanza para nadie: Aun entonces, en el

    momento de la verdad ltima, no desesperis, estad despiertos, manteneos en pie,

    poned vuestra confianza en Dios. Estos das, viviendo de cerca el sufrimiento

    cruel de estas gentes, me he sorprendido a m mismo pensando algo que puede

    parecer extrao en un cristiano. No es propiamente una oracin a Dios. Es un

    deseo ardiente y una invocacin ante el misterio del dolor humano. Es esto lo que

    me sale de dentro: Por favor, que haya Dios.

    2 Adviento

    EN EL DESIERTO Una voz grita en el desierto Mt 3, 1-12

  • Una vez ms, en medio de este tiempo de Adviento que nos prepara a las fiestas

    de Navidad, se escuchan las palabras del profeta Isaas pronunciadas con fuerza

    por Juan el Bautista: Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Seo,;

    allanad sus senderos.

    En la mentalidad semita, el desierto es, entre otras cosas, el lugar de la verdad,

    donde las personas se ven obligadas a vivir de lo esencial. Lo superfluo y

    artificial queda eliminado y el ser humano se ve enfrentado a su verdadera

    realidad. Es significativo que las grandes religiones que guan a la humanidad

    hayan nacido muchas veces en el desierto. Siempre es importante para la

    humanidad escuchar la voz que dama en el desierto.

    Yo la escucho estos das en Rwanda. Aunque se puede disfrutar cada noche de un

    hermoso cielo donde brillan Orin y la Cruz del Sur, y aunque el paisaje es de

    gran belleza, todo recuerda aqu al desierto. No hay lugar para lo superfluo. El

    hambre es una amenaza permanente. Hurfanos y viudas luchan cada da por

    sobrevivir. Presos hacinados en las crceles esperan en vano su liberacin. No es

    muy difcil escuchar aqu el clamor del ser humano necesitado de salvacin.

    Europa no puede preparar el camino al Seor, como pide el Bautista, si no

    escucha el clamor de estos pueblos abandonados. Hace tiempo que el Primer

    Mundo se ha desviado de lo esencial para seguir caminos tortuosos que nos estn

    deshumanizando a todos. Hemos levantado toda clase de obstculos de injusticia

    e insolidaridad que impiden a Dios reinar como Padre de los hombres y mujeres

    que habitan la Tierra. Vivimos instalados en una indiferencia cruel, y no nos

    damos cuenta de que, mientras nosotros nos preparamos para celebrar una vez

    ms la Navidad del bienestar y la abundancia, miles de seres humanos estarn

    esos mismos das muriendo de hambre y desnutricin.

    Quin ser capaz de liberar a Occidente de su ceguera y embotamiento? Quin

    puede provocar un giro radical en la actitud del Primer Mundo? Las Iglesias

    cristianas tienen que elevar su voz sin descanso. No se le puede acoger a Dios en

    el mundo con cantos y celebraciones litrgicas si no le dejamos entrar como

    Padre de todos los pueblos.

    3 Adviento

    EL HOMBRE DEL MILENIO No ha nacido de mujer uno ms grande

    Mt 11, 2-11

    La prestigiosa revista norteamericana Time ha preguntado a sus lectores quin ha

    sido, a su juicio, el hombre ms importante del milenio que acaba. Las

    respuestas han colocado en primer lugar a Francisco de Ass. Entre tantos

    hombres ilustres, cientficos, descubridores, literatos, artistas o militares, se ha

    escogido al pequeo y humilde Francisco, nacido el siglo XII.

  • No es fcil saber por qu el Santo de Ass sigue fascinando e inquietando a las

    gentes. Chesterton deca que cada generacin es salvada por el santo que ms la

    contradice. Si es as, probablemente Francisco de Ass es el santo que mejor

    puede salvar e iluminar nuestros tiempos, pues es quien ms frontalmente

    contradice el espritu de la vida moderna, configurado por la rivalidad y el

    consumo, la despersonalizacin, la falta de originalidad y de alegra interior.

    Tal vez hemos de decir que Francisco recuerda las aspiraciones ms hondas del

    ser humano traicionadas hoy por una vida desquiciada. Quien ms quien menos

    intuye en Francisco el ideal humano que toda persona lleva dentro de s, esa

    armona consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y con Dios, que tan lejos

    queda de la conciencia desgarrada del hombre moderno.

    Atrae la libertad de Francisco, vivida como la forma ms bella de existir. Esa

    capacidad de desprenderse de las cosas. Cada cosa que eliminaba de su vida le

    abra a un nuevo horizonte (J. A. Merino). Esa personalidad original e

    independiente de quien no quiere ser prisionero de nada ni de nadie. No quiere

    convento porque cuatro muros sern su prisin; no quiere dignidades porque toda

    dignidad es servidumbre. Su meta consiste en vivir el evangelio como forma de

    vida sencilla, fraterna y gozosa.

    Dios lo es todo para Francisco: presencia amorosa, fuerza, regalo, liberacin,

    misterio, gozo. Su Dios no es una definicin escolstica, sino una experiencia

    luminosa y fascinante. El Dios creador y salvador, que crea la vida, que redime,

    que ilumina y salva

    Como dice Toynbee, si queremos construir y mantener un mundo habitable,

    tendremos que dejar de imitar a Pietro Bernardone, padre de Francisco e

    importante hombre de negocios del siglo XIII, y seguir ms de cerca a su hijo san

    Francisco, el hombre ms grande entre los hombres que han existido en todo

    Occidente.

    En su tiempo, Jess emple una expresin semejante para hablar de Juan el

    Bautista, el ms grande de los nacidos de mujer, no por su riqueza o su poder,

    sino por su libertad para preparar los caminos de la salvacin de Dios.

    4 Adviento

    LA LEYENDA DE NAVIDAD El salvar a su pueblo Mt 1, 18-24

    Llueve con fuerza en todo Rwanda. Es la estacin de las lluvias. Esta maana he

    andado por Butare acompaando a unos jvenes de Mdicus Mundi. Siempre la

    misma escena:

    nios y ms nios mojados hasta los huesos que apenas te dejan caminar. No

    entiendo lo que nos dicen, pero su gesto es suficientemente claro: una mano

    extendida con insistencia hacia nosotros, la otra sealando su estmago, y una

    mirada desgarradora difcil de olvidar.

  • Otra imagen se me ha quedado hoy de manera especial. La de una mujer con

    alguna enfermedad que desfiguraba horriblemente sus ojos, movindose

    lentamente como sin fuerzas para espantar las moscas que cubran el rostro de su

    hijo desnutrido. Cmo escribo yo desde aqu un comentario sobre la Navidad?,

    qu puedo decir?, no sera mejor callar? Sin embargo, ahora entiendo tal vez

    mejor esa leyenda de la Navidad que, en imgenes sencillas pero certeras, ha

    sabido recoger lo esencial del misterio de Dios y de su venida al mundo.

    Era de noche. Aunque los evangelios no lo dicen, siempre se ha pensado que

    Jess naci en medio de una noche, iluminada slo por las estrellas. Y es verdad.

    En el mundo es de noche y los hombres caminamos en tinieblas. Creemos saberlo

    todo y no vemos lo esencial. La leyenda tiene razn. Si Dios nace en nosotros,

    siempre ser para iluminar nuestra ceguera y abrir nuestros ojos al dolor del

    hermano que sufre.

    Haca fro en Beln y hace fro en el mundo actual. Falta el calor del amor y la

    amistad. Se ha helado el corazn de Occidente y, bloqueado por la superficialidad

    y el bienestar, ya no es capaz de sentir verdadera compasin por quienes mueren

    de hambre. La leyenda dice la verdad. Si Dios nace en nosotros, ser para poner

    en el mundo el calor del amor y la solidaridad.

    Solo hay una manera de acoger a Dios: abandonar nuestras presunciones y

    seguridades, dejar de engaarnos, no confiar en tantas palabras vanas que salen

    de nuestra boca y tener el coraje de creer ms en el amor y la compasin.

    Podemos ser mejores. En el mundo puede crecer la solidaridad. Pero esto s, Dios

    slo puede nacer all donde se le deja entrar, y slo se le deja entrar all donde se

    deja entrar al amor.

    Natividad del Seor

    ALEGRA RADICAL La gran alegra para todo el pueblo Lc 2, 1-14

    Toda la fiesta de Navidad es una invitacin a la alegra y al gozo. El relato del

    nacimiento de Jess viene precedido precisamente por estas palabras del ngel:

    Os vengo a traer la buena noticia, la gran alegra para todo el pueblo.

    El fundamento de esta alegffa es un acontecimiento que est en la raz de nuestra

    existencia: Dios que es la misma Alegra se ha hecho hombre para compartir

    nuestra vida. Desde entonces, la alegra es para los creyentes algo que hemos de

    cuidar y acrecentar amorosamente en nosotros. La tristeza, por el contrario, algo

    que hemos de combatir sin cesar.

    L. Boros, meditando en esta alegra radical que se desprende de la encarnacin de

    Dios, llega a decir que el gusto por la felicidad forma parte de los elementos

    vitales del ser cristiano. La alegra no es algo secundario y accidental en la vida

    del cristiano. Al contrario, es un rasgo que ha de caracterizar la existencia entera

    del creyente que se sabe acompaado a lo largo de los das por el mismo Dios

  • encarnado.

    Pero, cmo mantener la alegra cuando la soledad, el dolor, la enfermedad, la

    muerte de un ser querido y tantos otros sufrimientos entristecen nuestra vida?

    Cmo eliminar de nuestro corazn tantas sombras que ahogan nuestra alegra?

    Antes que nada, hemos de recordar que esta alegra del creyente no es fruto de un

    temperamento optimista ni resultado de una vida sin problemas ni tensiones. El

    creyente se ve enfrentado a la dureza de la vida con la misma crudeza y la misma

    fragilidad que cualquier otro ser humano.

    El secreto de su alegra serena est en que sabe apoyar confiadamente su vida en

    ese Dios cercano y amigo que es el Dios nacido en Beln. Por eso, esa alegra no

    se manifiesta ordinariamente en la euforia o el optimismo, sino que se esconde

    humildemente en el fondo de su alma. Es una alegra que est ah, sostenida por

    nuestra fe en Dios. Una alegra que crece en la medida en que sabemos difundirla

    e irradiarla serenamente a nuestro alrededor.

    Un hombre que pas muchos aos en un campo de concentracin de Siberia

    escribi en la pared de su celda esta frase que sintetiza bien cul ha de ser nuestra

    actitud: Buscaba a Dios y Dios se me ocultaba; buscaba mi propia alma y no la

    encontraba; busqu a mi hermano y encontr al mismo tiempo a Dios y a mi

    alma.

    Con frecuencia sucede as. Quien no encuentra paz en si mismo ni siente la

    cercana gozosa de Dios en el interior de su corazn, muchas veces recupera la

    alegra verdadera al tratar de aliviar el sufrimiento o la tristeza del hermano.

    Despertar en nosotros la alegra y difundirla a nuestro alrededor es celebrar

    hondamente la Navidad.

    Sagrada Familia

    AOS DECISIVOS Cogi al nio y a su madre y volvi a Israel

    Mt 2, 13-15.19-23

    Estos ltimos aos se ha extendido entre algunos padres una sensacin de

    impotencia y desaliento. Fcilmente se da por supuesto que es poco lo que se

    puede hacer en casa para educar a los hijos en un estilo sano de vida. La familia

    -se dice- ya no tiene fuerza, los jvenes de hoy aprenden a vivir de sus

    compaeros, del ambiente de la calle o de la televisin. Sin embargo, antes de

    renunciar a todo esfuerzo, los padres deberan conocer un dato de importancia.

    En la actual configuracin de la sociedad no hay ninguna institucin mejor

    dotada que la familia para orientar la vida del hijo.

    Psiclogos y pedagogos de prestigio vienen a decir que, por lo general, las

    personas vuelven a aquello que han experimentado como bueno y han vivido con

    satisfaccin, seguridad y gozo en los primeros aos de su vida. Y es sta

    precisamente la gran posibilidad de la familia. En el hogar el nio puede captar

  • valores, conductas, actitudes o experiencias humanas y religiosas, pero no de

    cualquier manera, sino en un clima de afecto, confianza y amor.

    Nada educa de un modo tan decisivo ni deja huellas tan hondas en la vida del

    sujeto como lo experimentado positivamente en el seno del hogar. As se expresa

    un especialista como Gerardo Pastor: Ni las guarderas o escuelas, ni los grupos

    de coetneos, ni las parroquias, ni los medios de comunicacin social (prensa,

    radio y televisin) logran penetrar tan a fondo en la intimidad infantil como los

    parientes primarios, esos seres de quienes se depende absolutamente durante los

    seis o nueve primeros aos de la vida (padres, hermanos, tutores).

    Es cierto que la TV, los amigos y la calle tienen influencia, pero si sta es a veces

    tan grande, se debe, en buena parte, a que en la familia hay abandono, descuido o

    falta de conciencia y de preparacin. No es solo problema de los padres. La

    familia necesita apoyo. Colegios y parroquias han de impulsar escuelas de

    padres, encuentros de reflexin y orientacin prctica.

    Los primeros aos del nio son decisivos. De ah la importancia de sembrar

    con responsabilidad. El trabajo de padres y educadores puede parecer a veces

    pobre y dbil, pero si encierra verdad y bondad, Dios est presente en ese trabajo.

    Esa semilla no se pierde porque lleva dentro el poder salvador del mismo Dios.

    Es bueno recordarlo en esta fiesta de la Sagrada Familia.

    Solemnidad de santa Mara

    DESPEDIR EL AO Dando gloria y alabanza a Dios Lc 2, 16-21

    Paso los ltimos das del ao conviviendo con misioneros y misioneras que

    trabajan en Rwanda. Aqu estn, en medio de la tragedia de este pueblo dividido

    por el odio y amenazado por la muerte y el hambre. Aqu viven aliviando el dolor

    de la gente, curando como pueden a los enfermos, organizando la acogida a los

    hurfanos y tratando de quitar el hambre.

    Les oigo hablar de sus experiencias en los campos de refugiados y de sus visitas a

    las crceles. Les veo arriesgar su propia seguridad para estar cerca de los que

    sufren. Hablan de las cosas ms terribles con la mayor sencillez. No son hroes.

    Al menos, ellos, nunca se dejaran llamar as. Son hombres y mujeres movidos

    por una fe grande en Dios y por un amor incondicional al ser humano.

    Estos misioneros despiden un ao duro y difcil y comienzan otro lleno de

    incertidumbre. Mientras convivo con ellos, llegan hasta aqu noticias de que en el

    Pas Vasco sigue corriendo la sangre. Van pasando los aos y nada parece

    cambiar. Por qu no somos capaces ya de abrir caminos de dilogo y

    pacificacin?

    Llega el momento de despedir el ao. Cada uno ha de hacerlo en lo hondo de su

    corazn porque cada persona es diferente. El ano vivido por uno, no es igual al

    que ha vivido el otro. Cada uno va recorriendo su propio camino. Ha transcurrido

    un ao ms. Queda para siempre en nuestro pasado, con sus trabajos y sus penas,

  • con sus gozos y sus logros.

    Pero, dnde queda este ao que ahora termina?, desaparece en la nada?, lo

    podemos confiar a Alguien? Sin duda, este ao es nuestro, lo hemos vivido

    nosotros y nos pertenece. Pero es un ao que lo dejamos para siempre en manos

    de Dios.

    No lo podemos hacer sin pedir perdn, no slo por nuestra mediocridad, sino,

    sobre todo, por el bien que hemos dejado de hacer. Hemos de despedirlo tambin

    con un sentimiento de agradecimiento. Dios nos ha ido regalando la vida da a

    da. No importa que nosotros lo hayamos olvidado. El ha estado ah. Como dice

    san Pablo: En l vivimos, nos movemos y existimos. No nos ha faltado su

    bendicin. Su gracia ha sido ms grande que nuestro pecado. Su misericordia,

    mayor que nuestra mediocridad.

    Sin detenernos un instante, entraremos en un ao nuevo. Sabemos que ser un

    ao como tantos otros. La nica novedad ser la que introduzcamos nosotros

    mismos en nuestra propia vida.

    2 despus de Navidad

    PODIS? Los suyos no le recibieron Jn 1, 1-18

    Este ao me suenan de manera diferente las palabras con que el evangelista san

    Juan describe el inmenso error de la humanidad al no acoger a Dios: Vino al

    mundo y el mundo no le conoci... Vino a su casa y los suyos no le recibieron.

    Son muchos los que ya no esperan a Dios ni les preocupa en absoluto recibirlo

    en sus vidas. Les basta recibir con euforia el Ao Nuevo.

    He podido contemplar en los telediarios de Sky News cmo se recibe en el

    mundo el ao nuevo. He visto a las gentes de Londres reunidas para escuchar las

    campanadas del Big Ben e iniciar la noche loca del Ao Nuevo, el espectculo

    de los fuegos artificiales sobr el cielo de Nueva York, las clases elegantes de

    Pars brindando con el mejor champagne, los jvenes de Nueva Sydney

    saludando el ao con la primera borrachera.

    Lo que no he podido ver en ningn canal es cmo se recibe al Ao Nuevo en los

    barrios de Kigali o Bujumbura, en los poblados de Etiopa o en la periferia de

    Calcuta. No habr fuegos artificiales porque no tienen luz para iluminar sus casas

    destartaladas. No brindarn con champagne porque los he visto recorrer

    kilmetros para buscar agua potable. No Organizarn el gran cotilln de

    Nochevieja con solomillo braseado al vino tinto con hongos y festival de

    repostera selecta, porque tendrn que contentarse con algo de mandioca o unos

    trozos de boniato.

    Cuando Jess invitaba a acoger el reino de Dios y su justicia, no estaba

    proclamando un mensaje espiritual y etreo. Estaba sealando el nico camino

    que nos puede llevar a los hombres hacia un futuro ms humano y ms dichoso

  • para todos. Pensemos, por un momento, que los hombres acogen realmente a

    Dios como Padre de todos y como criterio absoluto de la existencia humana. En

    esa misma medida tendra que reinar en la Tierra la solidaridad fraterna, los

    poderosos no podran abusar de los dbiles, ni los ricos ignorar a los pobres, ni los

    pases satisfechos del Norte abandonar a los pueblos hambrientos de la Tierra.

    Este mensaje constituye el ncleo esencial del evangelio y lo hemos de tomar en

    serio quienes nos decimos cristianos. No para amargarnos las fiestas o dejar de

    disfrutar de la vida, sino para que nos ayude a escuchar en el fondo de nuestra

    conciencia una pregunta ineludible: podis ser felices sabiendo que no todos

    pueden tener parte en vuestra felicidad? Estoy convencido de que seramos ms

    humanos y mas felices si nos atreviramos a poner un lmite a nuestro bienestar

    para poder compartirlo con los pueblos pobres de la Tierra.

    Epifana del Seor

    ABRIR FRONTERAS Hemos visto salir su estrella Mt 2, 1-12

    La nocin de frontera como lmite preciso entre dos estados ha surgido en la edad

    moderna, al desarrollarse estados con una administracin centralizada. En sus

    inicios, la frontera era, ms bien, una zona bastante deshabitada, de libre trnsito,

    entre dos grupos humanos diferentes. De hecho, las fronteras concretas que

    conocemos en la actualidad son un producto histrico, y representan, con

    frecuencia, el resultado ms o menos estable de un pacto entre dos tendencias

    expansionistas.

    Las fronteras indican la existencia de grupos humanos diferentes, y no deben ser

    condenadas sin ms, pues pueden ser lugar de encuentro, comunicacin y

    entendimiento entre los grupos que estn a ambos lados de las mismas. Sin

    embargo, cuando se imponen por la fuerza, cuando se cierran hermticamente a

    toda comunicacin, o cuando se convierten en puntos de conflicto y

    enfrentamiento violento, las fronteras son el mejor exponente del fracaso de la

    fraternidad humana.

    En la actualidad hay otras fronteras ms difciles de detectar que las fijadas por

    ros o montaas. Son las fronteras econmicas, fruto de egosmos individuales y

    colectivos, que van ahondando cada vez ms la separacin y la insolidaridad ms

    trgica entre pueblos y hasta continentes enteros. Basta pensar en la construccin

    de la Europa del bienestar, cerrada a los pueblos hambrientos.

    Qu significan estas divisiones levantadas por los hombres, desde una

    perspectiva evanglica, segn la cual, la fraternidad universal es meta del hombre

    y de las sociedades? No faltan pecados y sombras en la vida de la Iglesia, pero no

    por ello deja de esforzarse por ser signo de la unidad del gnero humano

    (Concilio Vaticano II). El impulso misionero, la apertura universal de todos los

    pueblos, la solidaridad entre las Iglesias estn al servicio de la evangelizacin,

  • pero tambin de la fraternidad universal, pues el evangelio que anuncian los

    misioneros lleva consigo el esfuerzo y la promesa de establecer unas relaciones

    ms fraternas y solidarias entre los pueblos.

    La fiesta cristiana de la Epifana es el anuncio de la salvacin de Dios para todos

    los pueblos y, al mismo tiempo, una invitacin a abrir fronteras para vivir la fe de

    manera ms universal. La Iglesia ha de contribuir eficazmente a promover un

    mundo sin fronteras egostas e insolidarias.

    Bautismo del Seor

    DESPERTAR EL ESPRITU El Espritu de Dios bajaba Mt 3, 13-17

    Ni si quiera hemos odo hablar de que haya un Espritu Santo. Esta fue la

    respuesta que recibi san Pablo cuando pregunt a los de feso si haban recibido

    el Espritu al ser bautizados. No s qu responderan hoy los bautizados, pero lo

    cierto es que para bastantes el Espritu Santo no tiene inters alguno. Sin

    embargo, vivir del Espritu Santo de Dios constitua para las primeras

    generaciones cristianas su mayor originalidad. El mismo Bautista haba

    bautizado slo con agua. Es Jess quien bautiza a sus seguidores con Espritu

    Santo.

    Siguiendo el plan trazado por Juan Pablo II como preparacin para el Jubileo del

    ano dos mil, despus de haber meditado sobre Jesucristo, Hijo de Dios encarnado

    (1997) y antes de invocar al Dios, Padre de todos los hombres (1999), la Iglesia

    catlica ha dedicado el ao 1998 a acoger con fe al Espritu Santo de Dios. Qu

    puede haber ms importante para la Iglesia que ayudar al hombre moderno a

    despertar el Espritu de Dios en el fondo de su conciencia? Y qu puede ser ms

    decisivo hoy para el ser humano que recuperar su alma?

    Es el Espritu Santo de Dios, vivo entre los creyentes, el que mantiene en la Tierra

    el fuego de Jess, su defensa del pobre, su amor apasionado a los desvalidos,

    su lucha por un mundo ms humano, su confianza absoluta en un Dios amigo de

    los hombres. Sin ese Espritu no hay Iglesia ni evangelio ni religin alguna. Sin el

    Espritu de Dios, todo se apaga y se desfigura.

    Pero, adems, es ese Espritu de Dios, presente en todo ser humano, el que

    permite mirar con esperanza al futuro de la humanidad. Cmo responder si no a

    las preguntas ms inquietantes de nuestro tiempo?, qu les espera a las nuevas

    generaciones?, se contentarn con una vida reducida a mercantilismo,

    organizacin tcnica e imposicin del ms fuerte?, dejar de existir el amor, la

    poesa, la apertura al Misterio?, nunca se amarn de verdad los diferentes

    pueblos de la Tierra?, nunca escucharn los hombres esa aspiracin que llevan

    dentro de s, de ser buenos unos con otros?

    Es el Espritu de Dios quien puede salvar a este hombre de nuestros das, con

    tanto poder para conseguir los logros ms sorprendentes, pero tan incapaz de

  • hacerse a s mismo ms humano. Ese Espritu, acogido de forma responsable en

    el interior de las conciencias, puede liberarnos de la violencia absurda y estril, de

    los partidismos ciegos, de la cerrazn ideolgica que no conduce a ninguna parte;

    puede reconstruir nuestro mundo interior y liberarnos de ese vaco que crece en

    muchas personas tanto ms quiz cuanto ms desbordante resulta la vida exterior.

    Acoger el Espritu de Dios puede parecer una empresa casi imposible. Sin

    embargo, no es tan difcil dar los primeros pasos. Por ejemplo, escuchar

    sinceramente los deseos de bondad, generosidad y nobleza que brotan del

    corazn de todo hombre, y encontrar algn espacio para dirigirnos a Dios sin

    mentirnos a nosotros mismos.

    Cuaresma y Pascua

    1 Cuaresma

    CON 250 PESETAS No slo de pan vive el hombre Mt 4, 1-11

    Tambin este ao quiero dar mi apoyo a una campaa que se promovi en las

    dicesis del Pas Vasco con ocasin del 50 aniversario de las Misiones

    diocesanas. Lo hago porque puede sacudir de nuevo nuestras conciencias

    satisfechas de hombres y mujeres del Primer Mundo. Se trata de vivir cada uno de

    los cinco viernes de cuaresma con slo 250 pesetas por persona.

    Por qu 250 pesetas? Sencillamente porque es la cantidad que gasta diariamente

    en comida una familia media ecuatoriana en las regiones dode trabajan nuestros

    misioneros. El gesto se puede hacer individualmente o en familia, o ser

    promovido desde las parroquias. La forma concreta de llevarlo a cabo puede ir

    desde tomarse tan slo un bocadillo en todo el da, a compartir un plato de arroz o

    de patatas en familia, o prescindir de la comida principal. Se trata de vivir estos

    das con lo que millones de personas viven todos los das del ao y todos los aos

    de su vida.

    Sera ingenuo creer que, por hacer esta experiencia, estamos compartiendo de

    cerca las angustias y miseria de aquellas gentes. Pensemos que en Rwanda una

    familia (no una persona) sobrevive con 65! pesetas al da. Una cosa es intercalar

    este humilde gesto en nuestra vida con todas las necesidades cubiertas, y otra

    muy distinta vivir sin saber con qu se podr contar los prximos das.

    No es, sin embargo, un gesto puramente simblico. Es tambin exigente. Quiere

    expresar de manera concreta nuestro deseo de acercarnos a los ms pobres del

    mundo para tenerlos ms presentes. As experimentaremos un poco mejor lo que

    significa esa desigualdad de la que tanto hablamos. Por otra parte, es un modo

    de ejercitar nuestra capacidad de vivir con ms austeridad y menos cosas

    superfluas.

    Es claro que estos pequeos gestos no resuelven las injusticias de las relaciones

    Norte-Sur, pero las cosas nunca cambiarn si no se crea entre nosotros una nueva

  • conciencia. Necesitamos sacudir nuestra rutina, ponernos a reflexionar, descubrir

    nuevas maneras de vivir de forma ms humana. Nos hemos fabricado un modo de

    vida que nos esclaviza: comemos lo que nos apetece y tiramos lo que nos sobra

    sin pensar casi nunca que, para que ese nivel de consumo pueda mantenerse, el

    Tercer Mundo ha de ser exprimido por los intermediarios, las multinacionales y

    el sistema econmico internacional que imponen sus condiciones sin justicia ni

    piedad alguna.

    Tal vez este pequeo gesto nos ayude a entender mejor las palabras de Jess al

    comienzo de la cuaresma: No slo de pan vive el hombre.

    2 Cuaresma

    MIEDOS Levantaos, no temis Mt 17, 1-9

    Qu le est pasando al hombre de hoy? Nunca haba tenido antes tantos

    conocimientos para controlar la vida; jams haba posedo tantos recursos

    tcnicos y cientficos para resolver sus problemas. Sin embargo, el hombre actual

    sigue viviendo con muchos miedos. Segn no pocos estudiosos, ms inseguro y

    amenazado que en pocas anteriores, anidando en su interior miedos de todo tipo,

    a veces sin razn aparente. Por qu se escucha a tantos esa extraa frase: Todo

    me da miedo?

    El prestigioso psiquatra y buen amigo, Vicente Madoz, ha publicado

    recientemente un excelente trabajo titulado Los miedos del hombre moderno

    (EVD, 1997) donde, con la clarividencia y sencillez del verdadero experto, va

    analizando tanto los miedos irracionales del hombre actual como sus miedos

    concretos: locura, enfermedad, vejez, muerte, fracaso, desamor, soledad.

    La inquietud y desazn de no pocos tiene que ver, sin duda, con los profundos y

    rpidos cambios que se estn produciendo en la sociedad. Tambin con el

    individualismo, la insolidaridad, el pragmatismo exagerado y ciertas formas poco

    sanas de vivir. Pero hay algo ms: esa angustia existencial, a veces solapada o

    disfrazada, que est muy ligada a las grandes incgnitas de la vida y que surge,

    sobre todo, ante la enfermedad, la vejez, el fracaso, el desamor o la muerte.

    El origen de los miedos concretos que tanto hacen sufrir, a veces de manera intil

    y desproporcionada, puede ser muy diferente y requiere en cada caso una

    atencin especfica adecuada, pero no es difcil percibir en bastantes una

    existencia vaca de contenido, dispersa y desorientada que, segn el doctor

    Madoz, es el caldo de cultivo idneo sobre el que se alimentan y se nutren, tanto

    la angustia fundamental del hombre de hoy como todo tipo de miedos neurticos

    secundarios a la misma.

    Pocas palabras se repiten ms en los evangelios como stas de Jess: No tengis

    miedo, Confiad, No se turbe vuestro corazn, No seis cobardes. El

    relato del Tabor recoge el mismo mensaje. Cuando los discpulos, envueltos por

  • las sombras de la nube, caen por tierra abrumados por el miedo, escuchan estas

    palabras de Jess: Levantaos, no tengis miedo. Enseguida se oye una voz de

    10 alto: Este es mi Hijo amado... Escuchadle. Nunca hemos de rebajar la fe a

    remedio psicolgico, pero escuchar a Dios revelado en Jesucristo y dejarse

    iluminar por su Palabra puede sanar al ser humano en sus races ms hondas

    dando sentido e infundiendo una confianza bsica indestructible.

    3 Cuaresma

    EL DON DE DIOS Si conocieras el don de Dios Jn 4, 5-42

    Tal vez, una de las mayores desgracias del cristianismo contemporneo es la falta

    de experiencia religiosa. Son muchos los que se dicen cristianos y, sin

    embargo, no saben lo que es disfrutar de su fe, sentirse a gusto con Dios y vivir

    saboreando su adhesin a Jesucristo. Cmo se puede ser creyente sin gozar

    nunca del amor acogedor de Dios?

    El desarrollo de una teologa de carcter marcadamente racional y la importancia

    que se le ha dado en occidente a la formulacin conceptual, ha llevado con

    frecuencia a entender y vivir la fe como una adhesin doctrinal a Jesucristo.

    Bastantes cristianos creen cosas acerca de l, pero no saben comunicarse

    gozosamente con su persona viva.

    Algo parecido sucede a veces en la celebracin litrgica. Se observan

    correctamente los ritos externos y se pronuncian palabras hermosas, pero todo

    parece acontecer fuera de las personas. Se canta con los labios, pero el corazn

    est ausente. Se recibe el Cuerpo del Seor, pero no se produce una comunicacin

    viva con l.

    Es significativo tambin lo que sucede con la lectura de la Biblia. Los avances de

    la exgesis moderna nos han permitido conocer como nunca la composicin de

    los libros sagrados, los gneros literarios o la estructura de los evangelios. Sin

    embargo, no hemos aprendido a saborear la Palabra de Dios y a rumiara en el

    corazn.

    Todo eso produce una sensacin extraa. Se dira que nos estamos moviendo en

    la epidermis de la fe, segn la expresin de Marcel LegauL En la Iglesia no

    faltan palabras ni sacramentos. Se predica todos los domingos. Se celebra la

    eucarista. Tambin bautizos, primeras comuniones y confirmaciones. Pero falta

    algo, y no es fcil decir exactamente qu. Esto no es lo que vivieron los

    primeros creyentes.

    Necesitamos una experiencia nueva del Espritu, que nos haga vivir por dentro y

    nos ensee a sentir y gustar de las cosas internamente, como deca Ignacio de

    Loyola. Nos falta gustar lo que decimos creer; saborear en nosotros la presencia

    callada pero real de Dios. Nos falta espontaneidad con l, confianza gozosa en su

    amor.

  • La presencia del Espritu no se planifica ni se organiza. No es fruto de nuestros

    esfuerzos y trabajos. Al Espritu hay que hacerle sitio en la vida y en el

    corazn, en nuestras celebraciones y en la comunidad cristiana. La Iglesia de

    nuestros das ha de escuchar tambin hoy las palabras de Cristo a la samaritana:

    Si conocieras el don de Dios... Slo cuando se abre a la accin del Espritu,

    descubre el creyente esa agua prometida por Cristo que se convierte dentro de l

    en manantial que salta hasta la vida eterna.

    4 Cuaresma

    QUIN SOY YO? Para que los que no ven, vean Jn 9, 1-41

    Probablemente tienen razn quienes sugieren que el hombre de hoy huye de Dios

    porque anda huyendo de s mismo. En el fondo, no es posible entrar en contacto

    con Dios sin entrar en contacto consigo mismo. Lo deca hace mucho tiempo san

    Cipriano de Cartago: Cmo puedes pretender que Dios te escuche, si no te

    escuchas a ti mismo? Quieres que Dios piense en ti, cuando t mismo no piensas

    en ti mismo.

    La comunicacin con Dios y los actos religiosos en general se convierten en una

    piadosa evasin si la persona no se encuentra consigo misma y no descubre

    cules son las necesidades ms hondas y la nostalgia ms ntima y secreta del

    corazn humano.

    Encontrarse con uno mismo no significa andar dando vueltas continuamente a los

    propios problemas o analizar una y otra vez el estado de nimo. Se trata, sobre

    todo, de llegar hasta mi ncleo personal y adentrarme en mi verdadera identidad.

    El benedictino alemn Anselmo Grun, buen conocedor de la espiritualidad

    cristiana y de la psicologa contempornea, sugiere en su reciente libro La

    oracin como encuentro un mtodo sencillo y prctico. Consiste esencialmente

    en preguntarse a menudo: Quin soy yo?

    Cuando uno se hace despacio esa pregunta, comienza a recibir espontneamente

    respuestas e imgenes. Pero no hay que precipitarse. Ese no soy yo. Yo no soy se

    que mis amigos creen que soy; no soy lo que se dice de m; no soy el que yo creo

    ser. Yo no me identifico con el papel que represento ante los dems. No soy ese

    disfraz que me pongo incluso ante m mismo.

    No es nada difcil descubrir que uno acta de una manera en el trabajo y de forma

    muy distinta en casa. Que se comporta de un modo con los amigos y de otro con

    los extraos. Que de m pueden nacer los sentimientos ms nobles, pero tambin

    los ms peligrosos. Quin soy yo realmente?

    Soy diferente de los dems. Llevo una trayectoria en mi vida, pero soy algo ms

    que el resultado de mi pequea historia. Mi ser ms hondo no se identifica con

    mis pensamientos ni sentimientos. Yo soy un misterio que me desborda. De

    dnde vengo? Qu ando buscando? Dnde encontrar mi paz?

  • Desde este tipo de preguntas comienza la persona a dejarse iluminar por Dios. Es

    l quien de verdad nos conoce, nos llama por nuestro nombre propio y nos invita

    a creer. El relato de la curacin del ciego termina con estas significativas palabras

    de Jess: He venido a este mundo para que los que no ven, vean, y los que ven,

    se queden ciegos.

    5 Cuaresma

    EL DERECHO A MORIR MEJOR Yo soy la resurreccin y la vida Jn 11, 1-45

    En poco tiempo se ha impuesto entre nosotros un nuevo estilo de morir. Hoy se

    muere ms tarde y tambin de forma ms lenta. Se muere con menos dolor, pero

    ms solos. Mejor atendidos tcnicamente, pero peor acompaados.

    En otros tiempos, el moribundo era el autntico protagonista de su muerte.

    Advertido de la proximidad de la ltima hora, l mismo presida el

    acontecimiento: reuna a sus seres queridos, les daba las ltimas

    recomendaciones, peda perdn, reciba los sacramentos y se despeda hasta la

    otra vida. Rara vez sucede hoy as.

    La muerte se va convirtiendo cada vez ms en un proceso despersonalizado,

    confinado a los profesionales sanitarios, y vaciado en buena parte de su contenido

    humano y religioso. En muchos casos, el enfermo queda abandonado, a la espera

    de su muerte ms o menos presentida, como si ya no fuera necesaria ninguna otra

    ayuda o acompaamiento, excepto el control de los aparatos de asistencia.

    Mientras tanto, una conspiracin de silencio impide al enfermo preparar y vivir

    su muerte de forma ms lcida y responsable.

    No es fcil entender cmo, en una sociedad aparentemente tan celosa de la

    dignidad de la persona, no se genera una reaccin ante este estado de cosas y no

    se grita con fuerza el derecho a morir con ms dignidad. La muerte pertenece a la

    persona y no a la medicina. El enfermo tiene derecho, no slo a una asistencia

    mdica que alivie su dolor y le proporcione la mejor calidad de vida posible. Ha

    de recibir tambin la ayuda necesaria para vivir su muerte de forma humana.

    Cuando ya no se puede curar, se puede y se debe aliviar, acompaar y ayudar a

    morir dignamente. Del mismo modo que nadie ha de vivir solo y abandonado, sin

    la ayuda necesaria para vivir con dignidad, tampoco se ha de abandonar a una

    persona sin la ayuda adecuada para enfrentarse a su muerte de forma digna.

    El momento de la muerte recae hoy casi por completo sobre el equipo sanitario y,

    de manera particular, sobre las enfermeras. Son stas las que ayudan ms de cerca

    al moribundo, de forma muchas veces admirable. Pero no basta. El enfermo

    puede necesitar curar heridas que arrastra del pasado, enfrentarse a sentimientos

    de culpabilidad, abrirse confiadamente al misterio, reconciliarse con Dios, pedir

    perdn, sentirse aceptado, despedirse con paz.

    Todo moribundo, cualquiera que sea su visin religiosa, su fe o actitud

  • existencial, tiene derecho a ser mejor atendido en el momento de enfrentarse a la

    experiencia ms densa y decisiva de su vida. Una organizacin ms adecuada de

    la asistencia hospitalaria, una mayor atencin de familiares y amigos, una

    actuacin ms responsable de sacerdotes y creyentes podra aliviar y hacer ms

    humana la muerte de no pocos. Y dichosos tambin hoy los que, solos o mal

    acompaados, mueran confiando en aquel que dijo: Yo soy la resurreccin y la

    vida; el que cree en mi, aunque muera, vivir.

    Domingo de Ramos

    CRUCIFICADO CON NOSOTROS Lo crucificaron Mt 26, 1~27, 66

    El sufrimiento lleva a muchos a gritar a Dios. No todos lo hacen de la misma

    forma. Algunos preguntan por Dios tericamente: Cmo puede Dios permitir

    esto? Tienen la impresin de que Dios es una especie de fuerza ciega e

    insensible que no se preocupa de nadie. Este planteamiento lo hace, por lo

    general, el espectador. No es sta la pregunta de quien sufre en su propia carne.

    Su grito tiene otro acento ms desgarrador: Dios mo, dnde ests?, por qu te

    ocultas?, no sientes mi dolor y mi pena?

    En el centro de la fe cristiana hay una historia de la Pasin. Es la historia de

    Cristo perseguido, abandonado, torturado y crucificado. Ninguna otra religin

    tiene una figura martirizada en su centro. Pero -lo que es ms escandaloso an- en

    el centro de esa pasin est la experiencia del abandono de Dios. Despus de tres

    horas de silencio, clavado en la cruz, aguardando la muerte, Jess lanza un grito

    desgarrador: Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado?

    Lo que angustia a Cristo no es slo la muerte. Es el temor a que, despus de haber

    confiado totalmente en el Padre, ste lo pueda abandonar. Dnde quedar el

    Reino de Dios cuya dicha ha anunciado a los pobres y desgraciados del mundo?

    Es el silencio espantoso de Dios lo que le hace gritar. Y es se precisamente el

    grito al que tantas personas atormentadas se siguen uniendo todava hoy, pues

    expresa lo que sienten: Dios mo, por qu me has abandonado?

    Pero, es realmente as? Si lo ha dejado morir solo y abandonado en la cruz, Dios

    no solamente seria un Dios insensible, sino tambin un Dios cruel. Pero en la

    primera comunidad cristiana afirman rotundamente lo contrario. En Cristo

    estaba Dios reconciliando al mundo consigo (2 Co 5, 19). Cuando Cristo sufre

    en la cruz, el Padre sufre la muerte de su Hijo amado. Ambos sufren aunque de

    manera distinta:

    Cristo sufre la muerte en su carne humana. El Padre sufre la muerte de su Hijo. La

    Pasin de Cristo le hace sufrir a Dios, es la Pasin de Dios.

    Esto lo cambia todo. Si Dios mismo estaba sufriendo en Cristo, entonces Cristo

    trae la comunin de Dios con quienes se ven humillados y crucificados como l.

    Su cruz, levantada entre nuestras cruces, es la seal de que Dios sufre en todo

  • sufrimiento humano. A Dios le duele el hambre de los nios de Rwanda, la

    humillacin de las mujeres de Irak o la angustia de los torturados en tantas

    crceles secretas.

    Este Dios crucificado con nosotros es nuestra esperanza. No sabemos por qu

    Dios permite el mal. Y aunque lo supiramos, no nos servira de mucho. Sabemos

    que Dios sufre con nosotros. Esto es lo decisivo, pues, con Dios, la cruz termina

    en resurreccin, el sufrimiento en dicha eterna.

    Domingo de Resurreccin

    EL CORAZN DEL MUNDO Haba de resucitar de entre los muertos Jn 20,

    1-9

    La Pascua no es la celebracin de un acontecimiento aislado que sucedi hace

    muchos aos. No se canta el aleluya slo porque algo debi de ocurrir despus

    de la crucifixin de Jess. Es mucho ms. La resurreccin de Cristo ha decidido

    el final glorioso de todo. Resucitando a Jess, Dios ha iniciado algo que ahora

    mismo est sucediendo: el movimiento del mundo entero hacia la vida eterna.

    Por eso, la Pascua no es propiamente una fiesta exclusiva para cristianos. Algo

    que afecta slo a la Iglesia. Es el hecho ms decisivo para la humanidad. Un

    acontecimiento universal que lo orienta y arrastra todo hacia la salvacin.

    A K. Rahner le gustaba decir que el Resucitado es el corazn del mundo, la

    energa secreta que sostiene el cosmos y lo impulsa hacia su verdadero destino, la

    ley secreta que lo mueve todo, la fuerza creadora de Dios que atrae la historia del

    hombre y del mundo hacia su vida misteriosa e insondable.

    Todo esto se nos escapa porque an estamos en camino. Hoy todo est todava

    entremezclado. Conocemos la vida y la muerte, el sentido y el sinsentido, el

    disfrute y el dolor, los xitos y el fracaso. En el fondo, parece que nos habita una

    esperanza secreta: vivimos buscando una vida feliz y eterna. Pero todo queda

    luego a medias. Por qu vamos a pretender la inmortalidad?

    Estas son las grandes preguntas que lleva dentro de s el ser humano, por mucho

    que la trivialidad o el escepticismo de estos tiempos quieran borrarlas de su

    corazn. Tenemos motivos verdaderos y fundados para vivir y morir con

    esperanza? Todo lo dems, como deca Miguel de Unamuno, es retrica. Si no

    hay vida eterna, nada ni nadie nos puede consolar de la muerte.

    Por eso, lo ms grande y tambin lo ms atrevido del cristianismo es la fe en la

    resurreccin. Cristo resucitado est vivo en su palabra evanglica aunque a no

    pocos les parezca hoy utpica o vaca. Est vivo en la Iglesia aunque su ser mas

    hondo no sea a veces captado ni por los que viven dentro de ella. Est vivo en el

    corazn de todos los hombres y mujeres, despertando en ellos un hambre de

    amor, de justicia y de vida, que no puede ser saciado en esta tierra que ahora

    conocemos. Dios se ha convertido en la inquietud eterna de este mundo

    (K. Rahner).

  • Sera una falsificacin mezquina de la fe pascual reducirla a esperar la vida eterna

    slo para uno mismo. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen a

    conocer la verdad (1 Tm 2, 4). Si en este da de Pascua se despierta dentro de m

    un gozo nico es porque espero la vida eterna de Dios, sobre todo, para tanta

    gente a la que veo sufrir en este mundo sin conocer la dicha y la paz.

    2 Pascua

    ESCUCHAR LA INVITACIN No seas incrdulo, sino creyente Jn 20, 19-31

    El relato evanglico es breve y conciso. Jess resucitado se dirige a Toms con

    unas palabras que tienen mucho de invitacin amorosa, pero tambin de llamada

    apremiante. No seas incrdulo, sino creyente. Toms responde con la

    confesin de fe ms solemne de todo el Nuevo Testamento: Seor mo y Dios

    mo.

    Qu recorrido interior ha hecho este hombre hasta entonces dubitativo y

    vacilante? Cmo se camina desde la resistencia y la duda hasta la confianza? La

    pregunta no es superflua, pues, ms tarde o ms temprano, de forma totalmente

    inesperada o como fruto de un proceso interior, todos podemos escuchar ms o

    menos claramente la misma invitacin:

    No seas incrdulo, sino creyente.

    Tal vez la primera condicin para escucharla es percibirse amado por Dios,

    cualquiera que sea mi postura O trayectoria religiosa. Soy amado, sta es la

    verdad ms profunda de mi existencia. Soy amado por Dios tal como soy, con mis

    deseos inconfesables, mi inseguridad y mis miedos. Soy aceptado por Dios con

    amor eterno. Dios me ama desde siempre y para siempre, por encima de lo que

    otros puedan ver en m.

    Se puede dar un paso ms. Soy bendecido por Dios. l no me maldice nunca, ni

    siquiera cuando yo mismo me condeno. Ms de una vez escuchar en mi interior

    voces que me llaman perverso, mediocre, intil o hipcrita. Para Dios soy algo

    valioso y muy querido. Puedo confiar en l a pesar de todo.

    En Dios encuentro a alguien en el que mi ser puede sentirse a salvo en medio de

    tanta oscuridad, maledicencia y acusaciones. Puedo confiar en l sin miedo, con

    agradecimiento. Por lo general, la gratitud hacia Dios se despierta al mismo

    tiempo que la fe. No se puede volver a Dios sino con un sentido hondo de

    gratitud.

    Me he preguntado muchas veces por qu unos deciden ser agradecidos,

    generosos y confiados, y por qu otros se inclinan a ser amargados, egostas y

    recelosos. No lo s. En cualquier caso, estoy convencido de que nuestra vida no

    est predeterminada o totalmente marcada de antemano. Siempre hay rendijas

    por las que se nos cuela la invitacin a creer y confiar.

    Cada uno podemos hacernos las preguntas decisivas: Por qu no creo?, por qu

  • no confo?, qu es lo que en el fondo estoy rechazando? No se me debera pasar

    la vida sin enfrentarme con sinceridad a m mismo: Cundo soy ms humano y

    realista, cuando pretendo salvarme a m mismo o cuando le invoco con fe: Seor

    mo y Dios mo?

    3 Pascua

    SIN HERENCIA RELIGIOSA Se les abrieron los ojos y lo reconocieron Lc 24,

    13-35

    Se ha dicho que vivimos en la cultura de la experiencia como contrapuesta a la

    cultura de la obediencia (Gallagher). Es as. La gente, sobre todo joven, slo

    confa en lo que puede experimentar o vivir personalmente. Si hoy a bastantes les

    cuesta creer es sencillamente porque nunca han tenido una experiencia personal

    un poco viva de Dios.

    Es significativo lo que est sucediendo en los jvenes. Muchos de ellos estn

    creciendo en medio de un vaco religioso desolador. James Mc Auley ha

    descrito de forma magistral la situacin de los que l llama la generacin de los

    desheredados. Jvenes que se han quedado sin herencia religiosa pues apenas

    han recibido, ni de la familia ni de la sociedad, experiencia religiosa alguna. Su

    nica herencia es la confusin, la desconfianza ante la religin y, sobre todo, la

    indiferencia. Segn el profesor australiano, muchos de ellos ya no niegan ni

    dudan; simplemente, no tienen ni idea.

    Este tipo de increencia no es fruto de una decisin personal. Es ms bien el estado

    al que se llega cuando a la persona le falta una mnima experiencia religiosa y, al

    mismo tiempo, est recibiendo del ambiente una serie de mensajes sociales que le

    presentan lo religioso como algo trivial y sin importancia para el ser humano.

    No es verdad que los jvenes estn abandonando la fe. Lo que sucede es que en

    muchos de ellos la fe difcilmente puede brotar. Cmo puede llegar a creer un

    joven que en casa slo ha conocido silencio e indiferencia religiosa, que en la

    televisin no ve sino burla y crticas a una religin ridcula, y que en la Iglesia

    slo llega a captar los aspectos externos de una institucin que le resulta extraa y

    anticuada?

    Lo primero que necesitan estos jvenes no es doctrina. Nadie los va a convencer

    con palabras de algo que no pueden experimentar ni vivir con gozo. Lo que

    necesitan es que alguien les ayude a descubrir a un Dios Amigo en lo hondo de su

    corazn. Lo importante no es tratar de imponerles unas obligaciones religiosas

    que no pueden entender, sino ayudarles a comunicarse con Cristo. Esta es la

    gran responsabilidad de la Iglesia: ofrecer al hombre y la mujer de hoy la

    posibilidad de vivir una experiencia de encuentro gozoso con Dios. Todo lo

    dems viene despus.

    No se puede creer en Dios cuando falta la comunicacin con l. No se puede

  • seguir a Cristo cuando no hay contacto con l. El relato de Emas nos sugiere un

    doble camino a seguir para despertar la fe cristiana. En primer lugar, una escucha

    viva de las Escrituras que haga arder el corazn. Luego, una celebracin de la

    Cena del Seor donde se pueda reconocerlo. La fe de los jvenes slo se

    despertar si alguien les ayuda a vivir estas experiencias.

    4 Pascua

    NO SE IMPROVISA Atienden su voz Jn 10, 1-10

    No es raro encontrarse hoy con personas que valoran sinceramente la religin y

    estn convencidas de que la fe en Dios no es una ilusin. Sin embargo, su fe est

    como bloqueada. Hace tiempo que no rezan ni toman parte en una celebracin

    religiosa. Sin embargo, su problema es ms profundo: no aciertan a comunicarse

    con Dios.

    Esta comunicacin con Dios no se improvisa. No es algo que brota sin ms desde

    la superficie de la persona. Requiere una actitud interior de apertura y un cierto

    aprendizaje.

    Lo primero es situarse ante Alguien. Dios no es una fuerza temible, la energa que

    dirige el cosmos o algo semejante. Antes que nada es Amigo y Padre. Lo

    importante ante Dios es captar su presencia amistosa. Todo lo dems viene

    despus. Sentir a Dios como Amigo lo cambia todo.

    En segundo lugar, hay que arriesgarse a confiar La vida no es siempre fcil.

    Tarde o temprano, todos conocemos la experiencia del vaco, la impotencia o el

    sinsentido. Los das se nos van deslizando de modo irrecuperable, sin que

    podamos encontrar descanso y paz. Quien se abre al Dios revelado en Jesucristo

    aprende a escuchar en el fondo de su ser estas palabras decisivas: No tengas

    miedo.

    Es importante, adems, captar a Dios como el Creador de vida. En lo ms hondo

    de cada uno de nosotros habita su Espritu que es Seor y dador de vida. Este

    abrirse a Dios no consiste en vivir de forma ingenua, infantil o irresponsable. Al

    contrario, es reforzar nuestra verdadera identidad, crecer como personas,

    aprender a vivir la vida intensamente, con hondura, desde su raz.

    El creyente trata, tambin, de escuchar la voluntad de Dios, es decir, lo bueno,

    lo agradable, lo perfecto, lo que puede estar en sintona con Aquel que slo

    quiere el bien y la felicidad de todo ser humano. No es fcil. Hay que aprender a

    ahondar en el propio deseo. Descubrir nuestro deseo ms profundo, no los deseos

    que lo enmascaran y desfiguran, sino eso que realmente anda buscando nuestro

    corazn desde lo ms hondo. Ese deseo interior necesita siempre ser purificado,

    pero no est lejos de la voluntad de Dios.

    Para el evangelista san Juan, es decisivo en la fe cristiana atender a la voz de

    Cristo. Slo las ovejas que reconocen la voz del Pastor y se sienten llamadas por

  • l, son capaces de seguirle fielmente.

    5 Pascua

    ETAPA DECISIVA Os llevar conmigo Jn 14, 1-12

    Llevo un cierto tiempo leyendo diversos trabajos sobre la llamada tercera edad.

    Trato de conocer mejor esa etapa tan decisiva para el ser humano, pues me parece

    importante ver cmo puede la fe cristiana iluminar el atardecer de la vida de los

    hombres y mujeres de nuestros das.

    Es incontable el nmero de libros que ofrecen orientaciones para envejecer

    sabiamente desarrollando de manera sana las diversas dimensiones de la vida.

    Quiero senalar aqu, por su carcter sencillo y prctico, ~ coleccin Para

    Mayores de Editorial Popular con ttulos como Envejecer es vivir, La fierza

    de la experiencia, Alimentarse con salud.

    Sin embargo, no siempre se atiende a la dimensin religiosa ni a la profunda

    crisis que puede aflorar en ese momento de la vida, cuando, sin poder evitarlo, la

    persona comienza a hacerse las grandes preguntas de la existencia: Por qu he

    trabajado tanto?, para qu he vivido?, esto era todo?, qu me espera ahora?

    Cada edad tiene su forma propia de expresin religiosa, y esta ltima etapa de la

    vida puede ser un autntico regalo de Dios si el creyente sabe reavivar su fe y

    descubrir todas las posibilidades que se le ofrecen.

    La jubilacin es un tiempo propicio para encontrarse con uno mismo y llegar ms

    al fondo del corazn. Es el momento de escuchar llamadas olvidadas y de

    poner la atencin en lo importante. La persona ha recorrido ya un largo trecho de

    su existencia. Conoce mejor su debilidad y limitaciones. Sabe lo que da la vida.

    Ahora llega el momento de la verdad.

    La jubilacin puede ser, sobre todo, un tiempo de encuentro sincero con un Dios

    Amigo y Salvador. Dios est ah, en medio de nuestra vida. Ha estado siempre

    aunque nosotros hayamos caminado largos aos olvidados de l. Es el momento

    de confiar en su perdn y escuchar lo que quiere decirnos en el atardecer de

    nuestra vida.

    Tal vez lo primero que se nos pide es aprender a abandonarnos en sus brazos.

    Estar ante l en silencio, sin hablar mucho, sin pedirle muchas cosas.

    Sencillamente, estar ante l con fe, esperando su gracia y su perdn, dndole

    gracias porque, al final de todo, nos espera y nos ofrece su salvacin.

    Qu consolador puede ser para los creyentes escuchar al final de la vida las

    palabras de Jess: No perdis la calma, creed en Dios y creed tambin en m...

    Cuando vaya y os prepare sitio, volver y os llevar conmigo, para que donde

    estoy yo estis tambin vosotros. Todos tenemos ya preparado un lugar en el

    corazn de Dios.

  • 6 Pascua

    DESDE DENTRO Vive con vosotros y est en vosotros Jn 14, 15-21

    Hay algo que no siempre se seala al estudiar la crisis religiosa de nuestros das.

    Unos se alejan de la religin, otros la han reducido al mnimo, no pocos viven una

    fe apagada. Pero, con frecuencia, todo esto se est produciendo sin que las

    personas se planteen de forma consciente qu actitud quieren adoptar ante Dios y

    por qu. Se acta casi siempre sin criterios ni puntos claros de referencia.

    Por otra parte, es fcil observar que muchas veces se habla de Dios como de

    odas. No hay experiencia personal. Se olvida, como advierte W Schmidt, que

    la religin slo puede captarse con verdad desde dentro, por lo que tenemos el

    peligro de hablar de ella como hablara un ciego de los colores.

    La fe en Dios se puede debilitar o apagar de muchas maneras, pero slo conozco

    un camino para reavivara: la oracin personal. Ese ponerse ante Dios en

    silencio y a solas. No s de nadie que haya vuelto a Dios sin haberlo escuchado

    como amigo en el fondo de su ser. La fe se despierta cuando la persona invoca a

    Dios, lo busca, lo llama, lo interroga, lo desea. Dios no se oculta a quien lo busca

    as. Ms an. Est ya presente en esa bsqueda.

    He asistido recientemente a la VIII Semana de Teologa Pastoral, celebrada en

    Madrid con este tema de fondo:

    Dnde est Dios? Itinerarios y lugares de encuentro. Se han planteado

    cuestiones de no poco inters para disear una bsqueda de Dios en nuestros

    tiempos, pero J Martn Velasco ha recordado una vez ms lo que con tanta fuerza

    subraya en su ltimo libro La experiencia cristiana de Dios (E. Trotta, 1996),

    que recomiendo vivamente a quienes andan buscando a Dios: Sin oracin

    personal, resulta extraordinariamente difcil hacer la experiencia de Dios en las

    celebraciones comunitarias y en el desarrollo de la vida ordinaria.

    En esta oracin personal se produce, segn el prestigioso telogo, una cierta

    ruptura de nivel, que permite al sujeto vivir una experiencia diferente, que est

    ms all de otras vivencias centradas en la utilidad, la posesin, el inters

    econmico, que constituyen la vida ordinaria. En esta oracin, la persona se

    coloca ante Dios. Esto es lo decisivo, el corazn de toda religin. Quien la ha

    conocido termina diciendo las palabras de Job: Hasta ahora hablaba de ti de

    odas; ahora te han visto mis ojos (Job 42, 5).

    El evangelio de Juan nos recuerda que dentro de nosotros vive un Defensor que

    est siempre con nosotros. Es el Espritu de Dios. El mundo no lo ve ni lo conoce,

    pero l vive con los creyentes y est con ellos. Hay, sin duda, muchos caminos

    para encontrarse con Dios, pero todos ellos llevan a l slo si escuchamos en

    nuestro interior a ese Espritu de la verdad.

  • Ascensin del Seor

    OLVIDO DEL CIELO Yo estoy con vosotros Mt 28, 16-20

    Un hombre se pierde cuando pierde su centro. Un hombre no vive cuando no se

    toma tiempo para vivir. Un cristiano no sabe por qu es cristiano cuando no

    disfruta de su fe. Un cristiano se pierde cuando pierde el horizonte de un Dios

    Salvador y no espera ni recuerda nunca la felicidad eterna.

    Hay algo nuclear en la fe cristiana. Se puede formular as en pocas palabras: Lo

    ms importante, lo ms decisivo de la vida est siempre a salvo, bajo la

    misericordia infinita de Dios. Aun cuando todo se hunda, Dios est ah, Roca

    ltima de salvacin.

    El creyente camina por la vida trabajado por esta conviccin: cuando no tienes ya

    a nadie que te ayude, cuando no ves ninguna otra salida, cuando la vida se cierra o

    se extingue, Dios est Siempre ah. Para l nadie est definiti~vamente perdido.

    Su fidelidad y su bondad estn por encima de todo, por encima incluso de nuestra

    mediocridad y falta de fe, por encima de la misma muerte. Desde Cristo

    resucitado nos llegan estas palabras consoladoras: He abierto ante ti una puerta

    que nadie puede cerrar (Ap 3, 8).

    Esta fe no le quita dureza a la vida. No dispensa al cristiano del sufrimiento y las

    penalidades de la existencia. Todo parece seguir igual. Los problemas siguen ah

    como siempre. Sin embargo, todo cambia porque se puede esperar contra toda

    esperanza. En medio de la incertidumbre y la desgracia se puede entrever en el

    horizonte la Bondad salvadora de Dios.

    Una de las mayores carencias de nuestro modo actual de vivir la fe es

    posiblemente el olvido del cielo. No hace mucho expona yo la visin cristiana

    del cielo en dos ciudades diferentes (Santander y San Sebastin). En ambos

    lugares percib en los oyentes una atencin e inters inusitados. Al final de la

    exposicin fueron bastantes las personas que se me acercaron para expresarme la

    misma queja: Por qu hemos olvidado tanto el cielo?, por qu se habla tan poco

    de la felicidad eterna?, por qu se nos priva del gozo que genera la esperanza en

    la salvacin ltima de Dios?

    Ocupados slo en el logro inmediato de un mayor bienestar y atrados por

    pequeas y variadas esperanzas, corremos el riesgo de empobrecer el horizonte

    de nuestra vida perdiendo el anhelo de felicidad eterna. Grave error. En el relato

    de la Ascensin del Seor, dos hombres vestidos de blanco se dirigen a los

    discpulos con estas palabras: Galileos, qu hacis ah plantados mirando al

    cielo? (Hch 1, 11). El redactor quiere, sin duda, alertar a los cristianos del riesgo

    de vivir la fe soando en el cielo sin comprometerse da a da en la tierra. Hoy

    probablemente necesitamos escuchar tambin lo contrario: Creyentes del siglo

    veinte, qu hacis en la tierra sin mirar nunca al cielo?

  • Pentecosts

    LA GRACIA DEL ESPRITU Recibid el Espritu Santo Jn 20, 19-23

    No es fcil hablar del Espritu Santo. El hombre contemporneo se pone

    inmediatamente en guardia frente a todo aquello que no puede verificar con

    pruebas tangibles, y lo espiritual sugiere a no pocos un mundo desconocido,

    extremadamente incierto y etreo. Quin puede creer hoy en el Espritu Santo?

    Por otra parte, qu es creer en el Espritu Santo? La catequesis cristiana a

    olvidado con frecuencia la importancia de ensear a creer en la accin del

    Espritu de Dios. Muchos cristianos invocan al Padre, se esfuerzan por vivir

    como Jess, pero ignoran casi por completo la accin del Espritu. El Credo de

    Nicea afirma que es Seor y dador de vida, pero para bastantes creyentes, sigue

    siendo el gran desconocido.

    Yo s que no es posible comunicar a otros la propia fe a travs de palabras. S

    tambin que cada uno tiene su forma concreta de vivir la experiencia cristiana y

    que cada uno ha de abrirse a la accin del Espritu desde su propio ser. Pero voy a

    tratar de decir con palabras sencillas la experiencia que viven no pocos creyentes.

    Dios me ha creado y me ha dado la vida. No ha sido cosa ma. Mi vida slo tiene

    una explicacin: A m hay alguien que me ama incluso antes de que haya

    llegado a la existencia. Pero Dios no es para m una fuerza que ha puesto en

    marcha mi vida para despus desentenderse. Esta vida que yo vivo y experimento

    ahora mismo, est siendo creada, sostenida y animada por su Espritu.

    Mi vida entera est as bajo el signo del amor. Acontecimientos, personas, gozos

    y sufrimientos, errores y aciertos..., nada escapa o queda fuera del amor de Dios.

    Ni siquiera mi pecado y mediocridad son un obstculo. El Espritu de Dios me

    sigue envolviendo con su amor.

    La teologa cristiana ha acuado una palabra clave para hablar de esta

    experiencia: la vida entera se me ofrece como gracia. Habito un mundo que se

    me ha regalado. Vivo en un momento de la historia que yo no he elegido. Soy

    amado por personas que no han sido creadas por m. Mi vida no es slo fruto de

    mi trabajo, ni Siquiera resultado de lo que me aportan los dems. Debo mucho a

    muchas personas, pero a quin he de agradecer el amor que siento, la confianza

    que me anima, la esperanza que me sostiene, la vida que me habita? Yo no me

    explico mi existencia sin el Espritu de Dios.

    Sin duda, tambin el no creyente puede experimentar la vida como gracia y

    regalo, pues el Espritu de Dios acta en todos, y nadie puede vivir si no es

    sostenido por su amor. Por eso, Gilbert K. Chesterton dijo en alguna ocasin que

    el momento ms enojoso tal vez para un ateo es cuando siente que debe

    agradecer y no sabe a quin. En esta fiesta de Pentecosts, los cristianos

    agradecemos y acogemos con fe la gracia del Espritu.

  • Santsima Trinidad

    DIOS MADRE Entreg a su Hijo nico Jn 3, 16-18

    Que Dios te proteja y te bendiga. Que Ella te conceda su gracia. Estas palabras,

    pronunciadas hace unos aos al final de una celebracin religiosa en Hamburgo,

    provocaron diversas reacciones. Para unas personas significaban una liberacin,

    otras se sintieron desconcertadas y no pocas quedaron escandalizadas.

    Sin embargo, no hay ms motivos para emplear el masculino que el femenino

    cuando hablamos de Dios. Como ha afirmado siempre la teologa, Dios no es

    varn porque se hable de l como Padre, ni es mujer porque se hable de l como

    Madre (5. del Cura). Dios es misterio santo que trasciende nuestro pobre

    lenguaje humano.

    Con su habitual agudeza, CG. Jung hizo observar que en la visin trinitaria de

    Dios no se sigue el esquema normal Padre-Madre-Hijo. Por ello, Dios Padre no

    representa lo masculino frente a lo femenino de una Diosa Madre. El Dios

    cristiano es Padre y es Madre (el XI concilio de Toledo habla del seno materno

    del Padre!). No nos ha de extraar que diccionarios teolgicos recientes

    dediquen pginas a considerar lo paterno y lo materno en Dios.

    En 1978, el Papa Juan Pablo 1 sorprendi a muchos con unas palabras que se

    recuerdan como el mejor destello de su fugaz pontificado. Esto es lo que

    exactamente dijo: Dios es Padre; ms an, es Madre. No quiere nuestro mal;

    slo quiere hacernos el bien a todos. Su afirmacin no representaba en realidad

    novedad especial. Un telogo tan poco sospechoso de feminismo como san

    Agustn se expres as desde la cultura de su tiempo: Dios es Padre porque crea,

    manda y gobierna; es Madre porque abriga, alimenta, amamanta y conserva.

    Este tipo de reflexiones no ha de llevarnos a propugnar algo as como la religin

    de la Diosa (grave error de algunas corrientes feministas), pero s, tal vez, a

    superar el uso obligado y exclusivo de un lenguaje patriarcal que puede estrechar

    y empobrecer nuestra experiencia del Misterio santo de Dios.

    Dios est por encima de cualquier lenguaje humano, pero los nombres que le

    damos tienen su importancia ya que de ellos depende, en buena parte, lo que

    representa para nosotros. Quienes tengan una visin negativa de lo femenino se

    resistirn a invocarlo como Madre aunque lo llamen con toda naturalidad

    Roca, Luz o Fuego. A otros, sin embargo, confiarse a un Dios de entraas

    maternales les puede ayudar a vivir una experiencia ms rica y entraable del

    Misterio de Dios.

    Conozco a alguien que ha recuperado de forma nueva su confianza en Dios desde

    que lo invoca como Padre y como Madre. Esa es la experiencia del salmista que,

    buscando la paz, se confiaba a Dios como un nio en brazos de su madre

    (Salmo 131, 2).

  • Santsimo Cuerpo y Sangre de Cristo

    LA EXPERIENCIA DE LA MISA El que come este pan vivir para siempre

    Jn 6, 51-59

    El pueblo cristiano ya no es mero espectador en la celebracin de la eucarista

    dominical. Puede escuchar la Palabra de Dios en su propia lengua, toma parte

    activa con sus cantos y oracin, y son bastantes los que intervienen animando la

    accin litrgica, leyendo o distribuyendo la comunin. Todo ello constituye uno

    de los frutos ms positivos del ltimo Concilio.

    Bastantes, sin embargo, no conocen la estructura bsica de la eucarista, ignoran

    el sentido de los smbolos y las expresiones ms habituales, nadie les ha enseado

    de manera prctica cmo vivir cada momento de la misa. Una de las tareas ms

    urgentes de nuestra Iglesia es, sin duda, ofrecer a los fieles una catequesis que les

    ayude a vivir mejor la eucarista del domingo. Propongo en esta fiesta del Corpus

    unas sugerencias elementales.

    La misa comienza con un conjunto de ritos de introduccin (canto de entrada,

    saludo, rito penitencial, gloria y oracin). No se trata de unos minutos sin

    importancia para dar tiempo a que la gente se acomode. Es el momento de

    recoger nuestra vida concreta de la semana con sus alegras y sufrimientos, sus

    preocupaciones y pecados, para prepararnos a vivir un encuentro con Dios. El nos

    est esperando. Cantamos meditando lo que decimos, pedimos perdn, nos

    sentimos unidos a los dems creyentes y preparamos nuestro corazn.

    Viene luego la escucha de la Palabra de Dios (lecturas bblicas, homila).

    Durante este tiempo estamos sentados, en actitud de escucha a Dios. Lo

    importante no es or lo que dice el sacerdote, sino escuchar internamente a

    Jesucristo. Hemos odo toda clase de palabras, voces y ruidos a lo largo de la

    semana. Ahora escuchamos algo diferente, que puede iluminar nuestra vida y

    poner otra alegra en nuestro corazn. Es un momento importante para alimentar

    nuestra fe.

    Despus del ofertorio, comienza la plegaria eucarstica que se inicia con el

    prefacio y concluye con una alabanza final. Es el momento de levantar el

    corazn hasta Dios y agradecer su amor salvador manifestado en la muerte y

    resurreccin de Cristo. Es justo y necesario, es nuestro deber y salvacin, es

    lo ms grande que podemos hacer. Para un creyente, el momento ms gozoso e

    intenso de la semana.

    Sigue despus la comunin. Nos preparamos todos juntos, como hermanos. Por

    eso recitamos o cantamos el Padre nuestro y nos damos la paz del Seor.

    Luego nos acercamos con fe a recibir a Cristo. Lo acogemos con alegra, pues l

    alimenta y sostiene nuestra vida. Nos sentimos ms unidos que nunca a l. No

    sabramos ya vivir sin Cristo.

    La misa termina con unos ritos de conclusin. Nos despedimos recibiendo la

    bendicin de Dios. Comenzamos as una nueva semana renovados interiormente.

  • Dios nos acompaa.

    Tiempo ordinario

    2 Tiempo Ordinario

    SIN ARRIESGAR Juan dio testimonio Jn 1, 29-34

    Es bien sabido que el trmino mrtir, en su sentido etimolgico original,

    significa testigo. Y eso son, antes que nada, los misioneros: testigos del amor

    de Dios en los lugares donde su presencia es ms necesaria, junto a los

    desheredados, los desnutridos, los refugiados o los leprosos.

    Esto implica casi siempre no pocos riesgos, incluso para la propia vida. No son

    infrecuentes las enfermedades caractersticas de esos pases, los accidentes o los

    conflictos blicos. Los misioneros lo saben. Y, llegado el momento, los asumen

    con la misma sencillez que aquellas pobres gentes acostumbradas a sufrir la

    vida.

    Pero se est produciendo, ltimamente, un hecho escalofriante en pases como

    Rwanda, Zaire (actual Congo), Argelia y zonas de Latinoamrica. Segn las

    estadsticas de los ltimos veinte aos, estn siendo asesinados a razn de dos

    misioneros por mes. En 1996 fueron 46 los misioneros y misioneras muertos

    violentamente. En los primeros meses de 1997 van ya ms de 18. A qu se debe

    esta escalada sangrienta? Aunque las circunstancias concretas varan, las causas,

    en el fondo, son casi siempre las mismas. Los misioneros y misioneras son

    testigos incmodos de injusticias y abusos inconfesables. Han tenido que salir

    en defensa de poblaciones inocentes masacradas sin piedad. Se han visto en la

    obligacin de reiterar sus llamamientos a la reconciliacin y la paz. No se han

    desentendido del sufrimiento de los indefensos.

    Acostumbrados a cierta literatura que nos ha presentado a los antiguos mrtires

    cristianos como sacrificados por confesar la verdadera religin, tal vez no

    sabemos valorar como es debido el martirio de estos hombres y mujeres que, en

    medio de complejos conflictos de carcter poltico o tnico, arriesgan su vida e

    incluso la pierden por defender al dbil. Sin embargo, su martirio se inspira en el

    de Jess, condenado y crucificado por defender la causa del hombre.

    Estos hombres y mujeres no han sido martirizados por ser cristianos, sino por

    ser cristianos hasta las ltimas consecuencias (M. Unciti). Si su cristianismo no

    hubiera pasado de rezar e ir a misa los domingos, si se hubiera limitado a no

    hacer mal a nadie, todava estaran con vida. Sin embargo, un da decidieron

    vivir su fe hasta el fondo. Por eso, su martirio es una sacudida para quienes,

    instalados en un egosmo vividor que sabe comportarse decentemente (K.

    Rahner), pretendemos ser cristianos sin arriesgar absolutamente nada.

    El testimonio de Juan el Bautista no se limita a sealar a Jess como el Cordero

    de Dios que quita el pecado del mundo. Un da llegar a dar su vida por

  • denunciar el pecado de Herodes.

    3 tiempo Ordinario

    ESCRITO SUGERENTE Convertios porque est cerca el Reino de los cielos

    Mt 4, 12-23

    Cada vez me encuentro con ms personas interesadas por Dios. Son hombres y

    mujeres que no se resignan a vivir pasivamente la crisis religiosa de nuestros

    tiempos. Algo les pide desde dentro buscar a Dios incluso desde una fe dbil y

    vacilante. Por lo general, son encuentros de gran riqueza, que a m me hacen

    mucho bien. Pocas cosas hay ms conmovedoras que asomarse al interior de una

    persona que busca con sinceridad a Dios en medio de su oscuridad y sus dudas.

    Pero, muchas veces, me he quedado sin saber qu decir cuando me han

    preguntado por algn libro que pueda acompaarlos en su caminar: Qu puedo

    leer mientras sigo buscando? Ciertamente, hay muchos estudios que analizan

    con rigor la actual crisis religiosa, pero no abundan las publicaciones que, de

    forma sencilla y clara, puedan orientar a quien desea reavivar su fe.

    Por eso me ha alegrado tanto la Carta pastoral que acaban de publicar nuestros

    Obispos. Un escrito nacido, segn dicen ellos mismos, para ofrecer un servicio

    concreto a aquellos hombres y mujeres que quieren saber dnde estn en estos

    momentos de crisis religiosa, y se preguntan qu camino han de seguir para

    encontrarse con Dios.

    Al lector acostumbrado al estilo habitual del magisterio eclesistico le

    sorprender esta vez el lenguaje sencillo y accesible de este escrito. Por otra

    parte, se encontrar con un texto que hace pensar, ya que las expresiones que se

    emplean y las preguntas que se sugieren conectan directamente con la realidad

    que viven muchos. Ms de uno se dir: Esto es exactamente lo que me pasa a

    mi.

    El escrito no se pierde en disquisiciones tericas. Con estilo directo y claro se van

    abordando las cuestiones concretas que preocupan hoy a no pocos: Qu puedo

    hacer yo en medio de la crisis religiosa de nuestros das?, qu es lo importante

    para creer en Dios?, puedo creer en l en medio de tantas dudas?, cmo pasar

    de ese miedo a Dios, que todava siento en el fondo de mi conciencia, a una

    confianza nueva en l?, cmo puedo encontrarme con Dios?, por dnde he de

    empezar?

    Esta Carta, leda de forma atenta y sosegada, puede ayudar a escuchar la llamada

    que se nos hace desde el evangelio:

    El Reino de Dios est cerca... Escuchad la Buena Noticia. Ahora s qu lectura

    recomendar a quien me pida orientacin en su bsqueda de Dios. Sencillamente

    este escrito que lleva como ttulo: Al servicio de una fe ms viva.

  • 4 Tiempo Ordinario

    VIVIR BIEN Dichosos... Mt 5, 1-12

    A menudo se piensa que la fe, en todo caso, es algo que tiene que ver con la

    salvacin eterna del ser humano, pero no con la felicidad concreta de cada da,

    que es lo que ahora mismo nos interesa. Ms an. Hay quienes sospechan que sin

    Dios y sin religin seramos ms dichosos. Por eso es saludable recordar algunas

    convicciones cristianas que han podido quedar olvidadas o encubiertas por una

    presentacin desacertada o insuficiente de la fe. He aqu algunas.

    Dios nos ha creado slo por amor, no para su propio provecho o pensando en su inters, sino buscando nuestra dicha. A Dios lo nico que le interesa es

    nuestro bien.

    Dios quiere nuestra felicidad, no slo a partir de la muerte, en eso que llamamos vida eterna, sino ahora mismo, en esta vida. Por eso est presente en

    nuestra existencia potenciando nuestro bien, nunca nuestro dao.

    Dios respeta las leyes de la naturaleza y la libertad del ser humano. No fuerza ni la libertad humana ni la creacin.

    Pero est junto a los hombres apoyando su lucha por una vida ms humana y

    atrayendo su libertad hacia el bien. Por eso, en cada momento contamos con la

    gracia de Dios para ser lo ms dichosos posible.

    e La moral no consiste en cumplir unas leyes impuestas arbitrariamente por Dios.

    Si l quiere que escuchemos las exigencias morales que llevamos dentro del

    corazn por el hecho de ser humanos es porque su cumplimiento es bueno para

    nosotros. Dios no prohbe lo que es bueno para la humanidad ni obliga a lo que

    puede ser daoso. Slo quiere nuestro bien.

    e Convertirse a Dios no significa decidirse por una vida ms infeliz y fastidiosa,

    sino orientar la propia libertad hacia una existencia ms humana, ms sana y, en

    definitiva, ms dichosa, aunque ello exija sacrificios y renuncia. Ser feliz siempre

    tiene sus exigencias.

    Ser cristiano es aprender a vivir bien siguiendo el camino apuntado por Jesucristo, y las bienaventuranzas son el ncleo ms significativo y

    escandaloso de ese camino. Hacia la felicidad se camina con corazn sencillo y

    transparente, con hambre y sed de justicia, trabajando por la paz con entraas de

    misericordia, soportando el peso del camino con mansedumbre. Este camino

    diseado en las bienaventuranzas lleva a conocer ya en esta tierra la felicidad

    vivida y experimentada por el mismo Jess.

    5 Tiempo Ordinario

    SAL SOSA Si la sal se vuelve sosa... Mt 5, 13-16

  • Pocos escritos pueden sacudir hoy el corazn de los creyentes con tanta fuerza

    como el pequeo libro de Paul Evdokimov El amor loco de Dios (Ed. Narcea,

    1990). Con fe ardiente y palabras de fuego, el telogo de San Petersburgo, pone

    al descubierto nuestro cristianismo rutinario y satisfecho.

    As ve P Evdokimov el momento actual: Los cristianos han hecho todo lo

    posible para esterilizar el evangelio; se dira que lo han sumergido en un lquido

    neutralizante. Todo lo que impresiona, supera e invierte se amortigua. Convertida

    en algo inofensivo, la religin est aplanada, prudente y razonable, el hombre la

    vomita. De dnde procede este cristianismo inoperante y amortiguado?

    Las crticas del telogo ortodoxo no se detienen en cuestiones secundarias, sino

    que apuntan a lo esencial. La Iglesia aparece a sus ojos, no como un organismo

    vivo de la presencia real de Cristo, sino como una organizacin esttica y un

    lugar de autonutricin. Los cristianos no tienen sentido de la misin, y la fe

    cristiana ha perdido extraamente su cualidad de fermento. El evangelio vivido

    por los cristianos de hoy no encuentra ms que la total indiferencia.

    Segn Evdokimov, los cristianos han perdido contacto con el Dios vivo de

    Jesucristo y se pierden en disquisiciones doctrinales. Se confunde la verdad de

    Dios con las frmulas dogmticas que, en realidad, slo son iconos que nos

    invitan a abrirnos al Misterio santo de Dios. El cristianismo se desplaza hacia lo

    exterior y perifrico cuando Dios habita en lo profundo.

    Se busca entonces un cristianismo rebajado y cmodo. Como deca Marcel Mor,

    los cristianos han encontrado la manera de sentarse, no sabemos cmo, de forma

    confortable en la cruz. Se olvida que el cristianismo no es una doctrina, sino

    una vida, una encarnacin. Y cuando en la Iglesia ya no brilla la vida de Dios,

    apenas se constata diferencia alguna con el mundo. La Iglesia se convierte en

    espejo fiel del mundo al que ella reconoce como carne de su carne.

    Muchos reaccionarn, sin duda, poniendo matices y reparos a una denuncia tan

    contundente, pero es difcil no reconocer el fondo de verdad hacia el que apunta

    Evdokimov: en la Iglesia falta santidad, fe viva, contacto con Dios. Faltan san-tos

    que escandalicen porque encarnan el amor loco de Dios, faltan testigos vivos

    del evangelio de Jesucristo.

    Las pginas ardientes del telogo ruso no hacen sino recordar las de Jess:

    Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, con qu la

    salarn? No sirve ms que para tirarla fuera y que la pise la gente.

    6 Tiempo Ordinario

    ES POSIBLE SER EIEL? No cometers adulterio Mt 5, 17-37

    No es fcil hablar hoy de fidelidad. La confusin es casi total. Hemos de ser

    fieles a una patria, a una religin, a una ideologa? Debemos ser fieles a unos

    principios de valor eterno? He de ser fiel a mi pasado cuando ya no me

  • convence?

    Las cosas se complican todava ms cuando se trata de la fidelidad

    matrimonial. Qu quiere decir fidelidad a un amor que ha desaparecido? Si el

    cnyuge ya no es el de antes, si ya no le amo o amo a otra persona, qu es ser

    fiel?, mantener las apariencias de un amor inexistente?, sentirme libre para

    volver a amar a otra persona?, he de ser fiel a la institucin matrimonial o fiel a

    m mismo y a la realidad?

    Se suele atribuir esta crisis de la pareja al cambio de rol de la mujer y a su nuevo

    protagonismo sexual, a la disolucin que se ha abierto entre sexo y fecundidad, al

    descubrimiento del erotismo fuera de la institucin matrimonial o a factores

    semejantes. No deberamos, sin embargo, olvidar otro dato fundamental: la

    sociedad moderna marcada por cambios profundos y acelerados est generando

    en las personas inestabilidad, deseo de vivir slo el presente, miedo a todo

    compromiso de carcter duradero.

    No son pocos los que sienten ms o menos as: Puedo yo ser fiel a mi

    compromiso a lo largo de los aos si tanto mi pareja como yo vamos a ir

    cambiando, y va a cambiar tambin nuestra relacin, nuestras ideas y

    sentimientos? La conclusin es lgica: estaremos casados mientras las cosas

    nos vayan bien.

    Lo primero es aclarar que la fidelidad siempre tiene sentido en relacin al otro.

    No se trata de ser fiel a la institucin matrimonial o al vnculo jurdico, sino a esa

    persona a la que ahora amo y prometo amar. Por otra parte, la fidelidad a esa

    persona amada ha de ser siempre nueva y creativa pues la pareja,

    efectivamente, va cambiando a lo largo de los aos. El amor muerto o la

    convivencia soportada en el aburrimiento no es propiamente fidelidad. Esta se

    vive en cada momento de manera diferente, siempre abierta a situaciones nuevas.

    Al afirmar que el hombre se unir a la mujer y que no sern ya dos, sino una

    sola carne, Jess no est invitando a la pareja a soportar una institucin jurdica

    o a vivir la mentira de un amor muerto, sino a crecer juntos, a descubrirse

    siempre de forma nueva, a consolidar el amor cada vez con ms realismo y ms

    ternura. Est invitando a vivir las exigencias ms hondas del amor humano.

    Sin embargo, la fidelidad del hombre o la mujer ser siempre frgil e incierta.

    Dios que ha creado el corazn humano lo sabe. Y Dios es siempre gracia, perdn

    y principio de vida renovada.

    7 Tiempo Ordinario

    VIOLENCIA VIRTUAL No hagis frente al que os agravia Mt 5, 38-48

    No siempre damos la debida importancia a ese mundo complejo de noticias,

    crnicas, editoriales, artculos de opinin, comunicados y entrevistas, que

    constantemente es generado por el terrorismo o la violencia. Sin embargo, esa

  • realidad virtual sostenida por los medios es la atmsfera envolvente que

    orienta, en buena parte, la opinin de la sociedad y favorece o dificulta los

    procesos de pacificacin.

    Nadie vive la realidad total de la violencia en directo. Tampoco los polticos ni

    los terroristas. La vivimos a travs del impacto virtual, condicionados por una

    determinada orientacin y seleccin de las noticias, afectados por la dramaticidad

    y el sensacionalismo que caracteriza casi siempre a los medios, esforzndonos

    por conocer la realidad a travs de la distorsin o ambigedad de lenguajes

    contradictorios.

    He pasado casi dos meses fuera del Pas Vasco y, al volver a leer la prensa y

    escuchar la radio, he tenido ms de una vez la sensacin de que necesitamos una

    verdadera catrsis para vivir de forma ms sana una violencia estancada ya hace

    tiempo entre nosotros. A estas alturas, el problema no es ya slo el terrorismo,

    sino nuestro modo poco sano de abordarlo.

    De ah la necesidad de introducir un aire nuevo en el mundo meditico. Somos

    muchos los que estamos cansados de ese lenguaje reiterativo, vaco de esperanza,

    transmisor de falsos tpicos y esquemas estereotipados, generador de sectarismos

    y cainismos que no conducen a ninguna parte. Necesitamos una palabra

    diferente, que contribuya a desmontar prejuicios y acercar posiciones, un

    discurso constructivo que ayude a descubrir lo que sera bueno para todos.

    Es una insensatez seguir alimentando tanta polmica. La dinmica de la polmica

    es lo ms contrario al espritu del dilogo. En la polmica -escribe Congar- no

    se acepta nada del otro; se defienden las propias posiciones sin admitir revisin o

    replanteamiento alguno. Por eso, la polmica es estril; no busca la paz; slo

    intenta vencer al contrario, reducirlo, dominarlo. Es el dilogo el que hace

    avanzar hacia la paz porque exige renunciar a dogmatismos excluyentes y revisar

    la propia postura para buscar juntos el bien de todos.

    El evangelio es una llamada constante a adoptar una actitud nueva, dialogante,

    constructiva, reconciliadora. Entre nosotros es necesario gritar una y otra vez las

    palabras revolucionarias de Jess: Sabis que est mandado: Ojo po