oscar wilde - cuentos cortos

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    Cuentos cortos

    los ros profundos

    Clsicos

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    Oscar W i l d e

    Cuentos cortos

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    Ediciones Nuevomar, Mxico, 1977

    Traduccin: Ricardo Baeza

    Fundacin Editorial el perro y la rana, 2007

    Av. Panten, Foro Libertador, Edi. Archivo General

    de la Nacin, P.B. Caracas-Venezuela 1010

    telefs.: (58-0212) 5642469 - 8084492/4986/4165

    telefax: 5641411

    correo electrnico:

    [email protected]

    Edicin al cuidado de

    Coral Prez

    Transcripcin

    Omar Moreno

    Correccin

    Carlos vila

    Diagramacin

    Mnica Piscitelli

    Montaje de portada

    Francisco Contreras

    Diseo de portada

    Carlos ZerpaImagen de portada

    The child and owers,

    grabado de W.Humphreys, 1827

    isbn 980-396-403-8

    lf 40220068005018

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    La Coleccin Los ros profundos,haciendo

    homenaje a la emblemtica obra del peruano

    Jos Mara Arguedas, supone un viaje hacia

    lo mtico, se concentra en esa uerza mgica

    que lleva al hombre a perpetuar sus historias y

    dejar huella de su imaginario, compartindolo

    con sus iguales. Detrs de toda narracin est

    un misterio que se nos revela y que permite

    ahondar en la bsqueda de arquetipos que

    defnen nuestra naturaleza. Esta coleccin

    abre su espacio a los grandes representantes

    de la palabra latinoamericana y universal,

    al canto que nos resume. Cada cultura es un

    ro navegable a travs de la memoria, sus

    aguas arrastran las voces que suenan como

    piedras ancestrales, y vienen contando cosas,

    susurrando hechos que el olvido jams podr

    tocar. Esta coleccin se biurca en dos cauces:

    la serie Clsicos concentra las obras que al

    pasar del tiempo se han mantenido como

    conos claros de la narrativa universal, y

    Contemporneos rene las propuestas ms

    rescas, textos de escritores que apuntan hacia

    visiones dierentes del mundo y que precisanlos ltimos siglos desde ngulos diversos.

    e lpe r r o y l a r ana

    F u n d a c i n E d i t o r i a l

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    El Prncipe Feliz

    A Charles Blaker

    Dominando la ciudad, sobre una alta columna, elevbasela estatua del Prncipe Feliz. Era toda dorada, cubierta de tenueshojas de oro fno; tena por ojos dos brillantes zafros, y un granrub rojo centelleaba en el puo de su espada. Todo esto le hacaser muy admirado.

    Es tan hermoso como una veleta observaba uno de losconcejales de la ciudad, que deseaba granjearse una reputacin dehombre de gustos artsticos; slo que no es tan til aada,temiendo le tomasen por hombre poco prctico, lo que realmenteno era.

    Por qu no eres como el Prncipe Feliz? preguntaba unamadre sentimental a su hijito, que lloraba pidiendo la luna. Al

    Prncipe Feliz nunca se le ocurre llorar por nada.Me alegro de que haya alguien en el mundo completa-mente eliz murmuraba un desengaado, contemplando lamaravillosa estatua.

    Tiene todo el aspecto de un ngel decan los nios delhospicio al salir de la catedral, con sus brillantes capas escarlatay sus limpios delantales blancos.

    En qu lo conocis? replicaba el proesor de matem-ticas. Nunca visteis ninguno.Oh, los hemos visto en sueos! contestaban los nios;

    y el proesor de matemticas runca el entrecejo y tomaba unaire severo, pues no poda aprobar que los nios soasen.

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    sEl Prncipe Feliz

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    coleccin los ros profundos

    Una noche vol sobre la ciudad una pequea Golondrina.Seis semanas antes, sus amigas haban partido para Egipto; peroella se qued atrs, pues estaba enamorada del ms hermoso delos juncos. Lo encontr al comienzo de la primavera, mientrasrevoloteaba sobre el ro en pos de una gran mariposa amarilla; ysu talle esbelto la sedujo de tal modo, que se detuvo para hablarle.

    Te amar? dijo la Golondrina, que gustaba de noandar con rodeos. Y el junco le hizo una gran reverencia.

    Entonces, la Golondrina juguete a su alrededor, rozando elagua con las alas y trazando en ella surcos de plata. Era su modode hacer la corte; y as pas todo el verano.

    Es una constancia ridcula gorjeaban las Golondrinas;no tiene un cntimo y, en cambio, demasiada amilia.

    Y, eectivamente, todo el ro estaba cubierto de juncos.Cuando lleg el otoo, todas emprendieron el vuelo. Entonces

    la Golondrina se sinti muy sola, y empez a cansarse de su

    amante.No tiene conversacin se deca, y temo sea bastantetornadizo, pues siempre est coqueteando con la brisa.

    Y, realmente, siempre que corra brisa, el junco multiplicabasus ms graciosas reverencias.

    Es demasiado sedentario continuaba dicindose laGolondrina; y a m me gusta viajar. Por tanto, quien me quiera

    debe amar tambin los viajes.Quieres seguirme? le pregunt por fn. Pero el juncosacudi la cabeza; tal apego tena a su hogar.

    Has estado jugando conmigo! exclam la Golon-drina. Me voy a las pirmides. Adis!

    Y levant vuelo.Durante todo el da estuvo volando y, al anochecer, lleg a

    la ciudad.Dnde me hospedar? se pregunt. Espero hayanhecho preparativos para recibirme.

    En ese momento vio la estatua sobre su alta columna.Voy a guarecerme all se dijo. El lugar es bonito y

    bien aireado.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    As, ue a posarse justamente entre los pies del Prncipe Feliz.Tengo una alcoba dorada se dijo dulcemente, mirando

    a su alrededor. Y se dispuso a dormir. Pero no haba acabado deesconder la cabeza bajo el ala, cuando le cay encima una grangota de agua.

    Qu cosa tan rara! exclam. No hay una nube entodo el cielo, las estrellas estn claras y brillantes y, sin embargo,llueve. Realmente, este clima del norte de Europa es espantoso.Al junco le gustaba la lluvia; pero era puro egosmo.

    Entonces, cay otra gota.Para qu sirve una estatua si no resguarda de la lluvia?

    dijo. Voy a buscar una buena chimenea.Y decidi llevar su vuelo a otra parte.Pero, antes de que abriese las alas, cay una tercera gota; y

    mirando hacia arriba, vio... Ah, lo que vio!Los ojos del Prncipe Feliz estaban llenos de lgrimas, y

    lgrimas corran por sus doradas mejillas. Tan bello era su rostro,a la luz de la luna, que la Golondrina se sinti llena de compasin.Quin sois? pregunt.Soy el Prncipe Feliz.Entonces, por qu lloris? Casi me habis empapado.Cuando estaba en vida y tena un corazn de hombre

    contest la estatua, yo no saba lo que eran las lgrimas, pues

    viva en el Palacio de la Despreocupacin, donde no se permitela entrada al dolor. Durante el da jugaba con mis compaerosen el jardn, y por la noche bailaba en el gran saln. Alrededordel jardn se elevaba un altsimo muro; pero jams sent curio-sidad por conocer lo que haba tras l; tan hermoso era cuantome rodeaba. Mis cortesanos me llamaban el Prncipe Feliz, y elizera en verdad, si el placer es la dicha. As viv, y as mor. Y ahora

    que estoy muerto, me han subido tan alto, que puedo ver todaslas ealdades y toda la miseria de mi ciudad, y aunque mi coraznsea de plomo, no tengo ms remedio que llorar.

    Cmo! No es de oro de ley? dijo para s la Golon-drina. (Era demasiado bien educada para hacer en voz alta obser-vaciones sobre la gente).

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    sEl Prncipe Feliz

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    coleccin los ros profundos

    All abajo continu la estatua con su voz queda ymusical, all abajo, en una callejuela, hay una casuca mise-rable. Una de las ventanas est abierta y, a travs de ella, veo auna mujer sentada ante una mesa. Su rostro est demacrado ymarchito, y sus manos, speras y rojizas, estn acribilladas depinchazos, pues es costurera. Borda pasionarias en un traje deseda que debe lucir en el prximo baile de Palacio la ms her-mosa de las damas de la reina. Sobre una cama, en un rincn delaposento, yace su hijito enermo. Tiene febre, y pide naranjas. Sumadre slo puede darle agua del ro; as que el nio llora. Golon-drina, Golondrina, Golondrina, querras llevarle el rub delpuo de mi espalda? Mis pies estn clavados a este pedestal, y nopuedo moverme.

    Me esperan en Egipto respondi la Golondrina. Misamigas revolotean sobre el Nilo, y charlan con los grandes lotos.Pronto irn a dormir a la tumba del gran Rey. All est el Rey en

    su pintado atad, envuelto en vendas amarillas, y embalsamadocon especias. Alrededor del cuello lleva una cadena de jade verdeplido, y sus manos son como hojas secas.

    Golondrina, Golondrina, Golondrinita dijo el Prn-cipe, no te quedars conmigo una noche y sers mi mensa-jera? El nio tiene tanta sed, y la madre est tan triste!

    No creo que me gusten los nios contest la Golon-

    drina. El verano pasado, cuando viva a orillas del ro, habados muchachos mal educados, los hijos del molinero, que nocesaban de tirarme piedras. Claro que no me atinaban nunca!Nosotras, las Golondrinas, volamos demasiado bien; y, adems,yo soy de una amilia clebre por su ligereza; pero, de todosmodos, era una alta de respeto.

    Mas la mirada del Prncipe Feliz era tan triste, que la Golon-

    drina se conmovi.Hace mucho ro aqu dijo; pero me quedar unanoche con vos y ser vuestra mensajera.

    Gracias, Golondrinita dijo el Prncipe.Entonces la Golondrina arranc el gran rub de la espada del

    Prncipe, y con l en el pico remont su vuelo por encima de los

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    tejados. Pas junto a la torre de la Catedral, que tena ngeles escul-pidos en mrmol blanco, pas junto al Palacio, donde se oa msicade danza. Una preciosa muchacha sali al balcn con su novio.

    Qu hermosas son las estrellas dijo l y cun mara-villoso es el poder del amor!

    Espero que mi traje estar listo para el baile de galareplic ella. He mandado bordar en l unas pasionarias.Pero las costureras son tan holgazanas!

    Pas sobre el ro y vio las linternas colgadas de los mstilesde los navos. Pas sobre la Judera, y vio a los viejos mercaderesurdiendo negocios y pesando monedas en balanzas de cobre. Alfn lleg a la pobre casuca y mir. El nio se agitaba ebrilmenteen su cama, y la madre se haba dormido de cansancio. Entonces,la Golondrina salt al cuarto y deposit el gran rub encima de lamesa, junto al dedal de la costura. Luego, revolote dulcementealrededor de la cama, abanicando con sus alas la rente del nio.

    Qu resco tan agradable! susurr el nio. Debo deestar mejor.Y cay en un delicioso sueo.Entonces la Golondrina volvi hacia el Prncipe Feliz, y le

    cont lo que haba hecho.Es curioso aadi, ahora casi tengo calor; y, sin

    embargo, hace mucho ro.

    Es porque has hecho una buena accin respondi elPrncipe.Y la Golondrina comenz a reexionar y se durmi.

    Siempre que reexionaba se dorma.Al rayar el alba, vol hacia el ro a tomar un bao.Qu extraordinario enmeno! exclam el proesor

    de ornitologa, que pasaba por el puente. Una Golondrina en

    invierno!Y escribi sobre ella una largusima carta al peridico de lalocalidad. Todo el mundo habl de ella. (Contena tantas pala-bras que no se entendan!).

    Esta noche partir para Egipto decase la Golondrina;y, a esta idea, sentase muy contenta.

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    coleccin los ros profundos

    Visit todos los monumentos pblicos, y descans largorato en el campanario de la iglesia. Los gorriones susurraban asu paso, y se decan unos a otros: Qu extranjera tan distin-guida!, cosa que la llenaba de alegra.

    Al salir la luna, volvi hacia el Prncipe Feliz.Tenis algunos encargos que darme para Egipto? le

    grit. Voy a partir.Golondrina, Golondrina, Golondrinita dijo el Prn-

    cipe, no te quedaras conmigo otra noche?Me esperan en Egipto contest la Golondrina.

    Maana, mis amigas volarn hacia la segunda catarata. Entre lascaas, duerme all el hipoptamo, y sobre un gran trono de gra-nito se yergue el dios Memnn. Toda la noche pasa acechandolas estrellas, y cuando brilla el lucero matutino, lanza un grito dealegra, y queda silencioso. A medioda, los leones ulvos bajana beber a la orilla del ro. Tienen ojos como berilos verdes, y sus

    rugidos son ms sonoros que los rugidos de la catarata.Golondrina, Golondrina, Golondrinita dijo el Prn-cipe, all abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en undesvn. Est inclinado sobre una mesa cubierta de papeles, y enun vaso, a su lado, se marchita un ramo de violetas. Sus cabellosson castaos y rizados, y sus labios rojos como granos de gra-nada, y sus ojos anchos y soadores. Se esuerza en acabar una

    obra para el director del teatro, pero tiene demasiado ro paraseguir escribiendo. No hay uego en la chimenea, y el hambre leha extenuado.

    Me quedar otra noche con vos dijo la Golondrina, querealmente tena buen corazn. Hay que llevarle otro rub?

    Ay!, no tengo ms rubes dijo el Prncipe. Mis ojoses lo nico que me queda. Son dos rarsimos zafros, trados de la

    India hace mil aos. Arranca uno de ellos y llvaselo. Lo vendera un joyero y comprar pan y lea, y acabar su obra.Querido prncipe dijo la Golondrina, yo no puedo

    hacer eso.Y se ech a llorar.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Golondrina, Golondrina, Golondrinita suplic el Prn-cipe, haz lo que te pido.

    Entonces la Golondrina arranc uno de los ojos del Prn-cipe, y ech a volar con l hacia el desvn del estudiante. No eradicil entrar en l, pues haba un agujero en el techo, que apro-vech la Golondrina para entrar como una echa. Tena el jovenla cabeza hundida entre las manos; as que no oy el rumor delas alas. Cuando, al fn, levant los ojos, vio el hermoso zafroencima de las violetas marchitas.

    Empiezo a ser estimado exclam. Esto debe provenirde algn rico admirador. Ya puedo acabar mi obra.

    Y pareca muy dichoso.Al da siguiente la Golondrina vol hacia el puerto. Se pos

    sobre el mstil de un gran navo, y se entretuvo mirando a losmarineros, que suban con cuerdas unas enormes cajas de la cala.

    Me voy a Egipto! les grit la Golondrina. Pero nadie le

    haca caso.Al salir la luna, volvi hacia el Prncipe Feliz.Vengo a deciros adis le dijo.Golondrina, Golondrina, Golondrinita dijo el Prn-

    cipe, no te quedars conmigo otra noche?Es invierno contest la Golondrina, y pronto lle-

    gar la nieve helada. En Egipto, el sol calienta sobre las palmeras

    verdes, y los cocodrilos, medio hundidos en el cieno, miran indo-lentemente en torno suyo. Mis compaeras construyen sus nidosen el templo de Baalbeck, y las palomas rosadas y blancas lassiguen con los ojos y se arrullan entre s. Querido Prncipe, tengoque dejaros; pero nunca os olvidar; y la prxima primavera ostraer de all dos piedras bellsimas para reemplazar las que dis-teis. El rub ser ms rojo que una rosa roja, y el zafro tan azul

    como el gran mar.All abajo, en la plaza dijo el Prncipe Feliz, hayuna nia que vende cerillas. Se le han cado en el barro y se hanechado a perder. Su padre le pegar si no lleva algn dinero acasa, y por eso llora. No lleva zapatos ni medias, y su cabecita vasin nada. Arranca mi otro ojo y dselo, y su padre no le pegar.

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    coleccin los ros profundos

    Pasar otra noche con vos dijo la Golondrina, perono puedo arrancaros el otro ojo. Os quedarais ciego del todo.

    Golondrina, Golondrina, Golondrinita suplic el Prn-cipe, has lo que te pido.

    Entonces, la Golondrina arranc el otro ojo del Prncipe, yech a volar con l. Posndose sobre el hombro de la nia, deslizla joya en sus manos.

    Qu trozo de cristal tan bonito! exclam la nia. Ycorri hacia su casa riendo.

    Entonces la Golondrina volvi hacia el Prncipe.Ahora que estis ciego dijo, me quedar a vuestro

    lado para siempre.No, Golondrinita dijo el pobre Prncipe; tienes que

    irte a Egipto.Me quedar a vuestro lado para siempre repiti la

    Golondrina. Y se durmi entre los pies del Prncipe.

    Al da siguiente, se pos sobre el hombro del Prncipe, y lecont lo que haba visto en pases extraos.Le habl de los ibis rojos, que se colocan en largas flas a ori-

    llas del Nilo y pescan con sus picos peces dorados: de la Esfnge,tan vieja como el mundo, que vive en el desierto y lo sabe todo;de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellosy llevan en la mano rosarios de mbar; del Rey de las Montaas

    de la Luna, que es negro como el bano y adora un gran cristal;de la gran serpiente verde, que duerme en una palmera y a la queveinte sacerdotes se encargan de alimentar con pasteles de miel;y de los pigmeos que navegan sobre un gran lago en anchas hojaslisas y estn siempre en guerra con las mariposas.

    Querida Golondrinita dijo el Prncipe, me cuentascosas maravillosas, pero ms maravilloso es todava lo que suren

    los hombres. No hay misterio tan grande como la miseria. Vuelapor mi ciudad, Golondrina, y cuntame lo que veas.Entonces la Golondrina vol por la gran ciudad, y vio a los

    ricos que se regocijaban en sus palacios soberbios, mientras losmendigos estaban sentados a sus puertas. Vol por las callejuelassombras, y vio los rostros plidos de los nios que mueren de

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    hambre, mientras miran con indierencia las calles negras. Bajolos arcos de un puente haba dos chiquillos acostados, uno enbrazos del otro para darse calor.

    Qu hambre tenemos! decan.Largo de ah! les grit un guardia; y tuvieron que ale-

    jarse bajo la lluvia.Entonces la Golondrina volvi hacia el Prncipe y le cont lo

    que haba visto.Estoy cubierto de oro fno dijo el Prncipe; des-

    prndelo hoja a hoja. Y dselo a mis pobres. Los hombres creensiempre que el oro puede darles la dicha.

    Hoja a hoja arranc la Golondrina el oro fno, hasta queel Prncipe Feliz no tuvo ya ni brillo ni belleza. Hoja a hoja dis-tribuy el oro fno entre los pobres; y los rostros de los nios sepusieron sonrosados, y los nios rieron y jugaron por las calles.

    Ya tenemos pan! gritaban.

    Entonces vino la nieve, y despus de la nieve el hielo. Lascalles parecan de plata, de tal modo brillaban. Carmbanos,largos como puales, colgaban de los aleros de las casas. Todoel mundo se cubra con pieles, y los nios llevaban gorros encar-nados y patinaban sobre el hielo.

    La pobre Golondrina tena ro, cada vez ms ro, pero noquera abandonar al Prncipe; le quera demasiado. Picoteaba e

    intentaba calentarse batiendo las alas.Pero, al fn, comprendi que iba a morir. Tuvo an uerzaspara volar hasta el hombro del Prncipe.

    Adis, mi querido Prncipe! murmur. Me per-mits que os bese la mano?

    Me alegro de que al fn te vayas a Egipto, Golondrinitadijo el Prncipe. Demasiado tiempo has estado aqu. Pero

    bsame en los labios, porque te quiero mucho.No es a Egipto adonde voy contest la Golondrina. Voya casa de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueo, verdad?

    Y bes al Prncipe Feliz en los labios, y cay muerta a sus pies.En el mismo instante reson un singular crujido en el inte-

    rior de la estatua, como si algo se hubiese roto en ella. El caso es

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    sEl Prncipe Feliz

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    coleccin los ros profundos

    que el corazn de plomo se haba partido en dos. Indudablementehaca un ro terrible.

    A la maana siguiente paseaba el Alcalde por la plaza, conlos concejales de la ciudad.

    Al pasar al lado de la columna, levant los ojos hacia laestatua.

    Caramba dijo, qu aspecto tan desarrapado tiene elPrncipe Feliz!

    Completamente desarrapado! repitieron los conce-jales, que eran siempre de la opinin del Alcalde; subieron todospara examinarlo.

    El rub de la espada se ha cado, los ojos desaparecieron,y ya no es dorado dijo el Alcalde. En una palabra: un por-diosero.

    Un pordiosero! hicieron eco los concejales.Y a sus pies hay un pjaro muerto prosigui el Alcalde.

    Ser preciso promulgar un bando prohibiendo a los pjaros quevengan a morir aqu.Y el secretario del ayuntamiento tom nota de la idea.Mandaron, pues, derribar la estatua del Prncipe Feliz.Como ya no es bello, para nada sirve dijo el proesor de

    Esttica de la Universidad.Entonces undieron la estatua, y el Alcalde reuni el Muni-

    cipio para decidir qu haran con el metal.Podemos propuso, hacer otra estatua. La ma, porejemplo.

    O la ma dijo cada uno de los concejales.Y empezaron a disputar. La ltima vez que o hablar de ellos

    seguan disputando.Qu cosa ms rara! dijo el encargado de la undi-

    cin. Este corazn de plomo no quiere undirse; habr quetirarlo a la basura.Y lo arrojaron al basurero en que yaca la Golondrina

    muerta.Treme las dos cosas ms preciosas de la ciudad dijo

    Dios a uno de sus ngeles.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Y el ngel le trajo el corazn de plomo y el pjaro muerto.Has elegido bien dijo Dios, pues en mi jardn del

    Paraso esta avecilla cantar eternamente, y en mi ciudad de oroel Prncipe Feliz me loar.

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    21El Ruiseor y la rosa

    Dijo que bailara conmigo si le llevaba unas rosas rojasexclam el Estudiante; pero en todo mi jardn no hay unasola rosa roja.

    Desde su nido en la encina oyle el Ruiseor y, mirando atravs de las hojas, maravillse.

    Ni una rosa roja en todo el jardn! exclamaba al Estu-diante; y sus bellos ojos llenronse de lgrimas. Ah, de qu

    pequeas cosas depende la elicidad! He ledo cuanto los sabioshan escrito, y mos son todos los secretos de la flosoa; sinembargo, por alta de una rosa roja me siento desgraciado.

    He aqu, al fn, un verdadero amante se dijo el Rui-seor. Noche tras noche lo he cantado, a pesar de no cono-cerlo; noche tras noche he contado su historia a las estrellas, yahora, por fn, le veo. Sus cabellos son oscuros como la or del

    jacinto, y sus labios rojos como la rosa de su deseo; pero la pasinha empalidecido su rostro como el marfl, y la tristeza ha puestosu sello sobre su rente.

    El Prncipe da un baile maana por la noche murmu-raba el Estudiante, y mi amor asistir a l. Si le llevo una rosaroja, la estrechar entre mis brazos, y ella reclinar su cabezasobre mi hombro, y su mano se apoyar en la ma. Pero como no

    hay ni una rosa roja en mi jardn, tendr que sentarme solo, y ellapasar ante m. Y no me har caso, y mi corazn se romper.He aqu, en eecto, al verdadero amante se dijo el Rui-

    seor. De lo que yo canto, l sure; lo que es alegra para m, esdolor para l. Indudablemente, el amor es una admirable cosa.Ms precioso es que las esmeraldas, y ms raro que los palos

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    sEl Ruiseor y la rosa

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    coleccin los ros profundos

    claros. Perlas y granadas no pueden comprarlo, ni es expuestoen los mercados. No puede adquirirse de los mercaderes, ni esposible pesarlo en la balanza del oro.

    Los msicos se sentarn en la galera deca el Estu-diante, y tocarn en sus instrumentos, y mi amor bailar alson del arpa y del violn. Bailar tan levemente, que sus pies notocarn el suelo, y los cortesanos, con sus trajes vistosos, harncorro en torno de ella. Pero conmigo no bailar, porque no tengorosa roja que darle.

    Y se arroj sobre la hierba y, escondiendo su rostro entre lasmanos, llor.

    Por qu llora? pregunt una lagartija verde, que aca-baba de pasar ante l con la cola al aire.

    Por qu? repiti una mariposa, revoloteando tras unrayo de sol.

    Por qu? musit una margarita a su vecina, con tenue

    y dulce voz.Llora por una rosa roja dijo el Ruiseor.Por una rosa roja? exclamaron. Qu ridiculez!Y la lagartija, que tena algo de cnica, ri a carcajadas. Pero

    el Ruiseor comprendi el secreto de la pesadumbre del Estu-diante y, posndose silenciosamente en la encina, medit sobre elmisterio del amor.

    De pronto, despleg sus alas pardas y se remont en elaire. Pas a travs de la alameda como una sombra, y como unasombra se desliz por el jardn.

    En el centro del prado se ergua un hermoso rosal. Al verlo,vol hacia l, posndose en una rama.

    Dame una rosa roja grit. Y te cantar mi cancinms dulce.

    Pero el rosal sacudi la cabeza.Mis rosas son blancas contest, tan blancas como laespuma del mar, y ms blancas que la nieve en la montaa. Perove a mi hermano que crece en torno del viejo reloj de sol, y acasol te dar lo que necesitas.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Y el Ruiseor vol hacia el rosal que creca en torno del viejoreloj de sol.

    Dame una rosa roja grit, y te cantar mi cancinms dulce.

    Pero el rosal sacudi la cabeza.Mis rosas son amarillas contest, tan amarillas

    como los cabellos de la sirena que se sienta en un trono de mbar,y ms amarillas que el narciso que orece en el prado antes deque el segador venga con su guadaa. Pero ve a mi hermano quecrece al pie de la ventana del Estudiante, y acaso l te dar lo quenecesitas.

    Y el Ruiseor vol hacia el rosal que creca al pie de la ven-tana del Estudiante.

    Dame una rosa roja grit, y te cantar mi cancinms dulce.

    Pero el rosal sacudi la cabeza.

    Mis rosas son rojas contest, tan rojas como laspatas de las palomas, y ms rojas que los grandes abanicos decoral que relumbran en las cavernas del ocano. Pero el inviernohel mis venas, y la escarcha ha marchitado mis capullos, y latormenta ha roto mis ramas, y en todo este ao no tendr rosas.

    Una rosa roja es todo lo que necesito grit el Rui-seor; slo una rosa roja! No hay medio alguno de conse-

    guirla?Uno hay contest el rosal; pero tan terrible, que nome atrevo a decrtelo.

    Dmelo repuso el Ruiseor. Yo no me asusto.Si quieres una rosa roja dijo el rosal, tienes que abri-

    carla con msica, a la luz de la luna, y teirla con la sangre de tucorazn. Tienes que cantar con tu pecho apoyado sobre una de

    mis espinas. Toda la noche cantars, y la espina atravesar tucorazn, y la sangre de tu vida uir en mis venas y se har ma...La muerte es un precio excesivo para pagar una rosa roja

    exclam el Ruiseor, y la vida es dulce a todos. Agradablees posarse en el bosque verde y contemplar el sol en su carrozade oro y la luna en su carroza de perlas. Dulce es el aroma del

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    coleccin los ros profundos

    espino, y dulces son las campanillas azules que se esconden en elvalle y el brezo que orece en el collado. Sin embargo, el amor esmejor que la vida, y qu es el corazn de un pjaro comparadocon el corazn de un hombre?

    Y desplegando sus alas pardas se remont en el aire. Pasrpidamente por el jardn como una sombra, y como una sombrase desliz a travs de la alameda.

    El Estudiante continuaba echado en la hierba, como le habadejado, y las lgrimas no se secaban en sus bellos ojos.

    S eliz grit el Ruiseor, s eliz, tendrs tu rosaroja! Yo la abricar con msica, a la luz de la luna, y la teircon la sangre de mi corazn. Todo lo que te pido, en cambio, esque seas un verdadero amante, pues el amor es ms sabio que laflosoa, por sabia que sta sea, y ms poderoso que la uerza,por uerte que sta sea. Llamas de mil matices son sus alas, y delcolor del uego es su cuerpo. Sus labios son dulces como la miel, y

    su aliento es como incienso.El Estudiante levant la vista de la hierba, y escuch; perono comprendi lo que le deca el Ruiseor, porque l slo saba loque est escrito en los libros.

    Pero la encina comprendi, y entristecise, porque tena ungran cario al pequeo Ruiseor, que haba construdo el nidoen sus ramas.

    Cntame una ltima cancin susurr; voy a sen-tirme muy sola cuando te hayas ido.Y el Ruiseor cant para la encina, y su voz era como agua

    que cae de una jarra de plata.Cuando hubo terminado su cancin levantse el Estudiante

    y sac de su bolsillo un cuadernito y un lpiz.Tiene estilo se deca a s mismo, mientras caminaba por

    la alameda; no puede negarse; pero, siente lo que canta? Temoque no. En verdad, es como tantos artistas: todo estilo, y nada desinceridad. No se sacrifcara por los dems. Piensa solamente enmsica, y ya es sabido que las artes son egostas. Sin embargo,hay que reconocer que tiene en su voz notas muy bellas. Lstimaque no signifquen nada o, por lo menos, nada prctico!

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Y entr en su cuarto y, echndose sobre el jergn, comenz apensar en su amor. Al cabo de unos momentos, se qued dormido.

    Y cuando la luna luci en los cielos, el Ruiseor vol haciael rosal, y coloc el pecho sobre una de sus espinas. Toda la nocheestuvo cantando con el pecho sobre la espina, y la luna ra y cris-talina se inclin para escuchar. Toda la noche estuvo cantando, yla espina se clavaba ms y ms en su pecho, y la sangre de su vidacorra sobre el rosal.

    Cant primero el nacimiento del amor en el corazn dedos adolescentes. Y en la rama ms alta del rosal oreci unarosa maravillosa, ptalo tras ptalo, como cancin tras cancin,plida era al principio, como la bruma que ucta sobre el ro;plida como los pies de la maana, y plateada como las alas de laaurora. Como el reejo de una rosa en un espejo de plata, comoel reejo de una rosa en una bala de agua, as era la rosa que o-reci en la rama ms alta del rosal.

    Pero el rosal grit al Ruiseor que se apretase ms contra laespina.Apritate ms, pequeo Ruiseor grit el rosal, o el

    da vendr antes de haber dado fn a la rosa!Y el Ruiseor se apret ms contra la espina, y ms y ms

    creci su canto, porque cantaba el nacimiento de la pasin en elalma de un mozo y de una virgen.

    Y un delicado rubor cubri las hojas de la rosa, como elrubor que cubre las mejillas del novio cuando besa los labios de suprometida. Pero la espina no haba llegado an a su corazn, y elcorazn de un ruiseor puede enrojecer el corazn de una rosa.

    Y el rosal grit al Ruiseor que se apretase ms contra laespina.

    Apritate ms, pequeo Ruiseor grit el rosal, o el

    da vendr antes de haber dado fn a la rosa!Y el Ruiseor se apret ms contra la espina, y la espinaalcanz su corazn, y una fera congoja de dolor lo traspas. Msy ms amargo era el dolor, y ms y ms impetuosa se haca sucancin, porque cantaba el amor sublimado por la muerte, elamor que no muere en la tumba.

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    Y la rosa del rosal tornse, como la rosa del cielo de oriente.Purprea era la corona de ptalos, y purpreo como un rub elcorazn.

    Pero la voz del Ruiseor desmayaba, y sus alitas comen-zaron a batir, y una nube cay sobre sus ojos. Ms y ms desma-yaba su canto, y senta que algo obstrua su garganta.

    Entonces tuvo una ltima explosin de msica. La blancaluna, oyndola, olvid el alba y se demor en el horizonte. Larosa roja, al orla, tembl toda de xtasis y abri sus ptalos alro de la maana. Eco la llev a su purprea caverna de las mon-taas, y despert a los dormidos pastores de sus sueos. Flotentre los juncos del ro, que llev su mensaje al mar.

    Mira, mira grit el rosal, ya est terminada la rosa!Pero el Ruiseor no contest, porque yaca muerto entre la

    hierba, con la espina clavada en el corazn.Al medioda, el Estudiante abri su ventana y mir hacia

    uera.Caramba, qu maravillosa visin! exclam. Unarosa roja! En mi vida he visto rosa semejante. Es tan bella, queestoy seguro tiene un largo nombre en latn.

    E, inclinndose, la arranc.Se puso el sombrero y, con la rosa en la mano, corri a casa

    del proesor.

    La hija del proesor estaba sentada a la puerta, devanandouna madeja de seda azul, con su perrito a los pies.Dijisteis que bailaras conmigo si os traa una rosa roja

    dijo el Estudiante. He aqu la rosa ms roja de todo elmundo. La prenderis esta noche sobre vuestro corazn y, comobailaremos juntos, podr deciros cunto os amo.

    Pero la muchacha runci el ceo.

    Temo que no vaya bien con mi vestido repuso; y,adems, el sobrino del Chambeln me ha enviado algunas joyasde verdad, y todo el mundo sabe que las joyas cuestan ms que lasores.

    A e ma, que sois una ingrata dijo agriamente el Estu-diante; y tir la rosa al arroyo, donde un carro la aplast al pasar.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Ingrata? dijo la muchacha. Y yo os digo que soisun grosero. Y, al fn y al cabo, qu sois? Slo un Estudiante.Ni siquiera creo llevis hebillas de plata en los zapatos, como elsobrino del Chambeln.

    Y, levantndose de la silla, entr en la casa.Qu necia cosa es el amor! se deca el Estudiante,

    mientras caminaba. No es ni la mitad de til que la lgica,porque nada demuestra, y le habla a uno siempre de cosas que nosuceden nunca, y hace creer cosas que no son ciertas. En realidad,no es prctico, y como en estos tiempos ser prctico es todo, vol-ver a la flosoa y al estudio de la metasica.

    Y, al llegar a su casa, abri un polvoriento librote y se pusoa leer.

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    2El Gigante egosta

    Todas las tardes, cuando salan de la escuela, acostum-braban los nios ir a jugar al jardn del Gigante.

    Era un hermoso e inmenso jardn, tapizado de hierba verdey suave. Aqu y all, entre el csped, crecan ores brillantescomo estrellas, y haba doce albrchigos que durante la prima-vera orecan en delicadas corolas de rosa y aljar, y en el otoose cargaban de rico ruto. Los pjaros se posaban en los rboles,

    y cantaban tan dulcemente, que los nios suspendan a menudosus juegos para escucharlos.Qu elices somos aqu! gritbanse unos a otros.Un da, el Gigante volvi. Haba ido a visitar a su amigo el

    Ogro de Cornualles, y permanecido con l durante siete aos. Alcabo de los siete aos haba dicho ya todo lo que tena que decir,pues su conversacin era limitada, y determin volver a su cas-

    tillo. Al llegar, vio a los nios jugando en el jardn.Qu hacis aqu? vocier speramente. Y los niosescaparon corriendo.

    Mi jardn es mi jardn dijo el Gigante; todo el mundodebe comprenderlo, y a nadie permitir que juegue en l.

    Al eecto, levant una tapia elevadsima, y puso un cartelnque deca:

    Se prohbe la entradabajo las penas consiguientes.

    Era un Gigante muy egosta...

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    Los pobres nios no tenan ya sitio en que jugar. Trataronde hacerlo en la carretera; pero la carretera era muy polvorientay sembrada de duros guijarros, y no les gust. Con recuenciarondaban en torno de la tapia, al salir de clase, y hablaban delhermoso jardn que haba detrs.

    Qu elices ramos entonces! se decan unos a otros.Cuando lleg la Primavera, toda la comarca se pobl de

    pjaros y ores. Slo en el jardn del Gigante egosta reinaba anel invierno. Los pjaros, como no haba nios, no se cuidaban decantar, y los rboles olvidaron orecer. Una vez, una hermosa orsac la cabeza de entre las hierbas; pero, en cuanto vio el cartel,se sinti tan triste a causa de los nios, que volvi a meterse entierra y se durmi de nuevo. Los nicos que estaban a gusto eranla Nieve y la Escarcha.

    La Primavera olvid este jardn decan; as que vivi-remos en l todo el ao.

    La Nieve cubri la tierra con su gran manto blanco, y laEscarcha pint de plata los rboles. Luego invitaron al Vientodel Norte a que pasara una temporada con ellos. Y el Viento delNorte vino. Iba envuelto en pieles, y estuvo rugiendo todo el da atravs del jardn, y derribando las chimeneas.

    Qu paraje tan delicioso! dijo; tenemos que decir alGranizo que nos haga una visita.

    Y el Granizo vino. Todos los das, por espacio de tres horas,tamborileaba sobre los tejados del castillo hasta que hubo rotola mayor parte de las pizarras, despus de lo cual se pona a darvueltas alrededor corriendo todo lo de prisa que poda. Iba ves-tido de gris y su aliento era como hielo.

    No comprendo por qu la Primavera tarda tanto en llegardeca el Gigante egosta cuando se asomaba a la ventana y vea

    su ro jardn blanco; espero que el tiempo cambie pronto.Pero la Primavera no vino jams, ni el Verano tampoco. ElOtoo dio rutos dorados a todos los jardines, pero al jardn delGigante no le dio ninguno.

    Es demasiado egosta deca.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    As, siempre ue all Invierno y el Viento del Norte y el Gra-nizo y la Escarcha y la Nieve de continuo danzaban en medio delos rboles.

    Una maana, estaba todava el Gigante en la cama cuandooy una msica sumamente agradable. Tan dulcemente sonaba asus odos, que pens deba ser el rey de los msicos que pasaba.En realidad, no era ms que un jilguerillo que cantaba rentea la ventana; pero haca tanto tiempo que no oa cantar a unpjaro en su jardn, que le pareci la msica ms melodiosa delmundo. Entonces el Granizo suspendi su danza, y el Viento delNorte ces de rugir, y un delicioso aroma entr por las maderasabiertas.

    Me parece que, al fn, lleg la Primavera se dijo elGigante; y saltando de la cama corri a la ventana.

    Qu ue lo que vio?Vio un maravilloso espectculo. A travs de una brecha del

    muro haban entrado los nios, y se haban subido a los rboles.En cada rbol haba un nio, y los rboles se sentan tan con-tentos de tenerlos nuevamente entre s, que se haban cubiertode ores y balanceaban suavemente sus brazos sobre las cabezasinantiles. Los pjaros volaban piando con deleite en torno deellos, y rean. Realmente, era un hermoso espectculo. Slo en unrincn reinaba todava el Invierno. Era el ms apartado rincn

    del jardn, y un nio se encontraba en l. Era tan pequeo, queno poda llegar a las ramas del rbol, y daba vueltas en torno, llo-rando amargamente. El pobre rbol estaba an completamentecubierto de Escarcha y Nieve, y el Viento del Norte soplaba yruga sobre l.

    Sube, chiquitn! deca el rbol, y bajaba sus ramas,todo lo que le era posible; pero el nio era demasiado pequeo.

    Y el Gigante sinti derretrsele el corazn mientras miraba.Cun egosta he sido! exclam; ahora s por qu laPrimavera no quera venir aqu. Yo subir a ese pobre chiquitn alrbol, y despus derribar el muro, y mi jardn ser para siempreel lugar de recreo de los nios.

    Y, realmente, estaba muy arrepentido de lo que haba hecho.

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    Baj, pues, la escalera, abri sigilosamente la puerta de laachada, y entr en el jardn. Pero, cuando los nios le vieron,se asustaron de tal modo que echaron a correr, y el jardn quedde nuevo en Invierno. Slo el pequen no huy, pues sus ojosestaban tan llenos de lgrimas que no vi venir al Gigante. Y elGigante lleg hasta l, y cogindole dulcemente entre sus manoslos subi al rbol. Y el rbol oreci de repente, y los pjarosvinieron a cantar en l, y el pequen ech los brazos al cuellodel Gigante y le bes. Y los dems nios, cuando vieron que elGigante ya no era malo, volvieron corriendo, y con ellos volvi laPrimavera.

    El jardn es vuestro desde ahora, hijos mos dijo elGigante, y empuando una gran hacha derrib el muro. Y almedioda, cuando la gente se diriga al mercado, encontraronal Gigante jugando con los nios en el ms hermoso jardn quehaban visto nunca.

    Todo el da estuvieron jugando y al anochecer vinieron adecir adis al Gigante.Pero, dnde est vuestro compaerito pregunt ste,

    el nio que sub al rbol?El Gigante le quera ms que a lo otros, porque le haba

    besado.No sabemos contestaron los nios; se ha ido.

    Decidle que venga maana dijo el Gigante.Pero los nios dijeron que no saban dnde viva, y quenunca le haban visto antes; y el Gigante qued muy triste.

    Todas las tardes, al salir de la escuela, los nios venan ajugar con el Gigante. Pero al pequen que el Gigante preera nose le volvi a ver. El Gigante era muy bueno con todos los nios,pero, sin embargo, echaba de menos a su primer amiguito y a

    menudo hablaba de l.Cunto me gustara verle! repeta.Pasaron los aos, y el gigante envejeci y sus uerzas a-

    quearon. Ya no poda jugar; sentado en un enorme silln, mirabajugar a los nios y admiraba su jardn.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Tengo muchas ores hermosas deca, pero los niosson las ores ms hermosas de todas.

    Una maana de invierno, mir por la ventana, mientras sevesta. Ya no odiaba el Invierno, pues saba que era simplementela Primavera dormida, y que las ores estaban descansando.

    De pronto se restreg los ojos, maravillado, y mir, ymir...

    Ciertamente que era maravilloso lo que vea. En el rincnms apartado del jardn haba un rbol totalmente cubierto deores blancas. Sus ramas eran todas doradas, y rutos de platapendan de ellas, y debajo estaba en pie el chiquitn a quien tantohaba querido.

    Lleno de alegra, baj corriendo el Gigante las escaleras, yentr en el jardn. Y, cuando lleg junto al nio, su rostro enro-jeci de clera, y dijo:

    Quin se ha atrevido a herirte?

    Porque en la palma de las manos del nio haba las huellasde dos clavos, y las huellas de dos clavos haba en sus piececitos.Quin se ha atrevido a herirte? grit el Gigante,

    dmelo, para coger mi espada y darle muerte.No! respondi el nio; stas son las heridas del

    amor.Quin eres t? dijo el Gigante; y un extrao temor se

    apoder de l, y cay de rodillas ante el pequen.Y el nio sonri al Gigante, y le dijo:T me dejaste una vez jugar en tu jardn; hoy jugars con-

    migo en mi jardn, que es el Paraso.Y cuando los nios llegaron aquella tarde, encontraron

    muerto al Gigante, debajo del rbol, todo cubierto de oresblancas.

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    35El verdadero amigo

    Una maana, la vieja rata de agua asomse a su agujero.Tena ojos brillantes como cuentas y grises bigotes muy tiesos, ysu cola era como un pedazo de caucho negro. Los patitos nadabanpor la alberca, semejantes a una pollada de canarios amarillos; ysu madre, que era de un blanco puro, con patas genuinamenteencarnadas, trataba de ensearles a zambullir la cabeza.

    No podris ir nunca en sociedad si no sabis zambullir la

    cabeza les repeta; y, de cuando en cuando, mostrbales cmohaba que hacer. Pero los patitos no le prestaban atencin. Erantan jvenes, que no comprendan las ventajas de ir en sociedad.

    Qu nios tan desobedientes! exclam la vieja rata deagua. Les estara bien empleado ahogarse.

    Dios nos libre de ello! contest la pata. Todo elmundo tiene que hacer su aprendizaje, y en los padres toda la

    paciencia es poca.Ah! Ignoro los sentimientos paternales dijo la ratade agua; yo no soy amiga de amilia. No he estado casada, yespero no estarlo nunca. El amor est muy bien, en cierto sen-tido; pero la amistad es una cosa mucho ms alta. Realmente,no conozco nada en el mundo ms raro y noble que una amistadverdadera.

    Y cules son, a juicio vuestro, los deberes de un verda-dero amigo? pregunt un verdern, posado en un sauce cer-cano, que haba odo la conversacin.

    S, eso es justamente lo que habra que saber dijo lapata. Y nadando hasta el extremo de la alberca, zambull lacabeza, para dar buen ejemplo a sus hijos.

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    Qu pregunta tan necia! exclam la rata de agua.Creo que un amigo verdadero debe portarse conmigo como unverdadero amigo; es cosa clara.

    Y qu haris vos en cambio? dijo el pajarillo, balan-cendose sobre una plateada rama y aleteando.

    No comprendo lo que queris decir contest la rata deagua.

    Permitidme que os cuente una historia sobre este temadijo el verdern.

    Se refere a m la historia? pregunt la rata de agua.En ese caso la escuchar de muy buena gana, pues soy sumamenteafcionada a los cuentos.

    Es aplicable a vos contest el verdern. Y volando aposarse en la orilla, cont la historia del verdadero amigo.

    Haba una vez comenz el verdern un buenmuchacho al que llamaban Hans.

    Era persona distinguida? pregunt la rata de agua.No contest el verdern, no creo que lo uera, a noser por su buen corazn y su cara redonda, graciosa y siemprejovial. Viva en una casita de campo; l mismo se haca la comida,y trabajaba todos los das en su jardn. En toda la comarca nohaba un jardn tan bonito como el suyo. Diantos y alheles cre-can en l, y bolsas de pastor y saxragas. Haba tambin rosas de

    Damasco y rosas de t, azaranes lilas y de oro, violetas blancasy moradas. La pajarilla, la cardamina, la mejorana y la albahacasilvestre, la vellorita y el iris, el narciso y el clavel orecan alter-nativamente en el curso de los meses, una or reemplazando aotra, de manera que siempre haba cosas lindas que mirar yaromas delicados que halagaran el olato. El pequeo Hans tenamultitud de amigos, pero el ms ntimo de todos era el gran Hugo

    el Molinero. En verdad, tal aecto le tena el rico Molinero, quenunca habra pasado ante su jardn sin inclinarse por encima dela cerca a coger un buen ramo de ores o un puado de hierbasaromticas, o sin llenar sus bolsillos de ciruelas y cerezas, si era laestacin de la ruta.

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Los verdaderos amigos deberan tener todo en comnacostumbraba decir el Molinero. Y el pequeo Hans asentasonriendo, sintindose muy orgulloso de tener un amigo de tannobles ideas. A veces, sin embargo, extrabanse los vecinos deque el rico Molinero no diese nada, en cambio, al pequeo Hans,a pesar de tener un centenar de sacos de harina almacenados ensu molino, y seis vacas de leche y un numeroso rebao de car-neros merinos; pero el pequeo Hans nunca se par a pensar enestas cosas, y nada le produca mayor placer que or todas lasrases maravillosas que el Molinero acostumbraba decir sobre elaltrusmo de la verdadera amistad.

    Como dijimos, el pequeo Hans trabajaba en su jardn.Durante la primavera, el verano y el otoo, era muy eliz; perocuando llegaba el invierno, no tena ruta ni ores que llevar almercado. Sura mucho de hambre y ro, y a menudo tena queirse a la cama sin ms cena que alguna pera de cuelga o unas

    cuantas nueces rancias. Adems, durante el invierno, se encon-traba muy solo, pues el Molinero nunca vena a verle.No conviene que vaya a ver al pequeo Hans mientras

    duren las nieves deca con recuencia el Molinero a su mujer;pues cuando la gente pasa por ciertos apuros, se la debe dejarsola y no marearla con visitas. Por lo menos, sta es mi idea de laamistad, y estoy seguro de que tengo razn. Esperar, pues, que

    venga la primavera, y entonces le har una visita, y l podr darmeun gran cesto de prmulas, cosa que le har muy eliz.Te preocupas demasiado de los dems contestaba la

    mujer, sentada en su cmodo silln, junto al hogar bien encen-dido; te preocupas demasiado. Es un verdadero deleite ortehablar sobre la amistad. Estoy segura de que el mismo prrocono podra decir tan bellas cosas, a pesar de vivir en una casa de

    tres pisos y llevar un anillo de oro en el meique.Pero, no podramos decirle al pequeo Hans que vinieraaqu? pregunt el hijo menor del Molinero. Si el pobre Hansest pasando apuros, yo le dara la mitad de mi potaje y le ense-ara mis conejos blancos.

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    Qu nio tan estpido! exclam el Molinero. No srealmente de qu sirve enviarte a la escuela. No parece aprove-charte mucho. No comprendes que si el pequeo Hans vinieraaqu y viese nuestro buen uego, y nuestra buena cena, y nuestrogran barril de vino tinto, podra darle envidia? Y la envidia esuna cosa terrible, que echa a perder la mejor naturaleza. Y yo nopuedo consentir que se eche a perder la naturaleza de Hans. Yosoy su mejor amigo, y debo velar por l y procurar que no caigaen tentaciones. Adems, si Hans viniera, quiz me pedira que levendiese al fado un poco de harina, y esto no me sera posible.La harina es una cosa y la amistad otra, y no hay por qu con-undirlas. Me parece que las palabras se escriben de modo biendierente y signifcan cosas bien distintas! Creo que esto todo elmundo puede verlo.

    Qu bien hablas! dijo la mujer del Molinero, sirvin-dose un gran vaso de cerveza caliente; me siento casi adormi-

    lada. Lo mismito que si estuviera en la iglesia.Muchas personas obran bien continu el Molinero,pero muy pocas hablan bien; lo que prueba que hablar es muchoms dicil que hacer y, desde luego, ms hermoso.

    Y mir severamente por encima de la mesa a su hijo, quese sinti tan avergonzado de s mismo, que, bajando la cabeza,se puso como un tomate y comenz a llorar sobre su t. Era tan

    nio, que debis disculparle.Y ah acaba la historia? pregunt la rata de agua.Ciertamente que no contest el verdern; no es ms

    que el comienzo.Entonces, estis muy atrasado dijo la rata de agua.

    Todo buen narrador, hoy, empieza por el fnal, contina porel comienzo y concluye por el medio. Es la nueva escuela. Se lo

    he odo a un crtico que el otro da paseaba con un joven alre-dedor del estanque. Habl extensamente de la cuestin, y estoysegura de que deba tener razn, pues llevaba unas gaas azulesy tena una gran calva; y, cuando el joven le haca alguna obje-cin, siempre contestaba: Pssch!. Pero, os lo ruego, conti-nuad vuestra historia. Me es extraordinariamente simptico el

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    Oscar Wilde Cuentos cortos

    Molinero. Yo tambin abrigo toda suerte de nobles sentimientos;as que simpatizo mucho con l.

    Perectamente dijo el verdern, saltando alternati-vamente sobre una y otra pata. En cuanto hubo pasado elinvierno, y las prmulas comenzaron a abrir sus plidas estrellasamarillas, el Molinero dijo a su mujer que iba a ver cmo seguael pequeo Hans.

    Ah, qu buen corazn tienes! exclam la mujer;siempre pensando en los dems! No te olvides de llevar la cestagrande para las ores.

    As, pues, at el Molinero las aspas del molino con una uertecadena de hierro, y descendi la colina con la cesta al brazo.

    Buenos das, pequeo Hans dijo el Molinero.Buenos das respondi Hans, apoyndose en la azada y

    sonriendo de oreja a oreja.Qu tal has pasado el invierno? dijo el Molinero.

    Bien, muy bien exclam Hans. Qu bueno eres enpreguntrmelo! Quiz tuve momentos malos que pasar; pero yaha llegado la primavera, y soy completamente eliz, y todas misores marchan bien.

    Muchas veces hemos hablado de ti este invierno dijo elMolinero; y nos preguntbamos qu sera de ti.

    Eres muy amable dijo Hans; yo casi tema que me

    hubieras olvidado.Hans, me extraa que digas eso respondi el Moli-nero; la amistad nunca olvida. Esto es lo que tiene de maravi-lloso. Pero temo que no comprendas la poesa de la vida... Quhermosas prmulas tienes, dicho sea de paso!

    S, muy hermosas dijo Hans, y es una suerte para mel tener tantas. Voy a llevarlas al mercado para venderlas a la hija

    del burgomaestre, y rescatar con su importe mi carretilla.Rescatar tu carretilla? Eso quiere decir que la has ven-dido? Qu tontera!

    S, es cierto dijo Hans; pero el caso es que no tuveotro remedio. Ya sabes que el invierno es para m un mal tiempo,y no tena un cntimo para pan. As, primero vend los botones de

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    plata de mi casaca de los domingos, y luego mi cadena de plata,y luego mi gran pipa y, por ltimo, tuve que vender la carretilla.Pero ahora rescatar todo ello.

    Hans dijo el Molinero, yo te dar mi carretilla. Noest en muy buen estado; le alta uno de los lados, y la rueda nomarcha muy bien; pero, a pesar de todo, te la dar. Ya s quees mucha generosidad de mi parte, y muchas personas encon-traran que es una locura desprenderme de ella; pero yo no soycomo todo el mundo. Creo que la generosidad es la esencia de laamistad; y, he adquirido para mi uso una carretilla nueva... S,puedes estar tranquilo; te dar mi carretilla.

    Qu generoso eres! dijo el pequeo Hans; y su cara,redonda y jovial, se ilumin de alegra. Yo la compondr cil-mente, pues tengo una tabla en casa.

    Una tabla! dijo el Molinero; justamente lo que nece-sito para el techo de mi granero. Tiene un gran boquete, y todo el

    trigo va a coger humedad si no lo tapo. Cunto me alegro de quelo hayas dicho! Es curioso cmo una buena accin trae siempreotra consigo. Yo te he dado mi carretilla, y ahora t vas a darmetu tabla. Naturalmente, la carretilla vale mucho ms que la tabla;pero la verdadera amistad no repara jams en esas cosas. Te agra-decer me la des en seguida, para hoy mismo ponerme a la obraen mi granero.

    Desde luego! exclam el pequeo Hans. Y, corriendoa su barraca, sac la tabla.No es muy grande que digamos hizo observar el Moli-

    nero, examinndola; y temo que, despus de haber arregladoel techo de mi granero, no te quede sufciente para componerla carretilla; pero eso, naturalmente, no es culpa ma. Y ahora,como yo te he dado mi carretilla, estoy seguro de que tendrs

    gusto en darme algunas ores en cambio. Aqu est la cesta; t tecuidars de llenarla bien.De llenarla? dijo el pequeo Hans, casi apesadum-

    brado, pues era realmente una cesta enorme, y saba que si la lle-naba no le quedaran ores que llevar al mercado, y tena grandesdeseos de recuperar sus botones de plata.

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    Caramba! contest el Molinero; como te he dadomi carretilla, no crea que uera demasiado pedir unas cuantasores. Quiz me equivoque, pero crea que la amistad, la verda-dera amistad, estaba exenta de todo egosmo.

    Oh, mi mejor, mi ms querido amigo! exclam elpequeo Hans, todas las ores de mi jardn son tuyas. Tuaprecio me interesa mucho ms que mis botones de plata.

    Y corri a coger todas sus prmulas, llenando la cesta delMolinero.

    Adis, pequeo Hans dijo el Molinero, mientras subapor la colina con la tabla al hombro y la gran cesta en la mano.

    Adis grit el pequeo Hans. Y se puso a cavar alegre-mente; tan contento se senta del regalo de la carretilla.

    Al da siguiente, encontrbase clavando unas madreselvasen la puerta, cuando oy la voz del Molinero llamndole desdeel camino. Salt, pues, de la escalera, corriendo hacia el cercado,

    por encima del cual mir.Era el Molinero, con un gran saco de harina a la espalda.Querido Hans le dijo, querras llevarme este saco

    de harina al mercado?Oh, cunto lo siento! contest el pequeo Hans;

    pero, realmente, estoy hoy ocupadsimo. Tengo que clavar todasmis enredaderas, y regar todas las ores, y pasar el rastrillo por

    la hierba.Caramba! dijo el Molinero. Creo que, teniendo encuenta que voy a darte mi carretilla, es una alta de amistad en tiel negarte.

    Oh!, no digas eso exclam el pequeo Hans,por nada del mundo querra yo cometer una alta de amistadcontigo.

    Y corri a buscar su gorra, y cargando penosamente con elenorme saco se encamin hacia el mercado.Era un da de mucho calor, y el camino estaba terriblemente

    polvoriento. An no haba llegado al poste que marcaba la sextamilla, cuando se sinti tan atigado, que tuvo que sentarse a des-cansar. Sin embargo, al poco rato, continu valientemente y, al

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    fn, lleg al mercado. Despus de esperar all bastante tiempo,vendi el saco de harina a muy buen precio, y volvi de un tirna su casa, porque tema, si se demoraba demasiado, encontrarmalhechores en el camino.

    En verdad que ha sido un da duro decase el pequeoHans, al meterse en cama; pero me alegro de no habermenegado al Molinero, pues es mi mejor amigo, y adems va adarme su carretilla.

    A la maana siguiente, temprano, vino el Molinero a buscarel importe de su saco de harina, pero el pequeo Hans estaba tancansado, que an no se haba levantado.

    A e ma exclam el Molinero que eres muy pere-zoso! Me parece que, teniendo en cuenta que voy a darte micarretilla, podras trabajar un poco ms. La pereza es un granvicio, y no me gusta que ninguno de mis amigos caiga en l. Note debe molestar que te hable con tanta ranqueza. Claro que, si

    no uera amigo tuyo, no se me ocurrira hacerlo. Pero, de qusirve la amistad, si no puede uno decir sin ambages lo que piensa?Todo el mundo puede decir cosas amables y tratar de hacersesimptico; pero un verdadero amigo siempre dice cosas desagra-dables, y no se preocupa de la molestia que causa. En realidad, sies un verdadero amigo, lo prefere, porque sabe que hace bien deese modo.

    Cree que lo siento en el alma dijo el pequeo Hans, ro-tndose los ojos y quitndose el gorro de dormir; pero estabatan cansado, que cre podra quedarme en la cama un poco msoyendo cantar a los pjaros. No sabes que trabajo ms a gustodespus de or a los pjaros?

    Bien, lo celebro dijo el Molinero, dndole unas palma-ditas en la espalda; porque necesito vengas conmigo al molino

    en cuanto te vistas, a arreglarme el techo del granero.El pobre Hans tena gran necesidad de trabajar en su jardn,pues haca dos das que no regaba sus ores; pero no se atrevi adecir que no al Molinero, que tan buen amigo era.

    Crees que sera una alta de amistad el decirte que tengomucho que hacer? pregunt con voz tmida y avergonzada.

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    temiendo que sus ores creyesen las haba olvidado; pero se con-solaba pensando que el Molinero era su mejor amigo.

    Adems se deca, va a darme su carretilla, y ste esun acto de pura generosidad.

    As, el pequeo Hans trabajaba para el Molinero, mientrasste deca toda suerte de bellas cosas sobre la amistad, que Hansapuntaba en un cuaderno y lea a menudo por la noche, pues eramuy estudioso.

    Ahora bien: sucedi que una noche, estando el pequeoHans sentado junto al uego, llamaron violentamente a la puerta.Haca una noche de perros, y el viento soplaba y ruga de talmodo en torno de la casa, que al principio pens deba ser latempestad. Pero son un segundo golpe, y luego un tercero, msuerte que los anteriores.

    Debe ser algn pobre viajero se dijo el pequeo Hans,corriendo a la puerta.

    All estaba el Molinero, con una linterna en una mano y ungrueso garrote en la otra.Querido Hans dijo el Molinero, tengo un gran dis-

    gusto. Mi chico pequeo se ha cado de una escalera y se ha las-timado. Voy a buscar al doctor. Pero vive tan lejos y hace unanoche tan mala, que se me ha ocurrido sera mucho mejor queueses t en mi lugar. Ya sabes que voy a darte mi carretilla, de

    modo que no estara de ms que hicieras algo por m en cambio.Ciertamente exclam el pequeo Hans. Te agra-dezco en extremo te hayas acordado de m, y en seguida mepondr en camino. Pero tendrs que prestarme tu linterna, puesla noche est muy oscura, y temo caer en alguna zanja.

    Lo siento mucho contest el Molinero, pero es mi lin-terna nueva, y sera una gran prdida para m si le ocurriese algo.

    Bueno, es igual; me pasar sin ella replic el pequeoHans, ponindose su grueso chaquetn de piel y su buen gorroescarlata.

    Y, enrollndose una buanda al cuello, parti.Qu espantosa tempestad haca! La noche era tan negra,

    que el pequeo Hans apenas poda ver, y el viento era tan uerte,

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    que apenas poda tenerse en pie. Pero era tan animoso, que des-pus de haber caminado por espacio de tres horas lleg a casa deldoctor y llam a la puerta.

    Quin es? grit el doctor, asomando la cabeza por laventana de su alcoba.

    El pequeo Hans, doctor.Y qu se te ocurre, pequeo Hans?El hijo del Molinero desea que vayis en seguida.Perectamente dijo el doctor. Y pidi su caballo y sus

    grandes botas y su linterna y, montando, comenz a cabalgarhacia la casa del Molinero, seguido del pequeo Hans, que cami-naba trabajosamente.

    Pero la tempestad arreci, y la lluvia caa a torrentes, y elpequeo Hans no poda ver dnde pona los pies ni seguir al caballo.Al fn, se perdi, y vag largo rato por el pramo, lugar peligros-simo, lleno de hoyos proundos, en uno de los cuales cay el pequeo

    Hans y se ahog. Al da siguiente, unos cabreros encontraron sucuerpo otando en una gran charca, y lo llevaron a su choza.Todo el mundo ue a los unerales del pequeo Hans; tan

    popular era. El Molinero presidi el duelo.Como yo era su mejor amigo dijo, es lgico que

    ocupe el mejor sitio.Fue, pues, a la cabeza del cortejo, vestido con una larga capa

    negra y, de cuando en cuando, se secaba los ojos con un desmesu-rado pauelo.No cabe duda de que la prdida del pequeo Hans ha

    sido una gran prdida para todos dijo el herrero, despus delos unerales, cuando todos estaban cmodamente sentados en lataberna, bebiendo vino especiado y comiendo buenos pasteles.

    Por lo menos, una gran prdida para m dijo el Moli-

    nero. Caramba!, yo haba sido tan bueno, que le di mi carre-tilla, y ahora no s realmente qu hacer con ella. Me ocupa sitioen casa, y est en tan mal estado que no me daran nada por ellasi uera a venderla. De aqu en adelante, no se me ocurrir darnada a nadie. Siempre tiene uno que pagar las consecuencias deser generoso.

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    Y qu ms? pregunt la rata de agua, despus de unalarga pausa.

    Nada ms; ah termina la historia dijo el verdern.Pero, qu ue del Molinero? dijo la rata de agua.Oh!, en verdad que no lo s replic el verdern; ni

    me importa gran cosa.Bien se echa de ver que no hay en vos ni un asomo de

    altruismo dijo la rata de agua.Temo que no hayis acabado de comprender la moraleja

    del cuento hizo observar el verdern.La qu? chill la rata de agua.La moraleja.Eso quiere decir que la historia tiene moraleja?Ciertamente dijo el verdern.Caramba! dijo la rata de agua en tono airado; bien

    podais habrmelo dicho antes de empezar. Si lo hubierais hecho,

    a buen seguro que no la escuchara. Tened la seguridad de quehabra dicho Pssch!, como el crtico. Sin embargo, todavapuede decirlo.

    Y, gritando a todo pulmn: Pssch!, mene el rabo y semeti en su agujero.

    Qu opinas de la rata de agua? pregunt la pata, queacudi remando pocos minutos despus. Tiene muchas buenas

    cualidades; pero yo tengo los sentimientos de una madre, y nopuedo ver a un celibatario empedernido sin que los ojos se mellenen de lgrimas.

    Temo haberle aburrido contest el verdern. El casoes que le he contado una historia con moraleja.

    Ah!, eso es siempre una cosa peligrossima dijo la pata.Y yo soy, en absoluto, de la misma opinin.

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    47El famoso Cohete

    El hijo del Rey iba a casarse. Con este motivo se celebrabangrandes estejos. Un ao entero haba aguardado a su novia, yal fn sta lleg. Era una princesa rusa, que haba venido desdeFinlandia en un trineo tirado por seis renos. Tena el trineo laorma de un gran cisne dorado, entre cuyas alas yaca la Prince-sita. Un largo manto de armio caa rgido hasta sus pies, cubrasu cabeza una linda toca de tis de plata, y era tan plida como el

    palacio de nieve en que siempre haba vivido. Tan plida era, queal pasar por las calles todo el mundo se asombraba.Parece una rosa blanca! exclamaban, arrojndole

    ores desde los balcones.A la puerta del castillo la esperaba el Prncipe.Tena unos ojos soadores de color violeta, y sus cabellos

    eran como oro fno. Al verla, dobl una rodilla y le bes la mano.

    Vuestro retrato era hermoso murmur, pero vos soisms hermosa que vuestro retrato.Y la Princesita se ruboriz.Hace un momento era como una rosa blanca dijo un

    pajecillo a su vecino; pero ahora es como una rosa roja.Y toda la corte qued encantada de la rase.Durante tres das todo el mundo ue diciendo:

    Rosa blanca, rosa roja; rosa roja, rosa blanca.Y el Rey dio rdenes para que doblasen el salario del paje.Como ste no reciba salario alguno, no le ue de gran provechola orden, pero se consider como un gran honor, y ue debida-mente publicada en la Gaceta de la Corte.

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    Al cabo de tres das se celebraron las bodas. Fue una cere-monia magnfca, y los novios pasearon cogidos de la mano, bajoun palio de terciopelo carmes bordado de perlas blancas. Luegohubo un banquete ofcial, que dur cinco horas. El Prncipe y laPrincesa se sentaron a un extremo del gran saln, y bebieron enuna copa de claro cristal. Slo los verdaderos enamorados podanbeber en esta copa, pues si la tocaban labios engaosos se volvagris y opaca y brumosa.

    Bien claro est que se aman dijo el pajecillo, tanclaro como el cristal!

    Y el Rey dobl por segunda vez su salario.Qu honor! exclamaron todos los cortesanos.Despus del banquete deba celebrarse un baile. Los novios

    bailaran juntos la danza de la rosa, y el Rey haba prometidotocar la auta. Tocaba psimamente, pero nadie se hubiera atre-vido nunca a decrselo, pues para eso era el Rey. En realidad no

    saba ms que dos piezas, y nunca estaba completamente segurode cul de las dos tocaba; pero poco importaba; pues, hiciera loque hiciera, todo el mundo exclamaba:

    Delicioso! Delicioso!El nmero fnal del programa eran unos esplndidos uegos

    artifciales, que deban terminar a medianoche. La Princesita nohaba visto en su vida uegos artifciales, por lo que el Rey haba

    dado rdenes al pirotcnico de la Casa Real para que se superarael da del casamiento.Cmo son los uegos artifciales? pregunt la Princesa

    al Prncipe, una maana, paseando por la terraza.Son como la aurora boreal dijo el Rey, que siempre

    contestaba a las preguntas que se hacan a los dems. Slo quemucho ms naturales. Yo, los prefero a las estrellas, pues se sabe

    cundo van a aparecer, y son casi tan deliciosos como la msicade mi auta. Ya veris...As, pues, construyeron al extremo del jardn un gran

    tablado. Y apenas el pirotcnico de la Casa Real haba puestotodo en orden, cuando lo uegos de artifcio comenzaron a hablarentre s.

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    Qu hermoso es el mundo! grit un pequeo Bus-capis. Fijaos en esos tulipanes amarillos. A e ma, ni aunsiendo petardos de verdad podran ser ms hermosos! Cuntome alegro de haber viajado! Los viajes educan el espritu, yacaban con todos los prejuicios.

    El jardn del Rey no es el mundo, necio Buscapis dijouna gruesa Candela Romana; el mundo es un espacio enorme,y necesitaras tres das para verlo entero.

    Todo lugar que amamos es para nosotros el mundoexclam una pensativa Rueda Catalina, que haba ormadoparte en otro tiempo de una vieja caja de pino y se envanecade su corazn destrozado; pero el amor no est ya de moda;los poetas lo han matado. Escribieron tanto sobre l, que nadieya les crey; y no me extraa. El verdadero amor sure y calla.Recuerdo que yo misma, una vez... Pero esto no hace al caso. Lanovela pertenece ya al pasado.

    Qu majadera! replic la Candela Romana; lanovela nunca muere. Es como la luna, y vive eternamente. Losnovios, por ejemplo, se quieren con pasin. Esta maana se lo odecir a un cartucho de papel oscuro, que por casualidad estabaen el mismo cajn que yo, y que saba las ltimas noticias de laCorte.

    Pero la Rueda Catalina mene la cabeza.

    La novela ha muerto, la novela ha muerto, la novela hamuerto! murmur.Era como una de esas personas que creen que, a uerza de

    repetir la misma cosa muchas veces, acaba por ser verdad.De pronto, una tosecilla aguda, seca, se dej or, y todos

    miraron en derredor. Provena de un altanero y espigado Cohete,atado a la extremidad de una varilla. Tosa siempre antes de

    hablar, para llamar la atencin.Ejem, ejem! hizo; y todo el mundo prest odo, exceptola pobre Rueda Catalina, que continuaba meneando la cabeza ymurmurando:

    La novela ha muerto!Orden! Orden! grit un Triquitraque.

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    Tena algo de poltico, y siempre haba tomado parte activaen las elecciones locales, as que saba con exactitud las expre-siones parlamentarias que deba emplear.

    Muerta sin remisin! susurr la Rueda Catalina que-dndose dormida.

    Apenas se hubo hecho un silencio perecto, tosi el Cohetepor tercera vez, y comenz. Hablaba en voz queda, muy lentay clara, como si estuviese dictando sus memorias, y mirabasiempre por encima del hombro a su interlocutor. Realmente,tena modales muy distinguidos.

    Qu suerte tiene el hijo del Rey! exclam. Casarseel mismo da en que me van a disparar! Ni aun hacindolo a pro-psito podra ser mejor para l! Pero los Prncipes siempre tienensuerte.

    Cmo? dijo el pequeo Buscapis; yo crea que eraal revs, y que ramos nosotros los que bamos a ser disparados

    en honor del Prncipe.Eso puede que sea verdad con respecto a vos replic elCohete. S, sin duda alguna... Pero, en lo que a m se refere, esotra cosa. Yo soy un Cohete notabilsimo, y desciendo de padresmuy notables. Mi madre ue la Rueda Catalina ms clebre desu poca, y alcanz gran renombre por la gracia de su danza.Cuando su amosa aparicin en pblico, dio diecinueve vueltas

    antes de consumirse, y a cada vuelta lanzaba al aire siete estrellasencarnadas. Tena tres pies y medio de dimetro, y estaba hechacon plvora de la mejor. Mi padre ue un Cohete como yo, y deorigen rancs. Vol tan alto, que temieron no volviera a bajar.Baj, sin embargo, pues era un carcter muy bondadoso, e hizoun descenso brillantsimo, en medio de una lluvia de oro. Losperidicos hablaron de l en trminos muy halageos; como que

    la Gaceta de la Corte le proclam un triuno del arte pilotcnico.Pirotcnico, pirotcnico, querris decir advirti unaLuz de Bengala; s que se dice pirotcnico porque lo he vistoescrito en mi bote de hojalata.

    Bueno, yo digo pilotcnico replic el Cohete, en tonosevero. Y la Luz de Bengala se sinti tan apabullada, que empez

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    a maltratar a los Buscapis chicos, para demostrar que ella tam-bin era persona de importancia.

    Deca continu el Cohete, deca... Qu es lo que deca?Hablabais de vos mismo contest la Candela Romana.Naturalmente; ya saba yo que hablaba de algo intere-

    sante cuando ui tan groseramente interrumpido. Detesto la gro-sera y los malos modos, pues soy extremadamente sensible. Nohay nadie en el mundo tan sensible como yo; estoy seguro.

    Qu es una persona sensible? pregunt el Triquitraquea la Candela Romana.

    Una persona que, porque tiene callos, va siempre pisandolos pies a los dems respondi la Candela Romana en un dbilmurmullo, que estuvo a punto de hacer soltar la carcajada al Tri-quitraque.

    De qu os res, puede saberse? inquiri el Cohete.Me ro porque estoy contento respondi el Triquitraque.

    Razn bien egosta dijo agriamente el Cohete. Quderecho tenis para estar contento? Deberais pensar en losdems. S, deberais pensar en m. Yo siempre estoy pensando enm, y espero que todo el mundo haga lo mismo. Eso es lo que sellama altrusmo. Es una admirable virtud, y yo la poseo en altogrado. Suponed, por ejemplo, que me ocurriese algo esta noche,qu desgracia para todo el mundo! El Prncipe y la Princesa no

    podran ya ser elices, se malograra su vida de casados; y, por loque hace el Rey, s que no podra soportarlo. Realmente, cuandome pongo a reexionar sobre la importancia de mi misin, casi seme saltan las lgrimas.

    Si queris ser agradable a los dems exclam la Can-dela Romana, harais mejor en conservaros seco.

    Ciertamente! exclam la Luz de Bengala, que estaba

    ya de mejor humor; eso es de sentido comn.De sentido comn? dijo el Cohete indignado; olvidisque yo nada tengo de comn, que soy excepcional. Caramba!, todoel mundo puede tener sentido comn, con tal de carecer de imagi-nacin. Pero yo tengo imaginacin, pues jams veo las cosas comoson en la realidad, sino muy dierentes. En cuanto a conservarme

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    seco, evidentemente no hay aqu nadie capaz de apreciar lo msmnimo un natural sensible. Por ortuna para m, me importa unbledo. Lo nico que le sostiene a uno en la vida es la conciencia dela inmensa inerioridad de sus semejantes; y ste es un sentimientoque siempre he cultivado. Pero ninguno de vosotros tiene corazn.Res y os regocijis como si el Prncipe y la Princesa no acabaran decasarse.

    Cmo! exclam un pequeo Globo de Fuego, ypor qu no? Es la ocasin de regocijarse, y cuando me remonteen el aire pienso comunicrselo as a las estrellas. Ya veris cmocentellean cuando les hable de la novia.

    Ah, qu concepto tan trivial de la vida! dijo el Cohete;pero era de esperar. No hay nada en vosotros: sois hueros, comple-tamente hueros. No pensis en que quizs el Prncipe y la Princesase vayan a vivir a un pas donde haya un ro proundo, y quizstengan un hijo nico, un chiquitn de cabellos rubios y ojos de

    color violeta, como el Prncipe; y quizs un da vaya de paseo consu nodriza, y quizs la nodriza se quede dormida a la sombra deun gran sauce, y quizs el nio se caiga al ro y se ahogue... Quterrible inortunio! Pobres, perder as su nico hijo! Es espantoso!

    Jams podr consolarme.Pero an no lo han perdido, que sepamos dijo la Can-

    dela Romana; ni desgracia alguna les ha ocurrido todava.

    Yo no he dicho que les hubiese sucedido replic elCohete; dije que podra sucederles. Si hubiesen perdido a suhijo nico, de nada servira lamentarse. Detesto la gente que llorapor el cntaro roto. Pero, cuando pienso que podran perder a sunico hijo, me siento aectadsimo.

    Ya lo creo! exclam la Luz de Bengala. Como quesois la persona ms aectada que he conocido!

    Y vos la ms grosera que he visto dijo el Cohete; eincapaz de comprender mi aecto por el Prncipe.Pero si no le conocis! reunu la Candela Romana.Yo no he dicho que le conociese contest el Cohete.

    Y me atrevo a decir que si le conociera no sera en modo algunosu amigo. Es muy peligroso conocer a los amigos.

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    En verdad que harais mejor en conservaros seco dijo elGlobo de Fuego. Eso es lo importante.

    Lo ser para vos, no lo dudo contest el Cohete; peroyo llorar si se me antoja.

    Y comenz a derramar grandes lgrimas, que corriendo porsu varilla estuvieron a punto de anegar a dos pequeos escara-bajos, que casualmente estaban pensando poner casa juntos ybuscaban un sitio seco donde instalarse.

    Debe tener un espritu verdaderamente romntico dijola Rueda Catalina; pues llora cuando no hay por qu llorar.

    Y exhalando un hondo suspiro, pens en la caja de pino.Pero la Candela Romana y la Luz de Bengala estaban indignad-simas, y exclamaban a voz en cuello:

    Paparruchas! Paparruchas!Eran muy positivas, y siempre que protestaban de algo lo

    llamaban paparruchas.

    En esto la luna se levant como un maravilloso escudo deplata, y las estrellas comenzaron a brillar, y del palacio llegaronlos acordes de la msica.

    El Prncipe y la Princesa dirigan el baile.Bailaban tan deliciosamente, que las altas azucenas blancas

    se inclinaban por la ventana para verlos, y las grandes amapolasrojas llevaban el comps con la cabeza.

    Sonaron las diez, y luego las once, y luego las doce, y a laltima campanada todo el mundo sali a la terraza. Y el Reyenvi a buscar al Pirotcnico.

    Que comiencen los uegos artifciales orden el Rey.Y el Pirotcnico hizo una gran reverencia y se dirigi hacia

    el tablado. Llevaba consigo seis ayudantes, cada uno con unaantorcha encendida en la punta de una larga prtiga.

    Fue, ciertamente, un magnfco espectculo.Juisss! Juisss! haca la Rueda Catalina dando vueltas.Bum! Bum! haca la Candela Romana.Luego, los Buscapis empezaron la danza, y las Luces de

    Bengala tieron todo de rojo.

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    Adis! grit el Globo de Fuego, remontndose y espar-ciendo en torno suyo menudas centellas azules.

    Bang! Bang! contestaron los Triquitraques, que laestaban gozando locamente.

    Todos tuvieron un gran xito, excepto el amoso Cohete.Estaba tan hmedo, por haber llorado, que no pudo prenderse.Lo mejor que haba en l era la plvora, y sta estaba tan mojadapor las lgrimas, que no serva para nada. En cambio, todos susparientes pobres, a los que nunca hablara sino con una sonrisadespectiva, germinaron en el cielo como maravillosas oresdoradas con ptalos de uego.

    Bravo! Bravo! gritaba la Corte, y la Princesita reaalegremente.

    Supongo que me estn reservando para mejor ocasindijo el Cohete; no cabe duda que es eso.

    Y mir con aire ms altivo que nunca.

    Al da siguiente, vinieron los trabajadores a poner todo enorden.Debe ser una comisin que me envan pens el

    Cohete. Los recibir con una dignidad de buen tono.Y echando hacia atrs la cabeza, runci severamente el

    ceo, como si estuviese pensando en algo muy importante.Pero ellos no le echaron de ver hasta el momento de irse.

    Mirad! grit uno de ellos. Mirad este mal cohete!Y lo arroj al oso por encima del muro.Mal Cohete? Mal Cohete? dijo ste, dando volteretas

    en el aire. Imposible! Gran Cohete, eso es lo que ha dicho Maly Gran suenan casi lo mismo y, en realidad, a menudo lo son.

    Y cay en el cieno.Esto no est muy conortable que digamos observ;

    pero sin duda es algn balneario de moda, adonde me hanenviado para restablecerme. Mis nervios estn muy quebran-tados, y necesito descanso.

    Entonces una pequea Rana, de brillantes ojos esmaltadosy pintoresca casaca verde, nad hacia l.

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    Un recin llegado! dijo la Rana. Ya lo creo, no haynada como el cieno! Denme a m un buen tiempo de lluvia y unoso, y soy completamente eliz. Creis que llover esta tarde?Yo, as lo espero. Sin embargo, el cielo est azul y sin nubes. Qulstima!

    Ejem! Ejem! hizo el Cohete, empezando a toser.Qu voz tan deliciosa! exclam la Rana. Es casi tan

    agradable como la nuestra. Claro que croar es la cosa ms musicaldel mundo. Ya oiris nuestros coros esta noche. Nos situamosen la alberca que hay al lado del cortijo, y, apenas se levanta laluna, comenzamos. Es tan arrobador, que todo el mundo se des-pierta para ornos. Ayer mismo o a la mujer del cortijero decir asu madre que no pudo pegar los ojos en toda la noche por nuestracausa. Es muy grato ver que se es tan popular.

    Ejem! Ejem! repiti agriamente el Cohete.Estaba muy molesto de no poder meter baza.

    Una voz deliciosa! continu la Rana. Espero quevendris a la alberca. Me voy a echar una ojeada a mis hijas.Tengo seis hijas preciosas, y temo que el Sollo pueda encontrarlas.Es un verdadero monstruo, y no tendra el menor escrpulo enalmorzrmelas. Bueno, adis; y encantada de nuestra conversa-cin, os lo aseguro.

    Conversacin? dijo el Cohete. Y habis hablado

    vos sola todo el tiempo! Eso no es conversacin.Alguien tiene que escuchar contest la Rana; y a mme gusta llevar la palabra. Se ahorra tiempo, y se evitan discu-siones.

    Pero a m me gustan las discusiones dijo el Cohete.Oh, espero que no! dijo la Rana, complaciente-

    mente; las discusiones son siempre vulgares; todo el mundo en

    la buena sociedad es de la misma opinin. Adis otra vez; desdeaqu veo a mis hijas.Y la pequea Rana se alej nadando.Sois una persona irritante dijo el Cohete; y sin pizca

    de educacin. Detesto a las gentes que hablan slo de s mismas,como vos, cuando uno est deseando hablar de uno mismo, como

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    yo. Eso es lo que se llama egosmo; y el egosmo es una condicinodiosa, especialmente para las personas como yo, que soy bienconocido por mi carcter aectuoso. Realmente, deberas tomarejemplo de m; no podrais tener mejor modelo. Ahora, que se osorece ocasin, debis de aprovecharla, pues muy en breve regre-sar a la corte. Soy estimadsimo en Palacio. Como que el Prncipey la Princesa se casaron ayer en mi honor. Claro est que vos, auer de provinciana, no entendis de estas cosas.

    Es completamente intil que le hablis dijo una Lib-lula, que estaba posada en una anea; completamente intil;hace rato que se ha ido.

    Bueno, ella es quien se lo pierde, no yo contest elCohete. Yo no voy a dejar de hablar simplemente porque ella nome preste atencin. A m me gusta orme. Es uno de mis mayoresplaceres. A menudo sostengo largas conversaciones conmigomismo, y tal es mi talento que, a veces, no entiendo ni una palabra

    de lo que digo.Entonces, deberais dar conerencias sobre Filosoadijo la Liblula.

    Y abriendo sus lindas alas de gasa se remont en el aire.Qu estpida; pues no se va! dijo el Cohete. Estoy

    seguro de que no se le presentan con recuencia las ocasiones decultivar su espritu. De todos modos, me tiene sin cuidado. Un

    genio como el mo, tarde o temprano es seguro que ser apreciado.Y se hundi un poco ms en el cieno.Al poco tiempo, un gran Pato blanco vino nadando hacia l.

    Tena las patas amarillas, los pies palmeados, y era consideradouna gran belleza a causa de su anadeo.

    Cuac, cuac, cuac! dijo. Qu orma tan rara lavuestra! Puedo preguntaros si habis nacido as, o son las

    resultas de un accidente?Bien se ve que habis vivido siempre en el campo con-test el Cohete; de otro modo, sabrais quin soy yo. Sinembargo, dispenso vuestra ignorancia. Sera absurdo exigir de losdems que valieran tanto como uno. Sin duda os sorprender elsaber que yo puedo volar por el aire, y caer en una lluvia de oro...

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    Pues no me parece muy extraordinario dijo el Pato.No veo de qu pueda servir eso a nadie. Otra cosa sera si araseislos campos, como el buey; o tiraseis de un carro, como el caballo,o guardaseis un rebao, como el perro del pastor.

    Buen hombre exclam el Cohete, en tono altanero;veo que pertenecis a las clases bajas. Una persona de mi rangoes siempre intil. Tenemos ciertas cualidades exteriores, y es msque sufciente. No siente la menor simpata por ninguna clasede trabajo, y menos por los que parecis tener en tanta estima.Siempre he sido de opinin que el trabajo manual es, simple-mente, el reugio de la gente que no tiene otra cosa que hacer.

    Bien, bien dijo el Pato, que era de carcter pacfco ynunca rea con nadie. De gustos no hay nada escrito. De todosmodos, me alegro de que vengis a estableceros aqu.

    Oh, de ningn modo! exclam el Cohete. Soy sloun visitante, un visitante distinguido. Y el caso es que encuentro

    este lugar ms bien aburrido. No hay aqu sociedad, ni soledad.Un verdadero arrabal. Probablemente, regresar a la Corte. Sque estoy llamado a causar gran sensacin en el mundo.

    Yo tambin pens una vez en dedicarme a la vida pblicaobserv el Pato. Hay tantas cosas que necesitan reorma!No hace mucho presid un meeting, en que aprobamos una por-cin de proyectos, condenando todo aquello que nos desagra-

    daba. Sin embargo, la verdad es que no parecieron surtir graneecto. Ahora me ocupo del hogar domstico, y velo por miamilia.

    Yo he nacido para la vida pblica dijo el Cohete, yen ella fguran todos mis parientes, hasta el ms humilde. Don-dequiera que aparezco, llamo extraordinariamente la atencin.Esta vez no he fgurado en persona; pero, cuando lo hago, es un

    espectculo magnfco. La vida de amilia le envejece a uno pre-maturamente, y distrae el espritu de fnes ms altos.Ah, los fnes ms altos de la vida; qu hermosura! dijo

    el Pato. Esto me recuerda el hambre que siento.Y baj nadando por el arroyo, haciendo:Cuac, cuac, cuac!

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    Volved, volved! grit el Cohete. Tengo todavamuchas cosas que deciros!

    Pero el Pato no le hizo caso.Me alegro de que se haya ido pens entonces. No

    cabe duda de que tiene un espritu burgus.Y, hundindose un poco ms en el cieno, se puso a meditar

    sobre el aislamiento del genio.Cuando, de pronto, dos chicuelos con blusas blancas bajaron

    corriendo por el ribazo, con una caldera y unos cuantos leos.Esa debe ser la diputacin se dijo el Cohete.Y procur tomar un aire muy digno.Mirad! dijo uno de los muchachos, mira ese viejo

    palo! Cmo habr llegado hasta aqu?Y sac al Cohete del oso.Viejo Palo! pens el Cohete, imposible! Regio

    Palo, eso es lo que ha dicho. Regio Palo es un cumplimiento muy

    halageo. Quizs me toma por uno de los dignatarios de laCorte.Pongmosle en el uego! dijo el otro muchacho, nos

    ayudar a hacer hervir la caldera.Y haciendo una pila con los leos, pusieron encima el

    Cohete, y le prendieron uego.Esto es magnfco! exclam el Cohete. Van a dis-

    pararme en pleno da, con objeto de que todo el mundo puedaverme.Ahora, vamos a dormir dijeron los chicos. Y cuando

    nos despertemos, ya la caldera habr hervido.Y, tumbndose sobre la hierba, cerraron los ojos.Como el Cohete estaba muy hmedo, tard bastante en

    arder. Pero, al fn, el uego hizo presa en l.

    Voy a partir! grit; y se puso muy serio y muy esti-rado. S que ir ms alto que las estrellas, ms alto que la luna,ms alto que el sol. Ir tan alto, que...

    Fisss! Fisss! Fisss! y subi recto en el aire.Delicioso! grit. As subir eternamente. Qu xito

    estoy teniendo!

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    Pero nadie le vea.Entonces comenz a sentir una extraa sensacin de hor-

    migueo por todo el cuerpo.Voy a estallar! grit. Prender uego al mundo

    entero, y har tanto ruido, que durante un ao no se hablar deotra cosa.

    Y, en eecto, estall.Bang! Bang! Bang! hizo la plvora.No cabe duda de que estall.Pero nadie le oa, ni siquiera los dos chicos, que dorman a

    pierna suelta.Entonces, lo nico que qued de l ue la varilla, que cay

    encima de un Ganso, que se encontraba paseando por las orillasdel oso.

    Santo cielo! exclam el Ganso. Es que ahorallueven palos?

    Y se arroj al agua.Ya saba yo que causara un gran sensacin susurr elCohete, expirando.

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    61El Rey adolescente

    A Constance Mary Wilde

    A Lady Margaret Brooke

    Era la vspera del da fjado para su coronacin, y el Reyadolescente se encontraba solo en su suntuosa cmara. Todos loscortesanos se haban retirado con su venia, inclinando la cabezahasta el suelo, con arreglo a la ms rigurosa etiqueta, para diri-

    girse al gran saln de Palacio y recibir las ltimas lecciones delMaestro de Ceremonias; pues haba algunos que conservabanmodales demasiado naturales, cosa que en un cortesano, huelgadecirlo, es grave alta.

    Al muchacho pues slo era un muchacho, de apenas dieci-sis aos no le desagrad su partida y, con un hondo suspiro desatisaccin, se dej caer sobre los mullidos almohadones del reca-

    mado canap, yaciendo all, huraos los ojos y la boca entreabierta,semejante a un dorado auno de los bosques, o a uno de esos anima-lejos de la selva recin apresado por los cazadores.

    Y, realmente, cazadores eran quienes le haban encontrado.Casi por azar, cuando, descalzo de pie y pierna, y caramilloen mano, iba e