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    Revista Uruguaya de Ciencia Poltica - 14/2004 - ICP - Montevideo

    EL BIPARTIDISMO ARGENTINO:EVIDENCIAS Y RAZONES DE UNA PERSISTENCIA (1983-2003)*

    Andrs Malamud* *

    1. Introduccin

    Argentina fue gobernada por veintids presidentes entre 1946 y 2003. Nueve deellos fueron militares, ocho peronistas y cinco radicales.1 Segn la Constitucin Nacional,sancionada en 1853 y apenas modificada hasta 1994, menos de la mitad habra bastadopara cubrir los diez mandatos presidenciales que caben en 57 aos. La inestabilidad es,as, el fenmeno ms llamativo de la poltica argentina desde mediados del siglo pasado(De Luca y Malamud 1996). Este trabajo se concentra sobre una paradoja: la estabilidadelectoral y partidaria que, pese a la inestabilidad poltica y a los repetidos fracasos degestin, mantuvo a los dos grandes partidos argentinos en el gobierno (o en la expecta-tiva de llegar a l) durante ms de medio siglo. Si bien el proceso de descomposicinpartidaria y el retorno de la inestabilidad gubernamental manifEstados entre fines de2001 y mediados de 2002 alimentaron la expectativa de un cambio de poca, el largoproceso electoral que tuvo lugar durante 2003 acab por reafirmar la supremaca de lospartidos tradicionales frente a cualquier alternativa partidaria o sistmica.

    Este artculo est organizado del siguiente modo. En primer lugar, se presentan loselementos caractersticos del sistema poltico argentino que inducen a esperar una frag-mentacin electoral moderada pero significativa y, en consecuencia, una presencia rele-

    vante de terceros partidos. La expectativa es que tales partidos podran haber modifica-do la dinmica bipartidista, ya sea insertndose competitivamente en el sistema partidario

    y tornndolo pluralista o bien remplazando a alguno de los partidos tradicionales sinalterar la dinmica duoplica del sistema. En segundo lugar, se analiza la gnesis partida-ria, los resultados electorales de las ltimas dos dcadas y el funcionamiento efectivo delsistema de partidos, para evaluar en qu medida se apartan de las expectativas tericas.

    (*) Una versin previa de este trabajo fue presentada en el Tercer Congreso Europeo de Latinoamericanistas,organizado por CEISAL en Amsterdam del 3 al 6 de julio de 2002. Agradezco los comentarios all recogidos, enparticular las observaciones de Juan Manuel Abal Medina y de Detlef Nolte, y los aportes ulteriores de DanielChasquetti, Jos Eseverri y Juan Pablo Micozzi.

    (**) Doctor en Ciencia Poltica por el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Investigador del

    Centro de Investigacin y Estudios de Sociologa de Lisboa y de la Universidad de Buenos Aires. E-mail:([email protected])(1) La lista incluye a Lonardi, Aramburu, Ongana, Levingston, Lanusse, Videla, Viola, Galtieri y Bignone (militares),

    Pern, Cmpora, Lastiri, Martnez de Pern, Menem, Rodrguez Sa, Duhalde y Kirchner (peronistas) y Frondizi, Guido, Illia,Alfonsn y De la Ra (radicales). No se cuentan los interinatos que duraron menos de una semana.

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    Por ltimo, se revisan someramente las causas probables de tal desajuste y se enumeranalgunas hiptesis explicativas.

    2. El sistema partidario argentino: expectativas tericas

    Tanto la versin de la Constitucin Nacional que se utiliz entre 1983 y 1995como la versin posterior, resultante de la reforma de 1994, configuran un cuadromixto de incentivos institucionales en lo que hace al pluralismo de la representacinpoltica. La legislacin electoral que establece el nmero de diputados de acuerdocon la poblacin y la distribucin de la representacin entre las provincias, tambingenera incentivos mixtos, pero, a diferencia de la Constitucin, no ha sido modifi-

    cada desde que el gobierno militar la sancionara al inicio de la transicin democr-tica. A continuacin se detallan las caractersticas del diseo institucional que incentivanla fragmentacin electoral, por ende, el pluralismo partidario, y luego se listan losmecanismos institucionales que operan en sentido opuesto. La seccin concluye conun balance de los resultados esperados por la combinacin de factores de fragmen-tacin y concentracin.

    2.1. Incentivos favorables al pluralismo partidario

    El factor institucional ms relevante para esperar el desarrollo de terceros partidosen Argentina es el sistema electoral de representacin proporcional. La combinacin dela frmula DHont con un umbral relativamente bajo del 3% de los votos en cadadistrito, favorece idealmente el ingreso de partidos pequeos en el reparto de escaos.De acuerdo con Sartori, quien con mayor precisin ha analizado el alcance de las llama-das leyes de Duverger, los sistemas electorales tienen dos efectos: uno en el votante yotro sobre el nmero de partidos... El efecto sobre los votantes se describe generalmentecomo un efecto represor, manipulador, limitante, o incluso coercitivo (Sartori 1994: 46).

    Cuando acta sobre el sistema de partidos, el sistema electoral puede producir un efectoreductor o nulo pero, segn Sartori, no existe un efecto multiplicador. Por ende, cabeesperar que a mayor proporcionalidad del sistema electoral corresponda un menor efec-to reductor sobre el sistema partidario, lo que implicara que ms partidos tengan posibi-lidad de obtener representacin.

    Un segundo factor proclive al pluralismo partidario es la existencia de eleccioneslegislativas intermedias, es decir, que tienen lugar durante un mandato presidencial. Adiferencia de los regmenes parlamentarios, los presidencialismos no exigen una mayoraparlamentaria que apoye al ejecutivo para asegurar su continuidad. Por lo tanto, el respal-

    do electoral a partidos distintos al del presidente o de su coalicin de apoyo no compro-mete la estabilidad del gobierno. De este modo, es esperable que tanto los efectosrepresores como reductores del sistema electoral proporcional se atenen aun ms, au-mentando la fragmentacin de la representacin parlamentaria.

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    Adems de los mencionados factores institucionales, existen factores suplementariosque podran haber atentado contra la estabilidad de los partidos tradicionales. El ms signifi-cativo es la ruptura cclica del orden democrtico, que entre 1930 y 1983 se vio interrumpido

    por seis golpes de Estado. Los reiterados derrocamientos, proscripciones y persecucionessufridos por el radicalismo (Unin Cvica Radical o UCR) y el peronismo (Partido Justicialistao PJ) podran haber erosionado su arraigo popular y su capacidad de articulacin poltica,dando lugar al ascenso de partidos preexistentes o nuevos que ocuparan el espacio va-cante. Esto, sin embargo, no ocurri, pese al intento de varios gobiernos militares de suceder-se a s mismos apadrinando un partido que les respondiera.

    Las divisiones internas constituyen otro motivo extrainstitucional que podra haberconducido a la quiebra del duopolio de representacin partidaria. Las escisiones fueronms notorias en el radicalismo, ya que el cisma de 1958 tuvo como consecuencia que

    ambas fracciones resultantes, la UCRI y la UCRP, llegaran a la presidencia consecutiva-mente. La primera, sin embargo, perdi toda relevancia electoral a partir de su destitu-cin en 1962. En cuanto al peronismo, sus fragmentaciones tuvieron histricamente uncariz regional, generndose nuevos partidos de su seno pero todos ellos limitados a laprovincia del caudillo que lideraba la escisin. A nivel nacional, en cambio, ha logradosuperar con xito las amenazas de divisin y dispersin.

    Por ltimo, los repetidos fracasos gubernamentales que en otros pases de la re-gin y el mundo significaron la defuncin o declinacin de los partidos responsablestampoco tuvieron un efecto devastador sobre los partidos argentinos. Baste recordar

    que, de sus cinco mandatos, el peronismo complet slo tres (dos de ellos reelecciones),mientras que el radicalismo no logr acabar ninguno de sus cuatro intentos. Ms aun, alcabo de la mayora de sus gestiones estos partidos salieron del poder desprestigiadosante la ciudadana y con una imagen pblica de incompetencia, corrupcin o ambascosas. Y sin embargo, no slo sobrevivieron sino que continuaron dominando el escena-rio poltico (Malamud 2004).

    2.2. Incentivos favorables al bipartidismo

    Como ya se destac, los incentivos provistos por la estructura institucional argenti-na son mixtos. Habiendo analizado los factores que permitiran esperar el desarrollo deterceras fuerzas como alternativa a los partidos establecidos, en esta seccin se pasarevista a las razones que explican la frustracin de semejante posibilidad.

    El factor institucional ms relevante para desalentar el desarrollo de tercerospartidos es el presidencialismo. Hay varias razones para que esto ocurra. En primerlugar, como ya analizara Linz (1994), el formato presidencial implica una lgica dewinner-take-all, dado que el premio mayor es nico, indivisible y no responde a la

    asamblea legislativa, en la que tambin los perdedores pueden obtener participa-cin. En segundo lugar, la tradicin poltica que suele acompaar al presidencialismo

    sobre todo en Amrica Latina implica una concentracin de las expectativas so-ciales sobre los individuos ms que sobre los partidos, por lo que la aparicin de

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    nuevas opciones no depende solamente de las oportunidades institucionales sinoque requiere el surgimiento de liderazgos excepcionales.

    El segundo factor institucional que ha funcionado como reductor del nmero de

    partidos nacionales es el formato presidencial trasladado al nivel provincial. As, el efectode arrastre que las elecciones cuatrianuales para gobernador generan en las provinciassobre las listas de legisladores nacionales ha tenido un efecto similar al producido por laselecciones presidenciales (Jones 1995). En consecuencia, algunas elecciones que a nivelnacional son consideradas intermedias, como las de 1987 y 1991, constituyen en realidadelecciones ejecutivas a nivel provincial. Como resultado, la polarizacin del electoradoresulta ser mayor de la que se producira en una simple eleccin legislativa.

    En tercer lugar, la proporcionalidad de la frmula electoral utilizada en las eleccio-nes nacionales se ve reducida por las caractersticas complementarias del sistema electo-

    ral. Ya Sartori explica que los sistemas de representacin proporcional tienen efectosreductoresen proporcin a su falta de proporcionalidad, y en particular cuando se aplicana distritos pequeos, establecen un umbral para la representacin o atribuyen un premio(Sartori 1994: 56). Si bien el umbral del 3% de los votos sobre el total del padrn de cadadistrito no puede considerarse alto, la ley electoral argentina ha establecido que la mayorparte de los distritos electorales (provincias) es de pequea magnitud. De hecho, sloexisten dos distritos grandes (Buenos Aires y Capital Federal, que eligen ms de diezrepresentantes por eleccin) y dos medianos (Santa Fe y Crdoba, que eligen nueve odiez). Los otros veinte distritos son pequeos (eligen entre dos y cinco representantes), la

    mayora de los cuales constituye circunscripciones bi o trinominales. La proporcionali-dad resultante en las pequeas circunscripciones es difcilmente distinguible de un resulta-do mayoritario. Es cierto que los nmeros citados son algo engaosos: del total de 257diputados, 132 (el 51,4%) son elegidos en los cuatro distritos mayores, otorgndole a laasamblea un carcter ms proporcional del que permitira esperar la pequea magnitudde la mayora de los distritos. Sin embargo, esos cuatro distritos que eligen a la mitad delos diputados renen casi dos tercios de la poblacin total del pas, de lo que resulta quelas provincias ms proporcionales estn subrepresentadas. La consecuencia es el au-mento del sesgo mayoritario de la cmara baja.

    La influencia de los incentivos institucionales y extrainstitucionales sobre la frag-mentacin partidaria presenta, segn lo expuesto, un balance mixto. Por un lado, la repre-sentacin proporcional, un reducido umbral electoral, la presencia de elecciones legislati-

    vas intermedias y el impacto sobre los partidos establecidos producido por los sucesivosquiebres democrticos permitiran predecir un moderado pluralismo partidario. Por elotro, el formato presidencialista, la frecuente eleccin de legisladores nacionales en con-junto con los gobernadores provinciales y la presencia mayoritaria de distritos de peque-a magnitud habran operado un importante efecto reductor de la proporcionalidad. Lasiguiente seccin analiza el resultado que finalmente se produce y lo contrasta con las

    expectativas tericas, a fin de evaluar y explicar eventuales desajustes.

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    3. El sistema partidario argentino: desempeos reales

    3.1. La evolucin histrica del sistema de partidos2

    La Unin Cvica Radical es el ms longevo de los actuales partidos argentinos.Fundada en 1891 por un desprendimiento de la elite gobernante, la UCR se transformmerced a la accin de Hiplito Yrigoyen en representante de los excluidos sectoresmedios, la mayora de origen inmigratorio, y en 1916 accedi al gobierno federal comoresultado conjunto de la reforma electoral realizada cuatro aos antes y el voto popular.Primer partido moderno del pas, edific un sistema de comits locales y provinciales,una convencin y un comit nacional y un estatuto orgnico, pero nunca logr consolidaruna burocracia profesional interna. Su funcin ms trascendente fue la democratizacin

    de la vida pblica del pas y la incorporacin poltica de importantes sectores sociales,hasta entonces apartados de la arena electoral (Rock 1975).

    As como la UCR surgi a partir de la crisis econmica de 1890, pero sobre todoen tanto expresin de denuncia contra la corrupcin de los valores y prcticas polticasimperantes, medio siglo despus la emergencia del fenmeno peronista ira a manifestar-se como retrasada consecuencia de la crisis mundial de 1930. A travs de un liderazgofuertemente Estado-cntrico, las demandas de los nuevos sectores populares urbanospasaran a ser canalizadas masivamente para sostener un rgimen que toleraba a los par-tidos, pero con indisimulada sospecha. En la comunidad organizada, el proyecto de Juan D.

    Pern, no haba necesidad de divisiones polticas en el sentido tradicional de la democra-cia burguesa. En cambio, cada sector de la colectividad, principalmente los del capital yel trabajo, deban concertar bajo la planificacin estatal las polticas nacionales de desa-rrollo independiente (Waldmann 1974). Para esta concepcin organicista, tributaria de las

    visiones mussoliniana y franquista en boga en Europa durante los aos 30 y 40, respecti-vamente, el partido no era ms que la herramienta electoral del movimiento nacional,nico representante legtimo de la tradicin histrica y del sentir popular de la comuni-dad.

    Convertido en funcionario de gobierno mediante un golpe de Estado, Pern fue

    escalando posiciones amparado por una poltica laboral que le brind importante apoyode las clases trabajadoras. En 1946 gan limpiamente las elecciones contra una coalicinde todos los dems partidos (UCR, Democracia Progresista, Socialismo y Comunismo),consolidando as una profunda divisin que se extendera por aos. Las medidas deincorporacin poltica y de redistribucin econmica adoptadas por su gobiernoinsuflaron una duradera identificacin en los sectores trabajadores con la figura del pre-sidente, que se reflej en las mayoras electorales que su partido3 obtuvo en cada com-pulsa ciudadana desde entonces.

    (2) Esta resea histrica se basa en Malamud (2003).(3) Candidateado en 1946 por los partidos Laborista y UCR Junta Renovadora, Pern los unific ms tarde

    en el Partido nico de la Revolucin Nacional, inmediatamente renombrado Partido Peronista y luego PartidoJusticialista.

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    Tanto la Unin Cvica Radical como el Partido Justicialista, en sus periodos deauge 1912-1943 y 1946-1976, respectivamente, resultaron imbatibles en elecciones nofraudulentas. Sumando a ello sus sendas convicciones sobre la ilegitimidad de cualquier alter-

    nativa diferente a la propia, queda constituido el marco de lo que Grossi y Gritti denomina-ran ms tarde sistema a doble partido con intencin dominante (Grossi y Gritti 1989: 53).Esta definicin es la ms ajustada que se haya dado hasta ahora entre quienes aceptan laexistencia de caractersticas peculiares y persistentes en el escenario formado por los partidosargentinos. Se hace referencia de ese modo a un formato electoral en el que dos organizacio-nes se enfrentan por la obtencin del gobierno, en condiciones tales que slo una est encondiciones de ganar; pero la que lo hace pretende que tal situacin es la nica legtima. Msall de que en algn momento la situacin de predominio haya derivado en voluntad dehegemona, el hecho es que la precariedad del modelo y la esperable irreversibilidad demo-

    crtica obligara a pensar hoy en algn tipo de corrimiento, ya sea hacia el lado del pluralis-mo moderado, del bipartidismo o del partido predominante.

    Otra interpretacin acerca de la evolucin del sistema partidario en Argentina es laplanteada por Di Tella (1972). Su esquema parte de una visin de la sociedad comodividida entre dos sectores, enfrentados en estilo marxista por la propiedad y el con-trol de los medios de produccin. En este contexto, las posibilidades de accin polticade parte de los lderes son tambin dos: o representan a las clases populares y compitenelectoralmente contra quienes defienden los intereses de la burguesa, o bien se integrancon estos ltimos en partidos policlasistas de ndole movimientista a la manera del PRI

    mexicano entre 1928 y 1994. Ambos escenarios conceban al peronismo como el actorcentral del sistema poltico, de cuya decisin dependera el resultado final. Si el PJ decidaalinearse estrictamente con las clases bajas, al radicalismo le cabra el rol de representar alos sectores medios. Si, en cambio, el peronismo optaba por una salida a la PRI, laUCR se hubiera quedado sin espacio que ocupar ni base que representar. Su alternativade hierro consistira, segn el esquema de Di Tella, en aceptar la funcin de partidoburgus que, en tanto movimiento popular, siempre haba rechazado o desaparecer.En este ltimo caso, el peronismo podra subsecuentemente integrar a los sectores deja-dos hurfanos por el radicalismo, o bien escindirse en dos partidos: uno que captara a las

    clases bajas y otro que hiciera lo propio con los sectores medios.Segn otros autores, en contraste, la dinmica y cambio de la situacin partidaria

    argentina habran obedecido a la inexistencia real de un sistema de partidos (De Riz1986). El motivo es que la consolidacin estructural del sistema habra requerido mstiempo de funcionamiento continuado que el permitido por los sucesivos quiebresinstitucionales. Ello ha desviado el diseo de estrategias de los partidos, que no se hanconstruido en funcin de los dems partidos sino respecto de actores extra-institucionalescomo los militares. Un derivado de esta postura ha sido desarrollado para AmricaLatina por Mainwaring y Scully (1995), quienes proponen la variable institucionalizacin

    como eje fundamental para la clasificacin de los sistemas partidarios.En consonancia con la tesis de De Riz acerca la inexistencia del sistema, aunque con

    un nfasis ms moderado, Cavarozzi ha afirmado que la debilidad del sistema partidarioargentino como tal convive con una importante identificacin de grupos sociales en

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    torno de los partidos, conformando fuertes subculturas cuyo enfrentamiento dar lu-gar a la idea del bipartidismo polarizado (Grossi y Gritti 1989). A partir de 1983, sinembargo, la transicin democrtica y su consolidacin posterior llevaron a Catterberg

    (1989) a sostener que el sistema partidario argentino poda definirse como bipartidista asecas. Este planteo, apoyado sobre una importante base emprica, resultara luego cues-tionado por el buen desempeo de terceros partidos en elecciones posteriores.

    La diversidad de interpretaciones sobre el sistema argentino de partidos se debe,principalmente, a que la mayora de los anlisis se concentra en una dimensin del sistemae ignora las dems. As, hay quienes deducen la estructura y la dinmica de la competenciapartidaria a partir de la dimensin electoral nacional, desatendiendo tanto la dimensininstitucional nacional (distribucin de bancas legislativas y de la presidencia) como lainfluencia nacional de las elecciones provinciales. Otros, en cambio, toman en cuenta la

    dimensin institucional pero slo en forma parcial; la falencia ms frecuente consiste endescribir el sistema de partidos en funcin de la distribucin de escaos en la cmarabaja, sin considerar que un bicameralismo simtrico e incongruente como el argentinotorna defectuoso cualquier anlisis que desatienda la importancia del Senado. Por ltimo,el impacto de la poltica provincial en la arena nacional ha sido notado slo en la ltimadcada, incorporando un elemento explicativo fundamental para comprender el funcio-namiento del sistema nacional de partidos.

    3.2. El sistema de partidos de la nueva democracia

    Entre 1983 y 2003, todas las elecciones nacionales fueron ganadas por el radicalis-mo o el justicialismo, tanto en la categora presidencial como parlamentaria.4 En la ma-yora de esas elecciones, una tercera fuerza se destac entre el pelotn de partidos mi-noritarios, acercndose en distinta medida a los dos partidos mayores. En 1995 una deellas, el FREPASO, lleg a desplazar a la UCR al tercer lugar, hecho indito hasta enton-ces. Sin embargo, las terceras fuerzas partidos algunas veces, alianzas electorales otrasno lograron darle continuidad a sus desempeos circunstanciales y espordicos.

    Asomando en 1983 pero consolidndose recin en 1985, la primera alternativaelectoral a los partidos mayoritarios se concentr en una agrupacin de centroizquierda,el Partido Intransigente (PI). Liderada por un viejo caudillo de origen radical, Oscar

    Alende, el PI ocup el espacio que le abra un discurso dirigido especialmente hacia lossectores juveniles, con un tono de pica igualitaria, nacionalista y latinoamericana. En1987, sin embargo, la renovacin interna del justicialismo que lo llevara a la victoria lepermiti absorber la mayor parte del electorado intransigente, venciendo con ese aporteal radicalismo gobernante (ver Cuadro 1).

    (4) En 1999, el radicalismo triunf como socio mayoritario de una coalicin electoral denominada Alianzapor el Trabajo, la Jus tic ia y la Educaci n. El peronismo, en cambio, se presenta habitualmente como miembrohegemnico de alianzas con partidos minoritarios.

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    Cuadro 1:Resultados electorales 1983-2003. En porcentajes de votos positivos

    PRESIDENTE DIPUTADOSEleccin UCR y PJ y UCR+PJ Tercera UCR PJ UCR+PJ Tercera

    satlites satlites fuerza fuerza

    1983 51,7 40,1 91,8 2,3 (PI) 47,8 38,5 86,3 2,8 (PI)1985 - - - - 43,2 *35,5 78,7 6,1 (PI)1987 - - - - 37,2 41,5 78,7 5,8 (AC)1989 37,1 49,4 86,5 7,2 (AC) 28,7 44,7 73,4 9,6 (AC)1991 - - - - 29,0 40,2 69,2 5,2 (AC)1993 - - - - 30,2 42,5 72,7 5,8 (M)1995 17,0 49,9 66,9 29,3 (F) 21,7 43,0 64,7 21,1 (F)1997 - - - - **47,1 36,3 83,4 1,45 (FR)

    1999 **48,5 38,1 86,6 10,1 (AR) **43,8 33,0 76,8 8,0 (AR)2001 - - - - **23,1 37,4 60,5 7,2 (ARI)2003 2,3 60,8 63,1 16,4 (Re) 14,6 *44,3 58,9 5,2 (ARI)

    FUENTE: elaboracin propia a partir de Molinelli et al. 1999; http://www.guiaelectoral.com.ar 2002, 2004; datos provisoriosdel Ministerio del Interior 2004.Notas: (*) El justicialismo concurri dividido; este porcentaje expresa la suma de sus fracciones; (**) El radicalis-mo y el FREPASO se presentaron unidos en la Alianza, tanto para la frmula presidencial (1999) como para laselecciones de diputados en los distritos mayores.REFERENCIAS: PI= Partido Intransigente, AC= Alianza de Centro, M= MODIN, F= FREPASO, FR= Fuerza Republi-cana, AR= Accin por la Repblica, ARI= Alternativa por una Repblica de Iguales, RE=Recrear.

    En las elecciones de 1987 y 1989, el pndulo cambi de lado y la alternativa electo-ral a radicales y peronistas se desplaz hacia la derecha. La Unin de Centro Democr-tico (UCeD), orientada por el ex ministro de Economa de cuo liberal lvaro Alsogaray,conform una coalicin denominada Alianza de Centro (AC) que desplaz al PI deltercer lugar. El desempeo de AC fue ligeramente superior al del PI, ya que en susmomentos de auge orill el 10% de los votos para diputado nacional en 1989 mien-tras el PI no logr superar el 6% en 1985.

    Las siguientes dos elecciones dieron lugar al ascenso de un partido nuevo, fundado

    y liderado por Aldo Rico, un ex militar conocido por haber encabezado dos levanta-mientos militares contra el presidente Alfonsn antes de ser destituido, encarcelado yposteriormente indultado. El Movimiento por la Dignidad Nacional (MODIN) no su-per el desempeo de sus antecesores, bordeando el 6% de los votos en 1993 y aproxi-mndose al 10% en las constituyentes de 1994. A diferencia del PI y AC, sin embargo, eldiscurso del MODIN tena un mayor componente antisistema, y su base electoral seconcentr en los sectores bajos de la provincia de Buenos Aires en vez de los sectoresmedios de la Capital Federal.

    En 1994 se llev a cabo la eleccin para convencionales constituyentes con vistas a

    la reforma de la Constitucin Nacional, acordada mediante un pacto firmado por losdos partidos mayoritarios. En semejante escenario, el espacio opositor se ampli, permi-tiendo que quienes rechazaban el acuerdo de radicales y peronistas optaran entre unaalternativa a la derecha el MODIN y otra a la izquierda el Frente Grande (FG). El

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    FG apareci en el horizonte poltico a partir de la coalicin que, en la ciudad y la provin-cia de Buenos Aires, conformaron diversos sectores provenientes de partidos de izquier-da, de organismos de lucha por los derechos humanos y de desprendimientos menores

    del peronismo. El 14% obtenido por el FG y la victoria de su lder, Carlos Chacholvarez, en las elecciones constituyentes porteas opacaron el 10% araado por el MODIN,generando una expectativa indita de opciones bilaterales al bipartidismo.

    Las elecciones constituyentes de 1994 y, sobre todo, las presidenciales de 1995 confir-maron la estrella del ascendente movimiento. El Frente del Pas Solidario (FREPASO), alian-za entre el FG y otros partidos de similar orientacin, se convirti temporalmente en segundafuerza, y su candidato presidencial Jos Bordn estuvo cerca de forzar un balotaje con elcandidato justicialista a la reeleccin, Carlos Menem. En 1997, tanto el FREPASO como laUCR evaluaron que la dispersin electoral beneficiaba al oficialismo; entonces, decidieron

    unir fuerzas y lograron superar al PJ en las elecciones legislativas a travs de la Alianza por elTrabajo, la Justicia y la Educacin (ALIANZA). El xito los llevara a repetir la experiencia enlas presidenciales de 1999. La frmula De la Ra-lvarez se impuso al binomio justicialista,por lo que por primera vez desde 1916, fecha de inauguracin de la democracia argentina, undirigente ajeno tanto al radicalismo como al peronismo llegaba a la vicepresidencia de lanacin por medio del voto popular. Disputas internas, sin embargo, llevaran a lvarez arenunciar diez meses despus de haber asumido, y la progresiva desintegracin de la ALIANZAla conducira a la derrota en las elecciones intermedias de 2001.

    Si bien el surgimiento del Frente Grande luego FREPASO represent, durante

    dos elecciones, una opcin plausible a los partidos tradicionales, la concrecin de laALIANZA en 1997 desactiv las expectativas de ampliacin de la oferta electoral. De talmodo, no slo se mantuvo la mecnica bipolar sino tambin la competencia electoralentre dos y slo dos opciones relevantes. Tanto es as que, en 1997, la irrelevancia delos terceros partidos nacionales permiti que un partido provincial se ubicara en el tercerlugar para diputados nacionales: la tucumana Fuerza Republicana (FR), fundada por el exgobernador militar Antonio Bussi. En 1999, el espacio para terceras opciones lo ocupbrevemente Accin por la Repblica (AR), un partido de orientacin liberal fundadopor el ex ministro de Economa Domingo Cavallo. La siguiente eleccin, en 2001, se

    caracteriz por un marcado aumento en la cantidad de votos nulos, y la recin creadaAlternativa por una Repblica de Iguales (ARI), de la ex diputada radical Elisa Carri, seubic tercera. Las elecciones realizadas a continuacin, en 2003, fueron atpicas, y suimpacto result inicialmente engaoso. A lo largo de ocho meses, entre abril y noviem-bre, se eligi a la frmula presidencial primero y luego, en forma escalonada, a la mayo-ra de los gobernadores, la mitad de los diputados y un tercio de los senadores naciona-les. En el nivel presidencial, el PJ fue incapaz de definir un candidato nico, por lo quepresent tres uno de los cuales resultara vencedor. La UCR, en cambio, design uncandidato nico pero al costo de dividir el partido y producir una dispora que, por

    izquierda y por derecha, logr resultados electorales superiores. As, los tres candidatosperonistas reunieron casi el 61%, mientras el candidato radical no alcanz el 3% y los dospartidos que se le desprendieron, ARI y Recrear (de Ricardo Lpez Murphy), sumaronel 30%. En las posteriores elecciones legislativas y provinciales, sin embargo, estos dos

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    partidos se derrumbaron y la UCR recuper el segundo puesto, tanto a nivel electoralcomo parlamentario. Este breve recorrido ilustra no slo la irrelevancia de las tercerasfuerzas en la Argentina contempornea sino tambin su fugacidad.

    El desempeo electoral de los partidos argentinos ha tenido una traduccinvariada en la esfera parlamentaria. La proporcionalidad del sistema electoral y lamagnitud de los distritos han permitido que las terceras opciones mejoren su repre-sentacin congresional en funcin de sus resultados en los distritos mayores, espe-cialmente la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires pero tambin Santa Fey, en menor medida, Crdoba. Por el contrario, la sobrerrepresentacin de lasprovincias chicas ha tenido como consecuencia un sesgo favorable a los partidosgrandes (Calvo y otros 2001), ya que las minoras no suelen alcanzar la suma de

    votos requerida para obtener una banca: cuando lo logran es porque se han trans-

    formado en opcin mayoritaria, desplazando generalmente a la UCR hacia el tercerpuesto o ms abajo. El Cuadro 2 presenta el modo en que el nivel electoral delsistema de partidos se ha traducido sobre la arena parlamentaria.

    Cuadro 2:Legisladores nacionales por partido, en porcentaje de bancas

    PRESIDENTE DIPUTADOSEleccin UCR y PJ y UCR+PJ Tercera Eleccin UCR PJ UCR+PJ Tercera

    satlites satlites fuerza fuerza*1983 50,8 43,7 94,5 1,2 (PI) 1983 39,1 45,7 84,8 4,3

    1985 50,8 36,6 87,4 2,4 (PI) 1986 39,1 45,7 84,8 4,31987 44,9 38,2 83, 12,8 (AC) 1989 29,2 56,3 85,5 4,31989 35,4 47,2 82,6 4,3 (AC) 1992 22,9 62,5 85,5 4,11991 32,7 48,2 80,9 3,9 (AC) 1995 27,1 52,8 79,9 2,81993 32,7 49,4 82,1 2,3 (AC) 1998 29,2 54,2 83,4 2,81995 26,5 51,0 77,5 8,7 (F) 2001 34,7 55,5 90,2 2,81997 25,7 46,3 72,0 10,9 (F) 2003 27,8 56,9 84,5 2,81999** 50,2 38,5 88,7 4,7 (AR) - - - --2001 33,5 46,3 79,8 7,0 (ARI) - - - --

    2003 18,3 51,0 69,3 4,7 (ARI) - - - - -FUENTE: elaboracin propia a partir de Molinelli et al. 1999; http://www.guiaelectoral.com.ar 2002; http://www.senado.gov.ar 2004; http://www.hcdn.gov.ar 2004.Notas: (*) La tercera fuerza senatorial siempre fue un partido provincial (o dos, con presencia permanente delMovimiento Popular Neuquino); (**) Bloque de la ALIANZA agrupando a la UCR y el FREPASO.REFERENCIAS: PI= Partido Intransigente, AC= Alianza de Centro, F= FREPASO, AR= Accin por la Repblica, ARI=Alternativa por una Repblica de Iguales.

    La distribucin de las bancas en el Congreso nacional presenta un cuadro mspreciso de la configuracin del sistema de partidos que los resultados electorales. En el

    Senado, ninguna tercera fuerza ha obtenido jams ms de dos legisladores sobre untotal de 46 hasta 1991, 48 hasta 1995 y 72 desde entonces. Peronistas y radicales, suma-dos, han siempre controlado un mnimo del 80% de las bancas. Por aadidura, los nicosterceros partidos que consiguieron alinear bloques bipersonales fueron provinciales (el

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    MPN neuquino y el PB sanjuanino), nunca nacionales.5 En la Cmara de Diputados, porel contrario, cinco partidos o coaliciones nacionales ostentaron la condicin de tercerafuerza: el PI, la UCeD y su Alianza de Centro, el FREPASO, Accin por la Repblica y

    el ARI reducindose as las terceras fuerzas de ocho electorales a cinco parlamentarias,al quedar afuera el MODIN, Fuerza Republicana y Recrear. En el perodo analizado, lasbancadas sumadas de las dos fuerzas mayores nunca descendieron del 69% sobre el totalde los integrantes de la Cmara. Dos veces se aproximaron a ese piso: primero, en 1997,el FREPASO la tercera fuerza ms exitosa de todos los tiempos, que ocupaba entoncescasi el 11% de las bancas decidi aliarse con la UCR para conformar la Alianza, y susbloques legislativos fueron unificados. El resultado sera la dispersin del FREPASO enel mediano plazo, y la aparicin de otros partidos que se propondran una vez mscomo alternativa al bipartidismo. La segunda vez aconteci en 2003, debido a la debacle

    electoral del radicalismo que, pese a todo, logr mantener un contingente legislativocercano a un quinto de la asamblea legislativa y cuatro veces superior a su inmediatoseguidor, el ARI.

    Varios trabajos han analizado los desarrollos del sistema argentino de partidos, seaen busca de explicaciones para su supuesta anormalidad o de perspectivas para su desa-rrollo futuro (Abal Medina 1995; Adrogu 1995; Zelaznik y Rovner 1995). En algunosde ellos se postula la declinacin o incluso el fin del bipartidismo alrededor de mediadosde los 90. Sin embargo, pese a que espordicamente han surgido terceras fuerzas en elescenario partidario, estas han constituido fenmenos efmeros (partidos flash) o han

    quedado limitadas territorialmente a una sola provincia (partidos locales).6 La presenciade estas fuerzas en el Congreso nacional, sobre todo en el Senado, ha tenido ciertoimpacto sobre la toma de decisiones pblicas. En 1984, por ejemplo, la decisin de unsenador del Movimiento Popular Neuquino de votar junto con el peronismo en contrael proyecto de reforma laboral del presidente Alfonsn tuvo como consecuencia la re-nuncia del ministro de Trabajo, debilit al gobierno radical que recin asuma y permitique el peronismo se reorganizara al tomar conciencia de su fortaleza relativa (Portantiero1987). La configuracin partidaria de las provincias es, por lo tanto, relevante a los efec-tos de evaluar su influencia sobre el sistema nacional de partidos. La siguiente seccin

    analiza el desempeo partidario en el mbito subnacional, haciendo especial hincapi enla dimensin ejecutiva y evaluando el efecto producido por la competitividad electoralde algunos partidos provinciales.

    (5) En julio de 2002, el FREPASO obtuvo una segunda banca por la asuncin de Diana Conti en reemplazode Ral Alfonsn. Entonces, en vez de convertirse en la primera fuerza nacional en conformar un bloque con msde un miembro adems del PJ y la UCR, el frente se dividi.

    (6) Notablemente, Abal Medina y Surez Cao (2002) sostienen la tesis opuesta: que el sistema de partidos seha abierto y que el bipartidismo argentino pertenece al pasado. Semejante postura se sustenta, probablemente, enuna sobrevaloracin del potencial y la permanencia electoral y legislativa del FREPASO.

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    3.3. La dimensin subnacional del sistema de partidos

    Entre 1983 y 2003 han tenido lugar seis elecciones para elegir gobernador en 22

    provincias argentinas. En otras dos, Tierra del Fuego territorio federal provincializadoen 1991 y la Ciudad de Buenos Aires distrito federal, autnomo desde 1995, se havotado cuatro y tres veces, respectivamente. Las elecciones de los ejecutivos provincialesimportan, entre otras razones, porque por el mencionado efecto de arrastre tienen con-secuencias sobre los resultados para legisladores nacionales.

    Del total de 138 elecciones consideradas, el PJ triunf en 87 (63%) oportunidades,la UCR o la coalicin que la contena, la Alianza, a partir de 1995 en 33 (24%) ydiversos partidos provinciales en 18 (13%). La concentracin bipolar se hace ms evi-dente al constatar que slo peronistas y radicales conquistaron los cargos ejecutivos en los

    cinco distritos ms poblados, que renen ms de dos tercios de la poblacin nacional:Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fe, Crdoba y Mendoza (ver Cuadro 3).

    Cuadro 3:Evolucin partidaria de las gobernaciones argentinas 1983-2003

    PROVINCIA 1983 1987 1991 1995 1999 2003

    1 Buenos Aires UCR PJ PJ PJ PJ PJ2 Capital - - - ALIANZA* ALIANZA** FREPASO3 Santa Fe PJ PJ PJ PJ PJ PJ4 Crdoba UCR UCR UCR UCR PJ PJ

    5 Mendoza UCR PJ PJ PJ ALIANZA UCR 6 Tucumn PJ PJ PJ FR PJ PJ7 Entre Ros UCR PJ PJ PJ ALIANZA PJ8 Salta PJ PJ PRS PJ PJ PJ9 Chaco PJ PJ PACH ALIANZA ALIANZA UCR 10 Corrientes PAL PAL PAL PN* ALIANZA***11 Misiones UCR PJ PJ PJ PJ PJ12 Sgo. del Estero PJ PJ PJ PJ PJ PJ13 San Juan PBSJ PBSJ PJ PJ ALIANZA PJ14 Jujuy PJ PJ PJ PJ PJ PJ15 Ro Negro UCR UCR UCR UCR ALIANZA UCR 16 Formosa PJ PJ PJ PJ PJ PJ

    17 Neuqun MPN MPN MPN MPN MPN MPN18 Chubut UCR PJ UCR UCR ALIANZA PJ19 San Luis PJ PJ PJ PJ PJ PJ20 Catamarca PJ PJ UCR UCR ALIANZA ALIANZA21 La Pampa PJ PJ PJ PJ PJ PJ22 La Rioja PJ PJ PJ PJ PJ PJ23 Santa Cruz PJ PJ PJ PJ PJ PJ

    24 T. del Fuego - - MPF MPF PJ UCR

    FUENTE: elaboracin propia sobre datos de la Direccin Nacional Electoral.Notas: (*) Elecciones llevadas a cabo en 1999; (**) Idem 2000; (***) Idem 2001.NB: Las provincias estn listadas en orden descendente de magnitud electoral; en caso de paridad, en orden

    demogrfico descendente.

    Los partidos provinciales que lograron acceder al gobierno de sus provincias tienenhistorias diferentes. Algunos de ellos constituyen antiguos desprendimientos del radicalismo

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    el bloquismo sanjuanino, del peronismo el Movimiento Popular Neuquino o de ambosel Movimiento Popular Fueguino. Otros, en cambio, son partidos acaudillados por exinterventores militares, como Fuerza Republicana en Tucumn, el Partido Renovador Salteo

    y el Partido Accin Chaquea. Por ltimo, los partidos Autonomista, Liberal y Nuevo de laprovincia de Corrientes son autnticas expresiones de una corriente conservadora que jamslogr constituirse en partido nacional. Los partidos provinciales, que ganaron tres gobernacionesen 1983, alcanzaron su apogeo en 1991 con cinco gobernaciones, para reducirse a su mnimaexpresin en 1999 con el nico gobierno de la provincia de Neuqun (ver Cuadro 4). Estatendencia declinante se acopla al hecho de que las fuerzas provinciales suelen limitar susobjetivos y ambiciones al mbito local, y han demostrado incapacidad o falta de voluntadpara trascender las fronteras provinciales articulando algn tipo de oferta nacional.

    Cuadro 4:Distribucin partidaria de las gobernaciones argentinas 1983-2003Elecciones PJU CR-ALIANZA PROVINCIAL TOTAL1983 12 7 3 221987 17 2 3 221991 14 4 5 231995 14 6 4 241999 14 9* 1 242003 16 6 2 24

    FUENTE: elaboracin propia sobre datos de la Direccin Nacional Electoral.

    NOTAS: (*) En 2001 renunci el gobernador de San Juan, quedando el cargo en manos de un partido provincial.NB: En algunos casos de intervencin federal, la eleccin para gobernador se realiz en el primero o segundo aosubsiguiente.

    La escasa relevancia de los partidos provinciales en la esfera electoral nacional serelativiza cuando se analiza la esfera parlamentaria. Es en el Congreso nacional donde lospartidos provinciales han alcanzado un protagonismo mayor, dado que entre 1983 y1989 mantuvieron la llave de la mayora en el Senado y, desde 1987 en adelante, han sidoclave a la hora de constituir mayoras en la Cmara de Diputados. Semejante poder fue

    utilizado para negociar, ante el poder central, diversos beneficios para sus distritos. Sinembargo, y ms all del impacto que la poltica provincial haya tenido sobre la polticanacional, para entender el funcionamiento nacional del sistema de partidos resulta conve-niente evaluar si bien brevemente los sistemas de partidos provinciales en s.

    Ms de la mitad de las provincias argentinas (trece, para ms precisiones) exhibenun sistema de partidos predominante, ya que el mismo partido ha ganado al menoscinco de las seis elecciones disputadas desde 1983. En el Cuadro 5 puede observarsecmo un total de once distritos ocho justicialistas, uno radical y dos provinciales estngobernados por el mismo partido o coalicin desde la primera eleccin de este ciclo,

    manifestando una continuidadinquebrantada. Cinco provincias, en cambio, cambiarondemanos una sola vez tres de ellas hacia el peronismo y dos hacia el radicalismo. Otrascinco provincias oscilaronentre dos partidos, significando por oscilacin que cambiaronde manos ms de una vez pero siempre entre los mismos dos partidos. Por ltimo,

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    apenas tres fueron gobernadas por ms de dos partidos en los ltimos veinte aos, loque en el cuadro se denomina itinerancia.

    Cuadro 5:Trayectoria partidaria de las gobernaciones argentinas en 2003Gobernaciones PJ UCR-ALIANZA PROVINCIAL TOTALContinuidad 8 1 2* 11Cambio 3 2 - 5Oscilacin 4 1 - 5Itinerancia 1 2 - 3Total 16 6 2 24

    FUENTE: elaboracin propia sobre datos de la Direccin Nacional Electoral.NOTAS: (*) La Capital Federal presenta la particularidad de haber cambiado de categora pese a haber reelecto a su

    jefe de gobierno. Esto se debe a que el aliancista Anbal Ibarra fue elegido en 2000 como continuador del radicalDe la Ra, pero su coalicin de apoyo abandon posteriormente la Alianza asumiendo un perfil vecinalista yconsiguiendo la reeleccin en 2003 con el apoyo de Kirchner. Debido a la reeleccin del jefe de gobierno, seconsidera al distrito como un caso de continuidad pero no se lo contabiliza dentro de las filas radicales.

    El predominio de radicales y peronistas en el escenario poltico nacional se sostiene,como se ha visto, sobre la hegemona que mantienen ambos partidos en las arenas pol-ticas provinciales, tanto en los distritos grandes como en los medianos y pequeos. Ellopermite descartar la suposicin de que el predominio nacional es causado por el sesgomayoritario del sistema electoral, que podra beneficiar a los partidos grandes alsobrerrepresentar a los distritos perifricos, en los que la UCR y el PJ obtienen un apoyosuperior al de sus rivales.

    4. Conclusiones

    Este trabajo aborda un problema, consistente en que la realidad no se adecuafielmente a las expectativas de la teora institucional ni de la experiencia comparada ni,para mayor sopresa, a buena parte de los anlisis que pretenden describirla. Ello se debea la complejidad del asunto, que rara vez es abordado contemplando sus mltiples as-pectos. En efecto, para comprender el sistema argentino de partidos es necesario des-componerlo analticamente en tres niveles: el presidencial, el senatorial y el de diputados.Ello es as porque cada uno posee sus propias reglas institucionales que generan diferen-tes distribuciones de poder, las cuales son particularmente variadas en lo que respecta alimpacto de la poltica provincial.

    Entre 1983 y 2003, el PJ ejerci la presidencia durante doce aos y la UCR duranteocho. En el Senado, el PJ goz de mayora relativa durante seis aos (entre 1983 y 1989)

    y absoluta durante los restantes catorce. En la Cmara de Diputados, en cambio, el PJmantuvo mayora absoluta apenas durante dos aos y relativa durante diez, mientras laUCR y sus aliados conquistaron la mayora absoluta durante seis aos y la relativa durantedos. En sntesis, el sistema de partidos presidencial podra definirse como bipartidista, el

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    senatorial como predominante y el de diputados como pluralista moderado, dado quelas mayoras absolutas son infrecuentes en la cmara baja. En los tres niveles ha aparecidode tanto en tanto un tercero en disputa, pero la mecnica integral del sistema de partidos

    se ha mantenido bipolar. Ello se debe a que, si bien es cierto que se ha producido undescongelamiento progresivo de los alineamientos electorales, los efectos reductores delos dispositivos institucionales han permitido al duopolio radical-peronista mantener elcontrol de los mbitos de representacin.

    La imagen que se deriva de lo anteriormente expuesto es la de un escenario parti-dario que, pese a la supremaca de dos actores, ha ofrecido espordicamente espaciossignificativos para la insercin de nuevos jugadores. Esos espacios se han sostenido, so-bre todo, a partir de ciertos incentivos institucionales y de algunas ventanas de oportuni-dad que circunstancialmente se han abierto a lo largo de las ltimas dos dcadas. No se

    busc aqu profundizar sobre el aprovechamiento mejor dicho, desaprovechamientoque los actores particulares han hecho de tales oportunidades. El nfasis, en cambio,recae sobre la dinmica estructural que ha mantenido un vaco sin llenar antes que en laincapacidad de los nuevos actores para llenarlo con xito.

    Varias razones pueden ofrecerse para explicar los motivos por los cuales radicalesy peronistas perduran como nicas opciones de poder en Argentina. Los incentivosconcentradores del presidencialismo al definir un premio nico e indivisible (Linz 1994),el sistema electoral federal (Mustapic 2002), el ciclo electoral y el efecto de arrastre de laselecciones ejecutivas sobre las legislativas (Jones 1995), la presencia de una mayora de

    distritos de pequea magnitud (Cabrera 2001), la cultura poltica y la resiliencia de laidentificacin partidaria (Adrogu y Armesto 2001; Catterberg 1989; Cavarozzi 1984),los mecanismos clientelares de financiamiento partidario (Auyero 1997) y la incompeten-cia de los liderazgos alternativos (Abal Medina 2004) son algunas de estas razones.

    A partir de la reforma constitucional de 1994, el mecanismo de eleccin presidencialque exige mayoras electorales inferiores a la mitad7 ha alimentado aun ms las tendenciascentrpetas y bipolares cuando no bipartidistas del sistema de partidos. Al estimular laformacin de alianzas para competir por el primero o segundo lugar, el balotaje modificadodesalienta a las terceras fuerzas de probar suerte sin aliarse a los partidos mayoritarios (Shugart

    y Carey 1992; Chasquetti 2001). Probablemente, este mecanismo haya sido la causa institucionalms relevante a la hora de explicar el fracaso del FREPASO, el partido que ms lejos lleg,para cuestionar con xito el predominio bipartidista. Sin embargo, y pese a su metericoascenso, esta federacin de partidos hegemonizada por el Frente Grande complet su reco-rrido del mismo modo que las terceras fuerzas que la precedieran: reducida a una mnimaexpresin luego de acercarse, asociarse y ser deglutida por la dinmica de la competenciaentre los dos partidos tradicionales.

    En definitiva, entre 1983 y 2003 radicales y peronistas se alternaron en el poder sinsolucin de continuidad. Aun as, y ms all de los catastrficos resultados de sus gestiones de

    (7) La Constitucin establece que resultar electa sin necesidad de recurrir a balotaje la primera frmulaque supere el 45% de los votos, o en su defecto la que supere el 40% si la brecha que la separa de la segundafrmula es superior al 10% de los votos.

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    gobierno, sus mayoras electorales y parlamentarias no parecieron seriamente amenazadas. Esconveniente no sobrestimar el proceso de descomposicin poltica manifEstado a partir delas elecciones de octubre de 2001 y que se encarn en la renuncia anticipada de cuatro presi-

    dentes en las ltimas semanas de diciembre del mismo ao. A nivel electoral y partidario, elrechazo de la ciudadana a la dirigencia establecida encontr su foco en las concentracionesmetropolitanas, pero en la mayora de las provincias y municipios la poltica tradicional y susrepresentantes no sufrieron un cuestionamiento significativo. Adems, el supuestodescongelamiento del sistema de partidos pregonado por quienes promovan el surgimientode nuevas opciones polticas desatiende un elemento fundamental: si bien es cierto que ladesafeccin ciudadana y el rechazo a los partidos han sido nominalmente generalizados, loque parece descongelarse no es el sistema de interaccin partidaria sino uno de sus doscampos, el no peronista. A este sector pertenecen, casi en exclusividad, aquellos a quienes

    Torre (2003) ha llamado los hurfanos de la poltica de partidos. Las elecciones presiden-ciales de 2003 parecieron confirmar este anlisis, aunque las posteriores legislativas restituye-ron a la UCR su lugar de segunda fuerza. Resulta apropiado recordar que el escenario de uncampo peronista consolidado y uno opositor fragmentado, concentrado cclicamente alre-dedor de la UCR, no es nuevo: as se configur la competencia partidaria en Argentina desde1946, y as ha sobrevivido hasta hoy.

    En sntesis, y contra lo que algunos pronosticaban, el escenario partidario argentinono parece en condiciones de repetir la implosin acaecida en Per y Venezuela durante ladcada del 90: la resiliencia del peronismo acta como un ancla que impide esa deriva.

    En cambio, la fragmentacin del espacio no peronista podra dar lugar a un sistema en elque un partido predominante enfrente a una mirada de pequeas fuerzas sin capacidadde agregacin a nivel nacional, replicando lo que en Colombia fue denominado comofenmeno de las microempresas electorales (Pizarro Leongmez 2002). Semejanteescenario parece improbable, a la luz de lo acontecido en las ltimas dos dcadas: laincapacidad de las terceras fuerzas para consolidarse parece condenar al radicalismo a lasupervivencia, no obstante sus esfuerzos en contrario. El interrogante consiste en saber sila persistencia del bipartidismo no impactar negativamente sobre la democracia, al de-jarla sin alternativas en caso de reiterarse los fracasos.

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    Resumen

    Los dos principales partidos argentinos coexisten desde hace ms de medio siglo. En

    ese lapso se han alternado entre s, y con los militares, para gobernar el pas sin solucin decontinuidad. Varios terceros partidos han planteado, espordicamente, un desafo a esteduopolio, pero los resultados han sido siempre mdicos y efmeros. Este trabajo analiza ladinmica de la competencia partidaria a partir de 1983, para describir la evolucin del sistemapartidario y explicar sus mecanismos internos de funcionamiento. A tal fin, se evalan lashistorias partidarias, los resultados electorales, la representacin parlamentaria y la insercinpartidaria en las provincias. La conclusin es que, a pesar de existir incentivos sistmicosfavorables al pluripartidismo, el sistema de partidos ha mantenido una slida mecnicabipartidista no obstante su formato moderadamente pluralista.

    Abstract

    The two main Argentine parties have coexisted for longer than half a century. Overthis period, they alternated with each other, and with the military, to rule the country.From time to time, a series of third parties challenged such a duopoly, but their efforts

    were modicum and ephemeral. This article analyzes the dynamics of party competitionsince 1983 with a view to describing the evolution of the party system and explaining its

    working mechanics. In order to do so, it assesses the main parties historical paths, theelectoral results, the parliamentary representation as well as party performance at theprovincial level. The conclusion is that, notwithstanding some systemic incentives favora-ble to party pluralism, the Argentine party system has kept a strong two-party dynamics.

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    Revista Uruguaya de Ciencia Poltica - 14/2004 - ICP - Montevideo

    EL CENTRO IZQUIERDA EN EUROPA: LUCES Y SOMBRAS DELANUEVASOCIALDEMOCRACIA*

    ngel Valencia Siz* *

    1. El centro izquierda: una respuesta ante los lmitesde la socialdemocracia

    La ltima dcada ha sido compleja para la izquierda en Europa. Enfrentada alsndrome post-89 y al reto de la globalizacin, uno de los temas fundamentales ha sidoel de los lmites de la socialdemocracia como una alternativa vlida para responder a losnuevos desafos polticos. Esto ha supuesto un desplazamiento del espacio poltico de laizquierda hacia el centro izquierdatanto en el plano ideolgico como en el poltico. En estecontexto, el propsito de este artculo es doble: por un lado, intentar explicar las razonesde este desplazamiento ideolgico de la nueva socialdemocraciahacia el centro izquierda y, porotro, evaluar las experiencias de gobierno de aquellos partidos que, como elNewLabour britnico y como el SPD alemn se han definido e identificado, en mayor omenor medida, dentro de este espacio poltico que supone una ruptura con el legado dela socialdemocracia tradicional.

    El tema de la crisis de la socialdemocracia y los diagnsticos sobre su fin o suincapacidad para responder a las nuevas transformaciones sociales no es nuevo. Desde elcuestionamiento en la dcada de los setenta del keynesianismo y del Estado Social, pa-sando por el neoliberalismo de los ochenta y la globalizacin en los noventa no handejado de surgir voces que proclamaban el agotamiento del modelo socialdemcrata.Desde esta perspectiva, el centro izquierdacomparte este diagnstico pero con la preten-sin de construir un modelo nuevo. Sin embargo, se han producido una serie de cambios

    en el escenario poltico europeo que han relativizado su impulso renovador. Uno de ellosha sido el reciente avance de la derecha. Cuando surgi el centro izquierda, a mediados dela dcada de los noventa, eran mayora los gobiernos socialdemcratas; hoy son mayoralos gobiernos conservadores. Un fenmeno inducido tambin por un rebrote de unaextrema derecha populista, ultraconservadora y racista que ha tenido un cierto xito en

    Austria, Francia, Italia y Holanda. Las consecuencias son bien conocidas, un fracaso elec-

    (*) Este artculo se enmarca dentro de la lnea de investigacin desarrollada durante mi estancia en KeeleUniversity (Reino Unido) durante el curso 2000-2001, gracias a la obtencin de una ayuda del Subprograma deEstancias Espaoles en Centros de Investigacin Espaoles y Extranjeros (PR 2000-0361). Agradezco muy espe-cialmente al Prof. Javier Gallardo, editor de la Revista Uruguaya de Ciencia Poltica, tanto su apoyo como lasfacilidades dadas para su publicacin.

    (**) Profesor titular de Ciencia Poltica de la Universidad de Mlaga. rea de Ciencia Poltica. Facultad deDerecho. Universidad de Mlaga. Campus de Teatinos, s/n. 29071 MLAGA. E-mail: [email protected]

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    toral de la izquierda y una victoria de la derecha en estos pases. El ascenso de la extremaderecha tiene factores comunes (globalizacin, transformacin del Estado al integrarseen la Unin, inmigracin creciente) (Sotelo 2002a: 23), pero tambin responde a dos

    causas ms profundas que afectan a las sociedades democrticas: por un lado, la prdidade legitimidad de las instituciones polticas y tambin la crisis creciente de la izquierdasocialdemcrata. En este contexto, los partidos, tambin los socialdemcratas han vuel-to a lo que fueron antes de que la socialdemocracia inventara su modelo de partido: unaasociacin electoral con el nico fin de ganar elecciones para repartirse los cargos. Elloexplica el desprestigio creciente de los partidos establecidos, de centro izquierda y decentro derecha, un factor no desdeable en el ascenso de la extrema derecha (Sotelo2002 a: 23). No cabe duda, que este hecho es determinante para explicar los orgenes dela desafeccin poltica que ha inducido el avance de la derecha en Europa. Sin embargo,

    es poco preciso para explicar la escasa diferencia ideolgica entre los partidos socialde-mcratas y los partidos liberal-conservadores y establecer un balance de las experienciasde los gobiernos de centro izquierdaeuropeos.

    En este contexto, una de las cuestiones de fondo es intentar explicar las razones deevolucin de las seas de identidad de la izquierda y su repercusin en la disminucin delas diferencias ideolgicas y polticas de los partidos polticos contemporneos. Si los

    viejos partidos comunistas han desaparecido casi por completo y los partidos socialde-mcratas hacen polticas neoliberales, una de las respuestas posibles es sostener el agota-miento del modelo socialdemcrata. Desde esta perspectiva, la definicin de centro iz-

    quierdade la nueva socialdemocraciano sera ms que una respuesta ante este diagnstico. Sinembargo, la respuesta es ms compleja si analizamos las posiciones que estn definiendoel debate dentro de la izquierda europea. A nuestro juicio, dentro de la izquierda enEuropa conviven tres lneas de evolucin: En primer lugar, los que sostienen la tesis del

    final de la socialdemocracia, o bien porque se ha producido un agotamiento de las condicio-nes histricas que la hicieron posible, o bien porque adems proponen un tercer espacio

    Tercera Va o Nuevo Centro entre la izquierda socialdemcrata y la derecha neoliberalpara asumir los nuevos problemas de la realidad poltica derivados, sobre todo, de laglobalizacin; en segundo lugar, los que desde la propia socialdemocracia defienden la

    validez de su legado frente a las posiciones prximas al centro izquierda; y, finalmente,aquellos que desde fuera de la socialdemocracia creen que la izquierda debe definirsedesde otro espacio poltico que tiene que ver con las nuevas contradicciones sociales laizquierda verde o los movimientos antiglobalizacin. Dejando de lado esta ltima po-sicin, el debate que nos interesa analizar aqu oscila entre los lmites de la tradicinsocialdemcrata para responder a los nuevos desafos polticos del presente y entre unanueva socialdemocraciaque desde el centro izquierdaes cuestionada tanto por renunciar allegado de la izquierda socialdemcrata como por pretender ser un modelo renovador ypredicable para toda la izquierda europea. Definido, pues, el escenario del anlisis, vea-

    mos ahora ms despacio las diversas posiciones.En el primer caso, sostener la tesis delfinal de la socialdemocraciano sera ms que la

    expresin del agotamiento de un modelo, como consecuencia de un cambio de lascondiciones sociales que le granjearon el xito despus de la II Guerra Mundial y que le

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    dotaban de unos contenidos distintos a los de los partidos de la derecha. Como haafirmado Ignacio Sotelo, que la socialdemocracia haya desaparecido en Europa, esdecir, en el nico continente que ha tenido peso especfico [...] no alude al hecho de que

    ltimamente los partidos socialdemcratas hayan sido desbancados del poder en pasesen los que alcanzaron la mayor relevancia (Austria o Dinamarca), habiendo dejado tam-bin de gobernar en otros que, como Francia o Portugal, y en menor medida, Espaa eItalia, en los aos setenta, desde un socialismo que pretenda superar el capitalismo fue-ron muy crticos de la socialdemocracia del centro y del norte de Europa. Afirmar que elsocialismo, que surgi en el siglo XIX y que con sus distintas ramas ha llenado parte delXX, pertenece a un pasado definitivamente ido, no implica que cuando decline la actualola conservadora los partidos que lleven esta denominacin no vuelvan a gobernar [...]Se habla del final porque se han agotado, por un lado, los contenidos especficos que

    diferenciaban la socialdemocracia de los dems partidos que llamaba burgueses y hoydenominamos conservadores, populares, democristianos o simplemente de centro de-recha; y, por otro, el modelo de partido que invent la socialdemocracia a finales delXIX, reconvertida hoy en un partido interclasista sin otra perspectiva, al igual que losotros partidos con los que compite, que ganar elecciones. El hecho bsico, por lo demsharto conocido, del que tiene que partir cualquier reflexin sobre la situacin actual de lasocialdemocracia, es que en objetivos, organizacin y militancia en nada se diferencia delos otros partidos mayoritarios. A comienzos del siglo XX la lnea divisoria entre parti-dos socialistas y partidos burgueses era de trazo grueso; a comienzos del siglo XXI se ha

    esfumado por completo(Sotelo 2002b: 10).El ncleo de esta tesis es que el xito de la socialdemocracia despus de la II Guerra

    Mundial en Gran Bretaa, Alemania y Suecia residi precisamente en su eficacia en lalucha contra el desempleo masivo a travs de la poltica econmica keynesiana y el Esta-do de Bienestar. Sin embargo, cuando desde la dcada de los setenta no se logra mante-ner el pleno empleo y el crecimiento econmico, comienza su renuncia al Estado deBienestar. As, pues, la crisis del keynesianismo marca el comienzo del fin de la socialde-mocracia.1 Como ha sealado Wolfgang Merkel, a finales de los aos setenta, la recetakeynesiana de gobierno perdi su influencia econmica y su atractivo poltico al dejar de

    registrarse un crecimiento econmico sin duda el parmetro central del compromisodel Estado del Bienestar que no causara al mismo tiempo tan intensos conflictos dedistribucin como consecuencias negativas en la economa exterior respecto de la direc-cin global de la demanda. La antigua y eficaz interrelacin de keynesianismo y socialde-mocracia pareca ahora invertir sus efectos, amenazando la crisis del keynesianismo conarrastrar consigo a la socialdemocracia. En esa situacin, conservadores, neoliberales ymarxistas olvidaron una vez ms sus diferencias y, como si una mano invisible dirigieraesa babilnica algaraba, se unieron en un coro que con poderosa voz proclamaba la

    (1) Para un anlisis pormenorizado de la tesis del final de la socialdemocracia, vase, Merkel 1994 a; 1995. Unbuen complemento a lo anterior son algunos estudios de caso de los partidos socialdemcratas en Europa de esapoca, vase, VV.AA 1991; VV.AA 1992 y Anderson y Camiller 1994. Un excelente anlisis de la socialdemocraciadesde una perspectiva ms reciente, vase, Callaghan 2000.

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    crisis, el declive, elfinalde la socialdemocracia (Merkel 1994 b: 9). Esta tesis se ha vistoreforzada en las dcadas de los ochenta y de los noventa por unos partidos socialdem-cratas que hacan cada vez polticas econmicas ms neoliberales, una tendencia que se ha

    visto reforzada por la globalizacin. Elfinal de la socialdemocraciano viene marcado, pues,por la imposibilidad de gobernar de nuevo en Europa sino por la desaparicin de lascondiciones sociales y de las polticas que distinguieron a la izquierda socialdemcratahasta la dcada de los setenta. A partir de ese momento, se produce una prdida delespacio poltico propio de la socialdemocracia que se refleja tanto en una convergenciacon las polticas econmicas neoliberales como en la defensa de la reforma del Estadode Bienestar. El gran acierto de esta postura es, en el plano analtico, su diagnstico sobreevolucin socialdemocracia europea. Sin embargo, en el plano poltico, su problemaestriba en que, o bien conduce a una postura defensiva de las seas de identidad del

    legado histrico de la izquierda socialdemcrata, o bien no percibe alternativas para larecuperacin del espacio poltico diferencial de la socialdemocracia desde unas nuevasseas de identidad que aborden la nueva realidad poltica y econmica del presente.

    En el segundo caso, es decir, la de quienes sostienen que elfinal de la socialdemocraciaimplica una redefinicin de unapoltica radical, es decir, que est ms all de la izquierda yde la derecha ms all de la socialdemocracia y del neoliberalismo, y que ha sido labase de las ideas de la Tercera Va y del Nuevo Centro, sobre todo para elNew Laboury parael SPD, y del desplazamiento hacia el centro izquierda. Como puede verse, esta posicincoincide en el diagnstico con la postura anterior, pero se diferencia en el plano poltico

    que adopta una posicin constructiva que pretende romper con el legado de la viejasocialdemocraciapara construir la base de una nueva socialdemocracia. La bsqueda de una

    poltica radicalconstituye uno de los rasgos que caracteriza el pensamiento y el discursoideolgico de la izquierda actual.2 La tesis de fondo es que, tanto el impacto ideolgicopost-89 como una serie de tendencias de cambio social que parecen definir una nuevaera globalizacin, nuevo cambio tecnolgico e inmigracin por poner tres ejemplosdestacados, hacen insuficientes los viejos planteamientos de los partidos socialdem-cratas y comunistas en Europa. La definicin de este nuevo espacio poltico o tercer espacio3

    est determinando el debate de la izquierda en Europa, ya sea a travs de las propuestas

    de tercera vaque son el origen de las posturas de centro izquierdao de la bsqueda de unaredefinicin del espacio del ecologismo dentro de la denominada tercera izquierda4 queconstituyen la base de una izquierda verde. En este contexto, una de las consecuencias msnovedosas de esta evolucin ideolgica es que ha posibilitado una vertebracin nuevadel ecologismo y la izquierda5 que se traduce en una nueva convergencia entre ecologismoy socialismo como consecuencia, por un lado, del pragmatismo y la consolidacin elec-toral de los partidos ecologistas en la dcada de los noventa y, por otro, de la convergen-cia entre los partidos socialdemcratas y los partidos ecologistas propiciada por un nue-

    (2) Sobre la poltica radical y su significado en la izquierda, vase Valencia (2001 a).(3) Sobre el nuevo espacio poltico de la izquierda, vase Valencia (2000 a; 2001 b; 2002).(4) Vase al respecto Cohn-Bendit y Mendiluce 2000 y Panarari (2001).(5) Vase Valencia (2000 b).

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    vo espacio poltico que ha hecho posible una poltica de alianzas muy diferente, que hadeterminado una participacin muy diversa de los partidos verdes en el gobierno en loscasos de Alemania, Francia, Blgica, Italia y Finlandia6 que hacen pensar, despus de las

    ltimas elecciones en Alemania y en Suecia que la idea de una izquierda verde, al menos, enlos pases del Norte de Europa sea algo ms que una casualidad. Desde esta perspectiva,intentaremos ver a continuacin cules son las claves tericas de evolucin de la nuevasocialdemocraciahacia el centro izquierda, formando parte de ese nuevo radicalismo poltico.

    2. El sndrome post-89 y sus consecuencias en la izquierda

    Desde nuestro punto de vista, la evolucin de la nueva socialdemocraciahacia el centro

    izquierdasurge como consecuencia de dos fenmenos: por un lado, la percepcin del agota-miento del modelo socialdemcrata y, por otro, como un intento de recomponer la izquier-da socialdemcrata dentro de un modelo depoltica radicalpara el siglo XXI. Desde estaperspectiva, deben entenderse los intentos de renovacin ideolgica de la socialdemocraciade lo que se ha denominado tercera va, un conjunto de ideas y propuestas polticas del primerministro laborista britnico Tony Blair7 y desarrolladas en un plano terico por el socilogo

    Anthony Giddens8, que contaron con el apoyo durante algn tiempo del nuevo centro del SPD9

    y que han pretendido ser el eje tanto de un debate dentro de la izquierda europea en el que seplanteen los desafos polticos que deber afrontar la socialdemocracia en el siglo XXI, como

    un foro de discusin sobre las polticas para resolverlos. No obstante, la notoriedad pblicaadquirida por Giddens con la tercera vay como paladn del nuevo laborismo oculta que sudefinicin de la izquierda est basada en un modelo de poltica radical, cuya estructura profunda esuna lectura de la modernidad que haba sido planteada anteriormente en su obraMs all dela izquierda y la derecha10 . En este sentido, el concepto de modernizacin reflexiva11, compartidocon Ulrick Beck y Scott Lash,constituye una nocin que permite abordar una serie deproblemas contemporneos que afectan a la vieja modernidad, instalada en la sociedad in-dustrial, sustituyndola por otra diferente lo que implica, por tanto, una salida diferente aldebate modernidad-postmodernidad y una reinterpretacin de la nueva modernidad desde

    una ptica nueva.

    (6) Sobre el nuevo papel de los partidos ecologistas en el escenario poltico europeo y sus experienciasde gobierno en estos pases, vase Biorcio (1999), Mller-Rommel y Poguntke (2002), y Valencia (2002).

    (7) Vase su libro (Blair 1998) y tambin la Declaracin Poltica Conjunta sobre Europa junto a GerhardSchreder el 8 de junio de 1999 en la vspera de las elecciones europeas (Blair y Schreder 2000).

    (8) La dimensin de Giddens como terico de la tercera va es suficientemente conocida (Giddens 1998;2001 a; 2001 b) aunque no es comprensible sin su compromiso poltico con el New Labour. Aunque su inters porel laborismo es anterior (Giddens 1996), su libro ms reciente (Giddens 2002) est planteado como un balance dela poltica del New Labour y una definicin de su agenda poltica futura pero tambin como una contribucin al

    debate de la tercera va, dirigido a los crticos de su pas.(9) El artfice del nuevo centro en el SPD ha sido Bodo Hombach (2000), mientras que Oskar Lafontaine (1998;2000) ha sido su crtico ms feroz y el defensor ms coherente de la identidad socialdemcrata.

    (10) Nos referimos a Giddens 1994 a. Para una visin sinttica de sus ideas, vase Giddens 1994 b.(11) Vase, Beck, Giddens y Lash 1994.

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    Hay, pues, una convergencia entre la teora y la prctica poltica, entre un modelo depolticaradical con las polticas de centro izquierdade la nueva socialdemocracia. Sin embargo,para entender este fenmeno es necesario contextualizarlo desde la evolucin de la iz-

    quierda europea.12

    En este sentido, existen tres etapas que se corresponden con tresmomentos histricos distintos: en primer lugar, la etapa de desmoralizacin de la izquier-da marcada por el fin del comunismo que se corresponde a ltimos compases de ladcada de los ochenta y principios de los noventa; en segundo lugar, la etapa de labsqueda de las seas de identidad de la izquierda que se sita a mediados de la dcadade los noventa y, finalmente, la etapa de la construccin y decadencia de un modeloradical que va desde mediados de los noventa hasta hoy.

    Despus de 1989 asistimos a una primera etapa de desconcierto y desmoralizacin detoda la izquierda europea y a una ofensiva del pensamiento neconservador en el que seimpona la tesis de la victoria de la democracia liberal. Como he afirmado en otro lugar, unamirada superficial de los ltimos compases del siglo XX parece indicarnos que la democraciaha obtenido una gran victoria. La cada de los pases comunistas desde 1989 y el xito de lastransiciones hacia la democracia en numerosos pases del mundo parecen confirmar empri-camente esta tesis. Este proceso ha sido descrito por Huntington como una tercera ola dedemocratizacinque abarca los quince aos posteriores a 1974, ao que marc el fin de ladictadura portuguesa y que supuso el comienzo de la sustitucin de regmenes autoritariospor otros democrticos en aproximadamente treinta pases de Europa, Asia y AmricaLatina. Naturalmente, el camino no ha sido fcil y ha habido sus tropiezos y resistencias,como en China en 1989. Sin embargo, todo parece indicar que el movimiento hacia la

    democracia parece adquirir el carcter de una marea universal casi irresistible, que avanza detriunfo en triunfo. Esta afirmacin de cierto entusiasmo, rara en un politlogo tan seriocomo Huntington, parece haberse asumido eufricamente por el conservadurismo radicalde finales de los ochenta y principios de los noventa dentro de una ofensiva ideolgica que hatenido como armas tericas para defender la victoria de la democracia liberal en las tesis del

    fin de la historiay delfin de las ideologas (Valencia 1997: 85)13.En este contexto, la tesis de Francis Fukuyama14 fue tan clebre como criticada

    porque su formulacin preconizaba, de un modo radical, la victoria de los principios dela democracia liberal y, por tanto, del liberalismo econmico y poltico. Se trataba de una

    victoria en el campo de las ideas, del conocimiento y de la ideologa, que se vea confir-mada por la derrota definitiva de ideologas histricamente rivales como el fascismo o elcomunismo y que no dependa del funcionamiento de la democracia o de su extensinen el contexto histrico mundial sino del triunfo de sus principios, es decir, como unideal imposible de mejorar. Dejando aparte el debate suscitado por la tesis del fin de lahistoria, creo que el principal problema de los defensores de la tesis de la victoria de lademocracia liberalno radica en que su hiptesis sea errnea sino exagerada. Se produce,pues, una distorsin en la percepcin del avance de la democracia como consecuencia de

    (12) Sobre este tema, vase Monereo 1997.(13) En cuanto a la obra citada, vase Huntington 1994 : 33.(14) Vase Fukuyama 1990; 1992. Recordemos: Montero (1957) y as Sobre la tesis del fin de la historia, vase,

    Del guila 2002.

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    una triunfalista valoracin de las consecuencias del fin del sistema sovitico (Valencia2000 b: 74).

    En este sentido, resulta ms razonable sostener que la desaparicin del comunismo

    implica la victoria de la democracia como principio de legitimidad universal, pero estono significa la victoria del proceso de democratizacin y, por tanto, de extensin geogr-fica de los sistemas democrticos. Como seal Giovanni Sartori a principios de ladcada de los noventa, la victoria de la democracia es hoy in primis la victoria de unprincipio de legitimidad. A la larga es una victoria decisiva; pero a corto plazo es nica-mente una victoria preliminar y si distinguimos adems [...], entre instauracin y conso-lidacin de una democracia, el paso de la primera a la segunda es largo (Sartori 1993:17). Esta distincin entre legitimidad e instauracin y consolidacin democrticas es im-portante porque permite valorar el significado real de la extensin de la democracia y

    admitir, por tanto, la inestabilidad de los sistemas democrticos en la Europa central yoriental y en buena parte de Amrica Latina, su limitada presencia en frica, su exclusinen gran parte de Asia y su rechazo en los pases islmicos. En una palabra: el fin delcomunismo dio un impulso decisivo en la consideracin de la democracia como nicaforma de gobierno legtimo. Sin embargo, esto no implic que el proceso de democra-tizacin espacial en todo el mundo no estuviera exento de graves dificultades, ni tampo-co evit la necesidad de repensar la democraciaque se est produciendo en la teora polticacontempornea ms reciente. La interpretacin de este hecho histrico fundamental co-incidi con una etapa de dominio ideolgico y poltico del neoconservadurismo, deter-

    minando que el perodo 1989-1991 fuera una etapa de un cierto desconcierto para laizquierda europea (Valencia 2000 b: 76).

    De alguna manera, el fin del comunismo supuso para la izquierda, incluso para laizquierda democrtica, tener que enfrentarse definitivamente al hecho de que la demo-cracia como forma de gobierno y la economa de mercado deben ser compatibles consu proyecto poltico emancipatorio. Como seal Furet, para el hombre del siglo XX elcomunismo ha representado la ilusin de una sociedad igualitaria y su fin le hace regre-sar, por el contrario, al interior de la antinomia fundamental de la democracia burguesa.Entonces redescubre, como si fueran de ayer, los trminos complementarios y contra-

    dictorios de la ecuacin liberal: los derechos del hombre y el mercado; y con ello com-promete el fundamento de lo que ha constituido el mesianismo revolucionario desdehace dos siglos (Furet 1995: 570-571).

    A pesar de todo, tras la izquierda desmoralizada pronto se lleg a una segundaetapa introspectiva de bsqueda de las seas de identidad del socialismo, marcada por lasdiversas interpretaciones del fin del comunismo.15 As, la bibliografa de esta etapa (1989-1993) se caracteriz por una definicin negativa de la izquierda, ms que por una defini-cin positiva que permitiera la construccin de una nueva alternativa poltica.16 Sin em-

    (15) Vanse, por ejemplo, Blackburn 1993 y Bosetti 1996.(16) Una de las pocas excepciones a esta tendencia fue la de Peter Glotz, en un libro publicado en 1992, que

    constituye una de las primeras definiciones constructivas desde la izquierda socialdemcrata ante el fin delcomunismo. Vase Glotz 1992.

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    bargo, a mediados de la dcada de los noventa se produce un punto de inflexin graciasal libro de Norberto Bobbio, titulado Derecha e izquierda17, en el que se reivindicaba lanecesidad de esta distincin poltica porque la crisis del sistema sovitico habra tenido

    como consecuencia, en este caso, no el fin de la izquierda sino de una izquierda histrica-mente bien delimitada en el tiempo. De esta constatacin derivara otra consecuenciasobre la cual el debate est ms abierto que nunca: no existe una nica izquierda, existenmuchas izquierdas, como, por otro lado, hay muchas derechas. Naturalmente, afirmarque existen muchas izquierdas significa reafirmar la tesis tradicional segn la cual debehaber un criterio para distinguir la izquierda de la derecha; de esta manera la dada hasobrevivido a la gran crisis(Bobbio 1995: 68). Si aceptamos, pues, no slo la pervivenciade un criterio de distincin sino que adems el criterio ms frecuentemente adoptadopara distinguir la derecha de la izquierda es el de la diferente actitud que asumen los

    hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad (Bobbio 1995: 135). Enconsecuencia, la diferencia estriba en la diferente actitud que la izquierda y la derechaadoptan hacia la igualdad. As, la izquierda es igualitaria y la derecha es no igualitariaaunque cuando se atribuye a la izquierda una mayor sensibilidad para disminuir lasdesigualdades no se quiere decir que sta pretenda eliminar todas las desigualdades o quela derecha las quiera conservar todas, sino como mucho que la primera es ms igualitariay la segunda es ms desigualitaria (Bobbio 1995: 144). Esto implica, segn el filsofopoltico italiano, que el elemento que mejor caracteriza las doctrinas y los movimientosque se han llamado izquierda, y como tales adems han sido reconocidos, es el igualitarismo,

    cuando esto sea entendido, lo repito, no como la utopa de una sociedad donde todosson iguales en todo sino como tendencia, por una parte a exaltar ms lo que convierte alos hombres en iguales respecto a lo que los convierte en desiguales, por otra, en laprctica, a favorecer las polticas que tienden a convertir en ms iguales a losdesiguales(Bobbio 1995: 152).

    En sntesis, si la izquierda es ms igualitaria, es decir, hace ms hincapi en laatenuacin de los factores que producen la desigualdad humana, su lucha histrica por laigualdad sigue teniendo plena vigencia mientras existan formas de desigualdad tan pro-fundas como las que existen en el mundo en que vivimos. Como afirma Bobbio, el

    gran problema de la desigualdad entre los hombres y los pueblos de este mundo hapermanecido en toda su gravedad e insoportabilidad [...] El comunismo histrico hafracasado. Pero el desafo que lanz permanece. Si, para consolarnos, vamos diciendoque en esta parte del mundo hemos alumbrado la sociedad de los dos tercios, no pode-mos cerrar los ojos frente a la mayora de los pases donde la sociedad de los dos tercios,o hasta de los cuatro quintos o de los nueve dcimos, es la otra. Frente a esta realidad, ladistincin entre derecha e izquierda, para la que el ideal de la igualdad siempre ha sido laestrella polar a la que ha mirado y sigue mirando, es muy clara. Basta con desplazar la

    (17) Vase Bobbio 1995. La edicin original italiana es de 1994, pero ante el debate suscitado por el libroapareci una segunda edicin revisada y ampliada con una respuesta a los crticos al ao siguiente, siendo estaltima la base de la traduccin espaola.

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    mirada de la cuestin social al interior de cada Estado, de la que naci la izquierda en elsiglo pasado, hacia la cuestin social-internacional, para darse cuenta de que la izquierdano slo no ha concluido su propio camino sino que apenas lo ha comenzado(Bobbio

    1995: 170-171). En una palabra, y a pesar del fracaso del comunismo, mientras exista ladesigualdad tiene sentido conti