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Los grandes gestores de la Musicologfa latinoamericana Samuel Claro Valdes E oportunidad de lin encuentro de esta naturaleza sirve, en genera l, para dar a conocer las ultimas investigaciones que se es tan realizando en el terreno de la musicologfa desde nuestros diferentes puestos de trahaj o. En esta oportunidad, en cambio, me detendre a analizar someramen te, dentro de 10 que nos permilenlos Ifmites que se me han aSignado , la l abor de aquellos que han gestado tI momen ta actual por el qu e atraviesa la disciplina en el continente y que, con s us Obr,L'i, su esfuer zo y sus hallazgos han ido esca l ando l os difercntes pe ldanos del queiJacer mllsicoloj!,ico. Nu est ra disciplilla se encuenlra ac tual mente en un !livel destacado a un conjunto impre- sionante de musicologos latinoameri - canos, muchos de e ll os jovenes y mu- chos , con estudios de postgrado no so lo en pafses desarrollados, como los Es- tados Unidos 0 Europa, sino tambien delltro del continente . La reflexion crl- tica sobre las distintas vertien t es musi- cales y la creciente espec iali zacion de su estudio, lIeva a la musicologfa a una constante revi si on metodologica a la lu z de los avances logrados por otras discipIina<; y, especialmente, por la con- vergencia de tantos de la vida del hombre qu e confluyen en la mllsl- ca. Ello cond u ce a redefin ir y remodelar una y otra v ez los objetivos y modelos de trahajo , a c ncontrar nuc - vIas interdisciplinarias y a fo rmu - lar a vi eja) quere- interna<; que pretenden, a vec es, imponer un mati z sobre otro. Cuando se logran estas nuevas formu laci on es pareciera como que cada generacion tiende a olvidar el aporte de las generaciones que la pre- cedeno Ho y, por ejemplo , se celebra con veneracion un hallazgo que pareciera se r el descubrimiento de la generacion actual: el trabajo interdisciplin ar de la mLlsica cuyo enfoque ha caJTlbiado 49

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Los grandes gestores de la Musicologfa latinoamericana

Samuel Claro Valdes

E oportunidad de lin encuentro de esta naturaleza sirve, en general, para dar a conocer las ultimas investigaciones que se estan realizando en el terreno de la musicologfa desde nuestros diferentes puestos de trahajo. En esta oportunidad, en cambio, me detendre a analizar someramente, dentro de 10 que nos permilenlos Ifmites que se me han aSignado, la labor de aquellos que han gestado tI momenta actual por el que atraviesa la disciplina en el continente y que, con sus Obr,L'i, su esfuerzo y sus hallazgos han ido escalando los difercntes peldanos del queiJacer mllsicoloj!,ico.

Nuestra disciplilla se encuenlra actual mente en un !livel destacado gracia~ a un conjunto ba~tante impre­sionante de musicologos latinoameri­canos, muchos de ellos jovenes y mu­chos, con estudios de postgrado no solo en pafses desarrollados, como los Es­tados Unidos 0 Europa, sino tambien delltro del continente. La reflexion crl­tica sobre las distintas vertientes musi­cales y la creciente especializacion de su estudio, lIeva a la musicologfa a una constante revision metodologica a la luz de los avances logrados por otras discipIina<; y, especialmente, por la con­vergencia de tantos a~pectos de la vida del hombre que confluyen en la mllsl-

ca. Ello cond uce a redefin ir y remodelar una y otra vez los objetivos y modelos de trahajo, a cncontrar nuc­V,L~ vIas interdisciplinarias y a fo rmu­lar nueva~ respuesta~ a vieja) quere­lIa~ interna<; que pretenden, a veces, imponer un matiz sobre otro.

Cuando se logran estas nuevas formu laciones pareciera como que cada generacion tiende a olvidar el aporte de las generaciones que la pre­cedeno Hoy, por ejemplo, se celebra con veneracion un hallazgo que pareciera ser el descubrimiento de la generacion actual: el trabajo interdisciplinar de la mLlsica cuyo enfoque ha caJTlbiado

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desde la musica hecha por el hombre al hombre que hace musica. Con ello ha surgido el recelo entre la etnomusicologfa y la musicologfa his­torica, donde la primera considera que ha sido capaz de renovarse y avanzar adoptando las propuestas metodolo­gicas de ciencias como la antropolo­gfa y la sociologfa, a diferencia de la segunda que, dicen, no 10 ha hecho en igual forma.

Me parece que no debemos perder el tiempo en disquisiciones de esta na­turaleza, que evidencian "una actitud de parcelero", como dijo hace algun tiempo Jose Pefifn (1989:48) . AI pro­pOllerle~ revisar el trabajo hecho por generaciones anteriores, 10 hago pen­sando en que, por un lado, conviene recordar de vez en cuando que no es­tamos inventandolo todo de nuevo, puesto que ya hay mucho camino re­corrido, y, por otro, que nuestra mate­ria es una: la musica - un fenomeno por cierto humano- y que nuestro estudio -nuestro logos- conlleva diferentes especialidades y requiere, hoy mas que nunca, de un enfoque intra- y multidisciplinario.

Creo que es oportuno recordar hoy que hace mas de 40 anos, en 1950, Jacques Handschin ya sostenfa que "el verdadero objeto de la musicologfa no

es la musica considerada como un he­eho en sf misma, sino mas bien el hombre, en la medida en que se ex­presa musicalmente" (cit. en I3ispo 1983:23). En igual forma, al men os en mi perspectiva personal, desde hace mas de un cuarto de siglo estoy traba­jando sobre la base de que la musicologfa es "el estudio integral del arte de la musica universal y de todo aquello que pueda esclarecer su con­texto humano . A traves de la musicologfa se contribuye: a) al cono­cimiento del hombre y su comporta­miento ante la sociedad a 10 largo de la historia y b) a proveer de materiales musicales fidedignos a compositol'es, i llleIll retes, pedagugus, investi gaJores y a cuantos se interesen por la musica. Las ramas de la ml1sicologfa son: el estudio de la musica tribal, folklorica, popular y artfstica de todo el mundo y de todas las epocas y sus hibridaciones. Las ciencias auxiliares que Ie si rven son todas aquellas cuya Contribuci6n es indispen-sable en un momento dado y para un estudio determinado, enfoca­das desde un punto de vista musical",(cit. Claro 1967: 21),

Si bien estas citas son relativa­mente recientes, los antecedentes re­motos de la musicologfa latinoameri­cana se remontan a los primeros tiem-

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pos del Descubrimiento, pese a que in­telvinierO:l en ellos personas Sill forma­cion lllusical. Las descripciones hecha'i por cwnista'l del siglo XVI y posterio­res, con todo 10 emprejuiciada'-; e in­completa'i que puedan ser, demuestran interes y curiosidad por la musica que escucharon entonces, 10 que ha selVi­do como material de estudio para nues­tros dlas. Los maestros de capilla, por su parte, disponlan de los principales tratados europeos para el aprendizaje y ensefianza de la musica, y algunos dierc)l1 muestras de su talento y erudi­cion al componerellos mismos sus pro­pios tratados. Tal es el caso del mula­to pernambucano Lui z Alvarez Pinto 0719-1789). Cuyo Arte de solfejar de ]761 , ha sido considerado hasta aho­ra como el primer tratado de musica escrito en el Nuevo Mundo (Stevenson 1968:14)

Otro mulato, el peruano Jose Ber­nardo Alzedo (1788-1878) escribio en Santiago de Chile, mientras se desem­pefiaba como el maestro de capilla mas activo de la Catedral de esa ciudad du­rante el siglo XIX, un notable tratado que denomin6 Filosoffa Elemental de la Musica, publicado en Lima en 1869. Allf demostro Alzedo conocer muy a fondo la teorla griega y medieval, a'lf como el dominio de tratados latinos y franceses , y de una impresionante bi-

bliograffa que hoy es s610 accesible en centros especializados.

El sucesor de Alzado en la maes­trfa de capilla de la Catedral de San­tiago fue don Jose Zapiola (1802.1885, versatil musico, memoralista y polfti­co chileno, quien en sus Recuerdos de Treinta Ailos present6 un penetrante panorama de la musica, costumbres e historia de Chile de comienzos del si­glo XIX. Fue, ademas, cofundador del primer periodico musical de Chile y uno de los mas antiguos del continen­te, el Semanario Musical de ]1)52, don­de publico llumerosos artIculo sobre musica que destacaron por su prepa­racion y profundidad.

Dos insignes ciudadanos venezo­lanos cierran este somera recuento de los precursores de la musicologfa lati­noamericana. Uno de ellos, don Andres Bello (1781-1865), no fue musico sino literato y abogado, y el otro, don Ra­mon de la Plaza (c. 1831-1886), fue un polItico que llego a ser un cellista aficionado y compositor. Andres Bello, hijo de un discfpulo de Ambrosio Carreno, el iniciador de la brillante dinastfa musical de los Carrei'io, vivio gran parte de su vida en Cbile donde, ademas de legamos el C6digo Civil que nuestra Republica utiliza hasta el dfa de hoy, tradujo y puhlico diversos artf-

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culos sobre musica y, durante un pe­riodo, ejercio la crftica musical. Por ello, el doctor Luis Merino 10 ha consi­derado como el "Precursor de la musicologfa Chilena" (Me ri no 1981:15 yel "fundador de la crftica musical chilena" (Ibid:23). Don Ra­mon de la Plaza, por su parte, publico en 1883 sus Ensayos sobre el arte en Venezuela, "el primer libro sobre his­toria de la musica en America Latina y todavfa uno de los mejores" , como opino Robert Stevenson, donde "com­bina un amplio analisis de la musica aborigen con una valiosa y precisa his­toria de la musica europea en Venezue­la desde la fundacion de Caraca.~ h,L~­ta los liempos de Plaza" (en Sadie: 1980).

Desde el oca~o del siglo XX pode­mos observar, hay, retrospectivamente, como han ido evolucionando la~ tec­nicas y los intereses con que se ha tra­tado el tema musical en nuestro con­tinente. Luego de los primeros y meri­torios ensayos literato-musicales se sucedieron los primeros intentos de fi ­jar las historia~ locales de la musica, seguramente en un esfuerzo por esta­blecer las bases de una identidad cul­tura nacional. AI mismo tiempo, se centro la atencion de algunos compo­sitores, inf1uidos por las escuela) na­cionalistas centroeuropeas, en la ob-

servacion clescripcion de la mus ica vernacula y aborigen, un nuevo pa~() adelante para el establecimiento de esa identidad, esta vez, desde la perspecti­va de la~ rafces de la tradicion oral.

El anal isis formal y estructural de las obra) creadas por los propios com­positores latinoamericanos comenzo, a continuacion, a ser objeto de estudio de otros compositores y de profesores de mLlsica, en la busqueda de un idio­ma musical propiamente latinoame­ricano, centrandose en descubrir los r<L~goS distintivos que 10 separan del esti/o europeo originario.

Un nuevo pa'lo adelante se dio en el acopio de fuentes documentales de la musica y la historia de ella en el pa~ado colonial de los siglos XVI al XVIII, y su rescale del olvido, por un lado, y de la'l termitas, la rapina y la desidia por otro. Surgieron asf monumentas y catalogos de manlJ.)cri­tos y de obr<L<; que generaron publica­ciones e int:erpretaciones y grabaciones del repertorio encontrado. Se genera­ba, a'll, una ba)e documental de res­paldo a toda una nueva cultura emer­genteen el concierto internacional, que permitfa demostrar la existencia de un insospechado tesoro artfstico en naciones que, hasta entonces, habfan sido mirada) casi como advenedizas y

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sin pasado. (Esta (dtima actitud no es privativa de los que nos miran desde afuera, sino que tambien ha invadido en buena medida nuestra propia 11len­talidad. Hace apenas veinte anos, por ejemplo, se publico en Chile un Iibro sobre colllpositores del siglo XX con el sugestivo tftulo de "Musicos sin P,L'\a­do" [escobar 1971J.

E11lergi6, entonces, una nueva generaci6n de estudiosos CUYO s610 ta­lento y buena voluntad ya no basta­ban para abordar est(l'; tareas, sino que se requerfa una formaci6n musicol6gica que, en la mayorfa de los casos, s610 se podia obtener en Europa o en los Estados Unidos. La preocupa­cion por 10 social de fines de la dec ada de los 60 despert6 el interes por los es­tudios sobre la etno11lusica que ofrecfa LIn campo virgen y v(l,\tlsimo, que atra­jo las miradas no s610 de los estudio­sos latinoamericanos sino tambien de muchos extranjeros. La musica popu­lar ta11lbien emergio como un tema digno de estudio por sus peculiarida­des que alcanzan, a veces, di11lensio­nes universales como el tango por ejemplo, campo que se amplfa hacia la music a de salon y sus ralces decimon6nicas.

EI siglo XIX, curiosamente, ha sido poco estudiado y s610 desde la de-

cada de los 80 se ha deseubierto cuan ricos filones se pueden explotar en esa cpoea y, a SLI vez, cuan estrechamente vinculado esta a la explicacion de l(l'\ razones sobre h'i que se fundan tantos logros del siglo XX. Ello ha Ilevado a escudrinar diarios, revist(l'\ y publica­ciones peri6dicas que esconden entre los seeretos de la vida cotidiana del hombre, su expresion musical mas In­tima.

La impronta eurocentrista ha ca­raeterizado gran parte de los estudios musicales sobre el continente. Heeien en las ultima) decadas se han dado pasos sistematicos para abordar, con metodologfa universal , el estudio de nuestra mllsica desde el interior de cada regi6n . Ha surgido, (l)imismo, la necesidad de ampliar el enfoque localista hacia una macrovisi6n del conlinente y sus relaciones interculturales con otros continentes, ala vez que en lugar deltratamiento de temas generales que atanen , por ejemplo, a un pals entero, ya se ha Ue­gado a una etara en que se buscan te­mas mas especfficos: se estan generan­do biograf'fas, se estudian instituciones, estilos, comportamientos, instrumen­tos, etc. Es decir, una vez establecida~ las bases de la obra gruesa de la musicologla latinoamericana, las nue­vas generaciones de music61ogos se

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pueden dedi car ahora al estudio de los detalles que constituyen la fisonoIllla mi'i Intima y peculiar de nuestra cul­tura musical.

Los conocimientos de la IIlusicologla latinoamericana se esta­blecieroll, en las primeras decadas del siglo XX, graCias al aporte de historia­dores aficionados a la musica que apli­caron elmetodo historico para realzar el p<L'iado cultural de sus propios pal­ses, y de compositores interesados en el folklore musical como Fuente de ins­piracion en la senda del nacional ismo, pero autodidacta'i en materia de inves­tigacion. Junto a ellos surgieron algu­nos inves ti gadores con buena forma­cion metodologica y musical que abrieron surcos, organizaron caminos y desbrozaron terrenos donde, pronto, se hi zo posible el trabajo sistematico de nueva'i generaciones. Algunos de estos mismos pioneros se han transfor­mado, a su vez, en grandes maestros de la musicologfa continental.

Ente los historiadores podemos menciona a Gabriel Saldfvar (1909-), de Mexico y a Eugenio Pereira Sala,> (1904-1979), de Chile, junto a los sa­cerdotes jesuitas Ruben Vargas Ugarte, del Peru y Guillermo Furlong, de Ar­gentina. La Historia de Ja Musica en Mexico de Gabriel SaldIvar, que data

de 1934, es si n duda, el ejelllplo mas prill1igenin del enfoque global lit la mLlsica de un pafs Jatinoamericano. Incluye el estudio de la musica indf­gena a parti r de evidencias arqueol6-gica, y de practicas aun vigentes; de la musica escrita de la era virreinal y de la rnusica folkl6rica que elllama "po­pular", intentando, incluso, una inte­resante c1a'iificacion con criterios de fu ncionalidad, oca<;ionalidad, estruc­tura y estratificacion social. Pereira Sal,L" igualmente, aborda sus Orlge­nes del Arte Musical en Chile, de 1941, y sus nUll1erosa'i contribuciones pos­teriores, con una cabal vision de la interrelaci6n que existe entre los pro­cesos sociales, historicos y musicales. Hace casi treinta anos atras, don Eugenio Pereira me senalo un verda­dero programa de trabaj o musicologico, que reflejaba cuan pro­fundamente habfa reflexionado sabre el tema desde su propia perspectiva multidisciplinaria: es necesario, decfa, un met6dico trabajo bibliografico, una busqueda sistematica de fuentes docu­mentales y la existencia de ella en re­positorios a los cuales pueda acceder el investigador. Ademas, decfa luego del trabajo iniciador que Ie habfa tacado a SlI generacion , correspondfa enton­ces analizar los acontecimientos his­torico-sociales, estudiar las estructuras musicales y examinar aquellos ele-

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mentos que permitan discernir Cllales son los rasgos verdaderamente llmeri­canos de nuestra cultma musical europeizante (Claro 1980:1 46-147)

No podemos olvidar aquI, pese a 1£1 brevedad de esta exposicion, las

, ohras historicas generales sobre la mllsica de sus respectivos paises de autores como Jose Saenz Poggio ell Guatemal a (1878), Renato Almeida en i5rasil (1926) , Segundo Luis Moreno en Ecuador (1930), Carlos I{aygada en Peru (926) , cl R. P. Jose Ignacio Perdomo Escobar en Colombia (19.)8), Lauro Ayestaran en Montevideo (1953) y mis trabajos sobre Chile (1973 Y 1979) , como tam poco po(\elllos dejar de citar la extraordinaria obra compilativ<! que dedico Nicolas Slonimsk'Y' ala musica de America La­tina (1945).

Desde que Carlos Vega (1898-1966) publico en 1931 su trabajo 50-

bre el c6dice colonial que pertenecio a Fray Gregorio de Zuola (Vega 1931), se manifesto como uno de los pi one­ros de la musicologfa latinoamerica­na al unir su trabajo documental his­torico con su interes por la musica vernacula y las indagaciones sobre sus orfgenes, incursionando, incluso en vertientes medievales y arabe-andalu­zas. Todo ello, con gran preparacion

Illetodologica, musical y cultllral. Sus trabajos posteriores, que son de todos conocidos proyectaron su nOlllbre como uno de los pilares de 1£1 discipli­na en el continente, inspirando ados prestigiosas instituciones argentinas que lIevan su nombre. Gilbert Chase, cuyos trabajos sobre America Latina tambien merecen nuestro reconoci­Illiento, se admiraba que este "erudito escrupuloso", como califico a Vega, hubiese formulado , siendo musico, una teorla general del folklore . La ciencia del folklore (1960), escribi6, "constituye el primer estudio comple­to y amplio sobre una teo ria general del folklore escrito por un musicologo" (Chase 1967JX) LuizHeitorCorreade Azevedo , fundador de la Hel'ista 81'asileil'a de Mltsica y de la Acade­mia Brasileira de Musica, sento las bases para el desarrollo cle la musicologla cn el i5rasil, y Mario de Andrade 0893-1945) ha sido conside­rado como uno de los precursores de la investigaci6n etnoInusicologica en ese paIs (Souza 1983: 53) , desde que publico, en 1928 su "Ensaio sobre a Musica Brasileira" considerado como un "manual sagrado para todo musi­co" (Ibid:57). Andrade es presentado como pedagogo. literato, ensayista y poeta, analista y critico, bibliografo y etnografo y, esencialmente, como "musicologo y musico" (Ihid:56) , dos

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cualidades que no sielllpre han ido de la !llano. Creo que si no se dan simul­tanea e indisolublemente las cualida­des de Jl1usico, primero, y de "6Iogo" , despues, el musico podra seguir sien­do siempre musico, pero el "ologo", a secas, terminara olvidandose de la musica y refugiandose ya sea en el anal isis esteril y frfo 0 transforrnando la Ill(isica y los rnllsicos en objeto-ma­te ri a de olras discipliml~ 0 ideologfas.

Sin dud a las condiciones de mu­sico cabal. Illusicologo doctorado en Honn y, ademas, arquitecto, fueron las herramientas basicas que permitieron a Francisco Curt Lange transforrnarse ell el pionero del "americanisl11o mu­sical" que proclamara, desde laRevis­fa Brasileira de Musial, en 1935. Pese a que su llamado no fue siempre com­prendido y a que se Ie asimil6 a con­signas de un nacionalismo chauvinis­ta "que redu-cen los valores creadores al nivel de una campana polftica" (Chase 1947:23), su intencion mas destacable consistfa en estirnular a los americanos mismos a interesarse por 10 propio. Preocupado por la falta de identidad latinoamericana que encon­tr6 a su llegada al continente en 1930, escribio que "podemos afirmar tran­qUilamente que sus habitantes, hasta el siglo pasado, eran mas americanos y, en un sentido cultural artfstico, mas

patriotas que la poblacion de hoy" (Lange 1935:98). Trabajador incansa­ble, desde Montevideo con su Instituto Interamericano de Musica y, luego, desde el Departamento de Musicologfa de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, lego al continente empresas que cuesta pensar se deban a la ges­tion de una sola persona. Tal es SLl

monumental Bole!t'll Latino Amel'i­

erma de MIISica, que public6 desde 19:)) a 1946, seguido por la Revista de Estudios Musicales, desde 1949 hasta 1956. Tal es, aSI mismo, su Monumen­tal Mllsicae lJrasifiae, iniciada desde la apertura de un capftulo de oro en la musica con ti nental: su descubri mien­to de la rica escuela musical de Minas Gerais. Tal es, tamhien, su contribu­cion a la historia de la musica de Ar­gentina y su asociacion, con el insigne compositor y musicologo venezolano Juan Bautista Plaza (1898-1965) , para la publicaci6n de 12 volumenes del Archivo de musica colonial venezola­na, a traves de la Editorial Cooperati­va Interamericana de Compositores, tambien de su iniciativa. Hoy, a una edad en que las personas normalmen­te se retiran para disfrutar de la con­templaci6n de sus obras, Francisco Curt Lange nos da un ejemplo de te­son, fe y fortaleza y no s610 continua trabajando sin descanso, sino que su mente bulle de nuevos proyectos. Me

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honro en dedi car este homenaje a este hijo adoptivo de America, que ha he­cho mucho mas por el continente que la mayorfa de nosotros mismos, y, ade­mas, de felicitar a esta hermana na­cion de Venezuela, que ha sabido aco­gerlo en esta etapa de su vida.

Venezuela ha sido un eficaz polo de atraccion para musicologos venidos de otros palses: Isabel Aretz, desde Ar­gentina, Walter Guido y Hugo Lopez Chirico, desde Montevideo;jose Pei1fn, desde Espana; Mario Milanca Guzman, desde Chile y, para terminar este re­cuento que no pretende nombrarlos a todos, el recordado Alvaro Femaud, desde Canari,L\ cuya muerte prema­tura y tragic a aun lloramos. Sin duda, ha contribuido a esta conjuncion de talentos la creacion del Instituto Inte­ramericano de Etnomusicologfa y Fo­lklore, fundado por Isabel Aretz se dan, sin duda, condiciones analogas a las que anotabamos sobre Mario de Andrade: compositora talentosfsima, investigadora de campo, promotora de iniciativas de trascendencia continen­tal, su obra es monumental y variada, principalmente enfocada a la musica etnica, donde perspectiva continental nunca deja de estar ausente. "Ameri­ca", decfa en 1977", no ha sabido sa­car todavia partido de su particular herencia musical que arranca desde

mucho antes de la Conquista, que es signo inequlvoco de autenticidad y que puede representarla dignamente fren­te a los pueblos de otras latitudes y de otros continentes" (Aretz 1977:268). Su "Gula Clasificatoria de la Cultura Oral Tradicional", que publico para "ilus­trar sobre la forma en que encaramos los estudios teoricos del fol klore en Ve­nezuela" (Aretz 1975: 197) ; refleja muchos anos de reflexion , ensayo y prueba, y comprobaciones en el terre­no de la etnograffa, la folklorologfa y la etnomLlsicologfa. Su esposo, Luis Felipe Ramon y Rivera, tambien com­positor, intelvrete y etnomusic610go, exhibe igualmente una vasta obra de profunda sigllificallcia sobre la melsi­ca folklorica y popular venezolana. Otro venezolano I1ustre, Jose Antonio Calcai10 (1900-1978) inicio su celebre cronica musical de Caracas con la su­gestiva frase: "La musica es un arte esenci almente social" (Calcano 1958:7) , como prolegomeno del enfo­que global de la insercion indisoluble que musica y musicos tiene en la his­toria de su pals. Tampoco podemos dejar de rnencionar la prestigiosa Re­vista Musical de Venezuela que ha 10-grado mantener su periodicidad y ca­lidad durante largos aflos.

Mexico es un pafs que ofrece al musicologo campos de la JTI:is variada

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posibilidad de estudio, ya sea en sus ricos repositorios de musica documen­tal del pasado, en la creacion contem­poranea, 0 en su musica popular, folklorica y ahorigen. EI espanol Jesus Bal y Gay, fundador de la prestigiosa revistaNuestra Musica , en 1946, ini­cio la publicacion de los tesoros de la musica polifonica mexicana en 1952 (13al y Gay 1952), que ha dado origen a much as publicaciones analogas, las que han hecho posible, a su vez, la in­terpretacion y grabacion de un reper­torio que homa a Mexico y al conti­nente en su totalidad. Vicente T. Mendoza (1894-1964), fundadorde la Sociedad Folklorica de Mexico dedic6 sus esfuerzos a estudiar la musica tra­dicional de su pais, destacando sus tra­bajos sobre el romance, el corrido, la decima y especialmente la cancion mexicana (Mendoza 1961) . A est a ul­tima dedico un ensayo de c1asifica-cion que condensa, asi como en el caso de Isabel Aretz, muchos anos de contacto directo con el cultor, retlexion y amili­sis que todavia constituye un modelo para las generaciones actuales. Samuel MartI (1906-1975), por su parte, se concentro en el estudio de la musica precortesiana, especial mente de la cul­tura mixteca. Desde hace unos anos un grupo de investigadores mexicanos, con Julio Estrada como editor, ha abor­dado un ambicioso proyecto para pre-

scntar una vision integral de la musi­ca de Mexico, incluyendo su historia, bibliograffa y antologfa de la musica de distintas epocas, ademas de un dic­cionario de musica y musicos mexica­nos, donde se pretende "destacar aque-110 que significa como mexicano a 10 largo de las mas diversas manifesta­ciones musicales comprendidas en un perfooo mayor de tres mi I anos de cul­tura" (Estrada 1984:1,12). Esta ulti­ma ohservaci6n me parece que es hue­no quese hagaen formaexplfcita, pues nuestro continente no s610 es deposi­tario de los quinientos aiios de civil i­zaci6n cristiana occidental que se con­memoran en estos dias, sino tambien de todos aquellos siglos anteriores de alta~ culturas norte, centro y sudal11e­ricanas, y de la tradici6n que atraves6 eI Atlantico con el pueblo andaluz, y que entronca nuestra cultura mestiza y mulata con muchos milenios de cul­turas europeas, mediterranea'i, orien­tales y africana).

Cuba cuenta con un gran litera­to, Alejo Carpentier, que se ha ocupa­do de la musica desde una perspectiva muy enriquecedora, que engloba al hombre en su dimension magica y poetica. Pablo Hernandez Balaguer aporto luces para el estudio de la mu­sica colonial y, en la actualidad, hay un buen numero de musicologos con

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huen:1 forlllaci on siskmatica COIll O

Zoila G(J mei: (;arcia , lavo Al en Rodriguez, ~larfa Teresa l.inares 0 Vic­toria Eli ROllriguez.

Este apretado recuento no me per­mite hacer justicia a mis Jilectos y re­cordados amigos Andres Pardo Tovar (1911-1972) y Jose Ignacio Perdomo Escobar 091 7-19XO) de Colombia, Lauro Ayestaran (19 U-1966) de Uru­guay, Alldres Sas (I 900-1967)Jel Perll, Vicente Salas Viu (J 911-1967) de Chi­le 0 Mgeliers Leon 091 X-19R9) de Cuba, ni a nuestra querida Esperanza Pul ido, creadora de Helem/Oli/a , ell iVlexico, recientemente fallecida. Nos detendrcJllos aLIl1 en algun~L\ cOlltribu· ciones que me parece importante des­tacar para los propositos de este traba­jo. Tres ll1ujeres brasilenas han COI1-

tr ibuido a esta gestacion de la musicologfa latinoamericana que anali zall1os: Mercedes Reis Pequeno, por su aporte hibl iografico; Helza Cameu, por su eSludio etnogrifico y Cleofe Person de Mattos por su labor de catalogacion y rescale de la obra de compositores brasileros, especialmen­te del Padre Jose Mauricio Nunes Gada (Person 1970). En esta labor de resca­te tambien han descollado el Padre Jai­me Diniz y Regis Duprat, en Pernambuco y Sao Paulo, respectiva­mente. Del Br:L'lil, ,L'iil1lismo, si bien se

ha radicado en Alell1:111ia . proviene el allillladorde Ia Sociedade 11r:L\ileirade ~'Iusic()logfa , Ilr. Antonio Al exander Bispo, que cucnta ya con una lllonu­mental ohra en la que ha estudiado a rondo la mLlsica religiosa de su pais y los orfgenes de la mLlsica afro­brasilera.

Argentina ha ido pr6diga en ta­Icntns Il1l1sicol6gicos que han seguido l'1 e)cll1plo de Carlos Vega, como Pola Suarez [lrtuhey y Ca rmen Garcia ,VI 1I iioz, de Ia Facllilad de Artes y Cien­ci;L\ Musicales de la Universidad Cat6-lica de Huenos Aires, cllya Rel' ls/a del

iIlS/illl/o ti l! IllI 1es/iR({cic!17 ,1fll.l'icu /rj/!, iUl ( ({rlus VeRa ha te­nido la virtuLi de Illanlener una Ifnea de a'icendente superaci6n. EI Instituto Nacional de Musicologfa Carlos Vega ha contado con cstudiosas de Ia cal i­dad de RaqueJ Aria) y Ercilia Moreno eha, esta ultima autora de un pene­trante estudio soore cord6fonos tradi­cionales. Junto a ella\ Malena Kuss , desde los Estados lJnidos, ha IIcvado adelante un interesailte aporte sobre el nacionalismo y la opera latinoameri­cana. La Asociacion Argentina de Musicologfa, por su parte, hajo Ill. acer­tada direcci6n de Irma Ruiz y con la colaboracion, entre otros, de Gerardo Huseby, ha abierto, desde 1987, una instancia de convocatoria a la

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musicologfa continental de esperanzadoras proyecc iones, donde han surgido nuevos cuestionamientos sobre la disciplina y sus especialidades que, espero, alcancen la madurez y consolidacion que merecen.

El Peru, al igual que Mexico, ofre­ce al estudioso infinitos campos de ac­cion en variadas vertientes. El profesor ROOolfo Barbacci, de origen argentino y Carlos Raygada aportaron sendos tra­bajos biobibliograJ'icos a partir de ma­nuscritos de la Biblioteca Nacional de Lima, los que, en algunos casos, cons­tituyen la unica evidencia documen­tal que queda luego del incendio de esa biblioteca (Barbacci 1949 y Raygada 1956-1964). ROOolfo Holzmann, ale­man nacionalizado peruano, siguio, en cambio, la vertiente de la musica tradicional motivado porIa "curiosa combinaci6n" que encontr6 en el fo­lklore musical del Peru que reune "re­siduos mel6dicos ancestrales con pe­culiaridades occidentales" (Holzmann 1968:7). Sus huellas han sido scgui­das por Haul Romero, del Instituto Riva AgUero, quien sostiene que "para comprender la importancia de la mu­sica en los distintos grupos humanos que componen una sociedad determi­nada, no sOlo hay que considerar el universo de los sonidos, sino las nu­merosas interrelaciones que tiene con

fen6menos abstractos, como los me­dios de produccion musicales y I<L~ re­laciones sociales que genera el hecho de producir musica, una expresion esencialmente social cuya cabal com­prension solo puede lograrse a traves de la consideraci6n del contexto cul­tural que 10 rodea" (Romero 1985:218) . Cesar Bolanos, por SlI par­te, ha incursionado en el terreno de la organologfa precolombina y el malo­grado Enrique Pinilla (1927), en el de la musica de este sigh

La musicologfa chilena contem­poranea tuvo la fortuna de vel' conso­lidada, muy temprano, una serie de estructuras institucionales que Ie per­mitieron logros importantes. La ges­tion visionaria de Domingo Santa Cruz (1899-1987) contribuy6 a que en Chi­le contaramos con publicaciones pe­ri6dicas como Marsyas (1927) ,Aulos 0932-1934) y Revis/a deArie (1934), que prepararon la aparici6n de nues­tra Revi\'/a Musical Chilena en 1945, publicacion que milagrosamente, en tE~rminos I ati noame ricanos , se mantie­ne vigorosa y prestigiada hasta hoy. La creaci6n de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile permiti61a incorporacion de la musicologfaen el ambito universitario a partir de la de­cada de los anos 30, si bien el primer music610go que se recibi6 a sus aulas,

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que rne cupo el honor cle se rlo, fue rc~ ciell treill ta ailUS Jespues (l9GO). El Instituto de Investigaciones Musicale\ creado en 1947, significo una instan ~

cia de enorrne vitaliclacl, que permi tio encauzar las indagaciones en el cam~ po de la rnusica aborigen y folkl6rica de cornpositores C0ll10 Carl os Lav in (l883~ 1962) , Peclro Humoerto Allen ~

de (I885~J959) , Carlos Isami tt (l 887~

1974) Y Jorge lJrrutia Blondel (I903~ 1981). La puolicacion cle tex tos, gra~ baciones de terreno, ediciones y la for~ macion de mus ic61ogos han sign ificado para Chile un lugar desta~

cadoen cl continente. EI interes por la mLlsica etnica ha at raido a los antrop61ogos Manuel Dannemanll y Marfa Ester Grebe, autora, esta ultima, de importantes con tribuciones metodologicas en su disciplina. El doc~

tor Luis Merino, actual Director de la Revista Musical Chilena, ha aoierto una clestacada Ifnea de investigacion soore la musica clel siglo XIX, y quien les habla ha incursionado en el te rre~

no de la historia, la edici6n la catalo~

gacion, la iconograffa, la musica de tradici6n oral y ultimamente, la bio~ graffa. Vemos nuestro futuro con espe~ ranzas al contar con va ri os musicologos activos, entre los cuales, el doctor Juan Pablo Gonzalez ha ab ier~

to una Ifnea de investigacion sistema~

tica sobre la mllsica popular.

Entre los lllusic61ogos norteallll' ~

ric<ln()s que se han ucupaJo de 1<1 IlIU ~

sica de nuestro continente, ademi, de Chase y Sioni lllsky ya citados, desta~ can Stevell Barwick , Don ald Thompson , E. Thomas Stanford y Gerarcl Behague, Este ultimo autor de L1na util introclucci6n a la musica Ia~ tinoarnericana (BehagLlc 1979) y edi ~

lor del/£ltin American Music Review. Pero eI norteamericano que il1i~ ha contribuiclo a la causa de la music a ialinoarnericana es, sin duda, el doc~ tor Hobert Stevenson, de la lJ nivers i~

dad de California en Los Angeles. Es significalivo que el doctor Stevenson no se prese ntc a sf lllislllO co mo ll1usicologo, si no simplernente como mLlsico, pues eso es, cabalmente. COIll~ positor ta len toso , alumno de Stravinsky, y pianista destacado, for~ mado por Schnabel, es un gran huma~ nista, poseedor de una vasta cultura con la que navega con igual seguri~ dad en los I1li~ variados terrenos, des~ de la teologfa a la historia, la Ii ngiifs~

tica a la economfa 0 el jazz a la teorfa musical delmedioevo. "La magnitud de su obra es tan grande que ha llega~ do a proyectar al estudio de nuestra lllusica una luz universal. De paso, se ha transformaclo el rnismo en el ma~

yo r impulsor de los proyectos lllusicol6gicos que surgen en America Latina, y en un generoso y estimulan~

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te gufa para los que trabajamos en esta disciplina" (Claro 1977:122).

Cuando se Ie otorg6 el Premio In­teramericano Gabriela Mistral, en 1985, compartido merecidamente con el otro gran pilar de la musicologfa continental, Francisco Curt Lange, Stevenson dijo algo que es aplicable a las nuevas generaciones de music610gos: "Los logros americanos son igual que nada a menos que se es­criba sobre ellos y se recuerden. Mi misi6n ha sido rescatar el pasado mu­sical de las Americas. Los composito­res actuales estan demasiado ocupados escribiendo su propia musica como para preocuparse de la de sus predece­sores. El resultado es que cada nueva generaci6n de compositores cree que ellos son los primeros en descubrir la Montana del Olimpo. No es asL EI pa­sado es una sucesion de glorias musi­cales y artfsticas" (Stevenson 1985:52).

La sola bibliograffa de Robert Stevenson, hasta 1984, abarca 21 pa­ginas de la Revista Musical Chilena (Merino 1985a

), donde las entradas para el New Grove van a rengl6n se­gUido. Su Inter-American Music Review, que edita gene rosa-mente des­de 1978, ha dado cauce a sus propios trabajos ademas de ofrecer SllS pagi­nas a otros estudiosos a quienes el mis-

mo 11a estimulado. Stevenson ha incursionado en la musica sacra y pro­fana de Espana y Portugal, en la teo­rfa musical de los siglos XY y XYl de esos dos pafses y de los siglos XV11 y XVIII que se utiliz6 en las Americas, en la musica amerindia precolom-bina, en la musica sacra, secular e instru­mental de la era colonial iberoameri­cana, en musica de teatro, en las tra­diciones musicales african as en Ame­rica, en la musica folkl6rica y popular de Latinoamerica y de los Estados Uni­dos en la musica protestante de su pais, en himnos nacionales, en la inf1uen­cia que ha ejercido el c1asicismo y el romanticismo en el continente, en el intercambio entre America Latina y los Estados Unidos yen el tratamiento que ..'Ie ha dado a America Latina en enci­c10pedias internacionales, ademas de la edici6n de musica manuscrita se­cular y religiosa existente en diversos archivos 10 que ha redundado en la edici6n de varios discos . Su Renaissance and Baroque Musical Sources in tbe Americas (Stevenson 1970) constituye " ". el esfuerzo mas monumental y encic!opedico que es posible concebir como fruto de la la­bor de una persona ... este libro viene a ser la piedra angular de todo trabajo musicol6gico sobre el pasado musical de Iberoamerica" (Claro 1977: 123).

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"Las cumbres musicol6gicas al­canzadas por el Profesor Robert Stevenson", escribi6 Luis Merino, "no puede ser comparadas con las de nin­gCm otro porque son absolutamente unicas. Tanto en los Estados Unidos como en el extranjero el es la maxima autoridad en el campo de la musica iberica y de Latinoa merica. Gracias a ella musica latinoamericana e Iberica ha llegado a las mas prestigia­das revistas y Encic!opedias del mun­do musicol6gico, estableciendo de esta manera mejores canales de comuni­caci6n entre Latinoamerica y el reslo del mundo y entre los palses latinoa­mericanos mismos. Gracias a ella rnCl~i c a de Latinoamerica ha afianzado su lugar dentro del gran contexto de las musicas del mundo. Su integridad como investiga­dor j unto a sus profundos conocimien­tos de las mas importantes disciplinas humanfsticas y su suprema capacidad para correlacionar estas disciplinas con la Musicologfa Hist6rica, s610 es com­parable con la de sabios del nivel de los grandes humanistas de Latino­limerica del siglo XIX, como Don An­dres Bello". (Merino 1985:57).

Alllegar al final de este recuento, que ha ocupado seguramente mas tiempo del que se me asign6 y ha deja­do afuera, obligada 0 involun-

tariamente, a muchos a quienes soli­cito su comprension, me restan algu­nas palabras finales para referirme a dos proyectos en curso de gran impor­tancia, en los que estamos trabajando centenares de music610gos lati no­americanos: uno patrocinado porIa UNESCO, Music in the Life o./Ma11.· A World History y otro patrocinado por la Sociedad General de Autores Espa­noles (SGAE) y por el Ministerio de Cultura (INAEM) DE Espana: el Dic­cionario de fa MZIsica Espmio/a e Hi:'ljJanoamericana, que tienen la vir­tud de reconocer internacionalmente la labor de la rnusicologfa latinoame­ricana y de incOlvorar, por primera vez en igualdad de condiciones, a ia rm't­sica latinoamericana junto a sus pa­res de Europa y otras partes del univer­so.

Tambien quisiera simbolizar, en apenas algunos nombres, la esperan­za de una musicologfa latinoamericJ­na del futuro Dieter Lehnhoff, de Gua­temala, que se perfila como L1no de los music6logos j6venes mas s6lidos del continente; Susana Friedmann, de Co­lombia; Leonora Saavedra, de Mexico; Bernal Flores, de Costa Rica; Elizabeth Travassos Lins, de Brasil; Juan Carlos Estenssoro, del Peru; y AIJred Lemonn, de los Estados Un idos. Tanto ellos, como los que vienen y tambien como

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los que ya nos estamos yendo, tenemos Illucho trabajo por delante:

l.

' ) u .

2 :).

Hay que intensificar la formacion integral del lll11sicologo como musico cabai y como Humanista, y orientarlo al trabajo en equipos multidisciplinarios con el uso de las mas avanzadas tecnologf~l~ y metodos de investigacion. Respetemos la vocaci6n de cada cual sin descalificaciones gratlli­ta'l, y bllsquemos unidad de crite­rios dentro de la variedad de espe­cializaciones. No descuidemos aquellos trabajos ya avanzados pero que todavfa no alcanzan una

Generalizaci6n continental: fal­tan aun histori<lS, monu-menta), catalogos, grabaciones, Biograff<l) y monograffa\ asf como institu­ciones dedicada<; al ejercicio y cul­tivo de la disciplina en muchos paises del area.

4. Debemos vencer nuestra incomu­nicaci6n y laconfiden-cialidadde nuestras publicaciones que, esc a­samente, atraviesan la<; fronteras por falta de distribllcion.

5. Recordemos , finalmente, que "6Iogos" sin mLlsica no son music6logos.

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