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LA INDUSTRIA MALAGUEÑA DEL S. XVIII
La importancia de las fábricas en Málaga es muy reducida hasta el libre
comercio con las colonias americanas.
En la Málaga del S. XVIII las industrias escaseaban pero las más importantes
fueron:
- La industria de Naipes de Macharaviaya
- La industria de Hojas de lata de Ronda.
- La industria del papel de Arroyo de la Miel
- La industria del papel en Nerja
En primer lugar haré mención a la fábrica de la villa de Macharaviaya llamado
por aquel entonces el “pequeño Madrid”. En el año 1776 el patronato político dirigido
por el ministro Don José de Gálvez y Gallardo, creaba una Real Fábrica de Naipes,
contaba con la mejor maquinaria de aquel tiempo, cuya función era distribuir naipes
para las principales colonias americanas.
Así en Real Cédula de creación, dada en San Ildefonso en agosto de 1776, el
rey Carlos III, cree que es conveniente para la Hacienda española la creación de esta
fábrica. Este tipo de industria se puede considerar como mixta, por lo cual fue creada
tanto con la participación del Estado como con el capital privado.
Para la construcción del edificio que creará la fábrica. La Real Hacienda hace un
anticipo a D. Félix de 500.000 reales y le otorga una subvención de 30.000 reales.
Al principio edifica una casa-fábrica y nuevas casas para los operarios, que
serán adquiridas por el Estado en 1785. En el 1791 se construirán más casas y un
inventario con las siguientes dependencias:
Dos almacenes largos
Un patio
Dos despachos
Un portal
Once cuartos de impresión
La organización de la fábrica era la siguiente:
Director: D. Félix Solesio (desde su fundación hasta su muerte), posteriormente
lo fueron sus dos hijos (Félix María y Leonardo) y su yerno Braulio Hernández. La
función del director era la gestión económica de la empresa y la elección de los
empleados, con prioridad los del pueblo. La gratificación de su trabajo dependía de
los beneficios obtenidos.
Cargos dependientes de la Real Hacienda: Designados por el gobierno y
retribuidos unos con dinero público y otros por el proveedor. Estos cargos son los
siguientes:
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- El subdelegado o juez protector: encargado de los asuntos relativos al
establecimiento.
- El comisario real: recibía las barajas en Málaga y pagaba al asentista con
fondos de la Real Hacienda. Custodiaba la conservación del los mazos de cartas y su
envío a América. Su gratificación era del 1% del precio de los naipes fabricados.
- El interventor y el primer revisor: asignados por el Estado examinaban los
naipes para que fueran de la calidad y clase exigida. Sus sueldos eran pagados a
medias por el asentista y por la Hacienda.
- Los otros revisores: asignados por motivos de las denuncias de la mala calidad
de las cartas, la labor de estos consistía en rechazar todos los naipes que no se
consideraban satisfactorios. Sus nominas corrían a cargo del proveedor.
- Operarios: En su mayoría eran de Macharaviaya y de los pueblos colindantes,
pero también italianos y madrileños. En 1779 la fábrica tenía un total de 208 operarios.
Las operaciones básicas para la fabricación de las cartas la podemos clasificar
en tres bloques:
1. Preparación del papel: corte del papel según el tamaño adecuado para
cada tipo de baraja.
2. Pintado o estampación: teñido de los naipes a mano o mediante la
técnica de estampado.
3. Bruñido: dar brillo a las cartas con una pátina que las salvaguardaba y
hacía su uso más perdurable.
La calidad de las barajas dependía del papel y este era escaso por lo cual al
principio el Señor Solesio tuvo que adquirirlo en Barcelona o Génova. Posteriormente,
construyó los batanes de Arroyo de la Miel.
Los tipos de barajas fabricadas eran muy diversas, y se distinguían por el grueso
del papel utilizado y por el dibujo (dados, conchas, cuadros, mostachones, estrellas,…)
o color del reverso (rojo, verde o azul). Los de mayor precio eran los naipes más finos
por su calidad.
La producción sufrió grandes altibajos, la más significativa fue la caída sufrida
entre el año 1791 y 1792 por motivos del cierre temporal de la fábrica. En la primera
contrata, en el año 1776 al 1786, se estipuló la cantidad de 1.080.000 barajas al año,
lo que sólo se cumplió los tres primeros años. En el 1781 se revisó la producción por la
mala calidad de las cartas y bajo la cantidad fijada a 702.000 juegos y en 1792 se
crearon 600.000 barajas. A partir de estas fechas la producción va decayendo, y así
seguirá hasta el definitivo cierre de la fábrica. La factoría siguió funcionando hasta
principios del S. XIX.
En segundo lugar hablare sobre la fábrica de Hoja de lata de Ronda, industria de
gran importancia en aquella época, que utilizaban el mineral de sus aledaños y lo
convertía en hojas de lata. La fábrica comenzó a funcionar en el 1725 y cerró en el
1765, aunque se recogen algunos datos de cierta actividad en el 1802. Una de las
causas por la cual esta fábrica decayó fue por el coste tan alto del transporte.
En tercer lugar la fábrica de papel de Arroyo de la Miel. En 1784 el genovés Félix
Solesio compra el cortijo de Arroyo de la Miel a Baltasar Zurita con la idea de edificar 6
fábricas de papel (papel blanco y de estraza) para suministrar a la Real Fábricas de
naipes de Macharaviaya. Solesio decide hacerse cargo de su dirección y D. José
Gálvez le apoya en tal empresa, D. José Gálvez nace en el 1720 en la villa malagueña
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de Macharaviaya , descendiente del vasco D. Antón Gálvez, que había recibido de los
Reyes Católicos un lote de tierra por su participación en la conquista de Granada,
cuando nace D. José Gálvez, la situación económica de la familia había decaído y
vivían como hidalgos pobres. En su niñez se distinguió por su gran inteligencia y
gracias a varios benefactores curso estudios, primero en Málaga y después en Madrid.
Ejerció como jurista por lo que el rey Carlos III le nombró Alcalde de la Casa y Corte y
en 1765 lo hizo Inspector General de Hacienda en Méjico y Visitador General de
Nueva España. En 1772 regresa a España y el monarca para agradecer sus servicios
a la corona, le nombra caballero de la Orden de Carlos III, Marqués de Sonora y
Secretario del Consejo de India.
La Real Hacienda fomentó la creación de la fábrica y casas de operarios en
Macharaviaya, concedió adelantos y subvenciones y tenía, la obligación de adquirir
toda la producción. También se encargaría de tutelar y controlar la empresa por medio
de su personal dependiente.
En la Real Cédula se detallan una serie de prerrogativas que esta fábrica
recibiría, entre ellos la exclusiva del mercado americano, además de dispensas
fiscales, jurisdicción especial, entre otras.
El esfuerzo e iniciativa de D. Félix Solesio le llevará a ser nombrado, director de
la Real Fábrica de Naipes de Madrid.
Sin embargo, las circunstancias poco favorables, provocan su ocaso económico,
muere en el año 1806 agobiado por los acreedores.
El viajero inglés Joseph Towsend que visitó la casa de los Solesio en Málaga en
aquella época, le dedico el siguiente escrito:
“Mientras asistía en la Catedral a la celebraciones pascuales, tuve
la oportunidad de conocer a una persona que la casualidad colocó junto a
mí y que después de contestar a mis preguntas y de explicarme las
ceremonias que más habían llamado mi atención, tuvo la bondad de
invitarme a su casa. Encantado por la franqueza de sus modales, acepté
la invitación y le acompañé a casa, donde tuve la dicha de conocer a su
padre, una de las personas más sensibles e inteligentes que me han
honrado con su amistad y su estima”.
Una industria dirigida por este italiano personalmente por el ministro de Indias,
José de Gálvez, con la idea de mejorar la situación económica de su pueblo natal,
Maracharaviaya.
La creación de esta fábrica fue un acto grandioso y de apego de D. José Gálvez
y de toda la familia a su pueblo con el único propósito de crear riqueza económica y
humana,
El papel con el que elaboraba estos naipes se obtenía en Arroyo de la Miel, lugar
escogido por Félix Solesio por la existencia de molinos para la creación del papel. Una
vez creados los naipes tras su paso por Macharaviaya, estos eran almacenados en un
inmueble de la calle Granada de la capital malagueña para su exportación a América.
Félix crea un complejo para albergar las viviendas de los trabajadores. En la
finca del genovés hay una “Tribuna” que le da nombre a este edificio. Esta vivienda fue
donde habitaba temporalmente la familia Solesio, ya que habitualmente vivían en su
palacio de calle Granada en Málaga. Este es el inmueble más antiguo de Arroyo de la
Miel creado a finales el S. XVIII.
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Hay otros restos de esta época como es el edificio de “La Fabriquilla” donde aún
se conserva un molino y una escultura de Félix Solesio.
Si bien las factorías dejan de producir en 1806, su infraestructura y viviendas
son la génesis del actual núcleo urbano de Arroyo de la Miel. A partir de este momento
empieza el poblamiento de todo el municipio beneficiado por el cada vez más denso
tráfico comercial entre la ciudad Málaga y toda la costa.
En el 1787, surgió la primera ocasión de favorecer la industria textil, con motivo
de la demanda de un vecino de Granada, D. Juan José de Asís, que planteó
establecer la fabricación de telas para competir con las importadas del extranjeros, y
aunque el Consulado se mostró favorable, como lo requería el asunto y pidió
muestras, no se realizó nada por desinterés del interesado.
En el 1790, se avisó en condiciones favorables y se declaró beneficiosa la
fabricación de miñonetas (encajes) planteadas por D. Andrés Gracián, que pedía en
calidad de préstamo 4.000 pesos con destino a las mismas. Esta operación fue
concedida por Real Orden de 18 de enero de 1791, con la condición de que se
instalasen 60 telares y se hiciera el pago en dos años; pero aun así no llegó a
prosperar esta industria, pues en 1796 el director de ella, D. Francisco Muñoz,
requería de nuevas ayudas económicas para seguir, ya que al dueño le era imposible
mantenerla, y a esta petición no se accedió por falta de fondos económicos.
Otra concepción similar a esta fue otorgada a D. Bernardo Piva, de Roma que
fue al Consulado pidiendo 30.000 reales y el pago del alquiler de un inmueble, por 10
años con el fin de crear una fábrica de tejidos estampados para chupas, chaleco,
empleando a varias muchachas sin recursos. Tras diversas gestiones se acordó
facilitarle un préstamo anual de 5.000 reales, obligándose D. Bernardo Piva a enseñar
a dos jóvenes, pudiendo el Consulado perdonar que le devolviera dicha cantidad, si
aquellas y el establecimiento progresaban. El Cuerpo mercantil recelaba de
industriales de otros países, que se presentaban como auténticos técnicos en sus
profesiones, según se observa de un informe en el que se decía haber “tocado por
experiencia de que el beneficio de tales facultativos extranjeros aparentan y ofrecen a
favor de la nación o pueblo en que residen, viene a verificarse únicamente solo en su
provecho”.
Tal vez por esta desconfianza hacia los extraños y por recelo, cuyos beneficios
se aumentaban en exceso, el Consulado, con experiencia económica, ayudó
principalmente a las fábricas de paños de algunos pueblos de nuestra provincia,
industria muy antigua en este trabajo, regulada minuciosamente en tiempo de los
Reyes Católicos y cuyos artículos eran de fácil salida y altos beneficios.
En 1792 el Conciliario D. Pedro Piédrola y Verdugo mostró un escrito sobre la
situación y estado en el que se encontraban las fábricas de paños, sayales (tela basta
de lana burda), sayaletes (sayal delgado para túnicas interiores) y jerguetas (tela de
seda de lana de tejido parecido al de la jerga) de la villa de Coin. A esta iniciativa de la
Corporación, se le unieron las peticiones directas de varios fabricantes, como D.
Cristóbal García, que pidió 7.000 reales para la construcción, de una máquina, movida
por agua y poner a funcionar otra, juntas todas las peticiones y según el informe se
acordó pedir autorización para destinar 60.000 a 70.000 reales al año para ayuda de
aquellos industriales, que fue autorizada por Real orden de 1 de marzo de 1793.
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Iniciada la empresa de esta forma general, desde estas fechas hasta 1800 se dieron
periódicamente grandes préstamos a los industriales de aquellos pueblos. Mediante
garantías y en vista de los escritos que daba D. Juan Vázquez, en constante
comunicación con el Consulado, a los empresarios a los cuales se les concedía
fábricas pedían las mismas garantías que se les dispensaba a las factorías de otros
reinos, con categoría de reales, enviándose en septiembre de 1795, por la Junta
General de Comercio y Moneda, un escrito en la que se les declaraba acreedoras a
tales privilegios y se le agradecía la labor del Cuerpo mercantil. En estas fechas se
cree que hubo grandes adelantos en la fabricación, pues se deseó competir con los
productos de otras naciones. Por consiguiente, en 1799 el fabricante D. Feliz Moreno
mandó muestra del tejido llamado “medio paño”, como copia del extranjero para que el
Consulado intercediera para la concesión de ciertos privilegios.
En 1800, desatendidas las continuas reclamaciones del aquel organismo sobre
su precaria situación económica y como algunos fabricantes dejaron de pagar sus
deudas, se les privó de ayuda a los mismos, delegando para decidir en justicia en los
Consiliarios, señores Bazo y Aróstegui, a fin de que supervisaran los trabajos de las
fábricas. Avisaron que estos individuos no necesitaban de ayuda económica, bien por
invertir los fondos en otros negocios, por haber dejado de ser fabricantes, o por haber
mejorado y contar ya con buenos ingresos, resolviéndose en vista de estos
antecedentes, excluir a ocho casas de la ayuda que se les venía dando y dar a los
demás la mitad de la cantidad habitual, imponiéndose la necesidad de desatender
muchas ayudas económicas en años siguientes, por falta de liquidez. También
padecieron la misma suerte los fabricantes de paños de Yunquera.
La industria más próspera de Málaga y su provincia en la época musulmana fue
la producción de seda y su elaboración, siendo famosos y muy demandados los ricos
tisúes, brocados y sargas que se confeccionaban en los telares. Después de la
reconquista siguió la confección de estos tejidos de seda, y los Reyes Católicos, con
interés de potenciar esta industria, dieron varias disposiciones, aprobando el
emperador Calos V unas meticulosas ordenanzas del gremio. En los siguientes
reinados perduró aquel llamado noble arte de la seda y fue una importante fuente de
ingresos para el fisco, pero con el tiempo fue decayendo hasta casi su total ruina en el
reinado de los primeros borbones. Las causas de este ocaso englobaban a todas las
regiones sederas de todo el país; estas eran variadas y complejas; pero en lo referente
a Málaga, un informe del Consulado señalaba las causas siguientes:
El no quedar exentos del servicio militar los jóvenes del arte de la seda, como
lo habían estado desde 1765 por Real Orden del 21 de julio.
El impuesto de un 4% sobre las sedas torcidas naturales de Granada.
El no cumplir con lo establecido en cuanto a la exposición de las mismas en las
Aduanas para la supervisión de su hilado.
Fraudes de las fábricas extranjeras y el contrabando.
Enfrentado el Cuerpo con los problemas mencionados anteriormente, dedicó
especial atención:
1. Adquirió y distribuyó seda, avalando con la existencia adquirida el
trabajo de las fábricas.
2. Edificó y repartió telares entre los artesanos y empresas.
3. Promovió el cultivo de morales y moreras.
4. Obtuvo dispensa de impuestos y derechos.
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5. Facilitó la salida de los géneros.
A pesar de todo lo expuesto y del interés y la diligencia con que se hizo, la
tradicional industria no consiguió ser restaurada:
A) La producción extranjera con su invencible competencia.
B) La pérdida de los mercados de América.
C) El poco estimulo o la inadecuada inversión del dinero por los
fabricantes.
Todos estos acontecimientos hicieron infructíferos todos los trabajos de la
Corporación, que vio como decaída esta industria, floreciente en tiempos pasados.
BIBLIOGRAFIA
BEJARANO ROBLES, F. (2000) Las calles de Málaga. Málaga: Arguval.
GAMEZ AMIAN, M.A. (1983) La economía de Málaga en el S. XVIII. Málaga: Universidad servicio de publicaciones.
VILLAS TINOCO, S. (2007) LA MALAGA ILUSTRADA DEL S. XVIII: Fundación Aena.