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    LA PERSONA HUMANA

    JESS GARCA LPEZ

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    LA PERSONA HUMANA

    1. NECESIDAD DE UN SUJETO HUMANO.

    Se podra pensar que el establecimiento de la existen

    cia de un sujeto humano, de lo que llamamos el yo de

    cada uno, es el resultado de una inferencia que, partien

    do de ciertos datos de nuestra experiencia ordinaria (las

    operaciones que realizamos, los hb itos que p oseemos, las

    relaciones que adquirimos), viene a concluir en la existen

    cia de una causa de los mismos (de una causa eficiente

    que los produce o de una causa material , es decir , de un

    sujeto en que arraigan). Una tal inferencia es ciertamente

    posible y lgicamente vlida. Pero no se puede negar que,

    con anterioridad a cualquier inferencia, cada uno de noso

    tros tiene la conciencia clara de la existencia de su pro

    pio yo. Se trata de una vivencia, de una experiencia que

    ciertamente no es sensible, pero que no deja, por eso, de

    ser indudable. Cada uno de nosotros se vive como existen

    t e

    como real, en el origen de sus actos; ha sta el pu nto de

    que nadie puede pensar con asentimiento que l no exis

    te (aunque lo pueda decir )

    l

    .

    La verdad de nuestra propiaexistencia se nos impone con una evidencia absoluta. DES

    CARTESlo vio m uy claram ente: Pero al m ismo tiem po que

    quera pensar que todo era falso, era necesario que yo,

    que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y comprendiendo que

    1 S A N T O T O M S

    escr ibe: Nullus potest cogitare se non esse cum

    assensu:

    in hoc enim quod cogitat al iquid, percipit se esse (D e V e n

    ate, q. 10, a. 12, ad 7).

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    JESS GARCA LPEZ

    esta verdad: pienso, luego existo, era tan firme y tan se

    gura que las ms extravagantes suposiciones de los es-

    cpticos eran incapaces de quebrantarla, juzgu que la

    poda tomar, sin escrpulo, como el principio de la Filo

    sofa que buscaba

    2

    .

    Por lo dems, es el colmo de la insensatez el afirmar,

    como lo hacen algunos neopositivistas, que la expresin

    yo existo carece de significado. Tal postura no se explica

    sino por la reduccin arbitraria de la fuente de todo signi

    ficado a la pura y desnuda experiencia sensible. Pero el

    sano juicio que habita en el interior de todo hombre se

    subleva contra tal reduccin y se re de ella. Para todo

    hombre que est en sus cabales la expresin yo existo

    tiene una significacin muy clara, y la verdad que enun

    cia, una evidencia deslumbradora. Ese yo es el sujeto ms

    radical , el origen primero intrnseco de todos nuestros

    actos;

    y no es una suposicin arbitraria, sino algo cons

    cientemente vivido por cada cual, a poco que reflexione.

    En nuestros propios actos va connotada su referencia al

    origen, y por eso, al tener la experiencia interna de nues

    tros actos, tenemos a la par la vivencia ntima de nuestro

    yo, de la existencia de nuestro yo.

    Todo esto sin perjuicio de la validez de los argum ento s

    que puedan aducirse para corroborar la necesidad de un

    sujeto de nuestros actos, hbitos y relaciones. Porque

    nuestros actos, tanto externos como internos, son pasaje

    ros, y tambin lo son las relaciones que mediante ellos

    trabamos con nuestros semejantes y con el mundo que

    nos rodea. Los mismos hbitos que adquirimos son tam

    bin en alguna medida transitorios; todos, en efecto, hancomenzado a darse en nosotros sin que antes los posey

    ram os, y m uch os de ellos se pierd en po r la falta de uso o

    por acciones contrarias. Y sin embargo, nosotros conser

    vamos a lo largo de toda nuestra vida (dejando a un lado

    las anorm alidades psquicas) la conciencia de nue stra

    2.

    R. DESCARTES, Discurso del Mtodo, 4 .

    a

    par te ; ed . A . T. , t . VI ,

    pg. 32.

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    LA PERSONA HUMANA

    identidad personal, la conciencia de nuestra permanencia

    en medio de tantos cambios, Esto no se puede explicar

    sin recu rrir a un sujeto nico, constante, perm anen te, q ue

    subyace en cierto modo a todos nuestros actos, hbitos y

    relaciones, pero que tambin se revela en ellos

    3

    .

    Conviene, por lo dems, aclarar que cuando hablamos

    aqu de un sujeto radical y nico de nuestros actos, hbi

    tos y relaciones, no nos estamos refiriendo a un no sabe

    mos qu

    substratum

    oculto, que qued ara po r debajo de

    aqullos, inalterab le, inmvil, indiferente, respe cto de un os

    acontecimientos que se desarrollaran a su alrededor o

    en su periferia. Esta es una mala caricatura de la doctrina

    clsica de la composcicin de sustancia y accidentes. Na

    die defiende en serio semejantes inepcias. El sujeto hu

    mano o el yo de cada uno es un fund am ento real de nues

    tros actos, hbitos y relaciones, pero no queda al margen

    o se halla separado de ellos, sino que es intrnseco a los

    mismos y est afectado por aqullos hasta en su ms re

    cndita raz. O dicho de otro modo, todos esos accidentes

    calan y penetran hasta lo ms hondo de la sustancia en

    la que inhieren, y a su vez la sustancia aflora en los acci

    dentes y los pervade hasta sus ltimos entresijos, si puede

    hablarse as. En todo caso hay una compenetracin nti

    ma entre esos dos principios o elementos: los accidentes

    no pueden darse sin la sustancia y estn esencialmente

    vertidos a ella; la sustancia creada, por su parte, tampoco

    puede darse sin algunos accidentes y dice tambin una

    relacin esencial a ellos. Y con todo no son lo mismo la

    3.

    Uno de los m s famosos empi r i s tas y fenom enis tas ,

    DAVID HUME,

    se ve obl igado a confesar en es te pu nt o: Tod as mis esperanz as se des

    vanecen cuando me propongo expl icar los pr inc ip ios que unen nues t ras

    suces ivas percepciones en nues t ro pensamiento o conciencia . No puedo

    encont rar n inguna teor a que me sa t i s faga en es te punto [ . . . ] . S i nues

    t ras percepciones inhi r iesen en a lgo s imple e individual o l a mente

    perc ibe a lguna conexin rea l ent re e l l as , no habr a n inguna d i f i cul tad

    en la cuest in. Por eso, yo debo invocar aqu el pr ivi legio del escp-

    tivo,

    y confesar que esa d i f i cul tad es demasiado fuer te para mi in te

    l igencia (A Treatise of Hum an Nature, Ed. by L. A. Se lby-B igge , Ox

    ford, 1955, pg. 636).

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    JESS GARCA LPEZ

    sustancia y los accidentes, porque la una es principio de

    permanencia y estabilidad, mientras que los otros son

    principios de variacin y enriquecimiento progresivo de

    aqulla.

    2. EL

    PROBLEMA

    DE LA

    NATURALEZA HUMANA.

    La existencia de una naturaleza h um ana plantea el pro

    blema de su compatibilidad con la libertad de la que esta

    mos indudablemente dotados. Para ser l ibre, el hombre

    tiene que estar constitutivamente abierto. Una naturaleza

    completamente hecha, cerrada, acabada, no puede dar lu

    gar a un obrar l ibre. Se necesita un amplio margen de

    indeterminacin, as como una reserva de energa poli

    valente y autorregulable. Y cmo encontrar todo esto en

    el ser humano?

    Gran parte de la filosofa contempornea (sobre todo,

    el existencialismo y el historicismo) ha credo poder re

    solver el problema negando pura y simplemente que exis

    ta una naturaleza humana. Por naturaleza hay que enten

    der la constitucin o estructura fija, permanente, estable

    en medio de las mudanzas a que puede verse sometido el

    ser que posee dicha naturaleza, siempre que dichas mu

    taciones sean accidentales, es decir, que permitan seguir

    afirmando que se trata del mismo ser, aunque cambiado

    o alterado.

    Y es cierto que el hombre tiene alguna naturaleza, en

    cuanto que es un cuerpo, y un cuerpo viviente y sensitivo.

    Por eso pueden encontrarse en l una serie de leyes natu

    rales: fsicas, biolgicas e incluso psquicas, semejantes a

    las que se encuentran en los otros animales. Pero si es

    innegable que el hombre

    tiene

    una naturaleza, lo que ya

    no est claro es que el hombre sea esa naturaleza que tie

    ne.

    Muchos filsofos contemporneos afirman, ms bien,

    que el hombre no es naturaleza alguna, aunque tenga o

    est unido a cierta naturaleza corporal. Y llegan a esta

    conclusin tras haber distinguido entre ser y tener

    por un proceso de depuracin en virtud del cual es tras-

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    LA

    PERSONA HUMANA

    ferido al tener del hombre todo lo que no quede incluido

    en la esfera de la conciencia lcida y de la libertad in-

    condicionada. Por eso el ser del hombre es reducido a con

    ciencia y libertad. Todo lo que haya en nosotros de oscu

    ro, de opaco, de inadecuado a la conciencia; y todo lo

    que haya de incontrolado, de necesitante y que escape a

    la libertad; todo eso entra en el haber del hombre, pero

    no constituye su ser.

    De aqu las descripciones que se hacen del hombre en

    el sector de la filosofa contempornea a que nos referi

    mos. El ho m bre no es algo que est hecho de una vez

    para siempre, sino algo por hacer; literalmente, un que

    hacer; es movilidad pura, mera historia, incondicionada

    libertad; no es esencia alguna, sino pura existencia des

    nuda, puro proyecto, mero afn de ser

    4

    .

    Varias razones se aducen para corroborar estos aser

    tos. Valgan estas tres:

    1.

    a

    La esencia o la natu raleza es algo com n a mu

    chos;

    pero el hombre, cada hombre, es una personalidad

    irrepetible.

    2.

    a

    La esencia o la na tura leza es algo fijo; pe ro el

    hombre es esencialmente mudable.

    3.

    a

    La esencia o la natu raleza es algo dete rm inad o,

    delimitado; pero el hombre es libre, est constitutiva

    mente abierto, suelto.

    4. ORTEGA Y GASSET e s c r ib e : Pa r a h a b la r , p u e s , d e l s e r h o m b re

    tenemos que e labora r un concepto no-e le t ico de l se r , como se ha e la

    borado una geometr a no-euc l id iana . Ha l legado la hora de que la s i

    mien te de Herc l i to d su magna cosecha . E l hombre es una en t idad

    inf in i tamente p ls t ica de la que se puede hacer lo que se qu ie ra . Pre

    c isamente porque e l la no es de suyo nada , s ino mera po tenc ia pa ra se r

    como us ted qu ie ra [ . . . ] . M ien tr as tan to , e l cuerp o y la ps ique de l

    h o mb re , s u naturaleza, n o h a e x p e r ime n ta d o c a mb io a lg u n o imp o r ta n

    te a l que quepa c la ramente a t r ibu ir aque l las e fec t ivas mutac iones [ . . . ] .

    La v ida humana no es , por tan to , una en t idad que cambia acc iden ta l

    men te , s ino , a l revs , en el la la sus tan c ia es p re c isam ente cam bio , lo

    cua l qu ie re dec i r que no puede pensarse e le t icamente como sus tan

    cia Historia como sistema, 6.

    a

    ed. de las Obras Completas, Madrid,

    1964,

    t. V I, pgs. 34-35).

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    JESS GARCA LPEZ

    Consideremos atentamente estas tres razones.

    Es cierto, en primer lugar, que cada hombre es una

    subjetividad irrepetible, irremplazable. Un hombre no es

    nunca un mero nmero en una cadena de seres idnticos.

    Todo hombre vale por s mismo. El destino de cada hom

    bre es estrictamente personal; no puede ser cumplido por

    otro hombre. Esta es la diferencia que hay entre las per

    sonas y las cosas. Slo cuando el hombre es tratado como

    una mera cosa un trozo de materia orgnica, un mero

    ser viviente, un simple animal puede ser suplido o sus

    ti tuido. Pero siendo esto as, podr hablarse todava de

    una naturaleza humana comn a todos los hombres? No

    ser esto desconocer lo que hay de verdaderamente hu

    mano en el hombre, que es su carcter de persona? Eso

    comn no ser lo que el hombre tiene de cosa, mientras

    que lo propio de cada uno ser lo que el hombre tiene de

    persona?

    Estas preguntas son, sin duda, inquietantes; pero su

    respuesta no puede ser tan sumaria que desconozca que

    los hombres, tambin como hombres, t ienen algo en co

    m n. Y a props ito de la palab ra comn advirtamos que

    no se designa con ella lo que no es de nadie, sino preci

    samente lo que es de todos y de cada uno. Pues bien,

    esa ndole de persona (sujeto individual, irrepetible, fin

    en s mismo, dueo de sus actos, forjador de su propio

    destino) es ciertamente algo comn a todos los hombres

    considerados precisamente en cuanto hombres. Esa ndole

    forma parte esencial de la naturaleza humana; el hombre

    todo hombre es eso, y tambin algo ms, porque

    tener un cuerpo y una determinada estructura psicoso-

    mtica nos es asimismo esencial.

    El que en los hombres de todos los t iempos y lugares

    se realice una misma naturaleza comn no es incompati

    ble con el hecho de las grandes diferencias histricas y

    culturales en tre ellos, ni tampoco con el carcter personal

    e insustituible de cada ser humano. La admisin de una

    cosa no lleva aparejada la negacin de la otra, sino que

    ms bien se complementan. Ningn hombre es tan sin

    gular, tan personal, tan suyo, que deje por eso de ser hom-

    170

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    LA PERSONA HUMANA

    bre.

    Ni tampoco la naturaleza humana puede darse pura,

    sin modular, sin matizar, sin una singularidad irrepetible,

    en hombre alguno. Por este lado, pues, no se v porqu

    haya que negar la naturaleza humana.

    La segunda razn de las sealadas ms atrs presenta

    ba la inco m patib ilidad en tre el car cter esencialmen te

    mudable de nuestro ser y la presencia en nosotros de una

    naturaleza humana que, como toda naturaleza, habr de

    ser algo estable y fijo. Pero esta incompatibilidad es slo

    aparente. Todo hombre es ciertamente mudable, y de he

    cho cambia mucho a lo largo de su vida. Cualquiera de

    nosotros, si vuelve la vista atrs, puede comprobar en s

    mismo esta mudanza de su ser con relacin a los aos

    de la niez o de la adolescencia; mudanza que afecta no

    slo a nuestro cuerpo, sino tambin a nuestra alma o a

    nuestro mundo interior . Pero a pesar de todos estos cam

    bios,

    seguimos reconocindonos los mimos. Luego la mu

    danza no es tan grande como para tener que negar toda

    naturaleza humana.

    Pensemos que no es lo mismo el cambio que la sus

    ti tucin. El cambio puede ser ms o menos profundo,pero mientras sea cambio exigir la permanencia del su

    jeto que cambia. Tan necesario es admitir ese sujeto per

    manente a travs del cambio, como el cambio mismo

    efectuado en ese sujeto. Las dos cosas, la permanencia y

    la mudanza, vienen implicadas en el concepto de cambio.

    Cuando la permanencia falta no nos encontramos ante un

    cambio mayor, un cambio que es ms cambio, sino ante

    otro fenmeno distinto, ante la sustitucin, que no es cam

    bio alguno. En consecuencia, cuanto ms se insista en la

    variabil idad y mutabilidad del ser humano ms habr que

    subrayar la necesidad de un sujeto permanente, que es

    precisamente la esencia o la sustancia humanas; y no

    slo la esencia universal y comn a todos los hombres,

    sino tambin la esencia singular e irrepetible que es cada

    uno de nosotros.

    La tercera razn de las aducidas anteriormente trata

    de presentar como incompatibles la determinacin o de

    limitacin de toda naturaleza con el carcter de abierto

    171

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    JESS GARCA LPEZ

    propio del hombre. Pero esto, a lo que nos lleva es a dis

    tinguir radicalmente entre la naturaleza corprea la

    cosa, en el sentido estricto de esta palabra, y la naturaleza

    espiritual la persona. Ciertamente que el hombre no es

    una mera cosa, aunque tambin participe de la condicin

    de sta, porque es esencialmente corpreo. El hombre,

    como veremos ms detenidamente despus, es persona, es

    una sustancia individual de naturaleza racional, es espri

    tu, aunque encarnado o cosificado en parte. La cosa o la

    sustancia corprea tiene una naturaleza restringida, coar

    tada, cerrada. En cambio, la persona o la sustancia espiri

    tual, tiene una naturaleza amplia, suelta, abierta. Ya

    ARIS-

    TLES afirmaba que el alma [es decir, lo que hay de

    espiritual en el hombre] es en cierto modo todas las

    cosas

    5

    , ySANTO TOMS, basndose en ese dicho aristotli

    co, escribe que la naturaleza del ser que no conoce [de

    la mera cosa] es ms limitada y angosta, y en cambio

    la del ser que conoce [especialmente la de la persona] es

    ms amplia y vasta

    6

    .

    Pero puede insistirse todava en que es tal la amplitud

    y vastedad de nuestro ser que no tolera ningn tipo de

    fronteras, y stas, aunque sean muy amplias, se requieren

    para poder hablar de una naturaleza, de una cierta de

    terminacin o delimitacin.

    SANTO

    TOMS escribe tambin

    que a toda naturaleza corresponde algo fijo y determina

    do a ella

    7

    . Pero qu es lo fijo y determinado que deba

    corresponder a esta naturaleza constitutiva del ser huma

    no, si su apertura es i l imitada o totalmente irrestricta?

    En la continuacin del texto que acaba de citarse,

    SANTO

    TOMS

    dice, refirindose a la voluntad, que su objeto o su

    determinacin hay que ponerlos en el bien en comn, es

    decir, en el bien sin ms, sin restriccin alguna, y parale

    lamente, refirindose al entendimiento, dice en otros lu

    gares que su objeto o su determinacin hay que ponerlos

    5. De

    Anima,

    II I, 8; Bk 431 b 21.

    6. S. Th.

    y

    I, q. 14, a. 1.

    7.

    S.

    Th.,

    M I , q. 10, a. 1, ad 3.

    172

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    LA PERSONA HUM ANA

    enlaverdadsin ms o en el ser sin restriccin. Perosi el

    bien

    en

    comn cubre todo bien

    y la

    verdad

    y el ser sin

    restriccin cubren toda verdad

    y

    todo

    ser,

    qu queda

    fuera de esos objetos? Dnde estn las fronteras que se

    exigen pa ra

    que

    pueda hablarse

    de una

    naturaleza,

    de una

    determinacin o delimitacin, aunque sean muy am

    plias?

    Aqu

    es

    donde inciden

    con ms

    fuerza

    los

    argumentos

    del existencialismo. MARTN HEIDEGGER describealhombre

    como Dasein,es decir, como el ah del ser, comoel lu

    gar

    o la

    casa

    del ser. Por eso el

    hom bre t iene

    una

    apertura

    tan amplia como

    el ser, y por eso la

    nica posible esen

    cia

    del

    hombre

    es la

    libertad (entendida como libertad

    trascendental ,o sea como apertura i rres t r icta del ser hu

    mano);

    una libertad queconsiste en dejar ser al ente,en

    permitir

    que los

    entes

    se

    muestren

    en su ser; que es lo

    mismoque la verdad como aletheia, como descubrimien

    to.Por esoescribe

    HEIDEGGER

    que laesenciade laverdad

    esla libertad

    8

    ; y aade: Lalibertad se descubre como

    el dejar ser al ente [ . . . ] . La libertad, antes que todo,es

    el compromiso

    con el

    desvelamiento

    del

    ente como

    tal

    [ , . . ] . La libertad, entendida como el dejar ser al ente,

    cumpley realiza laesenciade laverdaden el sentidodel

    desvelamiento

    del

    ente

    9

    . Dicho

    de

    o tra m anera :

    la

    esen

    cia delhombrees no tener esencia alguna; elhombre es

    un

    ser, un

    existente, cuya nica esencia consiste

    en

    exis

    tir,en estar totalmente abiertoyofrecido a lal lamadadel

    sersinm s : unapura aper tura o pura l ibertad.

    Por supar te ,

    JUAN PABLO SARTRE

    no tiene inconvenien

    te

    en

    identificar

    al

    hombre

    con la

    nada. Establece

    una

    contraposicin irreductible entre

    el

    ser

    en s, que es

    cualquier objeto, cualquier serrealo ideal da doen lacon

    ciencia,y elser para s, que es el polo subjetivo,lacon

    ciencia misma,

    a la que es

    dado cualquier objeto. Pues

    8.

    M. HEIDEGGER, om

    Wesen

    der

    Wahrheit,

    F r a n k f u r t am Main,

    1954,

    pg. 12.

    9. Ibidem, p gs . 13-16.

    173

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    JESS GARCA LPEZ

    bien, la contraposicin entre el en s y el para s es,

    literalmente, la contraposicin entre el ser y la nada. Por

    ejemplo, escribe: El para-s no agrega nada al en-s, ex

    cepto el hecho mismo de que haya en-s [.. .] . No hay

    nada fuera de lo que veo o de lo que podra ver [...] . De

    este ser (el en-s) que me enviste por todas partes y del

    que nada me separa, estoy separado precisamente por la

    nada [ . . .] . Hay ser porque soy negacin del ser [ . . .] .

    Esta mesa que est ah es ser y nada ms; esa roca, ese

    rbol, aquel paisaje, ser y si no, nada

    10

    . En una palabra,

    para SARTRE: el conocimiento es el mundo [ . . .] . El mun

    do y fuera de esto,

    nada

    [ . . . ] . Esta

    nada

    es la realidad

    humana en s misma

    n

    .

    Hasta estos extremos lleva el existencialismo la nega

    cin de toda esencia humana. Pero es preciso llegar a

    tanto? En primer lugar hay que decir que estar abierto a

    todo no significa lo mismo que estar privado de todo.

    Por el contrario, cuando se est de hecho abierto a todo,

    se es de alguna manera todo, y no nada. Por eso no dijo

    ARISTTELES que el alma (el espritu humano) est en cier

    to modo privada de todas las cosas, sino que afirm que

    el alma es en cierto modo todas las cosas. Si se conoce

    todo, se es cognoscitivamente todo; si se ama todo, se

    es volitivamente todo. La nada, la ausencia o la falta slo

    se dan cuando no se conoce en acto, sino que simplemente

    se puede conocer, o no se quiere en acto, sino que sim

    plemente se puede querer. Por lo que hace al conocimien-

    1 0 .

    J . P .

    S A R T R E

    L tre et le nant,

    P ar s , 1953, p g. 121.

    1 1 . Ibidem,

    pg . 230. En otro si t io esc ribe tam bi n

    S A R T R E :

    D O S -

    to ievsky hab a escr i to : 'S i Dios no ex is t iera , todo es tar a permi t ido* .

    Este es e l pu n to de pa r t id a del ex is tencia l i smo . En efecto , todo es t

    permi t ido s i Dios no ex is te , y por consigu ien te e l hombre es t aban

    donado , porque no encuent ra en s n i fuera de s una posib i l idad de

    as i r se . De en t rada l no encuent ra excusas . S i , en efecto , la ex is tencia

    p reced e

    a la esencia , nad ie podr jams exp l icarse por referencia a

    u n a

    n a t u r a l e z a h u m a n a d a d a y a n q u i l o s a d a ; d ic h o d e o t r a m a n e r a :

    n o

    h ay d e t e rmin i smo , e l h o mb re es l i b re , e l h o mb re es l i b e r t ad

    (L exis-

    tentialisme

    est un humanisme,

    Na gel , Pra s 1967, pg s. 36-37). Y poco

    d e s p u s : e l h o m b re es l i b re y n o h ay n in g u n a n a tu ra l ez a h u m an a

    so b re l a q u e y o me p u ed a ap o y ar

    (Ibidem,

    p g. 52).

    174

  • 7/27/2019 JESS GARCA LPEZ, Universidad de Navarra, La persona humana.pdf

    12/26

    LA PERSONA HUMANA

    to

    SANTO TOMS

    lo dice claramente, siguiendo a

    ARISTTE

    L E S : Lo sensible en acto es lo mismo que el sentido en

    acto, y lo inteligible en acto es lo mismo que el in

    telecto en acto [.. .]. Y por tanto, si el sentido o el

    intelecto son algo distinto de lo sensible o de lo in

    teligible, ser porque uno y otro estn en potencia

    12

    .

    Ahora bien, el hombre (al menos, el adulto) nunca

    se encuentra privado de todo conocimiento (actual o ha

    bitual) ni de toda volicin (actual o habitual). Por con

    siguiente, ni siquiera desde este punto de vista puede

    decirse que el hombre sea una pura nada; es siempre

    algo (actual o habitualmente), y adems lo es todo poten-

    cialmente. Repitmoslo una vez ms: una naturaleza

    abierta no es una naturaleza vaca, no es una nada; es,

    por el contrario, una naturaleza ms l lena o ms plena.

    Pero con esto no est dicho todo. Porque uno es el

    orden del ser real y otro el orden del ser intencional (cog

    noscitivo o volitivo). Supongamos que el hombre, en al

    gn momento de su vida, no conociera nada o no quisie

    ra nada (ni actual ni habitualmente); esto slo querra

    decir que sera en ese momento nada en el orden inten

    cional, pero no que lo tuviera que ser tambin en el or

    den real. En este orden real, el hombre es siempre algo

    concreto y determinado: no slo t iene una naturaleza

    distinta de los otros seres reales: las bestias, las plantas,

    las piedras, sino que adems tiene un ser individual irre

    ductible a cualquier otro ser, incluso al de los dems. Lo

    que sucede es qu e, teniend o un ser singular, tiene la extra

    a propiedad de abrirse a todos los seres sin excepcin:

    puede conocer toda verdad y querer todo bien, y adems,

    de hecho, siempre est conociendo algo y queriendo algo

    (de manera actual o de manera habitual). Esta es una

    extraa prerrogativa, pero indudable. Por lo dems, tene

    mos ejemplos de ella en otras realidades que no son pre

    cisamente el hombre.

    Supongamos una estatua simblica: la estatua al pen-

    12.

    S.

    Th.

    t

    I, q. 14, a. 2.

    175

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    13/26

    JESS GARCA LPEZ

    sador. Se t ra ta rde una realidad singular, concreta,con

    caracteres muy determinados de tamao, f igura, materia

    de

    que

    est hecha,

    etc. y, sin

    embargo, dicha estatua

    re

    presenta o simboliza (estoes, seabre) a todos los pensa

    dores.

    El

    ar t is ta

    ha

    sabido grabar all unos rasgos

    de

    con

    centracinyensimismam iento quecuadran muybiencon

    todos

    los

    pensadores. Siendo como

    es una

    realidad singu

    larsima tieneuna amplitud universal , se abre a muchos.

    Y

    lo

    mismo sucede

    con la

    mayor par te

    de las

    palabras

    del lenguaje humano.Setra ta de palabras concretas, unas

    determinadas emisionesde la voz de un determinado in

    dividuo,

    o

    unas determinadas grafas realizadas

    en un

    momento y en un lugar determinados por una persona

    tambin singular .Y sin embargo tienen una resonancia o

    referencia universal . Esta palabra concreta que yo pro

    nuncio o escribo) aqu y ahora: rbol, representa a

    todos los rboles, seextiende o se abre a todos ellos.La

    experiencia

    nos

    mu est ra,

    en

    estos

    y

    otros ejemplos pare

    cidos,que es perfectamente posible (puesto que es real)

    que

    una

    cosa d eterminada,

    con

    determinacin

    no

    slo

    es

    pecfica, sino incluso numrica

    o

    individual,

    se

    abra

    a una

    pluralidad

    de

    otras cosas

    que

    rebasan

    su

    singularidad

    y

    sus caracteres especficos (porque una palabra no slo

    rebasa

    la

    singularidad

    de

    esta palabra, sino tambin

    la

    naturaleza especfica de palabra) .

    Se dir que estamos en la dimensin de los signosy

    de los smbolos, los cualesno se constituyen como tales

    sino por relacin al hombre .O sea que es el hombre el

    que descubre esa universalidad en la singularidad o el

    quela introduce all .Es lo que

    NICOLAI HARTMANN

    ha lla

    mado

    el

    espr i tu objetivado.

    Las

    cosas las meras

    co

    sas no tienenms que singularidad, pero el hombre es

    capaz

    de

    proyectar

    en

    ellas

    su

    propio espr i tu,

    que es

    uni

    versal,yhacerlasde alguna manera universales.Desue rte

    que slo

    por

    relacin

    al

    hombre ,

    una

    cosa,

    que es

    singu

    lar , puede tener o manifestar una apertura universal .

    Pero estoes lo que nosconfirmaen que elhombreno

    es una mera cosa. Aqu estlapiedrade escndalo donde

    se estrellan todoslosm ateria lismosypositivismos. Estos ,

    176

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    14/26

    LA PERSONA HUMANA

    en efecto, resultan totalmente insuficientes a la hora de

    explicar el hombre y las obras del hombre. Por ejemplo,

    despus de haber examinado minuciosamente un cuadro

    de

    VELZQUEZ,

    y de haber determinado exactamente el ta

    mao del lienzo, el nmero y calidad de los hilos de que

    est tejido, los pigmentos de distintos colores que se

    hallan distribuidos en ese lienzo, y otras cosas por el

    estilo,

    todava queda por determinar lo ms importante

    del cu adro (qu e no se ve con los ojos de la cara, ni se toca

    con las manos, ni se puede medir matemticamente) , a

    saber, su belleza, su a rte, el esp ritu qu e el propio V E

    LZQUEZ

    puso en l. Se habr examinado todo lo que per

    tenece a la materia del cuadro, pero nada que concierna

    a la forma del cuadro como tal . Y de manera semejante,

    despus de haber examinado a un hombre en todo lo que

    tiene de corpreo: sus msculos, sus nervios, sus rga

    nos,

    sus clulas todas una por una, e incluso el funciona

    miento de todo esto y las leyes fisiolgicas que lo rigen,

    todava quedar por descubrir lo ms importante, lo que

    hace que el hombre sea hombre o persona: su alma o

    su espritu. Espritu ste que, siendo tambin singular (el

    tuyo, el mo, o el de cualquier otro), est sin embargo

    abierto a los espr i tus de los otros hombres y a todas las

    cosas del mundo, y al ser, la verdad y el bien sin restric

    cin. Nada de esto puede ser explicado por el materialis

    mo o el positivismo. Pero el que estos sistemas no pue

    dan explicarlo no quiere decir que no sea real e innegable.

    Aqu, como en tantos otros casos, la realidad vence a los

    filsofos y los supera.

    3.

    NATURALEZA

    DEL SUJETO HUMANO.

    Una de las razones que suelen aducir los que niegan

    que tengamos una vivencia inmediata de nuestro propio

    yo, es que distamos mucho de poseer un conocimiento

    adecuado de nosotros mismos. Realmente nos conocemos

    poco y mal, y esto con largo esfuerzo y laboriosa investiga-

    177

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    15/26

    JESS GARCA LPEZ

    cin. Pero cuando as se razona, se estn confundiendo

    dos tipos de conocimiento radicalmente distintos: el exis

    tencial y el esencial. Lo que som os n oso tros (conocim iento

    esencial) es muy difcil de saber, requiere una ardua tarea

    investigadora y realmente es un tema que no se agota

    nunca. Jams llegamos a saber por completo ni lo que es

    el hombre en s mismo ni lo que somos cada uno de

    nosotros, cada hombre en particular. Pero el conocimien

    to del que se ha hablado en el apartado primero de este

    artculo es de otro tipo, pues de lo que se trataba all

    es de saber que existimos (conocimiento existencial); y

    esto: el saber que yo existo, o que cada uno de nosotros

    existe, se obtiene de manera inmediata y con una certeza

    irrefragable. Cada uno percibe en s mismo o vive de ma

    nera inmediata que l existe como sujeto y origen de sus

    actos; y por supuesto que esa percepcin o esa vivencia

    son perfectamente compatibles con una ignorancia casi

    total de la verdadera naturaleza de nuestro yo

    13

    .

    Pero al fin tambin podemos lograr algn conocimien

    to esencial de nosotros mismos, o sea de la naturaleza

    del sujeto humano. Y esto es lo que vamos a intentar a

    continuacin.

    Una vieja y famosa definicin del hombre

    14

    nos dice

    de l que es un animal racional. Analizando un poco es

    ta definicin nos encontramos con que el hombre es una

    sustancia corprea, viviente, sensitiva (esto es lo que sig

    nifica animal) y adems racional (tal es la diferencia es-

    13.

    P ar a un exa me n m s de tenido de es ta cues t in pue de consul

    t a r s e mi artculo El conocimiento del yo segn Santo Toms, publicado

    en e l A N U A RI O FI LO S FI CO de l a U n i ve r s i dad de N ava r r a , vo l . I V

    (1971),

    pgs. 87-115.

    14.

    Se enc uen t r a ya en

    ARISTTELES;

    cfr.

    De Anima.,

    II, 3 ; B k 414

    b 18. Es ta def in ic in es acep tada , e nt re o t ros much os , por

    SAN AGUSTN

    y SANTO TOMS. El pr im ero esc r ibe : Es t e rgo [homo ] anim al ra t ioni s

    capax ; ve r um , u t m e l i us e t c i t i u s d i cam , an i m a l r a t i ona l e (Sermo 43,

    cap. 2, n. 3 ; PL 38, 255) . Y el segu ndo dic e: Pr op riu m ho m inis est

    esse anim al ra t ion ale (C. G., I I I , 39) . Y en o t ro s i t io : Su bs tan t ia an i -

    mata sens ib i l i s t antum, es t def in i t io animal i s : cui , s i addas , e t ra t iona

    le , cons t i tu s spec iem hominis ; s i au tem subt rahas sens ib i le , cons t i tu s

    spec i em p l an t ae (In Metaph., V III , lec t. 3, n. 1724).

    178

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    16/26

    LA PERSONA HUMANA

    pecfica del hombre). Otra manera de entender al hom

    bre es concebirlo como una sustancia compuesta de cuer

    po hum ano y alma espir i tual. Finalmen te el hom bre puede

    ser tambin entendido como persona, es decir, como una

    sustancia individual de naturaleza racional, aunque esta

    definicin que es vlida para toda persona (siempre que

    se la tome analgicamente) debe acomodarse al caso del

    hombre, cuya naturaleza no es slo racional, sino tambin

    corprea.

    Viniendo a la primera definicin, tenemos que el hom

    bre es radicalmente una sustancia, es decir, una realidad

    que no est sustentada en otra, al modo como las cuali

    dades o las relaciones o las operaciones se sustentan o

    inhieren en un sujeto, sino que ella misma es sujeto. Po

    dr estar la sustancia humana (y lo est de hecho) enri

    quecida con una serie de facultades o energas operativas,

    y tambin con una serie de operaciones, hbitos y rela

    ciones, pero radicalmente es una sustancia, un sujeto

    (tanto pasivo como activo); pues no hay manera de expli

    car al hombre si se le concibe como un simple haz de

    energa o una mera suma de operaciones o relaciones.

    La sustancia humana es adems esencialmente corp

    rea, es decir, consta de elementos materiales debidamente

    organizados, y por consiguiente posee las propiedades ge

    nerales de todos los cuerpos, es decir, es extensa, ocupa

    un lugar en el espacio, es cambiante con todo tipo de

    cambio (de lugar, cualitativo, cuantitativo e incluso sus

    tancial) y posee cualidades sensibles. Es falsa cualquier

    concepcin del hombre que excluya a la corporeidad de la

    esencia del mismo, como la concepcin platnica o la car

    tesiana, o la de aquellos otros que entienden al hombre

    como pura historia o mera libertad. El cuerpo no es algo

    que el hombre solamente tenga o a lo que est accidental

    mente unido; el cuerpo es algo que el hombre es: una

    parte constitutiva de su esencia

    15

    .

    15. SANTO TOMS

    e s c r ib e : Po s t c o n s id e ra t io n e m c re a t u ra e s p i r i-

    tua l is , cons iderandum es t de homine , qu i ex sp i r i tua l i e t corpora l i

    179

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    17/26

    JESS GARCA LPEZ

    Pero el cuerpo humano es orgnico, est organizado

    segn una complejidad fabulosa, y por eso mismo est

    dotado de vida, y no slo de la vida propia de las plantas,

    sino tambin de la propia de los animales, y ms concre

    tamente, de los animales superiores. Por eso, junto a las

    funciones de la vida vegetativa, realiza tambin las fun

    ciones de la vida animal, como son el conocimiento sen

    sitivo en sus diversas formas: sensacin, percepcin,

    imaginacin, recuerdo, etc., y la inclinacin o tendencia

    que tiene su origen en ese conocimiento, como las emo

    ciones o las pasiones.

    Por lo dems, en ntima conexin con todo lo ante

    riormente descrito, se da tambin en el hombre una vida

    racional, que entraa el conocimiento intelectual, tanto

    especulativo com o ope rativo, y los diversos actos volunta

    rios entre los que se encuentran las operaciones libres.

    Esta vida superior del hombre se llama racional en

    sentido estricto, porque est regida por la razn. Y n

    tese que no es lo mismo razn que entendimiento. Este

    ltimo es la facultad de alcanzar la verdad de manera

    sbita, inmediata, sin discurso o razonamiento alguno.Pero lo propio del hombre no es eso. Alcanza s algunas

    verdades de manera inmediata: los primeros principios

    evidentes de suyo; pero estas verdades son muy pocas.

    Por eso la mayor parte de los conocimientos intelectuales

    los consigue el hombre con esfuerzo, trabajosamente, ra

    zonando (induciendo o deduciendo), es decir, que lo pro

    pio suyo es razonar, mientras que entender entiende muy

    poco;

    el entender lo tiene como participado, pero no en

    propiedad. Este es el motivo de que se defina al hombre

    como animal racional y no como animal intelectual;

    s u b s t a n t i a c o m p o n i t u r ( 5 . Th., I , q . 75, prlogo) . Y poco despus:

    S icu t en im de ra t ione hu ius hominis es t quod s i t ex hac an ima e t h i s

    carn ibus e t h i s oss ibus ; i t a de ra t ione hominis es t quod s i t ex an ima

    et ca rn ibus e t oss ibus . Cum ig i tu r sen t i r s i t quaedam opera t io ho

    min is , l i ce t non propr ia , mani fes tum es t quod homo nos es t an ima

    tan-

    tum, sed es t a l iqu id compos i tum ex an ima e t corpore (S. Th., I, q. 75,

    a. 4).

    180

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    18/26

    LA PERSONA HUMANA

    la primera definicin es ms adecuada que lo sera la

    segunda

    16

    .

    Pasemos ahora a la concepcin del hombre como sus

    tancia compuesta de cuerpo humano y alma racional. En

    este punto ha habido autores que han deformado sustan-

    cialmente la doctrina clsica. Comencemos por decir que

    segn esta doctrina los dos coprincipios realmente distin

    tos que integran la sustancia humana son la materia

    primera y la forma sustancial que, en nuestro caso, es

    el alma espiritual. No se trata de la unin de dos sustan

    cial completas: un cuerpo humano perfectamente consti

    tuido como tal y un alma espiritual totalmente autosufi-

    ciente. Una unin de ese tipo habra de ser necesariamen

    te accidental, y as estaramos en la concepcin platnica

    o en la cartesiana del hombre. Sin embargo, algn funda

    mento tiene ese modo de hablar por el que llamamos al

    hombre sustancia compuesta de cuerpo y alma. Porque

    el hombre no surge de improviso a partir de la pura ma

    teria inerte. Se necesita un largo proceso que, partiendo

    de los elementos ms simples de que est estructurada

    la materia, se vaya llegando, por sucesivas estructuraciones u organizaciones a ese otro tipo de sustancia que cons

    tituye el cuerpo vivo, aun en sus grados inferiores o ms

    sencillos. Y de aqu todava falta mucho para que la ma

    teria adquiera el grado de complejidad y organizacin

    que observamos en los animales superiores y en el cuerpo

    humano. Ahora bien, en cada nueva organizacin de los

    elementos materiales ms primitivos, en cada nueva com

    binacin qumica en esta escala ascendente, hay siempre

    algo nuevo, irreductible a la simple suma de los elemen

    tos componentes. Esto lo expresaban los antiguos dicien-

    16. Va nse es tos t exto s de SANTO TOMS: Ra t ionale es t d i f fe rent ia

    animal i s secundum quod ra t io , a qua sumi tur , s igni f ica t cogni t ionem

    discurs ivam, qual i s es t in hominibus , non autem in angel i s nec in

    Deo (D e Potentia, q. 9, a . 2, ad 10). Si quis vel i t pro pr ie no m in are

    hom i nem , d i ce t eum subs t an t i am r a t i ona l em , non au t em subs t an t i am

    inte l l ec tua lem, quod es t propr ium nomen angel i ; quia s implex in te l l i -

    gen t i a conven i t ange l o pe r p r opr i e t a t em , hom i n i ve r o pe r pa r t i c i pa t i o -

    nem ( S . Th., I, q. 108, a. 5).

    181

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    19/26

    JESS GARCA LPEZ

    do

    que los

    cuerpos mixtos tienen

    una

    forma superior

    y

    distinta

    a las

    formas

    de los

    cuerpos elementales,

    ya que

    estn dotados

    de

    nuevas

    y

    distintas cualidades.

    Y si

    esto

    ocurre cuando

    se

    pasa

    de un

    cuerpo simple

    a uno

    com

    puesto dentro todava

    del

    mundo inorgnico, cunto

    ms

    ocurr i r dentro

    del

    mundo orgnico.

    Por eso,

    segn

    la

    doctrina clsica,

    en

    todo cuerpo vivo

    hay una

    nueva

    es

    tructura esencial ,

    una

    nueva forma,

    es

    decir,

    el

    alma

    o

    principio

    de

    vida

    de ese

    cuerpo viviente,

    que

    asume

    y

    sus

    ti tuye con ventaja a las anter iores estructuras o formas

    de los elementos componentes. Ni se tra ta de la simple

    suma

    de las

    estructuras

    de los

    elementos,

    ni la

    nueva

    es

    tructura subsiste al ladode las otras ,de suerte que stas

    se conserven.

    Hay una

    sola estructura nueva,

    que es la

    que

    da

    razn

    de la

    unidad

    del

    viviente,

    y que

    compendia

    en

    s

    misma

    las

    funciones

    que

    realizaban

    las

    estructuras

    anter iores ,

    a las que,

    como antes decamos, susti tuye

    con

    ventaja.

    Pues bien, antes

    de la

    formacin

    del

    hombre

    se

    puede

    suponer

    que la

    mater ia

    ha

    alcanzado

    ya un

    determinado

    grado

    de

    organizacin,

    tan

    alto

    por lo

    menos como

    la

    tie

    ne

    en los

    animales superiores,

    y

    esto

    es lo que

    dara

    pi

    para hablar

    de un

    cuerpo humano. Pero cuando

    la

    for

    m a

    del

    hombre ,

    es

    decir,

    el

    alma espiritual, hace

    su

    apa

    ricin,

    ya no se

    conserva

    la

    forma

    de ese

    supuesto cuer

    po humano;

    el

    alma espir i tual

    se une

    d irectamente

    a la

    mater ia pr imera,

    y

    asume todas

    las

    funciones

    de las

    formas

    o

    estructuras anteriores. Como observa atinada

    mente SANTO TOMS: Por

    el

    alma racional

    el

    hombre

    no

    slo

    es

    hombre, s ino

    que es

    animal

    y es

    viviente

    y es

    cuerpo

    y es

    sustancia

    y es

    ser

    17

    .

    Por eso la

    frmula

    se

    gn

    la

    cual

    el

    hombre

    es una

    sustancia compuesta

    de

    cuerpo humano

    y

    alma racional

    ha de

    entenderse bien.

    Puede mantenerse dicha frmulasi sepiensaen unacom

    posicin lgicao mental; pero si queremos colocarnosen

    el plano real, entonces la verdadera composicin es la

    17.

    e

    spiritualibus creaturis, a 3

    182

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    LA PERSONA HUMANA

    de materia primera y alma racional. Por eso, cuando

    el hombre muere, es decir, cuando se rompe esa composi

    cin de materia y alma, no queda all, propiamente ha

    blando, un cuerpo humano, sino que la materia del hom

    bre vuelve a su organizacin ms elemetal, es decir, a la

    de los elementos qumicos simples de donde parti todo

    el proceso.

    Y ahora digamos algo del alma humana, alma racional

    o espiritual. El alma del hombre no es como la de los

    animales irracionales, ni mucho menos como la de las

    plantas, que agotan, por as decirlo, su funcin en animar

    o vivificar a la materia. El alma del hombre es espiritual,

    lo que quiere decir que no agota su cometido en ser alma,

    forma vivificante de un cuerpo, sino que trasciende esa

    funcin suya, y es capaz de subsistir por s misma y de

    realizar ciertas operaciones al margen del cuerpo. Y en

    la medida en que el alma humana es espiritual es tam

    bin inmortal

    1 8

    .

    La espir i tualidad del alma humana se demuestra por

    sus operaciones propias, es decir, por el conocimiento in

    telectual, capaz de abrirse a toda realidad, incluida la rea

    lidad espiritual, y por su volicin lib re, capaz d e extender

    se a todo bien, incluido el bien no corpreo. Lo que rea

    liza operaciones espirituales tiene que ser espiritual, pues

    18. SANTO TOMS e s c r ib e : Ip s u m ig i tu r in t e l l e c tu a le p rn ic ip iu m ,

    quod d ic i tu r mens ve l in te l lec tus , habe t opera t ionem per se , cu i non

    communica t corpus . Nih i l au tem potes t pe r se opera r i , n is i quod per se

    subs is t i t . Non en im es t opera r i n is i en t is in ac tu : unde eo modo a l iqu id

    o p e ra tu r , q u o e s t [ . . . ] . Re l in q u i tu r ig i tu r a n ima m h u ma n a m, q u a e d ic i

    tu r in te l lec tus ve l me ns , e sse a l iqu id inco rpor eum e t subs is te ns (S .

    Th., q . 75, a . 2). Y poco desp us a ad e: Nece sse es t dice re an im am

    h u ma n a m, q u a m d ic imu s in te l l e c t iv u m p r in c ip iu m, e s s e in c o r ru p t ib i -

    lem [ . . . ] . Anima au tem humana non posse t corrumpi n is i pe r se cor-

    rumpere tur . Quod qu idem omnino es t imposs ib i le non so lum de ipsa ,

    sed de quol ibe t subs is ten te quod es t fo rma tan tum. Manifes tum es t

    en im quod id quod secundum se conveni t a l icu i , e s t inseparab i le ab

    ipso.

    Esse au te m p er se conv eni t fo rma e , quae es t ac tus . Un de m ate r ia

    s e c un d u m h o c a d q u i r i t e ss e in a c tu , q u o d a d q u i r i t fo rm a m : s e c u n d u m

    hoc au tem acc id i t in ea corrup t io , quod separa tur fo rma ab ea . Im

    poss ib i le es t au tem quod forma separe tur a se ipsa . Unde imposs ib i le

    es t quod forma subs is tens des ina t e sse (S. Th., I, q. 75, a. 6).

    183

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    JESS GARCA LPEZ

    cada cual obra con arreglo a lo que es; pero el alma

    humana realiza operaciones espirituales; luego es espiri

    tual. Y si es espiritual, es inmortal; porque lo espiritual

    es simple, no tiene partes integrantes, y as no se puede

    descomoner en ellas, no puede desintegrarse, ni por con

    siguiente morir.

    Por eso se dice que el alma humana es subsistente,

    porque puede seguir existiendo y obrando separada de la

    materia, en razn de la espiritualidad que le es propia.

    Por lo dems, la espiritualidad no es una realidad nueva

    que se aade a la realidad del alma, sino que es la natu

    raleza misma del alma humana. O dicho de otro modo:el alma humana es espiritual por s misma y no por algo

    sobreaadido; es a la vez alma y espritu; alma en cuanto

    anima o vivifica al cuerpo; espritu en cuanto lo trascien

    de y puede existir y obrar separada de l.

    En el caso del hombre lo mismo es hablar de espritu

    que de alma. Decir que el hombre est compuesto de

    cuerpo y espritu es decir que lo est de materia prime

    ra y forma sustancial subsistente o alma espiritual. Y

    desde luego el espritu es realmente distinto de la mate

    ria, de la que es precisamente su forma. Algunos han pen

    sado que la composicin del hombre es tripartita: de

    cuerpo, alma y espritu, como realidades distintas; pero

    no es as. Si por cuerpo se entiende aqu la materia pri

    mera, se trata de una realidad distinta de la del alma,

    es decir, de un principio realmente distinto de sta en

    la composicin de una sola sustancia completa, segn se

    ha explicado antes. Pero el espritu no es realmente distin

    to del alm a en el seno del com puesto hu m ano . Se tra ta slo

    de dos aspectos conceptualmente distintos de la misma

    y nica real idad. Porque el alma humana repetimos

    es a la vez alma y espritu; alma en cuan to anima al cuer

    po y lo organiza o estructura, y espritu en cuanto tras

    ciende el mbito de lo corporal

    19

    .

    19. SANTO TOMS

    e s c r i b e : C u m e n i m a n i m a h u m a n a s i t q u a e d a m

    forma uni ta corpor i , i t a t amen quod non s i t a corpore to ta l i t e r com-

    184

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    LA

    PERSONA HUMAN A

    Y as como en ningn momento el alma humana deja

    de ser espritu (lo es siempre por su propia naturaleza),

    as tampoco deja de ser alma. El alma humana separada,

    despus de la muerte, no estar ciertamente de hecho

    unida a un cuerpo, pero siempre reclamar de derecho

    esa unin. El alma humana sola no consti tuye al hombre,

    no forma una naturaleza completa. Por eso decan los es

    colsticos que, si bien el alma humana es una sustancia

    completa en razn de sustancialidad (es decir, que pue

    de subsistir separada del cuerpo), no es una sustancia

    completa en razn de especie (o sea, que no forma una

    especie o esencia ntegra). Desde esta perspectiva se man

    tiene la exigencia de la unidad esencial del ser humano,

    unidad de composicin de cuerpo y alma; y por eso la

    subsistencia del alma humana no empaa ni pone en pe

    ligro la unidad radical del hombre.

    Y ahora hagamos unas puntualizaciones postreras que

    miran al hombre como persona. En primer lugar diga

    mos que una de las condiciones de la persona es la de ser

    una sustancia completa. Por eso, el alma humana, separa

    da de la materia del cuerpo, no puede ser persona. SANTO

    TOMS

    escribe: El alma es una parte de la especie hu

    mana. Por consiguiente, aunque est separada, como con

    serva siempre su naturaleza de unible al cuerpo, no se

    puede l lamar una sustancia individual que sea verdadera

    mente una hipstasis o sustancia primera, como tampoco

    lo es la mano o cualquier otra parte del hombre; y as

    no le conviene la definicin ni el nombre de persona

    20

    .

    Pero si esto es verdad, no lo es menos que la razn por

    pr ehensa

    quasi e i immersa , s icu t a l iae fo rmae naturales , sed excedat

    capaci ta tem to t ius mater iae corporal i s , quan tum ad hoc in quo exced i t

    m at e r i am corporalem, ines t e i po ten t ia ad in te l l ig ib i l ia , quod per t i -

    net

    ad in t e l l ec tu m p o ss ib i l em; secu n d u m v ero q u o d u n i tu r co rp o r i ,

    habe t

    operat iones e t v i res in qu ibus communicat e i corpus , s icu t v i res

    par t s n u t r i t i v ae e t s en s i t i v ae . (Q . de an ima, a . 2 ) . Y poco despus:

    Anima h u man a l i ce t s i t f o rma u n i t a co rp o r i , t amen ex ced i t p ro p o r t i o -

    nem to t ius mater iae corporal i s e t ideo non po tes t educi in actum de

    potent ia

    mate r i ae p e r a l i q u em mo tu m v e l mu ta t i o n em, s i cu t a l i ae fo r

    m ae

    q u a e s u n t i m m e r s a e m a t e r i a e .

    Gbidem,

    ad 12).

    20. S. Th .

    t

    I, q. 29, a. 1, ad 5.

    185

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    JESS

    GARCA LPEZ

    la cual el hombre es persona es precisamente su alma

    racional, su espritu. En caso de no tenerla, o si el alma

    del hombre fuera como la de los animales, puramente

    sensitiva, el hombre no sera persona; sera una cosa. En

    qu consiste, pues, la espiritualidad, que coloca al hombre

    en un nivel o rango mucho ms elevado que el que ocu

    pan las meras cosas? Son varias las notas que, segn

    nuestra manera de concebir, caracterizan la espiri tua

    lidad.

    En primer lugar, la amplitud de horizontes en que se

    mueve. Cada espri tu o cada sustancia espiri tual (aunque

    slo sea parcialmente espiritual, como sucede en el caso

    del hombre) es ciertamente un sujeto singular, eso que

    ARISTTELES

    llamaba un sustancia primera, pero est,

    sin embargo, abierta a un horizonte trascendental , i l imi

    tado,

    es capaz de vivir de alguna manera la amplitud irres

    tricta del ser, de la verdad y del bien en s mismos con

    siderados. La sustancia espiritual est dotada de la capa

    cidad de conocerlo todo, al me nos de una m ane ra confusa

    o general, o sea, est abierta al ser sin restriccin alguna

    y a la verdad en su mxima amplitud. Adems, tiene la

    capacidad de ser atrada por el bien asimismo irrestricto,

    y por el lo, el poder de dominar sus propias tendencias

    hacia los bienes particulares, que esto es en lo que con

    siste propiamente la libertad psicolgica o el libre albe-

    dro. As, la sustancia espiritual o la persona se nos pre

    senta como forjadora de su propio destino, como duea

    de sus actos, como seora de s misma

    21

    .

    Por eso la persona es un fin en s misma; nunca un

    medio. Las cosas son medios, y estn ordenadas a las

    peronas, a su beneficio; pero las personas, aunque se or

    denen en cierto modo unas a otras, nunca estn entre s

    en la relacin de medio a fin; reclaman un absoluto res

    peto y no deben ser instrumentalizadas nunca. Al fin y al

    2 1 . S A N T O T O M S esc r ib e : Ho mo fac tu s ad imag in em Dei dici-

    t u r

    [ .. .] secu ndum quod e t ipse es t suor um oper um pr incip ium , quasi

    l i b e r u m a rb i t r i u m h ab e n s e t su o ru m o p er u m p o tes t a t em (S . Th ., I - I I ,

    prologus) .

    186

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    LA PERSONA HUMANA

    cabo

    son

    hechura inmediata

    de

    Dios; imgenes suyas,

    y

    en esto consiste la dignidad o nobleza caracterstica de

    las personas.

    Por otra par te ,y dada la ampli tud dehorizontesdel

    ser personal,elbien p ropiode lapersonaes precisamente

    el bien comn o universal . En primer lugar, el bienco

    mn trascendente ,que es Dios; puesascomola persona

    no puede venira la existencia sinopor creacin inmedia

    ta de Dios, tampoco puede tener otro fin proporcionado

    o plenamente saturante que Dios mismo . Pero tambin

    la persona humana est ordenada pornaturaleza al bien

    comn inmanente

    o

    in t ramundano,

    que es el fin de la

    sociedad civil.Y advirtase que ste debe ser entendido

    como

    la

    suma

    de

    aquellas condiciones

    de la

    vida social

    mediante

    las

    cuales

    los

    hombres pueden conseguir

    con

    mayor plenitud y facilidad su propia perfeccin

    22

    .Con

    lo cual el bien comn inmanente , aun siendo inmensa

    mente superior al bien particular tambin inmanente de

    cada persona hu m ana considerada aisladamente, no hacea

    las personas medios respecto de aqul, pues en ltimo tr

    mino

    el

    bien comn redunda

    en la

    perfeccin propia

    de

    cada hombre. Yporesolapersonaesnatu ralm ente social,

    aunque de ninguna manera se pueda decirque su ser se

    reduce alconjuntode las relaciones socialesen queest

    inmersa.

    Esta descripcin

    de la

    persona,

    al

    menos

    en sus

    ras

    gos fundamentales,

    nos

    invita

    a

    volver

    a

    considerar

    la

    vida racional, propia delhombrey que viene aludidaen

    la definicin de ste como animal racional. La vida

    racional

    es

    esencialmente distinta

    de la

    animal

    o

    sensiti

    va.En las dos se da la dimensin del conocimientoy la

    de la tendencia o afectividad. Pero el conocimiento del

    hombreesesencialmen te distintodel que poseeelanim al.

    En primer lugar, ste conocelascosas nicam ente ensin

    gular lo que noimpideque suconocim iento seaunasve-

    22.

    CONC ILIO VATICANO

    II, Dignitatis humanae, n. 6.

    187

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    JESS

    GARCA LPEZ

    ees confuso y otras distinto), y adems es un conocimien

    to esencialmente volcado a la operacin, que le lleva in

    mediatamente o comportarse de uno u otro modo, a ac

    tuar en uno u otro sentido, a procurar conseguir lo que le

    es conveniente o a huir de lo que le es nocivo. Si el ani

    mal no halla en lo que se presenta a su conocimiento in

    citacin alguna respecto de su con ducta: de franca acepta

    cin, o de huida, o de reserva, o de alarma, etc., aquello

    pierde

    ipso jacto

    inters para l; el animal no se interesa

    pura y simplemente por conocer; carece de toda capaci

    dad especulativa o terica. En cambio, el hombre tiene,

    por una parte, la capacidad de conocer las cosas en uni

    versal (conocimiento que no se identifica con el conoci

    miento confuso, pues aprehendemos objetos universales,

    por ejemplo, el tringulo, que son perfectamente ntidos,

    distintos); y, por otra parte, t ienen la capacidad de espe

    cular, de detenerse y recrearse en la pura y simple con

    sideracin de lo que las cosas son. Esto es a lo que se

    llama saber en sentido estricto, y por eso deca ARISTTE

    LES que: Todos los hombres desean por naturaleza sa

    ber, y prueba de ello es el apego que tenemos a nuestros

    sentidos, pues, en efecto, amamos a nuestros sentidos por

    s mismos, independientemente de la utilidad que nos

    reportan, y especialmente al sentido de la vista. La razn

    de ello est en que la vista, con ventaja respecto de los

    dems sentidos, nos da a conocer los objetos y nos revela

    muchos rasgos diferenciales de las cosas

    23

    Y no es que

    el hombre no tenga tambin, incluso en el plano racional,

    una versin a los asuntos prcticos; pero lo prctico en

    l se funda en lo especulativo, y adems no estn fundi

    das en su conducta las dos dimensiones, sino que puede

    demorarse en la contemplacin, sin aplicarla a la accin

    de manera inmediata.

    Y por lo que atae a la dimensin de la tendencia o de

    la afectividad, tambin la vida animal difiere esencial

    mente de la racional. El animal, en efecto, se encuentra

    23. Metaph., I, 1; B k 980 a 21-30.

    188

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    LA PERSONA HUMANA

    necesariamente atrado por los bienes sensibles que en

    cada caso responden a sus necesidades, bien sean de ali

    mentarse o subsistir individualmente, bien sean de re

    producirse o subsistir especficamente; a lo cual se puede

    aadir en algunos animales las necesidades de una cierta

    expansin vital o tendencia ldica. Pero el hombre, en lo

    que tiene de racional, no est necesariamente atrado, no

    ya por los bienes particulares sensibles, sino por ningn

    bien particular, aun de ndole espiritual. Por eso el hom

    bre es libre; es dueo de las operaciones que resultan de

    sus tendencias superiores y tambin domina, al menos

    hasta cierto punto, los movimientos de sus tendencias in

    feriores

    24

    .

    Sealemos finalmente que tanto en el orden cognos

    citivo como en el tendencial, la vida racional tiene una

    amplitud objetiva y una apertura ciertamente il imitadas;

    pues el conocimiento racional se extiende a todo ser y a

    toda verdad, mientras que la tendencia asimismo racional

    se extienda a todo bien. En esto consiste el carcter tras

    cendental de la vida propiamente humana; carcter que

    ha hecho pens ar a algunos au tores que el hom bre en

    cuanto hombre carece de toda naturaleza fija o deter

    minada, y as que es pura existencia desnuda, pura his

    toria o mera libertad. Ahora bien como ya dijimos ms

    atrs, una cosa no implica a la otra; el hombre tiene

    ciertamente una naturaleza que no es puramente racional,

    sino tambin animal o sensitiva, pero es una naturaleza

    de tal ndole, en su dimensin racional, que puede abrir

    se a todas las naturalezas o a todos los seres determina

    dos,

    sin sa tu rar se con ningu no ni en su cono cimien to ni

    en su afectividad.

    24. Es tas y o t ras d i fe rencias en t re e l ho m bre y e l anim al son pue s

    tas de re l i eve por RAMREZ, O. P . , con abundantes c i t as de SANTOT O

    MS

    (cfr.

    De hominis beatitudine,

    en

    Opera Omnia,

    t. III, vo l. I, M a

    drid 1972, pgs. 305-310).

    189