globalización: discursos, imaginarios y realidades

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El trabajo lo hemos divido de la siguiente manera. En el primer capítulo proponemos un marco de análisis de la globalización a partir de lo que hemos denominado, siguiendo una corriente francesa en la historiografía contemporánea, la historia del tiempo presente.

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Globalización:

discursos, imaginarios y realidades

Hugo Fazio Vengoa

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Fazio Vengoa, Hugo, Globalización: discursos, imaginarios y realidades /

Hugo Fazio Vengoa. Santafé de Bogotá: Ediciones Uniandes,2001. " .

196 p.; 24 cm. ISBN: 958695-045-X 1. Globalización 2. Relaciones internacionales

I. Tít.

CDD 303.482 SBUA

Globalización: discursos, imaginarios y realidades.

© Hugo Fazio Vengoa © Ediciones Uniandes

Coordinación Editorial: Carlos Andrés Barragán.

Ediciones Uniandes Carrera 1 No. 19-27 Apartado Aéreo 4976 Santafé de Bogotá, D.C. Colombia PBX: 339-4949 - 339-4999- Fax: 2158 E-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Carlos Andrés Barragán.'

Fotografía: Muro de Berlín. Fotógrafo: Francesco Alacevich. Tomado de: The ~Lost Graffiti of Berlín, Francesco e Alessandro Alacevich. Roma, Gremese International, 1991.

ISBN: 958695-045-X

Primera edición 2001

Preprensa e impresión Coreas Editores Ltda

Impreso en Colombia/Printed in Colombia.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitido por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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Agradecimientos

Si bien este trabajo es responsabilidad únicamente de su autor, no puedo dejar de agradecer a todos aquellos que me han permitido aprehender con mayor facilidad las complicadas páginas del mundo actual. El Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia ha sido un fecundo espacio de intercambio de ideas y experiencias sobre el mundo de hoy y, el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes ha sido un lugar privilegiado donde he podido madurar una de las tesis de fondo que articula este trabajo, a saber: la historia del tiempo presente. A los colaboradores de estas dos instituciones, así como a sus estudiantes, les agradezco su enorme contribución, aun cuando no esté de más señalar que los posibles errores y lagunas que subsistan son responsabilidad únicamente mía.

Mi familia constituyó un soporte muy valioso en la elaboración de este trabajo ya que hizo que escribir este libro fuera una experiencia mucho más grata de lo que me hubiera imaginado. Dedico este trabajo a mi esposa Julieta, porque me ha inducido en la comprensión de otras facetas de la multidimensionalidad del mundo de hoy; a mi hija mayor, Antonella, que me ha ayudado a discernir las disímiles perspectivas generacionales que existen sobre nuestra realidad y mis pequeñas hijas Luciana y Daniela que me han enseñado la manera como los niños interactúan y se comunican, no obstante las diferencias de lenguaje y cultura que puedan existir. A ellas, así como a mis padres y hermanos, mis más profundos agradecimientos.

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Contenido

Introducción /7

La globalización: una reflexión desde la historia /13

La historia le apuesta al estudio del presente /19

¿Porqué recurrir a una visión histórica de la globalización? /31

Historia del tiempo presente y glob aligación /35

El globalismo o el discurso dominante de la globalización /47

Algunos componentes del discurso /49 "Los soportes del discurso /56

La globalización en una perspectiva histórica comparada /65

La globalización en una perspectiva de duraciones /83

LMglobalización en la larga duración /83

La globalización económica en la coyuntura /97

La globalización social y cultural en una perspectiva de mediana duración /106

El ocaso de la bipolaridad en la vida internacional /123

La caída del muro y la multiplicación de las tendencias globalizadoras/129

El Estado, la globalización y el nuevo orden interestatal /133

La crisis asiática: crisis de globalización y ordenamiento internacional /'147

Globalización, regionalismo y relaciones de poder /'158

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La globalización: entre el mercado, la homogeneización y la diferencia /163

l^a globalización j la mercantili^ación de la política /165

Conclusión/175

Bibliografía /181

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Introducción

La globalización es un término que ha entrado de modo corriente en el vocabulario cotidiano de buen número de habitantes del planeta. Su fuerza de atracción ha radicado, entre otros, en ser un concepto lo suficientemente multiforme como para crear representaciones e imaginarios que se adecúan perfectamente a las distintas necesidades individuales, políticas y sociales y sirve, además, para dar cuenta de los más disímiles problemas. En el seno de la comunidad académica, su vitalidad radica no sólo en el hecho de ser un vocablo abierto para que a él recurran las distintas disciplinas sociales, sino que además abre perspectivas para que en torno a él se organicen discursos transdisciplinarios.

Si hacemos un breve estado del arte de la literatura especializada sobre la globalización, podemos distinguir las siguientes tendencias interpretativas. Primero, la económica, que crea una representación de la globalización a través de la activación de los mecanismos económicos que están diluyendo las fronteras, liberando la economía del zócalo social y político en que se encontraba antes inscrito y está dando origen al surgimiento de una economía con características propiamente mundiales. Asociado a esta valoración en términos fundamentalmente económicos, se ha reproducido un discurso neoliberal que alimenta la identificación de la globalización con las transformaciones que tienen lugar en el plano económico.

Segundo, como respuesta a las insuficiencias que registra el análisis economicista que no logra dar cuenta de la multiplicidad de problemas del mundo actual, han surgido interpretaciones sociológicas, las cuales consideran lo económico simplemente como el aspecto más visible de tendencias más profundas como son, por ejemplo, el inicio de una nueva forma de modernidad o la creación de

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nuevos contextos de experiencia social que reubican en la cotidianidad lo local, lo personal y lo global. Desde esta perspectiva, puede sostenerse que la globalización representa, ante todo, el surgimiento de un nuevo tipo de relaciones sociales que caracteriza a nuestra contemporaneidad.

Tercero, alta significación también han alcanzado las corrientes que, un poco esquemáticamente, podríamos denominar como culturalistas, las cuales han centrado su atención en la aparición a partir de la consolidación y masificación de la industria cultural, de elementos de una cultura popular mundial que, entre. otros efectos, tiene el de crear marcos de referencia nuevos para los consumidores y ciudadanos de los distintos países.

Por último, existe una heterogénea corriente crítica de la globalización, la cual percibe la globalización como una nueva forma de dominación de Occidente y como un discurso de moda1 que pretende ignorar las relaciones de poder que se reproducen en este estadio de predominio neoliberal. En esta perspectiva, la globalización es entendida como una nueva forma de ideología, una falsa consciencia, y no como un proceso real de transformación de las relaciones sociales en el mundo.

Con la consolidación de estas lecturas de la globalización, en los inicios del nuevo siglo, las anteriores certezas sobre la naturaleza del fenómeno se han disipado. y, hoy por hoy, comprendemos que es cada vez más difícil ser conclusivo sobre su esencia. A la dificultad de determinar su naturaleza se suma el hecho de que en el transcurso de la década de los noventa se construyeron imaginarios que crearon distintas predisposiciones hacia la globalización. En un comienzo se produjo una identificación entre globalización y las transformaciones económicas que estaban teniendo lugar en los distintos confines del globo. De aquí se derivó una representación de la misma que consistía en la creencia de que luego de la finalización de la bipolaridad, se estaban sobreponiendo las variables económicas a las políticas, "se asistía a una acelerada activación de los mecanismos económicos que estaban diluyendo las fronteras, liberando la economía del zócalo social y político en que se encontraba antes inscrito y dando origen al surgimiento de una economía con características propiamente mundiales.

1 "Así, por ejemplo, Robert Spich considera que el discurso que traduce la realidad de la globalización peca de un exceso de generalización. Esto ocurre porque algunos pensadores buscan asegurarse una audiencia que los de a conocer dentro de sus respectivos campos disciplinarios. Esta búsqueda de notoriedad, de audiencia y de autoridad, ocasiona una cierta manipulación ideológica". Louicius Michel y Zhan Su, "Analyse critique de la mondialisation: tendances et doctrines" en Etudes internationaks, vol. XXIX, diciembre de 1998, p. 913.

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En ese entonces, en los imaginarios políticos, la globalización fue percibida como una gran esperanza, una gran oportunidad, que, como resultado de la acelerada interdependencia, debía permitir al mundo entero dejar definitivamente atrás los conflictos y tensiones internacionales que habían costado millares de vidas humanas e impedido el desarrollo en vastas regiones del planeta. En el caso concreto de los países en desarrollo, las innovaciones tecnológicas y las nuevas facilidades financieras fortalecieron en ese entonces la idea de que la adaptación al nuevo entorno globaüzado, a través de una intensificación de la inserción internacional, abría perspectivas para solidificar su posición internacional y dejar atrás las malformaciones inherentes al subdesarrollo.

No fue casual que en ese entonces, en muchos países de América Latina se recurriera, por ejemplo a la estrategia de la integración regional, ya que esta era entendida como un mecanismo de internacionalización económica y política en vías de adaptación a las circunstancias globalizadoras. En ese contexto, la celeridad con la que se celebraron acuerdos de libre comercio y la aplicación de los programas de ajuste eran congruentes con los discursos en ese entonces en boga y con las lecturas optimistas que se desprendían del concepto de globalización.

Con la crisis mexicana de 1994 y posteriormente la crisis financiera asiática, en un contexto mundializado en el cual no dejaban de tener lugar grandes y agudos conflictos nacionales y crisis internacionales2, se puso término a esta fase ilusoria de la globalización. Empezó una etapa de mayor desencanto y, al optimismo de los años anteriores se le sobrepuso el desánimo particularmente en América Latina, región que agudamente había resentido estas dos convulsiones financieras, a lo que se sumaba el hecho que sus ingentes esfuerzos anteriores encaminados a fortalecer su posición internacional no se traslucían en resultados concretos en la práctica. Además, los problemas vinculados al subdesarrollo no disminuían, sino que aumentaban, fenómeno particularmente perceptible en el plano social, con una brecha en constante expansión.

El resultado de ello fue que comenzó a perfilarse un nuevo imaginario político que, además de cuestionar la euforia precedente, proponía acciones que debían revertir las prácticas inmediatamente anteriores. En tal sentido,

2 Entre 1990 y 1995 se presentaron en el mundo más de 90 guerras en las que murieron cinco millones y medio de seres humanos. Véase, Peter Waldmann y Fernando Reinares, Sociedades en guerra civil. Conflictos violentos de Europa y América Latina, Barcelona, Paidós, 1999.

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comenzaba nuevamente a sostenerse que los Estados debían volver a asumir muchas de sus antiguas funciones como freno a los efectos nefastos provenientes del exterior y para el desarrollo de estrategias que permitieran mantener la composición de los cada vez más desgarrados tejidos sociales nacionales. Congruente con esta actitud y en medio de este adverso contexto, en la práctica, cuando no en el discurso, se empezó a concebir la integración desde un ángulo diferente: si antes había sido un instrumento para la adaptación de las respectivas sociedades latinoamericanas a los circuitos globalizados, ahora se le empezaba a concebir como una manifestación de la necesidad de proteger a las sociedades de los efectos externos y como una reacción contra la expansión del mercado mundial.

De estás variadas corrientes de interpretación de la globalización y de estas dos posturas que predominaron en la década de los años noventa, podemos extraer importantes lecciones. En primer lugar, la pluralidad de interpretaciones ha demostrado que la globalización no puede entenderse simplemente dentro de los cánones de una lectura economicista, sino que debe abarcar la multiplicidad de dimensiones en las que interviene el fenómeno, con ritmos, intensidades y alcances desiguales.

En segundo lugar, se puede constatar que ninguna de las dos actitudes sobre la manera de cómo asumir la globalización ha dado los resultados esperados. Ni la euforia condujo a los países latinoamericanos por la senda del desarrollo, ni la postura crítica ha podido erigirse en un paradigma para definir la actuación de nuestros países en el escenario mundial.

El fracaso de ambas, en buena medida se explica por el elevado componente ideológico que compartían ambas actitudes frente a la globalización; la primera inscrita en una versión neoliberal y la segunda como reacción un tanto instintiva a los desequilibrios generados por la aplicación de la primera. De ahí la necesidad de repensar la globalización desde un ángulo nuevo, que busque la forma de integrar estas disímiles visiones en una perspectiva general y que alimente una nueva actitud hacia el fenómeno, menos ilusoria y más decantada que las anteriores, porque, como trataremos de demostrarlo, la globalización ha sido el resultado de una serie de procesos que, querámoslo o no, están creando un nuevo contexto nacional e internacional en el que se desenvuelven las sociedades modernas, independientemente de sus niveles de desarrollo. Esta inquietud es, precisamente, lo que nos ha llevado a volver sobre este tema.

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El trabajo, que a continuación presentamos, es el producto de una serie de reflexiones que hemos venido adelantando luego de varias investigaciones que hemos realizado en los últimos años y que nos han llevado a abordar desde diferentes ángulos un conjunto de problemas internacionales, tocios los cuales desde diferentes ángulos han estado atravesados por la problemática de la globalización.

La particularidad de este trabajo consiste en que nos proponemos integrar las diferentes perspectivas económicas, sociales, culturales y políticas en una visión histórica de la globalización. Como se sostiene en el primer capítulo esta mirada histórica nos permite ver la globalización como proceso y como una totalidad que articula las diferentes manifestaciones de lo social. Una perspectiva como la que aquí se propone no solamente pretende ser una mirada distinta de la globalización. Ante todo es un ejercicio que nos debe permitir comprender qué es realmente lo nuevo que ha madurado en nuestro presente y qué podríamos asociar con los procesos de globalización, así como deslindar los aspectos discursivos que se han creado en los últimos años en torno a la temática de la globalización de los procesos reales que nos permiten aventurar que, en efecto, estamos ingresando en un nuevo período en la historia de la humanidad.

El trabajo lo hemos divido de la siguiente manera. En el primer capítulo proponemos un marco de análisis de la globalización a partir de lo que hemos denominado, siguiendo una corriente francesa en la historiografía contemporánea, la historia del tiempo presente.

En el segundo capítulo sometemos a análisis los discursos de la globalización e igualmente cuestionamos la validez argumentativa de los soportes sobre los cuales se han construido estas concepciones ideologizadas de la globalización.

En el tercer capítulo nos hemos propuesto realizar un análisis comparado de los niveles de internacionalización a finales del siglo XIX y en la actualidad. Este procedimiento nos ha permitido corroborar las insuficiencias de los indicadores que generalmente se utilizan en la mayor parte de los trabajos sobre la globalización y, al mismo tiempo, nos ha abierto perspectivas nuevas para comprender cuáles son los procesos realmente novedosos que están definiendo nuestro presente.

En el cuafto capítulo, a partir de una concepción braudeliana de la historia, pretendemos inscribir nuestro presente y en particular los procesos de globalización

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en una perspectiva de larga y mediana duración, lo que obligatoriamente nos conduce a rastrear los orígenes de estos procesos en la época del surgimiento del capitalismo, del Estado-nación y de nuestra modernidad y a destacar la importancia de la coyuntura histórica de las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX en la maduración de las tendencias globalizadoras.

El quinto capítulo está consagrado a las grandes transformaciones que trajo consigo la caída del muro de Berlín en la definición del ordenamiento mundial y la multiplicación de las fuerzas globalizadoras.

El último capítulo, está dedicado al tema del mercado, la globalización y la diferencia y la manera como se manifiesta en el campo de la política.

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La globalización: una reflexión desde la historia

¿Porqué el abuso de metáforas? Ellas revelan una realidad emergente pero aún fugitiva del horizonte de las ciencias sociales (...) JLas metáforas abundan ante la falta de conceptos. Nos encontramos aún apegados a un instrumental teórico construido al final del siglo XIX. Clase, individuos, Estado y desarrollo son nociones forjadas en el interior de una entidad nodal, la Nación, pero, cuya crisis se agudiza de cara a los cambios actuales (Renato Ortíz, Mundiali^ación de la cultura, Buenos Aires, Alianza, 1996).

Renato Ortíz, en su interesante libro citado en el anterior epígrafe, señala que el uso recurrente de metáforas para denotar las grandes transformaciones de finales de siglo, tales como: "primera revolución mundial" (Alexander King), "tercera ola" (Alvin Tofler), "sociedad informática" (Adam Schaff), "shopping center global" (Theodore Levitt), "sociedad amébica" (Kenichi Ohmae), "aldea global" (Marshall Me Luhan), "fábrica global", "tránsito de la sociedad de high volunte a otra de high valué" (Robert Reich), "universo habitado por objetos móviles" (Jacques Attali), "fin de la historia" (Francis Fukuyama), "ciudad global" (Saskia Sassen), etc., son una evidente demostración de que estamos entrando en una nueva era, cuya realidad escapa al horizonte de las ciencias sociales.

En efecto, la mayor parte de estas disciplinas (incluidos los estudios internacionales) se han desarrollado conceptual y analíticamente en torno a la dimensión nacional: el mercado, el desarrollo, la identidad y la idea de soberanía se conciben en el ámbito de la nación o asociadas al Estado, pero los grandes problemas a los cuales hoy nos vemos abocados —flujos financieros planetarios, comercio mundial, erosión del Estado nación, narcotráfico, migraciones, etc.—,

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desbordan con creces esta dimensión y no pueden ser reducibles a las fronteras del mismo1.

Evidentemente, una de las dificultades que enfrentamos a la hora de tratar de entender nuestro voraginoso presente, radica en que los problemas inmediatos tienden a desbordar la tradición intelectual existente. Como acertadamente señala Octavio Ianni, estas metáforas, que no son simples artificios poéticos, "sino una forma de sorprender lo imponderable, fugaz, recóndito o esencial, oculto en la opacidad de lo real", son trazos fundamentales de las configuraciones y de los movimientos de la sociedad global2. Si bien cada una de estas formulaciones p'recisa determinados aspectos de la emergente realidad mundial o pretende llamar sobre todo la atención sobre algunos de estos elementos, todas ellas tienen en común el haber sido estimuladas por el clima intelectual creado por los procesos de globaüzación que, a la postre, los incluye y, en ocasiones, también los define.

En este sentido, seguramente no es del todo improcedente afirmar que si la década de los años ochenta transcurrió bajo la impronta del debate en torno a la postmodernidad y el postmodernismo, como intentos de definir nuevos marcos de interpretación y de inteligibilidad de la realidad y de los nuevos grandes problemas, la década de los años noventa encontró su común denominador en la noción de globalización.

En efecto, en los medios de comunicación, en los discursos políticos y obviamente también en los círculos académicos el uso de este término se ha popularizado y se recurre a él para denotar las grandes transformaciones que caracterizan al mundo contemporáneo o para explicar por qué tal o cual política se ha vuelto una práctica corriente.

Pero, ¿qué se entiende por globalización? ¿Cuál es la esencia de los procesos, .discursos y situaciones que se asocian con la globalización? No es unívoco el

sentido que en la literatura especializada se le da al término. Algunos lo utilizan

Una idea similar sostiene Jesús Martín-Barbero, cuando escribe: "Un fantasma recorre las ciencias sociales y la investigación cultural latinoamericana en los últimos años: ese fantasma se llama globalización. Confundida por muchos con el "viejo" y persistente imperialismo, asimilado a la transnacionalización, o, mejor, a la expansión acelerada de las empresas y las lógicas transnacionales, e identificados por otros con la "revolución" tecnológica y hasta con el impulso secreto de la postmodernidad, la globalización no parece dejarse atrapar ni en los esquemas académicos ni en los paradigmas científicos tradicionales". "La globalización desde una perspectiva cultural" en Letra Intemaáonal N. 58, Madrid, 1998, p. 13. Octavio Ianni, Teorías de ¡a globalización, México, Siglo XXI, 1996, p. 11.

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para dar cuenta de los grandes cambios que, en los últimos tiempos, han introducido transformaciones sustanciales en el ámbito de la economía, la política, la sociedad y la cultura en el plano nacional y a escala planetaria. Para otros, la globalización, como proceso impersonal que no se asocia a ningún país o sistema en particular, que soslaya las relaciones de poder internacional, es un buen sustituto de la difunta expresión "nuevo orden mundial", acuñada por el entonces presidente norteamericano, George Bush, en vísperas de la Guerra del Golfo, para definir el mundo de postguerra fría. En otros, la globalización se convierte en una excelente coartada que permite explicar el por qué de las políticas de ajuste o simplemente es una justificación de que nada se puede hacer por cuanto nos encontramos a merced de fuerzas y procesos que trascienden la voluntad y la capacidad de la acción política. Los últimos consideran la globalización como una nueva forma de imposición de Occidente, con su cultura, tradiciones, formas de vida y consumo.

Por su amplia difusión así como por la profunda significación que se le da al término, la globalización se ha convertido en un importante referente de las relaciones internacionales contemporáneas, aun cuando valdría la pena aclarar que no se le puede asociar con fenómenos estrictamente internacionales, ya que es un proceso más amplio que abarca y vincula por igual al sistema internacional y a las diversas sociedades nacionales. En realidad, la globalización es un proceso que desdibuja las fronteras entre lo interno y lo externo e induce a un nuevo tipo de vinculación que articula multifacéticamente estos dos ámbitos.

En la acepción más corriente que se le da al término, se utiliza para describir la creciente interacción e integración que se produce entre los pueblos a raíz de las facilidades que existen para que las ideas, las imágenes, los productos y el dinero fluyan a través de las fronteras como resultado de los recientes avances tecnológicos. Esta mayor asiduidad en las interconexiones conduce, por su parte, a una creciente interdependencia y a una presunta mayor homogeneidad y dispone a los distintos actores nacionales e internacionales hacia una progresiva cooperación.

Si el término se ha popularizado a partir de la década de los años noventa, algunos antecedentes intelectuales prepararon el terreno para su rápida difusión. Un análisis etimológico del concepto nos remonta a finales de la década de los años sesenta. En esa época, el profesor de la Universidad de Toronto, Marshall

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Me Luhan, acuñó la expresión "aldea global" para denotar el acercamiento que se estaba produciendo entre los pueblos a raíz de las grandes transformaciones tecnológicas y comunicacionales que estaban poniendo en interacción directa a los individuos y las sociedades de diferentes latitudes y que estaban dando vida a la conformación de una genuina comunidad mundial.

Subsiguientemente el politólogo norteamericano de origen polaco, Zigmund Brzezinski, Consejero Nacional de Seguridad del presidente norteamericano James Cárter, sostuvo que los cambios tecnológicos que se estaban produciendo en el planeta aunados al poderío norteamericano estaban conduciendo al surgimiento de la primera sociedad global y a la primera potencia propiamente global3. Esta idea se basaba en el hecho de que Estados Unidos realizaba más del 65% de las comunicaciones mundiales y había logrado unlversalizar su modo de vida, sus técnicas, sus productos culturales, sus modas y tipos de organización4.

En esta primera etapa, el término pretendía dar cuenta de los cambios tecnológicos y comunicacionales que estaban alterando de manera radical las sociedades modernas y acercando a los distintos pueblos en torno a patrones culturales y comunicacionales compartidos. Sin embargo, en ese entonces su radio de acción y de difusión fue limitado.

Una nueva etapa, en la que el concepto ingresó al vocabulario corriente de los académicos y estrategas gerenciales, se inauguró en la década de los años ochenta con la literatura sobre las formas de gestión de las firmas multinacionales. Robert Boyer5 distingue, al respecto, cuatro acepciones del término tal como se empezó a utilizar a partir de esta década. Theodore Levitt, en 1983, recurrió a él para evidenciar la creciente interpenetración de los mercados en la esfera mundial y la carencia que experimentaban las compañías multinacionales para impulsar una estrategia adecuada a los nuevos imperativos de la realidad mundial. Kenichi Ohmae posteriormente le dio un nuevo sentido a la globaliz-ación cuando la asoció a una forma de gestión de la empresa multinacional que se integraba a escala mundial y la identificó con el surgimiento de un mundo sin fronteras6. La tercera

3 Zbigniew Brzezinski, El gran tablero mundial, luí supremacía estadounidense j sus imperativos geoestratégicos, Barcelona, Paidós, 1998, pp. 19-38.

4 Armand Mattelart, "La nouvelle ideologie globalitaire" en, Varios autores, Mondialisation au-delá des mythes, París, La Découverte.^997, p. 65.

5 Robert Boyer, "Les mots et les'réalités" en Mondialisation au-dela des mythes, op. cit, p. 15-16. 6 Kenichi Ohmae, L¿Ü tríade: émergence d'une stratégie mondiale de l'entreprise, París, Flamarion, 1990.

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acepción se refería al hecho de que dada la extrema movilidad de la empresa transnacional, los espacios nacionales debían ajustarse a las exigencias del medio externo. En este sentido, la globalización implicaba la superposición de las empresas multinacionales sobre los Estados en la definición de las reglas del juego prevalecientes en el sistema internacional. Por último, la globalización pasó a mostrar una nueva configuración de la economía internacional que se caracterizaba por la emergencia de una economía globalizada en la que las economías nacionales se descomponían para después rearticulafse en un sistema que operaba directamente a escala internacional.

En síntesis, durante los años ochenta se produjo un brusco cambio en el significado que se le asignaba al término: de fenómeno cultural y comunicacional se convirtió en un asunto económico y de nuevo mecanismo de interacción entre los diferentes pueblos y comunidades, pasó a ser a una nueva forma de gestión de las empresas que reorganizaban espacialmente la producción, el mercado internacional e integraban los circuitos financieros. Es decir, con esta modificación en el uso que se le dio al concepto, la globalización pasó a implicar el surgimiento de unas relaciones sociales y económicas capitalistas enteramente nuevas que determinaban en sus aspectos fundamentales el funcionamiento del sistema internacional contemporáneo7. La globalización en esta acepción fue la manera como los especialistas en administración y marketing percibían el mundo en el que se planteaba una gestión empresarial adaptada a la complejidad del medio competitivo con el objetivo de maximizar los beneficios y consolidar la participación en el mercado mundial.

No obstante sus múltiples acepciones, en la década de los años ochenta e inicios de los noventa, la globalización tuvo en común el hecho de referirse a una nueva lógica empresarial y a la organización de las empresas en un mercado de dimensiones planetarias. No fue extaraño que el término se popularizara a partir de la voz inglesa, es decir, como globalización y no como mundialización. Como lo recuerda Armand Mattelart, en inglés el término global es sinónimo de holístico. A diferencia de la palabra mundialización, tal como existe en diversas lenguas latinas, que hacen referencia a una dimensión geográfica del proceso y a una determinada forma de territorialización, en inglés remite explícitamente a una filosofía globalizadora, es decir a la idea de una unidad totalizante o unidad

7 Sandro Sideri, "Globalisation and Regional Integratíon" en The European Journal of Development Research vol. 9 N. 1, junio del 997, p. 38,39.

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sistémica. La empresa global es una estructura orgánica en la que cada parte está destinada a servir al todo8. -

Pero, a partir de estos antecedentes, de este carácter polisemántico del término, ¿cómo debemos, de cara al siglo XXI, interpretar la globalización?, ¿cómo un proceso que está gestando una nueva era en la historia de la humanidad?, ¿cómo un período transicional hacia la configuración del mundo en la posguerra fría?, ¿cómo un simple nuevo estadio en el desarrollo del sistema mundial que ya lleva aproximadamente cinco siglos de existencia?, ¿cómo un nuevo discurso que pretende incidir en el curso de la realidad planetaria del mundo de posguerra fría?, o, sencillamente ¿cómo un nuevo fenómeno gerencial, cultural o comunicacional?

De la respuesta que le demos a cada uno de estos interrogantes se desprenden disímiles perspectivas analíticas de la globalización. Algunos autores sostienen que este proceso se explica por el ingreso en un nuevo estadio de desarrollo del capitalismo9, otros lo asocian a un mundo postmoderno10, hay quienes lo identifican con la expansión de un conjunto de relaciones entre países con independencia de la actividad de los gobiernos11 y los últimos, lo perciben como un intento de rehegemonización en las condiciones en que se desvaneció la configuración planetaria de la época de la guerra fría12.

A su manera, cada una de estas explicaciones se fundamenta en algunos presupuestos válidos. Pero, el problema es que, de una parte, la mayoría de las veces estas interpretaciones realizan una mirada tan inmediata y parcial que no permiten percibir la naturaleza real de los procesos actualmente en curso y, de la otra, en este cambio de siglo es cada vez más obvio que la globalización no puede reducirse a una dimensión del fenómeno, sea éste de naturaleza económica, social, comunicacional, cultural o política. Cada vez es mayor la inclinación de los analistas a considerar la globalización como'una construcción social o civilizatoria que trasciende cada una de estas manifestaciones del problema.

8 Armand Mattelart, 1_M. mondialisation de la communkation, París, PUF, 1997, p. 82. 9 Jacques Adda, La. mondialisation de l'économie, 2 volúmenes, París, La Découverte, 1997. 10 Luciano Tomassini, "El proceso de globalización y sus impactos socio-políticos" en Estudios Internacionales año XXIX,

N. 115, Santiago, julio - septiembre de 1996. Klaus Schaeffler "Las empresas multinacionales en América Latina ¿Promotoras del desarrollo o villanos de

la globalización?” en Contribucones 3/1998, Buenos Aires 12 Stephen Gill, “Globalización, Democratización and the politics of Indifference” en James H. Mittelman, Editor,

Globalization: Critical REflexions, Boulder, Lynne Rienner, 1996.

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Por esta razón, en este trabajo nos hemos trazado el propósito de establecer un marco de análisis que permita dar cuenta de los diferentes tópicos a los que los interrogantes anteriores se refieren. En tal sentido, somos de la opinión de que si bien el concepto es relativamente nuevo y muchas de las situaciones a las que el término remite son bastante recientes, la globalización no puede entenderse al margen de una determinada historicidad. Al respecto, Octavio Ianni precisa que en el presente "el globo ha dejado de ser una figura astronómica para adquirir plenamente una significación histórica"13. Esto, por su parte, no significa que . sólo a través de las grandes categorías históricas se pueda entender nuestro voraginoso presente. Simplemente con ello queremos señalar que si nos proponemos visualizar nuestro presente en una perspectiva más amplia podremos comprender de modo más cabal el alcance y las orientaciones de los múltiples procesos de globalización que se encuentran en curso. .En tal sentido, la globalización la estudiaremos dentro de una perspectiva que hemos denominado, siguiendo las reflexiones de un conjunto de historiadores franceses, como historia del tiempo presente. La cual, a su vez es, en parte, el producto de los grandes cambios que ha ocasionado la misma globalización.

historia le apuesta al estudio del presente

Parafraseando a Pierre Vilar, quien, en la conocida compilación Hacer la historiau, escribió un artículo que intitulaba "Historia marxista: una historia en construcción", se puede argumentar que la historia del tiempo presente, al igual que toda operación histórica, es un tipo de saber en proceso de formación. La publicación reciente de algunas obras dedicadas a la manera cómo la historia analiza el presente es una clara demostración de que esta perspectiva de análisis está dando recién sus primeros pasos.

Se puede sostener que esquemáticamente la valoración de la historia del tiempo presente ha oscilado entre dos extremos: algunos historiadores, como Serge Bernstein y Pierre Milza, no obstante el hecho de reconocerle ciertas peculiaridades, consideran que en cuanto a sus objetivos, métodos y fuentes, la historia del tiempo presente casi no difiere de la historia del siglo XIX15. Otros, como Pierre Sauvage,

13 Octavio Ianni, op. át., p. 3. 14 Pierre Nora y Jacques-Le Goff, Faire de l'histoire, París, Gallimard, 3 volúmenes, 1974 (Hacer la historia, Barcelona,

LAIA, 1976). 15 Serge Bernstein y Pierre Milza, "Conclusión" en A. Chauveau y Ph. Tétart, Questions a l'histoire des temps presents,

Bruselas, Éditions Complexe, 1992, p. 133.

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en su artículo "Una historia del tiempo presente", sostiene que "no es solamente un campo nuevo de investigación que se añade a los otros períodos ya existentes debido al irremediable avance del tiempo, sino que es un nuevo enfoque del pasado que sirve al conjunto de historiadores"16.

Ambas evaluaciones tienen en común el hecho de pensar la historia del tiempo presente dentro de los marcos en que se ha desenvuelto la disciplina y, por esa ra2Ón, se introducen en un laberinto de explicaciones que, no obstante aclarar ciertos rasgos específicos de este nuevo campo de la historia, no logran precisar las particularidades gnoseológicas de este tipo de saber. Incluso, en la segunda corriente explicativa, se concluye que la historia del tiempo presente representa una preocupación histórica nueva, que, por sus problemas y temáticas, induce a repensar la escritura histórica, inclusive la que está dedicada a períodos anteriores, pero no se explica el proceder que la particulariza, a no ser el hecho de enunciar la posibilidad de trabajar sobre temas nuevos, como por ejemplo, la memoria.

A nuestro modo de ver, la manera cómo se organizaron estos debates, y las importantes reflexiones que de ellos se desprendieron, fueron un buen preámbulo para el surgimiento de esta historia y constituyeron una etapa necesaria en su proceso de aparición. Pero el objetivo ahora tiene que ser otro: si se le quiere consolidar como campo específico del saber es menester trascender los márgenes en que se ha movido la discusión y avanzar por nuevos derroteros.

En tal sentido, una discusión sobre la historia del tiempo presente no puede circunscribirse a precisar qué tan nueva o diferente es esta historia con respecto a los estudios dedicados a períodos anteriores, no puede limitarse a valorar la comparación con formas más tradicionales en el oficio de los historiadores y tampoco puede conformarse con señalar cuáles son sus aportes para los demás historiadores, pues de ser así, seguramente esta empresa se quedará a medio camino. Una historia del tiempo presente debe construir una démarche que la singularice como una forma específica y particular de abordar nuestro complejo presente.

A continuación, centraremos la atención en dos aspectos que, a nuestro modo de ver, pueden ser importantes para avanzar en este tema: de una parte, las

16 Pierre Sauvage, "Una historia del tiempo presente" en Historia Crítica N. 17, julio-diciembre de 1998, p. 60. 20

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condiciones que hicieron posible el surgimiento de esta historia y, de la otra, plantear un marco de análisis para la interpretación de la historia del tiempo presente. En el surgimiento de la historia del tiempo presente han intervenido dos tipos de factores: de una parte, una exigencia historiográfica y, de la otra, una necesidad social.

La historiografía del siglo XX, en su afán por tomar distancia de las maneras más tradicionales de hacer y escribir la historia, las cuales centraban la atención en la descripción cronológica de acontecimientos de naturaleza política, diplomática o militar, se propuso afirmar nuevas direcciones en el estudio de la disciplina (economía, sociedad, cultura, género, mentalidades, etc.), lo que la condujo a una operación histórica que le restaba importancia al acontecimiento (el hecho histórico), mientras le asignaba un alto valor a los procesos, las estructuras y a las relaciones entre las diferentes instancias de la sociedad en una perspectiva global. Con ello, la historia política quedó asociada al acontecimiento y a las formas tradicionales de escritura de la historia, razón por la cual, quedó relegada a un segundo plano en los intereses e intenciones de los historiadores.

Últimamente esta situación ha comenzado a cambiar. Varios factores han contribuido a ello. En primer lugar, la aparición de una remozada historia política desvinculó la política del acontecimiento y de las formas tradicionales de escritura. El interés de muchos historiadores se desplazó hacia temas, tales como, las elecciones, los partidos, la opinión pública, los medios y la política, lo que los llevó a establecer un fecundo diálogo con la ciencia política, la antropología y la sociología, todo lo cual redundó en que la historia política interiorizó los "avances" que la historiografía contemporánea había cosechado en otros campos: las perspectivas transdisciplinarias en el análisis histórico. Rene Rémond, al respecto, escribió: "la historia política también puede incluir el estudio de estructuras. Puede ser una historia de larga duración y siempre he participado de la idea de que quizás es uno de los fenómenos más perennes, debido al peso del pasado en la memoria, consciente o inconscientemente: los fenómenos de la cultura política sólo se comprenden en una perspectiva de larga duración"17.

En segundo lugar, el amplio desarrollo que han registrado los medios de comunicación, la importante masa documental que existe sobre situaciones

17 Rene Rémond, "Le retour du politique", en Questions, op. át., p. 58.

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referidas a nuestro presente, han ereado las condiciones para que los historiadores pudieran superar el "trauma" de los archivos y comenzaran a trabajar sobre temas contemporáneos. En esta nueva actitud tuvo una gran importancia la toma de consciencia de que la historia es un tipo de conocimiento relativo y subjetivo, es decir, se supera el viejo ideal de la historiografía tradicional y positivista de que los documentos debían hablar por sí solos para "dar cuenta de lo que realmente pasó"18.

Es evidente que, desde varios ángulos, algunos historiadores se han sentido inclinados a trabajar problemas más inmediatos. Pero no se puede circunscribir la historia de nuestra más reciente contemporaneidad a un mero resultado del afán de ciertos historiadores por ampliar el diapasón temporal de los estudios históricos, convirtiendo a nuestro presente en un campo más del mismo.

Además de estos cambios que se produjeron en el ámbito de la historiografía, otros factores también han llevado a los historiadores a interesarse en los temas contemporáneos: entre estos se destaca la necesidad de tener que responder a un conjunto de expectativas sociales, pero no dentro de la perspectiva predominante anteriormente en la que se buscaba legitimar los orígenes de la nación, de una clase, un Estado, etc., sino para contribuir a la inteligibilidad de nuestra realidad actual. En este sentido se puede argumentar que la historia del tiempo presente es también la resultante de profundas transformaciones que han alterado los patrones sobre los cuales se cimienta la sociedad actual. En este plano se pueden distinguir dos tipos de transformaciones. De una parte, las sociedades modernas son colectividades industrializadas, urbanas, ilustradas y letradas que exigen de los científicos sociales y también de los historiadores respuestas rápidas a sus múltiples preocupaciones que no se asocian con el pasado, sino con el presente más inmediato.

Pero más importante aún es otro elemento, que nos explica por qué esta preocupación por el presente se hizo más fuerte en la década de los años noventa. Con la caída del muro de Berlín y la consolidación de los procesos de globalización hemos comenzado a ingresar en un nuevo período que Zaki Lai'di ha denominado el tiempo mundial, el cual, como lo veremos más adelante, tiende, entre otras cosas, a desgarrar el presente del tríptico pasado, presente y futuro. Valga señalar que

18 ^Jéase Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, LM verdad sobre la historia, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1998.

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esta relación ha sido muy problemática porque es evidente que el pasado no determina íntegramente el presente, así como este último no explica del todo el futuro, ni el porvenir sugiere lo que debe ser el presente. Pero lo que caracteriza a nuestra contemporaneidad es una sobrecarga del presente que tiende a anular los otros componentes del tríptico. Este tiempo mundial, de acuerdo con Fernand Braudel, no alude a la totalidad de la historia de los hombres. "Este tiempo excepcional domina, de acuerdo con los lugares y las épocas, algunos espacios y algunas realidades. Pero otras realidades y espacios le escapan y le son ajenos"19.

En tal sentido, la historia del tiempo presente no puede ser considerada como una nueva moda de la que se harían partícipes algunos historiadores, sino que es el producto de una necesidad social y de la necesaria evolución de la disciplina para adaptarse a las circunstancias de nuestro tiempo. En este sentido, la historia del tiempo presente, junto con ser una perspectiva de análisis de lo inmediato, también debe considerársele como un período.

La historia del tiempo presente se explica y justifica por las aceleradas transformaciones que nos vuelcan sobre la instantaneidad, nos desvinculan los fenómenos actuales de su pasado y, por lo tanto, nos impiden ver la profundidad de los mismos. Es decir, la historia del tiempo presente no sólo es una inquietud de los historiadores, sino una necesidad social que nos debe permitir entender las fuerzas profundas que están definiendo nuestro abigarrado presente.

Igualmente, conviene señalar que si el saber histórico dedicado a períodos distantes en el tiempo ha permitido que la historia construya la memoria que se tiene de esas épocas y de sus sucesos, en relación al presente es la memoria, construida en otras instancias, como por ejemplo, en los medios de comunicación o en la tradición, la que define nuestra idea del presente. En ese sentido, la historia del tiempo presente asume como una de sus principales preocupaciones la creación de una memoria del presente basada en hechos demostrables y ya no en la tradición o en la actividad de los medios de comunicación.

En estas breves reflexiones sobre las necesidades de que la historia se interese por el presente encontramos una primera clave que nos permite establecer una diferencia entre la historia del tiempo presente y la historia contemporánea. Algunos autores sostienen que la dimensión del presente, sus fronteras

19 Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalisme XV-Xl-'lII siéck, París, Armand Colin, 1979, tomo 3, p. 8.

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cronológicas abarcan más o menos los últimos cincuenta años20, o el lapso de una vida humana21 o que la matriz del tiempo presente está constituida por la Segunda Guerra Mundial22. Si esto fuese así, entonces podríamos preguntamos ¿Qué diferencia a la historia del tiempo presente de la historia contemporánea? Mientras la segunda puede abarcar los últimos cincuenta años y numerosos historiadores han considerado imposible abordarla por la carencia de archivos y por la escasa distancia que "priva de objetividad y serenidad en el juicio", el surgimiento de la historia del tiempo presente es el resultado de la confluencia de dos tipos de factores: de una parte, la universalización de los procesos de globalizadón y la erosión de los referentes de la época de la guerra fría y,- de la otra, un sentimiento de vivir en un mundo caracterizado por la urgencia. En este sentido, la historia del tiempo presente es el estudio histórico de nuestra inmediatez.

Esta realidad que contextualiza el surgimiento de la historia del tiempo presente nos sugiere igualmente un indicio importante para crear un marco de análisis de esta historia, a saber: el tiempo mundial, entendido como la convergencia de las tendencias globalizadoras con la pérdida de los referentes del mundo de la guerra fría fue el resultado de un "acontecimiento monstruo"23: la caída del muro de Berlín24. Al respecto, cabe señalar que uno de los aspectos más característicos de nuestro presente es la comprensión del tiempo, lo que no sólo induce a una aceleración del cambio histórico sino que también aumenta la significación de los grandes acontecimientos.

En la importancia que adquiere este acontecimiento interviene un conjunto de situaciones: de una parte, como acertadamente señalaba Pierre Nora en un interesante artículo "para que haya un acontecimiento se necesita que éste sea conocido"25. La sociedad moderna se distingue de la tradicional precisamente por el hecho de que con la urbanización, la masificación de la educación y el amplio desarrollo de los medios de comunicación permite que el acontecimiento sea conocido por un número muy amplio de personas. "Esta vasta democratización de la

20 Pierre Chaunu, El rechazo de la vida. Análisis histórico del presente, Madrid, Espasa-Calpe, 1978, p. 34. 21 Gérard Noiriel, J2#'est-ce que l'histoire contemporaineí', París, Hachette, 1998. 22 Jean-Pierre Azéma, "La seconde guerre mondiale matrice du temps présent" en Institut d'histoire du temps présent,

Heriré l'histoire du temps présent, París, CNRS, 1992. 23 Pierre Nora, "L'événement rnonstre" en Communications^. 18, París, 1972. 24 Véase, Hugo fazio Vengoa, "La caída del muro: el acontecimiento de final de siglo" en Hugo Fazio Vengoa y William

Ramírez Tobón, 10 años después del muro. Visiones desde Europa y América Latina, Santafé de Bogotá, IEPRI, Fescol y Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, 2000.

25 Pierre Nora, "Le retour de l'événement" en Jacques Le Goff y Pierre Nora, op. cit, p. 288.

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Historia, que le otorga su especificidad al presente, posee su lógica y sus leyes: una de ellas —la única que yo quisiera destacar— es que, en la actualidad, esta circulación generalizada de la percepción histórica, culmina en un fenómeno nuevo: el acontecimiento".

Pero, quizás más importante aún es el hecho de que los procesos o largas estructuras en su desenvolvimiento histórico transcurren paralelamente con sus ritmos e intensidades propios y sólo se concatenan cuando se presentan unas circunstancias determinadas y, de modo más preciso, cuando tiene lugar un gran acontecimiento, que les asigna un sentido específico, para que entren en resonancia. Las situaciones globalizadoras en el plano económico, social, político, cultural, en los imaginarios, etc., con toda probabilidad nunca hubiesen llegado a expresarse como un gran movimiento envolvente sino hubiese sido porque la caída del muro de Berlín las sincronizó, las puso a tono dentro de una misma lógica de compresión del espacio y del tiempo, les creó las condiciones para que se abrieran los intersticios necesarios de retroalimentación mutua y entraran en una dinámica de reciprocidad.

De otra parte, la caída del muro de Berlín, como acontecimiento que separa el antes del después, encierra una simbología de los profundos cambios que se han operado en el mundo que hace estallar una nueva realidad mundial que no sólo pone fin a una etapa de la modernidad y cierra una página de la historia universal sino que refracta en nuestro presente un conjunto de tendencias o procesos de larga data, que, en sus aspectos más generales, definen la dinámica del mundo actual. 1989 es una fecha clave porque la acumulación de hechos y situaciones precipitan el tiempo y definen el tiempo presente26.

La caída del muro de Berlín concatena variadas situaciones, de diversa índole, y las sitúa en un sólo gran movimiento planetario. Este evento acumula la simbología y los elementos de los que son portadores algunos acontecimientos previos. Entre estos cabría destacar: las distintas revueltas sucedidas en el mundo durante el año 1968, que, no obstante sus rasgos específicos, todas ellas tuvieron en común el hecho de modificar la naturaleza de las relaciones familiares e interpersonales, alteraron el papel de la educación y facilitaron la penetración de los medios de comunicación en la formación de los individuos (transformaciones sociales, educativas, comunicaciones y culturales); la crisis económica de 1973 y 1974 que señaló, entre otros, el ocaso de los distintos modelos de desarrollo

26 Paul Ricoeur, "Remarques d'un philosophe" en Institut d'histoire du temps présent, op. át., p. 41.

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nacionales predominantes en el Este, en el Sur y en el Norte y que, junto con el fin de la convertibilidad del dólar en oro (1971) y la posterior crisis de la deuda externa en la década de los años ochenta, crearon las condiciones para la universalización de un esquema único de acumulación y aceleraron la movilidad de los capitales (transformaciones económicas, financieras y sociales); la Conferencia de Helsinki (1975) que, junto con la expansión de los modernos medios de comunicación, facilitaron la interpenetración e interdependencias de los distintos pueblos (transformaciones sociales, culturales y políticas); la nueva política económica británica que, desde el arribo de Margaret Thatcher al poder en 1979, a lo que posteriormente se sumó la "revolución conservadora" de Ronald Reagan en Estados Unidos (1981), sacó al liberalismo de su posición defensiva y lo convirtió en un discurso hegemónico a escala mundial, sobre todo ante la falta de sólidos contra discursos (transformaciones ideológicas, discursivas y de imaginarios); la revolución iraní (1979), y el arribo al poder de Gorbachov en la Unión Soviética (1985), actuaron como acontecimientos que debilitaron los referentes de la guerra fría en el ordenamiento internacional (transformaciones en el sistema mundial). Es en este sentido que, la caída del muro de Berlín, al tiempo que separa dos períodos históricos claramente definidos (guerra fría y postguerra fría), proyecta de modo unificado, al mismo tiempo, un conjunto heterogéneo de situaciones que convergen en torno a la idea de la globalización.

De ello podemos inferir una primera conclusión: la historia del tiempo presente es, ante todo, el estudio de un acontecimiento ocurrido en nuestra inmediatez. Conviene hacer la salvedad de que este retorno con fuerza del acontecimiento no debe entenderse simplemente como un nuevo impulso de la historia política, por cuanto el acontecimiento, así como es político, también puede ser social, económico o cultural o una mezcla de todos ellos. Un acontecimiento también lo observamos en la devaluación del bath tailandés en julio de 1997 que desencadenó la crisis del sudeste asiático o en la muerte de lady Di, que se convirtió en un acontecimiento de proyección mundial. Un. acontecimiento no sólo es el producto de determinados condicionantes históricos, que lo modelan y definen, sino que también es productor de sentido y de estructuras. El interés histórico por el acontecimiento también implica un radical cambio de perspectiva entre los historiadores en la medida en que se desvaloriza la estructura y se redimensionan los actores, con lo que la historia se compromete en un proceso de "humanización"27.

27 Franfois Dossé, L'histoire ou le temps réfléchi, París, Hatier, 1999.

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Reivindicar la importancia del acontecimiento no significa reducir la historia del tiempo presente a la historia inmediata28. Mientras esta última se ciñe al acontecimiento y reconstruye, con un arte posiblemente elogioso, el intríngulis de los magnos hechos, la primera percibe el acontecimiento como un momento culminante que, separa el antes del después, pero lo hace inteligible sólo a través de una percepción del acontecimiento en la espesura y en las profundidades de la historia. En este sentido, el acontecimiento debe inscribirse en una determinada duración. La historia del tiempo presente es una historia de la duración. Como acertadamente señala Krzystof Pomian "es imposible levantar hoy una muralla infranqueable entre un periodista que estudia los archivos públicos y privados, examina los periódicos y se sumerge en las memorias de la época, los anuarios estadísticos y otras publicaciones oficiales, grava entrevistas con los actores de los acontecimientos, por un lado, y un historiador del presente por otro"29. Pero, lo que caracteriza este tipo de saber como historia es la investigación, la interpretación, el apego a la veracidad de los hechos y la duración, todo ello referido al momento más actual.

Para entender este último punto, una gran utilidad tiene las interesantes reflexiones de Robert Cox30, quien nos recuerda que, en 1889, el filósofo francés Henri Bergson publicó sus "Ensayos sobre los elementos inmediatos de la consciencia", trabajo en el cual rompe con la visión cartesiana del tiempo en la medida en que el tiempo es interpretado de dos maneras: el tiempo del reloj, uniforme, homogéneo, el medio para medir desde afuera cualquier cosa. Este era el tiempo reducido al espacio. La secuencia de los eventos se desarrolla en un medio homogéneo. El otro sentido de tiempo se define como duración (durée), que, cuando lo utilizamos para significar el período transcurrido entre el comienzo y el fin de una serie de acontecimientos, alude a una visión espacial del tiempo. Duración significa el tiempo vivido, el tiempo experimentado, el sentimiento subjetivo de actuar y elegir y los límites que presionan la acción y la elección.

"Esta distinción es importante cuando se piensa en el cambio político y social. El historiador que intenta explicar un acontecimiento, una revolución o la inercia de una sociedad —escribe Cox— realiza una reconstrucción imaginativa de la evidencia de las acciones individuales, del sentido de la acción colectiva de los participantes

28 Jean Lacouture, "L'histoire inmédiate" en Jacques Le Goff, bajo la dirección, L/z nouvelk histoire, Bruselas, Ediíions Complexes, 1988.

29 Krzystof Pomian, "La irreductible pluralidad de la historia" en Revista de 0cadente N. 220, septiembre de 1999, p. 6. 30 Véase la contribución de Robert Cox, en James H. Mittelman, Globali^ation: Critica!. Reflexions, op. cit.

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en los movimientos "sociales y de las presiones materiales y. psíquicas de la acción. Todo esto es la duración. Este es el tiempo a través del cual podemos entender el cambio estructural histórico. Este es el tiempo experimentado por el historiador y el analista social de un proceso de cambio".

Es precisamente esta concepción del tiempo entendido como duración, la que ha desarrollado Fernand Braudel en sus reflexiones sobre la historia. El historiador francés planteaba la existencia de tres duraciones en la historia. "El tiempo no es unilineal ni mensurable cronológicamente. Existen tres grandes duraciones, cada una de las cuales corresponde a una esfera particular: el tiempo largo o la "historia . casi inmóvil"31, la historia lenta peculiar a la economía y la sociedad y finalmente el tiempo corto, inherente a las transformaciones que se producen en la vida pública". La equivocación de Braudel fue haber imaginado que cada una de estas duraciones correspondía a un determinado ámbito de la historia, lo que lo llevó a sobrevalorar el peso de las relaciones con el medio natural y de la consciencia y a menospreciar lo político (el acontecimiento)., que se inscribía, para él, en la corta duración.

En una ocasión, al respecto escribió: "conservo el recuerdo de una noche, cerca de Bahía, en que me encontré envuelto por un fuego de artificios de luciérnagas fosforescentes; sus pálidas luces resplandecían, se apagaban, refulgían de nuevo, sin por ello horadar la noche con verdaderas claridades. Igual ocurre con los acontecimientos: más allá de su resplandor, la oscuridad permanece victoriosa"32.

Pero el gran legado que nos deja este historiador francés fue el haber sugerido que cada una de estas temporalidades —larga, mediana y corta duración-corresponde a niveles diferenciados de análisis: larga duración = estructuras o procesos; mediana duración = coyunturas (situación que resulta de un encuentro de circunstancias que se considera como el punto de inicio de una evolución o acción) y corta duración = acontecimientos; también que se movían en niveles de análisis interaccionados, los cuales, en su conjunto, se convertían en factores explicativos del transcurrir de la historia.

De acuerdo con Braudel, el cambio estructural histórico abarca la interacción de los tres niveles de tiempo, es decir, es la interrelación dialéctica entre la corta, la mediana y lalarga duración. Si la historia del tiempo presente es ante

31 Femand Braudel, IM Méditerranée et le monde méditérranée a l'épochede Philippe II, París, Armand Cñlin, 1966, tomo 1, p.16. 32 Fernand Braudel, Écrits sur l'histoire, París, Flammarion, 1992, p. 22.

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todo un estudio del acontecimiento eñ la duración, y esta historia debe respetar la interpenetración de estas tres duraciones y de sus correspondientes niveles de análisis, entonces, el punto de arranque no es, como se desprendería de un clásico análisis braudeliano y de las valoraciones que hacen la mayor parte de los historiadores contemporáneos, la larga duración, sino el acontecimiento. El acontecimiento nos refracta una coyuntura y un proceso y, al mismo tiempo, puede dar origen a una nueva coyuntura y acelerar, desviar o desacelerar un proceso. Valga la pena en este punto recordar que el tiempo es una construcción social y no existe un modo unívoco de establecer los hilos que vinculan los distintos componentes del tríptico.

Una perspectiva que ubica el acontecimiento dentro de este trinomio temporal nos permite superar la inmediatez del mismo y rebasar las dificultades que implica abordar lo instantáneo, lo fugaz, lo furtivo. El tiempo corto debe percibirse como un momento de condensación de una coyuntura, en la cual indefectiblemente se encuentra inscrito, y entender a ésta como un momento de aceleración de una larga duración, es decir, un proceso.

La historia del tiempo presente puede ser, por lo tanto, una historia que se interpreta en modo inverso a la cronología. Se inicia en la inmediatez para poder así entender el cúmulo de significados que porta el acontecimiento. Esta inmediatez se inscribe en una determinada coyuntura (período de tiempo, cuyas fronteras cronológicas varían) y está a su vez dentro de una larga duración, es decir un proceso, lo que permite ubicar el acontecimiento en esquemas explicativos generales. Sólo así se entiende la importancia del cambio histórico, se comprende la significación del acontecimiento y se restablece el vínculo entre pasado y presente. Únicamente a través de un procedimiento tal el historiador o el analista interesado en una interpretación histórica puede tomar una distancia lo suficientemente grande con respecto al fenómeno estudiado y entender la lógica que le subyace.

Un procedimiento como el que acabamos de describir, al tiempo que reivindica la importancia del acontecimiento, con toda su carga de azar y necesidad, es también un buen antídoto contra el exceso de racionalización que generalmente porta el análisis más convencional que le asigna a la historia la función de destacar la génesis de los acontecimientos, lo que conduce a una historia que desecha todo aquello que río participa directa o indirectamente en favor de la construcción de ese acontecimiento.

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Una historia como la que aquí se propone, entendida como la lectura del acontecimiento inmediato en su duración, tiene que ser, por último, un estudio necesariamente interdisciplinario ya que la historia del tiempo presente no es otra cosa que una perspectiva de análisis del presente en su duración, con sus contingencias y azares, que requiere, para poder establecer los necesarios nexos en la duración, del aporte de las otras ciencias sociales.

El importante laboratorio social de la Europa Centro Oriental ha sido un buen experimento que nos permite sopesar la validez de los supuestos de la historia del tiempo presente. Al poco tiempo de iniciado el desmonte del sistema socialista, los politólogos se interesaron por la emergencia de la nueva institucionalidad y los mecanismos que hacían posible el nacimiento o no de los sistemas democráticos, los economistas vieron con gran interés el establecimiento de la economía de mercado y los factores sobre los cuales se produjo el tránsito del socialismo hacia el capitalismo, los sociólogos políticos centraron su atención en la emergencia de nuevos actores sociales y políticos y los antropólogos se preocuparon por la comunicación intercultural y las nuevas formas de sociabilidad33. La mayor parte de estos trabajos, inspirados en sus propias disciplinas, sugerían interpretar los sucesos en esta parte de Europa como una ruptura como el antiguo orden. En tal sentido, la nueva institucionalidad, la pluralidad de actores y el surgimiento de la economía de mercado eran una clara demostración de que el pasado, incluso el más inmediato, había quedado definitivamente atrás.

La mayor parte de estos trabajos que mostraban cómo se estaban "normalizando" los países de la Europa Centro Oriental tempranamente quedaron superados por la complejidad del proceso de cambio en esas sociedades. ¿Por qué fueron tan heterogéneas las experiencias de transición? ¿Por qué algunos Estados alcanzaron una temprana estabilidad mientras otros todavía se debaten en medio de la crisis? ¿Por qué en algunos casos, el elemento central de la transición lo constituyó el mercado, en otros el Estado y en los últimos la sociedad?

Como lo sugería hace algunos años un analista francés34, el problema es que la lectura de estas realidades se ha hecho a partir de las rupturas y no de las continuidades

33 Véase Hugo Fazio Vengoa, Editor, ¿La Gran Europa?, Santafé de Bogotá, IEPRI y Ecoe Ediciones, 1997, Hugo Fazio Vengoa y Joanna Nowicki eds., La crisis de los referentes y la reconstrucción de las identidades en Europa, Santafé de Bogotá, IEPRI y Siglo del Hombre Editores, 1999.

34 Patrie Michel, L'Europe mediarte. Au seuil de l'Europe, París, l'Harmattan, 1997.

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y se ha desconocido el papel de la larga duración. En ese mismo sentido, hace algún tiempo35, escribíamos que el proceso de cambio en esta parte del Viejo Continente no se podía analizar en términos de ruptura, de transformación ni de revolución sino que debía interpretarse como una transición porque esta noción hacía referencia al hecho de que la construcción de la nueva sociedad no se produce en el vacío, sino que viene moldeada por la experiencia histórica de estos países, por el legado institucional, económico, social, político y cultural. Es ahí precisamente donde aparece una interpretación del presente que involucra a la historia como un especial marco de interpretación y análisis.

¿Por qué recurrir a una visión histórica de laglobaligación?

. Tres presupuestos generales específicos y uno referido a la historia, en tanto que disciplina, nos han estimulado a desarrollar esta perspectiva en el caso específico del estudio de la globalización. De una parte, un análisis estrictamente conceptual, ahistórico y atemporal de la globalización puede llevarnos a reproducir buena parte de los defectos u omisiones, característicos de gran parte de los estudios consagrados a este tema, como por ejemplo: la ausencia de análisis políticos que especifiquen la naturaleza de las relaciones de poder en el contexto Norte-Sur, la superficialidad del cuestionamiento al orden neoliberal impuesto por las naciones desarrolladas en los países del sur y el cierto desdén por las visiones que sobre estas temáticas se producen en latitudes diferentes al "estrecho" mundo anglosajón36.

En segundo lugar, una ubicación de la globalización en su dimensión histórica nos sugiere indicios para discernir los elementos que para el caso se desprenden de la ideología y los que provienen de la realidad. "Un procedimiento tal puede contribuir a esclarecer el papel que desempeña desde el punto de vista de las relaciones de fuerza entre los actores de la vida social y política, situarlos problemas y comprender los límites y las contradicciones en el marco de las realidades del momento. Se trata de establecer la relación que existe entre el nuevo discurso sobre la globalización y la economía política de la mundialización"37, entendiendo

35 Hugo Fazio Vengoa, "Hacia dónde va la Europa Centro Oriental? Análisis comparativo de la transición en la República Checa, Polonia y Hungría" en Análisis Político N. 25, mayo-agosto de 1995.

36 David Slater, "Challenging Western Vision of Global: the Geopolitics of Theory and North-South Relations" en The European Journalof Development Research vol. 7 N. 2, diciembre de 1995, p. 368.

37 Jean Philippe Peemans, "L'utopie globalitaire" en Nouveaux Cahiers de l'IUED, Ginebra, N. 5, 1996, p. 55.

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el discurso como una ideología de la globalizadón, la que como cualquier ideología, reproduce parcialmente k realidad y que, con la justificación factual de algunos de sus elementos, alcanza cierta legitimidad sobre todo en un momento como el actual cuando no existen sólidos discursos alternativos.

Es decir, una mirada histórica del problema nos debe suministrar elementos para distinguir la globalización del globalismo, entendiéndose por este último, "la concepción según la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer político; es decir, la ideología del dominio del mercado mundial o la ideología del liberalismo. Esta procede de manera monocausal y economicista y reduce la pluridimensionaiidad de la globalización a una sola dimensión: la económica"38.

En tercer lugar, como acertadamente lo demuestra el estudio del pasado, el tiempo histórico no es neutro, sino que está determinado por el proyecto político propio a cada época. En la Grecia Clásica la historia era inmutable en un constante presente que debía repetirse en el futuro (tiempo circular). Desde el poder se aseveraba que los hombres no eran constructores de futuro, sino víctimas de la historia. El orden existente era inalterable. Con el advenimiento del cristianismo se superpuso una nueva visión: el presente no era más que la antesala del futuro, cuando vendría el salvador de la humanidad. La iglesia se erigió en la guardiana del tiempo histórico de los hombres. Con la modernidad se ingresó en una nueva etapa en la que la historia asumió características más reales y terrenales ya que el tiempo histórico pasó a ser entendido como progreso, tríptico (vinculación entre pasado, presente y futuro) y cambio. Esta nueva perspectiva compartida legitimó el poder del Estado dada la apropiación que éste hizo de la idea de progreso. Con ello se le dio un sentido a las acciones de los hombres y la historia fue asimilada como un conjunto de "acontecimientos espaciales y temporales con un fin determinado: el progreso. Cuando aparece esta idea como conciencia de futuro monopolizado por el Estado, se da una aceleración en la vida práctica'

En nuestro presente, el tiempo del progreso ha cedido terreno a una nueva visión. Por eso una perspectiva de análisis que involucre a la historia en la doble perspectiva de proceso y conocimiento nos permite reubicar nuestro presente en el trinomio pasado, presente y futuro, dado que las tendencias actuales en los

38 Ulrich Beck, ¿Qué es la globalizadón ? Falaáas del globalismo, respuestas a la ghbali^aáón, Barcelona, Paidós, 1998, p. 27. 39 Laura Leticia Heras Gómez, "La política y el tiempo histórico" en Convergencias. R£vista de Ciencias Sociales, México,

Año 6, N. 18, enero-abril de 1999, p. 60.

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noventa sugieren que estaríamos asistiendo a lo que, Zaki Laídi, denomina el tiempo mundial40, el cual "mina la idea de proyecto nacional histórico. Las naciones cada vez se encuentran en peores condiciones para justificar su existencia en relación con un pasado o un futuro (...) El tiempo mundial es ante todo una fenomenología del presente. Su fuerza y su sentido residen en su capacidad para "emitir señales", es decir, vincular fenómenos entre sí y hacerlos entrar en resonancia (...) Ofrece a las sociedades con historias singulares un presente común. En tanto que momento histórico, el tiempo mundial busca naturalmente desvincularse del pasado, realizar una ruptura con él (...) a través del discurso de adaptación a la globalización. Pero la singularidad del tiempo presente es que esta ruptura con el pasado no trae consigo ninguna idea de futuro. La fortaleza de la urgencia en nuestra sociedad refleja esta sobrecarga del presente ante el cual expresamos nuestras expectativas y que nos conduce, a exigir del presente lo que antes se esperaba del futuro. En todo el mundo, las sociedades políticas parecen estar confrontadas a los mismos problemas, a los mismos desafíos, incluso en la manera de enunciarlos. Se habla hoy de la crisis del Estado, de la privatización del sector público, de la transparencia de la administración, de la valorización del capital humano, sin hacer mención a temas más políticos como el tránsito al mercado o a la democracia. De aquí se desprende el sentimiento de vivir una temporalidad única"41.

Este presente que parece omnipresente, para retomar un término de Norbert Lechner42, se caracteriza porque carece tanto de una proyección de futuro como de profundidad histórica. Este sentimiento de vivir la urgencia o la inmersión en el tiempo presente se explica porque hasta hace no mucho nos enfrentábamos a un mundo que se estructuraba en torno al tiempo de la política lo que implicaba constantes referencias al pasado para el manejo del presente y mantenía el objetivo de proyección hacia el futuro. Con los cambios económicos, tecnológicos y comunicaciOnales de las últimas décadas se ha comenzado a producir una gran transformación cultural que ha desplazado el tiempo de la política como vector estructurador por el tiempo de la economía y, sobre todo, del mercado, el cual a partir de la velocidad del consumo, de la producción, de los intercambios y los beneficios desvincula el presente del pasado, transforma todo en presente e involucra los anhelos futuros en la inmediatez. Una idea similar sostiene Zygmunt

40 Zaki Laídi, Lx temps mondial, Bruselas, Éditions Complexes, 1997. 41 Zaki Laídi, Malaise dans la mondialisation, París, Textuel, 1998, pp. 18-20. 42 Norbert Lechner, "El malestar con la política y la reconstrucción de los mapas políticos" en Rocalia Winecur,

Compilador, Culturas políticas afín de siglo, México, Juan Pablo Editores y Flacso, 1997.

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Bauman cuando escribe: "Existe una resonancia natural entre la carrera espectacular del "ahora", impulsada por la tecnología de compresión del tiempo, y la lógica de la economía orientada hacia el consumo. De acuerdo con esta última, la satisfacción del consumidor debe ser instantánea, dicho en un doble sentido. Es evidente que el bien consumido debe causar satisfacción inmediata, sin requerir la adquisición previa de destrezas ni de un trabajo preparatorio prolongado; pero la satisfacción debe terminar "en seguida", es decir, apenas pasa el tiempo necesario para el consumo. Y ese tiempo debe reducirse al mínimo indispensable"43.

Esta inmediatez, si bien, en principio, es un fenómeno universal que nos afecta a todos, reproduce diferenciadas condiciones de adaptación de acuerdo con la posición social que se detenta, lo que apoya la idea del carácter político que asume el manejo del tiempo. Esta ansiedad de vivir en la urgencia castiga más duramente a quienes viven de su salario y que, por lo tanto, están expuestos al desempleo. Para estas categorías sociales el porvenir puede ser más destructor que protector. Diferente es la situación de quienes detentan el capital que obtienen todo tipo de beneficios de este presentismo, que ellos mismos controlan44. Esto mismo lo sugiere Bauman, quien escribe: "La reducción del espacio entraña la abolición del paso del tiempo. Los habitantes del primer mundo viven en un presente perpetuo, atraviesan una sucesión de episodios higiénicamente aislados, tanto del pasado como del futuro. Están constantemente ocupados y "siempre escasos de tiempo"... Por su parte, los residentes del segundo mundo, viven en el espacio; pesado, resistente, intocable, que ata el tiempo y lo mantiene fuera de su control"45.

En este plano nos topamos con una de las características más reveladoras de la globalización: los desarrollos recientes han producido una transmutación en la concepción del tiempo que, al crear la idea de pertenencia de un "presente omnipresente", nos dota de un imaginario que gira en torno a la representación de que nos encontramos en un mundo común, en el que compartimos las mismas condiciones, disyuntivas, soluciones y problemas, pero que, en efecto, actúa como un mecanismo diferenciador de la población con respecto al manejo de esa temporalidad. Este tiempo, por su parte, en la medida en que se convierte en un vector de acción y representación social, altera la noción de espacio: para unos el

43 Zygmunt Bauman, La globalización. Consecuencias humanas Buenos Aires Fondo de Cultura Económica Argentina, 1999, p. 108.

44 Véase Zaki Laídi, "Porquoi vivons-nous dans l'urgence?" en Etudes, junio de 1998, p'p. 777-778. 45 Zygmunt Bauman, op. cit., p. 116-117.

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espacio es un no-espacio ya-que es globalizado e instantáneo, mientras que aquellos sectores que no logran representarse en un tiempo mundial, permanecen en un espacio territorializado. De esta bifurcación nace la dicotomía entre globaüzación y localidad que se expresa en que el primero ha podido despojarse de su identificación con un espacio mientras el segundo sigue inscrito en una localidad territorializada y con un manejo tradicional del tiempo.

Historia del tiempo presente y globalización

Por último, esta perspectiva se explica por los desarrollos de la historia como disciplina. Somos de la opinión de que la utilización de un marco de análisis braudeliano46 consistente en percibir la historia en una perspectiva de larga duración, como historia total, como proceso civilizatorio y economía mundo "y como espacio historizado, puede ser de gran utilidad para crear un marco de aproximación distintivo de la globaüzación ya que este tipo de saber nos muestra el ritmo, la orientación y la intensidad del movimiento envolvente de la integración de los diferentes confines del mundo, así como también nos da un claro entendimiento de las diferentes fases que han definido nuestra modernidad.

Como lo señalábamos anteriormente, uno de los aspectos más destacados de la obra de Fernand Braudel consiste en el reconocimiento de una pluralidad de duraciones. En la perspectiva de estas temporalidades podemos discernir diferentes niveles de aclimatación de la globalización. Si concebimos el fenómeno únicamente en una perspectiva de larga duración, lo que comúnmente denominamos hoy como globalización no sería otra cosa que una coyuntura en la que se aceleran, amplían e intensifican determinados procesos estructurales. Si privilegiamos la mediana duración, centramos nuestra atención en la coyuntura y en el potencial transformador del proceso para alterar y rediseñar las estructuras del capitalismo. En este sentido, con la globalización no sólo se habría acabado la guerra fría, sino que también todo el andamiaje económico, político e institucional de la época moderna o de la modernidad territorializada en el espacio nacional. Por último, un análisis en términos de corta duración, redimensiona las situaciones inmediatas que caracterizan nuestra historia presente (revolución tecnológica, caída del muro

46 Véase un interesante intento de pensar la globalización a partir de la obra de Fernand Braudel en Eric Helleiner, "Reflexiones braudelianas sobre globalización económica: el historiador como pionero" en Análisis Político N. 39, enero-abril de 2000.

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de Berlín, desaparición de la Unión Soviética, etc.) y los agentes interesados en acelerar y conducir este cambio.

De cada una de estas tres perspectivas se desprenden diferentes marcos de interpretación de la globalización. Mientras la primera minimiza el carácter rupturista del fenómeno, pues a final de cuenta lo concibe simplemente como un estadio más en la larga evolución del capitalismo y del sistema mundial moderno, la segunda pretende mostrar los elementos nuevos que han surgido en las últimas décadas y que están estimulando el cambio global de las estructuras, lo que presupone el inicio de un escenario completamente nuevo, y la tercera, por último, destaca la importancia de aquellas situaciones y las actividades de determinados actores que han impulsado la concreción de lo nuevo.

Un análisis en términos estrictamente braudelianos anula la posibilidad de que las dos últimas perspectivas puedan erigirse en marcos explicativos del fenómeno por cuanto la coyuntura sólo puede interpretarse como una intensificación de procesos de larga duración y su capacidad transformadora se supedita al grado de madurez de los procesos estructurales mientras que la corta duración son simples "destellos de luz que no logran horadar en las profundidades de la oscuridad", es decir, no son capaces de incidir ni menos aún de mostrarnos la evolución de las estructuras; simplemente irradian luz sobre los cambios. De ahí que, siguiendo esta metodología, nuestro presente deba ser analizado a la luz de la concatenación de estos tres niveles de análisis.

Sin embargo, cabría destacar que las radicales transformaciones que se han producido desde la década de los años sesenta -—las nuevas tecnologías, los modernos medios de comunicación, las transformaciones en los procesos de organización de la producción, etc.— han comprimido el tiempo, lo que ha permitido una aceleración del cambio histórico y un redimensionamiento de la corta duración. Tal como lo señalábamos anteriormente, la caída del muro de Berlín, el magno acontecimiento, al sincronizar una serie de procesos y ubicarlos en una lógica envolvente, estimuló el desarrollo de las actuales tendencias globalizadoras. En tal sentido, somos de la opinión de que debemos complejizar el análisis braudeliano en la medida en que, en nuestro presente, se producen interacciones más complejas entre estas tres duraciones y en algunos ámbitos, como la política y la cultura, la corta duración alcanza una mayor significación que los determinantes más estructurales.

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De esta manera, un análisis propiamente braudeliano debe hacer inteligible la globalÍ2ación a partir de la interrelación y convergencia temporal de las tres duraciones anteriormente señaladas. Es precisamente la interacción compleja entre estas duraciones lo que permite ver el alcance y la especificidad de los actuales procesos de globalización.

Pero existen también otras dimensiones del legado braudeliano que pueden ser muy pertinentes a la hora de abordar el tema de la globalización. Fernand Braudel concebía la formación del espacio de la economía mundo capitalista en su dinámica total o global47 como la interrelación de distintos ámbitos: la economía, la política, lo social y la cultura. A juicio del historiador, sólo una perspectiva que integrara estas distintas dimensiones podía aportar una cabal comprensión del fenómeno en cuestión. Si extrapolamos este enunciado al problema de la globalización, este no debe ser reducido a una de las dimensiones del problema —la economía, la cultura, la política, etc.—, sino que debe analizarse como un fenómeno multifacético y total que vincula las disímiles manifestaciones de lo social.

A partir de estas nociones, Braudel distinguía diferentes niveles de funcionamiento de la economía: la civilización material, la del intercambio y el capitalismo propiamente dicho48. Mientras que la primera alude a la reciprocidad que tienen lugar por fuera de los circuitos del mercado, es la infraeconomía, donde se desarrollan las actividades económicas repetitivas y rutinarias de autosuficiencia y trueque de productos y servicios en un perímetro muy corto, la segunda comprende como tal la economía de mercado y se caracteriza por la transparencia y la regularidad en los intercambios, en la que cada cual sabe de antemano como opera el proceso de cambio. Por último, el capitalismo constituye la esfera de predominio de las grandes corporaciones y de las élites privilegiadas que actúan en mercados oligopólicos y especulativos con el único objetivo de alcanzar inmensos beneficios en el menor plazo posible. El intercambio asociado al comercio entre regiones distantes y portador de complicados mecanismos de crédito, constituye un sofisticado arte dispuesto sólo a unos pocos. Este último

47 "La globalidad —escribe Braudel— no es la pretensión de escribir una historia total del mundo. No es esta pretensión pueril, simpática y loca. Es simplemente el deseo —cuando se ha enfrentado un problema- de sobrepasar sistemáticamente los límites. Según yo, no existe un problema de historia que esté circundado por muros, que sea independiente". Citado en Ruggiero Romano, Braudel y nosotros. Keflexiones sobre la cultura histórica de nuestro tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 49.

48 Fernand Braudel, ~LM dynamique du capitalisme, París, Plammarion, 1989.

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nivel es el que Braudel define como un conjunto de actividades de naturaleza transnacional y lo asocia a la emergencia de un tiempo mundial49.

Esquemáticamente puede sostenerse que la vida material es el ámbito en el que se desenvuelven las actividades de las comunidades; la economía de mercado implica una espacialidad en la que diferentes comunidades entran en un proceso natural de intercambio entre sí, proceso que alcanzó su mayor expresión con el surgimiento del espacio económico nacional y las actividades propiamente capitalistas, o sea el tercer nivel, que desarrolló desde sus orígenes una vocación eminentemente global. "¿Los Fugger o los Welser acaso no eran firmas transnacionales?", se preguntaba Braudel en su célebre libro antes citado.

Un aspecto interesante, para efectos del análisis sobre la globalización, que se deriva de esta distinción de los diversos niveles de funcionamiento de la economía radica en el hecho que permite comprender la manera como opera este proceso. En los orígenes del mundo moderno, las actividades del tercer nivel estaban en manos de los grandes comerciantes, mientras la segunda se desarrollaba en torno a las ferias y la primera se representaba en el intercambio natural. En sí, puede sostenerse que lo que implícitamente asociamos a los procesos de globalización no es otra cosa que la penetración del tercer nivel (el capitalista) en los dos anteriores, lo que conduce al desarrollo de numerosos lazos de interdependencia tal como se presenta en el mundo actual entre lo local (vida material), la economía de mercado (espacio nacional) y lo global (actividad de las grandes empresas). La imbricación de los tres niveles, bajo el predominio de la racionalidad del tercero (máximización de los beneficios), ha tenido dos consecuencias fundamentales: de una parte, superpone el desarrollo de los vínculos económicos a escala global sobre los demás y, de la otra, crea una situación en la cual un fenómeno que, desde una perspectiva mundial podría ser considerado como relativamente poco importante (la devaluación del bath tailandés en 1997), se convierte en el detonante de una fenómeno de alcance global (la crisis financiera asiática y posteriormente mundial).

Es esta visualización del problema en una perspectiva total o civilizatoria lo que permite superar los marcos del discurso predominante sobre la globalización que tiende a reducirla a uno de sus componentes: el económico. Esta misma perspectiva la comparte Renato Ortíz, cuando escribe: "En lugar de sistema, sería

49 Fernand Braudel, Civilisation matéridk, économie et capitaüsme, op. cit., tomo 1, pp. 9-12.

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más conveniente comprender la mundialización como proceso y totalidad. Proceso que se reproduce y deshace incesantemente (como toda sociedad), en el contexto de las disputas y de las aspiraciones divididas de los actores sociales, pero que se reviste, en el caso que nos interesa, de una dimensión abarcadora, englobando otras formas de organización social: comunidades étnicas y naciones. La totalidad penetra a las partes en su médula, redefiniéndolas en sus especificidades. En este sentido, sería impropio hablar de una cultura mundo, cuyo nivel jerárquico se situaría fuera y encima de las culturas nacionales o locales"5°.

En su libro "Civilización Material, Economía y Capitalismo", Braudel sugiere la existencia de tres niveles de existencia de la sociedad: la producción material, la vida económica y social y la dimensión política y de las percepciones. En cada una de ellas podemos visualizar diferentes componentes de la globalización. Mientras en la vida material la globalización se expresa a través de la estructura productiva, en la que los bienes y servicios ya no se encuentran vinculados a un territorio nacional, en el segundo nivel tiene lugar la globalización financiera y, en el último, la globalización abarca la política, las creencias, las ideas, los gustos, la cultura; en síntesis, los imaginarios de la mundialización.

Al respecto, Boaventura de Sousa, hace unos años, escribía: "Prefiero una definición de la globalización que sea más sensible a las dimensiones sociales. Comienzo por el supuesto de que lo que usualmente llamamos globalización se compone de conjuntos de relaciones sociales en la medida en que tales conjuntos de relaciones sociales cambian, también lo hace la globalización. En estricto, no hay una entidad única llamada globalización; hay más bien globalizaciones, y deberíamos usar el término solamente en plural. De otro lado, si las globalizaciones son haces de relaciones sociales, ellas son proclives a producir conflictos y, por tanto, ganadores y perdedores"51.

El otro elemento de significación de esta idea de totalidad en historia es, como lo señala el mismo Braudel, siguiendo los precedentes de los fundadores de la Escuela de los A^nnaks, Marc Bloch y Lucien Febvre, que es una "historia inflada por todas las ciencias del hombre. No se trata simplemente de escoger una entre ellas y casarse con ella, sino de vivir en concubinato con todas las ciencias del hombre"52.

50 Renato Ortíz, Mundialización de la cultura, op. cit., p. 47. 51 Boaventura de Sousa Santos, "Hacia una concepción multicultural de los derechos humanos" en Análisis Político N.

31, mayo - agosto de 1997. 52 Fernand Braudel, Una lección de historia de Femand Braudel, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 200.

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En efecto, si observamos las grandes tendencias que han comenzado a transformar el planeta desde hace algunas décadas, podemos observar que, con ritmos e intensidades específicas, se asiste a numerosas situaciones que aluden a la concreción de la globalizactón: a nivel económico se ejemplifica en la creciente importancia que ha alcanzado la unificación de las finanzas y de los mercados a lo que se suma el veloz crecimiento de las inversiones extranjeras y el nacimiento de sistemas productivos globales; en el plano de las comunicaciones ha surgido una infraestructura que hace posible el vínculo en un tiempo real y permite poner en comunicación directa a pueblos situados en latitudes distantes. En el ámbito de la cultura se expresa en el surgimiento de nuevas formas de pertenencia que se definen ya no en función de un Estado sino de las dimensiones propiamente globales; a nivel social se concretiza por medio del surgimiento de elementos de una clase económica transnacional y en las profundas transformaciones que están alterando el tejido social de las sociedades contemporáneas; en el plano de la ideología se expresa en la amplia difusión y aceptación del discurso neoliberal y en la inexistencia de sólidos contradicursos; y, por último, a nivel de la política y de las instituciones se cristaliza no sólo en el debilitamiento del poder y la reducción de la cobertura de acción de los Estados, sino también en las transformaciones que tienen lugar en los patrones estructuradores de las formas de hacer política, donde lo global se conjuga con lo local, nacional y regional en la construcción de los imaginarios de expresión política. De esta manera, sólo una concepción de la historia que tenga la pretensión del análisis global, como es en efecto la braudeliana, puede crear los puentes necesarios que pongan el diálogo y comunicación a las distintas ciencias sociales.

De esta manera, no sólo hacemos frente a una pluralidad de formas de globalización, sino que la intensidad y el modo en el que se expresa en cada una de ellas puede adoptar diferentes modalidades y alcances. Si en el campo económico y sobre todo en el financiero puede llegar a hablarse, forzando un poco las cosas, de una estructura mundial única a nivel político y cultural, los fenómenos mundializados coexisten con otros localizados o, dicho en otros términos, se expresan por medio de las formas de recepción cotidiana que los individuos hacen de los productos culturales y de los imaginarios políticos.

Pero, cada una de estas situaciones de globalización difieren entre sí por su grado de universalidad, es decir, por el nivel de intensidad que han adquirido estos procesos en las diferentes zonas del globo terráqueo y, por la velocidad, o

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sea, el ritmo que se le ha logrado imponer a estos procesos, ya que algunos de ellos ya se encuentran bastante rriundializados (la mayor parte de las actividades comerciales o financieras) mientras que otros todavía se encuentran geográficamente localizadas (políticas públicas).

Si aunamos esta visión del problema a la dialéctica de las duraciones, cabría señalar que no sólo existen maneras diferentes de abordar el problema sino que nos enfrentamos también a diferentes temporalidades -ritmos e. intensidades-para cada uno de estos procesos de globalización. La diferencia que existe entre las economías mundo definidas por Braudel cuando se le quiere convertir en un concepto operativo del mundo moderno y los actuales procesos de globalización radica en que mientras las primeras entendían la economía de una porción de nuestro planeta solamente en la medida en que se convierte en un todo económico, la globalización constituye una totalidad multifacética que abarca el conjunto de nuestro planeta y las distintas manifestaciones de lo social.

Pero, no obstante, esta diferencia en los alcances, la globalización como proceso y totalidad debemos visualizarla como un movimiento que constantemente se crea, destruye y reconstituye y que en su impulso ha ido abarcando cada vez más a un número mayor de comunidades, regiones y pueblos. Como totalidad, la globalización se realiza a través de la interiorización de este tipo de procesos por parte de los diferentes grupos, para los cuales la globalización no es algo que se encuentra por fuera de ellos y de sus actividades, sino que se entiende como situaciones e imaginarios pertenecientes a ellos mismos. En tal sentido, la globalización debemos percibirla como un proceso histórico y no simplemente como un estadio porque se realiza a través de un conjunto de situaciones dinámicas discrepantes. De ahí su carácter contradictorio y polisémico.

Otra consideración que se desprende de las reflexiones de este historiador que es útil para los objetivos de nuestro estudio consiste en la idea de que "una economía mundo se somete a un polo; a un centro, todas las economías mundo se dividen en zonas sucesivas. Está el corazón, después vienen las zonas intermedias, en torno al eje central y, finalmente, surgen los márgenes vastísimos que, en la división del trabajo que caracteriza a una economía mundo, más que participantes son subordinados y dependientes53. Si aplicamos esta reflexión al tema de la globalización, debemos percibir el problema desde un ángulo que

53 Fernand Braudel, Gvilisation matérielle..., op. cit., tomo 3, capítulo primero.

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considere la significación de las relaciones de poder y la manera como se reproduce el carácter jerárquico y piramidal del actual sistema internacional. Como señala Boaventura de Santos, "el proceso de globalización es selectivo, dispar y cargado de tensiones y contradicciones. Pero no es anárquico. Reproduce la jerarquía del sistema mundial entre sociedades centrales, periféricas y semiperiféricas. No existe, entonces, una globalización genuina. En las condiciones del sistema mundial moderno, este proceso es la globalización exitosa de un localismo dado"54.

Por último, un análisis como el sugerido por Braudel permite dar cuanta de la necesidad de historizar el problema de globalización. Los diversos procesos no constituyen rupturas que dividan a la historia en bloques más o menos aislados los unos de los otros. Las revoluciones, por ejemplo, no son rupturas radicales en la civilización, ni el inicio de una nueva era social, sino la proyección, en nuevas condiciones, de la sociedad con todas sus particularidades. "Las civilizaciones —escribía F. Braudel— sobreviven a las conmociones políticas, sociales, económicas, incluso ideológicas que, además, ellas dirigen insidiosamente, a veces poderosamente. La Revolución Francesa no fue una ruptura total en el destino de la civilización francesa, ni la revolución de 1917 en la.de la civilización rusa..."55. En este sentido, no debemos suponer que las nuevas tendencias en el mundo estén dando origen a un período completamente nuevo, porque en él se conjugan elementos nuevos con otros que provienen del pasado, incluso muy remoto.

Esta misma problemática nos sugiere que el espacio se convierte en una categoría histórica y que la globalización debe visualizarse dentro de una perspectiva que involucre al espacio en un fenómeno social. Con la globalización no se elimina el espacio, sino que se reduce la importancia de las distancias, lo que significa que, para algunos, se comprime el espacio56, mientras que otros siguen inscritos en su localidad. La dimensión espacial igualmente abarca otros aspectos como son los desequilibrios que se presentan entre las diferentes regiones en torno a los procesos de globalización (algunas regiones, como África subsahariana, se asocian a estos procesos desde un ángulo de dependencia y creciente marginalidad), la agudización de las diferencias regionales dentro de los mismos países, los altos niveles de concentración de algunas actividades globalizadas

54 Boaventura de Santos, La. globalización del derecho, Santafé de Bogotá, ILSA y Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, 1998, p. 56.

55 Fernand Braudel, Ecrits sur l'histoire, op. át., p. 303. 56 Eric Helleiner, op. át., p. 5.

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en determinados centros urbanos, las ciudades globales, y los nuevos ámbitos de espacialidad que se construyen a través de los procesos de macro regionalización.

La perspectiva que emplearemos en este trabajo, que asume muchos de los presupuestos de esta visión histórica, consiste no sólo en discernir tres niveles de análisis de acuerdo con la dialéctica de las duraciones, sino en establecer una relación dinámica entre estas tres situaciones que se retroalimentan mutuamente. En tal sentido, somos de la opinión de que los procesos que comúnmente asociamos a la globalización tienen como telón de fondo un nuevo estadio en el desarrollo del capitalismo, el cual puede definirse como un capitalismo transnacional que está alterando varios de los componentes en que se cimentó la construcción de la modernidad (larga duración). Su aparición fue posible por los grandes cambios tecnológicos, productivos, comunicacionales y organizacionales que se produjeron a partir de la amplia difusión de una nueva modalidad de acumulación flexible, proceso cuyos orígenes podemos situar en los inicios de la década de los setenta, lo que dio origen a una progresiva interpenetración entre los pueblos y al desarrollo de elementos de una sociedad mundial (mediana duración). Por último, los acontecimientos que permitieron el ingreso a esta nueva etapa y que hicieron plenamente inteligible la calidad de los procesos en curso fueron la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la Unión Soviética que eliminaron de raíz, por lo menos temporalmente, cualquier intento de plantear fórmulas de desarrollo diferentes a las imperantes a lo que se han sumado la actividad de los actores, organizaciones e instituciones internacionales que han contribuido a una mayor convergencia de los anteriores disímiles modelos de desarrollo en torno a un arquetipo básico de acumulación y desarrollo que fortalece las tendencias globalizadoras de la economía, la cultura, la sociedad y la política (corta duración).

La globalización, por lo tanto, fue jalonada por una serie de grandes transformaciones ocurridas básica, aunque no únicamente, en el plano económico y que permitieron una mayor interpenetración entre los distintos ámbitos y pueblos. Pero la esencia de la globalización no se reduce a estos cambios, sino que los trasciende. El elemento central que explica esta nueva etapa consiste en la autonomización de la economía (el tercer nivel) que, en alto grado, áe ha liberado de las relaciones sociales y políticas en que antes estaba inscrita, desde donde ha comenzado a reconfigurar la política, la cultura y las relaciones sociales de acuerdo a los tiempos y ritmos del mercado para recomponer las distintas esferas sociales de acuerdo a sus propia racionalidad.

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Es aquí precisamente donde la globalización como discurso y como procesos reales convergen, se. retroalimentan y refuerzan.

De la interrelación que se produce entre estos elementos se desprende una relación dialéctica en la cual los factores estructurales han condicionado los elementos coyunturales y factuales en condiciones en que estos últimos, por la comprensión del tiempo y del espacio, han contribuido al fortalecimiento de las tendencias nuevas del capitalismo y del sistema internacional, sobre todo al hacerlos entrar en resonancia. La globalización, por lo tanto, no es un fenómeno totalmente nuevo; se inscribe dentro de una continuidad histórica de desarrollo del capitalismo y de la sociedad moderna, aun cuando algunas situaciones le hayan impreso una aceleración y reorientación parcial al proceso.

Pero, como nos lo sugiere el historiador galo, si concebimos la globalización como un proceso que abarca la totalidad social y no lo reducimos simplemente a una manifestación del mismo, debemos inferir que la globalización, si bien se inscribe dentro de una continuidad histórica de desarrollo del capitalismo, representa también una mutación, una transformación profunda, por cuanto lo económico se ha desenclavado de lo social, lo político y cultural. De ahí que en la mayoría de los análisis de la globalización y también en este que el lector tiene ante sí se privilegie la dimensión económica del fenómeno.

. Lo específico de la globalización es que, a diferencia de los anteriores procesos de internacionalización, entendida como mayor cobertura de las actividades en cuanto a su extensión geográfica, el fenómeno actual ha intensificado la transnacionalización, influye en la casi totalidad de las actividades humanas e implica una determinada integración funcional de actividades anteriormente dispersas57.

Parafraseando a Fernand Braudel, podríamos decir que lo que hoy entendemos por globalización es el resultado de una relación dialéctica que vincula las tendencias estructurales, las coyunturas y los acontecimientos. El mundo de posguerra fría es tributario de este tipo de condicionamiento. Si bien los factores estructurales permitieron el desarrollo de determinados acontecimientos, como fue la caída del muro de Berlín, estos últimos le imprimieron características particulares al cambio estructural en ciernes en la coyuntura que se inauguró a mediados de la

57 Renato Ortíz, op. «'/., p. 27.

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década de los sesenta. En tal sentido, al enfocar la globalización como un proceso histórico, dejamos de percibirla como un sistema completamente nuevo porque éste para funcionar, requeriría una concatenación tal de todos sus engranajes que el movimiento de cada una de sus partes fuera coordinado únicamente por el conjunto. Como tendremos ocasión de discutirlo más adelante, la globalización apunta hacia la cristalización de nuevas tendencias en la historia de la humanidad en la medida en que constituye un conjunto de procesos que trascienden la primacía que hasta hace poco habían detentado los Estados y las sociedades nacionales y obligan a un reacomodo de estos para adaptarse a este contexto de creciente internacionaüzación.

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El globalismo o el discurso dominante de la giobalización

L¿z giobalización es un proceso que no es posible explicar de una manera reduccionista, porque es multifacético y multidimensional e incluye ideas, imágenes, símbolos, música, moda y una variedad de experiencias y representaciones de identidady comunidad. Sin embargo, en su actual representaron mítica e ideológica, el concepto sirve para reivindicar un sistema económico global dominado por los grandes inversionistas institucionales y las firmas transnacionales (Stephen Gilí, "Globalisation, Market Civilisation and Disciplinary Neoliberalism" en Millenium, vol. 24 N. 3, 1995).

A diferencia de otros grandes momentos en la historia de la humanidad, que tuvieron antecedentes intelectuales que prepararon el terreno para el desarrollo de las" nuevas eras, como la Francia revolucionaria con sus Enciclopedistas o la Rusia bolchevique con el marxismo, la giobalización se ha dado en los hechos como producto de la actividad de una serie de factores que en su conjunto desencadenaron determinados procesos. Inútil sería ponerse a buscar los antecedentes intelectuales de este fenómeno. Esto, sin embargo, no significa que determinados discursos se hayan desarrollado y que le hayan dado un sólido impulso a las tendencias globalizadoras.

La giobalización se identifica, en una de sus acepciones más usuales, con un fenómeno multidimensional de comprensión del espacio y del tiempo que ha dado origen a una creciente interconexión entre las sociedades, las culturas, las instituciones y las personas. El espacio, concebido generalmente como una realidad concreta o un territorio, deja de serlo para convertirse en una abstracción donde se vinculan múltiples relaciones, sin correspondencia directa con la localización1. Una explicación similar nos ofrece Zaki Laidi, cuando" define la giobalización "como un movimiento planetario en que las sociedades renegocian su relación

1 Ivés Crozet, "Mondialisation de l'économie et renouveUement du concept économique de nation" en Etudes Internationaks, vol. XXIX N. 2, Montreal, junio de 1998, p. 228.

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con el espacio y el tiempo por medio de concatenaciones que ponen en acción una proximidad planetaria bajo su forma territorial (el fin de la geografía-), simbólica (la pertenencia a un mismo mundo) y temporal (la simultaneidad)"2. Esta comprensión del espacio no debe llevarnos a pensar que ha desaparecido el peso del espacio, pues es un proceso, al tiempo, intenso, parcial y heterogéneo. Se ha desarrollado en disímiles intensidades en función de los campos en que interviene.

Carlos Marx, en uno de sus clásicos textos dedicados al estudio del desarrollo del capitalismo, ya había anotado las transformaciones que la evolución de este sistema originaba en el espacio y el tiempo. "Mientras que el capital por un lado debe tender a arrasar toda barrera espacial opuesta al tráfico, id est, al intercambio, y a conquistar toda la tierra como su mercado, por el otro lado tiende a anular el espacio por medio del tiempo, o sea, a reducir a un mínimo el tiempo que emplea el movimiento de un lugar a otro. Cuanto más desarrollado sea el capital, tanto más extenso será el mercado en el que circula, mercado que constituye la trayectoria espacial de su circulación, y tanto más tenderá a extender más el mercado y a una mayor anulación del espacio a través del tiempo (...) Aparece aquí la tendencia universal del capital, que lo diferencia de todos los estadios anteriores de la producción"3.

El hecho de que esta alteración en la dinámica espacio y tiempo se visualice más diáfanamente en el plano económico es precisamente lo que ha permitido que la globalización se perciba básicamente, como un fenómeno de esta naturaleza. Además, el cambio que se produjo en la década de los ochenta de un énfasis de los elementos culturales a los socioeconómicos, sobre la globalización tiende a primar una visión que le asigna a la economía un rol primordial y a lo político, social y cultural un papel secundario. Es más, es común observar que, como en lo económico, el proceso reviste un carácter más definido, para numerosos autores lo social, lo cultural, lo político e institucional son visualizados como un mero reflejo de la dinámica que desarrolla la economía, como "una determinación en última instancia", supuesto 'que, desde perspectivas diferentes, han compartido tanto el marxismo como el liberalismo en sus diferentes versiones4.

2 Zaki Lai'di, Un mundo sin sentido, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 12. 3 Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, 1857-1858,3 vol. México, Siglo XXI, 2 vol. pp.

30-31. 4 Al respecto véase, Pierre Rosanvallon, "Le libéralisme économique, histoire de l'idée de marché, París, Seuil, 1989.

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La globalización económica se expresa en dos dimensiones al mismo tiempo: en un nivel macro, en el entendimiento que hace alusión a las transformaciones que se han t producido en la lógica de funcionamiento del sistema capitalista y que se refuerza a través de estrategias multilaterales de liberalización comercial y los acuerdos de libre comercio. La segunda interviene a nivel micro y consiste en las transformaciones en la forma de organización de las empresas, el empeño de suscitar una competitividad a nivel internacional y en la flexibilización de las políticas laborales. Ambas dimensiones se alimentaji mutuamente. Las transformaciones a nivel sistémico inducen a cambios en el funcionamiento de las grandes empresas y estos, por su parte, contribuyen a consolidar la dimensión global del capitalismo.

La globalización reproduce también una dimensión horizontal que atañe a la extensión y la intensidad de los procesos. Como resultado de la multiplicidad de interconexiones que existen entre los Estados y las sociedades, en la actualidad, es mayor el alcance que tienen algunas decisiones y/o actividades las cuales pueden incidir en los individuos y en las sociedades ubicadas al otro lado del planeta. Este mayor radio de acciones intensifica los niveles de interacción, interconexión o interdependencia entre los Estados y las sociedades que conforman la comunidad mundial.

¿Algunos componentes del discurso

El discurso dominante asume que la globalización es un proceso natural que se ha originado como resultado de un incesante progreso técnico y económico. El núcleo de su discurso se desarrolla en torno a la metáfora de la "fábrica global" que "sugiere una transformación cuantitativa y cualitativa del capitalismo, más allá de todas las fronteras y subsumiendo formal o realmente todas las otras formas de organización social y técnica del trabajo, de la producción y la reproducción ampliada del capital. Toda economía nacional, sea cual sea, se vuelve provincia de la economía global (...) La "fábrica global" expresa no sólo la reproducción ampliada del capital en el plano global, abarcando la generalización de las fuerzas productivas, sino que también expresa la globalización de las relaciones de producción. Se globalizan las instituciones, los principios jurídico políticos, los patrones socioculturales, y los ideales que constituyen las condiciones y los productos civilizatorios del capitalismo"5.

5 Octavio Ianni, op. át., p. 33.

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« A partir de los elementos que se desprenden de esta multiplicidad de

interacciones, se desarrolla uno de los elementos centrales del discurso sobre la globalización que consiste en reproducir una prédica que se basa en el presupuesto de que los Estados si no quieren actuar en contra de los intereses de su propia sociedad, tienen que desarrollar la comp'etitividad internacional, es decir deben actuar en favor de que los actores económicos internos dispongan de una sagacidad para internacionalizar sus actividades y hacer atractivos sus países, suscitando así la atención de los grandes inversionistas y empresas internacionales. Es, en este plano, que se descubre uno de los aspectos más ideológicos de la globalización en la medida en que se convierte en un objetivo que todos los países deben perseguir sino quieren desaparecer: para definirse como global playen deben someterse a las normas de la competitividad global y de esta manera tratar de mantenerse en el pelotón de punta de la globalización.

Igualmente el discurso sobre la globalización presupone que cualquier país está sometido a fuerzas externas incontrolables que paralizan cualquier intento de que los países desarrollen acciones para contrarrestar estas influencias externas. De más está decir que estas ideas se promueven fundamentalmente entre los sectores que se benefician de estos procesos de globalización y sirven para paralizar los esfuerzos de reflexión y acción de los sectores contestatarios u opositores. La globalización en el plano discursivo ha encpntrado en el neoliberalismo el discurso que le permite recomponer el capitalismo sobre bases transnacionales.

Además, ha tenido como uno de sus grandes éxitos el hecho de diluir las categorías de países desarrollados, en desarrollo, industrializados y en proceso de industrialización, centro y periferia. El discurso se refuerza en el hecho de que la globalización ha establecido relaciones multifacéticas e integradoras vertical y horizontalmente en la medida en que los países se integran en una división internacional del trabajo. En tal sentido, los países en desarrollo ya no tienen que "copiar" a los del norte, pues el desarrollo o la modernización ya no vienen sugeridos por la experiencia de los países más avanzados, sino que deben simplemente centrarse en estimular una inserción internacional que los convierta en "globalplayers".

La compresión del tiempo pareciera jugar en" favor de los países en desarrollo y validar así esta tesis. Si Gran Bretaña se convirtió en una sociedad industrial, urbana y moderna con una tasa de crecimiento del PIB del 1,3% entre 1801 y

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1851, si Estados Unidos se erigió en una potencia industrial mundial con un crecimiento del PIB del 2,2% entre 1870 y 1913, si Japón le imprimió una aceleración al ritmo ele crecimiento anual per cápita al alcan2ar un 8% entre 1953 y 1973, los tigres y dragones asiáticos, con sus impresionantes tasas de crecimiento, auguraban que cualquier país que dispusiera de una adecuada estrategia podía, en un corto período de tiempo, ingresar al club de las naciones altamente industrializadas.

El papel que desempeña la competitividad en la concreción de la globalización, una forma de darwinismo a nivel internacional, introduce un cambio fundamental en la lógica del poder que subyace en estas nuevas relaciones económicas internacionales6. Si en la época moderna e incluso contemporánea la conquista de nuevos territorios era uno ele los principales mecanismos para acrecentar el poder y la riqueza de un pueblo, en la actualidad, la dimensión territorial de un Estado aparentemente no se asocia con su poder. Es más, con la evidente excepción de Estados Unidos y Canadá, la mayoría de los grandes Estados (Rusia, Brasil, India e incluso la exitosa China) se debaten en medio de profundas crisis y parte importante de su población vive en condiciones de extrema pobreza. Incluso se presentan casos en que los Estados se fragmentan para alcanzar mejores condiciones de competitividad a nivel internacional. Este fue el caso que se presentó con la desintegración de la antigua Checoslovaquia a finales de 1992, proceso inducido por la élite política checa que veía en la ruptura de relaciones con la vecina y más subdesarrollada Eslovaquia la posibilidad de mejorar su participación en los flujos transeuropeos y aumentar las posibilidades de ser considerado como un sólido candidato para ingresar a la Unión Europea. En este sentido, la competición por una inserción en el mercado mundial ha sustituido el papel del territorio o de los recursos naturales en la definición del poder. La competición entre Estados se observa claramente en las facilidades que se crean para atraer el capital extranjero y las grandes empresas "multinacionales. El papel de la competitividad basada en torno a la lógica de los mercados es tan grande que denota una nueva modalidad de geopolítica (la geoeconomía) que se traduce en apoderarse de territorios económicos (mercados) de los otros Estados en competición.

La competitividad que, "en etapas anteriores, era asimilable únicamente a las empresas, se ha vuelto un objetivo que las naciones deben alcanzar. El Foro

6 Véase Hans-Peter Martin y Harald Schumann, ~La trampa de la globalización. El ataque contra la democracia y el bienestar, Madrid, Taurus, 1998.

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Económico Mundial y el Instituto Internacional para el Desarrollo Empresarial han definido los siguientes factores como indicadores de competitividad de las naciones: la internacionalización o el grado de apertura de la economía, la solidez de la economía nacional y el compromiso gubernamental, la calidad de las instituciones financieras y de la estructura física, el medio ambiente y los recursos energéticos, las capacidades administrativas, y la población, lo que incluye niveles de capacitación y de acceso a la educación, los niveles de desempleo, las horas laborales, los servicios sociales y el bienestar.

El proyecto político que se esconde detrás de este énfasis en la competitividad internacional de los Estados se puede ilustrar con el conjunto de reformas económicas, políticas e institucionales aplicadas en América Latina desde la década de los años ochenta y que dieron origen a un nuevo esquema de acumulación y desarrollo.

Estos supuestos que conducen a que los Estados compitan en el plano internacional constituyen la columna vertebral del pensamiento liberal de la globalización. Los pensadores liberales asumen que la empresa capitalista constituye el núcleo del bienestar, el sistema competitivo de mercado maximiza la eficacia económica y garantiza la libertad individual y la solidaridad social, lo que en un contexto de Estado mínimo se convierte en una garantía para la democracia7.

El carácter ideológico de esta lectura de la globalización la ejemplifica muy bien Josep Piqué cuando escribe: "Aunque pueda parecer paradójico, la globalización ayuda a todos los países en pie de igualdad, puesto que contribuye a diluir el poder que ciertos países, o de bloques de ellos, hayan podido tener en el pasado, neutralizando así esquemas de dependencia que tan nocivos han sido históricamente. Con la internacionalización de las economías y el progreso de la tecnología, las distancias geográficas se acortan, los mercados se amplían, las posibilidades de elección aumentan en consecuencia y las relaciones cautivas, por tanto, se debilitan. En el fondo, la globalización nos hace más libres puesto que permite elegir con absoluta independencia a nuestros socios comerciales, financieros e, incluso, políticos"8.

7 Louicius Michel y Zhan Su, op. cit., p. 992. 8 Piqué Josep, "España 1989-19-98: del "desastre" a la plena integración en Europa" en Economía Exterior, N. 8, Madrid,

primavera de 1999, p. 26.

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Con base en esta valoración, se sostiene que la globalización de los mercados mundiales reduce la$ desigualdades en y entre los Estados ya que el libre movimiento del capital y de los bienes produce una distribución más eficiente de los recursos en el mundo. Esta percepción del fenómeno debe inducir, dentro de esta perspectiva, no sólo a una ampliación de los mercados globales sino también a la solución de problemas asociados a las imperfecciones del mercado, las externalidades negativas, la degradación medioambiental y los desastres humanos ya que, el Estado se muestra débil para solucionarlos e incita a la.creación de una poderosa demanda por instituciones internacionales y por la cooperación. Igualmente se asume que la globalización tiende a crear una convergencia social en torno al reconocimiento de los beneficios que depara el mercado y la democracia liberal, permite el surgimiento de valores e instituciones de carácter global, debido a que la consolidación de las nuevas tecnologías hace más difícil que los Estados puedan contener los flujos de información9.

Un informe de la UNCTAD, al respecto, precisaba que los elementos que dieron origen a los procesos de globalización fueron la acelerada expansión del comercio internacional, proceso que durante los años setenta estuvo acompañado por la integración financiera y por un incremento mayor de los flujos financieros y los comerciales, sobre todo a partir de la década de los años ochenta cuando la tecnología y el comercio internacional se convirtieron en la vanguardia de la competición.

En esta misma línea argumentativa, Michel Camdessus, el entonces director general de la Organización Mundial de Comercio, OMC, asociaba la globalización con la liberalización de las políticas comerciales, la privatización, la liberalización financiera, la desregulación de la tasa de cambio, el creciente acceso a los mercados internacionales, la reducción del papel del Estado en la economía, el desarrollo de estrategias de crecimiento basadas en la exportación y ya no en la sustitución de importaciones y la aplicación de programas de reforma y ajuste10.

Esta es la interpretación neoliberal e ideológica de la globalización ya que sugiere que la liberalización, la privatización y la transnacionalización son procesos no sólo inevitables sino deseables. Como acertadamente señala Stephen Gilí, esta

9 Andrew Hurrel and Ngaire Woods, "Globalisation and Inequality" en Millenium, Journal qf International Studies vol. 24 N. 3,1995, p. 449.

10 Citado en Helen O'Neil, "Globalisation, Competitiveness and Human Security: Challenges for Development Policy and Institutional Change" en The Europea» Journal of Development Research vol. 9 N. 1, junio de 1997, p. 23.

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interpretación de la globalización presenta formas positivas y negativas de ideología. Entre las primeras tenemos la ecuación de la libre competencia y el libre intercambio (la movilidad capital global) con la eficiencia económica, el bienestar y la democracia y un mito del progreso social virtualmente ilimitado. El aspecto negativo es que marginaba cualquier intento de proponer alternativas que no se ubiquen dentro de los cánones pregonados por el liberalismo11. Pero una de las grandes fortalezas de este discurso sobre la globalización radica en que poco a poco y cada vez en un ámbito más universal, los principios en que se apoya este discurso —consumismo, mercado, productividad, etc.— comienzan a ser interiorizados por los individuos y las comunidades que los perciben como algo natural y deseable.

Para lograr apropiarse de la realidad y modelar la dinámica mundial este discurso se apoya en una serie de indicadores que aparentemente avalan la lógica de sus tesis. La mayoría de IQS discursos actuales sobre la globalización han señalado que en el transcurso de los últimos años se ha producido un crecimiento más acelerado del comercio que la producción y, que el flujo de los capitales internacionales ha alcanzado proporciones nunca antes vistas. Con ello se quiere demostrar que la dimensión externa (globalizada) es lo que está jalonando el actual crecimiento y el desarrollo mundial. Igualmente se reitera el poder de las grandes empresas que dejaron de ser firmas multinacionales para convertirse en empresas transnacionales12.

De acuerdo a estos postulados, en la actual configuración mundial, no sólo son menores las posibilidades de introducir fórmulas alternas de desarrollo a las exigencias que plantea el FMI, sino que son, además, mucho más escasas las posibilidades de "ascender" dentro del sistema, debido a que existe una única metaestructura, el capitalismo transnacional, que establece los procedimientos y los parámetros para la movilidad. Esto mismo, de otra parte, aumenta las desigualdades y desequilibrios a nivel intrarregional en la medida en que se acentúan los niveles de interacción con la economía global.

Esta realidad, por su parte, incide fuertemente en las opciones que se presentan a los países en vías de desarrollo. El éxito de la inserción externa radica en la

11 Stephen Gilí, "Globalisation, Market CiviJisation and Disciplinary Neoliberalism" en Milknium, Journal of International Síudies, vol. 24 N. 3,1995.

12 Las transnacionales se definen como "conjuntos de unidades de producción localizados en diversos países, unidos por vínculos financieros, técnicos o comerciales y que dependen de un centro de decisión común, la sociedad matriz o holding, instalado en la nación centro". WorldInvestment Reporí, 1996, CNUCED, Ginebra, 1997.

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capacidad de cada Estado individual para realizar las necesarias reformas, desarrollar las "ventajas comparativas", crear oportunidades de mercado y atraer el capital extranjero. Esta individualización de las opciones afecta de modo peculiar a los diversos países. Los Estados económicamente más débiles o los que se ubican en un área geopolítica de escaso interés para los polos centrales del sistema deben hacer frente a una mayor manipulación y presión por parte de los países e instituciones del Norte. Los más desarrollados y los que poseen mejores condiciones de negociación, tienen mayores posibilidades para optimizar sus capacidades negociadoras individuales.

Esta individualización, en síntesis, además de contribuir a minar los vínculos de solidaridad entre las naciones del Sur y debilitar sus mecanismos e instituciones de negociación internacional, multiplica la diversidad de países en cuanto a sus niveles de desarrollo. Igualmente, cabe destacar que, salvo contados casos, tal como lo demuestra la experiencia de los países del sudeste asiático, el desmonte institucional inducido por la inserción internacional de los países en desarrollo no sólo hace inviable el desarrollo sino que tiende a reducir las tasas de crecimiento.

Algunos autores llegan incluso a plantear tesis muy extremas. Así, por ejemplo, Susan Strange sostenía que mientras los Estados se han replegado en su antigua participación en la propiedad y el control de las industrias, los servicios, el comercio y de la orientación en materia de investigación, innovación y tecnología, las transnacionales están haciendo más que los Estados y las organizaciones internacionales en redistribuir la riqueza de los países desarrollados a las naciones en desarrollo. La inversión y el comercio han creado más trabajos y han permitido elevar más los niveles de vida de la población que los programas oficiales de ayuda. Esto no significa que las transnacionales estén sustituyendo a los Estados, sino simplemente que están invadiendo sus campos de poder. De modo creciente, están ejerciendo una autoridad paralela a los gobiernos en materia de dirección económica que afecta la ubicación de las industrias y las inversiones, la orientación de la innovación tecnológica, la administración, las relaciones laborales y la extracción fiscal de plusvalía13. Con ello la sociedad está quedando a merced de fuerzas transnacionales.

13 Susan Strange, The Retreat of the State. The Diffusion of Power in the World'Economj, Londres, Cambridge, 1996, p. 65.

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Los soportes del discurso

Este discurso se ha validado con base en la conjunción de tres factores: de una parte, ante la inexistencia de sólidos contra argumentos o de situaciones que parezcan desvirtuar sus tesis, su hegemonía parece indiscutida, lo que lo convierte en un referente que reformula la lógica del desarrollo del sistema mundial. De otra parte, sustenta sus tesis a partir de un conjunto de indicadores, lo que le da una gran seriedad a su argumentación. Por último, con el tecnicismo y el carácter aparentemente ecuánime de sus postulados, ha logrado permear los nuevos discursos que tienden a aparecer y los inscribe dentro de los marcos generales de su prédica (v. gr. la tercera vía).

En efecto, los indicadores nos señalan que desde la década de los años setenta se están presentando cambios de gran envergadura que dejan entrever una acelerada internacionalización de las economías. Mientras el comercio internacional creció entre 1983 a 1996 en un 110%, en ese mismo período, la producción mundial aumentó en un 37%. Durante esos mismos años el comercio mundial de manufacturas creció en un 137%.

Un comportamiento similar se observa e,n cuanto a los flujos monetarios. Desde inicios de la década de los años noventa, la inversión extranjera directa y la inversión de cartera han registrado un crecimiento exponencial en contraste con las décadas anteriores. Los flujos financieros son en la actualidad 50 veces más significativos que las transacciones correspondientes a la exportación de bienes y servicios y los movimientos de los fondos de inversión son más importantes que las reservas de los bancos centrales.

De otra parte, las finanzas también han desarrollado un radio de acción planetaria. Además de conservar su alto grado de concentración en las principales bolsas -Nueva York, Tokio, Londres y Frankfort—, disponen de un poder inconmensurable: diariamente las transacciones sobrepasan el billón y medio de dólares, de los cuales sólo un pequeño porcentaje se transforma en inversiones productivas.

En una perspectiva a largo plazo, (véase el Cuadro 1), la inversión extranjera directa, IED, ha tenido el siguiente comportamiento: de US $ 39,5 mil millones en promedio anual a finales de la década de los setenta, subió a US$ 43,0 mil millones en el primer lustro de los ochenta, US$ 162,8 mil millones a finales de la década

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y llegó a US$ 173,4 mil millones en 1993. Las inversiones de portafolio en el mismo período mostraron la siguiente tendencia: US$ 26,2, US$ 76,6, US$ 215,4 y US$ 620,5 mil millones. En general, entre 1983 y 1996, la inversión extranjera directa mundial creció en un 441 %.

Esta impresionante masa monetaria en circulación no regulada puede poner en jaque a cualquier Estado y desestabilizar el sistema, tal como quedó demostrado durante la crisis de septiembre de 1992 que descompensó el Sistema Monetario Europeo, llevó a México a una grave crisis en diciembre de 1994 e hizo tambalear las economías del sudeste asiático desde mediados de 1997 y posteriormente de Rusia y América Latina. No obstante la autonomía alcanzada por el mundo de las finanzas, existe una evidente interacción con las "economías nacionales" a través de la manipulación gubernamental de las tasas de cambio e inversión. En tal sentido, la "autono'mización" de los ámbitos financieros corresponde con la lógica del sistema y en ningún caso actúa contra él.

CUADRO 1

COMPORTAMIENTO DE LOS CAPITALES INTERNACIONALES (MILES DE MILLONES DE DÓLARES ANUALES)

1976/80 81/85 86/90 1991 1992 1993

Inversión Directa 39,5 43,0 162,8 184,5 173,5 173,4

Inversión de portafolio 26,2 76,6 215,4 339,7 325,9 620,5

Fuente: World Investment Report 1995, Naciones Unidas, Nueva York, 1995.

Como señalábamos anteriormente, este discurso sobre la globalización pretende igualmente mostrar las bondades de la nueva realidad mundial, cuando diluye las categorías de países desarrollados y en desarrollo, centro y periferia, etc., ya que la globalización crearía oportunidades idénticas para todos. Así, por ejemplo, las conclusiones del Banco Mundial en un trabajo de hace algunos años señalaban que "las economías del mundo en desarrollo (...) están, en suma, creciendo más rápido que las de los principales países industrializados"14, con lo cual se pretende deducir que el nuevo orden mundial se estaría cumpliendo ya que la brecha entre las naciones ricas y. las pobres se estaría cerrando, lo que estaría conduciendo a un mundo más igualitario y creador de oportunidades idénticas para todos.

14 World Bank, Global Jíconomic Prospect and the Developing Countries, 1994, Washigton, p. 5.

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Basan, la argumentación en la tesis de que los principales indicadores económicos internacionales estarían mostrando que la brecha Norte-Sur se estaría cerrando como resultado de la aceleración y del vertiginoso crecimiento de los países en vías de desarrollo. Un economista del Banco Mundial llegó incluso a sostener que "los países en desarrollo (incluidas las economías en transición) son la fuerza motriz de la globalización", dado que, como resultado de las.reformas encaminadas a una mayor inserción en la economía mundial, la parte correspondiente a los intercambios en su PIB aumentó en 10 dígitos entre mediados de la década de los años ochenta y la de los noventa15 y prevé que con el despuntar del nuevo milenio podrá ascender del 43% a más del 50%. A inicios de la década de los años noventa, es decir entre 1991 y 1993, en momentos en que los países desarrollados atravesaban una grave recesión, a los países en desarrollo les correspondió el 75% del crecimiento de las exportaciones mundiales.

Otro informe del Banco Mundial16 sostiene que la integración de estos países en la economía mundial ofrece la mejor oportunidad para que, a largo plazo, aumenten su riqueza. Para avalar esta tesis generalmente se argumenta el crecimiento de la participación de los países en desarrollo en el PIB mundial, que para 1993 pasó a representar el 13% del total. El informe del Secretario General de la UNCTAD a la novena sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre comercio y desarrollo, intitulada "El desarrollo frente a dos corrientes poderosas: la globalización y la HberalizaciÓn"17, aun cuando revela la existencia de algunos obstáculos de índole más bien técnico que afectan básicamente a las naciones del Sur para insertarse en los flujos mundiales, sostiene que los procesos de liberalización y globalización crean oportunidades nuevas para el desarrollo.

La conclusión con éxito de la Ronda Uruguay permite esperar que aumentará el acceso efectivo de los exportadores presentes y potenciales de los países en desarrollo a los mercados mundiales. Los flujos crecientes de inversión extranjera están ofreciendo mayores oportunidades de recibir del extranjero financiación para inversiones, pero también, lo que a veces es más importante, de tener acceso a la tecnología, las calificaciones y los métodos de gestión esenciales al desarrollo.

15 Zia Qureshi, "La globalización: nuevas oportunidades, grandes desafíos", en Finanzas y Desarrollo, marzo de 1996, p.31.

16 Banco Mundial, Lai perspectivas económicas globales y los países en desarrollo, Washington, 1995. 17 Nueva York y Ginebra, Naciones Unidas, 1996.

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En efecto, de acuerdo con la información contenida en varias publicaciones internacionales del Banco Mundial, la UNCTAD y de la Organización de Naciones Unidas, la participación de los países en vías de desarrollo en el comercio mundial creció entre 1990 y 1993 del 23% al 28%, mientras que los países del antiguo campo socialista (por efectos de la transición del socialismo al capitalismo) y las naciones industrializadas (debido a la recesión) vieron disminuir su participación. En lo que atañe a las exportaciones de mercancías, los países en desarrollo registraron un crecimiento del 23 al 25%, entre los años 1990 y 1993 y su participación en el comercio mundial de manufacturas entre 1983 y 1996 aumentó en más de un 90%.

También como resultado de las reformas impulsadas desde la década de los años setenta se ha hecho posible una mayor integración internacional de estos países en los mercados de capital. El monto de los flujos de capital privado hacia los países en desarrollo entre 1990 y 1994 se cuadruplicó. Hacia estos países se destinaba en 1983 el 24,2% de la inversión extranjera directa mundial y en 1996 alcanzaban el 36,9%.

Los principales agentes y beneficiarios de estos circuitos globalizados son los actores transnacionales, los polos de eficiencia en el ámbito del comercio, las finanzas y la producción y, de modo particular', las corporaciones transnacionales18. En el nuevo sistema mundial, las antiguas empresas multinacionales, que tenían su centro en un determinado país y cuyos beneficios se orientaban hacia la nación donde se encontraba la casa matriz, se han transformado en corporaciones transnacionales, es decir, en empresas que están localizadas en varios países, abarcan diversos estadios de la producción y corporativamente se reparten los beneficios.

Se pueden distinguir dos tipos de empresas transnacionales. Las que se basan en una integración simple, es decir, cuando la empresa realiza parte de su producción en el mundo en desarrollo pero las labores más sofisticadas se producen en el país de origen y las que promueven una integración compleja, que son las que ubican sus actividades de acuerdo con la lógica del mercado y dispersan la toma de decisión a través de la organización

18 Véase, Saskia Sassen, "The Spatial Organization of Information Industries: Implications for the Role of the State" en James H. Mitteknan, Globali%ation: Critica!,"Refkctions, op. cit, 1996.

19 The Economist, 24 de junio de 1995.

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La empresa transnacional; además de disponer de todo el planeta como campo de acción, establece una integración de tipo vertical que trasciende las fronteras nacionales, lo que le permite abarcar los diversos niveles de producción, transporte, distribución y venta de los productos y transformarse en un sustituto al mercado. Este último aspecto reviste una importancia particular, porque si bien el discurso predominante pretende reducir las externaüdades que inciden en los mercados, la empresa transnacional al dominar verticalmente la producción y la comercialización de sus productos y/o servicios erige fronteras artificiales entre-los mercados externos a ella y los que construye en su interior.

Aun cuando las empresas transnacionales sigan realizando la producción en dirección del mercado mundial sobre una base nacional, ya que sólo en el caso de los pequeños países desarrollados la participación de las empresas en términos de producción y trabajo de las filiales en el extranjero supera la base nacionaí, la globalización constituye una propuesta de reorganización de la economía mundial para adecuarla a las nuevas normas de beneficio de las empresas transnacionales20.

Si este tipo de firmas han podido consolidarse en el transcurso de los últimos años, ello en parte se debe a que se benefician de la desconexión que existe entre el ámbito en que ellas operan (dimensión planetaria) y el espacio en que se reproduce la regulación política (nación o macro regionalización). Este es uno de los problemas centrales de la globalización por cuanto no existe una adecuada mediación entre las dinámicas de valorización del capital y las dinámicas de reproducción social.

Estas empresas son las grandes beneficiadas con la emergencia de los circuitos globalizados ya que en la actualidad las cien principales firmas controlan aproximadamente el 40% de las exportaciones mundiales lo que les da un gran poder para organizar las cadenas productivas y de distribución. Además aproximadamente un cuarto del comercio mundial es intrafirmas. A comienzos de los noventa, el 40% del comercio de México con Estados Unidos lo realizaban las filiales de las empresas norteamericanas y las filiales extranjeras realizaban más del 50% de las exportaciones manufactureras de Malasia, Filipinas y Sri Lanka. Algunos trabajos sugieren que más del 70% del comercio alemán con la República Checa a mediados de los noventa consistía en la exportación de productos textiles

20 Rober Boyer, op. át.

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que son enviados para ser procesados gracias al bajo precio de la mano de obra antes de retornar a Alemania21.

El poder de estas empresas es, por lo tanto, inmenso. Para finales de 1997 existían aproximadamente cincuenta y tres mil sociedades transnacionales que tenían 450 mil filiales en el extranjero. La cifra de negocios de algunas de ellas supera el Producto Interno Bruto de ciertos países: en 1992 General Motors registró una cifra de negocios de US$ 132.4 miliardos de dólares, superior al PIB de Dinamarca. (US$ 123.5) y Exxon (US$ 115.7) sobrepasó a Noruega (US$ 112.9). Las cinco firmas más grandes en conjunto tuvieron una cifra de negocios que casi duplicó el PIB de toda el África subsahariana22. Su tasa de crecimiento es asimismo impresionante: mientras el PIB mundial creció en un 3,3% en promedio anual entre 1995 y 1998 y el PIB de 150 países no miembros de la OCDE en un 2,3%, la cifra de negocio de las 200 más grandes empresas mundiales creció en un 4,4%23.

Pero su importancia no se mide únicamente por su crecimiento cuantitativo. Estas empresas se han convertido en instituciones políticas que están rediseñando el panorama económico y político mundial en la medida en que han desplazado a los Estados de algunas funciones económicas, han intensificado la internacionalización de las economías nacionales, han introducido un quiebre en la reglamentación de las relaciones laborales y han desvertebrado la articulación entre el Estado y las empresas en el plano impositivo.

Igualmente, las transnacionales se trazan intereses que no siempre son equivalentes a los de los países en que se establecen. Se gestionan de acuerdo con criterios del mercado mundial, lo que puede llevarlas a tomar decisiones distintas a los de los países en que se encuentran instaladas. En países de África, grandes empresas occidentales implantan industrias culturales de cacao, cereales, etc., en perjuicio de los cultivos locales que podrían frenar la migración masiva de poblaciones rurales hacia las ciudades24 e induce a los gobiernos a importar productos alimenticios para la población nativa.

Para las empresas transnacionales el derrumbe del sistema socialista y la reorientación económica de aquellos países que siguen manteniendo un discurso

21 Susan Strange, op. cit, p. 48. 22 Susan George, "Le danger d'un chaos financier généralisé", en Le Monde Diplomaticjue, París, julio de 1995. 23 Frederic F. Clairmont, "Ces firmes géantes qui se jouent des Etats" en Le Monde Dipíomatique, diciembre de 1999. 24 Bauchet Pierre, Comprendre l'économie franfaise, París, Económica, 1999, p. 75.

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radical les ha permitido por primera vez tener acceso al conjunto del mercado mundial. China, por ejemplo, ha atraído a 16.000 filiales de transnacionales, sobrepasando a Estados Unidos y Alemania en lo que respecta a este tipo de inversiones25. En 1997 este país fue el segundo receptor de inversión extranjera directa en el mundo, con aproximadamente US$ 45 mil millones, sólo superado por las inversiones en EE.UU. Un dato que permite visualizar la importancia que le asignan a China las corporaciones transnacionales es que la inversión extranjera directa en este país dobló la registrada en 1993 por América Latina, el África Subsahariana y el Medio Oriente en su conjunto.

El aspecto, sin duda, más importante del papel desempeñado por estas corporaciones transnacionales es que a través de la inversión extranjera directa establecen un puente de comunicación entre las economías nacionales con lo que han comenzado a crear un sistema de producción internacional, que se está convirtiendo en el núcleo productivo de una economía mundial globalizada26. Su carácter expansivo se visualiza asimismo en el hecho de que las principales corporaciones transnacionales en el transcurso de 1983 a 1992 aumentaron la inversión directa a un ritmo cuatro veces mayor que el crecimiento de la producción y tres veces más rápido que el comercio mundial.

En cuanto a las empresas, la creación de filiales al exterior se ha convertido en la norma, lo que ha significado un aumento sustancial de la IED. La inversión extranjera directa de Japón, por ejemplo pasó de US$ 17 mil millones a US$ 217 mil millones entre 1980 y 1.991. Las cien multinacionales más grandes en 1992 controlaban 3,4 trillones de dólares en activos, de los cuales aproximadamente un tercio se encontraba por fuerza del país de origen y de los 12 millones de asalariados el 43% se ubicaba en el extranjero. Las fusiones ha sido otra de las constantes que han caracterizado su desempeño. En 1998, Exxon absorbió Mobil por US$ 86 mil millones, Travelers Group al Citicorp por US$ 73,6 mil millones, SBC Communications a Americatech por US$ 72,3 mil millones, Bell Atlantic a GTE por US$ 71,3 mil millones yAT&T a Media One por US$ 63,1 mil millones. En total, sólo estas cinco fusiones/adquisiciones superaron los US$ 366 mil millones.

25 Frédéric F. Glairmont y John Cavanach, "Sous les aíles du capitalisme planétaire" en Le Monde Diplomaúque, París, marzo de 1994.

26 World Investment Report 1995. Tranmational Corporations and Competitiveness, Nueva York, Naciones Unidas, 1995. David Ostry, "The Domestic Domain. The New International Policy Arena", en TransnationalCorporation, vol. 1 N° 1, Nueva York, febrero de 1992, pp. 7-26.

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Estos circuitos que escapan en buena medida al control de los Estados, porque se trata de sistemas no territoriales y al no estar sujetos a otras instancias de regulación mundial, nos permiten pensar que esta dimensión globalizada de las rela'ciones internacionales dejó de ser el punto de intersección de la actividad de los Estados para convertirse en un espacio con dinámica y lógica de funcionamiento que le son inherentes. En esto precisamente reviste la importancia que actualmente tiene el medio externo en la definición de la política internacional de los Estados y de los modelos de desarrollo que ponen en funcionamiento los diferentes países.

Con la presión que ejercen las principales organizaciones financieras internacionales —el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- y el puntal sobre el cual se construye la Organización Mundial del Comercio se ha ampliado inconmensurablemente el poder de estas corporaciones porque entre los países del Sur se ha impuesto "la obligación de aceptar a todo inversionista extranjero; las empresas extranjeras, independientemente de su actividad, deben ser tratadas como "compañías nacionales", se deben eliminar los derechos de aduana y las cuotas de importación y se tienen que abolir "los obstáculos no tarifarios", tales como la legislación sobre el trabajo, la salud y el medio ambiente"27.

Con el propósito de crear mejores condiciones de competitividad internacional, un informe de la OCDE recomendaba "aumentar la flexibilidad del tiempo de trabajo, crear climas favorables a las empresas, acrecentar la flexibilidad de los costos salariales mediante la supresión de los factores que impiden que los salarios reflejen las condiciones locales y el correspondiente nivel de calificación y revisar las disposiciones relativas a la seguridad del empleo que frenen su expansión en el sector privado"28.

La expansión de las actividades de las empresas transnacionales, al tiempo que -redimensiona la naturaleza de las relaciones económicas mundiales, replantea la finalidad de la política, dado que una dimensión de ella escapa al marco categorial del Estado nacional. La globaKzación, las nuevas actividades de las empresas transnacionales y el papel que desempeña la IED en el estímulo de los esquemas de desarrollo se traducen en una nueva forma de política que permite

27 Edward Goldshmith "Une seconde jeneusse pour les comptoir coloniaux" en Le Monde Diplomatique, París, abril de 1996.

28 OCDE, Accélérer la mise en oeuvre: le chómage dan^ la ^pne de l'OCDE, 1950-1997, París, OCDE, 1996.

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redimensionar el poder negociador de los grandes empresarios y sus conglomerados por encima de los sistemas organizados democrática y nacionalmente.

Este discurso centrado en torno a elementos de la fase actual de internacionalización de la economía trae implícito un conjunto de valoraciones políticas ya que sugieren que la desaparición de las antiguas rigideces y, por lo tanto, la mayor flexibilidad y descentralización inducen a una mayor liberalización, es decir, autonomía, forjan las bases de la democracia y una mayor individualidad y, por último, se da inicio a un nuevo orden social que se sostiene en la coordinación instantánea y no intencional de los actores sociales que actúan con base en motivos de interés personal.

El análisis prevaleciente sobre la globalización destaca estos elementos como la confirmación más evidente del carácter inaugural de la época contemporánea, pero, podríamos plantear al respecto algunas interrogantes: ¿qué tan nuevos son estos procesos?, ¿cómo se creó la situación que ha permitido que el comercio externo crezca más rápido que la producción, que los flujos financieros alcancen tan altas proporciones y que algunas empresas se conviertan en firmas transnacionales? y ¿qué tan profundos son estos cambios en una perspectiva de larga duración? Un análisis en términos históricos puede ayudarnos a responder algunos de estos interrogantes.

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La globalización en una perspectiva histórica comparada

El tiempo pasado no es nunca totalmente pasado, y algunas veces el presente está más cerca del pasado que del porvenir (...) LM historia ordena a distancias prodigiosas (Fernand Braudel, Una lección de historia de FernandBraudel, op. cit., p. 30 y 90).

¿Qué tan nuevos son los actuales procesos de globalización? Gran parte de la polémica que existe sobre la globalización obedece a que algunos analistas la interpretan en un sentido profundo, como un proceso ya maduro o culminado, mientras que otros la ven simplemente como una tendencia en desarrollo, como una posibilidad entre varias variantes o como un estadio en la evolución plurisecular del capitalismo. Mientras es relativamente fácil .reconocerla como tendencia, no se puede ser igualmente categórico cuando se identifica la globalización con un proceso maduro y profundo. En este segundo sentido sólo se le puede reconocer su carácter ideológico, en el sentido de que podrá conducir a una aldea global, una sociedad civil mundial, una economía mundial y a un gobierno mundial.

Es, en este sentido, que algunos autores consideran que la globalización comprende algo más que la simple actividad por fuera de las fronteras y el control de los Estados. John Thompson, por ejemplo, precisa que sólo se puede hablar de globalización cuando las actividades en realidad tienen lugar en una arena que es más o menos global, cuando las labores se organizan, planean o coordinan en una escala global y cuando las acciones entrañan cierto grado de reciprocidad é interdependencia, como actividades localizadas situadas en diferentes partes del planeta1. En la actualidad, distaríamos mucho de una genuina globalización ya que la economía mundial se.seguiría caracterizando por la "administración de las economías nacionales" y estas no se encuentran en una lógica global envolvente.

1 John B. Thompson, The Media and Modernity. A Social Theory of the Media, Cambridge, Polity Press, 1995, p. 150.

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Dos estudiosos latinoamericanos, al respecto, señalan: "La globalización es intensa pero parcial, heterogénea y desequilibrada. Ha avanzado más rápidamente en algunos campos, pero lo ha hecho de manera más lenta en otros. De hecho, el comercio y lá inversión internacionales aún son notablemente menores que el comercio interno y la inversión nacional"2.

En este sentido sólo podría hablarse de globalización cuando las interconexiones entre las diferentes comunidades1 y regiones sean permanentes y efectivamente globales, cuando las influencias nacionales o locales sean sustituidas por presiones transnacionales y cuando la integración económica sea el resultado de la actividad espontánea o consciente de las corporaciones y demás agentes transnacionales y no el producto de la actividad de los gobiernos nacionales, como es actualmente el caso.

De este modo, sólo podemos hablar de globalización como tendencia y como proceso, pero carecemos de elementos de juicio que nos permitan avalar la posibilidad de que hayamos llegado a una globalización profunda. No sólo está bajo sospecha la consideración de la globalización como un fenómeno ya consumado, sino que muchos de los elementos que cierta literatura ha considerado como característicos de este proceso —la expansión del comercio internacional, el volumen de las inversiones extranjeras y la reconversión de las empresas multinacionales en firmas transnacionales, etc.—, se visualizan desde otro ángulo cuando se someten a la dura prueba de la evidencia histórica.

Una comparación con finales del siglo XIX y comienzos del XX puede ser perfectamente pertinente para percibir cuánto en realidad se ha avanzado en estos procesos de globalización en la medida en que en esas décadas también se vivió un momento similar al nuestro, ya que tuvo lugar una coyuntura en la perspectiva braudeliana, similar a la que comenzó a presentarse a partir de la década de los sesenta del siglo XX. Se produjo una significativa revolución tecnológica en los transportes (barcos a vapor'y ferrocarriles) y en las comunicaciones (cables submarinos telegráficos intercontinentales), un veloz crecimiento del comercio internacional, un sensible aumento de las exportaciones de capital y una más densa interrelación entre pueblos de

Roberto Bouzas y Ricardo Ffrench-Davis, "La globalización y la gobemabilidad de los países en desarrollo" en Revista de la Cepal, Santiago, octubre de 1998, p. 126.

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diferentes latitudes, aun cuando fuera bajo una forma imperialista y/o colonialista. Entre 1880 y 1914 también tuvo lugar un conjunto de cambios tecnológicos y culturales que engendraron nuevas representaciones. Esto fue el producto de una serie de transformaciones en el plano comunicacional, científico y cultural: la invención del teléfono, del telégrafo sin hilo, los rayos X, el cine, el automóvil, el cubismo y la teoría de la relatividad.

Como lo muestra claramente la información contenida en el Cuadro 2, con la sola excepción de Japón, en los últimos veinte años, la mayoría de los grandes países industrializados tuvieron un crecimiento en la proporción del comercio de mercancías con respecto al producto interno bruto. Este aumento, sin embargo, no ha alcanzado una magnitud que permita sostener que la globalización ha entrañado cambios sustanciales en el comportamiento económico internacional de los grandes Estados.

Es más, si nos detenemos a visualizar el problema en una perspectiva de más largo plazo, es decir si comparamos la información correspondiente a inicios y finales del siglo XX, podemos percatarnos que, con excepción de Alemania y Estados Unidos, la participación del comercio de mercancías ha sido menor en la década de los noventa que en 1913. Para el conjunto de países desarrollados, la relación entre exportaciones de mercancías y el PIB era un 12,9% en 1913, 14,1% en 1974 y en 1993 alcanzó los 14,3%. Si tomamos en cuenta la relación comercio internacional/PIB, Inglaterra, con una relación cercana al 47% y Francia con otra de 37%, se encuentran en niveles apenas superiores a los de 1913.

De todo esto se puede inferir que si el comercio internacional sigue representando un porcentaje relativamente bajo en relación al PIB de los grandes países industrializados eso quiere decir que la mayor parte de la producción (aproximadamente el 85% o el 90%) se "destina al mercado interno. La única excepción la-representan los países pequeños, para los cuales este promedio es por regla general mucho mayor. Igualmente, conviene recordar que, no obstante la centralidad que tiene el NAFTA para los países integrantes de esta zona de libre comercio (Estados Unidos, Canadá y México), el comercio entre dos provincias canadienses sigue siendo en promedio 20 veces más grandes que el flujo de cada una de ellas con Estados Unidos.

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CUADRO 2 PROPORCIÓN DEL COMERCIO DE MERCANCÍAS EN RELACIÓN

AL PIB EN PRECIOS CORRIENTES (EXPORTACIONES E IMPORTACIONES COMBINADAS), 1913-1993

1913 1950 1973 1993

Francia 35,4 21,2 29,0 32,4

Alemania 35,1 20,1 35,2 38,3

Japón 31,4 16,9 18,3 14,4

Países Bajos 103,6 70,2 80,1 84,5

Reino Unidos 44,7 36,0 39,3 40,5

Estados Unidos 11,2 7,0 10,5 16,8

Fuente : Grahame Thompson, "Globalization and the Possibilities of Domestic Economic Policy" en Politik und Gesel/schafi N. 2/1997.

Una conclusión similar se observa cuando comparamos la participación de las exportaciones del conjunto de países de la OCDE con respecto al PIB entre 1913 y 1991: mientras en vísperas de la Primera Guerra Mundial, esta ascendía al 16%, en 1991, es decir, en el primer año de postguerra fría, representaba el 17,9%. El comercio internacional de los países, industrializados en referencia a su producción alcanzó un 12,9% en 1913, cayó al 6,2% en 1938 y se elevó al 14,3% en 1993. En síntesis, tanto en lo que respecta a Estados Unidos como a los países europeos, los volúmenes comerciales alcanzaron su zenit con anterioridad a la Primera Guerra Mundial y después durante el período de entreguerras alcanzaron su punto más bajo, como resultado de los graves desequilibrios económicos (la crisis de 19293), el incremento del proteccionismo (el arancel Smoot-Hawley en Estados Unidos, el sistema de preferencia imperial por el que optó Gran Bretaña y el aski-mark de Alemania) y la implantación de regímenes que, como el fascismo y el nazismo, además del soviético, amenazaban el orden existente. Ilustrativo es el hecho de que Gran Bretaña abandonara en 1931 el libre comercio, que desde 1840 era la pieza fundamental del esquema británico. Este repliegue que se presentó en la economía mundial en materia de internacionalización en el período de entreguerras constituye un claro ejemplo que nos invita a pensar que no se está

3 En un momento en que el comercio mundial disminuyó un 60 por 100 en cuatro años (1929-1932) —escribe E. Hobsbawm—, los Estados comenzaron a levantar barreras cada vez mayores para proteger sus mercados nacionales y sus monedas frente a los ciclones económicos mundiales, aún sabedores de que eso significaba desmantelar el sistema mundial de comercio multilateral en el que, según creían, debía sustentarse la prosperidad del mundo". Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 1997, p. 101.

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condenado a avanzar hacia una globalización más profunda ya que, de aumentar las tensiones, los actuales procesos de transnacionalización también podrían interrumpirse. No obstante, el surgimiento de nuevos países y la densificación en las relaciones internacionales, desde los años cincuenta comenzó una nueva fase de recuperación4 que se estabilizó hacia la década de los años setenta.

Al respecto, Bouzas y Ffrench-Davis escriben: "Entre un 80 y un 85% del PIB que se genera en el mundo en la actualidad no se comercia internacionalmente. En cuanto al 15% que traspasa las fronteras se concentra en el ámbito regional. En 1996 la IED alcanzó un monto equivalente al 1,2% del PIB mundial y a sólo un 6% de la inversión total. Alrededor del 90% de la inversión mundial corresponde a fuentes nacionales. Esto sugiere que la geografía es un aspecto relevante en la determinación de los patrones de comercio"5.

La relativa estabilidad de estos indicadores en el tiempo contrasta con la reducción de los aranceles promedios de los productos manufacturados como porcentajes del valor entre las naciones industrializadas. Si en Francia esta cifra alcanzaba un 21% en 1913 se redujo al 5,9% en 1990, Alemania durante el mismo período pasó del 20% al 5,9%, Japón del 30% al 5,4% y Estados Unidos del 44% al4,8%6.

Una tendencia similar se observa entre los países en desarrollo y particularmente en América Latina. Entre 1985 y 1993, el arancel externo promedio descendió entre los países del Grupo Andino del 49,5% al 14%, en el Mercosur bajó en el mismo período del 66,3% al 19,3%, en Chile del 36% al 11% y posteriormente al 9% y en México del 34% al 4%. Igualmente se redujo drásticamente el volumen de importaciones sujetas a barreras no arancelarias. En el período 1985 a 1987 las medidas arancelarias afectaban al 53,1% de los productos importados por los países del Pacto Andino y al comenzar la década de los años noventa ya se situaba en el 2,9%, el Mercosur los redujo del 32,5% al 8,7% y Chile prácticamente los eliminó, llevándolos de 10,1% al 0%. Si la economía en realidad se hubiese globalizado, esta significativa reducción de los aranceles debería haberse traducido en una drástica aceleración del comercio internacional, pero, como vemos en esta perspectiva comparada, este no ha sido el caso.

4 Dani Rodrik, "Sense and Nonsense in the Globalization Debate" en Foreign Policj, N. 107 verano de 1997, p. 22. 5 Roberto Bouzas y Ricardo Ffrench-Davis, op. cit., p. 127. 6 The Economista 24 de junio de 1995.

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La única conclusión que se puede extraer del análisis' de estos indicadores es que el crecimiento de la tasa de comercio internacional entre las naciones desarrolladas demuestra que se ha producido el cambio de un régimen articulado en torno a la demanda interna por otro en el cual un papel más dinámico recae en las exportaciones. Pero esto no significa que la economía se haya globalizado sino simplemente se encuentra frente a un proceso más profundo de internacionalización.

Si aplicamos el mismo procedimiento, podemos inferir conclusiones similares con respecto al tamaño y las funciones de los Estados de las naciones industrializadas. En el siglo XX, el gasto estatal como parte del PIB subió en los principales países capitalistas del 12% en 1913 al 20-25% en el período de entreguerras y a mediados de la década de los años noventa ascendían al 47%7. Por lo tanto, la relación que los apologistas del discurso neoliberal han pretendido construir entre globalización, crecimiento del comercio y de las inversiones, desarrollo y reducción de la cobertura del Estado corresponde más a intereses que tienen en juego que a un pretendido curso natural de la historia.

El macro regionalismo, como forma específica de globalización, tampoco es algo nuevo. A lo largo del siglo XX se pueden distinguir tres grandes olas de regionalismos. La primera ocurrió durante la década de los treinta y fue impulsada por algunos Estados con el propósito de crear una frontera de protección frente a la anarquía reinante en la economía mundial. La segunda se inició en la década de los años cincuenta y fue operativizada por algunas naciones europeas que dieron origen al mercado común europeo con el ánimo de aumentar la significación del Viejo Continente en las relaciones internacionales, por los países socialistas para dar vida a una división socialista internacional del trabajo (CAME), por algunos países en desarrollo para alentar políticas de sustitución de importaciones mientras que otros estimularon este tipo de estrategias para fortalecer los vínculos con los países desarrollados. Los actuales procesos de integración, a diferencia de los anteriores, se proponen facilitar la participación en la economía mundial, desarrollar vínculos multilaterales horizontales (en relación a países con similares niveles de desarrollo) y verticales (frente a países con distintos niveles de desarrollo). En el Cuadro 3 se puede observar como en el transcurso de los últimos años

Robert Skidelsky, "El crecimiento de una economía mundial" en Michael Howafd y W Roger Louis, Editores, Historia Oxford del Siglo XX, Barcelona, Pkneta, 1999, p. 101.

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han crecido los intercambios dentro de las regiones, aun cuando la tendencia a la regionalización de los flujos comerciales no sea en absoluto nueva.

CUADRO 3

EVOLUCIÓN DE LOS INTERCAMBIOS INTRARREGIONALES EN PORCENTAJES DEL TOTAL DEL COMERCIO EXTERIOR

1928 1938 1948 1958 1968 1973 1979 1983 1993

Europa Occidental 50,7 48,8 41,8 52,8 63,0 67,7 66,2 64,7 69,9

Europa Este 19,0 13,2 46,4 61,2 63,5 58,8 54,0 57,3 19,7

América Norte 25,0 22,4 27,1 31,5 36,8 35,1 29,9 31,7 33,0

América Latina 11,1 17,7 20,0 16,8 18,7 27,9 20,2 17,7 19,4

Asia 45,5 66,4 38,9 41,1 36,6 41,6 41,0 43,0 49,7

África 10,3 8,8 8,4 8,1 9,1 7,6 5,6 4,4 8,4

Medio Oriente Mundo

5,0 38,7

3,6 37,4

20,3 32,9

12,1 40,6

8,1 47,0

6,1 49,3

6,4 45,8

7,9 44,2

9,4 50,4

Fuente : Frédérique Sachwald, "La régionalisation contre la mondialisation" en Mondialisation au-dela des mythes, op. dt.p. 140.

En cuanto a las inversiones, la situación tampoco es muy diferente. En 1913, la tasa de flujos de inversión extranjera directa de los países desarrollados en relación al PIB era del orden del 3%, es decir una tasa similar al 4% que se alcanzó en 1990 y el stock de inversión directa pasó del 9% del producto mundial en 1913 a un 9,7% en 1994. Es más, diversos estudios sugieren que la comentada movilidad internacional de capital desde la década de los setenta en muchos aspectos es menor que la observada para 19148.

La única gran novedad de la época contemporánea consiste en el carácter multilateral de la inversión que se reparte entre los tres polos de la tríada. De otra parte, una parte sustancial de la IED productiva se canaliza a actividades de fusión o de adquisición de empresas existentes y el grueso de las inversiones es de portafolio. Así, por ejemplo, las políticas de privatizaciones fueron responsables del 52% de la IED que se destinó al África Subsahariana en 1993, el 22,3% en el Medio Oriente y el 16,9%> del total de IED-destinado a América Latina entre 1989 y 1993.

Paulo Nogueira Batista Jr., "O círculo de giz da globalizacao" en Novas Estados, noviembre de 1997, pp. 86-88.

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A lo largo de la década de los ochenta e inicios de los noventa, la IED disminuyó entre los países de la OCDE del 21% al 18% mientras que las actividades de portafolio aumentaron durante el mismo período en un 28%. Información de la UNCTAD con respecto a la relación que existe entre inversión extranjera directa y formación bruta de capital, evidencia que esta fue apenas del 3,9% en 1994 y que sólo los países pequeños, como Bélgica y Nueva Zelanda, registraron una cifra superior al 20%. En los países en desarrollo este indicador es un poco más alto: 7,5%, destacándose América Latina y Asia, los mayores receptores de IED "entre las naciones en desarrollo que registraron en 1994 un 8,6% y un 7,2% respectivamente.

En general, los flujos de capitales fueron mayores a finales del siglo XIX que en la actualidad. Entre 1880 y 1913 Gran Bretaña registró un superávit promedio en la balanza de pagos de cuentas corrientes del 5% del PIB mientras que en la actualidad son pocos los países que pueden mantener un flujo líquido de capital equivalente al 3% del PIB por un período prolongado9.

La internacionalización de los mercados en el campo financiero es igualmente limitada. No sólo porque estos mercados permanecen segmentados, sino porque el grueso de' estos volúmenes se destinan a los propios países de origen o a Estados próximos. La única excepción la constituyen los capitales golondrinas que son más volátiles, se mueven con rapidez a medida en que se producen cambios en las condiciones financieras. Así, por ejemplo, los fondos de pensión y las compañías de seguro de los países desarrollados siguen marcados por las condiciones domésticas. Por eso es prematuro admitir la existencia de un mercado global de capitales. Los mercados financieros se han tornado cada vez más integrados, pero se está lejos de que formen un único mercado global1

Una situación similar se presentaba en algunas naciones del sur, como Argentina. En 1914, este país exportaba más de la mitad de su producción de trigo, un 85% de la producción de lino, un 65% de la de maíz. En aquel entonces el comercio exterior representaba aproximadamente el 50% del PIB mientras que en la actualidad se sitúa alrededor del 20%n.

9 The Economist, A Survey of tbe World Economj. Who's in the Driving Seafí, 7 de octubre de 1995. 10 Paulo Nogueira Batista, op. cit. p. 87. 11 Martin Krause, "Globalización y crisis" en Contribuciones 3/1998, Buenos Aires.

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Socialmente, la movilidad también era mayor a comienzos del siglo. En el cambio de siglo aproximadamente unos 6 millones de europeos inmigraron a América Latina y 15 millones a los Estados Unidos, y las trabas eran menores ya que no se exigían ni pasaportes ni permisos de trabajo. Diferente es la situación en la actualidad, cuando han aumentado los obstáculos para el desplazamiento de fuerza de trabajo de los países del sur hacia las naciones industrializadas del norte. Marc Ferro, al respecto, escribe: "A su manera, la colonización representó una primera forma de uniformización del mundo. Existe una diferencia entre el presente y el pasado. A comienzos de siglo, para las victimas de las transformaciones de la sociedad, incluso para los perseguidos políticos o religiosos, existía una salida: unos esperaban emigrar a América, otros preparaban una revolución o luchaban por su independencia. En estos años noventa, en condiciones en que se amplía la fractura social en Occidente, la emigración europea no representa las posibilidades de antes, la revolución perdió sus atractivos y desencanta el porvenir de la independencia"12.

En cuanto a las empresas multinacionales se pueden distinguir varios tipos de las mismas. Las primeras son las multinacionales cuya actividad se basa en la explotación de los recursos naturales, otras son las multinacionales exportadoras que tienen su base productiva en el mercado doméstico, las empresas regionales que se integran a los países donde se han instalado y desarrollan la cadena completa de sus actividades incluida la investigación y el desarrollo, pero están presentes sólo en una región y por último, las empresas redes globales, que tienen presencia en diferentes regiones, disponen de estados mayores regionales y organizan la cadena de actividades sobre una base mundial y están dirigidas por unas élites multinacionales que cimientan una cultura de empresa fuerte13.

Un análisis de las principales empresas multinacionales conduce a la constatación de que el número de empresas propiamente transnacionales es todavía reducido. El Informe de Inversión Mundial de 1998 utiliza un índice de transnacionalización compuestos por tres-elementos: los bienes extranjeros por sobre el total de bienes, las ventas en el extranjero en relación al total de ventas y el empleo en el extranjero como porcentaje del total del empleo. De ello se concluye que el grado de transnacionalización está dominado por las empresas de los pequeños países industrializados, países con un PIB inferior a US$ 500 miliardos en 1996. Sólo se

12 Marc Ferro, "Le fu tur au miroir du passé" en La Monde Diplomatique, septiembre de 1999. 13 Élie Cohén, L¿z tentation hexagonak. La souveranké a l'épreuve de la mondialisation, París, Fayard, 1996, p. 59.

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encuentran altamente transnacionalizadas empresas tales como ABB, Nestlé. Solvay, Electrolux, Unilever y Roche que son oriundas de países de pequeñas dimensiones tales como Suiza, Bélgica, Suecia y los Países Bajos, por la necesidad que tienen estos Estados de participar en la división internacional del trabajo14.

Para las grandes empresas, la exportación a partir de la base nacional continúa siendo el principal vector de la internacionalización. Además el capital no está produciendo una transferencia masiva de inversión y empleo- de los países desarrollados a los emergentes. Con la excepción de algunos países de reciente industrialización, la mayor parte de las naciones en desarrollo siguen marginadas en términos de inversión y comercio. De esto algunos autores concluyen que la economía mundial está lejos de ser globaüzada en razón de que gran parte del comercio, la inversión y de los flujos financieros siguen concentrados entre los países de la tríada y estos países precisamente gozan, con su coordinación '(y. gr. el Grupo de los 7), de la capacidad de ejercer presión sobre los mercados financieros. Por ende, el mercado mundial o globalizado, de ningún modo, se encuentra por fuera de la regulación y el control15.

Las actividades de localización de estas empresas no son un fenómeno tan corriente porque el Estado sigue manteniendo una autoridad frente a las empresas extranjeras, y con sus orientaciones en materia de capital humano, investigación y desarrollo, ahorro y las políticas de oferta y demanda sigue condicionando las decisiones de localización16. Más bien, como lo afirma este mismo autor podría sostenerse que las firmas globales son un testimonio fehaciente de la imperfección de los mercados. Por su parte, el énfasis de algunas empresas en estimular la localización de filiales tiene como objetivo eludirlos obstáculos neoproteccionistas, lo que, de suyo, sugiere que la economía no se encuentra tan globalizada. Además, por lo general, con la excepción de las más grandes, las multinacionales rara vez se desplazan por fuera del perímetro próximo al país de origen: las empresas norteamericanas invierten en América Central y del Sur, las japonesas en el sudeste asiático y las europeas en los restantes, países del Viejo Continente.

Asimismo, las especializaciones nacionales siguen existiendo: Japón se caracteriza porque sus empresas se concentran en el campo de la electrónica y los

14 United Nations, Worid lnvestment Report 1998. Trends and Determinants, United Nations, Nueva York, 1998, pp. 43-45. 15 Paul Hirst and Graham Thompson, Globalisation in Question, Cambridge, Polity Press, 1996. 16 Elie Cohén, op. cit, pp. 108-109.

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automóviles, Francia en petróleo, bienes intermedios, electrónica profesional y química, Alemania en el automóvil, la química y el material electrónico y Suiza en la industria farmacéutica y agroaümentaria.

Tampoco es del todo exacto que las inversiones en tecnología y desarrollo se propaguen a una escala planetaria. Como bien lo demostraron las negociaciones en el seno del GATT, los Estados siguen siendo muy celosos en conservar los avances logrados en el plano nacional, sino que además las empresas multinacionales son guardianas suspicaces de sus descubrimientos o innovaciones porque entienden que estos son factores que potencian su competitividad internacional y, en ese plano, sellan alianza con sus respectivos Estados, en la defensa de su know-how.

Por último, difícilmente podría llegar a sostenerse que' ante el repliegue de los Estados en cuanto a la definición y estructuración del sistema internacional, las empresas se estén convirtiendo en los entes organizadores del mundo globalizado ya que se observan grandes desavenencias de intereses, procedimientos y objetivos de las firmas que actúan prioritariamente en diferentes escenarios. Así, por ejemplo, mientras el espacio nacional es el escenario privilegiado de la actividad de las pequeñas y medianas empresas industriales, comerciales y agrícolas, el nivel macro regional es el ámbito donde operan firmas nacionales que obtienen ventajas de la ampliación de sus antiguos mercados nacionales por uno regional y se benefician igualmente de las restricciones que se derivan para la actividad de las empresas de terceros países, las grandes firmas transnacionales, por su parte, sobre todo aquellas que tienen actividad en el ámbito de la industria aeroespacial, la electrónica, los semiconductores y la industria farmacéutica, es decir, en aquellas ramas en las que sus niveles de tecnología requieren de mercados interregionales, despliegan el grueso de sus actividades en el ámbito mundial17. De aquí se desprenden tensiones y choque de intereses que sólo se resuelven por medio de relaciones de fuerza y poder.

Si la mayor parte de los indicadores demuestran que las empresas transnacionales son escasas y que siguen determinadas en varios campos por las actividades y orientaciones que imponen sus propios Estados, ¿por qué este discurso ha alcanzado tan alta difusión? La respuesta podemos encontrarla en el ámbito de la política. En las relaciones que tejen con las autoridades nacionales, las firmas

17 Stephen J. Kobrin, op. cit., p. 20-21.

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globales tienen necesidad de presentarse como tales porque es así que pueden maximizar las concesiones y los apoyos por parte del Estado. De otra parte, las empresas multinacionales se interesan en difundir los credos y las prácticas de la globalización por cuanto en economías abiertas como las actualmente imperantes la movilidad del capital y el carácter estático del trabajo aumentan los rendimientos que se pueden alcanzar18.

Este ejercicio comparativo que hemos realizado nos ha permitido mostrar que los elementos sobre los cuales descansa el discurso neoliberal de la globalización —gran crecimiento del comercio y de las inversiones internacionales, nuevas modalidades de internacionalización a través de los procesos de macro regionalización y la naturaleza de las empresas transnacionales— no resisten la evidencia histórica. Pero esta comparación entre algunos indicadores de la actualidad con finales del siglo XIX o inicios del presente no debe dar lugar a la falsa idea de que el sistema mundial no ha tenido mayores cambios.

El siglo XX ha sido testigo de grandes innovaciones tecnológicas y científicas, una mayor automatización de la producción, la acumulación se basa más en el conocimiento y se encuentra más desmaterializada y desterritorializada. Otra diferencia consiste es que las interconexiones entre los diferentes países son mucho más intensas y un porcentaje mayor de la población mundial se encuentra bajo la influencia de los procesos de globalización. Como señala un autor, la diferencia principal entre las formas de globalización entre el siglo XIX y el XX es que este último es mayor en amplitud, alcance e intensidad que el antecesor19. Otra desemejanza que encontramos entre finales del XIX y del XX es que hace un siglo los procesos de creciente interconexión fueron el resultado de la disminución de los costos en los transportes, mientras que en la actualidad la globalización se

18 "A nadie se le oculta -escribe Beck— que se ha producido una especie de toma de los centros materiales vitales de las sociedades modernas que tienen Estados nacionales, y ello sin revolución, sin cambio de leyes ni de Constitución; es decir, mediante el desenvolvimiento simple y normal de la vida cotidiana o, como suele decirse, con el business as usual. 1.- podemos exportar puestos de trabajo allí donde son más bajos los costes laborales y ks cargas fiscales a la creación de mano de obra. 2.- estamos en condiciones de desmenuzar los productos y las prestaciones de servicios, así como de repartir el trabajo por todo el mundo. 3.- estamos en condiciones de servirnos de los Estados nacionales y de los centros de producción individuales en contra de ellos mismos, y de este modo, conseguir pactos globales con vistas a unas condiciones impositivas más suaves y unas infraestructuras más favorables: asimismo, podemos castigar a los Estados nacionales cuando se muestran careros o poco amigos de nuestras inversiones. 4.- podemos distinguir automáticamente en medio de las graciosidades .de la producción global entre lugar de inversión, lugar de producción, lugar de declaración fiscal y lugar de residencia, lo que supone que los cuadros dirigentes podrán vivir y residir allí donde les resulte más atractivo y pagar los impuestos allí donde les resulte menos gravoso". Ulrick Beck, op. át, p. 18.

19 Stephen Gilí, "Globalization, Democratization and the Politics'of Indifference" en James H. Mittelman, Globalization: Critical Reflexions, op. át., pp. 209-210.

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produce por la caída en los costos y por la instantaneidad de las comunicaciones, lo que posibilita una profunda y súbita integración internacional.

Como adecuadamente señala Zaki Lai'di20, entre 1870 y 1913 tuvo lugar la época de oro de la globalización pues los Estados naciones y las burocracias eran embrionarias. El mundo de finales del siglo XIX conoció una serie de transformaciones que lo aproximaron y lo convirtieron en una unidad: el cable submarino, el telégrafo, las agencias internacionales de información. Estas transformaciones, sin embargo, no podían dar todavía lugar a una integración mundial, por cuanto la comunicación era muy costosa y segmentada lo que hacía que la transmisión de noticias se limitara a los sectores diplomáticos y a los medios de comunicación.

La diferencia entre la globalización de finales del XX y el internacionalismo de finales del siglo XIX radica en que en ese entonces esa situación correspondía a un deseo, una aspiración, mientras que la globalización es un proceso real. "Antes experimentábamos la proyección a escala internacional como coronación casi lineal de una maduración interna. Pasábamos a lo internacional al cabo de un aprendizaje realizado debidamente en el plano nacional (...) La internacionalización económica pasaba previamente por la explotación de productos, luego por el dominio de los circuitos de su distribución en el extranjero y, finalmente, por la implantación física allende las fronteras"21.

Por eso cuando comparamos nuestro presente con la situación de hace un siglo podemos distinguir grandes diferencias. La primera es de orden técnico: la producción material e inmaterial que da lugar a intercambios internacionales ha aumentado si la referimos no sólo a la riqueza nacional, sino a la riqueza que da lugar a los intercambios mercantiles. Entre 1913 y 1990 la parte de las export?.ciones en el producto nacional norteamericano es casi el mismo, pero si relacionamos la parte de las exportaciones a los productos que originan intercambios, la evolución es mucho más espectacular: se pa§a del 13% al 31,4%.

En segundo lugar, ha cambiado la composición de los productos exportados. Si en 1913 los productos primarios representaban el 64% de las exportaciones mundiales y los productos manufacturados el 36%, en 1992 estos porcentajes

20 Zaki Lai'di, Malaise dans la mondialisatioh, op. rít., p. 40, 43. 21 Zaki Lai'di, Un mundo sin sentido, op. át., 1999, pp. 35-36.

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eran del 2% y 75% respectivamente. Es decir, el intercambio económico se basa cada vez nías y más en la competición de productos que pueden ser fabricados por un número creciente de empresas, mientras que hace un siglo, estos eran intercambios complementarios de productos no competitivos, como las materias primas necesarias a la producción de bienes manufacturados.

En tercer lugar, se ha ampliado enormemente el radio de acción de estas tendencias. Cuando a mediados del siglo XIX se produjo una aceleración de la internacionalización de la economía y de la industrialización, el proceso puso en interacción a un conjunto de países que rompieron con el monopolio que en ese entonces detentaba Gran Bretaña. Desde la década de los años cincuenta del siglo XX tuvo lugar una nueva aceleración de estas tendencias y se amplió su base geográfica al comprender a grandes partes del entonces llamado Tercer Mundo.

Por último, la competición mundial integra más y más los factores sociales y culturales y al mismo tiempo ha surgido una producción industrial en el campo de la cultura —la industria cultural— que tiene la capacidad de poner en comunicación e interaccionar a los diferentes pueblos. En síntesis, una de las diferencias es que el actual proceso de globalización se extiende prácticamente a todo el planeta, son escasos los lugares que se mantienen desvinculados de él y es mayor la interacción entre los diferentes pueblos.

El macro regionalismo también presenta diferencias sustanciales con las experiencias anteriores. Tal como se desprende de la experiencia europea, el actual regionalismo se diferencia de los intentos anteriores debido a que es un proceso que involucra los aspectos políticos, culturales y sociales, es decir propende por una interacción que va más allá de la constitución de simples zonas de libre comercio o de vinculación estrictamente económica. Este nuevo regionalismo tiene lugar en un mundo que es multipolar y asimétrico. Esto conduce a que los objetivos que se persigan sean diferentes en el caso que se trate de países desarrollados o en desarrollo. Además se caracteriza por ser más abierto debido a las facilidades que crea la consolidación de determinados circuitos globalizados.

Dos modalidades de regionalización caracterizan el mundo actual. De una parte, se asiste a una nueva forma de regionalización, cuyas fronteras no están determinadas por motivos políticos ni institucionales, sino por una invisible normatividad económica. A veces son regiones nucleares dentro de fronteras

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estatales (v. gr. Sao Paulo en Brasil, Cataluña en España, Alsacia y Lorena en Francia, Badén-Württemberg en Alemania) y en otras traspasan estas fronteras e interaccionan a regiones de dos o más países (v. gr. San Diego y Tijuana, Hong Kong y el Sur de China, las regiones rusas situadas entre Irkutsk y Blagovoshenk y Manchuria, etc.)22. Estas regiones se afirman como actores en el campo económico que crean nuevas actividades, polos de competencia tecnológicos y, cuando es el caso, políticas de ayuda al desarrollo.

La otra modalidad se produce a través de la celebración de programas de integración, como el de la Unión Europea que se ha propuesto la creación de instituciones que garanticen y posibiliten la viabilidad de la integración supranacional de los Estados miembros. Estas regionalizaciones más o menos institucionales pueden asumir diferentes modalidades: zonas de libre comercio que consisten en el compromiso de los países que suscriben el acuerdo a comprometerse en la eliminación de los aranceles y demás barreras no tarifarias en su comercio mutuo; la unión aduanera que es cuando a las preferencias de la zona de libre comercio se le añade el establecimiento de una política comercial con un arancel externo común; el mercado común que consiste en una unión aduanera que establece una determinada liberalización de algunos factores, corno productos, capitales, personas, etc.; y, por último, la unión política y económica que se orienta a establecer orientaciones económicas comunes entre los países miembros y propende por un mayor supranacionalismo.

Si la globalización como proceso dista mucho de ser una realidad y la economía se está mundializandq, pero todavía sobre una base fundamentalmente internacional, los procesos de globaKzación están reproduciendo articulaciones en torno a núcleos de acumulación y crecimiento micro regionales que pueden ser regiones, ciudades o metrópolis. Estos polos exitosos de acumulación, que, como lo señalaba J. Ph. Peemans, se caracterizan por constituir un conjunto de empresas con elevadas tasas de crecimiento y rentabilidad que funcionan según las normas internacionales, muy abiertas al resto del mundo en términos de fluj'os de productos, tecnología, capitales e información, lo que ha dado origen al surgimiento de "redes transnacionales de poder", centralizan las funciones de coordinación en nichos urbanos globalizados23.

22 Kenichi Ohmae, "Rise of the regional State", en Foreign Affairs, vol. 72 N° 2, Nueva York, primavera de 1993, p. 78- 87.

23 Jean-Philippe Peemans, op. át.

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En la medida en que lo característico de la economía presente no es tanto el tránsito de la agricultura a la industrial y de ésta a los servicios, sino la interacción constante entre agricultura, industria y servicios, con base en procesos de información, las grandes ciudades, se han convertido en el nudo donde se realizan estos movimientos24. En una economía intensamente transnacionalizada, las principales áreas metropolitanas se convierten en los escenarios que conectan entre sí a las economías de las diversas sociedades25. Esto es posible porque "las nuevas tecnologías de información permiten la articulación de procesos sociales •a distancias, ya sea en las áreas metropolitanas, entre las regiones o entre los continentes. La globalización de la economía hace depender la riqueza de las naciones, empresas e individuos, de movimientos de capital, de cadenas de producción y distribución y de unidades-gestión que se interrelacionan en el conjunto del planeta, socavando por tanto la especificidad de un determinado territorio, como unidades de producción y consumo"26. Esto se debe a que los principales flujos se irradian entre las zonas más dinámicas de los diferentes países.

De otra parte, la internacionalización de las economías y la dislocación de los procesos productivos por parte de las grandes empresas multinacionales centralizan y no dispersan el sistema económico mundializado. Las nuevas tecnologías permiten a las grandes corporaciones anular las distancias y mantener la centralidad del sistema en pocas urbes.

Es en este sentido que se podría hablar de una metropolización de la economía mundial (tendencia histórica, por cierto, de larga data, ya que Braudel en su célebre trabajo sobre el desarrollo del capitalismo ya evidenciaba que toda economía mundo posee un polo urbano27) que irradia nuevos mecanismos de poder. Mientras que se debilitan las redes de proximidad que vinculan verticalmente las ciudades con sus propios espacios interiores, las redes horizontales entre las grandes ciudades se fortalecen, lo que da origen a una economía de archipiélago, que en algunas esferas de actividades financieras o tecnológicas monopoliza las actividades y los intercambios28. Esta metropolización se observa en el hecho de que las

24 Saskia Sassen, La vilk globale, París, Descartes, 1996. 25 Néstor García Canclini, Consumidores y dudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, México, Grijalbo, 1995, p.

70. 26 Jordi Borja y Manuel Castells, Local y Global. La gestión de las ciudades en la' era de la información, Madrid, Taurus, 1997, p.

11. 27 Fernand Braudel, Economie matérielle, op. cit, tomo 3, p. 21.

1 ierre Veltz, "L'économie mondiale, une economie d'archipielag", en Mondialisation au-dela des mythes, op. cit. p. 61.

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funciones de coordinación, control y gestión se concentran cada-vez más en las grandes ciudades, las cuales además producen todos los servicios especializados necesarios para el funcionamiento de las empresas multinacionales. Esta interacción creciente entre las ciudades permite la consolidación de mecanismos de coordinación jerárquica de la economía mundial.

El fortalecimiento de estos nichos globalizados acentúa el decaimiento de los tradicionales polos urbanos productivos. Estos vínculos desarrollan igualmente una función social y política que consiste en que a través de las múltiples interacciones consolidan los vínculos sociales, económicos y políticos entre las clases dominantes. Sólo en este ámbito podemos percibir el surgimiento de una clase emergente transnacional que incorpora a todos aquellos segmentos privilegiados vinculados a los sectores más dinámicos y globalizados de las economías nacionales.

En síntesis, la globalización económica entendida como proceso planetario será un anhelo más que una realidad hasta que se cumpla una serie de condiciones: en primer lugar, que aumente de modo sustancial el número de empresas transnacionales y que no se limiten a reproducir joint ventures o asociaciones' interfirmas; en segundo lugar, que se produzca una real y mensurable intensificación del comercio internacional en relación al PIB en la mayoría de los países; tercero, que se desconcentren los flujos financieros y las inversiones y que estos se canalicen a la amplia mayoría de las naciones, sobre todo aquellas en desarrollo, que los mercados financieros se encuentren al margen de cualquier regulación de tipo intergubernamental como han sido en efecto los acuerdos Plaza y Louvre, pero que se sometan a una autoridad supranacional y por último, que exista, en realidad, un espacio genuinamente globalizado de transacción y no de simple metropolización en torno a las grandes urbes, tal como existe en la actualidad.

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La globalización en una perspectiva de duraciones

LMS comunicaciones de los pueblos entre sí están tan difundidas por todo el globo terrestre que uno podría casi decir que el mundo entero es una sola aldea, donde tiene lugar una feria permanente de todas las mercancías y en las que cualquier hombre con dinero, sin salir de su lugar, puede aprovisionarse y disfrutar de todo lo que produce la tierra, los animales y el trabajo humano (Geminiano Montanari, Trattato mercantile, Della moneta, 1680. Citado en Carlos Marx, Crítica de la Economía Política).

L/z globalización en la larga duraáón

Como lo señalábamos anteriormente, no sería correcto asociar los procesos de globalización únicamente con los cambios que han ocurrido en nuestro presente más inmediato. Como nos lo sugiere la cita en el epígrafe, en el siglo XVII también había quienes se deslumhraban por las oportunidades que ofrecían los mayores contactos entre los pueblos y ya en ese entonces veían esto como un proceso multifacético que abarcaba las distintas esferas de la sociedad. Las raíces de lo que comúnmente denominamos globalización, por lo tanto, se remontan a la época del surgimiento del capitalismo. Como lo insinúa Geminiano Montanari, la circulación de la mercancía asociada a la expansión del mercado y del capitalismo puso en contacto a pueblos de los diferentes confines del globo. En efecto, las tendencias globalizadoras se vinculan con los cambios que en la vida internacional trajo consigo la emergencia y la generalización del capitalismo.

Fue a partir del siglo XVI, cuando, con la navegación y los grandes descubrimientos, se le dio un sólido impulso a la interdependencia entre los pueblos. En esta etapa formativa del sistema capitalista mundial, la vida internacional asumió un carácter "transnacional", el llamado "sistema atlántico"

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ya que estaba constituida por una serie de procesos de índole "económica que vinculaban a las diversas regiones y ámbitos comerciales. Los esclavos permitían el desarrollo de cultivos intensivos (v. gr. azúcar y sus productos derivados para la exportación), los hacendados adquirían sus insumos en Europa y América del Norte y los bienes manufacturados en el Viejo Continente. De estas interacciones fue naciendo un sistema internacional que hasta la conformación de los Estados nacionales en el Viejo Continente no alcanzó a desarrollar peculiaridades propias porque estaba atravesado por la dinámica de la economía-mundo en gestación.

Numerosos trabajos de historia económica y particularmente la sugestiva obra de K. Polanyi "La Gran Transformación" demuestran que, con anterioridad al surgimiento del capitalismo, el mercado, institución que hunde sus raíces en lo más recóndito de la historia, desempeñó un papel relativamente marginal en la vida económica de los pueblos ya que en estas sociedades la economía no existía como esfera autónoma sino que se encontraba incrustada en las relaciones sociales1. "La economía de mercado, la olvidamos con demasiada facilidad, escribía Polanyi, es una estructura institucional que no ha existido en otras épocas, sino únicamente en la nuestra, e incluso en este último caso no es generalizable a todo el planeta"2.

La paulatina mercantilización de la vida en las sociedades precapitalistas no se produjo a partir del funcionamiento del mercado local, ya que esta era una institución cerrada sobre si misma que se limitaba a la producción regional. Pero el mercado exterior si desempeñó un gran papel ya que era competitivo, se basaba en el intercambio de productos no perecederos producidos a grandes distancias los unos de los otros. En las sociedades precapitalistas, estas dos instituciones —el mercado local y el internacional— no eran competitivas entre sí, sino complementarias.' El espíritu capitalista nació precisamente entre los grandes comerciantes internacionales y no en la reciprocidad de los mercados locales3, ya que en el segundo el intercambio se seguía realizando a través del trueque, mientras que en el primero se recurría a sofisticadas prácticas monetarias.

Como lo demuestra Braudel en su vasta obra, el comercio internacional desempeñó un papel fundamental en la génesis del capitalismo mercantil, del

1 "Las relaciones sociales de los hombres engloban su economía. El hombre actúa, no tanto para mantener su interés individual de poseer bienes materiales, suanto para garantizar su posición social, 'sus derechos sociales, sus conquistas sociales. No concede valor a los bienes materiales más que en la medida en que sirven a este fin". Karl Polanyi, La Gran Transformador!, Madrid, La Piqueta, 1997, p. 87.

2 Karl Polanyi, op. cit., p.76. 3 Peter Kriedte et al., Industrialización antes de la industrialización, Barcelona, Crítica, 1986, p. 39.

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cual durante largo tiempo fue su estructura básica,' así como también fue la actividad sobre la cual se conformó la burguesía mercantil. "Entre los siglos XV y XVIII, la zona de esta vía rápida que es la economía de mercado, no ha dejado de ampliarse. El signo que la anuncia y la prueba es la variación en cadena de los precios del mercado. Estos precios se mueven en el mundo entero (...) Una determinada economía vincula los diferentes mercados del mundo, una economía que involucra algunas mercancías excepcionales, así como también los metales preciosos, viajeros privilegiados, que le dan la vuelta al mundo" . En ese entonces el comercio internacional consistía esencialmente en una amplia corriente de plata que se movía hacia el Este a través de América a Europa y de esta a Asia y en un gran flujo de bienes que se movían en la dirección opuesta5. La importancia del comercio de especies y posteriormente de otros productos distantes, fue que estos se realizaban íntegramente a través del mercado, mientras que otras producciones, quizás mucho mayores, como los cereales, se destinaban al autoconsumo y sólo una débil porción se canalizaba hacia la comercialización6. Fue con el surgimiento de este mercado, aunado a la consolidación posterior del mercado nacional que la competencia se constituyó en la columna vertebral de la vida económica y transformó de raíz las relaciones sociales y políticas existentes.

La acumulación originaria de capital a escala planetaria que condicionó y acompañó al naciente sistema mundial determinó el surgimiento de espacialidades diferenciadas y jerarquías interestatales asociadas con los intereses de los Estados y de los circuitos transnacionales. El papel desempeñado por el Estado en este proceso de acumulación, así como en la recreación de las condiciones para la reproducción del sistema, posibilitó que las relaciones internacionales adoptaran una figura política e interestatal, aun cuando el contenido fuera básicamente económico7. Esta primera etapa mercantilista se caracterizó por el hecho de que la economía quedó parcialmente subsumida en la lógica del desarrollo político institucional que creó el emergente sistema capitalista.

Esta asociación entre capitalismo, mercado y globalización es un elemento central del análisis que nos proponemos desarrollar. De una parte, la globalización no puede analizarse al margen del sistema capitalista. El carácter transnacional de

4 Fernand Braudel, LM dynamique du capitalisme, op. cit., p.'47. 5 Cario M. Cipolla, Las máquinas del tiempo, Buenos Aires, FCE, 1998, p. 81. Véase también Cario M. Cipolla, Conquistadores,

piratas, mercaderes, l^a saga de la plata española, Buenos Aires, FCE, 1999. 6 Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalisme, op. cit, tomo 2, p. 480. 7 Véase Immanuel Wallerstein, 11 capitalismo storico, Turín, Giulio Eunaudi Editore, 1985, p. 47.

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la globalización es un elemento que se desprende de la lógica de funcionamiento del sistema capitalista. Esto, sin embargo, no significa que capitalismo y globalización sean conceptos idénticos o equiparables. Mientras el primero constituye un complejo sistema social, el segundo representa la manera como los variados agentes entran en un proceso de interacción entre sí y alude también al hecho de que a través de sus interpenetraciones se ha construido la modalidad histórica que finalmente ha asumido el sistema capitalista.

De otra parte, la globalización tampoco es reductible al mercado que se expande con el desarrollo de las economías capitalistas, aun cuando la lógica de su funcionamiento se encuentre íntimamente asociada a él. La extensión del mercado intensifica los niveles de interacción e interdependencia entre los pueblos y, en esa medida, se convierte en el soporte de los procesos de globalización. Así, por ejemplo, los intercambios mercantiles se constituyen en un sostén de la globalización de la cultura en la medida en que los comerciantes entran en relación mutua, aún cuando hablan en lenguas que no se entienden y pertenecen a universos culturales diferentes. Pero, la globalización trasciende el mercado en la medida en que desvirtúa su esencial natural, reproduce imaginarios, nuevas formas de pertenencia y de identificación. En este sentido, la globalización es mucho más que los simples intercambios económicos.

Pero, lo que más interesa resaltar es que esta interrelación entre capitalismo, mercado y globalización es también lo que explica que esta última no sólo se identifique generalmente con un conjunto de prácticas económicas, sino que encuentre su razón de ser en los modernos desarrollos de la economía. Si en las páginas que siguen nos centraremos básicamente en el análisis de la globalización económica es porque después de todo este es el proceso más profundo y que, en alto grado, determina lo que ocurre en las otras instancias, ya que, en alto grado, las mercantiliza.

La comunicación y los intercambios culturales recurrentes a escala continental e intercontinental ya eran generalizados en el mundo antiguo. Pero, fueron los grandes descubrimientos del siglo XV el aspecto más revolucionario en esta tendencia globalizadora en la medida en que los contactos económicos y culturales se volvieron sistemáticos y dejaron de circunscribirse a aquellas áreas en las cuales existían facilidades de transporte y comunicación, como, por ejemplo, el Mediterráneo. Hasta mediados del siglo XV, las comunidades locales podían

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libremente cultivar sus particularidades y diferencias y disponían de una atmósfera que les daba la libertad necesaria para asumir o ignorar los elementos culturales de otros pueblos. Nada más lejano en ese entonces que un proceso de interpenetración cultural. No sólo porque eran escasos los lugares del planeta en constante interacción y numerosas eran las regiones todavía desconocidas y desvinculadas, sino porque además las culturas singulares ocupaban el campo fundamental de la vida en estas sociedades. Como señala un estudioso de la cultura, "la situación a finales del XVIII era la siguiente: la fragmentación cultural de la humanidad era extrema, la progresión de los intercambios mercantiles era constante y extendida geográficamente, los transportes y las comunicaciones se perfeccionaban e intensificaban8. Fueron los navegantes ibéricos los que con sus osadas travesías que los llevó a circunvalar África, llegar a América y después darle la vuelta al mundo que globalizaron las comunicaciones y los transportes marítimos.

El verdadero sistema moderno de competencia, corazón de la economía de mercado y de las tendencias globalizadoras, fue el producto de las actividades que en este plano desplegaron los Estados. Fueron las monarquías centralizadas de Europa Occidental las que, a partir del siglo XVII, le dieron consistencia al territorio y realizaron la fusión de los múltiples mercados locales y el comercio exterior, lo que dio origen a un mercado interior unificado, integrado y competitivo y articulado con el comercio mundial. Fue precisamente esta constitución de los mercados internos como preámbulo de las economías nacionales, el punto de partida a partir del cual el capitalismo comenzó su largo proceso de dominación de la economía mundial. Sin embargo, en ese entonces, la existencia de amplias zonas, incluso dentro del Viejo Continente,' desvinculadas de los circuitos mercantiles modernos, demostraba que ni siquiera en una perspectiva geográfica el mundo podía ser entendido como algo unificado.

La revolución industrial trajo consigo transformaciones profundas en los sistemas productivos, con lo que se allanó el camino para el desenvolvimiento de tendencias de mayor interpenetración económica. Como lo demuestra Landes, la revolución industrial consistió en la sustitución de la pericia y el esfuerzo humano por las máquinas —rápidas, regulares, incansables—; la suplantación de las fuentes animadas de energía por fuentes inanimadas y, en particular, la invención de motores capaces de transformar el calor en trabajo, propiciando así un suministro

Jean-Pierre Warnier, LM mondialisation de la culture, París, La Découverte, 1999, p. 29.

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ilimitado de energía y el uso de materias primas nuevas y en concreto la sustitución de sustancias vegetales o animales por materiales artificiales9.

Con la revolución industrial se produjo una gran transformación ya que con estas nuevas fuentes productivas se crearon las condiciones para el surgimiento de un mercado autorregulado, en la medida en que la producción de estas industrias estaba abocado a desarrollar todo tipo de actividades comerciales. El primer gran cambio consistió en que estimuló el surgimiento de una emancipada sociedad civil, la consolidación de la economía de mercado y el desarrollo de algunos tipos de autonomía individual. Además, hizo posible un proceso económico y social que le imprimió un ritmo más acelerado a la integración y a la interdependencia de los pueblos y, alcolocarlos bajo una misma racionalidad, fue eliminando la diversidad de la época preindustrial.

De hecho, con la industrialización las sociedades modernas reprodujeron mayores similitudes entre sí, que las que las que pudieron existir entre las sociedades preindustriales. Incluso una sociedad como la soviética, no obstante su carácter socialista y el hecho de ser un intento, por cierto fallido, de modernización no occidental, terminó reproduciendo, con la industrialización acelerada de Stalin, los mismos elementos de modernidad que las sociedades capitalistas, lo que la llevó a repetir casi las mismas contradicciones que las sociedades occidentales. Después del comercio promovido fundamentalmente por los comerciantes de las ciudades italianas, la Revolución Industrial fue el segundo gran impulso en la creación de una densa red de corrientes e intercambios que vinculaba cada una de las partes de la economía mundial.

Otra gran transformación originada por este proceso consistió en que sentó las bases de la modernidad en torno a la nación, lo que se tradujo sobre todo entre los Estados europeos; experiencia que posteriormente intentaría ser repetida en otras latitudes, en el surgimiento de una territorialidad que se integra en el plano económico, social, político, institucional y cultural. De ello se puede inferir que así como la primera revolución industrial'contribuyó a la construcción de una espacialidad nacional, la segunda revolución industrial, que tuvo lugar a finales del siglo XIX, en plena época del imperialismo, estimuló un movimiento de internacionalización y, por ende, de mayor interpenetración entre los pueblos, y, la tercera revolución industrial, que data de finales de los años sesenta del

J David S. Landes, L¿z riqueza y la pobretea de las naáones, Barcelona, Crítica, 1999, p. 179.

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siglo XX, acentuó las tendencias de transnacionalización, lo que implicó un tipo de integración que atraviesa en distinto grado a la mayor parte de las naciones, pueblos o comunidades. Este movimiento ha dado origen a diferentes tipos de modernidad que se suceden y también coexisten. La primera fue territorial y nacional y tuvo en el Estado su agente principal. La segunda fue internacional sin llegar a trascender la lógica estatal. Por último, la tercera, de tipo transnacional, concretiza una modernidad mundial en la que se comienzan a. desterritorializar las relaciones sociales con base en la nación para recomponerlas sobre una base global.

El tercer cambio que trajo consigo la Revolución Industrial fue que si el capitalismo mercantil se había desarrollado a partir de las diferencias de productos y precios entre las distintas regiones del mundo, es decir, se basaba en.la dominación del espacio, con la revolución industrial el control del espacio fue sustituido por el dominio del tiempo productivo.

La concreción del mercado interno y los cambios que introdujo la revolución industrial, que con la técnica altera la relación entre espacio y tiempo, reconstituye las relaciones sociales desencajando a los individuos de sus antiguas comunidades reubicándolos en nuevos ámbitos espacio temporales. Como señala Renato Ortíz, "la separación del espacio y del tiempo permite el desencaje de las relaciones sociales. El espacio es así vaciado de su materialidad, definiéndose en relación con otros espacios distantes. La circulación es lo que los pone en función integrada en comunicación. Ella es una función integrada en un sistema racionalmente administrado (ferroviario, postal, de carretera, comunicativo, etc.). El desencaje es posible en cuanto movilidad dentro de esta red de interconexiones10.

Desde sus orígenes, los procesos de globalización han asumido esta doble dimensión: desarrollo extravertido, es decir, a través de las múltiples vinculaciones que crea ha ampliado las fronteras de su radio de acción enlazando a un número cada vez mayor de países y regiones y, de la otra, vertical, o sea, se expresa en todos los ámbitos de existencia de la sociedad, a ritmos e intensidades desiguales. Es en este sentido, que la globalización es un fenómeno plural que puede ser aprehendido indistinta pero conjuntamente como un proceso que se manifiesta a escala nacional e internacional.

10 Renato Ortíz, l^a mundiali^ación de la cultura, op. cit., p. 70.

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Con todas estas transformaciones se dio origen a la primera modernidad fundamentada en torno a una más o menos intensa compatibilidad entre sociedad, nación y Estado. Ernest Guellner11 demuestra que la industrialización, al romper con las tradicionales concepciones de espacio y tiempo, introdujo un cambio mayor al posibilitar el advenimiento de las sociedades modernas, que modifican las antiguas fidelidades e intercambios y acentúan una amplia movilidad en el marco de la sociedad nacional. Nación y modernidad fueron, por lo tanto, las dos caras de una misma moneda. Para la conformación de la primera se requirió no sólo la existencia de un espacio económico ampliado (mercado nacional) y un ámbito político extenso (para el desarrollo de la ciudadanía en el que el Estado poseía además del monopolio de la fuerza, el privilegio de producir sentido a nivel nacional) sino también de una cultura nacional, el "alma colectiva" de Renán12. No fue casual que todas las grandes innovaciones tuvieran lugar en países que podían definirse corno naciones.

Ello significó la emergencia de un "dominio de universos simbólicos", de "comunidades imaginadas" a través de la unificación lingüística (autoridad de una lengua frente a las otras), escolar (escuelas primarias y secundarias), de los transportes (ferrocarriles, carreteras, vías fluviales y marítimas), comunicativa (prensa, y posteriormente la radio y la televisión) y simbólica (fiestas patrias, héroes nacionales, etc.)13. La escuela fue un componente fundamental en este proceso político, económico y cultural: no sólo porque debía convertir a los hombres en ciudadanos y en trabajadores competentes, sino que también debía socializarlos en un proyecto único nacional y unificarlos en torno a una cultural. Esta unificación a través de los proyectos educativos no negaba la diversidad, simplemente representaba una integración jerarquizada: "todo lo que se encontraba en el territorio del Estado correspondía a la nación y los particularismos locales tenían sentido y legitimidad sólo dentro de estos marcos"14.

Carlos Marx y Federico Engels, en el Manifiesto Comunista, señalaban cómo esta tendencia con el tiempo derivaría en una mayor convergencia e unificación: "Con su explotación del mercado mundial, la burguesía ha impreso un sesgo cosmopolita a la producción y consumo de todos los países. Para chasco y desazón

11 Ernest Guellner, Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1988. 12 Ernest Renán,Qu'est-ce qu'une nation?, París, Presses Pocket, 1992. 13 Renato Ortíz, Otro Territorio, Santafé de Bogotá, Convenio Andrés Bello, 1998, p. 122 y Los artífices de una cultura

mundiali^ada, Bogotá, Fundación Social y Siglo del Hombre Editores, 1998. 14 Anne-Marie Thiesse, "La lente invention des identités nationales" en Ije Monde Diplomatique, París, junio de 1999.

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de los reaccionarios, ha retirado de debajo de nuestros pies el mismísimo suelo nacional. Las viejas industrias nacionales se han ido —y se siguen yendo— a pique, presionadas por nuevas industrias cuya entrada en escena constituye un serio peligro para todas las nuevas naciones civilizadas. La vieja autosuficiencia y cerrazón a nivel local y nacional han dado paso a un movimiento y a una dependencia multilateral de las naciones. Y esto no sólo en la producción industrial, sino también en la producción espiritual. Así, los productos del espíritu de cada nación se convierten en bien común. La unilateralidad y cerrazón nacionales tienen los días contados, mientras vemos cómo a partir de numerosas literaturas nacionales y locales se va formando una sola literatura mundial"15.

Hans Dieter Evers nos ofrece un marco comparativo (véase Cuadro 4) sobre las dimensiones sociales y culturales de la expansión del mercado, lo que nos pe'rmite ver diáfanamente los cambios que se presentan entre las sociedades tradicionales, de mercado y globalizadas y sobre qué bases se derruye el ámbito nacional para dar lugar a un espacio mundializado16.

CUADRO 4 DIMENSIONES SOCIALES Y CULTURALES DE LA EXPANSIÓN DEL MERCADO Expansión del mercado Dimensiones sociales Dimensiones culturales Macrodimensiones Prod. de subsistencia Redes sociales Etnicidad y confianza Economía moral a precios de mercado Integración del mercado Formación de grupos Formación de capital Modernización estratégicos cultural Globalización de mercados Estratificación Estilo de vida y . Conocimientos transnacional consumo masivo e información

A nivel político e institucional, con el importante rol transformador que desempeñaron las dos revoluciones industriales en los procesos de internacionalización, puede decirse que, en términos generales, desde finales del siglo XVIII hasta la Segunda Guerra Mundial se ingresó en una nueva fase, en la cual, a diferencia de la etapa anterior, el sistema mundial gravitó básicamente en torno a la actividad de los Estados nacionales y se redujo el papel que

15 Carlos Marx y Federico Engels, El Manifiesto Comunista, Moscú, Editorial Progreso, 1976, 33. 16 Hans Dieter Evers, "La globalización y las dimensiones sociales y culturales de la expansión del mercado" en Revista

Mexicana, de Sociología N. 2 de 1997, p. 13.

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desempeñaban las unidades transnacionales. Si la primera fase de creación de un sistema mundial moderno se efectuó durante el siglo XVI hasta entrado el siglo siguiente desde mediados del siglo XVIII en adelante se produjo la segunda era de gran expansión de la economía mundial capitalista "... a fin de cuentas, en la última parte del siglo XIX y principios del XX, el mundo entero, incluso esas regiones que nunca habían sido integrantes del foro externo de la economía capitalista mundial fueron atraídas hacia adentro"17. Sólo se mantendrían al margen durante el siglo XX aquellas regiones en las que predominaba el "socialismo realmente existente" en sus diferentes versiones.

Durante esta fase el carácter cíclico de desarrollo del capitalismo dio lugar a períodos sucesivos de mundialización, contracción nacional y reconstitución del sistema mundial. Estos giros no alteraron la matriz de la vida internacional, por cuanto se emparentaban con reorientaciones en la misma dirección que asumían los Estados. Las relaciones internacionales se convirtieron en el punto de intersección de las políticas exteriores de los Estados. Esto a su vez se tradujo en la consolidación de un jerárquico sistema interestatal en el que los vectores políticos y geoestratégicos se combinaron con el "economicismo" de la fase anterior. La interacción de los aspectos políticos con los económicos se produjo bajo otra modalidad porque el anterior activismo mercantil fue desplazado por el desarrollo productivo, lo que selló la unión entre el Estado-nación y la economía nacional18.

La multiplicidad de acciones externas emprendidas por los Estados, fueran militares, económicas, comerciales o geoestratégicas constituían el sustrato principal de las relaciones internacionales. Con esta "dependencia" estatal la vida internacional perdió la autonomía anterior y se redujo a la simple suma de actividades externas desarrolladas por los Estados. Este período, analizado magistralmente por K. Polanyi se caracterizó también por el amplio despliegue del mercado y la reproducción de la política bajo los dictados de la lógica implacable del desarrollo económico. Esto fue el producto del hecho de que el mercado autorregulado, en su proceso de expansión y consolidación, requería de una división institucional de la sociedad en un ámbito económico y en otro político.

17 Inmanuel Wallerstein, The Modern Worid-System, vol III. The Sécond Era of Great Expansión of the Capitalist World Economy, 1730-1840, San Diego, California, Academic Press, 1989.

18 "Hacia mediados del siglo de las luces —escribe F. Braudel— comienza una era diferente. Londres, nueva soberana, no es la ciudad-Estado, es la capital de las islas británicas que le aportan la fuerza irresistible de un mercado nacional", -La dynamique du capitalisme, op. cit., p. 99.

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Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, un mundo completamente nuevo surgió de sus ruinas. El orden internacional pasó a articularse en torno a tres vectores: las relaciones Este-Oeste, eje principal de la vida internacional, se regulaban con base en la disuasión nuclear, los elementos económicos se supeditaban a los factores políticos y estratégicos y los conflictos en la periferia reproducían la lógica establecida por el centro. Durante estos años, el capitalismo ingresó en una nueva fase de su desarrollo en la cual las unidades transnacionales nuevamente empezaron a desempeñar una función importante.- El acuerdo de Bretton Woods, la creación del FMI, el Banco Mundial, el GATT y la Organización de las Naciones Unidas fueron fieles testimonios de ello. La mundialización, que encontró su máxima expresión en la revolución tecnológica, traspasó las fronteras nacionales y vinculó a pueblos y civilizaciones diversas para intentar situarlos dentro de su propia racionalidad. La mundialización, sin embargo, no pudo transformar totalmente el espacio mundial porque chocaba con cuatro procesos que mantenían el perfil de la anterior configuración.

De una parte, los Estados seguían siendo la articulación principal de la vida internacional. La creación de instituciones como las Naciones Unidas, que tenían una vocación universal para dar estabilidad, paz y prosperidad al mundo se construían sobre la base de acuerdos interestatales y en los Estados recayó la legitimidad de la misma.

De otra parte, la tarea de reconstruir las economías nacionales, duramente golpeadas por la guerra, así como la necesidad de conformar nuevos pactos sociales que impidieran que se amplificara el descontento social latente en los países desarrollados, llevó a que se fortaleciera el capitalismo dentro de una modalidad "nacional", que estimulaba el desarrollo económico básicamente dentro de las fronteras territoriales de los Estados y favorecía principalmente el crecimiento económico interno19. Ello fue sin duda un significativo obstáculo para los nuevos procesos de transnacionalización. El crecimiento económico, la prosperidad y la estabilidad del capitalismo crearon las condiciones para que las relaciones económicas se regularan a partir de la actividad de los Estados. En tal sentido, el proceso transnacional que alcanzó una alta expresión en el acuerdo de Bretton Woods y que creó un sistema de regulación internacional del capital, no pudo escapar al control del Estado porque finalmente el movimiento del dinero y de la producción quedó

19 Alain Lipietz, "Espejismosy milagros. Problemas de la industrialización en el Tercer Mundo, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo Editores y Universidad Nacional de Colombia, 1992, p. 70

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supeditado a la vigilancia que ejercían los Estados-naciones. Es decir, durante este período las políticas keynesianas 'crearon las condiciones para que la política y las acciones gubernamentales mantuvieran la economía bajo su control.

En tercer lugar, la universalización de esta modalidad capitalista enfrentaba un serio obstáculo debido a que coexistía con otros dos modelos de desarrollo que pretendían competir su liderazgo y hegemonía: las estrategias desarrollistas entre las naciones del Tercer Mundo y el modelo soviético en los países del Este. Al igual que el fordismo en las naciones industrializadas, estos modelos prevalecientes en el Este y en el Sur se estructuraban sobre bases nacionales y concebían el desarrollo a través de una parcial desvinculación de sus economías respecto de la economía mundial.

Por último, el surgimiento de dos superpotencias con pretensiones hegemónicas a escala mundial frenó la tendencia hacia la mundialización porque centró la actividad internacional en torno a la lucha intersistémica catalizada por el poderío económico, político y militar de los grandes Estados. El carácter irreconciliable de la oposición ideológica y el estímulo a la competición entre los dos sistemas socio económicos, sobre la base del amedrentamiento nuclear, alineó a los países en torno al vector político y militar. Las relaciones internacionales en esta época se erigieron sobre una débil base transnacional pero mantuvieron como referente la actividad desplegada por los Estados en torno a las directrices geopolíticas y militares de las superpotencias. Esta dualidad de las relaciones internacionales se dirimió en las décadas de los años cincuenta y sesenta por el predominio que ejerció la competición intersistérnica, configurada a partir de las acciones externas de los Estados.

En este sentido, durante las dos primeras décadas posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial se creó una serie de situaciones que estimularon la consolidación de factores y procesos internacionales, pero que, debido a la dinámica política generada por la competición Este-Oeste, no pudieron trascender la lógica interestatal de funcionamiento de las relaciones internacionales. Este "orden democrático liberal" imperante en el mundo occidental, articulado en torno a un conjunto de nuevas instituciones y relaciones entre los países altamente industrializados, basados en la propensión a la apertura económica, la reciprocidad política y los acuerdos multilaterales20 desempeñó, sin embargo, un papel muy importante en la creación de las condiciones para la consolidación de la nueva

20 Véase, G. John Ikenberry, "The Myth of Post-Cold War Chaos" en Foreign Affairs, mayo-junio de 1996.

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modalidad de acumulación capitalista que se encontraba en ciernes. En este "orden" un papel importante recayó en la acción de los sucesivos gobiernos norteamericanos que presionaron para reducir los controles de cambio sobre el movimiento del capital. Esto, quizás más que la reducción de los aranceles al comercio, crearon las condiciones suficientes y necesarias para la posterior internacionalización de la producción21.

En síntesis, el análisis de la globalización desde una perspectiva de la larga duración nos permite extraer una serie de conclusiones muy importantes para los objetivos de este trabajo: primero, las tendencias globalizadoras fueron el resultado de profundas transformaciones a nivel económico (ampliación del mercado, adaptación de la racionalidad del comercio internacional en el conjunto de transacciones económicas, transformaciones productivas), social (cristalización de nuevos tipos de relaciones que convierten a los individuos en consumidores y ciudadanos), político e institucional (surgimiento de imperios y posteriormente de Estados nacionales que regulan el conjunto de las actividades dentro de sus fronteras) y cultural (aparición de institucionales que modelan una cultura nacional y posibilitan el surgimiento de nuevos referentes de identidad). Lo particular de esta época fue que todas estas profundas transformaciones tuvieron lugar, sobre todo desde el siglo XVIII, dentro del espacio nacional y lo propiamente internacional o global solamente podía desenvolverse como un atributo complementario del primero.

Segundo, estas nacientes tendencias globalizadoras no hubiesen podido materializarse si solamente se hubiesen limitado a un ámbito en particular. Los nuevos procesos económicos requirieron el concurso del Estado, de los nuevos tipos de relaciones sociales nacionales y de las formas de pertenencia e identidad que se derivaban de las instituciones culturales. Del mismo modo, los Estados nacionales, las culturas nacionales o las relaciones sociales nacionales no hubiesen podido conformarse sin los cambios que se estaban operando en la economía y-en las demás esferas de la sociedad. Esto evidencia el carácter global y plural de los procesos de globalización.

Tercero, los nuevos medios de producción, transporte y comunicación comenzaron a comprimir el espacio y el tiempo y, por la lógica misma del capitalismo, conllevaron, en ese entonces, a una superposición del segundo sobre

21 Susan Strange, "The erosión of the State" en Current History, noviembre de 1997, p. 367.

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el primero. Este fenómeno, si bien ha alcanzado una mayor expresión en el siglo XX, ha sido por lo general consustancial al desarrollo mismo del capitalismo y, por lo tanto, no es exclusivo de nuestra contemporaneidad.

Cuarto, la periodización de estas tendencias nos muestran como se ha ido consolidando la globalización. A partir de los siglo XV y XVI comienza un comercio a gran escala dominado por los grandes mercaderes. Posteriormente, tiene lugar la construcción de los espacios nacionales, proceso que conllevó al surgimiento de los Estados naciones y a la aparición de una cultura y de una burguesía nacionales. Desde mediados del siglo XIX, pero sobre todo con la Segunda Revolución Industrial se acelera la internacionalización, se multiplican los esfuerzos internacionales de los Estados (imperialismo, colonialismo) y surge una burguesía y una cultura cosmopolita. Tal como se desprende de la lectura braudeliana;, la consolidación de las tendencias globalizadoras ha sido el resultado de la penetración de la lógica del mercado mundial en los ámbitos nacionales y locales que los ha situado en su propia racionalidad. Finalmente, el mundo que. surge una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, que se estructura a partir de la competición intersistémica privilegia la dimensión política en el ordenamiento mundial y deja parcialmente subsumidas las tendencias globalizadoras. Este freno que le imprime la guerra fría a la globalización es precisamente lo que le da una importancia á la coyuntura que se inicia a mediados de los años sesenta.

Por último, conviene destacar que durante este período de posguerra, conocido como "los años dorados", se asistió a una de las fases de mayor crecimiento que haya registrado la economía mundial. Se cuadruplicó la producción manufacturera, el comercio mundial de productos se multiplicó por diez, la producción agrícola alcanzó uno de sus mayores ritmos de crecimiento gracias al aumento de la productividad y la esfera de los servicios registró un boom sin precedente. La crisis sobrevino a finales de este período y fue precisamente en esta coyuntura cuando se produjo una renovación sustancial en el funcionamiento del sistema capitalista. Esta situación, en últimas, confirma que el capitalismo sigue desplegando un potencial revolucionario, que ya en su época había percibido Carlos Marx, y que aún dispone de una gran flexibilidad para adaptarse alas nuevas circunstancias mundiales, como las que tuvieron lugar en el último cuarto del siglo.

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La globaligación económica en la coyuntura

Hacia mediados de la década de los años setenta, el período de expansión postbélica llegó a su fin y nuevamente se produjo un paulatino deslizamiento del poder internacional hacia los procesos y factores transnacionales. Esta reorientación fue parcialmente el resultado del declive de la hegemonía de las dos superpotencias en sus respectivas áreas de influencia y la pérdida de importancia de los mecanismos políticos y militares.

Sin embargo, más importante aún fue el hecho de que los tres modelos de desarrollo ingresaron en una fase de crisis, de la que sólo el capitalismo industrializado de los países desarrollados pudo encontrar una salida mediante la sustitución del anterior modelo por un proceso de acumulación flexible. Como acertadamente han señalado los partidarios de la Teoría de la Regulación22, los sistemas productivos entraron en crisis por razones similares, debido a que respondían a evoluciones análogas. Los cambios en el sistema de funcionamiento del capitalismo tuvieron lugar porque se produjeron alteraciones en los sistemas productivos, lo que posibilitó la paulatina consolidación de una nueva modalidad ampliada de reproducción del sistema capitalista mundial.

Los orígenes de la crisis del sistema soviético se remontan a finales de la década de los años sesenta cuando en los países occidentales se dio inicio a la llamada Tercera Revolución Industrial, proceso que significó una renovación sustancial de la producción gracias a importantes avances tecnológicos. Una particularidad de esta revolución consistió en su acelerado proceso de realización. Si las revoluciones económicas en la Edad Media habían requerido de mucho tiempo y si la primera revolución industrial abarcó 100 años, de 1770 a 1870, esta se realizó en unas cuantas décadas.

Desde la década de los años cincuenta, la Unión Soviética y los países de Europa del Este, bajo la égida de Moscú, se habían trazado como objetivo alcanzar y sobrepasar a los países capitalistas en términos de desarrollo económico. Sin embargo, por razones estructurales inherentes a las economías de estos países y a pesar de las grandes innovaciones científicas y tecnológicas que realizaron, no pudieron dar el salto de un desarrollo extensivo —basado

22 Véase Robert Boyer, "La théorie de la régulation dans les années 1990" en Actuéi"Marx N° 17, París, primer semestre de 1995.

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prioritariamente en el uso indiscriminado de la mano de obra y de los recursos y en la lenta modernización de los aparatos productivos— a uno intensivo. La profundización de la crisis durante la década de los años ochenta hizo completamente inviable la actualización del modelo. En todos estos países se optó finalmente por una ruptura radical con el sistema soviético y por la introducción de la economía de mercado para restablecer los vínculos con los flujos mundiales.

Una situación similar se presentó en muchos de los países del Tercer Mundo. Con la excepción de aquellos Estados que podían extraer beneficios de la nueva dinámica que estaba empezando a imperar a nivel mundial, debido a su tamaño, como la India y Brasil, y otros de dimensiones pequeñas pero que introdujeron una apropiada estrategia orientada hacia la exportación, básicamente los Nuevos Países Industrializados del sudeste asiático, el resto de los países del Tercer Mundo entró en una etapa de crisis. El agotamiento golpeó por igual a las diferentes estrategias de desarrollo que se habían impulsado en los años inmediatamente anteriores. Fuera la estrategia autárquica, encaminadas a desarrollar actividades económicas dentro de las fronteras nacionales, la promoción de exportación de productos tradicionales, la estrategia de valorización de los recursos o la substitución de importaciones, todas ellas ingresaron en una etapa de anquilosamiento, dado que era cada vez más difícil encontrar los medios para satisfacer las múltiples demandas sectoriales de la sociedad y de los mismos Estados.

A pesar de sus logros iniciales, las políticas desarrolJistas tampoco pudieron romper el círculo vicioso de la dependencia. La estrechez del mercado interno, la escasa eficiencia, la insuficiente inversión productiva, el desarrollo deficiente de la productividad a nivel internacional, las abismales diferencias sociales y económicas y el interés en fomentar un desarrollo industrial que marginó la agricultura y la esfera de los servicios condujo a una parcial desvinculación y pérdida de participación de los países del Tercer Mundo en el mercado mundial23. Su inserción en los flujos planetarios se limitó casi exclusivamente a la exportación de materias primas y artículos con escaso grado de elaboración, es decir, una producción cuyo valor e importancia estratégica, con excepción del petróleo, ha tendido hacia la baja.

23 Véase Samir Amin y Pablo González Casanova, bajo la dirección de, Mondialisation et accumulation, París, L'Harmattan, 1993 y Pablo González Casanova y John Saxe-Femández, compiladores, El mundo actual: situación y alternativas, México, siglo XXI, 1996.

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Además, en algunas regiones del Tercer Mundo, la implantación de estos modelos no se tradujo en un cambio radical con respecto a los esquemas imperantes con anterioridad. En África, por ejemplo, este modelo, desde un punto de vista de la acumulación, no distó mucho de los esquemas prevalecientes en el período colonial: el desarrollo de economías agrarias de crecimiento extensivo y, consecuentemente, de débil productividad. Además, este modelo de desarrollo no pudo romper con los marcos de la antigua división internacional del trabajo. Se mantuvo la tendencia a la exportación de productos agrícolas y mineros con escaso valor agregado24.

Pero fue, sin duda, la crisis de la deuda externa lo que estimuló la veloz transformación de los modelos de desarrollo de los países del sur. La detonación de esta crisis sirvió de justificación para eliminar de raíz cualquier intento por mantener los esquemas desarrollistas. Además de restablecer los grandes equilibrios macroeconómicos, las políticas de ajuste patrocinadas por el FMI y el Banco Mundial propiciaron el establecimiento de un nuevo patrón de acumulación y crecimiento, el cual se caracterizó por la adaptación de las economías de los países en desarrollo a las normas prevalecientes en el capitalismo transnacional. "Como lo indican sus propias denominaciones, señala Jean-Philippe Peemans, los programas de ajuste no tienen ya como fundamento los problemas del desarrollo de las naciones y pueblos, sino la adaptación de los espacios económicos nacionales a las exigencias de funcionamiento y de coherencia del espacio económico internacional, es decir, en última instancia, también a los criterios internacionales de la valorización del capital"25. Los procesos de apertura terminaron mejorando las condiciones de competición de los países en desarrollo en productos manufacturados, pero al precio de aceptar una mayor dependencia financiera y de acceso a los mercados por parte de las grandes firmas.

Como manifestación de los cambios que se estaban produciendo en las propuestas de desarrollo para las naciones del Tercer Mundo, en esta época, se puso en boga una nueva vertiente de la doctrina de la modernización: el neoliberalismo. Al igual que ocurriera con la teoría de la modernización, popularizada años atrás, esta concepción, íntimamente asociada a los intereses de

24 Bernard Founou-Tchuigoua, "L'echec de l'ajustement en Afrique" enAlternatives sud, Louvain La Neuve, vol. I N 2, 1994, p. 67.

25 Jean Philippe Peemans, "Globalización 5' desarrollo: algunas perspectivas, reflexiones y preguntas" en Varios autores, El nuevo orden global, dimensiones y perspectivas, Bogotá, Facultad de Derecho de la Universidad Nacional y Universidad Católica de Lovaina, 1996, p. 16.

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Estados Unidos y de las restantes naciones altamente industrializadas de Occidente26, contenía un recetario que debía estimular el crecimiento y el desarrollo entre las naciones atrasadas. El neoliberalismo, al igual que su antecesora, prescribía desde Occidente la introducción de un modelo nuevo para las naciones en desarrollo. El neoliberalismo, en contraste con su antecesor que partía del reconocimiento del principio de la soberanía nacional, tiende a superarlo porque transfiere la soberanía a los actores y agentes globalizados.

A pesar de las similitudes que existen entre la primera y la segunda ola de la teoría de la modernización, subsisten, empero, significativas diferencias. La más importante de todas es que mientras que antes se argumentaba la necesidad de crear un poderoso Estado que equilibrara el peso de los sectores público y privado, desde la década de los años ochenta se ha respaldado básicamente el desarrollo del sector privado, el mercado y las estrategias de clesregulación de la economía27. De otra parte, mientras el liberalismo arrancaba del reconocimiento de la soberanía nacional, el neoliberalismo pretende su superación.

En general, este programa, patrocinado por las grandes instituciones multilaterales internacionales, constó de tres etapas. En la primera se propugnaba por la introducción de políticas de estabilización monetaria, encaminadas a controlar el flagelo de la inflación por medio básicamente de una drástica reducción del déficit fiscal. Después vinieron los programas de ajuste estructural, orientados a poner en funcionamiento la economía de mercado a través de la eliminación de las distorsiones a los precios y al mercado, la reducción del papel del Estado en la economía, la desregulación del comercio y de las inversiones, la flexibilización de las relaciones laborales y el impulso a la privatización de las empresas estatales. Por último, se dio inicio a una tercera etapa caracterizada por el estímulo al crecimiento de las exportaciones, a través de la incitación al desarrollo del sector privado el cual debía provocar la modernización de la producción, la diversificación de" la oferta exportable y de los mercados y propiciar el arribo de inversionistas extranjeros, los cuales debían, pot su parte, contribuir con tecnología, capitales,

26 Es interesante destacar que Japón de manera reiterada ha mostrado una actitud crítica con las propuestas de modernización propiciadas por los organismos financieros multilaterales. Véanse, The Economist, Londres, 24 de junio de 1995, W. D. Lakshman, 'TÉtat et l'économie de marché" en Alternatives sud, vol. 2 N° 2 de 1995, París, y Osvaldo Sunkel, "El Marco histórico en la reforma económica contemporánea" en Revista de Ciencia "Política vol. XV N° 1-2, Santiago de Chile, 1993.

27 David Slater, "Itinerarios de la Teoría del Desarrollo. Capitalismo, socialismo y después" en Nueva Sociedad N° 137, Caracas, mayo-junio de 1995, pp. 37-38; John Brohman, "Universalism, Eurocentrism and Ideological Bias in Development Studies: from Modernisation to Neoliberalism", en Third World Quarterly vol. 16 N° 1, 1995.

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instrumentos y conocimientos para el acceso a los grandes mercados de los países desarrollados28.

La crisis de los modelos de desarrollo no fue, empero, un fenómeno exclusivo de los países del Este y del Sur. El mismo problema se presentó también entre las naciones altamente industrializadas. Como es sabido en el período de postguerra entre los países industrializados se expandió y fortaleció el fordismo como mecanismo de acumulación intensiva sobre la base de la consolidación de las técnicas taylorianas y de la automatización como paradigma tecnológico, una sistemática redistribución de las ganancias en productividad entre las diferentes clases sociales, • una producción y consumo de masas como régimen de acumulación, elevadas normas de productividad, un sistema contractual de fijación de las medidas salariales y la internacionalización del capital. Su funcionamiento se constituía a partir de un equilibrio de poder entre el capital, el Estado-nación y el movimiento obrero.

La denominación de fordismo proviene de Henri Ford, quien en alguna ocasión señaló "quiero que mis trabajadores estén bien pagos para que compren mis vehículos", razón por la cual duplicó los ingresos de los trabajadores. El motivo fundamental que lo indujo a esta decisión fue la elevada rotación de la mano de obra. Con mejores ingresos pudo mantenerlos en la cadena productiva, lo que con el tiempo se tradujo en fuertes aumentos de la productividad. Esta vinculación entre salario y productividad constituyó el núcleo básico del fordismo. Es decir, la producción de masa se basaba fundamentalmente en la demanda de los asalariados y ello explica el papel relativamente secundario que desempeñaron en este régimen las exportaciones manufactureras. Las apremiantes innovaciones técnicas redujeron el consumo de materias primas, lo que entrañó que se deprimiera adicionalmente el comercio internacional y en particular los flujos de productos y bienes con las naciones del Tercer Mundo. Ello explica por qué la economía internacional adquirió una configuración inédita: los compromisos institucionalizadps específicos a cada país fueron compatibles con un fuerte crecimiento nacional que se estabilizaba por un régimen internacional favorable en materia de difusión tecnológica, comercial y de financiamiento externo.

Desde finales de la década de los sesenta y comienzo de los setenta este modelo industrializador entró en crisis como producto de la excesiva

28 Duncan Green, "Latín America: Neoliberal Failure and the Search for Alternatives" en Third World'Quarterly' vol. 17 N° 1, 1996, p. 109-110.

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internacionalización de los mercados y de los circuitos productivos que al no acompañarse de una armonización internacional en el plano salarial, favoreció la inclinación por el aumento de la productividad en detrimento del crecimiento de los mercados internos, los cuales prontamente llegaron a un nivel de saturación, el agotamiento de las reservas de racionalización del trabajo de la organización taylorista lo que agudizó el problema de la financiación de la inversión, a lo que se sumaron las apremiantes innovaciones tecnológicas, las crisis fiscales y financieras y el shock petrolero de 1973 que obligó a aumentar las exportaciones para cancelar las cada vez más costosas compras del crudo. Paralelamente el Estado perdió ciertos atributos que le permitían actuar como mediador y propulsor del desarrollo29. Esta acumulación flexible constituye una forma particular de compresión del tiempo: redujo el movimiento de las mercancías, introdujo sistemas del tiempo justo y facilitó la adecuación entre consumo y producción. Un claro ejemplo de nuevas regiones industriales posfordistas son el Véneto, Emilia-Romana y Toscana que no tienen grandes centros industriales, sino que son "mosaicos o redes de empresas que van desde industrias caseras hasta modestas fábricas (de alta tecnología, eso sí) dispersas por el campo y la ciudad"30.

Con estas transformaciones y sobre todo con la consolidación de la acumulación flexible no surgió la globalización, sino que se consolidó un substrato económico y tecnológico que hizo posible el fortalecimiento de las nuevas tendencias globalizadoras. De la misma manera, los cambios tecnológicos, que supusieron las innovaciones de la Tercera Revolución Industrial no se convirtieron en la causa del cambio social, simplemente actuaron como un factor potencializador de las nuevas relaciones económicas y sociales. "La revolución tecnológica actual se originó y difundió, no por accidente en un período histórico de reestructuración global del capitalismo, para el que fue una herramienta esencial. Así, la nueva sociedad que surge de- ese proceso de cambio es tanto capitalista como informacional, aunque presenta una variación considerable en diferentes países, según su historia, cultura, instituciones y su relación específica con el capitalismo global y la tecnología de la información"

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29 Alain Lipietz, La soáété en sablier. Le partage du travail contre la déchirure soáale, París, La Découverte, 1996, p. 29 y Alain Lipietz, "Hacia una nueva inserción de Europa en la economía mundial", en Estudios Internacionales, año XXIII N° 89,

Santiago de Chile, enero-marzo de 1990, pp. 21-44. Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, op. di., p. 306. 31 Manuel Castell, La era de ¡a información. Economía, sociedady cultura, Madrid, Alianza, 1999, tomo 1, p. 39.

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Con estos cambios, que agitaban la competencia a escala mundial, las grandes empresas comenzaron un proceso de recomposición del proceso productivo con el cual las partes comenzaron a ser producidas en diferentes lugares del o-lobo. Esto trajo consigo grandes y profundos cambios en las relaciones laborales pues se comenzaron a generalizar prácticas laborales que entrañan una amplia difusión de la subcontratación, la integración del trabajo en un esquema flexible, el fin de la línea de montaje y la explotación del trabajador a escala mundial. Esta relación salarial socializada derivada del fordismo fue la única experiencia en la evolución del capitalismo que estableció un vínculo orgánico entre el desarrollo económico y el desarrollo social. Ha sido precisamente el repliegue de la relación salarial socializada bajo los embates de la globalización lo que ha anunciado el fin de k articulación entre el desarrollo económico y el social32.

Con estas transformaciones en la producción y en las relaciones laborales se comenzó a asistir a un acelerado proceso de desterritorialización de la producción, lo cual ha tenido grandes implicaciones en el plano político y también cultural ya que ha sido la base de la formación de una cultura internacional-popular cuyo eje está representado en el mercado consumidor. "Proyectándose más allá de las fronteras nacionales^ este tipo de cultura caracteriza una sociedad global de consumo, modo dominante de la modernidad mundo"33.

Este conjunto de cambios que se produjeron desde mediados de los años setenta aceleraron la internacionalización y pusieron en entredicho la estructura institucional creada en las décadas inmediatamente anteriores: el incremento del déficit norteamericano, los excedentes comerciales de la RFA y de Japón, la variabilidad de la tasa de cambio, las restricciones en materia de autonomía de las políticas monetarias y presupuéstales, la emergencia de nuevos principios de competitividad y la reducción de los costos.

A diferencia de los casos anteriores, la crisis del fordismo pudo ser superada al encontrarse un sustituto en el capitalismo transnacional o "liberal productivista" como lo define A. Lipietz. Se inició así una nueva fase de acumulación flexible34, la cual se tradujo en significativos cambios en los procesos laborales, de producción y

32 Véase, Alain Mounier, "La clause sociale dans la mondialisation de l'économie" en Repue Tiers Monde, t. XXXVII N. 148, octubre-diciembre de 1996.

33 Renato Ortíz, Otro Territorio, op. di., p. 152. 34 David Harvey, The Condition of Postmodernity, Cambridge, Bassil Blackwell, 1990, capítulo noveno.

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formas de consumo. El encarecimiento del capital, el acortamiento del ciclo de producción y las altas inversiones en investigaciones impulsaron a las empresas a buscar nuevos mercados en el exterior para amortizar las altas inversiones y acrecentar los beneficios. Con ello, la anterior inclinación de las empresas de producir para un mercado interno se sustituyó por la producción para los mercados mundiales. El aumento de volumen de capital que requerían las nuevas inversiones debido a la aceleración del cambio tecnológico y la reducción del tiempo útil de la producción determinó que la capacidad adquisitiva en el mercado nacional no bastara para amortizar estas elevadas inversiones. La internacionalización, de esa manera, se convirtió en un requisito para la sobrevivencia de las empresas y para mantener la competitividad de las economías nacionales. De otra parte, la transnacionalización se aceleró por la liberalización de las finanzas internacionales y por las grandes transformaciones producidas en el campo de los transportes y de las comunicaciones. En este sentido, no tan sólo las firmas sino también los mercados —nacionales, regionales y mundial— se convirtieron en procesos transnacionales. A su vez, estos cambios estimularon la innovación tecnológica a través de la intensificación de la competencia y aceleraron la difusión de la tecnología por medio de la masificación de la inversión extranjera directa. Estas innovaciones así como los procesos de globalización comprimieron aún más el tiempo y el espacio. De esta manera, la crisis de los modelos de desarrollo indujo a la paulatina erosión y desmonte de esos sistemas productivos nacionales y a una correlativa recomposición de la economía mundial.

La universalización de este modelo de acumulación flexible y la recomposición de los sistemas productivos nacionales dentro de los imperativos que establece una economía mundializada en ningún caso puede interpretarse como la desaparición de las particularidades nacionales en los sistemas capitalistas de los países desarrollados. Sólo se podrá hablar de una genuina globalización cuando las diferencias entre estos disímiles esquemas se hayan diluido y cuando se propenda a escala planetaria por un esquema único de acumulación. Por el momento seguimos encontrando profundas diferencias nacionales en materia de inversión, capitales, ahorro y condiciones para los flujos monetarios. La supervivencia de estas diferencias corrobora la capacidad que siguen teniendo los Estados para manejar los ciclos macroeconómicos.

Esta consolidación del mercado mundial fue acelerada por el fraccionamiento del proceso manufacturero en diferentes operaciones parciales, lo que combinado

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con el desarrollo de un transporte más económico y de intensas redes de comunicación crearon facilidades para que se estableciera una división de la producción en diferentes estadios que podía realizarse en lugares distantes.

Al mismo tiempo, algunos de los puntos derivados del acuerdo de Bretton Woods fueron reemplazados por un sistema de tasas de cambio flotantes. Con ello el capital productivo se volatizó en dinero y se orientó hacia inversiones de "racionalización", por oposición a las inversiones destinadas a aumentar la capacidad productiva35. La anterior asociación entre Estado-nación, economía nacional y capital productivo se desdibujó completamente. La rotación de los capitales aceleró la erosión de los sistemas productivos nacionales y contribuyó a la interpenetración de las economías nacionales en un único sistema mundial.

El sistema monetario, por su parte, no fue ajeno a estos procesos: se flexibilizó, se concentró en las actividades a corto plazo, le imprimió una veloz aceleración a la rotación del capital, dinamizó las relaciones económicas internacionales y, se orientó hacia otras actividades lucrativas que no siempre eran productivas. Los Estados no tan sólo comenzaron a perder el control sobre el capital, sino que empezaron a verse obligados a competir entre si para atraerlos y conservarlos.

En tal sentido, vale "la pena señalar que la globalización financiera no fue el resultado de los acuerdos y las nuevas reglas monetarias y comerciales establecidas al final de la guerra. La reglamentación de postguerra se inscribía en una lógica interestatal que pretendió sistematizar las relaciones comerciales y monetarias internacionales sobre una base multilateral, básicamente para evitar los desórdenes monetarios del período de entreguerra. La globalización financiera consistió en un conjunto de procedimientos utilizados por agentes básicamente privados para soslayar estas reglas, lo que debilitó la capacidad de los Estados, desvirtuó la relación entre mercados y Estados y acabó con los compromisos nacionales propios de la época keynesiana.

Esta naciente globalización financiera puede definirse como un conjunto de procedimientos que buscaban soslayar las reglas impuestas por los Estados más desarrollados en el marco del sistema multilateral de regulación de la economía

35 Carlos Ominami, "Tercera revolución industrial y opciones de desarrollo", en Carlos Ominami, editor, La Tercera revolución industrial. Impactos internacionales del actual cambio tecnológico, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1986, p. 18.

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mundial, el cual había entrado en una etapa crítica como producto de algunos grandes disfuncionamientos de las relaciones económicas internacionales, como fueron la incontrolable salida de capitales de Estados Unidos durante la década de los años sesenta, los stocks petroleros de la década de los setenta, el masivo endeudamiento de EE.UU. y la crisis de la deuda en las naciones en desarrollo durante la década de los años ochenta. Sólo después vendrá una fase de "globalización" financiera —la actual— que consistirá en una incontrolable movilidad de capitales a través de las fronteras.

Durante esta fase del desarrollo capitalista se alteró radicalmente la naturaleza de las relaciones económicas internacionales. De una parte, la relación externa, comercial y/o financiera, se convirtió en el aspecto más dinámico de las "economías nacionales". Cada vez un porcentaje mayor de los bienes y servicios producidos traspasaban las fronteras c'on destino al comercio mundial. La economía mundial dejó de ser el resultado de la suma de las economías nacionales que funcionaban de acuerdo a sus propias normas y sólo entraban en relación de forma marginal, a través del comercio. Estas economías nacionales empezaron a convertirse en partes integrantes de una espacialidad económica única a nivel planetario.

JL¿Z globalización social y cultural en una perspectiva de mediana duración

Aun cuando, generalmente se asocie la globalización social y cultural con las transformaciones que han tenido lugar durante la década de los años noventa, a nuestro modo de ver, éstas, al igual que las transformaciones económicas, se inscriben más bien en una perspectiva de mediana duración. El acontecimiento que simbolizó los profundos cambios en estos campos fue, sin duda, la revolución cultural de 1968 ("la imaginación al poder" para "revolucionar la vida cotidiana"), que Fernand Braudel comparó, en su significación profunda, con las revoluciones culturales del Renacimiento y de la Reforma europeas, "sacudió el edificio social, rompió los hábitos y las resignaciones y el tejido social y familiar quedó lo suficientemente desgarrado como para que se crearan nuevos géneros de vida en todos los niveles de la sociedad"36. Este acontecimiento que alcanzó su máxima expresión en países muy distantes, los unos de los otros, (movimiento estudiantil en Francia y Alemania, obrero y

36 Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalisme, op. cit., tomo 3, p. 790.

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estudiantil en Italia, Primavera de Praga en Checoslovaquia, ocupaciones estudiantiles en Estados Unidos, movimiento estudiantil en México y revolución cultural en China) implicó el inicio de un proceso de transformación de las estructuras sociales y culturales en todo el mundo. A pesar de las disimilitudes en razón a factores específicos en cada uno de estos países, la revolución del 68 afectó por igual a las naciones industrializadas, socialistas y del entonces llamado Tercer Mundo.

Fue una genuina revolución que modificó las instancias de reproducción de la sociedad tal como había sido concebidas desde inicios de la modernidad. La familia empezó a perder la centralidad que antes tuviera en la formación de los individuos y se distensionaron las relaciones intergeneracionales. Fue una revolución que demostró el triunfo del individuo sobre la sociedad. Igualmente, se modificó el papel de la mujer que aumentó su independencia económica y asumió una función más activa en la familia y en la vida pública. La educación, menos autoritaria y vertical, se constituyó en un factor fundamental de la socialización de los individuos. Por último, las innovaciones en el plano de la comunicación aceleraron la difusión de la información y de los distintos factores culturales, lo que abrió las compuertas para una mediatización de la cultura y posterior mercantilización de la misma en la medida en que se convirtió en un factor de promoción de las industrias culturales. En síntesis, a partir de estos acontecimientos, los medios comenzaron a sustituir a la familia, la iglesia, la escuela, los clubs y los partidos como orientadores que vehiculizan informaciones y contenidos culturales.

"De este modo y transformando de manera total el aparato escolar y a la estructura familiar —escribe Carlos Antonio Aguirre— a la vez que abre las puertas a un nuevo e inédito rol de los medios de comunicación, la revolución cultural de 1968 ha terminado por deconstruir y hacer caducas todas las formas de la reproducción cultural que tuvieron vigencia entre 1848 y 1968, sentando las bases de una reconstrucción de sus mecanismos culturales que llena la historia de los últimos seis lustros y que aún hoy continúa desplegándose frente a nosotros-'

La sincronicidad de estas revueltas fue, sin duda, una expresión de las transformaciones de larga duración que estaban alterando el tejido social en las distintas sociedades y evidenció, desde otro plano, la crisis de los distintos modelos económicos vigentes entre las naciones industrializadas, socialistas y en desarrollo.

37 Carlos Antonio Aguirre, l^a escuela de los ^Afínales. J\yer, hoy y mañana, Madrid, Montesinos, 1999, p. 144.

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, " 3 7

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El modo como se superó esta crítica situación guarda estrecha relación con los grandes cambios que estaban teniendo lugar en la matriz del capitalismo que aceleraron las transformaciones a nivel social y cultural.

En el plano social y cultural el análisis de las tendencias globalizadoras enfrenta un serio problema de método. Mientras a nivel económico, se arriba a conclusiones más o menos similares cuando se visualiza el problema desde lo global, lo nacional o lo local, en los planos sociales y culturales y, como lo veremos más adelante también esto es válido para el caso de la política, no es lo mismo analizar la globalización desde un ángulo de la producción de lo global que de la recepción en el ámbito nacional o local. Esta disimilitud entre lo económico, de una parte, y lo social y cultural, de la otra, no sólo es una clara demostración de cuan lejos todavía se está en estos ámbitos de una genuina globalización, sino también de que el mercado no ha logrado permear íntegramente estos dos planos y situarlos dentro de su propia racionalidad.

En el plano social, existen numerosas lecturas de la globalización. Una de ellas ha consistido en la idea de que hoy por hoy las facilidades que existirían para favorecer el nomadismo, con masivas migraciones estaría dando paso a la constitución de redes globales de sociabilidad que debilitarían los antiguos referentes nacionales en la medida en que para unos, los migrantes, el desapego con su lugar de origen debilitaría sus anteriores mecanismos de identidad y, para otros, los principales receptores de estos flujos migratorios transnacionales, verían consolidarse un tipo de sociedad plural y heterogénea que no se correspondería a sus anteriores factores definidores de la nacionalidad. Pero, los datos internacionales de migraciones en ningún caso avalan este tipo de aseveraciones: el número de personas que constituyen estos flujos migratorios alcanza en el mejor de los casos sólo a unos 150 millones de personas, lo que representa aproximadamente el 2,5% de la población mundial. Este para nada es un fenómeno nuevo. Entre 1846 y 1930 más de 50 millones de europeos salieron de Europa en dirección, principalmente de Estados Unidos, América Latina y Australia, sin contar los importantes flujos que tenían lugar dentro del mismo continente. Además, son conocidas las restricciones que los países desarrollados han comenzado a implementar para frenar y darle un carácter selectivo a las migraciones hacia sus países. Por lo tanto, difícilmente podríamos asociar la globalización social a la idea de un planeta nómada, estableciendo mecánicamente analogías con las facilidades que existen para el desplazamiento de los flujos mercantiles o financieros.

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Otra lectura consiste en la idea de que en los países del norte la globalÍ2ación y, de modo particular, la competición comercial con los países del sur y la relocalización de numerosas empresas multinacionales en estas regiones para sacar provecho del bajo costo de la mano de obra y de la proximidad a las materias primas, es lo que habría desencadenado el masivo desempleo que afectaría a numerosas naciones industrializadas (gran parte de la Europa continental) y explicaría la precarización y la flexibilización del trabajo (sobre todo en los países anglosajones).

Pero, podríamos preguntarnos: ¿es lo que corrientemente se entiende por globalización el factor detonante de estos procesos? ¿Es correcto señalar que la pérdida de empleos entre las naciones desarrolladas se debe a que numerosas empresas, grandes y medianas, han preferido crear filiales en países menos desarrollados para beneficiarse de los menores costos de la mano de obra? y ¿el progresivo empobrecimiento entre las naciones del sur es el resultado de la inserción de estos países en los circuitos globalizados?

Numerosos estudios recientes parecen contradecir ese tipo de aseveraciones. En Francia, por ejemplo se crean y destruyen anualmente más de cuatro millones de empleos. De estos, menos de un millón se ofrecen a los desempleados, 2 millones se destinan a los trabajadores que ya tienen un empleo, y-un millón a los trabajadores que no estaban considerados antes como desempleados. El comercio con los países pobres ocasiona la pérdida de aproximadamente 300 mil empleos, es decir menos del 10% del total de destrucciones de empleos que genera el capitalismo francés38.

Otro estudio señala que el crecimiento del comercio con los países en desarrollo puede afectar a lo sumo el 20% de la reducción de los ingresos de los trabajadores norteamericanos menos calificados y a una parte infinesimal de la fuerza de trabajo estadounidense debido a que sólo el 18% labora en la industria manufacturera. A juicio de éste analista el aumento en la brecha de ingresos entre los trabajadores más experimentados y los menos calificados es más bien el resultado de los cambios tecnológicos y de la erosión del poder negociador y aglutinador de los sindicatos39.

38 ' Daniel Cohén, "La troisieme revolutíon industrielle au-delá de la mondialisation" en Esprii, febrero de 1997. 39 Dani Rodrik, op. át., p. 20.

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Una publicación sobre la economía mundial realizada por la prestigiosa y muy conservadora revista británica The Economist 40 llega a una conclusión similar cuando señala que las importaciones provenientes de los países en desarrollo representan una parte relativamente pequeña de las economías de los países desarrollados (menos del 5% del PIB de Alemania y Estados Unidos) y que la mayoría de los trabajos no calificados (más expuestos y vulnerables a desaparecer por la competencia extranjera) se encuentran en sectores no comerciales, lo que los protege de la competición internaciona.l.

Además, la idea de que la globalización destruye empleos en los países industrializados parte de la premisa, para nada confirmada, de que los países del norte exportan mercancías ricas en capital e importan bienes abundantes en trabajo. Pero la mayoría de las naciones desarrolladas exportan más bienes intensivos en trabajo que los que compran en el exterior41.

En general, en los países desarrollados se pueden dividir a los trabajadores en tres sectores: los competitivos, ubicados en aquellas ramas de la producción intensivas en conocimiento y capital, que difícilmente pueden ser objeto de concurrencia por parte de los trabajadores en los países del sur, los expuestos, es decir, los que laboran en unidades productivas similares a las de los países industrializados del sur y los protegidos, que, por lo general, se desempeñan en dependencias estatales. El intercambio con los países de bajo salario expone a los trabajadores del segundo sector, pero deja incólume la influencia que se pueda ejercer en los otros dos. De esto se puede inferir que si el crecimiento del empleo fuera fuerte entre los competitivos y los protegidos, ello permitiría compensar la pérdida en el sector más expuesto, con lo que podría contrarrestarse el desempleo y las desigualdades.

En síntesis, como oportunamente señala Daniel Cohén, "los términos empleados para describir el comercio con los países pobres, deslocalización, competencia desleal, parecen justas, pero no por la realidad que pretenden describir, sino simplemente porque conviene a la nueva' realidad del capitalismo. Ha sido bajo el peso de sus propias transformaciones que se ha abierto de modo brutal el capitalismo. Unidades de producción más pequeñas y homogéneas, una tendencia progresiva a subcontratar y a la profesionalización de las labores, que desecha a

40 The Economist, A Survey of the World Economy, 28 de septiembre de 1996. 41 Daniel Cohén, op. rit.

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los trabajadores menos calificados. Estas tendencias le deben poco a la globalización"42. Estos desajustes son más bien el resultado de la dinámica que ha adquirido el capitalismo en su fase transnacional.

A ello cabría agregar, que la reubicación de las actividades productivas en los países periféricos que acabó con la solidez de las relaciones de trabajo en los países desarrollados no es una práctica completamente nueva e inédita en la historia del capitalismo. Más bien puede considerarse que constituye una reedición de la antigua estrategia a través de la cual los comerciantes rompieron con el monopolio de las corporaciones por medio de la relocalización de las actividades manufactureras en el campo y en las pequeñas ciudades.

Atribuir el defecto a la globalización y no al sistema predominante corresponde perfectamente con el discurso actualmente hegemónico. Con ello, la competencia internacional (algo totalmente impersonal e imposible de asociar a algún tipo de actor o relación de poder en especial) se convierte en el chivo expiatorio que permite justificar por qué no se aumentan los salarios y se debilita la cobertura social, se flexibilizan las relaciones laborales (protecciones convencionales o legales en materia de duración del trabajo, salario mínimo, indemnización por causa de desempleo y cobertura social).

"Las grandes empresas —escribe Elie Cohén— justifican su petición de revisión del derecho al trabajo y a la seguridad social a partir de la idea de que la competencia se globalizó y, por lo tanto, escapa a los acuerdos oligopólicos nacionales que prevalecían en la década de los sesenta (...) La configuración internacional de los años ochenta y noventa inclina el poder negociador en favor de las empresas y en contra de los asalariados (...) ya que los mercados se encuentran más integrados y las especializaciones deben revisarse. Además, el desarrollo de la inversión extranjera directa convierte en algo perfectamente creíble la amenaza de reubicar en el extranj ero la producción si la multinacional no obtiene costos conforme a las normas mundiales (...) Por último, la globalización corresponde menos a un estado de hecho, es decir a un nuevo régimen internacional plenamente establecido, que a prácticas y a una argumentación en vista de reorganizar las economías de los países industrializados en beneficio de las empresas más internacionalizadas"43.

42 Daniel Cohén, Jiichesse du monde, pauvretés des nations, París, Flammarion, 1996, p. 96. 43 Élie Cohén, op. cit., pp. 45-46.

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De esta manera, el argumento debería plantearse en otros términos: no es la globalización, entendida como una significativa densificación de vínculos entre los pueblos, lo que ha conducido a un mayor desempleo y a una creciente precatización del trabajo entre los países altamente industrializados y que está ampliando la brecha entre ricos y pobres, sino la nueva modalidad imperante de capitalismo que, con el argumento de la competencia internacional y de la merma en la capacidad del Estado para desarrollar políticas redistributivas a nivel social, está abriendo cada vez mayores intersticios para que se globalicen las esferas sociales. Como acertadamente escribe Jean-Paul Fitoussi: "lo que genera el sufrimiento social no es la mundialización en sí, sino el retorno a una lógica de pseudoimpotencia de los Estados bajo el pretexto de la tutela de los Estados. La ideología consiste en que seguimos percibiendo los mercados como lugares ficticios de coordinación cuando en realidad son el lugar de las relaciones de fuerza, debido a que no están mediatizados por los Estados44.

Aun cuando sea innegable el peso que los actuales procesos tienen en el plano laboral y en el aumento de los mayores desequilibrios sociales, la globalización en el plano social se expresa ante todo en las transformaciones que ha introducido a partir de la nueva relación que existe entre despacio y el tiempo. La aceleración del tiempo ha entrañado alteraciones a nivel del manejo del espacio. En uno de sus célebres trabajos, Anthony Giddens señala que "la globalización puede definirse como la intensificación de relaciones sociales planetarias, que aproximan a tal punto los lugares distantes que los acontecimientos locales sufren la influencia de hechos ocurridos a miles de kilómetros y viceversa"45. Pero más importante que esta "superación" del espacio, gracias a los nuevos medios de comunicación y transporte, el espacio ha tendido a fraccionarse entre un ámbito globalizado y otro territorializado, concordando con una división que se produce en el manejo del tiempo entre una temporalidad mundial y otra localizada. Las relaciones sociales tienden a desenvolverse, con particularidades, propias en cada uno de estas dos dimensiones. Determinados sectores sociales viven en un tiempo y en un espacio mundial, mientras otros ^iguen apegados al territorio y a la localidad. Esta transformación, como acertadamente señala Zygmunt Bauman, "lejos de homogeneizar la condición humana, la anulación tecnológica de las distancias de tiempo y espacio tiende a polarizarla"46.

44 Fitoussi Jean-Paul, "La globalización y las desigualdades" en Sistema, N. 150, mayo de 1999, p. 9. 45 Anthony Giddens, Les conséquences de la modernité, París, L'Harmattan, 1996, p. 70. 46 Zygmunt Bauman, op. rit, p. 28.

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En este sentido, somos de la opinión que la globalización ha dado origen a grandes transformaciones sociales, pero no en el sentido usual de muchos analistas de los países industrializados, que se han preocupado por los efectos que estas tendencias tienen a nivel del desempleo y de la precarización de las condiciones laborales (lo cual no significa que esto, en efecto, no tenga lugar), sino por la acentuación de la división de las sociedades en términos del lugar que ocupan respecto a la globalización.

Donde sí se puede observar que las tendencias globalizadoras están afectando la organicidad de la sociedad es en la ampliación y el agravamiento de nuevos tipos de desigualdades que se pueden dividir en estructurales, es decir, cuando amplían la brecha entre los diferentes grupos sociales y dinámicas, que tienden a fracturar a los grupos sociales antes más o menos homogéneos47.

A través de estas prácticas que se difunden a escala de todo el planeta asistimos a

una verdadera dualización de las sociedades entre un segmento, por cierto bastante numerosas, que obtiene todo tipo de beneficios del sistema, comparte sus concepciones, formas de vida y consumo y una gran masa de la población que queda marginada de esos beneficios y teme de una mayor precarización de las condiciones de vida. Valga señalar que tanto el sector integrado como el marginado no corresponde a una clase en particular sino que es pluriclasista: empresarios, clases medias, campesinos y obreros pueden encontrarse en cada uno de estos dos sectores. En este sentido, una de los grandes transformaciones que ha traído consigo la globalización ha sido la parcial anulación de la división social de acuerdo con los criterios del lugar que se ocupa con respecto a la producción y a la propiedad, por una división de la población en términos del lugar que ocupan respecto a la globalización.

Un buen ejemplo de esto lo podemos encontrar en el caso mexicano, país en el que un segmento que representa entre un cuarto y un quinto de la población, compuesto por aquellos sectores que reciben ingresos de familiares que se encuentran en Estados Unidos, los grupos que trabajan para el sector exportador y en la industria extractiva, los 600.000 mexicanos que laboran en la industria maquiladora y los empleados en el sector turístico, constituyen un grupo bastante numeroso y lo suficientemente diseminado a nivel nacional como para garantizar la viabilidad del. modelo de apertura impuesto y garantizar la estabilidad del país48.

47 Fitoussi Jean-Paul y Fierre Rossanvallon, I^a nueva era de las desigualdades, Buenos Aires, Manantial, 1997. 48 Jorge G. Castañeda, "El círculo mexicano de la miseria" en Política Exterior vol. X N. 54, Madrid, noviembre/

diciembre de 1996,

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Por el otro lado tenemos a millares de campesinos, obreros e indígenas, como los de Chiapas, sumidos en el marginamiento y con escasas posibilidades de incidir en los procesos políticos, económicos y sociales. La actual polarización social y política en México es tributaria de este desdoblamiento de la sociedad.

Es decir, en buena parte de las naciones del sur, la globalización se expresa en que con los cambios operados en la economía mundial y los intentos de adaptar estas economías nacionales a las normas prevalecientes a nivel planetario están conduciendo a un crecimiento más significativo de las ramas de producción intensivas en capital, como por ejemplo, la minería, pero que tienen un escaso impacto en el mercado laboral y se encuentran débilmente vinculadas con el resto de la economía nacional.

Estos núcleos productivos modernos transnacionalizables y vinculados a la economía internacional se constituyen en una especie de enclaves que generan dos tipos de problemas: el primero es que profundizan la dualización de la economía nacional en sectores modernos integrados en los circuitos mundiales y otros de subsistencia de la economía doméstica, sin que existan claros instrumentos de interacción entre las dos economías49; y, el segundo, es el fraccionamiento del mercado laboral, en la medida en que algunos segmentos de la población se incorporan a los nuevos sectores modernos de la economía, mientras el resto permanece inserto en sectores tradicionales con oportunidades muy limitadas. Pocas son las expectativas para que el sector moderno se consolide e incorpore a nueva fuerza de trabajo, debido a que la competitividad internacional se realiza sobre la base de aquellas actividades intensas en conocimiento y tecnología.

Este tema constituye un problema crucial de la nueva ingeniería de la política económica en nuestros países, por cuanto si la tendencia avanza hacia la concentración de las riquezas y de las oportunidades en los segmentos que se vinculan con las áreas modernas de la economía y la mayor parte de la población queda marginada o se beneficia escasamente del crecimiento económico, poco podrá realizarse para superar las implicaciones sociales del modelo, sobre todo

49 Este fenómeno, sin embargo, tampoco es del todo nuevo. Erick Hobsbawm refiriéndose a mediados del siglo pasado, hace algunos años, escribía: "Con todo, esta extraordinaria aceleración de la velocidad en las comunicaciones tuvo una consecuencia paradójica. Al ampliarse la separación existente entre los lugares con acceso a la nueva tecnología y el resto, aumentó el retraso relativo de aquellas partes del mundo donde el caballo, el buey, la muía, el porteador humano o la barca seguían determinando la velocidad del transporte". L¿z Era del Capitalismo, Barcelona, Guadarrama, 1981, p. 91.

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debido a que la estabilidad macroeconómica ha ocasionado recortes en. el gasto público básicamente en los rubros de educación, salud, seguridad social y lucha contra la pobreza. Es decir, precisamente en aquellos campos que sirven para paliar las desigualdades y los desequilibrios sociales existentes. Esta es una tarea tanto más urgente debido a que se calcula que en América Latina el 42% de los hogares viven aún por debajo del umbral de la pobreza, el promedio de escolarización apenas alcanza los cinco años y 166 millones de latinoamericanos subsisten actualmente con menos de dos dólares diarios. Algunos comentarios incluso sugieren que la brecha entre ricos y pobres es más profunda hoy en algunos países latinoamericanos que en la India50.

Un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, destacaba con respecto a Chile, el país habitualmente destacado como el más exitoso de nuestro continente, el "jaguar latinoamericano", que generalmente se soslaya el hecho de que es el país que dispone del modelo más depredador de medio ambiente en el mundo, se encuentra entre los siete países más desiguales del planeta: el 10% de los más ricos reciben ingresos 30 veces superiores al 10% más desfavorecido y que la mitad de la población vive en la pobreza y subempleada51.

Según el Informe mundial sobre el desarrollo humano52 publicado en 1996, se reitera que el mundo se encuentra en un acelerado proceso de polarización entre ricos y pobres. La renta per cápita de un suizo y el de un pobre habitante de Mozambique es de 400 a 1. Hace 250 años esta relación no era superior a una proporción de 5 a 1. Sobre los US$ 23.000 miliardos que representó el PIB mundial en 1993, US$ 18.000 miliardos provinieron de los países industrializados contra sólo US$ 5.000 miliardos de los países en desarrollo, en condiciones que estos representan el 80% de la población mundial. En los últimos 30 años, el 20% más pobre de la población del planeta ha visto disminuir su parte en el ingreso mundial del 2,3% al 1,4% y la diferencia de ingresos entre el 20% más y ricos y el 20% más pobre pasó de una relación de 30/1 a 61/1.

Este veloz crecimiento de la desigualdad social y el aumento de los sectores marginados es el resultado de que todos los aspectos de la vida humana se encuentran en proceso de acelerada mercantilización. Como lo dijera alguna vez

50 Diálogo Europa-Estados Unidos sobre América Eatina, IREEA, Informe de Conferencia N. 1/96, Madrid. 51 Le Monde, 25 de enero de 1999. 52 Rapporf mondial sur le développement humain, París, Económica, 1996.

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Polanyi "en lugar de que la economía se encuentre inmersa en las relaciones sociales, son las relaciones sociales las que están incrustadas en el sistema económico (...) la sociedad se administra en calidad de auxiliar del.mercado"53.

A nivel de la cultura, el fundamento de la globalización se sitúa, de una parte, en los grandes desarrollos tecnológicos (los sofisticados sistemas de cables, el uso de los satélites, y la progresiva utilización de los métodos digitales) que han creado las condiciones para que se globalicen las comunicaciones y surjan nuevos imaginarios que están creado formas inéditas de identificación.

Las nuevas técnicas comunicativas han traspasado las fronteras espaciales y temporales y han puesto en comunicación a pueblos distantes en muy breves lapsos de tiempo. Estos mismos desarrollos se encuentran en el tragfondo de la globalización financiera. Es decir, el progreso técnico en la producción y sobre todo en las comunicaciones se ha convertido en un factor que ha potenciado las tendencias globalizadoras. Este proceso ha sido adelantando por grandes conglomerados y ha adquirido un carácter transnacional en la medida en que desde sus inicios han impulsado actividades por fuera de su país de origen. La globalización de la 'cultura alude a una cierta forma de homogeneidad que se produce entre los diferentes pueblos en lo que respecta a los gustos, costumbres, formas de consumo, concepciones y modos de vida. La globalización de la cultura se refiere a la circulación de los productos culturales a escala mundial. Es, sin duda, un resultado del desarrollo industrial .en su fase transnacional.

La instantaneidad de las comunicaciones, la amplia difusión de los sistemas de comunicación que ponen en contacto a pueblos distantes (internet, parabólicas, televisión por cable), el inglés como lingua franca, la homogeneización de ciertos patrones de consumo, etc., serían algunos de los elementos que permitirían identificar globalización con homogeneidad y uniformidad cultural que se produciría a partir de la expansión de determinadas prácticas culturales sobre las otras. Es más, algunos autores sostienen que este es el ámbito en el cual de manera más diáfana se expresan los procesos de globalización. Malcolm Walters, por ejemplo, sostiene que mientras los intercambios materiales localizan, los intercambios políticos internacionalizan y los simbólicos globalizan54.

53 Karl Polanyi, op. rít, p. 88. 54 Malcolm Walters, Ghbali^ation, Nueva York, Routhledge, 1996, p. 9.

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Pero, igualmente, los nuevos medios tecnológicos en el campo de las comunicaciones no sólo facilitan la homogeneización en torno a patrones desarrollados entre los países del norte, sino que también permiten conservar las diferencias, ya que facilitan la comunicación a partir de los países del sur55.

Analizar la globalización de la cultura en términos de homogeneización es equivocado porque desde el momento en que aparecieron las modernas empresas industriales la producción se orientó a un consumo masivo. Este proceso antecede en mucho a los actuales procesos de globalización. Más bien, lo propio de la estructura productiva moderna es la capacidad de las empresas para poner en el mercado productos diversificados, destinados a mercados segmentados lo que permite conservar la diversidad económica, social, política y cultural. Al mismo tiempo, la globalización crea facilidades para que las mismas culturas produzcan sus propios bienes culturales para que localmente compitan con los estandarizados. Aun cuando no se puede desconocer que a la extraordinaria diversificación de la oferta se le puede contraponer la uniformización de los programas. Todas las redes tienden a transmitir los mismos programas.

Igualmente, si bien la globalización de las comunicaciones podría ser uno de los aspectos más visibles del mundo actual debido a los grandes desarrollos que han registrado los medios de comunicación, es escasa la evidencia empírica que permita suponer que éste es un ámbito completamente integrado y globalizado, más allá de las facilidades que ciertos segmentos tienen de comunicarse. Claude Moisy evidencia, en un trabajo publicado hace algunos años56, que en contra de las expectativas que despertó la masificación del internet y de los demás medios modernos de comunicación, al finalizar la guerra fría se ha asistido en Estados Unidos a un mayor desinterés por los sucesos que ocurren allende sus fronteras. En los últimos treinta cinco años, el total de periódicos en circulación en EE.UU. ha permanecido estacionado en 59 millones de copias, en condiciones en que la población pasó de 180 a 260 millones de habitantes. El número y la cobertura de las noticias internacionales han descendido en los últimos años a niveles inferiores al de la época de la guerra fría. Entre 1970 y 1997, la participación de las noticias del extranjero disminuyó del 35% al 23% y el promedio de duración en minutos

55 Una gran polémica se presentó hace unos años en Francia, cuando las autoridades de algunas alcaldías locales quisieron impedir la difusión de la televisión de países del norte de África porque como permitían mantener contactos permanentes de algunos habitantes con sus países de origen, ello se convertía en un serio obstáculo para su integración plena en Francia.

56 Claude Moisy, "Myth of the Global Information Village" en Foreign Potity, N. 107, verano de 1997.

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en la televisión descendió de 1,7 a 1 ~2. Las numerosas evidencias que apoyan este trabajo permiten al autor llegar a la conclusión de que "la globalización de la economía mundial está reforzando la tendencia de mirar hacia adentro. En EE.UU. el nuevo _ horizonte se desplaza de lo internacional a lo nacional y de lo nacional a lo local". Todo parece indicar que esta situación no es exclusiva de los Estados Unidos, ya que en general se observa una amplia proliferación en diferentes países de periódicos, revistas y emisiones que responden a demandas en lenguas locales y versan básicamente sobre asuntos próximos a su cotidianidad. •

La globalización en el plano de la cultura presupone un conjunto de elementos que la particularizan. De una parte, a diferencia de lo que ocurre en la economía, donde podemos encontrar algunos indicadores —comercio, inversiones, privatización, fusiones, etc.— que muestran qué tanto se ha avanzado en la concreción de una espacialidad económica más o menos única a nivel mundial, y mientras a nivel político podemos establecer algunos mecanismos que nos muestren el repliegue o la presencia del Estado y de las manifestaciones políticas, en el campo de la cultura carecemos de mecanismos de medición, no sólo por las características propias de la cultura, sino porque en este ámbito los fenómenos globales se expresan de manera particular. En sí el problema es de método. Diferente es la evaluación que se hace del problema si nos ubicamos en una perspectiva mundial y visualizamos la circulación de bienes o si nos situamos en una perspectiva local y nos centramos en la recepción de los bienes culturales. En esta esfera, sin embargo, la globalización puede alcanzar altas proporciones debido a que se encuentra mediatizada por el intercambio de desmaterializados productos "simbólicos". En.el plano cultural, la globalización cohabita y se retroalimenta de las expresiones culturales tradicionales. Parafraseando a Braudel, podríamos decir que la globalización de la cultura se realiza en la vida material, en la cotidianidad y que, lo que la particulariza en la fase actual, es que se ha convertido en un lucrativo campo de penetración del capitalismo, con su implacable lógica de beneficios y rentabilidad.

Dos son las principales expresiones en este ámbito. De una parte, el desarrollo del mercado y de los nuevos medios de transporte y comunicación permitieron la consolidación de una industria cultural, la cual se caracteriza por convertir a la cultura en un bien comercial y por expresar el anhelo de conquistar mercados con sus productos culturales. En este sentido, lo que distingue a la globalización cultural, es que mientras, por ejemplo, las culturas de los pueblos indígenas se

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mantiene localizada y no se propone unlversalizar sus contenidos, la industria cultural asume como principal razón de ser la conquista de mercados, lo cual implica que tiene que portar valores culturales no localizados que puedan ser universalizables.

De otra parte, en la medida en que pretende conquistar nuevos mercados para sus productos culturales, la globaKzación de la cultura se expresa como una cultura espectáculo. Al respecto, Pierre Bourdieu, recientemente escribía: "Lo fundamental es que las preocupaciones comerciales se imponen cada vez más en el conjunto de las producciones culturales. Así, en el campo de la edición de libros, que he estudiado de cerca, las estrategias de los editores, y especialmente de los responsables de los grandes grupos, se orientan sin equívoco hacia el éxito comercial"57.

Cada vez gana un mayor número de adeptos la tesis de que sobre todo en el plano cultural, se hace evidente que la globalización no sería otra cosa que un intento de Occidente por imponer sus valores, formas de consumo, etc. Este tipo de concepciones no dista mucho de la realidad por cuanto no han faltado voces de importantes figuras del medio político e intelectual como Samuel Hungtington que sostienen que el futuro próximo estará determinado por el choque cultural entre Occidente y los pueblos no occidentales y de otros que claramente hacen un llamado a norteamericanizar el mundo. "Es en el interés general de EE.UU. estimular el desarrollo de un mundo en el cual las líneas que separan a las naciones se comuniquen por intereses compartidos. Es en interés económico y político de Estados Unidos asegurarse de que si el mundo avanza hacia una lengua común, esta sea el inglés; si el mundo se está desplazando hacia unas telecomunicaciones, seguridad y estándares de calidad comunes, que sean norteamericanos, que si el mundo se encuentra cada vez más vinculado por la televisión, la radio y la música, que la programación sea estadounidense y que si se desarrollan valores comunes, que estos valores sean unos con los cuales los norteamericanos se sientan confortables58.

57 Le Monde, Edition hebdomadake, sábado 23 de octubre de 1999. Lo mismo sostiene Bernardo Subercaseaux cuando escribe: "Con respecto al proceso de producción y a la toma de decisiones, una nueva generación de administradores editoriales ocupa hoy cargos de responsabilidad en casi todas ellas. Una generación que tiene de preferencia formación comercial y mercantil y que, por lo tanto, se diferencia de los editores de la década del sesenta, quienes privilegiaban la calidad estética, y le concedían importancia a la tradicional misión cultural de los editores". Bernardo Subercaseaux, "Élite ilustrada, intelectuales y espacio cultural" en Manuel Antonio Garretón, Coordinador, América ILatina: un espacio cultural en el mundo globali^ado, Santafé de Bogotá, Convenio Andrés Bello, 1999, p. 184.

58 David Rothkopf, "In Praise of Cultural Imperialism ?" en Foreign Policy, N. 107 verano de 1997, p. 45.

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No es unívoca la manera como algunos analistas perciben esta identificación entre globalización y occidentalización: Para algunos consiste en la exportación de los aspectos más sórdidos de la cultura occidental (la macdonalización), mientras que para otros es el deseo de homogeneizar a los diferentes pueblos en torno a los patrones culturales propios de Occidente. Dentro de esta perspectiva se inscribiría el surgimiento de los movimientos islámicos en países donde la población es objeto de una doble alienación. De una parte, porque el moderno sistema mundial los convierte en objetos y no en sujetos de la modernidad. De otra parte; porque las transformaciones a nivel macro están erosionando las asociaciones civiles y de alguna manera están descomponiendo al Estado, órgano realizador del bien colectivo59.

Otros prefieren focalizar la atención en los países en desarrollo y sobre todo en las nuevas formas de dominación que reproducen las relaciones de dependencia inherentes al esquema Norte-Sur. En este sentido se sostiene, por ejemplo, que el nuevo orden mundial está siendo testigo de la reemergencia de una forma más abierta y explícita de imperialismo, en el que la soberanía nacional es impuesta por un poder hegemónico que busca realizar su propio interés nacional60. Los últimos, se preocupan por la amenaza que implica para las tradiciones culturales más débiles de los países periféricos.

La tesis de la occidentalización o norteamericanización de la cultura globalizada, en cualquiera de las acepciones comentadas con anterioridad, pudo haber sido perfectamente válida en los inicios de esta moderna globalización de los ámbitos culturales, cuando Estados Unidos asumió el indiscutido liderazgo en la difusión y en la penetración de sus valores en las distintas sociedades.

Sin embargo, en la actualidad, es bastante frágil para explicar la complejidad de los cambios en el mundo actual. Dos son las mayores debilidades de este enfoque: de una parte, es una muy vasta generalización que no complejiza o problematiza la dinámica de las interacciones culturales y, de la otra, sugiere una influencia unilateral de la cultural que se expresa en una sola vía: del país, cultura o comunidad más desarrollada a la más periférica. Desconoce, por lo tanto "la elasticidad cultural y el dinamismo de las culturas no occidentales y su capacidad para indigenizar las importaciones culturales occidentales"61.

59 Mustapha Kamal Pasha y Ahmed I. Samatar, "The Resurgence of Islam"-en James H. Mittelman, op. di., p. 188. 60 Manfred Bienefeld, "The New World Order: Echoes of a New Imperial] sm" en Tbird WorldQuarterly vol. 15 N° 1,

1994, p. 31. 61 John Tomlinson, "Cultural Globalisation: Placing and Displacing the West" en The European Journal of Devekpment

Research, N. 8. Vol. 2, diciembre de 1996, p. 27.

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De otra parte, importantes trabajos demuestran que en el presente, al igual que en el pasado (¿acaso la cocina francesa no es una mixtura que resulta de diferentes influencias foráneas?), las culturas son más bien híbridas que entrelazan valores, creencias y prácticas. Esto en ningún caso significa que no puedan reproducirse elementos de dependencia y dominación. "Solamente se constata que este proceso es mucho más complejo que una simple imposición desde fuera en la medida en que la recepción que realizan los individuos se sitúa en una dimensión espacio-temporal específica, lo que nativiza el contenido de los mensajes, interpretándolos de diferentes maneras y dotándolos de un contenido específico. El proceso de recepción no es una transmisión unilateral de sentido sino un encuentro creativo entre una forma simbólica estructurada y compleja y los individuos que pertenecen a grupos particulares"62.

Es precisamente este carácter híbrido de la globalización de la cultura lo que ha permitido que se redimensione el problema identitario. En la medida en que este proceso no implica homogenización sino simplemente desterritorialización, una mayor interpenetración aunado a la asiduidad de las interconexiones ha debilitado algunos de los referentes nacionales y fenómenos como la etnicidad han encontrado un terreno propicio para su fortalecimiento. Esto contribuirá, sin duda, a que el carácter plural de la globalización se mantenga y consolide en el tiempo.

En este mismo sentido intervienen el debilitamiento del referente del Estado de bienestar o republicano y la interpenetración que se produce entre esta situación y las facilidades en el plano de las comunicaciones y de la transmisión de los contenidos culturales. Ante las dificultades que experimenta el Estado para otorgar un sentido simbólico homogéneo a toda la sociedad y las facilidades de que disponen los distintos grupos para buscar realizar sus intereses identitarios, la homogeneidad cultural nacional se desdibuja en condiciones en que resurgen nuevos referentes multiculturales. En esto radica precisamente el contenido cultural que asumen muchas manifestaciones políticas en nuestro presente.

Todo deja entrever que las teorías de la difusión (occidentaüzación) y de la convergencia son difíciles de generalizar, dado que los flujos de información recepcionados son filtrados por sus marcos de referencia colectivo, organizacional

62 John B. Thompson, op. cit., p. 171.

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e individual. Esto es lo que ha conducido a numerosos analistas a ver más bien él problema en una perspectiva de hibridación y mestizaje cultural. La globalización en este plano es, por lo tanto, la manera de introyección de elementos de una cultura mundial en una dimensión local, o sea, se realiza a través de la diferenciación, porque la cultura ha sido siempre una construcción que se realiza a través de la porosidad que existe en la vinculación entre lo universal y lo particular.

En síntesis, en lo fundamental sólo se puede hablar de globalización de la cultura en la medida en que la cultura se ha convertido en un objeto de consumo promovido por el mercado y es realizado por las industrias culturales, las cuales se caracterizan por producir y reproducir en serio un conjunto de bienes cuya racionalidad viene motivada por estrategias económicas, es decir, se concentra en aquellas actividades que producen y comercializan discursos, sonidos, imágenes, artes y cualquier "otra capacidad o hábito logrado por el hombre en tanto que miembro de la sociedad". Las industrias culturales tienen el siguiente perfil: 1.-necesitan grandes medios, 2.- utilizan técnicas de reproducción en serie, 3.- trabajan por el mercado, 4.- se fundamentan en una organización capitalista del trabajo"63.

Pero no se debe olvidar que, "el término de cultura mundializada es contradictorio en sus mismos términos, ya que el que las redes de comunicación tengan la capacidad de difundir productos estandarizados.por todo el planeta no significa que se eliminen las identidades nacionales y carece además de una profundidad histórica ya que esta falto de memoria64.

Asimismo, como sostiene Warnier, no debemos perder de perspectiva que el término globalización de la cultura es inapropiado si uno entiende por él una repartición de los bienes culturales industrializados y mercantilizados en el conjunto del planeta. Lo que llama la atención es la extrema desigualdad entre los países y entre los grupos sociales al interior de un mismo país, ante los flujos mundiales de la cultura mundializada65.

En resumen, independientemente del rico debate en torno a si existe una cultura globalizada o mundializada, si es una mera propuesta de occidentalización o si debe concebirse en términos de hibridación, la cultura global se expresa en el

63 Jean-Pierre Warnier, op. cit, p. 60. 64 Badie Bertrand, "De la souveranité á la capacité de FEtat" en Marie-Claude Smouth, Les nouvelks relations international.es.

trauques et théories, París, Pressés de Sciences Po, 1998, p. 60. 65 Jean-Pierre Warnier, op. cit., p. 60.

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ámbito del tiempo mundial y en esa medida constituye una superación del espacio, mientras que las otras expresiones culturales siguen inscritas en un tiempo localizado y en un espacio territorializado. Los imaginarios que se construyen en estas dos escalas son diferenciados y se correlacionan con el lugar social que se ocupa respecto a la globalización. De aquí que con la globalización surjan nuevos imaginarios, como disímiles representaciones de pertenencia al mundo. Para unos, estos imaginarios se construyen con base en las similitudes de formas de modernidad que encontramos en todas partes, en la existencia, para determinados segmentos sociales, de una vida cotidiana mundial, en el fortalecimiento de mecanismos de comunicación intercultural y en la existencia de un discurso con características similares mientras que, como acertadamente señala Bauman, los localmente sujetos, están impedidos de desplazarse y por ello deben soportar los cambios que sufra la localidad a la cual están atados, "el espacio real se cierra a pasos agigantados"66.

El ocaso de la bipolaridad en la vida internacional

En medio de las poderosas transformaciones que estaban dándole nuevos bríos al capitalismo que inició una nueva fase de expansión, bajo una modalidad transnacional y que estaba rearticulando las relaciones sociales y culturales, las superpotencias intentaron hacer frente a estos nuevos desafíos conservando la superioridad de los referentes políticos y militares mediante el desencadenamiento de la segunda guerra fría y de la aceleración de las innovaciones tecnológicas para mantener su liderazgo. En este sentido, valdría la pena recordar que la Iniciativa Estratégica o "Guerra de las Galaxias" tenía un objetivo político-militar contra la Unión Soviética, que consistía en inducir a las autoridades soviéticas a llevar la carrera armamentista a un nuevo nivel, lo que tendría que ocasionar un debilitamiento de su economía, y contenía de igual forma un componente antijapones, que se traducía en conservar el liderazgo norteamericano en las industrias de punta y principalmente en el área de la informática. De tal suerte, las relaciones internacionales conservaron la coexistencia dual de procesos transnacionales y político-estatales. Pero la gran diferencia consistió en que si antaño los segundos lograron supeditar a los factores transnacionales, ahora estos últimos, adquirieron una gran relevancia e incluso obligaron a las superpotencias a adecuarse a los nuevos imperativos de la época. Nuevos ámbitos de las relaciones

66 Zygmunt Bauman, op. cit., p. 116.

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internacionales empezaron a tener vida propia al margen de la actividad externa de los Estados.

Valga, al respecto señalar, que ya en aquel entonces, se vislumbraba una diferencia en las formas de ejercicio de la hegemonía por parte de las superpotencias que auguraba quien sería el ganador en esta contienda de enfrentamiento bipolar. Mientras la Unión Soviética "defendía una concepción clásica, territorial y político militar del poderío, Estados Unidos desplegaba una capacidad desterritorializada, sistémica, alimentada de relaciones informales que daban origen a un juego de redes"67. Es decir, la potencia americana disponía de hilos más finos para seguir manteniendo su control una vez que la bipolaridad entrara a su ocaso y se adecuaba más a la naturaleza de los cambios que se estaban presentado en el mundo.

Como manifestación de esta dualidad entre bipolaridad y transnacionalización se consolidó un discurso asociado a la lógica del poder internacional, que privilegiaba la competición intersistémica. como vector principal de la vida internacional, en el entendimiento de que ese eje estructurador de la política mundial no sólo se mantendría durante largo tiempo, sino que actuaría de igual forma como garantía para la reproducción de aquellos elementos que prolongaban la superioridad económica, política y militar de las dos superpotencias. Con la caída del muro de Berlín se erosionaron los fundamentos de este discurso y de esta práctica política. Como una forma de conservar su predominio se pretendió proyectar un nuevo esquema de supremacía con la introducción de la noción "nuevo orden mundial", en el cual las antiguas potencias competidoras por la supremacía junto a los demás grandes Estados actuarían en un marco de colaboración para solucionar los problemas más candentes de la nueva configuración planetaria. Si bien esta noción fue populariza en el lenguaje político por el entonces Presidente norteamericano G. Bush en relación a la Guerra del Golfo, ideas similares sostenían los principales dirigentes soviéticos de la época de Gorbachov. Esta lectura realizada desde y en función del poder terminó siendo bastante precaria para explicar el mundo actual. Las múltiples tensiones y situaciones disruptivas del mundo de postguerra fría tempranamente acabaron con cualquier tentativa de dotar de sentido a la noción de nuevo orden mundial.

En contraposición comenzó a consolidarse otra lectura, inspirada en una visión, más sistémica, cuya mirada centraba su atención precisamente en los nuevos

67 Marie-Claude Smouth, op. cit, p. 48-49.

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elementos que habían aparecido en la vida internacional y sobre todo en aquellos factores que estaban erosionando el poder de las grandes potencias. Aun cuando era muy heterogénea en cuanto a sus postulados e intereses, agrupaba indistintamente concepciones que sostenían la interdependencia, así como los trabajos que defendían la idea de un sistema mundial o reclamaban un nuevo orden económico mundial. Para estas perspectivas analíticas, el derrumbe del sistema socialista fue un acontecimiento importante en la medida en que posibilitó la universalización de tendencias que se encontraban reprimidas por la lógica bipolar del poder. Esta lectura, centrada en lo económico y en una percepción del poder que traspasa la actividad de los Estados, puso su atención en las tendencias que están dando origen a la conformación de un nuevo sistema mundial. En la postguerra fría, esta lectura en lugar de pregonar la conformación de un nuevo orden mundial ha sostenido el surgimiento de una vida internacional más compleja, fortuita y menos estructurada desde el punto de vista del poder.

Como vemos, los cimientos del nuevo ordenamiento internacional que predominó en la década de los años noventa se forjaron durante los años setenta y ochenta. Sin embargo, en ese entonces, su universalización era poco probable porque existían factores políticos y militares que frenaban sus posibilidades de expansión y hacían además que, para algunos, se mantuviera el sueño de hacer realidad los anhelos de un orden más justo para el Tercer Mundo. La división del mundo en torno al eje Este-Oeste, aun cuando éste ya se encontrara cercano a su ocaso, mantenía aún la validez de los referentes revolucionarios y de los modelos desarrollistas y soviético como progresos potencialmente posibles para las naciones en vías de desarrollo y las socialistas. Pero más importante aún era el hecho de que los países desarrollados estaban en la obligación de hacer grandes concesiones a las naciones del Tercer Mundo para impedir que éstas pudiesen gravitar hacia la URSS o utilizar la "carta" soviética.

En síntesis, desde la década de los años sesenta el mundo en su conjunto estaba avanzando hacia una nueva fase, pero hacía falta un magno acontecimiento que permitiera la universalización de estas tendencias y que los ubicara dentro de un mismo movimiento envolvente. En esto radica precisamente la importancia histórica del gran acontecimiento de finales de siglo: la caída del muro de Berlín.

En conclusión, esta visualización de la globalización desde una perspectiva de larga y mediana duración nos pone en evidencia varios rasgos fundamentales de

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este proceso, a saber: de una parte, la anterior consolidación de los capitalismos nacionales fue una etapa necesaria en el proceso de globalización en la medida en que implicó la desterritorialización de las anteriores relaciones locales, para posibilitar nuevas relaciones sociales y de identidad. "La modernidad —escribe Ortíz— se asocia a racionalización de la sociedad en sus diversos niveles, económico, político y cultural. Revela un tipo de organización desencajada, privilegiando cualidades como funcionalidad, movilidad y racionalidad. Pensada de esta forma, la sociedad es un conjunto desterritorializado de relaciones sociales articuladas entre sí. Por eso los medios de comunicación desempeñan un papel tan fundamental. Por lo tanto, contrariamente a lo que muchas veces se supone, la nación es una primera afirmación de mundiaüdad"68.

De ello se desprenden dos consecuencias principales: primero, la globalización es un fenómeno multifacético que altera el conjunto de relaciones sociales y la segunda es que este proceso implica la reedición de procesos de desterritorialización, pero ya no sobre una base nacional sino mundial, que a través de su concreción involucre a distintas naciones y pueblos.

De otra parte, visto desde este ángulo, la globalización se inscribe en una continuidad del desarrollo del capitalismo y sobre todo de las relaciones mercantiles, procesos cuyos orígenes podemos encontrarlos en los siglos XV y XVI. Durante la segunda mitad del siglo XX se asistió a un conjunto de profundas transformaciones que permitieron que ese sistema transitara hacia una nueva fase de naturaleza transnacional. La actual globalización es el resultado de este doble proceso de tipo estructural y coyuntural.

En tercer lugar, con la globalización se puede prever una mayor expansión cualitativa y espacial del capitalismo porque ha liberalizado y unlversalizado al mercado, le ha restituido al capitalismo su vocación natural que es más transnacional que internacional y nacional, lo está liberando del corsé del Estado y de determinados mecanismos de regulación y lo ha desvinculado parcialmente de las relaciones sociales en las que antes se encontraba inserto para comenzar a reestructurar a éstas sobre bases transnacionales.

En cuartojugar, la globalización ha traído consigo la transformación de varios elementos constitutivos del capitalismo moderno, a saber: la nación como lugar

68 Renato Ortíz, Otro Territorio, op. rit., p. 74.

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donde se expresan los compromisos sociales, puesto que ha perdido la centralidad que antes tuviera; las clases sociales, porque la desigualdad ya no se sustenta tanto en torno a la propiedad o la explotación sino en referencia a la inclusión o exclusión con respecto a la globalización; el Estado, que ha entrado a compartir su ptoder y autoridad con organizaciones no estatales y ha perdido además el monopolio en la producción de sentido y las tradiciones que ya no gozan de supremacía en la definición de la identidad y la ciudadanía, ya que coexiste con otras formas de identificación.

En quinto lugar, las distintas manifestaciones de la globalización, incluidos los aspectos culturales y comunicacionales, se realizan a través de los circuitos de distribución del mercado, lo que determina la centralidad que tienen los procesos económicos en la difusión de las tendencias globalizadoras. "Las actividades de las industrias culturales y mediáticas, escribe Warnier, se mantiene en el largo plazo respetando las lógicas económicas"69.

Por último, el factor potenciador que ha multiplicado las actuales tendencias globalizadoras se visualiza en el hecho de que el mercado en su modalidad transnacional se ha liberado del esquema social en que antes se encontraba inscrito y con su autonomía ha comenzado a redefinir el conjunto de relaciones sociales para ubicarlas dentro de su propia lógica, que no es otra que la valorización del capital.

69 Jean-Pierre Warnier, op. dt., p. 55.

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La caída del muro y la multiplicación de las tendencias globalizadoras

1Mfas anadón intelectual con la glob aligación y sus efectos ha estado en parte estimulada por la preocupación por entender la multipliádad de cambios socioeconómicos que han afectado a Occidente (David Slater, "ChaUenging Western Vision of Global: the Geopoütics of Theory and North-South Relations" en The European Journal of Development Research vol. 7 N. 2, diciembre de 1995).

Con la "caída del muro", se ingresó en la etapa actual. Si bien la mayoría de los estudiosos del mundo contemporáneo concuerdan en señalar que la caída del muro de Berlín fue un acontecimiento capital que sentó las bases para poner fin a varias décadas de competición intersistémica y de guerra fría, su significación histórica trasciende esta ruptura al facilitar también el desenvolvimiento de factores y procesos inherentes al capitalismo que se encontraban represados por la lógica bipolar. La caída del muro de Berlín significó, en efecto, el fin de la bipolaridad y de la supremacía de los vectores políticos y militares como elementos ordenadores de la vida internacional que habían predominado en los últimos cuarenta años, pero, supuso igualmente la profundización y ampliación de otras tendencias de índole poHtica, económica, tecnológica y comunicacional que, desde tiempo atrás, habían comenzado a constituirse y sobre las cuales se han ido construyendo las nuevas relaciones de poder a escala planetaria.

La desaparición de la bipolaridad Este-Oeste, la crisis en la que quedaron sumidos los modelos desarrollistas en numerosas naciones del Tercer Mundo además del soviético entre los países del Este europeo, la desaparición de una de las superpotencias y las transformaciones que han trastocado el papel de los Estados-naciones han introducido cambios cualitativos de gran trascendencia en la vida internacional, cuyas consecuencias recién estamos comenzando a comprender en toda su dimensión. Durante una primera etapa, los factores

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políticos y militares quedaron parcialmente subsumidos en los procesos económicos. También en un primer momento se debilitó la importancia de los Estados-naciones en la definición de las relaciones internacionales. Los procesos mundiales, en sus diversas modalidades, por su parte, se han unlversalizado y están actualmente abocados a crear un ambiente institucional para darle una nueva la estabilidad al sistema mundial.

Pero el componente perdurable más importante que- s e derivó del desvanecimiento del sistema socialista fue la desaparición del principal modelo de organización de la sociedad alternativo al capitalismo, el socialismo soviético, lo que significó la recomposición del escenario mundial, pues el desfallecimiento de la otrora superpotencia puso término a aquellas largas y difíciles décadas de oposición intersistémica y despejó el camino para la configuración de un nuevo ordenamiento planetario. La desintegración del campo socialista se tradujo en la eliminación del último gran obstáculo que existía para la universalización de un modelo de acumulación que desde la década de los años setenta se encontraba en ciernes: el capitalismo transnacional.

"El mismo capitalismo —escribe Castell— ha sufrido un proceso de reestructuración profunda, caracterizado, por una mayor flexibilidad en la gestión; la descentralización e interconexión de las empresas, tanto interna como en su relación con otras; con el declive concomitante del movimiento sindical; una individualización y diversificación crecientes en las relaciones de trabajo; la incorporación masiva de la mujer al trabajo retribuido, por lo general en condiciones discriminatorias; la intervención del Estado para desregular los mercados de forma selectiva y desmantelar el Estado de bienestar, con intensidad y orientaciones diferentes según la naturaleza de las fuerzas políticas y las instituciones de cada sociedad; la intensificación de la competencia económica global en un contexto de creciente diversificación geográfica y cultural de los escenarios para la acumulación y gestión del capital"1.

Con la reorientación de los antiguos países socialistas a la lógica del mercado y las nuevas formas de vinculación de las naciones en desarrollo a la economía mundial como resultado del agotamiento de su modelo anterior de desarrollo y el impacto de la crisis de la deuda externa se crearon las condiciones para la universalización de esta nueva modalidad capitalista que desde la década de los

1 Manuel Castell, op. rít., pp. 27-28.

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años setenta venía madurando entre las naciones altamente industrializadas: el capitalismo transnacional. Con su nueva modalidad de funcionamiento, este capitalismo induce, como lo señala J. Ph. Peemans, a la creación de polos exitosos de acumulación, que se caracterizan por constituir un conjunto de empresas con elevadas tasas de crecimiento y rentabilidad que funcionan según las normas internacionales, muy abiertas al resto del mundo en términos de flujos de productos, tecnología, capitales e información, lo que ha dado origen al surgimiento . de "redes transnacionales de poder". Estos polos transnacionales se distinguen por el hecho de que establecen relaciones internacionales "internas" a los sistemas productivos. De esta manera, abordan desde un nuevo ángulo la espacialización de la economía mundial capitalista.

La naturaleza de este capitalismo es, de la misma forma, cualitativamente diferente al de las fases anteriores, porque, además de tener una vocación universalizadora, ha introducido transformaciones en la matriz misma del capitalismo, pues, como lo señala Peter Drucker, ha desvinculado la economía de los productos primarios de la economía industrial, el empleo de la producción y ha desligado los vínculos que anteriormente existían entre producción, movimiento del capital y comercio internacional". Este capitalismo transnacional asume características de un sistema económico mundial en la medida en que las transformaciones actuales están dando origen a la consolidación de una división internacional del trabajo con base en una repartición de tareas en el plano productivo. Además, junto a la rápida movilidad del comercio y a la autonomización de los circuitos financieros se destaca como elemento central en esta nueva etapa la acelerada expansión de las inversiones extranjeras directas promovidas tanto por los Estados como, sobre todo, por las organizaciones transnacionales, portadoras de recursos financieros, tecnología y acceso a mercados.

Con estas transformaciones el mundo de postguerra fría atraviesa en la actualidad por un período transitorio en el cual se está constituyendo esta nueva matriz de funcionamiento del capitalismo, se están formalizando las nuevas relaciones de fuerza y poder y se encuentran en proceso de desarrollo los valores y las formas de acción que estructuran la naciente configuración mundial.

En síntesis, los cambios operados en el funcionamiento del capitalismo en los años anteriores fortalecieron el tránsito de uña economía internacional a una

2 Peter F. Drucker, "The Changed World Economy" en Foreign Affairs, vol. 64 N" 4, 1996.

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economía en vías de mundialización en la medida en que de manera orgánica se vinculan los diferentes polos y centros económicos y financieros de alcance mundial. Mientras la primera consiste en la regulación por parte del Estado y de las organizaciones internacionales en lo que atañe al movimiento del dinero, los intercambios, las inversiones y los pagos a través de las fronteras, la economía mundial consiste en que la producción, el comercio y las finanzas se organizan en una serie de redes transfronterizas que empiezan a escapar a la regulación por parte de los Estados y de las instituciones internacionales.

Las situaciones globalizadoras tan en boga hoy en día en el plano económico, social, político, cultural, en los imaginarios, etc., con toda probabilidad nunca hubiesen llegado a expresarse como un gran movimiento envolvente sino hubiese sido porquera caída1 del muro de Berlín las sincronizó, las puso a tono dentro de una misma lógica de compresión del espacio y del tiempo y les creó las condiciones para que se abrieran los intersticios necesarios para que se retroalimentaran mutuamente y entraran en una dinámica de mutua reciprocidad.

No obstante la amplia cobertura de estas tendencias globalizadoras, hacia finales de la década de los años noventa comenzaron a registrarse algunos acontecimientos que han entrado a cuestionar los aspectos más ideológicos de la globalización en curso. Entre estos podemos citar: eí afán por reconstruir un sólido sistema interestatal que vaya más allá de las relaciones de poder tal como se desprenden de la "geoeconomía" mundial, situación sugerida por la crisis de Kosovo; el desencanto con las presuntas bondades de la globalización económica tal como se ha desprendido de la crisis financiera mundial de los años de 1997 y 1998, la cual en buena medida fue el producto de la misma globalización económica; la transformación que han experimentado los acuerdos de integración que han transitado de estrategias de adaptación a la globalización a la contención de los aspectos más negativos de la liberación de la economía mundial; la paulatina toma de coñsciencia en torno a la necesidad de reconstituir mapas políticos de acción, que liberen este ámbito del peso irrestricto del mercado, tal como quedó evidenciado en la cumbre de Florencia en la que participaron Bill Clinton, Lionel Jospin, Gerard Schroeder, Massimo d'Alema y Tony Blair los días 20 y 21 de noviembre de 1999; y, por último, el estruendoso fracaso de la "Cumbre del Milenio" de la Organización Mundial del Comercio en Seattle, a finales de noviembre de 1999, que, como efecto combinado de millares de participantes en las calles de la ciudad y del celo demostrado por varios Estados en la defensa de intereses económicos determinados, se convirtió

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en una clara demostración del repudio de vastos sectores a los desequilibrios económicos y sociales que está ocasionando la globalización.

El Estado, la globalización j el nuevo orden interestatal

Guste o no guste, el listado tiene una fundón central en el proceso de cambio estructural, aun cuando dicho cambio se defina como un ajuste estructural (Peter E-vans, "El Estado como problema y como solución" en Desarrollo económico. Revista de Ciencias Sociales N. 140, enero-marzo de 1996).

En el ámbito político e institucional, la globalización representa, a juicio de algunos autores, la última manifestación del orden westfaliano. El orden de Westfalia alude a una configuración internacional que se caracteriza por la independencia y soberanía de los Estados, los cuales persiguen en el plano externo determinados intereses nacionales lo que da origen a un sistema interestatal dominado por el balance de poder entre las grandes potencias. Un orden postwesfaliano, por su parte, parte de la premisa que el Estado nación ha perdido muchas de sus facultades para responder a los nuevos problemas y, por lo tanto, requiere de una estrecha cooperación transnacional. Como lo demuestra el ejemplo de la Unión Europea, el macro regionalismo puede entenderse como una forma espontánea de compromiso entre las lógicas westfalianas y postwestfalianas, en las que las primeras logran sobrevivir y mantienen la centralidad del Estado, pero, de modo paralelo, están surgiendo otros tipos de actores y formas de participación diferentes a las del Estado, con los cuales éste tiene que cooperar. A la Unión Europea, por ejemplo, se le podría asociar con una forma postmoderna de organización debido a que su núcleo central de poder es débil y su autonomía es limitada en comparación con las instituciones políticas de los Estados miembros, sus actividades se encuentran espacialmente diseminadas, el poder se encuentra fragmentado, la autoridad descentralizada y no dispone de un plan coherente general de integración3.

El Estado, no obstante las transformaciones que ha sufrido, conserva plenamente su natural relación política: sigue siendo el lugar por excelencia donde se constituye, reproduce y transforma el "bloque en el poder", se organiza y expresa la sociedad, se corrigen las disfuncionalidades económicas y sociales y se estimula el capitalismo

3 James A. Caporaso, "The European Union and Forms of States: Westphalian, Regulatory or Postmodern? en Journal of Common Market Studies, vol. 34 N. 1, marzo de 1996.

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aun cuando sea bajo una lógica transnacional. El Estado, en tanto quevforma de organización social, sigue siendo el depositario de la legitimidad y de la representación de los intereses nacionales. Las relaciones sociales siguen reproduciéndose dentro de los espacios nacionales manejados por los Estados. Se percibe una mayor tendencia a adecuar al Estado con las fronteras nacionales como un proceso en el cual se relegitima al Estado como expresión de los intereses del conjunto de la nación. En este plano, el Estado es el garante y la expresión básica de la identidad, único mecanismo de defensa que conserva las prerrogativas de los grupos representados ante la irrupción de los procesos de globalización y sigue siendo la institución que provee las condiciones básicas para la existencia social.

Pero el Estado no puede seguir concibiéndose como una estructura rígida, incambiable. Por el contrario ha demostrado una gran capacidad para adaptarse a las nuevas tendencias. Parafraseando a Robert Cox, podríamos afirmar que el Estado se está internacionalizando4, es decir, se está transformando para adaptarse al cambiante entorno internacional. Se adapta, porque como señala Guehénno "el Estado es cada vez menos la expresión de la soberanía, no se encuentra por encima de la sociedad, es sólo una de las instituciones que organizan una sociedad, en competencia con otros actores, no desaparece, pero debe en permanencia adaptarse, redefinir sus competencias, y modestamente justificar, su existencia a través de los servicios que presta"5.

Esta transformación del Estado puede observarse en los cambios que se están produciendo en materia militar, en asuntos judiciales y de policía. Si bien el Estado sigue ejerciendo monopólicamente estas funciones, el arresto de Pinochet en Londres, la creación del Espacio Schenguen entre algunos Estados de la Unión Europea y la existencia como órgano judicial supranacional de un Tribunal de Justicia Europea, cuyas decisiones prevalecen sobre las normas nacionales son un claro testimonio de que en estos ámbitos se están produciendo grandes cambios a los que los Estados están comenzando a ajustarse.

Otro de los campos donde se observan los ajustes a los que se ve sometido el Estado guarda relación con el hecho de que con los procesos de globalización se ha producido una gran diversificación de temas, actores y formas de interacción

4 Véase, Robert Cox, "Structural Issues of Global Governance: Implications for Europe", en Stephen Gilí, editor, Gramsá and Historial Materialism and International Relations, Londres, Cambridge University Press, 1993.

5 Jean-Marie Guéhenno, L'avenir de la liberté. 'La. democratie dans la mondialisation, París, Flammarion, 1999, p. 48.

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con el medio externo. Esto ha conducido a que algunos agentes internos privados que desarrollan ámbitos de interés compartidos con agentes económicos internacionales, pasen a relacionarse directamente con el exterior sin la intermediación de las dependencias estatales tradicionales. También como resultado de la gran proliferación de nuevas temáticas internacionales, la realidad del nuevo sistema mundial, ha inducido a una dispersión de los agentes estatales en la formulación de la política internacional lo que ha dado lugar a constantes y a veces difíciles negociaciones entre las diferentes dependencias "del Estado.

Esta mayor dispersión en la toma de decisiones genera una serie de procesos que alteran las formas de vinculación externa por parte de los Estados. De una parte, agiliza la interiorización de los procesos de globalización por cuanto el Estado se ve en la necesidad de crear las condiciones idóneas para que estos agentes participen en la política internacional. Pero, de otra parte, en ciertas oportunidades se convierten en obstáculos porque estos actores muchas veces defienden intereses sectoriales que no son los mismos que promueve el Estado y mucho menos el conjunto de la sociedad. En condiciones como las actuales probablemente es más difícil hacer coincidir los "objetivos generales" válidos para el conjunto de la sociedad con los "objetivos" particulares de los empresarios o los gremios.

Uno de los principales desafíos que enfrentan los Estados tiene que ver con la naturaleza y la magnitud de algunos de los problemas básicos del mundo contemporáneo. De una parte, ha surgido una serie de labores imposibles de realizar desde una perspectiva eminentemente nacional como son, entre otros, las relativas a los problemas migratorios, los temas medio ambientales y determinadas actividades económicas. Estos macro problemas han aumentado la vulnerabilidad del Estado frente a los acontecimientos externos y han demostrado que se está menos dotado para actuar aisladamente en el plano externo. De ahí ha nacido la necesidad de suscribir acuerdos de cooperación con otros Estados, con organismos multilaterales y también, cuando es el caso, con agentes privados. El Estado, por si mismo, ya no puede desarrollar políticas con éxito sino cuenta con el concurso de un número importante de otros actores que tengan preocupaciones similares. Esta realidad también induce a la proliferación de los "regímenes internacionales" o sea, la adopción de un conjunto de principios, procedimientos y normas para regular comportamientos y resolver conjuntamente determinados problemas.

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Este Estado "interdependizado" se ve abocado a promover políticas y estrategias que aproximen las normas nacionales a los patrones internacionales. Por ejemplo, muchos países en desarrollo han debido estimular la sensibilidad de la sociedad y sobre todo de los productores en relación con los problemas medio ambientales, porque, entre otras cosas, las exportaciones de materias primas y recursos naturales deben corresponder con las normas aceptadas por las naciones desarrolladas. Pero, igualmente, como lo ilustra el ejemplo de los derechos humanos y en particular el caso de la detención de Pinochet en Londres, cada vez es más evidente que hay una tendencia creciente en el mundo por adecuar las políticas internas e inclusive las preocupaciones externas de los Estados de acuerdo con las normas que emanan del derecho internacional.

De otra parte, existen otras temáticas que lo desbordan desde abajo, es decir, son tareas lo suficientemente pequeñas para que el Estado las pueda dirigir, como la gestión urbana, las actividades para paliar el flagelo del desempleo y las nuevas identidades a partir de las comunidades. En este sentido podríamos afirmar que los procesos de globalización han contribuido a alterar políticamente al Estado para reacondicionar sus espacios internos, recomponer sus vínculos con los poderes locales y facilitar el tránsito hacia una descentralización transnacionalizada o compatible con la globalización. Estos nuevos ordenamientos territoriales se acompañan igualmente de una segmentación de los procesos industriales en términos funcionales y territoriales6.

El aparato del Estado ha sido objeto de grandes cambios sobre todo en relación con la sociedad. La descentralización administrativa ha significado la delegación de innumerables funciones de los órganos centrales a los micropoderes regionales y locales. Sin embargo, contra una creencia generalizada, este proceso en ningún caso ha debilitado al Estado, por cuanto la,desvinculación con respecto a algunas funciones le ha permitido centrar su atención en las tareas estratégicas, tanto de carácter político interno e internacional como económico transnacional. Igualmente, como resultado tanto de la globalización como de la ideología neoliberal en que se fundamenta para reproducirse ideológicamente, el Estado ha comenzado a perder su legitimidad en tanto que lugar de identificación de consensos y de solidaridad funcional entre clases sociales.

6 Sergio Boisier, "Conocimiento y gestión territorial en la globalización" en Estudios Internaáonaks año XXX, Ns. 119-120, julio-diciembre de 1997.

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Asistimos, .por lo tanto, a un doble desbordamiento del Estado-nación. De una parte, el espacio nacional se ha transnacionaüzado para adecuarse a los imperativos de la globalización y convertirse en una esfera de acción y competencia de los grupos económicos transnacionales. En una economía abierta los requisitos para una sólida articulación con los flujos internacionales se encuentran mediatizadas por la estabilidad macroeconómica y la credibilidad que dicho país logre despertar entre los inversionistas extranjeros. Ello no sólo induce a adoptar políticas conservadoras en el plano monetario, sino que, en aras de esa estabilidad y de una mayor credibilidad, los gobiernos pierden autonomía en el manejo de algunos circuitos económicos. A diferencia de lo que era usual hasta hace muy poco, en la actualidad no se puede recurrir a la inflación para generar recursos que permitan desarrollar políticas específicas, pues se produce el efecto contrario, los capitales nacionales' se van al exterior. .

Para mantener la estabilidad macroeconómica en muchos países se ha procedido a controlar el gasto fundamentalmente a través de la tasa de interés, a un valor nominal más alto que el existente en los países desarrollados. El principal efecto de esta estrategia ha consistido en la .llegada masiva de capitales extranjeros a dichos países y la consecuente pérdida parcial de autonomía de las autoridades encargadas del manejo financiero en el mercado cambiado, ya que la afluencia de capitales extranjeros ha incidido en la apreciación de la moneda nacional con respecto a las divisas internacionales, con efectos negativos para la competitividad internacional de los exportadores nacionales y una privación por parte del Estado de aquellos instrumentos que le permiten controlar e incidir en las políticas macroeconómicas.

El multimillonario de las finanzas, George Soros, definió claramente esta nueva realidad cuando señalaba: "los mercados votan todos los días; fuerzan a los gobiernos a adoptar medidas en realidad impopulares, pero indispensables. Son los mercados los que tienen el sentido del Estado"7. La misma idea sostenía Butros Butros Ghali, el antiguo secretario general de la ONU, cuando comentaba: "la realidad del poder mundial escapa en buena medida a los Estados. La globalización implica la emergencia de nuevos poderes que trascienden las estructuras estatales"8.

7 Citado en Ignacio Ramonet, "Pouvoirs fin de siécle", en Le Monde Diplomatique, mayo de 1995. 8 Ibídem.

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De otra parte, el Estado-nación ha sido rebasado hacia adentro "o sea hacia la articulación de las políticas públicas y privadas en los mercados regionales a fin de generar procesos productivos específicos que puedan ligarse directamente con el mercado mundial y para maximizar la eficiencia de las inversiones públicas y privadas"9. Asimismo, el Estado ha visto seriamente comprometida su autonomía no tanto porque deba hacer frente a sociedades civiles dinámicas, sino porque debe supeditarse a influencias y presiones internacionales10. Este tipo de procesos altera también el papel del Estado porque inducen a una desarticulación del espacio económico nacional para favorecer la integración de las regiones más competitivas a la economía mundial. Las descentralizaciones económicas se traducen en la fragmentación del anterior espacio nacional en zonas altamente internacionalizadas y otras que quedan desvinculadas de los circuitos globalizados.

La ruptura radical con el sistema mediante estrategias como la sustitución de importaciones solamente puede traer consigo un alejamiento de las fuentes de capital y de la alta tecnología y una desvinculación de los principales circuitos comerciales. Asimismo, la relativa autonomización de los circuitos financieros mundiales ha conllevado a que los Estados se vean en la imperiosa necesidad de competir dentro de la nueva ideología neoliberal por atraer los capitales en sus respectivos espacios nacionales.

En un escenario globalizadocomo el actual se presentan tres niveles básicos de relaciones entre actores internacionales. De una parte, se han intensificado enormemente las relaciones entre grandes empresas lo que determina la magnitud del comercio intrafirmas, las transformaciones en la cadena productiva, las alianzas, las fusiones, etc. De otra parte, han alcanzado una gran difusión las relaciones entre Estados y firmas, las cuales se orientan básicamente en función de la competitividad, es decir, la especialización, las políticas de atracción de capitales extranjeros, el vínculo entre competitividad y productividad, etc. Por último, sigue existiendo un ámbito en que se conservan las relaciones entre Estados y la problemática básica que se desarrolla en este plano es el de la soberanía comercial.

9 Darío Restrepo, "Neoliberalismo y reestructuración capitalista. Espacialidad, descentralización y apertura" en J. Child et al, Rompimdo IM Corriente. 'Un debate al molibera/ismo, Santafé de Bogotá, CEIS, 1992, p. 25.

10 Yoshikazu Sakamoto, Yoshikazu Sakamoto, editor, Global transformation: chalknges to the state sysiem, Tokio, United Nations Univprsjt-u Press Tntio 100/1 i-, %-\ Nations University Press, Tokio, 1994, p. 31.

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La dinámica de la globalización ha inducido al Estado a desarrollar nuevas formas y orientaciones de diplomacia, principalmente con relación a las empresas multinacionales. Como estas firmas son las fuentes principales de innovación tecnológica, disponen de inmensos recursos financieros o rápido acceso a los mismos para desarrollar sus actividades y tienen acceso a los principales mercados", los Estados se ven enfrentados a estos nuevos actores y deben desarrollar una diplomacia entre "firmas y Estados". En estas transacciones o negociaciones los Estados por regla general deben delegar parte de su "soberanía"-para acceder a los beneficios que depara la presencia de la empresa multinacional.

Pero también las redes que tejen las empresas de manera horizontal se contradicen con las acciones que en algunas oportunidades emprenden los Estados. Estas empresas se han diseminado rápidamente en los últimos años precisamente para hacer frente a determinadas prácticas proteccionistas, a las variaciones en los tipos de cambio, al alto valor de la moneda de los países de origen. Cuando, en aras de defender los "intereses nacionales", los Estados adoptan medidas que se contraponen con los intereses de las firmas se originan tensiones que dan lugar a negociaciones en las que los Estados muchas veces salen mal librados12.

Esta diplomacia de firmas no sólo constituye una modalidad para una mejor inserción en el plano externo, también se'convierte en un proceso que da lugar a un proceso de interiorización de los procesos globales. Es decir, agentes externos se vuelven operacionales en el interior de los espacios dominados por los Estados. Las relaciones con estas empresas multinacionales constituyen una modalidad de política interna en la medida en que estimulan el desarrollo de determinadas áreas de la economía nacional.

El Estado internacionalizado, por lo tanto, es un aparato que ha transferido su anterior control de circuitos estratégicos, ha reducido la cobertura de su soberanía y ha asumido la promoción de la integración con la economía mundial. En este campo, el Estado ha tenido que transferir cierta iniciativa económica a los sectores privados, ha debido limitar la intervención y regulación económica y circunscribir su campo de acción para favorecer el establecimiento de las condiciones generales de reproducción del sistema. Es decir, uno de los cambios más profundos en el comportamiento del Estado es que se ha constreñido sensiblemente el alcance de

11 Susan Strange, "States, Firms and Diplomacy" en International'Affdrsvol. 68 N. 1, Londres, enero de 1992. 12 Jacques Decornoi, "Chaotique interdépendence" en LJ Monde Diplomatique, París, abril de 1993.

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la autonomía en el nuevo contexto de globalización, en la medida en que ya no puede actuar como una protección contra la economía mundial, sino que debe convertirse en un agente que posibilite la globalización de su economía y de su sociedad.

Las nuevas funciones del Estado, sin embargo, son contradictorias. Si de una parte, sus acciones fortalecen el carácter transnacionalizado de los grupos económicos nacionales, de otra parte, en el proceso de celebración de acuerdos de integración o de libre comercio, el Estado monopoliza la representación de esos grupos y actúa como representante del capitalismo nacional. Para muchos Estados de la Unión Europea, la participación dentro de este proceso de integración, constituye un mecanismo a través del cual se garantiza la cambiante soberanía nacional en condiciones de globalización. Además, no obstante el poder de las empresas multinacionales, estas firmas tienen serias limitaciones para conducir la economía mundial, ya que no logran tener una concepción global adecuada para responder al carácter complejo del nuevo sistema mundial. Se ven ante la imperiosa necesidad de reconocer en el Estado a un interlocutor con el cual deben compartir y delimitar la configuración mundial.

El Estado, por lo tanto, se ha convertido en un vínculo que une al respectivo país con la economía mundializada y actúa como agente central de este proceso. Para alcanzar estos objetivos, los Estados recurren a diferentes mecanismos de intervención para mejorar las condiciones de competición internacional. Por consiguiente, la globalización no está minando al Estado, sino que está simplemente transformando algunas de sus funciones. El Estado está compartiendo funciones de poder con otras instancias e instituciones.

El papel del Estado es y seguirá siendo grande. Todas las experiencias más exitosas de crecimiento y desarrollo, como las altas tasas de crecimiento en el sudeste asiático,-los "treinta gloriosos" entre las naciones industrializadas e incluso las terapias de shock y las medidas de ajuste en América Latina se produjeron en un contexto en el cual el marco institucional y la acción del Estado desempeñaron un papel fundamental. De otra parte, las escasas experiencias históricas en las que se ha dejado en plena libertad a los actores privados, se ha podido comprobar que estos se interesan más por acrecentar sus beneficios que en suscitar el crecimiento o el desarrollo. Igualmente, como señala George Soros, la importancia del Estado se visualiza en el hecho de que su participación en el PIB no ha sufrido

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variaciones mayores. "Lo que ha sucedido es que los impuestos sobre el capital y el empleo se han reducido mientras otras formas de impuestos, en particular los que gravan al consumo, han seguido aumentando. En otras palabras, la carga de'los impuestos ha pasado del capital a los ciudadanos"13.

Entre las naciones en desarrollo, la globalización ha aumentado la vulnerabilidad de algunos Estados. Cuando no han perdido el control en áreas estratégicas, como ha sido el caso de Afganistán o Mozambique, en incluso de Rusia donde la autoridad y a veces la misma institucionalidad, ha pasado a manos de los barones locales o cuando simplemente en otros casos más extremos, el Estado ha desaparecido, como ha ocurrido en Ruanda o Somalia, los Estados de los países en desarrollo conservan su debilidad en términos de eficiencia y desarrollo democrático con equidad.

* La autonomización de circuitos de la vida internacional y las funciones

desagregadas del Estado han vuelto más difusa la dicotomía "interno" y "externo" y de manera evidente inciden en la formación de la política internacional contemporánea. Ésta se diferencia de las políticas exteriores por el mayor peso gravitacional que ejerce el sistema mundial sobre los condicionantes internos. Antes, el mundo no estaba tan transnacionalizado y se podían desarrollar estrategias de inserción en el plano externo, conservando las prerrogativas nacionales. En la actualidad, por el contrario, el sistema mundial se apoya en una serie de procesos y procedimientos de alcance global que "usurpan" funciones que antes estaban en manos del Estado. La influencia mayor del medio externo sobre la política internacional contemporánea es el resultado de la centralidad que tienen estos procesos transnacionales en la autonomización de ciertas relaciones internacionales.

Pero esta mayor presencia del medio externo en la definición de las políticas nacionales no nos debe llevar a la falsa idea de que muchos de los problemas por los que atraviesan en la actualidad las sociedades, son el producto de la globalización. Sería interesante explorar en investigaciones hiinuciosas hasta que punto algunos problemas que enfrentan los Estados en el manejo macroeconómico, como por ejemplo, el equilibrio presupuestal, se deben a dificultades fiscales, a desacertadas recetas para salir de los estados de recesión y cuales son efectos de la globalización.

13 George Soros, l^a crisis del capitalismo global, l^a sociedad abierta en peligro, Barcelona, Plaza y Janes, 1999, p. 144.

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De otra parte, si genéricamente, los procesos de globalización inducen a grandes transformaciones en la posición y en las funciones de los Estados nada deja entrever que estos cambios se estén presentando por igual en los diferentes países y menos aún que se esté avanzando hacia un tipo de organización social que en el plano económico, social, político e institucional sea idéntico. Como lo sugiere la existencia de diferentes modelos de desarrollo entre las naciones industrializadas y los Nuevos Países Industrializados, las diferencias nacionales tienden a acentuarse en el escenario actual en lugar de desaparecer. En esta dinámica los Estados más fuertes y aquellos que logran proyectar los factores sociales y culturales nacionales se encuentran en mejores condiciones para adaptarse que los más débiles o menos estructurados.

De la misma manera, se observa que si bien es bastante universal la crisis de los Estados de bienestar como producto de los cambios a nivel económico y social, se han ensayado diferentes fórmulas para superar la crisis: mientras los países escandinavos siguieron una estrategia de aumento del empleo en el sector público, los países anglosajones se inclinaron por una política de desregulación de los salarios y del mercado laboral, combinada con un cierto deterioro del Estado benefactor; y las naciones del continente europeo (Francia, Alemania e Italia) favorecieron una estrategia de disminución forzada de la oferta laboral14. Igualmente, no obstante la convergencia económica de los diferentes países inducida por la adaptación a la dinámica de la globalización, entre las naciones desarrolladas siguen existiendo disímiles modelos de acumulación y desarrollo.

En general, en la Europa Occidental pueden distinguirse tres modelos en aguda competición. El primero es el llamado capitalismo renano que prevalece en el mundo germano, cuyo éxito recaba en la fuerte movilización en torno a un imperativo industrial a través de un consenso social interno entre el Estado, las empresas, los bancos, las organizaciones de trabajadores y las colectividades locales y regionales que crean un contexto competitivo favorable a las empresas; el segundo es el del Estado estratega o empresario, propio de Francia, donde el aparato estatal se ha convertido en la instancia que determina los objetivos a largo plazo, desarrolla programas masivos de financiamiento público y apoya las empresas a través de ayudas y subvenciones y, por último, el modelo anglo-americano, característico de la Gran Bretaña thatcheriana, en el que el Estado, a través de la

14 Gesta Esping-Andersen, "Después de la Edad de OÍO: el futuro del Estado benefactor en el nuevo orden mundial" en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales N. 142, julio-septiembre de 1996, p. 533.

142 . .

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desregulación de los circuitos económicos, se limita simplemente a crear las condiciones más favorables para atraer capital extranjero15. El enfrentamiento entre estos tres esquemas ha sido uno de los factores que ha estado en el trasfondo de las grandes diferencias que han existido entre los Estados de Alemania, Francia y Gran Bretaña en torno a la orientación y el ritmo que desean imprimirle a la integración económica y política de la Unión Europea.

Por su parte, las experiencias exitosas de inserción internacional como las del sudeste asiático han sido el resultado de la capacidad de los Estados de estos países para internacionalizarse a través de los incentivos a la industrialización, la promoción de la inversión extranjera y de la tecnología y el apoyo a los mecanismos o estrategias de regionalización.

Al igual que ocurre con la regionalización que en algunos casos se ha convertido en un mecanismo de defensa y adaptación ante la prontitud de los cambios en el escenario internacional, el Estado también es objeto de una serie de demandas sobre todo por parte de los sectores más desprotegidos, lo que lo conduce a desarrollar estrategias de adaptación para defenderlos de los adversos influjos externos.

La premisa de que la globalización es un proceso en el cual el capital escapa o sobrepasa al Estado nación es, en parte, engañosa en la medida en que la evidencia parece demostrar que se ha sobrestimado la capacidad del Estado para controlar el capital en épocas anteriores. La tajante dicotomía que se ha promovido entre lo nacional y lo internacional distrae la atención en torno a la necesidad de desarrollar nuevas estrategias para transformar el Estado, siquiera como un medio para desarrollar una estrategia internacional apropiada1". Más aún, en condiciones de crisis como la que ha tenido lugar en México en diciembre de 1994, entre muchos países del sudeste asiático y las medidas adoptadas por algunos Estados latinoamericanos para hacer frente a los efectos contagiosos de las crisis provenientes de los otros países, se observa que los Estados asumen la dirección del proceso y redimensionan la política e incluso ciertas estrategias institucionales para encauzar los procesos que le permitan reorganizar la economía. Una idea

15 Michel Albert, Capitalisme contre capitalisme, París, Seuil, 1991; Jacques-Pierre Gqugeon, L'Économie alkmande, París, Marabout y Éditions Le Monde, 1994 y Stephen George, An Awkward Partner. Britain in the European Community, Londres, Oxford University Press, 1996.

16 Leo Panitch, "Rethinking the Role of the State" en James H. Mittelman, Globalization: Critical Reflexions, op. cit., p. 85.

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similar sostiene Michael Aíann cuando escribe: "Con escasa percepción de la historia exageran la antigua fortaleza de los Estados-nación; con escaso sentido de la variedad global agigantan su actual decadencia; con escasa comprensión de su pluralidad minimizan la importancia de las relaciones internacionales, en las tres esferas de "amenaza" debemos distinguir: (a) impactos diferenciales sobre diferentes tipos de Estado en diferentes regiones; (b) tendencias que debilitan y algunas tendencias que fortalecen los Estados-nación; (c) tendencias que desplazan la regulación nacional hacia redes transnacionales e internacionales; (d) tendencias que simultáneamente fortalecen los Estados y el transnacionalismo"17.

Conviene también que recordar que ha sido la actividad desplegada por los Estados, particularmente los más desarrollados, lo que ha permitido que tomen cuerpo los procesos de globalización económica. Esto ha inducido a un cambio .en las relaciones de poder ya que la centralización y la concentración del poder del Estado es lo que ha permitido que se imponga la disciplina del mercado global.

Es pertinente sopesar también en su justa medida el papel que le ha correspondido a la ideología neoliberal en este debilitamiento del papel del Estado y en su legitimidad a partir de las políticas de redistribución. Si antes a través de los Estados de bienestar se garantizaba la solidaridad entre las clases y se generaban consensos por medio de las políticas de distribución, en la actualidad, el peso de lo internacional conduce a que el Estado tenga que adaptar el espacio nacional a la lógica de la globalización y, al mismo tiempo, individualiza las oportunidades por cuanto la solidaridad social y la redistribución son satisfechas en el consumo privado.

Igualmente, si la multiplicación de casos en los que algunos Estados se han desintegrado para dar lugar al surgimiento de nuevas organizaciones estatales más pequeñas (Unión Soviética, Checoslovaquia, Yugoslavia, etc.), la fragmentación de los mismos no es la única tendencia. También se observa un proceso inverso que está dando origen a la fusión de Estados y el surgimiento de grandes estatalidades, que están desempeñando un papel muy importante en la definición del nuevo ordenamiento mundial: Alemania (la reunificación de las dos Alemanias) y China (tras la reincorporación de Hong Kong y Macao), a lo c{ue cabría sumar la reunificación de Yemen y eventualmente de Corea. Este doble

17 Michael Mann, "El futuro global del Estado" en Análisis Político N. 38, septiembre-diciembre de 1999, p. 18.

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movimiento, en algunos casos hacia la fragmentación de algunos Estados y en otros hacia la fusión, son una clara demostración de la importancia que las sociedades le siguen asignando al Estado como proyecto nacional.

El poder que siguen detentando los Estados induce a pensar que la globalización es tanto un fenómeno político como económico o tecnológico. Es político en el sentido en que la liberalización de los mercados de capital ha sido el resultado directo de la actividad de los gobiernos. Es político también en la medida en que un alto número de Estados están buscando directamente facilitar en lugar de restringir la internacionalización de la actividad corporativa, la inversión y la producción18. Como lo demuestran innumerables experiencias, la reorganización de la producción y de la economía ha sido una tarea llevada a cabo por los mismos Estados. Pero sus acciones no tienen porque ser homogéneas. Algunos han privilegiado la reconfiguración de las relaciones laborales, otros han facilitado la inversión extranjera y otros han constituido zonas para la exportación o maquiladoras. Es político, por último, porque el Estado no podemos solamente percibirlo en una perspectiva funcional, sino como una relación social histórica.

Otra manera de visualizar el inmenso papel que siguen desempeñando los Egtados podemos percibirlo en la manera como se está definiendo un nuevo orden mundial. A diferencia de la guerra fría, período que se caracterizó por la producción de un ordenamiento planetario que estructuraba la vida internacional en torno al eje Este Oeste, en la década de los noventa se ha observado la persistente dificultad por parte de la "comunidad internacional" para imprimirle un nuevo sentido al mundo y dotarlo de un vector estructuradof de la vida internacional. La importancia de la crisis de Kosovo ha radicado precisamente en que marcó un punto de inflexión que prefigura la consolidación de un nuevo ordenamiento internacional.

La primera lectura del mundo de postguerra fría se produjo hace diez años, luego de la caída del muro de Berlín. Fue ese el momento cuando comenzaron a desarrollarse visiones optimistas que resaltaban el hecho de que el mundo estaba ingresando en una nueva fase caracterizada por la universalización del mercado y de la democracia como principios ordenadores de la vida internacional. Como expresión de esta nueva realidad, en los países industrializados se escuchaban

18 Linda Weiss, "Globalization and the Myth of the Powerless State" en New Left Revieiv N. 225 de 1997, p. 23.

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exclamaciones de regocijo: "¡Ganamos la Guerra Fría!", exclamaba Margaret Thatcher, el "Fin de la Historia" proclamaba Francis Fukuyama.

Un segundo momento complementario se vivió con la crisis del Golfo en agosto de 1990 no sólo porque avanzó la idea de que los países del Sur también estaban ingresando a una época de rápidos cambios, sino porque la acción mancomunada de los grandes Estados en contra de Irak daba elementos para pensar que se estaba adportas de un nuevo orden mundial fundamentado en la universalización de la economía de mercado, el nuevo papel de la ONU y en el predominio del derecho internacional.

Esta ilusión de un mundo mejor duró poco. El derrumbe de la Unión Soviética, el auge de los particularismos incluso en Europa Occidental y la purificación étnica que alcanzó grandes proporciones en Yugoslavia, Rwanda y Burundi pusieron en evidencia la fragilidad en torno a la cual se construía el mundo en la década de los noventa.

. El bombardeo a Yugoslavia a raíz de la crisis de Kosovo en 1999 parece dejar atrás esta época de desorden y anticipa el inicio de un nuevo orden mundial. Varios elementos permiten sostener esta hipótesis. De una parte, las acciones emprendidas en Kosovo no se realizaron al amparo de la ONU, como había sido el caso en otros conflictos, sino que las asumió directamente la OTAN. Esto significa que un club, cada vez más pequeño y menos representativo, asumió la función de darle sentido configurador al mundo.

En segundo lugar, para evitar tropiezos y largas negociaciones, en esta acción se dejó deliberadamente por fuera a aquellos Estados, como Rusia y China, que pregonan a los cuatro vientos la tesis del multilateralismo como fórmula para evitar el unilateralismo.

En tercer lugar, esta acción militar no sólo sirvió para relegitimar a la OTAN en el mundo de la postguerra fría, sino que selló el indisoluble vínculo entre Estados Unidos y Europa con claros beneficios para las partes. Los países del Viejo Continente pudieron contar con el apoyo norteamericano en la solución de una crisis de seguridad que los afectaba directamente. Washington que asumió el liderazgo en la cruzada a favor de los kosovares, pudo corroborar una vez más su amplia supremacía política y militar, sin tener que asumir el costo de que sus

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soldados perdieran la vida en Europa. Pero lo. más importante fue que el fortalecimiento de los vínculos entre las dos partes del Atlántico constituyó una .clara demostración de que Europa requiere a Estados Unidos y que no va a crear dispositivos de seguridad que puedan algún día desafiar la indiscutible hegemonía estadounidense.

Este naciente nuevo orden mundial representa, sin duda, un gran paso atrás. No sólo por su falta de representatividad, ya que en su núcleo decisorio participa un puñado de países, sino porque además se basa en el desarrollo de una poderosa máquina de guerra excluyente que puede ponerse en funcionamiento en cualquier momento cuando los intereses así lo requieran.

Esta breve reflexión sobre las implicaciones de la guerra de Kosovo en el naciente nuevo orden mundial parece corroborar la tesis de que después de un deliberado intento de "mercantilizar" las relaciones internacionales, lo que permitía expandir al máximo el capitalismo transnacional a todo el orbe y reducir a cobertura de acción de los Estados naciones en el manejo de las políticas macroeconómicas, estamos ingresando en una nueva fase que se singulariza en el hecho de que los grandes Estados de Occidente, buscan cimentar un orden internacional, pilar de un ordenamiento interestatal, cuyo eje fundamental debe estructurarse en torno a la actividad y los intereses de estos mismos grandes Estados. Esto no sólo avala la tesis del carácter ideológico del "necesario repliegue" del Estado, sino que además traerá, sin duda, grandes transformaciones, siendo la principal el fortalecimiento de los Estados en la definición del mundo en el siglo XXI. Parece que una vez más no estamos tan lejos de la belle époque del siglo XIX.

La crisis asiática: crisis de globaligación j ordenamiento internacional

Cuando cayó el muro de Berlín, el académico israelí,y antiguo general, Yenoshufat Harkabi dijo que esto representaba el final de dos ideologías, en el Tiste, el marxismo-leninismo y en el Oeste, la ciencia política; die^ años después, nosotros podemos añadir a esto, la economía ortodoxa neoliberal (Fred Halliday "La globalización y sus descontentos" en Papeles de Cuestiones Internacionales N. 67, julio de 1999, p. 18).

El remezón financiero que afectó a los países del sudeste asiático en 1997 y 1998 podemos catalogarlo como la primera crisis propiamente global. Es un interesante caso que muestra el papel que siguen desempeñando los Estados para

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prevenir este tipo de situaciones o crear, a partir de estos grandes niveles de interdependencia, nuevas relaciones geoestratégicas. Es sugestivo también detenerse brevemente en lo ocurrido en estos países porque sus éxitos en materia científica, técnica, industrial y comercial trastocaron la forma en que venía ejerciéndose la hegemonía occidental en estos campos, mundializaron la competición industrial y comercial y actuaron como un acelerador de las tendencias globalizadoras a nivel económico. No sería del todo equivocado sostener que el término globalización económica desde la década de los años ochenta pretendía dar cuenta de la manera como los países asiáticos, con su impresionante crecimiento, estaban comenzando a desafiar la casi sempiterna hegemonía occidental en la materia. La importancia de esta crisis ha radicado, entre otros, en que ha desvirtuado los discursos más ideológicos que se han construido en torno al concepto de globalización y ha redimensionado el papel del Estado. La profundidad de esta crisis no nos debe llevar, sin embargo, a creer en un anuncio del fin del capitalismo. Como acertadamente señalaba Fernand Braudel, siguiendo a Herbert Marcuse, "las crisis son esenciales para el desarrollo del capitalismo..., la inflación y el desempleo, etc., favorecen la centralización y la concentración del capitalismo. Es el inicio.de una nueva fase de desarrollo, pero de ningún modo es la crisis final del capitalismo"19.

Al igual que en las crisis europeas de 1992 y 1993 y la mexicana de 1994, en la crisis del sudeste asiático estuvo también presente un fuerte e inesperado aumento en la cotización de la divisa norteamericana. Esta tendencia de apreciación del dólar se había iniciado en 1996 y fue esto lo que llevó a los países del sudeste asiático a verse en la incapacidad de mantener la paridad con el dólar en razón del deterioro de su balanza comercial. En 1997, el dólar se apreció un 12,1% con respecto al yen y un 15,3% si se le compara con el marco.

La crisis comenzó con la devaluación el 2 de julio de 1997 del bath tailandés. El factor detonador de la crisis fue un déficit de cuenta corriente de 7% del PIB. La devaluación si bien mejoró la competitividad de las exportaciones provocó un duro golpe en los sectores que habían contraído deudas en monedas extranjeras y tuvo un impresionante impacto inflacionario y contractivo. El bath posteriormente contagió y arrastró la caída con respecto al dólar de las monedas de Filipinas, Malasia, Singapur, Indonesia, Corea y Japón. En diciembre de 1997, la moneda en indonesia se había devaluado en un 52,5% con respecto

rernand Braudel, Civilisation matérielle, économie el capitalisme, op. cit., tomo 3, p. 793.

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a la cotización que tenía el 1 de julio de ese mismo año, la tailandesa, un 42%, la coreana un 48%, la malasia un 33%, la filipina un 30% y el dólar de Singapur un 13,5%.

Como lo demuestran estas experiencias, escasos han sido los países que han logrado mantener los tipos de cambios fijos. Siempre se llega a un momento determinado en que se desmoronan como resultado de desequilibrios que tienen lugar en el sector externo, por la casi inevitable.acción especulativa o por el propio accionar de capitales que buscan protección en una moneda distinta a la local. Desde 1992, Finlandia, Noruega, Reino Unido, Italia, España, Portugal, México, la República Checa, Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Corea del Sur y Vietnam debieron abandonarlos20.

Un primer elemento interesante de esta crisis es que no sólo los países del Asia Pacífico que registraban desequilibrios macroeconómicos sufrieron una caída de sus principales indicadores. Singapur, con una economía muy sana, que disponía de elevadas reservas internacionales (US$ 75.000 millones) y un significativo superávit en su cuenta corriente también sufrió la depresión de su moneda (el dólar de Singapur), aun cuando en una dimensión mucho menor. En tal sentido, la crisis arrastró consigo al conjunto de la región, con efectos muy dispares en unos y otros casos.

El segundo elemento que se desprende de esta crisis es que sus inmensas proporciones y el efecto de "contagio" fue el producto de que todos estos países han concebido modelos de acumulación y crecimiento con base en el desarrollo del sector externo a lo que se suma el enorme peso que tiene el comercio intrarregional (40,4% del total de exportaciones). Para el conjunto de la región, las colocaciones en el extranjero representan un porcentaje elevado del PIB: mientras los países europeos registran un promedio de relación exportaciones/PJB del 22% y Estados Unidos del 13%, los países más afectados por la crisis en Asia alcanzan una participación elevada: Singapur 132%, Malasia 80%, Tailandia 31%, Corea del Sur 27%, Filipinas 25% e Indonesia 24%. La importancia del sector exportador en estas economías se convirtió en una agravante de la crisis en la medida en que todos estos países son muy vulnerables a los vaivenes del comercio exterior y también porque, cuando, con la devaluación quisieron equilibrar sus cuentas corrientes se enfrentaron a un contexto regional

20 Hugo Fazio R., El "tigre" chileno y la crisis de los "dragones" asiáticos, Santiago, Lom Ediciones, 1998, p. 37.

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que exacerbaba la competición por nuevos mercados en condiciones en que las importaciones tendían a estrecharse.

Sin embargo, lo más importante es que por sus características, así como por sus dimensiones, la crisis asiática mostró tendencias diferentes a la europea de 1992 y 1993 y a la mexicana de 1994. Si bien, también en estos países se observaban desequilibrios macroeconómicos y en algunos casos agudos problemas políticos, como la Indonesia de Sukharto donde se produjo un impresionante levantamiento popular contra el dictador, las circunstancias que desencadenaron esta crisis obedecieron más a una lógica de funcionamiento de la economía mundial que a factores internos (como en México) o regionales (como en Europa). Dicho en otras palabras, la magnitud y duración de la crisis es imputable a la globalización de los mercados financieros y de la economía más que a problemas económicos internos.

Varias características de estos países convirtieron a esta crisis en un acontecimiento específico: el carácter principalmente privado del endeudamiento exterior, las interconexiones de las economías dependientes de los mercados externos, la incapacidad de Japón, debido a sus propias dificultades, para desempeñar un papel similar al de Estados Unidos en relación con México, la entrada de Japón y Corea en la crisis, es decir, que la crisis afectó por igual a dos de los países más grandes, países que eran,'a su vez, los principales receptores de las exportaciones de los países más afectados. En 1997, más del 50% de los intercambios de Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas y China eran intrarregionales y de ellos la mitad se realizaba con Japón.

La crisis asiática es una crisis que puede catalogarse como estructural porque se extendió por diferentes países y porque condujo a sensibles transformaciones en los sistemas de propiedad, significó el inicio del desmonte de los concentrados sistemas patrimoniales de la propiedad y, por último, porque se tradujo en un punto importante de inflexión que aceleró la transnacionalización de estas economías. No está de más señalar que en la magnitud de la crisis asiática influyeron igualmente la debilidad de los sistemas financieros y el estrecho vínculo que guardan con el Estado. La importancia de este vínculo con el Estado radicaba en que el apoyo de éste creaba la idea en los bancos y en las grandes empresas que no se les dejaría quebrar, aumentando así la cuantía de las operaciones especulativas y riesgosas21.

21 Hugo Fazio R., op. át. p. 14.

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En dos sentidos esta crisis adquirió proporciones mundiales. Primero, porque involucró a dos Estados altamente industrializados —Corea del Sur y Japón— y, segundo, porque indujo a una drástica caída en los precios de numerosos productos básicos, lo que afectó duramente a economías de regiones distantes como las latinoamericanas. En la crisis coreana intervinieron factores políticos y económicos. Entre los primeros se encontraba la proximidad de la elección presidencial, que auguraba el triunfo del candidato de oposición, el cual suscitaba serios recelos por parte de la banca internacional y entre los segundos cabe mencionar la caída de las reservas internacionales de US$ 22.500 millones en octubre a US$ 6.000 millones a comienzos de diciembre de 1997 y la elevada deuda externa (US$ 154.000 millones en 1997), buena parte de la cual era de corto plazo.

De otra parte, esta es una crisis de globalización no sólo porque involucró a un amplio abanico de países, sino porque su rápida difusión fue estimulada por las facilidades que existen para el veloz movimiento de los capitales a través del planeta. La novedad que reviste esta crisis es que como se produce en un contexto de internacionalización de las economías, el movimiento mundial de capitales adquiere una gran autonomía. Esto precisamente es lo que ha permitido que, no obstante la crisis se iniciara en un país de escaso peso en la economía mundial como Tailandia, se convirtiera en el inicio de un acontecimiento que alcanzó dimensiones planetarias. Si no alcanzó proporciones mayores fue porque se contó con la "fortuna" de que la crisis ocurrió en un momento en que las economías norteamericana y europeas se encontraban en un ciclo de crecimiento.

Esta globalización financiera no se debe entender a la manera como usualmente es utilizada por los medios de comunicación, a saber: como el surgimiento de una espacialidad financiera única a escala mundial. La globalización financiera se ha nutrido de numerosos procedimientos que emplean los agentes básicamente privados para soslayar las reglamentaciones multilaterales y nacionales, lo que • mina el poder de los Estados, desvirtúa la relación entre mercados y Estados y acaba con los compromisos nacionales22. Dicho en otras palabras, si realmente hiciésemos frente a una genuina globalización financiera, este tipo de desequilibrios no podría tener lugar porque en todos los países "globalizados" se emplearían normas similares. Lo que en realidad significa esta globalización financiera es que el capital internacional fluye a través de las fronteras para sacar provecho de las diferencias nacionales.

22 Jacques Adda, op. di., tomo 1, p. 62, 94.

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De modo más preciso, el sistema financiero internacional a través de tres procedimientos contribuyó al estallido y a la profundización de esta crisis en el sudeste asiático: primero, por la excesiva disponibilidad de créditos de corto plazo que pueden eliminarse con demasiada rapidez; segundo, por la demasiada fácil capacidad de los especuladores para hacer grandes utilidades en un círculo descendente, provocando que un ajuste se transforme en pánico; y tercero, por los métodos del típico paquete de rescate del FMI que tienden a convertir las crisis económicas en políticas.

También desde otro ángulo puede considerarse esta situación como una crisis de globalización. La inclinación a poner en práctica modelos de desarrollo, cuyo eje central se ubica en el sector exportador, conlleva a exacerbar la competición por recursos, mercados y tecnología. En este plano, uno de los principales problemas que han debido afrontar los países asiáticos en los últimos años es el peso desmedido que ha alcanzado China en la economía regional y mundial.

Antes de la crisis, en 1991, Tailandia y Malasia, por ejemplo, recibían respectivamente el 10% y el 20% de todas las inversiones extranjeras que se realizaban en Asia. En 1994 su participación disminuyó al 1,3% y al 8% mientras que a China se destinaba el 67%. Una situación análoga se presenta a nivel del comercio. El gran crecimiento de las exportaciones chinas se ha realizado a expensas de los países del sudeste asiático. En tal sentido, se puede inferir que los importantes déficit comerciales y de cuenta corriente que han registrado estos países son imputables en gran medida a la política china de estructurar también su crecimiento con base en el desarrollo de las exportaciones.

De otra parte, la importancia que ha alcanzado el coloso asiático en la economía mundial ha llevado a numerosos empresarios de la región a realizar grandes inversiones en este país para beneficiarse de los bajos salarios que registran los productos de exportación desde este país.

Por sus dimensiones y su peso económico y político, el papel desempeñado por China debe ubicarse en el centro de cualquier explicación de esta crisis. El hecho de que China no haya sido arrastrada por la vorágine de la crisis, ello no significa que este país no sintiera los efectos recesivos de los países vecinos. China estaba protegida por sus importantes reservas de divisas (US$ 125 mil millones), por la inconvertibilidad de su moneda y por su escaso nivel de endeudamiento

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público interno (aproximadamente el 5% de PIB), lo que le permitía cubrir, en caso de necesidad las deudas contraídas por sus bancos sin poner en peligro los equilibrios financieros23.

Pero tal vez más importante que ello es que mientras los otros países del sudeste asiático eran receptores de grandes cuantías de capitales especulativos de corto plazo que se utilizaron para equilibrar las cuentas internas o se destinó a la especulación inmobiliaria, China era un lugar de destino de capital principalmente productivo, de largo plazo, que genera nuevas fuentes de trabajo y oportunidades para consolidar su inserción en la economía internacional.

China, no obstante, no fue ajena a la crisis. Mientras en los años anteriores registraba tasas de crecimiento superiores al 10 por ciento, las previsiones de crecimiento para 1998 se situaron en el 7%. En buena parte esta merma en el crecimiento fue el producto de la prolongada e inestable situación económica regional. Esta tasa de crecimiento, de por sí envidiable, es completamente insuficiente para suplir las necesidades del país. Las autoridades consideraban que un 8% es el mínimo necesario. Por debajo de ese porcentaje, se creía que no bastaba para generar suficientes empleos y mitigar así el auge del paro provocado por el "aligeramiento" de las 300 mil empresas públicas —estaba previsto licenciar a 3.500.000 personas en 1998— y la reducción de una administración pública sobredimensionada. Las necesidades de un elevado crecimiento son aún más importantes si tenemos en cuenta que la fábrica, casi siempre de grandes proporciones, no era sólo una fuente de empleo, sino que también proporcionaba una vivienda, atención médica, una jubilación e incluso, hasta hace poco, era un lugar donde se distribuían los alimentos básicos24.

China se enfrentó a un gran dilema: o se trazaba como objetivo continuar con su impresionante expansión económica y devaluaba el yuan y, de ese modo reactivaba las exportaciones, o mantenía la paridad de su moneda, veía mermada parcialmente su capacidad de ampliar sus potencialidades de exportación y se convertía así en un actor con el cual la economía mundial tendría que contar. En Pekín no eran pocos los partidarios de la devaluación ya que en 1998 el crecimiento de las exportaciones fue sólo del 5,5% en condiciones en que el año 1997 alcanzó el 20,6% lo que permitiría a China recuperar la competitividad perdida por las

23 Stephen Cohén, "Le commerce mondial otage de la Chine?" en Le Monde Diplomatique, París, enero de 1998. 24 El País, Madrid, 21 de septiembre de 1998.

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devaluaciones de los vecinos y por la contracción del mercado regional (4% frente a Japón, 30% frente a Corea del Norte y un 12% frente a Asociación de Países del Sudeste asiático). En 1994 China ya había ensayado devaluar su moneda en un 33% lo que le había permitido aumentar la participación de sus exportaciones en los mercados internacionales, despla2ando a varios de sus pares regionales.

Si esa política no fue adoptada se debió a que para importantes sectores del círculo dirigente una estrategia de devaluación traería consigo secuelas negativas mayores a largo plazo que las ventajas que se alcanzarían en el corto plazo. El beneficio comercial que se conseguiría en una primera instancia rápidamente sería superado por el auge del precio de los productos importados, lo que podría desencadenar la espiral de la inflación y, sobre todo, porque incentivaría a los demás países a estimular devaluaciones competitivas lo que agravaría la situación regional.

Quizás más importante que ello fue otra argumentación de tipo político. Esta crisis financiera era la primera en la que China participaba en calidad de "miembro" y protagonista de la economía mundial. Si mantenía la paridad, China demostraba ser un actor responsable con el cual la comunidad financiera mundial no sólo debía sino que además podía contar. Asimismo, al conservar el valor de su moneda el gobierno de Pekín quería enviar señales claras a los consumidores nacionales y a los inversionistas extranjeros de su compromiso con las políticas de reforma. Pekín también tendió la mano a los vecinos en problemas. El compromiso de China con la región quedó una vez más demostrado con los créditos que, a través del FMI, puso a disposición de Tailandia (US$ 1.000 millones) e Indonesia (US$ 500 millones).

Esta actitud "responsable" de Pekín, sin duda, le ha traído enormes beneficios. La confianza que se tiene en sus dirigentes y en la solidez de su economía acrecentará la tendencia de concentrar los flujos de inversión, lo que contribuirá a fortalecer la presencia económica china en la región y en el mundo. De otra parte, con ello asistiremos a la emergencia de una China más segura de sí misma ya que la crisis ha golpeado duramente a sus más serios contendientes: Rusia, Japón y Corea. De ello se puede desprender un cambio geopolítico de gran envergadura que acrecentará el posicionamiento de China en la región y el mundo.

Evidentemente, Asia seguirá probablemente registrando grandes dificultades mientras Japón prosiga en estado recesivo y no se recupere. La crisis japonesa

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viene de tiempo atrás. No ha podido superar el peso délos préstamos no cancelados que se concedieron durante la burbuja especulativa y el explosivo crecimiento del mercado inmobiliario de finales de la década de los ochenta. En 1989 el Nikkei cayó en un 70%. Con ello se inició una larga recesión que ha durado toda la década de los noventa. Para tratar de salir de la recesión, el archipiélago reorientó su economía con destino a los vecinos países asiáticos. En 1997 hacia la región se destinó el 41% de sus exportaciones y el 23% de la inversión extranjera directa.

En dos sentidos la situación del archipiélago contribuyó a exacerbar las tensiones que culminaron en la crisis del sudeste asiático. De una parte, la debilidad del yen fortaleció las exportaciones mientras que el bajo nivel de actividad económica interna ocasionó una disminución de las importaciones. Para sufragar los desequilibrios comerciales en que incurrían los países vecinos, los bancos japoneses tuvieron que ampliar los créditos a los "dragones asiáticos" para que estos pudiesen, a su vez, comprar los productos japoneses. De esta manera, los bancos japoneses tienen préstamos otorgados en la región muy elevados. Las instituciones financieras niponas han concedido financiamiento por US$ 265.000 millones. Los bancos nipones mantienen un total de US$ 580.000 millones en créditos impagos, monto equivalente al 15% del PIB.

De otra parte, la disminución de la actividad económica en el sudeste asiático no sólo ha comprometido los créditos otorgados por la banca nipona sino que también ha conllevado a una severa reducción de las exportaciones japonesas hacia la región. Se tenía previsto que en 1998, el comercio con el resto de países de la región fuera negativo, por primera vez desde 1980. Esta situación se tornó más complicada porque con la devaluación, Corea entró a rivalizar con la producción japonesa. Aproximadamente un 70% de las exportaciones coreanas compiten con productos japoneses.

Esta multitud de factores en juego en la crisis asiática es lo que explica su larga duración y las dificultades para encontrar una vía que permitiera a estos países salir prontamente de la crisis. Todo se volvió una espiral de contradicciones que se retroalimentaban mutuamente y que en lugar de allanar el camino para su solución crearon las condiciones para que se prolongara por bastante tiempo.

En síntesis, a la concurrencia china finalmente se le añade el hecho de que los países del sudeste asiático, a excepción de Corea del Sur, no podían recurrir a la

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estrategia de estimular la exportación de productos con un alto valor agregado debido a que en este plano entraban a competir con Japón, país que dispone de una altísima tecnología y ha mantenido un constante superávit comercial con los dragones asiáticos. De esta manera, los países emergentes del Asia Pacífico han quedado atrapados en medio de dos fuegos: de una parte, la concurrencia china y de la otra la imposibilidad de competir con Japón.

Una segunda consecuencia geopolítica de esta crisis, además del.aumento de la importancia de China en la región, consiste en que se ha creado un escenario idóneo para que se refuerce la influencia norteamericana en el Asia Pacífico debido al fortalecimiento del dólar, que se ha valorizado y se ha convertido en la moneda refugio de los países problemas y por la mayor penetración de las empresas multinacionales norteamericanas que se han beneficiado de la caída de las acciones, de las monedas, así como de la apertura de estas economías25.

De esta crisis se desprende un conjunto de consecuencias que pueden ser de gran utilidad para el futuro ulterior de América Latina, para la orientación que se le dé a sus políticas de transformación y son, además, una clara demostración del carácter muchas veces ideológico de la- globalización.

De una parte, el recetario de los organismos financieros multinacionales que presionan para que los países emergentes ubiquen el motor del desarrollo económico en el sector exportador tiene sus límites naturales. Como lo demuestra la experiencia china en la medida en que aumente el número de países, cuyo motor del crecimiento se articula en torno al sector exportador, la competencia por los mercados internacionales se agudizará, lo que entrañará inevitablemente que las ganancias que obtengan algunos se traducirá en pérdidas para otros. Ello significa que, como lo señala Lester Thurow, el crecimiento basado en la exportación funciona cuando participa sólo un pequeño número de países pequeños, pero cuando en esta estrategia se involucra un gran número de países y algunos de grandes dimensiones como China e' Indonesia esta era llega a su fin . Las economías emergentes deben aprender a buscar conjugar un modelo que sin renegar de la variable exportadora, explore una estrategia de crecimiento con base en el estímulo a la demanda interna. Sólo así se podrá evitar o mitigar los contagios adversos de la economía mundial.

25 Laurent Schgwab y Nguyen Thi My Dung, "La case financiare en Asie" en Futuribks N. 227, París, enero de 1998, p. 18. Lester Thurow, "La crise financiére asiatique: un regard américain" en Esprit, París, mayo de 1998.

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En segundo lugar, la experiencia histórica demuestra que no es del todo cierto que la apertura y la transparencia de los mercados eviten crisis como las que en los últimos años hemos vivido. La experiencia de las dos últimas décadas demuestra que en algunos casos sistemas financieros controlados por el Estado (México 1982) y en otros plenamente liberalizados (México 1994) han sido sacudidos igualmente por crisis. Lo que está en juego no es la transparencia, sino la lógica de los modelos de acumulación y desarrollo y el carácter especulativo del sistema financiero internacional.

En tercer y último lugar, el hecho de que los once países de la Unión Europea que se encuentran transitando hacia la moneda única sean países que han encontrado los mecanismos adecuados para capear este temporal financiero internacional y que en el sudeste asiático existan, por el contrario, organizaciones regionales poco institucionalizadas que para nada han servido en estas adversas circunstancias, sugiere que la regionalización profunda e institucionalizada puede ser un buen instrumento de coordinación para superar las crisis de esta naturaleza y sirve, además de contención frente a los aspectos más sórdidos de la globalización económica, tal como la defienden sus epígonos.

En este sentido, la crisis asiática parece corroborar la tesis de que pueden existir tres modos de regulación27: el primero, y hoy el más difundido, se caracteriza por el debilitamiento de las estructuras de regulación públicas tradicionales y, el consiguiente crecimiento de poder e importancia de las empresas transnacionales y del capital financiero mundial. Como la experiencia demuestra que este esquema ha favorecido la rápida movilidad del capital especulativo internacional y ha contribuido a exacerbar la crisis mundial. El segundo, muy congruente con lo que debería en efecto ser una verdadera globalización, consistiría en la creación de mecanismos y de instituciones de carácter planetario de regulación, pero debido a la gran heterogeneidad de intereses, a la lógica intergubernamental de compromisos y al deseo de los grandes Estados de no ver limitadas sus acciones, es improbable que en el futuro cercano el mundo pueda construir una institucionalidad tal. El tercero, derivado de la experiencia europea, se caracterizaría por el surgimiento de una institucionalidad a nivel macro regional, es decir, supranacional, que permita a los países miembros dotarse de mecanismos de protección frente a las

27 Véase, Kimon Valaskakis, "Mondiaüsation et gouvernance. Le défi de la régulation publique planetaire" en Futuribles N. 230, París, abril de 1998.

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adversidades externas y que- sirva para renegociar con otras institucionales regionales similares la gobernabilidad financiera mundial. Este sería el esquema más deseado y podría representar un gran avance para los países latinoamericanos en su inserción internacional.

Globalización, regionalismo y relaciones de poder

El actual fenómeno del regionalismo puede ser percibido como una manifestación de dos movimientos: la protección de la sociedad en el ámbito macroeconómicoy como una reacüón contra la expansión del mercado mundial. Un este sentido podemos hablar de la segunda gran transformaáón. (Bjórne Hettne, "Development, Security and World Order: a regionalist approach" en The European Journal of Development Kesearch vol. 9 N. 1, junio de 1997).

Con la globalización se ha desarrollado un esquema piramidal de relaciones internacionales a partir de los primeros núcleos transnacionalizados. Es un esquema asimétrico de relaciones de poder en el cual se destacan los principales centros o polos económicos y financieros de alcance mundial (Estados Unidos, la Unión Europea y Japón), las regiones integradas a los mismos (el NAFTA, los restantes países europeos y el Sudeste asiático, correlativamente), los países o regiones que por razones comerciales o estratégicas pueden suscitar la atención de los respectivos vértices (el Medio Oriente, los países más desarrollados de América Latina y parte del Asia Meridional) y, por último, las regiones marginadas, en la cual se incluyen una parte de los países latinoamericanos menos avanzados, la mayor parte de los Estados adscritos al acuerdo de Lomé y varias islas del Pacífico. En este sentido, el sistema mundial en formación establece vinculaciones asimétricas de poder y reconstituye nuevas relaciones de significación y dependencia.

En buena medida, la forma en que se configuran estas relaciones de significación y poder son una clara demostración de la ausencia de una hegemonía global y, al mismo tiempo, son un mecanismo de reacción y resistencia para contrarrestar cualquier intento de apropiación de la dirección de los acontecimientos. Ello, a su vez, explica el papel que actualmente desempeñan los procesos de macro regionaHzación, los cuales, en algunas ocasiones, se convierten en estrategias dé adecuación a las tendencias globalizadoras y, en otras, se erigen en mecanismos . de freno a la globalización.

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Un buen ejemplo de estas tendencias lo encontramos en la filosofía que ha acompañado la mayoría de los acuerdos de libre comercio suscritos por los países latinoamericanos. El nuevo regionalismo en América Latina difiere en aspectos fundamentales de los intentos de los años sesenta, cuando se propiciaba la sustitución de importaciones. La tendencia general es que la integración regional debe ir de la mano con una estrategia de desarrollo hacia afuera que debe expandir las exportaciones y acrecentar la competitividad internacional. Esta estrategia se ha definido como un regionalismo abierto. Lo que distingue al regionalismo abierto y la promoción no discriminatoria de las exportaciones es que incluye un elemento preferencial que se refleja en los acuerdos de integración y se refuerza por la proximidad geográfica y la afinidad cultural de los países de la región. Un objetivo complementario es hacer de la integración un bloque más abierto y transparente de la economía internacional. El regionalismo abierto es la constatación de los cambios operados en la economía mundial y las grandes distancias que separan la década de los años noventa de la de los sesenta. La otra diferencia es que mientras que antes los acuerdos se promocionaban con el objetivo de potenciar el desarrollo industrial y no planteaban un mayor activismo a nivel externo, el nuevo regionalismo en América Latina se propone convertir a la región en un actor que pueda aprovechar los intersticios que se abren en el plano internacional.

A escala mundial la amplia difusión de estas regionalizaciones es una clara demostración de las limitaciones del actual sistema internacional para integrar una economía mundial. La inexistencia de un poder dominante que establezca formas consensúales de orientación económica y política explica la inclinación de numerosos Estados por la regionalización, por ser ésta una fórmula a través de la cual se busca la adaptación al sistema y, al mismo tiempo, se defienden sus más inmediatos intereses nacionales. En otras palabras, como lo señalaba un analista hace algunos años, "el grado de cooperación multilateral necesario para mantener una economía global relativamente abierta no es posible en un mundo multipolar. La integración regional representa, en e&te sentido, un compromiso: son áreas idóneas para las negociaciones multilaterales y lo suficientemente amplias como para permitir ganancias en el comercio y en las economías de escala"28.

Esta dimensión regional de la globalización encuentra su razón de ser en las desigualdades del proceso mismo de globalización y en los. desequilibrios que existen en la pirámide de poder del sistema estatal mundial. Esta propensión por

28 Stephen J. Kobrin, op. cit., p. 21.

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la regionalización es el resultado de las desigualdades entre los países en términos de tecnología, comercio, comunicaciones, grados de inserción e interacción con los espacios globaüzados.

Parafraseando a Polanyi que vio en el establecimiento de la sociedad de mercado en la Gran Bretaña decimonónica un fenómeno revolucionario, al que se supeditó toda la vida política y social, pero que generó una serie de situaciones que finalmente terminaron desgarrando las sociedades modernas y creando numerosos mecanismos de resistencia, el mismo esquema podría aplicarse para el caso de los nuevos procesos de regionalización. En la medida en que el mercado penetró en todas las esferas de la actividad humana, debilitó las estructuras tradicionales y dio origen a un creciente malestar social, la redistribución debe reinventarse con el fin de proporcionar a las personas desplazadas la protección social necesaria. Polanyi llamó a esta fase de expansión del mercado, seguida por otra fase de reacción de parte de la sociedad, el doble movimiento. La sociedad moderna es tanto el resultado de la expansión del mercado (primer movimiento) y la auto protección de la sociedad contra los efectos disruptivos y desestabilizadores del mercado (segundo movimiento). Esta fue la gran transformación. En su segunda fase la economía es fijada por la acción del Estado en la sociedad.

El auge iniciado a mediados de la década de los años setenta del mercado mundial puede percibirse como el primer movimiento de una segunda gran transformación. El comienzo de una desafección masiva con respecto a la globalización, el retorno de la política en la forma del nuevo regionalismo puede asociarse al inicio del segundo gran movimiento29. En muchos casos el regionalismo como resistencia se expresa en la realización de determinados objetivos que el respectivo Estado ya no puede garantizar. En otros, el regionalismo se concibe como un sustituto a las falencias de los Estados o para sustraer ciertos sectores de la economía de la exacerbada competencia a escala internacional.

Un ejemplo de resistencia nos viene sugerido por el escenario creado tras los cambios electorales en Europa que condujeron a una mayoría social demócrata en el poder, que pueden interpretarse como una reacción ciudadana en contra de los desequilibrios sociales que han generado las políticas macroeconómicas y financieras inducidas por los órganos comunitarios de la Unión Europea para adaptar al viejo continente a los circuitos globalizados. En- ese sentido, una reacción socialdemócrata

Stephen Gilí, "Globalization, democratization and the politics of indifference", op. cit., p. 207.

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constituye un llamado de atención de que el mercado no conduce a ningún mundo ideal y que se requiere conservar la autoridad y el poder de los órganos de regulación. De otra parte, seguramente se fortalecerá la sensibilidad en torno a que los modelos económicos deben ser socialmente justos. Todo ello puede redundar en un debilitamiento de las tendencias que comúnmente se asocian con la globalización y un fortalecimiento de modelos de desarrollo que sin renegar del mercado, se aleje del fundamentalismo esencialista. Desgraciadamente, parece que los gobiernos socialdemócratas, sobre todo por su insistencia en la tercera vía, parecen haber desperdiciado esta oportunidad, en buena medida histórica, de legitimizar una alternativa de poder.

De tal manera, la globalización, como configuración piramidal, con sus asimetrías en cuanto a las relaciones de poder y a las posibilidades de optimizar recursos para la inserción internacional, está introduciendo una gran diferenciación entre las naciones, principalmente en el mundo en desarrollo y, con la individualización de las oportunidades, está destruyendo los mecanismos de solidaridad que permitan luchar por un mundo mejor y más justo. Tal como lo demuestran numerosas experiencias, una estrategia basada en la desconexión no garantiza alcanzar una mejor posición en la nueva configuración mundial ni satisfacer las apremiantes necesidades internas. La única alternativa que le queda a los países en desarrollo consiste en tonificar un Estado, cohesionar la sociedad, mancomunar sus acciones en torno a los procesos de macro regionalización y relegitimar así, políticas y estrategias de desarrollo que permitan enfrentar de mejor manera la tendencia mundial a la globalización en su versión neoliberal.

De otra parte, el papel que siguen desempeñando los grandes Estados para inducir o regular ciertos componentes de la economía global, la delegación de los países más poderosos de ciertas funciones orientadoras a los organismos financieros multilaterales y la relación que subsiste en la actualidad entre Estado y mercado nos muestran que la manera como se establece la globalización refuerza una determinada configuración internacional del poder que, aunque de modo difuso, reproduce mecanismos de desigualdad y dependencia.

La influencia mayor del medio externo sobre la política internacional contemporánea es el resultado de la centralidad que tienen estos procesos transnacionales en la autonomización de las relaciones internacionales. Para los países del otrora llamado Tercer Mundo este nuevo orden mundial ha tenido considerables efectos directos. Si

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en los años en que prevaleció la rivalidad entre los Estados Unidos y Ja Unión Soviética,* la competición intersistémica se diseminó por todo el mundo, lo que creó un alineamiento de los países en desarrollo en torno a las dos superpotencias, lo que les garantizaba recursos económicos, financieros y militares, al desaparecer la guerra fría, aquellas naciones que se había aproximado en torno a Moscú se han visto en la necesidad de reorientarse hacia el capitalismo y acceder a las condiciones impuestas por los organismos financieros multilaterales para acomodar sus economías. En la actualidad, es improbable, por no decir imposible, que un país pueda desarrollar una política internacional que le sea totalmente autónoma. Esto lo observamos tanto en los países más desarrollados, dotados de inmensos recursos, como en los más contestatarios, los cuales, si bien a nivel del discurso o de la acción política siguen defendiendo unos principios específicos, sistemáticamente han tenido que acoplarse a la lógica que subyace en la actual dinámica mundial.

En la zona de influencia norteamericana y particularmente en América Latina las secuelas de la guerra fría han sido menos diáfanas y traumáticas, pero ello no ha sido óbice para que se hayan introducido también cambios de gran envergadura: de una parte, se observa una mayor centralidad de los Estados Unidos y, de la otra, se entrevé el ocaso de las anteriores propuestas nacional populistas y una mayor interpenetración de estos países con el capitalismo transnacional.

Otra aguda tensión que se desprende de esta nueva realidad mundial es que la consolidación de la democracia en numerosas regiones del Este y el Sur no ha ido de la mano con la ampliación de las oportunidades. Por el contrario, el abanico de elección para los países que tienen una posición más débil en el concierto internacional se ha constreñido considerablemente debido a que sólo se puede competir de modo más o menos independiente en la economía y sobre todo en las áreas del comercio y de las inversiones, pero la capacidad de estos países para extraer beneficios de esta situación se ha reducido enormemente debido a que el sistema mismo establece grandes límites a su manejo externo porque induce a una adaptación a la lógica de reproducción del mismo sistema30..

30 Manfred Bienefeld, op. cit.

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La globalización: entre el mercado, la homogeneización y la diferencia

Una de las mayores dificultades políticas de la globalización consiste en que opone de modo permanente el individuo ciudadano al individuo consumidor (Z,&\á Laidi, Malaise dans la mondialisation, op.cit. 1998, p. 26).

De lo anterior se puede colegir que las transfiguraciones de los sistemas productivos nacionales y la reconversión de los polos transnacionales en engranajes de una economía mundial están dando lugar al surgimiento de espacios diferenciados pero interconectados de articulación de los circuitos económicos. El principal de estos se observa en la consolidación de un espacio mundial o globalizado, o sea el terreno de acción de las grandes empresas transnacionales o de los polos exitosos a nivel de los mercados, la producción o las finanzas. Este ámbito, comúnmente definido como globalización de los circuitos económicos, se caracteriza porque con su densificación se contribuye a profundizar, acelerar y ampliar el radio de acción de las tendencias mundializadoras.

Con la noción de profundización queremos denotar la intensificación cada vez mayor de los vínculos que se producen entre las economías, los Estados, los agentes transnacionales y las sociedades. Como señala Anthony Giddens, la globalización alude a-una intensificación de relaciones sociales planetarias, que aproximan los lugares distantes. Con base en estas interrelaciones no sólo se estimula el surgimiento de grandes sistemas, el nivel global, sino que se transforman igualmente los contextos locales y personales (cotidianos) de experiencia social.

La aceleración anuncia una dimensión temporal, un tiempo mundial, para retomar una noción cara a Braudel, que se define como "el momento en que todas las consecuencias geopolíticas y culturales de la postguerra fría (el mundo sin puntos de referencia) se encadenan con la aceleración de los procesos de globalización (un

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mundo sin fronteras) económica, social y cultural"' y alude también al hecho que precipita la adaptación de las funciones de los Estados y las sociedades a los ritmos que imponen los circuitos transnacionalizados.

Por último, la ampliación se refiere a la mayor cobertura espacial de los circuitos globalizados, a la compresión del espacio y al surgimiento de un ámbito internacional que penetra y trasciende las sociedades y Estados para situarlos dentro de su propia racionalidad. Es la existencia de una serie de fuerzas provenientes básicamente del mercado mundial que están determinando aspectos fundamentales del poder e induciendo a la adopción de cambios estructurales en los diferentes países desarrollados y en desarrollo. En tal sentido, la globalización podemos definirla como un proceso multidimensional que pone en interacción a los diversos sociedades, Estados y regiones del planeta de una manera desigual tanto en el ámbito internacional como nacional.

Esta globalización se profundiza, acelera y amplía a través de complicados mecanismos que conjugan indistintamente interacciones y reacciones frente al sistema. La globalización no debe ser interpretada como un proceso que se desarrolla de manera rectilínea: se produce a través de situaciones que tienden a veces a una mayor integración mundial, o sea la adaptación de los disímiles actores a la lógica de funcionamiento del sistema'(v. gr. las políticas de apertura), y en otras hacia la fragmentación, es decir, cuando se propende por una recomposición de los Estados o la constitución de "bloques económicos" para adaptarse al sistema; en ocasiones se gravita alrededor de un cierto universalismo (el proclamado fin de la historia de Francis Fukuyama o el deseado nuevo orden mundial de la administración Bush) o, como, por ejemplo, cuando se intentan afirmar los valores universales de la democracia, y en otras hacia los particularismos, sean éstos nacionales, étnicos o religiosos; por último, en algunas oportunidades se propende hacia el fortalecimiento de una determinada homogeneización cultural (inglés: lingua franca) y en otras se estimula la búsqueda de la diferencia (la salvaguardia de la idiosincrasia francesa) o la constitución de un Estado.cultural2.

En tal sentido, la globalización, si bien en sus orígenes fue un proceso básicamente estimulado por el desarrollo económico y las nuevas condiciones tecnológicas, constituye una interrelación de diferentes ámbitos que van desde la

1 Zaki Laidi, Le temps mondial, op. rit., p. 12. Yoshikazu Sakamoto, "A perspective on th'e changing world order: a conceptual prelude", op. cit., y Hugo Fazio, "Fortalezas y debilidades del nuevo sistema mundial", en Análisis Político N. 18, Bogotá, enero-abril de 1993.

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economía y los nuevos circuitos comunicacionales, pasando por la política, la sociedad, la cultura y la ideología.

JLa globalización j la mercantilibación de la política

s\. partirdelmomento en que la economía se convierte en la finalidad principal de la política, se debilita el patriotismo, porque se privilegia al consumidor frente al ciudadano y a la división internacional del trabajo en lugar de la cohesión social (Jean-Claude Casarrova, en CommentaireN. 81, primavera de 1998).

Vivimos un cambio profundísimo y vertiginoso en todo el planeta. LM economía se ha hecho grande y la política se hace pequeña. Y los políticos somos los responsables de este (Felipe González, E/País, 26 de junio de 1999).

En el ámbito de la política es muy evidente que asistimos a dos tipos de situaciones: unas son el resultado del fin de la guerra fría y de la recomposición política que ha entrañado la emergencia de esta nueva configuración planetaria y las otras son las transformaciones que la globalización está generando en los ámbitos públicos y básicamente en la forma de hacer política.

El fin de la guerra fría ocasionó un debilitamiento circunstancial de las pautas de conducta y de los canales de expresión de los problemas nacionales e internacionales. Para bien o para mal, la configuración en torno al eje Este-Oeste tenía un orden o mejor dicho una serie de pautas de conducta a través de las ' cuales las clases, los gobiernos, las instituciones, en fin, los múltiples actores expresaban y canalizaban sus acciones. La emergencia de nuevos actores centrales, la difusión de nuevas ideologías, la "mercantilización" de las relaciones, etc., todas estas características de la fase actual han comenzado a construir nuevos canales y pautas de expresión. Mientras que estas tendencias decantan y los actores se adecúan a esta nueva realidad, se asiste a un período de readaptación, que puede ser más o menos largo, en el cual los conflictos y los intereses internacionales y nacionales se expresan de manera "anárquica". Esta atmósfera de cierta incertidumbre ha llevado en ocasiones a situaciones extremas. En Yugoslavia, país que interiorizó la bipolaridad anterior, cuando ésta desapareció, surgieron las condiciones para su implosión.

En razón de estas transformaciones se asiste también a un reordenamiento de las expresiones políticas: por la crisis y desaparición del socialismo soviético, la

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izquierda tradicional, vinculada a esa perspectiva de desarrollo social alternativo, ha sido la que con más profundidad ha sufrido los rigores del cambio mundial y en las actuales circunstancias le resulta muy difícil mantenerse como referente político. Ha visto conculcada su base social por la pérdida de sectores de su antigua militancia o de simpatizantes; muchos comunistas —como ha sido el caso en los países de Europa Central y Oriental— adoptaron los nuevos referentes y se insertaron dentro del sistema para lo cual utilizaron sus anteriores redes de influencia y poder; y, por último, estas izquierdas, las que han sabido adaptarse, han girado de una posición antisistémica, es decir, de una voluntad de transformar el sistema por uno de tipo socialista, hacia una posición intrasistémica, o sea, de abandono de los deseos de sustituir el sistema para asumir la lucha por mejorar el existente a través de reformas. Esta nueva posición ha implicado la aparición de nuevos credos en sustituto del marxismo leninismo el cual ha sido relegado al museo de la historia por parte de estas organizaciones. Se prefiere optar por visiones que se adecúen mejor a la dinámica de los procesos actuales. La tercera vía pregonada por algunas organizaciones antes de corte comunista y otras de naturaleza social demócrata, por ejemplo, es un intento de reconstruir en el plano ideológico y político una estrategia social demócrata en un contexto mundial determinado por la caída del muro de Berlín y la aceleración del proceso de globalización.

Si las izquierdas han sido las principales damnificadas, los restantes partidos han sufrido impactos no menos fuertes. Las organizaciones de centro, tales como las democracias cristianas y las socialdemocracias, también atraviesan por una fase difícil, En primer lugar, estos partidos de centro fueron las organizaciones que históricamente se vincularon a la propuesta del Estado de bienestar. Al iniciarse el debilitamiento de ese "pacto social" institucional por la individualización de las opciones en la economía de mercado, dichas organizaciones perdieron uno de sus pilares fundamentales de acción y referencia política. En algunas oportunidades, esas mismas organizaciones han tenido que asumir la carga de practicar las reformas y las transformaciones necesarias para desmontar el Estado de bienestar. Esta "esquizofrenia política" los ha hecho perder puntos de referencia para la acción en las nuevas circunstancias. Es ilustrativo al respecto el caso de la socialdemocracia alemana, la cual no ha propuesto radicales medidas contra el desempleo porque ello pondría en peligro el consenso social y podría suscitar grandes reacciones patronales en momentos en que la capacidad competitiva de Alemania atraviesa

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por un período delicado como producto de la reunificación de las dos alemanias3.

No mejor suerte han corrido las organizaciones de derecha. Tradiciünalmente basaron su ideología y su práctica en la lucha por contener el comunismo y se encontraron desarmadas cuando perdieron su gran contendor. Esto las condujo a buscar nuevos enemigos los cuales debían desempeñar el papel del comunismo, o sea, ofrecerles un perfil de lucha que mantuviera la unión e identidad entre sus partidarios. Este "enemigo" en el caso europeo y norteamericano, lo encontraron rápidamente en los inmigrantes, lo que les permitió utilizar el nacionalismo como referente ideológico y como medio de lucha. Valga hacer la salvedad que en las actuales circunstancias las organizaciones de derecha han logrado calar profundamente en la conciencia de sus pueblos apelando a las consignas nacionalistas y son de todos los partidos tradicionales los que mejor han sabido adaptarse a esta fase de transición.

La fuerza que moviliza estos nacionalismos es de diversa índole: acto de autoafirmación nacional, secesión nacional, lucha por el derecho de las minorías, rechazo de ese derecho, programas de reunificación, etc. Si bien su expresión más elevada se ha alcanzado en la Europa Central y Oriental, porque ahí ha sido mayor la pérdida de los anteriores referentes políticos, Europa Occidental no ha quedado exenta, como bien lo atestiguan entre otros, el éxito electoral de los nacionalistas flamencos en Bélgica, la ultraderecha en Austria y la amplia aceptación que las ligas norteñas en Italia han encontrado entre la población. En todo caso . la difusión de las tendencias nacionalistas ha sido el resultado de la crisis de los partidos políticos tradicionales y de la emergencia de fuerzas contestatarias como reacción a los efectos disruptivos —Estado-mínimo, autorregulación basada en el mercado, debilitamiento de las redes sociales, etc.— que introduce el sistema mundial en las estructuras sociopolíticas.

Somos de la opinión de que estas transformaciones que se han presentado en los componentes de los sistemas departidos tienen más que ver con la pérdida de los anteriores puntos de referencias tal como se desprenden de la nueva realidad planetaria originada por el fin de la guerra fría, que de la misma globalización. De hecho existen numerosas evidencias que demuestran que las organizaciones políticas siguen funcionando de acuerdo a la dinámica interna y que la globalización

3 Jean-Marie Vincent, "Les socialistes ailemands á court d'idées" en Le Monde Diplomatique, julio de 1994.

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es simplemente una percepción que en determinadas circunstancias puede ayudar a maximizar determinadas estrategias. Así, por ejemplo, mientras el Partido Laborista Británico, debido a la debilidad de sus bases, ha visto en la europeización de su política una oportunidad para fortalecer sus posiciones, el Partido Laborista Noruego, mucho más poderoso social e institucionalmente, no tiene la adherencia a la Unión Europea en la agenda, dado que la integración de su país a esta organización no le abre nuevas oportunidades electorales4.

Más allá de los radicales cambios que se han presentado en el sistema de partidos, la globalización ha traído consigo grandes transformaciones en la vida política. Los rasgos principales los podemos resumir en los siguientes puntos: primero, la individualización de las opciones, el desgarramiento del tejido social y el mayor divorcio que se produce entre las esferas económicas y las políticas han comenzado a atomizar la noción misma de comunidad y le han restado significación a las acciones colectivas. Cada vez es mayor la satisfacción de las necesidades básicas en el mercado a través del consumo y no en la esfera pública lo que se traduce en un crecimiento de la indiferencia frente a la política y a las formas de ejercicio de la misma.

Esta problemática se encuentra en el trasfondo que explica el veloz crecimiento de la apatía o vaciamiento de la política, porque muchos de los asuntos que atañen la vida directa de los ciudadanos están escapando al control de las autoridades y explica igualmente la indiferencia con respecto a los partidos políticos que ya no cumplen su función agregadora en torno a los intereses colectivos. Esto no sólo aumenta la brecha entre el ámbito de la política que comienza a quedar en manos de profesionales de la misma y la población,' sino que debilita a aquella y, por ende, también la gobernabilidad democrática y puede servir para una reedición de excesos autoritarios.

"Si el mercado copa todo el escenario social —escribe Antonio Leal—, la propia democracia deviene competencia política de élite, de grupos de poder, de lobbies que utilizando las propias reglas del mercado compiten y negocian por el poder dejando completamente ausente a la sociedad civil, abriendo cauce a los fenómenos degenerativos, como el clientelismo y la corrupción, y con ello provocando desencanto, indiferencia y desconfianza en la población que ya no reconoce en la

4 Robert Geyer, "Globalization and the Crisis of Social Democracy" en New Political Science N. 33-34, otoño/ invierno de 1995-96, p. 106.

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política el terreno propicio y natural del ejercicio de su ciudadanía. En el nuevo tipo de partidos son los profesionales, los expertos, los técnicos, quienes dominan una serie de conocimientos especializados, los que desempeñan un rol cada vez más importante y contribuyen a desplazar el centro de gravedad en la organización desde los militantes a los electores. Esto fija una diferencia central entre el partido burocrático de masas y el partido profesional electoral. El primero era una institución fuerte, basada en la ideología y en el establecimiento de una red muy radicada de creyentes. El partido profesional electoral es débil'y, por ende, la transformación implica un proceso de desinstitucionalización del partido y una creciente incorporación de éste a la esfera del Estado"5.

Segundo, el desdibujamiento de los ámbitos sociales dentro de los espacios nacionales en la medida en que algunos de estos campos, como por ejemplo, el económico y a veces el cultural, se encuentran más articulados con procesos similares que ocurren allende las fronteras nacionales mientras que otros, como la reproducción de las relaciones sociales y políticas, siguen inscritas en una dimensión eminentemente nacional. Esto da lugar a dos tipos de problemas: de una parte, la "autonomización" de la economía establece una disfuncionalidad con la política en la medida en que la primera se desarrolla en un tiempo veloz, determinada por la velocidad del mercado y el consumo, mientras que la segunda implica el manejo de la coyuntura y de la proyección temporal, por lo cual queda desvalorizada ya que no logra responder con prontitud a la dinámica del mercado. De otra parte, se distorsiona la política en la medida en que lo transnacional al desdibujar la unidad que antes existía en torno a la nación debilita los espacios públicos de negociación y consenso.

"Las naciones no son eternas, escribe Anne-Marie Thiesse. El actual vigor de los nacionalismos marca quizás el retardo de la política frente a la economía. La nación, en su acepción moderna, apareció cuando se desarrolló una profunda mutación económica y tecnológica. Fue la fuerza de cohesión que permitió elaborar una organización política y social a la medida de los cambios que transformaron completamente el modo de vida de la-gente. Otra mutación radical se ha iniciado para la cual la nación no es apropiada. Esto no tiene nada de trágico, a condición de que una nueva fuerza de cohesión garante de la democracia venga a reemplazarla. Esto no será producido automáticamente por las fórmas de vida económica. La sumisión a las fuerzas del mercado no es

5 Antonio Leal, EI crepúsculo de ¡apolítica, Santiago, Ediciones Lom, 1997, pp. 85-86.

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el destino a que estemos condenados. La historia de las naciones muestra bien que la formación de una identidad colectiva es una construcción militante, asociada a una proyecto político"6.

Sin embargo, uno de los problemas que se plantea es como reconstruir la nación. Ello por dos motivos. De una parte, para impedir que se siga atomizando el espacio social nacional en segmentos vinculados y marginados de los circuitos modernos. De la otra, porque la nación es el fundamento para la reconstitución del Estado de bienestar, cimiento de la solidaridad social. Para salvar al Estado providencia, conviene que la sociedad construya nación. Para ello todavía se requerirá que la sociedad subsista o, por lo menos, que no se desagregue mucho. Pues si el Estado providencia fue y sigue siendo una solución al problema social, es porque la solidaridad colectiva que instauraba remitía a la existencia tangible de una interdependencia entre los miembros de la sociedad7. Una idea similar sostiene Pierre Bourdieu cuando escribe: "Se plantea mal el problema cuando se opone, como generalmente se hace, una "mundialización" y un mundialismo que estarían de parte del poder económico y comercial, y también del progreso y de la modernidad, y un nacionalismo, apegado a formas arcaicas de conservación de la soberanía. Se trata en realidad de una lucha entre una potencia comercial orientada a ampliar el universo de los intereses particulares del comercio y de quienes lo dominan y una resistencia cultural, fundamentada en la defensa de las obras universales producidas por la internacional desnacionalizada de los creadores"8. En este sentido, defender la supervivencia de la nación no es un apego a lo arcaico, sino el fundamento de la solidaridad social, que ha tenido en el Estado de bienestar la base de su existencia.

Tercero, la globalización ha contribuido, sobre todo a partir de la autonomización de la economía, a una creciente des vinculación entre las diferentes esferas sociales lo que le ha restado significación y centralidad a la política. Si con anterioridad la política actuaba como el elemento articulador de las diferentes instancias en la actualidad se asiste una relativa atomización de las esferas sociales sin que alguna de ellas se eleve al rango de aglutinador. "La política deja de tener el control de mando de los procesos económicos, del ordenamiento jurídico, etc. En la medida en que la economía, el derecho y demás campos de la vida social adquieren

6 Thiesse Anne-Marie, "La lente invention des identités nationales" en Le Monde Diphmatique, París, junio de 1999. 7 Jacques Donzelot y Olivier Monguin, "De la question sociale á la question urbaine" en Esprit N. 11 noviembre

de 1999, p. 83. 8 Le Monde, edition hebdomadaire, sábado 23 de octubre de 1999.

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autonomía, orientándose por racionalidades específicas, la política deviene un subsistema más"9.

Cuarto, algunos autores consideran que la globalización y la densificación de vinculaciones sociales transnacionales alteran los fundamentos sobre los cuales descansa la identidad10, antes asociada directamente a una comunidad, un territorio y a un Estado. "Pierden fuerza, entonces, los referentes jurídico políticos de la nación, formados en la época en que la identidad se vinculaba exclusivamente con territorios propios. Se desvanecen las identidades concebidas como expresión de un ser colectivo, una idiosincrasia y una comunidad imaginadas, de una vez para siempre, a partir de la tierra y la sangre. La cultura nacional no se extingue, pero se convierte en una fórmula para designar la continuidad de una memoria histórica inestable, que se va reconstituyendo en interacción con referentes culturales transnacionales"11.

Tal vez sería más conveniente sostener que la globalización no altera tanto la identidad como las formas de identificación, ya que esta última es contextual y fluctuante. "Un mismo individuo puede asumir identificaciones múltiples que movilizan diferentes elementos de lengua, cultura, religión en función del contexto"12.

Al mismo tiempo,- se crea un espacio para reconstituir la política sobre nuevas bases en la medida en que al acrecentarse la liberaliz ación de los circuitos económicos y eliminarse los obstáculos para el comercio, aumenta la competencia entre los factores poKticos, institucionales, sociales (calidad de la mano de obra y de los sistemas educativos), administrativos (estabilidad, flexibilidad) y culturales de cada sociedad. Esto abre intersticios nuevos para la política ya que se convierte en una tarea fundamental buscar las mejores formas de compatibilizar las particularidades propias de cada sociedad con los desafíos que se desprenden del mundo globalizado.

Quinto, en la medida en que la economía y los medios de comunicación (que emulan a la escuela como aparato educador y socializador) gozan de una alta

9 Norbert Lechner, "Cultura política y gobemabilidad democrática" en Lxviatán, N. 68, 1997, p. 79. 10 "Nos vamos alejando —escribe García Canclini— de la época en que las identidades se definían por esencias históricas:

ahora se configuran más bien en el consumo, dependen de lo que uno posee o es capaz de llegar a apropiarse". Néstor García Canclini, op. cit. p. 14.

11 Renato Ortíz, Mundiali^adón de la cultura, op. cit., p. 31. 12 Jean-Pierre Warnier, op. cit., p. 9.

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centralidad y comienzan a copar los espacios privilegiados de la política, ya que entran a desempeñar un gran papel en la formación de la subjetividad colectiva que sustituye al antiguo mapa ideológico, la democracia deja de ser un atributo exclusivo de la política para convertirse en una forma de consumo público articulado en torno a la personalidad, el carisma y las imágenes deseadas de la realidad. De aquí nacen nuevos imaginarios de comunicación y sociabilidad.

Sexto, con la influencia de los medios, y la individualización de las opciones a través del consumo, la política se identifica cada vez más a un mercado, donde la libre elección en la realización de las preferencias personales construye la representación de que todo se compra y se' vende de modo directo, sin intermediación (vivir lo inmediato). La política como mercado diluye las intermediaciones sociales ya que el consumo fortalece el individualismo. Las demandas sociales ya no se realizan en los espacios públicos, sino que en los privados. Ello significa que el consumo se convierte en un sustituto de la política y esta última comienza a operar como una nueva forma de consumo. Esto en ningún caso erosiona las diferenciaciones sociales sino que simplemente las representa en nuevos escenarios de consumo.

Séptimo, a nivel de la política la globalización se presenta como un conjunto de imaginarios, como disímiles representaciones de pertenencia al mundo13. Estos imaginarios se construyen con base en las similitudes de formas de modernidad que encontramos en todas partes, en la existencia, para determinados segmentos sociales, de una vida cotidiana mundial, en el fortalecimiento de mecanismos de comunicación intercultural y en la existencia de un discurso con características similares. Estos imaginarios de globalización complejizan y vuelven incierta la política en la medida en que al interrelacionarse con las .dinámicas políticas nacionales debilitan los puntos de referencia tradicionales. Es en este sentido que se puede ser partidario de la globalización en el plano económico (liberalización de los mercados), pero defensor de la idiosincrasia nacional y cultural, es decir, se es "moderno" en lo económico y "tradicionalista" en lo político y cultural. La oposición izquierda y la derecha se desvanece al no lograr conjugar las estrategias políticas nacionales con los imaginarios que se desprenden del medio globalizado.

Octavo, esta tensión entre representación de la manera en que pertenecemos o queremos pertenecer al mundo y las formas endógenas de percepción de la

13 Zaki Laidi, "Les imaginaires de la mondialisation" en Esprit, octubre de 1998.

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política, no es simplemente un imaginario sino que también se convierte en un fenómeno muy real. Por ejemplo, con la globalización se ha acentuado la desvalorización de la producción material en favor de la producción de conocimiento. Es una verdad de perogrullo decir que el desarrollo de políticas educativas —acorde con las necesidades de un mundo globalizados— es condición para una adecuada inserción internacional. Pero, estas políticas no pueden realizarse al margen de determinadas tradiciones culturales, sociales y políticas de los respectivos pueblos. En este sentido, la política debe convertirse en una nueva forma de acción que propenda por la adaptación de la nación frente al medio globalizado.

De todos estos elementos que hemos señalado se plantea, en síntesis, un gran desafío para la política: pensarse y actuar no en un ámbito nacional, como había sido tradicional hasta hace no mucho, sino como la intermediación e interacción entre lo global y lo nacional o local. Con esto queremos señalar que ni el mercado ni la globalización sustituyen a la política, sino que ésta simplemente debe refocalizarse para introyectar el desvanecimiento de lo "externo" e "interno", propio a la primera, modernidad, y adecuarse a los condicionamientos propios del mundo en el cambio de milenio. De todo ello igualmente se puede deducir que existe una globalización de la política en la medida en que muchas relaciones en este plano se han liberado de los antiguos referentes espaciales, ha dado origen al surgimiento de nuevos imaginarios y, por lo tanto, ha construido nuevas formas de articulación y representación de la política. En síntesis, el gran desafío que enfrenta la política en condiciones de globalización consiste en pensarse como el lugar privilegiado del contrato social que no puede quedar desvanecido en la lógica del mercado.

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Conclusión

La globalización no borra las diferencias nacionales, locales y regionales, sino que se articula con ellas. Como lo señala un autor, "la cadena de causalidad va de la reorganización espacial de la producción al mercado internacional y la integración de los mercados financieros. Si en general ha sido visualizada como una fuerza homogeneizante totalizadora, la globalización se articula con las estructuras locales de diferentes maneras sin llegar a erosionar las diferencias nacionales y regionales"1.

Plantear en estos términos la noción de globalización, como fenómeno multifacético de confluencia de lo internacional y lo doméstico, constituye un elemento importante por cuanto nos permite entender la multiplicidad de formas de inserción en la economía mundial y de adaptación de los países a los procesos de globalización. Independientemente de sus regímenes políticos o de sus propuestas de desarrollo, la experiencia demuestra que las diversas naciones se ven en la necesidad de acoplarse al sistema. Pero no existe una fórmula exclusiva o única de asimilar la globalización. Sin pretender agotar la amplia variedad de estrategias, se observa que, como lo sostiene Alain Lipietz, entre las naciones desarrolladas prevalecen tres esquemas fundamentales: los países que han propendido por la flexibilización productiva y laboral (los países anglosajones), los que han dado origen a un modelo de brasileñización (Francia), que consiste en que se han conservado los principios de organización taylórista del trabajo, en condiciones de informatización de la economía, sin las ventajas que otorgaba el fordismo y, por último, los capitalismos articulados en torno a la "movilización del recurso humano", negociación que se realiza al nivel de las firmas (Japón), de

1 James H. Mittelman, "The globalisation challenge: surviving at the margins"'en Third WorldQuarterly vol. 15 N° 3, 1994, p. 284.

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la rama industrial (Alemania y la Italia del norte) o de la sociedad entera (Suecia), que pretenden aumentar la productividad del trabajo, conservando ciertos alcances sociales del fordismo.

Entre las naciones de la Europa Centro Oriental que han realizado el tránsito del socialismo al capitalismo se han configurado modelos que se vinculan con el tipo de transformación aplicado por los respectivos gobiernos. Estos podemos agruparlos en la economía de "bazar" o "lumpenizada" propia a la mayor parte del' universo soviético, Albania y, en menor medida, Bulgaria y Rumania, la transformación tapido, de mercado de inspiración neoliberal de la República Checa, y los mercados regulados de Polonia y Hungría.

En cuanto a las naciones del sur se ha propendido por diferentes esquemas de desarrollo. Algunos han privilegiado las estrategias propiamente neoliberales (v. gr. Chile y México), en otras se conservan bajo una determinada modalidad las políticas de sustitución de importaciones (por ejemplo, Brasil), otros han destacado la creación de polos exitosos con anterioridad a la apertura (Corea del Sur) y otros emprenden una desregulación y liberalización económica al tiempo que siguen defendiendo principios socialistas y la necesidad de conservar un Estado fuerte (Cuba y Vietnam).

Igualmente, se ensayan diferentes fórmulas de inserción en los flujos internacionales y transnacionales: en algunos países se destacan actividades para facilitar la integración con los respectivos polos económicos y financieros de alcance global (v. gr. México con Estados Unidos), en otros casos se privilegia la celebración de acuerdos bilaterales de libre comercio que inserten al país en el mundo (Chile, por ejemplo), otros optan por densificar vínculos multilaterales intra y extrarregionales (v. gr. el Mercosur y la Unión Europea) y los últimos pretenden conjugar de manera simultánea estos procedimientos de multilaterización y bilateralización de la inserción, modalidad en la que podría ubicarse a Colombia.

Existe la falsa inclinación a imaginar que globalización, uniformidad y progreso son, en el presente, nociones prácticamente equivalentes. Lo que induce a suponer que existe esta correspondencia es, en parte, el resultado de la amplia aceptación de • un discurso y una práctica que confiere a los factores globales un poder descomunal en las determinaciones de las opciones y políticas, al tiempo que reduce a una

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mínima expresión la dinámica interna en la identificación de estas estrategias. Es también el resultado del peso que actualmente tiene el discurso neoliberal, el cual no sólo asume que la transnacionalÍ2ación y la globalización constituyen procesos y estadios inevitables y deseables para todos los pueblos, sino que pretende destacar que la única forma acertada de inserción internacional se produce a través de la completa liberalización y desregulación de los circuitos económicos.

Como tuvimos ocasión de precisarlo anteriormente, esta interpretación neoliberal se articula en torno a la idea de que el libré movimiento de capitales y bienes produce una distribución más eficiente de los recursos y posibilita una mayor cooperación internacional como resultado de la interdependencia que existe entre los Estados y pueblos. La globalización, por lo tanto, es presentada como sinónimo de eficiencia, democracia, bienestar y progreso. Esta interpretación altamente ideologizada, pretende oscurecer la desigualdad que subyace en el sistema actual porque ignora deliberadamente las asimetrías inherentes a los procesos de globalización, el carácter piramidal de las relaciones de poder y la heterogeneidad de los diversos países en cuanto a los niveles de desarrollo de la tecnología, la producción, las comunicaciones y el comercio, etc.

Este discurso igualmente pretende pasar por alto el hecho de que la globalización reproduce nuevas modalidades de conflicto social: antagonismos entre capitalistas por la conquista de mercados, rivalidades neomercantiles entre Estados, una acentuada ampliación de las disparidades regionales e intrarregionales en favor de los ámbitos transnacionalizados, y sobre todo agudiza "la principal contradicción de nuestro tiempo, el conflicto entre las zonas de la humanidad integradas y las excluidas en la nueva división internacional del trabajo"2.

Hace diez años era natural que la mayoría de los analistas realizaran una lectura económica de la globalización debido a que la interpenetración financiera y comercial entre los países y actores económicos se encontraba en constante aumento. Pero, ya desde finales de la década de los años noventa, ha sido fácil percatarse que la globalización trasciende lo económico y se ha convertido en un fenómeno plural y multifacético. En este trabajo hemos intentado vincular estas diferentes manifestaciones de la globalización para lo cual hemos recurrido a la historia como disciplina y como proceso.

2 James H Mittleman, op. cit., p. 441; véase también Ethan B. Kapstein, "Workers and the World Economy" en Foreign Affairs, mayo-junio de 1996.

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Somos de la opinión de que esta perspectiva de análisis ha sido de gran utilidad porque nos permite alcanzar varios objetivos: primero, realizar comparaciones con tendencias globalizadoras en otras épocas y, particularmente, con finales del siglo XIX, momento considerado como de acelerada internacionalización del mundo. Esta confrontación entre dos épocas nos sirvió para poner en duda los pilares sobre los cuales se ha construido el discurso neoliberal de la globalización y también para evidenciar cuales son en realidad los aspectos nuevos que definen nuestro presente en comparación con momentos anteriores de alta internacionalización.

Segundo, el análisis desde una perspectiva histórica nos ha permitido entender la globalización como un proceso de larga duración que, en una determinada coyuntura, como producto de fenómenos políticos, económicos, sociales, ideológicos y culturales, asistió a una gran transformación. Este radical cambio consistió en un redimensionamiento del medio externo y en el surgimiento de nuevas porosidades que conectan lo global, lo macro regional, lo nacional y lo local. De esta manera, la globalización se ubica en una dimensión espacial y temporal específica: nuestro presente.

Tercero, el entender la historia en una perspectiva braudeliana, como historia global o total, lo cual no significa que toda historia tenga que ser una historia universal, sino la imbricación de los diferentes aspectos de la realidad social para entender el proceso como un todo, nos ha sido de gran ayuda para discernir este proceso como un fenómeno societal o, para hablar como Beck, un cambio de civilizatorio que afecta con ritmos e intensidades específicas los diferentes ámbitos de la sociedad. La globalización en este sentido, es un proceso multifacético y totalizador.

Cuarto, la perspectiva empleada nos muestra que, no obstante, el carácter -totalizador que adquiere nuestro presente, como sociedad que vive de la urgencia, que aparentemente se encuentra desvinculado del pasado y realiza las expectativas futuras en la inmediatez, el presente no sólo puede seguir siendo inteligible a partir del pasado, sino que a través de múltiples vínculos se encuentra asociado y mediatizado por el pasado.

Quinto, la globalización entendida como un proceso histórico nos ha hecho comprensible las relaciones de poder que siguen subsistiendo, no obstante la

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aparentemente neutral interpenetración de los pueblos a que alude la globalización. En tal sentido, vale la pena recordar que los procesos de globalización se originaron en los países de la tríada (Estados Unidos, Japón y la Unión Europea) y que, con la consolidación de estas tendencias, fueron poco a poco abarcando a nuevas regiones y tejiendo unas relaciones asimétricas de poder. La globalización en este sentido, reproduce relaciones piramidales de poder y nuevas formas de significación y dependencia.

Sexto, el principal factor potenciador de la globalización, además de las grandes innovaciones en los transportes y las comunicaciones, ha recaído en el mercado que no sólo ha facilitado la autonomización de la economía de las relaciones sociales, políticas y culturales en que se encontraba inscrita desde los orígenes de nuestra modernidad, sino que se ha erigido en factor estructurador de la sociedad y explica la "mercantilización" de la misma.

Por último, esta mirada de la globalización desde la historia constituye un ejercicio de historia del tiempo presente. Esta no es una simple historia contemporánea sino una perspectiva metodológica que se propone hacer inteligible la coyuntura presente mediante la visualización de ésta en una perspectiva de larga duración.

Difícil es decir que le espera al mundo en los años venideros. Lo único que tal vez no esté de más recordar es la sentencia de Karl Polanyi, escrita hace ya mucho, sobre el mundo y los sistemas de mercado:

La civilización del siglo XIX no fue destruida por un ataque externo ó interno de los bárbaros; su vitalidad no fue minada por la desvastación de la Primera Guerra Mundial ni por la revuelta de un proletariado socialista o de una baja clase media fascista (...) Se desintegró como resultado de un conjunto de causas totalmente diferentes: las medidas que la sociedad adoptó a fin de no ser aniquilada por la acción del mercado aurregulado (...) el conflicto entre el mercado y los requerimientos elementales de una vida social organizada (...) produjo la típica tensión que finalmente destruyó la sociedad3.

Karl Polanyi, op. cit, p. 249.

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