elementos presentes en la interacciÓn triadica
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ELEMENTOS PRESENTES EN LA INTERACCIÓN TRIADICA POSIBILTARES DE LA
ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE1
Victoria Eugenia Olmos2
Docente Asesora
Tatiana Calderón3
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
SANTIAGO DE CALI
2016
1 Este artículo se deriva del estudio realizado como trabajo de grado para optar el título de Psicólogo(a). Inicio junio 2015,
finalización noviembre 2016 2
Estudiante de la facultad de Psicología de la Universidad de San Buenaventura seccional Cali, Colombia
3 Psicóloga, Magíster en psicología. Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de San Buenaventura Cali
Resumen
Este es un estudio de corte exploratorio. Intenta pensar los elementos presentes en la
relación de objeto primaria, entre una madre y su bebé sordo; de esta manera, lo que se
intenta hacer es caracterizar las condiciones iniciales por las que atraviesa el amor, el deseo
y el cuidado en cuanto a que posibilidades se ofrecen para la aparición del lenguaje,
específicamente la adquisición del uso simbólico del objeto, es decir, que se va a
problematizar la relación pre-lingüística con los objetos, entendiendo que esta es la puerta
de entrada a las palabras y a su vez que es en esa interacción tríadica entre la madre- bebé y
objeto en donde se construyen códigos comunicativos que permiten dar uso simbólico a los
objetos y a su vez dan paso a la subjetivación, en tanto se es dueño y portador de una
palabra que el otro entiende como acuerdo.
Palabras clave: interacción, triada, uso simbólico, lenguaje.
Las propuestas de intervención sobre la discapacidad en nuestro país, se centran
principalmente en incrementar estrategias para insertar a los niños con disfunciones dentro
del estilo de vida que llevan aquellos que no sufren alguna falla sensorial, por tanto, el
sujeto queda reducido a la visión orgánica, y el único interés de estos programas se reduce
a rehabilitar la falencia, a disminuir las brechas funcionales para la inclusión de espacios
ciudadanos o a implementar estrategias para que accedan a la educación, pero no a
ocuparse de los aspectos relacionados con la vivencia de la discapacidad tanto del niño y su
familia en la posibilidad de asumir o no un tratamiento.
Otro asunto a problematizar en este trabajo, tiene que ver con la indiferencia dada al primer
año de vida del bebé, no existiendo (al menos en Cali) programas de atención temprana
encaminados a vincular activamente a la madre y sus reacciones psicológicas producto de
la discapacidad de su hijo, cuestiones que podrían ser facilitadoras o al contrario
obstaculizar la asunción de un proceso de rehabilitación, que en el caso de los niños sordos
significaría la temprana adquisición por cuenta de la madre y sus allegados de un lenguaje
de señas, se trata de evidenciar la necesidad de constituir elementos tempranos de la
comunicación, entre otros aspectos que disminuyan las brechas comunicativas y
relacionales de un niño en los primeros años de la vida. A diferencia de esto, la mayoría de
los niños que encontramos en los programas de rehabilitación, que incluyen el lenguaje de
señas y habilidades comunicativas mediante dispositivos, son mayores de dos años, lo cual
implica un importante atraso en todos los procesos cognitivos y psicológicos subsidiarios
del desarrollo del lenguaje y la comunicación.
Nos encontramos con que existen establecimientos que agrupan a los niños de acuerdo a su
patología, la discapacidad se convierte en una identidad y así quedan lejos de ser
considerados como sujetos, ya que su mejor manera de ser y estar en el mundo es partir de
una falta, y por tanto los sitúan desde lo que no pueden hacer, convirtiéndose en un
problema para las instituciones, ante esto Levin (2008) afirma:
Si un niño no juega, no habla, no dirige la mirada o realiza movimientos estereotipados, el
objetivo no debería basarse en buscar que el niño adquiriera nuevos hábitos y conocimientos
o que se adapte al juego de los otros niños o a estimular su sensibilidad sino más bien en
comprender cuál es la problemática que el niño nos muestra en su cuerpo, en su no - mirada y
en su no - palabra, estableciéndose una táctica y estrategia particular para ese sujeto niño y no
para su patología o diagnóstico.
Comprender las condiciones que aparecen en los ofrecimientos maternos para la
construcción del lenguaje y en especial el uso simbólico del objeto, en un niño en
condición de discapacidad auditiva, permitiría problematizar, comprender y obtener un
acercamiento a ese primer año de vida, desde las posibilidades que se le otorgan para
adquirir medios comunicativos que favorezcan su constitución como sujeto diferenciado.
Este estudio pretende caracterizar las condiciones iniciales por las que atraviesa la
construcción del vínculo entre la madre y el bebé en situación de discapacidad auditiva
frente a la posibilidad de ofrecer condiciones para la aparición del lenguaje, en particular al
papel que cumple el objeto en la adquisición del lenguaje. Con base en esto la pregunta
problema que surge es ¿Qué condiciones aparecen en los ofrecimientos maternos para el
desarrollo del lenguaje y en especial el uso simbólico del objeto, en un niño en condición
de discapacidad auditiva?
Objetivos Objetivo general:
Caracterizar los ofrecimientos maternos para la construcción del lenguaje y en
especial el uso simbólico del objeto, en un niño en condición de discapacidad
auditiva.
Objetivos específicos:
• Reconocer qué mediadores semióticos utiliza la madre en la interacción con su
bebé sordo alrededor del objeto.
• Explorar las adquisiciones dadas en el orden de lo simbólico en el seno de la
interacción.
• Comprender la relación entre el diagnostico de sordera y los ofrecimientos
maternos y semióticos dados por la madre en la interacción.
Antecedentes En concordancia con la línea de las relaciones tempranas se encuentra la investigación
realizada por Pérez (2014) en la que se exponen las significaciones de una madre frente a
un hijo con discapacidad visual y a su vez como esto causa efectos en la construcción del
vínculo, primeramente el autor postula la manera como la madre construye el deseo de hijo
apoyándose en el deseo de cubrir la falta, falta que se articula en la envidia del pene por
parte de la niña (castración), de esta forma la niña comienza a redirigir su amor hacia el
padre en la búsqueda de cubrir su deseo de falo, y es a partir de esta ausencia que la mujer
comienza a construir su feminidad, en esa búsqueda de la completud que va a ser atribuida
al hijo (Pérez, 2014). Esta idea de completud articulará en el desarrollo posterior todos los
aspectos relacionados con las fantasías de perfección atribuidas al hijo.
El bebé toma vida en las fantasías de la madre, ella le otorga forma y significado a partir de
su discurso, la madre enuncia lo que espera de su hijo, es de esta manera que le da la forma
deseada y cuando llega el nacimiento, los imaginarios se enfrentan con el hijo real, en
donde se ven evocadas situaciones que la han venido construyendo como mujer. A partir
del nacimiento, la madre elabora un duelo del hijo imaginado para darle paso al hijo real,
del cual ya no va a tener el total control como lo tenía cuando era un feto, dicha separación
permite, que se le dé a el niño un lugar de sujeto a través de la palabra, esto a su vez
posibilita la construcción de un lenguaje entre la madre y el bebé Winnicot (citado por
Pérez 2014).
En esta investigación se hace evidente la manera como la discapacidad se enfrenta con los
imaginarios, generando una pérdida en el ideal narcisista de la madre (que el niño esté bien
y no le falte nada) y a su vez generando condiciones diferentes en la maternidad, una de
las condiciones que se presentan en una relación primaria mediada por la discapacidad
visual, es la deficiencia sensorial que obstaculiza la comunicación entre la persona afectada
con la deficiencia y la no afectada, pues en el caso del niño invidente se le dificulta
dirigirse a los objetos y relacionarse con estos, sin embargo este relacionarse con el mundo
está mediado por su madre, es esta quien le provee el apoyo, la seguridad y la autonomía
para que explore su entorno. La lactancia es parte de ese sostén estimulador que la madre le
brinda al niño y el alimento es una forma de construir un momento íntimo de sensaciones
entre los dos, que se convertiría en una experiencia para el bebé y en una retroalimentación
para la madre, sin embargo, este intercambio se puede ver obstaculizado en el caso del niño
no vidente, pues la no mirada por parte del bebé es tomada por la madre como una falta de
respuesta y el hecho de que el bebé no se dirija a su pecho genera fallos en la comunicación
y surge una herida en el narcisismo de la madre, fundamentada en la falta de
reconocimiento en su función materna o en la frustración en su capacidad de maternidad, lo
que produce en la madre reacciones de rechazo o de sobreprotección (Pérez, 2014).
Al darse esta articulación entre el niño imaginado y el niño real con discapacidad, surgen
reacciones que afectan a la madre en el plano narcisista en la medida en que no consigue
identificarse y amarse a través de su bebé, pues no le es posible proyectar su deseo en el
niño con discapacidad, es en lo real donde se vislumbran las posibilidades de aprestamiento
que la madre puede brindar a este niño con limitaciones y no a ese niño ensoñado y
construido en el imaginario, es este niño el que le da un lugar a esos imaginarios y a esos
fantasmas subjetivos de la madre, pero ese lugar, es el ocupado por otro que fracciona y
que aterriza esos deseos narcisisticos en la medida en que es mirado como sujeto, en un
escenario en que la madre se permite construir a ese otro cuerpo diferente de lo anhelado,
es decir, cuando se da el espacio para que el niño real aparezca dentro de esa organización
de imaginarios y deseos.
Otra reacción en la madre a causa del encuentro con el hijo con discapacidad, es la angustia
dada por la decepción del hijo real, esta presenta descargas hacia el hijo de la realidad
quien toma la posición de objeto reemplazado ante la pérdida, es tomado como objeto al
que debe cuidar (forma de compensar la pérdida, de simbolizar su maternidad)
respondiendo de acuerdo a sus propias fantasías, induce respuestas en este y va a ubicar a
la enfermedad de tal manera que esta involucre a ambos, de esta manera creará un lugar de
dependencia frente al niño en el que este no puede sobrevivir sin ella -sobreprotección- .
Cargada de angustia ante esta situación la madre tomara actitudes de indiferencia o rechazo
frente a diferentes aspectos de su hijo porque no puede o no sabe dónde ubicarlo, estas son
las madres que se quedan con el hijo perfecto del imaginario quedando así imposibilitadas
para darse cuenta de la presencia de su hijo invidente; en acciones de querer salvar a su hijo
pueden estar encubiertas formas de rechazo hacia el hijo mismo, pues a partir de exigencias
sobre valoradas y atenciones desmedidas es que se diluye el lugar del sujeto con
discapacidad, para dar paso al hijo del imaginario; sin embargo es válido mencionar que
estás exigencias y demandas posibilitan por un lado, la exacerbación de habilidades, en la
medida en que alienta a la obtención de resultados que sobrepasan las capacidades del niño,
es decir, que se alienta a la vida, pero por otro lado también están las madres que no logran
formar un vínculo con sus hijos y lo invisibilizan por completo negándole la oportunidad
de constituirse como sujeto portador de deseo.
Para continuar con lo vinculado a las relaciones tempranas entre madre y bebé se
mencionará la investigación realizada Por María Eugenia Villalobos (2006) en la que se
busca identificar los elementos más significativos de los modos relacionales que se
instauran entre la madre y el bebé que le permiten a este último construir una percepción de
sí como sujeto psicológico; en las observaciones realizadas se evidencio que es el mismo
neonato en función de procesos de consciencia psicológica quien dirige su propio
desarrollo, lo que indica que se concibe al bebé como indiferenciado de la madre y a su vez
como agente que construye una organización del sentido de sí mismo con referencia a la
experiencia que se le ofrece (Villalobos, 2006)
Las acciones, gestos y actividades establecidas por estas diadas se caracterizaron por estar
teñidas de profunda emoción que se manifestaba en la alegría del encuentro expresada en
todo su gesto, a estas formas se le catalogaron bajo la categoría de investimento. Existen
dos clases de investimento, el interpersonal, en el cual la madre y el bebé focalizan su
atención el uno con relación al otro, en donde la madre interpreta las emociones del bebé e
incita a la interacción y él responde o el bebé con su comportamiento demanda atención y
acción por parte de su madre y el investimento del entorno, el cual es un momento en el
que la madre busca con sus acciones, que el bebé interactúe y aprehenda del entorno
(Villalobos, 2006)
En la investigación se encontraron regularidades en los actos de interacción como el abrazo
envolvente caracterizado por la emoción, el placer y el reconocimiento y a su vez la
respuesta corporal (acomodamiento del bebé) que facilitaba ese envolvimiento, la mirada y
atención fija por parte del bebé hacia la madre, la interpretación que realiza la madre de
sonidos que emite el bebé y el reconocimiento de las diferencias en las manifestaciones de
su hijo, lo cual guía la acción y respuesta frente a este.
Con relación a lo anterior se mencionaron otros aspectos fundamentales presentes en la
construcción subjetiva del bebé, como la disposición biopsicologíca de este que le permite
orientar la actividad adaptativa como proceso de organización de su cuerpo, por otro lado
están las transformaciones en los modos de contacto que la madre realiza en función del
reconocimiento que hace de su organización, en el primer periodo predomina el
investimento corporal y el mantenimiento del contacto estrecho, en el segundo periodo se
dispone el regocijo de la interacción mutua y en el tercero se da un investimento del mundo
externo, la madre pone límites y favorece el contacto interactivo con las personas y objetos
de su entorno, respecto a esto, cuando el bebé explora en los objetos externos se puede
comprender un progreso en la construcción de sí que diferencia lo propio de lo externo
(Villalobos, 2006).
El aporte más significativo de esta investigación para el presente trabajo investigativo, es
que uno de los elementos fundamentales para que se propicie que el bebé realice un
investimento de sí y a su vez pueda investir a sus congéneres, es la interacción e
intervención del adulto, pues el bebé realiza significaciones de las experiencias que vive en
la interacción con los otros, especialmente con su madre, por tanto es de vital importancia
tener presente esos ofrecimientos brindados por el adulto, ya que es por medio de estos es
que se hacen participes de la construcción subjetiva del bebé, lo que le va a permitir a su
vez contar con intención comunicativa, hacerse dueño de la palabra en el seno de la
interacción.
De este modo también es válido resaltar que es el bebé quien construye sus experiencias a
partir de la significación que realiza de los ofrecimientos maternos y es él también quien
propone sus propias formas de relación que a su vez van siendo significadas por la madre
(Villalobos, 2006).
Estas interacciones primarias tienen un papel fundamental en la construcción de los signos
pre-lingüísticos en la medida en que posibilitan y ofrecen un acercamiento del niño a esas
convenciones que le van a permitir utilizar el lenguaje como expresión de sí mismo, Una
de las formas primarias de comunicación brindada al bebé, esta permeada por la
musicalidad y la danza, los performance que atraviesan el habla del adulto cuando se
dirigen a los pequeños, es el habla dirigida al bebe, HDB; en esta investigación realizada
por español, (2010) se presentó particular interés a esos efectos perlocutivos, es decir
receptores en el bebé ante estos ofrecimientos musicales del adulto, también busco
comprenderse la emergencia de la comunicación intencional pre-verbal, entendiendo que
no hay que esperar a que se desarrolle la conducta lingüística, para que el bebé emprenda
conductas comunicativas intencionales sobre el adulto, y de igual forma se afirma que las
conductas locutivas del adulto son recibidas por los bebés, aunque no puedan ser
interpretadas de forma sintética y semántica, sí causa efectos en el destinatario.
El HDB presenta tonos agudos, mayores variaciones tonales y pausas más largas, es un
habla más rítmica, con frases cortas y bien segmentadas; éstas variaciones responden a
acomodaciones del bebé y varían según el momento de desarrollo en el que se encuentre, lo
que evidencia que este tipo de comunicación no es una forma fija sino que es un
comportamiento flexible que responde a lo que se quiera comunicar o demande el bebé, en
este sentido depende a su vez de la lectura que el adulto haga del niño y de los
ofrecimientos comunicativos que otorgue, el HDB favorece la adquisición de aspectos
semánticos y sintácticos, pues los padres tienden a usar un tono más alto cuando introducen
una palabra nueva y suelen situarla al final de la frase, el HDB -la exageración de
contornos melódicos, el alargamiento de las vocales, la elevación del tono, la marcación
rítmica, la repetición silábica, la acentuación de las palabras- facilita la adquisición del
lenguaje, pues permite obtener y regular el estado atencional, emocional y nivel de
excitación del bebé. (Español, 2010).
Para concluir, este articulo evidencia que en la diada adulto- bebé se comparten elementos
musicales pre-lingüísticos que corresponden a unidades holísticas de significado, el HDB
incluye el inter-juego con las conductas del bebé, varias modalidades sensoriales, por tanto
son ofrecimientos que permiten que ambos construyan juntos el sentido de lo compartido,
en el HDB se identifican rasgos poéticos que evidencian precisamente ese contenido
referencial que permite crear y mantener el estado de intersubjetividad primaria en la diada
(Español, 2010).
Partiendo del interés de ésta investigación, por comprender los elementos presentes en la
diada madre- bebé sordo favorecedores de la adquisición del lenguaje, específicamente el
uso simbólico del objeto, se retomará una investigación que pretende vislumbrar el
desarrollo del juego simbólico en niños sordos en comparación con el de los niños oyente.
El juego refleja el desarrollo cognitivo y socio afectivo del niño, el juego en niños
pequeños sigue una secuencia en el desarrollo, de forma que va aumentado en complejidad
con la edad desde formas que son claramente sensorio- motoras, hasta otras formas que son
claramente simbólicas (Navarro & Clemente, 1989).
La hipótesis de esta investigación asevera que la sordera profunda en la infancia afecta la
manifestación de acciones simbólicas a través del juego, pues se argumenta que la base
para simbolizar está ligada al desarrollo del lenguaje, por tanto, es esto lo que propicia que
el niño pueda utilizar en el juego esquemas representativos, de imitación, de
conceptualización y de sustitución de la realidad concreta por otra imaginada.
En relación al juego simbólico en los niños sordos, éstos son capaces de realizar juego
simbólico, sin embargo, su nivel de organización y coordinación del juego es menos
maduro y avanzado que el juego de niños oyentes de la misma edad, el niño sordo no tiene
habilidad para realizar secuencias de juegos previamente planificadas, tiene dificultad para
sustituir objetos, se observa una clara preferencia por los juegos constructivos, lo que
significa, juegos en los que enlaza o rellena, es decir, juegos más mecánicos y solitarios,
que los juegos en los que tenga que incluir e interactuar con un otro animado (Navarro &
Clemente, 1989).
Gregory & Mogford (1981) exponen que la dificultad en los niños sordos para planear
secuencias largas y en sí para jugar simbólicamente radica en la dificultad para
comunicarse con los adultos y los iguales, esto limita la posibilidad de planificar y
desmejora el simbolismo presente en el juego.
Los resultados encontrados evidencian que los niños oyentes realizan más conductas de
descentración, es decir, que las acciones simbólicas se proyectaban sobre otros agentes y
objetos; y en relación con las acciones de auto-pretensión no se evidencio mucha diferencia
entre los niños oyentes y los sordos, pues ambos realizaron acciones sobre su propio
cuerpo, debido a que estás son las primeras conductas que aparecen en los comienzos de la
representación lúdica del niño (Navarro & Clemente, 1989).
En cuanto a la dimensión de integración se encontró que los niños sordos realizaron mayor
número de acciones simbólicas aisladas, estas acciones aisladas indican un nivel de juego
más primario, pues no logran construir secuencias largas a diferencia de los niños oyentes
que si logran organizar decenas de acciones integradas en un núcleo común (Navarro &
Clemente, 1989). Sin embargo, ante estos resultados, la investigación en curso se cuestiona
si esta dificultad para integrar en los niños sordos, puede deberse a que como no está
presente el otro que escuche e interprete las palabras y gestos del no hablante, en donde
pueda reflejarse y organizarse, resulta más cómodo relacionarse con el cuerpo propio, que
sí proporciona seguridad y sostén, en la medida en que no exige una organización de sí, en
la que se vean innumerables acomodaciones o secuencias frente a determinada situación.
Se evidenció en los niños sordos mayor dificultad para sustituir objetos por otros, lo que se
relaciona con su dificultad para representar lo ausente, pues ante la presencia de un objeto
ambiguo no siente ninguna invitación a realizar acción lúdica sustituta (Navarro &
Clemente, 1989) sin embargo, de acuerdo con los intereses de la presente investigación, se
puede abrir el interrogante a la hipótesis de Navarro & Clemente (1989), pues las
dificultades para hacer sustituciones y representaciones ausentes, pueden estar vinculadas
con la relación pre-lingüística que establecieron con los objetos, a través de los
ofrecimientos del adulto, pues estos niños sordos, tienen iniciativa de uso, organizan un
juego aunque sea en secuencias aisladas, por tanto esto corrobora, que las acciones
simbólicas no están supeditadas a la aparición del lenguaje.
A continuación, se hará hincapié en esos primeros signos, que parten de la emoción y que
por tanto carecen de intención comunicativa, pero a su vez delimitan el curso de la
interacción entre la madre y el bebé, entendiendo que son la puerta de entrada, es decir que
corresponden con esos actos pre-lingüísticos que posibilitan la adquisición del lenguaje, en
especial, el uso simbólico del objeto.
Signos que crean el vínculo.
Uno de los misteriosos mecanismos de percepción que dan sentido a la relación y
significación inherente trasmitida en las acciones dadas en el vínculo entre la madre- bebé
es la sonrisa, este signo permite que haya una representación real de las fantasías
perfeccionistas que los padres implantan en él bebé incluso antes de que este nazca,
convirtiéndose entonces en una personita cargada de fantasías y expectativas. Las
representaciones imaginarias que los padres ponen en evidencia al comunicar las
significaciones atribuidas a las situaciones y manifestaciones sensoriales del bebé, inducen
en el otro -bebé- por medio de gestos significantes la modulación de ciertas conductas
(Cyrulnik, 1989).
La primera sonrisa, el primer llanto, la primera vez que se toma de la mano, mediatizan las
primeras interacciones fantasmaticas cargadas de sentido e interpretaciones, un ejemplo de
esta situación es cuando la madre interpreta que el bebé sonríe por que la reconoce o por
que le está halagando su labor de madre, y no asume que se trata de una sustancia química
que desencadena la sonrisa, con base en esa interpretación, la madre crea una adaptación
sensorial que responde a la señal del bebe, lo que indica que de su propia historia nace el
sentido atribuido a la sonrisa, tejiendo así el vínculo de apego mediatizado por el material
de la trasmisión de una emoción por medio de gestos, señales, actos o signos (Cyrulnik,
1989).
El hecho de que el bebé sea un “bebé en el vientre" y no un “feto” implica que tenga
competencias lingüísticas que permiten que perciba sonidos, el habla de su madre, las
caricias, olores, etc. De esta manera se recrean sistemas de señales que sostienen la
formación del vínculo, pues en esa interacción se manejan teorías de signos que les permite
mantener una comunicación y una relación cargada de sentido, que permite significar e
interpretar la emoción o la intención del otro (Cyrulnik, 1989).
Entendiendo que es en la relación comunicativa en donde se da lugar a los acuerdos
intersubjetivos, el papel del otro adulto es determinante, en la medida en que es éste quien
le otorga un sentido posible a lo sensorio- motor, por tanto la acción psicomotriz se forma a
partir de la identificación en ese otro materno en el que podrá reflejarse y refractarse en una
escena donde ponga en juego su función como bebé y en este escenario cargado de
movimientos se dará paso a la interpretación en la que la madre otorgará sentidos al actuar
del bebé tomándolos como gestos que llevan un decir (Levin, 2008).
Maternidad como un hecho subjetivo.
Para Freud (1914) el narcisismo nace por el traslado de la libido del mundo exterior, al Yo,
es decir, por la sustitución de las investiduras de objeto como investiduras de un narcisismo
secundario que se consolida sobre la base de otro, para recaer sobre el narcisismo primario,
lo que quiere decir, sobre el cuerpo propio.
La relación que la madre establece con su bebé está determinada por la manera como
desplegué su libido sobre el objeto, en este sentido, las madres despliegan su amor sobre un
objeto, y este objeto es, “el hijo que dan a luz, el cual les enfrenta una parte de su cuerpo
propio, como objeto extraño al que ahora puede brindar, desde el narcisismo, el pleno amor
de objeto” (Freud, 1914). En este orden de ideas, en el interior propio se levanta un ideal
sobre el que recaen todas las exigencias y deseos narcisisticos, es decir, todas esas
sensaciones de perfección de las que alguna vez se gozó. Es así como la madre inviste a su
hijo de libido Yoica, de méritos, de sueños y de deseos, para sentir esa satisfacción que en
algún momento sintió.
Se dan tres condiciones subjetivas hacia el neonato por parte de la madre, las cuales marcan
la relación entre madre e hijo. En la relación Madre- hijo fantaseado se ve reflejada la vida
inconsciente de la madre en relación con su desarrollo sexual y las relaciones libidinales
que estableció con sus primeros objetos, esta relación es claramente particular debido a que
cada niño viene cargado con rasgos y características individuales. Cuando la madre
finalmente interactúa con el hijo, se va a dar una interacción fantaseada guiada por los
investimentos afectivos, identificaciones y proyecciones inconscientes reciprocas. Es en
ese momento en que se va a percibir al niño real y al niño fantaseado, la madre recibirá un
recién nacido idealizado durante el embarazo, y la acción de este niño vendría entonces a
romper o a estrechar el sentimiento de unidad (Reyes & Castro 1992).
En cuanto al niño imaginario, éste es, en el discurso de la madre embarazada, su existencia
está supeditada a un hecho real, cultural y social, se trata de esos ideales narcisisticos que la
madre expresa mediante la palabra, declaraciones de lo que siente, su deseo de que sea niño
o niña, el nombre que tiene pensado para el bebé, la incertidumbre de saber a quién se va a
parecer, el imaginario de que nazca sano, lindo y completo (Reyes & Castro 1992).
En la relación entre madre e hijo real, todo está ligado al orden de la experiencia física, se
da el encuentro –parto- y la madre investirá a su hijo imaginario de particularidades que lo
ponen en una relación con su medio familiar y social, pero si el niño no corresponde con
las fantasías de la madre un duelo se hará presente, pues fue despojada de su completud,
pero si por el contrario si existe la correspondencia o aceptación del hijo real, la madre
“recuperará” su narcisismo truncado estableciendo una relación objetal con su hijo y a
través del amor a éste, recuperará una parte de sí, se amara a sí misma y es a partir de esta
relación que posteriormente podrá convertirse en un sujeto deseante (Reyes & Castro
1992). De esta manera el deseo se constituye a partir del otro, es una falta articulada en la
palabra y en el lenguaje, así es como los bebés quedan sujetos al deseo del otro –materno- y
es con la articulación del deseo con la ley y la castración del padre que él niños queda
liberado del goce del otro y se constituye sujeto.
La relación con la madre cumple un papel fundamental en la estructuración y organización
psicológica de hombres y mujeres, ya que fue el primer otro con quien se estableció una
relación de amor, de deseo, una relación humanizante y civilizadora, la cual es la base de
futuras identificaciones y elecciones de objeto, pues el hallazgo de objeto no es más que un
retroceso al pasado, un deseo de sentirse perfecto de nuevo.
Del niño idealizado al hijo de la falta
Los rituales repetitivos de aseo, alimentación y juego hacen parte de los primeros
intercambios que ayudan al bebé a construir sus primeros esquemas de intercambio social,
es a través de estos esquemas de juego organizados por la madre para relacionarse con su
bebé, que se va dando paso a situaciones comunicativas en las que el bebé empieza a
anticiparse, a tomar iniciativas y a contemplar las reacciones de la madre para tomar el
papel que inicialmente ella realizaba como interprete y otorgadora de significados ante las
diferentes conductas.
Cuando la madre atribuye intenciones a los gestos del niño, favorece que esté manifieste
intensiones comunicativas reales posteriormente, por tanto, este se convierte en un paso
anticipado a la adquisición del lenguaje, sin embargo, un vínculo formado con condiciones
de discapacidad, tiene la incidencia de la significación emocional sobre el diagnóstico, de
esta manera, los cuidados se ven permeados por ese sentido otorgado a la sordera,
generando el fortalecimiento de adquisiciones comunicativas, o por el contrario
obstruyéndolas (Espinosa, 2003).
La actitud de la madre suele ser más controladora cuando sabe que el bebé es sordo,
tomando la mayor parte de las iniciativas y asumiendo un papel más directivo, dejando
poco espacio para que el bebé interprete o signifique sus acciones o respuestas, para que de
este modo se favorezca la manifestación de intenciones y el acceso a lenguaje. Por otro
lado, la falta de audición del niño junto a la falta de respuestas ante la voz materna puede
provocar en la madre sentimiento de angustia y deseo constante de que su hijo se
comunique y aprenda lo que saben los niños de su edad (Espinosa, 2003).
Cuando la madre utiliza sistemas alternos a la comunicación auditiva – verbal ejerce menos
control en las interacciones con el bebé, pues de esta forma ofrece lo necesario para la
adquisición de un medio de comunicación, la madre en este caso respeta los turnos y los
niños sordos encuentran un medio a través del cual pueden compartir información, de esta
forma utilizar ambos modos de comunicación simultáneamente (oral y signada) posibilita
una comunicación más natural entre madre e hijo, generando de esta manera que la
ansiedad disminuya (Espinosa, 2003).
Se evidenció en una madre sorda signante4 en interacción con su hijo sordo, que ésta se
centraba en conseguir en el niño un buen nivel de atención visual para poder sustentar
posteriormente la lengua de signos, se observó también en esta investigación que las
madres oyentes hablan de forma continuada a sus bebés y las madres sordas por el
contrario les signan poco a sus hijos, utilizando con mayor frecuencia juegos vocálicos y de
entonación.
Cuando el bebé ha desarrollado notablemente su atención visual, la madre empieza a
utilizar signos aislados para denominar los objetos, modificando el movimiento y el lugar
en el que se realiza el signo, pues el movimiento signante se alarga en el tiempo y el uso de
espacio es mayor, las madres realizan frases simples a través de signos amplios y bien
estructurados conforme crece la capacidad visual del niño, (Espinosa, 2003). Esta conducta
de la madre frente a su hijo sordo podría entenderse como la entonación, la rima y las
repeticiones que la madre oyente utiliza al hablarle a su hijo oyente.
Algunas de las estrategias utilizadas por los padres sordos al comunicarse con sus hijos
sordos consisten en atraer la atención mediante el contacto físico, tocarle el brazo, la pierna
4 Signante: Persona que utiliza la lengua de señas o lenguaje de signos para comunicarse, es decir, que la
comunicación es a nivel gesto-espacial, por tanto, supone la percepción visual.
o el hombro suavemente, para que él interprete que cuando se le toca es porque se le quiere
comunicar y que por lo tanto no se puede iniciar comunicación si no hay contacto visual.
Por otro lado estos padres tienen en cuenta la dificultad de su hijo en relación a la atención
dividida, por tanto al comunicar realizan una secuencia de acciones que garantice que el
niño reciba la información que se le transmite completa, esta secuencia guía al niño desde
la persona – signando el nombre del objeto- al objeto y nuevamente a la persona – cuando
ya se signa aquella información sobre el objeto que se quería transmitir- de esta manera se
coordina lo que se dice con lo que se mira, se busca que el niño dirija la mirada y el
contactar visual, para favorecer así el desarrollo del lenguaje. (Espinosa, 2003).
El papel del objeto en la adquisición del lenguaje.
Se comprende que la madre es el primer objeto interpretado y comprendido por el niño, y a
su vez es en el seno de ésta interacción que se da paso al reconocimiento de los demás
objetos del mundo, pues es allí en donde se presentan las propiedades sociales de uso del
objeto, lo que permite abordar ese desarrollo ontogenético del lenguaje, reconociendo que
las primeras adquisiciones comunicativas del bebé se desarrollan en torno a esas
interacciones tríadicas adulto- sujeto- objeto, en las que inicialmente el adulto es quien le
presenta ostensivamente el objeto en su uso convencional al niño, incluyéndolo así, dentro
de los acuerdos intersubjetivos sociales, que posteriormente le van a posibilitar darle un uso
simbólico al objeto (Rodríguez, 2006).
La influencia de Piaget y la consideración del sujeto activo como constructor de su propio
pensamiento, pero alejado de las convenciones y significados de los otros, es decir, un
sujeto individual que se transforma a sí mismo y al medio en el que se desarrolla; incidió
en la exclusión y banalización del objeto, reconociéndolo desde sus propiedades innatas,
materiales y físicas, dejando de lado sus múltiples usos y funciones dentro de la vida
cotidiana y a su vez se relegó la importancia de este objeto cargado de cultura para la
aparición de los usos simbólicos, puesto que no se da lugar a las interacciones
comunicativas en las que el adulto le presenta dichos artefactos sociales al bebé, lo que le
permitirá formar acuerdos comunicativos y representacionales (Rodríguez, 2006).
En relación con las interacciones guiadas por el adulto, es pertinente resaltar el papel activo
que tiene el bebé dentro de esas interacciones, pues es el adulto quien se adapta y quien
presenta el objeto controlando su postura, su tono de voz y sus gestos dependiendo del
objeto y del momento de desarrollo del niño o niña, lo que supone una acomodación a las
exigencias y necesidades del bebé, por tanto las relaciones dependen de dos sujetos que
interactúan a través de mediadores pre- lingüísticos en torno a un objeto o situación, en
este sentido, se comprende que la intervención materna dentro de la pausa (provocación del
bebé), genera a su vez nuevos acomodamientos ante la succión, lo que evidencia una
actuación por turnos y contingencia mutua, que permite que el niño vaya haciendo un
reconocimiento de objetos manipulables diferenciados de su cuerpo, en la medida en que se
reconoce a sí mismo como agente, lo que a su vez posibilita que vaya adquiriendo la
intencionalidad dentro de los usos simbólicos, en la medida en que reconoce al objeto
como fuente de actividad externa. Kaye (citado por Rodríguez, 2006).
Es en este sentido, que se hace posible reconocer el papel del objeto dentro de esa primera
relación pre- lingüística en torno al objeto, entre la madre y el bebé, pues es así como se
clarifica la importancia del contexto (en torno a qué se está llevando a cabo la
comunicación) para que haya un significado dentro de la interacción, para que se pueda
comprender el sentido de un gesto no basta con los dos sujetos, es necesario considerar al
referente- objeto; el cual se ha dejado sin definición clara durante un largo tiempo, lo que
ha evitado que se haga una comprensión del para qué señala el niño, es decir que la
banalización del objeto ocasiona la perpetuación de estudios en donde lo que importa es el
señalar, pero no, lo señalado (Rodríguez, 2006).
Es importante tener presente que en este proceso de construcción de interacciones tríadicas
en las que el niño toma la iniciativa de uso, después de los ajustes, intervenciones y
modulaciones que hace el adulto, el niño se vale de estrategias que le permiten adquirir
esos acuerdos intersubjetivos convencionales, una de esas estrategias consiste en la
imitación, la cual no es ni mecánica ni una simple copia, consiste en actuaciones o
imitaciones llevadas a cabo con una finalidad, es decir que la imitación tiene una función
para el niño o niña, alejándose así de un lugar pasivo y automático dentro de la interacción,
pues aunque la asimetría entre el adulto y el bebé es evidente, la relación supone una
acomodación de ambas partes en la medida en que se van formando los acuerdos
comunicativos (Rodríguez, 2006).
De los gestos indíciales al uso canónico y simbólico
Las convenciones no son fijas, varían, son históricas, incluso las más evidentes para una
época dada, no lo son para otra, pues una convención surge del acuerdo intersubjetivo entre
dos personas que han interactuado en torno a un objeto dándole esos usos o funciones
consolidados a nivel cultural; para llegar a darle el uso simbólico al objeto, se requiere de
ese acompañamiento de adulto que presente al objeto en su uso convencional para que así
el niño vaya modificando los usos desde niveles más indiferenciados hasta otros de tipo
convencional, en donde los signos empiezan a tener vida en el seno de esa comunicación,
es aquí cuando el niño ya cuenta con una intención comunicativa en la que reconoce al otro
como interprete, abriendo lugar así, a la triadicidad (Rodríguez & Moro, 1999).
Los mediadores semióticos desempeñan un papel esencial en la interacción entre el adulto
y el niño y su interacción alrededor del objeto, estos son los gestos, vocalizaciones o
bastones semióticos comunicativos que les develan paulatinamente el enigma de los usos
establecidos culturalmente a los niños, se trata de esos recursos representativos de los que
se valen los adultos para presentar al objeto en su uso, por tanto se entiende que está
adquisición va desde los actos comunicativos indíciales, es decir, desde momentos en los
que se emplean sistemas pre-lingüísticos sin intención comunicativa, hasta la aparición de
actos comunicativos con intención de uso simbólico, lo que quiere decir que los niños se
apoyan en esos batones de comunicación para entrar a los significados simbólicos
(Rodríguez & Moro, 1999).
En los primeros meses de vida, los niños aún no dan un uso canónico a los objetos, debido
a que no cuentan con las herramientas semióticas para hacerlo, en esta etapa le dan a los
objetos “usos primitivos o no canónicos”, aquí el niño hace con el objeto lo que
físicamente le permite, es decir, cualquier cosa -los chupa, lo tira, lo mira, lo huele, expresa
emociones- , son los usos más alejados de los convencionales, en esta etapa no es común
que el niño tome iniciativa en el uso, pues aún no cuenta con semiosis previas de los usos;
a medida que el niño va interactuando con los cánones culturales, se da paso a las
“premisas de los usos convencionales”, en esta etapa el niño utiliza el objeto de manera
más dirigida y precisa, lo señala o sigue la acción del adulto sobre el objeto con la mirada,
y finalmente cuando le da un “uso canónico” el objeto es utilizado como se usa
convencionalmente, se empiezan a consolidar signos en situaciones más distales, se
evidencia en el niño intencionalidad en las situaciones comunicativas hacia el objeto, aquí
el objeto empieza a ser referenciado en una presencia simbolizada, pues viene a tener un
uso simulado de otro uso que si es convencional (Rodríguez & Moro, 1999).
Cómo ya se mencionó, los mediadores comunicativos son esas acciones de los adultos
sobre el objeto que le permiten al niño relacionarse con éste, e ir pasando desde esos “usos
no caninos” hasta el “uso canónico” del objeto, por tanto, se presentaran las formas
demostrativas que utilizan los adultos; la primera consiste en las “Demostraciones
distales” (D.D) en las cuales el adulto realiza una demostración en sí mismo como modelo
sin valerse de la mano del niño, en este tipo de demostración los adultos tienden a utilizar
con mayor frecuencia gestos faciales y corporales por encima del lenguaje verbal, éste tipo
de demostración ha permitido generar en el niño un “efecto imán diferido” el cual consiste
en que el niño sigue en una especie de réplica, la huella dejada por la acción del adulto, así
el lugar en donde se realiza la acción se convierte para el niño, en la dirección o lugar
seleccionado para actuar (Rodríguez & Moro, 1999).
Los adultos también utilizan “demostraciones inmediatas” (DI) en las cuales se pone en
uso el objeto directamente, el niño interactúa con él en un acercamiento más corporal;
también se valen de las “ostensiones” con las que el objeto es mostrado intencionalmente,
de acuerdo a como se utilice la ostensión puede cumplir una función atencional más que de
uso, sin embargo, si el adulto presenta la ostensión ofreciendo el objeto para que lo coja,
más allá de que el niño solo lo mire, lo estará invitando a tener una interacción directa con
el objeto, la cual posibilita la emergencia de significados (Rodríguez & Moro, 1999).
Finalmente están los “gestos de señalar” el cual es el gesto más puro, en la medida en que
se presenta de manera aislada y distante del objeto, lo que exige un nivel más complejo de
interpretación, sin embargo cuando los padres utilizan este mediador, lo hacen
acompañándolo de “redundancias” para facilitar la comprensión sobre el uso del objeto;
las redundancias pueden ser de tres tipos; “inmediata”, que es cuando el gesto toca lo
señalado, “múltiple”, es cuando el gesto mismo se repite y finalmente la “icónica” en la
cual el gesto reproduce las características de lo señalado. En este sentido, es posible que los
padres se valgan de un conjunto de signos que pertenezcan a diferentes niveles semióticos
y a distintos niveles de complejidad de manera simultánea, por ejemplo, a estos vínculos
semióticos se les conoce como “estelas” y su utilización facilita la comprensión de signos
nuevos.
Metodología
Tipo de estudio
Es exploratoria y descriptiva, ésta investigación propone un estudio cualitativo, pues busca
cualificar la incidencia de la maternidad como hecho subjetivo, en los ofrecimientos
semióticos posibilitadores de la adquisición del uso simbólico del objeto. La principal
herramienta de investigación fue la observación y el registro fílmico.
Procedimiento
Las observaciones se realizaron en un solo momento de la vida del bebé comprendido entre
los 6 y los 9 meses de vida, esa cualificación de la construcción del uso simbólico del
objeto se hará teniendo como referencia el experimento de Cynthia Rodríguez y Cristian
Moro en el cual se parte de la óptica pragmática que se refiere tanto a la comunicación
entre el adulto y el niño como a la evolución de los usos de los objetos por parte de ambos
en el seno de la interacción, este experimento a su vez permite ver la relación pre-
lingüística del niño con los objetos, entendiendo a través de esto que el lenguaje no es
solamente un acto de palabras, sino que tiene que ver con la construcción del objeto en
tanto fuente de uso y fuente de deseo.
Se escogieron cuatro momentos para ser observados: Rituales de aseo, espacio de
alimentación, momento espontaneo, interacción con el objeto (teléfono y bus).
Instrumentos
El material utilizado será un teléfono de plástico y un bus de legos (juguetes) estos objetos
son de uso habitual en nuestra cultura, es de uso fácil y mantiene el interés del niño durante
el periodo de recogida de los datos, otro criterio para elegir el teléfono es que como los
niños aun no hablan, con mayor frecuencia se utilizará de manera simbólica, estos dos
objetos tienen variedad de usos convencionales, por tanto se estableció que se tomará como
uso simbólico, utilizar el teléfono para llamar y el bus como medio de transporte que se
mueve.
Sujetos participantes
Estudio de caso: de una madre y su bebé sordo, las intenciones son comprender las
características únicas de esta interacción, más no hacer algún tipo de comparación o
generalización, por tanto, no busca extraer condiciones de causa y efecto, sino que por el
contrario, comprender las condiciones particulares del caso, describirlas y analizarlas.
El bebé fue diagnosticado con hipoacusia profunda bilateral desde los tres meses de edad,
sin embargo su madre no aceptaba este diagnóstico, por tanto continuó con estudios en
diferentes clínicas, hasta que a los 7 meses con los resultados de una resonancia nuclear
magnética, se dictaminó como definitivo el diagnóstico de sordera y adicionalmente se
hicieron evidentes dificultades motoras con causas neurológicas; la madre continuó
asistiendo a las rehabilitaciones y terapias auditivas con su hijo, lo que le exigió dejar su
trabajo, pues esta situación le demandaba gran cantidad de tiempo; por otro lado el padre es
policía y permanece poco tiempo en casa y en los procesos de J.
CATERGORIAS SUBCATEGORIAS DESCRIPTORES
Mediadores semióticos
ofrecidos en la interacción.
Bajo esta categoría se pretende
comprender qué interacción
favoreció la madre en relación
a los objetos, teniendo presente
que tipo de mediadores utilizó
para presentar el objeto en su
uso.
Mediación por
demostración distante
(DD)
Demostración inmediata
(DI)
Ostensiones.
Gestos de señalar.
Redundancias.
Estelas.
-Momentos en que la madre presenta y le
demuestra el uso del objeto al niño.
-Acciones y gestos que realiza la madre
para para generar contacto físico y visual
con el objeto.
Habla dirigida al bebé
(HDB)
Uso del objeto
Cómo se posiciona el bebé
frente al objeto en relación con
los ofrecimientos tanto
semióticos como maternos y
qué posibilidades tiene para
darle un uso simbólico al
objeto, en tanto este le brinda
posibilidades pre-lingüísticas
para adquirir el lenguaje.
Usos primitivos o no
canónicos
Premisas de uso
canónico
Uso canónico.
- Momentos en que el bebé fija la atención
sobre el objeto.
- Respuestas frente a las propuestas de la
madre.
- Intenciones del bebé para agenciar el
gesto.
-Manifestaciones de uso por parte del bebé.
La madre frente al hijo con
discapacidad auditiva.
Entendiendo que el adulto es
quien ofrece al niño el objeto
en su uso y a su vez le brinda
ofrecimientos para que tenga
un desarrollo psicológico y una
organización de sí, en ésta
categoría se pretende indagar
cómo se posiciona la madre
subjetivamente frente a las
demandas de su bebé sordo
para brindar ofrecimientos
semióticos que posibiliten el
uso del lenguaje.
Posición de la madre
frente al bebé.
Qué lecturas realiza de
las demandas de su hijo.
Qué lugar privilegia para
el bebé
- Significaciones de la discapacidad
(Rechazo como subsidiario de la negación).
- Respuestas interpretativas frente a las
demandas del bebé. (Reconocimiento de
las necesidades del bebé, modos de
comunicarse).
- Demanda atención del bebé.
Resultados
Categoría 1: Mediadores semióticos ofrecidos en la interacción
En la interacción tríadica madre- sujeto- objeto se establecen acuerdos intersubjetivos en la
medida en que el bebé va interpretando y asumiendo como propios los ofrecimientos
semióticos que le da su mamá, por tanto los mediadores semióticos comunicativos son esas
representaciones ostensivas que hace la madre alrededor del uso del objeto, que le permiten
al niño interiorizar las convenciones y significados compartidos para comunicarse, algunos
de esos mediadores son las vocalizaciones, entonaciones, gestos, señalamientos,
movimientos, y en general formas comunicativas que le van permitiendo al niño adentrarse
en los significados simbólicos.
En esta medida, se develaran los mediadores utilizados por la madre con su hijo sordo en el
seno de la interacción, en torno al objeto; la madre hizo demostraciones inmediatas del uso
del objeto, pues lo presenta directamente sobre el cuerpo del bebé; también utilizó
ostensiones en las que pretendía que el bebé tomara el objeto, es decir que agenciara el
gesto para alcanzarlo y usarlo, más allá de que solo lo mirará, esto lo logró, al repetir el
gesto durante algunos segundos, moviendo de un lado a otro el objeto, invitando a que el
bebé se posicionará y orientará su cuerpo hacia los ofrecimientos dados; se evidencia que la
mamá favoreció una interacción cargada de sonrisas y prosodia y ante esto él bebé
respondió aquietando su cuerpo en señal de atención plena, lo que muestra un progreso en
la organización de sí, como respuesta a los objetos y personas externas a su cuerpo.
La mamá le ofrece un muñeco a su bebé, quien se encuentra acostado en la cama, lo mueve
repetidas veces, lo pone sobre el pecho del niño, y simultáneamente le habla en un tono suave y
con musicalidad, le pregunta si le gusta el muñeco y le dice que lo mire; ella se lo presenta con
movimientos mientras el bebé mira y sonríe, al final de la interacción, le ofrece el muñeco para
que lo coja, y el bebé lo toma con sus manos y lo lleva de un lado a otro, en ese momento la
mamá le pide que se lo pase en sus manos y lo toma agradeciéndole el gesto a su hijo, enseguida
se lo ofrece de nuevo para que el bebé lo tome y cuando este lo recibe, la madre aplaude y emite
gestos faciales exagerados ante la acción del bebé, el niño le mira fijamente el rostro y ante esto la
mamá le pregunta con un tono rítmico que si quería ver televisión y la enciende finalmente. (Obs.
1. Diada madre-bebe, momento espontaneo. Min. 13,23)
La madre utilizó exageración de contornos melódicos, elevación del tono, repetición
silábica, en definitiva, sus recursos para presentarle el juguete a su bebé estuvieron
marcados por modelaciones del habla, pero estas a su vez se acompañaban de
exageraciones en los gestos y rasgos prosódicos, lo que favorece la interacción en el caso
del niño sordo, para quien el contacto visual se convierte en el principal modo de
comunicación pre-verbal, es de esta manera y a partir del contacto físico que el niño puede
ir integrando experiencias, otorgándoles sentido para crear así sus acciones.
Sin embargo estos ofrecimientos cargados de vocalizaciones, miradas compartidas y
orientaciones del cuerpo, fueron disminuyendo cuando las pruebas diagnósticas de la
sordera fueron haciéndose evidentes, pues a los 7 meses de vida del bebé, se confirmó que
tenía hipoacusia profunda bilateral5, por tanto ya no existía posibilidad de que escuchará
algo, ante esto se evidenció que la madre empezó a dar ofrecimientos directivos que no
daban espacio a que el bebé interpretará y actuará en respuesta, pues aunque si continuaba
adjudicando significados al comportamiento del bebé, no se detenía para ver los estados
verdaderos de éste, actuaba de manera apresurada, lo que obstruía la participación activa
del bebé en la interacción, provocando a su vez dificultades en la construcción de acuerdos
comunicativos que le permitan al niño introducirse al lenguaje.
5 Hipoacusia profunda bilateral: perdida de la audición por afección en el oído interno, lo que indica daños a
nivel neurosensorial.
La madre le muestra el bus de juguete al bebé, quien no es capaz de sostenerse sentado, ni de
sostener su cabeza, por tanto permanece acostado, la mamá le abre espacio y le pregunta que si
quiere rodar, seguidamente le presenta una pelota que suena para llamar su atención hacia el
objeto, y simultáneamente ofrece tres pelotas más, entre estas una que alumbra, pero se las pone
todas de manera rápida y con poca distancia del cuerpo del bebé, el no alcanza a verlas,
entonces se queda moviendo sus pies y no mira hacia la acción de la madre. (Obs. 7. Diada
madre- bebé, momento espontaneo, min. 1,03 seg. – 2,08 seg)
Las dificultades motoras que se evidencian en la imposibilidad de sentarse, corresponden
con los ofrecimientos de la madre, los cuales en este caso no coadyuvan a que el bebé tenga
una sensación se unidad, pues al no tener el espacio para actuar sobre los objetos ofrecidos,
se disminuye de igual forma, la oportunidad para tomar consciencia del cuerpo propio y a
su vez de las intenciones comunicativas del otro, por tanto no cuenta con experiencias
vitales que lo inviten a significarse a sí mismo, lo que dificulta la posibilidad de formar
acuerdos intersubjetivos en la etapa pre-lingüística, para posteriormente formar una
relación simbólica con los objetos, pues si no existe una relación con sí mismo, no podrá
integrar la intención del otro al comunicarse sobre el objeto.
Tras la confirmación del diagnóstico se evidenciaron disposiciones ambivalentes por parte
de la madre alrededor de la interacción, pues en ocasiones daba ofrecimientos que
posibilitaban un ambiente fortuito para que el bebé respondiera a las demostraciones dadas
y agenciara el movimiento hacia el objeto, sin embargo, estos se veían obstruidos con la
angustia que se percibía en está madre, pues realizaba acciones en donde buscaba que su
hijo hablara e hiciera cosas que hacen otros niños de su edad, brindando información con
entonaciones verbales que se presentaban de manera continua y sin entablar un contacto
visual, lo que no favorece la interacción en el caso del niño sordo, pues se le dificulta
alternar su atención, entre la persona que habla y el objeto mostrado, por tanto la
presentación debe darse en tiempos alternos y con demostraciones espaciadas,
posibilitando que el bebé reciba la información de ambas partes.
El bebé esta acostado y la mamá está sentada a un lado, por la parte superior de la cabeza del
niño, por tanto, no la puede ver, el bebé está tocándose sus dedos y la mamá empieza a contar los
números con un tono de voz rítmico, el niño continúa tocando sus deditos uno por uno, y
enseguida la madre le dice “está contando sus deditos, diga uno, dos, tres…” (Obs. 6. M. Diada
madre- bebé, momento espontaneo, 0,03)
La madre utilizó demostraciones semióticas inmediatas, pues estaba jugando con el
objeto sobre el cuerpo del bebé, lo que es fortuito en el caso del niño sordo, pues el
contacto físico, le da señal de que algo se le va a comunicar y ante esto se pone en alerta
dirigiendo la mirada hacia su mamá, sin embargo este mediador utilizado no invita al
niño a interactuar con el objeto directamente, lo que obstaculiza el camino hacia las
convenciones de uso, también se evidencia cómo fueron apareciendo demostraciones
distantes a través del habla, lo que poco a poco ocasionó la retirada del niño frente al
ofrecimiento.
J. se encuentra acostado y la mamá está en frente de él, inicia a presentarle el objeto, colocándolo
sobre el pecho del bebé y usándolo como medio de transporte emitiendo a la vez sonidos de
autobús “bum bum”, él bebé mira fijamente la cara de su mamá, mientras ella juega sobre su
cuerpo con el bus, cuando el niño retira la mirada, la mamá le pregunta y le dice “haga como el
carrito, haga como el carrito, haga como el carrito” tres veces consecutivas, el bebé continua
acostado mirando hacia el techo… (Obs. 8. Diada madre- bebé, interacción con el bus, (00,2 seg –
4:00)
El registro lingüístico utilizado por la madre, estuvo acompañado de diferentes registros
semióticos, como las ostensiones de uso en las que ofreció el objeto al bebé con
modelaciones en el aire y vocalizaciones, es decir demostraciones distantes, que
permiten al bebé tener un registro visual más amplio y dirigir su mirada al uso que la
madre le estaba dando al bus, lo que indica un uso primitivo del objeto, pues no hay
intenciones de realizar una práctica canónica, J. se quedó en varias ocasiones en gestos
erráticos, es decir en la iniciativa, pero estas eran obstruidas por el ofrecimiento
inmediato de su madre.
La cantidad de mediadores utilizados favorecieron la aproximación al uso del objeto, en la
medida en que el niño mostro interés con la mirada dirigida hacia la acción de su madre
sobre el objeto, sin embargo también son evidencia de la insistencia en los aprestamientos
dados por la madre en el seno de la interacción, los cuales a su vez, delimitan cierto tipo de
respuestas poco interactivas, pues J quedaba inmóvil siguiendo con la mirada la acción de
su madre, ya que cuando tomaba el objeto, aparecía de nuevo otro ofrecimiento que
obstaculizaba la iniciativa de uso, en este sentido, el espacio que le daba su madre para
responder corresponde con su acción poco agenciadora.
Él bebé toma el bus para manipularlo y mirarlo, la madre continua haciendo la misma acción con
el bus sobre el cuerpo del bebé durante algunos segundos, hasta que el bebé toma el carro con su
mano y lo sostiene en el aire, en este momento la mamá toma otro bus y hace la simulación de su
uso en el aire alrededor de la mano del bebé con el carro, y esta vez el bebé concentra su mirada
en la acción de la mamá, esta acción en el aire se repite tres veces más hasta que el bebé retira la
mirada por completo Obs. 8. Diada madre- bebé, interacción con el bus, 00,2 seg – 4:00 min)
Categoría 2: Uso del objeto
Ante los mediadores comunicativos ofrecidos, el bebé asume una postura de acción,
acomodación o respuesta en torno a los ofrecimientos de la madre, con relación a estos se
puede dilucidar la etapa de construcción del símbolo en la que está el niño, pues se
entiende que es en esa interacción convencional con el objeto, que va apropiándose de los
usos canónicos que posteriormente le van a permitir hacer sustituciones simbólicas de los
objetos, por tanto en esta categoría se caracterizarán esas respuestas o usos que hace el niño
del objeto, en el seno de la interacción tríadica.
Sus actuaciones alcanzaban un nivel icónico, es decir, demostraciones emocionales ante la
presencia del objeto, dirigía la mirada y movía sus piernas y brazos de un lado a otro, en
ocasiones balbuceaba respetando turnos con su madre, pero no trascendió de este uso
indiferenciado, sin embargo, en este momento, reconocía más la presencia de su madre y
respondía con actos poco convencionales, pero era un escenario pre- lingüístico, en el que
se favorecía el reconocimiento y la constitución de sí, en la medida en que orientaba su
cuerpo en respuesta a la acción de la madre sobre el objeto, lo que favorece la construcción
de acuerdos intersubjetivos en torno al objeto, para introducirse en significaciones
simbólicas.
La madre le presenta un juguete de Mickey Mouse, se lo muestra en el aire, justo en frente de su cara,
el bebé se encuentra inclinado, casi sentado, sostenido por las almohadas, ante la presencia del
juguete se ríe y mueve sus piernas, mientras lo coge con sus manos, la madre le dice que lo vea y
empieza a mover el muñeco por todo el cuerpo del bebé para hacerle cosquillas, el bebé se mueve
mucho, mira a su madre, emite sonidos y suelta el juguete (Obs. 4. Diada madre- bebé. Momento
espontaneo, min 0,04- 1: 43).
En la interacción con el teléfono, el bebé se encontraba acostado, aún no lograba sostener
su cuerpo sentado, pues la madre había dificultado esta conquista con los ofrecimientos
envolventes en los que no se daba espacio para que J. agenciara el movimiento y tomara
consciencia de él, como se observó en la anterior categoría; esta postura favorecía el
contacto visual con los gestos faciales de la madre, sin embargo no permitía que él bebé
estableciera un contacto de uso con el objeto, pues se lo puso en sus manos directamente y
luego sobre su oreja, no hubo invitación a que agenciara el movimiento, ella actuaba con el
teléfono y ante esto el bebé solo dirigió la mirada hacia el objeto y lo tomo en sus manos,
lo que indica un uso primitivo, es decir un uso aislado de convención, pues realizó con el
objeto lo que físicamente le permite, lo miró y lo tomó, no existía una conexión entre gesto
comunicacional y uso, el niño aún no contaba con semiosis para realizar ésta relación.
En esta ocasión él bebé también se encontraba acostado, la mamá le muestra el objeto en el aire,
de tal manera que quede ante la cara del niño, lo hace sonar halando la cuerdita y
simultáneamente le dice “mira tan bonito”, se lo acerca a las manos del niño, este lo toma y la
mamá enseguida toma la bocina y se la coloca en la oreja diciéndole a J. “ diga Aloo, Aloo” el
bebé toma la bocina, la aleja de la oreja y se queda con el teléfono en la mano hasta que se le cae,
luego la mamá vuelve a tomarlo y se lo da al niño diciendo “Aloo” y el niño se detiene a mirarle
la cara y luego mira solo la bocina. (Obs. 8. Diada madre- bebé, interacción con el teléfono, min.
2,59 – 5.00)
Se evidencia cómo a medida que pasa el tiempo se van diluyendo las intervenciones del
bebé dentro de la interacción, cada vez son menos las iniciativas de uso y las iniciativas de
relación por parte de J, pues también cada vez se hacía más presente el diagnóstico y ante
esto la madre asumía ciertas formas de dirigir la relación, en las que el niño tenía poco
espacio para responder. La madre captaba la atención del bebé hacia el objeto, sin embargo
el bebé no realizaba exploración o acomodación de posturas en respuesta a las
demostraciones que se le daban con la bocina en su oreja, lo que es señal de que no
comprende las propuestas de su madre, no había un reconocimiento de la intención
comunicativa del otro, por esto no se evidencian en el niño intenciones comunicativas o
iniciativas de uso convencional.
Categoría 3: La madre frente al hijo con discapacidad auditiva
La madre dio ofrecimientos semióticos y relacionales que direccionaron la relación con su
hijo sordo y a su vez la posición que éste tomo como sujeto en el seno de los
aprestamientos ofrecidos, en este sentido se dilucidarán, los posicionamientos subjetivos de
la madre con relación al diagnóstico, se caracterizarán los aprestamientos dados desde la
óptica del sentido construido frente a la discapacidad.
Se evidenció una relación cargada de exigencias e ideales narcisisticos, un hijo a quien se
le brindaban mediadores comunicativos verbales, con poca presencia gestual, sus juguetes
eran atractivos porque emitían sonidos y el pasatiempo ofrecido, era ver y escuchar
televisión, pues la madre manifestaba que J. disfrutaba mucho viendo programas animados
y todo el tiempo le cantaba canciones correspondientes a los programas televisivos, por
tanto era una relación en la que no se daba paso al hijo real con discapacidad auditiva.
La subjetividad de la madre estaba puesta en sus ofrecimientos, su deseo de un hijo sano y
completo, estaba latente en las interacciones propuestas, el bebé venía a ocupar el deseo de
su madre, sin embargo este deseo no encontró lugar para desplegarse, la madre tuvo que
amarse a través del cuidado desmedido y sobre-acogedor en el que le daba todo a su hijo,
pero a su vez, le exigía respuestas correspondientes con sus fantasías, pues J. dejo de existir
en la interacción, ahora tomaba el lugar del hijo deseado, más no de hijo real con
discapacidad, lo que directamente dificultó una construcción de una relación del nosotros,
en la que el niño pudiese posicionarse como portador de una palabra con intención.
La madre no lee las respuestas de retirada de su hijo ante el ofrecimiento, el cual estaba
sobrepasando los intervalos interactivos que el bebé puede soportar, no estaba dando lugar
a las manifestaciones de su hijo, ella hace, actúa, propone y se responde sola en una
relación de excesiva compensación en la que no lo incluye, por tanto no estaba permitiendo
que el bebé tomara una posición agenciadora dentro de la interacción, lo que da sentido a la
poca respuesta con relación a los objetos, pues para que exista un reconocimiento del
mundo externo, debe existir una significación de sí, la cual se sostiene en el marco de una
relación que favorezca la construcción de la subjetividad, en la medida, en que se le
permite al niño significar la experiencia ofrecida, es decir, tener la oportunidad de expresar
la intención propia, en la medida en que se refleja en otro, que le reconoce.
La madre acomoda a su bebé en frente suyo, coloca cojines y almohadas para que el bebé quede
en posición sentado, le dice que le va a dar compota y que está muy rica, procede a darle la
primera cucharada y simultáneamente le dice que la saboree mientras le muestra el gesto para
saborear, el niño la mira e imita, después de la tercera cucharada el niño deja de abrir la boca y
mueve su cabeza cuando se acerca la cuchara, ante esto la madre dice “cuando estoy con la
cuchara cerca ahí si cierra la boca, hay que aprovechar cuando abre la boca”, para que el niño
abriera la boca, la madre le dice que haga “Ahh” y el niño abre la boca pero luego empieza
hacerlo solo cuando la cuchara está lejos, después de un rato, el niño se queda quieto mirando
hacia cualquier lugar menos hacia donde está su mamá y la mamá continua ofreciendo la
compota (Obs. 3 Diada madre- bebé, alimentación, 0,17 seg – min 4:57 )
Los ofrecimientos en los que no se reconoce las necesidades reales del niño sordo, dan
cuenta del estado de negación en el que esta la madre, pues brindó ofrecimientos que
partían de sus fantasías de hijo perfecto, por esto se evidenciaban constantes esfuerzos por
denegar o confirmar el diagnóstico en diferentes lugares especializados, esto muestra que
tenía la esperanza por alcanzar el hijo idealizado, dejando de lado al hijo real de la
discapacidad, la madre se mostraba incrédula ante exámenes que manifestaran la sordera
de su hijo, ante esto recurría a leer solo los apartados en los que se hacía referencia a las
partes no afectadas o en buen estado de J, cómo se evidencia en su discurso.
“mire, cuando J. tenía 6 meses le hicieron la resonancia y aquí dice que no tiene afecciones en
los canales auditivos, ni en el oído interno, todo estaba bien, en el oidito de J, entonces no
entiendo por qué ahora dicen que ya es profundo que no escucha nada, yo no creo que le hayan
hecho bien ese examen, esa doctora ni lo miraba bien como en la otra clínica, yo lo he llevado
a todas las terapias y se le han hecho todos los exámenes no sé por qué dicen que empeoro”.
Las formas en que la madre estableció la relación con su hijo sordo, evidencia que ella sola
en omnipotencia hallaba respuestas, ella se daba sus propias explicaciones, oía y leía lo que
quería oír y a su vez negaba lo que necesitará negar del diagnóstico de su hijo, sus
atenciones se centraron en la experiencia del trámite, en lo que debía hacer como madre
para que su hijo alcanzará sus ideales, pero no se ocupó de su hijo cómo sujeto, pues J.
pasó a ocupar el lugar del diagnóstico de sordera, incluido toda la anulación con la que éste
ya contaba.
La angustia porque su hijo alcanzará sus deseos de madre, y la negación que esto
acarreaba, causo dificultades en la relación con la investigadora del presente trabajo, pues
la sola presencia de ésta, le planteaba un espacio que le exigía hablar de lo innombrable, de
la sordera de su bebé, en ese espacio, se dio lugar a lo que no le permitía pensar ni el
sistema de salud, ni sus amigas y tampoco su pareja; ante esta presencia vivida por la
madre como desafiante, la salida encontrada fue hacerse la sorda, ella cerraba los espacios
de encuentro, pues había algo que ese espacio le exigía y que ella no podía aceptar, ese
algo, era enfrentarse con su hijo real.
Discusión Rodríguez & Moro (2006) afirman que debajo de los símbolos se encuentran redes de
significados referidos al uso de los objetos, en este sentido es en esa interacción primaria
que se le da oportunidad al niño para que se acerque a las convenciones de uso y a su vez
esto le permite, utilizar el lenguaje como expresión de sí, en la medida en que comprende
los acuerdos intersubjetivos dados en la cultura; no obstante, así se vislumbra la relevancia
de esa relación pre- lingüística con los objetos, pues esta es la puerta de entrada a la
adquisición del lenguaje, en especial al uso simbólico de los objetos, en la medida en que le
permite al bebé apropiarse de las intervenciones de otros sujetos sobre el mundo.
Es pertinente destacar el porqué es importante investigar el papel del símbolo, en la
comprensión de cómo se desarrolla el lenguaje; pues el símbolo es una herramienta de
comunicación de la que dispone el niño tanto para expresarse como para comprender, en
este sentido son utilizados cuando las palabras faltan, o incluso si se cuenta con éstas, el
símbolo se utiliza para reforzar su sentido, por tanto el símbolo permite trascender el aquí y
el ahora, por tanto, permite adquirir acuerdos de comunicación intersubjetivos que parten
de lo convencional social sin los que no sería posible entablar una comunicación en un
marco comprensible (Rodríguez, 2006).
Esa relación pre- lingüística con los objetos, debe contar con unas características en las que
se privilegie que él bebé construya una percepción de sí como sujeto psicológico, pues es
en ese reconocimiento emotivo y envolvente que hace la madre a su hijo, que se da paso a
que el niño constituya el límite propio en la medida en que reconoce la presencia del otro,
sin embargo, no se trata de una presencia vacía, tiene que ver con un adulto que le dé un
lugar a los gestos del niño través de la interpretación otorgada, se trata de darle voz a las
acciones hablantes del bebé, para así constituir una relación de sentidos compartidos, que
permite que el bebé se integre, organizando su propio cuerpo y creando comportamientos
autónomos, para dar paso a sus propias formas de relación (Villalobos, 2006).
En las interacciones la madre acaricia a su bebé, le habla, lo mira, le canta, le juega, es
decir, que monta una escena sostenida en un escenario que supone siempre una producción
subjetiva, la madre le otorga al bebé un saber sobre su hacer, por tanto, este hacer es
tomado como una gestualidad cargada de afecto. Por ejemplo, en el reflejo de succión, en
el que se da un proceso sensorio- motor automático, lo subjetivo está en la escena montada
por la madre, más que en el movimiento como tal, en este escenario la madre es quien lo
sostiene acomodándole su postura, lo mira cautivándolo y le habla tocándole con las
palabras que toman e interpretan sus acciones como gestos (Levin, 2008).
En este sentido, es válido aclarar que el bebé posee intención comunicativa incluso desde
antes de adquirir el lenguaje, sin embargo para dar paso a la adquisición lingüística, es
necesario que en esa primera relación de cuidados, se conciba al sujeto-bebé como agente
con capacidad de organizarse ante las experiencias otorgadas, por esto es pertinente
estudiar qué posibilidades tuvo este niño en situación de discapacidad auditiva para dar un
uso a los objetos, entendiendo que para que esto tenga lugar, es necesario tener presente
los ofrecimientos maternos en torno a la interacción con el objeto, pues la adquisición de
una intención comunicativa, trasciende o antecede la capacidad de hablar, se trata de que
exista un sujeto que necesite trasmitir algo, en la medida en que reconoce que hay otro que
recibe esas intenciones comunicativas.
En la investigación de Navarro & Clemente (1989), se presenta como hipótesis, que la
dificultad que tienen los niños sordos para representar lo ausente, se relaciona con la
carencia del lenguaje para apoyar la simbolización, sin embargo según los intereses de la
presente investigación podría pensarse que la simbolización no puede desarrollarse
ontogénicamente en el vacío, lo que evidencia la importancia del objeto en la posibilidad
de desarrollar el lenguaje, y a su vez es a través de éste que se hace posible una interacción
cargada de convenciones para que el niño aprenda el uso simbólico del objeto, este le da
lugar al gesto y a las interpretaciones producidas.
La subjetividad de la madre esta puesta en los cuidados otorgados, puesto que estos
corresponden con la manera como ésta despliega su libido sobre el bebé; pues el hijo es
tomado como objeto al que atribuye exigencias y deseos narcisisticos que le permiten sentir
esa satisfacción primaria que en algún momento sintió, por tanto es ella quien a través de
ficciones fantaseadas, le otorga un lugar de sujetó al bebé a través de la palabra, es a partir
de esa primera relación de amor, de cuidado y de deseo que el bebé posteriormente se
constituirá deseante, pues esto implica la separación de su madre y la constitución subjetiva
que le lleva a una búsqueda de la satisfacción del deseo que alguna vez tuvo, por tanto, se
convertirá en un sujeto en falta, con capacidad de investirse a sí mismo (Según Freud
1914).
Sin embargo cuando el hijo no cumple con esos ideales y no da lugar al deseo materno, se
produce en la madre una herida narcisista, pues no podrá amarse a través de su bebé, el hijo
real se ve enfrentado con los imaginarios de hijo sano y completo, lo que directamente crea
condiciones subjetivas que guían los investimentos afectivos, identificaciones y
proyecciones puestas en la relación vincular, pues las respuestas del hijo con discapacidad,
causan reacciones en la madre como la negación encubierta en una sobre-protección en la
que no se da lugar al hijo de la discapacidad, pues la madre sumerge a su hijo en
ofrecimientos desmedidos, que no dan paso a una respuesta organizadora del sujeto- bebé;
o ante esta situación la madre toma actitudes de indiferencia o rechazo, denegando al hijo
de la discapacidad, para situarse y dar ofrecimientos con base en sus fantasías de hijo
perfecto (Pérez, 2014).
En este orden de ideas, se comprende que para que el niño le dé un uso simbólico al objeto,
se requiere de esa interacción con los otros, en donde se le ofrecen esos primeros signos
lingüísticos en la permanencia del uso, para que el bebé- sujeto se adueñe de estos y los
pueda evocar como palabra o como gesto, en este sentido Rodríguez (2006) afirma que la
permanencia de los significados no puede adquirirse de una manera cognitiva y solitaria, es
necesario que el niño se apropie de las intervenciones semióticas de otros sujetos sobre el
mundo, por tanto es necesario que la permanencia sea en relación al uso cotidiano del
objeto, es decir, que tiene que ver con la estabilidad previa proporcionada por ese uso
estable y fijo culturalmente.
Por tanto el objeto del teléfono no se representaría como un objeto aislado de las
convenciones de un sujeto sordo, pues el uso simbólico no está supeditado al objeto y sus
condiciones de escucha, lo simbólico surge de los gestos y signos puestos en los objetos,
ya que no hay una relación directa e inmediata entre el objeto y su uso, pues el objeto por sí
mismo no suscita un uso convencional, la convención es un acuerdo cultural construido en
la interacción, en este sentido, el teléfono tiene el uso de artefacto para comunicar –llamar-
para las personas que rodean al bebé y son estas las que ofrecen ese uso en el seno de la
interacción, donde a su vez el niño se vale de los bastones semióticos comunicativos, para
apropiarse de las experiencia otorgada con el objeto.
Conclusión, Este trabajo investigativo permitió tener un acercamiento comprensivo, a las condiciones
dadas en la particularidad del caso entre esta madre y su bebé sordo, y así analizar y
describir esos ofrecimientos otorgados para la construcción del lenguaje y en especial el
uso simbólico del objeto en un niño con discapacidad auditiva.
En relación a los ofrecimientos maternos y mediadores semióticos otorgados se puede
concluir que está madre ofrecía desde un estado de negación, que no le permitía brindar
condiciones que respondieran con las necesidades de su hijo sordo, las intervenciones
sobre-acogedoras y la utilización continua de mediadores verbales, no favorecieron que el
bebé tomara la iniciativa en el seno de la interacción, por el contrario, dificultaron la
asunción de medios comunicativos como consecuencia de la no apropiación de sí, que le
diera paso a la constitución de acciones con intenciones comunicativas propias, por este
motivo sus respuestas o usos de los objetos no trascendieron los gestos erráticos, pues ante
una madre demasiado presente, poco espacio para que el bebé agencie.
En este sentido se hace evidente que las representaciones y significaciones subjetivas de la
madre sobre su hijo con discapacidad, tienen incidencia en la particularidad del caso en los
ofrecimientos poco favorecedores para la adquisición del lenguaje y el uso simbólico del
objeto, pues entre más angustia presentaba está madre porque su hijo alanzará sus
imaginarios de hijo perfecto, menos capaz era de darle el espacio y reconocer sus
actuaciones y expresiones, por tanto ante las exigencias sobrevaloradas, y la no respuesta
de su hijo, se ocasionaba una herida narcisista, que no le permitía a la madre reconocer al
hijo de la discapacidad.
En este sentido, se afirma que la intención comunicativa no requiere de la adquisición
lingüística, por tanto, el estudio de la relación pre- ligústica con los objetos, permite
comprender que antes de adquirir el habla, es necesario que exista un sujeto con intención
de comunicarse, y esa intención comunicativa se desarrolla en el seno de una interacción
que posibilite que el bebé tome un lugar en la medida en que se le involucra, por tanto para
reconocer la intención comunicativa de otro sobre un objeto o una situación, es necesario
contar con una constitución propia y autónoma de las formas de relacionarse.
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