el acontecimiento guadalupano modelo de evangelización

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1 El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización perfectamente inculturada Cango. Dr. Eduardo Chávez Entre muchos signos maravillosos de inculturación que Santa María de Guadalupe nos dice es que la Madre de ese Dios vivo y verdadero que el corazón indígena, como el de cualquier ser humano, tanto anhelaba, tanto clamaba, tanto quería; y este Dios es un Dios tan cercano, tan misericordioso y tan amoroso que por ello viene a encontrarse con sus hijos. La Virgen de Guadalupe quiere que se construya esa casita sagrada”, ese templo, esa iglesia, ese hogar del Dios omnipotente, como dice Ella: “para manifestarlo a Él, ensalzarlo a Él, ofrecerlo a Él, que es mi Amor-Persona”. Sí, efectivamente. Ella pide su “casita sagrada” pero en donde coloca como su centro y razón de ser al único Dios, Señor de la vida y de la salvación, el Señor de la misericordia; es decir, María nos lleva a su Hijo amado, quien es el centro sacramental, ya que es Jesucristo-Eucaristía. Es el mismo Dios Omnipotente que se hace hombre, que se encarna; que es tan humilde, que ha querido venir Él mismo en medio de sus creaturas, y ha querido hacerlo por medio de su Madre, María. Jesucristo quiere entregarse totalmente a cada uno de nosotros, con su cuerpo y su sangre, es el pan sagrado que se comparte en cada Eucaristía, centro de la “casita sagrada” de Santa María de Guadalupe; es el pan que alimenta y da la vida, es la sangre que se derrama para limpiar todo pecado; simplemente porque nos ama. Por ello, Santa María de Guadalupe, tomando las cosas buenas y verdaderas sembradas en todo ser humano y en toda cultura, las lleva a la plenitud. Debemos aclarar enfáticamente, que la Virgen de Guadalupe no toma ninguna idolatría, ni

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Page 1: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

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El Acontecimiento Guadalupano

Modelo de evangelización perfectamente inculturada

Cango. Dr. Eduardo Chávez

Entre muchos signos maravillosos de inculturación que Santa María de

Guadalupe nos dice es que la Madre de ese Dios vivo y verdadero que el corazón

indígena, como el de cualquier ser humano, tanto anhelaba, tanto clamaba, tanto

quería; y este Dios es un Dios tan cercano, tan misericordioso y tan amoroso que por

ello viene a encontrarse con sus hijos. La Virgen de Guadalupe quiere que se

construya esa “casita sagrada”, ese templo, esa iglesia, ese hogar del Dios

omnipotente, como dice Ella: “para manifestarlo a Él, ensalzarlo a Él, ofrecerlo a Él,

que es mi Amor-Persona”.

Sí, efectivamente. Ella pide su “casita sagrada” pero en donde coloca como su

centro y razón de ser al único Dios, Señor de la vida y de la salvación, el Señor de la

misericordia; es decir, María nos lleva a su Hijo amado, quien es el centro

sacramental, ya que es Jesucristo-Eucaristía. Es el mismo Dios Omnipotente que se

hace hombre, que se encarna; que es tan humilde, que ha querido venir Él mismo en

medio de sus creaturas, y ha querido hacerlo por medio de su Madre, María.

Jesucristo quiere entregarse totalmente a cada uno de nosotros, con su cuerpo y su

sangre, es el pan sagrado que se comparte en cada Eucaristía, centro de la “casita

sagrada” de Santa María de Guadalupe; es el pan que alimenta y da la vida, es la

sangre que se derrama para limpiar todo pecado; simplemente porque nos ama.

Por ello, Santa María de Guadalupe, tomando las cosas buenas y verdaderas

sembradas en todo ser humano y en toda cultura, las lleva a la plenitud. Debemos

aclarar enfáticamente, que la Virgen de Guadalupe no toma ninguna idolatría, ni

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ningún elemento idolátrico, sino que toma solamente lo bueno y verdadero, las

“semillas del Verbo” y esto lo lleva a la plenitud en su Hijo Jesucristo, Él quien es el

camino, la verdad y la vida. Por ello, Santa María de Guadalupe es la madre de Dios,

pero también madre nuestra y así se ha inculturado en todo corazón, como en este

Continente Americano.

De manera explícita san Juan Pablo II declaró: “América, que históricamente

ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del

Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización

perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también

en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda

América.”1

Como todo Acontecimiento Salvífico, el Guadalupano, si bien se verifica en

un momento histórico y en un lugar determinado, trasciende fronteras, culturas,

pueblos, costumbres, etc.; llega hasta lo más profundo del ser humano; además,

toma en cuenta la participación precisamente de este ser humano, concreto e

histórico, con sus defectos y virtudes. Una de las más claras manifestaciones de que

en realidad se trata de un Acontecimiento Salvífico es la conversión del corazón, es

el mover a un verdadero arrepentimiento a todo ser humano, y esta conversión se da

desde lo más profundo del alma, del espíritu y la razón, es un encuentro profundo

con Dios, quien siempre es el primero en tomar esta iniciativa; haciendo realidad un

cambio de vida pleno y total.

Veamos, aunque sean algunos pincelazos, los momentos más significativos

de esta historia que influye decididamente en la evangelización de todo un

Continente, como el mismo san Juan Pablo II lo afirmó.

El drama que los indígenas padecieron en esta derrota y la caída de su

Imperio, no fue sólo el desmoronamiento de su estructura militar, social, económica,

política, etc., sino de toda su estructura religiosa, la cual sustentaba el sentido de

toda su existencia. La tremenda depresión ante la destrucción de su estructura

religiosa, los españoles detuvieron, lógicamente, todo sacrificio humano, por lo

tanto, no había más alimento para los dioses. La depresión fue tal, que algunos

indígenas optaron por suicidarse.2

Por otro lado, no eran pocos los españoles que también presentaban una crisis

de conciencia, pues se cuestionaban hasta qué punto era de cristianos conquistar un

territorio, el cual no les pertenecía, y hacer de su propiedad bienes ajenos y hasta

esclavizar a sus propietarios.

Mientras tanto, los primeros franciscanos llegaron a México en 1523, dos

sacerdotes y un hermano lego, apenas tres; y, para colmo, los dos sacerdotes

murieron prematuramente, así el hermano lego fray Pedro de Gante quedó solo ante

este gran reto apostólico. En 1524 llegaron los conocidos como “los primeros doce

1 JUAN PABLO II, Ecclesia in America, n. 11, p. 20.

2 Cfr. MIGUEL LEÓN-PORTILLA, El reverso de la conquista, Ed. Joaquín Mortiz, México 1964.

También del mismo autor MIGUEL LEÓN-PORTILLA, Visión de los vencidos, UNAM (= Col.

Biblioteca del Estudiante Universitario N° 81), México 41969.

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franciscanos” o los “doce Apóstoles”, quienes provistos de la Bula Omnímoda

iniciaron la estructuración de la Iglesia de manera oficial, misionera por vocación en

estos nuevos territorios.3 Los franciscanos hombres santos y sabios de su época,

trataban de evangelizar bajo los conceptos y la teología de su tiempo; considerando

la urgente necesidad de salvar las almas indígenas de las garras del demonio de los

dioses.4

Sin pretender menospreciar o demeritar la labor de estos santos varones, que

en realidad eran de lo mejor que había producido una España que amaba de

Jesucristo, defensora de su Iglesia y misionera militante; pero ¿qué era este puñado

de inspirados misioneros ante los millones de indígenas por evangelizar?, ante las

distancias impresionantes, las lenguas desconocidas, las mentalidades y culturas tan

distintas. Si bien, las conversiones se fueron dando, pero muy poco a poco ante este

reto gigantesco. Fray Toribio de Benavente, Motolinia, además de indicarnos que la

gran labor de los franciscanos había dado como resultado cierta cantidad de bautizos

entre los indígenas, no pudo negar que en los primeros años los indios permanecían

reacios a convertirse al catolicismo: “Anduvieron –declaraba el misionero– los

mexicanos cinco años muy fríos”.5

Además, era consciente de la insignificancia de sus

recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y la inseguridad de que

fueran sinceras las conversiones;6 el temor de que la piedad indígena ante la nueve fe,

no fuera sincera, subsistió durante largo tiempo..7

3 Cfr. FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica Indiana, obra escrita a fines del siglo

XVI, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa, 46), segunda edición facsimilar, México 1980. 4 Sobre este tema, son varias las fuentes que se deben tener en cuenta: Cfr. Coloquios y Doctrina

Christiana conque los doze frayles de san Francisco enbiados por el papa Adriano sesto y por el

Emperador Carlo qujnto côvertierô a los indios de la Nueva España ê lêgua Mexicana y Española,

Archivo Secreto Vaticano, Misc. Arm-I-91, ff. 3r-41v. Publicada también en edición facsimilar del

manuscrito original, paleografía, versión del náhuatl, estudio y notas de Miguel León-Portilla,

UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, México 1986. También: FRAY BERNARDINO DE

SAHAGÚN, Códice Florentino. Cerca 1564-1569, Manuscrito 218-220 de la Colección Palatina de la

Biblioteca Medicea Laurenciana. Del mismo autor: FRAY BERNARDINO DE Historia SAHAGÚN,

General de las Cosas de la Nueva España, Ed. Porrúa (= Col. “Sepan Cuantos...” N° 300) México 51982, pp. 704-705. También: FRAY TORIBIO PAREDES DE BENAVENTE (MOTOLINIA), Historia de los

indios de la Nueva España, Ed. Porrúa (= Col. “Sepan Cuantos...” N° 129), México 21973. Del

mismo autor: FRAY TORIBIO PAREDES DE BENAVENTE (MOTOLINIA), Memoriales o Libro de las

Cosas de la Nueva España, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, México 21971.

5 FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 78.

6 De hecho, algunos frailes misioneros, como Sahagún y Durán, se dieron a la tarea de investigar, de

manera meticulosa, la cultura india, para poder combatir mejor cualquier idolatría, que pudiera

perjudicar a sus recién convertida grey: “El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al

enfermo sin que primero conozca qué humor o de qué causas procede la enfermedad [...] para

predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban.” FRAY

BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, p. 17. Esta fue la actitud general. Sin embargo,

ciertamente hubo casos de excepción como Fray Jacobo de Testera, quien escribió: “a nosotros los

religiosos, cuando entramos en esta tierra, no nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo

compasión de su ceguedad, tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en

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Además, esto se unía a los problemas internos de los mismos españoles, pues

la llamada Primera Audiencia que gobernaba en México, eran terribles de manera

especial el presidente de la misma, Beltrán Nuño de Guzmán, quien no dejaba de

comportarse de una manera por demás criminal, odiando a su paisano español

Hernán Cortés, pues este había sido capaz de lograr una de las conquistas más

sonadas de todos los tiempos. Mientras Nuño de Guzmán maltrataba a los indígenas

los misioneros los defendían, a tal punto que el presidente Nuño de Guzmán declaró

que serían asesinados los indios que se acercaran al obispo. Pero esto no quedó ahí,

pues Nuño de Guzmán al saber que regresaba a México Hernán Cortés, y con el

título de “Marqués de Antequera”, no aguantó más y salió como conquistador hacia

el norte de México, siendo la ruina para todos esos pueblos indígenas. Mientras

tanto, dejó en su lugar y como cabeza del gobierno a otro personaje peor que el

mismo Guzmán, su nombre era Diego de Delgadillo, quien secuestró a amigos de

Hernán Cortés, a quienes atormentó. Fray Juan de Zumárraga no se quedó con los

brazos cruzados y llamó a todos los sacerdotes, con quienes realizaron una

procesión, con cruz alta y ciriales para liberar a estos españoles católicos, sin

embargo, fueron sorprendidos por la soldadesca liderados por Delgadillo, quienes

infringieron tremendos golpes y vejaciones a los franciscanos encabezados por el

obispo quien se libró de una muerte segura, cuando Delgadillo le aventó una lanza

directa al corazón, afortunadamente el enérgico franciscano tuvo los reflejos

suficientes para alzar el brazo y girar el cuerpo liberándose del golpe mortal.

Resulta increíble que los españoles católicos quisieran asesinar a su propio

obispo, el obispo de esta ciudad maltratada por tanto crimen. Fray Juan de

Zumárraga lanzó la excomunión a los miembros de la primera Audiencia y el

“entredicho” a la Ciudad de México, su propia diócesis, ordenó: “sacerdotes de la

Ciudad de México, desnuden los altares, consuman el Santísimo, nos largamos de

esta Ciudad de México, que esta Ciudad se quede sin Dios”. Todos los sacerdotes se

fueron a la ciudad de Texcoco abandonando a su suerte y sin Dios a la Ciudad del

águila parada en el nopal con sus tunas rojo-corazón devorando la serpiente-líquido

precioso, la ciudad que había sido señalada en los mitos indígenas como el hogar de

la divinidad, y ahora la masacrada cabeza de su diócesis.

De hecho, fray Juan de Zumárraga, consciente de que no había ninguna salida

ante los abusos de sus paisanos, ya había declarado al rey Carlos I, en una carta

firmada por él en 1529: “Asimismo me parece es bien informar a Vuestra

Serenísima Majestad de lo que a la fecha en ésta pasa, porque es cosa de tanta

calidad, porque si Dios no provee con remedio de su mano está la tierra en punto de

perderse totalmente.”8

servicio de nuestro Dios, cuando lo conociesen”. Carta de fray Jacobo de Testera. Huejotzingo, el 6

de mayo de 1533, en Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 66. 7

Cfr. FRAY DIEGO DURÁN, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme,

terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967. 8 Carta de fray Juan de Zumárraga al rey de España, México a 27 de agosto a 1529, Archivo de

Simancas, Bibl. Miss., III, 339, carta 13. Copia en Colección Muñoz, T. 78, f. 314v.

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En este contexto histórico y bajo el clamor del obispo de México, cuando se

produce uno de los eventos más importantes y evangelizadores, el llamado:

Acontecimiento Guadalupano, iniciando una importante historia de la Salvación; el

encuentro de la Virgen de Guadalupe con un indígena llamado Juan Diego,9 quien

fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 31 de julio de 2002.10

Y que fue enviado

ante el obispo para que aprobara el deseo de la Virgen; logrando, desde ese

momento, una evangelización sin precedentes en toda la historia de la Iglesia, una

verdadera conversión de millones de seres humanos guiados por la estrella de la

evangelización hacia a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Santa María de Guadalupe, Estrella de la Evangelización, aparecida del 9 al

12 de diciembre de 1531, apenas a diez años después de la conquista, retoma lo

bueno de los indígenas y lo bueno de los españoles, dos culturas profundamente

religiosas y profundamente distintas, en un choque violento y cruento; es ella, la

Madre de Dios que se manifiesta como portadora del Amor, sagrario inmaculado de

Dios y, cuya voluntad claramente la sabemos por medio de san Juan Diego, y esta

era: que se le edificara un templo para dar en él ese Amor que es el Hijo de Dios a

todo ser humano; templo que debería contar con la aprobación de la cabeza de la

Iglesia, el obispo de México, que en aquel entonces, como decíamos, era el obispo

fray Juan de Zumárraga. Este mensaje se manifestó también con su imagen impresa

en el manto o tilma de este indígena humilde, Juan Diego. La imagen mestiza de

esta Virgen Madre envuelta de sol con la luna bajo sus pies con manto tachonado de

estrellas y cuyo mensaje y voluntad es la entrega del Amor maternal en un templo

aprobado por la cabeza de la Iglesia. Una Virgen Madre que al mismo tiempo los

españoles la conocían como una Purísima Concepción; y los indígenas como la

“Tonantzin”, que significa “nuestra Madrecita”.11

En este Acontecimiento salvífico se manifiesta, de manera patente, la

intervención de Dios en una evangelización conducida por María para una verdadera

conversión, como se expresa en el trozo del Evangelio de san Juan (Jn 2, 5): cuando,

en las bodas de Caná, María, la Madre de Dios, dirige con certeza y seguridad al ser

humano: “hagan todo lo que Él les diga”. Y se toman de esas enormes jarras de agua

que servían para las purificaciones y esta agua es transformada en el mejor de los

vinos, todo esto evoca la Eucaristía en donde el vino se transforma en la sangre de

aquel que ha tenido y sigue teniendo misericordia de nosotros, Jesucristo Eucaristía.

9 Cfr. FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ Y JOSÉ LUIS GUERRERO

ROSADO, El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Ed. Porrúa, México 1999, 42002,

604 pp. 10

Una biografía de san Juan Diego la publiqué en México: Cfr. EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ, Juan

Diego. Una vida de Santidad que marcó la historia, Ed. Porrúa, México 2002, 228 pp. Este

momento importante lo recuerda el papa san Juan Pablo II en su libro: JUAN PABLO II, ¡Levantaos!

¡Vamos!, traducción Pedro Antonio Urbina Torella, Ed. Plaza Janés, México 2004, p. 60. 11

Cfr. JOSÉ CASTILLO Y PIÑA, Tonantzin Nuestra Madrecita la Virgen de Guadalupe, Imp. Manuel

L. Sánchez, México 1945, 274 pp. También MIGUEL LEÓN-PORTILLA, Tonantzin Guadalupe.

Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican Mopohua”, Eds. Colegio Nacional y FCE,

México 2000, 202 pp.

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“Hagan todo lo que Él les diga”, estas palabras muy significativas en donde

podemos darnos cuenta que es Ella quien nos lleva a su Hijo Misericordioso,

Eucaristía.

Esta es una maravillosa historia de donde surge la evangelización para todo el

Continente Americano y más allá de sus fronteras, bajo la dirección y cauce de la

Iglesia Católica.

Síntesis del encuentro histórico, trascendental y salvífico, llamado el gran

Acontecimiento Guadalupano

San Juan Diego Cuauhtlatoatzin12

fue el vidente en las Apariciones de

Nuestra Señora de Guadalupe, que tuvieron lugar del 9 al 12 de diciembre de 1531.

A este importante evento se le conoce como el Acontecimiento Guadalupano.

San Juan Diego, de la etnia indígena de los chichimecas-toltecas, nació en

torno al año 1474, en Cuauhtitlán, en el barrio de Tlayácac, región que pertenecía al

reino de Texcoco; fue bautizado en torno a 1524,13

por los primeros franciscanos

que llegaron de España al territorio del antiguo Imperio Azteca, imperio que fue

derrotado y conquistado en 1521. En el tiempo de las Apariciones, Juan Diego era

un hombre maduro, como de unos 57 años de edad, y tenía apenas dos años de

viudo, su mujer María Lucía había muerto en 1529.

Juan Diego era profundamente piadoso, acudía todos los sábados y domingos

a Tlatelolco, un barrio de la Ciudad de México, donde aún no había convento, pero

sí una llamada “doctrina”, donde se celebraba la Santa Misa y se conocían “las cosas

de Dios que les enseñaban sus amados sacerdotes”; para esto, tenía que salir muy

temprano del pueblo de Tulpetlac, que era donde en ese momento vivía, y caminar

hacia el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac.

El sábado 9 de diciembre de 1531 sería un día muy especial, pues al pasar a

lo largo de la colina del Tepeyac, escuchó que provenía desde lo alto de la cumbre

un maravilloso canto y una dulce voz lo llamaba: “Juanito, Juan Dieguito”. Juan

Diego subió a ver quién lo llamaba, sin miedos, sin temores, el humilde indígena

llegó hasta la cima, él contemplaba como se había transformado todo el cerro

pedregoso, salitroso, signo de muerte, en un cerro lleno de turquesas, jades, oro,

esmeraldas, arco-iris, un cerro que se había transfigurado en el paraíso con lo más 12

“Cuauhtlatoatzin”, nombre indígena de Juan Diego que significa “Águila que habla”. Cfr.

CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA, Piedad Heroica de D. Fernando Cortés, Talleres de la Librería

Religiosa, segunda edición de “La Semana Católica”, México 1898, p. 31. 13

«Testimonio del P. Luis Berrera Tanco», en Informaciones Jurídicas de 1666, Traslado original

del 14 de abril de 1666, AHBG, Ramo Historia, f. 158r; publicado el facsímile del Traslado

Original en EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ, La Virgen de Guadalupe y Juan Diego en las

Informaciones Jurídicas de 1666, Eds. BG, Imp. Ángel Servín, México 2002: “y habiéndose

Bautizado [Juan Diego] en el año de mil y quinientos veinte y cuatro, que fue cuando vinieron los

religiosos del Señor San Francisco (de cuya feligresía era) es constante haberse Bautizado de

cuarenta y ocho años de edad.”

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precioso y valioso para el indígena. Ante esto, el mismo Juan Diego se había

preguntado si acaso no estaba en el paraíso que sus abuelos y sus antepasados le

habían dicho. En medio de este paraíso encontró a una hermosa Doncella que estaba

ahí de pie, envuelta en un vestido reverberante como el sol y quien le decía “ven

juntito a mí”. En este encuentro, el cual es narrado de una manera maravillosa en el

manuscrito llamado Nican Mopohua, ya se comprueba la madurez cristiana que tenía

Juan Diego, pues antes de que Ella se presente, él la reconoce como Madre de Dios al

decirle que va “a su casita de México Tlaltilolco a seguir las cosas divinas” que

imparten “la imágenes de Nuestro Señor”,14

o sea los sacerdotes españoles. A su vez,

Ella se presenta como Madre de Dios en forma inconfundiblemente clara para

cualquier indio mexicano, pues dice que es la “Madre del verdaderísimo Dios”:

Ipalnemohuani = “Aquel por Quien se vive”, Tloque Nahuaque = “el Dueño del cerca

y del junto”, Teyocayani = “el Creador de las personas” e Ilhuicahua Tlaltipaque = “el

Dueño del Cielo y de la Tierra”.15

María se presenta de una manera clara, sencilla,

nítida y transparente, con naturalidad y sencillez para los desconfiados españoles y

para los desconcertados indígenas. La voluntad de la Inmaculada Virgen María de

Guadalupe era el que se le edificara un templo, una “casita sagrada” en el llano del

Tepeyac, para dar todo su amor a todo ser humano, en donde Ella escucharía “su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”; por lo que le pide que sea su mensajero para llevar su

voluntad al obispo.

El humilde san Juan Diego se dirigió al también humilde obispo fray Juan de

Zumárraga, y después de una larga y paciente espera, pues los criados del obispo le

impedían la entrada inmediata, finalmente el humilde indígena mensajero le

comunicó al prelado todo lo que había admirado, contemplado y escuchado, y le dijo

puntualmente el mensaje de la Señora del Cielo, la Madre de Dios, que le había

enviado y cuál era su voluntad. El obispo escuchó al indio de que le se había

encontrado en el paraíso y que se había encontrado con la Madre de Dios la que

pedía que se le construyera una “casita sagrada” en el llano del Tepeyac, para dar

todo su amor y misericordia. Obviamente el obispo, por su responsabilidad pastoral,

no iba a creer de manera inmediata este tipo de apariciones o visiones, sin embargo,

el obispo en su respuesta jamás lo lastimó, al contrario con palabras llenas de

respeto lo despidió diciéndole que en otra ocasión lo escucharía con más calma, y se

quedó reflexionando sobre este extraño mensaje.

Juan Diego regresó todo triste y confundido al cerrillo ante la Señora del

Cielo, y le expuso cómo había sido su encuentro con el jefe de la Iglesia en México.

Juan Diego entendió que el obispo pensaba que le mentía o que fantaseaba, y con

toda humildad le dijo a la Señora del Cielo que mejor enviara a algún noble o alguna

persona importante ya que él era un hombre de campo, un simple cargador, una

14

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, traducción del náhuatl al castellano del P. Mario Rojas

Sánchez, Ed. Fundación La Peregrinación, México 1998, v. 24. 15

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 26.

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persona común sin importancia, y con toda sencillez le dijo: «Virgencita mía, Hija

mía menor, Señora, Niña; por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu

corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía».”16

La Reina del Cielo escuchó con ternura y bondad, y con firmeza le respondió

al indio: “«Escucha, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos

mis servidores, mis mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra,

para que efectúen mi voluntad; pero es necesario que tú, personalmente, vayas,

ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. Y

mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana

a ver al Obispo. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para

que realice, haga mi templo que le pido. Y bien, de nuevo dile de qué modo yo,

personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te

mando».”17

Así que al día siguiente regresó ante el obispo para nuevamente darle el

mensaje de la Virgen y el obispo le pide una señal que confirme su mensaje. Juan

Diego al regresar abatido a su casa se encuentra con que su tío se encuentra

gravemente enfermo y ante la eminente muerte le pide a su sobrino que vaya a la

Ciudad de México para que buscara un sacerdote para que le diera los últimos

auxilios, así que el 12 de diciembre, muy de mañana Juan Diego corrió hacia el

convento de los franciscanos en Tlatelolco, pero al acercarse al lugar donde se había

encontrado con la hermosa Doncella, reflexionó con candidez, que era mejor desviar

sus pasos por otro camino, rodeando el cerro del Tepeyac por la parte Oriente y, de

esta manera, no entretenerse con Ella y poder llegar lo más pronto posible al

convento de Tlatelolco, pensando que más tarde podría regresar ante la Señora del

Cielo para cumplir con llevar la señal al Obispo.

Pero María Santísima salió al encuentro de Juan Diego y le dijo: “«¿Qué

pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?»”.18

El indio

quedó sorprendido, confuso, temeroso y avergonzado, y le comunicó con turbación

la pena que llevaba en el corazón: su tío estaba a punto de morir y tenía que ir por un

sacerdote para que lo auxiliara.

María Santísima escuchó la disculpa del humilde indígena con apacible

semblante; comprendía, perfectamente, el momento de gran angustia, tristeza y

preocupación que vivía Juan Diego; y es precisamente en este momento en donde la

Madre de Dios le dirige unas de las más bellas palabras, llenas de misericordia, las

cuales penetraron hasta lo más profundo de su ser:

“«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te

espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta

enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante aflictiva. ¿No estoy aquí

yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente

16

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 55-56. 17

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 58-62. 18

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 107.

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de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes

necesidad de alguna otra cosa?»”19

Y la Señora del Cielo le aseguró: “«Que ninguna

otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío,

porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno».”20

Y efectivamente, en ese preciso momento, María Santísima se encontró con

el tío Juan Bernardino dándole la salud y entregándole su nombre completo “Santa

María de Guadalupe”, con este signo de entregar su nombre completo al anciano,

raíz, sabiduría y autoridad indígena, Ella se entrega a la raíz, a la sabiduría y a la

autoridad del pueblo como de hecho es lo que representa el anciano, Ella se entregó,

pero recordemos que también con Ella, en su inmaculado vientre, está el mismo

Dios y Señor Jesús, así que por medio de Ella, Jesús se entregó hasta el fondo del

corazón humano. También es digno de tomar en cuenta que este encuentro con el

anciano sucedió en una chocita, hogar de Juan Diego y su tío en el pueblito de

Tulpetlac, san Juan Diego se enteraría de todo esto más tarde.

Mientras tanto, en el llano del cerro del Tepeyac, san Juan Diego tuvo fe total

en lo que le aseguraba María Santísima, la Reina del Cielo, así que consolado y

decidido le suplicó inmediatamente que lo mandara a ver al Obispo, para llevarle la

señal de comprobación, para que creyera en su mensaje.

La Virgen Santísima le mandó que subiera a la cumbre del cerrillo, en donde

antes se habían encontrado; y le dijo: “«Allí verás que hay variadas flores: córtalas,

reúnelas, ponlas todas juntas: luego baja aquí; tráelas aquí, a mi presencia».”21

Juan Diego inmediatamente subió al cerrillo, no obstante que sabía que en

aquel lugar no habían flores, ya que era un lugar árido y lleno de peñascos, y sólo

había abrojos, nopales, mezquites y espinos; además, estaba haciendo tanto frío que

helaba; pero cuando llegó a la cumbre, quedó admirado ante lo que tenía delante de

él, un precioso vergel de hermosas flores variadas, frescas, llenas de rocío y

difundiendo un olor suavísimo; y comenzó a cortar cuantas flores pudo abarcar en el

regazo de su tilma. Inmediatamente bajó el cerro llevando su hermosa carga ante la

Señora del Cielo.

María Santísima tomó en sus manos las flores colocándolas nuevamente en el

hueco de la tilma de Juan Diego y le dijo: “«Mi hijito menor, estas diversas flores

son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas

mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad; y tú ..., tú que eres mi

mensajero... en ti absolutamente se deposita la confianza.”22

Después de un largo tiempo de espera, cerca de una hora y media como

indican algunas fuentes históricas, los criados del Obispo lo dejaron esperando, pues

no lo dejaban pasar hasta que vislumbraron que algo traía aquel indio en su tilma y

después de tres intentos fallidos por querer ver la señal, lo dejaron pasar y así Juan

19

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 118-119. 20

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 120. 21

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 126. 22

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 137-139.

Page 10: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

10

Diego pudo estar nuevamente delante del Obispo, a quien le contó puntualmente

todo lo que había vivido, contemplado y escuchado, que había subido al cerro por

las flores que en ese suelo y con ese clima que helaba era imposible que crecieran

ahí y que, sin embargo, él nunca había dudado, que ahí encontró bellísimas flores

extraordinarias y que las había cortado, que las había colocado en su tilma y que la

Virgen las había acomodado nuevamente en su humilde tilma y se las traía como

señal de la verdad. Y en ese preciso momento, Juan Diego entregó la señal de María

Santísima extendiendo su tilma, cayendo en el suelo las preciosas flores; y en ese

preciso momento apareció la imagen admirablemente impresa de la Santísima

Virgen María, como se ve el día de hoy, y se conserva en su sagrada casa. El obispo

Zumárraga, junto con su familia y la servidumbre que estaba en su entorno, sintieron

una gran emoción, no podían creer lo que sus ojos contemplaban, una hermosísima

Imagen de la Virgen, la Madre de Dios, la Señora del Cielo. La veneraron como

cosa celestial. El obispo “con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no

haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra.”23

Además,

el obispo confirmó también la salud del anciano tío Juan Bernardino, quien declaró

que en ese preciso momento a él también se le había aparecido la Virgen,

exactamente en la misma forma como la describía su sobrino, y que la hermosa

Doncella le había dicho su nombre: “LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA

DE GUADALUPE.”24

Es muy importante el nombre que la Virgen eligió. Un nombre que en

realidad cuenta con dos nombres “María” de origen judío y que significa “la elegida

de Dios”, “la iluminadora”, “la más hermosa”; y un segundo nombre “Guadalupe”

de origen árabe, y que significa: “el cauce del río”, “el lecho del río”, es decir:

“aquello que conduce el agua”. María de Guadalupe es la mujer que une en armonía

las dos grandes grandes razas culturales y religiosas más importantes del mundo: lo

judío y lo árabe, lo que, desgraciadamente, están constantemente peleando, llenas de

discordias, separadas y en guerra… pero ahora, en Ella, son unidad, armonía y amor.

Además, en su nombre está la misión de Ella, Ella no es la luz, no es el agua, es

Jesucristo la Luz por antonomasia y el Agua viva. Así que en su nombre se

encuentra la misión de conducirnos como “estrella de la evangelización” a su amado

Hijo. Es el “hagan todo lo que él les diga…”

Desde ese momento, san Juan Diego proclamó el milagro y el mensaje de

Nuestra Señora de Guadalupe, un mensaje que proclamaba la unidad, la armonía el

inicio de una nueva vida.

Todos contemplaron con asombro la Sagrada Imagen. “Y absolutamente toda

esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a ver, a admirar su preciosa

Imagen. Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias.

23

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 187. 24

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 208.

Page 11: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

11

Mucho admiraron en qué milagrosa manera se había aparecido puesto que

absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.”25

La evangelización de Santa María de Guadalupe hace realidad una gran

conversión

Inmediatamente el mensaje transmitido de viva voz por san Juan Diego y la

imagen de Santa María de Guadalupe estampada en su humilde tilma fueron

captados y entendidos de tal manera que se verificó una impresionante conversión

en masa tanto de los indígenas como de los españoles; de tal forma que son los

mismos misioneros quienes quedaron desconcertados ante estas conversiones y

fueron estimulados a cumplir con su labor como instrumentos sacramentales de esta

apoteótica conversión. Tomando el cúmulo de signos que sirvieron a la inculturación

del Evangelio, y que María supo tomar y llevarlos a la plenitud en su amado Hijo, es

como si Ella les hubiera dicho a los indígenas que no eran ni sus corazones ni su

sangre lo que supuestamente alimentaban a dios, sino que era el cuerpo, la sangre y

el corazón del verdadero Dios y Señor quien se entregaba y nos sustentaba y nutría

al ser humano; era como si María les hubiera dicho que los comprendía, pues Ella

sabía lo que eran los sacrificios humanos, pues Ella era la Madre de Jesucristo, Dios

y Hombre verdadero, Ella estuvo de pie contemplando a su Hijo muy amado clavado

en la cruz, si alguien entendía de sacrificios que le habían atravesado el corazón y el

alma, era Ella, pero que ahora el verdadero Dios y Señor era el Único y Eterno

Sacrificio, por ello, no más sacrificios humanos, Jesús el Hijo de Dios era el

sacerdote, víctima y altar, Él, el Dios misericordioso y lleno de amor asumía en Él y

en esa cruz el ser víctima, sacerdocio y altar. Por eso: ¡no más sacrificios humanos,

Jesús era el único y eterno sacrificio, cordero degollado, Pascua Eterna!

Ciertamente, un signo concreto, claro y objetivo de la importancia del

Acontecimiento Guadalupano fue la conversión de los indígenas, que a partir de este

momento se cuentan por millares. Y esto se constata por medio de las fuentes

históricas; por ejemplo: fray Toribio Motolinia, como ya decíamos, además de

indicarnos que la gran labor de los franciscanos había dado como resultado cierta

cantidad de bautizos a indígenas, no pudo negar que en los primeros años los indios

permanecían reacios a convertirse al catolicismo: “Anduvieron –declaraba el

misionero– los mexicanos cinco años muy fríos”.26

Además, era consciente de la

insignificancia de sus recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y

la inseguridad de que fueran sinceras las conversiones; el temor de que la piedad india

fuera idolatría larvada subsistió durante largo tiempo en todos los misioneros y llegó a

ser para algunos, como fray Diego de Durán, una obsesión..27

25

ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 214-218. 26

FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 78. 27 Cfr. FRAY DIEGO DURÁN, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, obra terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967.

Page 12: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

12

Sin embargo, después de esos primeros años, Motolinia nos da noticia de las

grandes cantidades de indígenas que pedían el bautismo, y que en aquel momento,

inexplicablemente, se contaban por miles, como se lo había informado un

confraterno, decía: “fray Juan de Perpiñán y fray Francisco de Valencia, los que

cada uno de estos bautizó pasaron de cien mil; de los sesenta que al presente son en

este año de 1536”;28

Motolinia siguió haciendo cuentas de los miles y miles que se

habían bautizado y llegó a la conclusión que en total en ese año de 1536: “serán –

decía– hasta hoy día bautizados cerca de cinco millones”29

Por su parte fray Juan de

Torquemada en su obra Monarquía Indiana nos informa que “se bautizaban tantos

mil en un día.”30

Los mismos frailes estaban sorprendidos de esta conversión masiva, otro

misionero e historiador, fray Gerónimo de Mendieta señalaba: “Al principio

comenzaron a ir de doscientos en doscientos, y de trescientos en trescientos, y

siempre fueron creciendo y multiplicándose, hasta venir a millares; unos de dos

jornadas, otros de tres, otros de cuatro, y de más lejos; cosa a los que lo veían de

mucha admiración. Acudían chicos y grandes, viejos y viejas, sanos y enfermos. Los

bautizados viejos traían a sus hijos para que se los bautizasen, y los mozos

bautizados a sus padres; el marido a la mujer, y la mujer al marido.”31

Los indios se

quedaban en los monasterios aprendiendo la doctrina, daban mil vueltas a las

oraciones para aprenderlas de memoria en latín. “Y al tiempo que los bautizaban,

muchos recibían aquel sacramento con lágrimas ¿Quién podía atreverse a decir que

estos venían sin fe, pues de tan lejos tierras venían con tanto trabajo, no los

compeliendo nadie, a buscar el sacramento del bautismo?”32

Algunos indígenas, como decía Mendieta, hacían grandes esfuerzos para

llegar al monasterio en donde les pudieran administrar el sacramento del bautismo;

por ejemplo, para llegar al monasterio de Guacachula, los indígenas debían atravesar

sierras y barrancos, casi sin comida. Esta afluencia de indígenas no se dio como un

fenómeno pasajero, ya que continuaron llegando de lejanas tierras y con todas estas

dificultades durante meses; continuaba Mendieta: “afirma un religioso siervo de

Dios, que pasó por allí huésped, que en cinco días que allí estuvo bautizaron él y

otro sacerdote por cuenta catorce mil y doscientos y tantos. Y aunque el trabajo no

era poco (porque a todos ponía óleo y crisma), dice que sentía en lo interior un no sé

qué de contento en bautizar aquellos más que a otros; porque su devoción y fervor

de aquellos ponía al ministro espíritu y fuerzas para los consolar a todos, y para que

ninguno se les fuese desconsolado. Y cierto fue cosa de notar y maravillar, ver el

ferviente deseo que estos nuevos convertidos traían al bautismo, que no se leen

cosas mayores en la primitiva Iglesia. Y no sabe hombre de qué se maravillar más, o

28

FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 85. 29

FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 85. 30

FRAY JUAN DE TORQUEMADA, Monarquía Indiana, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa No 43),

introducción de MIGUEL LEÓN-PORTILLA, México 51986, T. III, p. 140.

31 FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 276.

32 FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 276.

Page 13: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

13

de ver así venir a esta nueva gente, o de ver cómo Dios los traía. Aunque mejor

diremos, que de ver cómo Dios los traía y recibía al gremio de su santa Iglesia.

Después de bautizados, era cosa notable verlos ir tan consolados, regocijados y

gozosos con sus hijuelos a cuestas, que parecía no caber en sí de placer.”33

Cuando esta conversión adquirió dimensión masiva, se reflexionó sobre la

mejor manera de administrar el bautismo y se buscó una guía segura escribiendo al

Papa para conocer las soluciones que se pudieran dar a este caso, y mientras

llegaban las disposiciones de Roma, los frailes tuvieron que suspender

momentáneamente los bautismos en gran masa; esto propició que los frailes vieran

testimonios que les partían el corazón, la gente estaba ansiosa de tener el

sacramento, con actitudes que conmovían y sorprendían a los misioneros, por

ejemplo, el mismo Mendieta nos informa sobre estos indígenas a quienes no les

importaban distancias, temporales, hambres, etc. con tal de tener el bautismo; y que,

por supuesto, no les importaba esperar todo el tiempo que fuera necesario hasta

conseguir su objetivo. Tanto en el convento de Guacachula como en el de Tlaxcala,

se contaron cerca de 2,000 indígenas que pacientemente esperaban en los patios, y

rogaban a cuanto misionero veían para que los bautizaran. Los misioneros fueron

testigos de que, cuando se les despedía sin darles el sacramento, los indios volvían a

sus casas, “llorando y quejándose, y diciendo mil lástimas, que eran para quebrar los

corazones, aunque fueran de piedra.”34

Y lo mismo dígase de los indígenas que trataban de confesarse: “Acaecía –

decía Mendieta– por los caminos, montes y despoblados, seguir a los religiosos mil

y dos mil indios y indias, sólo para confesarse, dejando desamparadas sus casas y

hacienda; y muchas de ellas mujeres preñadas, y tanto que algunas parían por los

caminos, y casi todas cargadas con sus hijos a cuestas. Otros viejos y viejas que

apenas se podían tener en pie con sus báculos, y hasta ciegos, se hacían llevar de

quince y veinte leguas a buscar confesor. De los sanos muchos venían de treinta

leguas, y otros acaecía andar de monasterio en monasterio más de ochenta leguas

buscando quien confesase. Porque como en cada parte había tanto que hacer, no

hallaban entrada. Muchos de ellos llevaban sus mujeres e hijos y su comidilla, como

si fueran de propósito a morar a otra parte. Y acaecía estarse un mes y dos meses

esperando confesor, o lugar para confesarse.”35

Uno de los sacramentos que más dificultades había presentado para la

aceptación indígena era el Matrimonio, ya que el dejar a sus mujeres y tener sólo

una, no era cosa fácil, en un esquema de familia que incluso en algunos lugares de

México rige todavía. Los indígenas, pueblo entregado a la guerra y a los sacrificios

humanos como parte de la armonía del cosmos, no podían imaginar el no tener

muchos hijos, integrantes fundamentales de esta armonía sagrada.

33

FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 277. 34

FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 278. 35

FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, pp. 282-283.

Page 14: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

14

Por lo que, si bien ya era de sorprender la conversión en masa que se dio poco

después del gran Acontecimiento Guadalupano, y sabiendo los misioneros la

resistencia que ofrecían los indios al sacramento del matrimonio con una sola mujer;

resulta aún más admirable que, precisamente después del Acontecimiento

Guadalupano, éstos llegaran a pedir con gran fervor el matrimonio cristiano.

Fray Toribio Motolinia nos informa sobre este proceso de cambio. Después

de muchos esfuerzos y fatigas, el primer matrimonio cristiano tuvo lugar el 14 de

octubre de 1526, cuando se casaron ocho parejas, entre los que se encontraba don

Hernando, hermano del señor de Texcoco; Motolinia alude a este primer matrimonio

en la tierra del Anáhuac, señalando esta fecha como punto de referencia debido a

que los matrimonios eran muy escasos, y nos informa también la razón de esto: “los

señores tenían las más mujeres, no las querían dejar, ni ellos [los frailes misioneros]

se las podían quitar, ni bastaba ruegos, ni sermones, ni otra cosa que con ellos se

hiciese, para que dejadas todas se casasen con una sola en faz de la Iglesia; y

respondían que también los españoles tenían muchas mujeres, y si les decíamos que

las tenían para su servicio, decían que ellos también la tenían para lo mismo; y así

aunque estos indios tenían muchas mujeres con quien según su costumbre eran

casados, también las tenían por manera de granjería, porque las hacían a todas tejer y

hacer mantas y otros oficios.”36

Pero, en 1536 Motolinia comprueba y es testigo de

que después de 1531 las cosas cambiaron radicalmente, continuaba: “ha placido a

Nuestro Señor que de su voluntad de cinco a seis años a esta parte comenzaron

algunos a dejar la muchedumbre de mujeres que tenían y a contentarse con una sola,

casándose con ella como lo manda la Iglesia; y con los mozos que de nuevo se casan

son ya tantos, que hinchan las iglesias, porque hay días de desposar cien pares; y

días de doscientos y de trescientos y días de quinientos.”37

Por su parte Mendieta decía: “Y era mucho de ponderar la fe de los indios,

que les acaecía a muchos haber dejado las mujeres legítimas, porque no les tenían

amor, y andar revueltos con las mancebas a quienes estaban aficionados, y tener en

ellas tres o cuatro hijos, y por cumplir lo que se les mandaba, dejaban éstas en quien

tenían puesta su afición, e iban a buscar las otras, quince y veinte leguas, porque no

les negasen el bautismo.”38

Los mismos misioneros estaban desconcertados de este radical cambio, de

tantas y tantas sorpresivas conversiones; y trataban de razonar este fenómeno

diciendo que, en parte, había sido resultado de su predicación y testimonio; como

hemos dicho, no cabe duda que esto ciertamente influyó en las conversiones

iniciales; sin embargo, la masiva conversión dejaba a los seráficos misioneros con

admiración y con expresiones de asombro, como decía Mendieta: “fue cosa de notar

y maravillar”, “de mucha admiración”.

36

FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 98. 37

FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 98. 38

FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 300.

Page 15: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

15

El documento histórico llamado Nican Motecpana también corrobora y

confirma este cambio desde el corazón indígena, que se manifestó en la aceptación

de la fe; a su modo y en estilo por esta importante fuente se nos dice que los indios:

“sumidos en profundas tinieblas, todavía aman y servían a falsos diosecillos, obras

manuales e imágenes de nuestro enemigo el demonio, aunque ya había llegado a sus

oídos la fe, desde que oyeron que se apareció la Santa Madre de Nuestro Señor

Jesucristo, y desde que vieron y admiraron su perfectísima imagen, que no tiene arte

humano; con lo cual abrieron mucho los ojos, cual si de repente hubiera amanecido

para ellos.”39

Fue tal la conversión, que muchos de ellos tiraron, con sus propias

manos, los antiguos ídolos: “Y luego (según los viejos dejaron pintado) algunos

nobles, lo mismo que sus criados plebeyos, de buena voluntad echaron fuera de sus

casas, arrojaron y esparcieron las imágenes del demonio y empezaron a creer y

venerar Nuestro Señor Jesucristo y su preciosa Madre.”40

Uno de los aspectos claves en esta conversión es que María viene a traernos a

su Hijo Jesucristo, Eucaristía; es decir, que la Imagen de Nuestra Señora de

Guadalupe es Cristocéntrica, ya que coloca a su Hijo en el lugar que le corresponde,

en el centro de todo su mensaje e imagen. La Doncella-Madre embarazada que

espera a Jesucristo, que lo porta en su vientre, como el tesoro que nos ofrece. Esto es

confirmado también por el Nican motecpana: “En lo que se realizó que no

solamente vino a mostrarse la Reina del cielo, nuestra preciosa Madre de Guadalupe,

para socorrer a los naturales en sus miserias mundanas, sino más bien, porque quiso

darles su luz y auxilio, a fin de que conocieran al verdadero y único Dios y por él

vieran y conocieran la vida del cielo.”41

Del mismo modo, Ella no desprecia el

trabajo de los misioneros, sino que lo asume en el trabajo evangelizador; se expresa

en el Nican motecpana: “Para hacer esto, Ella misma vino a introducir y fortalecer la

fe, que ya habían comenzado a repartir los reverendos hijos de San Francisco.”42

El Acontecimiento Guadalupano no sólo convierte a los indígenas sino a los

mismos españoles; uno de los ejemplos más explícitos de esto son los variados

testimonios de los testigos en la llamada Información de 1556; donde explícitamente

se hace referencia a grandes peregrinaciones de españoles a la ermita del Tepeyac,

de milagros, de conversiones y del gran amor a Santa María de Guadalupe logrando

grandes conversiones no sólo de los indígenas sino también de españoles.43

Dice el

testimonio de Juan de Salazar que “la gran devoción que toda esta ciudad ha tomado

a esta bendita Imagen, y los indios también, y cómo van descalzas señoras

principales y muy regaladas, y a pie con sus bordones en las manos, a visitar y

encomendar a nuestra Señora y de estos los naturales han recibido grande ejemplo y

39

FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307. 40

FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307. 41

FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307. 42

FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307. 43

Cfr. Información de 1556 ordenada realizar por Alonso de Montúfar, arzobispo de México, en

ERNESTO DE LA TORRE VILLAR Y RAMIRO NAVARRO DE ANDA, Testimonios Históricos

Guadalupanos, Ed. FCE, México 1982.

Page 16: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

16

siguen lo mismo [...] muchas señoras de este pueblo y doncellas, así de calidad como

de edad, iban descalzas y con sus bordones en las manos a la dicha ermita de nuestra

Señora y que así este testigo lo ha visto, porque ha ido muchas veces a la dicha ermita,

de que este testigo no poco se ha maravillado, por haber visto muchas viejas y

doncellas ir a pie con sus bordones en las manos, en mucha cantidad a visitar la dicha

Imagen”.44

Y añade este mismo testigo que incluso llegó a tal punto la devoción que

“ya no se platica otra cosa en la tierra, si no es ¿dónde queréis que vayamos? vamos

a nuestra Señora de Guadalupe”.45

Otro testigo, el bachiller Francisco de Salazar juraba: “no solamente las

personas que sin detrimento de su salud y sin vejación de su cuerpo pueden, van a pie;

pero mujeres y hombres de edades mayores y enfermos, con esta devoción van a la

dicha ermita”.46

En su testimonio, Juan de Masseguer nos dice: “Que todo el pueblo a una

tiene gran devoción en la dicha Imagen de Nuestra Señora de todo género de

gente, nobles ciudadanos e indios”.47

Mientras que Alvar Gómez testificó: “que es verdad que ha ido allá una

vez, y que topó muchas señoras de calidad que iban a pie, y otras personas,

hombres y mujeres de toda suerte, a la ida y a la venida, y que allá vio dar

limosnas hartas, y que a su parecer que era con gran devoción, y que no vio cosa

que le pareciese mal, sino para provocar a devoción de Nuestra Señora, y que a

este testigo, viendo a los otros con tanta devoción, le provocaron más; y que le

parece que es cosa que se debe favorecer y llevar adelante, especial que en esta

tierra no hay otra devoción señalada, donde la gente haya tomado tanta

devoción, y que con esta Santa devoción se estorban muchos de ir a las huertas,

como era costumbre en esta tierra, y ahora se van allí donde no hay aparejos de

huertas ni otros regalos ningunos, mas de estar delante de Nuestra Señora en

contemplación y en devoción”.48

En palabras sencillas, el culto a la Virgen de Guadalupe se manifiesta como

una verdadera evangelización, centrada en Jesucristo-Eucaristía;49

los misioneros

observaron que con el mensaje y la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe la

esencia del Evangelio era entendido y movía de tal forma las almas que la

conversión hacia Jesucristo era una manifestación patente de ello.

Ciertamente es sorprender este cambio, que tuvo su origen en las

profundidades del corazón y esta nueva actitud que revela una luz de esperanza, la

44

«Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p. 51. 45

«Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p. 53. 46

«Testimonio de Francisco de Salazar», en Información de 1556, p. 59. 47

«Testimonio de Juan de Masseguer», en Información de 1556, p. 71. 48

«Testimonio de Alvar Gómez de León», en Información de 1556, p. 67. 49

Cfr. MARIANO CUEVAS, El culto Guadalupano del Tepeyac. Sus orígenes y sus críticos en el

siglo XVI, Apéndice: La información de 1556 sobre el sermón del provincial franciscano

Bustamante, Ed. Centro de Estudios Fray Bernardino de Sahagún, México 1978.

Page 17: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

17

cual permitió que se llevara a cabo la evangelización de un pueblo que estaba como

tierra bien preparada para recibir el mensaje de la Salvación. De hecho, se inicia una

devoción que nadie podrá detener, y que aun más se fue profundizando y

extendiendo durante los diversos periodos históricos que tuvieron lugar en México.

El P. Francisco Javier Clavijero, SJ, escribió en 1782: “Entre los beneficios

generales que Dios ha hecho a México por medio de la Santísima Virgen, se tiene

por el primero y el más grande la rápida extinción de la idolatría en ese vasto reino

[…] fue Ella, sin más, la que arruinó en México el imperio de Satanás y acabó con la

bárbara superstición de esos pueblos, pues a partir del momento en que Ella se dignó

aparecerse en el Tepeyácac, comenzó el Evangelio a propagarse con tanta rapidez

como nunca se vio desde los tiempos apostólicos […] no se daban abasto aquellos

celosos e infatigables obreros que plantaron esa viña, para recoger el fruto, y esto no

obstante que los ejemplos que esa gente podía ver en los cristianos llegados con la

conquista eran más para apartarlos que para acercarlos al cristianismo.”50

El gran pensador contemporáneo de origen chileno P. Joaquín Alliende Luco

dice: “La inculturación ha sido siempre un proceso accidentado, y hasta con

momentos de violencia y lucha. Un modelo de eximia inculturación fecunda es

María de Guadalupe. La misión evangelizadora de los primeros parecía destinada al

fracaso. Después de las apariciones en el Tepeyac cambió la situación misionera

radicalmente. Interminables procesiones de indígenas solicitaban el bautismo […] en

pocos años, millones de indígenas pidieron a los misioneros españoles el bautismo

cristiano. Guadalupe aparece como el acontecimiento tal vez más logrado de la

historia de la Iglesia.”51

Y esto sigue y sigue y sigue sucediendo ahora en día.

Modelo de Evangelización perfectamente inculturada

Cuando hablo de “cultura” me refiero a algo netamente humano y muy

complejo, como expresó el cardenal Paul Poupard: la cultura es “la manera peculiar

en que los hombres, en un determinado pueblo, cultivan su relación con la

naturaleza, consigo mismos y con Dios, a fin de alcanzar un nivel verdadera y

plenamente humano”.52

La Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) expresó en el

Documento de Puebla de una manera elocuente lo que es la “inculturación” y que es

lo que prácticamente el Acontecimiento Guadalupano marca la pauta y es el modelo

perfecto, así lo expresan los obispos latinoamericanos: “En efecto, la fe transmitida

por la Iglesia es vivida a partir de una cultura presupuesta, esto es, por creyentes

«vinculados profundamente a una cultura y la construcción del Reino no puede por

50 FRANCISCO JAVIER CLAVIJERO, Imagen de nuestra Señora de Guadalupe, cap. 11, p. 595. 51

JOAQUÍN ALLIENDE LUCO, Para que nuestra América viva, Ed. Nueva Patris, Chile 2007, p. 97. 52

PAUL POUPARD, Intervención en la 7a. Congregación General, presente el Santo Padre, el 20 de

noviembre de 1997, en JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ, “Historia del Sínodo de América”, Ed. Nueva

Evangelización, México 1999, p. 190.

Page 18: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

18

menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas» (Cfr. EN 20).

Por otra parte permanece válido, en el orden pastoral, el principio de encarnación

formulado por san Ireneo: «Lo que no es asumido no es redimido». El principio

general de encarnación se concreta en diversos criterios particulares: Las culturas no

son terreno vacío, carente de auténticos valores. La Evangelización de la Iglesia no

es un proceso de destrucción, sino de consolidación y de fortalecimiento de dichos

valores; una contribución al crecimiento de los «gérmenes del Verbo» presentes en

las culturas (Cfr. GS 57). (…) Todo esto implica que la Iglesia -obviamente la

Iglesia particular-, se esmere en adaptarse, realizando el esfuerzo de un

trasvasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de

la cultura en la que se inserta (Cfr. EN 53, 62, 63; GS 58a,b; DT 420-423) (…) De

este modo, por la evangelización, la Iglesia busca que las culturas sean renovadas,

elevadas y perfeccionadas por la presencia activa del Resucitado, centro de la

historia, y de su Espíritu (EN 18, 20, 23; GS 58d; 61a).”53

Es decir, que quienes queramos proclamar el Evangelio a gentes diversas de

nosotros mismos, debemos hacer el esfuerzo al evangelizar a los gentiles: exponer y

compartir nuestra Fe a partir de los conocimientos y sentimientos de los otros, “las

semillas del Verbo”, no sólo de los nuestros, obteniendo así ambos un doble

enriquecimiento, pues ninguno tendría que renunciar a valores y tradiciones

culturales, y todos los valores que dignifiquen al ser humano, para adoptar los del

otro, sino uno y otro adoptar, asimilar y depurar los de los dos.

Y esta inculturación, esta maravillosa adaptación del Evangelio, ocurrió

cuando menos podía esperarse, cuando nuestra patria mestiza se debatía en atroces

dolores de un parto que amenazaba culminar en aborto, como aconteció en otras

partes, donde la población indígena quedó exterminada, pues no se veía posibilidad

alguna de acuerdo entre pueblos tan diversos; cuando indios y españoles se veían

con miedo y rencor, deformada su perspectiva por una total incomprensión mutua,

ya que las culturas de ambos eran humanamente incompatibles. Los españoles

estaban convencidos que se enfrentaban con Satanás en persona, de modo que toda

tolerancia equivaldría a una clara traición a Dios, y los indios estaban convencidos

que su ineludible deber era ser fieles a su raíz, a lo que siempre habían sido. Pero,

Dios, a través de su Madre Santísima, supo resolver ese insoluble problema, sin

desautorizar a sus enviados españoles, sin reprobar los valores indios, sin cambiar a

ninguno de los protagonistas ni a sus conflictivas circunstancias. Supo, en una

palabra, confirmar la predicación de sus enviados inculturando su mensaje a la

mente india. Y con esto no sólo obtuvo su conversión entusiastamente masiva e

instantánea, sino que se aceptaran unos a otros tan efectivamente que nacimos ese

pueblo nuevo, hijo y heredero de ambos: el pueblo mestizo que somos hoy México.

María es la mujer Eucarística, una mujer que nos quita todo miedo y temor no

sólo ante la muerte, sino ante la misma vida. Nuestra Madre nos ayuda a enfrentar

todo, como Ella misma lo hizo llena del amor de Dios; estamos tomados de su

53

Documento de Puebla, Nos. 400-401; 404; 407.

Page 19: El Acontecimiento Guadalupano Modelo de evangelización

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mano, estamos en el hueco de su manto lleno de estrellas y en el cruce de sus brazos,

Ella nos conduce hacia su Hijo, para ser alimentados de la misma carne y sangre de

Jesús. Pues es Él, quien se entrega totalmente por amor y su infinita misericordia a

nosotros en la Eucaristía y es en Ella, en donde nos enseña a ser hermanos y

construir y formar juntos esta civilización del amor.