historia del español: sintaxis

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This is an Accepted Manuscript of a book chapter published by Routledge in Enciclopedia de Lingüística Hispánica. Volumen 2 on Jan 2016, available online: https://www.routledge.com/Enciclopedia-de-Linguistica-Hispanica/Gutierrez- Rexach/p/book/9781138941380 HISTORIA DEL ESPAÑOL: SINTAXIS Manuel Delicado Cantero 1. INTRODUCCIÓN Este artículo se centra especialmente en cuatro aspectos relevantes de la evolución sintáctica del español. La primera sección trata del orden de palabras en los clíticos. La segunda parte examina los objetos verbales, con atención a la a personal. La tercera sección estudia la subordinación, en particular las combinaciones de preposiciones y oraciones finitas. La sección final repasa brevemente cambios que tienen que ver con la (re)creación de categorías: la formación de los artículos y del futuro y el condicional. 2. ORDEN DE PALABRAS: LOS CLÍTICOS Uno de los temas destacados en sintaxis histórica es el cambio en la linearización de los pronombres átonos o clíticos. Compárense los siguientes ejemplos: (1)a. mas por que me vo de tierra, dovos .l. marchos (Cid) (Wanner 1991: 337). b. Os doy cincuenta euros. La posposición en (1a) es agramatical en español moderno. Las posiciones posibles de los clíticos en español medieval fueron reorganizadas hasta llegar al patrón moderno. La limitación en la posición de elementos átonos fue estudiada en el XIX para las lenguas indoeuropeas con la Ley de Wackernagel, que establecía que los clíticos debían aparecer en

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This is an Accepted Manuscript of a book chapter published by Routledge in Enciclopedia de

Lingüística Hispánica. Volumen 2 on Jan 2016, available online:

https://www.routledge.com/Enciclopedia-de-Linguistica-Hispanica/Gutierrez-

Rexach/p/book/9781138941380

HISTORIA DEL ESPAÑOL: SINTAXIS

Manuel Delicado Cantero

1. INTRODUCCIÓN

Este artículo se centra especialmente en cuatro aspectos relevantes de la evolución sintáctica del

español. La primera sección trata del orden de palabras en los clíticos. La segunda parte examina

los objetos verbales, con atención a la a personal. La tercera sección estudia la subordinación,

en particular las combinaciones de preposiciones y oraciones finitas. La sección final repasa

brevemente cambios que tienen que ver con la (re)creación de categorías: la formación de los

artículos y del futuro y el condicional.

2. ORDEN DE PALABRAS: LOS CLÍTICOS

Uno de los temas destacados en sintaxis histórica es el cambio en la linearización de los

pronombres átonos o clíticos. Compárense los siguientes ejemplos:

(1)a. mas por que me vo de tierra, dovos .l. marchos (Cid) (Wanner 1991: 337).

b. Os doy cincuenta euros.

La posposición en (1a) es agramatical en español moderno. Las posiciones posibles de los clíticos

en español medieval fueron reorganizadas hasta llegar al patrón moderno.

La limitación en la posición de elementos átonos fue estudiada en el XIX para las lenguas

indoeuropeas con la Ley de Wackernagel, que establecía que los clíticos debían aparecer en

segunda posición, apoyados fonéticamente en la primera palabra tónica. En el caso romance, se

formuló la Ley de Tobler-Mussafia (TM), que captura la restricción en las lenguas romances

antiguas por la cual los clíticos debían ser enclíticos, esto es, pospuestos al verbo del que

dependían. Destacaban tres escenarios en particular: en posición inicial absoluta (2a), tras las

conjunciones e(t), mas (2b) y tras una oración subordinada antepuesta a la principal (2c) (véase

Wanner 1987: 156–160):

(2)a. Echos dona Ximena en los grados delante al altar (Cid) (Wanner 1991: 328).

b. et tornaronse con todo a su hueste (Cid) (Wanner 1991: 338).

c. et desque sopo que el infante entraua en caualgada, enuiol su fijo con dozientos caualleros

(Crónica particular de Fernando III) (Wanner 1991: 328).

TM se fundamenta en la imposibilidad fonológica de un elemento átono, el clítico, de aparecer

en primera posición oracional. Desde un principio se destaca que TM no es exhaustiva; así,

Ramsden (1963) ya establece trece contextos de análisis.

Los estudios más recientes sobre el tema se pueden organizar en tres grupos, no necesariamente

excluyentes:

1. Estudios sintácticos basados en TM

Rivero (1986, 1993) formaliza esta restricción como una restricción fonológica contra la

presencia de pronombres átonos al inicio del sintagma complementante (SC) que los contiene.

Wanner (1991) reinterpreta TM como un filtro negativo en contra de la proclisis de ciertos

clíticos en la periferia izquierda de una oración cuando el verbo está en posición inicial. Si

C(omplementante) está vacío, el movimiento de verbo a C puede tener lugar y el clítico, que no se

ha movido, termina pospuesto (enclítico) al verbo. Cuando C está ocupado, el movimiento del

verbo es imposible y así se deriva la proclisis.

Para Fontana (1993, 1996), la posición del clítico se debe igualmente al movimiento del verbo

y no a la fonología: si hay movimiento del verbo a C, el verbo quedará en primera posición; de lo

contrario, habrá movimiento a una posición inferior y el verbo quedará pospuesto al clítico (tipo

proclisis en subordinadas con complementante).

2. Estudios basados en la ley de la enclisis

En línea con trabajos anteriores, Elvira (1987) sostiene que el clítico tiende a ser enclítico al

elemento que quede en primera posición, especialmente en las oraciones principales, donde el

orden de palabras del español antiguo tiende al verbo en primera posición, análisis compartido y

ampliado por Castillo (1996). Para estos autores, la enclisis ha de entenderse en combinación con

diferencias en el orden de palabras del español medieval, especialmente entre oraciones principales

y subordinadas. Mientras que en las primeras la tendencia del verbo a aparecer en primera posición

facilita la enclisis, en las subordinadas el verbo tenía más movilidad y el pronombre podía aparecer

enclítico a otra categoría (como la negación, por ejemplo).

3. Estudios pragmáticos/discursivos

Barry (1987) destaca que un clítico será posverbal si la oración que lo contiene tiene un efecto

de primer plano en el discurso, es decir, si el contenido de la oración es importante para la

narración.

Combinando sintaxis y discurso, Ishikawa (1993) arguye que los pronombres átonos, al ser

anafóricos y, por tanto, recuperar información mencionada anteriormente (tópicos), deben aparecer

naturalmente en posición preverbal, posición esperable en su clasificación tópico/foco. Solamente

la restricción fonológica obligaba a los clíticos a aparecer pospuestos/enclíticos al verbo.

Nieuwenhuijsen (1995, 2006) considera que el clítico antepuesto sirve para llamar la atención

del oyente por razones comunicativas (lo que se comunica va a ser difícil de entender, etc.). El

clítico pospuesto simplemente representa el orden de palabras normal.

Los diferentes estudios muestran diferentes problemas al analizar el orden de palabras de los

clíticos en español antiguo. Destacan dos: la interpolación y la naturaleza del clítico.

En español antiguo es posible encontrar ejemplos de interpolación, esto es, de casos donde el

pronombre y el verbo están separados por otras palabras:

(4) que la tu des a mi (Santa María Egipciaca) (Wanner 1991: 345).

La interpolación ha recibido desigual atención. Ramsden (1963) o Wanner (1987, 1991) indican

que los casos de interpolación son reducidos, mientras que Elvira (1987), Rini (1990) o Castillo

(1996) encuentran que los casos de interpolación son una prueba relevante de que el pronombre

no estaba sintácticamente ligado al verbo.

La interpolación es especialmente importante a la hora de abordar la naturaleza del clítico en

español antiguo. Para Rivero (1986), Rini (1990), Eberenz (2000) o Nieuwenhuijsen (2006), la

interpolación demuestra que los clíticos antiguos solo lo eran fonológicamente y no

(morfo)sintácticamente, es decir, no eran morfemas ligados al verbo como hoy en día. Por ello,

Rivero (1986) propone que los clíticos en español antiguo eran sintagmas nominales, análisis

criticado por Nieuwenhuijsen (2006). La interpolación lleva a Castillo (1996) a considerar que se

debe hablar de pronombres átonos más que de clíticos. Además, Castillo (1996: 340) puntualiza

que la idea de la atonicidad del pronombre como fuente de la restricción posicional es cuestionable,

ya que otros elementos átonos como los artículos no tienen problemas (véase también Wanner

1991: 315).

3. OBJETOS VERBALES: MARCADO DIFERENCIAL DE OBJETO

Una de las características sintácticas del español es la a personal, esto es, el marcado excepcional

del objeto directo en ciertas circunstancias:

(5)a. He visto *(a) María.

b. He visto (*a) el libro.

c. Necesito a un estudiante que habla inglés. Se llama Juan.

d. Necesito (a) un estudiante que hable inglés.

Frente al uso actual, el marcado diferencial de objeto (MDO) no era sistemático en la lengua

antigua (Lapesa 2000a). Obsérvense los siguientes ejemplos:

(6)a. veré a la mugier (Cid) (Lapesa 2000a: 94).

b. veremos vuestra mugier (Cid) (Lapesa 2000a: 94).

c. gañó a Valençia (Cid) (Lapesa 2000a: 98).

d. Acusaron los escribas y fariseos la mujer adúltera (Quevedo, Política de Dios) (Lapesa 2000a:

94).

Estos ejemplos muestran variación dentro del mismo texto (6a,b), el uso de a en contextos hoy

agramaticales (6c) y también ausencia de la a esperada hoy en día en un texto de español moderno

(6d).

La formación del MDO en español ha recibido mucha atención (véase Pensado 1995a). Como

destaca Laca (2006), se pueden destacar tres factores (compatibles entre sí) para su formación:

1. La competencia entre el acusativo y el dativo (o el objeto directo y el indirecto)

Lapesa (2000a) destaca que en la aparición de MDO tiene que ver con la sustitución (y

competición) ya latina de <ad+acusativo> en lugar del dativo (véase también García 1993). La

invasión del marcado típico del dativo en el marcado del objeto directo está en la base de los

estudios de Company (2002, 2003). Las alternancias de régimen de algunos verbos (de rector de

OD a rector de OI y viceversa) también ayudaron al MDO (Laca 2006: 427-428, 470).

2. La diferenciación entre el sujeto y el objeto

Bossong (1991) se muestra poco convencido con la supuesta pérdida del acusativo en beneficio de

la forma del dativo para el objeto directo (y el indirecto). Considera que la formación de MDO se

debe a la necesidad de mantener la diferenciación entre sujeto y objeto una vez que se ha perdido

la diferenciación gracias al caso morfológico.

3. El marcado de topicalización

Pensado (1995b) concluye que este marcado especial tiene su origen en el uso (ya latino) de

pronombres personales tónicos introducidos con la preposición ad (tipo ad mihi); esto es, el MDO

empezó como dislocación por topicalización (“en cuanto a X”). Tras su especialización como

marcador de objeto, la a se extiende a los otros objetos siguiendo una escala semántica que se

mueve del nombre propio hasta los nombres inanimados. Este análisis remarca la relación entre

dislocación y presencia de a.

Factores semánticos y pragmáticos como definitud, especificidad, animacidad, referencialidad

o topicalidad y la naturaleza de la categoría introductora del objeto ayudan a comprender la

evolución de MDO en español:

A. Rasgos semánticos y pragmáticos del objeto

MDO se ha extendido, en general, de lo humano a lo no humano y de lo definido a lo indefinido.

Company (2002, 2003) aduce que la a de MDO ha procedido diacrónicamente a lo largo de una

escala semántica (de objetos personales hasta incluso objetos inanimados en el español mexicano),

hasta el punto de que se puede considerar hoy en día como un marcador de objeto, sin nada de

excepcional. Von Heusinger y Kaiser (2005) describen este desarrollo como una extensión de

marcado de pronombres personales y nombres propios a un marcado más extenso que depende de

[+animado] y [+específico], con extensiones adicionales en los indefinidos específicos en algunos

dialectos americanos. La topicalidad ayudó en un principio.

Laca (2002, 2006) distingue entre factores locales y factores globales. Los primeros dependen

de las propiedades de animacidad y definitud del objeto. Por ejemplo, los objetos humanos

definidos no pronominales marcados son mayoritarios solo en el XV, mientras que los objetos

humanos indefinidos no pronominales solo empiezan a aparecer en el siglo XVI. En el caso de los

indefinidos, recuerda que desde un principio ya aparece opcionalmente la marca, sobre todo con

los topónimos, fenómeno favorecido por su referencialidad.

B. Naturaleza de la categoría introductora del objeto

Entre los factores globales que señala Laca (2002, 2006) destacan ciertos verbos como llamar,

verbos transitivos estativos, afectivos, causativos, comparaciones con como, etc. Von Heusinger

(2008) incide en que la semántica léxica de los verbos –recogida en una escala con tres clases:

verbos que prefieren objetos [+humano], verbos sin preferencia y verbos con preferencia [-

animado]– influye también en la presencia o ausencia de a y en el porcentaje de uso: así, la

semántica de matar, de la primera clase, explica que aparezca con más frecuencia con MDO que

tomar, de la tercera clase.

4. SUBORDINACIÓN: RECCIÓN PREPOSICIONAL ORACIONAL

Una característica sintáctica del español es la gramaticalidad de la rección preposicional de

oraciones finitas, sean interrogativas indirectas (7a) u oraciones introducidas por el

complementante que (7b):

(7)a. No me acuerdo de quién vino a la fiesta.

b. Insisto en que vengas a la fiesta.

Además, en algunas oraciones adverbiales introducidas por lo que tradicionalmente se han llamado

conjunciones adverbiales encontramos esta misma configuración de <P + que>:

(8)a. Estuve hablando por teléfono hasta que se hizo de noche.

b. Se lo dije por esa razón y porque creo que es lo mejor.

Algunas de estas combinaciones de preposición más oración finita con que en oraciones

adverbiales ya se documentan desde los primeros textos:

(9) mas por que me vo de tierra, dovos .l. marchos (Cid) (Wanner 1991: 337).

A diferencia de los contextos adverbiales, los documentos del español anterior al siglo XVI

muestran que, en el caso de las oraciones finitas argumentales (como en (7)), la ausencia de la

preposición regida era lo común, fenómeno que hoy en día se denomina queísmo:

(10)a. ayudándole que faga sienpre tales cosas (Alfonso X, Siete partidas) (Delicado 2013: 282).

b. no se miembra que fauoresció la toma de cantalapiedra (Hernando del Pulgar, Letras)

(Delicado 2013: 2).

Un factor que explica esta ausencia es la existencia de una sintaxis más laxa en español, una de

cuyas características era precisamente la existencia de un que polivalente que podía aparecer como

único enlace de subordinación en relativas, completivas, etc. sin necesidad de ir introducido por la

preposición (o adverbio) esperable hoy en día (véase Serradilla 1997, entre otros).

Se pueden destacar tres aproximaciones para explicar el cambio que nos ocupa:

1. Analogía

En un trabajo clave para la subordinación romance, Herman (1963) arguye que las combinaciones

<P + que> se producen por extensión analógica en las lenguas romances, tanto en la formación de

las llamadas conjunciones adverbiales (tipo porque) como en el caso de las oraciones finitas

seleccionadas por una categoría que rige o necesita una preposición (verbos preposicionales,

sustantivos, adjetivos).

En el caso concreto de las segundas, las mismas categorías (verbos, adjetivos y nombres) que

después podrán tomar oraciones finitas con que mediante una preposición se documentan desde

los primeros textos con esas mismas (u otras, dada la gran variación típica del español medieval;

véase Cano 1977-78) cuando el objeto preposicional es un sintagma nominal o incluso una oración

infinitiva (véase Schulte 2007). Considérense los siguientes ejemplos del Corpus del Español de

Mark Davies:

(11)a. se menbraua de los tuertos que el Rey don Sancho de Nauarra le fiziera (Estoria de España

II).

b. & sienpre te deues menbrar de vsar de bondat en todos lugares (Sancho IV, Castigos y

documentos para bien vivir).

El patrón existente ya en casos como (11a) y (11b) se extiende al contexto con finitas con que, con

lo que se regulariza la rección preposicional. La analogía como mecanismo de este cambio subyace

a trabajos clásicos para el español, como Tarr (1922), y otros más recientes como Bogard y

Company (1989), Serradilla (1995, 1997) y Delicado (2013). El español antiguo conocía una serie

de construcciones que pudieron favorecer la analogía, como destacan Tarr (1922) y Serradilla

(1995, 1997), empezando por la existencia de combinaciones <P + que> ya en oraciones

adverbiales introducidas por las mismas preposiciones, la existencia de oraciones preposicionales

introducidas por commo o la configuración <P + pronombre + que>. Obsérvense los siguientes

ejemplos:

(12)a. et este rey membrauase muy bien de cuemo uinien aquellas duennas amazonas del linage

de los godos (Primera Crónica General) (Serradilla 1997: 249).

b. pesándoles mucho de lo que la reyna … diera las fortalezas (Primera Crónica General)

(Tarr 1922: 110).

2. Eliminación del pronombre

Ejemplos como (12b) sirven de base para Moreno (1985-86), quien establece una hipótesis de base

comparativa mediante la cual el español antiguo perdió un pronombre intermedio entre la

preposición y la oración que. El cambio incluye tres pasos: primero, no rección preposicional de

oraciones finitas, dado que el pronombre es el objeto preposicional real; segundo, la caída del

pronombre; tercero, la integración de la oración finita como objeto preposicional.

3. Propiedades de las categorías

Para Barra (2002) este cambio se debe a propiedades de las categorías involucradas, especialmente

las propiedades nominales de las oraciones finitas introducidas por que: una vez que estas

oraciones adquieran el rasgo nominal podrán ser objetos preposicionales –idea ya presente en Tarr

(1922)– y podrán integrarse como argumentos de las categorías regentes. Antes del cambio, hacia

el XVI, las oraciones no poseían rasgos nominales y eran siempre adjuntas, esto es, no existía la

complementación oracional.

Es necesario destacar que, a pesar de la escasez de ejemplos medievales, Serradilla (1995)

localiza algunos ejemplos tempranos. Obsérvense los siguientes ejemplos:

(13)a. con muy grand alegría de que auien conquistas todas las tierras del mundo (Primera

Crónica General) (Serradilla 1995: 150).

b. et non esperades a que vos afinque mas por ello (Lucanor) (Serradilla 1995: 153).

En cuanto a la alternativa con pronombre, es cierto que existía la combinación pronominal tipo

por tal que, por lo que, de lo que, etc., y de hecho los partidarios de la analogía lo usan como otro

posible modelo. Sin embargo, es necesario destacar que, por ejemplo, porque se documenta tal

cual ya desde los primeros textos y, como muestra Herman (1963), <P + que> ya se puede

encontrar en el periodo latino/pre-romance.

La documentación de combinaciones tipo porque desde los primeros textos también supone un

problema para la hipótesis del cambio de rasgos nominales. Barra propone una diferencia en la

naturaleza de estas preposiciones que les permitía combinarse con oraciones mucho antes que en

el caso de las que introducen oraciones argumentales más adelante: no marcaban caso, rasgo

necesario para objetos preposicionales nominales. Sin embargo, los textos antiguos muestran

marcado de caso (morfológico) con pronombres con esas mismas preposiciones (por, fasta, etc.),

igual que otras preposiciones. Si, con Manzini y Savoia (2011), aceptamos que los

complementantes romances son y siempre han sido nominales y añadimos los ejemplos tempranos,

podemos concluir que la naturaleza nominal de las oraciones no fue la razón del cambio (véase

Delicado 2013).

5. (RE)CREACIÓN DE CATEGORÍAS

5.1. La formación de los artículos

El artículo definido deriva del demostrativo latino ILLE (en sus varias formas, según género y

número), un elemento deíctico de lejanía (como el moderno aquel). Este valor deíctico se fue

relajando y pasó a ser anafórico para marcar un elemento mencionado antes en el discurso. De esa

anáfora anclada en el discurso se pasó a un valor anafórico más general que permitía referir a

elementos no mencionados antes sino implícitos (Lapesa 2000b). Véase el siguiente esquema de

evolución del artículo, basado en Ortiz (2009: 368):

Referencia situacional / deíctico referencia anafórica referencia no anafórica

Los orígenes del artículo se pueden encontrar o bien ya en el periodo latino/tardolatino o en el

antiguo romance (Ortiz 2009):

(14) Tertius veniens elo terzero diabolo venot (Glosas emilianeses) (Ortiz 2009: 293).

Inicialmente es más común con sustantivos concretos y tangibles, tanto animados como

inanimados concretos, por ejemplo, las partes del cuerpo (Ortiz 2009: 335). Con ciertos

sustantivos, especialmente los menos concretos y menos delimitados, se observa alternancia entre

la presencia y ausencia del artículo en la lengua antigua (Company 1991). Igualmente, hay

resistencia inicial en los objetos preposicionales (Ortiz 2009: 327-331, 371, 372-373). En todo

caso, del XIII en adelante aumentan los usos con sustantivos abstractos, de materia, etc. (15a).

También se documenta con los genéricos (15b):

(15)a. Corrio la sangre por el astil Ayuso (Cid) (Ortiz 2009: 339).

b. Falido a amyo Çid el pan & la cebada (Cid) (Ortiz 2009: 348).

Según Ortiz (2009: 317-323), es más común en sujetos al principio, sobre todo en singular, lo

que interpreta como que el artículo aparece en contextos de mayor topicalidad. Batllori y Roca

(2000) formalizan este cambio como la creación de una categoría funcional nueva, el

D(eterminante), no deíctica y por tanto diferente del demostrativo.

En cuanto al artículo indefinido, Elvira (1994) recuerda que evoluciona del latino UNUS. Se

derivan ciertos valores en el periodo latino: el numeral, el valor de individuo aislado en

contraposición con alius o alter (“otro”), el indefinido, e incluso la forma plural. Estos usos se

mantienen en el español antiguo y empieza a desarrollarse el artículo indefinido. El indefinido un

va ganando contextos que anteriormente se realizaban con nombres sin determinante.

Elvira (1994), Garachana (2009) y Pozas (2010, 2012) destacan que un(o) en español medieval

es específico (16a), aunque se documentan algunos casos no específicos tempranos (16b). A

diferencia del artículo definido, los valores genéricos se desarrollan en español clásico (16c)

(Leonetti 1988; Elvira 1994; Pozas 2010, 2012), con algunos ejemplos tempranos, como también

sucede con los usos predicativos/atributivos (16d) (Pozas 2010, 2012). Obsérvense los siguientes

ejemplos:

(16)a. traye consigo a su padre Anchises e vn su fiio que dezien Ascanio (General Estoria II)

(Pozas 2010: 261).

b. Si algún omne pusiere una uinna en tierra agena (Alfonso X, Fuero Real) (Pozas 2012:

1078).

c. estar un hombre sin querer ni ser querido es el más enfadoso estado que pueda ser en la vida

(La Diana) (Elvira 1994: 175).

d. me pareces un labertino de errores, un desierto spantable, una morada de fieras (Celestina)

(Pozas 2010: 219).

Un se consolida como artículo indefinido en español clásico. Considérese el siguiente esquema

(Garachana 2009: 416):

UNUS numeral un indefinido específico un indefinido inespecífico un genérico

Pozas (2010, 2012) destaca que en los casos que no son de valor numeral se ve el uso de un(o)

como introductor de elementos nuevos en el discurso (tópico), uso establecido ya en el español del

siglo XIII y que aumenta a partir del siglo XVI.

5.2. La formación del futuro y del condicional

El futuro y el condicional actuales son creaciones romances resultado de la fusión de dos

elementos: el infinitivo y formas reducidas de haber. El latín tenía una forma sintética de futuro

que no se ha mantenido (véase Andrés-Suárez 1994: 87-95 para los factores de esta pérdida). A

partir de una de las múltiples perífrasis del latín, tipo CANTARE HABEO, se desarrolló el futuro

sintético actual. La combinación del infinitivo con formas del imperfecto de indicativo de

HABERE está en el origen del condicional (tipo CANTARE HABEBAM). En ambos casos

encontramos morfologización de una combinación sintáctica.

En la Edad Media, además de las formas sintéticas (17a), se encuentra una alternativa analítica,

observable en tanto en cuanto un clítico podía situarse entre el infinitivo y la forma del verbo haber

(17b). Las formas analíticas se pierden hacia el siglo XVI (Company 1985-86):

(17)a. Este moço conquerra las ençianas yentes (Alexandre) (Andrés-Suárez 1994: 112).

b. Mas quando el melo busca yr gelo he yo demandar (Cid) (Andrés-Suárez 1994: 112).

Los estudios sobre la naturaleza de las formas sintéticas y analíticas de futuro y condicional en

español medieval se pueden agrupar en dos (véase Company 2006: 361-368, entre otros):

1. Formas equivalentes:

a. Las formas analíticas son arcaizantes, residuales (Valesio 1968).

b. Las formas analíticas se parten para cumplir con TM (Menéndez Pidal 1926).

2. Formas diferenciadas: las formas analíticas están especializadas para topicalización (Company

1985-86).

Company (1985-86) documenta que las dos formas aparecen desde los primeros textos y

rechaza que la sintética sea arcaizante. Además, considera que las formas analíticas no se deben a

cuestiones fonológicas. Sin embargo, Castillo (1996: 374-387) reclama la ley enclítica con dos

argumentos principales: las formas analíticas solo aparecen con pronombres átonos intercalados y

únicamente en contextos de posposición pronominal. Postula que las dos formas son equivalentes

y que la forma analítica solo se debe a cuestiones independientes de la sintaxis de los clíticos.

Estudios recientes como Bouzouita (2011) apoyan estas conclusiones. Company (2006) acepta

factores fonológicos iniciales con especialización posterior para marcar topicalidad.

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Cravens, T.D. (ed.) Linguistic studies in Medieval Spanish, Madison: The Hispanic Seminary of

Medieval Studies, pp. 165-190.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS

A. Obras de referencia

Estas obras ofrecen una visión de conjunto e incluyen referencias adicionales. También se deben

consultar los manuales de gramática histórica e historia de la lengua y las actas de los Congresos

Internacionales de Historia de la Lengua Española.

Cano Aguilar, R. (coord.) (2004) Historia de la lengua española, Barcelona: Ariel.

Company Company, C. (dir.) (2006) Sintaxis histórica de la lengua española. Primera parte: la

frase verbal, México: Fondo de Cultura Económica y UNAM.

Company Company, C. (dir.) (2009) Sintaxis histórica de la lengua española. Segunda parte: la

frase nominal, México: Fondo de Cultura Económica y UNAM.

Keniston, H. (1937) The syntax of Castilian prose. The sixteenth century, Chicago: The

University of Chicago Press.

Lapesa, R. (2000) Estudios de morfosintaxis histórica del español, edición de Cano Aguilar, R. y

Echenique Elizondo, M.T., Madrid: Gredos.

B. Lecturas adicionales

Cano Aguilar, R. (1984) ‘Cambios de construcción verbal en español clásico’, Boletín de la RAE,

vol. 64, no. 231-232, pp. 203-255.

Herrero Ruiz de Loizaga, F.J. (2005) Sintaxis histórica de la oración compuesta en español,

Madrid: Gredos.

Serradilla, A. (1996) Diccionario sintáctico del español medieval. Verbos de entendimiento y

lengua, Madrid: Gredos.

Fernández-Ordóñez, I. (2001) ‘Hacia una dialectología histórica. Reflexiones sobre la historia

del leísmo, el laísmo y el loísmo’, Boletín de la RAE, vol. 81, no. 284, pp. 389-464.

García Martín, J.M. (2001) La formación de los tiempos compuestos del verbo en español

medieval y clásico. Aspectos fonológicos, morfológicos y sintácticos, Valencia: Universitat de

València.

Yllera, A. (1980) Sintaxis histórica del verbo español: las perífrasis medievales, Zaragoza:

Universidad de Zaragoza.

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