el canal francés
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El Canal Francés
En 1876, la Sociedad Geográfica de París organizó un comité que promoviera la
cooperación internacional para realizar estudios que llenaran vacíos sobre el
conocimiento geográfico del área de América Central con miras a construir un
canal interoceánico. El comité, una compañía limitada, la Société Civile
Internationale du Canal Interocéanique de Darien, era presidida por Ferdinand de
Lesseps. Al Teniente de la Armada francesa, Lucien N.B. Wyse, nieto de Lucien
Bonaparte, se le asignó la exploración del Istmo. Armand Réclus, también teniente
naval, fue su jefe asistente.
Luego de explorar varias rutas en las regiones de Darién y Atrato, Wyse volvió a
París en abril de 1877. Sin embargo, de Lesseps rechazó todos sus planos porque
incluían la construcción de túneles y esclusas. Durante una segunda visita de
exploración en el Istmo que se inició el 6 de diciembre de 1877, Wyse exploró dos
rutas en Panamá: la ruta de San Blas y la ruta desde Bahía Limón a la ciudad de
Panamá, que es la actual ruta del Canal. De seleccionar la última, su plan era
construir un canal al nivel del mar. La ruta correría casi paralela al Ferrocarril de
Panamá y requeriría de un túnel de 7,720 metros de largo a través de la Cordillera
Continental en Culebra.
Con este plan para un canal por Panamá, Wyse viajó a Bogotá donde, en nombre
de la sociedad, negoció un tratado con el gobierno colombiano. El tratado, firmado
el 20 de marzo de 1878, se conoció como la Concesión Wyse. Otorgaba a la
Société Civile derecho exclusivo para construir un canal interoceánico por
Panamá. Conforme a una cláusula del tratado, la vía acuática revertiría al gobierno
colombiano luego de 99 años, sin compensación.
La Société de Géographie du Paris (Sociedad Geográfica de París) envió
invitaciones para un congreso, el Congrès International d’Etudes du Canal
Interocéanique (Congreso Internacional para Estudios de un Canal Interoceánico),
programado para celebrarse en París el 15 de mayo de 1879. Los críticos
alegaban que uno de los objetivos principales del congreso sería proporcionar la
legitimidad que tanto necesitaba la Concesión Wyse, tal y como lo reconoció de
Lesseps, para lograr el apoyo financiero. El objetivo del congreso no era aprobar
una ruta o los planos, pues esa decisión ya la había tomado de Lesseps, si no
introducir pública y ceremoniosamente la decisión y la ya negociada Concesión
Wyse. También sirvió para dar la apariencia de que contaban con una aprobación
científica imparcial a nivel internacional.
Se presentaron al congreso catorce propuestas para canales a nivel por Panamá,
incluyendo el plan de de Lesseps, desarrollado por Wyse y Réclus. Un subcomité
redujo las opciones a dos – Nicaragua y Panamá.
Como era de esperarse, ingenieros y otros presentaron opiniones opuestas sobre
los varios planes. Uno de esos ingenieros fue el Barón Godin de Lépinay
(Nicholas-Joseph-Adolphe Godin de Lépinay, Barón de Brusly). Lépinay, el
ingeniero jefe del Departamento de Puentes y Carreteras de Francia, era conocido
por su inteligencia al igual que por su actitud condescendiente hacia aquellos con
los que no estaba de acuerdo. Era el único de la delegación francesa que tenía
experiencia en construcciones en el trópico, tras haber construido un ferrocarril en
México, entre Córdoba y Veracruz, en 1862. En el congreso, hizo una enérgica
presentación en favor de un canal de esclusas.
El plan de de Lépinay incluía la construcción de represas, una a través del Río
Chagres cerca de su desembocadura en el Atlántico y otra en el Río Grande cerca
del Pacífico. La altura aproximada de 80 pies del lago artificial que sería creado,
se accesaría por medio de esclusas. Las ventajas principales del plan serían la
reducción en la cantidad de la excavación necesaria y la eliminación de los
peligros de inundaciones del Chagres. El tiempo estimado de construcción sería
de seis años. Como este plan requería de un menor volumen de excavación,
habría menos problemas debido a las supuestas teorías prevalecientes que
decían que las enfermedades tropicales eran causadas por alguna clase de
emanación tóxica que salía de la tierra recién excavada y expuesta al aire. El
diseño de de Lépinay incluía todos los elementos básicos diseñados
ultimadamente para el actual Canal de Panamá. La compañía francesa utilizaría
estos conceptos como base para el canal de esclusas que adoptaría
eventualmente en 1887, luego del fallido intento por construir un canal al nivel del
mar. De haber aprobado este plan en un principio, Francia hubiera podido
prevalecer en su esfuerzo de construir un canal. De haberse aprobado en un
principio, en 1879, el Canal de Panamá bien hubiera podido ser terminado por
Francia en vez de los Estados Unidos. Sin embargo, el diseño de de Lépinay no
recibió mucha atención como era originalmente.
La delegación estadounidense con el plan por Nicaragua fue presentada por
Aniceto García Menocal. Cubano de nacimiento, Menocal era un ingeniero civil
asignado por el Almirante Ammen a los estudios de Grant en Nicaragua y
Panamá. La bien organizada y convincente presentación de los estadounidenses
estuvo a punto de acabar con los cuidadosamente orquestados planes de de
Lesseps. Pero, una vez más, no fue así.
De Lesseps pensó que una semana sería suficiente tiempo para lograr el
consenso y finiquitar los detalles. Con las cosas ahora amenazando con salirse de
sus manos, el viernes 23 de mayo “lanzó el manto de la indiferencia”, como
escribió un delegado, y convocó a una sesión general.
Parado frente a un gran mapa, de Lesseps, confiado y relajado, se dirigió por
primera vez al congreso. Habló espontáneamente, en un lenguaje sencillo y
directo y con mucha convicción y vasto conocimiento, haciendo que todo sonase
correcto y razonable. El mapa, al cual se refirió con familiaridad, mostraba
claramente que la mejor ruta para construir el Canal era por Panamá. Era la ruta
que ya se había seleccionado para desarrollar el ferrocarril transcontinental de
Panamá. No había duda que el canal a nivel era el tipo correcto que se debía
construir y absolutamente ninguna duda de que Panamá era el mejor y el único
lugar para construirlo. Cualquier problema – y de seguro habría algunos – se
resolvería por sí solo, como había ocurrido en Suez. Su audiencia estaba
encantada.
Luego de su presentación, todo cayó en su sitio para de Lesseps, y la
recomendación del Comité Técnico fue la de construir un canal a nivel por
Panamá. Sin embargo, de ninguna manera fue todo pacífico y unánime. Casi la
mitad del Comité se había retirado aún antes de la votación. Luego de la votación,
con el pleno del congreso reunido, se leyó el informe del Comité y se aceptó la
votación final e histórica. La resolución del Comité decía:
“El congreso cree que la excavación de un canal interoceánico a nivel, tan
deseado para satisfacer los intereses del comercio y la navegación, es factible; y
que, para poder tomar ventaja de las indispensables facilidades para el acceso y
operación que un cauce de este tipo debe ofrecer por encima de todo, este canal
debe extenderse desde el Golfo de Limón hasta la Bahía de Panamá”.
La resolución fue aprobada con 74 votos a favor y 8 en contra. Los votos en contra
incluyeron a de Lépinay y Alexandre Gustave Eiffel. Treinta y ocho miembros del
Comité estuvieron ausentes y 16, incluyendo a Ammen y Menocal, se abstuvieron.
Los votos a favor, predominantemente franceses, no incluyeron a ninguno de los
cinco delegados de la Sociedad Francesa de Ingenieros. De los 74 que votaron a
favor, sólo 19 fueron ingenieros y de ellos, sólo uno, Pedro Sosa de Panamá,
había estado alguna vez en América Central.
Luego de organizada la Compagnie Universelle du Canal Interocéanique de
Panama el 17 de agosto de 1879, bajo la presidencia de de Lesseps, se obtuvo la
Concesión Wyse de la Société Civile. Se ordenó un nuevo estudio y una Comisión
Técnica Internacional formada por renombrados ingenieros viajó a Panamá, en
compañía de de Lesseps, para conocer el Istmo de primera mano.
Cumpliendo su promesa de sacar la primera palada de tierra para el Canal de
Panamá, de Lesseps organizó una ceremonia especial el 1 de enero de 1880, en
la que su joven hija, Ferdinande de Lesseps, haría los honores al sacar la primera
palada de tierra. La ceremonia se realizaría en la desembocadura del Río Grande,
que sería la entrada del futuro canal en el Pacífico.
En el día escogido, pero más tarde que la hora escogida, el bote de servicio a
vapor Taboguilla, llevó a de Lesseps y a un grupo de distinguidos invitados tres
millas hacia el sitio donde se celebraría la ceremonia en el Río Grande, luego de
realizar los festejos y actividades acordes a bordo. Sin embargo, como algunos
invitados llegaron tarde y atrasaron al Taboguilla, la marea del Océano Pacífico
había bajado tanto que la nave no pudo atracar en el área designada. Por
supuesto que el intrépido de Lesseps tenía lista una solución. Tenía consigo una
pala y una piqueta traídas de Francia especialmente para la ocasión. Ahora, al
declarar que de todas formas el acto era sólo simbólico, arregló para que su hija
Ferdinande diera el golpe ceremonial con el pico a una caja de champaña llena de
tierra. La caja de champaña vacía fue quizás un indicio del regocijo y aplauso que
siguieron al acto oficial.
De Lesseps decidió entonces que se haría otra ceremonia para inaugurar la
sección del canal que tuviera la excavación más profunda, el corte a través de la
Cordillera Continental en Culebra. Se organizó una ceremonia, y el 10 de enero de
1880 los funcionarios indicados y los invitados se reunieron en Cerro Culebra
(llamado más tarde Cerro del Oro) para la ceremonia, que incluyó ser testigos de
la voladura realizada para romper la formación de basalto justo sobre la cima.
Luego de la bendición por el obispo local, la joven Ferdinande hizo otra vez los
honores, oprimiendo el botón del detonador eléctrico que volaba la carga que
arrojó una gran cantidad de roca y tierra al aire.
Como de Lesseps era un diplomático de carrera y no un ingeniero, hecho que
quizás debieron haber recordado más a menudo al tomar las decisiones sobre el
diseño del canal, su hijo Charles se encargó de la tarea de supervisar el trabajo
diario. El mismo de Lesseps se encargó de la importante tarea de promover y
conseguir el dinero para el proyecto de fuentes privadas. Al no tener la más
mínima inclinación científica o técnica, de Lesseps dependía de una fe más bien
ingenua en la naturaleza fortuita de la tecnología naciente. Por esto se preocupó
muy poco por los problemas que enfrentaba el gigantesco esfuerzo, sintiéndose
seguro de que de alguna manera la gente correcta con las ideas correctas y las
máquinas adecuadas aparecerían milagrosamente en el momento adecuado y se
encargarían de ellos. Su confianza y entusiasmo sin límite para el proyecto y su fe
consumada en los milagros de la tecnología atrajeron a los accionistas.
Mientras tanto, la Comisión Técnica Internacional inició la difícil tarea de explorar y
trazar la ruta del canal. Esta ruta se dividió en secciones entre Colón y la ciudad
de Panamá y se asignó un equipo de ingenieros a cargo de cada una de ellas. Los
hallazgos del estudio se recopilaron en un informe final en las oficinas principales
de la comisión en la ciudad de Panamá.
La Comisión Técnica Internacional verificó todos los estudios previos, incluyendo
aquellos realizados por Wyse y Réclus y los estudios estadounidenses realizados
por Lull y Menocal. Con esta revisión se buscaba determinar la ruta final del canal
que llevara a la preparación de las especificaciones de diseño y los planos para el
trabajo. Otra de las metas era convencer a los inversionistas que de Lesseps era
el promotor de un proyecto concebido apresuradamente, comprendido a medias y
planificado de manera imperfecta, que más bien reflejaba un presupuesto de
costos que no eran confiables.
Sin embargo, las pocas semanas dedicadas a este estudio no fueron suficientes
para una investigación de tal magnitud. Como consecuencia, el contenido del
informe de la comisión técnica, enviado el 14 de febrero de 1880, era poco
convincente tanto científica como profesionalmente. De hecho, incluía poco más
que un sello de goma para el proyecto como lo concebía de Lesseps. Para
aprobar la construcción de un canal al nivel del mar, la comisión informó que no se
presentarían dificultades significativas al excavar el cauce profundo a través de la
Cordillera Continental en el Corte Culebra y estimó que la construcción tomaría
aproximadamente ocho años. Las recomendaciones también incluyeron la
construcción de un rompeolas para protección en Bahía Limón y una posible
esclusa de mareas en el lado Pacífico.
Para realizar el trabajo, de Lesseps contrató a la firma Couvreux y Hersent, con la
cual había trabajado en Suez. Viendo el trabajo en retrospección, se podría decir
que se dividió en cuatro fases. Durante la primera fase, del 12 de marzo de 1881 a
finales de 1882, todo el proyecto estuvo a cargo de Couvreux y Hersent. Durante
la segunda fase, de 1883 a 1885, luego de la salida de Couvreux y Hersent, el
trabajo lo realizaron una variedad de pequeños contratistas bajo la supervisión de
la Compañía del Canal. En la tercera fase, entre 1886 y 1887, el trabajo lo
realizaron varios grandes contratistas.
Finalmente, en la cuarta fase, iniciada en 1888, se abandonó el proyecto de un
canal al nivel del mar, aunque sólo de manera temporal, y se reemplazó por la
construcción de un canal de esclusas con la idea de que, una vez que éste entrara
en operación, el cauce podría ahondarse paulatinamente para construir un canal a
nivel. Pero ya era demasiado tarde y gradualmente el trabajo se detuvo. Armand
Réclus, el Agent Général o superintendente en jefe de la Compagnie Universelle,
dirigió el primer grupo de la construcción francesa, formado por unos 40 ingenieros
y funcionarios. Llegaron a Colón el 29 de enero de 1881, abordo del Lafayette.
Réclus esperaba con optimismo que las tareas preparatorias tomaran más o
menos un año, pero la dispersa población panameña no se prestó para el
reclutamiento laboral y la espesa jungla en Panamá tampoco permitió el paso
rápido por el interior para realizar el trabajo. Gastón Blanchet, el director de
Couvreux y Hersent, acompañó a Réclus al Istmo. Como Blanchet era conocido
como la fuerza que movía a la compañía, fue un golpe tremendo cuando murió,
aparentemente de malaria, luego de sólo 10 meses en el proyecto.
Sin embargo, el trabajo continuó. Los estudios se terminaron y se determinó la
ruta del canal con más exactitud. Se inició la construcción de los edificios de
servicio y las viviendas para los obreros. La maquinaria debería llegar pronto.
Parte de ésta fue fabricada en Europa y el resto en los Estados Unidos. Se
necesitaba toda clase de equipos — desde lanchas, excavadoras, camiones
volquetes y grúas hasta telégrafos y equipo telefónico.
De Lesseps estaba consciente que el ferrocarril era importante para llevar a cabo
los trabajos y en agosto de 1881, los franceses adquirieron el control de este vital
elemento. Pero les costó bastante: más de $25,000,000 – casi un tercio de los
recursos con que contaba la Compagnie Universelle. Sin embargo, de manera
extraña, nunca se logró organizar el ferrocarril para que prestara servicio tan
siquiera cerca de su capacidad máxima, especialmente transportando material
desde el sitio de excavación hacia las áreas de depósito.
Al paso que aumentaba la fuerza laboral aumentaban las enfermedades y la
muerte. La primera muerte por fiebre amarilla entre los 1,039 empleados se dio en
junio de 1881, poco después del inicio de la época lluviosa. Un joven ingeniero
llamado Etienne murió el 25 de julio, supuestamente de “fiebre cerebral”. Unos
días más tarde, el 28 de julio, Henri Bionne murió también. Con títulos en medicina
y leyes, al igual que autoridad en finanzas internacionales, Bionne jugaba un papel
importante en la operación de París. En su libro “El Camino Entre Dos Mares”,
David McCullough escribió: “La causa de muerte sería atribuida en París a
‘complicaciones en la región de los riñones’”. Pero en el Istmo se contaría la
historia mientras permanecieran los franceses. Bionne había llegado de Francia
para hacer una inspección personal para de Lesseps y varios de los ingenieros
habían preparado una cena en su honor en el comedor de los empleados en
Gamboa. Aparentemente era una noche festiva. Él fue el último en llegar; entró al
comedor justo cuando todos se aprestaban a sentarse. Uno de los invitados, una
mujer noruega, exclamaba con gran agitación que sólo había trece a la mesa.
‘Puede estar segura señora, que en ese caso el último en llegar paga por todo’,
dijo Bionne alegremente. ‘Brindó por nuestro éxito en el Istmo’, recordó un
ingeniero; ‘nosotros brindamos por su buena suerte…’ Dos semanas más tarde,
de vuelta a casa en Francia, Bionne murió de lo que el doctor del barco llamó
fiebre a secas, no fiebre amarilla. Su cuerpo fue sepultado en el mar”.
Ya para octubre, los equipos y materiales estaban llegando y acumulándose en
Colón con más rapidez de lo que podían contratar a la fuerza laboral que los
utilizaría. Para diciembre de 1881, los franceses se habían establecido en la
ciudad de Panamá en el Grand Hotel en la Plaza de la Catedral. Un banquete
bailable celebrado el 20 de enero de 1882 en la ciudad de Panamá, marcó
oficialmente el inicio de las excavaciones en el Corte Culebra. Sin embargo,
realmente fue poco lo que se excavó debido a la falta de organización en el
campo. Los ingenieros debieron seguir realizando los estudios y trabajos
preliminares necesarios para el proyecto, debido a lo limitado que resultaron los
estudios originales. También siguieron enviando informes a París.
En el Istmo, la Compagnie Universelle estableció servicios médicos, organizados
por las Hermanas de San Vicente de Paúl. El primer hospital con 200 camas se
estableció en Colón en marzo 1882. En el Pacífico, se inició la construcción del
L’Hôpital Central de Panama en el Cerro Ancón, antecesor del Hospital Ancón.
Fue dedicado seis meses más tarde, el 17 de septiembre de 1882. No habiendo
descubierto aún la conexión entre el mosquito y la transmisión de la fiebre amarilla
y la malaria, los franceses y las buenas hermanas sin saber cometieron una serie
de errores que costaron muchas vidas y sufrimiento humano. Por ejemplo, en los
predios del hospital se cultivaron muchas variedades de vegetales y flores. Para
protegerlos de las hormigas que se comían las hojas, se construyeron canales de
agua alrededor de las plantas. Dentro del mismo hospital, se colocaban
palanganas con agua bajo las patas de las camas para mantener alejados a los
insectos. Ambos métodos para combatir a los insectos probaron ser excelentes
criaderos para los mosquitos Stegomyia fasciata y Anofeles, transmisores de la
fiebre amarilla y la malaria. Muchos pacientes que llegaban al hospital por otras
razones, a menudo terminaban contrayendo estas enfermedades estando
hospitalizados. La situación llegó al punto en que las personas evitaban al máximo
ir al hospital.
Finalmente, y tras haber hecho todos los arreglos para la excavación, Couvreux y
Hersent decidieron retirarse del proyecto, y el 31 de diciembre de 1882 escribieron
a de Lesseps pidiendo la cancelación de su contrato. La confusión reinó por un
tiempo, hasta el nombramiento de Jules Dingler como el nuevo Director General. A
pesar de la amenaza de la fiebre amarilla, Dingler, ingeniero de habilidades,
reputación y experiencia sobresalientes, llegó a Colón el 1 de marzo de 1883,
acompañado por su familia y Charles de Lesseps.
Dingler se concentró en restablecer el orden y organizar el trabajo; sin embargo,
en el ínterin se ganó el desprecio de muchos. Para ese entonces se implementó
un nuevo sistema, el sistema de contratos pequeños, y se otorgaron casi treinta.
Para realizar estos contratos, la Compagnie Universelle rentó el equipo necesario
a bajos precios. El sistema no era particularmente eficiente, ya que requería de
mucho papeleo y traía como consecuencia muchas demandas en los tribunales
colombianos, pero en fin se realizaba el trabajo con la fuerza laboral disponible.
En el Corte Culebra, los trabajos de excavación seca progresaban y se proyectaba
que se terminarían para mayo de 1885. Sin embargo, existía la creciente
preocupación por la estabilidad de los taludes y el peligro por deslizamientos de
tierra. Las dragas se abrían camino tierra adentro en las entradas en el Atlántico y
el Pacífico. La maquinaria provenía de diferentes países – Francia, Estados
Unidos y Bélgica. El equipo era modificado constantemente y era utilizado en
combinaciones experimentales, pero en general era demasiado liviano y pequeño.
La creciente acumulación de equipo desechado y fuera de uso a lo largo de la ruta
del canal era evidencia de los errores cometidos previamente.
Para septiembre de 1883, con una planilla de aproximadamente 10,000 hombres,
los trabajos avanzaban a todo vapor. En 1884, la fuerza laboral más grande
contratada por los franceses llegó a sobrepasar los 19,000 hombres. El suministro
de obreros provenía de las Antillas, principalmente de Jamaica.
Pero justo cuando parecía que las cosas iban bien, la tragedia llegó a la familia
Dingler. Su hija, Louise, murió de fiebre amarilla en 1884. Un mes más tarde, el
hijo de Dingler de 20 años, Jules, murió de la misma enfermedad. Como si no
hubiera sido suficiente, el prometido de su hija, quien había llegado de Francia con
la familia, contrajo la enfermedad y también murió.
Philippe-Jean Bunau-VarillaDingler perseveró, manteniendo el ritmo de los trabajos. En junio volvió a Francia
con su esposa, en un viaje de negocios. En octubre volvieron al Istmo, trayendo
con ellos a un ingeniero joven, capaz y enérgico llamado Philippe Bunau-Varilla,
un hombre destinado a jugar un papel de suma importancia en la historia de
Panamá y el Canal de Panamá. Bunau-Varilla fue asignado como ingeniero de
división para el vital trabajo de la construcción de la vertiente de Culebra y el
Pacífico, lo que involucraba tanto excavación seca como dragado. Para ese
entonces era necesario acelerar los trabajos en Culebra.
Entonces, tan terrible como suena, la tragedia azotó nuevamente. La esposa de
Dingler murió de fiebre amarilla, casi un año después de la muerte de su hija y su
hijo. Devastado, Dingler permaneció en el trabajo hasta junio, cuando decidió
regresar a Francia para nunca más volver al Istmo que le había arrebatado a
tantos de sus seres amados.
El siguiente Director General fue Maurice Hutin, quien ocupó el cargo durante un
mes hasta que se vio forzado a volver a Francia por motivos de salud. El nuevo
Director General interino fue Bunau-Varilla, de 26 años. Bajo el mando de Bunau-
Varilla aumentó la moral de los empleados y las excavaciones aumentaron a lo
largo de la ruta. Aún así, el equipo y la organización del trabajo seguían siendo
increíblemente inadecuados. Los vagones Decauville hacían la mayor parte del
trabajo en Culebra, en el sector Pacífico. Cada una de las cinco excavadoras que
trabajaban en el Atlántico podían remover 300 metros cúbicos de material por día,
pero la falta de trenes para transportar los desechos atrasaba su trabajo.
Seguía faltando el equipo adecuado — el que se tenía aún era muy pequeño y
muy liviano — y se daban grandes cambios en la fuerza laboral. El sistema de
eliminación de desechos estaba ineficazmente organizado y manejado, los sitios
de desecho estaban demasiado cerca de los sitios de excavación y cuando llovía,
todo el material excavado se volvía a depositar en el cauce. Las cunetas de
drenaje construidas paralelas al Canal ayudaron, pero no mucho. Mientras más
profunda era la excavación, peor eran los deslizamientos. Lograr que los taludes
fueran menos empinados excavándolos hacia atrás, fue otro método utilizado para
disminuir los deslizamientos, pero esto aumentaba el volumen de excavación a
realizar. Y, mientras que la tierra se deslizaba con facilidad hacia el cauce, el
espeso lodo se adhería con tenacidad a las palas y a menudo debía ser raspado
para retirarlo. Las excavadoras francesas de cangilones se atascaban y eran
detenidas por piedras y rocas.
En un intento por lograr una mayor eficiencia, Bunau-Varilla volvió al viejo
esquema de los grandes contratistas, pero en vez de contratar a uno solo, contrató
a varios. Esto hizo que se redujera considerablemente la mano de obra.
En una ocasión un contratista tuvo a tantos subcontratistas trabajando en el cerro
situado en la ribera oeste en el Corte, que el mismo terminó con el nombre de
Cerro del Contratista. Para julio de 1885, sólo se había logrado excavar
aproximadamente una décima parte del total estimado. Finalmente, el problema de
los derrumbes, que nunca pudieron resolver, llevaría a la quiebra el plan de
construir un canal al nivel del mar.
Mientras tanto, la pérdida de vidas humanas aumentaba, llegando a su máximo en
1885. La fiebre amarilla no era constante, pues solía llegar en ciclos de dos o tres
años. Por supuesto que la malaria continuó tomando aún más vidas que la fiebre
amarilla. Como los enfermos evitaban los hospitales siempre que fuera posible,
por su reputación de propagar estas enfermedades, hubo muchas defunciones
que nunca se registraron.
En enero de 1886 llegó Leon Boyer, el nuevo Director General que relevaría a
Bunau-Varilla. Poco después, el mismo Bunau-Varilla contrajo la fiebre amarilla,
pero no murió. Sin embargo, estaba muy debilitado y volvió a Francia a
recuperarse.
Boyer comunicó a sus superiores su convicción de que sería imposible construir
un canal al nivel del mar en el tiempo restante y con los limitados fondos. Para
suavizar el informe, recomendó el diseño propuesto por Bunau-Varilla de construir
un lago temporal y un canal de esclusas que pudiera ser profundizado
gradualmente luego de construido y de haber entrado en operación.
Pero ya para mayo él también tuvo que retirarse, víctima de la fiebre amarilla. Su
asistente, Nouailhac-Pioch, fue nombrado director provisional hasta que otro
Director General, un hombre llamado Jacquier, el sexto desde 1883, fue nombrado
en julio de 1886. Jacquier ocupó el puesto hasta la derrota en 1888.
Tal era el volumen del trabajo en 1886, que el área de mayor excavación, el trecho
entre Matachín y Culebra, parecía ser un solo proyecto continuo. Aunque seguía
teniendo dificultades administrativas, la organización francesa en el Istmo había
mejorado y tenía equipo en abundancia. Las viviendas eran limpias y adecuadas,
aunque no contaban con mallas contra las moscas y mosquitos.
A pesar de las mejoras, la falta de adelanto en Culebra comenzaba a preocupar a
los funcionarios parisienses. En 1886, Charles de Lesseps propuso a Bunau-
Varilla organizar una compañía para realizar los trabajos en Culebra. La compañía
se llamó “Artigue, Sonderegger et Cie.”, en honor de los dos ingenieros que eran
los miembros técnicos de la compañía. Bunau-Varilla decidió encargarse él mismo
de la supervisión en el campo. Como harían más tarde los ingenieros
estadounidenses, se mudó a una vivienda en Culebra para poder observar el
progreso de los trabajos. Unos seis meses más tarde, el trabajo de los franceses
en el Corte Culebra había alcanzado su punto máximo. Veintiséis excavadoras
francesas excavaban y llevaban los desechos al sitio de depósito; el Ferrocarril de
Panamá aún no se había unido al esfuerzo de sacar los desechos.
Se hacía cada vez más evidente para casi todos, excepto para Ferdinand de
Lesseps, que bajo las circunstancias, un canal a nivel estaba fuera de contexto y
que a estas alturas sólo un canal de esclusas de alto nivel tendría alguna
esperanza de tener éxito. Obstinado mantuvo su posición, aunque estaba siendo
presionado desde todos los ángulos, pero finalmente accedió a considerar el
cambio. Aún entonces aplazó lo inevitable durante otros nueve meses, estudiando
los planes alternos.
Gustave EiffelEn octubre de 1887, el Comité Consultivo Superior emitió su informe. Los
eminentes ingenieros franceses establecieron la posibilidad de construir un canal
de esclusas de alto nivel a través del Istmo de Panamá. El plan permitiría el
tránsito simultáneo de naves mientras se realizaba el dragado de un cauce para
construir un canal al nivel del mar en el futuro. Nunca se tuvo la intención de hacer
de esta una solución permanente. Finalmente y con renuencia, de Lesseps
accedió. La idea de Bunau-Varilla era crear una serie de piscinas conectadas
entre sí por una serie de 10 esclusas, en las que se pudieran colocar dragas
flotantes. El nivel más alto de este canal mediría 170 pies. Los trabajos en el canal
se iniciaron el 15 de enero de 1888. Gustave Eiffel, el constructor de la Torre Eiffel
en París, se encargaría de construir el canal de esclusas. El cauce de la vía
acuática tendría un ancho de 61 pies en el fondo.
En el Corte Gaillard, donde el nivel promedio había sido reducido sólo 3 pies en
1886, se redujo 10 pies más en 1887 y 20 pies en 1888, llevando el nivel
finalmente a 235 pies para cuando se detuvieron los trabajos.
Bajo el mando de Artigue, Sonderegger et Cie., el trabajo avanzaba muy bien.
Algunas áreas del canal estaban ya prácticamente terminadas, el Ferrocarril de
Panamá estaba siendo desviado de su ruta fuera del Corte, estaba casi por
iniciarse la instalación de la primera esclusa y ya se habían iniciado los trabajos
preliminares para una represa.
Pero de repente se terminó el dinero. De Lesseps había solicitado una
subscripción pública, pero ésta no resultó. En su última reunión en enero de 1889,
los accionistas decidieron disolver la Compagnie Universelle, enviándola a
sindicatura judicial bajo la dirección de Joseph Brunet. Fue un fin poco honorable
para un esfuerzo tan grande. Durante algunos meses se mantuvieron con
dificultad algunos aspectos del trabajo, pero para el 15 de mayo de 1889 toda
actividad en el Istmo había cesado. La liquidación no se terminó si no hasta 1894.
En Francia, la presión popular sobre el gobierno referente a lo que se conocía
como el “Caso de Panamá”, llevó al enjuiciamiento de funcionarios de la
compañía, entre ellos Ferdinand y Charles de Lesseps, quienes fueron acusados
de fraude y malos manejos. Por su avanzada edad y frágil estado de salud, de
Lesseps padre se libró de comparecer en la corte, pero ambos fueron hallados
culpables y recibieron sentencias de cinco años de cárcel. Sin embargo, no se le
llegó a imponer la pena porque para ese entonces ya había prescrito.
Charles fue enjuiciado y hallado culpable de soborno en un segundo juicio por
corrupción. Los meses que ya había pasado en prisión se redujeron de su
sentencia de un año. Pero más tarde se enfermó de gravedad y terminó pagando
el resto de su condena en el hospital.
Para este entonces, el estado mental de Ferdinand de Lesseps era tan pobre que
poco sabía de lo que estaba ocurriendo y permaneció enclaustrado en su casa
dentro del círculo familiar. Falleció el 7 de diciembre de 1894 a la edad de 89
años. Charles vivió hasta 1923, lo suficiente para ver el Canal de Panamá
terminado, el honor devuelto al nombre de su padre y su propia reputación
substancialmente limpia.
Se pueden atribuir muchas razones al fracaso de los franceses, pero es evidente
que la razón principal fue la terquedad de de Lesseps de insistir y continuar con el
plan de construir un canal a nivel. Pero muchos otros fueron culpables también por
no haberse opuesto a sus planes, ni haber discutido con él, ni haberlo motivado a
cambiar su modo de pensar. Su propio carisma resultó ser su mayor enemigo. La
gente creyó en él más allá de la lógica.
La dedicación al trabajo de los franceses a pesar de los obstáculos que
enfrentaron en el Istmo es realmente extraordinaria, más aún cuando recordamos
cuán diferente era el mundo en ese entonces y las expectativas de vida que tenían
la mayoría de las personas, aún aquellas en circunstancias favorables.
Con la terminación en 1893 de la Concesión Wyse original, Wyse se dirigió una
vez más a Bogotá, donde negoció una prórroga de diez años. La “nueva”
Compañía del Canal de Panamá, la Compagnie Nouvelle de Canal de Panama se
organizó el 20 de octubre de 1894.
Sin contar con suficiente capital para operaciones, tan sólo unos $12,000,000 para
proceder con cualquier trabajo significativo, la Compagnie Nouvelle tenía la
esperanza de poder atraer a los inversionistas que los ayudarían a terminar un
canal ístmico construido por los franceses. Inicialmente, no tenían intención de
vender sus derechos; querían hacer de la operación un éxito y quizás poder pagar
las pérdidas de los accionistas originales.
Navegando desde Francia, el primer grupo llegó a Panamá el 9 de diciembre de
1894 para reiniciar los trabajos de excavación en el Corte Culebra. Allí, cada
palada de tierra contaba, sin importar qué tipo de canal se decidiría construir al
final, ya fuera de esclusas o a nivel. Para 1897, la fuerza laboral había aumentado
de los 700 obreros iniciales a más de 4,000.
La Compagnie Nouvelle estableció el Comité Technique, un comité técnico de alto
nivel, para revisar los estudios y el trabajo – lo que ya se había terminado y lo que
aún estaba por terminar – y crear el mejor plan para terminar el canal. El comité
llegó al Istmo en febrero de 1896 y comenzó de inmediato, callada y
eficientemente, a realizar su tarea de ingeniar el mejor plan posible para el canal.
El comité presentó su plan el 16 de noviembre de 1898.
Muchos de los aspectos del plan eran similares en principio al canal que
finalmente construyeron los estadounidenses en 1914. Fue un canal de esclusas
con dos lagos de alto nivel para elevar las naves y hacerlas atravesar la Cordillera
Continental. Las esclusas se construirían en juegos y medirían 738 pies de largo y
unos 30 pies de profundidad; las cámaras paralelas medirían 82 pies de ancho
una y 59 pies la otra. Habría ocho juegos de esclusas, dos en Bohío Soldado y
dos en Obispo en el sector Atlántico; uno en Paraíso, dos en Pedro Miguel y uno
en Miraflores, en el Pacífico. Se crearían lagos artificiales al represar el Río
Chagres en Bohío y Alhajuela, que contribuirían al control de inundaciones y la
producción de energía eléctrica.
Si acaso los directores de la Compagnie Nouvelle aún mantenían la idea de que
podrían terminar el canal, pronto enfrentarían la realidad de la situación: durante y
luego del amargo escándalo con la antigua compañía, el público perdió toda fe en
el proyecto. Por consiguiente, no habría fondos provenientes de la emisión de
bonos. Tampoco se contaba con ningún tipo de apoyo del gobierno francés, ni se
hizo el intento por obtenerlo.
Habiendo perdido la mitad de su capital original para 1898, la compañía tenía
pocas opciones – abandonar el proyecto o venderlo. Los directores de la
compañía decidieron proponer un trato al mejor postor, los Estados Unidos de
América. No era un secreto que Estados Unidos tenía interés en el canal ístmico.
Con el informe de la comisión técnica a mano y una propuesta tentativa para la
transferencia de los derechos, los funcionarios de la compañía viajaron a los
Estados Unidos, donde el Presidente William McKinley los recibió el 2 de
diciembre de 1899. Lograr un acuerdo tomó cinco años, pero fue firmado
eventualmente.
Hay quienes dicen que en gran parte los estadounidenses pudieron construir con
éxito el canal por Panamá porque aprendieron de los errores cometidos por los
franceses. Las lecciones aprendidas de la experiencia francesa ciertamente fueron
de gran ayuda, pero el éxito de los Estados Unidos se debió a mucho más que
eso.
El Ferrocarril de Panamá
El Ferrocarril de Panamá es la línea ferroviaria que une el océano Atlántico con
el océano Pacífico a través de Panamá enAmérica Central. Desde el año 1998 el
ferrocarril de Panamá es propiedad conjunta de la Kansas City Southern Railway y
Panamá Holdings, LLC. La ruta se extiende 48 millas (77 km) a través del istmo de
Panamá, desde Colón a la ciudad de Panamá (por medio de Gatún, Bujio,
Barbacoas, Matachin, y Summit). Al abrir sus puertas en 1855 se le
denominó ferrocarril interoceánico, que más tarde fue descrito como el primer
ferrocarril transcontinental en representar al mundo.
La infraestructura de este ferrocarril aún en funcionamiento fue de vital importancia
para la construcción del Canal de Panamá a través de una ruta paralela medio
siglo después. El principal incentivo para la construcción de la línea de ferrocarril
fue el gran aumento de tráfico de California debido a la Fiebre del Oro de 1849. La
construcción del Ferrocarril de Panamá se inició en 1850 y el primer tren de
pasajeros recorrió más de la longitud total el 28 de enero de 1855.
Si bien el Camino Real, más tarde Camino de Cruces, sirvió de comunicación a
través del istmo durante más de tres siglos, en el siglo XIX era cada vez más
evidente que una alternativa menos costosa y más rápida era necesaria. Dada la
dificultad de construir un canal con la tecnología disponible, un ferrocarril parecía
la solución ideal.
El Presidente Simón Bolívar de Colombia encargó un estudio sobre la posibilidad
de construir un ferrocarril desde Chagres (sobre el Río Chagres) hacia la ciudad
de Panamá; este estudio se llevó a cabo entre 1827 y 1829, y dio a conocer que
dicha construcción era posible. Sin embargo la idea no fue llevada a la práctica.
En 1836, el presidente Andrew Jackson de los Estados Unidos encargó un estudio
sobre posibles rutas para la comunicación interoceánica, con el fin de proteger los
intereses de los estadounidenses que viajaban entre los dos océanos. Esto trajo
como resultado la adquisición de una franquicia para un ferrocarril transístmico, sin
embargo, el proyecto fue víctima del pánico ecónomico de 1837, y quedó en nada.
En 1838 a una compañía francesa se le otorgaron los derechos para la
construcción de una carretera, ferrocarril o canal a través de la ruta del istmo. Un
primer estudio de ingeniería recomendó un canal desde la Bahía de Limón hasta
la bahía de Boca del Monte, doce millas (19 km) al oeste de Panamá, pero el
nuevo proyecto fracasó por falta de financiamiento.
Tras la adquisición de la Alta California, en 1848, y el creciente movimiento de los
colonos a la costa Oeste debido a la fiebre del oro desatada en la región, Estados
Unidos, una vez más, centró su atención en garantizar una conexión segura, fiable
y rápida entre los océanos. Por lo tanto, el Congreso autorizó el funcionamiento de
dos líneas de buques de correo: una, desde Nueva York a Chagres; y otra,
desde Oregón y California hacia Panamá.
En esta etapa, el tránsito real por el istmo se realizó por la antigua ruta, que
estaba deteriorada. Usualmente el tránsito tomaría cuatro o cinco días. William H.
Aspinwall, (sobrino de Samuel Howland y Gardiner Greene, fundadores de la firma
Howland y Aspinwall), el hombre que había retomado el funcionamiento la
empresa «Pacific Mail Steamships», inició un plan para construir un ferrocarril a
través del istmo; él y sus socios crearon una empresa, que recaudó 1,000,000 de
dólares estadounidenses de la venta de acciones, y emprendieron el proyecto. Su
empresa fue singularmente oportuna, ya que el descubrimiento de oro en
California provocó una avalancha de emigrantes que deseaban cruzar el istmo.
En mayo de 1850, con la primera palada se dio comienzo al proyecto, pero
rápidamente, la dificultad del mismo se hizo evidente. El calor era sofocante, y las
torrenciales lluvias durante casi la mitad del año requerían que los obreros
trabajaran dentro de aguas de hasta cuatro pies de profundidad. La fiebre
amarilla y la malaria se cobraron muchas víctimas, y pese a la continua
importación de un gran número de trabajadores, hubo veces que el trabajo se
estancó por falta de mano de obra.
La suerte volvió a tocar en noviembre de 1851, cuando dos vapores se vieron
obligados a refugiarse en la bahía de Limón debido a una tempestad. Ya que para
ese entonces el muelle del ferrocarril había sido terminado, y se habían colocado 7
millas (11km) de riel hastaGatún, fue posible desembarcar los buques de carga de
los emigrantes y transportarlos por ferrocarril —utilizando vehículos de
construcción— por lo menos la primera parte de su viaje a través del istmo. Los
directores de la compañía ordenaron de inmediato vagones de pasajeros, y el
ferrocarril comenzó a funcionar con 40 millas (64 km) de riel aún por colocar. Esto
aumentó enormemente el valor de las acciones de la empresa, lo que permitió
financiar el resto del proyecto.
En enero de 1855 Culebra la cúspide de la Divisoria continental de las
Américas en la región, fue alcanzada desde el lado Atlántico, treinta y siete
kilómetros de rieles habían sido colocados desde Colón. Para la medianoche
del 27 de enero de 1855 una segunda brigada, trabajando en condiciones menos
difíciles, completó once millas (18 km), de riel desde Panamá hasta la cúspide. Al
día siguiente la primera locomotora transitó de mar a mar.5 En el momento de la
terminación, la ruta se extendía 47 millas, 3.020 pies con un nivel máximo de
sesenta pies la milla. El nivel de la cúspide, que se encuentra a 37,38 millas desde
el Atlántico y a 10,2 millas del Pacífico, era de 258,64 pies sobre el nivel del
Atlántico y 242,7 pies por encima del Pacífico, estando 263,9 pies por encima de
la marea promedio del Océano Atlántico, y la cima de la cordillera a 287 pies por
encima del mismo nivel.
Financiamiento
La construcción del ferrocarril costaría unos 8 millones de dólares (ocho veces el
estimado inicial en 1850), y presentó retos de ingeniería considerables, desde
cruzar montañas y atravesar pantanos. Se necesitaron más de
300 puentes y alcantarillas para construir toda la ruta.La obra fue en gran parte
construida y financiada por empresas privadas norteamericanas. Entre las
personas clave en la construcción del ferrocarril estuvieron William H.
Aspinwall, David Hoadley, George Muirson Totten, y John Lloyd Stephens.
Originalmente el ferrocarril fue construido y adquirido mediante licitación pública
por una empresa con sede en la ciudad de Nueva York, la «Panama Railroad
Company», y luego fue incorporado por el Estado de Nueva York el 7 de
abril de 1849, y sus acciones eventualmente serían las de más alto valor de esa
época. La empresa compró los derechos exclusivos al gobierno de la República de
la Nueva Granada, de la cual Panamá era parte, para construir el ferrocarril a
través del istmo.Mientras aún estaba en construcción, el ferrocarril transportó un
tráfico significativo, por las secciones aún sin terminar se transportaba el tráfico
con mulas. Inicialmente esto no se había previsto, pero las personas que cruzaban
el istmo hacia California estaban ansiosas por utilizar dicha vía como se había
establecido. Aún cuando sólo se habían completado 10 km de riel, el ferrocarril
estaba haciendo un buen negocio, por cada viaje en tren se cobraba 25 dólares
por persona y otros 10 dólares por cruzar a pie el resto de los 60 km como
derecho de paso a través del istmo. En el momento en que la línea fue
oficialmente concluida el 28 de enero de 1855 el primer tren de pasajeros transitó
a todo lo largo de su nivel, más de un tercio de su costo ya había sido pagado por
las tarifas de fletes y aranceles.
Los problemas médicos y de ingeniería hicieron del ferrocarril de Panamá el más
costoso (por milla) que se haya construido en esa época. Se descubrió que
algunos pantanos requerían rellenos de más de 100 pies (30 m) de profundidad
antes de poder construir un terraplén sólido.
Número de víctimas
Se estima que más de 12.000 personas murieron en la construcción del ferrocarril,
además de las víctimas que hubo en el incidente de la Tajada de sandía, fueron
aproximadamente, 15 muertos, una cifra insignificante al lado de las que causaron
enfermedades como la malaria y el clima que afectaba a las personas. La
compañía del ferrocarril de Panamá no dio datos oficiales y el total pudo haber
sido mayor. Enfermedades como el cólera y el paludismo se cobraron la vida de
sin número de obreros. Los obreros del ferrocarril provenían de Estados
Unidos, Europa, China, lasAntillas, incluyendo algunos esclavos africanos. Muchos
de estos obreros habían venido a Panamá en busca de fortuna, y poseían poca o
ninguna identificación. De la mayoría de los muertos se ignora su origen, no se
notificó la muerte a sus parientes más cercanos, y de muchos ni siquiera sabemos
su nombre.
Comercialización de cadáveres
El agotamiento y las enfermedades propagadas principalmente por mosquitos que
crecían rápidamente por la condiciones pantanosas del clima de Panamá se
cobraron la vida de un sin número de obreros. Para quienes tenían las conexiones
adecuadas la eliminación de estos cadáveres resultó un buen negocio.
Las escuelas de Medicina y hospitales docentes demandaban cadáveres para las
prácticas de sus estudiantes, y pagaban generosas sumas por cadáveres no
identificados conservados en barriles traídos desde el trópico. La compañía del
Ferrocarril de Panamá vendía los cadáveres en el extranjero, y los ingresos
generados fueron suficientes para sostener su propio hospital. Un periodista
informó haber visto al director médico del hospital de la compañía del Ferrocarril
de Panamá tratando químicamente esqueletos de obreros, a fin de formar un
museo con huesos de todas las razas que trabajaron en la construcción del
ferrocarril.
Culminación de la Obra
Concluidas las 48 millas (77km) el ferrocarril fue proclamado como la maravilla de
ingeniería de esa época. La línea fue construida como doble vía.La terminal de
Atlántico se encuentra en Colón (antiguo Aspinwall); y la del Pacífico en la ciudad
de Panamá.Hasta la apertura del Canal de Panamá, el ferrocarril transportó el
mayor volumen de carga por unidad de longitud que cualquier otro en el mundo.
La existencia del ferrocarril fue fundamental en la selección de Panamá como el
sitio para la construcción de un canal. En 1881 la compañía francesa Compagnie
du Canal Universal Interocéanique adquirió los derechos de control de la
compañía del Ferrocarril de Panamá. En 1904 el gobierno de Estados Unidos le
compró el ferrocarril a la compañía francesa. Para ese entonces los activos del
ferrocarril incluían unas 75 millas (120 km) de riel, 35 locomotoras, 30 vagones de
pasajeros, 900 vagones de carga.
La construcción y apertura del Canal de Panamá
El ferrocarril fue de gran ayuda en la construcción del canal, que en paralelo y en
estrecha colaboración en algunos lugares se asumió el control de la línea
ferroviaria. Partes de la ruta de ferrocarril fueron trasladadas durante la
construcción del canal, y se realizaron mejoras considerables al sistema
ferroviario. Además del canal, las obras de reconstrucción y mejoras al ferrocarril
de Panamá culminaron en 1912.
Pos Canal de Panamá
Después de la Segunda Guerra Mundial se realizaron algunas mejoras adicionales
al Ferrocarril de Panamá, debido a la decadencia en que se encontraba después
que el gobierno de los EE.UU. entregara el control al gobierno de Panamá en
1979. El 19 de junio de 1998, el gobierno de Panamá le devolvió el control a la
empresa Panama Canal Railway Company ("PCRC"), una empresa conjunta entre
el «Kansas City Southern Railroad» y la empresa de capital privado Lanigan
Holdings, LLC. En 2000 y 2001 a través de un mega proyecto se realizaron
mejoras al ferrocarril para el manejo grandes contenedores, a fin de complementar
el transporte de carga del Canal de Panamá. La línea es ahora un solo tramo con
algunas secciones de doble vía estratégicamente colocadas. Desde el 2006 la
fuerza motriz incluye 10 ex-F40PHs Amtrak y 1 de GP10. El equipo rodante se
caracteriza por vagones con cúpulas de cristal que datan de 1938.
Ancho de la vía
Originalmente el Ferrocarril de Panamá tenía una ancho de vía de 1.524 mm, a su
reconstrucción en el año 2000, fue cambiado a 1.435 mm para que se pudiera
utilizar material rodante de trocha estándar. El original fue elegido por ser habitual
en el Sur de Estados Unidos antes de la conversión al estándar, después de la
Guerra Civil.
Victoriano Lorenzo: General de cholos libres y guerrillero invencible
El 15 de mayo de 2013 se cumplieron 110 años del asesinato por parte del Estado
colombiano, en estrecha alianza con la oligarquía colombo-panameña, liberal y
conservadora, del líder popular y guerrillero cholo Victoriano Lorenzo. Este hecho
fue uno de los eventos culminantes de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), que
se sellaría meses después con la separación del Istmo de Panamá, mediante una
conspiración organizada directamente por los Estados Unidos y en la que
participaron en forma activa algunos de los mismos que asesinaron a Lorenzo.
Infancia y juventud del León Coclesano
Victoriano Lorenzo nace en 1867 en la jurisdicción de El Cacao, distrito de
Penonomé, provincia de Coclé, actual Panamá. Su padre es el gobernador
indígena Rosa Lorenzo y su madre María Pascuala Troya; ambos pertenecen a la
etnia Ngawbé, también conocida como Ngobe, que habita en bosques y en faldas
montañosas del Istmo. Vive con su familia hasta la edad de nueve años, cuando
es entregado por su padre al sacerdote jesuita Antonio Jiménez, para que sea
instruido en la fe religiosa y con éste aprende a leer, escribir y contar, “privilegios”
a los que sólo pueden acceder unos cuantos indígenas o cholos, como se les
llama en Panamá. Al mismo tiempo oficia como acolito, cocinero y criado del cura.
Cuando su protector religioso se traslada al Perú, Victoriano se va a vivir a la
capital del entonces departamento de Panamá y para ganarse la vida se
desempeña como barbero, carpintero, sastre y zapatero.
Años después, regresa a El Cacao, su región natal, en donde contrae nupcias en
julio de 1890, con María Lorenzo Morán. En 1891 es designado regidor municipal,
cargo que desempeña durante pocos meses, puesto que Pedro Hoyos —un
regidor mestizo— lo agrede en varias ocasiones, e intenta encarcelarlo. Esta no es
una animadversión personal solamente, sino una expresión del odio y el racismo
que se prodiga contra los indígenas por parte de grupos de mestizos, lo cuales no
pueden tolerar que Victoriano Lorenzo cuestione la imposición de contribuciones
extraordinarias a los cholos. En una de esas agresiones, Victoriano reacciona en
defensa propia y mata a Pedro Hoyos. Luego de este hecho, se entrega en forma
voluntaria a las autoridades y es condenado a nueve años de prisión en el penal
de Las Bóvedas, en Panamá. Como ha sido frecuente en la vida de importantes
luchadores sociales, la cárcel se convierte en una escuela en donde aquél se
dedica a leer y aprender diversos oficios.
La rebelión de los "montañeros"
En octubre de 1899 estalla otra guerra civil en Colombia, que repercute de
inmediato en Panamá, por entonces un departamento de este desvertebrado país.
Un grupo de liberales se insurrecciona, con la esperanza de derrotar al ejército
conservador y poner fin a la Regeneración. Aunque en un principio se pensaba
que iba a ser una guerra corta, termina siendo el conflicto más prolongado y
sangriento de todos los que se vivieron en Colombia durante el siglo XIX, y dura
más de mil días.
Cuando comienzan las hostilidades militares, Victoriano Lorenzo —que acaba de
regresar de la cárcel a su tierra natal— se involucra en la guerra de manera casi
accidental, cuando accede a una misión que le encomienda el dirigente liberal
Belisario Porras, amigo de su padre y a quien había conocido años atrás en la
ciudad de Panamá. El 14 de mayo de 1900 Porras le solicita ayuda para
desembarcar un cargamento de armas en el puerto de Chame. Un grupo de
veinticinco indígenas cumple con esmero el encargo y de esta forma el líder
indígena se vincula al bando liberal, que sufre una estrepitosa derrota en el Puente
de Calidonia, a las puertas de la capital, el 25 de julio de 1900.
Tras esa batalla, la pequeña tropa de cholos de Victoriano Lorenzo huye a las
montañas de El Cacao, donde entierra las armas y se resguarda en la espesura
del bosque. Las huestes conservadoras persiguen con saña a los liberales con la
finalidad de destruir los restos del ejército Restaurador y requisar hasta la última
arma que le pudiera quedar. El 18 de octubre de 1900, el ejército gubernamental
ataca a mansalva el caserío de El Cacao, saquean, queman los ranchos y las
cosechas, violan a las mujeres y desentierran algunos fusiles.
Si en un principio la participación de los cholos había sido limitada, luego de esta
masacre se movilizan en masa, ya que 500 de ellos se unen a la revolución liberal
y proclaman como general a Victoriano Lorenzo, al grito de “guerra, guerra”,
mientras blanden al aire sus machetes. Victoriano Lorenzo invita a sus hermanos
a unirse a las filas del ejército Restaurador con estas palabras: “Hay que
levantarse contra los godos para vengar el ultraje y el honor de nuestras mujeres,
nuestra hijas y castigar a estos ladrones y facinerosos, reivindicando nuestros
derechos aunque sea cada cual con sus escopetas, machetes y flechas” i. Como
ha sucedido con otros grandes luchadores sociales y militares en nuestra América,
Victoriano Lorenzo también es producto de la injusticia, de la humillación y del
crimen, porque con profunda indignación se levanta en armas, al frente de los
montañeros, para combatir la barbarie de los conservadores, que han asesinado a
sus familiares y amigos.
Con la entrada consciente de los cholos al conflicto –y ya no solo como carne de
cañón, que era la forma tradicional como participaban en estas guerras civiles– se
transforma el carácter de la guerra, puesto que ahora irrumpen las demandas
sociales de indígenas y campesinos. También termina la guerra convencional, en
la que las tropas liberales han sido derrotadas, y se inicia la guerra de guerrillas,
con la que emerge otro tipo de militares en diversos lugares del país, por lo
general campesinos de origen popular, como Avelino Rosas, el negro Ramón
Marín, Tulio Varón y Victoriano Lorenzo.
El cholo Lorenzo instala su cuartel en La Negrita, en Penonomé, donde rehace las
diezmadas tropas liberales y desde donde ataca a las huestes del gobierno en los
pueblos del interior y a lo largo de la línea del ferrocarril. Lorenzo organiza un
ejército popular, al que se conoce como los “montañeros” o “guerrilleros de las
montañas”, cuyos miembros se sienten atraídos por las promesas de tierra,
libertad y exención de pago de diezmos y otros tributos, que le hacen los jefes
liberales, como Belisario Porras.
Las tropas “andrajosas y analfabetas” de Victoriano atacan con astucia y
determinación al ejército profesional de los conservadores, que no está
acostumbrado a la guerra irregular, al que derrotan en cada batalla. El general que
los comanda, que porta como distintivo un sombrero de paja con una cinta roja, es
un excelso estratega de la guerra irregular, porque conoce el terreno metro a
metro, sabe cuándo atacar en forma sorpresiva y organiza un sistema de espías y
de correos que lo mantienen informado de los movimientos y acciones de sus
enemigos. Además, las acciones de los cholos en armas no tienen una finalidad
exclusivamente partidista sino un amplio contenido social puesto que se enfrentan
a los latifundistas en la provincia de Coclé.
Mientras Victoriano gana batalla tras batalla crece su prestigio y popularidad entre
los humildes del Istmo, junto con la envidia de otros generales “blancos” del bando
liberal. Uno de ellos, Manuel Antonio Noriega, le exige que lo reconozca como
máximo Jefe Militar. Ante este hecho, Lorenzo —que sabía que Noriega mantenía
contacto con los conservadores—le responde con unas palabras plenas de
verdad: “Estoy informado y he observado, General Noriega, que usted se está
escribiendo cartas con el Prefecto de Coclé en Penonomé. Eso no lo creo correcto
porque la pelea es peleando. Si a mí me cogen preso me fusilan y, en cambio, a
usted, que es blanco y es amigo del Prefecto, no le pasaría nada. Por tal razón yo
no puedo aceptar esta situación”ii.
Cuando arriban las tropas liberales del Cauca, comandadas por Benjamín Herrera,
el panorama militar en el istmo ha cambiado a su favor y eso se debe a Victoriano
Lorenzo, que casi de la nada ha rehecho el ejército Restaurador. En septiembre
de 1901 se reorganiza el mando liberal y Victoriano Lorenzo es ascendido al rango
de General, con el cargo de Jefe Supremo de las Operaciones Militares de la
Revolución Liberal.
Una persona cercana al General Cholo ha dicho sobre sus cualidades como militar
y ser humano que “Victoriano era extraordinariamente valiente, pero humilde,
sencillo, astuto y honrado; de una inteligencia vivaz; sus instrucciones siempre
fueron justas... No era un santo ni un criminal: era un hombre... Generalmente
permanecía con los hombros encogidos, encapotado, como ese pajarito que hay
en nuestros bosques y que llamamos “cocorito”; respetuoso de las demás
personas, cortés para saludar, y se desenvolvía con soltura ante sus colegas
militares. No era un hombre ilustrado..., pero sabía discernir, leer, escribir y pensar
perfectamente bien... Tenía una extraordinaria intuición para calcular las acciones,
reacciones y decisiones de las demás personas... Era un buen director de
grupo…”iii.
A finales de 1902, cuando las tropas liberales se preparan para tomar las ciudades
de Panamá y de Colón son sorprendidas con la noticia que ha terminado la guerra
y que en el buque estadounidense “Wisconsin” se ha firmado un acuerdo de paz
entre liberales y conservadores. No es casualidad que el pacto esté mediado por
Estados Unidos, un país adverso a que los liberales ganen terreno en Panamá y
que exige el cese de las acciones bélicas, porque éstas hacen peligrar sus planes
de terminar el canal en el istmo. También se rumora con insistencia que el
acuerdo de paz entre liberales y conservadores tiene clausulas secretas, no
escritas, entre las cuales figura el arresto, juicio y ejecución de Victoriano Lorenzo.
“Cholo preso, Cholo ejecutado”
La guerra ha terminado en Panamá y en todo el territorio colombiano. Aunque se
ha firmado un acuerdo de paz, los jefes conservadores quieren vengarse de los
guerrilleros liberales. Cuando todavía está fresca la tinta del acuerdo firmado en el
Wisconsin, los conservadores inician la persecución de los combatientes liberales
a lo ancho y largo del país. Los que en el interior de Colombia no aceptan la
rendición y quieren evitar una muerte segura se refugian en las selvas de
piedemonte y otros se pierden en la inmensidad del territorio nacional. En
Panamá, el objetivo añorado por los godos es el “guerrillero invencible”, Victoriano
Lorenzo, no sólo por haber propinado duros golpes militares a las tropas del
gobierno, sino porque se atreve a plantear demandas sociales, y, lo más
preocupante, para conservadores y liberales, dispone de una importante base
social de cholos, cada vez más radicales.
Las tropas liberales en Panamá cuentan con 7 mil efectivos que deben entregar
las armas. En la Séptima División que dirige Victoriano se produce una
insubordinación y un rechazo explícito al convenio suscrito. A Victoriano se le
acusa de dirigir el motín y en forma inmediata se le detiene, aunque con la
promesa de otorgarle un pasaporte para viajar al extranjero. Es encarcelado en un
barco del gobierno y se le levanta un expediente amañado, con lo que se viola lo
acordado en el Tratado de Paz, en donde se habla de una “amplia amnistía y
completa garantía para las personas y bienes de los comprometidos en la actual
revolución”, así como la “cancelación o anulación inmediata de todos los juicios o
responsabilidades políticas…”iv.
Los mismos liberales, a los que ha conducido hasta el inminente triunfo militar, lo
entregan al gobierno conservador. Así, Benjamín Herrera no duda en entregarlo a
los generales Alfredo Vázquez Cobo y Víctor Salazar –los mismos firmantes del
acuerdo del Wisconsin– con el argumento que sería juzgado en concordancia con
el Tratado de Paz. Victoriano logra escapar del buque en que está preso en la
nochebuena de 1902, pero es recapturado al día siguiente y se le encarcela en
tierra. El gobierno central de Colombia y sus cómplices panameños entienden que
esta es la oportunidad dorada para deshacerse del General Victoriano Lorenzo, al
que acusan de no acatar el Tratado de Paz, mantener armas en su poder y haber
realizado robos y asesinatos. Estas inculpaciones se sustentan en una
interpretación amañada del segundo artículo del tratado, en el cual se estipula que
la amnistía no cobijaría a aquellos que fueran juzgados por “delitos comunes”.
Desde el momento en que es detenido se inicia la persecución a su tropa. Los
cholos se esconden en el monte, a la espera de recibir instrucciones de su
conductor político y militar, pero éstas nunca llegan, porque Victoriano se
encuentra incomunicado. Como resultado cunde el desespero entre sus hombres,
quienes rápidamente se desmoralizan y se dispersan.
Con la orden de ejecutar a Victoriano, llega de Bogotá Pedro Sicard Briceño,
Comandante en Jefe del Ejército del Atlántico y del Pacífico, el mismo individuo
que años después, el 16 de marzo de 1919, será uno de los responsables de la
masacre de artesanos en la capital. Y el Tribunal lo preside Esteban Huertas, otro
individuo que pocos meses después demuestra su espíritu de felonía y traición,
durante la “independencia de Panamá”. El 14 de mayo de 1903 se determina
juzgar a Victoriano Lorenzo en un Consejo de Guerra. Las deliberaciones
empiezan a las dos de la tarde y, en forma acelerada —algo poco frecuente en un
país santanderista acostumbrado a la inoperancia de la justicia—, al otro día se
dictamina la sentencia de muerte de valeroso General, tras declararlo culpable de
cinco homicidios. Contra Victoriano Lorenzo se aplica tanto la venganza de raza
(por ser cholo), como de clase (por encarnar los ideales de justicia y libertad de
campesinos e indígenas). Los vencedores de Panamá deciden matarlo porque es
un símbolo de rebeldía y para escarmentar a esos cholos que en la guerra han
peleado dignamente y han puesto al orden del día sus demandas de tierra y
libertad.
El asesinato “legal” se planea con toda la sevicia del caso, para humillar al líder
popular y causar pánico entre la población humilde de Panamá. Se dispone que
no sea fusilado de pie, sino sentado, para prolongar su agonía. Se le acribilla el 15
de mayo de 1903, en medio de una amplia concurrencia, a la que se le anuncia en
voz alta a las cinco en punto de la tarde, como en el poema de Federico García
Lorca: “Victoriano Lorenzo, natural de Penonomé, y vecino de Panamá, va a ser
fusilado por varios crímenes. Si alguno levantase la voz pidiendo gracia o de
alguna otra manera tratase de impedir la ejecución, será castigado con arreglo a
las leyes”v.
Se improvisa como paredón un tablado en forma de cajón y en el centro se coloca
un banco en el que es sentado el general panameño, en la plaza de Chiriquí,
frente al Cuartel de las Bóvedas, el mismo lugar donde unos años antes había
estado prisionero. Victoriano es atado a la silla y se le vendan los ojos con un
paño negro. Los verdugos se alinean a pocos metros de distancia, mientras otros
soldados, que sirven de escoltas, están preparados para propinarle un tiro de
gracia si insinúa algún gesto de resistencia. Antes de su hora final, grita: “A todos
los perdono, yo muero como murió Jesucristo”. Y no estaba equivocado, porque
había sido traicionado vilmente por liberales y conservadores. Unas campanas
anuncian la hora fatal y con un pañuelo blanco se da la señal para disparar. Los
doce verdugos, que se encuentran a diez pasos de distancia, le hacen tres
descargas seguidas y, sin fallar ni un solo tiro, incrustan 36 proyectiles en el
menudo cuerpo del invencible general de cholos libres, de Panamá y de Colombia.
Después del asesinato no le entregan el cadáver a sus allegados y ni siquiera le
conceden un entierro digno, derecho elemental de cualquier ser humano y sobre
todo de quien ha alcanzado el rango de General en franca lid. Se le niega el ataúd
que han traído algunos de sus seguidores y se le tira en una sucia y vieja carreta,
como a un perro, vistiendo las mismas prendas con que se le ha fusilado. Sin
ataúd, sin flores, sin cortejo, es lanzado a una fosa común. Pero antes se le
pasea, como si fuera un trofeo y, para redondear la afrenta, en un recodo del
camino el cadáver ensangrentado de Victoriano cae de la carreta a la tierra. Es
evidente que se quiere intimidar y aterrorizar a la población panameña, y en
especial a los pobres y humildes. Por esa razón: “Tarde en la noche, el cuerpo de
Victoriano fue exhibido por las calles de Panamá como si fuera un animal fuera del
Rastro (matadero de animales comestibles), con el claro propósito de aterrar a la
población y trasmitir un mensaje inequívoco a los que intentan emular las
enseñanzas del primer guerrillero latinoamericano del siglo XX”vi. Para completar
la humillación posmorten, los asesinos oficiales lo entierran en una tumba sin
lapida y al poco tiempo trasladan sus despojos mortales a otro lugar sin identificar.
En esa forma vil es asesinado el primer guerrillero latinoamericano del naciente
siglo XX, con lo que se anticipa en forma dramática la suerte que correrán en el
futuro Emiliano Zapata, Cesar Augusto Sandino, Ernesto el Che Guevara, entre
muchos, y en Colombia miles de guerrilleros desde la década de 1950, entre ellos
Guadalupe Salcedo. Todos asesinados a mansalva o a traición, como lo fue
Victoriano Lorenzo.
En el momento en que es ejecutado Victoriano Lorenzo retumban en toda Panamá
las palabras del coronel conservador Pedro Sotomayor, quien en 1900, en el
momento en que se levantan en armas los indígenas, ha sentenciado con odio
racista: “cholo preso, cholo ejecutado”.
Foto: Panamá Profundo /Organizaciones ciudadanas panameñas rindieron honores al General Victoriano Lorenzo,
al cumplirse este 15 de mayo 110 Años de su Asesinato público en la hoy Plaza de Francia, antigua Plaza de Chiriquí.
¿Por qué asesinaron al invencible cholo?
La sangrienta Guerra de los Mil Días termina con la intervención directa de
Estados Unidos, que impiden la victoria liberal en Panamá al oponerse a la
entrada del Ejército Restaurador a la capital del departamento, con el pretexto de
mantener la neutralidad. El país del norte quiere concluir, no importa los medios
que deba utilizar, el canal interoceánico y someterlo a su control. Por esa razón
obliga a los contendientes a firmar la paz a bordo del acorazado USS Wisconsin.
La Pax Americana es rubricada por liberales y conservadores de Colombia y de
Panamá, todos los cuales ven en el futuro Canal una fabulosa oportunidad de
hacer negocios.
Ante este prometedor panorama, las reivindicaciones sociales de los cholos que
dirige Victoriano Lorenzo —quienes han enfrentado a los terratenientes de Coclé y
Veraguas— aparecen como una cuña que se les atraviesa en el camino a la
oligarquía de arrabal. Para mantener sus privilegios de clase y de raza —
cuestionados en la práctica por la gesta de Victoriano Lorenzo— la oligarquía de
Panamá, políticamente bipartidista, decide acabar con la vida del general cholo y,
de esta forma, liquidar el proyecto social y popular que éste representa.
En efecto, como lo relata el Teniente Coronel Juan José Quirós, secretario
personal de Victoriano Lorenzo: “Nuestro General coclesano no hablaba de
principios políticos ni liberales ni conservadores... Es la lucha de los campesinos
recluidos en las montañas que sufren la carga de los impuestos (incluyendo
diezmos y primicias), la escasez de alimentos y los ultrajes de las autoridades y de
arrogantes oficiales militares”vii.
Los liberales han aprovechado el sentimiento antimilitarista y antilatifundista de las
clases humildes de las zonas rurales, para enfrentarse militarmente a los
conservadores. pero “cuando vislumbraron el reparto de las riquezas que podía
generar la construcción del Canal por Panamá, abandonaron todo principio social
y sepultaron todas las reivindicaciones sociales que les habían prometido a los
indígenas”viii. Con la perspectiva del canal, de un lado, y con similares intereses de
clase, del otro, los liberales y conservadores de Panamá, dos bandos enfrentados
en la Guerra de los Mil Días, se unen contra los pobres del Istmo en un pacto
antinacional, que se subordina de manera incondicional a los intereses del
naciente imperialismo estadounidense.
Esos mismos oligarcas bipartidistas, seis meses después del asesinato de
Victoriano Lorenzo consuman la separación del Istmo del territorio colombiano,
para entregarlo en bandeja de plata como un protectorado a los Estados Unidos,
país desde donde se fragua la pretendida independencia, como está
documentalmente registradoix.
Y para los “próceres” de la separación de Panamá, los mismos que asesinan a
Victoriano Lorenzo, en mutuo acuerdo con el gobierno central de Bogotá, este
personaje aparece como un bandido cuyo nombre debe ser borrado de la historia
para eliminar también el recuerdo de la lucha social y popular de los cholos que él
encarna. Esta es la visión que se impone en la historia oficial de Panamá durante
varias décadas, en la que se mancilla la vida y obra del invencible general de
cholos libres, presentándolo como un simple bandido, mientras que los verdaderos
bandidos, que vendieron el Istmo y el Canal a los Estados Unidos por un plato de
lentejas, se pintan a sí mismos como “patriotas”, “próceres de la independencia” y
hasta, lo que en este caso no deja de ser un mal chiste, con el mote de
“nacionalistas”.
Cuando la literatura y la historiografía crítica de Panamá recuperan la figura de
Victoriano Lorenzo y su importante papel como luchador social y encumbrado
militar plebeyo, las élites panameñas intentan acoplar su figura como si fuera otro
de los “independentistas” de 1903. En pocas palabras, en lugar de un luchador
popular se le convierte en un aliado de los mismos que lo fusilaron en mayo de
ese fatídico año y una vez domesticado su proyecto étnico y de clase, se le
presenta como un simple “patriota”, de la misma calaña cipaya de los que se
vendieron a los Estados Unidos.
Estas aseveraciones pueden rubricarse con los juicios emitidos recientemente por
investigadores independientes y críticos de Panamá. Por ejemplo, Olmedo
Beluche ha dicho al respecto en forma clara: “A Victoriano lo fusiló la oligarquía
panameña que exigió su cabeza en el ‘Wisconsin’. Lo fusiló el partido
conservador, dirigido por Amador Guerrero en Panamá. Lo condenó a muerte un
tribunal militar presidido por Esteban Huertas. Lo entregó Eusebio A. Morales. Lo
fusiló Estados Unidos porque podía poner en peligro el Tratado del Canal.
Acallándolo callaban al pueblo”. Por su parte, Marco Gandasegui ha afirmado:
“Los liberales triunfaron con las armas en Panamá durante la guerra civil de los Mil
Días gracias a Victoriano. Fueron derrotados al final por la traición de quienes
levantaron las banderas de los intereses antinacionales (contra los panameños y
colombianos). La traición fue acoplada a la rápida expansión norteamericana que
necesitaba —urgentemente— construir el Canal interoceánico por el istmo de
Panamá” x.
En conclusión, sobre el cadáver de Victoriano Lorenzo se forja un acuerdo
antinacional entre los liberales y conservadores de Panamá –con la complicidad
de los del resto de Colombia–, quienes se unieron para entregar en bandeja de
plata el Istmo a los Estados Unidos y crear un protectorado y un enclave
imperialista que se mantuvo durante todo el siglo XX.