anne rice - el mesias ii

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    Anne Rice

    CAMINO A CANEL MESAS

    (CHRISTOS KYRIOS)(El Mesas, 2)

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    Invocacin.En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espritu Santo. Amn.

    La verdad de la fe slo puede ser preservada haciendo una teologa de Jesucristo, y rehacindolauna y otra vez.

    KARL RAHNER

    Oh Seor, Dios nico, Dios trino, todo cuanto he dicho en estos libros es tuyo, para que quienesson tuyos comprendan; cuanto he dicho de m solo, perdnalo T y perdnenlo los tuyos.

    SAN AGUSTN

    En el principio exista la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estabaen el principio con Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En

    ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas, y lastinieblas no la vencieron... En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la

    conoci.Evangelio segn SAN JUAN

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    Quin es Cristo el Seor?

    Los ngeles cantaron a su nacimiento. Magos de Oriente le llevaron regalos: oro, incienso ymirra. Le entregaron esos regalos a l, a su madre Mara y al hombre que deca ser su padre,Jos.

    En el Templo, un anciano tom al recin nacido en sus brazos. El anciano dijo al Seormientras sostena al beb: Ser luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.

    Mi madre me cont esas historias.Eso ocurri hace muchos aos. Es posible que Cristo el Seor sea un carpintero del pueblo de

    Nazaret, un hombre de treinta aos de edad, de una familia de carpinteros, una familia dehombres y mujeres y nios que llena las diez habitaciones de una casa antigua y, en este inviernode sequa, de polvo inacabable, de rumores de disturbios en Judea, Cristo el Seor duerma bajouna manta de lana gastada, en una habitacin con otros hombres, junto a un brasero que humea?

    Es posible que en esa habitacin, dormido, suee?S. S que es posible. Yo soy Cristo el Seor. Lo s. Lo que debo saber, lo s. Y lo que debo

    aprender, lo aprendo.Y bajo esta piel, vivo y sudo y respiro y gimo. Me duelen los hombros. Mis ojos estn secos

    por tantos das de temible sequa; por las largas caminatas hasta Sforis a travs de los camposgrises donde las semillas se queman al dbil sol invernal porque las lluvias no llegan.

    Yo soy Cristo el Seor. Lo s. Otros lo saben tambin, pero lo que saben lo olvidan a menudo.Mi madre no ha dicho una sola palabra sobre ello durante aos. Mi padre putativo, Jos, ya esviejo, tiene el pelo blanco y tendencia a divagar.

    Yo nunca olvido. Y cuando me duermo, a veces temo, porque los sueos no son mis amigos.Mis sueos son salvajes como helechos o como los repentinos vientos ardientes que soplan enlos bien cultivados valles de Galilea.

    Pero sueo, como suean todos los hombres.Y esta noche, junto al brasero, con las manos y los pies fros bajo mi manta, he soado.He soado con una mujer prxima, una mujer ma, una mujer que se convirti en una virgen

    que en el fcil tumulto de mis sueos se convirti en mi Abigail.He despertado. Me he sentado en la oscuridad. Todos los dems dorman an, con la boca

    abierta, y en el brasero los carbones se haban deshecho en cenizas.Mrchate, muchacha amada. Eso no debo conocerlo, y Cristo el Seor no conocer lo que no

    quiere conocer... o lo que conocera nicamente a travs de la forma de su ausencia.Ella no se marchar... eso no, la Abigail de mis sueos con el cabello suelto desparramado

    entre mis manos, como si el Seor la hubiera creado para m en el Jardn del Edn.No. Tal vez el Seor cre los sueos para un conocimiento como ste; o as se lo ha parecido aCristo el Seor.

    He saltado de mi jergn y, tan silenciosamente como he podido, he echado ms carbn albrasero. Mis hermanos y sobrinos no se han movido. Santiago ha pasado la noche con su mujerfuera de casa, en la habitacin que ambos comparten. Judas el Menor y Jos el Menor, padresambos, han dormido aqu, separados de los bebs acurrucados junto a sus esposas. Y aqudorman adems los hijos de Santiago: Menahim, Isaac y Shabi, los tres juntos, desmadejadoscomo muecos.

    He pasado delante de todos, uno tras otro, para sacar una tnica nueva del arcn, de lanaolorosa a la luz del sol que la ha secado. Todo lo que hay en ese arcn est limpio.

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    punzada dolorosa cuando ella rea o alargaba la mano, bueno, pas, se desvaneci como empiezaa desvanecerse la noche misma, y tambin el polvo, el polvo sofocante, que ahora desaparece.Slo queda el fro.

    Slo el agua.Me he tendido en la otra orilla, frente a la sinagoga. Los pjaros han empezado a piar, y como

    siempre me he perdido el momento exacto. Era un juego que me gustaba, intentar or al primerpjaro, aquellos pjaros que saban que llegaba el sol cuando nadie ms lo saba.Las palmeras altas y gruesas que rodean la sinagoga descollaban sobre la masa informe de

    sombra. Las palmeras parecen medrar durante la sequa. No les importa que el polvo recubratodas sus ramas. Las palmeras crecen como si estuvieran acostumbradas a todas las estaciones.

    El fro slo estaba en el exterior. Creo que el latido de mi corazn mantena el calor de micuerpo. Luego la primera luz empez a despuntar sobre las tinieblas lejanas y yo tom la tnicalimpia y la deslic por mi cabeza. Qu lujo la ropa nueva, su olor a limpio.

    Me tend de nuevo y dej vagabundear mis pensamientos. Sent la brisa antes que los rbolessuspiraran con ella.

    En lo alto de la colina hay una arboleda de olivos viejos a la que a veces me gusta ir solo.

    Pens en ella. Qu bien tenderse en aquel lecho blando de hojas cadas y dormir todo el da.Pero no es posible, no ahora con todo el trabajo que ha de hacerse y con el pueblo cargado de

    nuevas preocupaciones y rumores sobre un nuevo gobernador romano que ha de venir a Judea yque, hasta que se acostumbre a nosotros, como ha ocurrido con todos los anteriores, tendr envilo a todo el pas, de un extremo a otro.

    El pas. Cuando digo el pas me refiero a Judea y tambin a Galilea. Me refiero a la TierraSanta, la tierra de Israel, el pas de Dios. No importa que ese hombre no nos gobierne a nosotros.Gobierna sobre Judea y la Ciudad Santa en la que se alza el Templo, y por tanto bien podra sernuestro rey en lugar de Herodes Antipas. Se entienden bien, los dos: Herodes Antipas, el rey deGalilea, y ese hombre nuevo, Poncio Pilatos, del que recelan nuestros hombres.

    Y en la otra orilla del Jordn gobierna Herodes Filipo, que tambin se entiende con ellos. Yas, el pas lleva sometido mucho, mucho tiempo, y a Antipas y Filipo les conocemos, pero dePoncio Pilatos no sabemos nada, y las pocas informaciones que tenemos sobre l son malas.Qu puede hacer al respecto un carpintero de Nazaret? Nada, pero cuando no llueve, cuando loshombres estn ociosos e irritados y llenos de miedo, cuando la gente habla de una maldicin delCielo que agosta la hierba, y de agravios de los romanos, y de un emperador inquieto que hamarchado al exilio en seal de duelo por un hijo envenenado, cuando todo el mundo pareceagitado por la necesidad de arrimar el hombro y empujar todos a una, bueno, en un momento asyo no puedo ir a la arboleda a pasar el da entero durmiendo.

    La luz ya haba llegado.Una figura apareci entre las oscuras siluetas de las casas del pueblo y corri colina abajo

    hacia m, con una mano alzada.Mi hermano Santiago. Hermano mayor, hijo de Jos y su primera mujer, que muri antes deque Jos se casara con mi madre. Inconfundible Santiago, con su pelo largo, anudado en la nucay que cae sobre su espalda, y sus hombros estrechos y nerviosos, y la rapidez con que llega,Santiago el Nazarita, Santiago el capataz de nuestra cuadrilla de obreros, Santiago que ahora enla vejez de Jos ejerce como cabeza de familia.

    Se par en el otro extremo de la pequea fuente, un reguero de piedras secas en su mayorparte, por cuyo centro fluye ahora la cinta brillante del agua, y pude imaginar sin esfuerzo la caraque pona al mirarme.

    Coloc el pie sobre una piedra grande y luego en otra, mientras cruzaba el arroyo hacia m. Yome incorpor y me puse en pie de un salto, una muestra habitual de respeto hacia mi hermano

    mayor.

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    Qu ests haciendo aqu? pregunt. Qu pasa contigo? Por qu siempre me hacesenfadar?

    No contest.El levant las manos y mir los rboles y los campos en busca de una respuesta.Cundo tomars una esposa? pregunt. No, no me interrumpas, no levantes la mano

    para hacerme callar. No voy a callarme. Cundo tomars una esposa? Ests casado con estearroyo miserable, con su fra agua? Qu vas a hacer cuando se seque, y se secar este ao, losabes.

    Me re sin mover los labios.l sigui:

    Hay dos hombres de tu edad en este pueblo que no se han casado an.Uno est tullido y el otro es idiota, y todo el mundo lo sabe.Tena razn. He cumplido ya treinta aos y no me he casado.Cuntas veces hemos hablado de esto, Santiago? repuse.Era hermoso contemplar cmo iba aumentando la luz, ver transformadas por el color las

    palmeras agrupadas alrededor de la sinagoga. Me pareci or gritos lejanos, pero puede que

    fueran slo los sonidos habituales de un pueblo que empieza un nuevo da.Dime qu es lo que de verdad te preocupa esta maana pregunt. Recog la tnica

    empapada del arroyo y la extend sobre la hierba para que se secara. Cada ao te pareces ms atu padre aad, pero nunca has tenido su aspecto. Nunca tendrs su misma paz mental.

    Nac inquieto reconoci con un encogimiento de hombros. Mir con ansiedad hacia elpueblo. Oyes eso?

    Oigo algo.Es la peor temporada de sequa que hemos sufrido. Levant los ojos al cielo. Y hace

    fro, pero no lo bastante. Sabes que las cisternas estn casi vacas. El mikvah est casi vaco. Yt, t eres una preocupacin continua para m, Yeshua, una preocupacin continua. Vienes en laoscuridad aqu, al arroyo.

    Subes hasta esa arboleda a la que nadie se atreve a ir...Te equivocas en cuanto a ese bosque. Son piedras viejas que no significan nada.Una vieja supersticin local afirma que antiguamente en la arboleda ocurri algo pagano y

    horrendo. Pero all slo hay las ruinas de un antiguo molino de aceite, piedras que se remontan auna poca en la que Nazaret no era an Nazaret.

    Ya te lo dije el ao pasado, recuerdas? Pero no quiero que ests preocupado, Santiago.

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    Esper a que Santiago continuara.

    Pero sigui callado, mirando hacia el pueblo. Haba gente que gritaba, mucha gente. Me paslos dedos por el pelo para alisarlo, me volv y mir.A la luz del da, que ya haba alcanzado su intensidad normal, vi un nutrido grupo de personas

    en la cima de la colina, hombres y nios que tropezaban y se empujaban unos a otros de modoque todo el tumulto avanzaba lentamente colina abajo, hacia nosotros.

    Al margen del grupo apareci el rabino, el viejo Jacimus, y con l su joven sobrino Jasn.Pude ver que el rabino intentaba detener a la multitud, pero era arrastrado hacia el pie de lacolina, hacia la sinagoga, por la avalancha de personas que baj como un rebao en estampidahasta detenerse en el claro, delante de las palmeras.

    De pie en el montculo que se alza al otro lado del arroyo, pudimos verles con claridad.Del medio del grupo sacaron a la fuerza a dos chicos jvenes: Yitra bar Nahom y el hermano

    de Ana la Muda, ese al que todos llaman sencillamente el Hurfano.

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    El rabino subi a toda prisa los escalones de piedra que llevan a la parte superior de lasinagoga.

    Yo quise adelantarme, pero Santiago me empuj con brusquedad hacia atrs.T te quedas al margen de esto dijo.Las palabras del rabino Jacimus se escucharon por encima de los ruidos y murmullos de la

    multitud.Hemos de celebrar un juicio aqu, os digo! grit. Y quiero a los testigos, dnde estnlos testigos? Que se adelanten los testigos y digan lo que han visto.

    Yitra y el Hurfano estaban inmviles aparte, como si un abismo les separara de los aldeanosfuriosos, algunos de los cuales agitaban los puos mientras otros maldecan entre dientes, esosinsultos que no necesitan palabras para expresar su significado.

    De nuevo intent adelantarme, y Santiago tir de m hacia atrs.T te quedas al margen de esto repiti. Saba que iba a ocurrir.Qu? De qu hablas? pregunt.La multitud prorrumpi en gritos y rugidos. Haba dedos que sealaban.Abominacin! grit alguien.

    Yitra, el mayor de los dos acusados, mir desafiante a los que tena frente a l. Era un buenchico al que todos queran, uno de los mejores en la escuela, y cuando fue presentado en elTemplo el ao anterior, el rabino estuvo orgulloso de sus respuestas a los maestros.

    El Hurfano, menor que Yitra, estaba plido de miedo, sus ojos negros abiertos de par en par,temblorosa la boca.

    Jasn el sobrino del rabino, Jasn el escriba, subi tambin al techo de la sinagoga y repiti lasdeclaraciones de su to.

    Parad ahora mismo esta locura dijo. Habr un juicio, como ordena la ley. Y vosotroslos testigos, dnde estis? Tenis miedo vosotros, que habis empezado esto?

    La multitud ahog su voz.Colina abajo lleg a la carrera Nahom, el padre de Yitra, con su esposa y sus hijas. La

    multitud prorrumpi en una nueva retahla de insultos e invectivas, agit los puos, escupi. PeroNahom se abri paso a travs de ella y mir a su hijo.

    El rabino no haba dejado de gritar que se detuvieran, pero ya no podamos orle.Pareci que Nahom hablaba con su hijo, pero no pude orle.Y entonces la multitud lleg a un paroxismo de furia cuando Yitra se acerc, quiz sin pensar,

    y abraz al Hurfano como para protegerlo.Yo grit No!, pero en el estruendo nadie me oy. Corr adelante.Volaron piedras por el aire. La multitud era una masa hirviente, entre el silbido de las piedras

    lanzadas contra los chicos del claro.Cruc entre la multitud en un intento de llegar hasta los dos muchachos, con Santiago a mis

    talones.Pero todo haba terminado.El rabino rugi como un animal en la azotea de la sinagoga.La multitud se alej en silencio.El rabino, con las manos crispadas sobre la boca, mir los montones de piedras, abajo. Jasn

    sacudi la cabeza y volvi la espalda.Se oy un grito inarticulado de la madre de Yitra, y luego los sollozos de sus hermanas. La

    gente haba desaparecido. Unos corran colina arriba, o a campo traviesa, o cruzaban el arroyo yescalaban el montculo de la otra orilla.

    Huan por donde buenamente podan.Y entonces el rabino levant los brazos.

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    Corred, s, huid de lo que acabis de hacer! Pero el Seor os ve desde lo alto! El Seor delos Cielos est viendo esto! Apret los puos. Satans reina en Nazaret! exclam.Corred, corred y avergonzaos de lo que habis hecho, miserable horda sin ley!

    Se llev las manos a la cabeza y empez a sollozar de forma ms aparatosa que las mujeres deYitra. Se dobleg hacia delante y Jasn lo sostuvo.

    Nahom reuni entonces a las mujeres de Yitra y las forz a alejarse. Nahom mir atrs unasola vez y tir de su esposa colina arriba, y sus hijas se apresuraron detrs de l.Slo quedaron los rezagados, algunos braceros y trabajadores temporales, y los nios que

    atisbaban desde sus escondites bajo las palmeras o tras las puertas de las casas vecinas; ySantiago y yo, que mirbamos las piedras amontonadas y los dos chicos tendidos all, juntos.

    El brazo de Yitra segua pasado por el hombro del Hurfano, la cabeza reclinada en su pecho.La sangre manaba de un corte en la cabeza del Hurfano. Los ojos de Yitra estabansemicerrados. No haba sangre, excepto en su pelo.

    La vida los haba abandonado.O ruido de pisadas, los ltimos hombres se alejaban.En el claro junto al cual estbamos apareci Jos acompaado por el anciano rabino Berejaiah,

    que apenas puede caminar, y otros hombres de pelo blanco que forman parte del consejo deancianos del pueblo. Tambin estaban mis tos Cleofs y Alfeo. Ocuparon su lugar junto a Jos.

    Todos parecan soolientos, asustados, y luego asombrados.Jos miraba fijamente a los chicos muertos.Cmo ha ocurrido esto? susurr. Nos mir a Santiago y a m.Santiago suspir; las lgrimas corran por sus mejillas.

    Ha sido... as susurr. Tendramos que... No pens... Agach la cabeza.Encima de nosotros, en la azotea, el rabino sollozaba en el hombro de su sobrino, que tena la

    mirada perdida a lo lejos, hacia los campos abiertos; su rostro era la imagen de la desolacin.Quin les acus? pregunt el to Cleofs. Me mir a m. Yeshua, quin les acus?Jos y el rabino Berejaiah repitieron la pregunta.No lo s, padre dije. Me parece que los testigos no se han presentado.Los sollozos agitaron al rabino.Yo me acerqu a las piedras.De nuevo Santiago tir de m hacia atrs, pero esta vez con ms suavidad que antes.

    Por favor, Yeshua murmur. Me qued donde estaba.Mir a los dos, tendidos all como si fueran nios dormidos, entre las piedras lanzadas, y sin

    bastante sangre entre los dos, en realidad, sin la suficiente para que el ngel de la Muerte sedetuviera en su carrera al advertir su presencia.

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    Llegamos a la casa del rabino. Las puertas estaban abiertas. Jasn se haba colocado de pie enel rincn ms apartado, junto a un estante con libros, con los brazos cruzados. El anciano rabinoJacimus estaba sentado de espaldas a nosotros, cabizbajo ante su escritorio, de codos sobre un

    pergamino, la cabeza cubierta.Se balanceaba a un lado y otro, y rezaba o lea, era imposible saberlo. Tal vez tampoco l lo

    saba.No te enfurezcas con los hombres porque no somos nada murmur.Y no tomes en cuenta lo que hacemos, porque qu somos nosotros?Me coloqu en silencio al lado de Jos y Santiago, esperando y escuchando.Cleofs estaba detrs de nosotros.

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    Porque considera que por Ti hemos entrado en este mundo, y no salimos de l por nuestravoluntad; quin ha dicho nunca a su padre y su madre "Dadnos la vida"? Y quin entra en losdominios de la Muerte diciendo "Recbeme"? Qu fuerza es la nuestra, Seor, para resistirvuestra Ira? Qu somos para poder soportar vuestra Justicia?

    Se incorpor. Al advertir nuestra presencia, volvi a sentarse y suspir, y se gir un poco

    hacia nosotros mientras continuaba recitando su oracin:Acogednos en vuestra Gracia, y srvanos de socorro vuestro Perdn.Jos repiti esas palabras en voz baja.Por un momento dio la sensacin de que todo aquello superaba la capacidad de aguante de

    Jasn, pero en sus ojos brillaba una pequea luz de esperanza que muy pocas veces le habavisto. Es un hombre hermoso de cabello negro, siempre bien vestido, y en el sabbat sus ropajesde lino desprenden a menudo un tenue aroma a incienso.

    El rabino, que era un hombre joven cuando lleg por primera vez a Nazaret, est ahoraencorvado por el peso de la edad, y su cabello es tan blanco como el de Jos o el de mis tos. Nosmir como si no pudiramos verle, como si no estuviramos de pie esperndole, como si lsimplemente nos observara desde un lugar oculto y meditara; por fin dijo con lentitud:

    Se los han llevado?Se refera a los cuerpos de los dos chicos.

    S respondi Jos. Y tambin las piedras manchadas con su sangre.Se han llevado todo.El rabino mir al cielo y suspir.

    Ahora pertenecen a Azazel dijo.No, pero se han ido dijo Jos. Y nosotros hemos venido a verte a ti.Sabemos lo mal que te sientes. Qu quieres que hagamos? Vamos a visitar a Nahom y a la

    madre del chico?El rabino asinti.

    Jos, lo que quiero es que te quedes a consolarme le dijo, sacudiendo la cabeza, pero tles perteneces a ellos. Nahom tiene hermanos en Judea.

    Debera irse all con su familia. Nunca volver a encontrar la paz en este lugar.Jos, dime, por qu ha ocurrido esto?Jasn intervino con su apasionamiento acostumbrado:No hace falta ir a Atenas ni a Roma para saber lo que estaban haciendo esos chicos

    dijo. Por qu no puede ocurrir una cosa as en Nazaret?No es eso lo que he preguntado replic el rabino, dirigindole una mirada dura. No

    pregunto qu hicieron los chicos. No sabemos lo que hicieron! No hubo juicio, ni testigos, nijusticia! Pregunto cmo han podido lapidarlos, eso pregunto. Dnde est la ley, dnde lajusticia?

    Uno podra pensar que despreciaba a su sobrino por la forma en que le contest, pero lo ciertoes que el rabino ama a Jasn. Los hijos del rabino han muerto. Jasn hace que el rabino se sientajoven, y siempre que Jasn est lejos de Nazaret, el rabino se muestra distrado y olvidadizo. Tanpronto como Jasn cruza la puerta, de regreso de algn lugar lejano, con un paquete de libros a laespalda, el rabino renace, y a veces, cuando pasean los dos juntos, parece recuperar elentusiasmo de un muchacho.

    Por cierto le pregunt Jasny qu harn cuando el padre de Yitra se tropiece con losnios que empezaron esto? Porque eran nios, sabis, esos nios pequeos que correteanalrededor de la taberna, y han escapado, se fueron antes de que volara la primera piedra. Nahom

    puede pasarse la vida entera buscando a esos chiquillos.Nios dijo mi to Cleofs, nios que puede que ni siquiera sepan bien lo que vieron.

    Qu tiene de particular, dos jvenes debajo de la misma manta en una noche de invierno?

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    A veces dijo Jasn, creo que he nacido para expresar lo que los dems no se atreven adecir. He prevenido a Yeshua, eso es todo. Su voz disminuy hasta convertirse en unsusurro. No est su propia parienta esperando su decisin?

    Eso no es cierto! declar Santiago. Eso viene de la idiotez febril de una menteenvidiosa! Te rechaz a ti porque ests loco, y por qu ha de casarse una mujer con el viento, si

    no est obligada a hacerlo?De pronto todos empezaron a hablar a la vez, Jasn, Santiago, Cleofs, e incluso Jos y elrabino.

    Sal a la calle. El cielo estaba azul, y el pueblo vaco. Nadie deseaba salir a contar lo que habasucedido. Me alej un poco, pero segu oyndoles.

    Ve a escribir una carta a tus amigos epicreos de Roma dijo Santiago con voz dura.Cuntales los sucesos escandalosos del miserable villorrio en que ests condenado a vivir.Compn una stira, por qu no?

    Sali a buscarme.Jasn vena detrs de l, adelantndose a los ancianos, que le seguan.

    Te dir algo respecto a eso dijo Jasn, furioso: si escribo alguna cosa de valor, slo hay

    un hombre en este lugar capaz de comprenderlo, y ese hombre es tu hermano Yeshua.Jasn, Jasn... terci. Vamos, a qu viene todo esto?Bueno, si no es por una cosa es por otra dijo Santiago. No hables con l. No le mires.

    En un da como ste, l tiene tema para empezar una discusin. Estamos pasando un inviernoduro, sin lluvia, y Poncio Pilatos amenaza con llevar sus estandartes a la Ciudad Santa. Pero lva y se pone a discutir por esto.

    Crees que son una broma? estall Jasn. Esos estandartes? Te digo que esossoldados se dirigen en este momento a Jerusaln y que colocarn sus insignias en el mismoTemplo, si les apetece. As estn las cosas.

    Para, eso no lo sabemos dijo Jos. Estamos esperando noticias de Poncio Pilatos igualque esperamos la lluvia. Acabad con esta disputa, los dos.

    Vuelve con tu to dijo Santiago. Por qu nos sigues y nos molestas?Nadie ms en Nazaret quiere hablar contigo. Vuelve. Tu to te necesita ahora. No hay pginas

    que escribir, para informar de estos odiosos sucesos a alguien? O es que ste es un pas sin ley,como si furamos bandidos de las montaas? Qu, podemos tirarlos a una fosa y que nadie seentere de cmo han muerto? Vuelve y haz tu trabajo.

    Jos dirigi a Santiago una mirada severa que le hizo callar, y lo envi por delante, con lacabeza gacha.

    Seguimos nuestro camino, pero Jasn vena an detrs de nosotros.No te deseo ningn mal, Yeshua dijo.Su tono confidencial enfureci a Santiago, que dio media vuelta, pero Jos le detuvo.

    No te deseo ningn mal repiti Jasn. Este lugar est maldito. La lluvia nunca llegar.Los campos se estn secando. Los huertos se marchitan.Las flores mueren.

    Jasn, amigo dije, tarde o temprano la lluvia siempre llega. Y si no llega nunca?Qu ocurre si los cielos nos han cerrado sus compuertas con toda la razn?

    De su boca estaba a punto de brotar un torrente de palabras, pero lo detuve levantando lamano.

    Ven despus, hablaremos delante de un vaso de vino dije. Ahora he de ir a consolar aesa familia.

    Dio media vuelta y se dirigi despacio a la puerta de su to. De pronto se volvi hacia m.Yeshua, perdname dijo desde lejos.

    Lo dijo en voz lo bastante alta para que todo el mundo lo oyera.

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    Jasn dije, ests perdonado.

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    La madre de Yitra haba puesto a toda la familia a empaquetarlo todo. Los burros estaban ya

    cargados. Las dos pequeas enrollaban la alfombra, cuidando de quitarle el polvo del suelo; laalfombra fina que tal vez ha sido su posesin ms valiosa.Cuando la madre de Yitra vio a Jos, se puso en pie y corri a sus brazos.Pero temblaba y tena secos los ojos, y se limit a colgarse de l como si huyera de una

    inundacin.El viaje a Judea es seguro dijo Jos. Incluso os har bien, y cuando caiga la noche las

    pequeas estarn lejos de las murmuraciones y las miradas de refiln de este lugar. Sabemosdnde descansa Yitra. Iremos a visitarlo.

    Ella le mir como si no encontrara sentido a sus palabras.Luego apareci Nahom, el padre, con dos de sus braceros. Nos dimos cuenta de que los dos

    hombres haban convencido a Nahom de que volviera a su casa, y l se dej caer contra la pared,

    con los ojos en blanco.No te preocupes ms por esas criaturas le dijo Jos. Han huido.Saben que han hecho mal. Deja que el Cielo se apiade de ellos. Ahora marchad a Judea, y

    sacude el polvo de este lugar de tus sandalias.Uno de los braceros, un hombre de expresin amable, se adelant y asinti al tiempo que

    pasaba sus brazos por los hombros de Jos y Nahom.Shemayah comprar tus tierras y te dar un buen precio dijo. Yo las comprara si

    pudiera. Vete. Jos tiene razn, las criaturas que acusaron a los chicos estn ya muy lejos.Probablemente irn en busca de los bandidos de las montaas. All es donde suelen ir a parar losdesechos. Qu podras hacerles, de todos modos? Puedes matar a todos los hombres de este

    pueblo?La madre de Yitra cerr los ojos y agach la cabeza. Cre que se iba a desmayar, pero no fue

    as.Jos les abraz ms estrechamente.

    Tenis a estas pequeas, ahora. Qu les ocurrir si no afrontis esta situacin? los animJos. Ahora escuchadme, quiero deciros... quiero deciros...

    Vacil. Tena los ojos anegados en lgrimas. No encontraba las palabras.Me acerqu y coloqu mis manos sobre los dos, y ellos me miraron de pronto como nios

    asustados.No ha habido juicio, como sabis dije. Eso quiere decir que nadie sabr nunca lo que

    hizo Yitra o lo que dej de hacer el Hurfano, o cmo fue o cundo, o si nunca ocurri nada.

    Nadie lo sabr. Nadie puede saberlo. Ni siquiera los nios que les acusaron. Slo el Cielo losabe. Ahora no debis juzgar a los dos chicos en vuestro corazn. No pudo celebrarse un juicio,y eso significa que nadie podr nunca juzgarles. Por eso habis de llorar a Yitra en vuestrocorazn. Y Yitra es inocente para siempre. Tiene que serlo. No puede ser de otra manera, no eneste lado del Paraso.

    La madre de Yitra me mir. Sus ojos se estrecharon y asinti. El rostro de Nahom careca deexpresin, pero se dirigi muy despacio a recoger los bultos que faltaban y luego los llev conandar cansino hasta los animales que esperaban.

    Os deseamos un buen viaje dijo Jos, y ahora habis de decirme si necesitis algunacosa para el camino. Mis hijos y yo os daremos cualquier cosa que necesitis.

    Esperad dijo la madre de Yitra.

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    Llevaba un bulto de trapos limpios que me sirvi de almohada. Me deslic en mi escondite,me tend y exhal un largo y lento suspiro.

    Di las gracias al Seor por ese lugar, por ese escape.Mir encima de m el juego de la luz en el laberinto de finas ramas movedizas. En los das de

    invierno la oscuridad llegaba de forma brusca. El cielo haba perdido ya su color. No me

    import. Conoca de memoria el camino de vuelta a casa. Pero no poda quedarme tanto tiempocomo deseaba. Me echaran en falta y alguien vendra a buscarme, y eso supondra problemasque yo no deseaba en absoluto. Lo que deseaba era estar solo.

    Rec; intent aclarar mis pensamientos. Aqul era un lugar fragante y saludable, precioso. Nohaba en Nazaret otro lugar igual, y tampoco haba para m un lugar semejante en Sforis, o enMagdala, o en Cana, o en cualquier otro lugar donde trabajbamos y siempre trabajaramos.

    Y todas las habitaciones de nuestra casa estaban ocupadas.Cleofs el Menor, el nieto de mi to Alfeo, se haba casado el ao anterior con una prima,

    Mara, de Cafarnaum, y haban ocupado la ltima habitacin, y Mara estaba ya esperando unhijo.

    De modo que haba venido aqu a estar solo. nicamente por un rato. Solo.

    Haba intentado agitar la atmsfera del pueblo, el aire de recriminacin que se haba extendidoentre la gente despus de la lapidacin; nadie quera hablar de eso, pero nadie pareca capaz de

    pensar en otra cosa. Quin haba estado all? Quin no? Y aquellos nios haban escapado enbusca de los bandidos para unirse a ellos, y alguien debera salir en pos de esos bandidos yprender fuego a sus cuevas para obligarles a salir.

    Y por supuesto los bandidos haban estado saqueando las aldeas. Ocurra con frecuencia. Yahora, con la sequa, el precio de los vveres se haba encarecido. Corra el rumor de que los

    bandidos bajaban a las aldeas ms pequeas a robar ganado, y pellejos de vino y de agua. Nadiesaba cundo uno de esos hombres poda irrumpir a caballo en nuestras calles rebanandogaznates a diestro y siniestro.

    En Sforis era el mismo tema, los bandidos y el mal invierno. Pero tambin se hablaba entodas partes de Pilatos y sus soldados, que avanzaban perezosamente hacia Jerusaln conestandartes que llevaban el nombre del Csar, estandartes tan altos que no pasaban por las

    puertas de las ciudades.Era una blasfemia traer esas enseas con el nombre de un emperador a nuestra ciudad.

    Nosotros no permitamos las imgenes; no permitamos que se paseara el nombre o la imagen deun emperador que pretenda ser un dios.

    Bajo el emperador Csar Augusto nunca haba ocurrido nada parecido.Nadie estaba seguro de que el propio Augusto hubiera credo ser un dios. No lo desmenta,

    desde luego, y se haban levantado templos en su honor. Tal vez tampoco lo crea su hijoTiberio.

    Pero lo que preocupaba a la gente no eran los puntos de vista privados del emperador. Lespreocupaban los estandartes que los soldados romanos estaban paseando por toda Judea, y eso noles gustaba, y tambin los soldados del rey discutan sobre ese tema, fuera de las puertas de

    palacio, en las tabernas y en la plaza del mercado, o all donde se reunieran.El propio rey, Herodes Antipas, no se encontraba en Sforis. Estaba en Tiberiades, su nueva

    capital, una ciudad a la que se haba dado el nombre del nuevo emperador, y que Herodes habaedificado junto al mar. Nunca bamos a trabajar a esa ciudad. Sobre ella se cerna un nubarrn;

    para construirla se haban removido tumbas. Y como los trabajadores a los que no preocupabanesas cosas haban afluido al este para trabajar all, en Sforis tenamos ms trabajo del que

    podamos desear.

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    Pero sabes, Yeshua, nunca te he contado todo lo que me dijo tu primo cuando estuveviviendo con la comunidad.

    Jasn, tienes demasiadas cosas en la cabeza. Me cuesta imaginar qu puede tener que ver miprimo Juan con ellas, si es que tiene algo que ver.

    La lnea no me sala recta. Cog un trapo, lo anud y frot con l los trazos.

    Tal vez haba apretado demasiado, porque costaba borrarla.Oh, s, tu primo Juan tiene mucho que ver con esto dijo, y se detuvo frente a m.Ponte un poco a la izquierda, me tapas la luz.Levant el brazo, sac la linterna de su gancho y me la coloc delante de los ojos.Me sent de nuevo, sin mirarlo. La luz me molestaba ahora.

    De acuerdo, Jasn, qu quieres contarme sobre mi primo Juan?Tengo dotes para la poesa, no crees? Sin duda.Frot el trazo con suavidad y poco a poco fue desapareciendo de la madera, que adquiri un

    ligero brillo.Eso es lo que ha hecho que me fije en ti dijo, las palabras que Juan me recitaba, las

    letanas que se saba de memoria... sobre ti. Haba aprendido esas letanas de labios de su madre,

    y las declamaba todos los das despus de recitar la Shema junto a todo Israel; pero esas letanaseran su oracin privada. Sabes lo que decan?

    Pens un momento.No s si lo s dije.Muy bien, entonces djame que te las recite. Pareces decidido a hacerlo.Se agach. Qu aspecto el suyo, con su hermoso cabello negro bien perfumado con leos y sus

    grandes ojos serios.Antes de que Juan naciera, tu madre fue a visitar a la suya. Por entonces viva cerca de

    Betania y su marido, Zacaras, an viva. Cuando lo mataron, Juan ya haba nacido.S, eso cuentan dije.Volv a intentar trazar la lnea, y esta vez lo hice de forma correcta, sin desviarme. Hice una

    incisin en la madera con el filo cortante del pedazo de arcilla.Tu madre cont a la madre de Juan que un ngel se le haba aparecido dijo Jasn,

    inclinndose sobre m.Todo el mundo en Nazaret conoce esa historia, Jasn dije, y segu marcando la lnea,No, pero tu madre, tu madre, de pie en el atrio, con sus brazos en torno a la madre de Juan,

    tu madre, tu silenciosa madre que apenas habla nunca, en ese momento enton un himno. Mirabams all de las colinas donde fue enterrado el profeta Samuel, y compuso su himno con lasantiguas palabras de Ana.

    Me interrump y levant despacio los ojos hacia l.Su voz son baja y reverente, y su rostro era ms sereno y ms dulce.

    Mi alma proclama la grandeza del Seor. Mi espritu se alegra en Dios, mi SalvadorPorque l ha puesto los ojos en la humildad de su sierva. Por eso a partir de ahora todas lasgeneraciones me llamarn bienaventurada. El Todopoderoso ha obrado en m maravillas, y santoes Su nombre. Su misericordia alcanza de generacin en generacin a los que le temen. Hadesplegado la fuerza de Su brazo, y dispersado a los soberbios de mente y corazn. Ha derribadoa los poderosos de sus tronos y exaltado a los humildes. A los hambrientos les ha colmado de

    bienes, y ha despedido a los ricos sin darles nada. Ha acogido a Israel su siervo acordndose deSu misericordia, como haba prometido a nuestros padres...

    Se detuvo y nos miramos. Conoces esa oracin? pregunt.No respond.Muy bien dijo con tristeza. En ese caso te recitar otra, la plegaria pronunciada por el

    padre de Juan, Zacaras el sacerdote, cuando bautiz a Juan.

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    No dije nada. Sent de pronto un dolor lacerante. Intent localizar ese dolor.Estaba en mi pecho, en mi vientre, detrs de mis ojos. Estaba en mi corazn.

    Yeshua susurr mi madre. La chica ha venido en persona a preguntar por ti.Dolor.

    Es demasiado modesta para venir a hablar conmigo susurr mi madre . Ha hablado con

    la vieja Bruria, con Esther y con Salom. Yeshua, creo que su padre dira que s.El dolor pareci hacerse insoportable. Me qued mirando las brasas. No quera mirar a mimadre. Quera evitarle eso.

    Hijo mo, te conozco mejor que nadie dijo ella. Cuando Abigail est contigo, te derritesde amor.

    No pude responder. No podra controlar mi voz. No podra controlar mi corazn. Guardsilencio. Luego, poco a poco, me vi capaz de hablar de una forma normal y tranquila.

    Madre dije, ese amor me acompaar all donde vaya, pero Abigail no ir conmigo.No ir conmigo ninguna esposa; ni esposa, ni hijo. Madre, t y yo no tenemos necesidad dehablar de esto. Pero si hemos de hacerlo ahora, pues bien, has de saber que no voy a cambiar deidea.

    Inclin la cabeza, como yo saba que hara. Me bes en la mejilla. Yo acerqu de nuevo lasmanos al fuego, y ella me tom la derecha y la acarici con su propia mano pequea y clida.

    Cre que mi corazn se iba a detener.Ella me solt.Abigail. Esto es peor que los sueos. No son imgenes que sea posible ahuyentar. Es

    sencillamente todo lo que s de ella y siempre he sabido, de Abigail. Es casi ms de lo que unhombre puede soportar.

    De nuevo, compuse mi voz normal. Habl en voz baja y sin nfasis.Madre, le resultaba Jasn realmente insoportable? Jasn?Cuando pidi la mano de Abigail, madre, a ella le result insoportable?Jasn. Lo sabes, no? Arrug el ceo y pens.

    Hijo mo, no creo que Abigail haya llegado siquiera a enterarse de que Jasn la pretenda dijo. Todo el mundo lo saba. Pero creo que ese da Abigail estaba aqu jugando con los nios.

    No estoy segura de que ella dijera una sola palabra al respecto. Shemayah se present aqu esanoche, y se sent aqu y dijo las cosas ms terribles y despectivas sobre Jasn, pero Abigail yano estaba. Estaba en su casa, durmiendo. No s si Abigail encuentra insoportable a Jasn. No, nocreo que ella lo sepa siquiera.

    El dolor haba ido creciendo mientras ella hablaba. Era agudo y profundo.Mis ideas se hacan borrosas. Qu gran cosa habra sido poder llorar; estar solo y llorar, sin

    nadie que me viera ni oyera.Carne de mi carne y huesos de mis huesos. Mantuve una expresin serena y las manos

    quietas. l los cre varn y mujer. Tena que ocultarle esto a mi madre, y ocultrmelo a mmismo.Madre dije, podras mencionrselo a ella... que Jasn fue a pedir su mano. Tal vez

    puedas hacrselo saber, de alguna forma.El dolor se hizo tan intenso que no quise seguir hablando. No podra confiar en m mismo si

    deca una palabra ms.Sent sus labios en mi mejilla. Su mano se pos en mi hombro.Despus de un largo silencio pregunt: Ests seguro de que es eso lo que quieres que

    haga?Hice un gesto de asentimiento.

    Yeshua ests seguro de que es la voluntad de Dios?

    Esper a que el dolor retrocediera y mi voz volviera a pertenecerme.

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    Cuando Jasn se adelant para informar con detalle de las noticias, vi los ojos de Abigail fijosen l con la misma atencin que los dems.

    Jasn subi de un salto al banco colocado junto al de los ancianos.Qu deslumbrante estaba con su habitual tnica de lino blanco con flecos azules, y un manto

    claro sobre los hombros. Ningn maestro bajo el Porche de Salomn tena un aspecto ms

    imperioso ni ms elegante. Cuntos aos hace que Tiberio Csar expuls de Roma a lacomunidad juda? pregunt a viva voz.Un rugido se alz de la asamblea, incluso las mujeres gritaron, pero todos guardaron silencio

    cuando Jasn continu:Y ahora, como todos sabemos, un hombre de la clase ecuestre, Sejano, gobierna el mundo

    en representacin de ese emperador despiadado. Tiberio, a cuyo propio hijo Druso asesinSejano.

    El rabino se levant y le pidi que no hablara as. Todos meneamos la cabeza. Era peligrosodecir aquello, incluso en el ltimo rincn del Imperio, aunque todo el mundo ya lo supiera.Tambin los ancianos gritaron a Jasn que se callara. Jos fue hacia l y lo sujet con firmeza

    para que no prosiguiera.

    Ya han sido enviados mensajeros para informar a Tiberio Csar de esos estandartes en laCiudad Santa anunci el rabino. Sin duda, se ha hecho ya. Creis que el Sumo SacerdoteJos Caifs est con los brazos cruzados y guarda silencio ante esta blasfemia? Creis queHerodes Antipas no va a hacer nada? Y sabis muy bien, todos y cada uno de vosotros, que elemperador no quiere disturbios en estos lugares, ni en ninguna parte del Imperio. El emperadorenviar una orden, como ha hecho otras veces. Los estandartes sern retirados. Poncio Pilatosno tendr otra opcin!

    Jos y los ancianos hicieron vigorosos gestos de asentimiento. Los ojos de los hombres ymujeres ms jvenes estaban fijos en Jasn, que se limitaba a observar, insatisfecho. Luego negvigorosamente con la cabeza.

    De nuevo se produjeron murmullos, y de pronto tambin hubo gritos.Paciencia es lo que necesitamos ahora dijo Jos, y algunas personas sisearon para poder

    orle. Fue el nico de los ancianos que intent hablar, pero era intil.Entonces la voz de Jasn se alz, aguda y burlona, por encima del barullo: Y si ese

    informe nunca llega a las manos del emperador? Quin nos asegura que ese Sejano, quedesprecia a nuestra raza y siempre la ha despreciado, no interceptar al mensajero y destruir elinforme?

    Los gritos de apoyo se hicieron ms fuertes.Menahim, el hijo mayor de Santiago, se puso en pie.

    Yo digo que marchemos sobre Cesrea, que vayamos todos como un solo hombre a exigirque el gobernador retire los estandartes de la ciudad.

    Los ojos de Jasn brillaron, y atrajo hacia l a Menahim. Te prohbo que vayas! gritSantiago, y otros hombres de su edad lo imitaron con la misma vehemencia, en un intento pordetener a los jvenes, que parecan a punto de echar a correr fuera de la asamblea.

    Mi to Cleofs se puso en pie y rugi: Silencio, chusma insensata!Subi a la tribuna de los ancianos. Qu sabis vosotros? dijo, y seal con el dedo a

    Menahim, Shabi, Jasn y muchos otros, volvindose a un lado y otro. Decidme qu sabis delas legiones romanas que han entrado en esta tierra desde Siria. Qu habis visto de ellas envuestras pequeas vidas miserables? Nios de cabeza caliente! Fulmin a Jasn con lamirada.

    Luego salt encima del banco, sin buscar siquiera una mano para ayudarse, y empuj a Jasn aun lado, casi hacindolo caer.

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    De pronto, la multitud que taponaba la puerta se apart, empujada por un grupo de hombresvestidos para ir de viaje, con botas de vino colgadas del hombro. Yo conoca a dos de Cana, y auno de Sforis.

    Esta noche nos vamos a Cesrea anunci uno de ellos. Vamos a plantarnos delante delpalacio del gobernador y all nos quedaremos hasta que retire los estandartes!

    Jos me indic que le ayudara y se apoy en Cleofs. Entre los dos conseguimos subirlo albanco. Menahim se apart para dejarle sitio, e incluso Jasn se hizo a un lado.Jos estuvo unos instantes en silencio, observando a la multitud enloquecida. Levant las

    manos. El estruendo creca como una ola dispuesta a arrasarlo todo, pero poco a poco empez aamainar, y por fin, a la vista de aquel hombre de pelo blanco que no deca nada y slo alzabaambos brazos como si quisiera separar las aguas del mar Rojo, se hizo el silencio.

    Muy bien pues, hijos mos dijo. Incluso los ms leves murmullos se extinguieron.Tenis que aprender por vosotros mismos lo que nosotros sabemos tan bien, nosotros que vimosa Judas el Galileo y a sus hombres campar por estas colinas, y vimos en ms de una ocasinentrar en esta tierra a las legiones romanas para restablecer el orden. S, s. Muy bien pues.

    Aprenderis por vosotros mismos lo que no queris aprender de nosotros.

    Santiago empez a protestar. Agarr con fuerza a Isaac, que trataba de zafarse.No, hijo mo dijo Jos a Santiago. No pongas ms tentaciones ante ellos. Si les

    prohbes esto, lo harn de todos modos.Estas palabras provocaron un aplauso de respeto en toda la sala. Hubo un murmullo y despus

    un rugido aprobador.Jos sigui hablando, con los brazos an levantados.

    Mostrad al gobernador vuestro fervor, s. Jasn, mustrale tu elocuencia si lo deseas, s.Pero marchad y hablad en son de paz, me os? Os digo que una vez las relucientes espadas delos romanos hayan salido de sus vainas, os cortarn en pedazos. Y un ejrcito romano se abrir

    paso directamente hasta este pueblo.Jasn se gir hacia l y le apret la mano derecha como si los dos estuvieran sellando un

    acuerdo. Como que existe el Seor exclam Jasn, tendrn que retirar esos estandartes obeber nuestra sangre! Tendrn que elegir.

    Un clamor de aprobacin le respondi.Jasn baj de un salto del banco y avanz empujando a los que se encontraban en su camino, y

    muy pronto toda la asamblea se apretujaba en direccin a la puerta para seguirlo a la calle.Los bancos resonaban con los golpes y los nios lloraban.Cansado, el rabino se sent e inclin la cabeza sobre mi hombro. Mis sobrinos Shabi e Isaac

    escaparon de las manos de Santiago y se abrieron paso entre el gento para alcanzar a su hermanoMenahim.

    Cre que Santiago iba a volverse loco.

    Jasn se volvi en el umbral y su cabeza asom por encima del mar embravecido de quienes lerodeaban. Mir atrs mientras todos pasaban a su lado. Y t no vas a venir con nosotros,precisamente t? pregunt, y me seal con el dedo extendido.

    No dije. Sacud la cabeza y apart la mirada.Mi respuesta no se percibi en el tumulto, pero el gesto s. El se fue, y todos los jvenes lo

    siguieron.La calle estaba tan llena de antorchas, que aqulla poda haber sido la noche del xodo de

    Egipto. Los hombres rean y voceaban mientras entraban en sus casas para recoger sus ropas delana gruesa y sus botas de vino para el viaje.

    Santiago agarr a su hijo menor Isaac, y cuando ste, un nio de no ms de diez aos, intentzafarse, de pronto Abigail lo sujet y le pregunt furiosa: Cmo! Vas a dejarme sola aqu?

    Crees que nadie debe quedarse a defender el pueblo?

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    Basta dijo Bruria con tono sombro. Reza, Abigail, reza como rezamos todos. Losmaestros del Templo estn en camino. Estaban en camino desde antes de que se encendieran lashogueras nocturnas de seales en las montaas.

    Se sent junto a Jos dispuesta a esperar.Quera que Jos dirigiera la oracin, pero l pareci haberlo olvidado. Lleg su hermano

    Alfeo, y slo entonces algunos camos en la cuenta de que ni siquiera haba asistido a laasamblea. Tom asiento junto a su hermano.Muy bien, pues dijo Bruria. Oh Seor, Creador del Universo, apidate de Israel tu

    pueblo. Durante toda la noche se oy pasar gente que se diriga al sur.A veces, cuando no poda conciliar el sueo, sala al patio y me quedaba all, cruzado de

    brazos en la oscuridad, oyendo las voces roncas de la taberna.Al alba llegaron al pueblo hombres a caballo y leyeron en voz alta breves mensajes, en los que

    se deca que tal o cual ciudad haba enviado a todos sus habitantes al sur para protestar ante elgobernador.

    Incluso los hombres ms ancianos se pusieron sus mantos, empuaron sus bculos y salieron aunirse a quienes marchaban hacia el sur, algunos incluso montados en asnos y envueltos en

    mantas hasta las orejas.Santiago trabajaba sin decir palabra, y golpeaba con el martillo ms fuerte de lo necesario para

    clavar el clavo ms minsculo.Mara, la esposa de Cleofs el Menor, vino deshecha en llanto. No slo se haba marchado l,

    sino tambin su padre Lev y sus hermanos. Y corra la voz de que todo hombre que vala su salse estaba uniendo a la marcha a Cesrea.

    Bueno, pues este hombre que vale su sal no ha ido dijo Santiago.Guard los tablones en el carro. No vale la pena ir a trabajar aadi. Esto puede

    esperar. Todo puede esperar, como esperamos que se abran las compuertas del cielo.El cielo tena un color azul plido sucio. Y el viento traa los olores de los establos y corrales

    sin limpiar, de los campos agonizantes, de la orina que atraa las moscas a la tierra humedecida.La noche siguiente fue tranquila. Todos se haban ido. Qu podan decir las hogueras de

    seales, sino que ms y ms gente se haba echado al camino, que venan desde los cuatro puntoscardinales? Y los estandartes de la discordia seguan enhiestos en la Ciudad Santa.

    Al amanecer, Santiago me dijo:Yo sola pensar que t ibas a cambiar las cosas.Guarda tus recuerdos para ti dijo mi madre. Puso el pan y las olivas sobre la mesa y llen

    los vasos de agua.S dijo Santiago, mirndome de mal humor. Sola pensar que ibas a cambiarlo todo.

    Sola creer que lo haba visto con mis propios ojos: los regalos de los Magos expuestos sobre lapaja, las caras de los pastores que oan coros de ngeles en el cielo. Yo crea en esas cosas.

    Santiago, te lo suplico dijo mi madre.Djalo dijo Jos en voz baja. Santiago ha dicho esas cosas muchas veces. No importaescuchrselas otra vez.

    Y t, padre pregunt Santiago, nunca has pensado qu sentido tena todo aquello?El Seor cre el Tiempo respondi Jos. Y a su debido momento el Seor revelar lo

    que desee revelar.Y mis hijos habrn muerto repuso Santiago. La angustia desencajaba sus facciones Mis

    hijos morirn como otros han muerto antes, y para qu?Entr Abigail con Ana la Muda y su habitual acompaamiento de chiquillos.

    Por favor, no hables ms de eso dijo mi ta Esther.Mi padre dice que todo el mundo ha ido a Cesrea anunci Abigail.

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    Yeshua dijo el rabino, si al menos no te hubieras acercado a esa chica y no la hubierasabrazado. Buen Dios, rabino! exclam Santiago. Slo hizo lo natural. Slo pretenda seramable y solcito.

    Mi madre sacudi la cabeza.Somos la misma familia murmur.

    Lo s muy bien. Pero ese hombre, Shemayah, no es familiar vuestro; su esposa lo era, s, yAbigail tambin lo es, s. Pero ese hombre no. Y no tiene una mente muy clara.No lo entiendo, de verdad dijo Santiago. Ten paciencia conmigo. Me ests diciendo

    que ese hombre piensa que mi hermano hizo dao a Abigail?No; slo que se tom libertades con ella... Que se tom libertades! grit Santiago.No es lo que yo pienso dijo el rabino. Slo estoy diciendo por qu ese hombre no os

    deja entrar. Y a pesar de que sois sus parientes, sus nicos parientes en Nazaret, os digo queesperis, porque esperar a que cambie de actitud es lo nico que podis hacer. Qu pasa conlos parientes de otros lugares? pregunt Bruria. Qu sugieres, escribir a los parientes deBetania? replic el rabino. A la casa de Jos Caifs? La carta tardara varios das en llegarall, y el Sumo Sacerdote y su familia tienen preocupaciones mayores que los chismorreos de

    este pueblo, hace falta que os lo recuerde? Adems, qu crees que pueden hacer vuestrosparientes de Betania?

    Siguieron hablando en voz baja, en tono razonable. Jos haba cerrado los ojos como sidurmiera, all sentado. Bruria insisti como si aquello fuera un nudo que tena que desatar, e hizoacopio de paciencia.

    Yo oa sus voces, pero las palabras no calaban en mi interior. Permanec sentado solo,mirando los rayos de sol que atravesaban el polvo, y slo pensaba en una cosa: haba hecho daoa Abigail. Me haba sumado a sus enemigos. En una poca de violencia y desgracia, habaaadido uno ms a sus pesares. Yo haba hecho eso. Y no poda quedar as.

    Por fin, hice un gesto para pedir silencio y me puse en pie.S, qu pasa, Yeshua dijo el rabino. Sabes que ira a pedir perdn a ese hombre

    dije, pero l nunca me permitir decirle esas cosas. Es verdad.Ira con mi padre, y mi padre se lo rogara prosegu, pero l no nos dejar cruzar su

    puerta. Cierto.Pues bien, has hablado de parientes. Hablabas de los parientes de otros lugares. Lo he

    hecho.Por la parte de su madre, la nuestra, tenemos primos en Sforis. Pero an ms importante,

    tenemos primos en Cana, a los que t conoces muy bien.Hananel de Cana es un viejo amigo tuyo. Es el primero que me ha venido a la mente, pero hay

    ms. Sin embargo, Hananel habla bien y es un hombre muy persuasivo.Todo el mundo estuvo de acuerdo. Todos conocamos a Hananel.

    Hace unos aos nosotros colocamos los suelos de mrmol de su casa aad. En variasocasiones he visitado a Hananel, y t conmigo, cuando peregrinbamos al festival.S, s, y precisamente la ltima vez dijo el rabino, yendo todos juntos, Hananel dijo que

    mi sobrino Jasn era un incordio y una maldicin, si no recuerdo mal.No estoy hablando de Jasn dije. Hablo de Abigail. Seguramente el viejo est en su

    casa. De haber ido de Cana a Cesrea nos habra llegado la noticia, y no ha sido as. El conoce atoda la familia de la madre de Abigail, y su parentesco con ella es ms cercano que el nuestro.

    Es verdad dijo Santiago, pero es un viejo que vive solo, sin hijos vivos y con un nietoque anda recorriendo mundo, a saber dnde. Qu podemos hacer?

    Puede venir a hablar con Shemayah y razonar con l sobre este asunto dije. Y puedeescribir a parientes de otras partes que nosotros no conocemos y encontrar algn sitio donde

    alojar a Abigail. Ella no puede seguir languideciendo en este pueblo. No tiene por qu soportar

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    All haban colocado para m un taburete, un sencillo taburete de cuero y madera barnizada,muy elegante y cmodo.

    Me qued de pie.El anciano estaba sentado a su escritorio, en una silla romana de patas de tijera, dando la

    espalda a una celosa, entre almohadones de seda y alfombras de Babilonia, con varios

    pergaminos desplegados ante l y muchos otros que asomaban en los estantes para libros que lerodeaban. Las paredes estaban cubiertas de estantes. El escritorio dispona de tinta, plumas yhojas sueltas de pergamino, y una tablilla de cera. Y una hilera de cdices, esos pequeos librosde pergamino sujetos por cordeles que los romanos llaman membranae.

    El sol se filtraba por la celosa, contra la cual rozaban con un murmullo peculiar las hojas delas palmeras del exterior.

    El anciano estaba completamente calvo y sus ojos eran muy plidos, de un gris descolorido.Tena fro, a pesar de que haba un brasero colgado en alto y el aire era templado, perfumado porel aroma a cedro.

    Acrcate dijo.Lo hice y me inclin.

    Yeshua bar Yosef dije, de Nazaret. He venido a verte, seor, y agradezco que merecibas.

    Qu quieres repuso con tono cortante. Venga, dilo!Es un asunto que concierne a unos parientes nuestros, seor. Shemayah el Hircano y su hija

    Abigail.Se reclin en su asiento, o, ms exactamente, se hundi entre los ropajes que lo envolvan.

    Apart la mirada y se arrebuj ms en las mantas. Qu noticias tienes de Cesrea? pregunt.

    Ninguna, seor, que no haya llegado a Cana. Los judos siguen reunidos all. Han pasado yamuchos das. Pilatos no sale a hablar a la multitud. Y la multitud no se ir. Es lo que he odo estamaana antes de salir de Nazaret.

    Nazaret escupi la palabra, donde apedrean a nios por culpa de los chismes de otrosnios. Inclin la cabeza.

    Yeshua, toma asiento en ese taburete. No te quedes ah de pie como un criado. No hasvenido aqu para reparar los suelos, verdad? Has venido por una cuestin que afecta a nuestrafamilia.

    Me acerqu al taburete y me sent despacio. Lo mir. Nos separaba una distancia de unos dosmetros. El estaba a ms altura debido a los almohadones, y pude ver su mano marchita ydelgada, la osamenta de su rostro que se trasluca bajo la piel.

    El aire junto al brasero era excesivamente caluroso. El sol me daba en la cara y acariciaba sunuca.

    Seor, te traigo una splica angustiosa dije.Ese loco de Jasn dijo, el sobrino de Jacimus, est en Cesrea?S, seor. Y ha escrito desde Cesrea?Slo las noticias que te he contado, seor. He hablado con el rabino esta maana.Silencio. Esper. Al cabo dije:

    Seor, qu es lo que deseas saber?Sencillamente si Jasn ha odo algo acerca de mi nieto Rubn. Si Jasn ha dicho alguna

    cosa sobre Rubn. No voy a humillarme preguntndole yo mismo, pero te lo pregunto a ticonfidencialmente, bajo mi techo, en mi casa. Ha hablado ese miserable vagabundo griego demi nieto Rubn?

    No, seor. S que eran amigos. Es todo lo que s.

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    Y mi nieto podra estar casado a da de hoy en Roma o en Antioquia o donde sea que seencuentre, casado con una mujer extranjera, a pesar de que se lo he prohibido. Inclin lacabeza. Su actitud cambi. Pareci olvidarse de mi presencia, o desinteresarse de m, si en algnmomento haba estado interesado. Esto es lo que me he hecho a m mismo dijo. Yo solome he dado este castigo, he puesto el mar entre l y yo, he puesto el mundo entre m mismo y la

    mujer con la que se ha casado y el fruto de su vientre, eso he hecho.Esper. Se volvi para mirarme como si despertara de un sueo.Y t vienes a hablarme de esa pobre chica, esa nia, Abigail, que los bandidos arrastraron

    por el suelo, que asustaron con su brutalidad.S, seor. Por qu? Por qu vienes aqu a contarme eso, y por qu t, y qu quieres que

    haga al respecto? Crees que no me preocupa la chica?Compadezco al hombre que tiene una hija tan bella, con una risa tan armoniosa, con ese

    precioso don para cantar y para recitar. La he visto crecer en el camino desde mi casa al Templo.Bueno, qu pasa, qu quieres de m!

    Siento, seor, causarte pena...Deja eso y contina. A qu has venido, Yeshua Sin Pecado?

    Seor, la muchacha se est muriendo encerrada en su casa. No come ni bebe nada. Y no esculpable de nada, salvo de que ella y su padre hayan sido insultados.

    Ese estpido mascull. Enviar a buscar a la comadrona para su propia hija! Negarse acreer a su propia hija!

    Esper. Sabes por qu se march mi nieto a Roma, Yeshua bar Yosef? Te lo ha contadoese loco de Jasn?

    No, seor. Nunca lo ha mencionado.Bueno, sabas que se march.Lo saba, pero no por qu expliqu.Porque quera casarse dijo el anciano. Sus ojos brillaron y apart la mirada. Quera

    casarse, y no para emparentar con la familia de Jerusaln que yo le haba indicado con mi dedo,sino con una chiquilla de pueblo, con una preciosa chiquilla de pueblo. Con Abigail.

    Baj los ojos, y guard silencio. De nuevo esper. No sabas eso?No, seor. Nadie me lo cont dije. Puede que nadie lo sepa.Oh, lo saben todos. Jacimus lo sabe. Hummm..., lo sabe?S, lo sabe de cierto y lo supo en su momento, y mi nieto, por iniciativa propia y sin mi

    bendicin, fue a pedirla a Shemayah, y la chica no tena ms que trece aos entonces dijoexcitado. Volva a un lado y otro una mirada huidiza. Y yo, yo le dije no, no lo hars, no vas acasarte con una muchacha tan joven, no ahora y no de Nazaret, no me importa que su padre searico, que su madre lo fuera, que ella sea rica. No me importa, te casars con la mujer que yo elija,de tus parientes de Jerusaln. Y ahora ocurre esto! Y t me vienes con esta historia.

    De nuevo sus ojos se fijaron en m y parecieron verme por primera vez. Yo me limit amirarlo.Todava sigues jugando al tonto del pueblo, ya veo dijo. Me examin como si intentara

    memorizar mi cara y mis facciones.Seor, escribirs una carta en favor de Abigail, una carta a nuestros parientes de Jerusaln

    o Sforis, u otro lugar donde estn dispuestos a acogerla, para ofrecerle un hogar del que puedaformar parte? La muchacha es inocente. Es lista. Es cariosa y amable. Y modesta.

    Se sorprendi. Luego se ech a rer. Qu te hace pensar que Shemayah la dejar escapar desus garras?

    Seor, si le encuentras ese hogar y escribes una carta exponiendo su caso, y si t mismo,Hananel el Juez, vienes con nosotros, con el rabino y con mi padre Jos, sin duda podremos

    conseguir que Abigail marche sana y salva a algn lugar lejos de Nazaret. El no podr decir que

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    Pero unos gritos en la calle nos sacaron de nuestra duermevela. Corrimos y supimos la noticiaque las hogueras de seales acababan de comunicar: paz en Cesrea.

    Poncio Pilatos haba dado la orden a Jerusaln de retirar los estandartes ofensivos de la CiudadSanta.

    Muy pronto la calle se ilumin como en la noche en que la gente se puso en marcha. Todos

    beban, bailaban y se estrechaban las manos. Pero nadie conoca an los detalles, y nadieesperaba a conocerlos. Las hogueras haban transmitido la noticia de que los hombres regresabana sus casas en todo el pas.

    No haba seales de vida en la casa de Shemayah, ni siquiera el resplandor de una lmparadebajo de la puerta o en la rendija de alguna ventana.

    Mis tas aprovecharon la excusa del motivo festivo para llamar a la puerta.En vano.

    Ruego por que Ana la Muda duerma al lado de ella dijo mi madre.El rabino nos llam a la sinagoga para dar gracias por la paz.Pero nadie estuvo del todo tranquilo hasta la tarde siguiente, cuando Jasn y varios de sus

    compaeros, que haban alquilado monturas para el viaje, llegaron a Nazaret.

    Bajamos los bultos, dimos de comer a los animales y fuimos a la sinagoga a rezar y escucharel relato de lo que haba ocurrido.

    Como en la ocasin anterior, la multitud no caba en el edificio. La gente encenda antorchas yluminarias en las calles. Algunos llevaban sus propias lmparas, con una mano como pantalla

    para proteger la llama temblorosa. El cielo se oscureca rpidamente.Vi a Jasn, que hablaba con su to muy excitado, gesticulando. Pero todos le rogaron que

    parara y esperara a contar lo sucedido a todo el pueblo.Finalmente, los bancos fueron arrastrados fuera de la sinagoga para colocarlos en la ladera, y

    muy pronto unos mil quinientos hombres y mujeres se haban instalado al aire libre, y unaantorcha encenda la otra mientras Jasn y sus compaeros se abran paso hasta el lugar dehonor.

    No vi a Ana la Muda en ninguna parte. Por supuesto Shemayah no estaba, y tampoco Abigail.Pero en aquel momento era difcil encontrar a nadie.

    La gente se abrazaba y daba palmas, se besaba, bailaba. Los nios vivan un paroxismo dealegra. Y Santiago lloraba. Mis hermanos haban trado a Jos y Alfeo, caminando muydespacio. Algunos otros ancianos tambin se retrasaban.

    Jasn esper. Estaba de pie en el banco, abrazado a un compaero, y slo entonces, cuando lasantorchas se encendieron y los iluminaron con toda claridad, me di cuenta de que el compaeroera el nieto de Hananel, Rubn.

    Mi madre lo reconoci en el mismo instante, y la noticia corri en un susurro entre nosotros,que nos habamos sentado muy apiados.

    Yo no les haba contado lo que me dijo Hananel. Ni siquiera haba preguntado al rabino porqu no me avis de que el nieto de Hananel haba pretendido en tiempos a Abigail.Pero todos saban que el abuelo haba llorado durante dos aos al nieto que se haba marchado

    a tierras lejanas, y pronto en todas partes se murmuraba el nombre de Rubn bar Daniel barHananel.

    Era un joven elegante, bien vestido con ropajes de lino como Jasn, con la misma barbarecortada y cabellos perfumados con leos, y aunque los dos estaban sucios de polvo despus dela larga cabalgata, a ninguno pareca importarle.

    Finalmente, todo el pueblo les pidi que contaran lo sucedido.Seis das empez Jasn, y mostr los dedos para que pudiramos contarlos. Seis das

    estuvimos delante del palacio del gobernador, y le exigimos que quitara sus imgenes

    desvergonzadas y blasfemas de nuestra Ciudad Santa.

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    Rpidamente, me puse en pie. Recog el manto y el velo de lana que ella haba dejado caer, yse los tend. Qu ests haciendo? pregunt. Qu idea loca se te ha metido en la cabeza?

    Coloqu el manto sobre sus hombros y cubr su cabeza con el velo oscuro. Abroch sutnica. Ests fuera de ti misma. T no deseas hacer esto.

    Vamos, te llevar a tu casa.

    No dijo ella, y me apart de un empujn. Me ir a las calles de la ciudad de Tiro. Ir aofrecerme en esas calles. No. No intentes detenerme. Si t no deseas para ti lo que pronto van atener muchos hombres que lo soliciten, me ir.

    Se volvi, pero yo la retuve por la mueca.Abigail, eso son rabietas de nia le susurr.Me mir con ojos fros y llenos de amargura, pero que, a pesar de su dureza, temblaban.

    Yeshua, djame marchar dijo.No sabes lo que dices. Las calles de Tiro! Nunca has visto una ciudad como Tiro. Eso es

    un desvaro infantil. Crees que las calles son un regazo en el que descansar tu cabeza? Abigail,ven a casa conmigo, ven a mi casa, con mi madre y mis hermanas. Abigail, crees que he estadomirando en silencio lo que ocurra, sin hacer nada?

    S lo que has hecho dijo. Es intil. Estoy condenada y no voy a quedarme a morir dehambre bajo el techo del hombre que me ha condenado. No lo har!

    Vas a marcharte de Nazaret.Eso es lo que voy a hacer declar ella.No, no lo entiendes. Tu pariente Hananel de Cana ha escrito cartas, y l...Ha venido hoy a mi puerta dijo con voz velada, Hananel y su nieto Rubn, y se han

    presentado los dos ante mi padre y me han pedido en matrimonio.Dio un tirn y se solt de mi mano. Temblaba violentamente. Y sabes lo que dijo mi padre

    a esos hombres, a Hananel de Cana y su nieto Rubn? Los ha rechazado!Confunds una copa rota, les ha dicho, confunds una copa rota con una olla llena de

    monedas de oro. Aspir profundamente, sin dejar de temblar.Yo no encontraba palabras. Esa copa rota no est incluida en el lote que se ofrece a la

    venta, dijo. Mi padre dijo eso... No voy a sacar mi vergenza al mercado para que vosotros lacompris!

    Ese hombre ha perdido la razn.Oh, ha perdido la razn, s, ha perdido la razn porque su hija Abigail ha sido manoseada,

    ha sido avergonzada! Y quiere que ella muera para lavar su vergenza! Se lo dijo a Rubn deCana! No tengo ninguna hija para ti. Vete.

    Call, incapaz de continuar. Estaba tan agitada que no poda articular las palabras. La cog porlos hombros.

    Ests libre de tu padre, entonces.

    S, lo estoy declar.Entonces, ven a casa conmigo. Vivirs bajo mi techo hasta que te saquemos de este lugar yte llevemos con tus parientes de Betania.

    Ah, s, la casa de Caifs acoger a la muchachita de pueblo humillada y avergonzada, a lachica negada por su propio padre, por un padre que ha rechazado a todos los hombres que han

    pedido su mano durante dos aos, y ahora ha vuelto a dar un portazo a Jasn otra vez, y a Rubnde Cana, a Rubn, que dej a un lado su orgullo y se lo pidi de rodillas!

    Me apart de un empujn.Abigail, no dejar que te vayas.Rompi a llorar. Yo la abrac.

    Yeshua bar Yosef, hazlo me susurr. He venido aqu contigo.

    Tmame. Te lo suplico. No me da vergenza. Tmame, por favor, Yeshua, soy tuya.

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    Yo empec a llorar. No poda parar y era tan malo como antes de que ella apareciera, tan malaquiz como su propio llanto.

    Abigail, escchame. Te digo que con Dios nada es imposible, y que estars segura con mimadre y mis tas. Te enviar con mi hermana Salom a Cafarnaum. Mis tas te acogern all.Abigail, tienes que venir a casa conmigo.

    Ella se derrumb encima de m, y sus sollozos se hicieron ms y ms dbiles mientras yo lasostena.Dime dijo por fin con una vocecita tmida. Yeshua, si fueras a casarte, sera yo tu

    novia?S, hermosa muchacha dije. Mi dulce y hermosa muchacha.Me mir y se mordi el labio tembloroso.

    Entonces tmame como tu puta. Por favor. No me importa. Cerr los ojos anegados enlgrimas. No me importa, no me importa.

    Calla, no digas una palabra ms repuse con suavidad.Con el borde del manto le sequ la cara. La apart de mi pecho y la ayud a mantenerse

    erguida. La envolv en su velo, y sujet la punta en su hombro.

    Abroch su manto para que nadie pudiera ver la tnica recamada en oro que haba debajo.Te llevo a casa como mi hermana, la ms querida para m dije.Vendrs conmigo como he dicho, y estas palabras y estos momentos quedarn encerrados en

    nuestros corazones.De pronto se sinti demasiado cansada para responderme. Abigail? Mrame. Hars lo que

    he dicho. Asinti.Mrame a los ojos dije. Y dime quin eres en realidad. Eres Abigail, hija de Shemayah,

    y has sido difamada, maliciosamente difamada. Y vamos a ponerle remedio.Asinti. Las lgrimas haban desaparecido, pero la rabia la haba dejado vaca y desorientada.

    Por un momento tuve la impresin de que iba a perder el sentido.La sostuve.

    Abigail, pedir a los ancianos que se renan. Pedir al rabino que se forme el tribunal delpueblo.

    Me mir desconcertada, y apart la vista como si esas palabras la confundieran.Ese hombre, Shemayah, no tiene poder para juzgar de la vida y la muerte, ni siquiera de su

    nica hija. El tribunal? murmur. Los ancianos?S. Ser un juicio pblico. Pediremos un veredicto sobre tu inocencia, y con l irs a

    Cafarnaum o a Betania o a donde sea preferible para ti.Me mir, con firmeza por primera vez. Es posible eso? pregunt.

    S, es posible. Tu padre ha dicho que no tiene ninguna hija. Bueno, pues entonces no tieneautoridad sobre ti, y esa autoridad recae ahora en nosotros, tus parientes, y en los ancianos. Has

    entendido lo que he dicho?Hizo sea de que s.Olvida las palabras que has pronunciado aqu; estaban destinadas a m, al hermano que sabe

    muy bien que eres una nia inocente y maltratada.Puse la mano sobre mi corazn.

    Seor, da a mi hermana un corazn nuevo susurr. Seor, dale un corazn nuevo.Permanec inmvil con los ojos cerrados, rezando, con la mano izquierda sobre su hombro.Cuando abr los ojos, su rostro estaba en calma. Era otra vez Abigail, la Abigail de antes de

    que todo aquello empezara.Ven, vamos a hacer lo que he dicho dije.No, no hace falta que recurras a los ancianos, no es necesario. Slo humillars ms a mi

    padre. Ir a Cafarnaum con Salom dijo. O a Betania, o a donde t digas.

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    Grit cuando lleg a nuestro lado. Las piedras dejaron de volar. Shemayah! Shemayah! clamaba la gente, incluso cuando el grupo se abri para dejar paso al rabino y a Hananel deCana, que llegaban acompaados por otros dos ancianos.

    El rabino se qued mirndonos asombrado, y sus ojos registraron cada detalle de la escena.Me adelant, apartando con suavidad a Santiago de mi camino.

    Yo os digo que no ha ocurrido nada aqu, nada ms que palabras, palabras intercambiadasen la arboleda a la que suelo ir, adonde todo el mundo sabe que voy!Abigail, acusas a este hombre? grit el rabino, el rostro lvido por la emocin.Ella sacudi la, cabeza con violencia. Trag saliva. No! grit. No; es inocente. No ha

    hecho nada.Entonces, qu locura es sta? grit el rabino. Se volvi hacia la multitud, cuyo nmero

    se haba triplicado y haba cuellos estirados y preguntas roncas de quienes deseaban ver ysaber. Os digo que acabis con esto ahora mismo y volvis a vuestras casas. Volved a casa,todos vosotros! grit Jasn. No hay nada que ver aqu. Marchaos de este lugar. Estis

    borrachos todos, con tanta celebracin!Marchaos a vuestras casas.

    Pero las murmuraciones y las protestas llegaban de todas direcciones:Solos, juntos en el bosque, Yeshua y Abigail. O palabras sueltas y fragmentos de frases. Vi

    que Jos se afanaba tratando de subir la cuesta.Menahim tena que cargar con l. Ms y ms mujeres venan hacia nosotros.Sollozos desolados sacudan el cuerpo de Abigail.

    Llevadla a casa ahora mismo, llevosla dije. Pero de pronto mi hermano Josas me rodecon sus brazos por la espalda, y mi hermano Jos hizo lo mismo. No! Soltadme dije.

    Shemayah dijo Josas, y all estaba el hombre, subiendo a la carrera la cuesta, abrindosepaso entre la multitud, apartando a empujones a quienes se interponan en su camino.

    Al verlo, Abigail se encogi. Mi ta Esther procur sostenerla, pero ella se dobl sobre smisma y dio un paso atrs, zafndose de las manos de Esther.

    El rabino se interpuso en el camino de Shemayah, que hizo gesto de golpearlo, y sus peonessujetaron su mano alzada. Otros hombres detuvieron a Jasn antes de que pudiera golpear aShemayah, y otros rodearon a Rubn.

    Todos forcejeaban, colricos.Shemayah se solt de quienes lo sujetaban. Mir sombro a su hija y a m.Se abalanz hacia m. Bebers de esa copa rota el resto de tu vida, eso hars! me

    insult. T, sucio tramposo, ladrn detestable!Abigail gimi.

    No; calla, l no ha hecho... no ha hecho nada! Se irgui y le tendi los brazos. Padre,l no ha hecho nada. Yo te maldigo! me grit Shemayah. Mis hermanos se colocaron

    delante para detenerle y me empujaron atrs. Not los brazos de ta Salom alrededor de micuerpo, y luego los de mis primos Silas y Lev. Soltadme, basta! exclam, pero erandemasiados. Crees que mi hija es una puta para hacer esas cosas con ella? grit Shemayahmientras forcejeaba con los hombres que lo sujetaban, con el rostro bermejo.

    Por encima de los brazos que me rodeaban slo pude ver que se acercaba a Abigail, la aferrabapor los hombros y la sacuda con violencia, hacindole caer su velo al suelo.

    Un estentreo grito de aprobacin brot de la multitud, y al instante todos callaron: el mantooscuro de Abigail se haba abierto. Todos pudieron ver la tnica de gasa blanca con la orla de

    brocado de oro. Shemayah la vio y al punto tir del manto y lo arroj a un lado.La conmocin fue tan grande que la multitud qued sin habla.

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    Abuelo, por favor... dijo Rubn. Queremos agradeceros a todos vuestra amabilidad,muchas gracias. Quin habla por ella? insisti Hananel. No quiero quedarme en estaaldea miserable ni un minuto ms de lo necesario. Para eso he venido, y de eso quiero hablarahora.

    Jos seal con un gesto a Santiago.

    Yo hablo por ella dijo Santiago. Mi padre y yo hablamos por ella. Qu deseas decirmeen relacin con ella? Esa chica es nuestra pariente.Ah, y nuestra tambin dijo Hananel. Qu te parece que deseo decir? Por qu crees

    que me he tomado el esfuerzo de bajar a este estercolero? He venido aqu con una peticin dematrimonio para la chica en favor de mi nieto Rubn, que se sienta aqu a mi derecha, y al queconocis muy bien, como yo os conozco a vosotros. Y hablo ahora de matrimonio entre mi hijo yesa chica.

    Su mal padre la ha abandonado delante de los ancianos de este lugar y a la vista de todos lospresentes, incluidos mi nieto y yo mismo, de modo que si eres t quien habla ahora por ella,respndeme por ella. Jos se ech a rer.

    Nadie ms dijo una palabra, ni se movi, ni siquiera respir ms fuerte.

    Pero Jos ro y mir el techo. Sus cabellos blancos ya estaban secos, y sus ojos hmedosrefulgan al resplandor de las brasas. Ro como si estuviera soando.

    Ay, Hananel dijo. Cunto te he echado de menos, y ni siquiera lo saba.S, y yo tambin te he echado de menos, Jos. Y ahora, antes de que lo digis vosotros,

    hombres listos, dejadme decirlo a m: la chica es inocente; era inocente ayer y es inocente hoy. Yes muy joven.

    Amn dije.Pero no es pobre observ Santiago. Tiene dinero que viene de su madre, y tendr un

    contrato de matrimonio como es debido, refrendado en esta misma habitacin antes de estarprometida ni casada con nadie, y ser una novia desde que salga por esta puerta hasta su nochede bodas.

    Hananel asinti.Trae la tinta y el pergamino dijo. Ah, escuchad cmo llueve. Qu posibilidades tengo

    de dormir bajo mi propio techo esta noche?Nos sentiremos honrados de que duermas en nuestra casa, seor dije, y Santiago me

    respald musitando algunas palabras llenas de orgullo.Todo el mundo insisti en la invitacin. Mi madre y la vieja Bruria corrieron a preparar potaje

    y pan caliente.Desde algn lugar de la casa, por encima del piso bajo, o un murmullo de voces femeninas

    que dominaba incluso el tabaleo constante de la lluvia. Vi volver a Mar, aunque no me habadado cuenta de que se hubiera ido. De modo que Abigail estaba ya enterada de lo que ocurra, mi

    preciosa y angustiada Abigail.Ta Esther trajo varias hojas de pergamino, tinta y pluma.Escribid, escribid dijo Hananel en tono alegre. Escribid que todo lo que corresponde a

    la herencia de su madre es suyo, de acuerdo con la costumbre pblica, privada, escrita y noescrita, y con la tradicin inveterada, slo objetable mediante consenso de las partes, y deacuerdo con la propia declaracin de la interesada, no obstante la negativa de su padre.Escribidlo.

    Seor dijo mi madre. Esto es todo lo que podemos ofrecerte, me temo, un poco depotaje, pera el pan est recin hecho y caliente.

    Es un banquete, hija ma dijo l, e inclin la cabeza con gravedad.

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    Tom aliento para soltar otra andanada de palabras, pero yo lo detuve.Antes de que te pongas enfermo de rabia dije, djame que le pida una cosa a mi madre:

    por favor, ve a buscar los regalos que me hicieron cuando nac. Trelos aqu, donde los veamos.Hijo mo, ests seguro?Estoy seguro contest con la mirada fija en Santiago. Quiso hablar y le dije: Espera.

    Mi madre sali de la habitacin.Santiago se me qued mirando con fro desdn, dispuesto a estallar en cualquier momento.Mis hermanos se haban agrupado ahora detrs de l. Mis sobrinos miraban tambin, y habanentrado en la habitacin ta Esther y Mar.

    Shabi, Isaac y Menahim estaban de pie, apoyados contra la pared.Yo mir con firmeza a Santiago.

    Estoy cansado de ti, hermano dije. En mi corazn, estoy cansado.Se qued atnito y estrech los ojos.Mi madre volvi. Traa un cofre demasiado pesado para ella, y Mar y Esther la ayudaron a

    llevarlo hasta el centro de la habitacin y colocarlo en el suelo frente a nosotros.Durante dcadas ese cofre haba estado escondido, incluso despus de nuestro regreso de

    Egipto. Santiago haba visto aquel cofre. Santiago saba lo que contena, pero mis otroshermanos nunca haban puesto sus ojos en l, porque eran hijos de mi to Cleofs, y habannacido despus que yo. Ninguno de los ms jvenes lo haba visto nunca. Tal vez los nios

    presentes en la habitacin nunca haban odo hablar de l. Puede que Mar y Mara la Menor nosupieran de su existencia.

    Era un cofre persa, forrado con una lmina de oro y decorado de forma exquisita con espiralesde pmpanos y granadas. Incluso las asas del cofre eran de oro. Brillaba a la luz, y resplandecacomo lo haba hecho el oro del collar de Abigail en su cuello. Nada es suficiente para ti!, eh,Santiago? dije conteniendo la voz.

    Luchaba por controlar mi ira. Los ngeles que llenaron aquella noche el cielo de Beln, ylos pastores que acudieron a la puerta del establo a contar a mi madre y mi padre que los ngelescantaban, no, no bastan para ti. Y tampoco los Magos, los hombres lujosamente ataviados quevenan de Persia y entraron en las estrechas calles de Beln con su caravana, guiados all por unaestrella que refulga en el cielo. No te basta! No te basta haber visto t mismo a los hombres quedejaron este cofre al pie de mi cuna. No, no basta, nunca basta, ninguna seal es suficiente. Nilas palabras de nuestra santa prima Isabel, madre de Juan hijo de Zacaras, antes de morir,cuando nos cont las palabras pronunciadas por su marido al dar a su hijo el nombre de Juan,cuando nos habl del ngel que haba anunciado su nacimiento. No, no basta. Y tampoco las

    palabras de los profetas.Me detuve. El se asust. Dio un paso atrs y mis hermanos se apartaron tambin de m,

    incmodos.

    Yo di un paso adelante y Santiago retrocedi de nuevo.Eres mi hermano mayor y el cabeza de esta familia dije, y debo tener pacienciacontigo. Y te he prestado obediencia y he intentado tener paciencia, y lo intentar otra vez, ytendrs todo mi respeto porque te quiero y siempre te he querido, sabiendo quin eres y lo queeres, y que has soportado lo que todos hemos de soportar.

    El segua sin habla, agitado.Pero ahora escucha esto aad.Me acerqu al cofre y lo abr. Retir la tapa. Mir el contenido, los jarrones relucientes de

    alabastro y la gran coleccin de monedas de oro, abrigadas en su caja forrada de terciopelo.Saqu la caja y volqu las monedas en el suelo.

    Las vi relucir al desparramarse.

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    Ahora escucha esto repet. Esto es mo, me fue dado a mi nacimiento, y yo lo doyahora para el ajuar de novia de Abigail, y para sus anillos y brazaletes y por todas las riquezasque le han sido arrebatadas; lo doy para su pabelln. Lo doy para ella! Y hermano, te digo queno voy a casarme. Y esto... esto es mi rescate por no hacerlo! Seal las monedas. Mirescate!

    Me mir desconcertado. Mir las monedas desparramadas. Monedas persas. Oro puro. El oroms puro con que un hombre puede acuar una moneda.No volv a mirarlas. Las haba visto una vez, mucho tiempo atrs. Saba qu aspecto tenan;

    saba cul era su tacto, su peso. No las mir ahora. Pero las vi brillar en la oscuridad.Mi visin se nubl cuando volv a mirar a Santiago. Te quiero, hermano mo dije.

    Pero ya djame en paz!Sus manos se alzaron, sus dedos se entreabrieron inseguros. Vino hacia m.Los dos nos acercamos para abrazarnos.En ese momento sonaron golpes en la puerta, golpes insistentes, uno y otro y otro.Fuera so la potente voz de Jasn.

    Yeshua, brenos. Yeshua, abre la puerta.

    Agach la cabeza y me cruc de brazos. Mir a mi madre y le dirig una sonrisa cansada, y ellame acarici la nuca con su mano.

    Cleofs abri.Desde el diluvio atronador de fuera entr el rabino, protegido bajo una cubierta de mantas de

    lana, y junto a l Jasn, amparado de la misma manera.El viento hizo portear con estrpito la puerta y una rfaga cruz la habitacin como un animal

    salvaje entre nosotros. Cleofs cerr la puerta.Yeshua dijo el rabino sin una palabra de saludo a los dems. En nombre del Cielo,

    detena. Detenerla? pregunt Santiago. Detener a quin? La lluvia, Yeshua! implor el rabino desde la sombra de su capucha de lana. Yeshua, es una inundacin!

    Yeshua dijo Jasn, el pueblo est a punto de desaparecer bajo las aguas. Todas lascisternas, los mikvahsy los cntaros, estn llenos a rebosar. Estamos en medio de un lago!Quieres mirar fuera? Quieres orlo? Puedes escucharlo? Queris que rece para que deje dellover? pregunt.

    S dijo el rabino. Rezaste para que empezara, no es as?Rec durante semanas, como todos los dems. Era cierto. Mi mente volvi al momento

    terrible en el claro de la colina. Padre, detenlo... Enva la lluvia. Rabino le dije, porms que yo rezara, fue el Seor mismo quien nos envi la lluvia.

    Bueno, claro que s, sin duda, hijo mo repuso el rabino con suavidad, las manos tendidaspara encontrar las mas. Pero por favor, reza de nuevo al Seor para que El pare la lluvia! Telo ruego.

    Mi ta Esther se ech a rer. Cleofs tambin empez a rerse, con una risa ahogada como unsusurro, hasta que mi ta Salom se uni a ellos, seguida inmediatamente por Mara la Menor. Silencio! dijo Santiago. Todava estaba agitado por lo sucedido antes, pero se contuvo y memir. Yeshua, quieres dirigir el rezo de todos para que el Seor cierre las compuertas delcielo ahora, si sa es Su voluntad? Daos prisa! urgi Jasn.

    Callad dijo el rabino. Yeshua, reza.Yo inclin la cabeza. Les apart a todos de mi mente.Apart de mi mente todo lo que se interpona entre m y las palabras que pronunciaba; puse en

    ellas mi corazn y mi aliento.Seor bondadoso, creador de todas las cosas buenas dije, que nos has salvado en este

    da del derramamiento de sangre inocente... Yeshua! Pdele slo que pare la lluvia!

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    Oh, bueno, todas esas pertenencias preciosas estaban guardadas en cofres de cuero, y no seestropearon a pesar de haber atravesado las celosas como proyectiles lanzados contra una ciudadsitiada.

    En cuanto a m mismo, me senta atormentado.Mi cansancio era comparable al de un hombre que hubiera trepado durante siete das, sin parar

    un instante, a una montaa empinada. No poda ir a la arboleda a dormir. No, la arboleda estabaahora manchada por mis propios errores y nunca podra encontrar en ella la paz de antes, y s encambio me atraera nuevas recriminaciones, burlas y desprecios. La arboleda me estaba vedada.

    Y nunca la haba necesitado tanto. Nunca haba necesitado a tal extremo estar solo, disfrutarde ese sencillo e inocente gozo.

    Camin.Camin al atardecer por las colinas; fui y volv por el camino de Cana y llegu tan lejos como

    pude y a veces volv a casa ya de noche cerrada, bien envuelto en mi manto, con los dedoshelados. No me importaba el fro. No me importaba el cansancio. Tena un propsito, y era el dealejarme de aquel lugar para poder luego dormir sin sueos, y de ese modo conseguir de algunamanera soportar el dolor que senta.

    No poda sealar una causa real a ese dolor. No era porque los hombres murmuraran que yohaba estado solo con la chica; no era porque pronto la vera felizmente casada. Ni siquiera porhaber herido a mi hermano, porque al dedicarme a curar esa herida sent el fraternal afecto que lme profesaba, y el mo por l, con una intensidad particular.

    Era una inquietud terrible, la sensacin continua de que todo lo que haba ocurrido a mialrededor era de alguna manera una seal.

    Finalmente, una tarde despus de concluido el trabajo del da colocar un suelo, cosa que medej las rodillas tan doloridas como siempre, fui a la Casa de los Esenios en Sforis, y dejque aquellos hombres amables vestidos de lino lavaran mis pies, como era su costumbre concualquier hombre cansado que se acercara por all, y me ofrecieran un vaso de agua fresca.

    Me sent junto a un pequeo hogar prximo al patio interior, y los observ largamente. Noconoca los nombres de quienes trabajaban en aquella casa.

    Los Esenios tenan muchas casas as, aunque por supuesto no para hombres que, como yomismo, vivan en los alrededores, sino para los viajeros necesitados de alojamiento. Meconocan aquellos jvenes que procedan de otras comunidades de Esenios? No lo s. Observlos grupos en movimiento de quienes se dedicaban a barrer y limpiar, y a quienes, ms lejos,lean en la pequea biblioteca. All haba algunos ancianos que sin duda conocan a todo elmundo.

    No me atrev a plantear una pregunta en mi mente. Slo me qued all sentado, esperando.Esperando.

    Finalmente, uno de los ms ancianos se acerc vacilante, arrastrando una pierna y ayudndose

    con un bastn que empuaba en la mano derecha, y se sent en el banco a mi lado.Yeshua bar Yosef dijo, tienes alguna noticia reciente de tu primo?Esa era la respuesta a mi pregunta no formulada.Ellos no saban dnde estaba Juan hijo de Zacaras, y nosotros tampoco.Le dije que no tenamos noticias, y luego hablamos con tranquilidad, el anciano y yo, sobre

    quienes se internan en el desierto para rezar, para encontrarse a solas con el Seor, y cmodeban de ser las noches solitarias bajo las estrellas, con el aullido del viento del desierto. Elanciano no lo saba por experiencia propia, y yo tampoco. Ninguno de los dos volvi a

    pronunciar el nombre de Juan.Despus volv a casa dando un largo rodeo, trepando primero a un pequeo otero, cruzando

    despus un claro entre los olivos, y luego siguiendo la orilla del arroyo. Finalmente, lo vade

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    cuando ya senta los huesos doloridos y suspiraba por sentarme junto al fuego con un aspecto deagotamiento tal que a n