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La ciudadanía insurgente en una era de periferias urbanas globales Un estudio sobre la innovación democrática, la violencia y la justicia en Brasil* James Holston Introducción Vivimos en un tiempo de urbanización global creciente: los países que habían sido mayormente rurales se han convertido en principalmente urba- nos en unas pocas décadas. Simultáneamente, atravesamos una era de de- mocratización global sin precedentes: el número de democracias electorales se ha duplicado desde 1970 y su proporción se incrementó del 33 al 63% de los Estados soberanos del mundo. La magnitud y la velocidad de estas dos transformaciones interrelacionadas son extraordinarias. En algunos luga- res, la combinación de su desarrollo produce una condición mundial que es notablemente similar: la mayoría de los habitantes vive en periferias empo- brecidas, en condiciones variadas de ilegalidad e irregularidad residencial, alrededor de centros urbanos que se benefician con sus servicios y su pobre- za. Sin embargo, este nuevo urbanismo también genera una respuesta ca- racterística en todo el mundo: es precisamente en estas periferias donde los residentes organizan movimientos ciudadanos insurgentes para contrapo- nerse a los regímenes de desigualdad que los centros urbanos utilizan para segregarlos. Indudablemente, no todas las periferias producen este tipo de insurgencia, pero su número es suficiente para catalogar este choque de ciu- dadanías como una categoría global de conflicto.1 * Traducción: Mariana Alcañiz. Revisión: Gabriela Delamata y Alejandro Sehtman. 1. Partes de este artículo fueron tomados de mi libro Insurgent Citizenship: Disjunctions of Demo- cracy and Modernity in Brazil (2008). Los movimientos de ciudadanía insurgente tienden a irrumpir en ciudades en que una gran cantidad de residentes marginales son ciudadanos nacionales. Estos movimientos hacia nuevas formulaciones de ciudadanía se basan en la residencia urbana para la movilización y focalizan en la desigualdad de las condiciones urbanas para la definición de su agenda de reclamo de derechos y prácticas participativas. Dado que sus miembros son también ciudadanos nacionales, a menudo logran transformar también la ciudadanía nacional. Sin embar- go, estos movimientos son mucho menos frecuentes en ciudades en que los marginales son resi- dentes extranjeros. Son ejemplo de aquello las ciudades de Brasil, India y Sudáfrica, y de esto último, Singapur, Dubai y ciudades europeas con gran población de trabajadores huéspedes. [145]

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Es un trabajo pensado desde Sao pablo

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  • La ciudadana insurgenteen una era de periferias urbanas globales

    Un estudio sobre la innovacin democrtica,la violencia y la justicia en Brasil*

    James Holston

    Introduccin

    Vivimos en un tiempo de urbanizacin global creciente: los pases que haban sido mayormente rurales se han convertido en principalmente urbanos en unas pocas dcadas. Simultneamente, atravesamos una era de democratizacin global sin precedentes: el nmero de democracias electorales se ha duplicado desde 1970 y su proporcin se increment del 33 al 63% de los Estados soberanos del mundo. La magnitud y la velocidad de estas dos transformaciones interrelacionadas son extraordinarias. En algunos lugares, la combinacin de su desarrollo produce una condicin mundial que es notablemente similar: la mayora de los habitantes vive en periferias empobrecidas, en condiciones variadas de ilegalidad e irregularidad residencial, alrededor de centros urbanos que se benefician con sus servicios y su pobreza. Sin embargo, este nuevo urbanismo tambin genera una respuesta caracterstica en todo el mundo: es precisamente en estas periferias donde los residentes organizan movimientos ciudadanos insurgentes para contraponerse a los regmenes de desigualdad que los centros urbanos utilizan para segregarlos. Indudablemente, no todas las periferias producen este tipo de insurgencia, pero su nmero es suficiente para catalogar este choque de ciudadanas como una categora global de conflicto.1

    * Traduccin: Mariana Alcaiz. Revisin: Gabriela Delamata y Alejandro Sehtman.1. Partes de este artculo fueron tomados de mi libro Insurgent Citizenship: Disjunctions o f Demo-cracy and Modernity in Brazil (2008). Los movimientos de ciudadana insurgente tienden a irrumpir en ciudades en que una gran cantidad de residentes marginales son ciudadanos nacionales. Estos movimientos hacia nuevas formulaciones de ciudadana se basan en la residencia urbana para la movilizacin y focalizan en la desigualdad de las condiciones urbanas para la definicin de su agenda de reclamo de derechos y prcticas participativas. Dado que sus miembros son tambin ciudadanos nacionales, a menudo logran transformar tambin la ciudadana nacional. Sin embargo, estos movimientos son mucho menos frecuentes en ciudades en que los marginales son residentes extranjeros. Son ejemplo de aquello las ciudades de Brasil, India y Sudfrica, y de esto ltimo, Singapur, Dubai y ciudades europeas con gran poblacin de trabajadores huspedes.

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    Los resultados de estos procesos de urbanizacin y democratizacin son contradictorios. Si este ltimo parece promisorio de ciudadanas ms igualitarias (y por lo tanto de mayor justicia y dignidad para los sujetos), en la prctica, la mayora de las democracias se ven afectadas por un enorme conflicto entre ciudadanos que luchan por las condiciones de pertenencia nacional y la distribucin de derechos. Si bien las ciudades han sido histricamente el lugar donde la ciudadana se expande, la urbanizacin perifrica contempornea crea condiciones particularmente voltiles; prueba de ello es que algunas regiones de la ciudad se pueblan de extranjeros y de ciudadanos marginados que luchan por no ser excluidos. En dcadas recientes, esta insurgencia de la ciudadana democrtica urbana ha quebrantado las frmulas establecidas de normas y privilegios en las ms diversas sociedades del mundo.

    No obstante, el resultado de estos procesos es un enredo entre la democracia y sus contrarios, en el que surgen nuevos tipos de ciudadanos urbanos que amplan la ciudadana democrtica y, tambin, nuevas formas de violencia urbana y de desigualdad que la deterioran.

    Este trabajo hace foco en los conflictos especficos de estos enredos de ciudadana. En primer lugar, quiero destacar que las ciudadanas insurgentes enfrentan lo arraigado con formulaciones alternativas, o sea que sus conflictos son luchas de ciudadana y no meramente violencia o protestas idiosincrsicas o utilitarias. Al destacar este punto, mi objetivo tambin es mostrar que, aunque la ciudadana insurgente puede en ocasiones hacer uso del espacio cvico central e incluso dominarlo, es fundamentalmente una manifestacin de la periferia; al tiempo que el espacio cvico urbano, por ejemplo, involucra una idea de centralidad y de soberanas, el mismo diseo arquitectnico, su organizacin institucional y su uso representan las jerarquas, las legalidades, las segregaciones y las desigualdades del rgimen de ciudadana establecido al que los insurgentes se oponen. Las fuerzas de la centralidad estn establecidas en el diseo de la plaza cvica y esa configuracin establece las condiciones de un espacio pblico oficial. Los movimientos insurgentes pueden adoptar estas condiciones para expresar sus protestas: derecho de propiedad, de infraestructura urbana, de justicia, incluso de maternidad, por ejemplo. Pero mientras el centro utiliza la estructuracin de lo pblico para segregar la pobreza urbana a la periferia y reducirla a la nuda vida, las mismas estructuras de desigualdad impulsan a estos vecinos a exigir una vida digna de ciudadanos.

    Sostengo que no es dentro de la plaza cvica donde los pobres urbanos articulan sus demandas con ms fuerza y originalidad sino ms bien en el dominio de la vida cotidiana y domstica, que toma forma en las remotas periferias urbanas en torno a la construccin de la residencia. Es una insurgencia que comienza con la lucha por los derechos a tener una vida diaria en la ciudad acorde con la dignidad de un ciudadano. Por ende, sus demandas por una nueva formulacin de la ciudadana se conciben referidas a la vivienda, la propiedad, el agua corriente, las guarderas, la seguridad y otros aspectos de la vida residencial. Sus protagonistas son los cuasiciudadanos del rgimen

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    establecido: mujeres, obreros, ocupas, analfabetos funcionales y, sobre todo, aquellas familias con una tenencia residencial precaria, aferradas legal o ilegalmente a un terreno alejado de los centros de la elite. Estos son los ciudadanos que, al construir y defender su espacio de residencia, no slo edifican una vasta ciudad nueva sino que tambin, sobre esa misma base, proponen un orden de ciudadana diferente.2

    La idea de que la urbanizacin perifrica produce nuevos tipos de ciudadanas y de ciudadanos activos contrasta fuertemente con las frecuentes predicciones de catstrofes sociales y medioambientales. Las versiones del siglo XIX presentaban los problemas urbanos como enfermedades del cuerpo social y proporcionaban a los reformadores urbanos justificaciones para la haussman- nizacin de las ciudades europeas y americanas. Estas interpretaciones convertan a algunas poblaciones urbanas en clases peligrosas y las ponan en la mira del estudio cientfico y de la vigilancia.3 Recientemente, una nueva serie de libros con alarmantes ttulos sobre tugurios (slums) urbanos y los millones de personas que los habitan han alimentado un gran apetito profesional y popular por descripciones apocalpticas sobre la degradacin planetaria causada por la urbanizacin actual.4 No dudo de que mucha gente vive y trabaja en condiciones urbanas miserables y que padece brutalmente la segregacin y la contaminacin. Mi punto es, sin embargo, que los trminos de este gnero de catstrofe urbana especialmente el trmino tugurio homogenei- zan y estigmatizan a la poblacin urbana global. No es slo que estos trminos estigmatizan de inmediato a miles de millones de personas que viven en condiciones urbanas deplorables sino, adems, que el estigma del tugurio deja

    2. Diversas formaciones de estos movimientos de ciudadana insurgente se encuentran en todaslas regiones del sur global. Para Latinoamrica, vanse Teresa Caldeira (2000,2006), James Holston (2008), Nancy Pstero (2007); Asia: Sheela Patel, Celine D Cruz y Sundar Burra (2002), Boonya- bancha Somsook (2005), Li Zhang (2001); Africa: Jo Beall (2002), Abdou Maliq Simone (2004).3. Vanse Paul Rabinow (1989) y Rose y Osborne (1999) sobre estudios de la patologizacin de lasciudades europeas en el siglo XIX. Durante ese perodo, los gobiernos y la ciencia mdica comenzaron a considerar la rpida urbanizacin y las condiciones urbanas en poblaciones masivas que producan, como generadoras de patologas mltiples (enfermedad, crimen, revolucin y degeneracin moral) y por tanto como legtimo objeto de intervencin y regulacin. Vase William Cole- man (1982) sobre una historia de esta epidemiologa. Sobre respuestas industriales, modernistas y de planificacin suburbana, vanse Paul Rabinow (1989), Le Corbusier (1973), James Holston (1989), Becky Nicolaides y Andrevv Wiese (2006).4. Vanse ejemplos en Mike Davis (2006) y Robert Neuwirth (2006). Con el aumento de nuevaspandemias (por ejemplo, sida y sndrome respiratorio agudo severo), las ciudades se consideran nuevamente nodos que irradian infecciones. En el siglo XXI, sin embargo, los riesgos se presentan como globales. Los primeros objetivos para nuevos sistemas de vigilancia y respuesta han com enzado a ser las ciudades del hemisferio sur y su extraordinaria tasa de urbanizacin. La actual literatura de catstrofe urbana ve estas ciudades como sitios donde aparecen patgenos especialmente letales ya que se expanden por los mismos flujos globales que constituyen la urbanizacin contempornea. Vanse Debrah Davis y Helen Siu (2007) y Morse (1995). Agradezco a Lyle Fcarnley por estas referencias.

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    poco lugar para su dignidad y vitalidad. Este gnero comprime a las personas dentro de caracterizaciones totalizadoras y de ese modo reductivista reproduce una sobredeterminacin de la pobreza urbana que tiene dificultades para reconocer espacios emergentes de invencin y agencia.

    El problema que sealo aqu no slo tiene que ver con confrontar la homo- geneizacin con diferencias antropolgicas, aunque esa confrontacin es en s misma esencial para socavar regmenes imperiales de conocimiento y de polticas, y tambin para detectar potenciales para un futuro diferente. Dicho de otro modo, no slo se trata de una pregunta emprica para demostrar que los procesos de urbanizacin son siempre de niveles mltiples, enredados y contradictorios. Aunque tales superposiciones crean complejos paisajes urbanos, mi argumento no se restringe a la inevitable complejidad antropolgica sino que consiste, principalmente, en mostrar que los sitios de innovacin a menudo surgen del lugar de la degradacin metropolitana misma. Particularmente,procuro desarrollar conceptos que puedan discernir este tipo de insurgencia.

    Para lograrlo, es necesario estudiar las condiciones urbanas contemporneas a travs de una combinacin de etnografa e historia, lo cual se contrapone al gnero de catstrofe urbana que se apoya en una visin panormica de la historia para exagerar sus predicciones. Al mirar desde arriba y desde afuera, esta postura no puede reconocer los tugurios como lugares en los que los residentes usan su ingenio para crear una vida diaria de adaptaciones, lazos y estrategias con los cuales habitar las metrpolis modernas en mejores condiciones que las impuestas por poderosas fuerzas locales e internacionales que los desearan segregados y serviles. Estas destrezas, de modo regular y previsiblemente, confluyen en movimientos insurgentes que redefinen la naturaleza de la incorporacin social y la distribucin de recursos, en suma, en movimientos de nuevas ciudadanas urbanas.

    Enfocarse en esta creatividad no significa descuidar las imposiciones de las fuerzas globales del capitalismo, del neoliberalismo, de la democratizacin al estilo FMI, ni de otras similares; ni tampoco negar la influencia de los factores de clase y raza en la estructuracin de las oportunidades de la vida urbana. De ningn modo se idealizan las dificultades para poner en prctica nuevas ciudadanas. De lo que se trata, en cambio, es de relacionar estas fuerzas, factores y dificultades con las vitalidades locales, para mostrar que no las excluyen y que, a menudo, son reconfigurados por stas. Al resistir tales reducciones, se enfatiza la capacidad de los habitantes de los tugurios para producir algo nuevo que no es fcilmente asimilable a los marcos conceptuales establecidos. Destacar la creatividad de tales prcticas tambin es hacer visible este proceso, entre las muchas condiciones que existen como potencialidades en la ciudad. De este modo, desarrollar un paradigma de anlisis de la urbanizacin contempornea que revele esta insurgencia es producir investigaciones clave que no resulten totalizadoras, reductoras o complacientes.

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    Acciones insurgentes

    A continuacin veremos varios ejemplos de ciudadana insurgente provenientes de mi investigacin en Brasil, que comenz en las periferias y avanz hasta la plaza cvica. El primero de ellos tiene lugar en los barrios de las periferias pobres de San Pablo, donde he trabajado por ms de quince aos. Estas periferias fueron pobladas en los aos 60 por obreros que construyeron sus propias casas a travs de un proceso llamado autoconstruccin en terrenos sin ninguna infraestructura, comprados en cuotas a especuladores privados. La autoconstruccin es an hoy el principal modo de residencia para los pobres, tanto en los barrios en los que trabajo, que estn mayormente poblados, como en los barrios nuevos de la periferia en expansin.5

    Un da de 1972, un funcionario de los tribunales de San Pablo concurri a Jardim das Camlias para notificar a los residentes que se haba presentado una orden de posesin en su contra, que decretaba su desalojo. Fue el primer indicio para los vecinos de que sus contratos eran fraudulentos y de que su propiedad estaba en riesgo. Al conocer la noticia, una multitud sali a las calles. Cuando el oficial llevaba las rdenes de casa en casa, los hombres lo agredieron, lo derribaron, lo golpearon, esparcieron sus papeles y lo hicieron huir del barrio. El oficial volvi con la polica, que se llev detenidos a algunos de los agresores. Un grupo de residentes tom un camin y se dirigi a la comisara para liberarlos; varios ms quedaron arrestados. En las siguientes semanas, los vecinos se unieron en una asociacin para luchar contra el desalojo -o, mejor dicho, fueron reunidos por algunos polticos locales que repentinamente aparecieron para ofrecer sus servicios y contrataron a uno de los abogados que los acompaaba. Sin embargo, al poco tiempo, el abogado fue baleado y asesinado cuando sala de una de las casas del barrio. Como me dijo un vecino:

    5. Quiero destacar un punto que no siempre es entendido desde afuera (por brasileos y extranjeros): en un gran nmero de ciudades brasileas, la mayora de los habitantes de los tugurios queviven en periferias pobres han comprado de buena fe lotes subdfrididos (loteamentos) y han sidodefraudados. No son ocupas, ni viven en favelas. Una favela es tierra apropiada, sin pago alguno,y constituye slo uno entre varios tipos de ocupacin ilegal en el paisaje urbano brasileo. Dicho de otro modo, en las fauelas, los residentes no tienen derecho a la propiedad de la tierra, aunquesean dueos de su casa y puedan transportarla o alquilarla. Por ejemplo, en San Pablo, alrededor del 10% de la poblacin municipal vive en fauelas. Aunque en algunos barrios de San Pablo y deotras ciudades -principalm ente Ro de Janeiro- este porcentaje llega a 30 o 40%, stas son excepciones. No queremos minimizar la importancia de la favela como residencia del brasileo pobre,porque el 10% de la poblacin municipal de San Pablo es un milln de personas, pero lo ms importante es que la divisin del mundo urbano brasileo en una dicotoma de favelas para lospobres y enclaves fortificados para los ricos es demogrfica y morfolgicamente falsa. Este mundo es infinitamente ms complejo, enredado, contradictorio y vital. Para un debate ms profundo sobre las diferencias y las relaciones entre ocupas y propietarios pobres de lotes en San Pablo y sobre la importancia significativa, aunque decreciente, de esta distincin para la movilizacin ciudadana, vanse James Holston (2008) y Teresa Caldera y James Holston (2005).

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    E n ese mom ento, era una guerra entre los estafadores de terrenos ynosotros. N o exista la ley. La nica ley era la fuerza, la violencia. N osabam os nada sobre derechos. Todo lo que sabam os hacer era pegarle alfuncionario judicial.

    Treinta y un aos despus, en 2003, otro funcionario arrib a un barrio similar, Lar Nacional, para exigir que se dejara sin efecto el ttulo de propiedad de un vecino debido a una diferencia en las dimensiones del terreno. Los tribunales haban emitido el ttulo poco antes como ttulo original de propiedad en virtud de la prescripcin adquisitiva, un modo legal de obtener la propiedad demostrando ciertos tipos de posesin por un perodo ininterrumpido. Organizados por la asociacin barrial, los vecinos haban pasado ms de diez aos solicitando que los tribunales aprobaran la peticin. Este haba sido el primer caso en el que el sistema de justicia haba resuelto favorablemente y el residente haba recibido un ttulo a su nombre, con su propio plan de terreno y nmero impositivo. Ahora, un oficial del Departamento Fiscal Municipal lo quera cancelar porque las dimensiones indicadas en el ttulo no coincidan con las del registro del Departamento de Ingeniera. Los vecinos saban a qu se deba esto: quienes desarrollaron el rea haban superpuesto tantos planos de subdivisin a lo largo de los aos para usurpar terrenos y timar compradores, que ninguno corresponda a lo verdaderamente construido. Frente a ello y a pedido del abogado de la Asociacin, el tribunal haba nombrado a un martiliero oficial para que en cada caso de prescripcin adquisitiva se crearan planos cabales que anularan todos los dems y definieran como original el de la condicin real de ocupacin para cualquier ttulo que se emitiera en el futuro.

    Aguiar, director ejecutivo de la Sociedad de Amigos del Barrio (SAB), ha seguido durante ms de tres dcadas todos los casos de conflicto por tierras en la zona. En una conversacin me dijo: Nosotros, los de la Sociedad, estbamospreparados, esperbamos que esto [este tipo de impugnacin] sucediera en algn momento. Por ello, la Asociacin les haba dado a todos los residentesrdenes estrictas: Nunca entren en ninguna polmica o discusin con cualquier oficial que aparezca a su puerta; envenlo a hablar con la Sociedad. Cuando el funcionario fiscal aleg que la casa [del vecino] estaba mal, comodijo Aguiar, nosotros sabamos que no era as porque tenamos el [nuevo] ttulo de propiedad, ratificado por el juez; y el juez slo pudo haberlo ratificadobasndose en el martiliero oficial, que es el ojo de la ley. Con este conocimiento, Aguiar se enfrent al funcionario fiscal hablndole de lo legal. Lo desafi a producir un mejor documento que el ttulo y los planos ratificados por tribunales. Asimismo, lo inst a que buscara la ley, con lo que quera decir que averiguara exactamente lo que la ley estipulaba para este caso, lo que las cortes haban decretado y a cules efectos. Luego explic meticulosamente al funcionario lo que encontrara si se tomara el trabajo de hacer todo eso. Se explay acerca del propsito y las consecuencias de la prescripcin adquisitiva y le ense los documentos del archivo de la Sociedad para demostrar que los pa-

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    nos anteriores haban sido cancelados por orden del tribunal y anulados por el nuevo ttulo de propiedad. De esta manera, logr refutar el reclamo del oficial de que las mensuras eran incorrectas porque el vecino haba invadido el lote de otro. Al cabo de aproximadamente una hora de esta charla legal, el funcionario se fue, aceptando que su demanda, efectivamente, pareca no tener mrito. Jams apareci; ni ste ni otro funcionario volvieron nunca para seguir con el tema.6

    Qu ocurri con los residentes de la periferia urbana pobre en estas tres dcadas que convirtieron la violencia en dilogo legal, las reacciones beligerantes en proactividad de ciudadanos que ejercen sus derechos estratgicamente? Cuando viaj por primera vez a Brasil en 1980, advert que aunque definitivamente se hablaba de gozar de ciertos derechos, la gente los consideraba conferidos por estatus diferentes del de ciudadano, como el de trabajador. Cuando decan ciudadano, generalmente significaba alguien con quien ellos no tenan ninguna relacin importante, un otro annimo, un don nadie, de hecho, una persona sin derechos, generalmente en circunstancias desafortunadas. Decan ciudadano para aclarar que la persona no era familia, amigo, vecino, conocido, competidor o alguien con identidad reconocible, es decir, para establecer, en definitiva, no slo la falta de una relacin personal sino tambin el rechazo de un otro inconmensurable, sin participacin en normas sociales comunes. Ciudadano indicaba distancia, anonimato y terreno no comn. Esta formulacin consideraba adems que lo que tales otros se merecen es el derecho, no el derecho como derechos sino el derecho como desventaja y humillacin, un sentido que se expresa claramente en la mxima brasilea para los amigos, todo; para los enemigos, la ley, sentido que haba sido proclamado por los residentes en 1972 cuando le pegaron al funcionario de justicia. En 2003, sin embargo, la charla legal de los vecinos indicaba una inversin de los supuestos de esta mxima sobre lo cercano y lo lejano en el orden social.

    Permtaseme dar otro ejemplo de encuentros cotidianos que han sido transformados por el nuevo paradigma de ciudadana. Estaba haciendo cola en un banco en el centro de San Pablo a mediados de los aos 90; como la mayor parte de las interacciones con la burocracia en Brasil, las colas bancarias son famosas por humillar a los pobres y los no privilegiados. Las filas son largas porque todas las facturas (desde cuentas por servicios pblicos e impuestos

    6. El hecho de que generalmente son slo los miembros ms activos de las organizaciones barriales los competentes para discusiones legales cae fuera de nuestra argumentacin sobre nueva ciudadana. Aunque las bases normalmente no comprenden los complejos razonamientos legales ni pueden producirlos, llevan sus problemas a quienes s saben principalmente sus lderes comunitarios y abogados, en lugar de expresar sus frustraciones con violencia. Los lderes barriales y los archivos constituyen un recurso colectivo que los residentes construyen como grupo para utilizar, individual y colectivamente, cuando sea necesario. As difunden, generalizan y vuelven deconocimiento pblico los argumentos legales entre ellos.

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    estatales hasta pagos en cuotas) se cancelan en los bancos, y porque la mayora de la gente hace el trmite personalmente. Sin embargo, los clientes privilegiados no necesitan hacer la cola; los que tienen las llamadas cuentas especiales reciben un trato preferencial de la gerencia bancaria. Otros mandan a pagar al cadete. Tambin existen otras pocas categoras de personas privilegiadas: mujeres embarazadas, personas mayores y disminuidos fsicos tienen derecho a adelantarse en la cola o a ser atendidos en una ventanilla especial. El resto debe esperar. En mi desafortunadamente extensa experiencia, los que hacen la cola no suelen quejarse, al menos en pblico. Cuando les ped a los que sufran la cola conmigo que me explicaran el porqu de la preferencia, el privilegio o el derecho de algunos y en qu se basaba, le restaron importancia al trato especial diciendo as es para ellos (los ricos), es la ley o el banco lo autoriza (para ciertas personas), y sealaban un cartel que as lo indicaba. Dicho de otro modo, las personas a las que interrogu planteaban cuestiones referidas a la autoridad y la autorizacin de privilegios, a diferentes derechos para categoras distintas de personas, a la posicin y el valor pblico relativos, a la necesidad y la compensacin; en suma, planteaban la resignacin a la desigualdad social consolidada en las interacciones pblicas cotidianas. No apuntaban a cuestiones como el trato justo, la responsabilidad u otros aspectos de igual importancia.

    Esta respuesta sumisa a la negociacin cotidiana de la posicin pblica ocurre cuando la ciudadana quita poder a los ciudadanos, por ms extrao que esto parezca. El empoderamiento se da cuando el sentido que un ciudadano le asigna a la ciudadana, en tanto fuente objetiva de derechos, entraa una sensacin correspondiente de poder subjetivo: poder para cambiar acuerdos preexistentes (legales u otros), para pedir cumplimiento, exigir conductas. A su vez, este poder ciudadano establece obligaciones de los otros hacia l. Sin embargo, cuando la gente no tiene poder ciudadano respecto de otros, estos ltimos se benefician con la ausencia de obligaciones. Unos son impotentes, los otros inmunes. Tales relaciones de falta de poder para la mayora e inmunidad para algunos caracterizan exactamente el espacio pblico del rgimen de ciudadana brasileo que ha sido dominante por siglos.7

    En la cola bancaria, reconoc delante de m a una manicura que trabajaba en un saln de belleza cerca de mi casa. Trat de imaginar las ocupaciones de las dems personas en la fila: trabajadoras domsticas, empleados adminis

    7. Tomo el uso de poder y de responsabilidad del esquema correlativo de relaciones sociolega- les de Wesley Hohfeld (1978). La tradicin del derecho civil (que desciende de la ley romana y predomina en Europa y Latinoamrica) y el Common Laiu angloamericano reconocen estas relaciones de maneras diversas. La primera sostiene que la ley objetiva es la norma a la que un individuo se debe conformar, y el derecho subjetivo es el poder del individuo que se deriva de la norma. El segundo utiliza la nocin de recurso legal, lo que implica empoderamiento, y afirma que donde existe un derecho debe haber un recurso legal.

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    trativos, cadetes, choferes, vendedores de tienda, muchas de ellas personas de color. La mayora, si no todos, vivan en la periferia, en barrios como Jardim das Camlias y Lar Nacional, y viajaban al centro para trabajar. Un poco ms adelante haba un hombre con apariencia de clase media, que vesta saco y corbata. De pronto, un adolescente se col delante del hombre; se reconoca a simple vista que su ropa era del estilo de clase media para su edad. Ni el hombre ni el adolescente a quienes uno considerara blancos se dirigieron la palabra o intercambiaron una mirada que yo hubiera visto. En ese momento, la manicura se adelant y objet: Usted no puede colarse as. Algunosasintieron, y alguien agreg: Usted no puede; su lugar est al final. El adolescente no dijo nada y permaneci adelante. Entonces, el hombre de saco y corbata se volvi a la manicura y anunci: Yo lo autoriz. Si el hombre hubiera dicho: Es mi hijo, Es mi amigo o incluso l est conmigo, ciertamentesta habra sido una aclaracin satisfactoria; pero aunque los dos se conocieran o no (lo cual no estaba claro), el hombre haba usado las palabras, el tono y el gesto del poder y el privilegio. La suya era la respuesta previsible para lograr lo que l supona sera un resultado predecible de este clsico encuentro de identidades sociales brasileas en el mbito pblico. Sin retroceder un paso, sin embargo, la manicura puso este mundo de suposiciones al revs: ste esun espacio pblico, asever, y yo tengo mis derechos. Aqu, usted no autorizanada. Usted no manda aqu. Usted slo gobierna en su cocina y a su esposa. Ella contest con tal conviccin que el hombre se dio vuelta sin una palabra y el adolescente se dirigi al final de la cola.

    Dejando de lado el tema de cocinas y esposas, la actuacin de la manicura indica la fuerza de una nueva conviccin sobre la ciudadana en las clases trabajadoras. Su reclamo por respeto e igualdad, su aseveracin pblica de derechos y el realineamiento de clase, gnero y raza en la economa del espacio pblico manifiestan no slo el hartazgo con la vieja frmula de suposiciones cvicas sino tambin la articulacin de premisas esenciales de una nueva formulacin de ciudadana. Establecen una medida radicalmente comn entre brasileos que son annimos entre s: ni amigos, ni enemigos, pero ciudadanos que para algunos asuntos son iguales. Insisto en que esta representacin de una nueva civilidad no ha reemplazado el viejo principio de privilegio para algunos y degradacin para muchos -como el hombre de clase superior de nuestro ejemplo presupona e intentaba caracterizar sino que, ms bien, las dos formulaciones coexisten, dolorosa y peligrosamente, creando la mezcla de elementos contradictorios que constituyen el espacio pblico brasileo de hoy. Sin embargo, una forma insurgente de ciudadana se ha alzado, y su surgimiento hace peligrar muchos supuestos de larga data, profundamente arraigados, acerca del cuerpo de la sociedad brasilea. Como resultado de ello, aun en los bancos la actividad de hacer cola ha cambiado. Menos de una dcada despus de la protesta de la manicura, los bancos instalaron una gran cantidad de cajeros automticos que ofrecen igual acceso a la mayora de los servicios bancarios.

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    Es ms significativo an que esta ciudadana insurgente saliera de las periferias residenciales, de las actividades cotidianas como las colas bancadas que se haban convertido en campos de batalla del conflicto de ciudadanas y, finalmente, tomara la plaza cvica central misma. En 2002 estuve en San Pablo durante la victoriosa campaa presidencial de Luiz Incio Lula da Silva, del PT. Se trat de una entusiasta y contundente victoria que redefini los espacios centrales de San Pablo con los estandartes rojos de ciudadana, democracia y justicia social. Comprend que los brasileos votaron por Lula no slo para exigir un futuro cambio, sino tambin para aclamar como emblemticamente suya una historia de vida acerca de lo que ya haba cambiado: una historia de industrializacin, migracin urbana, transformacin metropolitana y lucha ciudadana que reconfigur Brasil en los ltimos cincuenta aos. Esta es una historia que Lula personifica con carisma; aunque se cri en la periferia pobre de San Pablo, las condiciones urbanas de pobreza no estaban estancadas: lleg a ser un obrero fabril y un pionero urbano. l y legiones de migrantes impulsaron el boom industrial de San Pablo y transformaron los alrededores, al convertir las casillas que haban tenido que construir con anterioridad en casas de material y urbanizar sus barrios. Por medio de su trabajo, devinieron obreros industriales modernos en unas periferias urbanas que forjaron de la selva. Para 1980, haban desafiado el poder militar, movilizado las fbricas y fundado un partido poltico propio, el PT, que organiz aquellos barrios con una mezcla de poltica de izquierda y catolicismo popular. Despus de tres elecciones presidenciales frustradas, Lula y el PT ganaron con ms de 60% del voto nacional, con la promesa de un pacto social para todos los ciudadanos y una justicia social para los pobres.

    Lula representa este Brasil del trabajo precisamente porque proviene de las periferias autoconstruidas en las que hoy vive la mayora de los brasileos y donde construyen sus propias casas, barrios y vida urbana. Como demuestran nuestros ejemplos etnogrficos de conflictos en espacios pblicos cotidianos, ellos tambin construyen en sus prcticas urbanas un nuevo mbito de participacin, derechos y ciudadana. Dicho de otro modo, Lula representa no slo la autocreacin de una San Pablo inmigrante e industriosa sino tambin la experiencia colectiva de construccin de la ciudad en la periferia y su ciudadana en todo Brasil. Que el gobierno de Lula se hundiera en poco tiempo en una profunda corrupcin, al haber canjeado aparentemente su proyecto de justicia social por otro de mero poder, es otro tema, ciertamente trgico, que no puedo considerar en este trabajo. Aquella noche de octubre de 2002, su eleccin reafirm el cuerpo y el espritu de esta compleja autoconstruccin y sintetiz la fuerza nacional sin precedentes en la que se haban transformado las periferias. En slo unas pocas dcadas, las clases trabajadoras urbanas haban construido una fuerza cvica capaz de administrar un duro golpe a ese Brasil todava dominante en el que la norma histrica de ciudadana fomenta exclusin, desigualdad, ilegalidad, violencia y las lgicas sociales de privilegio y deferencia como bases de la pertenencia nacional. As, el desarrollo de peri

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    ferias urbanas autoconstruidas haba articulado una confrontacin entre dos ciudadanas, una insurgente y la otra establecida. Por un tiempo al menos, los ciudadanos de la periferia que hablaban de la ley y actuaban sus derechos haban tomado la plaza central.

    Ciudadana diferenciada

    Para rastrear el surgimiento de esta nueva ciudadana urbana, se necesita comprender el modo como estaba estructurada la ciudadana de la clase trabajadora. Este es un problema histrico complejo como el de toda ciudad y sus tugurios. El desarrollo de la clase trabajadora de San Pablo est asentado en la repeticin de relaciones centenarias entre la tierra, el trabajo y la ley: en polticas de suelo diseadas para anclar un cierto tipo de fuerza laboral y en ilegalidades que promueven asentamientos y precipitan la legalizacin de reclamos de propiedad. Las ilegalidades residenciales de las periferias en la actualidad repiten esos viejos patrones, pero lo hacen con un resultado inesperado que acaba por generar nuevas formulaciones de ciudadana. Dada la profundidad histrica de estos patrones, slo puedo presentar aqu un bosquejo muy breve de su evolucin.8

    A principios del siglo XIX, para consolidar su dominio sobre el nuevo Estado-nacin, las elites terratenientes de Brasil formularon un rgimen de ciudadana que usaba diferencias sociales que no eran la base de la membresanacional diferencias en educacin, propiedad, raza, gnero y ocupacin en la asignacin de tratos diferenciados a los ciudadanos. Consecuentemente, se gener una gradacin de derechos que restringa su alcance a algunos tipos de ciudadanos y su ejercicio a ciertas categoras sociales privilegiadas. Es esto lo que describo como un rgimen de ciudadana diferenciada, que utiliza aquellas calificaciones sociales para organizar su dimensin poltica, civil y social, y para regular su distribucin de desigualdades. El sistema de ciudadana as creado era universalmente inclusivo en pertenencia pero masivamente desigual en distribucin.

    Para mantener esta ciudadana diferenciada, tras la independencia de 1822 y la abolicin de la esclavitud en 1888, las elites gobernantes crearon una doble solucin. En primer lugar, para controlar la ciudadana poltica, en 1881 determinaron que el sufragio fuera directo, voluntario y restringido a los instruidos. Esta restriccin redujo inmediatamente al electorado a una mnima fraccin de la poblacin (aproximadamente, el 1%). Adems, en la Constitucin fundadora de la Repblica (1891), eliminaron el derecho de los ciudadanos a la educacin primaria, lo que les hubiera dado los rudimentos de la alfa

    8. Esto figura en ms detalle en Holston (2008).

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    betizacin. Este derecho ya estaba consagrado aunque no era llevado a la prctica- en la declaracin de la independencia (1824). Mediante este golpe de pluma, la restriccin de la alfabetizacin neg la ciudadana poltica a la mayora de los brasileos por todo un siglo, hasta su derogacin en 1985.

    En segundo lugar, para dominar los asuntos civiles y econmicos, las elites crearon un mercado inmobiliario que legitimaba la propiedad privada y financiaba la inmigracin de trabajadores libres. Adaptando ideas del terico ingls del colonialismo, Edward G. Wakefield, mantuvieron altos los precios de la tierra y bajos los salarios, negando as a las masas trabajadoras el acceso legal a la tierra y a la produccin independiente y forzndolas, como resultado, a ser fuente de mano de obra semiservil y barata.

    De este modo, la ciudadana poltica y la ciudadana civil se desarrollaron al mismo paso: ambas se hicieron ms restrictivas cuando Brasil pasaba, durante el siglo XIX, de ser una nacin imperial basada en el trabajo esclavo a convertirse en una nacin republicana basada en el trabajo asalariado.

    Los regmenes subsiguientes del siglo XX perpetuaron este paradigma de una ciudadana inclusivamente desigual, al darle forma urbana, industrial y moderna, mediante la incorporacin de los nuevos trabajadores urbanos a una esfera pblica de ley laboral sin igualdad ni autonoma. Como resultado de la permanencia de este paradigma de ciudadana diferenciada, hacia 1972 (cuando fue golpeado el funcionario judicial), la mayora de los brasileos haban sido privados de sus derechos polticos, excluidos de la propiedad, separados de la ley e incorporados al mercado laboral como trabajadores serviles, forzados a habitar segregados y a menudo en condiciones ilegales en periferias sin infraestructura.

    Pero la nueva densidad de la vida urbana en estas periferias abri una posibilidad paradjica, la de desarrollar un mbito de independencia precisamente en los espacios interiores y -desde el punto de vista de la autoridad central- remotos de los barrios perifricos. All, organizados en torno a la vida social y sus necesidades habitacionales, ms all de la ratificacin inmediata por el Estado, el partido o el patrn, surgieron nuevos espacios de participacin cvica, derechos e imaginacin colectiva.

    Ciudadana urbana

    El paradigma de ciudadana diferenciada contina vigente, despus de haber sobrevivido, e incluso haber nutrido, a cada rgimen poltico en los ltimos doscientos aos (monarqua, dictaduras militares y democracias electorales). Perdura a travs de las condiciones que lo habilitan: la exclusin de la propiedad, la negacin de los derechos polticos, la ilegalidad residencial, la ineficiencia del derecho y el servilismo. Sin embargo, estas condiciones cambiaron despus de los aos 40 cuando la mayora de los brasileos se mud a la ciudad y construy las periferias. En la ciudad autoconstruida, los mismos sitios

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    histricos de diferenciacin promovieron la difusin de una ciudadana insurgente que desestabiliz lo diferenciado. Esto ocurri cuando los pobres de las urbes lograron derechos polticos al alfabetizarse, reclamaron el derecho a la propiedad al construir su casa, reclamaron el derecho a la infraestructura urbana, lograron que la ley fuera un recurso en su lucha contra el desalojo, se volvieron consumidores modernos y adquirieron competencia personal debido a su experiencia en la ciudad. Estos logros reafirmaron su lugar como constructores de la ciudad y tambin los involucraron con el derecho de un modo indito, que proporcion a sus lderes la confianza para enfrentar a los funcionarios de justicia con razonamientos legales.

    El conjunto de estas experiencias gener entre los residentes de las periferias carenciadas una nueva ciudadana urbana, basada en tres procesos centrales. El primero cre un nuevo tipo de participacin en la esfera pblica a travs de la cual trataban sus necesidades en trminos de derechos, ms precisamente derechos que interpelaban sus prcticas urbanas y constituan una agenda de ciudadana. El segundo les dio una nueva comprensin de las bases de estos derechos y de su dignidad como portadores de derechos. El tercero transform la relacin entre el Estado y el ciudadano, generando nuevos marcos legales, instituciones participativas y prcticas creadoras de polticas. Considero que estos procesos constituyen una ciudadana urbana cuando se desarrollan bajo cuatro condiciones referidas a la ciudad: cuando la residencia urbana es la base de movilizacin; cuando la agenda de movilizacin est relacionada con los derechos a la ciudad; cuando la ciudad es la comunidad poltica primaria de referencia para estos desarrollos, y cuando los residentes legitiman esta agenda de derechos y prcticas participativas sobre la base de su contribucin a la ciudad.

    Particularmente, quiero destacar la calidad de la nueva participacin cvica y el cambio en la concepcin de derechos como fundamental en el desarrollo de la ciudadana insurgente.9 En lugar de domesticar a las clases peligrosas, las dificultades materiales y legales de la autoconstruccin las politizaron, convirtindose en temas centrales de las organizaciones y los movimientos de base. Estas luchas urbanas no produjeron una masa de brasileos slo tenua- mente [...] ciudadanos portadores de derechos y no, por consiguiente, miembros cabales de la sociedad civil, controlados por el Estado como califica Par- tha Chatterjee (2004: 38) (equivocadamente, a mi modo de ver) a la mayora de los habitantes de India y de, pareciera alegar, gran parte del mundo. Por el contrario, los residentes de las periferias brasileas se juntaron en asociaciones voluntarias para exigir la regularizacin de su propiedad y la prestacin de servicios urbanos bsicos, como ciudadanos que exigan derecho a la

    9. Vase mi libro Insurgent Citizenskip, especialmente pp. 203-267, para un detallado informehistrico y etnogrfico sobre estos procesos de cambio.

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    ciudad.10 La mayora de estas organizaciones se desarroll con considerable autonoma de los dominios de la ciudadana establecidos, oficialmente disponibles para las clases trabajadoras. En efecto, las mismas condiciones de lejana de las periferias permitieron una libertad fuera del trabajo y de la mirada externa, para inventar nuevos modos de asociacin. Asimismo, la segregacin motiv a los vecinos a exigir su inclusin en la ciudad legal, en su propiedad, infraestructura y servicios.

    Estas movilizaciones politizaron a la gente en torno a las demandas de redistribucin de derechos a la ciudad enfocadas en las condiciones de la vida diaria en las nuevas periferias autoconstruidas. Los residentes exigieron la urbanizacin de sus barrios y obligaron al Estado a proveer infraestructura y acceso a servicios de salud, escuelas y jardines maternales. En los ltimos veinte aos, por ejemplo, los residentes de Lar Nacional han hecho campaas de protesta pidiendo agua corriente potable, cloacas, calles pavimentadas, alumbrado y transporte pblicos, recoleccin de basura, un jardn de infantes y una sala de atencin mdica. Sorprendentemente, lograron todos estos objetivos, con la excepcin del ttulo de propiedad definitivo para sus lotes.

    Durante estas campaas, las mujeres emergieron como las lderes ms efectivas de este nuevo coro cvico de residentes organizados, logrando as una voz nueva e inquietante. Ellas desarrollaron nuevas estrategias de protesta y politizaron la maternidad como un medio para formular demandas. Adems, su compromiso con la ciudad produjo un indito conocimiento de la burocracia y la ley.11 Junto a algunos hombres, se convirtieron en investigadoras, estudiando los requisitos para cada infraestructura que demandaban y llevando a cabo profundas bsquedas de archivo sobre ttulos de propiedad, planos de subdivisin, informes de agrimensura, etc., en departamentos municipales, tribunales y registros. Todo ello, para desenmaraar la enredada historia de ttulos del rea y acreditar sus reclamos de haber sido compradores estafados en su buena fe. En este transcurso, adquirieron una educacin legal y un discurso para comprometer al Estado y a sus elites. Una de las investigadoras y lderes ms activas en Lar Nacional, Arlete Silvestre, me cont cmo aprendi sobre los tribunales.

    A decir verdad, ni siquiera poda distinguir un tribunal de otro; no saba qu queran decir sus nombres ni nada sobre ellos. Yo era una amade casa con un beb. Slo haba terminado la primaria... No saba nada,pero segu aprendiendo despus de unirme (a la asociacin barrial].

    10. Para una visin diferente de la de Chatterjee sobre la ciudadana urbana y su insurgencia enIndia, vase Patel, dCruz y Burra (2002).11. Vase tambin el anlisis de Caldeira (1990) sobre el surgimiento de mujeres como lderes demovimientos sociales habitacionales en la periferia de San Pablo.

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    Al adquirir conocimientos e insistir en sus demandas, los residentes enfrentaron al Estado por su negligencia como proveedor del bienestar de los ciudadanos. De esta confrontacin surgi una esfera mucho ms autnoma de ciudadanos autointeresados y competentes. Esta esfera puso en cuestin una concepcin bsica de la sociedad brasilea inherente al Estado moderni- zador que domin el pas, a saber: que las masas de Brasil son ciudadanos ignorantes, incapaces de tomar decisiones competentes por s solos y que, por lo tanto, necesitan ser conducidos hacia la modernidad por una elite iluminada. En la formulacin insurgente, en cambio, los residentes de las periferias consideran que sus intereses provienen de su propia experiencia, no de los planes del Estado, y que ellos estn lo suficientemente informados y son competentes para tomar decisiones.

    Las asociaciones barriales tambin forjaron nuevas confederaciones horizontales de ciudadanos preocupados por la vivienda, los conflictos por la tierra, la infraestructura, los derechos humanos y la administracin urbana. Estas confederaciones se convirtieron en movimientos locales e incluso nacionales. El caso ms significativo fue el de la participacin masiva para redactar la Constitucin de 1988, al final del gobierno militar. Este movimiento transform a los ciudadanos insurgentes de las periferias urbanas en protagonistas clave de la lucha nacional por la creacin democrtica de una nueva Constitucin para la sociedad brasilea. No slo pelearon para que la Constitucin fuera formalmente democrtica; tambin insistieron en participar directamente en su elaboracin. Su objetivo era asegurar que sus experiencias aquellas de las modernas clases trabajadoras urbanas se corporizaran como una fuente bsica de derechos sustantivos y justicia social.12

    Durante la convencin constituyente (1986-1988), combinaciones de 288 organizaciones plenarias que representaban a miles de grupos en todo Brasil presentaron ciento veintids enmiendas populares, con el apoyo de ms de doce millones de firmas. Algunas enmiendas contaron con ms de setecientas mil firmas. Muchas de estas iniciativas tenan que ver con nuevas maneras de garantizar la participacin popular en la gestin de gobierno y el manejo de los asuntos ciudadanos. Por ejemplo, bajo estas modalidades se requiere que los ciudadanos participen en la preparacin del presupuesto municipal anual, se imponen debates pblicos para los planes urbanos maestros y se crean consejos consultivos de ciudadanos. Se trata, sin duda, de innovaciones en la democracia participativa. Otras enmiendas populares que devinieron principios constitucionales y leyes escritas estaban dirigidas a mejorar las condiciones urbanas de los pobres, sobre todo las vinculadas a la vivienda y el derecho a la tierra. Estas ltimas constituyen innovaciones de la justicia social. Ambos ti

    12. El relato de la participacin popular organizada en la Asamblea Constituyente se encuentra en Carlos Michiles et al. (1989).

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    pos de innovacin presuponen y requieren que las masas de Brasil, que slo cuarenta aos atrs eran silenciosas y retrasadas, se hayan vuelto una ciudadana participativa organizada.13

    Esta ciudadana participativa marc tan fuertemente el desarrollo del imaginario democrtico entre los residentes de las periferias que casi diez aos despus de la Asamblea Constituyente, poda an notar en mis entrevistas un sorprendente fenmeno del lenguaje. Una mujer en Lar Nacional me deca: Es hermoso leer, mire, yo tengo ese derecho. Si usted agarra la Constituintepara leer-yo he ledo varias partes-, usted lo mira y dice: increble, puede seresto un cuento de hadas?, ser verdad? Pero si yo no lo uso, no sabr si lo queest escrito realmente funciona. Primero pens que este uso del trmino Constituinte (constituyente) era un error idiosincrsico de sintaxis, pero despusde transcribir muchas entrevistas comprend que esta conmutacin terminolgica era consistente: cuando los residentes hablan de la Constituigo, frecuentemente usan, en cambio, la palabra Constituinte. Es decir, a menudo serefieren al texto de la carta constitucional nacional por el nombre de la agencia su agencia insurgente que la realiz.

    Los derechos

    Por qu piensa usted que tiene derechos?-Bien, una parte es lo que nosotros estbamos diciendo. Soy una per

    sona honesta, gracias a Dios. No le robo a nadie. Soy un trabajador. Cumplo con mis obligaciones en casa, con mi familia. Pago mis impuestos.Pero hoy pienso lo siguiente: tengo derechos porque la Constituinte [la Constitucin) me da estos derechos. Pero tengo que correr tras mis derechos. Tengo que buscarlos. Porque si no lo hago, no me van a caer delcelo. Slo la lluvia cae del cielo. Usted puede vivir aqu cincuenta aos.Puede tener sus cosas. Pero si usted no corre tras sus derechos, cmo va a hacer que ocurran? (Un residente de Jardim das Camlias desde 1970,miembro de SAB, trabajador textil jubilado)

    Las esferas pblicas de ciudadana que surgieron en las periferias brasileas obligaron al Estado a responder a las nuevas condiciones urbanas, medante el reconocimiento de nuevos tipos y orgenes de derechos ciudadanos. Estos derechos se relacionaban con cuestiones tanto de sustancia como de alcance que, en general, las leyes e instituciones del Estado haban descuidado. En este sentido, tales derechos se desarrollaron en los mrgenes de los su

    13. Sobre las nuevas formas de participacin y asociacin democrticas, vase Avritzer (2004) (ensayos sobre San Pablo). Para un debate sobre presupuestos participativos, vanse Abers (2000) y Baiocchi (2005), y sobre nuevas iniciativas democrticas en planificacin urbana, Caldeira y Holston (2005).

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    puestos de gobernabildad establecidos: se ocupaban de los espacios personales y colectivos de la vida diaria de los pobres en las periferias urbanas, tenan que ver con mujeres, hombres y nios, y establecieron obligaciones para proveer servicios estatales. Sin duda, la ms grande innovacin histrica de estos derechos fue que iniciaron una reconceptualizacin: sus defensores empezaron a concebirlos como prerrogativa de ciudadana en general en lugar de categoras diferenciadas de ciudadanos, por ejemplo, la de obrero registrado. As, la emergencia de un nuevo pblico participativo en la periferia no slo extendi la ciudadana sustancial a nuevas bases sociales, sino que cre tambin nuevas comprensiones y prcticas de los derechos.

    Pero, como sugiere lo dicho anteriormente, esta fundacin de derechos permanece como una mezcla de nuevas y viejas formulaciones. Debido a que una de las falencias en la investigacin sobre tugurios urbanos ha sido descuidar los cambios en la concepcin de los derechos, deseo enfatizar su importancia. Cuando les pregunto a los vecinos de estos barrios por qu piensan que tienen derechos y sobre qu base, citan constantemente una amalgama de tres concepciones. Como declar el trabajador textil, ellos hablan de derechos como privilegios de especficas categoras morales y sociales (soy un obrerohonesto), como derivados de su aporte a la ciudad (pago mis impuestos, constru mi casa y ayud a construir este barrio) y como escrito en la Constitucin(la Constituinte me otorga derechos). En otras palabras, presentan un hbrido de lo que llamo derechos de trato especial, derechos del contribuyente y derechos basados en el texto de la ley. Esta tipologa tiene una organizacin temporal que sigue las estrategias que los residentes fueron desplegando en sus conflictos de vivienda y terrenos. Por ejemplo, los derechos basados en el texto de la ley aparecen despus de la Asamblea Constituyente y permanecen mezclados con los otros dos tipos en discusin. Esto no quiere decir que la gente nunca se haya referido a las Constituciones o a las leyes anteriores pero, cuando ocasionalmente lo hicieron, fue para quejarse de que, con excepcin de los derechos laborales, tales normas no se aplicaban a ellos.

    En estas tres formulaciones, se usa el mismo concepto para describir la obtencin de derechos: se habla de buscar tus derechos o correr tras ellos. Sin embargo, esto significa algo distinto en cada caso, con diferente resultado. La conceptualizacin de derechos como el privilegio de ciertos tipos de ciudadanos ha fijado, en sus varias encarnaciones, el sistema establecido de ciudadana diferenciada. Mientras este sistema prevalezca, la ciudadana es un medio que distribuye y legitima fuertemente la desigualdad. En la periferia posterior a la Constitucin, sin embargo, esta concepcin se enfrenta con la concepcin insurgente de derechos que estn basados en la ley escrita. Esta ltima concepcin plantea que los ciudadanos poseen un valor en derechos no condicionado, independiente de su estatus social o su moral individual. Por consiguiente, esta formulacin crea condiciones para la obtencin de una ciudadana ms igualitaria. Conformado en tomo a la vivienda propia, el concepto de derechos del contribuyente difunde ambos sistemas de ciudadana en

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    forma ambigua, debido a que, aunque extendida, la autoconstruccin excluye a algunos residentes (por ejemplo, a los que alquilan).14 Pero, en tanto se reconoce universalmente como el generador de periferias, tambin destaca la libre determinacin y los logros de los residentes, alcanzados tanto individual como colectivamente. As, tiende a promover una ciudadana de autoconstruccin universal y propone un tipo de agencia igualitaria que est ausente del paradigma diferenciado. En las periferias contemporneas, las tres conceptualza- ciones de derechos siguen siendo vitales y se mezclan en el desarrollo de la ciudadana.

    Peligrosos espacios de ciudadana

    Deseo terminar esta historia de ciudadana urbana insurgente complicndola aun ms. Su estudio muestra que lo insurgente perpeta caractersticas salientes de lo establecido. En Brasil, esto significa que persisten los valores de la propiedad privada, la prctica de legalizar lo ilegal y la norma de derechos de trato especial, dado que los ciudadanos insurgentes todava utilizan estos atributos en su reformulacin de la ciudadana. Pero tambin demuestra que en lugar de alentar, meramente, nuevas versiones de lo hegemnico, lo insurgente desestabiliza: permanece conjuntamente con lo establecido, pero en una inestable maraa que los corroe a ambos.

    Bajo la democracia poltica que los brasileos lograron en 1985, esta corrosin se volvi perversa: mientras que las clases trabajadoras democratizaron el espacio urbano y su pblico, aumentaron dramticamente nuevos tipos de violencia, injusticia e impunidad. Las ciudades brasileas experimentaban un clima general de miedo, criminalizacin de los pobres, violencia delictiva, apoyo a la violencia policial, abandono del espacio pblico y fortificacin de las viviendas. El poder judicial y la polica se desacreditaron aun ms. Por lo tanto, en el momento en que el rgimen democrtico se estabiliz, el enredo entre democracia y sus contrarios erosion algunos aspectos de la ciudadana y ampli otros. Esta concomitancia es la paradoja de la democratizacin de Brasil.

    Sin embargo, difcilmente podra esperarse que la ciudadana insurgente fuera estable en su expansin; tambin tiene brechas por las cuales colapsa. Justamente, porque persisten las viejas frmulas de ciudadana diferenciada, con la democratizacin surgen nuevas incivilidades e injusticias. De ah que el entrelazado de lo diferenciado y lo insurgente tenga un efecto contradictorio. Ello erosiona la coherencia de las categoras aceptadas de dominacin que le

    14. La proporcin de propietarios en la periferia de San Pablo es notablemente alta, entre 70 y 90%, segn distintas mediciones (Holston, 2008: 1S3-84). Este porcentaje incluye al ocupa, que habitualmente es dueo de la casa aunque no del terreno. As, la identidad de dueo de casa es mayoritaria pero no universal en los barrios perifricos.

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    daban a la vida diaria un sentido de orden y seguridad. La democracia no es la nica fuerza de esta desestabilizacin; se enmaraa con otras como la urbanizacin y la privatizacin. Pero, por s misma, la democracia provoca reacciones violentas, algunas para restaurar viejos paradigmas de orden y otras para expresar indignacin ante la subsistencia de algunos viejos elementos, ahora ms visibles porque han sido desestabilizados. As, la democracia conlleva sus propios tipos de violencia que irrumpen donde ella misma desestabiliza formulaciones ms antiguas de orden y de represin.

    Los altos niveles de violencia cotidiana entre delincuentes y polica son emblemticos de esta mezcla inestable de formulaciones de ciudadanas nuevas y antiguas. Esta combinacin encuentra su expresin ms perversa en la sociedad brasilea cuando los carteles de la droga y los escuadrones de la muerte policiales usan el mismo lenguaje sobre derechos democrticos y estado de derecho para justificar su brutal violencia.15 Aunque mucho se ha escrito sobre esta violencia cotidiana y excepcional, se debe prestar atencin a otras expresiones del pblico urbano acerca del sentimiento de violacin e indignacin que provoca esta mezcla inestable entre las ciudadanas insurrectas y las establecidas. Me refiero a la incivilidad descarada y a la esttica agresiva que son hoy comunes en las interacciones pblicas diarias de San Pablo por un lado, a la prctica elitista de fortificar y privatizar la ciudad en nombre de la seguridad, lo que criminaliza a los pobres; por el otro, al conjunto de prcticas sociales y artsticas que nacieron en la periferia pobre, que tambin son agresivas. Ejemplos de ello son la combinacin de hip-hop y funk que usa la msica, la danza y el graffiti para homogenei- zar y antagonizar, reemplazando la cultura made in Brazil de inclusin,crisol de razas y consenso, consolidada en la msica popular brasilea, el carnaval y la capoeira, por el discurso americanizado de polarizacin racial y de clase (Caldeira, 2006, sobre hip-hop en San Pablo, y Ydice, 1994, sobre el funk en Ro); la campaa de accin afirmativa en la educacin superior que biologiza la raza y les asigna categoras bipolares a los brasileos (Fry, 2000; Htun, 2004); la penetracin, por parte de las clases serviles, de los espacios residenciales antes reservados slo para patrones (Holston, 2008: 275-284); la falsificacin y exhibicin de artculos elitistas para demostrar conocimiento de la moda globalizada y de su acceso a ella (dem); los actos cotidianos de transgresin y de falta de respeto en el espacio pblico (en el trnsito, por ejemplo) que se consienten y, en ese sentido, celebran la norma de impunidad. Para aquellos que durante siglos han manifestado su dominio

    15. Sobre violencia, crimen y fortificacin durante el perodo contemporneo de democracia poltica en San Pablo, vase el estudio clsico de Caldeira (2000). Sobre el uso del lenguaje de la democracia, los derechos y la justicia que hacen tanto las pandillas como la polica, vanse Caldeira (2006) y Holston (2008: 271-309).

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    a travs del privilegio, todas estas prcticas reemplazan la expectativa de deferencia de la clase baja por actitudes de confrontacin.

    Segn lo analiza Caldeira (2006), la msica rap en los movimientos hip- hop de San Pablo es tocada por hombres jvenes que homogeneizan deliberadamente las periferias con las que se identifican, como espacios de desesperacin, emblemticos de la peor desigualdad y violencia: Se posicionan en la periferia, se identifican a s mismos como pobres y negros, expresan un antagonismo racial y de clase explcito y crean un estilo de confrontacin que deja poco espacio a la tolerancia y la negociacin. Su rap y literatura establecen una distancia infranqueable e innegociable entre ricos y pobres, entre blancos y negros, entre centro y periferia (117). Con un lenguaje diferente, los taggers(dibujantes) de graffiti, mayormente de la periferia, go ll city (van por toda laciudad), una expresin neoyorkina que caracterizaba al movimiento graffiti en los aos 70. Apuntando especialmente a las superficies que parecen inaccesibles, ellos no dejan ningn perfil de la ciudad libre de su escritura verticali- zada y repetitiva. Su objetivo no es slo asaltar, por estos medios, las privatizaciones que buscan la seguridad para algunos; es tambin el de crear un nuevo pblico visual de superficies metropolitanas que la gente no puede evitar ver, un nuevo exterior urbano que los taggers saben que la mayora de losvecinos juzga feo, incomprensible, delictivo y prueba inequvoca del deterioro del espacio urbano y de su pblico. El punto es que los taggers celebran esacondena.

    Se pueden ver estas faltas de civilidad como una expresin de ciudadana insurgente, como formas de protesta y accin cvica, cuando parecen destinadas a perturbar las presunciones acerca de los tipos de inclusiones, deferencias y jerarquas que sostenan la ciudadana diferenciada? Por cierto, las elites no las ven como nuevas proximidades sino como intrusiones en el espacio pblico y domstico que alguna vez dominaron por completo. En consecuencia, responden creando nuevos tipos de distanciamiento. A causa del miedo, la desconfianza y la indignacin, las elites se alejan del tipo de contacto personal cotidiano que hizo famoso su estilo de dominio (o rgimen de ciudadana diferenciada), por sus congenialidades superficiales, ambigedades ldicas e inclusiones simuladas. En cambio, desarrollan una serie de nuevas barreras sociales y fsicas. Por un lado, muestran su desprecio explcitamente y terminan por criminalizar de manera racista a las clases bajas, lo que se opone a los derechos humanos y sustenta la violencia policaca; por el otro, se amurallan dentro de cercamientos residenciales y comerciales resguardados por seguridad privada y vigilancia de alta tecnologa, lo que hace explcita la dura realidad del conoce cul es tu lugar , una regla que sola ser mucho ms implcita.

    Puede parecer poco creble considerar expresiones de ciudadana a estos lenguajes marginales tagging, rap, moda, polarizacin racial, falta de respeto e insubordinacin- pero, en realidad, trastocan las ideologas de inclusin universal que sostuvieron la formulacin de ciudadana diferenciada de

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    la elite dominante. En efecto, estas ideologas desdibujaban en el sentido de hacer menos apreciable la masiva y brutal distribucin desigual, expresada en una variedad de visiones nacionalistas, instituciones culturales y convenciones sociales (por ejemplo, la democracia racial, el carnaval y el juego de clasificaciones raciales). A travs de ellas, la civilidad del rgimen establecido resaltaba la inclusin, la adaptacin, la ambigedad y la heterogeneidad como lenguajes de relacin social. Estos discursos de inclusin son complementados por las convenciones culturales de seduccin que dan a las relaciones personales de gnero, raciales y econmicas diferenciadas una ptina de aceptacin cmplice, un sentido de intimidad que oculta y mantiene a la vez las desigualdades fundamentales: me refiero a las ambigedades seductoras producidas a travs de artificios como los intraducibies jetnho, malicia, malandragem, jin- gajogo de cintura y mineirice, unlversalizados en las instituciones del samba,el carnaval y la capoeira, todas ellas celebradas en la cultura brasilea.

    Mi argumento es que estas ideologas y convenciones de inclusin se han vuelto menos convincentes slo recientemente. Cuando la ciudadana insurgente perturba a la ciudadana diferenciada, estas formulaciones de inclusin dominantes se debilitan y las desigualdades que ocultan se vuelven intolerables. Al aumentar su desgaste, son reemplazadas por una incivilidad descarada en las relaciones cotidianas. El problema para la sociedad brasilea contempornea es que, aunque la distribucin injusta permanece, su imprecisin ha perdido eficacia. Este deterioro creciente expone la dura realidad de la desigualdad para que los brasileos la vean. De ah que, al reclamar para s la ciudad por medio de diversas prcticas, los del centro y los de la periferia se vean, unos a otros, como hablndose a travs de lenguajes insultantes.

    Las innegables exageraciones de violencia, injusticia y corrupcin en el perodo actual de democracia poltica pueden considerarse, entonces, de este modo: las groseras desigualdades continan pero los pactos polticos y culturales que las han sostenido estn desgastados. Este flagelo de la epidermis social transforma la ciudad y la sociedad, y produce asperezas, indignacin y exageracin. En este sentido, se podra decir que los profundos cambios democrticos encamados en este proceso necesariamente producen incivilidad como lenguaje pblico de resistencia e insistencia.

    Concluyo que, aunque la democratizacin de Brasil no ha podido superar estos problemas, las configuraciones contrarias de violencia e injusticia tampoco han podido impedir el desarrollo de medidas significativas de innovacin democrtica. Sobre todo, la democratizacin no ha frenado la legitimacin generalizada de una ciudadana insurgente democrtica. De momento, en Brasil, como en muchos lugares, no prevalece ni la democracia ni sus contrarios. Con sus races, ambas permanecen entrelazadas y, sorprendentemente, sobreviven juntas.

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