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 181 Documentación Social 127  (2002) 8 Salud y género Lucía Artazcoz Especialista en Medicina Preventiva  y Salud Pública. Institut Municipal de Salud Pública, Barcelona. Sumario 1. Evi den cia s sob re las des ig ualdad es de g énero en salu d. 1. 1. Sal ud y gé - nero, ¿e s cosa de muje res? 1.2 . Difer enci as bioló gica s entre hombres y mu- jere s y salud.—2. Limit acio nes de la invest igac ión clás ica sobr e las des- igual dades de gé nero en sal ud. 2.1. ¿Anál isis de gén ero o anál isis de la s mujer es? 2.2. La insufi cien te carac teri zación de los roles sociales. 2.3. El trabajo remunerado y el estado de salud. 2.4. Las características de los ro- les familiare s. 2.5. La clase so cial. 2.6. La inte racción entre determinantes sociales. 2 . 7. Los indicadores de salud. 2 .8. El gé nero y la salud de los hom- bres.—3. La combinación de la vida laboral y familiar y el estado de salud.— 4. Conclusión.—5. Referencias.  RESUME N Objetivos:  Presentar la evidencia existente sobre las desigualdades  de género en salud, analizar l as li mitaciones del abordaje de inves-  tigación clásico y profundizar en las desigualdades de género en sa- lud derivadas de la combinación de la vida laboral y familiar, ha-  ciendo especial hincapié en la situación en España.

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  • 181Documentacin Social 127 (2002)

    8

    Salud y gnero

    Luca ArtazcozEspecialista en Medicina Preventiva

    y Salud Pblica.Institut Municipal de Salud Pblica,

    Barcelona.

    Sumario

    1. Evidencias sobre las desigualdades de gnero en salud. 1.1. Salud y g-nero, es cosa de mujeres? 1.2. Diferencias biolgicas entre hombres y mu-jeres y salud.2. Limitaciones de la investigacin clsica sobre las des-igualdades de gnero en salud. 2.1. Anlisis de gnero o anlisis de lasmujeres? 2.2. La insuficiente caracterizacin de los roles sociales. 2.3. Eltrabajo remunerado y el estado de salud. 2.4. Las caractersticas de los ro-les familiares. 2.5. La clase social. 2.6. La interaccin entre determinantessociales. 2. 7. Los indicadores de salud. 2.8. El gnero y la salud de los hom-bres.3. La combinacin de la vida laboral y familiar y el estado de salud.

    4. Conclusin.5. Referencias.

    RESUMEN

    Objetivos: Presentar la evidencia existente sobre las desigualdadesde gnero en salud, analizar las limitaciones del abordaje de inves-tigacin clsico y profundizar en las desigualdades de gnero en sa-lud derivadas de la combinacin de la vida laboral y familiar, ha-ciendo especial hincapi en la situacin en Espaa.

  • Evidencia sobre las desigualdades de gnero en salud. Aunque lainvestigacin sobre las desigualdades de gnero en salud se ha cen-trado fundamentalmente en los problemas de salud de las mujeresderivados de sus desfavorables posiciones sociales, emerge ahora lapreocupacin por los efectos negativos del gnero en la salud de loshombres.

    Limitaciones de la investigacin clsica sobre las desigualdades degnero en salud. Debe hacerse un esfuerzo por desarrollar modelostericos sensibles a las dimensiones estructurales de las relaciones degnero si realmente se pretende entender la complejidad de los pa-trones de gnero de salud y enfermedad.

    Combinacin de la vida laboral y familiar y estado de salud. La in-corporacin de las mujeres al mercado laboral no se ha visto acom-paada por una redistribucin de las tareas domsticas entre los dossexos. Estudios recientes en Espaa muestran el efecto negativo de ladoble jornada en la salud de las mujeres ocupadas.

    ABSTRACT

    Objectives: To present the evidence about gender inequalities in he-alth; to analyze the limitations of the classic gender research; and togo in depth in gender inequalities in health derived from the combi-nation of job and family, focusing on the Spanish situation.

    Evidence about gender inequalities in health. Although the researchon gender inequalities in health has focused on females health pro-blems related to their unfavorable social positions, a new concernhas recently emerged about the negative effects of gender in maleshealth.

    Limitations of the traditional research on gender inequalities. An ef-fort should be made in order to develop theoretical models sensitiveto the structural dimensions of gender relations if we want to fullyunderstand the complexity of gender patterns of health and illness.

    Combination of job and family and health status. The entrance ofwomen in the labor market has not been paralleled with a higher in-volvement of men in family responsibilities. Recent studies carriedout in Spain show the negative effect of the double burden in fema-le workers.

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    1 EVIDENCIAS SOBRE LAS DESIGUALDADES DE GNEROEN SALUD

    1.1. Salud y gnero, es cosa de mujeres?

    Hasta hace aproximadamente 25 aos la investigacin so-bre la salud de las mujeres era muy escasa. Se asuma que, aexcepcin de los trastornos de salud relacionados con la re-produccin, los problemas de salud de las mujeres, sus nece-sidades y soluciones eran esencialmente los mismos que los delos hombres. Estudios realizados en las tres ltimas dcadasponen de manifiesto sin embargo cmo las diferentes posi-ciones sociales de hombres y mujeres determinan en gran me-dida un exceso de morbilidad femenina [1, 2, 3]. Pese a que enocasiones se ha atribuido este hecho a las diferencias biol-gicas entre ambos sexos, el distinto comportamiento en el usode servicios sanitarios o en la verbalizacin de los problemasde salud, cada vez parece ms claro que el peor estado de salud de las mujeres se explica en buena parte por unos rolessociales determinados por el sexo, ms desfavorables paraellas [4].

    No obstante, a pesar de que los hombres tienen la mayorparte de los determinantes sociales a su favor, ellos tienen tasasde mortalidad ms altas para las 15 primeras causas [5] y su es-peranza de vida es aproximadamente siete aos ms corta quela de las mujeres. Padecen con ms frecuencia problemas de sa-lud potencialmente mortales como trastornos cardacos, diabe-tes, alcoholismo, lceras duodenales o cncer de pulmn, mien-tras las mujeres tienen una mayor incidencia de trastornos de-

  • presivos, de la alimentacin y musculoesquelticos, trastornosque no matan pero que no dejan vivir [6].

    Frente a la lnea tradicional de investigacin de las desigual-dades de gnero en salud que pone el acento en las posicionessociales desfavorables de las mujeres y su impacto en la salud,recientemente ha emergido la preocupacin por el efecto delgnero, de la masculinidad, en el estado de salud de los hom-bres [7, 8]. Entender la paradoja de la mayor longevidad de lasmujeres y el mejor estado de salud de los hombres requiere unamejor comprensin del impacto del sexo y del gnero en la sa-lud, lo que facilitar el desarrollo de polticas adaptadas a lasnecesidades de hombres y de mujeres.

    1.2. Diferencias biolgicas entre hombres y mujeres y salud

    Las diferencias en los sistemas reproductivos de hombres ymujeres son parcialmente responsables de las desigualdades ensalud entre los dos sexos. La mejora de los servicios de planifi-cacin familiar y de asistencia obsttrica ha tenido una gran re-percusin en la salud de las mujeres, si bien, todava en nues-tros das, alrededor de medio milln de mujeres continan mu-riendo como consecuencia directa del embarazo y el parto y unnmero 10 veces superior queda con serias secuelas [9].

    No obstante, las diferencias biolgicas entre ambos sexosvan ms all de las reproductivas. Un amplio abanico de dife-rencias genticas, hormonales y metablicas juegan un papelimportante en los distintos patrones de morbilidad y mortalidadde hombres y mujeres. Enfermedades especficas de cada sexocomo los cnceres de cuello uterino o de prstata son el ejem-plo ms obvio. Pero existen tambin diferencias de sexo en lavulnerabilidad, sntomas y pronstico de varios problemas de

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    salud como el SIDA, la tuberculosis, las enfermedades autoin-munes o la enfermedad coronaria, entre otros [6]. Una de lasms importantes diferencias de sexo en salud es la mayor pro-pensin biolgica de los hombres a padecer problemas cardia-cos en edades jvenes.

    Evidentemente, si los servicios sanitarios quieren atendercon xito las necesidades de salud de hombres y mujeres debentener en cuenta estas diferencias de sexo en la planificacin yprovisin de asistencia sanitaria. Pero las diferencias biolgicasslo explican parte de los diferentes patrones de salud y enfer-medad de hombres y de mujeres. Un estudio reciente docu-mentaba que no existe ninguna sociedad en que las mujeressean tratadas igual que los hombres, lo que inevitablemente setraduce en que los determinantes sociales de la salud de hom-bres y mujeres son distintos [10]. Estas diferencias de gnero so-cialmente construidas son tambin importantes determinantesdel estado de salud de unas y otros.

    LIMITACIONES DE LA INVESTIGACIN CLSICA SOBRELAS DESIGUALDADES DE GNERO EN SALUD

    Existe una amplia literatura sobre la relacin entre las divi-siones de gnero y el estado de salud de las mujeres, pero a pe-sar de tres dcadas de investigacin sobre las desigualdades degnero en salud queda an mucho camino por recorrer, mu-chos puntos por aclarar, en la comprensin de las desigualda-des de gnero en salud.

    Los determinantes sociales de la salud de hombres y muje-res han sido analizados desde perspectivas diferentes. Mientrasen los primeros la investigacin se ha centrado en las diferen-cias relacionadas con la clase social, habitualmente medida a

  • travs de la ocupacin, en las mujeres el anlisis se ha basadoen un marco dominado por los roles esposa, madre y traba-jadora, en el que los papeles familiares se han consideradocentrales y el empleo un rol adicional.

    2.1. Anlisis de gnero o anlisis de las mujeres?

    Una de las debilidades de la investigacin de gnero tradi-cional es que en realidad en muchos casos se ha tratado delanlisis de la situacin de las mujeres, de modo que poco sesabe sobre el efecto de los roles familiares en la salud de loshombres o sobre las diferencias de gnero en los determinan-tes sociales de la salud.

    2.2. La insuficiente caracterizacin de los roles sociales

    Muchos estudios han documentado un mejor estado de sa-lud en las mujeres ocupadas en comparacin con las amas decasa, lo que se ha interpretado en trminos de un efecto bene-ficioso de la ocupacin de diferentes roles que podran actuarcomo fuentes alternativas de bienestar: cuando existen proble-mas en uno de ellos es sustituido por el otro. No obstante, pa-rece razonable pensar que el anlisis debe ir ms all de la con-clusin de que para mejorar el estado de salud de las mujeresbasta con darles algo ms que hacer. De hecho algunos estu-dios apoyan la hiptesis contraria, la del conflicto de rol: la ocu-pacin de varios roles tiene efectos negativos sobre la salud delas mujeres, tanto por la sobrecarga que supone como por ladificultad para compaginarlos [11].

    Los resultados contradictorios en la literatura de roles sondebidos en gran medida a la insuficiente caracterizacin de cada

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  • uno de los roles, as como a la falta de consideracin de posi-bles interacciones entre ellos. En algunos casos se consideranicamente el nmero de roles y en otros el tipo de rol, pero sinprofundizar en el significado de cada uno de ellos.

    2.3. El trabajo remunerado y el estado de salud

    La situacin laboral se conceptualiza con frecuencia comouna variable dicotmica tener un trabajo remunerado frente ano tenerlo sin distinguir entre las personas que estn en des-empleo y las que son amas de casa. No se ha profundizado su-ficientemente en las caractersticas del trabajo remunerado. Ob-viamente no es lo mismo trabajar en una ocupacin muy cuali-ficada que hacerlo, por ejemplo, como mujer de la limpieza.Mientras la primera situacin puede ser fuente de satisfaccin,la segunda puede serlo de riesgos para la salud.

    En cuanto a las personas que no tienen un trabajo remune-rado, se han estudiado muy poco las posibles diferencias de g-nero en el impacto del paro sobre el estado de salud y de he-cho muchos estudios sobre desempleo y salud han incluidoslo hombres [12, 13]. Frente a la escasez de estudios sobre lainfluencia del paro en el estado de salud de las mujeres, hay unaamplia literatura que documenta un mejor estado de salud delas mujeres ocupadas en comparacin con las amas de casa,cosa que se explica por el hecho de que los diferentes roles po-dran actuar como fuentes alternativas de bienestar y por elefecto beneficioso del trabajo remunerado, que proporcionaraindependencia econmica, una red de relaciones sociales, satis-faccin por el propio trabajo o sentido de control sobre la pro-pia vida [11]. Argumento de modificador desconocido. Pero,hasta qu punto este efecto positivo es universal?

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  • Las dificultades para combinar la vida laboral y familiar bienpueden neutralizar estos posibles beneficios que, en cualquiercaso, seran muy dudosos en el caso de trabajos poco cualifica-dos en situaciones de precariedad. Algunos estudios muestranque los efectos positivos del trabajo remunerado se limitan a lasmujeres con pocas responsabilidades familiares. BARTLEY y col.[14] observaban que mientras las mujeres con trabajo a tiempocompleto tenan mejor estado de salud que las amas de casa, seproduca el efecto contrario en las trabajadoras con hijos. Lasmadres ocupadas a tiempo completo tenan peor estado de sa-lud que las que trabajaban a tiempo parcial o que las que no es-taban ocupadas. En otro estudio, las mujeres ocupadas, a tiem-po parcial o completo, tenan mejor estado de salud que lasamas de casa, aunque el trabajo a tiempo parcial pareca ser msbeneficioso [15]. En un estudio realizado en poblacin represen-tativa de Catalunya (1.190 mujeres ocupadas y 1.675 amas decasa, casadas o que vivan en pareja), las mujeres ocupadas te-nan peor estado de salud percibido y ms limitacin crnica dela actividad que las amas de casa, pero no se observaban dife-rencias en el estado de salud mental e incluso entre las mujeresde mejor posicin socioeconmica las amas de casa tenan me-nos trastornos crnicos que las trabajadoras [16].

    Puesto que la mayora de los estudios que comparan el es-tado de salud de mujeres ocupadas y amas de casa son de na-turaleza transversal, debe tenerse en cuenta la existencia de unposible sesgo de seleccin. Entre las amas de casa hay mujeresque no han entrado en el mercado laboral o lo han abandona-do por motivos de salud. Este sesgo, cuya magnitud probable-mente es superior en los pases con mayor presencia de muje-res, en el mercado de trabajo en otros ms tradicionales la op-cin de ser ama de casa puede no estar relacionada con proble-mas de salud debera tenerse en cuenta con mayor seriedad.

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  • Faltos de un marco terico consistente, muchos estudiossencillamente analizan en poblaciones generales las diferenciasen el estado de salud entre amas de casa y mujeres ocupadas,sin tener en cuenta que mientras la mayora de las primeras sonresponsables de la unidad familiar, las segundas constituyen ungrupo heterogneo en el que se mezclan desde hijas que vivencon sus padres sin prcticamente exigencias familiares, mujeresque viven solas y otras que, viviendo en pareja, deben hacerfrente a la doble jornada. Dado que lo que realmente se pre-tende es comprobar si la ocupacin supone un beneficio paralas mujeres, deben controlarse variables de confusin como elestado de convivencia, con el que la situacin laboral est es-trechamente asociada, esto es, restringir el anlisis a mujeres ca-sadas o que viven en pareja, en las que se compara el efecto dela situacin laboral.

    2.4. Las caractersticas de los roles familiares

    Los roles familiares deben ser analizados tambin en mayorprofundidad. Con frecuencia la maternidad o paternidad se hanconceptualizado como convivir con hijos o no, o hacerlo conhijos por debajo de una edad determinada, pero es bien distin-to convivir con un hijo o hija de 12 aos que con tres criaturaspequeas, por ejemplo. Debera tenerse en cuenta tambin laconvivencia con personas mayores o con discapacitados.

    2.5. La clase social

    Otro aspecto a tener en cuenta en el anlisis de las des-igualdades de gnero en salud es la clase social, dimensintransversal a los tres roles analizados habitualmente. Las des-

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  • igualdades de gnero en los ingresos econmicos exponen ams mujeres que hombres a situaciones de pobreza. Por otrolado, se ha documentado que las desigualdades en salud rela-cionadas con la clase social ocupacional son ms pronunciadasen los hombres, cosa que se explica por el papel central que eltrabajo remunerado tiene en la vida de los varones, mientras enlas mujeres, aun estando empleadas, las responsabilidades fa-miliares juegan un rol igualmente importante [17].

    2.6. La interaccin entre determinantes sociales

    Adems de la mejor caracterizacin de cada uno de los ro-les y de la consideracin de la clase social, es fundamental tam-bin tener en cuenta las interacciones entre el gnero y las dife-rentes dimensiones sociales: la situacin laboral, el estado civilo de convivencia, la maternidad o paternidad y la clase social.Es lo mismo ser madre de dos criaturas y ama de casa que sermadre de dos criaturas y adems realizar un trabajo remunera-do? Probablemente no. En el estudio de mujeres ocupadas yamas de casa antes mencionado [16], mientras las exigencias fa-miliares medidas a travs del nmero de personas en el hogary la convivencia con hijos o hijas menores de 15 aos repre-sentaban un factor de riesgo para las mujeres ocupadas de cla-ses sociales desfavorecidas, no lo eran para las amas de casa, eincluso convivir con criaturas o con mayores de 65 aos tenaun efecto protector sobre el estado de salud mental de las amasde casa de clases privilegiadas. Resultados as ponen de mani-fiesto la interaccin entre los roles familiares, la situacin labo-ral y la clase social.

    Se ha documentado el efecto positivo del matrimonio o laconvivencia en pareja para la salud de los hombres pero no

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  • para la de las mujeres [18, 19, 20]. Considerando de nuevo unaposible interaccin, hasta qu punto estar casado o vivir en pa-reja puede tener un efecto beneficioso en hombres en situacinde desempleo? En un estudio reciente sobre poblacin activarepresentativa de Catalunya, entre los hombres parados de cla-ses manuales el estado de salud mental era peor entre los ca-sados o que vivan en pareja que entre los solteros, mientras nose apreciaba asociacin entre el estado civil y la salud mental enparados de clases ms favorecidas. Adems en las mujeres ca-sadas el paro tena menos impacto sobre la salud mental queentre las solteras [21]. Estos resultados muestran, una vez ms,la necesidad de considerar la interaccin entre el gnero, la si-tuacin laboral, los roles familiares y la clase social.

    EMSLIE [22] subraya que muchos estudios sobre gnero y sa-lud han analizado poblaciones generales, pero dado que las di-visiones de gnero son tan marcadas en la sociedad contem-pornea, las comparaciones entre hombres y mujeres puedenser confundidas por comparaciones con otros ejes de diferen-ciacin social como el empleo y los roles familiares. Ms an, elefecto de los roles familiares puede depender de la situacin la-boral, del estado de convivencia y de la clase social. Por esta ra-zn, el anlisis de las desigualdades de gnero en salud debe-ra considerar la restriccin de las poblaciones de estudio segnalgn eje social de inters, con el fin de evitar analizar un n-mero excesivamente elevado de interacciones que dificultara lainterpretacin de los resultados.

    2.7. Los indicadores de salud

    Adems de las limitaciones ya expuestas, los indicadores desalud utilizados en el estudio de las desigualdades de gnero

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  • merecen una reflexin adicional. Se han analizado indicadoresmuy diferentes, en algunos casos de difcil interpretacin. Porejemplo, uno de los ms usados, la limitacin crnica de la ac-tividad habitual por motivos de salud [2], depende no slo de laexistencia y gravedad del trastorno de salud, sino tambin decul es la actividad habitual, de modo que obviamente ser msprevalente en las personas que necesitan realizar mayor activi-dad. Por otro lado, muchos estudios analizan un solo indicadorde salud [23], cuando se ha documentado un diferente com-portamiento de los determinantes sociales de la salud segn elindicador analizado [24].

    2.8. El gnero y la salud de los hombres

    Hasta ahora se ha prestado muy poca atencin al impactodel gnero sobre el estado de salud de los hombres, pero la si-tuacin est cambiando a medida que crece la evidencia de larelacin entre la masculinidad y el estado de salud. En prrafosanteriores se describa entre los hombre parados de clases so-ciales desfavorecidas el efecto negativo de estar casado o viviren pareja sobre la salud mental, cosa que se explica por el pa-pel de principal proveedor de recursos del hogar, asignado tra-dicionalmente al hombre.

    A travs de las culturas, la identidad masculina se caracteri-za por la toma de riesgos para la salud [10]. Por ejemplo, en elmercado laboral actual los hombres trabajan en las ocupacio-nes con mayor riesgo de accidentes. Pero adems de estos ries-gos asociados a la actividad laboral, las normas de comporta-miento masculino implican riesgos para la salud. Los hombrestienen mayor mortalidad por accidentes de trfico o deportivosy, si bien los patrones de gnero estn cambiando, en la mayo-

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    ra de las sociedades los hombres fuman y beben ms alcoholque las mujeres, lo que incrementa su riesgo de padecer tras-tornos cardacos o cnceres que pueden conducirlos a unamuerte prematura.

    Adems las implicaciones de la masculinidad para la saludmental estn recibiendo creciente atencin. La necesidad de serduro, por ejemplo, hace que muchos varones no desarrollensu potencial emocional o se nieguen a reconocer sus debilida-des, lo que se puede traducir en no usar los servicios sanitarioscuando los necesitan o no prestar atencin a los mensajes depromocin de la salud [25].

    LA COMBINACIN DE LA VIDA LABORAL Y FAMILIAR Y EL ESTADO DE SALUD

    Por la preocupacin creciente que suscita, se dedica esteapartado al anlisis de las desigualdades de gnero en saludasociadas a la combinacin de la vida laboral y familiar.

    Una de las grandes revoluciones sociales de la segunda mi-tad del siglo XX ha sido el cambio en la situacin de hombres ymujeres en el trabajo, tanto por las modificaciones en la com-posicin del mercado laboral como por la introduccin de undebate muy vivo sobre los roles y responsabilidades de unos yotras en el mbito domstico. Las mujeres han dejado de orien-tarse preferentemente hacia la vida en pareja y han comenzadoa hacerlo hacia el mercado laboral. Este cambio ha comportadoimportantes transformaciones sociales y est exigiendo unaadaptacin de las dos principales esferas en las que hasta hacepoco se divida de manera rgida la vida social: el trabajo remu-nerado y la vida familiar.

  • Como se aprecia en la figura 1, Espaa es, tras Italia yGrecia, el pas de la Unin Europea con menor tasa de acti-vidad femenina. Pero ni en Espaa ni en otros pases de laUnin Europea (UE) con actitudes menos tradicionales en re-lacin con el papel de la mujer, la irrupcin de la mujer en elmercado laboral se ha visto acompaada por una redistribu-cin equitativa del trabajo domstico. La reciente Encuesta deSalud de Barcelona [26] ilustra esta afirmacin. Entre los tra-bajadores y trabajadoras de 25 a 64 aos, casados o que vi-ven en pareja, la dedicacin media semanal al trabajo do-mstico en mujeres es de 20,1 horas (D.E.=10,9), ms del do-ble que en los hombres (media=8,0; D.E.=7,7). Adems,mientras en los hombres no existen diferencias segn la cla-se social, las mujeres de clases ms desfavorecidas son lasque trabajan ms horas en casa. Si las de clase I, las ms pri-vilegiadas, dedican al trabajo domstico una media de 17,1

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    Luca Artazcoz

    43,660,2

    48,938,739,2

    49,147,2

    35,741

    54,149,4

    53,358,356,5

    54,2

    0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100

    BlgicaDinamarcaAlemaniaGreciaEspaaFranciaIrlandaItalia

    LuxemburgoPases Bajos

    AustriaPortugalFinlandiaSuecia

    Reino Unido

    Figura 1. Tasa de actividad en mujeres de la Unin Europea en el ao

    2000 (en porcentajes).

    FUENTE: MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES: Anuario de estadsticas laborales y deasuntos sociales 2000.

  • horas semanales (D.E.=10,0), la media en las de clase V es de26,0 (D.E.=13,0).

    Adems de la corresponsabilidad en el trabajo del hogar,otras estrategias para la conciliacin de la vida laboral y familiarson el trabajo a tiempo parcial o la utilizacin de recursos co-munitarios para el cuidado del hogar, como las guarderas, losservicios de atencin domiciliaria o las residencias de ancianos.

    Como se observa en la figura 2, Espaa es uno de los pa-ses con menor proporcin de mujeres trabajando a tiempo par-cial [27]. Aunque esta modalidad de empleo se considera a me-nudo una de las soluciones ms efectivas a corto plazo paracombinar el trabajo domstico y el remunerado, en la medidaen que contina siendo una alternativa casi exclusiva para lasmujeres, a medio y largo plazo tiene otros efectos no deseados,

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    Figura 2. Empleo a tiempo parcial en la Unin Europea en mujeres en el

    ao 2000 (en porcentajes).

    FUENTE: MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES: Anuario de estadsticas laborales y deasuntos sociales 2000.

    BlgicaDinamarcaAlemaniaGreciaEspaaFranciaIrlandaItalia

    LuxemburgoPases Bajos

    AustriaPortugalFinlandiaSuecia

    Reino Unido

    %

    34,435,137,9

    7,917,2

    3130,4

    17,425,4

    70,633

    16,416,8

    35,144,4

    0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100

  • como la limitacin de la carrera profesional, la reduccin de lacuanta de las pensiones de jubilacin, calculada segn la basede cotizacin a la Seguridad Social, o la disminucin de la pre-sencia de las mujeres en la vida pblica y por tanto en los m-bitos de toma de decisiones, lo que se traduce en que sus ne-cesidades y puntos de vista continan ausentes en los mbitosde decisin polticos y econmicos. Adems se han documen-tado peores condiciones de trabajo en los empleos a tiempoparcial [28].

    Los recursos comunitarios para la atencin infantil varanmucho entre los diferentes pases europeos, lo que depende,entre otras razones, de las creencias de la sociedad sobre laconveniencia de que en los primeros aos de vida de las criatu-ras sea la madre la encargada de atenderlas, cosa que se asociacon la idea de que las madres con hijos o hijas pequeos no de-beran trabajar fuera de casa. Este punto de vista incluso podraconvertirse en un incentivo para el desarrollo de programas deexcedencias parentales [29]. Como se aprecia en la Tabla 1, lospases con mayor cobertura en la educacin preescolar sonFrancia, Blgica y la antigua Alemania oriental. No obstante, Di-namarca y Suecia estn ms avanzados en la atencin a la pri-mera infancia.

    En Espaa, los ndices de escolarizacin para nios y niasde 3 a 6 aos son aceptables en trminos comparativos, pero laoferta para los menores de esa edad, los que mayor carga detrabajo suponen, es muy escasa. Y es que en nuestro pas laspolticas de desarrollo de la educacin infantil no se han conce-bido para que los padres (fundamentalmente las madres) pue-dan compaginar las responsabilidades profesionales y familia-res en el marco de las polticas de igualdad de oportunidadespara las mujeres.

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  • El perodo de 0 a 6 aos de edad est comprendido dentrodel mbito del sistema educativo, tiene carcter voluntario y sedivide en dos ciclos: el primero, hasta los tres aos de edad, y elsegundo hasta los 6, edad en que comienza la educacin obli-gatoria. As, mientras las tasas de escolarizacin en centros p-blicos para nios y nias de 4 a 5 aos son bastante elevadas,el nmero de plazas para menores de tres aos es muy reduci-do ya que el Ministerio de Educacin no gestiona centros paranios de esta edad. Esto significa que la provisin de estos cen-tros se deja en manos de las Autonomas, de los ayuntamientoso de la iniciativa privada, y que se trata generalmente de servi-

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    Tabla 1. Cobertura de los servicios pblicos de atencin Infantil (%).

    Europa 1990-94.

    Hasta 3 aos De 3 a 6 aosAlemania occidental 2 78Alemania oriental 50 100Austria 3 75Blgica 30 95Dinamarca 48 82Espaa 2 84Finlandia 21 53Francia 23 99Grecia 3 70Holanda 8 71Irlanda 2 55Italia 6 91Portugal 12 48Reino Unido 2 60Suecia 33 72

    FUENTE: FLAQUER, Llus: Les poltiques familiars en una perspectiva comparada. Barcelona:Fundaci la Caixa, 2000.

  • 198 Documentacin Social 127 (2002)

    Luca Artazcoz

    cios de pago en contraste con las ofertas en centros educativospblicos [29].

    El escaso desarrollo de centros pblicos para la atencinde nios y nias de 0 a 3 aos se explica por razones polti-cas, pero tambin por la falta de demanda debida a dos ra-zones: 1) las elevadas tasas de paro de la poblacin femeni-na joven, que hace que muchas madres no necesiten estosservicios, y 2) la existencia de un gran nmero de abuelas queviven cerca del domicilio de sus hijas o nueras y cuidan lascriaturas mientras las madres trabajan fuera de casa. Esta si-tuacin podra cambiar si mejora la situacin del mercado la-boral para las mujeres, por lo que tanto madres como abue-las en edad de trabajar podran entrar en el mercado de tra-bajo [29].

    Finalmente, el crecimiento de la poblacin mayor de 65 aossupone un nuevo reto. Si en 1960 los mayores de 65 aos re-presentaban en Espaa el 8% de la poblacin, en 1994, con el15%, la proporcin casi se haba duplicado. Aunque algunospases perciben el cuidado de los ancianos como una respon-sabilidad central del Estado, otros, como Espaa, Italia o Portu-gal, sitan esta obligacin en la familia, lo que finalmente signi-fica en una mujer del ncleo familiar. As se explica que Espaasea uno de los pases europeos con menos servicios para losmayores de 65 aos (Tabla 2) [29].

    En un contexto en que la mujer espaola se incorpora deforma decidida al mercado laboral, los hombres continan sinasumir la corresponsabilidad en el cuidado del hogar, el traba-jo remunerado es habitualmente a tiempo completo, la pobla-cin anciana crece y los recursos comunitarios para el cuidadode la familia son escasos, surge la preocupacin por el posibleefecto de la sobrecarga de trabajo y la dificultad para conciliar

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    las responsabilidades familiares y laborales en la salud de lastrabajadoras.

    En Espaa datos recientes ponen en evidencia las desigual-dades de gnero en salud relacionadas con la asimetra en ladistribucin de las responsabilidades de casa. Un estudio sobreuna muestra representativa de la poblacin catalana que debecombinar vida laboral y familiar casados o que viven en pare-ja ilustraba este hecho, as como la interaccin entre el gne-ro, las exigencias familiares y la clase social. Mientras en hom-bres y en mujeres de las clases sociales ms pudientes no se en-contraba asociacin entre el estado de salud y las exigencias fa-miliares medidas a travs del nmero de personas en el hogar,

    Tabla 2. Servicios de cuidado para ancianos en 13 pases de la UE

    (1985-91).

    % de mayores de 65 aos % de mayores de 65 aos en residencias de ancianos que reciben atencin domiciliaria

    Holanda 10 8Blgica 4 6Espaa 2 1Irlanda 5 3Gran Bretaa 5 9Italia 2 1Grecia 0,5 Portugal 2 1Francia 3 7Suecia 5 12Alemania 6 3Finlandia 7 10Dinamarca 6 20

    FUENTE: FLAQUER, Llus: Les poltiques familiars en una perspectiva comparada. Barcelona:Fundaci la Caixa, 2000.

  • 4en trabajadoras manuales el nmero de personas en el hogarse asociaba con un mayor riesgo de mal estado de salud perci-bido, de limitacin crnica de la actividad, de padecer algntrastorno crnico y de dormir seis horas o menos al da. Ade-ms, la convivencia con menores de 15 aos se asociaba conmenor prctica de ejercicio fsico en el tiempo libre [30]. Tambinen Euskadi se ha encontrado asociacin entre mal estado de sa-lud percibido y nmero de personas en el hogar en trabajado-ras manuales, pero no en hombres ni en trabajadoras ms cua-lificadas. Adems se ha descrito en poblacin ocupada el efec-to protector para la salud de las mujeres, pero no para la de loshombres, de disponer de una persona contratada para las ta-reas domsticas, independientemente de la edad y de la clasesocial [32].

    Estos resultados ponen en evidencia el importante papelque puede tener la reduccin de la carga de trabajo domsticopara mejorar la salud de las trabajadoras. En el contexto actualmientras tanto, las mujeres espaolas que deciden permaneceren el mercado laboral, con frecuencia tienen que renunciar a suvida familiar (Espaa era, junto con Italia, en 1993 el pas conmenor tasa de fecundidad y, tras Grecia, el que haba experi-mentado un mayor descenso en la dcada 1983-1993). Las mu-jeres de clases pudientes, cuando intentan conciliar la vida la-boral y familiar pueden costearse los recursos necesarios parahacerlo; las menos privilegiadas parece que financian la con-ciliacin con su salud.

    CONCLUSIN

    La investigacin sobre las desigualdades de gnero ensalud debe aumentar el esfuerzo para desarrollar modelos

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    tericos sensibles a las dimensiones estructurales de las re-laciones de gnero si realmente se pretende entender lacomplejidad de los patrones de gnero de salud y enferme-dad. El anlisis debera abordarse desde la interaccin entreel gnero, la situacin laboral, los roles familiares y la clasesocial.

    Desde el punto de vista de la accin, es necesario conti-nuar fomentando polticas de no discriminacin de las muje-res, pero tambin es urgente comenzar a intervenir sobre loque se entiende por la educacin en la masculinidad que ex-pone a los hombres a comportamientos de riesgo que derivanen enfermedades y muertes evitables. Cambios de esta natu-raleza, as como los relacionados con la distribucin del poderen el mbito familiar, no son fciles porque obligan a una pro-funda redefinicin de algunas de las reas ms ntimas del serhumano.

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