01. la creación - comentarios de teología emergentista

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01. La Creación. -01- El universo –o multiverso- en que vivimos es un proceso cósmico, una realidad dinámica que va deviniendo, evolucionando desde un “Principio” (Alfa) hasta un “Fin” (Omega). Todo cuanto existe es parte de ese proceso. No hay absolutamente nada permanente. Todas las cosas han sido “construidas”; incluso el espacio y el tiempo que antiguamente habían sido considerados como “marcos absolutos”. Todo es también material para futuras “construcciones”. Nada es definitivo ni acabado. Incluso las personas, somos pasajeras e inconclusas. Somos ínfimos y efímeros. Y somos parte del proceso; no realidades acabadas sino elementos para la construcción de las realidades futuras. En este proceso han ido apareciendo nuevas formas de la materia y de la vida, que pueden ordenarse en niveles de creciente organización, complejidad y conciencia. Aristóteles hablaba ya de una “escala de la naturaleza”, compuesta de “peldaños” de perfección creciente (o descendente, en sentido inverso); las concepciones

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El universo en que vivimos es un proceso cósmico. La naturaleza evolucionando, el mundo desarrollándose, SON la acción creadora del Espíritu de Dios.

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01. La Creación.

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El universo –o multiverso- en que vivimos es un proceso cósmico, una realidad dinámica que va deviniendo, evolucionando desde un “Principio” (Alfa) hasta un “Fin” (Omega). Todo cuanto existe es parte de ese proceso. No hay absolutamente nada permanente. Todas las cosas han sido “construidas”; incluso el espacio y el tiempo que antiguamente habían sido considerados como “marcos absolutos”. Todo es también material para futuras “construcciones”. Nada es definitivo ni acabado. Incluso las personas, somos pasajeras e inconclusas. Somos ínfimos y efímeros. Y somos parte del proceso; no realidades acabadas sino elementos para la construcción de las realidades futuras.

En este proceso han ido apareciendo nuevas formas de la materia y de la vida, que pueden ordenarse en niveles de creciente organización, complejidad y conciencia. Aristóteles hablaba ya de una “escala de la naturaleza”, compuesta de “peldaños” de perfección creciente (o descendente, en sentido inverso); las concepciones evolucionistas dieron un nuevo aspecto dinámico a esa “escala”, o “Gran Cadena del Ser” como se la llamó posteriormente.

Se ha concebido que el proceso cósmico discurre, mediante sus leyes naturales que incluyen el azar, la necesidad, y ciertas tendencias de autoorganización al menos, mediante la aparición sucesiva y progresiva de “niveles de emergencia”. La evolución provoca que “emerjan” organizaciones completamente nuevas de la materia, a partir de lo anteriormente existente. Por ejemplo, el caso más conspicuo es el de la emergencia de los seres vivos a partir de lo inanimado; el primer ser vivo que existió fue una radical novedad, una “emergencia” que inauguró un nuevo “nivel de existencia”: el de todos los seres vivos que siguieron emergiendo posteriormente. Así apareció el “nivel de emergencia” que constituye la Vida.

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Ha habido distintas concepciones emergentistas, tanto en lo referente a cuáles y cuántos han sido los niveles de emergencia, como respecto de la forma en que se producen esas emergencias. En esta investigación acerca de lo que es y cómo es este fenómeno de la “emergencia” han intervenido filósofos, científicos y teólogos, desde los años 20 del siglo XX hasta hoy. La “física de la complejidad”, y otras ramas de la ciencia actual, le han dado un realce y una actualidad enormes. http://galetel.webcindario.com/id33.htm

Los niveles de emergencia más evidentes son 4: Materia, Vida, Inteligencia y Espíritu, como los llamó William Temple (1881-1944) (teólogo, arzobispo anglicano y filósofo).Un libro relativamente reciente (2002): “La Emergencia de Todas las Cosas” (“The Emergence of Everything”) de Harold J. Morowitz, trata de 28 niveles de emergencia, que se descubren en la realidad pasada, presente y futura del proceso cósmico.Es un tema de candente discusión e investigación, científica y filosófica.

Bueno, todo esto es para explicar que, a mi juicio, la realidad se ordena en una especie de gigantesca “escala” o “cadena”, cada uno de cuyos “peldaños” o “eslabones” es un nuevo nivel de existencia. Los seres humanos formamos el nivel más alto (más reciente, más complejo) conocido hasta ahora (recordemos la “noosfera” de Teilhard), pero seguramente pueden ir surgiendo muchos niveles adicionales en el futuro. Pienso que puede concebirse un Nivel Último, una Novedad Última, una Emergencia Final, en que se alcanzará la trascendencia absoluta, la plenitud, más allá del tiempo y del espacio, más allá de la finitud y de la contingencia. ¿Cómo? ¿Cuándo? Ojalá lo supiera… sólo trato de imaginarlo. ¿Quizá dentro de miles de millones de años?

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He llegado a formarme una imagen metafórica de la relación entre Dios y el universo, que considero muy significativa. El universo es como una diminuta burbuja en el interior de Dios, que es como un océano infinito: el Todo.http://galetel.blogspot.com/2005/08/tres-visiones-metafricas-primera-visin.html

La burbuja se formó al “contraerse” o “retirarse” Dios en un punto, para dejar espacio al universo. Esa “contracción” se llama “tzimtzum” o “kenosis creadora”.

Inmediatamente después de la contracción, en el principio del universo, la burbuja estaba vacía. ¿Vacía de qué? –Pues de Dios, naturalmente. Entonces puede decirse que en el interior de la burbuja (no en el exterior) “Dios ya no es”.

Pero Dios hace, mediante su Espíritu, que ese vacío se vaya llenando; que esa nada vaya deviniendo hacia el Todo, restaurando el Todo que se había roto: esa restauración se llama “tikún” (o anaplerosis).

Es paulatina, y no inmediata, por benevolencia de Dios; para admitir la existencia provisional de todas las cosas y seres del universo, dotándolos de autonomía y libertad, al precio de admitir también con ello la imperfección, la limitación, el azar, y el mal.

Pero el Espíritu de Dios guía la restauración mediante sus “tendencias” providenciales, hacia su meta: Dios mismo otra vez en el sitio de la burbuja. Puede decirse entonces

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que, desde el punto de vista interno a la burbuja, Dios “será” al fin de los tiempos (escatología).

Pero en cierto sentido también Dios “es”, por la presencia de su Espíritu creador y redentor, que va creando el universo e impulsándolo hacia su fin, y redimiendo a las personas (conciencias) que aparecen durante el proceso de creación -¡mediante la “encarnación” del mismo Dios en una persona, su Hijo! (kenosis redentora)- para que las personas podamos participar también de ese Fin (salvación).

Por lo tanto, desde el interior de la burbuja -desde dentro del universo- se ve que Dios, sobre todo “será”, en el Fin (Omega), aunque “fue” en el Principio (Alfa) -cuando creó la burbuja-, y “es” en todo tiempo intermedio por la acción creadora, sustentadora y redentora de su Espíritu.

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Rechazo el concepto de “intervención de Dios” en el mundo o en la historia.Me suena a deísmo, duro o blando. Es deísmo puro y duro la consabida ideología que separa a Dios de la Naturaleza, y lo relega a ser únicamente un Agente creador o Motor inicial, necesario sólo en el origen del mundo, para “darle cuerda” y dictar las leyes que le permitirán seguir moviéndose “por sí mismo”.

Es deísmo blando el que necesita, además, de “intervenciones” adicionales de Dios, puntuales y ocasionales, especiales y extraordinarias, para que el mundo pueda seguir funcionando (como creía Newton), y/o para que aparezcan ciertos fenómenos inexplicables por las leyes naturales conocidas (como afirma p.ej. la teoría del Diseño Inteligente, o la doctrina creacionista oficial de la Iglesia), o que contradicen o suspenden dichas leyes (como se afirma en los “milagros” y otros sucesos anormales o paranormales).

En estas concepciones deístas, Dios es causa eficiente de primer o segundo grado, y actúa al modo de las causas eficientes, o mejor dicho, para utilizar un lenguaje más actual, al modo de los principios físicos descubiertos por la Ciencia en la naturaleza.

Una “intervención” así de Dios es una acción que irrumpe entre los principios físicos “normales” –que actuarían y persistirían “por sí mismos”- para modificarlos, suspenderlos, contradecirlos, o utilizarlos de manera anómala, violentando y violando el comportamiento habitual, inocente y racional de la Naturaleza.

En mi opinión, una “intervención” así por parte de Dios no existe ni puede existir. Si Dios fuera así no sería mi Dios; sería un “demiurgo” infinitamente más pequeño. Sería absurdo. Como acabó siéndolo también para los deístas históricos, que terminaron siendo ateos. Ser deísta es comenzar a ser ateo. Creer en esos “milagros”, en esa “magia”, es acabar negando todo “milagro” y toda “magia”.

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Pues el verdadero “milagro” y la verdadera “magia” no es exterior al mundo, ni a la naturaleza, sino INMANENTE.Paradojalmente, (como diría Chesterton) el milagro es habitual, la magia es cotidiana. Dios es a la vez absolutamente diferente de la naturaleza y está absolutamente presente en lo más íntimo de ella. Dios es trascendente e inmanente A LA VEZ.

TODO ocurre con y en Dios. La acción de Dios está en TODO. Pienso que el Espíritu de Dios es verdaderamente inmanente a la Naturaleza, es enteramente inseparable de ella, de manera que, aun reconociendo la acción de Dios, podemos decir que la Naturaleza experimenta el proceso creativo “por sí misma”.

Por eso, no puedo llamar nunca “intervención” a la acción creadora del Espíritu de Dios, como si fuera algo no-natural, extra-natural, sobre-natural. La naturaleza evolucionando, el mundo desarrollándose, SON la acción creadora del Espíritu de Dios. Una acción que –moderándose a sí misma para permitir ese proceso paulatino- admite provisionalmente la finitud y la imperfección, y por lo tanto la tragedia provisional del mal.

Creo en la presencia inmanente del Espíritu de Dios en todo lo creado. La acción creadora del Espíritu que impulsa el proceso cósmico en todos sus niveles, admitiendo la finitud y el azar, impartiendo las leyes y tendencias que guían, sin ahogar su autonomía, el desarrollo evolutivo del universo hacia su plenitud.

Que Dios actúe así, no sólo en el origen de las cosas sino en el interior de todas las cosas, impulsándolas, proporcionándoles las tendencias (las “propensiones”, de Peacocke) a todos los niveles (p.ej. las leyes físicas en el nivel físico; las tendencias éticas, estéticas y cognitivas en el nivel consciente humano, etc.) no me parece que sea incompatible con la opinión de un no-intervencionista.

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La acción de Dios en el mundo se realiza mediante su Espíritu, que tiene dos “momentos”: el Espíritu creador –que produce la Creación-, y el Espíritu redentor –que produce la Redención. El Espíritu creador crea el proceso cósmico, con un anonadamiento (kenosis), y una inmanencia que luego se desarrolla dinámicamente hacia la plenitud, es decir hacia la trascendencia. (Dicho esquemáticamente, desde la “nada” hacia el “Todo”: Dios). El Espíritu guía ese desarrollo “desde dentro”, dándole las “tendencias” indispensables para que progrese hacia su meta, pero sin querer determinar absolutamente cada evento, ya que eso ahogaría el proceso.

En física de la complejidad se dice que los sistemas actúan “en el borde del caos” (the edge of chaos), es decir en el margen de libertad que existe en la frontera entre el caos –la indeterminación total— y la determinación absoluta. Ambos extremos son trivialidades; sólo lo que ocurre en ese “borde” puede tener realmente interés. Por eso, la providencia del Espíritu creador quiere ser sólo una guía, una “sugerencia”, para que el Universo progrese “por sí mismo”; admite, pues, el azar; actúa como “unas gotas de providencia en un mar de azar y necesidad”. Esa providencia es suficiente para alcanzar su fin, es decir para progresar hacia la trascendencia, pero tiene inevitablemente que admitir la imperfección, las resistencias,

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las tendencias regresivas y destructivas “hacia la nada” en cada evento, que sin embargo va venciendo en el conjunto del proceso. Esa imperfección, vista por el individuo humano en el interior del proceso, causa el sentimiento del mal y el sufrimiento: un desajuste entre las ansias y los logros, que en el cuadro descrito parece inevitable, lo que es trágico para el individuo, pero pudiera considerarse sin importancia para el proceso global. ¿Tiene sentido que un mero individuo exija al Espíritu de Dios que ajuste su acción hasta eliminar o minimizar su sufrimiento? Esa exigencia parece ciertamente insensata y desmesurada. Parece más bien que el individuo debería aceptar que debe ser sacrificado en aras del proceso, en último término en aras de Dios (como Isaac). Dios habría creado el proceso por sí mismo, no para producir individuos felices.

Sin embargo, el Espíritu redentor viene a socorrer al individuo, a liberarlo de su sacrificio en el proceso cósmico (como el “ángel del Señor” detuvo el brazo de Abraham). Pero, puesto que el ser humano tiene conciencia y voluntad propias por esencia, esa liberación no puede ser impositiva, porque lo destruiría. Por eso, la acción del Espíritu redentor se efectúa respetando nuestra personalidad, preservando nuestra voluntad, dialogando con nosotros, llamándonos, convenciéndonos, seduciéndonos suavemente, de tú a tú. Esto lo lleva Dios hasta el extremo de hacerse hombre, individuo sufriente como nosotros (como el cordero que encontró Abraham para ser sacrificado), a fin de entablar con nosotros una relación solidaria. Otra –y mayor- “kenosis”, otro anonadamiento de Dios. Pero a la kenosis de Dios sigue necesariamente la restauración, la reparación, la “anaplerosis”: Salvará a los individuos haciéndolos parte suya en el final, en la trascendencia. Entonces habrá ajustado el “margen de libertad” del Universo, para hacer posible la felicidad humana.

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Para mí la Creación es un proceso creativo cósmico que SÍ TIENE SALIDA.

El proceso cósmico consiste en una serie “ascendente” de “emergencias”: apariciones sucesivas de niveles de realidad cada vez más complejos y novedosos, de los cuales los más conspicuos hasta ahora han sido la Vida, la Conciencia y la Conciencia Reflexiva. El ser humano es uno de esos “niveles de emergencia”, el que corresponde a la aparición de la conciencia reflexiva. Es el nivel más elevado hasta ahora.

Pero el ser humano no tiene por qué ser el último nivel, el más alto. Al contrario, me parece lógico que la naturaleza humana sea sólo un nivel intermedio. Después de un cierto tiempo -¿millones de años?- de desarrollo evolutivo, la naturaleza humana será seguramente superada por un nivel superior.

Y así seguirá creciendo la “Cadena del Ser”, trepando por la “Escala de la Naturaleza”, en una serie de peldaños en número para nosotros desconocido, hasta llegar a una Emergencia Final, una Novedad Última, que trascenderá al universo físico, más allá del Espacio y del Tiempo. Ésa será la “salida” del proceso creativo. Una salida que habrá conducido finalmente a Dios mismo, que es la Omega del Proceso, como fue también el Alfa.

Porque al principio (hablando ontológicamente) sólo era Dios, que era el Todo infinito. Pero decidió “contraerse” para dejar sitio a lo finito, y así comenzó el Proceso. Pues –por necesidad absoluta- el “vacío de Dios” tiene que restaurarse, tiene que llenarse para

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que Dios vuelva a ser Todo en “todas partes”. Por eso, el proceso cósmico sale de ese vacío creado por Dios (tzimtzum) para volver al mismo Dios. Todas las cosas, los humanos incluídos, somos sólo “chispas” de ese devenir, de ese “fuego” encendido por el Espíritu de Dios, que asciende desde el Alfa hasta la Omega, desde Dios-nada a Dios-todo.

¿Dónde nos situamos, en este cuadro, los individuos humanos, tan ínfimos y efímeros? Seríamos meros instantes intermedios, sin mayor importancia, si no fuera porque Dios, en su inmensa benevolencia, quiso ejecutar un plan de Redención complementario al de Creación, que nos rescata del interior del proceso para hacernos compartir esa Novedad Última, la Omega que lo trasciende.

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Por la “kenosis” (contracción, abajamiento, anonadamiento) de Dios Creador, existe el mundo con sus leyes autónomas, y el ser humano con su libertad, como parte de él. El mundo no está acabado, sino que evoluciona hacia su perfección, en medio de vicisitudes que implican terribles sufrimientos a nosotros los individuos. Por su “kenosis creadora”, Dios se ha hecho impotente para auxiliar milagrosamente a los individuos, porque eso sería invalidar las leyes de su creación y descalabrar todo el proceso. Pero, mediante su “kenosis redentora”, Dios ha acudido a auxiliarnos, solidarizándose con nuestras limitaciones y sufrimientos, para llevarnos consigo a TODOS a una nueva vida, una creación renovada, que compensará totalmente los sufrimientos anteriores. No hay amenaza de castigo eterno, como tan mal se ha entendido, sino promesa de salvación eterna para TODOS los que la acepten.

“Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la Creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La Creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la Creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar algo que se ve? Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia.”(Romanos 8, 18-25)

“La mujer, cuando da a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando el niño le ha nacido, ya no se acuerda del aprieto, por el gozo de haber traído un hombre al mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os podrá quitar vuestra alegría.”(Juan 16, 21-22)

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En nuestra cultura occidental, tanto la trascendencia como la inmanencia de Dios han sido reconocidas siempre, pero con distinto énfasis. Antes de la Modernidad, el énfasis estaba puesto enteramente en la trascendencia. Una trascendencia que se interpretaba como que Dios no sólo era “el totalmente Otro”, sino “el Apartado” del mundo en “otro mundo”, siendo su relación con este a base de intervenciones esporádicas y milagrosas: Una gran intervención inicial que habría “puesto en marcha” el mundo de determinada manera, y otras intervenciones puntuales secundarias posteriores que habrían ido modificando esta manera de funcionar arbitrariamente, “desde afuera”, desde Su trascendencia. Esto sería la “heteronomía” (gobierno desde afuera), opuesta a la “autonomía” (gobierno por sí mismo) del mundo

La “teonomía”, en cambio, significa que Dios es inmanente al mundo, que actúa “desde dentro”, estando presente en las propias leyes que lo gobiernan; actuando continuamente, sin intervenciones puntuales esporádicas u ocasionales, que serían innecesarias y contradictorias.

Lo que me hace recordar unas palabras del famoso físico Paul Davies (tomadas de su discurso en la Abadía de Westminster en 1995, con ocasión de recibir el premio Templeton). http://galetel.webcindario.com/id31.htm Para mí, el verdadero milagro de la naturaleza se encuentra en la ingeniosa e inquebrantable legalidad del cosmos, una legalidad que permite la emergencia del orden complejo a partir del caos, la emergencia de la vida de la materia inanimada, y la emergencia de la conciencia a partir de la vida, sin necesidad de ocasionales prodigios sobrenaturales; una legalidad que produce seres que no sólo son capaces de plantearse grandes preguntas sobre la existencia, sino que además, a través de la ciencia y otras formas de averiguación, están empezando a encontrar respuestas.

Y también, desde otro punto de vista, estas palabras del gran teólogo Jürgen Moltmann:Cuando la mirada se dirigía hacia la contingencia inicial del mundo, el teísmo se presentaba como la filosofía obvia; porque el teísmo distingue entre Dios y el mundo. Pero cuando estamos pensando en la evolución del cosmos y de la vida desde la contingencia de los eventos, el panteísmo dinámico parece mucho más plausible: la materia que se organiza a sí misma también se trasciende a sí misma y produce su propia evolución. Así que en este sentido es auto-creativa… Pero la doctrina trinitaria de la creación sugiere una interpretación pneumatológica. El Dios que está presente en el mundo y en cada parte de él, es el Espíritu creador.

No hay intervenciones milagrosas de Dios en el mundo, pero no porque Dios no exista, o porque no actúe sobre el mundo, sino porque Dios actúa desde dentro, inmanentemente, mediante su Espíritu presente en las tendencias que gobiernan –sin determinarlos rígidamente- los fenómenos de la materia y de la vida.

Pero este modo de actuar de Dios admite el azar, la indeterminación, pues quiere la libertad de sus creaturas, y por lo tanto permite inevitablemente el mal físico y el mal moral. Sólo provisionalmente, claro, porque se trata de un proceso hacia la plenitud en el mismo Dios.No hay duda de que el proceso, con la presencia íntima del Espíritu de Dios en sus propias tendencias, marcha hacia su perfección. Sin embargo, ¿puede este modo de actuar divino asegurar la plenitud de todas y cada una de sus criaturas conscientes?

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Al respecto, quiero citar estas palabras de Denis Edwards sobre las ideas de Moltmann:¿Es concebible –pregunta [Moltmann]- que el futuro de Dios para la creación, la salvación final de Dios, se alcance por la vía de la evolución u auto-trascendencia? La respuesta de Moltmann es ‘NO’, porque, dice él, la evolución ocurre en el tiempo y no conduce a la inmortalidad de las criaturas individuales. Su salvación sólo es concebible como un evento escatológico. Ve el movimiento escatológico de redención como ocurriendo a contrapelo de la evolución. La resurrección de los muertos, el rescate de las víctimas, y la búsqueda de los que estaban perdidos, procuran una redención del mundo que ninguna evolución puede nunca alcanzar. La salvación de Dios puede venir sólo escatológicamente, como ‘nueva creación’, el ‘traer de regreso a todas las cosas desde su pasado y recogerlas en el reino de la gloria’, el ‘resurgir de los muertos y de la naturaleza entera’.” (Denis Edwards en “El Dios de la Evolución”.)

Creo que en esto cualquier científico moderno estaría de acuerdo: “el resurgir de los muertos y de la naturaleza entera para participar de la salvación final” no es algo que esté inscrito en las leyes del proceso cósmico. Requiere de un modo de actuar especial de Dios, que, si bien no puede ser “intervencionista” no puede ser milagroso no puede ser “heterónomo” sino tiene que ser “teónomo”, no está en modo alguno incluido en las leyes del proceso evolutivo natural.

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¡Claro que el inmanentismo se parece al panteísmo! Por eso la Iglesia, con un trascendentalismo histórico contumaz, lo persiguió con tanta saña y recelo, sin darse cuenta de que –bien entendido- no es en absoluto contradictorio ni incompatible, sino indispensable, para su doctrina trinitaria y la cosmovisión correspondiente.

Diré cómo continúa la cita de Moltmann que puse anteriormente:¿Por qué, de hecho, parece el panteísmo una filosofía tan plausible a muchos teóricos evolucionistas, sea el panteísmo de la materia, la naturaleza o la vida? La razón no estriba meramente en el ansia de emancipación, en rebelión contra la Iglesia. Las razones son factuales, sustanciales. Cuando la mirada se dirigía hacia la contingencia inicial del mundo, el teísmo se presentaba como la filosofía obvia; porque el teísmo distingue entre Dios y el mundo. Pero cuando estamos pensando en la evolución del cosmos y de la vida desde la contingencia de los eventos, el panteísmo dinámico parece mucho más plausible: la materia que se organiza a sí misma también se trasciende a sí misma y produce su propia evolución. Así que en este sentido es auto-creativa. Este fenómeno ‘puede’ ciertamente ser interpretado con la ayuda de la teoría holística de Spinoza. ‘Natura est natura naturans’. Consecuentemente, ‘deus sive natura’. Pero la doctrina trinitaria de la creación sugiere una interpretación pneumatológica. El Dios que está presente en el mundo y en cada parte de él, es el Espíritu creador. No es meramente el espíritu de Dios quien está presente en el mundo en evolución; es más bien Dios-Espíritu, con sus energías increadas y creadoras.

Se ve que para Moltmann –y también para mí, modestamente- el panteísmo no es sino una interpretación extremada e incompleta del inmanentismo (en tanto que prescinde de la trascendencia); pero cuando se interpreta este inmanentismo desde la doctrina trinitaria cristiana viene a ser “pneumatología”, es decir teología del Espíritu Santo; o mejor, como dice Moltmann, de Dios-Espíritu.

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Y es que Dios, según la doctrina cristiana, no se nos manifiesta de una manera única. No es solamente trascendente –Otro- por haberse “contraído” o “retirado” kenóticamente dejándonos vacíos de Él. Sino que además, por su inmensa benevolencia amorosa, se hace presente en el interior de nuestro espacio –originalmente vacío- para ir llenándolo paulatinamente hasta que logre restaurar plenamente a “Dios todo en todo”. (A la ‘kenosis’ –anonadamiento— sigue necesariamente la ‘anaplerosis’ –restauración— para lograr la ‘apocatástasis’ –plenitud de Dios en todo).

Por eso descubrimos que Dios es inmanente al mundo (es Espíritu Santo) a la vez que trascendente (Padre). Es pues ubicuo y kenótico a la vez, aunque eso pueda parecer contradictorio. Pero es que en Dios “se concilian los contrarios”; en este caso para conseguir que el “totalmente Otro” esté también presente en “lo más íntimo de nuestra intimidad” y nos haga al fin partícipes de su Vida divina.

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Me pregunta Juan Luis “si la precariedad humana congénita (¡inevitable hasta para Dios, por la finitud de aquélla!) dispone, sólo por el concepto de creación, de la suficiente capacidad rehabilitadora (el concepto de creación continua implica la permanencia de la ‘vis creativa’) sin necesidad de más añadidos. Consideración que abarca a víctimas o no víctimas.”

Si por “creación” entendemos TODA acción de Dios –mediante su Espíritu- en sus creaturas, entonces estoy de acuerdo en que la creación (continua) posee “la suficiente capacidad rehabilitadora” de todas las víctimas. (Pienso que TODOS somos víctimas en algún grado, al menos en el grado más básico y “original” de participar de la precariedad de lo finito. Por supuesto, hay víctimas en grados particularmente impactantes, que hacen mucho más evidente la necesidad de su “plenificación”, por justicia; pero es una necesidad que tenemos TODOS.)

Pero si por “creación” entendemos el proceso evolutivo cósmico regido por las leyes naturales en todos sus niveles, entonces NO. (Estoy de acuerdo con Moltmann en esto.) La rehabilitación final de todas las víctimas (TODOS) implica, me parece a mí, una acción de Dios –mediante su Espíritu— diferente de la manifestada a través de las leyes naturales procesuales, aunque de ningún modo contrapuesta a ellas, para ejecutar la Redención que Dios dispuso desde el “principio”, “antes” incluso que su acto creador.

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Por supuesto que la acción creadora de Dios la concibo como obra de su Espíritu. En esto también sigo a Moltmann, no por su “autoridad” (a nadie sigo sólo por motivos de “autoridad”) sino porque me convence: “Mediante su Espíritu, el mismo Dios está presente en su creación. La creación entera es una fábrica urdida e impulsada por las capacidades del Espíritu. Mediante su Espíritu está Dios también presente en las propias estructuras de la materia… El Dios que está presente en el mundo y en cada parte de él, es el Espíritu creador”. (Moltmann, “Dios en la Creación”).

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También puedo citar opiniones de otros autores (no por “autoritarias”, sino por convincentes, al menos para mí) en este sentido; por ejemplo a Mons. Józef Zycinski, Arzobispo de Lublin:“La inmanencia de Dios en la naturaleza se expresa en el orden cósmico y la novedad evolutiva. Entre muchas formas físicas de manifestación de la inmanencia divina [es decir del Espíritu de Dios] debemos anotar en particular:1. La propia existencia de las leyes de la naturaleza en un mundo que de otro modo

sería un desorden sin ley;2. La emergencia de nuevos atributos que constituían el ámbito de las puras

posibilidades en estadios anteriores de la evolución del cosmos.”

Lo que quería yo decir antes, siguiendo a Moltmann, es que esa acción creadora del Espíritu de Dios no es suficiente para procurar “una redención del mundo que ninguna evolución puede nunca alcanzar. La salvación de Dios puede venir sólo escatológicamente, como ‘nueva creación’”.

Ello implica, me parece, una acción de Dios diferente de la manifestada a través de las leyes naturales procesuales: la acción redentora del (mismo) Espíritu creador. Acción redentora del Espíritu que no se contrapone ni interfiere en modo alguno con su acción creadora, sino que la completa. Siendo la acción creadora (ex-nihilo: desde la nada) la base indispensable de la acción redentora (ex-vétere: desde lo antiguo), aunque ésta sea “anterior” (ontológicamente) a aquélla en la intención de Dios.

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Según Vito Mancuso, en su libro “El alma y su destino”:“Los seres humanos son una parte del proceso de la energía primordial. Los seres humanos vienen de la naturaleza-physis, o aún más radicalmente hay que decir que los seres humanos vienen de la materia, no siendo la materia más que el primer producto fundamental de la energía. La energía ha producido en primer lugar la materia, y la materia, cuyo nombre deriva precisamente del latín mater, nos ha producido a nosotros mediante un larguísimo proceso evolutivo.

(…) si la vida ha surgido es porque viene de allí abajo, surge de abajo como fuente del trabajo cada vez más ordenado de la energía, que se convierte primero en materia-mater, luego en natura naturans, es decir, vida. Intuyendo esta realidad sorprendente, Teilhard de Chardin compuso uno de sus primeros escritos titulándolo ‘La potencia espiritual de la materia’ (…)

El proceso que la mente humana ha llamado evolución, queriendo señalar un crecimiento, un orden mayor, un aumento progresivo de la complejidad, ya no se puede explicar sólo sobre la base del paradigma clásico del darwinismo «mutación + selección natural».

(…) la casualidad con la que aparecen las mutaciones está dominada por una ley superior. Para el modelo evolucionista ortodoxo ésta consiste en la selección natural,

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pero al decir selección natural sólo se denomina el aspecto negativo de esta ley general que tiende al orden y a la complejidad creciente, de la cual hay que saber nombrar también el lado positivo, mucho más fundamental en su capacidad de crear relaciones y sistemas organizados.

(…) se puede y se debe volver a hablar de la finalidad de la naturaleza-physis, de una teleología inscrita en el ser natural, que coincida con el mismo presentarse del ser-energía, ya presente en ella desde siempre. El fin (en griego, telos) es intrínseco a la naturaleza-physis, como sabía Aristóteles que hablaba del cosmos como de una entelequia, de algo por tanto que tiene el telos en sí mismo, sin que necesitemos intervenciones sobrenaturales y milagrosas que lo introduzcan desde lo alto.

(…) es la misma naturaleza la que tiene en sí un principio de orden relacional que en la razón humana encuentra su zénit como «sabiduría solidaria»”

Me siento muy en línea con estas afirmaciones de Mancuso. Me parece que están precisamente en la línea del “emergentismo” que tanto he intentado comentar en otros hilos, de donde que extraigo los párrafos siguientes.

El emergentismo sostiene la emergencia de auténtica novedad en el proceso de desarrollo temporal; el surgimiento de lo superior a partir de lo inferior; en una verdadera creación.Con el emergentismo quedan superados tanto el dualismo materia-espíritu como el monismo, materialista o espiritualista.

Si reconocemos una capacidad intrínseca de la Naturaleza de producir novedades, una “potencia creadora” presente en el proceso evolutivo como cualidad intrínseca y no como agente externo, estamos en el fondo reconociendo la presencia y acción del Espíritu de Dios, de Dios inmanente. El proceso evolutivo cósmico se identifica así con la creación divina.

El ser humano no tiene por qué ser el último nivel, el más alto. Al contrario, parece lógico que sea sólo un nivel intermedio. Seguirá creciendo la “Cadena del Ser”, trepando por la “Escala de la Naturaleza”, en una serie de peldaños en número para nosotros desconocido, hasta llegar a una Emergencia Final, una Novedad Última, que trascenderá al universo físico, más allá del Espacio y del Tiempo. Ésa será la “salida” del proceso creativo. Una salida que habrá conducido finalmente a Dios mismo, que es la Omega del Proceso, como fue también su Alfa.

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DOS MUNDOS… PARA DOS DIOSES.

(Tomado del libro “La Gran Cadena del Ser”, de Arthur O. Lovejoy.La traducción, el título inicial, la selección de párrafos, y el título final, son míos.http://galetel.webcindario.com/id97.htm )

La consecuencia más notable de la persistente influencia del platonismo [de las concepciones que se manifestaron claramente por primera vez en la República y el Timeo de Platón, y fueron desarrolladas y sistematizadas por los neoplatónicos] fue que

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a lo largo de la mayor parte de su historia, la religión occidental, en sus formas más filosóficas, ha tenido dos Dioses (mientras que, en sus formas menos filosóficas, ha tenido más).

Los dos fueron, es verdad, identificados como un solo Ser con dos aspectos. Pero las ideas correspondientes a esos “aspectos” eran de dos maneras de ser antitéticas.Una era el Absoluto de lo ultramundano –autosuficiente, atemporal, ajeno a las categorías ordinarias del pensamiento y la experiencia humana, no necesitado de ningún mundo de seres inferiores para suplementar o realzar su propia perfección eterna auto-contenida.

El otro era un Dios enfáticamente no-autosuficiente ni, en ningún sentido filosófico, “absoluto”: cuya naturaleza esencial requería de la existencia de otros seres, y no sólo de una clase, sino de todas las clases de seres que pudieran tener lugar en la escala descendente de posibilidades de la realidad –un Dios cuyo principal atributo era la creatividad, cuya manifestación estaba en la diversidad de las criaturas y por lo tanto en el orden temporal y el múltiple espectáculo de los procesos de la naturaleza.

El recurso que, durante siglos, sirvió para enmascarar la incogruencia de estas dos concepciones, fue el simple aforismo de Platón en el Timeo, elaborado para ser el axioma fundamental del neoplatonismo –de que un ser “bueno” debe estar libre de “envidia”, de que lo más perfecto engendra necesariamente, o se derrama en, lo menos perfecto, y no puede “permanecer dentro de sí mismo”.

Este recurso, aunque sirvió a su propósito, no superó de hecho la contradicción de las dos ideas; pero su eficacia se vio incrementada por su aparente congruencia con una suposición acerca de la relación causal que, a pesar de ser gratuita, parece natural a la mente humana: que lo “inferior” debe derivarse de lo “superior”, que la causa debe ser, por lo menos, no inferior a sus efectos.

Con este dualismo teológico –ya que la idea de Dios se tomaba también como definición del bien supremo- ocurrió un dualismo de valores, uno ultramundano [other-worldly] (aunque a menudo sólo a medias), el otro intramundano [this-worldly].

(…)Pero con el fin del siglo dieciocho, y las primeras décadas del siglo diecinueve, estas concepciones de la teología y la metafísica tradicionales comenzaron a revertirse. Dios mismo fue “temporalizado” –fue, realmente, identificado con el proceso por el cual la creación entera asciende lenta y penosamente la escala de la posibilidad; o, si el nombre merece reservarse para la cumbre de la escala, Dios fue concebido como el final, no realizado todavía, del proceso.

(…)La nueva concepción aparece más avanzada, más destacada y clara, en el tratado Über das Wesen der menschlichen Freiheit (1809), de Friedrich Schelling.“¿Tiene la creación una meta final? Y si es así, ¿por qué no la ha alcanzado de una vez? ¿Por qué no se ha realizado la consumación al principio? Para estas preguntas sólo hay una respuesta: Porque Dios es Vida, y no meramente ser. Toda vida tiene un destino, y está sometida al sufrimiento y al devenir. A esto, pues, se ha sometido Dios por libre voluntad propia… El ser es sensible solamente en el devenir. En el ser como

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tal, es verdad, no hay devenir; en último término, más bien, se presenta como eternidad. Pero en la realización (del ser) a través de la oposición hay necesariamente un devenir. Sin la concepción de un Dios humanamente sufriente –una concepción común a todos los misterios y religiones espirituales del pasado- la historia se queda completamente ininteligible.”

(…)“El método correcto de la filosofía es ascendente, no descendente”; y su verdadero axioma es precisamente el opuesto al pseudo-axioma de que algo no puede “salir de la nada” ni lo superior ser “producido por” lo inferior:“Siempre y necesariamente, aquello de lo que procede el desarrollo es inferior a lo desarrollado; el primero eleva al segundo por encima de sí mismo, y se sujeta a él, en la medida en que sirve de materia, de órgano, de condición, para el desarrollo del otro.”

Es en esto –y ha sido notado demasiado poco por los historiadores—, en esta introducción de un evolucionismo radical en la metafísica y la teología, y en el intento de revisar hasta los principios de la lógica para armonizarlos con una concepción evolucionista de la realidad, en lo que consiste principalmente la significación histórica de Schelling. (…) La tesis de Schelling significó no sólo el descarte de un venerable y casi universalmente aceptado axioma de la teología racional y la metafísica, sino también la emergencia de un nuevo talante y carácter del sentimiento religioso.

(…)Así, al fin, el esquema platónico del universo fue girado de arriba a abajo. No sólo se convirtió la originalmente completa e inmutable Cadena del Ser en un Devenir, en el cual todas las posibilidades genuinas están, es verdad, destinadas a realizarse de grado en grado, pero sólo a través de un vasto y lento despliegue en el tiempo; sino que ahora Dios mismo ha sido colocado en, o identificado con, este Devenir.

HAY OTRO MUNDO, PERO ESTÁ EN ÉSTE (AL FINAL).

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-05-

Yo creo, y apuesto, que veré a mi madre el próximo año (vive lejos, y tiene 93 años). ¿Cómo lo demuestro? (Es importante para ir comprando ya el billete de viaje.) Cuando la vea, les mostraré una foto a quienes la pidan.

[Comentario por Ramón:]“Crean, crean, crean lo que quieran, den vueltas, oxigenen sus cerebros, pero de un punto nunca podrán pasar: Hay una línea divisoria: Dios es una creación de la mente humana, un pensamiento y punto. Nunca antes ni en el futuro dará Dios la más mínima prueba de su existencia, simplemente porque nació, vive y muere en la mente humana. Sólo existe para quien así lo cree. Galetel verá a su madre porque es un hecho físico conocido sobre el que está elucubrando y tiene datos anteriores que le permiten saber que la verá. No hay duda. Pero para Dios no hay hecho físico que lo sustente, solo una bonita y bien novelada literatura, muy extensa, eso si. Pero nada más que eso. Todo

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literatura. Relacionar la posibilidad de unas leyes en el universo o inteligencia, etc, con la idea de Dios, es una pura bobada. Pero está bien: El hombre necesita trascender y mientras sigamos con la inteligencia tan limitada que tenemos, pues que siga la idea de Dios. No hay nada mejor que llevarse a la cara.”

……

“Galetel verá a su madre porque es un hecho físico conocido sobre el que está elucubrando y tiene datos anteriores que le permiten saber que la verá. No hay duda.”

Confío y espero que así será, Ramón, pero no lo sé sin ninguna duda. Pueden pasar muchas cosas que me impidan verla. Pero creo que la veré, y apuesto a que sí.

También creo posible que esa señora de la que estoy hablando, que he conocido como mi madre, que me concibió, me dio a luz y me crió, no sea realmente mi madre. Todo es posible y de todo se puede dudar. Pero yo creo que es mi madre, y apuesto por ello. 

No sé bien por qué creo tan firmemente que ella es mi madre y que la veré. Quizá sea porque yo la quiero mucho y ella me quiere mucho; pero ése no es motivo, ¿verdad? Sin embargo, yo apuesto a que es y será así. Ya he comprado el billete.

……

“¡Claro que Galetel verá a su madre!, esperemos que llena de vigor y salud.”Gracias, Ramón, por su esperanza. ¡Y eso que no ha necesitado demostraciones de que va a ser posible! Pero lo entiendo: yo también lo siento así.

……

Para ser razonable, no es necesario ser un racionalista positivista. Se puede ser perfectamente razonable sin reducir todo al fisicismo, y sin pretender que todo esté demostrado matemáticamente antes de apostar por ello. Las facultades emotivas han de tenerse muy en cuenta, junto con las racionales, ambas conjuntamente y de forma moderada. El determinismo debe conjugarse con el indeterminismo básico de la naturaleza. Al hombre razonable le basta con que sus apreciaciones y predicciones sean plausibles para apostar en base a ellas, si no no podría vivir. En realidad, el hombre razonable sabe, desde hace ya tiempo, que la pretensión racionalista positivista no es razonable.

……

La física no puede explicarlo TODO, ni mucho menos. Creer lo contrario es una reducción inaceptable, no razonable, desechada hace tiempo. Lo que pasa es que, para el fisicista, TODO es fisico, aquí está su error.Dios sí es la explicación de TODO, incluido lo fisico, pero no en el mismo plano. Lo que explica la física en su plano, no elimina su explicación por Dios en otro plano. Y lo que no explica la física en su plano, lo explica Dios, pero en otro plano.HAY varios planos, esto no lo ve un reduccionista fisicista (o fisicalista). Por eso, un fisicista no es razonable, aunque sea muy racionalista. Pedir una demostración de Dios en el plano de la física, es un absurdo; lo que puede pedirse es una demostración de la

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física en el plano de Dios; pero, claro, esto no sería una demostración física sino metafísica.

……

Sus comentarios, María Amelia, evidencian la irrazonabilidad de los fisicistas a que yo me he referido. Con el grave defecto de recortar mis palabras acerca del “otro plano” de la explicación. Pero tienen en cambio la cualidad de sacar a colación el FUNDAMENTALISMO en la concepción de Dios, que comparten tanto los fisicistas como ciertos teístas (entre los que yo no me cuento). Por cierto, los fisicistas suelen pensar que todos los teístas son fundamentalistas, este es otro grave error.

Por supuesto, pienso que los teístas deben respetar la competencia de la física en el plano físico, y que el plano de la teología es otro. Pero no se trata aquí de la confusión de planos por parte de los teístas, sino por parte de los fisicistas (al pedir una demostración física de la existencia de Dios). No deben confundirse, ni los unos ni los otros.

……

La acción de Dios en el mundo, por su Espíritu inmanente, se ejerce EN las leyes físicas, sustentándolas, y EN las consciencias, inspirándolas. Pero esta acción NO interfiere con las leyes físicas, por eso es indetectable e indemostrable en términos de la física.Esta que acabo de hacer NO es una afirmación física, por eso no necesito justificarla en términos del fisicismo. En términos metafísicos, sí, pero eso no interesa en este debate.

……

Perico:Confirmas que eres un fisicista reduccionista, para quien cualquier hecho (no concepto) tiene que ser físico, es decir sometido a las leyes físicas, y detectable y explicable en términos de ellas. Pero no es así; hay HECHOS (acciones) que no están sometidos a las leyes físicas, sino que caen más allá de ellas, las trascienden, las sustentan, no interfieren con ellas. Repito que esta afirmación que acabo de hacer NO es física, por eso no necesito justificarla en términos del fisicismo. Sé que no puedes entenderlo, porque eres un fisicista; qué pena.

……

Es terrible que muchas personas hayan sido y sean agredidas por teístas y sus seguidores, en nombre de Dios. En mi opinión, la causa ha sido que se ha malentendido a Dios, debido a interpretaciones erróneas y a intereses espurios. Pero es comprensible que los directa o indirectamente afectados, estén profundamente resentidos y quieran eliminar esa nefasta concepción de Dios. El problema es que estos afectados no conocen la verdadera (al menos para mí) idea de Dios, y entonces su afán es proclamar que ‘Dios no existe’ en vez de ‘esa concepción de Dios es falsa’. Algunos teístas de otra índole les tratan de mostrar una concepción mucho más acertada, pero ellos están ofuscados, obstinados en mantener que ‘Dios no existe’, aunque esto no sea solución de los males de nadie.

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……

La esperanza humana en Dios no es un asunto de razón, pero no se opone necesariamente a la razón. En caso contrario, habría una contradicción entre la realidad que conoce la razón, y la condición humana que abriga esa esperanza. Una contradicción así implicaría que el ser humano es un error de la naturaleza, más bien que un elemento consecuente de ella. Partiendo de considerar razonable la coherencia de la naturaleza, la esperanza humana es una guía para comprender las capacidades de la realidad que están en proceso de desarrollo, y para apostar por ello (Bloch).La fe en Dios es el anticipo (proléptico) de la realización final (escatológica) de esa esperanza. En el caso de la fe cristiana, es más que ‘wishful thinking’, porque adhiere a una experiencia histórica que la confirma y garantiza.

……

Personalmente, no creo que los argumentos de Hoyle –que parecen ser los que suscribe Flew— sean apropiados para demostrar la existencia de Dios, ni siquiera para apoyarla. Pero como son interesantes y se discutirán aquí, pongo una cita de ellos a continuación:

“Una de las grandes sorpresas del juicio sobre creacionismo y ciencia de Arkansas, en diciembre de 1981, fue la aparición, como testigo clave contra la evolución darwiniana, de Chandra Wickramasinghe, un distinguido astrofísico del University College de Cardiff, Gales. Más sorprendente aún fue su revelación de que él y su más eminente colaborador, el astrónomo británico Sir Fred Hoyle, ambos ex incrédulos en lo concerniente a un dios creador de la vida, están ahora convencidos de que tal dios existe. Y no sólo eso, sino que la existencia de un creador se puede demostrar mediante la matemática, con una probabilidad mayor que 10exp40000 (1 seguido de 40.000 ceros) a 1.

Hoyle y Wickramasinghe han escrito un pintoresco libro sobre todo esto: "Evolution from Space" [Evolución desde el Espacio] (Simón and Schuster, 1982). En una conferencia dada en la Royal Institution en Londres, Hoyle hizo una sorprendente exposición de su revolucionaria nueva teoría. Ya promete despertar más antagonismo que la cosmología -ahora abandonada- del estado estable de Hoyle, un modelo del Universo que defendió vigorosamente hasta que las pruebas a favor de una Gran Explosión se hicieron abrumadoras.Hoyle y su amigo no niegan que la mayor parte de la vida sobre la Tierra, incluidos los seres humanos, evolucionó a partir de formas simples que aparecieron por primera vez en el planeta hace varios miles de millones de años. Lo que sostienen es que las leyes naturales no pueden explicar el origen de la vida y que la selección natural darviniana no puede explicar su desarrollo.

Su argumentación es una forma matemáticamente compleja de la antigua prueba de la existencia de Dios por el designio. Poned todas las partes de un reloj en un barril, reza una versión conocida, y podéis sacudir el barril hasta el día del juicio sin producir un reloj. La analogía favorita de Hoyle utiliza el cubo de Rubik: dad un cubo desordenado a una persona con los ojos vendados, dejad que haga una movida al azar en cada segundo, y necesitará cien veces más tiempo que la edad de la Tierra para ordenar el

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cubo. La vida depende de largas cadenas de aminoácidos, y cada eslabón es seleccionado entre veinte aminoácidos. Los cálculos demuestran, informó Hoyle, que las probabilidades de formar una cadena típica combinando aminoácidos al azar son casi las mismas que las de ordenar el cubo de Rubik por giros al azar.

La teoría evolucionista clásica dice: dadas las dimensiones de los mares primitivos de la Tierra y millones de años para que las moléculas den vueltas por esta «sopa orgánica», las cadenas de aminoácidos podrían formarse por puro azar solamente. De ningún modo, dice Hoyle. Aunque usted suponga que todo el espacio es una sopa orgánica, el Universo es aún demasiado joven para hacer probable que las necesarias cadenas de aminoácidos pudiesen haberse formado mediante una mezcla ciega. Además, las mutaciones al azar no pueden explicar en modo alguno la rapidez con que surgieron nuevas especies después de comenzar la vida sobre la Tierra.”

(Del libro  "Orden y Sorpresa" (1983), de Martin Gardner)http://galetel.webcindario.com/id79.htm

……

Gran parte de la teología cristiana-católica actual tiene una concepción de Dios creador perfectamente compatible con una cierta forma de evolucionismo, aunque en un plano distinto, obviamente. Esta cita que pongo a continuación -de un prestigioso teólogo español ya fallecido- da idea de ello.

(Juan Luis Ruiz de la Peña, “Teología de la Creación”, págs. 120-121):“Dios opera desde dentro de la causalidad creada informándola, potenciándola, para hacer factible que ella misma traspase su límite. La acción divina no interrumpe la secuencia de las causas intramundanas, no se intercala en la cadena como un eslabón más; de hacerlo así, Dios se degradaría, pasando a ser él mismo una causa intramundana entre otras. La acción de Dios no es perceptible fenomenológicamente, no puede serlo; Dios no es una causa junto a otras en una serie homogénea. Sin embargo, la suya es una causalidad hasta tal punto efectiva que es ella la que posibilita el proceso de plusdevenir de lo real, que de otra manera resultaría inexplicado, a falta de razón suficiente.En esta interpretación de la causalidad creativa de Dios, las ideas de causa eficiente y causa final se acercan hasta coincidir prácticamente. En efecto, el Dios creador no es sólo el que está en el origen de la criatura (causa eficiente); es además el que ‘tira’ de la creación hacia adelante, el que la ‘atrae’ o la ‘mueve’ (causa final) al suscitar en ella una incesante dinámica de autotrascendimiento. Que Dios sea creador significa, pues, que: a) da a la criatura el ser; b) introyecta en la criatura una pulsión hacia el ser-más.La cosmovisión subyacente a esta noción de creación es la propugnada por el evolucionismo emergentista”.

……

(Stuart Kauffman, “At home in the universe”, chapter 2, p. 45):

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“The problem, I believe, is that Hoyle, Wickramasinghe, and many others have failed to appreciate the power of self-organization. It is not necessary that a specific set of 2,000 enzymes be assembled, one by one, to carry out a specific set of reactions. As we shall see in Chapter 3, there are compelling reasons to believe that whenever a collection of chemicals contains enough different kinds of molecules, a metabolism will crystallize from the broth. If this argument is correct, metabolic networks need not be built one component at a time; they can spring full-grown from a primordial soup. Order for free, I call it. If I am right, the motto of life is not We the improbable, but We the expected.”

……

[Comentario por J.P.]:Bueno, hay información en la red sobre/de ambos, Schroeder y Kauffman:Schroeder:http://www.geraldschroeder.com/ScientificMyths.aspx Kauffman:http://home.wxs.nl/~gkorthof/kortho32.htm http://bit.ly/XyhLbp

Gracias por los enlaces, J.P.

Destaco los párrafos siguientes tomados del tercer enlace, por Javier Monserrat:“¿Cómo entender la obra de Kauffman? ¿Qué causas propone para explicar la emergencia de sistemas biológicos complejos? ¿Hay irreductibilidad entre los distintos niveles emergentes? ¿En qué sentido podemos hablar de novedades emergentes? ¿Qué relación tienen con lo sistémico y la complejidad? La posición de Kauffman es anti-reduccionista; lo real no puede surgir por mera evolución de sistemas lineales. Para Kauffman la emergencia de la novedad surge de la continuidad y de la interacción sistémica de la materia. Nuevos sistemas producen nuevas formas de realidad. En este sentido la obra de Kauffman se situaría dentro de las líneas tradicionales de la teoría emergentista. (…) En resumidas cuentas, concluye Kauffman, muchos, pero no todos los físicos, están abandonando la suficiencia del sólo reduccionismo como principio científico para explicar las propiedades del mundo. En su lugar una nueva visión científica del mundo está naciendo precisamente ante nuestra mirada: el emergentismo. (…) Este emergentismo “sacral” ante una naturaleza que sorprendentemente apunta hacia arriba y que exige criterios explicativos superiores que surgen de la misma creatividad evolutiva del universo, muestra la creciente tendencia a dar carta de ciudadanía estable a los intentos por la superación del reduccionismo. Kauffman no llega desde esa naturaleza sacral a la hipótesis del Dios trascendente de las tradiciones religiosas. Pero el teísmo moderno se encuentra mucho más a gusto con la sacralidad “atea” de Kauffman que con el robotismo reduccionista del “antiguo régimen” de la ciencia. El teísmo no es sino la apertura al último nivel superior que explica el origen ontológico de la vida, de la sensibilidad y de la conciencia, en el universo físico.” 

……

Efectivamente, lo que actualmente entendemos por ‘Ciencia’, necesitó de las creencias cristianas para nacer y desarrollarse, pues estas aportaron una visión desencantada de la naturaleza y una concepción de desarrollo no-cíclico. Por eso la Ciencia surgió y prosperó en ambientes cristianos, y la mayoría de los científicos han sido cristianos, o al

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menos de cultura cristiana. Pero, una vez que está en marcha, conviene dejar la Ciencia a los científicos, sean o no creyentes.

Pero no hay que preocuparse, el cristianismo ilustrado, en gran parte gracias a la Ciencia, seguirá iluminando al progreso científico, y viceversa, en un diálogo respetuoso de sus ámbitos respectivos, pero estrecho y abierto. Ojalá que los sectores ilustrados de uno y otro campo, que no son disjuntos, colaboren entre sí en vez de enfrentarse.

Uno de los principales requisitos es desechar el fundamentalismo, AMBOS sectores.

……………………………………………

[Antony Flew:] “El recurso a la libertad humana no exime al Creador de su responsabilidad por los manifiestos defectos de la creación”.

Este me parece un muy buen punto de partida. Desde aquí hay que llegar a la conclusión de que no se trata sólo de la libertad humana, sino de la autonomía de la naturaleza en general. Que son las leyes físicas las que, actuando con autonomía, y no siendo completamente deterministas, son las causas de que, junto a lo que los seres humanos juzgamos como aciertos o bienes, se produzcan inevitablemente lo que juzgamos como desaciertos o males. La posibilidad del bien va acompañada de la posibilidad del mal, tanto en lo que se refiere a la libertad humana (bienes y males morales) como en lo que se refiere a los hechos de la naturaleza (bienes y males físicos) valorados desde el punto de vista de la conciencia humana.

Entonces, si hay un Dios “detrás” de las leyes físicas, Dios es responsable tanto de los bienes como de los males, pero sólo indirectamente, porque Dios sustenta las leyes físicas otorgándoles autonomía (de otra manera el mundo sería una trivialidad sin interés para Dios ni para nadie), y eso conlleva inevitablemente la posibilidad (no la necesidad) de males, físicos y morales (a juicio de la conciencia humana).Dios NO sería el responsable directo de la concreción efectiva de la posibilidad del mal, pero sí indirecto, al haber tenido que admitirla junto con la posibilidad del bien. No habría realmente motivo para exigir a Dios que asumiera su responsabilidad indirecta, pero, para aceptar un Dios creador personal existente y bueno, es necesario concebirlo como asumiendo “en carne propia” su responsabilidad, aun indirecta, y esto lleva lejos del deísmo, hacia el Dios Redentor del teísmo cristiano. Si hay alguna forma de comprobar esta redención, entonces es razonable creer que Dios, redentor y creador, existe y es bueno, a pesar de la existencia (inevitable y provisional) del mal físico y moral.

Desgraciadamente, parece que Flew tomó otro derrotero, que lo condujo al deísmo o al DI (que es lo mismo).

……

No dejemos que nuestra ansia por conocer el ‘cómo’ ahogue nuestro anhelo de saber el ‘por qué’ y el ‘para qué’. En caso contrario, nos resignaríamos a ser un error de la naturaleza. Para los humanos, no puede bastar el ‘cómo’; TIENE que haber un ‘por qué’ y un ‘para qué’. Y si la naturaleza ha producido humanos, por algo será, ¿no?

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Cuando se dice que algo es “porque sí” y “para sí”, se ha llegado al final de la explicación. ¿Pueden ser las “leyes naturales” (el ‘cómo’) el final de la explicación? –No creo. El ‘cómo’ NO es el ‘por qué’ ni el ‘para qué’. No puede serlo, me parece a mí. Claro que yo soy humano. Una persona tiende a pensar que el ‘por qué’ y el ‘para qué’ tienen que ser una Persona; que sólo una Persona –y no unas simples leyes que explican el ‘cómo’— puede ser ‘porque sí’ y ‘para sí’. ¿Me equivoco?

(El famoso físico Paul Davies, en la Introducción de su libro “La mente de Dios”):« Siempre he querido creer que la ciencia puede explicarlo todo, al menos en principio. Muchos no-científicos negarían tal afirmación resueltamente. Muchas religiones exigen creer en al menos algún evento sobrenatural, los cuales son por definición imposibles de reconciliar con la ciencia. Yo prefiero personalmente no creer en eventos sobrenaturales. Aunque obviamente no puedo probar que ellos nunca pasen, no veo razón para suponer que sí ocurren. Mi inclinación es asumir que las leyes de la naturaleza son obedecidas siempre. Pero aún si uno deja de lado los eventos sobrenaturales, no está claro que la ciencia pueda en principio explicarlo todo en el universo físico. Permanece aquel viejo problema sobre el fin de la cadena de explicaciones. No importa cuan exitosas nuestras explicaciones científicas puedan ser, siempre parten de ciertas suposiciones iniciales que se asumen. Por ejemplo, una explicación de algún fenómeno en términos físicos, presupone la validez de las leyes de la física, que son tomadas como dadas. Pero uno podría preguntarse de donde vinieron esas leyes en primer lugar. Uno podría aún cuestionarse el origen de la lógica sobre la que todo el razonamiento científico está fundado. Tarde o temprano tendremos que aceptar algo como dado, sea Dios, la lógica, o un conjunto de leyes, u otro cimiento para la existencia. Por lo tanto las preguntas “últimas” siempre yacerán más allá del alcance de la ciencia empírica tal como ésta es usualmente definida. »

¿Cómo? –Según unas leyes.¿Por qué y para qué? –Por y para una Persona.¿Por qué y para qué esta Persona? –Porque sí y para sí.FIN. 

Esta es la explicación que satisface a las personas.

……

(Paul Davies, en “La mente de Dios”):« “Es la combinación de contingencia e inteligibilidad,” escribe el filósofo Ian Barbour, “la que nos incita a la búsqueda de nuevas e inesperadas formas de orden racional.” Barbour señala que la contingencia del mundo es cuádruple. Primero, las leyes de la física mismas parecen ser contingentes. Segundo, las condiciones cosmológicas iniciales podrían haber sido de otra manera. Tercero, sabemos de la mecánica cuántica que “Dios juega a los dados” – por ejemplo, hay un elemento fundamentalmente estadístico en la naturaleza. Finalmente, está el hecho que el universo existe. Después de todo, no importa cuan abarcativas nuestras teorías del universo puedan ser, no hay obligación para que el mundo instancie esas teorías. Este último punto ha sido vívidamente expresado por Stephen Hawking: “¿Por qué el mundo se ha tomado toda esta molestia para existir?”, pregunta. “¿Qué es eso que respira fuego en las ecuaciones y crea un universo para que ellas lo describan?”

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(…)Científicamente, la teoría de los múltiples universos es insatisfactoria porque no podría ser nunca falsada: ¿Qué descubrimientos podrían conducir a un partidario de esta teoría a cambiar su pensamiento?¿Qué podría Ud. decir para convencer a alguien que niega la existencia de esos otros mundos? Peor aún, Ud. podría utilizar los múltiples mundos para explicar cualquier cosa. La ciencia se tornaría redundante. Las reglas de la naturaleza no necesitarían más investigación, porque ellas podrían ser simplemente explicadas como el efecto de una selección, necesario para mantenernos vivos y observando. Más aún, hay algo filosóficamente insatisfactorio sobre estos universos que pasan inadvertidos. Parafraseando a Penrose, ¿qué quiere decir que existe algo que nunca podrá ser observado? »

¿Qué diferencia a lo REAL de lo meramente POSIBLE? ¿Múltiples mundos son POSIBLES según las ecuaciones que describen a las leyes naturales, pero qué hace que un mundo de esos sea además REAL?No hay duda de que las leyes físicas expresadas según el llamado “Modelo estándar” admiten muchísimos universos posibles. Pero ¿cómo podemos saber que esos “multiversos” son reales, siquiera en principio? ¿Cuál es la diferencia entre que un universo sea sólo posible-según-el-modelo-estándar y que sea real? Si se trata de que podamos experimentarlo de algún modo, entonces sólo podemos afirmar de uno de ellos que sea real: el nuestro. El “principio antrópico” no se aplica a la ‘posibilidad’ de nuestro universo, sino a su ‘realidad’. La teoría de los “multiversos” es una manera aceptable de rehuir el principio antrópico sólo si puede demostrarse que todos esos multiversos son efectivamente reales, no únicamente posibles.

……

El dios que es Dios, no es relojero ni titiritero. A Dios no le puede interesar una Creación completamente determinada por su voluntad, pero sí le interesa insinuar su voluntad para que sea libremente aceptada, por el bien de la propia criatura.

En física de la complejidad se dice que los sistemas complejos actúan “en el borde del caos” (on the edge of chaos), es decir, en el margen de libertad que existe en la frontera entre el caos de la indeterminación total, y la determinación absoluta. Ambos extremos son trivialidades; sólo lo que ocurre en ese “borde” puede tener realmente interés.

Por eso, la acción del Espíritu creador quiere ser sólo una guía, una “sugerencia”, un “susurro”, para que el proceso de creación discurra “por sí mismo” hacia la trascendencia. Así sustenta las propensiones o tendencias, en cada nivel de emergencia, que constituyen las “leyes” que descubre (aproximadamente) la consciencia.

Susurro = Exhalación = Ruah

Top-down, downward causation.

……

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Las luchas entre ateístas y deístas son fruto del fundamentalismo literalista de unos y otros, respecto de Dios, que les hace negar y afirmar, respectivamente, el mismo error. Pero negar un error no es todavía acertar en la verdad.Sólo un teísmo no-fundamentalista puede ser capaz de colocar las cosas (la Teología y la Ciencia) en su sitio, para acertar en la verdad.

……

Quizá el derrotero correcto sea este:Teísmo fundamentalista => deísmo ilustrado => ateísmo => deísmo postilustrado => teísmo no-fundamentalista.Y no me refiero al derrotero de una persona en particular, ni al de la sociedad en su conjunto, sino al del pensamiento lúcido en general.Como se advierte fácilmente, no se trata de un círculo cerrado (y vicioso) sino de una espiral abierta (y virtuosa).Tal vez Flew siguió la tercera flecha; debería haber continuado por la cuarta.

……

Hombre, Manue. Al decir yo “las cosas (la Teología y la Ciencia) en su sitio”, me refería a cada una en el sitio que le corresponde, sin interferirse, pero sin oponerse, dialogantes. Y, claro, me refería a la teología no-fundamentalista, en la cual –a mi parecer— es poco aceptable que quepa una “demonología” como la que Vd. menciona. Ahí está la cosa; en entender lo que es y de lo que trata un teísmo no-fundamentalista; pero parece que Vd. está atascado en la segunda flecha, o sigue las flechas a contramano; entonces no entiende de lo que apunta la cuarta flecha. Hablo según mi punto de vista, naturalmente.

……

Tienes toda la razón, Sofía. “Sobreexpuestos que necesitan desteterización”. De la “tetera de porcelana” que decía Russell. Precisamente eso es el teísmo fundamentalista al que muchos han sido “sobreexpuestos”, y eso los ha conducido por el derrotero que lleva al ateísmo. Pero hay esperanza de que una “vitaminización” adecuada los cure, tanto de los virus fundamentalistas que persisten como de su hipocondría inducida, y puedan restablecerse para continuar por sí mismos el derrotero, en la dirección lúcida que lleva al teísmo no-fundamentalista. Parte de este derrotero es el que emprendió Flew, pero no lo acabó antes de su muerte. Ojalá otros consigan acabarlo.

El dilema, Sofía, es si el paso desde el ateísmo al teísmo no-fundamentalista puede hacerse de un salto, sin pasar por el deísmo postilustrado (de Flew y otros). Quizá una “vitaminización” enérgica adecuada consiga hacerlo; yo pienso que la vitamina apropiada debería incidir en la necesidad de redención, más que en la necesidad de creación; o sea, ser vitamina “R” más que vitamina “C”. Retomando el derrotero desde el punto en que Flew se extravió, por culpa del teísmo fundamentalista al que estuvo sobreexpuesto en su juventud. Ya ves la necesidad que hay de esa vitamina "R" no-fundamentalista tan eficaz.

……

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“Si Dios existe y es bueno… Dios es Jesús.” (No lo tergiverse, por favor.) Vitamina “R”.

……

[Viances:] “que la religión esté basada en hechos ciertos”.

Mi religión está basada en un hecho plausible: “Jesús existió y fue así y asá”.Y en un hecho fiable: “Testimonios de que Jesús fue el representante pleno de Dios”.Y en una apuesta: “Dios es Jesús, para mi bien y el de todos”.Entonces se sigue la conclusión: “Dios existe y es bueno”.

Como ven, no se basa en hechos ciertos; se basa en hechos plausibles y fiables, y es una APUESTA personal que lleva a una conclusión lógica, admisible y confortable.

Vitamina “R”, para curar que creamos que Dios no exista o sea malo, con las perniciosas consecuencias.Es mucho mejor que la vitamina "C" que sólo lleva al deísmo postilustrado del DI o de Flew.

……

En mi opinión, Viances, enamorarse nunca puede ser un hecho cierto en el sentido de absolutamente seguro; pero siempre es un hecho plausible, en el sentido de ser una apuesta digna de aplauso.

Unos dicen que el amor es ciego; otros decimos que sólo se ve bien con el amor, con cierta clase de amor.

……

Esa frase publicitaria atea de Dawkins: “Probablemente Dios no exista. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”, sería como decir a Viances: “Probablemente tu mujer no te ame. Deja de preocuparte y disfruta de la vida.” ¿Cómo reaccionaría Viances? –Depende de cómo vea él a su mujer, claro. Si la ve como yo creo (y como yo a mi mujer y a Dios, mutatis mutandis), no creo que le guste mucho la frase (ni a mí tampoco). Es lo que tiene el teísmo no-fundamentalista; que las frases pensadas contra el teísmo fundamentalista, no se le aplican.

-06-

No se puede empezar a contar una historia por su desenlace, por más que este desenlace haya estado desde el principio en la mente del narrador.

Creo que Dios ha querido desde el principio la felicidad de todos y cada uno de nosotros, los individuos de su Creación, y que para eso precisamente nos ha creado. No

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sólo como medios. Creo firmemente que a Dios “le importa cada individuo humano”, (como escribe Roger Lenaers en su libro “Otro Cristianismo es posible”).

Pero creo, a la vez, que Dios quiso que su creación fuera autónoma, y que sus creaturas fuesen libres. Para eso debió permitir el azar, la indeterminación, la conciencia y la voluntad personal, como elementos esenciales de un proceso cósmico “que se construye a sí mismo”. Y debió abstenerse de intervenir milagrosamente en ello.

Lo hizo para conseguir el desenlace más feliz y completo posible para sus creaturas. Lograr de esta manera, no de otra, el objetivo final, era absolutamente necesario para ello. Pero, por otra parte, conllevó inevitablemente el tremendo precio de que haya mal y sufrimiento durante la evolución; ¡incluida la muerte de sus queridas creaturas individuales!

Por eso, parece haber una escandalosa contradicción entre la supuesta bondad del proceso global y la condición trágica de las personas en su interior. Por maravilloso que sea el objetivo futuro final –el “telos”—, eso no puede dejarnos satisfechos sino hacernos sentir sus víctimas instrumentales.

¿Cómo ha resuelto Dios este “nudo”, para llegar al desenlace deseado?Yo he intentado explicármelo y explicarlo, con una explicación que he aprendido.

Pero no nos apresuremos; todavía es demasiado pronto. Entendamos primero el planteamiento del problema antes de preguntar por su solución.

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[De un comentario de Juan:]“Pregunto: ¿qué diferencia el evolucionismo natural (no el social) del emergentismo? Ambos afirman que la energía (y la materia que sólo es un estado de la misma) se autoorganiza sin intervención de un sistema externo (Dios), dando lugar a estructuras más o menos estables. Sin embargo, a los emergentistas no les gusta el azar, los cambios de forma aleatoria, sino que ven esos cambios dirigidos hacia una finalidad. Esto separa fuertemente a unos y a otros en el modo de entender la Naturaleza.

Comprendo que la finalidad les permita introducir la Razón, el Orden, el Logos, el Plan divino, etc., pero todo ello tiene los pies de barro cuando la direccionalidad evolutiva es desmentida. Ningún biólogo riguroso, que no mezcle de modo irresponsable Ciencia y Fe, puede apoyar tal respuesta o conclusión. No hay direccionalidad, ni finalidad en la evolución biológica y menos aún se entiende en la geológica, en la físico-química o cosmológica. Me explico: hagamos un esfuerzo de la imaginación y quitemos al hombre de la Naturaleza, como si nunca hubiese existido, o si les parece salgamos a un lejano planeta habitable pero cuya evolución biológica no ha dado lugar a seres conscientes semejantes o no al hombre. ¿La evolución cósmica, físico-química, biológica, entonces sería imposible de darse? La evidencia nos indica que la evolución se daría sin el hombre. ¿Qué clase de finalidad tendría un sistema sin seres conscientes? Pues no tendría ni finalidad ni sentido y es que no tendría porqué tenerlas. El sentido y la finalidad dependen exclusivamente del hombre.

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Los ejemplos que contradicen la finalidad son abrumadores. Lo absurdo de un plan divino se manifiesta a cada paso sin referencia específica al hombre. Permíteme una ironía: ¿estaba presente en el plan divino formar el culo del chimpancé, o la mierda de vaca? El Plan divino se centra en el hombre y su entorno, todo lo demás me sobra en relación con mi fe. No necesito para nada ocuparme de qué plan divino impulsó el origen de los cangrejos, ni el de la galaxia M45, ni siquiera el del Big Bang. Yo entiendo mejor que es precisamente el hombre quien introduce su entorno, la Naturaleza, en los planes de Dios, que al contrario, es decir, que la Naturaleza introduce al hombre en los planes de Dios.

Por ello no necesito ese ‘impulso vital’ al inicio de la vida, ni tampoco una potencialidad neotomista en el principio de todo para autoorganizarse, ni finalidad o direccionalidad evolutiva. No tiene ninguna relevancia para la fe, que el hombre sea un suceso casual, insignificante y efímero, de la evolución en la Tierra. No tiene relevancia para la fe, si creemos que Dios se fija en el hombre lo toma del polvo que es y lo levanta hacia las alturas divinas al implicarse en su historia.”

Estimado Juan:Como creyente, no puedo aceptar que la Naturaleza sea obra de la pura casualidad, del azar ciego solamente. Tampoco que la aparición del ser humano sea un mero accidente sin relación profunda y estrecha con todos los demás fenómenos naturales. Al contrario. Me parece que el ser humano es producto de la Naturaleza por ser producto de la vida, y ésta de la materia/energía. Y todo, en su conjunto, creación de Dios.

Por supuesto que NO me perturba pensar que Dios ha creado la –maravillosa— anatomía del chimpancé o el –maravilloso— proceso digestivo de la vaca (ni los correspondientes míos y tuyos), dentro de ese gran conjunto evolutivo. Mucho más me podría perturbar pensar que Dios ha creado un universo en que están presentes la depredación, el dolor, las catástrofes… Pero intento comprenderlo mediante la concepción teónoma y kenótica de Dios, un Dios (también) inmanente, que crea mediante el azar y las leyes naturales un universo autónomo capaz de “construirse a sí mismo”.

Yo tampoco puedo aceptar que la evolución de la Naturaleza sea guiada por una teleología que signifique propósito consciente operante desde fuera, o desde “lo alto”, como se atribuía a la obra creadora divina con obsoleta mentalidad heterónoma. Me parece bien y lógico que la ciencia moderna rechace este tipo de teleología. No debe en absoluto pensarse que Dios actúa como lo haría una especie de super-humano todopoderoso que determina o interviene directamente en todos y cada uno de los fenómenos naturales.

Pero existe un tipo de finalismo intrínseco natural que no implica propósito consciente, una “teleología interna” llamada “teleonomía”, y todavía una aún más débil llamada “teleomatía”, que se dan en la Naturaleza desde antes de la aparición de la conciencia volitiva humana.Sobre esto puedes leer algo en http://galetel.webcindario.com/id90.htm de donde destaco:“Todos los sistemas físicos realizan actividades teleomáticas. Un subconjunto de los mismos, a saber, los seres vivos, además, realizan actividades teleonómicas. Un

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subconjunto de estos últimos, los seres vivos conscientes, son capaces de actividad teleológica. ”

Muchos científicos modernos aceptan diversos grados de finalidad en la Naturaleza. E incluso algunos reconocen un “principio antrópico” –débil o fuerte— en el proceso cósmico.Como dice el famoso físico Paul Davies:“¿Dónde casamos nosotros los humanos dentro de este gran esquema cósmico? ¿Podemos contemplar el cosmos, como hicieron nuestros remotos antepasados, y declarar: Dios hizo todo esto para nosotros? Creo que no. ¿No somos sino un accidente de la naturaleza, el caprichoso resultado de fuerzas ciegas y carentes de propósito, casuales sub-productos de un universo mecánico inconsciente? Esto también lo rechazo.

Sostengo que las emergencias de la vida y la conciencia están escritas en las leyes del universo de manera muy fundamental. Es verdad que la forma física concreta y las características mentales en general del Homo-sapiens contienen muchos aspectos accidentales, sin particular significación. Si el universo fuese ‘ejecutado por segunda vez’ no habría Sistema Solar, ni Tierra, ni gente. Pero la emergencia de vida y de conciencia en algún lugar y momento del cosmos está garantizada, así lo creo, por las leyes subyacentes de la naturaleza. El origen de la vida y el origen de la conciencia no fueron intervenciones milagrosas, pero tampoco fueron accidentes tremendamente improbables. Fueron, creo yo, parte del trabajo normal de las leyes de la naturaleza, y por eso nuestra existencia como seres conscientes e inquisitivos brota en último término del fundamento de la existencia física: esas ingeniosas, acertadas leyes.

En este sentido escribí en [mi libro] ‘La Mente de Dios’: ‘estamos ciertamente pensados para estar aquí’. Quiero decir ‘nosotros’ en el sentido general de seres conscientes, no específicamente homo-sapiens. Así que aunque no estemos situados en el centro del universo, la existencia humana tiene un significado enormemente más amplio. Cualquiera que sea el sentido del universo como un todo, la evidencia científica sugiere que nosotros, de una manera limitada pero profunda, somos parte de su propósito.”http://galetel.webcindario.com/id31.htm

Para terminar añadiré brevemente que pienso que la salvación del ser humano NO es independiente de la “salvación” de la Naturaleza. La Naturaleza “gime con dolores de parto esperando la manifestación de los hijos de Dios”, porque el plan de salvación de Dios para el ser humano se inscribe en, y culmina –sobrepasándolo—, el plan de creación de Dios ejecutado en el proceso evolutivo cósmico. En este sentido, la “historia de la salvación” no empieza con el relato de Abraham, sino con el relato de la Creación. Si la salvación del ser humano es obra de Dios, la creación del ser humano, que es su requisito previo indispensable, tiene que ser también obra de Dios (siendo a la vez producto evolutivo de la Naturaleza), y no puede ser un accidente casual, al menos en términos de nuestra fe.

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[De comentarios de Juan:]“Según mi fe, Dios no se hizo cangrejo, ni energía física, ni tampoco es la Gran Diosa Madre Naturaleza. Dios se hizo hombre. ¡Sólo un hombre! Si la Naturaleza espera con

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dolores de parto la manifestación de los hijos de Dios, es porque el hombre, como ser consciente, es el único capaz de ‘salvarla’ de su continuo devenir sin sentido ni finalidad. ¿Por qué? Pues porque el hombre no es nada sin su entorno natural y humano, y sus relaciones. Es la Naturaleza, por la evolución casual de los seres vivos quien originó a la especie Homo sapiens, entre millones de especies que conviven con nosotros. El hombre lleva a la Naturaleza consigo porque es parte de ella; pero somos nosotros que al irla poco a poco conociendo, comprendiendo, asimilando, guardando en nuestra memoria colectiva toda su historia, etc., el modo cómo podemos salvarla de su transitoriedad. Es por esto, diría que tenemos la obligación de investigar con todo nuestro esfuerzo para conocer desde lo más pequeño e insignificante que contiene, hasta lo más grandioso que aún y tal vez por mucho tiempo nos sobrepasa. Hay que insistir en las fronteras del conocimiento, ir paso a paso rompiendo los límites, puesto que según mi opinión, lo que escape al hombre (si es que al final escapa algo) se perderá para siempre. No es la Naturaleza lo eterno. Lo eterno es el hombre.(...)¿Cuál es el problema de que el hombre sea un accidente casual de la evolución? Sin Dios el hombre no es nada. No es nada más que otra especie del Reino Animal cualquiera, sin sentido último ni finalidad que permanezca. Es Dios quien salva al hombre de lo que es. No es un ser divino trascendente. Su ser no es algo cualitativamente distinto, ni biológica ni evolutivamente hablando, al ciempiés o a la mosca cojonera. Nuestro ser no es el Ser de Dios, ni comparable con su Ser. Si podemos afirmar lo que dice el Génesis de que somos hechos a imagen y semejanza de Dios, no es por nuestra aparición hace unos pocos cientos de miles de años en la evolución biológica, sino por Dios que se hizo hombre en Jesús.

Y es por Jesús, haciéndonos poco a poco semejantes a él, cómo podemos ir adquiriendo la imagen de Dios. Somos imagen y semejanza de Dios, en tanto y cuanto nos parezcamos a Jesús el hombre, y esto en poco o en mucho es inevitable que suceda en todo ser humano. Es Jesús el auténtico Adán del Génesis, en quien todos los hombres y mujeres somos creados a imagen y semejanza de Dios. (...) ¿Dónde colocamos comúnmente nosotros el Paraíso? ¿en los grupos de hombres cazadores-recolectores? ¿con los Australopithecus? Pues no, lo ponemos al final de la historia. Apunto que esto puede llevarnos a pensar que la auténtica y real creación del hombre por Dios sea al final de la historia, alcanzada la Plenitud. Si hacemos esto la consecuencia es que Dios deja de estar implicado en el origen del mal y la muerte. Es una ventaja considerable.

Juan:Yo me he empeñado en mantener que la salvación no puede reducirse a la creación (como han sostenido otros en este foro).Ahora tengo que discrepar contigo por el lado opuesto, manteniendo que la obra creadora/salvadora de Dios no puede reducirse a la redención, aunque efectivamente sea la redención la que precede a la creación en la intención de Dios y le da su valor eterno.

Pues pienso que para hacernos partícipes de su Vida eterna en el Cuerpo Místico de su Hijo decidió Dios encarnarse, y para eso decidió crearnos, y para crearnos decidió crear el universo (incluso mediante el azar).

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Bueno, me parece que lo que pasa es que NO reconoces como creación de Dios a lo que suele considerar así la teología, y en cambio consideras como única creación de Dios a la realidad escatológica que brota de la obra redentora de Jesucristo, que es a lo que la teología (a partir del NT) suele llamar “Nueva Creación”. En todo caso, la “Creación Antigua” (ex-nihilo) –que es mediante el proceso evolutivo cósmico- no es fallida, porque cumple totalmente su objetivo de proporcionar la “materia prima” indispensable para la “Nueva Creación” (ex-vétere), siendo ésta, y no la antigua, la primera en la intención de Dios.

Hablas de “Plenitud” y de “Sociedad Perfecta” , para aplicarlas a cierta hipotética sociedad humana futura dentro del proceso evolutivo. Mi término “Sociedad Perfecta” era sólo una metáfora de algo que, hablando ahora sin metáforas ni ficciones, no puede concebirse dentro del espaciotiempo del proceso natural, sino que se refiere a una realidad trascendente. En efecto, yo no puedo –ni tú tampoco- concebir una verdadera plenitud ni verdadera perfección que no sea trascendente, que no sea eterna. A mi parecer, la plenitud y la perfección genuinas implican necesariamente el triunfo definitivo sobre todo mal físico y moral, y la rehabilitación completa de las víctimas (TODOS) de la historia. No creo que esto sea posible en ninguna sociedad humana futura, ni siquiera sobrehumana, dentro del proceso cósmico; sólo lo creo posible por la obra redentora de Dios por/con/en Jesucristo, que requiere no obstante de la obra creadora previa manifestada en el Proceso, cuya Omega, en el umbral de la Emergencia Final, abre “paso”, da “lugar” y nos lleva al “encuentro” de la Trascendencia Eterna, gracias a la obra resucitadora/transformadora del Espíritu de Dios infundido al mundo en el Cuerpo Místico de Cristo.

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Pienso que si Dios fuera sólo el Trascendente, el “totalmente Otro”, el Absoluto incognoscible e inefable, no podríamos pretender saber ni decir nada sobre Él. Pero yo creo que no es así. Como cristiano, por “pertenecer a la escuela de Jesús” como diría Lenaers, creo que Dios no es sólo Trascendente, sino también Inmanente y Encarnado. Esto es, que Dios se ha inmiscuido realmente en el proceso cósmico.

Creo que así podemos decir de Dios que es Amor autoefusivo –y ése es el porqué de su “contracción”: “hacer sitio” (hablando metafóricamente, claro) a algo distinto de Él en su propio seno. Pero no es solamente trascendente –“Otro”- por haberse “contraído” o “retirado” kenóticamente dejándonos vacíos de Él. Sino que además, por su inmensa benevolencia amorosa, se hace presente en el interior de nuestro espacio –originalmente vacío— para ir llenándolo paulatinamente hasta que se logre restaurar plenamente “Dios todo en todo”. Esto es la Creación. Así podemos decir que “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (S.Pablo), y que “Él es nuestro compañero que nos entiende” (A.N. Whitehead). Así podemos ver a Dios Inmanente (Dios-Espíritu) en el interior del proceso, “incubándolo” como describe tan poéticamente el Génesis a “la Ruah aleteando sobre

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la superficie de las aguas”, o —como concebimos ahora más modernamente— impulsándolo mediante las propensiones o leyes naturales características, que admiten el azar. Pensamos, con Karl Rahner, que “cuando una novedad emerge en la evolución, a cierto nivel será el efecto de causas finitas, tales como la mutación genética y la selección natural; pero a otro nivel, el cambio evolutivo es el efecto de la actividad creativa de Dios, obrando mediante el poder de auto-trascendencia desde dentro de las criaturas”.

Por eso no concebimos a Dios en “Otro Mundo”, heterónomamente, sino que pensamos que “hay Otro Mundo… pero está en éste” como culminación y completitud de éste, producto del Espíritu Santo, que no actúa únicamente al final para resolver el nudo de la acción —cual “Deus ex-machina”—, sino que actúa continuamente, presente en toda la acción misma del proceso, participando íntimamente de su historia. De manera que el proceso no es un mero escenario que se abandona al final por Otro Mundo, ni que cobra sentido sólo gracias a los seres humanos, sino que es el propio Otro Mundo en ciernes por obra del Espíritu Santo, en cuyo final podremos vivir eternamente los humanos ya que Dios también se ha hecho humano, por el mismo Espíritu.

A mi modo de ver, todo queda explicado pues, dado que Dios, además de Trascendente, es también Espíritu Inmanente y Encarnado. No tengo por qué pensar en una realidad procesual independiente de Dios (¿?), irrelevante salvo como recurso “ad-hoc” para producir la “Plenitud Humana”.

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[Comentarios de Juan:]“La idea que yo tengo del Cosmos, del mundo en que vivimos y del hombre, es cientificista, la cual no tengo ninguna intención ni de criticarla ni de cambiarla porque hay muchos en España y Europa que comparten conmigo esta cosmovisión. La consecuencia de ella es que Dios no es necesario dada la autonomía del Cosmos y por tanto resulta una base firme de apoyo para los ateos y agnósticos, pues la Ciencia propone una explicación suficiente del mundo y del hombre en la cual Dios no está implicado. Tampoco me interesa si el cientismo modernista está filosóficamente superado por el posmodernismo por ejemplo, porque lo que veo es que el cientismo es la base fuerte y principal que tiene el ateo para arremeter contra Dios. Por todo ello, y sin moverme un ápice de él, pretendo ser creyente en Dios, Jesús y su Iglesia, sin cambiar en nada esta cosmovisión cientista por la fe.

Como no quiero cambiarla en nada no puedo admitir: 1) ninguna finalidad en la evolución; 2) ningún proceso de creación por Dios del Universo, de la vida y del hombre; 3) ningún plan cósmico divino; 4) ninguna presencia de Dios en el Cosmos por inmanencia; 5) ninguna presencia de almas, espíritus, …. en la Naturaleza ni en el hombre, ni siquiera la del Espíritu Santo; 6) y menos aún puedo admitir intervenciones de Dios de ninguna clase en el Cosmos, como milagros, magias….. Este es MI problema. Compaginar del modo más coherente posible el cientismo modernista más radical con la fe católica, ajustándome cuanto pueda al dogma y magisterio de la Iglesia.

Mi fe desde este presupuesto o condiciones de partida, está centrada en la esperanza, en el futuro del hombre y sus posibilidades. Pero esto lo hago sin alterar en nada la

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antropología cientista- modernista- radical, que ve al hombre como un ser vivo más entre otros, con funciones cerebrales de alta capacidad surgidas por evolución natural; por tanto sin alma, ni espíritu, ni aliento especial de vida divina, ni salto cualitativo o emergentista del proceso evolutivo común a toda la Naturaleza.

Mi interés es mostrar que el cientismo puro y duro no conduce necesariamente al ateísmo, sino que cabe desde esta cosmovisión la esperanza y la fe religiosa. No es de mi interés que el religioso en general cambie a una cosmovisión cientista, sino a la inversa que el que tenga una cosmovisión religiosa sea cual fuere, admita la posibilidad de la fe cristiana y católica desde un cientismo radical hasta ahora marcadamente ateo.

¿Me quedan problemas por resolver? Por supuesto que sí, pero estoy implicado en ello con todo el esfuerzo del que dispongo. Por ello he entrado no hace mucho en este foro, para ver si mis propuestas pueden ser admitidas como válidas, aunque no las compartan, por gente de fe con actitud crítica y responsable como aquí la hay, que me señalen los puntos oscuros como ya han hecho, cosa que les agradezco un montón, o bien que la rechacen o me digan que lo que propongo no es posible y que sólo me resta a rechazar el cientismo o separar fe y razón en dos campos, con la consiguiente esquizofrenia de lo religioso de no hace tantos años.

Gabriel si dejamos vacío el Cosmos de Dios, no por ello pierde en algo su relación con nosotros y podemos seguir diciendo que en Él vivimos, somos y existimos pues nuestra vida es presente en Él. Es evidente que para ti el Cosmos no es irrelevante, ni lo tomas como realidad procesal solamente, ni es mero escenario, ni tampoco, añado yo, tiene la finalidad de producir la Plenitud Humana. Simplemente no tiene finalidad.

Lo que sabemos por revelación no es que Dios esté implicado en el origen y evolución del Universo, la Tierra y la vida, sino específicamente en el hombre y su historia ¿Por qué? Pues porque Dios ha asumido la naturaleza humana, se ha hecho uno de nosotros y no otra cosa. Es esta nuestra fe cristiana. Dios es entonces perfecta y completamente humano. Su relación con nosotros es plena.La pregunta entonces es ¿por qué razón hace Dios una cosa como esta, su completa humanización? ¿Para explicarlo hay que suponer que responde a todo un proceso cósmico complejo creativo, emergentista o no, o simplemente se explica por su encarnación? Por otro lado hay que tener en cuenta que la explicación de lo que hay en el Cosmos, tanto de su origen como de su desarrollo evolutivo, es mucho mejor la científica que la religiosa cualquiera que sea y no requiere ningún añadido ni mitológico ni religioso.

Es la idea de Dios lo que está en juego y no el Cosmos. Si nuestra idea cristiana de Dios es trinitaria y comunitaria, es precisamente desde aquí donde entendemos su encarnación y no por una necesidad lógica de un plan cósmico divino. La encarnación es un hecho singular de Dios, y no la veo como un proceso de elevación o ascensión del Cosmos hasta colocarse al nivel de la divinidad por el cual Dios tuvo necesariamente que encarnarse dado que había adquirido su mismo nivel o cualidad cuasi-divina, (¿por una criatura del Cosmos consciente y libre?) .”

Gracias, Juan, por habernos explicado, a los participantes de este foro, tus interesantes planteamientos personales, con tanta profundidad y sinceridad. Yo también creo, como

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tú, que es importante compatibilizar las explicaciones de la Ciencia con las de la Fe cristiana. No quisiera ponerme, ni poner a ti ni a nadie, el menor obstáculo en esa búsqueda.

De hecho, estoy convencido de que muchos científicos actuales son genuinos creyentes en la fe cristiana, y lo han conseguido sin experimentar contradicción alguna. Del mismo modo, creo que muchísimos cristianos NO sentimos que haya ninguna incompatibilidad entre nuestra fe cristiana y la Ciencia actual. Claro que tiene que tratarse de una postura que abandone dogmatismos y fundamentalismos en ambos ámbitos, tanto en el científico como en el religioso.

Es indudable que existen científicos tan dogmáticos y cerrados como lo son muchos creyentes fundamentalistas. Entre unos y otros no puede haber acuerdo, de entrada. Por eso asistimos a ciertas polémicas, a veces con resonancia pública, entre cientistas acérrimos y creyentes tradicionalistas creacionistas, o partidarios del llamado “Diseño Inteligente”, etc. Sin embargo, estimo que hay un amplio margen de encuentro entre científicos y creyentes más abiertos, menos extremistas.

Se puede ser un entusiasta y riguroso partidario de la Ciencia sin caer en el cientifismo extremo, lo sabes bien. Claro que hay opiniones para todos los gustos en esto; frente a las de un Richard Dawkins, por ejemplo, puedo citarte las de otros científicos famosos como Arthur Peacocke y John Polkinghorne, por ejemplo también.

Cuando en otra ocasión te cité al famoso físico Paul Davies, tú lo descartaste como opiniones personales suyas no científicas. ¿No deberías rechazar también entonces otras opiniones de científicos que den por seguro que la visión científica es la única verdadera, total y completa, sin dejar lugar a otros planos de comprensión de la realidad?

Te citaré nuevamente a Davies. En su libro “La mente de Dios”, después de escribir: “siempre he deseado creer que la ciencia puede explicar todo, al menos en principio” , añade: “pero incluso si se descartan los sucesos sobrenaturales, no está claro, a pesar de todo, que la ciencia pueda explicar todo en el universo físico. Permanece el viejo problema acerca del final de la cadena de explicaciones. Por mucho éxito que puedan tener nuestras explicaciones científicas, siempre incluyen algunos supuestos en su punto de partida. […] Por tanto, las cuestiones últimas siempre permanecerán más allá de la ciencia empírica” (pp. 14-15).

Es indispensable saber aceptar que puede haber diversos “planos” de explicación de una misma Realidad. Hay que evitar el reduccionismo de quien pretende explicarlo todo en un solo plano, el suyo. Es interesante notar al respecto que el teólogo Karl Rahner, en la cita que te puse anteriormente, distingue: “A CIERTO NIVEL será el efecto de causas finitas, tales como la mutación genética y la selección natural; pero A OTRO NIVEL, el cambio evolutivo es el efecto de la actividad creativa de Dios” .

Entonces, pienso que aun aceptando por completo (como yo hago) lo que explica la Ciencia actual respecto del origen y evolución del Universo (lo de las “fluctuaciones del vacío cuántico” y lo del “Big Bang”, por ejemplo), NO es necesario rechazar por eso la fe en “Dios Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible” que nos ha sido revelada.

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Nos fue revelada sí, como sin duda lo creyó Jesús, quien aludió a ello diciendo:“desde el comienzo de la creación, Dios los hizo varón y mujer” (Marcos 10, 6),y Pablo: “El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra… Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano… con el fin de que buscasen a Dios, para ver si a tientas le buscaban y le hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en Él vivimos, nos movemos y existimos”. (Hechos 17, 24-28).

Ya te he comentado que para mí la Redención es Nueva Creación “ex-vétere”: a partir de lo antiguo, es decir, a partir de la Creación anterior.En realidad, pienso que Dios nos concibió ya redimidos, formando parte del eterno Cuerpo Místico de su Hijo, participando de su Vida eterna divina.“Dios nos eligió en Cristo, antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor”. (Efesios 1, 4)

Nos pensó así desde el principio. Pero para ejecutarlo debió crearnos como personas conscientes y libres, y para eso tuvo que hacerlo mediante el proceso creativo azaroso que conocemos. ¿Pudo hacerlo de otro modo? –No lo sé. Pero creo que DE HECHO lo hizo así, de este modo que conocemos, por su propia libérrima voluntad; la que, gracias a nuestra fe cristiana, nos ha sido revelada.

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[Comentario de Juan:]“Gracias Gabriel, muchas gracias. Me gusta eso que dices que Dios nos concibió ya redimidos formando parte del Cuerpo Místico de su Hijo participando de su Vida eterna divina ‘antes de la creación del mundo’. Pienso que en esto consiste la incorporación en Dios de lo finito-relativo-temporal, en Él que siempre ES un Todo, tanto temporal como eterno….

Es claro que hoy no hay enfrentamiento entre Ciencia y Religión como era antes, siempre y cuando no haya fundamentalismo o dogmatismo en ninguna de las dos. Hay muchos científicos que son creyentes religiosos sin ninguna incompatibilidad ni separación esquizofrénica entre Razón y Fe. Es también para mí muy importante lo que dicen ciertos científicos de valía reconocida como P. Davis o J. Polkinghorne entre muchos otros. Ahora bien, hay que tener en cuenta como ya te dije que cuando dicen su opinión o hablan de sus creencias no hacen Ciencia en sentido estricto sino quizás Teología de la Ciencia, como Polkinghorne en sus ‘reflexiones’. Como son creencias, pues hay científicos de todos los colores, religiosos, ateos, agnósticos, indiferentes,… pues la Ciencia como tal es neutra, ni apoya ni deja de apoyar una fe, ni falta que le importa.

Pero a mí lo que me importa es que el ateo o la común indiferencia, con mucha frecuencia basan su posición en el cientismo más o menos radical. Lo que dicen es que no necesitan a Dios para nada, ni para explicarse a sí mismos ni al mundo ni al hombre ni su historia. También los hay que no quieren explicarse nada y simplemente pasan de Ciencia y Religión, de Razón y Fe, porque su interés está en el flujo de la vida y no en cómo podemos explicarla. Por supuesto que esta actitud es tan válida o más que tener la malsana curiosidad de explicarlo todo complicándonos la vida. Pero yo soy de estos,

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junto con muchos otros como tú desde una pluralidad enorme de tendencias y posiciones diferentes. Sin embargo, no voy buscando planos de explicación diferentes al cientismo más radical, como me comentas como posibilidad que es común entre científicos creyentes, sino justo en el centro del rechazo ateo a Dios por esta causa. Y es que asumo que la explicación (pseudo-)científica experimental y social pura y dura, es MEJOR que la religiosa cualquiera que sea. Es por esto por lo que para mí el Cosmos y su explicación no tienen fuerza en los argumentos de apoyo a la fe desde mi posición de partida. La fuerza de la fe entonces no está en la explicación de lo que es, sino en la esperanza.

Tampoco veo razones que justifiquen la entrada del Cosmos, tal como la Ciencia lo ve, en los fundamentos teológicos. No obstante, esto no es malo ni inútil pero su campo de proyección es muy restringido, en particular aquellos teólogos que pretenden una cosmovisión propia para la gente interesada en estos temas. No puede ser un planteamiento teológico general para la fe y su explicación, pues no veo la necesidad de entender de Ciencia ni de Cosmología para tenerla. Se trata de Teología de la Ciencia, una rama especializada de la Teología. Es dentro de esta especialización donde caben los planos de explicación que tú señalas, sin forzar principios generales de la Ciencia ni sus conclusiones como hace Mancuso, o a veces Torres Queiruga como ya he comentado. En todo caso disponer de una Teología de la Ciencia coherente en sí misma y con la Ciencia es importante para el colectivo de mentalidad científica en el cual me incluyo.Repito las gracias por no cerrar las posibilidades de mi búsqueda personal, del cual también soy consciente de su campo restringido de interés.”

Juan,yo no entiendo de “convencer a ateos cientistas”, pero sospecho que, si se quiere transmitirles la fe cristiana y no sólo un teísmo, el punto de partida debe ser “Jesús de Nazaret”, y el de llegada “el Cuerpo Místico de Jesucristo” del cual estamos llamados todos a ser miembros en el Amor, desde ya para la eternidad.Y esto con un testimonio de vida que lo sustente.

Otra cosa es dar razón de nuestra fe cristiana ante las interpelaciones de la Ciencia y la mentalidad moderna. Esto me parece muy necesario, tanto para nosotros mismos como para explicar a otros. Puesto que la esperanza –a la que tan acertadamente apelas— debe sernos plausible y verosímil, aunque esté previamente bien fundada en la adhesión a Jesucristo de corazón y vida.

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[Comentario de Eusebio:]“El obstáculo que encuentro para aceptar a un Dios inmanente e incluir el proceso evolutivo como parte de la “salvación” es que esto me llevaría a concluir que todo es divino; el bien y el mal. Todo partes necesarias, y por lo tanto un error, y de todos modos inútil, tratar de intervenir con el fin de eliminar el mal. Asi, la muerte y la injusticia son procesos necesarios y divinos junto al amor y la justicia. Esta

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clasificación entre bien y mal vendría a ser sólo conceptual sin ser real. Por eso estoy muy de acuerdo con lo expuesto por Juan.”

Para atender a la muy comprensible objeción de Eusebio, voy a pasar a citar, si no les importa, un texto de Polkinghorne, primero, y luego parte de un comentario anterior mío sobre la resurrección de Lázaro.

Extraído (y traducido) del artículo de John Polkinghorne: “Creación kenótica y acción divina”, que es parte de su libro “La obra del Amor”:“El reconocimiento científico del carácter evolutivo del universo ha alentado el reconocimiento teológico de la presencia inmanente de Dios en la creación y la necesidad de complementar la concepción de ‘creatio ex nihilo’ con la concepción de ‘creatio continua’. La creación continua ha venido siendo un tema importante en los escritos de los científicos-teólogos. Tiene un buen número de implicaciones teológicas.

Primera. De acuerdo a la comprensión del proceso evolutivo como creación-capacitada-para-hacerse-a-sí-misma, el proceso es de naturaleza claramente kenótica. Su desenvolvimiento debe entenderse como flexible y abierto a la causalidad de las creaturas. Philip Hefner, cuya teología está fuertemente influida por ideas evolucionistas, gusta de hablar de los seres humanos como ‘creados co-creadores’.

Segunda. Esta delegación kenótica del poder tiene importantes implicaciones para la teodicea. Ya no se puede sostener que Dios sea total y directamente responsable de todo lo que ocurre. Un mundo evolutivo contiene inevitablemente desigualdades y callejones sin salida. La muerte es el costo necesario de la renovación de la vida; el entorno cambiante puede provocar extinciones; las mutaciones genéticas producen a veces nuevas formas de vida, y otras muchas veces, monstruosidades. Hay un costo inevitable adscrito a un mundo capacitado para hacerse a sí mismo. Las criaturas se comportarán según sus naturalezas: los leones matarán a sus presas, ocurrirán terremotos, los volcanes eruptarán y los ríos fluirán.

He llamado a esta concepción ‘defensa del libre-proceso’ respecto del mal físico, en analogía con la familiar ‘defensa del libre-arbitrio’ respecto del mal moral. Estas ‘defensas’ no resuelven, en cualquier caso, toda la problemática de la teodicea, pero la suavizan algo al remover la sospecha de incompetencia o indiferencia divina. Desde este punto de vista, la clásica confrontación entre el amor y el poder divinos se resuelve manteniendo la total benevolencia de Dios, pero limitando, en sentido kenótico, la operación del poder de Dios. Por supuesto, se trata de una auto-limitación ejercida interiormente a la naturaleza divina y en acordancia con esa naturaleza misma. Es algo completamente diferente a la concepción de la Teología del Proceso, de una restricción metafísica externa sobre el poder de la deidad, porque se sostiene aquí que nada impone condiciones a Dios desde el exterior. Los teólogos clásicos tenían razón al respecto, pero no tomaron en cuenta adecuadamente las ‘constricciones’ internas de auto-consistencia de la naturaleza divina. Tal vez fue su fuerte énfasis en la Unidad divina lo que les hizo inaccesible esta consideración.”

Ahora de un comentario anterior mío sobre la resurrección de Lázaro:Las palabras de Marta y de María: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”, suenan como un justificado reproche a Jesús, sabiendo que “Jesús

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quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.”A mí me parece que esto alude alegóricamente al sentimiento que muchos expresan diciendo: “Si Dios existiera [y si fuera Él el responsable de la creación del mundo], estas desgracias no ocurrirían”. Un sentimiento que está justificado por la aparente ausencia de Dios, por el silencio de Dios ante las terribles injusticias y catástrofes que nos angustian.

Sin embargo, Jesús dice: “esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios… Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo… Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: ‘¡Cómo lo amaba!’. Pero algunos decían: ‘Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?’”.Me parece que alude a que Dios quiere atender a nuestras angustias con el propósito de curarlas. Dios llora, solidarizándose con nosotros, porque nos ama. Pero algunos preguntan: “Si Dios es todopoderoso, y bueno y amoroso, ¿no podría haber hecho un mundo justo y feliz?” [o ¿no será que Él no es en realidad el Creador del mundo?]

La respuesta definitiva de Jesús está en su acción: “‘Quiten la piedra’. Marta, la hermana del difunto, le respondió: ‘Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto’. Jesús le dijo: ‘¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?’… gritó con voz fuerte: ‘¡Lázaro, ven afuera!’. El muerto salió”.Alude a la respuesta definitiva de Dios, que hará “un Cielo nuevo y una Tierra nueva” cuando manifieste abiertamente su Gloria y nos resucite a todos para participar de su Vida eterna por su Espíritu en el Cuerpo Místico de su Hijo.

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Respecto del milagro de la resurrección de Lázaro, dice John P. Meier (en su “Un judío marginal” tomo II/2, cap. 22):“La primera interpretación ‘teológica’ de todo este relato la hace Jesús en el v.4b, donde, al comunicársele que Lázaro está enfermo, responde: ‘Esta enfermedad no tiene como finalidad la muerte, sino la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado a través de ella’. Aunque el Jesús joánico sabe desde el principio que Lázaro morirá de esa enfermedad, afirma con seguridad que la enfermedad no tendrá como resultado definitivo la muerte, sino que ha sido permitida para un bien mayor, la revelación de la gloria de Dios, que, a su vez, proporcionará vida eterna a los que creen.”

Haciendo un símil, la precariedad de la Creación y de la Humanidad, en el proceso cósmico, ha sido permitida por Dios –aunque Dios mismo tenga que sufrir por ello-, no por un defecto de Su providencia creadora, sino en vistas a un bien mayor.El bien mayor perseguido es, claramente, la vida eterna de la Humanidad y de la Creación entera. La vida definitiva, plena y feliz de la Humanidad, justifica que Dios haya permitido la autonomía y la libertad, y el consiguiente inevitable sufrimiento como circunstancia provisional del proceso creativo. Lo que NO significa en modo alguno que el ser humano, en cada momento de ese proceso, haya de aceptar o soportar el sufrimiento sin luchar contra él con todas sus fuerzas; de hecho, esa lucha es motor del desarrollo creativo impulsado y querido por Dios. La eliminación total del sufrimiento, en una vida plena definitiva, es el propósito

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y la genuina gloria de Dios, lo que Él persigue y consigue con su acción creadora y redentora, con nuestra colaboración.

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Eusebio, me dices:“esta visión [la teilhardiana] y similares, como la tuya, no pueden evitar el panteísmo y la divinización de toda la realidad y con esto poner el origen del Mal en Dios mismo.”

Dios es trascendente a la vez que inmanente. Si tú crees en un “principio del Mal” aparte del Dios que es “principio del Bien”, esto es contrario al monoteísmo. Según el monoteísmo, el Mal no es un “principio” sino un “defecto” provisional no querido por Dios.

Y dices: “Un día resultó que la humanidad existía y Dios decidió ofrecerle su morada.”Entonces la humanidad no es creación de Dios, según tú. Esto es contrario al pensamiento de Jesús: “desde el comienzo de la creación, Dios los hizo varón y mujer” (Marcos 10, 6).

Concluir que, debido a su costo provisional [el Mal], la autonomía y la libertad no pudieron ser queridas por Dios -el Dios de Jesús— y que por lo tanto el Universo y la Humanidad no pueden ser creación de Dios, me parece contrario al monoteísmo y contrario sin duda a las creencias del propio Jesús.

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Juan, Eusebio:¡Vaya manera la vuestra de desatar el “nudo” de la teodicea! ¿Que el Universo y la Humanidad no son creación de Dios sino de otro “Principio” (¿causa sui?) independiente de Dios (¿único?)?¡Eso sí que es “cortar el nudo gordiano”!

Vosotros lo queréis cortar por el lado de la Creación, como otros quieren cortarlo por el lado de la Redención. Pero no se trata de eso, astutos Alejandros; se trata de tener la habilidad de desatarlo, o si no, de aceptarlo atado, como Job.

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[Comentario de Juan:]“Gabriel si propongo la autonomía del Cosmos no es para llenarlo de dioses. Autónomo significa que no hay NADIE que lo sostiene y fundamenta. En todo caso tal vez sea el hombre en Plenitud quien proteja su línea evolutiva y libre la suya de las muchas extinciones de especies sucedidas a lo largo de la historia de la vida. Como podría ser él quien dirija su propia historia a la Plenitud sin alterar el curso de la historia que ya tiene delante. Pues si muchas veces pensamos que nos salvamos por puro milagro y lo atribuimos a Dios, está bien pensarlo así, pues es Dios, su Hijo y sus hermanos los que están en ello (nosotros en Plenitud).

Dios es único, está tras la creación del Hombre. Si digo que tras el Cosmos no hay nadie me refiero a nadie. Ningún Principio. Ninguna Mente, ni tampoco hay una

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concentración o diseño de lo que después será, ni un demiurgo inferior que dirija su proceso. No hay otros dioses distintos de Dios. El monoteísmo no está en peligro de ningún modo. En el origen hay sólo energía física producida en un campo cuántico cuya variabilidad produce explosiones dando unas pocas veces Universos más o menos estables. Y es que hay alternativa válida al origen, que prescinde de una Mente externa al mismo. Y también hay alternativa al proceso evolutivo por planificación y diseño con el azar y necesidad. La hay. Y lo que digo es que ello no pone en peligro ni la fe ni la esperanza humana. Que no te guste es otra cuestión. Pero lo cierto es hay alternativa válida. Y es por reconocerlo, por lo que puedo hablar con ateos cientificistas sin problemas.

Son los ateos los que me han ayudado a ver que el mal y Dios son incompatibles. Si Job se queja a Dios de sus males no se debe a que Dios sea un malvado que juegue con Job haciéndole daño, sino que es Job el que se equivoca, atribuyendo a Dios sus males, como a veces nos sale a todos. Es una reacción muy humana. Si Dios fuese el culpable de las penas de Job, ¡ese Dios no es mi Dios!”

Juan:Lo que escribes: “Si digo que tras el Cosmos no hay nadie me refiero a nadie. Ningún Principio.”, no tiene sentido en el plano metafísico. Sólo es posible pensar así desde un reduccionismo fisicalista cientificista. No me extraña que de ahí venga tu pensamiento, como tú mismo explicas. En el plano teológico, eso es inadmisible, a mi juicio.

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[Comentario de Juan:]“Gabriel, lo es, es reduccionismo fisicalista cientista. Dices que desde el plano teológico es inadmisible ¿por qué? En el Cosmos no hay nada sagrado, no hay espíritus de las cosas dominados por dioses poderosos como en el politeísmo. Por esto los cristianos soportaron la acusación de ateos. El monoteísmo no es monolatría. No es que haya un dios que gobierna a todos los otros dioses o Principios metafísicos o espíritus. Pero el cristianismo embebido de helenismo, consideró a Dios Absoluto Todopoderoso actor del Cosmos como su obra con lo cual en cierta manera queda también sacralizado. Es el ateísmo el que nos ha hecho ver que en el Cosmos no hay nada sagrado pues en él tampoco está ni la mano ni la mente de Dios. El Cosmos es simplemente una cosa.

Tomás de Aquino se equivoca. Es sólo un teólogo y aunque sea importante está condicionado por su cultura, la del s.xIII. Hoy nuestras condiciones son muy distintas. No es el Cosmos lo que nos lleva a Dios, ni es el Cosmos el que nos lleva a conocerlo. Lo que en verdad nos lleva a Dios es el Hombre, lo humano, y por encima de todo Jesús un hombre y Dios con nosotros. Hasta el s.XX todo en la Naturaleza era un misterio y como tal veían a Dios en ella, lo que producía, sus cosechas, el agua de ríos y lluvia, en los pajarillos del campo y en las flores silvestres. Hoy sólo pueden ser metáforas poéticas, porque conocemos los procesos y mecanismos que los producen. Si fuesen obra de Dios también lo serían los millones de cadáveres y el espantoso sufrimiento de la lucha por la vida. Hay comportamiento animal realmente espeluznante. ¿Qué decir de la Mantis que se come a su marido que acaba de ‘hacer el amor’ con ella? Etc., etc.,

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etc. ¿son queridos, programados y planificados por Dios? ¿de qué clase de Dios estamos hablando?

Si te fijas Gabriel si quitamos el Cosmos de la teología no hay demasiadas cosas que arreglar o cambiar su sentido, basta hacer un poco de hermenéutica. Lo que hay que quitar de ella sin contemplaciones es la metafísica y la ontología completamente, pero lo sustancial de la teología o de la teodicea sigue en pie. Intentemos hacerla en visión rápida por supuesto insuficiente. Dios tiene presente toda la historia del Universo y de todos los Universos posibles o reales, quizás en la Plenitud también nosotros la tendremos. La tiene en presente como una película ya terminada. Dios en toda esa historia se fija en el hombre, lo destaca y enaltece de modo increíble y maravilloso casi incomprensible para nosotros. Ciertamente, si Dios no se hubiese fijado en él nuestro destino sería la Nada con todo lo demás del Cosmos. El salmista dice con mucho sentido: ¿qué es el hombre para que Dios se fije en él?

Dios crea algo esencialmente distinto al Cosmos, algo completamente nuevo: la Plenitud Humana. Esto no sale de ninguna evolución, ni tampoco de la historia del hombre. Si Dios no se hace cargo de la humanidad y la dirige a la Plenitud no habría ninguna posibilidad de que sucediese. El hombre y su maldad natural lo hubiera extinguido ya hace tiempo. Pero la Justicia, el Bien, el Amor,.. que provienen de Dios es más fuerte que todo mal y nos conserva generación tras generación.Lo Absoluto de Dios sigue siendo para nosotros impenetrable e incognoscible, un profundo misterio; pero lo humano de Dios, que también lo ES, se nos ha revelado en Jesús y esto sí lo conocemos. Y evidentemente la Justicia, el Bien, el Amor… son valores humanos, no cósmicos.”

Juan:En el Cosmos, justamente por serlo y no ser Caos, reconocemos un “Principio de Orden”. Si pensamos que ese Principio no se origina en el Dios único, estamos confiriéndole categoría de dios. Justamente ésa era la esencia del pensamiento politeísta: pensar que las fuerzas de la naturaleza son poderes divinos independientes de un Dios único. Por el contrario, el monoteísmo atribuye el Principio de Orden de la naturaleza a la acción creadora del Dios único. En esto consiste la “desacralización del mundo”, no en que el mundo sea una “cosa” independiente de Dios. Así lo han expresado los teólogos cristianos, y particularmente Mancuso y Lenaers en este foro.

Pero también científicos como Paul Davies:“Las leyes de la física, yo afirmo, realmente existen en el mundo exterior, y el trabajo del científico es descubrirlas, no inventarlas. Es cierto que, en cualquier época dada, las leyes que se encuentran en los libros de texto son tentativas y aproximadas, pero ellas reflejan, bien que imperfectamente, un orden realmente existente en el mundo físico. Por supuesto, muchos científicos no reconocen que al aceptar la realidad de un orden en la naturaleza - la existencia de leyes ‘allí fuera’ - están adoptando un punto de vista teológico. (…)Toda la riqueza y la diversidad de la materia y la energía que hoy observamos han emergido desde el comienzo, en una larga y complicada secuencia de procesos físicos auto-organizados. Las leyes de la física no sólo admiten que un universo se origine espontánamente, sino que lo animan a organizarse y complicarse, hasta el punto en que emergen seres conscientes capaces de volverse a mirar el gran drama cósmico y reflexionar sobre lo que todo ello significa. (…)

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[Se dirá:]¿Quién necesita a Dios cuando las leyes de la física pueden hacer un trabajo tan espléndido? Pero estamos obligados a volver a esa quemante pregunta: ¿de dónde han venido las leyes de la física? ¿Y por qué esas leyes y no otras? Y más especialmente, ¿por qué un conjunto de leyes que conduzcan a los candentes e informes gases expulsados por el ‘big-bang’ hacia la vida y la conciencia, y la inteligencia y las actividades culturales tales como la religión, el arte, las matemáticas, y la ciencia? (…)

La idea de que Dios es únicamente otra fuerza o agente que opera en la naturaleza, moviendo átomos aquí y allí en competencia con las fuerzas físicas, es profundamente decepcionante. Para mí, el verdadero milagro de la naturaleza se encuentra en la ingeniosa e inquebrantable legalidad del cosmos, una legalidad que permite la emergencia del orden complejo a partir del caos, la emergencia de la vida de la materia inanimada, y la emergencia de la conciencia a partir de la vida, sin necesidad de ocasionales prodigios sobrenaturales; una legalidad que produce seres que no sólo son capaces de plantearse grandes preguntas sobre la existencia, sino que además, a través de la ciencia y otras formas de averiguación, están empezando a encontrar respuestas. (…)

Claro que algunos de mis colegas encaran estos mismos hechos científicos pero les niegan cualquier ulterior significación. Ellos se encogen de hombros delante de la impresionante ingeniosidad de las leyes de la física, el extraordinario acierto de la naturaleza, y la sorprendente inteligibilidad del mundo físico, y aceptan estas cosas como un conjunto de maravillas que ‘ocurre que son así’. Pero yo no puedo hacerlo. Para mí, la inventiva de la existencia física es demasiado fantástica como para asumirla simplemente como ‘dada’. Apunta fuertemente a un significado subyacente más profundo.”

Este pensamiento es ciertamente cientista, y proviene de un reputado científico, pero NO ES REDUCCIONISTA. Además, corresponde a una actitud de maravilla y admiración ante los humildes seres de la naturaleza (los “cangrejos”, por ejemplo), no de indiferencia o desprecio al considerarlos objetos incluso repugnantes desde cierto punto de vista ferozmente antropocéntrico. Por el contrario, el ser humano se ve aquí como estrechamente relacionado a los demás seres del universo, y todos a Dios.

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[Comentario de Juan:]“Gabriel, yo no niego el asombro y la perplejidad al observar la Naturaleza, la complejidad de las relaciones entre las cosas a partir de Leyes Físicas tan simples. Lo he experimentado muchas veces al investigar en mi campo de estudio y observar como las neuronas se van colocando en su sitio en el desarrollo embrionario del cerebro de lagartos. Es realmente impresionante. Este asombro si a algunos les lleva a Dios por darle un sentido ulterior, lo veo excelente. ¿Pero qué pasa con los otros? ¿Qué pasa con los que asumen la existencia física como dada? ¿Acaso tienen el camino a la fe en Dios cortada? Yo creo que no. No tienen obligación de ser ateos. La fe en el futuro del hombre y de la humanidad, sin el Cosmos, también les puede llevar a Dios.

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Creer en el hombre y su futuro separado del resto del Cosmos no lleva necesariamente a un antropocentrismo excluyente y despectivo del entorno natural humano. La especie humana es otro ser vivo más entre millones que han sobrevivido con nosotros tras la fortísima presión de la selección natural del proceso evolutivo, desde que comenzó la vida hace unos 3.800 millones de años. Sus estructuras biológicas como individuos y como especies están fuertemente probadas junto con nosotros; mucho aún nos queda por aprender de ellas, incluso nuestra supervivencia depende de que consigamos conservarlas tanto a ellas como a su medio o ecosistema. Además todos los seres vivos de hoy desde bacterias a nosotros compartimos ancestros comunes. Les debemos nuestro origen.

Pensar que las Leyes Físicas, como las relaciones matemáticas, están ahí fuera sin el concurso de la mente humana es una falacia platónica. Lo que hay ahí fuera de la mente humana son las cosas en su propia realidad. Mucho antes de que existiese la mente humana, miles de millones de años, existen átomos, moléculas, galaxias, y también en la Tierra seres vivos, agua, montañas,… Existen las cosas en su realidad propia, con su estructura y su función o actividad. Pero existen como cosas no sometidas a leyes, sumisas y obedientes a Principios Eternos, sino que existen y actúan por azar y necesidad. Es el hombre tras siglos de estudio y observación el que ha comprobado pautas de repetición y a partir de aquí generaliza en leyes que agrupa en un marco sencillo el comportamiento de las cosas existentes y su actividad en su realidad. Las leyes no están ahí fuera sino que son elaboradas por la mente humana como también lo es el Principio de Orden. Tanto es así que con relativa frecuencia por nuevos datos observados obliga corregir, modificar o limitar las leyes (por ejemplo las Leyes de Newton, caso especial reducido de la relatividad de Einstein). Y no digamos las teorías o hipótesis de trabajo. Por tanto no son Principios Absolutos. Ni siquiera 2+2=4 se cumple siempre, pues depende del sistema de referencia decimal o no empleado, y además las matemáticas tendrían que explicar en que consiste la unidad, ¿recuerdas la teoría de conjuntos y su posterior abandono? Si no pueden pues pregunto: ¿qué otra cosa es la matemática que un lenguaje humano sofisticado?

No hay Principios Absolutos independientes de la mente humana, sino que son elaborados por el hombre al descubrir pautas de repetición de las cosas reales en su Realidad. Si no hay Principios, mucho menos hay dioses de la Naturaleza y menos aún Dios como responsable.Si se atribuye el Principio de Orden o las Leyes Físicas a Dios, no puedes después dejar de sacralizar el Cosmos pues en definitiva sigue siendo OBRA de Dios. Y todo cuanto toca Dios es sagrado. Lo único realmente sagrado es el hombre, pues este si es seguro, sobre todo para nosotros los cristianos, que ha sido tocado de pleno por Dios.”

Estimado Juan:Que un científico consecuente con la que debe ser su filosofía básica, el “realismo moderado”, debe aceptar que hay un “Principio de Orden” realmente existente en la naturaleza (en el cual intervienen el azar y la necesidad, por supuesto), es algo que argumenta Paul Davies justo antes de la cita que puse, y ahora veo que debí incluirlo:

“Se ha vuelto de moda en algunos círculos argumentar que la ciencia es en el fondo una ilusión, que nosotros los científicos aplicamos el orden ‘a’ la naturaleza, no lo obtenemos ‘de’ ella, y que las leyes de la física son ‘nuestras’ leyes, no las de la naturaleza. Yo creo que esto es una consumada tontería. Usted se vería en serios

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apuros para convencer a un físico de que la ley de gravitación de Newton es una mera invención cultural. Las leyes de la física, yo afirmo, realmente existen en el mundo exterior, y el trabajo del científico es descubrirlas, no inventarlas. Es cierto que, en cualquier época dada, las leyes que se encuentran en los libros de texto son tentativas y aproximadas, pero ellas reflejan, bien que imperfectamente, un orden realmente existente en el mundo físico.”

Pero inmediatamente a continuación, Davies añade: “Por supuesto, muchos científicos NO reconocen que al aceptar la realidad de un orden en la naturaleza -la existencia de leyes ‘allí fuera’ - están adoptando un punto de vista teológico.”Lo aceptan como “dado”, sin más. Y esto no les inquieta porque no se lo plantean en el plano teológico. Sólo les interesa su plano físico, en plan reduccionista fisicalista.

Muy bien. Comprendo entonces que para hablarles de la fe cristiana sea conveniente dejar el tema de la Creación y centrarse con ellos en lo más esencial del cristianismo: la Redención obrada por Dios por/con/en Jesucristo mediante su Espíritu Santo, que lleva la humanidad a su plenitud eterna.Comprendo que se pueda pensar que esto no requiere creer en Dios como “Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible”; que esta fórmula del Credo cristiano sería un dogma perfectamente prescindible respecto de la fe en Jesucristo. Parece pues que se ha encontrado la forma de “cortar el nudo gordiano” de la teología ¡y de la teodicea!

Pero NO. Yo pienso que NO. Sin querer por supuesto negar a nadie el derecho de creer en Dios y en Jesucristo de la manera que le parezca, ¡por favor! Pero yo pienso que la fe en Dios Creador es también esencial a la fe cristiana. Que no se puede creer en la Redención negando la Creación sin caer en la incoherencia; aparte de ser esto contrario, naturalmente, a la tradición de la fe. Pienso así porque me parece esencial que el “Padre de Nuestro Señor Jesucristo”, el “Abbá” de Jesús, el que le “envió” y le resucitó, sea el mismo Dios Creador de todo cuanto existe, el Dios único Señor del universo en que creían los monoteístas judíos y que se manifestó en Jesús como Su Cristo, el Ungido de Dios, el Dios-con-nosotros, el Dios-salvador.

En caso contrario, ¿quién sería ese Dios/Abbá? ¿Un Absoluto cuyo único papel es el de procurar la Plenitud a la humanidad, resolviendo al final el “nudo” de la precariedad y el mal, cual un Dios “ad-hoc”, un “Deus ex-machina”? No es éste el Dios en que yo creo, ni en el que –a mi parecer— cree la fe cristiana. Por más que resulte más creíble para los cientistas reduccionistas.

Por eso, me parece mucho más adecuado intentar hacer ver a los ateos cientistas, como hace Davies, que la coherencia de su propia “fe” científica implica reconocer un Principio de Orden que corresponde a la acción creadora inmanente del Dios trascendente, Señor del universo. Por cuya acción redentora mediante Jesucristo (no por la evolución ni por ningún otro recurso propio del proceso creativo) se salva la humanidad, conjuntamente con la naturaleza entera, para la plenitud eterna.

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Juan:No quiero desarrollarlo. Sólo voy a insinuarlo, y tú me entenderás.

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Pienso que puedes llegar a concebir a Dios como el Creador del universo siguiendo tu propia lógica.

Tú apelas a lo que yo llamo “causalidad circular” para explicar el “principio antrópico”; por ejemplo en lo que se refiere a preservar la línea evolutiva humana de las extinciones históricas. Pero el “principio antrópico” se refiere a un ámbito mucho más amplio, pues, como sabes, afecta hasta a las constantes físicas más primordiales.

Si aplicas esa idea de “causalidad circular” a los efectos antrópicos desde el comienzo mismo del universo, los que hicieron que “en el principio” se realizara precisamente este universo que nos incluye y no otro entre los posibles, entonces –como tú dices— si “lo atribuimos a Dios, está bien pensarlo así, pues es Dios, su Hijo y sus hermanos los que están en ello (nosotros en Plenitud)”.

Cito:“A partir de los estadios primordiales que suceden al big-bang -la ‘sopa’, extremadamente caliente, de leptones y quarks ‘disolviéndose y regenerándose’ en los diversos tipos de radiación- pasando por la formación de los elementos básicos de todo organismo vivo -carbono, oxígeno, nitrógeno…- hasta llegar a las estructuras orgánicas complejísimas del cerebro humano, exige que se den condiciones cósmicas muy especiales. El hecho de que se den esas condiciones depende de las leyes de la Física que rigen el proceso de evolución cósmica y, en último término, del valor numérico de ciertas ‘constantes cosmológicas’ que aparecen en ellas. (…) Los cálculos del modelo estándar permiten comprobar que, si se varía ligerísimamente el valor de esas constantes cosmológicas, el conjunto de ligaduras antrópicas deja de satisfacerse, y el proceso que conduce a la complejidad de nuestros organismos resulta totalmente inconcebible. Suele afirmarse que esas constantes están ‘muy bien afinadas’, tienen ‘una sintonización muy fina’ (a very fine tuning).”http://www.raco.cat/index.php/ArsBrevis/article/view/90248/142343

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[Comentario de Juan:]“Gabriel, P. Davis expone su fe particular, además de ser un científico de valía reconocida. No habla de ciencia sino de fe. De su fe. Sin Dios no hay forma de sostener un Principio Ordenador en el Cosmos por sí mismo. Ni tampoco hay forma de sostener Leyes Físicas en el aire. Es muy difícil pensar o imaginar que los quarks y leptones, los átomos y molécuals, las proteínas y células, SEPAN qué leyes deben seguir para obedecerlas sumisamente. ¿Dónde y como están presentes las leyes o principios en esas estructuras?Es evidente que las Leyes no las inventamos nosotros a nuestro capricho, sino que responden más o menos a lo que observamos, a la regularidad de las pautas de comportamiento de las cosas. Por tanto dependen de la observación y de las teorías o hipótesis formuladas o se tratan de formular y que además actúan como filtro de lo real de una Realidad más amplia (pues no todo se conoce).

Es verdad que las 14 constantes físicas no deducibles unas de otras, como la carga del electrón o la constante de Plank, en algunas de ellas se alcanza un grado de exactitud muy alto 41 grados de magnitud, es decir, no podemos variar ninguna de sus 41 cifras

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decimales pues el cosmos variaría de tal modo que no sería posible. Pero de aquí no se deduce el principio antrópico aunque muchos científicos lo hayan hecho. Hay nada menos que 10 elevado a 30 veces posibilidades de formar universos variando variables y leyes. Son los Multiversos posibles. No hay sólo un Universo. Ensayo, error y tiempo podría haber dado el nuestro pues es una entre las muchas posibilidades existentes.

Ciertamente el dogma de la creación hay que revisarlo, sin suprimirlo, sino variando su sentido y significado. Decir que Dios es el creador del Cielo y Tierra es posible asumirlo pensando que el Cielo es el Reino de Dios y la Tierra el Reino del Hombre, sin que tenga referirse expresamente al Cosmos. Más complicado es decir y asumir desde mi punto de vista que Dios es creador de todo lo visible y lo invisible. Pero podemos pensar que el sujeto que ve es el hombre. Entonces lo que estamos diciendo es que Dios es el creador de lo que el hombre ve y de lo que no ve. Es decir, Dios es el creador de aquello que llega a la conciencia del hombre y de aquello que no la alcanza. Por tanto puede que el dogma no se refiera estricta y necesariamente al Cosmos. Y es que cuando el dogma fue formulado, la idea del Cosmos y de la conciencia humana era muy diferente a la que tenemos hoy. Con lo cual no se trata de que creamos hoy lo que entonces creían con su cosmovisión reducida y errónea, sino que pudiendo creer lo mismo que ellos “Dios creador de Cielo y Tierra de todo lo visible e invisible” tiene que tener para nosotros un significado completamente distinto y no necesariamente referido al inmenso Cosmos que vamos descubriendo, del cual además desconocemos un 96%. No niego que Dios sea creador, lo que pongo en cuestión es qué es lo que crea, el objeto de la creación.

Por otro lado, ¿de qué es Señor, Dios? ¿de las piedras, de las moscas, como Bel, o de los hombres? Si supones que es de todas y cada una de las cosas, no te refieres entonces a mi Dios sino al Dios de un inmensa pléyade de dioses, uno para cada cosa. Y es que en algún sitio tienes que poner esa insólita propiedad de que cada cosa obedezca al Principio Ordenador, tendrá que ser al menos una partícula de Dios en ellas, o dicho de otro modo, un dios menor que obedece al Dios Supremo.Abba, el Padre de Jesús, es el Dios del pueblo de Israel, y por extensión el Dios de todos los pueblos de la Tierra.”

Juan:Claro que Paul Davies habla de fe. Al citarlo, no pretendo que él esté dando razones científicas acerca de la necesidad de la fe en general, sino un testimonio personal, de un reputado científico, de que la fe en Dios Creador es posible, más aún, plausible, desde criterios científicos. De manera que creer en Dios como Creador del Cosmos NO es contradictorio con la visión rigurosa de un científico; no es obligatorio, pero sí es plausible. De hecho, así lo ven muchos científicos, no sólo Davies; pero él es un caso de notable resonancia pública.

Siéndole posible tener o no tener esa fe, el que un científico opte por una u otra de esas alternativas dependerá de su disposición en uno u otro sentido. Hemos hablado de dos criterios de decisión: el llamado “principio antrópico”, por un lado, y la fe tradicional cristiana basada en la Biblia, por otro. Dependiendo de una predisposición favorable o desfavorable, podemos abordar esos criterios con una u otra interpretación. Mi propia disposición es favorable, por supuesto.

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No hay duda de que las leyes físicas expresadas según el llamado “Modelo estándar” admiten muchísimos universos posibles. Pero ¿cómo podemos saber que esos “multiversos” son reales, siquiera en principio? ¿Cuál es la diferencia entre que un universo sea sólo posible-según-el-modelo-estándar y que sea real? Si se trata de que podamos experimentarlo de algún modo, entonces sólo podemos afirmar de uno de ellos que sea real: el nuestro. El “principio antrópico” no se aplica a la ‘posibilidad’ de nuestro universo, sino a su ‘realidad’. La teoría de los “multiversos” es una manera aceptable de rehuir el principio antrópico sólo si puede demostrarse que todos esos multiversos son efectivamente reales, no únicamente posibles.Por eso hablaba yo de “los efectos antrópicos desde el comienzo mismo del universo, los que hicieron que ‘en el principio’ se REALIZARA precisamente este universo que nos incluye y no otro entre los POSIBLES”.

Por cierto, pienso que las leyes físicas corresponden a regularidades observadas en la naturaleza, como tú señalas. Y que esos comportamientos regulares corresponden a su vez a ciertas tendencias o “propensiones” (como las llama Peacocke tomándolas de Popper) presentes en las cosas según su nivel de realidad. Basta, pues, con concebir la acción creadora de Dios como causante -en último término— de esas propensiones que las cosas siguen por su propia naturaleza, no por “obediencia” ni conocimiento de las leyes (esto sería trastocar el tema de forma absurda).

Según muchos autores es concebible la causalidad desde el todo a la parte, de arriba a abajo (‘top-down’, ‘downward causation’), desde el futuro al presente (‘backward causation’), desde los niveles superiores a los inferiores, sin perturbar la causalidad ‘normal’ (‘bottom-up’, ‘forward causation’). La naturaleza ‘por sí misma’ y a la vez [en otro ‘plano’] impulsada por el Espíritu de Dios inmanente en todas las cosas, sigue las tendencias o propensiones por las que se manifiesta la acción del Espíritu en cada nivel. En el nivel de la materia inanimada, esas tendencias constituyen las leyes físicas; en el nivel de la vida, las leyes bioquímicas y biológicas; en el nivel humano, las tendencias éticas, estéticas y cognitivas. Son tendencias ‘heurísticas’, es decir que no están dadas de una vez sino que se van desarrollando paulatinamente, ‘a tientas’ [evolutivamente], durante el proceso.

Respecto de la interpretación de la fe bíblica y cristiana en un “Dios Creador de todo lo visible y lo invisible”, diré que me parece que la intención de los autores de las Escrituras (p.ej. Pablo: “El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra…”) es referirse al Dios único como autor de todo cuanto existe y pueda existir, sin excepción alguna. A mi modo de ver, los judíos monoteístas llegaron a creer en un único Dios todopoderoso, que por eso tenía que ser el único fundamento creador de toda la realidad existente “desde la nada” (ex-nihilo). Esa concepción es la que está detrás de los relatos bíblicos de la Creación, en el Génesis. Lo importante NO es lo que los judíos de esa época (o los intérpretes de cualquier otra época) pensaran acerca de cómo está compuesta esa realidad existente, o de cómo era concebida por la cultura de su pueblo. La intención era claramente afirmar el Señorío de Dios sobre el Cosmos, y así lo ha interpretado la fe cristiana a través de los siglos. Con diferentes concepciones del Cosmos según la época, claro, pero siempre con esa intención totalizadora de fondo. Tu hermenéutica me parece muy forzada, qué quieres que te diga.

Un científico dispuesto favorablemente hacia la fe en el Dios-Creador-del-Cosmos, puede encontrar argumentos para tener esta fe sin contradicción con su ‘fe’ científica;

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más aún, apoyándose en ella; está claro. Y uno NO dispuesto a ello, puede encontrar también argumentos para no creerla, estoy de acuerdo.

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[De un comentario de Juan:]“Gabriel, Dios creador del Cosmos…… ¿¡¡CONTRADICTORIO!!? En absoluto. ¿Cómo va a ser contradictorio? ¡Pues claro que es plausible! Un científico puede si quiere encontrar razones que no contradigan su fe y su ciencia incluyendo a Dios como creador del Cosmos, como dices. De esto trata la Teología de la Ciencia, pero repito es una rama especializada, ni general ni obligatoria. Por lo que dices parece que ahora ves un hueco donde el científico o cualquiera puede tener fe sin que el Cosmos, ni la creación por Dios del mismo, tengan que entrar necesariamente en su fe cristiana, aunque sea forzando un poco la hermenéutica. Con esto me es suficiente para seguir adelante en mi empeño. Mi propuesta la veo con dos ventajas muy claras. La primera y más importante es eliminar la responsabilidad de Dios respecto al Mal, la segunda es que la autonomía completa del Cosmos permite su total desacralización y que el presupuesto de la Ciencia de que no hay ni diseño ni planificación ni finalidad por una Mente, ni ninguna actividad o intervención externa, resulta ser perfectamente asumible desde la fe en Dios.”

Juan:Me alegra que digas que la fe en Dios-Creador-del-Cosmos no es contradictoria con la Ciencia, sino plausible para un científico. Quisiera corresponderte diciendo a mi vez que la NO-fe en Dios-Creador-del-Cosmos no es contradictoria con la fe cristiana. Pero no puedo, hablando con sinceridad.

Pienso que un científico, y cualquiera, puede creer en Dios y en Jesucristo de esa manera que tú propones: sin creer en Dios-Creador-del-Cosmos. Pero esa fe a mí no me parece que sea totalmente coherente, ni que pueda llamarse con propiedad “fe cristiana”. No es por coartar el derecho de nadie, y menos el tuyo, a creer en Dios y Jesucristo como le parezca, y llamar a esa fe “cristiana”. No hablo como autoridad, pues no tengo ninguna evidentemente, ni lo digo para defender dogmas o creencias tradicionales, por los que no me siento obligado. Hablo exclusivamente desde mi opinión personal sobre lo que considero esencial en la fe cristiana.

Ya lo he dicho: se trata de que considero absolutamente esencial, para creer en Jesús como el verdadero Cristo Redentor, que el “Padre de Nuestro Señor Jesucristo”, el “Abbá” de Jesús, el que le “envió” y le resucitó, sea el mismo Dios-Creador-de-todo-cuanto-existe, el Dios único Señor del universo en que creían los monoteístas judíos y que se manifestó en Jesús como Su Cristo, Su Ungido, el Dios-con-nosotros, el Dios-salvador.

Pienso que es posible y necesario creer que aun siendo Dios el Creador del Cosmos no es por ello responsable del Mal. Este es el “nudo” de la teodicea que he intentado desatar (apelando a Peacocke y Polkinghorne; y podría apelar a otros) fundamentalmente por la “kenosis del Creador”.http://galetel.webcindario.com/id91.htm

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Reconozco que es el problema más difícil de la teología, pero no quiero caer en la tentación de “cortar ese nudo gordiano” en vez de desatarlo. No creo que Job haya tenido forzosamente que llegar a la conclusión de que Dios NO es en realidad el Creador del mundo, para comprender que: “he hablado sin inteligencia, de maravillas que me superan y que ignoro” cuando culpaba a Dios de sus males.

Por otra parte, creo que no es necesario abandonar la fe en Dios-Creador-del-Cosmos para sostener, como haces, “el presupuesto de la Ciencia de que no hay ni diseño ni planificación ni finalidad por una Mente, ni ninguna actividad o intervención externa”.Si afirmas que ese presupuesto “de la Ciencia” (no sólo de algunos científicos) exige que la fe en Dios –en caso de tenerse— NO incluya Su creación del Cosmos para ser asumible, estás afirmando que la fe en Dios-Creador-del-Cosmos SÍ es CONTRADICTORIA con la Ciencia… pero tú lo has negado.

Pienso que la autonomía del Cosmos es compatible con el hecho de que Dios sea su Creador; sólo hace falta darse cuenta de que la acción creadora inmanente del Espíritu de Dios no concurre con las causas naturales en el mismo plano. No es una “intervención externa”. Se trata de aceptar el principio de “teonomía” del que hablamos profusamente en el curso de Lenaers, anteriormente en este foro. Comprendo que sea difícil entender y aceptar la compatibilidad de la autonomía del Cosmos con su creación por Dios. Parece una contradicción, pero no lo es. Se siente uno tentado a rechazarlo por contradictorio; pero -otra vez— no hay que caer en la tentación de “cortar el nudo gordiano” en vez de aprender cómo desatarlo.

Finalmente, parece que crees que hay que resolver el tema del “principio antrópico” por la vía de la teoría de los “multiversos”. Yo pensaba que no era así, cuando leí que no recurrías a esa teoría sino a la “causalidad circular” para explicar la no-extinción de la línea evolutiva humana. ¿Por qué no aplicas entonces la causalidad circular también a los efectos antrópicos que determinaron desde el “comienzo” la realización de este universo entre todos los posibles? Piénsatelo.

Este diálogo contigo ha sido apasionante.Si quieres lo continuamos, pero tal vez sea ya suficiente para los sufridos lectores.

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[Comentario de Juan:]“Gabriel, supongo que vamos terminando este sabroso diálogo, pero si no me das una coherencia suficiente tendré que seguir. La total coherencia es muy difícil de conseguir, pues suponer que se ha cerrado un sistema completamente es una falacia hasta que no alcancemos la Plenitud y la Verdad que deriva de ella. Me basta que sea suficiente para ir tirando.

No he dicho que tu sistema sea cerrado y coherente, sino que podría ser suficiente para el que tenga motivaciones afines. Te quedan problemas por resolver pues las propuestas de fondo que das (no de axiomas evidentes), tampoco están sólidamente afianzadas. Para salvar la contradicción entre un Cosmos autónomo y la creación de Dios sales por la tangente con dos planos distintos del discurso que tienes

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necesariamente que admitir, y si se trata de dos planos de lo real entonces la dificultad aumenta. ¡Piénsatelo!

Si no traslado el principio antrópico al origen del Cosmos es porque no lo veo necesario. No hay ninguna razón que justifique que nuestro Universo es el ÚNICO real de todos los Multiversos posibles. No tiene ningún sentido que el campo cuántico en ebullición fluctuante del origen, forme un solo proceso explosivo al acumular energía de inflación en áreas o zonas concretas y discontinuas del mismo. El sentido común nos dice que deben ser innumerables los Universos producidos y que combinando leyes y constantes cierta cantidad de ellos resulten más o menos estables de vida larga como el nuestro. ¿Demostración? Pues evidentemente no es posible al menos por ahora, pero sí resulta razonable.

Que Dios-Padre sea el creador y Señor de toda existencia yo lo coloco NO en el plano de una determinada cosmovisión y dependiente de ella sino que lo traslado a lo Absoluto. Lo Absoluto es lo que fundamenta nuestra esperanza, no necesariamente lo Real existente que no tiene porqué tenerla, aunque sería plausible hacerlo. Se podría identificar lo Real existente conocido o por conocer con lo Absoluto en una vía ascendente, pero esta identificación no puede realizarse por ninguna prueba o demostración válida y por tanto se trata de una creencia o fe. Si se hace de este modo lleva nuestra esperanza de vida a la Nada, mientras que lo Absoluto podría llevarnos a lo Eterno. Creo que Realidad Física (cualificada) y Absoluto no se identifican pues por lo que conocemos de lo Real Físico no tiene nada de infinito- eterno- absoluto, sino todo lo contrario.

También podría teóricamente identificarse lo Real con lo Absoluto por vía descendente, considerando lo Físico como una parcela de lo Real, vista impregnada o traspasada de Absoluto. Si se hace esto da pie a cualquier trampa del conocimiento inventando con imaginación mística una sobrerrealidad más allá de la Física (metafísica) muy del gusto y del capricho del que lo hace y usándola como tabla de solución a todo misterio y problemas del conocimiento de lo que es.

Si el agnóstico, en sentido etimológico, cree que lo Absoluto ES pero su acceso a ser conocido o a su voluntad, si es que la tiene, está completamente cerrado para nosotros, yo estoy de acuerdo con él, pero añado que no será así para siempre. Creo que Dios abre la accesibilidad a lo Absoluto aunque no antes de alcanzar la Plenitud. Y lo creo porque Dios es TODO: Absoluto y Plenitud Humana, dado que esto último añade a lo Absoluto-Infinito-Eterno, lo que le corresponde de Relativo-Finito-Temporal que también ES. Nuestro esfuerzo no consistirá en desentrañar lo Absoluto ya que nos resultaría imposible por ser lo Otro Incognoscible, sino ir ganando parcelas de Plenitud en la dirección que enseña y manifiesta Jesús de Nazaret, que es desde el principio Dios y por tanto Plenitud.

Puedo seguir llamando a Dios el Padre “creador”, pero lo que Dios crea es el Mundo humano y por ello también es Señor del Mundo. Él es el creador del Cielo o Mundo de Dios o su Reino, y de la Tierra o Mundo del Hombre. Me gusta pensar que es Dios quien va extrayendo de lo Real aquello que podemos inteligir poco a poco, mostrándonos el Mundo con nuestros descubrimientos, tanto de la Tierra como del Cielo. En esto consiste la creación de Dios, con la finalidad de que vayamos los humanos ganando parcelas de Plenitud.

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En cambio no veo el interés de tener una cosmovisión religiosa cuando hay ya una sin religión que funciona y válida para todos.

Juan:Me da gusto dejarte la última palabra (sin que signifique asentimiento) con este magnífico comentario tuyo.

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A mi modo de ver, hace muy bien Juan Luis en rechazar la concepción de la acción creadora de Dios como “intervenciones puntuales especiales” en el proceso cósmico, ya sea en su inicio o durante su desarrollo.

En mi opinión (reiterada), esta acción creadora de Dios se da continuamente, no especialmente en el inicio ni en ningún otro momento en particular, y no como intervenciones adicionales a las leyes del proceso, sino EN esas leyes mismas.

Suscribo pues estas palabras de Juan Luis: “entendemos la creación como permanente Acto sustentador divino de todo el devenir. El acto creador es un ‘continuum’ permanente (sin duración temporal), como una Presencia que actúa (crea), no a la manera en que una causa intramundana interfiere en el ámbito autónomo de otra, sino como Presencia y Don permanentes que hacen ser el cosmos y lo habitan desde su entraña en un dinamismo evolutivo de miles de siglos.”

Consecuentemente, no puedo aceptar una creación “óntica” inicial que origine un devenir posterior meramente existencial, sin novedades ónticas durante el proceso. Al contrario. Pienso que las novedades ónticas pueden darse, y se dan continuamente, formando la parte más esencial del desarrollo evolutivo; pero sin exigir ninguna “intervención especial divina”, sino gracias a las propias capacidades auto-trascendentes (que diría Rahner) de las leyes físicas normales –o, mejor dicho, de las propensiones que se han intentado aprehender y formular aproximadamente en esas leyes— y que se traducen en los fenómenos de auto-organización y de emergencia. No únicamente emergencia de propiedades, sino también de procesos; esto es, “emergencia óntica”.

Obviamente, el concebir la acción creadora de Dios de esa manera tan “kenótica” e inmanente se presta a que sea negada fácilmente por quien se inclina a aceptar el proceso natural como un hecho “bruto”, sin necesidad de explicación trascendente. Sin embargo, a los cristianos que creemos que el Dios/Abbá de nuestro Señor Jesucristo es el Creador del Cosmos, tiene que resultarnos natural pensar así.

En apoyo de este pensamiento, que no es sólo mío evidentemente, sino de amplios sectores teológicos y científicos cristianos en la actualidad, voy a citar unas palabras del teólogo de la Ciencia danés Niels Gregersen, que he extraído de su respuesta al teólogo emergentista Phillip Clayton en la “Boyle Lecture 2006”:

“Los argumentos de diseño, respecto de sistemas biológicos específicos, se han vuelto obsoletos, en efecto, después de la teoría evolucionista de Darwin. En la Ciencia

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actual, la auto-organización y la selección natural hacen el trabajo que antes sólo podía ser explicado recurriendo a diseños divinos especiales.

El movimiento americano del Diseño Inteligente está pues destinado al fracaso… y es erróneo teológicamente, ya que presupone un contraste fundamental entre las obras de la Naturaleza y la obra de Dios Creador. Dejaré entonces de lado el Diseño Inteligente y seguiré en cambio al Profesor Clayton en su importante punto de que la emergencia está estrechamente implicada en la evolución y la co-evolución. (…)

La cuestión es: ‘¿Qué es lo que emerge?’ Si son sólo propiedades lo que emerge, podemos tener únicamente emergencia débil, esto es, sin capacidades causales particulares nuevas. (…) Sin embargo, si son procesos los que emergen, las estructuras emergentes son parte del nexo causal que canaliza y selecciona entre las opciones físicas. (…) Si son organismos biológicos o agentes auto-reflexivos los que emergen durante la evolución, resulta apenas posible negar que los organismos emergentes ejercen una influencia causal específica en su futuro. (…)

Las tradiciones teístas conciben a Dios como la eterna e inagotable Fuente de la emergencia. Esto cuadra con mi visión anterior de que el mundo puede ser explicado como un campo fértil creado por Dios para el propósito de la auto-organización y la emergencia. En esta concepción se retiene la primacía de Dios. Pero ahora se puede preguntar: ¿significa esto que Dios Creador está alejado del mundo, sin otra conexión con la creación que la de ser su diseñador e iniciador? De hecho, puede encontrarse esta visión en la tradición cristiana, especialmente en la tradición de la teología natural.

Aquí me gustaría sugerir –en acuerdo fundamental con Philip Clayton, me parece— que la idea de emergencia puede permitirnos abandonar el modelo del creador fabricante que ha formado parte del teísmo filosófico estándar. Más bien deberíamos asumir un modelo más artístico, de Dios como artista, siendo que el mundo de la naturaleza es expresión de la Luz eterna, el Amor y la Belleza de Dios.En este cuadro no hay división –ni competición por lo tanto— entre la acción creadora de Dios y la creatividad natural, porque esta última es la exacta expresión de aquélla.”

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También podría ser de sumo interés para muchos leer estos párrafos extraídos del libro “La mente de Dios”, del famoso físico Paul Davies:

“¿Podrían los desarrollos científicos recientes cuadrar con la doctrina cristiana de creación ex nihilo? Como he enfatizado repetidamente, la idea de Dios trayendo al universo a su existencia de la nada no puede ser considerada como un acto temporal, porque involucra la creación del tiempo. Desde el punto de vista cristiano moderno, ‘creación ex nihilo’ significa sustentar al universo en existencia todo el tiempo. En la cosmología científica moderna no debería pensarse más al espacio-tiempo “viniendo a la existencia” de ninguna forma. Más bien debería decirse que el espacio-tiempo (o el universo) simplemente es. ‘Este esquema no tiene un evento inicial con un estatus especial,’ remarca el filósofo Wim Drees. ‘Por lo tanto todos los momentos tienen una relación similar con el Creador. O bien esos momentos están todos ‘siempre allí’ como un hecho bruto, o bien ellos son todos igualmente creados. Es una bella característica de la cosmología cuántica que aquella parte del contenido de la creación ex nihilo que

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se suponía más alejada de la ciencia, la ‘sustentación’, puede ser vista como la parte más natural en el contexto de la teoría.’(…)Me parece que si se persevera con el principio de razón suficiente y se demanda una explicación racional para la naturaleza, no se tiene más opción que buscarla en algo más allá o fuera del mundo físico –en algo metafísico– porque, como hemos visto, un universo contingente no puede contener dentro de sí una explicación para sí mismo. ¿Qué clase de agencia metafísica podría ser capaz de crear un universo? Es importante prevenirse contra la imagen ingenua de un Creador produciendo un universo en algún instante en el tiempo por medios sobrenaturales, como un mago extrayendo un conejo de una chistera. Como he explicado en extenso, la creación no consiste meramente en causar el Big bang. En vez de eso, estamos a la búsqueda de algo más sutil, la noción de creación atemporal, la cual, usando la frase de Hawking, ‘exhala fuego en las ecuaciones’, y promueve así lo meramente posible a la existencia real. Esta agencia es creativa en el sentido de ser responsable de alguna manera de las leyes de la física, las cuales gobiernan, entre otras cosas, cómo evoluciona el espacio–tiempo.(…)El severo golpe al argumento del diseño propinado por Hume, Darwin y otros resultó en que haya sido casi completamente abandonado por los teólogos. Es del todo curioso, no obstante, que haya sido resucitado por un número de científicos en los años recientes. En su nueva forma, el argumento no se dirige a los objetos materiales del universo, sino a las leyes subyacentes, donde es inmune al ataque darwiniano.(…)Al contrario que los mecanismos, los cuales pueden evolucionar lentamente con el tiempo hacia formas más complejas u organizadas, las ‘palabras cruzadas’ de la física de partículas vienen terminadas. Las conexiones no evolucionan, están allí simplemente, en las leyes subyacentes. Debemos o aceptarlas como hechos brutos verdaderamente sorprendentes o buscar una explicación más profunda.De acuerdo a la tradición cristiana, esta explicación más profunda es que Dios ha diseñado la naturaleza con un considerable ingenio y habilidad, y el empeño de la física de partículas está descubriendo parte de ese diseño. Si se aceptara esto, entonces la siguiente pregunta sería: ¿Con qué propósito ha producido Dios este diseño? En la búsqueda de una respuesta tenemos que tener en cuenta las muchas ‘coincidencias’ mencionadas anteriormente en conexión con el Principio Antrópico y los requerimientos de los organismos biológicos. La aparente ‘sintonía fina’ de las leyes de la naturaleza, necesaria para posibilitar la evolución de la vida en el universo, conlleva la clara implicación de que Dios ha diseñado el universo para permitir que emerjan la vida y la conciencia. Esto significaría que nuestra propia existencia en el universo constituyó una parte central del plan de Dios.(…)¿Deberíamos adoptar el enfoque pragmático ateísta que se conforma con tomar al universo como dado, y seguir catalogando sus propiedades? No hay duda de que muchos científicos se oponen temperamentalmente a cualquier forma de metafísica y argumentos místicos. Desdeñan la noción de que puede existir un Dios, o aún un principio o fundamento creativo impersonal que pudiera sostener la realidad y proveerla de sus aspectos contingentes, menos arbitrariamente. Personalmente yo no comparto su desdén. Aunque muchas teorías metafísicas y teístas parezcan inventadas o infantiles, no son obviamente más absurdas que la creencia de que el universo existe de la forma que es, sin razón.

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(…)Nosotros, que somos hijos del universo –polvo de estrellas animado– podemos no obstante reflexionar sobre la naturaleza del mismo universo, aún hasta el extremo de vislumbrar las reglas con las que funciona. Cómo hemos sido conectados a esta dimensión cósmica, es un misterio. Pero la conexión no puede ser negada.¿Qué significa esto? ¿Qué es el Hombre para participar de este privilegio? No puedo creer que nuestra existencia en este universo sea fortuita, un accidente de la historia, un bache incidental en el gran drama cósmico. Estamos involucrados demasiado íntimamente. Las especies físicas Homo pueden no significar nada, pero la existencia de la mente en algunos organismos de algunos planetas del universo es con seguridad un hecho de significado fundamental. A través de los seres conscientes, el universo ha generado auto-conciencia. Esto no puede ser un detalle trivial, un subproducto menor de fuerzas sin propósito y sin sentido. Tiene que haber una verdadera razón para que nosotros estemos aquí.”

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Algunos no ven a Dios por ninguna parte y otros lo vemos por todas partes (en lo “positivo”, se entiende).Sin término medio; porque quien lo haya visto sólo como un agente de actos prodigiosos extraordinarios, en el mismo plano de las causas naturales y de las acciones humanas, acaba lógicamente por cuestionar su arbitrariedad y por negarlo.

Dios no se opone a la naturaleza ni al ser humano (en lo que tienen de “positivo”); está en su intimidad más íntima. No se opone a la autonomía de la naturaleza ni a la libertad humana; al revés, las hace posibles. No actúa sólo desde un acto creador en el “principio”, sino continuamente, en cada momento. No desde “arriba” o desde “afuera”, sino desde “dentro”.

Cuando se ejecuta la voluntad de otro hombre, se es su subordinado, y se puede decir que se pierde libertad; pero al ejecutar la voluntad de Dios, se realiza la propia libertad (y viceversa). Dios es muy distinto a los hombres y a las causas.

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Javier:Tú buscas rechazar la concepción heterónoma de Dios, de la que hablaba Lenaers. Yo estoy de acuerdo con ese rechazo. Si has interpretado que yo defendía esa visión heterónoma y antropomórfica de Dios, me has interpretado mal.

Pero no me queda claro que tú aceptes, en cambio, la visión teónoma que propone Lenaers: “Quien piensa en términos teonómicos, confiesa a Dios (en griego: theos) como la más profunda esencia de todas las cosas y por ello también como la ley (en griego: nomos) interna del cosmos y de la humanidad.”

Si concibes un mundo que puede funcionar SIN la sustentación permanente de Dios, porque Dios lo habría dejado “funcionando por sí solo” después de “ponerlo en marcha

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al principio”, estás abrazando un deísmo heterónomo y rechazando la teonomía. Esto es lo que yo llamo “ilusionismo”.

Creo que harías bien en meditar estas palabras de Paul Davies: “todos los momentos tienen una relación similar con el Creador. O bien esos momentos están todos ‘siempre allí’ como un hecho bruto, o bien ellos son todos igualmente creados”.

Si no piensas que el mundo, y sus leyes, puedan existir como un “hecho bruto”, porque “no sabes explicarlo sin un Creador” como has reconocido, entonces debes aceptar que ese Creador es su Sustentador permanente, la fuente de la uniformidad y la continuidad de la naturaleza, por lo que NO puede haber ninguna acción de las cosas del mundo “por sí solas”, independientemente de la acción creadora/sustentadora de Dios.

Abandonando el “ilusionismo”, tendrías que llegar a estar de acuerdo conmigo en que “Dios no se opone a la autonomía de la naturaleza ni a la libertad humana; al revés, las hace posibles. No actúa sólo desde un acto creador en el ‘principio’, sino continuamente, en cada momento. No desde ‘arriba’ o desde ‘afuera’, sino desde ‘dentro’.”

Pero probablemente estemos de acuerdo en el fondo, sólo que lo decimos con diferente lenguaje. Por ejemplo, tú podrías decir: “Dios dotó a las leyes de la naturaleza de permanencia y continuidad; de todo lo necesario y suficiente para seguir actuando por sí solas”, en vez de decirlo como yo: “Dios crea/sustenta continuamente a la naturaleza en todo momento”. Tu manera de hablar privilegia un “momento inicial”, un “principio en el tiempo”, y eso no lo creo apropiado (ni siquiera refiriéndolo al Big-bang), pero es secundario si ambos hablamos de que todo lo que ocurre en la naturaleza se remonta en último término a la acción creadora de Dios.

La discrepancia viene, a mi parecer, cuando consideramos si esas leyes de la naturaleza contemplan o no la salvación eterna y definitiva de las personas individuales. Pienso que la mayoría de las personas con mentalidad algo científica (como Paul Davies y Juan y yo mismo, modestamente) decimos que NO. Que no hay la más mínima evidencia de ello, aunque exista un anhelo humano, un “buen deseo” que quede insatisfecho. No es suficiente razón ese “buen deseo” para afirmarlo.

Sin embargo, yo creo firmemente (y me parece que también muchos otros, sean de mentalidad científica o no) que Dios tiene la intención –desde toda la eternidad— de otorgarnos su Vida eterna a todas las personas. Para eso, su acción creadora/sustentadora, que ha sido, y es, necesaria para crearnos como personas humanas, no es suficiente. Es únicamente la base de otra acción complementaria de Dios: su acción redentora, que no se ejerce según las leyes normales del proceso cósmico, pero que no las viola ni las perturba en modo alguno sino que las refuerza (por lo que no puede calificarse de “intervención mágica”).

Esta acción redentora es la que se ha manifestado en Jesucristo, y en todo lo que preparó, circunstanció, y continuó su misión salvífica. Es aquí, en esta acción redentora de Dios -que para el tema debemos diferenciar nítidamente, pienso, de su acción creadora—, donde se plantea lo de la “magia”. Probablemente, lo que tú y otros queréis decir es que consideráis “magia” creer en cualquier acción redentora de este tipo, pues nuestra salvación eterna y definitiva se explicaría perfectamente por la acción creadora

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que se manifiesta en las leyes naturales normales que conocemos. Yo pienso lo contrario.

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Por supuesto, la acción creadora/sustentadora de Dios garantiza la constancia, uniformidad y permanencia de las leyes –mejor dicho del comportamiento que, por eso precisamente, puede expresarse en leyes— de la naturaleza. Esto es lo que se llama teológicamente la “fidelidad de Dios”. A mi juicio, también la acción redentora de Dios respeta esto; más aún, lo lleva hasta el extremo.

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La teología no compite con la ciencia, son planos diferentes. La acción de Dios no compite con la evolución. Dios actúa mediante las leyes físicas que rigen la evolución. Pero como las leyes no son completamente deterministas, hay margen para el azar y para los errores, junto con los aciertos. La evolución realiza la voluntad de Dios de manera flexible y global, no rígida y puntual. No hay puntos privilegiados para la acción divina, que serían los “de complejidad irreductible” según la teoría del DI. Esos puntos no son más que agujeros de la explicación darwinista. Y Dios no es un tapa-agujeros, que actúe sólo puntualmente en ciertos casos inexplicados. Dios actúa en todo, porque lo hace a través de las leyes físicas, no interviniendo al margen o contra ellas. Lo que explica el darwinismo también es obra de Dios, tanto como lo que no explica. Las explicaciones no dejan al margen la acción de Dios, al contrario, la muestran. El darwinismo debe complementarse con el neodarwinismo y con otras teorías como la de la auto-organización de los sistemas complejos; pero aunque así lograra explicarlo todo sin que queden agujeros, no habría eliminado a Dios; pues Dios no es sólo “de los agujeros” sino de todo el campo entero de la ciencia. Pero Dios es “kenótico”, para permitir la autonomía del mundo y la libertad de las personas.

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La teoría más acabada para explicar el comportamiento del universo conocido, el llamado “Modelo Estándar”, fallaba por la base, al no conseguir dar cuenta de la masa de las partículas elementales que la poseen. La explicación podía ser mediante la interacción de dichas partículas con un campo-partícula básico que permea el vacío original: el bosón postulado por el físico Higgs. Pero la existencia de ese bosón era una hipótesis que tenía que demostrarse; esto es lo que al parecer se ha conseguido recientemente.

El nombre “partícula de Dios”, o más exactamente “partícula-Dios”, proviene de la idea deísta de que la acción creadora de Dios consiste en crear la materia, la masa, en el origen de todo, y de ahí el universo iría apareciendo y evolucionando por sí solo. Hay quien dice que sería más apropiado un nombre como “kenonón”, del griego “kenon”: vacío. Y esto nos trae resonancias de lo que los teólogos han llamado la “kenosis” creadora de Dios: el “vaciamiento” o anonadamiento creador de Dios para hacer posible un espacio, externo a Él mismo, donde pudiera desarrollarse su Creación de manera autónoma. El espacio original que así proviene del “vaciamiento” original de Dios, es un “vacío” que, no obstante, está dotado por el Espíritu de Dios (que, según la expresión mítica bíblica, “aletea” sobre el vacío/caos original para “incubar” el cosmos) de una

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gran fuerza creadora: el campo-partícula de fuerzas que crea la masa, el llamado impropiamente “bosón de Higgs”.

Pero la acción creadora de Dios no es puntual ni determinista, como pudieran pensar los deístas o los creacionistas. No se trata de un Dios de los “agujeros”, ni “relojero”. Se trata de un Dios que, anonadándose, ha creado una Creación autónoma, dotándola de las leyes físicas mediante las cuales su Espíritu creador está siempre inmanente, sustentando el Universo (o Multiverso) de manera continua y ubicua, pero admitiendo la indeterminación que otorga autonomía, aun al coste de la posibilidad del mal, en vistas a una plenitud final. Dios no está sólo en lo que la ciencia no explica, sino también, y principalmente, en lo que la ciencia explica. Alabado sea Dios, que nos ha hecho capaces de ir descubriendo y entendiendo sus maravillosas leyes creadoras.

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Pienso que la Creación tiene la potencialidad de salvarse “por sí misma” (gracias al Espíritu inmanente de Dios), y que a esto colabora el ser humano como elemento indispensable. Por eso he escrito: “la especie humana se inscribe en el ecosistema terrestre, y éste en el Universo, colaborando todo al desarrollo evolutivo cósmico que tiende a Dios… la misión del individuo humano no tiene límites, pues colabora con todas sus capacidades al Fin del universo, como co-creador y co-redentor”.

Pero, en esa salvación de la Creación, ¿puede salvarse el último reducto intimísimo de cada individualidad humana? ¿No se ha dicho más bien que ese “yo” íntimo es una ilusión dualista, un obstáculo a la participación en la plenitud universal, un freno al progreso espiritual personal?

¿No requiere, la salvación de la intimidad personal, de un tipo de salvación especial, que no está contemplada en la salvación universal a menos que se la conciba como disolución del yo? ¿No es eso por lo que clama una porfiada individualidad que se reconoce como distinta del resto del universo, y reclama su valor indisoluble, en las palabras de un Unamuno, por ejemplo?“El hombre es un fin, no un medio. La civilización toda se endereza al hombre, a cada hombre, a cada yo. ¿O qué es ese ídolo, llámese Humanidad o como se llamare, a que se han de sacrificar todos y cada uno de los hombres?”

Para un antiguo judío, la dependencia de su individualidad de lo natural y lo social se expresaba como filiación de Abraham y pertenencia a Israel, su nación, su pueblo. La salvación no podía consistir en otra cosa que en la salvación de Israel. Sin embargo, en el libro de Isaías encontramos estas conmovedoras palabras:

Otea desde el cielo, mira desde tu morada santa y gloriosa:¿Dónde están tu celo y tu fortaleza,tu entrañable ternura y compasión?No la reprimas, que tú eres nuestro Padre;Abraham no sabe de nosotros, Israel no nos reconoce;tú, Señor, eres nuestro Padre,tu nombre desde siempre es “Nuestro Redentor”.(Is 63, 15-16)

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En mi opinión, aquí se expresa la petición angustiada del individuo, que se siente diferente de lo natural y social (Abraham, Israel), que no se ve reconocido ni incluido en la salvación universal (de Israel), y que se dirige a su Padre-Dios, el Padre del individuo –no ya solamente el de Israel- para pedirle su redención personal.

¿Será esto “hybris”, será querer permanecer obstinadamente en la ilusión subjetivista?Yo creo que no. Pienso que Dios ofrece una salvación especial al individuo humano mediante la Redención por Jesucristo, en diálogo con su personalidad, con su libertad, con su irreductible intimidad.

La potencialidad de la naturaleza la capacita y la conduce a salvarse “por sí misma” de su precariedad; pero la precariedad del individuo requiere de la redención personal especial que le ofrece su Padre/Dios mediante Dios/Hijo, en amorosa solidaridad y benevolente diálogo.

……

(Marcos 4, 26-32):“[Jesús] decía: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe. La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega. También decía: ¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos? Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra, es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra; sin embargo, una vez sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que las aves del cielo pueden anidar a su sombra.”

La Creación es un proceso de emergencia de todas las cosas, a partir de un minúsculo “grano” inicial que se expandió con un potente “big-bang”, seguido por niveles y más niveles de novedades asombrosas.

¿Acabará por fin la Creación como un gran árbol donde puedan anidar aves felices?Pues es dudoso… muchos piensan que acabará siendo un páramo sin vida, y que las aves habrán desaparecido hace tiempo.

Pero otros creemos que hay un Sembrador que ha esparcido su simiente por la Creación. Su semilla primordial ha sido Jesús y de su “big-bang-Jesucristo” brotamos nosotros. Nuestros tallos y espigas crecen entre la Creación sin hacer ruido.

No nos lo parece, porque no sabemos cómo, notamos malezas, y lo dudamos. Dormimos y despertamos día tras día, y no lo vemos. Pero no dudemos: despertaremos un día en que las espigas habrán germinado llenas de trigo, y las aves vendrán a comer los granos, y anidarán bajo el árbol frondoso del Final.