zimmer bradley, marion - la puerta del espacio

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LA PUERTA DEL ESPACIO MARIN ZIMMER BRADLEY Ttulo original: THE DOOR THROUGH SPACE Autor: MARIN ZIMMER BRADLEY Traduccin: SUREDA Portada: SCHOLLER N. de Registro: 2.483-65 Depsito legal: B. 12.450-65 EDICIONES VRTICE: Distribuidor exclusivo para Espaa y Exterior. DISTRIBUIDORA UNIVERSAL. Marqus de Barber, 1 pral. 2. - Barcelona. Espaa POLOGRAF Onsimo Redondo, 11 Hospitalet EN EL EXTRAO MUNDO DE WOLF En un tiempo Race Cargill haba sido el mejor agente del Servicio Secreto terrano en el complejo y misterioso planeta de Wolf. Repetidas veces arriesg su vida entre las criaturas semihumanas y no humanas del sombro mundo. Y, repetidamente, haba cumplido las fantsticas misiones, hasta que su nombre fue cubierto de gloria. Pero todo eso al parecer haba acabado. Durante seis largos aos haba estado sentado detrs de un fastidioso escritorio en el interior del cercano cuartel general terrano, aislado all despus que l y un rival se haban marcado con cicatrices y magullado el uno al otro en una contienda familiar. Ms cuando la puerta del espacio se abri de repente y con rpido movimiento, la contienda surgi de nuevo, y con ella una intriga destinada a atajar y destruir el Imperio Terrano. Nota del autor: Siempre dese escribir. Pero hasta que hall las viejas revistas en pasta de fantasa cientfica, a la edad de diecisis aos, este deseo general no se convirti en un preciso estmulo para escribir aventuras de fantasa cientfica. Di muchos rodeos en el camino. Descubr la ficcin cientfica en su edad de oro: la poca de Kuttner, C. L. Moore, Leigh Brackett, Ed Hamilton y Jack Vance. Pero mientras estaba todava juntando tiras de papel de desecho para mis tempranos esfuerzos, el estilo cambi. Las aventuras en lejanos mundos y extraas dimensiones pasaron de moda, y lleg la nueva expresin de la science-fiction el nfasis en la ciencia. Por tanto mis primeras historias eran cabalmente ficcin cientfica, y no estoy tratando de abandonar esa clase de narracin. Tiene su lugar. En mucho, la clase de science-fiction que proporciona los ttulos del da tan prximamente como el caf de la maana, ha aumentado el inters popular por el moderno y maravilloso mundo de la ciencia en que vivimos. Ha ayudado a generaciones de jvenes a sentirse seguros y tranquilos en un mundo rpidamente cambiante. Pero los estilos mudan, las viejas aficiones retornan, y ahora que los Sputniks alborotan el cielo con nuevas y poco familiares lunas, los lectores de la science-fiction estn dispuestos a esperar al da de maana para leer gustosamente los nuevos ttulos en este campo de la moderna literatura. Otra vez, creo, hay un lugar, un deseo, una necesidad y apetencia de la maravilla y el colorido del mundo de afuera. El mundo de ms all de las estrellas. El mundo que nosotros no llegaremos a ver. Es por eso que escrib LA PUERTA DEL ESPACIO. MARIN ZIMMER BRADLEY

CAPITULO PRIMERO Al otro lado de las puertas del puerto del espacio, los hombres de Kharsa estaban acosando a un ladrn. O los agudos gritos, el ruido sordo de pies que avanzaban a zancadas demasiado largas y brincantes para ser de seres humanos, cuyo eco resonaba todo a lo largo de las oscuras y polvorientas calles que conducan a la plaza principal. Pero la plaza misma estaba vaca ahora, a la luz carmes del medioda de Wolf. En lo alto la caliginosa ascua roja de Phi Coronis, el viejo y agonizante sol de Wolf, emita una luz plida y fra. La pareja de guardas de la fuerza del Espacio situados junto a las puertas, que vestan chaquetas de cuero negras, con armas de muy mal gusto metidas en una especie de pistoleras atadas al cinto, estaban adormecindose bajo la arqueada entrada donde el emblema de la estrella y el cohete proclamaba la soberana de Terra. Uno de ellos, un muchacho chato que slo haca unas semanas que haba salido de la Tierra, aguz inquisitivamente el odo al percibir los gritos y el ruido de arrastre de pies; luego volvi la cabeza de un tirn, hacia m. Eh,Cargill, ustedsabe hablar su dialecto. Qu pasa all? Sal fuera de la entrada para escuchar. No poda, sin embargo, verse a nadie en la plaza. Estaba lvida y barrida por el viento, una empalizada de vacuidad; a un lado el puerto del espacio y el blanco rascacielos del cuartel general de los Terranos, y al otro lado, la confusin de altos edificios, la capilla de la calle, el pequeo bar del puerto del espacio que ola a caf y jaco, y las oscuras, abiertas entradas de calles que bajaban serpenteando hacia el interior de Kharsa, la antigua ciudad, el distrito de los indgenas. Pero yo estaba solo en la plaza con los agudos gritos ms cercanos ahora, cuyo eco resonaban por las circundantes paredes y el vivo movimiento de muchos pies que avanzaban a lo largo de una de las enlodadas calles. Luego lo vi correr, trampeando, mientras una rociada de piedras volaba alrededor de su cabeza; era alguien o algo menudo, encapotado y gil. Detrs de l la chusma de rgida facha daba alaridos y arrojaba piedras. No pude, sin embargo, entender los gritos; pero la turba estaba ansiosa de sangre, y yo lo saba. Est llegando disturbio dije brevemente, poco antes de que la chusma se derramara en la plaza. El enano en fuga mir alrededor salvajemente por un instante moviendo la cabeza de lado a lado tan rpidamente que era imposible recibir ni siquiera una efmera impresin de su rostro humano o no humano, familiar o raro. Luego, como una bolita soltada de su honda, el extrao ser se encamin en derechura a la entrada buscando seguridad. Y detrs de l la brincante chusma vociferaba y daba alaridos y se verta sobre la mitad de la plaza. Slo la mitad. Despus, por esa repentina intuicin que da hasta a la gentuza ms demente alguna vislumbre de juicio, se pararon de un modo confuso y desigual, volviendo la cabeza de lado a lado. Sub al peldao inferior del edificio del cuartel general, y los examin someramente. La mayor parte de ellos eran chaks, los habitantes no humanos de Kharsa, cubiertos con pieles y de la estatura del hombre, y no de la mejor clase. Sus pieles eran toscas, sus colas desnudas estaban llenas de inmundicia y mal. Sus delantales de cuero colgaban en pingajos. Uno o dos de la chusma eran humanos, la hez de la poblacin de Kharsa. Pero el emblema de la estrella y el cohete pintado al otro lado de las puertas del puerto del espacio sosegaba algn tanto hasta el ms violento anhelo de sangre; la turba se mova alrededor y se meneaba inquietamente en una mitad de la plaza. Por un momento, no supe a dnde haba ido su presa. Luego vi al enano agachado, an no a cuatro pies de distancia de m, all en un pedazo de sombra. Simultneamente la chusma lo vio, arrebujado justamente detrs de la entrada, y un alarido de frustracin y rabia reson alrededor de la plaza. Alguien arroj una piedra. Pas zumbando por encima de mi cabeza, no tocndome por poco, y fue a parar a los pies del guarda de chaqueta de piel negra. Este levant la cabeza de un tirn e hizo un ademn con el arma que repentinamente haba sido desenfundada. El gesto debiera haber bastado. En Wolf, la ley de los terranos ha sido escrita con sangre y fuego y explotadores tomos; y el lmite est trazado firme y claramente. Los hombres de la fuerza del espacio no intervienen en la vieja ciudad, ni en ninguna de las ciudades indgenas. Pero cuando la violencia atraviesa el umbral, pasando ms all del blasn de la estrella y el cohete, el castigo es rpido y terrible. La amenaza debiera haber bastado. En vez de ello, un alarido de afrenta se elev de la chusma. Terrano! Y otro de nuestro: Hijo del mono! Los guardas de la fuerza del espacio estaban hombro a hombro detrs de m ahora. El muchachito chato, que pareca estar ligeramente plido, voce. Pase adentro de las puertas, Cargill! Si tengo que disparar...... El hombre de ms edad le impuso silencio con una sea. Espere Cargill grit. Dobl la cabeza para indicar que haba entendido. Usted habla su dialecto. Dgales que desistan! Malditos sean, si he de disparar! Baj y pas adelante hacia la abierta plaza, a travs de las desmoronadas piedras blancas, con direccin a la andrajosa chusma. Aun con dos hombres armados de la fuerza del espacio a mi espalda, ello haca que experimentara una sensacin de hormigueo en la piel, pero levant mi mano libre en seal de paz. Salgan de la plaza grit en la jerga de Kharsa. Este territorio est mantenido en pacto de paz! Arreglen sus reyertas en cualquier otra parte! Hubo un ligero movimiento en la turba. La sorpresa de que se les hablara en su propia lengua, en vez de hacerlo en el Terran Standard que el Imperio ha impuesto al planeta Wolf, los mantuvo callados por un momento. Yo saba eso haca mucho: que hablarles en cualquier de los idiomas de Wolf me dara una pequea ventaja de un minuto. Pero slo de un minuto. Luego uno de la chusma vocifer. Nos iremos si nos entregan al intruso! No tiene ningn derecho al sagrado refugio terrano! Me acerqu al arrebujado enano, que miserablemente trataba de hacerse an ms pequeo agazapndose contra la pared. Lo toqu con el pie. Levntate. Quin eres? La capucha se apart de su rostro mientras l se levantaba de un tirn. Estaba temblando violentamente. A la sombra de la capucha vi una peluda faz, un tremulante morro aterciopelado, y unos grandes ojos de un suave color amarillento que encerraban inteligencia y un sentimiento de terror. Qu has hecho? No puedes hablar? El enano present la bandeja que haba resguardado bajo su capa, una ordinaria bandeja de buhonero. Baratijas. Vendo baratijas. Para nios. Tiene usted? Mov la cabeza y rechac al extrao ser, dando slo un vistazo a la formacin de delicadamente confeccionados muecos, menudos animales, prismas y perinolas de cristal. Ms vale que salgas de aqu. Lrgate. Esa calle abajo indiqu. Una voz de la turba grit de nuevo, y tena un desagradable sonido. Es un espa de Nebran! Nebran... dijo el pequeo ser no humano, parlote algo; luego se dobl detrs de m. Lo vi trampear, haciendo finta en la direccin de las puertas; despus, mientras la turba se agitaba y avanzaba en oleada en esa direccin, corri hacia la capilla de la calle al otro lado de la plaza, deslizndose de escondrijo en escondrijo en la pared. Una granizada de piedras pas volando en esa direccin. El menudo vendedor de baratijas se meti en la capilla. Luego hubo un ronco Ah, aaah! de terror, y la turba se desvi, marchando hacia atrs con viva agitacin. En el momento siguiente haba empezado a disolverse, su entidad descomponindose en separadas criaturas, las cuales se Introducan en las callejuelas laterales y en las oscuras calles que desembocaban en la plaza. A los tres minutos la plaza estaba vaca otra vez, en la luz de un color carmes claro del medioda. El muchachito de chaqueta de cuero negra exhal el aliento y blasfem, metindose el arma en la pistolera. Mir con asombro y requiri impamente: A dnde ha ido el hombrezuelo? Quin sabe dijo el otro, encogindose de hombros. Probablemente se meti a hurtadillas en una de las callejuelas. Vio usted a dnde fue, Cargill? Retroced despacio hacia la entrada. A mi, me haba parecido que el hombrecillo se haba zambullido en la capilla de la calle y desaparecido en el enrarecido aire, pero he vivido en Wolf el tiempo suficiente para saber que uno no se puede fiar de sus ojos aqu. As lo dije, y el muchacho blasfem otra vez, con nerviosidad, ms conturbado de lo que quera admitir. Ocurren a menudo esta clase de cosas? Todo el tiempo le asegur seriamente su compaero, mirndome a m de soslayo y hacindome un guio. No le devolv la guiada. Dnde aprendi usted su lengua, seor Cargill? pregunt el muchacho, obstinado en no abandonar la cuestin. Hace mucho tiempo que estoy en Wolf dije. Gir sobre mis talones, y me encamin al cuartel general. Procuraba no or, pero las voces de los dos guardas me seguan de cualquier modo, discretamente bajas, ms no lo suficiente. Muchachito, no sabes quin es? Ese es Cargill, del Servicio Secreto! Hace seis aos era el mejor hombre de la Oficina de Informacin, antes de que... la voz baj un poco ms, y entonces se oy la voz estremecida del muchachito que preguntaba: Pero, qu diablos le ocurri a su rostro? Yo debiera haber estado acostumbrado a ello, ahora. Haba estado oyndolo, ms o menos a mi espalda, durante seis aos. Bien, si mi suerte continuaba, no lo volvera a or. Sub a zancadas los blancos escalones del rascacielos, para terminar las disposiciones que me sacaran de Wolf para siempre. Me ira al otro extremo del Imperio, a la otra extremidad de la galaxia, a donde quiera, mientras no tuviera que llevar m pasado como un medalln colgado del cuello, o pintado y marcado en lo que quedaba de mi estropeado rostro. CAPITULO II El Imperio Terrano ha plantado su blasn en cuatrocientos planetas que rodean a ms de trescientos soles. Pero cualquiera que sea el color del sol, el nmero de lunas en lo alto, o la geografa del planeta, una vez uno entra en el edificio de un cuartel general, est en la Tierra. Y la Tierra sera ajena para muchos que se llaman a s mismos hombres de la Tierra, a juzgar por la extraeza que siempre sent al entrar en ese mundo de mrmol y vidrio en el interior del rascacielos. Oa el ruido de mis pasos que sonaban con tenue re-tumbo a lo largo del pasillo de mrmol, y apartaba los ojos, ajustndolos de nuevo penosamente a la fra amarillez de las luces. El Departamento de Trafico era la eficiencia hecha insolente, con vidrio y cromo y acero pulido, espejos y ventanas y relucientes mquinas de escritorio electrnicas. La mayor parte de una pared estaba ocupada por un cuadro de televisin que ofreca una vista del puerto del espacio; una vasta y abierta extensin iluminada con lmparas de vapor de mercurio azul blanco, y el encadenado rascacielos metlico de una nave interestelar, con su hormigueo de operarios. La gente encargada de ese trabajo estaba preparando la gran nave para su lanzamiento al espacio maana por la maana. Di un segundo y en seguida un tercer vistazo a la mole metlica. Yo estara en ella cuando se elevara. Desvindome del cuadro del puerto del espacio, mientras avanzaba a zancadas me observ a mi mismo en las espejadas superficies que estaban en todas partes; un hombre alto, flaco, descolorido por los aos pasados bajo un rojo sol, y cercado con hondas cicatrices en las dos mejillas y alrededor de la boca. Exactamente despus de seis aos detrs de una mesa escritorio, mi pulcra ropa de trabajo apropiada para un hombre de la Tierra con un empleo en una oficina no ajustaba muy bien, y yo todava me levantaba inconscientemente sobre las puntas de los pies, acercndome en el modo de andar al combado y abatido paso de un rudo habitante cosmopolita de los llanos de Coronis. El empleado que estaba detrs del letrero TRANSPORTE era un hombre menudo con la piel tostada por la luz de una lmpara solar, cercado por un escritorio que se asemejaba a un puerto espacial de pequeo tamao, y pareca como si le gustara estar encerrado ah. Levant la vista con afable solicitud. Puedo servirlo en algo? Me llamo Cargill. Tiene usted un pase para m? El hombrecillo mir con asombro. Un libre pase para embarcar en una nave interestelar es concedido raramente excepto para los cosmonautas profesionales, y obviamente yo no era uno de ellos. Djeme revisar los registros dijo. Y se encorv, apretando unos botones de control sobre la cristalina superficie. Unas sombras aparecan y desaparecan, y me vi a m mismo ligeramente reflejado; una vacilante imagen en una racha de fugaces colores. El diseo finalmente adquiri fijeza y el empleado ley unos nombres con ojos atentos. Brill, Cameron... ah, s. Cargill, Race Anw, Departamento 38, documentos de transporte. Es usted ese? Asent, y el hombre empez a oprimir ms botones; y entonces la vibracin sonora del nombre fue puesta en conexin con algn cerebro electrnico de otro escritorio. El empleado se detuvo, con la mano a alguna distancia de un botn. Es usted Race Cargill del Servicio Secreto, seor? El Race Cargill? Est ah mismo dije, haciendo aburridamente gestos hacia el proyectado diseo ms abaj de la vtrea superficie. Crea... quiero decir, todos lo daban por supuesto; o sea, o decir... Ustedcrea queCargill habasido muerto hace mucho tiempo porque su nombre no reapareci ms en los envos de noticias, eh? dije. E hice una spera mueca, viendo que mi imagen se disolva en confusas sombras, y sintiendo que la antigua cicatriz de la boca se pona tirante para hacer horrible la mueca. Soy Cargill, ciertamente. He estado arriba en el piso 38 durante seis aos, ocupando un puesto de escritorio que cual-quier empleado podra manejar. Usted, por ejemplo. El hombre pareci turbarse. Era un pobre diablo que nunca haba salido de los seguros y familiares lmites de la Trade City terrana. Quiere decir que usted es el hombre que fue a Charin con disfraz, y desbarat La Lisse? El hombre que explor el Black Ridge y Shainsa? Y usted ha estado trabajando en un escritorio arriba todos estos aos? Es... difcil de creer, seor. Mi boca se crisp. Haba sido difcil para m mismo creerlo mientras lo estaba haciendo. El pase? Ahora mismo, seor respondi el empleado. Oprimi unos botones, y un impreso pedacito de plstico sali de una ranura abierta en la superficie de la mesa. Su huella dactilar, por favor. Y apret mi dedo contra la suave y blanda cara del plstico, registrando indeleblemente la huella; esper un momento para que se endureciera, luego meti el pedacito de plstico en el canal de un tubo neumtico. O el ligero ruido de la ficha al caer dentro. Confrontarn su huella dactilar con eso cuando usted embarque en la nave. La salida no es hasta la madrugada, pero usted puede ir a bordo tan pronto como la brigada de operarios termine con ella declar el metdico empleado. Y mir de soslayo a la pantalla de televisin, donde se vea al pululante enjambre de obreros haciendo an inexplicables cosas a la inmvil nave csmica. Hay que esperar una hora o dos ms. A dnde va usted, seor Cargill? A algn planeta del grupo de las Hades. Vainwal, creo, o algo parecido a eso. Qu aspecto tiene aquello? Cmo debiera yo saberlo? Nunca he estado all, tampoco. Slo supe que Vainwal tena un sol rojo, y que el embajador terreno poda emplear a un entrenado agente de la oficina de informacin. Y no tenerlo sujeto a una mesa de escritorio. Haba cierto respeto, y hasta envidia en la voz del hombrecillo cuando habl de nuevo. Podra yo... comprarle alguna bebida antes de que se embarque, seor Cargill? Gracias, pero tengo unos cabos sueltos por atar. No era as, pero yo no quera pasar mi ltima hora en Wolf bajo la mirada de un pobre diablo atado a una mesa que prefera su segura posicin secundaria. Pero despus que hube salido del departamento y del edificio, casi deseaba haber aceptado la invitacin. Tendra que esperar por lo menos una hora antes de que pudiera embarcarme en la nave interestelar, con nada que hacer excepto machacar viejos recuerdos, que vala ms tener olvidados. El sol estaba ms bajo ahora. Phi Coronis es un astro opaco, un astro agonizante, y una vez ms all del cenit carmes del medioda, su luz cae sesgadamente en un prolongado crepsculo de un color rojizo claro. Cuatro de las cinco lunas de Wolf estaban agrupadas en un plido ramillete en lo alto, insertando una tenue luz violada en el crepsculo carmes. Las sombras eran azules y moradas en la vaca plaza mientras yo andaba a travs de las piedras y estaba mirando hacia abajo de una de las calles laterales. Unos cuantos pasos, y me hall en un sucio barrio bajo que pudiera haber sido de un mundo distinto de la limpia y brillante Trade City situada al oeste del puerto del espacio. El distrito de Kharsa estaba activo y cargado de los ruidos y olores de vida humana y semihumana. Un nio desnudo, pequeo y de pelo rubio, pas como un dardo entre dos de las hendidas casas de guija, y desapareci, derramando una frgil risa semejante a vidrio que se rompe. Una bestezuela, medio culebra y medio gato, se arrastr a travs de un tejado, extendi unas coriceas alas, y bati en el suelo. El acre y mordicante humo de incienso de la abierta capilla de la calle hizo que las ventanas de mi nariz se encogieran, y una arrebujada figura adentro, no humana, me lanz una spera y feroz mirada mientras yo pasaba. Me volv, y desanduve lo andado. No haba ningn peligro, por supuesto, tan cerca de la Trade City. Hasta en planetas tales como Wolf, las leyes del Imperio Terrano son acatadas dentro del alcance del odo de sus puertas. Pero haba habido tumulto aqu y en Charin durante el mes pasado. Despus de la manifestacin de violencia de la chusma esta tarde, un aislado terrano, desarmado, pudiera aparecer como un solitario cadver tirado en la gradera del edificio del cuartel general. Hubo un tiempo en que yo haba andado solo de Shainsa a la colonia polar. Saba cmo confundirme con esta clase de noche, andrajoso e indiscernible, una rada capa echada alrededor de los hombros, sin armas excepto el pual celta aguzado como el filo de una navaja, sujeto al broche de la capa; caminando sobre las puntas de los pies como un habitante de Dry, no buscando, rastreando ni husmeando como un hombre de la Tierra. Ese diablo del departamento de trfico haba hecho revivir cosas que sera ms prudente que yo olvidara. Haban pasado seis aos; seis aos de lenta muerte detrs de una mesa escritorio, desde el da en que Rakhal Sensar me haba dejado marcado; sancin de muerte escrita en mi rostro marcado con cicatrices, en todas partes fuera de los estrechos lmites de la ley terrana en Wolf. Rakhal Sensar... Mis puos se cerraron con el antiguo e impotente odio que senta revivir en m. Si pudiera ponerle la mano encima! Fue Rakhal quien primero me condujo a travs de los desviados caminos del distrito de Kharsa, ensendome la jerga de una docena de tribus, el grrulo silbo de los hombres del Ya, el uso de los hombres gatos de los montes lluviosos, el argot de los mercados de ladrones, el modo de andar y el paso de los habitantes de Shainsa y Daillon y Ardcarran, las resecas ciudades de polvorienta piedra salina que se extenda en los fondos de los desaparecidos ocanos de Wolf. Rakhal era de Shainsa, un ser humano, alto como un hombre de la Tierra, curtido por la sal y el sol, y haba trabajado por la oficina de informacin terrana desde que ramos unos muchachos. Habamos recorrido juntos todo nuestro mundo, y lo habamos encontrado bueno. Y entonces, por alguna razn que nunca conoc, ello haba acabado. An ahora, yo no estaba totalmente seguro del motivo por el cual el hombre haba, ese da, prorrumpido en violencia y en una explosin final. Despus haba desaparecido, dejndome marcado. Y solitario; J uli se haba ido con l. Recorr a zancadas las calles del barrio bajo sin ver, mis pensamientos seguan un familiar curso. J uli, mi hermanita, pegndose al cuello de Rakhal, los ojos grises de la muchacha mirndome con odio. Nunca le haba vuelto a ver. Eso haba sido haca seis aos. Un lance ms me haba mostrado que mi utilidad para el Servicio Secreto haba cesado. Rakhal desapareci, pero me haba dejado un legado: mi nombre, escrito con los positivos rasgos de la muerte en todas partes fuera de los seguros lmites de la ley terrana. Yo, ahora un hombre marcado, haba retrocedido a un lento estancamiento detrs de un escritorio. Lo aguant mientras pude. Cuando finalmente la situacin se puso demasiado mal, Magnusson haba sido afable. Era el jefe de la oficina de informacin terrana en Wolf, y yo era el inmediato en lnea para su puesto, pero el hombre comprendi cuando desist. El haba arreglado el traslado y el pase, y yo sala esta noche. Estaba otra vez cerca del puerto del espacio ahora, al otro lado de la capilla de la calle en la extremidad de la plaza. Era aqu que el menudo vendedor de baratijas haba desaparecido. Pero era exactamente igual que un millar, un centenar de miles de otras semejantes capillas de calle en Wolf; una fumigacin de incienso humeando y hediendo al frente de la imagen en cuclillas de Nebran, el Dios Sapo cuya faz y smbolo estn en todas partes en Wolf. Fij la vista por un momento en el repugnante dolo, luego me alej despacio. Las iluminadas cortinas del bar del puerto espacial atrajeron mi atencin, y entr unos cuantos del conjunto de empleados del puerto vestidos con ropas de resguardo de las tempestades estaban tomando caf junto al mostrador; un par de hirsutos chaks haraganeaban bajo los espejos en el distante extremo, y un tro de habitantes de Dry, rudos y curtidos hombres vestidos con una especie de capas carmes y azul, estaban junto a la repisa de una pared comiendo vianda terrana con discreta dignidad. Con mi ropa de trabajo me senta ms conspicuo que los chaks. Qu lugar tena un paisano aqu, entre el uniforme de los hombres del espacio y la colorada brillantez de los habitantes de Dry? Una chata muchacha de cabello de alabastro vino a atenderme. Ped jaco y bollos, y llev las vituallas a una repisa de la pared cerca de donde estaban los habitantes de Dry. Su dialecto sonaba suave y familiar en mis odos. Uno de ellos, sin alterar la expresin de su rostro ni el tranquilo tono de su voz, empez a hacer detallados comentarios sobre mi entrada, mi aspecto, mi linaje y probablemente mis hbitos personales, todo descrito en el ricamente obsceno dialecto de Shainsa. Eso haba ocurrido anteriormente. El sentido del humor wolfiano es slo semihumano. La chanza ms aguda es censurar e insultar a un extrao, preferentemente a un hombre de la Tierra, en sus mismas barbas, en una lengua desconocida, del todo incomprensible. Con mi ropa de paisano, yo era obviamente un buen entretenimiento. Una mirada o un gesto de resentimiento habra quitado presencia y dignidad lo que los habitantes de Dry llaman su kihar permanente. Me asom y observ en su propio dialecto que, en algn tiempo futuro e indeterminado, aprovechara la oportunidad para devolver sus cumplimientos. Realmente no estaba impresionado. En justicia debieran haberse redo, hecha alguna aguda observacin sobre mi dominio de la lengua cruzando las manos en smbolo de una chanza decentemente vuelta contra ellos mismos. Luego nos habramos invitado mutuamente a tomar unas copas, y estaramos contentos y en paz. Pero no ocurri de ese modo. No esta vez. El ms alto de los tres gir, tumbando el vaso mientras lo hacia. O el tenue ruido del vidrio al romperse mezclado con el chillido de la muchacha de cabello de alabastro, mientras una silla rechinaba. Se encararon conmigo tres de frente, y uno de ellos manose el broche de su capa. Retroced marchando de lado, mi propia mano levantndose con rpido movimiento para alcanzar un pual que yo no haba llevado haca seis aos, y les hice frente abiertamente, esperando que podra alejar a fuerza de descaro la perspectiva de un tumulto. No me mataran, estando tan cerca del cuartel general, pero por lo menos me aguardaba algo desagradable. No podra manejar a tres hombres; y si los nervios estaban tan tirantes en Kharsa, yo pudiera ser acuchillado. Accidentalmente, por supuesto. Los chaks se lamentaban y farfullaban. Los habitantes de Dry me miraban ferozmente, y yo esperaba en tensin el momento en que su fija mirada estallara en violencia. Luego me di cuenta de que estaban mirando, no a m, sino algo o alguien detrs de m. Los puales fueron sujetados de nuevo a los broches de las capas. Despus los tres hombres tomaron de repente un aire decidido, se volvieron y corrieron. Corran, tropezando con taburetes, dejando un asolamiento de bancos volcados y cacharros rotos tras ellos. Uno del tro se precipit hacia el mostrador, blasfem y sigui corriendo, renqueando. Lanc un suspiro. Algo habla metido el temor de Dios en esos brutos, y no era mi propia disforme cara. Me volv y vi a la muchacha. Era menuda, con ondeante cabello semejante a una retorcida masa de vidrio negro, rodeado de un ligero cerco ornamental de estrellas. Un lustroso cinturn negro cea su estrecho talle como abrazadas manos, y su vestido, enteramente blanco, llevaba un feo bordado de una parte a otra de los pechos, la insulsa figura de un convencional Dios Sapo, Nebran. Sus facciones eran delicadas, cinceladas, plidas; un rostro propio de la poblacin de Dry, enteramente de un ser humano, enteramente de mujer, pero mantenido en una extraa y aterradora quietud. Los grandes ojos tenan un brillo rojo. Estaban fijos, casi sin ver, pero los labios carmes se torcan con cruel malignidad. La muchacha estaba inmvil, mirndome como si se preguntara por qu ya no haba corrido hacia los otros. En un instante, la sonrisa se extingui y fue sustituida por una expresin de asombro... De reconocimiento? Quienquiera que fuere, y fuere cual fuese su condicin, me habla evitado un disturbio, empec a expresar formalmente las gracias, luego me detuve con pasmo. El bar se haba vaciado, y estbamos completamente solos. Hasta los chaks se haban largado, saltando por una abierta ventana... Vislumbr el rpido movimiento de una cola que desapareca. Quedamos atnitos, mirndonos los dos mientras el Dios Sapo tendido por medio de los pechos de la muchacha se elevaba y descenda durante media docena de resuellos. Luego di un paso hacia adelante, y en el mismo Instante la joven dio un paso hacia atrs. Con celeridad sali en seguida a la oscura calle. Me llev slo un momento meterme en la calle para ir tras de ella, pero mientras traspona la puerta percib una ligera agitacin en el aire, semejante a la subida de ondas de calor a travs de las pla-nicies de sal al medioda. Despus la capilla de la calle estaba vaca, y en ninguna parte haba rastro de la muchacha. Haba desaparecido. Sencillamente, no estaba por ah. Me embob delante de la vaca capilla. La joven haba pasado adentro y se haba disipado, como un jirn de humo, como... Como el menudo vendedor de baratijas que lachusmahabla ahuyentadode Kharsame dije. Haba ojos en la calle otra vez y, dndome cuenta de dnde estaba, me alej. Los templetes de Nebran estn en todos los rincones de Wolf, pero este es un ejemplo donde la familiaridad no ocasiona menosprecio. La calle estaba oscura y pareca vaca, mas estaba llena de todos los pequeos ruidos de activa vida. Yo no pasaba inadvertido. Y meterme en una capilla de calle seria tan peligroso como los puales de los tres alborotadores y vocingleros ciudadanos de Dry. Me desvi y atraves la plaza por ltima vez, dirigindome hacia el tinglado del puerto del espacio, echando a la muchacha de mi pensamiento como otro enigma de Wolf que nunca resolvera. Cuan equivocado estaba! CAPITULO III Desde las puertas del puerto del espacio, cambiando breves saludos con los guardas, di un ltimo vistazo al distrito de Kharsa. Por un momento juguete con la idea de desaparecer abajo de una de esas calles. No es difcil desaparecer en Wolf, si uno sabe. Y yo lo saba, o lo haba sabido en otro tiempo. Fidelidad al imperio de Terra? Qu me haba dado Terra fuera de un gusto por el color y la aventura, all en las poblaciones de Dry, y en seguida quitndomelo de nuevo? Si un hombre de la Tierra es muy afortunado y muy cuidadoso, dura aproximadamente diez aos en la oficina de informacin. Yo haba aguantado dos aos ms de lo que me corresponda. Sin embargo, saba lo suficiente para abandonar mi identidad terrana como una rada chaqueta. Poda salir en busca de Rakhal, arreglar nuestra sangrienta contienda, volver a ver a J uli... Cmo poda volver a ver a J uli? Cmo el asesino de su marido? De ningn otro modo. La contienda sangrienta en Wolf es un terrible y elaborado ritual del duelo formal. Y una vez yo saliera de las fronteras de la ley terrana, tarde o temprano Rakhal y yo chocaramos. Y uno de nosotros morira. Mir atrs, slo una vez, hacia las oscuras y serpenteantes calles lejos de la plaza. Luego me dirig hacia las luces de color azul blanco que heran mis ojos, y la nave interestelar que reluca, enorme y detestable, delante de m. Un mayordomo vestido de blanco tom mi huella dactilar y me condujo a una cmara del tamao de un atad. Me trajo sandwiches y caf. Yo no haba, al fin y al cabo, comido en el bar del puerto del espacio; luego me introdujo en el casco metlico y me at con correas, diestra y firmemente, a los cojinetes de aceleracin, tirando de los cintos Garensen hasta que todo el cuerpo me dola Una larga aguja penetr en mi brazo, el narctico que me mantendra felizmente adormecido todo el tiempo del terrible tirn de la aceleracin interestelar. Unas puertas rechinaron, los zumbadores elctricos vibraron ms abajo dentro de la nave, los hombres patullaban por los pasillos llamndose unos a otros y voceando en el habla de los puertos del espacio. Entend una palabra entre cuatro. Cerr los ojos, no importndome. Al final del viaje habra otro astro, otro mundo, otra lengua. Otra vida. Haba pasado toda mi vida adulta en Wolf. J uli haba sido slo una nia bajo el rojo astro. Pero otro recuerdo, ese par de anchos ojos carmes y el negro cabello peinado en bucles, semejante a retorcido vidrio negro, era lo que descenda conmigo al abismo del sueo... Alguien me estaba meneando. Ah, vamos, Cargill. Despierte, hombre. Sacdase las botas! Mi lengua, llena de mal sabor y rgida, se movi torpemente, intentando ordenar las palabras. Qu ha ocurrido? Qu quiere usted? Mis ojos vibraban. Cuando los abr, vi a dos hombres con chaqueta de piel negra que se encorvaban sobre m. Estbamos todava dentro de la zona de gravedad. Salga del casco. Usted viene con nosotros. Qu...? Aun a travs de la somnolencia producida por el sedativo, percib eso. Slo un criminal, segn la ley interestelar, puede ser apartado de un viaje con pasaje pagado en una nave csmica una vez ha cumplido con todas las formalidades exigidas a bordo. Yo estaba legalmente, en este momento, sobre mi planeta de destino. No he sido acusado... He dicho que lo fuera? solt uno de los hombres. Cllate, le han administrado una dosis de narctico dijo apresuradamente el otro. Mire continu, pronunciando cada palabra fuerte y distante, levntese ahora, y venga con nosotros. El coordinador parar si no salimos dentro de tres minutos, y habr entorpecimientos. Ande, por favor. Despus yo estaba dando tropiezos a lo larg del iluminado y vaco pasillo, oscilando entre los dos hombres, dndome vagamente cuenta de que la tripulacin deba creer que yo era un fugitivo cogido mientras intentaba salir del planeta. Las trabas se dilataron. Un uniformado hombre del espacio nos observaba, mirando inquietamente un cronmetro. Se impacientaba. La oficina del despachador... Estamos haciendo lo que podemos dijo el hombre de la fuerza del espacio. Puede andar, Cargill? Poda, aun cuando mis pies eran un poco vacilantes en los escalones. La violada luz de la luna se haba hecho ms intensa hasta tomar un color de malva, y borrascosas rfagas lanzaban retorcidos zarcillos de arena contra mi rostro. Los hombres de la fuerza del espacio me conducan como a una oveja, uno a cada lado, a la entrada. Qu diablos es todo esto? Ocurre algo con mi pase? Cmo he de saberlo? Dijo el guarda, haciendo un mohn. Magnusson expidi la orden, disctalo con l. Lo har musit , cranme. Los dos hombres se miraron el uno al otro. Diablos dijo uno , no est bajo arresto, no tenemos que arrastrarlo por ah como un reo. Puede andar bien ahora, Cargill? Usted sabe dnde est el departamento del Servicio Secreto, no? En el piso 38. El jefe tiene necesidad de usted, y vaya all aprisa. Comprenda que no tena sentido hacer preguntas, ellos obviamente no saban ms que yo. Inquir, de cualquier modo. Estn reteniendo la nave por m? Debo salir en ella. No en esa respondi el guarda, moviendo la cabeza a tirones hacia el puerto del espacio. Mir justamente a tiempo para ver a la nave oscurecida por el polvo mientras saltaba hacia arriba, brevemente emblanquecida a la luz de los reflectores del campo, y desapareca en las ondulantes nubes en lo alto. Mi cabeza se estaba aclarando aprisa, y la ira aceleraba la operacin. El edificio del cuartel general estaba vaco en el fro silencio de poco antes del alba. Tuve que hacer levantar a un adormecido operario del ascensor, y mientras el ascensor se elevaba, mi ira suba con l. No trabajaba ms por Magnusson. Qu derecho tea l, ni nadie, a sacarme de una nave de travesa interestelar como un criminal? Cuando entr en su despacho, yo estaba ansioso de pelea. El departamento del Servicio Secreto estaba lleno de la claridad pardusca rosada de la maana y de las amarillas luces dejadas encendidas desde la noche antes. Magnusson, frente a su escritorio, pareca como si hubiera dormido con su arrugado uniforme. Era un hombre fuerte y vigoroso como un toro, y su mesa llena de objetos en desorden, se pareca, como siempre, al rastro de un tifn en las planicies de sal. La confusin estaba aumentada, aqu y all, con solidpicos cubos de los cinco chicos de Magnusson, y, como de costumbre, Magnusson estaba jugando con uno de los cubos. Siento sacar esto en el ltimo momento, Race dijo sin levantar la vista. Hubo apenas tiempo para expedir una orden de ir en busca de usted y hacerlo salir de la nave, pero no lo hubo para dar explicaciones. Parece que no puedo ni siquiera escapar del planeta sin mortificacin! exclam, mirndole ferozmente. Usted hizo concebir mucho todo el tiempo que estuve aqu, pero cuando trato de marcharme... qu es esto, de cualquier modo? Estoy cansado de que se me haga rondar por ah! Magnusson hizo un gesto conciliatorio. Espere a que oiga... empez. Y se interrumpi, mirando a alguien que estaba sentado en la silla enfrente de su escritorio, alguien vuelto de espaldas a m. Luego la persona se contorci y qued atnito, parpadeando y preguntndome si esto era una alucinacin y yo despertara en el casco de la nave interestelar, all lejos en el espacio. Race, Race! No me conoces? grit despus la mujer. Aturdido, di un paso. Y uno ms. Luego la joven atraves rpidamente el trecho que haba entre nosotros dos; sus delgados brazos se enredaron alrededor de mi cuello, y la as, todava lleno de estupor e incredulidad. Oh, Race, cre que me morira cuando Mack me dijo que te ibas esta noche. Ha sido lo nico que me ha mantenido viva, saber... saber que te vera dijo la joven. Sollozaba y rea, ocultando el rostro en mi hombro. Dej que llorara por un momento, luego mantuve a mi hermana a la distancia del brazo. Por un instante haba olvidado los seis aos de alejamiento entre nosotros. Ahora los vea, la totalidad de ellos, estampados claramente sobre su rostro. J uli haba sido una linda muchacha. Seis aos haban afinado y hermoseado sus facciones, pero haba tensin en la encorvadura de sus hombros, y sus grises ojos haban visto calamidades. Pareca menuda y delgada y extremadamente endeble bajo los estrechos pliegues de su ropn de pieles, el ropaje de una mujer de la regin de Dry. Sus muecas estaban maniatadas; los apretados brazaletes adornados con piedras preciosas, trabados con los anillos de una larga y fina cadena de plateado brillo que bata un poquito, tenuemente, mientras sus manos caan a sus costados. Qu pasa, J uli? Dnde est Rakhal? Mi hermana temblaba, y ahora yo poda percibir que estaba en un estado de postracin nerviosa. Se fue. Se fue, eso es todo lo que s. Y... oh, Race, Race, se llev a Rindy consigo! Por el tono de su voz, habla credo que mi hermana estaba sollozando. Ahora me daba cuenta de que sus ojos estaban secos; estaba lejos de derramar lgrimas, su dolor era demasiado hondo para eso. Suavemente separ sus agarrados dedos y la acomod de nuevo en la silla. Qued sentada en ella como una mueca; sus manos cayeron a sus costados con un tenue crujido de cadenillas. Cuando los alc y las puse en su falda, ella dej que yacieran ah inmviles. Permanec a su lado, y requer: Quin es Rindy? Mi hermana no se movi. Mi hija, Race. Nuestra pequea. Bien, Cargill interrumpi Magnusson, con voz spera, debiera haber dejado que usted saliera? No sea necio! Tema que usted dijera a la pobre muchacha que tendra que vivir con sus propios errores gru Magnusson. Usted es capaz de ello. Por primera vez, J uli mostr seales de animacin. Tema dirigirme a usted, Mack. Usted nunca quiso que me casara con Rakhal, tampoco. Eso pas ya rezong Magnusson . Y tengo nios propios, seorita Cargill... seora... y se detuvo con apuro, recordando vagamente que en las poblaciones de Dry una impropia forma de tratamiento puede ser una grave afrenta. Pero mi hermana adivin su trance. Usted sola llamarme J uli, Mack. Eso basta, ahora. Usted ha cambiado dijo sosegadamente Magnusson . J uli, pues. Cuente a Race lo que me ha contado a m. La totalidad de ello. No hubiera venido por m misma... dijo mi hermana, dirigindose a m. Yo saba eso. J uli era orgullosa, y siempre haba tenido el valor de vivir con sus propios errores. Cuando la vi al principio, comprend que esto no sera nada tan sencillo como la queja de una esposa engaada o ni siquiera de una madre abandonada o desamparada. Cog una silla, y permanec all observando a mi hermana y escuchando. Usted cometi un error cuando ech a Rakhal del Servicio Secreto, Mack empez J uli. A su modo, era el hombre ms leal que usted tena en Wolf. Magnusson evidentemente no haba esperado que J uli hiciera esta virada. Puso mal gesto y pareca estar desconcertado, movindose inquietamente en su gran silln, pero como J uli no continuaba, obviamente esperando su respuesta, dijo: J uli, Rakhal no me dio ninguna opcin. Nunca supe qu curso segua su pensamiento. Ese pacto secreto que gestion... tiene usted alguna idea de cunto cost eso al Servicio? Y ha dado usted un buen vistazo al rostro de su hermano, J uli? J uli alz los ojos lentamente, y percib que vacilaba. Yo saba cmo se senta. Durante tres aos yo haba mantenido mi espejo oculto, dejndome una desaliada rama de barba porque ella disimulaba las cicatrices y me evitaba la dura prueba de encararme conmigo mismo para afeitarme. S, Rakhal es tan malo como eso. Pero todava susurr J uli. Es una satisfaccin dije. Mack nos mir de hito en hito, desconcertado. An ahora, no s sobre qu fue todo eso. Y nunca lo sabr dije, por la centsima vez. Hemos tratado esto anteriormente. Nadie podra comprenderlo a menos que hubiera vivido en las poblaciones de Dry. No hablemos de ello. Habla t, J uli. Qu te trajo aqu de esta manera? Qu me dices de la nia? No hay modo de que pueda relataros el final sin relatarnos el principio dijo razonablemente J uli. Al principio, Rakhal trabajaba como traficante en Shainsa. No me sorprendi. Las poblaciones de Dry eran el centro del comercio terrano en Wolf, y era por su cooperacin que el imperio de Terra exista aqu apaciblemente, en un mundo slo medio humano, o menos. Los hombres de las poblaciones de Dry vivan extraamente equilibrados entre dos mundos. Haban hecho negociaciones con las primeras naves terranas, y de esta suerte dieron entrada a la cua del Imperio Terrano. Sin embargo, permanecan orgullosos y aparte. Tan slo ellos no haban cedido a la Terranizacin, que tarde o temprano alcanzar a todos los planetas del Imperio. No haba Trade Cities en las regiones de Dry; un hombre de la Tierra que fue all sin defensa enfrent mil veces la muerte, cada vez peor que la ltima. Haba quienes decan que los hombres de Shainsa y Raillon y Ardcarran haban vendido el resto de Wolf a los terranos, para mantener a stos alejados de sus propias puertas. Hasta Rakhal, que haba trabajado con la Terra desde la muchachez, haba finalmente llegado a un punto de decisin y seguido su propio camino. Y no era el camino de Terra. Eso era lo que J uli estaba diciendo ahora. No le gustaba lo que la Terra estaba haciendo en Wolf. No estoy tan segura de que me guste a m misma... Magnusson la interrumpi de nuevo. Sabe usted qu aspecto ofreca Wolf cuando vinimos aqu? Ha visto usted la Colonia de Esclavos, la Aldea del Idiota? Su propio hermano fue a Shainsa y desconcert La Lisse. Y Rakhal lo ayud! Le record J uli. Aun despus de dejarlos a ustedes, procur mantenerse fuera de los asuntos. Poda haber revelado mucho que los perjudicara a ustedes, despus de diez aos en la oficina de informacin, usted sabe. Yo lo saba. Era, an cuando no iba a decirle esto a J uli, una razn por la cual, al fin durante ese terrible explosin de violencia que ninguna normalmente terrana podra comprender yo haba hecho todo lo que poda para aniquilarlo. Los dos sabamos que despus de esto, no habra espaci para ambos en el planeta. Podamos seguir viviendo slo dividindolo desigualmente. A m se me haba dado la lenta muerte en la zona terrana. Y Rakhal tena todo el resto. Pero Rakhal nunca les revel nada! Se lo digo, era uno de los hombres ms leales... S, es un ngel gru Mack. Prosiga. J uli no lo hizo, inmediatamente. En vez de ello, dirigi lo que pareca ser una desatinada pregunta. Es cierto lo que Rakhal me dijo? Que el Imperio ha ofrecido una recompensa para un modelo prctico de transmisor? Ese ofrecimiento de recompensa ha estado vigente durante trescientos aos, segn el cmputo terrano. Un milln en dinero contante. No me diga que Rakhal estaba disponindose a inventar uno. No creo. Pero entiendo que l oy rumores sobre uno. Deca que con esa clase de dinero podra negociar con los terranos para que no se metieran en Shainsa. Fue ah donde empez la cosa. Rakhal comenz a ir y venir en extraas ocasiones, pero no dijo nada ms sobre ello. No quera hablarme en absoluto. Cundo fue todo esto? Hace unos cuatro meses. En otras palabras, aproximadamente en el tiempo de los disturbios en Charin. S asinti J uli. Rakhal estaba all en Charin mientras que soplaba el Viento de las Sombras, y volvi con unas cuchilladas en el muslo. Le pregunt si se haba mezclado en el motn antiterreno pero no quiso decrmelo. Race, no entiendo de poltica. Realmente, no me importa. Pero aproximadamente en ese tiempo, la Gran Casa de Shainsa cambi de dueo. Estoy segura de que Rakhal tuvo algo que ver con eso. Y entonces prosigui J uli, retorciendo sus enlazadas manos en la falda, Rakhal trat de mezclar a Rindy en ello. Era insensato, horrible! Rakhal le haba trado alguna clase de juguete no humano de una de las ciudades de las tierras bajas, Charin, creo. Era una cosa sobrenatural, fantstica; me asustaba. Pero Rakhal sentaba a Rindy al sol y haca que examinara el juguete, y Rindy deca toda clase de tonteras sobre hombrezuelos y pjaros y un fabricante de juguetes. Las cadenillas de las muecas de J uli batieron mientras ella retorca las manos. Tristemente, fij la vista en la arropea. La cadena, que era larga, realmente no estorbaba mucho sus movimientos. Tales cadenillas eran ornamentos simblicos, y la mayor parte de las mujeres de la regin de Dry iban toda la vida con las manos encadenadas. Pero an despus de los aos que yo haba pasado en las poblaciones de Dry, la vista de esos adornos todava me produca un ligero desasosiego, un vago malestar. Tuvimos una terrible pelea sobre eso prosigui J uli. Yo estaba asustada, asustada de lo que esa chuchera estaba haciendo a Rindy. Tir el juguete, y Rindy despert y chill... y J uli se detuvo, recobrando en seguida el dominio de s misma. Pero no hay necesidad de que os hable de eso. Fue entonces que amenac a Rakhal con dejarlo y llevarme a Rindy. El da siguiente... de repente el histerismo que J uli haba estado rechazando se desat, y ella bambole hacia adelante y hacia atrs en la silla, agitada y ahogada en sollozos. Rakhal se llev a Rindy! Oh, Race, est loco, loco. Creo que aborrece a Rindy; Rakhal... oh, Race, rompi sus juguetes. Coga todos los juguetes que la nia tena y los rompa uno a uno, los haca polvo, todos los juguetes que la nia tena... J uli, por favor, por favor suplic Magnusson, agitado. Si estamos tratando con un manitico... No me atrevo a pensar que Rakhal daara a la pequea! Me advirti que no viniera aqu, o no volvera a ver jams a la pequea, pero an cuando ello significara lucha contra la Terra tenia que venir. Pero, Mack, por favor, no haga nada contra Rakhal, por favor, por favor. Mi marido tiene a la nia, tiene a mi pequea... su voz se quebr, y ocult el rostro entre las manos. Mack cogi el solidpico cubo de su hijo de cinco aos, y lo hizo girar entre sus regordetes dedos, diciendo framente: J uli, tomaremos todas las precauciones. Pero, no puede usted comprender que tenemos que coger a Rakhal? Si se trata de un transmisor secreto, o algo parecido a eso, que est en manos de los enemigos de Terra... Yo poda comprender eso, tambin, por el angustiado rostro de J uli que se interpona entre m y el cuadro del desastre. Cerr el puo alrededor del brazo de la silla, no sorprendido de notar que el frgil arrics de plstico cruja y se rajaba bajo mi agarro. Si hubiera sido el cuello de Rakhal... Mack, djeme manejar esto. J uli, busco a Rindy por ti? La esperanza naci en el asolado rostro de mi hermana, y se extingui, mientras yo esperaba. Race, Rakhal te matara. O hara que te mataran. Hara lo posible conced. En el momento en que Rakhal supiera que yo estaba fuera de la zona terrana, yo andara con la muerte. Haba aceptado el cdigo durante mis aos en Shainsa. Pero ahora era un hombre de la Tierra y slo senta desprecio. No puedes comprender? Una vez Rakhal sepa que estoy en libertad, ese mismo cdigo suyo lo obligar a abandonar toda intriga, conspiracin, llmase como se llame, y a venir en busca de m primero. De ese modo hacemos dos cosas: sacarlo a l de la ocultacin, y sacarlo de la conspiracin, supuesto que haya una. Mir a la trmula J uli, y algo se quebr. Me inclin hacia adelante y la levant, no suavemente, mis manos clavndose en sus hombros. Y no lo matar, oyes? Rakhal quiz deseaba que yo lo hubiera hecho, cuando acab con l... Le sacar a golpes los diablos del cuerpo; hundir los puos en su cuello. Pero lo arreglar con l como un hombre de la Tierra. No lo matar. Me oyes, J uli? Porque eso es lo peor que podra hacerle: Agarrarlo y dejarlo vivir despus! Magnusson dio un paso hacia m y arranc mis opresivas manos de los brazos de mi hermana. J uli se frot las magulladuras maquinalmente, no sabiendo que lo estaba haciendo. Usted no puede hacerlo, Cargill dijo Mack. No llegara hasta Daillon. No ha salido de la zona en seis aos. Adems... Sus ojos reposaban de plano sobre mi rostro. Aborrezco decir esto, Race, pero, maldito sea, hombre; vaya a mirarse bien en un espejo. Cree usted que lo habra sacado del Servicio Secreto, de otro modo? Cmo diablos puede usted ocultarse ahora? Hay muchos hombres marcados con cicatrices en las poblaciones de Dry dije . Rakhal recordar las mas, pero no creo que ningn otro mirara dos veces. Magnusson se encamin a la ventana. Su enorme cuerpo pareca an mayor enfrente de la luz, perceptiblemente oscureciendo el despacho. Examin someramente el lejano panorama, la limpia y brillante Trade City ms abajo y el vasto pramo que se extenda afuera. Yo poda casi sentir la viva actividad del mecanismo de su mente. Al fin, Mack se volte. Race, he odo estos rumores anteriormente. Pero usted es el nico al cual poda haber enviado para investigarlos, y no lo enviara a sangre fra para que lo mataran. No pienso hacerlo ahora. La fuerza del espacio coger al hombre. O el bronco resuello de J uli, y dije: Maldito sea. El primer paso que usted d... No pude concluir. Rindy estaba en sus manos, y cuando conoc a Rakhal, l no era dado a hacer vanas amenazas. Los tres sabamos lo que Rakhal pudiera hacer a la primera indicacin de que el largo brazo de la ley terrana se estaba extendiendo para alcanzarlo. Por amor de Dios, dejemos que la fuerza del espacio se mantenga fuera de ello dije. Que la cosa se parezca a una cuestin personal entre Rakhal y yo, y arreglmoslo en esos trminos. Recuerde que Rakhal tiene a la nia. Magnusson suspir. De nuevo cogi uno de los cubos y fij la vista en el claro plstico, donde la tridimensional imagen de una nia de nueve aos lo observaba, sonriente y pura. El rostro de Mack era transparente como el cubo de plstico. El jefe del Servicio Secreto obra tenazmente, pero tiene nios, y es tan blando. Los ojos de Mack vagaron otra vez hacia el rostro de su hijita, all en lo hondo del transparente cubo. Lo hizo girar en sus manos. Est bien, Cargill dijo lentamente, as estamos todos locos. Yo estar loco, tambin. Pruebe a su modo. CAPITULO IV Al anochecer estaba preparado para partir. No haba tenido ningunos cabos sueltos que atar en la Trade City, puesto que me haba ya desprendido de la mayor parte de mis pertrechos antes de embarcarme en la nave interestelar. Nunca haba estado en mejores circunstancias para partir para regiones desconocidas. Mack, todava en actitud de desaprobacin, haba abierto los archivos para m, y yo haba pasado la mayor parte del da en las piezas interiores del piso 38, escudriando los legajos de la oficina de informacin para refrescar mi memoria, examinando las pginas de mis propios viejos informes enviados aos ha desde Shainsa y Daillon. Mack haba enviado a uno de los seres no humanos que trabajaban por nosotros, a comprar o adquirir en alguna parte de la antigua ciudad un equipo de habitante de Dry y las otras cosas que yo usara y llevara encima. Me habra gustado ir yo mismo. Senta que necesitaba la prctica. Slo ahoraempezaba a darme cuenta de cunto poda haber olvidado durante los aos pasados detrs de un escritorio. Pero hasta que estuviera preparado para hacer notoria mi presencia, nadie deba saber que Race Cargill no haba salido de Wolf con la nave interestelar. Sobre todo, no deba ser visto en el distrito de Kharsa hasta que fuera all con el disfraz de la regin de Dry el cual haba llegado a ser, aos ha, una honda segunda naturaleza, casi una alterna personalidad. Hacia la anochecida anduve por las limpias callejuelas de la terrana Trade City con direccin a la mansin de Magnusson, donde J uli me estaba esperando. La mayor parte de los hombres que participan en el servicio pblico del Imperio proceden de la Tierra, o de los cercados planetas de Prxima y Alpha Centaurus. Salen solteros, y permanecen de ese modo, o se casan con mujeres naturales de los planetas a donde son enviados. Pero J oanna Magnusson era una de las raras mujeres de la Tierra que haba salido con su marido, veinte aos ha. Hay dos clases de mujeres de la Tierra de ese modo. Hacen de su vivienda algo parecido a un hogar, o algo parecido a un infierno. J oanna haba hecho que su casa se pareciera a un transportado rincn de la Tierra. Nunca supe enteramente qu pensar de la casa de Magnusson. Me pareca casi una locura vivir bajo un sol rojo, y pasar a un espacio iluminado con luz amarilla; morar en un mundo de la selvtica belleza de Wolf, y sin embargo vivir como pudieran haber vivido en su planeta nativo. O quizs yo era el que no avanzaba al mismo paso que los otros. Haba hecho la reprensible cosa que llamaban hacerse indgena. Posiblemente haba hecho slo eso, incorporndome al nuevo mundo, haba perdido la capacidad para encajar en el viejo. J oanna, una rechoncha y reposada mujer de ms de cuarenta aos, abri la puerta y me dio la mano. Entre, Race. J uli lo est esperando. Es usted muy amable profer, inhbil para expresar mi gratitud. J uli y yo habamos venido de la Tierra; nuestro padre haba sido un oficial en la antigua nave interestelar Landfall cuando J uli era slo una nia. Haba perecido en un naufragio frente a Procyon, y Mack Magnusson me haba procurado un puesto en la oficina de informacin porque yo hable a cuatro de las lenguas de Wolf y rondaba por el territorio de Kharsa siempre que poda escaparme. Los Magnusson haban tambin acomodado a J uli en su propia casa, como una hermana menor. No haban hablado mucho porque queran a Rakhal cuando lleg la ruptura. Pero esa terrible noche en que Rakhal y yo casi nos matamos el uno al otro, y Rakhal lleg con el rostro sangrante y se llev a J uli consigo, los haba herido con du-reza. Sin embargo, ello los haba hecho tanto ms afables para conmigo. Tonteras, Race!Dijo inmediatamente J oanna. Y qu ms podamos hacer? y me arrastr a lo largo del pasillo . Puede hablar ah dentro. Me demor un momento antes de pasar por la puerta que J oanna indic. Cmo est J uli? Mejor, creo. La met en la cama en el cuarto de Meta, y durmi la mayor parte del da. Estar pronto bien del todo. Lo dejar a usted para que le hable dijo J oanna. Y abri la puerta y se fue. J uli estaba despierta y vestida, y ya algo del terrible y fro horror haba desaparecido de su rostro. Estaba todava tensa y agitada, pero no histrica ahora. El cuarto, uno de los dormitorios de los nios, no era grande. Ni siquiera en el primer puesto del Servicio Secreto, un agente de polica vive demasiado bien. No con la base de sueldos del servicio pblico de la Terra. Y con cinco chicos. Pareca como si la totalidad de los cinco nios lo hubieran hecho trizas, cada uno a su vez. Me sent en una silla demasiado baja, y dije: J uli, no tenemos mucho tiempo. He de salir de la ciudad antes de que cierre la noche. Quiero informarme acerca de Rakhal, de lo que hace, de la vida que lleva ahora. Recuerda que hace aos que no lo he visto. Cuntame todo, sobre sus amigos, sus diversiones, todo lo que sepas. Siempre cre que lo conocas mejor que yo dijo J uli. Tena una inquieta pequea costumbre de enrollar los anillos de la cadenilla alrededor de sus muecas, y ello me pona nervioso. Es rutina, J uli. Trabajo de polica. Mayormente obro de odo, pero trato de principiar siendo metdico. J uli respondi a todo lo que le pregunt, pero la suma total no era gran cosa y no ayudara mucho. Como dije, es fcil desaparecer en Wolf. J uli saba que Rakhal haba sido amigable para con los nuevos dueos de la Gran Casa de Shainsa, pero ni siquiera conoca sus nombres. O que uno de los nios de Magnusson corra hacia la puerta de la calle y volva, llamando a su madre a gritos. J oanna toc a la puerta del cuarto y entr. Hay un chak ah fuera que quiere verle, Race. Hice una sea afirmativa. Probablemente mi disfraz. Puedo mudarme en el cuarto de atrs, J oanna? Quiere guardarme la ropa aqu hasta que vuelva? Me dirig a la puerta y habl al hirsuto ser no humano en la sibilante jerga de la regin de Kharsa; y l me entreg lo que se pareca a un fardel de trapos. Haba duros bultos dentro. He odo un rumor en el territorio de Kharsa, Raiss dijo quedito el chak. Quizs ello lo ayude. Tres hombres de Shainsa estn en la ciudad. Vinieron aqu para buscar a una mujer que ha desaparecido, y a un confeccionador de juguetes. Regresan al amanecer. Quizs usted pueda concertarse para viajar en su caravana. Le di las gracias y llev el fardel adentro. En el vaco cuarto, me desnud y desenvolv el fardel. Haba unos rayados calzones en forma de saco, una deteriorada y rada capa con holgados bolsillos; un cinturn de presilla con la mitad del dorado desaparecido por el frote, asomando el metal bajo de ley; y unas botas bajas, de spera superficie, anu-dadas con deshilachadas tiras de diferentes colores. Haba tambin una pequea coleccin de amuletos y sellos. Escog dos o tres de la clase ms corriente, y los ensart alrededor de mi cuello. Uno de los bultos del fardel era un pequeo tarro, que no contena nada ms que las ordinarias especias vendidas en el mercado, con las cuales los habitantes de Dry sazonan la comida. Me frot el cuerpo con un poco de polvillo, me met una pulgarada en el bolsillo de la capa, y masqu unos cuantos de los cogollos, arrugando la nariz al sentir el ya poco familiar sabor. El segundo bulto era un pual, y a diferencia de las deterioradas y radas prendas de vestir, este era nuevo y aguzado y brillante, y su filo tena un brillo parecido al de una navaja de afeitar. Lo sujet al broche de la capa; era un tranquilizador peso. Y era la nica arma que poda atreverme a llevar. El ltimo de los objetos slidos del fardel era una lisa caja de madera, aproximadamente de nueve por diez pulgadas. La abr. Estaba dividida cuidadosamente en compartimientos provistos de pequeos cojines con absorbente plstico, y en ellos reposaban menudos pedacitos de vidrio, en Wolf tan preciosos como las joyas. Eran lentes; lentes de cmara, lentes de microscopio, hasta lentes para los ojos. Formando una compacta masa, haba cerca de un centenar, colocados uno dentro de otro junto al esponjoso material protector. Eran mi pretexto para hacer el viaje a Shainsa. Adems de las necesarias cosas de comercio, unos cuantos artculos de fabricacin terrana tubos neumticos, transistores, lentes para cmaras y microscopios, licores y pequeos utensilios primorosamente forjados valen literalmente su peso en platino. Aun en las ciudades a donde los terranos nunca han ido, estas cosas tienen unos precios exorbitantes, y traficar en ellas es un privilegio de las poblaciones de Dry. Rakhal haba sido traficante, as me lo dijo J uli, en finos artculos metlicos e instrumentos quirrgicos. Wolf no es un planeta mecanizado, y nunca ha desarrollado un sistema in-dustrial indgena; la sicologa de los no humanos raramente tiende a los adelantos tecnolgicos. Anduve pasillo abajo otra vez, hacia el cuarto donde J uli estaba esperando. Captando una vislumbrante de m mismo en un espejo de grandor natural, me sobresalt. Todos los vestigios del servidor pblico terrano, desgarbado e incmodo con su mal ajustada ropa, se haban disipado. Un habitante de la regin de Dry, rudo y marcado con cicatrices, me observaba, y pareca que la expresin de su rostro era de asombro. J oanna gir mientras yo entraba al cuarto y visiblemente palideci antes de que, recobrando el imperio sobre s misma, emitiera una nerviosa risita. Ave Mara! Race, no lo reconoca a usted! Ciertamente, yo... yo te recuerdo de mejor modo que ese susurr J uli. Eres... te pareces tanto a... La puerta se abri de repente y Mickey Magnusson entr en el cuarto precipitadamente, un regordete muchachito tostado por la luz de una lmpara solar de tipo terrano y rebosante de salud. Tena en la mano alguna cosa brillante que despeda pequeitos destellos y centelleos de color. Ofrec al muchachito una ancha sonrisa antes de que se diera cuenta de que iba disfrazado, de cualquier modo, y probablemente tena un horrible aspecto. El pequeo retrocedi de prisa, pero J oanna puso su rolliza mano sobre el hombro de l, murmurando cosas confortantes. Mickey fue hacia J uli haciendo pinitos, levantando el luciente objeto con las manos como si mostrara algo muy precioso y estimado. J uli se encorv y extendi los brazos, luego su rostro se contrajo y trat de agarrar la chuchera. Mickey, qu es eso? El nio lo ocult rpidamente a su espalda con gesto protector. Mo! Mickey, no seas malo reprendi J oanna. Por favor, djamelo ver inst J uli, y el pequeo lo present, lentamente, todava receloso. Era un esquinado prisma de cristal, en forma de estrella, engastado en un cerco que poda hacer que la estrella girara como un solidpico. Pero mostraba una nueva y cmica faz cada vez que se la haca rodar. Mickey la volteaba una y otra vez, encantado de ser el centro de atencin. Pareca haber docenas de rostros, que cambiaban con cada giro del prisma, humanos y no humanos, todos confusos y ligeramente torcidos. Mi propio rostro, el de J uli, el de J oanna, salan en la superficie del cristal, no en fiel reflejo sino en caricatura. Un ahogado sonido de J uli hizo que me volviera con espanto. Mi hermana se haba dejado caer al suelo y estaba posada all, plida como la muerte, sostenindose con las dos manos. Race! Averiguadndeadquirisa... esa cosa! Me dobl y sacud a J uli. Qu te pasa? requer. Mi hermana haba sido presa del confuso, sonamblico horror de esta maana. No es un juguete susurr. Rindy tenia uno igual. J oanna, dnde lo consigui el nio? Y seal la luciente cosa con una expresin de terror que habra causado risa si no hubiera sido tan genuina, y no hubiese estado tan llena de espanto. J oanna lade la cabeza y arrug la frente, reflexivamente. Pues, no s, ahora que usted sale con esta pregunta. Crea que quizs uno de los chaks se lo haba dado a Mickey. Lo compr en el bazar, tal vez. Est encariado con l. Levntese del suelo, J uli! Rindy tena uno dijo J uli, ponindose de pie confusamente. Eso... eso me aterrorizaba. Sola sentarse y lo miraba todo el rato, y... ya te lo cont, Race. Lo tir una vez, y la nia despert y chill. Estuvo desgaitndose durante horas y horas, y sali a la oscuridad, buscndolo en el montn de basura, donde yo lo haba escondido. Sali a la oscuridad, se rompi todas las uas, pero lo desenterr de nuevo y se detuvo, fijando la vista en J oanna, con una expresin de splica en sus dilatados ojos. Bien, querida dijo J oanna, con apacible y censurante benevolencia, no necesita estar tan trastornada. No creo que Mickey le tenga tanto apego como eso al juguete, y, de cualquier modo, yo no voy a tirarlo y pas la mano por el hombro de J uli de un modo tranquilizador, luego dio a Mickey un ligero empujn con direccin a la puerta y se volvi para seguirlo. Ustedes tendrn que hablar a solas antes de que Race se marche. Buena suerte, dondequiera que usted vaya, Race dijo extendiendo la mano en seguida. Y no se inquiete por J uli aadi, en voz baja. Cuidaremos bien de ella. Cuando retroced hacia J uli ella estaba de pie junto a la ventana, mirando a travs del desigualmente filtrado vidrio que oscureca la luz del rojo sol, dndole un color anaranjado. J oanna cree que estoy loca, Race. Cree que ests trastornada. Rindy es una nia rara, una verdadera muchachita de la regin de Dry. Pero no es mi imaginacin, Race, no. Algo hay... y de repente, J uli solloz alto otra vez. Tienes nostalgia, J uli? Tena, un poco, los primeros aos. Pero era feliz, creme dijo mi hermana. Y volvi el rostro hacia mi; estaba brillante de lgrimas. Tienes que creer que nunca lo sent, ni por un momento. Me alegro dije torpemente . Esto fue algo admirable. Pero ese juguete... Quin sabe? Pudiera ser una pista para descubrir algo. El juguete me haba trado alguna cosa a la memoria, adems, y trataba de recordar qu era. Haba visto juguetes de naturaleza no humana en el distrito de Kharsa, hasta los haba comprado para los nios de Mack. Cuando un soltero es invitado frecuentemente a una casa donde hay cinco chicos, es casi el nico modo en que puede recompensar esa hospitalidad, trayendo a los nios frusleras y baratijas curiosas. Pero nunca habla visto nada enteramente igual a sta, hasta... ...Hasta ayer. El juguetero que haban ahuyentado del distrito de Kharsa, el que se haba introducido a hurtadillas en la capilla de Nebran y haba desaparecido. El hombrezuelo llevaba una docena de esos objetos brillantes en forma de prisma y estrella. Trat de formar un cuadro mental del menudo vendedor de juguetes. No tuve mucha suerte. Slo lo haba visto durante la rpida mirada lanzada desde debajo de su capucha. J uli, has visto alguna vez a un hombrecillo, parecido a un chak pero ms menudo, encarrujado, corcovado? Vende chucheras... No creo dijo J uli, con aparente turbacin, an cuando hay chaks enanos en las ciudades polares. Pero estoy segura de que nunca he visto uno. Fue slo un pensamiento. Pero era algo en que meditar. Un juguetero se haba perdido de vista. Rakhal, antes de desaparecer haba roto todos los juguetes de Rindy. Y una chuchera de cristal maosamente tallada habla puesto a J uli histrica. Ms vale que me vaya antes de que est demasiado oscuro dije. Me abroch la ltima hebilla de la capa, asegur el pual firmemente, y cont el dinero que Mack me haba anticipado para gastos. Quiero entrar en el .territorio de Kharsa y buscar la caravana que se dirige a Shainsa. Vas all, primero? A qu otro lugar, sino all? J uli se volvi, apoyando una mano en la pared. Pareca estar dbil y enferma, tener ms aos de los que tena. De repente ech sus delgados brazos alrededor de m, y un anillo de la cadena que cea sus manos me bati con fuerza, mientras ella exclamaba: Race, Race, te matar! Cmo puedo vivir con eso sobre mi conciencia, adems? Se puede vivir con muchsimo sobre la conciencia dije, desasiendo sus brazos firmemente de mi cuello. Un anillo de la cadena se enganch en el broche de mi capa, y de nuevo algo se quebr dentro de m. Agarr la cadena con las dos manos y di un fuerte tirn, apoyando el pie en la pared. Los anillos se soltaron. Un volante cabo bati a J uli debajo del ojo. Arranqu los sellos de las bocamangas con piedras preciosas, los quit de sus brazos, y ech todo el conjunto en un rincn, donde cay con un crujido. Maldito sea! rug. Eso se acab! No vas a llevar esas cosas nunca ms! Quiz despus de seis aos en la poblaciones de Dry, J uli empezaba a imaginar lo que esos seis aos pasados detrs de un escritorio haban significado para m. J uli, buscar a tu Rindy por ti, y traer a Rakhal vivo. Pero no me pidas ms que eso. Slo vivo. Estara vivo cuando yo acabara con l. Ciertamente, estara vivo. Tan slo. CAPITULO V Estaba anocheciendo cuando par por una puerta lateral, andrajoso e indiscernible, y sal a la plaza del puerto del espacio. Ms all de las lmparas amarillas, perciba que la antigua ciudad empezaba a tomar animacin con la cayente noche. De las hendidas casas de guija, hombres y mujeres, humanos y no humanos, salan a las calles ilumina-das por la luna. Si alguien me vio atravesar la plaza, de lo cual dudaba, me tomaron simplemente por otro cualquiera. Un vagabundo de la regin de Dry, ansioso de conocer el mundo de los extranjeros procedentes de allende las estrellas, y el cual, satisfecha la curiosidad, volva al lugar en donde resida. Torc por una de las sombras callejuelas que se desviaban, y pronto estuve caminando en la oscuridad. El territorio del Kharsa no me era desconocido a m como terrano, excepto por los ltimos seis aos en que haba visto slo su faz de da. Dudaba que hubiera una docena de hombres de la Tierra en la antigua ciudad esta noche, an cuando vi a uno en el bazar, mugriento y obviamente borracho; uno de los que andan, renegados y sin casa ni hogar, entre dos mundos, no perteneciendo a ninguno. Esto era lo que yo casi haba llegado a ser. Avanc colina arriba por las ascendentes calles. Una vez me volv, y vi debajo de m el fuertemente iluminado puerto del espacio, la oscura mole de muchas ventanas del rascacielos, como un pedazo de discorde sombra en la luz rojo violeta de la luna. Volv la espalda a todo eso y segu andando. En la orla del mercado de ladrones me detuve afuera de una taberna donde los habitantes de la regin de Dry eran recibidos con agasajo. Una rubia nia no humana murmur algo mientras corra con cortos y vivos pasos cerca de m en la calle, y me par, presa de un espasmo de nerviosidad semejante al que experimenta uno al presen-tarse ante un pblico por primera vez. Se haba el dialecto de Shainsa entorpecido en mi lengua? A los espas se les daba poco tiempo entre la condenacin y el castigo aqu en Wolf, y a una milla del puerto del espacio, yo poda igualmente haber estado en una de esas lunas. No haba guardas del puerto espacial a mi espalda ahora. Y alguien pu-diera recordar la rondalla de un hombre de la Tierra con un rostro marcado con cicatrices que haba ido a Shainsa con disfraz. Contraje la capa alrededor de mis hombros, empuj la puerta y entr. Haba recordado que Rakhal me estaba esperando. No detrs de esta puerta, sino al trmino del sendero, detrs de alguna otra puerta, en alguna parte. Y tenemos un trillado dicho en Shainsa: Un sendero sin principio no tiene fin. Ah mismo me detuve pensando en J uli, Rindy, el Imperio Terrano, o lo que Rakhal, que conoca demasiados de los secretos de la Terra, pudiera hacer si se haba vuelto renegado. Mis dedos subieron y acariciaron, de un modo pensativo, el costurn de tejido de cicatriz a lo largo de mi boca. En ese momento yo estaba pensando slo en Rakhal, en una no arreglada contienda sangrienta, y en mi venganza. Unas lmparas rojas ardan dentro de la taberna, donde los hombres se recostaban en sucios canaps. Tropec con uno de ellos, encontr un sitio vaco y me dej en l, colocndome automticamente en la indolente posicin de los habitantes de Dry que estaban ah dentro. En pblico se tenan derechos, tiesos y solemnes, hasta para comer y beber. Entre ellos mismos, nada ms que el relajamiento de los miembros del cuerpo revelaba una insolente vigilancia; slo un hombre que teme el asesinato secreto se mantiene alerta. Una muchacha con una enmaraada trenza colgando a su espalda vino hacia m. Sus manos no estaban encadenadas, significando que era una mujer de la clase ms baja, no digna de guardar. Su blusa de piel estaba rada y llena de mugre. La envi a por vino. Cuando este lleg result ser pasmosamente bueno, el dulce y aleve vino de Ardcarran. Lo sorb despacio, mirando alrededor. Si una caravana para Shainsa sala maana, lo sabran aqu. Una palabra ma diciendo que yo regresaba all me traera por rigurosa costumbre, una invitacin a viajar en su compaa. Cuando envi la mujer a por vino una segunda vez, un hombre posado en un cercano canap se levant, y avanz hacia m. Era alto, hasta para un habitante de la regin de Dry, y haba algo vagamente familiar en l. No era ninguna gentuza del distrito de Kharsa, tampoco, pues su capa era de excelente seda entrelazada de hilos metlicos, e incrustada de macizos bordados. El puo de su pual estaba esculpido con una nica gema verde. Estuvo mirndome arrogantemente por algn tiempo antes de que hablara. No he olvidado la voz, an cuando no puedo traer su rostro a la memoria. Tengo una obligacin para con usted? Yo haba hablado en la jerga a la muchacha, pero el hombre se dirigi a m en el alegre y cadencioso lenguaje de Shainsa. No di ninguna respuesta, slo le hice gestos para indicarle que se sentara. En Wolf, la formalista cortesa exige una serie de atentas non sequiturs, y mientras que una directa pregunta linda simplemente con la rudeza, una directa respuesta es la seal de un gaznpiro. Un trago? Me he unido a usted sin ser invitado replic el hombre, y llam a la muchacha de enmaraada cabeza. Trenos mejor vino que esta bazofia! Con esas palabras y el gesto lo reconoc, y apret los dientes con fuerza contra el labio. Este era el hablador que haba mostrado deseos de pelea en el bar del puerto del espacio, y huido antes que la enigmtica muchacha con el signo de Nebran sobre su pecho. Pero con esta dbil luz, l no me haba reconocido a mi. Entr deliberadamente en la plena soflama roja. Si el hombre no me discerna como el terrano al cual haba retado la noche pasada en el bar del puerto del espacio, era improbable que algn otro me reconociera. Me mir descaradamente por unos minutos, pero al fin slo se encogi de hombros y escanci el vino de la botella que haba pedido. Despus de tres tragos supe que se llamaba Kyral y que era traficante en cuerdas metlicas y primorosos utensilios de acero en las poblaciones de raza no humana. Y yo le haba dado el nombre que haba escogido para m: Rascar. Piensa volver a Shainsa? pregunt Kyral. Precavindome de una trampa, vacil, pero la pregunta pareca inocente, por tanto slo opuse: Hace mucho que est usted en el territorio de Kharsa? Unas semanas. Traficando? No respondi Kyral. Y recurri al vino de nuevo. He estado buscando a un miembro de mi familia. Lo encontr? Una mujer dijo Kyral, y escupi ceremoniosamente . No, no la encontr. Cul es su ocupacin en Shainsa? Re brevemente entre dientes. En realidad, estoy buscando a un miembro de mi familia. Kyral frunci los prpados como si sospechara que me estaba burlando de l, pero la reserva personal es la ms rgida convencin de las poblaciones de Dry y tal burla mostrara una perceptible desatencin para las preguntas inquiridoras si yo no quisiera contestarlas. No pregunt ms. Puedo emplear a un hombre adicional para manejar las cargas. Es usted experto con los animales de carga? Si es as, est a la disposicin de usted viajar bajo la proteccin de mi caravana. Acced. Luego, considerando que J uli y Rakhal tenan, al fin y al cabo, que ser conocidos en Shainsa, pregunt: Conoce usted a un traficante que se llama Sensar? Kyral se estremeci ligeramente; vi que sus ojos se movan a lo largo de mis cicatrices. Luego la reserva, como una bajada cortina, se cerr sobre su rostro, ocultando un fugaz vislumbre de satisfaccin. No minti, y se levant. Salimos con la primera luz del da. Tenga sus pertrechos preparados dijo. Me tir algo, y lo cog en el aire. Era una piedra grabada con el nombre de Kyral en los smbolos de Shainsa. Puede dormir entre la caravana si lo desea. Muestre ese distintivo a Cuinn. La caravana de Kyral estaba acampada en un atrancado campo ms all de las ms distantes puertas del distrito de Kharsa. Aproximadamente una docena de hombres estaban activos cargando a los animales de carga caballos trados de Darkover, mayormente. Pregunt al primer hombre que encontr por Cuinn. El seal a un corpulento sujeto envuelto en una brillante capa roja, que estaba atareado graznando a uno de los jvenes por el modo en que haba puesto una albarda sobre su acmila. El habla de Shainsa es un excelente lenguaje para blasfemar, pero Cuinn tena un especial talento en ello. Mir con admiracin mientras esperaba a que el hombre cesara de modo que pudiera pasarle el distintivo de Kyral. A la luz del fuego vi lo que haba casi esperado: ese hombre era el segundo de los habitantes de Dry que haba tratado de irritarme en el bar del puerto espacial. Cuinn escasamente aludi a la tallada piedra y me la ech de nuevo, sealando uno de los caballos de carga. Cargue sus pertrechos personales sobre se, luego pngase activo y ensee a este cabeza de hongo que lleva sandalias una injuria que inclua implicaciones particularmente sucias en Shainsa cmo hay que asegurar una correa de carga. Respir fuerte y empez a echar ternos al desdichado muchacho de nuevo, y yo me sosegu. Evidentemente no me haba reconocido, tampoco. Tom la correa en mi mano, guindola a travs de la abrazadera de la silla. De ese modo dije al muchachito. Y Cuinn ces de blasfemar el tiempo suficiente para otorgarme una breve sea de agradecimiento, y seal un montn de encajonados y encastados objetos. Aydale a cargar. Tenemos necesidad de salir de la ciudad al amanecer orden, y se fue para echar ternos a algn otro. Kyral reapareci a la madrugada, y unos minutos despus el campamento haba desaparecido; todo lo quedaba de l era una pequea dispersin de objetos en desorden, y nosotros estbamos en camino. La caravana de Kyral, a pesar de las execraciones de Cuinn, estaba bien dirigida y bien manejada. Los hombres eran habitantes de las poblaciones de Dry; haba once, callados y competentes, y la mayor parte de ellos muy jvenes. Estaban alegres en el camino, manejaban a los animales de carga capazmente, durante el da, y pasaban la mayor parte de las noches agrupados alrededor del fuego, jugando silenciosamente con la tirada de los prismas de cristal tallado que usaban como dados. A los tres das de haber salido del distrito de Kharsa empec a desazonarme por Cuinn. Era, por supuesto, una ostensible mala suerte encontrar a la totalidad de los tres hombres del bar del puerto espacial en la caravana de Kyral. Kyral obviamente no me haba reconocido, y ni siquiera a la luz del da me prestaba atencin, excepto para dar una ocasional orden. El segundo de los tres era un nervudo muchachito que probablemente nunca me ech una segunda mirada, ni mucho menos una tercera. Pero Cuinn era otra cosa. Era un hombre de mi propia edad, y sus fieros ojos tenan una sutileza de la cual no me fiaba. Ms de una vez lo sorprend observndome, y en las dos o tres ocasiones en que me atrajo a una conversacin, encontr sus preguntas ms directas de lo que permitan los buenos modales de las ciudades de Dry. Consider la posibilidad de que pudiera tener que matarlo antes de que llegramos a Shainsa. Atravesamos las bajas colinas y empezamos a subir hacia los montes. Los primeros das me encontr respirando con dificultad mientras subamos con esfuerzo hacia el ms denso aire, luego mi aclimatacin retorn y empec a ajustarme al patrn de los das y noches en el sendero. La Trade City era todava un faro en la noche, pero su soflama sobre el horizonte se haca ms confusa con cada da de marcha. Subimos ms alto, a lo largo de peligrosos senderos donde los hombres tenan que descabalgar y dejar que los animales de carga avanzaran solos, paso a paso. Aqu en estas altitudes el sol al medioda fulguraba con luz ms roja y ms brillante, y los habitantes de la regin de Dry, que proceden a los resecos terrenos de los fondos de mares, estaban quemados y llenos de ampollas por la violenta luz. Yo haba crecido bajo el resplandeciente sol de Terra, y un sol rojo como el de Wolf, hasta cuando era ms ardiente, no me ocasionaba ninguna molestia. Esto tan slo me habra hecho sospechar. Otra vez vi que los fieros ojos de Cuinn me observaban. Segn atravesbamos los pasos y empezbamos a descender por el largo sendero a travs de los densos bosques, penetrbamos en territorio de seres no humanos. Corriendo de prisa contra el Viento de las Sombras, ladeamos la regin alrededor de Charin, y los bosques habitados por los terribles hombres del Ya, criaturas semejantes a los pjaros que se vuelven canbales cuando sopla el Viento de las Sombras. Luego el sendero serpenteaba a travs de ms densos bosques de ndigos y zarzales de un color morado pardusco, y de noche omos los aullidos de los hombres gatos de estas latitudes. De noche situamos guardas cerca de la caravana, y los espacios oscuros y las sombras estaban llenas de ruidos y olores y susurros extraos. Sin embargo, las marchas de da y las guardias de noche pasaron exentas de acontecimientos notables hasta la noche en que particip de la guardia con Cuinn. Yo me haba situado en el borde del campamento, con el fuego detrs de m. Los hombres estaban durmiendo y roncando, arrebujados apretadamente alrededor del fuego. Los animales trabados con cuerdas dobles, de las patas delanteras a las traseras, se meneaban inquietamente y soltaban prolongados y pavorosos plaidos. O que Cuinn pasaba detrs de m. Percib un crujido en la margen del bosque, una agitacin y un murmullo al otro lado de los rboles, y me volv para hablarle; luego vi que se escabulla hacia las inmediaciones del claro. Por un momento no pens nada de ello, creyendo que Cuinn estaba dando unos pasos hacia el espacio entre los rboles donde haba desaparecido. Supongo que tena la idea de que se haba escabullido para investigar algn ruido o sombra sospechosas, y que yo debiera estar cerca. Luego vi la vacilante flama de luz al otro lado de los rboles; la luz de la linterna que Cuinn haba estado llevando en la mano! Estaba haciendo seas! Quit el corchete de seguridad del puo de mi pual y fui tras de Cuinn. A la confusa soflama del fuego se me antoj que vea ojos luminosos que me observaban; sent un hormigueo en la piel de mi espalda, detrs de Cuinn, y brinqu. Nos enredamos en una maraa de piernas y brazos batientes, y en menos de un segundo Cuinn haba sacado su pual y yo estaba agarrando su mueca, tratando desesperadamente de alejar la afilada hoja de mi cuello. No sea necio! exclam, con voz entrecortada. Un grito, y todo el campamento despertar! A quin estaba usted haciendo seas? A la luz de la cada linterna, unos labios se contrajeron con un gruido; Cuinn pareca casi infrahumano. Estir el brazo con el cual sujetaba el pual por un momento, luego solt el arma. Djeme ponerme de pie dijo. Yo me levant y ech de un puntapi el cado pual hacia l. Aparte eso. Qu diablos estaba usted haciendo? Tratando de echar a los hombres gatos sobre nosotros? Por un momento Cuinn pareci estar cortado, luego su fiero rostro se contrajo otra vez y dijo furiosamente: No puede un hombre marcharse del campamento sin ser casi estrangulado? Le lanc una mirada feroz y penetrante, pero me di cuenta de que realmente yo no tena nada a que atenerme. Cuinn poda haber estado respondiendo a una llamada de la naturaleza, y el movimiento de la linterna haber sido accidental. Y si alguno hubiera saltado sobre mi desde detrs, yo mismo poda haber blandido un cuchillo ante l. Por tanto, slo dije: No vuelva a hacerlo. Todos estamos demasiado agitados. No hubo otros incidentes esa noche, ni la siguiente. La noche inmediata, mientras yo yaca arrebujado con mi capa y la manta cerca del fuego, vi que Cuinn sala de su camastro sin ser observado y se marchaba a hurtadillas. Un momento despus hubo un fulgor en la oscuridad, pero antes de que yo pudiera reunir la determinacin para levantarme y hacerle cara a Cuinn, l volvi, mir cautamente a los roncantes hombres, y se meti otra vez dentro de las mantas. Mientras estbamos desenfardando en el siguiente campamento, Kyral se par a mi lado. Ha odo algo sospechoso ltimamente? Tengo la idea de que nos estn siguiendo el rastro. Saldremos de estos bosques maana, y despus de eso es libre sendero todo el camino hasta Shainsa. Si va a ocurrir algo, ocurrir esta noche. Deliber sobre si deba hablarle de las seales de Cuinn. No, tena mi propia ocupacin esperndome all en Shainsa. Por qu mezclarme en alguna otra, privada intriga? Los pondr a usted y a Cuinn de guardia otra vez. Los viejos se adormecen ligeramente, y los jvenes pasan el tiempo forjando ilusiones o ganduleando. Esto est bien las ms de las veces, pero necesito alguno que se mantenga vigilante esta noche. Conoca usted a Cuinn antes de esto? Nunca me fij en l. Es extrao, yo tena la idea de que... dijo Kyral. Se encogi de hombros y se desvi; luego se detuvo. No lo piense dos veces respecto a despertar al campamento si hay algn disturbio. Vale ms una falsa alarma que una emboscada que nos coja a todos dentro de las mantas. Si ello parara en una lucha, pudiramos hallarnos en una mala situacin. Todos llevamos puales, pero no creo que haya una arma fuerte en todo el campamento, ni mucho menos un arma de fuego. No tiene usted una, por casualidad? Despus que los hombres se hubieron guarnecido, Cuinn, patrullando el campamento, se par un momento a mi lado y levant la cabeza con direccin al crujiente bosque. Qu pasa all? Quin lo sabe? Hombres gatos que estn rondando, probablemente, pensando que los caballos constituiran un buen manjar, o tal vez nosotros. Cree que parar en una lucha? No sabra decirlo. Cuinn me examin por un momento, sin hablar. Y si fuera as? dijo luego. Nos batiramos. En seguida me contuve, porque Cuinn haba hablado en el normal lenguaje terrano, y yo, sin pensar haba respondido en el mismo idioma. Cuinn hizo una mueca, mostrando unos blancos y aguzados dientes. Lo supona! As su hombro y requer speramente: Y qu va uno a hacer sobre ello? Eso depende de usted respondi , y de lo que necesite en Shainsa. Dgame la verdad. Qu estaba haciendo en la zona terrana? y no me dio oportunidad para contestar. Usted sabe quin es Kyral, no? Un traficante dije que me paga mi salario y no se mete donde no le llaman. Retroced, con la mano sobre el pual, preparado para una repentina embestida. Cuinn no hizo ningn gesto agresivo, sin embargo. Kyral me hizo saber que usted haba estado haciendo preguntas acerca de Rakhal Sensar dijo. Hbil. Mas yo, por m mismo, podra haber dicho a usted que l nunca se fij en Rakhal. Yo... Se detuvo, oyendo un ruido en el bosque, un prolongado e imponente alarido. Si usted ha echado a los hombres gatos sobre nosotros... susurr. Cuinn movi la cabeza vivamente. Tena que correr ese riesgo, para dar aviso a los otros. No surtir efecto. Dnde est la muchacha? Apenas le o. Estaba oyendo el chasquido de ramitas, y unos silenciosos y furtivos pasos. Me volv para dar un grito que despertara el campamento, y Cuinn me asi con fuerza, diciendo insistentemente: Aprisa! Dnde est la muchacha! Retroceda y dgale que ello no surtir efecto! Si Kyral sospechara... No termin la frase. J ustamente desde detrs de nosotros lleg otro de los prolongados e imponentes alaridos. Alej a Cuinn a fuerza de golpes, y de repente la noche se llen de agachadas formas que descendan sobre nosotros como un torbellino. Grit furiosamente mientras el campamento se animaba con hombres que salan de entre mantas forcejeando, luchando por la vida misma. Corr diligentemente, todava gritando, hacia el cercado donde habamos atado los caballos. Un hombre gato, delgado y cubierto con negras pieles, estaba agachado y cortando las cuerdecillas que sujetaban el animal ms cercano. Me lanc sobre l. El hombre gato estall, araando, rayendo mi hombro con garras que rasgaban la dura tela como papel. Arrebat mi pual y tir tajos y reveses hacia arriba. Las garras se contrajeron en mi hombro y chill de dolor. Luego el repugnante ser aull y se alej, araando en el aire. Se encogi y qued tendido, in-mvil. Cuatro disparos en rpida sucesin sonaron en el claro. Kyral en contra, alguno deba de haber llevado una pistola. O que uno de los hombres gatos gema, con un ronco y agonizante chirrido. Alguna cosa oscura agarr mi brazo, y tir tajos con el cuchillo, descendiendo mientras otra serie de garras se hincaba en mi espalda, rodantes y arpantes. Me arregl para acuar las patas delanteras del hombre gato debajo de mi codo, mi rodilla hincada en su espinazo. Me levant y me baj alternativamente, dobl al extrao ser hacia atrs, hacia atrs hasta que chill, con un agudo gemido. Luego sent que el espinazo se quebraba y el inerte animal llor una vez, con el lloro de un nio, escapando slo aire de los desfallecientes pulmones, y se escurri flojamente de mi muslo. Erguido no habra tenido ms de cuatro pies de altura, y a la luz del agonizante fuego poda haber sido un inerte lince. Rascar... O un sonido entrecortado, un gemido. Gir y a Kyral que sucumba, agitndose, ahogndose entre media docena o ms de los fieros seres semihumanos. Salt sobre la confusin de cuerpos, arranqu uno con un fuerte agarro, le acuchill el cuello. Eran fciles de matar. O un agudo y vivo chillido en su maulladora lengua. Luego los hirsutos y negros seres parecieron disiparse en el bosque tan silenciosamente como haban venido. Kyral, aturdido, goteando sangre de su frente, con el brazo hendido hasta el hueso, estaba abatido en el suelo, todava atontado. Alguien tena que encargarse de ellos. Y grit: Luces! Traigan luces. Los hombres gatos no volvern si tenemos suficiente luz; slo pueden ver en la oscuridad. Alguno aviv la lumbre. Se encendi en llama mientras amontonaban ramas secas