un vago escalofrío

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Francisco José Cruz COLECCIÓN POESÍA UN VAGO ESCALOFRÍO

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“Los poemas de Francisco José Cruz, generalmente pequeños, con rimas asonantes, distribuidos en estrofas, tienen una estructura muy sólida, bien pensada. Cada poema de Francisco José Cruz, de igual manera, aspira a ser uno, con contornos, con rasgos, con una ley y una manera de ser. Me asombra en esta poesía su capacidad para darnos un mundo complejo y poblado, con seres que se pueden individualizar, al mismo tiempo que son productos de una perseverancia en la verdad que rechaza sin contemplaciones la mentira: los versos de Francisco José Cruz nos sueltan verdades muy fuertes, justo porque son las que todos los hombres enfrentamos; las expone encarnadas y amargas, sí, pero en poemas muy bellos, cada uno con su materia y su sueño.” Antonio Deltoro

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Francisco José Cruz

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UN VAGO ESCALOFRÍO

os poemas de Francisco José Cruz, generalmente pequeños, con rimas asonantes, distribuidos en estrofas,

tienen una estructura muy sólida, bien pen-sada. Cada poema de Francisco José Cruz, de igual manera, aspira a ser uno, con con-tornos, con rasgos, con una ley y una ma-nera de ser. Me asombra en esta poesía su capacidad para darnos un mundo complejo y poblado, con seres que se pueden indivi-dualizar, al mismo tiempo que son produc-tos de una perseverancia en la verdad que rechaza sin contemplaciones la mentira: los versos de Francisco José Cruz nos sueltan verdades muy fuertes, justo porque son las que todos los hombres enfrentamos; las ex-pone encarnadas y amargas, sí, pero en poe-mas muy bellos, cada uno con su materia y su sueño.

Antonio Deltoro

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FRANCISCO JOSÉ CRUZAlcalá del Río, Sevilla, 1962

Ha publicado los siguientes libros de poemas: Prehistoria de los ángeles (Pre-mio Barro de Poesía, Sevilla, 1984), Bajo el velar del tiempo (Sagunto, 1987), Ma-neras de vivir (Primer Premio Renaci-miento de Poesía, Sevilla, 1998; México, 2004; Bogotá, 2006), A morir no se apren-de (Málaga, 2003; Bogotá, 2006), Hasta el último hueso. Poemas reunidos 1998-2007 (Mérida, Venezuela, 2007), El espanto se-guro (Sevilla, 2010) y Con la mosca detrás de la oreja (antología personal, Bogotá, 2011). Fue codirector de la revista de creación Ritmo de viento (1986-1989) y dirige en Carmona (España), desde su fundación en 1990, la revista y la co-lección Palimpsesto. Es autor de varias compilaciones y ediciones, entre ellas: Roberto Juarroz, Poesía Vertical (Ma-drid, 1991), José Manuel Arango, Poe-sía completa (Sevilla, 2009), Poesía de la intemperie. Selección de coplas flamencas (Carmona, 2010), Carlos Germán Be-lli, Los poemas elegidos (Valencia, 2011) y Pedro Lastra, Al fin del día 1958-2013 (Sevilla, 2013). Creó el proyecto Casa de los Poetas de Sevilla y actualmente es asesor literario de la Biblioteca Sibila-Fundación bbva de Poesía en Español.

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prueba
Llamada
Insertar Juan Felipe Robledo NOTA: por favor, dejar con el mismo formato que Jorge Cadavid.
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Reservados todos los derechos© Pontificia Universidad Javeriana© Francisco José Cruz

Miembros del comité editorial:Giovanni QuessepRamón Cote BaraibarFederico Díaz-GranadosCristo Rafael Figueroa SánchezJuan Felipe RobledoJorge Cadavid

Primera edición: agosto del 2015Bogotá, D. C.isbn: 978-958-716-834-1Número de ejemplares: 200Impreso y hecho en ColombiaPrinted and made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad JaverianaCarrera 7ª n.º 37-25, oficina 13-01Edificio LutaimaTeléfono: 3208320 ext. 4752www.javeriana.edu.co/editorial

Cuidado de texto:Óscar Daniel Campo Becerra

Diseño de pauta gráfica:Ignacio Martínez-Villalba

Diagramación:María Victoria Mora

Diseño de carátula:Ignacio Martínez-Villalba

Impresión:Javegraf

Facultad de Ciencias Sociales

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADESCONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS

EN AMÉRICA LATINA

MIEMBRO DE LA RED DE

EDITORIALES UNIVERSITARIAS

DE AUSJALwww.ausjal.org

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana

Cruz Pérez, Francisco José, 1962-Un vago escalofrío / Francisco José Cruz Pérez. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial

Pontificia Universidad Javeriana, 2015. -- (Colección poesía)

74 p. ; 24 cm.ISBN : 978-958-716-834-1

1. POESÍA ESPAÑOLA. 2. LITERATURA ESPAÑOLA. 3. LITERA-TURA EUROPEA. I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Cien-cias Sociales.

CDD 861 ed. 21Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

opg. Julio 21 / 2015

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C ON T E N I D O

A TUMBA ABIERTAAntonio Deltoro 9

¡Ay del Carpe Diem! 21No te quites la máscara 22El abrazo 23A Jaume d’Olesa 24A un caracol 26Dos sillas en la azotea 27En bicicleta 28Mi vieja máquina 29Cumpleaños 30Hombre y perro 31Desde entonces 32Canción de la marea 33Ante la tumba de Joseph Brodsky 35En el tren 37

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Tórtolas turcas 38Aquí y ahora 39Bajamar 40Cogiditos de la mano 41Esos recuerdos 42Monólogo de la nieve 43Carrera de caballos 45Arte poética 46El tren de los niños 47Este pañuelo 48Un patito en el agua 49De estreno 50La rata 51Ante el David de Miguel Ángel 53Carta póstuma a Wisława Szymborska 54Después de tanto amor 56Cantos de un triste gallo 57Con Gerardo Diego en Soria 58Paloma muriéndose 59No me importaría 60Si las paredes hablaran 61En la playa 62La perra 63Testamento 64Lamento de Lázaro 65Vía crucis 66

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9A T U M BA A B I E RTA

ME ES DIFÍCIL escribir sobre la poesía de Francisco José Cruz por la adhesión y simpatía que tengo con ella. A tal sintonía cordial, se añade otra dificultad:

sus versos dicen lo que dicen con justeza y verdad indudables, y puede uno quedar, si se atreve a una glosa, en ridículo. Por eso he permanecido, salvo alguna excepción, en silencio, escuchan-do germinar su belleza estricta, que no necesita más palabras que las suyas. Sin embargo, como los editores y el poeta mismo me pidieron el prólogo de Un vago escalofrío, por amor de lector y de amigo, no puedo rehusarme, pero lo haré a condición de que me permitan, cosa que no es usual en un prólogo, transcri-bir algunos poemas completos. Por otra parte, quisiera hacer una advertencia: me concentraré, casi exclusivamente, en una veta de la poesía de Francisco José Cruz y en la manera en que en este libro se hace más ancha, proliferante y profunda.

El miedo, que en esta poesía desempeña un papel protagó-nico y por lo tanto muy característico e incluso estructural, es

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un miedo, paradójicamente, valiente. Nace de mantener una actitud que encara a la muerte desde la vertical, sin adornarla ni huirle. Esto se manifiesta, aun más allá de los títulos de los libros, en la sobriedad de las formas y en la diversidad de situa-ciones cotidianas, ordinarias y humanas que provocan sus ver-sos, a los que rodea la muerte, a veces, por ejemplo, convertida en una mosca.

No conozco otro caso de sequedad mayor, de adhesión a la realidad cruda, a ras de existencia, tan de frente, sin tapujos ni componendas, a tumba abierta, pero con piedad y simpatía, que los poemas de Francisco José Cruz. Sus formas, desde las más técnicas a las más personales, sus maneras de vivir y de enfrentarse al “espanto seguro de estar mañana muerto” lle-van rima asonante, en grado humano, no son consonantes, a lo divino: ponen en versos medidos la incertidumbre. La belleza de esta poesía proviene de su humanidad rigurosa, atenida al sentido común, sin ornamentos, que sigue como línea la digni-dad, que la hace posible y compatible con ella.

Pese a que Francisco José Cruz ciñe el verso a la experien-cia, logra que el verso nos hable de frente y al sesgo. Al sesgo nos dice una verdad poética; de frente, un hecho. A veces lo que nos dice al sesgo entra tan profundo como un machetazo de belleza; a veces también el hecho, no por cotidiano, es me-nos terrible. Creo que para él no hay hecho que no tenga su sesgo de misterio y de sueño, a veces de pesadilla.

Un vago escalofrío se titula este libro. Dos libros anteriores de Francisco José Cruz se llaman: A morir no se aprende y El espanto seguro. En los tres títulos asoma el temor a la muerte y la fascinación ante nuestra predestinación a ella, que vuelve un misterio nuestra vida habitual y, a veces, incluso, un afortunado misterio, que se manifiesta con alegría (véase en este libro, por ejemplo, “Monólogo de la nieve”). El título de un libro anterior a estos dos, Maneras de vivir, parece que mira las cosas con otro fondo, pero en él también está la muerte, claro, vista desde las

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diferentes maneras de vivir, a través de las huellas que imprime a todo lo que vive.

El verso del cual Un vago escalofrío toma el título pertenece al poema “Lamento de Lázaro”. Quisiera valerme de este poe-ma, que es el penúltimo del libro:

Qué desgracia, Jesús,que tú así te dejarasllevar por el inmensodolor de mis hermanas.

Ahora, en el fondo, nadiedesea estar conmigoy a ellas mismas les doyun vago escalofrío.

Te olvidaste de míante la maravillade levantar mi cuerpoe infundirle la vida.

Tu maldito poder,ay, cómo me condenaa morir otra vez.

La conciencia de su predestinación a la muerte le viene a Lázaro reforzada por su resurrección, de allí su terror y el terror de los que lo rodean: Lázaro, en este poema, no es un héroe, sino una víctima, un pobre hombre, un ser como todos, escogido como un ejemplo del “maldito poder”. Incluso sus her-manas, que lo querían hasta el grado de provocar un milagro, le temen y le huyen. Hay otro poema, terrible y muy humano en un libro anterior, El espanto seguro, que vinculo con este de Lázaro:

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Pesadilla

Mis padres murieron hace doce años.A veces sueño que vuelven y que tratande vivir como si fuéramos los mismos

y desde entonces nada hubiera cambiado.Cómo explicarles que ya no tienen casa,que muebles y dinero los repartimos,

naturalmente, entre todos los hermanos.Nos miramos sin decir una palabrahasta que me despierto con gran alivio.

Regresar de la muerte a la vida implica un estigma y un desastre, porque lo natural, aunque terrible, es ir de la vida a la muerte: para vivir tenemos que dar la espalda a los muertos (a los padres, sobre todo), desolidarizarnos con ellos y asumir que esto mismo tendrán que hacer los que nos sobrevivan. Hay un poema sobre este asunto en este libro, “Testamento” (que por cierto está escrito en liras, como varios de este libro, entre ellos, el inicial y el final) y recuerdo un poema sobre el mismo tema de A morir no se aprende, “Imaginaciones mías”, del que transcribo, como excepción, solamente un fragmento:

Y en el sopor severode la siesta, imaginoque he muerto hace unos mesesy que tras el desordeny el dolor de semanasincrédulas, absortas,mi mujer reanuda su vida con la niñacomo antes de morirme.

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La vida está irremediablemente aquí, de este lado, y nada ni nadie nos puede decir qué pasa, si algo pasa, al otro lado, pero esto no puede dejar de inquietarnos y de ser asunto de especu-lación y pesadillas. La poesía de Francisco José Cruz abunda en especulaciones y pesadillas de lo que les sucede a algunos seres que sobreviven la existencia a la que estaban destinados y continúan viviendo o muriendo en un nicho, como Lázaro, separados de todos los seres que solo viven y mueren una vez. Hay innumerables poemas y seres de este tipo en la poesía de Francisco José Cruz. Aunque esto sucede de forma especial en Maneras de vivir, también en Un vago escalofrío hay unos cuan-tos, pero me estoy distrayendo y, de paso, distrayendo al lector.

En casi todos los poemas de Francisco José Cruz hay una comprensión lúcida y terrible, al tiempo cómplice y piadosa, de lo que significa vivir la muerte en carne viva. En una en-trevista, que le hicimos Fabio Morábito y yo, con motivo de su libro Maneras de vivir, a una pregunta sobre la influencia del flamenco en su poesía, citaba una copla anónima de los gita-nos andaluces que contiene tanto la perplejidad ante la muerte como la economía de recursos a la que aspira nuestro poeta:

Que quieres que tenga,que m’han dicho qu’a tu cuerpose lo va comé la tierra.

Este asombro, del que nunca se acaba de salir, adquiere en Un vago escalofrío una particularidad notable. En sus páginas la muerte acecha a una pareja de amantes y amenaza dejar al que quede con vida en un desamparo incomparablemente mayor que la muerte. En Un vago escalofrío, la condena a una terrible sobrevida, a morir dos veces como Lázaro, a un espan-toso paréntesis entre la muerte y la muerte, se condensa en la certeza de que se disolverá el vínculo de por vida entre el poeta y su mujer: solo es cuestión de tiempo.

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El abrazo

Este miedo a quedarnosel uno sin el otro,a no morirnos juntos

—hagamos lo que hagamos,aunque estemos absortoscada cual en lo suyo—

nos trenza en un abrazotan carnal y redondoque da la vuelta al mundo,

como si así los añosno pasaran del todomientras seamos uno…

hasta que ya el cansanciode la vida, a su modo,desate nuestros músculos

y quede entre mis brazostu ausencia sin contornoo la mía en los tuyos.

En Un vago escalofrío, desde un punto de vista y de ánimo diferentes, se reitera, en varios poemas, el tema de la separa-ción de los amantes. Pero ya en El espanto seguro hay un poema que lo trata:

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Coplilla de amor

Quédate conmigo,no me faltes nunca,que me vaya yo antespor mucho que sufras.

En este tema, como en otros cuantos, Francisco José Cruz se repite para profundizar. En un mundo que tiende a abarcar, a engrandecerse, a presumir, a hincharse, a desparramarse, a no contenerse, que admira al ambicioso, al hombre que se afa-na y tiene metas, Francisco José Cruz permanece en sí mismo, fiel a sus afectos, no se mueve demasiado: ¿para qué, si la tierra se mueve y con ella los muertos y los vivos? Tampoco es parti-dario de cambiarse de máscara:

No te quites la máscara

No te quites la máscara,confúndete con ellahasta ajustártelacélula a célula.

No te la quitesni en soledad siquiera,para que olvidesque la tienes puesta.

No te quites la máscaraaunque suenen huecasa veces tus palabrasa través de ella.

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No te la quites nuncani pruebes otras nuevas,confórmate con una,la que mejor te queda.

De aceptar la máscara, en su búsqueda de unidad y du-ración, de congruencia con sus modos y maneras, Francisco José Cruz adopta solo una. Lo caracteriza la identidad con él mismo durante, que yo sepa, toda la vida, exigiéndose una conducta, una forma de ser que vive el binomio poesía y ver-dad como vive el amor, la pareja protagonista de su libro, o de por vida.

Así como todos sus libros están dedicados a su mujer, en todos se rinde tributo al romance: al “romance, río de la len-gua”, como diría Juan Ramón Jiménez, presencia tutelar de la relación amorosa que está en el fondo de este libro. En Un vago escalofrío hay muchos romances (como hay muchas liras y canciones), entre ellos uno, cuyo título es el que sigue: “A Jau-me d’Olesa, quien en 1421, siendo estudiante en Bolonia, co-pió el romance más antiguo que se conserva”. Conjeturo que, escritos para durar, para permanecer en la memoria, algunos de los poemas que contiene este libro, al igual que el romance copiado en el siglo xv, perdurarán, quizás anónimos, dentro de seis siglos, inmersos en el río de la lengua.

Los poemas de Francisco José Cruz, generalmente peque-ños, con rimas asonantes, distribuidos en estrofas, tienen una estructura muy sólida, bien pensada. Están sentidos con mu-cho tiempo, con una actitud que practica la congruencia y la fidelidad, a la que asombra, sí, la diversidad, pero sobre todo que cada uno sea uno. Cada poema de Francisco José Cruz, de igual manera, aspira a ser uno, con contornos, con rasgos, con una ley y una manera de ser. Me asombra en esta poesía su capa-cidad para darnos un mundo complejo y poblado, con seres que se pueden individualizar, al mismo tiempo que son productos

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de una perseverancia en la verdad que rechaza sin contempla-ciones la mentira: los versos de Francisco José Cruz nos sueltan verdades muy fuertes, justo porque son las que todos los hom-bres enfrentamos; las expone encarnadas y amargas, sí, pero en poemas muy bellos, cada uno con su materia y su sueño.

La idea que Francisco José Cruz tiene del poeta es la de un ser responsable, por eso es reacio a la pose o a la presun-ción en el poema o fuera de él. Le bastan las personas y las cosas más próximas, habitantes de una geografía sentimental de radio pequeño, pero sentida y pensada con profundidad, que toca al lector para siempre. Le bastan también unas pocas formas que mezcla con maestría. Todo lo que escribe revela al andaluz seco, no florido, cuyo aspecto es el del junco bien plantado en medio de una corriente de agua; por mucho que se mueva siempre vuelve a la vertical y no pierde la compostura. A Francisco José Cruz esta posición le viene, en gran parte, de la conciencia de que esta única vida, que irremediablemente está destinada a un final, hay que salvaguardarla con honor para hacerla muy digna. Este honor, que no es el del señorito, sino el del hombre que sabe que va a morir y se comporta, es el que le exige las formas, al mismo tiempo sobrias y musicales, que su poesía practica.

Ya a punto de terminar este texto me doy cuenta de que he bordeado una idea que no me he atrevido a decir plenamente y en pocas palabras: Un vago escalofrío es, fundamentalmente y por encima de todo, un libro de amor, de un amor no simul-táneo, sino único, a una mujer y a la poesía:

Desde entonces

Como leemos juntosdesde hace tanto tiempo,ya tu voz son mis ojos

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y al oírte hasta veolos espacios en blancoy la pausa final de cada verso.

Así, de línea en línea,como en lúcido sueño,nos fundimos en unodurante todo el textohasta oírme en tu vozy tú callarte en mi absorto silencio.

Una noche de agosto,frente al mar sanluqueño,sacaste de tu bolsoun librito de versosde Juan Ramón Jiménez,cuyas hojas aún las mueve el viento.

Me leíste —leímos—un rato en el paseomarítimo. Esa nochela carne se hizo verboo el verbo se hizo carney desde entonces vivimos completos.

ANTONIO DELTORO

CIUDAD DE MÉXICO, FEBRERO DEL 2015

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A Chari,que está en todos mis versos.

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¡AY DEL CARPE DIEM!

Con qué facilidadnos vamos del momento en el que estamos,lamentando su fugaaun antes de que pase,sin haberlo vivido plenamente.

Con qué sorda insistenciarecuerdos y temores nos distraen,dejándonos asícon un pie en el ahoray el otro en el ayer o en el mañana.

Tanto desequilibrioa cierta altura de la edad nos lleva,involuntariamente,de una cosa a otra cosahasta que a duras penas nos centramos.

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Un vago escalofrío se compuso con tipografía de la fuente Granjon.

Se terminó de imprimir en los talleres de Javegraf en el mes de agosto del 2015.

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os poemas de Francisco José Cruz, generalmente pequeños, con rimas asonantes, distribuidos en estrofas,

tienen una estructura muy sólida, bien pen-sada. Cada poema de Francisco José Cruz, de igual manera, aspira a ser uno, con con-tornos, con rasgos, con una ley y una ma-nera de ser. Me asombra en esta poesía su capacidad para darnos un mundo complejo y poblado, con seres que se pueden indivi-dualizar, al mismo tiempo que son produc-tos de una perseverancia en la verdad que rechaza sin contemplaciones la mentira: los versos de Francisco José Cruz nos sueltan verdades muy fuertes, justo porque son las que todos los hombres enfrentamos; las ex-pone encarnadas y amargas, sí, pero en poe-mas muy bellos, cada uno con su materia y su sueño.

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