tulio h. arvelo - cayo confite y luperón

Upload: kanandu008

Post on 11-Oct-2015

183 views

Category:

Documents


5 download

DESCRIPTION

En la época de Trujillo, La frustrada expedición de Cayo Confite, en 1947, y la invasión de Luperón, en 1949, figuran entre las acciones más resonantes de aquel período siniestro . En ambos casos tomó parte activa el Dr. Tulio H. Arvelo, joven abogadoque desechando las comodidades que podría ofrecerle el trujillato consagró su vida a la defensa de los más altos intereses de la nación dominicana.Hoy, pasados los años, Arvelo nos ofrece un relato de esosacontecimientos en este volumen que resulta de la compilaciónde una serie de artfculos aparecidos en la revista ¡Ahora! entrelos meses de abril y agosto de 1979.Esta obra merece el más caluroso recibimiento por variasrazones. Lo primero es que a pesar de la importancia históricade esos sucesos y del creciente interés que muestran las nuevasgeneraciones por conocerlos, la bibliografía existente sobre losmismos es sumamente escasa. Se contrae, en lo fundamental aalgunos reportajes y artículos periodísticos dispersos y al libro"Luperon", de Horacio Julio Ornes Coiscou, comandante de laexpedición de 1949, obra editada en el extranjero hace yamuchos años.

TRANSCRIPT

  • Memorias

    de un ExpedicionarioTUllO H. ARVELO

  • CAYO CONFITE Y LUPERONMemorias de un Expedicionario

  • PROLOGO

    Pocos temas histricos despiertan en nuestro pas tan-to inters como aquellos relacionados con las luchas de-mocrticas y revolucionarias emprendidas contra la tiranatruiillista.

    .La frustrada expedicin de Cayo Confite, en 1947, yla invasin de Lupern, en 1949, figuran entre las accio-nes ms resonantes de aquel perodo siniestro. En amboscasos tom parte activa el Dr. Tulio H. Arvelo, joven abo-gado que desechando las comodidades que podra ofrecerle eltrujillato consagr su vida a la defensa de los ms altos intere-ses de la nacin dominicana.

    Hoy, pasados los aos, Arvelo nos ofrece un relato de esosacontecimientos en este volumen que resulta de la compilacinde una serie de artfculos aparecidos en la revista Ahora! entrelos meses de abril y agosto de 1979.

    Esta obra merece el ms caluroso recibimiento por variasrazones. Lo primero es que a pesar de la importancia histricade esos sucesos y del creciente inters que muestran las nuevasgeneraciones por conocerlos, la bibliografa existente sobre losmismos es sumamente escasa. Se contrae, en lo fundamental aalgunos reportajes y artfculos periodfsticos dispersos y al libro"Luperon", de Horacio Julio Ornes Coiscou, comandante de laexpedicin de 1949, obra editada en el extranjero hace yamuchos aos.

    Por otra parte, el hecho de que Arvelo haya participado enesos acontecimientos, le confiere a su trabajo el carcter

  • 8 TUllO H. ARVELO

    privilegiado de testimonio directo, capaz de servir de fuente afuturos estudios que examinen esos episodios no slo comoacciones aisladas, sino como partes integrantes del proceso delas luchas histricas de los dominicanos por el progreso eco-nmico, poltico y social del pafs. Es evidente, desde el mismotftulo de la obra, que Arvelo no se ha propuesto ese obietivoporque ha querido circunscribirse a sus experiencias persona-les.

    En efecto, uno de los mritos ms notables de este libro esla estricta objetividad con que el autor se entrega a la narra-cin, con lo cual se percibe con absoluta claridad que estfuera de su conciencia las ms mfnima exaltacin a sus propiosmritos. Su afn es ofrecer una relacin exacta de los hechosfuera de todo inters personal. Ni siquiera califica en ningnmomento de epopeya a aquellos esfuerzos, para no presentarsea sf mismo como un hroe. La lectura, de ese modo, se haceentraable, adems de fcil y apasionante.

    Cayo Confite y Lupern son dos manifestaciones rele-vantes de un largo proceso que se inici mucho antes de1947, y cuyo punto de partida podra situarse en 1930 con eladvenimiento de Trujillo al poder. Estas acciones culminaronen rotundas frustraciones, particularmente la de Lupern quefue rubricada por el martirio de muchos de sus participantes.

    La obra de Arvelo no oculta esos fracasos y podra ser quequienes no vivieron aquellos tiempos oscuros y que, en cambiohan visto triunfar acciones similares en otros pases, puedanimputar esos fracasos a la visin de los propios revolucionarioso, lo que todavfa sera ms grave, a una incapacidad innata delpueblo dominicano para alcanzar sus metas histricas.

    Los que asf piensan deberan tener presente, que lasclases y sectores progresistas y democrticos de nuestropais han tenido que enfrentarse a sus opresores en condi-ciones sumamente diftciles.

  • CA YO CONFITE Y LUPERON 9

    El rgimen tirnico que se inici en 1930, {Jor ejem-plo, fue el fruto directo de una intervencin extranjera quedur ocho aos y que slo concluy cuando ya estabanechadas las bases de la tirana. El trujillismo pues, no fu enesencia otra cosa que la versin criolla de la primera interven-cin militar norteamericana de nuestro pas en la coyunturadel' desarrollo del fascismo a nivel mundial, todo lo cual setradujo lgicamente en el estancamiento econmico y socialdel pais, en el retraso de las fuerzas democrticas y populares,y en el fortalecimiento de los sectores ms feroces encabezadospor Truiillo.

    Aun en esas condiciones extremadamente adversaspara lasfuerzas democrticas, desde el primer momento existi unacorriente oposicionis ta contra la tiran fa. Pero la organizacindel aparato represivo fu mucho mayor que la de los movi-mientos democrticos que pronto fueron dispersados J aplas-tados.

    Slo a raz de la derrota del fascismo en la Segunda GuerraMundial, y como consecuencia principalmente de este aconte-cimiento hubo en nuestro pas en 1946 un breve perodo deluchas populares que pronto fueron tambin reprimidas por laviolencia del trujillato.

    Cerrada la va legal, brot en el nimo de los revolu-cionarios la conviccin de la necesidad de enfrentar la dicta-dura por medios violentos. Como explica Arvelo, algunas de lasacciones planificadas dentro de esa concepcin iban dirigidasalatentado personal, con la nica consecuencia que contribuana elevar el espiritu de lucha de los dominicanos. La otraperspectiva que pennaneci abierta fue la invasin por parte delos revolucionartos que se encontraban en el exilio.

    Cayo Confite, Lupern y ms tarde en 1959, ConstanzaMaimn y Estero Hondo, se insertan en el marco de esasituacin. Ninguna de esasacciones logro una victoria decisiva.

  • 10 TUllO H. AR VELO

    Ms bien fueron fracasos militares, pero en cada una de ellashubo germen de victoria. Una tras otra en menor o mayorgrado hicieron contribuciones a la lucha general del pueblodominicano por sus intereses democrticos y populares.

    En el caso concreto de la invasin de Lupern, resaltaadems del impacto que produjo en el seno del pueblo, elhecho de que esta accin puso de relieve que el rgimen no erainvunerable como pareca, que era posible introducir en el pasuna fuerza combativa, que exista la solidaridad internacionaly que por tanto, el pueblo dominicano no estaba solo. Perorevel sobre todo que en el pas haban hombres capaces deorganizarse en las mismas entraas de la tirania y que habatambin en el exilio dominicanos y extranjeros resueltos aluchar, al precio de sus vidas contra el rgimen oprobioso deTruilllo. .

    Aunque el autor no destaca, como -ya se ha sealado,el carcter pico de la invasin de Lupern, ella entra a lahistoria, lo mismo que Constanza, Maimn y Estero Hondo,Las Manadas, La Revolucin de Abril de J965 y Playa Cara-coles, como un jaln importante en el difcil camino de lalucha por la democracia, la libertad y el progreso social denuestro pas.

    Todava a los dominicanos les ser imperativo librarmuchas batallas y enfrentar grandes obstculos para alcanzarlas metas que histricamente tiene planteadas, pero de ms enms se acerca ese momento ya que las fuerzas del progresocrecen tnconteniblemente en el orden mundial como en elnacional, mientras las fuerzas de la reaccin por soberbias yprepotentes y feroces que sean, son cada vez ms dbiles.

    La elevacin del nivel de la conciencia de los obreros,los campesinos y los intelectuales y profesionales progre-sistas, unida a las condiciones de miseria extrema y de de-pendencia que padece el pas van conformando una situa-

  • CAYO CONFITE y LUPERON 11

    cin revolucionaria que se traducir irremediablemente enplazo histrico breve en una vida nueva que garantizar la paz,la libertad, el progreso y el bienestar general del pueblo domi-nicano.

    JOSE ESPAILLAT

  • ACLARACION PRELIMINAR

    El nico propsito de este relato es narrarmis experienciasen la frustrada expedicin de Cayo Confite y en el desembar-co en Lupern. Hago esta salvedad para que el lector no bus-que en l una exhaustiva historia de esos dos acontecimien-tos.

    Los motivos que he tenido para hacer este esfuerzo sonvarios; pero entre todos prima la solicitud de algunos de misms cercanos allegados para que escriba acerca de esas expe-riencias debido a que la generacin presente ignora casi com-pletamente esos dos intentos para derrocar la sangrienta tira-na truiillista.

    El primero tuvo lugar en Cuba durante los meses de mayoa octubre de 1947 y el segundo comenz a organizarse enGuatemala a principios del ao 1949 y culmin con el de-sembarco de un hidroavin tipo Catalina en la bahia de Gra-cia en la costa Norte de Santo Domingo, en las cercanas delpoblado de Lupern .en la prima noche del 19 de junio deese mismo ao.

    Para completar mi tarea fue preciso que me auxiliara conlos testimonios de algunos participantes en ambas expedi-ciones. Sin esos valiosos aportes la narracin se hubieravisto privada de algunos incidentes de los cuales no fui testi-go.

    Al final he agregado una seccin en la que recojo algunosdatos biogrficos de varias de las personas que aparecen en el

  • 14 TUllO H. AR VELO

    relato. He hecho esto con el fin de sacardel contexto todo loque no se relacione directamente con el desarrollo de losacontecimientos. Adems servir de complemento al lectorpara que conozca el destino de algunos de los participantesen estos hechos.

  • PRELUDIOS DE UNA TIRANIA

    Nunca haba odo el ruido que produce un disparo dearma de fuego. La primera vez que lo hice no o uno sinocientos.

    Viva en la esquina que forma la calle 16 de Agosto conel callejn Imbert del barrio de San Carlos de mi ciudadnatal de Santo Domingo de Guzmn. Era una casa de maderatechada de zinc como casi todas las de ese sector en la pocaen que sucedi lo que voy a relatar.

    Una madrugada despert sobresaltado por el ruido de losdisparos. Mi primera impresin fue que se trataba de cohetes,nico sonido similar que hasta entonces haba escuchado enmis trece aos de edad.

    - Trate al piso, que esos son tiros, me grit mi abuelitadesde el cuarto contiguo.

    A poco escuch a uno de mis tos que comentaba: "Esla revolucin que estall en Santiago hace tres das".

    Cuando o la palabra "revolucin" una rara sensacinmezcla de alegra y curiosidad se apoder de m hasta talpunto que intent levantarme del piso; pero los disparosarreciaron en ese preciso momento y el gesto que hice al vol-ver a tirarme al suelo provoc la risa de mi abuelita que ha-ba venido desde su habitacin para estar a mi lado.

    Era la madrugada del da 26 de febrero de 1930. Los dis-paros eran el preludio de la ms tenebrosa tirana de cuantasha sufrido el pueblo dominicano. Se trataba del llamado

  • 16 TUllO H. AR VELO

    "Movimiento Cvico" que se haba gestado en Santiagoy que derroc' el gobierno constitucional de Horacio Vs-

    quez. Los sublevados estaban haciendo su entrada triunfal enla capital de la Repblica en lo que habra de ser el primerpaso de Trujillo para conquistar el poder que ejerceracon mano de hierro por ms de treinta aos.

    Cuando por la maana temprano sal de la casa todavase vean algunos hombres que armados de fusil transitabanpor la calle silenciosa. Por sus atuendos ms bien parecancazadores furtivos que miembros de una sublevacin queintentaba tumbar un gobierno.

    Toda la fantasmagora que haba tejido mi joven mente alor la palabra "revolucin" se deshizo cuando supe por bo-ca de uno de los insurgentes que todos los tiros haban sidohechos al aire y que no haban encontrado ninguna resisten-cia duran te su largo recorrido desde la ciudad de Santiago.

    Muchos aos despus me enter de los pormenores deesos acontecimientos por boca de don Cholo Molina uno desus participantes. El hecho de que mi informante me hizosu relato despes del ajusticiamiento del tirano Trujillo yde que se tratara de una persona sin ninguna bandera po-ltica ni en los momentos de los hechos ni en ningn pero-do de su vida, le da a sus palabras el aval de la sinceridad yel desinters. He aqu su relato:

    "Lo nico que me movi a participar en el golpe de estadofue la gran admiracin que senta por el Lic. Rafael EstrellaUrea a quien me unan lazos de amistad desde nuestra juven-tud.

    Nunca me haba metido en poltica ya que mis actividadesestaban circunscritas a mis negocios y a uno que otro cargo

    de poca importancia que haba desempeado en la adminis-tracin pblica. Naturalmente, no era ajeno a los problemasque confrontaba el pas de cuyos detalles tena la versinde mis amigos que terciaban directamente en las cuestiones

  • CAYO CONFITE y LUPERON 17

    de gobierno. Por eso fui opuesto a que Horacio Vsquez pro-longara su mandato por dos aos ms en 1928. De la mismamanera tambin en 1930 me opona a los propsitos conti-nustas que r 'as claras anunciaban los horacistas.

    No nie t" 'ue la influencia de Estrella Urea jugaba unpapel prep..,,_ .ierante en mis simpatas polticas. Influenciaque creca ~. ':a da ms porque para esa poca nos veamoscasi a diario.

    En una ocasin Estrella Urea me pregunt que si yo esta-ra dispuesto a tomar parte en una revuelta con el prop-sito de tumbar al Gobierno. Que era una cosa que no podafallar porque tena el apoyo de muchos generales y sobre to-do de alguien que contaba con todos los recursos necesariospara triunfar. Como no tena idea de quin podra ser ese"alguien", ingenuamente le pregunt que si contbamos conarmas suficientes para tomar la Fortaleza San Luis y luegoderrotar las fuerzas del Ejrcito que seguramente defenderana la capital. Estrella Urea sonri y dndome unas pa1maditasen la espalda me dijo: "No te preocupes por eso. Te repitoque tenemos el triunfo asegurado"

    Desde el momento en que perteneca al grupo de conspi-radores me entr una desesperacin tremenda por coger lasarmas. Nos reunamos todos los das y hacamos planes quea veces me parecan descabellados por 10 fcil que los diri-gentes presentaban el futuro desarrollo de los acontecimien-tos. Me pareca que todas eran palabras huecas puesto que novea nada concreto. Las armas no aparecan por ninguna par-te.

    Una madrugada me despert el ruido que hacan varioscamiones que a gran velocidad pasaron por mi casa ubicadaen una calle que daba acceso a la Fortaleza San Luis. A lamaana siguiente coment el incidente con el jefe de migrupo quien me dijo' "Yo no los o puesto que vivo muy lejosde la Fortaleza; pero creo saber de lo que se trata. Esprenme

  • 18 TULlO H. AR VELO

    aqu. Regresar dentro de poco y estoy casi seguro de que lestraer buenas noticias".

    Nuestro jefe regres a la media hora lleno de alborozo ynos comunic en un hilo de voz casi inaudible: "Esos ca-miones vinieron de la capital y trajeron las armas con las quetumbaremos al Gobierno. Debemos estar listos porque prontocomenzar el jaleo".

    Como yo no estaba en los secretos ms ntimos de la cons-piracin, no comprend las palabras de nuestro alborozadolder. Fue necesario que se explicara con ms claridad.Nos dijo que el coronel Simn Daz, comandante de la For-taleza San Luis, era de los nuestros. Eso significaba que nohabra pelea cuando la tomramos. Pero qued una incg-nita que nuestro jefe de grupo no pudo o no quiso despejar.Quin haba enviado las armas desde la capital?

    De eso me enterara mucho despus ya que por el mo-mento era un secreto bien guardado entre los altos jefes dela conspiracin.

    La fecha para el inicio de la revuelta fue pospuesta en va-rias ocasiones hasta que al fin en la madrugada del 23 de fe-brero de 1930 nos reunieron y en varios grupos desde dis-tintas direcciones nos encaminamos hacia la Fortaleza con lasarmas que la noche anterior nos haban entregado. Huboalgunos tiros; pero todos al aire puesto que, como ya dije,la guarnicin del recinto militar no ofreci resistencia debidoa que su comandante era uno de los cabecillas de la revuelta.

    Al mismo tiempo que entrbamos a la Fortaleza, otrosgrupos tomaban el cuartel de la Polica y las dems depen-dencias del gobierno provincial. En la Polica hubo algunaresistencia.

    La operacin dur escasamente una hora y dando vivas aEstrella Urea se prepararon los grupos que marcharan haciala capital pasando por La Vega y Moca. Todo fue un paseo

  • CAYO CONFITE y LUPERON 19

    triunfal. En ninguna parte encontramos resistencia. Cuandollegamos a La Cumbre, a unos treinta y cinco kilmetros dela capital, fuimos interceptados por un automvil que enar-bolaba una bandera de los Estados Unidos. Un norteameri-cano se baj del l y convers largamente con los jefesde nuestras tropas. Se nos dio la orden de permanecer acam-pados hasta nuevo aviso.

    Pronto se corri la voz de que el norteamericano, de apelli-do Lodge, era un alto funcionario de la Legacin de los Es-tados Unidos y que nos haba alcanzado para avisamos que seestaban haciendo negociaciones para evitar el derrama-miento intil de sangre puesto que el brigadier Trujillo, jefedel Ejrcito, estaba de nuestra parte y que pronto seguira-mos nuestro triunfal recorrido hasta la capital. Aquello fueuna luz para m. Me di cuenta de quin era el "alguien"que haba enviado las armas a Santiago en aquellos camionesque me despertaron en la madrugada de unos das atrs. pes-pus sabra ms. Que el verdadero jefe de nuestro movimien-to era el propio brigadier Trujillo. Que Estrella Urea y losgenerales que iban a la cabeza de nuestras tropas eran mario-netas en sus manos. Que la Legacin de los Estados Unidosestaba al tanto de todo desde un principio y que alegandomotivos humanitarios haba tenido una directa participacinen los hechos abiertamente contraria a la funcin diplom-tica que se supona deba llenar". Hasta aqu el relato dedon Cholo Molina.

    Los acontecimientos de esos das han sido narrados dediferentes formas contradictorias. Los panegiristas de Trujillolo han ensalzado como a un hombre providencial cuyaintervencin salv al pas de un intil derramamiento desangre. Sus adversarios lo han considerado como un traidorque se confabul con los enemigos del Gobierno para derro-carIo.

  • 20 TUllO H. ARVELO

    El desarrollo de los hechos da la razn a estos ltimosporque lo cierto es que Trujillo emergi como el mayor usu-fructuario de aquellos acontecimientos. Escasamente tresmeses despus ya haba sido elegido Presidente Constitucio-nal de la Repblica en unas elecciones a las que concurrisin contrincante y en las que llev como vicepresidente al Lic.Rafael Estrella Urea, lder visible del llamado "Movimien-to Cvico" yquien haba ejercido la presidencia provisonal-mente a la cada de Horacio Vsquez.

    Las luchas contra Trujillo se iniciaron desde los primerosdas de su asalto al poder.

    Muchas vidas se perdieron y muchos dominicanos sufrieroninumerables torturas en las crceles o privaciones en el os-tracismo como consecuencia de esas luchas.

    El general Cipriano Bencosme se levant en armas a finesde 1930 y fue muerto en las cercan as de Moca, su ciudadnatal.

    A mediados de 1931, el general Desiderio Arias se subleven las lomas del Cibao y despus de algunas escaramuzas conlas tropas del Gobierno muri en el primer intento serio porderrocar lo que ya desde su inicios fue una frrea dictadura.

    Otros iniciaron movimientos en las lomas, que era el tradi-cional en nuestras luchas intestinas; pero todos fracasaron.Unos murieron y otros tuvieron que abandonar el pas a tra-vs de la frontera con Hait.

    En las ciudades se hicieron tambin cuantiosos esfuerzospara la eliminacin del rgimen trujillista. Uno de los expe-dientes ms socorridos fue el atentado personal contra el ti-rano. Los dos ms sonados intentos para eliminarlo fsica-mente ocurrieron entre los aos 1934 y 1935. El primero seorganiz en Santiago. El movimiento fue develado y casi.to-dos los conjurados fueron hechos presos. Algunos murieronvilmente asesinados, otros lograron salir al extrajero y unoscuantos optaron por colaborar con el rgimen. El otro inten-

  • CAYO CONFITE y LUPERON 21

    to se gest en la capital y tuvo los mismos resultados que elde Santiago: delacin, muertes, ostracismo y colaboradores.

    En el seno del Ejrcito tambin se iniciaron movimientospara derrocar al tirano. El coronel Leoncio Blanco, el capitnAnbal Vallejo, el general Ramn Vsquez Rivera, el mayorLuis Silverio, el capitn Eugenio de Marchena y otros mspagaron con sus vidas por haber encabezado dichos movi-mientos.

    Como siempre sucede, despus de cada fracaso el rgimense afianzaba ms en el poder con su consiguiente aumentoen la represin.

    Todos los esfuerzos a que he hecho referencias, a excep-cin del dirigido por el capitn Marchena, se realizaron an-tes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

    La entrada de la Repblica Dominicana en ese conflictoblico del lado de los aliados fue un paso que benefici altirano pese a que era de notorio conocimiento sus simpataspor el rgimen nazi.

    Durante ese lapso se formaron varios grupos con miras a li-berar al pueblo de la opresin a que estaba sometido. Mi afi-liacin en uno de ellos me facilit ms tarde el relacionarmeen el extranjero con algunos de los que fueron mis compa-eros en esas actividades.

    De esos grupos algunos tenan como nico fin la elimina-cin fsica del tirano. Ninguno lleg a las vas de hecho y den-tro del silencio en que se organizaron y desarrollaron sus dili-gencias as mismo se disolvieron.

    Con la terminacin de la guerra a mediados de 1945 seabrieron amplios horizontes a grandes sectores de la huma-nidad. Surgieron los regmenes de las Democracias Popularesen el Oriente europeo y pocos aos despus triunf la Revo-lucin Socialista en la China Continental. En Amrica Lati-na, algunas de las dictaduras de las tantas que se haban en-

  • 22 TUllO H. ARVELO

    tronizado pOCO ms de una dcada antes comenzaron a lan-guidecer hasta su total liquidacin. Otras sufrieron una pro-funda crisis que las tambale sin que se lograra sus cadas.Tal fue el caso de la tirana trujillista.

    Una vez que la vida dominicana comenz a normalizarseal ritmo en que las imposiciones de la guerra fueron quedan-do atrs, las maniobras conspirativas contra Trujillo se fueronhaciendo ms activas. Algunos nuevos factores contribuyerona revitalizarlas. Los ms importantes fueron: las enseanzasde los refugiados espaoles progresistas que se haban asenta-

    do en el pas como consecuencia de la Guerra Civil recinfinalizada en Espaa; las experiencias adquiridas a costa detanta sangre durante el decenio 1930-1940 y la subida alpoder en Cuba de Ramn Grau San Martn en 1944. Lapresencia de este ltimo factor amerita una explicacin.

    El afianzamiento que haba adquirido el trujillato unidoal desaliento que embargaba a sus enemigos debido a loscuantiosos fracasos conspirativos y al estrecho controllogrado por el rgimen sobre todos los resortes de la vidanacional, impulsaron a muchos antitrujillistas a cambiar elrumbo de sus actividades y en vez de organizarse para la luchainterna bien sea por medio de la eliminacin fsica del tiranoo por el alzamiento en las lomas, cifraron sus esperanzas enlos emigrados que desde el extranjero se organizaban paraintentar una invasin armada que los librara del yugo truji-IIista.

    Esas esperanzas tienen viejas races en la turbulenta histo-ria de nuestras guerras civiles. A pesar de que todas las vecesque se ha intentado invadir el territorio con miras a derrocarun gobierno la accin ha terminado en un rotundo fracaso,esas esperanzas todava perduraban en el nimo de muchosbien intencionados luchadores. Adems ya haba un prece-dente en la lucha contra Trujillo. En Cuba se haba organiza-

  • CAYO CONFITE y lUPERON 23

    do una expedicin en la poca del primer gobierno de Ful-gencio Batista en la que tomaran parte los emigrados domi-nicanos con Rafael Estrella Urea a la cabeza, el mismo ldervisible de aquel Movimiento Cvico que fue trampoln utili-zado por Trujillo para asaltar el poder en 1930 y que loacompa en la boleta electoral como vicepresidente en esemismo ao. Al ao escaso de ejercer esas funciones abandonel pas enemistado con su antiguo compaero en la conspira-cin que dio al traste con el gobierno de Horacio Vsquez.Los miembros de esa expedicin no llegaron siquiera a enfilarrumbo a Santo Domingo. No fue difcil que Trujillo se enten-diera con Batista para que hiciera abortar el movimiento. Sinembargo, ese infeliz desenlace no mat las esperanzas de losantitrujillistas. Tant los de dentro como los de fuera del pascontinuaron viendo en Cuba el punto de apoyo ideal para larealizacin de sus propsitos invasionistas. De ah que cuandoRamn Grau San Martn, derrot al candidato batistiano enlas elecciones de 1944 reverdecieron sus anhelos de derrocara Trujillo por medio de una invasin armada.

    Sin embargo, no todos los antitrujillistas residentes en elpas eran de esa opinin. Muchos crean que la lucha debainiciarse en el interior y su mejor argumento era que jamsuna accin proveniente desde fuera haba tenido buenosresultados, por lo menos en la historia dominicana.

    En cambio, otros consideraban que el nico cambiofactible para la liberacin era invadiendo el territorio conhombres armados y debidamente entrenados. Entre los queas pensaban don Juan Rodrguez Garca jugara un papelprincipalsimo en las subsecuentes actividades de las luchascontra Trujillo.

    Era un rico terrateniente y hacendado de quien se decaque sus riquezas slo eran superadas por las del propio Truji-no. En sus mocedades haba tomado parte activa en nuestrascontiendas armadas por el poder en las que haba alcanzado

  • 24 TUllO H. ARVELO

    el grado de general como tantos otros lderes de aquellasturbulentas etapas de nuestras luchas intestinas.

    La naturaleza del rgimen no permita permanecer almargen de la poltica a todo aquel que tuviera intereses quepudieran chocar con los del tirano y don Juan Rodrguez nofue una excepcin a esa regla. Sin embargo, en la medida enque creca la fortuna de don Juan y el poder de Trujillo sehaca ms absorbente, las colisiones entre ambos eran msfrecuentes y menos soportables para el rico terrateniente.

    y un da don Juan tom una determinacin: saldraal extranjero con lo que pudiera llevarse de su inmensa for-tuna para desde all combatir a Trujillo. Inclusive lleg aenterar de sus propsitos a algunos de sus relacionados.No todos estuvieron de acuerdo con l y los que as pensa-ban trataron en vano de disuadirlo de sus propsitos.

    La llegada de don Juan a los crculos de los emigradosdominicanos fue la chispa que encendi los nimos. Mu-chos de ellos haban salido desde los inicios de la toma delpoder por Trujillo quince aos atrs. Algunos ya haban al-canzado la edad en que sus aportaciones a la lucha tenanque circunscribirse a publicar artculos en los peridicos o atareas de gabinete. Pero el empuje de don Juan, a pesar desus sesenta y cinco aos de edad, los puso a todos en activi-dad. Adems de su vitalidad traa en su morral el elementoque siempre haba escaseado entre los emigrados para la em-presa que se proponan realizar: el dinero.

  • Horario V>qun, d.rro
  • /W/Btw~ tMk. nku .,. tkI zoIpt dol11d~ frl-tO d, 19JO,~ Rp>raltoltt
  • R.{MI ,~ r...fI/ID. fr Jt'/ "~iro r tt t'/~"'odrHoNdoI.ItI~r:.ltS"" dt'/~ Jt'/ 1)
  • ~Dri.,.Ji......, ~" w ..,b_...",Of w:,i>ld.us d~ lo Iucltll""""" TtN/iUo~.

  • \ I"M~ ""',',.; d~ /'" P
  • MI PRIMER VIAJE ALEXTRANJERO

    LOS OlAS DEL "BORINQUEN y DEL "COAMO"

    Fui a Puerto Rico por primera vez en septiembre de 1940.Eran los das del "Borinquen" y del "Coarno". Slo por lava de esos dos barcos norteamericanos se poda viajar a la ve-cina isla. Tambin eran los das de la Segunda Guerra Mundialy a pesar de que todava no se haba producido el ataque aPearl Harbor ya prcticamente los Estados Unidos estaban enpie de guerra. Esa circunstancia estuvo a punto de malograrese primer viaje mo al extranjero.

    Se trataba de una embajada deportiva en la que ira comoreportero del peridico "La Nacin" a resear los partidos debaloncesto que iba a celebrar el equipo de la Escuela Normalde Varones de Santo Domingo contra algunos conjuntos puer-torriqueos.

    Cuando fuimos al consulado de los Estados Unidos a pro-curar las visas, los trmites corrieron normalmente hasta queel cnsul se enter de que en el grupo viajara un periodista.Un funcionario se nos acerc, me llam aparte y me dijo quelo acompaara. Me introdujeron en una pequea oficina y seentabl el siguiente dilogo:

    Cul es su profesin?

    La pregunta me cogi de sorpresa y como saba que en lalista yo figuraba como periodista pens que 10 mejor era man-

  • 32 TUllO H. ARVELO

    tener esa calidad para no caer en contradicciones que nadabueno podran acarrearme. AS es que con gran aplomo lecontest:

    -Periodista.

    Debo aclarar que eso no era cierto. En realidad mis activi-dades en esa rama se limitaban a hacer comentarios acerca delas actividades del baloncesto y a una que otra crnica de esoseventos; pero a ttulo gratuito. Mi verdadera ocupacin en esapoca era la de empleado en la secretara de la Escuela Normaly estudiante de Derecho.

    -Pues siento mucho no poder darle la visa, me dijo el fun-cionario, porque las regulaciones vigentes prohiben terminan-temente el ingreso de periodistas a territorio de los EstadosUnidos debido a la situacin creada por la guerra.

    Si la primera pregunta me caus sorpresa, estas palabrasme dejaron paralizado. Qu poda hacer? Decirle que yo noera ningn periodista sino un simple gacetillero sin sueldo?

    LO QUE HIZO GUGU HENRIQUEZ

    Con la muerte sbita de todas "las ilusiones que me habaforjado con el viaje me entr un gran desencanto mezclado conuna rabia sorda no saba contra quien. Me par y sal con unacara de desolacin tal que mis compaeros al verme fueronhacia m en la misma actitud de quien va a dar un psame.Cuando los enter de lo que haba sucedido, Gug Henrquez,capitn del equipo, me dijo con el mejor tono consoladorque pudo hallar:

    -No te preocupes. Yo tratar de arreglarte eso.Lo mir agradecido; pero sin esperanzas. Todava resona-

    ban en mis odos las palabras del funcionario norteamericanoque se me antojaban cortantes y definitivas.

  • CAYO CONFITE y LUPERON 33

    Pasaron dos o tres das y mientras los dems muchachosestuvieron ocupados en sus trajines de preparativos de viajeyo no tuve ms remedio que rumiar mi tristeza. Trataba derehuir la presencia de los alegres componentes del grupo.

    Una maana, Mximo Llaveras, entrenador del conjuntoy jefe de la delegacin, fue a buscarme a la escuela en dondetrabajaba y me pidi que lo acompaara a la Secretara deRelaciones Exteriores. All tuve la grata sorpresa de saber quetodo se haba arreglado gracias a los buenos oficios de MximoVsquez, pariente de Gug Henrquez y a la sazn Subsecre-tario de esa dependencia, quien con mucho tacto me trasmi-ti las instrucciones que de seguro le dio el cnsul de los Es-tados Unidos. Deba circunscribirme a mis tareas deportivas.No deba hablar con nadie que no tuviera relacin con el moti-vo de nuestro viaje. En sntesis, saba que al pisar territorio delos Estados Unidos sera persona vigilada. Pero eso me impor-taba bien poco. Para esa poca mis relaciones se circunscribanal crculo de mis amistades en la Repblica Dominican. Cono-ca la existencia de algunos emigrados dominicanos; pero notena ningn contacto con ellos. De manera que ese viaje eraestrictamente deportivo y a eso se circunscribi mi actividaden esa ocasin.

    POR QUE NO VISITE AL DOcrOR LEOVIGILOO CUELW

    Estos incidentes de la manera como pude hacer este mi pri-mer viaje al extranjero tienen para m un gran valor emocional.Sobre todo por la participacin que tuvo Gug Henrquez ensu feliz desenlace. Nueve afos ms tarde los tendra muy pre-sentes cuando tuve la oportunidad de interceder en favor deGug para que l a su vez pudiera realizar un viaje. Pero aque-llo fue en otras circunstancias y con otros muy diferentesresultados. De ello me ocupar cuando llegue el momentooportuno.

  • 34 TULlO H. AR VELO

    Aquella gira a Puerto Rico dur quince das. El nico emi-grado dominicano de quien tuve noticias durante ese lapso fuedel doctor Leovigildo Cuello.

    Fue en una visita que hicimos a Ponce. All se me acercuno de sus hijos y me dijo que a su padre le gustarfa conversarconmigo y que viva cerca de donde nos encontrbamos. Eraun jovencito, casi un nio, por lo que nuestra conversacinno despert la curiosidad de los otros miembros de la delega-cin.

    A pesar de que no le di muchos detalles, dije al hijo delDr. Cuello que mi situacin como periodista era muy delica-da y que de seguro una visita ma a su casa no pasara inadver-tida, lo que me acarreara dificultades a mi regreso a Santo Do-mingo. El joven Cuello comprendi mis razones y me prome-ti llevar mis saludos a su padre.

    Ya en Santo Domingo coment ese incidente con uno demis amigos ntimos. Lo mejor que hice fue no visitar al promi-nente emigrado dominicano porque, segn mi amigo, el Servi-cio Secreto Dominicano estaba enterado de todos nuestrospasos en Puerto Rico. En mi caso el informe era ms detalla-do por la naturaleza de mi tarea en la delegacin.

    QUERIAMOS ELIMINAR FISICAMENTE AL TIRANO

    Pasaran siete aos antes de que volviera a Puerto Rico.Durante ese lapso se haban producido algunas transforma-ciones en mi manera de enfocar los problemas polticos queaquejaban al pueblo dominicano. Algunos acontecimientos mehaban hecho comprender mejor la realidad poltica del mo-mento. Haba cultivado algunas amistades que influyeron po-sitivamente en mis convicciones respecto a la verdadera natura-leza del rgimen imperante en nuestro pas.

    Ya me refer a mi afiliacin a uno de los grupos conspira-tivos que para esos das se organizaron para eliminar fsica-

  • CAYO CONFITE y LUPERON 35

    mente al tirano. A ese grupo pertenecan casi todos los jve-nes con quienes me codeaba en esa poca.

    Rubn Rey, aos ms tarde mrtir de la gesta de Constan-za, Maimn y Estero Hondo, fue el contacto que se utilizpara enrolarme en esa empresa. El plan general era realizarvarias acciones simultneas para eliminar tanto al tirano Tru-jillo como a sus herederos ms cercanos en el poder poltico.Para ello nos habamos dividido en varias secciones. Moissde Soto y yo quedamos juntos en una de ellas.

    Parte de las armas que se deban usar en esas tareas estuvie-ron guardadas en mi hogar an mucho tiempo despus dehaber desistido de nuestros propsitos. Al fin tuve que entre-garlas a otro de los compaeros porque al mudarme de casadesaparecieron las facilidades que antes tena para ocultarlas.

    PENSE EXILARME ENPUERTO RICO PERO NOLOHICE

    En enero de 1947 fue cuando se me present la segundaoportunidad de visitar a Puerto Rico. A pesar de que ya no es-taba ligado a la Universidad de Santo Domingo acompa a suequipo de baloncesto como reportero en una gira a esa isla.

    En esa ocasin tena una meta bien definida aparte del in-ters periodstico de mi viaje; ponerme en contacto con al-gunos de mis antiguos compaeros de los grupos conspira ti-vos quienes vivan all como exiliados. Esta ltima meta eraprioritaria por la situacin desesperante en que se viva bajo latirana.

    No fue difcil conversar con Moiss de Soto, uno de esosemigrados. Le dije que estaba dispuesto a quedarme si era ne-cesario. Que en Santo Domingo la lucha era poco menos queimposible y que todas las esperanzas estaban cifradas en lo quepudieran hacer los antitrujillistas desde el extranjero.

    Moiss de Soto me contest que por el momento no eraconveniente que me quedara. Que la vida en Puerto Rico era

  • 36 TUllO H. AR VELO

    muy dura porque con motivo de la recin finalizada guerraescaseaban los medios para ganarse la vida. Que tuviera pacien-cia y esperara. Que no me prometa nada concreto por el mo-mento; pero que en un futuro no muy lejano las cosas cam-biaran y que buscara los medios para avisarme con tiempo encaso de que me necesitara. Que no era conveniente que vieraa ningn otro exiliado por los riesgos que ello conllevara cuan-do regresara a' Santo Domingo.

    Los resultados de esa conversacin no me dejaron muy sa-tisfecho. Qued con la impresin de que tampoco los emigra-dos, por lo menos los radicados en Puerto Rico, estaban encondiciones de tomar ninguan accin contra Trujillo.

    A mi regreso a Santo Domingo volv a sumirme en la ruti-na a que nos obligaba el absorbente poder trujillista. Me de-diqu a mi trabajo como profesor en la Escuela Normal de Va-rones y a mi oficina de abogados de la calle Mercedes en la quetrabajaba conjuntamente con Pedro Mir.

    ENLAANTESALA DEL EXILIO

    Escasamente cinco meses despus de mi entrevista conMoiss de Soto fue a mi oficina un funcionario de la Secretarade Relaciones Exteriores a ofrecerme el cargo de Vice-Cnsulen San Juan de Puerto Rico.

    Es de imaginar la grata sorpresa con que recib esa oferta.Un mes ms tarde ya haba tomado posesin del empleo quetan oportunamente se me haba ofrecido.

    Una de mis primeras actividades al llegar a San Juan fueponerme en contacto con los emigrados. Me enteraron de algoque habra de cambiar por completo el curso de mi vida: sepreparaba una invasin armada contra Trujillo. De inmediatono me dieron detalles. Lo nico concreto que me dijeron fueque mi colaboracin sera valiossima desde el consulado.

  • CAYO CONFITE y LUPERON 37

    Una noche, en una reunin en la que particip con AngelMorales, Leovigildo Cuello, Edmundo Taveras, Miguel Pardo,Moiss de Soto y otros exiliados residentes en Puerto Rico, setrazaron algunos planes respecto a mi papel en la invasin.Mientras los grupos armados desembarcaran en playas domini-canas, yo deba permanecer en el consulado para realizar al-gunas tareas que ya se haban programado.

    Despus que se expusieron dichos proyectos me puse enpie y dije que mi sitio no estaba detrs de un escritorio en losmomentos en que mis compaeros estuvieran exponiendo susvidas en Santo Domingo. Mis principales argumentos para de-fender esa posicin fueron mi juventud y mi salud, que mehacan apto, como el que ms, para tomar las armas. Aquellofue motivo de algunas discrepancias porque algunos considera-ban de inestimable valor mi presencia en el consulado, sobretodo en el perodo de organizacin en que todava estbamos.Aunque nadie lo expres directamente, la idea era que me con-viertiera en una especie de doble agente, que si las circunstan-cias lo permitan podra apoderarme del consulado para poner-lo al servicio de la rebelin que se desatara en Santo Domingo.

    Aparte de mis deseos de combatir a TrujilIo con las armasen la mano. contenidos durante tantos aos, ese papel de dobleagente que debera representar era lo que ms me impulsaba arenunciar a la posicin que desempeaba. Esa misma nochese decidi que yo ira a engrosar las filas de los expediciona-rios. Pero como todava faltaban algunos detalles deba per-manecer en mi cargo hasta que llegara el momento oportunoen que partira a realizar el entrenamiento previo a la invasin.

    LA VISITA DEL CORONEL FWRES

    Martn Alvarez trabajaba en el consulado como cancillerencargado de las facturas consulares. Desde haca tiempo es-taba en contacto con los emigrados y tena planeado tornar

  • 38 TUllO H. ARVELO

    parte en la invasin. Casi de inmediato nos identificamos ycomenzamos a laborar juntos con los organizadores de la futu-ra empresa.

    Un da, estando yo a cargo de las oficinas, porque el ti-tular estaba en Santo Domingo, se present en mi despachoel coronel Toms Flores, del Ejrcito Dominicano.

    Haba ido a investigar acerca de algunos rumores que ha-ban llegado a Santo Domingo relacionados con los hermanosLuis Manuel y Diego Bordas. Quera saber si tenamos noticiasde las actividades de esos dos exiliados. Le dije que nada saba.Que los conoca; pero que no los haba visto despus de millegada a Puerto Rico.

    Ms tarde supe que el nico que todava estaba en SanJuan era Luis Manuel y que Diego hacia das estaba entrenn-dose para la invasin.

    Todava Luis Manuel perteneca al Ejrcito norteamerica-no y un da, desde una ventana de mi oficina, lo vi cruzaruniformado de teniente del Ejrcito de los Estados Unidos.

    Inmediatamente despus de la visita del coronel Floresme puse en contacto con los emigrados y los impuse de todoslos pormenores. Algunos rieron de lo que calificaron de inge-nuidad de Trujillo por la forma en que estaba investigando.Despus supe que en realidad no haba sido tan ingenuo por-que su red de espionaje, manifestada en esa ocasin por la vi-sita del militar dominicano, habra de darle muy buenos re-sultados.

    PRIMEROS PASOS EN EL EXILIO

    Cuando se decidi que deba partir hacia el sitio en dondese realizaban los entrenamientos, resolv una cuestin de tipopersonal para dejar mi conciencia tranquila. Se trataba de losintereses que manejaba en el consulado.

    No eran de gran importancia debido a que siempre rehuse me entregara la administracin de los sellos de Rentas Inter-

  • CAYO CONFITE y LUPERON 39

    nas, una de las atribuciones inherentes a mi cargo. El valor dedichos sellos representaba una suma considerable de dinero.

    Delegu mis funciones en uno de los cancilleres con el pre-texto de un viaje a Santo Domingo por motivos de salud. Esaprecaucin surti su efecto porque alguien quiso acusarme demalversacin de fondos; pero la especie no prosper ya que erade general conocimiento que cuando me fui no manejaba nadaque representara dinero en el consulado.

    Un da antes de mi partida escrib una carta a Trujillo. Es-cuetamente le deca que no poda seguir sirviendo a un gobier-no tirnico como el suyo y que por eso renunciaba a mi em-pleo. Muy lejos estaba de pensar que llegara el momento enque el propio dictador personalmente me echara en cara aque-lla carta.

    EN LA HABANA

    Hice el vuelo San Juan-Miami-La Habana. Cuando llegua la capital cubana tom una habitacin en el hotel "Senado".All hice contacto con Arstides Sanabia, a quien iba reco-mendado.

    El sector que diriga Arstides Sanabia dentro del mecanis-mo de la empresa era denominado por ste como la "TerceraSeccin, Encargada de las Comunicaciones". Dicho sea de pa-sada, nunca supe cules eran la primera y la segunda secciones.

    Acorde con su nombre esta tercera seccin se relacionabacon las comunicaciones en todo el sentido de la palabra. In-clua el envo de hombres al campamento de entrenamiento;la correspondencia, y cualquiera otra diligencia de enlace delcampamento con lo que quedaba de la organizacin en LaHabana.

    Otra de las atribuciones del jefe de esta seccin era entre-nar a otro grupo compuesto por Purro Alfonseca, Ton Bo-nilla y yo en la tarea de cifrar y descifrar mensajes en clave. El

  • 40 TULlO H. AR VELO

    haber realizado ese entrenamiento hizo que mi participacinfuera diferente a la que tuvo la mayora de los compaerosen los momentos ms duros de la empresa.

    CONPEDROMIR,EL EXPEDICIONARIO

    Despus de hacer contacto con Arstides Sanabia, mi meta.inmediata fue localizar a Pedro Mir, quien poco despus de misalida. hacia Puerto Rico haba logrado salir del pas y estabaradicado en La Habana. Tena su direccin y fui a verlo elmismo da de mi llegada.

    Almorzamos juntos en un pequeo restaurant de la calle"Virtudes" en donde lo enter con detalles de los motivos demi viaje. No mostr ninguna sorpresa. Mi conducta estabaacorde con los anhelos tantas veces expresados por ambos ennuestra conversaciones sostenidas en Santo Domingo en unbanco cualquiera del viejo y aorado parque Independencia.En aquellos bancos fueron muchos los planes que trazamos,muchos los sueos que empezamos, muchas las veces quenos transportamos con la imaginacin fuera de la ergstulaen que se haba convertido nuestro pas.

    Despus de aquella primera entrevista nos veamos todoslos das y continubamos trazando planes ya sin los temoresque nos limitaban en Santo Domingo. Sin embargo, haba unpunto que no habamos tocado. Era el de su participacin di-recta en la invasin.

    Estaban anunciadas unas corridas de toros, espectculopoco corriente en Cuba, que se celebraran en el Gran Esta-dium de La Habana. All nos fuimos a ver a Silverio Prez, unode los mejores toreros mejicanos de esos das.

    En medio de uno de los vtores, creo que Silverio acababade cortar una oreja, pregunt a Pedro:

    -Nos vamos juntos a la invasin?Me contest sin vacilar:

  • CA YO CONFITE Y LUPERON 41

    -S, nos vamos juntos.Su respuesta me caus una gran alegra. Desde ese momen-

    to hasta nos olvidamos de Silverio Prez, y nos enfrascamos aconversar de lo que haramos ya enrolados los dos en la granaventura.

    UN"IMPONENTE DE MENSAJES"

    Mientras tanto, los preparativos para la expedicin seguanprogresando. La habitacin de Arstides Sanabia en el hotelsenado se haba convertido en el centro de recepcin de losexiliados que venan de los Estados Unidos, de Venezuela, deMxico y de Puerto Rico. Era una especie de punto de reuninen el que se hacan a veces los ms imprudentes comentarios.

    Mi entrenamiento como "imponente" de mensajes,nombre rimbombante con que se nos haba bautizado, iba pro-gresando. Junto con Purro Alfonseca y con Ton Bonilla, meestaba convirtiendo en un experto en cifrar y descifrar mensa-jes.

    Fueron muchos los que pasaron por aquella oficina deArstides Sanabia. Solamente permanecan dos o tres das enLa Habana. A dnde iban? A qu sitio misterioso se diri-gan? No lo saba. El nico que deca saberlo era Arstides Sa-nabia y ese secreto lo guardaba con gran celo. Una que otra vezmencionaba la palabra "campamento". Dnde estaba ubicadoese campamento? En qu sitio de Cuba se estaban reuniendolos ocasionales visitantes del hotel Senado?

    Los das se me estaban haciendo montonos. El ltimogrupo de compaeros procedentes de Nueva York tena msde una semana en La Habana, y no llegaba el da de su salidapara el sitio de entrenamiento. Arstides Sanabia hablaba deque se estaba en espera de un barco que sera determinantepara dar la seal de partida.

    Un da dijo: "Lleg Miguel Angel Rarmrez con el barco;pero est todava en el Mariel".

  • 42 TULlO H. AR VELO

    Una tarde fui al hotel Sevilla en donde haba una oficinams importante que la del hotel Senado. Se deca que allestaba el Cuartel General. Me preguntaron que si conoca aMiguel Angel Rarnrez. Contest que no.

    Pasa por aqu, me dijo un joven cubano a quien conocade vista, que quieren hablar contigo.

    Entr a una habitacin en donde estaba Miguel Angel Ra-mfrez con varias personas a quienes tampoco conoca, me hizoun interrogatorio en el que not cierta desconfianza en cuantoal origen de mi presencia entre los futuros expedicionarios.Me hizo preguntas como estas: " Haca tiempo que usted eravice-ensul en San Juan de Puerto Rico? Cmo supo ustedque se estaba preparando esta expedicin? Quin fue el con-tacto suyo para enrolarse?"Ms que el contenido de las pregun-tas, me molest su tono.

    Mi" respuesta fue la siguiente: "Creo que si usted tiene des-confianza, no es conmigo con quien debe investigar. Trajerecomendaciones de los exiliados de Puerto Rico y es conellos con quienes debe usted indagar si se puede o no confiaren m".

    Frente a esa respuesta dicha con aplomo y mirndolo a losojos, su actitud cambi por completo. No s si averiguara al-go; pero de ah en adelante su tratamiento fue muy cordial.

    Durante esa visita al hotel Sevilla tuve los primeros indi-cios del tren organizativo de nuestra empresa. Me di cuenta dednde reciba Arstides Sanabia las rdenes para las misterio-sas diligencias que realizaba y que a veces lo mantenan por unda entero fuera del hotel. Ms adelante me enter de que aunla misma oficina del hotel Sevilla no era la principal en LaHabana. Sabra que las esferas iban subiendo hasta llegar a laPresidencia de Cuba.

  • CAYO CONFITE y LL:I'FRN

    NOTICIAS DEL CAMPAMENTO

    43

    Al da siguiente de mi visita al hotel Sevilla se presenta la oficina demotel Senado un joven cubano a quien anteshaba visto en conversacin con Arstides Sanabia. Esta vezregresaba del campamento y delante de todos los presentes re-lat sus experiencias y aventuras. Era alto y delgado; peroahora se vea ms enjuto porque estaba barbudo y demacrado.La impresin que daba a primera vista era la de una personaque acababa de salir de la crcel.

    Cont cmo se viva en el campamento, lo que se haca, laslevantadas por la madrugada al toque de diana, lo pobre dela comida y lo ms deprimente de su relato fueron las dificulta-des que se pasaban en aquel sitio. Se quej de que le habanrobado algunas pertenencias.

    La visita del aquel muchacho comenz, si no a inquietar-me, por lo menos a formarme una visin diferente a la que mehaba forjado de nuestro lugar de entrenamiento. Todavano era ms que una idea vaga que ira adquiriendo perfiles msdestacados en la medida en que me acercara a esa escala de mimeta.

    Despus de la llegada de Miguel Angel Ramrez, se acelerel ritmo de los acontecimientos. Todos los das la salida pare-ca inminente. Sin embargo, todava se aplaz por unos dasms; pero fue grande el revuelo causado por esa llegada porquese comentaba que haba arribado a Cuba en un barco prepara-do' especialmente para la invasin y que era lo ltimo que seesperaba para dar la seal de partida hacia el campamentoy de ah rumbo a Santo Domingo. Por eso no me sorprendicuando una prima noche Arstides Sanabia nos dijo: "Pre-prense, que maana ser la salida hacia el campamento".

  • Integrantes del conjunto de baloncesto "Los Mosqueteros" de la Escuela Normal deVarones de Santo Domingo que jug en Puerto Rico en 1940. En pie, de izquierda aderecha: Tulio 11. An'elo (periodista), Mximo Bernard, Gilberto Guerra, FedericoJi Henriq uez [Gug}. Minoco Thorman, Amonio Trueba y Mximo Llaverias (diri-gente). En cuclillas y en el mismo orden: Rafael Nez, Felipe Maduro (hroe ymrtir de la Gesta del 14 de junio de 1959), Miguel Leyba, Mximo Mejta y Jorge(Cosaco) Klus.

  • G~g H~nr~n dijo: ., Yo '",'a.r d. arrtgla, no ",

  • "Rubn Rey fue el contacto que se utiliz para enro-lanne en esa empresa': 1'.' 1959 seria uno de loshroesy mrtires de la Gesta del 14 de junio.

  • .:f:

    .,."Angel Morales estuvo presente en una reunin enPuerto Rico donde se trazaron algunos planes respec-to a la invasin".

  • "QJn Pedro Mir tenia un punto que no habla tocado.su participacin directa en la invasin"

  • EN CAMINO HACIA EL CAYO

    Pero no fue el da siguiente sino tres das despus, toda-va muy temprano, cuando fueron a recogerme en un auto-mvil que ocupamos Pedro Mir y otra persona desconocidapara m. Llen mi mochila segn las recomendaciones quenos hicieron. Entre lo que aconsejaron llevar estaba la lechecondensada, el chocolate y algunas cosas ms, lo que me ca-us alguna extraeza pues crea que no deban faltar en unaempresa de esa naturaleza.

    En aquella poca no conoca bien a Cuba. Por eso cuan-do el automvil sali de La Habana no saba hacia donde nosllevaban. Desconoca todas las ciudades y pequeos pobladosque atravesbamos. Eso me importaba poco. Lo que contabaera que me acercaba a la ltima escala dentro de Cuba parade ah partir hacia Santo Domingo en la invasin.

    Bastante entrada la maana avist una bella y espaciosabaha. Luego supe que era la Baha del Mariel en la provinciade Pinar del Ro. Esperamos un largo rato en un pequeomuelle hasta que al fin lleg una lancha a recogernos.

    Haba ancladas varias embarcaciones de diferentes tama-os y la lancha enfil hacia un pequeo barco de aspectobastante anticuado que ms bien pareca destinado al comer-cio de cabotaje que a enfrentarse a las corbetas y a los avionesde Trujillo.

    La lancha atrac a un costado de la nave y la abordamos.Tuve una gran sorpresa al encontrar all a muchos de los

    compaeros del hotel Senado a quienes supona en el campa-

  • 52 TUllO H. ARVELO

    mento. La ms agradable impresin me la caus el encuentrocon Miguel Angel Feli Arzeno a quien todos llambamosMiguelucho.

    Poco despes de mi llegada a la embarcacin nos forma-ron en cubierta. Eramos unos veinte y cinco. Hizo su propiapresentacin un joven nicaragense quien dijo ser el "capitnTercero". Al or esto, tanto Pedro como yo pensamos que setrataba del tercer capitn en el rango de la tripulacin que portanto por encima de l haba dos capitanes ms. Ms tardesal de mi error cuando se aclar que Tercero era su apellidoy que en realidad era el segundo de Miguel Angel Ramrez.Era un militar de carrera, veterano de varias conspiracionescontra el dictador Anastacio Somoza, de Nicaragua.

    El capitn Tercero nos ech una larga arenga en un tonoque me molest. Como Miguel Angel Ramrez todava estabaen La Habana el nicaragense era el comandante del buque yde ah la arenga y las nfulas que puso en ella. Aos ms tar-de supe que fue asesinado en su pas despus de ser apresa-do en una de las tantas intentonas que se hicieron contraSomoza.

    A la maana siguiente me enter de que durante la nochehaba llegado el comandante Ramrez acompaado de variaspersonas que nos acompaaran al campamento. Entre ellasse encontraban Arstides Sanabia y Rolando Masferrer.

    Con este ltimo me sucedi un incidente un tanto curioso.Oa que le decan: "El seor Masferrer" y yo interpretabaque su nombre era Max y su apellido Ferrer. As que cuandotena que interpelarlo lo llamaba "Seor Ferrer". Nunca sedign rectificar mi error.

    Parte del tiempo que dur la travesa hacia el campamen-to en ese barco, que luego sera bau tizado con el nombre de"El Fantasma", la hice trabajando con Masferrer, clasificandola correspondencia que se llevaba a los expedicionarios. Parece

  • CAYO CONFITE y LUPERON 53

    que haca mucho tiempo que no se la llevaban puesto quehaba una gran cantidad acumulada.

    Desde mi llegada al barco me haba integrado en un pe-queo grupo formado por Miguelucho, Pedro, un muchachode Bonao, nombrado Luis Velazco, a quien jams he vuelto

    a ver, y dos o tres ms cuyos nombres se han borrado demi mente.

    Nadie haba mencionado el sitio en que se encontrabaubicado el campamento. En la madrugada del tercer da denavegacin Masferrer dijo sin dirigirse a nadie en particular:"All se ve el cayo, ya estamos llegando. Aquel que se vea la derecha es el cayo Romano. No s el nombre del que esta la izquierda y el que tenemos al frente es el nuestro".

    Alguien le pregunt: "Cmo se llama nuestro cayo?-Cayo Confite, respondi lacnicamente.Era la primera vez que oa ese nombre.

    CAYO CONFITE

    Al principio era una lnea en el horizonte. Pensaba que alacercarnos comenzaran a destacarse los accidentes de lacosta con sus rboles y edificaciones; pero por ms que nosaproximamos el cayo seguia siendo eso: una lnea en el hori-zonte.

    Cuando estuvimos bastante cerca lo nico que pude dife-renciar fue un grupo de personas que pareca se baaba enla playa. Seguimos avanzando y el panorama no variaba. Laimpresin segua siendo la misma: cientos de personas des-nudas o semidesnudas disfrutando de un bao de sol y mar.

    Como no haba sitio en donde atracar, el barco ancl aunos cien metros de la playa. Mientras tanto ya habamossido rodeados por los que haba tomado por baistas y queeran en realidad los futuros expedicionarios.

  • S4 TUllO H. ARVELO

    En una pequea chalupa haban llegado algunos, entrelos que distingu a Diego Bordas, aquel tan buscado por Tru-jillo en Puerto Rico. Otros que se haban acercado a nado su-bieron al barco encaramndose por el cable del ancla o .porsogas que les tiraban desde h cubierta. Poco a poco y despusde un pequeo esfuerzo fui reconociendo a antiguos compa-eros.

    Fue una grata sorpresa ver a Gug Henrquez. Poco des-pus de nuestra gira deportiva a Puerto Rico en 1940 se habaido a los Estados Unidos, en donde se enrol como voluntarioen la Marina de Guerra al iniciarse la Segunda Guerra Mun-dial. Al terminar el conflicto regres a Nueva York. All hizocontacto con los exiliados y fue uno de los primeros en lle-gar al cayo.

    A poco se recibi una orden: todos tenamos que desem-barcar.

    A pesar de que la primera impresin que recib del tanesperado campamento no haba sido muy halagea, me dis-puse a abandonar el barco con el regocijo de quien se acercaa un anhelado objetivo mezclado con la curiosidad que des-pierta siempre el inicio de una etapa nueva en la vida.

    El desembarco en el cayo con sus mil y tantos hombresarmados de fusiles y prestos a arriesgar sus vidas en una luchaincierta para redimir los derechos de un pueblo, sobrepasabalos lmites de mi joven imaginacin.

    Se nos aline en la playa para anunciarnos que formara-mos parte del batalln "Jos Mara Cabral" comandando porel coronel Miguel Angel Ramrez. Caminando en fila indiallegamos a un extremo del cayo en donde estara ubicadanuestra flamante unidad militar.

    El comandante comenz a dar rdenes: que si cavaranall; que si pusieran aquel montn de tierra ms all... En-vi grupos por todo el cayo en busca de materiales para las"chabolas", especie de rsticas viviendas en las que slo se

  • CAYO CONFITE y LUPERON 55

    poda permanecer acostado o en cuclillas, construdas conramas de arbustos, maderas dejadas por la resaca y con cuan-tos objetos sirvieran para guarecerse de la lluvia, del sereno ydel sol.

    A medioda nos reuni de nuevo para leemos lo que lla-m la "primera orden", en la que dio a conocer la lista delos oficiales con sus rangos. Comenz por l mismo con elgrado de coronel; luego el capitn Tercero, como segundoen el mando, y as sucesivamente hasta que para mi gran sor-presa mencion mi nombre con el grado de "capitn encar-gado del cuerpo mdico".

    En la primera oportunidad que tuve, despus que leytoda la lista, me acerqu y le dije: "Coronel, creo que hayun pequeo error. Ud. me ha nombrado capitn, jefe de labrigada sanitaria; pero yo no soy mdico".

    _. Que usted no es doctor! -exclam sorprendido.-S, soy doctor; pero en derecho.- Ah! usted es abogado.Esto ltimo lo dijo sin siquiera mirarme, y dndome

    las espaldas agreg: "Esta bien, entonces despus hablare-mos".

    Acababa de perder mi grado de capitn y hasta la esti-macin de Miguel A. Ramrez, quien haba sufrido un grandesencanto porque crea tener un mdico entre sus filas y seencontraba con que era un abogado lo que tena entre manos.

    Despes de ese incidente me sent libre de mis atadurascon el batalln "Jos Mara Cabral". De ser mdico hubieratenido que seguir en su Estado Mayor. Al sentirme liberadode ese deber me puse a vagar en compaa de Pedro.

    Naturalmente haba muy poco que ver. Dentro de lapequea rea del cayo vivan hacinados unos 1300 hombres.Fui enterndome poco a poco de como estaban distribu-das las tropas en los batallones "Antonio Guiteras", "Lu-pern", "Mximo Gmez" y "Sandino".

  • 56 TUllO H. ARVELO

    Oigo una voz que me llama. Al volver la cara. de primeraintencin no reconoc a quien me llamaba. V salir de unachabola, una de las mejores que haba porque era una especiede cabaa india, a una persona alta y delgada con un quepis,espejuelos ahumados y muy barbudo. Trabajo me cost reco-nocer a Horacio Julio Omes, que sala con los brazos exten-didos a saludarme.

    Eramos amigos desde la adolescencia y me alegr muchoencon trarlo all.

    - Vives ah?, le pregunt mientras nos abrazbamos-Si, vivo aqu solo, si quieres puedes quedarte conmigo.-Agradezco tu ofrecimiento; pero ni siquiera s donde

    me vaya ubicar. Acabo de llegar.- [Ahl , llegaste en el "Fantasma".Su actitud me pareci un poco extraa porque no se mo-

    vi de su chabola a la llegada del barco. Luego supe que ellose debi a que haba tenido algunas divergencias con donJuan Rodrguez, el jefe supremo de la expedicin.

    Esa tarde la pasamos Pedro y yo vagando por el cayo.Encontramos a muchos conocidos. Saludamos a Juan Bosch,a Dato Pagn, a Chito Henrquez, a Danilo Valdez y a mu-chos otros ms. Cada uno nos contaba una parte de la vidaque se haca en el cayo a la espera de la partida. Respecto aesto ltimo, Danilo Valdez, con un fatalismo que a la postreresult proftico, nos dijo que de all saldramos para lascrceles cubanas.

    Nos enteramos de cmo estaba organizado el campamen-to militarmente, de sus lderes y jefes. Los comandantes delos batallones eran Masferrer, Eufemio Femndez, RivasMontes y Diego Bordas.

    Tambin supimos que el Estado Mayor de la expedicinlo encabezaba don Juan Rodrguez y que en l ocupaban car-gos de importancia don Manuel Caldern. Virgilio y VictorMainardi, Nene Minio y Feliciano Maderne, un cubano vete-

  • CAYO CONFITE y LlIPERON 57

    rano de ms de una empresa conspirativa contra el dictadorGerardo Machado.

    Nos enteramos de que en el orden poltico se haba in-tegrado una junta que gobernaria a la cada de Trujillo. Lapresida don Juan Rodrguez y los dems miembros eran An-gel Morales, Juan Bosch, Leovigildo Cuello y Juan IsidroJimenes Grulln.

    Quien nos enter de la existencia de la junta fue DaniloValds y a seguidas hizo el siguiente comentario: "Pero yaalgo anda mal en ese organismo. Se dice que Juan Bosch esprcticamente un prisionero en el cayo mientras los otros, aexcepcin de don Juan Rodrguez, se pasean por La Habana".Al oir esa expresin me cre en el deber de recordarle quetanto Angel Morales como Leovigildo Cuello haban venidocon nosotros y que por tanto se haban integrado a la expe-dicin.

    Danilo Valds, que se preciaba de ser un profundoconocedor de las intimidades del exilio dominicano, nadacontest a esa observacin ma. Se l~it a sonreir mientrasme miraba fijamente a los ojos. El significado de su sonrisa yde su mirada no lo comprend sino algunos das despus.

    En una de esas vueltas nos encontramos con Moiss deSoto.

    Los estaba buscando, dijo. Hace das esperbamos su lle-gada. Este barco ha sido bautizado con el nombre de "El Fan-tasma" porque todos los das se deca que vena; pero nadielo vea.

    Segn l, era lo ltimo que se esperaba para iniciar la in-vasin. Haca un mes que estaban en el cayo en espera de al-gunas cosas que trajo nuestra embarcacin: armamentos, me-dicinas, etc. para salir hacia Santo Domingo.

    Luego agreg: "Vaya presentarlos al general Juan Ro-drguez".

  • 58 TUllO H. AR VELO

    El Cuartel General era la nica casa que haba, si se le po-da dar ese nombre a la choza de un pescador que al llegar elprimer grupo fue desalojado de su vivienda para ser ocupadapor el Estado Mayor de la expedicin.

    All nos presentaron a don Juan Rodrguez, de sesentay tantos aos, pero todava muy fuerte, de constitucin ro-busta, muy conversador, con el hablar tpico del campesinodominicano.

    Don Juan nos salud con un abrazo efusivo. Estaba ente-rado de mi caso por Moiss de Soto. As que, delante detodas aquellas personas acababa yo de recibir el espaldarazodefinitivo. Inmediatamente le present a Pedro, a quien yaconoca de nombre.

    Despus de cumplir con ese trmite oficial, Pedro y yoabandonamos aquel recinto. Fue la primera y la ltima vezque estuve all.

    Seguimos vagando y volvimos al sitio en donde estabaacampando el batalln "Jos Mara Cabral". Ya se habancomenzado a construir las chabolas. Miguelucho haba en-contrado una especie de cueva entre dos grandes piedras enla que haba colocado unas ramas. Yo tena una frazada yall dispusimos Miguelucho, Pedro y yo nuestra vivienda.

    No me haba preocupado la cuestin de la comida porquetena leche condensada y algunas galletas. Adems, comohaba comido en el barco no tena hambre.

    Al caer la tarde alguien nos pregunt:- No van al cine?- Al cine?-Si todas las noches pasan pelculas instructivas acerca de

    la guerra.- Y dnde las exhiben?-Aqu mismo. Ponen el teln en la playa, montan el

    aparato y todo el que quiere "va al cine".

  • CAYO CONFITE y LUPIRON 59

    Efectivamente, despus que cay la noche, Pedro, Migue-lucho y yo fuimos a ver el espectculo. Nos sentamos en laarena y a poco comenzamos a ver una pelcula de guerra.Cuando ms entretenido estaba o una voz que gritaba: "Co-ca-Cola, bien fra". Di un salto y llam al que voceaba. Aque-llo fue motivo de una risotada general. No haba Coca-Cola ninada que se le pareciera. Siempre que llegaban novatos leshacan lo mismo. Despus que termin el espectculo nosfuimos a nuestra cueva. Por suerte esa noche no llovi.

    Al da siguiente bien temprano me despert un toquede corneta. Ya si tena un poco de hambre. Me haban dadoun jarro de aluminio. Me coloqu en una fila. Me dieron unpedazo de pan, me echaron caf con leche y as hice la pri-mera comida regular en Cayo Confite.

    Esa maana de clara visibilidad en el horizonte, se armun corre corre acompaado de un enorme gritero. Fui a in-dagar y alguien me dijo: "Se estn embarcando en "El Fantas-ma" y van a partir". Pens que se trataba de la salida haciaSanto Domingo. Pedro y yo corrimos en busca de noticias. Alos que preguntamos ninguno saba lo que estaba sucediendo.Vimos desde la playa como se alejaba el "Fantasma".

    Despus supe de qu se trataba. Mon Febles, un domini-cano, viejo lobo de mar, vio un barco en el horizonte y grita viva voz: "Ese es el 'Angelita' de Trujillo. Lo conozco por-que fu su capitan durante muchos aos".

    Aquella exclamacin corri como plvora y se resolvicapturar la nave trujillista para hacer la primera presa de laexpedicin.

    Se organiz un grupo comandado por Diego Bordas y sehicieron a la mar. La cacera del "Angelita" dur tres o cua-tro horas y cuando lo capturaron lo llevaron al cayo en mediode una gran algaraba. Desembarcaron la tripulacin com-puesta por el capitn, un viejo marino dominicano llamado

  • 60 TUllO H. ARVELO

    Valeriana Brito y cuatro marineros en los que se encontrabaun pariente del capitn de su mismo apellido.

    En tre los expedicionarios que apresaron el barco habaun muchacho tambin de apellido Brito, emparentado conlos otros dos yen cuyo destino influira esta cap!ra del "An-gelita". Aos despus Trujillo le cobr con la vida su parti-cipacin en este hecho.

    Todos los tripulantes, a excepcin del capitn, expresa-ron su deseo de Unirse a la empresa. Dijeron:" Nosotrosno somos trujillistas y estamos de parte de ustedes".

    A pesar de que se le amenaz con fusilarlo, el capitnValeriana Brito expres que no traicionara a Trujillo , que hi-cieran lo que quisieran con l; pero que no se pasaba a lasfilas de la expedicin. Fue el nico que permaneci confina-do en una punta del cayo mientras los dems vivieron libre-men te.

    Ms tarde, ya fracasada la expedicin, supe que a excep-cin del marinero Brito, pariente del capitn, todos los demsfueron devueltos a Santo Domingo a instancias suyas. No scual fue el destino de esos muchachos.

  • MLa """ alf"ldabl~ imp~,;onm' la ,""wo.1~n
  • MAl ull/,o d . III foro d [N. L.o,."ldo Cu.Su." 'm~d. W. "ill"" " ar"" Crmfil . A $U iJ;~u.",J. Dirt oC",lto...

  • A"JI;J... s.1JIb'o lUz ~ ~ (4,,, O;mfil l' 1'11"El N d'_':

  • LA VIDA EN CAYO CONFITE

    Desde antes de mi llegada corra de boca en boca la ver-sin de que haban fusilado a Billo Frmeta y a Manuel Al-varez porque intentaron desertar del cayo, un crimen que secastigaba con la muerte.

    Esa especie me caus un gran pesar porque los conocaa ambos. Billo Frmeta, una gloria de la msica populardominicana y Manuel Alvarez, un amigo de la infancia.

    Ms tarde con alegra me enter, despus que pas todo,que no era cierto lo del fusilamiento. Haban abandonadolas filas de la expedicin antes de llegar al cayo.

    Desde La Habana se les envi a Venezuela en donde to-dava ejercen sus respectivas profesiones de mdico y de m-sico de grandes xitos. Se trataba de una artimaa para ame-drentar ya que por las condiciones en que se viva se tena eltemor de que otros intentaran abandonar la empresa.

    Escaseaban el agua y la comida y las condiciones higi-nicas eran sumamente malas. Se utilizaba como retrete unaporcin extrema del cayo detrs de unos arbustos y las mate-rias fecales criaban una cantidad de moscas incalculable queconstituian un grave foco de infeccin. Algunas personas,Cotubanam Henrquez entre ellas, tuvieron que ser evacua-das con gastroenteritis o con fiebre tifoidea. Para comercon sosiego haba que internarse en el mar hasta que el aguale llegara a la cintura. No s por que extraa razn las moscasno llegaban hasta ms de un metro de la orilla.

  • 66 TULlO H. AR VELO

    EL TIBURON FUE UN ACONTECIMIENTO

    Se trataba de evitar que algunas rfagas de viento o lacuchara con la que se movan los alimentos llevaran arena ala comida; pero siempre se coma con arena, comentaba Da-nilo Valds con su acostumbrada fina irona.

    Hubo momentos de hambre, hasta el extremo que en unaocasin la pesca de un tiburn constituy un favorable acon-tecimiento puesto que fue descuartizado y asado y a pesar detener un fuerte sabor a aceite de hgado de bacalao fue inge-rido como un plato suculento.

    En el cayo reinaba una atmsfera de fracaso. Muchos te-nan ya un mes all cuando llegu y no haba ningn indiciode que la expedicin saldra hacia Santo Domingo. Nisiquiera haba algn signo que remotamente indicara tal po-sibilidad. Los acontecimientos iban a revelar despus que enrealidad estabmos confmados en aquel islote estrictamen-te bajo vigilancia y control. Los aviones de la Embajada de losEstados Unidos de Nortemerica que lo sobrevolaban diaria-mente eran una evidencia de ello.

    Se constituyeron una serie de partidos polticos y deagrupaciones revolucionarias de todo tipo.

    Haban varios focos de liderato en aquel ambiente tenso yhostil hasta el extremo de que en alguna ocasin el batallnde Eufemio Fernndez y el de Masferrer se pusieron en zafa-rrancho de combate. De llegar a los hechos aquello habrasido una carnicera porque hubiera sido difcil escapar ilesode una accin de ese tipo.

    UNCOMPWT PARAASESINAR A BOSCH

    Un joven cubano de apodo "Cascarita" fue arrestadopor una falta a la disciplina y a otro a quien llamaban "Mejo-ral" se le haba encomendado su custodia. Durante el arresto

  • CAYOCONFlTE y LUPERON 67

    tuvieron un altercado y cuando el preso fue puesto en liber-tad y le entregaron su rifle, le dispar a su antiguo carcelerocasi a quemarropa y le destroz el vientre con una bala explo-siva. Fue un espectculo deprimente que contribuy a agra-var la situacin sicolgica de la gente.

    Como no se tenan noticias ciertas de la partida haciaSanto Domingo, surgan los ms extraos rumores que pron-to se disipaban para volver a renacer cada vez ms alarmantes,Durante la noche los disparos eran frecuentes. Se disparabasin ninguna razn vlida, por lo que haba que dormir congrandes precauciones.

    Un da fuimos Pedro y yo a saludar a Juan Bosch, queocupaba una especie de enramada en un extremo del cayoy lo encontramos acostado en una hamaca con una pistolaal alcance de la mano debido a los rumores de un complotpara asesinarlo. Bosch utiliz como medio de contrarrestar-los una frase que circul profusamente. Dijo: "Me po-drn matar en el cayo, pero yo soy un muerto muy hedion-do".

    Quien sabe en qu medida esto detuvo las intenciones queefectivamente pareca que abrigaba alguien.

    Si esta expedicin hubiera llegado a Santo Domingo ensus comienzos, o sea, dos meses antes, es posible que el ele-mento sorpresa, sumado a la combatividad de los expedi-cionarios, hubiera creado una situacin muy difcil para elrgimen de Trujillo. Sin embrago, parece que nunca estuvo enlas intenciones de algunos de sus organizadores cubanos elllevarla a Santo Domingo.

    De los 1,300 hombres, los dominicanos no ramos ni400. La inmensa mayora eran cubanos. La intencin de ir aliberar a Santo Domingo era realmente un ideal de muchos deellos. Pero tambin haba algunos que al margen de los idealesestaban all por espritu de aventura y no pocos por afn delucro.

  • 68 TUllO H. ARVELO

    Haba elementos que procedan de los bajos fondos deCuba, gente alevosa como se vio en el incidente entre "Cas-carita" y "Mejoral". Se deca entre los dominicanos que al-.gunos cubanos haban hecho mapas de la ciudad de SantoDomingo donde se indicaban las ubicaciones de los bancos yde las joyera de Prota y la de Oliva, las dos ms importantesde esos das. Por eso haba entre los dominicanos el temor deque ese pequeo grupo de aventureros entrara al saqueodesenfrenado de la ciudad sin que les animara ningn idealli-berador. Por suerte esos constituan una minora. Lo que sera atendible es que la mayora era gente agresiva, fogueada,bien armada, bien entrenada y numerosa y que el rgimen deTrujillo no estaba preparado en aquella poca para resistiruna invasin de ese calibre. Nunca se organiz una expedi-cin tan fuerte ni en un momento ms oportuno.

    LA HAMACA DEL INGENIERO CASTILW

    Fueron muchos los incidentes tragicmicos que surgieronde la permanencia de esos 1,300 hombres en aquel inhspitolugar. Relatar dos que por su naturaleza ponen de relieve elnimo que reinaba entre ellos.

    Adems de las pelculas, se organizaban concursos de can-to y hasta de bailes. Una noche, mientras se celebraba uno decanto, el maestro de ceremonia haba puesto una lata deleche condensada en la arena entre sus pies, y con mucha tea-tralidad se incorpor y dijo: "Ahora vamos a elegir, con susaplausos, el mejor cantante, y el que obtenga el primer lu-gar ser premiado con esta" .... , pero al agacharse para cogerla lata de leche condensada ya se la haban robado. El gestode aquel maestro de ceremonia al manotear en el vaco paracoger la lata y darse cuenta de que se la haban llevado y elestupor reflejado en su rostro, fueron motivo de una gran ri-sotada de los casi 500 o 600 hombres all reunidos. Al ser

  • CAYO CONFITE y LUPERN 69

    robado el premio al mejor cantante, se desbarat el concur-so. Adems el maestro de ceremonia quiso pelear con todo elmundo.

    Los objetos ms codiciados eran las hamacas. El que tenauna poda decir que disfrutaba de una fortuna. Los pocosque las posean las cuidaban como lo que eran, un verdaderotesoro. Se daban casos de personas que andaban constante-mente con la suya amarrada en bandolera; les decan los ma-queyes porque llevaban su casa a cuestas.

    El ingeniero Narciso Castillo tena una hamaca y se vana-gloriaba de que nadie poda robrsela sencillamente porquepara hacerlo haba que matarlo. La amarraba en la parte exte-rior de una pared del Cuartel General de manera que aunqueno se poda mecer aprovechaba su sombra para dormir lasiesta.

    Un da se combinaron dos y uno grit cerca del odo delingeniero: Fuego! Este despert sobresaltado y se alejunos pasos a averiguar lo que pasaba. En unos segundos, losdos que se haban combinado cortaron las sogas de la hama-ca yla enterraron en un hoyo que ya tenan preparado. Elpobre Castillo jams volvi a dormir en ella.

    BANDOS Y NOMBRAMIENTOS

    Todos los das a las seis de la tarde se celebraba una espe-cie de asamblea. Se reunan todos los batallones en cuadro ydesde el centro se lean los bandos con la orden del da. Seanunciaban los diferentes nombramientos, los ascensos, loscastigos. En una palabra, se enteraba a la tropa de las ltimasdecisiones tomadas por el alto mando.

    Con la expectativa de los nombramientos me dispuse a oircon inters el bando que estaba a punto de comenzar. Sin em-bargo, no fue sino hasta el sexto da de estar all cuando omi nombre. Se me nombraba imponente de mensajes y se me

  • 70 TULlO H. AR VELO

    asignaba al barco "Berta". A Ton Bonilla lo asignaron al"Aurora" y aPurro Alfonseca al "Fantasma". Todos con elgrado de tenientes.

    Aquel traslado tena varias significaciones. La primera eraque deba separarme de Pedro. Adems, a bordo se comamejor y no se dorma a la intemperie. Tampoco haba tantasmoscas, como en la playa. Tendra ms alternativas porque el"Berta" era eL buque de enlace entre el cayo y tierra firme.En l se traan las provisiones y el agua potable, inexistenteen el cayo.

    A BORDO DEL "BERTA"

    A la maana siguiente me desped de Pedro, lie mis br-tulos y me traslad a bordo. All reinaba un ambiente com-pletamente distinto.

    El capitn era cubano llamado Nilo Martnez y el maqui-nista Mon Febles, el viejo lobo de mar que haba identificadoal "Angelita", En la tripulacin de cinco hombres habaotro dominicano, un muchacho que nunca dijo su verdaderonombre y que perteneci al ejrcito de Trujillo.

    Cuando me report ante el capitn y notifiqu cual se-ra mi ocupacin no me comprendi ni le interes muchomi presencia ni la naturaleza de mi trabajo.

    La persona con quien deba laborar ms estrechamenteera el telegrafista, un joven cubano de apellido Pino. Ese sentendi lo que significaba ser "imponente de mensajes"y lo explic a sus compaeros. Pronto me integr de lleno enel seno de la tripulacin.

    Poco despus de mi llegada el capitn me haba dicho:"Aqu no hay camarotes. El barco solamente tiene dos. Unolo ocupo yo y el otro el maquinista. Usted tendr que buscarel sitio que ms le acomode para dormir..

    Le contest:

  • CAYO CONFITE y LUPERON 71

    -No hay problema. Por ms incmodo que sea, aqu seest mejor que en tierra.

    - Ah! como eso s, adems aqu la comida es mejor.No fue sino a los seis das de mi permanencia en el "Ber-

    ta" cuando zarpamos hacia Nuevitas en la baha del mismonombre, que era el puerto de contacto con el cayo.

    En esa ocasin regresaban a La Habana todos los que esta-ban de visita en el campamento. Angel Morales, ArstidesSanabia y Leovigildo Cuello se encontraban entre ellos. Tam-bin llevbamos como prisionero a Valeriano Brito, capitndel Angelita.

    La travesa dur de siete a ocho horas. Todo fue normal,no hubo ningn incidente de importancia. Durante la trayec-toria, como era de da, todo el mundo se la pas conversan-do.

    Yo tena sumo inters en or lo que decan aquellas per-sonas tan importantes. Quien ms habl fue LeovigildoCuello. Angel Morales habl poco.

    Transcurri el tiempo, muy a mi pesar, entre conversa-ciones intrascendentes. Me sent algo defraudado pues es-peraba que Cuello y Morales dieran ms detalles pues erandos personas que seguramente estaban enteradas de muchascosas, de muchos pormenores que hubiera querido conocer.Pero en ese momento no queran, o no podan, hablar de esosasuntos.

    El telegrafista tena que hacer una guardia cada tiempodeterminado a fin de captar los mensajes. Si haba alguno enclave me lo daba para descifrarlo.

    De cuando en cuando me iba a la tertulia y siempre meencontraba con temas sin importancia. Volva a la cabina deltelegrafista a ver si se captaba la tan esperada orden de sali-da hacia Santo Domingo.

    En Nuevitas haba un destacamento de la Marina de Gue-rra Cubana y cuando llegamos el capitn nos dijo que no de-

  • 72 TUllO H. ARVELO

    sembarcramos porque como aquello era recinto militar eraposible que tuviramos problemas. Sin embargo, no fue aspuesto que siempre hubo una franca camaradera entre losmarinos cubanos y nosotros.

    Despus de ms o menos un da en Nuevitas, y de habersequedado los que seguiran viaje a La Habana, el barco despegy fue llevado al otro lado pe la baha, a Pastelillos, donde sehara la reparacin de una de sus hlices. Anclamos alejadosdel muelle de manera que se poda utilizar una chalupa sise quera ir a tierra en donde siempre haban muchas perso-nas que iban a saber de sus familiares enrolados en la expe-dicin. Pasamos varios das bastante entretenidos con aquellagente a quienes siempre se les daba alguna noticia de susparientes. Surgan preguntas como: "Cundo se van?Ustedes vieron a fulano de tal? Llvenmele esta carta".

    Algunas veces uno de los nuestros daba noticias acerca dealguien y despus nos deca: "En realidad yo a ese tipo j-mas lo he visto pero a esta gente hay que decirles mentiraspiadosas para que crean que sus parientes estn bien. Ay!si ellos supieran las marejadas que estn pasando all".

    Un da lleg al barco un cubano a quien apodaban "Cu-bino". La persona ms simptica y de lenguaje ms pintores-co que conoc durante esta aventura. Cubino haba sidoabandonado recin nacido en el torno de la Casa de Benefi-ciencia de La Habana. All vivi hasta que se hizo hombre.Ha-ba sido contratado como segundo maquinista y llegaba aocupar su puesto. Cuantas noches pasbamos enteras oyen-do los chistes, los cuentos, las historias de Cubino! Dndeests ahora Cubino? Qu ser de m Cul habr sido tu pa-pel en los ltimos acontecimientos de Cuba? Eso, tal vez,nunca lo sabr.

    Dos o tres veces al da, un guardacostas de la Marina deGuerra Cubana se acercaba a nuestro barco y su tripulacinnos saludaba afectuosamente.

  • CAYO CONFITE y LUPERON 73

    Algunas veces entregaban algunas cosas que nos habanllevado a la comandancia de Nuevitas. Exista una verdaderacamaradera con esos marinos cubanos, quienes, desde luego,estaban enterados del motivo de nuestra presencia.

    El capitn Nilo Martnez estaba muy pesimista respecto ala reparacin que deba hacrsele al "Berta". Deca que en Pas-telillo era muy difcil que pudieran arreglarle la hlice porquehabra que varar el barco y all no tenan astillero. Ademsque eso tomara mucho tiempo. El destino de los hombresdel "Berta" era incierto porque si la reparacin iba a tardarcomo deca Nilo Martnez, y mientras tanto llegaba la ordende salida, nos quedaramos en Nuevitas. Era una situacinmuy extraa. Tena la impresin de que algo raro pasaba por-que como estaba pegado al telegrafista me enteraba de losmensajes que se cruzaban.

    EL MENSAJE QUE DESCIFRE

    Una tarde descifr uno en el que el propio presidente deCuba urga la presencia de don Juan Rodrguez en La Haba-na. Qu querra? QU sucedera? Sera para dar la ordende salida? Como ese mensaje no era para nosotros nada dijea los dems de su contenido ya que mis instrucciones meprohiban divulgar lo que no estuviera dirigido a nosotros.En ese ltimo caso deba comunicarlo al capitn del barcopara que actuara en consecuencia.

    Sin embargo, de ese mensaje, enter a Pino, el telegra-fista. Su comentario fue muy pesimista: "Qu pasar?Por qu tienen que mandar a buscar al general Rodrguez aLa Habana? Qu ser? Habr fracasado todo?

    En realidad la palabra "fracaso" siempre estaba en la-bios de todo el mundo por el tiempo transcurrido desde lallegada al cayo sin que hubiera manera de que se saliera deall. Sobre todo porque se saban vigilados. Todos los das

  • 74 TUllO Ji. AR VELO

    continuaban sobrevolando el campamento aviones de laEmbajada Norteamericana desde los cuales sus camargra-fos tomaban pelculas. Ya todos saban que aquello no eracosa secreta, que todo el mundo lo saba y que de momentopodra suceder lo que en realidad sucedi ms tarde.

  • VisrQ de CQy
  • DlutiJo Vd"" qll~n din
  • ~ izq~kN1Jl Q derlt4: 'ln'I~"iI;o GUZm4n. lU1ln 8oJt:h. V'CIO'MQy1UJ1Ji R~i"". ""ffit d~ la Gesta de Coruta" .... ftla im,jn yE. lero IWnJo y Rolatrdo Mr......' qukn m4' la"~ ", ,"' ..node /01m4' connotado. nl>i"", d~ la I"'nl~ !:wliltUJrl4

  • ,.__.....:

    lA prnetlCu. dWiI> d. loS i1I'kJnes d.1.: Embq.dDd. /00 6 /Q-do. Unid". d. No.u"",,,*,, ' ''ln uflII tl'it""iIl d. qut' ..t4.mos b"o. srricro I'igila",""'}' ronllOl

  • , '. . ', ' .

    '.

    l.o mO/o_ A"leh/Q, Iplurru/Q P'J' 1M expetiid"""rior. fUe... ,,"o lICt'iO...ieloliOStL

  • EL COMIENZO DEL FIN

    Un medioda tenamos sintonizada la radio. Suspendieronla msica y comenzaron a dar noticias de ltima hora. Sonabaun clarn y el locutor deca: ULTIMA HORA! ULTIMAHORA! Yanunciaba a seguidas que se haba desatado un tiro-teo en el reparto Orfila de Marianao. Se trataba del enfren-tamiento de dos bandos polticos rivales que haban sidoarmados por el presidente Grau San Martn. Miembros de unode los grupos haban rodeado la casa donde almorzaban al-gunos de los principales lderes del otro. Los dirigentes dedichas facciones eran, por los sitiadores, el comandante Ma-rio Salabarra y por los sitiados el comandante Emilio Trquien con otros compaeros visitaba la casa del comandanteMorn Dopico.

    El tiroteo dur varias horas. Algunas personas que inten-taron salir de la casa de Morn Dopico fueron acribilladas abalazos por las huestes de Mario Salabarra. La esposa de Mo-rn Dopico haba intentado salir con el comandante EmilioTr, quien pens que al salir con una dama no le tiraran;sin embargo ambos fueron acribillados a balazos con la agra-vante de que la dama estaba en estado de gravidez.

    Despes de la muerte de su esposa, Morn Dopico salicon una niita en brazos lo que le salv la vida. Hubo otrosmuertos y varios heridos de gravedad.

    Mas tarde convers en la crcel con algunos de los dete-nidos por el suceso de Orfila. Entre ellos haba uno de apelli-do Sabater a quien le pregunt por qu se le haba salvado la

  • 82 TUllO H. ARVELO

    vida a Morn Dopico y sin embargo la mujer haba sido acri-billada a balazos. Sabater me contest con una sonrisa: "Bue-no, ya le habamos matado a la mujer y nos dio qu s yomatarle la hija".

    Este suceso del reparto Orfila tuvo una repercusin decisi-va en el destino de los hombres de Cayo Confite.

    Despus de este sangriento hecho se desat una persecu-cin en La Habana y en toda Cuba contra los grupos pol-ticos rivales. Entre las medidas que se tomaron estuvo el re-gistro de la finca "Amrica" perteneciente al senador ManuelAlemn. All estaban depositados todos los armamentos quese supona iban a ser utilizados por los aviones que acompa-fiaran a la expedicin de Cayo Confite y tambin algunas delas armas especiales como bazucas, bombas, etc., las que fue-ron incautadas por la Polica.

    Esa rivalidad entre los grupos polticos de La Habana, sereflejaba en la composicin de la gente que estaban en el Ca-yo. Entre los propios comandantes de los batallones la rivali-dad ms fuerte era la que exista entre Eufemio Femndez yMasferrer.

    Cuando se supo la noticia de las muertes de Emilio Try de la mujer de Morn Dopico y de la participacin de MarioSalabarra en esos hechos, la situacin hizo crisis sobre todoporque en esos momentos don Juan Rodrguez estaba en LaHabana atendiendo a la invitacin contenida en aquel mensa-je del Presidente Grau que yo haba descifrado.

    Como en esos momentos me encontraba en la baha deNuevitas a bordo del Berta no presenci los acontecimientosque sucedieron en el Cayo, entre otros el desacato a la auto-ridad de don Juan Rodrguez, la salida precipitada y el vorazincendio que borr las huellas de los expedicionarios. Msadelante relatar con lujo de detalles lo sucedido, gracias altestimonio de Pedro, quien fue testigo ocular de esos inciden-tes.

  • CAYO CONFITE y LUPERON 83

    Despus que haba pasado el tiroteo, a eso de las 4:30 dela tarde, estaba leyendo sentado en una de las cubiertas cuan-do al llegar una lancha de la Marina de Guerra Cubana que sepeg al barco, varios marinos armados de ametralladoras nosabordaron. Uno de ellos, amigo mo por las veces que habaestado a bordo, me encaon por las costillas y dijo: "Bueno,vamos preso, que ya se acab esta aventura".

    LASPRISIONES CUBANAS

    Mi primera impresin fue que se trataba de una broma.Por eso ni siquiera le hice caso y segu la lectura. Pero el em-pujn que me dio con el can de la ametralladora por entrelas costillas me hizo comprender que aquel marinero otroratan cordial y afectuoso hablaba en serio.

    Todos fumos sacados del barco, casi a empellones y lle-vados en la lancha a la comandancia del puerto, El tratamien-to que nos dieron de ah en adelante fue completamentediferente al que daban a los que iban casi todos los das aNuevitas. O sea, que de compaeros y amigos nos habamosconvertido en sus prisioneros y como a tales nos trataronen lo adelante.

    Pasamos toda esa tarde encerrados en una especie de al-macn y all mismo dormimos despus que como a las ochode la noche nos dieron de cena pan con chocolate.

    En la maana del da siguiente nos trasladaron a laciudad de Camagey en un camin completamente cubiertocon una lona. Fue un viaje que dur casi toda la maana, enel que las incomodidades fueron innumerables, debidoal traqueteo del camin, al calor infernal que haca bajo lalona y al hambre y la sed que sufrimos porque la ltima co-mida regular la habamos hecho a las doce del da anterior.

  • 84 TULlO H. AR VELO

    JESUSSOSA BLANCO

    Del camin nos trasladaron directamente a un avin quenos esperaba para llevarnos a La Habana. Si el tratamientoque nos dio la Marina al hacemos presos fue malo, cuandocamos bajo la jurisdiccin del Ejrcito en Camagey la cosaempeor de tal manera que a un miembro de la tripulacinque tard un poco ms de lo debido para bajar del camin,le propinaron algunos pescozones mientras le decan: "Ca-mine rpido que aqu no nos andamos con juegos". Quienas actu y habl fue un oficial cuya cara, por lo feroz desu gesto, se me qued grabada en la memoria. Tan grabada seme qued que doce o trece aos ms tarde pude identificarloentre los esbirros de la tirana batistiana que pagaron con suvida frente a un pelotn de fusilamiento por sus crmenescontra el pueblo. Su nombre: Jess Sosa Blanco.

    Las precauciones que se tomaron a bordo del avin fue-ron verdaderamente extremadas. Se nos espos a una cadenay siempre tuvimos a un soldado apuntndonos con una ame-tralladora durante todo el tiempo que dur el viaje.

    Al llegar a La Habana el avin aterriz en el Campamentode Columbia. Nos zafaron de la cadena; pero nos dejaron lasesposas mientras dur el trayecto hasta las celdas en dondenos encerraron.

    Eramos catorce los componentes de la tripulacin del"Berta" y fuimos los primeros prisioneros de los mil trescien-tos hombres que componan la ya frustrada Expedicin deCayo Confite. Permanecimos juntos durante ese da y el trata-miento mejor en relacin con el de los primeros momentos.

    Al da siguiente de nuestro arribo a Columbia not unmovimiento inusitado. La tranquilidad que reinaba en aquelrecinto carcelario fue rota con la llegada de otro grupo depresos. Eran unos quince o veinte expedicionarios, todos

  • CAYO CONFITE Y LUPERON 85

    jvenes cubanos, que haban desertado en el Cayo Santa Ma-ra durante una de las tantas paradas que