terapia y felicidad

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Terapia y Felicidad

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  • Revista Colombiana de PsiquiatraISSN: [email protected] Colombiana de PsiquiatraColombia

    Garcianda Imaz, Jos Antonio; Rozo, Claudia MarcelaTerapia y felicidad

    Revista Colombiana de Psiquiatra, vol. XXXV, nm. 2, abril-junio, 2006, pp. 184-209Asociacin Colombiana de Psiquiatra

    Bogot, D.C., Colombia

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80635205

    Cmo citar el artculo

    Nmero completo

    Ms informacin del artculo

    Pgina de la revista en redalyc.org

    Sistema de Informacin CientficaRed de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Proyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

  • Rojas J.C.

    Revista Colombiana de Psiquiatra, vol. XXXV / No. 2 / 2006184

    Terapia y felicidad

    Jos Antonio Garcianda Imaz1

    Claudia Marcela Rozo2

    Y me siguen a miles preguntndome dnde est el caminoque lleva al beneficio, los unos requiriendo vaticinios,

    los otros para las enfermedades ms diversasbuscan escuchar una palabra curativa.

    Empdocles de Agrigento

    Resumen

    Introduccin: en este artculo se lleva a cabo una reflexin sobre la terapia y su influencia enla construccin de una vida ms feliz. Objetivo: abordar un tema poco trabajado en el mbi-to de la terapia, pero que es vital para la vida cotidiana de los pacientes. Mtodo: un anlisisterico de conceptos como pensar, cuidar, felicidad y esperanza. Resultados y conclusiones:se plantea la terapia como un ejercicio que contribuye a la felicidad de los pacientes en lamedida en que les propicia poder gozar, saber y actuar. La terapia tiene como funcinbsica lograr que las personas sean o intenten ser ms felices en sus vidas eliminando laesperanza y accediendo a gozar, saber y poder actuar en sus existencias.

    Palabras clave: terapia, felicidad, cuidado.

    Title: Therapy and Happiness

    Abstract

    Introduction: This paper portrays a reflection on psychotherapy and its influence on theconstruction of a happier life. Objective: The paper considers a topic not too worked in thetherapeutic environment, but that is vital for patients in their everyday life. Method: A theo-retical analysis of concepts such as think, take care, happiness and hope is done.Results and conclusion: Therapy contributes to the happiness of patients in the measurethat therapy allows them to enjoy, to know and to act.

    Key Words: Therapy, happiness, care.

    1 Mdico psiquiatra. Profesor asociado del Departamento de Psiquiatra y Departamentode Medicina Preventiva y Social, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana.

    2 Terapeuta ocupacional. Directora de Terapia Ocupacional de la Facultad de Rehabilita-cin, Colegio Mayor del Rosario.

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    Introduccin

    Por qu hablar de la felicidad?Desde los albores de los tiempos, losseres humanos han tenido la inten-cin de acceder a la felicidad. Pruebade ello es que fcilmente encontra-mos en la historia de la filosofa pen-sadores interesados en la felicidad,as sea una apora en la que sealanel desgarramiento de sus almas. To-das las personas quieren ser felices,incluso aquellas que nunca lo hansido y desean terminar con una exis-tencia dura y de sufrimiento, comolos suicidas.

    Podemos preguntarnos por qulas personas buscan la ayuda de lapsicoterapia, qu los mueve. Lamayora de quienes acceden a laconsulta de psicoterapia padecen yno son felices o no saben qu hacerpara serlo o, al menos, intentarlo.Con frecuencia no existe una inten-cin clara, se trata de una quejainespecfica sobre la infelicidad queviven. Por ello consideramos impor-tante una reflexin sobre el queha-cer psicoteraputico, ms all de sucondicin tcnica; as como sobreotros tipos de intervencin terapu-tica, cuyo propsito es facilitar a laspersonas el logro de la independen-cia y su propio desarrollo personal.

    Hemos identificado el rol tera-putico y la manera de ser terapeu-ta (utilizamos este trmino ensentido genrico) con tres formasbsicas que engloban los diferentesmatices del acto teraputico: (i) el

    terapeuta como un lavadero de con-ciencias, que calma y tranquiliza,como una caneca o basurero dondelos individuos defecan y vomitanhasta eliminar por completo sus ma-lestares; (ii) como un agente induc-tor de cambios, y (iii) como un mediopara el conocimiento profundo de smismo. Estos tres estilos de terapeu-ta tienen un elemento comn: el te-rapeuta como aquel que ensea apensar y a pensarse, es decir, el queensea a cuidar y a cuidarse. Sinembargo, la palabra felicidad no pa-rece estar presente en la mayora delos escritos de psicoterapia o de otrotipo de terapias. Hablar de ella esinconveniente, no tiene cabida o sus-cita cierta distancia entre los tera-peutas. Existe alguna relacin entreterapia y felicidad? Nos proponemosen este artculo reflexionar sobre al-gunos aspectos importantes de laterapia, como son el cuidar, el pen-sar, el saber, la felicidad y latrasformacin.

    Los cuidados del cuidador

    Comenzamos con esta reflexinsobre los cuidados del cuidador, por-que en esencia el trabajo teraputi-co, independientemente del que sea,pasa por propiciar cuidados haciaotro que padece. Si alguna relacines inicialmente teraputica es la re-lacin materna, y sta se hace concuidado y cuidados. Una madre cui-da de aquel que no puede valerse pors mismo, le prodiga mltiples cui-

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    dados para su existencia duranteesos primeros aos en los que, des-valido, inicia sus primeros pasos.Cualquier relacin teraputica nodeja de tener ecos de esta primerarelacin en la cual todo ser humanoha tenido alguna experiencia. Lospacientes, en su angustia y sufri-miento, acuden al terapeuta en bus-ca de cuidado, de que se les pongancuidado a sus padecimientos.

    El cuidado, como primer actoteraputico, tiene en sus sentidos(provenientes de la palabra cuidar),el vigilar, el proteger, el poner dili-gencia, el esmero, la atencin enalgo o alguien, lo cual lo hace deimportancia para todo aquel dedi-cado al mundo de la terapia. Al finy al cabo, podemos definir toda te-rapia como la bsqueda de cuida-dos a partir de la relacin con otro.Ser cuidado u objeto de cuidados esel deseo de todo aquel que quiereuna terapia.

    Si hacemos un recorridoetimolgico por la palabra, encon-tramos un derivado como el trmi-no cuido, que en algunas regionesde Latinoamrica se refiere a la pas-tura seca utilizada para alimentarel ganado, lo cual tiene otra acep-cin en la pennsula Ibrica, dondea esa misma pastura y alimento con-centrado para los animales se de-nomina pienso. Por lo tanto, piensoy cuidado son alimento y denotanun carcter de solicitud y atencinhacia otro. Expresan una preocu-pacin alimenticia, de nutricin, y

    mantienen un sentido relacional quesiempre evocar la primera relacin,el amamantamiento. Esto nos per-mite explorar qu relacin existeentre cuidar y pensar, qu hace queambas palabras se utilicen para sig-nificar un acto de nutricin.

    En sentido general, pensar seentiende como el acto de formarseideas en la mente, reflexionar, auncuando tiene otras acepciones, comodar pienso a los animales, dar decomer a las personas, cuidar de lamanutencin y de todas las cosasnecesarias a una persona. En suorigen est la palabra latinapensare, con significados como pe-sar con el sentido de dolor, penderen el sentido de algo que cuelga ydiscurrir como proceso de tener pen-samientos. El contenido relacionalde pensar queda claramente esta-blecido en su sentido, sobre todonutricio, que la conecta con el cui-dado.

    Cuidar, que es poner cuidado,asistir, conservar, tambin se conec-ta con otros sentidos como mirar porla salud, darse buena vida, querer,desear, discurrir, pensar. No obs-tante, nos interesa el ltimo senti-do, que ha sido heredado a travsde la palabra coidar, en castellanoantiguo. Entre los siglos XII a XIV,tena el sentido de pensar e imagi-nar, como lo muestra el Cantar delMio Cid, y hacia el siglo XVIII anconservaba el sentido de creer.Coidar, a su vez proveniente del tr-mino latino cogitare, asume los sen-

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    tidos de considerar cabalmente,pensar, meditar, reflexionar, ocu-parse mentalmente. Pero ms allde eso, el cogitare latino, tena elsentido de agitar el espritu.

    Como puede apreciarse, tantocuidar como pensar, en castellanoantiguo, posean un carcter eminen-temente relacional nutricio, pero ade-ms un sentido de actividad mental(que, como dice Bateson, es un fen-meno social). Cuidar es pensar y pen-sar es cuidar. Piensa en m, decimosa alguien cuando deseamos que nosrecuerde, que nos acaricie y cuide ensu pensamiento. Cudate, decimosa alguien cuando queremos decirpiensa en ti. O decimos me haspensado?, cuando queremos cono-cer si nos ha cuidado en su mente.

    El pensar se hace, por lo tan-to, como un cuidado con relacina otro, por ste y para ste, lo cuales notable en las ideas de Bion, alreferirse a la relacin tempranamadre-beb. Es clara la ecuacinpensar-cuidar cuando muestra queel pensamiento en el nio (la fun-cin de pensar) emerge en mediode los cuidados y la relacin con lamadre. Los elementos angustiososbeta del beb son acogidos por lafuncin contenedora y metaboliza-dora de la madre (la funcin alfa),para transformar esos elementosbetaabrumadores, incomprensi-bles e incontenibles en esbozossimblicos que podrn dar paso alos contenidos mentales y a lospensamientos.

    En la relacin inicial madre-beb se nutre y se piensa, se cuiday se piensa. La leche no viene sola,llega cargada de pensamiento a tra-vs de ese primer contacto con elmundo extrauterino, donde la ma-dre, como primer cuidador, nutre ypiensa. En este punto cuidar/pen-sar se nos presenta como un fen-meno relacional que est en laesencia de cualquier proceso tera-putico. Por lo tanto, pudiera decir-se que el primer cuidado delcuidador ha de ser pensar, tanto enel sentido de discurrir como el actode tener pensamientos, por ejemplo,cuidar en el sentido profundo deagitar el espritu, de remover la in-terioridad del paciente.

    Las personas con padecimien-tos van a la terapia a pensar, por-que los padecimientos dificultanpensar y cuidarse, aslan del mun-do y retrotraen al individuo a los l-mites de s mismo, encerrndolo ensu propia prisin de incomprensio-nes. El acto teraputico, indepen-dientemente del que sea, es unejercicio de pensar /cuidar que searticula en la vida de las personascon padecimientos, como un vncu-lo con el mundo y consigo mismo atravs de otro que agita el espritu(coagitare) y lo lleva adelante con l(co/con, agitare/llevar adelante).Podemos as equiparar al cuidador,pensador y al terapeuta, todos elloscuidan y piensan.

    Pero, qu pretenden al hacerlo?Intentan que quien est en relacin

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    con ellos sea ms feliz de lo que es. Siel primer cuidado ha de ser pensar,este pensar tiene una finalidad. Quienpadece quiere tener y darse una bue-na vida, propiciarse la felicidad de lacual carece porque el sufrimiento sela roba cotidianamente, con la angus-tia, la ansiedad, la obsesin, el deli-rio, con los sntomas instalados en elinquilinato de su existencia. Por ellola terapia, enfocada como est haciauna mejor vida, puede ser un cami-no hacia la felicidad perdida. Porquelos pacientes son personas infelicesque quieren ser felices.

    Esto parece excesivo y preten-cioso, pero no queremos todos serfelices? Si la terapia es insuficientepara hacer ms feliz a quien se so-mete a ella, entonces no sirve paranada y es un sinsentido. Al fin y alcabo, quienes buscan ayuda de otroes porque solos no gozan, no saben,no pueden acceder a la felicidad. Yqu es la felicidad?, nos pregunta-mos. En principio, es otro de loscuidados del cuidador, pensar lafelicidad, es donde debe poner cui-dado, atencin, pensamientos.

    Sobre la felicidad

    Qu es?

    Nadie con exactitud parece sa-berlo, pareciera un sacrilegio hablarde ella, ms en estos tiempos en que,como dice J. L. Trueba:

    La felicidad es esquiva para la ma-

    yora de los hombres. El mundo se

    presenta las ms de las veces, ante

    los seres humanos como un espa-

    cio donde solo tienen salida la vio-

    lencia, la lucha, el odio, la intole-

    rancia y la competencia feroz, y

    justo por ello, la posibilidad de ac-

    ceder a la felicidad se ve cancelada

    a cada instante. (1)

    Parecemos destinados al sufri-miento y la infelicidad. La felicidady el placer slo son breves y escue-tos resplandores en una vida tapi-zada de sombras; sin embargo, cadada emulamos a Ssifo en un per-manente, inquebrantable y a vecesabsurdo intento por la felicidad, aunen pequeas dosis. Los seres huma-nos somos adictos a la felicidad ycomo dice B. Russell los seres hu-manos desde el principio de los tiem-pos hemos pretendido conquistar lafelicidad. Esto ha sido una preocu-pacin constante de la filosofa, queha generado ros de tinta porquepocos filsofos se han abstenido deescribir algo sobre la felicidad. Laspersonas que padecen no son unaexcepcin, tambin ellos quieren serms felices. No obstante, los tera-peutas apenas hemos hablado deello.

    Qu es ser feliz?

    Deberamos preguntarnos sobrela felicidad, el ser feliz o el estar fe-liz. En estos tiempos, puede parecercursi, poco elegante o patticamen-te ingenuo hablar de felicidad y,mucho ms, de felicidad y terapia.

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    Feliz decimos de aquel que est con-tento, dichoso, que muestra placer,que siente gusto, que es acertado,oportuno y afortunado. En su ori-gen latino, felix hace referencia a fe-liz, a lo favorable y a lo favorecidopor los dioses. Esta palabra, en uncomienzo, significaba fructfero, fr-til, pero su origen es indoeuropeodhe-l-ik, la que amamanta, que a suvez deriva de dhei, mamar y ama-mantar.

    El ser feliz, por lo tanto, emergeen nuestra cultura como lo relacio-nado con las funciones nutricias yse asocia con los trminos emplea-dos anteriormente, cuidar y pensar.Las tres palabras (cuidar, pensar,feliz) evocan la accin de alimen-tar, la primera relacin a la quetodo ser humano se expone en elmundo al cual llega. Esto estable-ce sugestivas conexiones entre elterapeuta y su paciente, porque unterapeuta necesita cuidar, pensar,amamantar (feliz) y ser frtil en elfrecuentemente rido territorio delos pacientes.

    Quin no quiere ser feliz?

    A pesar de ser la felicidad unode los ms frecuentados objetos dereflexin, parece proscrito del mbi-to de la terapia. Quizs el hecho deestar nadando siempre entre el su-frimiento haya hecho que la felici-dad no sea un tema importante, noal menos ms que dejar de padecer.Nos hemos acostumbrado a ser te-

    rapeutas de formas diferentes: tera-peuta lavadero donde van las perso-nas a dejar sus culpas y de paso alavar su conciencia, en la bsquedade calmarse y lograr cierta tranqui-lidad. El terapeuta caneca o basure-ro, sobre el cual caen las personaspara desembarazarse de todas susincomodidades y molestias; el tera-peuta inductor de cambio, del cuallas personas exigen actos mgicos ydivinos que los liberen milagrosa-mente de sus padecimientos, y elterapeuta testigo, que asiste simple-mente a un proceso como convidadode piedra. Sin embargo, debera ha-ber otra va posible para la terapia,la de pensar y cuidar, la de pensarsey cuidarse para la buena vida, lasabidura (saber vivir) y la felicidad(fertilidad). Entonces, podemos defi-nir la terapia como una actividad quemediante la conversacin (versarcon) nos facilita una vida feliz. Esdecir, una actividad conversatoriaque tiene como su objeto la existen-cia de una persona y su objetivo esla felicidad, con un medio que es lasabidura. Parafraseando a Comte-Sponville (2), es un pensar, cuidar,saber para vivir mejor.

    Si nos preguntamos qu es loimportante en la psicoterapia, pen-samos que es fundamental obteneren el proceso una sabidura para lavida cotidiana. Agnes Heller afirmaque la unidad de la personalidadse realiza en la vida cotidiana, re-presentado en el contenido esencialde la vida, para la mayora de la las

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    personas la vida cotidiana es lavida (3). Qu significa esto? Lapsicoterapia debe servir para apren-der a vivir, un aprender a vivir dife-rente al que posibilita la patologa.Nuestros pacientes tienen esencial-mente enormes dificultades paravivir sus existencias porque los pa-decimientos interfieren de maneracoartante para lograr disfrutar desus vidas cotidianas.

    Al fin y al cabo, vivir es la vidacotidiana. Por ello acuden, as no lopuedan explicitar, en la bsquedade un aprendizaje para saber vivir,antes de que sea tarde o demasiadotarde. Adems, es importante men-cionar cmo existen formas de te-rapia que utilizan la cotidianidad delpaciente como medio y objetivo deintervencin a fin de facilitar la exis-tencia de las personas.

    Felicidad y sabidura mantienenuna relacin estrecha a lo largo dela historia de las reflexiones, quesobre la primera se han hecho en lafilosofa. No es gratuito, si la felici-dad etimolgicamente nos lleva a laboca de la mano del mamar y ama-mantar, la sabidura de nuevo nosretorna a la oralidad. Saber, del la-tn sapere (saborear), nos catapultaal pasado ms arcaico de nuestrainfancia, al encuentro del primersabor, el de la leche materna y, porlo tanto, a nuestro primer saber so-bre el mundo que habitamos. Por-que en el saborear se instaura elconocimiento que nos lleva al saber.Y el primer sabor, probablemente el

    ms feliz, sea el de la leche mater-na, que se constituye en el primersaber que produce felicidad, porquemamar es un deseo satisfecho aligual que lo es amamantar; ah enel mamar y en el amamantar hayun encuentro donde se construye unsaber vivir, un disfrutar pleno de laexistencia y de la vida, una felici-dad. Quin no mira con aoranzala escena de una madre y su beben amamantamiento? Y al mirar nopercibe, as sea fugazmente, la sen-sacin de que en ese momento hayalguien que es profunda e intensa-mente feliz?

    Por ello, tambin nada ms te-raputico que esa relacin madre-beb y nada ms patolgico que larelacin madre-beb cuando se daen condiciones en las que no se pue-de garantizar como un encuentropara la felicidad. Cmo tener encuenta entonces esta relacin a finde que sea un modelo matriz parala terapia? Al igual que en el ama-mantamiento, donde confluyen lasabidura y la felicidad, tambinestas dos condiciones estn en losobjetivos de la terapia. En la tera-pia buscamos la felicidad por me-dio de una sabidura que es de unomismo, porque el paciente va, entreotras cosas, a saber ms de s mis-mo, a saborear su felicidad, porquela felicidad slo puede estar dentrode nosotros mismos, como decaEpicuro. Por ello la filosofa afirma,a travs de los tiempos, que el sabioes feliz.

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    La sabidura, que es un podersaborear la felicidad, no se trata deuna felicidad cualquiera, no al me-nos como la que puede producir unadroga, bien sea un psicodislptico oun frmaco. Hace algunos aos,cuando comenzaron a salir los nue-vos antidepresivos, a uno de ellosse le denomin la pastilla de la feli-cidad, como un alarde omnipotentedesde la ciencia. No creemos quepodamos llamar sabidura a esa fe-licidad que emana de remover,reactivar, agitar la serotonina, ladopamina, la noradrenaliana y otrosneurotransmisores, al fin y al cabosiempre han estado ah disponiblesen cualquier momento, a veces enmayor y otras en menor cantidad.De hecho, logramos subir la seroto-nina, la noradrenalina, la dopaminaa los deprimidos, los esquizofrnicosy no por ello logramos que sean feli-ces, quizs conseguimos que seanmenos infelices, pero no por ello sonms felices.

    La felicidad de la terapia no seobtiene por medio de una droga,falacias, ilusiones, actividades re-creativas, entre otras; se obtiene dela verdad, no en el sentido genri-co, sino en el de la verdad indivi-dual, que es la nica verdad tilpara la persona. Ese saber o sabi-dura de la propia verdad genera ungozo, un gozar de s mismo, de sa-berse y saborearse a s mismo quees, sin lugar a dudas, un profundocontacto con la felicidad, con la pro-pia fertilidad, que es la mayor ma-nifestacin de la creatividad.

    Sobre la terapia

    Si la psicoterapia no nos ayudaa ser felices o a ser menos desgra-ciados, cul es su sentido? Paraqu entonces? No slo requiere queel que padece deje de padecer. Si esafuere la finalidad de un proceso te-raputico, estaramos a medio ca-mino de la verdadera sustancia dela psicoterapia, porque dejar de pa-decer no es suficiente para vivir,adems es importante ser feliz, in-dependientemente de lo que se en-tienda por felicidad. As, podemoshacer un intento por definir la tera-pia: se trata de una actividad que pormedio de razonamientos, explicacio-nes, aclaraciones, interpretaciones,discursos, comprensiones y entendi-mientos, a partir de conversaciones,nos procura la posibilidad de vivir deotra manera, una vida ms feliz. Deesta forma tendra una finalidad queorienta las conversaciones y reflexio-nes de las personas que padecen alograr pensar mejor para vivir me-jor, a saber pensarse/cuidarse me-jor y ms claramente, con ms luz.

    La terapia debe conducir almximo de felicidad en la mayorsabidura, con el mximo de luci-dez. Quienes se exponen a la tera-pia buscan tambin una mayorclaridad sobre sus existencias, quie-ren vivir, pero vivir con una granlucidez, es decir, con una clara con-ciencia. Esta ltima palabra, pro-veniente de la expresin latinacum-scientia (con-conocimiento), im-

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    plica un conocimiento que acompa-a nuestras impresiones y acciones.A su vez, el trmino latino mencio-nado procede de una traduccin dela expresin syneidesis que los grie-gos utilizaban en el lenguaje popu-lar desde el siglo V a. C., y apareceen las obras de Scrates, Eurpidesy Demcrito con un sentido de co-nocimiento de la propia culpa.

    Esta referencia a una concien-cia moral aluda a un conocimientodel pasado inicialmente, pero con eltranscurso del tiempo syneidesisadquiere la significacin tica deuna especie de estrella gua para laconducta futura. La syneidesis tie-ne la significacin de una relacincognoscitiva con, particularmentecon la culpa del propio sujeto, lo cuallo hace ms consciente de s mis-mo, pero ser consciente es un sub-producto del verbo latino con-sciereque posee el significado de conocerjuntos (4).

    Un sentido interaccional, unconocer junto a otros, compartidocon otros, que si inicialmente deno-taba un conocimiento social, pocoa poco con el tiempo fue derivandohacia un conocimiento ms restrin-gido a pocas personas, hasta quefinalmente se redujo a una sola per-sona, y adquiere finalmente en laEdad Media un carcter privado,individual. Y no es ese el mismoproceso de la terapia? El paciente yel terapeuta, se dedican a conocerjuntos? Ambos tratan de conocer enun tiempo y espacio sagrados, cons-

    truyen conversaciones y de ellasdestila un conocimiento comn,compartido en sus encuentros pe-ridicos; pero en el transcurso deltiempo, ese conocimiento se va de-cantando de manera individual,hasta que cada uno adquiere unconocimiento de l, su propia luci-dez. Pero sobre todo la terapia searticula en la vida del paciente, enun conocer juntos la propia verdadcon lucidez.

    Y la lucidez adquirida alumbrala verdad, as sea una verdaderatristeza que, como dice Comte-Sponville (2), es preferible a una fal-sa alegra. En la terapia no semiente, el terapeuta ante todo nomiente. Este es otro cuidado delcuidador, no mentir, ni sobre lavida, ni sobre uno mismo, ni sobrela felicidad. Es coherente y, al serlo,hace coherentes sus actos, sus pa-labras, sus emociones. Es lo quenecesita el paciente, un lugar decoherencia, porque sus padecimien-tos son destellos de incoherenciaque se muestran en sntomas queirrumpen en su vida cotidiana comoextraas cosas que no quiere pade-cer pero se imponen. Muchas vecesincluso como respuestas incoheren-tes que ha encontrado para resol-ver sus dificultades.

    En este punto nos hacemos lapregunta, por qu es necesaria laterapia? Necesitamos la terapia? Enmedio del mestizaje de nuestra pro-fesin, el aspecto biolgico ha adqui-rido una relevancia enorme, pues no

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    podemos negar su trascendencia enel alivio de ciertos padecimientos. Sinembargo, sabemos que tiene limita-ciones con la infelicidad y por ello lanecesitamos, porque no somos feli-ces, porque los pacientes no son fe-lices, porque adems de que la vidaes dura y el ser humano sufre mu-cho, al final siempre est la muerte.Y todo hombre, por muy desahucia-do que est, as quiera quitarse lavida, quiere ser feliz. La terapia esnecesaria fundamentalmente porquelos pacientes no son felices.

    Por qu los pacientes no sonfelices? Porque les falta la sabidu-ra sobre s mismos, esa sabidurapara la vida cotidiana. La cotidia-neidad del paciente es infeliz, le fal-ta esa sabidura necesaria sobre smismo que le permita aprender avivir, y vivir es la vida cotidiana, aquy ahora. Pero a este paciente no lehace falta saber vivir en sentido for-mal; hace lo que le toca, puede sercorrecto, excelente ciudadano e in-cluso ser un ejemplo de saber vivirformalmente. Es en un sentido pro-fundo que, como dira Montaigne (5),se trata de un saber vivir esta vidabien y naturalmente y antes de quesea demasiado tarde. Aunque nun-ca es demasiado tarde para apren-der a vivir y ser feliz, ser demasiadotarde siempre que no se haga nada.

    Existe el mito de que hay pacien-tes que no podrn ser felices nunca.Sus graves patologas se lo impedi-rn siempre, un esquizofrnico, porejemplo. Sin embargo, por muy gra-

    ve que est un paciente, quiere serfeliz, vivir bien, saber vivir. Incluso,como mencionamos antes, aquel quequiere matarse, lo quiere hacer paraescapar a la desgracia que le impidevivir bien. El paciente tiene un de-seo de felicidad, pero es un deseofrustrado, truncado y la consecuen-cia de esa frustracin son suced-neos que la imaginacin lograconstruir para lograr la felicidad o almenos huir de la infelicidad, en laforma de un delirio, una obsesin,una alucinacin, el insomnio y otrostantos sntomas.

    El deseo de la felicidad es algoque queremos todos, pero con fre-cuencia se nos olvida que tambinlo desean los pacientes. De modo talque esa es la parte de los seres hu-manos que est protegida contra lalocura, que no alcanza a ser conta-minada ni por el virus de la esquizo-frenia, ni de la neurosis, ni otrasformas de padecimientos, siemprepermanece en pie, esperando ser re-conocida y satisfecha. No slo deseanno estar enfermos, sino que deseanser felices con enfermedad o sin sta;no es suficiente quitarles los snto-mas, que no estn locos. No, ellostambin desean ser felices. Y ejem-plos hay, a pesar de sus enfermeda-des (Van Gogh, Dal, entre otros) hayquienes logran adquirir una sabidu-ra de vivir la vida cotidiana, a tra-vs de la creacin que como veremos,junto con el gozar y el saber confor-man la triloga necesaria para unavida feliz, para un saber vivir.

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    Sin embargo, el deseo de felici-dad tan caro a los seres humanos,incluidos los pacientes, cmo se nospresenta? De la forma ms cruda enque puede expresarse un deseo, enla carencia. Porque el deseo es falta,ausencia, vaco; cuando se desea algoes porque se carece de ello. El deseose establece como el punto de fron-tera entre la felicidad y la infelicidad,mientras lo tenga ser porque carez-co y sufro, por lo tanto, no soy feliz.Si lo tengo y lo satisfago, entoncescarezco de deseo, ser feliz, porquedeseo lo que tengo.

    Sobre el deseo

    En este punto nos volvemos apreguntar qu es la felicidad, perono en un sentido genrico, como lohicimos antes. La pregunta estorientada hacia el contenido de lafelicidad, qu queremos decir confelicidad? Qu deseamos y de qucarecemos? De inmediato surge unarespuesta contundente, la felicidades tener lo que se desea. Decimoscon frecuencia: Consegu lo quequera, estoy contento, satisfecho,feliz!. Naturalmente, no todo lo quese desea se puede tener, y esto po-dra ser un argumento con relacina la imposibilidad de la felicidad. Sinembargo, ser feliz implica poder, te-ner y gozar buena parte de lo quese desea.

    Claro que esto se convierte enuna situacin paradjica, una de las

    tantas en las que los seres huma-nos vivimos. Si el deseo es caren-cia, entonces slo deseamos lo queno tenemos. Y si nicamente desea-mos lo que no tenemos, entonces notenemos nunca lo que deseamos y,por lo tanto, nunca seremos felices.Podemos equiparar la felicidad a undeseo satisfecho? Quizs; sin em-bargo, cuando un deseo es satisfe-cho, deja de ser un deseo, enrealidad qued en el pasado comoun deseo que estaba pero ya no est.Es decir, una vez satisfecho ya nohay deseo. Pero cuando satisfago undeseo, ya no deseo, era algo quedeseaba y ya no lo deseo. Tengo en-tonces lo que deseaba, pero ser felizno es tener lo que se deseaba, sinotener lo que se desea, lo que no setiene. Entonces dnde queda la fe-licidad? Si ser feliz es tener lo quese desea, ya lo tengo, pero el deseoya no est, estaba, y ser feliz no estener lo que se deseaba como mesucede ahora, entonces de nuevo yano soy feliz, porque no tengo lo quedeseo, me encuentro envuelto enuna situacin paradjica. Y como entoda paradoja, sea la que sea la res-puesta lgica que se plantee, siem-pre permanecer la frustracin.

    Si deseamos lo que no tene-mos, padecemos la carencia. Si te-nemos lo que deseamos, desde eseinstante ya no deseamos y enton-ces, sentimos deseo de otra cosaporque la satisfaccin del deseo nosgenera aburrimiento, que es comodira Schopenhauer la ausencia de

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    felicidad en el lugar mismo de supresencia esperada, un sentimien-to de tristeza y rabia. Por lo tanto,en cualquier caso est presente lainsatisfaccin, y la felicidad se es-curre. Es posible ilustrar esta situa-cin paradjica con el ejemplo de unnio que espera con ansia su cum-pleaos, porque desea un regalo quelo ilusiona. Cuando ha llegado sucumpleaos y tiene su regalo, loabre con fruicin, juega un rato ycuando se va a acostar le preguntaa su padre, cundo es mi cumplea-os? El padre le contesta que sucumpleaos fue hoy, pero el nioquiere saber cundo es el prximocumpleaos. Un ejemplo quizs sen-cillo, pero que ilustra lo efmero dela satisfaccin del deseo y la rapi-dez con que se instala de nuevo undeseo insatisfecho.

    El deseo es carencia y por ellola felicidad se escabulle a cada ins-tante, en el momento mismo de susatisfaccin, como si no pudiramosvivir sin deseos, como si nada pu-diera satisfacernos completamente.Por ello pareciera haber una enor-me distancia, una fractura brutalentre el deseo y la felicidad, algoinfranqueable, dos dimensiones dela existencia humana cuya natura-leza las hace absolutamente incom-patibles. Sin embargo, existe unpuente entre ambas y ese nexo es,segn Comte-Sponville (3), la espe-ranza. En un principio esperar se-duce al que tiene un deseo; laesperanza ejerce una accin de

    muelle entre el deseo y la carencia,genera una expectativa de cumpli-miento, de satisfaccin.

    La palabra esperanza tambintiene una historia que le da senti-do: emerge desde el latn sperare(esperar), que a su vez surge de sper(radical del plural de spes-esperan-za) proveniente del indoeuropeo spe-s (esperanza de prosperar), derivadode spei (aumentar, ampliarse, pros-perar), segn la etimologa suscritapor Gmez de Silva (6). Aunque porotra parte se encuentra un trayectoetimolgico que a partir de esperarenos lleva hasta el intensivo specio,que significa ver o mirar y provienede spou, una palabra escita que sig-nifica ojo.

    Esto nos permite hablar de laesperanza como aquel fenmenocuya naturaleza es la posibilidad demirar hacia delante, de ver adelan-te, un ver con el deseo y la carenciaal tiempo, una ilusin. De hecho,nos permite visualizar el deseo sa-tisfecho en el futuro. Se trata de unponer los ojos en algo, expresinpopular para expresar que lo desea-mos. El que espera es aquel quepone los ojos en aquello que deseay quiere o necesita obtener. Por lotanto, la esperanza se constituye enla consecuencia directa de la caren-cia, as como la felicidad emerge dela satisfaccin. La esperanza saltacon fuerza desde la ausencia de algo,desde el no tener aquello deseado yque se coloca como una interferen-cia contrapuesta a la felicidad.

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    Podemos encontrar, al menos,tres sentidos del concepto esperan-za, como la creencia de que es pro-bable conseguir cuanto se desea,permanecer en un lugar hasta queocurra algo que se prev o creer enla probabilidad de que ocurra cier-ta cosa. En estos tres sentidos seencierran el deseo insatisfecho, laprevisin de un acontecimiento queno se sabe si ocurrir (es decir, elno saber) y, finalmente, la probabi-lidad de una accin, detenerse en elobrar hasta que suceda algo (es de-cir, la inaccin).

    Y, como tal, la esperanza seyergue entre el deseo y la carenciacomo una imagen proyectada quese desvanece de inmediato en cuan-to nos acercamos al futuro dondehabamos supuesto se satisfara.Cuando el futuro se hace presentey la carencia persiste, el deseoretoma la situacin y con l de nue-vo la esperanza, as huimos perma-nentemente del presente. Lodoloroso del deseo incumplido es laesperanza, una ilusin que se alacon nuestro deseo para huir delpresente donde se hace efectiva lacarencia. Pero es tan efectiva suseduccin que no nos percatamosde que la esperanza es la expresinms evidente de la carencia, el queespera desea y no tiene.

    La esperanza suscita una tenue,pero efectiva satisfaccin al incluiren el deseo un elemento temporalfuturo que lo libera de la necesidadde su satisfaccin en el presente,

    introduce la espera y, como dice eldicho popular, el que espera, des-espera. Despoja al deseante de lamirada hacia s mismo y la desvahacia delante, hacia un punto en elhorizonte que perseguir incesan-temente y que cuanto ms se acer-ca a l, ms se aleja, manteniendola esperanza en su sitio, siempre laesperanza como un puente que nun-ca acaba de cruzarse. Pero la espe-ranza huele mal, lo ltimo que sepierde es la esperanza, reza otrodicho popular. Tiene todo un senti-do, es lo ltimo que debe desvane-cerse, porque ante la imposibilidaddel deseo cumplido, la esperanzaejerce de sustituto, un sucedneoque como tal es como si fuera el ori-ginal, pero no lo es; se trata de unengao admitido, una promesa desatisfaccin que ante la frustracines mejor que no tener nada.

    El deseo, la carencia y la espe-ranza constituyen una triloga dela cual emergen la frustracin, elaburrimiento (rabia y tristeza) y ladecepcin, sentimientos abrumado-res que anegan el alma humana.Ante ello, el ser humano ha ideadouna serie de soluciones que apa-rentemente lo sacan de la parado-ja de la frustracin; sin embargo,tras ellas aparece de nuevo explci-ta o implcitamente el deseo insa-tisfecho. Por ello nuestro encuentrocon la carencia y nuestra experien-cia de la carencia suscitan diferen-tes respuestas que pretendensobreponerse a ella. Respuestas

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    ancladas en la esperanza y en suexacerbacin enfermiza.

    La primera respuesta es la fa-lacia del olvido, una forma de olvi-dar que la frustracin del deseonunca sucedi, de que el dolor de lacarencia existe; inventemos un su-cedneo lo suficientemente efectivocomo para olvidar. Entonces la vidaha de desarrollarse por otro cami-no, debe tener una versin diferen-te a la del deseo frustrado, es labsqueda desasosegada de la diver-sin. Divirtmonos, como deca unpaciente, hasta que me vuelva unanada, no voy a parar de divertirme.La diversin (di/diferente, versin/versin), propone un relato distintode la existencia basado en la espe-ranza de apagar, ahogar el deseo ysu dolor de carencia en el placer, eldesenfreno, la hibris en el sentidoms salvaje. Es la solucin mspronta, adems de contundente;una manera de pasar rpida y ver-tiginosamente de una satisfaccinmomentnea a otra, un procederque empata una esperanza con otrasin dar tiempo a que el deseo seinstaure, porque lo sustituye.

    Lo anterior genera en el indivi-duo una fantasa, el vago y oblicuoreflejo de la felicidad, porque al me-nos instantneamente o de formatransitoria logra incorporar algngrado de satisfaccin. Es la instau-racin a travs de la negacin y elolvido del fingimiento de que somosfelices. La diversin nos provee deun sustituto de corto alcance cuyo

    afn es acallar una precaria esperan-za que trasporta un deseo perento-rio. La diversin, esa felicidad decorto vuelo, tiene el valor de apagarunas necesidades y unos deseos acu-ciantes en el olvido, la esperanza quese pisa los talones a s misma.

    Ligada al olvido, y casi genera-do por l, otra respuesta es el deli-rio de la negacin. Para negar lo mselemental es olvidar y para olvidarlo ms fcil es negar. Y no slo setrata de negar la realidad del deseoen la esperanza de que con ello des-aparezca, sino tambin se trata denegarse incluso a s mismo como lohace el psictico. Por ello se refierea s mismo con frecuencia en terce-ra persona, no existe como yo, su-jeto de deseos, es el tercero, el otro,el yo no tiene ni deseo ni esperan-za, se anula a s mismo. Porque sloexiste como el loco y como dice laexpresin popular, est loco de fe-licidad o los locos son felices ensu locura o est tan loco que nose entera de nada, ni siquiera de smismo, de sus deseos.

    Pero este no enterarse de nadaes una forma de huir del deseo en laesperanza de que con ello y negn-dolo podr acceder a la satisfaccinde la felicidad. Sin embargo, estasafirmaciones no dejan de ser unaestupidez, porque el loco no es feliz,ha construido en la negacin un sus-tituto y lo ha hecho merced a la ma-na, el delirio, la alucinacin, el actingout desenfrenado que desplazan aldolor y el sufrimiento insoportable

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    de no tener acceso a la satisfaccindel deseo. Es aqu donde la negaciny el olvido tambin se congregan, enuna forma de vivir diferente, una di-vergencia de la realidad que es, porun lado, la diversin que no se pue-de parar y, por otro, una versin di-ferente de la realidad que es laalucinacin y el delirio.

    Otra alternativa es el delirio dela esperanza, una huida hacia de-lante, esperanza tras esperanza,persiguiendo satisfacer algo que nisiquiera sabe qu es, siempre en laexpectativa de una esperanza quees promesa, slo promete una ilu-sin. El adicto, el jugador compul-sivo o el neurtico esperan obteneralgo siempre, independientementede si lo obtienen o no. El adicto es-pera obtener la droga que lo calme,porque ni siquiera lo satisface, ladroga calma la ansiedad de la ca-rencia. El jugador espera un mila-gro, la suerte, algo que est amerced del azar, pero de lo cual nodesiste. Es la forma terrible de lacarencia, que nunca podr satisfa-cerse y por lo tanto es preciso huirde ella manteniendo una permanen-te esperanza como la zanahoria de-lante del burro. Lo importante esesperar, y como le sucede al neu-rtico, se pasa la vida en un pere-grinaje de esperanza en esperanza,con ansiolticos que calman la ca-rencia, su permanente ansiedadmimetizada en los actos de su vidacotidiana, fumar en exceso, comer,dificultades de carcter, conflictos

    relacionales que son calmados conmedicamentos que los ayudan a vi-vir y les provee de la esperanza dela curacin mgica. Se alimenta laesperanza con una actividad coti-diana imposible de satisfacer la ca-rencia momentnea, que a su vezgenera ansiedades momentneas,que derivan en esperanzas momen-tneas que se encadenan indefini-damente.

    La otra alternativa es el gransalto. Frente a la imposibilidad dela felicidad en esta vida, se aceptacon resignacin y se proyecta la es-peranza de la felicidad en un lugarfuera de la vida. Llmese, el msall, el cielo, la muerte, la extincin,en fin, una posibilidad de ser felizallende los lmites de la existenciaen el mundo de las cosas reales. Esla esperanza que emerge como res-puesta a la impotencia, la incapaci-dad, el no futuro, expresados conclaridad en el paciente suicida, cuyamuerte es vivenciada como una li-beracin del peso de la existencia,pero siempre con la expectativamgica de una respuesta satisfac-toria a sus carencias tras la cortinaespesa de la muerte, es la muertecomo la felicidad misma.

    La vida no provee de satisfac-ciones. Se han agotado las posibili-dades, entonces la muerte se erigecomo una salvacin y una satisfac-cin. Se sustituye la esperanza re-lativa de la vida cotidiana por unaesperanza absoluta en el ms all.Ya que no podemos ser felices aqu,

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    esperamos serlo despus de lamuerte esperanza que no tienecontraposicin alguna porque nadiepuede probar lo contrario. Y aquemergen todas las posibilidades defelicidad que los diferentes credosreligiosos ofrecen sin excepcin. Sinembargo, esto slo opera en quiencrea, tenga fe, lo cual convierte estaesperanza en un acto irracional quetiene en cuenta que la fe no es pro-ducto de la razn, sino del afecto.

    Todas estas posibilidades no lo-gran cuajar la felicidad, son formasde huir del deseo, pero no del accesoa la felicidad; son maneras de vivirla existencia, montados en el carrode la esperanza que media entre lacarencia y la felicidad, que fracasanen su intento. La esperanza siempreest ah como un incmodo guardinde la vida que nos recuerda a cadainstante la insatisfaccin, la caren-cia. Entonces, si el camino de la feli-cidad es entorpecido, saboteado porla esperanza, cmo podemos librar-nos de tal flagelo?

    Sobre la esperanza

    Si debemos librarnos de la es-peranza por su incapacidad deaproximarnos a la felicidad, debehaber algo que pueda proveernos deuna posibilidad de acercamiento msefectivo hacia la felicidad. En estesentido, dice Comte-Sponville (3):Entre la esperanza y la decepcin,entre el sufrimiento y el aburrimien-to, hay una o dos pequeas cosas

    que Platn, Pascal, Schopenhauer ySartre olvidan o cuya importanciasubestiman gravemente, son el pla-cer y la alegra.

    Si en la esperanza, que es de-seo no satisfecho, ni hay placer nialegra, entonces podemos decir questos aparecen cuando no tenemosesperanza, cuando estamos satisfe-chos, cuando no deseamos aquelloque no tenemos, sino cuando desea-mos aquello que tenemos, lo quehacemos, lo que sentimos, lo que es.El placer y la alegra se hacen pre-sentes cuando deseamos aquelloque no nos falta. Por ello decimosde alguien que no es feliz, porquenada de lo que tiene lo satisface, ydecimos de alguien que es feliz, por-que est contento con lo que tiene,es feliz.

    Podemos pensar que tomar unvaso de vino es slo eso, bebrselo yya est. Pero cuando tenemos mu-chos deseos de tomar vino acompa-ando una buena comida, decimossatisfechos: qu vino tan bueno,qu bueno es beber un vino cuandose tienen ganas de hacerlo. En estemomento han quedado anulados eldeseo y la esperanza, es un momen-to de satisfaccin en el que sientoplacer y alegra; estoy gozando de misatisfaccin porque poseo lo que de-seo, me deleito en ello y disfruto deello. El gozar es el deseo al revs, esun desear lo que hago en este mo-mento, aqu y ahora, hago lo quedeseo. Es lo que Comte-Sponville (3)llama la felicidad en acto, es la si-

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    tuacin en la que el acto mismo esvivido como felicidad.

    La felicidad se yergue ahora porprimera vez con alguna claridad. Enun primer intento podemos decir deella que es desear lo que tenemos, loque hacemos, lo que es; en definiti-va, lo que no nos falta, la ausenciade la vivencia de la carencia. Es po-der gozar el placer y la alegra, es noesperar nada.

    Desde esta perspectiva, cuan-do esperamos qu nos sucede?Como dice Mara Moliner (7), la es-peranza nos hace creer que algobueno o conveniente que est anun-ciado o algo que se desea ocurrirrealmente. Se trata, por lo tanto,de un estado de nimo (toda creen-cia se asienta en un nimo particu-lar), en el cual se nos presenta comoalgo posible lo que deseamos.

    Tenemos deseos de lo que notenemos, carecemos del objeto quedeseamos, no est aqu y ahora, enconsecuencia, ante ello proyectamosel deseo en el fututo, posponemosel placer y la alegra con la esperan-za de que acontezca. Pero ah orga-nizamos un crculo vicioso, porqueel futuro nunca est aqu y ahora, ycuando est aqu y ahora sucedeque ya no es futuro, es presente yen el presente nunca se asienta laesperanza. La esperanza est nti-mamente ligada al futuro. Su exis-tencia tiene sentido en el futuro ytodo lo que est en el futuro no estal alcance ahora, no se puede sen-tir el placer ni la alegra, no se goza

    porque el gozo no est al alcanceaqu y ahora. La esperanza es de-sear sin gozar.

    Cuando esperamos nos sucedetambin algo, nos enfrentamos a laincertidumbre, no sabemos con cer-teza si lo que deseamos y esperamosque suceda ocurrir. Desconocemossi nuestro deseo ser o no satisfe-cho. El futuro siempre es desconoci-do, podemos prever hacia el futuro,pero ello no nos garantiza que losacontecimientos sucedern como loproyectamos, en el afn de tener al-gn tipo de control sobre el futuro.ste, en esencia, es desconocido; lanica manera de conocerlo es cuan-do ya no lo es, es decir, cuando esun presente, un aqu y ahora. Y cuan-do ya lo conocemos tambin deja deser una esperanza. La esperanza esdesear sin saber, por ello el conoci-miento y la esperanza nunca se en-cuentran, se persiguen sumergidosen un crculo vicioso que es una pa-radoja a su vez, puesto que no seespera nunca lo que se sabe, lo quees un conocimiento cierto en pose-sin nuestra. Y no se conoce nuncalo que se espera que suceda, slo loconocemos al suceder y entonces laesperanza ya no tiene lugar.

    Tambin sucede que cuandohay esperanza, nos enfrentamos aun deseo cuya posibilidad delograrse como satisfaccin no de-pende de nosotros o, al menos, noenteramente. Siempre existen as-pectos que estn ms all de lasposibilidades de nosotros. Cuando

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    el dr. X me llama para comprobarel compromiso que adquir de dic-tar una conferencia en la universi-dad, yo puedo contestarle diciendo,espero estar all para la conferen-cia, lo cual probablemente no seade mucho agrado para el dr. X, puesel no espera que yo est, quiere queyo est. Entonces me vuelve a pre-guntar preocupado, hay algn in-conveniente que le impida asistir?,entonces yo le contestar, no, enabsoluto, all estar. Cuando digoque all estar, estoy expresandoun deseo de asistir, el cual no se sise cumplir, porque en el interreg-no pueden suceder muchas even-tualidades que lo impidan. Pero elhecho de ir depende de m, yo soyquien va, quien se moviliza para ir.Y el hecho de ir no depende de laesperanza, depende de si yo memuevo o no, es decir, de mi volun-tad. Y la voluntad se alimenta demi querer y de mi poder hacer, loque yo s que estoy en capacidadde llevar a cabo.

    Es decir, si soy capaz de mon-tar en bicicleta, y me monto en ella,no espero montarme en ella. Luego,cuando yo puedo y quiero, no espe-ro. Sin embargo, si alguien dice, es-pero salir pronto del hospital, esporque hasta el momento no ha po-dido porque su estado de salud selo impide y tiene la esperanza de serdado de alta. El salir del hospitalno depende de l. Cuando espera-mos, es porque no podemos cum-plir en el momento un deseo que no

    depende de nosotros. No obstante,ejercitar la voluntad (querer y po-der) s depende de nosotros. Por ellonuestra esperanza est siempreorientada hacia lo que somos inca-paces de hacer, a aquello que nodepende de nosotros, porque cuan-do podemos hacer, no hay espacio,ni tiempo para la esperanza, sta essustituida por el querer, que comobien expresa el dicho popular, que-rer es poder. Cuando quiero haceralgo, no espero hacerlo, lo hago. Sino lo hago, es porque no puedo yespero hacerlo. Esperar es un de-sear sin poder.

    Llegados a este momento, la es-peranza se erige como un centro decarencias fundamentales, de deseosinsatisfechos, de anhelos incumpli-dos, de intereses pospuestos, de sue-os irrealizados, de aspiracionesproyectadas en el vaco, de afanesnunca colmados, de ansias perma-nentes, de apetencias sin saborear,de antojos que torturan, de ganasinsaciables. La esperanza es un de-seo que no se goza, no se sabe si lle-gar a ser satisfecho y no dependede nosotros. En la esperanza encon-tramos, como dice Comte-Sponville(3), un deseo sin gozar, lo que no te-nemos (una carencia); sin saber, delque ignoramos si ser o no satisfe-cho (una ignorancia), y sin poder,cuya satisfaccin no depende de no-sotros (una irresolucin). La esperan-za quedar desplazada siempre quela satisfaccin, el conocimiento y laaccin se hagan presentes, de tal

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    Revista Colombiana de Psiquiatra, vol. XXXV / No. 2 / 2006202

    modo que antes y despus de la es-peranza estn el placer, el conocer yel actuar dirigidos por la voluntad.

    Est el placer porque esperar esun transcurso de tiempo en el queno se goza. En este sentido, cuandogozamos de nuestra vida en todoslos rdenes y dimensiones, unasvacaciones, un libro, la sexualidad,el comer, etc., es porque deseamoslo que gozamos y al hacerlo senti-mos placer.

    Est el conocimiento, porquequien espera desea, sin saber si serealizar o no su deseo, y el conoci-miento es algo que se sabe y que sedesea. El que tiene conocimientodesea lo que sabe, es un sabedor,un sabio conocedor de la vida, esdecir, la conoce y la aprecia, la dis-fruta, la goza.

    Est la accin, pues el que es-pera est deseando sin poder ac-tuar sobre aquello que desea. Msall de la esperanza y del que espe-ra, est, por lo tanto, quien desealo que puede hacer, lo que hace. Yla manera ms efectiva de poder ha-cer es querer. Cuando se hace seconcreta lo que se quiere. Enton-ces, podemos decir que uno quieresiempre lo que hace, y hace siem-pre lo que quiere, pero no siemprelo que desea y espera.

    Felicidad y psicoterapia

    La felicidad, como hemos con-cluido y aun a riesgo de ser temera-rios con tal afirmacin, implica una

    autonoma del individuo, poder, go-zar, saber y actuar. Qu muestranen la psicoterapia las personas queconsultan sus padecimientos? Infe-licidad. No soy feliz parecen decirlas voces silenciosas de nuestrospacientes cuando expresan sus sn-tomas. La infelicidad es el estribilloque las acompaa, y la esperanza,el contrapunto que les hace eco. Sonsus quejas, las de sus incapacidades,las dificultades para el uso de suvoluntad en la bsqueda de gozar,actuar y saber. Un esquizofrnico, unneurtico o una persona con tras-torno de personalidad vienen con laesperanza de gozar, de saber actuaren sus vidas de una manera diferentea la cotidiana. Ellos desean que enla psicoterapia se disuelva la espe-ranza, que desaparezca de sus vidas,porque ya no pueden seguir sintien-do una idea delirante que los invadey les coarta su accin, su conoci-miento del mundo, de su mundo. Oporque ya no pueden seguir actuan-do una idea obsesiva que los coloni-za y como un parsito les imponeunas acciones y unos sentimientosabsurdos que no desean. O porquela angustia y los impulsos los some-ten a acciones autodestructivas, a noreconocer sus sentimientos, ni loslmites de su identidad. En sntesis,porque no saben lo que quieren.

    En este contexto, la psicotera-pia cobra un profundo sentido detrasformacin del individuo, el ca-mino inicitico que media entre eldeseo y la felicidad. Es un trnsito

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    Terapia y felicidad

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    que, desde la imposibilidad, lograllevarlo hacia querer siempre lo quehace y a hacer siempre lo que quie-re mediante el uso libre de su vo-luntad para gozar, conocer y actuar.Si la esperanza, como vimos, es undeseo que no depende de nosotros,eliminarla en el transcurso de con-versaciones teraputicas se consti-tuye en una meta de la terapia, undesarrollo de la voluntad, del desearlo que s depende de nosotros. Laterapia debe ayudar al paciente aesperar menos y a saber ser feliz ya,ahora. Entre otras cosas, porqueadems la esperanza y el temor (esasensacin ansiosa y miedosa frentea lo que nos es desconocido y nodepende de nosotros) son siameses,las dos caras de una misma mone-da. Y al eliminar la esperanza, eli-minaremos el temor siemprepresente en los pacientes.

    Aqu nos hacemos la preguntasobre el pensar como lo haca Kant:Pensaramos mucho, y pensara-mos bien y con correccin, si no pen-sramos, por decirlo as, encomunidad con otros, que nos comu-nican sus pensamientos y a los quecomunicamos los nuestros? (8).Pensar bien es el inters de la tera-pia, y por ello los pacientes van apensar bien con otro, porque el pen-sar bien en solitario es muy difcil,entraa grandes riesgos. El que pien-sa en solitario est sometido al ais-lamiento y a la falta de contraste; poresa razn delira, se obsesiona y noes feliz. Cuando va a pensar con otro,

    es cuidado y se cuida para gozar,conocer y actuar lo que desea.

    As, podemos decir que la espe-ranza entre el deseo y la felicidad senos hace esquiva. No podemos cali-ficar la esperanza moralmente, ni esbuena ni es mala, es lo que es; peroal igual que la zanahoria que se ponedelante del burro y que nunca alcan-za, la esperanza es un engaabobos,un esguince que nos hace todo eltiempo la ilusin de lograr algo.

    Y nos lo hace precisamente por-que el sufrimiento sobre todo, elsufrimiento intenso hace quequien sufre espere de una maneraperentoria y forzosa por que sucedaalgo para cambiar su situacin. Es-pera que su dolor se detenga, acos-tumbrarse o resignarse, tal vezsufrir menos, la ayuda de Dios, lapresencia de un milagro. Es difcilque quien haya sufrido, y todos lohemos padecido, no haya esperadoy deseado que desaparezca. Y cuan-do el sufrimiento desaparece, comoun dolor de muelas, deja de esperarque desaparezca porque ya no est,deja de esperar porque su deseo seconcret, y ah la esperanza ya notiene sentido con su presencia. Lascosas se concretan cuando uno dejade esperar, porque puede gozar, sa-ber y actuar. Cuando esto confluyeen un individuo, decimos que esafortunado, alguien capaz de sabo-rear la vida, que sabe vivir.

    Ser sabio en el sentido ms pro-saico de la palabra no decimos elerudito, ni el docto o el ilustrado

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    implica referirse a ese individuo ca-paz de dejar de esperar, que vive ydeja vivir, porque simplemente dis-fruta de la existencia. Un dicho po-pular dice: lo ltimo que se pierdees la esperanza; sin embargo, es loprimero que debe perderse, para quelos deseos se cumplan. Pero perderla esperanza implica afrontar unduelo. Un duelo que lleve a la acep-tacin de la prdida de lo que hayentre el deseo y la felicidad, la espe-ranza.

    Acostumbrarse a la desespera-cin como un modo sabio de vivir.Desesperado porque sin esperanzase acta, se goza, se ama, no se es-pera amar, se actualiza el amorque, como deca M. Klein, cuandola desesperacin es absoluta, elamor se abre paso. Y eso es lo queconcluye el sabio, lo ms importan-te es el amor. Cuando un pacientellega a la consulta, viene con la es-peranza de que ocurra algo. Habrados posibilidades de respuesta fren-te a su peticin de ayuda: venderleuna esperanza, proyectar en el fu-turo la respuesta a su sufrimiento,o negarle toda esperanza, porquela finalidad de la terapia es respon-der a la pregunta, qu vamos ahacer? No vamos a esperar, sinoque nos preocupamos por qu ha-remos y cmo lo haremos y paraqu lo haremos; se trata de unapreocupacin por lo que es necesa-rio para gozar, saber y actuar. Porlo tanto, nos negamos a esperarcomo dice Comte-Sponville:

    Porque esperar es desear sin saber,

    sin poder y sin gozar, el sabio no

    espera nada. No porque lo sepa

    todo (nadie lo sabe todo), ni por-

    que lo pueda todo (no es Dios), ni

    siquiera porque slo encuentre pla-

    cer (el sabio como todo el mundo,

    puede tener dolor de muelas) sino

    porque ha dejado de desear otra

    cosa que no sea lo que sabe lo que

    puede o aquello con lo que goza.

    Ya no desea ms que lo real, de lo

    que forma parte y ese deseo, siem-

    pre satisfecho (puesto que lo real,

    por definicin, no falta nunca: lo

    real nunca escasea) es una alegra

    plena, que no carece de nada. Es

    lo que llamamos felicidad. Es lo que

    tambin llamamos amor. (2)

    El sabio disfruta de lo que hace,pero el psictico est paralizado deangustia ante la vida y la existencia,el neurtico torpedea sus xitos y eldeprimido ni siquiera puede gozar delcomer y el dormir. Les ha sido arre-batado el deseo mismo y slo tienenesperanza; olvidaron cmo se conec-ta el deseo con la felicidad, pues nogozan, no saben y no actan. Por ellovan a terapia, en busca del deseoperdido, y lo logran ah, en el encuen-tro con otro que entiende y compren-de, que lo ama (porque el terapeutaes esencialmente el que ama) en elsentido ms extenso de la palabraamor, como lo expresa Maturana: Elamor como el dominio de las con-ductas relacionales a travs de lascuales el otro, la otra, o lo otro, sur-ge como legtimo otro en conviven-

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    Terapia y felicidad

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    cia con uno, ampla la visin y el en-tendimiento en el placer de la cerca-na corporal (9).

    Eso es lo que se construye en laterapia, una relacin de amor, encercana al otro, de necesidad del otrocomo parte del s mismo, de lo quesoy, de manera que lo que soy sehace extensivo a un nosotros comoexpresin de una identidad conecta-da capaz de transformar. Las nece-sidades de los pacientes son elproducto de un estallido existencialque se dispersa en esperanzas y laterapia ha de ser capaz de armoni-zarlas e integrarlas, mediante unproceso de trasformacin hacia elgozo, la sabidura y la accin.

    Transformacin

    Cada consultante es una opor-tunidad de transformacin para suterapeuta. Plantea una preguntafundamental, qu terapeuta nece-sita esta persona que sea yo paral? La respuesta a este interrogantetiene que ver con el aprender y elaprehender. Cuando aprendemos,incorporamos cuantitativamenteunos conocimientos del otro y so-bre el otro, acumulamos una infor-macin, aadida como un saco quecargamos sobre nuestro cuerpo.Cuando aprehendemos, introyecta-mos cualitativamente, tomamos as-pectos del otro que al introducirlosno se acumulan, nos cambian.

    Por ello cada encuentro tera-putico es un aprendizaje. Un tera-

    peuta se hace con los pacientes, node otra manera. En un primer mo-mento, cuando el terapeuta afrontala terapia con su consultante, seenfrenta a la necesidad de resolverun problema que el paciente haplanteado. Busca, ensaya solucio-nes y respuestas adecuadas paraayudar a resolver las dificultades delotro. Es lo que Bateson (10) llamael protoaprendizaje o aprendizaje I(se trata de la solucin simple deuna dificultad especfica que el pa-ciente trae a la consulta). Es unaprendizaje elemental que incorpo-ra al bagaje del terapeuta conoci-mientos desconocidos hasta esemomento para l, de orden terico,tcnico, metodolgico, enfoque y cla-ves. Por ejemplo, realizar un diag-nstico que no haba tenido laoportunidad de hacer y aplicar eltratamiento que le corresponde yest previamente estipulado.

    Sin embargo, la importancia deeste tipo de conocimiento resultainsuficiente cuando las dificultadestienen tentculos que las desplazanms all de los lmites del problemaen s. Es necesario un cambio en elaprendizaje, en la velocidad con laque se hace, un deuteroaprendizajeo aprendizaje tipo II (10).

    En ste el terapeuta encuen-tra la presencia del contexto invo-lucrada en el problema, adems dedescubrir su influencia en la orga-nizacin del problema. Se trata delograr entender y comprender lanaturaleza del contexto desde don-

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    de emerge el problema. Esto per-mite el desarrollo de una mayor ha-bilidad del terapeuta, porque haaprendido a aprender. Ya sabe quecada problema tiene una solucinconcreta como tal problema aisla-do, pero adems ha aprendido aaprender las reglas de juego queparticipan en el entramado contex-tual de la generacin de los pro-blemas.

    Entonces, este deuteroaprendi-zaje se constituye en el aprendizaje yla construccin de un paradigma quese incorpora como una herramientaque permite reconocer con mayor ce-leridad los problemas. En este apren-dizaje se disea la manera de serterapeuta, con tales o cuales habili-dades que definen su identidad pro-fesional, psicoanalista, conductual,constructivista, sistmico, cognitivo,etc. En esta forma de aprendizaje nosconformamos como terapeutas y nosrelacionamos con nuestros pacientesy la realidad. Cada terapeuta poseela mirada instrumental de la terapiaen la que ha sido entrenado y tamizasu trabajo desde esa visin terapu-tica. Consecuencia de ello ser quepara proteger esta visin terica yprctica, tratar de adquirir la ma-yor cantidad posible de soportes fac-tibles con carcter positivo pararatificar las premisas desde las quepractica la terapia.

    Por ello no ser fcil que cues-tione su visin del ejercicio terapu-tico cuando se encuentre concondiciones o respuestas negativas

    o simplemente no las haya, intenta-r antes de admitir la limitacin desu paradigma, codificarlo como unaexcepcin que confirma la regla, ver-ter elementos proyectivos persona-les de fracaso sobre el paciente comosi no existiera la suficiente colabo-racin, o bien construir una teoraexplicativa del fracaso (como un casoperdido) centrado en las dificultadesdel paciente como insalvables concualquier otro paradigma.

    No es extrao que desde el deu-teroaprendizaje ante situacionesque cuestionan el paradigma delterapeuta, se manipule y moldeenlas circunstancias para encajarlasen el contexto de las expectativasdel terapeuta. De esta manera todoadquiere un tinte autovalidante queimpide de forma contundente el pro-greso, la reflexin y la evolucin delterapeuta. A veces sucede que hayterapeutas que cambian de paradig-ma. Quin no ha visto el terapeutapsicoanaltico radical que de pron-to se torna en un biologista extre-mo o el conductista rgido que setorna un constructivista ilimitado.S, han cambiado de paradigma,pero en el nuevo siguen funcionan-do de la misma manera, con premi-sas conceptuales diferentes, peroaplicando su rgido modelo deaprendizaje profesional.

    Sin embargo, existe otra alter-nativa para una lectura del encuen-tro teraputico. Se trata de unaconexin de dos universos de signi-ficado que coinciden en un tiempo y

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    Terapia y felicidad

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    espacio sagrados. En ste, ademsde los anteriores aprendizajes refe-ridos a las incorporaciones de cono-cimientos y experiencias (aprendizajeI y aprendizaje II) del terapeuta, tam-bin debera darse un aprendizaje III(10), lo que podramos denominar latransformacin. Un proceso de apren-dizaje teraputico en el que el tera-peuta va ms all de su paradigmay de los lmites del s mismo paraalcanzar la comprensin que de lnecesita el paciente, porque el smismo es un arco dentro de un cir-cuito mayor (10).

    No slo comprenderlo desde susconceptualizaciones aprendidas yaplicadas, sino desde lo que el en-cuentro permite y exige. Esto impli-ca un salto transcontextual, desdeel que se trascienden los contextosde terapeuta y paciente, para gene-rar un contexto de los encuentroscon sus propias caractersticas yque trascienden la individualidadpara asentarse en un nosotros crea-dor de nuevas posibilidades.Bateson dice que en el aprendizajeIII se accede a un nuevo nivel deexistencia y lo ejemplifica con unexperimento realizado con delfinesen los aos sesenta, citado porBerman:

    Por ejemplo, ensesele primero al

    animal una serie de trucos (saltos,

    vueltas carnero, etc.) y deutero-

    ensesele el contexto la gratifi-

    cacin instrumental lanzndole

    un pescado cada vez que haga un

    truco (una gracia). Luego suba la

    apuesta: recompense al delfn slo

    despus de que haya ejecutado

    tres trucos. Finalmente, suba la

    apuesta hasta un nivel que sea un

    desafo para todo el modelo de

    aprendizaje II: gratifique al delfn

    slo despus de que haya inven-

    tado un truco enteramente nuevo.

    La criatura pasa por todo su re-

    pertorio, ya sea un truco a la vez o

    en conjuntos de a tres, sin recibir

    pescado. Lo sigue haciendo, irri-

    tndose, y en forma cada vez ms

    vehemente. Finalmente, empieza a

    enloquecer, a exhibir seales de

    frustracin o dolor extremo. Lo que

    ocurri despus de este experi-

    mento en particular fue completa-

    mente inesperado: la mente del

    delfn dio un salto hacia un nivel

    lgico superior. De alguna mane-

    ra se dio cuenta que la nueva re-

    gla era: olvida lo que aprendiste

    en el Aprendizaje II; no tiene nada

    de sagrado. El animal no slo in-

    vent un nuevo truco (por lo que

    fue gratificado inmediatamente),

    sino que procedi a realizar cua-

    tro saltos absolutamente nuevos

    que jams haban sido observados

    en esta especie animal en particu-

    lar. (11)

    Aprendemos a cambiar hbitosadquiridos en el aprendizaje II, de-sarrollando unos nuevos que nosfacilitan mirar de otra manera. Pero,al igual que en ejemplo, no realiza-mos ese aprendizaje solos, lo hace-mos en una relacin donde hay otro.En el caso del delfn, su aprendiza-

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    je y su capacidad de trascendersea s mismo se dio en un contextodonde hay otro, en este caso un ex-perimentador que se relaciona n-timamente con l. En ese contextose gener la trasformacin. Si en elaprendizaje III logramos elevarnosa un nivel de existencia diferente,nuevo en muchos sentidos, es por-que nos liberamos as de los lmitesde nuestra propia personalidad, yesto con la finalidad de redefinirnuestro s mismo teraputico apren-dido con anterioridad.

    El vnculo teraputico es unarelacin que tiene un podertrasformador, por ello nos es tilrecordar la expresin de lo que esun beb para Winnicott: No existetal cosa como un beb; con ello quie-ro decir que si nos proponemos des-cribir un beb nos encontraremosdescribiendo a un beb con alguien.Un beb no puede existir solo, sinoque esencialmente es parte de unarelacin... (12) que es trasformado-ra y que es matriz de las que ven-drn con posterioridad y lo llevanms all, lo trasportan hacia eta-pas posteriores, la niez, la adoles-cencia, la madurez, siempre inmersoy sumergido en ellas.

    La terapia cobra valor y carc-ter de validez cuando es capaz detrasformar al paciente en su s mis-mo y tambin al terapeuta. En lafrontera de ambos s mismos ocu-rren cosas, ms de las que pudie-ran sospecharse. No existe lo que

    podamos afirmar como terapeutas,pues ste siempre lo es en relacincon un otro; pero no otro cualquie-ra, otro que lo busca para encon-trar el camino a la felicidad. Unterapeuta es alguien que no existesolo, es parte de un todo, de unarelacin donde se cuida, se piensapara la felicidad (fertilidad) que espoder gozar, poder saber y poderactuar en la vida.

    Referencias

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    5. Montaigne. Ensayos. Madrid: EditorialClub Internacional del Libro; 1999.

    6. Gmez de Silva G. Diccionario etimol-gico de la lengua espaola. Mxico:Fondo Econmico de Cultura; 2003.

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    11. Berman M. El reencantamiento del mun-do. Santiago de Chile: Cuatro Vientos;2001.

    12. Winnicott DW. El nio y el mundo exter-no. Buenos Aires: Horm; 1964.

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    Recibido para evaluacin: 2 de febrero de 2006Aceptado para publicacin: 25 de abril de 2006

    CorrespondenciaJos Antonio Garcianda Imaz

    Departamento de Psiquiatra y Salud MentalPontificia Universidad Javeriana

    Carrera 7 # 40-62Bogot, Colombia

    Correo electrnico: [email protected]